holt victoria - el rey del castillo

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V i c t o ri a H o l t

EL R EY DE L C AS TI LLO

NDICECaptulo 1 .................................................................................... 3 Captulo 2 .................................................................................. 31 Captulo 3 .................................................................................. 56 Captulo 4 .................................................................................. 71 Captulo 5 .................................................................................. 98 Captulo 6 ................................................................................ 108 Captulo 7 ................................................................................ 119 Captulo 8 ................................................................................ 142 Captulo 9 ................................................................................ 159 Captulo 10 .............................................................................. 175 Captulo 11 .............................................................................. 208 Captulo 12 .............................................................................. 232 RESEA BIBLIOGRFICA ....................................................... 249

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VICTORIA HOLT

EL REY DEL CASTILLO

Captulo 1El tren entraba ya en la pequea estacin comarcal y yo an me repeta con insistencia: Todava no es tarde para volverse atrs. Puedo desistir, si lo creo conveniente. Durante el viaje haba cruzado el Canal la noche antes y continuado en ruta todo el da siguiente procur hacer acopio de valor dicindome que ya no era una imprudente jovenzuela sino una mujer consciente de sus actos, dispuesta a seguir un determinado plan de accin hasta sus consecuencias finales. Lo que pudiera ocurrirme cuando llegara al castillo no dependa de m sino de los dems. Deba actuar con dignidad y comportarme como si no me sintiera profundamente deseosa de conseguir aquel empleo; ocultar mi temor ante la idea de lo que iba a suceder, en caso de que me rechazaran; disimular hasta qu punto estaba interesada en mi propsito. Por vez primera en mi vida tuve conciencia de que mi aspecto exterior poda resultarme beneficioso. Haba cumplido veintiocho aos, circunstancia que quedaba realzada por un abrigo marrn y un sombrero haciendo juego, todo pensado ms para la utilidad que para el adorno personal. Continuaba soltera y en ms de una ocasin haba podido detectar miradas compasivas de ciertas personas que al referirse a m aadan el consabido comentario de que me iba a quedar para vestir santos. Me irritaba la premisa segn la cual el nico motivo por el que una mujer debe vivir es el de dedicarse a servir a algn hombre, opinin esencialmente masculina que a partir de los veintitrs aos consider inadmisible y contra la que luch con ahnco, ya que a mi modo de ver existen otros objetos en la vida. En aquellos momentos me serva de consuelo pensar que acaso lo hubiera conseguido. El tren aminor su marcha y se detuvo. Al poner pie en el andn pude ver que haba bajado tambin una campesina que llevaba al brazo un cesto con huevos y sujetaba un ave de corral con la otra mano. Revis mis maletas. Eran varias, conteniendo todas mis pertenencias: un pequeo guardarropa y las herramientas para mi trabajo. Un nico empleado se encontraba junto a la salida. Buenos das dijo a la campesina. Como no se d prisa, el nio va a nacer antes de que usted llegue. Hace ya tres horas que Marie empez a sentir los dolores. La comadrona ya est all. Ojal sea un nio! exclam la campesina. Hay demasiadas mujeres en el mundo. No s lo que piensa el buen Dios. Pero el empleado se haba fijado en m y estaba ms interesado en mi persona que en discutir el sexo del futuro beb. Mientras hablaba con la aldeana, no dejaba de

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observarme. Luego avanz unos pasos para tocar el silbato y dar la salida al tren. En aquel momento, un viejo se acerc rpidamente a nosotros. Eh, Joseph! lo llam el empleado, al tiempo que le indicaba mi presencia. El aludido me mir, moviendo la cabeza negativamente. No, no dijo. Yo he venido a buscar a un caballero. Es usted de Chteau Gaillard? le pregunt en francs, lengua que hablaba muy bien porque mi madre haba sido francesa y siempre nos expresbamos las dos en ese idioma, aunque en presencia de mi padre utilizramos el ingls. Joseph se acerc con la boca abierta en expresin de asombro y de incredulidad. S, soy de Chteau Gaillard, pero Entonces es a m a quien viene a recoger. Yo vengo en busca del seor Lawson insisti, pronunciando con dificultad dicho apellido. Le sonre, intentando adoptar un aire indiferente al tiempo que pensaba en que aquel obstculo era el ms leve de cuantos me esperaban. Seal mi equipaje, cuyas etiquetas proclamaban: D. Lawson. Pero pensando en que acaso no supiera leer, le aclar: Soy mademoiselle Lawson. Viene usted de Inglaterra? me pregunt. Contest afirmativamente. Pues a m me han dicho que deba recoger a un caballero insisti. Habr existido algn error. En vez de caballero soy seora. Se rasc la cabeza. Qu esperamos? pregunt sealando las maletas. El empleado se acerc, intercambiando unas miradas con Joseph. Por favor. Lleven mi equipaje al coche y partamos en seguida dije con expresin autoritaria. Llevaba muchos aos ejercitndome en el dominio de mis emociones y ello me permiti disimular el miedo que senta. El procedimiento estaba resultando all tan eficaz como en mi casa. Joseph y el empleado llevaron mis maletas hasta un carricoche estacionado algo ms lejos; yo les segu y a los pocos minutos emprendamos el camino. Est muy lejos el castillo? pregunt. A unos dos kilmetros contest Joseph. Pronto lo distinguiremos. A mi alrededor se extendan tierras cubiertas de esplndidos viedos. Estbamos a finales de octubre y acababa de efectuarse la vendimia. Ahora se dispondran a preparar las cepas para la cosecha siguiente. Dejamos a un lado la pequea ciudad con su plazoleta dominada por la torre de la iglesia, su Ayuntamiento, sus calles estrechas y sinuosas, sus tiendas y sus casas. Poco despus distingu, a poca distancia, la imagen del castillo. Jams olvidar aquellos momentos. El sentido comn, cualidad que en el curso del ao anterior haba servido de compensacin a mi carencia de otras cosas, desapareci de pronto hacindome olvidar la imprudencia que estaba cometiendo de

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manera tan irreflexiva. Y no obstante estar segura de que iba a sufrir graves contratiempos y dificultades que en modo alguno podra evitar por ser contrario a toda lgica, me ech a rer al tiempo que expresaba en voz alta mi pensamiento dominante: Suceda lo que suceda, me alegro de haber venido. Por fortuna me haba expresado en ingls y Joseph no pudo entenderme. Rpidamente aad: De modo que se es el Chteau Gaillard! S, mademoiselle, se es el chteau. No es el nico de Francia coment, conozco otro Chteau Gaillard en Normanda. Aqul en que fue hecho prisionero Ricardo Corazn de Len. Mientras Joseph grua algo, yo continu: Las ruinas son un espectculo fascinador; pero an lo son ms los viejos castillos conservados a travs de los siglos. El viejo chteau ha pasado por momentos difciles. En los tiempos del Terror qued casi completamente destruido. Es una suerte que se salvara! Not cmo la emocin alteraba mi voz y confi en que Joseph no se hubiera dado cuenta. Estaba encantada con el castillo. Deseaba ya vivir en l, explorarlo y familiarizarme con todos sus rincones. Comprend en seguida que era aqul el lugar en que siempre haba imaginado me encontrara completamente a gusto, y del que me causara gran dolor alejarme, entre otras cosas porque a mi vuelta a Inglaterra me sentira por completo desorientada y sin saber qu hacer. Tan alarmante posibilidad nubl brevemente mi alegra ante la contemplacin del castillo. Tena una prima lejana en un lugar del norte de Inglaterra. En realidad era prima de mi padre, y ste me haba hablado algunas veces de ella. Si algo te sucediera, siempre podras acudir a la prima Jane. Es persona difcil y lo pasars mal con ella; pero por lo menos sabr cumplir con su deber. Valiente perspectiva para quien, como yo, luego de tener que prescindir de esos atractivos personales que son la clave del matrimonio, haba desarrollado una especie de coraza defensiva basada principalmente en el orgullo! Me dije que por nada del mundo acudira a la prima Jane. Preferira convertirme en una de esas pobres institutrices expuestas al capricho de amos indiferentes o de nios insoportables o incluso diablicamente crueles. O ponerme al servicio de alguna vieja gruona, como seorita de compaa. Cualquiera de estas probabilidades representaba un motivo de desolacin, y no slo por causa del abismo de soledad y de humillaciones que comportaran, sino tambin porque significaban la negacin del infinito goce de hacer un trabajo que yo adoraba, en un ambiente cuya sola existencia haca la vida digna de ser vivida. Pero las cosas no estaban sucediendo de manera tan lgubre como yo las haba imaginado, sino que sobrepasaban en inters a todas mis fantasas. Hay ocasiones en que la realidad resulta ms emotiva, ms encantadora que la imagen que nos hemos forjado de ella; pero las mismas son muy raras y cuando se producen han de ser saboreadas totalmente. Quiz aquellos momentos fueran doblemente felices para m por tratarse de los

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ltimos que me proporcionaran alegra durante largo tiempo. Me absorb por completo en la contemplacin del castillo, magnfica pieza de arquitectura del siglo XV, elevndose en mitad de un pas cubierto de viedos. Mi mirada experta se fijaba en todos los detalles. En el siglo XVI o quiz en el XVII se haban aadido edificios anexos que no alteraban la simetra del conjunto sino que, por el contrario, realzaban su carcter. Vi las torres cilndricas que flanqueaban el cuerpo principal. Saba que la escalinata de honor se hallara en la torre poligonal. Estaba enterada de todo lo relativo a las viejas mansiones, y aunque, con frecuencia, en el pasado lament la actitud de mi padre hacia m, no poda menos de agradecerle cuanto me haba enseado. El aspecto del castillo era totalmente medieval, y la solidez de sus contrafuertes y torres le daban el aspecto de haber sido construido para la defensa. Calcul el espesor de los muros donde se abran las estrechas rendijas de las barbacanas. Desde luego, era toda una fortaleza. Conforme mi mirada iba pasando desde el alczar al puente levadizo y al foso seco, percib una zona poblada de hiedra verde. Me sent emocionada al ver en la fachada exterior el parapeto con voladizo reforzado por numerosos matacanes. El viejo Joseph me estaba diciendo algo. Tal vez haba llegado a la conclusin de que el ser yo una mujer y no un hombre no era asunto de su incumbencia. S deca, nada ha cambiado en el castillo; monsieur le Comte se ocupa de que todo siga igual. Monsieur le Comte. Tal era el hombre con quien iba a enfrentarme. Me lo imagin como un aristcrata altanero y fro, igual a los que fueron en carreta hacia la guillotina por las calles de Pars, mirando a la gente con indiferencia. Estaba convencida de que iba a rechazarme. Qu ridiculez!, exclamara. Mi peticin se dirigi a su padre. Salga de aqu inmediatamente! Sera intil contestar que yo era tan capaz como mi padre. Que estuve trabajando siempre en su compaa y saba ms que l sobre pintura antigua, especialidad quo dej siempre a mi cargo. Pero cmo explicar a un despectivo conde francs que una mujer puede ser tan eficiente y tan lista como un hombre, por lo que respecta al trabajo de restaurar viejas pinturas? Monsieur le Comte, yo tambin soy artista Vi su mirada desdeosa. Mademoiselle, no me interesan sus cualidades. Yo mand en busca de monsieur Lawson; no en busca de usted. Por consiguiente, tenga la bondad de salir de mi casa (o quiz "mi residencia", o "mi castillo") sin prdida de tiempo. Joseph me miraba astutamente. Comprend sus reflexiones. Sin duda, consideraba muy extrao que el seor conde hubiera enviado a buscar a una mujer. Estaba impaciente por preguntarle sobre el aristcrata, pero, como es natural, no poda hacerlo. Hubiera sido til saber algo de la casa en general; pero, por el momento, tena que abandonar dicho propsito; adoptar una actitud adecuada; creer que no haba nada de particular en que ocupase el sitio de mi padre, y hacer lo

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posible para que los dems lo creyeran tambin as. Llevaba en el bolsillo la carta con su peticin. Aunque dicha palabra resultaba inadecuada, ya que monsieur le Comte no pedira nada a nadie, sino que ordenara como un rey a sus sbditos. El rey en su castillo!, me dije. Monsieur le Comte de la Talle llama a D. Lawson al castillo Gaillard para que realice la tarea convenida de la restauracin de unas pinturas. Bien; yo era Dallas Lawson, y si la orden se refera a Daniel Lawson, mi respuesta sera que Daniel Lawson haba muerto diez meses atrs y que yo, su hija, que en el pasado le ayud en su tarea, ocupaba ahora su sitio. Haca unos tres aos que mi padre mantuvo correspondencia con el conde, el cual tena noticia de que pap estaba considerado una autoridad en viejos edificios y pinturas. Considerando las circunstancias, quiz fuera natural que yo tambin sintiera hacia tales cosas una reverencia que luego se convertira en pasin. Mi padre y yo habamos pasado muchas semanas en Florencia, Roma y Pars contemplando tesoros del arte. Y todos mis momentos libres en Londres los pas en los museos. Con una madre que nunca disfrut de salud y un padre absorto en su trabajo, qued prcticamente entregada a mis propios recursos. Veamos a poca gente y nunca tuve la costumbre de adquirir amistades con facilidad. No siendo guapa, me senta en desventaja y la constante necesidad de disimular dicho defecto desarroll en m unos modales exageradamente graves y poco atractivos. Sin embargo, anhelaba compartir experiencias con otras personas; tener amigos. Me senta intensamente apasionada por los asuntos ajenos, que siempre me parecieron ms emocionantes que cualquier cosa que pudiera sucederme a m. Escuchaba conversaciones no aptas para mis odos; permaneca sentada silenciosamente en la cocina, mientras nuestras dos sirvientas, una de edad avanzada y otra ms joven, discutan sobre sus dolencias o sobre sus amores, y permaneca inmvil, oyendo hablar a la gente en las tiendas, cuando iba de compras con mi madre. Y si alguien vena a casa, sola practicar lo que mi padre llamaba fisgoneo, costumbre que no aprobaba en absoluto. Cuando empec mis cursos en la escuela de arte pude vivir, por algn tiempo, una existencia propia, comportndome tal como yo era en realidad, y no cindome a lo que oa decir a los dems; pero mi padre se disgust porque me enamor de un joven estudiante, episodio romntico que an recordaba con nostalgia. En los das de primavera los dos deambulbamos por los parques de St. James o del Green, o escuchbamos a los oradores de Marble Arch, o caminbamos junto al Serpentine en los jardines de Kensington. Ahora no poda recorrer tales sitios sin que me invadiera la nostalgia, y por ello no sola frecuentarlos. Mi padre se opuso a la boda porque Charles era pobre. Adems, mi madre, invlida, me necesitaba. No se produjo ninguna pattica escena de renunciacin. El idilio naci como un producto de la primavera y de la juventud, y se termin a la llegada del otoo. Quiz mi padre creyera necesario privarme de oportunidades parecidas, porque al poco tiempo sugiri que dejara la escuela para trabajar con l. Afirm que poda ensearme mucho ms que cualquier institucin, y estuvo en lo cierto, desde luego; pero aunque aprend mucho con l, desaparecieron las ocasiones para conocer

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a gentes de mi edad y vivir una existencia individual. Divida mi tiempo entre trabajar con pap y cuidar de mam. Cuando sta muri me sent anonadada por el dolor durante largo tiempo. Luego comprend que ya no era joven; y al igual que en ocasiones anteriores, llegu a la conclusin de que no tena atractivos para los hombres, lo que me hizo transformar mi deseo de amor y de matrimonio en pasin por la pintura. Este trabajo te conviene dijo mi padre cierta vez, te conviene porque eres propensa a quererlo restaurar todo. Comprend su intencin. Me haba propuesto que Charles fuera un gran pintor, cuando en realidad lo que l deseaba era estudiar sin complicaciones. Quiz por ello lo perd. Quise que mi madre recuperase su antiguo vigor e inters por la vida y trat de arrancarla a su lasitud, sin conseguirlo tampoco. En cambio, nunca pretend cambiar a mi padre, porque esto hubiera sido imposible. Haba heredado su fuerza de voluntad, aunque en ciertas ocasiones, como en la presente, l era mucho ms enrgico que yo. Recuerdo el da en que lleg la primera carta procedente de Chteau Gaillard. El Comte de la Talle tena una coleccin de pinturas que necesitaba determinadas atenciones y era su deseo consultar a mi padre sobre ciertos trabajos de restauracin. Poda monsieur Lawson acudir a Chteau Gaillard, hacer un clculo de los trabajos necesarios y, caso de llegar a un acuerdo, permanecer all hasta completar la obra? A mi padre le encant la perspectiva. Enviar por ti si ello es posible me dijo. Necesitar ayuda. Y te gustar ese sitio. Es del siglo XV y, segn creo, conserva mucho del original. Ser fascinador. Me sent emocionada. En primer lugar porque anhelaba pasar unos meses en un castillo francs y tambin porque aquello era prueba evidente de que pap empezaba a reconocer mis conocimientos en pintura. Pero mi alegra dur poco, porque algn tiempo despus llegaba otra carta del conde aplazando el convenio. Circunstancias imprevistas hacan imposible, por el momento, el comienzo de las obras. No daba ningn otro detalle explicativo. Tan slo aada que se pondra en contacto con nosotros ms adelante. A los dos aos de recibida aquella carta, mi padre falleci repentinamente de un ataque. Fue terrible para m comprobar que a partir de entonces debera valerme por m misma. Me sent desolada, solitaria y perpleja. Adems, tena poco dinero. Me haba acostumbrado a ayudar a pap en su tarea y me preguntaba qu iba a sucederme ahora, porque si bien quedaba reconocido que yo era su ayudante y estaba muy capacitada para ello, cul sera la opinin ajena respecto a aquel trabajo, ahora puramente personal? Habl de ello con Annie, nuestra vieja sirvienta, que llevaba con nosotros muchos aos y que ahora se ira a vivir con una hermana casada. A su modo de ver, dos caminos se abran ante m: trabajar como institutriz, igual que tantas otras mujeres, o convertirme en seorita de compaa. Aborrezco las dos cosas contest. Los mendigos no pueden escoger, miss Dallas. Hay muchas jvenes educadas,

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como usted, que se quedaron solas y se vieron obligadas a aceptar esas cosas. Pero y el trabajo que hice con mi padre? Comprend que, a su modo de ver, nadie querra emplear a una joven en la tarea que antes realizara mi padre. No caba duda de mi capacidad para llevarla a cabo; pero era mujer y, en consecuencia, mi trabajo nunca se considerara lo suficientemente bueno. Annie segua en casa cuando lleg la carta del conde de la Talle. Todo estaba dispuesto para que monsieur D. Lawson empezase su tarea. Despus de todo, yo soy D. Lawson indiqu a Annie. Y puedo restaurar pinturas tan bien como mi padre. No veo, pues, la razn por la que haya de renunciar a ello. Pues yo s dijo Annie tristemente. Mi inters se siente espoleado. O me aceptan o paso el resto de mi vida enseando. Los abogados de mi padre me han indicado la urgente necesidad de ganarme la vida. Ahora bien: imagino lo que debe ser ensear dibujo a nios sin talento ni inters. O quiz pasar la vida junto a una vieja dispuesta a encontrar faltas a todo cuanto haga. Tiene usted que aceptar lo que venga, miss Dallas. Ya lo he pensado, y eso es exactamente lo que voy a hacer. Esa decisin no va a gustar a nadie. Una cosa fue ir de ac para all con su padre y trabajar con l, y otra muy distinta hacerlo usted sola. Cuando l muri termin el encargo que haba empezado en Mornington Towers, se acuerda? S. Pero ir a Francia a un pas extranjero sola! No debes enfocar el problema de ese modo, Annie. Soy restauradora de pinturas. Bien, espero que no se olvide de que, adems, es mujer. No vaya, miss Dallas aadi. No est bien. Tendr muchas dificultades. Dificultades? De qu clase? No no muy recomendables. Quin querr luego casarse con una joven que ha estado en el extranjero sola? No busco marido, Annie, sino un empleo. Y voy a decirte otra cosa: mi madre tena la misma edad cuando ella y su hermana vinieron a Inglaterra para vivir con una ta suya. A veces iban solas al teatro. Imagnate! Y mi madre me cont que hizo algo todava ms atrevido. Cierta vez acudi a un mitin poltico en una bodega de Chancery Lane Por cierto, fue all donde conoci a pap. Si no hubiera sido atrevida, jams se habra casado con un hombre como l. Siempre consigue dar una apariencia razonable a lo que se propone. Pero sigo diciendo que no est bien. Me siento convencida de ello. Sin embargo, yo estaba tan segura de que todo saldra perfectamente que, luego de muchas reflexiones y controversias internas, decid aceptar el desafo y trasladarme a Chteau Gaillard.

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Cruzamos el puente levadizo y cuando contemplaba los antiguos muros cubiertos de musgo y de hiedra, reforzados por los grandes contrafuertes, as como las torres cilndricas y los tejados redondos con sus puntas cnicas, rogu para que no me rechazaran. Pasamos bajo la arcada y entramos en un patio, entre cuyas losas creca la hierba. Me sorprendi el profundo silencio que reinaba all. En el centro del patio haba un pozo, rodeado por un parapeto con pilares de piedra que sostenan una cpula. Unos cuantos escalones conducan a una galera, abierta a un lado del edificio, y pude ver las palabras De la Talle entrelazadas a una flor de lis tallada en el muro, sobre una puerta. Joseph tom mis maletas, las puso ante la puerta y grit: Jane! Apareci una criada, en cuyos ojos pude observar una expresin de profunda sorpresa. Joseph le dijo que yo era la seorita Lawson y que debera llevarme a la biblioteca, anunciar mi llegada y subir mis maletas a la habitacin. Estaba tan emocionada ante la idea de entrar en el castillo, que los nervios me dominaron. Segu a Jane atravesando la gruesa puerta y entrando en un gran vestbulo con paredes de las que colgaban magnficos tapices y armas. Observ en seguida dos o tres muebles estilo Regencia, entre ellos una gran mesa de madera tallada y dorada con magnficos calados como los que se hicieron tan populares en Francia a principios del siglo XVIII. Los tapices, que eran exquisitos y de la misma poca que el mobiliario, procedan de Beauvais y tenan figuras al estilo de Boucher. Todo aquello era magnfico y el deseo de detenerme a examinarlo casi se sobrepuso a mi miedo; pero habamos recorrido el vestbulo y estbamos subiendo una escalera. Jane apart un pesado cortinaje y pis una gruesa alfombra que contrastaba extraordinariamente con los escalones de piedra. Me encontraba en un corto y oscuro pasillo, al final del cual vi una puerta. Al abrirse apareci ante mi vista la biblioteca. Si la seorita quiere esperar Inclin la cabeza. La puerta se cerr y qued sola. La habitacin tena el techo muy alto, decorado con bonitas pinturas. Aquel lugar estaba lleno de tesoros y en modo alguno iba a permitir que me echaran de all. Contempl las paredes recubiertas de libros encuadernados en piel y vi tambin numerosas cabezas de animales disecados que parecan guardar ferozmente el recinto. Me dije que el conde deba ser un gran cazador, y lo imagin persiguiendo implacable a sus piezas. Un reloj con un cupido sobre su esfera adornaba la chimenea y a sus dos lados haba jarros de Svres, de delicados colores. Las sillas estaban tapizadas y su madera decorada con flores y volutas. Pero aunque aqullos me impresionaron, me senta demasiado intimidada para prestarles la debida atencin. Imagin mi entrevista con el formidable conde y ensay mentalmente lo que iba a decirle. No estaba dispuesta a perder la dignidad. Tena

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que mantenerme tranquila y no aparentar demasiado inters. Ocultara mi gran deseo de trabajar all, de triunfar en mi propsito y de conseguir otros encargos. Estaba convencida de que mi futuro dependa de los siguientes minutos y cunta razn tena en ello! Escuch la voz de Joseph: Est en la biblioteca, seor. Se oyeron unos pasos. Iba a enfrentarme a l, de un momento a otro. Me acerqu a la chimenea. Haba en ella unos troncos no encendidos. Mir la pintura colocada sobre el reloj Luis XV, aunque sin verla. El corazn me lata apresurado, y me apretaba las manos esforzndome por contener su temblor cuando la puerta se abri. Pretend no darme cuenta, a fin de ganar unos segundos durante los que componer mi actitud. Se produjo un breve silencio, y luego una voz fra exclam: Qu cosa ms extraordinaria! El conde era un poco ms alto que yo, aunque tengo una estatura aventajada. Sus ojos oscuros me miraban intrigados, pero su expresin sugera una predisposicin amable. La larga y aguilea nariz indicaba arrogancia, pero los labios, algo gruesos, no resultaban severos. Llevaba un traje de montar muy elegante quiz demasiado elegante. Luca una corbata muy adornada y un anillo de oro en cada meique. Me pareci en extremo meticuloso, y no tan formidable como haba conjeturado. Aquello debi haberme complacido, pero por el contrario, me sent decepcionada, no obstante el hecho de que aquel hombre pareca demostrarme ms simpata que el temible conde de mis pesadillas. Buenos das dije. Avanz unos pasos. Era ms joven de lo que haba supuesto. Tendra un ao o dos ms que yo. O tal vez furamos de la misma edad. Confo en que tenga usted la bondad de explicarme todo esto dijo. Desde luego. He venido a trabajar en esas pinturas necesitadas de reparacin. Esperbamos a un tal Monsieur Lawson. Me temo que sea imposible contar con l. Quiere decir que vendr ms tarde? No. Muri hace unos meses. Soy su hija y cumplo los compromisos adquiridos por l. Pareci alarmarse. Seorita Lawson, esas pinturas tienen un valor extraordinario Si no fuera as, no valdra la pena restaurarlas. Slo permitir que las maneje un experto. Yo soy un experto. Mi padre le fue recomendado a usted, y yo trabajaba como ayudante suyo. Su fuerte era la restauracin de edificios las pinturas corran de mi cuenta. Sin duda aquello significara el final de la entrevista. Est molesto porque le he colocado en una situacin embarazosa. Jams permitir que me quede, pens. Hice un desesperado esfuerzo para continuar:

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Si usted oy hablar de mi padre, tambin oira hablar de m, puesto que trabajbamos juntos. No me ha explicado usted Tengo entendido que el asunto es urgente, y por ello me pareci mejor venir cuanto antes. Si mi padre hubiera aceptado, yo hubiera venido con l. Sintese, por favor me indic. Me sent en una silla de respaldo labrado, lo que me oblig a permanecer derecha, mientras l se dejaba caer en un taburete, extendiendo las piernas. Cree usted, seorita Lawson pregunt lentamente, que de habernos explicado que su padre haba muerto habramos declinado sus servicios? Yo cre que el objetivo de usted era hacer restaurar las pinturas y tena la impresin de que lo importante era el trabajo, no el sexo de quien lo emprendiera. Una vez ms di muestras de aquella arrogancia que en realidad no era ms que un signo exterior de mi ansiedad. Estaba convencida de que iba a echarme del castillo, pero deba luchar para impedirlo y demostrarle de lo que era capaz. El conde tena el ceo fruncido, cual si le costase trabajo tomar una decisin. De vez en cuando me miraba a hurtadillas. De pronto, se ri un poco, aunque sin alegra y dijo: Es raro que no nos escribiera y nos contara Me puse en pie. La dignidad lo exiga. l tambin se levant. En pocas ocasiones me haba sentido tan deprimida y triste como cuando empec a caminar altivamente hacia la puerta. Un momento, seorita! Haba hablado primero, y esto me pareci una pequea victoria. Lo mir por encima del hombro sin volverme. Slo tenemos un tren diario dijo. A las nueve de la maana. Si quiere tomar el de la lnea principal, que va a Pars, tendr que recorrer diez kilmetros. Oh! exclam no pudiendo impedir que la alarma se pintara en mi rostro. Como ve continu, se ha puesto en situacin algo apurada. Nunca cre que mis credenciales seran despreciadas sin ni siquiera examinarlas. Es la primera vez que vengo a Francia, y no estaba preparada para una acogida semejante. Fue una frase feliz, cuyo efecto se hizo notar en seguida. Mademoiselle, le aseguro que ser tratada en Francia con tanta cortesa como en cualquier otro pas. Me encog de hombros. Supongo que habr por ah alguna fonda un hotel donde pasar la noche, verdad? pregunt. Podemos ofrecerle nuestra hospitalidad. Es usted muy amable respond framente, pero teniendo en cuenta las circunstancias Antes ha hablado usted de credenciales. Poseo recomendaciones de gente que qued muy complacida con mi trabajo. En Inglaterra trabaj en algunas grandes mansiones y se me confiaron obras

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maestras; pero ya veo que no est interesado en ello. No es verdad, mademoiselle. S que estoy interesado. Todo cuanto haga referencia a este castillo me interesa extraordinariamente. Mientras hablaba, su rostro haba cambiado, y ahora apareca iluminado por una gran pasin: el amor a su vieja casa. Sent cmo mi simpata se despertaba. Yo habra obrado de modo parecido si aquel lugar hubiese sido mo. Continu apresuradamente: Debe usted admitir que mi sorpresa est justificada. Esperaba a un hombre de experiencia, y me encuentro de pronto ante una joven Ya no soy tan joven, puede estar seguro. No hizo esfuerzo alguno para refutar mi indicacin. Pareca preocupado por sus propias ideas; sus emociones respecto al castillo; su indecisin sobre si deba permitir que una persona de cuyas facultades dudaba, se atreviera a tocar sus maravillosas pinturas. Quiere hacerme el favor de dejarme ver sus credenciales? Retroced hasta la mesa y saqu del bolsillo superior de mi abrigo un montn de cartas que le entregu. Me hizo seas de que me sentara. Tambin l se sent y empez a leer las cartas. Cruc las manos sobre el regazo apretndolas fuertemente. Momentos antes cre haber perdido la partida; ahora no estaba ya tan segura del fracaso. Mientras simulaba examinar la habitacin, no dej de observarle. Sin duda alguna trataba de decidir cmo obrara, lo cual me sorprendi porque haba imaginado al conde incapaz de cualquier duda; como un ser que tomaba decisiones rpidas sin la menor vacilacin ni inclinacin a la prudencia, convencido de obrar siempre correctamente. Son cartas muy valiosas dijo devolvindomelas. Me mir cara a cara unos segundos y luego aadi tras vacilar ligeramente: Creo que le gustar ver las pinturas. De nada me va a servir, puesto que no tengo que trabajar en ellas. Quiz le permita hacerlo, mademoiselle Lawson. Quiere decir? Por el momento qudese aqu esta noche. Ha hecho un viaje muy largo y est cansada. Como es tan experta aadi echando una ojeada a las cartas que yo conservaba en la mano y ha recibido felicitaciones de gente tan ilustre, estoy convencido de que al menos le gustar ver esas pinturas. Tenemos algunas realmente notables, coleccionadas poco a poco en el transcurso de varios siglos, y creo que merecern la atencin de usted. Estoy segura, pero lo mejor ser que me vaya al hotel. No se lo recomiendo. Por qu? Porque es pequeo y la comida no muy buena. Se sentir ms a gusto en el chteau, estoy seguro. No quisiera causarle molestias. De ninguna manera! Insisto en que se quede. Permtame llamar a una criada

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para que la acompae a su cuarto. Est ya preparado, aunque desde luego, no para una seorita. Ahora bien, no se preocupe. La criada le subir algo de comer. Sugiero que descanse un rato antes de ver las pinturas. Significa esto que me va a permitir realizar la tarea? Antes quiero que nos d su consejo. Me sent tan aliviada que mis sentimientos hacia l tomaron en seguida otro rumbo. La antipata que me provocara unos momentos antes se convirti en satisfaccin. Har lo que mejor pueda, monsieur le Comte. Sufre usted un engao, seorita. Yo no soy el Comte de la Talle. Me fue imposible dominar mi sorpresa. Entonces, quin? Soy Philippe de la Talle, primo del conde. No es a m a quien debe complacer sino a l. Mi primo decidir si debe o no confiarle la restauracin de las pinturas. Puede estar convencida de que si dicho acuerdo dependiera de m, le rogara que empezara sin prdida de tiempo. Cundo ver al conde? No se encuentra en el castillo, y seguir ausente unos das. Sugiero que se quede aqu hasta su regreso. Entretanto puede examinar las pinturas, y luego darle una opinin sobre las mismas. Algunos das! exclam consternada. Me temo que s. Mientras se acercaba al cordn de la campana y tiraba de l, pens: Esto me da un respiro; por lo menos pasar unos das en el castillo.

La habitacin deba encontrarse cerca del alczar. El hueco de la ventana era lo suficiente ancho como para contener dos bancos de piedra, uno a cada lado; luego la abertura se estrechaba hasta convertirse en una tronera. Para mirar al exterior deba ponerme de puntillas; abajo estaba el foso y ms all vi rboles y viedos. Me divirti constatar que aunque convencida de la incertidumbre de mi posicin, no poda por menos de tomarle cario a la mansin y a sus tesoros. Mi padre haba sido igual. Las cosas ms importantes para l fueron los monumentos antiguos, y luego las pinturas. Para m, las pinturas ocupaban el primer lugar, pero, aunque en segundo trmino, haba heredado tambin su pasin por los edificios. El amplio cuarto estaba en la penumbra aun cuando fuera slo media maana, porque por pintoresca que resultara la ventana, apenas si dejaba pasar claridad alguna. Me sorprendi el grosor de las paredes, no obstante haber supuesto dicha condicin. El enorme tapiz que cubra casi toda la superficie de un muro tena un tono azulado, y en l destacaban figuras de pavos reales en un jardn lleno de fuentes con columnatas, mujeres reclinadas y galanes, todo ello muy a lo siglo XVI. La cama tena dosel y un poco ms all distingu una cortina. Al descorrerla vi que haba lo que se llama una melle o habitacin secundaria como era costumbre en los castillos

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franceses. Sus dimensiones le permitan contener un armario, un bao y un tocador sobre el que estaba colgado un espejo. Al verme reflejada en l me ech a rer. Tena aire de saber cumplir con mi misin. Mi aspecto era casi formidable, aunque algo desaliado por causa del viaje. Llevaba el sombrero echado hacia atrs, lo que lo haca an ms feo que de costumbre a la vez que ocultaba mi pelo largo, espeso y liso, nico detalle bueno en mi fisonoma. La criada trajo agua caliente y me pregunt si me gustara un plato de pollo fro y una botella du vin du pays. Le dije que me vendra perfectamente. Me alegr cuando se hubo retirado, porque su evidente curiosidad y nerviosismo no cesaban de recordarme el imprudente paso que acababa de dar. Me quit el abrigo y el poco favorecedor sombrero; retir las horquillas y dej que el pelo me cayera sobre los hombros. Qu diferente estaba ahora! No slo pareca ms joven sino tambin ms vulnerable: la verdadera muchachita asustada que se ocultaba tras un exterior lleno de aplomo. Me dije que vala ms no perder de vista este detalle. Estaba orgullosa de mis cabellos, de un color castao oscuro, con algunos mechones algo ms claros a los que la luz arrancaba destellos casi rojos. Me restregu de pies a cabeza en la baera, sintindome muy aliviada. Me puse ropa interior limpia, una falda gris de merino y una blusa de cachemira ligera, que haca juego con aqulla. La blusa tena un cuello alto que se abotonaba por detrs y me asegur de que me diera aspecto de mujer de treinta aos, cuando me hubiera vuelto a recoger los cabellos. No me gustaba mucho el color gris, porque he preferido siempre los tonos ms alegres. Comprend instintivamente que unos toques azul, verde, rojo o lavanda hubieran dado carcter a mi falda gris, pero aunque me causara gran placer mezclar los matices para obtener belleza, nunca haba hecho tales experimentos con mis propios vestidos. Las batas que llevaba para trabajar eran de color marrn, sencillas y severas como las de mi padre. En realidad usaba casi siempre las suyas, que aunque algo anchas me quedaban bastante bien. Mientras me abotonaba la blusa llamaron a la puerta. Me mir en el espejo del tocador. Tena las mejillas un poco encendidas y con el pelo suelto casi hasta la cintura y desplegado sobre los hombros como una capa, mi aspecto era muy diferente al de la circunspecta mujer que poco antes entrara en el castillo. Quin es? pregunt. Traigo su comida, seorita. Mientras la criada entraba en la habitacin, me sostuve el pelo con una mano y con la otra retir un poco la cortina. Djelo ah, por favor. As lo hizo y se retiro. Me di cuenta entonces del hambre que tena, y acercndome a la bandeja la inspeccion. Haba un muslo de pollo, una rebanada de pan todava caliente, mantequilla, queso y una botella de vino. Me sent a comer. Aquello era delicioso. El vino del pas estaba hecho con uvas maduradas en las propias vides. La comida y el vino me dieron sueo. Me senta cansada. Haba viajado todo un da y una noche sin casi dormir ni comer.

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Me sent invadida por cierta displicente satisfaccin. De todos modos, iba a permanecer algn tiempo en el castillo, y vera los tesoros que se guardaban en l. Record otras veces en que estuve con mi padre en grandes mansiones, y la satisfaccin que me causaba encontrar en ellas alguna rara obra de arte. Mi admiracin y mi contento eran tales que se igualaban sin duda a la alegra de su creador. Experiencias similares me estaban aguardando en el castillo siempre y cuando fuera a quedarme en l para disfrutarlas. Al cerrar los ojos, me pareci sentir el bamboleo del tren. Imagin la vida en el castillo y sus alrededores. Los campesinos cuidando las vias y regocijndose con la vendimia. Me pregunt si habra nacido el nio de la aldeana y si sera varn. Imagin lo que el primo del conde estara pensando de m o acaso me haba olvidado ya por completo? Me dorm y en sueos recorr una galera de arte y me puse a limpiar una pintura cuyos colores emergan ms brillantes que ninguno de cuantos hubiera visto hasta entonces Vi esmeraldas sobre o contra fondo gris escarlata y dorado. Mademoiselle Me levant de un salto y por unos momentos no pude recordar dnde me hallaba. Ante m haba una mujer pequea, flaca, con el ceo fruncido sugiriendo ms temor que enfado. Su pelo gris estaba peinado en rizos y tirabuzones, y ahuecado todo lo posible en una vana tentativa para ocultar su escasez. Sus ojos grises me escudriaron ansiosos bajo las cejas fruncidas. Llevaba una blusa blanca adornada con lacitos color de rosa y una falda azul oscuro. Sus manos nerviosas tiraban del lacito que luca en el cuello. Me he dormido dije. Debe estar muy cansada. Monsieur de la Talle me ha indicado que la lleve a la galera, pero quiz prefiera usted descansar un poco ms. Oh! No, no. Qu hora es? Consult el reloj de oro que haba pertenecido a mi madre y que llevaba prendido de la blusa. Al hacerlo, me di cuenta de que el pelo me caa sobre los hombros y me sonroj ligeramente. Lo ech hacia atrs en seguida y dije: Estoy tan cansada que me qued dormida. He viajado toda la noche. Lo comprendo. Volver luego. Es usted muy amable. Quiere decirme su nombre? Ya debe saber que yo soy miss Lawson, llegada de Inglaterra para S, s. Esperbamos a un caballero. Yo soy mademoiselle Dubois, la institutriz. Oh! no saba me call. Cmo poda saber la identidad de los diversos moradores del castillo? Me desconcertaba llevar el pelo cado sobre los hombros. Y aquello me produjo un tartamudeo que en modo alguno estaba de acuerdo con mi severa actitud de antes. Le parece bien que vuelva en digamos media hora? Deme diez minutos para ponerme presentable, y me sentir muy feliz de aceptar su amable ofrecimiento, seorita Dubois. La tensin desapareci de su rostro y sonri ligeramente. Cuando se hubo

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marchado volv a entrar en la melle y me mir al espejo. Qu espectculo! Tena la cara sonrojada y los ojos brillantes y mi pelo estaba en desorden. Lo apart de mi frente y lo recog en un grueso moo que qued asegurado en la parte superior de mi cabeza, lo que me haca parecer an ms alta. El sonrojo fue disminuyendo y mis pupilas adoptaron un color gris ms sosegado. Tenan una ptina como de agua tranquila y reflejaban los colores de mis ropas, del mismo modo que el cielo hace cambiar el color del mar. Por tal motivo, deba haber llevado siempre tonos verdes y azules, pero luego de llegar a la conclusin de que mis cualidades no deban basarse en el atractivo personal, y que si quera ganar la confianza ajena deba presentarme como mujer llena de experiencia, cultivaba los matices tristes y daba a mi persona un aspecto severo, creyndolo el arma ms adecuada para una mujer que libra sola sus propias batallas. Mi boca se cerr con firmeza, adoptando un aire decidido, y para cuando mademoiselle Dubois estuvo de regreso, me senta dispuesta a representar mi papel perfectamente. Me mir perpleja, de lo que deduje la mala impresin que deb causarle la primera vez. Sus ojos se fijaron en mi cabeza y experiment cierta malvola satisfaccin al decirme que no haba un pelo fuera de su lugar, y que mi peinado era pulcro y severo como a m me gustaba. Lamento haberla molestado antes. Su tono resultaba quiz demasiado modesto. El pequeo episodio haba pasado ya, y fue culpa ma si me dorm y no la o llamar. As se lo dije y aad: De modo que monsieur de la Talle le ha pedido que me muestre la galera? Estoy impaciente por ver estas pinturas. Yo entiendo poco de eso, pero Usted me dijo que era la institutriz. De modo que hay nios en el chteau? Slo Genevive. Monsieur le Comte no tiene ms que una hija. Mi curiosidad iba en aumento, pero prefer no formular preguntas. Ella vacilaba como si quisiera hablar, y por mi parte me senta dominada por el deseo de saber ms detalles, pero segu siendo duea de m misma, al tiempo que aumentaba mi optimismo. Era extraordinario el bien que me haban hecho aquel breve descanso y la comida, el bao y el cambio de vestidos. La mujer suspir. Genevive es una nia muy difcil. Todos los nios suelen serlo. Qu edad tiene? Catorce aos. Pues entonces no debe ser tan laborioso gobernarla. Me dirigi una mirada irnica y su boca se torci ligeramente. Desde luego, mademoiselle Lawson, usted no conoce a Genevive. Estar mimada, verdad? Siendo hija nica Mimada? Su voz adopt un tono extrao, como de miedo o de aprensin que no pude identificar completamente. Bueno tambin puede ser que haya algo de eso. Pens que se trataba de una mujer inadecuada para aquella tarea. Saltaba a la

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vista. Yo nunca hubiera tomado una persona as como institutriz. Ahora bien: si haba sido capaz de conseguir aquel empleo, mis posibilidades de llegar a la meta se incrementaban, ya que sin duda, posea mejores condiciones que aquella pobre mujer. Posiblemente el conde consideraba la educacin de su hija asunto de tanta importancia como la restauracin de las pinturas. Pero no tena una certeza absoluta, y me senta impaciente de enfrentarme a aquel hombre. Puedo asegurarle, mademoiselle Lawson, que es imposible dominar a esa nia. Quiz no la trata usted con la debida severidad coment con expresin ligera. Y cambiando en seguida de tema, aad: Este lugar es muy grande. Est cerca esa galera? Yo le mostrar el camino. Si fuera sola, se perdera. A m tambin me pas, e incluso ahora me encuentro a veces en dificultades. Me dije que tratndose de una mujer como ella, esto era perfectamente natural. Debe llevar usted aqu bastante tiempo coment para entablar conversacin, mientras salamos del cuarto y recorramos un pasillo que nos condujo a un tramo de escalera. S, mucho tiempo Ocho meses. Me ech a rer. Y llama usted a eso mucho tiempo? Las otras no duraron tanto. Nadie pas de medio ao. Dej de examinar el labrado de la barandilla para imaginarme a la hija de la casa y ponderar los conflictos de mademoiselle Dubois. Al parecer, Genevive estaba tan mimada que era difcil asignarle institutriz. Y en cuanto al rey del castillo, era incapaz de dominar a su hija. Tal vez no se preocupara demasiado. Y la condesa? Era extrao que mademoiselle Dubois hubiera mencionado a la hija, sin aludir nunca a la madre, la cual, naturalmente, deba existir. A lo mejor estaba con el conde, y por eso me haba recibido su primo. No ceso de pensar que lo mejor sera marcharse de aqu continu. Pero lo malo es que No termin ni fue necesario porque la comprend en seguida. Adnde podr ir? Me la imagin viviendo en algn cuchitril maloliente o quiz con su familia Pero en cualquier caso tendra que ganarse la vida. Muchas como ella renunciaban a su dignidad y a su orgullo a cambio de alimento y cobijo. Oh, s! La comprenda perfectamente. Porque se trataba de algo que podra sucederme a m tambin, cuando me convirtiera en una mujer sin recursos. Existe algo ms difcil de compaginar que la buena educacin y la pobreza? Acostumbrada a ser tomada por una seora y habiendo sido educada incluso mejor que las personas de posicin, estara condenada a humillantes limitaciones, o bien a vivir en un estado intermedio entre la vulgaridad de los sirvientes y la comodidad de la familia, algo as como morar en una especie de limbo. Resultaba intolerable, y, sin embargo, en muchos casos era imposible de evitar. Pobre mademoiselle Dubois! Nunca hubiera podido imaginar la compasin y el miedo que despertaba en m. Todos los trabajos tienen sus desventajas indiqu.

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Oh, s! Desde luego. Y aqu ms todava Este castillo parece un almacn de tesoros. Creo que las pinturas valen una fortuna. Efectivamente, as lo he odo decir repuso con voz apagada. Alargu una mano para tocar el tejido que cubra las paredes. Era un lugar encantador, pero los edificios antiguos requieren una constante atencin. Habamos penetrado en un amplio recinto como los que en Inglaterra se llaman solariums y que estn planeados para que el sol los ilumine, y me detuve a examinar un escudo que adornaba la pared. Me pregunt si habra pinturas murales bajo el encalado. Era muy posible. Record la emocin de mi padre cuando cierta vez descubri unas valiosas pinturas que haban permanecido ocultas durante un par de siglos. Qu triunfo significara para m un descubrimiento similar! Sin embargo, la posible satisfaccin personal era slo relativa para m, y slo la idea se me haba ocurrido como consecuencia de la curiosa recepcin de que fui objeto. El triunfo, en realidad, iba a ser del arte, como ocurre siempre que se logran tales descubrimientos. El conde debe estar muy orgulloso de ellas. No no lo s. Al menos le preocupan lo suficiente como para desear que se las examine y, en caso necesario, se las restaure. Los tesoros artsticos son un legado de los siglos. Resulta un privilegio poseerlos y hay que recordar que el arte el arte grande no pertenece a una persona determinada. Me call. Como hubiera dicho mi padre, no deba dejarme llevar por mi obsesin favorita. Siempre me adverta: Para quienes se interesan por dichos temas, tu modo de pensar puede ser atractivo; para los dems, un tema sumamente aburrido. Estaba en lo cierto. Mademoiselle Dubois quedaba comprendida en la segunda categora. Se ri con risita cascada, sin el menor rastro de alegra o de placer. Es poco probable que el conde me comunicara sus opiniones sobre ello. Desde luego, pens. Tampoco yo lo hara. Vaya! murmur. Espero no haberme perdido. Oh, no! Es por aqu. Estamos casi en el centro del castillo indiqu. sta es la estructura original. Nos encontramos debajo mismo de la torre redonda. Me mir incrdula. La profesin de mi padre era restaurar viejas mansiones le expliqu. Y aprend muchas cosas de l ya que trabajbamos juntos. Por un momento pareci lamentar aquel aspecto de mi persona tan contrario a su carcter. Casi con severidad me dijo: Esperaban a un hombre. S; a mi padre. Tena que haber venido hace tres aos, pero por alguna razn desconocida se aplaz la entrevista. Tres aos! exclam con expresin meditabunda. Entonces fue cuando

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Esper a que continuara, pero no lo hizo. Usted no estaba aqu todava, verdad? le pregunt. Mi padre iba a venir, pero de manera inesperada le comunicaron que la fecha no era conveniente. Muri hace casi un ao y yo he continuado su trabajo. Por eso estoy aqu. Me mir como si todo aquello fuera muy poco normal, con lo cual yo estuve de acuerdo, aunque sin manifestarlo puesto que no tena intencin de revelarle mis sentimientos del mismo modo que ella revelaba los suyos. Para ser usted inglesa, habla el francs muy bien coment. Hablo los dos idiomas por igual. Mi madre era francesa y mi padre ingls. Qu suerte teniendo en cuenta las circunstancias! Siempre es bueno dominar dos lenguas. Mi madre haba dicho que yo tena un carcter demasiado protector, y que era necesario modificarlo. Aquel trazo de mi personalidad se haba hecho ms evidente despus de fallecer mi padre. ste coment en cierta ocasin que yo era como un barco que disparaba todos sus caones a la vez para demostrar que estaba bien equipado para defenderse, si otro se dispona a disparar sobre m. Tiene razn concedi mademoiselle Dubois dcilmente. Esta es la galera donde se encuentran los cuadros. A partir de aquel momento me olvid de ella. Me encontraba en una larga estancia iluminada por varios ventanales y de cuyas paredes colgaban las famosas pinturas. Incluso con el descuido en que eran conservadas, me parecieron esplndidas, y un rpido examen de las mismas fue suficiente para hacerme comprender su valor. Pertenecan casi todas a la escuela francesa. Reconoc un Poussin y un Lorrain puestos uno junto al otro, y me sorprendi como nunca la fra disciplina del primero y el intenso dramatismo del segundo. Me dej envolver por la pura luz solar del paisaje de Lorrain y me hubiera gustado indicar a mi acompaante que aquellas pinceladas ligeras y suaves deban haber sido aprendidas de Tiziano, y sealarle los pigmentos oscuros superpuestos a los colores vivos para producir tan pasmosos efectos de luz y de sombras. Haba tambin un Watteau con sus delicados arabescos y sus tonos amables, no obstante representar la atmsfera cargada que reina antes de estallar una tormenta. Avanc como en un trance, pasando de un primitivo Boucher pintado antes de su declinar en un perfecto ejemplo de estilo rococ, a un alegre Fragonard. Me irrit al observar hasta qu punto aquellos cuadros necesitaban atencin urgente. Cmo era posible que los tuvieran en semejante abandono? Algunos estaban muy oscurecidos, otros aparecan recubiertos de una pelcula brumosa que nosotros llamamos floracin y unos cuantos tenan rayas o manchas de agua. Era visible el cido oscuro dejado por las moscas y en algunos lugares la pintura haba saltado. Vi tambin quemaduras como si alguien hubiera acercado una vela. Fui pasando en silencio de una pintura a otra, abstrada de todo lo dems. Calcul que haba por lo menos un ao de trabajo y que quiz se presentaran an ms complicaciones, como suele ocurrir cuando semejantes telas se examinan ms de cerca.

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Los encuentra usted interesantes? pregunt mademoiselle Dubois, con expresin aptica. Me parecen de enorme inters, y desde luego necesitan cuidados. Entonces, es de suponer que empezar usted su trabajo en seguida. Me volv para mirarla. No estoy segura de conseguir este empleo. Como usted ve, soy mujer, y en consecuencia no se me considera capacitada para tales menesteres. Es una tarea muy poco normal para mujeres. Yo no lo creo as. Cuando se tiene talento, la cuestin del sexo carece de importancia. Se volvi a rer neciamente. Pero hay trabajos de hombre y trabajos de mujer. Tambin hay institutrices y tutores, verdad? Confi en haberme expresado con toda claridad, ya que no tena el propsito de continuar aquella intil conversacin y era mejor cambiar de tema. Desde luego, todo depende del conde aadi. Si es hombre con prejuicios Una voz no lejana grit: Quiero conocerla, Nounou! Quiero verla. Esquilles la ha llevado a visitar la galera. Mir a mademoiselle Dubois. Esquilles! Astillas. Comprend en seguida la alusin. Sin duda deba haberse odo llamar con frecuencia de aquel modo. Una voz baja y tranquila dijo algo. Vamos, Nounou la apremi su acompaante, no seas estpida. Acaso crees que podrs detenerme? La puerta de la galera se haba abierto de par en par, y la jovencita a la que en seguida reconoc como a Genevive de la Talle se hallaba ante m. Llevaba el pelo oscuro suelto y deliberadamente desordenado; sus bonitos ojos castaos brillaban de contento; luca un vestido azul que sentaba muy bien a sus trazos morenos. Aunque nadie me lo hubiera dicho, me habra dado cuenta en seguida de que se trataba de una nia indomable. Me mir fijamente y yo le devolv la mirada. Luego dijo en ingls: Buenas tardes, miss. Buenas tardes, mademoiselle respond en la misma lengua. Pareci divertida y entr en la habitacin. Vi que la segua una mujer de pelo gris, evidentemente la institutriz a la que haba llamado Nounou. Probablemente se cuidaba de la nia desde que sta naci, contribuyendo a su mal carcter. De modo que viene de Inglaterra? dijo. Esperbamos a un hombre. S, esperabais a mi padre. Hemos trabajado juntos, pero como l ha muerto y por lo tanto le es imposible venir, soy yo quien trata de cumplir sus compromisos. No lo entiendo declar. Quieres que hablemos en francs? le pregunt en dicha lengua. No replic imperiosamente. S hablar el ingls muy bien. Y aadi:

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Soy mademoiselle de la Talle. Me lo supona dije. Y volvindome hacia la anciana la salud sonriente. Estas pinturas son muy bellas coment dirigindome tanto a ella como a mademoiselle Dubois, pero es evidente el abandono en que se hallan. Ninguna de las dos me contest, pero la jovencita, evidentemente irritada porque no le haca caso, me dijo bruscamente: Eso a usted no le importa. No van a permitir que se quede. Cllate! le susurr Nounou. No me callar. No quiero. Espera a que venga mi padre y vers. Vamos, vamos, Genevive! La mirada ansiosa de la institutriz se posaba en m como pidindome perdn por los malos modales de su pupila. Ya lo ver! insisti la jovencita mirndome. Usted cree que se va a quedar, pero mi padre Si el carcter de tu padre es como el tuyo, nada en el mundo me har permanecer en esta casa dije. Le ruego que hable ingls cuando se dirija a m. Pues parece ser que has olvidado esa lengua, del mismo modo que olvidaste tu buena educacin. Se ech a rer, y librndose de la mano de la institutriz se acerc a m. Sin duda me considera usted una antiptica dijo. No estoy considerando nada. En qu piensa pues? Por el momento, en estas pinturas. Son ms interesantes que yo? Infinitamente repuse. No supo qu contestarme. Se encogi de hombros y alejndose un poco, dijo enfurruada: Bueno, ya la he conocido. No es guapa ni joven. Sacudi la cabeza y sali corriendo de la habitacin. Debe usted perdonarla, mademoiselle murmur la anciana institutriz. Est de mal humor. Intent impedir que viniera. Me temo que la haya molestado. Nada de eso repuse. La nia no es cosa ma por fortuna. Nounou! llam la jovencita tan imperiosamente como antes. Ven en seguida. La institutriz sali. Levantando las cejas mir a mademoiselle Dubois. Est de mal humor. No hay quien la domine. Lamento Y yo lo lamento por usted y por la institutriz. Pareci alegrarse. Hay nias difciles pero nunca encontr a ninguna como sta Mir furtivamente hacia la puerta, lo que me hizo pensar si Genevive no aadira a sus otras encantadoras caractersticas el escuchar tras de las puertas. Pobre mujer!, pens. No quiero disgustarla ms dicindola que es una tonta

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por sufrir semejante tratamiento. Si no le importa dejarme aqu, examinar las pinturas propuse. Sabr encontrar el camino hacia su cuarto? Estoy convencida. He ido fijndome bien mientras venamos. Recuerde que estoy acostumbrada a estas viejas mansiones. Entonces, aqu la dejo. Y si quiere algo, llame. Gracias por su ayuda. Sali sin hacer ruido, y yo me volv hacia los cuadros. Pero estaba demasiado nerviosa para concentrarme en ellos. Qu casa tan extraa! La chiquilla era imposible. Qu vendra despus? Cmo seran el conde y la condesa? Qu impresin les causara? Genevive era mal educada, egosta y cruel, y el haberlo descubierto slo en cinco minutos me pareca desconcertante. Qu clase de ambiente reinaba all para haber producido semejante criatura? Contempl los muros recubiertos de pinturas abandonadas y me dije que quiz lo ms prudente sera marcharse a primera hora de la maana. Luego de pedir perdn a monsieur de la Talle, y convenir en que hice una tontera al trasladarme all. Deseaba escapar a un hado que desde mi encuentro con mademoiselle Dubois (la pobre Astillas) imaginaba terrible. Haba deseado ser la continuadora de un trabajo que tanto amaba, y por dicha causa me haba trasladado a Francia, engandome a m misma y corriendo el peligro de ser insultada. Estaba tan convencida de que deba marcharme, que incluso cre que mi instinto me impela a ello. En tal caso, lo mejor era no seguir examinando aquellos cuadros, sino irme a la habitacin que me haba sido asignada, tratar de descansar y prepararme para el largo viaje de regreso al da siguiente. Me acerqu a la puerta, pero al querer girar el pomo vi que ste no se mova. Aunque parezca extrao, durante unos segundos sent profundo pnico, imaginando estar prisionera y no poder escapar. Me pareci como si los muros se abatieran sobre m. Mi mano descansaba lacia sobre el pomo cuando la puerta se abri, y Philippe de la Talle apareci ante m. Comprend entonces que la puerta no ceda por estar l presionando desde el otro lado. Imagin que no confiaban en m, y pensaban que deba haber alguien siempre vigilndome a fin de impedir que robase algo. Pero luego me dije que aquello era absurdo. Y yo no tena la costumbre de pensar sin lgica. Sin embargo, llevaba dos noches casi sin dormir, me senta preocupada por mi futuro, y por tal causa resultaba comprensible que no actuara de acuerdo con mi verdadero carcter. Se marchaba usted, mademoiselle? S. Iba a mi habitacin. Al parecer de nada sirve quedarse aqu. He decidido partir maana. Quiero darle las gracias por su hospitalidad y lamento haberle causado tantas molestias. En realidad no deb haber venido. Enarc las cejas. Ha cambiado de idea? Considera que las reparaciones son demasiado importantes para usted?

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Me sonroj de irritacin. En modo alguno! repuse. Estas pinturas se encuentran en un abandono criminal Pero es slo opinin de un artista. He restaurado otras mucho peores. No. No se trata de eso, sino de que ser mejor para usted encontrar a una persona de su propio sexo, detalle que parece considerar tan importante. Mi querida mademoiselle Lawson dijo casi amablemente, la decisin descansa en mi primo, a quien pertenecen estas telas y en realidad, todo el castillo. Lo tendremos aqu dentro de algunos das. De todos modos, creo que debo marcharme maana. Le pagar su hospitalidad haciendo un clculo de lo que costara restaurar una de esas pinturas. Acaso les resulte til cuando encuentren a otra persona. Temo que mi sobrina se haya portado mal con usted dijo. Mi primo se enfadar. No haga caso de esa nia. Cuando su padre est ausente, resulta ingobernable. l es el nico capaz de hacerla entrar en razn. Creo que t tambin le tienes miedo, pens. Y sent casi tantos deseos de ver al conde, como de trabajar en las telas. Mademoiselle, quiere quedarse unos das y por lo menos saber lo que mi primo opina de todo esto? Vacil y luego repuse: Bien. Me quedar. Pareci aliviado. Me voy a mi cuarto aad. Ahora estoy demasiado cansada para concentrarme. Maana realizar un meticuloso estudio de las pinturas y cuando su primo vuelva podr darle mi apreciacin exacta. Excelente! exclam hacindose a un lado para dejarme pasar.

A la maana siguiente, sintindome perfectamente descansada luego de una buena noche de reposo, me levant llena de entusiasmo. Quera echar una ojeada al castillo y explorar sus alrededores. Me hubiera gustado ver la pequea ciudad cuya vieja iglesia me haba llamado la atencin por ser de casi la misma poca que el castillo. Y posiblemente tambin el Ayuntamiento sera antiguo. La cena de la noche anterior servida en mi habitacin haba sido excelente. Aquella maana senta un gran optimismo. Me lav y me vest, y en seguida toqu el timbre pidiendo el desayuno. Haba caf caliente, pan casero y mantequilla, todo ello delicioso. Mientras coma repas los acontecimientos de la jornada anterior, que ya no me parecieron tan raros como durante la noche. An me quedaba por descubrir qu clase de familia era aqulla. Por el momento slo haba podido entrever que la formaban personas poco corrientes. El primo Philippe, a cargo de todo durante la ausencia de los dueos; una nia mal educada que se comportaba psimamente cuando su padre no poda corregirla, y en cuya presencia deba sentir un miedo terrible; la dbil e ineficaz institutriz y la pobre y gris seora Nounou, la nurse que

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tampoco ejerca dominio alguno sobre su pupila. Adems, estaba el lacayo Joseph y numerosos sirvientes, varones y hembras, encargados de cuidar tan enorme residencia. Aunque, en principio, nada hubiera de especial en todo aquello, senta cierta sensacin de misterio. Se deba quiz al tono que todos empleaban al referirse al conde? Evidentemente, no slo lo tema la nia sino tambin los dems. Todo dependa de l, incluso mi estancia all o mi partida inmediata. Segu mi camino hasta la galera, donde disfrut de una pacfica maana examinando las pinturas y tomando notas de los daos que sufra cada una. Era una tarea fascinadora, y me sorprendi ver con cunta rapidez pasaba el tiempo. Absorta en todo aquello me olvid de la familia y me sorprend cuando una criada llam a la puerta para anunciar que eran las doce, y que si lo deseaba me servira la comida en mi cuarto. Me di cuenta de que tena apetito, y respond que me complacera mucho. Recog mis papeles y regres a mi habitacin, donde la criada me sirvi una deliciosa sopa, seguida de carne y ensalada, y como final queso y frutas. Me pregunt si comera siempre sola mientras estuviera all Suponiendo que mereciese la aprobacin del seor conde. Empezaba a pensar en l como dueo y seor del castillo y me repeta con expresin burlona: Los dems quiz le teman, monsieur le Comte; pero yo no. La tarde no era el mejor momento para trabajar, segn me haba dictado la experiencia; adems necesitaba un poco de ejercicio. Desde luego, no poda explorar el castillo sin permiso; pero s echar una ojeada a los terrenos circundantes. No encontr dificultad en hallar la salida al patio al que Joseph me haba llevado anteriormente; pero en vez de dirigirme al puente levadizo cruc la galera descubierta que conectaba el edificio principal con una parte del castillo construida posteriormente, y, pasando por otro patio, me encontr en la parte sur. Haba all unos jardines y me dije que si bien el conde descuidaba sus pinturas, no haca lo mismo con las plantas, porque eran objeto de grandes atenciones. Tena ante m tres terrazas. En la primera haba unos prados y fuentes, e imagin que en primavera las flores seran preciosas ya que incluso entonces, en pleno otoo, tenan mucho colorido. Avanc por un sendero de piedra hasta la segunda terraza, adornada con unos parterres separados entre s por setos limpiamente cortados en diferentes formas, predominando la flor de lis. Muy tpico de monsieur le Comte, pens. En la ms baja de las terrazas haba un huerto; aunque tambin con aire ornamental, pulcramente dividido en cuadrados y rectngulos, algunos separados de los dems por espalderas recubiertas de parra. Todo el conjunto estaba bordeado por rboles frutales. El lugar permaneca desierto. Me dije que los jardineros estaran durmiendo la siesta, porque incluso en aquella poca del ao el sol apretaba de firme. Seguramente volveran al trabajo sobre las tres, continuando hasta el atardecer. Deba haber muchos para tener el lugar tan bien cuidado. Me encontraba bajo los rboles frutales cuando escuch una voz que me llamaba:

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Seorita, seorita! Al volverme vi que Genevive corra hacia m. La he visto desde mi ventana dijo. Y ponindome una mano sobre el brazo seal al castillo. Ve la de la derecha junto al tejado? Pues es la ma. Forma parte del departamento de los nios. Al decir esto, hizo una mueca. Se expresaba en ingls. Lo que acabo de decir, lo he aprendido de memoria explic, a fin de demostrarle que domino su idioma. Pero ahora, hablaremos en francs. Tena un aspecto distinto, ms tranquilo que el da anterior, y aunque un poco travieso, ms adecuado a lo que caba esperar de una jovencita de catorce aos, perfectamente educada. Comprend que estaba viendo a Genevive en un momento de normalidad. Como quieras contest en el mismo idioma. Me gustara hablar en ingls con usted, pero como ya le he dicho, no lo domino bastante. Tu acento no es muy claro. Pero imagino que debes tener un vocabulario extenso. Es usted institutriz? No. Nada de eso. Pues debera serlo. Lo hara muy bien se ech a rer. Y no tendra que disimular su verdadero carcter, no cree? Estoy dando un paseo repuse framente. As es que adis. Oh, no! No se vaya. He bajado para hablar con usted. En primer lugar, quiero decirle que lamento lo ocurrido ayer. Me port mal, verdad? Y usted se mostr tan fra pero tena que hacerlo. Eso es lo que suele esperarse de una inglesa. Soy medio francesa dije. Eso le da cierto genio. Observ que estaba realmente enfadada. Slo su voz era fra, pero por dentro senta una gran irritacin, verdad? Era natural. Cmo es posible que una jovencita bien educada como t se muestre descorts con una invitada a su casa? Recuerde que no est usted invitada, sino que ha venido aqu para Creo que es mejor no continuar esta conversacin. Acepto tus excusas, y ahora me voy. He bajado especialmente para hablar con usted. Pues yo baj a pasear. Por qu no hablamos? Yo no te he invitado a acompaarme. Tampoco la invit mi padre a venir a Gaillard y usted ha venido. Apresuradamente aadi: Me alegro de que est aqu Quiz me permita acompaarla. Estaba intentando arreglar las cosas, y como por mi parte no quera mostrarme en exceso grosera, le sonre. Cuando sonre parece ms bonita coment. Bueno dijo ladeando la cabeza. No exactamente bonita, pero s ms joven.

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Todos tenemos un aspecto mejor al sonrer. No lo olvides. Se ri sonora y espontneamente. Sin darme cuenta, yo hice lo propio. Aquello la complaci. A m tambin me agradaba su compaa porque la gente me ha interesado siempre tanto como las pinturas. Mi padre lo llamaba curiosidad ociosa, pero era un sentimiento muy fuerte en m, y quiz hubiera obrado mal al reprimirlo. Deseaba la compaa de Genevive. La haba visto presa de mal humor, y en cambio ahora se mostraba vivaracha y curiosa. Y quin era yo para criticar la curiosidad ajena cuando la senta tambin profundamente? Vamos a dar un paseo propuso. Le mostrar lo que quiera ver. Gracias, ser muy agradable. Se ri de nuevo. Espero que le guste, seorita. Si hablamos en ingls, pronunciar lentamente para que pueda entenderla? Desde luego. Y promete no rerse si digo alguna tontera? No me reir. Admiro tu deseo de mejorar el ingls. Sonri de nuevo, y comprend que estaba pensando en cmo deba portarme yo en calidad de institutriz. No soy muy buena aadi. Todos me temen. Lo que pasa es que se sienten molestos y disgustados por el modo tan poco agradable con que a veces te comportas. Aquello la divirti; pero se puso seria casi inmediatamente. Tuvo usted miedo de su padre? me pregunt en francs. Me di cuenta de que su inters en aquel tema la obligaba a emplear el lenguaje ms familiar. No contest. Aunque a veces senta un gran respeto hacia l. Cul es la diferencia? Se puede respetar a la gente, admirarla, cuidarla, temer ofenderla. Pero eso no es miedo. Sigamos en francs. Esta conversacin es demasiado interesante para emplear otra lengua. Tiene miedo de su padre, pens. Qu clase de hombre ser para inspirar semejante temor? Genevive era extraa, caprichosa y quiz violenta, cosa criticable, desde luego. Pero qu parte deba representar su madre en la extraa educacin de aquella jovencita? De modo que usted no tena miedo de su padre? No. Y t, lo tienes del tuyo? No contest; pero not una expresin sombra en sus ojos. Y de tu madre? pregunt rpidamente. Se volvi hacia m y repuso: La llevar a que la conozca. Cmo? He dicho que la llevar a que la conozca.

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Est en el castillo? Yo s dnde est. Quiere venir? Desde luego. Me encantar. Bien. Sgame. Empez a caminar delante de m. Su pelo oscuro estaba pulcramente recogido en la nuca, con una cinta azul, y quiz el modo en que se lo haba peinado contribuyese en parte a cambiar de aquel modo su aspecto. Llevaba la cabeza erguida con arrogancia; tena los hombros suaves y el cuello largo y gracioso. Ser una mujer muy hermosa, pens. Me pregunt si la condesa se le parecera. Luego empec a ensayar mentalmente lo que dira cuando me encontrara ante ella. Mi caso debera quedar expuesto con toda claridad. Quiz, como mujer, sintiese menos prejuicios que los otros. Genevive se detuvo y se coloc a mi lado. Hay en m dos personas dispares, verdad? A qu te refieres? A que mi carcter ofrece aspectos opuestos. Todos tenemos diferentes facetas. Hay gentes con el carcter de una pieza. Pero yo tengo dos. Quin te lo ha dicho? Nounou. Afirma que soy una Gminis, y que poseo dos rostros. Nac en el mes de junio. Tonteras! No todos los nacidos en junio se comportan como t. No son tonteras. Ya vio lo que hice ayer. Era mi lado malo. Hoy soy distinta. Ya le he dicho que lo senta, verdad? Confo en que seas sincera. De no ser verdad no lo habra mencionado. Entonces, cuando te portes mal, recuerda que lo lamentars ms tarde y ello te ayudar a obrar correctamente. Usted debera ser institutriz repiti. Suelen ponerlo todo muy fcil. No puedo evitar portarme de manera tan desagradable. Soy as. Todos podemos reformarnos. Est en las estrellas. Es el destino. Y no puede irse contra el destino. Comprend entonces en qu consista su tragedia. Aquella nia temperamental se encontraba en manos de dos viejas: una de ellas estpida, y la otra atemorizada hasta un grado extraordinario. Aparte de lo cual, su padre le inspiraba temor. Pero quedaba su madre, y senta un gran inters por conocerla. Quiz tambin la seora tuviera miedo al conde, cosa probable, puesto que todos los dems lo sentan. Me la imagin como un ser dulce, temeroso de llevar la contraria a su marido. Conforme iba recibiendo noticias del conde, ms me afirmaba en mi opinin de que sera algn monstruo. Cada cual puede portarse como desee coment. Es absurdo afirmar que tienes dos caracteres e inclinarte por el ms desagradable.

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No es que yo me incline por ninguno. Es que ocurre as. Pues debes procurar que no suceda. Me despreciaba interiormente por hablar de aquel modo. Es fcil intentar resolver los problemas de otros. Genevive era joven e incluso pareca ms infantil de lo que corresponda a su edad. Si nos hacamos amigas quiz pudiese ayudarla. Tengo un gran inters por conocer a tu madre dije. No contest, sino que ech a correr, y yo la segu por entre los rboles. Pero era muy gil y no la molestaban unas faldas largas como las mas. Me las levant un poco y corr tambin, pero pronto la perd de vista. Me detuve. La arboleda era espesa y me encontraba entre un pequeo matorral. No estaba segura de cmo haba llegado all ni por dnde habra entrado Genevive. De pronto me sent perdida. Fueron momentos parecidos a los que experiment en la galera cuando no pude abrir la puerta. Un extrao temor me turb ligeramente. Qu absurdo sentir miedo en pleno da! La nia me estaba engaando. No haba cambiado. Su arrepentimiento era pura ficcin y aunque sus palabras parecieran una llamada de auxilio, todo el episodio careca de sinceridad. De pronto la o gritar: Seorita! Seorita! Dnde est? Por aqu! Ya voy respond andando en direccin a su voz. Apareci entre los rboles. Cre que se haba perdido. Me tom de la mano, cual si temiera que escapase, y continuamos juntas hasta llegar a un paraje en que los rboles eran menos espesos. Se detuvo bruscamente. Ante nosotros se extenda un espacio abierto cubierto de alta hierba. Vi varias lpidas y adivin que se trataba del cementerio de la familia de la Talle. Comprend. Su madre haba muerto, e iba a mostrarme su tumba. Y llamaba a aquello presentrmela! Me sent sorprendida y un poco alarmada. Desde luego era una nia singular. Todos los de la Talle vienen aqu al morir dijo solemnemente. Yo tambin vengo muchas veces. Entonces, tu madre ha muerto? S. Le mostrar dnde est. Me condujo por entre la alta hierba hasta un mausoleo, parecido a una casita sobre la que campeaba un bello grupo escultrico, con ngeles sosteniendo un gran libro de mrmol en el que apareca grabado el nombre de la persona que reposaba all. Mire me dijo. Lalo. As lo hice. En el libro destacaban las palabras: Franoise, condesa de la Talle, de treinta aos de edad. Mir la fecha. La muerte haba ocurrido tres aos antes, y la nia, pues, tena once por aquella poca. Vengo aqu a menudo para estar con ella y hablar explic Genevive. Es un lugar tan tranquilo!

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No deberas venir le advert suavemente. Al menos, sola. Me gusta hacerlo. Y quise que usted conociera este sitio. No s lo que me impulsara a hablar de aquel modo, pero con voz confusa pregunt: Viene tambin tu padre? Jams! No le gusta estar con ella, ni nunca le gust. Por qu habra de hacerlo? Cmo puedes saber si le gusta o no? Oh, s! Lo s perfectamente. Siempre dese que mi madre permaneciera aqu. Consigue siempre lo que quiere, sabe? No la amaba en absoluto. No creo que t entiendas de esas cosas. Oh, s! Lo entiendo. Sus ojos centellearon. Usted es la que no lo entiende, aunque por qu ha de entenderlo? Si slo acaba de llegar! S perfectamente que l no la quera. Por eso la asesin. No supe qu contestarle. Me qued mirando a la nia con expresin horrorizada; pero ella pareca no darse cuenta de m mientras posaba amorosamente las manos sobre las lpidas de mrmol. El ms completo silencio se cerna sobre nosotros. Notaba el calor del sol, mientras miraba los mausoleos que albergaban los restos de los miembros difuntos de la familia. Era un espectculo macabro y fantstico. El instinto me impulsaba a alejarme de aquellos lugares cuanto antes. Mas al propio tiempo llegu a la conclusin de que si me permitan quedarme, iba a descubrir cosas mucho ms fascinadoras que aquellas pinturas que tanto amaba.

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Captulo 2Era mi segundo da en el Chteau Gaillard. Me haba sido imposible dormir por la noche, a causa de la escena desarrollada en el cementerio, que tan tenazmente qued grabada en mi imaginacin. Mientras regresbamos lentamente al castillo dije a Genevive que no deba repetir tales cosas ante su padre. Me escuch tranquila, sin hacer comentarios, todo ello muy de acuerdo con la tranquila conviccin con que haba dicho: l la asesin. Desde luego, deba tratarse de simples habladuras. Dnde las habra odo? Quiz de alguien en la misma casa. Tal vez la institutriz? Pobre nia! Qu terrible deba ser todo aquello! Mi animosidad haba desaparecido, y sent grandes deseos de saber ms de su vida, de cmo haba sido su madre y de cmo la terrible sospecha haba llegado a prevalecer en su nimo. Aquel asunto me pona nerviosa. Cen sola en m habitacin, y luego repas las notas que tomara antes. Ms tarde quise leer una novela. La velada se estaba haciendo muy larga, y me pregunt si sera aqulla la clase de vida que iba a llevar normalmente, caso de quedarme. En otras grandes mansiones habamos comido con los administradores y a veces incluso con la familia. Nunca me haba sentido tan sola como all. Pero no deba perder de vista que an no estaba admitida, y que era aqul un perodo de espera inevitable. Me fui a la galera y pas toda la maana examinando las pinturas, comprobando el oscurecimiento de los pigmentos, los desprendimientos que nosotros llamamos enyesados y otros deterioros y grietas, y haban limpiado el polvo y el holln. Intent averiguar qu materiales necesitara, aparte de los que llevaba conmigo, pens preguntar a Philippe de la Talle si podra examinar otras de las pinturas del castillo, en especial algunos murales en los que me haba fijado. A la hora de comer volv a mi habitacin y luego sal con el propsito de echar una mirada por los alrededores y quiz llegarme a la ciudad. Por todas partes haba viedos. Tom el camino que los atravesaba, aunque ello me alejara de la ciudad. Pero me dije que ya la visitara al da siguiente. Imagin la actividad que deba prevalecer all durante la vendimia, es decir, algn tiempo antes. Tal vez al ao siguiente Pero en seguida me ech a rer De veras crea estar all al ao siguiente? Me acerqu a unos edificios, tras de los cuales vi una casa de ladrillo encarnado con los inevitables postigos en las ventanas. Estaban pintados de color verde, y aadan un encanto especial a la vivienda que me dije debi ser construida siglo y medio atrs, es decir, unos cincuenta aos antes de la revolucin. No pude resistir la tentacin de examinarla ms de cerca.

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Frente a la casa haba un limonero, y al aproximarme ms, una voz chillona me salud: Hola, miss! No haba dicho mademoiselle, como era de esperar, sino miss pronunciando fuertemente la i, lo que me indic que aquella persona conoca mi identidad. Hola! contest, aunque al mirar por encima de la verja no pude ver a nadie. Escuch entonces unas risas, y mirando hacia arriba, vi a un nio encaramado como un mono en las ramas del rbol. Y sin darme cuenta, de un salto se plant junto a m. Hola, miss. Soy Yves Bastide. Qu tal? Y sa es Margot. Baja, Margot, no seas tonta! No soy tonta. La nia descendi peligrosamente por las ramas y el tronco. Era algo ms pequea que el chiquillo. Vivimos aqu me dijo este ltimo. La nia hizo una seal de asentimiento. Tena unas pupilas brillantes e inquisitivas. Es una casa muy bonita. Aqu vivimos todos todos! Debe ser muy agradable. Yves! Margot! llam una voz desde dentro. Hemos encontrado a la miss, abuelita. Pues invitadla a que entre y recordad vuestros buenos modales. Miss dijo Yves haciendo una pequea inclinacin. Quiere entrar a ver a la abuela? Me agradara mucho respond sonriendo a la nia, que me hizo a su vez una bonita reverencia. Qu diferente de Genevive!, pens. El nio corri a abrir la verja de hierro forjado y se inclin de nuevo mientras la sujetaba para franquearme el paso. La nia caminaba junto a m por el sendero, entre los arbustos, repitiendo: Ya vamos, abuelita! Entr en un amplio vestbulo, y desde una puerta abierta una voz dijo: Haced entrar a la seorita, nios. Una anciana estaba sentada en una mecedora. Tena la cara morena y arrugada, y llevaba el abundante pelo blanco recogido en un moo sobre la cabeza. Su mirada era oscura y penetrante. Los gruesos prpados le caan como capuchas sobre las pupilas; sus manos finas, sujetas a la mecedora, mostraban las venas y estaban cubiertas de esas manchas oscuras que nosotros llamamos flores de la muerte. Me sonri casi con alegra, como si esperase mi visita y la agradeciera. Perdone que no me levante, mademoiselle dijo. Algunos das tengo los miembros tan rgidos que necesito toda una maana para incorporarme y toda una

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tarde para volver al silln. Por favor, no se mueva le dije, alargando la diestra que ella estrech. Ha sido muy amable al invitarme a entrar. Los nios se haban colocado a los dos lados de la mecedora, y me miraban atentamente, con cierto orgullo, cual si fuese un bicho raro que acabaran de descubrir. Sonre. Creo que ustedes ya me conocen dije. Yves, trae una silla para la seorita. Corri a cumplir el encargo y coloc la silla cuidadosamente frente a la anciana. Pronto sabr de nosotros, mademoiselle. Todo el mundo conoce a los Bastide. Me sent. Cmo es que ya me conocen? quise saber. Mademoiselle, las noticias se transmiten con mucha rapidez en este vecindario. Supimos de su llegada y confiamos en que viniera a visitarnos. Como ve, formamos parte del chteau. Esta casa fue construida para un Bastide, y desde entonces siempre ha habido Bastides aqu. Antes, la familia viva en la misma finca, porque estbamos encargados de los viedos. Se dice que nunca habra existido el vino Gaillard de no ser por nosotros. Comprendo. Las vias son de ustedes. Los prpados ocultaron sus pupilas al tiempo que rea. No, no. Igual que todo cuanto hay en esta propiedad, las vias pertenecen a monsieur le Comte. La tierra es suya y tambin la casa. Todo! Trabajamos para l, y aunque decimos que sin los Bastides no existira el vino Gaillard, con ello significamos que el vino producido aqu no sera digno de dicho nombre. Siempre he pensado que debe ser muy interesante observar el proceso de fabricacin del vino Ver cmo las uvas aparecen y maduran, y luego son convertidas en mosto. Ah!, mademoiselle, es la cosa ms interesante del mundo al menos para nosotros. Me gustara verlo. Espero que permanezca aqu el tiempo suficiente. Se volvi hacia los nios. Id en busca de vuestro hermano. Y tambin de vuestra hermana y de vuestro padre. Decidles que tenemos visita. Por favor, no se molesten por m. Se enfadaran mucho si supieran que usted ha venido y no han podido saludarla. Los nios se alejaron corriendo. Coment que eran encantadores y que tenan unos modales deliciosos. Hizo una seal de asentimiento, complacida, y me di cuenta de que comprenda el motivo de semejantes palabras, es decir, el de compararlos con Genevive. A esta hora del da explic no hay mucha actividad ah fuera. Mi nieto, que ahora est al cargo de todo, debe encontrarse en la bodega. Su padre no puede

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trabajar en el exterior desde que sufri el accidente y lo ayuda. Y mi nieta Gabrielle estar en el despacho. Son ustedes una familia numerosa, y a lo que veo, todos participan en la elaboracin del vino. Hizo una seal de asentimiento. Es tradicin familiar. Cuando sean mayores, tambin Yves y Margot trabajarn con nosotros. Debe ser muy agradable vivir todos juntos en esta hermosa casa. Por favor, hbleme de ellos. Estn mi hijo Armand y mis nietos. Jean-Pierre es el mayor y lo dirige todo. Ya ha cumplido veintiocho aos, pronto tendr veintinueve. Gabrielle tiene diecinueve, un bache de diez aos entre los dos como puede ver. Creamos que Jean-Pierre sera el nico, cuando vino al mundo Gabrielle. Luego otro intervalo hasta que nacieron Yves y Margot, que slo se llevan un ao. Fue demasiado seguido y su madre tena ya una edad algo avanzada. Entonces ella Hizo una seal de asentimiento. Eran malos tiempos. Armand y uno de los trabajadores llamado Jacques estaban en el carro cuando los caballos se encabritaron. Los dos sufrieron heridas. La pobre esposa de Armand temi que ste iba a morir y la impresin la afect demasiado. Cogi unas fiebres y falleci, dejando a la pequea Margot con slo diez das. Qu triste! Pero los malos tiempos pasan, seorita. De todo esto hace ya ocho aos. Mi hijo se recuper y puede trabajar; mi nieto es un buen muchacho y se ha convertido en cabeza de familia. Se hizo un hombre cuando tuvo que afrontar sus propias responsabilidades. As es la vida! Pero, hablo demasiado de los Bastide, verdad? Y quiz la molesto. Nada de eso! Es muy interesante. Su trabajo debe serlo an ms. Qu opina del castillo? Llevo all muy poco tiempo para formarme una idea. Va a hacer una labor interesante? Todava no s si la realizar. Todo depende de De monsieur le Comte, naturalmente. Me mir sacudiendo la cabeza. No es hombre fcil de tratar. Tiene un carcter variable? Se encogi de hombros. l crey que vendra un hombre. Y nosotros tambin. Los sirvientes hablaban del ingls. En Gaillard no es posible tener secretos, mademoiselle. Y ello reza en especial para nosotros. Mi hijo dice que hablo demasiado. El pobre es poco comunicativo. La muerte de su mujer cambi su carcter. Tena un aire alerta como si escuchara, y al poco rato, o rumor de herraduras. Una sonrisa complacida ilumin su rostro hacindole cambiar de expresin.

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Ah viene Jean-Pierre! dijo. A los pocos instantes, el joven estaba en la puerta. Era de mediana estatura, con el pelo castao claro, quiz colorado por el sol. Al sonrer, guiaba sus ojos oscuros. Tena la piel bronceada, de un color casi cobrizo. Todo l exhalaba una gran vitalidad. Jean-Pierre le dijo la anciana. sta es la mademoiselle del castillo. El joven avanz hacia m, sonriendo como si, al igual que los dems, le encantara conocerme. Se inclin ceremoniosamente, y dijo: Bienvenida a Gaillard. Ha sido muy amable al visitarnos. No ha sido exactamente una visita. Sus hermanitos me vieron y me invitaron a entrar. Bien hecho! Espero que ste sea el comienzo de otras muchas visitas. Acerc una silla y se sent. Qu piensa usted del castillo? Es un hermoso ejemplo de arquitectura del siglo XV. No he tenido tiempo an para estudiarlo, pero creo que posee caractersticas similares a los de Langeais y Loches. Se ech a rer. Jurara que conoce usted los tesoros del pas mejor que nosotros. No lo creo. Pero cuanto ms se sabe, ms se comprende lo mucho que queda por saber. Para m, lo principal son las pinturas y las casas. Para ustedes, los racimos. Jean-Pierre se ri con risa espontnea y alegre. Qu diferencia! Lo uno es espiritual; lo otro, material. Como antes dije a madame Bastide le contest, creo que debe ser emocionante plantar las vias, cuidar los racimos y vigilarlos, y luego convertirlos en vino. Se corren muchos riesgos dijo Jean-Pierre. Lo mismo que en todo. Usted no tiene idea, mademoiselle, de las preocupaciones que sufrimos. Caer una helada que seque los brotes? Saldrn las uvas amargas porque el tiempo ha sido demasiado fro? Hay que examinar a diario las vides por si tienen parsitos o enfermedades que puedan arruinar la produccin. Hasta que la cosecha est terminada no nos sentimos seguros. Tendra que ver entonces lo felices que somos. Espero comprobarlo. Me mir extraado. Ha empezado a trabajar en el castillo, seorita? Todava no s si me aceptarn. He de esperar La decisin de monsieur le Comte intervino madame Bastide. Es natural indiqu, impulsada por cierto incontenible deseo de defender al conde. Pueden acusarme de haber aprovechado una situacin inesperada. Al que llamaron fue a mi padre, pero yo no les dije que haba muerto, y que pensaba sustituirlo. Todo depende ahora de monsieur le Comte. S. Todo depende siempre de l dijo madame Bastide, resignada. Esto debe parecer natural a mademoiselle intervino Jean-Pierre con su

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luminosa sonrisa. El conde no slo es amo del castillo, sino de las pinturas que se deben restaurar, de las vias e incluso de nosotros Hablas como si estuviramos en vsperas de la revolucin coment madame Bastide. Jean-Pierre me miraba. Aqu, mademoiselle, las cosas han cambiado muy poco en el curso de los aos. El castillo se yergue como guardin de la ciudad y del terreno circundante, como en siglos pasados. Conserva su viejo carcter y nosotros dependemos de este feudo igual que quienes nos precedieron. Ha habido pocos cambios en Gaillard. Tal es la voluntad del seor conde de la Taille. Tengo la impresin de que no lo quieren ustedes demasiado. Slo los que aceptan depender de otros, aman a sus amos. Los dems siempre fueron rebeldes. Aquella conversacin me haca sentir algo confusa. La familia estaba demostrando cierta animosidad contra el conde, y yo estaba cada vez ms ansiosa de conocer a un hombre del que dependa mi destino. Por el momento, estoy a la expectativa esperando su regreso dije. Monsieur Philippe no se atrever a decidir nada por miedo a que el conde se enfade dijo Jean-Pierre. Tanto miedo le tiene a su primo? Muchsimo. Si el conde no se casa, Philippe puede convertirse en heredero, puesto que los de la Talle siguen las viejas costumbres de Francia, y la Ley Slica que se aplic a los Valois y a los Borbones sirve tambin para ellos. Pero todo depende del conde, y aunque la herencia recayera en monsieur Philippe, es incapaz de pasar por encima de l y conceder la sucesin a otro. A veces, creo que confunden al castillo con la corte de Versalles en el reinado de Luis XIV. Si el conde es todava joven, por qu no ha de casarse otra vez? Se dice que esta idea le desagrada. Pues yo siempre cre que un hombre con un orgullo familiar tan acusado como el suyo preferira tener descendientes varones. Es el hombre ms orgulloso de Francia. En aquellos momentos los nios volvieron con Gabrielle y su padre, Armand. Gabrielle Bastide era extraordinariamente bella. Como el resto de la familia, tena la piel morena; pero sus ojos no eran castaos, sino de un azul profundo, lo que le daba un atractivo extraordinario. Su expresin era dulce y ms tranquila que la de su hermano. Haba empezado a