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La imagen del mestizo en el discurso de los intelectuales indígenas. 1975-1994 Ileana Schmidt Díaz de León Tulane University Descubrir la imagen que los indígenas tienen sobre el mestizo nos fuer- za a conocer y entender la que tienen sobre sí mismos. ¿Qué significa para un indígena ser indígena? Esta pregunta es obligatoria si uno desea conocer su percepción sobre el mestizo. Este trabajo trata de descubrir en el discurso de intelectuales indígenas la imagen que tienen sobre el mestizo y sobre sí mismos como grupo. Para ello se ha tomado como base de estudio una colección de trabajos escritos por diez maestros e intelectuales indígenas mexicanos. De acuerdo a los autores estudiados, el mestizo es todo lo que no es el indígena y el indígena no es como suele ser el mestizo. Este, que pa- rece un juego de palabras, es base de conocimiento de este trabajo por- que los indígenas hablan mucho más sobre sí mismos que sobre los mestizos. Ellos hablan acerca de sus deseos, sus expectativas en la vida, sus formas de vida y su moral social. Por ello, conocer el concepto que tienen sobre el mestizo implica rescatar el concepto que de ellos mis- mos poseen. Este trabajo no trata de inventar el pensamiento indígena acerca del mestizo, sino descubrirlo y entenderlo analizando el otro lado de su dis- curso. Esto es posible hacerlo si se considera que las luchas indígenas en América se han basado en la diferencia entre indios y no-indios. Este escrito intentará revelar algo de la sabiduría, sencillez y tenacidad indí- gena, elementos que les han permitido soportar el peso de la domina- ción y mirar el futuro con esperanza. Como es sabido, en México y el resto de Latinoamérica, los indí- genas sufren discriminación y humillación; ellos suelen ser el sector

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La imagen del mestizo en el discurso de los intelectuales indígenas. 1975-1994

Ileana Schmidt Díaz de León Tulane University

Descubrir la imagen que los indígenas tienen sobre el mestizo nos fuer­za a conocer y entender la que tienen sobre sí mismos. ¿Qué significa para un indígena ser indígena? Esta pregunta es obligatoria si uno desea conocer su percepción sobre el mestizo. Este trabajo trata de descubrir en el discurso de intelectuales indígenas la imagen que tienen sobre el mestizo y sobre sí mismos como grupo. Para ello se ha tomado como base de estudio una colección de trabajos escritos por diez maestros e intelectuales indígenas mexicanos.

De acuerdo a los autores estudiados, el mestizo es todo lo que no es el indígena y el indígena no es como suele ser el mestizo. Este, que pa­rece un juego de palabras, es base de conocimiento de este trabajo por­que los indígenas hablan mucho más sobre sí mismos que sobre los mestizos. Ellos hablan acerca de sus deseos, sus expectativas en la vida, sus formas de vida y su moral social. Por ello, conocer el concepto que tienen sobre el mestizo implica rescatar el concepto que de ellos mis­mos poseen.

Este trabajo no trata de inventar el pensamiento indígena acerca del mestizo, sino descubrirlo y entenderlo analizando el otro lado de su dis­curso. Esto es posible hacerlo si se considera que las luchas indígenas en América se han basado en la diferencia entre indios y no-indios. Este escrito intentará revelar algo de la sabiduría, sencillez y tenacidad indí­gena, elementos que les han permitido soportar el peso de la domina­ción y mirar el futuro con esperanza.

Como es sabido, en México y el resto de Latinoamérica, los indí­genas sufren discriminación y humillación; ellos suelen ser el sector

más pobre y explotado de la población. A lo largo de este siglo han venido a ser objeto de estudio de investigadores básicamente del área de las ciencias sociales y han llegado a considerarse las interpretacio­nes de estos personajes más valiosas que las hechas por los propios intelectuales indígenas. Es decir, el conocimiento creado por indígenas es considerado como no científico o inferior entre los investigadores no-indígenas. Sin embargo, los primeros son liga entre sus comunida­des de origen y la sociedad nacional. La lucha de los intelectuales indí­genas abarca no sólo el reconocimiento de sus culturas como parte de la vida nacional, es decir, que sus culturas sean respetadas, sino que también sean universalizadas a través de la enseñanza de su historia.

Entender cómo el indígena se ve a sí mismo es esencial para enten­der cómo percibe al mestizo, pues la imagen de éste suele ser el lado opuesto de la del indio. Esto significa que la identidad es construida en relación a otros y que la relación entre comunidades indígenas y la sociedad en general es clave para la definición y mantenimiento de la identidad étnica.

Los autores de los cuales escucharemos su palabra son:Celestino Solís Eustaquio. Náhuatl, nacido en Xalitla, Guerrero. Es

investigador en el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social ( c i e s a s ) .

Eva Salvador Hernández. Zapoteca, nacida en San Andrés Solaga, Oaxaca. Trabajó como promotora cultural bilingüe y terminó sus estu­dios de maestra de educación primaria en el Instituto de Mejoramiento Profesional del Magisterio. Estudió la licenciatura en integración social en el Instituto de Integración Social del Estado de Oaxaca.

Floriberto Díaz. Mixe, coordinador en 1992, de Servicios para el Pueblo Mixe A.C., de Tlahuitoltepec, Oaxaca.

Franco Gabriel Hernández. Mixteco. Investigador en el Instituto de Investigación Social de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oa­xaca y en el Centro de Investigación y Difusión Ñuu Savi.

Genaro Domínguez Maldonado. Chontal, nacido en San Andrés Tuxtla, Veracruz, el 2 de diciembre de 1938. Terminó estudios de dere­cho en la Universidad Nacional Autónoma de México. Fue coordinador de la Coordinadora Nacional de Pueblos Indígenas en 1991.

Ignacio Reyes Ruiz. Zapoteco, nacido en Sto. Domingo Xagacía, Oaxaca. Trabajó como promotor cultural bilingüe y terminó sus estu­

dios de maestro de educación primaria en el Instituto de Mejoramiento Profesional del Magisterio. Estudió la licenciatura en integración social en el Instituto de Integración Social del Estado de Oaxaca.

Jacinto Arias Sajom. Tzotzil, nacido en San Pedro Chenalhó, Chia- pas. Hizo estudios de doctorado en antropología en la Universidad de Princeton, Estados Unidos. Hizo estudios en el Montezuma College y en la Universidad Católica de América.

Marcos Matías Alonso. Náhuatl, nacido en Acatlán, Guerrero. An­tropólogo, investigador en el Centro de Investigaciones y Estudios Su­periores en Antropología Social ( c i e s a s ) en la ciudad de México.

Natalio Hernández Hernández. Náhuatl, nacido en la huasteca vera- cruzana. Fue maestro bilingüe y subdirector de la Dirección General de Educación Indígena. Es promotor y presidente de la Organización de Profesionistas Nahuas de México ( o p i n a c ) y de la Organización de Derechos Humanos de los Pueblos Indígenas de México.

Víctor de la Cruz. Zapoteco de Juchitán, Oaxaca. Estudió derecho y es investigador en el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social en la ciudad de Oaxaca. Es editor de la revista Guchachi Reza (Iguana rajada).

El indigenismo en México. Una breve reflexión

Para trazar la historia de México se debe considerar la historia de los indígenas. Ellos han sido elemento clave en la construcción de la na­ción mexicana no por la parte india del mestizo sino por su presencia como indígenas. Contrario a la idea de que el indigenismo ha signifi­cado su aniquilación, parece haber sido, al principio, una herramienta importante para su preservación. El nacimiento del indigenismo en la Colonia tuvo por objeto la protección de la población indígena. En aquella época, la política más relevante hacia los indios fue la creación de la diferenciación entre ellos y los españoles. Los defensores de los indios, que en ese tiempo fueron fundamentalmente misioneros, desea­ron preservar los elementos “valiosos” de su forma de vida y eliminar todas aquellas cosas consideradas por ellos como “diabólicas”. Estas ideas causaron acciones contradictorias hacia los indígenas. Por un lado fueron creadas leyes para mantener la separación entre indios y espa­

ñoles, y por otro, fueron impuestas una religión y una cultura diferen­tes asi como una nueva organización para las comunidades (Ricard, 1966; León-Portilla, 1976).

Durante el siglo xix, las ideas acerca de los indígenas dan un giro, en mucho provocado por el papel que se le otorga al mestizaje como símbolo de identidad en la formación de la nación y como centro homo- geneizador de la identidad nacional (Villoro,1979). Con la aparición del mestizo en el discurso, las acciones hacia los indígenas se modificaron, sin embargo, la contradicción entre la permanencia y la imposición es todavía una característica de la política indigenista en México. Al co­mienzo de los años veinte, las acciones gubernamentales hacia los indí­genas vinieron a ser parte de los logros de la Revolución sobre todo a través del reparto agrario y la educación. Esta fue uno de los factores más importantes dentro del proyecto cultural de la Revolución Mexica­na y promotora de la política indigenista en ese tiempo. La característi­ca primordial era la búsqueda de la homegeneización cultural del país y en esta época tal meta se abordaba mediante dos perspectivas dife­rentes. Una de ellas es la encabezada por el grupo del Ateneo de la Juventud, para cuyos miembros la cultura debía ser elemento constitu­tivo de la nueva sociedad mexicana revolucionaria y además debía res­ponder fundamentalmente a los ideales hispánicos. Este discurso está basado en la idea de que la cultura indígena significa retraso y que los indios deben entonces ser incorporados a la forma de vida de la socie­dad nacional o mestiza para lograr una vida mejor. Dos de los más importantes promotores de esta corriente de pensamiento fueron José Vasconcelos y Manuel Gamio. La otra perspectiva considera que la herencia y la cultura indígena actual debieran ser la base de la cultura y la nacionalidad mexicana, y es en este sentido que el objetivo debe ser entonces la integración de la nación mexicana. El concepto de inte­gración establece que la construcción de una nueva cultura requiere tanto de la cultura indígena como de la mestiza; los aspectos positivos de ambas culturas deben ser rescatados e integrados para construir una nueva forma de vida. El promotor más importante de esta corriente fue Moisés Sáenz. Al principio de su carrera Sáenz creía en la incorpora­ción de los indígenas como la manera de mejorar sus vidas, pero, des­pués de organizar y dirigir un proyecto especial en Carapan, Michoa- cán, cambió seriamente su visión acerca de su cultura y formas de vida

(Schmidt, 1990). Esta consideración es importante toda vez que Sáenz fue uno de los promotores de la primera reunión internacional de indi­genistas en Pátzcuaro, Michoacán en 1948 y que debido a esta reunión, el Instituto Nacional Indigenista ( i n i ) fue creado en México unos meses después.

Aún cuando existe un instituto para ejercer la política indigenista, ésta abarca ámbitos que no han sido controlados enteramente por el in i

como lo es la educación. Ésta es un proyecto de alcance nacional en el cual, los indígenas han estado siempre incluidos y han ganado con el tiempo presencia y nivel de influencia que les ha permitido cierto con­trol de la educación dirigida a sus comunidades a través de la Dirección General de Educación Indígena de la Secretaría de Educación Pública. Esto ha sido posible debido a la constante lucha que las comunidades han ejercido a lo largo de los años, pero es necesario considerar que también ha sido posible porque existe una institución especial para la educación de los indígenas, y que ésta fue producto de la política ini­cial de protección a la población india desde hace varios siglos. Si bien el indigenismo ha significado en momentos “presión” sobre las culturas indígenas, también ha sido clave para su permanencia a lo largo del tiempo.

Los indios han tenido que sufrir el peso de las acciones del Estado sobre los caminos a seguir en sus vidas, consideración de suyo impor­tante toda vez que las luchas indígenas pugnan porque sea tomada la dirección contraria. Los intelectuales indígenas quieren menor paterni­dad del gobierno y mayor autonomía para las comunidades, considera­ción que viene a ser clave para entender el sentido real de autonomía que proponen hoy en día.

El concepto de indígena

Los autores incluidos en el presente análisis muestran opiniones acerca de lo que significa ser indígena que varían, unas de otras, solamente en los niveles en los cuales se dan las relaciones entre indios y no-indios. “Mestizos” o “criollos” son así el individuo como el Estado-gobierno nacional, y “criollos” son también así el individuo como el Estado- gobierno extranjeros.

El indígena es considerado ante todo como el habitante originario de la tierra americana el cual perdió su lugar debido a la conquista por los europeos. El tiempo prehispánico es pensado como aquel en el cual el mundo era más justo y equitativo.

La discriminación, la explotación, la negación y la invisibilidad, son el resultado del proceso que trajo como consecuencia la conquista y el avasallamiento (Hernández, 1992a).

La sociedad prehispánica se concibe como armónica y balanceada pues es a partir de la Conquista que los indios vienen a ser discrimina­dos, explotados, negados y a ser gente invisible en su propia tierra. La dominación, producto de la Conquista, es todavía la actitud de los go­biernos nacionales hacia los indígenas. Ellos se ven a sí mismos como grupos que viven fuera de la sociedad de habla castellana debido a sus condiciones históricas y socio-económicas y por las diferencias de in­tereses resultado de su etnicidad. Esta visión se da a pesar de que ellos se consideran a sí mismos como ciudadanos y sujetos al gobierno na­cional.

Es cierto que hemos conocido la civilización occidental y que algunas co ­sas las hemos aceptado como propias; es cierto que la mayoría somos cató­licos [...] y que gracias al imperialismo yanqui estamos divididos en sec­tas promovidas por el Instituto Lingüístico de Verano, y aceptamos tácita­mente el tutelaje de los Estados-gobierno actuales en cada uno de nuestros países. [...] La violación de nuestros derechos como seres humanos, como pueblos indios y aún como ciudadanos es sistemática (Díaz, 1992).

Los indígenas reconocen sus derechos no sólo como un asunto de carácter jurídico, también como una razón histórica. Ellos poseen las raíces dadas por el tiempo por lo que deben poder disfrutar de los bene­ficios que ofrece la relación Estado-ciudadano. Ellos conciben la opre­sión que viven en términos tanto humanos como civiles: sufren cons­tantemente la usurpación de sus tierras, la represión de sus organiza­ciones, la persecusión, encarcelamiento y asesinato de sus líderes, etc., no sólo por ser indígenas sino por querer una mejor sociedad también para ellos.

Para algunos autores los pueblos indios son oprimidos no sólo por los gobiernos nacionales sino también por gobiernos extranjeros, y siguen viviendo la situación de la Conquista en la medida que éstos

explotan a los países latinoamericanos. Indios, negros y la clase traba­jadora mestiza de Latinoamérica viven separados unos de otros porque ésta es la situación impuesta desde la Colonia, pero todos comparten la opresión causada por los Estados-gobiernos interesados en la riqueza y los recursos naturales de Latinoamérica.

“Mientras indios, negros y trabajadores latinoamericanos estemos dispuestos a unir nuestras fuerzas para luchar juntos, respetándonos siempre, habrá esperanza de que hagamos realidad una sociedad de todos y para todos” (Díaz, 1992).

Es claro que los indígenas se conciben a sí mismos como separa­dos, en términos de identidad, de negros y mestizos, sin embargo, per­sonas como Floriberto Díaz los consideran a todos así parte de la na­ción mexicana como del concierto de las naciones latinoamericanas. El continente entero es indígena y como humanidad, ciudadanía y heren­cia demandan los derechos de disfrutar todos los beneficios que los go­biernos dan a sus pueblos, así como disfrutar de los recursos que pose­en desde antes del descubrimiento del Nuevo Mundo.

Los indígenas se ven a sí mismos diferentes de los mestizos por la forma en que viven unos y otros, como conciben la vida, su cultura y por su lengua. Los indígenas defienden su derecho a practicar sus for­mas de vida de la misma manera que lo hacen los mestizos, consideran­do además que como indios no son un grupo monolítico. Dentro de los grupos étnicos y entre ellos hay diferencias e intereses de poder, de ri­queza y diferentes niveles de conciencia de su identidad étnica.

“Aún así negamos adherimos a cualquier celebración, sin que podamos evitar que haya indígenas renegados que también van a aplau­dir” (Díaz, 1992).

Ignacio Reyes Ruiz y Eva Salvador Hernández, ambos maestros bilingües, hablan de racismo de mestizos hacia indígenas y entre indí­genas también. El primer autor dice que el racismo es una actitud aprendida de los españoles y es una forma de mostrar que ciertos gru­pos indígenas han sido mestizados, es decir, que están perdiendo su propia forma de ser, su propia cultura.

[...] el caso es que el mixe era considerado como: “el más atrasado, el más

tonto, el más sucio, el más flojo y el más salvaje, el más ignorante”. Esto era consecuencia de que el mixe conservaba casi íntegra su indumentaria.

[...] Otra característica de la mujer mixe consiste en que es fuerte física­mente, de apariencia tosca, que realiza todos los trabajos del hombre, mejor y más rápido. Los hombres también son muy resistentes y cargan bultos exagerados. En el lenguaje mixe predominan los sonidos nasales y

por eso los zapotecos piensan que es la lengua más fea, y por lo tanto la

desprecian y discriminan (Reyes Ruiz, 1981).

Ignacio Reyes Ruiz considera a los zapotecos muy occidentaliza- dos o aculturados. Considera el racismo como un patrón de discrimina­ción cometido por el más fuerte sobre el más débil y como una situa­ción que se vive repetidamente en la sociedad.

“Esta serie de pueblos que tienen menor grado de aculturación son considerados inferiores con respecto a Ixtlán. Por eso es que los de Ix- tlán llaman a estos pueblos ‘Rinconeras’, ‘Avejoneros’, ‘Chahuiros’, ‘Indios’, ‘cuatreros’, etc. Esta observación la hice cuando estuve estu­diando en el internado de Guelatao” (Reyes Ruiz, 1981).

Para Reyes Ruiz, mientras más indio es el individuo, es considera­do por otros como el más pobre y el más tonto.

“Los pueblos más aculturados discriminan y explotan a los pueblos menos aculturados que los circundan. La discriminación nacional es un sistema bien planeado para dominar al más débil” (Reyes Ruiz, 1981).

La discriminación es una cuestión de dominación. La gente discri­mina a otra para dominarla y ganar algo del débil. Para Reyes Ruiz el origen de esta actitud es la invasión española, lo cual significa que antes de la Conquista el comportamiento discriminatorio entre los indígenas no existía. Ahora este problema aparece sólo entre los pueblos indíge­nas más aculturados, es decir, los que tienen más valores mestizos en su forma de vida. En otras palabras, el comportamiento discriminatorio es característico del mestizo y significa para los indígenas la pérdida de valores humanos, como veremos más adelante.

Culturalmente los indígenas defienden su identidad como algo conectado con su pasado histórico o tradición. Ellos consideran sus cul­turas diferentes a la del mestizo y distintivas de su identidad. La tradi­ción tiene sus orígenes desde tiempos anteriores a la Conquista y los ancestros no son sólo retórica del pasado. Ellos son la liga entre el pre­sente cultural y el origen de la tradición indígena. La identidad de indio está basada sobre el principio ancestral de la transmisión oral que ha pa­

sado a través de la Conquista, la Independencia, la Reforma, el porfi- riato y la Revolución. Los indígenas no son sólo historia. Ellos son el presente que vive y exalta el pasado.

Sólo la educación indígena no escolarizada, esto es, la que los padres daban a sus hijos a través de la familia y la comunidad indígena, resistió y

ha resistido desde la Colonia hasta nuestros días los embates de la acultu- ración, de la occidentalización, de la europeización. Gracias a esta educa­ción indígena no escolarizada, hoy día los pueblos conservan gran parte de su cultura, de su identidad propia. Gracias a esta acción educativa de la

familia y la comunidad indígena, aún se conservan las lenguas de nuestros padres y de nuestros abuelos: el náhuatl, el maya, el otomí, el tarahumara, el purépecha, en fin, las 56 lenguas indígenas que se hablan en nuestro país (Hernández, 1981).

La tradición es la esencia de la vida indígena y la acción verbal el mecanismo que la hace posible. Para intelectuales como Natalio Her­nández, la verbalización ha sido una herramienta poderosa y eficiente para preservar las culturas indígenas. Ser indígena significa poseer la tradición de la comunidad a la que uno pertenece, hablar una lengua indígena y tener un espacio definitivo en la sociedad comunal.

“El momento crítico de poner en duda mi propia identidad fue cuando ingresé como maestro bilingüe. Entonces fue cuando sentí la presión y discriminación de la sociedad nacional hispanohablante . A partir de entonces tomé conciencia de que era diferente [...]” (Hernán­dez, 1992a).

Muchas veces el indígena toma conciencia de su indianidad cuan­do tiene contacto con la sociedad nacional. Como dice Fishman (1984), la etnicidad no es necesariamente un hecho consciente. Esto significa que la intelectualidad indígena tampoco es un grupo monolítico y que los objetivos de la lucha de los indígenas pueden diferir seriamente. A pesar de esto, parece que todos estos autores conciben al indígena como miembro de la nación mexicana, como Hernández lo implica en el tex­to. Hablar de la “sociedad nacional hispano hablante” implica una so­ciedad nacional de hablantes de otras lenguas diferentes al español, esto es, de indígenas. Es muy significativo que Natalio Hernández cuestione la forma en que fue tratado por la sociedad nacional hispanohablante pero no cuestione su pertenencia a la sociedad nacional en general. Pa­

reciera ser que la sociedad nacional está dividida en al menos dos par­tes y los individuos pertenecen a una u otra. La idea de que los indíge­nas están fuera de la sociedad nacional estaba claramente presente desde los años veinte. El ideal de incorporación supone que los indíge­nas no están dentro del cuerpo de la sociedad nacional, pero para Natalio Hernández la sociedad está dividida en dos y los indígenas per­tenecen a una de esas partes. Al final, todos son mexicanos.

“Pero, nosotros, para diferenciamos, para ponemos en el concierto, y hablar en este momento de pueblos indígenas y no ‘indios’, nosotros decimos, bueno, somos pueblos indios de América” (Domínguez, 1992).

Como se ha visto, la diferencia entre indio y mestizo está dada para los primeros por la diferencia en las formas de vida en general. Los in­dígenas quieren de los mestizos el respeto a la diferencia. Ser indígena es hablar una lengua nativa, creer en la energía del sol y que la tierra es la fuente principal de sustento. Los indígenas poseen las raíces antiguas de esta tierra y una cultura donde el ser humano es parte de la natura­leza. Por ello, los indígenas se consideran a sí mismos como la gente que mejor entiende la naturaleza y la vida porque ellos conocen el sig­nificado de la relación entre los seres vivos y el universo.

¿Que no pensará el europeo que haciendo un acto ceremonial en la zona de la selva lacandona en 1992 [...] no resuelve el problema de la contami­nación del aire? Entonces lo que pensamos nosotros los indios en este momento es que hay que hacer racional al que tenemos enfrente, porque, por más que usen las máquinas computadoras y estén adelantados, en el sentido común andan atrasados. Porque nuestra muerte será su muerte de ellos. Y entonces nosotros nos hemos propuesto mostrar lo que nosotros consideramos como es la vida (Domínguez, 1992).

Los indígenas tal vez no tienen tecnología, pero sí tienen sentido común, es decir, la capacidad de pensar y de actuar correctamente. Esta es para ellos la herramienta necesaria para hacer del mundo un lugar mejor para todos. Extranjeros y mestizos no tienen nada que enseñar para la vida a los indígenas. Los primeros pueden ofrecerles tecnología para hacer su existencia más confortable pero no para resolver los pro­blemas que la vida impone. Ser indígena, hasta este punto, es poseer una tradición, hablar una lengua indígena y estar orgulloso de su iden­

tidad. Además, los indígenas poseen conocimiento que los demás no tienen el cual les hace entender mejor cómo funciona el universo.

Los indígenas son los hombres-mujeres que tienen el conocimien­to y los valores verdaderos. Para Jacinto Arias, antropólogo, los tzotzi- les y tzeltales no se definen a sí mismos como indígenas. Este es un tér­mino impuesto por los conquistadores y los indígenas lo usan sólo para hacer claro que ellos no son ladinos o jkaxlan.

Hombre-mujer verdadero (ba tí i vinik/antz) casi siempre es preferido por los indígenas para designar su identidad, opuesta a la identidad del ladino,, que no es hombre-mujer verdadero. Por lo tanto, este término se refiere a los constituyentes generales de la humanidad indígena, es decir, al modo habitual y familiar de ser humano, muy distinto de las costumbres no fami­liares e inhumanas de los ladinos (Arias, 1975).

La razón de la costumbre indígena está en su capacidad de dotar de identidad. En palabras de Fishman el hombre-mujer verdadero es el patrimonio de la etnicidad y envuelve a la fenomenología de la etnici- dad, esto es, el significado de la costumbre y el sentido que ésta tiene para cada miembro de la comunidad. Arias considera que la identidad étnica está relacionada con la forma en que la gente estructura su vida y el mundo en su mente pero la estructura en sí es construida social­mente. Para los tzotziles el mundo es de la forma que es porque sus ancestros lo hicieron así y no de otra manera. La costumbre es inmuta­ble y debe ser mantenida si quieren continuar siendo hombre-mujer verdadero. Esto supone el equilibrio para la comunidad y el individuo dentro de ella. Éste es así un ser ligado a su sociedad por la identidad y por intereses comunes.

Aunque todos los autores considerados en este trabajo tienen dife­rentes identidades étnicas, ellos están de acuerdo en que los grupos indígenas comparten cosas que hacen posible organizados en un único grupo definido como “indios”. Ellos son pobres pero tienen una vida muy organizada, los bienes de producción tienen para ellos un valor jerárquico y éstos son producidos sólo de acuerdo a la importancia esta­blecida. Los indios hablan lenguas nativas, conciben a la naturaleza y se relacionan con ella en una forma específica y todos ellos son los pue­blos originarios de estas tierras.

Así como a algunos les gusta ir a pescar al río en las mañanas o en las tar­des, a otros les gusta más ir a pescar en la noche. [...] Se cuenta el núme­ro de pececitos y el número de ranas y se reparten a partes iguales. A veces hasta tienen que despedazar una rana; una piemita para uno, la otra pier- nita para otro y el cuerpito y la cabeza para otro. Tiene que ser a partes

iguales, a nadie más ni menos. La pobreza es compartida por partes igua­les (Romero, 1984).

Considerando este texto completo, compartir la pobreza significa la ausencia de diferenciación social entre los miembros de la comunidad. Esto no significa, sin embargo, que a los indios les gusta o quieren ser pobres. Compartir la pobreza es una forma de mantener la cohesión de los individuos al interior de la comunidad, porque la unidad es la única manera de sobrevivir en un sistema social basado en la distribución ine­quitativa de la riqueza. Esta visión de la vida y el deseo de querer man­tener su etnicidad, ha venido a ser un incentivo para la unidad de todos los grupos indígenas del continente.

Como ha sido mencionado lineas arriba, los indígenas comparten no sólo el sentimiento, también el sentido de que son los pueblos origi­narios de todo el continente americano. La tierra es el elemento esen­cial en la vida de las comunidades indígenas por su valor como medio de sobrevivencia y por proveer el sentido de pertenencia a una comu­nidad específica.

“Ser parte espacial o tangible de una comunidad no es tan impor­tante como el sentimiento de pertenecer al pueblo propio” (Arias, 1975).

La tierra ha sido el elemento de identidad también para los ances­tros, quienes la vivieron con orgullo. Por ello la tierra ha sido siempre y será el centro, el objetivo y la esperanza de las luchas y rebeliones de los pueblos indígenas. Y ellos están en lo cierto. Ésta es su tierra. Éste es su mundo.

El concepto de mestizo

El mestizo es visto por los indios como el opuesto a ellos, y por lo mismo carece de conciencia de sus raíces indígenas. Los indígenas ven al mestizo como un alargamiento de la imagen del criollo. En otras palabras, el mestizo posee más características del ser criollo que del ser

indio, las cuales son principalmente culturales y expresadas a través de la lengua que habla, la forma en que viste, en que trabaja, y la manera de comportarse frente a otros y frente a la naturaleza. El mestizo es una mezcla de indígena y español que repudió a su madre india; es históri­camente un ser rebelde y combativo que negó a su madre indígena para llegar a ser como su padre.

Pero la madre se sobrepuso y huyó, aún de sus propios padres y hermanos, protegiendo la vida de su vientre contra el padre filicida. Sin la protección materna, el feto hubiera abortado. Pero nació y se alimentó de la leche

materna de la india. Se aferró a ella en sus primeros años, pero una vez que empezó a darse cuenta de quién era respecto a los demás, rechazó, hasta

maltrató a su madre, por pretender parecerse al padre. A sí nació un pueblo violento y combativo desde su concepción, pero inseguro desde su infan­cia (Díaz, 1992).

El mestizo tiene un origen indígena y debe a él su existencia. La idea de la raíz indígena como la madre es más que simbólica para los pueblos indígenas. Ella representa la vida, la cultura y la lengua mater­na que el mestizo debiera tener. Estos aspectos que el indígena vive cotidianamente, son los elementos fundamentales de su etnicidad. El mestizo en cambio, abandonó su más preciado medio de identidad: la indianidad heredada por la madre leal. Así, es asumido que ser mestizo significa haber traicionado a la madre india y padecer la falta de una identidad definida.

El pasado es la raíz y la substancia de la identidad del individuo, es su historia y ésta la tradición de los pueblos indígenas. El pasado es la fuente principal de identidad pues es lo que da el sentido de pertenen­cia a la tierra americana. Para los indígenas la tierra no es algo que sólo se posee sino el lugar al cual se pertenece. Un mestizo sin conciencia y sin orgullo de sus raíces indias no tiene identidad o sentido de perte­nencia. Para tenerla y afirmarse a sí mismo debe reconocer y valorar sus raíces indias.

El mestizo representa para el indígena explotación y discrimina­ción, humilla, degrada y hiere al indígena en nombre de la cultura na­cional. El altera el equilibrio del universo, toma de la naturaleza y de la gente más de lo que necesita y desaparece sin compartir lo que ha gana­do con otros.

En el mes de marzo del año de 1967, llegaron al pueblo algunas personas

de Chilpancingo y de Chilapa. [...] éstos llegaron a nuestro pueblo a saque­ar y a exterminar completamente a los xohuilime. Llegaron con un apara­to para matar peces grandes. El aparato empezó a sacar los peces madre ya

muertos. [...] En esta vez nada se compartió a partes iguales, todo se lo lle­varon, sólo dejaron el agua llena de petróleo y de gasolina. Desde aquellos días los xohuilime se escasearon cada vez más. La pobreza de los peces que se compartía en Acatlán fue saqueada (Solís, 1984).

El mestizo interrumpe el equilibrio no sólo de la naturaleza sino también el de la vida indígena porque suele tomar ventaja de las condi­ciones de vida del indio y poseer todo, incluso la naturaleza. Debido a todo esto, los indígenas dicen que su “forma tradicional de vivir ha sido siempre mejor” (Solís, 1984). La modernidad no tiene sentido si no beneficia a todos y cada uno de los miembros de la comunidad. Sin embargo, los indígenas, como raíz madre, tienen la esperanza de que los mestizos eventualmente reconocerán y comprenderán las raíces de su origen. El mestizo como hijo de los indios y como hermano es parte de la misma familia y juntos deberán pelear por la construcción de una sociedad donde los indígenas (y todos los mestizos pobres) tendrán una vida digna. Los intelectuales indígenas consideran los problemas socia­les como producto del sistema de dominación, el cual es sufrido por el mestizo también en muchas formas. Así, el reconocimiento de la heren­cia de sangre india por el mestizo es un paso en la construcción de una nueva sociedad. La esperanza y el deseo de los indios es la “reindiani- zación” del mestizo.

Los indígenas como mexicanos

El mestizo es considerado un ser diferente al indígena, sin embargo, pue­de llegar a ser como éste si comparte las luchas por los ideales del indio. El indígena no necesita ser mestizo, pero este último puede incorporarse a sí mismo en la vida indígena y llegar a ser indio por convicción.

Villa no era indio pero se identificaba con el indio. Si te identificas con la

esencia del pueblo, con su demanda, entonces tú eres igual a nosotros. [...] El pueblo mexicano siempre ha luchado, siempre. No hemos vivido de

rodillas, hemos tenido que ponemos de rodillas en la tierra porque nos han obligado, pero cuando hemos podido nos hemos puesto de pie, y damos de chingadazos como nos han dado (Domínguez, 1992).

Los indios han sido los constructores de la nación, quienes han for­jado el camino de la historia de México y son por ello el verdadero pue­blo de México, es decir, son mexicanos por historia y por derecho. Su identidad mexicana está expresada a través del simbolismo de los hé­roes que han peleado por las demandas indígenas y está ganada porque han sido la base social para la creación de la nación mexicana.

“[...] no han modificado la Constitución porque quieren, sino por­que han oído el clamor de los indios que decimos: aquí estamos, respé­tenos, somos diferentes, pero somos, no nos traten iguales porque no somos iguales” (Domínguez, 1992).

Ser mexicano es ser indio. El mestizo es mexicano porque tiene raí­ces indias heredadas de los abuelos desde antes de la Conquista. En otras palabras, la historia de México no comenzó con la llegada de los españoles, afirmación que establece la construcción de las identidades étnica y la nacional como parte de la misma historia en México. La identidad étnica ha formado, en cierta manera, la identidad nacional.

“Las nuevas generaciones de mexicanos no pueden seguir menos­preciando nuestras raíces culturales, ni denigrando a sus actuales por­tadores” (Hernández, 1992a).

Tanto el indio como el mestizo son mexicanos desde la perspectiva indígena, pero el mexicano ideal deberá ser consciente y estar orgullo­so de su origen indio no sólo como algo del pasado sino también como algo del presente.

Las luchas de los pueblos indígenas

Los indígenas como seres humanos y como mexicanos tienen derecho a vivir con dignidad. Este deseo ha sido la meta central en su lucha den­tro de la nación mexicana. Las luchas indígenas han sido la batalla en contra de la dominación desde el periodo colonial hasta nuestros días y han buscado la manera de hacer oír y tomar en consideración su opi­nión. Los indígenas quieren vivir una mejor vida material y recibir res­

peto hacia su vida cultural. Ellos luchan por mantener su identidad de indios como algo que debe ser visto como un derecho inalienable.

“En la desigualdad todos tenemos que cobijamos con el mismo cielo, todos tenemos derecho a una vida digna, altos, bajitos, chaparros, gordos, flacos, muy inteligentes o que no lo son. Todos tenemos dere­cho a vivir” (Domínguez, 1992).

Una vida mejor significa para los indígenas vivir sin hambre, sin pobreza, sin aislamiento, sin discriminación, con los avances del desa­rrollo humano, con el goce de los recursos naturales y con sus culturas, sus lenguas y su organización social y política. La búsqueda de una vida mejor debe ser la lucha tanto de indígenas como no indígenas, a través del diálogo, el cual supone el respeto por la identidad y la cultu­ra de cada uno. Las luchas indias tienen que establecer nuevas relacio­nes entre los pueblos indígenas y la sociedad nacional para hacer posi­ble el proyecto de la América india. Para ello buscan dignificar la tra­dición indígena para hacerla parte de un nuevo modelo de sociedad mexicana. Los indígenas se ven a sí mismos como mexicanos pero desean ser autónomos. Esta condición pareciera contradictoria pero no lo es; ellos desean una nación pluricultural y pluriétnica pero sin rom­per con la nación misma.

Existen regiones indígenas debidamente organizadas que pueden nombrar a representantes en las Cámaras Locales y Nacionales. [...] Sólo en esta nueva relación simétrica entre los pueblos indígenas y la sociedad nacio­nal, puede concebirse, a mi juicio, un proyecto de nación multiétnica, capaz de trascender el ámbito de la modernidad que los países están expe­rimentando y que nuestro país no puede ni debe escapar de él. La sociedad moderna puede fincarse perfectamente sobre raíces antiguas que le den riqueza, fuerza y contenido (Hernández, 1992a).

Los indígenas pelean por el derecho a un territorio, autonomía y participación política (Hernández, 1992a). Considerando que la tierra ha sido la base de sus luchas, estas demandas son congruentes con la idea de unidad nacional. La posesión de territorio es un nuevo medio de protegerse en contra del despojo de tierras y la explotación de los recur­sos naturales. La posesión segura de la tierra y la participación política dentro de la estructura política nacional significa la sobrevivencia y el mantenimiento de la cultura propia. Los indígenas son los habitantes

originarios de la tierra mexicana, ellos son los verdaderos constructores de la nación y por ello México es su tierra y su nación. Autonomía, para los intelectuales indígenas no significa la separación de la nación, sino más bien significa liberación de la dominación. Autonomía significa in­tervenir directamente en las decisiones relacionadas con los pueblos indios.

La superación comunitaria requiere de cada individuo, osadía, coraje y va­lentía de vivir, gozar y sufrir en su propio medio, pues no podemos espe­rar que nuestro bienestar social, cultural, afectivo, intelectual, psíquico y económico venga de fuentes ajenas, de los cielos, o del “padre” gobierno; toda ayuda externa debe ser encauzada por nosotros mismos y toda impo­sición debe ser extirpada, pues es amenaza de nuestra autonomía (Arias, 1982).

La lucha de los intelectuales indígenas tiene diversas formas. Algu­nas de ellas son la educación bilingüe bicultural, el mantenimiento y recreación de las lenguas nativas y la interpretación de la historia y an­tropología de los pueblos indios por indígenas. La lucha por mantener la lengua materna es importante porque la consideran parte de la tradi­ción que fue legada con orgullo por los ancestros. La educación no-for­mal ha sido el instrumento a través del cual la cultura ha sobrevivido. Los maestros indígenas creen que la educación formal es el camino para mejorar los niveles de vida y mantener las culturas de las comuni­dades indígenas. La educación debe ser la liga entre éstas y la sociedad nacional. La educación es importante por su poder dual: sirve para un propósito socializador dentro de la cultura y capacita para la vida fuera de la comunidad. La educación puede ofrecer herramientas intelectua­les y técnicas a los indígenas de tal forma que ellos puedan desarrollar­se a sí mismos dentro de la sociedad nacional. La educación para niños indígenas debe contener valores culturales propios y debe constituirse en el puente que conecta la tradición y la sociedad nacional. Caminar sobre este puente reforzará la identidad y romperá con el aislamiento.

En verdad que hoy día no podemos tan sólo pensar en una educación para

aprender lo nuestro, para enseñar a nuestros hijos y a nuestros hermanos

sólo lo propio; hoy día necesitamos que nuestros niños tengan doble cono­cimiento, doble surco diríamos: conocimiento y educación sobre lo nues-

tro; conocimiento y educación sobre otros pueblos, otros mundos, otrasculturas (Anónimo, 1981).

Uno de los aspectos más importantes de la educación indígena es la instrucción en sus lenguas nativas. Para los maestros bilingües esto sig­nifica que los niños deben aprender a leer y escribir en su lengua mater­na. Para otros grupos de intelectuales indígenas el uso y enseñanza de las lenguas nativas en la escuela indígena tiene mayor significado y cubre mayores objetivos, como el de su universalización y reconoci­miento por las sociedades no indígenas. Los intelectuales indígenas plantean que sus pueblos deben tener la oportunidad de desarrollar todas las actividades relacionadas con la lectura y escritura en sus pro­pias lenguas, de la misma forma que lo hacen los no indígenas. Si se considera que históricamente las lenguas han adquirido prestigio por­que pueden ser escritas y leídas, entonces escribir es una actividad importante para el mantenimiento de una lengua y para su expansión, pero ésta debe pasar ciertos test sociales para ser reconocida y univer- salizada. Algunos de estos “test sociales” son los concursos de literatu­ra, congresos de lingüística y la producción y edición de diferentes tipos de medios de escritura (libros, revistas, periódicos, etc.). Los inte­lectuales indígenas están hoy día promoviendo estos aspectos en México y Latinoamérica. Desde hace varios años ha habido producción de libros escritos en lenguas indígenas con y sin traducción simultánea al español. Hay conferencias, ensayos etnográficos, cuentos, poesía, proverbios y fábulas escritas en náhuatl, maya, zapoteco, otomí, taras­co, mixteco, tzotzil, etc. Hay, además, un concurso internacional^ de literatura escrita en lenguas indígenas en Cuba, y algunos indígenas mexicanos han participado no sólo como autores sino como jueces (Hernández, 1992b). Estos movimientos dan a los indígenas otra pers­pectiva para aprender a leer y escribir en sus lenguas pues están crean­do y desarrollando la literatura indígena contemporánea. Las lenguas indígenas pueden ser enseñadas también para el goce de la literatura y la alegría del espíritu.

“Además, los maestros están pagados por el gobierno para enseñar­nos a leer y escribir, artes que son medios y no fines en sí mismos; son medios para alcanzar visión y mente más amplia, mejorar nuestras con­diciones de vida y procurar gusto a nuestros corazones” (Arias, 1982).

La enseñanza de las lenguas indígenas ha sido una lucha para los pueblos indios y están ganando importantes batallas, sin embargo, los intelectuales sufren también la discriminación en el medio académico. La dominación no es sólo económica y política para los indígenas, sino cultural, ideológica e intelectual. La historia de los pueblos indígenas americanos no ha sido considerada parte de la historia del mundo como otras culturas europeas y asiáticas. Víctor de la Cruz (1984a) se pre­gunta si por tener historia la sociedad permitirá a los indígenas tener historiadores indígenas. La historia de los pueblos indios ha sido siem­pre escrita por no indígenas nacionales y extranjeros. La aparición de historiadores indígenas es vista por la cultura dominante como una amenaza y como la posible presencia de rebelión y subversión. Pero, para los intelectuales indígenas, la historia india fue escrita primero por historiadores indios desde antes de la Conquista.

“Nosotros vivimos otro tipo de coloniaje como el de los misioneros de los siglos xvi y xvn, y los historiadores de fuera están desplazando nuestra interpretación de los hechos, tal vez sustituyendo nuestros mitos por los suyos” (de la Cruz, 1984a).

Recuperar la historia indígena es otra forma de validar la identidad étnica porque la historia es para ellos la reconstrucción de la tradición. Con este propósito, los intelectuales indígenas están trabajando duro en crear y apoyar instituciones para hacer investigación histórica y antro­pológica. Pero ellos sufren como intelectuales los efectos de la discri­minación. Adquirir status en los medios académico e intelectual supo­ne, al menos, desarrollar y publicar investigaciones. La creación de centros regionales para hacer investigación sobre culturas indígenas realizadas por investigadores indígenas tiene ese propósito, sin embar­go sufren de serios problemas económicos (de la Cruz, 1984a). Afortu­nadamente, algunos investigadores y académicos indígenas están ha­ciendo investigación en instituciones prestigiosas donde están rescri­biendo su historia, sus tradiciones, para tener un espacio en el mundo tal y como lo tienen otras culturas. Los indígenas se consideran a sí mismos diferentes del mestizo y creen en su derecho a participar en la sociedad y el desarrollo humano, y a tener la posibilidad de lograr el mismo nivel tecnológico y científico como cada persona y cada seg­mento de la sociedad no-indígena.

En este articulo se aprecia que la defensa del derecho a la diferen­cia es una lucha que lleva un largo camino recorrido y que, para los intelectuales indígenas significa también tener derecho a decir sobre sí mismos. Se ha presentado aquí el discurso de intelectuales obtenido de documentos escritos por ellos de 1975 a 1994 y como característica fundamental tienen el expresar condiciones y aspiraciones de indíge­nas. En ellos hablan sobre aspectos específicos de sus propias culturas, sus valores, sus relaciones con comunidades indígenas diferentes a la propia, sus experiencias fuera de éstas y las razones de sus derechos. En el campo de la academia, estos últimos significan también creer que la producción de conocimiento no es algo privativo de los otros, es decir, los mestizos o “criollos”. Para las comunidades indígenas proponen el cambio de sus condiciones de vida mediante la participación abierta de ellas dentro de la vida de la sociedad nacional pero con el rostro pro­pio. La experiencia indígena heredada a través de generaciones y con­vertida en tradición es una invaluable aportación al conocimiento y desarrollo de la vida humana. México como nación tiene una raíz indí­gena y en la medida que esto sea asumido y valorado, la población india dejará de ser excluida y discriminada por el mestizo. Dicho en otras palabras, los indígenas se consideran parte constitutiva de la nación por razón histórica. Cualquier intento de exclusión ha venido del mestizo y por ello, en la tarea de recuperación del indígena, la reindianización del mestizo es algo necesario y el único camino para este último de recu­perar su humanidad.

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