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La guerra de razas en Bolivia: La (re)invención de una tradición Marta lrurozqui Victoriano(1) La Guerra Federal de 1899 implicó la sustitución en el poder del Partido Conservador por el Partido Liberal mediante un go lpe de Estado. Su consecuencia más inmediata, una vez terminada la con ti enda a favor de los liberales, fu e el cambio de la sede de gobierno de Sucre a La Paz, aunque la primera ciudad continuará siendo nominalmente la capital del país. A partir de entonces, la elite paceña adquirió el poder político necesario para reforzar y potenciar su fuerza econó mi ca y co nvertirse en la más apta para llevar a cabo el proyecto de restructuración o li rquica, iniciado por los grupos conservadores radicados en Sucre a raíz de la implantación del g im en de partidos políticos en 1880. Una de las peculiaridades de este conflicto de remodelación hegemónica en el interior de la elite boliviana, consistió en la participación de la población indígena aymara del Departamento de La Paz como ejército auxiliar de los liberales. Su presencia determinó el resultado del co mbate al ti empo que provocó otro tipo de problemas a las elites enfrentadas. Si bien en un principio los indígenas actuaron a las órdenes del EjércitoFederal,a medida que fue desarrollándose la contienda se manifestaron objetivos autónomos bajo líderes propios que ponían en peligro los privilegios de la mancomunidad criolla-mestiza. Esto quedó en evidencia cuando un batallón liberal, el batallón Pando, fue asesinado por los indios comunarios del Cantón de Mohoza. Anteriormente ya se habían producido masacres de (I) Es te trabajo fue hecho como parte del Proyecto 1-D AME90-0849-C02-01. La autora es miembro del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), España, y es investigadora asociada del Centro Bartolomé de Las Casas. NQ 1, julio 1993 163

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La guerra de razas en Bolivia: La (re)invención de una tradición

Marta lrurozqui Victoriano(1)

La Guerra Federal de 1899 implicó la sustitución en el poder del Partido Conservador por el Partido Liberal mediante un golpe de Estado. Su consecuencia más inmediata, una vez terminada la contienda a favor de los liberales, fue el cambio de la sede de gobierno de Sucre a La Paz, aunque la primera ci udad continuará siendo nominalmente la capital del país. A partir de entonces, la elite paceña adquirió el poder político necesario para reforzar y potenciar su fuerza económica y convertirse en la más apta para llevar a cabo el proyecto de restructuración o ligárquica, iniciado por los grupos conservadores radicados en Sucre a raíz de la implantación del régimen de partidos políticos en 1880.

Una de las peculiaridades de este conflicto de remodelación hegemónica en el interior de la elite boliviana, consistió en la participación de la población indígena aymara del Departamento de La Paz como ejército auxiliar de los liberales. Su presencia determinó el resu ltado del combate al tiempo que provocó otro tipo de problemas a las elites enfrentadas. Si bien en un principio los indígenas actuaron a las órdenes del EjércitoFederal,a medida que fue desarrollándose la contienda se manifestaron objetivos autónomos bajo líderes propios que ponían en peligro los privilegios de la mancomunidad criolla-mestiza. Esto quedó en evidencia cuando un batallón liberal , el batallón Pando, fue asesinado por los indios com unarios del Cantón de Mohoza. Anteriormente ya se habían producido masacres de

(I ) Es te trabajo fue hecho como parte del Proyecto 1-D AME90-0849-C02-01. La autora es miembro del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), España, y es investigadora asociada del Centro Bartolomé de Las Casas.

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miembros del ejército conservador o unitario como las de Ayoayo y Corocoro, pero la trascendencia de Mohoza radicó en que los soldados muertos pertenecían al mismo bando que los indios apoyaban. Finalizada la lucha y asumida la presidencia por el coronel Pando, jefe del Partido Liberal, se llevó a cabo la represión de los indígenas que habían contribuido al triunfo, quedando ejemplificada esa acción en el Juicio de Mohoza (1901-1904).

La historiografía sobre la Guerra Federal de 1899 ha analizado este acontecimiento desde dos perspectivas principales, las causas del conflicto y los actores sociales que intervinieron en la contienda. Respecto a la primera, predominan aquellas interpretaciones que ven como trasfondo de la guerra el enfrentamiento entre dos bloques rivales cuya mejor expresión sería la competencia por la ampliación de mercados y participación políLica que se desarrollaría entre las provincias del norte y las del sur, más concretamente, entre La Paz y Sucre. De esta oposición saldrían binomios tales como terratenientes tradicionales y mineros contra comerciantes, mineros de la plata contra mineros del estaño, o terratenientes señori ales contra una emergente burguesía urbana, esto es, criollos contra mesLizos. El resultado final es un modelo que agrupa a una oligarquía tradicional, de fuerte poder económico basado en la minería y vinculado a capital chileno, con los intereses del sur encabezados por la ciudad de Sucre, y que identifica a un nuevo y ascendente grupo de comerciantes, con intereses en la minería del estaño y la extracción de goma clásLica, con La Paz (Fellman 1970: 289-295; Almaraz 1987: 75-76; Valencia 1953: 52-53; Condarco 1985: 444; Kle in : 1982). A estas interpretaciones se suele añadir un enfoque partidario de la influencia de factores imcrnacio­nales como condicionantes de la Guerra de 1899 (Albarracín 1972: 25-28; Dunkerley l 987: 67). Su consecuencia inmediata es la sustitución de los patrones coloniales de ocupación del territorio -reproducidos durante la República- por otros de tipo neocolonial gestados bajo el mandato norteño-paceño de la oligarquía minera, hacenda! y comercial de La Paz, a la que se acusa de incapacidad para forjar un proyecto de desarrollo propio en torno al cual se nucleara la nación y se articulasen las distintas regiones (Roca 1980; Rodríg uez 1991: 26-27; Rodríguez y Solares 1990: 55-58; Roca 1981: ll7-11 8; Romero 1991: 197-200).

Independientemente a que el transfondo del conflicto de 1899 obede1ca a razones reg ionales, de competencia minera o de enfrentamiento entre viejas y nuevas oligarquías idenLificadas con modos de producción incompatibles , casi Lodos los autores que debaten el problema toman en consideración la segunda perspectiva historiográfica mencionada: el papel desempeñado por los distintos actores sociales que intervinieron en la defin ición de esa guerra. Dado que uno de los factores decisivos para del triunfo de las fuerzas del Partido Liberal frente a las del Partido Conservador fue la participación de la población indígena­aymara del Altiplano, la pregunta inicial se centra en las características y moLivaciones ele la presencia india en el conflicto.

Al respecto se pueden señalar dos opiniones principales interesadas en comprender qué es lo que habría provocado el apoyo indio a la causal ibera l. La primera defiende la autonomía política del movimiento indígena abogando por un largo y exhausti vo proyecto de subleva­ción que vería en el conflicto entre partidos la ocasión propicia para manifestarse y hacer realidad sus requerimientos. No niega la campaña proselitista del Partido Liberal en el A!Liplano, pero afirma que los indios instrumental izaron ese esfuerzo para llevar a cabo un proyecto propio de remodelación de las relaciones sociales y étnicas. La segunda, s i bien acepta la existencia de peticiones indígenas para la mejora de sus condiciones de vida, está

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en desacuerdo con que existiera un plan de rebelión tramado a lo largo de veinte años de ex torsiones sociales por el proceso de compra y venta de tierras comunales, insistiendo en que fue el Partido Liberal el que utilizó y despertó las ambiciones indígenas de mejora de su situación para su propio beneficio. El activo descontento de los indios no sería tanto un proyecto planificado de sublevación como la respuesta directa a la apropiación de tierras comunales que se dio entre 1868-1871 y 1874-1899 (Zavaleta 1986: 16, 146), a la vez que la ocas ión de expresar tanto su descontento frente a los abusos del ejército (Grieshaber 1991 : 131-132), como ante la acumulación de fricciones diarias con los "vecinos de los pueblos" (Pearse 1986: 333-334, 338). Cuando se pretendía una ruptura del sistema vigente en el agro y, por tanto, se amenazaba con el inmediato desmantelamiento de la separación étnica, estaba en funcionamien to una acción refl eja y no un proyecto meditado de transformación social.

En desacuerdo con lo anterior están los trabajos de Ramiro Condarco Morales ( 1983: 267-268). Si bien con ellos se inició un discurso acerca de la autonomía política de los objetivos indígenas, corresponde a Tristan Platt(l 990: 265,287,296,301) y a Marie Daniele Demélas ( 1981 , 1982, 1984; Piel y Demélas 1981) la defensa de 1899 como una guerra planeada ele antemano por los indios(2). Pese al interés ele los dos autores por probar la existencia de una organización y objetivos políticos propios, ambos olvidan desvincular la protesta indígena de la presencia liberal en el campo a través del compadrazgo y las clientelas desde 1880. Además, tampoco explican ni el brusco reflujo ele la acción colectiva indígena acabado el conílicto, ni las distorsiones que introdujeron las disputas locales, ni las di ferencias entre indios y "vecinos de los pueblos" , ni el significado de la "cholificación" en términos de movilidad social. Su estudio sobre el levantamiento indígena de 1899 permite, sin embargo, anali zar la historicidad de las percepciones colectivas y su articulación con acciones transfo1madoras. En este sentido ambas interpretaciones coinciden en que la participación india significó una lucha contra el monopolio de la tierra llevado por la hacienda, contra el monopolio comercial del hacendado y contra el monopolio del poder político reg ional. Pero esa conclusión sigue sin resolver la dimensión del conflicto no sólo en lo referente a su significado en el desarrollo nacional boliviano sino también respecto al tipo de acuerdos e intereses que subyac ían en la alianza liberal-indígena.

Como en tocios los ánalisis que priman la autonomía indígena el resultado no es su afirmación fi nal sino la constatación de la campaña proselitista de los liberales, este estudio considera necesario replantear el tema desde la perspectiva de la intencionalidad liberal . De este modo, las dos guerras que encierrd 1899, la guerra entre fracciones de la elite por monopolizar el poder político y la guerra revindicativa de los indígenas frente a la acción opresora ele una elite comprendida en conjunto(3), se explican en virtud de la dinámica de un conflicto intraelites. Este trabajo se centra, así, en las razones que tuvo la mancomunidad

(2) En general, debido al probl ema de construcción y definición nacional que afronta la sociedad boliviana este punto de vi sta es mayori tario aunque su afirmación en ningún caso conlleve pruebas. El tratamiento dado a temas re ferentes a las relaciones interétnicas y a los sectores populares sueleestarsobreideologizado, mezclándose las utopías y esperanzas de futuro con las ambiciones políticas y profesionales.

(3) "La ac tual guerra civil importa una lucha anti nacional de una provincia contra otra y aún se puede decir que es una guerra de razas que afecta hondamente a la unidad nacional y que nos sepulta de nuevo en la barbarie", Boletín Oficial , Nº 60, La Paz, 19 de marzo de 1899.

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criolla-mestiza para intervenir en la Guerra Federal, basándose en la existencia de un esfuerzo discursivo liberal dedicado a la reinvención del contenido de la "guerra de castas". La Guerra de 1899 fue un momento de regeneración del proyecto de reconversión hegémonica cuya finalidad primordial consistía en fortalecer la conciencia e identidad de clase en el interior del sector social privilegiado. La movilización indígena no hizo otra cosa que favorecer involuntariamente esa definición intraelites a la vez que dar argumentos para su propia marginación de la vida pública.

Se admite, por tanto, como eje del problema la tarea de proseliti smo y propaganda liberal en el Altiplano anterior a 1899. No se niega que la población indígena careciese de reivindicaciones concretas que hacer al poder blanco-mestizo sino que éstas no se materia­lizaron en un programa de autonomía política liderado y jerarquizado. Si en un princip io se pretendía que la fuerza indígena actuara como amenaza potencial más que como ejército auxiliar, el abuso electoral llevado acabo por los partidos conservadores hizo que los liberales viesen sólo en el golpe de Estado la posibilidad de acceder al poder. En consecuencia, la presencia india pasó de ser una amenaza a convertirse en árbitro de la contienda. Cuando ios liberales fueron conscientes de la fuerza india , comprendieron lo peligrosa que era su inclusión política para el proyecto de restructuración política de la eli te. El resultado fue un acuerdo entre las fracciones de elites enfrentadas que se sintetizó en la "U nión Liberal" bajo el lema de la regenernción de Bolivia. En cuanto a los indígenas fueron necesarios diez años para que volvieran a movilizarse. La violencia ele los hacendados, la puesta en venta de las tierras, y su fracaso en recuperarlas a través de procesos lega les supusieron un cambio en las tradicionales relaciones entre Estado y comunidades.

Para terminar, este análisis ele la interrelación liberales- indígenas reflexiona sobre las causas y el desarrollo ele la Guerra Federal de 1899 en función ele la campaña proseli ti sta entre los sectores indígenas-campesinos del Altiplano ll evada a cabo por el Partido Libera l. Para su mejor comprensión, se discutirán dos aspectos basados en las confrontaciones di scursiva~ entre conservadores y liberales durante y después de la guerrn. El primero estará referido al desarrollo y significado del conflicto intraelites a partir de tres temas que abordan el porqué de la guerra, cómo y para qué se utilizó el discurso federali sta y el significado del pacto oligárquico sintetizado en la Unión Liberal . La segunda cuestión corresponderá al modo en que se involucró en la guerra a la población indígena.

l. 1899. UN CONFLICTO JNTRAELJTES

1.1. LAS CAUSAS DE LA GUERRA FEDERAL

El origen inmediato de la guerra civil hay que buscarlo en la di sputa entre Sucre y La Paz por la capitalidad(4l. Hasta 1899, el gobierno de Bolivia no disponía de residencia permanente. En octubre de 1898, el presidente conservador Severo Fernández Alonso, bajo presión de los ciudadanos de La Paz, trasladó allí su gobierno. A esta decisión se opuso la elite

(4) Archivo de La Paz. En adelante: ALP. Col. JCV. Borrador de.Julio César Valdés sobre la Revolución Federal", 1899, pp. 1-2.

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de la ciudad de Sucre que, como respuesta, patrocinó en la Cámara de los diputados allí establecida e l nombramiento de dicha ciudad como capital de la república en una votación del 14 de noviembre de 1898 donde Sucre salió vencedora(5)_ Aunque Macario Pinilla, di­putado conservador por el departamento de La Paz, había propuesto que la sede del Congreso se fijara en La Paz, con el fin de tranquilizar la si tuación, ofreció renunciar y dirigió un proyecto de enmienda a los representantes paceños, sugiriendo a Cochabamba como la sede del Legis lativo. A pesar de ello, sus correlegionarios insistieron en hacer de La Paz la capital del país. Esta decisión evidenció por primera vez la ruptura de los lineamientos partidario~ establecidos, ya que la mayor parte de la representación paceña estaba compuesta por conservadores que no apoyaron lo dictaminado por los conservadores del Departamento de Chuquisaca. Pero esa posición paceña no fue suficiente ya que todos los miembros de la Cámara votaron a favor de la moción gubernamental a favor de Sucre como capital, a excepc ión de los diputados de La Paz, quienes abandonaron el Congreso.

En La Paz, vistos los resultados , las manifestaciones populares fueron tan violentas, que el control de la ciudad se vio amenazado. Serapio Reyes Ortiz, Prefecto conservador de La Paz, logró sin embargo aliviar la situación a través de una alianza con los liberales que mantuviera el derecho de La Paza ser la capital de la República. Reyes Ortiz se alió, entonces, con el bloque liberal encabezado por Sabino Pinilla, Abe] lturralde, Pedro Kramer y Elías Zalles, representantes liberales, contra un proyecto de "Ley de Radicatoria" presentado por los diputados de S ucre(6). Ante tales acciones, el presidente Severo Femández Alonso decidió apoyar entonces a Sucre, movilizó su ejército el 5 de diciembre de 1898 y marchó hacia La Paz. En actitud de desquite, los líderes de ésta decidieron pelear y el 12 de diciembre de 1898, bajo el grito de"¡ Vi va la Federación!", formaron una Junta Revolucionaria para reclutar sol­dados y buscar reservas. Tres fueron los órganos encargados de gestar apresuradamente la re­volución: 1. El Municipio, con mayoría liberal. 2. El Comité Federal constituido por represen­tación paritaria de liberales y constitucionalistas. 3. Las propias autoridades conservadoras.

El día 1 O de diciembre de 1898, el Prefecto del Departamento de La Paz, Serapio Reyes Oniz , solicitó a Macario Pinilla su opinión acerca de las medidas que la situación obligaba adoptar. Este se manifestó a favor de "proclamar la revolución y apoyarla con todos los e lementos disponibles" (Grieshaber 1991: 131 ). Serapio Reyes destacó el carácter regiona­lista de la insurrección pronta a ser proclamada, " la lucha no sería de partidos sino secciona! entre el norte y el sud para establecer por las armas, la hegemonía de cualesquiera de ellos" (ibid .: 132). Acordaron ambos ponerse a la cabeza de la rebelión, cuyo estallido se precipitó con la noticia de la marcha del Presidente Alonso hacia la Paz, lo que dio motivos a Bautista Saavedra para decir veinte años más tarde que la fracción constitucional de La Paz fue la que en realidad hizo la revolución. A favor de esta afirmación actuaba el hecho de que el parlamentario conservador por La Paz, Macario Pinilla, y el Ministro de Estado y Prefecto del departamento, Serapio Reyes Ortiz, habían apoyado en 1897 al gobierno cuando éste envió tropas para anular las elecciones municipales y para disolver el Consejo Municipal que se había proclamado tras éstas en las que los liberales habían obtenido en La Paz cuatro escaños. En ese momento los dos constitucionalistas apoyaron al jefe de su partido porque

(S) "La Revolución boliviana". El Comercio, La Paz, 17 de junio de 1899. (6) Boletín del Comité Federal del Departamento, Nº 6, La Paz, 7 de diciembre de 1898.

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sus propios cargos estaban en entredicho por los liberales, lo que no ocurrió en 1898 cuando lo que se discutía era la primacía de La Paz.

El 12 de diciembre de 1898 se reunieron en la residencia del liberal Sabino Pinilla altos representantes de las fracciones políticas liberal y constitucionalista. Macario Pinilla, Reyes Ortiz, Femando Guachalla, Federico Zuazo, Fermín Prudencio, Víctor Sanjinés, Alfredo Ascarrunz y Adolfo Ortega, decidieron proclamar la revolución ese mismo día. Más tarde se proclamó la " regeneración de Bolivia bajo el rég imen del Gobierno federal" y se nom bró a Serapio Reyes Ortiz, José Manuel Pando y Macario Pinilla, para que constituidos en Junta de Gobierno organizaran "la defensa de los derechos de la Nación y de este Departamento hasta obtener la victoria''(?). Una vez establecidos los nombramientos se distribuyeron las distintas funciones que se tendrían que llevar a cabo para hacer frente a la oposición del gobierno de Alonso, mientras unos se ocuparían de poner a las órdenes de la rebelión los elementos oficiales disponibles, otros se encargarían de gestar un movimiento popular. Los conserva­dores Pinilla y Reyes Ortiz se dirigieron al cuartel del regimiento Murillo(8), y luego de una breve entrevista con sus jefes consiguieron el apoyo de la guarnición al levantamiento civil. El regimiento abandonó su c uartel y desfiló por las calles en ges to de adhesión a la causa rebelde, bajo el juramento de defender los legítimos "derechos del pueblo, derechos ultrajados por la ambición desmedida y lugareña del pueblo chuquisaqueño y holl ados por el presidente de la república , quien después de haberofrec ido vetar la inconsulta ley que fijaba a perpetuidad la residencia del gobierno en la ciudad de Sucre, la ha sancionado dando con ello, y sin motivo alguno un sopapo al altivo pueblo de La Paz"(9). Simultáneamente, el liberal Fernando Guachalla conseguía el pronunciamiento popular a favor de la constitución de un gobierno revolucionario (Grieshaber 199 1: 132). Aceptados los nombres de Reyes Orti z, Pando y Pinilla como supremos conductores de la revolución, se dio lec tura al acta de proclanrnción de la Junta:

"El pueblo de La Paz proclama la regeneración de Boliv ia bajo el régimen del Gobierno Federal, y nombra a los señores Serapio Reyes Ortiz, José Manuel Pando y Macario Pinilla, para que constituidos en junta de gobierno organicen la defensa de los derechos dela nación y de este departamento hasta obtener la victoria. El pueblo confía en ellos y espera que su acción enérgica y patriótica sati sfará las legítimas aspiraciones man ifestadas el 6 de noviembre último cuyo fin ofrece su sangre y su vidaOO)_

En los días subsiguientes al 12, se procuró dar realidad práctica al proyecto de organizar el ejército federal. El día 14 se constituyó su alto mando. Fue designado general en jefe Eliocloro Camacho y jefe del Estado Mayor el coronel Fermín Pruclencio, y sub-jefe del mismo, el coronel Ismael MontesO I ). La prensa de La Paz reveló que Claudio Pinill a,

(7) "El Gobierno Federal y los grandiosos hechos de ayer", El Comerci o, l .a Paz, 13 de diciembre de 1898. (8) " . .. la Columna Murill o es el pueblo y ese pueblo es tá con la Columna Murillo", " U Gobierno h:dcral

y los grandiosos hechos de ayer", E l Comercio", La Paz, 13 de diciembn.: de 1898. (9) Ver nota 8 (t O) "El gobierno Federal y los grandiosos hechos de ayer". El C omercio, [ .a Paz, 13 de diciembre de I X98. (l t) "El ejérci to Federal ", El Nacional , La Paz, 13 de diciembre de 1898.

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abandonando su cargo diplomálico en Lima tan pronto como conoció los sucesos de La Paz, fue quien inició las gestiones necesarias para la adquisición del nuevo armamento y que el liberal BenedictoGoytia lo apoyó(l2)_ A su vez, el gobernador Zuazo ordenó a las subprefecturas mediante la circular de 16 de diciembre de 1899 recaudar la contribución indígena con objeto de proporcionar al ejército los elementos bélicos necesarios para su organización, empleando, para el efecto " todos los medios coercitivos disponibles".

Como reacción , el ejército constitucional de Severo Fernández Alonso ocupó el 8 de enero de 1899 Yiacha, a 15 kilómetros de La Paz. Su potencial bélico era superior al de los federales pero tenía la desventaja de que mientras permanecía en Viacha debía aprovisionarse de comida y forraje en un territorio hostil que no recibió de buen agrado las expediciones de abastec imiento. La primera derrota significativa que sufrió fue la del 24 de enero de 1899 en Ayoayo, lo que le hizo trasladarse de Viacha a La Paz, donde llegó el 2 de febrero de 1899 trns haber sufrido constantemente el acoso indígena. Después de la retirada del presidente Alonso, Pando salió de La Paz y ocupó Sicasica. Posteriormente, en el mes de marzo la superioridad armamentística de los unitarios se vio reducida por los enfrentamientos en Colqucchaca, lo que permitió a Pando planear el ataque a Oruro. En la mañana del día 11 de abril, tras la batalla del Segundo Crucero en el pueblo de Cruceros cerca de Oruro se confirmó la noticia de la derrota sufrida por el ejército unitario y la entrada en esta ciudad del jefe de Partido Liberal, coronel Pando0 3). Severo Femández Alonso escapó y buscó asilo en Chile.

Como se ha señalado, los constitucionalistas Reyes y Pinilla aparecieron como gestores y promotores del movimiento revolucionario que culminó con el derrocamiento del presiden­te Alonso04), el estado de agitación era, en parte, fruto de una larga campaña emprendida por el Partido Liberal. Este ejercía un vigoroso influjo en el Comité Federal y era mayoría en el municipio, y existen razones para suponer que el liberal Lucio Pérez Velasco, llegado a La Paz el 5 de diciembre fue emisario de los acuerdos revolucionarios de Sucre05)_ De un modo u otro, el levantamiento de La Paz agrupaba corrientes políticas enfrentadas electoralmente que justificaron su actitud con el pretendido fin de formar un Gobierno "nacional, que amparara la libertad de sufragio y acatase la voluntad de las mayorías legalmente demostradas en lucha iguaJ"( l6)_ Esta manifestación nacionalista venía a contrarrestar las acusaciones que definían al movimiento insurrecciona) como localista y "tendente a establecer la preponde­rancia de un pueblo sobre otro"(l7)_

Así, el principal argumento esgrimido por los sublevados era la existencia de un fin político encaminado a derrocar un régimen "establecido e imperante durante más de tres lustros" y a obligar al gobierno a iniciar una política verdaderamente nacional "sin imposi-

(l2) " Boletin oficial", El Comercio, La Paz, 7 de enero de 1899. (13) "La evolución política de Sucre", Boletín Oficial, Sucre, 18 de abril de 1899. (14) " La f-ederación paccña, 11", El Comercio, La Paz, 22 de febrero de 1899. (l5) " La situación", El Comercio, La Paz, 8 de noviembre de 1898. (l 6) "Después del triunfo", El Comercio, La Paz, 13 de abril de 1899. C17l "El grito de federación con las armas en la mano fue lanzado al unísono por las nueve provincias

(juri sdicciones de mayor categoria a los partidos de campaña) que forman el departamento de La Paz, en connivencia con Cochabamba, Oruro, Potosí, etc.", "La Federación paceña, IV", El Comercio, La Paz, 25 de febrero de 1899.

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ciones de fuerza, ni simples apariencias de legalidad". Para ellos el gobierno constitucional de Severo Fernández Alonso dejó de existir al mismo tiempo que dejó de hacerlo la Constitución boliviana, hecho que ocurrió en el instante en que por dar satisfacción a " los estrechos propósitos de la diputación chuquisaqueña se sancionó la ley del 29 de noviembre de 1898". Por tanto era un deber patriótico sublevarse contra los abusos de poder promotores "del cohecho y la violación del libre sufragio", lo que por otro lado justificaba la unión de los partidos Liberal y Constitucional, que, alarmados ante un peligro común, oponían toda la fuerza de sus convicciones y de su poder social, contra "la bastarda política cuyo nefando brote había sido yael memorable hecho del 5 de agosto de 1892". Esta protesta se agravó por la orden dictada por el gobierno de quedar licenciadas indefinidamente las Guardias Nacionales del Departamento de La Paz que habían sido equipadas por sus espontáneas donaciones hasta obtener un ejército de cuatro mil hombres. En consecuencia, se exigía al presidente Alonso que renunciara al poder que había conseguido a través de la coacción electoral propiciada por el poder minero y que era la única responsable de los disturbios populares. Su des legitimación como gobernante se atribuía al hecho de que su candidatura era producto de una alternatividad política falsa, controlada por los acuerdos entre los constitucionales y los demócratas que impedían un funcionamiento correcto del sistema de partidos0 8). El abuso indebido de este sistema ocasionaba convulsiones revolucionarias y alteraciones del orden, pero éstas resultaban completamente comprensibles si se tenían en cuenta las trabas con que el Partido Liberal se encontraba en todos los comicios. Por tanto, el golpe de estado de La Paz no era resultado de ambiciones loca listas sino la consecuencia de un comportamiento inadecuado por parte del gobierno:

"Allá donde se respeta este principio (la alternabilidad de poder), la libertad de sufragio es una realidad, los odios de partido se suavizan y el pueblo no piensa en revueltas, porque sabe que mal que bien, su voluntad gobierna"( l9)_

A este rechazo de la gestión conservadora se unía la independencia económica de La Paz que revindicaba un reconocimiento político adecuado ya que no neces itaba "para nada de aquel (el gobierno conservador)" aunque " las exigencias nacionales precisasen la presencia en ella del elemento oficial"(20)_ Pero ya que la Junta Municipal de esta ciudad tenía que ceder a esa normativa pedía que no se hiciese ninguna combinación de candidatura presidencial sin que La Paz estuviese representada por uno o dos vicepresidentes, además de contar con la mitad de las plazas en cada ministerio a fin de asegurarse que la distribución de las rentas nacionales estuviese en concordancia con lo que aportaba cada departamcmo. Para ello se aducía que las entradas del departamento paceño, por sí solas abastecían los gastos generales de la administración del país, por lo que le era al gobierno más fácil ubicarse en "la

(18) "El poder nacional, sin las entradas del norte. su si tuación es imposibl e, mayormente si tiene que aumentar sus fuerzas en la proporción acometida en las actuales circunstancias", " La Federación paccña., IV", E l Comercio, La Paz. 25 de febrero de 1899.

(19) "La Junta de Gobierno Federal a la Nación", El C omercio, La Paz, 20 de diciembre de 1898. (20) "Que nuestro primordial propósito es la unificación del sentimiento nacional, porque La Paz anhela la

unión estrecha de la fami lia boliviana", ídem.

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fuenLe misma de ingresos nacionales para aLender a sus necesidades". Otro elemento que se argumentaba a favor de la primacía de la Paz era su situación geográfica:

"Ubicada en la región más al norte, próxima a la costa del Pacífico, y ligada a ella por dos grandes rutas que la ponen en contacto con el mundo exterior y que a la vez constituyen las arterias para la circulación de su intercambio comercial, forzosamente ha Lenido que progresar más que todas las demás provincias, despojándose a prisa del pesado atavío colonial, para vestirse con las galas del progreso moderno"(21).

Estas condiciones de La Paz podían contribuir a su rápido adelanto social, comercial y urbano y hacerla apta como sede presidencial y residencia del cuerpo diplomático, pero la razón última residía en demostrar que las virtudes citadas harían de dicha ciudad la más capacitada para constru ir la entidad nacional de Bolivia. Y era esa interpretación de La Paz como el insLrumenLo y motor de progreso nacional que posibilitaría un país competitivo a nivel inLernacional, la que exacerbaba la contraposición norte-sur, haciendo a La Paz objeto de acusaciones de comportamienLo locali sta. Pero esas acusaciones fueron invalidadas por el di scurso de la Junta Revolucionaria que revirtió el argumenLo de provincialismo contra el gobierno, acusándole a él de poner en peligro la unidad nacional boliviana exponiéndola a un proceso de "polonización" que favorecería los intereses chilenos a los que la minería del sur se encontraba vinculada. Así, la postura intransigente de la elile gobernante no sólo hacía peligrar la integridad Lerritorial del país sino que también incidía en su propio desmedro, ya que se cons ideraba que el bienesLar y prosperidad del Departamento de Chuquisaca "depen­dían de los poderosos centros del norte que, hoy, más que nunca se hallan en condiciones de dictar leyes a la República, por el crec iente desarrollo de sus inagotables fuentes de preponderancia que los tienen que Lolerar, con propio perjuicio, a fin de no sacrificar a partes de la comunidad boliviana" (Condarco Morales 1983: 132). Esa afirmación sobre la dependencia de Sucre de La Paz preLendía hacerse extensiva al resto de los departamentos, aunque desde luego no se presentó así durante el tiempo que duró la guerra. La Paz asumió la defensa del resto del país contra el provincialismo puesto en acción por el sur, pero lo hizo bajo una ideología federalista porque de hacerlo de otro modo no habría logrado el apoyo de otros departamentos contra el gobierno conservador:

" ... Su preponderancia política se impone por la misma lógica de los hechos, por la fuerza de su acción patriótica, por sus inmolaciones en aras de la libertad!"(22).

Es Le argumento le confirió legitimidad y redujo la clave del conflicto al enfrentamiento entre departamentos, o mejor, al enfrentamiento del departamento de Chuquisaca con los otros departamentos (a excepción del de Santa Cruz) encabezados por el de La Paz. Se

(21) "Los dos partidos liberal y conservador se unieron en patriótico abrazo, animados de un deseo, con una sola alma y una excl usiva aspiración ( . .. ) Eran unidos, el partido opositor y el partido liberal que, sin­tiéndose engañado y viendo frustradas sus legítimas esperanzas de lograr la ventura de su patria, busca­ban, acordes, el camino que pudiera unirlos a la salvación de ella", (Diez de Medina 1988: III , IV, XVII).

(22) "Reflexionando", La Nación, La Paz, 18 de febrero de 1899.

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retomaron los términos "caudillismo" y "coacción electoral", pero esta vez identificados con la política del presidente Alonso a la que se oponía un frente aparentemente homogéneo que rechazaba el "provincialismo" de Sucre y pretendía instaurar el espíritu nacional. Si bien esta visión repetía y correspondía a los argumentos presentados por los liberales en su versión guerrista, fue asumida por los constitucionalistas paceños y se resumió en un término, federación. Con él se trató tanto de defender los intereses de hegemonía de los paceños como de dar legitimidad a los postulados liberales. Pero en ambos casos estaba presente la necesidad de sustituir la fracción de la elite en el poder por otra que diese una solución más adecuada al proyecto de reconstrucción del grupo dominante entendido como bloque no individualizado:

" ... otra cosa que la manifestación de un espíritu mezquino encaminada a obstaculizar la marcha normal del país; y nos concretamos a dejar constancia de que el pesado vaho atosigador de la confraternidad boliviana ha sido soplado del sud , precisamente en los momentos más angustiosos, cuando en uno y otro confín de la patria se presiente la hora en que quizá tengamos que repeler nuevas agresiones del extranjero y cuando nad<1, absolutamente nada debía entibiar el ardiente entusiasmo por la defensa nacional" (Diez de Medina 1899: VIII, IX, XIX).

Esa defensa nacional, por tanto, no era otra que la defensa del proyecto de reconstruc­ción oligárquico puesto en peligro por el empeño de los grupos privilegiados del sur de mantener una hegemonía política sin base económica que la potenciase(23). Dada su negativa a abandonar la dirección de dicho proyecto se hizo imprescindible forrnr su sustitución a través de un golpe de Estado respaldado por todos los departamentos que veían impedido su desarrollo por las prioridades del de Chuquisaca:

"Que anhelamos igualmente que los distritos federales, organizados por voluntad propia, se gobiernen a sí mismos, proveyendo directamente a sus necesidades, para que de este concurso armónico nazca la verdadera fraternidad boliviana" (ldern.).

Esa supuesta fraternidad departamental encontró su expresión en el federalismo porque era la forma de organización más acorde con la confluencia de múltiples, diversos y hasta con­tradictorios intereses. El problema vino después, a la hora de establecer la nueva hegemonía regional que eatalizase de modo más conveniente los imperativos de clase de la elite. Como las políticas económicas más adecuadas para unas zonas entraban en competencia con otras, se inició un fuerte conflicto de carácter político que se resumió en un enfrentamiento entre La Paz y el resto del país. El artífice del proceso descrito fue el Partido Liberal en su versión pace-ña no federalista, que proporcionó a la elite de La Paz una cobertura adecuada para justificar su golpe de fuerza sobre las otras fracciones también aliadas contra el gobierno de Alonso(24). Se abandonaron, por tanto, los principios federales y se adoptó un rígido

(23) "Es más fácil imponerse por el medio de la fuerza, malearlas f ucntcs del sufragio, hacer call ar la opini ón, simular mayorías convencionales, obtener adherentes cotizables, cerrar las puertas del parlamento para los que no son amigos y hacer surgir, estableciendo especies de sucesiones dinásticas, a los cand idatos oficiales", "Reflexionando", La Nación, La Paz, 18 de febrero de 1899.

(24) "La Revolución boliviana", El Comercio, La Paz, 17 de junio de 1899.

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centralismo que se justificó discursivamente a través de la amenaza india, como se verá más adelante.

Para terminar, se hace preciso que se concreten, a partir de lo dicho hasta ahora, tres pre­guntas: ¿quiénes eran los liberales?, ¿cuáles eran sus objetivos políticos?, ¿de qué forma los materializaron?

En un principio el Partido Liberal estaba integrado por todos aquellos que de un modo u otro, ya fuera por su vinculación anterior a los beneficios del régimen caudillista o por su ausencia de intereses directos en la minería de la plata, estaban excluidos del gobierno. Se trataba, por tanto, de un partido de filiación heterogénea, al que también se habían unido aquellos elementos tradicionales que la previa consolidación del Partido Conservador había excluido. A estos se sumaron otros elementos resultantes de las nuevas formas de subordi­nación social asociadas a la producción de la plata. Así, en un principio, al Partido Conservador se oponían: primero, los grupos a los que la inestabilidad política del régimen de caudillos les favorecía el ascenso social; segundo, aquellos que veían en el ejército un medio de mejora ocupacional y de adquisición de privilegios sectarios; tercero, los constitucionalistas paceños que aspiraban a la supremacía de La Paz sobre Sucre; cuarto, los liberales paceños; y quinto, los liberales partidarios de un régimen de gobierno federal pertenecientes a regiones excluidas del tráfico de la plata.

Todos ellos se aglutinaron bajo la bandera liberal con objetivos particulares, pero con un enemigo común representado por el gobierno minero que los excluía de la presidencia y extorsionaba sus ambiciones de participación política. Esto ocurría a medida que el mono­polio de la plata declinaba y se hacían necesarias las posiciones de fuerza para mantener una hegemonía cada vez más cuestionada. Pero ese cuestionamiento y crítica de la gestión gubernamental conservadora no provenía sólo de los liberales, sino de sus propios correlegionarios que también formaron parte de la Junta Revolucionaria de La Paz. Así, los constitucionalistas paceños que hasta poco antes del 12 de diciembre de 1898 conformaban una fracción departamental del partido gobernante, se convirtieron en fracción opositora que renunciaba a su lealtad al partido conservador, haciendo prevalecer su interés en defender las prerrogativas de su lugar de origen. Los liberales, por su parte, comprendieron la convenien­cia de valerse de la crisis surgida por el tema de la radicación de la capital, expresada como resultado de la pugna entre el norte y el sur para satisfacer sus ambiciones de poder como partido de la oposición. Y ambos se vieron en la necesidad de agruparse alrededor de una bandera que, al mismo tiempo de servir como vínculo de unión entre elementos heterogéneos, pudiera conceder al pronunciamiento la aparencia de ser fruto de una necesidad de importan­cia nacional. Esa enseña fue el federalismo.

Los constitucionalistas de La Paz la apoyaron porque no podían declararse confesos de exclusivismo regionalista ante el resto de la república sin inspirar desconfianza en la opinión nacional; y los liberales porque no podían revelar sus verdaderos propósitos de partido ante sus ocasionales aliados por razones obvias. En suma, los liberales afirmaron la federalización del país para encubrir los exclusivismos de partido y para ocultar momentáneamente sus divergencias con el grupo conservador de La Paz. Por su parte, los constitucionalistas paceños aceptaron el emblema federalista, no por un sentimiento cívico sino por interés regionalista, puesto que consideraban que el Departamento del norte era el que más rentas aportaba al erario nacional y que, dentro del proyectado Estado Federal, La Paz sería favorecida por la

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exclusiva disposición de sus propios recursos (Condarco Morales 1983: 364 ). Por lo tanto, la explicación de las causas de la guerra como un enfrentamiento regional entre dos departamentos, el de La Paz y Chuquisaca, si bien no es inexacta porque estaba en juego el control de la sede de gobierno y de los órganos de decisión, y en consecuencia e l control del poder político, proporciona una visión sesgada de los hechos. Sólo toma en cuenta las razones de algunos de los participantes.

La caída de los conservadores significaba ante todo el derrumbamiento de un compor­tamiento económico y político que impedía el desarrollo de economías regionales, que coartaba la movilidad social de las contra-elites en ascenso y que ponía en peligro un proyecto de reconstrucción de la elite entendido como una alternativa de supervivencia ele un orden jerarquizado. Para su viabilidad se hac ía imprescindible la sustitución ele la oligarquía de la plata por otra con mayores medios para hacerlo. Esto era algo difícil de entender para las familias privilegiadas de Sucre y Potosí que requirieron, por tanto, una guerra para renunciar a su hegemonía dentro de la misma elite. Por esta razón, también el enfrentamiento de partidos, más que un enfrentamiento entre ideologías o modos de vida, consistía en una lucha entre quienes podían llevar a cabo un proyecto de reconversión de la elite para asegurar su continuidad como clase hegemónica y quienes ya habían cumplido esa función . De ahí la alianza entre liberales y constitucionales paceños contra la elección de Sucre como sede de gobierno, y de ahí su posterior hermanamiento en el rechazo de las formas federales aunque supuestamente habían luchado para imponerlas(25). La oposición partidaria era una oposición entre las diversas fracciones de la elite y como tal se expresó en 1899.

En resumen, el Partido Liberal fue una alianza entre los grupos elitistas excluidos del poder político, una plataformaaglutinadora de los "desposeídos de la elite". Sin embargo, con el triunfo liberal no todos estos sectores elitistas que lo habían apoyado tuvieron cabida en la dirección del país, sino que lo hicieron sólo aquellos con intereses en el departamento de La Paz, con lo que se explica por qué muchos de los análisis historiográficos privilegian la interpretación regional norte contra sur. Eso en vez ele ser una causa fue la consecuencia del asentamiento de los intereses de la elite paceña como los hegemónicos(26). Los intereses agrupados en el Partido Liberal que confluyeron en la guerra de 1899 no eran exclusivamente los paceños, pero sí fueron éstos los que resultaron beneficiados por la contienda.

1.2. COMO Y PARA QUE SE UTILIZO EL DISCURSO FEDERALISTA

Como ya se ha señalado, constitucionalistas y liberales necesitaban participar en la confrontación política con un justificativo común, bajo una bandera que fusionara sus filas, e invocando un principio de aparente necesidad nacional. La fracción constitucionalista de La Paz no podía proclamar abiertamente que los únicos motivos para declararse en pie de guerra eran los de hacer prevalecer los intereses de su lugar de origen. Los libera les, por su

(25) ALP. Colección Julio César Valdez. Discurso del Sr. Fernando E. Guachalla, l'resident.c del Comité Federal, La Paz, 1899, f. 1-5.

(26) ALP. Colección Julio César Valdez (JCV). Conferencias telegrá ficas del 18 y 19 de a bril de 1899 entre los miembros de la Junta de Gobierno, La Paz-Oruro, 18 y 19 de abril de 1899, Caja, Nº 9, pp. 15-24.

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parte, tenían que dejar de lado la invocación de sus principios puesto que se lanzaban a la contienda acompañados de sus adversarios. Y como unos y otros necesitaban ocultar los móviles que les inducían a la lucha necesitaban alegar, en cambio, la premura de satisfacer exigencias de importancia nacional a través de una pretendida urgencia de federalizar el país. Con esta bandera unos encubrían intereses localistas y otros intereses de partido, pero en los dos casos se estaba incidiendo en la necesidad de que una fracción de elite con posibilidades políticas y económicas hiciese viable el proceso de reconstrucción oligárquica.

En un primer momento, se adoptó la bandera federal como el símbolo de oposición al gobierno porque era necesario encontrar un elemento de fusión que no enfrentase ideológi­camente a los constitucionalistas y liberales aliados coyunturalmente. La federación conve­nía a los liberales porque les permitía expresar su rechazo al centralismo y monopolio político de Sucre, y convenía también a los conservadores paceños porque dotaba a sus intereses locali stas de legitimidad frente a otros departamentos que no aceptasen que La Paz pretendiera sustituir a Sucre. Pese a que los rebeldes subrayaban que sus metas eran federales, es ta riliación, golpe de Estado-federalismo, estaba subordinada a conquistar el poder en Sucre . Esto no evitó que muchos de los conductores de la sublevación que sí creían en el sistema federal y que pertenecían a departamentos como el de Cochabamba y el de Oruro, se entregaran a la tarea de establecer parcialmente en el país el sistema federativo. Porotro lado, esos mismos departamentos aliados a La Paz veían en el federalismo una ocasión de manifestar y materializar sus deseos de organización autónoma, con lo que apoyaron las gestiones de la Junta Revolucionaria(27). Esto fortaleció a la oposición federal aunque el manifiesto antagonismo entre las dos ciudades principales fuese el tema predominante. La fuerza propagandística de la campaña liberal estaba en la creciente identificación forzada del término "oligarquía" con los grupos de poder del Surque e je reían sus in te reses en detrimento de La Paz, y, en consecuencia, en perjuicio del resto de los departamentos:

"El anhelo constante de los dirigentes de la política del sur, ha sido obtener los mayores beneficios en favor de Sucre, en obras públicas, las más de puro lujo , en detrimento de los intereses de los otros departamentos y en especial de La Paz, el primero en contribuir a la caja nacional con fuertes rendimientos ... " (Barrios 1899: 8).

Ese maniqueísmo regional no impidió que el múltiple apoyo departamental a la contienda ampliase aparentemente el contenido del movimiento insurrecciona! que dejó de verse como una actitud aislada de la región del norte para pasar a interpretarse como "el centro de las aspiraciones y resistencias armadas de los habitantes de una inmensa zona del país de la altiplanicie, de las serranías y de los fértiles valles de los Andes, que son tan celosos de su libertad como lo son los hijos de los cantones suizos"(28). La Federación fue, por tanto, "un objeto de fusión de los partidos discordes y no fin y objeto de la revolución" (Condarco Morales 1983: 136-446), y fue ocasionalmente invocada sólo a fin de "agrupar bajo una sóla

(27) En general, se veía con simpatía la campaña paceña contra la decisión del presidente Alonso de no solucionar los déficits departamentales de presupuesto que en los casos de Tarija y Oruro eran particularmente graves.

(28) "Oficial", El Comercio, La Paz, 25 de febrero de 1899.

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bandera todos los elementos y todas las fuerzas del Departamento"(29)_ De ahí que Daniel Salamanca, líder del Partido Republicano, dijese que en La Paz se proclamó la Federación para encubrir la "pequeñez de los intereses en disputa", y que el liberal Soria Galvarro deplorase "el movimiento federal porque no es otra cosa que un grito de provincialismo, sin amor por el principio invocado, como autoridad sostendré el orden y al gobierno de que soy constitucionalmente dependiente" (Condarco Morales 1983: 141 ). La Federación era sólo un medio de regeneración políúca, es decir, un pretexto para derrocar al presidente Severo Fernandez Alonso como representante de la hegemonía del sur y dar cabida a otro grupo de poder para que se encargara de reactivar la consolidación de la elite como la clase social dominante encargada de dictar los términos de la movilidad social.

Se dijo que la campaña emprendida por el departamento del norte pretendía desterrar la corrupción administraúva, la coacción, el fraude y el cohecho pracúcado por los partidos conservadores en los comicios electorales: " ... para derrocar el cohecho, la coacción oficial y el fraude, convertidos en sistema electoral por la oligarquía imperante" (Pericón Barrientos 1899: 2). Pero su intención no era otra que dar al régimen de partidos políticos una nueva apariencia de legalidad que permitiera a los sectores privilegiados mantener el control sobre los grupos subalternos que veían en las farsas electorales una oportunidad de ascenso social. Es decir, ante todo se buscaba crear una atmósfera de estabilidad política que hiciese pensar en una regeneración de las relaciones de poder, cuando en verdad de lo que se trataba era de una perpetuación de las mismas.

En elcurso de la contienda, los liberales fueron dejando de asumir el ideal federal , como lo prueban las palabras de Pando a sus "amigos políticos de la República" sobre que la "federación proclamada en La Paz" no era nada "más que un medio de regeneración política" y que nunca se pensó en darle fuerza imposiúva (Condarco Morales 1983: 365). Tales afirmaciones quedaron constatadas terminada la guerra. El 11 de abril, es decir, el día siguiente de la batalla del segundo Cruceros, el coronel Pando entraba en la ciudad de Oruro, donde la Junta de Gobierno le otorgó el grado de General de División, ascendiendo a la vez al coronel Ismael Montes a la categoría de General de Brigada. De ahí se trasladó a la Paz y luego a Cochabamba en calidad del Delegado Supremo de la Junta de Gobierno, y más tarde de nuevo a La Paz donde se proclamó a favor de una políúca eminentemente nacional de unificación del país. Con moúvo de la insistencia de algunos de sus partidarios respecto a la adopción del sistema federal, se expresó en los siguientes términos:

"No desconozco las ventajas de ese principio y me honraré de sostenerlo en el momento oportuno, cuando Bolivia haya resuelto los problemas internacionales que deben preocupar de preferencia a todos sus hijos, sin disúnción alguna, porque lo exterior debe de anteponerse a lo domésúco" (Crespo s/f: I, 22).

Esa declaración referente a no remover las cuestiones de la nueva capital y de la nueva forma de gobierno porque antes debían solucionase " las relativas a la vida de relación de la república", confirmaba en opinión del federalista Rodolfo Soria Galvarro el hecho de que la

(29) "Federación", El Comercio, La Paz, 12 de agosto de 1899.

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rebelión paceña utilizó el disfraz de federación y la condena a la ley de radicatoria del poder ejecutivo para enmascarar una sublevación del regionalismo de La Paz contra los derechos de Sucre (Soria 1899: 17). Además, en el resto del país, la rebelión se declaró liberal antes que federal y tomó la forma de choques localizados entre los seguidores de los dos partidos, con la intervención ocasional de fuerzas expedicionarias de los principales ejércitos(30). Además, si bien Demetrio Calvimontes fue proclamado gobernador del Estado federal de Potosí, la mayoría de los diputados por Cochabamba se abstuvieron de hacer manifestación expresa sobre la federalización del país cuando esta ciudad estuvo en poder de los liberales. Lo mismo ocurrió en Sucre donde el 13 de abril Miguel Ramírez, en comunicación telegráfica dirigida a Pando, hacía constar que el pueblo de Sucre había secundado la revolución liberal sin mencionar nada acerca de la federalización. Ese mismo día, Pando asestó un golpe de muerte sobre las pretensiones federalistas sancionando el decreto del 13 de abril e indicando "que mientras la representación del país, reunida en Convención Nacional, acordara el régimen de gobierno que había de imperaren Bolivia, las funciones administrativas serían desempeñadas por las autoridades que reconocía la Constitución Polílica del Estado, vigente en La Paz hasta el 12 de diciembre de 1898" (Condarco Morales 1983: 365). Este decreto fue el primer acto con el que el coronel Pando comenzaba a esclarecer y revelar tanto sus móviles en la participación en la guerra federal como su verdadera actitud ante las simuladas intenciones de introducir en el país el sistema federal olvidando las declaraciones profederalistas a las que él mismo había prestado su adhesión al suscribir la proclama del 17 de diciembre de 1898.

La campaña de descrédito del sistema federal por parte de los liberales que antes lo habían defendido, se basó en negar sus raíces en la conciencia del pueblo, siendo el resultado más probable de su implantación el fomento del "caciquismo". Este término fue empleado como sinónimo de oligarquía, y en el discurso político la única oligarquía reconocida era la instalada en Sucre y defendida por el ejército unitario. En consecuencia, la organización del país bajo un régimen federal significaría la continuidad de los modos hegemónicos del sur, no porque los conservadores adoptaran la causa federalista, sino porque al no estar el "pueblo boliviano" preparado para una innovación política, su voto sería ulilizado por los miembros del anterior gobierno, ya que el federalismo identificado con el caciquismo "era la llave maestra con que los gobiernos falsean el sufragio popular"(3 1). Además, el sistema federal lejos de destruir el "cáncer del caudillismo, le podía dar carta de naturaleza en la organización política y permitirle convertir las cámaras en camarillas de familias que no tienen más misión que la de sancionar incondicionalmente los actos dictatoriales del mandón que les otorga la credencial, disfrutando, en recompensa, de cuantiosas rentas arrancadas al bolsillo del contribuyente", a lo que luego se unía una centralización administrativa municipal y social "en brote espontáneo y fecunda florescencia de hábitos burocráticos" (Ruci 1899: 7-8). El federali smo perdió, por tanto, su contenido ideológico y de organización autónoma para ser reconocido como un término comodín que utilizaría cualquier facción política para hacerse con el poder a través de un uso demagógico de la opinión pública: "Si el partido liberal hubiera estado en el poder, es seguro que el conservador hubiera sido federalista"C32).

(30) "Unitari os o fed erales", Unión Liberal, La Paz, 14 de marzo de 1899. (3 1) "La Revolución boliviana. Un capítulo de historia", El Comercio, La Paz, 17 de junio de 1899. (32) "La revolución boliviana. Un capítulo de historia", El Comercio, La Paz, 17 de junio de 1899.

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Con este discurso y sus aparentes e indiscutibles consecuencias, los liberales preten­dían aparecer como el único grupo político capaz de sacrificar sus anhelos independentistas ante una necesidad de unión nacional y de defensa de la identidad boliviana que se veía amenazada por un uso ideológico del federalismo inadecuado y a destiempo. Ya en 1880 se había intentado implantar ese régimen de gobierno cuando, tras la batalla de Tacna, se convocó la asamblea constituyente para dictar una nueva Constitución . A pesar de que la mayoóa reunida era contraria a esa forma de gobierno, a modo de una transacción se adoptó una descentralización fiscal que podía considerarse como un ensayo de federación . Pero ni entonces ni ahora estaba Bolivia, en opinión de los liberales, preparnda para esa forma de gobierno. Esto tampoco era un problema insalvable si se reconocía que lo primordial para el desarrollo y el progreso nacional, es decir, para garantizar el bienestar del pueblo no dependía de su organización política sino de su "estado social"(33). La presencia prematura del f edernli smo no tendría otra consecuencia que reinstalar las formas caudillistas de poder que habían sido denostadas durante los últimos veinte años. Y esto sucedería así porque al carecer la población boliviana de la conciencia necesaria para asumir ese régimen, éste no tendría otro resuluido que el "de poner en la nómina de los presupuestos mensuales otros nombres que los anteriores y uno que otro adelanto en las disposiciones administrativas, y aún en las constituciona­les"(34). Esta evolución política boliviana consistente tan sólo en una variación personalista provocaría una fuerte inestabilidad social . Y esa inestabilidad volvería a poner en peli gro el proceso de reconstrucción oligárquica:

" ... tras de cada caudillo aun en camino, anda una multitud de amigos que si no tacan a empleo al día siguiente son enemigos"(35).

Para evitarlo, los liberales forzaron la identificación entre federalismo, caciquismo y caudillismo, justificándola en la falta ele preparación política y cívica ele la mayoría ele la población boliviana. En consecuencia, los responsables de su no implantación no eran los liberales sino sus electores , las personas a las que supuestamente se quería beneficiar con el golpe ele Estado. Esta culpabiliclacl invertida que hacía a los liberales individuos sacrificados por la causa nacional y al pueblo, al que decían servir, la causa principal del abandono de los supuestos políticos que les habían llevado al poder, se complicó y confirmó gracias al indio. Refiriéndose a él, se elijo que carecía de las nociones más elementales ele la civilización. en "política no sabe por qué obedece al corregidor, como no sospecha que tiene derechos que aquel debe respetar. Sólo tiene un principio muy arraigado en sus convicc iones" que es el principio de autoridad "pero dependiente más que ele otra cosa, del estado ele servi lismo en que siempre ha vivido", por lo que si se aspiraba a la federación era necesario comenzar por educar a la población indígena ya que en sus actuales condiciones hacía imposible la implantación ele tal rég imen(36). A esto, el liberal Ismael Montes agregó que para que fuese posible había que considerar primero las necesidades, el medio, los elementos disponible:-,

(33) ldcm. (34) "Revolución federn.l". El Comercio, La Paz, 18 de febrero de 1899 (35) ldem. (36) "Federación, VI" , El Comercio, La Paz, 25 de agosto de 1899.

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la conveniencia y la oportunidad, e incluso la idiosincracia y educación del pueblo donde una nueva forma política iba a ser aplicada. Dado que a Bolivia se le atribuía un máximo de dos millones de habitantes, de los que sólo una quinta parte era posible que hubiera adquirido cierto grado de cultura, el federalismo resultaba poco recomendable:

"En tales condiciones y siendo la federación el régimen de gobierno más caro que se conoce porque así lo impone su propio mecanismo, y requiriendo un elemento social que no sea el de las cuatro quintas partes (indios) del que tenemos, parece que Bolivia no puede todavía sujetarse a ese régimen"(37)_

En virtud de lo anterior, el Partido Liberal no se desdijo de su opción federal, sino que se vio obligado a abandonaria porque conllevaba una idea de progreso aún no presente en la mayoría de la población boliviana compuesta principalmente por indios. Este traslado de la responsabilidad de la no implantación del régimen federal al atraso indígena resultaba aún más efectivo a los propósitos liberales si se tenía en cuenta que a dicho atraso se sumaba su peligrosidad criminal demostrada en las masacres de Ayoayo, Corocoro y Mohoza. Esos rasgos, unidos a su asentada marginación social, les hacía el elemento propicio contra el que verter toda la frustración de un ideario político inacabado. Las contradicciones liberales no eran asumidas como tales sino como consecuencia de una situación nacional que a todos molestaba. De ahí que se culpase al elemento más vulnerable y con menor capacidad de participación política, el indio. Sus características Je hacían receptor de cualquier inculpación, con lo que quienes ocupaban el poder tenían una salida a la que apelar cada vez que incumpliesen con la propaganda ofrecida a sus electores. Además se impedía cualquier iniciativa de alianza horizontal entre los sectores subalternos. El uso que hizo el Partido Liberal del supuesto antirepublicanismo de los movimientos indígenas impidió una alianza india con los artesanos urbanos que apoyaban al coronel Pando y que estaban interesados en un régimen federal.

Esta misma actitud de desprecio a los indios se manifestó también en partidarios del federalismo como Rodolfo Soria Galvarro quien no admitió que para su implantación fuera necesaria la instrucción del pueblo:

" ... obligarnos a permanecer en la misma manera de vivir hasta conseguir la ilustración del pueblo, de las masas, es obligamos a permanecer en statuo quo por tres o cuatro siglos"(38).

Si bien su negativa era una forma de reconocer la culpabilidad india en el rechazo gubernamental del federalismo, significó ante todo el reconocimiento de que la población indígena no formaba parte del conjunto de individuos considerados como deseables para la categoría de ciudadanos. En consecuencia, la oposición política a la línea oficialista del Partido Liberal también aceptó la exclusión política de los indígenas. La nación boliviana

(3?) "Federación, 11 ", El Comercio, La Paz, 15 de agosto de 1899. (38) Boletín Oficial, Nº 57, p. 7, La Paz, 1899.

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tenía que nacer de "la uniformidad de raza, re ligión, lenguaje e instituciones políticas"(39) y eso significaba que las ganancias de la elite, fueran del carácter que fuesen no podían compartirse con el elemento indígena. Por lo quede una manera u otra, estando coalicionadas o en la oposición, la distintas fracciones de la elite mantenían una comunidad de intereses que no estaban di spuestas a compartir con una población a la que consideraban mano de obra e instrumento útil para la materialización de su proyec to de reconstrucción, sobre todo porque en última instancia era la razón justificatoria de cualquier gesto arbitrario.

En resumen, el Partido Liberal después de entender al federali smo como la única vía de salvación nacional, argumentó que un pa ís podía progresar y ser feliz dentro de cualquier régimen "siempre que en la práctica se respetasen los derechos que constituyen el patri monio común de la humanidad, y que se observasen las garantías soc iales y políticas que la civilización había conquistado". El mejor gobierno no era ya e l que se basaba en la más avanzada especulación cienúfica sino el que "consultaba al medio, las tradiciones, las costumbres y educación del pueblo gobernado y se conformaba as í a las facultades y neces idades de éste". Bolivia, por 1anto, no iba a progresar más o menos rápidamente adoptase un sistema político u otro sino que ese era un problema relacionado más con "la economía social que con la forma de gobierno". Y dado que la economía soc ial dependía de la poblac ión india se tenían que producir una serie de restricc iones ideológicas encaminadas a mantener la " unidad de la legislación y a fortal ecer la cohesión social de los estados federales para conservar el vigor nacional". Cuando se hubiese conseguido regenerar y civilizar al indio es posible que la federación fuese una forma adecuada de gobierno, pero desde Juego no antes de que la sociedad política hubiera aportado los elementos necesarios para cllo(4U)_

Así, el sistema fede ral quedaba pospuesto hasta que la capacidad de avance y de asimilac ión india fueran las adecuadas y no a causa de las gestiones gubernamentales de los liberales o de cualquier otro partido de la mancomunidad criolla-mestiza en el poder. Esta medida, basada en el "estado de ineptitud y de degenerac ión ele los indígenas", se volv ió a repetir en un futuro en todos aquellos casos en que se ex igió al gobierno no só lo reformas sino también la conversión de Bolivia en un Estado-Nación moderno, esto es , en un país competitivo a nivel internacional. Lo prioritario era e l proyecto de reconvers ión de la elite y a ese fin se sacrificaban cualquier tipo ele demandas de las fracciones de esa misma elite si entraban en oposición con el proyecto central que progresivamente fue convi rtiéndose en el proyecto de hegemonía de la elite paceña a través de las gestiones de los presidentes liberales Ismael Montes y de Eliodoro Yillazón .

El rechazo de la idea federal fue la primera muestra ele ese cambio ele orientación del proyecto de elite y supuso la división del partido liberal entre liberales oficiales y liberales puritanos. Estos últimos mantuvieron como principal pieza ele su di sc urso político en las elecciones pres idenc iales de 1904 y 1908 las mismas críticas que expresaron los federalistas convencidos terminada la guerra. Se siguió acusando a los representantes en el poder del Partido Liberal de explotar los resentimientos de una c iudad, La Paz, y ele aliarse con los ministros y empicados del presidente Alonso parn derrocar a ese gobierno en nombre ele la

(39) Ibídem, p. 5. (40) "'Federación, I", El Comercio, La Paz, 12 de agos to de 1899.

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federación que no era otra cosa que regionalismo: "Al regionalismo lo cubrieron con federalismo"(41)_ Esa repetición discursiva puso de manifiesto que el Partido Liberal en ningún momento estuvo dispuesto a aceptar la federación. La idea federal, "es decir, la forma de gobierno más avanzada de los pueblos democráticos, casi desde los albores de la emancipación del Alto Perú, (que) fue una aspiración de las provincias del norte encabezada y fomentada por sus clases dirigentes y por su estudiosa e inteligente juventud"(42), no se llevó a cabo porque el cometido de la guerra fue sustituir a una fracción de la elite por otra y no sustituir un tipo de gobierno centralizado por otro federal. Como ese cometido ya estaba logrado con la derrota del ejército unitario, resultaba absurdo dar lugar al federalismo y en consecuencia facilitar la autonomía política y económica de otros departamentos(43). Esta originaría una competencia constante con la fracción paceña que se consideraba ahora la encargada de materializar el proyecto de elite. La solución para evitar un nuevo resquebrajamiento interno consistía en entregar la dirección de todas las fracciones de elite a una sóla de ellas y la elegida fue la de los departamentos del norte, la paceña. No se evitó, sin embargo, que el resto de las elites regionales no vieran recortadas sus expectativas, con lo que, terminada la Guerra de 1899, de nuevo, en nombre del federalismo y la libertad, se iniciase un ataque contra el gobierno que en parte se suavizó con el discurso anti-indio ya comentado. Y fue también esa misma polémica entre elites regionales (a la que por supuesto hay que añadir las luchas intra-regionales) laque confirmó el abandono de un proyecto global sobre la restructuración de la elite y su sustitución por uno exclusivamente paceño.

1.3. EL PACTO OLIGARQUICO: LA UNION LIBERAL DE 1899

Acabada la guerra, la regeneración de Bolivia bajo el régimen de gobierno federal, tal como la suscribieron Serapio Reyes Ortiz, José Manuel Pando y Macario Pinilla el 17 de diciembre de 1898, se convirtió, tras el abandono de ese principio político, en la regeneración de Bolivia bajo la hegemonía centralizadora de la elite paceña. Ese hecho suponía el reconocimiento de que habían sido obtenidos todos aquellos supuestos que llevaron a los I ibera les a realizar un golpe de Estado. Como entre estos propósitos el fundamental había sido susti tuir a laelitedel sur porotra más apta para implantar sin oposiciones peligrosas el derecho de los grupos de poder a mantener sus privilegios y escalafón en la jerarquía social, y esto ya estaba conseguido, resultaba poco conveniente crearse más disensiones con la elite vencida. Se imponía, entonces, llegar a un acuerdo con ella que a su vez probase la legitimidad de los liberales en el gobierno. No obstante, dicha legitimidad siguió construyéndose en función de la deslegitimación de los contrarios, de la elite del sur, a la que se encasilló en la imagen de un residuo aristocrático incapaz de progreso:

(41 ) "Liberales puritanos", La voz del pueblo, 27 de febrero de 1904. (4 2) "La h ;dcrnción paccña", El Comercio, La Paz, 18 de febrero de 1899. (43) " . . . segú n los principios de la ciencia el Gobierno Federal, que consiste en una sociedad de estados

independientes, unidos por un lazo común a una autoridad central . .. para que obrando con toda independencia, en lo tocante a intereses locales, procure por todos los medios que estén a sus alcances el progreso y bienestar de su estado", Boletín oficial, Nº 57, La Paz, 1899.

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"La revolución extinguió aquellos pretendidos derechos fundados en el abolengo caduco y la aspiración nacional de restaurarlos en una actualidad distinta y que nos cru­za de atropello debe abrirse camino en el sereno consejo de la Convención próxi­ma"(44)_

La Ley de Radicatoria de 1898 fue considerada por los liberales un golpe asestado a la estabilidad nacional por la "estirpe de una oligarquía audaz, arraigada ya, sin oLro título que el predominio de un partido artificiosamente sostenido en el poder"(45)_ Por lo que, si no se producía una acción revolucionaria que actuara de factor decisivo para el cambio en todo orden de Bolivia, el "odioso régimen de la oligarquía pasada"(46) continuaría presen te y cada vez más cercano al caudillismo que se rechazó en 1880, y por tanto no sería posible una opción de progreso. Pero como la modernización del país necesitaba e l concurso de todos los miembros de la elite para excluir posiciones separatistas que dificultaran el proyecto de reconstrucción oligárquica, se hizo imprescindible un programa-discurso de reconcil iación nacional, es decir, de reconciliac ión de las fracciones de elite enfrentadas. Su finalidad era evitar que nuevas competencias la desgastasen con guerras intestinas que sólo podían favorecer con su inestabilidad el ascenso social de los sectores sociales subalternos.

Este discurso de fraternidad y perdón enLre elites a fin de lograr "la unión estrecha de la familia boliviana" fue el elegido por los liberales para justificar su triunfo y conseguir su refrendo. Resultaba muy efectista presentar al bando unitario no sólo como "los aristócratas y estudiantes de Chuquisaca"(47), sino también como una facción regionalista que podía haber dislocado la conversión de Bolivia en un país "moderno". Tal peligro fue abortado por el golpe de Estado liberal que en ningún caso pretendió romper el sentimiento nacional boliviano como lo prueba su deseo de unificación tras la derrota de Sucre:

"El programa del partido vencedor es eminentemente nacional y respetuoso de las libertades públicas. Su bandera cobija a todos los bolivianos sin distinción de colores políticos"(48).

Esta actitud a favor de que no hubiera "perseguidos ni perseguidores"( 49) tomaba mayor realce cuando se acusaba a los anteriores gobernantes de vulnerar la Constitución de 1880 en sus principios esenciales referentes al mantenimiento de la concordia nacional y a la independencia económica de los departamentos. A pesar de ello, e l Partido Liberal proponía un programa de confraternidad nacional que tenía que ser apoyado por todos los bolivianos que ahora tenían la tarea de "reconstituir la Administración y la política en condiciones más ventajosas, más duraderas y más benéficas que lo fueron en las últimas administraciones"(SO). Esa afirmación sobre que después de la guerra todos eran hermanos y no había ni vencidos

(44) "No hay vencidos ni vencedores", El Comercio, La Paz, 13 de julio de 1899. (45) ldem. (46) "La Unión Liberal", El Comercio, La Paz, 29 de julio de 1899. (47) Boletín Oficial, Nº 43, La Paz, 22 de febrero de 1899, p. l. (48) "La evolución política de Sucre", Boletín Oficial, Nº 1, Sucrc, 18 de abril de 1899. (49) "La Junta de Gobierno Federal a la Nación", El Comercio, La Paz, 20 de diciembre de 1898. (50) "No hay vencidos ni vencedores", El Comercio, La Paz, 13 de julio de 1899.

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ni vencedores fue la fórmula discursiva empleada por los liberales para lograr la unificación interna de la elite. El llamado a la unidad no era otra cosa que el afianzamiento de una clase después de un proceso de renovación interna(S I). Ante todo, se buscaba crear consenso entre sus miembros a fin de obtener una unidad de clase que coartase los ascensos sociales no regu­lados por esa misma elite mediante un proceso de cooptación selectiva, y que no pusiera en peligro su continuidad institucional como se había manifestado durante el periodo caudillista. Ese consenso se sintetizó en agosto de 1899 en la Unión Liberal cuyos propósitos fueron:

" .. .los de la concordia boliviana al amparo y aplicación de una política franca y genuinamente liberal (que la hicieron tomar) sin odio y sin amor esa sagrada divisa: pro patria, que sólo consulta los intereses nacionales, que se inspira en los más puros dictados del patriotismo, que a nadie inmola y a nadie enaltece porque llama a todos para trabajar de consuno, ocupando cada cual el puesto que la colectividad le asigne; que excluye las divisiones siempre odiosas y siempre funestas, y que no tiene más mira que la mira que tuvo la revolución, esto es, la regeneración de Bolivia"(52).

Visto lo anterior, los seguidores del ex presidente Severo Fernández Alonso podían quejarse legítimamente de la pérdida del gobierno, pero no de haber sido excluidos políticamente. Terminada la guerra no hubo represión contra ellos por parte de los liberales. Es más, a lo largo del conflicto, estos requirieron su ayuda contra el levantamiento indio. Este acto dejó claro que a pesar de las desavenencias partidarias se hacía necesario un acuerdo entre los bandos contendientes que salvaguardase su identidad de clase privilegiada. De esta forma, terminado el conílicto muchos conservadores no tuvieron problemas en cambiar su lealtad a favor de los liberales al comprender que su propia supervivencia dependía del éxito liberal(53). Este realineamiento dentro de la elite representaba, por una parte, la tradicional búsqueda de posiciones que no iníluían demasiado en la política, y, por otra un esfuerzo concertado por salvaguardar la esencia del programa social de reconversión de la elite y de prevenir un nuevo conílicto. Ello no impidió que muchos moderados como Damián Rejas siguieran en el Partido Conservador por algún tiempo, pese a que éste había perdido su lógica interna y su vigencia como fuerza política. Por su parte, Mariano Baptista escribía a Luis Paz declarándose a favor de la unidad liberal-constitucionalista: " ... tienen que gravitar los constitucionalistas y los liberales moderados"(54) .

Si bien con la Unión Liberal se dio la alianza liberal-constitucional dentro del dominio liberal y con ello se asimilaron las fracciones enfrentadas bajo un nuevo proyecto político, se mantuvo un enfrentamiento en el interior de la elite por la cuestión regional sintetizada en la viabilidad o no del federalismo. Ese fue el tema máscontrovertidode la Convención Liberal de 1899. Como consecuencia, el Partido Liberal se dividió entre los partidarios de un gobierno centralizado y los favorables a un régimen federal. A pesar de que la primera opción

(51) "Documentos de actualidad"', Boletín del Directorio del partido Constitucional deChuquisaca, Sucre, 24 de junio de 1899, l. La Capital , p. 1.

(52) "Pro patria", El Comercio, La Paz, 31 de julio de 1899. (5 3) "La coalición", El Telégrafo, La Paz, 25 de mayo de 1899. (54) "Baptista a La Paz. 29 de octubre de 1901" en Obras completas, vol. V, p. 369.

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representada por José Manuel Pando e Ismael Montes poseía mayoría sobre el segundo grupo, liderado por Femando Guachalla, que mantuvo el programa federalista original de los liberales, se eligió como vicepresidente a Lucio P. Velasco, un destacado federalista, para evitar una escisión grave en el partido. Esta elección contribuyó a fortalecer el movimiento de este grupo federalista en defensa de un liberalismo puro contra el pragmatismo cada vez más influyente de Montes. Este declaraba sin reservas que se había incorporado el federalismo en 1899 para consolidar "bajo una sóla bandera todos los elementos y todas las fuerzas del departamento ... Bolivia necesita reconstruir sus fuerzas, antes de abordar innovaciones radicales ... Es conveniente eliminar del debate una cuestión que puede comprometer el porvenir del país y detener su desarrollo"(55).

En las elecciones de 1904 el Partido Liberal apareció escindido en dos facciones , una apoyando a Ismael Montes y otra al primer vicepresidente Lucio Pérez V el asco. Como Pando concedió su apoyo al primero, muchos puristas del partido unieron sus fuerzas con los pocos federales que quedaban para formar un grupo opositor con el nombre de puritanos (Klcin 1987: 45). Si las elecciones de ese año dieron el triunfo a Montes, su triunfo no parecía tal en las de 1908 ya que el candidato favorito era el federali sta Femando Guachalla. Su muerte en la víspera de la inauguración presidencial permitió la continuidad del montismo y el abandono de los principios federales como discurso de oposición política dentro de la corriente liberal (Klein 1987: 49). Pero los cambios ideológicos en el interior del Partido Liberal harán que más tarde otros partidos pusieran en entredicho su legitimidad como partido gobernante, basándose en que en el momento en que un partido o un gobierno se aparta de su programa queda quebrantado el pacto político. Como sobre esa base se asientan las insti­tuciones,éstas sufren una conmoción y sobreviene el desequilibrio, es dec ir, la revolución(56).

Si bien es cierto que las divi siones entre liberales oficialistas y liberales puritanos dieron pie a cuestionar la legitimidad del gobierno, también permitieron que no hubiera un enfrentamiento real al poder. Al actuar el Partido Liberal tanto como el partido del gobierno como el partido de los adversarios, canalizó la agresividad de sus contrarios bajo directrices políticas liberales y candidatos que conocía:

"La Unión Liberal se ha impuesto la tarea ele mantener el programa con que se inició en Bolivia, sin tener en cuenta su situación dominante; y para que de una vez en nuestra patria, nos apartemos del camino de las facciones. Y como ese mismo partido aparenta una prematura división, con motivo de la reforma insinuada en la Convención de octubre, dando lugar a que se conceptúen como puestos enemigos, los que ocupan unitarios y federalistas, para aprensión de los unos o para des­encanto de los otros, pero sí para el perjuicio del partido en conjunto, preciso declarar: Que antes de unitarios y federalistas, somos netamente liberales"(57)_

Volvía a repetirse la estrategia llevada a cabo por los partidos conservadores contra el Partido Liberal en la etapa anterior. En ésta, los partidos Constitucional y Demócrata, de

(5 5) El C omercio, La Paz, 12 de agosto de 1899. (56) "¡Revolución!", El Republicano, Padilla, 12 de mayo de 1904. (57) "Propósitos y declaraciones", La Unión Liberal, Cochabamba, 24 de marzo de 1900.

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Aniceto Arce y Gregorio Pacheco respectivamente, impidieron a través de sus estrategias de alianzas y abusos electorales que el Partido Liberal se impusiera en las urnas y que no le quedara otro recurso que buscar el poder mediante un golpe de Estado. El Partido Liberal Puritano, como en su día hicieron los liberales de Eliodoro Camacho, acogió en sus filas a los disidentes conservadores que no tuvieron cabida en el gobierno, a los federalistas estrictos, a quienes buscaban un modo de ascenso social y no contaban con apoyos gubernamentales, y los grupos de elite regionales que vieron en la hegemonía de La Paz el cese de muchas de sus prerrogativas, esto es, a los desposeídos de la elite. Pero al contrario de lo ocurrido durante el periodo conservador, los liberales puritanos no representaban una amenaza para los liberales oficialistas en el gobierno, sino una opción de regeneración en el seno mismo del partido. Este hecho les permitió un gobierno sin desembolsos económicos personales y un mantenimiento del discurso antioligárquico y anticonservador, con lo que no perdieron su carácter de partido popular:

" ... Hace pocos días en que marcó el reloj de la nación el primer aniversario de la estrepitosa caída de esa oligarquía, con cuyo hecho se ha demostrado al mundo todo que no en vano se puede entronizar el despotismo y la superchería en un país libre. Hoy que la patria solicita del concurso de todos sus hijos para hacer fructificar el sacrificio de tantos mártires paceños, no sería patriótico que esquiváramos el nuestro en la humilde esfera de la acción que nos toca desempeñar en los momentos actuales y para ello no encontramos otro medio más eficaz que el de engrosar las robustas filas del partido de la Unión Liberal"(58).

Esa enseña popular evolucionó desde una defensa de los principios del liberalismo a una exaltación de los del cooperativismo, cuyo mejor y más demagógico representante fue Bautista Saavedra, líder de Partido Republicano que fue el partido que sustituyó a los liberales puritanos en su contradictoria postura de criticar y mantener la jefatura liberal.

2. LA PARTICIPACION INDIGENA

En este apartado se considera a los liberales como promotores del levantamiento indígena, abordándose el tipo de promesas y acuerdos que utilizaron para conseguirlo. Para ello se analizarán tanto los intereses que poseían el Partido Liberal y la Junta Revolucionaria en la participación de los indios en la contienda como las expectativas que crearon en la población indígena acerca de las ventajas que les podía deparar su apoyo a los liberales.

La presencia india en la guerra de 1899 fue interpretada de diversa forma dependiendo de que el analista fuera el Partido Liberal o el Partido Conservador. Ambas posturas no se mantuvieron homogéneas sino que evolucionaron en función del comportamiento de la población india, siendo la masacre de Mohoza el acontecimiento que marcó dos etapas

(58) "A los artesanos". El artesano, La Paz, 20 de abril de 1900.

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diferenciadas.Antes de que se produjeran los hechos, se mantuvo la idea de que "la indiada" había sido instigada a participar en la contienda o bien por las campañas proselitistas de los liberales, o bien por los saqueos de los conservadores, sin que se reconociese su actividad política autónoma. Pero en la segunda etapa, después de la masacre de Mohoza, ambos partidos coinciden en afirmar que la población indígena está obrando bajo su propia iniciativa, poniendo en peligro la superioridad étnica de la mancomunidad criolla-mestiza.

Antes de los acontecimientos de Mohoza y conocida la movilización de los indios aymaras como ejército auxiliar de los liberales, el Partido Conservador acusó al Liberal de haber provocado su levantamiento:

" ... el modo de hacer triunfar una causa justa era despertar los instintos de una raza antropófaga y lanzarla como una horda de lobos sangrientos sobre una población; ni tuvimos noticia de que su alma generosa gustaba de engañar miserablemente a esos seres infelices y echarlos por millares a servir de carne de cañón; pues no tiene otro objeto toda esa gran cantidad de bárbaros cuyas innumerables hondas y macanas no equivalen ni con mucho menos a un sólo riíle"(59).

Esta crítica no se refería a actos de proselitismo entre los indios, realizados de modo inmediato al comienzo de la guerra, sino que aludía a un largo y "esforzado trabajo de los agentes revolucionarios esparcidos en los pequeños cantones de la altiplanicie"(60). Según los conservadores, la presencia liberal en el campo databa de las elecciones presidenciales de 1888 y se había manifestado en las posteriores convocatorias siendo la más renombrada la de 1896 por el cerco indígena a La Paz. Este hecho se reforzaba con el recuerdo de la participación del coronel Pando en una maniobra similar para derrocar a Melgare jo en 1871.

En contrapartida, los revolucionarios aseguraron que el indio se alzó por iniciativa propia y que ellos nada hicieron para empujarlo al escenario de la lucha civil (Condarco Morales 1983: 164). La Junta Revolucionaria aseveró que la admini stración federal no provocó el levantamiento indígena (Ibid.: 165), como sostuvo más tarde el liberal Ismael Montes al decir que la indiada por "miras particulares y por espíritu de propia conservación se interesó directamente en la contienda y empezó a hacer la guerra por cuenta propia". Macario Pinilla, diputado conservador por La Paz, también co incidió con él en que los indígenas se vieron obligados a terciar en la guerra en defensa de su seguridad personal. Por su parte, el diputado liberal Nicanor Aranzaes aseguró terminada la contienda que los indígenas se levantaron "por espíritu de propia conservación"(61), negando las acusaciones dirigidas a la Junta Revolucionaria por "haber movido a la indiada" contra "sus hermanos del sur" (Condarco Morales 1983: 166).

La explicación dada en un principio por los liberales consistió en decir que la presencia india se debió al comportamiento despótico y saqueador de los unitarios:

(59) "Por chasqui", La Soberanía, Oruro, 2 de marzo de 1899. (60) ldem. (61) Carta de Mariano Baptista a D. Jacobo Ramallo , Cochabamba, 5 de septiembre de 1899, El Comercio,

La Paz, 7 de j ulio de 1899.

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" ... la actitud que ha asumido la indiada en la altiplanicie tiene como origen único el sistema de laLrocineo (sic) y asesinato que ha puesto en práctica, desde su llegada a territorio paceño, el ejército uniLario"(62).

Argüían que como el gobierno conservador había atacado a la "indiada" en su honor, en su propiedad y en su religión, era lógico que ésta reaccionara con actos de salvajismo. La "raza indígena" siempre se había mantenido ajena a los sucesos políticos del país por sus especiales condiciones de ignorancia, pero se había visto obligada a participar en "los horrores de la guerra civil" como represalia a los vejámenes que había sufrido(63). En la prensa pro-liberal de La Paz aparecieron en consecuencia artículos referidos al número de muertos y heridos, a las circunstancias de las victimaciones y a la crueldad empleada por los soldados pro-gobierno, cuya única ocupación parecía ser la de "malar y degollar indios indefensos y saq uear y robar propiedades"(64)_

Esta polarización demagógica del abuso unitario y la inocencia india como justificantes de la necesidad que tenía Bolivia de la opción regeneradora de los liberales, llegó a sus extremos con los hechos de la finca "Santa Rosa" y de AyoayoyCorocoro. En el primer caso, el escuadrón unitario Momeagudo fue a la finca "Santa Rosa" y fusiló en masa a noventa indios. Los cadáveres fueron clavados al sucio con lanzas y cuchillos, e incluso se dijo que ,l un indio le habían "cortado la boca, de oreja a oreja diciéndole; así se pututca mejor"(6S). En el segundo caso, el de Corocoro y Ayoayo, los soldados unitarios del Escuadrón Sucre que regresaban de la segunda expedición a Corocoro, atacaron a los indios del Cantón Topoco. Viendo "tan cruelmeme asesinados a sus compañeros, los indios siguieron a los soldados uni­tarios y, cuando éstos resultaron derrotados por el ejército Federal en el combate del Crucero, los persiguieron en su fuga hasta Ayoayo donde los masacraronC66) _ La matanza sistemática de indígenas era, así, la causa inmediata de su reacción contra los poderes blancos, de manera que los liberales no eran responsables de los desmanes étnicos que se producían durante la guerra y que podían prolongarse posteriormente. Es más, Lales acciones probaban la inte­gridad e importancia del programa liberal porque incluso había logrado el apoyo ele sectores marginales y desinteresados de los problemas políticos de la nación como eran los indios:

"A I esfuerzo uniforme de este departamento han concurrido tocios los sectores sociales, habiendo sobrevenido expontaneamente la de la raza aborigena, que se levantó en defen sa de su honra conculcadas por el Ejército Unitario"(67).

La exaltación de la imagen ele! pobre indio sojuzgado por la crueldad del ejército unitario ciaba a los federales una dimensión humanitaria y de justicia reparadora que tenía como objetivo granjearse el apoyo de los sectores blanco-señoriales. Utilizar la fuerza india

(62) Boletín Oficial, Nº 23, La Paz, 23 de enero de 1899. (63) "Circular de Femando E. Guachalla al Señor sub-Prefecto de la provincia de La Paz, La Paz, 1 de febrero

de 1899", Boletín Oficial , Nº 30, La Paz, 3 de febrero de 1899. (64) " Información Administrativa", El :\oticioso, La Paz, 5 de febrero de 1899. (65) Boletín Oficial, Nº 23, La Paz, 23 de enero de 1899. (66) " Informaciones", Boletín Oficial, Nº 43, La Paz, 22 de febrero de 1899, p. 2. (67) "Carta de Federico Zuazo al Sr. Sub-Prefecto de la provincia de La Paz, 13 de abril de 1899", Boletín

Oficial , Nº 80, La Paz, 14 de abri l de 1899.

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como ejército auxiliar suponía quebrar las tradicionales relaciones de poder a la vez que cuestionar el tabú que igualaba la movilización indígena con la invasión chilena(68). Ante esto se hacía necesario crear una corriente de opinión que concibiese como necesaria y lógica la alianza entre federales e indios. Y esto se logró mediante una descripción de los horrores cometidos por el ejército del gobierno contra la población india, a la vez que dando a ésta la potestad de dirimir el conflicto a favor de La Paz(69). Pero para que esta iniciativa no causase temores se dijo que "las razas primitivas, para suavizar sus instintos y borrar sus costumbres, necesitaban instruirse". No se abogaba por su incorporacción a la vida pública, sino que se culpaba de su atraso a los gobiernos conservadores y caudillistas que en los últimos cincuenta años no habían hecho nada por "civilizar a la raza indígena". Esto es, los culpables de la conducta sangrienta de los indios eran los partidarios del gobierno que habían hecho de ellos eternos contribuyentes de "las arcas fiscales del Estado", sin molestarse en "abrir una sola escuela para instruir al caribe, al antropófago, a la bestia" con lo que habían impedido el progreso nacional que ellos mismo~ n.:clamabanC70). Los liberales proponían su regeneración como raza para así convencer de su conveniencia como apoyo militar contra el ejérci to unitario, y lo hacían a través de discursos fraternales y de unidad nacional(71).

Progresivamente fue imponiéndose a ambas posiciones partidarias otra basada en los mismos argumentos, pero que legitimaba cualquier iniciativa y postura liberal a partir de la admisión de su responsabilidad en la movilización indígena. En este sentido, Alfredo Jáuregui Rosquellas aseguró que tenía documentos que acreditaban que "varias comisiones enviadas por el gobierno revolucionario recorrieron el Altiplano ... excitando a la indiada al alzamiento" y soliviantándola con afirmaciones referentes a que el ejército constitucional se dirigía a La Paz para exterminarla, "incendiar los campos", apropiarse de los ganados e

(68) "La situación", El Nacional, La Paz, 8 de noviembre de 1898. (69) "Como elementos cooperadores de estas fuerzas, cuentan con no menos de 5 mil indios capaces de cortar

la comunicación y sitiar cualquier ejército del sur" ("La foderación paceña, IV", El Comercio, La Paz, 25 de febrero de 1899) .

(70) Con excepción de Chuquisaca, Santa Cruz y Tarija, todo estaba dominado por la movil ización campesina. Esto condujo a la Junta revolucionaria a llevar a cabo algunas medidas de defensa de las comunidades indígenas colaboradoras como ejército auxiliar. A este fin se pidió "levantar una información administrativa, independiente de los sumarios que organicen los jueces ordinarios, acerca de los puntos siguientes: 1 º Cuáles son las comunidades de indígenas y fincas particulares que han sido invadidas por destacamen­tos del ejérci to unitario estacionado en Viacha; en qué fechas y horas y el número de que se componían. 2º Quiénes son los damnificados en cada circunstancia, sea por violencia a las personas o a sus propiedades. 3º Designación de los muertos o heridos y de las personas que han sufrido atentados a su pudor, o sea de las mujeres estupradas. 4º Razón de los bienes sustraídos a cada indígena y a cada propietario, valorizándose además los perjuicios ocasionados en las comunidades y fincas. 5º Relación minuciosa de todos los demás crímenes que los expedicionarios hubiesen cometido en los diferentes lugares por donde pasaron. incluyendo los hechos efectuados en los cantones. "Secretaria General . Circular", Boletín Oficial, Nº 30, La Paz, 3 de febrero de 1899.

(7 1) "El país es esa grande raza tan dulce, tan dócil , tan hospitalaria, que si defectos ti ene, son los amargos que produce la victimación. El país es esa gran rma india cuyo sudor y cuya sangre dan movimiento a Bolivia" (Boletín Oficial, Nº 59, La Paz, 15 de marzo de 1899).

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"imponer los caprichos de un gobierno abusivo y desacreditado"(72). Los revolucionarios del norte persuadieron a los indios diciéndoles que el ejército de Severo Fernández Alonso se dirigía a La Paz con el propósito de imponer a su paso una atmósfera de terror, destrucción, incendio y robo. De tal amenaza dedujeron que la conservación de sus comunidades y su propia vida dependía de cuál fuese su actitud frente a las fuerzas alonsistas. Augusto Guzmán acoge este juicio indicando que los federalistas alzados en armas "prometieron al indio tierras, libertad" (Guzmán: 150). Por su parte, Federico Zuazo, gobernador del Estado Federal de La Paz, manifestó que " la clase indígena fue llamada en los primeros momentos de la revolución para coadyuvar a preparar la defensa y que habiendo mejorado el abastecimiento de pertrechos en los parques rebeldes convenía exhortar a los indígenas a retirarse a sus hogares" (Condarco Morales 1983: 167). A su vez, Juan Bellot, corregidor del cantón Mohoza, anunciaba a la Junta Federal de la provincia de Inquisivi que "la indiada" se encontraba "sobre aviso y en movimiento"para oponerse a la "invasión unitaria de acuerdo con el pueblo". Estas opiniones están respaldadas por innumerables notas de prensa publicadas por los periódicos revolucionarios donde se hacían constar los donativos de coca y aguardiente proporcionados por la población civil a " las avanzadas indígenas", y las instrucciones remitidas por el coronel Fermín Prudencio, Jefe del Estado Mayor del Ejército Federal, al sargento mayor Manuel Arancibia, Jefe de la Vanguardia de Aborígenes, igualmente publicadas por la prensa y en las que se pedía procurar que los indígenas tratasen con humanidad a los prisioneros.

Las declaraciones anteriores, lejos de eximir de responsabilidad a las autoridades revolucionarias, sirvieron para confirmar que los revolucionarios paceños, imposibilitados para continuar la campaña por sí solos, en los primeros momentos de la rebelión, acudieron en demanda de la asistencia bélica del indio. Se iniciaba así, en la primera quincena del mes de diciembre ele 1898, en las provincias del Departamento de La Paz, un movimiento de agita­ción campesina que mejoraría la eficacia militar ele las fuerzas rebeldes. Pero este apoyo indio estaba gestado de antemano. En el año 1896 gran número de indígenas se congregaron al grito de viva Pando en los alrededores de La Paz, con el propósito de manifestar su apoyo al candi­dato liberal , el coronel José Manuel Pando. El diario E/ Comercio, que apoyaba la candidatura del gobierno, acusó a éste de ser el "azuzador de los indígenas". Ese hecho le confería la posi­bilidad de disponer de un importante e lemento de lucha cuyo poder no convenía desaprove­char frente a las estrategias de alianzas electorales desplegadas por los partidos conservado­res :

"Tenemos hombres y armas, disciplinaremos y armaremos a la indiada y emplearemos recursos extremos para no ser sojuzgados por un gobierno cuyo gobernador ha sido el fraude electoral"(73).

(72) " .. . los horrores del norte son tales o menos crueles que lo que dice de ellos la prensa, no hay que culpar a Pando de esos actos de salvajismo, son la causa de un rencor de una raza oprimida y vencida por siglos. Los alonsistas dicen que Pando ha hecho mal en aprovecharse de los indios, somos de la opinión, como todo el mundo sensato, que Alonso si lo hubiera podido habría hecho otro tanto. En tal caso su prensa no clamaría al ciclo contra esos salvajes, sino que los llamaría la altiva raza indígena, los descendientes di; los incas", Boletín Oficial, Nº 63, La Paz, 20 de marzo de 1899.

(73) Carta de Pando a "sus amigos políticos de la Repúbl ica", Si casi ca, 1 de febrero de 1899 en El Comercio, Cochabamba, 24 de abril de 1899.

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Había además en la historia de Bolivia un precedente del empleo de contingentes indígenas en una contienda civil, como fue el caso del federalista y Prefecto de La Paz, Casimiro Corral. Este, en 1870, cursó a las subprefecturas de provincia una circular instruyéndoles para que solicitaran a los aborígenes su concurso bélico para emprender la campaña contra el gobierno despótico de Melgarejo. Días más tarde, el coronel Agustín Morales,jefe militar de la insurrección, acordaba en la población de Ayo-Ayo, con el jefe del ejército indígena, las condiciones en que debería intervenir el indio en la guerra civil de 1870-71 (Condarco Morales 1983: 170). Este antecedente y la progresiva seguridad de que el régimen de partidos políticos, tal como había sido acaparado y diseñado por los conservado­res, difícilmente iba a permitir a los liberales el acceso al poder, les llevó a dar un golpe de Estado apoyándose en la población india como ejército auxiliar{74). Posiblemente esa deci­sión no obedecía a un plan diseñado y trabajado laboriosamente desde 1880, sino que fue materializándose ante los continuos fracasos elcctorales(75). Posteriormente, una vez di si­pada la amenaza de fracaso frente a los conservadores debido a la recepción de armamento chileno y peruano, el Partido Liberal procuró en unos casos desautorizar la participación del indio en la guerra civil, o en otros, trató de evitar el levantamiento, por lo menos en las zonas que no les era necesaria(76). Las autoridades políticas así como los curas párrocos serían las encargadas de convencer a los indígenas para que no siguiesen participando directa o indirectamente en la contienda(77).

Esta medida supuso el reconocimiento liberal de su actividad instigadora entre los indios para provocar su sublevación. FedericoZuazo lo admite al decir que los indios "habían sido llamados en los primeros momentos de la revolución para coadyuvar a preparar su defensa"(78) y que sin violencia de ninguna clase se podía alistar diez mil hombres de combate, "bien entendido que entre éstos no se cuentan los indígenas puros, que si bien son elementos auxiliares de valía, en cambio no son aptos para formar como tropas organizadas

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"Reconociendo el Partido Liberal que sería estéril la lucha en terreno legal por estar la eoapción (sic) y el solx>rno arraigados en el sistema de gobierno, resolvió hacer una protesta armada( .. . ) los abusos del gobierno y su descarada intervención en las elecciones de mayo, exasperaron a la gente pensadora del país; y la oposición, alentada por la mayoría del pueblo boliviano, tomó una actitud enérgica contra el mal gobierno", Luis S. Crespo, Rasgos biográficos del Presidente de Bolivia General José Manuel Pando, l. Los debates, La Paz, 1899, pp. 8-9. La conferencia entre Pando y Fernando Eloy Guachalla, secretario general de la Junta de Gobierno, el 25 de marzo de 1899, prueba que Zárate fue autoridad militar y política indígena suprema, oficialmente reconocida por Pando, por la Junta y por el llamado ejército de la revolución federal. Esto se confirma también en Jacartade PabloZárate WilkaaPandode 27 dejuniode 1896. A partir de ella existen razones para asegurar que las relaciones de amistad política existentes entre Pando y Zárate no fueron un mito; como tampoco Jo fue que Pando gozara de la simpatía y del apoyo moral de los indígenas dirigidos por Zárate por Jo menos desde el afio 1896, y que és tos le reconociesen como a su caudillo supremo, y que Zárate escribiese y visitara a Pando en su residencia en La Paz. Esta acción no les fue fácil ajuzgarpor las advertencias. El día 28 de febrero de 1899, el ciudadano José Murillo procuraba prevenir desde Yaco (actual provincia de Loayza, La Paz) al coronel José Manuel Pando porque "toda la indiada se había puesto en pie de guerra" con la idea de tener por caudillo sólo al " indio Wilca" sin pensar en guardar obediencia a "las autoridades" (Condarco Morales 1983: 269). Carta de Federico Zuazo al Sefior Corregidor de ... , La Paz, 1 O de enero de 1899", Boletín Oficial, Nº 23, La Paz, 23 de enero de 1899, p. 4. ldem.

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conforme a la Láctica modema"(79). Para su captación funcionaron las redes de clientela de los terratenientes y autoridades locales con intereses políticos y económicos en La Paz. Tales grupos se encargarían de ganar adeptos a través de promesas de mejora social y de ofertas de restitución de tierras(80). Sus interlocutores serían curacas indígenas entre los que destacaría Pablo Zárate Wilka por su supuesta amistad con el coronel Pando.

Si bien lo anterior fortalece la hipótesis de captación de apoyo a través de clientelas, no deja tan claro que ese progresivo consenso indígena para ayudar a los liberales estuviese a la vez condicionado por un programa revindicativo propio que se hubiese gestado independien­temente y sin la dirección liberal. Sobre todo, lo que resulta más difíci l de creer es que se lograse el apoyo comprometido y consciente de todos los indígenas a un plan diseñado por unos dirigentes indios, a los que reconocían con la legitimidad suficiente para llevar a cabo la elaboración de un programa de insurrección. Y esta duda no obedece a que se cuestione su capacidad organizadora, sino a considerar que los indígenas vieran viable su sublevación y el derrocamiento de la población blanca tal como lo plantea Ramiro Condarco (Condarco Morales 1983: 19-23). La defensa de un proyecto planificado de sublevación india, autónoma a las decisiones de los partidos, perjudicaba más que beneficiaba a los indígenas. En el debate sobre qué hacer con el indio, una de las razones dadas al mantenimiento y pertinencia de una continuada conducta opresiva hacia ellos, se debía a que se les consideraba "criminales sanguinarios en continuo acecho ele la mza blanca". Si se admitía que la actuación india en la Guerra Federal ele 1899 se debía únicamente a sus deseos independentistas, se negaba también cualquier justificación a su comportamiento contra la mancomunidad criolla­mestiza, con lo que quedaban a merced de cualquier abuso por parte de ésta. Por tanto, el hecho ele que se les culpara de una "guerra de razas" cuya finalidad sería el exterminio ele los blancos y su suplantación en la dirección del país por los indios, no beneficiaba a éstos, aunque desde luego sí favorecía a aquellos que buscaban la ayuda india sin la obligación posterior de su incl usión política como ciudadanos. Las opiniones a favor de que "el caµdillo Wilka había predicado el extenninio de esta raza y la constitución de un gobierno indígena" presentaban el comportamiento indio como resultado de un programa de acción perfectamen­te meditado de antemano que se proponía servir a la realización de un fin : la restitución de tierms de comunidad por medio de la constitución de un gobierno indígena al que se llegaría mediante una "guerra de razas". Pero, a juzgar por la documentación del proceso de Mohoza, que muestra como la "guerra de mzas" era una expresión utilizada más por las autoridades judiciales que por los mismos inculpados, que se veían sometidos a su aceptación sin haberla presentado como propia; y a juzgar, también, por las numerosas notificaciones en la prensa y los boletines oficiales, dicha expresión actuaba de comodín aplicado a cualquier acto indígena que propusiese una remodelación de las condiciones sociales y étnicas. Y, en consecuencia, tomaba ilegítima cualquier petición referida tanto a la restitución de las tierras perdidas por las comunidades a raíz de las leyes de ex vinculación, como la vuelta a un pacto

(79) "La federación paccña, IV", El Comercio, La Paz, 25 de febrero de 1899. (80) Archivo Nacional de Bolivia. (En adelante: ANB) MI. Al Sr. Ministro de Gobierno y justicia, D.

Macario Pinilla. Desde la Presidencia del Directorio Central del Partido Liberal a 10 de marzo de 1898. Lomo, 298, año 1898, Nº 19, p. l.

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de reciprocidad entre el Estado y los ayllus que garantizase sus posesiones a cambio de servicios(S I).

Grabada en la mente de la mancomunidad criolla-mestiza la imagen de un indio terrorífico y caníbal que buscaba arrebatarle sus privilegios, era difícil llegar a un acuerdo que garantizase una convivencia étnica simétrica. Por eso, toda la propaganda sobre la "guerra de razas" tanto antes como después de los acontecimientos de 1899, sirvió para justificar la represión y la opresión del indígena en vez de para mostrarle como un individuo apto para participar con plenos derechos en la vida política activa de la nación. Es más, tras la Guerra Federal, fue necesario no sólo descalificarlo como individuo útil y participativo en el orden social, sino también disculpar al Partido Liberal por haber mediado en su incorporación en la contienda. De ahí que el liberal y futuro Jefe de Gobierno, Ismael Montes, asegurase que Wilka se encontraba animado de miras particulares, o que el también liberal y más tarde líder del Partido Republicano, Bautista Saavedra, escribiera que Pablo Zárate Wilka "meditaba el alzamiento de toda la raza aymara en la República" y que en el curso de la rebelión hubo incitación tanto al "exterminio delos blancos" cuanto a un "levantamiemoextraordinarioque encendiera una guerra de castas sangrienta y bárbara"; o que el ensayista Quintín Barrios dijera que "se ha visto por la relación de los hechos (juicio de Mohoza) que la indiada proclamó su independencia completa de todo poder, sin más sujección que los mandatos de Wilka" (Condarco Morales 1983: 279) manifestando "en el curso de la rebelión sus intenciones exclusivistas de medrar a la sombra de la victoria, recuperando la dominación de su raza en el país, aniquilando, sus infundadas pretensiones, el poder de las clases civilizadas de la sociedad" con expreso consentimiento de Pablo Zárate (Condarco Morales 1983: 266).

La tarea de proselitismo liberal en el campo jugó con esas promesas a la vez que con los miedos interiorizados de la mancomunidad blanca-mestiza respecto al indio. El propósito era que éste fuera visto por los conservadores como una amenaza latente que podía dislocar su posición de un momento a otro si no se transigía con las expectativas liberales. Pero como el rumor acerca de un pacto indio-liberal no resultó suficiente para renovar la presidencia(82), la comunicación entre liberales e indígenas se fue progresivamente afirmando y al final se concretó en un ejército auxiliar. A través de él, el coronel conoció los movimientos del adversario en su marcha hacia el norte, el número de las tropas y las condiciones en que ese avance se realizaba, a la vez que obstaculizó las marchas del ejército constitucional, privándole de medios de subsistencia y creando alrededor de sus soldados un elemento hostil capaz de perturbarle (Condarco Morales 1983: 17). Para facilitar tal objetivo la tarea de soliviantamiemo de los indígenas se llevó a cabo en las zonas de mayor importancia para los movimientos y fines estratégicos de los beligerantes. Es decir, en las regiones que, para estas fuerzas, representaban áreas de tránsito, comunicaciones y abastecimiento como resultaron ser las provincias de Omasuyos, Pacajes, Sicasica e Inquisivi. El asiento más recomendable

(81) Estas fueron las peticiones más recurrentes y las que provocaron una mayor movilización india, al igual que las referidas a recuperar y vengar los víveres y animales requisados por el ejército. Las exigencias no eran nuevas y formaban parte de la mayoría de sublevaciones indias ocurridas desde el intento de reforma agraria de Melgarejo en 1866.

(82) ANB. Informes del Prefecto y del Administrador del Tesoro Público de La Paz, l. La revolución, Oruro, 1891, p. 3-8.

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para servir de centro organizador del conflicto fue Villa Aroma (Sicasica), por lo que laJ unta y el Alto Mando de las fuerzas rebeldes pusieron a las cuatro provincias bajo la sujeción de un solo jefe político con residencia en dicha localidad.

En general, los documentos a favor de la campaña proselitista liberal son numerosos y hacen factible la interpretación de que este partido llevó a cabo ya a fines de la década de 1880 una estrategia de captación de la población india como fuerza aliada para derrocar al grupo de poder en el gobierno. Pero, aunque cada vez resulta más evidente la existencia de acuerdos previos para una acción concertada entre los cabecillas indígenas y los liberales, sigue sin resolverse el grado y las razones de apoyo de los indígenas a sus cabecillas(83), el grado de legitimidad que poseían en su papel de representantes y los detalles de las condiciones recíprocamente aceptadas.

3. CONCLUSIONES

Con este artículo no se ha pretendido tanto invalidar aquellas posiciones historiográficas que defienden la autonomía política indígena, como mostrar a quiénes beneficiaba mayor­mente y cuál era su alcance real. De ahí que pueda decirse, respecto a la historiografía que apoya la idea de una rebelión india programada durante años, que, quienes la postulan, en vez de reconocer la capacidad de organización indígena se están haciendo eco de toda una propaganda documental ex presada por los gobiernos liberales, el clero (Irurozqui 1992a) y los intelectuales refonnistas (lrurozqui 1992b, 1993) de comienzos del siglo XX. Si bien éstos defendieron al indio como víctima de la opresión blanco-mestiza colonial y republicana, no dejaron de repetir su peligrosidad e instintos bestiales. Eso sí, no por su voluntad sino a consecuencia de los constantes abusos que sufrían por parte de las autoridades locales y los terratenientes. Tal actitud, lejos de pretender sólo una regenernción del indio, encaminada a hacerl e un individuo apto para el progreso, buscaba justificar la necesidad que tenían los bolivianos de una reforma educativa india llevada a cabo por, aunque no conjuntamente, los intelectuales y el clero. El miedo al indio era, por tanto, un sentimiento que se tenía que explotar para que la presencia poi ítica de estos colectivos quedase legitimada. Y no se olvide que el mayor fomento del miedo al indio vino dado por la propaganda a favor de su movilización para destruir a la población blanca. Es decir, por aquella que apoyaba un plan de rebelión planeado de antemano por los indios a quienes se describía acechando en la oscuridad hasta tener una ocasión propicia para eliminar a los "blancos". Los proyectos de civilizar al indio no podían prescindir de exacerbar los miedos interiorizados de la población blanco-mestiza ya que ese acto dotaba de un arma de negociación con la elite del poder a quien lo ejerciese. Además, mientras el indio se entendiese como un ser perjudicial y terrible para la continuidad de los privilegios sociales y étnicos blancos, el proyecto aludido dotaría a sus autores de una función imprescindible: la salvación de los derechos señoriales a través de la reforma del indio como trabajador útil. Las amenazas indias de trastocar las relaciones de

(83) Los caudillos principales eran Lorenzo Ramírez en lnquisivi; Juan Lero en Tapacari y Paria; Feliciano Wilka en Tapacari y C hayanta y Mauricio Pedro en Sacaca (Condarco Morales 1983: 263).

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poder a su favor no consistían, así, en masacrnr a la mancomunidad criolla-mestiza sino en buscar una vía de negociación que les otorgara una mejora de sus condiciones de vida. Si existió algún acuerdo de los indígenas con el coronel Pando y con la Junta Revolucionaria, posiblemente consistió en alguna forma de hacer a los indios copartícipes en el gobierno, es decir, ciudadanos activos en la vida política de Bolivia. Su experiencia con las autoridades blanco-mestizas a través de los juzgados les pudo dotar de un conocimiento bastante exacto sobre las fonnas de gobierno y Estado y su posible lugar en ellas, haciéndoles ver como posible cierta participación política en lugar del ex terminio de los blancos. De ahí que su presencia fuese más amenazadora en cuanto a que su propuesta era más viable y legítima. Seguramente, iniciada la guerrn e instados muchos indígenas a proveer de alimentos al ejército Liberal y a retirarse de la contienda en aquellas zonas donde el peligro del ejército unitario iba cesando, éstos intuyeran que nada de lo prometido les iba a ser dado. Cuar1do esa intuición se convirtiese en convencimiento, decidirían iniciar su lucha particular. Comenza­ría, entonces, una desesperada batalla en solitario con la finalidad de lograr algo con qué transar con los liberales una vez 4ue hubiese terminado la guerra.

A su vez, afirmar que la población india planeaba de antemano la destrucción de la raza blanca equivale a afirmar su suicidio, además ele acljuclicarles una unidad de grupo que difícilmente podían tener a juzgar por las disputas entre comunidades a causa de la tierraC8 4)_ Los análisis hi stóricos criticados parecen desconocer que el medio donde se desarrolló la revolución Federal era una sociedad prescriptiva que descansaba sobre relaciones de paternalismo y deferencia, de dominio y de subordinación. Aunque las protestas indias manifestaban un sentimiento compartido de injusticia junto con el deseo ele destrucción del sistema social vigente en el agro, ello no se contradecía con un sentimiento de resignación ante la inevitabilidad ele! orden social establecido; resignación que se sintetizó en un pacto de reciprocidad en el que se establecían obligaciones hipotéticas entre ambas partes. Las leyes de ex-vinculación ele tierras y la supresión del tributo amenazaron la continuidad del pacto entre el Estado y las comunidades, y originaron, por tanto, una oposición india al cambio de status jurídico que les quitaba el privilegio ele ser indios. Para ellos el pago del tributo era la garantía contra el aumento arbitrario ele sus obligaciones fi sca les a la vez que les concedía la propiedad colectiva ele la tierra. La ruptura del pacto Estado-ayllu significaba, entonces, que el entramado mismo que daba validez al ejercicio ele los derechos que el pacto implicaba se hizo progresivamente más inseguro(85). La organización comunal indígena neces itaba, en consecuencia, una solución a la progresiva destructuración en la que se encontraba. Los liberales fueron conscientes ele e llo y lo aprovecharon para derrocar al gobierno conservador. El Partido Liberal, en su tarea de captación de apoyo indígena, asumió la apariencia tanto ele restaurar un "orden justo" que había siclo traicionado como de enderezar un proyecto social, y al hacerlo, ofreció un lugar de defininición a los indígenas frente a la incertidumbre y clesubicación que significaba la ruptura del pacto. Esa promesa ele estabilidad permitió que los indígenas apoyaran al Partido Liberal frente al Partido Constitucional ele Severo Fernández Alonso, surgiendo más tarde un sentimiento ele amena1a a las bases del poder

(84) /\Nl3. MI. tomo 299, Nº 21 , "Prefectura y comandancia general <le Cochabamba", afio 1898, f. V-Vil , XXVI.

(85) ANB. MI. tomo 299, Nº 26, Ibídem, afio 1898, p. 5.

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oligárquico que aceleró el posterior acuerdo entre los dos partidos en pugna frente al elemento indígena. El llamamiento que Pando envió al presidente Alonso(86) más que una búsqueda de un acuerdo de paz fue un reconocimiento de la unidad social y étnica que ambas fracciones en lucha representaban y, por tanto, el momento de separación de los federa les del ejército auxiliar indígena. Por debajo de la aparente ruptura entre liberales y conservadores subyacía el deseo y la necesidad de que la mancomunidad criolla-mestiza no se escindiese, ya que con la guerra de 1899 lo único que se había pretendido era un cambio de orientación para que el proyecto de reconstrucci ón oligárquica se materializase. Tal propósito se evidenció en las propuestas de hacer a los liberales mediadores entre los indios y el ejérci to unitario. Si bien se admitía que estos últimos habían provocado la situación en laque se veían insertos, laJ unta de Gobierno se comprometía a amonestar a los i ndios para contener su venganza. Con esta medida de celo patriótico no sólo se inten taba reorientar la amenaza india, sino que también se estaba negociando la continuidad de la guerra, siendo el monopolio de la fuerza indígena el arma de negoc iación de los liberales frente a los conservadores(87). Pero esa ventaja no impid ió que los primeros buscaran acelernr las negociaciones de paz una vez que la guerra se había decantado a su favor. Si bien los argumentos que utilizaron para concertar la rendición del gobierno estaban en la línea de emplear la amenaza india como chantaje para acelerar el fin de la guerra, Jicha amenaza comenzaba a hacerse real y se hacía necesario un pacto entre el ites para sofocar cualquier intento indio de materializar sus demandas(88). Se ponían de manifies to, por tan to, dos cuestiones: la autonomía de las demandas indígenas y la necesidad de la elite de ll egar a un acuerdo que legitimara los propósitos buscados con el golpe de Estado de 1898. De ambas, la segunda era el objetivo prioritario de los li berales y rara su obtención r os iblemente manipularon en la prensa y en los comunicados prefectura les la existenc ia de reivindicaciones autónomas india<;. Esto , lejos de significar un rechazo de la idea de que los indígenas tu vieran demandas muy precisas acerca de su situación étnica y de la propiedad de la ti erra, supone que el discurso liberal relativo a la conversión de las acciones indias en una guerra de ex tenninio de los blancos estaba diseñado tanto para que se marginasen sus revi nd icac1ones, como para que Pando concertase la paz a su favor.

f86J "'Vista n.:s puc:s ta nc:gati1 a, c:mprc 11<.Jo marc ha a Caracol lo. Deploro que partido imperante: nieg ue adven imi enlo razonabl e propuesto y pretenda la ruina y humillación del pueblo paceño para salvar fonnas. no siempre observadas en las má, graves crisis de su his toria; se hundirá Bolivia: sea. Indiada guerra motu- propio a raza blanca; aprovechando despojos beligerantes se hará poderosa; nuestras fucuas apc:nas podrán dominarla; parece imposible que no lo aperciba usted " ("Carta de José Manuel Pando a Severo Femández Alonso, CaracoUo, 6 de marzo de 1899", en El Comercio, La Paz, 15 de marzo de 1899).

(8 7) "La Administración f-edcral que no provocó ese levantamiento, toleró la defensa del ultraje a la famili a y al hogar, reservándose tranq uili zar a esa cl ase social en el momento oportuno, por medio de la pers ua, ión y el respeto a los sagrados derechos de la humanidad" (Boletín Oficial, Nº 80, La Paz, 14 de abril de 1899).

(88) "Para nadie son desconocidos los males que está produciendo la actual guerra intestina; a esos puede agregarse. como res ultado inev itable, los de la guerra de razas , que ya sobreviene por impul so propio de la raza indígena. El csf uer1.0 que hiciéramos para poner término a esa guerra civi l y el ac to de prevenir, contener y es teril izar la que se inicia por los indios, sería para todos honroso, sí, como lo espero, es aceptado por ud. el pensamiento" ("Carta de José Manuel Pando a Severo FemándezAlonso, Caracollo, 3 de marzo de 1899", en Boletín Oticial , Nº 56, la Paz, 8 de mano de 1899, pág. 2).

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Por otra parte, los liberales exigían del gobierno conservador la reunión de una Asamblea Constituyente de libre elección para que se resolviese la iniciativa federal presentada a la nación. A esto se unía la designación de Belisario Boeto como nuevo presidente encargado de llevar lo anterior a cabo, momento a partir del cual el ejército federal y el unitario "bajo un sólo mando restablecerían la tranquilidad en e l territorio de la República". A esta propuesta lógicamente correspondía una respuesta negativa por parte del presidente Alonso, pero lo importante para los liberales era dejar sentado que la responsabi­lidad de continuar con las operaciones bélicas pertenecía al ejército unitario. Cualquier exceso indígena que se desligara de ello en un futuro no podría achacarse a que los libernlcs los soliviantaron con promesas de restitución de tierras s ino a la intransigencia conservado­ra(89). Por supuesto esta argumentación no iba dirigida en últim a instac ia a los unitarios cuyo representante, el pres idente Alonso, podía invertir la situación diciendo que ellos lamentaban los primeros "el daño causado y que segui rá causándose a la patria, por la presente guerra intestina no provocada por mí"(90). Sus destinatarios eran la fracc ión ele la e lite que apoyaba la opción de los liberales. Este grupo tenía que as umircualquicr au1que indio a su eslll tu s como consecuencia de la política unitaria y no por causa de la irresponsabilidad liberal.

Así, si en un principio los li berales les habían hecho ver a l indígena como una víctima de los atropellos conservadores que eran los actos causantes de su respuesta violenta contra los blancos, en un segundo momento ya pod ían considerarlos como salvajes que ponían en peligro la hegemonía de la mancomunidad criolla-mestiza. Si en la primera etapa los culpables ele la reacción eran los unitarios, en la siguiente volvían a serlo, pero ya no por su brutalidad y saqueo sino por su intransigencia que les ll evaba a sacri ficar la supervivencia blanca con tal de no reconocer la pertinencia de la opción liberal. Mientras los conservadores ponían en peligro la formación de una identidad boliviana, los liberales hacían todo lo posible por salvarla.

Ese discurso li beral a favor de su inocencia en los actos de sublevación india se completó en la práctica con la acción represora del ejercito federal. Antes de que finalizase la guerra, Pando encarceló a Zara te W i I ka, cac ique de S icasica y I íder de la rebelión i mi ígena, para terminar con los rumores ele una guerra de razas cuyo comienzo supuestamente tendría lugar el 3 de mayo, fecha para la que se esperaba una revuelu1 india masiva y coordinada. Aunque ese ataque nunca se materializó, sirvió para poner en pri sión a muchos líderes indígenas y terminar con las demandas étnicas y de tierra a las que tenía que responder e l nuevo gobierno una vez alcanzado el triunfo. Tras la victoria, continuó la purga entre la población india tanto en la zona norte como en e l área de Oruro y Potosí, tarea que se completó más tarde mediante el Juicio de Mohoza (1901-1904) (G rieshaber 1991: 133). En este se condenó no sólo la masacre del batallón "Pando" perteneciente al ejército federal, sino las de Corocoro y Ayoayo, esta vez perpetradas contra e l ejército unitario bajo el auspicio ele los liberales. Peroeneljuiciono se tuvo en cuenta ese hecho. Unicamcnteseatendióal salvaj ismo con que los indígenas ex terminaron a los soldados. Quizás si en Mohoza los indígenas no se

(89) "Carta de Scrapio Reyes Ortiz, Macari o Pinilla y Fernando E. Guachalla al. coronel Pando", La Paz, 5 de mano de 1899". Boletín Oficial, N2 56, 8 de mamrw de 1899, p. 2

(90) "Carta de Severo Alonso al coronel Pa r'ldo, Oruro, 4 de marzo de 1899". Boletín Oficia l, Nº 56, 8 de marzo de 1899, p. 2.

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lrurozqui: Guerra de razas en Bolivia

hubieran rebelado contra la fracción de la elite criolla-mestiza de la que eran aliados, los acontecimientos de Corocoro y Ayoayo hubiesen pasado desapercibidos o justificados por el carácter opresivo de los soldados unitarios, pero sucedió lo contrario y los liberales percibieron el peligro que encerraba contar con la ayuda indígena, no ya tanto por la matanza como por las exigencias que vendrían después(91). Posiblemente lo ocurrido en Mohoza les hizo tomar consciencia de la realidad de las demandas indias y de las transacciones sociales que sucederían a la guerra y que atentarían a los privilegios tradicionales de la mancomunidad criolla-mestiza.

A su vez, los procesos judiciales contra Pablo Zárate Wilka y los curacas que apoyaron la masacre de Mohoza, sirvieron para demostrar de manera tangible la renuncia del Partido Liberal a los medios que lo llevaron al poder. El tono racista con que se adornó a esos acontecimientos hizo pensar que las relaciones sociales en el campo se mantendrían como hasta entonces (Dunkerly 1987: 75). El fin de la guerra fue inoportuno para el levantamiento de Zárate y detuvo el proceso de subversión social, pero fue necesario un discurso acerca de su ferocidad para reforzar el carácter reaccionario de la sociedad ante un posible ascenso social de un sector como el indígena al que tradicionalmente se le había considerado como subalterno y cuya inclusión política se interpretaba como la ruina de las minorías dominantes.

Marta Irurozqui Victoriano Centro de Estudios Regionales Andinos

Bartolomé de Las Casas - CBC Apartado 14-0087

Lima 14, Perú

(91) "Sublevados", El Comercio de Bolivia, La Paz, 9 de abril de 1900.

Nº 1, julio 1993 197

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