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La última hechicera

MIKI T. ROBBINSON

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Copyright:Todos los derechos reservados.Safe Creative - Id. 1907091400049La última hechicera©Miki T. Robbinson, 2019Imagen de portada:Irina Alexandrovna/Shutterstock.com(Licencia de Imagen Estándar)Editora de contenido:Jennifer Hrastoviak

Esta obra no puede ser reproducida o transmitida, total o parcialmente, en ningún tipo de formato electrónico,mecánico o impreso, incluyendo fotocopias, grabaciones, o cualquier tipo de procedimiento informático; así comoel alquiler o cualquier otro tipo de cesión, sin la autorización previa y por escrito de los titulares del copyright.Esta es una obra de ficción. Los nombres, personajes, empresas, organizaciones, lugares, acontecimientos yhechos que aparecen en la misma son producto de la imaginación de la autora o bien se usan en el marco de laficción. Cualquier parecido con personas (vivas o muertas) o hechos reales, es pura coincidencia.

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Cita:

“El hombre es el único animal que mata para no comer, que corta el árbol que le da sombra yque envenena el agua que va a beber”.

Anónimo

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PrefacioLa madre de Adara, Selena Roses, nació, creció e hizo su vida en Mirphak, un pueblo del

continente donde el fanatismo religioso y la ignorancia eran el denominador común en lamentalidad cerrada y supersticiosa de la mayoría de sus habitantes. Una mezcla muy perjudicialpara quienes habían nacido con el don de la magia. Selena era una de esas hechiceras, como lohabían sido su madre y su abuela. Todas mantuvieron sus dones en el más absoluto secreto, nisiquiera sus esposos llegaron a conocerlos. Ocultar algo como eso era una cuestión desobrevivencia, ya que el castigo era certero, cruel y despiadado: la muerte en la hoguera.

Poco antes de que Adara naciera, el esposo de Selena murió en un accidente de caza. Ellaquedó sola para cuidar y proteger al ser que llevaba en su vientre. La única familia viva que teníaera su hermana mayor, Kara Roses, quien para su fortuna o su desgracia había nacido sin el don dela magia y, como todo aquel que no conoce ni su esencia ni sus secretos, nunca supo de suexistencia; de hecho, compartía la mentalidad cerrada y fanática que caracterizaba a los habitantesde Mirphak.

Sola y con una criatura a punto de nacer, Selena soñó una noche con un unicornio blanco. Él nohablaba con palabras pero sí con el pensamiento, y en ese sueño le transmitió un mensaje:

“El ser que llevas dentro de ti será una niña. Ella nacerá con todos los dones que una hechicera pueda poseer...Mirphak no es el lugar adecuado para tu hija, su enorme potencial se perdería; aún más importante, ella tiene unamisión que solo podrá cumplir si tú crees en las palabras de tu abuela. Muchos pensaban que estaba loca, pero no esasí, las mágicas tierras de Kabac existen, solo debes buscarla. Tu alma de hechicera se encargará de encontrarla”.

Selena despertó y junto con el alba tomó una decisión que cambiaría su vida y la de su únicahija. Buscaría y encontraría las tierras de Kabac. Adara nacería allí, lejos de las supersticiones,de la ignorancia y el fanatismo. Pero aun en ese mundo, mágico y sorprendente, existen fuerzas queconspiran, fuerzas de oscuridad que amenazan con destruirla, fuerzas del corazón con el poderpara salvarla.

Esta es la historia de Adara Roses, quien sería recordada por siempre como “La últimahechicera”.

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Capítulo 1Tierras de Kabac

Isla de AntaresGodran

Capital del reinoInvierno, 1373

A pesar de las cuatro antorchas envueltas en llamas ancladas en las paredes, la habitación senotaba oscura, pesada, más aún por el olor nauseabundo que se desprendía de sus rincones, restosde animales muertos producto de sortilegios cuyos resultados no fueron los que Draven Creightonesperaba de ellos. Pero en esta oportunidad sus esperanzas habían renacido, al fin tenía en supoder el libro que durante años había buscado en vano. Los hechiceros lo llamaban “El libronegro”, aunque pocos se atrevían a mencionarlo, mucho menos a utilizarlo.

Su hallazgo se podría decir que fue por casualidad. Un joven desgarbado y delgado lo llevabaconsigo cuando entró a la taberna de la aldea. Aunque lo tenía envuelto en un pedazo de tela, suspies tropezaron contra la piedra irregular del suelo en el bar y el libro se develó de forma parcial,ante la mirada atónita de Draven. Él no demoró en acercarse al muchacho e intentó disuadirlo paraque se lo entregara, le ofreció veinte monedas de oro, una pequeña fortuna para alguien pobre,como parecía ser por su atuendo raído y sucio. Pero el chico se negó, dijo que el libro no estaba ala venta, que él solo había entrado a la taberna para encontrar en el vino el valor que necesitaríapara destruirlo, que ese libro, con todas sus lecciones de magia negra, ya había hecho suficientedaño.

Al escuchar esas palabras, la mirada de Draven se encendió, un brillo de codicia se asomó ensus ojos y una ligera sonrisa hizo que la mitad de sus labios se arqueara hacia arriba en unmovimiento efímero, fugaz, casi imperceptible. Entonces, tomó su copa, se levantó del taburete yse alejó de la barra; no intentó disuadir al muchacho, él sabía que había otras formas de lograr loque quería.

Draven Creighton era un hombre apuesto, en especial, para las mujeres capaces de ver solo sufísico, atraídas por su musculoso cuerpo, su porte masculino y su rostro de rasgos finos perovaroniles; sin embargo, para todo aquél capaz de ver más allá de las apariencias, no solo lacicatriz irregular que atravesaba el lado derecho de su cara causaba cierto tipo de rechazo ydesconfianza, sino también su mirada; la frustración por no lograr satisfacer sus deseos, laobsesión por poseer a la única mujer que él creía haber amado pero que nunca lo aceptó en suvida, la codicia y la ambición desmedida poco a poco se fueron apoderando de su mirada,oscureciéndola, menguando el brillo casi inocente que alguna vez había tenido. Esa mirada opacay penetrante era la que se mantenía fija en la espalda de aquél muchacho, el actual, pero no pormucho tiempo, portador del libro que había estado buscando y que ahora estaba a solo una vida deposeer.

Esa misma noche, la magia oscura que albergaban cada una de sus páginas, aun sin ser abierto,se cobró otra vida, la renuencia del muchacho por entregarlo le costó su propia existencia. Conlos ojos abiertos, exhalando su último aliento, su cuerpo inmóvil yacía en el rincón sucio eimpregnado de orine en el oscuro callejón de la parte trasera de la taberna, al tiempo que DravenCreighton se alejaba caminando, despacio, silbando una vieja melodía, como era su costumbre

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cuando deambulaba por las empedradas y angostas calles de Godran. No le preocupaba ser visto,el hechizo con el que asesinó a ese pobre joven no dejó huellas visibles capaces de delatarlo.

Y ahora, ya en la mazmorra de su castillo, usada por él en secreto para experimentar concualquier clase de hechizos, cuando la luna llena apenas se dibujaba detrás de la espesa niebla delinvierno, Draven pasaba las amarillentas páginas buscando la fórmula que le permitiría adueñarsede aquello que siempre quiso pero que jamás pudo tener... Ya no la amaba, no después de susdesprecios y de aquella cicatriz que ella le había marcado no solo en su rostro, sino en su propiaalma, si es que aún la albergaba dentro de sí. Ahora solo quería poseerla, para luego adueñarse desu vida y, con ella, de su enorme poder. Adara Roses era considerada, y lo era, la hechicera máspoderosa que el mundo había conocido, la única bruja que poseía el dominio y control de loscuatro elementos: fuego, aire, tierra y agua, y Draven Creighton quería eso, para usarlo no enbeneficio de otros como lo hacía Adara, sino para el suyo propio, para obtener el poder que élcreía merecer.

Con un gesto de triunfo, Draven celebró en solitario cuando halló al fin el sortilegio quebuscaba. Frunció el ceño al darse cuenta que para perjudicar a una hechicera tan poderosa comoAdara tendría que esperar hasta el próximo invierno, mientras el hechizo diezmaba poco a poco suespíritu y su cuerpo. La imagen mental de una Adara débil y enferma le subió el ánimo, además,ese tiempo le serviría para molestarla, para atormentarla. Entusiasmado con la idea, Dravensonrió y la maldad brilló en sus ojos, aunque la sonrisa desapareció cuando tuvo la extrañasensación de que alguien lo observaba. Se giró en redondo y buscó con la mirada. No vio a nadiey esta vez se rio de sí mismo. Nada ni nadie podría entrar a ese lugar, solo él. Volvió al libro yleyó con avidez uno a uno la lista de los ingredientes, haciendo un repaso mental para verificarque tenía en su mazmorra todo lo que necesitaría para preparar el sortilegio. Se dio cuenta quesolo le faltaba un ingrediente: la sangre de un lobo joven, de preferencia, la de un cachorro…

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Capítulo 2Godran

Bosque profundoAdara Roses despertó antes del amanecer, sus hijos todavía dormían y aunque irían de pesca

muy temprano ese día, tal como les había prometido, decidió permitir que descansaran un ratomás. Se inclinó sobre sus rostros y les dio un tierno beso en la frente a cada uno.

Al enderezarse tras haber besado a Raine, su hija más pequeña, de apenas cuatro años, se vioobligada a apoyar su cuerpo sobre la pared de la cabaña para evitar caer, la cabeza le dabavueltas producto de un fuerte mareo. Había experimentado el mismo malestar la noche anterior,poco antes de acostarse, pero este fue más intenso.

Adara colocó sus manos sobre el marco inferior de la ventana y aspiró una gran bocanada deaire pensando que tan solo se debía al cansancio acumulado o, tal vez, a algún tipo de dolenciaocasionada por el clima.

Había sido un invierno riguroso, con vientos helados, gélidas lluvias y tormentas de nieve,acompañadas por una espesa niebla, pertinaz y perenne. Por fortuna, la primavera estaba cerca yla naturaleza se encargaba de anunciarlo. El endrino comenzaba a asomarse entre las ramas,tentando a las flores a imitarlo.

Algo recuperada, Adara bajó del ático con la intención de preparar el desayuno. El fuego delhogar casi se había extinguido durante la noche, apenas ahuyentaba el frío. La hechicera extendióuna mano y las llamas se levantaron, crujiendo sobre las brasas. Repitió el mismo gesto endirección al fogón de la estufa, con igual resultado. Tomó un puñado de granos de trigo a fin depreparar el pan que serviría en el desayuno y también para llevar a ese día de pesca, tan anheladopor ella y por sus hijos.

Mientras cocinaba, Adara miró de nuevo, esta vez por la ventana de la cocina. Los rayos delsol comenzaban a filtrarse a través de las torres más altas de los castillos y las murallas deGodran. Por ser lo que era, por sus poderes y el uso que les daba, siempre la acogerían de buengrado dentro de esas murallas, tal como habían insistido en más de una ocasión los miembros dela realeza, incluido el rey de Godran, y muchos de sus humildes habitantes, en agradecimiento a lamagia sanadora que dispensaba a quienes la requerían. En muchas ocasiones, cuando solicitabansu presencia para efectuar alguna sanación, Adara llevaba a sus hijos con ella. Eso les permitíajugar con otros niños y que vieran el respeto que le dispensaban, pues su nombre y todo cuantoconllevaba sería su legado; no obstante, prefería mantenerse apartada.

Seguiría ayudando a aquellos que podía. Recibiría la visita de quienes iban por amuletos,pociones o bálsamos y aceptaría sus donativos. Atendería su hogar y su huerta, su oficio y susdeberes, y en especial, a los preciosos hijos con los que la diosa Mizar la había bendecido cuatroveces. Pero ella prefería su bosque, su cabaña, su lugar. No buscaba el amor, lo encontró una vezpero también lo perdió, muy pronto, demasiado pronto.

Akari Heinze era el único ser, la única mujer de quien Adara se había enamorado, pero laperdió en aquel solsticio de invierno, que resultó ser el corolario de su propia existencia: lasalegrías, las ilusiones y la luz de una vida demasiado corta, seguida por la tristeza, la desolación yla oscuridad de una muerte demasiado larga.

¿A cuántos había sanado? ¿A cuántos había salvado? Y, sin embargo, cuando la vida se

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escapaba de su cuerpo, no hubo magia, no hubo ofrenda ni pacto con las diosas capaces desalvarla.

Nunca pudo comprobar que el responsable de aquella desolación, de aquella muerte sinsentido había sido Draven Creighton. Sus sospechas no eran suficientes para acusar a un hombrecuya riqueza, poder e influencias no habían hecho otra cosa que aumentar a lo largo del tiempo.Único heredero de la casa Creighton, poseedor de una buena parte de las tierras de Kabac y de lacasa de la moneda de Godran, Draven se las había ingeniado, con astucia y fingida benevolencia,para presentarse como un benefactor, el hombre acaudalado dispuesto a cubrir, con cuantiosospréstamos, las necesidades financieras del reino, en especial, cuando una mala cosecha ocualquier otra eventualidad hacía inviable el cobro de impuestos que el reino de Godran requeríapara su propia subsistencia y la de sus habitantes.

Muchos habían caído en la engañosa seducción de su vacua sonrisa, en la fascinación quedespertaba su evidente riqueza, su porte elegante y sus costosas vestimentas, muchos podían serdeslumbrados por su pretendida benevolencia, pero ese no era el caso de Adara y tampoco el desus hijos. En las pocas oportunidades que lo habían encontrado por casualidad en algún lugar deGodran, sus cuatro hijos se sintieron incómodos ante su presencia, hecho que quedó demostradoen las sencillas palabras de su hija más pequeña, quien le susurró al oído mientras se alejaban:“Mami, no me gusta ese hombre”. En esa ocasión, Adara siguió su camino con Raine en brazos y nodijo nada, no tenía por costumbre mencionarlo bajo circunstancia alguna, pero sonrió al percatarsede la extraordinaria percepción de su hijita, a pesar de su corta edad.

“Mami, no me gusta ese hombre”, esa simple frase resumía la aversión de Adara hacia DravenCreighton. No lo quería cerca de ella, mucho menos, cerca de sus hijos.

Esa era, en definitiva, una de las razones por las cuales prefería vivir apartada, no por miedo aél, sino para evitar perderse en el desprecio que le inspiraba. Adara no le temía a la noche, a nadani a nadie, pero no quería alimentar ese sentimiento de odio que se despertaba en su interiorcuando lo veía caminar por las calles de Godran, silbando aquella vieja melodía, como si nadahubiera pasado. Prefería permanecer en su cabaña, al lado de sus hijos y de vez en cuando,mientras ellos dormían, observar el fuego del hogar y contemplar a través de las llamas a Akaricuando aún vivía. Solo eso le quedaba, su recuerdo, las imágenes de aquellos momentos únicos ymaravillosos que compartieron juntas, de aquella época en que fueron felices: el primer beso, laprimera vez que hicieron el amor…

Ante todos, ante el mundo que la rodeaba, ella era considerada la hechicera más poderosa quehabía nacido en esas tierras, pero en el fondo tan solo se sentía como una mujer que echaba demenos al único amor que tuvo en su vida, que anhelaba su calor, su cuerpo apretado contra el suyoen la fría y solitaria oscuridad.

El delicioso aroma que desprendía el pan mientras se cocía en el horno comenzó a invadircada rincón de la cabaña, por ello a Adara no le pareció extraño escuchar las voces de sus hijosprovenientes del altillo. Le resultó obvio que ya estaban despertando.

La primera en bajar por la escalera de caracol, hecha de troncos de madera y atada con fuertescordones de cuero, fue Raine, venía restregándose sus ojitos como para terminar de despertar. Surizado cabello negro, cuyas puntas rozaban sus hombros, estaba despeinado y con seguridadenredado. Ya protestaría cuando a Adara le tocara cepillarlo y aplicarle un poco de aceite dealmendra para aplacar la rebeldía de sus rizos, testarudos y tercos como su pequeña dueña. Adaraesbozó una sonrisa, Raine, a su corta edad, había heredado su tenacidad y férrea voluntad paraexpresar sus pensamientos y deseos.

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Cuando la niña terminó de bajar, se acercó a las faldas de su madre y miró hacia arriba consus grandes y hermosos ojos grises.

—Buenos días mami. El olor a pan me despertó. ¿Hay miel?Adara tomó a Raine en sus brazos. La pequeña se agarró con fuerza envolviendo sus bracitos

alrededor del cuello de su madre, mientras esta le decía:—Buenos días mi princesita. Sí. Habrá miel para las niñas buenas.—¡Yo soy buena!—Tienes el alma más pura y dulce del mundo —afirmó Adara esbozando una sonrisa al

tiempo que besaba la suave piel de la mejilla de su hija. La bajó al suelo de nuevo y agregó—.Anda, ayuda a tu madre a poner la mesa.

El siguiente en bajar del ático fue Rigel, el segundo de sus hijos y su único varón. A sus ochoaños de edad, sus rizos, rebeldes e indómitos, eran tan negros y brillantes como sus ojos; dehecho, en ambos aspectos se parecía bastante a Alya, la tercera de sus hijos. La única que habíaheredado el cabello negro, pero liso y sedoso de Adara, así como el verde de sus ojos, era Lena,su hija mayor, de trece años. Ella fue la tercera en bajar, frotándose los ojos y olisqueando el airecomo un sabueso.

Bondadosa e inteligente, le encantaba cualquier actividad que implicara compartir momentosen familia. Era, de todos los hijos de Adara, aquella que tenía el instinto de protección másdesarrollado, intuitiva y observadora, se preocupaba por los demás, cualidades que en su conjuntola convertían en una excelente hermana mayor.

La última en bajar fue Alya. Ella era la promotora de este día de pesca. A diferencia del resto,bulliciosos y parlanchines, Alya, a sus siete años, era lo que Adara llamaba un alma solitaria,normalmente callada y reservada, solo hablaba lo justo, le encantaba sentarse en cualquier rincónde la cabaña y leer el primer libro que cayera en sus manos, parecía un ser con una alma enebullición y una evidente hambre de conocimientos.

Al final, cuando todos le dieron los buenos días a su madre con un beso en la mejilla, sesentaron a desayunar. Devoraron la miel sobre el pan, el té y la avena que Adara había preparado,impacientes por salir a disfrutar lo que les deparara el día que, por fortuna, se perfilaba despejadoy algo soleado. Aún no había rastros de niebla.

Un rato después, partieron en la carreta rumbo al lago de Merak, en busca de la pequeña barcaque construyeron juntos un día de primavera, cuando el cielo era azul y la tierra hacía alarde detodos sus colores.

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Capítulo 3Adara condujo a sus hijos en medio del bosque en dirección al lago, mientras cantaban en coro

una alegre melodía. El único que no cantaba era Rigel, le interesaba más picotear los panescaseros que su madre había preparado esa mañana.

Cuando acabó la canción, Raine preguntó con impaciencia.—¿Cuándo llegaremos, mami?—Pronto, mi amor —dijo Adara con voz cantarina—. Pronto estaremos pescando como

querías. Y Rigel, por favor, guarda algo de pan para nosotras, ¿quieres? —agregó sonriendo.Raine se recostó del hombro de su madre y dijo:—Creo que voy a dormir, así llegaremos más rápido.Adara rio, le pasó las riendas a Lena y abrazó a Raine mientras le decía:—Sí amor, si duermes llegaremos más rápido.Cuando llegaron, Adara se apeó de la carreta con Raine en brazos y le susurró palabras dulces

al oído para despejarla de su estado de somnolencia temporal. Al lograrlo, la depositó sobre elsuelo con delicadeza.

—Rigel, ve adelante y hazte cargo de la barca, nosotras te alcanzaremos en un momento. Y yadeja de comer pan.

El niño le regaló una gran sonrisa cargada de picardía, tan bella como un amanecer enprimavera, y aunque podía apearse de un salto con la agilidad de un gato, extendió los brazoshacia su madre. Adara le devolvió la sonrisa y, para bajarlo de la carreta, lo abrazó con el mismocariño que él le había demostrado.

Un rato después ya todos estaban sobre la barca, cada uno sostenía una caña de pescar, inclusoRaine. Rigel se había ocupado de fabricarle una diminuta que ella pudiera agarrar con suspequeñas manos.

Con expresión de aburrimiento, Lena dijo:—No me malinterpreten, me encanta que estemos todos juntos pero odio pescar, tenemos que

estar sentados y esperar y esperar.—Pero vaya que sí te gusta cuando tienes el pescado sobre tu plato —señaló Alya, certera

como siempre.—A mí sí me gusta pescar —dijo Rigel—, pero lo que nunca he entendido es por qué, en lugar

de usar una caña, no colocamos nuestras manos sobre el agua y usamos la magia para atraer a lospeces. Sería un verdadero festín, ¿no creen?

—Mi madre solía decir: “La magia es como el fuego, si lo usas con prudencia dará luz y calora tu hogar, pero si lo usas con frivolidad tomará el control y la casa que debiste haber construidocon tu ingenio y con tus manos se convertirá en humo y cenizas”. Además, Rigel —agregó Adara—, en un festín como el que mencionas, con seguridad sobrarían muchos peces que no podríamoscomer, se desperdiciarían y eso no está bien.

—Sería matar para no comer —señaló Lena.Adara miró a su hija con orgullo y agregó:—Exacto. La vida de un animal, de cualquier ser vivo en general, es sagrada y debe honrarse.

Cuando pescamos o cazamos, los animales están dando su vida para alimentarnos y eso debemosagradecerlo, ser respetuosos ante su sacrificio.

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—Es muy triste, pero sé que hay personas que hacen daño a un animal por simple placer opara su propio beneficio —agregó Alya.

—A Mizar no debe gustarle eso —dijo Raine.—Así es mi pequeña. Mizar creó a todos los seres vivos. Maltratar a cualquiera de sus

creaciones por placer o por codicia no es digno. Los animales sienten como nosotros: miedo,tristeza, angustia. Todos los animalitos merecen vivir con dignidad y, llegado el caso, morir condignidad también.

—Mami, ¿mañana podemos ir a cazar perdices? —preguntó Raine, dudo por un instante yacotó—. Con dignidad.

La aclaratoria de la pequeña los hizo sonreír a todos. Adara respondió, alzando el rostro haciala brisa.

—Sí amor, mañana podríamos cenar perdices, pero hoy comeremos pescado, si tu hermanohace buen uso de su ingenio y habilidad.

—Y pastel de patata —agregó la pequeña.—Eso también.Momentos después Rigel soltó un grito, mezcla de júbilo y sorpresa, tiró de su caña y un pez

plateado e inquieto centelló bajo el sol.—¿Se dan cuenta?, que la magia no es la respuesta a todo. Ingenio y habilidad también valen

—dijo Adara con una carcajada mientras sostenía la red.—Yo quiero uno —Raine agarró su caña con determinación y se quedó mirando el agua, como

si atrapar un pez fuese tan fácil.—Esperemos que lo consigas porque necesitaremos más de uno, tan grande como este. Buen

trabajo, Rigel.Atraparon cuatro más, y si ayudó a su pequeña un poquito, la magia fue por amor.De regreso a la orilla, Rigel preguntó:—¿Los llevaremos a casa o podemos comerlos aquí? Tengo mucha hambre.—¡Crudos! —exclamó interrogante Alya, con una expresión de asco.Rigel respondió riendo:—Crudos no, podríamos buscar leña, hacer una fogata y comerlos aquí, a orillas del río.—¿Y dónde vamos a encontrar leña, pequeño genio? Aún estamos en invierno —preguntó

Alya.—Alya, Rigel, busquen algunos troncos pequeños, no importa que estén mojados —ordenó

Adara.—¿Lo ves, Alya? Eso es lo bueno de tener una madre que puede hacer fuego solo con

chasquear sus dedos.Todos rieron por la ocurrencia de Rigel.—Más pronto que tarde ustedes también podrán hacer lo mismo pero, por ahora, vayan por esa

leña. Yo me ocuparé de la barca.—Yo iré con ustedes —señaló Lena mientras alcanzaba a sus hermanos.—Yo me quedaré contigo —dijo Raine tomando la mano de su madre—. Puedo ayudar.—Sí que puedes, porque necesitaremos coger agua del riachuelo.No pasó mucho tiempo cuando Adara vio a sus tres hijos corriendo hacia ella y gritando frases

que no alcanzaba a escuchar. No traían ni un pequeño tronco en sus manos. Cuando estuvieroncerca lo suficiente, todos hablaban al mismo tiempo, de forma atropellada y desordenada.

—Mamá, tienes que ayudarlos…

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—Si madre, solo tú puedes…—Por favor, por favor, ayúdalos madre…Adara levantó la voz para intentar hablar más alto que sus tres excitados hijos.—Hablen uno por uno, no entiendo lo que dicen.De nuevo, como si se hubieran puesto de acuerdo, comenzaron a hablar todos al mismo

tiempo. Entre el caos de palabras, Adara pudo distinguir que mencionaban a una loba, unoscachorros, pero seguía sin entender qué estaba pasando.

—¡Silencio! —exclamó con firmeza.Los tres niños callaron al instante. Adara colocó su mano sobre el cabello lacio de su hija

mayor, lo acarició y dijo:—Dime Lena, ¿qué es lo que ocurre?Alya y Rigel abrieron la boca para hablar, pero Adara levantó la ceja izquierda y con su

mirada los increpó a mantener silencio. Los niños obedecieron y entonces Lena dijo:—Mamá, encontramos a una loba, no sabemos si aún vive. Sus cuatro cachorros están con ella,

tienen hambre y mucho miedo. Además… —Lena hizo una pausa, se notaba muy afectada por loque estaba a punto de decir—, hay un cachorro negro muerto, fue asesinado…

—Brutalmente asesinado —agregó Rigel con un hilo de voz.

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Capítulo 4Cuando llegaron al lugar donde se encontraban la loba y sus cachorros, Adara comprendió las

razones que justificaban el comportamiento caótico de sus hijos, momentos antes.La escena frente a sus ojos era deprimente. Con una mirada que evidenciaba dolor y angustia,

la madre de los cachorros se encontraba muy mal herida, con mucha dificultad apenas respiraba.Estaba inmóvil, tendida sobre la nieve, con dos heridas visible impregnadas de sangre: una en laparte superior de su pata delantera y la otra, la que parecía más grave, en el bajo abdomen.Resultaba claro que había hecho todo lo posible para defender a sus hijos, incluso a costa de supropia vida.

Sus cuatro crías estaban a su lado, hambrientas, gimiendo y llorando. Pero lo más tétrico era laimagen del cachorro muerto a unos cuantos pasos de su madre. A su alrededor la nieve se tiñó derojo, no solo lo habían asesinado, lo habían desangrado.

Adara sintió como un escalofrío recorría toda su espalda en el momento en que atrajo el rostrode Raine a su cuello, a quien llevaba cargada en brazos. No quería que esa cruenta imagen sefijara en la mente inocente de su pequeña hija. Con un movimiento de su mano libre hizo un gesto yla nieve se levantó, cubriendo con ella al desafortunado cachorrito negro.

Sin poder evitarlo, Adara sintió temor. Nada bueno podía resultar de algo así, parecía un actode magia negra.

Intentando reponerse a esa sensación incómoda que la embargaba, y tal como le habíansuplicado sus hijos, Adara bajó a Raine al suelo y se acercó con cautela a la loba para verificar sipodía hacer algo por ella o si, por el contrario, tendría que acabar de una vez y de manera piadosacon su evidente sufrimiento.

Desde una distancia prudencial sus hijos le preguntaron, casi en coro, si podía hacer algo parasalvarla.

—No lo sé —les respondió con sinceridad—. La loba parece agonizar, será un milagro silogra salvarse, pero vamos a intentarlo.

—¿Cómo podemos ayudar? —preguntó Lena.—Hija, anda con Rigel y vayan por la carreta. No olviden los pescados, guárdenlos en las

alforjas del caballo. La llevaremos a casa. Necesito preparar un ungüento. Aquí, en medio de lanieve, es muy poco lo que puedo hacer.

Al tiempo que Lena y Rigel se alejaban, Adara acercó su mano con cautela para intentardetener la sangre que brotaba de las heridas. No obstante, se vio obligada a replegarse. A pesar desu lamentable estado, la loba actuó por puro instinto, con el pelo erizado, abrió los ojos y gruñó,mostrando sus colmillos.

Alya, quien la observaba desde atrás, tomó la bufanda que envolvía su cuello y se la ofreció asu madre.

—Creo que intentará morderte. Será mejor que asegures su hocico.—Buena idea.Adara agarró ambos extremos de la tela y la tensó entre sus manos. La loba volvió a gruñir,

esta vez con más fiereza, pero la hechicera fue más rápida y logró su objetivo. Recitando unaoración, en un tono sosegado, tomó un puñado de nieve y la depositó sobre las heridas. Deinmediato la sangre dejó de manar. Sin interrumpir la oración, Adara posó su mano sobre los ojos

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de la loba y logró que se durmiera.—Buen trabajo, madre. ¿Qué haremos con los cachorros? —preguntó Alya, mientras

acariciaba con ternura a uno de ellos.—Los llevaremos con nosotros, ellos no están heridos, solo hambrientos y con miedo. Les

prepararemos algo en la cabaña que sustituya la leche que su madre no puede darle en estosmomentos debido a la herida en su abdomen.

Cuando los niños llegaron, Adara tomó en brazos a la loba, asistida por Rigel y Lena, y larecostaron con cuidado sobre el lecho de la carreta. Rigel tomó en brazos a dos cachorros, Lena auno y Alya al otro. Adara cargó a Raine en los suyos y así, iniciaron el camino de regreso a casa.

Mientras se alejaban, Adara observó otra imagen que la impactó, pero no de forma negativacomo lo que acababa de presenciar, sino con acentuado asombro. A lo lejos, en medio de la nievey de las ramas enmarañadas, la hechicera distinguió a un unicornio blanco que los observaba. Losunicornios que habitan el bosque no suelen acercarse a las personas, casi nunca se dejan ver pero,allí estaba, un unicornio blanco inmóvil, observándolos, sin inmutarse siquiera. Su asombro seincrementó cuando el animal cerró los ojos y bajó la cabeza hacia su pecho, haciendo, lo que aAdara le pareció, una especie de reverencia. Era como si el unicornio, con ese sutil gesto, dierasu aprobación al intento por salvar a la loba herida y a sus cachorros hambrientos.

Adara lo miró a los ojos e imitó al unicornio. El animal dio media vuelta y se alejó despacio.En pocos instantes, se perdió de vista.

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Capítulo 5Exhaustos, los Roses llegaron a la cabaña poco antes del anochecer. La niebla, pertinaz y

consecuente con el crudo invierno, logró retrasarlos bastante.En cuanto se acercaron al cobertizo junto a la cabaña, Adara comenzó a girar instrucciones

mientras mantenía cargada en sus brazos a Raine. La niña se había dormido un poco después deiniciar la marcha para regresar a casa. Quedaba mucho por hacer, además de atender a la lobaherida y a sus cachorros, que no dejaron de llorar durante todo el trayecto, tanto ella como losniños estaban hambrientos. A lo largo del camino habían compartido las hogazas del pan quellevaron consigo, pero apenas lograron mitigar el hambre. Todos necesitaban comer pararecuperar fuerzas.

—Lena, lleva a los lobeznos a la cabaña, colócalos cerca del hogar. Rigel, ayúdame a bajar ala loba, la llevaremos adentro de la cabaña también. Es preciso que cuando despierte, si es que lologra, vea a los cachorros a su lado. Alya, hazte cargo del caballo, dale una palada extra de granoesta noche.

Cuando Adara y Rigel entraron a la cabaña con la loba en brazos, la depositaron con muchocuidado cerca del hogar. Lena ya había colocado a los cuatro cachorros sobre una gruesa manta delana. Adara extendió su mano y el fuego resurgió de nuevo entre las brasas. Les dijo a sus hijos:

—Voy a subir a Raine para acostarla. Ya regreso.Antes de que pudiera subir, Lena le preguntó:—¿Cómo alimentaremos a los cachorros?—Mezcla en un cuenco un poco de leche, miel y la clara de dos huevos. Coloca el envase en

medio de los cachorros, tal vez logren beber su contenido por su propia cuenta. En caso contrario,tendremos que improvisar unas mamilas. Esperaré aquí mientras lo haces.

Lena siguió las instrucciones de su madre pero los cachorros estaban demasiado pequeñospara alimentarse de ese modo. Rigel lo notó y dijo:

—Madre, yo me ocuparé de buscar en el establo algo que sirva para improvisar esas mamilas.El corazón de Adara se infló de orgullo al escucharlo. Siempre, desde muy pequeño, había

demostrado dotes de creatividad e inteligencia para fabricar toda clase de objetos útiles queahorraban tiempo y esfuerzo en los quehaceres de la casa. Mostrando su mejor sonrisa, le dijo:

—No lo dudo. Anda, inventa algo y pronto. Los cachorros están hambrientos.—Lo haré madre —respondió Rigel devolviéndole la sonrisa, mientras daba media vuelta

para salir de la cabaña en dirección hacia el establo. Se encontró de frente con Alya, quien veníaregresando del mismo lugar.

—Mamá, sube con Raine. Yo prepararé los pescados —dijo Lena.—Y yo las patatas —agregó Alya.Adara sonrió de nuevo. Nunca se cansaría de agradecer las bendiciones que había recibido al

concebir a sus cuatro hermosos hijos.—Gracias, las amo. Regresaré en un momento.Cuando Adara bajó del altillo la mesa ya estaba lista para comer. Rigel terminaba de preparar

la cuarta mamila que había fabricado usando cordones y retazos de cuero, con un orificio en elcentro, que imitaban las mamas de la loba. Se sentaron a la mesa y comieron muy rápido,motivados no solo por hambre, sino a la premura por atender a los animales.

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En el momento en que se estaban levantando de la mesa vieron a Raine bajando por la escalerade caracol.

—Tengo hambre.Adara fue a su encuentro, la cargó en sus brazos y la llevó hasta su sillita alta, frente a la mesa.—Qué bueno que despertaste, corazón. Te guardamos tu porción.—Gracias mami.Dándole un beso en la mejilla, Adara dijo:—A tu orden mi pequeña. Come para que nos ayudes a alimentar a los cachorritos, ¿quieres?—Sí mami. ¿Cómo está la loba?—Sigue dormida, voy a prepararle un ungüento para sus heridas. Iré al establo para ello.—¿Crees que se salve?—No lo sé, amor. Está muy enfermita. Parece casi una quimera que pueda salvarse.—¿Qué es una quimera?—Un sueño o una ilusión muy difícil de convertirse en realidad.—Tú salvarás a quimera, yo sé que tú puedes mami.Adara sonrió, la besó de nuevo y le dijo:—Eso espero; ahora más, que pareces haberla bautizado. Anda, come. Sé que estás

hambrienta.Raine asintió y tomó una porción del pescado con las manos para llevarlo a su boca.Cuando Adara regresó del establo con el ungüento que había preparado para la loba, la escena

que encontró la colmó de ternura. Sus cuatro hijos estaban sentados en semicírculo, cada uno conun cachorrito en su regazo, dándoles de comer con las mamilas que Rigel había fabricado.

Adara también se sentó en el suelo, al lado de sus hijos y cerca de la loba. Colocó sus manossobre ella, cerró los ojos y pronunció una oración. Mientras aplicaba el remedio sobre susheridas, Raine preguntó:

—Mami, ¿podremos quedarnos con los cachorros?—Sí madre, aunque la loba no sobreviva nos encargaremos de alimentarlos, tal como lo

estamos haciendo ahora —dijo Rigel.—Sí mamá, me encantaría conservarlos. Son tan lindos y tiernos —señaló Lena, en apoyo a

sus hermanos.—Yo quiero este —agregó Alya, acariciando al lobezno que tenía en brazos. Un macho muy

parecido a la madre, con la capa interior blanca, el manto exterior gris oscuro y unos hermososojos azules, brillantes como zafiros—. Y como mi don es el viento lo llamaré Wind.

—Y yo lo llamaré Fire —dijo Rigel entusiasmado—. El fuego es mi don y este macho tienelos ojos tan brillantes y amarillos como las llamas del hogar.

—Mi don es la tierra, pero esta cachorrita tiene los ojos verdes, así que la llamaré Hope,como la esperanza —dijo Lena, tan o más entusiasmada que Rigel.

—Esperen niños, creo que se están apresurando —advirtió Adara—. Los lobos son animalessalvajes, de fuerte temperamento. No es fácil domesticarlos. No son dóciles como los perros, queadulan para conseguir comida o se van si los alejan. De modo que no se trata solo de inventarlesun nombre o de alimentarlos, también hay que entrenarlos. Miren el tamaño de su madre —agregóAdara viendo a la loba—. Estos cachorros crecerán como ella. Cuidar de ellos implica unaenorme responsabilidad.

—Nosotros somos responsables, madre —señaló Alya.—Lo sé hijos, pero…

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—Yo quiero quedarme con Snow —insistió Raine—. Este cachorrito tiene los ojos azulescomo su mami pero es todo blanquito como la nieve.

—Por favor mamá, te aseguro que seremos responsables. Permítenos conservarlos, ¿sí? —dijoLena, quien la miraba implorante, al igual que sus hermanos.

—Bueno, ya veremos. Por ahora terminen de alimentarlos, mientras yo me ocupo de la loba....

La noche invernal había tendido su grueso manto de niebla y oscuridad cuando los Rosessubieron al ático para descansar, tal como lo hacían la loba y sus cuatro crías, frente al hogar.

A la mañana siguiente, Adara despertó más temprano que de costumbre; además de losquehaceres habituales, quería comprobar si la loba había logrado sobrevivir, no deseaba quealguno de sus hijos despertara primero y contemplara la imagen de una loba muerta en el salón desu propia casa.

Midiendo cada paso para no hacer ruido, descendió por las escaleras. La escena que encontróle hizo sonreír, a pesar de que implicaba una amenaza potencial. Los lobeznos aún dormían, perosu madre estaba despierta. Con la ayuda de sus patas delanteras intentaba librarse de la telaenvuelta alrededor de su hocico.

La loba se percató de inmediato de su presencia y, sin abandonar sus intentos de liberación,miró a Adara a los ojos, erizó su pelo y emitió un gruñido de advertencia, mostrando suscolmillos.

Inmóvil, la hechicera le dijo en un tono conciliador:—Soy amiga, no te haré daño.La loba volvió a gruñir.Creo que tenemos un problema, pensó Adara sin dejar de lado su buen humor. A pesar de su

fiereza había algo en esa loba que le inspiraba simpatía. La hechicera miró a su alrededor en unintento por averiguar qué podría hacer en una situación como esa. Avivó el fuego del hogar ydecidió salir de la cabaña para buscar una porción de carne que había secado en el granero y uncuenco para llenarlo con agua fresca. Quizás así, pensó, podría comenzar a ganarse su confianza o,al menos, evitar que la mordiera.

Cuando Adara regresó a la cabaña, la loba aún no había logrado zafarse de sus ataduras. Lahechicera intentó acercarse con cautela pero ella levantó las orejas y gruñó, mirándola a los ojos.

La hechicera no dio un paso más, se agachó y decidió hablarle de nuevo. No pretendía queentendiera ni una sola palabra con ello, pero sí, que leyera sus intenciones.

—Te traje agua y comida —dijo Adara, mostrando la carne y el cuenco con agua. Esta vez laloba no gruñó pero mantuvo las orejas erguidas y el pelo erizado—. Bueno, ya eso es un avance—dijo sonriendo, aunque la sonrisa se le borró del rostro enseguida cuando vio que la loba habíalogrado desprenderse de sus ataduras. A pesar de ello, Adara no se amilanó. Con moderación ysigilo extendió sus manos tanto como le fue posible y depositó sobre el suelo la carne y el cuenco.La loba olisqueó el aire y mostró interés por la ofrenda. La hechicera sabía, sin embargo, que elobsequio aún no se encontraba al alcance de su hocico y que estaba demasiado débil todavía paralevantarse y cogerlo. Por ello, decidió tomar el riesgo. Apoyó sus manos y rodillas sobre el sueloy, moviéndose con extrema cautela, deslizó el pedazo de carne y el cuenco con agua un poco máscerca de la loba.

Adara sonrió de nuevo cuando le pareció vislumbrar un sutil movimiento en su cola, justoantes de aproximarse lo suficiente para comenzar a beber el agua.

Satisfecha con el resultado preliminar de sus intentos de acercamiento, la hechicera se sentó

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sobre sus talones y continúo hablando.—Mis hijos bautizaron a tus cachorros, tú eres la única que aún no tiene nombre. Quizás no

debería haberles permitido que lo hicieran, porque ustedes merecen vivir en libertad, pero elasunto es que Raine, mi hija más pequeña, asomó un nombre para ti… ¿Quieres saber cuál es? —Adara volvió a sonreír cuando vio que la loba la miraba, sin dejar de interesarse en el pedazo decarne que devoraba con indudable apetito—. Creo que solo le cambiaría una letra… “Kimera”.Ese podría ser tu nombre. ¿Te gusta?

La loba no se inmutó, solo se puso alerta cuando escuchó los pasos de los niños mientrasbajaban por las escaleras.

Adara giró su rostro y con la mano extendida, les advirtió a sus hijos que no se acercaran.—¡Mami, la loba está viva! —gritó Raine con entusiasmo desde el borde de las escaleras.—Así es pequeña —susurró Adara—, pero acérquense con cuidado. Es preciso que Kimera

no los vea como una amenaza.—¡Kimera!... ¿Quién es Kimera? —preguntó Alya.Sonriendo con picardía, Rigel acotó:—Tal parece que nuestra madre bautizó a la loba.—¿Eso quiere decir que podremos conservarlos? —preguntó Lena, sin disimular su

entusiasmo.—Eso quiere decir que cada uno tendrá un nombre hasta que la loba mejore y pueda valerse

por sí misma. Cuando eso ocurra, lo correcto es brindarles la oportunidad de regresar al bosque.—No. Yo quiero que se queden —dijo Raine.—Es muy prematuro hablar de eso, corazón. Como dije ayer, ya veremos. Por ahora necesito

que preparen las mamilas. Los cachorros despertarán de un momento a otro y la loba no puedealimentarlos por las heridas en su abdomen. Además, aunque no fuera así, debo aplicarle elungüento justo allí y no es conveniente que sus crías lo laman.

—¿Podría envenenarlos? —preguntó Lena.—No hija, no es venenoso, pero si lo comen mientras la loba los amamanta, el medicamento

no haría efecto y eso retrasaría su recuperación. Y ahora, hagan lo que les pedí.Los niños obedecieron. Un rato después se sentaron cerca del hogar para alimentar a los

cachorros, tal como lo habían hecho la noche anterior.Para aplicar el ungüento sobre las heridas, Adara se aproximó tanto como pudo con extremo

cuidado y extendió su mano hacia la loba. Ella asumió una actitud de alerta, pero no gruñó nimostró sus colmillos. Aunque todavía desconfiaba, su conducta dio a entender que ya no le temía aAdara.

Mientras la hechicera aplicaba el medicamento sobre las heridas, Lena preguntó:—Mamá, ¿te fijaste en el unicornio blanco que nos observó ayer durante un rato?—¿Tú también notaste su presencia?—Así es. Me extrañó, los unicornios del bosque no se comportan así. No suelen acercarse a

las personas.—¿Qué unicornio? —preguntó Raine, con evidente curiosidad.—Tú no lo viste, Raine. Estabas dormida —respondió Alya—. He leído que los unicornios

tienen propiedades curativas. Pueden sanar a otros con su lengua; incluso, se cree que su sangreplateada puede devolverle la vida a un moribundo, pero tendrían que dar la suya a cambio.Aunque es muy gruesa, ningún unicornio sobreviviría si le cortan la piel. Eso es lo único quepuede matarlos. Nunca enferman.

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—¿Eso has leído en tus libros, Alya? —preguntó Lena.—Así es.—Pero no estás segura, ¿verdad?—No.—Lo que sí es cierto es que son capaces de comunicarse con las personas a través de los

sueños —señaló Adara.—¿Cómo sabes eso mamá? —preguntó Lena de nuevo.—Porque su abuela, Selena, soñó con uno cuando yo estaba a punto de nacer. Fue por ese

sueño que yo nací aquí, en Godran. De lo contrario, habría nacido en Mirphak, un lugar delcontinente situado al noroeste de las tierras de Kabac, más allá del mar de Thedros. El unicorniole dijo a mi madre en ese sueño que Mirphak no era un lugar apropiado para mí.

—¿Por qué le dijo eso? —preguntó Rigel.—Porque en Mirphak la magia está prohibida; de hecho, se castiga con la muerte.

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Capítulo 6Mirphak

Otoño, 1374Sedna Woods tenía dos secretos y cualquiera de ellos, juntos o separados, podían conducirla a

la hoguera si fueran descubiertos. Desde que era una niña estuvo consciente de esa amenaza, porello decidió no revelarlos jamás ante nadie. Siempre tuvo la sensación que había nacido en ellugar equivocado, siempre tuvo el deseo de huir de Mirphak, pero cuando creyó que podía hacerlosu madre enfermó y sus sueños de escapar se diluyeron.

Pasado algún tiempo, su rebeldía escondida se convirtió en resignación y fue entonces cuandoaceptó la propuesta de matrimonio de Norman Barlow, el hijo mayor de Kara Roses, pastor de laiglesia y propietario de un próspero viñedo. Cuando su enfermiza madre supo que su única hijahabía pescado a un pez tan gordo se sintió orgullosa y feliz, no solo por la holgada posicióneconómica de su prometido, sino por el respeto que un hombre como él inspiraba en toda lacomunidad. Después de los sacerdotes ordenados, encargados de predicar las leyes de Dios, losseglares más respetados y, en ocasiones, temidos por todos los habitantes de Mirphak eran lospastores, encargados de vigilar el cumplimiento de las leyes de Dios, conforme a las Escrituras.

Aunque no lo amaba y quizás nunca lo haría, Sedna se casó decidida a comportarse como unaesposa buena y cariñosa, dejando a un lado su verdadera esencia y sus preferencias, con laesperanza de que, al casarse, al menos podría hacer realidad uno de sus sueños, el de ser madre.Sin embargo, las cosas no resultaron así, muy pronto los recién casados descubrieron eldiagnóstico del médico del pueblo: Sedna Woods era incapaz de procrear un hijo.

Ese diagnóstico hundió su vida en un abismo aún más profundo que la llenó de sentimientos deculpa, en especial cuando su esposo comenzó a tratarla con desprecio, mientras la acusaba demanera expresa y directa de no darle los hijos que él deseaba tanto como ella. Norman Barlow,quien al principio se había mostrado como un esposo atento y cariñoso, se fue convirtiendo en unhombre amargado, distante, que aprovechaba cualquier oportunidad para permanecer fuera decasa el mayor tiempo posible, bien sea en los viajes que emprendía en busca de nuevas cepas paradiversificar los productos del viñedo, o en las largas temporadas de caza que lo mantenían fuerade Mirphak durante semanas, incluso meses. Y Sedna lo prefería así. Después de aquéldiagnóstico, él solo la poseía con violencia, como si quisiera infligirle un castigo. Cuandoterminaba, ella se quedaba en la cama, él se levantaba y se iba a dormir a la habitación contigua.Nunca más volvió a acercarse a su lecho más que para poseerla, y aun eso, porque estabademasiado borracho para salir.

En esa fría mañana de otoño, muy temprano, cuando parecía que los tímidos rayos de soljugaban al escondite con nubes de ceniza, Sedna Woods despertó como lo hacía casi todos losdías, sola, pero dispuesta a cumplir con sus obligaciones. Ayudaría a su madre a asearse y avestirse, prepararía el desayuno y saldría de la casa para ordeñar la vaca y trabajar la tierra. Lavendimia estaba muy cerca y quedaba mucho trabajo por hacer.

Como era su costumbre, se levantó, se asomó a la ventana, con vista al extenso terreno de laparte trasera de la casa, y se dispuso a peinar su largo cabello negro mientras observaba lasparras cargadas de uvas, incontables filas que se repetían una y otra vez hasta casi perderse devista. Pero esa mañana algo era diferente. Ella recordó el sueño que había tenido esa noche y de

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sus labios emergió una sonrisa.Aunque formaba parte de sus secretos, Sedna conocía el inmenso poder de los sueños. Sabía

diferenciar muy bien aquellos que podían llegar a convertirse en una premonición. En este, unaespecie de ángel, a quien no pudo distinguir por estar envuelto en un halo de luz demasiadobrillante, le dijo que pronto dejaría de estar sola, que llegarían a su puerta unos niños en busca deun hogar y que ella debía acogerlos, cuidarlos y amarlos como si los hubiera engendrado.

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Capítulo 7Godran

Bosque profundoInvierno, 1374

A las sombras de las murallas, en las profundidades del bosque, Adara Roses y sus cuatrohijos se dirigían a su cabaña, después de haber celebrado, junto a casi todos los habitantes de laaldea, las fiestas en honor a la diosa Mizar por el inicio de la inminente primavera.

El invierno había sido tan o más severo que el anterior, con vientos helados y una niebla quese negaba a desaparecer. En medio de sus pesadillas, cada vez más frecuentes, siempre erainvierno, ella escuchaba que la llamaban por su nombre en aquel viento, en aquella niebla; unallamada a la que se negaba a responder.

Al llegar a la cabaña, los Roses fueron recibidos por los cinco lobos, que ahora formabanparte de la familia. Cuando Kimera sanó de sus heridas y los cachorros podían valerse por símismos, Adara, fiel a su convicción, los condujo al bosque para dejarlos en libertad. En compañíade sus enfadados hijos, dio media vuelta y se dispuso a regresar a casa, sin embargo, Kimera noaceptó esa despedida. Ella y sus cachorros perseveraron en su intento de seguir a los Roses. Antetal muestra de fidelidad y la consecuente insistencia de sus cuatro hijos, Adara dimitió. En elfondo, la hechicera tampoco quería alejarse de los lobos, en especial de Kimera. Bruja y lobahabían comenzado a entenderse, de tal forma, que parecían comunicarse en el mismo idioma. Esedía, mientras regresaban a casa en compañía de los lobos, Adara les recordó a sus hijos lapromesa que habían hecho. Fieles a su palabra, los cuatro niños se encargaron de alimentarlos yentrenarlos, pero lograron mucho más. Compartiendo juegos y disciplina, cuando fue necesaria,los niños y sus animales comenzaron a establecer un vínculo, el mismo que ya había germinadoentre Adara y Kimera.

Después de juguetear un poco sobre la nieve, tanto los Roses como sus lobos entraron a lacabaña. El fuego del hogar apenas ahuyentaba el frío, pero esta vez no fue Adara quien lo revivió,sino Rigel. Como poseedor del don del fuego, ya comenzaba a asomar las destrezas que su madrele animaba a practicar, al igual que al resto de sus hijos.

Adara tomó a Raine en brazos y se dispuso a subir con ella para acostarla en su cama. Noobstante, antes de llegar al borde de las escaleras de caracol, Lena le dijo:

—Mamá, en cuanto duermas a Raine, baja por favor. Debes tomar tu medicina.Adara frunció el ceño.—¿De veras? ¿Te parece que la necesito?—Estás pálida mamá.—Solo un poquito cansada, y no debes preocuparte —respondió, al tiempo que se encaminaba

hacia el altillo. En un tono dulce, le dijo a su pequeña—. Es hora de dormir y soñar, cielito mío.—Soñaré con cachorritos de lobos.—Sí, con los cachorritos más peluditos y lindos de todos.Acostó a Raine en la cama, acarició su cabello y esperó hasta que sus ojos se cerraran.—Que solo haya luz y alegría en cada uno de tus sueños —murmuró, mientras tocaba el

amuleto que había colgado sobre el lecho de sus pequeños—. Permanece sana y salva, que todo loque eres, que todo lo que veas, te proteja mientras la noche le da paso a un nuevo día.

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Le dio un beso en la frente y permaneció mirándola por breves instantes, buscando en su rostroinocente alguna chispa de esperanza.

Pero solo encontró temor.Ya podía sentirlo: acechando, esperando, conspirando. Él vendría de nuevo esa noche para

invadir la paz de sus sueños. Pronunciaría su nombre en medio del mundo helado, blanco y gris desus pesadillas. Con su voz seductora, o autoritaria, le pediría, o le exigiría, que se uniera a él.Entonces despertaría con la frente cubierta de sudor, negándose a tener algo que ver con ello.

Antes de levantarse, rodeó con un brazo el dolor en su vientre. Lo que al principio solo fueronpuntadas leves y ocasionales, se había convertido durante ese crudo invierno en un dolor agudo,intenso y casi perenne. En un intento por aliviar la tensión que, con toda seguridad, se reflejaba ensu rostro, efectuó varias respiraciones profundas antes de tomar las escaleras. Aceptaría elconsejo de su hija y se prepararía una poción.

—Mizar, en este tu día, ayúdame a sanar. Tengo cuatro hijos que me necesitan. No puedodejarlos solos.

Cuando bajó del altillo, observó a Lena, su orgullo, tan parecida a ella pero colmada dejuventud y, gracias a la diosa, rebosante de salud y vitalidad.

Sentada junto al fuego al lado de su loba, Lena giró la cabeza y miró a su madre, extendiendola mano hacia ella.

—He preparado el té, espero que te guste.—¿Ahora me cuidas tú a mí? —Sonriendo, Adara cogió el té y lo olió.—Gracias corazón, huele muy bien.—Lo preparé tal y cómo me enseñaste —dijo Lena con orgullo—. Aún me queda mucho por

aprender de ti, pero creo que cuando lo tomes te sentirás mejor.—Ya habrá tiempo para enseñarte —Adara rezó en silencio para que aquello fuera verdad,

para que aún quedara tiempo—. Tu magia es joven e inocente, pero tienes el don, sin duda. Sanares un don poderoso. Gracias a él te recibirán con alegría y respeto. Serás necesaria a dondequiera que vayas.

—No quiero ir a ninguna parte. Quiero estar aquí contigo, con mis hermanos y con nuestroslobos, para siempre.

—Algún día te irás. Te enamorarás de un hombre… o de una mujer, y partirás más allá denuestro bosque. Es la ley de la vida.

—Pues en mi caso prefiero que esa ley demore todo cuanto sea posible.Adara sonrió, se sentó con su hija frente al hogar, y con un amplio chal se envolvieron las dos.

Se bebió el té, y cuando Lena le tocó la mano, volvió la palma hacia arriba y entrelazó los dedoscon los de ella.

Rigel y Alya, que regresaban del establo después de dar de comer a los animales, se sentarona su lado y sus lobos con ellos. Permanecieron así un largo rato.

Cuando cayó la noche, Adara se dispuso a repetir el ritual nocturno al lado de sus hijos.—Ya es tarde, es hora de dormir —Acariciando sus cabellos revueltos, agregó—. Que solo

haya luz y alegría en cada uno de sus sueños. Permanezcan sanos y salvos, que todo lo que son,que todo lo que vean, los proteja mientras la noche le da paso a un nuevo día.

—Ven con nosotros, madre —pidió Rigel.—Subiré en un momento. Vayan a dormir.Sus cuatro hijos se levantaron y le dieron un beso a su madre.Los lobos subieron con ellos. Solo Kimera permaneció a su lado.

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La hechicera se levantó también, cerró bien la puerta y dispuso los amuletos para proteger asus pequeños. Para protegerse ella misma.

Se sentó de nuevo frente al hogar. A solas, Adara contempló a su amor en el fuego, susrecuerdos. Y a solas lloró. Pero, de pronto, la imagen en el fuego cambió, ya no era unaremembranza del pasado, era ella, con su cabello de finas hebras negras recogido con unadiadema, tal como solía peinarlo cuando aún vivía. Era Akari, envuelta en un halo de luz.

Adara, sorprendida, abrió la boca para hablar, pero Akari hizo un gesto con su mano y lahechicera desistió.

Sus ojos negros, hermosos, brillantes como estrellas en una noche de verano, reflejaban elamor y la ternura que Adara recordaba, pero había algo más en esa mirada: angustia, miedo…

—Adara —dijo Akari—, una gran amenaza se cierne sobre ti y sobre tus hijos. Él…, élpretende hacerles daño a todos, en especial a ti. Cuídate, por favor… Cuídalos...

Sin tiempo para reaccionar, pero impactada por lo que acababa de ver y escuchar, la imagenen el fuego cambió. Su silueta apareció en las llamas. Como si las pesadillas en aquel inviernoeterno no fueran suficientes, él se había atrevido a invadir el fuego de su hogar. Draven, que ladeseaba con su oscuro y siniestro poder. Draven, que anhelaba su cuerpo, su espíritu, su magia.

Al tiempo que la imagen de Draven Creighton se volvía cada vez más nítida en el interior delas llamas, Adara notó que Kimera también lo veía. La loba se incorporó sobre sus cuatro patas y,con el pelo de su cuello erizado y las orejas levantadas, comenzó a gruñir con fiereza. Lahechicera también se levantó. El pánico atenazó su corazón con puño de hierro al recordar laspalabras de advertencia de Akari. ¿Draven tocando a sus hijos…, sus cuerpos, sus mentes, susalmas? Aquello le producía un miedo atroz, una cólera indescriptible.

Él jamás haría daño a sus hijos, pensó. Antes lo vería muerto, y ella misma con él, quepermitirlo.

Lo oyó mientras se secaba las lágrimas. La llamada.—No llores Adara Roses —dijo Draven con voz seductora—. Yo te consolaré, te daré calor.

Te daré todo lo que puedas desear. Solo debes entregarte a mí.Adara respondió en tono firme:—¿Cómo osas presentarte aquí? ¡Vete! Bien lo sabes: jamás seré tuya.—Lo serás. Lo eres. Ahora ven y conoce todos los placeres, toda la gloria. Todo el poder.—Jamás me tendrás ni a mí ni lo que albergo en mi interior.Adara lo sabía, conocía sus oscuros deseos, su insana lujuria, apenas superada por su

ambición, cruel y desmedida. Eso era lo que más quería: su don, la gloria que corría por susangre, y eso era lo que jamás tendría.

Él sonrió en las llamas, tan apuesto, tan despiadado.—Serás mía. Tú y lo que eres.—Nunca. Aunque fueras el único ser sobre la faz de la tierra, nunca me tendrás. Te desprecio.La sonrisa se borró del rostro de Draven. Con una voz grave, casi siniestra, declaró:—No habrá más advertencias, Adara Roses. Ya te queda muy poco tiempo. Es ahora o nunca.

Lo sabes.La hechicera extendió sus brazos a ambos costados de su cuerpo y permitió que todo su poder

la inundara. Bolas de luz incandescentes comenzaron a formarse en las palmas abiertas de susmanos.

Kimera gruñía por lo bajo, cuando Adara declaró:—Invades mi mente y mi hogar para ofrecerme consuelo… ¿Consuelo?, ¿tú?, ¿precisamente

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tú? Un asesino. Envuelto en humo y fuego, me ofreces tu oscuro deseo a cambio de poder y gloria.Para gobernar, solo tu mano he de tomar, traicionando lo que soy, mi esencia, a mi sangre y a mishijos. Así, mi respuesta llega a través del poder que tanto deseas pero que nunca tendrás. Hágasemi voluntad.

Envuelta en un halo de luz, con todos los colores del arcoíris girando alrededor de su cuerpo,la hechicera liberó su furia del todo femenina y lanzó las bolas incandescentes hacia el corazón deDraven. Un instante de puro y descarnado placer surgió dentro de ella cuando oyó su grito derabia y dolor, cuando vio esa rabia y ese dolor estallar en su rostro contra las llamas.

Entonces el fuego fue solo fuego. Su cabaña era solo una cabaña, en silencio, en penumbra. Yella era únicamente una mujer sola, con sus hijos dormidos. Se derrumbó en la silla rodeando conambos brazos el dolor desgarrador en su vientre. Draven se había marchado por el momento, peroperduraba su temor hacia él, y si ninguna poción o plegaria sanaba su cuerpo, dejaría a sus hijoshuérfanos. Indefensos.

Necesitaba actuar y pronto. Akari se presentó ante ella para advertírselo y las palabras deDraven no hicieron más que confirmarlo. Solo en eso estaba de acuerdo con él… Era “ahora onunca”.

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Capítulo 8Despertó de sus pesadillas con su hija menor acurrucada junto a ella. Eso alivió su fatiga y le

dio el consuelo que necesitaba para comenzar el día. Cuando se levantó, Raine llamó su atencióntocando su falda.

—Mami, mami, quédate.—Cariño, tengo trabajo. Es muy temprano y tú deberías estar en la cama.—Tengo hambre.El sencillo deseo de su hijita puso una sonrisa en el pálido rostro de Adara. La tomó en brazos

y se dirigió a las escaleras. Kimera y sus cachorros las siguieron.—Vamos a desayunar —Mirando a los lobos con el rabillo del ojo, agregó—. Creo que no

eres la única que amaneció con hambre hoy.Cuando llegaron abajo, la hechicera depositó a su hija en el suelo con cuidado.—Mami, yo pondré la mesa.—Hazlo mi pequeña— Entretanto, yo alimentaré a los lobos y prepararé el desayuno.Adara dio de comer a Kimera y a sus cachorros. Después, preparó pan y avena. Puso queso

sobre el pan y miel en la avena. Todos necesitarían fuerzas para ese día, para lo que tenía quehacer ese día.

Uno a uno, sus hijos fueron bajando del ático. Una vez que desayunaron, los mandó a todos adar de comer y beber a los animales, limpiar el establo y ordeñar a la vaca.

Ya a solas, se preparó y tomó sus herramientas: el caldero, la vara de fuego y la daga sagrada.Guardó en la escarcela que llevaba sujeta a la cintura unas botellitas de arcilla y sus tapas decuero. Por último, metió en el cuenco las hierbas que había cultivado y secado: caléndula, ajenjo,artemisa, milenrama y diente de león.

Salió de la cabaña y miró hacia el cielo. Los rayos de sol invernal atravesaban las nubes comoespadas de fuego. Eligió un lugar sobre la dura tierra con la nieve amontonada, donde depositó elcaldero, la vara de fuego y el cuenco. Sobre el montículo, aspiró el aire con determinación.Exhaló agitando los brazos, como las alas de un águila antes de remontar el vuelo, y el viento seagitó. Entonces, llamó silbando al lobo que se encontraba más cerca, acostado bajó las nevadasramas de un abeto.

El enorme lobo llegó moviendo la cola. Adara se agachó y miró a sus expresivos ojos colorámbar. Fire le devolvió la mirada con afecto, con confianza.

—Fuerte y valiente. Dócil y feroz, cuando es preciso. Eres de Rigel, pero también mío.Servirás y protegerás a nuestros descendientes. Ellos servirán y cuidarán a los tuyos. Te necesitopara sellar el pacto, el vínculo indestructible. Te pido esto por mi hijo, tu amo y tu siervo. —Lemostró la daga, y los ojos ambarinos del lobo no titubearon—. Fire, de tu pecho tres gotas desangre pido. De tu cuello, algunos rizos de tu pelaje. Y por estas ofrendas las gracias te doy. Paraproteger a mi hijo, esto hago. —Le pinchó y presionó la pequeña ampolla para recoger las tresgotas en una de las botellitas de arcilla. Luego le arrancó unos pelos de su cuello, que metió en elmismo recipiente.

»Gracias —susurró—. No te alejes.El lobo se fue caminando, pero solo unos cuantos pasos. Y tras acostarse de nuevo bajo las

ramas del árbol, se quedó observando.

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Adara sacó de su escarcela otro frasco vacío y se aproximó hacia la loba de Lena. Hope ledevolvió la mirada con el mismo afecto y confianza que había mostrado Fire.

—Eres de Lena, pero también mía —comenzó, y repitió el ritual, reuniendo tres gotas desangre y unos pelos de su cuello.

Los lobos de Alya y de Raine se encontraban en el cobertizo. Cuando entró, escuchó a sushijos riendo mientras trabajaban. Sacó fuerzas de eso.

Se agachó y acarició el blanco pelaje de Snow, el lobo de Raine. Ella se acercó corriendo alver la daga.

—¡No! ¡No le cortes!... Por favor.Adara posó sus manos sobre los hombros de Raine y la miró a los ojos con ternura:—Mi pequeña, no voy a hacerle daño. Tú elegiste a Snow pero, de cierta manera, él también

te eligió a ti. Comparten amor, fidelidad, protección mutua y compañía. Pretendo sellar es vínculopara ti, para Snow y también para los descendientes de ambos…

—¿Quieres unir mi espíritu con el de Snow para que nunca nos separemos?... ¿Es eso?Adara sonrió.—Sí, corazón, eso quiero. Para ello necesitaré, en primer lugar, unas pocas gotitas de su

sangre. Será un pinchacito nada más y solo si tú y Snow me lo permiten. ¿De acuerdo?—Está bien, pero solo un pinchacito. Muy chiquito.—Sí mi amor, así será. Te lo prometo —dijo Adara tras besar la suave mejilla de su pequeña

hija. Después, miró a Snow, a sus hermosos ojos azules, sabios y serenos—. Ágil y veloz, fuerte yvaliente. Eres de Raine, pero también mío. Servirás y protegerás a nuestros descendientes. Ellosservirán y cuidarán a los tuyos. Te necesito para sellar el pacto, el vínculo indestructible. Te pidoesto por mi pequeña hija, tu ama y tu sierva —La serenidad de Snow se mantuvo cuando Adaramostró la daga—. De tu pecho, tres gotas de sangre pido. De tu cuello, algunos rizos de tu pelaje.Y por estas ofrendas las gracias te doy. Para proteger a mi hijita, esto hago —La hechicera alternóla mirada entre Raine y Snow. Mientras le pinchaba con la punta de la daga, acotó—. Solo tresgotas, solo unas hebras de tu pelaje. Y ya está.

Repitió el ritual con Wind, el lobo blanco y de manto gris de Alya.Cuando terminó, Lena se acercó a su madre y, sin dudarlo, extendió su mano derecha hacia

ella.—¿Necesitarás tres gotas de nuestra sangre, verdad? Sí es así, deseo ofrecerte la mía en

primer lugar.Adara sonrió con los ojos humedecidos. Estrechó con amor y profundo agradecimiento la

mano de su hija mayor, mientras su corazón permanecía inflado de orgullo. Sabía que el valerosoy genuino gesto de Lena no solo ratificaba su inquebrantable fe hacia ella, sino también laintensión de alentar a sus hermanos más pequeños a seguir su ejemplo.

La hechicera miró a sus hijos, a cada uno de ellos.—Saben lo que soy, nunca lo he ocultado. Saben también que ustedes son portadores del don,

ese que, por ahora, no comprenden ni dominan en su totalidad, pero que algún día será potente einmediato. Siempre se los he dicho, la magia es un arma, sí, pero un arma que jamás debería serusada contra los inocentes, los débiles y los menos afortunados. Deben honrarla y respetarla.Nunca la utilicen para hacer daño pues, con toda certeza, les aseguro que el daño infligidosiempre regresa, y con más fuerza. La magia es un don y una carga, y ustedes acarrearán conambas. Se la transmitirán a sus descendientes. Presten mucha atención a mí y a lo que hago.Observen, escuchen y aprendan.

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Adara sacó de su escarcela el recipiente que contenía la sangre y el pelaje de Hope. Usando ladaga, cortó unas pocas hebras del cabello de Lena y otras de su propio cabello. Depositó ambasdentro del recipiente al tiempo que decía:

»Tus cabellos y los míos, con el pelaje de Hope para unir las tres partes —Adara miró a suhija mayor cuando la punta de la daga tocó su mano. Lena le sonrió y se mostró firme mientras lapinchaba y extraía las tres gotas de sangre que depositó dentro del frasco. La hechicera repitió elproceso, punzando su propia mano—. Tu sangre y la mía con la sangre de Hope como tu guía. Tresgotas tuyas, tres gotas mías y con las de la loba, el vínculo se forja, la magia corre.

»Hijo mío —le dijo a Rigel—. Unos rizos de tu cabello, del mío y de tu lobo. Para sellar lastres partes, una ofrenda de sangre: tres gotas tuyas, tres gotas mías y tres de Fire.

Pese a que le temblaban los labios, Rigel extendió la mano.»Alya, mi dulce niña, unos rizos de tu hermoso cabello, del mío y de tu fiel lobo. Para sellar

las tres partes, una ofrenda de sangre: tres gotas tuyas, tres gotas mías y tres de Wind.Alya entrecerró los ojos y extendió su mano, pero no tembló cuando su madre la pinchó con el

filo de la daga.»Y tú, mi pequeñita. No temas. —Adara observó cómo Raine la miraba de manera solemne

mientras le ofrecía la mano—. Unos rizos de tu cabello, del mío y de tu valiente lobo. Para sellarlas tres partes, una ofrenda de sangre: tres gotas tuyas, tres gotas mías, con Snow como tu guía, lamagia corre, el pacto se forja.

Mezcló la sangre dentro de la botellita de arcilla y besó la manita de Raine.—Bien, hecho está. Ahora salgamos. Es mejor hacer esto afuera.Los niños obedecieron y Adara se dispuso a acompañarlos, pero se detuvo cuando sintió que

tiraban de su falda. Se trataba de Raine, llamando su atención.—Mami, ¿hiciste esto con Kimera?Adara se agacho para responder a su hija.—No amor, para que el hechizo funcione son necesarias tres gotas de sangre de fuentes

distintas, y en el caso de Kimera solo somos ella y yo.Raine extendió su mano del mismo modo que lo había hecho Lena.—Te ofrezco la mía, mami, para que completes las tres partes. Tu espíritu y el de Kimera

deberían unirse también…, para siempre.Adara sonrió y su corazón se hinchó de orgullo otra vez. Tomando la manita de su pequeña

entre las suyas, preguntó:—¿Y no tienes miedo de que te pinche otra vez?—La verdad, no. Pensé que dolería, pero solo sentí un pellizquito.—Gracias mi pequeña. Eres la niña más valiente que conozco —dijo Adara, mientras

acariciaba los rizos alborotados del cabello de Raine.—No tanto como Lena. Ella fue la más valiente de todos.—Tengo unos hijos muy valientes —dijo Adara sonriendo al tiempo que la cargaba en sus

brazos. Besó su mejilla y agregó—. Vamos a buscar a Kimera. Ella está afuera.—Sí mami, vamos.Con Lena, Rigel y Alya como testigos, Adara efectuó el ritual con Kimera, su fiel y noble

amiga, gracias a la valiente y desinteresada ayuda de su pequeña hija. Al finalizar, la cargó enbrazos otra vez e instruyó al resto de sus hijos a que la acompañaran hasta el lugar que habíaelegido para realizar la última parte del hechizo.

—Permanezcan aquí juntos —dijo. Tomó la vara de fuego, se apartó unos pasos y trazó el

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círculo. Entonces miró hacia el cielo e invocó a las diosas—. Ante ustedes acudo con humildad yrespeto. Invoco su protección. Bajo su manto el mal no puede entrar. La oscuridad no puedevencer a la luz. Lo que se hace dentro de este círculo se hace en nombre del bien, en nombre delamor.

Una pequeña llama se encendió sobre la tierra. Siguiendo el contorno de la circunferencia, elfuego se expandió hasta encontrarse con el otro extremo.

Adara regresó al lado de sus hijos y de los lobos. A pesar de estar rodeados por el círculo defuego, todos permanecían quietos y serenos, una prueba más de la inextinguible confianza que leprofesaban, niños y lobos por igual.

Viendo a sus hijos, les dijo:—Me acercaré al centro, junto al caldero, para completar la última fase del hechizo. Se

turnarán para acompañarme cuando sean llamados —Enfocó su mirada en Lena y agregó—. Venconmigo y trae a Hope, mantenla muy cerca de ti.

Después de introducir las hierbas secas en el interior del caldero, la hechicera sacó de suescarcela el recipiente que contenía lo que había recolectado de Lena y de su loba. Miró hacia elcielo y pronunció las palabras:

—Mizar, diosa de la tierra, regente y guardiana de la primavera, de la fertilidad y de la vida,acudo ante ti al lado de mi amada hija, respetuosa portadora de tus dones —Adara vertió elcontenido del recipiente en el interior del caldero—. Esta es su sangre, la mía y la de su fiel loba—Guardó la botella vacía en la escarcela, cerro su mano y la agitó. Al abrirla, un puñado de ricatierra marrón reposaba sobre su palma. La derramó en el caldero—. Para sellar el pacto, elvínculo indestructible, te presento esta humilde ofrenda: la tierra, nuestra tierra; la tierra, de la quesurge la vida; la tierra, donde reposarán nuestros cuerpos cuando nos llegue el día. Hecho está —Adara miró a su hija con profundo afecto, estrechó su mano y le dijo—. Ve con tus hermanos. Dilea Rigel que se acerque con su lobo.

Junto a su hijo y a Fire, la hechicera invocó a la diosa:»Nashira, diosa del fuego, regente y guardiana del sol, del verano y del amor, acudo ante ti al

lado de mi amado hijo, fiel portador de tus dones. Esta es su sangre, la mía y la de su valientelobo —Después de derramar el contenido del recipiente dentro del caldero y guardar el frascovació, Adara levantó sus brazos con las palmas de sus manos hacia abajo. La hechiceraresplandeció, el aire a su alrededor se agitó y el verde de sus ojos se iluminó, cuando el fuegosurgió en el caldero—. Para sellar el pacto, el vínculo indestructible, acepta esta humilde ofrenda:el fuego, llama y calor, el principio y el final. Hecho está.

La tercera en acudir al llamado fue Alya, al lado de Wind.»Syrma, diosa del viento, regente y guardiana del otoño, de las cosechas y de la sabiduría,

acudo ante ti al lado de mi amada hija, fiel portadora de tus dones. Esta es su sangre, la mía y lade su valiente lobo —Derramó el contenido sobre el caldero, agitó su mano y sopló. Como sifuera una melodía, el aire arremolinó la tierra y avivó el fuego—. Aire, canto del viento, alientodel cuerpo, recibe esta humilde ofrenda para sellar el pacto, el vínculo indestructible. Hecho está.

Adara estrechó la mano de Alya y caminó, a paso lento, para encontrarse con el resto de sushijos. Cargó a Raine en brazos y le hizo señas a Kimera y a Snow para que las acompañaran hastael centro del círculo de fuego.

Ya, frente al caldero, miró al cielo y pronunció las palabras:»Aludra, diosa del agua, regente y guardiana del invierno, de los ríos, de los mares y de la

luna, acudo ante ti al lado de mi pequeña, mi amada hija, fiel portadora de tus dones; junto a su

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lobo, fiel y valiente; junto a Kimera, mi valerosa y más fiel amiga. Esta es nuestra sangre… Parasellar el pacto, el vínculo indestructible, te pido con humildad que aceptes esta ofrenda: el agua,del cielo, del río, del mar; el agua, con la perseverancia para moldear la roca, con la templanzapara calmar la sed y reverdecer la tierra; el agua, con la fuerza para controlar el fuego; el agua,compañera del viento en medio de la lluvia —La hechicera ahuecó la mano y la abrió sobre elcaldero, derramando sobre este agua pura, cristalina, como la que corre en las orillas de un río enuna mañana de primavera—. Hecho está.

Adara se giró para llamar a sus hijos.Al lado de sus cuatro hermosos niños, de los cinco lobos, la hechicera levantó los brazos y el

rostro hacia el cielo:»Las diosas me dotan para que resista en este lugar, en esta hora. El hechizo lanzo ya, a mis

cuatro hijos protege y todo lo que ellos y yo engendremos. Los cinco lobos por la sangreobligados a proteger y servir están, vida tras vida, en la alegría y la tristeza, en tiempos de paz yen tiempos de guerra. Por mi sangre y por la sangre de mis hijos, asumimos su protección ycuidado, vida tras vida, en la alegría y la tristeza, en la paz y en la guerra. Tierra y primavera,fuego y verano, viento y otoño, agua e invierno. El vínculo indestructible ha sido forjado. Hágasemi voluntad.

El fuego emergió en una columna roja y dorada, de un vivo azul en el centro, girando enespiral hacia el frío cielo invernal. La tierra se arremolinó. La gélida agua del riachuelo rugió. Yel viento aulló como un lobo a la luna. Entonces todo quedó en silencio, el fuego se apagó, y soloquedaron los cuatro niños cogidos de la mano al lado de sus lobos, observando a su madre, pálidacomo la nieve, mientras se tambaleaba. La hechicera negó con la cabeza cuando Lena se aproximópara sostenerla.

»Aún no. La magia está en marcha, y aunque esta da, siempre tiene un precio. He de terminaresto —Metió la mano en el caldero y mirando a cada uno de sus hijos, les pidió que se acercarancon sus lobos. Tocó con su dedo la frente de Lena, de Rigel, de Alya y de Raine. Volvió aintroducir la mano en el caldero para humedecerla, esta vez para tocar el entrecejo de los cincolobos—. Unidos por la sangre ahora estamos, la sangre de mis hijos, mi sangre y la sangre denuestros lobos. Esta marca, que ahora impongo, permanecerá aunque no se pueda ver. Si creen ensu poder, si creen en el mío y en el poder de las diosas, el pacto prevalecerá. Lo transmitirán a susdescendientes, lobos y hechiceros. El vínculo que hoy se ha forjado será conocido por lasgeneraciones futuras, ustedes, mis amados hijos, contarán la historia a mis nietos, ellos a sus hijos,y así será por siempre. Aceptarán el don y entregarán el don.

Cuando Adara terminó de hablar, apenas podía sostenerse en pie. Tuvo que reprimir un gemidocuando Lena la ayudó para que no se cayera.

—Mamá, te llevaremos a la cabaña.—He de cerrar el círculo y llevar todas las cosas adentro.—Nosotros te ayudaremos —dijo Rigel, sujetando la mano de su madre.Cerró el círculo con sus hijos y dejó que ellos llevaran los utensilios a la casa.—Necesitas descansar; siéntate junto al fuego. —Lena condujo a su madre hasta la silla—. Yo

te prepararé una poción.—Sí, y que sea potente. Enséñales a tus hermanos cómo se hace.Rigel le puso un chal sobre los hombros; Raine, una manta en su regazo; Alya, un almohadón

en la espalda. Sonrió agradecida a cada uno de sus hijos y lo hizo de nuevo, cuando Lena leofreció la taza de té caliente. Ella pidió a sus hermanos que salieran a jugar afuera, y ofreció

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quedarse junto a su madre para acompañarla.Cuando los niños se marcharon, Lena se sentó al lado de Adara, estrechó su mano y le

preguntó:—¿Te sientes un poco mejor, mamá?—Sí, hija. Gracias.—Esto que hiciste fue por causa de ese hombre, ¿verdad? Me refiero a Draven Creighton.—¡Hija! —Exclamó Adara, atónita—. ¿Cómo lo supiste?—Anoche te escuché decir su nombre en medio de una pesadilla... Eso creí. Quise despertarte

pero no hizo falta, porque me pareció que el mal sueño se había ido.Impresionada y conmovida a la vez, Adara besó las manos de Lena. Pese a su juventud, la

extraordinaria intuición de su hija y su sabiduría no dejaban de sorprenderla.—Serás una gran hechicera —dijo con convicción y orgullo.Lena estrechó las manos de su madre.—Ahora, termina de beber el té. Necesitas descansar.La hechicera se tomó el resto de la poción y un rato después se quedó dormida.

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Capítulo 9Durante varios días, se encontró fuerte y su poder se mantuvo. Draven no se mostró, ni en sus

sueños ni en el fuego, pero Adara sabía que no debía bajar la guardia, en cualquier momento élpodría reaparecer para acosarla.

Algunas noches vio a Akari en el fuego, pero de las llamas solo brotaron sus recuerdos. Nohubo más advertencias de su parte.

Sus hijos crecían con salud y aprendían. Una vocecilla en su cabeza le urgía a enseñarles todolo que pudiera con prontitud. Adara no la cuestionó. Por las noches se pasaba horas a la luz de lavela de sebo y del fuego escribiendo sus hechizos, sus recetas e incluso sus pensamientos.

En dos ocasiones requirieron su presencia en el castillo para realizar una sanación. Pero cadavez que volvían a casa, necesitaba una poción para recuperar las fuerzas que le consumía la magiasanadora que dispensaba a aquellos que la necesitaban.

Si bien anhelaba la salud que temía no recuperar jamás, instruía a sus hijos a diario en eloficio. El don estaba ahí, pero también la infancia. Se aseguró de que hubiera música y juegos, yde preservar la inocencia todo lo posible. En varias ocasiones salió con ellos a navegar por elrío, a cazar y a recoger frutas para preparar el pastel que tanto les gustaba, en especial a Raine.

En cuanto a pescar, nunca había sido tan divertido. Ahora, que iban acompañados por loslobos, prescindieron de la barca. Los niños se paraban en la orilla del río y esperaban en silencioa que los lobos atraparan algún pez. Mientras lo presionaban con sus patas delanteras, los niños,alborotados y emocionados, los cogían y los metían en la cesta.

Esa tarde, sentada al frente de la cabaña, Adara observaba a sus hijos. Ellos estaban jugandobajo la espesa capa de nieve que aún persistía, a pesar de la inminente primavera. Sus hijoscorrían y usaban como escudos a sus propios lobos mientras se lanzaban pequeñas bolitas denieve que fabricaban con sus manos.

En algún momento, Raine se aproximó hacia su madre y alzó sus brazos hacia ella. Adara lacargó, sentándola en su regazo.

—¿Qué pasa pequeña? ¿Te cansaste de jugar?—Sí… y no —respondió Raine, acurrucándose en el pecho de su madre.—¿Sí y no? ¿Cómo es eso?—Tengo hambre.Adara soltó una carcajada.—¿Tienes hambre? No puede ser, acabamos de comer.—Bueno, no es hambre. Es que quiero torta de frutas. De esa que tú haces, mami.—Eso será un problema, porque la que preparé te la comiste esta mañana.—Lo sé, pero quiero más. Podemos ir juntas a recoger las frutas. Como hicimos el otro día.Adara volvió a sonreír y preguntó sorprendida:—¿Ahora? ¿Quieres ir a recoger frutas… ahora?—Sí.Después de meditarlo por breves instantes, la hechicera se levantó con su pequeña en brazos.—Está bien, vamos a entrar a la cabaña para buscar las cestas.—Gracias mami —dijo Raine, mostrando su dulce sonrisa, al tiempo que besaba la mejilla de

su madre.

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Adara la abrazó más fuerte y cerró los ojos, mientras la congoja oprimía su pecho; se preguntócon pesar qué sería de sus hijos si ella no lograba recuperarse.

Lena, Alya y Rigel se quedaron jugando con los lobos, al tiempo que se alejó, junto a Raine,hacia un claro cercano del bosque para recoger las frutas.

Con las cestas casi llenas, Adara miró al cielo y notó que empezaba a nublarse.—Está comenzando a hacer frío. Es posible que esta noche tengamos tormenta —dijo,

agachada frente a Raine, mientras le cerraba la capa—. Será mejor que vayamos a casa.Cuando se incorporó, apareció la niebla. Gris y desafiante, reptaba sobre el suelo como una

serpiente al acecho. Pero no tardó en comprender que la amenaza ya estaba allí. Ubicó a Rainedetrás de su falda cuando la silueta de Draven se perfiló a través de la niebla.

Vestía de negro salpicado con escarlata. Su barba y bigotes, afeitados a ras de piel conpulcritud y precisión, se unían en las patillas a su cabello negro y liso; un marco de ébano para surostro severo, cuyo atractivo solo era opacado por la cicatriz que cruzaba su mejilla derecha.Portaba un colgante plateado al cuello con una enorme piedra en el centro, un centellante ojo rojo,que Adara nunca había visto, aunque eso no le impidió intuir su aciago y negro poder. Los ojos deDraven, marrones y oscuros como la tierra mojada, recorrieron a Adara con la mirada ostentandoarrogancia y placer. Ella la sintió como manos lascivas sobre su piel.

—Mi dama —dijo, mostrando una reverencia.—Márchate, Draven. No eres bienvenido aquí.—Voy a donde me place y me alegra haberte encontrado. No tienes hombre que te guarde,

Adara Roses. Una hermosa mujer y su preciosa hija no deberían andar solas por estos parajes.Demasiada tentación para facinerosos y bandoleros. Yo te escoltaré.

—Nunca he necesitado a un hombre para cuidar de mí, mucho menos a alguien como tú. Meprotejo yo sola. Desperdicias tu tiempo y tus poderes aquí. Jamás me entregaré a ti.

—Por supuesto que lo harás. Es tu destino. Lo he visto en el fuego.—Ves mentiras y deseos, no la verdad ni el destino.Draven guardó silencio por breves instantes y se limitó a sonreír. Al igual que su voz, su

sonrisa destilaba seducción.—Serás mía…, lo quieras o no. Pero serías una tonta si no aceptas mi ofrecimiento. Entrégate

a mí y juntos gobernaremos estas tierras y cualquier territorio que deseemos. Juntos aplastaremosa todos los que se alcen contra nosotros. Viviremos como reyes, seremos como reyes. Vestirásfinas ropas de vivos colores. Yo cubriré tu piel de joyas.

—No necesito ni deseo gobernar. No quiero ni me interesan tus colores o tus joyas. Déjanostranquilos a mí y a los míos o sentirás mi ira.

Draven rio a carcajadas con evidente y tétrico placer.—¿Te das cuenta, mi dama, por qué no deseo a nadie más que a ti? Tu fuego, tu belleza, tu

poder. Y todo ello ha de ser mío, solo mío.—Eso nunca ocurrirá.—Estás demasiado sola, Adara Roses, yo seré tu compañía, yo te daré lo que tu corazón

desea.—Tú no conoces mi corazón.El dolor y el temor trataron de colarse dentro de ella como la niebla se arrastraba sobre la

tierra.Percibiendo ese momento de debilidad, Draven se acercó.»Dame tu mano. Yo te enseñaré placeres que jamás has conocido. Y haré de ti más de lo que

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eres.—Moriría por mi propia mano antes que acostarme contigo. Tú solo codicias más poder —

respondió Adara en tono firme, intentando disimular su temor.De algún modo, Raine percibió las dudas de su madre. Refugiada detrás de sus faldas, cerró

los ojos y se concentró para invocar en silencio a su protector y guía, tal como su madre y suhermana mayor le habían enseñado: “Snow, Snow, escucha mi llamado y ven a mí. Corre paraencontrar a quien te necesita”. Lo repitió dos veces más. También había aprendido que el tres hacela magia más fuerte. Animada por su poder, joven e inocente, Raine salió detrás de las faldas desu madre y arrojó una piedra que golpeó a Draven en la sien. Una delgada línea de sangre sedeslizó por su piel. Sus ojos se tornaron feroces cuando miraron a la niña y una sonrisa macabrase reveló en su rostro.

—Primero tú, la más pequeña y débil de todos. Luego, tu hermano. Por último, tus hermanas…No, a ellas no las mataré, cuando maduren un poco alumbrarán a mis hijos.

—Te mataré mil veces, te sumiré en la agonía durante diez mil años si osas tocar a mis hijos.Te lo juro por todo lo que soy —Fruto de su propia furia, el viento se alzó con fuerza alrededor deAdara y su pequeña. Varias piedras de mediano tamaño salieron disparadas hacia Draven.

El hechicero cayó al suelo e interpuso sus brazos para proteger su rostro, pero no pudo evitarque una de las piedras lo golpeara cerca de la boca. Furioso, se incorporó con cierta dificultad yse limpió la sangre con su mano que después posó sobre su amuleto.

—Eso lo veremos —dijo, colérico, y su sonrisa se extendió como la muerte.Madre e hija observaron con horror cómo el cuerpo de Draven comenzaba a transformarse,

retorciéndose sobre la niebla. El amuleto brilló y la gema giró hasta que sus ojos se tornaron tanrojos como la piedra. Un vello negro cubrió su cuerpo y de sus dedos brotaron garras. Pareciócaer al suelo, echó la cabeza hacia atrás y aulló.

Sin duda, Draven había canjeado su alma por aquella magia negra, pensó Adara con espanto,cuando el lobo mostró sus colmillos y se dispuso a atacar. La hechicera extendió sus manos y lohizo retroceder invocando su fuerza para que la luz surgiera de su interior. Cuando lo golpeó, ellobo gritó, casi como un hombre, pero volvió a atacar una y otra vez, lanzándose sobre ella,gruñendo, con los ojos fieros, teñidos de rojo como la sangre. Sus garras le rasgaron la saya.Luego fue el grito de Raine lo que quebró el aire.

—¡Márchate, márchate! —La pequeña arrojó piedras al lobo que se convirtieron en bolas defuego al golpear. La niebla olía a carne y pelo chamuscado y el lobo retrocedió, pero arremetió denuevo. Raine cayó hacia atrás mientras Adara le asestaba un golpe, pero le hizo perder elequilibrio y caer al suelo también. Gruñendo, el lobo dio un salto para asestar el golpe final, perosu trayectoria fue interrumpida de manera abrupta e inesperada cuando Kimera y Snow saltaronsobre él.

Mostrando una ferocidad que los Roses jamás habían atestiguado, Kimera y Snow se unieronpara arremeter contra el lobo usando sus garras y colmillos. Entre implacables mordidas ycerteros zarpazos, lograron hacerlo retroceder y aullar de dolor, pero el lobo, con su fuerzasobrenatural, conseguía levantarse, defenderse y atacar, una y otra vez. En algún momento, esepoder descomunal le permitió zafarse del agarre de Kimera y Snow, circunstancia que aprovechópara enfocarse en su objetivo. Salió corriendo hacia Adara, dispuesto a liquidarla.

La hechicera logró asestarle un golpe en el costado, justo donde sus fieles y valientes amigoshabían logrado herirlo. El lobo salió disparado hacia atrás con un grito agónico. Mientras aullabay gruñía, Adara reunió todas sus fuerzas y lanzó su luz, sus esperanzas y su poder. El mundo se

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tornó blanco, cegándola. Desesperada, buscó a tientas la mano de Raine mientras caía de rodillas.La niebla se desvaneció. Lo único que quedaba del lobo era su silueta calcinada sobre la tierra.

Sollozando, Raine agarró a su madre y se apretó contra ella, como una niña aterrorizada por unmonstruo demasiado real.

—Tranquila, ya se ha ido. Estás a salvo, mi amor —Adara abrazó a su hija con las pocasfuerzas que le quedaban, mientras observaba a Kimera y a Snow aproximarse hacia ellas. Aunqueno conocía la gravedad o extensión de sus lesiones, la hechicera pudo distinguir que Snow teníauna herida en su oreja izquierda y que Kimera caminaba con dificultad cojeando de una pata.

Cuando los lobos llegaron a su encuentro, madre e hija, profundamente agradecidas, secolgaron de sus cuellos para abrazarlos.

—Gracias —dijo Adara, sin dejar de acariciarlos—. No sé cómo llegaron hasta aquí, perogracias.

—Yo llamé a Snow, mami… Con el pensamiento, como tú y Lena me enseñaron.—Te amo, mi pequeña. Fuiste muy valiente —Adara abrazó a su hija. Había llamado a su guía,

pensó, y una punzada de orgullo atravesó su fatiga.—Lo que no entiendo es que Kimera también vino. Yo solo llamé a Snow.—Cariño, tu espíritu también está unido al de Kimera. ¿Lo recuerdas?—Tienes razón, mami. Eso fue.—Tenemos que regresar a casa cuanto antes, pequeña mía —Pero ni siquiera tenía fuerzas

para ponerse en pie. Se habría echado a llorar por haber sido humillada de ese modo, sinembargo, el terror la invadió de nuevo: ¿si Draven se recuperaba, si volvía?—. Corre a casa. Yaconoces el camino. Corre a casa con Snow. Kimera me acompañará y yo te seguiré.

—Me quedo contigo.—Raine, haz lo que te digo.—No. No —Presionándose los ojos con los nudillos, Raine meneó la cabeza con obstinación

—. Ven conmigo. Ven conmigo.Adara intentó levantarse pero no pudo.—Búscame una buena y fuerte vara. Creo que podré apoyarme en ella y caminar. Tenemos que

volver a casa antes de que anochezca.Mientras Raine se levantaba, oyeron el aullido de los lobos. Kimera y Snow respondieron,

aullando también.Raine salió corriendo para encontrarse con Hope y Wind. Un poco más atrás venían los tres

niños, cabalgando a toda prisa. Adara observó que hablaban entre ellos, el caballo se detuvo,Lena y Alya siguieron a pie, mientras que Rigel animó al animal para galopar más rápido.

Al llegar, el muchacho se apeó del caballo y fue corriendo para encontrarse con su madre. Searrodilló frente a ella y la abrazó con todas sus fuerzas. Sollozando, dijo:

—Gracias a todas las diosas, estás viva.Adara cerró los ojos y respondió al abrazo de su hijo, aún sin entender cómo se habían

enterado de que algo andaba mal, más allá de la llamada de Raine a su lobo. Rigel vio a su madrea los ojos y le explicó, como si hubiera leído la pregunta en su mirada:

—Ha venido a casa ese hombre. Preguntó por ti. No le dijimos dónde estabas, él se molestó yamenazó con atacarnos pero todos los lobos reaccionaron al mismo tiempo. El hechicero se diluyópero sabíamos que algo andaba mal y lo comprobamos cuando Kimera y Snow se alejaroncorriendo de la cabaña. Seguimos sus huellas hasta aquí. ¿Por qué ese hombre quiere lastimarnos,madre?

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El corazón de Adara latía desaforado dentro de su pecho. Su ira despertó en medio del miedo.Almacenó las lágrimas y el coraje, y lo encerró todo en su interior con determinación. Atrajo a suhijo hacia sí, acariciándole el cabello.

—Jamás lo hará. Lo juro. Jamás les pondrá las manos encima.En ese momento Lena y Alya llegaron para encontrarse con su madre. Al igual que Rigel, la

abrazaron con fuerza.—Mamá —dijo Lena, con la angustia reflejada en su mirada—. ¿Qué ha pasado? ¿Ese hombre

las encontró, verdad? ¿Estás bien? ¿Qué te hicieron?Alya no dijo nada, solo sollozaba sobre el regazo de su madre.Las voces de los niños, las preguntas, el alboroto, las oleadas de temor, gravitaban como un

eco en la cabeza de Adara. El sudor la envolvió. Percibió que perdería el conocimiento encualquier momento.

—¿Pueden ayudarme a subir al caballo?Sus hijos la atendieron de inmediato. Entre todos la ayudaron a levantarse y a montarse en el

lomo del caballo.Cuando llegaron a la cabaña, Adara se agarró a las crines del caballo para bajar al suelo. Se

tambaleó mientras el mundo se tornaba gris.—Mamá está enferma. Necesita su té —dijo Raine.—Vamos dentro —Logró decir Adara—. Echen el cerrojo a la puerta.Oyó a Lena dando órdenes, con la voz cortante de un jefe tribal, “Traigan agua, aviven el

fuego”, y sintió como si entrara flotando hasta acomodarse en su silla, donde su cuerpo sedesplomó. Un paño frío en la cabeza. Un potente líquido caliente bajando por su garganta. Eldolor se atenuó, la confusión se disipó.

—Ahora descansa. —Lena le acarició el cabello.—Estoy mejor. Tienes un potente don para sanar.—Raine dice que el lobo ha ardido.—Lo hemos herido, sí, pero vive. Está vivo.—Lo mataremos. Pondremos una trampa y lo mataremos.—Puede que lo hagamos cuando yo esté más fuerte. Es capaz de adoptar muchas más formas.

Desconozco qué precio ha pagado por ese poder, pero ha de ser muy alto.—Ya no te preocupes. Prepararemos la cena y te sentirás más fuerte cuando hayas comido y

descansado.Aunque apenas tenía apetito, Adara se obligó a comer. Dormitó un poco y al abrir los ojos

encontró a Lena haciendo guardia.—Vete a la cama. Es tarde.—No te dejaremos. Puedo ayudarte a acostarte.—Me sentaré aquí, junto al fuego.—Entonces me sentaré contigo. Mis hermanos y yo nos turnaremos. Despertaré a Rigel y a

Alya cuando llegue el suyo, y Raine te traerá tu té por la mañana.Demasiado agotada como para discutir, demasiado orgullosa como para reprenderla, Adara se

limitó a esbozar una sonrisa.—¿Así están las cosas?—Hasta que te hayas recuperado.—Estoy mejor, te lo prometo. Su magia era muy fuerte, muy negra. Detenerla lo exigió todo de

mí, y más. Por fortuna, Kimera y Snow atendieron el llamado de Raine. Habrías estado orgullosa

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de ella. Tan feroz e inteligente.—Es que es igualita a ti. Terca como una mula y valiente como un guerrero.Sentaba bien reír.—¿Cómo están Kimera y Snow? —preguntó Adara, al verlos dormidos cerca del hogar.—También los curé, tal como me enseñaste a hacerlo, mamá. Kimera quedará cojeando por un

tiempo, pero ella está bien.Exhalando un suspiro, acarició la cabeza de Lena.—Estoy muy orgullosa de ti y de tus hermanos. Son valientes, muy valientes. Si no vas a irte a

tu cama, prepara un jergón en el suelo. Ambas dormiremos un rato.Cuando su hija se durmió, Adara pronunció el ritual nocturno para que tuviera dulces sueños.Y se volvió hacia el fuego. Hacerlo demandaría toda su fuerza y no se consideraba una

práctica digna entre los hechiceros, pero tenía que entrar en la mente de Draven Creighton.Rebuscar, entre ráfagas, algunos de sus recuerdos, para entender cómo había obtenido un poder tanoscuro. Solo así podría saber si todavía quedaba algún modo de derrotarlo.

Adara cerró los ojos y abrió su corazón al fuego. Su espíritu atravesó el bosque en medio de lanoche, sobrevoló el agua donde la luna apenas se reflejaba tras la espesa niebla. Recorrió eltiempo y la distancia que la separaba del castillo y lo buscó a él. Lo encontró en su mazmorra. Elhedor a muerte y a putrefacción inundó su olfato, provocándole nauseas.

Él leía un libro con mucho interés y sonreía. De pronto su sonrisa se esfumó, giró en redondo ymiró a su alrededor, cómo buscando algo… o a alguien. Por un instante sus miradas se cruzaron,Adara solo notó oscuridad en ella, pero él no podía verla, aun así, prefirió ocultarse y esperar.

El hechicero dejó el libro abierto sobre el mesón, se colocó una capa sobre su espalda y salióde la mazmorra. Adara se acercó para saber qué había estado leyendo. Lo reconoció enseguida:“El libro negro”.

Pálida por la revelación, se cubrió el pecho con las manos. Leyó el hechizo… Todas laspiezas encajaron. Aquel cachorrito negro, cruelmente asesinado y desangrado. Sus malestaresfísicos, los mareos y sus dolores. El temor, que nunca antes había sentido. Las advertencias deAkari en el fuego…

Las lágrimas brotaron de sus ojos al darse cuenta que estaba condenada. El sortilegio llevabademasiado tiempo mermando su cuerpo y su espíritu. Sabía muy bien que sanar a otros resultabamucho más fácil que sanarse a sí misma. Sabía también que había perdido, mucho tiempo atrás, loúnico con el poder suficiente para revertir en su espíritu el daño causado por un hechizo comoese.

Adara se secó las lágrimas con el dorso de sus manos y emprendió el viaje de regreso. Ya erademasiado tarde para ella. Solo le quedaba una cosa por hacer...

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Capítulo 10Esa madrugada, Lena despertó desorientada, hasta que tomó consciencia del lugar donde se

encontraba. El fuego del hogar, tímido e indeciso, coloreaba la estancia con tonos ocres yamarillos.

Asistida por la tenue luz que desprendían las llamas, Lena buscó a su madre con la miradapero no la encontró en su silla. Se levantó, llamándola en voz baja. Su corazón le dio un vuelcocuando la vio cerca de las escaleras, tendida boca abajo sobre el suelo, inmóvil, como siestuviera muerta.

—¡Mamá! ¡Mamá! —gritó, presa del pánico, mientras se dejaba caer a su lado. Con las manostemblando, le dio la vuelta para apoyar la cabeza de su madre en su regazo. Volvió a llamarlavarias veces, como quien recita un mantra, pero no obtuvo respuesta. Adara seguía allí, inmóvil,demasiado pálida, demasiado fría.

A pesar de su angustia, Lena permitió que su intuición la guiara. Actuó por puro instinto sinseguir un plan concreto. Colocó sus trémulas manos sobre el corazón de Adara y presionó confuerza.

Las llamas del hogar resurgieron, chispeando con ímpetu sobre las ascuas. Una tenue luznaranja comenzó a colorear el borde de sus manos hasta convertirse en una vibrante siluetaescarlata. El calor que brotaba de sus manos empezó a penetrar en el pecho de Adara, mientras elfrío de su madre, como flechas de hielo, traspasaba su piel.

Lena se estremeció y se desplomó hacia adelante. La luz escarlata giró en espiral. Un dolorque jamás había experimentado atravesó su vientre, clavándose en su corazón. Despuésdesapareció, dejando tras de sí solo agotamiento.

En la lejanía escuchó el aullido de su loba.—Basta, basta —le dijo Adara con voz entrecortada, ronca y débil—. Para. Lena, debes parar.—Necesitas más. Te daré más.—No, Lena. Haz lo que digo. Respira despacio, acalla la mente, aquieta el corazón.

Respiración, mente, corazón.—¿Qué sucede? ¿Qué ha ocurrido? —Rigel y Alya bajaron corriendo por la escalera—.

¡Mamá! —gritaron en coro.—La he encontrado aquí. Ayúdenme, ayúdenme a llevarla a la cama.—No, a la cama no. No hay tiempo para eso —repuso Adara—. Rigel, haz entrar a los lobos y

despierta a Raine.—Está despierta, está aquí.—Ah, aquí está mi pequeña.—¿Qué te pasa mami?—Tranquila, corazón. Todo estará bien. Sé buena ahora y guarda la comida que tenemos.—¿Nos vamos de viaje?—Un viaje, sí. Alya, necesito el caldero. Trae mis hierbas, la vara de fuego y la sal. Toda la

sal que tengamos. Lena, prepara mi té…, que sea fuerte.—Lo haré.—Da de comer al ganado, Rigel; sí, aún es temprano, pero aliméntalos bien y guarda tanta

avena como puedas para el caballo. Engancha la carreta —Aceptó la taza de té que Lena le llevó,

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y se lo tomó todo—. Recojan sus cosas, su ropa, mantas. Se llevarán la daga, todas las monedas,las joyas que me dejó mi madre. Todo lo que ella me dejó. Todo. No dejen nada de valor.Empáquenlo todo. ¡Apresúrense! —ordenó.

Adara le entregó a Lena el colgante que siempre llevaba en su cuello, el que le había regaladoAkari mucho tiempo atrás.

»Ve al granero y prepara un amuleto para mí, tal y como te voy a indicar. Haz el amuleto ytráemelo.

—¿Te hará más fuerte?—Solo haz lo que te digo, corazón. Date prisa.Lena preparó el amuleto y Adara se lo colgó al cuello, cerca de su corazón. Le pidió a su hija

que ayudara a sus hermanos a empacar.El tiempo iba y venía, pensó Adara. Y a ella le quedaba ya muy poco. Aunque lo suficiente.

Haría que fuera suficiente. Se mantuvo en silencio mientras sus hijos hacían lo que les habíaencomendado. Hizo acopio de fuerzas y concentró su poder. Cuando Lena bajó, Adara estabaerguida frente al fuego del hogar. Su piel tenía color y tibieza, y su mirada estaba centrada ydesprendía energía. Lena la escuchó decir:

—Que las llamas que dan calor a esta humilde morada se mantengan siempre. Que reciban amis amados hijos cuando sea el tiempo de regresar. Hecho está. Hágase mi voluntad.

Las llamas crujieron sobre las ascuas y fueron cambiando de color. Sus formas sinuosas ycentellantes mostraron todos los matices del arcoíris: violeta, azul, cian, verde, amarillo, naranjay rojo… Después, volvieron a ser solo llamas.

—¡Estás bien!—No, cielo mío, no estoy bien ni volveré a estarlo. —Levantó la ceja y alzó una mano antes

de que Lena pudiera hablar—. Pero soy fuerte para este tiempo y esta necesidad. Haré lo que hede hacer, y también ustedes. —Miró a sus otros hijos—. Igual que todos. Antes de que salga el solse marcharán con sus lobos y con Kimera también. No saldrán del bosque hasta que estén muylejos. Eviten el camino tanto como les sea posible. Irán hacia el norte, hasta el puerto de Thedrosy allí se embarcarán, rumbo a Mirphak. Busquen a mi tía, Kara Roses, o a alguno de sus hijos. Nole cuenten nada acerca de la magia. Recuerden que allá está prohibida. Mirphak es el último lugaral que Draven Creighton pensaría en buscarlos para hacerles daño.

—Nos iremos todos.—No, Rigel. Yo aguardaré aquí. Debes ser fuerte y valiente, proteger a tus hermanas y que

ellas te protejan a ti. Yo no sobreviviría al viaje.—Yo haré que te pongas bien —insistió Lena.—Esto escapa a tu poder. Así ha de ser —Adara abrazó a sus cuatro hijos—. Pero no los

dejaré indefensos. Aquello que soy, aquello que tengo, vivirá en ustedes. Un día regresarán, pueseste es su hogar, y el hogar es la fuente. No puedo darles la inocencia, pero les daré poder —Alternando la mirada entre sus niños, agregó—. Apóyenme, ustedes son mi corazón y mi alma, misangre y mis huesos. Lo son todo para mí.

Adara colocó el caldero en el centro de la estancia y se alejó unos pasos. Comenzó a derramarla sal mientras decía:

»Y ahora trazo el círculo, la oscuridad no podrá entrar en él —Tomó la vara de fuego y apuntóhacia el suelo. Las llamas brotaron describiendo una circunferencia y cuando la hechicera agitó lamano, prendieron bajo el caldero. Se reunió de nuevo con sus llorosos hijos, se arrodilló y losenvolvió en un abrazo—. Ese hombre me arrebató la vida y quebró mi espíritu, pero no el poder.

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Los consolaré durante el tiempo que me quede, pero no hay tiempo para llorar. Recuérdenme,recuerden a quien los engendró, a quien los amó. Partiré pero velaré por ustedes.

—No nos pidas que nos marchemos —Raine sollozó sobre el hombro de su madre—. Quieroquedarme contigo.

—Te llevarás mi luz contigo. Siempre estaré contigo —Con sus manos, Adara limpió laslágrimas de la mejilla de su hijita y la abrazó—. Tú, mi luz, mi esperanza.

»Tú, mi alma solitaria e inquisitiva hija —Besó la mano de Alya.»Tú, mi valeroso e ingenioso hijo —Besó los dedos de Rigel—. Mi corazón.»Y tú, mi protectora, noble e intuitiva hija —Ahuecó la mano sobre el rostro de Lena—. Mi

fortaleza. Llévame contigo.»Y ahora, hagamos juntos este hechizo. ¡Apóyenme!Adara se levantó, alzando los brazos en oración y reclamación. Apeló a Mizar, a Aludra, a

Syrma y a Nashira, invocando su fuerza y su poder.»Con lágrimas derramamos nuestros temores —Agitó una mano sobre el caldero, y el líquido

comenzó a mezclarse—. Cuatro pellizcos de sal para cerrar y asegurar la puerta. Hiedra paraamarrar, bayas para cegar. A mis hijos él no verá, y ellos vivirán a salvo y en libertad. Frágilespétalos teñidos de odio, perfumados de dulce para atormentar. Que todo hierva en fuego y que conesta poción él en humo y polvo se convierta. Cuando lo llame, él a mí vendrá. Hágase mi voluntad.

El humo se tiñó de escarlata y cubrió la habitación. Entonces, se convirtió en un remolino quefue absorbido de nuevo por el caldero. Con los ojos brillantes, Adara vertió la poción en unrecipiente, lo selló y se lo guardó en el bolsillo. Miró a sus hijos.

—No tengan miedo de mí ni de lo que ahora les doy —Tomó las manos de Raine—. Pequeñamía, crecerá dentro de ti a medida que lo hagas tú. Serás siempre amable y valiente, siemprepreguntarás “por qué”. Siempre serás fuerte y transmitirás esa fortaleza a aquellos que no puedendefenderse. Toma esto.

—Está caliente —dijo Raine cuando sus manos resplandecieron en las de su madre.—Se enfriará otra vez, hasta que lo necesites.»Hijo mío. Tú lucharás. Siempre serás leal y sincero. Protege a tus hermanas. Toma esto.»Alya, mi dulce niña. Siempre serás libre y fiel a tu alma. Bébelo.»Lena, mi primogénita. Es mucho lo que te pido. Tu don ya es fuerte, y ahora te doy más. Más

que a Raine, a Alya y a Rigel, pues he de hacerlo. Tú construirás y crearás. Cuando ames, jamás tedetendrás. Tú serás a quién primero acudan, y siempre soportarás la carga. Perdóname y tomaesto.

Lena ahogó un grito.—¡Quema!—Un instante nada más —Y en aquel momento Adara lloró mil años—. Abre. Toma. Vive.Conservó lo justo, solo lo justo, luego se derrumbó en el suelo cuando todo estuvo hecho. Ya

no era una hechicera.—Ustedes son ahora lo que yo era; una dividida en cuatro. Este es mi don y mi maldición.

Cada uno de ustedes es fuerte, y juntos lo son más. Algún día regresarán. Márchense ya, y rápido.El día se acerca. Saben que mi corazón va con ustedes.

Raine se aferró su madre, pataleó y lloró cuando Rigel tiró de ella para apartarla.—Llévala fuera, móntala en la carreta —dijo Lena con voz queda.Pero antes, Rigel se arrodilló junto a su madre.—Protegeré a mis hermanas con mi vida. Lo juro.

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—Estoy orgullosa de ti, hijo mío. Te volveré a ver. Pequeña mía —le dijo a Raine—.Regresarás. Te lo prometo.

Lena se volvió hacia su hermana, colocándole la mano en la cabeza. Raine asintió y se quedódormida.

—Llévatela, Rigel. Alya, lleva las cosas que puedas transportar. Yo llevaré el resto —dijoLena.

—Te ayudaré. Tengo fuerzas suficientes —insistió Adara. Y no pensaba permitir que Dravenentrara en su casa.

Los lobos se movían inquietos de un lado a otro, su intuición les permitía entender que elmomento era triste para todos, incluso Kimera, aunque cojeaba, también daba pasos entre Adara ysus hijos mientras cargaban la carreta.

Cuando terminaron, Lena miró a su madre a los ojos.—Lo entiendo.—Lo sé.—No dejaré que les pase nada. Si no puedes destruir a ese hombre, los de tu sangre lo

haremos. Aunque nos lleve mil años, tu sangre lo hará.Lena bajó la compuerta trasera de la carreta para que Rigel y Alya montaran a los lobos en

ella. Adara se encargó de montar a Kimera, le acarició el cuello y le dijo:—Ve con ellos, mi dulce y valiente amiga.Kimera la acarició con el entrecejo y emitió un sutil gemido.—La noche se aleja, márchense deprisa. El caballo los llevará a los cuatro y a los lobos hasta

bien entrado el día —Los labios de Adara temblaron antes de que encontrara las fuerzas paraimpedirlo. Miró a Raine—. Nuestra pequeña tiene un corazón tierno.

—Siempre cuidaré de ella. Te lo prometo —dijo Lena.—Con eso basta, pues. Márchense, márchense ya o todo será en vano. Alya se montó en la

parte trasera de la carreta, junto a los lobos. Rigel cargó a Raine, quien dormía gracias al hechizo.Lena tomó las riendas.

—Si yo soy tu fortaleza, mamá, tú eres la mía. Todos nuestros descendientes sabrán de AdaraRoses. Todos honrarán a la última hechicera. Dirigió la vista al frente, con la mirada empañadapor las lágrimas, y espoleó al caballo.

Adara los vio marchar, vigilándolos con su ojo mental, mientras atravesaban la oscuridad delbosque y se alejaban de ella. Se dirigían a la vida.

Cuando el día despuntó, se peinó el cabello, se vistió con sus mejores prendas y se colocó unacapa roja sobre su espalda. Agarró la poción que había guardado y se la untó en sus manos.Entonces se paró al frente de la cabaña para esperar a que el Oscuro llegara.

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Capítulo 11Mientras esperaba notó que un lobo gris se aproximaba. Con total asombro no tardó en darse

cuenta que el animal cojeaba…—¡Kimera!La loba siguió caminando hacia ella, Adara se acercó, se arrodilló a su lado y teniendo

cuidado de no tocarla con sus manos, la abrazó y dijo:—¿Qué haces aquí? Has debido marcharte con ellos.La loba la miró por un breve instante, acarició su rostro con su entrecejo y se acostó sobre la

nieve, mirando hacia lo lejos.»Eres demasiado terca mi fiel amiga. Él vendrá, lo estoy esperando. No hagas nada. Y cuando

todo acabe regresa a tu bosque.En respuesta solo recibió un débil gemido.Draven trajo la niebla consigo, pero llegó como un hombre, atraído por su aroma, por el

resplandor de su piel, por su poder, ahora falso, aunque potente.A pesar de la advertencia de Adara, Kimera reaccionó por puro instinto, se levantó del suelo y

se plantó altiva frente al hechicero, gruñendo con fiereza.Draven la miró con desdén, pero no dijo nada. Le interesaba mucho más la mujer que tenía al

frente.—Tú me has llamado, Adara Roses.—Así es… Lo he pensado. Soy poderosa pero no lo suficiente… —Adara hizo una pausa y

agregó—. ¿Me convertirás en una diosa, Draven?Él esbozó una sonrisa malévola. La codicia y la lujuria oscurecieron sus ojos.—Seremos más poderosos de lo que puedas imaginar. Juntos lo tendremos todo, lo seremos

todo. Solo tienes que unirte a mí.—Lo hare, pero ¿qué hay de mis hijos?—¿Qué pasa con ellos? —Su mirada se desvió hacia la cabaña—. ¿Dónde están? —exigió,

dispuesto a empujarla para pasar.—Duermen. Soy su madre y quiero tu palabra de que estarán a salvo. No puedes entrar hasta

que me la des. No puedo unirme a ti hasta que hagas el juramento.—No sufrirán ningún daño por mi parte —Sonrió de nuevo—. Te lo juro.Mentiroso, pensó Adara. Aún podía ver el negro agujero de su corazón.—Ven, pues, y toma mis manos. Hazme tuya igual que yo te hago mío.Adara extendió ambas manos hacia Draven, esperando que él las estrechara. Él las tomó y

Adara las apretó entre las suyas. Permitió que el veneno hiciera efecto. Draven se soltó ytambaleó, mirando sus manos.

—¿Qué has hecho?—Te he derrotado. Te he destruido. Y con mi último aliento, yo te maldigo. En este día, en esta

hora, invoco a aquello que sustenta mi poder. Arderás y morirás con dolor, y sabrás que AdaraRoses te ha aniquilado. Mi sangre maldice a tu sangre por toda la eternidad. Hágase mi voluntad.

Draven se desplomó mientras su piel comenzaba a ennegrecer.El amuleto que había preparado Lena, siguiendo las instrucciones de Adara, impedía que el

veneno desintegrara su cuerpo como lo estaba haciendo con el de Draven. No obstante, su final

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también era inminente.Adara cayó presa de la agonía, pero se aferró a la vida. Se aferró para verlo morir.—Maldigo a tus descendientes —susurró, cuando las negras cenizas del hechicero ardieron en

la tierra—. Es lo correcto. Es justo. Hecho está.La loba se acercó al cuerpo de Adara. La empujó varias veces con su hocico, implorando que

se levantara. Al entender que todos sus esfuerzos eran en vano, Kimera miró hacia el cielo yemitió un aullido desgarrador que quebró el silencio invernal. Solo se detuvo cuando olfateó quealgo se aproximaba. Como si lo hubiera estado esperando, la loba dejó de aullar y guardósilencio.

A pesar de que su cuerpo se encontraba casi paralizado por los efectos del veneno, Adaraabrió los ojos y logró enfocar su mirada hacia donde se dirigía la de Kimera.

El unicornio blanco, el mismo que había visto el día que encontraron a la loba y a suscachorros, esta vez no estaba inmóvil observando desde lejos. Esta vez, se aproximabagalopando. La silueta del unicornio resplandecía con un brillo más blanco que su propio cuerpo.

Un ángel, pensó Adara, un ángel que viene a escoltarme para conducirme hacia el otro mundo.Adara cerró los ojos otra vez, dispuesta a dejarse llevar, a liberar su espíritu para que su

cuerpo quedara allí, junto a la cabaña, en las verdes entrañas del bosque.A su lado, a unos cuantos pasos, en el lugar que había ocupado el cuerpo de Draven Creighton,

la niebla de arremolinó. Y algo se agitó en las negras cenizas.

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Capítulo 12Mirphak

Verano, 1375Solos. Tristes. Pero no indefensos. Su madre les había entregado todo su poder, había

sacrificado su propia vida para salvarlos y, pese a la profunda tristeza que aquejaba suscorazones, justo antes de partir de las tierras de Kabac, los hermanos Roses hicieron un juramentoque sellaron con sangre. Honrarían la memoria de Adara Roses, la última hechicera. No serendirían jamás y algún día regresarían a su hogar, a su bosque, para divulgar su nombre, sulegado. Si en Mirphak la magia estaba prohibida, ellos guardarían el secreto de sus dones, peropracticarían y aprenderían juntos a perfeccionar sus habilidades. Esa sería, pensaron, la mejormanera de honrar a su madre.

Tres largos meses duró la travesía en barco hasta las costas de Mirphak. Tuvieron que pagaruna pequeña fortuna para que el capitán de la embarcación les permitiera viajar con sus lobos, elcaballo y la carreta que guardaba sus pertenencias, pero lo lograron.

El sol abrasador del verano los recibió el día que desembarcaron. Atrás había quedado subosque, su cabaña…, su madre, y con ellos, su inocencia, su infancia. Desde el puerto de Mirphakno se divisaban castillos, ni murallas, ni calles empedradas, ahora solo veían caminos de tierramarcados por las ruedas de las carretas o por las huellas de los caballos que las transportaban. Acada lado de las calles una hilera de casas hechas de piedra albergaba cantinas y pequeñosalmacenes donde los comerciantes vendían alimentos o herramientas.

Mientras transitaban por esas calles, los hermanos Roses no tardaron mucho tiempo encomprender que Mirphak no acogía con buen ánimo a los extraños. Las miradas de sus habitanteseran opuestas a las que ellos estaban acostumbrados a recibir. En Godran, los veían conadmiración y respeto, aquí, con recelo y desconfianza, en especial cuando notaban a los enormeslobos que los acompañaban. Por momentos tuvieron que separarse para que Lena o Rigel, sin lapresencia de los lobos, se acercaran a las personas para preguntarles por Kara Roses. Aun así,recibieron respuestas toscas y escuetas, pero lograron averiguar que ella había fallecido añosatrás y que de todos sus hijos solo el mayor de ellos, Norman Barlow, aún vivía allí, en un viñedode su propiedad situado al norte, en las afueras del pueblo.

Agotados, extrañando como nunca a su madre y un tanto afectados por las actitudes de evidenterechazo que percibieron en la actitud y en las miradas de casi todos los habitantes de Mirphak, loshermanos iniciaron el largo camino hacia a la propiedad de Norman Barlow.

Cuando llegaron, lo primero que llamó su atención fue el extenso viñedo que se distinguía trasla cerca de madera a ambos costados de la casa. Esta era de dos niveles, hecha de piedra, conpuertas y ventanas de sólida madera.

Frente a la puerta, los hermanos Roses, acompañados por sus fieles lobos, se miraron a losojos y se tomaron de las manos. Lena aspiró una gran bocanada de aire y llamó a la puerta,golpeándola dos veces. Nadie contestó, de modo que la mayor de los Roses tocó de nuevo, pero elsilencio continuó siendo la única respuesta.

—Parece que no hay nadie —señaló Alya.—Supongo que tendremos que esperar. Sin duda, está habitada. Aún se ven los vestigios del

fuego de la estufa —dijo Rigel, señalando hacia la chimenea de la casa. Caminó hacia una piedra

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de mediano tamaño situada al borde del camino, a pocos pasos de la entrada, bajo un manzanocentenario.

Rigel se sentó sobre la piedra. Lena, Alya y Raine lo imitaron, sentándose a su lado. Los lobostambién se acercaron y se recostaron apoyando sus cabezas sobre las patas delanteras.

Todos guardaron silencio por un rato hasta que Rigel dijo, con un hilo de voz:—Espero que este hombre nos reciba aunque sea a cambio de trabajo. De lo contrario, no

tendremos un lugar donde vivir.Sus hermanas callaron, pero su expresión evidenciaba que compartían la misma preocupación

de Rigel.Un rato después, Lena se levantó y se dirigió hacia la cerca de madera que delimitaba los

terrenos de la propiedad. Dio varios pasos bordeando la cerca y fue entonces cuando la vio. A lolejos, una mujer caminaba entre las hileras de parras. Parecía estar revisando el estado de lasuvas ya que se detenía cada tanto para saborearlas. Mientras la observaba, Lena notó que unaespecie de nudo se formaba en su garganta. Esa hermosa mujer, quien todavía no había notado supresencia, le recordó a su madre. Tenía el cabello negro, tan negro como una noche sin luna, eralargo y lacio, sus hebras abundantes llegaban hasta más abajo de su cintura. Su rostro era delgadoy de facciones muy finas. La nariz recta, los labios grandes pero muy bien delineados y simétricos.Al igual que su madre, un pequeño hoyuelo ahuecaba su quijada, lo que hacía su rostro aún másatractivo. Enmarcados en largas pestañas, sus bellos ojos color castaño, reflejaban la mismatristeza que se fue apoderando de la mirada de su madre en los últimos meses de su vida.

En especial, fue esa mirada lo que más le recordó a ella; la impresionó de tal manera que Lenaguardó silencio, no hizo seña alguna para hacer notar su presencia y tampoco le advirtió a sushermanos. Sin embargo, no fue necesario, la mujer levantó la vista de sus quehaceres y fue en eseinstante cuando sus miradas se cruzaron.

Para sorpresa de Lena, la mujer pareció alegrarse por su presencia, levantó la mano parasaludarla y comenzó a caminar hacia ella mientras le regalaba una sonrisa. A Lena le pareció unahermosa sonrisa no solo porque también le recordó a la de su madre, sino porque era la primeraque recibía desde que había pisado esas tierras ajenas, extrañas y tan poco hospitalarias.

Fue mientras la mujer se acercaba que Lena reaccionó y llamó la atención de sus hermanos,haciéndoles una seña con la mano para que se aproximaran. También le hizo una seña a los lobospara que permanecieran donde estaban. En vista de las reacciones que estos habían provocadoentre los habitantes de Mirphak, Lena no se quiso arriesgar a dar esa primera impresión cuando lamujer se acercara. Tampoco quería asustarla, los lobos eran obedientes pero podían serintimidantes debido a su porte y su gran tamaño.

En el momento en que sus tres hermanos se pararon a su lado, Lena prestó atención a lareacción de la mujer. Le pareció ver un brillo de regocijo en su mirada cónsono con la sonrisa quese amplió todavía más en su rostro. Era como si ella, con su actitud, les estuviera dando labienvenida, como si los hubiera estado esperando. Lena salió de sus pensamientos cuando escuchóa Raine.

—Se parece a mi mami —La pequeña no lo dijo con alegría, había mucha nostalgia en esaobservación.

—Y sonríe como ella —señaló Rigel—... Al menos sonríe.—Es verdad —dijo Alya— se parece bastante… pero no es ella, no es nuestra madre —

agregó con tristeza.Todos guardaron silencio hasta que la mujer se acercó hasta ellos. Lo suficiente para poder

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escucharlos. Lena fue quien tomó la iniciativa.—Buenas tardes, ¿es esta la propiedad de Norman Barlow?En tono amigable, la mujer respondió:—Así es, yo soy su esposa, Sedna Woods.—Es posible que nunca haya oído hablar de nosotros, Sra. Woods…—Sedna. Pueden llamarme Sedna —interrumpió ella sin dejar de sonreír. En ningún momento

había dejado de hacerlo.—Está bien…, Sedna —dijo Lena—. Somos nietos de Selena Roses, hijos de Adara Roses,

ella…, nuestra madre…—Murió —sentenció Alya.—Eso es lo que ustedes dicen. Yo aún no lo creo —acotó Raine.Sus tres hermanos la miraron con un gesto de desaprobación. Alya le dijo:—Raine, por favor, no empieces con eso de nuevo.—Yo solo…Lena tocó el hombro de Raine para llamar su atención. Cuando la pequeña la miró a los ojos,

Lena negó con la cabeza y levantó la ceja izquierda, como solía hacerlo su madre parareprenderlos. Raine guardó silencio.

—Mi madre nos encomendó que viniéramos a Mirphak, en busca de Kara Roses o de algunode sus hijos —dijo Lena, mirando a Sedna a los ojos. Durante el viaje, ella y sus hermanos habíanacordado no mencionar que provenían de las tierras de Kabac. Solo los hechiceros la conocían,solo ellos podían entrar al archipiélago, conformado por la pequeña isla de Tsin y la isla de Perl,hogar exclusivo de las hadas de la fertilidad, situadas al noreste; Alnilam, ubicado al suroeste, ungrupo de cinco islotes que, por su aridez y pequeño tamaño, se encontraban deshabitados y,finalmente, por Antares, la mayor de sus islas, situada en el centro. La isla de Antares albergaba aGodran, la comarca con el asentamiento poblado más importante de todo el archipiélago. Laexistencia de todas esas tierras estaba vedada para el resto del mundo producto de una magia muyantigua. Por ello, los hermanos Roses decidieron mantener sus orígenes en secreto. Ninguna deesas verdades era apropiada para ser divulgada en un territorio como Mirphak—. Tal parece queNorman Barlow es el único que aún reside aquí. Solo a él pudimos localizar.

—Necesitamos un lugar donde vivir…, aunque sea a cambio de trabajo —se apresuró a decirRigel.

—Les aseguro que serán de mucha ayuda en estas tierras, pero no como una forma de pago porvivir en esta casa —Sedna los miró a los ojos, uno a uno, y afirmó—. Ustedes son familia. Solohay una única condición para que puedan comenzar a vivir aquí.

—¿Cuál? —preguntó Lena con seriedad y también con curiosidad. No se le ocurría ninguna,salvo trabajar a cambio de techo y comida, como había señalado Rigel. Ella notó cuando lasonrisa de Sedna iluminó su semblante y su mirada.

—Aún no me han dicho sus nombres.Los niños, visiblemente aliviados, sonrieron también. Les quedó claro que Sedna había

bromeado con ellos.Imitando a Lena, quien fue la primera en responder, uno por uno dijeron sus nombres y sus

edades. La última en hablar fue Raine. Cuando lo hizo, Sedna se acercó y se arrodilló frente aella. Le dijo con dulzura:

—Eres una niña muy linda. Espero que seamos buenas amigas, Raine.—Yo también.

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Sedna tomó la manita de Raine.—Entremos a la casa. Se ven agotados y deben tener hambre, supongo.—Yo tengo hambre —dijo Raine.—Entonces vamos a solucionar eso… juntos. ¿Quién quiere ayudarme a cocinar?—Yo —respondió Raine.—Nosotros también ayudaremos —agregó Rigel con entusiasmo.Sentaba bien sonreír otra vez.Lena se acercó a Sedna mientras caminaban hacia la casa y le dijo:—Hay algo que aún no te hemos dicho. Venimos acompañados por nuestros lobos. En la

cabaña donde vivíamos dormían con nosotros, pero podrían dormir en el granero si no deseas quepermanezcan dentro de la casa.

—¿Cuántos lobos son?—Cuatro, igual que nosotros —respondió Lena.—¿No son agresivos, verdad?—No, salvo que alguien quiera hacernos daño. Nosotros mismos los entrenamos —dijo Rigel,

con evidente orgullo.—Bueno, cuando Norman esté en casa me imagino que los lobos tendrán que dormir en el

granero, pero mientras no sea así, creo que podremos apañarnos.—Deberías verlos antes de afirmar eso —advirtió Alya.—¿Por qué lo dices? —preguntó Sedna.Para ese momento los lobos ya podían verse. Continuaban acostados bajo el árbol, cerca del

peñasco que habían usado los niños para sentarse.—Míralos tú misma. Son muy grandes.Al verlos, la expresión de Sedna fue de asombro. Los lobos levantaron la cabeza pero no se

inmutaron. Lena vio eso como una buena señal. Quedaba en evidencia que los lobos aceptaban lapresencia de Sedna, que les simpatizaba… Igual que a ella.

—Son grandes en verdad —dijo—. Pero lo importante aquí es que me conozcan y me acepten.Rigel, ¿me presentas ante ellos?

—Seguro —respondió el muchacho sonriendo.

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Capítulo 13A finales de ese verano los niños estaban en el granero, se disponían a dormir al lado de sus

lobos. Sedna les había acondicionado un lugar habitable, lo más agradable posible, parapermanecer allí durante los días que Norman Barlow estaría en casa. Y como todas esas noches, apesar de la distancia entre el granero y la vivienda, podían escuchar casi a la perfección laspeleas y los gritos, en especial los de su tío. Esta vez, tal como había sucedido el día que élregresó a casa, a principios de esa semana, la disputa los involucraba a ellos y su permanencia enese lugar.

—Tu vientre seco no fue capaz de darme un solo hijo y pretendes que yo acepte en mi casa a cuatro niños y a susasquerosos lobos.

—Norman, ellos son tu familia.— ¡Familia!, dices. ¿Qué familia?... Sí, ya sé, esos mocosos dicen ser nietos de Selena Roses, la hermana de mi

madre. Pero ni siquiera a ella la recuerdo. Yo era solo un niño cuando mi tía se marchó de aquí, embarazada.Nunca más la vi, nunca más supimos de ella. Y de pronto, llego a mi casa y me encuentro con los supuestos hijos deAdara Roses. Si no recuerdo a mi tía, mucho menos a una prima que nunca conocí. Además, ese no es el punto.Familia o no, yo solo quería en esta casa a mis propios hijos, pero no, eso nunca ocurrió, ni ocurrirá. Tú ni siquieraserviste para eso.

»Como pastor de la iglesia seguí las normas, quería tener mi propia descendencia, hijos que heredaran estastierras, este viñedo, y ahora estoy atrapado aquí con una mujer estéril. Lo único que tú me das podría haberloencontrado en cualquier lado, sin necesidad de casarme, y con mujeres mucho mejores que tú, créeme. Es que ni paraeso sirves. Eres una inútil, una buena para nada.

—Norman…, por favor…—Mañana me iré de cacería, solo espero que al regresar esos niños y sus lobos no estén aquí.—Tú mismo lo acabas de mencionar. Eres pastor de la iglesia. La religión nos obliga a ser caritativos. No

debemos abandonar a esos niños a su suerte.—Eso lo veremos, pero mientras yo permanezca en esta casa no los quiero ver. Ni a ellos y mucho menos a esos

animales. ¿Quedó claro?—Sí, quedó claro.—Más te vale, Sedna Woods… Más te vale.Se escuchó un portazo y después, el silencio. Aunque a los cuatro niños les quedaba claro que

ese silencio escondía las lágrimas de Sedna Woods. Todos los días de esa semana ella habíaamanecido con los párpados inflamados.

—¿Por qué tío Norman le dice esas cosas tan feas a tía Sedna? Ella es buena, no merece que latraten así… Lena, ¿crees que él nos eche fuera? ¿Dónde viviremos? —Raine estaba acostada allado de su hermana mayor, con su carita apoyada sobre el hombro de ella.

Lena la abrazó con fuerza e intentó tranquilizarla.—No te preocupes Raine, eso no pasará. Tío Norman se marchará pronto y volveremos a la

casa, junto a tía Sedna.—¿Estás segura?—Lo estoy —Mintió. Raine no era la única de sus hermanos con esa inquietud. Lena rogaba

que Sedna no se doblegara ante las exigencias de Norman Barlow. Tampoco le gustaba cómo latrataba, en eso también estaba de acuerdo con su hermanita. Sedna Woods, contra todos los

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pronósticos, les había brindado mucho más que techo y comida, les había hecho sentirbienvenidos, los había acogido con cariño, y ese cariño ya era mutuo—. Anda, no te preocupes,todo saldrá bien. Vamos a dormir que ya es tarde. Mañana tendremos que levantarnos muytemprano para ayudar a tía Sedna.

...Tal como lo anunció la noche anterior, Norman Barlow se marchó antes del amanecer, pero no

iría de cacería como le había dicho a su esposa. Siendo pastor de la iglesia, necesitaba guardarlas apariencias, nadie podía conocer la verdadera razón que lo mantenía alejado de casa durantetanto tiempo. Esa razón tenía nombre y apellido, esa razón le proporcionaba el placer, la pasión yla satisfacción que nunca había encontrado a lado de su esposa y, casi tan importante como eso,mientras estaba a su lado, guardando su relación en el más absoluto secreto, esa razón le hacíaolvidar que era un prisionero de su propia vida, atrapado en un matrimonio que estaba obligado amantener hasta la muerte, tal como lo ordenaba la religión que él había jurado cumplir y hacercumplir. Por eso no podía hacer lo que más quería: sacar a Sedna Woods de su vida y casarse conla mujer que podía darle todo lo que su actual esposa y el destino le habían negado.

Regina Cobb era la mujer que él anhelaba en su vida, la que podía brindarle lo que él másdeseaba: una esposa cariñosa y abnegada, una amante perfecta y la madre de los hijos que tantoquería. La había conocido dos años antes, en uno de sus viajes. Desde entonces cualquier excusaera buena para salir de casa e ir en su busca.

Regina sabía que él era un hombre casado y aunque para ambos era necesario mantener surelación en secreto, Norman ya se había percatado que ella estaba comenzando a cansarse de esasituación. Él necesitaba encontrar una solución antes de perderla, pero no sabía qué hacer.Deshacerse de Sedna era una opción que ambos habían asomado, pero ninguno hablaba en serio,no tenían la sangre fría como para acabar con su vida.

Lo cierto es que los dos querían hallar una salida, algo que les permitiera “borrar del mapa” aSedna Woods sin tener que ensuciarse las manos.

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Capítulo 14Después que Norman Barlow se marchó, los niños regresaron a la casa. Volvieron a dormir en

sus habitaciones y en sus camas, las mismas que Sedna les había preparado con esmero y cariñodesde que soñó con aquella criatura, envuelta en un halo de luz, que le anunció su llegada.

La mujer se sentía bendecida por su presencia. No solo bendecida, también agradecida, enespecial con Lena. Después de haber enfermado, Marta Woods, la madre de Sedna, perdió elhabla y la movilidad. No podía valerse por sí misma. De acuerdo al médico del pueblo, ella nuncamás podría recuperarse. Sin embargo, gracias a los cuidados de Lena, quien se encargó en personade ayudarla y de suministrarle cada día el té que su madre le había enseñado a preparar, Martacomenzó a mostrar síntomas de mejoría. Aunque no podía moverse, recuperó el habla, buena partede su energía y, a veces, hasta sonreía.

Todos los niños ayudaban a Sedna en el viñedo durante el día. Al anochecer, la ayudaban apreparar la cena, tal como lo habían hecho desde el primer día que llegaron en busca de un lugarpara vivir.

Una noche, Sedna y los niños estaban preparando la cena, cuando Raine se acercó a sus faldasy le preguntó:

—¿Podemos encender el fuego del hogar?—¿El fuego del hogar? —preguntó Sedna, intrigada—. ¿Para qué, si aún es verano? Hace

calor.—Quiero ver a mi madre.Sedna abrió la boca para hablar, pero Lena la interrumpió, no sin antes mirar a su hermanita

con una expresión de reproche.—No le hagas caso, tía Sedna. Raine dice que a veces puede ver a nuestra madre en el fuego.

Pero, ya sabes, son cosas de niños.Raine no la desmintió, se dio cuenta que había cometido una imprudencia. A pesar de su corta

edad, ella sabía que en Mirphak era muy peligroso mencionar cualquier asunto relacionado con lamagia. Que solo podían practicarla en secreto. Habían acordado que ni siquiera Sedna lo sabría.

No obstante, la reacción de la mujer, los dejó atónitos. Ella detuvo sus quehaceres y los invitóa todos a sentarse a su lado, frente al hogar. Los miró a los ojos, uno por uno, como el día que seconocieron.

—Niños, ustedes saben tan bien como yo que en Mirphak la magia es considerada como unaespecie de maldición, algo que todos temen y rechazan. Pero yo sé que no es así. La magia existe,es real, y su pureza depende del alma de quien la practique. Mientras se quede dentro de estascuatro paredes, yo les prometo que guardaré el secreto —Sedna acarició el cabello de Raine condelicadeza y agregó—. Pequeña, si lo deseas, enciende el fuego. Para todos los efectos, seráncuatro niños sentados frente al hogar. Nada más. Eso sí, creo que es hora de que comencemos aguardar las apariencias. A partir del próximo domingo deberían acompañarme a la iglesia. ¿Estánde acuerdo?

Los niños se miraron a los ojos, sin dar crédito todavía a lo que acababan de escuchar. PeroRaine no se quedó callada…, casi nunca lo hacía.

—Tía Sedna, ¿tú también eres una…Sonriendo, Sedna colocó un dedo sobre los labios de Raine y dijo:

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—Ni lo menciones, pequeña.—Iremos contigo a la iglesia, tía Sedna —dijo Rigel.Lena asintió, pero Alya agregó algo más.—Te acompañaremos, aunque nuestras creencias son distintas… ¿Lo entiendes, tía Sedna?—Lo entiendo pero, como dije, es preciso guardar las apariencias. Y ahora, enciendan ese

fuego. Yo me ocuparé de terminar de preparar la cena.

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Capítulo 15Mirphak

Otoño, 1375Ya no le quedaban fuerzas para sostenerse en pie, en otro tiempo habría podido invocar el

poder del fuego, cruzar el bosque a través de un portal y llevarse a la loba con ella, pero eseenorme poder ya no existía, ahora le temblaban las piernas, le ardían los pulmones y su corazónlatía de manera tan frenética que le palpitaban las sienes.

—Sé que tú también estás herida, pero anda y busca ayuda, la casa no debe estar muy lejos,sigue el rastro de tus crías y la encontrarás.

La loba entendió a la perfección lo que ella le decía, pero no se inmutó. No quería dejarla allísola, a merced de las criaturas del bosque que, al percibir su debilidad, la devorarían en muypoco tiempo.

—Haz lo que te digo.La loba intentó arrastrarla apretando sus colmillos en la falda de la mujer, pero la tela se

rasgó. Después, colocó el entrecejo y ejerció presión sobre su espalda para ayudarla a levantarse.La mujer apretó los dientes y logró ponerse en pie, pero solo pudo dar dos pasos y cayó de

rodillas otra vez.—No puedo, las piernas no me sostienen.La loba miró a su alrededor, se alejó un poco de la mujer y regresó cojeando, con una fuerte

vara apretada entre sus colmillos. Cuando llegó hasta ella colocó la vara al alcance de su mano yemitió un leve gimoteo.

A pesar de la delicada situación en que se encontraba, la mujer esbozó una sonrisa y le dijo asu fiel compañera:

—No creo que pueda llegar muy lejos con eso.La sonrisa se amplió en su rostro cuando la loba inclinó la cabeza, dobló las patas delanteras y

se arrodilló. La mujer entendió enseguida lo que pretendía su compañera y pensó que al menosdebería intentarlo. No había llegado tan lejos para rendirse ahora. Reunió fuerzas y se puso en piecon dolor, apoyándose en la vara. Se agarró del cuello de la loba y se subió a su lomo. Juntasemprendieron el camino, cada paso les producía dolor, pero cada paso les acercaba a su destino.

...Los cuatro niños estaban sentados frente al fuego; acostados a su lado, sus fieles lobos

dormitaban apoyando la cabeza sobre sus patas delanteras. Como casi todas las noches, despuésde hacer sus deberes, contemplaban el fuego sin pestañear. Veían a su madre y a sí mismos através de las llamas, alguno de aquellos días de pesca que compartieron juntos, en familia, cuandoella aún vivía.

Sedna Woods preparaba la cena en la cocina, aunque por momentos se distraía de susquehaceres y miraba a los niños y al fuego. Ella no estaba segura que fuera sano para ellosrecordar a su madre de esa manera. Quizás era el momento de soltarla, de dejarla ir. Nunca laolvidarían, eso era seguro, pero recordarla así, de una forma tan gráfica, tal vez no les permitiríaterminar de aceptar que su madre ya no estaba, que ya no pertenecía al mundo de los vivos. Eradoloroso ver cómo la extrañaban, como alternaban una sonrisa llena de nostalgia con las lágrimasque, sin querer, resbalaban por sus mejillas.

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No obstante, esa no era la única razón por la cual Sedna se distraía por momentos de susdeberes, había otra que por instantes la inquietaba pero que, al mismo tiempo, la atrapaba sinremedio. Ella no podía entender la atracción que había comenzado a sentir y esa especie de dolorinexplicable por añorar a una mujer que nunca conoció en vida, pero que de un modo misteriosohabía aprendido a amar, al contemplar su recuerdo entre las llamas. No podía entender esaespecie de conexión, de vínculo que la cautivaba con una fuerza que era tan desconcertante comoirresistible. Y no, no eran solo sus rasgos físicos lo que la atraían, no era únicamente su hermosa ylarga cabellera negra compuesta por millones de hebras brillantes que descendían hacia suespalda, como una cascada. No solo eran esos ojos, verdes como el mar en aguas profundas, eratambién el brillo de esa mirada dulce, tierna y, a la vez, matizada de tristeza. No solo era su bocade labios finos, también era la impactante y bellísima sonrisa que se asomaba a través de ella yque, por momentos, muy breves, permitían escuchar el sonido de su risa, encantadora ysubyugante.

Sedna abandonó sus ensoñaciones y se concentró de nuevo en los niños, sintió que se le partíaun pedacito de su propia alma cuando escuchó el llanto de Raine en el momento en que las llamasvolvieron a ser solo llamas, ascuas que durante la noche proporcionan cierto calor para ahuyentarel frío.

Sedna, con voz dulce, los llamó a todos a la cocina con la excusa de que necesitaba su ayudapara terminar de preparar la cena. Los niños obedecieron, aunque la última en levantarse del suelofue Raine. Antes de acercarse a la cocina, ella se asomó a la ventana de la cabaña para vigilar elcamino, siempre vigilaba el camino, como esperando que en algún momento la silueta de su madrese dibujara a lo lejos, acercándose hasta ellos.

Al mirarla, casi adivinando los pensamientos de Raine, Sedna percibió como se resquebrajabaotro pedazo dentro de sí misma. Los cuatro hijos de Adara Roses la extrañaban mucho pero, sinduda, la más afectada por su muerte era su hija más pequeña.

Sedna volvió a llamarla con ternura:—Ven cariño, te necesitamos aquí, sin tu ayuda no podremos cenar a tiempo y todos tenemos

hambre, ¿verdad? —dijo, alternando la mirada entre los otros tres niños.Intuyendo las intenciones de Sedna, Lena intervino:—Es cierto lo que dice la tía Sedna, sin ti no podremos cenar. ¡Anda!, aparta la vista de esa

ventana y ayúdanos, ¿quieres?Pero la niña no hizo caso, no por desobedecer, sino porque creyó percibir una sombra, algo

que se aproximaba a paso lento entre la bruma de la noche, una silueta distante que aún no podíadistinguir, a pesar de la luna llena que resplandecía en el cielo. Pero de pronto la silueta se hizomás clara, entonces, con los ojos muy abiertos, exclamó, casi gritando:

—¡Kimera! ¡Es Kimera!Sin decir nada más, la niña se acercó con rapidez hacia la puerta de la cabaña con la intención

de abrirla y salir corriendo hacia lo que ella creía era la loba de su madre, pero Sedna y sushermanos fueron más rápidos y se interpusieron para evitar que la niña saliera así de la cabaña, altiempo que Lena se asomaba a la ventana con la intención de disuadir a su hermana. Ella pensaba,como todos los presentes que, en efecto, Raine pudo haber visto a una loba aproximarse a lacabaña, pero del mismo modo sabían que no podía ser Kimera. Ella no quiso acompañarlos yaunque hubiera sobrevivido, era imposible que atravesara sola el gran océano que separaba aMirphak de las tierras de Kabac.

Con esa idea en mente, Lena enfocó su vista en la figura que parecía aproximarse en dirección

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a la cabaña y de inmediato entendió a su hermana más pequeña. Aunque no podía distinguirla ensu totalidad, el animal que había divisado Raine era una loba o un lobo, y en verdad se parecíamuchísimo a Kimera, por su tamaño, por su porte, incluso porque era evidente que cojeaba, talcomo la recordaba.

—Se parece a Kimera, pero es imposible que se trate de ella —afirmó Lena, apartando lavista de la ventana y mirando a su hermanita.

Al tiempo que todos se acercaban a la ventana para ver al animal, la niña insistió y volvió aafirmar:

—Es Kimera, yo sé que es ella.—Eso es imposible —afirmó Rigel—. Kimera se quedó en Godran, se negó a abandonar a

nuestra madre, no puede ser…Las palabras de Rigel se vieron interrumpidas cuando los cuatro lobos, que hasta ese momento

habían permanecido en reposo, acostados en el suelo, se levantaron y comenzaron a aullar y amoverse inquietos por todo el salón.

Al mirar la reacción de los animales, Raine, pequeña pero terca, le dijo a Rigel con cierto airede suficiencia:

—¿Lo ves? Te lo dije. Es Kimera.—El hecho de que los lobos se inquieten no significa que sea Kimera, Raine —afirmó Alya en

apoyo a sus hermanos—. Mejor nos olvidamos de esto y comenzamos a cenar, tengo muchahambre.

—No, no nos podemos olvidar de esto, Alya. Es Kimera y tenemos que salir e ir por ella —insistió Raine—. Además, está herida, ¿no te das cuenta que todavía cojea de una pata?

Todos los hermanos comenzaron a hablar al mismo tiempo, se formó una algarabía que seintensificó con los aullidos de los lobos y su inquietud evidente, de modo que Sedna se vioobligada a intervenir. Alzó la voz y dijo en tono firme:

—A callar todos. No podemos ponernos en este estado cada vez que veamos a un animalafuera. Herido o no, ya comenzó a oscurecer —dirigiendo su mirada hacia Raine, se arrodillófrente a ella y agregó con ternura—. Pequeña, entiende, no debemos salir a estas horas, puede serpeligroso. Vamos a cenar y te prometo que si la loba o lo que sea se acerca más, saldremos eintentaremos ayudar, ¿está bien?

—Pero…La propia Raine guardó silencio cuando todos escucharon a la loba aullar afuera. De

inmediato volvieron a mirar a través de la ventana. Por imposible que pareciera, ese aullidotambién se asemejaba mucho al de Kimera, en especial por una especie de gemido que intercalabaentre un aullido y el siguiente. Para incrementar el caos que reinaba en el recinto, los loboscomenzaron a aullar de nuevo, esta vez con más ímpetu que antes.

El desconcierto se agudizó cuando Rigel pudo distinguir algo que reflejó el brillo de la luna.Casi sin creer lo que estaba viendo, exclamó:

—¡Esa loba lleva el amuleto de nuestra madre!Todos enfocaron su atención en el cuello del animal, se miraron a los ojos y haciendo caso

omiso de que era de noche, de que podía ser peligroso, se dirigieron a la puerta y se agolparon deforma desordenada para abrirla. Sedna, atónita, no tuvo tiempo de reaccionar, en un momento losniños y sus mascotas estaban dentro de casa y al siguiente todos habían salido y ya corrían haciala loba. A ella no le quedó otro remedio que seguirlos, corriendo también.

Por ser más rápidos, los lobos adelantaron a los niños, pero antes de acercarse más se

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detuvieron y, adoptando una actitud de manada, olisquearon el aire y observaron a la loba concautela. Ella volvió a aullar, los lobos la imitaron y fue en ese instante cuando la reconocieron.Todos aceleraron el paso para llegar hasta ella; cuando lo hicieron, la rodearon oliéndola,moviendo sus colas y acariciándola con sus hocicos en actitud juguetona, dejando en evidenciaque, a pesar de su gran tamaño, aún eran cachorros y como tal se comportaban.

Los niños todavía no los habían alcanzado, pero al observar la actitud de sus mascotassupieron con absoluta certeza que, en efecto, esa loba herida era Kimera. Decenas de preguntas seagolparon en sus mentes mientras corrían tan rápido como podían: ¿cómo había llegado Kimerasola desde tan lejos?... ¿Acaso su madre estaba viva y la había acompañado?... y siendo así,¿dónde estaba?

Cuando por fin llegaron, la loba se dejó acariciar por los niños que, entusiasmados yeufóricos, se abalanzaron sobre ella y la abrazaron. Fue en ese momento cuando Sedna, aspirandoaire para recuperar el aliento, logró alcanzarlos. La tierna escena no duró mucho tiempo porque laloba, adoptando una actitud más solemne, se alejó unos pasos y emitiendo un sutil y breve aullidoles hizo entender que la siguieran.

Los niños comprendieron de inmediato el lenguaje corporal de Kimera, se vieron a los ojossin hablar, aunque en cada uno de ellos un brillo de esperanza resplandeció en sus miradas.Siguieron a la loba a paso lento, sin dejar de mirar en todas direcciones en un intento por ubicar asu madre. Deseaban con todo su corazón que fuera ella y que estuviera viva. No podían pasar porel dolor de perderla… dos veces.

Habían avanzado unos cuantos pasos cuando Kimera volvió a aullar, sus cachorros la imitarony repitiendo lo que habían hecho antes, aceleraron el paso en dirección a un claro que se veía a lolejos. Los niños y Sedna comprendieron hacia donde debían mirar y allí estaba, el cuerpo inmóvilde una mujer tendida sobre el suelo. Sedna lo supo con certeza, al igual que los cuatro niños, esamujer no podía ser otra que Adara Roses. Todos aceleraron el paso para alcanzarla, todos rogaronlo mismo sin decirlo en voz alta: “Por favor, que esté viva”.

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Capítulo 16Como era de esperarse, los primeros en llegar fueron los lobos. Los cachorros rodearon el

cuerpo inmóvil de Adara y comenzaron a olisquearla. Kimera gimió cerca de su rostro e intentódespertarla empujándola sutilmente con su hocico. Después, lamió sus mejillas. La loba sollozócon más intensidad ya que ninguna de sus acciones lograba hacerla reaccionar.

Tanto Sedna como los niños se percataron de la frustración de Kimera mientras corrían contodas sus fuerzas para llegar hasta ellos.

Sedna fue la primera en alcanzarlos. El ritmo de su corazón, agitado por la carrera, se acelerótodavía más cuando tuvo a Adara frente a ella. A pesar de que estaba sucia, con sus vestidosrasgados y tenía varias heridas en su rostro, manos y brazos, su inextinguible belleza seguía allí.Pero no había tiempo que perder, pensó. Se agachó y colocó su oído sobre el pecho de Adara paracomprobar si su corazón seguía latiendo. Respiró aliviada cuando comprobó que así era. Lamentóno haber llevado consigo un poco del remedio, suministrado por el médico, que solía usar paradespertar a su madre cuando se desmayaba. Pero, ¿cómo iba a imaginar que esta noche una lobaherida la conduciría hasta ella?

—¡Mamá¡ ¡Mamá! ¡Mamá! —gritaron los niños cuando por fin lograron llegar. Todos searrodillaron a su lado y la rodearon de abrazos.

Sedna se emocionó al percatarse que los niños lloraban por su madre. Esta vez sus lágrimas noeran por su muerte, sino para celebrar un reencuentro que parecía imposible. Pero Sedna tambiénnotó el miedo y la duda en sus miradas. Su madre seguía inconsciente, estaba pálida y demacrada.No había que ser demasiado sagaz para entender que su estado era muy delicado.

A fin de tranquilizarlos, Sedna les dijo:—Su madre está muy débil pero aún respira, y su corazón sigue palpitando.—Tenemos que llevarla a la casa cuanto antes —dijo Rigel.—Así es —afirmó Lena—. Al llegar le prepararé su té y estoy segura que se aliviará.Sedna se dio cuenta que Lena no estaba muy convencida de sus palabras, que solo lo había

dicho para tranquilizar a Raine. La pequeña no había despegado su rostro del pecho de su madre,no había dejado de llorar rogándole que despertara.

—¿Cómo la llevaremos? —Preguntó Alya—. No trajimos al caballo ni la carreta.—Perderíamos mucho tiempo si regresamos por ellos. Tendremos que improvisar algo para

llevarla con nosotros sin lastimarla —señaló Rigel. Hizo una pausa y continuó—. Busquemosalgunos troncos pequeños, lianas y hojas de palma; aquí abundan. Fabricaremos una camilla.

Todos a excepción de Raine, quien seguía abrazando a su madre, asintieron y se dedicaron alocalizar los objetos que Rigel había sugerido. Kimera comprendió lo que los niños se proponíane inició su propia búsqueda.

Por fortuna, la luna llena, con todo su esplendor, continuaba brillando en el firmamento. Esoles facilitaría la tarea.

En muy poco tiempo lograron reunir lo necesario. Rigel asumió la dirección del trabajo y losdemás lo obedecieron sin chistar. Incluso Sedna ya conocía el talento innato del muchacho parafabricar, casi de la nada, objetos útiles en el menor tiempo posible.

De los bordes de la camilla improvisaba sobresalían varas más largas que servirían paralevantarla del suelo. Cuando estuvo lista, entre todos cargaron a Adara y con mucho cuidado la

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depositaron sobre ella.Rigel se paró al frente de una de sus esquinas de la camilla.—Raine, móntate encima de Snow para que él te lleve y no tengas que caminar. Tía Sedna,

Lena y Alya, colóquense cerca de las esquinas como yo. Agarren con fuerza la vara que sobresale.La levantaremos a la cuenta de tres —Cuando estuvieron listas y en posición, Rigel agregó—.Uno, dos, tres.

Emprendieron con cuidado el camino de regreso hacia la casa. Las ramas crujían bajo suspies. Los lobos, como guardianes de una lenta procesión, vigilaban cada paso del camino con lasorejas erguidas y haciendo uso de su potente olfato.

Habían tenido suerte hasta ahora pero todos lo sabían, mientras más avanzada la noche, máspeligroso resultaba caminar por esos bosques. Y no se equivocaron…

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Capítulo 17Casi a mitad del trayecto, los lobos dieron media vuelta y se detuvieron. Con sus cuerpos

tensos, el pelo erizado y las orejas rectas, mostraron sus dientes y emitieron sutiles gruñidos deadvertencia.

Un escalofrío recorrió la espalda de Sedna, su corazón comenzó a latir con fuerza y, cuandoobservó la expresión de los niños, vio el temor reflejado en sus miradas. Depositaron la camillasobre el césped. Lena se apresuró y cargó a Raine en brazos.

Todos se acercaron e interpusieron sus cuerpos entre la camilla y los lobos. Kimera y suscachorros comenzaron a emitir feroces e incesantes gruñidos. El preámbulo de un enfrentamientoinminente.

Fuera lo que fuera, la amenaza estaba ya muy cerca. El instinto les dijo a todos, humanos yanimales por igual, que no había forma de escapar. Se produciría una pelea donde solo lossobrevivientes serían los ganadores.

Desde las sombras, entre los troncos de los árboles cercanos, lo primero que distinguieronfueron sus ojos. Sedna contó por lo menos diez pares de ellos. Ojos inyectados en sangre,hambrientos de más.

Kimera y los lobos rodearon a Sedna y a los niños con la intención de protegerlos, pero ellossabían que poco podrían hacer una loba herida y sus cuatro cachorros frente a una jauría de lobossalvajes.

El macho alfa de la jauría reconoció enseguida a su contraparte. Supo de inmediato que era alos tres machos, en especial a Fire, a quienes debía atacar para obtener su recompensa: un festínde sangre y carne. Ese era su objetivo. Los machos serían sus víctimas fatales.

Aprovechando la mayor altura que le proporcionaba el terreno donde se encontraba, el lobosaltó en el aire mostrando sus colmillos y se abalanzó sobre Fire.

Sedna y los niños escucharon su gemido, profundo y lastimero. Su madre y hermanos atacaronpara defenderlo, pero el resto de los lobos solo habían estado esperando ese momento paraembestirlos con toda su furia, con toda su sed de sangre.

Sedna se fijó en los niños. Ellos se habían tomado de las manos y se miraban a los ojos conuna expresión decidida. La mujer entendió de inmediato cuáles eran sus intenciones. Usarían lamagia para defenderse. Pero ella no podía permitir algo como eso, de modo que se interpuso y lesordenó con voz firme:

—Deténganse. No lo hagan.Ignorando el peligro que implicaba lo que estaba a punto de hacer, el enorme riesgo de ser

vista por cualquier habitante trasnochado de Mirphak, la razón y la cautela se diluyeron como aguaentre los dedos, y fue el instinto el que tomó el control de sus actos. Sedna dio dos pasos y secolocó de espalda a los niños. Con los pies muy juntos y la columna erguida, extendió sus brazos aambos costados de su cuerpo y colocó las palmas de sus manos hacia arriba. Su larga cabelleranegra y su túnica blanca, de cuyas mangas holgadas sobresalían sus brazos extendidos, dibujaronuna cruz casi perfecta. Entonces, cerró los ojos y pronunció las palabras, las que había aprendidode memoria cuando apenas era una niña, de aquel libro que en secreto le había regalado su abuelay que aún conservaba oculto. El único testigo silente de la verdad que solo ella conocía. —Ennombre de Nashira, diosa del fuego, regente y guardiana del sol, invoco tu gran poder para que de

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mis manos surja el fuego. Ante la mirada atónita de los niños, que no podían creer lo que veían, unhalo de luz envolvió su cuerpo. De sus manos brotaron las llamas, flamas de fuego y azufre quepronto se transformaron en bolas incandescentes de color rosa oscuro. Sedna levantó los brazospor encima de su cabeza y lanzó las llamas hacia las temibles bestias que los acechaban.Aterradas, huyeron aullando y gimiendo hacia el interior del bosque.

El peligro había pasado, pero Sedna sabía que otro podría surgir a raíz de este infortunadoencuentro, uno incluso mucho más atroz para el que no habría defensa posible...

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Capítulo 18Los niños no articularon palabra, pero entendieron a la perfección el significado y las

implicaciones de lo que Sedna acababa de hacer. Mirándola a los ojos, se acercaron y laabrazaron. No obstante, el dulce momento duró muy poco. Todos centraron su atención en loslobos cuando escucharon su llanto, violento y desgarrador.

Corrieron de inmediato hacia ellos y comprendieron la razón de sus lamentos. Fire estaba muymal herido, al igual que Wind. Ellos dos fueron los que se llevaron la peor parte de eseenfrentamiento. Las hembras no habían sufrido pero, de los machos, solo fue Snow quien tuvosuerte. Agachados a su lado, examinaron sus lesiones. Fire no podía levantarse, los lobos lehabían lastimado una de sus patas. Wind, por su parte, tenía una profunda herida cerca del cuelloque sangraba profusamente. Además, una de sus patas había quedado tan o más lastimada que lade Fire. Lena vio a Sedna a los ojos, implorando con la mirada que consintiera lo que tenía quehacer para ayudarlos. Sedna accedió con un gesto de aprobación.

Lena posó sus manos sobre las heridas de ambos animales, cerró los ojos y pronunció en vozmuy queda, casi en un susurro, la oración que había aprendido de su madre. Invocó a la diosaMizar y solicitó su intervención para calmar la agonía de los lobos. Instantes después, ambosdejaron de sangrar y se quedaron dormidos, producto de la magia sanadora que Lena les habíaproporcionado.

—Gracias por ayudarlo —dijo Rigel, colocando una mano sobre el hombro de ella. Alya noarticuló palabra, pero miró agradecida a su hermana mayor—. No podremos llevarlos a todos enesa camilla —acotó Rigel—. No resistiría el peso. Ustedes lleven a mi madre a la casa, yo mequedaré con Fire y con Wind. Tía Sedna, regresa hasta aquí con el caballo para poder llevarnos alos lobos.

—No, eso sería muy peligroso. No podemos dejarte aquí solo, Rigel —dijo Sedna, negandocon la cabeza.

Rigel colocó una mano sobre la de ella. La miró a los ojos.—Tía Sedna, ambos compartimos el mismo don. Espero no tener que usarlo, pero no veo otro

modo de solucionar esto.—Yo sí —dijo ella—. No quiero que te expongas —Miró a cada uno—. Ninguno de ustedes.

Yo me quedaré con los lobos. Lleven a su madre a la casa. Ya sé cómo hiciste la camilla, Rigel.Haré otra igual y yo llevaré a los lobos cuando acabe.

—No podrás levantarla, tía Sedna —acotó Lena.—No lo haré, la arrastraré. Los lobos no saldrán lastimados, ellos reposarán sobre la camilla

mientras lo hago. Por favor, lleven a su madre a casa. Yo los alcanzaré tan pronto me sea posible.Raine rodeó el cuello de Sedna con sus bracitos.—Snow se quedará contigo. Él cuidará de ti.—Gracias mi pequeña —Sedna sonrió y respondió al abrazo de la niña apretándola contra su

pecho—. Vayan, no demoren más. Su madre necesita atención. Creo que tiene fiebre, esa debe serla razón de su inconsciencia.

Los niños obedecieron y retomaron la marcha hacia la casa. Snow se quedó con Sedna,acatando la orden de Raine.

...

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Sedna tuvo razón. Cuando estaban ya bastante cerca de la casa, los niños se percataron que sumadre ardía en fiebre. Sin haber recuperado la consciencia, su rostro sudoroso se movía de unlado a otro. Sus labios pronunciaban una serie de palabras que ninguno de ellos era capaz deentender.

Con la angustia reflejada en su mirada inocente, Raine tomó la mano libre de Alya y lepreguntó.

—¿Qué le ocurre a mi mami? ¿Por qué habla dormida?—No duerme, está delirando por la fiebre.—Tenemos que curarla —señaló Raine, decidida—. Es como si mami estuviera soñando con

una pesadilla de la que no puede despertar.—Así es —dijo Lena—. Reconozco que cuando la vi en medio del bosque, tan pálida, tan

demacrada, sentí miedo, pero después, cuando vi a tía Sedna hacer lo que hizo, recordé a mamá.Ella nos dijo que juntos somos como ella, y juntos vamos a lograr que sane.

—Sí —dijo Rigel, animado por las palabras de su hermana—. Eso haremos.—Bien. Al llegar, la llevaremos a la recámara de la planta baja. Yo prepararé su té, pero para

que lo pueda beber es necesario que despierte. Ustedes me ayudarán a lograrlo, usaremos juntosnuestros dones para ello. ¿De acuerdo?

Todos asintieron.Una vez que, con mucho esfuerzo, lograron acostar a su madre sobre la cama, Lena fue a

preparar el té mientras el resto de sus hermanos se quedaron acompañándola. Mojaron unas tirasde tela en agua fresca y la colocaron sobre su frente.

Adara continuaba delirando producto de la fiebre, que parecía haberse intensificado.Con un tono que evidenciaba su gran preocupación, Alya dijo:—Espero que Lena se apresure con ese té, necesitamos despertarla cuanto antes de esa

pesadilla....

En medio de sus desvaríos, Adara Roses era testigo del horror que a su paso iba dejando Draven Creighton.Ella no podía enfrentarlo, solo lo veía desde arriba, como si hubiera emprendido un viaje con su ojo mental, volando através del fuego. Draven ya no era un hombre, tampoco un lobo, sino un espectro. La muerte se reflejaba en su rostro,cadavérico y deforme. Colgajos de piel ennegrecidos pendían de todo su cuerpo. Se deslizaba erguido, volando muy cercadel suelo pero sin tocarlo, lo único que apenas lo rozaba eran los jirones de su capa raída y sucia. Silbaba aquella viejamelodía ahora convertida en tonos agónicos que, mezclados con el viento, sembraban pánico entre la gente.

Mientras más lejos se escuchaban esos escalofriantes silbidos, más cerca se encontraba la amenaza, y las personasque el espectro de Draven perseguía parecían saberlo.

Adara vio a un hombre que huía despavorido. Nada pudo hacer para evitar que lo alcanzara. Solo con susombra, la siniestra figura de Draven fue capaz de inmovilizarlo. El pobre hombre ya no gritaba, lo intentaba pero laparálisis se lo impedía, solo vio con horror como esa figura espeluznante se acercaba hasta su rostro. Con sus manos,un amasijo de huesos y piel podrida, tomó al hombre por los brazos y lo levantó del suelo, no demasiado, lo suficientepara que su cuerpo quedara suspendido en el aire. El hombre lo miraba con absoluto terror e intentaba gritar, peroen vano. La funesta criatura absorbió su aliento hasta que una esfera verde, pequeña y brillante, emergió de suinterior. Era su alma, que se mantuvo por breves instantes flotando en medio de sus bocas abiertas, hasta que elespectro completó la tarea, inspiró y se apoderó de ella. El hombre, sin vida, cayó al suelo. Su cuerpo comenzó aennegrecer y fue entonces cuando ocurrió la transformación. Se convirtió en otro espectro, silbando en la distancia,anunciando que estaba muy cerca de capturar otra alma, tal como se la habían arrebatado a él…

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Capítulo 19Lena llegó a la recámara con la taza humeante sostenida entre sus manos.—¡Por fin llegaste! —exclamó Rigel.Lena notó la expresión de angustia en los rostros de sus hermanos mientras colocaba la taza

sobre la mesilla, al lado de la cama.—¿Cómo está mamá? —preguntó alarmada.—Tiene mucha fiebre. Continúa delirando —respondió Alya.—Tenemos que salvar a mami —dijo Raine entre sollozos.—Lo haremos pequeña —Lena se sentó sobre la cama. Miró a cada uno de sus hermanos—.

Acérquense —les dijo—. Permanezcan muy cerca de mí, posen sus manos sobre mis hombros ycierren los ojos. Pase lo que pase no me detengan. Recuerden lo que nuestra madre suele decir: lamagia da, pero también quita. Los necesito. Necesito toda su fuerza, toda su energía, para haceresto y hacerlo bien.

Los tres hermanos acataron sus instrucciones.Lena colocó ambas manos sobre el corazón de Adara y cerró los ojos. Evocó sus palabras:

“Respira despacio, acalla la mente, aquieta el corazón. Respiración, mente, corazón”.Lena se estremeció cuando sintió el ardor de su madre penetrando en su cuerpo. No solo el

ardor, también las visiones de lo que parecía ser una espantosa pesadilla. Figuras horrendas quepatrullaban las tierras de Kabac sembrando muerte y desolación a su paso. Cuerpos putrefactosque flotaban en círculos a escasos metros del suelo arrastrando sus ropas sucias, hechas jirones.Con su gélido aliento silbaban una espantosa melodía que solo armonizaba con el gemido delviento.

El miedo atravesó su espíritu, clavándose en su corazón.En la distancia escuchó la voz de sus hermanos, la voz de su madre, gritando su nombre:

“Lena…, Lena…, Lena…”Abrió los ojos y vio el rostro de Adara, bañado en sudor, inundado por las lágrimas.—¡Mamá! —Alcanzó a decir con un hilo de voz. Se sentía aturdida, mareada, débil; su

corazón latía desaforado, como repiques de tambores que anuncian una guerra. Hundió su rostroen el pecho de Adara y comenzó a llorar.

Sintió el abrazo de su madre envolviendo su cuerpo. Sintió sus labios besando su frente, una yotra vez. Sintió a sus hermanos, abrazándolas a las dos. El miedo se disipó, dejando soloagotamiento.

—Hija mía, no has debido —le dijo Adara con voz queda—. Esto aún es demasiado para ti.Lena se incorporó para verla a los ojos. Se secó las lágrimas con el dorso de sus manos.—Tenía que hacerlo.Adara esbozó una sonrisa y acarició los rizos despeinados del cabello de su hija mayor,

llevando hacia atrás los más rebeldes que se empeñaban en cubrir su rostro.—Cariño, eso demandó todo de ti. Estás muy pálida.—No tanto como tú, mamá.—Creo que ahora son dos quienes necesitarán de ese té —dijo Alya, mirando hacia la taza que

todavía reposaba sobre la mesilla, al lado de la cama.Adara vio la taza.

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—Lena, anda, bebe de ese té, debes…—Pero mamá…—Sí Lena —Alya agarró la taza con ambas manos y se la ofreció a su hermana mayor—.

Bébelo tú. Yo prepararé otro para nuestra madre —La niña la miró—. Ella nos enseñó aprepararlo.

Adara esbozó una sonrisa y le dijo a Lena:—Anda hija, tómalo.—Gracias —dijo Lena antes de beber el primer sorbo.Alya se acercó al rostro de Adara, besó su frente y la abrazó. Cuando se incorporó tenía los

ojos humedecidos.—Me alegra tanto que estés de nuevo con nosotros, madre… Te amo.El corazón de Adara palpitó dentro de su pecho de puro gozo. Era la primera vez que su hija,

reservada y callada por naturaleza, le decía algo como eso.—Te amo mi niña bella —dijo Adara mientras la abrazaba. Miró a cada uno de sus hijos—.

Los amo. Aún estoy muy débil y creo que así continuaré por algún tiempo. El viaje hasta aquíexigió todo de mí, consumió las pocas fuerzas que me quedaban, pero les juro que no hay nada queme alegre tanto como tenerlos a mi lado de nuevo.

Todos se unieron en medio de un apretado abrazo.» ¿Cómo me encontraron? —Preguntó Adara—. Cuando me di cuenta que perdería el

conocimiento coloqué mi amuleto en el cuello de Kimera, con la esperanza de que ella encontrarael camino hacia ustedes… —Adara buscó a su loba con la mirada. Kimera se acercó moviendo lacola y lamió su mejilla. La hechicera sonrió y acarició a su fiel amiga, pero se percató que soloHope se encontraba acostada cerca de la puerta—. ¿Dónde están el resto de los lobos?... ¿Dóndeestán Fire, Snow y Wind?

Rigel respondió:—Tuvimos un encuentro desafortunado con una jauría de lobos salvajes cuando regresábamos

contigo…—¿Qué pasó? —Preguntó Adara, sobresaltada, temiendo lo peor.—Tranquilízate madre —respondió Rigel con rapidez—. Snow está bien. Fire y Wind

resultaron heridos durante el enfrentamiento. Pero no te preocupes, antes de proseguir nuestrocamino hacia acá, Lena los ayudó. Ellos se pondrán bien —señaló Rigel, con la esperanza de queasí fuera. En el fondo seguía preocupado, pero no quiso alarmar a su madre—. Tía Sedna sequedó con ellos, los traerá pronto —agregó.

—¿Tía Sedna? —Preguntó Adara—. ¿Quién es ella?—Es la esposa de tío Norman, el hijo mayor de la difunta Kara Roses —respondió Alya.—Tío Norman no nos quiere, mami —dijo Raine—. Pero tía Sedna sí. Ella es buena, nos ha

cuidado bien y nos quiere mucho. Nosotros a ella también. Además, es muy bonita… Se parece ati mami.

—Siendo así, me encantará conocer a su tía Sedna y agradecerle por cuidarlos y quererlos —dijo Adara alborotando el cabello de su hijita—. Pero, ¿por qué dices que su tío Norman no losquiere?

—Porque lo hemos escuchado cuando se lo grita a tía Sedna. Él casi nunca viene a casa, perocuando lo hace tenemos que dormir en el granero. Él no desea ni vernos a la cara —respondióRigel.

—Y mucho menos a los lobos —agregó Raine.

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—Bueno, hijos, espero recuperarme pronto…, al menos lo suficiente para que podamosregresar a nuestro hogar.

—Mami, cuando regresemos, ¿podríamos llevar a tía Sedna con nosotros?... Ella no es felizaquí.

—Eso me encantaría —señaló Rigel.—Tía Sedna no puede dejar sola a su madre —acotó Alya—. Me temo que si regresamos a

Godran sería sin ella.—Eso es una lástima, la voy a extrañar mucho —dijo Raine, haciendo pucheros.A pesar de que Adara sentía que se le cerraban los ojos sin querer, producto de su debilidad,

hizo su mejor esfuerzo para bromear con los niños.—¡Uy! Ya veo que quieren mucho a su tía Sedna… ¿Acaso debo comenzar a ponerme celosa?

—preguntó, imitando los pucheros de su hija más pequeña.Todos los niños sonrieron y la abrazaron. Raine le dijo riendo:—No mami, nada de celos. Tía Sedna es muy buena, pero tú eres nuestra mami.—Siendo así necesito que cada uno me dé un montón de besos.El rostro de Adara se quedó pequeño con todos los besos que recibió de sus hijos.—Mamá —dijo Alya en un tono más serio—, voy a preparar ese té. Lo necesitas.—Anda mi amor, y que sea fuerte.—Si madre. Volveré en un momento —dijo Alya. Se levantó de la cama y salió de la recámara

en dirección a la cocina.Adara fijó su atención en Lena. Ella había permanecido muy callada después de haber bebido

el té que su hermana le ofreció.—Hija, ¿cómo te sientes?—Mejor mamá, en verdad el té me sentó muy bien… —Lena hizo una pausa, como dudando si

quería preguntar, más bien, dudaba en querer saber, pero necesitaba hacerlo—. Mamá, ¿qué sonesas criaturas?

Adara se sorprendió ante la pregunta. Le impactó sobremanera darse cuenta que la conexióncon su hija era de tal magnitud e intensidad que ella había logrado captar sus espantosas visiones.

—No lo sé, hija —respondió con sinceridad—. Espero que sólo hayan sido producto de misdelirios ocasionados por la fiebre.

—¿Qué criaturas? —preguntó Raine.—No te preocupes —respondió Lena con rapidez—. Solo fueron parte de una pesadilla,

¿verdad, mamá?Madre e hija se miraron a los ojos. El pecho de Adara se infló de orgullo al darse cuenta que

Lena había respondido de esa forma para proteger a su pequeña hermana, tal como se lo prometióel día que se despidieron.

—Así es pequeña. No te preocupes. Sólo fue una pesadilla que Lena vio cuando ambas nosconectamos hace rato…

—Aquí te traigo tu té —dijo Alya, con la taza humeando entre sus manos. Cuando se acercó losuficiente, se la ofreció a su madre y agregó—. Bébela toda, te hará sentir mejor.

Adara colocó ambas manos sobre la superficie de la cama e intentó sentarse para poder beberel té, pero se encontraba tan débil que ni eso pudo hacer. Sus hijos lo notaron y enseguida seprestaron para ayudarla. Cuando lograron sentarla, Adara percibió que la cabeza le daba vueltas.Se encontraba muy mareada.

Lena tocó la frente de su madre.

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—Mamá, tienes mucha fiebre. Por favor, bebe el té que Alya preparó y descansa, ¿sí?Necesitas recuperarte.

Adara asintió.Alya se acercó y asistió a su madre para que pudiera beber el té sin necesidad de agarrar la

taza con sus manos.Adara tomó los primeros sorbos del brebaje. Sintió alivio cuando el líquido caliente bajó por

su garganta.—Está muy bueno, Alya. Gracias.—Bébelo todo madre —dijo Rigel.—Si mami, todito —afirmó Raine mientras acariciaba el cabello de Adara.—Te despertaremos con regularidad para darte más. Haremos turnos para cuidar de ti. Ahora

duerme. Descansa —dijo Lena, en el momento en que Adara bebió el último sorbo de la taza.Los cuatro niños ayudaron a su madre a acostarse de nuevo y se sentaron a su lado para

acompañarla hasta que se quedara dormida.Raine la abrazó.—Mejórate pronto, mami.Adara sonrió, besó a su hijita en la mejilla y afirmó:—Sí mi pequeña, lo haré.Adara cerró los ojos. El té le había hecho sentir mejor, pero lo que más la alivió fue saberse

rodeada por sus amados hijos otra vez. No existía en todo el mundo poción, hechizo o brebajealguno capaz de darle fuerzas como eso.

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Capítulo 20En el transcurso de los días siguientes Adara permaneció dormida la mayor parte del tiempo,

producto de la magia sanadora que le otorgaba su hija mayor. Ella intuyó que solo en reposo sumadre podría recuperarse de sus dolencias físicas.

Tal como le había dicho a sus hijos, el esfuerzo para llegar a Mirphak agotó la poca energíaque le quedaba, lo que prefirió omitir, para no preocuparlos, fue que su debilidad no se habíaoriginado durante el viaje, sino por las secuelas de la magia negra que Draven Creighton habíaempleado contra ella, y por los efectos remanentes del veneno que su propio cuerpo habíaabsorbido en su afán por destruirlo. No obstante, todos sus hijos eran muy perspicaces, y lamirada de preocupación que veía en sus rostros lo confirmaba. Ellos lo sabían, a pesar de laprudencia de Adara en no hablar del tema.

Durante todos esos días y todas esas noches, Adara se mantuvo con fiebre, no tan intensa comopara llevarla al delirio, pero si lo suficiente para que los niños estuvieran muy pendientes de ella.Cada vez que despertaba, encontraba a su lado a cualquiera de sus cuatro hijos. Ellos velaban susueño y estaban prestos para suministrarle la taza de té caliente que tanto bien le hacía.

Una tarde, cuando se disponía a tomar el potente brebaje de manos de Lena, Adara se diocuenta que ya no vestía sus ropas rotas y sucias. De hecho, se percató que la habían aseado enalgún momento mientras dormía.

—¿Quién me aseó y me cambió de ropa?—Lo hemos hecho de forma regular tía Sedna, Alya y yo. Fue idea de tía Sedna, ella pensó que

así te sentirías más a gusto.—Así es. Algo más que tendré que agradecer a la tía Sedna cuando la conozca.—Ella ha venido varias veces para saber de ti, solo por breves momentos. Sus ocupaciones en

el viñedo siempre la mantienen bastante ocupada, además…Lena hizo silencio cuando escuchó, a través de una de las ventanas de la recámara, una fuerte

discusión en la parte exterior de la casa, aunque la única voz que se distinguía con claridad era lade tío Norman. Su tono de voz, de por sí severo y viril, se tornaba implacable cada vez que ibadirigido hacia tía Sedna o a cualquiera de ellos…, las pocas veces que les dirigía la palabra. Lenavio a su madre y anticipó la pregunta al percibir su mirada interrogante.

—Son tío Norman y tía Sedna. Él llegó hoy. Vino a buscar, según dijo, unas municionesespeciales que necesita para irse de cacería otra vez.

Madre e hija hicieron silencio y escucharon la disputa.—Te dije bien claro que no quiero ver a esos niños ni a esos lobos en mi casa.—Norman, por favor, entiende. Su madre, tu prima, llegó muy enferma y sus hijos la están atendiendo. No

puedo enviarlos a todos al granero ahora.— ¡Maldición! ¿En qué has convertido mi casa, en un auspicio?—No maldigas, alguien podría escucharte.—No me vengas con eso ahora Sedna Woods. No tienes ni idea de lo arrepentido que estoy de haberme casado

con una mujer como tú. Eres una inútil.—Te prometo que cuando regreses ellos no estarán en tu casa.— ¿Pero sí en el granero, verdad?—No, acondicionaré la casa de mi madre, el lugar donde vivíamos ambas antes de casarme contigo.

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— ¿Y por qué no pensaste en eso antes, mujer estúpida? Me habrías ahorrado unos cuantos disgustos.—Porque los niños estaban solos, en esa casa no hubieran tenido a nadie para cuidarlos. Pero ahora que su

madre llegó, ellos podrán vivir allá.—Me parece perfecto. Espero, ahora sí, que al regresar no los encontraré en mi casa.—Te lo prometo. Así será.Madre e hija escucharon los cascos de un caballo alejándose de la casa. Lena se asomó a la

ventana para asegurarse.—Tío Norman se acaba de marchar…, por fortuna.—Ustedes tenían razón, ese hombre no los quiere y es obvio que a mí tampoco.—Así es, pero ya escuchaste a tía Sedna. Ella encontró una solución. Al menos mientras

terminas de recuperarte. Después regresaremos a nuestro bosque.—¿Por qué ese hombre trata tan mal a Sedna?... Peor aún, ¿por qué ella acepta que la maltrate

así?—No lo sé mamá, lo único que he entendido casi desde que llegamos aquí es que esto no es

Godran. La gente de Mirphak es… distinta.Adara notó el abatimiento de Lena cuando pronunció esa última frase.—¿Tan malo es, hija?—Te citaré un ejemplo. Cuando desembarcamos, hace unos meses, mis hermanos y yo

percibimos de inmediato el rechazo con el que nos miraban, mucho más cuando veían a nuestroslobos. Los habitantes de Mirphak no toleran a los extraños y tratan muy mal a los animales. Esedía, por ejemplo, vimos a un hombre que conducía una carreta, llevaba una carga muy pesada, aunasí, no se cansó de darle latigazos a su caballo para que el pobre animal avanzara más rápido.Cuando tía Sedna se enteró que todos somos hechiceros…

—¿Qué? ¿Tía Sedna lo sabe? —interrumpió Adara, desconcertada y preocupada al mismotiempo.

—Tranquila mamá, tía Sedna es diferente. Ya te darás cuenta cuando la conozcas.—Está bien, prosigue.—Lo hare. El caso es que cuando ella lo supo, nos dijo que deberíamos guardar las

apariencias y por ello nos pidió que la acompañáramos a la iglesia. Nosotros estuvimos deacuerdo. Un domingo, mis hermanos y yo vimos a ese mismo hombre en la iglesia, rezando ydándose golpes de pecho.

—¿Cuál hombre?—El mismo hombre que no se cansaba de darle latigazos a su caballo. El hombre que vimos

hacerlo el día que desembarcamos. Ese domingo, cuando salimos de la iglesia y veníamos caminoa casa, Raine le dijo a tía Sedna en voz muy baja: “No entiendo esta religión, no entiendo cómo la mismapersona puede ser tan mala y al mismo tiempo entrar a su iglesia para rezar como si nada”.

A pesar de lo lamentable del relato, Adara esbozó una sonrisa, no por la anécdota en sí misma,sino por la observación tan pertinente que había hecho su hijita. Ella continuó escuchando a Lena.

»Tía Sedna no respondió, solo asintió, la que sí hizo un comentario al respecto fue Alya.Certera, como siempre, solo dijo: “Yo sí lo entiendo. Se llama hipocresía”. ¿Comprendes lo que digo,mamá?

—Sí, Lena.—La gente de Mirphak es devota de un solo Dios, profesan una religión que ni yo ni mis

hermanos entendemos, sobre todo porque hay mucha hipocresía. Sin ir muy lejos, el propio tíoNorman. Ya oíste lo mal que trata a tía Sedna, su esposa, y él es pastor de la iglesia. Se supone

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que, al menos, debería dar el ejemplo, ¿cierto?—Te entiendo hija. Bueno, es preciso que me recupere pronto. Así podremos regresar cuanto

antes a nuestro bosque.—Así es mamá —Lena le dio un beso en la frente—. Ahora descansa para ello, ¿de acuerdo?Adara sonrió y se acostó de nuevo.—De acuerdo.

...Norman Barlow espoleó su caballo y se dirigió hacia el centro del pueblo. Antes de

reencontrarse con Regina necesitaba adquirir algunos implementos, además de las municionesespeciales, que ya traía consigo, para ir de cacería con sus amigos a la semana siguiente.

Una vez que compró lo que necesitaba, montó en su caballo de nuevo y se encaminó hacia lacasa de su amante, pero cuando estaba a punto de salir de Mirphak escuchó una voz familiarllamándolo por su nombre.

Norman recortó las riendas para aminorar el paso y esperó a Rob Carlton, su amigo ycompañero de cacería, quien venía montando sobre un caballo que él no conocía.

Al acercarse, ambos hombres se saludaron y comenzaron a cabalgar uno al lado del otro.—¿Qué pasó con tu caballo, Rob? Este que montas ahora es otro.El hombre obeso de piel rosa mostró sus grandes dientes cuando respondió con una sonrisa

burlona:—Lo convertí en costillas. Era un inútil.Norman dijo riendo:—Si mal no recuerdo es el segundo o tercer inútil en lo que va de año. Quizás si distribuyeras

la carga de tu carreta entre dos caballos en lugar de uno, los animales serían menos inútiles, ¿nocrees?

—¡Pamplinas! Los caballos son bestias de carga, deberían hacer bien su trabajo. No he tenidosuerte en encontrar todavía el adecuado, eso es todo.

—Pues más vale que lo encuentres y pronto. Tal como yo lo veo estás perdiendo dinero.—En eso quizás tengas razón. Lo pensaré. Pero antes veremos cómo me va con este. Es fuerte

y me costó una pequeña fortuna.—Lo imagino.—¿A dónde te diriges ahora? —Usando un tono sarcástico, Rob agregó—. Esta no es la ruta

hacia tu casa.Norman levantó las cejas y entornó sus ojos azules para responder.—Tú sabes a dónde voy. De hecho, eres el único de mis amigos que lo sabe.—Norman, ten mucho cuidado. Si te descubren podrías perderlo todo. Tu cargo, tu

reputación...—Siempre lo tengo, aunque estoy hastiado de esta situación.—Pero nada puedes hacer al respecto. Eres un hombre casado. A menos que enviudaras,

seguirás con esa mujer y lo sabes.—Lo sé y es justo por eso que estoy cansado.—¿Siempre iremos de cacería, verdad?—Sí, acabo de comprar en la tienda lo que me hacía falta.—Perfecto. En esta oportunidad no, pero la próxima vez llevaré a mi hijo.—Henry solo tiene 12 años —señaló Norman, un tanto sorprendido— ¿No te parece que está

muy joven para ir a cazar?

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—El muchacho siempre trata de imitarme y de complacerme, pero es un poco despistado.Espero que la concentración que se requiere para cazar lo ayude a centrarse. Hace unas semanas,al atardecer, me quiso acompañar para colocar unas trampas a los zorros y me dio un gran susto.

—¿Qué pasó?—Para hacer el cuento corto, se perdió. Por fortuna había luna llena y logré encontrarlo. Pero

ya era de noche cuando lo hice. Estaba pálido como un fantasma.—Debió asustarse mucho.—Así es, a tal punto que a pesar del regaño que le di no dijo una sola palabra mientras

regresábamos a casa.—Me alegro que lo hayas encontrado. El bosque no es un lugar seguro y mucho menos de

noche.—Lo cual me recuerda que te espera un largo camino. Deberías marcharte ya. Pronto

oscurecerá —señaló Rob, mirando el cielo.—Así es. Hasta la próxima semana —respondió Norman al tiempo que espoleaba su caballo

para reiniciar su camino.—Hasta pronto —dijo Rob, imitando a su amigo.

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Capítulo 21Las pesadillas con aquellos espectros no se repitieron, sin embargo, Adara tuvo sueños

inquietantes, fragmentos, quizás, de visiones premonitorias: una espada que relucía en elfirmamento alejando a aquellas espantosas criaturas; una Godran que ella no conocía, dondemujeres hermosas y valientes aprendían a manejar la espada y parecían prepararse para unaguerra.

Una noche, casi de madrugada, Adara tuvo un sueño que percibió más coherente y estructuradoque los anteriores. Además, por el lugar donde se encontraba, intuyó que no se trataba de unapesadilla:

Identificó el territorio de inmediato. Su madre la había llevado a conocerlo cuando ella era una niña. Seencontraba en Yuruaní, una zona despoblada de la comarca de Aurana, cerca de la costa sureste de la isla deAntares. La vista era una de las más bellas y espectaculares que Adara podía recordar, en especial por las singulares“montañas de Auyante” y sus imponentes saltos de agua, cascadas que descendían desde la cima de las montañas; aveces, como enormes bloques de agua; otras, como pequeños hilos que se escurrían con timidez, para confluir en el valley convertirse en los afluentes del río Ocoroni.

Yuruaní era el único lugar en el mundo donde existían estas montañas. Enormes mesetas de roca maciza deparedes verticales y cimas planas, cuya superficie estaba conformada por extensas praderas siempre verdes, siempresalpicadas de flores.

La cordillera de Auyante bordeaba al sureste con el mar de Eris. Las imponentes olas chocaban de maneraincesante contra sus empinadas paredes, luchando una guerra que no tenía fin. Al noroeste, la misma cadena demontañas formaba un valle en forma de herradura. Las corrientes del majestuoso e irreverente río serpenteaban,caprichosas, bañando con sus aguas el verde valle que se alojaba en su interior y los pies de algunas montañasseparadas de la cordillera. Y cuando los rayos de sol impactaban contra alguna de las millones de gotas de agua quecaían desde las cimas de las montañas, entonces era la naturaleza quien parecía haberse convertido en una auténticahechicera, su sortilegio más poderoso se manifestaba en forma de magníficos arcoíris, para regalarle al valle los únicoscolores que no poseía por derecho propio: el naranja, el rojo y el violeta.

Adara recordó la historia que su madre le había contado cuando admiró por primera vez esas imponentesmontañas: “Hija, hace mucho, mucho tiempo, esta tierra estuvo habitada por gigantes. Ellos necesitaban lugares parasentarse. Usaron sus enormes hachas y cortaron los troncos de los árboles, casi a ras del suelo. Las diosas semolestaron, ya que los gigantes habían atentado contra la naturaleza al cortar, sin su consentimiento, los árboles queservían para dar frutos y sombra. Por ello, lanzaron un hechizo. Convirtieron los troncos en roca maciza paraendurecerlos y volverlos incómodos para las posaderas de los gigantes. Además, hicieron que el agua comenzara abrotar de sus cimas en forma de cascadas. Y como los gigantes no querían mojarse los pies y mucho menos sustraseros, tomaron sus hachas y se marcharon para siempre. Se dice que los gigantes se extinguieron porque las únicasmontañas que encontraron para sentarse resultaron ser volcanes”.

Adara soltó una carcajada al recordar las palabras de su madre. A ella le encantaba hacerla reír y lo lograbasiempre, cada vez que inventaba historias como esa. Supo, por la altura donde se encontraba, que estaba en la cima dealguna de esas montañas.

Disfrutando el hermoso paisaje, comenzó a caminar con sus pies descalzos sobre la hierba. La brisa fresca de lamañana acarició su rostro, impregnándolo de rocío. Adara cerró los ojos por un momento, extendió los brazos haciaambos costados de su cuerpo y aspiró tan profundo como pudo. Quería deleitarse con el aroma de la tierra mojada porla lluvia, la misma que caía invariablemente cada mañana. Quería escuchar con atención el melodioso canto de los

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gorriones de alas doradas, las aves encargadas de hacer brotar y germinar la extensa vegetación en los bosques deKabac.

Momentos después, Adara abrió los ojos para contemplar la laboriosa faena de los pequeños gorriones, paraobservar las semillas que se desprendían de sus alas, diminutos granos dorados brillando como luciérnagas sobre latierra, anunciando la concepción de una nueva vida.

Al verlos, Adara sonrió de nuevo al recordar la leyenda. Una leyenda que ella había comprobado como cierta,cuatro veces ya en su vida: “Cuando escuches el canto de un gorrión de alas doradas sabrás que has concebido unanueva vida, por obra y gracia de la diosa Mizar, madre de la tierra, regente y guardiana de la primavera, de lafertilidad y de la vida”.

Adara salió de sus ensoñaciones cuando a sus espaldas escuchó una voz masculina llamándola por su nombre enun tono amistoso. La mujer se giró para mirar de quién se trataba y su ánimo, ya colmado de gozo, se hinchó aúnmás al comprobar la identidad del portador de esa voz, grave y entrañable al mismo tiempo.

Frente a ella tenía ahora al unicornio blanco, no sólo a él, Adara observó a varios de su especie pastandopacíficamente sobre la hierba y a otros galopando en libertad por la superficie plana de la enorme meseta. No obstante,la mujer también notó que de todos los unicornios era solo él quién poseía un brillante halo de luz que bordeaba lasilueta de su cuerpo.

—Adara Roses, en nombre de los unicornios de las montañas de Auyante, te doy la bienvenida.La mujer recordó a su madre de nuevo. Tal como ella le había contado, el unicornio no hablaba con palabras,

parecía transmitirlas a través del pensamiento.Adara intentó responderle del mismo modo.—Gracias —No se sorprendió demasiado cuando notó que también podía hablar sin emitir sonido alguno.—Te estaba esperando. Necesitas escuchar lo que tengo que decirte. Pero antes, permíteme presentarme —“dijo”

el unicornio, haciendo su conocida reverencia—. Mi nombre es Firense.—Me presentaría yo también, pero tal parece que ya conoces mi nombre.—Así es. Conozco tu nombre, tu historia, tu misión y una parte de tu destino.— ¿Mi destino? —preguntó Adara.Firense pareció notar la curiosidad en la expresión de Adara y respondió:—Ese no me está permitido revelarlo.—Lo imaginé —“dijo” Adara sonriendo—. Pero hay algo que sí puedes decirme… Eso espero —agregó.—Dime.—El día que me enfrenté a Draven Creighton, tú fuiste lo último que vieron mis ojos antes de perder la

consciencia. Pensé que venías a escoltarme hacia el otro mundo, pero no fue así, tú…—Yo te salvé. Lamí tus manos para que el veneno no te matara.— ¿Por qué lo hiciste? Ya no tengo poderes. No lo entiendo. Además, lograste salvar mi cuerpo de la muerte,

pero el daño que hizo la magia negra en mi espíritu permanece. Y bien sabes que no podré recuperarme de ello.—No des nada por sentado, Adara Roses.— ¿Quieres decir que…—Que todo ocurre por una razón —sentenció el unicornio—. Te salvé porque tienes una misión que cumplir.—Pensé que ya la había cumplido al destruir a Draven Creighton.—No lo hiciste.— ¿No cumplí mi misión?—No…, y tampoco destruiste al Oscuro.— ¿QUÉ? Yo lo vi desvanecerse frente a mí.—No del todo. Lo que quedó de él, justo ahora, comienza a transformarse en algo todavía más siniestro. Tomará

su tiempo, pero ya es irreversible.

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Adara enmudeció. No fue capaz de pensar en algo coherente. Se limitó a escuchar al unicornio.»Lo que te diré a continuación es un secreto. Nadie, absolutamente nadie, puede saberlo. ¿Prometes guardar en

secreto todo lo que debo revelarte, Adara Roses?La mujer no respondió.Firense repitió la pregunta.— ¿Me lo prometes?—Lo prometo —respondió Adara, solemne, pero apenas con un hilo de voz.—Cuando tu hija mayor se despidió de ti aquel día, te llamó con un nombre: “La última hechicera”… Así

serás recordada siempre, incluso muchos años después de tu muerte. Pero Draven Creighton también será recordado.Se referirán a él como… “El primer silbante”.

Adara puso las manos sobre su pecho y contuvo la respiración. Recordó la pesadilla en medio de sus desvaríos.Sintió nauseas. Su corazón comenzó a palpitar con fuerza. El miedo invadió su espíritu.

— ¡No puede ser! —Logró exclamar, consternada.—Esa es tu misión verdadera, Adara Roses, enfrentar a los silbantes… Enfrentarlo a él y vencerlo, esta vez,

para siempre.Intentando reponerse al temor que la embargaba, la mujer preguntó:— ¿Cómo?... Ni siquiera tengo poderes. Mi cuerpo podrá sanar…, con el tiempo. Acabas de insinuar que mi

espíritu también, pero mis poderes no podré recuperarlos.—Tus hijos…Adara interrumpió al unicornio negando con la cabeza. La histeria amenazaba con apoderarse de sus emociones.— ¡NO! ¡Mis hijos no! No los salvé de Draven Creighton, o lo intenté, ofreciendo mi vida en el proceso, para

que ahora ellos se enfrenten a algo mucho más siniestro que él, como tú mismo acabas de señalar. No, eso no.¡Jamás!... Si todo lo sabes, como dices, debes conocer la reacción de mi hija mayor cuando se conectó conmigo y vio a esascriaturas espantosas...

—Calma, Adara Roses…— ¿Cómo pretendes que me calme? Acabas de decir que…—Enfrentarse a esas criaturas no es la misión de tus hijos. Es tu misión… y la mía.— Pero, ¿cómo?..., ¿sin poderes?—No te precipites, no des nada por sentado, como dije antes. Necesitas recuperarte para regresar a Godran. Si lo

logras, no vendrás sola, tu familia regresará contigo. Cuando eso suceda, yo iré a tu encuentro. Juntos enfrentaremos aesas criaturas. Juntos intentaremos derrotarlas.

Adara no se sentía capaz de enfrentar a nada ni a nadie, mucho menos a seres como esos. Espectros queparecían provenir del mismo infierno.

—Tengo miedo —confesó, con brutal sinceridad.—Lo sé. El sortilegio diezmó tu cuerpo y tu espíritu. Tendrás tiempo para sanar… Espero que puedas lograrlo.

De ser así, podrás cumplir tu parte en la misión que tenemos por delante.— ¿Qué pasará con mis hijos? —Preguntó. Sintió que el miedo se transformaba en pánico—. Me aterra

pensar que ellos… No sé si lograré recuperarme, pero debes prometerme que mis hijos no se verán obligados a lucharcontra esos monstruos.

—Te lo prometo. Si logramos la misión que nos ha sido encomendada, tus hijos no tendrán que enfrentarse a lossilbantes.

— “No tendrán”… ¿dices?—Adara Roses, si no logramos derrotar a los silbantes, si por lo menos no logramos contenerlos, no habrá alma

sobre la tierra que pueda detenerlos. Se apoderarán de todas ellas: la de humanos y hechiceros por igual.Consternada por el alcance y la gravedad de lo expresado por el unicornio, Adara preguntó; aunque temía conocer

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la respuesta:—Cuando mencionaste “la tierra”… ¿te referías únicamente a las tierras de Kabac?—No. Me refería a toda la tierra. Al planeta… por entero.Adara despertó sobresaltada. Lo que había comenzado como un hermoso sueño terminó siendo

una nueva pesadilla. Le pareció casi un mal chiste que el unicornio hubiera elegido su hogar, eselugar tan hermoso, para revelarle una verdad tan terrible como esa.

La pesadilla era real… Demasiado real.Adara percibió como su cuerpo temblaba y, esta vez, no era por la fiebre.

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Capítulo 22—¿Te encuentras bien?En medio de la penumbra, Adara escuchó una voz femenina que no supo reconocer de

inmediato. Le habría tomado algunos segundos adaptar su visión a la oscuridad que envolvía lahabitación, pero no hizo falta. La luz de unas velas recién encendidas, en un candelabro al lado dela cama, le permitieron ver a la autora de aquella pregunta. Entonces recordó las palabras de supequeña hija. La tía Sedna era, sin duda, una mujer muy hermosa. Llevaba su largo cabellorecogido hacía atrás en una coleta, lo que le permitió escrutar su bello rostro con mayor facilidad.Pero, más allá de su innegable belleza, lo que más le llamó la atención fue su mirada. Eraprofunda e intensa. Reflejaba dulzura y melancolía, bondad y aflicción. Una mirada que a Adara,por alguna razón, le resultó demasiado familiar.

A pesar de la fatiga provocada por aquel mal sueño, del que recién acababa de despertar, lapresencia de esa mujer le transmitió una sensación de sosiego, de calma, que de cierto modo ledevolvió un poco de paz a su atormentado espíritu. Por ello, Adara respondió, intentando sonreír.

—Creo que tuve un mal sueño.Esa sensación placentera se incrementó en el momento en que percibió el contacto de su mano

tocando su frente.—Aún tienes quebranto pero creo que la fiebre comienza a remitir —dijo la mujer, mientras le

devolvía una espléndida sonrisa.Adara se distrajo cuando escuchó el inconfundible gimoteo de Kimera. La loba se había

quedado dormida a su lado pero despertó al escucharla. Mostró su evidente entusiasmo moviendola cola de un lado a otro.

Adara también se emocionó al verla, la acarició y le preguntó:—¿Cómo estás, mi fiel amiga?La loba respondió, a su manera, lamiendo su mejilla. Adara ya sabía, por sus hijos, que Fire y

Wind estaban sanando, pero de igual manera se interesó por ellos. Miró a la mujer y dijo:—¿Cómo están los lobos?—Todavía cojean, pero siguen mejorando.Adara la miró a los ojos y le dijo con genuino entusiasmo:—Gracias por traerlos en aquella oportunidad. Tú debes ser la tía Sedna, ¿cierto?—No.—¿No? Y entonces, ¿quién eres? —preguntó confundida.Adara escuchó por primera vez el encantador sonido de su risa.—Así me llaman tus hijos, pero si soy la tía Sedna para ti creo que estaremos en problemas —

dijo con picardía—. Soy la esposa de tu primo Norman, supongo que eso nos convierte en…¿primas?… —La mujer dudó por un momento, como sopesando lo que acababa de decir—, bueno,algo así —Ofreció su mano y terminó diciendo en un tono amigable—. Hola, soy tu primaSedna…, o lo que sea.

Adara estrechó su mano y afirmó:—Mucho gusto prima Sedna…, o lo que sea.Compartieron una sonrisa.—¿Cómo te sientes?

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Adara se sorprendió al darse cuenta que la presencia de Sedna le había hecho olvidar, almenos por algunos instantes, cómo se sentía realmente. Por ello, quiso intentar alargar elmomento. No quería recordar aquel mal sueño que, además, no podía comentar con nadie.

—Un poco mejor. ¿Dónde están los niños?—Los mandé a dormir a todos. Te han estado cuidando noche y día. Están exhaustos. Me costó

convencerlos, pero les prometí que yo cuidaría de ti.—Tú debes estar tan agotada como ellos.—Quizás, pero preferí ser yo quien se quedara a acompañarte, y que esta vez ellos

descansaran un poco.—Gracias. Mis hijos te quieren mucho. Estoy muy agradecida contigo por haberlos recibido

en esta casa y brindarles tu cariño y tus cuidados.—Te juro que quien se siente agradecida y bendecida por su presencia soy yo. Tus hijos son

unos niños maravillosos. Han cambiado mi vida… para bien. No solo la mía, también la de mimadre. Lena se ha encargado en persona de hacerla sentir mejor, suministrándole el té que tú leenseñaste a preparar.

—Ese té logra maravillas.—Así es. A propósito, si me permites un momento te lo traeré. Lena aceptó irse a dormir con

la condición de que yo lo calentara y te lo diera justo al despertar.—Está bien, pero después de eso tú también deberías descansar.—No, eso no pasará. Si me voy a dormir y Lena te encuentra aquí sola, no creerá nunca más en

ninguna de mis promesas —respondió Sedna con esa sonrisa que logró iluminar su rostro, queincluso le agregó un matiz de alegría a su mirada, cuya aflicción parecía haberse fundido alcastaño intenso de sus ojos.

—Bueno, si quieres anda y busca ese té. Ya encontraremos alguna manera para que puedasdescansar sin que Lena se moleste contigo.

—Podría dormir con un ojo abierto y el otro cerrado.—¿Puedes hacer eso? —preguntó Adara sorprendida.—No que yo sepa —respondió Sedna, echándose a reír.Riendo también, Adara dijo:—Tal parece que te gusta bromear.—Eso tampoco lo sabía.En el momento en que Sedna salió de la habitación en busca del té, Adara se dio cuenta que

vestía ropa limpia y que estaba recién aseada.Cuando Sedna entró de nuevo a la recámara con la taza de té caliente, Adara aprovechó para

preguntarle:—¿Acabas de asearme, verdad?—Así es… Espero que no te moleste —respondió Sedna, mientras entregaba la taza de té en

manos de Adara.—Todo lo contrario, te lo agradezco mucho —Adara se sintió un poco culpable—. Lamento

causarte tantas molestias. Ya tenías suficiente con cuidar a tu madre enferma; después, a cuatroniños revoltosos y, por si todo eso fuera poco, ahora cuidas también de mí.

—¿Molestia, dices? En absoluto. Te aseguro que no es ninguna molestia, al contrario. Mesentía demasiado sola en esta casa tan grande, mi única distracción era el trabajo en el viñedo.Como te dije antes, la presencia de esos niños maravillosos ha sido una bendición para mí, es más—Sedna pareció dudar en completar la frase, pero aspiró una bocanada de aire y agregó—, creo

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que tu llegada ha completado esa bendición. Me siento muy a gusto en tu presencia y espero que elsentimiento sea mutuo. Algo me dice que no sólo yo necesito de una amiga.

—Tienes toda la razón, yo también lo necesito…, desde hace mucho tiempo —El recuerdo deAkari despertó en su mente. Ella no solo había sido la única persona de quien se habíaenamorado, también había sido la única amiga verdadera que había tenido en su vida—. Mealegra que digas eso porque yo también me siento muy a gusto a tu lado.

—Siendo así, es preciso que mejores pronto. Anda, toma esa taza de té que se va a enfriar.Después vuelve a dormir. Necesitas descansar.

—Tú también —Le recordó Adara.—Eso no importa, ya tendré tiempo de descansar más tarde.—De ninguna manera —Adara dio dos golpes suaves sobre el colchón con su mano libre—.

Esta cama es grande, cabemos las dos. Pareces agotada y no es para menos.—¡Bah! No hagas caso de mi faz demacrada, aunque parezca una loca del cepo escapada.Adara sonrió por la ocurrencia y enfoco la vista en su rostro.—Solo un poco.—¿Un poco loca o un poco demacrada? —preguntó Sedna riendo.—Me temo que esa pregunta viene con trampa —respondió Adara riendo también, pero aclaró

— Demacrada, no loca. Anda, ven y duerme un poco —terminó diciendo Adara, mientrascolocaba uno de los almohadones que hasta ahora había usado para apoyar su espalda mientraspermanecía sentada.

Sedna se acercó al lado derecho de la cama, pero antes de destapar la manta dudó:—¿Y qué pasará con Lena? Se molestará conmigo… y con razón.—Yo me ocuparé de que no lo haga —Adara miró a la loba que estaba ocupando parte del

lugar que necesitaría Sedna para acostarse, le dio una ligera palmada y le dijo —. Kimera,muévete un poco.

La loba obedeció de inmediato, se levantó y se volvió a acostar, esta vez a lo largo de la camay no a lo ancho, como había permanecido hasta ahora. Sedna se acostó y apoyó la cabeza sobre elalmohadón que Adara le acababa de ofrecer.

—Todo sea por dejar de parecer una loca—dijo Sedna sonriendo con amigable ironía.Adara se rio de nuevo.—Me hiciste caer en una trampa.—¿Yo? ¡Jamás! No lo hice… Ni lo volveré a hacer.Las dos mujeres rieron en coro.—Buenas noches —dijo Sedna.—Buenas noches —respondió Adara.Demacrada o no, el cansancio notorio de Sedna quedó confirmado cuando Adara advirtió el

poco tiempo que le tomó quedarse dormida.Antes de soplar la luz de las velas del candelabro, la observó por unos instantes. Se veía

hermosa, sin duda, pero lo más significativo es que incluso dormida seguía emanando esa aura depaz, de sosiego que Adara había sentido desde el primer momento en que la vio.

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Capítulo 23Los tenues rayos de sol comenzaban a filtrarse a través de las ventanas, esa fría mañana de

otoño, cuando Adara despertó. En cuanto espabiló notó que Sedna seguía dormida y que Lenaestaba sentada a su lado, velando su sueño. Kimera se había levantado, ahora se encontrabaacostada cerca de la puerta de la habitación.

—Buenos días mamá —Lena agarró la taza de té que había colocado sobre la mesilla y laofreció a su madre.

Adara le sonrió a su hija mayor mientras se sentaba.—Buenos días. Gracias —dijo, tomando la taza caliente entre sus manos.—¿Cómo te sientes?—Mucho mejor.Lena miró hacia el lugar donde se encontraba Sedna.—Tía Sedna me dijo que cuidaría de ti, pero…—No te molestes con ella —interrumpió Adara—. Fui yo quien insistí en que descansara un

poco.—No lo estoy mamá. La entiendo, además, la quiero mucho y estoy muy agradecida con ella

—Lena hizo una pausa, como evocando un recuerdo, suspiró y agregó—. De no ser por ella quizásno estaríamos aquí.

—¿Qué quieres decir?Lena se dispuso a responder, pero en ese momento el resto de sus hijos, acompañados por sus

lobos, entraron a la habitación. Adara colocó el dedo índice sobre sus labios y señaló a Sedna conla mirada, para indicarles a los niños que no hicieran ruido. Todos disminuyeron la velocidad yordenaron a sus lobos que guardaran silencio también. Uno a uno, se acercaron al rostro de sumadre y le dieron un beso en la mejilla. Los lobos también saludaron, moviendo sus colas en señalde alegría. Adara notó que Fire cojeaba un poco y que Wind apoyaba su pata trasera solo lonecesario sobre el suelo, de resto la conservaba pegada a su cuerpo.

—¿Qué fue lo que pasó realmente en ese bosque? —preguntó Adara en voz queda.—Fuimos atacados por unos lobos muy feos, mami —respondió Raine. La pequeña miró a

Sedna y agregó—. Pero tía Sedna nos salvó.—¿Cómo lo hizo?Los niños se miraron unos a otros. Raine se acercó a su madre para susurrarle algo al oído.

Adara abrió los ojos, sorprendida. El resto de sus hijos asintieron, corroborando lo que intuían, lehabía dicho Raine al oído. Rigel se animó a decir:

—Ella posee el don del fuego, como yo. Cuando los lobos nos atacaron nosotros decidimosactuar, pero tía Sedna se dio cuenta y lo impidió.

—Prefirió arriesgarse ella antes de que nosotros quedáramos expuestos —señaló Alya—.Espero que nadie la haya visto, pero era de noche. No podemos asegurarlo.

Adara miró a Sedna con profundo agradecimiento y admiración. Se había comportado comosolo una verdadera madre es capaz de hacerlo.

—Ahora entenderás por qué no estoy molesta con tía Sedna —dijo Lena—. Después de haberactuado como lo hizo, se arriesgó otra vez. Fire y Wind resultaron heridos, ella insistió enacompañarlos y que nos adelantáramos para traerte hasta acá. Se quedó sola en el bosque. Nos

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prometió que regresaría y que hallaría la forma de transportar a los lobos.—Y así fue —afirmó Rigel.Para Adara quedó muy claro que no solo ella se sentía profundamente agradecida con Sedna.

Entendió por qué sus hijos la querían tanto. La miró de nuevo mientras dormía y una vorágine desensaciones y sentimientos atravesaron su espíritu como flechas, flechas que no lastimaban, alcontrario, la colmaban de energía, de empuje, de coraje.

Su innegable atractivo físico quedó en segundo plano cuando corroboró que Sedna poseía labelleza que no se puede apreciar a simple vista, la belleza del alma, la nobleza de sentimientosque percibió en su mirada la primera vez que se vieron a los ojos.

Y fueron esos hermosos ojos los que Adara vio en ese instante, justo en el momento en queSedna despertó.

—Buenos días —le dijo—. Espero que hayas descansado.—Buenos días —dijeron en coro los cuatro niños.Sedna se percató de su presencia, se sentó en la cama y dijo, un tanto desorientada.—Buenos días… ¿Qué pasó? ¿Por qué todos están levantados y yo soy la única que dormía?—Porque estabas muy cansada, tía Sedna —respondió Lena.—¿Y no estás molesta conmigo por ello?—No, cualquiera de nosotros se hubiera quedado dormido —respondió Lena, sonriéndole.Sedna miró hacia una de las ventanas y se dio cuenta que el día distaba bastante de la hora

temprana en que solía despertar. Se levantó de la cama, se peinó el cabello con los dedos y dijo:—Lena, agradezco tu comprensión, pero la que no va a tener muy buena cara será mi madre y

los jornaleros. La vendimia está a punto de comenzar, hay mucho trabajo por hacer en el viñedo.—De los jornaleros no podemos ocuparnos, pero por tu madre no te preocupes. Alya me

ayudó y ya la atendimos.Sedna mostró su hermosa sonrisa, abrazó a las dos niñas y les dio un beso en la mejilla a cada

una. Se dirigió hacia la puerta con la intención de iniciar sus labores. Antes de salir de lahabitación, le dedicó una sonrisa a Adara.

—Te dejo en buenas manos. Regresaré más tarde para saber cómo sigues.Adara asintió, sonriendo también.Se dio cuenta que Sedna lograba hacerla sonreír con solo mirarla, que su presencia y la

energía que le transmitía enaltecía su espíritu de un modo inexplicable.

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Capítulo 24Aunque todavía se encontraba débil, la fiebre que la agobió durante días desapareció por fin.

Esa debilidad aún le impedía salir de la casa pero, poco a poco, asistida por Sedna o por Lena,Adara comenzó a levantarse de la cama y a caminar un poco, tanto dentro de la recámara como enla planta baja de la casa.

Ese día, muy temprano en la mañana, Adara tomó una ducha caliente, al tiempo que Sedna laesperaba fuera del cuarto de baño para acompañarla hasta la habitación, aunque, en honor a laverdad, esa no era la única razón. Las múltiples ocupaciones de Sedna en el viñedo la manteníanalejada durante casi todo el día de la casa, de modo que ella y Adara solo podían conversar muytemprano en las mañanas o en las noches, después de cenar y de que los niños se durmieran. Ellasdisfrutaban de la mutua compañía, de las charlas que podían llegar a extenderse hasta bien entradala noche. Esa interacción comenzó a convertirse en algo que ambas anhelaban y esperaban cadadía, siempre encontraban, sin mayores esfuerzos, diversos temas de conversación que, endefinitiva, les permitía relacionarse y estrechar el vínculo que afloró desde el preciso instante enque se conocieron.

Adara y Sedna se dirigían a la recámara cuando vieron a Raine salir de la suya. La niña seestaba restregando los ojitos, tenía cara de sueño y el cabello despeinado.

Adara sonrió y le preguntó a su hijita:—¿Qué haces despierta tan temprano, mi amor?Sin dejar de restregarse los ojos, Raine respondió:—Tengo hambre.Adara y Sedna se miraron y compartieron una sonrisa. Sedna se acercó hasta la pequeña, la

cargó en brazos, besó su mejilla y le dijo, sin dejar de sonreír:—Sabía que dirías eso apenas te asomaste por esa puerta.—¿En serio? —preguntó Raine.—En serio, y no solo eso, también creo adivinar qué te apetece comer… —Sedna hizo una

pausa y agregó—. Avena con miel, ¿cierto?Raine asintió sonriendo.—Muy bien. Dale un beso a tu madre y ven conmigo a la cocina para servirte esa avena, ¿de

acuerdo?Raine besó a Adara en la mejilla y envolvió con sus bracitos su cuello para abrazarla,

mientras le decía:—Buenos días, mami.—Buenos días, mi amor. Anda princesa, ve con Sedna para que desayunes.—Sí mami.—¿Podrás llegar tu sola hasta la recamara? —preguntó Sedna.—Sí, solo faltan uno cuantos pasos.—Te alcanzaré en un momento —dijo Sedna, quien de inmediato se encaminó con la niña hasta

la cocina.Al llegar a la recámara, Adara se sentó en la cama para peinar su cabello. Un rato después,

Sedna entró a la habitación.—Listo, ya Raine está comiendo su avena con miel.

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—Le encanta esa avena que tú preparas.—No sé por qué, es solo eso: avena con miel.—Quizás es por el cariño con que la haces.—Quizás —dijo Sedna sonriendo.—He visto como tratas a los niños y como te tratan ellos a ti. Es evidente que te gustan y que

serías una excelente madre. ¿Por qué…—¿Por qué no he tenido mis propios hijos?Adara asintió. Sin embargo, a pesar de la confianza mutua, se arrepintió de haber planteado

esa pregunta. La expresión de Sedna se ensombreció. Adivinó, un poco tarde tal vez, que esapodía ser la razón de la melancolía en su mirada. No obstante, ya era tarde para arrepentirse, demodo que no la interrumpió.

»Según el médico del pueblo, soy incapaz de tenerlos. Algo que Norman no me perdona, ni meperdonará jamás.

—Pero si no puedes tenerlos no es tu culpa.—Quizás sí.—No entiendo. ¿Por qué dices eso?—Cuando me casé con Norman yo no lo amaba. Soy incapaz de amar a hombre alguno… ¿Me

explico?—Sí, lo haces.—Además, yo también soy una…—Eso también lo sé. Mis hijos me lo contaron. Espero que no te molestes con ellos por eso.—No, en absoluto.—Pero sigo sin entender por qué dices que quizás sea tu culpa el no poder tener hijos.—No sé si es mi culpa, solo que tal vez lo merezco por haberme casado con un hombre

sabiendo que no lo amaba y que nunca lo amaría. También por ser una hechicera.—Ninguna de las dos cosas te hacen merecedora de castigo alguno. Tus preferencias no son

algo malo, y te aseguro que ser hechicera tampoco lo es.—No de dónde vienes, pero aquí las cosas son distintas.—Las cosas son buenas o malas por su propia esencia, por su propia naturaleza. La bondad o

la maldad no dependen del lugar dónde te encuentres. Siendo honesta, no he podido evitarcomparar las costumbres y creencias en las tierras de Kabac con las de este lugar. Nuestrascreencias se basan más en las fuerzas fundamentales que mueven al mundo y menos en reglasmorales arbitrarias. El sol sale por la mañana y se oculta por la noche. Las mareas suben y bajan.Después de una tempestad siempre llega la calma. Las estaciones se suceden, una tras otra, demanera inalterable. La hierba nace, crece, se marchita, muere y, llegado el momento, vuelve abrotar de la tierra. Una fuerza invisible nos mantiene pegados al suelo y tira de nosotros cuandointentamos separarnos de él. En las tierras de Kabac cada uno de los elementos está representadopor una diosa. Cada una de esas diosas tiene su propia identidad, son reconocidas como algodistinto y poderoso, lo cual no significa que no haya conexión entre esas fuerzas. Hechiceros o no,creyentes o no en esas diosas, los elementos y las fuerzas que ellas representan existen, son reales;se complementan y se compensan unas con otras. Pero la religión en estas tierras pide, o exige,que se acepte una explicación aún más simplificada. Parece de ingenuos creer que debe haber unasola respuesta a cada pregunta y a cada misterio, que existe tan solo una luz divina que lo gobiernatodo. Les dicen que esa luz trae paz y amor, pero más bien parece que esa luz los ciega y losobliga a caminar a tientas en medio de la ignorancia. Es una religión muy útil, no me cabe duda,

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pues amenaza con castigos tan terribles que, me temo, los mantendrá aferrados por mucho tiempo alo que parece ser la mentira más grande jamás contada.

—Es tan cierto lo que dices. Será por eso que siempre he pensado que nací en el lugarequivocado.

—Yo también iba a nacer aquí, pero mi madre tuvo un sueño y decidió irse. Un sueño cuyasrazones ahora entiendo mucho más que antes.

—Si mi madre hubiera tenido un sueño parecido nada habría cambiado para mí, creo yo. Ellano nació con el don. Tampoco sabe que yo lo tengo… Bueno, nadie lo sabe, solo tú y tus hijos. Miabuela también lo sabía, era una hechicera, pero ya murió.

—No hay culpa alguna en ti, Sedna. Tal vez no has podido tener hijos porque Mirphak no es ellugar para ello.

—Nunca lo había pensado de eso modo, pero creo que tienes razón.—Tampoco me gusta la manera en que te trata tu esposo. No me parece justo.Las dos mujeres guardaron silencio y se miraron a los ojos. Parecía que saltaban chispas en

ese cruce de miradas.No era la primera vez que algo así ocurría, como tampoco era la primera vez que una de ellas

o ambas eludían la mirada y cambiaban el tema en un intento por disimular la atracción que cadadía se hacía más intensa. Ambas, sin decirlo, intuían que esa atracción era mutua. Una mujersiempre lo sabe, mucho más cuando la afinidad no es sólo física, sino también emocional,espiritual.

En un intento más por ignorar lo evidente, esta vez fue Sedna quien pretendió eludir sussentimientos y deseos. Decidió cambiar el tema.

—Espero que no te incomode, pero cuando estabas convaleciente le pregunté a Lena qué tehabía pasado. Tus hijos te extrañaron mucho pensando que habías muerto, la única que nuncaperdió la esperanza fue Raine —Adara esbozó una sonrisa al escuchar eso, pero no dijo nada,permitió que Sedna continuara—. Lena me contó lo que sabía, que te habías enfrentado a unhechicero perverso y que los alejaste de ti para salvarlos, para protegerlos de su maldad. Lo quenunca me supo decir fue la razón que originó esa disputa en primer lugar.

—Lena no conoce la historia, ninguno de mis hijos la sabe en realidad.—Disculpa —dijo Sedna, un tanto apenada—. No pretendía ser imprudente.—No te preocupes, tenemos la confianza suficiente para hablar de nosotras, de nuestra

historia. De modo que te contaré.—Soy toda oídos —dijo Sedna.—Como ya te he contado, nací en Godran. Cuando era muy pequeña, yo tendría unos tres años,

conocí a un par de niños que vivían cerca de casa. Draven Creighton, de cinco años de edad, yAkari Heinze, de cuatro. Como debes saber, se nace con el don de la magia pero este suelemanifestarse un poco después, por lo general a los tres o cuatro años, a veces mucho más tarde.Ese fue mi caso, no así el de Draven y tampoco el de Akari. Draven nació con el don del viento yAkari con el del fuego, no obstante, a mis nueve años de edad el mío no se había manifestadotodavía. De hecho, salvo mi madre, muchos llegaron a pensar en la aldea que yo no había nacidopara ser hechicera. En las tierras de Kabac, por lo general, no suele discriminarse a aquellos quenacen sin el don pero, en el fondo, es lo que todos desean. Todavía recuerdo la expresión decompasión con la que me veían mis vecinos, recuerdo también que Akari intentaba consolarme,mientras que Draven, siendo el mayor de los tres, se sentía orgulloso del don con el que habíanacido y que ya comenzaba a dominar.

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»Con dones o sin ellos, nada impidió que Draven, Akari y yo nos hiciéramos inseparables.Jugábamos y hacíamos travesuras juntos, corríamos alrededor de la plaza o a través de lasempedradas y angostas calles de Godran.

»Cuando cumplí diez años las cosas cambiaron. Los habitantes de la aldea quedaron perplejosal enterarse que yo sí sería una hechicera, pero lo que más les impresionó fue saber que no habíanacido con un solo don, como es usual, sino que había sido favorecida con los dones de los cuatroelementos: tierra, agua, fuego y viento. Algo nunca visto en esas tierras.

»El tiempo fue pasando y los dones con los que habíamos nacido, y que se manifestaron enmomentos diferentes para cada uno de nosotros, comenzaron a desarrollarse. Siguiendo lascostumbres, nuestros padres empezaron a enseñarnos los secretos para dominar el incipientepoder que residía en nuestros corazones.

»Al salir de la adolescencia, atrás habían quedado los juegos de niños, las travesuras, peroDraven, Akari y yo seguíamos siendo amigos. Sin embargo, Akari y yo comenzamos a sentir algomás que una simple amistad. Decidimos guardarlo en secreto en un intento por no lastimar aDraven. Él decía sentir admiración hacia mí en virtud de los poderes que yo empezaba amanifestar, pero también había comenzado a dar muestras de atracción, ¿me explico?...

—Sí, Adara, entiendo. Le atraías como mujer —afirmó Sedna.—Así es. Una noche de otoño Draven se atrevió, me confesó que estaba enamorado de mí. En

el fondo sentí un poco de pena por él pero, sin mencionar que Akari y yo estábamos enamoradas,le respondí que solo podía verlo como amigo…

—Supongo que cuando se enteró, comenzó su resentimiento. ¿Fue eso lo que pasó? —preguntóSedna.

—No, creo que él nunca llegó a enterarse. Akari y yo fuimos muy discretas.—¿Por qué? ¿En Godran tienen prejuicios en contra de las relaciones entre personas del

mismo sexo?—No, en absoluto. Decidimos ser discretas por Draven. Ninguna de las dos quería lastimarlo.

Antes de declararse, él tenía sentimientos encontrados hacía mí. Por una parte, mi sola presenciadespertaba en él la lujuria y el deseo, incluso creía estar enamorado pero, por otra parte, comenzóa sentirse mal por los poderes que yo iba adquiriendo y que él ni en sueños podría obtener.Después que se declaró y yo le respondí que solo podía verlo como un amigo, él intentódisimularlo, hasta ignorarlo tal vez, pero esa especie de admiración que sentía, o decía sentir, sefue transformando en resentimiento.

—¿Se sintió rechazado?—Quizás. Un joven como él, hijo único y heredero de una gran fortuna, no es el tipo de

personas acostumbradas a recibir un no por respuesta.—¿Intentó sobrepasarse contigo alguna vez?—No, no lo hizo. Siempre prefirió utilizar su poder de seducción para intentar convencerme.—¿Entonces? ¿Qué pasó entre ustedes para llegar al extremo de enfrentarse a muerte?—Fue por Akari.—¿Supo que estaban juntas?—Para ser honesta, no lo sé. Es posible, aunque él nunca se dio por enterado. Una noche, los

tres salimos para celebrar el solsticio de invierno, en honor a la diosa Aludra. Durante las fiestastodas las calles, plazas y frentes de las casas se iluminan con antorchas para dar la bienvenida a lanoche más larga del año. La mayoría de los habitantes de Godran se reúnen en los alrededores dela plaza principal, se visten con sus mejores trajes para bailar y beber vino hasta el amanecer.

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»Draven, Akari y yo estábamos juntos, celebrando con el resto de la aldea, pero en algúnmomento los perdí de vista. Comencé a preguntar entre los vecinos y me dijeron que los habíanvisto cerca de la puerta de un cobertizo donde solíamos jugar cuando éramos niños. Yo fui trasellos, pero cuando entré, vi a Akari tendida en el suelo. Draven estaba arrodillado a su lado.Cuando él me vio, fingió angustia, pero yo no le creí. Había algo en su mirada que me hizo pensarque él tenía algo que ver con el estado de Akari. Me arrodillé a su lado. Ella estaba agonizando.Invoque a las diosas, intenté salvarla, pero todo lo que hacía era en vano. Akari me miró a losojos, quiso decirme algo, pero no pudo... Murió en mis brazos.

—Lo lamento —dijo Sedna, con genuino pesar.—De inmediato, interrogué a Draven, le pregunté qué había pasado. Él me respondió que no

sabía, que Akari se había sentido mal y que él la había seguido hasta ese lugar para intentarayudarla.

»No le creí. Lo acusé, pero él continuó negándolo. Siempre lo negó.»Con ese sentimiento de pérdida que me oprimía el alma, como si miles de flechas

envenenadas atravesaran mi corazón, incapaz de contener mi furia, presa de la histeria, me levantéy lo enfrenté. Fue la primera vez que utilicé todos mis poderes al mismo tiempo. Draven no tuvochance de reaccionar, lo ataqué y él cayó al suelo, inconsciente. Yo quería matarlo, pero algodentro de mí me lo impidió. Una cicatriz quedó marcada en su rostro esa noche. En cuanto a mí…

Adara hizo silencio, no quiso seguir hablando.Sedna no dijo nada tampoco, solo se acercó a Adara y la envolvió entre sus brazos.Adara cerró los ojos y se aferró a ese abrazo. A pesar del triste recuerdo de esa noche, para su

propio desconcierto, sentir la calidez del cuerpo de Sedna la reconfortó de una manera muyespecial, percibió una sensación de alivio que nunca antes había experimentado.

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Capítulo 25Cuando Sedna llegó a casa esa noche, halló a los niños cenando. Adara ya se encontraba más

reestablecida, de modo que decidió ayudar un poco en los quehaceres de la casa. Más temprano,asistida por Lena, también atendió a Marta. Entre las dos la asearon y le dieron de cenar. Por lomenos así Sedna podría llegar a casa, después de un largo día de trabajo en el viñedo, sin verseen la necesidad de ocuparse de los niños y de su madre.

Un rato después, cuando los niños se fueron a dormir, Adara y Sedna se sentaron frente alhogar para conversar como acostumbraban.

Sedna le dijo a Adara con la intención de animarla:—Si sigues mejorando a este ritmo creo que podrás acompañarnos a los niños y a mí a la

vendimia.—Tal vez, pero… ¿qué pasa si me caigo? En Godran he presenciado las vendimias pero nunca

he participado en ellas.—Mejor, pisarás más uvas, nos ahorraras algo de trabajo.Adara fijó su atención en la expresión de Sedna. Ella intentó mantenerse seria pero no soportó

demasiado y soltó una carcajada.La risa de la mujer contagió a Adara y ahora eran las dos quienes reían en coro. Cuando pudo

hablar, Adara dijo:—Si las posaderas fueran adecuadas para extraer el jugo de las uvas todos lo harían así, ¿no

crees?—Tal vez nadie lo ha pensado.—Se te ocurre cada locura. A veces creo que inventas esas cosas para hacerme reír.—Quizás… ¿Quieres que te sea honesta?—Sí.—Antes de tu llegada, mi risa era el sonido que menos se escuchaba en esta casa.Adara se conmovió con esa pequeña confesión. Recordó, muy a su pesar, que debía regresar a

Godran para enfrentar a los silbantes y que esta mujer, quien comenzaba a despertar sentimientos ysensaciones por mucho tiempo dormidos dentro de su ser, no podría acompañarlos aunquequisiera.

Sedna era una mujer casada, incluso, si no lo fuera, no podría marcharse de Mirphak. Sumadre estaba enferma, su delicado estado de salud no le permitiría viajar. Además, si eso no fueraotro impedimento, Marta Woods jamás podría entrar a Godran. El viejo hechizo, tan antiguo comopoderoso, convertía en invisible e inaccesible las tierras de Kabac a todos aquellos no poseían eldon de la magia, a menos que hubieran nacido allí.

En consecuencia, no había que ser hechicera para entender que cualquier relación entre ellas,más allá de la amistad, era imposible y que hasta esa amistad tenía fecha de caducidad. Lo másprobable es que nunca más se encontraran, una vez que ella y sus hijos partieran a Godran hacia suincierto destino. Ese porvenir oscuro que la aterraba.

Recordar eso y comenzar a extrañar a esa bella mujer, incluso antes de partir, ensombreció suánimo. Por la pregunta que hizo Sedna a continuación, Adara se percató que ella lo había notado.

—¿Dije algo malo? —preguntó.Adara no quería pensar más en eso por ahora, además, cualquier cosa que dijera sería una

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verdad a medias ya que no podía revelar la verdadera razón de su partida, así se lo habíaprometido a Firense.

—No, en absoluto. Solo fue mi mente… Viajó a otra parte sin mi consentimiento.—Suele pasar.—¿Cuándo será la vendimia?—Comenzará dentro de cuatro días —respondió Sedna, suspirando.Adara la miró a la cara.—Te ves cansada.—¿No me digas que otra vez tengo cara de loca?Adara se echó a reír.—Deberías tomarte un día libre antes de la vendimia. ¿Crees que sea posible? Los niños me

hablaron hoy, quieren tener un día de pesca y desean que tú y Marta vayan con nosotros.Esta vez fue Sedna quien miró a Adara a los ojos:—¿Y qué hay de ti? ¿También deseas que los acompañe?Adara correspondió a su mirada profunda y, sin proponérselo, vio sus labios. Sintió deseos de

besarla, pero se contuvo.—Por supuesto —respondió.—Creo que es una muy buena idea. Me encantaría que mi madre nos acompañara pero…

¿cómo la transportaremos?Adara sonrió con picardía.—No te preocupes. A Rigel se le ocurrió una idea brillante. Ya se está ocupando de ello.—Siendo así no he de preocuparme. Ese hijo tuyo es un pequeño genio —afirmó Sedna con

una sonrisa.—Así es.—Me entusiasma la idea de compartir con todos ustedes un rato distinto fuera de casa, en

contacto con la naturaleza. Tanto a mi madre como a mí nos hará mucho bien, además… —Sednaguardó silencio. Adara la animó a continuar con un gesto, pero se dio cuenta que su expresiónhabía cambiado, que la melancolía se había instalado en su mirada otra vez.

—¿Qué te ocurre? —preguntó.—Norman siempre viene a casa para supervisar la vendimia.Adara comprendió el motivo de su aflicción. De hecho, recordó la discusión que había

escuchado el día que su esposo vino a la casa antes de ir de cacería.—Mis hijos y yo deberíamos mudarnos de una vez, ¿verdad?Sedna cerró los ojos y suspiró de nuevo, pero en esta oportunidad no fue por cansancio, sino

con pesar.—No deseaba que llegara este momento, es decir —aclaró Sedna—, no quiero que se marchen

de aquí…—Pero es necesario, Sedna. Lo ultimó que los niños y yo deseamos es causarte más problemas

con tu marido.—Lo sé.—¿Queda muy lejos de aquí la casa donde vivías con tu madre antes de casarte?—Es una larga caminata. El único atajo que hay es a través del bosque donde te encontramos

aquella noche.Esta vez fue Adara quien intentó animarla.—No te preocupes, cuando tu esposo se marche, mis hijos y yo vendremos a visitarte con

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frecuencia. Tomaremos el camino y usaremos la carreta para ello.—Yo también podré ir a visitarlos. Una vez que termina la vendimia, la vid entra en un

periodo de letargo hasta la siguiente primavera.—¿Te das cuenta? No será tan malo.—Lo sé, aunque extrañaré nuestras noches de charla.—Yo también.

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Capítulo 26A partir del día siguiente, Adara y sus hijos se dedicaron a ordenar y empacar sus escasas

pertenencias para mudarse a la casa donde vivía Sedna cuando estaba soltera. No les llevó muchotiempo en verdad, dos días después ya estaban instalados. La casa no era muy grande, de una solaplanta y un jardín trasero, contaba con un salón, un espacio para la cocina y tres recámaras. Estabaubicada en una de las calles más transitadas del pueblo, tanto por sus habitantes como por lascarretas empujadas por caballos que iban y venían de un lado a otro. Además, se encontraba muycerca del mercado principal de Mirphak, donde los vendedores ambulantes instalados entarantines, algunos más improvisados que otros, se congregaban para vender toda clase demercancías.

Fue evidente para Adara que Sedna había encargado acondicionar su antigua casa con laintención de hacerla cómoda y acogedora para ella y sus hijos. Un lindo gesto de su parte quetendría la oportunidad de agradecer ese mismo día, ya que habían acordado ir de pesca.

Antes del alba, mostrando alegría y entusiasmo por ese ansiado paseo, Adara, los cuatro niñosy sus lobos partieron en la carreta para buscar a Sedna y a su madre. El sol apenas se vislumbrabaentre las espesas nubes, pero una brisa agradable y fresca los acompañó durante todo el camino.Al llegar, Sedna salió a recibirlos en el portal de la casa con una enorme sonrisa.

—Buenos días. Me alegro mucho que ya estén aquí. Preparé el desayuno, mi madre y yoestábamos esperando por ustedes para comer juntos.

Raine, entusiasmada, preguntó:—¿Habrá avena con miel?Sedna alzó sus brazos para cargar a la pequeña.—Por supuesto que sí —le dijo sonriendo mientras besaba su mejilla.—Les ofrecí desayunar en casa pero mis hijos insistieron en que deseaban comer tu famosa

avena con miel —dijo Adara desde la carreta.—Sabios muchachos —afirmó Sedna, sin dejar de sonreír—. Vamos, bajen todos, es hora de

desayunar.—Lo haremos, pero antes queremos mostrarte una pequeña sorpresa —dijo Adara. Miró a su

hijo y agregó—. Rigel, enséñale a tía Sedna lo que fabricaste.El muchacho sonrió y se apeó de la carreta. Con un gesto le indicó a Sedna que lo siguiera

hasta la parte de atrás. Rigel subió y levantó un pedazo de tela que hasta ese momento cubría elobjeto que recién había terminado de fabricar el día anterior.

—Es una silla con ruedas para tu madre —señaló el muchacho, sonriendo con orgullo.Sedna soltó un pequeño grito de alegría. Levantando su brazo libre, la sorprendida mujer

invitó a Rigel a bajarse de la carreta. Cuando lo hizo, Sedna lo abrazó, besó su mejilla un par deveces y le dijo entusiasmada.

—Gracias, Rigel, en verdad gracias —Lo besó de nuevo y afirmó—. Eres maravilloso.—¿Te gusta?Sedna se giró para responder a Adara.—¡Me fascina! ¡Gracias! A mi madre le va a encantar. Estoy segura.—Pues vamos a mostrársela —afirmó Adara sonriendo mientras se subía a la parte trasera de

la carreta. Rigel, Lena y Alya la cargaron desde abajo y entraron a la casa llevando la silla con

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ellos.La madre de Sedna estaba sentada frente a la mesa cuando vio a los niños. Soltó un grito de

alegría, muy parecido al que habían escuchado de su tía Sedna un poco antes. Marta dio muestrasde genuino entusiasmo, se sentía muy agradecida con los niños y con Adara no solo por la sillaque habían fabricado especialmente para ella, sino por el hermoso gesto que tuvieron al invitarla aese día de pesca.

Compartieron momentos muy agradables mientras desayunaban juntos, aunque la sobremesa noduró mucho. Querían iniciar cuanto antes el paseo, de modo que salieron de la casa entusiasmadosy contentos. Entre todos asistieron a Marta para montarla en la parte trasera de la carreta yemprendieron el camino en dirección a North River.

A medida que se acercaban a su destino el paisaje fue cambiando. Los caminos polvorientos yáridos, típicos de Mirphak y sus alrededores, se transformaron en senderos bordeados por largashileras de árboles.

Al ritmo del trote lento de los cascos del caballo, del sonido de las ruedas de la carreta sobrelas hojas que alfombraban el camino, Adara inspiró una gran bocanada de aire y se concentró enel hermoso paisaje que la rodeaba, quería escuchar el canto melodioso de los pájaros, sentir labrisa fresca acariciando su rostro, el aroma a tierra mojada; admirar ese bosque, que de ciertaforma le recordaba a su propio bosque; contemplar esos árboles con sus incontables hojasamarillas, ocres y rojas, matices que parecían evocar los vivos colores de un fuego que habíarenunciado a la esencia de su propio calor, un fuego resignado a regalar sus colores, como lasllamas de amores olvidados que alguna vez encendieron el alma, la pasión y los deseos.

Adara salió de sus ensoñaciones cuando escuchó a Rigel, sentado a su lado:—Madre, esta vez no contamos con una barca y el camino hacia las riberas del río está muy

abajo y es demasiado intrincado para ir con los lobos. ¿Cómo pescaremos?Sedna, quien estaba sentada al otro lado de Adara, se anticipó a responder:—Aunque dispusiéramos de una barca y pudiéramos bajar no sería seguro para mi madre, pero

no te preocupes Rigel, no nos hará falta, hay enormes piedras donde podremos instalarnos parapescar sin problemas —Sedna señaló con su mano— ¿Las ves? Allá están.

Rigel y los demás fijaron su atención en el lugar que había indicado Sedna. Ya estaban muycerca de llegar. Adara observó con beneplácito que no había gente alrededor, que podríandisfrutar del hermoso paisaje sin la presencia de extraños.

Al llegar, se instalaron encima de una de las enormes piedras que bordeaban el imponente ycaudaloso río. Sedna y Adara acomodaron a Marta en un lugar cómodo, seguro y con excelentevista, al tiempo que Rigel, con evidente galantería, entregó a cada una las cañas de pescar quehabía fabricado para la ocasión.

Los lobos, despreocupados, se dedicaron a olisquear los alrededores y en poco tiempocomenzaron a juguetear entre ellos. Kimera fue la única que se mantuvo seria, se acostó sobre unapiedra y se dispuso a mirar hacia la distancia, como era su costumbre.

Con la diminuta caña apretada entre sus pequeñas manos, Raine cerró sus ojitos y seconcentró, quería ser la primera en pescar un brillante y enorme pez. Adara se percató de lasintenciones de su hija y le hizo señas en silencio a Sedna y a Lena para que la observaran.

En otro tiempo, cuando todavía era una hechicera, Adara hubiera convocado alguno de sushechizos para complacer a su hijita, pero ya no podía. Su corazón se acongojó con nostalgia alechar de menos los poderes que la acompañaron desde que era una niña. Pero se obligó a nopensar en ello, este era un día especial y a pesar de los atributos perdidos que jamás recuperaría,

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estaba allí acompañada por sus hijos y por esa hermosa mujer que tantas emociones le inspiraba.Decidió que era el momento de alegrarse por lo que sí tenía, en lugar de sentir tristeza por todo loque había perdido o por aquello que pronto tendría que dejar atrás.

Lena, intuitiva como siempre, pareció adivinar los pensamientos de su madre. De modo quecerró los ojos, se concentró y en pocos minutos se escuchó el grito de victoria de Raine. El pezera tan grande, que en medio de risas y celebraciones, Adara y Sedna se acercaron a la niña paralevantar el enorme pez que había mordido el anzuelo gracias a la ayuda de Lena.

Adara y Sedna ejercieron tal fuerza para sacar el pez del río que, una vez sobre la piedra,tropezaron juntas y cayeron al suelo al mismo tiempo.

Riendo a carcajadas, ambas se vieron a los ojos y fue entonces cuando las chispas resurgieronen sus miradas. Como si el fuego apagado, impreso en aquellas hojas del camino, se hubieraencendido de repente para recordar que el espíritu aún puede encenderse; que el amor y la pasióny el deseo siempre están ahí, listos para resurgir en los corazones, en las almas que se entiendensin necesidad de palabras. Por un breve instante, las dos mujeres se olvidaron del mundo que lasrodeaba, alternando sus chispeantes miradas entre sus ojos y sus labios. El deseo y lossentimientos, profundos como sus miradas, estaban allí, aunque ambas se esforzaran en ignorarlo.Tan solo un momento después, salieron de sus ensoñaciones cuando Rigel se acercó hasta ellaspara comprobar que ninguna de las dos había resultado lastimada a consecuencia de la caída.

Adara y Sedna le aseguraron a Rigel que se encontraban bien. Se levantaron del suelo y sededicaron a limpiar el pescado y preparar la leña, a la espera de que los niños pescaran otrosmás. Si resultaban del tamaño del primero, un par adicional sería suficiente para quedarsatisfechos. Además, llevaban ensalada de patatas con queso, que Sedna había preparado en casa,y el pan, que Adara había horneado muy temprano esa misma mañana.

En poco tiempo, Rigel y Lena lograron atrapar a dos peces más, tan grandes como el primero.Y no tardaron mucho más en cocinar y comer el producto de la pesca y el resto de los alimentosque habían llevado consigo.

Poco después de mediodía, con el estómago lleno y con la emoción de haber compartido undía maravilloso, iniciaron el camino de regreso. Por estar más próxima al río, Sedna y su madrefueron las primeras en llegar a casa. Ambas mujeres de despidieron con cariño de los Roses.Acordaron encontrarse bien temprano en la mañana del día siguiente, ya que tendría lugar el iniciode la vendimia.

Esa misma noche, en el momento en que Sedna se dispuso asistir a su madre para ayudarla aacostarse, Marta dijo:

—Fue un día maravilloso, lo disfruté mucho.—Yo también mamá, en verdad fue un gran día.—Hija…Sedna detuvo sus quehaceres y miró a su madre a los ojos. Ella conocía ese tono de voz, le

pareció que quería decirle algo importante.—Dime, madre.—Nunca te había visto tan feliz como hoy. En realidad sé que nunca has sido feliz, mucho

menos al lado de tu esposo...—¡Mamá! ¿Qué dices? —Exclamó Sedna con acentuado asombro. Sorprendida de escuchar

las palabras que acaba de pronunciar su madre.—Quiero que me prometas algo.—¿Qué, madre?

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—Cuando yo muera, huye de aquí, Vete lejos. Intenta encontrar tu felicidad en cualquier otrolugar.

—Mamá, por favor, no digas esas cosas.—Estoy hablando en serio.—Lo sé, pero…—Observé la forma en que se miraban Adara y tú. ¿La amas, verdad?—¿Qué? ¿De qué estás hablando?—A estas alturas de mi vida lo único que deseo es que tú seas feliz. Ya no me importa si esa

felicidad la encuentras al lado de una mujer, al lado de alguien… como tú.Sedna no salía de su asombro. Su madre jamás le había hablado de esa manera. Ella alcanzó a

preguntar.—¿Alguien como yo?—Sí, Sedna. Una hechicera como lo era tu abuela.—¡Mamá!—A veces creo que esta enfermedad que me aqueja y me paraliza fue un castigo por haber sido

tan egoísta. Mi final está cerca, lo sé. No quiero llevarme este peso sobre mi consciencia. Porfavor, prométeme que huirás de aquí. Que buscarás tu felicidad —Marta terminó de decir esaspalabras con los ojos inundados de lágrimas.

Sedna también estaba llorando. Abrazó a su madre y solo alcanzó a decir:—Lo prometo.

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Capítulo 27Por ser el primer día de la vendimia, Norman Barlow despertó antes del amanecer, se vistió y

salió de la casa cuando Regina aún dormía. Preparó su caballo. Pero cuando se disponía amontarlo observó a dos jinetes que se aproximaban hacia él. Intrigado, no despego su vista deellos hasta que logró reconocerlos. ¿Por qué Rob Carlton y su hijo Henry han venido hasta acá tantemprano?, se preguntó. ¿Acaso pasó algo malo en el viñedo?..., ¿un incendio, tal vez?

Para el momento en que su amigo Rob y su hijo adolescente se aproximaron lo suficiente parapoder escucharlo, la mente de Norman se había hecho decenas de interrogantes. Sin mediar saludoalguno, tan solo preguntó:

—¿Qué pasa? ¿Qué hacen aquí tan temprano?—Buenos días —respondió Rob, mostrando sus grandes dientes al sonreír.Norman asumió que si su amigo estaba sonriendo nada malo debía haber pasado, de modo que,

más relajado, respondió al saludo:—Buenos días, Rob… Buenos días, Henry —agregó, mirando al muchacho a los ojos.—Buenos días Sr. Barlow —respondió el joven. Salvo por los ojos grises, Henry no se

parecía en nada más a su regordete progenitor de piel rosa. Al contrario de Rob, Henry eradelgado y de aspecto frágil. En cuanto a su personalidad, el muchacho era callado y tímido, muydistinto al carácter dicharachero de su padre.

—Me alegro haberte encontrado —señaló Rob mientras se bajaba del caballo. Se paróenfrente de Norman y anunció, mirándolo a los ojos con una expresión enigmática—. Amigo, algome dice que hoy iremos de cacería.

—¿Qué? ¿Acaso te volviste loco? —preguntó Norman, casi riendo—. ¿No sabes qué día eshoy?

—Por supuesto que lo sé, es el inicio a la vendimia, pero hoy haremos algo más importanteque eso. No obstante, para ello necesitaremos al ministro de la iglesia. Pregunté por él antes desalir de Mirphak y me informaron que se encuentra en Rockford.

—Rockford queda a casi medio día de camino desde aquí… Además, ¿para qué necesitaremosal reverendo Jones? —Preguntó Norman, quien comenzaba a impacientarse otra vez—. Termina dedecir qué te traes entre manos.

El obeso hombre sonrió de nuevo, vio a su hijo y con una seña le ordenó que se apeara delcaballo. Miró a Norman y dijo:

—Después de mucho tiempo sin decir una sola palabra, anoche, escucha bien, ¡apenasanoche!, este cabeza hueca me contó lo que había visto aquella vez que se perdió en el bosque —Rob tomó a su hijo por el brazo, le dio un ligero empujón y lo enfrentó a Norman—. Cuéntale loque viste —Ordenó. Henry pareció dudar, pero Rob, con un gesto de impaciencia, repitió la orden—. ¡Anda! No tenemos todo el día.

El muchacho miró hacia abajo, inspiró y exhaló una gran bocanada de aire. Resignado,resuelto a obedecer a su padre, se dispuso a iniciar su relato…

...Esa mañana Sedna despertó más temprano de lo habitual, se levantó, se aseó y atendió a su

madre. Cuando regresó a su recámara notó que la tenue llovizna que caía desde la noche anteriorya había cesado. Mientras peinaba su cabello se asomó a la ventana para deleitarse con el aroma

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que desprendía la tierra mojada, con la brisa fresca que rozaba su rostro. Se tomó esos brevesmomentos para sí misma, aun sabiendo que debía apresurarse para iniciar la ardua jornada que leesperaba ese día.

Desde lo alto, Sedna corroboró que todo estuviera listo para iniciar la faena. Cerca de la casase habían dispuesto cinco grandes lagares de madera equipados con un desagüe, para que elmosto, o jugo recién extraído de la uva, se precipitara hacia las vasijas. A su lado se encontrabaun largar más pequeño sin desagüe, que Sedna había mandado a colocar para que los niños,incluidos los hijos de Adara, tuvieran también la oportunidad de pisar uvas y divertirse en elproceso. Por otra parte, había un gran mesón de madera para servir la comida que acompañaría auna tradición ancestral, la degustación del mosto. Sedna vio también a Elías, el capataz delviñedo, impartiendo instrucciones a los vendimiadores contratados con antelación. Los hombres ymujeres habían comenzado a llegar desde muy temprano a la propiedad para iniciar el trabajo derecolección. Como todos los años, el capataz asignaba a cada vendimiador una tarea específica. Aunos le entregaba una cesta y les ordenaba ubicarse de forma equidistante a lo largo y ancho delamplio terreno, de tal manera que todas las parras cargadas con el fruto de la vid fueran atendidasde manera uniforme; en tanto que a los hombres o mujeres con más práctica los seleccionaba comopisadores. De hecho, en todos los viñedos de la zona cada capataz organizaba, como parte de lafiesta de la vendimia, el torneo de los pisadores, una competencia donde los más experimentadospisadores de uvas, agrupados en equipos de tres personas y usando pantalones cortos, realizan unavariedad de movimientos hacia adelante, atrás y a los costados con la finalidad de no dejar uvassin pisar. Todos ellos compiten por el honor y a veces por algún jugoso premio que será ganadopor el grupo que más rápido llene la vasija.

Sedna apartó la vista del viñedo y miró hacia el camino. Norman debería estar llegando encualquier momento, de hecho, le extraño no verlo junto a Elías y el resto de los trabajadores.Donde quiera que se encontrara, él acostumbraba llegar poco antes del amanecer para supervisartodo el proceso, en especial, la selección de las uvas que serían utilizadas para la elaboración delvino. No obstante, lo que divisó a lo lejos aproximándose al viñedo no fue a su esposo montadosobre su caballo, sino a una carreta empujada por un caballo pinto. A pesar de que la distancia enque se encontraba no le permitía distinguir los rostros de sus ocupantes, una gran sonrisa se dibujóen el rostro de Sedna, esa carreta y ese caballo no podía ser otro que el de Adara y sus hijos.

La noche anterior, su madre la había sorprendido de forma considerable y aunque no habíacontestado a aquella pregunta que le formuló, en medio de sus propias confesiones, la respuesta aesa interrogante era un contundente y rotundo “sí”. La visión etérea de aquella hermosa mujer en elfuego, que logró atraerla de una manera inexplicable, había dejado de ser un espejismo paraconvertirse en la maravillosa y encantadora mujer de carne y hueso que ahora conocía, con la quehabía compartido horas y horas de charlas nocturnas que solo parecían minutos, por lo rápido queparecía transcurrir el tiempo junto a ella.

Esa atracción incorpórea se había transformado en algo real y tangible y, más allá de laatracción física, que cada vez le resultaba más difícil controlar, lo más trascendental era elsentimiento que esa mujer le inspiraba. Por imposible que fuera ese amor para ambas, aunquejamás pudieran estar juntas, la única verdad es que estaba enamorada de Adara Roses, ella era suprimer pensamiento en cada despertar y el último antes de dormir, añorando su presencia.

Amaba la ternura y la profundidad de su mirada que transmitía un mensaje dual, ese algo queparecía atormentarla, cuyo motivo nunca se había atrevido a preguntar, acompañado de la chispade alegría que brillaba en sus ojos cuando ella la hacía reír. Amaba su sonrisa y el maravilloso

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sonido de su risa. Amaba a la mujer, al ser humano que albergaba su alma noble, leal y sincera…Y también la deseaba, quería saborear el dulce sabor de su boca, fundirse en un beso que seantojara eterno aunque solo durara unos instantes, deseaba escuchar sus gemidos en respuesta asus caricias y al roce de sus labios sobre su piel desnuda. Deseaba fundirse junto a Adara encuerpo y alma, alcanzar el cielo a su lado, aunque fuera por una sola vez.

Sedna sabía que su madre tenía razón, aunque había mejorado gracias a los cuidados de Lena yde la propia Adara, tantos años de enfermedad, de parálisis, le habían arrebatado poco a poco elsoplo de la vida. Aun así, quería que viviera todo cuanto fuera posible, pero la promesa que ellale había arrancado la noche anterior logró encender dentro de su espíritu un atisbo de rebeldía,una pequeña llama de esperanza… ¿Aunque Adara y sus hijos ya se hubieran marchado, seatrevería a cumplir con esa promesa cuando sucediera lo inevitable?, se preguntó, ¿tendría elvalor de abandonar a Norman, de dejar atrás esa vida que nunca le pareció su verdaderodestino?...

—Patrona… Sra. Woods…Sedna salió de sus ensoñaciones cuando escucho la voz del capataz proveniente de los

terrenos del viñedo, justo bajo su ventana. Ella lo miró a los ojos para atender a su llamado. Elíasno era un hombre viejo, Sedna no le calculaba más de 50 años, pero el arduo trabajo de sol a solen el campo había mermado de forma acelerada la lozanía de su rostro, dibujando sobre susfacciones líneas de expresión y arrugas que, un hombre a su edad, no debería tener. Su cabellogris, como las nubes de otoño, terminaban por hacerlo parecer mucho mayor de lo que en realidadera.

—Dígame, Sr. Elías —respondió Sedna desde la ventana de su habitación.—Como verá —dijo el hombre mirando a su alrededor—, los vendimiadores ya están en su

posición, listos y dispuestos para comenzar a recolectar las uvas, pero el Sr. Norman todavía noha llegado. ¿Qué hacemos? Deberíamos comenzar cuanto antes.

Sedna buscó con la mirada a su esposo, a pesar de que Elías le acababa de confirmar lo queella había notado con extrañeza esa misma mañana. En efecto, y por muy inusual que fuera,Norman no había llegado.

—Estoy de acuerdo con usted —dijo Sedna—, el inconveniente es que no contamos con unexperto como mi esposo para seleccionar las uvas.

—Lo sé Sra. Woods pero, si me permite el atrevimiento, creo que usted lleva muchos añostrabajando con nosotros en el viñedo. Conoce esas uvas tanto o más que el propio Sr. Barlow.

Sedna percibió una especie de sensación agridulce. Ese hombre, humilde y trabajador, estabareconociendo de manera tácita el trabajo que su propio esposo jamás le había reconocido ni,mucho menos, agradecido. Y lo más curioso es que hablaba con la verdad. Motivado a sus largasausencias, era ella y no Norman quien conocía cada rincón del viñedo, quien cuidaba en personacada una de esas parras que hoy estaban cargadas de uvas, listas para hacer brotar de ellas uno delos mejores vinos de la región.

—De acuerdo Elías, bajaré en un momento. Mientras esperamos que mi esposo aparezca, meencargaré en persona de seleccionar las uvas.

Elías no dijo nada…, con palabras, sin embargo, su aprobación quedó en evidencia en suforma de mirarla, en sus gestos, en su sonrisa.

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Capítulo 28Antes de incorporarse a las faenas del viñedo, Sedna se dirigió al portal de la casa para

esperar a Adara y a sus hijos. Deseaba recibirlos para darles la bienvenida e invitarlos adesayunar con ella y con su madre. En vista de que Norman no había llegado, quería aprovechar almáximo la compañía de los Roses. De cualquier manera, por mucho que a su esposo le molestarala presencia de ellos en su casa, él sabía a la perfección que cualquier ayuda adicional durante lavendimia siempre sería bienvenida. Se trataba de una semana entera en que el trabajo no podíadetenerse. Una vez que las uvas eran seleccionadas y depositadas en las cestas de losrecolectores, los frutos de la vid debían incorporarse cuanto antes al lagar más cercano, a fin deque los pisadores realizaran su trabajo. En caso contrario, las uvas recién recolectadas perderíanparte de sus propiedades, en consecuencia, se vería afectada la calidad del mosto y, por ende, delvino.

Con la alegría que siempre florecía en su espíritu debido a la presencia de Adara y de sushijos, Sedna sonrió y levantó su brazo para saludarlos en el momento en que los vio aproximarse.Los Roses la saludaron desde la carreta con el mismo entusiasmo.

Sedna notó que Adara se había recogido su cabello con una coleta y supuso que lo hizo de esemodo para que su larga cabellera no la molestara durante el día. A Sedna le encantaba ver a Adaracon su cabello suelto. Sus millones de hebras lisas y brillantes, danzando con la música delviento, servían de marco perfecto a su bello rostro, pero reconoció que peinada de ese modo seveía también muy hermosa.

Adara era nueve años mayor que ella. A sus 42 años, con sus vivencias a cuestas, con susalegrías y sus penas, después de haber engendrado cuatro maravillosos hijos, su rostro no tenía,como es obvio, la lozanía de una muchacha de 16 o 20 años, ya se comenzaban a notar algunaslíneas de expresión alrededor de sus ojos, y cuando dormía poco amanecía con ojeras y sombrasdebajo de sus ojos, pero conservaba intacta su belleza, la simetría de sus hermosas facciones queemanaban dulzura, pureza de intenciones y cierto aire a melancolía.

Sedna también notó, con cierta picardía, que Adara tendría que desprenderse de parte de suatuendo, en especial, cuando entrara al lagar con ella para pisar las uvas. Ella vestía una camisablanca de lino manga larga con una abertura en la parte delantera, atada con cordones. Encima dela camisa, una saya del mismo color de la camisa con un escote redondo que dejaba al descubiertosus hombros. La saya era ceñida en la parte superior realzando la silueta de su bien formado bustoy se despegaba del cuerpo a partir de la cintura. Encima de la saya llevaba una sobrevesta decolor marrón en forma de chaleco, abierta por los costados y sin mangas.

Debajo de la sobrevesta y de la saya, para completar su ropa interior, en conjunto con lacamisa, llevaba puestas unas calzas con suelas en los pies que, como era usual y aunque no fueranvisibles, se extendían hasta la parte superior del muslo.

Para entrar al lagar Adara tendría que despojarse, como mínimo, de la sobrevesta y de lascalzas. Además, tendría que levantar la saya hasta las rodillas atando cordones a su alrededor, talcomo acostumbraban las mujeres que se disponían a extraer el jugo de las uvas pisándolas con lospies.

A pesar de que Sedna ya era una experta en esa actividad no solía participar en el concurso,pero en esta oportunidad quería hacerlo. Le entusiasmaba la idea de compartir con Adara y con

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sus hijos una de las facetas más entretenida y divertida de la vendimia, siempre y cuando ellosdesearan acompañarla. El torneo de pisadores de uvas se realizaba al final de cada día en unambiente donde no faltaba la música, los bailes, la comida y la bebida, esta última limitada encierta medida para evitar que los hombres y mujeres se embriagaran. Esta actividad era, sin duda,el momento en que la vendimia se transformaba en una auténtica fiesta.

Sedna sabía, con pesar, que Adara y sus hijos pronto se marcharían, por eso había esperadocon ansias el inicio de la vendimia, quería compartir esos momentos únicos y, quizás, irrepetiblescon la mujer que amaba, aunque jamás tuviera el valor de confesar los sentimientos profundos yauténticos que ella le inspiraba. La extrañaría muchísimo, a ella y a sus hijos, pero al menosquería fabricar juntos a ellos los más bellos recuerdos. Memorias que retendría en su mente comoun preciado tesoro y que le servirían de consuelo cuando el adiós inevitable los separara parasiempre.

En el momento en que la carreta se detuvo frente al portal, la sonrisa en el rostro de todos aúnse mantenía. Se saludaron con mucho afecto y entraron a la casa para desayunar, atendiendo a lainvitación que Sedna acababa de extenderles.

Al tiempo que desayunaban, Adara le dijo a Sedna:—Creo haberte contado que he presenciado algunas vendimias pero nunca he participado de

forma activa en ellas. ¿Cómo te parece que podríamos ser de ayuda?Sedna relató la conversación que había tenido con Elías más temprano, y agregó:—Me encantaría que me acompañaran a recolectar las uvas. Al final de la faena habrá un

concurso de pisadores de uvas y me complacería mucho que participáramos en él.Con expresión de asombro, pero de un modo divertido, Adara dijo:—¡Pero si yo nunca he pisado uvas en mi vida! No creo que conmigo, como tu compañera de

equipo, ganemos ese concurso.—No importa si lo ganamos o no, lo que deseo es que participemos. Será divertido. Habrá

música, bailes, comida y vino.—Yo quiero entrar a ese concurso y pisar uvas —afirmó Raine.—Y yo —secundaron al mismo tiempo Lena, Rigel y Alya.—Sabían que ustedes dirían eso —dijo Sedna con entusiasmo. Alternó su mirada entre los

niños y agregó—. Por el tamaño del recipiente donde se depositan las uvas durante el concurso ypor la cantidad de estas, la única que puede participar es Lena, sin embargo, previendo que atodos les gustaría pisar uvas, saqué del cobertizo un recipiente más pequeño donde los tres podránhacerlo también. En cuanto a ti, Lena —continuó—, por ser la más alta de tus hermanos, podrásparticipar con Adara y conmigo en el concurso... Si es que tu madre acepta incorporarse a pesarde su falta de experiencia —terminó diciendo Sedna, con una sonrisa cautivadora que dedicó enexclusiva a Adara.

—Me convenciste —dijo emocionada, aunque calló la verdadera razón de su entusiasmo. Lasonrisa de Sedna y su mirada le parecieron tan hermosas que no hubiera podido resistirse aunquequisiera—. ¡A pisar uvas se ha dicho!

Sedna y los niños celebraron con hurras y vítores, alzando los brazos en señal de triunfo.

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Capítulo 29Todos pasaron varias horas recolectando uvas. Cuando las cestas se llenaban, los hombres

encargados de transportarlas las llevaban sobre sus hombros hasta el lagar más cercano, donde lospisadores realizaban su parte del trabajo.

Y así, entre uvas, cestas y sonrisas, se comenzó a acercar el momento que todos esperaban: elinicio del torneo.

La proximidad del evento fue anunciada por Elías, quien buscó a Sedna para informarle quelos lagares se encontraban casi vacíos y que las uvas que se recolectaran a partir de ese momentoserían usadas para el concurso.

De acuerdo a las normas del evento, justo antes de su inicio, cada lagar se llenaba con cincocestas de uvas, a fin de que todos los equipos participantes tuvieran la misma oportunidad deganar.

Sedna agradeció a Elías la información y cuando él se marchó, le habló a Adara y a los niños:—Deberíamos ir a casa a prepararnos para el torneo. ¿Me acompañan?—¿Prepararnos? ¿A qué te refieres? —preguntó Adara, al tiempo que se encaminaban hacia la

casa.—Para concursar debemos quitarnos las calzas y, en tu caso, también la sobrevesta que traes

puesta. Además, tendremos que atar nuestras sayas alrededor de las rodillas usando unos cordonesque ya tengo preparados.

—Tía Sedna, ¿para nosotros también hay cordones? —preguntó Raine, mientras tomaba con sumanita la de Sedna.

—Por supuesto que sí, mi pequeña, habrá cordones para todos —respondió Sedna con ternura,alzando en sus brazos a la niña.

Raine sonrió, guardó silencio por un instante y dijo:—Creo que no tendré fuerzas para pisar uvas sin comer antes. Tengo hambre.Sedna se rio con ganas. Adara, quien venía caminando a su lado, entornó los ojos con un gesto

divertido y sonrió, mientras acariciaba los rizos despeinados del cabello de su hijita.—Para eso también estamos preparados. Al lado de los lagares hay una mesa muy grande con

mucha comida, jugo de uvas y vino… Aunque el vino es solo para los adultos.—Lo sé, mi mami nos enseñó eso.Sedna y Adara se miraron a los ojos y compartieron otra sonrisa.Una vez que terminaron de alistarse, Sedna y los Roses salieron de la casa y se dirigieron al

lugar donde se realizaría el torneo.El ambiente festivo colmaba el ambiente de risas, baile y alegría. En torno al gran mesón de

madera, hombres y mujeres bailaban al ritmo de la música, otros comían frutos secos y variostipos de queso, degustaban el mosto y bebían vino, este último en cantidades limitadas para evitarque la embriaguez resultante disminuyera su capacidad de trabajo en los días subsiguientes. Soloen el último día de la vendimia el consumo de vino no se cuestionaba. No obstante, entre lastradiciones, las reglas del torneo sugerían que los participantes adultos consumieran, por lomenos, dos copas de vino antes del inicio de la contienda.

Cuando Sedna le ofreció la primera copa de vino a Adara, ella preguntó:—¿A qué se debe esta tradición?

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—El vino suele desinhibir nuestros movimientos y entonar el ánimo para pisar las uvas.—A mí el vino me entona más de la cuenta. Te lo aseguro —afirmó Adara en un tono pícaro.—¿Te sienta mal?—No precisamente, pero se me sube a la cabeza con increíble rapidez.Sedna rio y dijo:—No te preocupes, recuerda que si te mareas y caes nos ayudarás a pisar más uvas.Adara también rio, levantó la copa y exclamó con alegría:—¡Salud!—¡Salud! —repitió Sedna antes de sorber el primer trago.Poco antes de que se diera inicio al torneo, Adara ayudó a Raine a entrar al pequeño lagar que

Sedna había dispuesto para ellos. Rigel y Alya entraron por su cuenta.—Bueno, mis niños —dijo Sedna con una gran sonrisa—, ha llegado la hora de divertirse.

Bailen, jueguen, corran, en fin, hagan lo que deseen para pisar esas uvas, ¿de acuerdo?Al tiempo que Alya y Rigel, utilizando sus pies descalzos, palpaban las uvas con cierta

cautela, Raine prefirió comenzar a molerlas a punta de saltos. Entre un brinco y el siguiente, lapequeña dijo riendo:

—Esto es divertido.Todos rieron al ver a la niña saltando.—Esa es la idea. ¡Diviértanse! —afirmó Sedna. Entonces señaló el gran contenedor de madera

donde ya estaban añadiendo las uvas, y agregó—. Su madre, Lena y yo haremos lo mismo en ellagar que está aquí al lado. Vamos —les dijo—, ya tenemos que entrar. El torneo está a punto deempezar.

Al ritmo de la música, todos los concursantes comenzar a pisar las uvas…, todos menos Adaray Lena, quienes se mantenían sin moverse demasiado, dudando qué hacer.

Con una sonrisa encantadora, Sedna las tomó de la mano, una a cada lado, y les dioindicaciones:

—Es fácil —afirmó—. Solo deben dar pasos hacia adelante, hacia atrás y a los costados.Sigamos el ritmo de la música y verán que poco a poco el jugo de las uvas que pisemoscomenzará a salir por el desagüe.

Lena agarró el ritmo con rapidez, pero a Adara le estaba costando un poco más. Sedna tomó aAdara por ambas manos y, mirándola a los ojos, le dijo:

—Sígueme a mí.Sedna dio algunos pasos hacia atrás y, usando sus manos, atrajo a Adara hacía ella para

impulsarla a avanzar hacia adelante.»Muy bien —le dijo para animarla—. Ahora da unos cuantos pasos hacia atrás. Yo te seguiré

—Viendo que Adara comenzaba a tomar el ritmo, agregó—. ¡Perfecto! Probemos hacia los lados.Da algunos pasos hacia tu derecha y después hacia tu izquierda.

Poco a poco sus pasos se fueron acoplando, convirtiendo sus movimientos en un animado bailedictado por el ritmo de la música.

Quizás sería por los efectos del vino, del ambiente, de la música, tal vez se debía al contactode las manos de Sedna sobre las suyas, a su encantadora sonrisa, a su mirada, vivaz y brillante; locierto es que, a los ojos de Adara, los rítmicos movimientos de esa hermosa mujer se le antojaronsensuales, seductores… A medida que la observaba, la excitación irrefrenable comenzó a emergeren su interior. Como si su cuerpo hubiera despertado de un largo y profundo sueño, Adarapercibió los chispazos del deseo que amenazaban con abrasar cada fibra de su piel.

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A pesar de la vorágine de sensaciones que la inundaban, Adara intentó mantener lacompostura, concentrándose solo en la textura de las uvas que sentía bajo sus pies. Para disimular,alcanzó a decir:

—Parece que estoy agarrando el ritmo.—Así es —afirmó Sedna, sin dejar de sonreír—, me doy cuenta. ¿Crees que puedas hacerlo

sola?—Creo que sí —respondió Adara, aunque hubiera preferido mentir para que Sedna no soltara

sus manos. Anhelaba ese pequeño contacto, el premio de consolación a las caricias que deseabasentir sobre su piel, al roce de sus labios sobre los suyos, al beso ardiente y profundo que daríarienda suelta a la pasión contenida, por mucho tiempo dormida bajo su piel…, ese volcán inactivoque estaba despertando de su letargo con toda su fuerza, con toda su furia.

Tal como lo anticipó, Sedna soltó sus manos y aunque echó en falta ese leve roce, sus efectosseguían allí, inmutables, inundando su interior.

Instantes después, logró centrarse un poco cuando escuchó las risas de sus hijos en el lagarcontiguo. Giró su cuerpo para verlos, pero tropezó con sus propios pies, resbaló y comenzó a caerhacia atrás, tal como ella misma había vaticinado unos días antes. Sin embargo, antes de que todosu cuerpo quedara sumergido en un mar de uvas a medio triturar, Adara sintió las manos de Sednaalrededor de su cintura, quien con un movimiento rápido y certero la atrajo hacia ella.

Su hábil maniobra evitó la caída pero permitió que sus cuerpos y sus rostros quedaran muycerca…, demasiado cerca.

Sentir el cálido aliento de esa hermosa mujer tan próximos a su boca, percibir con su propiocuerpo las formas redondeadas de su pecho, sentir el agarre de sus manos alrededor de su cintura,provocaron que Adara perdiera la poca templanza que había logrado, el deseo se avivó en suinterior como el fuego atizado por el viento, pero sucedió algo más… Lo supo cuando su corazóncomenzó a latir como el repique de mil tambores dentro de su pecho…; lo supo cuando sintiórenacer su espíritu, cuando entendió que aquel oscuro hechizo lanzado contra ella perdería todo supoder…; lo supo cuando recordó las palabras que había escuchado de Firense en aquel sueño:“No des nada por sentado Adara Roses”… La verdad, la única verdad se presentó ante ella comouna revelación: el amor había tocado a su puerta y ella le había dado entrada… por segunda vezen toda su vida. En ese preciso instante, Adara se dio cuenta que estaba, profunda eirremediablemente, enamorada de Sedna Woods.

—¿Te encuentras bien?—Creo que estoy algo mareada, debe ser por el vino —respondió Adara, con una verdad a

medias. En efecto, se sentía mareada pero ella sabía que no era por el vino.Sedna retiró las manos de la cintura de Adara, tomó su mano y dijo:—Ven, vamos a casa. Estás empapada de vino, es preciso que te quites esa ropa cuando antes,

de lo contrario podrías enfermar.—¿Y el torneo? —preguntó Adara, en un intento por evadir el torbellino que se había gestado

en su ser.—¿Ves el equipo que está a nuestro lado? Su vasija está casi llena. Ellos ganarán sin duda.—Lo lamento.—¿Lo lamentas? —Preguntó Sedna, riendo—. Esta ha sido la vendimia más espectacular de

toda mi vida. Anda, vamos a casa —repitió Sedna. Mirando a Lena, agregó—. Voy con tu madre acasa para que se cambie la ropa. Acompaña a tus hermanos, ¿de acuerdo?

—Sí tía Sedna, lo haré.

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Elías las ayudó a salir del lagar. Lena entró al que ocupaban sus hermanos, al tiempo queAdara y Sedna se encaminaron hacia la casa.

Al entrar, las dos mujeres se dirigieron a la habitación de Sedna. Ella sacó del armario ropalimpia y se la colocó a Adara en sus manos, mientras le decía:

—Toma, necesitas quitarte esa ropa mojada cuanto antes.De nuevo, Adara sintió el roce de las manos de Sedna, pero esta vez no permitió que ella la

soltara. Sin pronunciar una sola palabra, Adara dejó caer la ropa limpia al suelo, acunó sus manosen las mejillas de Sedna y con un sutil pero firme movimiento la atrajo hacia ella, la miró a losojos, miró sus labios y, sin pensar en nada más, la besó…

En el mismo instante en que sus bocas se encontraron, Adara supo, con absoluta certeza, queSedna había deseado ese beso tanto como ella. Lo entendió por su forma de entregarse, por losleves gemidos que brotaban de la comisura de sus labios, por la forma en que su cuerpo seestremecía, por la manera en que sus brazos rodearon su cintura para abrazarla con fuerza.

Cuando sus labios se separaron y se vieron a los ojos otra vez, la mirada de Sedna le confirmóa Adara lo que ya sabía, mucho más cuando ella afirmó con un hilo de voz:

—No tienes ni idea de cuánto deseaba este beso…, de cuánto te deseo a ti —Acariciando elrostro de Adara, sin dejar de mirarla a los ojos, confesó—. Estoy enamorada de ti, Adara Roses.Sé que este es un amor imposible, pero mi corazón no entiende de razones. Te amo y te deseo.

Sin titubear, esta vez fue Sedna quien acercó sus labios para besar a Adara, pero quiso quefuera un beso lento, sosegado. Acariciando los labios de Adara con los suyos, jugueteó con ellosmordiéndolos con ternura.

—Te amo, Sedna Woods —susurró Adara, mientras percibía como su espíritu resucitaba conaquella confesión mutua, mientras la forma en que Sedna jugueteaba con sus labios comenzaba aenloquecerla.

Cuando el beso se intensificó, cuando sus bocas comenzaron una guerra imposible de perder,Adara empezó a desnudar a Sedna. Instantes después, sin aviso, ella interrumpió el beso. Queríaadmirar su belleza, la belleza que había imaginado tantas veces y, en especial, cuando bailabansobre las uvas.

Con las manos sobre la cintura, levantó la camisa de Sedna. Ella, dócil, levantó ambos brazospara permitirle a Adara que la desnudara por completo.

La visión de su piel suave, de sus formas tan femeninas, deslumbraron a Adara, generando queel deseo en su interior se encendiera todavía más.

Adara desvió la mirada hacia su propio pecho, cuando sintió las manos de Sednadesenredando, con deliberada lentitud, el cordón que ataba su saya. Esta cayó al suelo y entoncesfue Sedna quien repitió el mismo movimiento para despojar a Adara de su camisa. El último velode su preciosa desnudez.

Sedna la admiró por unos instantes, después acercó su rostro y susurró en su oído:—¡Que hermosa eres, amor!—Tú lo eres más —dijo Adara entre gemidos.—Hazme el amor...Adara gimió de nuevo, esta vez con más intensidad, presa del deseo que ya era irrefrenable.En un mar de sábanas blancas, Adara se acostó encima de Sedna, dispuesta a recorrer con sus

labios cada pedacito de su piel. Cuando comenzó, se sentía fuera de práctica, muchos añostranscurridos desde la última vez que había amado, pero poco le importó. Decidió dejarse llevarpor el sentimiento profundo que Sedna le inspiraba, por la pasión que las había llevado hasta allí.

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A medida que se sumergía en la piel de esa hermosa mujer, mientras la acariciaba con sus labios ycon el leve roce de sus dedos, mientras su boca y su lengua provocaban sutiles espasmos en sucuerpo desnudo, mientras escuchaba sus gemidos, Adara se dio cuenta que el tiempo transcurridono importaba, que el amor y el deseo tienen su propia manera de encontrar el camino hacia elplacer.

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Capítulo 30Aunque en esos momentos era lo que menos importaban, Sedna no tenía palabras para

describir lo que estaba sintiendo. Nunca antes, su alma había vibrado como ahora; jamás, comoahora, su cuerpo había experimentado el placer que Adara, con sus caricias, le estaba haciendosentir. Los besos que compartieron al principio la habían encendido, exaltando sus anhelos, peronunca imaginó que podría enloquecer de esa manera. Adara le susurró al oído un “te amo” queenalteció su espíritu y le erizó la piel. Ella se tomó su tiempo, no se apresuró, con delicadezaacarició su cuello con los labios, sus senos desnudos, y ahora que se aproximaba a la fuente detodos sus deseos, su cuerpo vibraba y se contorsionaba con tan solo imaginar lo que sentiría.Adara era tan dulce, la acariciaba con tal grado de ternura, que no había manera de comparar loque estaba sintiendo con lo que había experimentado cuando Norman la poseía, ni siquiera alprincipio, cuando ambos ignoraban el diagnóstico del médico del pueblo; mucho menos despuésde aquello, cuando comenzó a poseerla con violencia, sin ningún sentimiento de por medio salvo,quizás, el desprecio y la animadversión. Eran tan dispares uno del otro que parecían actos no solodistintos, sino opuestos.

Inundada por sus anhelos, por la dulce espera, sus potentes gemidos no se hicieron esperarcuando Adara, con delicados aleteos, comenzó a acariciarla para inundarla con ráfagas deincesante placer, una delicia indescriptible que aumentaban con cada caricia, con cada roce.

Temblando sin control alguno, gimiendo con la respiración entrecortada, Sedna se entregó, sedejó llevar por el dulce juego del placer, ese que te hace querer más pero que, al mismo tiempo, tehace desear que el goce no termine. Se entregó a ese juego hasta que las caricias de Adarallevaron su cuerpo a un punto donde supo, por instinto, que no había retorno posible.

Fue entonces cuando percibió como sus piernas comenzaban a temblar, como el placeralcanzaba su máxima expresión y allí, entre sábanas blancas, en medio de caricias llenas de amory de ternura, Sedna sintió que alcanzaba el cielo, la cúspide del placer más exquisito, queexperimentaba por primera vez en toda su vida.

Cuando los chispazos de ese inmenso placer aún provocaban sutiles espasmos en su cuerpo,Sedna se encontró de nuevo con el rostro sonriente de Adara. Había tanto amor en esa mirada queSedna sintió una opresión en el pecho, pero no era una sensación desagradable, todo lo contrario,era como si algo dentro de sí misma quisiera explotar, rebosante de júbilo, de alegría, de miles deemociones imposibles de describir.

Embargada por ese cúmulo de sentimientos maravillosos, Sedna acunó con ambas manos elhermoso rostro de Adara y atrapó su boca para besarla. Sedna quería expresar, de algún modo,todas las emociones que le colmaban el alma y ese beso tierno y a la vez apasionado, lento y a lavez apremiante, fue la manera que encontró para hacerlo.

Adara respondió con la misma emoción, con la misma entrega, y cuando se vieron a los ojosde nuevo, ella simplemente apoyó su cabeza sobre el pecho desnudo de Sedna y se refugió en él,como quien regresa al hogar después de un largo, larguísimo viaje.

Sedna la abrazó con todas sus fuerzas y dijo:—Jamás había experimentado lo que me has hecho sentir, y no me refiero nada más al enorme

placer físico que has logrado darme, sino a esta sensación de paz, de sosiego, a este amor inmensoque llevo dentro de mí… —Sedna hizo una pausa y con un poquito de vergüenza, agregó—. El

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cuento al placer físico no sé si pueda satisfacerte como tú lo has hecho conmigo. A pesar de mispreferencias nunca había estado con una mujer.

—Lo sé, corazón, pero no te preocupes por eso, déjate llevar por el sentimiento y permite quetu instinto haga el resto. Además, yo te guiaré… Pero no todavía, permíteme quedarme así un pocomás.

Guardaron silencio por un rato.—No quiero perderte —confesó Sedna en voz baja.Adara levantó la cabeza para verla a los ojos. Notó una sombra de desasosiego en su mirada.—Yo tampoco, pero no pienses en eso ahora, disfrutemos juntas este momento, ¿de acuerdo?—De acuerdo —Sedna acercó sus labios a los de Adara para fundirlos en un beso, profundo y

tierno a la vez.

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Capítulo 31Esa noche, después que Adara y sus hijos se marcharon, Sedna se encontraba en la recámara

de su madre, quien ya había cenado y estaba en cama, lista para dormir. A pesar de que ella lahabía animado para buscar su felicidad, Sedna no se atrevió a contarle lo vivido en ese díamemorable. Lo guardó para sí misma, intentando disimular el torbellino de emociones ysentimientos que albergaba en su interior.

Aún podía sentir el cosquilleo de sus caricias en la piel, la calidez de sus besos, el enormeplacer que le hizo experimentar y, en especial, ese “te amo” que susurró en su oído mientras lehacía el amor. Eso era lo que más llenaba su espíritu, lo que la hacía sentirse la persona másdichosa sobre la tierra: nadie, hasta ahora, la había hecho sentir amada; nadie, hasta ahora, habíaconvertido para ella y solo para ella la palabra “amor” en un verbo. Adara le había hecho el amor,literal y por entero.

Y cuando le correspondió a ella ser quien le demostrara con besos y caricias el mismosentimiento que albergaba su corazón, Adara tuvo la suficiente paciencia y delicadeza paraguiarla, para que su nula experiencia previa con una mujer no importara en absoluto.

Senda salió de sus pensamientos cuando creyó ver luces y movimientos a través de la ventana.Marta también los percibió ya que preguntó, con cierta inquietud, quién podría estar afuera de lacasa a esas horas.

—Debe ser Norman —respondió Sedna, al tiempo que se asomaba a la ventana paracorroborar su presunción.

Ella se sorprendió porque, en efecto, se trataba de su esposo, pero no venía sólo. Portandoantorchas, lo acompañaban tres personas más. Agudizó su visión para averiguar quiénes eran.

—¿Es Norman, hija?—Sí, madre, pero no viene solo. Está entrando a casa acompañado de su amigo, Rob Carlton,

su hijo Henry y el reverendo Jones.—Es extraño… ¡A estas horas!—Pues sí… Quizás estaban juntos y se les hizo tarde para regresar a sus casas. Es posible que

Norman los haya invitado a dormir aquí esta noche.—Es posible. ¿Saldrás a recibirlos?Lo que Sedna menos deseaba era interactuar con su esposo y sus acompañantes esa noche.—No madre, me quedaré aquí contigo hasta que te quedes dormida.Sin embargo, la intención de Sedna de pasar desapercibida se vio frustrada cuando Norman

apareció en el umbral de la puerta de la habitación de su madre junto a sus acompañantes. Talactitud le pareció aún más extraña, en especial por la expresión severa que reflejaban sus rostros.

Por simple cortesía, Sedna saludó:—Buenas noches —dijo—. ¿Ocurre algo malo?Ninguno de ellos respondió al saludo de inmediato. Norman la vio con una mirada de

desprecio, pero no dijo nada. Fue el reverendo Jones quien rompió el incómodo silencio. Mirandosolo a Marta, el hombre de mediana edad, incipiente calva y mirada penetrante, dijo:

—Buenas noches —Fue entonces cuando vio a Sedna a los ojos y con un tono firme y severo,agregó—. Sra. Sedna Woods, el hijo de Rob Carlton, Henry Carlton, aquí presente, es un testigoque afirma haberla visto la noche de Octubre tres, a principios de este otoño, cometiendo actos de

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brujería. El testigo fue sometido por mí persona a un concienzudo y severo interrogatorio.Considero que tal testimonio es verídico. Por lo tanto, esta visita no es de cortesía, mi presenciala convierte en una visita oficial para apresarla hasta mañana a primera hora, cuando serásometida a un juicio público en el cual será acusada de cometer actos de brujería, en contra de lamoral y de la religión. De ser hallada culpable, será condenada a morir en la hoguera. Sentenciaque será aplicada sin dilación, mañana mismo, en horas de la tarde.

Fue tal la impresión que recibió Sedna al escuchar esa terrible acusación que enmudeció.Incapaz de articular palabra alguna entendió que el fin, el que tanto había temido durante toda suvida, había llegado. Ese muchacho la había visto aquella noche, cuando ella y los niños, conAdara inconsciente, fueron atacados por una jauría de lobos salvajes. El muchacho decía laverdad y, aunque no fuera así, Sedna lo sabía: esa acusación era, en sí misma, una sentencia demuerte. Nadie, hasta ahora, acusado de cometer actos de brujería había sido hallado inocente, pormás que el reo lo negara, por más que suplicara por su vida, nada valía para revertir unaacusación de ese tipo. Aunque su instinto la animaba a defenderse, el terror que le inspiraban loscargos en su contra y sus terribles consecuencias, no le permitieron pronunciar ni una solapalabra. La que sí habló fue Marta. Presa de la angustia y con lágrimas en los ojos, alzó la voz endefensa de Sedna:

—Mi hija es inocente. Ella no es una bruja.Esta vez Norman sí intervino:—¡Cállate, Marta! —Ordenó—. Ya sabes lo que ocurre con aquellos que se atreven a defender

a una bruja…, como tu hija.Marta sabía a la perfección el significado de las palabras de Norman. En Mirphak se había

instaurado una norma no escrita: toda persona que hablara en defensa de alguien acusado debrujería se convertía en sospechoso del mismo “crimen”. Toda sospecha se transformaba en unaacusación y, por ende, en una sentencia a muerte. Si el ministro de la iglesia así lo decidía yformulaba la acusación, tal como lo acababa de hacer el reverendo Jones en el caso de Sedna, nohabría escapatoria posible, el resultado final siempre era el mismo.

Sin embargo, a Marta poco le importaron los riesgos. Gritó de nuevo, esta vez mirando aNorman:

—¿Cómo osas prestarte para acusar a mi hija de algo como esto, Norman? Ella es tu esposa…—He dicho que te calles —gritó Norman. Se giró para ver al reverendo y le hizo una seña.El reverendo Jones, de forma brusca, tomó a Sedna por el brazo, la hizo girar de espaldas y

ató sus manos por detrás. Ella seguía callada, en shock, mientras un par de lágrimas resbalabanpor sus mejillas.

En el momento en que el reverendo se disponía a sacarla de la recámara para conducirla alcalabozo, donde pasaría la noche, Marta intentó incorporarse. Obviamente, no lo logró. Profirióun grito y presa de la histeria, comenzó a convulsionar y a botar espuma por la boca.

Fue en ese instante cuando Sedna reaccionó, aún con las manos atadas logró zafarse del agarredel reverendo Jones e intento, en vano, auxiliar a su madre.

—¡Madre¡ —gritó. Suplicante, dirigió su mirada a Norman—. Por favor, permíteme ayudarla.Es mi madre… Por favor, te lo suplico.

Norman ni siquiera la miró. Se dirigió a la mesilla de noche donde Sedna solía guardar losmedicamentos de su madre, abrió un frasco, se sentó en la cama e intentó administrárselo por laboca. Mientras lo hacía, con Marta todavía convulsionando, miró al reverendo y le dijo en vozfirme:

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—Llévensela.—No —gritó Sedna llorando, en los límites de la histeria. Intentó resistirse pero todo fue en

vano. Sus ataduras y el firme agarre del reverendo no se lo permitieron.Y así, después de haber experimentado el día más feliz de su efímera existencia, Sedna Woods

fue conducida al calabozo, donde pasaría no solo la peor noche de toda su vida, sino también laúltima…

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Capítulo 32Esa mañana, Adara despertó muy temprano. Apenas tomó consciencia, su primer pensamiento

fue para Sedna. Una inmensa sonrisa se dibujó en su rostro al recordarla, al revivir los hermososmomentos que había compartido junto a ella el día anterior. Anhelaba ir a su encuentro, robarle unbeso, hacer el amor otra vez, pero antes necesitaba ir al mercado principal. Por eso despertó tantemprano, quería comprar los ingredientes de una vieja receta de su madre, para prepararle aSedna y a sus hijos un dulce de leche que no elaboraba desde mucho tiempo atrás.

A pesar de todos los obstáculos que las separaban, Adara sentía que ese amor ya no era tanimposible como le pareció al principio y había dos buenas razones para ello.

En primer lugar, tenía la certeza que su espíritu había sanado, que las sombras que lo nublaronpor aquel oscuro maleficio ya no estaban. El hermoso sentimiento que fue creciendo poco a pocoen sus corazones le dio luz a su alma, como gotas de agua que van llenando un cántaro hastahacerlo rebozar. El amor había obrado su milagro y con él renació la esperanza, alejando elmiedo.

Aunque no podía revelarle a Sedna las verdaderas razones que motivaban su partida, Adarasabía que tendría que marcharse para enfrentar a aquellas criaturas, sabía que existía una enormeposibilidad de no sobrevivir, pero el terror que sintió desde que conoció su inevitable destino fuesustituido por el valor para enfrentarlo, ahora no solo lo haría por sus hijos, también con laesperanza de reencontrarse con Sedna.

Por otra parte, lo que ella le había contado el día anterior, mientras estaban abrazadas despuésde hacer el amor, le dio a Adara una razón adicional para creer, para entender que ambas podríanencontrar la luz al final del túnel. Su propia madre la había animado a buscar la felicidad, le hizoprometer que cuando ella muriera se alejaría para siempre de Norman y de Mirphak, mientras queSedna, animada por los bellos momentos que acababan de compartir, le aseguró a Adara haberencontrado el valor que le hacía falta para hacerlo.

Animada por esa chispa de esperanza, con la certeza de que no todo estaba perdido, Adara selevantó de la cama y, sin hacer ruido para no despertar a los niños, se vistió para ir al mercado.No obstante, cuando se disponía a abrir la puerta para salir, escuchó a su hijo:

—¿A dónde vas madre? —preguntó Rigel con cara de sueño, restregándose sus ojitos.—Voy al mercado, corazón. Pero regresaré pronto. Anda, vuelve a dormir, aún es muy

temprano.—Si vas a salir, iré contigo —afirmó Rigel, antes de exhalar un dilatado bostezo.—No será necesario. Solo será por un rato.Un poco más despierto, Rigel afirmó:—Sí lo es, madre. Tú no estás acostumbrada a ir al pueblo y menos sola. Mirphak no se

parece en nada a las tierras de Kabac… Créeme.Adara se acercó hacia su hijo sonriendo, le acarició su cabello despeinado y dijo:—De modo que es por eso… Parece que mi pequeño hombrecito quiere protegerme.Esbozando una sonrisa encantadora, el muchacho afirmó:—Así es.Adara rio, le dio un beso en la mejilla y dijo:—Está bien. Ve a vestirte e iremos juntos. Y hazlo en silencio para que no despiertes a tus

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hermanas, ¿de acuerdo?—Sí, madre. Solo tardaré un momento —dijo Rigel, antes de entrar a su recámara de nuevo.Un rato después, madre e hijo salieron juntos en dirección al mercado. A pesar de lo temprano

que era, Adara notó que ya había bastantes personas en las calles. También le llamó la atenciónque casi todas, en pequeños grupos, murmuraban entre ellas, como si estuvieran circulando unaespecie de rumor, un jugoso chisme que se esparcía como polvo en el viento. Sin embargo, no lehizo mucho caso, tal como su propio hijo había afirmado, ella no conocía las costumbres de esepueblo. Quizás solo eran ideas de ella, al fin y al cabo, era la primera vez que caminaba por esascalles, las pocas veces que había salido lo hizo en carreta y solo de paso para ir al viñedo.

Adara necesitaba varios ingredientes y como no quería tardar más de lo necesario, le dio unpuñado de monedas a Rigel y le pidió que se separaran para efectuar las compras más rápido. Almuchacho no le agradó mucho la idea, pero al final aceptó y se alejó de su madre para cumplir consu encargo.

No pasó mucho tiempo cuando Adara observó a Rigel, regresando a su lado. Con las manosvacías, corría hacia ella tan rápido como podía, con una expresión en su rostro que no le agradóen lo más mínimo.

En el instante en que Rigel la alcanzó, ella preguntó sobresaltada:—¿Qué ocurre hijo?Casi sin aliento, aspirando y exhalando aire de forma desordenada, el muchacho alcanzó a

decir:—Tía Sedna…El sobresalto se convirtió en temor.—¿Qué…, qué pasa con tía Sedna?—Fue acusada de brujería, madre. La apresaron anoche. Su propio esposo, el tío Norman,

participó en su detención. También escuché que Marta presenció ese momento, sufrió un ataque ymurió durante la noche. Pronto comenzará un juicio público en contra de tía Sedna, en la plaza delpueblo. Si la encuentran culpable…—Rigel hizo silencio. A punto de llorar, se abrazó a las faldasde su madre.

Adara también sintió deseos de llorar, de gritar. La ansiedad, la angustia, el desasosiego, seagolparon en su pecho, clavándose como puñales.

Rigel levantó la cabeza y acongojado, afirmó:—Madre, tía Sedna está sola, no tiene a nadie que la defienda. Tenemos que acompañarla.

Debemos ir a presenciar ese juicio.—Te llevaré a casa, yo iré sola.—No madre, por favor, permíteme ir contigo.—No, hijo —dijo Adara, a punto de llorar—. En algo como esto no puedes…, no debes

involucrarte.—Madre, no quiero que vayas sola.—Es preciso, Rigel. Por favor, no insistas más. Te dejaré en casa e iré sola a la plaza.El muchacho abrió la boca para pedirlo de nuevo pero Adara no se lo permitió, lo mandó a

callar con solo levantar la ceja.Cuando estaban en el umbral de la casa, Rigel le pidió a su madre:—Si no deseas que te acompañe, por lo menos haz que uno de los lobos lo haga… ¡Kimera!

Lleva a Kimera contigo, madre…, por favor.La idea del muchacho no le pareció descabellada. No solo quería ir a esa plaza como una

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espectadora más, necesitaba pensar en algo y rápido para intentar salvar a Sedna, sin poner enriesgo a sus hijos en el proceso.

Antes de entrar a la casa, Adara le dijo a su hijo:—Está bien, me llevaré a Kimera conmigo. Pero tú harás silencio, no despertarás a tus

hermanas para contarle lo sucedido, y cuando despierten muérdete los labios, no le cuentes ni unasola palabra de esto, ¿de acuerdo?

Con evidentes muestras de desaprobación pero resignado, Rigel respondió:—De acuerdo.Adara y el niño entraron a la casa en silencio. La mujer se dirigió al patio trasero en busca de

Kimera. Cuando los lobos la vieron, se acercaron a ella moviendo la cola, visiblementeentusiasmados por su presencia. Adara los saludó de forma rápida, se agacho para ver a Kimera alos ojos y, acunando su cabeza entre sus manos, le dijo:

—Amiga mía, me vas a acompañar a la plaza. No podrás ir a mi lado porque la gente delpueblo desconfía de los lobos y no quiero hacer notar mi presencia más de lo debido. Me seguirása una distancia prudencial. Por nada del mundo hagas nada, a menos que yo lo ordene, ¿deacuerdo?

Por increíble que pareciera, el vínculo desarrollado entre ellas era tan fuerte que cuandoKimera gimoteó, Adara supo que la loba había entendido por completo sus instrucciones. Elladejó a Rigel en casa farfullando. Entonces se alejó, seguida por Kimera, en dirección a la plazadel pueblo.

El cielo nublado apenas dejaba ver los tímidos rayos del sol. Adara cruzó los brazos bajo sumanta para aplacar parte del frío y continuó caminando.

Si le había parecido que una cantidad considerable de personas deambulaban por las calles aesas horas, nada podía compararse con la muchedumbre que se agolpaba en las inmediaciones dela plaza. No obstante, aprovecho que aún quedaban claros y espacios entre la gente para lograracercarse lo más posible al extremo derecho de la plaza donde se encontraba el cadalso, ubicadocerca de la entrada de la iglesia.

El cadalso era una tarima elevada de madera donde se apoyaban tres altos postes verticales,los cuales, a su vez, servían de sostén a un robusto madero horizontal. Cada poste contaba con trespares de grilletes de hierro, anclados con fuertes cadenas, ubicados en la parte superior, media einferior. Del madero horizontal pendían cinco sogas trenzadas que utilizaban para ahorcar a loscondenados a muerte.

La imagen del patíbulo causó escalofríos en Adara, pero lo que más le impactó fue ver, justoal lado del cadalso, tres postes verticales más. Alrededor de uno de ellos varios hombres estabancolocando montones de paja seca… La hoguera. El juicio ni siquiera había comenzado y yaestaban preparando el lugar para ejecutar a Sedna.

Adara dedujo, con profundo pesar, la razón por la cual ese trío de postes adicionales contabacon un solo grillete anclado con una cadena en su parte más alta. Los usaban así para atar concuerdas las manos de los condenados, ensartarlas a través del aro del grillete e izar su cuerpopara que el desdichado quedara suspendido desde la parte superior. De ese modo, su agonía seríamucho mayor ya que las llamas no consumirían las cuerdas que los mantenían atados mientras losquemaban vivos.

A la ansiedad, a la angustia, al desasosiego que ya estaban instalados en su pecho, se unieronla rabia, la impotencia y el espanto…, pero aún faltaba lo peor y Adara lo sabía: ver a la mujerque amaba atada a alguno de los postes del cadalso mientras realizaban una pantomima de juicio,

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cuya finalidad solo perseguía prolongar la agonía de alguien, cuya sentencia ya estaba dictada; deno ser así esos hombres no estarían preparando la hoguera, pensó Adara, con zozobra y unaprofunda aflicción que le resquebrajaba el alma. Su mente se resistía a pensar en el martiriosiguiente, se negaba a imaginar a Sedna gritando de dolor mientras las llamas la consumían. Elesfuerzo por intentar borrar esas cruentas imágenes de su mente comenzó a causar estragos en sucuerpo, Adara sentía la garganta seca, sus sienes latían con fuerza provocándole un fuerte dolor decabeza y, a pesar del intenso frío, empezó a sudar.

Adara recordó las palabras de Lena cuando se refirió a Mirphak con desdén. Su hija mayor,intuitiva y observadora, había percibido desde que llegó a esas tierras la barbarie y la ignoranciade un pueblo colmado de prejuicios y de maldad. También recordó sus propias palabras cuandocomparó las costumbres y creencias de Mirphak con las de Kabac.

La indignación de Adara alcanzó un nuevo nivel al escuchar el cuchicheo a dos mujeres que seencontraban a su lado. Aunque no alcanzó a oír lo que decían, se notaban entusiasmadas, comoquien se encuentra a la espera de una función de circo, como si la barbarie que estaban a punto depresenciar fuera una animada fiesta, como si ese patíbulo fuera el escenario dispuesto paradisfrutar de un divertido y ameno espectáculo.

Todas las miradas se dirigieron hacia la parte trasera del cadalso y los murmullos seencendieron, cuando tres hombres y un muchacho adolescente comenzaron a subir a la plataformaacompañados por tres guardias. El primero en llegar fue un hombre calvo ataviado con un traje demonje que, Adara asumió, debía ser el ministro de la iglesia; el segundo fue un hombre alto, deojos azules y de porte masculino; el tercero, un hombre obeso de rostro redondo y rosa; y porúltimo, un muchacho de mirada tímida. Detrás de ellos, un guardia traía a Sedna a empujones,halando su cuerpo hacia adelante por las cuerdas que ataban sus manos. Ella casi no podíasostenerse en pie. A pesar de llevar los ojos vendados y su boca amordazada, se notabaextenuada. A punto de desfallecer, el guardia enhebró las cuerdas de sus ataduras a través de losgrilletes de la parte superior del poste y sin miramientos izó sus brazos. Terminó de inmovilizarlaamarrando sus pies a los grilletes que se encontraban en la parte baja del mástil.

El latido de sus sienes amenazaba con hacerle explotar la cabeza, pero no solo era un dolorfísico, Adara sintió un profundo dolor en medio de su pecho al ver a la mujer que amaba así, lepartió el alma verla en una situación tan horrible como esa. Llevaba puesta la misma saya con queella la vio vestirse el día anterior, después de hacer el amor, solo que ahora estaba sucia de tierray con manchas de sangre. Al mirar lo poco que se veía de su rostro, Adara entendió la razón deesas marcas purpureas. De su sien un hilo de sangre seca bajaba por la parte lateral de su cara.Sus manos también estaban manchadas de sangre. Adara sintió que una parte dentro de sí mismamoría, cuando se dio cuenta que le habían arrancado varias uñas de sus manos. ¡Malditosbastardos!, pensó Adara, llena de furia e impotencia. La habían golpeado, la habían torturado, lomás probable para arrancarle una confesión. Cuánto miedo debió haber pasado esa noche, cuántodolor, cuánta angustia, pensó Adara, mientras apretaba los puños de la impotencia, de la ira, de ladesesperación.

En medio de los murmullos, Adara escuchó cuando un muchacho joven le preguntaba a unhombre a su lado:

—Padre, ¿por qué la tienen con los ojos vendados y amordazada?El hombre respondió:—Para evitar que nos lance mal de ojo o algún tipo de maldición.“Maldito pueblo ignorante”, pensó Adara, sintiendo perder la escasa templanza que le

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quedaba. Nunca como ese día, lamentó no contar con sus poderes, los hubiera usado sin dudarlo,pero eso era imposible y tampoco podía poner en riesgo a sus hijos para salvar a Sedna.

Sin poder evitarlo, las lágrimas que había intentado contener brotaron de sus ojos, ¿acasotendría que presenciar otra vez la muerte de alguien que amaba sin poder hacer nada paraevitarlo? La pena nubló su corazón, ¿de dónde sacaría fuerzas para ver sufrir a Sedna de unamuerte tan horrible como esa, percibir su terror, escuchar sus gritos, verla arder?

¡No!, se dijo a sí misma, tengo que hacer algo, pensó. No me puedo quedar así, de brazoscruzados. Sin tener un plan todavía, Adara volteó hacia atrás para ubicar a Kimera. Quería tenerlacerca si acaso alguna oportunidad surgía. Le hizo una seña para que se acercara, gesto que Kimeraentendió de inmediato. Sin embargo, cuando se paró a su lado, Adara notó con extrañeza que laloba miraba hacia atrás, gimoteando. La mujer enfocó su vista en busca de aquello queevidentemente estaba llamando su atención, pero no vio nada.

Adara dejó de buscar y dirigió su vista al frente cuando escuchó una campana. Al girar vio alministro de la iglesia haciendo sonar esa campana con la intención de acallar a la muchedumbre ycomenzar a hablar. Al lograrlo, dijo, señalando a Sedna con la mano:

—Este es el juicio contra Sedna Woods, esposa del honorable pastor de la iglesia, NormanBarlow, aquí presente —dijo el ministro colocando una mano sobre su hombro, en clara señal deapoyo. Era la primera vez que Adara veía a Norman Barlow. Notó que su mirada era dura, fría,mucho más cuando él se giró para mirar a Sedna. Lo hizo con desprecio, con asco. Adara miró denuevo al ministro, quien se movió para pararse justo en medio del hombre obeso y del muchacho—. Este joven, a mi lado, es Henry Carlton, hijo de Rob Carlton —dijo el ministro posando sumirada sobre el hombre obeso—, uno de los ciudadanos más respetados de Mirphak. La noche deOctubre tres, a principios de este otoño, este muchacho se perdió en el bosque cuando estabaayudando a su padre a poner trampas a los zorros. Su padre inició de inmediato una búsquedaincesante para hallar a su hijo perdido, pero antes de encontrarlo, Henry Carlton fue testigopresencial de actos de brujería cometidos por Sedna Woods, y así lo declaró bajo fe de juramentoante las autoridades de la iglesia, representadas por mí persona. Henry Carlton declaró habervisto en el bosque, la noche de octubre tres, a la acusada, Sedna Woods, haciendo fuego con suspropias manos y arrojando las llamas resultantes contra unos pobres e inocentes animales delbosque. Con seguridad estaba practicando, con la única finalidad de obtener la experticianecesaria para lanzar ese fuego contra nosotros…

El ministro se vio obligado a guardar silencio cuando comenzó un murmullo entre la multitudque se fue extendiendo y aumentando en volumen e intensidad.

Adara miró a Sedna, su rostro apuntaba hacia el suelo, su quijada tocaba su pecho, parecía quehabía perdido la consciencia. Tal sería su grado de extenuación, pensó Adara. Casi que loagradeció, pero ese ínfimo consuelo no ahuyentó la opresión en su pecho, ni el dolor que percibíaen él, mucho más cuando se dio cuenta, por las palabras del ministro, que toda esa desgracia erapor su culpa. Si no hubiera aparecido en Mirphak aquella noche, pensó abatida, nada de estohubiera pasado. Sedna había sido humillada y torturada, estaba atravesando esa agonía y tendríauna de las muertes más espantosas que podía imaginar, y todo era por su culpa. Sedna se arriesgóa ser vista con tal de no exponer a los niños a una situación como esta. De no haber sido por ella,serían sus hijos los atados a esos postes. Un nuevo escalofrío recorrió su espalda.

Necesitaba hacer algo para salvarla sin exponer a sus hijos, ¿pero qué?, se preguntó otra vez,mientras la desesperación corría por sus venas.

La muchedumbre reaccionó en silencio, cuando el ministro hizo sonar la campana con evidente

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determinación, ordenando en voz alta a todos que callaran. Cumplidas sus exigencias, él prosiguiócon sus alegatos.

»Henry Carlton fue sometido por mi persona a un exhaustivo y detallado interrogatorio. Es mideber manifestar que el testigo en ningún momento se contradijo. Posterior al interrogatorio,Henry Carlton firmó, bajo fe de juramento, los hechos que acabo de narrar. Por su parte, laacusada, Sedna Woods, también fue objeto de un profundo e intensivo interrogatorio. Ella negó lasacusaciones, pero ya todos sabemos que no ha pasado una sola bruja por estos tribunales que nohaya apelado a su inocencia…, hasta conocer el dolor de mantener su mentira —señaló el ministrocon un evidente tono de burla.

La muchedumbre comenzó a reír, pero el hombre los mandó a callar de inmediato y ordenó asus guardias que le lanzaran cubetas de agua fría a la acusada para que escuchara la sentencia.

En el mismo instante en que los guardias obedecieron y el cuerpo de Sedna quedó empapado,Adara observó su reacción. Ella levantó la cabeza y comenzó a tiritar.

Una nueva ráfaga de rabia en su estado más puro nubló el ánimo de Adara otra vez. Ellaescuchó, como todos los presentes, la sentencia:

»La acusada confesó sus crímenes en contra de la moral y de la religión. Por lo tanto, estetribunal la sentencia a morir en la hoguera este mismo día, antes del que el sol se oculte en elhorizonte.

Adara sintió que no podía más, aprovechó el silencio que invadió el ambiente tras ladeclaración del ministro y gritó, tan fuerte como pudo:

—¡Ya basta!Todas las miradas se clavaron en ella, incluidas las del ministro. Adara solo miró a Sedna, la

vio negar con la cabeza a la vez que intentaba decir algo que nadie podía entender debido a lamordaza que cubría su boca. Adara interpretó que Sedna no quería que ella la defendiera, pero noharía caso de eso. Sedna era la mujer que ella amaba y, además, estaba atravesando toda esaagonía por su culpa. No podía quedarse callada sin ni siquiera abogar a su favor.

—¡Ya basta! —repitió—. Esa mujer que ustedes, de manera injusta, acusan de cometer actosde brujería, es inocente.

La gente comenzó a murmurar pero, de inmediato, el ministro de la iglesia los mandó a callar.Mirando a los ojos de Adara, él le preguntó:

—Y tú, ¿quién eres mujer para afirmar tal cosa? ¿Cómo te llamas? ¿De dónde vienes? No tereconozco entre los habitantes de Mirphak.

Con férrea determinación, Adara respondió:—Me llamó Adara Roses y es cierto, no soy de aquí. ¿De dónde vengo?, pregunta usted, eso

no importa, pero lo que todos ustedes deberían saber es que una bruja tiene sus señas —dijoAdara, inventando cada palabra a medida que hablaba—. Símbolos inequívocos en su cuerpo quedelatan si es o no una hechicera. Confían en el testimonio de un muchacho que se encontrabaperdido y asustado en un bosque en medio de la noche. Él pudo haber tenido alucinacionesprovocadas por el miedo, pero lo que no deja lugar a dudas es la presencia o no de esos símbolos—La intención de Adara se aclaraba para ella a medida que hablaba, ella conocía el cuerpo de lamujer que amaba, hablaría de señas que, de antemano sabía, Sedna no poseía.

—¿Y qué símbolos son esos? —preguntó el ministro, dejando en evidencia cierta curiosidad.—Son varios —dijo Adara—, pero el más importante es un lunar en la muñeca en forma de

estrella. Todas las hechiceras lo tienen y si no, pues no son brujas. Así de simple —Adarapretendía, al decir esa mentira, que los hombres, por simple curiosidad, desataran a Sedna del

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poste, momento que ella aprovecharía para ordenarle a Kimera que atacara. Quizás en laconfusión podría lograr escapar con Sedna. Era un plan descabellado, lo sabía, pero no hallabaotra cosa que hacer. No sin sus poderes.

Haciendo caso omiso de todo lo expresado por Adara, el ministro preguntó:—¿De modo que tú, Adara Roses, una auténtica desconocida, pretendes venir ante nosotros

para inventar cuentos de camino intentando defender a alguien acusado de cometer actos debrujería? ¿Sabes lo que ocurre en Mirphak a toda persona que se atreve a hablar en defensa de unabruja como Sedna Woods?

Adara se mostró contrariada al darse cuenta que el ministro no le había creído ni una solapalabra de sus mal elaboradas mentiras. Tampoco conocía la respuesta a la segunda pregunta queél había formulado pero, dado el fanatismo de ese pueblo ignorante y supersticioso, se atrevía aapostar que nada bueno sería. Para aumentar su contrariedad y desconcierto, Adara notó cuando lamano de un niño tomaba la suya. Al bajar la mirada para averiguar de quién se trataba vio a Rigel.

—Por todas las diosas, ¿qué haces aquí? —preguntó Adara, visiblemente turbada por lapresencia de su hijo allí—. Te ordené que permanecieras en casa.

Con lágrimas en los ojos, Rigel apretó su mano y le dijo:—Madre, lo siento, pero no podía dejarte aquí sola. Te seguí y me escondí entre la multitud.Adara se percató que era la presencia de Rigel lo que Kimera había pretendido advertirle.—No has debido desobedecerme, Rigel —dijo Adara en tono firme.—Madre, lo lamento. No podía quedarme en casa sabiendo que tú estabas aquí.—Estamos esperando su respuesta, Adara Roses —dijo en voz alta el ministro.Resignada, Adara entendió que tendría que retractarse. La presencia de su hijo no le dejaba

otra opción. Sin embargo, el ministro no se lo permitió. De inmediato ordenó a sus guardias:—Traigan a esa mujer para interrogarla en privado —Con un tono cargado de evidente ironía,

agregó—. Algo me dice que quemaremos no a una, sino a dos brujas esta tarde.La gente comenzó a reír, pero Adara no hizo caso de sus burlas, en lugar de eso miró a Rigel y

de inmediato adivinó sus intenciones. Agarró sus manos para impedir que el fuego brotara deellas. Lo logró, pero a medias, no pudo evitar que algunas chispas emergieran a través de susmanos. Y justo lo que más temía, sucedió…

—La bruja no es ella, es el niño —escuchó gritar a alguien en medio de la multitud.Adara observó con genuino pánico como las miradas se clavaban en Rigel, lo agarró con

fuerza para ocultarlo detrás de sus faldas y gritó:—Mi hijo es inocente, la bruja soy yo.—No madre —gritó Rigel desde atrás de ella.Los guardias se aproximaban, la multitud comenzó a abuchear a Adara y en medio de la

confusión y de la algarabía, Kimera reaccionó, mostró sus colmillos y comenzó a gruñir,asumiendo una clara y evidente actitud de ataque. Las personas que se encontraban más cerca deellos se alejaron con temor. Incluso los guardias que venían por Adara se frenaron. Ellaaprovechó la oportunidad para hacer lo único que podía, dadas las circunstancias tan precarias enque se encontraba: salvar a su hijo. Fue entonces cuando alzó la voz y dijo en tono firme:

—Le ordenaré a la loba que no ataque, me entregaré sin oponer resistencia…, siempre ycuando mi hijo pueda marcharse con ella.

—Madre, no —volvió a escuchar a Rigel desde atrás de ella.—Permitan que el niño se marche —ordenó el ministro desde la plataforma—. Nadie quiere

ver a un crio arder en la hoguera, mucho menos tratándose de un varón. Sin duda la bruja es ella y,

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además, está confesa. No hará falta interrogarla. Tráiganla aquí para dictar sentencia de una vez.Era la segunda vez que se despedía de sus hijos y en esta oportunidad ni siquiera tuvo chance dedecirles adiós a todos, pensó Adara, con un dolor que le partía el alma a la mitad. Ella se giróhacia Rigel, se agachó y le dijo, haciendo un esfuerzo enorme para no llorar.

—Corre a casa tan rápido como puedas, Kimera te escoltará. Busca a tus hermanas y huyan deMirphak cuanto antes. Pero no regresen a Godran, las tierras de Kabac no son seguras ahora…

—Pero, madre, no podemos dejarte aquí. Te matarán.—Obedece Rigel —ordenó Adara en el tono más firme que su alma destrozada le permitió —

Y tú también Kimera, escóltalo. No permitas que se desvíe —le dijo a su fiel loba, mientrasacariciaba su lomo para tranquilizarla.

Kimera obedeció. Usando su boca, sujetó la mano de Rigel con delicadeza pero a la vez confirmeza. El muchacho no tuvo tiempo de reaccionar. Al ver que la loba se había calmado, el par deguardias se acercaron y tomaron a Adara por ambos brazos para llevársela con ellos. Rigel laobservó con los ojos llenos de lágrimas mientras la conducían hacia el cadalso.

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Capítulo 33Rigel llegó a casa llorando, al borde de la histeria. Despertó a sus hermanas percibiendo como

el peso de la culpa oprimía su atribulado corazón. Les contó a todas lo que había pasado, no sininterrumpir su propio relato varias veces, pidiendo perdón porque, según repitió decenas deveces, él había tenido la culpa de que apresaran a su madre.

A pesar de las lágrimas, de la desesperación que sintieron las niñas al enterarse de losucedido, Lena decidió preparar un té. Sabía que lo necesitarían para serenarse y ser capaces depensar con claridad.

Cuando los ánimos se aquietaron lo suficiente, en especial los de Rigel, a quien Lena le hizobeber el doble de la ración de té, sentados sobre las camas en la recámara que compartían, Lenale preguntó a su hermano.

—¿Qué te ordenó nuestra madre que hiciéramos?—Que huyéramos de Mirphak cuanto antes y que no fuéramos a Godran. Mencionó que no era

seguro.—¿Pero no huiremos, verdad? —preguntó Raine, visiblemente alarmada. Cuando ella notó que

sus hermanos se miraban a los ojos sin responder, todas sus alarmas se encendieron. Corrió haciala puerta y tocando el pomo, sin salir de la recámara, afirmó en el tono más firme que una niña desu edad podía ser capaz de expresar—. No huiremos como la primera vez. Si acaso lo estánpensando, no podrán alcanzarme. Yo sola intentaré salvar a nuestra madre y a tía Sedna, pero nome marcharé de aquí sin ellas.

Al ver la reacción de la pequeña, Lena se levantó de la cama con la intención de acercarse aella. Raine levantó la mano y haciendo un gesto con ella para detener a Lena, le dijo a su hermanamayor en un tono amenazante:

—¡No se te ocurra tocar mi cabeza para dormirme esta vez! Ya no soy una niña.Si la situación no fuera tan comprometida la actitud de Raine les hubiera causado cierta gracia,

pero no era el caso. Lena intentó razonar con su hermanita.—Sigues siendo una niña, pero no deseo acercarme a ti para dormirte. Solo pretendo que te

calmes.—No puedo calmarme —le dijo Raine, a punto de llorar—. Mi mami nos dijo que juntos

somos ella, no vamos a abandonarla.—Nadie ha dicho aquí que vamos a abandonar a nuestra madre y tampoco a tía Sedna,

¿verdad? —Lena vio a sus hermanos con la intención de asegurarse que todos estaban de acuerdocon ella.

—No lo haremos —afirmó Rigel con seguridad.—La vamos a salvar —secundó Alya—. Al menos lo intentaremos.—¿No me están mintiendo para dormirme como aquella vez? —preguntó Raine. Aún no

despegaba su manita del pomo de la puerta.—No pequeña —respondió Lena—. Vamos a intentar salvarlas, pero no podemos hacerlo sin

un plan. Por lo que ha contado Rigel, mi madre no tenía uno y mira lo que ocurrió.—Yo tuve la culpa —repitió el muchacho por enésima vez, bajando la cabeza con evidente

pesar.—Ya basta de lamentos —dijo Alya en su acostumbrado tono, tajante y directo—. No es

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lamentándonos que vamos a salvarlas. Estoy de acuerdo con Lena. Debemos elaborar un plan.Lena le dijo a su hermanita:—¿Lo ves? No estamos mintiendo —Extendió su mano hacia ella y le dijo en un tono

conciliador—. Anda, ven acá, sentémonos y con calma veamos qué podemos hacer para salvarlas.No nos queda mucho tiempo. Tal como dijiste, poseemos juntos los dones que nuestra madre nosentregó pero no contamos, ni por asomo, con su pericia y práctica. Necesitamos calmarnos y usarno solo la magia, sino el ingenio, tal como ella siempre nos enseñó. ¿De acuerdo?

Al escuchar eso, Raine percibió cierto alivio. Soltó el aire que, sin darse cuenta, habíaacumulado en sus pequeños pulmones.

—¿Qué haremos? —preguntó la pequeña mientras se reunía con sus hermanos en la cama.—Disponemos de un solo caballo y deberíamos usarlo para empacar nuestras escasas

pertenencias. Es especial, toda la comida que podamos cargar, la daga, las joyas de la abuela yalgo de ropa. Necesitaremos más de uno para huir —dijo Rigel.

—Los robaremos —propuso Alya.Todos se miraron a los ojos sorprendidos. La situación era delicada sin duda, y lo ameritaba,

pero jamás habían escuchado en los labios de Alya algo parecido a eso.—Yo me encargaré —afirmó Lena—. La tierra es mi don y suelo entenderme muy bien con los

animales. Iré de una vez, pero antes… —La mayor de los Roses hizo una pausa, se acercó hasta ellugar donde Raine se había sentado, se agachó frente a ella y le dijo, intentando conservar elaplomo—. Pequeña, como acabo de decir, mi don es la tierra pero el tuyo es el agua. Nuestramadre y Sedna fueron condenadas a la hoguera. Algo me dice que necesitaremos de ti, de tuconcentración y de tu don. Mientras Rigel, quien no debería exponerse a que lo reconozcan en lascalles, prepara a los lobos y recoge nuestras pertenencias y Alya, por su parte, me acompaña paraayudarme a robar los caballos, tú solo repite, una y otra vez, las palabras del hechizo. ¿Deacuerdo?

La niña asintió con seriedad.—Cuando regresemos con los caballos, terminaremos de pensar en los detalles. ¿Están de

acuerdo? —preguntó Alya.Sus hermanos asintieron y, de inmediato, se abocaron a ejecutar lo que acababan de pactar

para salvar a su madre y a tía Sedna. Todos tenían miedo, todos estaban nerviosos, en especialRigel, quien llevaba sobre sus hombros el peso de la culpa y había presenciado el juicio y sucrueldad, pero todos sabían que era el tiempo de sobreponerse a esas aprensiones. Si su madrehubiera estado presente para verlos no habría consentido esa locura, pero se habría sentido másorgullosa que nunca por los niños valientes y osados que había criado.

...Después que Sedna escuchó con horror la sentencia contra Adara, a morir junto a ella en la

hoguera, se la llevaron a rastras hacia el calabozo. El guardia abrió la puerta de la celda, le quitólas ataduras de sus manos y la empujó hacia su interior con total brusquedad. El cuerpo de Sedna,cansado, adolorido y maltratado, chocó contra el sucio suelo de la celda. Como pudo, se quitó latela que cubría sus ojos, la mordaza de su boca y se arrastró hacia un rincón, recogió ambaspiernas hacia su pecho y las envolvió alrededor de sus brazos para intentar entrar en calor. Ledolían muchísimo las manos y sentía demasiado frío, después que los guardias la mojaran conaquella agua helada. Sedna apoyó su cabeza en medio del ovillo que había hecho con su propiocuerpo y comenzó a llorar, sin saber con certeza, qué parte de su cuerpo se estremecía por causadel frío y qué parte temblaba por miedo.

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No quería morir, mucho menos de esa manera. La sola idea le producía un pánico atroz.Tampoco quería que Adara padeciera el mismo suplicio. ¿Por qué nunca le advirtió los riesgos dedefender a alguien acusado de cometer actos de brujería?, se preguntó con pesar, ¿dónde latendrían ahora?, ¿acaso la estaban torturando como lo hicieron con ella durante la noche?, pensóangustiada y abatida. Su llanto arreció, del mismo modo que arreciaba la profunda congoja quesentía en su espíritu, desprovisto de toda esperanza.

Sedna levantó la cabeza cuando escuchó ruidos fuera de la celda. Se incorporó un poco más,al darse cuenta que el carcelero estaba abriendo la puerta. Sedna vio cuando empujaron a Adarahacia adentro, como lo habían hecho con ella, momentos antes. El guardia cerró la puerta deinmediato y las dejó allí, a la espera de que alistaran la segunda hoguera, tal como había ordenadoel reverendo Jones al dictar la sentencia de muerte en contra de Adara.

Sedna quiso moverse para abrazarla pero se encontraba tan débil que su cuerpo no respondió.No obstante, Adara se notaba con más fuerzas que ella. En cuanto se reincorporó del suelo, a raízde fuerte empujón que el guardia le propinó, y se quitó las telas que nublaban su visión yamordazaban su boca, su mirada se encontró con la de Sedna. De inmediato, se acercó hacia ella ycolocó su rostro encima de su pecho. No podía abrazarla porque la habían metido a la celda conlas manos atadas por delante, con una larga y fuerte cuerda. Sedna pasó sus adoloridas manos porencima de la cabeza de Adara y, sin dejar de llorar, la abrazó con la poca energía que le quedaba.

Adara la miró a los ojos y, resistiéndose para no llorar, le dijo:—No llores mi amor, mientras el ministro dictaba mi sentencia se me ocurrió un plan para

escapar. Sé que casi no te quedan fuerzas, sé que esos malditos te torturaron y te maltrataronmucho, pero tenemos que intentarlo, ¿sí?

La sola presencia de Adara, a pesar de las terribles circunstancias que rodeaban eseencuentro, le dio a Sedna un pequeño resquicio de esperanzas, así que le preguntó:

—¿Qué se te ocurrió? —El desánimo la inundó de nuevo —. Hasta ahora nadie ha escapadode la hoguera.

—Antes de que nos conduzcan a la hoguera fingiremos que ambas vamos atadas. Para ello,necesito desatarme primero —dijo Adara, al tiempo que colocaba sus dientes sobre la cuerdapara intentar soltarla. Sedna, por instinto, pretendió usar sus manos para ayudarla. En cuanto lointentó, lanzó un grito de dolor. Adara se detuvo, miró las destrozadas manos de Sedna ybesándolas con absoluta ternura y delicadeza, le dijo—. No corazón, no me ayudes. No lo intentes.Lograré soltarme usando mis dientes —Sedna no hizo caso y haciendo acopio del valor que lapresencia de Adara le inspiraba, aspiró una gran bocanada de aire y usó sus maltratadas manospara ayudarla. Percibiendo nauseas por el intenso dolor, apretó entre sus dedos los nudos de lasataduras hasta que logró aflojarlos. —No sigas —le rogó a Sedna, mientras las lágrimasamenazaban con brotar de sus ojos como cascadas. Le dolía profundamente todo el daño que esoshombres le habían hecho a la mujer que tanto amaba. Adara continuó usando sus dientes hasta que,finalmente, logró zafarse de sus ataduras. Y ahora sí, con sus manos libres, antes de seguirexplicando su plan, usó ambos brazos para abrazar a Sedna.

Adara no resistió más y comenzó a llorar, cuando sintió como el cuerpo de Sedna, temblando,se refugió en la calidez de su pecho como un animalito indefenso y asustado. Por un rato, lloraronjuntas, abrazadas y en silencio. Cuando ambas se calmaron, cuando Adara sintió que el frágilcuerpo de la mujer que amaba había dejado de temblar, ella recordó el rumor que había escuchadoacerca de la muerte de Marta, pero no quiso mencionarlo. Sedna ya se encontraba bastante malcomo para agregar esa pena a su atribulado ánimo, de modo que continúo contándole su plan:

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—Corazón —le dijo con absoluta ternura—, no tenemos mucho tiempo, pronto vendrán pornosotras, voy a usar las cuerdas que el guardia dejó caer y te amarraré sin apretar tus muñecas. Yoharé lo mismo con mis ataduras. Lo que voy a pedirte ahora, requerirá de las pocas fuerzas que tequedan, pero no encuentro otro modo para intentar escapar. Mientras nos conduzcan,supuestamente atadas hacia la hoguera, tú te concentrarás tanto como puedas y pensarás en laspalabras del hechizo para hacer brotar el fuego de tus manos. Cuando nos suban atadas en lospostes de la hoguera, tendrás que sostenerte con tus manos, pero solo un poco, entonces tesoltarás. Yo haré lo mismo, nos quitaremos la venda de los ojos, la mordaza y será el momento dela verdad. Lanzarás el fuego contra lo primero que se te ocurra. Espero que esa maldita gente seasuste tanto que, producto de la desagradable sorpresa de ver a una verdadera hechicera enacción, tú y yo podamos escapar. Ese es mi plan. Es bastante descabellado y loco, lo sé, perotenemos que intentarlo. ¿De acuerdo?

Sedna no respondió de inmediato, solo quería sentir el abrazo de Adara envolviendo su cuerpode nuevo. No para que su calidez ahuyentara el frío, ya no lo sentía, sino para agradecerle lafuerza, la esperanza y el amor que su presencia le había transmitido en ese escaso periodo detiempo.

Al tiempo que se abrazaban, Sedna le dijo llorando:—Te amo, Adara Roses. Lo último que hubiera querido es que tú me acompañaras en este

terrible momento, pero al mismo tiempo, por egoísta que pueda sonar, has hecho que renazca en míla esperanza, las ganas de luchar —Adara cerró los ojos y respondió a ese abrazo con todas susfuerzas. No obstante, la tortura, el tormento que había vivido Sedna desde la noche anterior, hizouna mella muy profunda en su ser. El miedo la invadió de nuevo y comenzó a llorar como una niña.Desesperada, confesó—. Tengo mucho miedo, no quiero morir así.

Adara la abrazó más fuerte, ella también tenía miedo, casi que prefería enfrentar ella sola aaquellas criaturas a ser quemada viva por el mismo fuego que durante mucho tiempo había logradodominar con sus poderes, con su magia. Estaba aterrada, en verdad, pero intentó disimular eseprofundo temor frente a Sedna, no quería que el miedo fuera lo último que ella viera en su miradaen caso de que todo el plan fallara.

Tocando sus mejillas con ambas manos, Adara efectuó un sutil movimiento para lograr queSedna la viera a los ojos.

—No pienses en eso ahora, amor. No lo hagas.Sedna le devolvió la mirada con los ojos llenos de lágrimas y al mismo tiempo vio sus labios.

Adara leyó sus pensamientos, su lenguaje corporal y con la certeza de que ese podría ser el últimobeso, acercó sus labios a los de ella y atrapó su boca para besarla desesperada, con absolutadevoción.

Mientras lo hacían, al tiempo que sus bocas hacían el amor, quizás por última vez, escucharonruidos que provenían de la parte exterior del calabozo. Ambas sabían que los guardias venían porellas, que abrirían esa puerta y las conducirían, maniatadas, con los ojos vendados y amordazadas,hacia la hoguera.

Se vieron a los ojos de nuevo y ambas se ataron las manos con la holgura que el plan trazadorequería. El momento de la verdad, tal como lo hacía denominado Adara, había llegado.¿Lograrían escapar o sucumbirían al fuego de la hoguera?... Ambas, sin decirlo en voz alta, sehicieron la misma pregunta, en el momento en que escucharon las llaves que portaban suscarceleros.

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Capítulo 34Antes de abrir la puerta de la celda, uno de los guardias ordenó:—Colóquense la venda en los ojos.—No podemos, tenemos las manos atadas —respondió Adara desde el interior del calabozo.—¡Maldición! —Gritó el guardia—. Te ordené que desataras sus manos antes de encerrarlas.—Creí haberlo hecho —dijo el guardia que lo acompañaba.—Eres un inútil. Ahora tendremos que entrar y exponernos a que esas dos nos lancen una

maldición a través de sus ojos.—Lo lamento —dijo el otro guardia.El primer guardia se dirigió de nuevo a las prisioneras y les ordenó:—Arrodíllense, miren hacia el suelo y cierren los ojos. Por nada del mundo se les ocurra

mirarnos. Háganlo ahora, vamos a entrar.Adara y Sedna acataron las instrucciones del guardia mientras él giraba la llave de la puerta

para abrirla. Ambos entraron al calabozo, recogieron del suelo las vendas y las mordazas y lascolocaron de manera apresurada en los rostros de ambas mujeres. Para su fortuna, los doshombres estaban tan nerviosos que ni siquiera se les ocurrió comprobar la firmeza de las atadurasque envolvían sus muñecas. Cada uno de los guardias agarró las cuerdas y halaron hacia ellospara obligar a las prisioneras a seguirlos.

Sedna tuvo que reprimir un grito de dolor cuando se vio obligada a apretar las cuerdas con susmaltrechas manos a fin de evitar que los guardias descubrieran su plan.

Mientras eran conducidas hacia la hoguera, aunque no podían ver debido a las vendas quecubrían sus ojos, escucharon un sinfín de gritos, abucheos y burlas provenientes de la multitud que,sin duda alguna, colmaba de gente la plaza entera. El bullicio, el intenso dolor en sus manos, unidoal profundo miedo que atenazaba su espíritu, le estaban haciendo muy difícil a Sedna la tarea deconcentrarse en las palabras del hechizo. Pero debía intentarlo. Esa era la única posibilidad quetenían, tanto Adara como ella, para escapar de ese martirió. Cerró los ojos con fuerza, seconcentró en el rostro de Adara, en su sonrisa, en su mirada y en ese beso que habían compartidomomentos antes. Por un instante Sedna se olvidó del ruido, del dolor, del miedo y se concentrósolo en el hechizo. Las repitió en su mente dos veces, justo cuando sintió como sus manos eranelevadas hacia la parte superior del poste. Sabía que no tendría fuerzas para sujetarse, sus manosmalheridas no podrían sostener el peso de su cuerpo. Como pudo y con la premura que el delicadomomento requería, se desprendió de las cuerdas, se quitó la venda de los ojos, la mordaza y, anteel desconcierto de todos los presentes, extendió sus manos y miró al cielo. A pesar de que eraotoño, el cielo estaba bastante despejado, muy pocas nubes cerraban el cielo en ese instante.Sedna invocó a la diosa por tercera vez, pero en voz alta, y pronunció las palabras:

—En nombre de Nashira, diosa del fuego, regente y guardiana del sol, invoco tu gran poderpara que de mis manos surja el fuego. Los guardias intentaron reaccionar pero no les dio tiempo,las llamas brotaron de sus manos y por simple instinto Sedna lanzó las bolas incandescentes defuego hacia ellos. Espantados, retrocedieron para evitarlas.

Adara, por su parte, al escuchar las palabras de Sedna entendió que era el momento deimitarla, se zafó de sus falsas ataduras, cayó al suelo y de inmediato se desprendió de la venda yde la mordaza. Un instante de placer surgió dentro de ella cuando vio a la muchedumbre gritar,

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apretujándose unos contra otros, tratando de huir de la plaza. Ninguno de ellos sabía que ella notenía sus poderes, así que se alzó en toda su estatura, extendió sus manos y comenzó a pronunciarlas palabras del hechizo. No obstante, la euforia le duró poco. Con horror vio como Sedna sedesplomaba hacia el suelo. Alguien, en medio de la muchedumbre, le había lanzado una piedra enun intento por defenderse, con tan buena puntería que le pegó directamente en la cabeza. Sednaestaba inconsciente cuando los guardias las apresaron de nuevo, ataron sus manos, ahora sí, contodas sus fuerzas y comenzaron a levantarlas hacia la parte alta del poste. Ni siquiera se cuidaronen vendar sus ojos o amordazarlas, lo único que hacían era ordenar y gritar de manera frenética alresto de los guardias:

—Traigan las antorchas, traigan las antorchas, que ardan las brujas.Mientras sus pies se desprendían del suelo, mirando a los guardias que corrían hacia ellas

portando las antorchas encendidas, mientras la muchedumbre histérica regresaba paraabuchearlas, Adara se dio cuenta con horror que ya no habría forma de escapar. Con lágrimas enlos ojos volteó para ver a Sedna. Lo único que agradecía es que ella permanecía inconsciente, quetal vez, con un poco de suerte a su favor, el golpe recibido en su cabeza no la haría despertarmientras las llamas consumían su cuerpo.

La muchedumbre comenzó a gritar, llenos de ira y fanatismo:—Que ardan las brujas, que ardan las brujas, que ardan las brujas…Los hombres que portaban las antorchas se acercaban corriendo hacia la hoguera, mientras la

gente les abría paso aplaudiéndoles, como si fueran los héroes que regresaban triunfantes dealguna guerra.

Sin embargo, los supuestos héroes se detuvieron en seco. Adara miró a todos lados paraintentar averiguar la razón de ese comportamiento tan extraño, pero no hizo falta escudriñardemasiado en busca de su origen. Escuchó los gruñidos de los lobos: Kimera justo debajo de ella,Fire debajo de Sedna, mientras que Hope, Wind y Snow se subieron a la plataforma del cadalsoprovocando la huida en estampida de los hombres que se encontraban sobre ella: el ministro de laiglesia, Norman Barlow, el hombre regordete cuyo nombre no recordaba y otros más que losacompañaban.

Adara buscó con la mirada entre la muchedumbre que, de nuevo, retrocedió por temor a loslobos, quienes, en una actitud amenazante, mostraban sus enormes colmillos y gruñían enfurecidosa cualquiera que se atreviera a acercarse a la hoguera. Sus hijos tenían que estar cerca, sus hijosdesobedientes, aguerridos y osados no habían acatado sus órdenes, pensó Adara. Mientras losbuscaba con la mirada, ella no sabía si llorar de angustia por ellos, si enfurecerse por haberladesobedecido o si hincharse de orgullo por ser tan valientes y obstinados. No se había decididocuando los vio sobre una carreta llena de heno. Todos estaban abrazados, dibujando un círculo consus brazos. Adara intuyó que estaban convocando algún hechizo y no le quedaron dudas cuando elcielo, hasta ese momento despejado, empezó a encapotarse de nubes grises, al tiempo que truenosy rayos comenzaron a caer como si quisieran resquebrajar el cielo. Una lluvia torrencial comenzóa caer de inmediato.

La muchedumbre compuesta por hombres, mujeres y niños, asustados y desorientados,comenzaron a gritar y a dispersarse, mucho más cuando la tormenta desatada por la magia de esosniños, tan desobedientes como valientes, se unió a un viento cuya fuerza se agudizó amenazante. Elpecho de Adara se hinchó de orgullo al ver desde lo alto, levantada del suelo por las ataduras ensus manos, cuando los niños montaron tres caballos y se dirigieron a toda velocidad hacia ellas.Solo reconoció al caballo pinto que montaban Alya y Raine, pero no a los dos caballos negros

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donde venían Lena y Rigel. Cuando llegaron justo debajo de ella, Alya permaneció montada juntoa Raine, mientras que Lena y Rigel se apearon y corrieron hacia la parte trasera de los postes,donde los guardias habían asegurado las cuerdas para levantar su cuerpo y el de Sedna del suelo.Ellos no perdieron tiempo en desatarlas, cada uno llevaba consigo una daga. Los montones de pajaseca que usarían para hacerlas arder en la hoguera, y que ahora estaban empapados por la lluvia,sirvió para amortiguar sus caídas.

Lena se encargó de desatar las manos de Sedna, quien aún permanecía inconsciente, mientrasque Rigel se ocupaba de desatarla a ella. En el instante en que sus miradas se cruzaron, elmuchacho le dijo de forma atropellada:

—Madre, ya tendrás tiempo de regañarnos por haberte desobedecido. Pero no hay tiempo,tenemos que huir de aquí antes de que estos hombres malos llamen a más hombres malos y nosquemen a todos.

Adara no pudo hacer otra cosa que sonreírle a su hijo. Es cierto que se habían ganado elregaño de su vida pero una punzada de orgullo atravesó su espíritu, no solo por la valentía, nosolo por haber usado el poder de la magia sin dañar a nadie, sino también por el ingenio quehabían demostrado. Era más que evidente, por la sincronización y rapidez de todas las accionesque habían ejecutado, que sus hijos habían tenido la templanza suficiente para idear un plan yejecutarlo paso a paso; primero, con la presencia amenazadora de los lobos, quienes se ubicaronen lugares estratégicos para amedrentar a la gente; segundo, con la tempestad que logró atemorizary hacer retroceder a la muchedumbre; tercero, con la lluvia torrencial cuya finalidad no fue otraque apagar el fuego con el que pretendían ejecutar la sentencia; cuarto, con el viento que terminópor dispersar a los pocos curiosos que se quedaron a observar desde una distancia seguraalrededor de la plaza y, quinto, los caballos que habían robado para que el plan de escapefuncionara a la perfección como, de hecho, estaba funcionando. Pequeños pillos, pensó, mientrasle sonreía a su hijo, llena de orgullo.

Adara se giró para ver a Lena, cuando ella gritó:—Mamá, Rigel, ayúdenme a llevar a tía Sedna, tenemos que subirla a uno de los caballos.Adara y Lena levantaron a Sedna mientras Rigel acercaba uno de los caballos. Adara se montó

primero y desde la silla estiró los brazos para cargar a Sedna mientras sus dos hijos la asistíanpara completar la tarea. Al tiempo que ejecutaban esa maniobra, todos escucharon los cascos devarios caballos que se aproximaban a la plaza.

—Los hombres malos —gritó Rigel.—¡Vienen por nosotros! —Exclamó Adara, era obvio que no se quedarían de brazos cruzados,

pensó—. Lena, Rigel, monten rápido, tenemos que salir de aquí cuanto antes.Escoltados por sus cinco lobos, los Roses apremiaron a los caballos y salieron galopando de

la plaza en dirección a campo abierto. Todos sabían que no tenían tiempo, ni margen alguno paracometer errores. Adara se giró para mirar a sus perseguidores. No le causó ni el más mínimoasombro cuando se dio cuenta que Norman Barlow encabezaba al grupo de jinetes que pretendíandarle caza.

Cuando salieron de las calles y comenzaron a adentrarse en el campo, Adara le gritó a Rigel:—Haz brotar el fuego y lanza las llamas hacia el frente. Todos los demás —gritó al resto de

sus hijos—, visualicemos nuestra cabaña en el bosque. Si lo hacemos bien, el fuego quepermanece encendido en nuestra casa, producto del último hechizo que realicé, abrirá un portal ypodremos escapar.

El muchacho obedeció de inmediato.

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Los jinetes estaban cada vez más cerca, necesitaban apresurarse.En el instante en que las bolas de fuego salieron de las manos de Rigel y las lanzó hacia el

frente, una especie de agujero se fue abriendo en el centro de las llamas. A través de la cavidad,los Roses comenzaron a ver su bosque, el que habían dejado atrás cuando creían que todo estabaperdido. A medida que se acercaban galopando a toda velocidad, con sus perseguidoresacechando, la brecha dentro del fuego se fue ampliando.

Raine gritó con evidente euforia desde el caballo donde montaba con Alya:—Mami, está funcionando. Regresaremos a casa.—Sí mi pequeña —gritó Adara desde su caballo—, pero no te desconcentres, cierra los ojitos

y sigue visualizando nuestra hogar.La pequeña obedeció a su madre y cerró los ojos con fuerza, poniendo toda su energía en su

cabaña, en su bosque. La abertura, el portal a casa, se abrió por completo.Sus perseguidores, atónitos, vieron desde atrás como los Roses, Sedna, los caballos y los

lobos se desvanecieron frente a sus ojos, dejando solo un remolino de cenizas que el viento y lalluvia se encargaron de dispersar por el aire.

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Capítulo 35Godran

Bosque profundoOtoño, 1375

Mientras cabalgaban por su bosque y se dieron cuenta que el portal se había cerrado, dejandoa sus perseguidores atrás, todos se miraron a los ojos y levantaron sus brazos lanzando gritos dejúbilo. Continuaron la marcha hacia su añorado hogar aminorando el paso de los caballos parapermitirles recuperar el aliento. Sedna permanecía inconsciente y estaba empapada por la lluvia,al igual que Adara, los niños, sus fieles lobos y los caballos que los ayudaron a escapar.

Adara apretó el cuerpo de Sedna contra el suyo en un intento por darle calor, Lena lo notó y ledijo a su madre:

—En las alforjas de tu caballo hay una manta seca, úsala para envolver a tía Sedna mientrasllegamos a casa.

—Gracias, hija —dijo Adara mientras buscaba la manta. Al encontrarla se la colocó a Sedna yla abrazó de nuevo para brindarle su calor. Le preocupaba que aún no hubiera despertado despuésdel fuerte golpe que había recibido en la cabeza.

—No te preocupes mamá —dijo Lena, como si hubiera adivinado sus pensamientos—. Ella sepondrá bien. En cuanto lleguemos a casa me encargaré de sanarla y le prepararé un té bien fuerte.

—Gracias mi amor —le dijo Adara con el pecho hinchado de orgullo. Mirándolos a todos,uno por uno, agregó—. Debería amonestarlos por haberme desobedecido como lo hicieron perohay algo que me lo impide: el inmenso orgullo que siento en mi corazón por todo aquello quehicieron para salvarnos. Gracias —agregó Adara emocionada—, fueron muy valientes eingeniosos.

Rigel levantó los brazos en señal de triunfo y dijo, mostrando una enorme sonrisa:—Hermanas, nos salvamos de un regaño.Todos rieron.—No canten victoria todavía —dijo Adara riendo también. Ella agregó en tono jocoso—. Ya

encontraré la forma de castigarlos por haberme desobedecido.—Pero tenemos una mami que nos castigue. Eso es lo que importa —dijo Raine, alzando sus

bracitos para celebrar.Todos rieron de nuevo.—¿Quién tiene hambre? —preguntó Rigel, mientras sacaba varios panes de las alforjas de su

caballo.Una vez que las emociones se aplacan, el apetito reaparece, pensó Adara, al darse cuenta que

estaba hambrienta, al igual que debían estar el resto de sus hijos. Todos, incluida ella, recibieronen sus manos, con enorme entusiasmo, los panes que Rigel iba repartiendo.

Mientras los devoraban con voraz apetito, Adara dijo con una nueva punzada de orgullo:—Idearon un excelente plan, empacaron comida, pensaron hasta en la forma de huir… —

Adara detalló a los caballos y agregó sonriendo—. Mis hijos convertidos en unos auténticospillos. ¿A quién dejaron sin caballos, eh?

Los niños se vieron a los ojos y soltaron una risita de complicidad.—¿Recuerdas a aquel hombre, el que trataba mal a los caballos? Resultó ser Rob Carlton, uno

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de los mejores amigos de tío Norman..., bueno, de Norman Barlow —acotó Lena—, después de lomal que se comportó con tía Sedna no merece que le siga llamando “tío”.

—¿Te refieres al hombre obeso y de cara rosa, el padre del muchacho que atestiguó en contrade Sedna?

—Ese mismo. Cuando Alya y yo salimos dispuestas a robar un par de caballos, Rigel sugirióque robáramos los de Rob Carlton, su casa quedaba cerca y nos dijo que él estaría muyentretenido en el juicio contra tía Sedna.

Adara soltó la risa.—De modo que, además de salvarnos de la hoguera, ¿también salvaron a estos caballos de la

crueldad de ese hombre?—Pues sí —respondió Lena con una sonrisa que rebozaba picardía.Guardaron silencio por un rato, hasta que Lena habló, esta vez en un tono más serio.—Pobre tía Sedna, cuando desaté sus manos me di cuenta… ¡La torturaron, mamá! —Exclamó

Lena con la voz quebrada.—Así es, hija —dijo Adara con aflicción. El hecho de haber logrado huir no le eximía del

sinsabor que le producía lo mucho que Sedna había sufrido. Sin embargo, no quería pensar en elloahora, de modo que agregó—. Pero tú misma lo afirmaste, ella se pondrá bien y tú la ayudarás,¿de acuerdo?

—Sí, mamá —Lena hizo una pausa, como si dudara en hablar de ello—. Mamá —Lena esperóque Adara la viera a los ojos para continuar.

—Dime hija.—Cuando Alya y yo salimos para robar a los caballos, vimos al tío…, a Norman Barlow junto

a varias personas a quienes reconocimos de inmediato. Eran jornaleros del viñedo. Iban cargandoun ataúd y dedujimos que lo trasladaban al cementerio. Alya y yo nos ocultamos para no servistas, pero los jornaleros iban hablando entre ellos y los escuchamos cuando mencionaron aMarta, la madre de tía Sedna. Era ella a quien cargaban en ese ataúd.

—Fue lo que te conté madre —señaló Rigel—. Que ella murió del disgusto la misma nocheque apresaron a tía Sedna.

—Pobre Marta —dijo Adara con pesar.—¿Se lo contarás a tía Sedna cuando despierte? —preguntó Rigel.—Tendrá que hacerlo. Tía Sedna preguntará por su madre cuando sepa que estamos en Godran

—dijo Alya—Pero no le digas nada mami, a menos que tía Sedna pregunte —pidió Raine.—Lo hará, Raine —afirmó Lena—. Fue por eso que decidí contarle a mamá lo que Alya y yo

escuchamos. No sé qué sería peor para tía Sedna, pensar que dejó a atrás a su madre enferma osaber que ella murió a raíz de ese enorme disgusto.

Adara se dispuso a hablar pero hizo silencio cuando escuchó muy cerca unos silbidos que laaterraron. Un escalofrío recorrió su espalda. Con la excitación producto de todo lo que acababande experimentar había olvidado a los silbantes y la enorme amenaza que, sabía, se cernía sobrelas tierras de Kabac. Sin dar explicaciones que no podía proporcionar, ordenó a sus hijos que seapresuraran con la excusa de que comenzaba a oscurecer.

Todos apremiaron a los caballos y continuaron su camino, galopando en dirección a la cabaña.Por fortuna no se encontraban muy lejos y en poco tiempo alcanzaron el último recodo del bosqueque les permitió verla. Todos se emocionaron, y la emoción se mezcló con la sorpresa. La cabañaestaba rodeada de unicornios blancos.

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Intrigados, los hermanos Roses se preguntaron por qué había tantos unicornios cerca de lacabaña. Adara, por su parte, no se extrañó demasiado, mucho menos cuando reconoció, a pesar dela distancia, a Firense. El halo brillante que rodeaba su silueta era inconfundible. Adara recordóel sueño e intentó comunicarse con él tal como lo había hecho en esa oportunidad. No tuvo quehacer un gran esfuerzo, ya que el propio Firense se anticipó.

—Bienvenida, Adara Roses.—Gracias Firense —“dijo” Adara—, pero dime, ¿por qué hay tantos unicornios cerca de la

cabaña?—Sabíamos de tu llegada, aunque no estamos aquí para darles la bienvenida, sino para

protegerlos. Hemos descubierto que a los silbantes no les agrada la presencia de los unicornios.Ellos suelen atacar de noche. Todos nosotros cuidaremos de ustedes hasta mañana. Debemospartir a Yuruaní. Abriremos un portal mañana al atardecer, tal como el que acaban de utilizar parahuir de Mirphak. Lo lamento, sé que anhelaban llegar a su hogar, pero el bosque ya no es seguro,solo Yuruaní lo es…, por ahora.

Adara sintió pena y decepción al darse cuenta que solo podría disfrutar de su cabaña, delhogar que tanto había añorado, tan solo por esa noche. Sin embargo, lo que más le preocupó enese momento fue el estado de Sedna, ¿cómo podría emprender otro viaje, aunque fuera a través deun portal, si ni siquiera había logrado despertar de su desmayo?, se preguntó.

—No te preocupes por Sedna —“dijo” Firense—. Yo la ayudaré esta misma noche para quemañana esté preparada para emprender ese viaje junto a ustedes.

Adara se sorprendió un poco ante la “respuesta” de Firense a sus pensamientos. Al mismotiempo, se sintió un poco tonta al darse cuenta que si era capaz de hablar con el unicornio a travésdel pensamiento era obvio que él podía leerlos.

—Ella está muy mal herida. La torturaron —“aclaró” Adara.—Lo sé —“dijo” Firense—, pero la lengua de un unicornio puede curar casi todo. Anda,

termina de llegar. Yo mismo me encargaré de lamer la herida en su cabeza y sus dedosmaltratados. Las uñas volverán a crecer con el tiempo, pero te aseguro que el dolor desaparecerámuy pronto.

—Gracias, en verdad te lo agradezco —“dijo” Adara. Sintió un profundo alivio al tener lacerteza de que Sedna se pondría bien y que el unicornio aliviaría sus dolores físicos con rapidez.Pensó de nuevo en el viaje que tendrían que emprender a la mañana siguiente y “agregó”—.Necesito pedirte algo.

—Sí —“dijo” el unicornio—. Te dispenso la promesa que me hiciste. Puedes contarle a tushijos y a Sedna la razón de ese viaje, aunque te recomiendo que no lo hagas antes de quelleguemos a Yuruaní. Creo que todos ellos han sufrido demasiadas tensiones como para agregarleuna más esta noche, ¿no crees?

—Estoy de acuerdo —“respondió Adara—. Cuando hayamos llegado a Yuruaní les contarécon calma. Solo les diré lo imprescindible para que podamos viajar mañana sin preocuparlos másde lo necesario…

Cuando ya se encontraban más cerca de la cabaña, Raine interrumpió, sin darse cuenta de ello,la conversación que sostenían Adara y el unicornio:

—Mami, ¿crees que esos unicornios tan bonitos se queden con nosotros?—No entiendo como todavía siguen allí —dijo Alya.—Si mi amor, se quedarán esta noche cerca de casa —respondió Adara.—¿Por qué? —preguntó Rigel.

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Adara decidió adelantarles algo para preparar a sus hijos sin preocuparlos demasiado, talcomo había acordado con Firense.

—Rigel, ¿recuerdas que antes de marcharte de la plaza, cuando me apresaron, te dije queGodran no era seguro?

—Sí, madre, lo recuerdo.—No quiero que se preocupen ahora por eso, con calma les explicaré después, pero este

bosque tampoco es seguro ahora. Los unicornios están aquí para protegernos y nos acompañaránmañana a un viaje.

»Será un viaje muy lindo, se los prometo.Con la preocupación reflejada en su rostro, Raine preguntó:—¿Pero iremos todos juntos esta vez, verdad?—Sí mi pequeña, iremos todos juntos. Tía Sedna, ustedes, yo, hasta los caballos que robaron

—agregó Adara, con una sonrisa que ella misma se forzó a mostrar.—¿A dónde iremos mamá? —preguntó Lena. Ella también se notaba tensa.Adara no deseaba que sus hijos se preocuparan por ahora. Con la certeza de que en ese lugar

estarían seguros, tal como había afirmado Firense, decidió calmarlos.—Iremos a Yuruaní, uno de los lugares más hermosos de la tierra. Mi madre me llevó cuando

yo era una niña. Les aseguro que les encantará. Yuruaní es el hogar de los unicornios.—¿Podremos jugar con los unicornios bebés? —preguntó Raine emocionada.Adara miró a Firense para que él le confirmara si lo planteado por su hijita podría ser posible.

Lo último que quería era prometerle algo que no podría cumplir. El unicornio asintió y fueentonces cuando Adara le respondió a la niña:

—Sí mi amor, podrán jugar con los unicornios bebés.—Entonces, ese viaje será como ir de vacaciones, ¿verdad? —preguntó Lena, un poco más

relajada.—Pues sí —respondió Adara sintiendo que no mentía, no del todo. De algún modo, pensó,

Yuruaní les daría la calma que precede a la tormenta.Todos guardaron silencio en el momento en que llegaron a la cabaña. Los unicornios, serenos,

se apartaron para dejarlos pasar. Los niños estaban extasiados, nunca habían visto a los unicorniosde cerca y mucho menos a tantos juntos. Eran, por lo menos, veinte.

—Mami, ¿podemos acariciarlos? —preguntó Raine, maravillada ante la presencia de esosanimales, tan imponentes como hermosos.

—No pequeña. Ya se está haciendo tarde y no venimos de un día de pesca precisamente.Necesitamos descansar lo antes posible. Para ello, ustedes me ayudarán, ¿de acuerdo? —Losniños asintieron y Adara comenzó a girar instrucciones a sus hijos—. Alya, lleva a los caballos alestablo y dales de comer. Raine, acompaña a Alya y apóyala —Adara le quitó a Sedna la mantaque usó para arroparla y se la dio a Rigel—. Hijo, coloca la manta sobre el suelo, acostaremos aSedna sobre ella y ayúdame, junto a Lena, para bajarla del caballo.

Mientras sus dos hijos la asistían, Adara se apeó del caballo y entre los tres acostaron conmucho cuidado a Sedna sobre la manta.

Adara miró a Firense para indicarle que ya podía ayudar a Sedna y se agachó junto a ella.Lena y Rigel observaron, atónitos, al unicornio. Firense acercó su hocico al rostro de Sedna y

lamió el punto en la cabeza donde había recibido el golpe. A continuación, Adara tomó condelicadeza cada mano de Sedna para que el unicornio lamiera sus dedos.

—¿La está curando con su lengua, verdad? —preguntó Lena.

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—Así es —respondió Adara, levantando el rostro hacia su hija para verla a los ojos.Cuando todo estuvo listo, Adara, Lena y Rigel agarraron la manta por los extremos y llevaron

a Sedna hasta el interior de la cabaña.El fuego, que el hechizo de Adara había perpetuado en el hogar, el mismo que les sirvió para

abrir el portal en Mirphak, seguía intacto. Sintiendo esa emoción que se percibe al regresar a casadespués de mucho tiempo, Adara, Lena y Rigel depositaron con sumo cuidado a Sedna cerca delfuego.

Rigel salió hacia el establo a ayudar a sus hermanas con los caballos, al tiempo que Lena sedispuso a preparar el té para Sedna. Ella intuyó, como lo hizo Adara, que gracias a la ayuda quehabía recibido del unicornio, Sedna podría despertar de un momento a otro.

Adara le pidió a Lena que calentara más agua para asear a Sedna y cambiarle su ropa sucia ymanchada de sangre. Eso la haría sentir más cómoda al despertar, tal como la propia Sedna lohabía hecho por ella cuando se encontraba inconsciente en Mirphak.

Cuando Lena le llevó la vasija con el agua tibia, Adara ya había buscado ropa y un pedazo detela limpia. Se sentó al lado de Sedna y le quitó la saya para asearla. Una punzada de doloratravesó su espíritu otra vez, cuando se percató que su cuerpo estaba lleno de moretones. Consuma delicadeza pasó la tela humedecida por su piel para asearla y después la vistió con la túnicalimpia. Permaneció junto a ella, acariciando su cabello con ternura.

Los niños llegaron del establo seguidos por los lobos. En cuanto entraron a la cabaña seacercaron y se sentaron al lado de Sedna y de su madre.

Lena fue la última en incorporarse. Colocó la tasa de té humeante cerca de Sedna y le dijo aAdara:

—Demoré un poco más porque usé un poquito de magia para que se mantenga caliente pormucho más tiempo.

—Gracias Lena —dijo Adara compartiendo una sonrisa con ella.Así permanecieron un rato hasta que los niños, uno a uno, comenzaron a bostezar.—Vayan a dormir —dijo Adara con voz queda—. Ha sido un duro y larguísimo día.—¿Y tú, mami? —Preguntó Raine—. También deberías dormir.—Dormiré aquí, al lado de tía Sedna. No quiero que despierte sola en un lugar extraño

haciéndose mil preguntas.—Te traeré algunas mantas, mamá —dijo Lena.—Gracias —dijo Adara sonriendo.Los niños le dieron un beso a su madre y subieron al ático con sus lobos. Solo Kimera se

quedó acompañándola.Adara acarició el cuello de la loba y le dijo:—Gracias mi valerosa amiga, por ser tan fiel y tan valiente. No había tenido oportunidad de

agradecerte todo lo que hiciste hoy por nosotras.La loba emitió un sutil gemido y meneó la cola. Adara sonrió, con la certeza de que Kimera

había entendido, como siempre, cada palabra.

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Capítulo 36Adara permaneció sentada al lado de Sedna mientras luchaba con el agotamiento que

amenazaba con derrotarla. No obstante, se espabiló cuando notó que ella movía su cabeza, parecíaque estaba despertando.

Sedna abrió los ojos sobresaltada, aturdida, pero se tranquilizó al ver a Adara, quien con unasonrisa y con sus manos acariciando su cabello, le dijo:

—Tranquila mi amor, todo está bien. Estamos a salvo.—¿Qué pasó? —Preguntó Sedna, todavía confundida, mientras recorría con su mirada el

entorno que obviamente no conocía—. ¿Dónde estamos?Adara soltó un suspiro antes de responder.—Estamos en Godran, corazón. Logramos huir.—¿Cómo?—Los niños…, que son unos desobedientes —respondió Adara sonriendo—. Nos salvaron.—¿Ellos se encuentran bien?—Sí, ahora están durmiendo.Como era comprensible, Sedna continuaba un poco aturdida.—¿Cuánto tiempo ha pasado desde…, desde que escapamos?Adara no había dejado de acariciar el cabello de Sedna, besó su frente con ternura y le dijo:—Solo el día de hoy. Llegamos usando la magia. Mañana te contaré todo con detalles, pero

dime, ¿cómo te sientes?Sedna miró sus manos, estaban limpias ahora, seis de sus dedos no tenían uñas pero por

extraño que pareciera, no le dolían tanto como recordaba.—Aún me duelen, pero menos.—Eso es parte de la magia. Aquí es una bendición.Sedna volvió a mirar a su alrededor. Adara se anticipó.»Estamos en la cabaña, en mi bosque, aunque mañana tendremos que viajar, pero será un viaje

lindo, ya lo verás. A partir de mañana conocerás un mundo que, estoy segura, sí sentirás comotuyo.

—¿Nuestro mundo? —preguntó Sedna, sonriendo por primera vez.—Así es, mi amor, un mundo feliz y en libertad —respondió Adara sonriendo y acariciando la

mejilla de Sedna con absoluta devoción. Ella se obligó a no pensar en el futuro incierto que lesesperaba. El amor que había crecido en sus corazones le daba fuerzas para permitirse teneresperanzas, para creer que podría vencer a aquellas criaturas e imaginar una vida plena al lado deSedna y de sus hijos.

—Acuéstate a mi lado —pidió Sedna—. Necesito que me abraces.—Lo haré. Ambas necesitamos descansar, pero antes —acotó Adara, ofreciendo la taza de té

caliente—, toma esto. Lena lo preparó para ti.Sedna se incorporó un poco, lo suficiente para poder agarrar la taza con ambas manos.—Está delicioso—dijo Sedna después de beber el primer sorbo.—Bébelo todo. Te hará sentir mejor.Sedna sintió el efecto maravilloso del té a medida que el líquido caliente recorría su garganta.» ¿Tienes hambre? Lo único que puedo ofrecerte por ahora es pan, pero si quieres te traigo un

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buen trozo. Llevas muchas horas sin probar bocado.—Mañana. No creo que pueda comer ahora —respondió Sedna, mientras le entregaba la taza

vacía a Adara en sus manos—. Ven aquí —le dijo—. En serio necesito ese abrazo.Adara sonrió y se acostó a su lado. La envolvió entre sus brazos y besó su frente. Sedna cerró

los ojos, emitió un profundo suspiro y se refugió en la paz y en la calidez que tanto anhelaba.Permanecieron muy juntas percibiendo el latido de sus corazones, disfrutando la tibieza de ese

abrazo apretado.Sin moverse, Sedna dijo con pesar:—Que lastima que mi madre haya fallecido con esa angustia tan grande en su corazón.

Pensando que su única hija moriría en la hoguera.Adara se separó para ver a Sedna a los ojos. Sorprendida, le preguntó:—¿Cómo te enteraste que tu madre murió?—Antes de que comenzaran a interrogarme, Norman entró a la celda y se encargó de

decírmelo, me dijo que yo había matado a mi madre del disgusto. Supongo que fue su propiamanera de martirizarme —respondió Sedna, afligida.

Adara le dijo con ternura:—No llores mi amor. Tú madre, esté donde esté, lo sabe. Y debe sentirse en paz y feliz por ti.

Ya verás que muy pronto ella se comunicará contigo para decírtelo.—¿Comunicarse conmigo?..., ¿cómo?—Esta es la tierra de la magia, donde las leyendas cobran vida. Aquí todo es posible. Al

llegar el verano, después de la salida de la primera luna llena, se inicia un periodo al quellamamos “Allioth”. Este permanece hasta que la luna desaparece por completo del cielo. Duranteese lapso, bajo el amparo y protección de la diosa Nashira, todos los habitantes de estas tierrascolocan flores en sus casas y esparcen pétalos por las calles para guiar a los seres queridos queya no están en este mundo. Según la leyenda, durante ese periodo se abre un portal que permite alos espíritus ingresar al mundo de los vivos. La gente sale a las calles a bailar y a beber vino paradarle la bienvenida a todos los que traspasan ese portal. Pero mientras llega el verano, ten porseguro que el espíritu de tu madre se comunicará contigo de algún modo.

—¿Pero cómo lo logrará? Mi madre no poseía el don.—Es cierto, Marta no poseía el don y su cuerpo la limitaba a entrar a estas tierras, pero ella

ahora es espíritu y los espíritus son libres de ir a donde les plazca.—¿En verdad lo crees así?—No solo lo creo, estoy segura —respondió Adara, en medio de un bostezo que no pudo

evitar.Sedna se refugió en los brazos de Adara otra vez, cerró los ojos y le dijo:—Gracias. Esto que me has contado me ha dado un gran consuelo. Vamos a dormir, ¿sí?Adara besó su frente y le dijo con una sonrisa:—¿Te das cuenta? Es la primera vez que dormiremos juntas.Sedna sonrió también, alternando su mirada entre los ojos de Adara y sus labios.Se besaron con ternura, con la certeza y la inmensa felicidad de saber que ese ya no era el

último beso, sino el primero que compartían en libertad, en la tierra de la magia, donde todo esposible.

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Capítulo 37En el momento en que los modestos rayos de sol, en esa fresca mañana de otoño, comenzaron a

filtrarse a través de las ventanas de la cabaña, Sedna abrió los ojos y lo primero que deleitó suespíritu fue confirmar que no había sido un sueño, que estaba viva y envuelta en los brazos de lamujer que amaba. Adara aún dormía, así que le dio un sutil beso en la mejilla para no despertarlay miró a su alrededor. Por ser de día, ahora podía detallar mejor la cabaña donde se encontraba.Era toda de madera, pequeña, pero acogedora. Sin embargo, un movimiento que creyó percibir através de una de las ventanas la impulsó a enfocar su vista hacia afuera.

Sedna parpadeó un par de veces, sorprendida y maravillada, ¿acaso eso es…, un unicornio?,se preguntó. Ella no recordaba haber leído en libro de su abuela mención alguna acerca de losunicornios.

En medio de sus cavilaciones y de su asombro, Sedna escuchó a Adara reír. Se giró para verlaa los ojos, mientras ella le decía:

—Te dije que en estas tierras todo es posible.—Ya veo que es mucho lo que tengo que aprender —afirmó Sedna sonriendo, sin salir de la

fascinación que la visión de esos seres increíbles le había infundido.—Aprenderás, no te preocupes. Ya verás que pronto…Adara hizo silencio cuando escuchó los pasos de sus hijos bajando en tropel por las escaleras

de madera de la cabaña.—Tía Sedna…—Tía Sedna…—Tía Sedna despertó…—Tía Sedna está bien…Fue lo que Adara y Sedna escucharon antes de recibir a los niños en sus brazos, quienes

emocionados y felices, celebraban ver a Sedna despierta y sonriendo. Ese apacible amanecer encasa se transformó en una especie de fiesta, cuando el entusiasmo evidente de los niños se unió ala celebración de los lobos, quienes meneaban la cola con fervor. Hasta Kimera, serena pornaturaleza, se contagió de la fogosidad de los niños y del resto de los lobos.

Cuando las mantas donde habían dormido Adara y Sedna, se convirtieron en un amasijo debrazos, piernas, patas y colas, Adara se vio obligada a imponer un poquito de orden para evitarque los niños, en medio de su entusiasmo, lastimaran sin querer a Sedna. La herida en su cabezaestaba cicatrizando, sus manos con seguridad le dolían menos, pero la piel de sus dedos,desprovista de la protección natural de las uñas, con toda certeza estaba sensible y vulnerable.

—Niños —les dijo—, todos estamos felices de que tía Sedna se encuentra bien, pero estoysegura que ella está hambrienta. ¿Qué les parece si la dejamos descansar y preparamos unsuculento desayuno para ella y para nosotros también?

La primera que reaccionó a la palabra “desayuno” fue Raine, quien se levantó del suelo a lavelocidad de un rayo y declaró lo evidente:

—Sí mami, tengo hambre.Adara soltó la risa, le dio a Sedna un beso breve en los labios y le dijo:—Quédate acostada, mi amor, y sigue descansando.Cuando se estaba poniendo de pie, escuchó a Raine decir con un tono que mezclaba el

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asombro y la alegría:—Mami, le dijiste a Sedna “mi amor” y le acabas de dar un beso en la boca… ¿Ustedes son

novias?El resto de los niños miraron a su madre para escuchar la respuesta a la pregunta que a todos

se les había ocurrido formular, aunque fue su hermanita más pequeña quien se adelantó paramanifestarla.

Antes de responder, Adara y Sedna compartieron una mirada de complicidad.—Sí, niños —respondió Adara, con cierto grado de expectación—. Tía Sedna y yo somos

novias.Un breve silencio inundó el salón, mientras los niños se veían unos a otros con la sorpresa

reflejada en sus miradas. Adara y Sedna también se vieron a los ojos, a la espera de susreacciones.

La expectación culminó cuando los niños, como si se hubieran puesto de acuerdo, sonrieron,alzaron los brazos y comenzaron a dar saltos de júbilo al mismo tiempo. Los lobos, sin estardemasiado seguros acerca de las razones que motivaban la nueva celebración, se unieron a laalgarabía y comenzaron a dar pequeños saltitos sobre sus patas traseras mientras movían suscolas.

Aliviadas y felices, Adara y Sedna se miraron a los ojos y compartieron una sonrisa. Ambasexhalaron el aíre que, sin darse cuenta, habían acumulado en sus pulmones mientras esperaban lareacción de los niños.

Al terminar de preparar el desayuno, Lena y Adara ayudaron a Sedna a levantarse y concuidado la condujeron hasta una de las sillas. A Sedna aún le dolían las manos, de modo queAdara se encargó de darle la comida en la boca para evitarle cualquier incomodidad. Mientrasdesayunaban, Sedna quiso saber lo ocurrido después que ella quedó inconsciente, cómo habíanlogrado escapar.

Los niños comenzaron a detallar todo lo que habían hecho para ejecutar el ingenioso plan deescape que, a la postre, les permitió obtener la libertad que gozaban ahora.

Mientras los niños hablaban emocionados y orgullosos acerca de sus hazañas y aventuras, aAdara le encantó ver a Sedna sonreír de nuevo, mucho más cuando ella soltó una alegre carcajadaal enterarse que los caballos robados eran propiedad de Rob Carlton.

Al terminar de desayunar, los niños insistieron en ayudar a Sedna a subir al ático con laintención de que ella pudiera descansar en una cama. Allí estaría mucho más cómoda que sobrelas mantas donde había pasado la noche. En un principio, Sedna se negó, dijo que queríaayudarlos a prepararse para el viaje, pero ni los niños ni Adara aceptaron sus protestas.

Cuando la dejaron instalada en la mullida cama, Adara fue la última en bajar. Antes dehacerlo, se sentó al lado de Sedna.

—¿Estás cómoda? —le preguntó.Sedna tomó la mano de Adara, sin apretarla para evitar el dolor que eso aún le producía, pero

el roce fue suficiente para llamar la atención de Adara.—¡Gracias! —dijo Sedna con los ojos humedecidos.Con el dorso de su mano libre, Adara secó las lágrimas que se deslizaban por las mejillas de

Sedna y le dijo con ternura:—No llores, corazón.—No es por tristeza esta vez —dijo Sedna—, es por emoción, son lágrimas de alegría. Es la

primera vez en mi vida que tengo la certeza de estar en el lugar correcto.

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—Y eso que aún no has visto nada…, bueno, casi nada —acotó Adara sonriendo—, solo a unpar de unicornios a través de la ventana.

—¿Y te parece poco? —exclamó Sedna con una sonrisa encantadora.—¡Uy!, sí. ¡Poquísimo! —respondió Adara riendo. No obstante, su expresión cambió cuando

recordó a los silbantes. Decidió que tenía que comenzar a sincerarse con Sedna. Su intenciónnunca fue exponerla a los peligros que amenazaban a esas tierras, no obstante, las circunstanciasla obligaron a ello—. Mi amor —dijo con seriedad—, hay algo que debo decirte…

—¿Qué pasa? —preguntó Sedna, un tanto preocupada.—Nunca te hablé de ello antes porque se lo prometí a Firense, el líder de los unicornios.

Aunque ayer el me dio permiso para contarlo…—¿Puedes comunicarte con los unicornios? —preguntó Sedna sorprendida.—Sí, a través de los sueños y del pensamiento. Firense me hizo prometerle que no diría nada a

nadie acerca de… No quiero preocuparte más de la cuenta, pero es preciso que sepas, por ahora,la razón de este viaje, el motivo por el cual tenemos que irnos de esta cabaña, de este bosque, quedesde hace mucho tiempo ha sido mi hogar. Ya no es seguro vivir aquí. Hay una gran amenaza quese cierne sobre todas las tierras de Kabac. El único lugar seguro, por ahora, es Yuruaní, el sitio adonde viajaremos esta tarde.

—¿Esa es la razón de la sombra que siempre he visto en tu mirada, verdad?... La mismasombra que estoy viendo justo ahora.

—Así es. Firense me reveló en un sueño que tuve en Mirphak que mi destino es enfrentar, juntoa él, a esa amenaza...

Sedna se incorporó inquieta sobre la cama.—Pero… ¿por qué tú?—Eso no lo tengo del todo claro, en especial porque ya no soy una hechicera. Ni siquiera

tengo poderes. Pero es obvio que Firense tiene un plan, aunque no me lo haya revelado todavía.Asumo que me lo dirá en Yuruaní.

—No quiero que te pase nada malo —dijo Sedna con aflicción. De manera inconsciente apretóla mano de Adara, pero libero la presión de inmediato al sentir el dolor en la suya.

Adara notó la inquietud y la ansiedad en la mirada y en los gestos de Sedna, de modo que seanimó a revelarle algo muy importante que había descubierto recientemente.

—Corazón, antes de conocerte, de enamorarnos, yo…, yo tenía mucho miedo, aún lo tengo, nolo voy a negar, pero hay algo que debes saber. Una vez te conté acerca del sortilegio que DravenCreighton lanzó sobré mí. Ese oscuro hechizo no solo afectó mi cuerpo, como asomé, sino tambiénmi espíritu. Me arrebató la salud, que ya recuperé, pero también me robó la energía y laesperanza. Diezmó a tal punto mi espíritu, que de ser una mujer valiente, alguien que no temía anada ni a nadie, me convertí en una persona temerosa, pesimista y sin fe. Sin embargo, ningúnhechizo, por muy oscuro o potente que sea, tiene la capacidad para contrarrestar otra fuerza que esy será siempre mucho más fuerte y poderosa que todo lo demás… ¿Sabes de qué hablo?

—Creo que sí, pero prefiero que seas tú quien me lo diga.—Me refiero al amor. No hay fuerza más poderosa que el amor.Sedna asintió sonriendo y continuó escuchando.»Adoro a mis hijos, pero cuando ese hechizó quebró mi espíritu solo me quedó la fuerza

necesaria para luchar por ellos, para sacrificar mi vida por ellos, pero no para luchar por mipropia sobrevivencia. Perdí la fe en mí misma. El amor que siento por ti, el que tú sientes por mí,este sentimiento profundo y puro que nos une no solo me hace inmensamente feliz, también logró

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sanar mi espíritu, me devolvió la fe, la esperanza, la convicción y el valor que necesitaba paracomprender, de nuevo, que soy capaz de luchar y de vencer. Además, me dio un motivo más pararegresar: tú.

»Aún siento miedo, estaría loca si no, pero es un miedo distinto. Ya no me paraliza.»Corazón —agregó Adara, tomando ambas manos de Sedna con absoluta delicadeza para no

lastimarla—, yo te prometo que pondré todo de mí, toda mi fe y todas mis fuerzas para luchar, conla firme convicción de que podré vencer. No me enfrentaré a esa amenaza sintiéndome derrotada,incluso antes de comenzar a luchar; me enfrentaré creyendo de antemano que lo voy a lograr, quevoy a vencer. Y eso, mi amor, puede marcar la diferencia entre el triunfo o el fracaso. Esapercepción, la capacidad para visualizarme a mí misma como una vencedora y no como una mujerderrotada, fue lo que aquel oscuro hechizo me hizo perder, pero el amor que tú y yo compartimos,sanó mi alma, me devolvió la fe y la confianza.

»De modo que si alguien tiene que dar las gracias aquí, ese alguien soy yo. Gracias poramarme como me amas, gracias por ayudarme a sanar.

—Te amo —dijo Sedna antes de acercar sus labios a los de Adara para fundirlos en un besocálido, profundo, tierno…

...Cuando los rayos de sol apenas se insinuaban entre las nubes de esa fresca tarde de otoño,

todo quedó listo para partir a Yuruaní. Sobre los caballos negros, lo que habían robado a RobCarlton, Rigel llevaba las riendas en el que cabalgaba junto a Sedna, Lena y Alya iban en elsegundo, mientras que Adara y Raine montaban el caballo pinto.

A su lado iban algunos unicornios, incluido Firense, los lobos, la vaca y su pequeño ternero.Detrás, el resto de los unicornios.

Antes de cruzar el último recodo y perder de vista a la cabaña, Adara se giró para ver, quizáspor última vez, el sitio que había sido su hogar por tanto tiempo. La miró con nostalgia, algo ledecía que nunca más podría regresar y no, no era el miedo a perder la batalla contras los silbanteslo que le provocaba esa sensación, sino algo distinto…, intuición tal vez.

Después de cruzar el recodo, Adara observó a Sedna y, a pesar de la nostalgia que sentía, unasonrisa emergió en sus labios.

Sedna observaba con avidez y perplejidad el bello paisaje que la rodeaba, se maravillaba conla presencia de los animales silvestres que habitaban el bosque, venados o conejos que setomaban un momento para mirarla a los ojos, que no huían atemorizados temiendo por su vida.Sedna parecía una niña a la que habían tenido cautiva por mucho tiempo en algún calabozo oscuroy sin vistas al mundo exterior, una niña que recién estrenaba su libertad, que recién comenzaba adisfrutar de un mundo increíble y maravilloso donde la religión no existía, donde la magia no soloera posible, sino bendecida; un mundo donde lo más importante era el respeto a la vida.

Sin embargo, su grado de asombro alcanzó un nuevo nivel cuando escuchó en su mente la vozsolemne y, a la vez, afectuosa de Firense, quien comenzó a caminar a su lado para decirle:

—Bienvenida seas a las tierras de Kabac, Sedna Woods.Sedna miró a su alrededor para intentar averiguar de dónde provenía esa voz. Adara volvió a

sonreír y como también podía escuchar al unicornio, le dijo a ella:—Es Firense quien te está hablando, el unicornio con ese halo de luz impresionante que acaba

de acercarse a ti.Sedna lo miró atónita, el unicornio hizo una reverencia y le dijo:—Posees el don del fuego y necesitaremos de este para abrir el portal que nos llevará hacia

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nuestro hogar. ¿Nos concedes el honor de usarlo para nosotros?La propia Adara se sorprendió por la gentileza de Firense. Él conocía todo lo que había

sufrido Sedna por haber nacido con el don de la magia en el lugar equivocado.Sedna no sabía si hablar usando las palabras o mediante el pensamiento. Decidió intentarlo

con su mente.—¿Qué he de hacer?—Solo invoca a la diosa, pronuncia las palabras que ya conoces y cuando el fuego haya

emergido de tus manos dirígelo hacia el frente de nosotros.Por puro instinto Sedna dudó, su mente estaba condicionada a eludir la magia, no era fácil del

todo asimilar que ya no era una maldición, mucho más cuando apenas unas horas atrás había sidotorturada y conducida a la hoguera por poseer lo que el unicornio acababa de denominar “el dondel fuego”.

—No temas —“dijo” Firense—. Es cierto, aquí la magia es una bendición, quienes nacen conella son poseedores de un verdadero don. Úsala con prudencia y sabiduría, nunca dañes a otros nila uses como un arma para atacar al indefenso o al justo, pero deja el miedo atrás, es parte delpasado.

Adara le regaló una sonrisa y con la intención de animarla, dijo—Hazlo, mi amor.Sedna sonrió como una niña traviesa, inspiró una gran bocanada de aire, exhaló y pronunció

las palabras en voz alta. Cuando el fuego surgió de sus manos, hizo lo que Firense le había dicho.El espíritu de Sedna su infló de puro gozo cuando experimentó lo que significaba liberar su

poder sin sentir temor por ello. Esa dicha se expandió dentro de sí misma cuando vio, conabsoluta fascinación, el efecto del fuego que ella había generado. En medio de las llamas se abrióuna brecha a través de la cual pudo ver un paisaje tan hermoso que le robó el aliento.

Los niños también estaban deslumbrados. Raine fue la primera que exteriorizó sus emociones.Señaló con su manita hacia el frente y exclamó, alargando las palabras:

—¡Mami!, ¡mira!—Sí mi amor —dijo Adara, abrazándola con más fuerza— ¡Es Yuruaní!Rigel exclamó con total asombro:—¡Es primavera!—En Yuruaní siempre es primavera —dijo Alya—. Lo que nunca me imaginé es que fuera un

lugar tan bonito.—Es precioso —afirmó Lena.Sedna no dijo pronunció una sola palabra. Se encontraba absorta mientras continuaba

experimentando un sinfín de emociones, todas, al mismo tiempo.La brecha se abrió por completo y entraron a Yuruaní, el hogar de los unicornios, la tierra de

la eterna primavera....

Comarca de AuranaYuruaní

El portal los llevó directamente a la cima plana de una de las montañas de Auyante. Imitando aSedna, todos guardaron silencio, impactados por la inigualable belleza y majestuosidad delpaisaje que tenían ante sus ojos. Los rayos del sol se reflejaban sobre las cascadas de agua de lasmontañas cercanas para pintar el cielo con los siete matices del arcoíris; una alfombra de verdecésped cubría la tierra; de sus entrañas brotaba el agua, pura y cristalina, que descendía hacia el

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valle confluyendo al enorme caudal del majestuoso río.Mientras cabalgaban a paso lento a través de la enorme meseta, a Adara le llamó la atención

cuando vio, a lo lejos, un campamento donde se habían dispuesto una gran cantidad de tiendas. Seasemejaba al emplazamiento transitorio que establecen los soldados en tiempos de guerra, cercade las murallas de las ciudades que pretenden conquistar; aunque en este caso no solo estabaocupado por hombres, sino también por mujeres y niños. Adara miró a Firense para preguntarle,ya que recordaba a todo el territorio de Yuruaní como una zona despoblada. El unicornio seanticipó y respondió.

—Durante las últimas semanas nos hemos encargado de reclutar a todos los hechiceros de lastierras de Kabac quienes, de forma voluntaria, deseen ayudarnos durante el enfrentamiento contralos silbantes. Los espectros han causado estragos, han atacado varias veces durante la noche y sehan apoderado de las almas de sus víctimas. Mientras más almas absorben más fuertes se hacen.Han aumentado en número de manera dramática. Todos los habitantes de Godran estánaterrorizados, muchos han huido, en especial quienes no poseen el don. Los silbantes no hacendistingos a la hora de atacar, magos o no, agreden por igual a hombres, mujeres y niños. Aunqueno podemos traerlos a todos, hemos intentado convencer a los hechiceros que puedan ayudarnoscon su magia para enfrentar a esas criaturas. A cambio, les garantizamos un lugar seguro para ellosy para su familia.

La noticia impactó a Adara y la hizo experimentar sentimientos encontrados. Por una parte, ladesazón y la compasión invadieron su corazón, al darse cuenta que aquella pesadilla ya era unahorrible realidad, sintió dolor por todas las víctimas cuyas espíritus no habían encontrado la pazal morir, al contrario, se habían convertido en espectros que deambulaban como almas en pena portodas las tierras de Kabac. Por otra parte, y en contraposición, percibió cierto alivio al darsecuenta que no estaría sola en esta lucha, que otros hechiceros, muchos de ellos a los que conseguridad conocía, la acompañarían de algún modo cuando tocara enfrentar a los silbantes.

—Es obvio que tienes un plan, Firense —“dijo” Adara—. ¿Cuándo me lo explicarás?—Por hoy ha sido suficiente. Mañana iré a Godran para intentar reclutar a más hechiceros. Te

aseguro que no me agrada hacer ese viaje, los unicornios no estamos acostumbrados a la gente,pero la situación lo amerita. Al regresar te explicaré todo con detalles. Mientras tanto, alójate enlas tiendas que destinamos para ustedes y descansen, ¿de acuerdo?

—Está bien —“respondió” Adara—. Hablaremos a tu regreso. ¿Por qué hablaste de“tiendas”? ¿Acaso destinaste más de una para nosotros?

—Así es.—Desde aquí puedo distinguir su tamaño. Por su amplitud creo que todos cabemos en una

sola.—Es cierto pero no lo dispuse de ese modo. Una de las tiendas será para tus hijos, la otra para

ti y para Sedna.—Y eso, ¿por qué? —“preguntó” Adara, con mucha curiosidad.—Sedna alimenta tu espíritu. El amor que comparten te da fuerza, fe y esperanza. Necesitarán

un poco de privacidad para…, ya sabes para qué.Adara no pudo evitar soltar una carcajada.—Nunca hubiera podido imaginar que tuvieras un lado pícaro, Firense.—No es picardía —“dijo” el unicornio—. Soy práctico. Ustedes dos necesitan privacidad y,

sobre todo, experimentar y vivir ese amor tanto como les sea posible.Manteniendo la sonrisa en sus labios, Adara “dijo”, con genuina picardía:

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—De todas las misiones que me has encomendado esta es la que más me agrada.Los unicornios no ríen, pensó Adara, pero ella estaba segura que si pudieran hacerlo, esta vez,

Firense lo hubiera hecho.—¿Cuáles son las tiendas que destinaste para nosotros?—Sigue avanzando hasta el campamento con tu familia. Todos los hechiceros te están

esperando y te darán la bienvenida. Ellos ya saben cuál será tu función en esta lucha y estaránfelices al verte llegar. Les hice prometer que no especulen ni comenten acerca de los planes quetenemos para enfrentar a los silbantes. Es preciso que se relajen tanto como sea posible, que sesientan seguros hasta que llegue el momento de luchar. Solo así tendrán el espíritu dispuesto paraello. Necesito que tú también me lo prometas y que extiendas esa promesa a tu familia cuandodecidas explicarles la situación.

A Adara le pareció una idea excelente, no convertir la antesala de la batalla en un caudal dehabladurías y especulaciones que solo lograría aumentar la tensión y atraer el temor. Ellacomprendía a la perfección el enorme poder del miedo, ese huésped indeseado que paraliza, quese instala en el espíritu como un parásito y consigue socavar la fe, la esperanza y la confianza enuno mismo.

—No solo te lo prometo, Firense, también te lo agradezco.—Muy bien. Aprovecha estos días para descansar y relajarte tanto como te sea posible.

Cuando decidas bajar al valle para que tus hijos jueguen con los unicornios bebés, como deseaRaine, pregunta por Shaula. Ella parió hace poco y con gusto te recibirá. Yo le informaré que túirás con tu familia. ¿De acuerdo?

—De acuerdo.—Hasta pronto, Adara Roses.—Hasta pronto, Firense… Y gracias.—A ti —“dijo” Firense, antes de alejarse junto al resto de los unicornios.

...Cuando los hechiceros se dieron cuenta que Adara se acercaba al campamento, la recibieron

con evidentes muestras de alegría. A medida que cabalgaban hacia las tiendas, siguiendo lasorientaciones de algunos de los pobladores del pequeño campamento, muchos de ellos seacercaban a pie para darle la bienvenida.

Por la manera en que los saludaban, tanto a Adara como a sus hijos, para Sedna se hizoevidente que casi todos los conocían, pero lo que más la llenó de orgullo fue darse cuenta delrespeto y admiración que le dispensaban.

Al llegar a las tiendas que les habían asignado, todos desmontaron para instalarse.El espacio que ocupaban las dos tiendas estaba delimitado por un cerco de piedras dispuestas

a baja altura. Dentro sus lindes había también un espacio techado con toscas barras de madera ymontones de paja en el suelo, que servían como establo para albergar a los animales. Además,contaba con un asador, un armazón de piedras verticales a media altura donde se apoyaba unarejilla y que albergaba en su parte inferior varios trozos de leña. Cerca del asador se encontrabauna modesta mesa de comedor y taburetes fabricados en su totalidad con troncos de árbolescortados a la medida.

El interior de las tiendas era sencillo. Cada una solo contaba con una cama grande, simplepero confortable, un montón de heno envuelto en una funda de lino dentro de un rústico cajón demadera.

Cuando entró a la tienda para colocar sus pertenencias, Adara sonrió al ver la enorme cama…

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Aunque lo niegues, Firense, eres un pícaro, pensó. Sin duda tendría que esperar algunos días paradarle el uso que el unicornio había insinuado, por lo menos, lo suficiente para que Sednaterminara de recuperarse, pero no podía negar que la idea de dormir y amanecer junto a ella,sentir su calor, su cuerpo apretado contra el suyo, le producía una emoción indescriptible.

En ese instante, el recuerdo de su viejo amor penetró en su mente. Adara sonrió con la certezade que Akari estaría feliz por ella. En las noches, ya no añoraría más un amor perdido, ya no seríauna mujer sola con sus hijos dormidos.

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Capítulo 38Las gotas de lluvia, que repicaban sobre el techo de la tienda, despertaron a Adara esa

mañana. Sin embargo, cuando sintió a Sedna a su lado, decidió no abrir los ojos todavía. Queríaatesorar ese momento en su mente, grabarlo a fuego en su memoria… Era la primera vez, pensócon alegría, que amanecía junto a ella, sintiendo la calidez de su cuerpo, los latidos de su corazóny el ritmo pausado de su respiración mientras dormía.

Con los ojos aún cerrados la abrazó y sonrió, al darse cuenta que ese día si podría prepararleaquel dulce de leche que no logró elaborar, tras enterarse que ella había sido apresada y acusadade brujería. Se sintió un poco extraña al pensar en ese áspero momento, apenas habíantranscurrido tres días pero lo recordaba en su mente como algo mucho más remoto. De cualquierforma, pensó aliviada, esos aciagos días habían quedado para siempre en el pasado. Mirphak, consu espeluznante fanatismo, con su ignorancia y su barbarie, con su cadalso y su hoguera, tan soloera un triste recuerdo que no se repetiría. Adara anhelaba con toda su alma, amanecer un día juntoa Sedna, tal como ahora, con la misma certeza, recordando a silbantes vencidos, recordando aesas almas en pena liberadas de su prisión de harapos y túnicas raídas.

El miedo quiso invadir su espíritu, pero no lo permitió. Abrazó a Sedna con más fuerza y deinmediato encontró el alivio que buscaba. No pensaría más en aquellos seres espectrales,enfocaría toda su energía en esas tierras de ensueño, seguiría al pie de la letra lo que Firense lehabía aconsejado con tanta sabiduría, le haría el amor a esa hermosa mujer hasta quedarexhaustas. Viviría ese sentimiento a cada instante. Saldría a pasear y a pescar con Sedna y con sushijos. Los llevaría a jugar con los unicornios bebés como le había prometido a su pequeña. Todoeso le daría fuerzas para luchar y, en especial, para vencer.

Tampoco hablaría más del asunto ni con Sedna, ni con los niños, al menos hasta que Firenseregresara y le explicara sus planes. De ese modo, su futuro incierto no lo sería tanto, podría hablarcon su familia con más propiedad y sensatez; eso les daría a todos, a ella misma, un poco más decerteza.

Ahora sí, con esas resoluciones en mente, Adara abrió los ojos. Ya había dejado de llover, demodo que podría levantarse y preparar ese dulce de leche con el que esperaba sorprender yalegrar a su familia.

Adara besó la frente de Sedna con mucha delicadeza para no despertarla y salió de la tienda.Dio de comer a los animales y se dirigió al rio con una cubeta para asearse y buscar el agua quenecesitaría para cocinar.

Además del dulce de leche, quería preparar la avena con miel que les agradaba tanto a losniños.

Sus hijos, uno a uno, fueron despertando. Salieron de la tienda bostezando y con cara de sueño.También tenían apetito. Adara los envió al río a bañarse y a buscar un poco más de agua paraSedna; así no tendría que caminar hasta allá para asearse.

Cuando ya estaba listo el desayuno y el dulce de leche casi a punto, los niños y Adara vieron aSedna saliendo de la tienda.

—Buenos días —dijo ella—. ¿Por qué no me despertaron para ayudar?Adara se acercó con la cubeta de agua en la mano, le dio un beso en la mejilla y le dijo:—Buenos días, corazón. No te despertamos porque necesitas descansar.

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—Así es tía Sedna, tienes que descansar —dijo Raine desde su asiento—. Pero necesito que terecuperes pronto. A mí mami no le queda la avena con miel como a ti.

Adara y Sedna soltaron una carcajada.Adara le ofreció la cubeta a Sedna mientras le decía:—Toma, aséate detrás de la tienda y ven a desayunar con nosotros, ¿quieres?—Sí, amanecí con mucho apetito.—Eso me parece muy bien, sobre todo porque te tengo una pequeña sorpresa. Seguro que

después me destronarás como ocurrió con la avena con miel, pero no importa —dijo Adarasonriendo.

Sedna volvió a reír y preguntó:—¿Qué sorpresa es esa?—Si te digo dejaría de serlo. Anda, ve a asearte.—Lo hare. Ya regreso.Mientras desayunaban, Rigel le dijo a Adara:—Madre, ¿recuerdas a Hecca y a Heze, los niños que vivían en el castillo del rey y con

quienes solíamos jugar cuando tú ibas a realizar tus sanaciones?—Sí, hijo, los recuerdo.—Los encontramos en el río cuando fuimos a asearnos. Nos invitaron a Alya y a mí a jugar con

ellos. ¿Podemos ir?—Siempre que tengan cuidado, sí. Pueden ir. ¿Dónde queda su tienda?—No lo sé, nos invitaron a jugar cuando estábamos en el río.—Está bien, pero ya lo saben. Tengan cuidado —dijo Adara. Miró a Lena y le preguntó—. ¿Tú

los acompañarás, hija?—Sí mamá. Me quiero bañar en el río.—Yo también quiero ir —dijo Raine.Lena acarició el cabello despeinado de su hermanita y le dijo:—Sí, Raine, iremos juntas.Raine celebró riendo con sus pequeños bracitos en alto.—Muy bien, pero antes de que se vayan quiero que prueben algo que preparé. Es una receta de

mi madre —dijo Adara, alternando su mirada entre sus hijos hasta que la fijó en Sedna.—¡La sorpresa! —exclamó ella con una expresión casi infantil.—Sí, la sorpresa —respondió Adara sonriendo mientras se levantaba de la mesa para buscar

el postre en el asador.Al contrario de la avena con miel, el dulce de leche de Adara resultó ser todo un éxito. Tanto a

sus hijos como a Sedna les encantó, se lo devoraron al tiempo que le hacían prometer queprepararía más.

Los niños se fueron al río acompañados por sus lobos. Solo Kimera se quedó en la parcelajunto a Adara y Sedna, quienes se levantaron de la mesa a fin de asear los utensilios utilizadosdurante el desayuno.

Cuando Sedna estaba recogiendo la mesa, se dio cuenta que un hombre joven, alto y apuesto,de cabello rubio y ojos azules, tenía la mirada fija en ella. Sin dejar de verla, el hombre caminóhacia la parcela y saludó a Adara.

—Gracias a las diosas que has llegado, Adara Roses. ¡Bienvenida! —dijo el hombresonriendo mientras hacía una especie de reverencia.

—Muchas gracias, Hemon, me alegra verte —dijo Adara sonriendo.

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—A mí también —dijo el hombre. Enseguida desvió la mirada y se concentró en Sedna denuevo. El hombre repitió la reverencia, esta vez viéndola ella, pero en silencio. Sin dejar deobservarla, le preguntó a Adara:

—¿Quién es la dama que te acompaña?Adara y Sedna se vieron a los ojos por un breve instante. Enseguida, Adara frunció el ceño y

enfocó su mirada en el hombre, como si lo estuviera escrutando. Por lo menos, esa fue laimpresión de Sedna.

Adara levantó su ceja izquierda y sonrió con un toque de malicia en su mirada, con un brilloque Sedna nunca había notado en ella.

—¡Hey! —exclamó Adara para llamar la atención del hombre. Cuándo él la miró, agregó en untono cordial pero rígido, que no dejaba lugar a conjeturas—. Ya sé que eres un mujeriego, poralgo te llaman “el conquistador de brujas”, y también sé que has conquistado a más de unamientras posan para tus esculturas, pero con Sedna no tendrás oportunidad alguna. Te lo advierto.

—¿Por qué? —Preguntó el hombre con evidente curiosidad—. Me conoces, sabes que tanto enmi trabajo como escultor como en mi vida personal, las mujeres hermosas son mi debilidad...Mujeres bellas como tú, aunque nunca me has hecho caso —agregó, con galantería.

—Pues te tengo malas noticias, mi estimado Hemon, ella tampoco lo hará.—¿Por qué?—Porque es mi mujer —respondió Adara viendo al hombre, aunque enseguida dirigió su

mirada hacia Sedna para verla a los ojos.Sedna no pudo evitar sonreír al tiempo que un chispazo de deseo recorría su vientre. Le

encantó que Adara la llamara así. Le fascino el tono en que lo dijo porque no lo hizo de formaposesiva, como si se refiriera a un objeto, sino con un matiz de orgullo que la enalteció. El ardorque esa frase produjo en su cuerpo se unió a la emoción de sentirse valiosa, deseada y amada almismo tiempo.

Cuando las dos mujeres apartaron la mirada para ver a Hemon, Sedna volvió a sonreír al notarcómo había cambiado la expresión en su rostro. Sus aires de conquistador se diluyeron paraadquirir un matiz serio y comedido. Sin apartarse de sus modos educados y galantes, el hombredijo:

—Siendo así, enfocaré mi artillería hacia otros derroteros. Lo último que deseo es importunara la hechicera más poderosa de todos los tiempos.

—Así me gusta —dijo Adara satisfecha.—Bueno, bellas damas, yo me retiro. Adara, en serio, me alegro que estés aquí.—Gracias, Hemon.—Por cierto —dijo el hombre mientras miraba a Kimera quien se encontraba acostada al lado

de Adara—, esa loba es espectacular. Muy hermosa.Adara miró a Kimera por un instante y dijo, con un matiz de orgullo en su voz:—Así es, hermosa y valiente.—Eso es indudable. Bueno, ahora sí, me retiro. Hasta pronto —dijo Hemon, haciendo una

nueva reverencia.—Hasta pronto —dijo Adara mientras el hombre se alejaba.En cuanto Hemon se perdió de vista, Sedna se acercó a Adara, levantó sus brazos, rodeó su

cuello con ellos y le dijo, con una sonrisa cargada de malicia.—¿Así que tu mujer, eh?Adara envolvió la cintura de Sedna con sus brazos y respondió sonriendo:

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—Sí, mi mujer… Aunque no lo dije en términos posesivos —aclaró Adara.—Lo sé. Me encantó que lo dijeras, es más, no solo eso… —Con una sonrisa y una mirada que

rebozaba picardía, Sedna agregó, al tiempo que colocaba sus manos sobre el pecho de Adara—,me encendió.

Adara miró hacia su pecho, donde Sedna comenzaba a desanudar los cordones de su camisa.—¿Y tus manos, ya no te duelen?—No, ya me siento mucho mejor —respondió Sedna sonriendo con picardía mientras

continuaba desatando los cordones.Adara afirmó sonriendo, con la misma picardía:—Ya veo.Aún sonreían cuando se miraron a los ojos, cuando muy despacio, sin prisas, acercaron sus

labios y los unieron en un beso que nació recatado pero que fue creciendo en intensidad a medidaque sus lenguas danzaban al ritmo del placer.

El anhelo por estar juntas ascendió por sus cuerpos como la lava ardiente de un volcán a puntode hacer erupción. Sin dejar de besarse entraron a la tienda, solo hicieron una pausa para verse alos ojos, para desnudarse mutuamente; primero, con sus miradas; después, con sus manos ávidaspor sentir la piel, por provocar el estremecimiento que trae consigo las caricias.

Ahora, ya desprovistas de las ropas que las separaban de su desnudez, Adara y Sedna sedejaron caer sobre el lecho. Apoyando sus hombros y sus caderas de medio lado sobre la cama,entrelazaron sus brazos y sus piernas y reanudaron el encuentro de sus labios en una serie de besosque lograron exaltar la lujuria.

Hicieron una nueva pausa y se vieron a los ojos. Miradas oscurecidas por la pasión, pero a lavez, brillantes por los sentimientos profundos que forjan la diferencia entre el simple placer físicoy la comunión de dos almas que se entrelazan por la fuerza de amor.

Percibiendo en medio de su pecho y en cada fibra de su piel ese torbellino de emociones,Sedna se dejó llevar por el instinto. Acercó sus labios a los de Adara y atrapó su boca parabesarla, para saborear su calidez, su dulzura. Separó sus labios, la miró a los ojos por apenas uninstante y acercó sus labios a su cuello, dispuesta a hacerla gemir, a incitar el deseo en cadapedacito de su piel. Supo que comenzaba a lograrlo, cuando escuchó los gemidos de Adara, surespiración agitada, sus caderas moviéndose debajo de ella en busca de más…, mucho más.

Las excitantes reacciones de Adara, de su trémulo cuerpo, se incrementaron cuando Sednallevó sus labios a la cima de sus senos desnudos. Los acarició con la punta de su lengua, uno poruno, poco a poco, hasta endurecerlos como guijarros. Mientras lo hacía, mientras Adara gemía ysu cuerpo se estremecía y suplicaba, Sedna dirigió su mano, despacio, rozando la suave piel de lamujer que tanto amaba, hasta el centro más apremiante de todos sus anhelos. La extrema humedadque percibió con su tacto, la sacudida de su cuerpo ante esa caricia le confirmó a Sedna que suinstinto, en contraposición a su inexperiencia, llevaba la delantera.

Sin dejar de acariciarla, Sedna levantó su rostro para mirarla. La visión de su boca abierta, desus ojos entrecerrados, el sonido de su respiración agitada, lanzaron un chispazo de excitaciónhacia su propio centro, haciéndola gemir. Adara abrió los ojos y la miró. El cuerpo de Sedna seestremeció de puro gozo cuando se dio cuenta que la mano de Adara comenzaba a juguetear a laspuertas de su interior.

Un espasmo involuntario sacudió su cuerpo cuando Adara dejó de juguetear e inició suscaricias, del mismo modo que ella lo hacía.

A partir de ese instante, los gemidos comenzaron a confundirse, el fiel reflejo del placer que

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cada vez se hacía más intenso, hasta que las mutuas caricias acercaron sus cuerpos al irremediabledesenlace.

Sintiéndose en la cumbre del goce más sublime, el cuerpo de Adara se tensó y en medio deespasmos que no podía controlar, alcanzó el éxtasis con la respiración agitada. Mientras intentabaregularla, se enfocó en acariciar a Sedna, en darle la delicia inmensa que ella le había hechosentir. Cuando supo que en el camino hacia el placer ya no habría retorno posible, acercó suslabios a su oído y le susurró:

—Mi mujer…Eso fue todo, el cuerpo de Sedna comenzó a temblar, sus jadeos se convirtieron en gemidos de

absoluto y genuino éxtasis. Rendida, con leves espasmos, Sedna hundió su rostro en el pechodesnudo de Adara y se refugió en la calidez de su abrazo.

Un inconmensurable sentimiento de paz se apoderó de sus espíritus porque, más allá delinmenso placer físico, la unión de sus almas, el latido acompasado de sus corazones las hizo sentiruna. Se vieron a los ojos en silencio, no eran necesarias las palabras, ambas lo sabían, el brillo desus miradas, el inmenso amor que reflejaban, logró acrecentar la inmensa sensación de paz que yahabitaba en sus corazones.

En ese instante mágico, cuando el amor obra uno de sus milagros, no les importó el pasado niel futuro, solo el ahora.

Muy despacio, sin pensar en nada más, acercaron sus bocas, no en busca de un besoapasionado, sino para acariciarse mutuamente con la tibieza, con el roce de sus labios.

El pacificó silencio se mantuvo, pero fue perfeccionado cuando ambas, en medio de un abrazoapretado, escucharon el glorioso canto de decenas de pajaritos que pasaron volando muy cerca dela tienda.

Fue en ese momento cuando Sedna recordó a las pequeñas aves que había visto más temprano.Ella levantó su cabeza, apoyó su barbilla sobre el pecho de Adara y le dijo:

—Esta mañana, mientras me aseaba, observé a unos hermosos pajaritos que nunca había vistoantes. No sé si fueron ideas mías, pero mientras volaban me pareció que de sus alas sedesprendían minúsculos granitos dorados.

Adara besó la frente de Sedna antes de responder.—No fueron ideas tuyas, corazón. Esos pequeños pajaritos son los gorriones de alas doradas.

Lo que desprenden de ellas son semillas. Ellos son los encargados de hacer germinar todas lasplantas en estas tierras. Además, tienen otra función: anunciar la concepción de una nueva vida.

—¿A qué te refieres?—Dice la leyenda: “Cuando escuches el canto de un gorrión de alas doradas sabrás que has

concebido una nueva vida, por obra y gracia de la diosa Mizar, madre de la tierra, regente yguardiana de la primavera, de la fertilidad y de la vida”.

—Es una bella leyenda.—Así es y lo más hermoso es que es cierta. Esas pequeñas aves me anunciaron la concepción

de mis cuatro hijos.—¿En serio? —preguntó Sedna sorprendida.—En serio.—Me hubiera encantado ser madre.—Aún puedes serlo, si lo deseas.—Nunca te pregunté cómo engendraste a tus hijos, me resistía a pensar en ello, en el fondo no

quería imaginarte al lado de un hombre, ni siquiera con el único fin de concebir a una criatura. Yo

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no deseo unirme a hombre alguno, aunque eso implique que nunca podré ser madre. Mucho menosahora que te tengo.

Adara sonrió, acarició el cabello de Sedna y le dijo con ternura:—No necesitarás estar con un hombre para ser madre, tan solo la bendición de la diosa.—¡Pero eso no es posible! —exclamó Sedna.Adara entendió su incredulidad, ella siempre había vivido en una realidad distinta y, por

momentos, aterradora.—Corazón, estas tierras son muy diferentes a todo lo que alguna vez conociste. Como has

podido comenzar a notar, están llenas de magia y la magia tiene el poder para convertir loimposible en realidad.

Con el asombro reflejado en su mirada, Sedna preguntó:—¿Eso quiere decir que nunca has estado con un hombre, que tus cuatro hijos…?—Así es, fue la diosa Mizar quien me bendijo con cada uno de mis niños.Con los ojos muy abiertos, Sedna hizo una nueva pregunta.—¿Y qué precio debe pagarse por esa bendición? Siempre has dicho que toda magia tiene su

precio y este debe ser bien alto, creo yo.—Es cierto, toda magia tiene un precio, pero esta no. Si lo pides con amor verdadero, con fe,

lo más seguro es que la diosa lo permita.Adara notó el intenso brillo que brotó en la mirada de Sedna cuando escuchó esas palabras.

Ella ya conocía el significado de esa luz en su mirada, era el brillo de la esperanza.Manteniendo ese resplandor en sus hermosos ojos pardos, escuchó a Sedna cuando dijo:—Cuéntamelo todo. Quiero saberlo.Adara volvió a sonreír. Sedna parecía una niña a quien su madre le relataba un hermoso cuento

por primera vez.—Dice la leyenda que la diosa Mizar, antes de convertirse en diosa, quería tener un hijo, pero

ella era como nosotras, no deseaba estar con un hombre para ser madre. De modo que un día, acomienzos de la primavera, Mizar talló en una pequeña piedra el nombre del hijo que quería tenery, justo antes de que el sol se ocultara en el horizonte, encendió una hoguera en la ribera del rioOcoroni, se arrodilló y rezó una oración con mucha fe. Cuando acabó de orar, se levantó y lanzó lapiedra al río. Según la leyenda, la piedra llegó hasta las orillas de la isla de Perl. Las hadas de lafertilidad, sus únicas habitantes, habían escuchado la oración de Mizar, se dieron cuenta que ellaen verdad deseaba tener un hijo y obraron el milagro. Poco tiempo después, un gorrión de alasdoradas cantó frente a Mizar y entonces lo supo. Se dio cuenta, con inmensa alegría, que susoraciones habían sido escuchadas. Mizar estaba embarazada. Nueve meses después nació elprimero de sus hijos, a quien llamó con el mismo nombre que ella había tallado en la piedra:Rigel

—¿Lo llamó Rigel, igual que tu hijo?—Así es. Lo cierto es que, desde entonces, todas las mujeres que desean procrear sin la

intervención de un hombre, honran a la diosa Mizar y siguen, paso por paso, lo mismo que ellahizo. La leyenda termina diciendo que Mizar dará su bendición a todos los nombres escritos sobrelas piedras que logren llegar a orillas de la isla de Perl, el lugar donde, se dice, habitan las hadasde la fertilidad. Nadie las ha visto nunca, quizás son muy pequeñitas o, tal vez, invisibles.

—¿Crees que yo pueda hacerlo?—Si en verdad lo deseas, por supuesto que podrás hacerlo, mi amor.Sedna emitió un profundo suspiro.

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—Es una de las cosas que más he deseado con todo mi corazón.—¿Una de las cosas? —Preguntó Adara—. ¿Cuáles son las otras?—Solo una más…, pero esa ya la tengo —respondió Sedna con una sonrisa que iluminó el

espíritu de Adara—¿Qué?—A ti, Adara Roses. Lo otro que deseaba con todo mi corazón era amar y ser amada —

respondió Sedna sin dejar de sonreír—. Y yo te amo.—Y yo a ti, corazón —dijo Adara antes de besarla.Cuando se vieron a los ojos otra vez, Adara dijo:—Lo intentarás. Solo debemos esperar a que llegue la próxima primavera.Adara no dijo nada más, pero en lo más profundo de su ser ella también albergaba un deseo:

llegar a la próxima primavera. Rezó en silencio porque así fuera. Ahora que había encontrado elamor, y que el amor la había encontrado a ella, lo que más deseaba era… vivir.

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Capítulo 39Adara y Sedna se estaban levantando de la cama cuando escucharon las voces de los niños.

Ellos se aproximaban llamando a su madre en un tono de voz que las perturbó. Las dos mujeres sevistieron con rapidez y salieron de la tienda para averiguar qué había ocurrido.

Cuando los niños vieron a Adara, se acercaron a ella y comenzaron a hablar al mismo tiempode forma atropellada. Adara no entendía qué decían, pero se angustio cuando escuchó, en mediode la algarabía, la palabra “silbantes”. Le resultó obvio que a pesar de la promesa requerida porFirense a los hechiceros, sus hijos, niños al fin y al cabo, tendrían más dificultades paracumplirla. Adara entendió, con pesar, que los amigos de sus hijos le habían contado acerca de lossilbantes, quizás muchos de ellos los habían visto. Lamentó en ese momento no haber hablado consus propios hijos antes, entendió que tal omisión fue un error, porque ellos se veían asustados, sehabían enterado de la existencia de los silbantes de la peor forma posible.

Sus sospechas fueron confirmadas cuando escuchó a Rigel decir:—Madre, Hecca nos dijo que tú debes enfrentarlos, que lo más seguro es que no sobrevivas.Adara los hizo callar, mientras veía en la mirada de Sedna y de sus hijos, el miedo, la

desesperanza y la angustia.—Callen todos, por favor. Necesito que me escuchen. ¡Ahora!Un silencio incómodo, precedió a las palabras que Adara pronunció a continuación.»Necesito que se calmen y me escuchen. He debido hablar de esto antes, pero no lo hice. Lo

haré ahora. Entremos a la tienda y les contaré todo, ¿de acuerdo?Los niños asintieron y obedecieron a su madre. Adara tomó la mano de Sedna y siguieron a los

niños. Todos se sentaron sobre la cama para escucharla.—Hijos, no quiero que crean todo lo que escucharon de sus amigos. Necesito que me escuchen

con mucha atención. Es cierto, tal como les dije en la cabaña, una gran amenaza se cierne sobrelas tierras de Kabac y también es cierto que mi misión, al igual que la de todos los hechiceros deeste campamento, es enfrentar esa amenaza…

Los niños comenzaron a hablar de nuevo, Adara intentó callarlos otra vez, mientras lo hacía,escuchó a Lena decir con tal desconsuelo en su voz, que Adara percibió, como propia, su angustia.

—Las criaturas que describieron Hecca y su hermano son las de aquella pesadilla. Mamá,tengo mucho miedo.

Adara abrazó a su hija mayor, cerró los ojos por sólo un instante y rogó que las diosasllevaran a sus labios las palabras que necesitaba para tranquilizar a sus hijos.

Adara aspiró una gran bocanada de aire, expiró y se dispuso a hablar con el mayor sosiegoque le permitían las circunstancias. Alternando la mirada entre Sedna y sus hijos, dijo:

—No estaré sola para enfrentar este desafío, los unicornios y todos los hechiceros de estecampamento me acompañarán. Ya no soy la mujer asustada y enferma que se despidió de ustedesaquel día en nuestro bosque, no soy la mujer temerosa que enfrentó a Draven Creighton. Ustedessaben que ese hombre me robó la salud y diezmó la fuerza de mi espíritu, pero gracias a suscuidados, al profundo amor que siento por ustedes y al amor que ahora Sedna y yo compartimos—dijo Adara mientras veía a Sedna a los ojos—, les puedo asegurar que estoy curada porcompleto. Mi cuerpo, mi mente y mi espíritu han sanado y tengo toda la fe y toda la esperanzadepositada en mí misma, en mi valor, en mi valentía. Enfrentaré a esas criaturas con la convicción

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de que voy a vencer, con la convicción de que regresaré para reunirme con ustedes, con mihermosa familia, con mis valientes hijos —Adara acarició sus cabellos despeinados, despuéstomó la mano de Sedna y agregó—, y con la mujer que amo.

Todos abrazaron a Adara con la emoción reflejada en sus ojos humedecidos. Era la primeravez en mucho tiempo que los niños escuchaban a su madre hablar con ese grado de fe, con tantaesperanza.

Cuando se separaron para verse a los ojos otra vez, Alya dijo:—Madre, los silbante atacaron el castillo del rey. Casi nadie sobrevivió. Ni siquiera el propio

rey. Godran es un caos ahora, ni siquiera tiene quien gobierne.La grave noticia impactó a Adara, pero no permitió que la afectara al extremo de socavar la

calma que había logrado transmitir a sus hijos. Miró a cada uno.—Prométanme que no permitirán que el miedo se apodere de ustedes. El miedo carcome el

espíritu y así no podrán apoyarme. Y créanme, necesito de su apoyo. ¿Me lo prometen?—Mami, ¿pero no tienes miedo? —preguntó Raine.—Por supuesto que tengo miedo, mi pequeña —respondió Adara, acariciando la mejilla de su

hijita—, pero es un miedo que no me paraliza. Dime, mi amor, díganme todos, ¿acaso no sintieronmiedo cuando decidieron desobedecerme y salvar a tía Sedna y a mí de la hoguera? Seanhonestos.

Los niños se miraron unos a otros y asintieron. Rigel se animó a responder:—Yo no solo sentí miedo, me sentí culpable… Por mi causa te apresaron.Adara se conmovió con esa confesión, colocó su mano sobre el hombro de su hijo y le dijo:—No mi amor, no digas eso. Las cosas pasaron tal como tenían que suceder. Y ustedes fueron

muy valiente, desobedientes, pero valientes —agregó Adara con una sonrisa sincera—.Olvidemos las culpas, yo también me sentí culpable cuando apresaron a Sedna —dijo, mientras lamiraba—, pensé que de no haber aparecido aquella noche ella no hubiera padecido todo lo quetuvo que sufrir…

Sedna la interrumpió.—No, nadie aquí es culpable de nada.—Estoy de acuerdo —dijo Adara, tomando la mano de Sedna entre la suya—. ¿Se dan cuenta?

—Agregó, alternando la mirada entre Sedna y los niños—. No hay lugar para las culpas, cada unode nuestros actos fueron movidos por el amor y cuando hay amor no se puede hablar de culpas nide culpables.

—Mamá —dijo Lena—, ¿cómo enfrentarás a esas criaturas sin poderes?—Eso es algo que todavía no puedo responder. Firense tiene un plan que aún no me ha

informado. Lo hará cuando regrese de Godran.—¿Y nos dirás todo, verdad? —preguntó Lena.—Sí, amor. No quise hablar de este asunto porque estaba esperando a Firense. Quería que él

me contara sus planes antes de hacerlo. Mi intención no fue ocultarles la verdad, solo quería estarinformada para hablar con más propiedad. ¿Me explico?

—Sí mamá, lo entiendo —respondió Lena.—Entonces, ¿prometen que no participarán en habladurías y especulaciones? Eso lo único que

lograría es ponernos más nerviosos a todos ¿Prometen que me apoyarán?—Sí mami —respondió Raine—. Siempre te apoyamos.Adara sonrió, cargó a la pequeña en sus brazos y dijo:—Lo sé, ustedes siempre han sido mi apoyo y esta vez no será la excepción. Para ello necesito

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que…—No caigamos en chismes y que el miedo no se apodere de nosotros y nos debilite —

interrumpió Rigel, para completar la frase de su madre.Adara volvió a sonreír.—Exacto. ¿Me lo prometen?El resto de los niños se unieron al abrazo de su madre y dijeron en coro:—Lo prometemos.Adara levantó la mirada para ver a Sedna y le dijo, tomando su mano entre la suya:—Esa promesa te incluye a ti… En especial a ti.Sedna le dio un beso en la mejilla y le dijo:—Te lo prometo.—Así me gusta —dijo Adara sonriendo—. Yo también les prometo que el miedo no podrá

vencerme esta vez....

En el transcurso de los días que siguieron a aquella mañana, Adara, Sedna y los niños seesforzaron en cumplir la promesa que habían hecho. El miedo y la desesperanza intentaron, enalgún momento, invadir el espíritu de cada uno de ellos, pero si algo habían entendido ese día esque las preocupaciones y especulaciones lo único que lograrían sería debilitarlos, algo que nopodían permitirse bajo ninguna circunstancia.

A pesar del incierto futuro, los niños nunca habían visto a su madre tan feliz, les resultaba másque obvio que la presencia de su tía Sedna, el amor que ella sentía por su madre, le daba fuerzas yellos lo que menos querían era opacar esa felicidad con miedos o temores. También estabanconvencidos de que su madre había cambiado. Su mirada brillaba como nunca, sonreía y reíamucho más que antes. Y lo mismo ocurría con la tía Sedna.

Sucedería lo que tenía que pasar, pero en cualquiera de los dos escenarios todos necesitabanvivir momentos felices, juntos y en familia, sin pensar en el mañana. Todos sabían, aunque no loexpresaran en voz alta, que esos momentos podrían ser los últimos que compartirían al lado deAdara.

Con esas premisas en mente, Adara, Sedna y los niños compartieron, en compañía de loslobos, momentos únicos e inolvidables.

Reían cada vez que Sedna se apresuraba a encender el asador usando la magia, ahora que eralibre para emplear sus dones. Se sorprendían cada vez que veían a Kimera, normalmente seria ytranquila, jugar con los niños y con el resto de los lobos como una más, dejando en evidencia quele encantaba estar en Yuruaní, ese lugar mágico de prados siempre verdes, arcoíris y riachueloscristalinos.

Lena usó sus dones para ayudar a Raine a pescar, siempre, el primer pez. Alya, seguía siendola más juiciosa de sus hermanos, pero se relajó lo suficiente para reír, correr y jugar con ellos ycon los lobos.

Adara y Sedna hicieron el amor todas las noches, incluso algunas mañanas, cuando los niñosse alejaban de la tienda para jugar. Descubrieron nueva formas de sentir y dar placer pero, sobretodo, percibieron como ese sentimiento que las unía se hacía cada vez más sólido, más fuerte.

Esa mañana, muy temprano, mientras las gotas de lluvia caían todavía sobre las mágicastierras de Yuruaní, los niños despertaron muy animados, Raine en especial. Se estaban alistandopara bajar al valle y jugar por primera vez con los unicornios bebes, tal como Adara les habíaprometido.

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Como el descenso hacia el valle era tortuoso y largo, Sedna usó su don y abrió un portal através del fuego para acortar el camino. Al llegar, Adara preguntó por Shaula, siguiendo lasindicaciones de Firense.

Adara y Sedna se sentaron sobre la hierba y se abrazaron mientras contemplaban, con enormesatisfacción, como los niños se divertían jugando no solo con el unicornio bebé de Shaula, sinocon otros que también eran unos críos. Kimera y el resto de los lobos corrían a su ladojugueteando entre ellos.

Fue durante esos placidos momentos, cuando Adara y Sedna notaron que los unicorniosadultos enfocaban su mirada en un punto hacia el este. Ambas voltearon para entender su reaccióny se dieron cuenta que obedecía a la llegada de Firense, quien venía acompañado por variosunicornios más.

Al notar la presencia de Adara en el valle, Firense se encaminó hacia ella.El unicornio ofreció su acostumbrada reverencia y dijo con el pensamiento:—Me complace verlas aquí. Sean bienvenidas al valle, Adara Roses y Sedna Woods.—Gracias —“respondieron” del mismo modo, es decir, sin pronunciar palabra alguna.—¿Cómo te fue en Godran? Supe que allá todo es un caos.—Es lamentable, pero así es. Logré reclutar a los últimos hechiceros. El momento del

enfrentamiento está cerca.Adara y Sedna se vieron a los ojos. Una estela de angustia cruzó por sus miradas.—Es preciso que me expliques tus planes —“dijo” Adara.—Lo haré en este momento. Al comienzo del invierno, se producirá un fenómeno que ocurre

muy pocas veces. La luna llena se teñirá de rojo por varias horas. Durante ese lapso, los silbantesse debilitarán. La luna llena suele afectarlos, pero serán todavía más débiles mientras la lunapermanezca en ese estado. Cada uno de los hechiceros que he reclutado será acompañado por unoo dos de nosotros para que los silbantes no se acerquen demasiado. Se ubicarán a lo largo delperímetro del bosque. La idea es atraerlos hacia el interior. Una vez que lo hayamos logrado, loshechiceros convocarán un hechizo para dejarlos atrapados, sin posibilidad de escapar.

—¿Cómo los atraerán hacia el interior del bosque? —“preguntó” Sedna.—Aunque los silbantes suelen deambular en grupos de cinco o seis, a veces más, nunca se

alejan demasiado de su líder, el más poderoso de todos ellos…—El espectro de Draven Creighton —“dijo” Adara, quien ya comenzaba a entender cuál sería

su papel en ese enfrentamiento.—Así es, Adara Roses —“afirmó” Firense—. Para atraer a los silbantes al centro del bosque

necesitaremos de un señuelo. Tú serás ese señuelo.—¡Pero eso es una misión suicida! —exclamó Sedna con desesperación, esta vez en voz alta.Adara apretó a Sedna hacia ella con la intención de calmarla.—Espero que no sea así. El hechizo para dejar atrapados a todos los silbantes dentro del

bosque y sin posibilidad de escape, solo surtirá efecto si el espectro de Draven Creighton esdestruido. Y la única hechicera que puede lograr eso eres tú, Adara Roses.

—Creo que me estás sobrevalorando, Firense —“dijo” Adara con tal serenidad que a ellamisma le sorprendió—. Sabes muy bien que me he recuperado, que mi cuerpo es fuerte y miespíritu lo es más, pero no tengo poderes. Lo sabes.

—Así es, pero es justo por eso que necesitaré la participación de tus hijos…Adara se sobresaltó, iba a objetar como la primera vez, pero Firense no lo permitió.»Déjame terminar, por favor.

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—De acuerdo —dijo Adara con la ceja izquierda levantada.—Justo en el momento en que la luna comience a cambiar de color, tú y tus hijos vendrán aquí,

al valle. La debilidad de los silbantes se convertirá en tu fortaleza y tus hijos te cederán susdones…, todos sus dones, a través de mi intermediación. Si todos tocan mi cuerno al mismotiempo, tú recuperarás tus poderes por completo, incluso más porque tus hijos te transmitirán lossuyos.

—¿Acaso eso es posible? El hechizo por el cual les cedí mis dones es irreversible —“afirmó”Adara.

—Lo es, salvo en luna roja. Mientras la luna permanezca así, tú volverás a ser la hechiceramás poderosa que el mundo de la magia ha conocido.

—¿Pero solo mientras la luna sea roja? —“preguntó” Sedna.—Así es —“respondió” Firense —. Cuando la luna vuelva a su estado normal, los poderes

que los niños le cedieron a Adara regresarán a ellos…, a menos que Adara muera. En ese caso, seperderán para siempre.

—¿O sea, que si no logro sobrevivir, mis hijos también se quedarán sin sus poderes?—Correcto.—Otra razón más para vencer —“dijo” Adara, con un leve matiz de ironía. El plan de Firense

no le pareció descabellado pero se le sumaba otro elemento que resultaba perturbador: si novencía al espectro de Draven Creighton sus hijos serían su primer objetivo y ellos no tendríanposibilidad alguna de defenderse, ni siquiera con sus dones, porque estos se habrían esfumadojunto a la vida de su madre.

—Eso no es del todo cierto —“dijo” Firense, en respuesta a los pensamientos de Adara.—¿Por qué no? —preguntó Adara.—Tengo fe en ti, en la fuerza de tu espíritu. Sé que eres capaz de vencer, de una vez y para

siempre, a Draven Creighton. Memorizarás las palabras de un hechizo con el cual lo enfrentarás,asistida por todos tus poderes, por supuesto. Pero si no logras sobrevivir, tus hijos y Sednaestarán a salvo, siempre y cuando permanezcan en Yuruaní. Si no sobrevives, ellos seránhabitantes permanentes de estas tierras. Esa es la promesa que les hice a todos los hechiceros queparticiparán en esta lucha. Sus hijos y los miembros de su familia quienes, aun siendo hechiceros,no intervengan de manera activa, como es el caso de Sedna, por ejemplo, vivirán dentro de loslímites de Yuruaní. Aquí permanecerán a salvo.

—Gracias Firense, eso es un alivio —dijo Adara con sinceridad.—¿Tienes alguna duda? —“preguntó” el unicornio.—Por ahora no se me ocurre ninguna —“respondió” Adara. No obstante, vio Sedna y le dijo

— Y tú, amor, ¿quieres preguntar algo?—Las palabras del hechizo para enfrentar a Draven Creighton. ¿Cuáles son?—Cierto —dijo Adara—. No me las has dicho.—Lo haré a través de los sueños. Solo tú conocerás esas palabras, nadie más. Los sueños son

más seguros para transmitir mensajes como esos.—¿Fue por eso que me revelaste mi misión a través de un sueño, verdad?—Así es. Sigan disfrutando su día. Saben que ustedes, en especial, siempre son bienvenidos.—Gracias —dijeron Adara y Sedna al mismo.—Hasta pronto —“dijo” el unicornio antes de marcharse.Cuando Firense se alejó, Sedna miró a Adara a los ojos y le preguntó:—¿Cómo te sientes, después de haber escuchado el plan de Firense?

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—Creo que me siento más tranquila que antes. Me alivia saber que, pase lo que pase, ustedesestarán a salvo.

—A mí también, en especial por los niños, pero… —Sedna guardó silencio.—¿Pero qué, mi amor? —preguntó Adara acariciando el cabello de Sedna.—Sé todo lo que dijiste acerca del miedo, pero no puedo evitar sentirlo. No quiero perderte

—respondió Sedna con los ojos humedecidos.Adara abrazó a Sedna, mientras ella su refugiaba en su regazo.—Yo también tengo miedo, pero no me vas a perder. Lo prometí una vez y lo volveré a hacer

ahora. Te prometo que lo intentaré con todas mis fuerzas, con la fuerza que tú y mis hijos me dan.—No deseo que vayas sola. Quiero acompañarte.—No, corazón. Eso no.—¿Por qué no? —preguntó Sedna mientras se incorporaba para mirar a Adara a los ojos.—Cumpliré lo que prometí, pondré todo de mí para enfrentar a los silbantes y salir victoriosa,

pero necesito ir a esa lucha con la tranquilidad de saber que si algo me pasa mis hijos no sequedarán solos… Por favor. ¿Lo entiendes, verdad?

—Lo entiendo. ¿Al menos llevarás a Kimera contigo?—Sí, Kimera me acompañará. En esos casos esa loba suele ser tan desobediente como los

niños. Me seguiría aunque se lo prohibiera.—Te prometo que si algo te ocurre, cuidaré siempre de los niños —dijo Sedna, a punto de

llorar.—Lo sé, corazón. Gracias. Gracias por estar aquí, por amarme así. Gracias por el amor que

les brindas a mis hijos. Ellos también son tus hijos.—Te amo —dijo Sedna, sollozando.Adara también comenzó a llorar. Quería mantenerse fuerte pero las lágrimas de Sedna la

hicieron flaquear.—Y yo te amo a ti… con toda mi alma.Sus lágrimas se unieron en el mismo instante en que sus labios lo hicieron. Se besaron como si

no hubiera un mañana.

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Capítulo 40Durante algunas noches Adara soñó con Firense. El unicornio le transmitió las palabras del

hechizo que necesitaba aprender para enfrentar al espectro de Draven Creighton. Pero esa noche,el sueño fue distinto. La llamó por su nombre desde la parte exterior de la tienda.

En medio de aquel sueño, Adara miró a Sedna dormida a su lado, también estaban los niños. Desde que habíaaparecido la luna llena, ellos insistieron en dormir junto a su madre porque sabían que esa era la señal que augurabala proximidad del enfrentamiento.

Adara besó a Sedna y a cada uno de sus hijos, antes de salir de la tienda, para hablar con Firense.—Buenas noches, Adara Roses —dijo el unicornio cuando la vio parada junto a él.—Buenas noches, Firense.—He venido para pedirte que mañana en la noche bajes al valle con tu familia.— ¿Ha llegado el momento, verdad? —Preguntó Adara, luego de exhalar un profundo suspiro.—Así es. Mañana la luna se teñirá de rojo.—Espero que podamos vencer.—Yo también —dijo el unicornio. Hizo una pausa y agregó—. Hay algo más que deseo comunicarte. Preferí

hacerlo a través de un sueño porque no quiero que lo divulgues. Eso solo agregaría más angustia al corazón de tufamilia y no creo que sea necesario.

— ¿A qué te refieres? —preguntó Adara, con cierto grado de desasosiego.—Una vez que tus hijos te hayan transmitido todos sus poderes, llegarás al centro del bosque a través de un

portal que abriremos en el valle. Pero cuando la luna llena regrese a su estado normal no solo te quedarás sin poderes,el portal también se cerrará. Aun si logras vencer a Draven Creighton sería muy riesgoso dejar un portal abierto quecomunique al valle con un bosque lleno de silbantes atrapados en su interior.

Adara sintió que la angustia le atravesaba el pecho como una daga afilada.—Tal parece que Sedna tuvo razón al pensar que mi misión era suicida. Si no me destruye el espectro de

Draven Creighton, los silbantes lo harán porque yo también quedaré atrapada junto a ellos, y sin poderes, cuando elportal se cierre.

— La misión que tienes por delante no es suicida, como dices, pero no lo puedo negar, es muy peligrosa. Elige atu caballo más veloz. Si el portal se cierra aún podrías salir del bosque no a través de él, sino cabalgando tan rápidocomo sea posible. El hechizo que atrapará a los silbantes logrará aturdirlos, además, solo aplica para ellos no para loshechiceros.

—Ahora entiendo por qué decidiste comunicarme esta información a través de un sueño. Sedna y mis hijos hanhecho hasta lo imposible por no angustiarse, pero sé que lo están. Esto que acabas de decirme no les hubiera permitidoevadir esa angustia.

—Logra tu objetivo: vence a Draven Creighton. Actúa tan rápido como puedas y si el portal se cierra huye atoda velocidad del bosque. Ven esta noche al valle junto a tu familia.

Adara despertó. Vio a Sedna y a los niños durmiendo a su alrededor pero no logró conciliar elsueño otra vez. Una parte de ella quería permanecer despierta porque esa parte sabía que podíaser la última noche al lado de su familia.

...La luna comenzaba a colorearse con leves matices de rojo cuando Adara y su familia,

acompañados por Kimera y el caballo negro que alguna vez perteneció a Rob Carlton, llegaron alvalle a través de un portal de fuego abierto por Sedna. Resplandeciendo más que nunca, Firense

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los esperaba al otro lado.—Es hora —“dijo” el unicornio después de hacer su acostumbrada reverencia. El animal

flexionó sus patas delanteras para que los niños pudieran alcanzarlo y agregó—. Adara Roses, hazque tus hijos toquen mi cuerno al mismo tiempo que tú.

Mientras Sedna miraba, Adara y los niños se tomaron de la mano y se acercaron a Firensepara acatar sus instrucciones. Al hacerlo, un rayo de luz blanca muy brillante emergió del cuernodel unicornio y envolvió las manos de los Roses. Firense comenzó a recitar una oración que Sednay Adara escucharon en sus pensamientos, pero que no fueron capaces de entender ya que se tratabade un idioma desconocido para ambas.

El rayo de luz envolvió el cuerpo de Adara y la inundó con todos los dones de sus hijos. Ellavolvía a ser, aunque por poco tiempo, la hechicera más poderosa que el mundo había conocido.

—Hecho está —“dijo” el unicornio—. Ha llegado la hora de que cumplas con tu misión,Adara Roses. Permite que tu familia te abrace y después atraviesa el portal que hemos abiertohacia el bosque para ti. Te deseo buena suerte.

—Gracias —“dijo” Adara mientras el unicornio se alejaba.Los niños con los ojos inundados de lágrimas abrazaron a su madre. Adara apretó el abrazo y

miró a sus hijos, a cada uno de ellos. Acariciando sus cabellos despeinados, les dijo:—Volveré.Los niños asintieron en silencio. La hechicera tomó en brazos a Raine y besó su mejilla.—Ten cuidado mami —le dijo la pequeña entre sollozos.—Lo tendré mi amor, te lo prometo —dijo Adara, besándola de nuevo.Sedna esperaba para abrazarla.Adara bajó a Raine al suelo y abrió los brazos para recibir a Sedna. Ella se refugió en el calor

de ese abrazo apretado mientras le decía con la voz entrecortada:—Lucha y vence, mi amor. Te estaremos esperando.—Que así sea.Se vieron a los ojos y acercaron sus labios para besarse. Fue un beso breve pero colmado de

amor y de ternura.Adara llevaba una capa consigo, pero Sedna tomó la suya y se la colocó por encima de sus

hombros mientras le decía:—Abrígate bien, aquí siempre es primavera pero en el bosque es invierno ahora.—Gracias por cuidar de mí. Te amo.—Te amo —le dijo Sedna con los ojos humedecidos al tiempo que se abrazaban otra vez.Cuando se separaron, Adara acarició la mejilla de Sedna y montó sobre el caballo.Sedna se arrodillo frente a Kimera, acarició su cuello y mirándola a sus expresivos ojos

azules, le dijo:—Por favor, cuida de ella, ¿sí?La loba gimoteo y movió la cola para hacerle saber que había entendido, que cumpliría con su

misión de protegerla.Sedna y los niños se abrazaron y alzaron sus manos para despedir a Adara. Ella les envío un

beso que sopló desde sus labios, dio media vuelta y, con Kimera a su lado, atravesó el portalcabalgando.

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Capítulo 41Comarca de Aurana

Bosque profundoInvierno, 1375

Un viento helado rozó el rostro de Adara en el mismo instante en que atravesó el portal. Apesar de que el invierno en esas tierras apenas comenzaba, estaban cubiertas por una espesa capade nieve. El resplandor de la luna llena le permitía ver el entorno con relativa facilidad, pero sucolor, rojo como la sangre, matizaba de escarlata todo el bosque, dándole un aspecto lúgubre ysombrío. Sin embargo, lo más perturbador no era el reflejo encarnado de la luna ni el gélidoviento invernal, sino el silencio. Un profundo e incómodo silencio que inspiraba angustia ydesasosiego. Aunque los silbantes solo habían atacado a seres humanos, Adara estaba convencidaque los animales del bosque habían huido en busca de algún lugar seguro al percibir la mismasensación asfixiante que le oprimía el pecho y amenazaba con robarle el aliento.

Pero nada pudo compararse con el tétrico sonido de aquellos silbidos que desgarraron elsilencio. Un escalofrió recorrió su cuerpo cuando escuchó muy cerca el anuncio irrefutable: lossilbantes se dirigían hacia ella. En sus pesadillas, Adara descubrió que la intensidad con que seoían esos tétricos sonidos se oponía a la cercanía de las criaturas que los emitían, mientras máslejos se escuchaban sus silbidos más cerca se encontraban los espectros, y cuando cesaban porcompleto, cuando el silencio sustituía a la infame melodía, ya no había tiempo para huir porquelos silbantes estaban allí.

A medida que los silbidos enmudecían, el pánico amenazaba con quebrantar la firmeza deAdara. Su corazón comenzó a palpitar con tal violencia que parecía querer salirse de su pecho. Unsudor frío invadió su rostro. Antes de que el silencio la envolviera por completo otra vez, Adaracerró los ojos y pensó en Sedna y en sus hijos, ellos eran sus razones para regresar, para vencer elmiedo.

Un poco más serena, abrió los ojos de nuevo y allí estaban. Sombras siniestras aproximándosecon lentitud.

Encabezada por la espantosa figura de sus pesadillas, el horrendo espectro de DravenCreighton se acercaba erguido, flotando a ras del suelo. Solo su capa, raída y sucia, rozaba lanieve. Seis espectros más volaban en círculos alrededor de él, como un remolino de sombrasfunestas que un viento suave mueve en espiral.

Adara tragó saliva mientras su corazón desbocado retumbaba contra su pecho. Antes de que elmiedo la paralizara por completo intentó concentrarse, requería solo un instante para evocar aSedna y a sus hijos, para encontrar en ellos el valor que necesitaba… Lo encontró. Entonces,extendió sus brazos para invocar todo su poder, el de ella y el que le habían transmitido sushijos... También lo halló. Volvía a ser la hechicera más poderosa del mundo… Así, comenzó arecitar la oración que había memorizado en sus sueños. Debía repetirla tres veces para derrotar aDraven.

—Que se alce la mujer, la madre y la bruja en una sola trinidad, para despejar las oscurassombras que nublan la cordura. Para dar paso a la luz que desvanece la locura.

Al escuchar las palabras del hechizo, el espectro de Draven emitió un rugido aterrador. Con ungesto le ordenó a sus silbantes que aguardaran y se abalanzó sobre Adara.

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La hechicera resbaló pero no cayó al suelo. Logró evitar el ataque del espectro en el últimoinstante. Se incorporó, extendió sus brazos e invocó a la diosa Mizar. De sus palmas, abiertashacia abajo, surgió el fuego: dos grandes llamaradas, que Adara lanzó hacia el corazón de Draven.El espectro emitió un grito desgarrador mientras su cuerpo putrefacto rodaba sobre la nieve.

Adara aprovechó el momento y se dispuso a recitar las palabras del hechizo por segunda vez,al tiempo que el espectro se retorcía y emitía espantosos sonidos capaces de helar la sangre.

La hechicera logró pronunciar las palabras, pero se dio cuenta con horror que aquellos tétricossonidos surgidos del espectro de Draven fueron su orden a los silbantes para arremeter contra ellay contra Kimera. Mientras el espectro de Draven yacía en el suelo, intentando incorporarse, tressilbantes se dirigieron hacia ella y los otros tres hacia Kimera. De sus manos surgieron nuevasllamas que lanzó a los silbantes. Las bolas de fuego impactaron en dos de ellos, quienes lanzarongritos de dolor cuando las llamas golpearon sus pútridos cuerpos, pero los otros cuatro lograronevadirlas. Contra ellos, la hechicera invocó a Syrma, la diosa del viento. De inmediato, untorbellino giró en espiral alrededor de sus cuerpos haciéndolos rodar sobre la nieve. Adara seenfocó de nuevo en Draven, pero no con la rapidez que el momento requería. Antes de poderreaccionar lo vio aproximarse, volando hacia ella con espantosa rapidez.

Todo sucedió demasiado rápido. En un instante estaba erguida, percibiendo su enorme poder, yal siguiente con su espalda sobre el suelo, inmovilizada por la fuerza que el espectro de DravenCreighton ejercía sobre ella, dispuesto a inhalar su alma.

Llena de pánico, Adara intentó zafarse del agarre del espectro, pero no pudo moverse. Susiniestro poder la había paralizado.

Sin poder controlar su cuerpo, Adara sintió con horror como su boca se abría, como se leescapaba la vida sin poder hacer nada para evitarlo. Apenas podía escuchar el frenético ydesesperado aullido de Kimera. La loba había sido apresada por tres nuevos silbantes que habíansurgido de la nada y que ahora se arremolinaban a su alrededor.

El alma de Adara, una esfera de color violeta, emergió de su interior. Se quedó suspendidaentre su boca abierta y las fauces del espectro de Draven Creighton.

A pesar de que su alma se encontraba fuera de su cuerpo, Adara permanecía consciente. De unmodo misterioso, su espíritu y el de Draven se conectaron en ese terrible momento. Entonces, unasecuencia de imágenes en movimiento apareció en su mente. Adara se dio cuenta que esasimágenes eran parte de los recuerdos de Draven Creighton.

Akari y él discutían de forma acalorada, ella lo acusaba de traidor, le recriminaba que había confiado en élcuando le prometió guardar silencio a cambio de que abandonara sus prácticas de magia negra. Le reclamaba que él lehabía prometido que así sería y que no había honrado su palabra. Draven intentó calmarla, engañarla otra vez connuevas y falsas promesas, pero cuando se dio cuenta que Akari no le creería, su rostro cambió y una siniestra sonrisase dibujó en sus labios.

Draven no discutió más, levantó sus brazos y los apuntó hacia ella. Un rayo rojo cubierto de humo negro brotó desus manos y atravesó el corazón de Akari. Su cuerpo agonizante cayó al suelo.

Adara se vio a sí misma entrando al cobertizo en ese preciso instante.La secuencia de imágenes cesó. Adara se dio cuenta, con profunda tristeza, que sus sospechas

eran ciertas aunque nunca pudo probarlas. En ese instante que precedía a su propia muerte, Adaraconfirmó que Draven Creighton había asesinado a Akari, que ella había sido la primera víctima desu magia oscura y siniestra.

Las lágrimas resbalaron por sus mejillas, por Akari, por ella misma, por Sedna y por sus hijos.Les dijo en su mente cuanto los amaba y se despidió de ellos.

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El espectro de Draven abrió más sus fauces, se dispuso a absorber el alma que siempre deseo,por fin Adara Roses sería de él, ella y todo su poder…

Pero algo ocurrió, su cuerpo purulento rodó por la nieve, algo lo había empujado fuera delagarre con el que había mantenido paralizado a Adara. Ahora era él quien se encontraba con suespalda contra el suelo mientras las garras de Kimera lo mantenían inmóvil. La loba enfurecida lemostraba sus colmillos y gruñía con violencia.

A pesar de la parálisis ocasionada por las garras de Kimera sobre su piel ennegrecida, ladeterminación de Draven no se inmutó y una espantosa sonrisa brotó de su interior. Enajenado porel desprecio que esa maldita loba siempre le había inspirado, decidió acabar con su miserableexistencia, de una vez y para siempre.

Adara aún se encontraba débil, pero cuando Kimera empujó a Draven ella recuperó el alientoy al hacerlo el alma regresó a su cuerpo. Todavía sin fuerzas para levantarse del suelo, dirigió sumirada hacia ellos. Percibió la angustia en su alma recién recuperada al adivinar lo que el oscurose proponía.

Adara vio con horror cuando esa figura horrenda abrió su boca otra vez, inspiró con fuerza yatrajo el alma de Kimera. Una esfera brillante de color blanco quedó suspendida entre los dos. Elespectro tomó un nuevo aliento para apoderarse de ella, pero algo insólito e inesperado sucedió.

Un grito espeluznante emergió de su interior, cuando se dio cuenta que el alma de Kimeracomenzaba a atraer cada una de las almas que él había arrebatado. Una por una, esferas dedistintos tamaños y colores comenzaron a salir a través de su boca. Como estrellas fugaces encámara lenta, esferas azules, verdes, rosadas y amarillas surcaron el cielo y salieron volandohacia las estrellas. La última en salir fue una esfera brillante de color blanco, igual a la deKimera, pero mucho más pequeña.

Un par de lágrimas, de pura emoción, brotaron de los ojos de Adara, cuando entendió a quiénhabía pertenecido en vida esa esferita brillante de color blanco. Era el alma de aquel cachorritonegro, el hijo de Kimera, asesinado por Draven Creighton para conjurar el oscuro hechizo quemás tarde usaría en su contra.

La pequeña esfera comenzó a surcar el cielo y salió volando hacia las estrellas, seguida muyde cerca por la otra esfera blanca, por el alma de quien en vida había sido su madre y que ahoraseguiría siéndolo, pero esta vez, para siempre.

El cuerpo sin vida de Kimera se desplomó sobre la tierra cubierta de nieve. Adara percibió,ahora con los ojos llenos de lágrimas, que un pedacito de sí misma partía con el alma pura, blancae inocente de su más fiel amiga, quien había entregado su vida para salvarla. Este era el momentode honrar su sacrificio.

Los silbantes, confusos y desorientados, seguían volando de un modo errático. El espectro deDraven Creighton intentaba incorporarse en vano. Adara intuyó la razón de su debilidad: habíaperdido las almas que arrebató a tantos inocentes, ahora solo disponía de su oscuro y negroespíritu.

La hechicera se levantó del suelo y se irguió en toda su estatura, extendió sus brazos a amboscostados de su cuerpo y miró al cielo. La luna roja estaba a punto de perder su color, el portalcomenzaba a cerrarse, pero eso no la desalentó, al contrario, sabía que aún tenía una oportunidad,que podría destruir al oscuro aunque ella no lograra escapar, que sus hijos, Sedna y todos loshabitantes de las tierras de Kabac estarían a salvo si conseguía cumplir con su destino, con lamisión que le había sido encomendada.

Envuelta en un halo de luz, la hechicera invocó su enorme poder.

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—Esto es por Akari —afirmó. De sus manos emergió una llamarada verde que impactódirectamente al rostro de Draven haciéndolo rugir de dolor. Adara se paró justo al frente de sucuerpo putrefacto, lo miró con desprecio y declaró—. Esto es por Kimera y por su hijo —Lahechicera miró al cielo, de sus manos surgieron rayos de intensa luz, blanca y brillante, igual a laque había emanado de su fiel loba y su cachorrito. Como flechas, la luz salió de sus manos haciael corazón de Draven—. Que se alce la mujer, la madre y la bruja en una sola trinidad, paradespejar las oscuras sombras que nublan la cordura. Para dar paso a la luz que desvanece lalocura. Con el poder que siempre anhelaste, hoy destruyo tu oscuro corazón. Y esta vez, parasiempre. Hágase mi voluntad.

El espectro de Draven Creighton emitió un último grito, desgarrador y agónico. Entonces, sedesvaneció sin dejar rastros sobre la nieve.

Adara volvió en sí mientras trataba de calmar su respiración. Miró a su alrededor y se percatóque si cabalgaba hacia el portal a toda velocidad aún tendría oportunidad de salir, pero no podíadejar el cuerpo de Kimera en ese lugar. Ella, su más fiel y noble amiga, acababa de dar su vidapara salvarla. Pese a que los silbantes ahora dominaban el bosque, a pesar de que tendría que huiro enfrentarse a ellos sin sus poderes, decidió correr el riesgo. Permitió que el portal se cerrara yse encaminó hacia el cuerpo sin vida de Kimera, dispuesta a llevársela con ella.

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Capítulo 42Comarca de Aurana

YuruaníHabían transcurrido dos días desde el enfrentamiento. Todos en el campamento celebraban la

victoria, habían logrado encerrar a los silbantes dentro del bosque para siempre, en consecuencia,les quedaba claro que el espectro de Draven Creighton había sido destruido. Muchos hechiceroshabían regresado al campamento, sanos y salvos; de otros, no se conocía su paradero y tampoco sudestino. Adara Roses era uno de ellos. La única certeza era que sus hijos habían recuperado suspoderes.

Ansiosa y angustiada, Sedna le pidió a los niños que permanecieran en la parcela por sirecibían alguna noticia y bajó al valle en busca de Firense. Quería saber de Adara, queríaaveriguar si había alguna esperanza de que regresara. Sin embargo, no logró ubicarlo. Shaula, lamadre del unicornio bebé con quien los niños habían jugado aquel día, le informó que Firensetampoco había regresado, ni él ni varios unicornios que lo acompañaban.

Desesperada, Sedna intentó abrir un portal hacia el bosque, pero Shaula le dijo que no lolograría. Le reveló que Firense, antes de partir, había bloqueado para siempre la posibilidad deabrir un portal hacia el bosque desde cualquier lugar de las tierras de Kabac. Le explicó que si elplan de encerrar a los silbantes dentro del perímetro del bosque funcionaba, abrir un portal seríademasiado peligroso, ya que los silbantes atrapados podrían infiltrarse y toda la lucha habría sidoen vano.

Esa información angustio aún más a Sedna porque le hizo entender que el portal que habíallevado a Adara hasta el centro del bosque también estaba bloqueado, que aunque hubiera logradoacabar con el espectro de Draven Creighton, como se pensaba, los silbantes atrapados pudieronhaberla destruido. Entendió también que los hechiceros que habían regresado lo hicieronatravesando un portal abierto fuera del perímetro del bosque, sin embargo, la única hechicera quehabía luchado sin posibilidad alguna de escapar era Adara.

Mientras se dirigía a la parcela intentó ocultar su tristeza, su desesperanza y su enojo. Estabaconvencida de que Firense conocía esa grieta en su brillante plan, una fisura que, de maneradeliberada, se había encargado de no revelar. Había enviado a Adara a una muerte casi segura, auna misión suicida. Entendía sus razones, entendía que lograr destruir a Draven Creighton yencerrar a los silbantes dentro del bosque garantizaba la sobrevivencia de todos los habitantes delas tierras de Kabac, incluida ella y los hijos de Adara, pero era frustrante saber que la mujer queamaba, la única mujer que había amado, se había visto obligada a sacrificar su vida para ello.

Ahora entendía por qué la mayoría de los hechiceros y varios miembros de su familia sehabían acercado varias veces a la parcela para saber de Adara, por qué había visto lapreocupación genuina reflejada en sus rostros. Todos consideraban a Adara su salvadora, laheroína que había entregado su vida para salvarlos.

Mientras muchos de los hechiceros y sus familias celebraban y se preparaban para regresar asus hogares, ella y los niños tendrían que vivir sin Adara, acostumbrarse a su ausencia, resignarsea recordarla viendo los hermosos momentos que habían compartido a través del fuego del hogar,tal como lo habían hecho sus hijos cuando la creyeron muerta, tras su primer enfrentamiento conese hombre.

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Sedna no pudo ni quiso evitarlo, mientras caminaba hacia la parcela comenzó a llorar,necesitaba desahogarse antes de que los niños la vieran. Ellos también estaban tristes, muy tristes,su única esperanza estaba depositada en la fe que Raine había mantenido durante esos dos días deincertidumbre. Ella insistía en que su mami estaba viva, y los niños necesitaban creerle. Al fin y alcabo, esa pequeña niña fue la única que no perdió la esperanza de ver a su madre viva de nuevocuando todos sus hermanos la daban por muerta. Lena, Rigel, Alya, y ella misma, rogaban queRaine tuviera razón otra vez. Pero en ese instante, Sedna se sentía perdida, presa de un dolor quele quebraba el alma por la mitad.

Antes de llegar a la parcela, Sedna se secó las lágrimas y entró a la tienda para intentar dormiren compañía de los niños. Desde la noche que Adara partió hacia el bosque, no había podidodormir en la tienda que había compartido con la mujer que amaba, en la tienda donde habíasentido el calor de su cuerpo junto al suyo, donde habían hecho el amor tantas veces.

Cuando entró a la tienda sintió cierto alivio al darse cuenta que los niños se habían quedadodormidos. Estaban exhaustos, era la primera vez que dormían, todos llevaban dos noches en vela yesta hubiera sido la tercera. Sedna se acostó junto a ellos y en silencio comenzó a llorar de nuevo.En algún momento, sin darse cuenta, se quedó dormida.

Soñó que se encontraba en Mirphak, en la habitación que había sido de su madre. No sintió miedo, se sentó enla cama vacía y miró a su alrededor. Todo estaba como lo recordaba. De pronto sintió una presencia detrás de ella y segiró para ver de qué o de quién se trataba. Sedna se sorprendió cuando vio a su madre parada sobre sus pies, llena desalud y sonriendo.

— ¡Mamá! —exclamó Sedna, sorprendida.Sin dejar de sonreír, Marta se sentó a su lado y tomó su mano entre las suyas.Sedna comenzó a llorar y se refugió en el regazo de su madre.Marta acarició su cabello con ternura, tal como solía hacerlo cuando Sedna era una niña.—No llores —le dijo con dulzura—. Todo está bien. Yo estoy bien y tú también lo estarás.Sedna se incorporó para ver su madre a los ojos.—Me alegro mamá que estés bien, me alegro en verdad, pero —Sedna no pudo seguir hablando, el llanto no se lo

permitió.—Adara está viva mi amor. Ella logró escapar. Adara regresará a ti.Con los ojos muy abiertos, Sedna preguntó:— ¿Estás segura?—Así es, estoy segura.Sedna despertó, aún lloraba cuando lo hizo. Se preguntó si ese sueño era el que Adara había

vaticinado o si solo era su deseo de que todo lo que le había dicho su madre fuera verdad.Por más que lo intentó no pudo volver a dormir. Se quedó acostada en la cama al lado de los

niños, llorando en silencio por momentos, calmándose en otros, intentando convencerse a símisma que todo estaba bien, que Adara regresaría como le había dicho su madre en ese sueño.

Poco antes del amanecer, decidió levantarse e ir al río para despejarse, para lavar su cara ymojar sus ojos enrojecidos de tanto llorar.

Tomó una capa, se la pasó por encima de sus hombros y salió de la tienda. Todo estaba ensilencio, los lobos sintieron su presencia pero no se movieron. Continuaron durmiendo.

Sedna salió de la parcela y comenzó a caminar despacio en dirección hacia el río. Se lavó lacara con el agua cristalina y se sentó sobre la hierba, muy cerca de la orilla.

Fue en ese instante cuando creyó distinguir a lo lejos, cerca del borde de la meseta, que algose aproximaba. Enfocó su vista y entonces la vio. Era Adara cabalgando sobre su caballo negro.

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Sedna se levantó de inmediato, rogando que esa hermosa visión no fuera otro sueño. Saliócorriendo hacia ella. Sí, es Adara, pensó Sedna llena de euforia, cuando pudo distinguirla conmayor claridad. Venía cabalgando a toda velocidad hacia ella, llevaba cargando sobre la silla demontar un bulto envuelto con la misma capa que le había dado aquella noche.

Cuando Adara se acercó lo suficiente, desmontó de su caballo y salvó la distancia que laseparaba de Sedna corriendo hacia ella tan rápido como pudo.

Al fin se encontraron. Con lágrimas en los ojos, llorando de pura felicidad se abrazaron contodas sus fuerzas, se vieron a los ojos y se besaron una y otra y otra vez.

Cuando se miraron de nuevo, sonriendo, Sedna acunó con sus manos el rostro de Adara y ledijo con los ojos empapados de lágrimas:

—¡Estas viva mi amor! ¡Estás viva!—Sí amor, lo estoy —dijo Adara llorando también.—¿Cómo lograste escapar?—Cuando logré vencer a Draven Creighton, el portal se había cerrado. Los silbantes que lo

acompañaban estaban aturdidos, confundidos. Sabía que tenía que apresurarme para escaparcabalgando hacia la parte exterior del bosque, pero no podía dejar a Kimera allí…

—¿Kimera? —Sedna miró a su alrededor buscándola— ¿Dónde está ella?Adara señaló hacia el bulto que reposaba sobre la silla del caballo.—Kimera no lo logró, dio su vida para salvarme.—¡Oh, Kimera! —exclamó Sedna con genuino pesar mientras miraba el bulto donde, ahora

sabía, se encontraba su cuerpo.—A pesar de que vi su espiritú ascender hacia el cielo, no quise dejarla en ese bosque lleno

de silbantes. Con premura, tomé la capa que tú me habías dado, la envolví con ella y la montésobre el caballo. Yo lo hice a continuación. Apremié al caballo, pero los silbantes habíancomenzado a reaccionar y me persiguieron. Casi me dieron alcance pero una luz muy brillante loshizo retroceder. La luz provenía de Firense. Él fue a buscarme en compañía de varios unicornios.Me escoltaron hasta el valle.

—Aún no lo puedo creer. Lo lograste mi amor, lo lograste —dijo Sedna emocionada mientrasse refugiaba en los brazos de Adara otra vez. Sin embargo, reaccionó enseguida y agregó—.Tenemos que ir a la tienda y avisarles a los niños que estás bien.

—Sí, estoy ansiosa por abrazarlos.Adara tomó las riendas del caballo y camino junto a Sedna en dirección hacia la tienda.En cuanto llegaron a la parcela, los lobos reaccionaron eufóricos moviendo sus colas y dando

pequeños saltos sobre sus patas traseras para darle la bienvenida a Adara. El ruido despertó a losniños, quienes salieron de la tienda.

Cuando vieron a su madre corrieron hacia ella gritando de alegría. Adara se agachó, losabrazó con fuerza y los llenó de besos.

En medio de ese abrazo apretado, Raine dijo:—Se los dije, mami está viva.Todos rieron prometiendo que la próxima vez le creerían.Rigel dijo:—No más próximas veces. Nuestra madre tiene más vidas que un gato pero ya fue suficiente,

¿no creen?Rieron de nuevo.Adara acarició el cabello despeinado de su hijo y afirmó:

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—Estoy de acuerdo. Ya fue suficiente.Raine fue la primera en notar la ausencia de Kimera. Lo confirmó cuando los lobos se

acercaron al caballo y comenzaron a gimotear mientras olfateaban el fardo que llevaba sobre sumontura.

—Mami, ¿dónde está Kimera?—Hijos —respondió Adara mirándolos a los ojos—, Kimera me salvó la vida pero ella…—¿Murió, verdad? —Preguntó Raine, con lágrimas en los ojos—. Estaba segura que tú

regresarías, pero no de que ella lo hiciera.—Así fue mi pequeña —dijo Adara, acariciando la mejilla de la niña—. Pero su alma subió al

cielo, yo la vi, subió con el alma de su cachorrito.—¿El cachorrito negro que asesinaron en el bosque? —preguntó Rigel.—Sí, ese mismo. Hoy sepultaremos su cuerpo en el valle. A ella le encantaba ese lugar.—Pobre Kimera —dijo Alya con pesar.—Pero ella está bien —dijo Raine—. Mi mami lo acaba de decir y yo también lo sé.—La voy extrañar muchísimo, pero ella está bien —afirmó Adara, con los ojos humedecidos.—Mamá, debes estar muy cansada —dijo Lena—. Te prepararé un té y nos iremos a dormir un

rato. Todos juntos, ¿de acuerdo?Adara se levantó, abrazó a su hija mayor y le dijo:—El té puede esperar, vamos a descansar un rato.Después de depositar el cuerpo de Kimera envuelto en la capa sobre el suelo del establo,

Adara tomó la mano de Sedna y todos entraron a la tienda. Se acostaron a dormir abrazados,juntos, como había propuesto Lena.

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Capítulo 43Unas horas más tarde, cerca del mediodía, los niños fueron los primeros en despertar. Notaron

que su madre y tía Sedna aún dormían y salieron de la tienda sin hacer ruido para no despertarlas.Sabían que ambas necesitaban descansar. Los niños sintieron una opresión en el pecho cuandovieron a los lobos dormidos alrededor del cuerpo sin vida de su madre. Rigel propuso llevarloscon ellos hasta el río para alegrarlos un poco, además, habían despertado con mucho apetito y sele ocurrió que podrían llevar sus cañas para pescar. Sus hermanas estuvieron de acuerdo ysalieron de la parcela rumbo al río, acompañados por los lobos.

La siguiente en despertar fue Sedna. Antes de abrir los ojos percibió la calidez del cuerpo deAdara junto al suyo y sonrió de puro gozo al darse cuenta que ya no quedaban sombras niobstáculos que las pudieran separar. Había sido un largo y duro camino el que habían transitadopara llegar hasta ese momento, pero lo importante es que estaban juntas, amándose cada día más.

Percibiendo esa inmensa felicidad dentro de su pecho, Sedna se acercó lo más que pudo alcuerpo de Adara, apretó el abrazo y abrió los ojos.

Adara estaba profundamente dormida. También se percató que los niños no estaban, pero no sepreocupó, pensó que habrían ido al río a jugar con sus amigos.

Sedna se dedicó a observar a Adara mientras dormía, se veía demasiado bella así, durmiendotranquila, en paz.

—Te amo, Adara Roses —le dijo en un susurro para no despertarla.No obstante, Adara abrió los ojos y al ver a Sedna junto a ella sonrió.—Hola, corazón —dijo Adara sin dejar de sonreír—. ¿Pudiste dormir algo?—Sí, pero no quería despertarte.—No lo hiciste, desperté yo sola —Adara miró alrededor y preguntó—. ¿Dónde están los

niños?—Creo que fueron al río. Cuando desperté no estaban aquí.—Deben estar allí. A ellos les encanta ese río y jugar con sus amigos.—Así es. ¿Sabes? Anoche, antes de tu llegada soñé con mi madre. Fue tal como me dijiste.

Ella está bien. Además, me dijo que tú también lo estabas, que regresarías y así fue —dijo Sednacon una sonrisa que iluminó su mirada.

—Como diría Raine… “Te lo dije”.Sedna se echó a reír. Adara la secundó.—Esa pequeña es tan especial. Fue la única que no dudó. Ella mantuvo siempre que su mami

estaba viva.—Creo que mi niña tiene una intuición muy desarrollada.—Yo también lo creo. Ella es una de tus más hermosas bendiciones.—Estoy de acuerdo… Y hablando de bendiciones, tú y yo tenemos que hacer algo en la

próxima primavera.La mirada de Sedna volvió a brillar.—Así es y lo haremos juntas.—Sí, corazón, juntas —dijo Adara besando la frente de Sedna. La miró a los ojos y le

preguntó—. ¿Has pensado en algún nombre para tallar sobre la piedra?—Sí —respondió Sedna, con una emoción más que evidente—. Marta Selena Woods —Sedna

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miró a Adara expectante, preguntando con la mirada qué le parecía.—La unión del nombre de nuestras madres. ¡Me encanta cómo suena! —exclamó Adara con

entusiasmo.—¿En serio? —preguntó Sedna emocionada.—En serio —respondió Adara—. Solo tengo una observación.—¿Cuál?—Creo que suena mejor Marta Selena Roses.Sedna se echó a reír y dijo:—Tienes razón, pero para ello…—Cásate conmigo —dijo Adara. Esta vez la mirada expectante la tenía ella.Sedna abrió los ojos sorprendida Muy emocionada, abrazó a Adara y le dijo con la voz

entrecortada.—Me encantaría casarme contigo, mi amor.Ambas sonrieron y acercaron sus labios para besarse. Cuando se vieron a los ojos de nuevo,

Sedna dijo con picardía, entornando los ojos:—Sedna Roses… ¡Me encanta!—A mí también.—¿Puedo casarme contigo, incluso estando casada con Norman?—Por supuesto. En estas tierras no reconocemos las leyes de otros lugares, mucho menos su

religión.—Doy gracias por eso…, en especial por lo que concierne a la religión.—Yo también. Aquí el fuego no se usa en hogueras para quemar a nadie, solo para abrir

portales y cocinar.—Cierto —dijo Sedna sonriendo—. Y hablando de portales, asumo que debes saber que

Firense bloqueó para siempre los portales hacia el bosque.—Lo sé.—¿Qué pasará con los silbantes? ¿Permanecerán en ese bosque por toda la eternidad?—Toda la eternidad es demasiado tiempo. Quizás llegue el día en que alguien encuentre el

modo de liberar a esas pobres almas de su cautiverio.—Los hechiceros ahora lo llaman “el bosque oscuro”.—Pues oscuro quedó —afirmó Adara, hizo una pausa y agregó—. Me temo que te casarás con

alguien que ya no tiene ni casa ni oficio. Nunca más podremos regresar a la cabaña. Usaba misdones para curar, dones que ya no poseo.

Después de escuchar esas palabras, Sedna fijó su atención en la actitud de Adara para deducircómo se sentía al respecto, en virtud de que las había expresado en un tono neutro. Adara parecióadivinar la intención de Sedna y agregó:

»Extrañaré mi bosque y mi cabaña, echo de menos mis dones, pero después de todo lo quehemos pasado para estar aquí, juntas y felices, nada de eso me quita el sueño.

Sedna suspiró aliviada y dijo sonriendo:—Estoy de acuerdo contigo. Hallaremos la forma de empezar de nuevo. Yo puedo encontrar

trabajo en algún viñedo…—Si me enseñas, yo también podría trabajar en un viñedo —afirmó Adara.—Por supuesto que puedo enseñarte —dijo Sedna con alegría—. Ahorraremos y con el tiempo

quizás podríamos comprar una casita sencilla en Godran o en las afueras. En cuanto a dóndeviviremos ahora, mientras nos establecemos, no debes preocuparte. Los hechiceros te aman, te

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admiran. Te convertiste en su salvadora. No creo que haya un alma en estas tierras que no se sientahonrada de darnos refugio en su hogar.

—No sé por qué Firense le dijo a todos cuál era mi función en esta lucha.—Tal vez porque él sabía que si todo salía bien, serías tú, precisamente tú, la salvadora, quien

se quedaría sin hogar.—Es posible.Adara y Sedna vieron a Raine entrar a la tienda.—Están despiertas —dijo la niña a sus hermanos mientras se subía a la cama. Besó a cada una

en la mejilla y les preguntó—. ¿Durmieron bien?Adara acarició el rebelde cabello rizado de su hijita y respondió sonriendo:—Sí mi amor, dormimos bien. Gracias. ¿Y qué hay de ustedes?, ¿dónde estaban?—Fuimos con los lobos a pescar al río. Despertamos con mucha hambre.—En ese caso, Sedna y yo nos levantaremos para cocinar esos pescados.—No mami, no será necesario. Mis hermanos lo harán. Ustedes descansen.—Gracias mi pequeña —dijo Sedna besando la mejilla de la niña.—Así es, gracias mi muchachita adorada —dijo Adara sonriendo y abrazando a Raine.—Mami —dijo la niña—, cuando les dijimos a nuestros amigos que habías regresado todos se

alegraron mucho. Sus padres también. Ellos me dijeron que quieren que tú seas la futura reina deGodran.

Adara soltó una carcajada y dijo, todavía riendo:—Mi amor, ¿qué locura dices?—En serio, mami. Y no solo lo dijeron los padres de nuestros amigos, también otras personas

que estaban en el río.Adara y Sedna se miraron a los ojos y sonrieron con incredulidad. Adara le preguntó a Raine

en tono de broma:—¿Qué opinas tú al respecto? ¿Te gustaría vivir en el castillo del rey rodeada de riquezas?La niña lo pensó por un momento y respondió:—Con tal de vivir con mis dos mamis no me importa dónde.Adara se emocionó con las palabras de su hija y vio a Sedna para observar su expresión. Su

mirada brillaba como nunca, sus ojos estaban humedecidos. Sedna levantó a Raine en brazos, laabrazó con fuerza y le dijo:

—Eso que acabas de decir es una de las cosas más lindas que he escuchado. Te amo mi niñahermosa.

Sedna besó las mejillas de la niña varias veces. Raine no paraba de reír porque los besos deSedna le provocaban cosquillas.

—¿Te puedo llamar mami Sedna, verdad?Sedna sonrió, miró a Adara por un breve instante y notó que ella también estaba emocionada.—Por supuesto que sí mi niña bella, me encanta que me llames así —dijo Sedna repitiendo su

sesión de besos que hicieron reír a Raine de nuevo.El aroma del pescado que estaban cocinando los niños se filtró hacia el interior de la tienda.

Raine dijo:—Tengo mucha hambre.Ni Adara ni Sedna se habían dado cuenta del apetito que tenían hasta que comenzaron a oler el

aroma de la comida. Sedna se levantó de la cama con Raine en brazos, Adara la imitó y salieronhacia el exterior.

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Lena estaba terminando de servir los pescados cuando las vio salir de la tienda.—Ya las iba a llamar. Vamos a comer.Todos se sentaron a la mesa y comenzaron a comer con un apetito voraz.Mientras comían varios hechiceros se acercaron para saludar a Adara, darle la bienvenida y

presentarle sus respetos. Adara notó que sus vecinos la miraban diferente. La admiración quepercibía en ellos le resultaba más que evidente, pero no solo era eso, Adara advirtió tambiéncierto grado de solemnidad en su trato. Sedna también lo notó, de modo que le dijo a Adara en vozbaja, una vez que uno de los visitantes se había marchado:

—Creo que Raine hablaba en serio. Se dirigen hacia ti como si ya fueras la reina de Godran.Adara rio y dijo:—De hechicera sin poderes a reina. Eso es un salto demasiado grande.—Pues me parece que vas a darlo —afirmó Sedna sonriendo.—¿No hablas en serio, verdad? —preguntó Adara divertida.—Quizás yo no, pero creo que ellos sí —respondió Sedna, refiriéndose a los hechiceros que

se habían acercado a saludar.Adara guardó silencio mientras reflexionaba acerca del rumbo que habían tomado los sucesos.

Le parecía algo increíble todavía. No sabía ni cómo sentirse al respecto.Un rato después, cuando ya habían terminado de comer, Adara comenzó a preparar el caballo

para llevar el cuerpo de Kimera al valle, en compañía de sus hijos y de Sedna. Mientras lo hacía,vio a Hemon acercarse hacia ella. El hombre le brindó una reverencia y dijo con respeto:

—Su alteza.Adara rio y le preguntó:—¿No me digas que tú también andas en esas?—Pues sí —respondió Hemon—. Todos en este campamento queremos lo mismo. No solo

nosotros, la noticia de tus logros y de tu llegada ya se extendió por todas estas tierras. Serás lafutura reina de Godran, Adara Roses. Lo único que lamento es que nunca me hayas hecho caso. Deser así, yo sería el futuro rey —agregó el hombre con una sonrisa sincera en sus labios y ciertoaire de picardía.

Adara sonrió también, miró a Sedna quien estaba recogiendo la mesa y vio a Hemon de nuevo.—Ese puesto ya está ocupado. De hecho, reina o no, Sedna y yo vamos a casarnos.—Sedna Woods es una mujer con muy buena suerte.—Te aseguro que quien ha tenido muy buena suerte soy yo, mi estimado Hemon.—Me alegro por ustedes —dijo el hombre con respeto.—Gracias.—¿Qué pasó en ese bosque? Algunas personas, sabiendo que nos conocemos, me pidieron que

te preguntara eso. Ellos no se atrevieron a hacerte esa pregunta.Adara le contó a grandes rasgos lo sucedido en el bosque, mientras Hemon escuchaba con

muchísima atención. Cuando terminó su relato, él dijo:—¡Que impresionante! Nos salvaste, Adara... Tú y Kimera. Lamento lo que le ocurrió a ella.

Era una loba majestuosa, impresionante, muy hermosa.Adara miró el fardo sobre el caballo y dijo con nostalgia:—No solo eso, Hemon. Esa loba era mi mejor amiga. No tienes idea de cuánta falta me hace.—Lo imagino, Adara. En verdad lamento mucho que no haya sobrevivido.—Yo también —dijo Adara, sintiendo un nudo en su garganta.—Bueno, no vine hasta acá para ponerte triste. Solo para darte la bienvenida y presentarte mis

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respectos.—Gracias Hemon. Eres muy amable.—Gracias a ti, Adara Roses. Te debemos todo. Lo cual me recuerda una de las razones por las

cuales me acerqué hasta acá y esto lo diré muy en serio. Si no llegaras a aceptar ser la futura reinade Godran, mi casa es tu casa, la tuya y la de toda tu familia, lobos incluidos.

Adara ya había recibido la misma invitación de muchos de sus vecinos. Le agradeció a Hemonel bello gesto, tal como lo había hecho con el resto de los hechiceros.

—Mil gracias, Hemon.—Siempre a su orden…, alteza —dijo Hemon ejecutando una nueva reverencia.—Alteza sin corona —dijo Adara sonriendo.—Si aceptas, pronto serás una reina coronada.Adara sonrió de nuevo. Hemon también lo hizo y agregó:»Hasta pronto, Adara Roses.—Hasta pronto, Hemon… Y gracias.—A ti —dijo el hombre antes de marcharse.

...A lomos de los tres caballos, Adara, Sedna y los niños, emprendieron el camino hacia el valle.

Esta vez decidieron no hacer uso de un portal, ese sería el último recorrido que efectuarían conKimera y cabalgar junto a ella sería una forma de rendirle una especie de homenaje. Mientrasrecorrían el estrecho sendero que rodeaba la montaña, Adara no pudo evitar sentirse muy tristepor su mejor y más fiel amiga, ella sabía que su espíritu había ascendido en compañía del alma desu cachorrito, pero la extrañaba, le dolía saber que no la vería a su lado acompañándola comosiempre lo había hecho desde aquel crudo invierno, cuando la encontraron agonizando junto a suscachorros.

Lena, intuitiva como siempre, notó la pena reflejada en la mirada de su madre, de modo que enun intento para distraerla, le pidió que le contara a ella, a tía Sedna y a sus hermanos qué habíapasado en el bosque, cómo había logrado derrotar al espectro de Draven Creighton.

Adara entendió la intención de su hija mayor, sonrió en medio de sus ojos humedecidos y lescontó lo que había sucedido en el bosque. Cuando terminó de relatar la historia, Raine, quien seencontraba en el regazo de Adara, preguntó con mucha curiosidad:

—¿Mami, qué significan los colores de las esperas que salieron del cuerpo de ese… de esacosa?

A Adara le hizo gracia que su hijita llamara al oscuro “esa cosa”.—Todos los seres humanos poseen un halo de luz que los rodea, esta suele tener distintos

colores dependiendo de su grado de evolución.—Pero yo nunca he visto a la gente coloreada —dijo Raine.Adara rio y dijo:—No mi amor, el color no suele ser visible a los ojos.—¡Ah!, así sí —afirmó la niña—. ¿Las esferas blancas solo eran las de Kimera y su

cachorrito?—Sí, mi amor. Solo esas eran blancas.—¿Y eso, por qué?—A diferencia de los seres humanos, hechiceros o no, el alma de los lobos, como de cualquier

animal, es pura, no existe cabida para el egoísmo, la ambición o cualquiera de los bajossentimientos que albergan los seres humanos. Cuando el espectro de Draven Creighton, cuyo

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espíritu estaba contaminado por la avaricia, la envidia y el resentimiento, intentó absorber el almade Kimera, tal como lo había hecho con tantos seres humanos, la reacción fue inversa. Al extraerel alma de la loba fuera de las limitaciones de su propio cuerpo físico, su espíritu noble y puroadquirió el poder suficiente para liberar las almas que el espectro de Draven había absorbidopara su propio beneficio.

—Yo quiero tener el alma pura y noble como la de Kimera y su lobito.Adara abrazó a su hija, sonrió y le dijo:—Si hay alguien en este mundo con un alma noble, pura e inocente, eres tú mi pequeña.

...Cuando llegaron al valle, buscaron un lugar apropiado para sepultar a Kimera. Encontraron

una hendidura natural en medio del vasto terreno, a la sombra de un frondoso árbol. Adara tomó elfardo del lomo del caballo, lo cargó en sus brazos y lo depósito con mucho cuidado en medio dela hendidura. Mientras los niños y Sedna colocaban piedras más pequeñas para cubrir el cuerposin vida de Kimera, Adara se arrodilló. Con los ojos llenos de lágrimas, le dijo a su fiel amiga:

—Sé que aquí solo reposa tu cuerpo, que tu alma noble y valiente ahora habita en el cielo, enalguna estrella. Gracias por tu compañía, por todo el amor que me diste, por haber ofrecido tuvida para salvar la mía. Nunca voy a olvidarte, mi fiel y valiente amiga. Te has ido, pero sé queuna parte de ti habita en mi propia alma. Te amo Kimera, siempre te recordaré.

Adara cerró los ojos, bajó su cabeza y rompió en llanto. Sedna y los niños, llorando también,se arrodillaron junto a ella y la abrazaron para consolarla.

Momentos después, cuando Adara levantó la cabeza, quedó impresionada al igual que sufamilia, al verse rodeada por un gran número de unicornios, quienes en actitud respetuosa lebrindaban a Kimera una reverencia.

Por el halo de luz brillante que rodeaba su cuerpo, Adara reconoció a Firense entre los de suespecie. Se encontraba a unos cuantos pasos frente a ella y a su familia.

Usando su particular modo de hablar, Firense le dijo a Adara:—Bien sabes que aquí solo reposa su cuerpo, que su espíritu…—Lo sé Firense y ese es un gran consuelo, pero nos apegamos a los seres que amamos. Y sí, lo

sé, no debería ser así, pero lo cierto es que la extraño mucho, la echo de menos.—Lo entiendo. Pero debes saber que ella siempre vivirá en tu corazón y en tus recuerdos. De

hecho, te aseguro que vivirá en el corazón y en el recuerdo de muchos.—¿De muchos? —Preguntó Adara, un tanto sorprendida por esa frase—. ¿A qué te refieres?—Pronto lo sabrás. Tómate el tiempo que necesites para despedir a tu amiga. Yo te estaré

esperando. Necesito hablarte de un asunto importante.—Está bien, hablaremos dentro de un rato. Gracias.—A ti —“dijo” Firense mientras se alejaba. El resto de los unicornios lo siguieron.

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Capítulo 44Cuando se alejaron del lugar donde habían sepultado a Kimera, los niños le consultaron a

Adara si podían jugar un rato con los unicornios bebés. Adara buscó a Shaula para preguntarle ycuando ella lo consintió, les permitió hacerlo.

Adara y Sedna se sentaron sobre la hierba. Un rato después, vieron a Firense aproximarsehacia ellas.

El unicornio saludó a ambas mujeres con una reverencia.Antes de que Firense comenzara a “hablar”, Sedna se anticipó y le dijo en voz alta:—Creo que te debo una disculpa, Firense.Adara vio a Sedna con una mirada interrogante. Ella le explicó:—Cuando pasaron los días y no habías regresado del bosque, bajé al valle en busca de

Firense. Quería preguntarle si había alguna esperanza de que estuvieras con vida. No lo encontré,pero hablé con Shaula y por lo que ella me dijo deduje que el plan de él no incluía una vía deescape para ti. Sentí impotencia y rabia, en especial hacia Firense. Acabo de decirle que le debouna disculpa —aclaró Sedna, mirando al unicornio—, porque lo juzgué mal. Él fue a rescatarte, note dejó sola a merced del resto de los silbantes atrapados en el bosque. De modo que —agregóSedna, sin dejar de mirar al unicornio—, no solo te debo una disculpa, sino mi agradecimiento.Gracias, Firense, por rescatar a la mujer que amo.

Firense repitió la reverencia y “dijo”:—No podía dejarla abandonada a su suerte el bosque. No después de todo lo que hizo y de la

forma en que lo hizo. Además, a raíz de su actuación surgió algo que ni yo fui capaz de anticipar.—¿A qué te refieres, Firense? —preguntó Adara.—Hablo de la reacción de la gente. Creo que tus misiones no han concluido, Adara Roses.—No me digas que tú también me vas a hablar de esa locura —dijo Adara con escepticismo.—No es una locura. Tiene mucho sentido.—Pero si yo soy solo una campesina, una hechicera sin dones. ¿Qué voy a saber yo de

gobernar?—Para gobernar bien lo más importante son las virtudes y tú posees todas las cualidades para

ser reina de Godran, Adara Roses. Eres noble, honesta, valiente, honrada, justa…—Agradezco tus palabras, Firense, pero, lo repito, no sé nada acerca de gobernar. No tengo ni

idea.—Encontrarás buenos asesores… Y con el tiempo, tus propios hijos…—¡Mis hijos! —Exclamó Adara—. Pero si solo son unos niños.—Por ahora son unos niños, pero crecerán. Has criado a unos hijos maravillosos, le has

inculcado tus mismos valores. Lena, tu hija mayor, será digna sucesora del trono. La nobleza de sucorazón no tiene límites. La sabiduría de Alya sobrepasa su edad, sería una consejerainigualable… En fin, cada uno de tus hijos posee cualidades y virtudes muy especiales. Si aceptasser reina, como el pueblo de Godran desea, estoy seguro que no te arrepentirás, y ellos tampoco.Además, asegurarías el futuro de tus hijos. Crecerán rodeados de riquezas y de lujos.

—Ni a mí ni a mis hijos nos interesan las riquezas o los lujos...—¿Y acaso crees que esa no es una de las muchas razones por las cuales el pueblo quiere

hacerte reina de Godran?... Tu humildad, Adara Roses. Ellos conocen tu corazón, siempre lo han

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conocido y ahora que te convertiste en su salvadora, pues su admiración, que no era poca, creciótodavía más. Al desaparecer el último de los Creighton, me refiero a Draven, la casa de lamoneda pasó a la monarquía, pero a raíz del ataque de los silbantes, Godran se quedó sinadministrador y sin rey, todo al mismo tiempo. Godran necesita ser reconstruida. El pueblo amabaa su rey, era un rey justo y noble, y ahora todos se sienten huérfanos.

A pesar de lo expresado por Firense, Adara seguía dudando. Miró a Sedna en busca de unapista, de algo que le diera alguna señal en medio de su confusión. Sedna pareció leer las dudas ensu mente y le dijo, mostrando una sonrisa encantadora:

—De esposa de una campesina a esposa de una reina… ¡Vaya salto!Adara soltó una carcajada. La amó más en ese instante. Sedna la conocía muy bien, sabía que

hacerla reír disminuiría sus inquietudes.Adara miró a Firense y le dijo:—Tengo que pensarlo y consultarlo con mis hijos.—Eso me parece razonable.—¿Decida lo que decida, podremos permanecer unos días más en Yuruaní?—Por supuesto que sí. Sabes que nos honran con su presencia. Pero no demores mucho.

Godran te necesita.

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Capítulo 45Durante el transcurso de los días siguientes el campamento se fue vaciando poco a poco, los

hechiceros, acompañados por su familia, regresaron a sus hogares. Muchos de ellos pasaron porla parcela para despedirse de Adara y unos cuantos se atrevieron a insinuarle que la estabanesperando, que querían que ella fuera la nueva reina de Godran. Adara no dejó de meditarlo ni unsolo día, pero aún no se decidía. Sedna se mostró a favor de que aceptara, pero le había dicho queapoyaría su decisión, cualquiera que fuera.

Adara sabía que tenía que tomar pronto una resolución ya que comenzaban a escasear lasprovisiones que habían transportado desde la cabaña, tanto para ellos como para alimentar a losanimales.

Una mañana, después de desayunar, Adara decidió hablar del tema con sus hijos. No lo habíahecho antes, pero consideró que había llegado el momento de hacerlo.

Sentados a la mesa, Adara les contó a sus hijos lo que Firense había dicho, dispuesta aescuchar sus opiniones. La de Raine ya la conocía, pero quería saber las del resto de sus hijos.

Alya se mostró a favor, Rigel dijo que sería divertido, pero en especial le interesaba conocerla postura de Lena, quien sería la heredera del trono si aceptaba ser lo que el pueblo de Godranpretendía de ella.

Cuando Adara le preguntó, su hija mayor lo meditó por unos momentos y respondió:—Creo que esa es la manera que la vida encontró para devolverte tus poderes.—No te entiendo, hija —dijo Adara, un tanto confundida.—Mamá, a ti siempre te ha gustado ayudar a los demás. Lo hiciste usando tu don para curar.

Ya no tienes ese don pero, ¿puedes imaginar el poder que te dará el dinero y las riquezas queposeerás para ayudar a la gente? Yo heredé tu don y cuando tú nos transmitiste los tuyos, el mío sehizo más fuerte. Si tú aceptas ser la reina de Godran podremos ayudar a mucha más gente de lapuedas imaginar.

Adara no había pensado en eso, pero su corazón se infló de orgullo al escuchar a su hijamayor. Recordó las sabias palabras de Firense cuando le dijo que Lena sería una digna sucesoradel trono porque la nobleza de su corazón no tenía límites.

Adara abrazó a su hija, le dio las gracias y dijo:—Tal parece que Godran tendrá una nueva reina.Sedna y los niños comenzaron a dar saltos para celebrar. Los lobos también lo hicieron,

aunque no sabían las razones.Rigel dijo:—Ya sé cuál será el estandarte de la corona.—¿Cuál? —preguntaron todos en coro.—Una loba…—¡Kimera! —exclamaron al mismo tiempo.—Así es —respondió Rigel—. De no ser por ella no tendríamos ni madre, ni reina, ni nada.Adara, emocionada, recordó a Firense de nuevo: “Debes saber que ella siempre vivirá en tu

corazón y en tus recuerdos. De hecho, te aseguro que vivirá en el corazón y en el recuerdo demuchos”.

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Capítulo 46Godran

Capital del reinoPrimavera, 1376

Pocos días después, los Roses y Sedna, a lomos de sus tres sus caballos y en compañía de loslobos, atravesaron el portal que los llevó a la puerta sur de la muralla de Godran.

No habían anunciado su llegada, pero en cuanto fueron vistos por los habitantes de la comarcatodos comenzaron a acercarse hasta ellos para darles la bienvenida. La buena nueva de que lafutura reina de Godran estaba entrando a la ciudad se propagó con rapidez y, en muy poco tiempo,las empedradas calles del pueblo se fueron llenando de gente quienes los saludaban, aclamaban yaplaudían con admiración y respeto.

Adara siempre había sido muy bien acogida dentro de las murallas de Godran, muchos de suspobladores la conocían por sus innegables dones para sanar y la apreciaban por ello, pero lamagnitud y el alcance de este recibimiento no tenía precedentes ni comparación alguna, al puntoque Adara, su familia y, en especial, Sedna, se sentían desconcertados.

Los Roses vieron muchas caras conocidas en medio de la multitud que se aglomeraba a sualrededor, sin embargo, en un punto del camino hacia el castillo, Lena vio desde la montura de sucaballo a una niña, más o menos de la misma edad de Raine, a quien nunca había visto. Lo quemás llamó su atención fue que la pequeña estaba sola, apartada de las celebraciones y delentusiasmo general, sentada sobre un banco de la plaza con la carita manchada de mugre y delágrimas secas.

Por encima del jolgorio de la multitud, Lena alzó la voz y le hizo señas a su madre para que sedetuvieran. No lo logró a la primera, tampoco a la segunda, pero la tercera vez tuvo más suerte.Cuando Lena pudo captar la atención de su madre le hizo una seña con la mano y se apeó delcaballo. Mientras el resto de los Roses, Sedna y muchos de los presentes fijaron la vista en Lena,ella caminó y se fue acercando a la niña, al tiempo que la gente le iba abriendo el paso. Cuandollegó, se arrodillo frente a ella y le preguntó con ternura:

—¿Qué haces aquí, tan solita?La niña la miró con timidez pero no respondió. Lena notó que era muy hermosa, a pesar de que

estaba muy sucia y vestía con harapos. Su cabello, despeinado y polvoriento, era liso de colornegro, como el de ella. Sus ojos eran de un azul hermoso y profundo, como los de Kimera.

En vista de que la niña seguía en silencio, Lena tomó de su bolsa una hogaza de pan y se laofreció, mientras le decía:

»Toma pequeña, come, seguro que tienes hambre, ¿verdad?La niña vio el pan, lo tomó con ambas manos y comenzó a comer con avidez.—Gracias —dijo la pequeña sin dejar de comer.—A tu orden —dijo Lena mostrando una sonrisa—. Ahora dime, ¿qué haces aquí sola?

¿Dónde están tus padres?La niña bajó la mirada y, a punto de llorar, respondió:—Murieron…, los…, los monstruos feos se los llevaron —Al terminar de decir esas palabras

la pequeña bajó la cabeza y comenzó a llorar.Lena la acogió entre sus brazos. No le importó que estuviera sucia o que oliera mal. Al

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percibir la tristeza de esa pobre niña, su soledad, su desamparo, recordó a Raine cuando despertódespués de despedirse de su madre, lo mucho que sufrió. Raine al menos tenía el consuelo decontar con ella y con sus hermanos, pero esta niña estaba sola por completo. Verla así, llorandosin consuelo, desprovista de esperanzas, le perforó algo dentro de sí misma, como si una dagafilosa y cortante le hubiera atravesado el pecho. No podía dejarla allí, sola y desamparada, pensóLena. Abrazándola aún más fuerte, le dijo:

—Lamento escuchar eso, pero si me acompañas te prometo que no estarás sola nunca más —Lena la miró a los ojos y le preguntó—. ¿Quieres venir conmigo y con mi familia al castillo?

La niña asintió en silencio mientras se secaba las lágrimas con el dorso de sus manitas.—¿Cómo te llamas?—Maia Windfield.—Es un hermoso nombre. El mío es Alhena Roses, aunque todos me llaman Lena.—¿Eres familia de la bruja buena? ¿La que destruyó a los monstruos feos?—Así es, ella es mi madre. Aquella que está allá, montada sobre el caballo negro —dijo Lena

señalando con su mano hacia Adara.—Es muy bonita, igual que tú.Lena sonrió y le dijo, mientras cargaba a la niña en brazos:—Tú también eres preciosa. Solo te falta un buen baño.—Yo no soy como los demás niños, me gusta bañarme.—Eso es una excelente noticia —dijo Lena mientras la llevaba en brazos hacía su caballo.La gente le abrió paso de nuevo, mirándola, con profunda admiración. Algunos habían

escuchado la conversación y no pudieron menos que conmoverse por la nobleza que habíademostrado la hija mayor de Adara Roses con ese gesto de bondad.

Antes de montar, Lena se acercó hasta su madre y le dijo:—Esta niña se quedó solita. Sus padres… ya no están. ¿Podemos llevarla con nosotros al

castillo?Adara, al igual que muchos de los presentes, no había escuchado la conversación entre la niña

y su hija, pero la conocía lo suficiente para adivinar, desde el mismo momento en que se acercó ahablar con la pequeña, cuáles eran sus intenciones. Adara sentía que no le cabía el corazón dentrode su pecho de lo orgullosa que estaba de su hija mayor.

Con una inmensa sonrisa en su rostro, Adara respondió:—Por supuesto que sí, mi amor. Ese castillo es demasiado grande para nosotros solos.—Gracias mamá —respondió Lena con una sonrisa muy similar a la de su madre.Entre vítores, aplausos y sonrisas, los Roses, Sedna y los lobos retomaron su camino hacia el

castillo. Un poco antes de llegar, justo en la plaza que precedía las monumentales puertas doblesdel castillo, Adara reconoció otra cara familiar. Se trataba de Hemon, quien la saludaba con lamano desde su cabalgadura, un imponente caballo blanco. Pero lo que más le llamó la atención fueque a su lado había una estructura muy alta cubierta por un gran pedazo de lino.

Hemon se abrió paso entre la gente y se acercó lo más que pudo hacia los Roses. Cuando lologró, hizo una reverencia dirigida a toda la familia y le dijo a Adara:

—Sea usted bienvenida, su alteza.Adara aún no se acostumbraba a que la llamaran de ese modo. Se rio y le dijo a Hemon:—Todavía no soy reina.—Eso no importa, para mí ya lo eres —dijo Hemon con galantería—. Te estábamos esperando

y te tenemos una sorpresa. Mucha gente del pueblo me ayudó. No creo que hubiera podido

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terminar a tiempo sin ellos.—¿No me digas que la sorpresa es esa? —preguntó Adara, señalando hacia la estructura que

estaba cubierta con la tela.—Pues sí, debajo de todo ese lino está la sorpresa y si me permites, en mi calidad de escultor,

quisiera decir unas palabras antes de develarla.—Adelante —dijo Adara sonriendo.En el momento en que Hemon hizo una seña con la mano en alto, la gente hizo silencio. A

Adara le pareció que el acto había sido preparado y ensayado con antelación.Hemon dijo en voz alta para que todos escucharan:—En nombre de todo el pueblo de Godran le damos la bienvenida a Adara Roses, nuestra

salvadora y futura reina. ¡Larga vida a los Roses! ¡Larga vida a la reina!—¡Larga vida a los Roses! ¡Larga vida a la reina!Mientras la gente aglomerada alrededor de la plaza, repetía las mismas dos frases una y otra

vez, en medio de aplausos y expresiones de alegría, Hemon hizo una pausa. El hombre esperó untiempo prudencial y alzó la mano de nuevo. Todos hicieron silencio otra vez.

—Este humilde servidor, acompañado por muchos hombres y mujeres de este noble pueblo,hemos esculpido una hermosa estatua para honrar el acto heroico que permitió la destrucción delprimer y más poderoso de los silbantes, así como la captura del resto de esas criaturas dentro delos límites del bosque oscuro. Gracias, Adara Roses, por haber salvado a las tierras de Kabac…Gracias Kimera, su fiel y valiente loba, sin tu sacrificio nada de esto que hoy celebramos seríaposible.

En el instante en que Hemon termino de hablar, el gran pedazo de lino cayó al suelo y sedeveló, ante la mirada atónita y emocionada de los Roses y de Sedna, una hermosa estatua con lafigura imponente de Adara mirando al cielo y con los brazos extendidos. A su lado, en actitudaltiva y alerta, su fiel amiga, Kimera, la loba que dio su vida para salvarla.

El pueblo entero explotó en gritos de júbilo y alegría, al tiempo que Sedna y los Roses sesentían profundamente emocionados por el hermoso homenaje que representaba esa imponentefigura. Adara, en especial, se conmovió hasta las lágrimas al ver a Kimera junto a ella. Un dignohomenaje a su mejor amiga, a quien extrañaba cada día pero cuyo recuerdo no solo quedaríaguardado para siempre en su memoria, sino en la de todo un pueblo…, el noble pueblo de Godran,capital del reino de las tierras de Kabac, el lugar mágico donde Adara Roses nació para cumplircon su misión, con el destino que fue anunciado a su madre, cuando soñó una noche con ununicornio blanco.

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EpílogoGodran

Capital del reinoOtoño, 1377

Esa noche, los lobos de familia Roses habían preferido permanecer en los jardines delpalacio, sus aullidos intermitentes se escuchaban a través de los muros del castillo, tal como sefiltraba la luz de la luna llena a través de sus ventanas. Pero dentro de la habitación real, ocupadapor Adara Roses y su esposa, Sedna Roses, el sonido que prevalecía era el del canto de unamadre que intentaba dormir a su pequeña hija, una hermosa niña de piel canela y ojos café. MartaSelena Roses había nacido, con la bendición de la diosa Mizar, a mediados de invierno del añoanterior.

Al tiempo que Sedna caminaba de un lado a otro de la enorme habitación, cantando una bellamelodía, Adara la miraba con una gran sonrisa en su rostro, enternecida por completo, tanto por labebé como por su orgullosa y feliz madre.

—Me parece que aún te falta pasearla durante un buen rato hasta que se quede dormida —dijoAdara, sin dejar de sonreír.

—Estoy de acuerdo —afirmó Sedna—. Creo que se resiste a quedarse dormida porque leencanta que la paseen en brazos.

—Mientras se duerme quiero comentarte de algo que he estado pensando desde hace tiempo.Me gustaría conocer tu opinión.

—Cuéntame —dijo Sedna, alternando la mirada entre la niña y Adara.—A pesar de que he hecho mi mejor esfuerzo para ser la reina que todos querían, siento que

esta vida no termina de encajar para mí. Sé que volver al bosque es imposible, pero una parte demí extraña esa vida, más sencilla, más tranquila. Y no solo me ocurre a mí, Rigel y Raine tambiénechan de menos muchas de las cosas que hacíamos cuando vivíamos en nuestra cabaña. Las únicasque están fascinadas con esta vida real son Lena y Alya. Y algo que ocurrió hoy me lo confirmó.

—¿Qué ocurrió? —preguntó Sedna.Una vez que el último de los pobladores que había solicitado audiencia para hoy fue atendido,

ellas se acercaron a mí muy entusiasmadas y me presentaron una propuesta. Me contaron quellevaban días meditando sobre ella. Dijeron que las leyes en Godran les parecían demasiadonumerosas y confusas, por lo cual idearon una nueva ley, más sencilla, que englobaba a todas lasdemás. La bautizaron como “La ley de los tres”.

—Suena interesante. ¿Por qué la llamaron así?—Porque son solo tres principios los que la rigen: respeto, tolerancia y equidad. En ese orden.

Me leyeron un borrador que habían redactado entre las dos. Decía algo como esto: “El reino deGodran se regirá por una sola ley, la ley de los tres. Tres principios básicos serán sus pilares:respeto, tolerancia y equidad. Respeto a la vida, a la propiedad, a la diversidad, a los elementos.Al respetar la vida no tomarás la de otros por la fuerza, no matarás. Al respetar la propiedad, note apropiarás de lo que no te pertenece, no robarás. Al respetar la diversidad, no humillarás nidenigrarás a tus semejantes por pensar o actuar distinto a ti, no habrá prejuicios. Al respetar a loselementos, no abusarás de ellos para tu propio beneficio, no los malgastarás. Si aun respetandotodo lo anterior, surgen desacuerdos deberás ser tolerante para tratar de llegar a un acuerdo que

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cumpla con el tercer principio de esta ley, la equidad. Solo en un pueblo donde prevalezca laequidad podrá haber justicia”.

—Me encanta —dijo Sedna con genuino entusiasmo—. Es definitivo, tus dos hijas mayorestienen aptitudes verdaderas para estos asuntos.

—Así es. De hecho, recordé las palabras de Firense. Él me dijo que Lena tenía aptitudes parareinar, y que Alya, algún día se convertiría en una excelente asesora. Les prometí que presentaríasu proyecto de ley ante el concejo real.

—¿Sabes qué? —Dijo Sedna—. Quizás podamos regresar a esa vida de la que hablabas hacepoco. Lena pronto cumplirá la mayoría de edad. Podrías abdicar a su favor. Alya podría sernombrada miembro del consejo. En cuanto a nosotras, podríamos comprar un pedazo de tierrafértil, cerca del castillo, un viñedo. Nos mudaríamos junto a Raine, Rigel y Maia.

—¿En verdad te gusta esa idea? —preguntó Adara, sin disimular su emoción.—Me gusta mucho —afirmó Sedna con una sonrisa—. Siendo honesta, yo no extraño Mirphak,

como es obvio, pero sí el viñedo.Adara sonrió de oreja a oreja, le dio un beso en la mejilla a su esposa y le dijo en voz baja:—Vamos a consultar todo esto con los niños. Por ahora, y mientras duermes a nuestra hija, voy

a verificar si los niños ya se durmieron, en especial, Raine y Maia.—Ve corazón —dijo Sedna mientras le devolvía el beso a Adara—. Si no estás pendiente,

esas dos niñas pueden pasar la noche sin haber dormido casi nada.—Pues sí —dijo Adara sonriendo—. Regresaré dentro de un rato.—Anda, amor… Te estaré esperando —dijo Sedna con una mirada insinuante, mordiéndose el

labio inferior.Adara entendió el gesto de su esposa y dijo con picardía:—Siendo así intentaré no tardar demasiado.—Más te vale —dijo Sedna sonriendo.

...En efecto, cuando Adara pasó por las recámaras de Lena, de Rigel y de Alya pudo verificar

que sus tres hijos mayores estaban durmiendo, pero al acercarse a la habitación que ocupabanRaine y Maia escuchó sus voces. A Adara le quedó muy claro que, tal como lo había anticipado,las niñas seguían despiertas a pesar de que ya era tarde.

Cuando llegaron por primera vez al castillo, cada uno de sus hijos eligió la recámara que másles gustó, Raine también lo hizo. Lena le asignó a Maia una habitación cercana a la de ellos y seocupó de ella, tal como lo prometió, pero la niña solía llorar por las noches, en silencio, sin quenadie lo notara. Maia era muy tímida y le costaba expresar a viva voz sus sentimientos. Larecámara de Raine se encontraba al lado de la de Maia y una de esas noches la escuchó llorar.Raine entró y la abrazó para consolarla. Maia se sinceró con Raine, le dijo que extrañaba mucho asus padres y que se sentía muy sola. Raine se sintió identificada con Maia, ella conocía muy bienese dolor, por ello se ofreció a quedarse esa noche para acompañarla, para que no se sintiera tansola. Maia aceptó agradecida y a partir de ese momento las dos niñas se hicieron inseparables.

En el momento en que Adara entró a la recámara, Raine y Maia estaban asomadas a una de lasventanas. En cuanto notaron su presencia, hicieron caso omiso de su ceja levantada y de suexpresión seria y salieron corriendo para abrazarla. El poco talante que había reunido Adara paraamonestarlas se diluyó con ese abrazo y con sus expresiones de cariño. Solo alcanzó a decir en untono dulce:

—¿Qué hacen despiertas a estas horas, uh?

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—Mamá, estábamos escuchando a nuestros lobos aullar a la luna—respondió Raine.—Así es mamá Adara —confirmó Maia.—Mamá, desde que era más pequeña siempre escuché a otros lobos aullándole a la luna, pero

los nuestros comenzaron a hacerlo solo desde hace un tiempo —dijo Raine—. ¿Por qué aúllanahora?

—Le están aullando a Kimera —respondió Adara.—Pero Kimera murió, mamá —dijo Raine.Adara abrazó a las dos niñas y dijo:—Su cuerpo sí, pero su espíritu habita en las estrellas; de hecho, según la leyenda, ahora es

una de ellas.—Pero, ¿por qué nuestros lobos o, mejor dicho, los lobos en general aúllan solo cuando hay

luna llena? —preguntó Maia.—Dice la leyenda que cuando un lobo muere su espíritu viaja hasta el cielo para convertirse

en estrella y yo pude comprobar que así es, lo vi. La leyenda también dice que cuando hay lunallena se abre un portal y los espíritus de los lobos pueden viajar a la tierra para reencontrarse consu manada. Fire, Hope, Wind y Snow no aullaban antes porque Kimera estaba viva, pero ahora lohacen para llamarla…

—¿Para que el espíritu de Kimera pueda hallarlos? —preguntó Raine.—Así es —respondió Adara.—Es una bella leyenda —dijo Maia.—Pues sí, lo es, pero ya es hora de dormir. Vamos —dijo Adara guiándolas hacia la cama.Las niñas se acostaron y Adara decidió sentarse a su lado para acompañarlas un rato. No solo

porque sus ocupaciones diarias no le permitían ver a sus hijos con la frecuencia que hubieraquerido, sino porque, si se marchaba, las dos niñas serían capaces de levantarse y continuardespiertas hasta bien entrada la noche.

Adara esperó a que cerraran sus ojos, acariciando sus cabellos despeinados. Un rato despuésles dio un beso en la mejilla y rezó el ritual nocturno en voz baja.

—Que solo haya luz y alegría en cada uno de sus sueños. Permanezcan sanas y salvas, quetodo lo que son, que todo lo que vean, las proteja mientras la noche le da paso a un nuevo día.

Adara apagó las velas de los candelabros y salió de la recámara rumbo a su habitación. Sehabía demorado más de la cuenta, esperaba que Sedna aún estuviera despierta.

En cuanto entró a la recamara, Adara y Sedna compartieron una sonrisa. Su esposa no soloestaba despierta, la esperaba. Se tumbó en la enorme cama junto a ella.

Sedna preguntó:—¿Ya se durmieron las niñas?—Sí. Como dijimos, estaban despiertas. Sin la menor intención de ir a dormir —respondió

Adara.Sedna se mantuvo en silencio por unos instantes. Tan solo se dedicó a ver a Adara a los ojos.—¿Sabes qué es lo que me enamoró de ti, en primer lugar? —Preguntó Sedna, sin dejar de

mirarla, mientras acariciaba la mejilla de Adara con el dorso de su mano.—¿Qué fue?—Tus ojos, Adara Roses, tus preciosos ojos verdes, y tu mirada, en especial tu mirada. Sin

importar todo aquello que pudo haberla oscurecido nunca perdió su candor, la ternura siempre haestado ahí, incluso en los momentos más aciagos. Te lo juro, es la mirada más dulce que he vistoen mi vida.

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Tras escuchar esas palabras, Adara percibió una opresión agradable en medio de su pecho,mientras su corazón comenzaba a latir con más fuerza, tal era el efecto que esa hermosa mujerprovocaba en ella. La besó brevemente en los labios y le dijo, sonriendo:

—Y fuiste tú, únicamente tú, quien borró para siempre la tristeza de esa mirada.—Del mismo modo que tú la borraste de la mía.Compartieron un beso profundo, tierno, el preludio de las caricias que excitarían no solo sus

cuerpos, sino también sus almas. Esos cuerpos que se estremecieron movidos por el deseo, por lapasión, por el placer compartido pero, sobre todo, por el hermoso y genuino sentimiento que lasunió, sin saberlo, desde el mismo instante en que se conocieron.

Ahora, ya a punto de dormir, Adara y Sedna se encontraban abrazadas, en silencio, disfrutandode la calidez de sus cuerpos entrelazados, del inocente jugueteo de sus manos sobre la pieldesnuda.

Y no pasó mucho tiempo cuando ambas se quedaron dormidas, unidas en un abrazo apretado....

Adara despertó y miró hacia el suelo, sintiendo en sus pies descalzos el roce de la hierba, humedecida por la lluvia,en esa tarde de otoño.

Al levantar la mirada se encontró en su bosque, el que tanto añoraba. Divisó a lo lejos su antigua cabañarodeada de árboles. Las hojas verdes, rojas y amarillas pendían de las ramas y alfombraban la tierra con su manto decolores.

Escuchó aquellos temibles silbidos, pero por alguna razón no sintió temor. Momentos después, una luz brillante ycegadora acalló el tétrico sonido. El corazón de Adara se detuvo por un instante, la emoción recorrió sus venas cuandologró distinguir el origen de aquella luz blanca y radiante. Kimera venía corriendo hacia ella. Adara sonrió y se agachópara recibir en sus brazos a su más fiel y noble amiga.

Con ambas manos acarició su cuello y, sin dejar de sonreír, le dijo, mirando sus hermosos y expresivos ojosazules:

—Te he extrañado tanto mi vieja amiga. Me alegra mucho verte de nuevo, aunque sea en un sueño.La loba gimoteó en su oído y, moviendo la cola, lamió su mejilla. Juguetearon un rato sobre la hierba mojada

hasta que la loba se alejó unos pasos, se detuvo de nuevo y giró la cabeza para mirar a Adara. Ella entendió deinmediato el gesto de Kimera: quería que la siguiera, y así lo hizo.

Caminando juntas sobre la hierba, Adara se dio cuenta que se dirigían a la cabaña.El paso del tiempo había dejado sus huellas de polvo sobre los muebles y el piso de la vivienda, pero su interior se

mostraba tal como Adara lo recordaba. Solo había algo diferente: De espaldas a la puerta, sentada frente al hogar unaniña de cabello largo, liso y negro, contemplaba las llamas que crujían sobre las ascuas, mientras acariciaba con sumano un lobezno negro que reposaba en su regazo. Adara lo reconoció enseguida, se trataba del cachorrito de Kimera,el que partió a su lado aquella noche en que la loba dio su vida por ella.

Al notar su presencia, la pequeña giró su cabeza y miró a Adara con emoción evidente. Sus ojos eran azules,claros y brillantes como un lago bañado por el sol en un día de verano. Su mirada transmitía paz e inocencia, como unanimalito del bosque protegido por su madre.

La niña sonrió con ternura, le ordenó al cachorro que saliera a jugar afuera y se levantó del suelo. Ella corriópara encontrarse con Adara, envolvió sus brazos alrededor de sus piernas y, levantando la mirada, le dijo con alegría:

—Hola abuela, te estaba esperando.— ¿Abuela? —preguntó Adara, sorprendida y maravillada al mismo tiempo.—Sí —respondió la niña, sin dejar de mirarla—. Soy tu nieta. La hija de Raine y de Maia.— ¿En serio? —preguntó Adara, sin salir de su asombro. La mujer ya había entendido que estaba soñando,

pero no podía negar que ese sueño era precioso y revelador al mismo tiempo.

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—En serio —afirmó la pequeña.Adara se agachó, abrazó a la niña y besó su mejilla. Sin disimular su emoción, le preguntó:— ¿Cuál es tu nombre? ¿Cuántos años tienes ahora?—Me llamo Adara, igual que tú, pero mi apellido es Windfield. Acabo de cumplir 7 años.—Adara Windfield —repitió Adara, deslumbrada y conmovida—. Es un nombre precioso, igual que tú, mi

pequeña. Estoy muy feliz de conocerte, aunque sea en un sueño.—Yo ya te conozco abuela —afirmó la niña—. Sé que tú a mí…, no todavía —aclaró la pequeña, con una

sonrisa inocente—. Pero estoy aquí para revelarte algo que Firense me encomendó decirte.Adara no salía de su asombro.—De modo que conoces a Firense —dijo Adara, a quien no dejaba de extrañarle que el unicornio no se

hubiera presentado en persona para revelarle el mensaje que le había encomendado a su nieta.La niña pareció adivinar los pensamientos de su abuela.—Él te admira mucho, me dijo que quería darte una pequeña alegría.Adara sonrió y, mientras acariciaba el cabello de la niña, afirmó:—Te aseguro que es una alegría inmensa.—Lo sé abuelita.Adara se emocionó más todavía. Ese sueño significaba muchas cosas y, hasta ahora, todas eran maravillosas. Tan

solo esperaba que el mensaje que el unicornio le había encomendado transmitir a su nieta no fuera algo triste operturbador.

A Adara no le quedaron dudas de que la niña, al menos en ese sueño, podía leer sus pensamientos, cuando leescuchó decir.

—No es algo malo, abuela. Es una profecía que deberá ser conocida en tu tiempo. Pronto le cederás el trono a tíaLena, pero ambas deben asegurarse que la profecía sea transmitida de una generación a otra, hasta que llegue el día.

— ¿Qué día? —preguntó Adara.—El día en que se cumpla. Godran y todas las comarcas deberán estar preparadas para cuando llegue ese día.—De acuerdo —afirmó Adara. Ya comenzaba a entender las motivaciones de Firense—. ¿Puedo revelar

también que fuiste tú, mi hermosa nieta —aclaró con orgullo—, quien me reveló esta profecía?—No. Firense cree que eso debería ser un secreto. Nuestro secreto, abuela. ¿Está bien?—Sí, corazón. Estoy de acuerdo con Firense, en especial por Raine y Maia. Conocer una parte tan importante

de su futuro le quitaría ese toque de suspenso que la vida requiere para ser vivida con más plenitud.—Gracias abuela —dijo la niña sonriendo. Se dirigió hacia la puerta de la cabaña y agregó—. Me marcharé

ahora. Debo dejarte a solas para que escuches el mensaje de Firense. Él hablará contigo a través del fuego del hogar.Adara la siguió hasta la parte exterior de la cabaña y cargó a la niña en brazos. Emocionada y conmovida, besó

a su nieta con profundo afecto.—Tendré que esperar varios años para verte nacer y crecer, mi niña hermosa. Gracias por esta hermosa sorpresa.—Gracias a ti abuelita —dijo la niña, posando un delicado beso sobre la mejilla de Adara.Con los ojos humedecidos, la bajó al suelo. Hizo un gesto y llamó a Kimera. La loba se aproximó, seguida por el

cachorrito. Adara lo levantó y acarició con ternura su negro pelaje. Después abrazó a Kimera y le dijo al oído.—Cuida de ella, mi valiente amiga. Sabes que te amo.Kimera movió la cola y acarició el rostro de Adara con el entrecejo.La niña y los lobos comenzaron a alejarse. Antes de cruzar el último recodo del camino, la pequeña se giró para

decirle adiós a su abuela con la mano. Adara soltó un beso y lo sopló hacia ella. Cuando los perdió de vista, entró a lacabaña de nuevo y se sentó frente al fuego para escuchar el mensaje de Firense.

Su silueta se dibujó entre las llamas. Instantes después, escuchó su inconfundible tono de voz, potente y masculino,pero amigable a la vez.

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—Mis respetos, Adara Roses.—Mis respetos para ti también, Firense. Gracias por presentarme a mi nieta. Es una niña preciosa.—Lo es, sin duda. Tal como ella te explicó, deberás procurar que la profecía sea conocida por todos los habitantes

de Kabac y que sea transmitida de padres a hijos.—Lo haré. Te lo prometo.—Muy bien. Esta es la profecía:“Muchos años han de pasar para que las almas cautivas, retenidas por los silbantes, encuentren la paz. Su

libertad. Muchos años han de pasar para acabar con la oscuridad del bosque. Pero el día llegará. Solo la elegida podráempuñar la espada. Solo la elegida la hará brillar en medio de la oscuridad. Será una niña, nacida bajo un manto delas estrellas. Una niña que se convertirá en mujer, una guerrera que luchará en mil batallas, sin conocer su enormepoder. Un poder que solo entenderá cuando pierda la única batalla que nadie puede ganar. Entonces, y solo entonces,el metal de su espada refulgirá para devolver la luz y la libertad. Entonces, y solo entonces, esta profecía se cumplirá”.

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Palabras finales:Inspirada en historias de fantasía, llenas de magia e ilusión, especialmente en el genio creador

y la magnífica prosa de Nora Roberts, una de las escritoras más prolíficas de estos tiempos, aquien admiro profundamente; inspirada en los hermosos y espectaculares paisajes de mi tierravenezolana, en sus leyendas, me atreví por primera vez a crear un mundo mágico para escribir estanovela. Espero que la historia de Adara y Sedna, de sus hermosos hijos y de sus fieles y valienteslobos les haya tocado el corazón, como lo hizo con el mío

Si disfrutaste de “La última hechicera”, te estaré muy agradecida si pudieras escribir unareseña en Amazon o en Goodreads. Sus opiniones, mis queridos lectores, son muy importantes paramí, no solo porque ayudan a otros lectores, que no me conocen, a elegir por primera vez alguna demis novelas, sino también porque me guían para saber el tipo de historias que más les agrada leer.

En el caso específico de “La última hechicera”, sus opiniones me ayudarán mucho más… pordos motivos. Primero, porque nunca había escrito una historia colmada de leyendas y fantasíacomo esta. Segundo, porque si en verdad les gustó, pasará a convertirse en la precuela de una sagaque me encantaría escribir y publicar para ustedes: una novela coral con tramas entrecruzadas,donde mi mayor reto será crear y desarrollar personajes apasionantes y complejos.

Esa es la nueva meta que me he trazado como escritora. ¿Desean acompañarme?... Espero quesí ;)

Un abrazo y hasta la próxima.Miki T. Robbinson

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Otras obras de la autora:El amor va por dentro

Sinopsis:Cristina Henderson es una brillante y exitosa doctora en medicina, especialista en cirugía

plástica y reconstructiva. Al finalizar su ponencia en un congreso médico celebrado en NuevaYork, un padre desesperado le pide ayuda para su hija, una joven de 24 años, quien tiene la mitaddel rostro desfigurado y cicatrices por quemaduras en el resto de su cuerpo. Amanda Karsten fueatacada, dos años antes, por un grupo de fanáticos religiosos que quisieron “darle una lección”por ser lesbiana.

Cristina pondrá en práctica todos sus conocimientos y habilidades para curar las lesionesfísicas de Amanda. En ese camino de sanación, ellas aprenderán a amarse más allá de lascicatrices y de sus propias inseguridades. Pero no será un camino fácil, pronto descubrirán que lassecuelas psicológicas de ese ataque son mucho más profundas de lo que imaginaron.

Las cosas que importan

Sinopsis:Desde que se conocieron en la escuela preparatoria, Victoria Bettley y Shannon Leger se

convirtieron en las mejores amigas.Durante años han compartido todo aquello que dos buenas amigas suelen compartir: cariño,

respeto, complicidad, risas, lágrimas, confidencias, travesuras, recuerdos, añoranzas...Sin embargo, hay dos secretos que Shannon desconoce; el primero, acerca de los verdaderos

sentimientos de Victoria; el segundo, acerca de sí misma.Descubrir y afrontar esos secretos no será una tarea fácil, pero será la única manera de

entender... las cosas que importan.

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ContenidoCopyright: 4

Cita: 5* 6

Prefacio 7Capítulo 1 9Capítulo 2 12Capítulo 3 17Capítulo 4 21Capítulo 5 24Capítulo 6 31Capítulo 7 33Capítulo 8 39Capítulo 9 48Capítulo 10 58Capítulo 11 64Capítulo 12 67Capítulo 13 73Capítulo 14 76Capítulo 15 78Capítulo 16 84Capítulo 17 86Capítulo 18 88Capítulo 19 92Capítulo 20 98Capítulo 21 104Capítulo 22 110Capítulo 23 115Capítulo 24 118Capítulo 25 126Capítulo 26 130Capítulo 27 136Capítulo 28 141Capítulo 29 145Capítulo 30 152Capítulo 31 155Capítulo 32 159Capítulo 33 172Capítulo 34 179Capítulo 35 185Capítulo 36 193Capítulo 37 197

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Capítulo 38 209Capítulo 39 220Capítulo 40 230Capítulo 41 234Capítulo 42 240Capítulo 43 246Capítulo 44 256Capítulo 45 259Capítulo 46 261

Epílogo 266Palabras finales: 276

Otras obras de la autora: 277

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