la ideología de género según el sexo y la edad
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Título: La ideología de género según el sexo y la edad
Autores: Ungaretti, Joaquín; Jaume, Luis.
Mail: [email protected]
Afiliación institucional: Universidad de Buenos Aires – Facultad de Psicología
Resumen
El género es entendido como aquel conjunto de prácticas, creencias,
representaciones y prescripciones sociales que surgen entre los representantes de
un grupo en función de la interpretación y valoración de la diferencia anatómica
entre hombres y mujeres (Rocha-Sánchez y Díaz-Loving, 2005). Estas creencias
han sido sostenidas tradicionalmente por las sociedades, dando lugar a un
fenómeno denominado sexismo, el cuál ha sido definido como “una actitud
prejuiciosa o un comportamiento discriminatorio basado en la presunta inferioridad
de las mujeres como grupo” (Cameron, 1977, p. 340). Una de las formas de
capturar dicho fenómeno ha sido a través de la Escala sobre Ideología de Género
(EIG), elaborada por Moya, Expósito y Padilla (2006) tras una revisión de la escala
original (Moya, Navas y Gómez, 1991). Numerosos estudios señalan que las
mujeres tienden a obtener puntuaciones más elevadas que los hombres en EIG,
presentando una ideología más igualitaria (Frese et al., 2000; Forbes, Adams-
Curtis & White, 2004; Lameiras-Fernández y Castro-Rodríguez, 2002; Moya et al.,
2006). Del mismo modo, diversos autores han observado que a mayor edad,
menos igualitarias son las personas respecto a la concepción que tienen de
hombres y mujeres (Expósito et al., 1998; Moya y Expósito, 2000; McHuge y
Frieze, 1997). El objetivo del presente estudio fue observar si existían diferencias
en los valores de EIG en función de la edad y el sexo. Para ello se administró la
versión reducida de la escala a una muestra de 366 estudiantes universitarios de
la Universidad de Buenos Aires. Los resultados son acordes a los señalados en
los antecedentes, indicando que las mujeres tienden a ser más igualitarias que los
hombres y que a mayor edad de quienes responden a la escala, menos
igualitarios.
Palabras clave: Género, Sexismo, Ideología de género, EIG, Igualdad
Title: Gender ideology by gender and age
Abstract
Gender is understood as the set of practices, beliefs, representations and
social requirements that arise between the representatives of a group based on the
interpretation and assessment of the anatomical difference between men and
women (Rocha-Sánchez and Díaz-Loving, 2005). These beliefs have traditionally
been held by societies, resulting in a phenomenon called sexism, which has been
defined as “a prejudiced attitude or discriminatory behavior based on the alleged
inferiority of women as a group” (Cameron, 1977, p. 340). One way to capture this
phenomenon has been trough on Gender Ideology Scale (GIS), created by Moya,
Exposito and Padilla (2006) following a review of the original scale (Moya, Navas
and Gómez, 1991). Numerous studies indicate that women tend to score higher
than men in GIS, presenting a more egalitarian ideology (Frese et al., 2002;
Forbes, Adams-Curtis & White, 2004; Lameiras-Fernández y Castro-Rodríguez,
2002; Moya et al., 2006). Similarly, several authors have observed that older
people are less egalitarian with respect to their conception of men and women
(Expósito et al., 1998; Moya y Expósito, 2000; McHuge y Frieze, 1997). The aim of
this study was to observe wether there were differences in the values of GIS in
accordance with the age and sex. A short version of the scale was administered to
a population of 366 university students of UBA (18,5% men and 81,5% women).
The age range was 18 to 51 years (X: 24; SD: 3.02) and incidental sampling rate,
by gender and age quotas. The results indicate that women tend to be more
egalitarian than men and that the higher age of those who respond to the scale, the
less egalitarian.
Keywords: Gender, Sexism, Gender Ideology, GIS, EIG, Equality
1. Introducción
Históricamente se ha considerado que la diferencia entre el ser hombre y
ser mujer tenía sus raíces en aspectos de índole biológicos y naturales, no
obstante, actualmente dicha concepción ha cedido espacio a otra que considera
que las influencias culturales, los procesos de socialización y las características
psicológicas, tienen un papel central en la adopción de un género determinado
(Díaz-Guerrero, 2003). De esta manera, la acepción sexo cede su espacio al
concepto de género, entendido como el conjunto de prácticas, creencias,
representaciones y prescripciones sociales que surgen entre los representantes de
un grupo humano en función de la interpretación y valoración que se hace de la
diferencia anatómica entre hombres y mujeres (Rocha-Sánchez y Díaz-Loving,
2005). En este sentido, cobra relevancia como a través de las premisas y
valoraciones, cada cultura entreteje las creencias relacionadas con el papel que
hombres y mujeres juegan en la sociedad (Díaz-Guerrero, 1972). Estas creencias
han sido sostenidas tradicionalmente, dando lugar a un fenómeno que muchos
autores han denominado sexismo. Éste término ha sido definido como “una actitud
prejuiciosa o un comportamiento discriminatorio basado en la presunta inferioridad
de las mujeres como grupo” (Cameron, 1977, p. 340). Como consecuencia de este
fenómeno, generalmente la valoración del rol masculino ha sido más positiva que
la del rol femenino, dando lugar en el siglo XIX a diversos movimientos femeninos
que abogaban por la igualdad de género (e.g. manifestaciones en reclamo del
derecho al sufragio). Sin embargo, a partir de la segunda mitad del siglo XX, este
horizonte se amplía y la lucha de las mujeres por un trato social más igualitario
penetra en muchos otros ámbitos tales como el espacio público y privado, el
espacio familiar, etc. Como consecuencia de estas fructuosas pugnas, la igualdad
de género comienza a consolidarse como norma en el mundo occidental,
reflejando un claro avance en el proceso de reconocimiento social de los derechos
de la mujer.
No obstante esto, la progresiva prevalencia de valores igualitarios en la
sociedad actual junto a la emergencia de notables cambios legislativos en
términos de igualdad de género, lejos de hacer desaparecer las actitudes sexistas,
han generado un cambio en la expresión de las mismas, pasando de formas
explícitas (Tajfel, 1982) a manifestaciones más encubiertas (Swim, Aikin, Hall y
Hunter, 1995; Tougas, Brown, Beaton y Joly, 1995). Éstas nuevas formas más
sutiles de expresión del prejuicio sexista surgen posteriormente y de la mano del
desarrollo de nuevas formas contemporáneas de considerar el prejuicio racial
(Gaertner & Dovidio, 1986; Katz, Wackenhut, & Hass, 1986; McConahay, 1986;
Monteith, 1993; Sears & Kinder, 1971) y han sido operacionalizadas de dos
maneras diferentes. En primer lugar, han sido elaboradas dos medidas para captar
las actitudes relacionadas con la discriminación de género: la Escala de
Neosexismo (Tougas et al., 1995) y la Escala de Sexismo Moderno (Swim, Aikin,
Hall, & Hunter, 1995). Ambas surgen a partir de los trabajos de racismo simbólico
y moderno (McConahay, 1986; Sears & Kinder, 1985). En segundo lugar, Glick y
Fiske (1996) elaboran la Escala de Sexismo Ambivalente, la cual está basada
principalmente en los trabajos de Katz et al. (1986). Tougas y colaboradores
(1995), definen al neosexismo como la “manifestación de un conflicto entre los
actuales valores igualitarios y ciertos sentimientos negativos residuales hacia las
mujeres” (p. 843), en contraposición al sexismo tradicional que solo tenía en
consideración los afectos negativos. Los autores hallaron que el neosexismo
estaba directamente relacionado con reacciones negativas frente a programas de
acción afirmativa (inclusión de la mujer en política, aumento de los derechos
femeninos, etc). Por su parte, Swim et al. (1995) hallaron, tras la aplicación de su
escala, que las actitudes sexistas modernas se hallaban correlacionadas con la
percepción de la segregación ocupacional de género.
A diferencia de lo propuesto por Tougas et al. (1995), Glick y Fiske (1996)
consideran que el sexismo contemporáneo no se compone simplemente de
afectos negativos, sino que se halla caracterizado por la ambivalencia. En
contraposición al predominio de hostilidad, como ha sido concebido
tradicionalmente, proponen que en el sexismo coexisten afectos negativos y
positivos, realzando su costado “benevolente”. Glick y Fiske (1996) hallan que su
escala de sexismo ambivalente presenta una solución bifactorial y nombran a los
factores hallados como sexismo hostil y sexismo benevolente. Esta última
dimensión es definida como “un conjunto de actitudes interrelacionadas hacia las
mujeres, que son sexistas en términos de considerar a la mujer en forma
estereotipada y con roles restringidos, pero que son subjetivamente positivos en
su tonalidad afectiva” (Glick & Fiske, 1996, p. 491).
Otra de las formas de capturar el fenómeno de las actitudes prejuiciosas o
comportamientos discriminatorios hacia las mujeres, ha sido a través del estudio
de los estereotipos del rol de género. Los roles de género son una construcción
histórica cuyo significado es otorgado desde cada cultura o contexto, y son el
sustrato sobre el que se otorgan diversos significados a los sexos (Pastor, 1998).
Es de este modo como las diversas sociedades encasillan a mujeres y hombres
en estereotipos que parecen inamovibles y construyen sistemas de creencias
sobre los que significan la masculinidad-feminidad y con ello el tipo de actividades
y distribución de ocupaciones que son adecuadas para cada sexo (Pastor, 2000).
Según este autor, el hecho de que los roles sean distribuidos jerárquicamente en
función del sexo, consolida la discriminación sexual. Moya, Navas y Gómez (1991)
señalan que los estereotipos de rol sexual tienen un carácter prescriptivo, es decir,
hacen referencia a lo que creemos que debería ser la conducta de mujeres y
hombres, a diferencia del carácter descriptivo de los estereotipos sexuales en
función de los cuáles, las personas asumen cuales son las características de las
mujeres y hombres, especialmente con relación a su personalidad.
Por su parte, el término ideología ha sido definido de diferentes maneras a
lo largo de los años. Erikson y Tedin (2003), consideran que el término ideología
alude a “un conjunto de creencias acerca del orden social adecuado y acerca de
cómo este puede ser logrado” (p. 64). Del mismo modo, Denzau y North (1994;
2000) sugieren algo similar, excepto que realzan a su vez, el rol de determinados
colectivos y grupos sociales: “las ideologías son el marco de modelos mentales
compartidos que poseen los grupos de individuos y que los proveen tanto de una
interpretación del entorno, como de una prescripción acerca de como el entorno
debe ser estructurado” (p. 24). Es decir, que si uno acepta que la ideología es
compartida, que ayuda a interpretar el mundo social, y que especifica
normativamente maneras correctas y apropiadas de enfrentar los problemas de la
vida, es fácil entonces observar el modo en que la ideología refleja y refuerza lo
que los psicólogos suelen llamar necesidades o motivaciones relacionales,
epistémicas y existenciales (Jost et al., 2008).
Bajo esta concepción del término ideología, no es plausible que, de existir
una ideología del rol sexual, la misma sea aprehendida a través de un instrumento
de evaluación. No obstante, la propuesta sobre la que se asienta este trabajo es la
de indagar si efectivamente existe un estereotipo de los roles sexuales
(generalmente considerado como rol tradicional), que se sostenga a partir de una
ideología del rol sexual.
Para observar el fenómeno de los estereotipos de género, se utilizó la
versión reducida de la Escala sobre Ideología de Género (en adelante EIG, Moya,
Expósito y Padilla, 2006). La escala presenta propiedades psicométricas
adecuadas para la evaluación del constructo. Diversos estudios han hallado
relaciones consistentes entre la escala EIG y otras variables tales como el sexo, la
edad, el sexismo hostil y benevolente, entre otras. Así, se ha señalado que las
mujeres tienden a obtener puntuaciones más elevadas en EIG, reconociéndose a
sí mismas como más igualitarias que los hombres (Frese et al., 2002; Forbes,
Adams-Curtis y White, 2004; Lameiras-Fernández y Castro-Rodríguez, 2002;
Moya et al., 2006). Del mismo modo, se ha indicado que a mayor edad de los
respondentes, menores puntajes se obtienen en la escala EIG (Expósito et al.,
1998; Moya y Expósito, 2000; Moya et al., 2000; McHuge y Frieze, 1997).
En este sentido, y siguiendo algunos de los estudios más relevantes sobre
la temática, el principal objetivo del presente estudio ha sido observar si en el
contexto argentino se observan diferencias en los valores de EIG en función de la
edad y el sexo de los participantes.
2. Método
2.1 Participantes y procedimiento
Los participantes de este estudio fueron 366 estudiantes de grado de la
Universidad de Buenos Aires, Argentina (18,5% hombres y 81,5% mujeres). El
rango etario fue de 18 a 51 años (X: 24; DT: 3.02).
2.2 Medidas
Escala sobre Ideología de Género (EIG): (α= .79): Se administró la versión
reducida de la herramienta original compuesta por 12 ítems (Moya, Expósito y
Padilla, 2006), con cinco anclajes de tipo Likert que van de 1 = Totalmente de
acuerdo a 5 = Totalmente en desacuerdo.
Cuestionario de variables sociodemográficas (ad-hoc): El cuestionario incluyó
ítems referidos al sexo, a la edad, al grado de acuerdo o desacuerdo tanto con el
aumento de los derechos de la mujer, como con el matrimonio entre personas
homosexuales.
3. Resultados
3.1 Análisis de ítems
Se procedió a realizar un análisis descriptivos de los 12 ítems que
componen a la versión breve de la escala EIG (Moya, Expósito y Padilla, 2006).
En la Tabla 1 se presenta la redacción final de los ítems que componen la
adaptación al contexto local de la escala y, para cada ítem, su media, la
desviación típica, la correlación ítem-total, y el alpha de Cronbach si se elimina el
elemento.
Tabla 1: ítems Escala sobre Ideología de Género (EIG) (n = 366)
Media ( ), Desviación típica (dt) Correlación ítem-total (rjx) y alfa de Cronbach si se elimina el elemento (α.-x)
Dt rjx α.-x
1. Aunque la mujer trabaje, debería ser responsabilidad del hombre ser el sostén económico de la familia.
2,32 72,36 .41 .78
2. Es natural que hombres y mujeres desempeñen tareas diferentes.
2,24 73,32 .39 .78
3. Si un niño está enfermo y ambos padres trabajan, lo mejor es que la madre sea quien pida permiso en el trabajo para cuidarlo.
2,25 71,66 .39 .77
4. Es mejor que una mujer intente lograr seguridad animando a su marido en el trabajo que poniéndose delante de él con su propia carrera.
2,30 70,35 .50 .77
5. Es más importante para una mujer que para un hombre llegar virgen al matrimonio.
2,32 73,01 .36 .78
6. La relación ideal entre marido y esposa es la de interdependencia, en la cual el hombre ayuda a la mujer con su soporte económico y ella satisface sus necesidades domésticas y emocionales.
2,35 70,97 .53 .77
7. Es más apropiado que la madre cambie los pañales del bebé que el padre.
2,38 73,99 .46 .77
8. Es más desagradable que una mujer diga groserías o malas palabras a que las diga un hombre.
2,26 70,57 .44 .77
9. Las relaciones extramatrimoniales son más condenables en la mujer que en el hombre.
2,28 70,08 .41 .78
10. La mujer debería reconocer que al igual que hay trabajos no deseables para ellas por requerir fuerza física, hay otros que no lo son debido a sus características psicológicas.
2,33 72,35 .46 .77
11. Hay muchos trabajos en los cuales los hombres deberían tener prioridad sobre las mujeres a la hora de los ascensos y de las promociones.
2,38 72,35 .39 .78
12. Los hombres, en general, están mejor preparados que las mujeres para el mundo de la política.
2,38 72,35 .40 .78
* Ítems invertidos
En general todos los ítems contribuyen al conjunto de la medida,
presentando una correlación relativamente alta con el total de la escala.
3.2 Análisis de fiabilidad
La consistencia interna de la EIG fue examinada mediante el índice alpha
de Cronbach (α = .79). Dado que en la escala no se consideraron otros
constructos o dimensiones no se calculó el coeficiente de fiabilidad compuesta
(CFC) ni la varianza media extraída (AVE) (Fornell y Larcker, 1981).
3.3 Análisis de validez
Con el objetivo de determinar la validez de la escala se evaluó su validez
interna. A partir de los 12 ítems que conforman la EIG, se procedió a realizar un
análisis factorial confirmatorio (AFC) utilizando como método de estimación el de
máxima verosimilitud (ML) y la corrección de los datos no normales a través de la
estimación robusta de Satorra-Bentler (S-B). La información referente al ajuste del
modelo se presenta en la Tabla 2, los índices de ajuste que se presentan hacen
referencia a su versión robusta para controlar los posibles efectos negativos de la
no normalidad de los datos. Dichos indicadores fueron el ratio entre la distribución
X2 y sus grados de libertad, ratio entre el S-B X2 y sus grados de libertad (modelo
robusto), siendo aceptables los valores inferiores a cinco (Byrne, 1989; Carmines y
McIver, 1981). Se presentan además el Non Normed fit index (NNFI), Comparative
fit index (CFI) y el Bollen’s Incremental Fit Index (IFI o 2) siendo indicadores de un
buen ajuste los valores superiores a .90. (Maccallum y Austin 2000). Root mean-
square error of approximation (RMSEA), pudiéndose aceptar como indicador de un
ajuste adecuado puntuaciones menores a .08 (Browne y Cudeck, 1993).
Tabla 2. Índices de ajuste
X2(gl)* S-B X2
(gl)* ΔS-B X2(gl) NNFI CFI IFI RMSEA
EIG 732.24 (66) 89.49 (54) 1,65 .93 .95 .95 .043
*. p < .001
3.4. Diferencias según sexo, derechos de la mujer y matrimonio homosexual.
Se procedió a realizar una comparación de medias con el fin de observar si
existían diferencias estadísticamente significativas en las puntuaciones de la
escala EIG según sexo. Los resultados obtenidos (t = 2,89; gl = 85,44; p < .001)
sugieren que los hombres presentan puntuaciones significativamente más altas (
= 33,65) que las mujeres ( = 29,62) en los valores de EIG. Por otra parte,
también se han observado diferencias estadísticamente significativas (t = -2,85; gl
= 64,26; p < .01) entre quienes afirman que los derechos de las mujeres deben
ampliarse ( = 29,69) y quienes piensan que deben dejarse tal como están ( =
33,98). En tercer lugar (t = -4,74; gl = 64,42; p < .001), las diferencias observadas
fueron significativas entre las personas que sostienen que está bien que el
matrimonio homosexual se haya legalizado ( = 29,39) y aquellas que consideran
que la ley no tendría que haber sido modificada ( = 35,37).
Por último, se procedió a realizar una correlación entre la escala EIG y la
variable Edad. Los resultados indican que las variables se encuentran asociadas
con una fuerza moderada y sentido negativo (r = -.23; p < .01).
4. Conclusiones
Para llevar a cabo los objetivos propuestos, se analizaron los ítems que
componen la escala EIG (Tabla 1) observando que en general todos contribuyen
al constructo. Luego, se llevó a cabo el análisis de confiabilidad hallando una
buena consistencia interna, similar a las obtenidas en población de estudiantes
universitarios de países de América Latina tales como Brasil, Cuba, Colombia y
Argentina (Lameiras-Fernández et al., 2002). También se observó que en España
y Portugal (Frese et al., 2000; Lameiras-Fernández et al., 2002), la confiabilidad
hallada en los estudios fue consistente con la del presente. Además, se llevó a
cabo el proceso de validación de la EIG al contexto argentino mediante AFC
(Tabla 2) y los resultados indican que el modelo de 12 ítems agrupados en un
único factor, presenta las mejores propiedades psicométricas.
Así como señalan diversos estudios (Brewster & Padavic, 2000; Sugihara &
Katsurada, 1999; Lameiras-Fernández et al., 2002; Mason & Lu, 1988; Rice &
Coates, 1995), en el presente trabajo también se pudo corroborar la existencia de
diferencias en los valores arrojados por la escala sobre ideología de género según
sexo. Los resultados obtenidos tras comparar las medias de ambos grupos,
demuestran diferencias significativas entre hombres y mujeres, teniendo las
mujeres, puntuaciones más próximas al polo igualitario que los hombres. Estas
diferencias halladas en en el presente trabajo, no han sido halladas en el estudio
de Lameiras-Fernández et al. (2002), ya que según estos autores, si bien después
de los cubanos los colombianos/as y argentinos/as son quienes tienen una visión
más estereotipada, no se detectan diferencias significativas en función del sexo.
Las diferencias vislumbradas en el presente estudio podrían deberse a que,
mientras en las mujeres predominan conductas que son catalogadas de sensibles,
afectuosas y altruistas, los hombres manifiestan otras mas dominantes,
controladoras, independientes. Tal y como fue señalado por McHugh y Frieze
(1997), en el presente trabajo se hallo que las personas mayores son quienes
presentan actitudes menos igualitarias.
Del mismo modo, y en estrecha relación con estudios que demuestran la
negativa frente a políticas que apuntan a reducir la desigualdad de género (Moya y
Expósito, 2001; Tougas, Brown, Beaton y Joly, 1995), en el presente estudio se
han hallado diferencias significativas entre quienes consideran que los derechos
de las mujeres deberían aumentarse en pos de una completa igualdad de género
y quienes consideran que deberían quedar tal como están. Los resultados indican
que el porcentaje de personas que pretenden dejar los derechos de las mujeres tal
como están, es mayor que el de quienes sostienen que los mismos deberían
aumentarse. En concordancia con trabajos previos (Ficarotto, 1990; Kurdek, 1988;
Masser y Abrams, 1999), en el presente estudio se ha observado que las
personas que están en contra del matrimonio entre personas homosexuales se
diferencian significativamente de aquellas que están de acuerdo.
Al igual que los resultados obtenidos por Moya et al. (2006) en su propio
estudio y en las revisiones realizadas de otras investigaciones, la correlación
hallada entre la EIG y ASI ha sido claramente significativa, hallando mayores
asociaciones entre la primera y el sexismo hostil. Tal y como fue mencionado por
los autores descritos anteriormente, estos resultados se deberían en parte a que la
EIG apunta a captar formas mas tradicionales de sexismo, por lo tanto la
correlación con las mediciones del sexismo hostil de Glick y Fiske (1996) sería
más elevada que las mediciones de sexismo benevolente.
Se recomienda para futuras investigaciones que se lleven a cabo utilizando la
escala EIG en el contexto argentino, tener en cuenta las limitaciones del presente
trabajo. En primer lugar cabe destacar la población de referencia, ya que con el
objetivo de lograr una mayor generalización y representatividad de los resultados
sería pertinente aumentar el tamaño muestral y trabajar con población general (no
solo estudiantes universitarios).
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