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Magazine de pesca deportiva

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MITOS Y CEBOSEn la práctica de la pesca con caña, es una

tradición todo lo que gire en torno a la bús-queda del cebo perfecto. El cebo perfecto es ese que cada jornada de pesca cada pescador creía tener. El cebo perfecto era esa comida infalible que volvería locos a los peces y que nunca rechazarían. El cebo perfecto era, sin duda alguna, la mayor de todas las búsquedas de los pescadores.

Pero el mundo evoluciona y en esa evolución se gana mucho en lo que a control sobre todo lo que nos rodea se refiere. En la pesca con caña, los avances han sido gigantescos en los últimos años. Se puede afirmar que desde que la práctica de nuestro deporte no está relacio-nada con la supervivencia primero y en segundo lugar desde que los pescadores han dejado de comerse lo que pescan o incluso lo que era peor, han dejado de llevarse la pesca para regalarla entre vecinos y amigos, en muchas ocasiones sólo para mantener la fama de gran pescador en su barrio o pueblo, todo ha cambiado.

En lo que a cebos se refiere, todavía existe entre muchos pescadores la pura inocencia que los encamina a la búsqueda del cebo perfecto ¡Ojala pudiera uno sentir esa necesidad de bus-carlo! Pero el mundo de la pesca con enchufable ha destruido cientos de mitos de la pesca con caña que tenían siglos de antigüedad. Esa tre-menda capacidad de llevar el cebo a la boca del pez con una exactitud que tal parece que nuestra mano es quien dirige las operaciones desde la punta de la caña hasta el anzuelo, ha logrado descubrir que muchas creencias care-cían de sentido, destruyendo con ello muchos mitos y trasladando a otras técnicas los descu-brimientos del maravilloso “palo largo”.

Muy probablemente, el mayor destructor de mitos que ha descubierto la pesca con caña enchufable ha sido la creación de una idea ya indiscutible hoy en día: la presentación del cebo supone el 90% de todo. Incluso cuando se ceba mal se puede dar con la forma de presen-tar bien. Incluso cuando el cebo no parece el adecuado y ha sido rechazado durante horas, se puede dar con la forma de hacerlo atracti-vo. Es decir, podemos hacer cosas mal pero si presentamos bien, estaremos salvados. Ahora bien, podemos hacerlo todo muy bien y si pre-sentamos mal, nuestro fracaso está asegurado.

Ocurre que la presentación de los cebos no es siempre igual (menos mal porque si no fuera así, sería muy aburrido). Unos cebos son más fáciles de presentar ante el pez que otros. Crear el equilibrio entre el peso de la línea, el propio

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peso del anzuelo y el cebo que presentamos es, en realidad, el único y difícil secreto.

Y, de todos los cebos que podemos usar en un anzuelo para la pesca de ciprínidos, muy probablemente el gusano del lodo, gusano de sangre o vers de vasse, es el que más fácilmente se presenta ante los sentidos de los peces.

Esa facilidad aparente ha hecho que se cree todo un mito alrededor de esta pequeña larva. Ha pasado de ser el gran secreto hace unos años, a convertirse en una herramienta sin la cual en determinados lugares no eres nadie y en otros, partes con una clara desventaja.

En definitiva, este cebo que hoy analizamos ha llegado a ser todo un mito dentro del mundo de los cebos. Y no es que nosotros queramos destruir un mito ni mucho menos, pero sí que-remos contribuir a la magnífica utilización de este maravilloso cebo, acercando su uso natural y desvelando que no tiene nada de mito y sí mucho de naturalidad.

LO NATURAL Y LO ARTIFICIAL

Los peces aceptan los cebos de los anzuelos de acuerdo a la buena presentación que hace-mos de ellos. Esa buena presentación tiene que ver con varios aspectos fundamentales pero hoy sólo nos fijamos en uno de ellos: la naturalidad de un cebo.

El vers de vasse es un cebo conocido por todos los ciprínidos. Forma parte de su mundo natural. Da igual si el pez vive en un entorno de aguas paradas con un nivel de oxígeno relativo y con un lecho blando lleno de detritus de plan-tas, es decir, el mundo ideal para el desarrollo de los vers de vasse, o si el pez vive en medio de un correntón de fondo de piedra lavado donde esta comida no existe sino es transportada por la propia corriente y donde su existencia sería un milagro. Da igual porque los ciprínidos reco-nocen un vers de vasse de forma automática, tanto si es el 80% de su alimentación como ocurre en muchas charcas con las tencas, o si es algo que sólo conocieron de pequeños como ocurre con ciertos tipos de barbos que viven en zonas donde nunca aparece un gusano del lodo, simplemente porque no hay lodo. En todos los casos, este gusano será reconocido, aprecia-do y en absoluto sospechoso, para todos los ciprínidos simplemente porque es parte de su dieta alimenticia constante o histórica. En esta misma medida son cebos naturales y aceptados

con casi cualquier presentación con un mínimo de sensatez, las denominadas gusarapas, los fouillies, cualquier ninfa del agua o cualquier gusano del agua. Todos estos alimentos son naturales y conforman, unidos a pequeños crus-táceos y a pequeños alevines, la alimentación buscada por los ciprínidos durante toda su vida.

Sin embargo, a nadie le amarga un dulce. De cuando en cuando, un animal muere (los propios peces grandes para empezar), en las orillas de un río. Y cuando su cadáver queda expuesto, las sabias moscas se perpetúan con ellos dejando sus huevos y, como resultado, sus larvas en el interior de sus cuerpos. Una parte de esas larvas, será alimentación ocasional para los peces que estén en la zona.

De cuando en cuando, los peces que viven en zonas cercanas a un puente, ven como de repente cae encima de ellos una lluvia de maíz o de arroz o de guisantes o vaya usted a saber de qué, procedentes de camiones o tractores que llevan esos productos de un lugar a otro, y ese maná se convierte en comida ocasional. De vez en cuando, al final de una etapa con-creta, las zarzas, las bayas o las frutas caen en el agua convirtiéndose en comida ocasional para los peces. Todos esos “de vez en cuando”, incluidos los “de vez en cuando” que suponen los pescadores tirando alimento al agua, son lo que podríamos denominar la alimentación artificial de los ciprínidos. Los cebos que pro-ceden de esa alimentación artificial necesitan de una presentación más delicada que los que son naturales porque, a no ser que coincidan con el momento, en cuyo caso la presentación es lo de menos, no les va a parecer natural y su instinto, de entrada, los rechazará.

Por todo ello, el vers de vasse no sólo es un cebo natural sino que tiene una diferencia básica con respecto a todos los demás: no es estacional. Mientras que hay larvas que sólo aparecen en determinados momentos del año, este gusano del lodo, en mayor o en menor can-tidad, está presente todo el año. Esta naturali-dad junto al hecho de que, cuando está en una zona, suele estar en “camas” con millones de gusanos significa que es una alimentación muy rica de la que se llegan a dar tales “hartones” que, a veces, si presionas un poco la barriga mientras desanzuelas, los llegan a escupir a borbotones. Pero conozcamos un poco más de cerca de nuestro amigo.

FICHA TÉCNICALos pequeñísimos insectos de la familia Quironó-

midos se dan tanto en tierra adentro como en lugares costeros y en aguas naturales o sistemas creados

artificialmente por el hombre. Son muy similares a los mosquitos pero no pican. Estos insectos toleran ambientes que otros muchos seres vivos no y eso les permite poder vivir en lugares tan dispares como aguas abiertas, ríos de cauce lento y estanques, lagos y charcas ricas en descomposición orgánica. De hecho, la presencia de estos insectos se ha utili-zado muchas veces como forma de medir la calidad de las aguas.

Las actividades urbanas o semiurbanas y de agri-cultura o ganadería, convierten lagos y charcas en

lugares con exceso de nutrientes. Como consecuen-cia de ese exceso de nutrientes, la cantidad de vida animal que puede haber en esos lugares se reduce mucho por los muy bajos niveles de oxígeno y es en esos lugares donde las poblaciones de gusanos del lodo son increíbemente grandes. De hecho, en algu-nos casos, debido a la intensísima polución de algu-

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nas aguas, sólo algunas especies de quironómidos estarán presentes en ellas como vida animal (este es el caso de los conocidos como fouillies).

En ciertos lugares la aparición de estas especies de quironómidos es muy deseable porque en algunos casos suponen la base de alimentación de los peces de ese lago o estanque, en otras ocasiones si bien no hay peces, suponen la alimentación de pequeños predadores acuáticos (escarabajos, gambas de río, ninfas de lepidópteros, etc.), y en otras ocasiones su presencia viene bien porque descomponen el detritus o basura depositada en el fondo, del que extraen su comida reciclándolo.

CICLO VITALSu ciclo vital consta de cuatro estadíos o etapas.

Los huevos se depositan en la superficie del agua. Son pequeñas masas gelatinosas que contienen alrededor de 3000 huevos cada una dependiendo de la especie de Quironómido. Los huevos se hunden hasta el fondo y eclosionan al cabo de varios días dependiendo de las temperaturas pero, siempre, antes de una semana. Una vez que eclosionan, las larvas abandonan la masa gelatinosa y se entierran en el barro o construyen tubos dentro de los cuales viven, agrandando los tubos a medida que crecen. La materia orgánica suspendida en el agua o la contenida en el barro supone su alimentación. Una vez que la larva llega al estado adulto, adquiere un color rosado que acaba siendo rojo oscuro. Es ésta la causa de que se les llame también “Gusanos de

sangre” aunque también hay quien dice que la razón es porque, una vez fuera del agua y limpios, en gran-des cantidades huelen igual que la sangre. Su color rojo es el resultado de un compuesto del hierro, la hemoglobina que está en la sangre del insecto. Esta hemoglobina es la que permite respirar a la larva incluso en condiciones de oxígeno disuelto en agua de niveles muy bajos.

La etapa de larva suele durar entre dos y siete semanas dependiendo de la temperatura del agua. La larva se transforma en pupa dentro de su tubo. A los tres días, la pupa nada hacia la superficie y los adultos emergen unas horas después. Los adultos se aparean en auténticos enjambres poco después de salir. Como quiera que no se alimentan, los adultos viven entre tres y cinco días.

Durante el verano el ciclo completo se puede resolver en dos o tres semanas. Ya en otoño, las larvas no pasan a pupas suspendiendo su desarrollo y pasando el otoño y el invierno en estado de larva y dejando su siguiente paso hasta finales de marzo o principios de abril. Durante el verano dará tiempo a que se produzcan varias generaciones más.

Los estanques y charcas naturales o artificiales son sus lugares favoritos para criar, así como los pequeños rí os de aguas muy lentas. Cuando el agua es muy rica en nutrientes, sus densidades cubren alrededor de unas 8000 larvas por metro cuadrado.

Sus poblaciones en lugares donde hay peces suponen una alimentación asegurada aunque pare-ce haber un equilibrio no llegando a faltar de esos lugares pero sin ser excesivas tampoco. Los peces

de fondo del tipo de los peces gato, las carpas o las tencas son los que más las consumen. En lugares de pesca con muy bajo nivel de oxígeno, su población aumenta y es cuando las tencas, que soportan nive-les más bajos de oxígeno que ningún otro ciprínido, hacen su agosto comiéndolos a borbotones.

USO El uso de estos gusanos en la pesca moder-

na se centra en dos posibilidades: su uso para el anzuelo como cebo y su uso dentro de los engodos y mezclas.

Cuando de usarlo en el anzuelo se trata es importante recordar que hay dos posibilidades porque o bien se usa sólo como cebo, o bien se usa como cebo mixto, generalmente con asti-cots, pinkies o fifies.

Si vamos a usarlo solo, el tipo de anzuelo a utilizar tiene que cumplir como característica principal que esté hecho de un cuerpo muy fino porque los delicados cuerpos de los gusanos del lodo no resisten anzuelos fuertes que los “des-tripan”.

Si los vamos a usar como complemento, el tipo de anzuelo no importa tanto siempre que la punta del anzuelo no los reviente porque, en caso de que dejen de moverse atractivamente, será el movimiento del otro gusano el que dé vida al gusano del lodo.

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Generalmente hay muchos bulos sobre la cantidad que se debe colocar en un anzuelo. Lo cierto es que de forma habitual suelen ser entre 1 y 3 gusanos en anzuelos que oscilarán entre el nº 24 y el nº18. Pero esto no tiene por qué ser así. Hay anzuelos en el mercado que están fabricados con alambres finos y que tienen patillas realmente grandes en longitud. Esto permite colocar tranquilamente hasta cuatro gusanos en un anzuelo del nº 18 o incluso más. Y poner un buen número es a veces la solución porque los peces de esa zona ese día, son peces que tienen el hábito de comerlos con mucha fre-cuencia. Cuando las carpas o tencas los comen habitualmente, lo cierto es que están acostum-bradas a comer auténtico bocados grandes de muchos gusanos a la vez y no les extrañará sino que, al contrario, lo preferirán. Es una cuestión de probar como casi todo en la pesca.

ENGODOS Y MEZCLAS

El uso de los gusanos del lodo en engodos y en otras mezclas es el que sí que hace la diferencia mucho más que el uso en el propio anzuelo. Para hacer las cosas bien hay que tomar en cuenta una serie de factores que vamos a analizar adecuadamente. Pero, antes de empezar este análisis debe quedar claro un asunto que parece irrelevante pero que no lo es: los denominados vers de vasse y los denomi-nados fouillies, usando las palabras francesas o Bloodworm y Jokers, usando las palabras inglesas no son animales distintos. En realidad son distintas subespecies de quironómidos que crean algunas diferencias entre el producto final de una y otra. Para empezar, los vers de vasse son más grandes que los fouillies. Para continuar, su comportamiento en el lecho del pesquil no es igual porque mientras el vers de vasse es de comportamiento tranquilo y se

quedará casi estático en el fondo, los fouillies tienen un comportamiento explosivo y harán lo que suelen hacer en su vida cotidiana que no es otra cosa que un constante movimiento en los tres primeros centímetros pegados al fondo. Introducir muchos vers de vasse en el engodo no suele excitar en exceso a los peces mientras que introducir muchos fouillies los suele poner “como una moto”.

Otro aspecto común de las dos subespecies es su absoluta incapacidad para vivir en un medio salino. Y los engodos de marca tienen sal. Todos ellos tienen sal, en mayor o en menor medida, para ayudar a su conservación. Por tanto, si colocamos nuestros gusanos del lodo en un engodo, al cabo de un rato, mayor o menor según el engodo, estarán completamente muertos y unos minutos después prácticamente

se habrán desintegrado. Es decir, si los quie-res usar con el engodo tendrás que añadirlos en el engodo de inicio y luego en cada bola de continuidad.

Su uso como cebo de continuidad no suele ser para mantener a los peces en el pes-quil. De hecho, mientras sigas teniendo picadas sólo con el engodo u otros cebos, es aconsejable no introducirlos (hablamos principalmente de pesca de carpas). Otra cosa bien distinta es cuando el pesquil tiende a pararse y las picadas disminuyen o desaparecen. Es en ese momento cuando podemos hacer revivir un pesquil con los fouillies y entonces los introduciremos en el engodo o solos mediante bolas a base de tierras y arcillas que consigan pegarlos. Sobre la forma de estos usos nos extenderemos más cuando tratemos en otro artículo usos mucho más con-cretos. De todas formas, en uno de los dos “Mini artículos” que este mes hemos colocado como una nueva forma de atacar temas en partes más pequeñas, puedes ver alguna fotografía que te dan pistas sobre cómo colocarlos con tierras. Será, muy probablemente, toda una autoridad internacional en la materia quien os escriba más sobre este asunto en breve tiempo.

LA FE EN EL CEBOEstos cebos son de un éxito casi asegura-

do y cuando se trata de maestros usándolos, indudablemente parten con una gran ventaja sobre quien no los lleva. Es cierto que no son la solución a no saber pescar o a malas pre-sentaciones pero tienen un poder increíble: ese poder es el de la fe que pone quien los lleva que acaba creyendo mucho más en lo que hace y cuando un pescador tiene fe en lo que hace, ya ha ganado muchos puntos de entrada porque, básicamente, apostará por una o como mucho dos formas de intentar coger los peces y deja-rá los cambios bruscos que tanto daño hacen cuando llegan los momentos de desesperación.

Pescar con ellos es una enorme ventaja si se saben manejar pero no es ninguna ventaja si lo único que se sabe hacer es tirarlos al agua y ponerlos en el anzuelo.

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PREPARAR LOS CEBOS

Hay muchos pescadores novatos que se pier-den a la hora de preparar tanto el engodo como los gusanos pegados. Will está encantando de mostrar cómo se hace.

El engodo se hace mezclado con tres bolsas de Sensas Fine Moisture para Carpa en un cubo grande. Se le añade el agua de forma gradual hasta conseguir humedecerlo por completo y por igual. Una vez que ya está humedecido, se debe formar con las manos una bola con facili-dad y con poca presión pero, a la misma vez, se tiene que mantener lo suficientemente pegado como para poder ser lanzado con tirador y que,

al caer al agua se deshaga con el impacto.Una vez que el engodo ha alcanzado la sufi-

ciente consistencia, William lo deja al lado para que absorba toda la humedad adecuadamente. Y comienza a preparar los gusanos pegados.

Para lanzar bolas de gusanos pegados con bastante regularidad como va a hacer hoy, se necesitan varios litros de gusanos. Una mezcla con blancos y rojos es una buena opción.

Tras colocar los gusanos en una bandeja grande y poco profunda, Will coge una gusane-ra llena de agua del lago. Este agua ayudará a limpiar los gusanos y se quedará también al lado de Will en su bandeja, de tal forma que cuando forme bolas pueda lavarse las manos y tenerlas libres de pegamento. Will moja su mano en el agua por completo y la introduce

en los gusanos. El serrin que les haya podido quedar se queda pegado a sus manos. Repite esta operación todas las veces que sea necesa-rio hasta que ya no les queda rastro de serrin.

A la vez que prepara los gusanos pegados, coloca un litro de gusanos muertos en el engo-do. Para matarlos, é l ha puesto una cubierta de agua fría en los gusanos, que quedan apenas cubiertos por el agua; luego ha ido añadiendo agua caliente muy poco a poco, hasta conseguir que los gusanos dejen de moverse. Si se añade el agua demasiado deprisa, los gusanos se arru-garán y quedarán blanquecinos. Por tanto, el agua caliente hay que añadirla muy poco a poco y se mantendrán perfectos de tacto y color.

EL TIRADOR

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Elegir el tirador correcto es una parte impor-tante de este método como para cualquier méto-do que conlleve el uso constante del tirador a ciertas distancias. Will usa un tirador de engodo de Drennan y lleva al menos tres repuestos.

Una vez que se carga con una bola de comi-da, la cazoleta del tirador va hacia atrás a una distancia concreta ya medida. Con la manilla del tirador en la mano derecha, alarga la mano hasta lograr estirar todo el brazo, entonces esti-ra las gomas y comprueba en qué punto de tu cuerpo está el arranque para repetir esa misma distancia cada vez consiguiendo con ello bas-tante exactitud.

Si al cebar el flotador la bola cae a un metro de éste, Will recoge la línea y lanza inmediata-mente de nuevo donde cayó el engodo. No tiene ningún sentido con esta técnica dejar el flotador a un metro de la bola porque las curiosas carpas, volverán siempre su cabeza en busca del punto donde cayó la comida.

Es un método realmente divertido y muy bueno para aquellos que les gusta la pesca sin parar. En contra de otros métodos, no se trata de crear un banco de peces en el pesquil ya que los grandes wagglers buscan peces más solita-rios. Se puede usar incluso para buscar peces que están simplemente de paso. La sesión para las cámaras, duró cuatro horas durante las cua-les Will capturó 20 carpas de hasta 4,5 kilos. Los peces aparecían “a bandadas” de dos o tres seguidos a los que sucedían momentos de quietud en los que es vital seguir lanzando engodo, gusa-nos, y lanzando a esos puntos de caída nuestro flotador. Recuerda que es un método para peces

que están merodeando a los que hay llamar la atención según están en la zona porque no se pararán.

SUS HERRAMIENTAS

La caña elegida para pescar estos grandes wagglers ha sido la Daiwa Spectron M2. Tiene un poco más de poder que la Tournament de 12 piés de Daiwa que usa habitualmente para este tipo de pesca pero ese poquito más de poder es una necesidad cuando se trata de lanzar flota-dores pesados a 40 ó 50 metros.

Se necesita un carrete que pueda llevar 200 metros de línea de ocho libras (alrededor de 4 kilos) de Daiwa Sensor. La elección en este caso es el Daiwa Airito 3000, uno de los de última generación, ultraligeros pero muy poderosos.

Los gusanos se han usado en un anzuelo Gamakatsu Specialist del nº 12. Este cebo tiene la apariencia de una pequeña bola de gusanos pegados que se haya despegado de la grande. El anzuelo va atado a un bajo del 0,20 de TDR Rig Line de Daiwa.

LA ELECCIÓN DEL FLOTADOR

Si las condiciones son perfectas, con sólo una pequeña brisa de aire o sin ningún aire, Will no tiene duda y elige un Daiwa Gemini.

El cuerpo en forma de huevo lanza como un

misil y se posa con un ruido muy parecido al de la bola de engodo. Al entrar en el agua, el cuerpo del flotador se separa para darle mayor estabilidad con la parte baja, cargada de plomo que se baja por el pié. Su problema viene cuan-do hay vientos cruzados ante los que se abre la separación en vuelo y esa es la razón por la que Will, en esa circunstancia, elegirá sus propios flotadores Gold Valley Pellet. Estos flotadores llevan un cuerpo muy corto o uno largo que se eligen de acuerdo a la profundidad a la que se vaya a pescar.

Lo menos que utilizará serán doce gramos para alcanzar la distancia que él quiere. Mien-tras que otros pescadores suelen usar quince gramos, Will usan hasta veinte, ya que puede controlarlo a pesar de la dificultad que conlleva.

V2V ANGLING PRODUCTIONS

Desde 2006, Will ha venido trabajando con Brian Gay y Steve Lockett de “VV Angling Pro-ductions en la realización de una serie de DVD’s educativos. A finales de Octubre de 2008, habrá disponible un total de nueve títulos que abarcan desde la pesca de peces pequeños hasta la de carpa, tanto en enchufable como con métodos en los que se usa carrete. Los videos estarán dis-ponibles a través de la web de V2V y se pueden enviar a toda Europa. Los pagos se podrán hacer “on line” por medio de tarjeta de crédito con un servidor muy seguro o por medio de banco. La dirección es www.v2vangling.co.uk

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LAS MODAS Y LA PESCA

Nuestro deporte se ve influenciado, como todas las actividades donde el ser humano tiene que poner un poco de sabiduría añadido a un mucho de buenos materiales, por las modas. Es una pena, pero es así. Ha hecho falta que nuestros ríos se salieran de sus cauces en uno de los inviernos más lluviosos que se recuerdan para que los flotadores planos, más comúnmente conocidos como piruletas se pusieran en mar-cha. Cuando los ríos han bajado, han estado tanto tiempo sin permitirnos pescarlos que en cuanto las orillas, por muy llenas de lodo que estuvieran, nos permitieron acercarnos, allí

estábamos nosotros para sacar peces. Lógi-camente, el río, aunque ya casi en su cauce, seguía tirando con fuerza. Una fuerza que, en regiones como Extremadura, se ha mantenido por la suelta de aguas de los pantanos, todos o casi todos, en sus límites de seguridad. Momen-to malo para pescar con flotadores pequeños. Momento malo para pescar al feeder fishing, cuyo enemigo principal es una corriente que arrastra elementos que chocan contra su tensa línea. Momento perfecto para que aparezca los flotadores planos.

Eso significa que aparecen los pescado-res que han aprendido a usarlos en otras situa-ciones similares y aquellos que, guiados por el simple hecho de ver como otros cogen peces con

ellos, piensan de forma automática que la solu-ción está en el flotador en sí.

Y todo ello conduce a los dos errores más típicos de la pesca con estos flotadores: o bien se usan para pescar completamente apar-cados, generalmente muy pasados de peso, en una situación exactamente igual que pescar con un cebador, o bien se pesca con ellos a la carrera pensando que sólo la elección de este flotador nos asegura poder pasar a la velocidad del agua, obligando con ello a los peces a tener que coger nuestro cebo en condiciones a las que se negará por instinto vez tras vez.

Así es que, aunque ya en el número 19 hicié-ramos una breve introducción, hoy volvemos a la carga con estos flotadores.

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¿QUÉ SON LAS PIRULETAS?

Hablamos de un flotador que se diseñó hace ya muchos, muchos años, para solucionar el problema de la pesca en corrientes. Hablamos de flotadores que existen desde 1 gramo hasta barbaridades superiores a los 40 gramos pen-sadas para poder pescar siguiendo unas reglas absurdas que no permiten otras modalidades de pesca, haciéndonos ver que eso es pescar con flotador cuando en realidad no es otra cosa que puro ledgering, es decir, pesca a fondo.

Un flotador en medio de una corriente de agua no es otra cosa más que un cuerpo sobre el que choca el agua gracias a una plo-mada que lo coloca en posición recta. Cuando la corriente nos hace “navegar” por ella con nuestro peso y nuestro cebo, es exactamente igual que un barco que surca el agua. Y basta con echar un vistazo a los barcos diseñados para cruzar el agua a velocidad para ver que sus formas son auténticos cuchillos diseñados para ofrecer la mínima resistencia a que el agua pase por sus costados. No es lo mismo un barco de carga, generalmente redondos en su proa, que navegan gracias a sus enormes motores cargando un peso en su interior muy gran-de, que un catamarán de competición movido por el viento y con unas proas afiladas hasta el extremo. Pues hablamos de eso, de pequeños barcos diseña-dos para ofrecer la míni-ma resistencia al agua y poder así navegar con ellos controlando su paso desde nuestro timón, es decir, desde nuestras manos que controlan la caña permitiendo que la velocidad de nuestro barquito sea desde cero, hasta la propia velo-cidad que el agua lleve. Hablamos, por tanto, de cuerpos lo más planos posible con la menor resistencia posible a que el agua pase por sus costados sin que ello afecte a nuestro peso o plomada y, como resultado, pudiendo presentar el cebo ante los ojos de los peces con una natu-ralidad igual a la que un cebo de peso similar se movería mientras está en el fondo del río y se ve arrastrado por la corriente.

Si partimos de estas premisas, es decir, cuerpo plano que navegue bien y peso contro-lado con respecto a la corriente, hablamos de poder pescar corrientes de una forma distinta. No hablamos, por tanto, de pescar con ellos donde no se puede pescar con un “barco” más

redondo, sino de poder mejorar la presentación y jugar con la corriente. Así es que, aunque hablemos también de ello en este artículo, no estamos describiendo flotadores que permitan aparcar nuestro cebo y esperar a que un pez lo coja sino algo mucho más versátil, mucho más adecuado a ciertas condiciones de pesca más complicadas de manejar con los flotadores redondos.

FORMA Y COMPONENTES

De la forma de estos flotadores ya hemos hablado. Por tanto, sólo nos queda analizar el resto de componentes de su dise-ño. Sus antenas pueden estar centradas en su cuerpo, sobre todo cuando hablamos de flota-dores pequeños de entre 1 y 10 gramos. Has-ta ese punto, la antena puede ir en el centro sin problemas porque la deriva que nos ofrece la corriente no es muy grande, a no ser que hablemos de profundidades superiores a los tres metros de agua, en cuyo caso, la masa de agua que empuja toda nuestra línea ya obliga a mover la antena hacia el lado contrario de

nuestra línea que sujeta y suelta al flotador. Cuando hablamos de corrientes que nos obligan a flota-dores mayores, la antena debe desplazarse hacia el lado contrario y así suele ser en la práctica totali-dad de los modelos de

flotadores planos.El punto de unión de la línea con el

flotador también varia según el peso aunque, en este caso, la tendencia, fruto de la experiencia es a dejar que esa unión sea una pequeña ante-na metálica sobre la que colocamos un trozo de silicona que agarra la línea al flotador.

Y ya sólo nos queda hablar del pié. Y no es una cuestión cualquiera porque el pié es tremendamente importante. Uno recuerda casos de flotadores planos al principio de su desarrollo hace ya muchos años, cuyos pies eran muy cortos. El pié de este barco sí que es una auténtica quilla para el trabajo que le vamos a exigir y, por tanto, igual que la quilla de una barquita es pequeña y la de un barco a vela mayor es mucho mayor, nuestro pié irá en aumento a medida que el flotador aumente su tamaño. Así, habrá que considerar que su aumento será proporcional en longitud y, factor

fundamental, en grosor y como consecuencia en peso. Los pies de un flotador de diez gramos y los de uno de treinta deben ser muy distintos en longitud y en grosor y, por tanto, en peso. El pié es la quilla que transmite nuestra velo-cidad de movimiento o que transmite nuestra posición de quietud, al resto de la línea y debe ser adecuado al peso que, más abajo, soporta a la corriente. El pié, también será el siguiente punto de agarre de nuestra línea y este punto se moverá hasta prácticamente la mitad de su longitud a medida que el flotador sea mayor. Así, cuando hablamos de un flotador pequeño, el primer trozo de silicona del pié, irá pegado al cuerpo mientras que iremos separando ese pun-to de agarre a medida que el flotador aumenta su tamaño para buscar así un segundo punto de apoyo a nuestro control de la corriente.

SU USO

Mucho se ha escrito sobre los flotado-res planos en los últimos años y mucho, por tanto, nos hemos leído. Hay varias teorías sobre su uso y, por tanto, hay que intentar ser sen-satos y buscar ese punto medio de verdad que todas las teorías tienen sobre el uso de estos flotadores.

Aquellos que amamos la práctica de todas las modalidades de pesca sabemos que, cuando de flotador se trata, el principal punto de interés si pescamos en aguas que se mueven, está en la plomada.

Aquellos que practicamos la bella modalidad del feeder fishing, sabemos que la elección del peso adecuado en una corriente, suele ser el secreto para pescar mejor o peor y, en algunos días, para pescar o no pescar.

Pues apliquemos, por tanto, el primer y vital punto de la pesca en corrientes con estos flotadores, como lo es con casi cualquier otra modalidad de pesca en corriente: la elección del peso adecuado. Buscamos con ello encontrar un peso que nos permita presentar el cebo sopor-tando la presión de la corriente sin que el peso sea excesivo ni escaso. Si el peso es excesivo la pregunta que cabe hacerse es simple ¿Acaso por tener otro modelo de flotador va un pez a coger el cebo mejor cuando estamos con el peso tirado en el fondo? La respuesta, obviamente, es no. Hablamos de una forma de pesca que en ningún caso apoyará el peso en el fondo sino todo lo contrario, es decir, hablamos de anclar nuestra línea para moverla a nuestra voluntad buscan-do la velocidad idónea siempre, con un peso que

Cu a n d o l a c o r r i e n t e n o s h a c e “ n a v e g a r ” p o r e l l a co n n u e s t ro peso y nuestro cebo, es exactamente igual que un barco que surca el agua.

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es capaz de pelear con la fuerza de la corriente para darnos en el flotador las indicaciones de que un pez acaba de atacar nuestro cebo. De hecho, si se pesca adecuadamente, la pesca con flotadores planos ofrece generalmente picadas muchísimo más claras que la pesca con otros modelos de flotadores redondos.

Hay que romper ciertos mitos y hay que dejar las cosas claras con sencillez para que todos sepamos que hablamos de pescar con exquisito control de la corriente, no de pescar venciendo a la corriente sino aprovechándola.

Y esta forma de vencer a la corrien-te se cifra, tras muchos años de pruebas y de avances en la fabrica-ción de estos flotadores, en dos formas de hacer. Ambas parten de la base de jugar con las posibilidades que nos da la corriente. Ambas deben crearnos la mentalidad de “andar” con nuestro cebo por el fondo y, en ningún caso, deberían invitarnos a entrar la caña entre nuestras piernas, apoyarla en la barra delantera y encender un cigarrillo o chacharear con el compañero de al lado hasta sentir que un pez se ha clavado contra nuestro peso.

Distinguir entre las dos formas de pes-car de las que vamos a hablar, es hilar fino y basarse en lo anteriormente dicho. Y distinguir entre ellas no es más que distinguir entre la per-secución de dos fines completamente distintos.

PESCAR “QUIETOS”

Podríamos comparar esta primera forma de uso de los flotadores planos con los desempleados que también los hay de dos tipos: aquellos que estando en desempleo se mueven para buscar trabajo y los que uno denomina como “quietos”, es decir, aquellos que nunca han trabajado o que, si lo han hecho, en estos momentos no desean trabajar. Cuántos hay de cada una de esas dos clases es el equivalente a cuantos pescadores hay que entienden una pesca activa de búsqueda de puntos concretos en los que capturar a un pez, con aquellos quie-tos que se “apalancan” y ahí me las den todas.

Pescar quietos con estos flotadores no es pescar en el mismo punto todo el rato. Si ese punto nos da peces, bendito sea el cielo pero eso no suele ser así. Una buena parte del hecho de que algunos se acostumbren a pescar sin moverse de un punto, está basada en una de nuestras especies punteras, el barbo. Los

barbos comen describiendo una línea: es como si el grupo completo de barbos no pasara de la línea de comida que el primero encuentra. Si encuentras esa línea, ahí está la historia, es decir, sigo cebando en el mismo punto y pesco donde tengo las picadas olvidándome por com-pleto del resto del puesto.

Estamos hablando de una forma de pes-car que se suele aplicar en situaciones o bien de corriente muy fuerte, que no nos permite pasar constantemente o lo hace casi imposi-ble, o hablamos de situaciones de pocos peces donde nos soluciona el día la captura de piezas

grandes.La forma de

pescar “quietos” con-siste en haber reali-zado una medición del pesquil extraor-

dinaria que nos haga tener una fotografía per-fecta de su fondo en nuestra mente. Habremos pasado, tras haber medido profundidad, varias veces por el camino del pesquil por donde quere-mos pescar, de la misma forma que luego pasa-remos ya con el cebo y el puesto cebado. Sólo cuando esto haya sido así, podemos empezar a pescar de esta forma.

Para ello, colocaremos nuestro cebo y plomada como se indica en el diagrama. Per-maneceremos en el primer punto el tiempo que consideremos oportuno para movernos a todos los demás puntos de nuestro pesquil de la siguiente forma:

Cada vez que queramos movernos, levantaremos el flotador en la misma distancia que haya desde el anzuelo hasta la plomada principal. Bajaremos con cuidado toda la línea desplazando el flotador alrededor de cinco cen-tímetros corriente abajo desde el punto en el que estábamos. Podemos desplazar el flotador más o menos pero, en todo caso, el concepto importante es que esta forma de pescar nos per-mite un control absoluto sobre cada centímetro de la parte del pesquil que queremos controlar y en la que habremos colocado nuestro cebo.

Para que esto funcione realmente bien, habremos diseñado una forma de cebar de la que hablamos en capítulo separado para no perder la concentración en lo que nos ocupa ahora, sin olvidar que todo ello sin el cebado adecuado vale de poco.

Puede que esta forma de pescar les de a aquellos que pasan por detrás la sensación de que estemos quietos. Y puede que sea así porque, sobre todo cuando tenemos éxito, aca-bamos fijados en uno, dos o como máximo tres puntos del pesquil pero nada más lejos de la

realidad: ni estamos quietos ni estamos apo-yados sino que estamos ejerciendo un control absoluto sobre lo que hacemos y, con suerte, sobre la conducta de los peces.

Esta pesca hemos dicho que es la idó-nea en corriente cuando se trata de buscar pocos peces pero grandes. Sin embargo, existe otra aplicación que se vuelve a nuestro favor con esta técnica de “quietos”. A veces, cuando hay varias especies mezcladas en el pesquil y todas ellas comen en el fondo, por ejemplo carpines, barbos y carpas, pescar con este con-trol es la mejor forma de mantener un ritmo de capturas constantes, mucho mejor que pasar por el pesquil.

La forma de saber el peso exacto la describimos aparte, al igual que con el ceba-do, para, insisto, no perder la concentración en cada una de las fases de las que hablamos.

PESCAR PASANDO

Hay veces, sin embargo, en que la pro-pia mezcla de especies en un pesquil hace que éstas estén en permanente lucha por colocar a los otros a la cola y ser los primeros en comer en la mejor parte de la mesa. Y no siempre tienen una relación directa con la fortaleza o el dominio de unas especies sobre otras sino más bien con el número. Un enorme banco de carpines es capaz de desplazar a las más pode-rosas carpas y barbos que se verán relegados a comer en otros puntos del pesquil; a veces, son las carpas las que ganan en número y dominan o simplemente ganan por su tamaño medio del cardúmen que se ha acercado y manda a los carpines a la otra punta del pesquil, cuando no fuera de él. En definitiva, las corrientes, sobre todo las medianas, que permiten el uso de flo-tadores planos de entre cinco y diez gramos, suelen acabar provocando peleas por el dominio de la comida que rara vez permiten la mezcla de especies en un mismo punto.

En otras ocasiones, se trata de situa-ciones diferentes. La aparición o posible apa-rición de depredadores en el puesto, hace que los carpines, si son de pequeño tamaño, entren y salgan de él con desconfianza obedeciendo a las constantes bolas de engodo como único reclamo para permanecer en él o, de lo contra-rio, se moverán por los aledaños de lo cebado sin dejar oportunidad de ser puntos fijos para ese posible depredador.

Sean cuales sean las situaciones, hay veces en las que, tras apostar por la técnica de pescar quietos, descrita anteriormente, ésta

Pescar quietos con estos flotadores, no es pescar en el

mismo punto todo el rato.

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simplemente no funciona. Y es en ese momento cuando decidimos cambiar a pescar pasando. Esta decisión nunca debería ser sobre la mar-cha sino premeditada. Quiero con ello decir que aquellos pescadores que se manejan muy bien en el uso de estos flotadores, generalmente montan desde el principio líneas distintas que les permitan hacer el cambio de forma sencilla y natural y no como resultado de un fracaso.

Las dos técnicas pueden y deben con-vivir como resultado de la propia elección de estos flotadores. Así, uno ha podido ver ya en muchos campeonatos como los grandes, cuan-do eligen estos flotadores, tienen al menos dos tamaños bastante distintos montados para el mismo pesquil.

En este caso, tratamos de controlar la velocidad de nuestro cebo, mediante el control de la velocidad de nuestro flotador para que sea atractivo mientras pasamos por encima de la comida de nuestro cebado, e incluso, a veces, fuera de éste.

Esta técnica debe dar como resultado la mezcla entre la pesca habitual a la pasada de un flotador redondo, con la pesca en quie-tud que hemos descrito anteriormente. Igual que pasar con un flotador redondo sin sujetar y soltar suele dar malos resultados, dejar que una piruleta navegue a la velocidad del agua es simplemente inútil y no dará resultado.

No necesitaremos un flotador tan pesa-do como para la otra técnica porque nuestra intención es la de movernos. Es una especie de cebo que se ha soltado del grupo principal de cebo que hemos colocado y en muchas oca-siones, ésa es la forma que los peces desean. No me preguntéis por qué pero simplemente es así en multitud de ocasiones. Arriesgar a que el pez coma como queremos con la primera técnica y si no es así, movernos con un flotador y un montaje pensa-dos para estar quietos, es una locura porque no suele funcionar.

Para lograr que esta técnica sea efi-caz, el manejo de la caña debe ser con ambas manos. Hay que olvidarse de la barra delantera porque necesitaremos manejar cada centíme-tro de la pasada de forma que las frenadas y las sueltas sean las que produzcan las picadas. Será nuestro plomo de apoyo el que deba ir tropezando en estas frenadas y sueltas para conseguir las picadas. A veces, el plomo de apo-yo funciona muy bien simplemente dejándolo que toque el suelo y él mismo se suelte por la

fuerza suave de la corriente; otras veces, habrá que aumentar el tamaño de ese plomo de apo-yo para que sea efectiva la técnica. Lo que no debemos intentar, normalmente, es que la línea navegue libre sin apoyo de ningún plomo en el fondo porque, de ser así, nuestro cebo bajará a una velocidad casi imposible para los peces.

Ambas técnicas nacen del conocimiento de los puntos básicos que hemos interpretado hasta ahora. A saber: buen conocimiento de la forma de navegar de estos flotadores, buen dominio del peso adecuado del que hablaremos a continuación y buen conocimiento del fondo del puesto para saber que podemos quedarnos quietos o navegar según decidamos, en un espacio controlado. Si a todo ello le unimos el engodo adecuado y la colocación del mismo en la zona elegida, las piruletas pueden ser un arma increíble para vencer a corrientes que con los flotadores redondos son mucho más difíciles de controlar.

LA ELECCIÓN DEL PESO

Dicen los que mucho saben de estos flotadores que si eliges bien el flotador, todo es mucho más fácil; dicen, por el contrario, que elegir el peso del flotador de forma inadecuada significa la práctica imposibilidad de presentar bien el cebo y, por tanto, de tener picadas con cierto ritmo mínimo.

Para muchos pescadores se trata de elegir por encima del peso. Cuestión errónea

porque, si pescas quie-to, el flotador simple-mente no estará ali-neado con la línea y, como consecuencia, el cebo no se presentará con naturalidad y las

picadas serán mucho menos perceptibles cuan-do no serán poco más que toques al notar el peso los peces y soltar antes de que ni siquie-ra te enteres de que alguno se interesó por tu cebo.

Mucho se habla de que estos flotadores comportan un ahorro de peso sobre los redondos de alrededor del 40%; es decir, mientras que un flotador redondo, digamos por ejemplo, debe ser de diez gramos para pescar una corriente, en el caso de uno de piruleta bastará con un flotador de entre cinco y siete gramos. Y es cierto que su capacidad de navegar, ya descrita al principio de nuestro artículo, les hace vencer el empuje del agua mucho mejor que los redondos. Sin

embargo, si preguntas a cualquiera de los gran-des, te dirá que si se necesitan diez gramos, da igual el flotador que elijas, este debe ser de diez gramos. La cuestión es muy simple: no se trata de cómo navegue el flotador sino del peso que debemos tener abajo. Si se necesita vencer la corriente con diez gramos para tener un cebo bien presentado, colocar más o menos de los diez gramos lo complica todo y el cebo no se presentará adecuadamente. La cuestión es cómo saber con exactitud lo que se necesita. Y aquí viene al rescate el enorme desarrollo que han tenido estos flotadores que, en algunos casos, son auténticas maravillas dedicadas a comportarse como las normas de la física indi-can que hay que comportarse. El procedimiento es, en realidad, bastante simple de entender; otra cosa bien distinta es que le dediquemos siempre el tiempo que merecen.

Empezaremos por elegir un flotador que según nuestra observación pueda ser ade-cuado. A continuación lo plomearemos de forma definitiva, excepción hecha del plomo de toque. No se trata de pasar el flotador de peso como algunos piensan porque, simplemente, no hace falta.

Una vez plomeado el flotador, das una profundidad menor de alrededor de un metro sobre cada tres de profundidad, colocas la caña en la barra delantera y frenas completamente el flotador. Si la antena se mantiene recta, el peso es el adecuado a la corriente; si, por el contra-rio, la antena describe un ángulo hacia adelan-te, te has pasado de peso y el flotador tiende a ir por delante de la plomada; por el contrario, si el flotador al pararlo describe un ángulo hacia atrás, tu plomada es menor de la necesaria. Así de simple. Sólo se trata de tener una gama de flotadores suficiente para poder cambiar hasta conseguir esa antena completamente recta en posición de frenada. También se trata de dedi-car el tiempo que haga falta para hacerlo. Al principio cuesta pero una vez que los usas con frecuencia, casi siempre acabas acertando en uno o dos intentos. Lo que no puedes pretender es pescar una o dos veces al año con ellos y ser maestro en la elección adecuada o conseguirlo al primer o segundo intento. Esta es la sencilla forma de hacerlo para pescar parados y poder así saber que, cada vez que levanto el flotador y lo coloco unos centímetros más abajo, estoy presentando adecuadamente según la fuerza de la corriente.

Cuando, por el contrario, tienes que elegir el peso para dar pasadas, se trata de hacer la misma operación pero, en este caso, buscamos que la antena describa un ángulo que

Las dos técnicas pueden y deben convivir como resultado de la propia elección del flotador.

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debe rondar los 45º. Si es mayor de esos cua-renta y cinco grados, el flotador es demasiado ligero y no sirve para dar pasadas porque sim-plemente la plomada no mantendrá una línea mínima y hará que el cebo se levante sin con-trol: y no se soluciona apoyando más peso por-que esto crea una comba en la línea que hará

que la presentación sea horrenda y, en el raro caso de tener picadas, ni te enterarás de ellas.

Si, por el contrario, el ángulo es menor de esos aproximados cuarenta y cinco grados, tu flotador es demasiado grande para dar pasa-das en esa corriente y tampoco te servirá: el efecto será el contrario al anterior y el peso

se quedará demasiado en línea con el flotador y no se soluciona dejando más bajo libre sin peso porque se levantará del suelo arruinando la presentación.

Parece muy complicado pero en rea-lidad no lo es tanto tras un buen número de horas de práctica.

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LA PLOMADA

Para pescar quietos nuestra plomada debe ser lo más simple posible. Eso quiere decir que si puedes agruparla toda en una única pie-za, lágrima preferiblemente o plomo redondo perforado si no tienes las lágrimas de ese peso, tanto mejor. Incluso el uso de ciertos plomos desarrollados para la pesca a fondo es mejor siempre que suponga una sola pieza. Un habi-tual de esta pesca tiene en su panier el juego necesario de lágrimas u otros plomos para dar respuesta a todos los pesos. Otra razón pode-rosa, muy poderosa, para poner sólo una pieza se centra en el hecho de que, a partir de diez gramos tenemos un peso importante en la línea: si ese peso está moviéndose por estar formado por varias piezas, mientras sacamos un pez, especialmente en el último tramo ya con el kit en la mano, cuanto mayor sea el peso distri-buido en varias piezas, mayor es el riesgo de que el propio peso desanzuele al pez. Los que practicamos feeder fishing sabemos mucho de esta situación.

En cuanto a pescar a la pasada, la plomada puede y debe ser más parecida a las convencionales dejando el plomo centrado en un grupo que asegure alrededor del 80% del peso total y jugando con el 20% restante a voluntad. La razón es muy simple: hasta llegar a un peso alrededor de los veinte gramos la pasada es muy controlable. A partir de ese peso, controlar una pasada se convierte en tarea complicada y es mejor acudir a la otra técnica.

Los diagramas explicarán mejor que mil palabras la distribución y el uso de las posibles plomadas.

EL CEBADO

Ambas técnicas requieren de todo lo anterior bien hecho pero, si no se basan en un cebado que se coloque directamente en el punto del puesto que tú has decidido, de nada servirá todo lo anterior. Pescar estas técnicas lanzan-do el cebo a mano sólo es posible cuando la

cantidad de peces es tan grande que es bueno tener un “pasillo de navegación” más ancho y si, además, son carpas se justifica aún más.

Por tanto, el cebado debe hacerse por medios mecánicos. Para ello, la mejor opción es siempre el uso de una copela. Lo es, claro está, por otra de esas estupidísimas y absurdas reglas que la Federación Internacional colocó y que no permiten el uso de los denominados Bait Droppers. La forma de cebar ya es otra historia aunque sí podemos adelantar varias cuestiones de puro sentido común: la primera es que en competición debemos iniciar con cebado a mano, siempre más corto que nuestra caña y, en estos casos, procurar que el cebado de inicio no sea de demasiado alimento. Es el cebado de continuidad el que nos dará los resultados. Las corrientes lavan el fondo y habrá que estar alimentando ese pasillo de navegación durante toda la jornada; por tanto, el cebado de inicio cumple con la función de hacer ruido, tremen-damente importante en los lugares de mucha competición, pero poco más. Ya en el de inicio colocaremos las primeras copelas de buen cebo.

El cebado de continuidad se debe basar, como siempre, en lo que dicten los peces. A veces las cantidades se distribuirán con más o con menos frecuencia según vayas teniendo las picadas. En todo caso, no debes olvidar nunca que una corriente lava el fondo del río y que, si lo dejas sin la comida necesaria, acabarás haciendo que se vayan los comensales ante una mesa vacía.

LA PREPARACIÓN DE LOS CEBOS

De forma general, porque atacaremos este tema de manera monográfica en otro artí-culo, las corrientes suelen llevarse bien con el uso de tierras mezcladas con el engodo, cuan-do no solas como directos transportes del cebo suelto. Insisto en que, por ser merecedoras de un artículo extenso (ya le dedicamos uno hace bastante tiempo), no es el momento de describir el uso de las tierras de forma detalla-

da. Sin embargo, vaya como adelanto algunas aseveraciones generales con lo peligroso que eso suele ser.

Las tierras negras del tipo de la Tierra de Riviere, mucho más pesadas que la de Som-me (el triple de peso prácticamente en el mismo volumen), son las adecuadas. Si la corriente es fuerte, a veces tendremos que ayudarla con la mezcla de bentonita, arcilla muy pegajosa que permitirá que la de riviere baje hasta el fondo, siempre que no nos pasemos con la bentonita y dejemos que la mecánica del engodo siga siendo la elegida.

Los asticots encolados, siempre con grava de fino tamaño para corrientes suaves y de mayor tamaño para corrientes más fuertes o profundidades mucho mayores, suelen ser grandes aliados de esta pesca.

El uso de lombriz cortada a trozos y llevada al puesto mediante tierras es también adecuada en casi cualquier momento pero, especialmente en fases de invierno y primavera.

Por último, el uso de granos pegados o introducidos como muestras sueltas en no excesiva cantidad también es útil siempre que no olvidemos que un grano de maíz, por ejem-plo, será arrastrado por la corriente con mucha facilidad y, detrás de él, se irán algunos peces.

HAZTE MAESTRO

Son dos técnicas generosas basadas en una maravilla de flotador. Hoy he intentado darte los mimbres básicos para que empieces a manejarlos adecuadamente. Sin embargo, si piensas por un sólo instante que dominarás el uso de los flotadores planos pescando con ellos de cuando en cuando, te equivocarás. Son fáci-les de aprender y difíciles de manejar pero muy, muy rentables en las corrientes.

El uso de los diagramas, las fotos y las notas aclaratorias debería ser el acompañante perfecto para que te animes y empieces a dis-frutar de ellos. Si eso es así, misión cumplida ¡Que lo disfrutes!

El uso de la copela es básico en esta técnica de pesca. A veces, cuando hay muchos peces luchando por la comida, resulta más práctico el “bombardeo” a mano pero la copela describe, como ninguna otra herramienta, el camino de nuestro cebo sobre el que podemos pescar con exactitud.

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MATERIALES

CAÑA Y CARRETEEl primer elemento clave es la

correcta elección de la caña y el carre-te. Si vas a pescar a 30 metros, una caña de 13 pies (4,20mts.) está bien y mi elección sería la Shimano Aerocast. Tiene un mango en forma oval y la acción de lance es poderosa, pero, a la vez, tiene una buena acción lateral ligera que viene muy bien cuando estás trabajando al pez para acercar-lo a la orilla. Para distancias hasta 60 metros, elijo una caña de 14 pies (4,50 mts), en este caso la Shimano Aerocast

también. Tiene propiedades similares a la de 13 pies pero, definitivamente, supera el lance de la mayoría de las cañas de su clase gracias a su mango en forma oval. Me di cuenta de lo bri-llante que esta caña es el segundo día de la competición mundial en Hun-gría 2007: durante esta competición, el domingo, la base de plástico de mi flotador se rompió tras dos horas y media, y tuve que cambiarme a la caña de 14 pies. Tenía que forzar el lance para conseguir llegar a la distan-cia de 55 vueltas de carrete a la que previamente había estado lanzando con la otra caña y lo logré con mucha facilidad.

En cuanto al carrete, mis prefe-rencias están en los de tamaño 4000. Bien sea el Shimano Technium o el Rarenium, ambos te dan el poderío que se necesita para traer rápido a los peces desde largas distancias. Cargar el carrete con la línea correcta también es de vital importancia. Es NECESARIO usar diámetros de línea de 0,20mm. o de 0,21mm. La razón de ello es que el diámetro más grue-so de la línea provoca una pequeña pero significativa acción de frenada por detrás del flotador que ayuda a mantener el flotador anclado al peso principal de la plomada durante el lance.

EL LUGAR DE ALAN

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EL RESTO DEL MATERIALMi elección de línea es Tech-

nium Match que hunde muy bien pero no se hunde excesivamente profundo, lo cual acaba convirtién-dose en un problema cuando tienes que esperar mucho por las picadas. El hecho de que la línea sea de diáme-tro grueso significa que también es la idónea para añadir plomos no tóxicos sin tener que preocuparme. Los plo-mos tienen que colocarse muy fuerte-mente en la línea de forma que no se puedan mover de ninguna manera y que sigan siendo no tóxicos (en Ingla-terra está prohibido el uso de plomo en las líneas y los que se adquieren

Los carretes en tamaño 4000 son perfectos para este tipo de pesca.

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en las tiendas son los denominados no tóxicos que son más duros. Nota del traductor). Yo utilizo plomos de Anchor que, a lo mejor, cuesta traba-jo encontrar en Europa pero que se les pueden pedir a través de Internet ([email protected]) Estos plo-mos son con mucha diferencia los mejores y más duraderos que jamás he utilizado, mejores que los de plo-mo porque no se mueven en la línea y, por supuesto, no tóxicos.

La elección del flotador es sencilla. Tengo toda una serie de la casa Rive para flotadores deslizantes en tamaños que van desde 3 hasta 6 SSG. Una parte de la serie tiene ante-nas rectas de pluma, mientras que la otra parte de la serie tiene las antenas insertadas con un trozo de inserción de plástico. Todos los flotadores traen una base de metal insertada y que normalmente oscila entre 1 y 2 gra-

mos. La base de metal le ayuda a los flotadores a mantenerse tensos contra el peso de la línea durante el lance. Cualquier flotador por encima de los 6 SSG ya necesita que se le coloque una base con un peso mayor y, de hecho, Rive produce otra versión que tiene aros de pesos intercambiables en su base.

Utilizo un adaptador de flota-dores de cambio rápido de Drennan para unir el flotador a la línea y, de forma invariable, siempre aprieto con unos alicates el quitavueltas de la base de plástico para cerrar su agujero y prevenir así que el flo-tador pase del nudo hacia arriba. Nunca utilizo más de cuatro plo-mos individuales como máximo a la hora de construir el grupo de plomos. Usar más sólo sirve para provocar enredos de acuerdo a mi experiencia.

Lo típico es que empiece a montar el grupo a 1,5 metros del anzuelo. Sin embargo, esto puede cambiar de acuerdo a las circunstan-cias del día. Si se pueden coger peces a la caída, el grupo se movería más arriba en la línea, por ejemplo.

Lo que se denomina plomo de caída o plomo chivato también es variable en cuanto a su tamaño y posición. Por ejemplo, podría ser un plomo de tamaño BB para pequeñas bremas, para que nos muestre bien las picadas que levantan el cebo o un plomo del nº 8 para peces como los gardones.

Yo siempre añado un quita-vueltas pequeñito para unir el bajo de línea a la línea madre porque ayuda mucho a evitar efectos helicóptero al recoger, lo cual se provoca mucho en situaciones, por ejemplo, en las que se usan dos gusanos en el anzuelo.

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LA PROFUNDIDADLa siguiente tarea clave es la profundidad y su medi-

da exacta. Esto fue absolutamente crítico en mi victoria en el lago Valence en Hungría. Durante la competición era necesario apoyar exactamente cuatro centímetros en el fondo y había que usar el tiempo que hiciera falta midien-do hasta conseguirlo con exactitud.

Lo que yo hago, es quitar la mitad del peso del gru-po de plomos. Esto ayuda al flotador a salir a la superficie mucho antes. Añado un plomo de ¾ de onza (unos veinte gramos) y lanzo al punto elegido. Se trata de ir moviendo

el nudo de tope hasta conseguir que salgan cinco centí-metros de antena fuera del agua. Una vez que le vuelves a colocar todo el peso del grupo de plomos, puedes estar seguro de que habrá 4 centímetros de línea en el fondo y uno asomando en superficie.

En el caso de Hungría, las bremas eran muy peque-ñas y, como resultado, daban picadas muy ligeras. Si colo-cabas más línea apoyada en el fondo, no te enterabas de sus picadas y si levantabas el cebo ya no picaban de forma que era absolutamente crítico medir profundidad con total exactitud.

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CEBAR LEJOSOtro problema a resolver es el de cebar lejos con

exactitud. La práctica y tener tiradores con la correcta fuer-za en sus gomas son la solución a este problema. Yo llevo conmigo una selección de tiradores y simplemente busco cual de ellos me da la distancia estirando sus gomas a tope y uso ése en concreto. Es vital tener de reserva para los casos de roturas.

Lanzo una bola de engodo e inmediatamente lanzo el flotador unos cinco metros más adelante y coloco el hilo en el clip a esa distancia. Si ahora me traigo la línea cinco

metros más atrás desde el clip mientras hundo la línea, ya puedo lanzar el resto de las bolas, sabiendo que cada bola caerá en un radio de un metro del flotador. El tamaño real de las bolas de engodo es como el de una salchicha gorda. La forma cae perfecta en la badana del tirador y se crea fácil con una sola mano.

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EL LUGARPara esta sesión, me encuen-

tro en una antigua gravera en las Midlands que se llama Meadowlands. Está llena de carpas pero en los meses más fríos del invierno es difícil cen-trarse en ellas y las competiciones se ganan en base a pequeñas bremas y gardones con pesos que rondan los veinte kilos.

Voy a pescar a unos treinta metros y he preparado dos cañas con flotadores deslizantes: uno tiene un flotador de pluma de pavo recto que necesita 4 SSG y el otro es prác-ticamente igual pero con la antena insertada de plástico. Sólo utilizaré el segundo si el viento cesa. Hay una brisa constante que cruza el lago, así es que me imagino que necesitaré el más sensible y ahí está preparado por si acaso.

El plomeo indica que hay cua-tro metros de profundidad a esa dis-tancia que quiero pescar. Lo preparo todo con alrededor de quince centí-metros de línea apoyados en el fondo para contrarestar el tiro del agua. El

tamaño medio de las bremitas es de quinientos gramos así es que tener picadas claras no debería ser un pro-blema.

ENGODO Y CEBOSMi engodo consiste en una

mezcla de 2 kilos de Van den Eynde GS, más medio kilo de pellets de pes-cado trituradas que son un compo-nente esencial en un escenario que recibe muchos pellets para las carpas ya que a las bremas también les gus-tan. Añado medio kilo de tierra arcillo-sa de Van den Eynde para conseguir un poco de peso extra de forma que el cebo caiga abajo rápidamente.

Como cebo, intentaré usar gusanos en el anzuelo. Traigo tam-bién gusanos muertos que he matado escaldándolos con agua hirviendo de mi termo, pinkies rojos, dos pintas de casters (alrededor de un litro) y medio kilo de lombriz troceada y todo se le añade al engodo para alimentar a las bremitas.

Para atraer a los peces a mi pes-quil, lanzo 15 bolas de engodo en las

que van los cebos ya mencionados, mientras que en los meses de verano serían unas 25 bolas pero todavía está el tiempo frío y me aseguro de que, en todo caso me haya quedado corto porque en absoluto quiero sobrecebar el puesto.

Al principio, mis plomos chi-vatos eran dos números ocho, pero el tiro es fuerte y me hace añadir un tercer plomo del mismo tamaño más abajo, justo por debajo del quitavuel-tas que une al bajo con la línea. Estos plomos sirven para crear una presen-tación estática que es como la quieren las bremitas.

Ya con alrededor de diez pequeñas bremas en el rejón después de la primera hora pescando, siento que es el momento de recebar con algo más de engodo. Tres bolas car-gadas con casters y unos pocos gusa-nos muertos suponen el recebado y las picadas, tras el recebado se paran pero, una vez que pasa todo el lío de las bolas entrando en el pesquil, las-bremitas vuelven y empiezo a captu-rarlas bien de nuevo.

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LANZAR BIEN

Cómo lanzar un flotador des-lizante bien y con exactitud es algo que requiere especial atención. Crear un arco suave y alto es lo que se debe perseguir. Permite que el flotador te sobrepase y llegue al final de su reco-rrido a tu espalda para empujarlo en el lance hacia delante con decisión pero con suavidad y control, e intenta tocar con suavidad la línea cuando comien-ce el descenso al agua para que así te asegures que los plomos, todos ellos, caen en línea recta por delante del flotador, haciendo imposible que se líen. Debes practicar el lance hasta que seas maestro en su control por-que forma parte esencial de la pesca con flotador deslizante.

Las condiciones de viento en el

Reino Unido rara vez son ideales pero, si lo fueran, yo preferiría pescar justo en la profundidad o incluso un poco levantado, porque en esas ocasiones es cuando estos flotadores, especial-mente los insertados, funcionan mejor de acuerdo a mi propia experiencia.

Habiendo comenzado con un anzuelo modelo Silverfish de Drennan del nº 18, las picadas eran muy ligeras y me tuve que bajar a uno del mismo modelo pero en el nº 20 que me dio muchas mejores picadas usando un solo gusano que, al final, acabó mos-trándose como el mejor cebo del día.

En competiciones cortas como las de tres horas de los mundiales, es importante que el cebado funcione como un reloj y yo he cuidado hoy también de mi cebado como un reloj,

reintroduciendo tres bolas de cebo a cada veinte minutos.

Acabé la sesión con alrededor de 30 libras (algo más de 14 kilos) de bellas bremitas a las que se añadieron un gardón y una perca. Esto muestra hasta qué punto puede mostrarse efi-caz la pesca con flotadores deslizantes utilizados adecuadamente. Incorpo-ra todos los consejos dados en este artículo y los enredos serán cosa del pasado y estoy seguro de que crece-rás en esta pesca hasta amarla tanto como la amo yo.

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ENCHUFABLE Y CEBADOR:¿TÉCNICA DEL FUTURO?

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Así titulamos nuestro primer artículo sobre enchufables y ceba-dor, perteneciente al número 40 de LA LÍNEA “Sólo para Valientes”. Y volve-mos a remarcar el carácter que tiene este uso del cebador en las cañas enchufables y, con mucha más razón, cuando dicho uso se encamina, como es el caso, a buscar los “portaaviones” que nadan y vigilan a los demás mien-tras pescamos.

Sería, en nuestra opinión, muy bueno, que te releyeras dicho artículo antes de empezar la lectura de éste porque el anterior sirve de base para entender lo que no es más que una variación de todo lo escrito en aquel primero.

¿LÍNEA TENSA O FLOJA?Ya explicamos por qué necesi-

tamos que la línea esté tensa cuan-do escribimos el citado artículo pero debemos volver a insistir en que si normalmente nuestra línea está ten-sa en la práctica totalidad de los casos en los que se pesca con cebador, en el caso que nos ocupa, con mucha más razón. La línea tensa nos da informa-ción. Digamos que, a falta de flotador, porque en la técnica de hoy no usa-remos flotador (otro día veremos ese uso concreto), lo único que nos pue-de dar información sobre lo que hay por debajo del agua, es la línea con la que, sin duda alguna, se acabarán rozando los peces que estén en los alrededores:

Tendremos roces de la línea en la zona por encima del cebador que es la que más tensión soporta y la que más cerca está del peso, es decir, del “ancla” que supone el uso de un ceba-dor. Estos roces, generalmente, produ-cen unos desplazamientos laterales de la línea que se ven con total claridad. Hablamos de peces muy grandes y, por tanto, hablamos de cuerpos largos y pesados. Cuando llegan a la zona y navegan generalmente muy despa-cio alrededor de la zona de comida antes de decidirse a atacar la zona de la fuente principal de comida, hay ocasiones en las que rozan todo su cuerpo en la línea produciendo con ello una auténtica alarma que suele poner el corazón a mil (el mío no por-que para eso me tienen bien “chutado” los cardiólogos y va como una tortu-ga). Tómate con calma los roces, no creas que son picadas porque aquí, las picadas, cuando se producen, no se equivocan nunca.

Tendremos, así mismo, boca-dos al cebador. Los bocados al ceba-dor son bastante típicos de los peces más pequeños que generalmente acuden en grupo y que, al pelear por la comida dan auténticos bocados al cebador para comerse lo que de allí sale. Los peces grandes no suelen dar muchos bocados al cebador excep-ción hecha de cebadores de método muy pequeñitos que les caben en la boca. Los bocados suelen reflejarse como auténticos porrazos a la puntera de la caña, la goma no suele mover-

se un centímetro y hay ocasiones en las que se producen cuatro o cinco seguidos. Mantén tus nervios tranqui-los, tampoco son picadas porque aquí, las picadas, cuando se producen, no se equivocan nunca.

¿QUÉ ÁNGULO?Pues también, cuando escri-

bimos el anterior artículo, lo hicimos desde el punto de vista de un uso purista de la enchufable. Era como decir algo así como vamos a pescar igual que con el flotador pero sin el flotador. Era un montaje puro y duro de enchufable que sólo cambiaba de la superficie del agua para abajo.

Hoy vamos a hablar de otro ángulo muy distinto. Existen ocasio-nes en las que mantener un ángulo recto no es lo más conveniente. Cuan-do hablamos de los grandotes, no creas que porque hayamos hablado de roces con sus corpachones sobre nuestra línea éstos son deseables. Los grandes son muy listos, tienen mucha experiencia, les ha pasado casi de todo. Por su experiencia, rozarse contra una línea en un lugar donde hay mucha vegetación no suele ser un problema; si se rozan contra la línea cuando los estamos pescando pegados a un grupo de carrizos o de junqueras, no habrá problemas: los hemos tenido dándole auténticos bandazos a la línea de nuestra enchu-fable sin problema alguno y comien-do bien; pero si se rozan a diez o doce

En esta coasión, nos interesa, sobre todo, crear ángulos más pequeños de los que explicamos en la ocasión anterior en la que tratamos el tema de esta técnica.

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metros de la orilla donde no hay nin-guna vegetación, suelen sospechar y abandonar la zona antes que ir a comer con riesgo. Son muy, muy listos.

En esos momentos lo que nos interesa es que ni se enteren de que andamos por allí y, por tanto, dar ángulo a nuestra línea suele acabar siendo una ventaja. Es por ello que pasamos del ángulo recto, de los 45º de la enchufable de nuestro pri-mer artículo, a un ángulo muchísimo menor, digamos que sobre los 20 gra-dos para extender mucho más la línea y dejar que la línea tensa con la que se puedan rozar esté prácticamente pegada ya al cebador.

La extensión de la línea en un ángulo tan pequeño nos permite otro aspecto de esta técnica que la diferencia claramente de la explicada en aquel primer artículo: la distancia. Y tenemos dos razones para ganar distancia. La primera de ellas tiene que ver con lo astutos que son los grandotes y su hábito de quedarse a una distancia prudencial de la que no se acercarán. En esos casos, una enchufable montada en trece metros puede llegar a pescar incluso a 18 ó 20 metros de distancia, donde ya no existen las sombras, ni la apreciación de movimientos y donde los ruidos se aceptan mucho mejor, es decir, donde los grandes, especialmente en lugares

poco pescados, están más tranquilos.La segunda de las razones para

extender la línea y ganar distancia con ello es que, a veces, incluso estando los pezotes cerca, tenemos buena profundidad, aguas no muy claras y podemos, con una caña no mayor de tres o cuatro metros, pescarlos a la corta pero con toda la línea como si se tratase de una caña telescópica (hay quien usa esta técnica con cañas telescópicas y le dedicaremos también otro artículo a ello). La sensación que produce en su arranque y en la lucha inicial sobre todo, una carpa por enci-ma de los cuatro kilos cuando lo que tienes en la mano es el largo del elás-tico y, como mucho, un tramo más, no se parece en nada a ninguna otra sensación con una enchufable en la mano: de hecho, algunos preferimos un solo pez en la mañana y quince minutos inolvidables que ya no me los quita nadie a la monotonía de veinte carpas de un kilo haciendo el borrego puesto arriba y puesto abajo ¡Para gustos los colores pero… no te mueras sin probarlo!

EL MONTAJE

Simple porque si lo complicas no sirve de nada. Cualquier elemen-to que se encuentre en las cercanías del cebo que, por su volumen, pueda

asustar o hacer sospechar hay que eliminarlo. Otra cosa bien distinta es todo lo que queda apoyado en el suelo.

HILO DE BACKING

El uso de hilo de backing en estos casos es meramente visual. Uno, con la experiencia, ha descubierto que analizar los movimientos de la línea cuando se trata de hilos de cualquier tipo, sean monofilamentos, fluoro-carbonos o lo que sea, es complicado porque basta un cambio en la luz, un fondo de orilla contraria inadecuado, el sol o tantos otros factores para que te resulte muy difícil apreciar peque-ños movimientos en la línea cuando se producen lateralmente. Y leer, o mejor dicho, aprender a leer esos movimientos es tanto como aprender a “ver” lo que tienes por debajo de la superficie cuando tales movimientos se producen.

Usaremos entre uno y dos metros de backing. La cantidad se decide de acuerdo a la longitud de caña pero el cálculo es muy sencillo: se trata de que el backing llegue hasta penetrar un par de palmos dentro del agua. He probado a pintarlos de colo-res a tramos y aún es mejor pero con su color natural ya valen.

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Lógicamente, usar el backing como referencia sirve para otro pro-pósito: tomar una referencia que te permita pescar en milímetros. Una referencia adecuada en este caso es cualquier cosa que tenga borde, es decir, el tronco de un árbol en la orilla opuesta, el final de una pared de una construcción, etc . Si se trata de algo fijo y con forma recta de color compa-tible con el color del backing y que te permita notar el primer movimiento que se produzca, ya vale. Como aquí, la caña hay que apoyarla exactamente en el mismo sitio siempre y la suelta del cebador hay que hacerla con el mismo movimiento y la misma refe-rencia siempre, es fácil: lo que no pue-des hacer es cuando no haces bien un lance, corregirlo porque cada vez que muevas la caña, el cebador se vacía, deja rastros y arruina la presentación y la mesa de comida que estamos fabricando.

EL RESTO

Pues el resto se conforma de un nexo, una unión del backing con la línea que sea firme, del estilo de los que ves en las fotografías y, desde ahí hasta el montaje del cebador ¡nada más!

Al llegar al cebador, tenemos dos opciones básicas: o bien utiliza-mos un cebador de método, lo cual conlleva un bajo de línea entre 6 y 10 centímetros, o bien montamos un cebador abierto o cerrado, da igual, de engodo o de gusanos, da igual (hay que elegir el adecuado pero a efectos de montaje da igual uno que otro).

Si elegimos cebadores de método es porque tenemos fe en que los peces se van a tirar sobre la comi-da, o porque ya se están tirando sobre la comida y no clavamos nada. El cebo del anzuelo estará lógicamente cerca en estos casos porque cuando se tiran a por la comida se produce pelea por ella y … ¡******n el último! Acabarán confundiendo el cebo del anzuelo y prepárate chico porque los clavados significan que el pez se choca con un peso de treinta o cuarenta gramos que está en su propio hocico y saldrá en estampida como nunca antes lo

habrás sentido. No lo he dicho antes pero en esta técnica dejar la caña sola o sin una sujeción cien por cien segu-ra es tremendamente peligroso y tu caña puede estar a cincuenta metros de ti sobre el agua en segundos.

La otra opción es cuando nos entran peces más “pequeños”, es decir, tenemos esos de los dos kilillos y nosotros buscamos otra cosa. La for-ma general de hacerlo es la de usar un cebador montado sobre la línea

principal y descansando sobre la pieza de unión con el bajo de línea. Nuestro bajo de línea será de entre 30 y …, los centímetros que hagan falta. Debes recordar siempre que los grandotes rara vez comparten mesa y mantel con los más pequeños y que son muy dados a merodear por la zona ceba-da. A veces, se trata de buscarlos con paciencia cambiando el largo del bajo y la ubicación de éste hasta dar con “el bicho”.

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LOS ELÁSTICOS

¡Déjate de tonterías! Un buen elástico es el que mantiene un buen equilibrio con la línea y el anzuelo. Es estúpido usar una hydroelástica negra con un anzuelo del 16 porque su fuerza lo acabará sacando de la boca del pez. Pues igual de estúpido es buscar un pez de cinco kilos o más y hacerlo con hilos del 0,16 o del 0,18 y los correspondientes bajos porque acabarás con un pez que te romperá. Si el hilo que usamos parte de, como mínimo un 0,20 porque lo suyo en estos casos es un 0,24 a 0,26, nues-tro bajo irá en consonancia y todo lo que sea una goma inferior a una hydro negra, y me da igual si se trata de otros modelos pero que te dé las capacidades de la hydro negra, se tra-ta de estar haciendo el panoli. Si usas menos, no eres fino, sino … ¡filipino!

La norma para montar las gomas en estos casos depende tre-mendamente del tipo de elástico usado. En el caso de las hydros que son las que yo uso para este trabajo, las gomas deben estar absolutamen-te flojas. Los peces grandes, cuando salen contra un elástico flojo, lo hace con cierta calma pero si al peso del cebador (que se va moviendo mien-tras nada delante de su boca), se le

une mucha presión, les entra el pavor y se sacuden como malas bestias.

En cuanto a la forma de tra-bajar, olvídate de mostrar al público tu figura, puesto de pies, recortando contra el agua (algunos son como El Tío de la Vara), para que todos te vean bien y con metros de goma al aire. Tampoco te vendría mal que cuando coges carpas normales con elásticos, hilos y anzuelos pequeños dejaras de hacer el …, puesto de pies, porque eso no sirve absolutamente para nada práctico y encima no queda bien ni en las fotos. Mariconadas, las justitas. Clavas y, de forma inmediata, punte-ra al agua y deja que la presión de la goma se ejerza casi apuntando al pez con la punta de la caña con el ángulo justo para que no te arranque ningún tramo. Cuanto más ángulos les des mientras están clavadas, mucho peor para ti porque se van a enfadar mucho más. Usa el aumento de ángulo sólo para hacerlas cambiar de dirección. En todo caso, se trata de coger las diez primeras y ellas ya te enseñan a protegerte o de lo contrario, te puede pasar de todo. Por supuesto, no vayas a usar tu cañita favorita y blandita para este trabajo. La mayoría de las cañas destinadas a carpa pueden con este trabajo sin problema usando sus kits de carpas y no los denominados de

competición o “match kits”.Por supuesto, si tras probarlo te

entra el gusanillo, existen cañas en el mercado diseñadas específicamente para este trabajo, que no suelen supe-rar los diez metros (ni falta que hace) y que suelen venir con un par de kits adecuados y no cuestan más allá de los 400 euros.

Porque la vida ofrece algo más que la monotonía de una carpa o un barbo de un kilo tras otros haciendo siempre lo mismo y viendo como caminan como borregos por tu pues-to; porque la vida es algo más que la obsesión por la competición; porque la vida te ofrece técnicas como ésta que te enseñarán mucho más que las otras sobre cómo come el pez y porque necesitas descansar de cuan-do en cuando de hacer lo mismo siempre. Por todo ello y por tu salud mental, para que dejes de querer ser el Fernando Alonso (sin fragoneta) de la competición cuando lo senci-llo es admitir que eres un peligro a 120, prueba a sacar tu adrenalina de otra forma que no sea obedeciendo como un cordero y haciendo trampi-llas cuando puedes. Dicho en el más puro lenguaje de Hugo Sánchez ¡Sé puro macho!

El uso de elásticos del tipo de las hydroelásticas es una necesidad. Casi siempre vamos a pescar con cañas cortas y no tendremos oportunidad de montar elásticos más allá de dos tramos (2º y 3º). Si tienes un elástico con el que ellas no “sufran”, simplemente será eterno sacar carpas por encima de los cinco kilos. Ya no digamos nada de aquellas que ronden los 8 a 10 kilos como veremos alguna en reportajes posteriores.

Aquí podemos ser eufemísticos y decir que se necesita equilibrio en los materiales o hablar de que en esta técnica, ********das, las justitas.

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Al final, tras no pocas dudas por el carácter tan distinto que tienen dos publicaciones como lo son un libro y una revista, sobre todo si ésta es bimensual como es el caso, me he decidido por alargar el tema de las tierras tanto como sea menester. No se trata de estar dos años con el tema, aunque si divido el tema casi tanto como he hecho con el índice del libro, daría para bastante más. La decisión final, por tanto, tiene una relación directa con el estudio pormenoriza-do de algunos aspectos como el que tocamos hoy, el mojado, para pasar a estudiar casos concretos de tierras y de mezclas. Si alguien me preguntase ahora mismo cuántas entregas, diría la verdad insistiendo en no saberlo.

En todo caso, queda claro que nunca estará de más entender el pri-mer apartado del número anterior a éste como la base de los demás que merecerá la pena releer antes de comenzar con esta segunda entrega para estar perfectamente situado. También habrá que entender que se trata de escribir sobre un tema apenas tocado en España, por no decir nunca tocado, y que hay que hacerlo pen-sando en los más novatos: para los veteranos releer cosas que ya saben

no están de más y para los novatos es idóneo no dejar espacios entre unos y otros conceptos simplemente por darlo por entendidos.

La suma de todos debe supo-ner un aprendizaje gradual y mere-cerá la pena poner en uso nuestra supuesta principal cualidad, la pacien-cia.

DEL SUELO AL AGUA: REMOJAR MEZCLAS

Si hay un elemento fácil de destrozar en lo que a su utilidad se refiere, ese es la tierra. Se convierte en barrillo inútil con facilidad pasmosa.

Debemos partir de una reali-dad que nunca debe olvidarse, por muy de Perogrullo que pueda pare-cer: independientemente del tipo de tierra que se trata, según mojemos la tierra, así se comportará en contacto con el agua. El comportamiento en el agua, a su vez, tiene que ser enten-dido en tres momentos puntuales: al tocar el agua, es decir, en superficie, dejando rastro o no, durante la baja-da, de nuevo considerando el rastro mayor, menor o nulo que deje y en el fondo, en lo que a separarse del

engodo, dejar o no nube cercana al fondo y aguantar más o menos la fuerza de la corriente se refiere. Parece muy fácil y en realidad lo es porque no son más que cuatro reglas pero, como hay muchas variantes, los des-cuidos se pagan caros.

Antes de hablar de los deta-lles, sumemos otra de esas “verdades del barquero” que no por manidas dejan de ser ciertas y necesarias de entender: todos los movimientos que hagamos con las tierras, insisto, TODOS, deben hacerse muy lenta-mente. Así, la cantidad elegida debe ir de acuerdo a las circunstancias y no a ojo. Cuando tengamos que añadir agua, casi mejor acudir a un atomi-zador antes que arriesgarse a pasarse con ella. El removido debe ser profun-do hasta asegurar que toda la tierra está por igual y el tiempo de descan-so hasta que absorba el agua debe ser el necesario. Este último aspecto es de carácter primordial y resulta muy engañoso: la tierra absorbe el agua mucho antes que los engodos y eso empuja en muchas ocasiones a ser un poco descuidado y pensar que ya está lista cuando en sólo unos minutos cambia y pide o no pide más agua, según nuestros intereses.

DOSSIER

TIERRAS (II)

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BENDITOS MOLINILLOS

Comparar a una cocinera montando unas claras de huevo a mano, hasta que poniendo el reci-piente boca abajo no se mueven, con alguien que las monta usando una batidora eléctrica creada para ese motivo es una comparación curiosa. Siento la comparación, provocada por mi afición a la cocina, (¿segun-do? hobby) pero es muy real porque en ambos casos ocurre exactamente lo mismo. Mojar y remover una tierra a mano o con un taladro es exacta-mente lo mismo que la comparación de montar las claras a mano con con una batidora.

La aparición de los batidores metálicos unidos a los taladros sin cable ha cambiado enormemente el uso de los engodos y tierras. Has-ta su aparición, el principal secreto de preparar una mezcla, una vez que se daba con una compensada y adecuada, era “darle aire” y para ello había toda clase de procedimientos siendo el más racional aquel que con-templaba un remojado con tiempo de absorción adecuado, un segundo remojado hasta dar con la textura requerida y acabar pasando la mez-cla por cribas para asegurarse que el aire se distribuía de forma equitativa por toda la mezcla, eso que alguno llamaban “quitar los grumos”. La can-tidad de aire entre las distintas partí-culas de un engodo debe ser igual para que todo el engodo funcione por igual y en el caso de la tierra, esto es una necesidad mucho mayor por el peso, también mucho mayor, que la tierra tiene. Y con la aparición de los taladros y los molinillos unidos a ellos, nos ha venido a ver Dios porque hasta el más torpe de los pescado-res ya no se tiene que preocupar de hacer bien el más importante de los aspectos que no es otro que el repar-to del aire en la mezcla ¿que con eso no basta? Pues claro que no pero, de entrada, el punto donde más se joro-baban los engodos ya no es tan pro-blemático. Tanto es así que incluso los más “torpones” si se obsesionan con

pasar el molinillo una y otra vez, aca-ban dejando la mezcla fetén. Y tanto es así, que lo único que falta ya es que algunos entiendan que el cubo donde se pasa el taladro a no se sabe cuantas revoluciones por minuto, no es de aire y que el choque del moli-nillo a esas velocidades provoca un ruido que, si el cubo está apoyado en el suelo, sentirán los peces a cientos de metros de distancia: si el escena-rio es uno típico de competición será la señal de que “los que nos alimen-tan han llegado”, pero si no está tan pescado o lo está muy de semana en semana, el ruido causará problema. Curioso mundo el de la competición porque los prohibidores oficiales se pasan la vida acorralando a la ima-ginación con prohibiciones que no son más que gilipolleces y cuando deben prohibir algo de veras, no lo hacen. Una de dos, o ni puta idea de nada (bastante verosímil) o tienen un pacto con los fabricantes de taladros sin cable (poco verosímil pero creíble después del espectáculo de los chi-nos en el mundial de Bélgica y su pos-terior desaparición cuando los chinos y alguna marca que no podía compe-tir con los 14,50 pero sí con los chinos consiguieron el objetivo del recorte a 13 metros) ¡Por Dios, que prohiban de una vez usarlos en la orilla, al menos apoyados en el suelo!¡Benditos tala-dros y benditos molinillos!

TRES ERAN TRES

Existen tres formas básicas de mezclar tierra con engodos y, según se use una u otra, el mundo cambia aunque no cambiemos ni de tierra ni de engodo ni alteremos sus pro-porciones: podemos mezclar ambos ingredientes en seco, hacer la mez-cla con los dos húmedos y mezclar uno húmedo y el otro seco. Y esa será nuestra principal tarea hoy y tu prin-cipal experimento mañana en el río hasta llegar a dominarlos.

SECO + SECO

Es, sin lugar a dudas, la forma

más peligrosa de uso de la mezcla de tierras con engodo. La tierra tiene una capacidad de absorción de agua muchísimo mayor que cualquier engodo. Digamos que el diseño de los componentes de una tierra le per-miten a ésta ir cambiando sus carac-terísticas de tal forma que la tierra va cambiando si se la moja y se la deja absorber pero sigue admitiendo más agua, a base de seguir cambiando su forma y su comportamiento para volver a admitir más tras el reposo y así hasta convertirse en un barrillo de diferente tipo según la tierra.

El engodo tiene una capacidad de absorción del agua que depende de sus componentes, lógicamente, y de la forma en la que ha sido molido, es decir, del grosor de sus partícu-las. Sea como sea el caso, la mayoría de los engodos que usamos son de una granulometría media y, una vez mojados por primera vez, cuando se les deja reposar absorben el agua y el segundo mojado es peligroso porque puede alterar gravemente su mecá-nica de funcionamiento al contacto con el agua una vez lanzado. En todo caso, el nivel de absorción de agua es siempre infinitamente inferior en los engodos que en la tierra.

¿Por qué queremos mezclarlos en seco si es tarea nada fácil? Pues es sencillo de entender. Es cierto que los engodos y la tierras, una vez que llegan al fondo, a veces incluso al choque con el agua y en la bajada, se separan el uno del otro. Hay ocasio-nes, como puedan ser aquellos casos en los que los peces comen mucho engodo pero tenemos una corrien-te mediana que sin tierra nos lava el puesto de engodo dejándolo sin comida demasiado pronto. Hay otras ocasiones en las que, simplemente, nuestro engodo tiene una mecánica de trabajo muy rápida y sin cambiar de engodo porque tenemos mucha fe en el nuestro, queremos ralentizar esa mecánica un poco. En ese tipo de ocasiones es cuando la mezcla de ambos ingredientes en seco cobra importancia. Como quiera que no es lo habitual, lo que no puedes hacer es, sin haberlo practicado antes, el día de una competición ponerte a hacer-

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lo sin más. Tienes que asegurarte de saber hacerlo en tus pescas por placer o de entrenamiento para luego estar seguro en la competición.

CON CUIDADOPartimos de una tierra seca, es

decir, que tenemos esta tierra guar-dada en bolsas o en sacos asegurán-donos de que esté seca. Para ello, si la tenemos con humedad, bastará con dejarla unos días al aire hasta guar-darla seca.

El punto vital es el de saber qué cantidad de tierra y qué canti-dad de engodo. La forma de saberlo es muy sencilla: sólo tienes que usar los mismos componentes partiendo de la forma de mezcla que explica-remos a continuación, es decir, mez-clándolos primero los dos mojados. Así, sabrás la cantidad que necesitas de cada uno siempre que tomes en cuenta que hablamos de volúme-nes y no de peso, es decir, asegúrate de que mides la cantidad de tierra mojada con una medida de volu-men como pueda ser una vasija de

gusanos o similar e igualmente con el engodo. Una vez tomada esa medida, considera quitarle alrededor de una décima parte(volumen medio ocupa-do por el agua) y ya tienes la cantidad que debes usar en seco para que el resultado sea el mismo, aunque la mecánica de funcionamiento poste-rior sea distinta.

La regla de oro es dar el pri-mer remojado la noche anterior al uso y dejarlo reposando tranquila-mente en un cubo cubierto con una trapo húmedo, que no empapado, por encima. Si son varias horas de reposo,la tierra ganará la humedad en minutos y el resto del tiempo se lo pasará “prestándole” su humedad al engodo, es decir, fusionándose con él poco a poco. El engodo, por su parte, absorberá el agua inicial que pueda y la que la tierra le deje y simplemente irá cambiando poco a poco durante la noche.

Antes de salir para el escena-rio, le daremos un golpe de molinillo para darle aire a la mezcla. Dejaremos reposar una hora aproximadamente,

para que el aire que ha entrado en la mezcla, de nuevo provoque un repar-to de humedad en una mezcla que ya debe ser un todo. Será una hora antes del uso cuando nos aseguremos de que le añadimos el poco agua que vaya a necesitar de forma final. Para ello, necesitaremos de una cubeta lo más grande posible y de un atomiza-dor para ir atomizando y removiendo.

Tenemos que conseguir que, cuando se haga esta última parte del proceso, el engodo ya quede listo para toda la jornada. Malo si tenemos que seguir añadiendo agua porque a medida que añadamos agua, la tierra se apoderará del engodo y al final la mecánica de funcionamiento habrá cambiado sobre la que inicialmente diseñamos. Es una cuestión de probar hasta dar con ese toque que necesitas tener tú mismo. Hazlo todo muy len-tamente y no seas chapuzas hacien-do apaños del tipo de añadir tierra o engodo seco si te has pasado o cosas por el estilo. Aprende a hacerlo bien y practica siendo consciente de cada paso que das cada vez y corrigiendo

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tus errores hasta hacerte experto. No es difícil pero, incluso cuando ya se sabe hacerlo, si dejas de hacerlo mucho tiempo, y lo digo por pura experiencia, volverás a cometer erro-res.

HÚMEDO + HÚMEDOUn engodo húmedo es una

mezcla que ya tiene una forma de actuar dentro del agua desde que contacta con ella hasta que las bolas se asientan en el fondo y después. Esa forma de actuar es lo que deno-minamos “mecánica” del engodo. Es vital para que todo funcione bien que conozcas la mecánica de la mez-cla que vas a utilizar para saber si es eso lo que quieres o no. La forma de saber su mecánica es la de probar en aguas claras y observar el rastro que deja en superficie al choque, el rastro que deja en la bajada y el tiempo que tarda, una vez en el fondo, en desha-cerse la bola así como el comporta-miento que tiene en el lecho referido a si hace nube o no, etc. No te limites a seguir las instrucciones que alguien te da, incluso si ese alguien es un gran campeón, a los que respetamos pero cuyo uso probablemente será distinto al tuyo. Prueba tú hasta estar segu-ro de saber qué hace tu engodo en el agua. La mecánica del engodo es algo que estudiamos cuando ya está humedecido y listo para su uso, es decir, no tras el primer mojado.

Una tierra húmeda es algo que

tiene unas propiedades concretas y actúa dentro del agua de una forma concreta en cada caso. El problema con las tierras es que, al tener mucha capacidad de absorción de agua, su mecánica puede variar bastante. Sobre todo, su gran variación estará en el choque con el agua, dejando mucho, poco o ningún rastro y, por tanto, comportándose de forma similar en la bajada. Cuando llegan al fondo, una tierra, casi independiente-mente de cómo de húmeda esté, se va a comportar de forma muy simi-lar. Por tanto, averiguar su mecánica es mucho más sencillo que con un engodo: si queremos que la tierra lo que haga sea añadir peso, la hume-deceremos lo justo para que mezcle con el engodo y no deje rastro ni en superficie ni en bajada. Si, por el contrario, queremos dejar rastros, la humedeceremos más.

Una vez conocemos la for-ma de actuar, es decir, la mecánica de los dos elementos por separado, sólo tendremos que preocuparnos de hacer la mezcla correctamente enten-diendo una serie de puntos básicos:

CADA UNO POR SU LADOLa mezcla de estos dos ele-

mentos ya humedecidos significa que la mecánica de la mezcla, no la de cada parte sino la de las dos jun-tas, será la de una separación mucho más rápida que la mezcla estudiada

anteriormente con los dos elemen-tos juntos en seco. La razón es muy simple: en esta segunda opción, la tierra “acompaña” al engodo pero en realidad apenas si se mezcla con él. Mientras que entre elementos secos, las partículas del engodo “se pegan” a las de la tierra, en el caso de estar ambos humedecidos, no funciona así y lo que los une es simplemente la fuerza que aplicamos a cada bola al hacerla.

EL AIRE DE NUEVOMuchos pescadores cuando

mojan la tierra se encuentran con que, como resultado de las revolu-ciones del taladro, se crean bolitas pequeñas en la tierra y se obsesio-nan con ellas en el sentido de que-rer hacerlas desaparecer. De hecho, cuando se hacía con una criba, esas partículas no eran tan redondas sino auténticos trocitos individuales, aca-baban siendo separados y tirados fue-ra de la mezcla. Esa forma de actuar describe un desconocimiento de la mecánica de funcionamiento de las tierras típica de quien no está habi-tuado a su uso. Los trocitos, en este caso bolitas normalmente, de tierra, no sólo sirven sino que resultan vita-les en ayudar al buen funcionamiento de la mezcla. Esas bolitas crean espa-cios de aire entre la tierra y el engodo y ayudan de forma imprescindible al buen mecanismo de separación

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una vez llegadas al fondo. Por tanto, deja que las bolitas formen parte de la mezcla y usa la ventaja que da el taladro porque las crea esféricas fren-te a trozos irregulares creados por la fricción de las manos sobre la criba ¡No las tires!

HÚMEDO + SECOPor último, para cerrar esta

segunda entrega de las bases de conocimiento de las tierras, hemos de tratar el caso de cuando se usa una tierra no húmeda sino converti-da en barro para darle la humedad a un engodo seco. Utilizada en Euro-pa con mucha frecuencia cuando se trata de meter fouillies en el engodo y se buscan, sobre todo, pequeños gardones y bremitas, esta técnica es relativamente más sencilla que las otras. Digamos que es más fácil para un novato si sigue ciertas instruccio-nes básicas.

Este uso en España estará jus-tificado, especialmente cuando no tenemos el tiempo o la forma de

hacer los otros procesos con tranqui-lidad y bien hechos. Y es el adecuado en esos casos porque, sin duda algu-na, es la forma más rápida de mezclar tierra con engodo.

EL BARRILLOLas instrucciones no pueden

ser más simples: en una vasija peque-ña, digamos de un litro de gusanos, colocamos la tierra ya ligeramente humedecida. El volumen será de un litro de tierra para un kilo de engodo en seco. En realidad es un poquito menos porque debes dejar alrededor de dos dedos antes del borde libres.

Añadiremos agua muy lenta-mente hasta llegar al borde y la deja-remos que la tierra la absorba. Una vez absorbida, volveremos a llenar hasta el borde una segunda vez y con un dedo o con un pequeño pali-to, removeremos hasta asegurarnos de que toda la tierra contenida en el recipiente está húmeda por igual.

Ya que tenemos el barrillo, simplemente lo vertemos encima del engodo seco y le damos un buen

repaso de molinillo hasta repartir la humedad por igual. Lo dejamos repo-sar diez minutos y comprobamos cómo está: si ha quedado listo ya no hay nada más que hacer pero si que-da un poco seco, echaremos mano del atomizador y muy poco a poco daremos más humedad batiendo sin cesar con el taladro.

TEXTURA Y FUNCIONAMIENTODependerá de si queremos

meterle cebos dentro o no, si la deja-mos con una textura u otra y según el tipo de cebo. Si vamos a colocar foui-llies no hay problema porque nunca partirán las bolas en la bajada. Otra cosa bien distinta es que queramos colocarle granos o gusanos en cuyo caso necesitamos que esté más seca o de lo contrario se abrirán las bolas antes de tiempo.

Si te preocupa el tiempo de separación de la tierra y el engodo, olvídate de ello porque tardará el mis-mo tiempo que con cualquiera de los otros dos procesos. De hecho, esta

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forma, en todo caso, agiliza la sepa-ración y favorece la nube si la tierra es del tipo de las que provocan nube en el fondo.

Con esta segunda parte cerra-mos hasta el próximo número nues-tro capítulo de trabajo con las tierras. Será en ese número en el que estu-

diemos ya dos casos de adquisición y tratamiento de dos tierras concretas, una muy arcillosa para añadir peso y la otra también arcillosa pero justo para el efecto contrario, en engodos de superficie típicos del verano y los peces pequeños.

Hasta ese momento, debo insistir en lo importante de que dosi-

fiques bien esta información y vayas haciendo tus pruebas hasta tener una imagen mental clara, nítida de para qué cada cosa y cómo usarlas.

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Uno de los flotadores más populares que fabricamos en Drennan son los simples wagglers de pluma de pavo insertados. Produ-cimos cientos de miles cada año y lo estamos haciendo de esa forma ni me acuerdo ya desde cuando. Por supuesto, la pluma de pavo es un poco frágil, así es que es bastante fácil romperla y lanzan tan bien que suelen acabar en las copas de los árboles de la orilla opues-ta. Aún así, sigo preguntándome donde van a parar tantas y tantas cada año.

Quizás porque llevan aparejado un modo fácil y divertido de capturar peces, los dos tamaños medianos, es decir los que soportan pesos de 2,5 y 3 plomos AAA (es decir, de dos a dos gramos y medio), son las que ocupan el máximo lugar en el ranking de popularidad.

La inserción está creada para mejorar la detección de la picada y eso es lo que hace exactamente. La inserción es más fina que el resto de la pluma, con una descenso de gro-sor crítico respecto a ella y con una pérdida de flotabilidad importante que la convierte en mucho más sensible. Se podría utilizar un

trozo de caña de bambú para esta inserción más fina pero hemos preferido construirla en madera de balsa de alto grado de dure-za. Este material se puede trabajar en las máquinas y terminarla con el diámetro justo de tal forma que el flotador dará una magní-fica indicación de la picada sin ser demasia-do sensible ni tener la tendencia a hundirse sin otro motivo que no sea la propia picada. La madera de balsa de alto grado de dureza se mu estra eficaz para hacer su trabajo y lo suficientemente ligera para no destrozar el

delicado equilibrio que tiene que hacer con la pluma de pavo, siempre que se acierte con el diámetro correcto. Esto significa que se consi-gue una flotabilidad magnífica en la antena y se retiene una perfecta capacidad de vuelo al lanzar. Con este tipo de inserción, este no es mejor modelo para “tirarse” al suelo en aguas paradas porque, para eso, hay mejores mode-los. Este modelo es el idóneo para seguir una corriente suave pescando despegado del suelo.

Es evidente que, para aprovechar las enor-mes cualidades del flotador, se hace necesario que lo plomees hasta llegar a introducir toda la pluma bajo el agua. Yo diría que el punto idóneo es plomearlo hasta donde empieza la pintura fluorescente. Con el flotador plomeado hasta ese punto, si tienes picadas que signi-fiquen subidas del pez con el cebo, ensegui-da te encontrarás con un trozo de flotador blanco o negro que aparecerá en la superficie. Si deseas hundir hasta la mitad la superfi-cie pintada de color, bastará con que uses un rotulador permanente para aumentar la franja negra.

Para aprovechar las enormes cualidades del flotador, se hace necesario que lo plomees hasta

llegar a introducir toda la pluma bajo el agua.

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Aunque este flotador ofrece un número ele-vado de formas de pescarlo, tanto en aguas paradas como en ríos, el método que mejor fun-ciona con ellos es aquel que se basa en el uso de gusanos y casters de forma exclusiva. Estos dos cebos son, sin duda alguna, perfectos para ser usado como cebo suelto, que, introducidos bajo un sistema de “pocos y con frecuencia”,

pueden hacer que cardúmenes grandes de peces de mediano tamaño, suban a la superficie a buscarlos.

Los peces de pequeño y mediano tamaño, del tipo de los rutilos, tienen el hábito de seguir el rastro del cebo suelto hasta que dan con el punto donde cae. Para conseguirlo, obviamente, empiezan a seguir el rastro desde el punto del fondo donde llegan como punto máximo. Por esta razón, es una buena idea cebar desde el punto medio de la distancia que puedas pescar río abajo, mejor que en frente de ti. Así conse-guirás colocar al grupo de peces en el punto donde mejor controlas la línea y donde podrás hacer una buena presentación.

Estos peces rara vez se quedan a un deter-minado nivel de agua y casi siempre se mueven arriba y abajo, de forma que alteran su lugar de comida e incluso se dejan caer hasta fue-ra de la zona cebada para volver. Para lograr buen número de capturas, te verás obligado a alterar tu profundidad y a inspeccionar si hay picadas fuera de la línea de cebado dejando el flotador que se salga de ella. Capturar un buen número de peces con esta técnica es realmente

entretenido.Los flotadores de pluma de pavo insertados

se ajustan siempre en su base y funcionan mejor con plomos que lo atrapen. Al igual que con cualquier flotador fijo atrapado por plomos, la regla del 80/20 es la que mejor funciona, dejando un 80% del plomo total alrededor del flotador. A veces es una buena idea colocar un pequeño grupo, que formará parte del 20% restante, justo debajo del flotador, de forma que puedas moverlo en medio de la persecución de los peces a tu conveniencia. Cuando se pesca en río, los plomos que conforman la caída de ese veinte por ciento suelen ser del nº 10 cuan-do no hay corriente o es muy lenta, del nº 8 cuando la corriente remueve un poco más y del nº 6 cuando la corriente aumenta. Siempre es un buen consejo usar una unión del flotador con la línea de silicona o de quitavueltas, no sólo por la facilidad para cambiar el flotador, sino porque también permite que el flotador se doble sin problemas hacia todos lados, además de conseguir un “aterrizaje” un poco más lim-pio y un menor ruido a la hora de clavar. Una regla general que supone una pequeña ventaja aplicable a los modelos como éste de flotador fijo atrapado por plomos, consiste en dejar un pequeño hueco entre los plomos y la base del flotador. Estas pequeñas ventajas de un flotador más libre son interesantes siempre cuando se trata de grupos de peces pequeños que se están moviendo en la corriente buscando comida y a los que no queremos asustar con ruidos inne-cesarios al lanzar y, sobre todo, al clavar. Por tanto, también será necesario que los clavados se produzcan con la caña paralela al agua y hacia un lado y no hacia arriba, evitando así la salida brusca de debajo del agua de un flo-tador cuando se clava en la zona donde está marchando nuestra comida.

El montaje de estos flotadores al más puro estilo inglés: caña de 4,20 metros, carrete de bobina fija, línea del carrete de alrededor del 0,12 mms., acompañados de anzuelos finos de alambre de los números 18, 20 o incluso 22

El montaje de estos flotadores es al más puro estilo inglés:

caña de 4,20 metros, carrete de bobina fija, línea del carrete

de alrededor del 0,12 mms., acompañados de anzuelos

finos del 18 al 22.

LA FAMILIA DE LOS SEIS WAGGLERS DE PLUMA DE PAVO VAN DESDE EL PEQUEÑÍSIMO MODELO QUE ADMITE 3BB HASTA EL GRANDE DE 2,5 SWAN.LOS DOS MODELOS DE 2,5AA Y DE 3AA SON LOS IDEALES PARA ESTE MÉTODO.

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para gusanos. El tamaño y el peso de los anzue-los hace unas diferencias tremendas no sólo a la velocidad de capturas sino a su calidad ¡Es asombroso que, a veces, simplemente bajando el anzuelo aparezcan los más grandes de estos pequeños! Continuando con el tema de anzuelos y líneas delicadas, a veces incluso necesitarás bajos de línea entre el 0,7 y 0,10 mms. Si apa-recen peces más grandes o agresivos del tipo del barbo, necesitarás subir el carrete hasta un 0,14 de diámetro y los bajos incluso hasta un 0,12 mms. Sin embargo, es importante que tengas claro que si aumentas el diámetro del hilo, comenzarás a intervenir en el delicado

equilibrio de estos flotadores y cambiará su comportamiento. Los wagglers de este tamaño y forma que soportan de 2,5 a 3 AAA de plomo se llevan estupendamente con el buen tiempo, si las condiciones del tiempo hacen que aparezca el viento y se cree una corriente de viento en superficie, necesitarás flotadores más largos y muy probablemente una línea que se hunda rápidamente, pero, eso es otro método.

Si los peces comienzan a picar, desearás dejar caer tus lances por encima de la zona de cebado. A la vez, también puedes hacer alteraciones bajando al frecuencia de cebado y alterando en aumento los cebos bien sea de

gusanos, de casters o de ambos, siempre que seas cuidadoso y los aumentos sean pequeños y muy progresivos. Estos aumentos pueden aca-bar consiguiendo que los peces coman abajo facilitando así las cosas ¡Al menos durante un rato!

Esta pesca quizás no dé peces grandes pero es muy divertida, es un método que implica mucha acción y que te mantiene la mente ocu-pada y este tipo de flotadores son simplemente perfectos para este trabajo.

APAREJO DE INICIOPARA PESCAR CERCA DEL FONDO

UNIÓN CON QUITAVUELTASO CON SILICONA

3AA PEACOCKWAGGLER

BAJO DE 35 CMS.

BAJO DE 35 CMS.

APAREJO PARA PESCARLAS CAPAS ALTASA LA PASADA, PESCANDOCASI EN CAÍDA LENTA

6 Nº 8ESPACIADOSA 20 CMS.

3 Nº 10ESPACIADOSA 25 CMS.

ANZUELO Nº 22PARA GUSANO

ANZUELO Nº 18DE CURVA ANCHAPARA CASTER

PLOMADA DE 2,5 AACON PLOMOS DELNº 8 PARA AFINAR

WAGGLER DE PLUMADE 2,5 AA

WAGGLERS DE PLUMA DE PAVOCON INSERCIÓN DE BALSA DE ALTA DENSIDAD

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Este primer artículo sobre líneas de pesca a la inglesa nace como continuación de los dos ante-riores, escritos para el uso de las líneas básicas y sus derivaciones y relacionados con la pesca con enchufable.

Entendiendo una línea como aquello que va desde la punta de la caña hasta el anzuelo, es obvio que no hay comparación posible entre lo que se puede hacer con una línea de enchufable que se verá afectada por todo lo que coloquemos en ella de una forma absolutamente directa y es, además, algo que podemos manejar a nuestro antojo con el más leve movimiento de nuestras manos, con una línea en la que existen muchos metros entre la puntera de la caña y el flotador y que sólo se verá afectada por el movimiento de nuestro carrete y siempre una vez que esté en reposo. Quiero decir con ello que, mientras que con una enchufable podemos cambiar la presentación con la misma línea según introduzcamos ésta en el agua y, una vez en reposo, podemos sujetar, levantar, dejar caer, etc., a más o menos velocidad o con más o menos fuerza, con una caña de inglesa muchas

de esas posibilidades no existen. Por tanto, mien-tras que con las líneas de enchufable el tema es inacabable, con las de inglesa el terreno se acorta mucho más.

La intención, por tanto, de este primer artículo y del que le seguirá en el número de Enero, no es otra más que encaminar a los que aún puedan hacerlo, a la verdadera pesca a la inglesa, muy poco practicada en España, así como la de revisar ciertos conceptos mal usados o mal interpretados en la denominada pesca a la inglesa cuando ésta se disfraza de una forma de pescar fuera de dis-tancia y de toda lógica en situaciones en las que la pesca conocida como “a la inglesa” en absoluto es la idónea.

De nuevo, como ocurrió con las líneas de

enchufables, hay que decirdirse por una forma de clasificación y, en este caso, dicha clasificación, se basará en un criterio simple y sencillo: según el flotador se pesque fijo a la línea o se haga de forma que deslice por ella.

FLOTADORES FIJOS No basta, sin embargo, con clasificar con el

anterior criterio a los flotadores fijos por lo que ,a su vez, los dividiremos de acuerdo al criterio aparentemente más sensato: según lleven plomo en su base o no. El hecho de que un fabricante haga flotadores con plomo o sin plomo en la base de los mismos es toda una declaración de intencio-nes. De hecho, basta con entrar en una tienda de pesca en diferentes países y mirar los expositores de flotadores de pesca a la inglesa para saber qué se practica porque el tendero sólo tiene lo que vende. Si entras en Inglaterra, en determinados lugares de Francia o en casi todas las tiendas de Holanda y Bélgica, te encontrarás con una cla-ra mayoría de flotadores sin plomo en su base y, además, verás que dominan los flotadores sin cuerpo. Si, por el contrario, entras en una tienda en España, verás como la inmensa mayoría son flotadores con peso en su base y que los flotadores con cuerpo dominan el escenario. Aparentemen-te es el mundo al revés porque en España, con

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nuestro clima, deberíamos tener abundante mayoría de flotadores sin cuerpo y sin peso. Sin embargo, tiene su lógica aplastante: si bien el clima determina mucho el uso de unos u otros, son los escenarios los que acaban decidiendo qué se vende más o menos. Mientras que en esos países los escenarios de pesca habituales suelen ser peque-ños canales y ríos cuya anchura rara vez pasa de los 40 metros, en España nuestras riveritas están secas o destrozadas por salvajes canalizaciones, nuestros ríos grandes esconden pocos rinco-nes estables de anchura corta y nuestros pantanos son habitua-les mares sin orilla de enfrente alcanzable.

SIN PLOMO

Como las imágenes valen más que las palabras y hacen que todo sea más sencillo de explicar, sólo haremos una bre-ve descripción de lo que supone cada elemento.

Los flotadores sin plomo, que van desde pequeñas mara-villas de uno o dos gramos hasta monstruitos de 4 SSG, significan libertad. La libertad de elegir dónde colocamos todo o parte

del peso. Es decir, significan que uno decide cómo quiere pescar y qué quiere provocar en las caídas de los cebos o en los toques de los carretes. Esa deliciosa libertad que nos quitan los flotadores plomeados, es la que ha hecho que esta forma de pescar sea todo un arte que muchos campeones, JAMÁS han practicado ni falta que les hace. Mi consejo directo y claro es que busques las condiciones de escenario nece-sarias para practicarlo porque sólo habiendo practicado el arte de pescar con flotadores que tienen otras exigencias, podrás decir que sabes en qué consiste la pesca a la inglesa.

La clave de todo está en decidir si el peso total se coloca alrededor del flotador en, diga-mos un ochenta por ciento, que suele ser lo habitual, o decidimos cargar más peso después del flotador. El peso que colocamos después del flotador va, lógicamente de acuerdo con los efectos que queramos causar.

PLOMEADOS

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UNÓN A LÍNEALa importancia que tiene la unión de flotador

y línea, sobre todo en el caso que nos ocupa hoy, es decir, con flotadores fijos, va mucho más allá de lo que algunos piensan. No podemos olvidar que nuestro flotador debe ser capaz de registrar cada pequeña alteración para que podamos tomar las decisiones de clavado correctas. Sin embargo, el hecho de que se pesque cada día menos con flota-dores fijos está consiguiendo que los más novatos, a los que podemos unir renombrados veteranos cuya vida con al pesca a la inglesa se resume a pescar con deslizante, no cuiden los pequeños y muy importantes detalles. Con esta pequeña serie de fotografías y comentarios queremos dar una guía de lo más importante.

MOVILIDAD Si el flotador no queda ABSOLUTAMENTE SIEM-

PRE libre de forma que pueda moverse en 180º con total libertad, de forma automática debemos des-echar el montaje o el sistema de unión. Para que quede con total libertad, en el caso de que plomee-mos a su alrededor, debemos tomar en cuenta dos pequeños factores: por un lado, si los plomos se que-dan pegados a la herramienta que sujeta el flotador, lo estrangularemos y su comportamiento tanto “ en vuelo” como “posado” será de bajo rendimiento por bueno que sea el flotador; por otro lado, la carga de plomos debe estar siempre en la parte de la línea que está entre flotador y anzuelo. En la otra parte, de flotador hacia carrete debemos colocar normalmente un solo plomo. Cuanto mayor sea el flotador, tanto más importancia cobra su movilidad. Mientras que un flotador pequeño es más sensible a todos los movi-mientos, un flotador grandote que queda sin libertad total, sólo registrará bien las picadas evidentes.

Por último, y antes de pasar a las imágenes de diferentes modelos existentes en el mercado, recuer-da siempre que la sencillez es vital, sobre todo a la hora de pescar en lugares o con técnicas en las que prevemos que vamos a tener que tocar la profundidad más de una vez a lo largo de la mañana.

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DOSSIER

ANZUELOS (III)

Seguimos con nuestro dossier sobre anzuelos y en esta tercera entrega abordaremos detalles importantes. Sin embargo, me vais a permitir, amigos lectores, que os recomiende la lectura de los dos artículos anteriores, especialmente el del número anterior, antes de que os adentréis en el que ahora mismo tenéis por delante.

Comprender la mecánica de elección y funcionamiento de un anzuelo significa manejarse con criterio. Saber, conocer toda la información posible significa poder elegir con criterios de buen uso y no con otros criterios poco objetivos o que resaltan una aspecto del uso de un anzuelo sacrificando otros más importantes sin necesidad alguna porque, si hay algo que podamos afirmar, es que la inmensa mayoría de los fabricantes poseen muy completas gamas de anzuelos; eso sí, hay algún fabricante que es Dios con sus anzuelos y que jamás ha creado nada malo mientras que los demás suelen acertar en la mayoría de los casos pero no en todos sus anzuelos. De ahí que cada uno elija el suyo.

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Para hablar de los detalles a los que nos referíamos en el número anterior como contenidos de estos artículos, necesitamos dividirlos según distintos criterios.

Y nuestros dos primeros apar-tados de detalles tienen una relación directa con comprender los concep-tos básicos referidos a las cualidades y a las capacidades. A las cualidades porque es lo primero que les exigimos y a las capacidades porque es muy fácil llegar al abuso sin darnos cuenta de que el mejor anzuelo del mundo tiene limitaciones que no se debe sobrepasar o dejará de funcionar tal y como ideo su funcionameinto quien lo fabricó.

CUALIDADES

Las cualidades principales de un anzuelo se podrían establecer de muy distintas formas. Esto es como los vinos y lo cierto es que cuando uno oye hablar de las cualidades de los vinos y empiezan a hablarnos en lenguaje extraño o a decirnos los aro-mas que se encuentran sólo oliéndo-los, aquellas “napias” no entrenadas sufrimos mucho porque un vino nos huele bien o mal pero poco más: de ahí a lo de aromas de madera de roble mezclados con cereza, algo de man-zana y jazmín o cosas similares, hay un

trecho que simplemente justifica a los que saben y les coloca en un espacio etéreo inalcanzable para los que no sabemos. No hagamos lo mismo. Uti-licemos la menor terminología posible y ciñámonos a cualidades comprensi-bles y analizables por cualquier pes-cador.

LA FORTALEZA

Una obsesión clásica de los pescadores ha sido siempre la de bus-car que un anzuelo sea muy fuerte, es decir, que no le deje tirado nunca o, lo que es lo mismo, que ni se parta, ni se doble, ni se abra. Pero ¿qué es la forta-leza? Describirla como la cualidad por la cual un anzuelo nunca se parte o se abre es, simplemente, equivocarse una vez más en lo básico.

La fortaleza, y no sé cuantas veces habré utilizado en mis artícu-los esta terminología, una vez más es el fruto de un equilibrio. Por tanto la palabra clave es equilibrio y la bús-queda del anzuelo infalible empieza por buscar aquel anzuelo que resiste sin partirse y sin abrirse hasta el punto máximo para el uso para el que fue diseñado.

Hacer un anzuelo tan robus-to que nunca se abra ni se parta en nuestra pesca es hoy en día un trabajo simple que el peor fabricante puede llevar a cabo sin mayor problema. Las distintas aleaciones de materiales e incluso algunos materiales por sí mis-mos se bastan y se sobran para ello. Ocurre que la “robustez” entendida como cualidad esencial de la fortale-za suele llevar aparejado más cantidad de material, o lo que es lo mismo más grosor y más peso y claro, si lo que pretendemos es capturar peces de alrededor de un kilo y colocar cebos como puedan ser un par de gusanos, no necesitamos un anzuelo cuyo peso y diámetro de “hierro” equivale a matar mosquitos a cañonazos.

Por tanto, existe una primera razón de equilibrio establecida entre el grosor y el peso del anzuelo con res-pecto al cebo que vamos a clavar en él. Clavar gusanos en un anzuelo dise-ñado para cebos vegetales grandes,

por ejemplo, es darles una auténtica puñalada a los gusanos: eso no es ni malo ni bueno si se sabe “apuñalar” a los gusanos pero que el anzuelo pese más de la cuenta sí que juega un papel vital en la presentación del cebo.

Utilizar un anzuelo excesiva-mente fuerte, diseñado para capturas de peces de mucho más peso o de conducta mucho más violenta y usar-lo para peces de mediano tamaño, es absurdo porque el anzuelo “finito” de hierro, sin peso y adecuado al cebo que soporte a peces grandotes no existe y para los otros ya basta con el “finito”. De nuevo el equilibrio cuando se trata de elegir con criterio, relacio-nando al anzuelo con los peces a cap-turar y la fuerza de los mismos.

Por último, en este análisis de la fortaleza juega un papel también vital el tipo de técnica a utilizar. La presión que se pone sobre el pez la dictaminan dos puntos de partida y de llegada respectivamente: por un lado ejercemos la presión con nues-tras manos agarrando la caña por un punto determinado para que sea ésta la que se convierta en prolongación de nuestra fuerza corporal, usando los elásticos en el caso de enchufables o telescópicas, usando el anillado de la caña y la flexibilidad de sus piezas en el caso de cañas de inglesa o de feeder y la elasticidad del hilo, todos ellos como elementos de partida y de continuidad ¿Cuál es el punto de lle-gada? Lógicamente el anzuelo. Pode-mos colocar un maravilloso anzuelo que nunca se nos suelta con las carpas habituales en su tamaño de, digamos, número 14, que transporta nuestros gusanos o incluso un grano pequeño de maíz sin problemas, cuando todo ello está siendo usado en la pesca con una caña de inglesa pero ¿que ocurre si ese mismo anzuelo, con ese mismo cebo, se coloca en una enchufable que lleva cargada una hydro negra al tercer tramo?¿Qué ocurre si lo colo-camos en una caña de feeder en la que apenas hemos invertido 30 euros y cuya elasticidad muere en el final de la antena de detección de picadas porque el resto de la caña es un palo? Pues lo más normal es que la presión

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acabe sacando el anzuelo de la boca del pez con la consiguiente pérdida de la captura.

Por poner un último ejemplo de la relación entre técnica y elec-ción del anzuelo, hay veces en las que pescamos minitallas en zonas donde éstas no son atacadas por peces gran-des. No me refiero a sus depredado-res naturales, digamos alburnos con black-bass, lucios, luciopercas, etc. Me refiero a zonas donde los barbos y las carpas, por ejemplo, aún no ha desa-rrollado la costumbre de aposentarse en el fondo por debajo del cardumen de alburnos y cuando éste está bien reunido, atacarlo para comerse algu-nos como dieta habitual.

Si la situación es la segunda, estos peces también comen los mis-mos cebos que los pequeñajos. Y en estos casos, lo que nadie quiere en medio de una competición, por ejemplo, es que se te clave un barbo gigante que acabará rompiéndote pero que, antes de hacerlo, se retor-cerá en su defensa en medio de los alburnos asustando al cardumen que muy probablemente tardará en volver a reunirse confiadamente en la zona que te interesa.

¿Qué anzuelo elegir?¿Uno fuerte que aguante miles de albur-n o s s i n p e rd e r p a r a n a d a s u s capacidades?¿Uno blando que aguanta mejor al cebo haciendo que salgan más alburnos con cada ceba-da pero que con un barbo mediano se abrirá en cuanto éste empiece su carrera?¿Qué nos interesa más?

De nuevo el equilibrio cuando se trata de elegir con criterio, relacio-nando en este caso la elección del anzuelo con la técnica y los medios empleados.

EL PESO

Nunca sabremos con exacti-tud, ni siquiera por aproximación, los puntos de decisión en los que se basa un pez a la hora de tragar o escupir un anzuelo con su cebo o a la hora de ni tan siquiera tocarlo, y que están relacionados con el peso del anzuelo.

Hablar del peso del anzuelo es

algo que parece baladí, sin sentido, una auténtica memez porque las dife-rencias de peso son imperceptibles. Es una opinión como otra cualquiera. Sin embargo, los resultados no son los mismos. Para aquellos a los que la pesca dejó de ser algo consistente en ver si soy capaz de sacar muchos peces seguidos una vez que doy con la forma, la experimentación nos ha salvado nuestra motivación por la pesca. Y cuando uno dedica horas a experimentar, lo cierto es que obtiene resultados curiosos que, a veces son objetivos y otras veces son aprecia-ciones bastante acertadas pero en absoluto infalibles. Si tras pasarse uno al terreno de la experimentación diera con situaciones infalibles, ya si que no nos quedaría nada para seguir moti-vados e ir al río ¡Cómo envidio a los que son capaces de estar haciendo lo mismo día tras día sin aburrirse, como ostras! Experimentar significa que, a veces, te pasa alguien por detrás y te pregunta cosas como ¿Has firmado ya la escritura del puesto? Simplemente porque lleva viéndote pescar en el mismo sitio algunos meses ¿Qué diría si supiera que, además, llevas esos meses haciendo exactamente lo mis-mo con muy pequeñas variantes que te permitan llegar a conclusiones cier-tas? Experimentar significa arriesgarte con los resultados para afirmar algo que luego alguien te lee y al ponerlo en práctica no le funciona, es decir, arriesgarte a que ese alguien ya no crea más en ti. Pero experimentar es algo necesario, al menos en mi caso y seguirá siendo la base fundamental para que me levante temprano y me vaya al río.

El peso de un anzuelo tiene una relación directa con varios aspec-tos que voy a entrar a analizar pero no sin antes afirmar que esta teoría, por cierto nada nueva, no es muy aplica-ble a anzuelos cuyo tamaño está por debajo de un habitual número 18 y con hilos por debajo de un ø 0, 12 mm. La teoría, por tanto, se refiere al uso de anzuelos e hilos claramente por encima de esos tamaños.

Existe una indudable relación entre el peso del anzuelo y la can-tidad de cebo vivo que transporte

porque un par de gusanos o tres en un anzuelo grueso y pesado, por mucho que sea del número 12, por ejemplo, mantienen una actividad completamente distinta ante los ojos de los peces, actividad que, además, es mucho más diferente según el anzuelo esté en el aire, donde, ayu-dados por la corriente o por el hecho de estar suspendidos, los gusanos pueden “manejarse”, frente a la mis-ma situación, con el anzuelo encima de un lecho blando donde el propio anzuelo, por el propio movimiento de los gusanos, tiende a clavarse y ente-rrarse quedando como algo muerto. En contra de lo que puedas pensar, si has de apoyar el anzuelo en el fondo, los anzuelos pequeños funcionan mal y los grandes funcionan mejor cuando la cantidad de cebo vivo es la suficien-te como para que aquello “tenga vida”. Prueba en tus días de pesca por placer y te sorprenderá lo que los peces pre-fieren cuando se trata de tamaño de anzuelo y su peso relacionado con el cebo en el caso de cebos vivos.

La segunda relación entre el peso del cebo y el resto de compo-nentes, tiene que ver con el hilo uti-lizado. El uso de bajos de línea muy finos hace que el comportamiento de los anzuelos en cuanto se trata de pes-car al aire, no digamos ya apoyados en el fondo, convierta en antinatural una presentación con el consiguien-te rechazo del cebo por parte de los peces. Hacer una tabla de usos es tremendamente difícil pero vaya por delante que la relación entre el grueso del hilo y el peso del anzuelo es vital en la presentación: probablemente más que ningún otro parámetro de los habituales. Hasta tal punto esto es así que, en pruebas realizadas con peces de mediano tamaño hacia arriba, es decir, peces veteranos, ayudándome, además, del hecho de que no exista lucha por el cebo, sino con peces soli-tarios o muy poco acompañados, los resultados son tremendamente claros. El uso de bajos de línea de fluorocar-bono está revolucionando la pesca y la revolucionará mucho más en muy poco tiempo ya que hay fabricantes que ya los hacen pensando en nuestra pesca y no sólo en el mar como hasta

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hace muy poco. El uso de un bajo de línea de fluorocarbono de un diáme-tro del 0,18 o del 0,20 echa para atrás en nuestra pesca con flotador casi de forma automática. Las razones son dos: primero que son muy gruesos y segundo que, en el caso del fluoro-carbono son tiesos como un alambre. Sin embargo, cuando este “alambre” se ata a un anzuelo grandote, digamos un número 10 o incluso un número 8, al que hemos cargado con un cebo pesado( 6 o 7 gusanos vivos o una combinación de siete u ocho gusa-nos ahogados con un par de vivos); cuando lo hemos cargado con tres granos pequeños de maíz y todo ello está apoyado junto a ese bajo de 50 centímetros de largo que están com-pletamente apoyados en el fondo sin ningún plomo o con varios plomitos a cinco centímetros unos de otros sien-do éstos del número ocho (en casos de corriente suave en el fondo), don-de no había picadas, aparece el pez grandote asombrosamente. Recuer-do imborrable a mi querido maestro “Gallardo” de Montijo que entendió como pocos eso de capturar al gran-dote si andaba cerca, aún a pesar de que algún indocumentado dijera que era tan simple como tirarse en el fondo ¡Te recuerdo maestro! Si tú, mi querido Gallardo hubieras conocido el fluorocarbono, no tendrían donde esconderse los barbos grandes del Puente de los Suspiros.

Prueba y te sorprenderá el resultado.

LAS CAPACIDADES

Hablar de la capacidad de un anzuelo es algo que da pié a organizar todo un tratado para poder explicarlo adecuadamente. Sin embargo, el pre-sente texto y las fotos que lo acom-pañan pretenden, humildemente, dar una idea valida para todos, desde el más novato hasta el más veterano. Este es el punto donde me refería a lo bien que vendría que tuvieras por delante esa recreación tridimensional que os hicimos en la página 52 del número anterior.

HUECO Y CLAVADO

No podemos pensar que la des-cripción de una capacidad tiene ven-taja o es mejor que otra. La capacidad de un anzuelo para hacer cosas siem-pre es una relación como mínimo, entre dos de sus componentes mor-fológicos. En este caso se trata de rela-cionar el hueco y el clavado. La mayor o menor anchura del hueco y la altu-ra de la picada o clavado establecen la cantidad de cebo que un anzuelo puede llevar cuando se trata de cebos vivos que se colocan colgando de la curva del anzuelo. Siendo prácticos, en nuestras modalidades habituales y hablando en general para todas las técnicas, esta relación es la que nos hace ver si podemos colocar uno, dos, tres, cuatro o más gusanos o colocar una dos o tres pequeñas lombrices o trozos de las mismas. La cuestión está en saber siempre dónde está el límite ¿Por qué? Pues simplemente porque si sobrepasamos la capacidad, parte de esta acabará colocada en la pati-lla y otra parte acabará presionando sobre la muerte del anzuelo. El resul-tado es negativo por partida doble: por un lado, la muerte no penetrará como debe y, en caso de que lo haga, estará clavada con mayor debilidad; por otro lado, si pescamos al aire no se notará mucho el exceso de carga en la patilla pero si lo hacemos en el fondo, el exceso en la patilla significará que al ejercer el clavado, la patilla no dará el giro que debe dar con naturalidad resultando en mal clavado o incluso en sacar el cebo de la boca al propio pez.

Esta relación se convierte en todo un clásico de cargas excesivas cuando alguien llega a pensar que un anzuelo de tamaño entre el nº 22 y el número 12 que no esté cubierto por el cebo de forma completa será visto por los peces. Esa absurda idea no es más que el reflejo de un desconocimien-to absoluto sobre la forma de comer de los peces que no es otra que la absorción debido a que sus dientes no están en la boca sino en su faringe. El exceso de carga es tu mayor enemigo. Si has de optar por algo, que sea por poca carga y, en todo caso, recuerda

que debes mantener un equilibrio entre el propio peso del anzuelo, su volumen y la cantidad de cebo para permitir que se presente de forma natural y que se comporte bien a la hora de trabarse.

LARGO DE PATILLA Y CURVA

Esta es una relación interesante en dos casos claros y obvios: cuando se trata de cebos como la lombriz, ensartada en la patilla. En estos casos, el uso de anzuelo cuya patilla sea muy corta es inadecuado porque no ten-drá capacidad de giro con el peso de la lombriz para hacer que la muerte acabe haciendo su trabajo adecuada-mente.

La otra situación es cuando se trata de cebo cuya situación se basa en la propia patilla. Hay veces que queremos colocar dos granos de vegetal como maíz o trigo y necesita-mos que la patilla sea adecuada a los mismos para darles una forma natural y que no afecte a la mecánica del cla-vado. Para muchos será muy sorpren-dente lo que se obtiene como resulta-do cuando el cebo está exclusivamen-te unido a la patilla y apoyado en el inicio de la curva pero los pescadores de mar, por ejemplo,saben muy bien cómo funciona esto con cebos como los camarones, gambas, etc. Y los que somos ya veteranos y llegamos a usar

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los camarones antes de que nuestras autoridades permitieran la muerte de los ríos, también sabemos qué signifi-ca este punto. Las fotos serán aclara-torias de este punto, espero.

LONGITUD FRONTAL Y PATILLA

Probablemente la relación más adecuadamente tratada por la mayo-ría de los pescadores. Aún puede uno recordar aquellos primeros anzuelos enormes de gran patilla en los que insertábamos nuestras lombrices y, para estar seguros de que todo iba bien y quedaba bien tapadito, empu-jábamos la lombriz hilo arriba uno o dos centímetros. La idea era que el propio nudo del anzuelo sirviera para frenar al animalito que, retorciéndose, pudiera escarpar de anzuelo y evitar que se viera la punta del anzuelo.

Cuanto más cerca está la pala del anzuelo de la punta del arpón, es decir, cuanto más pequeña sea la patilla o más alta la longitud frontal, menos adecuado es un anzuelo para portar cebos que no lo entierren por completo.

En nuestras modalidades estos anzuelos son aquellos que, típica-mente, se crean para el uso del maíz, haciendo que éste se use en un sólo grano en varias posiciones, todas ellas

con la muerte al aire o de lo contrario el clavado se complicará.

En los últimos años, en aque-llos países donde no se dicen gilipo-lleces del tipo de “esta prohibido usar cebos amasados” y chorradas simila-res, están apareciendo anzuelos dise-ñados específicamente para el uso de pellets blandos o de pan que acercan ambas partes del anzuelo para alojar un cebo que el pez quita con facilidad del anzuelo pero que, en estos casos, hacemos que le resulte más difícil librarse del pinchazo.

CON O SIN MUERTE

Esta es una historia vieja, muy vieja porque los buenos pescadores, cuando no se fabricaban anzuelos sin muerte, o no eran frecuentes, había muchas situaciones en las que ellos mismos anulaban la muerte o arpón aplastándolo parcial o totalmente.

Una cosa muy curiosa que uno ha observado en los últimos años es a algunos pescadores hablar de lo problemático del uso de anzuelos sin muerte y, tras escucharlos, uno se va a casa pensando “Este tío nunca los ha usado o los usó un par de veces y ya los ha condenado”. Debo admitir que yo pertenecí a ese grupo un tiempo hasta que la obligación me enseñó otra cosa. Vivir en Inglaterra significa tener que pescar en muchísimos tra-

mos de río y en lagos donde la pesca con muerte está totalmente prohibida y perseguida. Así es que no te queda más remedio que pescar con anzue-los sin muerte porque si allí te cogen infringiendo la ley (y lo vigilan), te caes con todo el equipo: ellos sólo prohí-ben lo que pueden vigilar porque prohibir para no vigilar y sancionar ya sabemos en España el resultado que da. Pues, el uso te enseña… .

Las ventajas de un anzuelo sin muerte son innumerables y, si acaso, la única aparente desventaja con res-pecto a los que llevan arpón, está en la facilidad con la que se pueden soltar los peces. Mentira, es, simplemente, mentira. Un anzuelo sin muerte clava mucho mejor a los peces y, si no aban-donas la tensión en la línea mientras trabajas al pez, es simplemente impo-sible que se suelte y es más, girará con facilidad ante los cambios de direc-ción, cosa que no permite el arpón. Como quiera que dejar sin tensión la línea mientras se trae un pez es una ocurrencia propia de los que pondrían manteca encima de unas brasas, asun-to concluido.

Centrémonos, por tanto, en la cualidad principal de un anzuelo sin muerte que no es otra que un trata-miento de los cebos infinitamente mejor. Y centrémonos también, así mismo, en la ventaja de un anzuelo con muerte que no es otra que, en determinados cebos su agarre es mejor pero no te dejes engañar, si no necesitas hacer carne al clavar, y en nuestras modalidades rara vez se necesita, desde la presentación del cebo hasta el comportamiento duran-te la lucha, es casi todo mejor en los anzuelos sin muerte.

Hablar de la cualidad buscada de que un anzuelo no se despunte y siga igual tras mucha pesca es algo que no es muy necesario ahondar en ello. A saber: si manejas el desanzue-lador correctamente, mientras no pin-ches en hueso no hay razón para que la inmensa mayoría de los anzuelos de hoy en día no aguanten toda una jornada. Otra cosa es que desanzueles con la mano y tengas la costumbre de retorcer el anzuelo. Saber cuándo está embotado es sencillo si tienes gusa-

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nos a mano porque al pincharlos, si el anzuelo les saca el líquido, la punta se ha jorobado, en el supuesto de pases el anzuelo bajo la piel y no atravesán-dolo con puñalada trapera.

OJAL O PALA

Los anzuelos de ojal no suelen ser muy utilizados en nuestra pesca, excepción hecha del feeder donde reinarán en el futuro sin duda alguna, sobre todo cuando alguno deje de decir las imbecilidades típicas esas que tienen que ver de nuevo con el cebo “amalgamado” (¡anda y jódete con la terminología! Ya sólo les falta usar el verbo implementar y estarán a un paso del orgasmo de vocabulario sin saber qué significa lo que dicen) o que el cebo deba de ir en el anzuelo, es decir, cuando los que no tienen ni puta idea dejen de decir chorradas en el mundo de la pesca con feeder. Pasa y úsalos.

E l funcionamiento de un anzuelo con ojal es completamen-te distinto a uno con pala. Desde la propia posición de los cebos en el anzuelo hasta el comportamiento físico durante el clavado en todas su fases no se parecen en nada.

La pala da poco de sí. Pequeños ángulos parecen establecer distintos tipos de pala pero no es nada signifi-cativo. Sin embargo, en el mundo de

los ojales su posición varia de unos a otros haciendo que todo cambie de forma increíble.

No te quepa duda alguna: la capacidad de clavado de una anzue-lo con ojal es mucho mayor que la de uno de pala. Si, además, el anzuelo de ojal va unido a un bajo que se une a la línea mediante un quitavueltas, es decir, si la autonomía del anzuelo es total y no está determinada ni por el bajo ni por la línea, su capacidad de clavado y su capacidad de presen-tación del cebo, especialmente en aguas corrientes o en ligero movi-miento, mejora de forma drástica.

Amigo lector, prueba a sustituir algunos de tus anzuelos en la pesca a la inglesa por los de ojal y te sor-prenderás.

Y con esta segunda entrega, ya sólo nos quedará rematar con los usos de unos y otros, si es que unos y otros acaban por rellenarnos las fichas que les hemos enviado, que esa es otra ¡Menos mal que algunos viven de esto de la pesca!

ANEXOEL TAMAÑO SÍ IMPORTA

La utilización de anzuelos evo-lucionó más entre los años 70 y los años 90 de lo que pueda volver a hacerlo jamás, con casi total certeza.

La creación de anzuelos peque-ños, diseñados para transportar dife-rentes tipos de cebo y en diferentes cantidades, dio origen a la manía por utilizar siempre el anzuelo más pequeño posible por la enorme cali-dad que éstos poseen ¿Quién no ha escuchado eso de “con un 14 no me daban una picada y fue bajar al 18 y empezar a tener picadas”, sobre todo al final de una competición? Es una de las justificaciones de fracaso o de éxito más utilizadas por los pescadores. Por tanto, debe tener su importancia. Sin embargo, su importancia sólo es tal cuando se utiliza el sentido común para entender el funcionamiento de

los anzuelos. Y cuando hablamos de funcionamiento, lo hacemos pensan-do en la forma de pesca y en el cebo a utilizar.

Con el tiempo, no sé si en la próxima entrega de este dossier o si dentro de un tiempo cuando haya-mos reunido toda la información que merecéis y para no ser simplones sino cumplir con las reglas de los dossiers: deben ser una información pedagó-gica completa. Y será completa en este caso cuando analicemos sepa-radamente la forma de pesca y los diferentes tipos de cebos a la vez que elijamos lo mejor de cada casa para cada caso.

Hoy, para cerrar este dossier, sin embargo, nos vamos a centrar en la tercera pata de la elección del anzuelo. Recordemos: el tipo de pesca y el tipo de cebo son dos elementos sustanciales a la correcta elección del

anzuelo; el tercer aspecto tiene una relación diferente que consiste en relacionar el tamaño del anzuelo y el del cebo. Y lo vamos a hacer con fotografías que deben ser fáciles de entender. Y, además, vamos a separar los anzuelos según lleven el cebo en su cuerpo de aquellos que lo llevan fuera bien sea con los denominados “hairs” o pelos, típicos de los boilies o con sistemas con las gomitas atadas bien al anzuelo de forma directa o bien atadas a un pelo. Las primeras fotografías son las dedicadas a nues-tras técnicas de inglesa y de enchufa-ble. Las segundas, van dedicadas a la pesca del feeder aunque también son perfectamente utilizables con enchu-fable y con inglesa y, de hecho, son mucho más efectivos que los cebos en el propio anzuelo .

ANEXO

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