Él es el camino

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Daniel Ortega Él es el camino Verbo Divino

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ISBN 84-8169-615-3

Daniel Ortega

Él es el camino

Verbo Divino

Este libro parte del convencimientode que la Iglesia de hoy, en sus diversosámbitos de doctrina, habla demasiadode ella misma y de su doctrina moral yno tanto de Jesucristo, Hijo de Dios,Hombre como nosotros y que nos llamaa seguirle.

En su primera parte se exponen lascircunstancias de la vida en las que elSeñor nos quiere, de la Iglesia a la que Élnos llama, de la Humanísima Humanidadde Jesucristo, paradigma de la nuestra.

En la segunda parte, la llamada seconcreta en nuestra identificación conÉl, con sus sentimientos y actitudes. Noslas describe y nos invita a vivirlas, deun modo muy especial, en las bienaven-turanzas.

Por último, Jesús quiere también quele sigamos en la misión que recibió delPadre y que Él encomendó a los suyos. Nobasta con seguirle y vivir sus sentimien-tos; nos llama a ser, como Él, “sacerdotes”del Dios que nos revela, “anunciadores”de su Palabra, continuadores de su misiónprofética y “constructores de su Reino”en el mundo.

DANIEL ORTEGA GAZOnació en Batea (Tarragona)en 1925. Es licenciado enDoctrina Social por la Uni-versidad de Salamanca (Ins-tituto León XIII). Tras cua-tro años de párroco en un

pequeño pueblo minero de Teruel (La Cañadade Verich), ha desarrollado sus actividadessacerdotales como párroco en Zaragoza. Fue el primer consiliario diocesano de la JOC ymás tarde de la HOAC, en los años cincuenta y sesenta. Dirigió el Centro Diocesano deDoctrina Social para Religiosas. Arcipresteprimero de Las Delicias y más tarde del Centrode la Ciudad, fue durante doce años delegadodiocesano de Apostolado Seglar.

Ha escrito un libro de Comentarios a la“Mater et Magistra” y otro, en colaboración, so-bre La Doctrina Social del Concilio Vaticano II.

Jubilado desde el año 2000, hoy está pri-mordialmente dedicado a los inmigrantes y a laspersonas de la tercera edad, así como a charlas,retiros y conferencias.

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Daniel Ortega Gazo

Él es el camino

EDITORIAL VERBO DIVINOAvda. de Pamplona, 41

31200 Estella (Navarra), España2004

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Índice

PRÓLOGO ................................................................................ 9

Primera parteLLAMADOS A SEGUIRLE

I. LLAMADOS A SEGUIR A JESUCRISTO ......................... 151. Introducción al seguimiento de Jesucristo...................... 152. Realidad actual de los cristianos ..................................... 163. Razones para la esperanza ............................................... 244. Rasgos del cristiano del futuro ........................................ 29

II. LLAMADOS POR JESUCRISTO....................................... 391. Jesús llama a seguirle ....................................................... 392. Características de la llamada........................................... 413. Diversos círculos de respuestas........................................ 444. Perfil del seguidor de Jesucristo....................................... 48

III. HUMANÍSIMA HUMANIDAD DE JESUCRISTO ........ 531. Introducción.................................................................... 532. Jesucristo, hombre ........................................................... 543. Aspectos humanos de Jesús............................................. 604. Vivir la humanidad de Jesús............................................ 73

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Segunda parteLLAMADOS A VIVIR SUS SENTIMIENTOS.

BIENAVENTURANZAS

I. INTRODUCCIÓN................................................................. 811. Importancia ..................................................................... 812. Autorretrato de Jesús ...................................................... 823. Remedio de nuestro “narcisismo” ................................... 834. Mensaje de felicidad........................................................ 84

II. PRIMERA BIENAVENTURANZA (A) ............................. 911. Introducción.................................................................... 912. Traducciones y significado .............................................. 923. Jesucristo, pobre por opción............................................ 944. ¿Cómo vivir la primera bienaventuranza? ...................... 965. Efectos de la verdadera pobreza de alma......................... 98

III. PRIMERA BIENAVENTURANZA (B)........................... 1031. Contraste entre Mateo y Lucas..................................... 1032. Lucas, la pobreza y los pobres........................................ 1043. Jesús y los pobres ........................................................... 1074. Opción preferencial ...................................................... 108

IV. SEGUNDA BIENAVENTURANZA (B) ........................ 1131. Traducciones y significado ............................................ 1132. ¿Qué es la mansedumbre evangélica? ........................... 1143. La mansedumbre no es una virtud pasiva..................... 1164. Ejemplo de Jesús............................................................ 1175. Promesa del Señor: “Poseerán la tierra” ....................... 118

V. TERCERA BIENAVENTURANZA.................................. 1231. Introducción.................................................................. 1232. El sufrimiento y sus causas ............................................ 1243. El Dios de Jesús y el sufrimiento del hombre ............... 125

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4. Jesús, un hombre ante el sufrimiento............................ 1295. Actitud del cristiano ante el sufrimiento ..................... 1326. Jesús, un hombre-Dios que nos quiere felices ............... 135

VI. CUARTA BIENAVENTURANZA.................................. 1391. Introducción.................................................................. 1392. Justicia evangélica ......................................................... 1403. Jesucristo y la voluntad de Dios.................................... 1454. Hambreemos la justicia evangélica............................... 1475. La justicia evangélica, gracia antes que exigencia........ 1506. Voluntad de Dios y conciencia personal ...................... 150

VII. QUINTA BIENAVENTURANZA ................................. 1571. Traducciones.................................................................. 1572. ¿Qué es la misericordia evangélica? .............................. 1573. Dios, Padre misericordioso ............................................ 1594. Jesucristo, la misericordia del Padre.............................. 1625. El cristiano, el hombre de la misericordia .................... 164

VIII. SEXTA BIENAVENTURANZA.................................... 1691. Significado de la palabra “corazón” .............................. 1692. Prehistoria de la bienaventuranza................................. 1713. Significado de la bienaventuranza ................................ 1724. Jesucristo, limpio de corazón......................................... 1755. “Porque ellos verán a Dios”........................................... 1766. María, limpia de corazón............................................... 179

IX. SÉPTIMA BIENAVENTURANZA.................................. 1851. Traducciones.................................................................. 1852. Significación.................................................................. 1863. La paz en el Antiguo Testamento ................................. 1884. La paz que Jesús quiere.................................................. 189

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X. OCTAVA BIENAVENTURANZA.................................... 1971. Traducciones.................................................................. 1972. Jesucristo, perseguido a causa de la justicia .................. 1983. Actitudes del cristiano .................................................. 2024. Promesa de Jesús............................................................ 204

Tercera parteLLAMADOS A REALIZAR SU MISIÓN

I. SER Y MISIÓN DEL CRISTIANO .................................... 2091. Seguir a Jesucristo, hoy ................................................. 2092. Rememorando nuestro narcisismo................................ 2103. Igualdad y recíproca necesidad de todos los cristianos... 2134. Vocación a la santidad .................................................. 214

II. JESUCRISTO, SACERDOTE DEL PADRE ..................... 2191. El sacerdocio en el Antiguo Testamento...................... 2192. Jesucristo, único sacerdote ............................................ 2213. La Iglesia, comunidad sacerdotal .................................. 223Apéndice: El sacerdocio ministerial en la Iglesia ............. 230

III. JESUCRISTO, PROFETA DEL SEÑOR.......................... 2331. El ser y la misión del profeta......................................... 2332. Jesucristo, profeta .......................................................... 2343. La Iglesia, comunidad profética .................................... 2394. Misión profética del cristiano ....................................... 2455. Ejercicio de la misión profética del cristiano ............... 2496. Actitudes de la acción profética ................................... 252

IV. JESUCRISTO, SEÑOR. MISIÓN SEÑORIAL DE JESÚS...................................... 2591. Significado de la actividad humana.............................. 2592. Misión señorial de Jesucristo......................................... 2623. Misión de la Iglesia ....................................................... 263

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4. Misión de los seglares.................................................... 2645. Campos en los que realizar esta misión ........................ 2656. Modos de actuación de los seglares .............................. 269

EPÍLOGO................................................................................. 271

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A mis padres,Landelino y Valera,

mis mejores maestros

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Prólogo

Éste es un libro impensable por mi parte. En mismuchos años de sacerdocio, más de cincuenta y tres,nunca esperé escribirlo. Los acontecimientos y la jubi-lación lo han hecho posible. Hasta casi lo han impues-to. Es fruto de unas catequesis de adultos, recopiladas yampliadas, y de la insistencia de unos compañeros sa-cerdotes, en una soledad acompañada en nuestros vera-neos pirenaicos.

Creo que es un libro –perdón por la pretensión–para leerlo despacio, ante el Señor y con voluntad derespuesta.

Su protagonista principal es Jesucristo. Jesucristo,que vive y que sigue llamando a vivir como Él, aunquetantos signos, en nuestro mundo y en nuestra Iglesia,tiendan a disimularlo. Él sigue diciendo: “Venid y ved”(Jn 1,39) como a los primeros. Él sigue comprome-tiendo a muchos, como a Pedro, tras su Resurrección:“Tú, ven y sígueme” (Jn 21,22). Quizás nuestra sinto-nía, por nuestras inquietudes y preocupaciones, nocoincida con su onda. Y por eso no le oímos. Y por esono le escuchamos.

Creo que en la Iglesia hablamos demasiado de ellamisma; quizás dedicamos muchas energías queriendoorientar vidas, desde fuera de ellas, con doctrinas mora-les. Me temo que lo hagamos con detrimento de larazón de ser de nuestra existencia cristiana, que es el

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mismo Jesucristo, Hijo de Dios, hombre como nosotros,que con la fuerza de su Espíritu nos impulsa a seguirledesde dentro, no por norma exterior, sino por fidelidady amor.

A pesar de todo, sabemos que Él continúa llamandoa seguirle. En la primera parte del libro se exponen lascircunstancias de la vida en la que el Señor nos quiere,de la Iglesia a la que Él nos llama, de su humanísimahumanidad, paradigma de la nuestra, y de su intimidadcon su Padre Dios, el Abba que Él nos revela.

En la segunda parte, la llamada se concreta en nues-tra identificación con Él, con sus sentimientos y actitu-des. Nos las describe y nos invita a vivirlas, de un modomuy especial, en las bienaventuranzas.

Por último, Jesús quiere también que le sigamos enla misión que recibió del Padre y que Él encomendó alos suyos. No basta con seguirle y vivir sus sentimien-tos. Nos llama a ser, como Él, “sacerdotes” del Dios quenos revela, “anunciadores” de su Palabra, continuadoresde su misión profética y constructores de su Reino en elmundo.

Insisto en que no debemos limitarnos a leer. Enoración, personal o comunitaria (puede ser también unlibro de catequesis sobre el seguimiento de Jesús), es-cuchemos. Sintámonos llamados. La abundancia detextos de la Palabra de Dios y de su Iglesia pueden ayu-darnos. Respondamos.

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Primera parte:

Llamados a seguirle

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“No está aquí, ha resucitado”

(Lc 24,6)

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I. Llamados a seguir a Jesucristo

1. Introducción al seguimiento de Jesucristo

Lo fundamental del cristiano ni está en las ideas, niestá en los principios morales, ni está en los ritos o cere-monias. Lo importante en el cristiano está en su res-puesta, con todas sus consecuencias, a la llamada deJesucristo a seguirle e imitarle, aquí y ahora, formandoparte de su comunidad de seguidores.

Entre las muchas gracias recibidas de Dios a lo largode mi vida sacerdotal, no es la menor la de haber cono-cido, en mis años jóvenes y como consecuencia de midedicación a la JOC, la figura de monseñor Cardinj y lade haber aprendido de él que, en los procesos de evan-gelización de la juventud (y de los no tan jóvenes),había que partir de sus vidas y del conocimiento de lasrealidades que después procuraríamos iluminar con elEvangelio. La pedagogía de este gran hombre y gransacerdote, entusiasta promotor de la responsabilidad delos laicos en la Iglesia muchos años antes del ConcilioVaticano II, con el método “Ver-Juzgar-Actuar”, alprincipio denostado y a veces mal aplicado, despuésincorporado a los documentos del Concilio y a algunaencíclica, fue una de sus grandes lecciones. Por eso

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quiero comenzar esta exposición partiendo de unadescripción breve de la realidad de la Iglesia con laque quienes quieran seguir a Jesucristo, se van a en-contrar.

2. Realidad actual de los cristianos

2.1. Realidad actual de nuestras comunidades cristianas

Visitando nuestras iglesias en su momento cultualmás importante, la eucaristía dominical, constatamosque en ellas el número de cristianos es cada vez menory su edad cada vez mayor. Los niños casi desaparecentras su primera comunión, los jóvenes son muy pocos,los matrimonios de hasta cincuenta años no abundan.

Esta realidad, reconozco que superficialmente anali-zada, nos lleva a hacernos la pregunta que se hacía untratadista del tema en 1998: “¿Somos acaso nosotros losúltimos cristianos?”. Lo importante era la respuesta queél mismo se daba: “No somos los últimos cristianos,pero sí somos los últimos testigos de una cierta manerade ser cristianos”. En efecto, nuestra manera de vivir lafe no es la más atrayente para estimular al mundo actuala que la acepte y la viva.

Y, sin embargo, en el mismo libro citado se afirma:“El cristianismo desaparecería si una generación de cre-yentes –la nuestra en este caso– no fuera capaz detrasmitir la fe a la siguiente”. ¡Cuánto debería hacernosreflexionar esta expresión! Es verdad que nos habla dela fe, no de nuestra manera de vivirla. Debemos abso-

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lutizar nuestra fe a la vez que relativizar nuestros modosde vivirla y de expresarla.

2.2. Cristianismo muy superficial

En nuestras comunidades contemplamos un cristia-nismo muy superficial, abundante en prácticas exterio-res, ritos y ceremonias, pero con muy poca incidenciaen la vida personal de los cristianos y, sobre todo, en lavida social y comunitaria.

La moral de los cristianos cada vez se parece más auna “moral a la carta”, en la que cada uno se hace suspropias normas de actuación, atendiendo con más fre-cuencia al parecer común y hasta a la legislaciónhumana que a la vida de Jesucristo y a la moral quedimana del Evangelio.

La formación de nuestros cristianos es pobre y des-personalizada. Somos cristianos por haber nacido enEspaña y porque hemos sido bautizados. Muy pocos loson por aceptación personal y consciente de Jesucristoy del Evangelio. Frente a la elevación cultural generali-zada, algo positivo y muy bueno, crece la incultura enmateria religiosa, abundan los prejuicios y desaparece laadhesión a la Iglesia, a la que se considera como una“antigua, eficiente y muy necesaria ONG”. ¿No nosdice nada el hecho de que, entre los llamados cristianosde 20 a 30 años, una buena mayoría ignoren ya hasta el“Padrenuestro”? ¿Nos tranquiliza el que casi todos ellosestén bautizados y el que la mayoría sigan casándose porla Iglesia? ¿No nos debería llenar de preocupación?

Ha desaparecido el analfabetismo, hoy todos losjóvenes pueden acceder a la cultura, los medios de

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formación son mayores y han penetrado en nuestrascasas. Pero toda esta elevación cultural contrasta con laenorme incultura religiosa... y esto se paga. La culturahumana sin cultura religiosa y, sobre todo, sin forma-ción en la fe, acaba en el abandono de la vida cristianay aun de la vida religiosa, rechazando lo sobrenaturalcomo una superstición más.

La religiosidad tiende a convertirse en un conjuntode actos sociales, más o menos tradicionales, sin con-tenido ni profundidad interior; su repercusión en lavida es mínima. Las primeras comuniones suelen serlas últimas. La confirmación, que no hace muchoentusiasmó a muchas parroquias, hoy se encuentra endecadencia...

2.3. Estructura eclesial, hoy

Debemos reconocer que la estructura eclesial hoy, apesar de los avances indudables con motivo del Conci-lio, sigue siendo muy poco participativa. Hay algunosnúcleos de bastante participación de los laicos (algunasparroquias y asociaciones), pero en general se puedehablar de unas comunidades “hiperclericalizadas”. Lossacerdotes, con ser cada vez menos, totalizan la capaci-dad de decisión allí donde son pastoralmente responsa-bles. Es un hecho constatable el pequeño número deseglares que, gozando de capacidad de decisión en susrespectivas profesiones, con espíritu de iniciativa y deriesgo en asuntos temporales, seglares que “triunfan” ensus tareas empresariales, institucionales, docentes ypolíticas, estén comprometidos en tareas pastorales, sesientan a la vez responsables de las comunidades cris-

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tianas y perseveren en ofrecerles buena parte de suscapacidades. ¿No será porque esas cualidades que vivenen sus respectivos campos profesionales no las puedendesarrollar en las comunidades eclesiales porque allí loúnico que se les pide es que sean dóciles y lleven a cabodecisiones que ellos nunca toman? ¿No será porque seencuentran frenados en su espíritu de iniciativa y ensus posibilidades de gestión? ¿No tendrán la sensaciónde infantilidad cuando comprueban que lo que hayque hacer en la Iglesia todo está predeterminado porinstancias clericales? La ausencia, en nuestras comu-nidades y en tareas diocesanas, de muchas de estaspersonas, no pocas de ellas cristianas, es un hecho aanalizar que debería preocuparnos, sobre todo despuésde las ilusiones que, en muchos de nosotros, se habíancreado con motivo del Concilio Vaticano II. La des-personalización del laico en la comunidad cristiana esuna realidad y, de ahí quizás, su desinterés, su descon-cierto, su indiferencia.

Dentro de esta característica de la Iglesia actual nopodemos dejar de recordar otro de sus aspectos, no porrancio y calladamente aceptado durante muchos siglos,menos importante. Me refiero al puesto que la mujer haocupado y ocupa en la vida de la Iglesia, condenada aser mera receptora de servicios fundamentales, siempreofrecidos por hombres, imposibilitada del ejercicio detareas de responsabilidad y de dirección. Necesita unoser en verdad soñador para vislumbrar un tiempo en elque la Iglesia incorpore a su vida tantas energías quehoy, de alguna manera, desperdicia, si no menosprecia.El movimiento teológico femenino, tan en auge, es undato que alimenta nuestros sueños.

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Esta clericalización eclesial está marcada por otrofenómeno bastante común. A la hiperclericalización seune a veces la “hiperjerarquización”. No son pocos lossacerdotes que tienen la sensación de ser poco escucha-dos en asuntos de importancia pastoral y de no partici-par ni ser consultados en decisiones de cierto calado. Elcarácter meramente consultivo de los órganos de repre-sentación a todos los niveles y el uso que de este carác-ter se hace –desde los meramente parroquiales, pasandopor los diocesanos y nacionales, hasta el mismo sínodode obispos– avala este elemental análisis.

Para terminar esta superficial descripción de nues-tras estructuras eclesiales, un último aspecto que nodeja de tener importancia y que es de temer que vaya enaumento; me refiero a la edad de nuestros responsablespor la que algunos han hablado de “iglesia gerontocrá-tica” (gobierno de ancianos), por el predominio de per-sonas mayores en las instancias de decisión eclesial. Esun hecho que los obispos más jóvenes tienen de 55 a 60años, están en diócesis pequeñas y dependen, no jurídi-camente, pero sí afectivamente y por atención reveren-cial, de unos arzobispos que generalmente han saltadolos 65, edad de jubilación en los campos civiles. Unasedades psicológicamente condicionantes de cara a cam-bios de mentalidad en una sociedad tan necesitada deellos.

Es verdad que el predominio de una jerarquía demayores puede ser providencial allí donde se compa-gine con un espíritu de escucha, de diálogo, de aten-ción a los problemas que los cristianos de edadesmenores tengan la libertad de plantear. Pero no po-demos afirmar lo mismo en el caso, lamentablemente

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muy común, en que predominen los hábitos de ejerci-cio personal y absoluto del uso de la autoridad.

2.4. Realidad ambiental de increencia

Hoy ser y afirmarse “no creyente” no es problema.Hace unos años, no muchos, difícilmente se confesabauno no creyente. Hoy no solamente se afirma sin amba-ges, sino que hasta a veces se presume de ello. Abundanlos que ni son creyentes, ni son ateos, son simplementedesentendidos. Estamos viviendo una realidad sin Diosen la que se pretende hacer del hombre el único centrode todos los intereses. Tras cuatro siglos de pretenderdesplazar a Dios del mundo no nos hemos dado cuentade que, como decía H. de Lubac, “el humanismo exclu-sivo acaba en un humanismo inhumano”. Como conse-cuencia hemos organizado una humanidad contra elhombre.

Hoy la Iglesia, si quiere ser realista, ha de tomar con-ciencia, como decía el gran teólogo del siglo XX, de que“los cristianos vivimos, por vez primera desde el sigloIV, en situación de diáspora”. San Pedro escribe a unpueblo de “forasteros y peregrinos” (1 Pe 2,11). LaCarta a los Hebreos nos invita a “salir fuera del campa-mento y a cargar también nosotros, como el Maestro,con nuestro oprobio. Porque no tenemos nosotros aquíuna patria permanente” (Heb 13,13-14). Estamos dis-persados, empezamos a ser forasteros en el mundo, sininfluencia apenas, sin prestigio... y no es más halagüeñoel futuro que prevemos.

Cada vez oímos hablar más de la “paganización” deEuropa y, consiguientemente, de nuestra patria. Ante la

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soledad y el vacío de ideales en una inmensa mayoría,no se encuentra otra salida que el hedonismo, la bús-queda de placer, la felicidad humana, el bienestar, elconsumo, la seguridad. Ideológicamente otra salida esla divinización de la Vida y de la Naturaleza, haciendode ello el sustitutivo de un Dios personal en el que nose cree.

Frente a esta realidad hemos recibido no pocos avi-sos previos, pero no sé si acabamos de tomar concien-cia y de examinar nuestros comportamientos. Citoalgunos: Juan XXIII, al convocar el Concilio, afirmaba:“Un nuevo orden se está gestando y la Iglesia tiene antesí tareas inmensas, como en las épocas más difíciles desu historia”. Pablo VI, en 1975, en uno de sus docu-mentos más importantes, nos dice: “La ruptura entreevangelio y cultura es, sin duda alguna, el drama denuestro tiempo, como lo fue también en otras épocas”(E. N., 20). El cardenal Etchegaray, en 1981, ante elepiscopado francés, hace un diagnóstico que muy biennos podríamos aplicar: “Nuestra Iglesia apenas acaba decomenzar el éxodo... su peregrinación a través deldesierto. El pueblo que avanza lentamente cuenta conmenos practicantes, con menos militantes, y sus hijosson cada vez menos catequizados”. Y, para terminar,Juan Pablo II, en 1990, nos dice: “Se está configurandouna cultura nueva a nivel planetario en la que no seencuentran semillas del evangelio” (R. M.).

Frente a estas palabras proféticas, refiriéndolas aEspaña, queremos señalar algunos hechos, escuetos y enalguna medida discutibles:

– en nuestra Iglesia, muchos son los bautizados ypocos los evangelizados.

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– según algún sociólogo, nada tendencioso, los espa-ñoles se sienten felices, aunque confiesan que la feno determina su modo de vivir.

– en los aspectos morales casi no hay diferenciaentre los hábitos de católicos y no católicos.

– los países de mayor declive en su fe cristiana coin-ciden con los de cultura y bienestar más altos.

La conclusión es de otro analista religioso: “Hemospasado de una religión vacía a un vacío de religión”.

Reconozco que todo lo anterior es muy duro, muytriste y hasta humillante para la Iglesia y los cristianos.Alguien compara nuestro tiempo con el de los tres pri-meros siglos de la Iglesia y quizás no le falte razón. Perolo he escrito desde el convencimiento de que se acercamucho a la realidad, y con el deseo de que Dios noshable por ella y, ¿porqué no?, también a modo de revul-sivo y de estímulo para “el retorno a la adhesión perso-nal a Jesucristo, como alternativa a la permanente ten-tación pagana”.

No podemos ni queremos abandonar la esperanza. Sonmuchas las realidades positivas precisamente en nuestraIglesia que nos impiden dejarnos llevar por el pesi-mismo. Es verdad que no debemos movernos con untalante de candidez, de ilusión, de irrealidad bobaliconay ciega ante los problemas. Pero tampoco la tristeza y laamargura son buenas consejeras a la hora de descubrirlos muchos valores que el Espíritu está suscitando en suIglesia y que, hasta humanamente, son también un fun-damento de nuestra Esperanza.

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3. Razones para la esperanza3.1. Una Iglesia irremediablemente

concienciada, ansiosa de renovaciónSi atentamente nos metemos en la realidad de nues-

tra Iglesia, debemos confesar que, desde hace muchosiglos y a pesar de todo lo anterior, nunca estuvo comoahora. Nunca tuvo conciencia de sí misma como latiene en estos momentos. La Iglesia hace años que hadescubierto en ella lo antievangélico que la ha llevadoa convivir en contradicción consigo misma; ha desper-tado de un larguísimo letargo. El Concilio Vaticano II,después de muchos años de preparación ambiental, fueun gran chequeo de la propia Iglesia, fruto del cual seprodujo un diagnóstico y unos cauces de acción que lahabían de llevar a una mayor fidelidad evangélica. Deél tenía que haber brotado una Iglesia nueva, fiel alEvangelio. Y el Concilio ahí está, con su reforma porrealizar, revulsivo de consecuencias imprevisibles, pala-bra de esperanza, reto para todos los seguidores de Jesús.

Es verdad que vivimos, como diría santa Teresa,“tiempos recios”. Que los problemas no se solucionanpor la mera confección de documentos por reales queestos sean, ni por la mucha sinceridad de sus autores. Yalgo de esto ha ocurrido con el Concilio. La Iglesia,organismo vivo, como el cuerpo humano, cuando sepretende someterlo a un tratamiento, crea anticuerposen sí misma, contrarios a la vacuna que se le inyecta.¿No es esto lo que le ha ocurrido? ¿No ha creado den-tro de ella los anticuerpos que han frenado primero yquizás impedido después, los cambios que el Conciliohabía proyectado en ella? Frente a la revitalización

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conciliar propugnada, han surgido dentro de la Iglesiamovimientos y corrientes conservadoras que, querien-do sin duda el bien de la Iglesia según sus criterios osegún sus miedos, han retardado la reforma que la Igle-sia se diseñó y necesita.

Sería infantil no reconocer en el Concilio la exis-tencia, por una parte, de una mayoría conciliar, ani-mada por el gran discurso de Juan XXIII en su aperturay deseosa de un profundo cambio en el pensamiento yen la vida de la Iglesia, y, por otra, de una minoría conplanteamientos más clásicos, con deseos de pequeñasreformas más de comportamiento que de visión. A estarealidad se unía el deseo de paz y de consenso que habíaen todos los padres conciliares y, como consecuencia, elafán de unanimidad a la hora de aprobar los documen-tos. Los resultados de las votaciones son elocuentes: el4 o 6 por mil de votos negativos, en documentos impor-tantísimos.

Por esta razón, entre otras, hemos de reconocer laexistencia en la mayoría de los documentos, especial-mente en los más importantes, no de dos eclesiologías,como alguien ha afirmado, sino de párrafos concretos,añadidos doctrinales, que la minoría propuso y que lamayoría, “pro bono pacis”, en su afán de lograr el máxi-mo consenso, incorporó.

A este hecho, aparentemente accidental pero muyimportante, hemos de añadir otra circunstancia. Lospadres conciliares de talante más abierto y con mayorcontacto con las comunidades diocesanas volvieron asus respectivos países, mientras que muchos de los com-ponentes de la minoría, quedaban en Roma, en lasestructuras curiales, con la tarea inmediata de la aplica-

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ción conciliar. Era lógico que esta minoría, que a partirdel Concilio y quizás por una reacción lógica fue enaumento, diera un plus de importancia a los “incisos”que había introducido en los documentos, orientandolos cambios conciliares con la mejor voluntad y el deseodel bien de la Iglesia.

Sería muy importante, y creo que está por hacer, unestudio crítico de los documentos y de su confección,que nos ayudara a conocer los diversos niveles deimportancia doctrinal de las diversas partes del docu-mento y del consenso de los padres conciliares en susdistintos párrafos.

Pero el Concilio está ahí como programa riquísimode vida, como fuente inagotable de futuro, como uno denuestros motivos de esperanza.

3.2. Una Iglesia viva, orante, fermento del Espíritu

Otro serio motivo de esperanza nos lo propor-cionan las minorías concienciadas que ejercen defermento dentro de la propia Iglesia. La abundanciade sacerdotes, religiosos, religiosas y seglares seria-mente comprometidos, presentes en las bases ecle-siales, entregados a los pobres, comprometidos en loscambios, queriendo renovar la Iglesia desde dentro.Teólogos y teólogas que, arrostrando contradiccionesy venciendo miedos, van trazando cauces de vida quenos hacen barruntar caminos de cambio en nuestraquerida Iglesia.

En lugar destacado, como creadores de esperanza,fuentes de vida y semillas de una Iglesia siempre nueva,

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están los misioneros y misioneras que queman sus vidasjóvenes y no tan jóvenes en una entrega a los margina-dos, a los últimos de este mundo, sin estímulos defuturo, en un presente de amor cercano a la heroicidad.Ejemplos innumerables de sacrificio, de entrega silen-ciosa, de siembra de vidas concretas de las que el Espí-ritu hará brotar Vida.

Tampoco debemos olvidar, antes destacar, las ener-gías espirituales que operan calladamente en el interiorde la comunidad eclesial y que son, a la vez, germen devida y presencia del Espíritu Santo. Me refiero a todauna Iglesia orante: monasterios de clausura tradicio-nales y renovados (sólo en España, hay 42 monasteriosde monjes, con un millar de miembros y un centenar denovicios, y 907 monasterios femeninos, con 13.000monjas y 350 novicias).

A todo ello debemos añadir la realidad de oraciónexistente en parroquias y comunidades, en institucionesreligiosas y laicales, en las casas de oración y monas-terios, abiertos a seglares y frecuentemente visitados. Esun hecho la existencia de “contemplativos en el mundo”que propugnaba el hermano Foucauld.

Ante todo esto, no podemos menos de reconocerque “algo está brotando”, que tenemos motivos paraesperar. Con estas minorías orantes, la increenciaambiental que describíamos hemos de verla, más quecomo una invitación al desánimo, como un reto de vidacristiana y de evangelización.

Pero hay más. Tanto dentro de la Iglesia como fuerade ella existe mucha gente que busca. Al margen dereligiosidades “oficiales”, es creciente la inquietud porhallar respuesta a los grandes interrogantes. Aparecen

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nuevas imágenes de Dios o reaparecen algunas queparecían olvidadas. No se acaba de descubrir el “diospersonal”, revelado por Jesús, pero es quizás porque losque decimos haberlo descubierto y afirmamos nuestrodeseo de vivirlo no somos demasiado coherentes, nipersonal ni comunitariamente, con la doctrina y vidaen que creemos y que intentamos testificar. En estepunto, los cristianos tenemos hoy la gran responsabi-lidad de ser testigos antes que anunciadores, apóstolesantes que propagandistas. Es nuestra vida la que debehablar.

3.3. Nuestra esperanza tiene el mejor apoyo: la Palabra

Unos cuantos textos de la Palabra de Dios van asernos, hechos oración, la fuerza y el estímulo paranuestra entrega a ese ansia de renovación que brota dela concienciación antes descrita.

Lo que sigue debería ser también para nosotros ma-teria de plegaria y contemplación.

3.3.1. El primer texto es la visión del profeta Eze-quiel (Ez 37,1-14).

El Señor coloca al profeta ante un gran campo dehuesos secos y le pregunta: ¿podrán revivir? Tras unaescena tremenda, el Espíritu penetra en los huesos y elprofeta escucha: “Hijo de hombre, estos huesos son lacasa de Israel... Yo abriré vuestros sepulcros... Infundiréen vosotros mi espíritu y viviréis; os estableceré envuestra tierra y sabréis que yo, el Señor, lo digo y lohago. Oráculo del Señor”.

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El Señor derramará sobre su Iglesia su Espíritu.Confianza. Fidelidad.

3.3.2. Otro texto a recordar y orar es Lc 12,31-34.Después de decirnos el Señor que no estemos ansiosospor nada y que busquemos su Reino, reconoce nuestrapequeñez y nos anima con palabras de afecto: “No temas,pequeño rebaño, porque vuestro Padre quiere daros elReino”. Se diría que el Señor nos prefiere pequeños,insignificantes, necesitados, reconocedores de nuestrasincapacidades para la tarea. Parece que quiere ser suEspíritu Santo el que, con nuestra pequeñez, construyasu Reino.

Nueva llamada a la confianza, a la entrega, a laaportación de nuestra pequeñez. A mayor concienciade pequeñez, mayor aportación suya.

3.3.3. Jesús asemeja su Reino a un poco de levaduraque la mujer introduce en la masa (Lc 13,21). Ese pocohace fermentar la totalidad.

Ser levadura implica meterse en la masa, desapare-cer en ella con tal de hacerla fermentar.

4. Rasgos del cristiano del futuro4.1. Lo peculiar cristiano

Querríamos dejar claro, en la medida de lo posible,antes de terminar esta introducción, cuáles son lascaracterísticas peculiares del cristiano, del seguidor fielde Jesús.

Y comenzaremos por lo negativo.

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