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¿cómoves? e n e r o de 1999 8 fdg.lkdsufgoiuioug Un vistazo al sueño humano de la creación La inteligencia artificial ¿Hacia dónde nos lleva? Renato Gómez Herrera Rapi Diego C UANDO en los años cuarenta se pusieron a funcio- nar las primeras compu- tadoras (esos roperos de metal, llenos de bulbos) se les llamó “ce- rebros electrónicos”, ya que podían hacer sumas. Esto hizo imaginar a muchos: “Mañana las máquinas conver- sarán con nosotros”. Y entonces el cine, los dibujos animados y la televisión se poblaron de robots “inteligentísimos” —aunque de movimientos algo torpes— que acompañaban a los humanos en toda clase de mundos. Mientras los alumnos de cibernética seguían perforando tarje- tas, en el cine la computadora HAL se ponía paranoica y tomaba la decisión de asesinar a los astronautas de la película 2001, Odisea del Espacio. La industria de las computadoras no dejó de evolucionar y, de pronto, aque- llos enormes aparatos con grandes cintas de carrete se volvieron pequeños y mu- cho más fáciles de operar. Un día ya te- nían un monitor y un teclado para comunicar- nos con sus circui- tos. Al día siguiente aparecieron en nuestras casas las computadoras personales y hoy están por todos lados, volviéndose in- dispensables. Los niños de hoy viven en un mundo que, por lo menos en parte, la ciencia ficción imaginó hace 50 años. ¿A nuestra imagen y semejanza? La palabra robot, acuñada en 1921 por el escritor checo Karel Capek, ya ha dejado de ser sinónimo de androides metálicos que van moviendo sus brazos como ten- táculos, mientras avanzan sobre sus rueditas por el planeta de las Amazonas Sicodélicas. Los robots serán parte de nuestra vida cotidiana. Ya comienzan a serlo. En el siglo XX, el ser humano intenta reproducir el anti- guo mito de la creación. Así como, según la Biblia, Dios creó a Adán y a Eva para no estar solo, ahora nosotros quisiéramos crear compañeros a nuestra imagen y se-

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¿cómoves? e n e r o d e 1 9 9 9

8

fdg.lkdsufgoiuioug

Un vistazo

al sueño humano

de la creación

La inteligenciaartificial

¿Hacia dónde nos lleva?

Renato Gómez Herrera

Rapi

Die

go

CUANDO

en los años cuarentase pusieron a funcio-nar las primeras compu-tadoras (esos roperos de metal,llenos de bulbos) se les llamó “ce-rebros electrónicos”, ya que podíanhacer sumas. Esto hizo imaginar amuchos: “Mañana las máquinas conver-sarán con nosotros”. Y entonces el cine,los dibujos animados y la televisión sepoblaron de robots “inteligentísimos”—aunque de movimientos algo torpes—que acompañaban a los humanos en todaclase de mundos. Mientras los alumnosde cibernética seguían perforando tarje-tas, en el cine la computadora HAL seponía paranoica y tomaba la decisión deasesinar a los astronautas de la película2001, Odisea del Espacio.

La industria de las computadoras nodejó de evolucionar y, de pronto, aque-llos enormes aparatos con grandes cintasde carrete se volvieron pequeños y mu-cho más fáciles de operar. Un día ya te-nían un monitor y un teclado para

comunicar-nos con sus circui-tos. Al día siguienteaparecieron en nuestras casaslas computadoras personales yhoy están por todos lados, volviéndose in-dispensables. Los niños de hoy viven enun mundo que, por lo menos en parte, laciencia ficción imaginó hace 50 años.

¿A nuestra imageny semejanza?

La palabra robot, acuñada en 1921 por elescritor checo Karel Capek, ya ha dejadode ser sinónimo de androides metálicosque van moviendo sus brazos como ten-

táculos, mientras avanzan sobre susrueditas por el planeta de las AmazonasSicodélicas. Los robots serán parte denuestra vida cotidiana.

Ya comienzan a serlo. En el siglo XX,el ser humano intenta reproducir el anti-guo mito de la creación. Así como, segúnla Biblia, Dios creó a Adán y a Eva parano estar solo, ahora nosotros quisiéramoscrear compañeros a nuestra imagen y se-

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9 e n e r o d e 1 9 9 8 ¿cómoves?

Foto

: Adr

ián

Bode

kmejanza. ¿Pero, de qué tipo? Que nos seanútiles y podamos interactuar con ellos deuna forma cercana, casi natural; por esose desea poner un cerebro artificial den-tro de un cuerpo que imite lo mejor posi-ble al nuestro. Finalmente somos comotristes Gepetos soñando con darle vida aun muñeco de madera para no sentirnostan solos. Procurando ese sueño, el indus-trial estadounidense Joe Engelberg cons-truyó un prototipo en los años cincuenta,y en la década siguiente vendió su primerrobot útil. Pero realmente los robots de-jaron de ser ficción en los años ochenta,cuando brazos gigantes que semovían obedeciendo un progra-ma predeterminado, desplazarona los obreros en las fábricas auto-motrices de Japón. Y aunque la ro-bótica tiene el objetivo de poner a lasmáquinas a trabajar en todas las áreasposibles, esto es caro y complicado.

En los Estados Unidos han logradocrear un modelo que es capaz decaminar, captar el movimiento deuna pelota en el aire y cacharlacon su mano mecánica. Sin em-bargo, para ejecutar un movi-miento tan sencillo, el costosorobot (que asemeja más a unamaraña de alambres y pistoneshidráulicos que a un humano) estáconectado a varias computadoras que tra-bajan a su máxima capacidad intentandocoordinar lo que detectan los “ojos” (va-rias cámaras de video) y el movimientodel brazo y la mano.

Aunque es cierto que Mike —otrorobot acoplado a una lavadora rodanteque limpia, pule y abrillanta pisos— esaún tan caro que cuesta menos tener unempleado que lo haga, no siempre seráasí. Un día, la producción en masa haráa los robots baratos. Si algunos tendránuna figura semejante a la nuestra, estápor verse. Lo que parece más factiblees que sus cerebros electrónicos tenganalgún grado de inteligencia.

¿Puede la inteligenciaser artificial?

La inteligencia artificial (IA) puededefinirse como el medio por el cual lascomputadoras, los robots y otros disposi-tivos realizan tareas que normalmente re-quieren de la inteligencia humana. Porejemplo, la resolución de cierto tipo de

Rapi Diego

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problemas, la ca-pacidad de discri-

minar entre distintosobjetos o el responder

a órdenes verbales. La IAagrupa un conjunto de téc-

nicas que, mediante circui-tos electrónicos y programas

avanzados de computadora, busca imitarprocedimientos similares a los procesosinductivos y deductivos del cerebro hu-mano. Se basa en la investigación de lasredes neuronales humanas y, a partir deahí, busca copiar electrónicamente el fun-cionamiento del cerebro.

El avance en la investigación de lasredes neuronales va ganando terreno a unavelocidad espectacular. Entre sus aplica-ciones destaca la poderosa computadoraDeep Blue, que puede vencer a cualquierjugador de ajedrez: no sólo tiene gran can-tidad de jugadas programadas, sino queaprende de su adversario, por lo que seva volviendo capaz de adelantarse a lasdecisiones de su enemigo y hundir susestrategias antes de que prosperen.

Esas redes también se han usado enlos autos robot, que pueden circular porlas autopistas a una velocidad normal conun excelente margen de seguridad, y dehecho han cruzado la Unión Americanade costa a costa sin que el conductor tu-viera que tocar el volante o los pedales.Persisten dos problemitas: la cajuela con-tinúa atiborrada de equipo y cuestan undineral. Pero siguiendo esta línea de avan-ce, es posible que en la próxima décadasea común que en la central de autobusesuna máquina pregunte al pasajero si de-sea viajar en un autobús conducido porun humano o guiado por computadora;este último servicio será más seguro y porlo tanto más caro. Se espera que en pocotiempo, imitando el funcionamiento denuestro cerebro, las computadoras ya notendrán un gran procesador, sino miles (ymás adelante millones) de pequeñosprocesadores totalmente interconectadosentre sí, lo que permitirá la maravillosacapacidad de aprender a través de expe-riencias recogidas por los “sentidos” de

la máquina (cámaras de video,micrófonos, etcétera).

¿Qué podemos esperaren el futuro?

Se han hecho cuantiosas predicciones delo que la aplicación de las técnicas de IAtraería en el futuro; algunas podrían serrealidad en poco tiempo y otras parecenfrancamente especulativas.Echemos un vistazo:

En el terreno de lascomputadoras persona-les, la velocidad de unprocesador será enormey no podremos agotar sumemoria ni cargando ciclosenteros de cine ruso, que po-dremos ver doblados al españolcon una voz idéntica a la de los acto-res. Serán gobernadas con la voz: “Ac-tívate”. Quizá ya no sean necesarios losmonitores; unos anteojos inalámbricos derealidad virtual nos mostrarán cómo va

quedando nuestro texto. Los teclados tam-bién serán tan obsoletos como ahora loson las tarjetas con hoyitos; en vez de te-clear, quizá podremos plasmar palabras

en la memoria de la computadoracon sólo imaginarlas, gra-

cias a una discreta pla-ca (chip) adherida anuestra frente. Una vozagradable nos dirá al

oído que hemos cometi-do un error de sintaxis ynos proporcionará, si lodeseamos, una lista deposibles soluciones. En

lugar de usar el “ratón”, po-dremos manipular el texto (o el dibu-

jo, o lo que sea) con el movimiento denuestros ojos, que será detectado por uninofensivo rayo láser.

A la vanguardia de la IA

El doctor Ismael Espinosa me abre sonriente las puertas del Laboratorio de Cibernética de laFacultad de Ciencias, de la UNAM. Son las nueve de la mañana en punto. Nos concede la entre-vista en su despacho, saturado de libros, imágenes de paisajes futuristas y uno que otro robotde juguete.

¿Qué sueñan los que ahora están a la vanguardia de la inteligencia artificial?—Creo que el hombre desea, desde hace mucho, a un amigo que lo acompañe en su viajepor el cosmos. Hace milenios se inventaron las marionetas, después los androides animadospor complejos mecanismos de relojería, como el famoso jugador turco de ajedrez, que in-cluso le ganó a Napoleón una partida (años después se descubrió que en su interior habíaestado escondido un enano). Los robots del futuro harán que los prototipos actuales separezcan a aquellos llenos de engranes del siglo XVIII.

¿Y cómo serán esos robots?—Quizá sean robots biológicos. Definitivamente la clonación es un fuerte competidor de larobótica como la conocemos. Ya se puede clonar fibra muscular mucho más fuerte que lanuestra, u órganos internos tan complejos como el corazón.

¿Se puede clonar un cerebro?—Aún no, pero ya trabajamos en las redes neuronales, que intentan ser la copia electrónicadel funcionamiento de un cerebro. Actualmente usamos redes pequeñas, pues cuando éstasson muy complejas, se pierde el control y ya no sabemos exactamente qué está ocurriendoahí dentro.

¿Qué diferencia existe entre las redes neuronales y las computadoras actuales?—Mucha. Las redes neuronales están conectadas entre sí de manera que la información nose almacena en un solo lugar, sino que está repartida, y cada neurona puede activar o inhi-bir el funcionamiento de las otras. Esto quiere decir que si la computadora recibe un golpeque destruya una parte de la red, ésta puede seguir funcionando. Pero lo que se busca esreproducir la capacidad de aprender.

¿Cómo va el estudio de la robótica en México?—Un poco atrasado. Las redes neuronales comenzaron a usarse desde los años 60, peroentonces, cuando yo traje ese concepto a México y me tildaron de loco, ni siquiera medieron acceso a las computadoras que se tenían, así que perdimos muchos años. Ahora, queya se sabe qué son y qué alcances tienen, todos quieren saber de redes neuronales. Por otrolado, la robótica es una ciencia muy compleja, que necesita ingenieros en computación,ingenieros mecánicos y electrónicos, matemáticos y hasta expertos en fisiología. Desarrollarun robot requiere de equipos multidisciplinarios que no siempre son fáciles de armar. Final-mente, sólo quisiera agregar que por más que avancemos en el campo de la inteligenciaartificial, siempre sentiremos que hay una especie de enano escondido dentro de los robots.

Entrevista con el doctor Ismael Espinosa Espinosa.

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La red Internet, que llegará a nuestracasa a través del cableado óptico, trans-portará inmensas cantidades de informa-ción que serán cargadas en nuestracomputadora en décimas de segundo. Lasimágenes aparecerán instantáneamente ynos reiremos de la época en que una pá-gina tardaba hasta 10 minutos en “bajar”.Por medio de la red podremos acceder acualquier programa de televisión o radioque se transmita en cualquier parte delmundo, con una traducción impecable, oguardarlo en la memoria de la máquina sideseamos verlo más tarde, como si fuerauna videocasetera. Pero si algún amigo seperdió de ese programa, se lo enviaremosa su terminal en segundos. Los estudian-tes tendrán cada vez más clases virtualesen las que accederán directamente a losbancos de información de la universidady se comunicarán con sus maestros sólopara resolver dudas o exámenes.

Pronto los robots comenzarán a des-plazar al personal que nos atiende detrásde las ventanillas. Una máquina podráperfectamente cambiarnos un cheque yresolver de manera satisfactoria las du-das sobre nuestro estado de cuenta. Elcajero automático del cine recibirá nues-tro dinero (o una tarjeta) para darnos acambio entradas para la película en elhorario que le indiquemos. Y así será enlos aeropuertos, las estaciones de ferro-carril y en todas partes donde ahora hayventanillas ocultando a empleados queaguardan impacientes la hora de salida.

Es muy probable que la economíacambie. Quedarán en el pasado los tiposde traje peleándose a gritos en las casasde bolsa. Las computadoras, conectadasen red a los indicadores bursátiles de todoel mundo, moverán los capitales de unlugar a otro, sin que sea necesaria la vo-luntad humana, obedeciendo tan sólo aagresivos programas que beneficiarán alos dueños del dinero, sin importar si unanación se hunde en una pavorosa crisisen algunos instantes.

Los edificios “inteligentes” serán co-munes. Al llegar a casa la puerta se abrirácon el sonido de nuestra voz. Sensoresdispuestos en cada rincón encenderán laluz de la habitación a la que entremos ydejarán a oscuras la que ha quedado sola,ahorrando electricidad. La temperaturatambién será regulada por la computado-ra central para ofrecernos un clima

privado a nuestro gusto. Verbalmente ac-tivaremos la televisión, el aparato de so-nido o cualquier otro electrodomésticoconectado a nuestra ama de llaves ciber-nética. Por las mañanas, el desayuno quedejamos en el microondas comenzará aprepararse; en la radio la estación de nues-tra preferencia nos despertará mientras elcalentador se ajusta para que nos demosuna ducha deliciosa. Al salir podremosestar tranquilos porque la casa estará ca-pacitada para detectar a posibles intrusosy, en caso dado, la alarma se activará a lamás mínima insinuación de peligro, dan-do aviso a los cuerpos de seguridad.

Si llega a haber una guerra global, éstapodría ser nombrada por los medios como“The Robot War”, en la que los pilotoscontrolarían por realidad virtual pequeñosy mortíferos aviones, helicópteros y tan-ques a cientos de kilómetros del campode batalla sin arriesgar un solo cabello.

Es muy probable que en pocos años,robots cirujanos realicen complejas inter-

venciones utilizando el ins-trumental quirúrgico con laprecisión de una impresora.

Algún día, el Sojourner,el robot que exploró Marte,será una caja de zapatoscomparada con los que llega-rán a ese planeta, no para po-sar un espectrómetro sobre laspiedras, sino para construir loscentros urbanos de los primeroscolonizadores. La última fronte-ra serán los robots biológicosautorreplicantes que poblarán ennuestro nombre otros sistemas so-lares hasta hacerlos habitables paranuestra especie.

¿Y la gente?Al parecer la inteligencia artificialpromete un mundo fantástico, pero¿realmente lo será? ¿Qué pasará, porejemplo, con la enorme cantidad de se-res humanos que no tienen acceso a laeducación ni a la tecnología?, ¿qué pa-sara con las relaciones humanas y conla economía, con la enorme brecha en-tre ricos y pobres, entre desarrollo ysubdesarrollo? No sabemos a cienciacierta cuál será el futuro de la humani-dad, pero sí sabemos que indudable-mente cambiarán las relaciones deproducción y quizá de comunicación. Esaltamente probable, por ejemplo, que seagrave aún más el problema del desem-pleo; que se transformen radicalmentelos conceptos de ocio y tiempo libre; quecambien las relaciones laborales entrepatrones y trabajadores; que haya unarevolución aún mayor en cuanto al ac-ceso a la información y que se agudicenlas diferencias entre países hacedoresde tecnología y de aquellos histórica-mente dependientes. Es casi seguro quela inteligencia artificial y el desarrollo tec-nológico subsecuente estarán al serviciode una minoría. Si por el contrario, el de-sarrollo tecnológico –y específicamentela inteligencia artificial— se utiliza paralograr que todos en este planeta logremosun mejor nivel de vida en estricta rela-ción con el medio ambiente, tal artificioserá realmente inteligente.

Se ha logrado dotar a lasmáquinas de informaciónútil que pueden usar enun ámbito especializado,por ejemplo para recorreruna trayectoria de obstá-culos y memorizarla opara ejecutar algunos pro-cesos complejos, pero elpensamiento humano esotra cosa: nuestro cerebro

posee aproximadamente 10 mil millones de neuronasy si todavía no sabemos exactamente cómo seinterrelacionan para “pensar”, mucho menos pode-mos reproducir en una máquina ese proceso. Haymuchos aspectos que diferencian al cerebro huma-no de los sistemas desarrollados por la inteligenciaartificial, entre ellos:

¿Pueden pensar

las máquinas?

• Las máquinas carecen de mecanismos intuitivosy se basan sólo en el método automático deprueba y error; por ello, no tienen la capacidadde reaccionar ante situaciones inesperadas ni laposibilidad de generalizar acontecimientos dis-tintos.

• Las máquinas carecen de creatividad, aspectohasta ahora totalmente humano. En las máqui-nas no existe una interrelación creativa, y loscambios de contexto no implican una modifica-ción sustancial entre sus circuitos y programas;el medio circundante no modifica estruc-turalmente sus funciones.

• La mente humana está provista de valores pro-ducto de la interrelación social; al carecer deaquéllos, las máquinas no pueden evolucionaro autoperfeccionarse.

Sal.

Renato Gómez Herrera es licenciado en literaturadramática y teatro. Desde 1990 se dedica a ladivulgación de la ciencia y actualmente prepara suprimera novela de ciencia ficción.