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La Solterona Por Edith Wharton

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LaSolterona

Por

EdithWharton

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PRIMERAPARTE

CAPÍTULO1

EnelviejoNuevaYorkde1850despuntabanunascuantasfamiliascuyasvidastranscurríanenplácidaopulencia.LosRalstoneranunadeellas.

Losenérgicosbritánicosylosrubicundosyrobustosholandesessehabíanmezcladoentreellosdandolugaraunasociedadpróspera,cautay,peseaello,boyante.Hacerlascosasalograndehabíasidolamáximadeaquelmundotanprevisor, erigido sobre la fortuna de banqueros, comerciantes de Indias,constructoresynavieros.

Aquellas gentes parsimoniosas y bien nutridas, a quienes los europeostildaban de irritables y dispépticas solo porque los caprichos del clima leshabían exonerado de carnes superfluas y afilado los nervios, vivían en unaapacible molicie cuya superficie jamás se veía alterada por los sórdidosdramas que eventualmente se escenificaban entre las clases inferiores. Poraquellosdías,lasalmassensibleserancomotecladosmudossobreloscualestocabaeldestinounamelodíainaudible.

LosRalstonysusramificacionesocupabanunadelasáreasmásextensasdentrodeaquellasociedadcompactadebarriossólidamenteconstruidos.LosRalstonpertenecíanalaclasemediadeorigeninglés.Nohabíanllegadoalascoloniasparamorirporuncredo, sinoparavivirdeunacuentabancaria.Elresultado había superado sus expectativas y su religión se había teñido deéxito.ElespíritudecompromisoquehabíaencumbradoalosRalstonencajabaa la perfección con una Iglesia de Inglaterra edulcorada que, bajo laconciliadora designación de Iglesia Episcopal de los Estados Unidos deAmérica,suprimíalasalusionesimpúdicasdelasceremoniasnupciales,omitíalospasajesconminatoriosdelCredoatanasianoyentendíamásdecorosorezarelpadrenuestrodirigiéndosealPadremedianteelarcaizantepronombre«vos».Extensivoatodoelclaneraelrechazosistemáticoalasreligionesincipientesy a la gente sin referencias. Institucionales hasta la médula, constituían elelementoconservadorquesustentaalassociedadesemergentescomolafloramarinasustentalaorilladelmar.

ComparadosconlosRalston,inclusofamiliastanconservadorascomolosLovell, los Halsey o los Vandergrave podrían calificarse de atolondradas yderrochadoras,diríasecasique temerariasensus impulsosyvacilaciones.ElviejoJohnFrederickRalston,robustofundadordeladinastía,habíapercibidodichadiferenciaensunaturaleza,yselahabíahechonotarasuhijoFrederick

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John, en quien había olfateado cierta propensión hacia lo azaroso y loimproductivo.

—Deja que los Lanning, los Dagonet y los Spender corran riesgos ysuelten hilo a sus cometas. Les tira la sangre provinciana que llevan en lasvenas:nosotrosnotenemosnadaqueverconeso.Miracómosevanquedandorezagadosentodo…losvarones,quierodecir.Silodeseas,tuschicospuedencasarseconsushijas(sonbastantesaludablesyatractivas),aunquepreferiríaquemisnietosescogiesenaunaLovelloaunaVandergrave,oaalguiendenuestra clase. Pero no consientas que tus hijos anden en las nubes tras lospasosdeesosjóvenes:encarrerasdecaballos,viajandoalsuralosmalditosSprings,jugandoenloscasinosdeNuevaOrleánsyesascosas.Asíprotegerásalafamiliademolestoscontratiempos,comosiemprehemosvenidohaciendonosotros.

Frederick John escuchó, obedeció, se casó con una Halsey y siguiósumisamente los pasos de su padre. Pertenecía a la prudente generación decaballerosneoyorquinosqueveneraronaHamiltonysirvieronaJefferson,quesoñaronconuntrazadoparaNuevaYorkqueloasemejaseaWashington,peroque terminarondiseñándolocomoun tablerodeajedrezpormiedoaque lestachase de «antidemocráticos» lamisma gente a la que en su fuero internomenospreciaban.Mercantilistashasta lamédula,exponíanensusescaparateslamercancíadeusocorriente, reservándose susopinionespara la trastienda,dondegradualmenteperdíanentidadycolorporfaltadeuso.

AlacuartageneracióndeRalstonapenaslequedabanconvicciones,salvounexacerbadosentidodelhonorparacuestionesprivadasycomerciales.CadadíajuzgabanalacomunidadyalEstadosegúnlohiciesenlosdiariosque,porsupuesto, desdeñaban. Los Ralston contribuyeron escasamente a forjar eldestinodesupaís,aunqueayudaronasufragarlaCausaenlostiemposenquehacerlo no resultaba arriesgado. Estaban relacionados con muchos de losprohombresquehabíanlevantadolaRepública,peroningúnRalstonsehabíacomprometido hasta el extremo de asemejarse a ellos. Como decía JohnFrederick,eramásseguroconformarseconeltresporciento:elheroísmoeraparaellosalgoasícomounavariantedelosjuegosdeazar.Ypeseatodo,afuerzadesertannumerososysemejantesentresí,habíanllegadoatenerpesoenlacomunidad.Alahoradeinvocarunprecedente,lagentemencionabaa«losRalston».Coneltiempotalatribucióndeautoridadhabíaconvencidoalatercerageneracióndesuimportanciacolectiva,ylacuarta,alacualpertenecíaelmaridodeDeliaRalston,exhibíayaladesenvolturayespontaneidaddelasclasesdominantes.

Dentrodeloslímitesdesuproverbialprudencia,losRalstoncumplíanconsus obligaciones de acomodados ciudadanos respetables. Figuraban en losconsejos de todas las obras caritativas tradicionales, contribuían

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generosamente a las instituciones florecientes, disponían de las mejorescocineras de Nueva York, y cuando viajaban al extranjero encargabanimaginería a escultores americanos establecidos en Roma cuya reputaciónestuviese previamente asentada. El primer Ralston que a su regreso trajoconsigounaestatuafue tildadodeexcéntrico,peroencuantosesupoqueelescultor había realizado diversos trabajos para la aristocracia británica, lafamilia consideró que aquello también constituía una inversión al tres porciento.

Dosmatrimonios con lasholandesasVandergravehabíanconsolidado lasvirtudes de la frugalidad y de la buena vida, y el carácter Ralston,escrupulosamentefraguado,resultabaaesasalturashastatalpuntocongénitoqueenocasionesDeliaRalston sepreguntaba si, encasodeabandonar a suhijopequeñoenmediode la selva,noacabaríaésteerigiendoallíunNuevaYorkapequeñaescala,arrogándoseélmismoelpoderdedecisiónentodasycadaunadelasjuntasdirectivas.

Delia Lovell se había casado con James Ralston a los veinte años. Elcasamiento, que tuvo lugar en el mes de septiembre de 1840, se habíacelebrado,siguiendolatradición,enlossalonesdelaresidenciacampestredelanovia,loqueactualmenteeslaesquinadelaAvenidaAconlacalle91,convistas al Estrecho. Desde allí su esposo la había conducido (en el cocheamarillode laabuelaLovellconbaldaquíndeflecos),a travésdebarriosenexpansión y amplias calles flanqueadas por olmos, hasta una de las nuevascasas de Gramercy Park, en pleno auge entre los pioneros de la nuevageneración.Yallímismocontinuabaestablecidaalosveinticincoaños,madrededosniños,dueñadeunagenerosaasignaciónparagastosyconsiderada,porconsensogeneral, como la«jovenmatrona» (así las llamabanentonces)másdistinguidaypopulardesuentorno.

En todo esto pensaba una tarde Delia, con serenidad y gratitud, en subonito dormitorio de Gramercy Park. Aún estaba demasiado próxima a losprimerosRalstonparapoder juzgarlos conperspectiva, como tal vezhiciesealgúndíasuhijoqueeraelsiguienteen la líneasucesoria:ellavivíabajoelinflujoRalston con el automatismo de quien vive bajo las leyes de su país.Aun así, la vibración del teclado mudo, esa suspicacia extemporánea queesporádicamentecosquilleabaensuinterior,ladistanciabaenocasionesdelosRalstonlosuficientecomoparaque,duranteunfugazinstante,fuesecapazdemedirlos en relación con otras cosas. El momento era siempre pasajero;agitadayalgopálida regresabaenseguidadeélparadedicarsea sushijos, asustareasdomésticas,asusvestidosnuevosyasuentrañableJim.

Pensóenélconunasonrisaafectuosa,recordandocómolehabíadichoqueno escatimase en gastos para su nuevo sombrero. Aunque tenía veinticincoaños y había sido madre por segunda vez, su imagen era aún

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sorprendentemente juvenil.Laexuberanciaqueporentonceseradeseableenuna jovenesposa le ceñía la sedagris en tornoalpecho,provocandoque lapesada cadena de oro —prendida al broche esmaltado de San Pedro quecerraba su escote de encaje— colgase inestablemente en el vacío, sobre unestrecho talle recogido en un fajín de terciopelo. Pero los hombros que seperfilaban lozanos bajo el chal de cachemira, al igual que cada uno de susgestos,eranlosdeunajovencita.

La señora de Jim Ralston examinó con aprobación el rostro ovalado desonrosadasmejillas ymechones rubios que asomaba bajo el bonete para elcual,fielalasinstruccionesdesumarido,nohabíaescatimado.Setratabadeunacapotadeterciopeloblanco,atadaconanchascintasdesatényrematadaenmarabúdelentejuelasdecristal,unmodeloencargadoexpresamenteparalabodadesuprimaCharlotteLovellquetendríalugaraquellamismasemanaenlaIglesiadeSanMarcos.Charlotte,aligualqueDelia,habíaelegidounbuenpartido: se casaría con unRalston, de la rama deWaverly Place, con quientodo seríamás seguro,más prudente omás…normal.Delia no sabía cómohabíaacudidoasumenteaquellapalabraporquenisiquiera lasmás jóvenesdelclanadmitíanenvozaltaque«lonormal»eracasarseconunRalston.Sinembargo, la seguridad, la prudencia y las ventajas que proporcionaba dichovínculo lo convertían en la clase de enlace que, íntima y gozosamente,anhelabacualquiercasaderadelosmejorescírculos.

Sí…¿Ydespués,qué?

Bueno, pues… ¿qué significaba tal pregunta? Después, naturalmente,seguía la turbadora rendición a las incomprensibles exigencias del joven alque,comomucho,unahabríaofrecidounasonrosadamejillaacambiodeunanillo de compromiso; la inmensa cama de matrimonio; el terror de verleafeitarsetranquilamenteenmangasdecamisaatravésdelapuertaentreabiertadelvestidor;lasevasivas,lasinsinuaciones,lassonrisasdesometimientoylascitasbíblicasdemamá;laevocacióndelapalabra«obediencia»enlabeatíficabrumadelaceremonianupcial;unasemanaounmesdesonrojantecongoja,aprensión y embarazoso placer; luego, la progresión de la costumbre, elinsidioso arrullo de la rutina, la pareja yaciendo desvelada en el gran lechoblanco, las charlas o consultas a primera hora de la mañana a través de lamismapuertadelvestidorque,semanasantes,parecieselaantesalaaunfosoincandescenteapuntodeabrasarlafazdelainocencia.

Y a continuación, los bebés; los bebés que se suponía que «locompensaban todo», pero que resultaba no ser así… por más que fuesencriaturasentrañables.Unaseguíasinsaberexactamentequésehabíaperdidooquéeraaquelloqueloshijoscompensaban.

Sí: el destino deCharlotte sería idéntico al suyo. JoeRalston se parecía

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tantoasuprimosegundo,Jim(elJamesdeDelia),quenoveíarazónparaquelavidaenlabajacasadeladrillodeWaverlyPlacenosepareciesemuchoalavida en la alta mansión de piedra oscura de Gramercy Park. Aunque eldormitoriodeCharlotteseguramentenoseríatanbonitocomoelsuyo.

Contempló satisfecha el empapelado francés de la pared que imitabamuaré,suscenefasenlosbordesylasborlasenlasjuntas.Lacamadecaoba,cubierta con una colcha blanca bordada, se reflejaba simétricamente en elespejodelroperoajuego.UnaslitografíasencolordeLasCuatroEstaciones,deLeopoldRobert,destacabanentredaguerrotiposdefamiliaenabigarradosmarcos dorados. El reloj, de bronce ormolú, representaba a una pastorasentadasobreuntroncocaído,conunacanastadefloresasuspies.Unpastorse acercaba sigiloso a robarle un beso, mientras el perrito de la joven leladraba desde un rosal. Se adivinaba la profesión de los amantes por loscayadosyporlasformasdelossombreros.AquelfrívolomarcadordetiempohabíasidounregalodebodadelatíadeDelia,laseñoraMansonMingott,unadistinguidaviudaque residíaenParísyqueera recibidaen lasTullerías.LaseñoraMingottselohabíaencargadoasuvezaljovenClementSpender,quehabía llegado de Italia para pasar unas breves vacaciones justo después delmatrimonio deDelia;matrimonio que podría no haber tenido lugar siClemSpenderhubieseestadoencondicionesdemanteneraunaesposa,osihubieseconsentido en cambiarRomay la pinturaporNuevaYorky la abogacía.Eljoven(queyaentonceseraexcéntrico,foráneoycáustico)lehabíaaseguradoconsocarroneríaalareciéncasadaqueelregalodesutíaera«loúltimoenelPalaisRoyal».Lafamilia,queadmirabaelgustodelaseñoraMansonMingottpeseadiscrepardesu«exotismo»,habíacriticadoaDeliaporcolocarelrelojensudormitorioenlugardeexponerlosobrelachimeneadelsalón.Peroaellalegustabadespertarporlamañanayveralpícaropastorrobándoseunbeso.

Sin dudaCharlotte no dispondría de un reloj tan lindo en su dormitorio,pero,porotraparte,ellatampocoestabaacostumbradaalascosasbonitas.Supadre, fallecido a los treinta años de tuberculosis, había sido uno de los«Lovellpobres».Suviuda, abrumadaconuna jovenproleypasandoapurostodos losmeses del año, no había podido hacermucho por su primogénita.Charlottehizosudebutsocialconropaarregladadesumadreycalzadaconunassandaliasdesaténheredadasdeunadifuntatíaqueantaño«habíaabiertoun baile» con el GeneralWashington. El anticuadomobiliario Ralston, queDelia ya se veía desterrando, le parecería suntuoso aChatty. ProbablementetambiénaellalepareceríaalgofrívoloelcoquetorelojfrancésdeDelia,puedequenisiquieradignodeunparco«québonito».¡LapobreCharlottesehabíavuelto tan adusta, tan mojigata incluso, desde que había renunciado a losbailes y se dedicaba a visitar a los pobres! Delia recordaba con renovadoasombro el abrupto cambio operado en ella: el momento en que la familiahabía vaticinado, en privado y por unanimidad, que irremediablemente

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Charlotteibaaquedarsesoltera.

No pensaron lo mismo cuando fue presentada en sociedad. Aunque sumadrenopudopermitirse regalarlemásqueunvestidonuevode tarlatanaypeseaquecasi todasu fisonomíaera lamentable—desdeel rojodemasiadobrillantedesuscabelloshastaelmarrónexcesivamentepálidodesusojos—,por no mencionar el arrebol de sus pómulos que sugería la impensableaplicacióndemaquillaje,redimíantalesimperfeccionesuntalleesbelto,unosandaresgrácilesyunavivazsonrisa.Porotraparte,cuandoconmotivodeunatardede fiestaadecuadosafeitesycepilladososcurecían supelo,yestecaíagraciosamente a ambos lados de sus delicadas mejillas, entreverado conguirnaldas de camelias rojas y blancas, se sabía de varios jóvenes de buenaposición(JoeRalstonentreellos)quelahabíanencontradoatractiva.

Yentonces sobrevino lode suenfermedad.Seenfrióenel transcursodeunafiesta,mientraspaseabaentrineoalaluzdelaluna,seacentuóelcolordesuspómulosy empezóa toser.Corrió lavozdeque«había cogido lode supadre»y fuedespachada sindemora aun remotopueblodeGeorgia, dondeviviósoladuranteunañoencompañíadeunaviejainstitutrizdelafamilia.Asuregreso,todospercibieronuncambioenella.Estabapálidaymásdelgadaquenunca,perohabíaunaclaridadexquisitaensusmejillas,teníalosojosmásoscurosyelcabellomás rojo.Contribuíanasualteradoaspectounos toscosvestidos de corte cuáquero. Había renunciado a ornamentos y leontinas,llevabasiempreelmismoabrigogrisyunsombreritoajustadoymostrabaunrepentino entusiasmo por asistir a los necesitados.Explicaba la familia que,durantesuestanciaenelsur,lahabíaimpresionadolafataldegradacióndelos«blancospobres»yde sushijos, yqueaquella constataciónde lamiseria laincapacitabapararetomarladespreocupadavidadesusjóvenesamigas.Todoslocomprendieron, sibienunosyotros intercambiaronsignificativasmiradasdando a entender que aquel estado mental tan poco natural «terminaríapasando». Entretanto, la anciana señora Lovell, la abuela deChatty, que talvez la comprendíamejor que nadie, le proporcionó algo de dinero para lospobresylecedióunespacioenlascaballerizasdelosLovell(enlatraseradela casade la anciana en la calleMercer)dondeacogía, en loquemás tardesería conocida como «guardería diurna», a algunos de los niños másnecesitados del vecindario. Entre ellos estaba la pequeña cuyo origen habíaconcitadotantacuriosidaddosotresañosantes,cuandounadamaembozadaconveloyelegantecapalahabíallevadoalcuchitrildeCyrusWashington,elpeón negro cuya esposa, Jessamine, se encargaba de la colada del doctorLanskell. Presumiblemente, el doctor Lanskell, el médico con mejorreputaciónporentonces,estabaal tantode las secretashistoriasde todas lasfamilias desde Battery a Union Square, pero, pese al escrutinio al que lesometieron sus pacientes más inquisitivos, siempre declaró desconocer laidentidaddela«damaembozada»deJessamine.Tampocoaventuróconjetura

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algunarespectoalaprocedenciadelbilletedeciendólaresprendidoalbaberodelareciénnacida.

Losciendólaresnoserenovaron,ladamajamásreapareció,peroelbebése crió saludable y feliz entre los pequeñuelos de Jessamine, y en cuantoempezóadarsusprimerospasoslallevaronalaguarderíadeChattyLovell,dondese laveía (comoal restodesusdesvalidoscompañeros)conmodestaropitahechadelosvestidosviejosdeCharlotteyconcalcetinestejidosporsusinfatigables manos. Delia, aunque absorbida por las tareas de sus propiosbebés, sehabíadejado caerpor la guardería enunpardeocasionesyhabíasalido de allí deseando que Chatty pudiese dar rienda suelta a su instintomaternal mediante el cauce natural del matrimonio. Con cierta desazón, laprimacasada sentíaqueel afectopor susadorableshijoseraun sentimientotibioyfrugalcomparadoconlaferozpasióndeChattyporlosdesamparadosniñosdelascaballerizasdelaAbuelaLovell.

Ydepronto,parasorpresadetodos,CharlotteLovellseprometióconJoeRalston.Era sabidoqueJoe lahabía«admirado»enel añode sudebut.Erauna grácil bailarina, y Joe, alto y ágil, se había compenetrado con ella ensucesivos reels y polcas. Para finales de invierno todas las casamenterasvaticinabanquealgosaldríadeaquello,perocuandoDeliasondeóasuprima,laevasivarespuestadelajovenyelrubordesufrentedieronaentenderqueelpretendientehabíacambiadodeidea,porloquenoprocedíaseguirhurgando.Ahora quedaba claro que, en efecto, había habido un romance entre ellos,seguidotalvezdeaquelincidente,deaquel«malentendido».PerofinalmentetodoestabaarregladoylascampanasdeSanMarcosestabanprestasparatañerpor la felicidad de Charlotte. «¡Ah, cuando ella tenga su primer bebé!»,coreabantodaslascomadresRalston.

—¡Chatty! —exclamó Delia, empujando hacia atrás su silla al ver porencimadesuhombrolaimagendesuprimareflejadaenelespejo.

CharlotteLovellsehabíadetenidoenelvanodelapuerta:

—Medijeronqueestabasaquí…yhesubido.

—Puesclaro,querida. ¡Québien tesientaesepopelín!Siemprehedichoque te favorecen más las telas de calidad. Me alivia tanto verte con algodistinto a la cachemira gris… —Alzando las manos, Delia se quitó elsombrero blanco de su lustrosa cabeza, y lo agitó con suavidad para hacertitilarlaslentejuelas—.Esperoqueteguste.Esparatuboda—rió.

CharlotteLovellcontinuabainmóvil.Vestidaconelviejopopelínpardodesumadre,festoneadoconnuevasyestrechascintasdeterciopelogranate,consu esclavina de armiño cruzada al pecho y su nuevo bonete de castor conplumas, ya había adquirido algo de la seguridad y majestad propia de las

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damascasadas.

—Y,¿sabes?,decididamente tupelosehavueltomásoscuro,querida—añadióDelia,inspeccionándolaconunatisbodeesperanza.

—¿Más oscuro?Está gris—dijo de repenteCharlotte con su voz grave.Echó hacia atrás una de las sedosas cintas que enmarcaban su rostro y lemostró un mechón de la sien—. Puedes ahorrarte ese sombrero, no voy acasarme—añadióconunadeslumbranteyfugazsonrisadepequeñosdientesblancos.

Delia reunióel aplomosuficientepara soltar el sombrero, conelmarabúhaciaarriba,antesdeacercarsesolícitaasuprima.

—¿Quenovasacasarte?Charlotte,¿esquetehasvueltoloca?

—¿Porquéhabríadeserunalocurahacerloqueconsiderocorrecto?

—Pero si la gente decía que ibas a casarte con él el año de tu debut.Ynadieentendióloquesucediódespués.Yahora…¿cómopuedeseresto?¡Nopuedesdejardecasarte!¡Deningunamanera!—dijoDeliaalzandolavozdeformaalgoinapropiada.

—Uf,lagente—comentóCharlotteentonohastiado.

Suprimacasada lamiróestupefacta.Había en suvozalgoestremecedorqueDelianohabíapercibidoantesenellanienningúnotroserhumano.Sueco provocó que se tambalease el familiar mundo de ambas, y la alfombraAxminsteroscilóbajolasvacilanteschinelasdeDelia.

CharlotteLovell continuabamirando al infinito con los párpados tensos.Deliaadvirtióenelmarrónpálidodesusojoslasmotasverdesqueflotabanenelloscuandolajovenestabairritadaonerviosa.

—Charlotte… ¿De dónde demonios vienes? —preguntó atrayendo a suprimahastaelsofá.

—¿Dedóndevengo?

—Sí.Parecequehubiesesvistounfantasma…O,másbien,unalegióndefantasmas.

LamismasonrisarenuentecurvóloslabiosdeCharlotte:

—VengodeveraJoe—dijo.

—¿Y bien? Oh, Chatty—exclamó Delia, con una súbita corazonada—,¿noquerrásdecirquevasapermitirquealgoenelpasadodeJoe…?Noesqueyohayaoídonadaalrespecto.Jamás.Peroaunquelohubiese…—Inspiróprofundamenteyconcorajesepusoenlopeor—.Inclusosihasoídodecirqueha sido…Queha tenidounhijo… Indudablemente se habría ocupadode él

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antesde…

Lajovennegóconlacabeza:

—Yaséloquequieresdecir,nosigas.Loshombressonhombres.Peronosetratadeeso.

—Puesdimequées.

Charlotte paseó lamirada por la habitación soleada y lujosa como si setratase de una postal de su propiomundo y como si estemundo fuese unaprisióndelaquetuviesequeescapar.Bajólacabeza:

—Quiero…huir—declaróconvozentrecortada.

—¿Huir?¿DeJoe?

—Desusideas…DelasideasRalston.

Deliasesoliviantóligeramente…Despuésdetodo,¡ellaeraunaRalston!

—¿DelasideasRalston?Paramínohasidotan…insufriblevivirconellas—repusoconunasonrisaalgodesabrida.

—No, pero contigo fue diferente. A ti no te pidieron que renunciases anada.

—¿Renunciar a qué? —¿Acaso tenía la pobre Charlotte (se preguntabaDelia) algo a lo que renunciar? Siempre había estado más en situación derecibirquededesprendersedecosas—.Querida,¿melopuedesexplicar?—laurgióDelia.

—Amis pobres niños… Dice que debo renunciar a ellos—exclamó lajovenenuncompungidosusurro.

—¿Renunciaraellos?¿Renunciaraayudarles?

—A verlos… a cuidar de ellos. Renunciar por completo. Hizo que sumadremeloexplicase.Unavezque…tengamoshijos…,temenque…puedancontraer alguna cosa… Piensa darme dinero, desde luego, para pagarle aalguien que se encargue de ellos y que les cuide. Cree que ése es un buengestoporsuparte.—Charlotterompióallorar.Sequitóelboneteyahogósuafligidollantoenloscojines.

Delia se sentóperpleja.De entre todas las imprevisibles complicaciones,aquéllaeraprobablementelaquemenoshabíaimaginado.Ytantopesabaenella lo adquirido de los Ralston por su matrimonio que no pudo evitarcomprender las objeciones de Joe. Casi podría decirse que las compartíaplenamente.Nadie enNuevaYorkhabíapodidoolvidar lamuertedel únicohijo del pobre Henry van der Luyden, que había contraído la viruela en elcircoalquesuirresponsableniñeralehabíallevadosinautorización.Trasuna

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experiencia semejante, lospadres justificabancualquierprecaucióncontra elcontagio.Y la pobre gente era tan ignorante y despreocupada que sus hijosestaban perennemente expuestos a cualquier infección. No, verdaderamenteJoe tenía razón y Charlotte dabamuestras de una ofuscación casi obsesiva.Peronoserviríadenadahacérseloverahora.Instintivamente,Deliaoptóporcontemporizar.

—Bueno, después de todo—susurró al postrado oído de su prima—, essolo hasta que tengas hijos…y puede que no tengas ninguno…durante untiempo.

—Oh, sí, ya lo creo que los tendré. —Fue la angustiada respuesta queemergiódeloscojines.

Deliasonrióconsuficienciamatriarcal:

—Chatty,querida,enverdadnosécómopodríassaberlo.Túnoentiendesdeesascosas.

CharlotteLovellseenderezó.Selehabíadesatadodelcuellolalazadadeencaje de Bruselas, y los cabos caían sueltos sobre su arrugado corpiño; elmechónblancoresaltabatristementeentresucabellorevuelto.Lasdiminutaspecas verdes de sus pálidos ojosmarrones flotaban como hojuelas sobre unestanquedetruchas.

«Pobrecilla—pensóDelia—. ¡Qué fea y avejentada se la ve!Tienemásaspectode solteronaquenunca, y noparecepercatarse deque jamás tendráotraoportunidadcomoésta».

—Debesintentarserrazonable,Chattyquerida.Despuésdetodo,loshijosdeunasonloprimero.

—Precisamente por eso. —La joven la agarró violentamente de lasmuñecas—.¿Cómovoyarenunciaramibebé?

—Tu…tu.—DenuevoelmundodeDeliaempezóaoscilarbajosuspies—. ¿A cuál de esos pobres niños huérfanos llamas tu bebé?—le preguntóarmándosedepaciencia.

Charlottelamirófijamentealosojos:

—Llamobebéamipropiobebé.

—¿Tu…?¡Tencuidado…quemehacesdañoenlasmuñecas,Chatty!—Deliaseliberóconunasonrisaforzada—.¿Tu…?

—Mipequeña.LaqueJessamineyCyrus…

—Oh…—acertóadecirDeliaRalstonsinaliento.

Ambasprimassesentaronensilenciounafrenteaotra,peroDeliadesvió

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lamirada.Pensóconaversiónqueesaclasedecosas,sinohabíamásremedioque hablar de ellas, no deberían ser tratadas en su alcoba, tan cerca delcandoroso cuarto infantil que se encontraba al otro lado del corredor. Congestomecánicoalisóelplisadodesufaldadeseda,achancadoporelabrazode su prima. Reencontró los ojos de Charlotte y los suyos se fundieron deternura.

—¡Oh, pobre Chatty…! ¡Mi pobre Chatty! —exclamó acogiendo a suprimaestrechamenteentresusbrazos.

CAPÍTULO2

El pastor continuaba robando un beso a la zagala y el reloj del troncoderribadoseguíamarcandolosminutos.

Delia, petrificada, permanecía sentada y ajena a la actividad de estos,abrazadaaúnasuprima.Laembargabanelhorrorylasorpresadesaberquesusangrecorríaporlasvenasdelahuerfanitaanónima,del«bebédelosciendólares»sobreelque tantosehabíabromeadoyespeculadoenNuevaYork.Aquélerasuprimercontactoconelreversodelaapaciblesuperficiesocial,yle produjo náuseas pensar que tales cosas pudieran existir y que ella,DeliaRalston,estuvieseoyendohablardeellasensupropiacasa.¡Ydelabiosdelavíctima!Porque, indudablemente,Chatty eraunavíctima…Pero¿dequién?EllanohabíapronunciadonombrealgunoyDeliaeraincapazdepreguntar:elhorrorsellabasuboca.Sumemoriahabía retrocedidorápidamentealpasadodeChatty,peronovislumbróenélningunafiguramasculinaaexcepcióndeJoeRalston.Yera impensable relacionara Joeconaquelepisodio. ¿Talvezalguien del sur… entonces? Pero no, Charlotte estaba enferma cuando semarchó… En un abrir y cerrar de ojos adivinó Delia la naturaleza de laenfermedad y de la desaparición de la joven. Pero su mente rehuía talesespeculaciones e, instintivamente, retornaba a cualquier cosa a la que aúnpudiera aferrarse: a la actitud de Joe Ralston respecto a los huérfanos deChatty.Naturalmentenopodíaconsentirquesuesposasearriesgaseatraerasu hogar enfermedades contagiosas…Aquél sí era un argumento inofensivoparaDelia.SuJimhabríareaccionadodelamismaforma,ydesdeluegoellalehabríasecundado.

Sumiradavolvióaposarseenelreloj.SiemprequecontemplabaelrelojseacordabadeClemSpendery,derepente,sepreguntóquéhabríadichoélsilascosas hubiesen sido distintas y ella le hubiese planteado lo queCharlotte lehabía planteado a Joe. No era fácil de imaginar. Pese a ello, tras unmomentáneoreajustemental,DelialogróversecomolaesposadeClem,asus

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hijos como los hijos de él y se imaginó rogándole que le permitiese seguircuidandode lospobreshuérfanosdeMercerStreet.Oyósu risaconnitidez,asícomosuinstantánearespuesta:«¿Paraquémepreguntas, tontita?¿Acasometomasporunfariseo?».

Sí, así era Clem Spender en todos los aspectos: indulgente, espontáneo,indiferente a las consecuencias, actuando con la mejor intención en cadamomento,ydejandodemasiadasvecesquelosdemáspagasenlosplatosrotos.«HayalgoinnobleenClem»,habíasentenciadoJimenciertaocasión.

Delia Ralston se acercó a su prima y la estrechó con más fuerza:«Cuéntame,Chatty»,susurró.

—Nohaynadaquecontar.

—Quiero decir sobre ti…Sobre esto…—Aún resonaba en sus oídos lavozdeClemSpender—.Teenamorastedealguien—dijoconunquiebrodevoz.

—Sí,peroesoseacabó.Ahoraeslaniñaloquecuenta.Ypodríallegaraamar a Joe… de un modo distinto. —Chatty Lovell se enderezó, pálida yceñuda—. Necesito dinero… Tengo que obtenerlo para mi niña, de locontrariolaenviaránaalgunainstitución.—Hizounapausa—.Peroesonoestodo. Quiero casarme…, convertirme en una esposa, como todas vosotras.AmaríaaloshijosdeJoe…Anuestroshijos.Lavidanosedetiene…

—No,supongoqueno.Perohablascomosi…comosi…lapersonaqueseaprovechódeti…

—Nadie se aprovechó de mí. Me sentía sola y desdichada. Conocí aalguienquesesentíaigualmentesoloydesdichado.Notodoelmundotienelasuertequetúhastenido.Amboséramosdemasiadopobresparacasarnos…ymimadre nunca lo habría consentido.Y entonces un día…un día antes dedespedirse…

—¿Dedespedirse?

—Sí,semarchabadelpaís.

—¿Semarchabadelpaís…sabiéndolo?

—¿Cómo iba a saberlo? No vive aquí. Había regresado solo… duranteunas semanas… para ver a su familia—confesó al fin, juntando sus finoslabioscomoparapreservarelsecreto.

Seprodujounsilencio.Deliaobservabadistraídamentealdescaradopastor.

—¿Dedóndehabíaregresado?—preguntófinalmenteconvozdesmayada.

—Oh,¿quéimportaeso?Noloentenderías—replicóCharlotte,usandolas

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mismaspalabrascondescendientesquesuprimahabíaempleadoparareferirseasuvirginidad.

UncrecienteruborascendióhastalasmejillasdeDelia:inexplicablementela humillaba el reproche implícito en aquella despectiva respuesta. Se sintióapocada, inútil, una ignorante jovenzuela incapaz de encarar lasabominaciones de las que Charlotte la estaba haciendo partícipe. Pero, desúbito, una poderosa intuición femenina que había estado pugnando en suinteriordisipósuretraimiento.Seobligóamirarasuprimaalosojos.

—¿Novasadecirmequiénfue?

—¿Paraqué?Noselohedichoanadie.

—Entonces,¿paraquéhasacudidoamí?

ElrígidosemblantedeCharlottecedióalllanto:

—Porminiña…porminiña…

Delianosedejóamilanar.

—¿Cómovoyaayudartesinolosé?—insistióentonoseveroydesabrido:tanviolentamentelelatíaelcorazónquesentíacomosiunasmanosatenazaransugarganta.

Charlotteseguíasinresponder.

—¿Dedóndehabíaregresado?—repitióDeliapacientemente.

La joven, alzando los brazos para ocultar sus ojos, dejó escapar unprolongadogemido:

—Él siempre pensó que le esperarías…—dijo entre sollozos—, y mástarde,cuandodescubrióquenohabíasidoasíyqueteibasacasarconJim…Seenterójustoantesdeembarcar.NolosupohastaquelaseñoraMingottlepidióqueasuregresotetrajeraelrelojparatuboda…

—Basta…basta—laincrepóDelia,poniéndosebruscamenteenpie.Habíaforzadolaconfesiónyahoraqueseproducíateníalasensacióndeestarsiendoimportunada gratuita e indecorosamente. ¿Era esto Nueva York, su NuevaYork, su Nueva York flemáticamente hipócrita? ¿Era ésta la casa de JamesRalston y era su esposa quién estaba escuchando aquellas impúdicasrevelaciones?

Charlotte,asuvez,selevantó:

—¡Losabía, lo sabía!Ahora tehas indispuestocontraminiña.Oh, ¿porquémehasobligadoadecírtelo?Sabíaquenoloentenderías.Siempreestuveenamoradadeél,desdemipresentaciónensociedad,poresonomeprometíaconningúnotro.Perosabíaquenoteníaesperanzas…Nuncatuvoojospara

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nadiequenofuesestú.Ydespués,cuandoregresóalcabodecuatroañosyyano estabas tú por medio, empezó a fijarse enmí, a ser amable conmigo, ahablarmedesuvidaydesupintura…—Respiróhondoyseaclarólavoz—.Aquelloseterminó.Completamente.Escomosinopudieseamarleniodiarle.Ahorasoloestálaniña…Miniña.Élnisiquierasabedesuexistencia…¿Paraqué?No es asunto suyo.No es asunto de nadiemás que demí. Pero comocomprenderásnopuedorenunciaramihija.

DeliaRalstonpermanecíamuda,conlamiradaapartadadesuprima,presadeunhorrorcreciente.Habíaperdidoelsentidodelarealidad,lasensacióndeseguridadydeconfianzaensímisma.Contuvoelimpulsodetaparselosoídosparanoescucharlassúplicasdelaotra,aligualqueunniñoentierralacabezaenlaalmohadaparadisiparlosterroresnocturnos.Finalmenteserecompusoyhablóconlabiosresecos.

—Pero¿quépiensashacer?¿Porquéhasacudidoamí?¿Porquémehascontadotodoesto?

—¡Porque él te amaba a ti! —balbuceó Charlotte. Ambas mujerespermanecierondefrente,mirándoseentresícondetenimiento.

Lentamente las lágrimas afluyerona losojosdeDeliay rodaronpor susmejillas, humedeciendo sus labios secos. A través de las lágrimas vio elestragadosemblantedesuprimaoscilarydesdibujarsecomoel rostrodeunahogado bajo el agua. De las insondables profundidades de Delia emergíancosasamedioadivinar,presentidasdeformaimprecisa.Eracomosi,duranteunosinstantes,estaotramujerestuvieserelatándolesupropiopasadosecreto,traduciendoencrudaspalabraslostrémulossilenciosdesucorazón.

Lopeordetodoera,comobienhabíadichoCharlotte,quehabíaqueactuarpronto. No había un solo día que perder. Chatty tenía razón: era imposiblecasarseconJoesiellosuponíarenunciarasuhija.Y,encualquiercaso,¿cómoibaacasarseconélsincontarlelaverdad?Porotraparte,¿cabíapensarquenola repudiaría una vez que se hubiese enterado? Las dudas se agolpabanvertiginosamente en el cerebro deDelia y, al trasluz de ellas, centelleaba lapersistentevisiónde laniña—lahijadeClemSpender—criadaporcaridadenuncuchitrildenegros,ohacinadaenunodeesos focosdeenfermedadesdenominadoshospicios.No:laniñaeraloprimero,losentíaencadafibradesucuerpo.Pero¿quépodíahacerella?,¿aquiénpedirconsejo?,¿quésugerirlea aquella desdichada criatura que había acudido a ella en nombre deClem?Deliamiróasualrededorcondesesperación,yluegosevolvióhaciasuprima.

—Tienes que darme tiempo. Debo pensar. No deberías casarte con él…Pese a que están listos todos los preparativos. En cuanto a los regalos deboda…Habríaunescándalo…LaabuelaLovellsemorirádeldisgusto…

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Charlotterespondióenvozqueda:

—Nohaytiempo.Tengoquedecidirmeahora.

Deliasellevólamanoalpecho:

—Tedigoquenecesitopensar.Mejorveteacasa…ono,quédateaquí:tumadre no debe verte con los ojos así. Jim no llegará hasta tarde. Puedesesperarmeenestahabitaciónhastaquevuelva.—Habíaabiertoelroperoparacogerundiscretosombreroyunvelo.

—¿Pretendesquemequedeaquí?Pero¿adóndevas?

—Nolosé.Quierocaminar,tomarelaire.Creoquenecesitoestarsola.—Deliadesdoblónerviosasuchalestampado,seajustóelsombreroyelvelo,eintrodujo sus manos enguantadas en su manguito. Charlotte, inmóvil, laobservabaabstraídadesdeelsofá.

—Túesperaaquí—insistióDeliadesdeelumbral.

—Sí,esperaré.

Deliacerrólapuertaycorrióescalerasabajo.

CAPÍTULO3

Delia decía la verdad al declarar que no sabía adónde iba. Simplementequería escapar de la insoportable expresión de Charlotte, de la sofocanteatmósferadesutragedia.Fuera,alairelibre,acasofuesemásfácilpensar.

Albordearlaverjadelparquevislumbróasussonrosadosniñosjugando,bajolaatentavigilanciadelaniñera,conlafelizprogeniedeotrosresidentesdelparque.Laniña llevabapuesta sunuevacapotaescocesade terciopeloyuna esclavina blanca, y el chico una gorra estilo Highland y una ajustadachaquetadelana.¡Quéguaposycontentosselesveía!Laniñeralamiró,peroellanegóconlacabeza,saludóalgrupoconlamanoyapresuróelpaso.

Caminólargo tiempopor lasconocidascallesbañadasdeunbrillantesolinvernal.Eraprimerahorade la tardey loshombresacababande regresarasusoficinas.HabíaescasostranseúntesenIrvingPlaceyUnionSquare.DeliacruzólaplazaendirecciónaBroadway.

LamansiónLovelldelacalleMercereraunaresidenciadeladrillomacizayvetusta.ContabaconunaampliacaballerizaadosadaquedabaauncallejóndeesosqueDeliahabíaoídodesignarcomo«pasaje»durantesuviajedelunade miel a Londres. Giró en el callejón, se adentró en el patio de las

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caballerizas y empujó una puerta. En una deslucida habitación de paredesencaladas, una docena de niños se entretenía con juguetes desportillados entornoaunaestufa.Lamujerirlandesaalcargodeellosestabaconfeccionandopequeñas prendas en una desvencijada mesa con las patas rotas. Se volvióhaciaellaconungestocordial,reconociendoenDeliaaladamaquehabíaidoporallíunpardevecesaveralosniñosacompañadadelaseñoritaCharlotte.

Deliasequedóparadaenlapuerta,indecisa.

—He…hevenidoapreguntarlesinecesitajuguetesnuevos—farfulló.

—Pues sí, señora, y muchas otras cosas también, aunque la señoritaCharlotte me dice que no pida a las señoras que vienen a ver a nuestrospequeñuelos.

—Oh, a mí sí puede pedirme, Bridget —repuso la señora Ralstonsonriendo—.Permítameveralosniños…Hacetantoquenovengoporaquí.

Los chiquillos habían dejado de jugar y, apiñados en torno a su niñera,contemplaban boquiabiertos a la elegante señora de ropa almidonada. Unaniñita de ojos pardos y arreboladas mejillas llevaba un sencillo vestido dealpacaescocesa ribeteadoconbotones imitandocoralesqueDelia recordababien.Aquellosbotoneshabíanpertenecidoal«vestidodegala»deCharlotteelaño de su debut social. Delia permaneció inmóvil estudiando a la niña. Sucabelloerarizadoycastaño,delmismotonoquesusojos(¡graciasaDios!).Peroensumiradadiáfanaflotaban lasmismas lentejuelillasverdes.Deliasesentó y la pequeña, de pie junto a su rodilla, se puso a juguetear con gestoserioconsuleontina.

—Oh,señora…levaamancharlasenaguasconsuszapatos.Aquíelsuelonoestádemasiadolimpioquedigamos.

Delianegóconlacabezayestrechóalaniñacontrasupecho.Seolvidódelosdemáschiquillosydesucuidadora.Lacriaturaqueestabasentadaensurodillaestabahechadeunapastadistinta:nilaalpacaescocesanilosbotonesde coral habrían hecho falta para diferenciarla del resto. Sus rizos castañossobresalíande sudespejada frente, exactamente como los deClemSpender.Deliapusosuencendidamejillacontralafrentedelapequeña.

—Chiquitina,¿quieresmibonitacadenaamarilla?

Lachiquitinalaquería.

Deliasedesabrochó lacadenayse lacolgóa lapequeñadelcuello.Losotros críos aplaudieron y gorjearon, pero la niña se limitó a sonreírtímidamenteexhibiendounpardehoyuelosysiguióacariciandoloseslabonesensilencio.

—Oh, señora,nopuedeusteddarleesacadena tan finaaTinita.Cuando

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tengaquevolverconesosnegros…

—¿Cómosellamalaniña?

—LallamanTina,creo.Nopareceparanadaunnombrecristiano.

Delianorespondió.

—Yodigoque tienesiempre lasmejillasdemasiadocoloradasyque tosedemasiado. Pilla un catarro tras otro. Anda, Tinita, deja que se marche laseñora.

Deliasepusoenpie,desprendiendolostiernosbracitos.

—Noquiere separarse de usted, señora.La señoritaChatty no ha estadohoyaquíylapobrecillaestáunpocosolasinella.Nojuegacomolosdemásniños;averTeeny,miraquébonitacadenatienes…Aver…Venga…

—Adiós,Clementina—susurróDeliadeformainaudible.Besólospálidosojos marrones, la rizada coronilla y se echó el velo sobre las incipienteslágrimas. Ya en el patio de las caballerizas se las enjugó en un pañuelobordado y permaneció unos segundos parada e indecisa.A continuación, seencaminóacasaconpasoresuelto.

Lacasaestabacomolahabíadejado,soloquelosniñosyahabíanentrado.Los oyó corretear por el cuarto de juegos y atravesó el vestíbulo hacia sudormitorio.Charlotte Lovell estaba sentada en el sofá, enhiesta y rígida, talcuallahabíadejadoDelia.

—Chatty…Chatty, ya he pensado en una solución. Pase lo que pase, laniñanosequedaráconesagente.Sequedaráconmigo.

Charlotteselevantó,imponenteylívida.Tantoseoscurecieronsusojosensu rostro demacrado que parecían las espectrales órbitas de una calavera.Abrió los labios para hablar, y luego, sacando bruscamente su pañuelo, lopresionó contra su boca y volvió a sentarse. Unas gotitas rojas cayeron delpañuelosobrelafaldadepopelina.

—¡Charlotte,Charlotte!—exclamóDelia,arrodillándosejuntoasuprima.Charlotte reclinó la cabeza sobre los cojinesy el goteo sedetuvo.Cerró losojos,yDelia,cogiendounfrascodesalesdeltocador,seloacercóalanarizcongestionada.Unaromáticooloracreinvadiólaestancia.

Charlotteabriólospárpados.

—No te asustes. Todavía esputo sangre de vez en cuando…Nomuy amenudo.Mipulmóncasiestácurado.Debeserporelmiedoquesiento.

—No, no. Ya no vas a sentir más miedo. Te digo que he dado con lasolución.Jimmepermitiráacogeralaniña.

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Lajovenseenderezódesolada:

—¿Jim?¿Selohasdicho?¿Esconélconquiénhasestado?

—No,querida.Soloheidoaveralaniña.

—Oh—sollozó Charlotte, recostándose de nuevo. Delia sacó su propiopañueloyenjugólaslágrimasquerodabanporlasmejillasdesuprima.

—No llores,Chatty.Debes ser valiente. La hijita tuya y de él… ¿Cómopudiste pensarlo? Pero tienes que darme tiempo. Tengo que arreglarlo amimanera.Túsoloconfíaenmí.

Charlottedijoconvozentrecortada:

—Laslágrimas…Nomelasseques,Delia,megustasentirlas…

Ambascontinuaronentrelazadassinhablar.Elsonidodel relojdebroncemidióaquellamudacomuniónenminutos,cuartos,mediahoray finalmenteuna hora. El día declinaba y estaba oscureciendo. Las sombras avanzabansobre las grecas de la alfombra Axminster y sobre la amplia cama blanca.Llamaronalapuerta.

—Losniñosesperanpararezarsusoracionesantesdelacena,señora.

—Sí,Eliza.Quelasrecencontigo.Yoirémástarde.

Mientrassealejabanlospasosdelaniñera,CharlotteLovellsedeshizodelabrazodeDelia:

—Ahorapuedomarcharme—dijo.

—¿Noestásdemasiadodébil,querida?Puedollamaruncocheparaquetelleveacasa.

—No,no,alarmaríaamamá.Ymeharábiendarunpaseoenlaoscuridad.Ha habido momentos en los que el mundo me parecía una implacable luzcegadora. Hubo días en que pensé que el sol no iba a ponerse nunca. Ydespuésllegabalaluna,porlanoche.—Pusosusmanossobreloshombrosdesuprima—.Ahoratodoesdistinto.Prontodejarádemolestarmelaluz.

LasdosmujeressebesaronyDeliasusurró:

—Mañana.

CAPÍTULO4

Los Ralston eran reacios a abandonar viejos hábitos, pero una vezadoptabanunonoconcebíanqueelrestonohicieselopropiosindilación.

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CuandoDelia,queprocedíadelosLovellmenosestrictosycuyocaráctertendía a lo novedoso, le propuso por primera vez a su marido cambiar lacomidaprincipaldeldíaalasseisenlugardealasdos,laexpresióndeéste,jovial y dúctil, adquirió la ferocidad del Ralston fundacional en su adustoretratocolonial.Sinembargo,alcabodedosdíasderesistenciaaceptólaideade su esposa, y ahora sonreía con desdén ante la obcecación de quienespersistían en el indigesto almuerzo al mediodía seguido de una opíparamerienda.

—Nadamemolestamásquelaestrechezdemiras.Pormí,cadacualpuedecomera lahoraquese leantoje;es laestrechezdemiras loquemesacadequicio.

Deliapensabaenellosentadaenelsalón(sumadresereferiríaaélcomosala de estar), mientras aguardaba el regreso de su marido. Apenas habíatenidoeltiempojustodeacicalarsussedosastrenzasydeponerseelvestidofavoritodeJim,unmuaréderayasblancasynegrasribeteadoencolorcereza.El salón, con sus cortinas de encaje Nottingham recogidas bajo repujadasgaleríasdoradas, sumesade centrodemármol sobrepedestal depalisandrotallado, y sus antiguos sillones de caoba tapizados en moderna sedaadamascadafrancesaenatrevidoverdemanzana,eradignodeenorgulleceracualquierjovenesposa.Lasestanteríasdemaderaaambosladosdelaspuertascorrederasquedabanalcomedorestabanadornadasconcaracolastropicales,jarronesdefeldespato,unaréplicaenalabastrodelaTorreInclinadadePisa,unpardeobeliscosrealizadoscontrozosdepórfidoyserpentinaquelajovenparejahabíaadquiridoenelForoRomano,unbustodeClitiaenníveabiscuitdeSèvres,ycuatrofigurasantiguasenporcelanadeChelsearepresentandolasestacionesdelañoquehubierondeseradmitidasentrelaspiezasmásrecientesporhaberpertenecidoalabisabuelaRalston.DelaparedcolgabangrandesysombríosaguafuertesdeElviajedelavida,deCole,yentrelosventanalesseerguíaunaestatuaa tamañonaturalde laDoncellacautiva, realizadaparaelpadre de Jim Ralston por la afamada Harriet Hosmer, inmortalizada en lanovela de Hawthorne El fauno de mármol. Sobre la mesa descansabanediciones,primorosamenteencuadernadas,delosRíosdeFrancia,deTurner,delCulpritFay,deDrake,deloscuentosdeCrabbeydelBookofBeauty,conretratosdelasnoblesbritánicasquehabíanparticipadoeneltorneodelcondede Eglington. Sentada ante el fuego de antracita que ardía en la chimeneasemicirculardemármolnegro,con lacajade laboresdemaderaaun ladoyunade lasnuevas lámparasfrancesasarrojandounacálida luzsobre lamesadecentroatravésdesupantallaorladadecaireles,Deliasepreguntabacómoen tan breve tiempo había podido desviarse de aquel modo de su habitualórbitadeideasyconvicciones,cómohabíapodidotrasponer,comonolohabíahecho anteriormente, los límites de los Ralston. Estos volvían a asediarlaahora, como si incluso la escayola decorativa del techo, las siluetas del

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mobiliarioyelcortedesuvestidohubiesensidodiseñadossegúnlamedidadelosprejuiciosdelosRalston,convertidosenpedernalporelmerorocedelosmismos.

Debía de estar loca para implicarse conCharlotte hasta ese punto. Pero,por más vueltas que le daba al asunto, no encontraba otra alternativa. Dealgunamanera,lehabíatocadoaellasalvaralaniñadeClemSpender.

Oyóel sonidodeunas llavesen lacerradura (nuncaantes lehabía latidotantoelcorazónalescucharaquelruido)yeldeunachisteradepositadasobrelaconsoladelvestíbulo…¿oerandoschisteras?Seabriólapuertadelsalóndandopasoados jóvenesdebuenaplantayvestidosconelegancia:dosJimRalston,porasídecirlo.Delianosehabíapercatadoanteriormentedelenormeparecidoentresuesposoysuprimo.Poralgúnmotivo,siemprequepensabaenlosRalstonlohacíaenplural.

Delia no habría sido joven e ingenua, amén de esposa feliz, si noconsideraseaJoecomounacopia imperfectadesuJim.Noobstante,pesealosdefectosdelareproducción,seimponíaunasorprendentesemejanzaentresus dos atléticas figuras, sus rostros enjutos y joviales de narices rectas, lasbarbas recortadas, las cejas bien perfiladas, los cándidos ojos azules y lasdulces sonrisas de autocomplacencia. La única diferencia era que, en aquelprecisomomento,JoeparecíaJimcondolordemuelas.

—Mira, querida, aquí te traigo a un joven deseoso de compartir nuestramesa.—Jim sonrió con la seguridad del esposo bien atendido y seguro depoderllevaraunamigoacasacuandoquisiera.

—¡Quéamabledetuparte,Joe!

—¿Creesqueserándesuagradounacremadeostrasyunpavorelleno?—lepreguntóDeliaasumaridoconunasonrisaradiante.

—¡Lo sabía! ¡Te lo dije, amigomío! Joe venía advirtiéndome que no tesentaría bien…, que te pondría en un compromiso. Espera a estar casado,Joseph Ralston.—Jim palmeó cordialmente el hombro verde botella de suprimoyJoehizounamuecacomosisehubiesemordido.

—Esdemasiadoamabledetuparteaceptarmeestanocheentucasa,primaDelia.Laverdadesque…

—¡Primero la cena, chico, si no te importa! Una botella de borgoñadisiparálaspenas.Cogeatuprimadelbrazo,porfavor.Meencargarédequetraiganelvino.

Cremadeostras,lubinaalaplancha,pavorelleno,buñuelosdemanzanaypimientos verdes, seguido de las famosas natillas de caramelo de la abuelaRalston. Pese a su tribulación, Delia no pudo dejar de sentir cierto orgullo

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furtivo por aquel éxito. Confirmaría el rumor de que Jim Ralston siemprepodía llevar a alguien a cenar a casa sin previo aviso. Los vinosRalston yLovellpusieronlaguindaalaveladaeinclusolaexpresióntaciturnadeJoesesuavizócuandoelmadeiradelosLovellempezóasurtirefecto.Deliaadvirtióel cambio en cuanto ambos caballeros se reunieron de nuevo con ella en elsalón.

—Yahora,amigomío,serámejorqueselocuentestodoaella—sugirióJimmientrasleacercabaunsillónasuprimo.

La joven, inclinada sobre su labor, escuchaba con la mirada baja y lasmejillasencendidas.SuestatusdemujercasadaymadrelepermitiríahablarleaJoeconfranqueza:sumaridolahabíaautorizadoahacerlo.

—Oh,venga,adelante—leinstódesdelachimeneaunJimexultantetrasladeliciosacena.

Deliaescuchabayanalizaba,dejandoqueelnoviodivagaratorpementeensu embarazoso discurso. Su aguja pendía del bastidor como una espada deDamocles. Pronto advirtió que Joe confiaba plenamente en que ella lograríaconvenceraCharlotteparaqueaceptaseelpuntodevistadesufuturoesposo.Sinembargo,estabamuyenamoradoyDeliacomprendióqueunapalabradeella bastaría para hacerle claudicar, para que Charlotte consiguiera supropósito:salvaralaniñaycasarse.

¡Qué fácil era, después de todo! Un cálido recibimiento, una abundantecena,unbuenvinoylaevocacióndelosojosdeCharlotte,muchomásvivacespor todo loquehabían tenidoquever últimamente.Una envidia subrepticiaembargóalaesposaquehabíasidoprivadadetalesconocimientos.

¡Qué sencillo resultaba…, pero las cosas no podían ser así de simples!Pasara lo quepasara, nopodía consentir queCharlotteLovell se casara conJoeRalston.LalargatradicióndehonoryprobidadenlaqueDeliahabíasidoeducadaleimpedíaconfabularensemejanteplan.Sesentíacapazdeconcebir—ya lo había hecho— medidas descabelladas, astutas e improvisadosdesacatos a las normas, sutiles rebeliones contra la insensibilidad delconvencionalismosocial.Perojamáspodríacontribuiraunengaño.LaideadequeCharlottesecasaraconJoeRalston—elprimodesuJim—sinconfesarlesupasadoleparecíataninfameaDeliacomoselohabríaparecidoacualquierRalston. Y contarle la verdad desharía el matrimonio de un plumazo. LapropiaChattyeraconscientedeello.Latoleranciasocialnomedíaahombresymujeresporelmismorasero,yniDelianiCharlottesehabíanpreguntadojamáselmotivo:como lamayoríade las jóvenesdesuclase, se limitabanacederanteloineluctable.

No, no había forma de escapar del dilema. Lamisma certeza que había

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llevado a Delia a asumir el deber de salvar a la hija de Clem Spender, laabocaba ahora a sacrificar a su amante. Mientras la idea le rondabadolorosamente en la cabeza recordó el esperanzado gemido de Charlotte:«Quiero casarme, como todas vosotras». Se le encogió el corazón, pero nohabíavueltaatrás.

—Me hago cargo —continuaba Joe en tono monocorde— deldesconocimientoydelainexperienciademiprometida,desuadorablecandor.¿Cómopodríadesearunhombrequesuesposafuese…fuesedeotramanera?¿Estásdeacuerdo,Jim?¿Ytú,Delia?Entendedme,lehedichoque,apartedesu asignación personal, dispondrá siempre de una pequeña suma para susdesdichadosniños.Puedecontarconesosinlamenorduda.¡PorDios,inclusoestoydispuestoafirmarundocumento,unacuerdonotarialsiellamelopide!Admiroyapreciosualtruismo.Pero,Delia, te lopreguntoa ticomomadre,porfavor,dametuopinióncontodafranqueza.Sicreesquepuedotransigirunpoco, permitir que continúe atendiendo personalmente a esos niños hastaque… hasta que…—un acceso de orgullo iluminó las sienes del potencialpadre— hasta que la reclamen tareas más apremiantes, bueno, yo estoycompletamente dispuesto a eso… si tú se lo quisieras hacer ver. Mecomprometo—proclamóJoe,súbitamenteanimadoantelaperspectivadeunaúltima copa— a arreglar las cosas con mi madre, cuyos prejuicios respeto,peronuncavoyaconsentirque…que interfieranenmisconvicciones.—Sepusodepiedeunsaltoycontemplóufanoal intrépidodoble reflejadoenelespejodelachimenea—.Enmisconvicciones—repitióanteelazogue.

—Magnífico,magnífico—exclamóJimemocionado.

Traspropinarconlaagujaunenérgicopinchazoalbastidor,Deliapusolalaboraunlado.

—Creo entenderos a ambos, Joe. Si estuviese en el lugar de Charlottenuncapodríaabandonaraesascriaturas.

—¡Yaloves,queridoamigo!—dijoJimenactitudtriunfal, tanorgullosodeleventualcorajedesuesposacomodeléxitodelacena.

—Nunca los descuidaría —dijo Delia—. Especialmente a los niñosabandonados…Creoquehaydos.Esoschiquillossiempreterminanpormorirsiselesenvíaaunhospicio.EsesoloquetantomortificaaCharlotte.

—¡Pobres criaturas inocentes! ¡La amo más si cabe por quererlos así!Parece increíble que haya sinvergüenzas en este mundo que quedenimpunes…Delia,¿querrásdecirlequeharéloquesea…?

—Calma,amigo,vayamosdespacio—leamonestóJimgentilmenteconundestellodeatávicaprudenciaRalston.

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—Bueno,quierodecircualquiercosa…quesearazonable…

Delialesalióalpasoalzandounamano:

—Selodiré,Joe,yellateloagradecerá.Peronoservirádenada.

—¿Denada?¿Peroquémás…?

—Nada más, excepto que Charlotte ha sufrido una recaída de suenfermedad.Hoytosiósangrecuandoestuvoaquí.Nodebescasarteconella.

Bueno, ya estaba hecho. Se puso en pie, temblando como una hoja,adivinando la lividez que le arrasaría hasta los labios. ¿Había actuadobien?¿Habíaactuadomal?¿Llegaríaasaberloalgunavez?

EldesdichadoJoesevolvióhaciaellaconunsemblantetanabatidocomoelsuyo:seaferrabaalrespaldodesusillón,conlacabezacolgandosobreelpecho,comounanciano.Movióloslabiossinemitirsonido.

—¡Santo cielo! —balbució Jim—. Pero es necesario que mantengas elánimo,muchacho.

—Yo…losientotantoporti,Joe.Ellamismatelodirámañana—farfullóDeliamientrassuesposocontinuabaencadenandocompungidosconsuelos.

—Tómatelocomounhombre,amigo.Piensaenti,entufuturo.Nopuedeser,¿noloentiendes?Deliatienerazón,siemprelatiene.Esmejoracabarcontodoahora.Másvaleprevenirquelamentar.

—Quelamentar—repitióJoeconunasonrisaafligida.

A Delia se le ocurrió que hasta entonces en el transcurso de su fácil ybienaventurada vida aquel joven jamás había tenido que renunciar—comotampoco lo había tenido que hacer su Jim— a algo que deseasefervientemente.Inclusoelléxicodelarenunciaylosgestosinherentesaellaleresultabandesconocidos.

—Perono loentiendo.Nopuedorenunciaraella—declaróparpadeandoparadisiparunalágrimapueril.

—Piensaenlosniños,amigomío,estudeber—insistióJim,reprimiendounamiradadecomplacenciaasulozanaDelia.

En la conversación que tuvo lugar a continuación entre los primos —argumentación, réplica, sabio consejo y desesperanzada protesta—, Deliaapenas intervino. Sabía perfectamente cómo acabaría aquello. El novio quehabía temidoque suesposa trajesea casaalguna infecciónpor culpade susvisitas a los pobres no contagiaría la enfermedad a su estirpe de formaconsciente.Ynosetratabaúnicamentedeeso.EnlamemoriadeJoedebíande estar pesando muchos tristes ejemplos de madres fallecidas

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prematuramentequedejabansolosasusespososconunajovenproleaúnporcriar.LosRalston,losLovell,losLanning,losArcher,losVanderLuyden…¿Quiéndeellosno teníauna tumbaquecuidarenalgún remotocementerio:tumbasde«desmejoradas»jóvenesdefamilia,enviadasasanaralareparadoraItalia?LoscementeriosprotestantesdeRomaydePisaestabanatestadosdenombres neoyorquinos. La visión del conocido peregrinaje familiar con laesposamoribundaenfriabaalRalstonmásardiente.Y todoel rato,mientrasescuchabaconlacabezainclinada,Delianocesabaderepetirse:Estohasidofácil,pero¿cómovoyadecírseloaCharlotte?

UnavezqueelpobreJoe,yamuytarde,leestrechólamanomusitandoaduraspenasunadespedida,ellalellamóderepentedesdeelumbral:

—Porfavor,dejaqueyolaveaprimero.Debesesperaraqueellateavise.—Ylaestremecióunpocolarapidezconqueélaccedió.Encualquiercaso,laretórica fingida no ayudaba a nadie a afrontar lo que aguardaba a Joe.Y laúltimamiradaqueésteledirigióaDeliafuedecompasión.

SecerrólapuertaprincipaltraslapartidadeJoe,yDeliasesobresaltóalsentirsobresuhombrolamanodesumarido.

—¡Nuncateheadmiradomás,querida!¡Quésabiaeres!

Ella inclinó la cabeza hacia atrás para recibir su beso y se apartó.Adivinaba que el brillo de los ojos de Jim era tanto de excitación ante susencantoscomountributoasubuenhacer.

Delialomantuvoadistancia.

—¿Quéhabríashechotú,Jim,siyotehubiesedichorespectoamímismaloqueacabodecontarleaJoesobreChatty?

El leve frunce de sus cejas reveló que consideraba la pregunta fuera delugarybastanteincongruenteconladelicadezahabitualdesuesposa.

—Ven—laincitóéltendiéndolesufuertebrazo.

Ellasemantuvoapartada,conlamiradaseria.

—¡PobreChatty!Yanolequedanada…

También la expresión de lamirada de Jim se tornó seria, en espontáneaactitudde solidaridad.Enmomentosasí seguía siendoelmuchachosensiblequeellapodíamanejarasuantojo.

—Sí,desdeluego,pobreChatty—yañadióechandomanotorpementedela primera solución que le vino a la mente—: Menos mal que,afortunadamente,tieneaesospobreschiquillos,¿no?Supongoqueunamujerdebe tener niños a quienes amar… Ajenos a falta de propios.—Resultabaevidentequedarconelremediohabíamitigadosupena.

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—Sí—convinoDelia—,no séquéotroalivio lequeda.Estoy seguradequetambiénJoeloveráasí.Entrenosotros,querido…—yahorasípermitióque él le cogiera las manos—, tú y yo debemos ocuparnos de que puedaconservarasuscriaturas.

—¿A sus criaturas? —Sonrió ante el empleo del posesivo—.¡Naturalmente,pobrecilla!AnoserquelaenvíenaItalia.

—Oh,esonoocurrirá…¿dedóndeibaasalireldinero?Yademásellanodejaría nunca a la tíaLovell. Perohepensado, querido, si pudiesedecírselomañana…Bueno,noesqueestéansiosaporhablarconella,perosipudiesedecirlequetúmepermitiríascuidardelacriaturaquemáslepreocupa,delapobreniñitaabandonada,sinhogarysinapellidos…sipudiesedestinaraellounacantidaddemiasignaciónpersonal…

Ambos entrelazaron sus manos y ella alzó hacia su esposo un tímidosemblante. Los ojos de Jim se nublaron de lágrimas viriles. ¡Ah, cómo leenorgullecíaaéllasalud,lasabiduría,lagenerosidaddesuesposa!

—¡Niuncentavodetuasignaciónpersonal,nihablar!

Ellafingiódecepciónyestupor.

—Piensa,querido…¡Siyohubiesetenidoquerenunciarati!

—Quierodecirquenogastesniuncentavodetuasignaciónpersonal,sinoquedispongasdecuantonecesitesparaayudara lospobresdeChatty.Eh…¿teparecebien?

—¡Amormío!¡Cuandopiensoenlosnuestros,alláarriba!

Seabrazaronsobrecogidosantetalevocación.

CAPÍTULO5

Aloírlospasosdesuprima,CharlotteLovelldespegódelaalmohadasurostrofebril.

El dormitorio, cerrado y en penumbra, olía a agua de colonia y a ropareciénlavada.Deliaentródeslumbradaporelbrillantesolinvernal,ytuvoquecaminar a tientas en la semioscuridad obstaculizada por el mobiliario decaoba.

—Quierovertelacara,Chatty,anoserqueteduelademasiadolacabeza.

Charlotte negó con un gesto yDelia descorrió las pesadas cortinas de laventana para permitir la entrada de un rayo de luz. Bajo este pudo ver la

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cabezadelajoven,lívidacontralaropadecama,lasojerasvisiblesdenuevobajo los apesadumbrados párpados. ¡Precisamente ése —recordó Delia—habíasido tambiénelaspectode lapobreprimaFulanita lasemanaantesdepartirparaItalia!

—Delia—susurróCharlotte.

Deliaseaproximóalacamayescrutóasuprimaconojosnuevos.Sí:lanocheanteriorhabíasidobastantefácildisponerdelfuturodeChattycomosifueseelsuyo.Pero¿yahora?

—Querida…

—Oh,empieza,porfavor—lainterrumpiólajoven—,osabréqueloquevasadecirmeesdemasiadoterrible.

—Chatty,querida,siteprometídemasiado…

—¿Jimnotepermitiráquedarteconmihija?¡Losabía!¿Cuándodejarédesoñarimposibles?

Con las lágrimas rodando por sus mejillas, Delia se arrodilló junto a lacamaydejóquelaotraaferrasesumanofrescaentrelassuyasabrasadoras.

—Nopienseseneso,querida.Piensasoloenloquepreferiríasporencimadetodo…

—¿Lo que preferiría? —La joven se irguió de repente contra losalmohadones,reanimadahastalascandentespuntasdelosdedos.

—NopuedescasarteconJoeyconservara lapequeñaTina,¿verdad?—prosiguióDelia.

—No puedo tenerla conmigo, pero sí en algún lugar donde pudieseescabullirmeaverla…¡Oh,cómopudehacermetantontasilusiones!

—Dejalasilusiones,Charlotte.¿Dóndeibasatenerla?¿Verensecretoatupropia hija? ¿Siempre conmiedo a la difamación? ¿Aperjudicar a tus otroshijos?¿Haspensadoalgunavezeneso?

—¡Oh,esquemipobrecabezayanodaparamás!¿Intentasdecirmequedeborenunciaralaniña?

—No,querida,perosíquenodebescasarteconJoe.

Charlottesehundiódenuevoenlaalmohadaentornandolosojos.

—Te repito que debo buscar un hogar para mi hija. Delia, tú eresdemasiadoafortunadacomoparaentenderlo.

—Considérateafortunada tú también,Chatty.No tendrásque renunciaratuhija.Ellavivirácontigo:lacuidarástú…pormí.

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—¿Porti?

—Teprometíquemeharíacargodeella, ¿noesverdad?Perono tedijequedebíascasarteconJoe.Soloque ledaríaunhogara lapequeña.Bueno,puesesoyaestáarreglado:lasdosestaréissiemprejuntas.

Charlottelaagarróconfuerzasollozando:

—PeroJoe…Nopuedodecírselo,¡nopuedo!—DerepenteapartóaDeliade ella—. ¿No le habrás dicho nada de lo de mi niña? No podría soportarherirledeesaforma.

—Le dije que ayer tosiste sangre. Pronto vendrá a verte. Se sientetremendamente desdichado. Se le ha hecho entender que, dada tu precariasalud,elcompromisoquedaanuladoporexpresodeseotuyo…yélaceptatudecisión. Pero si él o tú flaqueáis no podré hacer nada ni por ti ni por lapequeñaTina.¡Noloolvides,porfavor!

DelialasoltóyCharlotteserecostósindecirpalabra,conlosojoscerradosyloslabiosapretados.Parecíauncadáver,allírecostada.Enunasillajuntoalacamaestabalapopelinaconcintasdeterciopelorojo,reformadaconmotivodesucompromiso.Unpardeflamantesescarpinesdecabritillacolorbronceasomaban por debajo. PobreChatty, apenas había tenido tiempo de sentirseatractiva…

Deliapermanecíasentadaensilenciojuntoalacama,conlamiradafijaenel rostro hierático de su prima. Siguió el curso de una lágrima que seescabullía de los fruncidos párpados de Charlotte y observó cómo quedabaprendidaentresuspestañashastaresbalarbrillanteporsumejilla.Cuandolalágrimarozósuslabios,Charlottedijo:

—¿Quieres decir que viviré con ella en algún lugar? ¿Solas ella y yojuntas?

—Solotúyella.

—¿Enunacasita?

—Enunacasita…

—¿Estássegura,Delia?

—Estoysegura,queridamía.

Charlottevolvióaincorporarsesobreelcodoyrebuscóbajolaalmohada.Extrajounaestrechacintadelaquecolgabaunanillodediamantes.

—Yamelohabíaquitado—selimitóadecir,entregándoseloaDelia.

****

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SEGUNDAPARTE

CAPÍTULO1

Con el tiempo, todo el mundo convendría en que todo apuntaba a queCharlotteLovell sería una solterona.Había resultado obvio incluso antes dequesuenfermedadhicieseactodepresencia:habíaciertamojigateríaenellapese a su flamante cabellera.Y eso que había sido afortunada, pobre chica,teniendo en cuenta la frágil salud que había tenido en su juventud. LasconocidasdelaseñoradeJamesRalston,porejemplo,recordabanaCharlottecomounverdaderoespectroechandolospulmonespor labocaal toser.Ése,nocabíaduda,habíasidoelmotivodelarupturadesucompromisoconJoeRalston.

Ciertamente se había recuperado con rapidez, pese al desconcertantetratamiento al que la sometieron.Como todo elmundo sabía, losLovell nopodían permitirse enviarla a Italia y la experiencia anterior en Georgia nohabíadadobuenosfrutos,demodoque ladespacharonaunagranja juntoalHudson—un rinconcitoen laspropiedadesde JamesRalston—dondeviviódurante cinco o seis años en compañía de una criada irlandesa y de unahuerfanita.ElasuntodelapequeñahuérfanaeraotroenigmáticoepisodioenlahistoriadeCharlotte.Desdequesemanifestósuenfermedad,alosveintidósoveintitrésaños,habíadesarrolladounamorcasienfermizoporlosniños,enespecial por los hijos de los pobres. Se decía—se daba por hecho que elcomentarioprocedíadeldoctorLanskell—queel frustrado instintomaternalera particularmente intenso en aquellos casos en los que alguna enfermedadpulmonar había echado a perder un posible matrimonio. Así pues, una vezdecididoqueChattydebíaanularsucompromisoconJoeRalstonymarcharsea vivir al campo, el doctor le había comunicado a la familia que la únicaesperanzadesalvarlapasabapornosepararlaradicalmentedesushuerfanitos,porpermitirleelegiraalgunodeellos,elmenorymásdignodelástima,yquesededicaraencuerpoyalmaacuidarlo.Asípues,losRalstonlecedieronsupequeña granja y la esposa de Jim, con su extraordinaria capacidad parasolucionar imprevistos en un santiamén, lo arregló todo con celeridad eincluso se comprometió a hacerse cargo de la criatura en caso de fallecerCharlotte.

Charlottenofalleció.Sobrevivióhastaconvertirseenunasaludablemujermadura,llenadeenergíaeinclusoalgoautoritaria.Yamedidaquesucarácterse transformaba, se iba asemejando cada vez más a la típica solterona:empecinada,metódica,maniáticaenminuciasypropensaamagnificarlasmás

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nimiastradicionessocialesydomésticas.Talerasureputacióndemeticulosaamadecasa,quecuandoelpobre JimRalstonmuriódebidoaunacaídadecaballo,dejandoaDeliatodavíajovenyconunvarónyunaniñaasucargo,seconsideró lomás natural que la desconsolada viuda se llevase a su prima avivir con ella para compartir su carga. Pero Delia Ralston jamás hacía lascosascomo todoelmundo.CuandoacogióaCharlotte,acogió tambiénasuhuerfanita:unachiquilladepelooscuroyojoscastañopálido,increíblementeperspicaz,comolosonlosniñosquepasanmástiempodelohabitualentresusmayores. La niña se llamaba Tina Lovell: se sobreentendía vagamente queCharlottelahabíaadoptado.Lacriaturasecrióenunaafectuosaigualdadconsus jóvenes primos Ralston, y lo mismo cabría decirse respecto a las dosmujeres que le hicieron de madres. Pero, obedeciendo a un instinto deemulación que nadie se tomó lamolestia de corregir, la niña siempre llamó«mamá»aDeliaRalstony«tíaChatty»aCharlotteLovell.Seconvirtióenunajovenbrillanteyencantadora,ylagentesemaravillabadelasuertequehabíatenido Chatty al elegir un ejemplar tan interesante entre sus huérfanos (aaquellas alturas todos suponíanquehabría podido escoger entre unorfanatoentero).

Sillerton Jackson, un agradable y maduro soltero recién llegado de unalargaestanciaenParís(donde,alparecer,habíasidoagasajadopordestacadaspersonalidades), se mostró impactado por los encantos de Tina cuando laconocióenelbailedesupresentaciónensociedad,ysolicitópermisoaDeliapara pasar por su casa una tarde a cenar con ella y con su joven familia.Felicitó a la viuda por la lozana belleza de su hijaDelia, pero el sagaz ojomaternoadvirtióqueeraaTinaaquienobservaba todoel rato.Tras lacenacomentóantelasdamasquehabíaalgo«muyfrancés»enelestilodepeinadode la joven, y que incluso en la Capital de la Elegancia se la habríaconsideradosumamentedistinguida.

—Oh… —exclamó Delia afectando indiferencia pero interiormentecomplacida. Mientras, Charlotte Lovell continuaba inclinada sobre su laborconloslabiostensos.PeroTina,quehabíaestadobromeandoconsusprimosen el extremo opuesto de la habitación, se plantó ante sus mayores en uninstante.

—¡EscuchéloquedijoelseñorSillerton!Sí,mamá:dicequemepeinoconmuchoestilo.¿Acasonote lohedichoyosiempre?Séperfectamentequeelpeloquedamejorcuandoseledejarizarasuaireenlugardeaplastarloconbandolinacomotía…

—Tina, Tina… ¡siempre pensando que todo el mundo te admira! —protestólaseñoritaLovell.

—¿Y por qué no habría de creerlo, si es la verdad? —rió la joven en

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actitud desafiante.Y, volviendo unamirada burlona hacia Sillerton Jackson,añadió—:¡DígalealatíaCharlottequenoseaunasolteronacascarrabias!

DeliaobservócómoafluíalasangrealrostrodeCharlotteLovell.Yanoseformabandoscírculosrojizosensuspronunciadospómulos,sinoqueunvivorubor se difundía por toda su tez, desde el cuello cerrado con un anticuadobroche de piedra granate hasta el cabello entrecano (sin rastro ya de rojo)aplastadosobresusdespejadassienes.

Esanoche,cuandosubíanaacostarse,DeliallamóaTinaasuhabitación.

—No debes hablarle a tu tía Charlotte como lo has hecho esta tarde,querida.Esunafaltaderespeto…Debesserconscientedequelehacesdaño.

Lachicasemostrómuycompungida.

—¡Oh,cuántolosiento!¿Fueporquedijequeeraunasolterona?Peroesqueloes,¿noesverdad,mamá?Quierodecirensuactitud.Nocreoquehayasidonunca joven…niquehayapensadoendivertirse, en seradmiradaoenenamorarse, ¿tú qué dices? Ésa es la razón por la que ella nunca mecomprendeytúsí,mamáquerida.—ConunodesuságilesmovimientosTinaseacurrucóentrelosbrazosdelaviuda.

—Niña… niña —la amonestó Delia con suavidad, besando los rizososcurosquebrotabandesdecincopuntosdistintosdelassienesdelajoven.

SeoyeronunaslevespisadasenelpasilloyCharlotteLovellaparecióenlapuerta. Sinmoverse, Delia le dirigió una alentadoramirada por encima delhombrodeTina.

—Entra,Charlotte.Estoy riñendoaTinaporcomportarsecomounaniñamalcriadaanteSillertonJackson.¿Quévaapensardeella?

—Lo que se merece, probablemente —repuso Charlotte con una fríasonrisa.Tinase leacercóy los finos labiosde la tía tocaron la frenteque leofrecíalajoven,justodondeDeliahabíadepositadosucálidobeso—.Buenasnoches,niña—dijosecamenteinstándolaamarcharse.

Secerrólapuertadelahabitaciónquedandoambasmujeresasolas.Conungesto,DelialeindicóaCharlottequesesentaseenunsillónfrentealsuyo.

—Notancercadelfuego—respondiólaseñoritaLovell.

Optóporunasilladeespaldarrectoysesentóconlasmanosentrelazadas.LamiradadeDelia cayódistraída sobre los delgados dedos desprovistos deanillos:sepreguntóporquéCharlottenolucíanuncalasjoyasdesumadre.

—Escuché lo que le decías a Tina, Delia. La estabas reprendiendo porhabermellamadosolterona.

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EstavezfueDeliaquiensesonrojó:

—Lareprendíporhabersidodesconsiderada,querida.Siescuchasteloquedijenopuedespensarquehesidodemasiadosevera.

—No, demasiado severa, no.Nunca he pensado que seas excesivamenteseveraconTina.Todolocontrario.

—¿Creesquelaconsiento?

—Aveces.

Deliasintióuninesperadoresentimiento:

—¿Quéhedichoquenotehayaparecidobien?

Charlottesostuvosumiradasinpestañear:

—Prefieroquemeconsidereunasolteronaaque…

—Oh…—musitóDelia.Consúbitaintuiciónlogrópenetrarenelalmadelaotra,calibrandounavezmássuestremecedorasoledad.

—¿Quéotracosa—prosiguióCharlotteinexorable—podríaconsiderarmeella…?

—Comprendo…comprendo—acertóamurmurarlaviuda.

—Unasolteronaridículayobtusa…nadamás—insistióCharlotteLovellincorporándose—.Eslaúnicamaneradesentirmeasalvoconella.

—Buenas noches, querida—dijoDelia, conmovida.Habíamomentos enlosquecasiodiabaaCharlotteporserlamadredeTina,yotros,comoéste,enlosque se le rompíael corazónanteel trágicoespectáculodeaquelvínculoinconfesable.

Charlotteparecióadivinarsuspensamientos.

—Oh,peronomecompadezcas.Ellaesmía—murmuróalsalir.

CAPÍTULO2

EnocasionesDeliaRalstonteníalasensacióndequelosacontecimientosreales de su existencia no se desencadenaron hasta que sus dos hijoscontrajeron matrimonios convenientes y seguros dentro de la irreprochableeliteneoyorquina.Elchico sehabíacasadoenprimer lugar, eligiendoaunaVandergrave cuyo padre poseía un banco en Albany, donde el joven seintegraría inmediatamente en calidad de sociomenor. En cuanto a la jovenDelia,habíaescogido(talcomohabíavaticinadosumadre)aJohnJunius,el

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másjuiciosoyfiabledelosnumerososmuchachosHalsey,conquiensemudóalacasapaternaalañodecasarsesuhermano.

TrasabandonarDeliaelhogardeGramercyPark,erainevitablequeTinaocupaseelcentrodesureducidoescenario.Tinaestabaenedadcasadera,eraadmirada y tenía pretendientes, pero ¿qué esperanzas tenía de encontrarmarido? Aunque las dosmujeres estaban pendientes del asunto sin abordarjamás la cuestión entre ellas,DeliaRalston, quemeditabadía tras día sobreelloyselollevabaconsigocadanochealdormitorio,sabíaque,enlaplantadearribayalamismahora,CharlotteLovellcavilabasobreelmismoasunto.

Raravez,durantesusochoañosdevidaencomún,habíanestadoambasprimas en franco desacuerdo. En realidad, casi podría decirse que en surelaciónnohabíahabidonadafranco.ADelialehubiesegustadoquelascosasfuesen de otro modo: tras haber desnudado una vez sus corazones, parecíapoconaturalqueunveloseinterpusieraentreellas.Aunasí,comprendíaquehabíaquepreservaratodacostalacandidezdeTinarespectoasusorígenes,yqueCharlotteLovell,desabrida,temperamentalyhierática,noconocíamejorsalvaguardaqueladeencastillarseenunpertinazsilencio.

Tan lejos había llevado aquel retraimiento autoimpuesto que la señoraRalstonsesorprendiócuando,pocodespuésdelabodadeDelia,CharlottelepidióderepentequelepermitiesetrasladarsealpequeñodormitoriocontiguoaldeTina,elcualhabíaquedadolibretraslapartidadelareciéncasada.

—Peroahívas a estarmenosconfortable,Chatty. ¿Haspensadoenello?¿Otalvezesporlasescaleras?

—No. No es por las escaleras —respondió Charlotte con su habitualdisplicencia. ¿Cómo iba a aprovecharse de aquel pretexto que le facilitabaDeliacuandoasuprimaleconstabaqueellaaúnsubíaybajabalostrestramoscomounaadolescente?—.EsporqueasíestaríamáscercadeTina—dijocasienunsusurroquechirriócomounacuerdadesafinada.

—Oh…Muybien.Comoquieras.—LaseñoraRalstonnohabríapodidoprecisarporquésesintiórepentinamentemolestaporaquellapetición,denoserporquepreviamentehabíaacariciadoellamismalaideadetransformarlahabitaciónlibreenunsaloncitoparaTina.Habíapensadodecorarloenrosayverdeclaro,comounaflorapuntodeabrirse.

—Por supuesto, si hay algún motivo… —sugirió Charlotte como si lehubieseleídoelpensamiento.

—Ningunoenabsoluto…Essoloque…Bueno,habíapensadoendarleaTinaunasorpresaconvirtiendoesahabitaciónenunpequeñogabinetedondeellapudiesetenersuslibrosysuscosas,orecibirasusamigas.

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—Eresmuy amable, Delia, pero Tina no debe tener ningún gabinete—respondió con ironía la señorita Lovell, con las pequeñas chispas verdesaflorandoasusojos.

—Muybien,comotúdigas—repitióDeliaenelmismotonocortante—.Haréquebajentuscosasmañana.

Charlottesedetuvoenelvanodelapuerta:

—¿Estásseguradequenohayningúnotromotivo?

—¿Otro motivo? ¿Por qué habría de haberlo? —ambas mujeres seescudriñaroncasiconhostilidad,yCharlottesediolavueltaparamarcharse.

Concluidalaconversación,Deliasesintiócontrariadaconsigomismaporhaber accedido al deseodeCharlotte. ¿Por quéhabía de ceder ella siempre,siendoalfinyalcaboladueñadelacasaylapersonaaquien,prácticamente,tantoCharlottecomoTinadebíansuexistenciao,porlomenos,loquehacíaque dicha existencia mereciese la pena? Pese a ello, cada vez que surgíaalgunacuestión relacionadaconTinaera invariablementeCharlottequien sesalía con la suya y Delia quien claudicaba. Era como si Charlotte, con suestrategiadepertinazmutismo,sehubiesepropuestosacarelmayorpartidodeladependenciaqueimpedíaaunamujercomoDeliaencararseconella.

A decir verdad, Delia se había hecho más ilusiones de las que pensabasobre laposibilidaddemantenerunasagradables tertuliasconTina,para lascuales el pequeño gabinete habría sido idóneo. Mientras su hija ocupó lahabitación, la señora Ralston se había habituado a pasar allí una hora cadatarde,departiendoconlasdosjóvenesmientrassedesvestían,escuchandosuscomentariossobrelosincidentesdeldía.Siempresabíadeantemanoloquesuhija diría exactamente, pero los puntos de vista y las opiniones de Tinasiempreconstituíanparaellaunafuentedeinagotableydeliciosanovedad.Noes que fuesen extravagantes o descabellados, pero había momentos en queparecían emerger de las adormecidas profundidades del pasado personal deDelia. Las opiniones de Tina expresaban sentimientos que ella no se habíaatrevido a confesar, ideas que apenas admitía para sí misma: a veces Tinadecía cosas que Delia Ralston, en remotos ratos de intimidad, se habíaimaginadodiciéndoleaClementSpender.

Y ahora habría que poner término a dichas conversaciones nocturnas: siCharlottehabíapedidoseralojadajuntoasuhija,¿nopodríaserprecisamenteporquedeseabaponerlesfin?ADelianuncaselehabíaocurridopensarquesuinfluenciasobreTinapudiesesuscitarrencores.Descubrirloahoraproyectabauninstantáneohazdeluzsobreelabismoquehabíaseparadosiempreaambasmujeres. Sin embargo, al cabo de unos minutos, Delia se reprochó haberleatribuidoasuprimasentimientosdecelos.¿Nodebíamásbienatribuírselosa

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símisma?Charlotte,comomadredeTina,teníatodoelderechoadesearestarcerca de ella, en todos los sentidos posibles. ¿Qué derecho tenía Delia aoponerseaaquelprivilegionatural?A lamañanasiguientedio instruccionesdetrasladarlascosasdeCharlottealahabitacióncontiguaaladeTina.

Esamismanoche,alahoradeacostarse,CharlotteyTinasubieronjuntas;Delia se demoró en el salón con el pretexto de escribir unas cartas. Enrealidad,temíaelmomentodetraspasarelumbraldonde,nochetrasnoche,lahabíaretenidolaalegrerisade las jóvenesmientrasCharlotteLovelldormíasusueñodesolteronaenelpisosuperior.Delia sufrióunespasmoalpensarque a partir de ahora se vería privada de aquel pretexto para preservar sucercanocontactoconTina.

Unahoramástarde,cuandosubiólasescaleras,Deliasepercatóconciertasensación de culpabilidad de que estaba caminando lo más sigilosamenteposiblesobrelatupidaalfombradelpasilloydequeestabatardandomásdelonecesarioenapagarlalámparadegasdeldescansillo.Mientrassedemoraba,aguzólosoídosporsicaptabavocesprocedentesdelaspuertascontiguastraslas que dormían Charlotte y Tina. Se habría sentido secretamente dolida sihubiese escuchado voces y risas dentro. Pero no había nada de eso, comotampocosepercibíaningunaluzbajolaspuertas.EraevidentequeCharlotte,fiel a su estricta rutina, le había dado las buenas noches a su hija y, comosiempre, se habría metido directamente en la cama. Tal vez nunca habíaaprobado que Tina trasnochase, ni el excesivo tiempo que invertía endesvestirseentrebromasyconfidencias.Alpedir lahabitacióncontiguaa ladesuhija,quizáCharlottesoloquisieraasegurarsedequelajovennoseguíarenunciandoal«sueñoreparador».

Cada vez que Delia se proponía explorar el secreto de los actos de suprima, retornabade la aventurahumilladay avergonzadade losmotivos tanruinesque instintivamente leatribuíaaCharlotte. ¿Cómopodía serqueella,Delia Ralston, cuya felicidad había sido clara y manifiesta para el mundoentero, se descubriese tantas veces envidiando a la pobre Charlotte por surestringidamaternidad? Se odiaba a símisma cada vez que detectaba aquelconatodecelos,eintentabacompensarlomedianteunaactitudmásamableyuna mayor consideración hacia los sentimientos de Charlotte. Pero supropósitonosiempresetraducíaenéxitoy,enocasiones,Deliasepreguntabasi a su prima no la incomodarían aquellas muestras de cariño que,indirectamente, ponían de relieve su desdicha. Lo peor de un sufrimientocomoeldeCharlotteesloinsensiblequelehaceaunoalmásmínimoroce…

Delia, desvistiéndose lentamente ante el espejo del mismo tocador deencajequeantañoreflejarasuimagennupcial,reflexionabasobretodoaquellocuando escuchó una tímida llamada. Abrió la puerta y allí estaba Tina, encamisónyconsusoscurosbuclescayendosobresushombros.

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Conelcorazónpalpitantedealegría,Delialetendiólosbrazos.

—Teníaquedartelasbuenasnoches,mamá—susurrólajoven.

—Pues claro, querida. —Delia estampó un fuerte beso sobre su frentealzada—.Ahoramárchate,deprisa,novayasadespertaratutía.Yasabesqueno descansa bien, y debes ser sigilosa comoun ratón ahora que la tienes allado.

—Sí, ya lo sé —convino Tina, con una mirada grave que era casi decomplicidad.

Nohizomáspreguntas,nisedemoró:tomandolamanodeDelialaretuvoun momento contra su mejilla, y a continuación se escabulló tansilenciosamentecomohabíaentrado.

CAPÍTULO3

—Por fuerza tienes que haber notado el cambio en Tina —insistíaCharlotteLovell,dejandoaunladoelEveningPost—.¿Noescierto?

Ambas señoras estaban solas, sentadas junto a la chimenea del salón deGramercy Park. Tina había salido a cenar con su prima, la joven esposa deJohn Junius Halsey. Posteriormente asistirían a un baile en casa de losVandergrave,ydesdeallílosHalseyhabíanprometidoacompañarladeregresoacasa.Traslatempranacena,laseñoraRalstonyCharlottedisponíandetodalatardeparaellas.Enocasionesasí,lacostumbredictabaqueCharlotteleyeselasnoticiasdeprensa envozaltapara suprimamientras éstabordaba,peroaquellanoche,pesealaconcienzudalecturaqueCharlottellevabaacabodecolumnaacolumna,sinunsolotropiezouomisión,Deliahabíapresentidoqueporalgúnmotivosuprimasedisponíaaaprovecharlaausenciadesuhija.

Conobjetoderetrasarsurespuesta,laseñoraRalstonseinclinósobreunapuntadadesudelicadobordadoenblanco.

—¿Tinacambiada?¿Desdecuándo?—inquirió.

Larespuestallegócomounrayo:

—DesdequeLanningHalseyrondatanamenudoporaquí.

—¿Lanning? Yo creía que venía por Delia —dijo la señora Ralstonpensativa,hablandoalazarparaganarmástiempo.

—EslógicoquecreasquetodoslosjóvenesvienenenbuscadeDelia—repuso Charlotte con aspereza—, pero está claro que si Lanning sigue

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buscandolamenorocasióndeestarconTina…

LaseñoraRalstonlevantólacabezaparamirarunsegundoasuprima.EnefectohabíapercibidoqueTinahabíacambiado,delmismomodoenigmáticoenquesetransformaunaflorcuandoloscerradospétalospugnanporabrirsedesdeelinterior.Lajovenestabamáslinda,másreservada,máscallada,másrisueñasinmotivoaparente.Sinembargo,DelianohabíarelacionadodichoscambiosconlapresenciadeLanningHalsey,unodelosmuchosjóvenesquehabían frecuentado la casa con anterioridad a la boda de Delia. Hubo unmomento,desdeluego,enquelaseñoraRalstonsehabíafijadoenelatractivoLanning.Detodos losfortachonesyestólidosprimosHalsey,éleraelúnicodelquecualquiermadrejuiciosarecelaríaparaconfiarleasuhija.Eradifícilprecisar el motivo, salvo que era más apuesto y desinhibido que el resto,crónicamente impuntual y por completo indiferente al hecho de serlo. AsíhabíasidoClemSpender.¿YsilajovenDelia…?

PerolamadredelajovenDeliasesintióprontoaliviada.Alamuchacha,de por sí zalamera y seductora, no le llamaban la atención esas mismascualidades en los demás, a no ser que fuesen acompañadas de virtudesmásconsistentes.Ralstonhasta lamédula,demandaba lomejorde losRalston,yescogióalHalseymásmerecedordeunaprometidaRalston.

LaseñoraRalstonadvirtióqueCharlotteesperabaquedijesealgo.

—SerádurohacersealaideadequeTinasecase—dijoentonoafable—.Noséquévamosahacernosotrasdos,viejasysolasenestecaserónvacío…Porqueentoncesseráuncaserónvacío.Perosupongoquedebemoshacernosalaidea.

—Yoyalohago—anuncióCharlotteLovellcongravedad.

—¿YnotegustaLanning?Quierodecir,comomaridoparaTina.

La señorita Lovell dobló el diario vespertino y alargó su delgada manoparacogerlalabordepunto.Miróasuprimaatravésdelamesadecosturademaderadecedro:

—Tinanodeberíaexigirdemasiado…—empezóadecir.

—Oh…—protestóDeliaenrojeciendo.

—Llamemosalascosasporsunombre—continuólaotrasininmutarse—.Unavezdecididaahablar,prefierohacerloasí.Comosabes,porlogeneral,nosuelopronunciarme.

LaviudaasintióconlacabezayCharlotteprosiguió:

—Es mejor así. Siempre he sabido que llegaría el momento en quetendríamosquehablarclarodeesteasunto.

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—¿Hablarclaro?¿Túyyo?¿Dequéasunto?

—DelfuturodeTina.

Se produjo un silencio.DeliaRalston, que reaccionaba instantáneamenteantelamenorapelaciónasusinceridad,exhalóunprofundosuspirodealivio.¡AlfinempezabaaresquebrajarseelhieloenelcorazóndeCharlotte!

—Querida—murmuróDelia—,sabescuántomepreocupalafelicidaddeTina. Ya que desapruebas a Lanning Halsey, ¿tienes enmente a algún otrocandidato?

LaseñoritaLovellesbozóunadesusfugacesycínicassonrisas:

—No hay una cola esperando en la puerta, que yo sepa. TampocodesaprueboaLanningHalseycomomarido.Personalmente,leencuentromuyagradable.ComprendosuatractivoparaTina.

—Ah…¿ATinaleatrae?

—Sí.

LaseñoraRalstonapartósu laboryobservópensativael rostroangulosodesuprima.NuncasehabíaajustadomásCharlotteLovellalatípicaimagende solterona que allí sentada, erguida en su silla de respaldo recto, con loscodospegadosalcuerpoyhaciendosonar lasagujasdepunto,hablandosinalterarsedelcasamientodesuhija.

—Noloentiendo,Chatty.SeancualesseanlosdefectosdeLanning,ynocreoqueestosseangraves,compartotubuenaopinióndeél.Despuésdetodo—la señora Ralston hizo una breve pausa—, ¿qué es lo que la gente lereprocha?Básicamente,segúnheoído,quenoacabadedecidirseporningunaprofesión. Nueva York tiene para eso una visión bastante pacata, ya losabemos.Losjóvenespuedentenerotrasinclinaciones…,literarias…incluso,puedecostarlesdecidirse…

Ambassesonrojaronligeramente,yDeliasupusoquelamismaevocaciónqueagitabasupechopalpitababajoelceñidocorpiñodeCharlotte.

—Sí, eso lo entiendo —dijo Charlotte—, pero vacilar respecto a unaprofesiónpuedeconllevarvacilaciónrespectoa…otrasdecisiones.

—¿Quéquieresdecir?Noserá,supongo,queLanning…

—LanningnolehapedidoaTinaquesecaseconél.

—¿Ycreesqueseloestápensando?

Charlottese tomósu tiempoantesderesponder.Elsonidoregulardesusagujasmarcabaelsilencio,delmismomodoqueunavez,añosatrás,lohabíamarcado el reloj parisino de la chimenea deDelia. Al volar lamemoria de

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Deliahastaaquellaotraescena,sintiósusiniestratensiónenelambiente.

AlfindijoCharlotte:

—Lanninghadejadodepensárselo:hadecididonocasarseconTina.Perotambiénhadecididonodejardeverla.

Delia se sonrojó violentamente. Se sentía molesta y perpleja ante lasambiguas frases que brotaban con cuentagotas de los remisos labios deCharlotte.

—¿Noquerrásdecirqueseledeclaróparaluegoecharseatrás?NopuedocreerqueseacapazdeofenderasíaTina.

—No ha ofendido a Tina. Simplemente le ha dicho que no puedepermitirsecasarse.Hastaqueelijaprofesión,supadreleasignatansolounospocos cientos de dólares al año. Y esa cantidad incluso podría llegar asuprimirsesi…sisecasaencontradelavoluntaddesuspadres.

Le tocó ahora a Delia guardar silencio. El pasado resucitabapoderosamente con las palabras de Charlotte. Clement Spender estaba denuevo junto a ella, indeciso, insolvente, persuasivo. Ah, ¡si ella se hubiesedejadopersuadir!

—Lamentomuchoque lehayaocurridoestoaTina.PerocomoLanningparece haberse comportado de forma honorable, retirándose sin dar lugar afalsasexpectativas,podemosconfiarenque…confiarenque…

Deliacalló,sinsaberquéeraaquelloenloquepodíanconfiar.

CharlotteLovellinterrumpiósulabor:

—Sabes tan bien como yo, Delia, que cualquier joven que puedaenamorarsedeTinaencontrarárazonesdepesoparanocasarseconella.

—¿CreesentoncesquelasexcusasdeLanningsonunpretexto?

—Naturalmente.Elprimerodelosmuchosqueencontraránsussucesores.Porque,porsupuesto,habrásucesores.Tina…atrae.

—Ah—murmuróDelia.

Allíestaban lasdos,encarandoal finelproblemaquepesea losañosdesilenciosyelusioneshabíapermanecidomuycercadelasuperficie,comouncadáverenterradoconexcesivasprisas.Deliavolvióainspirarprofundamente.Fue,denuevo,unsuspiromásbiendealivio.Siemprehabíasabidoqueseríadifícil,casiimposible,encontrarmaridoparaTina.Ypormuchoquedeseabala felicidad de la joven, cierto egoísmo furtivo le susurraba cuánto menossolitariaeinsípidaseríalaúltimaetapadesuvidasilajovensevieseobligadaacompartirla.Pero¿cómodecirleestoalamadredeTina?

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—Espero que estés exagerando, Charlotte. Puede que haya personasdesinteresadas.Pero,encualquiercaso,Tinanotieneporquéserinfelizaquí,connosotrasquetantolaqueremos.

—¿Tina una solterona? ¡Ni hablar! —Charlotte Lovell se levantóbruscamente,golpeandoconelpuñocerradolafrágilmesadecostura—.Mihijatendrásuvida…supropiavida…mecuesteloquemecueste.

SedesbordóentonceslasinceracompasióndeDelia:

—Comprendocómotesientes.Yotambiénloquerría…porduroqueseadejarlamarchar.Peroindudablementenohayprisa,nohaymotivoparapensaratanlargoplazo.Lajovenaúnnohacumplidolosveinte.Espera.

Charlotteestabadepieanteella, inmóvil,desafiante.Enmomentosasí,aDelialeparecíalavapugnandoporsalirdeentreelgranito:parecíanohabersalideroparaaquelfuegointerior.

—¿Esperar?Pero¿ysiellanoespera?

—Perosiélhadesistido…,¿quéquieresdecir?

—Hadesistidodecasarseconella,nodeverla.

EstavezfueDeliaquienseincorporódeunsalto,sofocadaytemblorosa.

—¡Charlotte!¿Sabesloqueestásinsinuando?

—Sí,losé.

—Peroesofensivo.Ningunamuchachadecente…

LaspalabrasmurieronenloslabiosdeDelia.CharlotteLovelllemantuvolamiradasinamilanarse.

—Las muchachas no siempre son lo que tú entiendes por decente —declaró.

LaseñoraRalstonvolvió lentamentea suasiento.Elbastidor se lehabíacaído al suelo y se agachó con dificultad a recogerlo. La austera figura deCharlottesecerníasobreella,inexorablecomoeldestino.

—No consigo imaginar, Charlotte, qué se gana con decir cosassemejantes…Coninsinuarlassiquiera.Seguroqueconfíasentupropiahija.

Charlotteserió:

—Mimadreconfiabaenmí—dijo.

—¿Cómo teatreves…?¿Cómo te atreves?—empezóadecirDelia,perobajólavistaconunnudoenlagarganta.

—Oh,meatrevoacualquiercosaporTina,inclusoajuzgarlatalcomoes

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—murmurólamadredeTina.

—¿Talcomoes?¡Esperfecta!

—Digamospuesqueelladebepagarpormisimperfecciones.Loúnicoquedeseoesquenotengaquepagarenexceso.

La señora Ralston continuaba sentada y en silencio. Le parecía queCharlotte ponía voz a los funestos destinos enroscados bajo la superficiesegura de la vida, y que ante dicha voz no cabía más respuesta que unaanonadadaaquiescencia.

—¡PobreTina!—suspiró.

—¡Oh,noesmiintenciónquesufra!Noesparaesoparaloqueheestadoesperando tanto. Es solo que he cometido errores, errores que ahoracomprendoyquedeboremediar.Hassidodemasiadobuenaconnosotras…ydebemosmarcharnos.

—¿Marcharos?—preguntóDeliaconunhilodevoz.

—Sí.Nopiensesquesoydesagradecida.Salvasteamihijaenunaocasión,¿crees que puedo olvidarlo? Pero ahora me toca a mí, soy yo quien debesalvarla. Y solo puedo hacerlo llevándomela de aquí, de todo lo que haconocidohastaahora.Havividodemasiadotiempoenla irrealidad,yellaescomoyo.Novaacontentarseconloirreal.

—¿Conloirreal?—repitióDeliadébilmente.

—Irrealparaella:muchachosquelacortejanperoquenopuedencasarsecon ella, hogares felices que la reciben bien hasta que recelan de susintenciones respecto a un hermano o esposo… o, también, expuesta a lamaledicencia. ¿Cómo pudimos pensar ambas alguna vez que esta criaturapodría escapar del desastre? Yo solo alcancé a pensar en su felicidadinmediata,en lasventajasquesuponíaparanosotrasestarcontigo.Peroesteasunto con el joven Halsey me ha abierto los ojos. Debo llevarme a Tina.Tenemos que irnos a vivir a algún lugar donde nadie nos conozca, dondeestemos entre gente sencilla, llevando una vida sencilla. A un lugar dondepueda encontrar un marido y formar un hogar.—Charlotte hizo un inciso.Había hablado en un tono vehemente y monocorde, como recitando dememoria.Peroahorase lequebró lavozyrepitióconsternada—:Noesqueseadesagradecida.

—¡Oh,nohablemosdegratitud!¿Quésentidotieneentretúyyo?

Deliasehabíapuestoenpieysemovíainquietaporlahabitación.AnsiabasuplicarleaCharlotte,rogarlequenoseprecipitase,hacerleverlacrueldaddearrancaraTinadesuscostumbresyrelaciones,dellevárselasinexplicacionespara adaptarse a «una vida sencilla entre gente sencilla». ¿Qué posibilidad

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había,enrealidad,dequeunajoventanradiantesesometieradócilmenteaundestinosemejante,oencontraraunmaridoaceptableendichascondiciones?Elcambio no podía sino precipitar la tragedia. La experiencia de Delia erademasiadolimitadacomoparafigurarseconexactitudloquepodríasucederlea una chica comoTina, apartada bruscamente de todo cuanto hacía su vidadichosa. Pero por su agónica imaginación cruzaron confusas imágenes derebeldíayfuga,deuna«caída»másprofundaeirreparablequeladeCharlotte.

—Esdemasiadocruel,esdemasiadocruel—sollozó,hablandomásparasímismaqueparaCharlotte.

Enlugarderesponder,Charlottemirósúbitamenteelreloj.

—¿Sabesquéhoraes?Másdemedianoche.Nodeboentretenerteaestashorasporculpadelainconscientedemihija.

ADeliaseleencogióelcorazón.ComprendióqueCharlottedeseabacortarla conversación y hacerlo recordándole que solo la madre de Tina teníaderecho a decidir cuál sería su futuro.En esemomento, aunque acababa deafirmarquenocabíahablardegratitudentreellas,CharlotteLovellleparecíaunmonstruode ingratitudyapuntoestuvodeespetarle:¿Acaso todosestosaños no me han dado a mí ningún derecho sobre Tina? Pero, justo en eseinstante, había vuelto a ponerse en el lugar de Charlotte, sintiendo el ferozmiedo de la madre por su hija. Era natural que, en privado, Charlotte serebelasecontracualquierusurpacióndelaautoridadquenopodíamanifestarenpúblico.ConunapunzadadecompasióncayóDeliaenlacuentadequeellaera literalmente la única persona en el mundo ante la cual Charlotte podíaactuarcomomadre.Pobrecilla.¡Ah!,dejémosla,sedijoparasusadentros.

—Pero¿porquéhabríastúdeesperardespiertaaTina?EllatienellaveyDeliavaatraerlaacasa.

CharlotteLovellnorespondióinmediatamente.Enrollósulabordepunto,dirigió una mirada reprobadora a uno de los candelabros de la chimenea ycruzólaestanciaparaenderezarlo.Despuésrecogiósubolsadelabores.

—Sí,comobiendices,¿paraquéhayqueesperarladespierta?—diounasvueltas por la habitación, apagando lámparas, cubriendo el fuego,asegurándose de que las ventanas tuviesen echados los cerrojos, mientrasDelia la contemplaba en actitud pasiva. A continuación ambas primasencendieron sus palmatorias y subieron a la planta de arriba atravesando lacasa sumida en la oscuridad. Charlotte parecía resuelta a no volver a haceralusióna laconversaciónanterior.Sedetuvoeneldescansillo, inclinando lacabezapararecibirelhabitualbesodebuenasnochesdeDelia.

—Esperoquetehayanavivadoelfuego—dijoconsuairedeeficienteamadecasa.

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Tras el imperceptible asentimiento de Delia, ambas murmuraron unsimultáneo «buenas noches» y Charlotte giró por el pasillo hacia sudormitorio.

CAPÍTULO4

El fuego del dormitorio deDelia se habíamantenido vivo y su camisónhabíasidopuestoacalentarsobreunsillónjuntoalachimenea.Peroellanisedesvistió ni se apresuró a sentarse. Su conversación con Charlotte la habíasumidoenunaprofundainquietud.

Durante unos instantes permaneció de pie en medio de la habitación,mirando detenidamente a su alrededor. Nada había cambiado en la estanciaquesepropusieramodernizardesdeelmomentoenqueseprometióconJim.Sussueñosde renovaciónsehabíandesvanecidohacía tiempo.Ciertaapatíaen lomás íntimode su ser había provocado que gradualmente se viese a símisma como una tercera persona, como si viviese la vida destinada a otramujer,unamujercompletamentedistintaalavivazDeliaLovellqueensudíallegase a la casa llena de proyectos y ensoñaciones. La culpa, lo sabía, nohabíasidodesuesposo.Conunpocodehabilidadydezalamería sehabríasalidoconlasuyaconlamismafacilidadconquehabíamanejadoelespinosoasuntodelaniñaexpósita.Elproblemafueque,trasaquellavictoria,parecíacomo si no hubiese habido ninguna otra cosa por la quemereciese la penaluchar.Dealgúnmodo,unavezpusolosojosenTina,laexistenciadeDeliaRalstonsehabíadescentradoporcompleto,volviéndolaindiferentea todolodemás,excepto,claroestá,albienestardesumaridoydesushijos.Anteellatan solo vislumbraba un futuro lleno de obligaciones, las cuales habíadesempeñado con diligencia y buen talante. Pero su vida personal habíaconcluido:sesentíatanaisladacomounamonjadeclausura.

Elcambiooperadoenellahabíasidodemasiadoradicalparanoservisible.Los Ralston se vanagloriaban abiertamente del conformismo de la queridaDelia. Cada aquiescencia fue entendida como una concesión, y los dogmasfamiliaressevieronreforzadosantetanvivasmuestrasdesubsistencia.Ahora,mientras contemplaba las litografías de Leopold Robert y los daguerrotiposfamiliares, el palisandro y la caoba, Delia comprendía que estaba ante lasparedesdesupropiomausoleo.

ElcambioseprodujoeldíaenqueCharlotteLovell,presadelpánico, lehiciese aquella terrible revelación en aquellamisma estancia. Entonces, porprimeravezyconunaespeciedeamedrentadaexaltación,Deliahabíasentidolas ciegas fuerzas de la existencia aflorando e interpelándola bajo sus pies.

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Peroaqueldía tambiénhabíasabidoqueellaquedabaexcluida,condenadaavivirentrepenumbras.LavidahabíapasadodelargoyaellalahabíadejadoconlosRalston.

Deacuerdo,pues.Entalcasosacaríaelmayorprovechodeellamismayde los Ralston. Fue una promesa espontánea e irrevocable, y durante casiveinteañoshabíaseguidofielaella.TansolounavezhabíadejadodeserunaRalston para ser ellamisma.Solo una vez le había parecido quemerecía lapena.Yquizásahorahabía llegadoelmomentodeafrontarotrodesafío.Denuevo,duranteciertoperiododetiempo,talvezvivirtuviesesentido.NoporClementSpender…PobreClement, casado desde hacía años con una primasuya,anodinayporfiada,quehabíalogradoengancharlealláenRomay,trasconfinarleaunadomesticidadimplacable,obligabaatodoslosneoyorquinosquerealizabanelGrandTouraadquirirsuscuadrosdispensándolesunrictusderesignación.No,noseríaporClementSpender,menosaúnporCharlotteyni siquiera por Tina, sino por ella misma, por Delia Ralston, por su únicailusiónperdida,por su realidadusurpada:derribaríanuevamente lasbarrerasRalstonyaccederíaalmundo.

Unlevesonidoenelsilenciodelacasaladistrajodesuscavilaciones.SepusoaescucharyoyóabrirselapuertadeldormitoriodeCharlotteLovellyelroce de sus almidonadas enaguas desplazándose en dirección al descansillo.Bajo la puerta asomó una luz que se extinguió al instante: Charlotte habíapasadopordelantedelcuartodeDeliaalbajarlasescaleras.

Ellacontinuóescuchandosinmoverse.QuizáslametódicaCharlottehabíabajado a cerciorarse de que la puerta principal no estuviese trancada, o averificarque,efectivamente,habíaapagadoel fuego.Siésaera su intenciónno tardaría en escuchar sus pasos de regreso. Pero no se escuchó sonidoalguno y, a medida que transcurría el tiempo, parecía obvio que Charlottehabíabajadoaesperarasuhija.¿Porqué?

EldormitoriodeDeliaseubicabaenlafachadaprincipaldelacasa.Deliaatravesósigilosamentelamullidaalfombra,descorriólascortinasyabrióconcuidadolospostigos.Asuspiesseextendíalaplazavacía,blancabajolaluzde la luna, con los troncos de los árboles salpicados de nieve reciente. Lascasasdeenfrentedormíanenlaoscuridad,niunapisadadesbaratabalaníveasuperficie, ni una rodera embarraba la brillante calzada.En lo alto, un cieloconsteladodeestrellassesumergíaenelresplandordelaluna.

DeliasabíaquesolootrasdosfamiliasdeGramercyParkhabíanasistidoalbaile: la de Petrus Vandergrave y sus primos, los jóvenes hijos de ParmlyRalston. La familia de Lucius Lanning acababa de iniciar los tres años deduelo por la madre de la señora Lanning (sería duro para la hija delmatrimonio, Kate, de solo dieciocho años, que no podría ser presentada en

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sociedad hasta cumplir los veintiuno); la joven señora de Marcy Mingottestaba«esperandosutercero»,yportantoestaríaapartadadelavidapúblicadurante al menos un año. El resto de vecinos de la plaza era gente queobviamentenopertenecíaasucírculooquenohabíasidoinvitada.

Deliaapoyólafrentecontraloscristalesdelaventana.Nofaltabamuchopara que los carruajes doblasen la esquina, para que resonaran en laadormecida plaza los cascos de las caballerías, para que joviales risas yadioses ascendieran escaleras arriba desde los portales. Pero ¿por quéaguardabaCharlotteasuhijaabajoenlaoscuridad?

El relojparisinodio launa.Delia se retiróde laventana, atizóel fuego,cogióunchaly,envueltaenél,reanudósuvigilancia.¡Ah,queviejadebíadeseryaparasentir fríoenunmomentocomoaquél!Levinoa lamemoria loquelereservabaelfuturo:neuralgia,reumatismo,artrosis,sucesivosachaques.Ysinhaberestadounasolanocheenvelabajolaluzdelalunaenloscálidosbrazosdeunamante…

La plaza permanecía en silencio. Sin embargo, el baile debía de haberterminando: las fiestas más animadas no duraban más allá de la una de lamadrugada,yel trayectodesdeUniversityPlaceaGramercyParkerabreve.Deliaseapoyóenelalféizaryaguzóeloído.

ResonaronenIrvingPlacecascosdecaballoamortiguadosporlanieve,yelcochefamiliardePetrusVandergravesedetuvoenlacasadeenfrente.Laschicas Vandergrave y su hermano saltaron de él y subieron la escalinata; acontinuación, el coche se detuvo nuevamente unas cuantas puertas másadelante,ylosParmlyRalston,aquieneshabíantraídosusprimos,seapearonantelasuya.Elsiguientecochequedoblaselaesquinadebíadeser,portanto,eldeJohnJuniusysuesposatrayendoaTina.

El relojdebroncedoradodio launaymedia.Deliaseextrañó,sabiendoque la jovenDelia, por consideración al horario de trabajo de John Junius,nuncasequedabahastatardeenlasfiestasnocturnas.SindudaTinalahabíahecho demorarse. A la señora Ralston le irritó un poco la inconsciencia deTinaalmantenerdespiertaa suprima.Peroel resentimiento fuebarridoporunainmediataoleadadesimpatía.«Debemosmarcharnosaotrolugaryllevarvidassencillasentregentesencilla».SiCharlotte llevabaacabosuamenaza—yDelia sabíaquedifícilmentehabríadichoalgo al respecto si nohubieratomadoyaunadecisión—,bienpudiera serque en aquelpreciso instante lapobreTinaestuviesebailandosuúltimovals.

Transcurrióotrocuartodehora.Entonces,justocuandoelfríoempezabaacolarseatravésdelchaldeDelia,vioéstaadospersonasquellegabanhastalaplazadesiertaprocedentesdeIrvingPlace.Unaeraunjovenconsombrerodecopayholgada capa.Agarradade subrazo ibauna figura tanprofusamente

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arrebujada y embozada que Delia no pudo identificarla hasta que le dio delleno la luz de la esquina. Posteriormente se sorprendería de no haberreconocidoenseguidaelpasorítmicodeTina,ysuformadeladearunpocolacabezaparamiraralapersonaconquienconversaba.

¡Tina…!¡TinayLanningHalseyregresandoacasademadrugadadesdeelbailedelosVandergrave,solosyapie!LoprimeroqueDeliapensófueenunaccidente:podríahaberseaveriadoelcocheotalvezsuhijasehabíasentidoindispuesta y había tenido que marcharse a casa. Pero no, en tal caso ellahabríaenviadodespuéselcochepararecogeraTina.YsihubiesehabidounaccidentedecualquiertipolosdosjóvenessehabríanapresuradoainformaralaseñoraRalston.Enlugardeello,paseabanbajolanochegélidayradiantecomo amantes en un claro del bosque en pleno verano, como si fuesenmargaritasenlugardenieveloquepisabaeldelicadocalzadodeTina.

Delia empezó a temblar como una chiquilla. En un instante obtuvo larespuesta a la pregunta que durantemucho tiempo había rondado entre suspensamientosmásíntimos.¿CómoselasingeniabanparaverseamantescomoCharlotte y Clement Spender? ¿Qué soledad latmiana amparaba sus gocesclandestinos? ¿Cómo eran posibles tales encuentros dentro de la reducidasociedad,expuestaycompacta,alaquepertenecíantodosellos?DeliajamássehabríaatrevidoapreguntaraCharlotte.Inclusohabíamomentosenlosquepreferíanosaber,nisiquieraseatrevíaaaventurarunasuposición.Peroahora,enunabrirycerrardeojos,lohabíaentendido.¡ConquéfrecuenciaCharlotteLovell,solaenlaciudadconsuabuelaenferma,habríaregresadodelasfiestasnocturnas caminando a solas con Clement Spender! ¡Cuántas veces habríapermitidoque él se adentrase conella en laoscuridadde la casade la calleMercer, donde nadie aguardaría a su llegada salvo una anciana sorda y susviejascriadas,todasdurmiendotranquilamentearriba!Alpensarenello,Deliavislumbróellúgubresalónquehabríasidosubosquebajolaluzdelaluna,elviejosalónalquelaancianaseñoraLovellyanuncabajaba,consulámparadearañacubiertaysus rígidossofásestilo imperio,con lasciegascariátidesdemármol sobre la repisade la chimenea. Imaginó los rayosde luna sobre loscisnes y las guirnaldas de la desvaída alfombra, y a dos jóvenes figurasentrelazadasbajoaquellaluzgélida.

Sí,recuerdosasíhabríansuscitadolasuspicaciadeCharlotte,avivandosustemoreshastaelpuntodehacerlabajarenmediodelaoscuridadahacerfrentea los culpables. Delia se estremeció ante lo irónico de semejanteconfrontación. ¡Si Tina supiera! Pero para Tina, obviamente, Charlottecontinuabasiendoloquehabíadecididoser:lavivaimagendeunasolteronacascarrabias. Delia imaginaba el tono contenido y discreto en que serepresentaría la escena en la planta baja dentro de un momento: sinaspavientos, sin reproches, sin insinuaciones, desoyendo las excusas con

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resolución y desenfado: ¿Qué ocurre, Tina? ¿Has venido caminando conLanning? ¡Ay, criatura insensata…! ¡Con esta humedad tan fría! Ah, yaentiendo:Delia estaba preocupada por su bebé, semarchó temprano a casaprometiendoenviar el cochedevueltaperoel cocheno regresó, ¿noesasí?Bueno,querida,québienqueencontrasesaLanningparaacompañarteacasa.Sí…,esperabadespiertaporquenoconseguíarecordarsi tehabíasllevadolallave del cerrojo. Ah, ¿la tiene Lanning? Gracias, Lanning, qué amable.Buenasnoches…Omejordeberíadecirbuenosdías.

MientrasDelia llegabaaestepuntoensumudarecreacióndelmonólogodeCharlotte,abajosonólapuertaprincipalyeljovenLanningHalseysealejócaminandoporlaplaza.Delialeviodetenerseenlaaceraopuesta,mirarhaciala fachada,yacontinuaciónmarcharse sinprisa.Sudespedidahabíaduradoexactamente loqueDeliahabíacalculado.Unmomentodespuésviouna luzpasarbajo supuerta,oyóel rocealmidonadode las enaguasdeCharlotte,ysupoquemadreehijahabíanllegadoasushabitaciones.

Lentamente,conmovimientosmecánicos,comenzóadesvestirse,soplósuvelaysearrodillójuntoasucamaconelrostrooculto.

CAPÍTULO5

Desvelada en la cama hasta el amanecer, Delia revivió cada detalle delaciagodíaenquesehizocargodelahijadeCharlotte.Porentonces,tambiénella era poco más que una chiquilla sin nadie a quien acudir, nadie que laapoyase en su decisión o que la aconsejase sobre cómo llevarla a cabo. Apartir de aquel día, las experiencias acumuladas a lo largo de veinte añosdeberían de haberla preparado para las eventualidades, deberían de haberlaenseñadoaaconsejaraotrosenlugardeserellaquiensedejaseguiar.Perolovivido durante esos años pesaba en ella como cadenas que la anclaban a laangostaparceladesuexistencia.Lalibertaddeacciónseleantojabaadíadehoymás arriesgada, más impensable que la primera vez que se aventuró aejercerla.Ahoraparecíahabermuchamásgentequeconsiderar(«considerar»,unaexpresióninequívocamenteRalston):sushijos,loshijosdesushijos,lasfamilias con las que éstos habían emparentado al casarse. ¿Qué dirían losHalsey?¿Y losRalston? ¿Sehabía convertido ella enunaRalstondepies acabeza,despuésdetodo?

UnpardehorasdespuésseencontrabasentadaenlabibliotecadeldoctorLanskell, con la mirada perdida en su alfombra de Esmirna oscurecida dehollín.Hacía ya tiempo que el doctor Lanskell había dejado de practicar lamedicina: a lo sumo, seguía atendiendo a unos cuantos pacientes antiguos,

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expresandosuparecerencasos«difíciles».Peroaúneraunaautoridadensuviejo reino, una especie de pope o de venerable sabio médico a quien confrecuencia regresaban en busca de medicina moral los pacientes a quienesantaño aliviase de dolencias físicas. Todos confiaban en el juicio del doctorLanskell,pero loquedeverdad los llevabahastaélera lacertezadequeenaquellasociedadcontantosprejuiciosnohabíacosaalgunaqueaéllepudieseintimidar.

Ahora, mientras permanecía sentada, observando cómo la imponentefiguradecabezaplateadasedesplazabapesadamenteporlahabitación,entrehileras de libros de medicina encuadernados en piel y esculturas degladiadoresmoribundosyjóvenesaugustos,regalosdepacientesagradecidos,Deliaexperimentabalapazquetransmitíasumerapresenciafísica.

—Usted sabe… Al principio, cuando me hice cargo de Tina quizá noconsiderélosuficiente…

Eldoctorsedetuvotrassuescritorioy,descargandounamagodepuñetazosobreéste,exclamó:

—¡Menosmal queno lo hiciste!Ya tenemosbastantes «consideradores»enestaciudadcomoparaquetambiénloseastú,DeliaLovell.

Ellaalzólamiradarápidamente:

—¿PorquémellamaDeliaLovell?

—Bueno,porquesospechoquehoyloeres—replicóélperspicazmenteyellaacogióelcomentarioconunamelancólicarisita.

—Tal vez si no lo hubiese sido antes…Quiero decir que al final habríaresultadomejorparaTinasiyosiemprehubiesesidounaRalstonprudenteyprecavida.

El doctor Lanskell desplomó en el sillón de su escritorio su corpachónaquejadodegota,ylamiróconsornaatravésdesusgafas:

—Odio las expresiones del tipo habría-sido-mejor-que. Resultan tannutritivascomocomerfiambredecorderotresdíasseguidos.

Ellacontinuabapensativa.

—Naturalmente,medoycuentadequesiadoptoaTina…

—¿Sí?

—Bueno, la gente dirá que… —Un violento rubor ascendió hasta sucuello,lecubriólasmejillasylafrenteysepropagócomounincendiobajosucabello,primorosamentepeinadoconrayaalmedio.

Élasintió:

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—Sí.

—Otambiénque…—sesonrojóaúnmás—queTinaesdeJim.

EldoctorLanskellasintiódenuevo:

—Sí, más bien será eso lo que piensan. ¿Y qué? A Jim no le habríaimportado:notehizopreguntascuandoacogistealaniña…aunsabiendodequiénera.

Ellaalzólamiradaatónita:

—¿Éllosabía?

—Sí, vino a verme. Bueno, por el bien del bebé violé el secretoprofesional.PoresopudoTinatenerunhogar.Noirásadenunciarme,¿no?

—Oh, doctor Lanskell… —Se le anegaron los ojos de conmovidaslágrimas—.¿Jimlosabía?¿Jimlosabíanynomedijonada?

—No. Por entonces la gente era poco dada a compartir confidencias,¿verdad?Peroquieroquesepasqueteadmiróenormementeporloquehiciste.Y si, según creo, confías en que ahora él habita en unmundo bastantemástolerante,¿quérazonestienesparapensarquenoteadmirarámássicabeporloquetedisponesahacer?Esdesuponerqueenelcielo—concluyóeldoctorentonosarcástico—lagenteesconscientedequeaquíabajoresultabastantemásdifícilarriesgaralaedaddecuarentaycincoquealadeveinticinco.

—Ah,justoesopensabayoestamismamañana—confesóDelia.

—Bien,puesestatardevasademostrarlocontrario.—Eldoctorconsultósureloj,selevantóypusounamanopaternalsobresuhombro—.Dejaquelagentepienseloquelevengaengana,yenvíamealajovenDeliasi tecausaproblemas.Tuchiconolohará,esoyalosabes,comotampocoJohnJunius.Debiódeserunamujerquieninventólodelaterceraycuartageneración…

Una criada entrada en años se asomó a la puerta yDelia se puso de pieparamarcharse.Perosedetuvouninstanteenelumbral:

—MásbiencreoqueseráaCharlotteaquientengaqueenviarahablarconusted.

—¿ACharlotte?

—No va a gustarle nada lo que me propongo hacer, como puedeimaginarse.

EldoctorLanskellalzósusplateadascejas:

—Sí, ¡pobre Charlotte! Supongo que estará celosa, ¿no? Ahí es dondeentraelasuntoesedelaterceraycuartageneración,alfinyalcabo.Alguien

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siempreacabapagandolosplatosrotos.

—¡Ah,contaldequenoseaTina!

—Bueno, pues precisamente eso es lo que Charlotte comprenderá a sudebidotiempo.Asíquetuprocederestáclaro.

Laacompañóalasalidaatravesandoelcomedor,dondeyaesperabanunoscuantosmenesterososyviejospacientes.

Y,efectivamente,aDeliasuproceder leparecióbastanteclarohastaque,llegada la tarde,citóaCharlotteenprivadoensuhabitación.Tinaestabaencamaconjaqueca:porentoncestaleraelestadoaceptableparajovencitascondilemas sentimentales, lo cual facilitaba significativamente la comunicaciónentresusmayores.

DeliayCharlottetansolohabíanalcanzadoaintercambiaralgunasfrasesconvencionalesduranteel almuerzo,peroDelia tenía la impresióndeque ladecisión de su prima era prácticamente irrevocable. Sin duda, losacontecimientosdelapasadanocheratificabanaCharlotteensuideadequehabíallegadoelmomentodeadoptaraquellamedida.

La señorita Lovell, cerrando la puerta del dormitorio con su bruscadeterminación habitual, se acercó hasta el diván de chintz ubicado entre lasventanas.

—¿Queríasverme,Delia?

—Sí. Oh, no te sientes ahí —exclamó la señora Ralston sin podercontenerse.

Charlottelamiróperpleja:¿seríaposiblequenorecordaselosangustiadossollozosqueunavezahogasecontraaquellosmismoscojines?

—¿Quenome…?

—No, acércatemás amí.Aveces creoqueme estoyquedandounpocosorda—explicóDeliaalterada,arrimandounasillaalasuya.

—Ah—Charlottesesentó—.Nolohabíanotado,perosiesasítehabráslibrado de saber a qué hora de la madrugada regresó Tina de casa de losVandergrave.Pesealodesconsideradaquees,lehabríapesadoenormementehabertedespertado.

—Nomedespertó—replicóDelia.Rumiabaparasusadentros:Charlotteestá decidida, no podré hacerla cambiar de idea—. Supongo que Tina sedivertiríamuchísimoenelbaile,¿no?—añadió.

—Bueno,loestápagandoconunajaqueca.Tantavidasocialnoestáhechaparaella,yatelohedicho…

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—Sí—interrumpiólaseñoraRalston—.Precisamenteparacontinuarconnuestracharladeanocheesparaloquetehepedidoquesubieras.

—¿Para continuar? —reaparecieron los círculos rojizos en las entecasmejillasdeCharlotte—.¿Valelapena?Creoque,deentrada,debodecirtequemidecisiónesirrevocable.SupongoqueadmitirásqueséquéeslomejorparaTina.

—Sí, por supuesto.Pero ¿peronovas apermitirme siquieraunamínimaparticipaciónentudecisión?

—¿Participación?

Delia se inclinó hacia delante, posando su cálida mano sobre los dedosentrelazadosdesuprima.

—Charlotte,unavez,enestamismahabitación,mepedistequeteayudara,creístequeyopodíahacerlo.¿Nopuedescreerlodenuevo?

LoslabiosdeCharlottesetornaronrígidos:

—Creoquehallegadoelmomentodeayudarmeamímisma.

—¿AcostadelafelicidaddeTina?

—No,perosíparalibrarladeunadesdichamayor.

—Pero,Charlotte,yonodeseootracosaquelafelicidaddeTina.

—Oh,yalosé.Hashechotodoloquehaspodidopormihija.

—No,no todo—Deliase incorporóysecolocóantesuprimaconciertagravedad—.Perovoyahacerloahora.

Fuecomosihubiesepronunciadounvotosolemne.

Charlottealzólavistahaciaellaconlasuspicaciarelampagueandoensusatribuladosojos.

—SiloquequieresdeciresquevasausartuinfluenciaconlosHalsey,teloagradezco,siempreteestaréagradecida.Peronoquierounmatrimonioporcompromisoparamihija.

Delia se impacientóante laescasasagacidadde laotra.Aella leparecíallevarsupropósitoescritoenlacara.

—VoyaadoptaraTina,adarleminombre—anunció.

Charlotteselaquedómirandoatónita:

—¿Adoptar…?¿Adoptarla?

—¿Esquenocomprendes,querida,loqueesoimplicará?Estáeldinerodemimadre…EldinerodelosLovell,noesqueseamucho,desdeluego,pero

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Jim siempre quiso que éste volviera a los Lovell. Y Delia y su hermanodisfrutandeunaposicióntanholgada…Nohaymotivoparaqueyonopuedadejarle a Tina mi modesta fortuna ni tampoco para que no sea reconocidacomoTinaRalston.

Deliahizouninciso:

—Pienso,creosaber,quetambiénJimloaprobaría.

—¿Queloaprobaría?

—Sí.¿Novesquecuandomepermitióhacermecargodelaniñateníaquehaberprevistoyaceptadoloque…bueno,cualquierconsecuenciaderivadadeello?

Charlotteseincorporóasuvez:

—Gracias,Delia,peroningunaotracosadebederivarsedeello,exceptoelhechodemarcharnos,demarcharnosya.EstoyseguradequeesoesloquelehabríaparecidobienaJim.

La señora Ralston retrocedió un par de pasos. La fría determinación deCharlottelaamilanóyfueincapazdehallarunarespuestainmediata.

—Ah,¿entoncesteresultamásfácilsacrificar lafelicidaddeTinaquetuorgullo?

—¿Miorgullo?No tengoderechoa enorgullecermedenada salvodemihija.Yeseorgullonolosacrificaréjamás.

—Nadie te pide que lo hagas.No estás siendo razonable.Eres cruel.LoúnicoquequieroesquesemepermitaayudaraTinaytúmehablascomosiestuvieseinterfiriendoentusderechos.

—¿Mis derechos? —Charlotte acompañó sus palabras de una risasarcástica—.¿Cuáles?Yonotengoderechos,niantelaleynienelcorazóndemipropiahija.

—¿Cómopuedesdeciralgoasí?SabesqueTinateadora.

—Sí,con lástima,comoyomismasolíaquereramisviejas tías solteras.Tenía dos, ¿recuerdas? ¡Parecían bebés ajados! A los niños se nos advertíasiemprequenodijésemosnadaquepudiesemolestaratíaJosieoatíaNonie,exactamenteigualqueteescuchéatidecírseloaTinalaotranoche.

—Oh—murmuróDelia.

Charlotte Lovell permanecía de pie ante ella, demacrada, intransigente,inconmovible.

—No,estoyahaduradodemasiado.Voyacontárselotodoyallevármela

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deaquí.

—¿Contarlelodesunacimiento?

—Nuncameavergoncédeello—replicóCharlotteconvozentrecortada.

—Entonces,¿lasacrificas,lasacrificasportuafándecontrolsobreella?

Las dos mujeres se observaron, agotadas sus respectivas municiones.Desde el temblor provocado por la indignación observó Delia cómo suantagonista vacilaba, trastabillaba y se desplomaba en el diván con unmurmulloentrecortado.Charlotteocultósurostroenloscojines,aferrándoloscon las manos crispadas. La feroz pasión maternal que antaño la lanzasecontra aquellosmismoscojines ladoblegabaahora conmayor ímpetu, en laagoníadeunarenunciaaúnmásamarga.ADelialeparecíaestarescuchandoellamentodeantaño:«¿Perocómovoyarenunciaramihija?».Sedisipósufugazanimosidad,yseinclinósobrelosconvulsoshombrosdelamadre.

—Chatty…Estaveznoserácomorenunciaraella.¿Esquenopodemosseguirqueriéndolalasdos?

Charlotte no respondió. Durante largo rato permaneció callada, inmóvil,conelsemblantevuelto.Parecíacomositemiesemostrarloalrostroinclinadosobreella.Sinembargo,alcabodeunmomento,Deliacomenzóapercibirunpaulatinorelajamientodelostensosmúsculosyvioqueunodelosbrazosdesuprimaseestirabatanteandotorpemente.EllabajólamanóparaasiraquellosdedossuplicantesyCharlottelatomóyselallevóaloslabios.

CAPÍTULO6

TinaLovell—enadelanteseñoritaTinaRalston—secasaríaenjulioconLanningHalsey.Elcompromisosehabíaanunciadoenelmesdeabrily,enunprincipio,lasmatronasdelclanpusieronelgritoenelcieloporloindecorosodeunnoviazgotanbreve.EnelNuevaYorkdeentoncestodoelmundoestabade acuerdo en que «había que darle a los jóvenes tiempo para conocerse».Aunque lamayoría de las parejas que conformaba la sociedad neoyorquinahabía jugado junta desde la infancia y procedía de padres que, a su vez, seconocían de toda la vida, la tácita ley del decoro exigía que se tratase a lapareja recién comprometida como si acabase de conocerse. En los estadossureños las cosas eran diferentes: en sus anales no eran extraordinarios loscompromisos repentinos, incluso los matrimonios con fuga incluida. Peropremuras de esa índole eran menos compatibles con la flemática sangreneoyorquina,dondeelritmodevidaaúnseregíaporlatempladaidiosincrasiaholandesa.

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Pese a ello, en un caso tan insólito como el de TinaRalston, a nadie lesorprendía que se hubiesen pasado por alto los convencionalismos. Paraempezar, todo elmundo sabía queTina no tenía nada deRalston, a no ser,claro está, que uno estuviese dispuesto a dar crédito a los rumores sobre elinsospechado«pasado»delpobreJimyalamagnanimidaddesuesposa.Perolamayoríadelasopinioneserancontrariasalrespecto.Lagenteseresistíaaacusaraunmuertodeunaofensadelaquenopodíadefenderse,demodoquelosRalstondeclararonunánimementeque,sibiendesaprobabanporcompletoelprocederdelaseñoradeJamesRalston,estabanconvencidosdequenuncahabría adoptado a Tina de haber sabido que su acción podría «manchar lareputación»desudifuntoesposo.

No, la chica quizá fuese una Lovell —incluso dicha posibilidad secuestionaba—,perodesde luegono era unaRalston.Susojos castañosy suespontáneo talante la excluían tan claramente del clan que nunca resultónecesariaunaexcomuniónformal.Dehecho,lamayoríadelagentecreíaque—tal como había afirmado siempre el doctor Lanskell— su origen erainexpugnable,querepresentabaunodelosmisteriosinsolublesquedevezencuandosorprendeneincomodanalascomunidadeslargamenteestablecidas,yque suadopciónporpartedeDeliaRalstonconstituíaunapruebamásde launión entre los Lovell, puesto que la niña había sido acogida por la señoraRalstonsoloporquesuprimaCharlotteestabamuyencariñadaconella.SeríaexageradoafirmarquealoshijosdelaseñoraRalstonlescomplacíalaideadelaadopcióndeTina,peroambosseabsteníandehacercomentarios,atenuandolosefectosdelcaprichodesumadreconundignosilencio.Asíencubríanlasfamilias del rancio Nueva York las excentricidades de alguno de susmiembros, y siempre que hubiese «dinero suficiente para vivir bien» seconsiderabademalgustoquelosherederoshiciesengaladetacañeríaanteladesviacióndeunapequeñasumadelpatrimoniogeneral.

No obstante, desde el momento de la adopción de Tina, Delia fueperfectamente consciente de la distinta actitud de sus dos hijos hacia supersona.Latratabanconcondescendencia,casiconpaternalismo,comoaunmenoralqueselehaperdonadounpequeñodeslizdejuventud,peroalqueenconsecuenciahayquesometeraunavigilanciamásestrecha.Lasociedad,porsuparte,ledispensabalamismarecelosaindulgencia.

Indudablemente, Delia tenía (Sillerton Jackson fue el primero enexpresarlo así) una particularmanera de «salirse con la suya».No se habíavistonadaparecidoenNuevaYorkdesdequelaosadaseñoraMansonMingottdoblegaselavoluntaddesuesposo.PeroelmétododelaseñoraRalstoneradistinto, no tan fácil de analizar. Lo que la señora Manson Mingott habíaconseguidoafuerzadeagudezaverbal,invectiva,insistenciaeidasyvenidas,laotra loobtuvosin levantar lavoz,sindarnunca la impresióndesacar los

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pies del plato. Cuando convenció a Jim Ralston para acoger a la pequeñahuérfana, lo hizo sin aspavientos, sin que se supiese cómo o cuándo, demanera que a la mañana siguiente ambos reaparecieron ante todos tanimperturbablesycomplacidoscomodecostumbre.¡Yahora,eneltemadelaadopción, había seguido un método idéntico! Según Sillerton Jackson, secomportaba como si la adopcióndeTina fuese algoque siempre se hubiesedado por hecho y le producía perplejidad la extrañeza de la gente. Y, claroestá, ante laperplejidaddeDelia, ladel resto se antojaba tan fuerade lugarquepaulatinamentetodosdesistierondeexhibirla.

Pero en realidad, bajo la seguridad deDelia subyacía una barahúnda dedudase incertidumbres.Sinembargo, comoyaaprendieraenciertaocasión,unopodíahacer loquesepropusiera (talvez inclusomatar) siemprequenotratasededarexplicaciones,yéstaeraunalecciónquenohabíaolvidado.Nodioexplicacionescuandoseresponsabilizódelbebéexpósito,comotampocopensabadarlasahorarespectoalaadopción.Selimitaríaaproseguirconsusasuntoscomosinotuviesequerendircuentasdenada.Lacontinuadaprácticadecontenciónmorallaayudabaareservarsesusdudasparasímisma.

Tales dudas tenían menos que ver con la opinión pública que con lospensamientosmásrecónditosdeCharlotteLovell.Trassuprimermomentodetrágica resistencia, Charlotte se había mostrado patéticamente —ydolorosamente— agradecida. La actitud de Tina corroboraba que teníamotivosparaestarlo.DurantelosdíasquesiguieronasuregresodelbailedelosVandergrave,TinahabíamostradounairetaciturnoysombríoqueaDeliale recordabapenosamente ladevastada imagendeCharlotteLovell reflejadaenelespejodesudormitorioañosatrás.Elprimercapítulodelahistoriadelamadreestabaescritoenlosojosdelahija,ylasangreSpenderdeTinapodíaprecipitar los acontecimientos. Durante aquellos primeros días de mudavigilancia, Delia descubrió, con pavor y compasión, lo justificado de lostemoresdeCharlotte.AmbashabíanestadoapuntodeperderaTina.Atodacostahabíaqueimpedirqueserepitiesedichoriesgo.

En términos generales, los Halsey se habían comportado de formaadmirable. Lanning deseaba casarse con la protegida de la apreciada DeliaRalston, quien, como era bien sabido, adoptaría en breve el apellido de sumadreyheredaríasufortuna.¿PodíaunHalseyaspiraraalgomejorqueaotraalianza con un Ralston? Losmatrimonios entre ambas familias habían sidofrecuentes.LosprogenitoresHalseydieronsubendiciónconunaprestezaqueevidenciabasuspropias inquietudes,yelaliviodeveraLanning«asentado»compensósobradamentelosposiblesinconvenientesdelenlace.Comoeradeesperar,unavezcelebradoelmismo,nisiquieraentreellosmismosvolveríana admitir la existencia de dichos inconvenientes. El Nueva York mástradicional tendía apasarpor alto loquepudiese interferir conel impecable

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decorosocialdesusdesignios.

Naturalmente, Charlotte Lovell percibía y registraba todo aquello.Aceptabalasituación—ensusmomentosdeintimidadconDelia—comounamás de la larga lista de indulgencias concedidas a una pecadora que no lasmerecía.Una frase suya resumía lanaturalezadesuabnegación:«Almenosasí ella nunca sospechará la verdad». El propósitomás firme en la vida deaquelladesdichadamujereraquesuhijanoaveriguasenuncaelvínculoentreambas…

Sin embargo, para Delia, el principal consuelo era contemplar a Tina.Aquella mujer madura, cuya vida entera había sido trazada y teñida por eltenuereflejodeunafelicidadcontrariada,vivíacomoembelesadaalaluzdeladicha consentida. A veces, observando el rostro cambiante de Tina, sentíacomosi fuese supropia sangre laque latíaenél, comosipudiese leer cadauno de los pensamientos y emociones que nutrían aquellas caudalosascorrientes.ElamordeTinaeradeíndoletempestuosa,concontinuosaltibajosdeéxtasisydecaimiento,dearroganciay timidez.Así,desplegadasanteellaconingenuafranqueza,Deliapercibíalasvisiones,anhelosyensoñacionesdesureprimidajuventud.

No era fácil discernir lo que la joven pensaba en realidad sobre suadopción.Aloscatorceañosconociólaversiónaceptadasobresusorígenes,asumiéndola con la despreocupación con la que un chiquillo feliz acepta unhechoremotoeinconcebiblequenoalterasustancialmenteelordenconocidodelascosas.Yconidénticoespírituaceptósuadopción.Sabíaquelehabíanconcedido el apellido Ralston para posibilitar su matrimonio con LanningHalsey. Delia tenía la sensación de que las pequeñas dudas quedabansumergidasbajosugratituddesbordante.«Siemprehepensadoenticomoenmimadreyahora,queridamía,loeresdeveras»,lehabíasusurradoTinaconsumejillacontraladeDelia.Entrerisashabíareplicadoésta:«¡Bueno,silosabogadosmelopermiten!».Yahíhabíaquedadoelasunto,arrastradoporeltorbellino del entusiasmo de Tina. Por aquellos días, todos ellos, Delia,Charlotte e incluso el galante Lanning, eran como briznas de hierbaarremolinadasenunsoleadotorrente.

La dorada marea les empujaba hacia delante, cada vez más cerca de lamágica fecha. Delia, absorta en preparativos nupciales, se asombraba de larelativaindiferenciaconlaquehabíaencargadoeinspeccionadolosmilyundetallesparaelenlacedesupropiahija.Nadalehabíaaceleradoelpulsoenlos plácidos esponsales de la joven Delia. En cambio, a medida que seaproximaba el día de la boda de Tina, su imaginación volaba a la par deltiempo.LaceremoniasecelebraríaenLovellPlace,laantiguaresidenciaenelEstrechodondesehabíacasado lapropiaDelia,ydondepasaba losveranosdesde la muerte de su madre. Aunque desde entonces la zona se había

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expandidoenunareddecallejuelas,laviejamansiónconsuterrazaporticadaaúnmirabahacialoscanalesdeHellGate,porencimadelpradoasilvestradoydelosfrondososarbustos.Lossalonesconservabansusdelicadosycoquetossofás, susconsolasyvitrinasSheraton.Nadie sehabíaplanteadosustituirlospormobiliariomásmodernoporqueelcrecimientodelaciudadhacíapensar,concrecientefundamento,enlainminenteventadelapropiedad.

La de Tina, al igual que la de la señora Ralston, sería una «bodadoméstica», sibien lasociedadepiscopalianacomenzabaa recelardedichasceremonias, por ser el ignominioso último recurso de baptistas, metodistas,unitariosydemássectasqueprescindíandelaltar.Noobstante,enelcasodeTina, tanto Delia como Charlotte opinaban que la mayor intimidad de unabodacelebrada en casa compensaba su caráctermenos solemne.LosHalseysecundaron ladecisión.Porconsiguiente, las señoras se instalaronenLovellPlaceantesdefinalesdejunio,ycadamañanapodíaverseelvelerodeljovenLanningHelseycruzandolabahíayplegandosuúnicavelaenelamarraderoalpiedelprado.

Nadierecordabaunmesdejuniocomoaquél.Lasrosasdedamascoylasgualdas del porche nunca habían recibido una brisa estival como la quepenetraba por las cristaleras; los nudosos naranjos traídos del viejoinvernaderoporticadojamáshabíanflorecidodeformatanexuberante.InclusolosalmiaresdelpradodesprendíanaromasdeArabia.

La noche previa a la boda, Delia Ralston estaba sentada en el porchecontemplando cómo se elevaba la luna sobre elEstrecho. Se sentía fatigadaporelsinfíndepreparativosdeúltimahorayapenadaalpensarenlapartidadeTina.A la noche siguiente la casa estaría vacía.Hasta que les llegase lamuerte,Charlotteyellasesentaríanjuntasysolasjuntoalalámparadenoche.Era absurdo lamentarse así, no era —se recordó a sí misma— «propio deella».Perodemasiadosrecuerdosseavivabansusurrándole,teníansucorazónasediado.Alcerrarlapuertadelsilenciososalón,yatransformadoencapilla,con su altar revestido de encajes, los estilizados jarrones de alabastroaguardandolasrosasblancasylaslilasdejunio,laestrechaalfombrarojaqueseparabalosbancosdesdelapuertahastaelimprovisadopresbiterio,leasaltóla idea de que tal vez hubiese sido un error regresar a Lovell Place para laboda.Volvióaverseconsuvestidodemuselinaindiadetallealtoybordadocon margaritas, con las sandalias de satén, el velo de Bruselas… Se vionuevamentereflejadaenelviejoespejodoradomientrasabandonabaaquellamisma sala del brazo triunfal de Jim Ralston, y la mirada aterrada queintercambióconsupropiaimagenjustoantesdeocuparsulugarbajoelarcode rosas blancas del vestíbulo, sonriendo a los asistentes que la felicitaban.¡Ah,quéimagentandistintareflejaríaelespejoaldíasiguiente!

ResonarondentrodelacasalospasosaceleradosdeCharlotteLovellyésta

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salióareunirseconlaseñoraRalston.

—VengodelacocinadedecirleaMelissaGrimesquecuentealmenoscondoscientosplatosdehelado.

—¿Doscientos? Sí, supongo que será lo mejor, teniendo en cuenta quevienen todos los parientes de Filadelfia—calculóDelia—. ¿Qué hay de lossalvamantelesdeencaje?

—NosarreglaremosdemaravillaconlosdetutíaCeciliaVandergrave.

—Sí.Gracias,Charlotte,portomartetantasmolestias.

—Oh… —protestó Charlotte esbozando su típica mueca de desdén. YDelia captó lo irónico de agradecerle a una madre que se ocupase de losdetallesdelabodadesupropiahija.

—Siéntate,Chatty—lesusurró,sintiendoqueseruborizabaanteeldesliz.

Conungestodefatiga,Charlottesesentóenlasillamáscercana.

—Mañana tendremos un día espléndido —comentó contemplandopensativaelcielodespejado.

—Sí.¿DóndeestáTina?

—Estámuycansada.Laheenviadoarribaadescansarunpoco.

AquelloadmitíatanpocadiscusiónqueDelianorespondiódeinmediato.Alcabodeunosinstantesdijo:

—Lavamosaechardemenos.

Charlottereplicóconunmurmulloininteligible.

Ambas primas permanecieron calladas, Charlotte tan erguida como decostumbre,aferrandoconsusescuálidasmanoslosreposabrazosdesuvetustoasiento de anea, Delia ligeramente hundida en un sillón de respaldo alto.Habíanintercambiadolasúltimasobservacionesacercadelospreparativosdela mañana. Nada quedaba por comentar acerca del número de invitados, laelaboracióndelponche,losdetallesdelaindumentariadelsacerdoteosobreladisposicióndelosregalosenlahabitacióndehuéspedesmásespaciosa.

Solountemalesquedabaportratar,yDelia,observandoeladustoperfildesu prima recortado a la menguante luz crepuscular, esperó a que Charlottehablaseenprimertérmino.PeroCharlottepermanecíamuda.

—Heestadopensando—sedecidiófinalmenteDelia,conunimperceptiblequiebroenlavoz—queahoradebería…

Le pareció advertir que las manos de Charlotte se crispaban sobre losbrazosdelsillón.

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—¿Deberíasqué…?

—Bueno, tal vez debería subir unos minutos antes de que Tina seduerma…

Charlottenorespondióunapalabra,claramenteresueltaanofacilitarlelascosas.

—Mañana —prosiguió Delia— estaremos tan atareadas desde primerahora que, con tanto ajetreo y nerviosismo, no veo cómo voy a apañármelaspara…

—¿Para…?—repitiómecánicamenteCharlotte.

Enlapenumbra,Deliasintióqueseacentuabasusonrojo:

—Enfin,supongoqueconvendrásconmigoenquehabríaquedecirlealgoa laniñarespectoa losnuevosdeberesyresponsabilidadesque…Bueno, lonormalenestoscasos,¿no?—concluyóvacilante.

—Sí,yahepensadoenello—replicóCharlotte.Nodijonadamás,peroensutonoadivinóDeliaelresurgirdeltenebrosorechazoqueindefectiblementesemanifestaba en losmomentos cruciales de la vidadeTina.No conseguíaentender por qué en situaciones así Charlotte se volvía tan hierática einaccesible,yenestecasoenparticularnoveíamotivoparaqueaquelcambiodeactitudinterfirieseenloqueellaconsiderabasudeber.Tinadebíadeañorarentrar de sumano en su nueva vida, tanto como la propiaDelia ansiaba elintercambiodeveladasconfidenciasqueconstituiríasuíntimoadiósasuhijaadoptiva.Conelcorazónlatiéndolealgomásaceleradamentedelohabitual,selevantóyatravesólapuertadevidrieraparaaccederalsalónenpenumbra.Porentrelascolumnasdelagalería,lalunaarrojabaunaanchafranjadeluzsobrelas hileras de sillas e iluminaba el altar revestido de encajes, con suscandelabrosyflorerosvacíos,orlandoasimismoenplataelatribuladoreflejodeDeliasobreelespejodelentrepaño.

Cruzólahabitaciónendirecciónalvestíbulo.

—¡Delia! —la voz de Charlotte sonó tras ella. Delia se giró y ambasmujeresseobservaronbajolaclaraluz.ElrostrodeCharlotteteníaelmismoaspectoqueaquelinfaustodíaenqueDelialoviesereflejadoenelespejodeltocadorporencimadesuhombro.

—¿PensabassubirahoraahablarconTina?—inquirióCharlotte.

—Yo…Sí.Soncasilasnueve.Creíque…

—Sí, ya veo. —La señorita Lovell realizaba visibles esfuerzos porcontrolarse—.Compréndeme túamí,Delia, si tepido,por favor,queno lohagas.

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Deliamiróasuprimaconunaimprecisaaprehensión.¿Quénuevomisterioencubríaaquelextrañoruego?Perono, ladudaquecruzóun instanteporsumenteerainadmisible.¡ConfiabaplenamenteensuTina!

—Admito que no lo entiendo, Charlotte. Doy por descontado queconsiderasnaturalqueunamuchachatengaelconsuelodesumadrelanocheantesdesuboda,quecuenteconsu…

—Si, lo considero natural. —Charlotte respiraba con agitación—. Lacuestiónes:¿cuáldenosotrasessumadre?

Deliaretrocedióinstintivamente.

—¿Cuáldenosotras…?—balbuceó.

—Sí.Oh,nocreasqueeslaprimeravezquemehagoestapregunta.Pero,enfin,mehepropuestonoalterarme,permanecerserena.Nopretendomiraratrás.Heaceptado…Loheaceptadotodocongratitud.Soloqueestanoche…Porestanoche…

ADelialaembargólalástimaquesiempreprevalecíasobrecualquierotrosentimiento en los excepcionales momentos de confidencia con CharlotteLovell.Seleformóunnudoenlagargantayguardósilencio.

—Soloporestanoche—concluyóCharlotte—serésumadre.

—¡Charlotte!Nopensarásdecírselo…precisamenteahora—estallóDeliasinpodercontenerse.

Charlotteriódébilmente:

—¿Tanodiosotepareceríaquelohiciese?

—¿Odioso?¡Esapalabranocabeentrenosotras!

—¿Quenocabeentrenosotras?Perosieslapalabraquesehainterpuestoentrenosotrasdesdeelprincipio,desdeelprimermomento.Desdeeldíaenquedescubristeque,despuésde todo,aClementSpendernose le rompióelcorazónpornohabersido lobastantebuenopara ti; ¡desdequehallasteunaformaderepresaliaydesagravio teniéndomea tumercedyarrebatándomeasu hija! —Las palabras de Charlotte brotaban incandescentes, comoexpulsadas desde abismos infernales. Al cabo de un instante el fuego seextinguió,agachólacabezaypermanecióensilencioyatribuladaanteDelia.

La reacción inicial de Delia fue de ultrajado rechazo. Mientras ellaúnicamentehabíaalbergadoternura,compasión,deseosdecolaboraryayudar,en el corazón de la otra habían prendido aquellas vilezas. Fue como si unhumonocivosehubieseesparcidosobreunradiantepaisajeestival.

Porlogeneralestetipodereaccioneseranprontoseguidasdeunaactitud

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conciliadora. Pero Delia no fue capaz de invocarla en aquella ocasión. Seadueñódeellauncansancioinfinito.

—Sí—dijolentamente—.Avecescreoquerealmentemeodiastedesdeelprimermomento,quemehasodiadoportodoloqueheintentadohacerporti.

Charlottelevantólacabezabruscamente:

—¿Hacerpormí?¡PerositodolohashechoporClementSpender!

Deliaselaquedómirandoconunasensaciónparecidaalterror:

—Ereshorrible,Charlotte.PalabradehonorquehaceañosquenopiensoenClementSpender.

—¡Ah,yalocreoquehaspensadoenél,yalocreo!PensabasenélcadavezquepensabasenTina,enélyennadiemás.Unamujernodejanuncadepensar en el hombre al que ama. Piensa en él durante muchos años, dedistintas formas y demanera inconsciente, lo hace a través de un sinfín decosas:libros,cuadros,puestasdesol,unaflor,unacinta…ounrelojsobrelarepisadelachimenea.—Charlottedejóescaparsufamiliarrisadespectiva—.Precisamenteporesoapostéporti,yasabes,poresoacudíatiaqueldía.SabíaqueleestabaproporcionandootramadreaTina.

De nuevo aquel humo venenoso pareció envolver a Delia: que ella yCharlotte, dosmujeres provectas, estuvieran hablando de odios ante el altarnupcialdeTina,leparecíaalgoincreíblementemiserableeindigno.

—¡Perversa!¡Eresunamujerperversa!—leespetó.

Justoentoncessedisipólabrumamalignay,atravésdeella,Deliaalcanzóaverlaimagen,desquiciadaypatética,delamadrequenoeratalyqueconcada claudicación se había sentido despojada de un privilegio. Se acercó aCharlotteylepusounamanosobreelbrazo.

—Aquíno.Nohablemosasíaquí.

Laotraseapartó.

—Dondetúdigas,pues.¡Notengopreferenciasalrespecto!

—Pero ¿esta noche, Charlotte? ¿La noche antes de la boda de Tina?¿Acasonoestálacasaenteraimpregnadadeella?¿Cómovamosaencontrarunsitioparaseguirdiciéndonosatrocidades?—Charlottepermaneciócalladay Delia prosiguió en tono más firme—: Nada de lo que digas conseguiráherirme de veras… durante mucho tiempo. Y yo no quiero lastimarte a ti,nuncapretendíhacerlo.

—¿Ahora dices eso, cuando nunca has evitado hacer todo aquello quepudiese separarmedemi hija? ¿Crees que ha sido fácil, a lo largo de todos

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estosaños,oírlallamartemamá?Oh,yasé,yasé,acordamosqueellanuncadebíasospechar…Perositúnotehubiesesinterpuestosiempreentrenosotras,ellasolomehabría tenidoamí,habríasentidopormí loqueunahijasientepor sumadre, no habría tenidomás remedio que quererme amímás que anadie. Con tu indulgencia y tu generosidad has terminado robándome amihija.Yyolohetoleradotodoporella,porquesabíaquenoteníaalternativa.Pero esta noche, esta noche ella me pertenece a mí. Esta noche no podríasoportarqueseaatiaquienllamemadre.

Delia Ralston no respondió enseguida. Le pareció que por primera vezhabía fondeadoen lasprofundidadesde lapasiónmaternal,y lasobrecogíanlosecosquereverberabanensuinterior.

—Cuántodebesdequererla—murmuró—paradecirme talescosas.—Yseguidamente,conunúltimoesfuerzo—:Sí, tienes razón.Nosubiréaverla.Erestúquiendebeir.

ObedeciendoaunimpulsoCharlottetratódeacercárselepero,alzandounamano en ademán disuasorio, Delia cruzó la estancia y salió de nuevo alporche.Mientras se sentaba en su sillónoyó abrirsey cerrarse la puerta delsalón,asícomoelsonidodelospasosdeCharlotteenlasescaleras.

Deliapermaneciósentadaasolasenmediodelanoche.Habíaapuradolaúltima gota de su magnanimidad e intentó apartar a Charlotte de su menteintranquila.¿Quéestaríaocurriendoarribaenaquel instante?¿Quésiniestrasrevelaciones darían al traste con las ilusiones nupciales de Tina? Bueno,aquello era algo con lo que tampoco podía elucubrar. Ella, Delia Ralston,habíadesempeñadosupapel,habíahechocuantoestabaensumano.Nadalequedabayasinotratardesobreponerseaaquellaamargasensacióndederrota.

Había un extraño poso de verdad en algunas de las cosas dichas porCharlotte. ¡Qué intuitiva lahabíavuelto lapasiónmaternal!Eracomosisuscelosposeyeranunmillardeantenas.Sí,eraciertoqueDeliahabíarellenadolabeatitudyladulzuradelavísperanupcialdeTinaconensoñacionessobresupropiopasadoincumplido.Sutil,imperceptiblemente,sehabíareconciliadoconelrecuerdodeloquehabíaperdido.Durantelosúltimosdíashabíavividolavidadelajoven,habíasidoTina,yTinahabíasidoellamismaañosatrás,lalejanaDeliaLovell.Ahora,porprimeravez,sinavergonzarse,sinautocensura,sinremordimientosniescrúpulos,podíaDeliasucumbiralafantasíadeamorcorrespondidoque su imaginación siemprehabía rechazado.Habíahecho suelecciónensujuventudylahabíaaceptadoensumadurez.Yaquíyahora,enesta felicidad nupcial, tan inexplicablemente suya, hallaba la compensaciónportodoloquehabíaperdidoyaloque,sinembargo,nuncarenunció.

AhoraDeliasabíaqueCharlottelohabíaadivinadotodoyqueellolahabíallenadodeunferozresentimiento.HacíatiempoqueCharlottehabíadeclarado

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queenrealidadClementSpendernunca lehabíapertenecido.YsepercatabadequelomismosucedíaconlahijadeClementSpender.Cuandolaverdadsele impuso,Delia sintióqueel corazónvolvía a inundárselede la compasiónque habitualmente sentía por su prima. Comprendía que era algo terrible ysacrílego interferir en el destino de otro, rozar siquiera, aunque fuese porafecto, el derechode cada ser humano a amary a sufrir a sumanera.DeliahabíaintervenidoendosocasionesenlavidadeCharlotteLovell:eranaturalque Charlotte fuese su enemiga. ¡Tan solo deseaba que no se vengaselastimandoaTina!

Los pensamientos de la madre adoptiva regresaron penosamente alpequeñodormitorioblancodelpiso superior.Había sido su intenciónque lamediahoraconTinadejasealajovensumidaenpensamientostanfragrantescomolasfloresquehallaríajuntoaellaaldespertar.Encambioahora…

Delia abandonó súbitamente sus cavilaciones. Se escucharon pasos en laescalera,Charlottedescendiendoenmediodelacasasilenciosa.Deliasepusoenpieenuninconscienteimpulsodehuida:sesentíaincapazdeafrontarlosojos de su prima. Dobló la esquina de la galería, esperando hallar lascontraventanas del comedor sin trabar para poder escabullirse hasta suhabitaciónsinservista.PeroenmenosdeuninstanteCharlotteestuvojuntoaella.

—¡Delia!

—Ah,¿erestú?Subíaaacostarme.—ADelialefueimposiblereprimirundejodeacritudensutono.

—Sí, es tarde. Debes de estar agotada —Charlotte hizo una pausa.Tambiénsutonoeratensoycontrito.

—Sí,loestoy—admitióDelia.

Bajolaquietudlunar,laotraseaproximóyletocótímidamenteelbrazo.

—PeronoirásaacostartesinsubiraveraTina.

Deliasepusorígida.

—¿Tina?¡Perosiesmuytarde!¿Noestáyadurmiendo?Creíaquehabíasdichoquetequedaríasconellahastaque…

—Nosésiestádormida—Charlottehizounapausa—,noheentrado,perohayluzbajosupuerta.

—¿Nohasentrado?

—No,mequedéparadaenelpasilloeintenté…

—¿Quéintentaste?

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—Pensarenalgo,algoquedecirlesinque…sinqueellasospechase…—Se interrumpióconun sollozo,peroprosiguióconunúltimoesfuerzo—.Esinútil. Tenías razón: no hay nada que yo pueda decir. Tú eres su verdaderamadre.Veconella.Noesculpatuya…nimía.

—Oh…—gimióDelia.

Charlotteseabrazóaellaenafligidoabatimiento.

—Dijistequeyoeraperversa.Nolosoy.Despuésdetodo,¡fuemíacuandoerapequeña!

Delialerodeóloshombrosconelbrazo:

—Shhh,querida,subiremoslasdosaverla.

Laotrasucumbióalcontactoafectivoy,juntas,ambasmujeressubieronlasescaleras,acompasandoCharlottesupasovehementealosmovimientosmáspausadosdeDelia.AvanzaronporelpasillohastalapuertadeldormitoriodeTina,peroallíCharlotteLovellsedetuvonegandoconlacabeza:

—No,tú.—Ysealejó.

Tinaestabaacostada,conlosbrazoscruzadosbajolacabeza,reflejadaensumiradadichosa laplateada franjadecieloqueentrabapor laventana.LesonrióaDeliadesdesuestadodeduermevela.

—Sabíaquevendrías.

Delia se sentó a su ladoy lasmanos entrelazadasde ambasdescansaronsobre la colcha. No se dijeronmucho, después de todo, su complicidad lespermitía prescindir de las palabras. Delia no fue consciente del tiempo quepermaneciójuntoalajoven:seabandonóalhechizodelanochedeluna.

PeroderepentepensóenCharlotte,solatraslapuertacerradadesualcoba,alerta,desvelada,alaespera.Delianodebía,porsupropiodeleite,prolongaraquelladramáticavigilia.SeinclinóadarleaTinaunbesodebuenasnoches.Acontinuaciónsedetuvoenelumbralysevolvió:

—Querida,solounacosamás.

—¿Sí?—murmuróTinaadormilada.

—Quieroquemeprometas…

—Loquequieras,loquequieras,mamáquerida.

—Bien, pues que al despedirtemañana, justo en el últimomomento, yasabes…

—¿Sí?

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—Trashabertedespedidodemíydetodoelmundo,justocuandoLanningteestéayudandoasubiralcarruaje…

—¿Sí?

—Que le des tu último beso a tíaCharlotte.No lo olvides, el último detodos.

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