la búsqueda de nuevas formas de producir ovinos
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Entrevista realizada por Conexión Tecnológica el 25 de noviembre de 2005
Conexión Tecnológica: ¿Cómo se puede especializar un rubro que tradicionalmente ha sido doble
propósito en el país?
Gustavo Garibotto: Lo primero que hay que mencionar es que la especialización productiva
del ovino no es antagónica con el concepto de doble propósito. Por el contrario, es gracias a
ese doble propósito productivo del ovino –la carne y la lana- que se hace posible la
especialización. El problema está en si se cree que en los próximos años se podrá seguir
produciendo de la misma forma en que lo hemos venido haciendo. Creemos que no. En esta
materia interpretamos que las señales son claras en el sentido de que el país debe
especializarse en producir carne y lana de calidad. En cuanto a la lana es muy evidente el
camino a seguir: reducir el diámetro, aumentar el peso de vellón, mejorar el color, reducir las
fibras pigmentadas, etc. Pero también nos resulta evidente la senda a seguir en materia de
carne ovina: producir corderos pesados y magros. En este escenario entra la propuesta de los
cruzamientos. No postulamos que todos los productores deban correr detrás de un único
esquema de producción, esos modelos de desarrollo fracasan estrepitosamente. Por el
contrario, existe -y es fundamental que siga existiendo- lugar para la diversidad; esto en
absoluto es contradictorio con la opinión de que el objetivo medular debe estar orientado a
mejorar la calidad del producto. El paradigma válido lo constituye Australia: con una majada
Merino que representa el 85 % de los vientres y que le permite ser el principal país productor
de lana fina del mundo -con 50 % de su producción por debajo de las 20 micras- es, a la vez,
el 2º exportador mundial de carne ovina, con la particularidad que el 70 % de los corderos que
exporta son producto de cruzamientos. En definitiva, cuando insistimos en la “especialización
productiva”, lo hacemos porque estamos convencidos que es la mejor manera de combinar
los recursos disponibles y porque el país posee aquellos dos requisitos indispensables para
lograrlo: la tecnología que lo hace posible y el capital humano que lo lleva a cabo.
CT: ¿Cómo se logra imponer esta especialización productiva –producción intensiva de carne ovina– en
zonas limitadas agroecológicamente? ¿Es repicable a todo el país el cruzamiento terminal?
GG: Quizás “imponer” no sea el término más feliz para resumir lo que proponemos. Creo que
ni ésta ni ninguna otra propuesta se logra “imponer”. No es un problema sólo de las zonas
limitadas agroecológicamente; tampoco en aquellas potencialmente favorables se puede
“imponer”. No lo pretendemos, ni lo podríamos hacer aunque lo pretendiéramos. Como
cualquier otra propuesta, el propósito es ampliar la oferta de opciones tecnológicas, y en este
caso también comerciales, por lo que significa un producto nuevo. Tampoco creemos en las
soluciones únicas, generalizables al país, esta es una propuesta que tiene aplicación en
aquellas situaciones que tengan resuelto el aspecto nutricional, así lo hemos señalado en las
numerosas instancias de difusión que hemos realizado. Creo que el gran cambio que originó
el surgimiento del cordero pesado es la necesidad de contar con cierta superficie de pasturas
mejoradas para poder alcanzar el objetivo, ya sea con corderos puros o corderos cruza. Ese
es un cambio tecnológico no suficientemente valorado. Por lo tanto, no pensamos que sea
una propuesta para aplicar en cualquier zona y mucho menos en todo el país. Esto no quiere
decir que los productores ubicados en zonas agroecológicamente menos favorecidas no
puedan igualmente contribuir a la producción de carne ovina de calidad. ¿De qué manera? Ya
sea generando el cordero cruza para que sea otro el que lo termine (como ocurre en el
proceso de especialización de la cría vacuna en el Uruguay), o ya sea proporcionando
hembras de refugo de su sistema lanero (por viejas o por defectos en la lana) que pasan a
sistemas de cruzamiento terminal en mejores zonas. Pensamos que el desafío es trascender
la mirada de la portera para adentro, levantar la mira y enfocar las cosas como país. Desde
ese ángulo nos ubicamos cuando decimos lo que decimos. Tenemos un país
agoecológicamente muy diverso, por suerte; hay lugar para hacer prácticamente de todo. La
cuestión está en saber elegir aquellas opciones que permiten hacer el mejor uso posible de
los recursos disponibles, tanto a nivel de un predio como de regiones. Desde esta
perspectiva, el rubro ovino tiene mucho para aportar, y en particular los cruzamientos
terminales y múltiples. Más allá de las vicisitudes o coyunturas de corto plazo, hay mucho
para ganar si se transita esta vía.
CT: Durante la jornada se mencionó que “la oveja no está en CTI sino que su pronóstico es reservado.
¿Por qué y qué hace suponer ese pronóstico? ¿Puede esperarse un 2006 distinto al 2005 para el rubro en
el país?
GG: Lo que dije fue que no compartimos el diagnóstico de que la oveja está desahuciada,
porque ello supondría admitir que no tiene posibilidad de recuperación. Pero dije más, dije
que afirmaciones de esa naturaleza carecen de fundamentos sólidos y que -en todo caso- se
asemejan más a una profecía auto-cumplida que a un pronóstico responsable. Probablemente
–y porque dejen de ser negocio- la realidad imponga la desaparición de determinados
esquemas productivos exigiendo su transformación, de la misma forma que han debido
hacerlo los sistemas que producían novillos de 5 años. El error radica en augurar la
desaparición del rubro en su conjunto a partir de la constatación de cambios de este tipo, es
decir cambios en la dinámica interna del rubro. Aunque es imposible agotar los argumentos
que respaldan nuestra opinión, proponemos algunos.
Con frecuencia nos preguntamos si se es ecuánime cuando se juzga el rubro y si se
valoran debidamente los elementos que sustentan las afirmaciones de que no es viable.
Compartimos, por ejemplo, la preocupación de muchos en torno a lo que ocurrió (y ocurre) en
estos meses con las dificultades de colocación de animales que estaban prontos. Pero más
nos preocupa que haya técnicos que en base a este “trancazo” circunstancial estén
recomendando dejar de hacer cordero pesado en 2006 (en cualquiera de sus modalidades).
Sin dudas ha sido una mala señal de la industria que genera desánimo y hasta un poco de
frustración, pero de ningún modo puede ser sustento suficiente para decidir abandonar la
producción. En todo caso, permite abrir la discusión sobre la conveniencia de la elevada
concentración de la faena de corderos en pocas industrias (5 plantas faenan anualmente el 90
% de los corderos) que –además- son las mismas 5 plantas que explican el 30 y 40 % de las
vacas y novillos que anualmente se matan en el país, respectivamente. Si bien es cierto que
este fenómeno de la concentración no es exclusivo del Uruguay, por el contrario, lo mismo
ocurre en todos los países exportadores de carne, no es menos cierto que es posible tomar
medidas paliativas que busquen corregir situaciones como las vividas en el último tiempo.
Pero eso es harina de otro costal y escapa a las posibilidades de esta nota (y de este
entrevistado).
Por otro lado, si bien el precio que recibe el productor por el quilogramo de cordero en
2ª balanza es un 70 % del precio que recibía 1 año atrás (a pesar de que el precio
internacional no ha variado sustancialmente), nadie puede argumentar que el actual precio
“no sirva”. De hecho, hoy el kg de cordero vale lo mismo que el kg de novillo gordo y es un 35
% más de lo que valía en 1996, cuando comenzó el operativo que con tan buenos ojos fue
recibido por el sector, a pesar de que en aquel momento representaba el 80 % del precio del
novillo gordo. Por si fuera poco, las expectativas mundiales es que se mantengan por lo
menos otro año más los buenos precios de la carne ovina, a lo que hay que sumar la
posibilidad cierta de que en el mediano plazo Uruguay pueda entrar con carne de cordero con
hueso al mercado norteamericano. De acontecer así, ello debiera traducirse en precios al
productor similares a los mejores de 2004, por lo menos. En consecuencia, parecen un poco
desmedidas las visiones apocalípticas sobre el futuro del rubro.
CT: Cuando es tan buen negocio transformar pasto a carne, ¿cómo se convence a un ganadero que
ponga ovejas y no novillos en la pradera?
GG: Lo primero que hay que decir es que poner corderos en la pradera también es un
excelente negocio. Para empezar, porque está en la propia consigna de la pregunta: si es
buen negocio transformar pasto a carne, entonces poner una de las categorías que más
eficientemente convierten el pasto a carne (kg de forraje consumido/ kg de peso vivo ganado)
cuando, además, ese quilogramo de carne vale lo mismo (o más) que el de novillo,
necesariamente es un excelente negocio. Pero además, porque gracias a una muy amplia
base de datos de predios comerciales que monitoreamos, y que aplican la propuesta de
producción de carne ovina de la EEMAC, estamos obteniendo valores de margen bruto en el
entorno de U$D 200 por hectárea para todo el ciclo de producción (desde la encarnerada
hasta el embarque de los corderos). Considerando exclusivamente el período de uso de las
praderas (5 meses: desde el nacimiento hasta el embarque de los corderos) estamos
hablando de una producción bruta de más U$D 300 por hectárea. Eso me permite dejar
planteada una pregunta para meditar ¿por qué cuando en 2004 la carne de cordero valía U$D
2,45, o más, no nos hacíamos la pregunta inversa?
CT: ¿Existen suficientes biotipos en Uruguay como para lograr la especialización productiva que su
equipo está impulsando en relación a la producción de carne y lana?
GG: Considerando las importaciones realizadas en los últimos años, la respuesta es que sí.
Bianchi fue claro en su presentación cuando preguntaba si no será que lo que se espera
mejorar con la introducción de nuevos biotipos no es algo que se puede obtener con los
genotipos ya disponibles, y en realidad lo que hace falta es proporcionarles las condiciones
para que expresen su potencial. Sin pretender coartar la libertad empresarial, somos de la
idea que la decisión de introducir nuevas razas o biotipos no puede quedar librada a impulsos
individuales, sino que debe estar mediada por la intervención de organismos oficiales que
avalen técnicamente tal decisión luego de evaluarlos por un tiempo prudencial.
CT: Por qué se mencionó durante la jornada que falta información intra-racial. ¿Es tan necesaria ésta
cuando se hacen cruzamientos terminales?
GG: Una de las charlas de la Jornada tuvo como centro la mejora genética de los atributos
carniceros en las razas especializadas en producción de carne. Luego de fundamentar la
necesidad imperiosa de implementar dicha mejora, dimos nuestra opinión sobre el grado de
desarrollo que tiene en el país: escasa o nula. Pero, ¿por qué es importante? Sencillamente
porque cuando se hacen cruzamientos terminales la mitad de los genes que tiene la
descendencia son de la raza carnicera en cuestión. Desde hace años hemos insistido en que
las diferencias que se encuentran para las variables de interés económico entre carneros de
una misma raza son tan, o más, importantes que las que se encuentran entre razas distintas.
Cuantificando esas diferencias para ganancia de peso (o edad a la faena) entre la
descendencia de 2 carneros de una misma raza (con 50 hijos cada uno) mostrábamos que
ello implicaba, en un solo año, una diferencia de casi U$D 400 por el sólo hecho de elegir
correctamente el carnero. Los números son más que elocuentes y de tremendo impacto tanto
para quien va a comprar un reproductor como para quien va a venderlo. Es por eso que
bregamos desde años en la necesidad de MEDIR y EVALUAR.
CT: ¿Es posible que se pueda contar en el corto o mediano plazo con una central de prueba de progenie
en la EEMAC?
GG: En la EEMAC o en cualquier otro sitio en que se garanticen la neutralidad y objetividad
de las evaluaciones, además de la idoneidad técnica para llevarla adelante. Es innegable que
la EEMAC posee vastísimos antecedentes de trabajo en la materia y sobradas credenciales
en los aspectos referidos. Más allá de los contactos realizados con la Sociedad de Criadores
de Poll Dorset para desarrollar una Central de Prueba de Progenie (CPP) en el corto plazo,
mirando en el mediano plazo, la propuesta que nosotros lanzamos sobre la mesa es que en el
país debe existir por lo menos una CPP en la que padreen carneros de las diversas razas
carniceras sobre alguna de las razas laneras predominantes. Dadas las características de
desarrollo que poseen las razas carniceras ovinas en el Uruguay, es posible afirmar que
mucho del progreso genético descansa más en la compra de reproductores en el exterior que
en los planes de mejora intra-cabaña. Entre otras ventajas, la instalación de una CPP no sólo
habilitaría la comparación entre cabañas, razas y padres rankeando a los animales de
acuerdo con su mérito genético para los caracteres de interés, sino que también permitiría
constatar su desempeño en las condiciones locales, cosa que, eventualmente, puede implicar
un re – ranking de los padres con relación a sus valores de origen (interacción genotipo –
ambiente). En síntesis, las CPP dan la oportunidad de comparar objetivamente los carneros
en terreno neutral. Constituyen un importante foco de atención y facilitan el intercambio de
información y el problema de su capacidad limitada para evaluar muchos reproductores puede
solucionarse combinándola con la evaluación simultánea en predios comerciales a través del
uso de carneros de referencia. Las posibilidades son ilimitadas, el asunto es echarse a andar.
Son más las reflexiones que nos quedan en el tintero que las que se pueden exponer
en una nota de esta naturaleza. Seguramente no faltarán oportunidades para comentarlas. De
cualquier manera las puertas de la EEMAC están abiertas . . .