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LA CONCIENCIA DE DEFENSA ¿EQUIVALE A UNA CULTURA BELICA? FRANCISCO LAGUNA SANQUIRICO General de Brigada de Infantería (r)

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LA CONCIENCIA DE DEFENSA ¿EQUIVALE A UNA CULTURA BELICA?

FRANCISCO LAGUNA SANQUIRICO

General de Brigada de Infantería (r)

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Jesús M.ª Alemany y Francisco Laguna

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1. A MODO DE INTRODUCCIÓN

No resulta sencillo tratar con espíritu crítico los temas relacionados con laDefensa ya que en gran medida se han politizado, en el sentido negativo deltérmino, hasta el punto de que en la mayoría de los casos los análisis tiendena valorarse desde uno de los dos extremos: el del belicismo y el del pacifis-mo, con lo que en gran parte se pierde la objetividad. Incluso en institucionestan abiertas y con tanto rigor en sus planteamientos como es el “Seminario deInvestigación para la Paz”, que desde su creación ha tenido especial cuidadoen integrar en el estudio sobre la problemática de la paz cuestiones relacio-nadas con las Fuerzas Armadas, resulta difícil mantener el necesario equili-brio para soslayar el riesgo de caer en la defensa o en el ataque del complejoentramado que constituyen las estructuras permanentes de la Defensa de losEstados.

La politización en los temas de defensa no es nueva y no se puede acha-car al notable incremento de movimientos a favor de la paz. Desde la anti-güedad las guerras han sido una cuestión política y no por la interpretaciónde Clausewitz sobre que habían de considerarse como la continuación de lapolítica por otros medios, sino por las características propias de los conflic-tos bélicos. La Polemología, disciplina que estudia este tema, consideraimportante diferenciar la guerra de otras formas de violencia, sean confron-taciones individuales o colectivas, ya que de otro modo no es posible anali-zar con el debido rigor este fenómeno socio-cultural que constituye, en pala-bras de Federico Mayor Zaragoza, uno de los problemas más importantes conlos que se enfrenta hoy la Humanidad1.

Se entiende por guerra en el sentido científico del término, el choque entregrupos armados, estructurados y organizados para la lucha. Las consecuen-cias de estos enfrentamientos alcanzan a la totalidad del grupo social al quepertenecen, tanto si son positivas y se traducen en botín, esclavos, nuevas tie-rras o en el mantenimiento de sus propiedades, como si son negativas y arras-tran como resultado la pérdida de sus bienes o de la propia vida. Estos gru-pos armados que protagonizan los combates son los que posteriormente seconsolidaron y dieron lugar a la casta, o profesión, de los guerreros, que apartir del siglo XV se transformaron en lo que hoy, en todo el mundo desa-rrollado, son los soldados.

Simultáneamente los grupos armados evolucionaron hacia lo que hoy sonlos ejércitos y a medida que las comunidades fueron diferenciando las misio-nes de cada uno de los grupos sociales, se les encomendó la defensa de lacolectividad ante las amenazas y los ataques de otros pueblos. Este esquema

1. Los nudos gordianos. Ed. Circulo de Lectores.

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es sin duda excesivamente simple, pero puede bastar para recalcar la idea, porotro lado elemental, de que los Ejércitos no nacen para defenderse a sí mis-mos o para hacerse con propiedades que enriquezcan a sus componentes, sinopara llevar a cabo lo que la comunidad desea o necesita. La Polemología cali-fica de bandas armadas a las que llevaban a cabo las razzias o las acciones decastigo, del mismo modo que no se consideran “guerras” los torneos o loschoques entre grupos rivales.

Este largo preámbulo parecía necesario para situar debidamente el temade la conciencia de defensa y poder llegar a una posible respuesta sobre has-ta qué punto es o no una cultura “bélica”. Más aún, conviene avanzar y modi-ficando en parte el interrogante del título, preguntarse por la relación entrecultura de defensa y cultura de paz. ¿Se trata de conceptos realmente dife-rentes, o han de considerarse como dos caras de una misma moneda?

Para abordarlo parece necesario tratar en primer lugar sobre la voluntadde defensa de los pueblos, su evolución y su transformación en “cultura” dedefensa, para en un segundo paso apuntar cuáles parecen ser los nuevos hori-zontes de esta cultura y, por último, reflexionar sobre su relación con la cul-tura de la paz.

2. LA CONCIENCIA DE DEFENSA

Sorprende que la falta de estudios sobre la evolución de la conciencia dedefensa. Así como son numerosos los que tratan sobre las guerras, tanto des-de el punto de vista de la Historia, como desde la Ética y más recientementedesde las Ciencias Sociales, y por supuesto, desde el del Arte militar, no seconocen tratados que profundicen sobre el espíritu o el ánimo con el que losdistintos pueblos se han enfrentado con la necesidad de defenderse. Muyposiblemente se deba a que, como en otros temas, se haya considerado comoalgo obvio y en consecuencia que sobraba cuestionar.

Sin embargo, en las últimas décadas ha surgido con fuerza el interrogan-te sobre su sentido y hasta qué punto los caminos hacia la paz no pasan porsuperar este espíritu que incluye la voluntad de llegar a emplear la violencia.Se ha llegado a afirmar que puesto que con estos presupuestos y estos crite-rios la Humanidad no ha sido capaz de librarse del azote de las guerras, es elmomento de reconsiderar esta faceta de la historia e iniciar una nueva era enla que se llegue a la paz partiendo de la supresión de los ejércitos y de cuan-to se refiere a la conciencia de defensa. No es el momento de entrar en la dis-cusión de dicho planteamiento que, siendo interesante tenerlo en cuenta, seaparta del objeto de esta exposición. Si se cita es porque ha de considerarsecomo una referencia para aproximarse con cierto rigor al tema propuesto.

Ante todo y a fin de evitar posibles equívocos, conviene hacer alguna pre-cisión terminológica sobre lo que significa “cultura de defensa”. Tradicional-mente se hablaba del “espíritu” de defensa al citar, por ejemplo en España,

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los casos de Numancia o Zaragoza. Posteriormente se utilizó mas el término“conciencia de defensa” para referirse al mismo sentimiento, esto es, al áni-mo con el que un pueblo, o una nación, se enfrentaba con la necesidad dedefender sus bienes o su independencia. Hoy, posiblemente por la propia evo-lución del lenguaje pero también porque existe cierto reparo a emplear pala-bras que por su sentido religioso o espiritual puedan malinterpretarse, se haextendido el empleo del término “cultura”.

Como sucede en otros muchos campos la palabra cultura es excesiva-mente amplia y se utiliza para definir conceptos muy dispares. Mas allá de suempleo genérico, se habla de una cultura mediática, de una cultura del bie-nestar, de una subcultura juvenil, etc, etc. ¿Hasta qué punto es correcto quesustituya al de “conciencia de defensa”? También nos llevaría a terrenos ale-jados de estas reflexiones y posiblemente no nos acercaría al interroganteplanteado en relación a la paz. Lo cierto es que hoy es el término mas utili-zado en Europa y se ha impuesto en bastantes documentos oficiales, lo quejustifica sobradamente su empleo, sobre todo en la medida que facilita elestudio paralelo con la “cultura de la paz”.

En una reciente conferencia en la Academia General Militar de FedericoMayor Zaragoza, cuando todavía era Director General de la UNESCO, defi-nió la cultura como la conjunción de dos factores, uno intelectual y otro afec-tivo. El primero se enriquecía con las ideas, con los datos. Es el que señala elqué y el cómo afrontar los retos que se nos presentan y en esta medida abar-ca tanto la historia, esto es, cómo lo llevaron a cabo nuestros antepasados,como la actualidad, esto es, cómo debemos hacerlo nosotros. El factor afec-tivo es el que guía hacia el porqué, hacia los motivos que han de movernos yen definitiva, a los sentimientos, en su más amplio sentido.

Aplicadas estas consideraciones, que aportó Mayor Zaragoza precisa-mente al tratar sobre la cultura de defensa, el segundo de los factores se rela-ciona más con el sentido que se daba al “espíritu” y a la “conciencia” dedefensa”, mientras el primero es el que resulta más novedoso, aunque posi-blemente sea hoy el más necesario dadas las características de los problemascon los que en el nuevo siglo se enfrentan las naciones en relación con ladefensa y la seguridad.

A los profundos cambios vividos en las últimas décadas tanto en el cam-po de las relaciones internacionales como en el de la multiplicación de nue-vos medios tecnológicos, de una capacidad hasta el momento desconocida, seune el que el hombre moderno, mas que el de tiempos anteriores, “está anhe-lante de seguridad, bien al que supedita cualquier otro y que teme constante-mente perder”2. Este sentimiento se produce en un periodo en el que, comoen ningún otro, se disfruta de un gran margen de seguridad en lo personal y

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2. SALAS LARRAZABAL, R., Seguridad, Paz y Defensa. Ed. Defensa.

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en lo social. Este sentimiento se proyecta tanto en el orden personal y fami-liar como en el de la comunidad nacional. La muestra mas clara en lo que serefiere a la seguridad personal es el incremento notable de los gastos en segu-ros de todo tipo. Desde los medios técnicos más corrientes como las cerradu-ras o las puertas reforzadas, a los mas sofisticados que no solo abarcan el con-trol de entrada sino también los riesgos de incendio o cualquier otroproblema, hoy la industria ofrece toda clase de aparatos y servicios.

¿Se puede equiparar este anhelo de seguridad domestica con el de la segu-ridad en el ámbito de la nación? No hay duda que existen puntos comunesporque ambos afectan a este sentimiento profundo del hombre de querer serlibre para desarrollar sus actividades sin verse coartado, pero así como duran-te años su desarrollo se ha mantenido bastante en paralelo, a partir del finalde la “guerra fría” se ha podido observar que mientras se incrementa el apo-yo a las medidas de seguridad ciudadana y no se pone en tela de juicio lanecesidad de procurar la mayor cobertura posible en toda clase de activida-des, ha disminuido, especialmente en el mundo industrializado, el apoyo a lasnecesidades de la defensa nacional.

Posiblemente una de las principales razones se encuentre en la disminu-ción de la percepción de las amenazas, que desde la caída del Muro de Berlínse ven como muy lejanas o incluso se consideran como invenciones interesa-das de los Gobiernos, cuando no de las propias Fuerzas Armadas. En España,los estudios sociológicos más serios constatan que la mayoría de la sociedadopina que no nos amenaza ningún país, ni cercano ni lejano, y que es muyimprobable que nos veamos envueltos en un conflicto bélico de cierta impor-tancia. Esto se traduce, lógicamente, en un sentirse desligado de los proble-mas de la seguridad nacional y a una actitud crítica contra las estructuras deDefensa, a las que por otro lado valora de forma positiva, pero a la vez, con-sidera que no son del todo necesarias. Una de las preguntas más frecuentes enconferencias y seminarios sobre este tema se refiere a ¿de quién nos tenemosque defender? y su corolario: ¿Porqué necesitamos gastar tanto si no hay ries-go de guerra? ¿ No son otros los riesgos que amenazan a nuestra sociedad?

El peligro de esta actitud no está en el hecho de que se ponga en cuestiónla existencia de los Ejércitos, sino en que se tiende a adoptar una posturanegativa o indiferente hacia un problema que al ser colectivo puede no sen-tirse como propio. La Seguridad con mayúscula tiene la característica de quese trata de un bien del que se puede disfrutar sin pagar nada por ello3. Pro-porciona un beneficio a la totalidad de la población, tanto a los que se intere-san por ella y participan de una forma o de otra, como a los que “pasan” deella. Solamente en caso de guerra se hace evidente que es asunto de todos yaún en esos momentos, salvo en las guerras totales, hay quienes procuran per-manecer al margen de los riesgos, aunque no, naturalmente, de los beneficios.

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3. VIÑAS, A., Armas y Economía. Ed. Fontamara.

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Una diferencia importante entre la denominada seguridad ciudadana y laseguridad nacional es que mientras en la primera los riesgos actuales soniguales o muy similares a los antiguos (las aplicaciones de la informáticaplantean un tema nuevo en este campo, pero aún es pronto para determinar sualcance), en la segunda se mantienen las amenazas de antaño pero han apa-recido nuevas formas que exigen cambios importantes en las estructuras de laDefensa. La UEO, por ejemplo, fijó en su reunión de 1992 en Petersberg nue-vas misiones para las Fuerzas Armadas de los países miembros, que fueronasumidas dos años después por la OTAN en la Cumbre de Bruselas

Como no es el momento oportuno de desarrollar un tema tan amplio comoel de las misiones de los ejércitos, baste con añadir que la UEO aprobó unDocumento (“Consideraciones preliminares para la formulación de unadefensa común europea”) en el que se contemplaban dos escenarios de actua-ción, uno de crisis y otro de guerra, y para afrontarlos se consideraban dostipos de intervenciones: la defensa preventiva para el primero y la defensaefectiva para el segundo. En el marco de la defensa preventiva, que se consi-deró que era la mas adecuada a las posibilidades europeas, se contemplan lasmisiones humanitarias, las de evacuación de poblaciones en peligro, las demantenimiento de la paz y las de pacificación, que pueden exigir operacionesde combate para hacer posible la solución de las crisis por otros medios.

A estas amenazas hay que añadir las que las distintas naciones han inclui-do en sus Planes de Defensa, como son la proliferación de los medios de des-trucción masivos y su vinculación con el mercado negro de armas, el crimeninternacional organizado, en especial el relacionado con el narcotráfico y lasagresiones al medio ambiente. Otros problemas igualmente graves como laemigración masiva o los fundamentalismos ideológicos atañen realmente aotras Instituciones, aunque a la postre puedan traducirse en riesgos para lapaz.

El conjunto de todos estos riesgos es el que ha llevado a que, en opiniónde muchos polemólogos, el mundo actual tiene menor el peligro de una con-frontación generalizada, o lo que es lo mismo, de una guerra nuclear, pero esmás inseguro e inestable. Sea cual sea la credibilidad que se quiera dar a estaafirmación, lo cierto es que nunca como ahora se ha hecho evidente la nece-sidad de tener organizada y prevista la defensa por la sencilla razón de que noes posible improvisarla. Ni lo permite la complejidad de los medios moder-nos a emplear, ni lo hace posible en tiempo y espacio el carácter de las posi-bles amenazas.

Ni siquiera Estados como Suiza, que dispone de una envidiable capacidadpara movilizar en un tiempo mínimo a sus Fuerzas Armadas en caso necesa-rio, o Suecia que así mismo dispone de una peculiar organización defensiva,se pueden permitir prescindir de las estructuras permanentes de defensa, tan-to en la organización de centros de mando y control, como de bases e insta-laciones para los medios y de programas de instrucción y adiestramiento parael personal. Es oportuno citar estos países porque se citan en muchas ocasio-

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nes como paladines de una moderna concepción de la Seguridad internacio-nal y de la defensa de la paz.

Pero para que una nación tenga organizada su defensa en tiempo de paz ysin que se vislumbre ninguna agresión inmediata es preciso que tenga vivauna conciencia de defensa, o para adaptarnos a la terminología moderna, unacultura de defensa. Las dos naciones citadas, a las que se podrían añadir otras,son un claro ejemplo de esta exigencia. Para ello es necesario que se tengaclaro lo que significa y en que medida obliga a cada ciudadano, al margen dela actitud personal que individualmente pueda adoptar después con arreglo asu conciencia. Por ello hay que preguntarse qué abarca la cultura de defensa,antes de dar el paso siguiente y plantear su relación con la cultura de paz.

3. CULTURA DE DEFENSA

Si se parte de la definición de cultura antes citada se pueden señalar parauna verdadera cultura de defensa, tres rasgos en el factor intelectual y tres enel afectivo. En cuanto al conocimiento, la cultura de defensa exige tener unaidea, al menos general, del panorama estratégico, conocer cuáles son susobjetivos y cómo está organizada en España, y por último conocer las carac-terísticas, problemas y posibilidades de las Fuerzas Armadas. En cuanto alfactor afectivo los más importantes son la convicción de que merecen serdefendidos los valores y los intereses de la comunidad a la que se pertenece,el sentido de la responsabilidad respecto a esta defensa, y el espíritu de soli-daridad, primero con la propia comunidad y en segundo lugar con el resto delas naciones que precisen apoyo para conseguir el mantenimiento de la pazen su más amplio sentido4.

En cualquier campo de la cultura el primer paso es tener un conocimien-to suficiente de la realidad. En el caso de la defensa esto exige conocer laslíneas generales del panorama estratégico. Finalizó el enfrentamiento entrebloques pero en la actualidad están vivos entre 30 y 50 conflictos violentos,unos inter-estatales y otros internos. No es posible esconder la cabeza en unfalso pacifismo e ignorar que las situaciones de crisis, las amenazas y las gue-rras son una realidad en diversas partes del mundo. Tampoco se puede caeren la simplificación de considerar que toda esta conflictividad es fruto de lasmalas intenciones de un reducido número de naciones, o de sus dirigentes, yde los intereses económicos de algunas grandes empresas. Sin duda todoinfluye, pero no son el todo y en muchos casos las razones hay que situarlasen conflictos muy alejados de estas valoraciones.

Una observación muy interesante formulada por un militar experto enestos temas, ha sido la de que en los últimos conflictos bélicos vívidos en

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4. KOFI ANNAN, Memoria Anual sobre la labor de la Organización (ONU) 2.000: “ya no sepuede definir la seguridad colectiva como la mera ausencia de conflictos armados”...

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Europa (Bosnia y Kosovo principalmente) se están reproduciendo de manerasorprendente los mismos motivos por los que en Europa estallaron guerras enla Alta Edad Media y principios de la Edad Moderna: religión, raza y territo-rio. Los medios allí empleados son en parte más modernos, pero muchas delas barbaridades cometidas parecen trasladarnos a tiempos que se creían total-mente superados.

Conocer el panorama estratégico no significa que sea necesario profundi-zar en todos y cada uno de los conflictos que existen, pero si ha de tenerseuna idea suficiente de los parámetros en los que se mueven las relacionesinternacionales. Ha de saberse algo de las Organizaciones de Defensa y Segu-ridad, su estructura, sus objetivos y sus posibilidades de actuación. No sepueden ignorar los escenarios en los que hoy se mantienen latentes tensionesque han derivado en confrontaciones bélicas, o que pueden hacerlo en unhorizonte cercano. Como tampoco se pueden dar de lado los riesgos que parala paz mundial supone la proliferación de medios de destrucción masiva o larealidad de un terrorismo internacional que tiene poco que ver con los pro-blemas reales de las regiones en las que en ocasiones actúa.

Dentro de este marco estratégico cada nación organiza sus estructuras dedefensa. Hoy ya no se trata de una seguridad “autárquica” sino compartida loque conlleva unas obligaciones en parte diferentes a las tradicionales y estodebe conocerse por el conjunto de la sociedad. La identificación de los temasde la Defensa con la problemática de los Ejércitos muy en concreto con lossistemas de reclutamiento o los gastos en armamento, como si éstos fueran loúnico, ha llevado a un grado de desconocimiento importante, al que ha con-tribuido también el excesivo secretismo con el que se ha rodeado el tema dela Defensa y de los temas militares. El “Libro Blanco de la Defensa”, recien-temente dado a conocer a la opinión publica, recoge todos estos puntos y almargen de que se esté o no de acuerdo con la definición de los interesesnacionales y de las opciones elegidas para hacerles frente, es la referenciamas precisa que todos deberían conocer5.

Tema aparte, aunque esté íntimamente relacionado, es el de cómo se pue-de participar en la definición de los objetivos sobre todo cuando se esté endesacuerdo con la valoración hecha sobre cuales son las amenazas contem-pladas por los Planes de Defensa. El camino parece estar en la agilización delas vías de participación de la sociedad que en las naciones democráticas seencuentran recogidas en la legislación vigente, aunque quepan, como es natu-ral, otros caminos también legales. En todo caso lo que exige una cultura dedefensa es conocer estos Planes así como cuales son los Organismos que tie-nen competencia en cada uno de los sectores sobre los que se discrepa. Comose ha indicado anteriormente no es necesario ser un experto en Derecho

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5. El Libro Blanco de la Defensa de España. Ed. Ministerio de Defensa.

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Constitucional o Administrativo, pero es sorprendente, en ocasiones, la faltade información con la que se opina sobre estas cuestiones6.

En tercer lugar, es necesario “conocer” a sus Fuerzas Armadas. La Segu-ridad es una responsabilidad que ha de compartir toda la sociedad, pero nocabe duda que los Ejércitos son el instrumento específico de esta defensa yen consecuencia la cultura de defensa debe fomentar un conocimiento sufi-ciente de su organización, sus características y cuales son sus problemas másimportantes. No conviene olvidar que en bastantes derrotas, de países de loscinco continentes, se puede encontrar una falsa opinión sobre sus capacida-des militares basada en una equivocada, y en ocasiones interesada, propa-ganda. No se puede apreciar lo que no se conoce y esto ha de traducirse en eltema de la seguridad en que el conjunto de la sociedad ha de conocer comoson sus Ejércitos, como viven y en que medida son los adecuados para pro-porcionar aquello para lo que han sido constituidos.

Son muchos los españoles, quizás demasiados, que su conocimiento de lasFuerzas Armadas se reduce al problema del servicio militar obligatorio y a losdesfiles. Es curioso constatar que a pesar de que la mayoría de los varones havivido un tiempo en una Unidad militar, su conocimiento de lo que son losEjércitos es mínima. Esto significa que por motivos que sería largo exponer,no se ha conseguido uno de los objetivos básicos del reclutamiento obligato-rio que era el de integrar a la sociedad en el problema de la defensa. No esobjeto de estas reflexiones plantear responsabilidades, pero no hay duda queéstas están repartidas entre quienes desde las Fuerzas Armadas debían realizaresta labor con la debida profundidad y quienes deberían haber cooperado, tan-to antes como después de su paso por el servicio militar. Con relación al temaque nos ocupa interesa apuntar este problema por la repercusión que puedetener la profesionalización de la tropa en el fomento de la cultura de defensa.

En cuanto al factor afectivo lo primero y más importante es la decisión dedefender los que se consideran valores esenciales de la comunidad a la que sepertenece. Si no se aprecia lo que se posee es difícil, por no decir imposible,alcanzar este sentimiento. En parte ha de nacer de la educación recibida enlas escuelas, que a través de la enseñanza de la historia y sobre todo de la rea-lidad nacional, fomenta esta actitud, pero influyen también otros factores quees preciso tener en cuenta, familia, grupos de amigos, y en último término, lapropia conciencia. Como es natural no ha de ser un sentimiento ciego, sinoque ha de tener un contenido que puede tener como referencia distintos valo-res pero que en conjunto ha de abarcar la vida y la libertad de la sociedad, losintereses materiales, en el más amplio sentido del término, los políticos,sociales y culturales, las posibilidades de desarrollo, etc

En segundo lugar este sentimiento debe llevar al sentido de la responsa-bilidad. La defensa no es cosa de “otros” sino que ha de entenderse como algo

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6. La Revista d’Afers Internacionals, nºs. 38 y 39 trata en varios de los artículos este tema.

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propio. Aquí hay que insistir sobre la confusión que ha creado el modelo dereclutamiento del servicio militar obligatorio que ha identificado, paramuchas personas, esta aportación personal a las responsabilidades que todociudadanos tiene en relación a la defensa y la seguridad del conjunto. Ni esla única ni en tiempos de paz la más importante. En primer lugar el concep-to de defensa es mucho más amplio que la simple defensa militar y en segun-do lugar esta responsabilidad se demuestra habitualmente en temas tanimportantes como los Presupuestos del Estado o la necesidad de facilitar quelas Fuerzas Armadas estén adecuadamente adiestradas, que sus miembrostengan una acogida igual a la de otros colectivos y que se sientan apoyadospor aquellos para cuya defensa se preparan.

Y por último, como consecuencia de lo anterior, surge el sentimiento desolidaridad. Este es el sentido que realmente ha de tener la cultura de defen-sa ya hoy no se puede limitar a la defensa de lo que cada cual posee, sino queel objetivo principal es aportar seguridad al resto de la nación. Por extensióny en la medida que se haga realidad el espíritu de que nada de lo que le paseal “hombre” me puede ser ajeno, se trata también de la defensa de los másnecesitados de otras naciones, con lo que enlaza este sentimiento con uno delos rasgos fundamentales de la cultura de la paz. No deja de ser llamativo eldato de que en determinados ambientes se desarrolle un profundo sentido desolidaridad con los necesitados de regiones lejanas, mientras que con los máspróximos se ignora o se rechaza este mismo sentimiento. No tendría nada deextraño si en estas acciones de ayuda humanitaria no se planteara la necesi-dad de proteger de agresiones a quienes se está ayudando, pero el caso es quesiendo conscientes de la necesidad de la cobertura de Unidades militares, nose traslada esta experiencia al conjunto de la sociedad7.

El factor afectivo y en especial el sentimiento de solidaridad lleva a la teo-ría, mantenida por bastantes sociólogos, de que para fomentar la concienciade defensa es necesario primeramente asentar una conciencia nacional. O loque es lo mismo, que superadas las etapas en las que el sentimiento de parti-cipación y solidaridad se circunscribía al pueblo, la comarca o la región pro-pias, ha de desarrollarse el sentimiento de pertenencia a una nación determi-nada. Sentimiento que no tiene porque estar cerrado, ni hacia lo que se hallamado “patria chica” ni al futuro de una comunidad supranacional, como esel caso de Europa o incluso de un posible Estado Mundial.

Sin embargo no se puede olvidar que la necesidad de fomentar la con-ciencia nacional ha llevado en bastantes ocasiones a excesos que es necesa-rio corregir. El más notable puede ser el de la sacralización del conceptoPatria poniéndola por encima de cualquier otro valor, lo que ha tergiversadobastantes veces, su verdadero sentido. En el campo de la defensa ha sido más

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7. ABRISKETA, Joana, “El derecho a la asistencia humanitaria”, en: Los desafíos de la acciónhumanitaria. Ed. Icaria

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corriente de lo deseable utilizar la palabra “Patria” sin darle un verdaderocontenido, lo mismo que ha sucedido con los símbolos nacionales que másallá del respeto que merecen no deben identificarse con la realidad de lanación. Al igual que ha sucedido con términos como “nacionalismo” o “iden-tidad nacional” cabe hacer de ellos un empleo adecuado y que responda a suverdadero significado, o utilizarlos con espíritu sectario, pretendiendo quejustifiquen conductas que no corresponden a lo que en su origen significaban.

Sería un error interpretar que para desarrollar la cultura de defensa seaconveniente poner en entredicho el término Patria. Por el contrario se trata deafirmar que para que adquiera su verdadero significado es importante evitarsu mal empleo en una sacralización vacía de contenido. En el mismo puntode vista han de situarse los mitos y los héroes. El hombre tiene desde la anti-güedad la tendencia a mitificar los personajes y los hechos importantes de suhistoria, lo que se ha traducido en ocasiones en deformaciones y visiones par-ciales de lo que es el verdadero sustrato de la herencia común. Por eso mis-mo uno de los objetivos de esta cultura de defensa ha de ser situar en su ver-dadero lugar a unos y otros, sin pretender borrar su aportación y su fuerzacomo modelos, pero sin agigantar artificialmente su dimensión y sin prescin-dir de la crítica que pueda ser necesaria en algunos casos.

Otra tendencia equivocada que es imprescindible corregir, es la de “demo-nizar” al posible enemigo. Y por supuesto, más aún al enemigo efectivo. Enel campo de los sentimientos el hombre es bastante simple y por ello se tien-de a simplificar lo más posible las situaciones que le pueden plantear dudas.Esto ha sucedido a lo largo de la historia con las luchas en las que para esti-mular a los combatientes se resaltaban los defectos de contrario y se le pre-sentaba como la encarnación de todas las maldades8. Se empleaba como for-mula para estimular el espíritu de lucha y no se trata aquí de hacer unavaloración ética de la historia, pero si es conveniente plantear esta deforma-ción como lo que es y desarrollar una cultura de defensa capaz de mover lossentimientos de los combatientes, sin necesidad de fomentar el odio ni otrossentimientos que luego, llegada la paz, son muy difíciles de superar.

Respecto al desarrollo de la conciencia de defensa existen dos plantea-mientos peligrosos. Uno por exceso y otro por defecto Por exceso se llega alo que en su día fue la aplicación de la doctrina de la “Seguridad Nacional”,según la cual había que defenderse de todo tipo de amenazas y se identifica-ron como tales no solo las que de verdad lo eran sino también los movimien-tos políticos, sociales o culturales que se interpretaban como subversivos. Enla medida que se implicaba a las Fuerzas Armadas en la lucha contra estosenemigos, se les asignó un papel que no les correspondía y se las involucróen una lucha que no era la propia de la misión de defensa para la que habíansido instituidas.

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8. FORNARI, F., La desmitificación de la paz y de la guerra. Dopesa.

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En el extremo opuesto ha de situarse la ausencia de conciencia de defen-sa, que en ocasiones se ha querido identificar con la postura pacifista deGandhi o de Luther King, por citar dos ejemplos internacionalmente conoci-dos. El vacío que produce la falta de espíritu de defensa, esto es, de estar dis-puestos a defenderse, parece crear una especie de atracción a la actitud agre-siva de los más poderosos y así como el camino deseable es el de buscar lasolución a los conflictos por vías pacíficas, no está nada claro que se hagaposible este diálogo con la adopción de posturas débiles. Otra cosa es queesta fortaleza no se entienda como una postura de prepotencia o e amenazaencubierta.

Las consideraciones anteriores se fundamentan en enseñanzas que pro-porciona la historia, pero la rápida evolución de los últimos años aconsejareflexionar sobre los nuevos horizontes que se plantean en el campo de laDefensa y la Seguridad internacionales y por consiguiente en lo que estamosllamando “cultura de defensa”. En relación a este nuevo planteamiento hayque señalar tres tendencias que en el nuevo siglo parecen cobrar singularimportancia: la globalización; el nuevo concepto de la paz; y la incidencia delos gastos militares en la economía.

La globalización es hoy una inevitable realidad en todos los ordenes de lavida, aunque sería más exacto que lo que resulta imparable es el proceso deglobalidad, o sea, la extensión a los mas apartados lugares de cuanto consti-tuye la civilización moderna. Mucho se ha escrito sobre este tema y muchose discute sobre si sus efectos son positivos o negativos, por lo que aquí bas-ta con señalar la fuerza de esta tendencia y en qué forma y medida influyesobre la cultura de defensa9. La consecuencia más evidente es la posibilidadde que la defensa se sitúe en un escenario muy alejado del propio territorio,con lo que ello supone para la conciencia de la sociedad, que difícilmenteentenderá la obligación de intervenir en aquel conflicto.

Las Operaciones de Paz de las NN.UU. son uno de los ejemplos más cla-ros. La opinión pública en la mayoría de las naciones respalda la decisión deaportar fuerzas, pero con la condición de que no exista un riesgo alto para lastropas propias, que no supongan un gasto presupuestario elevado y, natural-mente, que lo hagan bien y con éxito. Posiblemente por estas razones le estan difícil al Secretario General de la ONU conseguir el apoyo para algunasde las Operaciones que podrían haber evitado conflictos posteriores y paraciertos casos el mundo civilizado ha tenido que contemplar escenas de matan-zas impropias de un mundo que se supone civilizado.

Los deseos de paz han sido permanentes a lo largo de la historia, peroposiblemente en ningún otro momento han surgido movimientos tan diversosy tan fuertes como los aparecidos durante el último siglo. La Sociedad de

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9. TORTOSA, J. M.ª, Sociología del sistema mundial. Tecnos.

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Naciones “prohibió” las guerras y la Carta de las Naciones Unidas hace otrotanto, aunque no con una fórmula tan contundente. A mediados de siglo seinició una nueva disciplina, la Polemología, orientada al estudio científico delfenómeno guerra. Y las tensiones que provocaron la “guerra fría” dieronlugar en la década de los años 80 a una serie de documentos de distintas Con-ferencias Episcopales y de otras Confesiones Religiosas, en las que se con-denaban el empleo de medios de destrucción masiva y se cuestionaba, cuan-do menos, las intervenciones bélicas10. Al conjunto de las posturas de Iglesiasy de distintos Organismos oficiales hay que unir la multiplicación de Organi-zaciones No Gubernamentales, Seminarios, Fundaciones e Institutos cuyoobjetivo principal es el análisis de las situaciones de conflicto y la prevenciónde las guerras.

Pero como afirma en una de sus obras Mayor Zaragoza: “Está claro que,en la aldea planetaria, la guerra resulta cada día más ineficaz para solventarlos conflictos... Sin embargo la comunidad internacional no ha conseguidoaún elaborar los dispositivos de seguridad que le permitan sustituirla”11. Estacontradicción, entre la aspiración mayoritaria de la humanidad y la realidadde la guerra como algo que no solo forma parte de la historia de todos lospueblos sino que forma parte de la vida cotidiana en muchas regiones delmundo, incide directamente sobre la cultura de defensa, en la medida quemientras unos consideran que fomentarla constituye un requisito necesariopara el progreso y la paz, para otros supone una amenaza y una especie dejustificación de la violencia y en consecuencia ha de suprimirse.

El tercer rasgo a destacar es el que se refiere a la economía. Al finalizarel enfrentamiento de los dos bloques se generó la esperanza de que los lla-mados “réditos de la paz”, vendrían a solucionar muchos de los problemaseconómicos. Pero la realidad ha sido otra y aunque los gastos en defensa glo-balmente han disminuido, no por eso se ha incrementado el apoyo de los paí-ses mas industrializados hacia los menos desarrollados. Los informes mássolventes confirman que la diferencia entre unos y otros está aumentando enlugar de disminuir, posiblemente porque el problema de la superación de lapobreza en el mundo no depende de los gastos en armamento en el grado yforma que algunos pensadores planteaban12. Sin embargo es evidente queexiste una íntima relación entre economía y gastos militares, y en la medidaque los acuerdos de limitación de Fuerzas, como paso previo al desarme, sig-nifican al menos un freno a la carrera de armamentos se ha iniciado un pro-ceso que puede permitir aliviar la carga que ha supuesto durante décadas parala economía de muchos pueblos. No caer ni en la demagogia ni en la insen-sibilidad y conocer la faceta de la economía de la defensa es una obligación

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10. “El desafío de la paz”. Pastoral Colectiva de la Conferencia Episcopal Norteamericana.1983. “Constructores de la paz”. Comisión Permanente del Episcopado Español. 1986.

11. Los nudos gordianos.

12. BRANDT, W., La locura organizada. Circulo de Lectores.

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de cuantos se preocupan por el problema de la paz y en consecuencia ha deser una de las “asignaturas” obligadas en la cultura de la defensa.

Estos tres rasgos influyen de modo notable por su íntima relación con lossentimientos que con mayor fuerza impulsan a los hombres al empleo de laviolencia para solucionar sus conflictos: el miedo y el odio. En un interesan-te ensayo aún no publicado, Miguel Alonso Baquer llega a afirmar que “ elpunto de imposible retorno de una guerra anunciada se reconoce cuando lacantidad de miedo y la cantidad de odio acumuladas han sobrepasado undeterminado umbral”13. Por otro lado las acciones de guerra, sobre todo en lasllamadas “civiles”, fomentan estas dos pasiones y propician la acumulaciónde odio hasta niveles a menudo impensables. Apartaría en exceso del objetode esta exposición, profundizar en este apasionante tema, pero es necesarioque quede apuntado ya que constituye una de las raíces de la violencia y susuperación ha de ser uno de los primeros objetivos en los esfuerzos hacia lapaz entre las naciones.

Una última reflexión sobre los nuevos horizontes de la conciencia dedefensa. Los cambios en el panorama estratégico internacional vividos en lasúltimas décadas han añadido a las ya clásicas, unas nuevas amenazas para lapaz ante las que la sociedad, en muchos casos, no sabe bien como reaccionar.Los Organismos Internacionales de Defensa y Seguridad han planteado elproblema que suponen y en qué medida las Fuerzas Armadas han de estudiarla forma de hacerles frente. Entre ellas y superado, quizás prematuramente,el temor a que se empleen armas nucleares, destacan las acciones de los gru-pos terroristas. Relacionado unas veces con movimientos políticos y étnicosy otras con el tráfico de drogas y el crimen organizado, el terrorismo planteaa la sociedad que lo sufre el interrogante más importante en relación al espí-ritu de defensa.

¿Es posible combatir el terrorismo sin tener voluntad de defensa?¿ Puedevencerse sin que los instrumentos del Estado responsables de lograrlo cuen-ten con el apoyo y solidaridad del resto de la sociedad? Son interrogantes quees necesario plantearse, tanto porque hoy en España es un problema real,como porque introduce en la cultura de defensa una nueva dimensión, la dela acción individual y colectiva en apoyo de actividades que aparentementeno tienen mucho que ver con los conflictos bélicos.

En esta misma línea han de entenderse las nuevas misiones de los Ejérci-tos, en especial las Operaciones de Paz, tanto las auspiciadas por la ONU.como las respaldadas por otras Organizaciones Internacionales como laOSCE o la UEO. El número de estas intervenciones se ha multiplicado en losaños 90 y según reflejan los estudios de opinión, ha sido uno de los factoresque más han influido en la sociedad española en su valoración hacia sus Fuer-

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13. ¿Qué es la guerra?¿Dónde está la paz?

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zas Armadas. Más aún, ha mejorado no solo la imagen sino también las rela-ciones entre el personal militar de las Unidades destacadas en los puntos deconflicto y los miembros de las ONG, que, muchas veces, pertenecen amovimientos pacifistas y antimilitaristas.

Con ocasión de las masacres en la región de los Grandes Lagos y en Sie-rra Leona, han sido numerosas las voces que se han elevado pidiendo la inter-vención de fuerzas militares que proporcionaran la necesaria protección tan-to a la población del lugar, como a los miembros de las Organizacioneshumanitarias que allí actuaban. En estos casos, y en otros similares que des-graciadamente se están produciendo, se ha planteado el problema del dere-cho-deber de injerencia por razones humanitarias. El Vaticano lo planteó en1992 con motivo de la guerra en Bosnia-Herzegovina y desde entonces hansido muchas las voces autorizadas que han insistido sobre la obligatoriedadde intervenir cuando son conculcados de forma grave los derechos humanos.

El último de los llamamientos a favor de la intervención lo expuso elSecretario General de las Naciones Unidas Kofi Annan en la crisis de TimorOriental. En aquella ocasión se preguntaba si era lícito que las NN.UU. secruzaran de brazos ante tales tragedias, a la vista de la poca eficacia del AltoComisionado de las NN.UU. para los Derechos Humanos, creado en diciem-bre de 1993.

Aparte de los problemas de orden jurídico, aún no solucionados, sobre el“cuándo”, “quién”, “para qué” y “cómo” intervenir, el problema fundamen-tal que plantean las acciones de injerencia por razones humanitarias es si sepueden llevar a cabo en el caso de que quienes han de intervenir no tenganuna clara conciencia de defensa. Al igual que sucede en las Operaciones dePaz, de las que no son mas que un caso extremo, las Unidades que participanen la operación pertenecen normalmente a naciones distantes en cuanto a cul-tura y a situación geográfica, para las que les resulta lejano o cuando menos,poco conocido, el problema que allí se plantea. Dar por supuesto que por serEjércitos con tropa profesional ya está todo solucionado es cuando menos unafrivolidad porque difícilmente actuarán como es debido si no están motiva-dos y esta fuerza les ha de venir tanto por su espíritu de disciplina, como porel apoyo que sientan que les presta su propia nación.

Si se traslada esta problemática al proyecto aún no realizado de creaciónde una Fuerza Internacional al servicio de las Naciones Unidas, se puede afir-mar que se multiplica la necesidad de una cultura de defensa que abarque nosolo el ámbito nacional sino también el internacional. Por ejemplo, unanación en la que el espíritu de defensa se haya reducido por diversas razonesy se haya fomentado un criterio de la llamada defensa-defensiva limitada alpropio territorio, no aceptará ni entenderá que haya que destinar medios eco-nómicos ni arriesgar la vida de sus habitantes, en operaciones de paz que selleven a cabo en áreas alejadas en las que no se perciba ningún interés nacio-nal. Y hay que tener en cuenta que actualmente existen varias naciones coneste concepto.

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4. CULTURA DE PAZ Y CULTURA DE LA VIOLENCIA

Hasta aquí se ha descrito, aunque sea de forma somera, lo que se entien-de por “cultura de defensa”, cuáles han de ser sus contenidos intelectivos yafectivos, cómo están influyendo en ella los cambios en el campo de las rela-ciones internacionales y hasta qué punto es necesaria esta cultura para lassociedades que proyecten participar en Operaciones de Paz. Es el momentode intentar dar respuesta a los interrogantes planteados en el inicio. ¿ La cul-tura de paz se identifica con una cultura bélica? Y en segundo lugar, ¿es nece-saria o se opone a la cultura de la paz?

A la primera cuestión planteada, la mejor respuesta la encontramos en eltítulo que Mayor Zaragoza da al capítulo I de una de sus obras14: “Culturabélica y cultura de paz”. La contraposición de estas dos culturas, como tam-bién apunta en el prólogo, es la clave de la respuesta, porque la dualidad nose plantea entre defensa y paz, sino entre guerra y paz, o lo que es lo mismo,entre belicismo y pacifismo. No se puede negar que durante siglos los hom-bres de armas, antes y después de la organización de los ejércitos permanen-tes, han tendido a solucionar los conflictos sociales y políticos por mediosviolentos, pero hay que situar los hechos históricos en su contexto y estamosya muy lejos de los tiempos en los que se confundía poder político y podermilitar. Hoy resulta anacrónico hablar de una “lógica militar” que se identifi-ca con un determinado modo de abordar las situaciones de crisis empleandola fuerza desde el primer momento.

En cualquier caso no se puede dar de lado que algunos pensadores opinanque fomentar el espíritu de defensa se traduce necesariamente en el estímuloa los instintos agresivos. Es el caso de Rafael Sánchez Ferlosio que a finalesde los 80 publicó en la revista Claves un interesante artículo manteniendoesta teoría. Su título resulta sobradamente explicito: “Cuando la flecha estáen el arco tiene que partir”, en el que se afirma que los instrumentos quemaneja el hombre, en este caso las armas, llegan a ser una especie de próte-sis del cuerpo e “inducen y suscitan el sentimiento y la concepción instru-mental en el cuerpo humano”. Otra muy distinta es la opinión de John Kee-gan sobre los motivos que en último término han empujado a los ejércitos acombatir15. En todos los casos que estudia en su Historia de la guerra sólo lospueblos ecuestres de la meseta euroasiática combaten por el puro placer delriesgo y la violencia. En todos los demás casos el origen de los enfrenta-mientos han sido motivos políticos, sociales, étnicos, religiosos, económicose incluso personales.

En consecuencia no se puede concluir que la existencia de fuerzas arma-das sean por sí provocadoras, por el contrario son numerosos los ejemplos en

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14. La nueva página. Circulo de Lectores.

15. Historia de la guerra. Ed. Planeta.

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los que los grupos armados se han organizado como reacción para la defensay después de haberse producido la agresión. Durante mucho tiempo las gue-rras proporcionaron a los pueblos que las ganaban mayores beneficios que laspérdidas que en todo caso arrastraban, pero esto ya no es así y hoy tienen unmayor peso las consecuencias negativas de cualquier contienda. En todocaso, como afirma Keegan en la obra citada, “la humanidad, siempre que tie-ne opción, se distancia de la institución de la guerra”.

Resumiendo, puede afirmarse que los términos opuestos son violencia ypaz, pero no defensa y paz. O lo que es lo mismo, que no debe entendersecomo contradictorio fomentar una cultura de la paz y una cultura de defensa,sobre todo partiendo de la idea de que ambas pueden, y deben, tener un mis-mo objetivo. Otra cosa será que los contenidos y los medios a emplear seandiferentes, aunque en muchos casos ello se deba mas a prejuicios que a rea-lidades.

Dicho lo anterior y como en el marco de este seminario puede ser de másinterés que dar vueltas a si los Ejércitos son o no elementos “belígenos” o sies real la aparente contradicción entre cultura de defensa y cultura de paz, elanálisis de la relación que entre ambas existe, o debería existir. Como lo quese refiere a la paz ya ha sido estudiado en otra conferencia y sobre la mismase han aportado suficientes reflexiones, parece más adecuado avanzar haciala relación que debe establecerse entre ambas e intentar obtener algunas con-clusiones sobre cómo es posible cooperar en los esfuerzos que desde distin-tas instituciones se llevan a cabo a favor de la paz. Todo ello, naturalmente,en el marco de la definición dada a la cultura de defensa que abarca tanto lointelectivo, conocer el panorama estratégico, la organización de la defensaque tiene España y los compromisos internacionales contraidos y la realidadde sus Ejércitos, y lo afectivo, que significa estar dispuesto a defender losintereses de la comunidad, el sentido de responsabilidad que se debe traduciren un compromiso personal ante la defensa y la solidaridad con cuantos nece-sitan apoyo el camino hacia la paz.

Para el primero de estos objetivos el mejor argumento se encuentra en losdocumentos de las Naciones Unidas, tanto en los últimos informes del Secre-tario General a la Asamblea, como en las Resoluciones por las que se aprobóel Programa sobre una Cultura de Paz, se declaró el año 2.000 como año deesta cultura y se proclamaba el periodo 2.001-2.010 Decenio Internacional deuna cultura de paz y no violencia para los niños del mundo. En relación altema que se está tratando destacan en el conjunto de estos documentos dosideas: 1- Un concepto de paz que va mas allá del cese de las hostilidades. 2-La importancia de la prevención de los conflictos.

En primer lugar se define un nuevo concepto de paz. Durante siglos se haconsiderado que un Estado vivía en paz cuando en sus fronteras o en su inte-rior no había “guerras”. O lo que es lo mismo, se relacionaban directamentelos conceptos de guerra y paz entendiendo que donde terminaba uno, empe-zaba el otro. Sin embargo eran bastantes los pensadores que añadían a este

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concepto la necesidad de que hubiera justicia, reparto de bienes, democracia,etc. Son muchos los documentos de la Iglesia que insisten en ello, pero sobretodo en el Concilio Vaticano II la Constitución Apostólica “Gaudium et spes”y en la Encíclica “Pacem in terris”, se desarrollan ampliamente estas ideas16. Aestas voces se han unido la de muchas ONG, Institutos y otros Organismosindependientes, defendiendo que para alcanzar la paz no bastaba con controlarlos estadillos de violencia sino que había que ayudar a que los pueblos resol-vieran lo que ha venido a llamarse “motivos provocadores” de las guerras.

Entre ellos destacan las diferencias sociales, la falta de democracia, lapobreza, las injusticias y toda una larga lista de situaciones provocadas, unasveces por elementos internos del propio país y, otras, por elementos externos.En uno y otro caso estos problemas derivan a situaciones de violencia cuyasolución se encuentra en el desarrollo, la cultura, la democratización de lasinstituciones y la solución de las opresiones externas.

El nuevo concepto de la paz que recogen los textos citados se orientanprecisamente en este camino y la cultura de la paz se basa, fundamentalmen-te, en la educación, individual y colectiva, para que a una cultura de la vio-lencia contra los otros, se desarrolle una cultura de la convivencia, del respe-to y de la cooperación. Es significativa la definición que aporta la“Declaración sobre una Cultura de paz”17 como conjunto de valores, actitu-des, tradiciones comportamientos y estilos de vida.

En segundo lugar se plantea un nuevo concepto de las Operaciones de Man-tenimiento de la Paz en el que destaca la importancia de la prevención. En suInforme titulado Un programa de paz Boutros-Ghali introduce unas definicio-nes que conviene recordar. Trata de la “diplomacia preventiva”, del estableci-miento de la paz, del mantenimiento de la paz y de la consolidación de la paz,y resalta la prevención no solo porque evita daños posteriores, sino porque des-de todos los puntos de vista es más rentable para la comunidad mundial.

En este mismo sentido se pronuncian la mayoría de los tratadistas actua-les. Vicenç Fisas en uno de sus últimos trabajos18 define la prevención de con-flictos como “actuar satisfactoriamente ante los primeros síntomas de un con-flicto, con objeto de conseguir que éste no sobrepase un determinado umbralde violencia”. Para poder intervenir con este objetivo el Secretario Generalde la ONU ha reiterado la necesidad de que las distintas naciones pongan adisposición de la Organización un determinado núcleo de fuerzas que puedanser enviadas rápidamente a los puntos en los que aparezca la amenaza.

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16. Es interesante constatar como Kofi Annan cuando recibió el premio “Sendero de la paz”del año 2000 resaltó la importancia de la actividad de la Iglesia a favor de la paz, llegando adecir que las “enseñanzas de Juan Pablo II, hoy por hoy, representan la doctrina fundamentalde la paz para los pueblos”.

17. Manifiesto 2000. Para una cultura de paz y no violencia. Promovido por la FundacionCultura de la paz.

18. Cultura de paz y gestión de conflictos. Icaria.

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No cabe duda que tanto en los medios a utilizar, y por consiguiente al cos-te económico que ello supone, como a la perdida de vidas humanas que supo-ne siempre una guerra, es mucho más rentable el anticiparse, siempre que ellosea posible. La cultura de la paz se mueve también en esta dirección ya quemuchas de las acciones a desarrollar preventivamente se dirigen a la soluciónde conflictos sociales, elevar la cultura de los pueblos, potenciar el papel dela mujer como elemento moderador de la violencia, facilitar la transforma-ción de las instituciones menos democráticas etc, etc.

Pero el problema grave que plantean ambos conceptos, el de la paz y el dela prevención de conflictos, es cómo hacerlos realidad cuando surge la vio-lencia o cómo evitar que ésta estalle cuando uno, o los distintos grupos socia-les que intervienen en la confrontación están decididos a emplear la violen-cia, movidos quizás por odios ancestrales o por ideas fundamentalistas. Escurioso constatar que en ninguno de los documentos que se están comentan-do se alude a como conseguir que los pueblos, o las personas, que debenintervenir para lograr la paz, tengan un sentido de solidaridad suficiente paraafrontar los sacrificios que puede exigir su intervención para lograr o mante-ner la paz. La clave no es otra que la cultura de defensa, tal y como se ha des-crito en estas reflexiones.

En algunos trabajos se plantea la necesidad de proceder a una “desmilita-rización” de la seguridad para así tratar de solucionar con otros medios el ori-gen real de las guerras. Sin embargo, y sin restar ningún valor a este idea, enlos últimos casos en los que se ha pedido la intervención internacional parasolucionar conflictos, que tenían orígenes muy diversos, no ha sido posiblellevarlas a cabo sin un apoyo y una cobertura de fuerzas militares. La con-clusión a la que llega Adam Roberts19 en su trabajo “El papel de las cuestio-nes humanitarias en la política internacional en los años noventa” es que envarios conflictos de esos años “las fuerzas de mantenimiento de la paz hanrecibido el mandato de proteger a los trabajadores de Organismos humanita-rios y a sus actividades”

A la misma conclusión llegan otros expertos en Ayuda Humanitaria y elpropio Mayor Zaragoza reconoce que, siendo deseable, la humanidad no haencontrado aún la alternativa a la guerra para solucionar muchos de sus con-flictos. Pero el problema no está solo en esta dificultad sino en dos cuestio-nes sobre las que es conveniente reflexionar y que son las que dan respuestaa la pregunta de que relación debe establecerse entre la cultura de la paz y lacultura de defensa.

La primera se centra sobre si existe o no un derecho/deber de injerenciapor razones humanitarias. La mayor parte de los políticos actuales sostienenque es necesario afrontar este reto. Como queda dicho, el actual SecretarioGeneral de las NN.UU. ante la situación en Timor Oriental se pronunció

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19. Adam Roberts en: Los desafíos de la acción humanitaria. Icaria

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reclamando esta obligación de la comunidad internacional. Hasta estemomento el gran freno ha sido el excesivo respeto al principio de la sobera-nía de los Estados que establece el Derecho internacional, pero quizás sea elmomento de plantear que debe estar por encima la soberanía de los derechoshumanos. La consecuencia inmediata es que si se ha de intervenir en contrade la autorización de un determinado Estado para forzar a las fuerzas regula-res o irregulares que allí están vulnerando los derechos humanos, habrá quehacerlo empleando Fuerzas Militares, aparte de que se empleen medios eco-nómicos y diplomáticos de presión. Pues bien, estas fuerzas de intervencióny las sociedades que las envían han de tener muy claro el porqué y el hastadónde, o lo que es lo mismo, han de tener una cultura de defensa. De otromodo o no irán o los que allí se envíen no tendrán como objetivo precisa-mente la paz.

La segunda cuestión se refiere a que hacer en el período qué se necesitapara llegar a solucionar los problemas que se encuentran en el origen del con-flicto. Existe todavía cierta polémica sobre si las guerras son de origen cultu-ral o son connaturales al ser humano, pero aceptando que en los primerossiglos los hombres solucionaban sus controversias sin recurrir a la violenciay solo desde hace unos 10.000 años hay signos claros de guerras entre huma-nos, es evidente que no se puede dar un salto atrás y pretender que estos milesde años no han existido. Como afirma el general Cano Hevia21 hay que con-fiar que el hombre que inventó la guerra, sea tambien capaz de desinventar-la, pero lo que no mantiene ningún tratadista serio es que esto sea posible derepente y como si no hubiera pasado nada en estos 10 o 15.000 últimos años.

Un claro ejemplo de esta situación se observa en la problemática de lasOperaciones de paz. Se discute si es posible ser “neutral” ante una situaciónde injusticia o ante una flagrante violación de los derechos humanos y aun-que las condiciones que estipula la ONU para sus Operaciones de Paz inclu-yen este rasgo, cada vez son mas los que opinan que deben introducirse fac-tores correctores porque de otro modo se está justificando y apoyando laagresión. El conjunto de estas controversias lleva a plantear la necesidad deque en tanto se vaya generalizando los métodos no violentos para solucionarlos conflictos, será necesario contar con una actitud de la sociedad dispuestaa defender los bienes y valores que considere valiosos. Unas veces serán losintereses propios y otros los de sus vecinos o los de quienes participan de unmismo entorno cultural, pero en todo caso será necesario que exista estacapacidad y este espíritu para estar dispuestos a combatir si es necesario.

Es en este punto en el que cultura de paz y cultura de defensa se comple-mentan. No sólo no son conceptos opuestos sino que cabe mucha duda quesea posible una cultura de paz, capaz de ser eficaz en sus objetivos, si no exis-te una cultura de defensa que tenga claros los criterios y la decisión de actuar.Es deseable que el progreso de la humanidad lleve a que el equilibrio que

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20. Sobre la guerra y la paz. Ed. Defensa.

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debe hoy existir entre ambas culturas se vaya decantando hacia la cultura dela paz, haciendo día a día menos necesarias las intervenciones militares, perolo que puede constituir una irresponsabilidad, o cuando menos un peligro, escerrar los ojos a las situaciones de violencia que hoy existen y creer que quie-nes las provocan van a detener su agresión porque se condene su actitud. Bas-ta recordar Sarajevo, Srebrenica, Ruanda, Sierra Leona, Somalia, Angola,Colombia, Tibet, Timor, Chechenia y tantos otros puntos en los que han esta-llado brotes de violencia inexplicables, por mucho que para cada uno de ellosse haya buscado una explicación socio-política.

El peligro no está en fomentar la cultura de defensa, como algunos hansostenido, sino caer en uno de estos dos extremos: fomentar la cultura de laviolencia o desarrollar una cultura de la inhibición. El primero de los extre-mos lleva a despreciar la paz como algo inútil o imposible, y lo segundo lle-va a la postura de que siendo necesario el ayudar e intervenir a favor de lapaz, que esa labor la hagan otros. Creo que los esfuerzos de todos los preo-cupados por la paz deben ir en el sentido de huir de ambos extremos y de sercapaces de unir no solo los conceptos de las culturas de la paz y de defensa,sino, sobre todo, a quienes creen en ellas y se esfuerzas por hacerlas realidad.

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