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La novela y la memoria del conflicto armado de Sendero Luminoso en el Perú Christopher Akos Morriss Supervisor: Martín Oyata University of Vermont Primavera 2011

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La novela y la memoria del conflicto armado de Sendero Luminoso en el Perú

Christopher Akos Morriss

Supervisor: Martín Oyata

University of Vermont

Primavera 2011

1

RESUMEN

La insurrección del grupo maoísta Sendero Luminoso significó el periodo más traumático en la

historia moderna del Perú, costándole al país casi 70 mil vidas entre los años 1980 y 2000. A

pesar de haberse constituido una Comisión de la Verdad y Reconciliación, cuyo informe final fue

entregado al país en 2003, aún se sigue discutiendo en el Perú qué pasó durante el conflicto entre

el Estado y Sendero Luminoso y cómo afrontar las secuelas de la violencia política. En esta tesis

se presenta la historia del conflicto y, a través de un análisis de tres novelas que reflexionan

sobre el periodo de la posguerra, se evalúa el aporte de la narrativa peruana contemporánea a la

comprensión de lo ocurrido y al debate sobre la memoria. Se plantea que novelas como Abril

rojo (2006) de Santiago Roncagliolo, La hora azul (2005) de Alonso Cueto, y Un lugar llamado

Oreja de Perro (2008) de Iván Thays, exploran la relevancia de la memoria en relación con otros

conceptos claves como verdad, comunicación y responsabilidad. En estas obras, la necesidad de

las personas de seguir adelante es confrontada con el acechante recuerdo de eventos dolorosos

que, a la manera de espectros, se resisten a ser conjurados. De esta manera, la ficción peruana

contemporánea, representada por estos tres libros, destaca las dificultades y las paradojas

inherentes a cualquier intento de confrontar el pasado, incidiendo en los persistentes problemas

sociales del Perú.

2

AGRADECIMIENTOS

Deseo expresar mi agradecimiento a todas las personas que hicieron posible esta tesis.

Principalmente, a mi supervisor de tesis, el profesor Martín Oyata del Department of Romance

Languages del University of Vermont, quien me ayudó durante todo el proceso de formular la

tesis y llevarla a cabo, y también a los lectores del documento, los profesores Alexander Stewart

y Gayle Nunley. De mi experiencia en el Perú, agradezco a los profesores Raschid Rabi de mi

clase de Realidad Social Peruana y Laura Balbuena, directora del programa IFSA-Peru, quienes

me introdujeron a la historia y el debate sobre Sendero Luminoso. Quiero reconocer, asimismo,

el apoyo de todas las personas que me ayudaron durante la búsqueda de un proyecto de Honors.

Finalmente, no puedo dejar de agradecer a todos los maestros del idioma castellano que he

tenido, desde la clase de Español 1AA de la señora Antonella Ríos-Baker hasta la de

Exploradores Españoles y Portugueses del profesor Juan Maura. Sin su paciente labor,

desplegada a lo largo de años, no habría podido yo escribir el presente trabajo.

3

ÍNDICE

Resumen 1

Agradecimientos 2

I. Introducción histórica y temática 4

II. La guerra después de la guerra: Abril rojo de Santiago Roncagliolo 15

III. La necesidad de buscar y el peligro de encontrar: La hora azul de Alonso Cueto 27

IV. La paz insoportable: Un lugar llamado Oreja de Perro de Iván Thays 38

V. Síntesis y conclusión 48

Bibliografía 54

4

CAPÍTULO I

INTRODUCCIÓN HISTÓRICA Y TEMÁTICA

Lo nuevo del mundo… no podrá ser detenido porque surge hoy de manos armadas y más mañana… Lo viejo se empeñará en contrario, pero ya está derrotado… La destrucción ya está conjurada; el desarrollo ha triunfado, plasmémoslo a través del tronar, escribámoslo con plomo, que quede escrito para siempre en páginas de acero sobre el lomo de las montañas… ¡El futuro está en el cañón de los fusiles!¡La revolución armada ha comenzado! ¡Gloria al marxismo-leninismo-pensamiento maotsetung! ¡Viva el Partido Comunista del Perú! ¡Iniciamos la lucha armada!

Abimael Guzmán Reynoso, abril de 1980

Historia, causas y secuelas de Sendero Luminoso

Entre los muchos grupos rebeldes de América Latina, el Partido Comunista del Perú-

Sendero Luminoso pertenece a una categoría única. Este grupo, que se estableció en los años

setenta y continúa existiendo hoy en día, aunque considerablemente reducido, es responsable por

un conflicto que dejó aproximadamente 69,000 muertos, que significativamente reorganizó los

sistemas de poder en el Perú, y casi hizo del Perú un Estado fallido. Mal entendido aún después

de su derrota, Sendero Luminoso ha sido caracterizado como un grupo de indígenas rebeldes,

una herramienta de la URSS, o incluso una banda de fanáticos controlados por un cerebro

malvado (McCormick 34, Stern 2).

En realidad, Sendero Luminoso fue producto de las luchas internas de la extrema

izquierda y las profundas desigualdades de la sociedad peruana. Desde su origen, el Perú ha

sufrido de brechas sociales, políticas y económicas entre la población hispanizada de la costa y

los indígenas de la sierra. El subdesarrollo de las provincias, especialmente las de la sierra, había

resultado en un país donde gran parte de la población no se veía beneficiada ni representada en el

gobierno central en Lima. Además, el Perú del siglo XX estuvo marcado por la inestabilidad

política1 y, durante los años 1960, se presenció un profundo desengaño entre los jóvenes de la

sierra sobre la posibilidad de una reforma pacífica a los problemas sociopolíticos del país. Hubo

1 Robert J. Alexander traza el desarrollo de la izquierda peruana desde sus principios en el siglo XIX hasta Sendero Luminoso en su libro A History of Organized Labor in Peru and Ecuador.

5

episodios de resistencia y rebelión izquierdistas en el campo, los cuales fueron reprimidos

violentamente por el gobierno militar (Huff 4-5). Cuando fue fundado en 1970 por el profesor

universitario Abimael Guzmán, Sendero Luminoso no era más que otro grupo radical entre las

muchas facciones moscovitas y maoístas de la extrema izquierda. Sin embargo, al cabo de una

década Guzmán construiría una extensa red de estudiantes y maestros radicalizados en el Perú,

sobre todo en Ayacucho (Huff 4, McCormock 4-5).

Guzmán y sus seguidores estaban dedicados a la destrucción total de las instituciones del

Estado peruano y su reemplazo por la llamada “dictadura del proletariado” (Arce Borja 12). En

1980, Guzmán decidió empezar la “lucha armada”, una campaña de estrategia maoísta que

empezó en el campo (principalmente Ayacucho, en el Sur andino) y luego se extendió a otras

partes del país (McCormick 15). Al principio, los senderistas ganaron cierto apoyo entre los

indígenas campesinos como alternativa a un Estado percibido como corrupto y arrogante.

Aprovecharon el subdesarrollo de la provincia para derrotar a la policía y establecer “zonas

liberadas” donde emplearon una estricta ideología maoísta para gobernar y controlar a los

campesinos.

La imposición del comunismo radical rápidamente afectó la vida de los campesinos, en

vista de su rechazo de tradiciones andinas como las ferias y el poder de los dirigentes

tradicionales. A causa de los métodos brutales que usó para controlar a la población, Sendero

Luminoso a veces fue llamado un “culto de muerte” y algunos tenían miedo de que Guzmán

fuera otro Pol Pot si ganaba el conflicto2. Aterrorizados por sus “libertadores”, los campesinos

decidieron que Sendero era peor que el Estado y empezaron a resistir. Con la ayuda de las

fuerzas armadas lograron formar milicias3 que expulsaron a los senderistas de sus comunidades a

mediados de los años noventa (Degregori 131-146), aunque con altas pérdidas entre los que

resistieron.

Al principio del conflicto, no sólo se entendió mal la misión de Sendero Luminoso, sino

que “el movimiento fue visto como un problema indio, es decir que no fue visto como un

problema” (McCormick 25, traducción mía). Sucede que, cuando empezaron, las acciones

2 El fanatismo de Sendero incluía medidas extremas y a veces inhumanas. Por ejemplo, cuando se ejecutaba a alguien por “justicia popular”, a veces se les prohibía a los familiares del condenado guardar luto o estar tristes. 3 Llevan varios nombres, como “rondas campesinas” o “comités de autodefensa”.

6

terroristas estaban limitadas a Ayacucho y algunas regiones vecinas de la sierra. Sin embargo, a

finales de los años 80 e inicios de los 90, la acción de Sendero se desplegó a lo largo del país

hasta que empezó el periodo denominado crisis extrema. Esos años, marcados por coches-

bombas en las calles de Lima y crisis concomitantes en la economía y el gobierno, definen la

manera en que muchos limeños recuerdan Sendero. Hacia 1990, Sendero Luminoso actuaba por

casi todo el país y había crecido tanto que parecía estar listo para derrumbar al Estado. A pesar

de esta apariencia de poder, en realidad Sendero había sido duramente golpeado durante los

últimos doce años por los esfuerzos combinados de las milicias campesinas, las fuerzas armadas

y la policía. Por eso, cuando fue capturado Abimael Guzmán en abril de 1992, la estructura y la

capacidad ofensiva de Sendero Luminoso empezaron a caer con una rapidez increíble (Stern 4).

El grupo fue reducido a casi nada hacia el año 2000 y los senderistas restantes empezaron a pedir

un acuerdo de paz con el Estado (Hatun Willakuy 131-132). A la fecha, Sendero Luminoso

todavía está vigente en algunas zonas cocaleras del Perú, donde se entremezcla con el

narcotráfico y continúa realizando ataques letales4.

La respuesta estatal y el gobierno de Alberto Fujimori Fujimori

La amenaza de la subversión senderista no fue reconocida por el gobierno de inmediato

y, por el tiempo en que la clase dirigente la tomó en serio, ya había estado realizando acciones en

la sierra por años. A finales de 1982, después del fracaso de la policía de detener las acciones

senderistas, el presidente Belaúnde Terry autorizó la entrada de las fuerzas armadas en la zona

del conflicto (Hatun Willakuy 54). Al principio, la campaña fue desastrosa y marcó el periodo

con más bajas de civiles en toda la guerra5. Los marinos que entraron en Ayacucho provenían

mayormente de las poblaciones criollas de la costa que no tenían ninguna relación con la

población quechua local. El racismo se combinó con los prejuicios políticos contra los

izquierdistas, y resultó en la matanza de miles de indígenas y personas vistas como simpatizantes

de izquierda (Degregori 146, Starn, Degregori, y Kirk 353-354).

4 Véase el reporte El desafío de la coca en el Perú. 5 Aunque el periodo 1983-1984 generó más víctimas, estas muertes, por ser de campesinos andinos, no concitaron el mismo interés de las víctimas limeñas durante la crisis extrema.

7

Hubo serias denuncias de violaciones de derechos humanos durante toda la guerra, pero

sucesivas administraciones (Belaúnde, García y Fujimori) no les hicieron caso y permitieron que

las fuerzas armadas condujeran el conflicto como querían (Hatun Willakuy 180, Youngers). Es

especialmente importante el caso del gobierno de Alberto Fujimori Fujimori, el presidente del

periodo 1990-2000. Fue elegido en 1990 como un “outsider” durante la crisis extrema, cuando la

situación del país en términos de política, economía y violencia sugería un inminente colapso del

país (Conaghan 16-20). El nuevo presidente dio inicio a una serie de acciones fuertes pero muy

polémicas. Decidido a acabar con Sendero Luminoso a través de la mano dura, Fujimori integró

a las fuerzas armadas y el Servicio de Inteligencia Nacional (SIN) como partes vitales de su

gobierno. Intentó ampliar aún más los poderes de los militares en las zonas de emergencia al

mismo tiempo que insistía en estar respetando los derechos humanos (Hatun Willakuy 230-232).

Cuando el congreso intentó bloquear sus decretos, Fujimori lanzó ataques feroces contra el

legislativo y, en abril de 1992, realizó el llamado autogolpe, por el cual encarceló a varios líderes

de la oposición, disolvió el congreso y empezó una reorganización del sistema judicial

(Conaghan 27-30).

El presidente Fujimori y su estilo duro ganaron aprobación entre muchos peruanos hartos

de años de hiperinflación, ataques terroristas y discusión en el congreso y el poder judicial

(Conaghan 33). En 1993 promulgó una nueva constitución y empezó a crear un ejecutivo fuerte

que dominó todos los sectores del gobierno (Mauceri 46-50). Mantuvo un argumento que tiene

seguidores hasta hoy, a saber, que la mano dura es necesaria para proteger el país sin que el

congreso, el poder judicial o las organizaciones pro derechos humanos se entremetan en asuntos

militares. A lo largo de los años 90 se estableció un régimen autoritario, aunque elegido, en que

se usó el temor a Sendero Luminoso y el caos generalizado de la crisis extrema para justificar

cualquier acción que Fujimori decretara necesaria (Burt 45-46). Por ejemplo, el sistema judicial

fue llenado con jueces militares “sin rostro” que condenaron a un alto número de personas

acusadas de terrorismo (Youngers 254-255) y se estima que durante el periodo 1992 a 2000 unos

22,000 peruanos inocentes fueron detenidos (Youngers 336)6. Mientras tanto, los miembros de la

oposición y la sociedad civil que cuestionaban la estrategia de “mano dura”, considerándola

abusiva e innecesaria, eran atacados como aliados del terrorismo (Burt 48-51).

6 Después de su encarcelación, unos 500 prisioneros inocentes recibieron indultos del propio Fujimori (Burt 50).

8

Incluso después de la captura de Guzmán y el inicio de la caída de Sendero Luminoso,

Fujimori insistió en mantener operaciones militares para acabar con los restos del terrorismo7,

por ejemplo, la polémica operación Aries en 1994 (véase Youngers 286-290) y el mantenimiento

de una amplia zona de emergencia bajo control militar (Hatun Willakuy 241). Aunque ganó

mucho apoyo político a través de sus éxitos en el manejo de los enormes problemas de la

economía y el senderismo, Fujimori también utilizó medidas extremas para mantenerse en el

poder. A lo largo de toda su presidencia, utilizó métodos extralegales como la interceptación de

líneas telefónicas y el soborno (Conaghan 141, 155), pero una de las alegaciones más serias fue

el uso del escuadrón de la muerte “Grupo Colina” contra sospechosos de terrorismo y opositores

políticos (Conaghan 68-69).

Por diez años Fujimori logró superar la oposición y alegaciones de abusos hasta su

segunda reelección en 2000, momento en el que surgieron protestas contra la manipulación del

proceso electoral, los vínculos entre el gobierno y el narcotráfico, y la aparición de los

“vladivideos”. Estos videos mostraban a Vladimiro Montesinos, jefe del SIN y aliado cercano de

Fujimori, entregando paquetes de dinero en efectivo a políticos y ejecutivos de la prensa, entre

otros. El presidente Fujimori perdió toda credibilidad en el Perú y la comunidad internacional y

eventualmente fugó del país, con lo cual terminó el régimen que se definió por la llamada

“contrasubversión sin subversión” luchando perpetuamente contra un enemigo ya derrotado

(Youngers 373-374).

La CVR y el legado del periodo 1980-2000

Cuando Alberto Fujimori huyó del país y el presidente del Congreso, Valentín Paniagua,

asumió provisionalmente la presidencia, el Perú pudo gozar un respiro colectivo después de

veinte años de violencia política, hiperinflación, corrupción. Al mismo tiempo, fue necesario

entender el pasado y cómo fueron posibles Sendero Luminoso, la represión militar y la década

oscura de Fujimori. En el Perú, como en otros países que han afrontado procesos severos de

violencia política, hubo que hacer frente a una serie de preguntas:

7 Es importante notar, como hacen los críticos de Fujimori y los militaristas, que Guzmán fue capturado, no por el ejército o el SIN, sino por un grupo de inteligencia policial al que Fujimori había prestado poca atención.

9

¿Qué se deber hacer con una historia reciente llena de víctimas, culpables,

cadáveres enterrados en secreto, temor omnipresente y negación oficial? ¿Se debe

exhumar, preservar, reconocer y pedir disculpas por este pasado? ¿Cómo se puede

reunir un país de enemigos, reconciliar rivales, en el contexto de una historia tan

violenta y heridas graves restantes? ¿Qué se debe hacer con cientos o miles de

culpables que todavía están libres? ¿Y cómo puede un gobierno nuevo actuar para

que nunca se repitan tales atrocidades en el futuro? (Hayner 4, traducción mía)

Para contestar tales preguntas, la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR)8 fue creada por

el presidente Paniagua en 2001 y, después de dos años, de investigaciones y testimonios entregó

su reporte, el Informe final9, al nuevo presidente Alejandro Toledo. Conaghan resume que

En su investigación exhaustiva de cada aspecto de la guerra, la CVR pintó el

retrato de un país brutalizado e insensibilizado por la violencia pavorosa, donde

los derechos humanos y los conceptos de la responsabilidad democrática fueron

erosionados poco a poco durante los años 80, y donde las fuerzas de seguridad

estatal se acostumbraron a actuar con impunidad. (250)

El Informe final de la CVR responsabilizó principalmente a Sendero Luminoso por haber

empezado la guerra y causado la mayoría de muertes (54%). También criticó a las fuerzas

armadas por sus abusos y la ejecución de civiles, al gobierno civil por ceder su autoridad a los

militares y por los abusos de Fujimori, y a la sociedad peruana que permitió que pasara el

conflicto por el racismo, la desigualdad y la complacencia frente a los atropellos generalizados

contra los derechos humanos. En una serie de recomendaciones, propuso la CVR compensar a

las víctimas, reformar el gobierno, juzgar a los culpables y conmemorar el conflicto para que sea

imposible olvidar los errores del pasado.

Se ha escrito mucho sobre lo difícil que es reconciliar un país después de un periodo

difícil. Idealmente, un foro como la CVR peruana apunta a una catarsis colectiva, en la que las

víctimas pueden ser escuchadas y los culpables pueden ser juzgados o quizá perdonados

8 Originalmente llamada la Comisión de la Verdad. Cuando asumió la presidencia, Alejandro Toledo modificó el mandato de la comisión y le añadió el término Reconciliación. 9 La versión abreviada del Informe final se llama Hatun Willakuy, “Gran Obra” en lengua quechua.

10

(Ricoeur 484). Desafortunadamente, la entrega del informe de la CVR en el Perú no ha zanjado

el debate sobre el legado del conflicto.

Existen dos interpretaciones del conflicto armado interno: un discurso promilitar, contra

la CVR, que justifica cualquier medida para acabar con el terrorismo, incluso el autogolpe de

Fujimori, y que sostiene que los “errores” del Estado deben ser perdonados como un costo

inevitable de la guerra10. La interpretación realizada por la CVR, por su parte, sostiene que lo

importante es acabar con las brechas sociales que hicieron posible el terrorismo y no ignorar las

matanzas cometidas por el Estado (Drinot 7, De la Jara y Sánchez-Cerro 241-243, 270). La CVR

y sus defensores en la prensa y las organizaciones de derechos humanos destacan que la

delincuencia y violencia actual en el Perú son productos de los problemas no resueltos de

Sendero así como de los antiguos problemas que hicieron posible el conflicto (véase Hatun

Willakuy 5, 275-276, State of Fear). Sostienen ellos que es importante conmemorar las víctimas

del conflicto y evitar la impunidad, de modo de evitar que el conflicto pase otra vez, porque

si no hubiese surgido Sendero Luminoso cuando surgió, las condiciones

existentes en el Perú harían que surja alguna otra organización con fines parecidos

a los de Sendero y con consecuencias similares para el país. (Drinot 7)11

Las pasiones de ambos lados son fuertes y, cuando Salomón Lerner Febres, el presidente

de la CVR, recibió amenazas de muerte, algunos escribieron abiertamente a favor de los autores

de las llamadas:

¿No se le ha ocurrido pensar que podría ser el familiar de algún policía o militar

enjuiciado gracias a esa abominación llamada CVR y a la que perteneció ese

maoísta disfrazado, Lerner? (Andrés Bedoya Ugarteche, Correo, 3 de octubre de

2009)

10 Ha habido por lo menos una ley de amnistía, aprobada en 1995, que intentó absolver a todos los policías y militares de toda responsabilidad por cualquier acción tomada en la lucha contrasubversiva. 11 En realidad, sí surgió otro grupo rebelde durante el periodo senderista: el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA) empezó sus operaciones en 1984 para reformar el gobierno por la fuerza, en el estilo de la guerrilla foquista, aunque sin la violencia desenfrenada del maoísta Sendero Luminoso (Hatun Willakuy 137). Realizó su última operación importante en 1997.

11

Es parecido el lenguaje del columnista Aldo Mariátegui cuando expresa su desdén hacia

los intentos de alzar un museo a las víctimas de la guerra, con financiamiento del gobierno

alemán para su construcción:

Este „mix‟ de museo, derechos humanos, campesinos indios muertos por militares

malos, donación alemana, prensa mundial „progre‟ elogiosa, vista romántica al

océano y caviarada local, es perfecto para perforar esos gélidos y socialistas

corazones escandinavos. (Correo, 21 de diciembre de 2009)

Conviene notar, asimismo, que el ex presidente Fujimori mantiene cierto apoyo entre

algunos sectores, no sólo los privilegiados, a pesar de su sentencia por corrupción y atentados

contra los derechos humanos (véase BBC News 9/4/2009). Por su parte, la sociedad peruana,

años después de la CVR, todavía no ha establecido una posición clara sobre los procesos a

militares (véase artículos El Comercio 27/9/2010, BBC News 6/4/2009) o la creación de un

museo del conflicto (BBC News 13/10/2010).

La literatura, la memoria y el conflicto

Formar una memoria colectiva es crucial para desarrollar la identidad y solidaridad de un

grupo o un país. Más aún, la memoria colectiva consiste en algo más que un conjunto pasivo de

recuerdos de la gente; el recordar colectivamente involucra intentos activos de articular historias,

símbolos y aspiraciones de un grupo en los cuales participan ideologías rivales (Misztal 50-51).

Dado que la historia generalmente trata de eventos que muy pocos presenciaron directamente, la

formación de memorias sobre estos eventos se tiene que llevar a cabo recurriendo a las opiniones

y análisis de otros. Este proceso conduce a una situación en la que personas que aprendieron

sobre un evento solamente a través de los libros o los medios pueden, sin embargo, “recordar”

algo como la guerra senderista en la sierra. Además, los propios testigos directos modifican su

memoria para ajustarla a sus opiniones y prejuicios. Por este motivo, decirle a una persona sea

testigo de un evento o no que algo “no era así” es como decir “mientes” o “no entiendes tu

propia historia” (Wertsch 4-9).

En vista de lo anterior, recordar colectivamente o establecer una historia oficial son tareas

muy difíciles. Las personas sin experiencia directa sobre un evento pueden mantener opiniones

12

fuertes al respecto. Surgen además desacuerdos y conflictos sobre la memoria cuando el

gobierno u otra autoridad promueve una versión oficial de la historia y rechaza otras, lo cual es

casi inevitable en situaciones complicadas y polémicas como la del Perú de los últimos treinta

años (Misztal 60). Con múltiples grupos de testigos, historiadores, autoridades y consumidores,

un país, o incluso una persona, se caracteriza inevitablemente por visiones complicadas sobre el

pasado12.

Entidades como la Comisión de la Verdad y Reconciliación peruana se han formado, en

el siglo XX, en países tan diversos como Argentina, Sri Lanka, Suráfrica y Canadá (Hayner 291-

301). En todos estos casos se puede ver el conflicto entre las historias oficiales que justifican las

acciones del Estado (similares al discurso “mano dura” de Fujimori que dominaba en los años

90) y los intentos de integrar perspectivas y experiencias personales en un diálogo sobre el

pasado que haga partícipes a los diversos actores de la nación (como los testimonios de las

víctimas mostrados por la CVR). Así que en el Perú, como en los otros países, se puede

caracterizar estas investigaciones oficiales como un conflicto entre la anterior historia oficial

dominante, que ignoraba la historia de los marginados, y una contra-memoria propuesta por los

defensores de los derechos humanos, que ha hecho de los testimonios de las víctimas un

elemento central en la memoria del conflicto senderista (Misztal 66). La transición de esta

contra-memoria a la nueva historia oficial de la CVR fue posibilitada por el cambio político del

reemplazo del gobierno de Fujimori por los presidentes Paniagua y Toledo, momento que había

esperado la oposición por años en su deseo de empezar la CVR (Hayner 250). Pero esta

transición no ha limado asperezas, actualmente hay dos “historias oficiales”, la anterior de

Fujimori y la más reciente de la CVR. Para los partidarios de la CVR, lo más importante es

juzgar a los culpables para evitar la impunidad y dar justicia a las víctimas de los abusos

estatales. En cambio, los partidarios del régimen de Fujimori destacan que las fuerzas armadas

no tuvieron otra opción que utilizar la fuerza en su lucha contra Sendero Luminoso y que juzgar

a los militares solamente reabrirá problemas antiguos que dividirán innecesariamente a la

sociedad peruana. De ahí que haya múltiples interpretaciones del periodo 1980-2000 y, a pesar

12 Wertsch (117), al hablar de la sociedad soviética, destaca que la mera producción de diálogos históricos, incluso por parte del Estado, no implica que sean aceptados o creídos por la población. Los ciudadanos soviéticos leían la propaganda estatal, pero elegían creer o no creerla. El hecho de que la población no siempre acepte pacíficamente la memoria oficial complica aún más la tarea de formar la memoria colectiva.

13

del trabajo de la CVR, actualmente no exista una memoria colectiva consensuada sobre este

tiempo.

El debate político está polarizado y la discusión sobre los sucesos de la guerra no se

dirige a una versión única, es decir una memoria colectiva, sobre lo que pasó. De ahí la

relevancia de otros métodos de expresión, por ejemplo la ficción. Dentro de los contextos de

guerra y posguerra los autores peruanos han escrito ampliamente sobre el conflicto y su legado.

Víctor Vich ha destacado que el restablecimiento de las palabras y el discurso intelectual en el

país es un hito crítico para detener el resurgimiento de la violencia (“El caníbal es el otro” 9).

Giménez Micó subraya que las tareas de escribir historia y escribir la ficción no son distintas,

sino formas alternativas de llegar a un fin común:

Tanto los trabajos de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación como las

diversas novelas que han ido apareciendo sobre el tema han cumplido la función

de „escuchar‟ y „retransmitir‟ a toda la sociedad los testimonios de las víctimas

sobrevivientes. (165)

El conjunto de obras sobre Sendero Luminoso ya es amplio. Hacia el año 2000, se

contaban 100 cuentos y 30 novelas publicados por 60 escritores sobre el tema de la violencia

senderista. Solo tres años después, en 2003, ya se contaban 192 cuentos y 46 novelas escritos por

104 escritores (Giménez Micó 167).

A esta lista se pueden añadir tres libros, Abril rojo de Santiago Roncagliolo (premio

Alfaguara 2006), La hora azul de Alonso Cueto (premio Herralde 2005), y Un lugar llamado

Oreja de Perro de Iván Thays (finalista premio Herralde 2008). Me interesa analizar estos libros

pues los tres fueron publicados después de la entrega del Informe final de la Comisión de la

Verdad y Reconciliación, y, en este sentido, operan dentro del contexto de las conclusiones

elaboradas por la CVR y el debate subsiguiente. Es importante notar que, en contraste con la

literatura previa, estos libros sitúan sus tramas en un definitivo “después” respecto al conflicto.

Se las puede llamar “novelas de las memoria”, dado que su ámbito de reflexión son las secuelas

de la violencia política. Para sus personajes, Sendero Luminoso es una fuerza derrotada, y el

problema consiste ahora en el proceso de recuperación posterior a la guerra. Son obras que tocan

también el problema del desconocimiento. Se nos habla de personajes que, por vivir en Lima, no

14

tenían clara conciencia de lo que acontecía en la sierra del país, situación que plantea preguntas

como: ¿qué responsabilidad le cabe a quien no conocía ni tenía manera de conocer una realidad

atroz?

En los capítulos siguientes me propongo llevar a cabo una exploración de estos libros

para evaluar las representaciones actuales del conflicto armado, la situación de la posguerra en el

Perú y, sobre todo, la memoria del conflicto. Se analizará la contribución de estas novelas a la

comprensión del concepto de memoria y, de esta manera, se verán los problemas y las

posibilidades para el Perú que los autores identifican.

15

CAPÍTULO II

LA GUERRA DESPUÉS DE LA GUERRA: ABRIL ROJO DE SANTIAGO

RONCAGLIOLO

Caso cerrado, aquí no hay terroristas y nunca pasó nada. Santiago Roncagliolo (307)

Introducción

En su thriller Abril rojo (2006), Santiago Roncagliolo retrata un Perú distópico, atrapado

en una lucha entre el olvido y la memoria, la mentira y la verdad. En este mundo, la formalidad

es la locura, los inocentes son culpables, los muertos están vivos, y los vivos muertos. La

realidad del Perú y su pasado, el rechazo de esta realidad por sus integrantes, y los estallidos

producidos por su aserción son elementos centrales dentro de esta novela policial.

Abril rojo tiene lugar en la provincia de Ayacucho en 2000 en la temporada de la elección

presidencial y la Semana Santa. Tiene como escenario el lugar más afectado por la violencia,

durante la polémica tercera elección del presidente Alberto Fujimori, cuando Sendero ya había

sido derrotado hace varios años. El Perú que muestra Roncagliolo en este mundo posconflicto es

condenatorio del gobierno fujimorista y también de la sociedad peruana. Se ve un país en

proceso de decadencia moral y en necesidad de una reforma que nunca se llevará a cabo dentro

del ambiente de corrupción, mentiras y olvido.

La trama sigue al protagonista, el fiscal Félix Chacaltana Saldívar, durante su

investigación de una serie de asesinatos extraordinarios. Al mismo tiempo que realiza su trabajo,

Chacaltana revive el conflicto armado de Sendero Luminoso y descubre un Perú en el que

siempre ha vivido pero nunca ha visto. La historia explora las distintas memorias del país y sus

habitantes, y también muestra el proceso sangriento pero inevitable del desbloqueo del pasado.

Este proceso de descubrimiento destaca la omnipresencia de las mentiras que rodean a los

personajes, la necesidad de acabar con ellas, y sobre todo evitar el ciclo histórico de atrocidad y

olvido que caracteriza este retrato del Perú13.

13 Perilli (83) destaca que la historia se repite en el libro tanto que “Todos están condenados al trabajo de Sísifo: los hijos de los terrucos continúan encendiendo fuegos y colgando perros sangrantes; los soldados siguen combatiendo sin demasiado convencimiento”.

16

Repleta de política, violencia y simbología católica y pagana, la investigación de los

asesinatos se transforma en una investigación del pasado y presente del Perú y, al final, en una

autoinvestigación de Chacaltana mismo. Los diversos niveles de investigación, conflicto y

descubrimiento permiten que el libro sirva como un recordatorio sobre la tragedia de Sendero

Luminoso, un cuestionamiento del fujimorismo, y un discurso sobre el difícil proceso de aceptar

la verdad y no estar atrapado por el olvido, por las memorias inventadas y por el mantenimiento

de una paz falsa. En este contexto, la obra sirve para explorar el carácter humano y también

ofrecer una perspectiva única al debate sobre las secuelas del senderismo14.

El proceso de destruir las mentiras y los bloqueos de memoria para llegar a la verdad es

importante en el libro y relevante para un país lleno de discursos, escrituras y memorias rivales.

El fracaso de las visiones falsas de la realidad, así como el surgimiento de la verdad del caso y la

identidad de los personajes, sugieren que la realidad del pasado del conflicto armado, aunque

difícil, se impondrá como única verdad posible. Empero, la verdad misma no es benigna, sino

una fuente de locura y dolor para los sobrevivientes.

La tranquilidad del olvido

En Abril rojo todos los personajes tienen secretos que quieren esconder. Desesperados

por evitar la verdad, hacen casi cualquier cosa para evitar que sea descubierta, incluso si tienen

que esconderla de ellos mismos. Mienten, conspiran e incluso matan para estar seguros de que

sus secretos y sus pasados permanezcan desconocidos. Aunque estos asesinos logran esconder la

verdad por un tiempo, los resultados de su lucha por mantener una apariencia de normalidad son

extremos.

El caso más importante de este fenómeno es la cadena de asesinatos que investiga el

fiscal Chacaltana. A lo largo del libro, el motivo de las matanzas es un misterio y hay muchos

sospechosos, desde una célula de senderistas aún activa hasta Chacaltana mismo. Poco a poco es

evidente que Chacaltana tiene que aprender sobre el pasado del conflicto armado para entender

los asesinatos y derrotar al asesino, hombre que, según se descubre al final, es el dirigente militar

14El uso del género del policial ha sido criticado por algunos críticos, entre ellos Vich (“La novela…”) y Solano, como estrategia comercial. Sin embargo, ambos reconocen de alguna manera su valor político.

17

de Ayacucho, el comandante Carrión. Un hito importante en este proceso es la revelación de que

el primer muerto es Alfredo Cáceres, un sinchi (miembro del cuerpo de elite de la guardia civil)

abusivo cuyas tácticas llenaron fosas comunes. El comandante Carrión, su superior durante el

conflicto, planeó su asesinato para mantener el olvido y la apariencia de orden:

Todo estaba bien, todo estaba tranquilo, hasta que ese mierda volvió de Jaén…

Estaba resucitando los viejos fantasmas… No tardaría en aparecer algún opositor

de mierda para denunciar a la prensa que el teniente había vuelto a Ayacucho. O

peor aún, un atentado terrorista en elecciones y Semana Santa. Si eso pasaba, iban

[las autoridades limeñas] a venir a freírnos. (313)

Carrión quiere protegerse a sí mismo porque Cáceres representa una amenaza para el

olvido que quiere el gobierno de Fujimori. La conspiración es aún más complicada porque

Carrión no actúa sólo sino que tiene dos cómplices: el padre Quiroz, un sacerdote que quiere

esconder sus vínculos con desapariciones perpetradas durante la guerra, y Justino Mayta, un

campesino cuyo hermano fue desaparecido por Cáceres en 1990 y busca venganza. El

involucramiento de ambas personas subraya el enorme impacto del legado del conflicto y

subraya la presencia de heridas que nunca se curan. Además, cuando Chacaltana empieza su

investigación, Carrión decide matar a sus cómplices para que no lo puedan traicionar.

Pero la “tranquilidad” que supuestamente defiende Carrión es una ilusión, una paz

negativa. En todo el libro, el Perú parece una sociedad en descomposición, llena de ladrones,

prostitutas y corrupción, pudriéndose desde adentro bajo el control de Fujimori y su camarilla.

En vez de enfrentar estos problemas sociales, la policía y el ejército trabajan solamente para

esconder sus atrocidades pasadas y mantenerse en el poder. Cuando Chacaltana intenta realizar

su investigación, no recibe nada sino obstrucciones del capitán Pacheco de la policía y otras

autoridades. Lo único que quieren ellos es que el caso desaparezca para que no haya problemas

durante la elección y, cuando Chacaltana insiste en que es su deber continuar con la

investigación, Pacheco se enfurece:

¡Nuestro deber es callarnos y acatar! ¿Es tan difícil que se le meta eso en la

cabeza? Escuche, no tengo ningún interés en ayudarlo porque no me da la gana.

Pero si quisiera ayudarlo, tampoco podría. Así que no me meta en este asunto

18

porque me va a joder el ascenso. ¡Se lo pido por favor! ¡Tengo una familia!

¡Quiero volver a Lima! No puedo estar molestando al comandante Carrión… ¿Por

qué no hace un informe y cierra el caso de una vez? Atribúyalo a un incendio o a

un accidente automovilístico… Y todos tranquilos. (73, cursiva mía)

Desafortunadamente para Pacheco, aunque Chacaltana escribe un informe falso para

cerrar el caso, las muertes continúan. Carrión, deseando protegerse de cualquier investigación

futura, decide matar a sus cómplices Mayta y Quiroz, y luego a otros dos testigos posibles:

Durango, un senderista encarcelado, y Edith, la novia de Chacaltana. Así que el sistema trata de

ignorar lo feo y, de esta manera, permite que pase una y otra vez.

La mezcla de la muerte y el olvido sigue no sólo a Carrión y el Perú, sino también al

protagonista Chacaltana. Huérfano desde niño, por un lado está convencido de que nunca tuvo

padre y, por el otro, habla constantemente con el fantasma de su madre. En realidad, cuando

Chacaltana era niño puso fuego a su casa y los mató a ambos. Creó un profundo bloqueo de esa

memoria, y solamente puede recordar esta verdad en sus pesadillas. La resultante incapacidad de

pensar lógicamente en el pasado se extiende hasta el presente. No tiene ambiciones, amigos ni

familia y pasa su vida diligentemente escribiendo informes que no lee nadie. Felizmente

ignorante de la corrupción a su alrededor, sólo abre sus ojos a la realidad cuando su monótona

rutina es destruida violentamente por las acciones de Carrión. El proceso de la investigación

carcome su perspectiva cerrada hasta que, en un enfrentamiento dramático con el asesino

Carrión, cae por completo este bloqueo y su propia tranquilidad del olvido es destruida. Como se

verá más adelante, el proceso de recordar no es fácil, ni para Chacaltana ni para nadie.

La locura de la memoria

Los personajes principales del libro han intentado cerrar sus pasados sangrientos y

continuar con su vida normal. Significativamente, en ninguno de los casos pueden esconder la

realidad y, cuando tratan de hacerlo, no sólo resultan incapaces de entender el mundo en que

viven, sino que también hay consecuencias destructivas para ellos y quienes los rodean. Los

asesinatos mismos muestran consecuencias destructivas. La incapacidad de entender el mundo es

evidente en un mecanismo: la escritura.

19

El primer tipo de escritura son los informes legales que el protagonista Chacaltana

redacta a lo largo de su investigación. Se ajustan a las reglas de ortografía y sintaxis así como

reflejan la ingenuidad del héroe; son documentos que no pueden explicar los hechos. La escritura

de Chacaltana encuentra paralelo en una serie de notas escritas por el asesino Carrión. En una

letra quebrada, Carrión busca explicarse pero su escritura carece tanto de sentido como de lógica

lingüística. En vez de corregir la perspectiva cómicamente formal de Chacaltana, la escritura del

asesino representa una locura profunda que solamente se dirige a la destrucción.

Estas dos cadenas de pensamiento representan intentos paralelos de entender la realidad

imponiéndole un orden. El protagonista Chacaltana opta por la ultraformalidad de la escritura

legal. Los informes legales muestran una doble faceta del autor Chacaltana: su deseo de

investigar y descubrir la verdad del caso, y su completa incapacidad de entender el mundo

causado por su intento de olvidar su pasado. Esta visión ambigua de reconocer e ignorar la

verdad se aprecia en el siguiente fragmento de un informe que Chacaltana escribe cuando

investiga la desaparición y tortura de Edwin, el hermano del sospechoso Justino Mayta, en 1990:

El detenido negó repetidamente la existencia de cualquier vínculo con Sendero

Luminoso, lo cual convenció más aún al teniente Cáceres Salazar de su

implicación en los respectivos atentados, según ha manifestado, porque los

terroristas se caracterizan por negar siempre su participación en los hechos. En

consecuencia, y para incrementar la colaboración del detenido, se le practicó una

técnica de investigación consistente en atar sus manos a la espalda y dejarlo

colgar suspendido del techo por las muñecas, hasta que el dolor le permita

proceder a confesar sus actos delictivos. (135)

La naturaleza delusiva del pensamiento de Chacaltana es obvia, no sólo en sus informes,

sino también en su propio modo de vida. Al terminar su jornada, se encierra en su casa

conversando con el fantasma de su madre. Se puede ver su separación de la vida real durante una

pelea con el sospechoso Justino Mayta:

El campesino lo levantó del suelo y lo empotró contra la pared. Chacaltana tuvo

tiempo de pensar en algo que decir:

20

Señor Justino Mayta Carazo, está incurriendo usted en desacato y falta de

respeto a la autoridad… le aseguro que levantaré denuncia por atentar contra mi

integridad física… Justino empezó a apretarle el cuello. Por un instante, el fiscal

tuvo la sensación de que el aire escapaba de sus pulmones, de su garganta, de su

boca que trataba de articular que él era sólo un funcionario electoral. (122)

A lo largo del libro se presencia un cambio dentro de Chacaltana en virtud del cual cree

ser más y más capaz de actuar fuera de su querida ley. Desesperado por seguir adelante con su

investigación a pesar de la negativa a cooperar de las autoridades, empieza a operar fuera de las

leyes y la formalidad. Además, cuando presencia y sufre violencia como la descrita, tiene que

aprender a reaccionar con su propia fuerza. Así que sale de la locura de su ingenuidad, pero se

precipita en otra locura, criminal y violenta. Uno de los primeros momentos de este cambio se

presencia después de su pelea con Justino Mayta:

De repente, se le ocurrió una nueva posibilidad que no había considerado. Más

bien, asimiló lo obvio. Volvió a mirar al guiñapo que se retorcía en el suelo. Le

preguntó: ibas… ibas a matarme, ¿no? …Sintió el impulso de golpearlo, de

patearlo hasta hacerlo sangrar. (124)

Esta especie de involución continúa con cada trauma que sufre Chacaltana hasta llegar a

un punto de crisis. Se ve un cambio dramático en él poco después de su escape de un sótano,

donde estuvo atrapado con el cuerpo del padre Quiroz, y de la huida al departamento de su novia

Edith. Allá, después de refugiarse con ella y contarle lo que pasó, se apodera de ella y la viola,

confirmando su transición desde paladín de la ley hasta criminal. Él mismo está confundido

luego por lo que ha hecho:

no entendía por qué había hecho lo que había hecho. Trataba de recordar a la vez

de olvidar el episodio de esa mañana. No era sexo lo que había buscado, sino una

especie de poder, de dominio, la sensación de que algo era más débil que él

mismo, que en medio de este mundo que parecía querer tragárselo, él mismo

también podía tener fuerza, potencia, víctimas. (281)

Chacaltana no viola a Edith a pesar de su amor previo por la ley, sino a causa de él.

Incapaz de seguir viviendo con la tranquilidad del olvido, tiene que adaptarse súbitamente a la

21

ley de fuerza que, según descubre, está verdaderamente vigente en el Perú. Junto con la escritura,

se representa físicamente este proceso a través del símbolo de una pistola que le da el

Comandante Carrión, supuestamente para protegerse del asesino. Al principio Chacaltana apenas

la quiere tocar, piensa que es “El tipo de arma que usan los tenientes, como Cáceres, que se había

intoxicado de muerte ajena” (184). Lamentablemente, esta observación muestra ser muy correcta

y, cuando se convierte en criminal, Chacaltana se adapta al uso del arma. Primero la dispara en

un breve encuentro con el asesino para defenderse. Poco después no tiene miedo de usarla para

amenazar a su propia novia Edith, cuando la acusa de las matanzas. Como si fuera un virus, esta

pistola representa la transmisión de la locura del antagonista Carrión al protagonista Chacaltana.

Se completa este proceso cuando, durante su último enfrentamiento con Carrión, acepta su Perú

distópico al matar al asesino y caer en su misma locura.

Mientras tanto, el antagonista Carrión escribe sus notas que muestran su rechazo de toda

razón. Su visión loca y sangrienta se puede ver en la nota que le escribe a su última víctima en el

momento preciso en que la mata:

hemos llegado al final. oh, los finales son tan tristes. no. éste es un final felis. es

en realidad un nuevo comienzo ¿verdad? tú comprendes. puedo verlo, puedo ver

el coro de los muertos recibiéndome, palmeándome la espalda con sus manos

sudadas de sangre. será pronto. podremos jugar juntos, por la heternidad, en un

mundo nuevo, en un mundo de gente que vivirá para siempre. (297)

Obviamente, el escrito carece de sensatez; exactamente lo opuesto a lo que escribe

Chacaltana. Para analizar la locura del comandante Carrión, también hay que destacar la

simbología mostrada en los asesinatos. Chacaltana observa que hay indicios de que los cuerpos

son víctimas de Sendero Luminoso, lo cual sugiere que el grupo todavía está vigente. Por

añadidura, a cada cuerpo le falta una extremidad y Chacaltana se da cuenta de que el asesino está

construyendo un cuerpo con partes de sus víctimas. El fiscal descubre la simbología de este

desmembramiento durante una conversación con Quiroz, en la cual el sacerdote le cuenta de

Túpac Amaru, el último Inca que murió decapitado después de su captura en el siglo XVI. En la

imaginación popular, sin embargo, se construyó la imagen de un inca descuartizado:

22

los campesinos andinos creen que las partes de Túpac Amaru fueron enterradas en

distintas partes del imperio, para que su cuerpo nunca se volviese a unir. Según

ellos, esas partes están creciendo hasta unirse. Y cuando encuentren la cabeza, el

inca volverá a levantarse y se cerrará un ciclo. El imperio resurgirá y aplastará a

los que lo desangraron. La tierra y el sol se tragarán al Dios que los españoles

trajeron de fuera. (240-241)

Los cuerpos también tienen heridas que reflejan los eventos de la semana santa,

culminando en la muerte y resurrección de Jesucristo. Esta doble simbología confirma lo que

dice en la nota, que dentro de su locura el asesino hace más que asesinar al azar: está intentando

construir un nuevo mundo. Estas líneas simbólicas señalan el derrocamiento de un viejo orden y

la imposición de algo nuevo. Debido a las numerosas referencias a los eventos de la guerra de

Sendero Luminoso, y a que la trama tiene lugar justo antes de la caída de Fujimori, hay

poderosos símbolos de cambio y transición en los crímenes. La violencia de Carrión es

representativa de la de Sendero15 y, como Sendero, Carrión reta a Chacaltana quien representa

al Estado y las fuerzas del orden a recurrir a métodos drásticos para detenerlo. Así que el

cambio simbólico que Carrión intenta provocar simboliza la ideología fanática de los senderistas

y también la importancia de los cambios que presenció el Perú durante los años del senderismo y

el fujimorismo. La referencia al cuerpo de Túpac Amaru simboliza, además, el riesgo de que el

Perú recuperado tenga un cuerpo hecho de partes mutiladas, un “Frankenstein” forjado y unido

por la violencia16.

Entender al asesino Carrión resulta muy complicado porque existen dos fases en su

acción criminal. Por un lado, sus asesinatos son cálculos fríos para protegerse de quienes lo

pueden incriminar. Por otro lado, desde el momento en que muere Cáceres, nace otra perspectiva

definida por su escritura fragmentaria. Es este Carrión, loco y perseguido por los fantasmas de

los fallecidos, el que construye un cuerpo nuevo con las partes de sus víctimas. Celebra las

matanzas y escribe las notas como un récord de su misión divina de invertir el orden del mundo.

Esta locura, nacida de las heridas psicológicas de la memoria de la guerra y el choque del regreso 15 Recuérdese que Sendero Luminoso intentaba destruir la totalidad del “viejo orden” peruano para reemplazarlo con un paraíso maoísta, cuya naturaleza nunca fue definida claramente por Guzmán. 16 Abril rojo mismo ha sufrido críticas en cuanto a su representación de las brechas sociales, específicamente por su representación de los indígenas como seres separados, incomprensibles y casi bestiales; véase Vich “La novela…” (252), Veres (30-35), Perilli (82-83).

23

de Cáceres, es tan incapaz de abarcar el mundo real como los ingenuos informes de Chacaltana.

Por su simultáneo rechazo de culpa de sus hechos como dirigente militar de Ayacucho, y su

celebración de las matanzas como asesino loco, Carrión es muy parecido a Chacaltana en

intentar olvidar y recordar al mismo tiempo. Cuando Chacaltana enfrenta a Carrión, dos hombres

buscando el olvido y el recuerdo, también se produce un enfrentamiento entre estas visiones del

mundo.

Tras descubrir la identidad del asesino, Chacaltana desafía a Carrión y lo acusa pero, al

principio, Carrión lo niega. Aunque puede estar simplemente mintiendo, también es posible que

la división de los dos Carriones mencionados sea tan dramática que ya hay personalidades

múltiples, cada una con propósitos y memorias distintos. Cuando Chacaltana insiste en su

acusación, Carrión cambia. Admite su culpa e incluso comparte sus textos dementes con el

fiscal. Cuando intenta leerlos, se da un proceso interesante. Al principio son ilegibles:

Chacaltana tomó los papeles y trató de leer. Pero no había nada que entender en

ellos. Sólo incoherencias. Barbarismos. No eran sólo los errores ortográficos, era

todo. En el caos no hay error, y en esos papeles ni siquiera la sintaxis tenía

sentido… El mundo no podía seguir la lógica de esas palabras. (315)

Carrión prosigue, dice que los fantasmas de sus víctimas le han pedido que continúe con

sus asesinatos y termine lo que empezó. Al principio, Chacaltana cree que Carrión está loco pero

de repente empieza a creer que tiene sentido:

El fiscal se preguntó si no sería él quien leía en renglones torcidos. Si eran sus

informes los que carecían de significado. Si quizá los papeles de Carrión eran los

verdaderamente legibles. (316)

Enseguida pasa a ver el mundo de la locura de Carrión:

ahora la venda se le cayó de los ojos… eran los muertos quienes le vendían los

periódicos, quienes conducían el transporte público, quienes fabricaban las

artesanías, quienes le servían de comer. No había más habitantes que ellos en

Ayacucho, incluso quienes venían de fuera, morían. Sólo que eran tantos muertos

24

que ya ninguno era capaz de reconocerse. Supo con un año de retraso que había

llegado al infierno y de que nunca saldría de él. (317)

Es en este momento cuando Carrión revela que conocía al padre de Chacaltana, un

soldado borracho cuyo tratamiento abusivo hizo que el niño Chacaltana incendiara su casa,

matando a sus padres. El comandante Carrión, quien ahora acepta completamente su propia

responsabilidad en los asesinatos, dirige a Chacaltana a aceptar completamente la verdad de su

Perú y de sí mismo. Justo al contemplar el mundo de Carrión y recordar a sus padres, Chacaltana

le dispara a Carrión:

una, y otra, y otra vez, tiró del gatillo, como si toda su vida se fuese en ello, como

si él solo encarnase toda la guerra de los asesinos, como si la pistola fuese una

metralleta de helicóptero, o una sierra de campana. (320)

Después de matar a Carrión, Chacaltana fuga al campo ayacuchano donde trata de

organizar su propia milicia campesina y amenaza a todo el mundo con el arma que le dio

Carrión, aunque no tiene balas, mostrando que su proceso de corrupción se ha completado. El

arma que le daba miedo ahora es su único amparo. Después de haber vivido en una mentira por

tanto tiempo, las revelaciones que experimenta en el desenlace son insoportables. Al

experimentar el significado de la guerra senderista y descubrir su presente distópico, el fiscal

adquiere rasgos de lo que trata de resistir y se derrumba.

Por su parte, el antagonista Carrión representa la violencia de la época senderista y

también el peligro de la guerra olvidada. Es un funcionario militar abusivo que quiere destruir a

Sendero Luminoso al mismo tiempo que mata locamente a cinco personas y coloca evidencia de

que fueron eliminadas por Sendero. Que le dé la pistola a Chacaltana parece representar la

estabilidad brutal que trajo la contrainsurgencia, pero esta imagen es destruida por la revelación

posterior de su responsabilidad en los asesinatos, y el “regalo” muestra ser un caballo de Troya.

La criminalidad del comandante Carrión muestra la mentira de una paz falsa que puede estallar

en cualquier momento y perpetuar la violencia. Los textos dementes que compone con cada

crimen reflejan su incapacidad de vivir en un mundo posguerra en que reina la vida y no la

muerte. Por eso, su locura escondida no tiene lugar en una sociedad pacífica y solamente su

destrucción hace posible la resolución del caso. Es interesante que ambos hombres,

25

caracterizados al principio por sus respectivos intentos de olvidar el pasado, se vean obligados a

recordar a todos sus crímenes por el final. Pero al derrocar el olvido, al recordar estas cosas,

ambos son destruidos, mostrando la dificultad, hasta imposibilidad, de ignorar o hacer frente al

pasado y salir ileso.

Es importante destacar que el libro no termina con el enfrentamiento. Después de la

muerte de Carrión y la huida de Chacaltana, el SIN (Servicio de Inteligencia Nacional) interviene

para suprimir toda la documentación del caso y también de los abusos producidos en la lucha

contrasubversiva. El agente Eléspuru declara que

De momento, no cabe esperar que tales casos sean elevados ni a la justicia civil ni

a la opinión pública, de modo que puedan ser manipulados por elementos

inescrupulosos con el fin de dañar la imagen de nuestro país en el exterior o

empañar los importantes logros del Gobierno en materia de lucha

contrasubversiva. (326)

El reporte de Eléspuru parece señalar la continuación de la política tan dañina del olvido.

Asimismo, este reporte muestra que Eléspuru, el SIN y el gobierno de Alberto Fujimori persisten

atrapados en el mismo espiral de olvido y rechazo de la realidad que, al final, destruye a los

personajes del libro. Teniendo en cuenta que el gobierno de Fujimori cayó poco después de su

reelección fraudulenta en 2000, una posible sugerencia de la novela es que el régimen, dedicado

a ocultar la memoria y la verdad, llega al mismo fin que sufren los personajes de Abril rojo. En

la misma línea, se puede inferir también que cualquier otro gobierno que suceda a Fujimori

tendrá que evitar el contagio por el “virus” de la mentira y aprender a aceptar el pasado doloroso

antes de ser destruido por él.

Conclusión

Las múltiples líneas de investigación sobre el pasado y el presente que sigue Chacaltana

desembocan en un final agridulce. El asesino Carrión es derrotado lo cual simboliza el final

del conflicto armado pero el protagonista Chacaltana no puede aceptar lo que ha visto durante

su investigación y se convierte en un criminal loco. A lo largo de la investigación se presencian

26

intentos de ver e interpretar la realidad, pero también de rechazarla: los informes formales de

Chacaltana y las anotaciones delirantes de Carrión. Se ve la gradual caída de ambos autores y, al

final de la investigación, el quiebre de sus respectivas líneas de escritura, que son finalmente

reemplazadas por el informe del agente Eléspuru. A los intentos delusivos de entender el mundo,

se añade el del gobierno, que hace todo lo necesario para esconder los hechos y restablecer la

tranquilidad del olvido. Lo que les pasó a Chacaltana y Carrión cuando súbitamente enfrentaron

la verdad queda ahora cubierto por el velo de ignorancia impuesto por una autoridad invisible.

No sólo eso. Roncagliolo organiza su relato siguiendo las convenciones de la novela

policial. La elección es significativa porque, en este género, la actividad del detective tiene como

propósito identificar y anular al agente transgresor del orden social. Atrapando al criminal se

restaura el orden de la sociedad en un plano simbólico. Cesa el crimen y todo vuelve a la

normalidad. No obstante, el panorama que presenta Roncagliolo es más sombrío y perturbador:

en el desenlace, Chacaltana queda tan contaminado por la investigación y por el descubrimiento

de una parte reprimida de sí mismo que termina colocándose del lado de Carrión. Al trastornar la

lógica del policial, el autor sugiere que la fuerza de la verdad no basta para reconciliar a las

personas con su pasado; que la verdad, cuando aflora después de haber sido sistemáticamente

reprimida, puede ser fuente de caos y malestar17.

17 No llegan a la misma conclusión otros críticos, por ejemplo Solano, quien escribe: “no se va más allá de las convenciones tópicas del thriller. También a Santiago Roncagliolo, como a tantos buenos escritores, le ha vencido la seducción del éxito” (50). La recepción de Abril rojo no ha sido, como se ve, unánime.

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CAPÍTULO III

LA NECESIDAD DE BUSCAR Y EL PELIGRO DE ENCONTRAR: LA HORA AZUL

DE ALONSO CUETO

Pero tu papá estaba delirando, ¿no dices? Sí, pero delirando la verdad.

Alonso Cueto (133)

Introducción

En La hora azul (2005), Alonso Cueto busca representar la contradicción en el Perú de la

posguerra, las heridas de la guerra aún abiertas y el velo del olvido que ya está cayendo sobre el

periodo de Sendero Luminoso. El libro sigue los esfuerzos del abogado Adrián Ormache de

buscar a una mujer que su padre, el comandante Alberto Ormache, violó durante la guerra. Al

emprender su búsqueda de la mujer, Miriam, Adrián también sale en busca de su país verdadero

y su propio lugar en la sociedad. La búsqueda y el encuentro entre Adrián y Miriam muestran las

necesidades, y también los peligros, de contar las historias y aprender de ellas. Se representa así

el difícil proceso de la reconciliación en que participan todos, desde los más pobres hasta los más

ricos.

Para Adrián, la reconciliación tiene que venir a través de una larga serie de golpes

emocionales y físicos, gracias a los cuales abre sus ojos por vez primera a las atrocidades del

pasado y los actuales problemas sociales de su país. A través de sus conversaciones con víctimas

y victimarios, y de sus visitas a Ayacucho y las barriadas de Lima (conocidas como “pueblos

jóvenes”), Adrián toma conciencia de realidades que siempre estuvieron frente a él, pero siempre

fuera de su campo de visión. Poco a poco cambia y pasa de ser un hombre aislado a una persona

íntimamente vinculada con los marginados del país. La experiencia de Adrián muestra que es

posible hacer lo que parece a veces imposible: buscar la verdad, aceptar una realidad difícil, y

emprender el camino del desarrollo personal que posibilita la unión de sectores tradicionalmente

divididos del pueblo peruano, sean indígenas o blancos, pobres o ricos, los que sufrieron la

violencia o los que la vieron solamente en la televisión.

28

La amnesia voluntaria

Se ve claramente en La hora azul el deseo de olvidar a Sendero Luminoso. Todos, sean

víctimas, victimarios o personas ajenas al conflicto, desean olvidarlo y concentrarse en la vida

presente. El protagonista Adrián Ormache participa en esta “cultura del olvido” hasta que

descubre sus propios vínculos familiares con los peores crímenes de la guerra. Aunque emprende

su búsqueda, y eventualmente encuentra a la víctima de su padre, Adrián tiene que enajenarse de

su familia, su trabajo y su clase social. Lleva a cabo su viaje a pesar de sus amigos y familiares,

tarea que innegablemente requiere grandes sacrificios.

Al inicio del libro, Adrián tiene una vida casi ideal. Tiene un trabajo estable, una esposa

fiel, hijas bonitas y una casa grande en un distrito acomodado de Lima. Toda su vida ha gozado

las ventajas de la clase alta peruana y no ha tenido por qué preocuparse del pasado. Se siente

feliz, seguro, y el único indicio de la herencia que ha recibido de su padre son sus sueños

sangrientos y violentos. No sabe casi nada sobre el papel de su padre en la guerra hasta que su

hermano Rubén le revela, casi por accidente, que aquél no era el héroe que había pensado:

Puta, bueno, o sea tú ya debes saber, pues, el viejo tenía que matar a los terrucos a

veces. Pero no los mataba así nomás. A los hombres los mandaba trabajar… para

que hablaran pues…, y a las mujeres, ya pues, a las mujeres a veces se las tiraba y

ya después se las daba a la tropa para que se las tiraran y después les metieran

bala, esas cosas hacía. (37)18

Al principio Adrián no le cree a su hermano, pero lo que dice es tan chocante que

necesita averiguar si es verdad. Pero, cuando Adrián se interesa en el asunto y dice que quiere

hablar con los antiguos amigos veteranos del padre, Rubén no quiere que se meta en el asunto:

¿para qué quieres saber? No quiero que andes jodiendo a mis patas, oye… Mejor

ni volver a eso, oye. Ni volver a hablar de eso. (44)

Aunque sabe la verdad, Rubén opina que es mejor no tratar de aprender más, pues eso

solamente causará problemas y no servirá de nada. Él no es el único que piensa así, casi todos los

18 Al respecto, Vich sostiene que La hora azul argumenta que los crímenes de lesa humana perpetrados por el Estado no fueron accidentes aislados sino una estrategia de las fuerzas armadas. “Violencia, culpa…” (237-238).

29

otros personajes en el libro tienen miedo de meterse en este asunto tabú. Incluso Claudia, la

esposa de Adrián, concuerda en que es estúpido buscar a Miriam:

Vas a perder el tiempo, te vas a meter en problemas, tú siempre con tus fantasías,

con tus pajaritos en la cabeza, nosotras te necesitamos aquí, tú no le debes nada a

una india cualquiera que conoció a tu papá, pues, oye. (133)

A pesar de todo, Adrián decide seguir adelante para averiguar la verdad sobre Miriam y

su padre. Logra conseguir unas fotos de su padre con Miriam, que guarda como recordatorios de

su búsqueda, y representan su creciente interés, hasta obsesión, por encontrarla. En el trayecto,

empieza a tener interés en el espinoso asunto que los demás miembros de su clase social quieren

evitar y decide que ya no le bastan las viejas trivialidades sobre el heroísmo de los soldados. Este

proceso abre sus ojos a la verdad, pero trae consigo consecuencias negativas también. Por

ejemplo, trata de contarles a sus hijas sobre su abuelo, pero Claudia resiste sus intentos de

explicarles la verdad:

Creo que maltrató mucho a los prisioneros que tuvo. ¿Tan malo era? Creo que sí,

desgraciadamente. Pero así son las guerras. Y además, además tampoco podemos

juzgar a los demás, intervino Claudia, mirando a un costado. (202)

Este desacuerdo menor entre Adrián y Claudia marca una diferencia de actitudes. Adrián,

ahora consciente de su ignorancia pasada, desea traer a luz lo que hizo su padre durante la

guerra. En cambio, Claudia prefiere que los abusos cometidos por los militares permanezcan en

el olvido y opina que abrir una conversación sobre el pasado es una idea mala que deshonra a los

militares muertos. Este desacuerdo crece enormemente a lo largo del libro. La resistencia de

Claudia a sus intentos de recordar le irrita, y piensa en utilizar la fuerza de las fotos de Miriam

con su padre sus recordatorios de la verdad para obligarla a ella y a todo el mundo de su

clase social a pensar en lo que quieren olvidar. A semejanza de lo que pasó con el fiscal

Chacaltana en Abril rojo, sus pensamientos muestran cómo su obsesión por la verdad se mezcla,

paulatinamente, con la pérdida de la cordura:

Sería interesante mostrárselas a mi tío Federico, a mi tía Flora, incluso a mis hijas

y a mi mujer. Me hubiera gustado bailar alrededor de la foto de los dos cadáveres.

30

Era un impulso absurdo y malsano por supuesto. Nunca iba a hacer nada parecido.

Y sin embargo me parecía injusto que sólo yo las hubiera visto. (280)

Por otro lado, justo cuando está pensando en comenzar la investigación, Adrián mismo

considera olvidar todo para mantener las apariencias:

Yo estaba obligado a cuidar el prestigio. Ser un tipo honesto, de buena familia, y

de nombre conocido…, eso calma los nervios de los clientes. Ninguna historia

morbosa es buena para el negocio. (56)

Piensa en aceptar los lugares comunes sobre el heroísmo de los soldados y la maldad de

Sendero, poniéndose una sonrisa falsa para mantener la apariencia de tranquilidad. Para su

sorpresa, Adrián descubre que los limeños y los soldados no son los únicos que intentan olvidar

los hechos de la guerra.

Cuando Adrián encuentra a Miriam, descubre que ella misma prefiere olvidar el pasado:

olvidar que su familia fue asesinada por Sendero y que sufrió repetida violación por el

comandante Ormache. Cuando sus familiares le informan que Adrián la está buscando, Miriam

pide que no le digan dónde está y, cuando él la encuentra de todos modos, bruscamente le dice

que no necesita su ayuda y prefiere que él nunca la visite otra vez. Para ella, el pasado es tan

doloroso que no se siente capaz de soportar un recordatorio de lo que sufrió. Aun así, es la

persistencia del hijo de su violador lo que la obliga reabrir el pasado y hablar de sus experiencias

en Ayacucho.

Se aprecia entonces que todos, al margen de su condición, tienen algún motivo para

mantener un silencio sobre Sendero y la contrainsurgencia. Pero, en el caso de Adrián, tarde o

temprano habrá que enfrentar las verdades difíciles. La dificultad de la memoria y las maneras de

despertar y vivir con los recuerdos sin destruirse son temas importantes en el libro. Se ve que el

recordar no es una tarea simple y que pueden surgir emociones fuertes, incluso letales.

31

Recordar la muerte, proseguir con la vida

La trama central del libro es, sobre todo, una descripción del largo proceso de Adrián de

descubrir la verdad del pasado y de rescatar la memoria verdadera de su padre. Al realizar esta

búsqueda, Adrián descubre que hay sobrevivientes de la guerra por todos lados. Al conocer a la

gente que presenció la guerra, él se da cuenta de lo imperdonablemente ignorante que fue, como

lo siguen siendo muchos de la clase alta limeña. El proceso de darse cuenta de esto es bastante

difícil para él y todos a su alrededor, sobre todo Miriam.

Cuando Adrián se entera de la historia de Miriam y su padre, el golpe de esta sorpresa lo

motiva a ver por sí mismo qué ha pasado con Miriam, y si hay algo que él puede hacer para

aliviar el daño que su padre le hizo hace tantos años. Sale a buscar a Miriam, pero en realidad ni

sabe qué va a hacer cuando la vea. A lo largo de la misión, Adrián encuentra mucho más de lo

que había anticipado. Por primera vez experimenta el Perú verdadero, yendo a Ayacucho y a los

pueblos jóvenes de Lima. Al experimentar tales lugares empieza a entenderse mejor a sí mismo y

su lugar en sociedad. Para Adrián, aprender sobre el pasado y aprender sobre el presente se

convierten en la misma tarea19.

Durante su última visita a su padre, cuando éste está a punto de morir, Adrián lo ve

hablando sin parar con un sacerdote. En su lecho de muerte, el padre le cuenta que ha hecho

cosas malas, y que

Hay una chica, una mujer que conocí una vez, o sea, no sé si puedes encontrarla,

allá, búscala si puedes, cuando estaba en guerra. En Huanta. Una chica de allí. Te

lo estoy pidiendo por favor. Antes de morirme. (23)

Su actitud de querer conectarse con el pasado, admitir que ha hecho cosas malas y hablar

con el sacerdote, indican que quiere mantener vivo el recuerdo de lo que ha hecho. Admite que

hay heridas que él abrió que deben cerrarse, pero es la generación siguiente la que lo hará.

Sorprendiéndose a sí mismo, Adrián se aboca a la misión de la reconciliación y de investigar qué

pasó en Ayacucho durante la guerra.

19 Esteban destaca que la búsqueda y la experiencia de la naturaleza verdadera del Perú tienen más importancia que los hechos ya lejanos sobre Sendero. Es su exploración de la “patria ajena” la que hace posible la maduración de Adrián y le da valor al libro (229-230).

32

Evoluciona considerablemente su conciencia de la guerra cuando oye los relatos de

primera mano de los veteranos Chacho y Guayo, dos subordinados de su padre. Ellos le cuentan

a Adrián sobre torturas, violaciones y el rol que su padre tuvo en ellas. Su testimonio subraya

que el conflicto atropelló la humanidad de todos y nadie salió ileso. Los soldados comunes que

torturaron y violaron también se sentían víctimas de algo más grande que ellos, algo que podía

destruirlos en cualquier momento:

los torturadores también tenían miedo, también estaban sometidos y atrapados.

Los soldados tomaban desayuno riéndose… era la carcajada del miedo. Los

soldados desayunaban riéndose, sabían que podía ser el último día de sus vidas.

(173)

Además de sus conversaciones con Chacho y Guayo, Adrián también presencia la

experiencia real de los sobrevivientes cuando visita Ayacucho. Viaja ahí para tratar de encontrar

a Miriam en su pueblo natal de Luricocha, donde fue secuestrada hace tantos años. Allí, ve y oye

cosas que nunca imaginó.

Lo más sorprendente en Ayacucho para él es la omnipresencia de la guerra y la muerte.

De pronto, ya no hay distancia ni murallas entre él y los que sufrieron directamente el conflicto.

El taxista que lo lleva le muestra la carretera “Infernilla”, donde el ejército y Sendero arrojaban

los cuerpos de sus víctimas, le cuenta de la muerte de los taxistas que no permitían que Sendero

les robara, y el terror a Sendero que tenía el propio gobierno de Ayacucho.

También habla con el padre Marco, que ha venido recientemente de Cuzco y no sufrió

directamente la violencia, pero sí ha tenido que consolar a miles de personas. El sacerdote

conoce bien la lucha diaria de las personas en Ayacucho:

Ya no quieren consuelo, señor. Pero quieren hablar, quieren contarme sus cosas,

eso nomás quieren, y por eso yo los oigo pues…les digo que recen mucho, y que

no los olviden, sobre todo eso, que no se olviden de sus muertos pero que los

recuerden con alegría, así les digo, y así se la pasan recordándolos, y yo también.

Así podemos seguir viviendo, pero llorando siempre, eso sí. (176-177)

33

El padre Marco indica que la memoria es clave para los sobrevivientes, que para ellos es

mejor mantener a los muertos en la mente y no tratar de olvidarlos. Asimismo indica que no hay

resolución ni remedio para el dolor del pasado. Continúan con su vida, pero una vida surcada de

cicatrices, en que mantienen lo que ha pasado adentro y lo único que pueden hacer es contar las

experiencias a quienes todavía no saben de la guerra20. El mero estar en Ayacucho sorprende a

Adrián:

Esa gente de Huanta que yo me cruzaba en ese momento, este señor de sombrero

y la señora de pelo ajustado…me parecía de pronto extraño que hubieran

sobrevivido a una guerra. Estaban caminando por la calle. A lo mejor estaban

yendo a la casa de un amigo o pariente. Habían visto a la gente morirse a su

alrededor. Y ahora caminaban por allí. (173)

Cabe preguntar: ¿cómo pueden estas personas realizar la reconciliación? Ayacucho

parece una ciudad de fantasmas, llena de recordatorios del terror del pasado y, por lo que dice el

padre Marco, la gente está condenada a sufrir. Es imposible reemplazar a los familiares que

murieron y nadie habla de juzgar a los soldados como Guayo, Chacho o el propio comandante

Alberto Ormache. Todo esto sugiere que, al fin y al cabo, la resolución y la reconciliación

dependen no tanto de la generación que vivió el conflicto armado, sino de la generación

siguiente, cuyo destino está fuertemente vinculado con las acciones que toman personas como

Adrián para reconocer las necesidades de los marginados y aliviar los problemas sociales

engendrados por la guerra. Así la búsqueda, y subsiguiente encuentro, tienen gran importancia.

La representación más importante sobre el legado de la guerra es, sin duda, la relación de

Adrián con Miriam y su hijo Miguel. Ella fue violada por el militar Alberto Ormache y casi toda

su familia fue asesinada por Sendero, así que ella representa bien el sufrimiento de los

sobrevivientes. Cuando Adrián la descubre en el pueblo joven de San Juan de Lurigancho, de

vuelta a Lima, ve que nunca tuvo interés en vengarse de su violador ni en compartir su historia

con la prensa. A ella le importa más que nada trabajar en su peluquería, cuidar a Miguel y seguir

20 Gimenez Micó comenta que “Aunque, según el cura, el consuelo ya no forma parte del horizonte de expectativas de la pareja de ancianos, la función terapéutica de la escucha es innegable. Elizabeth Jelín señala al respecto que „para relatar sufrimientos, es necesario encontrar del otro lado la voluntad de escuchar‟” (171).

34

con la vida difícil al margen de Lima. Pero a la vez que intenta “vivir en el presente”, también

vive siempre rodeada por las memorias de sus familiares y amigos muertos. Ella había

tenido que despertarse en tantas madrugadas para enfrentar las imágenes que

aparecen en la pared de su cuarto, la voz insistiendo de sus padres o sus

hermanos… los cuerpos desvanecidos en el aire del dormitorio, aquí estamos, no

queremos irnos, estamos aquí contigo… (272)

Trata de alejarse de Adrián al principio21, pero poco a poco se abre a él debido a su

insistencia en verla y enterarse de su historia. Gradualmente ella revela su pasado y las

dificultades de criar a Miguel. Ella le cuenta de su secuestro, violación y su eventual escape del

cuartel donde era prisionera. Revela que trató de matarse cuando se enteró de que casi toda su

familia había sido eliminada por Sendero Luminoso. Aunque Miriam y Adrián llegan a tener una

relación muy cercana e incluso sexual, nunca pueden conectar de veras. Adrián ve que

Había una luz inasible en sus ojos, una luz que llegaba siempre como desde muy

lejos… No la conocía, no iba a conocerla nunca. No podía saber qué sentía ella

por mí, quizá odio y curiosidad y algo de interés y quizá afecto. (239-240)

Hay un pasaje en el que, ya familiarizados por algún tiempo, ella súbitamente coge un

cuchillo y trata de matar a Adrián. Lo hace mecánicamente, sin pensar y sin saber qué está

haciendo. Cuando Adrián la detiene y ella se puede controlar otra vez, Miriam pide perdón pero

no puede dar una explicación por lo que acaba de hacer. Es claro que ni la amistad, el amor o el

dinero de Adrián pueden borrar su síndrome de estrés postraumático, y por eso el recordar puede

resucitar memorias destructivas y causar más sufrimiento. El vivir como una persona normal ya

nunca será posible para Miriam y otros como ella.

Ella muere al final y, aunque nunca queda explícitamente revelado, Adrián sospecha que

Miriam se suicidó. Adrián imagina que los fantasmas la han perseguido por tanto tiempo que,

finalmente, no los pudo soportar más. En su mente, siempre ha estado huyendo del cuartel donde

había estado prisionera. Nunca podía dejar de huir y, al final,

21 Comenta Camacho que Miriam esconde su historia extraordinaria de secuestro, violación y escape “porque su silencio es el único bálsamo para drenar el inmenso dolor que lleva en su interior y es, además, lo más parecido al olvido y a la muerte” (260). Es decir, se trata de la “tranquilidad del olvido”.

35

Ahora se había detenido. Ahora estaba en su bosque de fantasmas anónimos, una

hondonada entre dos cerros en el camino a Huanta. Encima de ella, estaban los

otros cuerpos. (273)

Así que puede recordar y contar su historia, pero también es casi imposible continuar con

la vida normal con el peso agotador de tales memorias. Si se trata de llegar a una idea de

reconciliación, ¿qué se puede decir a partir del caso de Miriam y los otros afectados por la

guerra?

Reconciliación sin resolución

Por lo expuesto, queda claro que los afectados por la violencia han sufrido terriblemente

y que los fantasmas del pasado les persiguen para siempre. Ni el encuentro de Adrián y Miriam

ni su relación cercana pueden conducir a una reconciliación completa. Es interesante que sea así

a pesar de que Miriam misma parece haber llegado a una reconciliación con su recuerdo de

Alberto Ormache:

A su papá lo odié tanto, le digo, a su padre pude haberlo matado si hubiera

podido, porque me engañó tanto, y abusó de mí, en ese cuartito, yo lo odié tanto,

por culpa de ellos, de los soldados, de los morocos, perdí a mi familia, ya no pude

ver a mi familia, ya no los alcancé, se murieron, se murieron sin mí, y yo lo

odiaba tanto a su papá, pero ahora ya no lo odio, ya casi lo quiero. (219)

Miriam, como todo el pueblo de Ayacucho, sirve como un aviso de que la reconciliación

completa no es posible. Hay que aceptar que recordar no lo resuelve todo y que los intentos de

llegar a una reconciliación absoluta fracasan. La reconciliación tiene que llegar de otra manera, y

no con Miriam sino a través de alguien más.

El hijo de Miriam, Miguel, de quien sospecha Adrián es su hermano de padre, es un chico

muy callado, sin amigos. Aunque nació en Lima después de la huida de Miriam de Ayacucho, él

36

ha heredado el legado de silencio y temor que tienen quienes enfrentaron la muerte directamente.

El humor tímido de Miguel preocupa mucho a Miriam22:

Me da miedo que crezca… cuando crezca más, no sé, ese silencio puede hacerse

más grande, puede ponerse él más rabioso o más triste, peor de lo que está ahora.

(252)

A veces Miguel la ha visto llorar cuando piensa en su historia y en su hijo:

Yo quisiera que no se acuerde de mí, que yo no esté allí para contarle todo lo que

pasó con sus abuelos. Ya él no debe pensar en eso. Él no debe pensar que a sus

tíos y abuelos los mataron, que yo estuve en Huanta con la guerra y todo lo que

pasó con mis papás… él tiene que sentir que puede vivir… la esperanza es difícil

cuando una tiene tantos muertos que te hablan (252-253).

Miriam sospecha que su propia existencia es una mala influencia para Miguel, y por eso

cree que se necesita matar para darle una oportunidad a Miguel para que no lo persigan los

fantasmas que ella ha traído a Lima. Cuando muere ella, Adrián se dedica a garantizar el futuro

de Miguel. Le da dinero a su guardián, lo lleva a una psicóloga y, al final del libro, lo ayuda a

matricularse en la escuela de ingeniería, curado de su silencio, y capaz de entender y agradecer la

ayuda que Adrián le da23. Entonces, el problema que preocupa a Miriam, que Miguel fracase por

los recuerdos de ella, no se concreta por la ayuda de Adrián, pero también quizá por su propio

sacrificio.

La reconciliación, entonces, se lleva a cabo mediante el recuerdo, representado por

Adrián y su misión de conectarse con Miriam, pero también mediante el olvido, representado por

la muerte de Miriam y sus recuerdos dolorosos. Hay aquí una doble sugerencia de Cueto, a saber,

que el pasado debe recordarse, pero sin dejarse torturar por lo que ha pasado o huir siempre de

los fantasmas del pasado como hacía Miriam. Los remedios se aplican mejor a la generación más

22 Destaca Vich que Miguel representa el pasado en el presente y que su silencio lo muestra como “un presente de heridas no resueltas.” “Violencia, culpa…” (240). 23 Aunque Vich sostiene que la ayuda de Adrián no es real (“Violencia, culpa…” 233-234), Perilli opina que “la armonía nacional se re-produce en la estructura familiar. La asunción de la responsabilidad salda las deudas con el pasado” (81).

37

joven para salvarla de caer en el silencio del terror eterno, o de la rabia constante que dirige a la

delincuencia24.

Conclusión

La hora azul sugiere que la reconciliación sí es posible, pero sin caer en el optimismo de

pensar que esta reconciliación será fácil o completa. Pese a que Adrián sí conecta con Miriam, sí

salva el futuro de Miguel, sí reforma su perspectiva de la guerra y la pobreza peruana, lleva a

cabo estas cosas a costa de su felicidad, de las relaciones con su familia y casi a costa de su

trabajo y su salud mental. Él, según confiesa al inicio del libro, no es el mismo hombre que era

antes de emprender la misión. El cambio que experimenta es para mejor, pero por un tiempo lo

enajena de su familia, de sus colegas de trabajo, de su clase social y de sí mismo.

De alguna manera, el regreso de Adrián a su vida normal después de la muerte de Miriam

parece revelar los límites de la reconciliación25. Sin embargo, Cueto desliza aquí una idea muy

interesante, a saber, que la reconciliación no es un estado definitivo sino una deuda pendiente,

una tarea en marcha. Adrián lo comprende así durante el velorio de Miriam:

El ataúd de Miriam me ponía al descubierto. Era casi una trampa suya. Conocerme y

contarme algunas cosas, y luego morirse y dejarme este tribunal silencioso en su

velorio… (264)

En ese momento, Adrián entiende que su responsabilidad con los muertos es también, y sobre

todo, una responsabilidad con los vivos (como después revela su conducta con Miguel). Los

fantasmas del pasado son desenterrados así para darles adecuada sepultura.

24 Destaca Camacho: “como ha establecido la CVR, la población civil, convertida en víctima colectiva, ha mostrado señales inequívocas de unos traumas psicológicos que necesitarán varias generaciones para su completo drenaje” (249). 25 Esteban opina que su reconciliación final con su familia señala el fracaso de su cambio porque regresa a la vida de la clase alta (231). Camacho, en cambio, subraya que Adrián sí experimenta un cambio; pasa de ser un hombre de la clase alta a una persona estrechamente conectada con los marginados del país (251).

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CAPÍTULO IV

LA PAZ INSOPORTABLE: UN LUGAR LLAMADO OREJA DE PERRO DE IVÁN

THAYS

A veces es bueno rendirse y no seguir luchando, recoger tus restos y empezar de nuevo.

Iván Thays (60)

Introducción

En su libro Un lugar llamado Oreja de Perro (2008), Iván Thays presenta un protagonista

y un Perú divididos entre sí e inseguros de su pasado y futuro. Esta novela relata la historia de un

periodista limeño que espera la llegada del presidente Alejandro Toledo en un pueblo remoto de

Ayacucho, Oreja de Perro, para inaugurar un programa de reparto de dinero a mujeres

campesinas. Durante su estadía en el pueblo el protagonista piensa en su historia personal, su

interés en el legado del senderismo y en la trágica historia local de la época del conflicto armado.

Como reflejo de los visibles problemas del Perú de la posguerra, el protagonista está

dividido en sus intentos de bregar con la reciente ruptura con su esposa y la muerte de su hijo.

Piensa alternativamente en reconciliarse con ella y en empezar nuevas relaciones, al mismo

tiempo que presencia la decadencia del régimen de Toledo así como los continuos conflictos y

abusos sociales que caracterizan el Perú. Mezclando la lucha personal del protagonista y la

historia nacional, la verdad y la mentira, la memoria y el olvido, la esperanza y el fracaso, Un

lugar llamado Oreja de Perro “entraña un reconocimiento ético de la seriedad y la complejidad

de la problemática social peruana” (Castañeda 272).

Sueños incumplidos

Un tema central del libro es la preocupación del narrador por la memoria y su propia

historia. La novela se concentra principalmente en sus experiencias personales, pero es posible

traducir las imágenes de lo que ha vivido y visto en un mensaje sobre el Perú, el conflicto

armado y el proceso de recordarlo. Precisamente cuando está reflexionando sobre su matrimonio

infeliz y su hijo muerto Paulo, llega el esperado Toledo, el hombre cuya presidencia empezó con

un optimismo que, se verá adelante, no duró por mucho tiempo. Ambos inicios estuvieron

39

cargados de esperanza para el futuro; ambos cayeron en desgracia y dejaron esperanzas

incumplidas26.

Al tiempo que piensa en Toledo y Sendero, el narrador repasa episodios significativos de

su relación con Mónica, su niñez, su ex esposa, su adolescencia, y los pasos hacia su matrimonio.

Tras recibir una carta de despedida de Mónica, piensa en escribirle una respuesta, tarea que

descubre imposible. Pospone su decisión de cerrar su relación con ella y poco a poco internaliza

su realidad nueva de soltero con un hijo muerto y una esposa a la que nunca verá otra vez.

Piensa en su dolor al haber perdido a su familia, y gradualmente acepta que, en realidad,

su familia tenía problemas serios desde el principio27. Piensa en Mónica y en el recorrido de su

cortejo, la sorpresa infeliz del embarazo de Mónica y el matrimonio poco después. Especula

sobre una posible infidelidad de ella cuando eran novios y sospecha que Paulo, en realidad, no

era hijo suyo, así que la ruptura de la relación parece servir solamente como confirmación de lo

ya pasado.

La tragedia de la muerte de Paulo es el punto de inflexión en el destino de la familia.

Muere súbitamente de una embolia, y después de su muerte el doctor especula sobre un posible

cuadro de epilepsia, condición que probablemente había tenido durante los cuatro años de su

corta vida. Aunque había señales sutiles de que algo andaba mal con el niño, los padres nunca se

percataron de su enfermedad. Están confundidos por el choque repentino de su muerte:

¿Pudimos haberlo evitado?, preguntó Mónica. El doctor empezó a dar una serie de

explicaciones con párrafos largos, científicos, a los que Mónica y yo asentíamos,

aunque sus ojos de lástima por el género humano decían cosas muy distintas. (89)

En sentido estricto no tienen culpa de esta muerte, pero tampoco son inocentes, y esta

confusión precipita el final de una relación ya frágil. El narrador es incapaz de consolarse e

imagina que el fantasma de su hijo está allí, en su departamento, como recordatorio constante de

su oficio de padre y su incapacidad de cumplir con él. Queda deprimido, considera el suicidio y

se pasa el día entero mirando películas así como los testimonios televisados de la CVR. Después

26 Observa Castañeda que “Como en otras novelas de Thays, el drama sentimental es la espina dorsal del argumento” (272). 27 Palma Melena destaca que la tarea del narrador en la actualidad del libro no consiste en descubrir cosas nuevas sino en rememorar y confirmar lo que ya había estado de frente sin que lo viera o integrara (IV).

40

de sumergirse en la depresión de su departamento embrujado y los testimonios televisados,

regresa al trabajo y poco después va a Oreja de Perro, donde empieza a experimentar

directamente el peso del legado de Sendero Luminoso.

En la esfera nacional también se ve el símbolo de los sueños y esperanzas incumplidos. A

lo largo del libro, el protagonista y otros colegas periodistas esperan la llegada del presidente

Toledo para repartir dinero a mujeres campesinas que fueron víctimas de la guerra. Aunque el

presidente está cumpliendo con una recomendación importante de la CVR, el protagonista

cínicamente critica esta acción como “un populismo carente de objetivos concretos salvo la

vanidad” (15).

Esta actitud pesimista sobre Toledo surge aproximadamente cinco años después de su

liderazgo de las protestas que llevaron al derrocamiento del régimen de Fujimori y Montesinos.

Pero, ahora, el viejo héroe de las protestas, ese símbolo del nuevo Perú, se revela como un

ejecutivo ebrio e inepto. Toledo, obviamente, no estuvo a la altura de las expectativas que

alimentó entre la población cuando asumió la presidencia. Esta sensación de desengaño se hace

evidente en lo que dice la estudiante-activista Maru, una antropóloga que conoce al protagonista

en Oreja de Perro:

Todos los muchachos veían a Toledo como una oportunidad perdida. Pero lo que

más les dolía era notar cómo las conclusiones de la Comisión eran tomadas tan a

la ligera por su gobierno. ¿Para eso habían luchado tanto? (96-97)

Toledo, quien había sido para los activistas una oportunidad para empezar una etapa

nueva en el Perú, no dio la talla. Al ignorar a la CVR, sostiene Maru, continuarán las divisiones

sociales que crearon el conflicto. Sus esperanzas de grandes reformas y de extirpación de la

injusticia fueron vanas.

Así como Paulo nunca regresará de la muerte y el matrimonio del protagonista con

Mónica no puede ser reparado, la figura del Toledo que dirigió las protestas contra Fujimori

tampoco regresará. Su lugar es ocupado por la soledad y la tristeza del narrador y por el regreso

41

inesperado de Alan García a la presidencia28. Puede verse así que, en estos casos, las esperanzas

del pasado fueron unos meros espejismos y que persistir en ellas sólo conducirá al dolor. Por eso

el narrador piensa en el poder del olvido, incluso la amnesia, como manera de conseguir la paz:

¿Por qué preocuparme por el pasado si tengo que ocuparme del presente? ¿Dónde

he extraviado en este instante, cuando tanto lo necesito, el anestésico instinto de

conservación? (47)

No tienes por qué lamentarte por la amnesia. La memoria es una espía. Tú has

logrado librarte de ella, has conseguido extraviar a tu espía. Considérate un

hombre muy afortunado. (81)

Con tantas heridas que no puede sanar, por un método u otro tiene que soltar lo que ha

pasado y empezar de nuevo. Seguir luchando donde está sugiere el libro sería como pelear con

espada rota.

Empezar de nuevo

¿Cuáles son las claves para el futuro? La recuperación y la decisión de avanzar después

de un evento traumático son temas importantes en Un lugar llamado Oreja de Perro. Hay

múltiples hilos en el relato que tocan el asunto de empezar de nuevo y empezar a construir un

futuro mejor. Según se verá más adelante, estos hilos quedan como cabos sueltos.

La referencia a una nueva generación aparece constantemente y tiene gran importancia en

el libro. Sin duda, el ejemplo más importante es el hijo aún no nacido de la ayacuchana Jazmín y

de Manuel, un soldado costeño. La paternidad misma del hijo tiene importancia, pues Tomás, un

vecino de la localidad, insiste en que el hijo fue producto de una violación. Al final, Tomás mata

a Manuel, siendo finalmente asesinado por los camaradas de su víctima. El hijo, el símbolo del

futuro, está marcado por la violencia y la sangre antes de nacer.

28 La reelección de Alan García en 2006 era altamente improbable. Cuando salió del gobierno en 1990, tenía bajísima aprobación por haber causado (o por lo menos dejado pasar) la crisis extrema de la guerra y también la catástrofe económica que arrasó el Perú a finales de su presidencia.

42

¿Sirve este niño, hijo de una ayacuchana y de un soldado, como símbolo de

reconciliación o de un futuro sembrado por la violencia? El narrador llega a Oreja de Perro y casi

de inmediato tiene una relación sexual con Jazmín, quien toma la iniciativa y lo seduce. Se trata

de la unión del padre sin hijo y de una madre sin un padre para su hijo. Rápidamente ambos

desarrollan una relación muy cercana, y comparten sus respectivas historias: el periodista le

cuenta a Jazmín sobre Paulo; Jazmín le relata al protagonista la historia de la desaparición

forzada de su madre durante la guerra. Así, por primera vez, el periodista conoce a una víctima

de la guerra quien no sólo tiene la fortaleza de contarle sus experiencias, sino también la

compasión necesaria para que él comunique sus propios problemas. El narrador considera la

posibilidad de traer a Jazmín a Lima y criar al hijo como si fuera suyo, aunque al final no lo hace

porque ella desaparece. Este hijo hubiera podido reemplazar al fallecido Paulo, pero representa

un camino no tomado y el hijo, presume el lector, se quedará en Ayacucho sin oportunidades y

sin padre. El encuentro entre el mundo criollo y el mundo andino parece insostenible, aún en la

posguerra.

La incertidumbre sobre el futuro se mantiene a lo largo del libro. El narrador piensa

constantemente en empezar una vida nueva con Jazmín o la antropóloga limeña Maru, o en

reconciliarse con Mónica. Al final, decide que ninguna de estas posibilidades tiene esperanza:

Pienso en Maru. Pienso en Jazmín. ¿Realmente quiero salvar a Jazmín? No, no

quiero hacerlo. Ni siquiera la conozco, no sé quién es, no soy responsable de ella.

¿Y Maru? Será lo mismo y lo sé. Cambian los cuerpos sobre la cama, cambian

ligeramente las palabras de deseo o amor que se dicen sobre la cama. Pero

ciertamente no cambia nada. ¿Y Mónica? Mónica no vendrá, ahora lo he

comprendido. (211)

Estas cavilaciones sugieren que está siendo honesto conisgo mismo sobre las

posibilidades del futuro, pero al mismo tiempo que no ha logrado sustituir sus expectativas

frustradas acerca de estas mujeres con otra fuente de esperanza, quedándose con una existencia

vacía. Este futuro pesimista encuentra un paralelo en el rumbo incierto de la política nacional29.

29 Castañeda, por su parte, llega a la conclusión, con algunas reservas, de que “esta experiencia culmina bajo un signo optimista, con la superación exitosa del trauma provocado por la desaparición de los seres queridos y la

43

Hay varias menciones a las elecciones de 2006, en las que regresó Alan García a la presidencia.

Notorio por su gestión que casi destruye al país en su primer gobierno, García no retomará el

poder con el optimismo que rodeaba a Toledo. Con esta elección, el Perú cae en una etapa de

incertidumbre. Así como el misterio rodea a lo que el protagonista hará con su vida, hay misterio

sobre el rumbo que tomará el Perú mismo. Thays deja entonces al lector con una incertidumbre

pesimista sobre la vida del narrador y el destino del país. En ningún caso muestra esperanza de

un desarrollo positivo hacia la reconciliación y la tranquilidad.

Visiones del Perú

Aunque la novela es narrada desde un punto de vista más o menos acorde con la historia

contada por la CVR, Thays no trata de idealizar a la CVR ni a Toledo ni a ninguna otra figura

pública. El asunto general de la política nacional es visto como un desastre en el que sólo

participan corruptos, incompetentes y demagogos. El Perú mismo parece estar en plena

decadencia económica y social, tal como aparece en los recuerdos del protagonista y las

descripciones de Oreja de Perro.

Thays nunca trata de esconder el abuso que ha sufrido Ayacucho a manos del ejército en

el pasado y el presente. Esto se ve claramente en la omnipresencia de las fosas comunes en la

zona y también en la historia personal de Jazmín. Lo que le pasó a ella y a su familia le pone un

rostro a la violencia y, por primera vez, el narrador conoce directamente a alguien que

experimentó lo peor de la guerra. Jazmín le cuenta de la desaparición de su madre cuando ella

era niña, sus intentos de buscarla y la gradual aceptación de que su madre nunca iba a regresar.

Ella también le cuenta la historia de uno de los victimarios, un joven policía del cuartel donde

“desaparecieron” a la madre. El policía trata de tranquilizar a la niña, le insinúa que la madre está

viva y que ellos la van a soltar. Poco a poco empieza a quejarse de su propia situación y las

torturas que tiene que practicar. Dice que ingresó a la policía porque su novia lo abandonó y

entonces no tenía idea de lo que pasaba en Ayacucho:

destrucción del núcleo familiar” (271). Aunque el protagonista sí logra contar su historia a Jazmín, es difícil leer las últimas páginas del libro y suscribir la misma conclusión.

44

si sólo yo fuera el responsable, te juro que no sería capaz de hacerlo. Te lo juro.

Pero la cosa es que todos lo hacemos… no es sólo malo para tu mamá. También

yo me siento mal. Cuando a mí me pasó lo de la chica que era mi novia, pensé:

Me voy a matar. Pero luego me dije: Eso es pecado, mejor que me maten los

terrucos. Y me vine a Ayacucho. Pero me equivoqué, estoy arrepentido y ahora

quiero que me trasladen a cualquier sitio. (173)

Este pasaje muestra que el policía torturador no es más que un chico que se metió en algo

que no entendía y de lo que ahora no puede escapar. Al ponerle cara a uno de los victimarios,

Thays destaca que la brutalidad de la guerra atrapa no solamente a las víctimas sino también a

los abusadores. Entenderlos es crucial para entender el conflicto, como también lo es comprender

que los abusos no fueron errores inevitables sino productos de circunstancias humanas

controlables.

Desafortunadamente, el arrepentimiento de este policía no se extiende a las autoridades

en esta novela. Varias veces se ven escenas de violencia entre soldados y campesinos. Estos

veteranos han internalizado la guerra, ya no entienden otra cosa y siguen manteniendo una

actitud de combate aunque el terrorismo ha acabado. Para ellos, no hay ya diferencia entre

campesinos y senderistas:

¡Perro de mierda!, grita el militar. ¡Serranos de mierda! Si creen que se van a salir

con la suya, que me van a cagar a mí, a mí, están jodidos. Y he matado terrucos

como ustedes con las manos, ¿oyeron? La reconchasumadre si piensan que me

van a cagar a mí. (182)

Este soldado representa un gran problema que todavía existe entre el ejército y la

sociedad costeña: el menosprecio hacia las personas andinas. Pero el odio también va en contra

de los limeños, vistos como invasores y explotadores en la sierra. Se ve esto en la actitud de

Tomás hacia el protagonista, y por extensión todos los limeños, cuando discuten sobre Jazmín:

No sé qué frustración dices o estás hablando, pituquito, pero no te metas. Es por

tu bien. Tú sigue tu vida nomás, como quien dice tu vida de pituco, y déjanos en

paz. (107)

45

Puesto que él ha presenciado tanta discriminación, está listo para devolverla al mundo

criollo. Todo esto muestra una situación tensa, que al final produce dos muertos, el soldado

Manuel y Tomás mismo. Este microcosmos del conflicto cultural del país se lleva a cabo justo

cuando el presidente está visitando la región obviamente borracho, lo cual muestra que la

autoridad central no tiene poder ni voluntad para reconciliar el país o controlar los problemas

sociales actuales.

Si el país está así dividido entre “pitucos limeños” y “terrucos serranos” sin un dirigente

eficaz, ¿qué esperanzas muestra Thays para una reconciliación? La breve relación entre el

narrador y Jazmín es una indicación de que esta brecha cultural sí puede superarse, pero

solamente de una manera limitada y tangencial. Su relación es abrupta, empieza con un

encuentro sexual casi anónimo y se corta repentinamente cuando el narrador deja Ayacucho

algunos días después. En otra parte del libro, el protagonista ve una campesina anciana que cruza

la plaza llevando un atado muy pesado y, aunque quiere ayudarla, siente que la desconfianza

entre los limeños y los residentes de Oreja de Perro es tan profunda que cancela la posibilidad

misma de ser solidario:

Obvio sentir compasión por ella, o incluso algo parecido a la conciencia social.

Sin embargo, estoy convencido de que si pretendiese ayudarla ella arrancaría una

vara de los arbustos y la azotaría al viento como un látigo, una advertencia, para

alejarme. (73)

El libro no es optimista sobre la CVR tampoco. Se la menciona constantemente pero el

protagonista, que no apoya la posición de la derecha, tampoco es optimista sobre la Comisión y

su labor. Para él, el problema no estriba en el pago de los funcionarios empleados por la

comisión, ni en los debates sobre el número de víctimas, ni en una supuesta cacería de brujas

(acusaciones comunes de los derechistas), sino en el asunto de transmitir memoria y verdad.

Mira los testimonios de la CVR en la televisión cuando todavía trata de recuperarse de la

muerte de su hijo Paulo. Para Mónica, los testimonios son aburridos; en cambio, el narrador cree

que tienen un aspecto casi cómico que cuestiona pero que, al mismo tiempo, le fascina. El

protagonista piensa en los testimonios como si fueran un tipo de show:

46

No podía despegarme del espectáculo aquel del descubrimiento de la naturaleza

humana. Era un striptease…el espectáculo era sobre todo para nosotros…

Incluso para hacer un testimonio de esa naturaleza había que actuar un poco. O,

mejor dicho, sobre todo cuando uno quiere decir una verdad tan grave como

aquélla debe saber fingir. Sólo mediante una representación convincente podemos

acercarnos al hecho, real, del terror y la crueldad. (17-18, cursivas del libro)

Esta paradoja de Thays, la de fingir para decir la verdad, muestra la difícil tarea de contar

algo que pasó de una manera que todos puedan aceptar como un hecho. La idea es que la verdad

por sí misma no tiene fuerza suficiente para imponerse como tal. Es necesaria una

“representación convincente” para persuadir a la gente de algo. La verdad no refulge.

Parece entonces que surge una contradicción. Decir plenamente la verdad es insuficiente

para lograr una comunicación efectiva, pero no existen otros mecanismos conocidos para

transmitir la memoria. La Comisión de la Verdad y Reconciliación asumió la tarea de transmitir

la memoria de los testigos a la sociedad en general. Pero esa transmisión, sugiere Thays, es una

tarea inalcanzable en un plano general y abstracto. La única “representación convincente”

corresponde al testimonio de Jazmín30, que se transmite no mediante la televisión sino la

intimidad de su propia relación personal.

Conclusión

El libro concluye con un presidente ebrio que deja el gobierno en manos del presidente

responsable de la crisis extrema. Oreja de Perro, pese a los intentos de asistencia, sigue y seguirá

estando al margen olvidado del país. Jazmín desaparece y, después de cortada su relación con

ella, el protagonista regresa a un departamento sin Mónica pero lleno de espectros de su hijo y

sus recuerdos. Su único alivio es el consumo de lexotán y la amnesia breve que trae. Dadas estas

realidades, en su caso, es mejor tratar de empezar a partir de cero.

30 Únicamente en la relación de ambos hay un optimismo reservado, aunque temporal y limitado. Perilli subraya la importancia de las relaciones personales, y que Jazmín “es la única que acerca al protagonista a sus fantasmas. Thays enhebra experiencias, trabaja con las relaciones entre experiencia personal y experiencia histórica” (86).

47

Como puede apreciarse, Thays desiste de resolver los nudos de su relato. Todo queda en

el aire. En esta sensación de desazón reside, a mi juicio, el acierto de la novela. Si algo queda

claro, es que el protagonista no puede cerrar el capítulo de su matrimonio ni su fugaz experiencia

de padre. Se trata de una situación de duelo no resuelto, compartida por el propio lector en la

medida en que sus expectativas (de lector) son sistemáticamente defraudadas por Thays. Nótese

que, desde un inicio, el autor ha ido alimentando la expectativa de que, llegado un punto, el

protagonista pondrá algo por escrito y se llegará a saber lo que Mónica le escribió. Otro enigma

por descifrar son las causas de la muerte de Paulo. Todos estos son hilos que el autor mantiene

en suspenso. En un pasaje revelador, el fotógrafo que acompaña al protagonista observa:

Los británicos, continúa, o quizá los japoneses, han inventado un aparato para mujeres

celosas. Es como un spray de luminol, de bolsillo, para la cartera. Se apaga la luz y se

rocía el líquido por las sábanas o la ropa interior del marido. Si hay rastros de semen,

aunque sea de una semana hacia atrás, se encienden unas manchas violetas.

Manchas fosforescentes. (54)

A la manera de esas manchas, cuya invisibilidad no les resta presencia, persiste en el

protagonista el recuerdo de eventos dolorosos que se revela incapaz de procesar. Y es

significativo que esa tarea pendiente quede inscrita en un “después literario”, es decir, en la

imaginación del lector.

48

CAPÍTULO V

SÍNTESIS Y CONCLUSIÓN

Uno no puede escoger ver o no ver, oír o no oír, uno ve, uno escucha, uno piensa, los pensamientos se niegan a salir de la cabeza de uno, rebotan, se desenvuelven, se agitan.

Roncagliolo (181)

Mira, esto que ves aquí, yo, soy un fragmento, un pedazo…tengo un hígado, tengo aún alguna muela, probablemente un corazón, y podría seguir enumerando porque soy una acumulación, no un todo.

Thays (71)

Todos tenemos la culpa de nuestros padres, y de nuestros hijos también… son como nosotros, no podemos librarnos de ellos.

Cueto (149)

En las tres obras examinadas, el conflicto armado de Sendero Luminoso queda como una

herida abierta, no sólo como una memoria sino también como una fuerza poderosa que continúa

teniendo consecuencias. Roncagliolo, Thays y Cueto han creado “experimentos mentales” en los

cuales los personajes presencian el conflicto como nunca lo habían hecho antes, y tienen que

enfrentar la memoria del conflicto, así como aspectos de sus propias vidas, para llegar a una

resolución. Cada libro cierra con esperanzas distintas pero ninguno sugiere que el proceso de

reconciliación, o simplemente recordar, sea fácil. Más bien, el acto de recordar y el proceso de

enfrentar la verdad generalmente comportan una destrucción de las cosmovisiones de los

protagonistas, y a veces de sus propias visiones de sí mismos.

Los tres libros analizados, escritos desde perspectivas limeñas, destacan los grandes

conflictos entre la costa y la sierra. Las referencias al racismo y la recuperación posguerra entre

los polos de Lima y Ayacucho indican que las brechas dentro del país continúan y contribuyen a

la marginación y la muerte de los peruanos pobres. En vista de sus representaciones de un Perú

tan dividido y de las atrocidades cometidas por el gobierno, hay que poner los libros, aún con sus

distintos matices, dentro del diálogo pro CVR, y en contra del nacionalismo promilitar de la

derecha peruana.

49

En los capítulos de análisis de las obras, se han discutido sus representaciones de la

memoria, el olvido y sus visiones del país. A modo de conclusión, se explorarán las tres obras en

conjunto preguntando directamente: ¿Qué dicen sobre la memoria del conflicto? ¿Qué dicen

sobre el papel pasado y presente de las fuerzas armadas?

La memoria del conflicto en la ficción

En estas tres obras, todos los personajes intentan evitar la verdad pese a que el pasado

reclama reconocimiento. Al respeto, una constante en las tres es la imagen del fantasma, la

representación por excelencia del problema no resuelto. Aunque Miriam, Chacaltana y el

periodista tratan de olvidar las muertes de sus familiares, éstos reaparecen constantemente como

recordatorios inevitables. Miriam no estaba junto a sus familiares cuando murieron, de modo que

no puede reconciliar su doble condición de víctima y de única sobreviviente de su familia.

Chacaltana, al reprimir la memoria de la muerte de sus padres, no puede dejar de actuar como si

su madre estuviera viva, quedando atrapado en el pasado. El periodista, por su parte, se siente

culpable por no haber podido salvar a su hijo, o al menos percibir que estaba mal, de manera que

imagina, tiene el espejismo de que Paulo no se ha ido, un recordatorio de su pérdida reciente.

Así como los espectros, los sueños traen consigo sugerencias del poder del pasado y el

retorno de la memoria reprimida: aunque ha bloqueado la memoria de su padre abusivo,

Chacaltana lo ve cada noche a través de pesadillas, en las cuales reaparecen sus ataques contra la

madre y el fuego que él inició cuando era niño, matando a ambos. Antes de enterarse de las

actividades secretas de su padre o de empezar la búsqueda de Miriam, Adrián Ormache tiene

sueños sangrientos, que él mismo llama “escenas iluminadas en las que liberaba mis ganas de

hacer algo violento” (Cueto 17). El pasado, entonces, siempre encuentra la manera de salir a flote

por las rendijas del presente.

Por último, la escritura aparece como otra constante en estos intentos novelescos de

recordar y explicar el pasado y el presente. El protagonista de Un lugar llamado Oreja de Perro

ha recibido el encargo de escribir un artículo sobre la llegada del presidente Toledo, tarea que se

resiste a cumplir. Al mismo tiempo, trata constantemente de escribirle a Mónica una carta de

respuesta a su despedida, para así exponer su punto de vista y cerrar la relación, pero tampoco

50

logra hacerlo. Esta situación es semejante a la de las escrituras en Abril rojo. Tanto los informes

de Chacaltana como las notas de Carrión están disociados de la realidad; son intentos de abarcar

la realidad que nunca pueden verdaderamente cumplir con tal fin. Chacaltana mismo reconoce:

Un informe de verdad, concluyó, sólo podía ser escrito por Dios, al menos por

alguien que tuviese mil ojos y mil oídos, que lo pudiese saber todo. Pero si

hubiese gente así, pensó, los informes no serían necesarios. (234)

Usando todos estos recursos retóricos, los libros muestran que la memoria no puede ser

completamente reprimida ni domesticada. Resulta interesante que, cuando los personajes quieren

olvidar, recuerden. Y que, cuando intentan aceptar la verdad, muchas veces no lo puedan hacer.

Así, pues, estos tres libros muestran situaciones complicadas, en las que no hay soluciones

fáciles, pero en las que, tarde o temprano, los protagonistas tienen que enfrentar una verdad

contenida que, sea de golpe o gradualmente, siempre sale a luz.

La culpa y la justicia

La problemática suscitada por la CVR revela que una política del recuerdo tiene

consecuencias serias. Uno de los aspectos más polémicos de la CVR fue, precisamente, el juicio

y sentencia a los militares y funcionarios del gobierno responsables por masacres y abusos

durante el conflicto armado. La CVR planteó claramente que

no [se] puede permitir la impunidad. La impunidad es incompatible con la

dignidad de toda nación democrática.

La CVR ha encontrado numerosos responsables de crímenes y violaciones de los

derechos humanos… La CVR exige y alienta a la sociedad peruana a exigir que la

justicia penal actúe de inmediato, sin espíritu de venganza, pero con energía y sin

vacilaciones. (Hatun Willakuy 5)

Sin embargo, como se ha visto en el primer capítulo, las presiones en contra del juicio a

los responsables fueron fuertes y la cuestión de los crímenes cometidos por soldados ha sido

altamente polarizadora.

51

Aunque las novelas analizadas no tocan explícitamente el tema de la amnistía, sí tienen

mensajes relevantes sobre este debate. De manera más o menos explícita, los libros muestran que

muchos torturadores todavía están libres, como el comandante Carrión en Abril rojo o los

soldados que observa el periodista en Oreja de Perro. Entre las obras se puede destacar

especialmente La hora azul por las representaciones de los veteranos de la guerra, entre ellos el

comandante Alberto Ormache y sus subordinados Chacho y Guayo. Al contar con la protección

de los esfuerzos de amnistiar a los veteranos, estos personajes pueden en principio vivir sin

miedo a las represalias. Después de una reticencia inicial, la manera casual con que hablan sobre

las torturas que cometieron aturde a Adrián y muestra que las personas culpables de grandes

violaciones de derechos humanos todavía están libres.

Su hermano Rubén revela que el padre de ellos estaba en temor constante de ser juzgado.

Incluso en un burdel estadounidense tenía miedo de que la prensa viniera y le acusara de haber

torturado a personas en Ayacucho. Adrián se fija en que, durante su agonía, su padre hablaba

constantemente con un sacerdote, y también en ese momento le contó sobre su tiempo con

Miriam. El padre, a pesar de los años, tenía miedo de ser descubierto incluso en el Ranch X y

más adelante estaba desesperado de recibir la extremaunción. Reconoce que hay leyes superiores

a las peruanas, sean internacionales o divinas, y seguía sabiéndose culpable de sus atrocidades

previas.

La reconciliación y el futuro del Perú

Si la misión de la Comisión de la Verdad y Reconciliación consistía en fijar una narrativa

o entendimiento común de un evento (en este caso un consenso en torno a los eventos del

conflicto armado de Sendero Luminoso), puede afirmarse que no ha tenido éxito. Vistas en

conjunto, ¿muestran las obras de ficción estudiadas una ruta, o por lo menos la esperanza, de una

reconciliación nacional en el Perú? Todas las obras muestran el Perú como un país que algunos

pretenden sostener con mentiras débiles sobre el progreso socioeconómico o el heroísmo de los

soldados. Pero, de una manera u otra, cada autor muestra claves que pueden servir para el futuro.

El tema central de todas estas obras es la memoria. Por memoria se entiende, no sólo lo

que recuerdan las personas en tanto individuos, sino también instrumentos de alcance público

52

como documentos, museos, monumentos y medios audiovisuales31. En este sentido, el propio

acto de escribir las obras representa un deseo de preservar la memoria (aunque Thays muestra

una actitud ambigua respecto a este tema) y empujar al lector a reflexionar las secuelas de la

violencia y la pobreza.

De manera consonante, las tramas mismas muestran la inevitabilidad de la memoria y el

surgimiento de verdades dolorosas a través de la comunicación. El acto de contar o aprender

sobre el conflicto, sea cuando Adrián Ormache habla con los sobrevivientes en Ayacucho o

cuando Jazmín relata la historia de la desaparición de su madre al periodista, logra unir a los

personajes. La importancia atribuida al acto de contar, común a las novelas estudiadas, sugiere

que éste es un elemento clave para el entendimiento y la reconciliación. Significativamente, en

todos los libros la toma de conciencia del pasado es un acto íntimo que se lleva a cabo mediante

el contacto personal con las víctimas32. De hecho, en todas las obras los protagonistas se acercan

a las sobrevivientes de la guerra al punto de mantener relaciones sexuales con ellas. En vista de

ello, la experiencia personal es imprescindible en la realización el cambio individual necesario

para convencer a las personas sobre lo que pasó durante el conflicto. Los intentos de carácter

más oficial, como los testimonios televisados que mira el periodista o el informe ciegamente

formal que escribe Chacaltana sobre la desaparición de Edwin Mayta, no logran convencer a su

auditorio.

Ninguno de los libros sugiere la existencia de una solución fácil a los problemas sociales

del país. Tomando en cuenta la idea del “virus destructivo del olvido” que se desarrolló en el

capítulo sobre Abril rojo, se puede decir que este libro sugiere que la corrupción y las mentiras

siempre se destruyen a sí mismas. El acercamiento de Adrián Ormache a Miriam y Miguel, y la

rehabilitación del hijo traumatizado, hablan de la reconciliación en un nivel personal, pero no

nacional. Al término de Un lugar llamado Oreja de Perro, el futuro del Perú es tan desconocido

como el futuro del protagonista mismo. Todos los personajes de los libros atraviesan tiempos de

cambio en los que no hay una buena opción. En los desenlaces, sus decisiones de cómo avanzar

son, por lo tanto, suyas.

31 Existe un debate activo sobre el proceso de formar memorias e identidades comunes, también sobre quién y cómo lo hace; véase, por ejemplo, Misztal 56-61. 32 Perilli (89) sostiene que la narrativa peruana de posguerra alterna, como principio organizador, los niveles de la familia y la nación en sus problemas y necesidades de reparación.

53

Reflexiones finales

¿Qué se debe aprender de estos libros? Sobre todo, ellos destacan la necesidad humana de

recordar. A través de sus respectivas investigaciones, los protagonistas se dan cuenta de

realidades tristes y difíciles, el rechazo de las cuales ofrece solamente una tranquilidad falsa,

construida sobre los cuerpos de las víctimas de la violencia. Lejos de ser un evento distante en el

pasado, la guerra sigue teniendo efectos dramáticos para las personas y los problemas que

hicieron posible la guerra siguen vigentes. Así, pues, los autores quieren que se recuerde el

conflicto y, sobre todo, que se piense al respecto en conexión con la situación actual del país.

Las experiencias de otros países con pasados parecidos a los del Perú, como Alemania,

España o Sudáfrica, muestran la tarea larga y difícil que está frente al país33. Es claro, entonces,

que los debates en el Perú sobre Sendero Luminoso, y sobre la responsabilidad del conjunto de la

sociedad peruana, van a continuar y difícilmente se sanarán todas las heridas de la guerra. Las

obras que se han estudiado en esta tesis deben leerse como intentos de comprender las

implicaciones de la memoria para un proceso de reconciliación. En todas ellas, se insinúa que la

memoria significa una obligación hacia el futuro; siendo esto así, una política de la memoria

debe apoyarse sobre el imperativo de la responsabilidad. Al igual que la CVR, Abril rojo, La

hora azul y Un lugar llamado Oreja de Perro reflejan el Perú en tiempos de transición y frente a

decisiones difíciles sobre el pasado y presente que determinarán su futuro.

33 Véase, por ejemplo, el libro de Hayner, Unspeakable Truths: Confronting State Terror and Atrocity.

54

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