holt victoria - la señora de mellyn

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  • 8/3/2019 Holt Victoria - La Seora De Mellyn

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    LA SEORA DE MELLYN (1960)Victoria Holt

    PROLOGUILLODEL TRADUCTOR

    Esta novela, descaradamente entretenida, es comoun caballo desbocado que lleva al lector hasta el finalsin posibilidad de pararse. Final que no deber ustedrevelar a sus amistades, como suele decir Hitchcock; y,en verdad, La seora de Mellyn es una novela idealpara el maestro delsuspense.

    En nuestros tiempos de continua experimentacinnovelstica, de misin trascendental de la novela,consignas y mensajes, lanzar una historia como staslo para que la gente pase unas horas de honestaenajenacin, roza en la hereja.

    Es casi una ofensa a las buenas costumbres

    literarias que yo mismo haya traducido a VirginiaWoolf la maga del arte literario y aos despushaya cado en la tentacin de dar a conocer al pblicode habla espaola este sensacional melodrama, lanovela de intriga ms astuta que se ha escrito ennuestro medio siglo. Les aseguro a ustedes que para m

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    ha sido como escaparme de la escuela para divertirme,por una vez, inocentemente.

    Victoria Holt domina la dosificacin infalible deesos elementos que atraen a las grandes masas de

    pblico: aqu hay misterio, amor mucho amor,triunfo de los buenos, vistosos bailes, caballosimpacientes, sabor tpico de una atractiva reginCornualles, el Finisterre de Inglaterra, romance ypeligro, rias etreas y alucinadas; el mito renovadode la Cenicienta, y sobre todo, el diablico Mal

    agazapado en los rincones. No me ha extraado quelos productores cinematogrficos hayan rivalizado porquedarse con los derechos de adaptacin para la pantalla. Los adquiri por fin la Paramount. Pocotendrn que adaptar porque La seora de Mellyn estya en cinemascope y en tecnicolor.

    La novela de Victoria Holt es todo lo contrario a loque persigue este gnero literario en nuestro tiempo. Pero su encanto para el lector moderno radicaaparte de su imantada historiaen su mismaintemporalidad. Podra estar escrita en el siglo pasadosi el reflejo que hay en sus pginas de la mentalidad

    victoriana no estuviera conseguido desde nuestros dasde civilizacin social y de explotacin sistemtica delsuspense.

    Rafael Vzquez Zamora

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    Si una mujer de buena familia se ve en laindigencia, haba dicho mi ta Adelaide, tiene doscaminos ante ella: uno, el del matrimonio, y el otro,

    encontrar un trabajo a tono con su distinguidacondicin.

    Cuando el tren me llevaba a travs de boscosascolinas y verdes prados, me haba resignado ya a estasegunda solucin; en parte, quiz porque nunca habatenido la oportunidad de intentar la primera.

    Me entretena figurndome a m misma comodeban de estarme viendo mis compaeros de viaje si esque se dignaban mirarme, lo cual no era muy probable:Una joven de estatura media ya pasada la primerajuventud, pues tena veinticuatro aos con un vestidode merino marrn con cuello de encaje crema y puos

    tambin adornados con encaje de ese color. (TaAdelaide me deca que el color crema era mucho mssocorrido que el blanco.) Como haca calor en elcompartimiento, me haba desabrochado mi capa negraen el cuello, y mi gorrito de terciopelo marrn, sujetocon cintas de terciopelo del mismo color por debajo de

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    la barbilla, era de los que sientan bien a mujeres de unafeminidad muy acentuada, como mi hermana Phillida,pero que en cabezas como la ma resultan un pocoincongruentes. Mi cabello era espeso y de un tono

    cobrizo, dividido en el centro y echado a los lados de micara, que es demasiado alargada, para quedar luegorecogido en un molesto moo que sobresala mucho trasel gorrito. Ojos grandes que, a veces, con ciertas luces,tomaban un color ambarino: ojos que eran mi mejorprenda. Pero a ta Adelaide le parecan demasiado

    atrevidos, y esto quera decir que no haban aprendidoan esos encantos femeninos que le valen tanto a unamujer. Mi nariz es demasiado corta y la frenteexcesivamente ancha. En fin, que, a mi parecer, nada lotena como era deseable y pens que deberaacostumbrarme a viajes como aqul, pues me vera

    obligada a cambiar muchas veces el empleo, ya que notena ms remedio que ganarme el sustento y nuncallegara a lograr un marido como solucin de mi vida.

    Habamos dejado atrs los verdes prados deSomerset y nos internbamos ya en las parameras deDevon y, luego, por entre sus montes cubiertos de

    bosques. Me haban recomendado que me fijase bien enla obra maestra de la ingeniera que era el puente delseor Brunel, el puente que cruzaba el Tamar en Saltashy despus de haber pasado el cual me encontrara fuerade Inglaterra y dentro del condado de Cornualles.

    Esto de ir a cruzar el puente me estaba produciendo

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    una emocin un poco ridcula, porque no vena acuento. En aquella poca no era yo una mujer fantasiosaaunque quiz cambiase ms tarde, pues la estancia enuna casa como Mount Mellyn sera como para hacer

    fantasear a las personas prcticas y realistas, demanera que no me explicaba por qu me alteraba tantoen aquellos momentos.

    Me dije: Es absurdo. Mount Mellyn puede ser unamagnfica mansin; Connan TreMellyn puede ser tanromntico como sugiere su nombre; pero, qu me

    importa a m todo esto? No seas tonta. Te relegarn alos stanos o quizs arriba del todo, en la buhardilla, yaque slo vas all para ocuparte de la pequea Alvean.

    Qu nombres tan extraos tena aquella gente!,pens mientras contemplaba el paisaje por la ventanilla.Aunque el sol iluminaba los pramos, los grises olmos

    de la lejana presentaban un aspecto extraamenteamenazador. Parecan personas petrificadas.La familia a cuya casa iba yo era de Cornualles, y la

    gente de esa regin tiene un dialecto propio.Probablemente, mi nombre, Martha Leigh, les sonarararo. Martha! Este nombre me produca una honda

    impresin cada vez que lo oa. Ta Adelaide lo habausado siempre, pero, en casa, cuando viva mi padre,tanto l como Phillida me llamaban Marty. No podalibrarme del prejuicio de que Marty era una personams agradable que Martha, y me asustaba ahora la ideade que el ro Tamar me separara durante mucho

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    tiempo de Marty. Supona que en mi nuevo puesto serala seorita Leigh o, sencillamente, seorita. O ancon menos categora: Leigh a secas.

    Una de las muchas amigas de ta Adelaide haba

    odo hablar del apuro en que se encontraba ConnanTreMellyn. Necesitaba la persona adecuada parasacarle de l. Tena que ser una mujer con la suficientepaciencia para cuidar de su hija, lo bastante culta paraeducarla como era debido, y todo lo amable querequera el que la nia no sufriera del trato con una

    persona que no sera de su clase social. La cosa estabaclara: lo que necesitaba Connan TreMellyn era unaseorita de buena familia venida a menos. De ah queta Adelaide decidiera que yo era la persona msadecuada para ese puesto.

    Cuando muri nuestro padre, que era vicario rural,

    ta Adelaide se hizo cargo de nosotros y nos llev aLondres. Aquel ambiente era el que convena a dosjvenes casaderas como Phillida, de dieciocho aos, yyo, que tena veinte. Phillida se cas al final de aquellamisma temporada; en cambio yo, despus de pasarcuatro aos junto a mi ta, no haba sacado novio.

    Entonces lleg el da en que me propuso tomar una delas dos salidas que se ofrecan a una joven en miscircunstancias.

    Mir por la ventanilla. Habamos llegado aPlymouth. Mis compaeros de viaje haban descendidoy yo me entretena observando la animacin del andn.

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    Cuando el jefe de estacin toc el silbato yestbamos a punto de arrancar de nuevo, se abri lapuerta del compartimiento y entr un hombre. Me mircon una sonrisa de disculpa como dndome a entender

    que esperaba no me molestase su presencia; pero apartla mirada.

    Lejos ya de Plymouth y cuando nos aproximbamosal puente, me dijo el desconocido:

    Le gusta a usted nuestro puente, verdad? Mevolv y mir a aquel hombre.

    Le calcul un poco menos de treinta aos. Vesta bien,pero al estilo de un caballero campesino. Su levita eraazul oscuro, y sus pantalones, grises. Llevaba unsombrero de esos que en Londres llambamossombrero-olla por su parecido con ese recipiente. Lohaba dejado en el asiento, junto a l. Me dio la

    impresin de un hombre algo fresco, pues sus ojoscastaos brillaban irnicamente como dndome aentender que estaba perfectamente al tanto de losconsejos que me haban dado de no entablarconversacin con desconocidos.

    Respond:

    Desde luego, me parece una gran obra.Sonri. Habamos pasado el puente y noshallbamos en Cornualles.

    Bajo la tenaz observacin de sus ojos oscuros, me

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    sent en seguida mal vestida y desmaada. Pens: Si seinteresa por m es porque no tiene aqu otra personacon quien distraerse. Precisamente, Phillida me decasiempre que yo echaba a la gente de mi lado al dar por

    ciertoy dejarlo ver que si mostraban inters por mera slo a falta de otra cosa mejor. La mxima dePhillida era: Si te presentas como una sustituta,acabars sindolo.

    Va usted muy lejos? me pregunt.Creo que ya me falta muy poco. Me apeo en

    Liskeard.Ah, Liskeard. Estir las piernas y, apartando de

    m los ojos, estuvo unos momentos mirndose laspuntas de sus botas. Por fin, prosigui: Viene ustedde Londres?

    S respond.

    Echar usted de menos la alegra de la granciudad.Ya he vivido en el campo; as que s muy bien lo

    que puedo esperar.Vivir usted en el mismo Liskeard?No me haca mucha gracia este interrogatorio, pero

    record de nuevo las palabras de Phillida: Marty, eresdemasiado huraa con el otro sexo. Los asustas.Por eso decid ser, por lo menos, una persona

    correcta, y respond:No, en Liskeard, no. Voy a un pueblo de la costa

    llamado Mellyn.

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    Ya. Y volvi a sumirse en la silenciosacontemplacin de sus botas.

    Cuando volvi a hablar, sus palabras mesobresaltaron.

    Supongo que una joven sensata como usted nocreer en la adivinacin del porvenir.

    Cmo? Qu pregunta tan extraordinaria!Me permite que examine la palma de su mano? Vacil un momento mientras le miraba suspicaz.

    Estaba bien que ofreciese mi mano as a un

    desconocido? Ta Adelaide dara por cierto que unhombre que proceda as, estara a punto de hacerproposiciones inmorales. Despus de todo, yo era unamujer y la nica disponible en aquel momento.

    Sonri.Le aseguro que mi nico propsito es ver su

    futuro.Es que yo no creo en esas cosas.Bueno, pero djeme mirar... Se inclin hacia m

    y con un rpido movimiento me tom la mano.La sostuvo suavemente, sin tocarla apenas, y la

    contemplaba ladeando la cabeza.

    Veo que ha llegado usted a un punto donde su vidacambiar... Va usted a penetrar en un mundo nuevo yextrao, completamente distinto a cuanto ha conocidohasta ahora. Tendr que ser muy prudente... S, deberextremar la cautela.

    Le sonre cnicamente.

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    Claro; me ve usted viajando, pero qu dira si lecomunicase ahora que voy a visitar a unos parientes yque, por tanto, es imposible que penetre en ese mundonuevo y extrao?

    Pues dira que es usted una joven un tantomentirosilla.

    Me haca gracia su maliciosa sonrisa. Aquel hombreme resultaba agradable. Desde luego, me pareca unapersona poco responsable, pero su buen humor se mecontagiaba y esto me convena.

    No prosigui. Va usted a inaugurar una nueva vida, a ocupar un puesto nuevo. Tengo la absolutaseguridad. Antes llevaba usted una vida recluida ytranquila en el campo y luego residi usted en la ciudad.

    Creo habrselo dado a entender antes.Pero no haca falta que usted lo dijese para que yo

    lo supiera. De todas formas, no es el pasado lo que nosinteresa en estas circunstancias, verdad? Es el futuro.Y qu le pasa a mi futuro?Va usted a una casa desconocida, que, adems, es

    una casa extraa, llena de sombras. Tendr usted quemoverse cautamente en esa casa, seorita...

    Esper a que yo le dijese mi nombre, pero no logrsu intento y continu:Se ve usted obligada a ganarse la vida. Veo que hay

    all una criatura, un nio o una nia, y un hombre...Quiz sea el padre. Ambos estn envueltos en sombras.Adems, hay otra persona... Pero quizs est muerta.

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    Fue el tono sepulcral de su voz, ms que suspalabras, lo que me afect momentneamente.

    Apart mi mano.Qu tontera! exclam.

    No hizo caso a mi protesta y cerr los ojos. Luegodijo:

    Tendr usted que vigilar a la pequea Alice y susdeberes se extendern ms all de cuidar de la nia. S,le insisto en ello, tenga cuidado con Alice.

    Sent un ligero cosquilleo que empezaba en la base

    de mi espina dorsal y me suba hasta el cuello. Pensque a eso es a lo que llama la gente ponrsele a una lacarne de gallina.

    La pequea Alice! Pero, si no se llamaba Alice, sino Alvean! Al principio me haba impresionado porqueambos nombres me sonaban parecidos. Luego me fui

    sintiendo irritada. Me produca una sensacin muydesagradable que aquel hombre hubiese conocido, asimple vista, la situacin en que me hallaba, mi malaposicin econmica y que lo nico que poda hacer eradedicarme a institutriz.

    Se estara riendo de m? Segua echado sobre el

    respaldo almohadillado del asiento, con los ojos ancerrados. Mir por la ventanilla como si l y susridculas brujeras de aficionado no me interesasen enabsoluto.

    Entonces, abri los ojos y sac el reloj. Lo estuvoobservando muy serio como si nunca hubiese hablado

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    conmigo. Pero no tard en hablarme de nuevo:Dentro de cuatro minutos llegaremos a Liskeard.

    Permtame que le ayude a bajar las maletas.Y se apresur a bajarlas de la red. En las etiquetas

    poda leerse con toda claridad: Seorita Martha Leigh.Mount Mellyn. Mellyn. Cornualles.

    No pareci fijarse en mi nombre ni demostr yainters alguno por m. Cuando llegamos a la estacin yse ape con mis maletas, se quit el sombrero, que sehaba puesto antes de cogerlas, y me salud con una

    profunda reverencia. En seguida se march.Entonces vi que se me acercaba un hombre de edad

    avanzada llamndome:Seorita Leigh! Usted es la seorita Leigh, no?Por entonces olvid a mi compaero de viaje.

    El individuo que haba ido a esperarme era bajito,de aspecto alegre, moreno y de piel arrugada, con losojos de un curioso matiz rojizo oscuro. Vesta unachaqueta de pana y su sombrero tena una graciosaforma de azucarillo. Se lo haba echado hacia atrs y

    pareca haberlo olvidado. Por la parte que as dejabadescubierta de su cabeza le salan los mechones de pelorojizo, y tambin eran de ese color jengibre sus cejas ysus grandes bigotes.

    Bueno, seorita, de modo que ya la pesqu austed. Son stas sus maletas? Dmelas usted. Usted y

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    yo y el viejo Tarta de Cerezas estaremos pronto en casa.Cogi las maletas y le segu, pero no tard en

    retrasarse para caminar a mi lado.Est muy lejos la casa?

    El viejo Tarta de Cerezas nos llevar muy prontome respondi mientras cargaba mis maletas en elcoche. Sub a su lado.

    Pareca muy charlatn y no pude resistir la tentacinde intentar descubrir, antes de mi llegada a la casa, algoacerca de sus habitantes, entre los que iba a vivir.

    Esto de Mount Mellyn suena a una casa en lo altode un monte.

    Pues s. Est construida en lo alto de unacantilado, frente al mar y los jardines van bajandohasta el agua. Mount Mellyn y Mount Widden son comocasas gemelas. Parecen las dos como si estuvieran

    desafiando al mar, como si le dijeran: Anda, atrvete y ven por nosotros. Pero no hay miedo. Estnconstruidas con toda solidez y en roca muy firme.

    As que hay dos casas? Tenemos vecinos muycercanos?

    Bueno, es una manera de hablar. Los Nansellock,

    esos que estn en Mount Widden, llevan all la friolerade doscientos aos. Eh, qu le parece? Estn separadosde nosotros por ms de kilmetro y medio y entre lasdos casas est la cala de Mellyn. Las dos familiasmantuvieron siempre una buena amistad hasta que...

    Se interrumpi y yo le anim a proseguir:

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    Hasta... qu?No tardar usted en enterarse.Me pareci impropio de mi dignidad insistir en esas

    cosas y cambi de conversacin:

    Tienen mucho servicio?Estoy yo; y estn mi mujer y mis chicas, Daisy y

    Kitty. Vivimos en las habitaciones que estn sobre lascuadras. En la casa tenemos adems a la seora Polgrey,a Tom Polgrey y a la joven Gilly. A sta no la podramosllamar una criada, pero la tienen all como tal.

    Gilly! Qu nombre tan raro!Viene de Gillyflower, como llamamos al alhel.

    Jennifer Polgrey tuvo una extraa ocurrencia al ponerleese nombre a su hija. No hay, pues, que asombrarse deque la chiquilla sea como es.

    Jennifer? Se refiere usted a la seora Polgrey a

    la que antes citaba entre la servidumbre?No, no. Jennifer era la hija de esa seora Polgrey.Tena unos ojos grandes preciosos y la cintura msestrecha que se ha visto por estas tierras. La muchachaera muy reservada, hasta que un da se tumb por elheno o quiz fueran alheles con uno. Y entonces,

    antes de que supiramos bien lo que haba sucedido,naci Gilly. En cuanto a Jennifer..., pues una buenamaana se meti en el mar y se perdi en l. Todosestbamos bastante seguros de quin era el padre deGilly.

    Nada dije y, decepcionado por mi falta de inters, el

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    buen hombre prosigui:No fue la primera y sabamos que no sera la

    ltima. Geoffrey Nansellock dej una buena rastra debastardos por donde quiera que fue. Se ri y me mir

    de soslayo. No necesita usted defenderse, seorita,porque ese hombre no le puede hacer dao ya. Losfantasmas no pueden perjudicar a una joven y el amoGeoffrey Nansellock ya es slo un fantasma... ni ms nimenos que un fantasma.

    As que tambin ha muerto. No... no se meti

    tambin en el agua detrs de Jennifer?Esto le hizo gracia a Tapperty.El no era de sos. Muri en un accidente de tren.

    Seguro que oy usted hablar de ese accidente. Fue justocuando sala de Plymouth. Descarril y se cay por unterrapln. Fue terrible; murieron muchas personas. Y el

    seor Geoff iba en ese tren y seguro que no iba a nadabueno. Pero, en fin, ya no pudo hacer ms dao.Entonces... no me encontrar con l, pero supongo

    que tratar a Gilly. Y no hay ms criados?S, pero slo chicos y chicas que vienen a hacer

    algunos trabajos sueltos, en los jardines, en las cuadras,

    y tambin en las casas. Pero la casa no es ya lo que era.Las cosas han cambiado mucho desde que muri laseora.

    Supongo que el seor TreMellyn ser un hombremuy triste, no?

    Tapperty se encogi de hombros.

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    Qu tiempo hace que muri ella? pregunt.No hace mucho ms de un ao.Y hasta ahora no ha decidido tomar una

    institutriz para la pequea Alvean?

    Hasta ahora hemos tenido tres institutrices. Ustedes la cuarta. No s qu pasa, pero ninguna se queda. Laseorita Bray y la seorita Garrett decan que no podansoportar tanta tranquilidad. Y luego, la seoritaJansen... sa era preciosa, pero la despidieron porque sehaba quedado con lo que no era suyo. Fue una lstima,

    porque todos la aprecibamos mucho. Daba laimpresin de que consideraba un privilegio vivir enMount Mellyn. Era muy aficionada a las viejasmansiones, segn nos deca, pero result que, adems,tena otras aficiones y por eso la echaron.

    Volv mi atencin al paisaje. Era a fines de agosto y

    conforme pasbamos por caminos que tenan a los ladoscampos de trigo, vea en ellos amapolas y pimpinelas.De vez en cuando pasbamos junto a alguna casitatpica de piedra gris de Cornualles. Me parecieron deaire solitario y sombro.

    Vi por primera vez el mar por un hueco entre los

    montes y esa visin me levant el nimo. El paisajepareca cambiar. Las flores eran ms abundantes; mellegaba el aroma de los pinos; las fucsias crecan juntoa la carretera y eran de mayor tamao que las quehabamos cultivado en el jardn de nuestra vicara.

    Saliendo de la carretera tomamos un camino que

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    suba por una empinada cuesta y bajaba luegoacercndose sin cesar al mar. Ante nosotros se extendaun panorama de impresionante belleza. El acantilado seelevaba recto desde el mar en aquella costa dentada.

    Creca mucha hierba y haba flores de muchas clases. Viclavellinas y valerianas rojas y blancas mezcladas con elbrezorico, profundo y purpreo.

    Por fin llegamos a la casa. Me pareci un castillo, allelevado sobre el terreno llano que formaba elacantilado, construida con granito como muchas de las

    casas que haba visto en aquella regin; pero grande ynoble; una mansin que tena varios centenares de aosy que soportara otros centenares ms.

    Toda esta tierra pertenece al Amo dijo Tappertycon orgullo. Y si mira usted ms all de la cala, verusted Mount Widden.

    Mir hacia donde me indicaba y vi la casa. Tambinera de piedra gris, como Mount Mellyn. Ms pequea entodos sentidos y de poca posterior. No le prest muchaatencin porque nos acercbamos a Mount Mellyn ysta era, naturalmente, la que ms me interesaba.

    Habamos subido ya a la meseta y nos encontramos

    ante un par de puertas de hierro forjado muy trabajado.Abran! grit Tapperty.Haba una casita junto a la puerta y ante ella estaba

    sentada una mujer haciendo punto.Anda, Gilly dijo la mujer, ve a abrir la puerta

    y qutale ese trabajo a mis pobres piernas.

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    Entonces vi a la nia que estaba sentada a los piesde la anciana. Se levant obedientemente y abri lasgrandes puertas de hierro. Era una nia deextraordinario aspecto, con una larga cabellera casi

    blanca y grandes ojos azules.Gracias, pequea dijo Tapperty mientras Tarta

    de Cerezas entraba alegremente con el coche. Esta esla seorita que viene a vivir aqu para cuidar a laseorita Alvean.

    Mir a aquel par de extraos ojos azules que me

    observaban con una expresin imposible de definir. Lavieja se nos acerc y Tapperty dijo:

    Esta es la seora Soady.Buenos das dijo la seora Soady. Espero que

    lo pase usted muy bien entre nosotros.Gracias respond forzndome para apartar la

    mirada de la chiquilla. Eso espero.As lo deseo aadi la seora Soady. Y movi lacabeza como si temiese que esa sencilla esperanza nopudiera ser realidad.

    Me volv para ver qu haca la nia, pero habadesaparecido. Me pregunt adnde habra ido y el nico

    sitio que se me pudo ocurrir fue detrs de unas matas dehortensias que eran mucho mayores que todas lashortensias que yo haba visto hasta entonces y tenan uncolor azul oscuro, casi el mismo que presentaba el marese da.

    La nia no ha hablado ni una palabra coment

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    cuando bamos subiendo por la alameda.No. No habla mucho. Lo que hace es cantar. Anda

    por ah ella sola de un lado para otro. Pero hablar... no,apenas habla.

    El camino interior era casi de un kilmetro delongitud y a cada lado florecan las hortensias. Con ellasse mezclaban las fucsias y entre los pinos brillaba elmar. Entonces vi la casa. Ante ella haba un ampliocsped y sobre l dos pavos reales presuman en tornoa una pava real y desplegaban sus maravillosas colas en

    abanico. Otro se haba posado sobre un muro de piedra y a cada lado del porche haba dos palmeras altas yrectas.

    La casa era mayor de lo que me haba parecido alverla antes desde el camino del acantilado. Tena trespisos y el edificio tena dos alas, en forma de L. El sol se

    reflejaba en los cristales de sus ventanas de paneles einmediatamente tuve la impresin de que meobservaban.

    Tapperty me llev por el sendero de grava que dabaacceso al porche. La puerta se abri y apareci en elumbral una mujer. Llevaba un gorrito blanco sobre su

    cuello gris. Era alta, con nariz ganchuda, y por su airedominante comprend en seguida que era la seoraPolgrey.

    Confo en que habr tenido usted un buen viaje,seorita Leigh dijo.

    Muy bueno, gracias.

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    Y estoy segura de que necesita usted un buendescanso despus de tanto tren. Entre usted. Le daruna buena taza de t en mi habitacin. Deje ah lasmaletas. Har que se las suban.

    Me sent aliviada. Esta mujer hizo que sedesvaneciera la inquietante sensacin que habaempezado a invadirme desde que habl con aquelhombre en el tren. Y Joe Tapperty haba contribuido aintranquilizarme an ms con sus historias de muertey suicidio. Pero en cambio, la seora Polgrey era una

    mujer incapaz de dar pbulo a esas tonteras. Se notabaen seguida que era una mujer prctica. De ella emanabasentido comn y quiz porque me hallaba muy cansadade mi largo viaje, me agrad mucho poder confiar enalguien.

    Le di las gracias y le dije que me sentara muy bien

    una taza de t. Me acompa por el interior de la casa.Primero cruzamos un enorme hall que en tiempospasados debi de ser la sala donde se celebraban losbanquetes. El suelo era de grandes mosaicos; y el techo,de madera; era tan elevado que me pareci llegarahasta lo ms alto de la casa. Las vigas estaban

    hermosamente labradas y producan un efecto muydecorativo. En un extremo del hallhaba un estrado y alfondo de l, una gran chimenea. En el estrado se veauna mesa de refectorio sobre la cual haba vajillas deplata y jarrones.

    Es magnfico dije sin poderlo remediar, y esto

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    agrad a la seora Polgrey.Yo misma me he encargado de pulir los muebles

    me dijo. Ya sabe usted que hoy da las criadas sonunas intiles. Esas dos chicas de Tapperty son unas

    alocadas y no hay manera de saber por dnde andan.Para tener siempre bien los muebles slo hay un medio:una buena mezcla de cera de abejas y aguarrs. No haynada como eso. Ya le digo, todo me lo hago yo.

    Puede usted estar contenta le dije comocumplido.

    La segu hasta el fondo del hall, donde haba unapuerta. La abri y nos encontramos ante un breve tramode escalera, de unos doce escalones. A la izquierda habaotra puerta que mi acompaante me seal y vacil unmomento antes de abrirla.

    La capilla me dijo y pude ver un suelo de

    mosaicos azules de pizarra, un altar y algunos bancos.Ola a humedad.Cerr la puerta con rapidez.Ahora no la usamos dijo. Solemos ir a la

    iglesia de Mellyn, que est abajo, en el pueblo, al otrolado de la cala... nada ms pasar Mount Widden.

    Subimos la escalera y entramos en una habitacin,un comedor. Era grande y cubran sus paredes unostapices. La mesa tena gran brillo y vi varias vitrinasdonde lucan preciosos objetos de cristal y de porcelana.Cubra el suelo una gran alfombra azul y por lasventanas vi un patio interior.

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    Esta no es la parte de usted de la casa meadvirti la seora Polgrey, pero pens que era mejortraerla a mi habitacin dando la vuelta por el frente dela casa. Conviene que sepa usted el terreno que pisa,

    como dice la gente.Le agradec su inters comprendiendo a la vez que

    sta era una manera de decirme con mucho tacto que,como institutriz, no debera mezclarme con la familia.

    Cruzamos el comedor hasta otro tramo de escaleray, subindolo, llegamos a lo que pareca un saln ms

    ntimo. Cubran las paredes unos tapices delicadsimos y los respaldos de las butacas y las sillas estabantapizados con tejidos semejantes. Not que los muebleseran en su mayora muy antiguos y que todo relucagracias al cuidado de la seora Polgrey con supreparado de cera y aguarrs.

    Esta es la sala del ponche me explic. Siemprese le ha llamado as porque aqu es donde la familia seretira para tomar el ponche. En esta casa seguimostodava con esa antigua costumbre.

    Al final de esta sala haba otra escalera, pero no sepasaba a ella por una puerta sino apartando la pesada

    cortina de brocado que la seora Polgrey levant ycuando hubimos subido esos escalones salimos a unagalera de cuyas paredes colgaban retratos. Los fuimirando rpidamente preguntndome si alguno de ellosrepresentara a Connan TreMellyn; pero no vi que enninguno de estos cuadros figurase alguien vestido a la

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    moderna, as que di por cierto que su retrato no habaocupado todava su lugar entre los de sus antepasados.

    Varias puertas daban a esta galera, pero pasamosrpidamente ante ellas hasta llegar a la del fondo. Al

    cruzarla vi que nos hallbamos en otra ala de la casa.Supuse que era la parte destinada a la servidumbre,pues ya no haba esa magnfica espaciosidad.

    sta dijo la seora Polgrey ser la parte deusteden la casa. Encontrar una escalera al final de estecorredor que conduce a las habitaciones que llamamos

    de los nios. La de usted est ah arriba. Peroprimero venga a mi salita para que tomemos el t. Ledije a Daisy que lo preparase en cuanto o que llegaba elcoche. As, no tendremos que esperar mucho.

    Me parece que voy a tardar bastante tiempo enaprender a andar por esta casa le dije.

    Eso lo aprender usted en seguida. Pero cuandosalga, no vaya usted por el camino por donde la hetrado. Tendr usted que usar una de las otras puertas;cuando haya usted deshecho las maletas y descansadoun poco, se la ensear.

    Es usted muy amable.

    Slo quiero que se encuentre usted a gusto connosotros. La seorita Alvean necesita disciplina,siempre lo digo. Y con todo lo que tengo que hacer,cmo voy yo a educarla? Cmo andaran las cosas enesta casa si tuviera que dedicarle mi tiempo a la seoritaAlvean! Lo que ella necesita es una institutriz sensata,

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    y por lo visto parece cosa difcil de encontrar. As que siusted puede encarrilar a la nia, ser usted muyestimada entre nosotros.

    Creo que he tenido varias predecesoras. Me

    mir como si no me comprendiese y me apresur aaadir: Ha habido otras institutrices.

    Ah, s. Pero ninguna de ellas vala gran cosa. Laseorita Jansen era la mejor de ellas, perodesgraciadamente tena malas costumbres. Le aseguroque nunca lo habra credo de ella. Me tena

    completamente engaada. Y su expresin demostrabasu absoluto convencimiento de que quien la engaase aella tena que ser una persona de extraordinariainteligencia. En fin, supongo que ser verdad lo quedice la gente: que las apariencias engaan. La seoritaCelestine se qued de una pieza cuando se descubri

    aquello.La seorita Celestine?S, la joven de Mount Widden. La seorita

    Celestine Nansellock. Viene aqu con frecuencia. Es una joven muy tranquila y le gusta mucho este sitio. Encuanto muevo un mueble, lo nota. Por eso se llevaban

    bien ella y la seorita Jansen. A las dos les interesabanmucho las cosas antiguas. Fue una pena, crame, y nosllevamos una impresin terrible. La ver usted algunasveces, pues, como le digo, casi todos los das viene poraqu. Algunos de nosotros pensamos que... oh, por Dios,estoy dndole suelta a mi lengua mientras usted espera

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    esa taza de t.Abri la puerta de la habitacin y fue como pasar a

    otro mundo. Haba desaparecido la melanclicaatmsfera de antigedad. Esta era una habitacin que

    slo se conceba en nuestro tiempo y confirmaba miimpresin sobre la seora Polgrey. Las sillas estabancubiertas con fundas; haba una rinconera llena deobjetos de porcelana. Entre ellos una zapatilla de cristal,un cerdito de oro y una taza con la inscripcin regalode Weston. Pareca casi imposible moverse en una

    habitacin tan llena de cosas. Incluso en la repisa de lachimenea unas pastoras de Dresde parecan empujar aunos angelitos de mrmol para hacerse un poco de sitio.Un reloj de bronce dorado emita su lento tictac y portodas partes haba sillas y mesitas. Su habitacinreve laba una seora Polgrey de fuertes

    convencionalismos, una mujer que siempre respetaba loque estaba bien, es decir, las cosas en que ella crea.De todos modos, haba algo que tranquilizaba y

    confortaba en esta habitacin lo mismo que en suocupante: su eminente normalidad.

    En cuanto mir a la mesa central, se irrit al ver que

    no haban trado el t. Agit el cordn de la campanillay pocos minutos despus se present una muchacha decabello negro y ojos desvergonzados que traa unabandeja y en sta una tetera de plata, una lamparilla dealcohol, tazas .y platillos, leche y azcar.

    Ya era tiempo dijo la seora Polgrey. Ponlo

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    todo aqu, Daisy.Daisy me lanz una mirada que casi pareca un

    guio. Como no deseaba ofender a la seora Polgrey,hice como que no vea la burla de la muchacha.

    Entonces dijo la seora Polgrey:Aqu tiene usted a Daisy, seorita. Si hay algo que

    no le gusta, se lo dice usted.Gracias. Y tambin gracias a ti, Daisy.Ambas parecieron sorprenderse y Daisy me hizo una

    leve reverencia, de la que pareci avergonzarse, y se

    march.En estos tiempos... murmur la seora Polgrey

    mientras encenda la lamparilla de alcohol.Abri con llave un armario del que sac la lata del t

    y la coloc sobre la bandeja.La cena me advirti se sirve a las ocho. La de

    usted se la subirn a su habitacin. Comprendo que hoynecesita usted animarse primero un poco, por eso no lepresentar a la seorita Alvean hasta que se hayatomado usted esto y haya visto su habitacin.

    Y qu suele hacer la nia a estas horas? La seoraPolgrey frunci el entrecejo.

    Por ah. Siempre anda sola campando por susrespetos. Al Amo no le gusta esa libertad. Por eso tienetanto inters en que haya aqu una institutriz.

    Empezaba a comprender. Ya estaba segura de queAlvean iba a ser una nia difcil.

    La seora Polgrey midi el t en la tetera como si

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    fuera polvo de oro y verti encima el agua hirviendo.Casi todo depende de que le sea usted simptica o

    no prosigui la seora Polgrey. Con esta nia nuncase sabe. Hay gente que le cae bien y a otras personas las

    detesta sin que sepamos por qu. Ya ve usted: a laseorita Jansen le tena mucho cario. Movi lacabeza con pena. Qu lstima que tuviera esa malacostumbre!

    Removi el t, me sirvi con toda delicadeza unataza y me pregunt:

    Crema? Azcar?S, por favor dije.Siempre digo coment como si creyera que yo

    necesitaba algn consuelo que no hay nada como unabuena taza de t.

    Comimos tres galletas con el t. Tambin las sac laseora Polgrey del armarito. Estaban en otra lata.M i e n t r a s c h a r l b a m o s , c o m p r e n d q u eConnanTreMellyn, el Amo, estaba fuera. Luego me loconfirm la seora Polgrey, indirectamente.

    Tiene una finca lejos, en el Oeste. Camino dePenzance. Se le notaban su acento y expresionesdialectales cuando estaba en reposo, como ahoratomando el t conmigo. Va de vez en cuando para vercmo andan las cosas. Esa finca se la dej su mujer. Erauna de las Pendleton. Y esa familia es de por Penzance.

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    Cundo regresar? pregunt.Me mir algo extraada y comprend que la haba

    ofendido porque me dijo con cierta altanera:Volver cuando le convenga.

    Era evidente que si deseaba conservar suconsideracin, debera respetar los convencionalismos: y una institutriz no poda curiosear sobre las idas yvenidas del seor de la casa. La seora Polgrey podahablar con l; era una persona privilegiada, pero yotena que limitarme a cumplir el trabajo para el que

    haba sido llamada. Era muy importante que meadaptase estrictamente a mi nueva posicin.

    Poco despus me condujo a mi habitacin. Eraamplia, con grandes ventanas provistas de asientosdesde los cuales poda admirarse una buena vista delcsped delante de la casa, las palmeras y el camino de

    acceso al porche. Mi cama era de dosel y estaba a tonocon el resto del mobiliario, pero, a pesar de su grantamao, resultaba pequea en una habitacin tanespaciosa. La madera del suelo estaba tan encerada quelas alfombras a ambos lados de la cama resultabanpeligrosas, pues resbalaban con facilidad. Me dije que

    aquella mana de la seora Polgrey por sacarle brillo acuanto cogiera por delante, poda tener sus desventajas.Haba una cmoda alta y un armario. Not que, ademsde la puerta por la que yo haba entrado, haba otra.

    La seora Polgrey sigui mi mirada.Es la habitacin donde se dan las clases, lo que

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    llamamos la sala de clase me aclar. Y ms all estel dormitorio de la seorita Alvean.

    Ya comprendo. De modo que nos separa la sala declase.

    La seora Polgrey afirm con la cabeza.Descubr, detrs del biombo que haba en mi cuarto,

    una baera de las que llegan slo a la altura de lacadera.

    En cualquier momento que desee usted aguacaliente me dijo la seora Polgrey, llame usted y

    Daisy o Kitty se la traern.Gracias. Mir a la chimenea y me figur lo bien

    que vendra all un buen fuego en el invierno. Veo queestar aqu muy confortable.

    Es una habitacin agradable. Usted es la primerainstitutriz que la ocupa. Las otras dorman en una

    habitacin al otro lado del dormitorio de la seoritaAlvean. Se le ocurri a la seorita Celestine la idea deque le reservsemos sta.

    Entonces tengo que agradecrselo.Es una persona muy amable. Le tiene un gran

    cario a la seorita Alvean. Movi la cabeza de un

    modo muy significativo como si estuviera pensando queslo haca un ao que haba muerto la esposa del Amo y que probablemente acabara ste casndose con su vecina. Quiz slo esperasen a que transcurriese untiempo prudencial.

    Quiere usted lavarse las manos y deshacer las

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    maletas? La cena estar lista dentro de dos horas. Peroquiz quiera usted ver antes la sala de clase.

    Gracias le dije, prefiero lavarme antes un pocoy sacar mis cosas de las maletas.

    Muy bien. Y quiz desee usted descansar un poco.Viajar cansa mucho; lo s. Le enviar a Daisy con aguacaliente. Podra usted cenar en la habitacin de al lado,donde dar usted las clases. Lo prefiere as?

    Comer ah con la seorita Alvean?Hasta ahora, viene comiendo con su padre,

    excepto el vaso de leche y las galletas que toma al final.Todos los nios de la casa han comido con sus padres apartir de los ocho aos. Y la seorita Alvean los cumplien mayo pasado.

    Es que hay ms nios?No, por Dios! Me refera a los nios del pasado.

    Siempre ha sido una de las normas de esta familia.Ya.Bueno, tengo que dejarla. Si le apetece dar un

    paseo por ah fuera antes de cenar, no tengainconveniente en hacerlo. Llame a Daisy o a Kitty y laque est libre le ensear las escaleras que utilizar

    usted de ahora en adelante. As podr usted bajardirectamente al jardn de la cocina, pero desde allpodr usted dirigirse a cualquier sitio de la finca. Noolvide que la cena es a las ocho.

    En la Sala de Clase.O aqu mismo, en su cuarto, si lo prefiere usted.

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    Es decir, siempre que sea dentro de la zona de lainstitutriz.

    No supo cmo tomar estas palabras mas y cuandola seora Polgrey no comprenda algo, haca como si no

    hubiera odo. Me qued sola.Entonces, la extraa atmsfera de la casa me fue

    envolviendo. Me impresionaba el gran silencio de estasenormes casas antiguas, un silencio como de otromundo.

    Me asom a la ventana. Me pareca como si hiciera

    muchsimo tiempo que haba llegado acompaada porTapperty. O el canto de un pjaro que poda ser unpardillo.

    En el reloj que llevaba colgado de mi blusa vi queeran poco ms de las seis. Faltaban dos horas para lacena. Me pregunt si llamara a una de las muchachas

    para pedirle el agua caliente, pero me distraje mirandola puerta de mi habitacin, que daba a la de las clases.Senta curiosidad por entrar all. En realidad; aquelloeran mis dominios y me decid a abrir la puerta. Era unaestancia mayor que mi dormitorio, con ser ste muygrande. Pero tena la misma clase de ventanas con

    idnticos asientos dotados de cojines rojos. En el centrode la habitacin haba una larga mesa. Me acerqu aexaminarla y descubr que tena muchos araazos ymanchas de tinta. Se notaba que all haban dado clasemuchas generaciones de TreMellyn. Intent figurarmea Connan TreMellyn, de pequeo, sentado a esta mesa.

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    Me lo imaginaba como un nio muy estudioso, adiferencia de esta hija suya que iba a constituir para mun enojoso problema.

    Sobre la mesa, unos cuantos libros. Eran libros de

    lectura infantiles. Tambin, un cuaderno de ejerciciosen el que una mano infantil haba garrapateado AlveanTreMellyn. Aritmtica. Lo abr y vi en l varias sumas;la mayora de ellas mal hechas. Pasando las hojas, meencontr con un dibujo que representaba a una nia, einmediatamente reconoc a Gilly, la criatura tan extraa

    a quien haba visto al entrar en la finca.No est mal murmur. De modo que nuestra

    Alvean es una artista. Algo es algo.Cerr el cuaderno. Tena la misma sensacin tan

    rara que experiment al llegar a la casa. Sent que meobservaban.

    Alvean! grit movida por un incontenibleimpulso. Ests ah, Alvean? Dnde te escondes?No hubo respuesta, y me sent en una situacin

    ridcula en aquel silencio que pareca un reproche a miinsensatez.

    De pronto me volv y fui a mi habitacin, cerrando

    la puerta. Tir del cordn de la campanilla y no tard enpresentarse Daisy, a la que ped el agua caliente.Cuando tuve colocadas las cosas que saqu de las

    maletas, eran ya cerca de las ocho, y exactamentecuando el reloj de las cuadras daba las ochocampanadas, entr Kitty con mi bandeja. En ella, una

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    pata de pol lo asado, unas verduras , y ,convenientemente tapado, un flan.

    Se lo dejo aqu, seorita, o en la habitacin de allado?

    No me atraa en absoluto la idea de comer enaquella habitacin, donde me senta espiada.

    Aqu, por favor, Daisy respond. Y como Daisypareca una de esas personas que se desviven porcharlar, le dije: Dnde est la seorita Alvean? Meparece raro no haberla visto an.

    Es muy mala, muy mala esa nia chill Daisy.Si Kit o yo hubiramos sido as de pequeitas, vayapalizas que nos hubieran dado; no nos habramospodido sentar en un ao. Se enter de que vena laseorita nueva y, hala, all que se va, vaya usted a saberdnde. El Amo se march y no sabamos dnde se haba

    metido la dichosa nia hasta que vino de MountWidden un criado y nos dijo que se haba quedado allcon la seorita Celestine y el seorito Peter. Eh, qu leparece? Menuda nia!

    Ya comprendo. Ha sido su manera de protestarpor tener una institutriz nueva.

    Daisy se me acerc y me dio en el codo.Se lo digo yo: la que estropea a la nia es la seoraCelestine. La mima tanto que cualquiera dira que es supropia hija... Escuche! Ese ruido parece del coche.

    Daisy se haba asomado a la ventana y me hacaseas para que me acercase. No me pareci muy bien

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    ponerme a mirar, junto a una criada, lo que pasabaabajo. Pero la tentacin de la curiosidad fue ms fuerteque mi respeto a la conveniencia.

    As que me asom al lado de Daisy y las vi apearse

    del coche: una joven, que me pareci de mi misma edado quizs uno o dos aos mayor, y una nia. Apenas mira la joven; toda mi atencin se concentr en la nia. Aqulla era la Alvean de la que dependa que yotriunfara o fracasase en mi cometido; por eso, eranatural que la observase con una atencin tan intensa.

    Me pareci una nia de aspecto muy corriente. Ms bien alta para sus ocho aos; con el cabello castaoclaro en trenzas recogidas en torno a la cabeza peroque deba de ser muy largo ese peinado le daba un airede madurez y me la figur terriblemente precoz. Llevabaun vestido marrn, calcetines blancos y zapatos negros.

    Pareca una mujer en miniatura y al verla me quedmuy desanimada, no s por qu.Lo curioso es que pareca estarse dando cuenta de

    que la observaban y, efectivamente, acab mirandohacia nosotras. Inmediatamente, y a la vez que ellalevantaba la cabeza, me retir de la ventana, pero tena

    la seguridad de que haba visto mi movimiento, con locual me senta en una posicin desventajosa ya antes dehabernos conocido oficialmente.

    En seguida empezar a hacer maldadesmurmur Daisy a mi lado.

    Puede ser. Est un poco alarmada con que le

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    hayan trado una nueva institutriz.Daisy estall en una ruidosa carcajada.Alarmarse ella! Lo siento, seorita, pero me hace

    usted rer.

    Me sent a la mesa y empec a comer. Daisy iba yaa marcharse cuando llamaron a mi puerta. Entr Kitty.

    Le hizo una mueca a su hermana, y a m me sonricon bastante familiaridad.

    Seorita, la seora Polgrey dice que cuandotermine usted haga el favor de ir a la sala del ponche.

    Estar all la seorita Nansellock y quiere conocerla. Havuelto con ella a casa la seorita Alvean. Quieren quevaya usted en cuanto pueda. Ya era hora de que volviesela seorita en vez de andar perdida por ah.

    Ir en cuanto termine de cenar dije. Entoncesllame usted con la campanilla cuando est lista y Daisy

    o yo le ensearemos el camino.Gracias. Termin de cenar con la mayor calmaque pude.

    Me levant y me mir en el espejo que haba en la

    mesita comedor. Vi que estaba muy colorada y esto mesentaba bien. Cuando mi tez se animaba, los ojos se meponan completamente de color mbar. Haca un cuartode hora que Daisy y Kitty me haban dejado sola ysupona que la seora Polgrey, la seorita Nansellock yla nia estaran impacientes esperndome. Pero me

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    interesaba mucho dejar bien claro desde el principioque yo no era una pobre esclava como la mayora de lasinstitutrices. Y sobre todo que, siendo Alvean como yola supona, necesitaba que desde el primer momento

    aprendiera a tratarme con respeto.Toqu la campanilla y apareci Daisy.Estn esperndola en la sala del ponche me

    advirti. Hace ya tiempo que deba haber cenado laseorita Alvean.

    Entonces deba de haber regresado antes

    repliqu tranquilamente.Cuando Daisy se rea se le agitaban los pechos, que

    parecan ir a saltrsele del corpio de algodn. Ya habanotado que a Daisy le encantaba rerse. Era evidenteque tanto su hermana como ella eran ligeras de cascos.

    Me acompa a la sala del ponche por la que ya

    haba pasado yo con la seora Polgrey camino de micuarto. Daisy apart las cortinas con un gesto dramticoy exclam:

    Aqu est la seorita.La seora Polgrey estaba sentada en una de las sillas

    tapizadas y Celestine Nansellock en otra. Alvean

    permaneca de pie con las manos a la espalda. Parecapeligrosamente modosita.Ah! dijo la seora Polgrey levantndose. Aqu

    tenemos a la seorita Leigh. La seorita Nansellock haestado esperando para saludarla. En estas palabrassonaba un leve reproche. No podan caber dudas sobre

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    su significado: yo, una simple institutriz, haba tenidoesperando a una dama mientras terminabatranquilamente mi cena.

    Cmo est usted? pregunt.

    Las tres se quedaron sorprendidas. Supongo queesperaban de m una reverencia o algn gesto humildeque dejase bien clara mi posicin inferior, algo as comode criada distinguida. Vi que los ojos azules de la niaestaban clavados en m; en realidad, toda mi intencinse concentraba en ella en aquellos primeros momentos.

    Tena los ojos de un azul asombroso. Pens que serauna belleza cuando creciese. Y me pregunt si se parecaa su padre o a su madre.

    Celestine Nansellock estaba ahora de pie junto aAlvean y le tena puesta una mano en el hombro.

    La seorita Alvean estuvo en casa a vernos

    dijo. Somos muy amigas. Yo soy la seoritaNansellock, de Mount Widden. Es posible que hayavisto usted nuestra casa desde lejos.

    En efecto, la vi cuando vena de la estacin.Espero que no se enfadar usted con Alvean por

    no haberla encontrado aqu.

    A Alvean le brillaron los ojos maliciosamente, y yorespond, mirando fijamente a aquellos desafiantes ojosazules:

    Mal puedo reirle por lo que haya hecho antes demi llegada.

    Es que ella me considera... nos considera como si

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    furamos de la familia prosigui CelestineNansellock. Hemos vivido siempre tan cerca...

    Estoy segura de que esto le ser muy agradabledije, y por primera vez me fij slo en Celestine

    Nansellock.Era ms alta que yo, pero no hermosa. Su cabello

    era de un color confuso, un castao indefinido, y susojos, de color avellana. De tez ms bien plida, sedesprenda de ella un aire de intensa calma. Saqu laimpresin de que tena poca personalidad, pero quiz

    fuese una impresin equivocada y producida por elcontraste de su serenidad con la actitud desafiante deAlvean y la dignidad convencional de la seora Polgrey.

    Espero dijo Celestine que si necesita usted misconsejos para cualquier cosa, no vacile en visitarme. Yale he dicho que vivimos en continua relacin y creo que

    se me considera aqu como de la familia.Es usted muy amable.Me mir y aadi:Todos nosotros deseamos que se encuentre usted

    a gusto aqu, seorita Leigh.Gracias. Supongo que lo primero que debo hacer

    es acostar a Alvean. Ya debe de haber pasado la hora.Celestine sonri.Tiene usted razn. Por lo general, toma la leche y

    las galletas en la sala de clase a las siete y media. Y yason ms de las ocho. Pero esta noche me ocupar yo deella. Usted tiene que descansar del viaje. Lo mejor que

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    puede usted hacer es volver a su dormitorio y nopreocuparse de nada hasta maana, seorita Leigh.

    Antes de que yo pudiera responder, intervinoAlvean:

    No, Celestine. Quiero que lo haga ella. Es miinstitutriz y tiene esa obligacin.

    Celestine reaccion inmediatamente con unaexpresin dolorida y Alvean resplandeca con su triunfo.Cre entender: la nia deseaba hacer sentir su poder;quera impedirle a Celestine que tuviera la satisfaccin

    de acompaarla mientras tomaba la leche y se acostaba,sencillamente porque haba visto el inters que ellatena en hacerlo.

    Bueno, muy bien dijo Celestine. Entoncespuedo ya marcharme.

    Miraba a Alvean como esperando que ella le pidiese

    que no se fuera, pero la nia slo estaba pendiente dem.Buenas noches, Celestine dijo con infantil

    impertinencia. Y a m: Vamos, que tengo muchahambre.

    Has olvidado darle las gracias a la seorita

    Nansellock por haberte trado a casa le dije.Yo nunca olvido nada me replic. No lo heolvidado.

    Entonces, an peor, porque eso demuestra que tumemoria es muy superior a tus modales.

    Las tres se quedaron estupefactas por mi

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    atrevimiento. Quiz tambin me asombrase yo misma.Pero estaba convencida de que, para poder manejar auna criatura tan descarada y voluntariosa, tena quemostrarme muy firme desde el principio.

    Alvean enrojeci y se le endureci la mirada. Iba areplicarme, pero no supo qu decir y sali corriendo dela sala.

    Perdone usted, seorita Nansellock, despus deque ha sido usted tan... dijo la seora Polgrey.

    No diga tonteras, seora Polgrey. Lo natural es

    que la haya trado. No tiene ningn mrito.Le aseguro que le dar a usted las gracias ms

    adelante le dije.Seorita Leigh me aconsej Celestine con la

    mayor seriedad, tiene usted que tratar a esa nia conmucho cuidado. Ha perdido a su madre... muy

    recientemente. Le temblaron los labios. Luego mesonri: Hace muy poco tiempo y la tragedia est tanprxima... Era una querida amiga ma.

    Comprendo. No ser dura con la nia. Pero hevisto que necesita mucho cuidado.

    Tenga mucho cuidado Celestine se haba

    acercado y me puso una mano en el brazo. Los niosson unos seres muy delicados.Har cuanto est de mi parte por Alvean

    promet.Le deseo muy buena suerte. Sonri y se volvi

    hacia la seora Polgrey: Ahora he de irme. Quiero

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    estar en casa antes de que oscurezca.La seora Polgrey toc la campanilla y se present

    Daisy:Acompae a la seorita a su habitacin

    orden. Tiene ya la seorita Alvean la leche y lasgalletas?

    S, seora dijo Daisy.Di las buenas noches a Celestine Nansellock, que me

    contest con una leve inclinacin de cabeza. Luego salcon Daisy.

    Entr en la sala de clase donde Alvean estabasentada a la mesa tomndose la leche con galletas. Nome hizo ni el menor caso cuando me sent a su lado.

    Alvean le dije, si hemos de vivir juntas, ms

    vale que lleguemos cuanto antes a conocernos. Nocrees que esto sera lo ms conveniente?Y a m, qu puede importarme? me replic

    secante.Claro que te importa. Lo pasaremos mucho mejor

    si llegamos a un entendimiento.

    Alvean se encogi de hombros y me dijo conbrusquedad:Todo lo que puede ocurrir es que tenga usted que

    marcharse. Tendr otra institutriz y en paz. A m ni meva ni me viene.

    Me mir con una expresin de triunfo. Me estaba

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    diciendo, con otras palabras, que yo era una sirvientapagada, y nada ms. Y que era ella la que llevaba labatuta. No pude evitar un temblor de indignacin. Porprimera vez comprend lo que sentan quienes

    dependan, para ganarse el pan, de la buena voluntad deotras personas.

    Le brillaban los ojos con malicia y yo senta unosimpulsos irreprimibles de abofetearla, por muy nia quefuese.

    Te equivocas le dije cuando me seren. Es de

    la mayor importancia porque es mucho ms agradablevivir en armona con las personas que nos rodean.

    Pero como no es necesario que nos rodeen, qums me da a m? Si no nos llevamos bien con esaspersonas, las echamos y ya est.

    Lo que ms importa en el mundo es la amabilidad.

    Sonri y acab de beberse la leche.Ahora, a acostarte le dije.Me levant a la vez que ella, pero me dijo:Me acuesto yo sola. No soy una nia pequeita,

    sabe usted?Es posible que si he credo que eras ms pequea

    de lo que realmente eres, ha sido porque te falta muchoque aprender. Aquello le hizo cierta impresin y estuv

    meditndolo unos momentos. Pero acab encogindosede hombros, lo cual, como no tard en notar, era una desus caractersticas.

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    Buenas noches me dijo, despidindome.Cuando ests acostada entrar y entonces podrs

    despedirte de m.No es necesario.

    Pues, aunque no lo sea, vendr a verte.Abri la puerta de su habitacin y yo volv a la ma.Me senta muy deprimida, porque me daba plena

    cuenta de la extremada dificultad del problema que seme planteaba. Me faltaba experiencia en el trato con losnios. Cuando antes pensaba en ellos, me los figuraba

    dciles y cariosos. Pero me encontraba ahora con unania difcil que me confiaban para educarla. Podarenunciar a la tarea, pero qu sera entonces de m?Qu les suceda a las mujeres de buena familia que nocuentan con medios econmicos para vivirdecentemente y que no son capaces de agradar a sus

    patronos? Me caba la solucin de vivir con mi hermanaPhillida y convertirme en una de esas viejas titas quearrastran sus miserables vidas dependiendo siempre deotros. Y yo no era de la clase de personas que puedenamoldarse a depender de la benevolencia ajena. Tendraque buscar otras colocaciones.

    Reconoc que estaba un poco asustada. Hasta nohallarme cara a cara con Alvean no se me habaocurrido pensar que quiz no estuviese a la altura de latarea que me haban encomendado. Sin embargo, hiceun esfuerzo para no atormentarme con un futurodesagradable en que podra ir de un trabajo a otro sin

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    contentar en ninguno de ellos a quienes me pagasen. Nodeba pensar ms en el porvenir que espera a lasmujeres como yo, carentes de atractivos (esos atractivosfsicos que son un arma tan importante para una

    mujer), y que se ven obligadas a luchar a brazo partidocon el mundo para subsistir.

    Tena ganas de echarme en la cama y romper allorar y a maldecir de la crueldad de la vida, que mehaba privado de mis padres tanto mi padre como mimadre me queran muchsimo y que me haba lanzado

    a luchar por la vida sin las condiciones adecuadas parapoder salir adelante.

    Me figur a m misma llorosa al pie de la cama de Alvean. Qu triunfo para ella! No, as no podacomenzar la batalla que sin duda alguna se iba aentablar entre nosotras y cuyas primeras escaramuzas

    ya se haban producido.Estuve paseando un rato por mi habitacin y,mientras, procur dominar mis emociones. Me asoma la ventana y contempl los prados, ms all, el paisajemontuoso. No poda ver el mar, pues la casa estabaconstruida de manera que la parte de atrs daba a la

    costa y yo estaba en la fachada. Por eso miraba a laplanicie sobre la que se elevaba la casa y luego losmontes.

    Qu belleza! Qu paz all fuera mientras quedentro haba estallado, tan pronto, el conflicto!Inclinndome sobre el alfizar de la ventana, poda ver

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    la casa de los vecinos, Mount Widden, ms all de lacala. Dos casas que llevaban all tantos aos;generaciones de TreMellyn y generaciones deNansellock haban vivido en ellas y sus vidas se haban

    mezclado de modo que, muy probablemente, la historiade una de estas mansiones era tambin la historia de laotra.

    Me apart de la ventana, cruc mi dormitorio y,pasando por la sala de clase, pas al dormitorio de lania.

    Alvean murmur. No hubo respuesta. Pero yacaen su lecho con los ojos cerrados, demasiado cerradospara estar dormida.

    Me inclin sobre ella.Buenas noches, Alvean. Vamos a ser amigas,

    sabes?le dije en voz alta.

    Tampoco esta vez me respondi. Finga estardormida. A pesar de lo cansadsima que estaba, no pude

    dormir bien. Me despert muchas veces, inquieta.Tantas veces, que acab por no poder conciliar ms elsueo, aquella noche. Tendida en la cama, miraba en

    torno mo por la habitacin donde la intermitente luz dela luna presentaba confusamente los muebles. Tena lasensacin de no estar sola; me pareca or vocessusurrantes. Iba adquiriendo la impresin de que enaquella casa haba habido una tragedia y que anflotaba en ella.

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    Me pregunt si esto tendra relacin con la muertede la madre de Alvean. Slo haca un ao que habamuerto. Pero, en qu circunstancias? Y pens en laexpresin dura de Alvean, cuya actitud era de estar a la

    defensiva. Deba de haber alguna razn para ello.Ningn nio manifestara esa animosidad frente a losdesconocidos sin un motivo.

    Decid averiguar la causa de ese proceder tanextrao de Alvean. Me propuse hacer de ella una nianormal y feliz.

    Cuando empez a amanecer, volv a dormirme; y esque la llegada del da me tranquilizaba. Me causaba ungran temor la oscuridad en aquella casa. Era un miedoinfantil, pero no poda evitarlo.

    Desayun en la sala de clase con Alvean. sta medijo con orgullo que cuando su padre estaba en casa;

    desayunaba con ella.Luego nos pusimos a dar clase y descubr que erauna nia inteligente; haba ledo ms que la mayora delos nios de esa edad y le brillaban los ojos, de purointers, con las lecciones a pesar de su decisin deimpedir que se estableciera entre nosotras una armona.

    Me sent ms animada y tuve la esperanza de salirairosa de mi cometido.El almuerzo se compona de pescado hervido y

    puding de arroz. Luego, Alvean me propuso quediramos un paseo, lo cual me anim an ms. En lafinca haba un bosque y Alvean me dijo que deseaba

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    ensermelo. Esto me encant y la segu, contenta.Mire, sabe usted qu es esto? me dijo

    ensendome una flor roja y tendindomela.Creo que es una betnica.

    S, eso es. Debera usted coger unas cuantas yponerlas en su habitacin, seorita. Es muy buena paraespantar al mal.

    Me re.Esa es una vieja supersticin, Alvean. Y, en todo

    caso, para qu necesito espantar al mal?

    Todo el mundo lo necesita. Estas flores suelencrecer en los cementerios. Las plantan all porque a lagente le asustan los muertos.

    No hay por qu tenerles miedo; es una tontera.Los muertos no daan a nadie.

    Me estaba poniendo la flor en el ojal de mi chaqueta.

    Aquel detalle me conmovi. Tena una expresinamable y, no s por qu, me pareci que la nia tomabacomo una actitud protectora hacia m.

    Gracias, Alvean le dije cariosamente.Me mir y toda su anterior dulzura le desapareci

    bruscamente del rostro. De pronto, volva a ser la nia

    maliciosa y dispuesta a herir los sentimientos ajenos.No es usted capaz de atraparme grit echando acorrer.

    No intent darle alcance. Le grit:Alvean, ven aqu!Pero desapareci entre los rboles y o a lo lejos una

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    risa burlona.Decid regresar a la casa, pero el bosque estaba muy

    denso y no estaba segura de la direccin. Retroced,pero comprend que no era aqulla la direccin por

    donde habamos ido. Me entr pnico, pero trat dedominarme dicindome que era absurdo. Haca unatarde magnfica de sol, y no poda estar a ms de mediahora de la casa. Adems, no crea que el bosque pudieraser muy grande.

    No poda darle a Alvean la satisfaccin de salirse con

    la suya si me haba llevado al bosque a propsito paraextraviarme. De modo que emprend la marcharesueltamente, pero los rboles eran a cada momentoms numerosos y tuve la seguridad de que seguadesorientada. Creca mi indignacin contra Alveancuando o unos crujidos en las hojas cadas como si

    alguien me fuera siguiendo. Estaba segura de que lania andaba por all para burlarse de m.Entonces o que cantaban. Era una voz extraa, un

    poco desentonada, y el hecho de que la cancin fuerauna de las que estaban de moda en todo el pas, nocontribuy a tranquilizarme. Al contrario.

    Alicia, dnde ests?Slo hace un aoque te hallabasjunto a m,y decas que me amabas.

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    Alicia, qu ha sido de ti?

    Quin anda por ah? grit.Nadie me respondi, pero vislumbr entre los

    rboles, a bastante distancia, la figura de una nia conuna flotante cabellera blanquecina. La reconoc enseguida: era la pequea Gilly, la nia que me habacontemplado junto a la entrada de la finca, por entre lasmatas de hortensia.

    Camin lo ms rpidamente que pude en la

    direccin por donde haba desaparecido Gilly y losrboles se fueron espaciando ms y ms hasta que medejaron ver la carretera. Sal a ella y vi en seguida queera la misma por donde el coche me haba llevado hastalas verjas de Mount Mellyn. No tard en ver all a laseora Soady como la otra vez. Tena sobre el regazo su

    labor de punto.Ha estado usted paseando por ah fuera, eh,seorita? me dijo a gritos en cuanto vio que measomaba.

    Sal a dar una vuelta con la seorita Alvean. Peronos hemos perdido de vista en el bosque.

    Claro, claro... Habr salido corriendo, comosiempre dijo la seora Soady moviendo la cabeza enun mudo reproche mientras iba hacia las puertas dehierro para abrirlas. Arrastraba tras ella el ovillo delana.

    Cree usted que sabr volver sola a casa?

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    pregunt.Que si sabe volver la seorita! Claro que s! Se

    conoce el bosque palmo a palmo. Ya veo que lleva usteduna betnica. Hace usted muy bien en ponrsela.

    La seorita Alvean la cogi e insisti enponrmela.

    Eso s que es bueno... De modo que ya sonustedes amigas, tan pronto?

    O a la pequea Gilly, que cantaba en el bosquele dije.

    La creo, la creo. Siempre est cantando en elbosque.

    La llam, pero no quiso acercarse. Sali corriendo.Es ms tmida que una liebre.Bueno, espero que tambin har amistad con ella.

    Adis, seora Soady.

    Que usted lo pase bien, seorita.Sub por la alameda, pasando junto a las hortensias y las fucsias. Inconscientemente, me esforzaba porcaptar el canto de Gilly, pero nada poda or.

    Cuando entr en la casa me encontraba acalorada ymuy cansada. Sub directamente a mi habitacin y llam

    para que me llevasen agua. Despus de refrescarme conella y de cepillarme el cabello, pas a la sala de clase,donde me esperaba el t.

    Alvean estaba sentada a la mesa. Tena un aire muymodosito, como de no haber roto un plato en su vida.No hizo referencia alguna a nuestro paseo por el

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    bosque, ni yo tampoco.Despus de tomar el t, le dije:No s qu sistema seguan tus otras institutrices,

    pero te propongo que demos las clases por las maanas,

    descansemos entre la hora del almuerzo y la del t yluego dediquemos una hora, de cinco a seis, a leerjuntas.

    Alvean no respondi. Me estaba observandoatentamente.

    De pronto, dijo:

    Seorita, le gusta a usted mi nombre? Haconocido usted a alguna otra persona que se llameAlvean?

    Le respond que su nombre me gustaba mucho y quenunca lo haba odo.

    Es tpico de Cornualles. Pero, sabe usted lo que

    significa?No tengo ni idea.Entonces se lo dir. Mi padre sabe hablar y

    escribir en el dialecto de esta regin. Me mir conanhelante intensidad cuando cit a su padre, y enseguida pens:Por lo menos, he ah una persona a

    quien esta nia admira y cuya opinin le interesa.Prosigui: Alvean, en esta habla, significa PequeaAlice.

    Oh! exclam, y mi voz tembl un poco. Seacerc a m y me puso las manos sobre las rodillas.

    Es que, seorita, mi madre se llamaba Alice. Ya no

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    est aqu. A m me haban puesto su nombre; por esosoy yo ahora Alice... la pequea.

    Me puse en pie porque no poda soportar ya la fija yescudriante mirada de la nia. Me asom a la ventana.

    Mira le dije, ah estn dos de los pavos reales.Alvean se hallaba a mi lado:

    S, es que vienen para que les echen de comer.Qu criaturas tan ansiosas! Daisy vendr en seguidacon sus guisantes. Ya lo saben y por eso esperan.

    Yo no estaba viendo los pavos reales en el csped,

    sino que me pareca or al hombre del tren, el hombreque me adverta que tuviese cuidado con Alice.

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    2

    Tres das despus de mi llegada a Mount Mellyn,regres el seor de la casa.

    En cuanto a mis obligaciones, yo las habaencarrilado en una cmoda rutina. Alvean y yo dbamoslas clases durante la maana y, aparte un continuodeseo de desconcertarme, hacindome preguntas a lasque esperaba que yo no pudiese responder, era una buena discpula. Y no lo haca por contentarme, sino

    porque su afn de aprender era muy grande,incontenible. Por su gusto, me habra fastidiado noestudiando, pero su aficin al estudio era mayor. Llegua pensar que su cabecita fraguaba lo siguiente: siaprendo todo lo que sabe la seorita podr decirle apap que ya no la necesitamos para nada.

    Yo haba pensado con frecuencia en esas historias deviejas institutrices a quienes han alegrado sus ltimosaos los que ellas haban enseado de pequeosmostrndose cariosos y agradecidos con ellas. Eraevidente que no podra esperar eso de Alvean.

    Haba sido un mal principio haber sostenido aquella

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    conversacin con mi compaero de viaje, tan aficionadoa hacer predicciones del futuro, y yo me habaimpresionado cuando le o hablar de Alice. De ah quepor las noches no pudiese evitar que la oscuridad se me

    poblase de temores y angustiosas fantasas. Cuando lacasa estaba ya en absoluto silencio y me encontraba enmi dormitorio, me obsesionaba llegar a saber de quhabra muerto Alice. Deba de haber sido una mujermuy joven. Y me deca a m misma paratranquilizarme que nada de particular tena que su

    presencia se prolongase en la casa cuando haca tanpoco tiempo que haba muerto. Un ao, en realidad, noes mucho. Sabiendo que una persona ha desaparecidoun ao antes y no estando enterados an de lascircunstancias de su muerte, es natural que a fuerza depensar en ello, y precisamente en la misma casa donde

    esa persona ha vivido, sintamos una impresin rara einquietante.Por las noches me despertaba sobresaltada y me

    pareca or voces que geman: Alice! Alice! Dndeest Alice?

    Aquella noche me levant y me acerqu a la ventana.

    Las voces parecan alejarse en el aire, fuera de la casa.Daisy, que, como su hermana, nada tena deespiritualista, pues ambas eran de lo ms prctico yterrenal, me explic a qu se deban mis temores eimaginaciones. Me haba llevado el agua caliente. Sinque le preguntase nada ni le confiase mis angustias

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    Tngase en cuenta que, foneticamente, los sonidos siiisyuaa1

    tienen cierto parecido con las palbrasAliceywhere (dnde?).

    nocturnas, me dijo:No oy usted anoche el ruido que haca el mar en

    la cala de Mellyn, seorita? Haca as: siiis... siiis...siiis... siiii... uaa... uaa... uaa... . Y as toda la noche.1

    Pareca como dos comadres gimoteando. .Desde luego, lo he odo.Ocurre lo mismo muchas noches. Cada vez que el

    mar anda revuelto y el viento sopla en cierta direccin.Me re de m misma. En este mundo hay una

    explicacin para todo.

    Haba llegado a conocer a toda la gente de la casa.La seora Tapperty me invit un da a que pasara a suhabitacin para probar su vino de pastinaca. Deseabaque me encontrase a gusto en la casa. Luego me confilo mucho que la haba hecho sufrir su marido, pues porlo visto a Tapperty se le iban las manos detrs de las

    mozas y, mientras ms jvenes, ms le apetecan. Temaque Daisy y Kitty salieran a su padre. Y era una pena,porque su madre (segn propia declaracin de lainteresada) era una mujer temerosa de Dios y buenacumplidora, pues ni un solo domingo faltaba a la iglesiade Mellyn, ni por la maana ni por la noche. Y ahora la

    pobre, con sus hijas ya crecidas, no slo tena quepreocuparse de si su marido persegua o no a la seorade Tully, sino de lo que pudiera estar haciendo Daisy en

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    la cuadra con Billy Trehay o Kitty con aquel criado deMount Widden. Era una vida imposible para una mujertan buena y religiosa, cuyo nico deseo era ver a todo elmundo en gracia de Dios.

    En cuanto a la seora Soady, me habl un da de sustres hijos y de los hijos de stos. Nunca he visto gentecon ms capacidad para agujerear calcetines, comentla anciana. Esta mujer slo hablaba de pequeecescaseras que no podan saciar mi curiosidad por la vidade las personas que me rodeaban. Por eso no volv a

    visitarla.Hice varios intentos por hablar con Gilly, pero

    siempre se me escapaba. En cuanto la llamaba, salahuyendo. La verdad es que su extraa voz, con suobsesionante tarareo, me produca una honda desazncada vez que la oa.

    Estaba convencida de que era necesario hacer algopor aquella nia. Me irritaba aquella gente aldeana que,por considerarla distinta a los dems nios, la llamabanloca y se quedaban tan tranquilos sin hacer nada poraveriguar qu le suceda. En cambio, cada da era msacuciante mi deseo de saber qu haba detrs de aquella

    alucinante mirada de sus ojos azules. Yo saba que Gilly senta inters por m y que,intuitivamente, comprenda mi gran inters por ella.Pero me tema. Algo debi de suceder que la espantase,cuando era ms pequea, porque la timidez de estacriatura era anormal. Si pudiera convencerla de que

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    poda confiar por completo en m, si me contase lo quela asustaba, crea poderla convertir en una nia normal.

    Creo que durante aquellos das pensaba ms en Gillyque en Alvean. Esta no era para m ms que una nia

    mimada e insoportable, aunque muy inteligente y hayinnumerables criaturas as. En cambio, Gilly me parecanica.

    Era imposible hablarle a la seora Polgrey de sunieta. Dentro del convencionalismo que rega toda su vida, esta mujer tena clasificadas a las personas en

    cuerdas y locas. Si alguien estaba loco, no habaposibilidad alguna de que en ella alentase lanormalidad, soterrada. Gilly era todo lo contrario que suabuela, por lo cual fue clasificada como loca y dejadapor imposible.

    Desde luego, intent sacarle algo sobre su nieta, y se

    limit a mirarme framente para darme a entender quemis deberes en aquella casa eran exclusivamente los deinstitutriz de la hija del Amo y, por tanto, no debaolvidar que Gilly no era asunto de mi incumbencia.Todo esto me lo deca con slo callarse y mirarmesignificativamente cuando me atrev a abordar el tema.

    As estaban las cosas cuando Connan TreMellynregres a Mount Mellyn.

    Me bast mirar a Connan TreMellyn para sentirmehondamente turbada. Removi mis ms ntimos y

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    dormidos sentimientos. En realidad, sent su presenciaantes de verlo.

    Lleg a primera hora de la tarde. Alvean estaba depaseo y yo haba pedido agua caliente para lavarme

    antes de salir a dar una vuelta. Kitty me llev el agua y,en cuanto entr en la habitacin, not que se habaproducido en ella un cambio. Le brillaban sus negrosojos y tena los labios entreabiertos.

    El Amo est en casa dijo.Procur que no me notase mi turbacin, y en aquel

    momento se asom Daisy por la puerta. Las doshermanas se parecan mucho. Haba en ambas unacierta avidez fsica que me molestaba. Crea comprenderla expresin de estas dos muchachas y sospechaba queninguna de ellas conservaba la virginidad. Sus gestosdecan mucho y en varias ocasiones las vi en turbios

    concilibulos con Billy Trehay y con otros jvenes quevenan del pueblo a trabajar en la finca. Eran distintascuando se hallaban cerca de hombres. La excitacin quemanifestaban ante la llegada del seor de la casa elcual, segn comprenda poco de estar all, les producaa todos una enorme impresin, me hizo pensar algo

    que me disgust a m misma por haberme permitidotales suposiciones.Ser un hombre de esa clase?, me preguntaba a

    m misma.Lleg hace media hora aclar Kitty.Me estaban observando con mucha atencin y

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    tambin esta vez cre saber en qu estaban pensando.Estudiaban, a su manera, las posibilidades decompetencia que podan temer de m. Y llegaban a laconclusin de que podan estar tranquilas.

    Mi repugnancia aument, les volv la espalda y dije:Bueno, me lavar las manos y pueden ustedes

    llevarse el agua. Voy a dar un paseo.Me puse el sombrero y ya cuando sala a toda prisa

    por el jardn de la cocina, not el cambio. Todostrabajaban como si en ello les fuera la vida: la seora

    Polgrey, atareada con las flores, los muchachos quehaban venido del pueblo y Tapperty que limpiaba lascuadras y que ni siquiera me vieron, de tanta atencincomo ponan en su trabajo... No haba duda de que todala casa respetaba y tema al Amo.

    Mientras paseaba por el bosque, me fui haciendo a

    la idea de marcharme si no le era simptica a ConnanTreMellyn. Me ira con mi hermana mientrasencontraba otra colocacin. Ahora me senta msoptimista que cuando, das antes, me haba planteado lamisma posibilidad. Ahora recordaba a varias amistadesque podan ayudarme. No estaba tan sola como haba

    credo.Llam a Alvean, pero mi voz se perdi en la espesuradel bosque y nadie me respondi. Entonces se meocurri llamar a la otra nia:

    Gilly! grit. Ests por ah, Gillyflower? Veny dime algo. Nada has de temer de m.

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    Silencio.A las tres y media volv a la casa y, cuando suba la

    escalera camino de mi cuarto, o a Daisy, que venacorriendo detrs de m.

    El Amo ha preguntado por usted, seorita. La esperaen la sala del ponche.

    Muy bien le dije. Voy un momento a mihabitacin y en seguida estar en la sala del ponche.

    Es que el Amo la vio llegar y nos dijo que fuerausted en seguida.

    Mujer, primero tengo que quitarme el sombrero.Me lata el corazn precipitadamente y me haba

    sonrojado. Senta un curioso antagonismo. Me parecaque, en cuanto hablase con aquel hombre, tendra quehacer las maletas y marcharme. Estaba dispuesta amarcharme con la mayor dignidad si es que mis temores

    se confirmaban.En mi dormitorio, me quit el sombrero y me alisel cabello. Mis ojos haban tomado, decididamente, elcolor de mbar que tanto los favoreca. Pero reflejabanun resentimiento y una hostilidad completamenteabsurdos antes de haber conocido a Connan TreMellyn,

    contra el que nada poda tener. Mientras me diriga a lasala del ponche, me deca que mis prejuicios se basabanslo en ciertas expresiones que haba sorprendido en lascaras de aquellas dos muchachas tan ligeras de cascos.Haba llegado a pensar que la pobre Alice se habamuerto de pena por los engaos de su marido.

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    Llam a la puerta.

    Entre. Su voz era fuerte; la califiqu de

    arrogante cuando an no haba visto cmo era elhombre.

    Estaba en pie, de espaldas a la chimenea einmediatamente me impresion su gran altura. Tenams de un metro noventa, y su delgadez pareca alargaran ms su figura. Tena el cabello negro y los ojos

    claros. Hunda las manos en los bolsillos de suspantalones de montar y llevaba una chaqueta azuloscuro y una corbata blanca. Su aire era de unadescuidada elegancia como si nada le importase su ropa,pero no pudiese evitar que le sentara bien.

    Me dio la impresin de ser fuerte y cruel al mismo

    tiempo. Un rostro sensual, segn poda verse, pero meresult a la vez evidente que haba en l unapersonalidad oculta y bien controlada. Ya desde aquelprimer momento supe que haba dos hombres en aquelcuerpo, dos personas distintas: el Connan TreMellynque se enfrentaba con el mundo y el que permaneca

    oculto.De manera, seorita Leigh, que por fin nosconocemos.

    No me tendi la mano y su actitud resultabainsolente, como si estuviera recordndome que yo noera ms que una institutriz.

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    No parece que sea muy tarde, pues slo llevo en sucasa unos das.

    Bueno, no hablemos ms del tiempo que hemosestado sin conocernos. Est usted aqu, y eso basta.

    Sus claros ojos me contemplaban burlonamente yme hicieron sentirme desmaada y muy poco atractiva.Me hallaba ante un conocedor de mujeres y yo, inclusopara los no iniciados, era un ejemplar muy pocodeseable.

    La seora Polgrey me ha dado buenos informes de

    usted.Es muy amable.Por qu ha de ser amable si me dice la verdad? Es

    lo que espero de las personas a mi servicio.Quiero decir que ha sido muy amable conmigo y

    que ha contribuido a hacer posibles sos buenos

    informes.No es usted una mujer que use los tpicoshabituales de la conversacin, pero sabe lo que quieredecir.

    As lo espero.Bueno, tengo la impresin de que nos llevaremos

    bien.Me daba cuenta de que sus ojos no se perdan ni undetalle de mi apariencia. Probablemente saba que yohaba pasado en Londres una temporada comocualquier otra seorita bien en busca de novio y quehaba fracasado conmigo la ta Adelaide en su afn de

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    hacerme aprovechar alguna buena oportunidad. A un buen conocedor de mujeres como l, no podaescaprsele el motivo. Y esto me hizo pensar: Por lomenos, me ver libre de las atenciones galantes que, con

    toda seguridad, prodigar a cuantas mujeres atractivasse relacionen con l.

    Dgame, qu le parece mi hija? Atrasada para suedad?

    En absoluto. Es muy inteligente. Pero me pareceque necesita mucha disciplina.

    Estoy seguro de que usted remediar esa falta.Lo estoy procurando.Claro; para eso est usted aqu.Por favor, dgame hasta dnde puedo llevar con

    ella la severidad.Se refiere usted acaso a los castigos corporales?

    Nada ms lejos de mi intencin. Quiero decir: meautoriza usted a aplicar mis propias normas?Aparte del asesinato, seorita Leigh, tiene usted

    mi permiso para hacer lo que quiera. Si sus mtodos nome parecen bien, lo sabr usted en seguida.

    Muy bien; comprendo.

    Y si quiere usted introducir algunasmodificaciones en el plan de estudios, puede hacerlo.Gracias.Tengo fe en la experimentacin. Si sus mtodos no

    han logrado un buen resultado en... digamos seis meses,podramos entonces examinar de nuevo la situacin.

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    No le parece?Su mirada era insolente. Pens: Quiere librarse

    pronto de m. Se haba hecho la ilusin de que yo erauna jovencita tonta y encantadora capaz de liarse con l

    mientras haca como que se preocupaba por laeducacin de la nia. Muy bien; lo mejor que puedohacer es marcharme de esta casa.

    Supongo que debo presentarle excusas por losmalos modales de Alvean. Perdi a su madre hace unao.

    Le mir a la cara por si descubra en ella algnindicio de pena. Pero no vi ni la ms leve alteracin.

    Ya me lo han dicho.Por supuesto que se lo habrn dicho. Jurara que

    les faltara tiempo para informarla a usted. Fue, desdeluego, un terrible choque emotivo para la criatura.

    S, tuvo que ser una gran impresin para elladije.Fue repentino. Estuvo callado unos segundos y

    luego aadi: La pobre nia no tiene madre, y supadre... se encogi de hombros dejando sin terminarla frase.

    Aun as dije hay muchas otras nias msdesgraciadas que ella. Todo lo que necesita es una manofirme.

    En aquel instante sent el magnetismo que emanabade aquel hombre. Las facciones bien dibujadas, los ojosclaros y fros, la expresin burlona de todo el rostro...

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    todo esto no era ms estaba segura que una mscaracon la que Connan TreMellyn ocultaba algo que estabadispuesto a no dejar transparentar.

    En aquel momento llamaron a la puerta y entr

    Celestine Nansellock.Me dijeron que estabas aqu, Connan. Me dio la

    impresin de estar nerviosa. Este hombre, pens, enseguida, desconcierta tambin a las personas de sumundo.

    Con qu rapidez circulan aqu las noticias!

    murmur. Querida Celestine, has hecho muy bienen venir. Precisamente estaba entrando en relacin connuestra nueva institutriz. Me dice que Alvean es muyinteligente, pero que necesita disciplina.

    Claro que es inteligente! exclam Celestine conindignacin. Y supongo que la seorita Leigh no se

    propondr ser demasiado dura con ella. Alvean es unabuena chica.

    Connan TreMellyn me mir divertido.No creo que la seorita Leigh coincida con tu

    manera de ver el asunto. Querida Celestine, ves anuestra gansita como si fuera un hermoso cisne.

    Quiz sea por exceso de cario...Puedo retirarme? dije, pues deseaba dejarlossolos cuanto antes.

    Si soy yo la que est interrumpiendo! exclamCelestine.

    Connan TreMellyn nos miraba, con su expresin

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    irnica, a ella y a m por turno. Tuve la impresin deque nos consideraba a las dos igualmente desprovistasde atractivos femeninos.

    No, no; ya habamos acabado nuestra

    conversacin. Por lo menos, eso creo.Mejor digamos que sta ha sido su primera parte

    dijo con superficialidad. Me parece que la seoritaLeigh y yo vamos a tener que discutir muchos msasuntos relativos a mi hija.

    Me desped con una inclinacin de cabeza y los dej

    all.En la sala de clase me esperaba el t. Estaba

    demasiado alterada para tomar nada. Y al ver que nollegaba Alvean, supuse que estara con su padre.

    A las cinco an no haba llegado la nia, as queenvi a Daisy a buscarla y a recordarle que de cinco a

    seis tenamos trabajo.Esper con toda paciencia. Ya haba dado por ciertoque Alvean se rebelara. Haba llegado su padre y la niaprefera estar con l a pasarse una hora leyendoconmigo.

    Estuve pensando qu actitud debera tomar al

    negarse Alvean a subir. Ira yo a la sala del ponche odondequiera que estuviesen para exigir que la niacumpliese con su deber? Celestine estaba con ellos y,con toda seguridad, se pondra de parte de Alvean, encontra de m.

    Escuch pasos en la escalera. Se abri la puerta del

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    dormitorio de Alvean, la que daba a la sala de clase, yapareci el propio Connan TreMellyn sujetando a suhija por un brazo.

    La expresin de Alvean me asombr. Pareca tan

    desgraciada que sent compasin de ella. Su padresonrea de un modo que me pareci sdico, como si ledivirtiesen la pena de la nia y mi desconcierto. Detrsde l vena Celestine.

    Aqu est anunci Connan TreMellyn. El deberes el deber, hija ma le dijo a Alvean. Y cuando tu

    institutriz te llama para dar clase, has de obedecer. Alvean, conteniendo con dificultad los sollozos,

    balbuci:Pero, pap, hoy es tu primer da en casa.Cuando la seorita Leigh te dice que es la hora de

    trabajar, eso es lo primero.

    Gracias, seor TreMellyn dije. Ven, Alvean,sintate.La expresin de la nia cambi por completo al

    mirarme. En aquellos momentos me odiaba ferozmente.Connan dijo Celestine con toda calma. Hoy es

    tu primer da; tiene razn la nia. Te esperaba con tanta

    impaciencia...l sonri, pero su sonrisa era tan torva como unamueca.

    La disciplina ante todo dijo. S, Celeste, ladisciplina es de la mayor importancia. Ven, dejaremosa Alvean con su institutriz.

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    Me dirigi una breve inclinacin de cabeza mientras Alvean le miraba suplicante. Pero, no le hizo casoalguno. Se cerr la puerta y me qued sola con midiscpula.

    Aquel incidente me haba enseado muchsimo.Alvean adoraba a su padre y a l le era indiferente. Miindignacin contra l creca a medida que aumentabami compasin por la nia. Nada de raro tena queAlvean fuera una nia difcil. Qu otra cosa se podaesperar cuando era tan desgraciada? La vea adorando

    a su padre, que nada se interesaba por ella, y mimadapor Celestine Nansellock. Entre los dos estabanhaciendo todo lo posible por estropear a la nia.

    Me hubiera gustado ms que Connan TreMellynhubiese olvidado la disciplina, por mucho que yo se lahubiera recomendado, en aquel primer da en que volva

    a estar en casa, y hubiese dedicado un poco de tiempo asu hija.

    Alvean estuvo rebelde toda aquella tarde, pero leinsist para que se acostase a la hora de siempre. Me

    dijo que me odiaba, aunque no necesitaba decirme algoque era tan evidente.Me senta tan fastidiada despus de haberla dejado

    acostada que sal a dar un paseo por el bosque y mesent sobre un tronco cado para darle vueltas a misituacin. Me preguntaba si iba a seguir en aquel

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    empleo o me convendra ms dejarlo en seguida. No erafcil decidirlo con tan escasos das como habantranscurrido. No estaba segura de si deseabamarcharme o quedarme.

    Todo el da haba hecho mucho calor y el bosque sehallaba sumergido en un denso silencio.

    Muchas cosas me retenan all. Por lo pronto, miinters por Gillyflower; tambin, mi deseo de arrancardel corazn de Alvean su espritu de rebelda yresentimiento. Pero despus de haber visto al amo,

    senta menos inters por esas tareas.No saba por qu, pero me asustaba un poco aquel

    hombre. Estaba segura de que, en cierto sentido, no ibaa molestarme, pero haba en l un extrao magnetismo,una indefinible condicin que me haca imposibleborrarlo de mi imaginacin. Pensaba ms que antes en

    la difunta Alice porque no cesaba de preguntarme quclase de persona habra sido la mujer de ConnanTreMellyn.

    Me haba dado cuenta de que le diverta en ciertomodo, quiz precisamente porque no le resultabaatractiva, quiz porque estaba convencido de que yo

    perteneca a ese ejrcito de mujeres a las que no quedaotro remedio que trabajar para ganarse la vida y que seven obligadas por ello a depender de los caprichos de laspersonas que las pagan. Los c