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LA PACÍFICA MUERTE DEL PECULIAR EMPERADOR FEDERICO EN 1250 FRANCISCO SUÁREZ SALGUERO

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LA PACÍFICA MUERTE

DEL PECULIAR EMPERADOR

FEDERICO EN 1250

FRANCISCO SUÁREZ SALGUERO

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Francisco Suárez Salguero ha compuesto estos escritos esmerándose en ofrecer

la crónica cronológica que el lector podrá aprovechar y disfrutar. Lo ha hecho

valiéndose de cuantas fuentes que ha tenido a mano o por medio de la red in-

formática. Agradece las aportaciones a cuantas personas le documentaron a tra-

vés de cualquier medio, teniendo en cuenta que actúa como editor en el caso de

algún texto conseguido por las vías mencionadas. Y para no causar ningún per-

juicio, ni propio ni ajeno, queda prohibida la reproducción total o parcial de este

libro, así como su tratamiento o transmisión informática, no debiendo utilizarse

ni manipularse su contenido por ningún registro o medio que no sea legal, ni se

reproduzcan indebidamente dichos contenidos, ni por fotografía ni por fotocopia,

etc.

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A MODO DE PRÓLOGO

A MEDIADOS DEL SIGLO XIII

Estamos a mitad del siglo XIII. El año 1250 (MCCL) fue un año normal dentro del

calendario juliano que empezó en sábado. Y aquí ofrecemos lo encontrado de Víctor

Manuel Galán Tendero (29 de diciembre de 2014) escribiendo sobre dos monarcas poco

convencionales, Federico II (que muere en este año 1250) y Alfonso X (que reinará so-

bre todo a partir de la muerte de su padre, Fernando III, en 1252). He aquí lo siguiente,

inspirándonos en el mencionado autor, docente de geografía e historia.

En la Plena Edad Media, se esperaba de un rey que fuera justo y buen guerrero, de-

jándose aconsejar por sus barones y manteniéndose obediente a los dictados eclesiásti-

cos. Cuando conquistaba alguna tierra, en nombre de Dios, su fama se acrecentaba

extraordinariamente. Había sido un gran monarca y se había comportado como tal.

Guillermo de Normandía en el siglo XI y Jaime I de Aragón en el XIII fueron re-

yes conquistadores, y Fernando III de Castilla y Luis IX de Francia santos. Evidente-

mente también hubo monarcas denostados como Juan sin Tierra, incapaces de impo-

nerse a sus teóricos vasallos. Todos ellos tuvieron en común su carácter convencional

según los usos de su tiempo, algo que no compartieron ni el emperador Federico II ni

Alfonso X.

Tanto el emperador romano germánico como el rey sabio de Castilla fueron hombres

inteligentes, brillantes, celosos de su alta autoridad y muy grandes amantes del saber y

el conocer. Nunca su gusto por la cultura los hizo débiles al estilo de Enrique III de

Inglaterra. Las invectivas del padre Mariana contra Alfonso X no son correctas.

Tanto Federico como Alfonso supieron apreciar el valor de la cultura islámica y judía,

pese a creer en la superioridad del cristianismo. En Toledo el rey castellano protegió la

labor de los famosos traductores, y en el conquistado reino de Murcia intentó atraerse a

los sabios musulmanes más renombrados. Federico valoró el legado islámico en Sicilia,

supo llegar a un acuerdo satisfactorio con los poderes islámicos en su diplomática cru-

zada de 1228-1229 (sin duda la más inteligente de todas), y protegió a las comunidades

judías alemanas tras los hechos violentos de Fulda en 1236. Tal actitud no los convirtió

en gobernantes ecuménicos, sino en políticos astutos y afanosos de fortalecer su poder

con otros elementos, no dudando en atacar a los musulmanes cuando así les convino.

Ambos se enfrentaron a sucesores de carácter más convencional, como Sancho IV el

Bravo (1284-1295) y Enrique VII, que tras ser humillado y tratado con gran severidad

por su padre Federico II, y subordinado a él, murió prisionero por varios lugares de

Apulia en 1242. Muchos hombres de su tiempo no entendieron a sus extravagantes se-

ñores.

Bajo este punto de vista, Federico II fue mucho más lejos que Alfonso X, que muere

en 1284 habiendo por medio, como veremos, una notable oposición política a su per-

sona. El emperador fue excomulgado en distintas ocasiones por sus rivales papales, la

última en 1239, lo que condujo a su deposición en 1245 por Inocencio IV, en el Con-

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cilio I de Lyon, y a ser considerado el mismísimo Anticristo, antes y después, por sus

enemigos.

Desde esta perspectiva podemos entender que Federico II fuera acusado de practicar

crueles experimentos con niños y seres humanos indefensos, propios de un diabólico

hereje, empañando su gusto por la medicina, las matemáticas y la zoología. Apasionado

de la cetrería, a la que consideró una verdadera ciencia, Alfonso X también plació de la

caza, pero su obra se orientó en un sentido más literario e historiográfico que la del po-

lémico emperador.

A veces la investigación ha visto preferencias simbólicas por un número, cargadas de

ocultos significados, tanto en uno como en otro, pese a ser una cuestión tan resbaladiza

como discutible. Federico II plasmó en la octogonal edificación del Castel del Monte su

pasión por el ocho, que en la personalidad de Alfonso X se decantaría por el siete.

Las Siete Partidas, de cuya autoría alfonsí ha dudado algún investigador, fueron unas

leyes de inspiración romanista que sobrepasaron con mucho las de un reino, como pasó

con el castellano; fueron las Siete Partidas saturadas de filosofía política, y orientadas

hacia un futuro de plenitud de la potestad real. Definen a la perfección el regnum o el

alemán reich: la extensión a todo Occidente de la autoridad patrimonial de un monarca

erigido en emperador.

En este punto, Alfonso X sobrepujó al Federico II de las Constituciones de Melfi en

1231, que sólo afirmaron el poder del monarca sobre sus vasallos del reino de Sicilia,

acrecentando los instrumentos y el alcance de la justicia regia. El rey sabio merecería

más que el Hohenstaufen la consideración de creador intelectual del absolutismo, según

la perspectiva de J. Burckhardt (1818-1897), la de un gobernante autoritario occidental

que emplea métodos orientales de gobierno.

Quizá así podamos entender las razones que movieron al hijo de Beatriz de Suabia a

enfrascarse en el fecho del Imperio, tan atribulado tras la muerte en diciembre de 1250

de un Federico II que fuera considerado el estupor del mundo y posteriormente admi-

rado por Dante.

Un buen complemento de lo aquí expresado es, por ejemplo, visionar el film Stupor

mundi (1998), de Pasquale Squitieri, además de buenos documentales sobre la figura del

emperador.

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AÑO 1250

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AL-MANSURAH (DELTA DEL NILO – SULTANATO

AYUBÍ DE EGIPTO)

MURIÓ EN LA SÉPTIMA CRUZADA ROBERTO I DE ARTOIS

En Al-Mansurah, no lejos de Damieta, en el delta del Nilo, efectuándose uno de los

ataques de la séptima cruzada contra el sultanato de Egipto, a 8 de febrero de este año

1250, murió el conde Roberto I de Artois,1 hermano del rey Luis IX de Francia, te-

niendo 33 años de edad. Le han puesto de sobrenombre el Bueno. Era el tercero de los

hijos de Luis VIII de Francia y Blanca de Castilla.2 Cuando seguidamente contemos los

derroteros por los que transcurrió la séptima cruzada, tendremos el relato más detallado

de lo ocurrido en Al-Mansurah. El rey Luis lloró mucho por su hermano.

Roberto I de Artois, a 14 de junio de 1237, se había casado en Compiègne (lugar de su

condado) con Matilde de Brabante, hija del duque Enrique II de Brabante (muerto en

1248) y de la Hohenstaufen María de Suabia (muerta en 1235). De Roberto y Matilde

nacieron una hija y un hijo, a saber: Blanca, nacida en 1248,3 y Roberto, nacido en

septiembre de este año 1250, póstumo y heredero del condado de Artois.

1 El condado de Artois en la región francesa del Norte y Paso de Calais.

2 Nieto por línea paterna de Felipe II Augusto de Francia e Isabel de Henao y por línea materna de Al-

fonso VIII de Castilla y Leonor Plantagenet.

3 En 1269 se casará con el rey Enrique I de Navarra (1270-1274) y en 1276 con el conde Edmundo de

Láncaster, un Plantagenet. Blanca muere el 2 de mayo del año 1302, con 54 años de edad. Poco después

muere su hermano Roberto, el 11 de julio de ese mismo año 1309, con 52 años de edad.

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EL TRANSCURRIR DE LA SÉPTIMA CRUZADA:

DE EGIPTO A SAN JUAN DE ACRE

LOS AYUBÍES CAPTURAN A LUIS IX DE FRANCIA

EN LA BATALLA DE FARISKUR

Contamos cómo fue capturado por los ayubíes de Egipto el rey Luis IX de Francia, a 6

de abril de este año 1250, en la batalla de Fariskur.

Como ya ocurrió en la quinta cruzada (1217-1222), el primordial ataque de la séptima

cruzada se centró también sobre Damieta, ciudad portuaria en el delta del Nilo que ofre-

ció en ambos casos poca resistencia a los cruzados europeos. Como sabemos, llegaron

éstos a las costas egipcias el 5 de junio de 1249 y conquistaron Damieta al día siguiente,

siendo lugar mal defendido por su guarnición kurda y musulmana. El primer choque,

acaecido en las playas, había sido sin embargo encarnizado, habiéndose decantado a

favor de los cruzados, debido en gran parte a la disciplina de las tropas francesas, que

encabezaba el rey Luis, y por la valentía caballeresca de los cruzados implicados. El jefe

del ejército ayubí, el anciano visir Fajr ad-Din, había evacuado la ciudad ante el pánico

de la población y el desánimo de la guarnición. Como la guarnición no incendió los

pontones que permitían el acceso al lugar, del modo que se le ordenó, los cruzados no

tuvieron problema en ocupar Damieta.

En abril de 1249, el sultán egipcio Al-Salih Ayub regresó apresuradamente de Siria y

acampó con su ejército, como bien podemos recordar, en Al-Mansurah, previendo la

próxima llegad de los cruzados, tal como tenía notificado. Para entonces, estaba ya Al-

Salih con mucho deterioro personal, gravemente enfermo de tuberculosis, aunque no

dejó por ello de organizar la defensa y empeñarse en ella.

Las habituales inundaciones del Nilo se volvieron en contra de los cruzados, obli-

gándose a permanecer en la ciudad hasta el 20 de noviembre. En septiembre y octubre

alcanzó el Nilo su nivel más alto, lo que habría complicado el avance cruzado si se hu-

biese intentado. Mientras, el piadoso rey Luis transformó la ciudad conquistada, convir-

tiendo la mezquita en catedral, asignando calles y mercados a las repúblicas marítimas

italianas, y lidió con el desánimo de la tropa debido a la falta de acción, al clima y a las

enfermedades que la aquejaban. El rey rechazó además la propuesta del sultán ago-

nizante de intercambiar Damieta por Jerusalén. Los egipcios, por su parte, aumentaron

el acoso a los cruzados, organizando ataques a los soldados que se alejaban del campa-

mento.

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Sin embargo, cuando el enemigo ayubí se retiraba de Damieta hacia El Cairo, su-

frieron los egipcios de inmediato un serio revés: el 22 de noviembre falleció el sultán

Al-Salih. Su heredero (Turanshah) se hallaba lejos, en Al-Yazira turca, de modo que

una junta se hizo cargo de tomar el poder para evitar su vacío hasta que él llegara como

heredero y sucesor. La junta decidió también ocultar la muerte del sultán.

El 24 de octubre, cuando el descenso de las aguas del Nilo iba a permitir por fin el

avance de los cruzados, llegó Alfonso de Poitou –hermano del monarca francés– con

refuerzos militares de Francia. El duque Pedro de Bretaña,4 con apoyo de los barones de

Levante, propuso conquistar Alejandría para adueñarse del litoral mediterráneo de Egip-

to y obligar a pactar al sultán, pero Roberto de Artois se opuso con vehemencia a este

plan y el rey finalmente optó por respaldar a su hermano.

Vino luego el avance hacia El Cairo, sucediéndose la derrota de los cruzados y el

cautiverio de Luis IX entre otros. El 20 de noviembre, Luis marchó hacia El Cairo, de-

jando una gran guarnición para proteger Damieta. Como las aguas del Nilo tardaban en

descender y el terreno se hallaba cuajado de canales y acequias, el avance fue lento. Los

beduinos acosaban además a las huestes del rey francés. El día 22, como ya queda

dicho, falleció el sultán Al-Salih. La caballería egipcia hostigaba a las fuerzas del rey

Luis, pero no pudo detenerlas; el día 7 de diciembre se libró una batalla favorable a los

cruzados cerca de Fariskur y el 14 llegaron a Baramun. El grueso de las fuerzas egipcias

se mantuvo en todo momento al sur del principal canal de la zona, el Bahr al-Saghir,

que une el gran río con el lago Manzala.

El 21 de diciembre, los cruzados apenas habían recorrido un tercio de la distancia que

separa Damieta de El Cairo y habían llegado ante la ciudad de Al-Mansurah, aunque se

encontraban separados de ella por el canal de Ashmun (otro nombre del Bahr al-Saghir).

El ejército egipcio, que acampaba en torno a la ciudad fortificada, vigilaba los vados.

Los francos rechazaron un intento egipcio de atacarlos por la retaguardia, pero no con-

siguieron construir un dique para cruzar el canal por el continuo hostigamiento del

enemigo, que empleaba fuego griego.

La noche del 7 de febrero de 1250, sin embargo, un grupo cruzado acaudillado por el

hermano del rey francés, Roberto I de Artois, logró cruzar el canal por uno de los vados

peor defendidos por los egipcios, cerca de Salamun. Un copto de esta localidad había

desvelado a los cruzados su existencia a cambio de una recompensa. El duque de Bor-

goña, Hugo IV, quedó guardando el campamento mientras que el rey partía a cruzar el

canal. La vanguardia de esta columna, compuesta por los soldados de Roberto, los tem-

plarios y el contingente inglés que participaba en la empresa, la mandaba Roberto, que

tenía órdenes de no acometer al enemigo sin permiso del rey.

Temiendo ser descubierto, y pese a las amonestaciones de los templarios, que le re-

cordaron las órdenes que tenía, Roberto decidió asaltar de inmediato el desprevenido

campamento enemigo. Los cruzados cayeron por sorpresa sobre las tropas egipcias y

mataron al jefe del ejército, Fajr al-Din ibn al-Shaij, y sin esperar la llegada de re-

fuerzos, se abalanzaron al ataque hacia Al-Mansurah. Hasta entonces la suerte había fa-

4 Que muere a 6 de julio de 1250.

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vorecido al conde, que siguió desoyendo los consejos de prudencia provenientes de los

jefes templarios y de los caballeros ingleses. Los cruzados consiguieron entrar con fa-

cilidad en la ciudad, pero en cuanto entraron, se encontraron con que los mamelucos

Bahri improvisaron una defensa en las callejuelas; gran parte de los cruzados, incluido

el hermano del soberano francés, fallecieron en estos combates. De los doscientos no-

venta caballeros templarios que acompañaban a Roberto, sólo sobrevivieron cinco a la

refriega que hubo en las calles de Al-Mansurah.

Mientras tanto, el grueso del ejército cruzado alcanzó también la orilla sur del Nilo,

pero se encontró en una situación delicada: incapaz de hacerse con Al-Mansurah, sufría

problemas de suministro por el hostigamiento que las naves egipcias infligían a sus co-

municaciones con la retaguardia de los cruzados en Damieta. El rey Luis logró repeler

los asaltos egipcios en una encarnizada batalla y construir un puente de pontones para

facilitar el cruce del canal de sus últimas fuerzas, pero no logró tomar la ciudad. Para

entonces el ejército egipcio se había repuesto totalmente de la sorpresa, y se enfrentó en

combate con las huestes del soberano francés, resultando una batalla difícil de calibrar

en sus resultados. Puede decirse que se trató de uno de los combates más reñidos de la

época en esa región, y Luis IX tuvo dificultades para rechazar los embates egipcios, que

contaban con nuevas fuerzas llegadas del sur.

Zona oriental del delta del Nilo,

por donde se dieron los principales combates de la séptima cruzada

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Movimientos efectuados en Egipto durante la séptima cruzada

A finales de febrero de este año 1250, el nuevo sultán, Turanshah, llegó a Egipto y se

hizo con el poder, aunque para entonces la victoria se atribuía, como queda dicho, a los

mamelucos Bahri. Turanshah ordenó la construcción de una flotilla para interceptar los

suministros que desde Damieta recibían los cruzados acampados frente a la ciudad de

Al-Mansurah. La maniobra resultó extraordinaria: los egipcios se apoderaron de 80 em-

barcaciones enemigas, siendo capturadas 32 de ellas el 16 de marzo. No obstante, el rey

Luis esperaba (en vano) que se desatase una crisis por el fallecimiento del viejo sultán y

mantuvo el asedio durante ocho semanas.

El 5 de abril, el monarca francés decidió ordenar la retirada a Damieta. Sus fuerzas ha-

bían quedado diezmadas por el hambre, la disentería y el tifus. Tardíamente, el rey se

decidió a aceptar la oferta del fallecido Al-Salih que antes había rechazado, pero para

entonces los egipcios, noticiosos de la debilidad enemiga, se negaron a ello. Las huestes

cruzadas, desbaratadas y maltrechas, no logrando su destino o sus deseos, no tuvieron

más remedio que rendirse a los egipcios, el día 6 de abril de este año 1250. El rey estaba

enfermo y no pudo impedir que uno de sus sargentos diese la orden de capitular, casi al

mismo tiempo que el enemigo se apoderaba de la flotilla que transportaba a los heridos

aguas abajo. El rey Luis y el grueso de sus tropas quedaron cautivos. El monarca cayó

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enfermo de disentería. De inmediato, los dos bandos emprendieron las negociaciones

para que los cruzados obtuviesen la libertad a cambio de que entregasen Damieta y pa-

gasen un oneroso rescate. Aunque los egipcios tuvieron considerables miramientos con

los cautivos que podían reportarles jugosos rescates, no tuvieron inconveniente en deca-

pitar a aquellos más pobres o en peores condiciones. Dado que éstos eran abundantes,

resultó durante una semana que, por orden del sultán, fueron decapitados trescientos pri-

sioneros, para no tener que mantener o custodiar a tantos. El prestigio del emperador

germano Federico II hizo que los egipcios cediesen en su pretensión inicial de obtener

todos los territorios cruzados de Levante u Oriente, al depender dichos territorios de su

hijo Conrado (rey Conrado II de Jerusalén). Pero el rey Luis IX de Francia tuvo que

acceder o verse obligado al pago de un millón de besantes y devolver Damieta el 30 de

abril para recuperar la libertad. En parte, se consumó el acuerdo gracias a la habilidad

de la muy esforzada e inteligente esposa de Luis, Margarita de Provenza, la cual, pese a

que se hallaba convaleciente de parto, tuvo que convencer a los representantes italianos

de no abandonar Damieta, que por sí sola no podía conservar, para poderla emplear co-

mo moneda de cambio con los egipcios.

El 2 de mayo, los mamelucos Bahri asesinaron al sultán Turanshah5 y parte del ejér-

cito egipcio exigió que se pasase a los cautivos cruzados por las armas. Sin embargo,

finalmente se acordó que fuesen liberados a cambio de un rescate, el del millón de di-

nares o besantes de Oriente, y la entrega de Damieta. El rescate original se redujo luego

a cuatrocientas mil libras tornesas6 y Damieta se entregó a unidades egipcias, el día 6 de

mayo. Al día siguiente, el 7, el rey Luis IX y su compaña o séquito con el resto de las

disminuidas tropas francesas abandonaron Egipto, dirigiéndose a San Juan de Acre, la

capital del reino de Jerusalén (de lo que queda de él). Tras seis días de travesía con

tiempo desapacible, arribaron a la ciudad. Los heridos que quedaron en Damieta y que

los egipcios habían prometido respetar fueron pasados por las armas.

Llegado a San Juan de Acre, consultó el rey con los señores que lo acompañaban so-

bre si convenía seguir en Tierra Santa o retornar a Francia, desde donde su madre re-

clamaba su presencia, entre otras cosas por haber noticias inquietantes de actuaciones

peligrosas de los ingleses.7 Finalmente, Luis IX decidió permanecer en Oriente, muy

5 Ir a Epílogo I.

6 Francas o francesas, propias de la moneda francesa vigente entre los años 781-1795, viniendo a su-

cederse o sustituirse por el franco (anterior al euro). Existieron varias libras diferentes (libra tornesa, libra

parisis…), algunas simultáneamente. La libra era el nombre de unidades de cuenta y monetarias.

La libra fue creada por Carlomagno en el año 781, siendo conocida como libra carolingia, unidad de

cuenta equivalente a una libra de plata (unos 409 gramos). Se subdividía en 20 sueldos, cada uno de 12

dineros; la libra valía, pues, 240 dineros. La palabra libra proviene del latín libra, una unidad romana de

peso. Este sistema sirvió de modelo para muchas de las monedas europeas, incluyendo la libra esterlina

inglesa, la lira italiana, el generalizado chelín o sueldo, el dinero español, el dinheiro portugués, o el

penique (dinero).

7 Se desvanecía para el rey Luis toda esperanza de recibir refuerzos desde Europa. El rey Enrique III de

Inglaterra, en este año 1250, había prometido emprender una nueva cruzada hacia Oriente, pero trataba de

retrasarla todo lo posible. Los nobles franceses criticaban al Papa Inocencio IV, enfrascado en su con-

flicto con el emperador alemán, siendo nula la ayuda que hubiera podido recibir el monarca francés. La

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disminuido de fuerzas militares por la desastrosa campaña egipcia. La mayoría de los

nobles que habían acudido a la cruzada, incluidos los hermanos del rey, volvieron a Eu-

ropa a mediados de julio. Con el monarca francés permanecieron tan sólo unos mil cua-

trocientos soldados. La situación se tornó favorable a que el rey Luis se hiciera con el

gobierno del territorio jerosolimitano correspondiente a la capitalidad de San Juan de

Acre. De momento.8

reina regente, Blanca de Castilla, aplastó un movimiento popular surgido por la noticia de la derrota de

Luis en Egipto, movimiento que se había vuelto peligroso a tenor de los desórdenes que causaba. Privado

de apoyo europeo, Luis estrechó lazos con los asesinos sirios (nizaríes de la secta chií-ismaelita, expertos

en atentados selectivos). Al mismo tiempo y paradójicamente, ya que eran los principales enemigos de és-

tos, trató de establecer una alianza con los mongoles, a lo que envió pretendiéndola a dos embajadores

dominicos…

8 La debilidad militar de Luis IX se unió a la amarga experiencia egipcia y a la rivalidad entre los ma-

melucos egipcios y los ayubíes sirios, de modo que se le impuso una actitud más moderada y tendente a la

diplomacia que a la intervención militar en los asuntos de la región. An-Nasir Yusuf, bisnieto de

Saladino y señor de Homs y Alepo, se apoderó de Damasco el 9 de julio de 1250 (tras la muerte del

asesinado Turanshah) y trató en vano de aliarse con el rey francés. Como el fracaso de la invasión siria de

Egipto en el invierno de 1250-1251 llevó a que el sultán damasceno tratase nuevamente de concertarse

con Luis, éste empleó tales contactos para obtener mejores condiciones de los mamelucos egipcios, a

quienes les preocupaban. El soberano francés consiguió que los egipcios liberasen a todos los cautivos

(más de tres mil) y prometiesen entregarle los territorios hasta el Jordán a cambio de trescientos prisio-

neros musulmanes y la alianza contra los ayubíes de Damasco. Los últimos cautivos quedaron en libertad

en marzo de 1252. Ya iremos viendo el sucederse de los hechos en adelante.

La liga entre francos y mamelucos, sin embargo, no tendrá consecuencias. Los damascenos enviarán

fuerzas a Gaza para impedir la unión de los coaligados y los egipcios no harán intento alguno de marchar

al norte para unirse a Luis IX…

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Luis IX de Francia hecho prisionero

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REINO DE SUECIA

ÓBITO DEL REY ERICO XI

Del 2 de febrero de este año 1250 se notifica la muerte del rey Erico (o Erik) XI de

Suecia,9 a sus 34 años de edad. Fue rey de Suecia en dos períodos: de 1222 a 1229 y de

1234 a 1250. Recibió sepultura en el convento cisterciense de Varnhem, en Vestrogotia.

Como sabemos, era hijo póstumo del rey sueco Erik X Knutsson (muerto en 1216),

siendo su madre Riquilda de Dinamarca (muerta en 1220), hija del rey Valdemar I de

Dinamarca (muerto en 1182). Debido a la muerte del padre, hasta que Erico cumplió los

15 años de edad la aristocracia sueca aclamó como rey a Juan I Sverkersson (muerto jo-

ven aún, en 1222). Dado que Juan era de la rival Casa de Sverker,10

el Papa (Honorio

III) hubiera preferido el reinado de Erico desde un principio.

Cuando el rey Juan I Sverkersson murió, en 1222, Erico fue proclamado rey con 5

años de edad, con un primo lejano como regente, Canuto II Holmgersson (muerto en

1234). En 1229, sin haber llegado aún a la edad adulta, fue derrocado por Canuto en la

batalla de Olustra y tuvo que huir a la corte de su tío el rey Valdemar II de Dinamarca.

Canuto fue proclamado rey como Canuto II de Suecia en 1231, pero su reinado fue bre-

ve, hasta su muerte en 1234.

Muerto Canuto II, Erico volvió definitivamente a Suecia, reinando y gobernando en

medio de diversas vicisitudes hasta su muerte, tal como notificamos en este año 1250.

Se casó con Catalina Sunnesdotter, hija del jarl Sune Folkason de Bjälbo y heredera de

la Casa de Sverker. No hubo descendencia.11

Le sucede bajo regencia Valdemar Birgersson como Valdemar I de Suecia, cuando

tiene 7 años de edad. Es hijo del ahora regente Birger Jarl y de la princesa sueca Inge-

borg Eriksdotter.12

Iremos viendo, cuando corresponda, el desenvolverse de su reinado.

9 Doblemente apodado el Tartamudo o el Cojo.

10

La Casa de Sverker (dinastía de Sverker I, que reinó entre los años 1130-1156) y la Casa de Eric (di-

nastía de Erik IX el Santo, que reinó entre los años 1156-1160) fueron antagónicas y rivales, luchando

entre sí durante el siglo XII y primera mitad del XIII, con prolongada alternancia de gobierno.

11

Aunque parece ser que nacieron dos hijas, que murieron siendo pequeñas.

12

Reinará hasta 1275 y puede decirse que fue el primer rey de una Suecia unificada al término de los

conflictos que hubo anteriormente entre facciones y dinastías rivales.

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~ 16 ~

REINO DE VALENCIA

NOTICIAS DE REPOBLACIÓN

El obispo de Tortosa,13

Ponce de Torrella, mediante carta puebla a 5 de marzo, em-

prendió la repoblación de Benlloch, en el territorio y jurisdicción que le pertenece, re-

sultando el traslado poblacional de las anteriores alquerías islámicas de Tahalfazar y

Benifaixó, dependientes del castillo de Miravet y que ahora se integra en el señorío de

Cabanes.14

Hubo además otras repoblaciones de cristianos por todos estos territorios levantinos.

13

Tortosa está en la actual provincia de Tarragona. Las demás poblaciones que se mencionan a continua-

ción en esta noticia se corresponden con la provincia de Castellón.

14

Ir a Epílogo II.

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CARTAGENA (REINO DE MURCIA)

RESTAURACIÓN DE LA DIÓCESIS

A 1 de marzo de este año 1250, el infante Alfonso de Castilla, con poder regio en las

tierras de Murcia, propuso al Papa Inocencio IV la restauración de la amplia diócesis de

Cartagena, haciendo la correspondiente y sustanciosa dotación al respecto. El Papa ac-

cedió a la petición, teniendo efecto la decisión pontificia a 31 de julio, siendo nombrado

obispo el franciscano Pedro Gallego, confesor de Alfonso, iniciándose en su pontifi-

cado15

la construcción de su catedral.16

Para solventar las reclamaciones de jurisdicción

de los arzobispos metropolitanos de Tarragona y Toledo, el Papa optó por declarar a

esta sede exenta, es decir, dependiente directamente de la Santa Sede de Roma, siendo

la fecha al respecto la del 6 de agosto.17

Como podemos recordar, el infante Alfonso de Castilla, tras emprender la campaña

militar para la toma del reino musulmán o taifa de Murcia como protectorado según la

firma del tratado de Alcaraz en 1243, fue solicitando la restauración de la diócesis de

Cartagena, atendiéndola finalmente ahora el Papa Inocencio IV.

En 1248 encargó el Papa un estudio sobre los antecedentes históricos de la diócesis,

concluyendo ese estudio como resultado con la bula “Spiritus exultante”, emitida en

15

Del 31 de julio de 1250 al 19 de noviembre de 1267.

16

La conocida como catedral antigua de Cartagena. Fue sede episcopal hasta su traslado a la ciudad de

Murcia en el mismo siglo XIII. Situada en el cerro de la Concepción, en pleno casco antiguo de Carta-

gena, se encuentra en ruinas desde 1939, a causa de los bombardeos franquistas cuando la Guerra Civil

Española.

17

La tradición remonta los orígenes del culto cristiano en Cartagena a la predicación y evangelización del

apóstol Santiago, de quien se cuenta el desembarcó en la ciudad para iniciar su misión en la Hispania ro-

mana.

La presencia de comunidades cristianas en la provincia Carthaginense en Hispania se puede documentar

desde principios del siglo IV. Así consta en las actas del Concilio de Elvira, celebrado entre el año 300-

313, cuando la persecución de Diocleciano. Allí estuvo presente un obispo de Eliocroca (la actual Lorca).

La primera mención propiamente documental de un obispo de Cartagena se refiere a Héctor, que asistió

al Concilio de Tarragona del año 516. A partir de entonces hay varias menciones en diversos concilios,

destacando figuras como Liciniano de Cartagena (cuando la dominación bizantina de Carthago Spartaria)

y San Fulgencio (siglo VI, celebrado en el santoral el 14 de enero). Incluso durante la época musulmana

hay constancia de Cartagena como diócesis, existiendo un obispo Juan en el año 988.

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~ 18 ~

Roma a 31 de julio de este año 1250, dirigiéndole dicha bula al rey Fernando III de

Castilla.18

18

Cartagena era entonces lugar muy disminuido o venido a menos, carente en tiempos de la dominación

musulmana de la importancia que tuviera bajo Cartago o Roma, pero era ya una de las pocas poblaciones

de jurisdicción plenamente castellana en un reino de protectorado como era el murciano. Parece ser que la

restauración de esta sede episcopal se debió más a razones sentimentales e históricas que a la situación

real o a otros factores, con todo un futuro por delante por el que ahora no nos adelantamos.

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REINO DE PORTUGAL

ÓBITO DE TERESA DE PORTUGAL, EXREINA DE LEÓN

Murió en Lorvão (reino de Portugal), donde llevó vida monástica, Teresa de Portugal,

que había sido reina de León. Ocurrió el óbito a 18 de junio de este año 1250, a sus 84

años de edad.19

Fue hija del rey Sancho I de Portugal el Poblador (muerto en 1211) y de

Dulce de Aragón (muerta en 1198).20

Teresa se casó en 1191 con su primo hermano el rey Alfonso IX de León (muerto en

1230). En 1196 fue anulado el matrimonio, debido a razones de parentesco, por el Papa

Celestino III (1191-1198), pues eran ambos esposos nietos de los reyes portugueses

Alfonso I (muerto en 1185) y Mafalda (muerta en 1157). Separada de su marido, Teresa

se retiró a Portugal y llevó la mencionada vida monástica en Lorvão, recibiendo aquí

cristiana sepultura.

De su matrimonio con Alfonso IX de León nacieron de Teresa tres hijos (ya difuntos):

Sancha (con quien hubo dos fallidos intentos de matrimonio, respectivamente con En-

rique I de Castilla y con Juan de Brienne), Fernando (1192-1214) y Dulce (1194-1248).

Sancha y Dulce acabaron siendo monjas cistercienses en Villabuena del Bierzo, en el

monasterio de San Guillermo, fundado por Teresa.21

19

O tal vez 85. Había nacido en Coímbra, el 4 de octubre de 1175 o 1176. En 1705 fue beatificada, junto

con su hermana Sancha (muerta en 1229), por el Papa Clemente XI (1700-1721), mediante la bu-

la Sollicitudo Pastoralis Offici. Ochenta y ocho años después (el 27 de junio de 1793) fue beatificada

también su hermana Mafalda, por el Papa Pío VI (1775-1799).

20

Hija de la reina Petronila de Aragón y de Ramón Berenguer IV de Barcelona, su esposo.

21

Villabuena del Bierzo (León), con preciosos y apacibles parajes, tiene un origen antiguo, recoleto y

apropiado al esparcimiento y al disfrute de la naturaleza. Fue residencia de los Merinos de El Bierzo.

Villabuena fue en sus tiempos más ilustres lugar que albergó la residencia de recreo de los reyes de León.

Además de ser el lugar de fallecimiento del rey Bermudo II el Gotoso (985-999) pudo también albergar su

tumba antes del traslado al Panteón Real de San Isidoro de León. El monasterio cisterciense de Villa-

buena lo fundó Teresa de Portugal y reina consorte de León, de quien estamos notificando su muerte en

este año 1250. Este monasterio fue destruido por una riada en el siglo XVI, trasladándose sus ocupantes al

monasterio de San Miguel de las Dueñas, situado en El Bierzo y digno de ser conocido, como muchos

otros lugares de la zona.

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~ 20 ~

Teresa de Portugal como reina de León y en estampa como beata

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~ 21 ~

Monasterio de monjas cistercienses de la chambre

o camera sanctae mariae (DUCADO BELGA DE BRABANTE)

MUERE UNA EJEMPLAR MONJA LEPROSA TENIDA POR SANTA

A la edad de 46 años y con fama de santa murió en su convento belga de La Chambre,

el 11 de junio, la monja cisterciense conocida como Alicia de Schaerbeek, por ser esta

la ciudad de su nacimiento, cerca de Bruselas.22

Además de lo breve de su vida, murió habiendo contraído la lepra, en gran parte mar-

ginada de la vida religiosa comunitaria, apartada, recluida, aislada, sobrellevando mu-

chos sufrimientos, entre ellos los de muchas llagas, parálisis corporal, ceguera…

Se había dedicado a la acogida y enseñanza de niños pobres y de chicas con proble-

mas. Vivió entre la desgracia y la maldición de la lepra pero también admirada por su

bondad y paciencia, por una ejemplar santidad, del todo comprometida por el bien de la

Iglesia, ofreciendo sus padecimientos por los más pobres y necesitados y por cuanto se

acomete en la Iglesia.

22

Se trata de Santa Alicia de Schaerbeek, canonizada en 1907 por el Papa San Pío X (1903-1014). Se

celebra en el santoral el 11 de junio.

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~ 22 ~

Santa Alicia de Schaerbeek

Un obispo dando la bendición a clérigos leprosos

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~ 23 ~

ATIENZA (REINO DE CASTILLA)

MUERTE DEL ARZOBISPO DE TOLEDO

DON GUTIERRE RUIZ DE OLEA

En la localidad castellana de Atienza,23

a 9 de agosto de este año 1250, murió Don

Gutierre Ruiz de Olea (o Dolea),24

arzobispo de Toledo desde el pasado año 1249.

Había sido anteriormente canónigo de Burgos, de donde era natural, y obispo de Cór-

doba entre los años 1245-1249 (sucesor de Lope de Fitero).25

A su vez le sucedió en

Córdoba Pedro Ibáñez (o Yáñez).26

23

Al norte de la provincia de Guadalajara. Atienza fue en su momento un enclave estratégico importante

cuando era villa fronteriza entre los dominios castellanos y los reinos musulmanes, además de serlo tam-

bién con el reino de Aragón. Puede recordarse cómo Don Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador,

transitó por estas tierras, en pleno siglo XI, yendo al destierro. En el siglo XII se reconquistó Atienza

definitivamente para Castilla.

Atienza gozó de fuero (concedido por Alfonso VII) desde 1149, estableciéndose la denominada Co-

munidad de Villa y Tierra de Atienza, siendo cabeza visible de una comarca con unos 2.500 km² de

extensión y 131 aldeas. Además, los reyes de Castilla aprovecharon el carácter fronterizo de la villa para

promover, a través del fuero, la actividad mercantil: de hecho, en Atienza destacó, como bien sabemos, el

gremio de arrieros.

Recordemos cómo Atienza se convirtió en una villa de gran fidelidad a los reyes de Castilla en tiempos

de frecuentes revueltas nobiliarias y no pocas sublevaciones. Muchos reyes castellanos pasaron aquí

grandes temporadas fiados de la lealtad de la villa. Uno de los hechos más relevantes, a mediados del si-

glo XII, fue la salvación del joven rey Alfonso VIII. El rey, que contaba sólo con 4 años de edad, era

perseguido por los infantes de Castro; refugiado en la villa, y cercada ésta por tropas leonesas para ha-

cerse con el niño, los habitantes de Atienza decidieron sacarle con los arrieros disfrazándole como uno de

ellos. Desde entonces hasta el presente se celebra una fiesta el domingo de Pentecostés, la caballada de

Atienza, de interés turístico, y existe una cofradía al respecto, la de la Santísima Trinidad, que afirma ser

heredera de la antigua cofradía de arrieros que sacó de Atienza al rey Alfonso VIII.

24

También conocido como Gutierre Fernández Pescador o Gutierre Sánchez de Torres. Los historiadores

de España durante varios siglos consideraron erróneamente que existían dos prelados con el mismo nom-

bre, uno obispo de Córdoba y otro arzobispo electo de Toledo; de este modo o por esta razón los epis-

copologios cordobeses omiten su ascenso a la archidiócesis toledana; hasta 1789 no se identificó a ambos

eclesiásticos como un único personaje histórico.

25

Lope de Fitero, obispo de Córdoba, murió en esta ciudad, a 10 de junio de 1245, habiendo sido cape-

llán y consejero del rey Fernando III. Como tal se halló en la reconquista de Córdoba en 1236, oficiando

dos años después junto al obispo de Osma, Juan de Soria, la purificación de la mezquita cordobesa

dedicándola al culto cristiano. En 1239 fue ordenado o consagrado obispo de la restaurada diócesis de

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~ 24 ~

Gutierre intervino en compañía del rey Fernando III reconquistando Al-Ándalus y

combatiendo a los almohades. Se halló presente en la reconquista de Jaén y de Sevilla,

cuyas mezquitas consagró como catedrales.

Como arzobispo de Toledo sucedió a Juan de Medina de Pomar (1247-1248) y ahora

le sucede (electo) un infante de Castilla, Sancho (17 años de edad), hijo del rey Fer-

nando III y de su primera esposa la reina Beatriz de Suabia.27

Ya iremos viendo y con-

siderando su desenvolverse, todo según vaya ocurriendo.

Nació el infante Sancho de Castilla en 1233. Su abuela, la reina Berenguela, madre de

Fernando III, encomendó su crianza, al igual que la de su hermano el infante Felipe,

electo y procurador como arzobispo de Sevilla, siendo de 19 años de edad, al arzobispo

de Toledo Rodrigo Jiménez de Rada (muerto en 1247). Sancho recibió del arzobispo to-

ledano un beneficio en la catedral de Toledo y también una canonjía. Sancho y Felipe

fueron enviados a París, para que se formaran.28

Córdoba, efectuando dicha ordenación probablemente el arzobispo de Toledo Don Rodrigo Jiménez de

Rada.

26

De pontificado en Córdoba hasta 1251. Provenía de ser capellán pontificio y prelado en la Santa Sede,

habiendo sido ordenado en Lyon por el Papa Inocencio IV para la diócesis de Córdoba como procurador.

Organizó bastante los asuntos económicos cordobeses y acabó con traslado a la diócesis de Oviedo.

27

Sancho será arzobispo de Toledo, debidamente formado y ordenado, entre los años 1259-1261, siendo

también canciller de Castilla. En octubre de 1250 fue nombrado el infante Sancho, por el Papa Inocencio

IV, Administrador Perpetuo de la Archidiócesis de Toledo. Frecuentemente era concedido este cargo a los

infantes o a los miembros de la familia real que, habiendo sido designados para ocupar una sede epis-

copal, aún no habían alcanzado la edad suficiente para ser consagrados u ordenados como obispos.

Posteriormente, era habitual concederles el título de obispo electo, hasta que alcanzaban la canónica edad

suficiente para regir episcopalmente una diócesis. En 1258, siendo arzobispo electo de Toledo, dispensó,

mediante documento otorgado en Brihuega (Guadalajara), el 23 de julio, del pago del tributo conocido

como la “Luctuosa”, a los canónigos, racioneros y capellanes de la catedral de Toledo. Dicho tributo era

percibido por los prelados a la muerte de un clérigo, y se debía entregar al mismo un caballo o mula de las

que hubiesen pertenecido al difunto, aunque el tributo exigido variaba de unas diócesis a otras. En al-

gunas los prelados percibían joyas o cabezas de ganado. Posteriormente, durante el pontificado del Papa

Alejando IV (1254-1261), Sancho fue ordenado y consagrado como arzobispo de Toledo, en 1259.

28

Recibieron clases de San Alberto Magno, lo mismo que Santo Tomás de Aquino.

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~ 25 ~

COPENHAGUE (REINO DE DINAMARCA)

MURIÓ DECAPITADO EL REY ERICO IV

Erico IV Plovpenning, rey de Dinamarca desde 1241, cuando sucedió a su padre,

murió en Copenhague durante este año 1250, el 10 de agosto, siendo su edad de 34

años. Primogénito de Valdemar II de Dinamarca (muerto en 1241) y de Berenguela de

Portugal (muerta en 1221). Luchó contra su hermano, el duque Abel. Derrotado y hecho

prisionero, fue decapitado en el fiordo danés de Schlei por orden de su hermano, quien

ocupó el trono.29

Erico (o Erik) IV se había casado el 9 de octubre de 1239 con Jutta, hija del duque

Alberto de Sajonia, dejando esta descendencia: Christophe, Knud,30

Sophie,31

Inge-

borg,32

Jutta y Agnes.33

Rey Erico IV de Dinamarca

29

Abel I de Dinamarca, nacido en 1218 y muerto en 1252, fue duque de Schleswig (Jutlandia del sur)

desde 1232. Como soberano de Dinamarca tuvo el reinado más breve de toda la historia danesa. Ya vere-

mos ese final en su momento y haremos nuestras consideraciones.

30

Que murieron también en este año 1250.

31

Casada en 1260 con el rey Valdemar I de Suecia y muerta en 1286.

32

Nacida en 1244 y muerta en 1287. Se casó en 1261 con el rey Magnus VI de Noruega.

33

Ambas monjas.

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ZARAGOZA (Reino de Aragón)

DOMINGUITO DEL VAL: LA MUERTE DE UN MONAGUILLO

Es noticia que corre por los reinos hispanos en estos tiempos que el Papa Inocencio IV

insta con vehemencia a los obispos y demás autoridades de toda índole que sea tomado

del todo en serio y con severidad el separar a los judíos de los cristianos.

Y vino a ser noticia, a 31 de agosto de este año 1250, mediero en el siglo XIII, que

unos judíos torturaron y asesinaron a un monaguillo en Zaragoza, un niño de 7 años de

edad, conocido como Dominguito del Val.34

34

Sin embargo, este santo de renombre martirial en Zaragoza, encuadrado en los que histórica o legenda-

riamente se conocen como “libelos de sangre”, fue descanonizado por la Iglesia Católica del Concilio

Ecuménico Vaticano II en 1969, igual que fueron descatalogados del santoral otros y otras más, que

habían sido de muy recurrente y popular devoción por muy diversos motivos. Se conmemoró hasta

entonces el 31 de agosto. Véase más en el Epílogo III.

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~ 27 ~

CASTEL FIORENTINO (APULIA)

MURIÓ EL EMPERADOR FEDERICO II HOHENSTAUFEN

En el Castel Fiorentino,35

a 13 de diciembre de este año 1250, murió Federico II Ho-

henstaufen, cuando estaba para cumplir sus 56 años de edad. Estuvo al frente del Sacro

Imperio Romano Germánico y fue también rey de Sicilia, Chipre y Jerusalén. De mo-

mento queda vacante el trono imperial germano.36

Así pues, la Apulia italiana le dice el adiós de la muerte a Federico II al marchar de

este mundo como todos los mortales. Fue finalmente enterrado en la catedral de Pa-

lermo.

Escudo de Federico II

35

El que se conoció durante la Edad Media como Castel Fiorentino, lugar donde murió Federico II Ho-

henstaufen, se corresponde en la actualidad con la destacada población de Torremaggiore, perteneciente a

la provincia italiana de Foggia, en la región de Apulia.

Este lugar estuvo incluido en el sistema estratégico-defensivo de la frontera septentrional de Apulia

frente a los ataques o intromisiones de los enemigos bizantinos, porque en efecto, desde comienzos del

siglo XI, los emperadores orientales intentaron consolidar sus posesiones en la Italia meridional, conti-

nuamente amenazadas por los poderes ducales de Benevento y por lo alemanes, con sus ansias de anexión

imperial de todos estos territorios. Para contrarrestar todo eso, los oficiales bizantinos conocidos como

catepanes se lanzaron a la conquista del territorio correspondiente a la antigua Daunia (después Foggia),

al objeto de reforzar los inseguros confines ducales señalados por las cuencas fluviales del Ofanto y del

Fortore.

36

Prácticamente hasta la primera década del siglo XIV, teniendo opciones a ocuparlo, entre otros, el in-

fante Alfonso de Castilla (Alfonso X el Sabio), hijo de Beatriz de Suabia, prima hermana del difunto

Federico II. Ya iremos viendo y considerando el transcurrir de los hechos y en qué habrá de quedar la

sucesión imperial.

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Apulia constituye una región formidable en Italia, ofreciendo espléndidos paisajes,

con un mar limpio que hace como de fondo a sus muy cuantiosas obras de arte y mani-

festaciones culturales. No es posible olvidarse de los muy destacados edificios que allí

mandó construir Federico II, en estas tierras que tanto amó.

Nació Federico en Iesi,37

el 26 de diciembre de 1194, hijo del emperador germano En-

rique VI (muerto en 1197) y de Constanza I de Sicilia (muerta en 1198), hija de quien

fue primer rey de Sicilia, Roger o Rogelio II de Hauteville (muerto en 1154). Como po-

demos recordar,38

el nacimiento de Federico fue público, ocurrido en una tienda mon-

tada en plena plaza principal de Iesi, mientras su madre era arropada por algunos nota-

bles de Enrique VI; según parece, la avanzada edad de Constanza, que durante los ocho

años previos se había mostrado estéril, sentaban dudas sobre la legitimidad de Federico,

por lo que el nacimiento se habría celebrado de ese modo por ese motivo, a fin de esta-

blecer garantías sobre el origen del niño.

Nacimiento de Federico II

37

En la provincia italiana de Ancona.

38

Según algunas fuentes y como ya contábamos en su momento.

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En un primer momento, parece ser que Enrique VI aceptó la decisión de Constanza de

que el hijo se llamara Constantino, de modo que con ese nombre no tardó el pequeño en

ser electo rey de Romanos (propiciándose así su futura elección como emperador) por

parte de los príncipes alemanes reunidos en la Dieta Imperial de Fráncfort. No mucho

después, se inscribió el nombre bautismal de Federico, realizado esto en Asís por deci-

sión de Enrique VI, de modo que, respetándose la prioridad de la casa paterna en apli-

cación de la tradicional ley sálica (de sucesión monárquica en ámbito francófono), el

emperador decidió asignarle el nombre “in auspicium cumulande probitatis”, de Frie-

dric Roger Constantine: Federico para indicarlo en la futura guía de los príncipes ale-

manes como nieto de Federico I Barbarroja (muerto en 1190), Roger para subrayar la

legítima pretensión alemana al reino de Sicilia como descendiente de Roger II de Sicilia

(muerto en 1154) y Constantino para acomunarse con la Santa Sede o Iglesia de Roma,

fuente no sólo de autoridad espiritual sino también terrena.39

Antes de su muerte, Enrique VI tan sólo vio a su hijo un par de veces, aun teniendo en

cuenta que Federico nacía ya pretendiente de muchas coronas y amplios poderes, aun-

que como bien se sabe no se hereda necesariamente la corona imperial germana. Pero

Federico fue un muy válido candidato a ser rey de Romanos (el título electivo de los

sucesores elegidos del sacro emperador) comprendiendo también las coronas de Italia y

de Borgoña (en el interior de Francia). Estos títulos son de prestigio y aseguran dere-

chos, pero no proporcionan tanto un poder efectivo, faltando en los mencionados esta-

dos como entidad política una sólida estructura institucional controlada por el sobe-

rano. Estas coronas dan poder sólo si se es fuerte, siendo imposible por el contrario ha-

cer valer los derechos reales sobre los feudatarios y sobre las comunas, tan en auge éstas

sin menoscabo aún de los otros. Aparte o además, heredaba Federico por vía materna la

corona de Sicilia, donde sí se cuenta con aparato administrativo bien estructurado ga-

rantizando que la voluntad del soberano se aplique a tenor de un tradicional gobierno

centralizado.

Al morir Enrique VI (1197), el jovencísimo Federico se hallaba en Italia bajo la in-

tención de cruzar hacia Alemania. Pero al saberse esta noticia, el guardián de Federico,

Conrado de Spoleto, abortó la expedición y llevó al niño a Palermo para que estuviera

junto a su madre, permaneciendo así en Palermo donde fue educado. Su madre, Cons-

tanza, era por derecho propio heredera del reino de Sicilia, y para asegurar los derechos

de su hijo lo nombró públicamente heredero al trono de Sicilia en cuanto llegó. La edu-

cación en Sicilia fue un elemento fundamental para formar su personalidad, debido a la

civilización normanda, islámica y bizantina allí presente y un tanto amalgamada.

La unión de los reinos de Alemania y de Sicilia no era vista con buenos ojos ni por los

normandos ni por el Papa, quien con los territorios que por diverso título componen en

estos tiempos los Estados Pontificios, posee una línea que habría interrumpido la unidad

territorial del gran reino (germano-siciliano), haciéndolo sentirse consecuentemente ro-

deado.

39

Según la mentalidad medieval.

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Al morir Constanza, fue enseguida coronado Federico como rey de Sicilia, el 17 de

mayo de 1198. Como quiera que los derechos imperiales del niño pudieran comprome-

ter su propia vida, su madre nombraba en su testamento como tutor del niño al Papado.

Así, el Papa Inocencio III (1198-1216) se encargó de la tutela de Federico hasta que fue

mayor de edad. A fin de proteger al inexperto rey contra sus enemigos, el Papa le indujo

a que se casara, en 1209, con la viuda del rey Emerico de Hungría (muerto en 1204),

Constanza de Aragón y de Castilla (muerta en 1222).40

Vino luego el tiempo de ser Fe-

derico II emperador, lo cual tiene su relato hasta que eso se dio.

Como bien podemos recordar, Otón de Brunswick fue coronado emperador por el

Papa Inocencio III en 1209, con la esperanza de acabar con la hegemonía de la Casa de

Hohenstaufen. Como sabemos, había sido muy destacada la enemistad de los pontífices

romanos con el padre y con el abuelo de Federico II (Enrique VI y Federico I Barba-

rroja respectivamente), porque chocaban y eran muy tensas entre sí las pretensiones

imperiales y las papales. Otón IV, sin embargo, no respondió a las expectativas del

Papa, no fue para nada un campeón imperial favorable a la Santa Sede. En septiembre

del año 1211 hubo todo un giro: la Dieta Imperial de Núremberg decidió confirmar a

Federico como rey de Romanos, candidato electo para suceder a Otón IV. Éste se había

enemistado con los tres arzobispos electores del Sacro Imperio (los arzobispos de Ma-

guncia, Colonia y Tréveris) y al pretender retomar, ahora para la Casa de Welf (güel-

fos), el proyecto imperial de los Hohenstaufen, el Papa Inocencio III lo había marcado

señalándolo como enemigo, excomulgándolo. Sin embargo, Otón IV pudo mantener su

posición hasta que fue derrotado en la batalla de Bouvines (en julio de 1214), donde se

impuso la fuerza militar del rey Felipe II Augusto de Francia. En total fracaso y frus-

tración, Otón IV acabó depuesto en 1215.

Federico fue de nuevo elegido en 1212 resultando coronado rey de Romanos el 9 de

diciembre en Maguncia; y una nueva ceremonia de coronación tuvo lugar también al ser

depuesto Otón IV en 1215. La autoridad de Federico en Alemania era débil, como lo de-

muestran las continuas confirmaciones de su corroborada elección. Sólo el sur de Ale-

mania, donde se encontraban sus territorios patrimoniales (la gibelina Suabia) lo reco-

nocía con algún grado de adherencia a su causa; en el norte de Alemania, centro neu-

rálgico del poder güelfo, Otón seguía ostentando el poder real e imperial pese a su

excomunión. No obstante, su derrota en la batalla de Bouvines lo obligó a retirarse y

refugiarse al núcleo güelfo, pero no tuvo prácticamente apoyo alguno, siendo asesinado

en 1218. Los príncipes electores alemanes, apoyados por el Papa Inocencio III, volvie-

ron a confirmar una vez más a Federico como rey de Romanos, en 1215 como queda di-

cho, y el propio Papa lo coronó rey en Aquisgrán, el 23 de julio de 1218. La política

pontificia de entonces había pretendido hacer de Federico un vasallo fiel a su causa; sin

embargo, no se sentía suficientemente cómodo Inocencio III defendiendo la candidatura

imperial de Federico, quien al fin y al cabo era miembro de la familia Hohenstaufen, la

que el Papa consideraba una “estirpe de víboras” apoyada por muchas facciones gibe-

linas contrarias a los intereses pontificios.

40

Hija de Alfonso II de Aragón (muerto en 1196) y de Sancha de Castilla (muerta en 1208), hija de

Alfonso VII y de su segunda esposa Riquilda de Polonia.

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No fue hasta 1220 cuando, tras arduas negociaciones con Inocencio III y su sucesor

Honorio III, que sucedió a aquél en 1216, y que había sido profesor del propio Federico,

éste fue coronado por el Papa como Sacro Emperador Romano, teniendo lugar la cere-

monia en Roma, a 22 de noviembre de 1220. A su vez, Enrique, hijo mayor de Fede-

rico, fue coronado como rey de Romanos. Las condiciones prometidas a cambio de la

coronación fueron duras e incluían condonar la deuda pontificia, renunciar a la condi-

ción de legado apostólico en el reino de Sicilia, socorrer al Imperio Latino de Cons-

tantinopla (resultante de la cuarta cruzada) y embarcarse en una nueva cruzada a Tierra

Santa para que de una vez por todas se recuperasen para la Cristiandad los Santos Lu-

gares. Pasó luego, sin embargo, tras la coronación imperial, que Federico no se mostró

para nada dispuesto a cumplir cuanto prometió, por mucho que hablara de preparar una

efectiva cruzada. Casó a una hija suya (Constanza) con el emperador Juan III Ducas

Vatatzés de Nicea, lo cual demostró a las claras su poco interés en socorrer al Imperio

Latino de Constantinopla.

Federico no daba signos de abdicación respecto al reino de Sicilia, pero mantenía la

firme intención de tener separadas las dos coronas. Alemania la dejaba a su hijo, pero,

en cuanto emperador, conservaba la suprema autoridad. Habiendo crecido en su amada

Sicilia, se sentía41

más italiano y normando o del sur que alemán o del norte,42

y sobre

todo conocía muy bien el potencial del reino siciliano en todos sus órdenes, con una

floreciente agricultura, ciudades grandes y con buenos puertos, además de la extraordi-

naria posición estratégica en el centro del Mediterráneo.

En 1218 ayudó al rey Felipe II de Francia y al duque Eudes u Odón III de Borgoña a

acabar con la guerra de sucesión en el condado de Champaña, al invadir el ducado de

Lorena, capturando e incendiando Nancy, donde hizo prisionero a Teobaldo I de Lorena

obligándole a retirar su apoyo al pretendiente champañés Erard de Brienne. Tras su co-

ronación imperial (en 1220, como queda dicho), Federico ya no salió casi nada de Italia

hasta 1236, exceptuando la sexta cruzada en torno al año 1228. En 1236 hizo un viaje de

un año a Alemania y a su regreso en 1237 pasó el resto de su vida, trece años, en el sur

de Italia o en Sicilia.

En el reino de Sicilia (que vino a llamarse el Regnum), comprendiendo también el sur

de Italia hasta la Campania, realizó una intensa y a veces impopular labor de reformas.

Modificó las leyes de su abuelo Roger II, promulgando en 1231 las Constituciones de

Melfi, reorganizando mediante éstas el reino de Sicilia en plan monarquía autoritaria,

con un gobierno fuertemente centralizado y renegando del feudalismo.43

Y resultando

que algunas de las nuevas leyes contradecían la promesa hecha al Papa de renunciar

como legado apostólico respecto al reino siciliano, reservándose así el derecho a inmis-

cuirse y controlar en los asuntos eclesiásticos, a deponer y nombrar clérigos, prelados y

41

Probablemente.

42

A diferencia de la mayoría de los emperadores de Sacro Imperio Romano Germánico, Federico II pasó

poco tiempo en Alemania.

43

Estas leyes, con unas mínimas reformas, fueron las reguladoras de Sicilia hasta 1819.

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obispos, etc. De hecho, sus continuas refriegas con el papado en la forma de las luchas

entre güelfos (pro-papales) y gibelinos (pro-imperiales), sobre todo en el norte y sur de

Italia, lo llevaron a promulgar nuevos impuestos y a elevar los antiguos en el Regnum,

los que aumentaron su impopularidad.

En general, sus asuntos lo alejaban de su capital, la siciliana Palermo, y prefería pasar

los momentos (prolongados) de asueto cazando en Campania o en Apulia. En esos tiem-

pos y para pasarlos bien, se hizo construir, como pabellón de caza, Castel del Monte.44

También se erigió en patrón cultural o de las letras fundando, en 1224, la Universidad

de Nápoles,45

institución de la que salieron casi todos los funcionarios a su disposición y

servicio, sin que sus partidarios tuvieran que ir hasta Bolonia para estudiar y prepararse.

Favoreció también la antigua y gloriosa escuela médica salernitana, de Salerno.

Del 26 de abril de 1220 es el importante Tratado de la Iglesia con el Príncipe o

Confoederatio cum principibus ecclesiasticis, emanado de Federico II como concesión a

los obispos alemanes para obtener de ellos la colaboración en la elección de su hijo

Enrique como rey de Alemania.46

Con su actuación, Federico II renunció a un cierto

número de privilegios reales en favor de los príncipes-obispos. Fue un verdadero cam-

bio en el equilibrio del poder, un nuevo diseño que debía llevar a mayores ventajas en el

control de un territorio vasto y lejano.

Entre los muchos derechos adquiridos, los obispos asumieron el de acuñar moneda,

decretar impuestos y construir fortificaciones. Además, los prelados obtuvieron también

la facultad de instituir tribunales en sus señoríos y de recibir la asistencia del rey o del

emperador para hacer respetar los juicios emanados en los territorios en cuestión, de

modo que la condena de una corte eclesiástica viene a significar automáticamente una

condena y una punición de parte del Tribunal Real o Imperial. Es más, una excomunión

viene a traducirse automáticamente en una sentencia como criminal de parte del Tribu-

nal del Rey o del Emperador. El ligamen entre el tribunal del Estado y el local del

Príncipe Obispo se soldó indisolublemente.

La emanación de esta ley se relacionaba directamente con la posterior Statutum in fa-

vorem principum que sancionaba similares derechos para los príncipes laicos. El poder

de los señores aumentaba, pero crecía también la capacidad de control sobre el territorio

del Imperio y sobre las ciudades. De este modo, Federico II sacrificó la centralización

del poder para asegurarse una mayor tranquilidad en la parte continental del Imperio

mismo, de modo de poder volver su atención sobre el frente meridional y mediterráneo.

Federico pudo entonces dedicarse a consolidar las instituciones del reino de Sicilia,

estableciendo dos grandes y respectivos asentamientos en Capua y en Mesina (1220-

1221). En aquellas ocasiones reivindicó que cada derecho regio confiscado en el pasado

a diverso título a los feudatarios deviene inmediatamente reintegrado al soberano. Intro-

44

Ir a Epílogo IV.

45

Que actualmente lleva su nombre.

46

El documento representa una de las más importantes fuentes legislativas del Sacro Imperio Romano

Germánico en el territorio alemán.

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duce además el Derecho Romano, con la accesión de Justiniano (527-565) reelaborada

por la Universidad de Bolonia.

Recordemos la intervención o participación de Federico II en la que pasa por ser his-

tóricamente la sexta cruzada. Ya el Papa Honorio III (1216-1227) había ordenado a Fe-

derico que fuera a las cruzadas como penitencia. El emperador había asentido, pero h-

abía ido demorando la partida, lo que le valió, en 1227, la excomunión. El nuevo Papa,

Gregorio IX (1227-1241), mucho menos condescendiente que el débil Honorio III, llegó

a calificar a Federico de Anticristo, y predicó un infructuosa cruzada contra él, que fue

rechazada de lleno por el resto de monarcas europeos, al considerar que, aunque exco-

mulgado, Federico seguía siendo cristiano. La ruptura con el papado era evidente, y las

acciones de Federico en Sicilia lo confirmaban. En 1225 Federico había contraído de

nuevo matrimonio, esta vez con Yolanda de Jerusalén, heredera al trono del reino de Je-

rusalén (muerta en 1228). A fin de hacer valer los derechos de su esposa, consiguió de-

poner al entonces rey titular, Juan de Brienne, y ser reconocido él mismo como rey de

Jerusalén a partir de 1225.

Pese a ello, Federico, que nunca dispuso voluntariamente de un gran número de tro-

pas, no se decidía a marchar a Tierra Santa. Cuando Gregorio IX lo excomulgó en 1227,

había amagado con partir hacia Palestina, pero había cancelado su expedición en último

momento aduciendo haber caído enfermo, algo que no convenció al Papa. Finalmente,

aprovechando un momento de debilitamiento del poder musulmán en el Santo Oriente,

Federico partió hacia Palestina, en 1228, como por su cuenta o sin la bendición ponti-

ficia. Este acto fue visto por el Papa como una insolente provocación, pues se realizaba

sin su consentimiento y por parte de un excomulgado; por todo ello, lo volvió a exco-

mulgar, con no poca reprimenda.

En Tierra Santa, el sultanato egipcio ayubí (fundado por Saladino, como bien sabe-

mos) se encontraba en una posición política comprometida: sus parientes y rivales de

Siria y Mesopotamia amenazaban con una guerra, por lo que el sultán Al-Kamil con-

sideraba peligroso comenzar una nueva contienda con las potencias occidentales. Por

eso mismo, Federico, con un reducido ejército, consiguió reconquistar Chipre, que se

encontraba en un estado de anarquía tras el colapso del poder cruzado. En Tierra Santa,

y gracias a la ayuda de su consejero, Hermann von Salza, el maestre de la Orden

Teutónica (muerto en 1239), firmó una tregua de diez años con el sultán Al-Kamil, a

cambio de la posesión, en realidad de modo nominal (o en nombre de la tolerancia y

libre circulación), de los Santos Lugares Cristianos, entre ellos Nazaret, Belén y Jerusa-

lén, exceptuando concreciones o lugares santos propiamente islámicos. Tras firmar un

armisticio de diez años con el sultán, Federico fue coronado rey de Jerusalén el 18 de

marzo de 1229.

Eso fue de nuevo –así lo percibió el Papa– una provocación y una inusual insolencia,

puesto que además, en el ínterin, su esposa y legítima reina, Yolanda, había muerto, de-

jando el reino a su único hijo, Conrado. Así, Gregorio IX no respondió a estos éxitos

con la absolución de Federico, sino que declaró que las acciones del emperador en Tie-

rra Santa no podían calificarse como cruzada o guerra santa, pues continuaba en estado

de excomulgado; el Papa procedió a liberar a los cruzados del voto de obediencia al

mandatario imperial. Así, los logros de Federico II en Tierra Santa fueron bastante pre-

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carios, y dependían más de la coyuntura política árabe o musulmana que del poderío

cristiano; no pudo evitar los enfrentamientos entre las Órdenes Militares y los barones

locales, ni entre venecianos y genoveses, que asolaban la costa de Oriente próximo.

Federico II y Al-Kamil

Por su parte, en 1229 tuvo Federico noticia de que el Papa, junto a la Liga Lombar-

da, de mayoría güelfa en Italia, planeaban invadir el reino de Sicilia; su propio hijo

Enrique, regente suyo en Alemania, se había proclamado rey con el consentimiento pon-

tificio y reclamaba los dominios de su padre. De este modo y estando así las cosas, Fe-

derico abandonó la cruzada y regresó apresuradamente a Italia.

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Tras desembarcar en Brindisi, Federico logró derrotar a las fuerzas pontificias y lom-

bardas, expulsándolas de los territorios imperiales. Firmó en 1230, como podemos re-

cordar, el Tratado de San Germano, por la que el Emperador aseguraba a la Iglesia sus

posesiones territoriales a cambio de que el Papa revocara su excomunión. Tras esta con-

tienda, Federico II, con el apoyo de las ciudades gibelinas de la Toscana (Pisa y Siena) y

la Lombardía (Verona y Piacenza) consiguió un cierto dominio de Italia.

Esta paz fue, sin embargo, muy efímera. Por la diferente forma de concebir las cosas

entre Gregorio IX y Federico II, un nuevo o renovado enfrentamiento no se hizo es-

perar. Así, cuando en 1237 las tropas imperiales derrotaron a la Liga Lombarda en la

batalla de Cortenueva, el Papa encontró la excusa para volver a excomulgar a Federico,

lo que se efectuó en 1239. Inmediatamente ordenó el pontífice una cruzada contra el

emperador, e intentó infructuosamente que los príncipes alemanes eligieran un nuevo

rey, convocando un concilio en Roma para 1241.

Por su parte, Federico anunció su oposición total a la celebración de un concilio, que

no tenía otra motivación que la de su deposición y sustitución, por lo cual ordenó a sus

tropas que apresaran a todos los que viajaran a Roma con la intención de participar en el

dicho concilio o se sospechara que habían sido convocados al mismo. La detención y

encarcelamiento de más de cien clérigos o prelados obstaculizó e impidió la celebración

del concilio. Poco después fallecía Gregorio IX, el 22 de agosto de 1241.

Elegido nuevo Papa, Inocencio IV, Federico le envió emisarios para acordar la paz,

pero sin renunciar a su poder e influencia en las decisiones eclesiásticas. Inocencio IV,

sin embargo, exigió de Federico el reconocimiento del daño que había causado a la

Iglesia. Finalmente llegaron ambas partes a un acuerdo, a 31 de marzo de 1244. En el

mismo se restituían a la iglesia sus posesiones, especialmente los más propiamente Es-

tados Pontificios, y se liberaba a los prelados favorables al Papa que aún se mantenían

presos. Aunque el Papa había firmado la paz con Federico gracias a la mediación del rey

Luis IX de Francia, se sintió incómodo en Italia por la presencia de la milicia o fuerza

imperial y decidió refugiarse en Lyon con el apoyo de los genoveses.

En cuanto Inocencio IV llegó a Lyon, convocó un concilio, el 3 de enero de 1245,

pese a ponérsele en contra el emperador (que ya sabía de qué iba a ir o de qué trataría el

concilio). Sintiéndose fuerte, Inocencio IV procedió a acusar a Federico de usurpar y

oprimir en la Iglesia menoscabando sus bienes, y el Papa finalmente lo excomulgó, el

17 de julio, por negarse a organizar una nueva cruzada, una cruzada “como Dios man-

da” y como sí estaba dispuesto a emprender el rey Luis IX de Francia.

Federico organizó sus tropas para enfrentarse a las del Papa. Éste, por su parte, insis-

tió en pretender organizar una cruzada contra el propio emperador movilizando a los

príncipes alemanes. En ese camino pretendió la elección de Enrique Raspe47

y, aunque

éste fue proclamado emperador (22 de mayo de 1245), nunca fue reconocido como tal.

Al mismo tiempo Inocencio IV provocó el alzamiento contra el emperador de muchas

ciudades del norte de Italia. Obtuvo una importante victoria, el 18 de febrero de 1248,

47

Landgrave de Turingia (1217-1227), muerto en 1247.

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en la batalla de Parma, al capturar por sorpresa las tropas pontificias (lombardas y güel-

fas) el campamento imperial.48

Federico, enfermo y muy cansado, ya no estuvo en esta última campaña de fuerzas

imperiales (gibelinas) enfrentadas a las pontificias (güelfas). Se cuenta que murió pacífi-

camente, vistiendo el hábito de un monje cisterciense, en la fecha que ya dijimos de este

año 1250, el 13 de diciembre, en Castel Fiorentino, como también queda dicho, siendo

causada su muerte por complicaciones digestivas y generalizadas disfunciones.

Federico II ha venido a conocerse como “stupor mundi” (pasmo del mundo) por su

carácter excéntrico y heterodoxo, por sus rarezas49

y por sus reconocidos conocimien-

tos, con sentido estético y refinado. Hablaba50

nueve lenguas (entre ellas latín, siciliano,

alemán, francés, griego y árabe) y escribía en siete.51

Su curiosidad intelectual lo llevó a

fundar la escuela poética siciliana,52

lo mismo que a profundizar en la filosofía, la as-

tronomía, las matemáticas, la medicina y las ciencias naturales, así como el derecho.53

Federico escribió algunos libros, siendo uno de los más conocidos el De arte venandi

cum avibus (un tratado de cetrería). También escribió y se pronunció sobre las más

variopintas temáticas y asuntos de presuntas y extravagantes simbologías.

Resumimos finalmente acerca de su vida familiar, refiriéndonos a sus nupcias y des-

cendencia, señalando en primer lugar que su primera esposa fue Constanza de Aragón y

Castilla, habiéndose celebrado este matrimonio en Mesina (15 de agosto de 1209), na-

48

Los güelfos atacaron el campamento Imperial cuando Federico II estaba ausente. Las tropas imperiales

fueron derrotadas y una gran parte del tesoro de Federico II se perdió.

49

Se dice que, en su interés por dilucidar cuál era la lengua originaria de la humanidad, ordenó aislar a

un bebé de todo contacto verbal, esperándose que el niño, al crecer sin haber oído nunca a nadie hablar en

ningún idioma, aprendiera espontáneamente a hablar en la lengua original de la Humanidad, que Federico

sostenía que era el hebreo. El experimento fracasó porque las ayas del niño lo enseñaron a hablar a es-

condidas. Ciertamente fue Federico de carácter tildado de extravagante, despreciando todas las conven-

ciones sociales de la época, tales como las relaciones de vasallaje, el concepto de honor, etc. Esto, a largo

plazo, le causó graves problemas políticos, al ser visto como un posible socio poco de fiar, siendo ade-

más, posiblemente, de enmarañados discursos y de muy epicúreas actitudes.

50

Al parecer.

51

A diferencia de otros monarcas y príncipes de su época, a menudo prácticamente analfabetos.

52

Comenzada en la corte del emperador en 1230 y prolongada hasta 1266. Era muy mediterránea e

incluso se asemejaba a la poética andalusí.

A la escuela poética siciliana se le debe el primer idioma italiano estándar conocido. Combina muchos

rasgos típicos del siciliano y, en menor medida pero significativamente, dialectos de Apulia y otras zonas

del sur de Italia con muchas palabras del latín y del francés. Los diversos estilos de Dante (illus-

tre, cardinale, aulico, curiale) se desarrollaron gracias a sus estudios lingüísticos sobre la escuela sici-

liana, que habría sido refundada en la Toscana por varios reconocidos poetas.

53

Estimando a fondo la célebre obra legislativa de Federico II, se observa, sin embargo, que no es tan re-

volucionaria como parece y que se asienta de hecho en la obra de sus predecesores normandos.

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ciendo del mismo Enrique II de Suabia (1211-1242), rey de Romanos, muerto trágica-

mente entre reclusiones y traslados de unos a otros lugares, proscrito por sus rebeldías.

Segunda esposa de Federico II fue Yolanda de Jerusalén, habiéndose celebrado este

matrimonio en Brindisi (9 de noviembre de 1225), naciendo Margarita (1226-1227) y

Conrado IV, rey de Romanos.54

Federico II se casó en terceras nupcias con Isabel de Inglaterra (hija de Juan I e Isabel

de Angulema), celebrándose este matrimonio en Worms (15 de julio de 1235), siendo

ésta la descendencia: Jordán (nacido en la primavera de 1236, bautizado con agua del

Jordán, no logró sobrevivir al año), Inés (nacida y muerta en 1237), Enrique Otto u

Otón,55

Federico (1239-1240) y Margarita (nacida en 1241).

Recordemos que Federico II tuvo también una prolongada relación amorosa con Bian-

ca Lancia (puede que a partir de 1225).56

Entre amantes y descendencia ilegítima, pueden mencionarse a una (desconocida)

condesa siciliana, con quien tuvo un hijo (Federico de Pettorana), a Adelaida de Urs-

lingen (tuvieron un hijo llamado Enzio), de otra dama (desconocida, pero de la familia

de los duques de Spoleto) nació una hija llamada Margarita, de Matilda o María de An-

tioquía nació un hijo llamado Federico, de Manna, hermana del arzobispo de Mesina,

nació Ricardo de Chieti (1225-1249), de Richina o Ruthina nació Margarita; y aún hubo

otras damas (de nombres desconocidos), de las que Federico II también dejó descen-

dencia: Selvaggia, Blanca Flor y Gerardo.

54

Fue rey de Jerusalén como Conrado II (1228-1254), de Alemania como Conrado IV (rey de Romanos

entre los años 1237-1254) y de Sicilia como Conrado I (1250-1254. Fue también Conrado III de Suabia

entre los años 1235-1254. Se casó con Isabel de Baviera, de la que tuvo a su hijo Conradino en 1252.

55

Nacido en 1238 y muerto en 1253. Pudo haber sido rey de Jerusalén y haberse casado con alguna so-

brina del Papa Inocencio IV, pero nada de esto pudo llevarse a efecto.

56

Algunos historiadores la hacen también su esposa. Parece ser que Federico pudo contraer matrimonio

con Bianca en los últimos días de su vida, probablemente para reconocer legítimamente a sus descen-

dientes: Constanza, Manfredo y, según algunas fuentes, otra hija llamada Violante. No faltan historia-

dores sosteniendo que Bianca Lancia fue el único amor verdadero en la vida de Federico II, mientras que

otros lo consideran como una exageración romántica, fruto de un de interés político y económico de la

época.

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Federico II Hohenstaufen

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MONASTERIO DE SAN PEDRO DE ARLANZA (REINO DE CASTILLA)

SE COMPONE EL POEMA CASTELLANO DE FERNÁN GONZÁLEZ

A un monje del monasterio benedictino de San Pedro de Arlanza, en Castilla,57

se

debe la composición del Poema de Fernán González (primer conde independiente de

Castilla, en el siglo X), poema perteneciente al que se conoce como mester de clerecía,

en pleno apogeo.58

57

El monasterio de San Pedro de Arlanza, de mucha importancia cuando Castilla fue condado (entre los

años 850-1065), se encuentra en Hortigüela (Burgos), a orillas del río que le da nombre. Aunque los

restos más antiguos que existen actualmente del conjunto monacal se corresponden con la iglesia, del año

1080, la fundación monástica proviene del año 912 como eremitorio, siendo aún visibles sus ruinas flan-

queando el valle. Este monasterio fue llamado “Cuna de Castilla” y se mantuvo como institución mo-

nacal hasta la desamortización de Mendizábal en 1835.

El conjunto presenta hoy una superposición de diferentes estilos, fruto de las numerosas actuaciones

constructivas en el transcurso del tiempo. Así, mientras la iglesia, comenzada en 1080 y ahora en ruinas,

tenía tres naves y tres ábsides a la cabecera, por lo menos en el primer planteamiento románico, durante la

etapa del gótico hubo modificaciones que cambiaron el aspecto general del edificio, si bien se conser-

varon algunos capiteles del siglo XI. Entre los restos de la monumental iglesia destacan los tres ábsides

semicirculares, con amplios presbiterios. También se conserva la torre, levantada a finales del siglo XII,

así como parte del claustro, la sala capitular y el óculo de doble abocinamiento en la parte superior del

hastial del imafronte. Existe también (desgajada del lugar) la portada de la iglesia que fue trasladada

al Museo Arqueológico Nacional en 1895. No es ésta la única pieza patrimonial de que ha sido despojado

el monasterio: además (como se informa en la nota siguiente) se trasladaron sepulcros (a Covarrubias y a

la catedral de Burgos) y los valiosos frescos (y otras obras) que se muestran en el Museo Metropolitano

de Nueva York y en el Museo Nacional de Arte de Cataluña.

58

Se supone dicha autoría y dicho lugar, ya que considerado héroe castellano se desenvuelve en los para-

jes y paisajes que se corresponden a este sitio, pareciendo que el poema tuvo como finalidad o cometido

dar a conocer y sostener un culto o atracción sepulcral de Fernán González, allí enterrado, buscándose el

incremento de peregrinos y de ingresos por donativos y limosnas. Ramón Menéndez Pidal (1869-1968) da

la fecha de 1255 para la composición del poema, mientras el hispanista Marden (1867-1932) concluye

que se escribió hacia 1250 o muy poco después; desde luego es posterior a los poemas de Gonzalo de

Berceo y su modelo del mester de clerecía, el Libro de Alexandre, que es del primer tercio del siglo XIII.

El Poema de Fernán González se sirve de éstos, más particularmente del Libro de Alexandre.

Es probable que los restos de Fernán González reposaran aquí, junto a los de su esposa Sancha, tras su

traslado desde su posible ubicación original en la cercana ermita de Santa María de Lara o de Quintanilla

de las Viñas, de significativa arquitectura visigoda. Tras el supuesto traslado permanecieron dichos restos

en el monasterio hasta la desamortización de Mendizábal, al ser abandonadas las dependencias monás-

ticas, siendo llevados los sarcófagos a la vecina colegiata de Covarrubias (del título de los Santos Cosme

y Damián), donde hay más distinguidos enterramientos.

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La mencionada pieza literaria es un poema épico cuyo contenido es el de un cantar de

gesta que narra diferentes hechos históricos referentes a la vida de Fernán González,

presentándose muy relevante para la historia de Castilla (y de España).59

El Poema de Fernán González60

se estructura en estrofas de cuaderna vía y verso ale-

jandrino en hemistiquios de siete sílabas. En cuanto a su contenido, relata las reiteradas

campañas o gestas de Fernán González contra los moros, sus guerras contra el rey de

Navarra, sus debates contra el rey de León y su protección de amparo al monasterio de

San Pedro de Arlanza, donde finalmente reposan sus restos.

El poema refleja61

cuanto el conde Fernán González desempeñó en el hecho de que

aquella Castilla primitiva o en ciernes consiguiera una legítima soberanía por la que

llegó a ser reino, lejos del alcance de la invasión islámica en un principio y potencia

resolutiva en la reconquista, como se demuestra en los tiempos de mediados del siglo

XIII, reinando Fernando III. Así, en el poema está totalmente idealizada la monarquía

visigoda, sin que se tengan en cuenta las numerosas disputas intestinas de la misma, ni

las intrigas y revueltas palaciegas que terminaron con ella. Se cargan las tintas contra

los musulmanes en virtud del sentimiento de cruzada que encarna el protagonista, conde

de Castilla desde el año 932. Castilla aparece contrastada en tres aspectos: frente al

mundo musulmán, compitiendo con Navarra y pretendiendo separarse de León.62

59

El Poema de Fernán González nos ha llegado en un solo códice custodiado en el Monasterio de San

Lorenzo de El Escorial; se trata de una copia muy tardía, del siglo XV, en la que intervienen dos manos

que modernizan el lenguaje y deturpan considerablemente el texto con numerosas lagunas, algunas tan

grandes que incluso falta la parte final: el códice se interrumpe en la estrofa 752, tras presentar la batalla

de Valpierre entre el conde Fernán y García de Navarra; los filólogos han podido reconstruir lo que falta

gracias a la prosificación del mismo que se encuentra en la Primera Crónica General o Estoria de España

de Alfonso X, que pasó también a las posteriores salvo a la de 1344, que prefiere seguir el argumento del

perdido cantar de gesta en vez del poema del mester de clerecía. Por lo visto existían otros tres códices

con la obra, pero se han perdido.

60

Como obra característica del primer o más remoto mester de clerecía.

61

Como ideología.

62

El autor no conoce muchos detalles de los hechos históricos, que no quedaron consignados por ningún

historiador de la misma época a la que perteneció Fernán González ni posteriormente. La tradición entre

legendaria e histórica se divulgó de forma oral y dio lugar a un perdido cantar de gesta del que sólo nos

queda la prosificación; pero ésta no es la única fuente del poema, pues hay huellas de otros textos; entre

otras divergencias con el cantar perdido, el poema diluye la rebeldía del conde contra el rey leonés y se

procura subrayar la piedad religiosa del conde con intención de ligarlo indisolublemente al monasterio de

San Pedro de Arlanza; en el cantar la infancia del conde es ya un anticipo de su vocación caballeresca; es

criado por un anciano experto en el ejercicio de las armas que le transmite todas sus habilidades, pero en

el poema el niño es misteriosamente robado por un carbonero y criado en la montaña; este episodio no

aparece en la tradición anterior y el anónimo poeta lo toma de la tradición folclórica y de otras lecturas

para acentuar el contraste entre su origen humilde y su posterior grandeza. Entre otras fuentes, pueden

citarse además, todas medievales, la Historia Turpini incluida en el Codex Calixtinus compostelano, la

Historia gothorum de San Isidoro, el Chronicon mundi de Lucas de Tuy, el De rebus Hispaniae del

Toledano arzobispo Rodrigo Jiménez de Rada, el anónimo y aragonés Liber regum, etc. También se

advierte el influjo de la leyenda de San Eustaquio (históricamente de entre los siglos I y II), que inspira el

célebre episodio de la profecía, y la tradición oral. En 1960 fue hallada una teja con versos del poema en

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~ 43 ~

SEVILLA (REINO DE CASTILLA)

CELEBRACIÓN DE CORTES CONVOCADAS POR FERNANDO III

Hubo convocatoria y celebración de Cortes de Castilla en Sevilla, de forma novedosa

y del todo oficial, por parte del rey Fernando III, tras haber tomado la ciudad a los

moros en 1248.63

A 15 de junio le concedió el rey Fernando III a Sevilla el ya muy enriquecido Fuero

de Toledo.

castellano antiguo en la localidad burgalesa de Villamartín de Sotoscueva, teja datada en el siglo XIV,

anterior por tanto a la copia del poema del siglo XV.

Leer comentario sobre el poema en Epílogo V.

63

Se celebraron por primera vez estas Cortes de Sevilla estando en ellas representados los tres brazos o

estamentos sociales de entonces (eclesiástico, nobiliario y común).

En el reinado siguiente, la especial vinculación del rey Alfonso X con la ciudad de Sevilla hizo que se

convocaran Cortes dos veces en esta ciudad, respectivamente en 1260 y en 1281.

Lo mismo ocurrió al comienzo del reinado de Sancho IV de Castilla, hijo y rival de Alfonso X, siendo

las Cortes de 1284 y 1285.

Otro rey muy vinculado a la ciudad fue Pedro I el Cruel, que convocó las Cortes de Sevilla de 1362.

Por último, en el reinado de Isabel la Católica se realizaron las últimas dos convocatorias de Cortes que

han tenido lugar en Sevilla, en 1499 y en 1501.

Posteriormente, adentrándonos ya en el siglo XIX, la presencia institucional en Sevilla durante la

Guerra de Independencia Española no llevó a la convocatoria de cortes en esta ciudad, sino en Cádiz (las

Cortes de Cádiz), circunstancia que se repitió al final del conocido como Trienio Liberal, en 1823.

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~ 44 ~

ÁVILA (REINO DE CASTILLA)

ORGANIZACIÓN Y DIVISIÓN DE LA DIÓCESIS

Decidió también el rey Fernando III organizar y dividir la diócesis de Ávila en tres

arcedianatos (Ávila, Olmedo64

y Arévalo65

), tres arciprestazgos (Rágama,66

Madrigal67

y

Vega68

), seis cabildos y dos “tierras”. Benito es el obispo de Ávila en estos tiempos.69

Es noticia también la construcción de una destacada iglesia gótica en la localidad de

La Adrada.70

64

Provincia de Valladolid.

65

Provincia de Ávila.

66

Provincia de Salamanca.

67

Madrigal de las Altas Torres (Ávila).

68

Vega de Santa María (Ávila).

69

De pontificado entre los años 1241-1259.

70

En la provincia de Ávila. Sobre dicha (probable) iglesia se levantará en el siglo XIV el castillo que hoy

en día puede apreciarse.

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REPÚBLICA DE PISA (ITALIA)

ÓBITO DEL CÉLEBRE MATEMÁTICO FIBONACCI

Hemos de contar que murió en Pisa el célebre matemático Fibonacci (Leonardo Bi-

gollo),71

a sus 80 años de edad.72

Fue célebre difundiendo por toda Europa el sistema de

numeración india y arábiga frente a la cada vez más desterrada numeración romana. Se

le reconoce haber sido el primer europeo en describir la sucesión numérica que lleva su

nombre, como bien conocen ya los buenos matemáticos.

El apodo de Guglielmo (Guillermo), padre de Leonardo, era Bonacci (con significado

de bonachón, simple o bienintencionado). Leonardo recibió póstumamente el apodo

de Fibonacci (por filius Bonacci, hijo de Bonacci). Guglielmo dirigía un destacado

puesto de comercio73

en la ciudad norteafricana de Bugía.74

Leonardo viajó hasta allí

cuando aún era niño para ayudar a su padre, siendo todo ello ocasión de que conociera y

aprendiera eficazmente el sistema de numeración árabe.

Consciente de la superioridad de los numerales árabes (con un sistema de numeración

decimal, notación posicional y un dígito de valor nulo, que resulta ser el cero), Fibo-

nacci viajó a través de los países del Mediterráneo para estudiar con los matemáticos

árabes o musulmanes más destacados de su tiempo, regresando a Pisa hacia el año 1200.

En 1202, a los 32 años de edad, publicó lo que había aprendido en el Liber aba-

ci,75

mostrando aquí la importancia del nuevo sistema de numeración aplicándolo ven-

tajosamente a la contabilidad comercial, conversión de pesos y medidas, cálculo, inte-

reses, cambio de moneda y otras muchas variadas aplicaciones. Recoge en sus páginas

la descripción del cero, la notación posicional, la descomposición de factores primos,

los criterios de divisibilidad… El libro fue recibido con entusiasmo entre el público cul-

to, teniendo un impacto profundo en el pensamiento matemático europeo.

71

Probablemente en este año 1250.

72

En 1240, la república de Pisa honró a Fibonacci concediéndole un salario permanente (bajo su nombre

alternativo de Leonardo Bigollo) en agradecimiento por sus servicios asesorando en materias de contabili-

dad a la ciudad y enseñado a los ciudadanos. No existen más referencias sobre su vida después de esta

fecha, se cree que falleció con posterioridad, probablemente en 1250, como queda dicho, en la ciudad de

Pisa.

73

Tal vez como cónsul pisano también.

74

Actual Bejaia (Argelia).

75

“Abaci” en el sentido de aritmética y no del ábaco como instrumento.

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~ 46 ~

Leonardo fue huésped del emperador Federico II Hohenstaufen, muy interesado, co-

mo sabemos, en las matemáticas y por todo cuanto a la ciencia se refiere en general.

En el año 1225 publicó su cuarto libro, y el más famoso de todos ellos: Liber Qua-

dratorum (El libro de los números cuadrados), a raíz de un desafío de un matemático de

la corte de Federico II, Teodoro de Antioquía, que le propuso encontrar un cuadrado tal

que si se le sumaba o restaba el número cinco diera como resultado en ambos casos nú-

meros cuadrados. Curiosamente, el año de publicación del libro es un número cuadrado.

Fibonacci comienza con los rudimentos de lo que se conocía de los números cua-

drados desde la antigua Grecia y avanza gradualmente resolviendo proposiciones hasta

dar solución al problema de análisis indeterminado que le habían lanzado como desafío.

Leonardo de Pisa o Fibonacci

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ABADÍA DE VILLERS (DUCADO DE BRABANTE)

MUERTE DEL ABAD Y POETA ARNULFO DE LOVAINA

Arnulfo de Lovaina, abad de la abadía cisterciense de Villers, situada en el ducado de

Brabante,76

murió a los 50 años de edad,77

al año de haber abdicado de su cargo, que lo

desempeñó durante diez años, para dedicarse tras su renuncia al estudio y al ascetismo,

en una vida espiritual a la vez más intensa y serena.

Destacamos al abad Arnulfo sobre todo como reconocido y muy valorado poeta, autor

de Excerptum Speculi Caritatis78

y de Membra Jesu Nostri.79

76

En Bélgica. Fue fundada esta abadía en 1146, abandonándose en 1796. Está en ruinas desde mediados

del siglo XIX. Sobre terrenos donados por Gauthier de Marbais, la fundaron doce monjes cistercienses y

tres hermanos laicos o legos provenientes de la abadía francesa de Claraval. Después de construir varios

edificios preliminares (Villers I y Villers II), el trabajo de edificación terminó en el siglo XIII propia-

mente con la construcción de la actual abadía. El coro fue construido en 1217, la cripta en 1240 y el re-

fectorio en 1267. La iglesia fue terminada a finales de la centuria después de setenta años de obras.

Durante su período inicial y después este monasterio ganó mucha fama e importancia. Cronistas de la

época le atribuyen una población de cien monjes y trescientos laicos residiendo en sus muros, aunque

posiblemente esto sea una exageración. Las tierras dominadas por el monasterio también se ampliaron

considerablemente, adquiriéndose 100 km² de bosque, campos y pastos, incluyendo los dominios de la

célebre abadía belga de Grandpré, todavía dependiente de Villers en esta época.

77

Nació en Lovaina (Bélgica), en 1200.

78

Una adaptación del Summa Casuum del dominico San Raimundo de Peñafort (muerto en 1275).

79

Si bien, es también atribuible esa composición a San Bernardo de Claraval (muerto en 1153). Membra

Jesu Nostri (Los miembros de nuestro Señor Jesús) se conoce en la actualidad como un ciclo de siete

cantatas barrocas compuestas en 1680 por Dietrich Buxtehude (1637-1707). La letra, Salve mundi sa-

lutare, que también se conoce como Rhythmica oratio, es el poema de Arnulfo de Lovaina o atribuido

también a San Bernardo. Cada una de las siete partes en que se divide la obra está dedicada a una parte

del cuerpo crucificado de nuestro Señor Jesucristo: pies, rodillas, manos, costado, pecho, corazón y ca-

beza. La composición, bellísima y apropiada para la oración, tiene mucha unción y piedad, dignas de una

fruitiva escucha.

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Abadía de Villers en un grabado anónimo de 1607

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TOULOUSE (FRANCIA)

MURIÓ EL TROVADOR GUILHEM FIGUEIRA

En Toulouse, donde mismo había nacido, hijo de un sastre, en 1195, murió el juglar y

trovador Guilhem Figueira,80

que estuvo muy presente y activo en la corte del empe-

rador Federico II Hohenstaufen durante la década de 1230, habiendo sido exiliado desde

Toulouse hacia Lombardía tras los sucesos de la cruzada albigense o contra los cátaros,

tan virulenta en Toulouse, como bien sabemos y podemos recordar. Le sobrevino la

muerte con 55 años de edad. Tuvo estrecha colaboración con otros célebres trovadores,

como Aimeric de Peguilhan y Guillem Augier Novella, destacando todos como gibeli-

nos, políticamente partidarios del emperador.

Guilhem Figueira en unos manuscritos del siglo XIII

80

También escrito a veces como Guillem Figera.

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~ 50 ~

EPÍLOGO I

EL SULTÁN TURANSHAH

El sultán conocido por el epíteto Turanshah (o Turan Shah), muerto a 2 de mayo de

1250, asesinado, era en su nombre completo Al-Malik al-Muazzam Ghayath al-Din

Turanshah. Fue hijo del sultán Al-Salih Ayub (muerto en 1249). Miembro de la dinastía

ayubí, reinó brevemente como sultán de Egipto, en 1249 y 1250. Fue el último sultán de

dicha dinastía gobernando en Egipto. Tras su asesinato por los mamelucos, éstos le arre-

bataron el poder.

Como fuimos contando, Turanshah no era de confianza para su padre, quien lo envió

a Hasankeyf (en el sureste de Turquía) para mantenerlo alejado de la política egipcia.

Cuando el sultán Al-Salih falleció en Al-Mansurah (noviembre de 1249), Turanshah

todavía se hallaba en su destino de alejamiento, a varios meses de camino hasta llegar a

Egipto. Para no fomentar la crisis en el ejército, una junta y la sultana, Shajar al-Durr,

ocultaron la muerte del sultán, fingiéndose que seguía enfermo en su tienda, dándose

órdenes en su nombre y lugar, así como falsificándose su firma. La junta de gobierno

era también junta militar a propósito de afrontar el avance de los cruzados.

Turanshah se enteró de la muerte de su padre a través de Faris al-Din Aktai, coman-

dante de los mamelucos Bahri al servicio del sultán fallecido, que había sido enviado

desde Egipto para traerlo de vuelta y para proseguir la guerra contra Luis IX de Francia

y su séptima cruzada. Aktai llegó a Hasankeyf a principios del ramadán del año 647 de

la Hégira (12 de diciembre de 1249) y pocos días más tarde, el 11 de Ramadán (18 de

diciembre), Turanshah y unos cincuenta acompañantes partieron hacia Egipto. El grupo

dio un rodeo para evitar ser interceptado por los enemigos de los ayubíes y el 28 de Ra-

madán (4 de enero de 1250) llegó al pueblo de Qusayr o Al-Quseir (frontera siria-liba-

nesa), cerca de Damasco, en donde hizo su entrada ceremonial al día siguiente, siendo

cuando se proclamó oficialmente a Turanshah como sultán.

El nuevo sultán comenzó las negociaciones con los cruzados para obtener rescate por

ellos y recuperar Damieta, pero el desenlace se produjo cuando ya había sido asesinado

a comienzos de mayo, como queda dicho.

Haciendo caso omiso de los consejos escritos de su difunto padre de honrar y confiar

en los mamelucos Bahri, Turanshah nombró a sus propios mamelucos (Muazzami) para

puestos clave. Antepuso a los jóvenes que lo habían acompañado desde Siria a los jefes

del ejército que habían derrotado a los cruzados. También enalteció a muchos esclavos

negros. Nombró a un eunuco negro ustadar (jefe de la casa real) y a otro amir jan-

dar (jefe de la guardia real). Ambos nombramientos disgustaron a los poderosos ma-

melucos Bahri.

El retrato de Turanshah que hacen los historiadores del período medieval mameluco

no resulta necesariamente fiable, pero según ellos estaba desequilibrado, era torpe o cor-

tito y poco inteligente, padeciendo además de un tic nervioso y ciertamente ridículo. En

una ocasión, anduvo cortando el extremo de las velas, mientras gritaba: “¡Así es como

voy a tratar a los mamelucos Bahri!”. Presumía de sus intenciones de destituir a los

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jefes del ejército y se enemistó con la sultana madre, la que con no poca habilidad le

había facilitado el ascenso al trono.

Finalmente los Bahris se cansaron de él. El trato de Turanshah les había ofendido y,

posiblemente, creyeron que una vez que hubiese recuperado Damieta de los cruzados, se

volvería contra ellos. Una facción de los Bahris, acaudillada por Baibars,81

resolvió ma-

tarlo, Fue detalladamente descrito el asesinato por el historiador Jean de Joinville (1224-

1317).

El 28 de Muharram del año 648 de la Hégira (2 de mayo de 1250), Turanshah dio un

gran banquete. Al final de la fiesta, Baibars, el oficial que había dirigido el victorioso

contraataque contra los cruzados en Al-Mansurah, entró en la tienda del sultán y lo apu-

ñaló. El sultán, herido, dio la alarma y gritó que un mameluco Bahri le había acome-

tido; los mamelucos, temiendo el castigo, lo persiguieron hasta el río, donde le dieron

muerte. Aunque el sultán se había refugiado en una torre de madera junto al río, sus ata-

cantes le prendieron fuego para obligarlo a abandonarla; una vez en el río, Baibars lo

mató a sablazos. Se dice que Faris ad-Din Aktai luego le sacó el corazón y se lo llevó al

prisionero rey Luis IX para animarlo en su cautiverio. Según algunos relatos, fue en rea-

lidad Aktai y no Baibars quien asesinó al sultán.

El padre de Turanshah, Al-Salih Ayub, había sido el último de la dinastía en ejercer

dominio efectivo sobre Egipto y la hegemonía sobre los otros territorios ayubíes. Tu-

ranshah fue el último del linaje principal ayubí que gobernó en Egipto, con la excepción

del joven de seis años de edad, hijo de Al-Ashraf Musa, que fue instalado brevemente

como sultán títere por el mameluco Aybak (o Aybek), primer sultán mameluco de

Egipto (1250-1257), en un intento de otorgar legitimidad ayubí al reinado mameluco e

imponerse en Egipto en un momento en que los ayubíes sirios amenazaban con invadir

el territorio. El niño gobernaba junto con Aybak y la esposa (sultana) de Al-Salih Ayub,

Shajar al-Durr, con la que el jefe mameluco se había casado tras el asesinato de Tu-

ranshah.

81

Que llegará a ser sultán mameluco de Egipto y Siria, muriendo en 1277.

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Miniatura medieval que muestra el asesinato del sultán Turanshah.

A la derecha, cautivo el rey Luis de Francia tras rendirse sus huestes en 1250

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El denominado Levante en 1240, una década anterior al sultanato de Aibak.

Parte de los territorios sirios siguieron en poder de los ayyubíes

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EPÍLOGO II

EL CASTILLO DE MIRAVET EN CABANES (CASTELLÓN)

Según las referencias de Wikipedia, este breve artículo que se transcribe a continua-

ción incorpora material procedente de la página web de la Federación Valenciana de

Municipios y Provincias (que mediante una debida autorización permitió agregar con-

tenido e imágenes, así como publicarlos bajo licencia GFDL).

El castillo de Miravet, situado en el término municipal de Cabanes (Castellón), se yer-

gue sobre un cerro junto a la carretera entre Cabanes y Oropesa del Mar, tratándose de

una construcción medieval islámica con reformas arquitectónicas posteriores.

Su primitivo origen es desconocido, pero sus inmediaciones estaban ya habitadas en la

época prehistórica según nos revelan varios yacimientos de la época neolítica, así como

resultan también indicios de tiempos romanos, aunque no existan del todo confirma-

ciones al respecto.

Los datos auténticamente históricos comienzan en tiempos del Cid, que fue quien lo

conquistó a los moros en el año 1091, poseyéndolo desde 1093 a 1103 varios goberna-

dores nombrados por los reyes Sancho Ramírez (1063-1094) y Pedro I de Aragón

(1094-1104) al objeto de contener la invasión de los almorávides, pero no se consolidó

la conquista.

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Poco más de un siglo después del mencionado señorío aragonés en este territorio, se

inició la conquista definitiva por parte del rey Jaime I de Aragón. Ya en 1178 el

rey Alfonso II (1154-1196) había prometido a la catedral de Tortosa varias donaciones

en este territorio para cuando se conquistase a los moros, pero vino a ser en el reinado

de Jaime I cuando se consolidó la conquista y la plena confirmación de dichas dona-

ciones para interesar al obispo y cabildo de Tortosa en la conquista definitiva del te-

rritorio y agradecerles la ayuda prestada. Así pues, el 27 de abril de 1224, estando el rey

en Huesca, confirmó los antiguos términos del obispado de Tortosa y las donaciones de

diversos castillos, y en la misma fecha, un año después (a 27 de abril de 1225), desde

Tortosa otorgó al obispo Poncio o Ponce de Torrella (1213-1254) dos nuevos docu-

mentos de donación de los castillos de Miravet, Zufera y Fadrell, cuyos términos fija,

donación que vuelve a confirmar el 3 de septiembre de 1225 al mismo Don Ponce du-

rante el infructuoso asedio de Peñíscola para agradecerle nuevamente la ayuda que en el

cerco le prestó el prelado.

Después de estas noticias documentales sabemos por la crónica real de Jaime I, su

Llibre dels feyts, que en julio de 1233 se rindió Burriana y, como consecuencia de este

hecho, cayeron a finales del mismo verano los castillos de Borriol, Cuevas de Vinromá,

Vilafames y Alcalatén, por lo que supone que en estas mismas fechas se rendirían

también Miravet y Zufera. Posiblemente Miravet, si atendemos a su etimología, debió

ser un monasterio de monjes guerreros musulmanes dedicados a la guerra santa, y segu-

ramente Zufera (con significado de “el peñasco”) parece ser el enigmático Azafuz

citado en un documento de Pedro I del año 1100 y, como tal entidad, quedó absorbido

por el vecino y prepotente Miravet después de la conquista.

Una vez conquistados Miravet y Zufera, se dedicó el valeroso prelado de Tortosa a

repoblar de cristianos todo el territorio, cuyo distrito estaba constituido, además de los

ya citados castillos, por el fuerte o fortaleza de Albalat, la villa de Cabanes y los lugares

que fueron después Benlloch y Torreblanca. Cabanes se pobló en 1243, Benlloch en

1250 y Albalat y Torreblanca en fechas hasta ahora desconocidas, pero antes de 1350.

En marzo de 1245 Berenguer de Trago y Guillermo Berdén, árbitros nombrados por el

obispo Ponce y el maestre de los templarios, delimitaban los términos de los castillos de

Xivert, Miravet y Oropesa del Mar, dirimiéndose en 1262 las cuestiones que tenían que

aclarar entre sí el maestre del Temple y el obispo de Tortosa con su cabildo sobre la

propiedad de los términos del castillo de Miravet y Zufera; y en 1285 y 1333 se pro-

nunciaron sendas sentencias arbitrales sobre la fijación de límites entre los castillos de

Miravet y Montornés, pedidas y aceptadas por sus respectivos señores.

El castillo de Miravet es uno de los denominados montanos, situados en terreno mon-

tañoso con accesos de altura y difíciles. Su planta es irregular, dispersa, distribuida so-

bre un eje longitudinal lateral. Tuvo un foso artificial que lo defendía en su parte más

asequible. El castillo mantiene sus muros laterales, sus defensas previas, restos de to-

rres, algunas dependencias internas y almenas. Tuvo también doble recinto inferior don-

de se hallan restos arquitectónicos, vestigios de viviendas de su antiguo poblado y la

arruinada iglesia de San Martín y San Bartolomé. Se conservan varios arcos apuntados

y de medio punto.

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EPÍLOGO III

DOMINGUITO DEL VAL

Partimos aquí un tanto del relato que en 1643 nos ofrece Juan Francisco Andrés de

Uztárroz (1606-1653), cronista aragonés, acerca del Santo Dominguito del Val, niño

monaguillo y mártir.

Dominguito del Val era de Zaragoza, nacido en el año 1243. Fueron sus padres el no-

tario público de Zaragoza Sancho del Val e Isabel, su esposa. Según nos cuenta la cró-

nica, Sancho asistió a las Cortes que celebró en la ciudad aragonesa el rey Jaime I en

1247, tratándose entonces mucho acuerdo de paz y treguas.

Dominguito fue llevado por sus padres a la iglesia catedral de Zaragoza para que sir-

viera y se educara en ella como monaguillo y cantor atendiendo al esplendor de la sa-

grada liturgia.

Según el cronista Andrés de Uztárroz, la inocente y a la vez ardiente devoción de Do-

minguito ofendía a muchos judíos, ya que algunas noches pasaba por su barrio y can-

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taba algunas alabanzas a la Virgen. Probablemente iba desde la Iglesia Mayor a su casa,

que estaría en la Parroquia de San Miguel de los Navarros, porque el lugar donde fue se-

cuestrado es una calleja que desemboca en una calle ancha cerca de los Graneros de la

Ciudad y del Colegio de la Compañía de Jesús, que sale al Coso,82

enfrente de la calle

de la Cadena, en dónde se halla una casa solariega de una familia de apellido la Nau.

En la aljama judía de Zaragoza se tenía por cosa cierta, ya hecha costumbre, que quien

prendía algún cristiano “se libraba de tributos, pechos e imposiciones”. Estaba situada

la asamblea aljama de los judíos en su sinagoga, a poca distancia de donde fue muerto

Dominguito. El edificio tenía tres naves, con arcos que se apoyaban sobre columnas de

mármol. Todo estaba aderezado como se suele en las sinagogas.

Sucedió entonces, a 31 de agosto de 1250, que pasaba por allí Dominguito, ocurriendo

que el judío Mosse Albayuzeto cogió preso al niño y procedió a liarlo bien y atarlo con

una soga, presentándole en conciliábulo judío, decidiéndose allí que el jovencito mere-

cía el castigo de ser azotado y crucificado.

Entre varios judíos desnudaron a Dominguito y le azotaron con mucha ira y fiereza.

La cruz fue trazada en dibujo sobre una pared y se taladraron los agujeros para el último

suplicio. Como los taladros no se ajustaban a sus manos y pies, descoyuntaron su cuer-

po a tal fin. Para finalizar, le rompieron con una lanza el costado, herida por la que el

niño vertió hasta la última gota de su sangre, recogida en recipientes.

Después de la sangrienta y cruel crucifixión, renovando en Dominguito la Pasión de

Cristo, le cortaron la cabeza y las manos, arrojándolas en un pozo de la casa. El cuerpo,

envuelto en rudos paños y liado con cordeles fue ocultado en el margen del río Ebro,

hacia la parte más desierta de la ciudad, y no fue descubierto hasta varios días después.

Dichos restos fueron trasladados primeramente a la basílica de San Gil, hasta que pos-

teriormente fueron llevados en solemne procesión hasta la seo.

Y otros cronistas, como diversas fuentes y leyendas, cuentan lo mismo con distintas

variantes.

82

El Coso es una de las calles más antiguas y conocidas de Zaragoza. Rebasa los dos milenios de his-

toria, pues su trazado se corresponde con el cursus o recorrido que rodeaba la muralla en época romana, y

del cual deriva su nombre. Comienza en la avenida de César Augusto, a la altura del edificio de los Luna

(la Audiencia). Allí desembocan las calles Alfonso I y Jaime I tras el paso por la plaza de España. A la

altura de la plaza de San Miguel da un giro de 90 grados, pasa junto a la plaza de la Magdalena y des-

ciende hasta el río Ebro a la altura del puente del Pilar (puente de Hierro). El extremo noroeste del cursus

no se ha considerado incluido tradicionalmente en esta vía por su uso comercial (mercado) y por el cre-

cimiento urbano de la zona que desdibujó pronto su recorrido (calle Cerdán).

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Ramón Menéndez Pidal pasa como sobre ascuas despachando este asunto en pocas y

como lacónicas o desentendidas líneas, diciendo: “En cuanto a Santo Dominguito del

Val, es un monaguillo de Zaragoza, supuestamente martirizado por los judíos el año

1250, pero lo que de él consta históricamente no es su vida, sino su culto posterior, y

cualquier investigación sobre el tema habría de hacerse teniendo en cuenta la índole

tópica de estas acusaciones de crímenes rituales”.

En la iglesia de San Felipe Neri de Sevilla se construyó un altar en honor a San Do-

minguito, teniendo la siguiente inscripción:

“Fue martirizado por los judíos en el año 1250 en Zaragoza, su patria, a la edad de 7

años. Sus reliquias encontradas milagrosamente se veneran en el templo del Salvador

de dicha ciudad, y su culto se extendió, por rescripto de N. S. P. el Papa Pío VII de 9 de

julio de 1808. Este altar erigido por sus parientes en el año 1815, trasladado a esta

iglesia por un individuo de su familia en diciembre de 1863, es hoy propiedad del

Exmo. Sr. Dn. Rafael Merry y del Val, pariente de dicho santo”.

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EPÍLOGO IV

EL CASTEL DEL MONTE DE FEDERICO II HOHENSTAUFEN

El conocido Castel del Monte es sin duda una de las construcciones más populares en

tiempos del emperador Federico II Hohenstaufen, que fue quien ordenó erigirla. Se

encuentra en Apulia, al sureste de Italia. El castillo fue levantado entre los años 1240-

1250, aunque el edificio da la impresión, sobre todo en su disposición interior, de no

haber sido completado nunca. En el lugar en el que se levantó existía anteriormente un

monasterio con la advocación de Santa María del Monte, sin embargo, apenas quedan

huellas de él e incluso hoy se desconoce su aspecto pasado.

Castel del Monte se encuentra a 18 kilómetros de la ciudad de Andria y concretamente

en los alrededores del pueblo de Santa María del Monte. Su fama se debe principal-

mente a su planta de peculiar forma octogonal. En cada esquina se levanta una torre de

la misma geometría. El octógono principal cuenta con una altura de 16,10 metros, las

torres miden 26 metros cada una. La longitud de cada lado del octógono principal es de

16,50 metros, y los de las torres de 3,10 metros. La entrada principal se orienta hacia el

oeste.

En esta fortaleza permaneció cautivo, como veremos en su momento, el infante En-

rique de Castilla (apodado el Senador), hijo del rey Fernando III y de su primera esposa

Beatriz de Suabia, durando su cautiverio entre los años 1280-1294.83

Ya ofreceremos el

relato que proceda sobre ese asunto.

83

Enrique nació en 1239 y murió en 1303. El Papa Clemente IV (1265-1268) le nombró senador de Ro-

ma.

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La fortaleza se puede ver de lejos, resaltándose sobre una colina en medio de un pai-

saje árido. Frecuentemente se hace referencia al castillo como el castillo de caza o co-

mo la residencia principal y preferida de Federico II. El misterio de su funcionalidad no

se explica tan fácilmente. La construcción esconde muchos secretos que se han conver-

tido en un tema tratado, comentado, narrado y analizado en la literatura moderna, empe-

zando por la fecha de construcción, no del todo clara. Sí es seguro que el edificio se

levantó en la primera mitad del siglo XIII.

Está históricamente convenido que el propio Federico II participó en los planes de

construcción de la fortaleza. Originalmente el castillo recibió el nombre de la cercana

iglesia de Santa María del Monte, aunque ésta ya se había abandonado. Bajo ese mismo

nombre también se hace referencia a su construcción en un documento conservado por

el emperador Federico II.

El castillo está lleno de simbolismos y enigmas difíciles de resolver y entender. Su

forma de corona no es casual, sino una representación consciente de la corona del em-

perador. También tiene ocho esquinas la capilla palatina de la catedral de Aquisgrán,

donde fue coronado Federico II. La forma octogonal también se puede relacionar con

las decoraciones de la arquitectura musulmana. Otra teoría establece que el castillo fue

levantado teniendo en cuenta distintas constelaciones estelares. Así, en diversas fechas

del año se producen determinadas situaciones de luz y sombra que convierten al castillo

en un calendario celeste tridimensional.

Hay quienes han elaborado otra teoría exponiendo una relación de este castillo con

una de las pirámides egipcias de Guiza (Keops), afirmando que Federico II escondió en

la forma del edificio pistas que revelan otros lugares y arquitecturas con significación

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para él como emperador: la catedral de Notre Dame de París, la catedral de Chartres,

Jerusalén y la Cúpula de la Roca. También comentan haber encontrado una imagen de

la gran pirámide de Guiza junto a un mapa en que se revela la localización de la cámara

oculta del faraón, sin que hasta el momento se haya encontrado, siguiendo en pie que se

confirme dicha teoría. Ésta se elaboró sobre la base de la numerología y desde la rela-

ción entre arquitectura y astrología. Es conocido que Federico II conocía esas simbo-

logías y llaman la atención las medidas, muy similares, del contorno del castillo y de la

mencionada pirámide (cada lado mide 232,92 metros).

La fortaleza se encuentra conscientemente en una colina, no solamente para tener ven-

tajas estratégicas en caso de guerra, sino también para crear una sensación de mayor al-

tura. Estos aspectos eran importantes, ya que Federico II contaba con muchos enemigos,

especialmente entre los círculos güelfos de la Iglesia. En 1231, tras el regreso exitoso de

Jerusalén, creó el primer Estado con funcionarios especiales para conseguir influenciar

en la Europa del Este.

Federico II había conseguido reducir el poder de los príncipes territoriales de Apulia,

a pesar de lo cual sufría sus ataques continuamente. Sin embargo, el castillo no era una

fortaleza defensiva, ya que no hubiera tenido ninguna posibilidad al respecto frente a un

ataque concentrado de sus enemigos. El material del muro es piedra de cal y el de la en-

trada breccia rossa (piedra roja), materiales ambos poco aptos para resistir un ataque.

Consideremos el portal de acceso, al que se le prestó una especial atención. Se en-

cuentra rodeado por dos pilares y rematado por un frontón, lo que demuestra influen-

cias clasicistas. Los capiteles pertenecen al arte gótico, mientras que los arcos recuerdan

el arte musulmán. Los leones en las columnas, en cambio, son típicos de la arquitectura

románica italiana local. Todos estos estilos se mezclan en una sola unidad constructiva

y decorativa.

Sobre al portal existe una pequeña ranura que permitía bajar una verja para impedir la

entrada. Estas medidas de seguridad también, según una vieja teoría, determinan la es-

tructura del sistema de pasillos del interior del edificio.

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El patio interior también tiene forma octogonal. El número ocho siempre ha tenido

una fuerte carga simbólica. Así, por un lado se relaciona con la concepción oriental de

la estrella de ocho puntas que representa la corona de los emperadores, y por otro tam-

bién con el octavo día de la creación del mundo. Así coincide con el día de la resu-

rrección de Jesucristo, con el que el emperador, conscientemente, quiso relacionarse. El

octógono, junto al cuadrado y al círculo, pertenece además al grupo de símbolos de la

mente, el espíritu y el más allá.

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Federico II solía llevar una vida de lujo; habitualmente organizaba fiestas y encuen-

tros de alta sociedad. Teóricamente, en Castel del Monte hacía levantar unas carpas para

organizar torneos entre caballeros u otros festejos. No faltan investigadores que han

querido rebatir esta hipótesis, pues no se han encontrado pruebas que evidencien la

existencia de estancias específicas para Federico, ni existen documentos que lo demues-

tren. El científico italiano De Tommsi (director de los trabajos de restauración del cas-

tillo desde 1972) afirmó que Castel del Monte era apto para la vivienda, pero no obs-

tante sólo por temporadas no muy prolongadas y para un grupo reducido de personas.

En el castillo se podía disfrutar de todo tipo de lujos y comodidades, no siendo real-

mente un castillo en el sentido pleno o exacto de la palabra. Aunque contaba con ins-

talaciones militares para la defensa, la ausencia de acequias y de puente levadizo es muy

atípica para el lugar y la época. De esto se deduce que no poseía un alto valor militar ni

residencial, aunque sí representativo. Tal vez la intención con la que Federico II mandó

construirlo se pueda comparar con la de Luis II de Baviera (1864-1886) al edificar sus

castillos de Neuschwanstein y Herrenchiemsee, que tienen una función representativa y

simbólica; pretendían hacer relucir su poder y su riqueza. Ninguno de los dos manda-

tarios solía frecuentar sus castillos como vivienda.

En el caso del Castel del Monte, la arquitectura contaba con un sistema de pasillos

muy complejo, laberíntico. Era imposible acertar a acceder desde cualquier pasillo a las

habitaciones, pues éstas conectan unas con otras e incluso es muy complicado llegar a la

sala de trono. Durante un tiempo se creyó que el emperador quería protegerse de aten-

tados y que por ello para llegar hasta sus habitaciones había que atravesar una infinidad

de cuartos. Así los intrusos eran descubiertos a tiempo por los soldados de guardia. Pero

se opina actualmente que no se trataba de ningún laberinto para una pretendida segu-

ridad del emperador sino que se trataba en realidad de a una distribución de cuartos co-

rrespondiente a los rangos sociales de sus habitantes.

Sala de trono

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EPÍLOGO V

SOBRE EL POEMA DE FERNÁN GONZÁLEZ

Va elaborado y presentado este epílogo desde lo encontrado en Internet, una página

encabezada como “La forja y la espada”, tratando de Magia y épica en la literatura

medieval: el Poema de Fernán González, con firma de Gonzalo Rodríguez, siendo el

texto como sigue a continuación.

El Poema de Fernán González es un verdadero tesoro de la literatura medieval es-

pañola. Escrito en el siglo XIII, a partir de un posible cuerpo de antiguas leyendas que

cantaban los juglares y que configuraban la “saga” del conde don Fernando, el poema

las reelabora en un único relato coherente y ordenado, que es reivindicación tanto de los

valores caballerescos y guerreros que encarna Fernán González, como de la propia Cas-

tilla, la Reconquista y España.

Dotado de toda una dimensión mágica y épica realmente sugestiva e inspiradora, en la

que no faltan la Profecía, la Caza Salvaje o la Mesnada Celestial, no podía dejar de estar

presente en La Forja y la Espada…

Ermita de San Pelayo, donde a Fernán González se le habría profetizado su destino

(Foto de Photoletum)

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Comencemos por el tema concerniente al destino del héroe, destacando que éste ha de

cumplir algo grande que se le pronostica, haciendo de su vida y obra algo ejemplar y

referente para las generaciones futuras, fundando o inaugurando un “tiempo nuevo”, un

“reino bienaventurado, elegido”. El héroe así en este mitema84

recibe en algún mo-

mento del comienzo de su saga una señal que le indica ya su horizonte futuro de gran-

deza, anticipándosele las grandes gestas a las que está llamado y que a partir de ese

momento, le espolearán para no desfallecer en su ventura y seguir confiado y decidido

la misión encomendada.

Del mismo modo, esta señal que recibe, no la recibe de cualquier manera, sino que es

siempre fruto de una situación inesperada, en ocasiones aparentemente casual, pero ma-

yormente dotada del sello de lo providencial.

Tal será el caso de Fernán González, héroe fundador del reino de Castilla que a través

de leyendas y romances se nos presentará tanto como adalid de la Reconquista y lo

mismo que ejemplo palmario de virtudes guerreras y caballerescas. Siendo entonces que

al comienzo de su saga, y en un episodio cargado de la imaginería propia del antiguo

mundo celta, el héroe, se extraviará en una cacería persiguiendo un gran jabalí, llegando

de este modo a una antigua y apartada ermita, cubierta por la vegetación, en la que un

solitario monje, le revelará su destino…

Para cazar un puerco metiose en las montañas […] cabalgó en su caballo le-

jos de sus compañas […]. El puerco se acogió en un fiero lugar […], huyo hasta

una ermita, entró tras el altar. Aquella ermita estaba por la yedra cercada, por

lo cual toda ella no se veía nada […]. No pudo por la peña el conde aguijar;

reteniendo las riendas túvose que apear, por donde el mismo puerco entró en

ese lugar, penetró en la ermita, llegó hasta el altar. Cuando vio don Fernando

tan honrado lugar, dejó tranquilo al puerco, no lo quiso matar…

84

En el estudio de la mitología, un mitema es una porción irreducible de un mito, un elemento constante

(a diferencia de un meme cultural) que siempre aparece intercambiado y reensamblado –“atado” era la

imagen de Lévi-Strauss– con otros mitemas relacionados de diversas formas, o unido en relaciones más

complicadas, como átomos enlazándose para formar una molécula. Por ejemplo, los mitos de Adonis y

Osiris comparten varios elementos, lo que lleva a algunos investigadores a concluir que comparten una

misma fuente.

El catalogador de leyendas populares Vladímir Propp (1895-1970) consideraba que la unidad de análisis

era el cuento individual. Por el contrario, el mitema es el equivalente en la mitología a los fonemas,

morfemas y sememas en los que la lingüística estructural divide la lengua: las unidades de significado

más pequeñas posibles dentro de un sistema lingüístico.

En los años 1950 del siglo XX, C. Lévi-Strauss adaptó por vez primera esta técnica de análisis lin-

güístico a la crítica analítica de los mitos. En su trabajo sobre los sistemas mitológicos de tribus pri-

mitivas, realizado sobre la analogía con la estructura lingüística, adoptó el término mythème, con la

afirmación de que el sistema de significado dentro de los mitos es muy análogo al de un sistema lin-

güístico. Esta idea es un tanto discutida por Roman Jakobson (1896-1982), quien considera que el mitema

es un concepto (o fonema) que no tiene significado en sí mismo, sino que éste aparece mediante análisis

sociológico.

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Imbuido de respeto por el lugar que ha encontrado, Fernán González no puede evitar

pronunciar una oración:

“Señor, a quien temen los vientos y la mar, si yo he errado en esto, me debes

perdonar. A ti me manifiesto, Virgen Santa María, que de esta santidad Señora,

no sabía; para hacer yo enojo aquí no entraría sino para dar ofrenda o a hacer

romería”.

Acabada su oración aparece en la ermita un monje, habitante solitario del lugar que ha

oído la plegaria de Fernán González. Su nombre es Pelayo y habiéndose apartado nues-

tro héroe de sus hombres y habiendo caído ya el atardecer, Pelayo le invita a hacer no-

che en la ermita.

Comparten para cenar un humilde pan de centeno que le ofrece el monje y ya en la

oscuridad de la noche fray Pelayo profetiza el destino de Fernán González (versos 227-

239):

“Hágote, oh buen conde, de esto sabedor: que quiere tus acciones guiar el

Creador […]. Harás grandes batallas en la grey descreída, muchas serán las

gentes a quienes quites la vida, ganarás de la tierra una buena partida, la san-

gre de los reyes por ti será vertida”…

Efectivamente, el fragmento seleccionado se comenta casi por sí mismo. El héroe, tal

como ocurre en numerosas leyendas paganas de la Europa precristiana, extraviado en

una cacería en un paraje agreste o boscoso, acaba por encontrar allí la clave de su des-

tino, que a partir de ese momento, será el argumento definitivo de su vida…

Prosigue ahora el episodio de la caza salvaje, destacándose que el continuo guerrear

del conde con unos y otros aún a pesar de las heridas y fatigas acaba por hastiar a sus

hombres que lamentan la vida sin tregua a la que se ven sometidos…

Estaban contra el conde fuertemente airados […] porque debían siempre, por

fuerza, andar armados. Holgar no los dejaba ni estarse sosegados; decían: “No

es tal vida sino para pecados, que andan de noche y día y nunca están can-

sados; él parece Satán, nosotros sus criados.

Porque lidiar queremos y tanto lo amamos, no reposamos más que cuando

almas sacamos; los de la Hueste Antigua, a éstos nos semejamos, pues todas

cosas cansan y nunca nos cansamos”.

Los hombres de Fernán González deciden entonces decírselo. Están cansados de tanto

batallar y quieren parar (versos 340-341):

“Los vientos que son fuertes los vemos descansar; la mar que es airada, la

vemos amansar; el diablo no se cansa, pues nunca puede holgar, nuestra vida a

la suya se quiere asemejar”.

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El fragmento es interesantísimo, pues en un contexto de literatura medieval española

estamos encontrando, y así podemos subrayar, la referencia a uno de los mitos funda-

mentales del antiguo mundo céltico y germánico. El mito de la “Caza Salvaje”, que

obviamente aquí se nos presentará desde la perspectiva cristiana, asemejándose enton-

ces “la cabalgata de Odín”, al mismísimo diablo…

La Caza Salvaje, conocida en Castilla como “Hueste Antigua”, hace referencia a la

interpretación que desde el cristianismo medieval se hace del mito pagano de la mes-

nada espectral que acompaña al dios de la guerra. Mesnada espectral que a su vez estará

referida a las antiguas mannerbünde o cofradías guerreras del mundo céltico-germánico.

Fratrías85

de hombres armados consagrados al dios de los muertos en combate y la ma-

gia guerrera del “furor”.

Desde el cristianismo, estas antiguas creencias y prácticas de magia guerrera encon-

trarán semejanzas o similitudes con el diablo; y en las leyendas medievales referidas a la

Caza Salvaje la idea de lo infernal estará siempre presente. Si bien la idea de “conde-

nación” no se encontrará como tal en los orígenes del mito.

En la misma línea, y muy posiblemente, muchas de las mascaradas de invierno, que

aún se conservan en España y Europa, puede que estén referidas también a los mitos de

la “Caza Salvaje”, la magia guerrera y el “séquito de Odín”…

En todo caso, que en el Poema de Fernán González su mesnada no pueda sino ase-

mejarse a la “Hueste Antigua”, con el propio conde don Fernando como líder de la

hueste guerrera y “maldita” de las antiguas leyendas paganas, no dejará de ser alta-

mente significativo…

Adentrémonos en la consideración de la vida como milicia. Los hombres de Fernán

González, como hemos visto, se quejan de la vida sin tregua que están llevando y quie-

ren parar. Tanto batallar les ha hastiado y piden descanso. La réplica del conde será

aleccionadora: la vida misma es lucha, la muerte es el descanso definitivo, el tiempo

corre inexorable y no tiene marcha atrás, las grandes obras requieren grandes esfuerzos

y hombres dispuestos a afrontarlos, la memoria de las hazañas y grandes venturas es el

mejor legado que se puede dejar; nuestras vidas están llamadas a tener resonancia en los

siglos por llegar (versos 351-360):

“Nunca debe, el que puede, una lid aplazar, quien tiene buena hora otra

quiere esperar; nunca un día perdido se puede recobrar, jamás en aquel día nos

podemos tornar. Cuando el hombre su tiempo quiere en balde pasar, no quiere

de este mundo otra cosa llevar sino el estar ocioso y dormir y holgar; de tal

muere la fama cuando llega a finar.

El dichoso y el mísero ambos han de morir, ni uno ni el otro pueden de ello

huir; quedan los buenos hechos: estos han de vivir, de ellos toman ejemplo los

que han de venir.

85

Las fratrías fueron agrupaciones o hermandades propias de la Antigua Grecia. En sentido antropoló-

gico, se trata del agrupamiento de dos o más clanes de una tribu o un pueblo.

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Todos los que un gran hecho quisieron realizar, por muy grandes trabajos

tuvieron que pasar; no comen cuando quieren ni cena ni yantar, los vicios de la

carne débenlos olvidar. No cuentan de Alejandro las noches ni los días, cuentan

sus buenos hechos y sus caballerías […] si tan buenos no fueron, hoy serían

olvidados; serán los buenos hechos hasta el fin contados.

Por tanto es necesario que los días contemos, los días y las noches en qué los

expendemos; cuantos en balde pasan no los recobraremos; amigos bien lo veis,

que mal juicio hacemos”…

Con argumentos similares y previamente a este discurso, en la primera lucha que libra

Fernán González contra Almanzor (derrotándolo en Lara), encontramos una situación

similar. En este caso, teniendo que responder a algunos de sus hombres que se en-

cuentran amedrentados, frente al poderío del ejército moro que comanda Almanzor. La

réplica del héroe castellano será de nuevo antológica y en ella el ideal de la vida como

milicia, se verá aderezado con el deber de recordar a los antepasados y tener presente su

legado a la hora de afrontar las adversidades y amenazas, que puedan cernirse sobre la

patria (versos 210-224):

“No puede el Hombre la muerte excusar, bien sabe que no puede escapar,

horada muerte debe a la su carne dar.

Si tributo pagamos y la tregua obtenemos, de señores que somos vasallos nos

haremos; en vez de que a Castilla de su aflicción saquemos, la aflicción en que

era se la duplicaremos.

Nuestros antepasados lealtad siempre guardaron, sobre las otras tierras ellos

la heredaron; por guardar lealtad, sus muertes olvidaron; todo cuanto quisieron

con ella lo lograron.

[…]

Fueron nuestros abuelos mucho tiempo afrentados, pues los tenían los moros

muy fuerte arrinconados, eran en poca tierra pocos hombres juntados, por el

hambre y la guerra eran muy azotados.

Aunque mucha aflicción, mucha cuita sufrieron, de otros siempre ganaron, lo

suyo no perdieron, por miedo de la muerte nunca yerros hicieron, a los sus ad-

versarios por esto los vencieron.

¿Cómo se nos habría todo esto de olvidar? Lo que ellos tuvieron debémoslo

heredar; si recordamos esto, no podremos errar, puedemos todo aquesto de ma-

la acción librar.

Esforzad, castellanos, y no tengáis pavor; venceremos las huestes de ese rey

Almanzor; libraremos Castilla de aflicción y de error: él será vencido, yo seré

vencedor.

[…]

De todos los de España me haréis a mí el mejor, será grande mi honra, la

vuestra será mayor”.

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De nuevo las mismas ideas que hemos visto anteriormente, pero en este caso acom-

pañadas de la idea del deber patriótico. La vida como milicia y la muerte como hori-

zonte seguro que paradójicamente, da sentido a la existencia y la espolea, más allá de la

molicie o la cobardía. Todo un compendio así de principios tradicionales de sabiduría

perenne para el hombre de alma guerrera. Tanto frente al hastío de las luchas de la vida,

como frente al temor a la muerte…

Véase a continuación la épica de la muerte en combate y la ayuda celestial (versos

266-272). En la “saga” de Fernán González destaca su lucha contra Almanzor. Primero

en las tierras burgalesas de Lara y después en Hacinas. A través de sendos episodios el

gusto por la “poética de la guerra”, tan propio de la cultura medieval y antigua, se

expresará con especial brillo, enmarcándose a su vez en la mistificación de la Recon-

quista y de la propia idea de España.

Esta idea mistificadora del combate, la lucha contra los moros, la Reconquista, Cas-

tilla y España, alcanzará especial relieve con la figura del Apóstol Santiago y su Mes-

nada Celestial, que a modo de apoteosis final cerrará la primera parte de la “saga” de

Fernán González.

A través de todo ello y de nuevo, toda una concepción del mundo ajena a la Mo-

dernidad, se nos mostrará con especial belleza y fuerza evocadora. En el primer enfren-

tamiento entre Fernán González y Almanzor se nos dice como sigue (en los menciona-

dos versos 266-272):

Ponían toda su fuerza en guardar a su señor, no tenían de la muerte ni pesar

ni dolor, el deber les quitaba de la muerte el pavor; no había para buenos otro

mundo mejor.

[…]

Caballeros y peones firmemente lidiaban, todos, cuanto podían, a su señor

guardaban; al decir él ¡Castilla! todos se esforzaban; los moros con todo esto,

las espaldas tornaban.

[…]

Fue Almanzor vencido con sus caballerías: allí fue demostrado el poder del

Mesías; el conde fue David, Almanzor fue Golías.

Sin embargo, tras esta derrota de Almanzor en Lara, el líder mahometano volverá al

ataque en son de yihad con un ejército imponente traído de África (versos 388-391):

Cuando fue Almanzor la otra vez vencido con el pesar que tuvo a Marruecos

fue ido; fue el llamamiento en toda África difundido; fue, como a guerra santa,

todo el pueblo movido.

Los turcos y los árabes, esas gentes ligeras, que son en las batallas unas

gentes certeras, con sus arcos de nervios y ballestas certeras, de éstos venían

llenos senderos y carreras.

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Venían los almohades y los benimerinos, trayendo en los camellos sus hornos

y molinos; venían también moros del oriente vecinos: de todos estos eran cu-

biertos los caminos.

De estas gentes venían allá sin cuenta ni tiento, no eran del mismo origen ni

de un entendimiento, más feos que Satán con todo su convento al salir del In-

fierno sucio y carboniento.

Frente a la amenaza del Almanzor y su renovado ejército traído de África, Fernán

González se retirará al monasterio de San Pedro de Arlanza a orar. Preparándose así

para el terrible desafío que se cierne sobre él y sobre Castilla (versos 407-414):

“Señor, Tú dame esfuerzo, buen juicio y poder, para que Almanzor logre ma-

tar o vencer”.

[…]

Ruinas de San Pedro de Arlanza, donde Fernán González se retira a orar antes de

su lucha contra Almanzor

El espíritu del monje que en su día le profetizo un destino glorioso, se le aparecerá

entonces en sueños anunciándole que el día de la lucha recibirá la ayuda del Apóstol

Santiago y su mesnada Celestial:

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De paños como de sol todo venía vestido, nunca cosa más bella viera hombre

nacido […]. “Despierta, ve adelante, que hoy aumenta tu bando; vete para tu

pueblo que ya te está esperando”.

“Otórgate el Creador cuanto pedido has: en los pueblos infieles gran mortan-

dad harás, de tus buenas compañas muchas ahí perderás, pero con todo el daño,

el campo vencerás”.

[…]

“Yo estaré allí contigo, Él me lo ha otorgado, allí estará el Apóstol Santiago

llamado; Cristo nos enviará a ayudar su criado; será con tal ayuda Almanzor

abrumado.

Otros muchos vendrán como en una visión, con blancas armaduras: ángeles

de Dios son; cada uno traerá la cruz en su pendón; al vernos perderán los mo-

ros el corazón…”.

Llegada la batalla contra Almanzor en Hacinas y tras dos días de lucha denodada,

castellanos y moros siguen en tablas, aun a pesar de lo crudo del combate. Fernán Gon-

zález lucha al frente de sus tropas y hace tan gran mortandad entre los moros, que

ninguno osa ponérsele delante.

Sin embargo, llegado el tercer día, los castellanos sufrirán el tremendo revés de perder

al campeón castellano Gustio González al tiempo que los moros, conseguirán cercar al

propio conde don Fernando. Lo apurado de la situación llevará a Fernán González a

contemplar su propia muerte y, claro está, a enfrentarse a ella, espada en mano (versos

551-558):

Tenía fuerte cuita el conde don Fernando, iba por si ocurría, su muerte pre-

parando; alzó arriba los ojos al Creador rogando; como si con Él fuera, así le

está llamando:

“Pues no tengo la dicha de esta lucha ganar, aunque escapar pudiera, yo no

quiero escapar, ni he de ver nunca yo más cuita ni pesar: me pondré en un lugar

donde me han de matar”.

“Castilla quebrantada quedará sin señor; me iré con esta rabia, mezquino

pecador, pues será ella cautiva del moro Almanzor: por no ver ese día la muerte

es lo mejor”.

“Señor ¿por qué nos tienes a todos tanta saña?; por los nuestros pecados, no

destruyas España. Su pérdida sería, por culpa nuestra, extraña, pues de buenos

cristianos no había otra tamaña”.

[…]

“Pero no moriré así desamparado: antes tendrán de mí los moros mal merca-

do; tales cosas hará antes este cuerpo penado, que, mientras dure el mundo,

siempre será contado”.

“Si me quisieras Tú tanta gracia otorgar que me pudiera yo a Almanzor alle-

gar, no creo que pudiera vivo de mí escapar, yo mismo cuidaría de mi muerte

vengar”.

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Preparado para la muerte, preparado para morir matando y pidiendo a Dios que le con-

cede llegar hasta al moro Almanzor para matarlo con sus propias manos, el conde don

Fernando lamenta a su vez el destino de Castilla y de España, en ciernes de ser des-

truidas por Almanzor.

Sin embargo, ha llegado el momento de que la promesa que se le hizo en sueños en

san Pedro de Arlanza se cumpla. Y el apóstol Santiago y su mesnada de ángeles cru-

zados bajarán de lo Alto para ayudar a Fernán González y sus castellanos, a derrotar a

los moros (versos 561-564):

Oyó una gran voz que lo estaba llamando: “¡Fernando de Castilla, hoy au-

menta tu bando!”

Alzó arriba los ojos a ver quién le llamaba, y vio que el santo apóstol encima

de él estaba, con él de caballeros gran compañía llevaba, todos armas cruzadas,

según le semejaba.

Fueron contra los moros las haces preparadas, nunca vio ningún hombre

gentes tan esforzadas; el moro Almanzor con todas sus mesnadas fueron luego

con ellos fuertemente embargadas.

Viendo en la misma enseña tantos pueblos armados, tuvieron muy gran miedo,

fueron mal espantados; de cuál parte venían eran maravillados; lo que más les

pesaba: que eran todos cruzados…

Dijo el rey Almanzor: “Esto no puede ser; ¿de donde creció al conde un tan

fuerte poder? Pensaba yo hoy sin duda matarle o prender, y es él quien con sus

gentes nos ha de acometer”.

Almanzor y su imponente ejército serán así estrepitosamente derrotados, y la ayuda

celestial de Santiago y su hueste de ángeles guerreros salvarán a Castilla y España de

ser destruidas a manos de los moros. Al frente del ejército vencedor, Fernán González,

en quien las promesas anunciadas para él en “la profecía” del monje Pelayo se habrán

cumplido; al tiempo que a lo largo de la saga del héroe castellano, episodios e imágenes

propias del legendarium de la antigua Europa, se habrán hecho presentes como eco de

una esencia perenne, mantenida a lo largo de los siglos.

El Poema de Fernán González es, en definitiva, un regalo de la tradición literaria es-

pañola, en este caso en lengua castellana, que nos acerca a los principios y valores, ética

y estética, no ya del Medievo, sino de la propia Europa premoderna. Encontrando en és-

ta esa pureza, autenticidad, magia y épica que tantas veces se echa de menos, en los

malhadados días de la denominada Edad Oscura.

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ÍNDICE

A modo de prólogo

A mediados del siglo XIII ………………………………………………. pág. 3

Al-Mansurah (Delta del Nilo – Sultanato Ayubí de Egipto)

Murió en la séptima cruzada Roberto I de Artois ……………………… pág. 6

El transcurrir de la séptima cruzada: De Egipto a San Juan de Acre

Los ayubíes capturan a Luis IX de Francia en la batalla de Fariskur ….. pág. 7

Reino de Suecia

Óbito del rey Erico XI ………………………………………………….. pág. 14

Reino de Valencia

Noticias de repoblación ………………………………………………… pág. 16

Cartagena (reino de Murcia)

Restauración de la diócesis …………………………………………….. pág. 17

Reino de Portugal

Óbito de Teresa de Portugal, exreina de León ………………………… pág. 19

Monasterio de monjas cistercienses de La Chambre o Camera Sanctae

Mariae (ducado belga de Brabante)

Muere una ejemplar monja leprosa tenida por Santa …………………. pág. 21

Atienza (reino de Castilla)

Muerte del arzobispo de Toledo Don Gutierre Ruiz de Olea ………… pág. 23

Copenhague (reino de Dinamarca)

Murió decapitado el rey Erico IV ……………………………………... pág. 25

Zaragoza (reino de Aragón)

Dominguito del Val: la muerte de un monaguillo ……………………. pág. 26

Castel Fiorentino (Apulia)

Murió el emperador Federico II Hohenstaufen ………………………. pág. 27

Monasterio de San Pedro de Arlanza (reino de Castilla)

Se compone el Poema Castellano de Fernán González ………………. pág. 41

Sevilla (reino de Castilla)

Celebración de Cortes convocadas por Fernando III …………………. pág. 43

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Ávila (reino de Castilla)

Organización y división de la diócesis ……………………………….. pág. 44

República de Pisa (Italia)

Óbito del célebre matemático Fibonacci ……………………………… pág. 45

Abadía de Villers (ducado de Brabante)

Muerte del abad y poeta Arnulfo de Lovaina …………………………. pág. 47

Toulouse (Francia)

Murió el trovador Guilhem Figueira ………………………………….. pág. 49

Epílogo I

El sultán Turanshah …………………………………………………… pág. 50

Epílogo II

El castillo de Miravet en Cabanes (Castellón) ……………………….. pág. 54

Epílogo III

Dominguito del Val …………………………………………………... pág. 56

Epílogo IV

El Castel del Monte de Federico II Hohenstaufen …………………… pág. 61

Epílogo V

Sobre el Poema de Fernán González …………………………………. pág. 66

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