la imprenta incunable

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CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS FERMÍN DE LOS REYES GÓMEZ 11 La imprenta incunable, el nuevo arte maravilloso de escribir

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Catálogo de libros raros impresos en España en el siglo XVI

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  • Fermn de los reyes Gmez, doctor en Filologa Hispnica y mster en Industria Editorial, es profe-sor titular de patrimonio bibliogrfico y libro anti-guo en la Facultad de Ciencias de la Documentacin de la Universidad Complutense de Madrid. Presi-dente de la Asociacin Espaola de Bibliografa y codirector del grupo de investigacin Bibliopegia, ha dedicado gran parte de su investigacin al libro antiguo, centrndose en la historia de la imprenta y de la edicin, en especial en periodo incunable. Tiene en su haber ms de doscientas publicaciones, entre las que destacan los libros: La imprenta en Sego-via (1472-1900) (1997, 2 vols.); La imprenta en Madrid (1626-1650) (edicin e introduccin; 1999, 2 vols.); El libro en Espaa y Amrica: Legislacin y censura (Siglos xv-xviii) (2000, 2 vols.); Bibliografa del Camino de San-tiago (coordinacin, coautora e introduccin; 2000, 2 vols.); La labor editora de la Academia de Artillera (1762-1900) (2003, con Susana Vilches); El libro anti-guo (2003, con Manuel J. Pedraza y Yolanda Clemen-te); Impresos en torno al Patronato de Santiago. Siglo xvii (2004, con Carlos Santos); La historia literaria espao-la. La formacin del canon en las historias de la literatura. Repertorio bibliogrfico (1754-1936) (2010); Manual de bibliografa (2010). Ha llevado a cabo, asimismo, la edicin y estudio del Sinodal de Aguilafuente (5. ed., 2010). Su publicacin ms reciente es Del Sinodal de Aguilafuente a El Adelantado de Segovia. Cinco siglos de imprenta segoviana (1472-1910) (2015).

    1. Jess Marchamalo, Tocar los libros, 2008.2. Jos Manuel Prieto Bernab, Un festn de

    palabras, imgenes y letras. Lectores en la Espaa del Siglo de Oro, 2008.

    3. Mara Paz Aguil, De bibliotecas y libreras: la Librera Cientfica del CSIC, 2009.

    4. Joaqun lvarez Barrientos, Miguel de Cervantes Saavedra: monumento nacional, 2009.

    5. Jos Pardo Toms, El Libro Cientfico en la Repblica de las Letras, 2010.

    6. Alberto Gomis Blanco, Los libros de Darwin, 2010.

    7. Manuel Morn Orti, Editores, libreros e impresores en el umbral del Nuevo Rgimen, 2011.

    8. Elisa Ruiz Garca, El vuelo de la mente en el siglo xv, 2012.

    9. Jos Luis Gonzalo Snchez-Molero, Leyendo en Edo. Breve gua sobre el libro antiguo japons, 2013.

    10. Juan Monjo Carri, La construccin publicada. Espaa, 1851-1950, 2014.

    11.

    La Serie de 23 de Abril recoge el testimonio impreso de las conferencias que celebra el

    Consejo Superior de Investigaciones Cientficas con ocasin del Da del Libro.

    SERIE 23deABRIL

    SERIE 23 del 4

    SERIE 23deABRIL

    SERIE 23 del 4

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    ConSejo SuperIor de InveStIgaCIoneS CIentfICaS

    MINISTERIODE ECONOMAY COMPETITIVIDAD

    FERMN DE LOS REYES GMEZ

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    La imprenta incunable,

    el nuevo arte maravilloso

    de escribir

  • la IMPRENTa INCUNaBlE, El NUEVO ARTE MARAVILLOSO

    DE ESCRIBIR

  • la IMPRENTa INCUNaBlE, El NUEVO ARTE MARAVILLOSO

    DE ESCRIBIR

    Fermn de los Reyes Gmez

    Consejo superior de investigaCiones CientfiCas

    Madrid, 2015

  • Reservados todos los derechos por la legislacin en mate-ria de Propiedad Intelectual. Ni la totalidad ni parte de este libro, incluido el diseo de la cubierta, puede reproducirse, almacenarse o transmitirse en manera alguna por medio ya sea electrnico, qumico, ptico, informtico, de grabacin o de fotocopia, sin permiso previo por escrito de la editorial.

    Las noticias, los asertos y las opiniones contenidos en esta obra son de la exclusiva responsabilidad del autor o autores. La editorial, por su parte, solo se hace responsable del inters cientfico de sus publicaciones.

    Catlogo general de publicaciones oficiales:http://publicacionesoficiales.boe.es

    Editorial CSIC: http://editorial.csic.es (correo: [email protected])

    CSIC Fermn de los Reyes GmezVieta de cubierta: Damin Flores

    ISBN: 978-84-00-09916-9e-ISBN: 978-84-00-09917-6NIPO: 723-15-043-7e-NIPO: 723-15-044-2Depsito Legal: M-9143-2015

    Maquetacin: Enrique Barba (Editorial CSIC)Impresin y encuadernacin: RB Servicios EditorialesImpreso en Espaa. Printed in Spain

    En esta edicin se ha utilizado papel ecolgicosometido a un proceso de blanqueado FSC, cuyafibra procede de bosques gestionados de formasostenible.

  • A Raquel, con quien comparto mi vida gracias al

    Sinodal de Aguilafuente, primer incunable espaol

  • 9la imprEnta es, sin duda, uno de los inventos que ms repercusin han tenido en la historia, pues ha permitido la difusin de las ideas de una forma ms rpida, fcil y barata. Como toda invencin, responde a una necesidad, y en Europa desde el siglo xiv se buscaron nuevas formas para la elaboracin de mlti-ples ejemplares, como los libros xilogrficos, lo que se puede anticipar varios siglos en Extremo Oriente. Unas dcadas despus, el alemn Gutenberg dise la forma de hacerlo mediante la combinacin de carac-teres elaborados a partir de un nico molde y la accin de una prensa acondicionada a tal efecto. Era la dcada de 1440 y la revolucin estaba en marcha, pues desde entonces se multiplicaron los talleres por el resto de Europa, as como los textos, de los que se hicieron

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    ms de treinta mil ediciones en el siglo xv. Como es bien sabido, a estos impresos se les denomina incuna-bles por aquello de ser los primeros, los de la cuna de la imprenta, si bien, como se ver, no todos tienen las mismas caractersticas ni muchos difieren de los de las primeras dcadas de la siguiente centuria.

    1. la IMPRENTa, El NUEVO MARAVILLOSO ARTE DE IMPRIMIR

    La tcnica de estampacin en planchas, bien de ma-dera bien metlicas, si bien permita la difusin de tex-tos ilustrados, tena la limitacin de elaborar planchas para cada texto.

    1.1. Los tipos mviles metlicos y la prensa

    El avance consisti en la elaboracin de un nmero corto de caracteres para poder combinarlos y as reali-zar mltiples textos. La madera era til por su fcil fa-bricacin, aunque uno a uno y a mano, pero su desgas-te era grande con el uso. De ah que el siguiente paso fuera la elaboracin de tipos mviles metlicos con

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    una aleacin que permitiera su fcil manejo y pronta solidificacin, as como una buena resistencia a los continuos golpes que tendran que soportar. El escaso nmero de caracteres del abecedario, con respecto al chino o al coreano, facilit el desarrollo en Europa frente a Oriente, como veremos. La fabricacin de ti-pos mviles se debi a la investigacin de los orfebres, que posibilit la elaboracin de punzones y matrices (base del molde) y la utilizacin de un nico molde para todos los caracteres, ya que tan solo haba que intercambiar la matriz. Adems, los tipos de la misma fundicin eran exactamente iguales, lo que mejoraba la calidad de los libros. Los caracteres (letras, nmeros, signos de puntuacin, contracciones, cuadratines o blancos) se colocaban en cajas para su mejor manejo.

    La aleacin de plomo, antimonio y estao result idnea para lograr la rapidez en la fabricacin y la dure-za requeridas, mientras que las tintas eran de fcil ela-boracin. Los primeros impresores hicieron sus propias fundiciones, por lo que cada una suele ser caracterstica de un taller. La tinta, que tuvo que adaptarse al metal, se elaboraba en los mismos talleres. La ms usada era la negra, aunque se combin con la roja en los libros litr-gicos, lo que haca ms compleja la impresin.

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    A ello se aada la adaptacin de una prensa que ejerca la presin sobre el papel o pergamino, y sobre la composicin. La prensa, con elementos de madera, era manejada por dos operarios, uno dedicado al ma-

    Grabado de la imprenta por Durero (Augusto Jurado. La imprenta. Orgenes y evolucin.

    Torrejn de Ardoz: Capta, 1999, II, p. 312).

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    nejo del papel y de la presin, el tirador; y otro para el entintado, el batidor. Hubo un perodo de transicin entre las prensas de las primeras dcadas: de un solo golpe, con lo que probablemente se estampaba hoja a hoja, y las posteriores, de dos golpes, capaces de im-primir una cara de un pliego de una vez. Avance que se constata en Roma y Venecia a principios de la dca-da de 1470. Desde entonces, y aunque con ligeras mo-dificaciones, las prensas no variaron hasta finales del siglo xviii, cuando los elementos de madera fueron sustituidos por metlicos consiguiendo as mayor ra-pidez, y el xix, con su mecanizacin.

    La unidad bsica para la impresin es el pliego, en su mayor parte de papel, a veces de pergamino. El pliego se doblaba sobre s mismo y, segn el nmero de do-bleces, se obtena un formato determinado: folio si una vez (con cuatro pginas por pliego); cuarto si dos do-bleces (con ocho pginas), octavo si tres (con diecisis pginas), y as sucesivamente. Los pliegos, una vez im-presos, se doblaban, segn su formato, y se combina-ban para formar cuadernos, operacin que se denomi-naba alzado. Este mtodo de elaborar los libros supuso que se incluyeran, en las primeras hojas del cuaderno, las signaturas tipogrficas, signos alfanumricos que

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    servan para conocer la correcta colocacin de los cua-dernos y de los pliegos dentro de estos; adems, se in-sertaron los reclamos, la repeticin de las palabras inicia-les de un cuaderno al final del anterior.

    La operacin previa a la impresin es la composi-cin, por la cual los cajistas o componedores, a la vis-ta del original, van cogiendo los tipos para colocarlos, al revs, en la regleta o componedor hasta formar va-rias lneas. De ah se pasan a un instrumento de made-ra, la galera, hasta que se forma la pgina completa o plana. A continuacin se colocaban las planas en un bastidor llamado rama, para as formar la cara de un pliego con las pginas correspondientes segn el for-mato. Este conjunto de la rama con las planas de una cara se denominaba forma y era lo que se colocaba en la prensa. Una vez impresos todos los ejemplares del pliego por una cara (blanco), se proceda a cambiar la forma y estampar la otra cara (retiracin). A continua-cin se secaban los pliegos y se proceda a su plegado y alzado, esto es, a doblar los pliegos y a colocarlos en orden para formar el libro, que se distribua as, en rama, sin encuadernar. Al conjunto de ejemplares rea-lizados a partir de una composicin nica, o con lige-ras variaciones, se le denomina edicin.

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    Estas tareas, no carentes de cierta complejidad, se mantuvieron de forma similar hasta el siglo xix; inclu-so algunas, como la composicin manual, hasta bien avanzado el siglo xx.

    1.2. Caractersticas de los incunables

    El resultado de las operaciones antes descritas es un impreso que oscila entre una pequea parte de un plie-go (por ejemplo, una bula) o varios volmenes en folio.

    Grabado de imprenta. Danse macabre. Lyon: Matias Huss, 1499.

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    En cualquier caso, el impreso elaborado a partir de la combinacin de caracteres mviles metlicos desde los orgenes del arte tipogrfico hasta el 31 de diciembre de 1500, o, lo que es lo mismo, cualquier impreso del siglo xv, se denomina incunable. Su nombre alude a la cuna de la imprenta y se utiliza por primera vez por Bernard von Mallinckrodt en De ortu et progressu artis typographiae dissertatio historica... (Colonia Agripinae, 1640). Este lmi-te es convencional y arbitrario, puesto que ni por la tc-nica ni por su estructura se modifican en el cambio de siglo y, de hecho, los impresos de aos posteriores go-zan de unas caractersticas similares, por lo que se de-nominan postincunables hasta 1520. Eso s, los mayores cambios se producen en las dcadas de 1470 y 1480.

    Los primeros incunables se elaboran emulando a los cdices contemporneos, por lo que son similares. Suelen estar elaborados en papel de buena calidad, grueso y con filigrana, mientras que algunos se hacen en pergamino como ejemplares de lujo. Su formato se adaptaba a la extensin del texto, pero predominan el folio y el cuarto, siendo ms escasos y tardos los for-matos pequeos. La tipografa se divide en dos gru-pos: gtica, ms angulosa, originaria de Alemania, con sus variantes (textura, de suma, littera rotunda), la ms

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    primitiva y extendida; y redonda o romana, originaria de Roma y ms empleada en los pases del sur. La re-donda es la que utilizan los ms tempranos talleres espaoles: Segovia, Barcelona y Valencia.

    Los textos, buena parte en latn, suelen estar abiga-rrados, con abundancia de abreviaturas y escasos espa-cios en blanco. A dos columnas, o a lnea tirada, los ms antiguos suelen dejar espacios en blanco para las inicia-les, que se tendran que iluminar a mano; ms adelante se pondr una letra provisional tipogrfica para guiar al iluminador (y al lector). Se conservan ejemplares con una magnfica iluminacin, pero la mayora quedaban con los huecos en blanco, por lo que finalmente se ge-neraliz la incorporacin de las capitulares impresas, completando as, junto con otros ornamentos xilogr-ficos, la decoracin de los libros en la misma imprenta.

    La primera ilustracin conocida data de 1461 por Pfister, en Bamberg, mientras que en Italia es obra de Ulrico Han en las Meditationes seu Contemplationes devotis-simae, de Juan de Torquemada, salidas el ltimo da de 1467. La tcnica empleada es la del grabado xilogrfi-co, en relieve en madera, que permita la composicin e impresin simultneas de grabado y tipografa, aun-que se conoca el grabado en cobre o calcogrfico,

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    que se desarrollar avanzado el siglo xvi. Como se puede ver en la ilustracin de las Meditationes, el graba-do es sencillo y est coloreado a mano.

    Juan de Torquemada. Meditationes. Roma: Ulrico Han, 1467 (Biblioteca Nacional de Espaa).

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    Hasta la dcada de 1470 no aparecern las signatu-ras tipogrficas impresas (que sirven para ordenar correctamente los cuadernos y los pliegos dentro de ellos), los reclamos y la foliacin o numeracin de los folios en una sola cara. La paginacin, numeracin por las dos caras, es algo ms tarda.

    Su estructura es simple, con pocos elementos para-textuales. Los incunables ms primitivos carecen de portada: el texto se inicia en la segunda hoja, si se de-jaba la primera en blanco, o bien en el verso de la primera hoja, por lo que el recto tambin segua en blanco. Lo que se hizo con el fin de proteger el libro (recurdese que la encuadernacin se haca tras su dis-tribucin y venta) se convirti en un obstculo para su identificacin; por ello, se fue incorporando en la pri-mera pgina el ttulo y nombre del autor en unas po-cas lneas, para ms adelante incluirlos en caracteres xilogrficos mayores y, adems, aadir ilustraciones y otros datos hasta completar el espacio de la pgina en lo que puede denominarse protoportada.

    Estos cambios se producen en la dcada de 1470, pero hasta el siglo xvi no se completar la portada con los datos que identifican la obra: lugar, impresor y ao. La portada ms parecida a las modernas se encuentra

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    en el Calendario de Juan de Monterregio, impreso en Ve-necia en 1476, aunque es excepcional. Pueden preceder al texto un ncipit y un proemio o introduccin. Al fi-nal, pero no en todas las ediciones, se halla el colofn, elemento tradicional que aporta con detalle los datos que identifican a la edicin: fecha completa de publica-cin, editor, impresor, revisor y otros. En ocasiones junto al colofn aparece la marca de impresor, que identifica el taller, lo que se hace desde el Salterio de Fust y Schoeffer, de 1457. Si el libro era tcnico, sola tener unas tablas o ndices. A partir de la dcada de 1470 se empieza a incluir el registro de cuadernos, que sirve para comprobar la integridad del libro. Hay dos frmu-las: incluir en columnas y prrafos las primeras palabras de la primera mitad de las hojas de cada cuaderno; y la relacin de signaturas de toda la obra, advirtiendo la composicin de los cuadernos (ternos, quaternos, etc.).

    La encuadernacin no era comn a la edicin, sino que corra por cuenta del poseedor, por lo que cada ejemplar posee la suya, bien en pergamino, la ms sen-cilla, bien en piel trabajada y con un estilo artstico.

    En las primeras dcadas se encargaba al iluminador el adorno de la primera pgina con orlas y otros ele-mentos decorativos, as como las capitulares y otros

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    detalles. Dicha decoracin es una caracterstica de ejemplar, pues otros carecen de ella. Adems, los ejem-plares, con el paso de los aos, pueden contar con marcas de posesin, indicacin de su ubicacin en una biblioteca, anotaciones de lectura, manipulacio-nes (cualquier alteracin en su estructura una vez que se ha vendido) y mutilaciones o faltas de todo tipo. Todo ello obliga al estudioso a revisar con detalle cada ejemplar para discriminar las huellas del paso del tiempo de las caractersticas originales del impreso.

    2. la INvENCIN DE la IMPRENTa. loS PIoNERoS

    Se invent la imprenta en Alemania o se adelanta-ron otros pases? Una respuesta afirmativa a ambas cuestiones podra parecer paradjica, pero hay una explicacin coherente.

    2.1. Origen de la imprenta

    La clave est en Oriente, y ms concretamente en China, donde se conoce la impresin de textos de am-plia divulgacin mediante planchas al menos desde el

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    siglo viii. Fue de gran utilidad para la inclusin de ilus-traciones. En cuanto a la tipografa, se invent, en arci-lla, en el siglo xi, ms adelante en estao y en cobre, pero la gran cantidad de caracteres y la ausencia de de-manda impidieron su desarrollo. Algo similar ocurri en Corea, donde se realizaron muy tempranas impre-siones en planchas metlicas, tambin de madera, de textos budistas y de particulares. A partir del siglo xii se conocieron los caracteres mviles metlicos y de 1377 data el primer libro impreso as conocido, el Jikli sinche yojeol o Identificacin del espritu del Buda para la prctica del zen, elaborado en el templo Heungdeok, en Cheongju, en la broncera de Heung-Tek. Sin embargo, la comple-jidad de la escritura, su utilizacin en los monasterios budistas y la decadencia coreana a partir del siglo xvi hicieron que se dejara de lado este sistema. En cambio, el desarrollo del sistema en Europa vino acompaado por un esplendor cultural que propici su expansin y, por ende, la atribucin de la invencin a Occidente.

    En Europa, y ms concretamente en Alemania y los Pases Bajos, se emplean planchas de madera en relieve para estampar hojas mediante el sistema de frotacin o prensado. Mediante este sistema, que se difundi por el resto de pases y que perdur hasta el siglo xvi, se

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    elaboraron hojas e incluso libros (entre cincuenta y cien hojas) denominados xilogrficos (del griego xylo, madera). Eran obras basadas en imgenes y cuya fina-lidad era catequtica o pedaggica, de carcter popu-lar. Destacan la Biblia pauperum, con lminas del Anti-guo y Nuevo Testamento y lneas explicativas de texto; el Ars moriendi o Arte de bien morir; una versin del Can-tar de los Cantares; la Mirabilia urbis Romae, gua para los peregrinos que acudan a la ciudad; el Libro de los plane-tas; o el De octo partibus orationis, la conocida gramtica de Donato destinada a los sacerdotes para la ensean-za de la doctrina religiosa. Como es lgico, con la irrupcin de la imprenta el libro xilogrfico fue des-apareciendo, si bien la tcnica se emple para las ilus-traciones de los impresos hasta varios siglos despus.

    2.2. Johann Gutenberg, padre de la imprenta

    Johann Genfleisch, ms conocido como Gutenberg, ha pasado a la historia como el inventor de la imprenta. Naci en Maguncia, pero se estableci como orfebre en Estrasburgo entre 1434 y 1444, donde se dedic a la orfebrera, asociado con Andreas Dritzehn, con la ela-

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    boracin de espejos de metal, cuya tcnica era similar a la de los tipos mviles: con un molde y mediante una mezcla de plomo y antimonio. Es posible que por en-tonces ya se dedicara a idear el nuevo sistema de elabo-racin de libros. A finales de la dcada de los cuarenta regres a Maguncia, donde se asoci con Johann Fust, que aport el capital, para la explotacin de la imprenta.

    Los primeros trabajos del taller fueron ediciones del Ars minor de Donato (manual de aprendizaje del latn con preguntas y respuestas) y varias bulas de indulgen-cias de Nicols V para la guerra contra los turcos y la toma de Chipre. Es probable que iniciaran la Biblia de 36 lneas, ms grande que la que les dio fama, la Biblia de 42 lneas, en la que intervino tambin un nuevo socio, Peter Schoeffer, yerno de Fust. En 1455, poco antes de acabarla (parece que Gutenberg destin el dinero a otros fines que no eran los libros), Fust pleite con l y le exigi la devolucin del prstamo, lo que, ante la im-posibilidad de afrontar el pago, oblig a Gutenberg a abandonar la sociedad. Del primer gran libro impreso de la historia se realizaron unos 180 ejemplares, 35 de ellos en pergamino, cada uno de ellos con una ilumina-cin diferente elaborada a mano, como se aprecia en la ilustracin del ejemplar conservado en Burgos.

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    Biblia de 42 lneas o de Gutenberg. Maguncia, 1455 (Biblioteca Pblica de Burgos).

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    Gutenberg continu sus trabajos en solitario: una edicin del Catholicon, de Balbus, en 1460, diccionario de gramtica latina, y posiblemente la conclusin de la Biblia de 36 lneas, hacia 1458-1460. En enero de 1465 Gutenberg fue admitido como familiar al servicio del arzobispo de Maguncia y muri en 1468.

    Por su parte, Fust y Schoeffer culminaron su Biblia y realizaron otros trabajos entre 1457 y 1466 (muerte de Fust en Pars), todos con colofn y marca de impresor, que los distingua de los de otros talleres. As, el Salterio de Maguncia, en agosto de 1457, primer impreso con co-lofn y con marca de impresor. Tambin una Biblia de 48 lneas, en 1462, y dos ediciones del De officiis, de Cice-rn, en 1465 y 1466. Tras la muerte de Fust, Schoeffer trabaj hasta 1502, con unas doscientas obras en su haber. Fue el primero en publicar, en 1469, una lista de sus libros, el primer catlogo editorial que se imprimi, as como la primera publicidad impresa conocida.

    3. ExPaNSIN PoR alEMaNIa y RESTo DE EURoPa

    La dcada de 1460 fue clave para la expansin de la imprenta por la industrial Alemania y para su salida a otros pases, lo que ocurri en unos pocos aos.

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    3.1. Alemania

    La toma y el saqueo de Maguncia en 1462 por Adolfo de Nassau propiciaron la salida de la ciudad de algunos tipgrafos, que buscaron otras localidades para realizar su trabajo. En Estrasburgo, y a partir de 1460, se estableci Johann Mentelin, que edit bas-tante en alemn, incluso la Biblia, en 1466, la primera en lengua vulgar y con solo 406 pginas. En Bam-berg, Albrech Pfister trabaj entre 1460 y 1466, mien-tras que la ciudad ms importante desde el punto de vista de la imprenta ser Colonia, donde inicia su la-bor, hacia 1465, Ulrich Zell, que imprime unas dos-cientas obras, entre sermones y obras latinas medie-vales. Colonia cont con veintinueve talleres y es la ciudad que ms produce, con cerca de mil setecientas ediciones. El Rin fue el cauce de difusin de la im-prenta y lleg a haber talleres hasta en sesenta ciuda-des alemanas: Elturll (1467), Augsburgo (1468), N-remberg (1470), Trveris (1470), Mnster (1470), Espira (1471), Ulm (1473), etc.

    De las prensas alemanas salieron cerca de once mil ediciones, lo que supone un 35 % del total de la pro-duccin impresa incunable.

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    3.2. Italia y el Humanismo

    El invento no tard en pasar las fronteras y era l-gico que llegara a la Italia del Humanismo. En pocos aos setenta ciudades tuvieron talleres que publicaron obras de los clsicos, libros de estudio, religiosos y textos administrativos. En total, tambin cerca de once mil ediciones, lo que pone a Italia a la par que Alemania con una dcada de retraso. As, fue el segun-do pas en tener el milagroso procedimiento, en pa-labras de Giuniano Maio de 1475 en el prefacio de su De priscorum proprietate verborum.

    El espaol Juan de Torquemada era el abad del monasterio benedictino de Santa Escolstica, en Su-biaco, al este de Roma, cuando llegaron, procedentes de Alemania, los clrigos tipgrafos Konrad Sweyn-heim y Arnold Pannartz. All estamparon unos pocos textos: un Donato del que no se conoce ejemplar, un De Oratore, de Cicern, el De divinis institutionibus, con otros opsculos de Lactancio (primer libro italiano con fecha, 1465) y De civitate Dei, de San Agustn, de 12 de junio de 1467. Pero su destino estaba en la po-pulosa Roma, donde se instalaron ese mismo ao, tras la marcha de Torquemada del monasterio, y don-

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    de produjeron juntos unas cincuenta ediciones hasta 1473, mientras que entre 1474 y 1476 contina Pan-nartz en solitario. Sobresalen los clsicos (Cicern, Apuleyo, Csar, Livio, Lucano, Estrabn, Virgilio, Quintiliano, Suetonio, Plinio), con unos elegantes ti-pos redondos, como se observa en la siguiente ilus-tracin. Adems, imprimieron una Biblia y textos de San Agustn y Santo Toms.

    Gaius Plinius Secundus. Historia naturalis. Roma: Konrad Sweynheim y Arnold Pannartz, 1473

    (Biblioteca Nacional de Espaa).

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    Como curiosidad, Sweynheim y Pannartz impri-mieron, en 1468, el Speculum vitae humanae, del huma-nista segoviano, entonces alcaide de SantAngelo y obispo de Zamora, Rodrigo Snchez de Arvalo, se-gundo autor espaol que vio su obra impresa. Esta expone los estados de la vida y se muestra crtica con la situacin de la Iglesia. Este taller empleaba tipos redondos o romanos similares a los que se introduje-ron en las primeras imprentas hispanas.

    Sin embargo, el primero en establecerse en Roma fue el tambin alemn Ulrich Han de Ingolstadt, en 1467, que imprimi un centenar de obras hasta su muerte en 1478, entre ellas las Meditationes de Juan de Torquemada, el primer espaol que vio publicada su obra, en diciembre de ese ao; o la Expositio super toto psalterio, de 1470. Han imprime textos cannicos ro-manos, litrgicos, obras de los clsicos y, adems, jun-to con Simn Nicolai Chardella, hacia 1471-1474, el Repertorium iuris, de Nicolaus de Milis, obra que se im-primir por Juan Prix en Segovia.

    La mayora de los talleres romanos estaban dirigi-dos por alemanes como Stephan Plannck, Han o Sil-ber. Plannck es uno de los tipgrafos ms prolficos, con unas cuatrocientas ediciones entre 1479 y finales

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    de siglo. En definitiva, la ciudad italiana es una de las mayores productoras, pues supera las dos mil edicio-nes en total.

    Sin duda, la ciudad tipogrfica por excelencia desde el siglo xv es Venecia, destacada por su intensa activi-dad comercial. Su produccin incunable pas de cua-tro mil ediciones, muy por encima de cualquier otra localidad europea e incluso de algunos pases. Sus ciento cincuenta talleres activos a final de siglo son una muestra de su potencia. Sus redes comerciales propiciaron la difusin de los textos en toda Europa, en especial de la literatura clsica e italiana, y del dere-cho, todo a precios asequibles y en formatos peque-os. Hasta 1481 ms de un tercio de la produccin total la constituyen los clsicos latinos.

    El pionero, a partir de 1469, fue Johannes de Spira, que proceda de Maguncia, y al que sucedi su herma-no Wendelin. Su primer trabajo fue las Epistolae ad fa-miliares, de Cicern. Los ms productivos fueron Bat-tista Torti, con ciento cincuenta ediciones, creador de una tipografa que lleva su nombre; Boneto Locatello, con ciento cuarenta ediciones; y Giovanni y Gregorio de Gregori, con un centenar. Otra figura es Nicols Jenson, destinado a Maguncia para aprender el oficio

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    en 1458, que dise unos tipos redondos de gran ca-lidad, con los que imprimi un centenar de ediciones desde 1470 y que fueron la inspiracin de los que se usaron en otros muchos talleres romanos y del resto de Europa.

    Discpulo de Jenson fue Andrea Torresano, impre-sor que se inici en 1479 con un Breviario y que edit textos de Virgilio, Aristteles, Platn y otros clsicos. Ms adelante se asociara con una de las grandes figu-ras de la historia del libro, Aldo Manuzio, con el fin de editar textos griegos.

    Manuzio se instal en Venecia en 1488 y desde 1494 se dedic a la edicin e impresin de clsicos. Sin embargo, uno de los textos ms sobresalientes de sus prensas fue la Hypnerotomachia Poliphili o Sueo de Polfilo, de 1499, obra maestra por sus tipos grabados por Francesco Griffo y por sus 171 grabados, as como por su elegante composicin, como se muestra en la ilustracin de la siguiente pgina. Adems, Ma-nuzio dise la tipografa cursiva o itlica, de gran re-levancia en el futuro, con la que elabor una conocida coleccin de clsicos en formato octavo. Fue protago-nista de los comienzos del siglo siguiente, hasta su fa-llecimiento en 1515.

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    El sueo de Polifilo. Venecia: Aldo Manuzio, 1499 (Biblioteca Nacional de Espaa).

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    Temprana fue la imprenta napolitana, de 1467, a la que siguieron otras como Bolonia o Trevi, de 1470, Miln, Ferrara o Foligno, de 1471. Miln, con treinta talleres, es la tercera ciudad ms productiva, con ms de un millar de ediciones. La inici Antonio Zarotto, que elabor ms de doscientas ediciones, la mayor parte de literatura.

    3.3. La imprenta en Francia

    La principal actividad intelectual desarrollada en Francia se centra en la Sorbona, adonde llegan los libros impresos procedentes de Maguncia por Her-mann de Staboen, agente de Fust y Schoeffer en Pa-rs. Pese a ello, hubo que esperar a que Guillermo Fichet y Juan Heynlin atrajeran a tres socios, Ulrich Gering, Martin Krantz y Michael Friburger, que for-maron su taller en 1470. Su primer libro, Epistolae, de Gasparn de Brgamo, era un manual universitario y estaba compuesto en tipos redondos. A partir de 1472 se desvinculan de la Sorbona y empiezan a im-primir obras de carcter ms general en tipos gti-cos. La produccin parisina es muy amplia, supera

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    las tres mil doscientas ediciones, con libros jurdicos, religiosos y literarios.

    A Lyon, lugar de ferias, llega la imprenta en 1473 de la mano de Barthlemy Buyer, que financi el taller a cargo de Guillermo Le Roy. Las mil quinientas edi-ciones incunables lionesas, con libros universitarios, jurdicos y mdicos, bastantes ilustrados, auguran un lugar destacado en la produccin y distribucin del libro en los siglos venideros. En Toulouse se introdu-ce en 1476 a cargo de Henry Mayer y Juan Prix (que procede de Segovia), si bien la produccin en la ciu-dad est muy lejos de las anteriores, con unas ciento treinta ediciones.

    3.4. Resto de Europa

    La expansin de la imprenta por el resto de Europa fue progresiva, pues transcurrieron veintisis aos desde su introduccin en Basilea, hacia 1468, hasta su llegada, ya a finales de siglo, a Copenhague, en 1493. Los Pases Bajos tuvieron tambin un papel destaca-do, con ms de dos mil trescientas ediciones. Comen-z en Utrecht (1473), pero las ciudades de mayor pro-

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    duccin fueron la holandesa Deventer (1477) y la belga Amberes (1481), que ser protagonista en la centuria siguiente.

    La imprenta lleg a Budapest en 1473 y a Craco-via en 1476. El pionero en el Reino Unido fue el mercader William Caxton, que haba trabajado en el comercio de manuscritos y elaborado trabajos litera-rios. Estuvo en Colonia hacia 1471 y estableci un taller en Brujas con el impresor y librero de Colonia Johann Velderner, con quien sac el primer libro im-preso en ingls, la Historia de Troya. En 1476 se tras-lad a Westminster, donde fund el primer taller in-gls, del que salieron unas noventa ediciones en ingls y francs. Ms modernas fueron las de Viena (1482), Estocolmo (1483), Faro (1487) o Copenha-gue (1493).

    3.5. La produccin incunable

    A finales de siglo haba imprenta en unas doscien-tas cincuenta ciudades europeas, lo que tambin hizo prosperar el negocio de la edicin y del comercio de libros, que se fue diversificando. El arranque e im-

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    pulso de la imprenta alemana dejaron paso, a partir de la dcada de 1470, a la italiana, que se hizo con una buena parte del mercado, con la pujante Venecia a la cabeza.

    Teniendo en cuenta los datos del Incunabula Short Title Catalogue (ISTC), la produccin que se conoce y de la que se conservan ejemplares supera las 30.200 ediciones. Los porcentajes aproximados por pases y zonas de influencia son los que se muestran en el si-guiente cuadro.

    Zona Ediciones %

    Italia 10.544 34,90

    Alemania y de habla alemana 10.463 34,60

    Francia 5.407 17,90

    Pases Bajos 2.378 7,87

    Espaa 1.056 3,49

    Reino Unido 412 1,36

    Portugal 47 0,15

    Predomina el libro en latn al editarse abundantes libros litrgicos, religiosos, del derecho y literatura clsica. As, se estima que el 77 % del total est en la

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    lengua clsica, mientras que el resto en las verncu-las. Como excepciones, Inglaterra, donde la lengua vulgar predomina con bastante diferencia, el 70 %, y la Pennsula Ibrica, con un 56 %, frente a un 22 % en Italia.

    El gran desarrollo del libro tambin llev apare-jada la aparicin del control de su elaboracin y cir-culacin. Las primeras medidas intentaron regular la competencia a travs de la concesin de privilegios o exclusivas a impresores y libreros. Pero el control de las ideas se empieza a ver, sobre todo en Alema-nia, ante la difusin de libros de contenidos poco ortodoxos.

    La accin ms destacada la lleva a cabo el papa Inocencio VIII, que en 1487, mediante la bula Inter multiplices, pretende mantener la imprenta al servicio de la fe y de la cultura bajo la autoridad eclesistica, estableciendo la prohibicin de imprimir sin la au-torizacin previa del maestro del Sacro Palacio en Roma y de los ordinarios en el resto de las dicesis. A partir de entonces, aunque de forma desigual, se establece la censura de forma previa o una vez que los libros estn circulando.

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    4. la PRIMITIva IMPRENTa ESPaola

    Son numerosas las lagunas que existen en el cono-cimiento de la temprana imprenta espaola por falta de documentacin que acredite los hechos de manera fehaciente, por la prdida de impresos que nos po-dran dar ms datos, as como por la ausencia de in-formacin en muchos de los que ya conservamos. De ah la utilizacin de trminos que atenan las afirma-ciones en algunos casos, como se ver.

    4.1. Introduccin

    Tras algo ms de dos dcadas, la imprenta lleg a Espaa procedente de Italia. Se instal, en primer lu-gar, en Segovia, hacia 1472, pero en unos meses, ya entrados en 1473, se abrieron talleres en Barcelona, Valencia y es posible que en Sevilla. Por aquellas fe-chas se imprime una Bula de Cruzada contra los turcos, ms conocida como Bula de Borja, si bien se desconoce el responsable del posible taller.

    Dentro de la dcada de 1470 el nuevo arte lleg a Zaragoza, La Puebla de Montalbn (Toledo) o Guada-lajara, estas dos ltimas a cargo de judos; y a Tortosa y

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    Lrida. A partir de la dcada de 1480 aumenta el nme-ro de talleres por todo el territorio hispnico, mientras que otros van desapareciendo. A pesar de que, en gene-ral, es escasa la duracin de los talleres, al menos dos de ellos se mantendrn hasta bien entrado el siglo xix, los instalados en los monasterios de Nuestra Seora de Prado (Valladolid) y San Pedro Mrtir (Toledo) para la impresin de bulas de Cruzada, una de las grandes fuentes de financiacin de la Iglesia y de la Corona.

    Fue constante la labor editora de la Iglesia, que im-puls la creacin de, al menos, la mitad de los primeros talleres incunables, adems de otros muchos. Las nece-sidades de la vida eclesial, en especial de libros litrgi-cos, que hasta el Concilio de Trento eran especficos para cada dicesis, impulsaron la imprenta y lanzaron a los tipgrafos a recorrer grandes distancias. Eso s, una vez realizados los trabajos y si la localidad no con-taba con un importante foco cultural, administrativo o eclesistico que generara encargos, los talleres cerra-ban y se desplazaban en busca de mejor fortuna.

    El primer impresor en Espaa, Juan Prix, origina-rio de Heidelberg, pas de all a Roma, luego a Sego-via y, finalmente, a Toulouse, en un ejemplo que, lejos de ser excepcional, fue algo comn: la movilidad. En

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    cambio, las ciudades con grandes sedes eclesisticas, universitarias o con importante vida mercantil tuvie-ron estabilidad y en ellas no faltaron las prensas. Los principales ejemplos son Barcelona, Burgos, Salaman-ca, Sevilla, Toledo, Valencia, Valladolid y Zaragoza.

    Dado el origen del invento, en estas primeras dca-das la mayora de los impresores eran alemanes que procedan de Italia, como as lo atestigua la utilizacin de la letra redonda, o, en el menor de los casos, maes-tros centroeuropeos. No fueron los nicos extranje-ros, ya que tambin se hallaban los representantes de los centros editores europeos que se dedicaban a la importacin de libros, favorecidos, adems, por una poltica que propiciaba su actividad.

    4.2. La poltica del libro. Legislacin, editores y protagonistas

    Si bien es cierto que la Iglesia fue una de las grandes impulsoras de la imprenta, tambin lo es que la Corona puso todos sus medios para que el libro se abriera cami-no sin trabas. Aunque los primeros talleres llegaron bajo el reinado de Enrique IV, fueron los Reyes Catli-cos quienes propiciaron las condiciones para la impor-

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    tacin de libros y la instalacin de prensas. La primera actuacin fue favorable a los impresores Miguel Da-chauer y Teodorico Alemn, a los que se concede la exencin de impuestos para importar libros (as de la-tn como de romance, encuadernados o por encuader-nar, escritos de mano o de molde...) en diciembre de 1477, lo que se elev a Ley de Cortes en las de Toledo:

    Considerando los Reyes de gloriosa memoria, quanto era provechoso e honroso que a estos sus reynos se truxesen libros de otras partes, para que por ellos se hiziesen los omnes letrados, quesieron e ordenaron que de los libros no se pagase alcabala. Porque de pocos das a esta parte algunos mercaderes nuestros naturales e estranjeros han tratado e de cada da tratan libros muchos (e) buenos, lo qual parese que redun-da en provecho universal de todos e enoblesimiento de nuestro Reyno, por ende ordenamos e mandamos que, allende de la dicha franqueza, de aquy adelante, de todos libros que truxeren a estos nuestros reynos, asy por mar como por tierra, no se pida, ni se pague ni lleve almojarifazgo, ni diezmo, ni portazgo, ni otros derechos algunos por los nuestros almojarifes, ni por los dezmeros ni portazgueros, ni otras personas algu-nas, ansy de las ibdades e villas e lugares de nuestra

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    Corona Real como de seoros e ordenes e vehetrias, mas que de todos los dichos derechos e diezmos e al-mojarifazgos sean libres e francos los dichos libros

    Miguel Dachauer tena el ttulo de familiar de la reina Isabel en 1482 y se haba encargado, entre otros asun-tos, de financiar, junto con Garca del Castillo, la edi-cin de la Crnica abreviada de Espaa, de Diego de Vale-ra, impresa ese mismo ao en Sevilla con un interesante y conocido texto en su eplogo dirigido a doa Isabel:

    Con tan marauillosa arte de escreuir, do tornamos en las hedades ureas, restituyndonos por multiplicados cdices en conoscimiento de lo pasado, presente e futuro, tanto quanto ingenio humano conseguir pue-de, por nascin alemanos muy expertos e continuo inuentores en esta arte de inpremir, que sin error diui-na decir se puede; de los quales alemanos es vno Mi-chel Dachauer, de maravilloso ingenio e dotrina, muy experto, de copiosa memoria, familiar de Vuestra Al-teza, a espensa del qual y de Garca del Castillo, vezi-no de Medina del Campo, tesorero de la Hermandad de la cibdad de Seuilla, la presente historia general en multiplicada copia por mandado de Vuestra Alteza () en vuestra muy noble e muy leal cibdad de Seui-lla, fue inpresa por Alonso del Puerto.

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    As es definida la imprenta, una maravillosa arte de escribir que haba que fomentar. As se hara despus con otros profesionales como Antonio Penant, editor de libros litrgicos para la dicesis de Toledo, o con impresores como Paulo de Colonia, Juan Nuremberg o Juan Rosenbach, que en 1490 logran la ampliacin de la franquicia a las imprentas de Espaa. Los monarcas tambin intervienen en el establecimiento de dos com-paas de impresores extranjeros en Sevilla a partir de 1490, para lo cual les otorgaron ventajas fiscales. Una de ellas, formada por los cuatro compaeros alemanes, Pablo de Colonia, Juan Pegnitzer, Magno Herbst y To-ms Glockner, que se instalan en la ciudad del Guadal-quivir, procedentes de Venecia, en 1490; la otra, desde 1491, por Meinardo Ungut y Estanislao Polono.

    Mas no fue la nica accin proteccionista de la Co-rona en su territorio, que aplic una figura jurdica al libro, el privilegio, concesin de exclusiva para la edi-cin de una obra, o un tipo de obras en un plazo, que sola oscilar entre tres y diez aos. Los solicitantes po-dan ser una persona fsica (el autor, un librero, un impresor) o jurdica (un monasterio, una catedral, un hospital), que podan delegar en otros su atribucin, o bien vender su privilegio a terceros. De este modo se

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    protega al editor y se dificultaba la competencia des-leal, lo que pretenda fomentar la edicin a la par que controlar los contenidos, en especial de obras jurdi-cas auspiciadas por los monarcas. El privilegio llevaba aparejado el establecimiento, tambin por la adminis-tracin regia, de la tasa o precio al que se deba vender el impreso, algo especfico de Espaa. Se concedi para la impresin de algunos textos gramaticales y ju-rdicos, as como a los monasterios antes citados para la impresin de bulas a partir de la dcada de 1480.

    As pues, la Corona fue firme protectora del libro impreso y editora de los textos fruto de su agitada ac-tividad normativa en Castilla a partir de 1480 en for-ma de cuadernos y de libros, una veintena en total. En la publicacin de estas obras solan intervenir agentes prximos a los monarcas, entre ellos a veces el oficial real, a los cuales se les daba proteccin especial, ms adelante mediante privilegios. Como bien afirma Elisa Ruiz, con el camino de la edicin de estos textos doa Isabel tuvo la certeza de que la imprenta cons-titua un medio idneo para realizar uno de sus objeti-vos polticos prioritarios: la difusin a gran escala de un aparato dispositivo tendente a unificar los procedi-mientos jurdicos en los dominios que rega.

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    Sin embargo, en los inicios de la siguiente centuria, y seguramente siguiendo las anteriores disposiciones papales de 1487, reiteradas en 1501, los monarcas es-tablecern la censura previa mediante la Pragmtica referente a la impresin de libros de 1502, con la obli-gacin de la autorizacin real delegada en chancille-ras, arzobispados y obispados. Esta ley marcar un antes y un despus, lo que no entra en contradiccin con el impulso que se dio al libro impreso.

    Como se ha comentado antes, la Iglesia fue activa en la publicacin de textos, para lo que emple todo tipo de recursos. Uno de los ms comunes fue la financia-cin e instalacin de talleres a los que se encargaban las impresiones, como ocurri en decenas de lugares, como Segovia, Zaragoza, Lrida, Valladolid, Toledo, Murcia, Tarragona, Mallorca, Pamplona, Coria, Grana-da y otros. Una vez terminados los trabajos, los impre-sores se desplazaban a otros lugares para seguir con su labor, salvo notables excepciones como los talleres de-dicados a la impresin de bulas en Toledo y Valladolid, o como el de la abada de Montserrat, que con algunas lagunas ha seguido editando hasta nuestros das.

    Tambin era frecuente el encargo de las obras a talleres independientes, propiciado por arzobispos,

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    obispos, cabildos e incluso monasterios, pues no siempre convena, ni se poda, trasladar un taller a sus expensas. As se hizo en Lrida, Tarragona, Santiago de Compostela, Segovia o Pamplona, entre otros, lle-gando incluso a realizar encargos fuera de nuestras fronteras, donde la capacidad tcnica era mayor y los resultados garantizados.

    Por citar un ejemplo, la dicesis de Segovia, a falta de un taller avanzado el siglo, encarg su Breviario al taller sevillano de Ungut y Polono, que sacaron en 1493; ms adelante, en 1498, unas bulas para la fbrica de la catedral, estampadas en el taller salmantino de Juan de Porras, al igual que un Manuale, de 1499; y, por ltimo, el obispo concert la impresin del Misal en Venecia por intermediacin de Fernando de Jan, que sali del taller de J. E. de Spira en 1500. Otra opcin era comprar una parte de la tirada para financiar una obra, como hizo el cabildo de Burgos con la Gramtica latina de Andrs Gutirrez de Cerezo, al que adquiri ciento veinte ejemplares.

    Vista la iniciativa editora institucional, que supera a la privada, no es de extraar que destaquen personajes cuya visin preclara redund en beneficio de la im-prenta y del libro. Nombres como el de Juan Arias

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    Dvila, Fray Hernando de Talavera o Pedro Jimnez de Prjano estn claramente relacionados con el nue-vo arte. No parece casualidad que los tres se formaran en la Universidad de Salamanca y que tuvieran vncu-los personales.

    Arias Dvila, obispo de Segovia, fue quien introdu-jo la imprenta en 1472 e incluso fue autor de una obra publicada en las prensas de Prix. Estuvo presente en el Concilio de Aranda, en 1473, convocado por el ar-zobispo toledano Alfonso Carrillo, donde este se inte-res por la nueva forma de elaboracin de libros y tras intensas discusiones todos coincidieron en que la propuesta de recurrir a la imprenta era la empresa ms digna, laudable y ms deseable que se poda acometer en aquellos momentos, en palabras del liturgista Juan de Biedma en las Epstolas del Breviario toledano de 1483, traducidas por Ramn Gonzlvez. No parece casual, pues, que la imprenta fuera protagonista en va-rias dicesis en aos sucesivos. Jimnez de Prjano, que bajo el ministerio de Arias Dvila fue cannigo y provisor de Segovia, es otra de las piezas clave de los inicios. Particip como acusador en la Junta de Alcal, que se celebr con motivo de la publicacin de la obra de Pedro de Osma, De confessione.

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    Pues bien, Jimnez ser en Toledo, desde 1482, res-ponsable de la recaudacin de la Cruzada y ms ade-lante se acompa de una imprenta en su obispado de Coria. El tercero es fray Hernando de Talavera, con-fesor de la reina Isabel y prior del monasterio de Nuestra Seora de Prado, donde tambin se impri-man bulas, al que se nombr responsable, junto con Jimnez, de la recaudacin de la Cruzada. Tras ser nombrado arzobispo de Granada, mand instalar una imprenta para la catequizacin.

    Desde luego, hay ms personajes vinculados al nuevo arte, que se irn citando, pero sin estos tres no se explica el inicio y la expansin de la imprenta caste-llana. Por lo que respecta a la Corona de Aragn, es zona ms propicia para las sociedades mercantiles que Castilla, aunque el resto de caractersticas es comn.

    4.3. Produccin y caractersticas de la imprenta incunable

    A la vista de lo ya expuesto es evidente que la pro-duccin impresa espaola dista mucho de la de los ms importantes pases europeos. Las prensas espa-

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    olas ocupan el quinto lugar, muy por debajo de Fran-cia, que quintuplica nuestros impresos, y de los Pases Bajos, que los duplica. A falta de un repertorio actua-lizado, ya que la Bibliografa ibrica del siglo xv fue elabo-rada por Konrad Haebler hace ms de un siglo, son aproximados los datos que se registran en el ISTC, llevado a cabo por la British Library, y que para el caso espaol aporta poco ms de un millar de ediciones cuyos ejemplares se conservan, pues con seguridad los nmeros reales estaran muy por encima.

    Teniendo en cuenta que en unas treinta localidades hubo instalado al menos un taller, la media sale muy baja, lo que muestra, en primer lugar, que no hay grandes centros productores ni tampoco hay zonas en que estos se concentren. Se mezclan las grandes urbes con poblaciones menores que hoy nunca se asociaran a tal avance.

    Como no puede ser de otra manera, la produccin fue mayor en dos ciudades castellanas, Salamanca y Se-villa, con unas ciento cincuenta ediciones, mientras que Barcelona y Zaragoza estn cerca de las ciento veinte, seguidas por el centenar de Burgos y de Valen-cia. Aparte quedan Toledo y Valladolid, cuyas cifras se veran incrementadas notablemente por el hallazgo de

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    las bulas de Cruzada que salieron de sus prensas. Del resto predominan las que oscilan entre una y doce edi-ciones conocidas, como Coria, Gerona, Granada, H-jar, Mallorca, Monterrey, Murcia, Orense, Segovia, Ta-rragona, Tortosa o Valldemosa. Ni que decir tiene que apenas se da el trabajo simultneo de dos o ms talleres en la misma localidad, fruto de la escasa demanda.

    La comparacin con otras ciudades europeas es bastante llamativa. As, urbes como Colonia, Augs-burgo o Nremberg, en Alemania; Roma, Venecia o Miln, en Italia; y Pars y Lyon, en Francia, superan, por s solas, la produccin de toda Espaa en el siglo: Venecia imprime unas 3.800 ediciones; Pars, 3.200; Roma, 2.100; y Nremberg, 2.000.

    El alcance de los libros suele ser local, pues aunque hay obras de amplia difusin, la mayor parte tienen un mercado que, en principio, no va ms all de los terri-torios hispnicos, e incluso de una dicesis. Y predo-mina la edicin institucional sobre la privada. De ah la amplia importacin y circulacin de libros producidos en el resto de Europa, de dimensin internacional.

    As, la vida de los talleres suele ser corta y su pro-duccin exigua, por lo que sus responsables van pere-grinando en busca del ansiado mercado. La movilidad

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    no es un fenmeno exclusivamente espaol, pero s muy destacado y, sin duda, una de las caractersticas ms importantes en el periodo que nos ocupa. Los regentados por judos no tuvieron mejor suerte, pues a su mbito local se sum, ms adelante, la imposibi-lidad de continuar a partir de 1492. Son raros los de largo recorrido, como el de Fadrique de Basilea en Burgos o Pablo Hurus en Zaragoza, adems de los de bulas de indulgencias en Toledo y Valladolid.

    La escasa iniciativa inversora, el gran peso de la edicin institucional y la dependencia del extranjero harn que la imprenta espaola, salvo excepciones, sea testimonial.

    4.4. Breverecorridohistoriogrfico

    A da de hoy, todos los especialistas coinciden en que la imprenta se introdujo en Espaa por primera vez en la ciudad de Segovia, pero no siempre se ha credo as. De hecho, todava hay quien sigue en la creencia de que fue en Valencia, la mayora por desco-nocimiento de la realidad, algo lgico entre no inicia-dos; los menos, por un localismo mal entendido que

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    lleva a distorsionar la realidad. Incluso hay quienes pueden pensar que los hechos dependen del lugar des-de donde se narre la historia. Esto no es as, al menos en este caso, mas hay una causa que justifica que se hable de Valencia, y es que durante dcadas ha sido considerada como la primera ciudad con imprenta.

    Hay que realizar un breve recorrido por la historio-grafa para comprender mejor esta situacin, as como tener en cuenta las dificultades del bibligrafo o del historiador para aproximarse a la realidad por varios factores: la ausencia de documentacin acerca de la actividad editora en algunos lugares, o su dificultad para hallarla, algo que incluso es patente en perodos ms recientes; la falta de informacin, en muchos in-cunables, acerca del taller o lugar en que se realizaron, del lugar o de la fecha; y la prdida de muchos de los impresos ms tempranos, los ms de ellos de escasa entidad fsica, que sin duda ayudaran a completar el rompecabezas.

    De algunos lugares se han conservado documentos de sociedades, protocolos notariales con contratos de impresin y otros datos que nos aproximan bastante a la realidad de los hechos, pero de la mayora apenas hay ms rastro que los propios impresos. Sin embar-

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    go, como se ha dicho, hay mucho impreso sine notis, es decir, sin indicaciones explcitas de lugar, impresor y fecha de publicacin, algo ms frecuente cuanto ms antiguo y de escasa entidad sea. De ah que, a falta de documentacin, haya que recurrir a mtodos de anli-sis material y de identificacin tipogrfica, desarrolla-dos a partir del siglo xx, y al estudio de aspectos tan variados como el contexto histrico, los protagonis-tas, los contenidos de los impresos e incluso su locali-zacin, entre otros.

    Ello ha propiciado el desarrollo de la incunabulstica, disciplina que busca el correcto anlisis, la identifica-cin y la descripcin de los incunables. A veces es im-posible averiguar nada que vaya ms all de la vaga descripcin de un incunable con expresiones como impreso en lugar desconocido, impreso en Casti-lla o con fechas imprecisas. De hecho, hay varios im-presos mticos cuyo origen y circunstancias de elabo-racin se desconocen, como la Bula de Borja, varias ediciones del Sacramental de Clemente Snchez de Ver-cial o una edicin del Flos Sanctorum, cuyo nico ejem-plar se conserva en Estados Unidos.

    A falta de datos, se elaboran hiptesis que intentan explicar la historia de un taller o de un impreso, por lo

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    que a veces hay discrepancias. El hallazgo de docu-mentacin o de nuevos impresos ayuda a dar luz y puede modificar lo que antes se haba expuesto. Por ejemplo, la revisin de documentacin judicial por Mara Antonia Varona llev a conocer a los responsa-bles del primer taller salmantino, pues en ningn im-preso aparecen sus nombres. A veces ocurre lo con-trario, hay documentos que citan impresos, pero de estos no se conoce ningn ejemplar. Esto es lo que ocurre, por ejemplo, con unas tempranas bulas vistas en la catedral de Sevilla, hoy en paradero desconocido y que, si aparecieran, daran luz a los inicios de la tipo-grafa sevillana. O lo que ocurri con el Sinodal de Aguilafuente, mencionado desde el siglo xvii, pero no hallado hasta el xx, como se ver a continuacin.

    Hay que remontarse a 1637 para ver la primera mencin al hoy tenido como el primer libro impreso, el Sinodal de Aguilafuente. Se trata de un comentario que Diego de Colmenares realiza en su Historia de la insigne Ciudad de Segovia, donde, al referirse al snodo celebra-do en la villa segoviana de Aguilafuente, en junio de 1472, afirma que luego se imprimi, siendo sin duda de las primeras cosas que se imprimieron en Espaa. El historiador segoviano, que seguramente haba visto

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    el ejemplar existente en el archivo capitular, no hizo una mencin explcita del impreso, que carece de co-lofn, ni nadie despus de l, por lo que hasta que se describi en 1930 sus palabras no se confirmaron. En efecto, la mayora de los estudiosos pusieron en cua-rentena la noticia del historiador del xvii. Uno de los pocos que no lo hicieron fue el erudito olivense Gre-gorio Mayans, que en 1758, en carta al biblifilo ho-lands Gerardo Meerman, le dice que estaba conven-cido de que Segovia era la cuna de la imprenta.

    Ms precisos fueron Ignacio Jordn de Asso y Mi-guel de Manuel, quienes en su discurso preliminar a la edicin de El ordenamiento de Leyes, que D. Alfonso XI hizo en las Cortes de Alcal (Madrid: Joaqun Ibarra, 1774) afirman que existe una impresin en letra antigua de los Comentarios a las Glosas, que escribi Vicente Arias de Balboa, que fue hecha por Juan Prix de Heidelberg, uno de los primeros que introdujeron el arte de la Im-prenta en Espaa. No pueden hablar de Segovia pues no aparece en el impreso, pero s citan, sin saberlo, al primer impresor. Sin embargo, aunque muy atinados en su afirmacin, sus palabras no tuvieron trascendencia.

    En cambio, en la Universidad de Valencia exista un ejemplar de un libro literario, Les obres o trobes en lahors de

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    la Verge Maria, que rene las composiciones poticas en un certamen celebrado en Valencia en honor a la Vir-gen en febrero de 1474 y que se supone impreso en la misma ciudad y ao. Por tanto, si se descartaba la vaga noticia del Sinodal, este era el primer libro conocido im-preso en Espaa, como as lo recoge Jos Villarroya en su Disertacin sobre el origen del nobilsimo arte tipogrfico y su introduccin en la ciudad de Valencia de los Edetanos (Valen-cia: Benito Monfort, 1796), quien no solo rechaza las palabras de Colmenares, sino la propia existencia de una imprenta antes del reinado de los Reyes Catlicos.

    Ese mismo ao Francisco Mndez publica su Typo-graphia espaola (Madrid: Viuda de Joaqun Ibarra, 1796), la primera historia de la imprenta espaola, donde se consolida la tesis valenciana por la impreci-sin de Colmenares al no decir ni cundo ni dnde se imprimi el Sinodal, y al no haber noticia de l en los archivos parroquiales de Aguilafuente tras haber pre-guntado en la localidad. La reedicin de esta obra por Dionisio Hidalgo en 1861 no cambi nada.

    Por si fuera poco, en 1833 se introdujo en la pol-mica un libro barcelons, la Grammatica de Bartolom Mates, en cuyo colofn aparece, en numeracin ro-mana, la fecha de 1468, que se mantuvo en litigio,

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    aunque con detractores, hasta que en el siglo xx se demostr que era una errata por 1488.

    Siguiendo con los estudios, el erudito segoviano Toms Baeza Gonzlez, en su Resea histrica de la im-prenta en Segovia, de 1880, pasa por alto el asunto, mientras que en sus Apuntes biogrficos de escritores sego-vianos rechaza la posibilidad de la impresin del Sino-dal, especialmente por el mandato del captulo II del snodo, que obliga a realizar las copias a mano, sin mencionar para nada la imprenta, lo que se corrobora con la existencia de un par de cdices y la constancia de la existencia de alguno ms.

    Konrad Haebler, en su Bibliografa ibrica del siglo xv, de 1903, condiciona la noticia de Colmenares a la aparicin del ejemplar, por lo que en forma judi-cial no vale el tal sinodal a favor de la primaca de Segovia.

    Otra interferencia fue la aparicin de un contrato de sociedad para la impresin de libros, en 1473, entre Enrique Botel, impresor, Jorge von Holtz y Juan Planck. Durante muchos aos se pens que fue para trabajar en Zaragoza, por lo que la imprenta anticipa-ra su llegada a Espaa un ao antes, aunque mucho ms adelante se confirm que fue para hacerlo en

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    Barcelona, donde imprimieron, ese mismo ao, la Ethica ad Nicomachum. Politica. Oeconomica, de Aristte-les, la primera obra barcelonesa.

    Al final el ejemplar del Sinodal apareci donde nun-ca haba dejado de estar, en el archivo capitular de Segovia, donde lo describi su cannigo archivero, Cristino Valverde del Barrio, en el Catlogo de incunables y libros raros, de 1930. A Valverde no le parece atrevi-do afirmar que el sinodal en cuestin es un ao, a lo ms, posterior a la fecha de celebracin del Snodo, siendo quiz el impreso y desde luego el libro ms antiguo de cuantos, hasta hoy, se conocen en Espaa. El prologuista, el arzobispo de Burgos, Manuel de Castro, afina en el alcance del hallazgo:

    Este incunable ser motivo de discusin y tal vez decida, aunque sea en imprenta ambulante, para la provincia de Segovia el primer libro hasta ahora co-nocido impreso en Espaa.

    Y as fue, pues tambin se describan, entre otras obras, las Expositiones nominum legalium, cuyos caracte-res se parecen muchos a los del Sinodal de Segovia, segn el propio Valverde.

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    Al ao siguiente, y a partir del catlogo, el padre Lambert empez a montar la teora segoviana, con Juan Prix como protagonista de la impresin del Si-nodal y de otras cuatro ediciones con ejemplares en la catedral, trabajos diferenciados de los del impresor alemn en Toulouse, por lo que los data entre 1472 y 1476. Incluso se refiere a la posible impresin de la obra De confessione, de Pedro de Osma, cuya condena pudo ser causa de la salida de Prix de Espaa.

    Se observa que la mayor parte de los argumentos actuales ya estaban en el texto de Lambert, siendo am-pliados y reforzados en posteriores estudios, en espe-cial de Carlos Romero de Lecea, que vincul la im-prenta a la labor editora del obispo Juan Arias Dvila, si bien ms tarde llega a alterar el orden de impresin en favor de las Expositiones nominum legalium; y de An-tonio Odriozola, que aade otras dos ediciones a las seis conocidas y reafirma el primer lugar del Sinodal.

    Con posterioridad se han ido aadiendo algunos datos que consolidan la hiptesis segoviana, recorde-mos que en ningn impreso aparece el nombre de la ciudad ni el ao y, por otra parte, tampoco ha habido noticias de nuevos hallazgos que pongan en tela de juicio que en Segovia se estableci la primera imprenta

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    espaola. Ello no impide que salgan a luz documentos o impresos que anticipen o modifiquen lo hasta aqu dicho pues, como se ha visto, la historia del libro est en constante revisin.

    4.5. Segovia inicia la imprenta

    Segovia, corte con Enrique IV, fue testigo de la pri-mera imprenta espaola. El responsable fue el obispo Juan Arias Dvila, superintendente del Estudio de gra-mtica, lgica y filosofa moral de la ciudad. Conoce-dor de la imprenta por sus relaciones con Roma y por su bibliofilia, recurri al nuevo arte con el fin de publi-car obras necesarias para la formacin del clero, den-tro de su espritu reformista, que tambin le llev a convocar varios snodos.

    Para ello vino de Roma el maestro Juan Prix de Heidelberg, que instal su taller en una casa cercana a la antigua catedral. El impresor alemn contaba con una tipografa redonda caracterstica de Roma, similar a las de Conrado Sweynheim y Arnoldo Pannartz, Ul-rico Han (o Gallus) o Georgius Lauer, y que emple en todas sus ediciones segovianas. Al igual que el resto

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    de incunables de su poca, sus impresiones carecen de portada, de signaturas tipogrficas y de reclamos, y en la mitad aparece el nombre de Prix en el colofn, lo que ha dificultado la identificacin del lugar y de las fechas de impresin.

    La llegada de Prix se debi de producir en 1472, fecha en que publica el que a la postre ser el primer libro impreso en Espaa, el Sinodal de Aguilafuente, que contiene las actas del snodo celebrado en dicha villa segoviana los diez primeros das de junio de ese ao. Las constituciones del snodo estn en castellano y en ellas se dispone la copia de ejemplares a mano dejan-do hojas en blanco al final para el texto de sucesivos snodos, segn la idea del obispo. As se hizo tambin en el impreso, que se compuso a partir de una de las copias existentes en la catedral, el Codex canonum, uno de los primeros originales de imprenta que se conoce. Como se puede apreciar en la ilustracin de la siguien-te pgina, el Sinodal est compuesto a lnea tirada, sal-vo dos fragmentos en que se hace a dos columnas, aquellas en que son citados los representantes de las villas de Pedraza y de Fuentiduea, que se negaron a figurar uno tras del otro, por lo que la solucin tipo-grfica resolvi el litigio.

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    Sinodal de Aguilafuente. [Segovia: Juan Prix, c. 1472] (Biblioteca Capitular de Segovia).

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    Prix elabor, al menos, otros ocho trabajos hasta 1476, aproximadamente. Muy cercanos en el tiempo al Sinodal fueron las Expositiones nominum legalium, vo-cabulario jurdico para no iniciados, los Commentaria in simbolum Athanasii Quicumque vult, obra teolgica de Pedro de Osma, y el Modus confitendi, de Andrs Escobar.

    El de Osma, que se convirti en el primer autor vivo en publicar en la imprenta espaola, era profe-sor universitario en Salamanca y tena buena relacin con Arias Dvila, de quien fue compaero en el Co-legio de San Bartolom. Hizo varias obras a instan-cias de Arias Dvila, entre ellas los Commentaria y otras manuscritas.

    El obispo fue el autor, al menos, de una parte de las Glossae Ordinamenti de Briviesca et Alcala, de hacia 1474, otro de los libros salidos de las prensas sego-vianas. Tras esta obras se tiraron las Singularia iuris, de Luis Pontanus. Los ltimos libros eran de un gran formato y extensin, el Repertorium iuris, de Juan de Milis, y el Apparatus super libros Institutionum, de Juan de Platea.

    En 1476 o 1477, Pedro de Osma public, proba-blemente en las prensas de Prix, el tratado De confes-

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    sione, obra que fue condenada por la Inquisicin de Zaragoza y por la que se convoc una Junta de telo-gos en Alcal en 1479, en la cual actu como acusa-dor Pedro Jimnez de Prjano. De la obra, que fue prohibida y quemada, no se conserva ejemplar. Los problemas con esta obra pudieron ser la causa de la marcha de Prix de la ciudad. Tambin que se acaba-ran los textos que necesitaba Arias Dvila. Sea como fuere, el alemn parti, hacia 1476 o 1477, a Toulou-se, donde continu con tareas de impresin y edicin hasta su muerte en 1502.

    En Segovia se proclam una bula de indulgencias para la Cruzada contra los turcos el 15 de febrero de 1473 con la presencia de Rodrigo de Borja, legado pontificio. De dicha bula se imprimieron, en unos caracteres gticos muy pequeos, ediciones para vi-vos y difuntos hacia el verano de ese ao; se desco-nocen, sin embargo, tanto el lugar como el taller en que se realizaron. Denominada Bula de Borja, conti-na siendo uno de los enigmas de la imprenta hispa-na, pues si por aquellas fechas estaba Prix en la ciu-dad, nunca emple esos tipos, al igual que ningn otro impresor conocido.

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    4.6. La imprenta se expande: Barcelona, Valencia, Sevilla y Zaragoza

    A Segovia le siguieron otras ciudades, que tuvieron imprenta en fechas muy prximas, casi a la vez. No es de extraar, la existencia del nuevo arte correra como reguero de plvora y se vio la oportunidad de hacer uso de ella para la divulgacin de las ideas.

    BarcElona fue una de las pocas localidades que tuvo imprenta estable, con una produccin de en tor-no a ciento veinte ediciones a lo largo del siglo. Sin embargo, los impresores de los primeros aos fueron poco estables, siendo a partir de 1478 cuando se pro-duce el cambio. En enero de 1473, el impresor alemn Enrique Botel forma sociedad con Jorge von Holtz y Juan Planck, a los que se compromete a ensear el oficio. Juntos instalarn la imprenta en la ciudad, don-de imprimen la Ethica ad Nicomachum. Politica. Oecono-mica, de Aristteles, la primera obra barcelonesa, aun-que sin pie de imprenta, y otras obras.

    En 1475, Pablo Hurus y Juan de Salzburgo impri-men los Rudimenta Grammaticae, de Nicolaus Perottus, primer libro con colofn barcelons, adems de otros impresos sin datos. Hurus, de Constanza, tambin

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    coste obras y tuvo negocios en otros lugares de Eu-ropa. Con posterioridad se traslad a Zaragoza, al igual que lo hicieron Botel y Planck, obligados por el brote de peste de Barcelona.

    Ms estable fue el taller de Nicols Spindeler, que trabaj primero en Tortosa y desde 1478 hasta 1483 en Barcelona, donde estamp una docena de textos clsi-cos, legales y religiosos. Luego se instal en Tarragona y Valencia, para volver a principios de siglo. Pedro Brun estamp una decena de impresos en las mismas fechas que el anterior y se traslad despus a Sevilla. Por ltimo, entre los ms estables, Juan Rosenbach, ac-tivo en la ciudad entre 1492 y 1498, donde sac bulas, pragmticas, libros litrgicos y religiosos, adems de algunos literarios, como Lo Carcer dAmor, de Diego de San Pedro, primer libro ilustrado en cataln. Despus trabaj en Tarragona y Perpin, y regres en 1506.

    En valEncia la imprenta tambin fue muy tempra-na, adems de activa y productiva, con un centenar de ediciones. Lambert Palmart, alemn procedente de Pa-rs, se estableci hacia 1473 y los primeros trabajos que se le atribuyen son la Ethica ad Nicomachum, de Aristte-les, y una edicin de las fbulas de Esopo, a los que se-guirn otros entre los que destacan las antes citadas

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    Obres e trobes en laors de la Verge Maria, de 1474, antao considerado el primer impreso espaol y hoy el prime-ro de carcter literario. Es una coleccin de composi-ciones poticas dedicadas a la Virgen y premiadas en un certamen potico celebrado en Valencia el 11 de febre-ro de ese ao: cuarenta en valenciano, cuatro en caste-llano y una en toscano. Sin embargo, como ocurre en otros lugares, estos trabajos no estn firmados y no ser hasta la publicacin de la Tertia pars Summa de Santo Toms de Aquino, en 1477, cuando aparece el nombre de Palmart en el colofn. Tambin estamp las bulas del Santo Cuerpo de Luchente, hacia 1477-1478. Fue uno de los talleres ms estables, permaneci activo has-ta 1492 con unos veinticinco impresos conocidos.

    Un segundo protagonista es castellano, Alfonso Fernndez de Crdoba, platero, que parece que apren-di el nuevo arte de la mano de Palmart. Firma, en 1477, el Confessionale. Defecerunt scrutantes scrutinio, de San Antonino de Florencia, mientras que, asociado con Palmart, la Biblia en valenciano finalizada en marzo de 1478 a expensas del editor Jacobo Vizlant y de la que tan solo queda una hoja con el colofn, pues fue pro-hibida, al igual que la publicacin de textos sagrados en lenguas vernculas. Al ao siguiente fue condenado a

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    muerte y huy de la ciudad. Se desplaz luego a impri-mir a Murcia, en 1484, si bien vuelve a Valencia para estampar obras encargadas por el obispado valenciano, asociado con Luis Miguel de Ario, socio capitalista que se encarg de su indulto, y con Salomn ben Mai-mn Zalmati. En 1487 se traslada a Hjar (Teruel), donde imprime libros para el cabildo de Zaragoza.

    Otros diez tipgrafos llegaron a trabajar en la ciudad del Turia en este perodo. El alemn Nicols Spindeler, que previamente haba trabajado en Tortosa, Barcelona y Tarragona, se instala en Valencia entre 1489 y 1500, donde produce una veintena de libros, entre los que destaca la primera edicin del Tirant le Blanc, de 1489. Otro alemn inquieto fue Leonardo Hutz, quien, aso-ciado a su compatriota Pedro Hagenbach, realiza en-cargos del editor Jaime de Vila entre 1491 y 1495, con una decena de libros, la mayora en valenciano, sobre todo libros litrgicos: la Vita Christi de Ludolfo de Sa-jonia, o los Furs nous del Regne de Valencia. Disuelta la sociedad, Hutz pas a Salamanca y a Zaragoza antes de volver a Valencia; Hagenbach acab en Toledo a finales de siglo. Por ltimo, Cristbal Cofman, de Basilea, se establece en 1498 y culmina bien avanzada la segunda dcada de la siguiente centuria.

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    SEvilla fue una de las ciudades ms activas y pro-ductivas, con algo ms de ciento cincuenta ediciones incunables. Sus orgenes son poco conocidos, pues el primer impreso con colofn es de 1477, el Repertorium de Daz de Montalvo, estampado por Antonio Mart-nez, Alfonso del Puerto y Bartolom Segura, que decla-ran ser los primeros artfices a quienes viera la ciudad del Betis en el ejercicio del noble arte, como se aprecia en la ilustracin que reproduce el colofn de la obra.

    Alfonso Daz de Montalvo. Repertorium quaestionum super Nicolaum de Tudeschis in libros Decretalium.

    Sevilla: Antonio Martnez, Alfonso del Puerto y Bartolom Segura, 1477 (Biblioteca Nacional de Espaa).

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    Sin embargo, hay noticias de posibles impresos anteriores, unas bulas de indulgencias para la cate-dral de Sevilla con datacin a mano de 1473 y que tienen un carcter redondo como el corriente de imprenta del da, a excepcin de algunos abreviados y letras maysculas parecidos a las alemanas, segn Joaqun Hazaas. Son tres y se encontraban en el ar-chivo capitular de la ciudad en el siglo xix, si bien hoy no se localizan: una con fecha anterior a mayo y otras dos para la fbrica de la catedral, en latn y cas-tellano, datadas en septiembre. Estos documentos no necesariamente han de estar impresos en la ciu-dad y mientras no aparezcan no podremos saber mucho ms, aunque no es extrao que se instalara una prensa en fechas tempranas, dada la importancia de la ciudad.

    As pues, el primer taller conocido es el de los tres socios antes citados, Martnez, Puerto y Segura, que trabajan hasta 1480, ao desde el cual firman los dos ltimos y a partir de 1482 tan solo Puerto. Entre sus trabajos, varias ediciones del Sacramental de Clemente Snchez de Vercial (1477 y 1478); el monumental Fasciculus temporum, de Werner Rolewinck (1480); las Introductiones latinae, de Antonio de Nebrija; la Crnica

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    de Espaa, de Diego de Valera (hecha por Puerto para Dachauer y Garca de Castillo en 1482), o la Bula de indulgencias en favor de la cristianizacin de Guinea y las Islas Canarias, ms conocida como Bula de Gui-nea, que data de hacia 1477-1478 y no de 1473, y que incluso lleg a falsificarse en 1479 reproducien-do el sello y la firma de las originales. Aunque no hay constancia de lo que produjeron, se documenta la sociedad de Diego Snchez Cantalapiedra y Alonso de Porras para la produccin de libros en Sevilla y Salamanca por aquellas fechas.

    En 1490, llamados por la reina Isabel, trabajan los denominados cuatro compaeros alemanes (Pablo de Co-lonia, Juan Pegnitzer, Magno Herbst y Tomas Glc-kner), que imprimen juntos hasta 1492, luego tres de ellos (menos Pablo) hasta 1499 y, finalmente, Herbst y Pegnitzer hasta 1502. En total, produjeron una cin-cuentena de ediciones de todo tipo, entre las que se encuentran varias obras de Alfonso de Palencia (Ba-talla campal de los lobos y los perros, De la perfeccin del triunfo militar y el Vocabulario universal en latn y en ro-mance, de 1490) y Las siete Partidas con adiciones de Al-fonso Daz de Montalvo, de 1491 (vase ilustracin de la siguiente pgina).

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    Alfonso X. Las siete Partidas con adiciones de Alfonso Daz de Montalvo. Sevilla: Compaeros Alemanes, 1491

    (Biblioteca Nacional de Espaa).

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    Otras ediciones elaboradas por el taller de estos im-presores alemanes fueron las obras de Alfonso de Ma-drigal, una de ellas, el Floretum sancti Matthaei, editada por Pedro Jimnez de Prjano (1491); las Ordenanzas reales de Daz de Montalvo (1495), diversos libros litr-gicos y, sobre todo, obras literarias, algo que lo distin-gue de otros talleres: la Crcel de amor, de Diego de San Pedro; las Trescientas, de Juan de Mena (dos ediciones en 1499); los Proverbios del marqus de Santillana, o el Libro del esforzado caballero conde Partinupls, todos de 1499.

    A la par que los alemanes, y a instancias de los Re-yes Catlicos, se instalan Meinardo Ungut y Estanis-lao Polono, quienes trabajan juntos entre 1491 y 1499 dando a luz unos setenta impresos de todo tipo, si bien destacan por la edicin de textos legislativos por encargo de los monarcas: Cuaderno de las leyes nuevas de la hermandad (1491), Leyes del cuaderno nuevo de las rentas de las alcabalas (1491), Las siete partidas de Alfonso X el Sabio con las adiciones de Alfonso Daz de Montalvo (1491), la Gratiarium actio directa ad Ferdinandum et Helisabeth pro victoria eis collata de Granatensi civitate (1492), Ordenanzas de Sevilla (1492) y otras.

    Tambin libros litrgicos, obras de Alfonso de Pa-lencia, Antonio de Nebrija, Diego de Deza, Boccaccio,

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    Sneca, Aristteles o Nicols de Lira, sin olvidar la li-teratura con las Coplas de Fernn Prez del Pulgar (1492), los Proverbios del marqus de Santillana (1496), el Decamern de Boccaccio, o las Trescientas de Mena (1496). Tras la muerte de Ungut, Polono imprime solo y desde 1502 tambin lo hace en Alcal de Henares llamado por el cardenal Cisneros.

    ZaragoZa, capital del Reino de Aragn, encrucija-da de caminos y prxima a la frontera castellana, na-varra y francesa, fue uno de los primeros lugares con imprenta y de los pocos cuya historia se conoce con fiabilidad al estar bien documentada. El primer taller se establece en 1475 por iniciativa de su arzobispo, que encarga a Mateo Flandro la impresin del Manipu-lus curatorum, una obra para la formacin de los sacer-dotes, cuyo colofn es de 15 de octubre de ese ao.

    El vicario general oblig a los eclesisticos, bajo pena de excomunin, a adquirir el libro en seis das siguientes a la recepcin de la carta, de 7 de noviem-bre, un sistema de edicin con el que se consegua recuperar la inversin. El nombre del impresor, as como la utilizacin de tipografa gtica, denotan su procedencia centroeuropea, lo que le diferencia de los introductores del arte en Espaa. El fallecimiento del

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    arzobispo en las fechas de culminacin del libro cer-cen la posibilidad de nuevos encargos en la sede za-ragozana, pero tampoco se le conocen nuevos traba-jos en otros lugares, por lo que el destino de Flandro sigue siendo un enigma.

    Mas no tardaron en volver las prensas a la ciudad, que se benefici del brote de peste que hubo en Bar-celona. As, en 1476 Pablo Hurus y Enrique Botel fir-man un documento para publicar por suscripcin unos Fueros del Reino de Aragn. Junto a ellos traba-jarn Juan Plank y Juan Hurus. Ser la primera im-prenta estable zaragozana y los socios (Hurus-Plank) trabajarn hasta 1484. Los reiterados viajes de Hurus parecen justificar la continua formacin de sociedades con Botel (que se traslad, en 1478, a Lrida, donde instala un taller hasta finales de siglo) y Plank, quienes atenderan los negocios en su ausencia.

    El taller de Hurus supone cerca del 10 % de la produccin incunable espaola, destacando por su cuidado y su perfeccin esttica, con esmerada tipo-grafa, letras capitulares y grabados, como se puede apreciar en el Exemplario contra los engaos y peligros del mundo, de Juan de Capua, impreso en 1493 (vase siguiente ilustracin).

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    Juan de Capua. Exemplario contra los engaos y peligros del mundo. Zaragoza: Pablo Hurus, 1493

    (Biblioteca Nacional de Espaa).

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    En marzo de 1499, Hurus, que se ira a su Constanza natal, vendi su taller a tres tipgrafos alemanes: Lope Appentegger, sobrino suyo, que permaneci hasta 1502; Leonardo Hutz, que haba trabajado en Valencia y Salamanca y que aparece en los colofones hasta 1504; y Jorge Coci, oficial en la imprenta de Hurus y protago-nista de las prensas zaragozanas por trabajar hasta 1537 y por las doscientas obras salidas de su taller.

    4.7. La imprenta se consolida

    Salamanca, sede de una prestigiosa universidad donde se formaron los artfices de la introduccin de la imprenta en Espaa, no cont con un taller hasta 1480, aproximadamente, al menos que se conozca. Lambert, en su trabajo sobre el Sinodal y otras obras segovianas, mencionaba como posibilidad para su impresin Sego-via o tal vez Salamanca, pues no faltaban nexos para ello. La produccin incunable es de las mayores de Es-paa, junto con Sevilla, unas ciento cincuenta obras, algo que se reproducir tambin en el siguiente siglo. Y precisamente de la ciudad andaluza proceden Diego Snchez Cantalapiedra, impresor, y Alonso de Porras, capitalista, que se haban asociado para la publicacin

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    de libros en Sevilla y Salamanca. En esta ciudad instalan un taller y tras elaborar un puado de impresos juntos fallecieron ambos. La prensa pas a Juan de Porras, con un breve perodo inicial a cargo de Pedro de Solaya y Juan de Montejo. Se trata, por tanto, de un taller nico con cambio de materiales en la dcada de 1490 y que permaneci activo de 1480 a 1520 con una produccin total conocida de unos doscientos impresos, de los cua-les unos ciento cuarenta en perodo incunable.

    La mayor parte estn relacionados con la universi-dad. Destacan las obras de Antonio de Nebrija, como las Introductiones latinae, con varias ediciones, Carmina et epigrammata (1491), el Dictionarium y la Gramtica castella-na, de 1492, que se puede apreciar en la siguiente ilus-tracin. Entre sus primeros trabajos estuvo un Sacra-mental y algunos libros litrgicos, caso del Sinodal de vila (c. 1481) o el Breviario legionense (c. 1484), adems de 67.300 bulas (c. 1485). Salieron de las prensas sal-mantinas las Leyes de las Cortes de Toledo (1480), Las Tres-cientas de Juan de Mena (1486) y obras de Santo Toms de Aquino, Juan de Pastrana, Pedro Jimnez de Prja-no, Esopo, San Jernimo, San Basilio Magno, Diego de Valera, Aristteles, Ovidio y un largo etctera, sin duda un amplio repertorio de la cultura de la poca.

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    Antonio de Nebrija. Gramtica castellana. [Salamanca: Juan de Porras, 1492] (Biblioteca Nacional de Espaa).

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    En 1493 Porras recibe, junto con Gonzalo Rodr-guez de la Pasera, el encargo del cabildo de Santiago de Compostela del Missale Auriense, que elaboran en Monterrey (Orense) en 1494. Al ao siguiente impri-men el Missale Compostellanum y una hoja de reliquias de la catedral de Santiago. Tras separarse, Porras reci-be ms encargos de libros litrgicos.

    Procedente de Valencia, en 1494 llega a la ciudad universitaria Leonardo Hutz, que se asocia con Lope Sanz e imprimen unas pocas obras, la mayor parte re-ligiosas, entre 1495 y 1497. Este ltimo ao Hutz se traslada a Zaragoza.

    En BurgoS la Iglesia es tambin responsable de los inicios de la imprenta, que en este perodo destaca con unas ciento veinte ediciones, la mayor parte de un mismo taller. Se desconoce si hubo uno previo al de Fadrique de Basilea, sin duda de los mejores tipgra-fos que trabajaron en Espaa, pese a que se atribuyen a la ciudad, y hacia 1475, varias ediciones del Sacramen-tal, de Snchez Vercial, aunque sin mucho fundamen-to. El de Basilea haba trabajado en su ciudad natal asociado a Michael Wenssler hacia 1472 y la primera noticia suya en Burgos se refiere al encargo que le rea-liza el cabildo, en marzo de 1482, de la impresin de

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    dos mil ejemplares de una hoja con una relacin de indulgencias o de reliquias, de la que no quedan testi-monios. Su siguiente trabajo conocido es la Grammati-ca latina de Andrs Gutirrez de Cerezo, impreso en marzo de 1485 y financiado en un 35 % por el cabildo, en una de cuyas casas estaba instalado el taller. Ese ao de sus prensas salen un Cuaderno de las alcabalas, las XV Cartas de Fernando del Pulgar o, del mismo au-tor, las Coplas de Mingo Revulgo.

    A Fadrique le caracterizaban sus materiales, pues es el taller que tuvo mayor surtido de fundiciones en este perodo, quince gticas y una redonda, a lo que se suma su constante renovacin, al menos dos veces en el siglo, y una gran cantidad de grabados xilogrficos. De ah la excelente calidad de buena parte de sus libros, muchos de ellos ilustrados. De los ochenta trabajos co-nocidos salidos de las prensas de Fadrique muchos son religiosos, a los que se suman otros de carcter litera-rio, como la edicin de la Celestina, la ms cercana al arquetipo, datada entre 1499 y 1501. Imprimi obras de Alfonso de Cartagena, Alonso Daz de Montalvo, Diego de Valera, Fray igo de Mendoza, San Jerni-mo, Antonio de Nebrija, Diego de San Pedro, Pedro Ciruelo o Pedro Jimnez de Prjano, entre otros.

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    Fadrique estuvo casado con Isabel de la Fuente, con quien tuvo a Isabel de Basilea, protagonista de la imprenta castellana en el siglo xvi, puesto que se cas con Alonso de Melgar, que sucedi unos aos a su suegro en la imprenta tras su fallecimiento, y en se-gundas nupcias con Juan de Junta, activo en Burgos y en Salamanca.

    La ltima dcada de siglo se abri el taller de Juan de Burgos, que en 1500 y 1501 se traslad a Vallado-lid, para luego volver a su ciudad en 1502, ao en que fallece, tras lo cual pas el taller a su hijo Andrs. Su produccin se acerca a las treinta ediciones con obras religiosas, de gramtica, clsicas y literarias. Su prime-ra obra conocida es de 1489, la Disticha moralia de Mi-chael Merinus. Entre otras imprimi la Crnica troyana, de Guido de Columna; los Commentarii de bello Gallico, de Csar; alguna bula, un Tratado de confesin, el Doctri-nal de los caballeros, de Alfonso de Cartagena, y algunas coplas. Uno de sus ltimos trabajos en perodo incu-nable fue la impresin de Los doce trabajos de Hrcules, de Enrique de Villena, en agosto de 1499.

    La imprenta se expande por otras localidades a par-tir de la dcada de 1480 y ser empleada para la elabo-racin de las bulas de Cruzada, uno de los sistemas de

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    financiacin de los que se sirvi