episodios nacionales. memorias de un cortesano de 1815

381
Episodios Nacionales Memorias de un cortesano de 1815 Benito Pérez Galdós Obra reproducida sin responsabilidad editorial

Upload: ngocong

Post on 04-Jan-2017

245 views

Category:

Documents


1 download

TRANSCRIPT

Page 1: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

Episodios NacionalesMemorias de un cortesano de

1815

Benito Pérez Galdós

Obr

a re

prod

ucid

a si

n re

spon

sabi

lidad

edi

toria

l

Page 2: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

Advertencia de Luarna Ediciones

Este es un libro de dominio público en tantoque los derechos de autor, según la legislaciónespañola han caducado.

Luarna lo presenta aquí como un obsequio asus clientes, dejando claro que:

1) La edición no está supervisada pornuestro departamento editorial, de for-ma que no nos responsabilizamos de lafidelidad del contenido del mismo.

2) Luarna sólo ha adaptado la obra paraque pueda ser fácilmente visible en loshabituales readers de seis pulgadas.

3) A todos los efectos no debe considerarsecomo un libro editado por Luarna.

www.luarna.com

Page 3: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-I-En el nombre del Padre, del Hijo y del Espí-

ritu Santo, doy principio a la historia de unaparte muy principal de mi vida; quiero decirque empiezo a narrar la serie de trabajos, servi-cios, proezas y afanes, por los cuales pasé enpoco tiempo, desde el más oscuro antro de lasregias covachuelas, a calentar un sillón en elReal Consejo y Cámara de Castilla.

Abran los oídos y escuchen y entiendancómo un varón listo y honrado podía medrar ysublimarse por la sola virtud de sus mereci-mientos, sin sentar el pie en los tortuosos cami-nos de la intriga, ni halagar lisonjero las orejasde los grandes con la música de la adulación, niponer tarifa a su conciencia o vil tasa a suhonor, cual suelen hacer los menguados ambi-ciosillos del día, después que las sanas costum-bres, la modestia, la sobriedad y la cristianamansedumbre han huido avergonzadas del

Page 4: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

mundo, y son tan míseros de virtud los tiem-pos, que no se encuentra un hombre de bienaunque den por él medio millón de pícarosvividores.

¡Bendito sea Dios, padre de los menestero-sos, sustento de los débiles, proveedor de loshambrientos, aposentador de los desampara-dos, amparo de los desnudos, alivio de todoslos pobrecitos que quieren ganarse la vida, ydespensero de las hormigas, de los pájaros y delos pretendientes!... ¡Bendito sea Dios, digo, queme ha conservado mis sueldos, gajes, pensio-nes, viáticos, emolumentos y obvenciones, paraque desahogadamente y sin importunos cuida-dos pueda contar todos los pasos de mi fabulo-sa carrera! ¡Oh! ¿Por qué he de ocultarlo? Ca-rrera como la mía no la hicieron más de cuatro,desde que brotó en la fecunda tierra el tallo delos empleos públicos y abrieron sus polvorien-tas corolas de papel los expedientes de Arbi-trios, Propios, Tercias reales, Noveno, Pósitos,

Page 5: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

Paja y Utensilios, Frutos civiles, Mandas, Rentade la Abuela, Chapín de la Reina y demás yer-bas que componían el placentero jardín de laAdministración.

Verdad es que si a grandes altitudes llegué,buenos porrazos recibí en aquella bendita esca-la, luchando y desgreñándome a machaca-liendres con los que querían subir antes que yo;si mucho y rápidamente subí, agarreme tam-bién a buenos faldones. Y no se diga que man-chan mi vida, como la de otros muy lucidos ensus carreras, acciones feas y vergonzosas. Esono; que antes que nada es la inmaculada blan-cura de mi alma cristiana. Dios es testigo deque jamás metí la mano en bolsillo ajeno...¡Jesús, qué horror! Antes me habría dejado tos-tar en parrillas que tomar de las arcas del Teso-ro un ochavo de los que allí estaban, conformea los libros de cuenta y razón... ¡Huye, Luzbelmaldito! Vade retro!... Detesto las violentas ac-ciones, mayormente cuando al varón allegador

Page 6: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

y celoso de su propio bien, no faltan mil inge-niosos arbitrios, sutilezas prudentes y habilísi-mas industrias para remediar sus escaseces. Nofui yo el inventor de tales alivios; que losaprendí de maestros muy doctos, cargados deemolumentos, veneras, excelencias, y que pasa-ban por las más firmes columnas del Estado yde la Iglesia, de lo cual colijo que las sobredi-chas ingeniosidades no debían de ser pecami-nosas. Y no digo más por ahora, que a su tiem-po y sazón se verán palmariamente las agude-zas de mi ingenio, y el filósofo así como el mo-ralista, no podrán menos de aprobarlas.

«¿Y quién es Vd.?...» -preguntarán segura-mente los que me leen. -Yo soy aquel -respondo- que en los primeros años de su vidaadministrativa se llamaba Juan Bragas, nombreque a decir verdad no se distingue por su músi-ca, ni tiene saborcillo de elegancia, ni sonsoneteo cancamurria de nobleza; así es, que no biencomencé a sacar el pie del lodo, añadí al apelli-

Page 7: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

do de mis padres el lugar de mi nacimiento,por lo cual, siendo este Pipaón en Rioja de Ála-va, vine a llamarme D. Juan Bragas de Pipaón.Sonaba esto pomposamente en mis orejas, y yorepetía en voz alta mi propio nombre para se-ñorearme con su grandiosidad, la cual anun-ciaba por el solo efecto del silabeo la persona deun embajador, consejero de Indias, fiscal de laRota o Asistente de Sevilla. Más adelante, comoel Bragas no me pareciese del mejor gusto, losuprimí completamente, quedándome para elmundo presente y para la posteridad en D.Juan de Pipaón, nombre breve y rotundo, queva dejando ecos armoniosos doquiera que sepronuncia, y al cual no le vendrá mal la conteri-lla del marquesado o condado que tengo entreceja y ceja.

Bendito sea Dios, vuelvo a decir, que noabandona jamás a los menesterosos; bendita seala pródiga mano que a cada cual le da su reme-dio, ora un pedazo de pan, si padece hambre,

Page 8: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

ora un buen amigo que le ayude, si tiene ambi-cioncillas de medro. ¿Qué habría sido de mí sino hubiera tropezado de manos a boca conaquel nobilísimo, con aquel sin par sujeto, queechó de ver mis disposiciones y me llevó desdeel Purgatorio de la oscuridad y miseria, al Pa-raíso del favor, de la fama y de la hartura?Hombre mejor no nació de vientre de mujer, nise ha visto un talentazo igual para todo aquelloque fuera de la jurisdicción de la suprema in-triga, por cuyas prendas era la gran cabeza deaquellos tiempos y un maravilloso regalo hechopor Dios a la afortunada nación española, paraque la sacara del mal traer en que se encontra-ba.

No estamparé aquí su nombre, porque losde personajes insignes no deben ser expuestos ala vergüenza de las letras de molde, donde co-rren riesgo de que la Historia y la Posteridad(ambas señoras muy amigas de meterse en vi-das ajenas) los tomen por su cuenta, atribuyén-

Page 9: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

doles esta o la otra picardía y desfigurando conpérfido criterio sus honrados manejos. Pero sinnombrar al santo, puedo referir los milagros.Era mi protector diputado en las Cortes del año14, donde brilló por su buen ojo y mejor manopara meter en un laberinto de enredos y com-promisos al bando reformador. Acaudilló consingular tino a los que poco después se llama-ron Persas, y fue uno de los que prepararon elpaso dado por Fernando (a quien todos llama-ban entonces el suspirado), contra la Constitu-ción. Gozaba mi protector fama de hombre ig-norantísimo, opinión que hubo de ser efecto dela ruin envidia, pues de su excelso ingenio fue-ron muestras la zancadilla que echó a todos losreformistas, y aquel celo y consumada destrezasuya para ponerse en primer lugar, luego que elRey recobró sus legítimos derechos, así como laprontitud con que se proporcionó tres o cuatrosueldos por Obra Pía, Pósitos, Penas de Cáma-ra, etc..., de los cuales el menor habría conten-tado a un triste pedigüeño de otros tiempos.

Page 10: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

Dios Todopoderoso, a quien no cesa de in-vocar mi gratitud, hizo que el cuitado narradorde estos sucesos, topara con Su Excelencia enEnero de 1814, y que le cautivase principalmen-te por su buena letra y singularísima habilidadpara remedar la ajena, especialmente en todasuerte de firmas y rúbricas. ¡Oh, y qué elogioshacía aquel buen hombre de mis talentos ca-ligráficos! ¡Y cómo ponderaba mi pulso, miexcelente ojo y aquella soltura con que despa-chaba en cuatro rasgos las más difíciles y paraél inverosímiles imitaciones! Así es, que metraía en palmitas, regalábame copiosamente, yaunque a veces solía decirme las cosas entreuna sofocante llovizna de bofetones, mi humil-dad y la mansedumbre cristiana que Dios medio, le volvían a su pacífico ser y a sus bonda-des y deferencias conmigo.

El primer asunto importante en que su mer-ced me ocupara, fue aquel que la historia llamael asunto Oudinot, y que fue saladísimo, como

Page 11: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

obra de tales ingenios, aunque de escaso efectopor torpeza de algunos. Con su poderosa in-ventiva fantaseó mi protector una conspiraciónque se suponía fraguada por los liberales, deacuerdo con Napoleón, para establecer en Es-paña la república Iberiana. ¡Diantre con la re-pública, y cuánto nos dio que reír, y cuántascuchufletas y bufonadas entretuvieron las noc-turnas horas en que a solas nos dedicábamos ainventar cartas, a remedar tipos de letra, a con-feccionar programas y comunicaciones en cifra!Lo cierto es que la conspiración salió que nipintada, y daba gusto ver aquella sutil trama,en la cual D. Agustín Argüelles aparecía car-teándose con un pinche francés, a quien noso-tros por ensalmo hicimos general Oudinot, conotras muchas imaginarias picardías puestas tanal vivo, que aún los autores de todo llegamos acreerlo, y nos indignábamos contra los republi-canos iberianos napoleónicos.

Page 12: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

Todo se lo llevó la trampa, a pesar de estarhecho con tanto esmero en largas vigilias...¡Lástima de trabajo! La torpeza del necio Berte-au, criado de la duquesa de Osuna, y de ciertocura de Granada (a quien después hicieron ar-zobispo), echó por tierra el más grandioso edi-ficio que levantaran humanos entendimientos.Descubriose que todo era invención; formosecausa, y aunque nadie se metió con nosotros,tuvimos el pesar de que los mismos jueces seescandalizaran de tan atrevida y necia calumnia.

Pero desde entonces se redobló la buenaamistad y estimación de mi generoso protector,quien me puso en el secreto de graves planes,convidándome a cooperar en su realización contodas las fuerzas de mi talento y travesura.Véase, pues, qué pronto me había destinado ladivina Providencia a tomar parte en sucesosculminantes, de esos que mudan y trastornanlas naciones. Sí, señores, delante de mí, en unasala del convento de Atocha, mi buen amigo,

Page 13: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

asistido de algunos padres graves de dicha ca-sa, redactó el famoso manifiesto de los Persas,que quedó perfilado y puesto en limpio por míen 12 de Abril. Firmáronlo sesenta y nueve in-dividuos de lo más aprovechado que había enel reino y en las Cortes, hombres estimadísimosdel soberano, que entre ellos repartió mitras ytogas, para que no quedara sin premio su leal-tad.

En cuanto a la mía acrisolada, continuó sinmás premio por entonces que el antiguo desti-nillo en la covachuela, y hasta después del 10de Mayo y de la caída de la Mamancia y de laentrada en Madrid del encantador Fernando, nodi señales de adelanto en mi carrera. ¡Oh, quédías aquellos! ¡Cuánta ansiedad sentíamos losbuenos patricios, esclavos de la libertad, sus-pensos entre la vida y la muerte, sin sabercuándo veríamos el fin de la horrible tiranía delos mamones, caparrotas, cuácaros, lameplatos yceposquedos, pues estos y otros graciosos nom-

Page 14: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

bres daba a los liberales en su Atalaya de laMancha el reverendo Padre Castro! ¡Y qué tra-sudores y congojas experimentamos en todoAbril, ora creyendo segura la llegada del Reycon el desquiciamiento de todo el catafalcoconstitucional, ora sospechando que los infa-mes francmasones nos secuestrarían al suspira-do Rey, haciéndolo perdidizo en cualquier des-filadero, para encajarnos la república Iberiana,que tanto daba que hablar en los barrios bajos yen los claustros de mendicantes!

Pero la aproximación de las tropas de Wit-tingham nos dio aliento, y la llegada del gene-ral Eguía, completa tranquilidad acerca delbuen resultado de lo que entre manos traían losPersas. ¡Qué hombre aquel! Era de los pocos, yes lástima que nuestra nación, agradecida a sudestreza y heroísmo, no le elevase una estatuaecuestre, representándolo con su peluca de co-leta, su gran joroba y aquel aire chusco, cas-carrón y altanero, que le hacía tan temible. Ge-

Page 15: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

neral más valiente no le han conocido los siglos.Los historiadores, que todo lo enredan, handado en decir que D. Francisco Eguía no hizomás que desaciertos y majaderías, cuandomandó el ejército del Centro en la Mancha, an-tes de la batalla de Ocaña; pero aún falta pro-bar, que nuestro general no fue un Gran Fede-rico en aquella campaña. Han dicho que noquería combatir; que apremiado por la Regen-cia para que atacase a los franceses, contestóque él sólo anhelaba sucesos grandes que salvaran ala nación, dando a entender el noble deseo de nogastar su ingenio estratégico en batallejas detres por un cuarto.

Pero sea de esto lo que quiera, y aun consi-derando que la Regencia tuvo razón al separar-le del mando en 1809, no se le puede negar suheroísmo militar y ciencia en 1814. Como que élsolo, ayudado de una división del ejército delCentro, dio al traste con la inmensa balumba delas Cortes, poniendo en vergonzosa fuga a más

Page 16: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

de cien diputados liberales, que se escondieronen sus casas sin atreverse a asomar las narices...¿Qué tal? Hombres como aquel bravísimo Egu-ía, son el mayor galardón que Dios Omnipoten-te puede hacer a las atribuladas y huérfanasnaciones. Admirablemente lo hizo, y allí era dever cómo se presentó con su tropa en casa delPresidente de las Cortes, notificándole, con se-renidad sublime, la ruina de la Constitución, ycómo ocupó después resueltamente y sin aso-mos de miedo, casi sin pestañear, el palacio delas Sesiones, declarando con voz entera y firmeque todo estaba por los suelos.

¡Qué noche la del 10 de Mayo de 1814! ¡Ohsin igual ventura! ¡Oh inolvidable regocijo delalma después de tan larga opresión! Yo habíapasado todo el día escribiendo un articulito queremití a La Atalaya, por encargo de mi excelentepatrono. Estoy tan orgulloso de aquella pieza,fruto precioso del frenético entusiasmo mío yde los ardores fernandistas de mi exaltado co-

Page 17: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

razón, que no quiero que estas fieles memoriasvayan a los confines de la posteridad, sin llevarsiquiera un par de párrafos para que, recono-ciendo mi patriotismo, se juzgue de mi calienteestilo y de las gallardías de mi pluma. Decía así:

«¡A dónde estáis, potencias de mi alma! ¡Osbusco, y por ninguna parte os encuentro! ¿Hab-éis volado en busca de aquel imán de nuestroscorazones? ¿A dónde está FERNANDO?Hechizo de mi corazón, ¿a dónde te encon-traré? ¡Mi alma no acierta en la efusión de suplacer a expresar de ningún modo los senti-mientos de que se halla inundada! ¡Mi memo-ria... mi voluntad... mi entendimiento, sí!... To-do es vuestro, ¡Dios Eterno! Pero si FERNAN-DO está en vos y vos en FERNANDO, en vosmismo gozaré de su amorosa presencia; sí, DiosOmnipotente, permitid que me regocije en vos,pues que vos le elegisteis desde vuestros eter-nos alcázares para nuestro digno REY; vos leperseverasteis con vuestra providencia en el

Page 18: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

principio; vos le guardasteis bajo la sombra devuestras divinas alas...; vos le quitasteis de unsuelo manchado con tantos crímenes, para queno presenciase el espantoso castigo con queibais, aunque tan lleno de misericordia, a casti-gar a tus hijos... sí, amado FERNANDO... sí,apetecido consuelo de todas nuestras afliccio-nes... sí, hermoso y deseado iris en todas nues-tras horribles borrascas... tus fieles y huérfanoshijos te lloraron como miserables pupilos, y nohubo un placer verdadero en sus amantes cora-zones, considerándote cautivo...».

-II-Y así seguía, soltando la abundosa vena de

mi inspiración, para que sin tasa corriese, con locual se embobaba el vulgo, llegando mi famacomo escritor hasta el punto de que un padrede la Merced, el venerable Salmón, dijese de míque allá me iba con Cervantes en el manejo de

Page 19: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

la pluma. Pero la verdad es que mi genio mellamaba por caminos distintos de los de la lite-ratura. ¿Se creerá que en aquella felicísima no-che del 10 de Mayo, no pudiendo contener miexaltación en pro de Fernando, ni menos mienojo contra los llamados mamones, me uní a losesbirros y jueces que iban de calle en calleprendiendo en sus casas a los famosos corifeosde las Cortes?

Uno de los jueces de policía era amigo mío, ytambién un oficial de los que mandaban la tro-pa encargada de proteger a los jueces. Fui,pues, de casa en casa, y no puedo dar idea de laindignación que ardía en mi alma contra aque-llos bribones, a quienes era preciso buscar de-ntro de sus propias guaridas para prenderlos.Era en realidad vergonzoso que varones taneminentes como aquellos intachables jueces depolicía, anduviesen cual cuadrilleros de la San-ta Hermandad, corriendo a caza de un Argüe-lles, de un Martínez de la Rosa, de un Calatra-

Page 20: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

va... ¡Tunantes! ¡Cuándo recibieron ellos mayorhonra que la de ser huroneados por individuosde toga, los cuales en su desmedido ardor porla causa del Rey, iban sudando gotas como pu-ños; que tales angustias trae el oficio de poli-zonte!

La pesquería no fue mala, y si bien se nos es-caparon Toreno, Antillón, Gallego y otros, co-gimos a Argüelles (a quien no le valió su divini-dad) en la calle de la Reina; a Gallardo, en la delPríncipe; a Canga Argüelles, en la misma calley casa de San Ignacio; a Page, en la de Hita; aCepero y a Martínez de la Rosa, en la calle deSan José; a Larrazábal, en la de Jacometrezo; aGarcía Herreros, en la plazuela de Celenque, yen diversos sitios que no recuerdo, a Quintanael Seminarista, a Feliú, Villanueva, Muñoz To-rrero, Cano Manuel, Álvarez Guerra, O-Donojú, Capaz, Cuartero, a los cómicos Mái-quez y Bernardo Gil, sin omitir al célebre cojo deMálaga.

Page 21: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

¡Oh, vil caterva de charlatanes! ¡Y qué bienos llegó vuestro San Martín! ¡Y con qué oportu-nidad y destreza fueron burladas vuestras ma-las artes y destruidos vuestros execrables pla-nes! Mala peste os consuma, y demos gracias aDios que nos deparó el remedio contra vuestraperfidia en la férrea mano de Eguía. Ni quéfalta hacían en el mundo vuestros heréticosdiscursos, ni a cuenta de qué venía esa endia-blada Constitución... ¡Ay! Aquella noche lasalmas se desbordaban de gozo, viendo destrui-da la infame facción, muerta la herejía, enalte-cido el sacrosanto culto, restaurado el trono,confundidos volterianos y masones. Yo no ce-saba de dar gracias a Dios por lo bien que con-ducía desde su celeste altura la empresa, ysiempre que salíamos de una madriguera paraentrar en otra, asegurado ya uno de los abomi-nables delincuentes, me santiguaba devotísi-mamente, poniendo los ojos en el cielo, paraque ni por un instante nos desamparase la bon-

Page 22: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

dad divina en tal trance, y llegáramos al fin dela jornada sin tropiezo alguno.

A medida que iban cayendo los llevábamosa la cárcel de la Corona y al cuartel de Guardiasde Corps o a San Martín, donde quedaban en-cerrados. No se les dejó papel que no se guar-dase para dar luz sobre los procesos que se lesiban a formar, porque habría sido en verdadlastimoso que las picardías de tanto malsín notuviesen comprobación cumplida en los autos,para que a nadie quedase duda de sus malda-des. Pues digo... si no se hubiera tenido muchocuidado de cogerles los papeles, la justiciahabría tenido que romperse los cascos parainventarlos después, lo cual es tarea larga y queda larga fatiga y quita mucho tiempo a los se-ñores de la Comisión de Estado.

Siempre me acordaré de la insolencia de losdiputadillos, que en vez de echarse a llorar ypedirnos perdón cuando les prendíamos, nosmiraban con altaneros ojos, afectando una sere-

Page 23: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

nidad tranquila, propia de justos o inocentes, yexpresándose en tales términos, que al oírles,¡mal pecado!, parecía que no habían roto platoni escudilla. Quien les viera, creyéralos a ellosjueces y a nosotros ladrones en cuadrilla, troca-dos los papeles, y convertidos los ajusticiadoresen ajusticiados. Viendo tan descarada desver-güenza, no me pude contener, y a varios deellos les dije cuatros frescas bien dichas y dosdocenas de verdades como puños, siendo tal sucobardía, que no se atrevieron a contestarme, niaun siquiera a soportar el mortífero rayo de misojos.

Yo les veía pasar de sus casas a las cárceles,y siempre me parecían pocos. Hubiera deseadoque aquellos bergantes se multiplicaran paraque fuese más grande el esplendor de la hazañaque estábamos consumando. ¡Oh!, ver a Ma-drid limpio de liberales, de gaceteros, de dis-cursistas, de preopinantes, de soberanistas, de

Page 24: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

republicanos, de volterianos, de masones... ¡Es-to era para enloquecer al menos entusiasta!

Llegaste al fin, ¡oh día 11 de Mayo, y tusprimeras luces vieron al devoto pueblo de Ma-drid corriendo por las calles como impetuosorío, sin que ningún dique bastase a contener lasdesbordadas olas de su gozo! ¡ Oh, qué pueblo!¡Y cómo gritaba celebrando el acabamiento dela tiranía! ¡Y con cuánto amor invocaba al DiosTodopoderoso y a su Santísima Madre, llevan-do en triunfo a los benditos frailes y arrastran-do por las enlodadas calles las sacrílegas imá-genes de la libertad, que exornaban el palaciodel charlatanismo; arrancando la lápida de laConstitución y cuantos letreros y signos y figu-ras, recordasen la conjurada borrasca!... De se-guro lo pasaran mal los señores encarcelados, sipor acaso les echara la zarpa el discreto y sa-pientísimo vulgo. Hubo quien a grito heridopidió que se permitiera al pueblo hacer justicia

Page 25: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

por sí mismo en la ruin persona de los orgullo-sos caídos, pero la cosa no pasó de aquí.

Por mi parte trabajé en aquel día más que enotro alguno de mi vida. ¡Virgen de las Angus-tias! ¡Qué idas y venidas, qué mareo, qué an-siedad!... Sólo por causa tan santa y por el inex-tinguible amor del inocente Fernando, puedeun hombre molerse y descoyuntarse como yo lohice aquel día, con los hígados en la boca du-rante diez horas, sin dar paz a los pies ni a lalengua, ora arengando a estos, ora recomen-dando a los otros lo que habían de hacer, dis-poniendo y ordenando, conforme a la voluntadde mi patrono y de otros personajes de viso queandaban en el negocio.

¡Jesús, María y José! Flojita era la tarea engracia de Dios... Al más pintado se la doy yo,seguro de que a la mitad de la jornada desfalle-cería, como no recibiera del cielo broncíneaspiernas y garganta de acero. Ahí es nada... erapreciso ir repartiendo dinero por los barrios

Page 26: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

bajos y convocar a determinados individuos dela majería, cuidando de andar con mucho pulsoen lo del distribuir, porque a mucho que seabriera la mano, no quedaba nada para el re-puesto del comisionado. Asimismo era indis-pensable ir de taberna en taberna y de garito engarito, contratando gente; avistarse con el tíoMano de Mortero, con Majoma y otros próceresdel Rastro, para encomendarles delicadas comi-siones, de esas que sólo a delicadísimos enten-dimientos pueden fiarse. También había queavisar a los padres franciscanos y agustinos,que estaban ocultos, para que saliesen a aren-gar a la muchedumbre; hacer correr noticiasfalsas de conspiraciones fraguadas por los revo-lucionarios; con otros muchos menesteres yocupaciones que habrían rendido el organismomás fuerte y desquiciado el más sólido enten-dimiento y la más firme voluntad. Pero ¿de quésirve la fe, si no es para hacer prodigios? Por lafe los hice yo en aquel memorable día; por la fetuve cuerpo y alma y sentidos e ideas para tan-

Page 27: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

tas cosas; por la fe hice más yo solo que veintecompañeros encargados de iguales trapisondas.

Recordando aquel día y mi cansancio, el al-ma se me inunda de frenético gozo. Habíamosvencido a la infame pandilla, a un centenar dedeslenguados charlatanes; les habíamos venci-do sin más auxilio que un ejército y la autori-dad del Rey, acompañado de la grandeza, delclero, de las clases poderosas; habíamos triun-fado en sin igual victoria, y la monarquía abso-luta, tal como la gozaron con pletórica felicidadnuestros bienaventurados padres, estaba resta-blecida; habíamos pisoteado la hidra asquerosadel democratismo extranjero, de la inmundafilosofía, devolviendo al trono su esplendorprimero y a la autoridad real el emblema de suorigen divino; habíamos derrotado a la impie-dad, sacando a la religión sacrosanta de lasombra y abatimiento en que yacía; habíamosrealizado una maravilla; habíamos sido los sol-dados de Cristo; sentíamos en nuestro pecho el

Page 28: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

aliento divino, y el regocijo de la bienaventu-ranza enardecía nuestras almas.

«¡Noche del 10 de Mayo! -decía el padreCastro en su inolvidable Atalaya-. ¡Ah, tú seráscontada entre los días más solemnes que vio elmundo!... Españoles, alabemos y ensalcemos alSeñor: que nuestra lengua no cese de cantar susmisericordias.

»Sí, españoles: Confitemini Domino quoniambonus, quoniam in sæculum misericordia ejus. Losprincipales cabezas de esta rebelión están yapresos en la capital y en las provincias. La sabi-duría de nuestro idolatrado FERNANDO hasabido combinar de tal modo los caminos denuestra futura dicha, que es menester confesarque el Señor está en él. En un mismo día y enuna misma hora han sido sorprehendidos todosestos verdugos de nuestra patria, y su exemplarcastigo será la garantía más segura de nuestraperpetua felicidad. Confitemini Domino, quoniambonus, quoniam in sæculum misericordia ejus. Es-

Page 29: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

pañoles, alabad y bendecid al Señor. Nuestrapatria es ya feliz: ya reina FERNANDO».

¡Sí, ya reinan Dios y Fernando!

-III-¡Alabado sea el Santísimo Sacramento del

Altar!... Señor, ¿con qué lengua cantaré tus ala-banzas? ¿Qué palabras hay que no sean pálidasy frías para expresar mi gratitud? En la humil-dad nací, y del muladar de mi oscura condiciónsacome tu mano poderosa para llevarme a losdorados alcázares, donde las grandezas huma-nas dan idea de las grandezas divinas. Mi co-razón se estremece de gozo al recordar mi pri-mer paso por la dorada senda.

Era un domingo; habían pasado algunosdías después de la entrada del Rey; funcionabaya el nuevo ministerio; habían levantado sumajestuosa cabeza, coronada con los laureles de

Page 30: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

cien siglos, el Real Consejo y Cámara de Casti-lla y la Sala de Alcaldes, cuando D. Buenaven-tura (algún nombre he de dar a mi protectorpara que se le distinga entre los individuos deque haré mención), me llamó a su despacho, ymelifluamente me habló así:

-Dime, Braguitas, en cuál oficina quieres co-locarte, pues ya he dado tu nombre al ministro,y no falta más que saber tu deseo para satisfa-cerle al punto.

-Señor -repuse-, como vayan por delante losveinte mil reales que Vuecencia me ha prome-tido, lo demás es cuestión secundaria. Sin em-bargo, mis aficiones...

-Ya sé que tú te inclinas a la Real Hacienda.Vas a lo positivo. ¿Te convendría la Caja deAmortización, los Pósitos, la Revisión de ju-ros?...

Page 31: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-Iré, si Vuecencia no lo toma a mal, a Paja yUtensilios.

-Corriente... Mañana mismo tendrás tunombramiento... Dime, ¿has llevado la carta alas monjas Bernardas?

-Desde esta mañana.

-¿Me has limpiado las botas?

-Están como espejos.

-Bueno: antes de marcharte, pídele a doñaNicanora los calzones y la casaca que te pro-metí ayer. Con un poco de obra quedarán am-bas prendas como nuevas... Ahora necesitascierta ostentación, Juan: es preciso que te pre-sentes como corresponde a un señor oficial se-gundo de Paja y Utensilios, y lo primero quehas de hacer es dar las gracias al señor Minis-tro...

-¿Las gracias?

Page 32: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-Seguramente. Ganabas 5.000 rs. en las cova-chuelas de la secretaría de Gracia y Justicia, yde golpe y porrazo pasas con 20.000 a Paja yUtensilios...

Mortificado por mi dignidad, un poco ofen-dida, permanecí en silencio; pero el insignerepúblico debió de adivinar mis pensamientoscon su seguro tino, y me dijo:

-¿Qué, no estás contento todavía? No sé enqué piensan los muchachos del día... Ya se ve...los tiempos que corren y los escándalos de es-tos últimos años han despertado las ambicionesde tal modo... En mis tiempos, lo que hoy se teda equivalía a un arzobispado de los de mejorrenta.

-No me quejaré -repuse humildemente-,porque es propio de mi condición no pedir na-da y aceptar lo que me dan; pero... si han deacomodarse las recompensas a los merecimien-tos...

Page 33: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-¡Tus merecimientos! -exclamó su señoríacon desdén-. ¿Cuáles son? ¿Qué letras has cur-sado, perillán? ¿Qué tratados de materia jurídi-ca o teológica has escrito? ¿Qué servicios hasprestado a la administración, bergante? ¿Quéejércitos acaudillaste, zopenco, ni qué Rey tedebió la corona?

-Sobre eso hay mucho que hablar, señor D.Buenaventura de mi alma -respondí con brío-.Si a todos se repartiera por igual no me quejar-ía; pero se están viendo improvisaciones escan-dalosas. Ahí tiene Vd. a Antonio Moreno. ¿Quéera hace un mes?, ayuda de peluquero, pues nisiquiera podía llamarse maestro peluquero.¿Qué es hoy?... consejero de Hacienda.

D. Buenaventura calló. Le dejé suspenso yabsorto.

-Es verdad -dijo al fin-. Ya lo sabía... pero esono tiene nada de particular. Antonio Morenoera... un excelente profesor de cabezas... No

Page 34: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

debe olvidarse que en Valencia sirvió de ama-nuense cuando se redactó el célebre decreto del4.

-¡Consejero de Hacienda! -exclamé yo alzan-do los brazos-. ¡Consejero de Hacienda un vilpeluquero!

-Pero a nosotros ¿qué nos importa? Allá selas compongan... Dime tú, ¿qué pedazo de pannos quitan de la boca haciendo a Moreno conse-jero? Además, el honor de haber redactado tansublime documento, merece perpetuarse conuna posición decente... ¿Qué piensas? ¿Quéopinas? ¿Por qué has hecho ese gesto de monjaescandalizada cuando he nombrado el decretodel 4 de Mayo? ¿No te gusta? ¿No te parececategórico? ¿No lo crees una obra admirable yque nada deja que desear?

Yo callaba, porque mil dudas y desconfian-zas ocupaban mi espíritu.

Page 35: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-No puede escribirse nada más contundente-continuó D. Buenaventura leyendo un papel-que el párrafo en el cual se declara «aquellaConstitución y decretos nulos y de ningún va-lor ni efecto, ahora ni en tiempo alguno, comosi no hubiesen pasado jamás tales actos, y sequitaran de en medio del tiempo...». Está dichotodo, y con tales palabras bastaba.

-Esa es mi opinión. Con eso bastaba. Peromás arriba, el Rey, obedeciendo a pérfidas ins-piraciones, ha dicho que aborrece el despotis-mo, que convocará Cortes, que establecerá laseguridad individual, con otras zarandajas queo mucho me engaño, o son el primer paso paravolver a las andadas, mi Sr. D. Buenaventura.

-Pero ven acá, majadero impenitente, ¿cuán-do has visto que tales fórmulas sean otra cosaque una satisfacción dada a esas entrometidasnaciones de Europa que quieren ver las cosasde España marchando al compás y medida delo que pasa más allá de los Pirineos? Ríete de

Page 36: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

fórmulas. No se pueden hacer, ni menos decirlas cosas tan en crudo que los afeminados cor-tesanos de Francia, Inglaterra y Prusia se es-candalicen. ¡Reunir Cortes! Primero se hundiráel cielo que verse tal plaga en España, mientrasalumbre el sol... ¡Seguridad individual! ¡Bonitoandaría el reino, si se diesen leyes para que losvasallos obraran libremente dentro de ellas, yse dictaran reglas para enjuiciar, y se concedie-ran garantías a la acción de gente tan ingober-nable, díscola y revoltosa! El Rey, sus ministrosy esos sapientísimos y útiles Consejos y Salas,sin cuyo dictamen no saben los españolesdónde tienen el brazo derecho, bastan paraconsolidar el más admirable gobierno que hanvisto humanos ojos. Así es y así seguirá por lossiglos de los siglos... ¿Eres tan tonto, que creesen manifiestos de reyes? Como los de los revo-lucionarios, dicen lo que no se ha de cumplir ylo que exigen las circunstancias. Bajo las fuga-ces palabras están las inmóviles ideas, comobajo las vagas nubes las montañas ingentes, que

Page 37: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

no dan un paso adelante ni atrás. Las nubespasan y los montes se quedan como estaban.Así es el absolutismo, hijo mío; sus palabraspodrán ser bonitas, rosadas, luminosas y movi-bles; pero sus ideas son fijas, inmutables, pesa-das. No mires lo de fuera sino lo de dentro.Estudia el corazón de los hombres y no atien-das a lo que articulan los labios, que siemprehan de pagar tributo a las conveniencias, a lamoda, a las preocupaciones...

D. Buenaventura se expresaba con calor. Nome atreví a contestarle, y mis pensamientos seacomodaron a los suyos, como sucedía casisiempre que hablábamos de política.

-¡Ah!, se me olvidaba una cosa -exclamódespués de breve pausa-: ya he dicho al Minis-tro que te exima durante algunos días de ir a laoficina. Es preciso que me ayudes en este deli-cado negocio que tengo entre manos... Ya sabesque Su Majestad me ha nombrado fiscal de la

Page 38: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

comisión de Estado que ha de sentenciar a lospresos de la noche del 10.

-Tarea fácil, a mi modo de ver, mientras nodesaparezcan del mapa Melilla, Ceuta y elPeñón.

-Eres excesivamente ejecutivo. No puedehacerse la distribución, sin fundar en algo loscastigos. Es preciso buscarle el pelo al huevo,como suele decirse, registrar papeles, sacar deellos la quinta esencia de la maldad, llegar tes-tigos aunque sea en las entrañas de la tierra,estrujar los autos hasta que destilen la amargahiel de la evidencia, cumplir en todas sus partesla larga serie de procedimientos que son gloriade nuestra jurisprudencia, y en fin, hacer losprocesos de tal modo que no les falte ni unatilde y aparezcan en toda su horrible desnudezlas necesarias maldades de esos hombres.

-Con el plan de república (algo más verosí-mil que el de la Iberiana), revelado por el padre

Page 39: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

Castro en su Atalaya -repuse- bastará para hacerlas más lindas causas que se han visto en tribu-nales españoles.

-A eso vamos. La Confederación descubiertapor el Atalayero es ingeniosa. Además, algunostestigos han hecho declaraciones de perlas.

-El conde del Montijo...

-Asegura que los liberales formaron causa alRey en un café de Cádiz y le condenaron amuerte.

-Ostolaza...

-Ha delatado los pensamientos de sus compa-ñeros de Cortes, asegurando que querían des-honrar al Rey, con otras preciosísimas afirma-ciones que constituyen un verdadero tesoro.

-La persecución del Obispo de Orense y delmarqués del Palacio, así como el destierro delNuncio Sr. Gravina, son materia abundante.

Page 40: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-Abundantísima.

-Bien sabemos todos que Mejía dijo en lasCortes que no existe Dios; Argüelles, que no deb-ían obedecerse los preceptos de la Iglesia.

-Feliú dijo, que la religión era una farsa...

-Y Arispe afirmó, que la grandeza españolatenía sangre de perro. Bien mirado, el testigo másexplícito, más claro, es el archivo y las actas delas Cortes.

-Sin duda. ¿No está allí escrito que el dan-zante de Martínez de la Rosa propuso fueracondenado a muerte el que propusiese adicióno reforma en la Constitución de Cádiz?

-Recuerdo perfectamente su pedantesco dis-curso del 21 de Abril, en que decía que los pue-blos deben darse ellos mismos las leyes fundamenta-les.

Page 41: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-También yo tengo buena memoria -añadióD. Buenaventura-. Habló mucho de derechosimprescriptibles, y concluyó así: Se acabaron nues-tras desgracias. Ya reinan las leyes...

-Que es como decir que no reinará el Rey-afirmé, tomando un polvo que D. Buenaventu-ra me ofreció.

-¡Y qué más, mi querido Bragas! ¿No constaen el libro de las sesiones la abominable expre-sión de Canga Argüelles?

-Que estaba pronto a derramar la última gota desu sangre en defensa de la Constitución.

-Así mismo lo dijo.

-No recuerdo bien cuál de ellos aseguró quedestruidos los conventos, se cortan las fuentes quemantienen las preocupaciones y cuentos de viejas.

-Page, el mismo que expresó la opinión deque es delito de lesa majestad llamar SOBERANO

Page 42: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

al Rey... ¿No fue Istúriz quien dijo aquellas pa-labrotas?...

-Sí, ya recuerdo. Hoy somos ciudadanos de unagran república, aunque bajo las formas característi-cas de la monarquía; el Rey no es nuestro señor, esnuestro jefe, porque queremos y de la manera quequeremos que lo sea, y nada más.

-Admirable memoria tienes -dijo D. Buena-ventura, tomando la pluma-. Voy a apuntareso. Se confrontarán las Sesiones.

-No olvidará Vd. los méritos y servicios deGallardo. Fue el que estampó en letras de mol-de, que los obispos debían echar bendiciones con lospies, colgados de una cuerda. Ahora recuerdotambién que Ramajo, redactor de El Conciso,amenazó al Rey con la venida de Carlos IV, sino juraba la Constitución.

-Deliciosísimo, amigo Bragas. Tras los dic-cionaristas y gaceteros, viene la pestilente

Page 43: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

chusma de poetas, a quienes es preciso tambiénponer como nuevos. Ahí tienes por ejemplo, aSánchez Barbero...

-El autor de aquellos versitos:

Aquí nosotros los sagrados dones

De independencia y libertad gozamos,Y monarca, no déspota, juramos.

-Yo también me acuerdo, yo también-exclamó con júbilo mi amigo-. El infame bi-bliotecario de San Isidro se despachó a su gustoen estas endechas:

El fanático error vencido cede,

Y la sin par Constitución sucede;Constitución resuenaDoquiera ya: Constitución inflama...

Page 44: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

¡Ya te inflamarán a ti!... ¡Miserables poetas,se os ha acabado el doquiera! Encerraditos enMelilla, podréis cantar la soberana.

-Muñoz Torrero -añadí, gozoso de poner miretentiva al servicio del Estado-, fue el que dijoque la soberanía de la nación estaba en las Cor-tes, lo cual es como poner a la burra las arraca-das.

-Justamente. Y que las personas de los diputa-dos eran inviolables. ¡Inviolables el veneno de laserpiente y la lengua del escorpión!

-Pues ¿y García Herreros? Fue el que tuvo elatrevimiento de asentar que los reyes están suje-tos a las leyes que les dicta la nación.

-Y que la ley es superior al Rey, lo cual es comodecir que la espuela gobierna al jinete.

-Casi todos ellos firmaron el decreto de 2 deFebrero, en el cual se dijo que no se conocería por

Page 45: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

libre al Rey, ni menos se le prestaría obediencia,hasta que él prestase juramento a la Constitución.

-Gutiérrez de Terán firmó como secretario elmanifiesto de 19 de Febrero, que era la segundaparte del tal decreto.

-Y Martínez de la Rosa, o sea el Sr. Bello Ro-sal, como le llama La Abeja, lo escribió.

-Y Feliú lo leía a voz en cuello en los cafés.

-Adonde iban a emborracharse.

D. Buenaventura tomaba apuntes, demos-trando a cada nueva adquisición cierta alegríapueril. Como hombre que en el cumplimientode sus deberes y en el servicio del Rey y delEstado ponía su alma toda entera, sin procederjamás de ligero en ningún asunto grave, allega-ba cuantos datos pudieran ilustrar su entendi-miento en materia tan ardua, y con ansiedad deavariento los iba guardando. El buen señor se

Page 46: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

veía precisado a sentenciar a muerte o a presi-dio a unos cuantos malvados, y no pudiendohacerse esto rectamente sin pruebas, las busca-ba para que aquellos infelices no fueran al patí-bulo sin saber por qué. ¡Tunantes! ¡Cuándomerecieron ellos tropezar con varón tan justo,tan humanitario y compasivo como aquel! ¡Nicómo habían ellos de soñar que, merced a loscristianos sentimientos de tan ejemplar magis-trado, enemigo del derramamiento de sangre,se verían galardonados, como quien dice, conunos cuantos años de presidio, en vez de lahorca que merecían!

Más adelante se sabrá su destino; que ahorano puedo levantar mano del trabajo de mi pro-pia historia, en la cual ocupan lugar muy prefe-rente los sucesos que se verán a continuación.

Page 47: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-IV-Siempre fui hombre que lo mismo servía pa-

ra un fregado que para un barrido, y de tantaactividad, que solapadamente me multiplicaba,esclavo de diversas y contrapuestas obligacio-nes, atento siempre al servicio del Estado y a mipropio interés, como Dios manda, vigilante ydespierto en todos los momentos de la vidapara que ninguna ocasión de ganancia se meescapase, y con cien ojos puestos en el panora-ma de los acontecimientos para sacar de ellosprovecho. Así es que ayudaba a D. Buenaven-tura en sus quebraderos de cabeza dentro de lacomisión de Estado, y servía mi plaza en Paja yUtensilios, mereciendo plácemes sinceros deljefe, y no poca envidia de mis compañeros. Enpoco tiempo supe conquistar la amistad de mu-chos personajes eminentes de aquella era feliz,tal como D. Blas Ostolaza, espejo de los predi-cadores, confesor del infante D. Carlos y hom-bre de muchísimo influjo, don Pedro Ceballos,

Page 48: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

D. Juan Lozano de Torres, D. Juan Pérez Villa-mil, célebre por lo de Móstoles, D. Pedro La-brador, el incomparable diplomático que en elConsejo de Viena dejó pasmados a todos losembajadores de las grandes potencias, D. Mi-guel de Lardizábal, ministro de Indias, el granmagistrado D. Ignacio Villela, el Sr. Vadillo,alcalde de Casa y Corte, y otros muchos indivi-duos tan insignes, tan eminentes, que bien pod-ía decirse de ellos que tenían las cabezas podri-das de talento.

Como yo era tan entrometido, fácilmente en-sanchaba el círculo de mis amistades, unas ve-ces solicitando favores con tal empeño, que melos concedían porque me quitase de encima,otras prestando los pequeños servicios que demi reducido poder dependían... Pues digo...cuando alguno de aquellos señorones venía ami oficina, a la inmediata de Rentas decimales(donde yo tenía tantos amigos) o a otra cual-quiera de las del ramo, a solicitar reservada-

Page 49: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

mente que se hiciera perdidizo un miserableexpedientillo de Propios o de Arrendamientode oficios... vamos... aquello era una bendición.Viendo que yo abría la mano y no me hacía derogar, siempre que se trataba de poner mi firmaen un Cargo y Data, enviado por el alcalde, porel contratista o por el recaudador, me traían envolandas. ¿Qué le importaba a la nación que seescurrieran entre los papeles algunos disimula-dos sapos y culebras, o que se variara con ca-ligráfica ingeniosidad un par de números,siempre que quedase contento aquel o el otroempingorotado repúblico, cuyo bienestar im-portaba tanto al Estado? ¡Pues no faltaba más,sino que por no hacer el gusto a un regidoramigo o a un alcabalero pariente, se sofocarauno de aquellos esclarecidos varones, y revol-viéndosele los humores, perdiera la salud, tannecesaria al buen servicio y esplendor de lamonarquía!

Page 50: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

Unas veces era preciso conseguir una mora-toria de diez años para que tal o cual duque nose viese importunado por los estúpidos de susacreedores... Otras veces había que beber losvientos para conseguir que el fuero del Honra-do Concejo amparase a Fulanito, en cuyo caso,y mientras aquel decidiera, este no tenía queapurarse por la fruslería del pago de sus arren-damientos... Pues ¿y cuando había que conse-guir de la sala de Alcaldes una provisioncitapara que en tal o cual pueblo se repartieran losoficios dos o tres individuos de una familia, demodo que por ser hermanos el alcalde, el secre-tario, el escribano y el procurador síndico, nohabía la más mínima disputa en el arreglo delcomún? -Existiendo estos asuntillos, era necesa-rio entonces tener en Madrid un amigo listo yde mucha mano en las oficinas, para que vol-viese lo blanco negro y lo verde encarnado enlas cuentas, para que visitase a algún señor delConsejo y con él se entendiese; que si no, capazera el tal Consejo de darse de calabazadas por

Page 51: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

averiguar dónde se había escurrido algún te-rreno baldío rematado en tiempo de los france-ses...

También solían ocuparme los señores deMadrid y muchos de provincias en diversosnegocios referentes a Tercias Reales, a ciertosatrasillos de Alcabalas, a compaginar las cuen-tas del receptor de bulas de tal pueblo para queno apareciesen distintas de las del alcalde, aresucitar cual expediente de Manda Pía forzosa,añadiéndole un par de planas a la antigua, tandiestramente imitadas que ni aun les faltaba lapolilla... ¿y para qué cansar más?... ocupában-me en todo lo que fuese del mangoneo sub-terráneo de las oficinas, pues yo, por mi índolerebuscona, mi carácter dulce y la prodigiosafacultad de insinuación que me otorgó Natura,había establecido una red oculta, una multitudde hilos de connivencia tendidos de covachuelaen covachuela y de despacho en despacho, contal arte que nada me era difícil.

Page 52: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

Verdad es que algunos envidiosos dieron endecir que se deshonraban teniéndome a su la-do, y hasta se susurró que Su Excelencia queríaecharme a la calle... (ya se hubiera tentado laropa antes de hacerlo); pero yo tenía muy bue-nos asideros en la administración y de todo meburlaba. Antes hubieran movido de sus graníti-cos cimientos el Escorial que moverme a mí demi silla en Paja y Utensilios. Como que miscalumniadores eran unos pobres papanatas quea penas sabían hacer otra cosa que el trabajomaterial de su oficina, y así era de ver el maltrato de sus casas, pues muchos de ellos notenían camisa que poner a sus chiquillos. Encuanto al aspecto de sus rostros y personas,daba grima verles, según estaban de rotos, des-comidos y trasijados, y no podía uno menos deavergonzarse al pensar qué idea formarían dela administración española los extranjeros queacertaran a conocerles.

Page 53: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

Mi casa, por el contrario, era una tierra depromisión. ¡Bendito sea Dios que a nadie des-ampara! Tan pronto venía la caja de dulce comola tarea de chocolate macho, ora las sartas dechorizos, ora un par de jamones: el plato deleche no faltaba nunca en las solemnidades, niel par de capones en 24 de Julio... en fin, aquelloparecía una colmena. Tanto iba creciendo miclientela y buena suerte, que me ocurrió poneruna agencia de negocios. Había que ver cómome solicitaban damas, oficiales, canónigos,marquesitos, ¿qué digo?... ¡hasta un señor obis-po me honró con su confianza! Mi nombre fuebien pronto conocido en todo Madrid, quizásen todo el reino y sus Indias; transformose mipersona; me sentí crecer, ¡oh!, crecer hasta so-bresalir por encima de las eminencias cortesa-nas; vi bajo mis pies a muchos de carroza y ve-nera, miré cara a cara el sol de la grandeza y delpoder, y la ambición empezó a morderme lasentrañas, ¡pero qué ambición y qué entrañas lasmías!

Page 54: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

Entre tanto, mi D. Buenaventura seguía en-redado con los procesos, sin acertar a despa-charlos. Las causas eran un embrollo estúpido,y en ellas no constaba nada positivo ni termi-nante, por lo cual los tontainas de la comisiónde Estado no acertaban a condenar a muerte aningún diputadillo. Lleno de ansiedad el Reyporque se hiciera pronta justicia, nombró unasegunda comisión de Estado, y como esta seatascara también, fue preciso designar la terce-ra, hasta que el gobierno se cansó de comisio-nes que nada hacían, y supo dictar por sí aque-lla saludable medida que cortó de plano lacuestión. Hízolo, si se quiere, por humanidad,pues a los infelices diputados que se estabanpudriendo en las fétidas mazmorras de Madrid,les venía bien tomar los salutíferos aires de Me-lilla y el Peñón por ocho o diez años.

Y no se crea que un Rey tan recto y tan celo-so por el buen gobierno, se dormía en las pajas.Él mismo extendió de su real puño una orden,

Page 55: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

disponiendo que el Sr. Argüelles no se moviesede Ceuta, durante ocho años, sin duda porqueasí convenía a la quebrantada salud del Divinoasturiano.

Este decreto contra los diputados y el que en30 de Mayo de 1814 se dio contra los afrancesa-dos que estaban en la emigración, además desus ventajas como contra-veneno del constitu-cionalismo, ofreció el inestimable beneficio delibrarnos de toda la plaga de literatos, poetas yprosadores, que desde años atrás habían empe-zado a infestar al país. -Pues no sé... ¡si no an-dan listos nuestros gobernantes, buenas sehubieran puesto las cosas! De seguro que Mo-ratín nos habría aturdido con sus comedias yMeléndez con su pastoril caramillo, y Gallegocon su retumbante trompa. De fijo que Quinta-na y Sánchez Barbero y Burgos y Lista y Tapiay Martínez de la Rosa habrían lanzado sobre laafligida nación un diluvio de obras poéticas dediversos géneros, teniendo después el descaro

Page 56: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

de pretender que el público se las pagara enépoca de tan poco dinero. También Conde yToreno nos hubieran mareado con sus historie-tas, y Antillón y Ciscar con sus obras científicas,soliviantando a la nación y metiendo ruido,para que los españoles despertaran del plácidoletargo sabroso en que por fortuna vivían en-tonces.

A fin de establecer en todo el país aquellacalma perfecta y absoluta, que es condiciónprecisa para que puedan lucirse los buenosgobernantes, fue preciso encausar a muchosque no habían sido diputados, ni literatos, nisiquiera poetas, sino simples particulares oscu-ros, aunque cargados de crímenes nefandos. ¡Siera cosa que daba horror oír contar las malda-des de aquella gente!... Hubo quien conversan-do en los cafés, en círculo de amigos, habló maldel despotismo. Me acuerdo de la causa forma-da al brigadier Moscoso por no haber desplegadolos labios mientras otros oficiales elogiaban la

Page 57: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

Constitución... Vamos, si no se puede uno con-tener tratando de esto. Bien hizo el fiscal enpedir para Moscoso la pena de muerte, porqueel deber de este era reprender a los desvergon-zados oficiales... ¿Pues y los muchos a quienesse formó sumaria y fueron a Ceuta por haberescrito en los papeles públicos en tiempo de laConstitución, o por haber sido partidarios deella, a pesar de que nunca dijeron «esta boca esmía»?... Nada, nada se les escapaba a aquellosbenditos señores de la comisión de Estado, y deellos puede decirse que se excedían a sí mismosy hacían los imposibles por la rápida y eficazadministración de justicia.

Verdad es que tenían en su auxilio a multi-tud de patricios vehementes que delataban sincesar a los pícaros, refiriendo lo que oyeron tresaños antes y descifrando minuciosa y hábil-mente el pensamiento de tal o cual persona. Ladelación¡ay!, no era cosa fácil, sino muy traba-josa y comprometida, porque había de meterse

Page 58: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

en las casas fingiéndose amigo, interceptar car-tas en el correo, seducir a los criados, engañar alos tontos y llevarles a los cafés, excitándoles ahablar; en fin, era obra difícil, a la cual sólopodían hacer frente la mucha fe y el desmedidoamor al Monarca.

No se crea que este dejó sin premio tangrandes virtudes y la abnegación de aquellosleales sujetos que olvidaban los menesteres desus casas para meterse en las ajenas, no; aquelsabio gobierno premió largamente a los delato-res, dando a unos el privilegio de abastos de talvilla; a otros una plaza de fiel de matanza; aFulano una procuraduría; a Zutano un oficioenajenable, etc., etc.

Lo más notable es que no se vio en aquellosdías ninguna ejecución de pena capital, pues niel mismo Cojo de Málaga llegó a bailar en lacuerda, como lo tenía dispuesto el gobierno encastigo de haber alborotado y aplaudido en lastribunas públicas de las Cortes. Delito tan feo,

Page 59: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

tan contrario a los fueros de la nación, a la dig-nidad del Rey y a la fe católica exigía expiacióndurísima, y un castigo ejemplar que sonase entodos los ámbitos de la tierra española. El pue-blo estaba furioso contra el cojo, el clero escan-dalizado, los patricios muertos de impacienciaporque de una vez y sin pérdida de tiempodesapareciese de entre los vivos el inmundoreo; pero ved aquí que el embajador de Inglate-rra (son los extranjeros muy amigos de faran-dulear) se interpuso, rogó, suspiró, aun dicenque amenazó, hasta que nuestro Rey, no que-riendo malquistarse con la Gran Bretaña por uncojo de más o de menos, le conmutó la penacapital por la de presidio indefinido. La suertefue que cuando llegó la orden, ya estaba PabloRodríguez con un pie en el cadalso y había tra-gado lo más amargo de la alcuza. Quien másperdió fue el pueblo, que ya contaba por segurala ejecución y se quedó a media miel.

Page 60: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

Tampoco subió al cadalso doña María Vi-llalba, señora de mucha bondad y hermosura,según decían. Sí, ¡buena sería ella!... ¿Qué pue-de pensarse de una dama que cometió la felon-ía de escribir en confianza a cierta amiga,contándole algunos lances amorosos del Rey?...Afortunadamente el gobierno de entonces teníala gracia de que no se escapaba en correos unapícara carta que contuviese algo importante...¡Y la doña María se quedaría tan fresca, cre-yendo que su gran crimen no iba a ser descu-bierto! ¡Véase si vale de mucho el ojo diligentede la administración; véanse las ventajas de unaestafeta celosa del bien público! Los buenosgobiernos han de estar en todo, y meter la ca-beza hasta dentro de las faltriqueras de los go-bernados, porque si no... ¡No faltaba más sinoque cada uno pudiera escribir lo que le diese lagana, y después encargar al gobierno la comi-sión de llevarlo!... En fin, doña María Villalbafue puesta a la sombra, y si conservó la vida,fue porque se movieron en pro muchas perso-

Page 61: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

nas de influencia y todo Madrid se puso sobreun pie.

Pero todo no había de ser blanduras, porqueen aquellos días restablecimos la Inquisición.

-V-Restablecimos: permitidme que hable en plu-

ral. Yo tenía derecho a ello desde que logré me-ter mi cucharada en la tertulia del infante D.Antonio. ¡Quién me había de decir que me ver-ía en tales excelsitudes, mano a mano con gentenacida de vientre de reinas! Parecíame mentira,y me causaban admiración mi propia persona,mis propias palabras. Sin quererlo me hacíacortesías a mí mismo. Aprendí a vestirme conelegancia, y los que me habían conocido mesesantes, se asombraban de mi transformación.

Page 62: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

Antes de dar a conocer la tertulia del infante,enumeraré la serie de relaciones que me condu-jeron a palacio.

Desde que comencé a hacerme hombre depro, solía visitar a las señoras de Porreño, unade ellas hermana del señor marqués de Porre-ño, que había muerto poco antes, hija del mis-mo la otra, y sobrina la tercera. Aquella casa,que ya venía muy agrietada desde el siglo ante-rior, estaba a punto de hundirse completamen-te, por cuya razón las tres excelentes señorasnecesitaban buenos amigos que les ayudarancon amena tertulia y delicado trato a conllevarlas pesadumbres de su lamentable decadencia.

En casa de estas señoras conocí a D. Blas Os-tolaza, confesor del infante D. Carlos y predi-cador de palacio, hombre de los más eminentesque han vivido en España. Eclesiásticos comoaquel debieran nacer aquí todos los días, yaunque saliera uno detrás de cada piedra, noestaría de más. Él fue quien felicitó a Fernando

Page 63: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

desde el púlpito por el restablecimiento de laInquisición, diciéndole: «Apenas ha vuelto V.M. de su cautiverio, y ya se han borrado todoslos infortunios de su pueblo. La sabiduría y eltalento han salido a la pública luz del día, y seven recompensados con los grandes honores; yla religión sobre todo protegida por V. M., hadisipado las tinieblas, como el astro luminosodel día».

Él fue quien escandalizó en las Cortes deCádiz por su frescura olímpica, que hacía reír ala gente de las tribunas; y como mi hombretanto a los galerios como a los diputados lesaporreaba a verdades, cada vez que hablabatodo Cádiz se ponía en movimiento. La fama deestas hazañas, así como la de sus mortíferosdiscursos, corrió por toda España, de tal suerteque cuando Su Majestad volvió de Valencey,estuvo en un tris que me lo hiciera obispo.

Él fue quien durante las causas de que anteshablé, reveló los pensamientos de sus compañe-

Page 64: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

ros de Congreso en las sesiones secretas. Eso sí,tenía mi D. Blas una memoria asombrosa, y nodijeron los charlatanes palabrilla pecaminosa niherética argucia que él no recordase, por lo cualsu boca fue una mina de oro en aquellos bendi-tos autos.

Era tan celoso por la causa del Rey y delbuen régimen de la monarquía, que si le deja-ran ¡Dios poderoso!, habría suprimido por in-necesaria la mitad de los españoles, para quepudiera vivir en paz y disfrutar mansamente delos bienes del reino la otra mitad. Fue de vercómo se puso aquel hombre cuando se resta-bleció la Inquisición. Parecía no caber en supellejo de puro gozo. Una sola pena entristecíasu alma cristiana, y era que no le hubierannombrado Inquisidor general. ¡Oh!, entoncesno se habría dado el escándalo de que se pasea-ran tranquilamente por Madrid muchos tunan-tes que tenían casas atestadas de libros y que

Page 65: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

recibían gacetas extranjeras sin que nadie semetiese con ellos.

No sólo era predicador insigne, sino quecomo escritor religioso bien puede decirse queMelchor Cano, Sánchez y el padre Rivadeneyra,comparados con él, ignoraban dónde tenían lasnarices. ¿A qué rincón de la Europa culta nollegaron sus célebres novenas, impresas con lasarmas reales, amén del retrato del monarca, yen las cuales, ora en prosa ora en verso, aparec-ían charlando barba con barba Dios y FernandoVII? ¡Válganme los cielos! Aquello era escribir,y quien no ha visto tales cosas no sabe lo que esliteratura.

En tratándose de púlpito no había otro. Eracosa de estar oyéndole con la boca abierta, sinperder ni una sílaba de su pasmosa elocuencia.No le habían de pedir que hablase de los santosni de religión, que eso era para predicadorcillosde tumba y hachero. Él, desde que ponía el pieen la grada, la emprendía con las Cortes, con

Page 66: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

los diputados, con las ideas liberales, y mien-tras más hablaba, aún parecía que se le queda-ban dentro más vituperios que decir. En tocan-do este punto llevaba hilo de no acabar en tresdías. La gente se aporreaba en las puertas de lostemplos para entrar a oírle, y... no hay que dar-le vueltas... ¡ni don Ramón de la Cruz con sussainetes populares atrajo más gente! ¡Y cómoentusiasmaba a la multitud! Oíanse gritos de-ntro de la iglesia, y si al salir de ella hubierantopado los fieles con algún liberal, ya habríapodido este encomendarse al diablo.

Fue, en verdad, grandísimo error que no ledieran la mitra que pretendió y por la cual be-bió vientos y tempestades en las antecámarasde palacio. El Sr. Creux, a quien prefirieron, nohabía revelado tan fielmente como Ostolaza lospensamientos de sus compañeros los diputa-dos. Pero no era hombre D. Blas a propósitopara quedarse callado ante el desaire, y vol-viendo por los fueros de su dignidad ofendida,

Page 67: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

habló más que siete procuradores, aderezandosu charla con cierta intriga un poco subida depunto. Pero ni por esas: en vez de hacerle caso,le mortificaron más. No puede darse mayorinjusticia. Llegó la crueldad hasta el extremo dealejarle de la corte, nombrándole director de lacasa de niñas huérfanas de Murcia. Y lo peor esque no paró aquí la persecución del inimitableD. Blas, pues ¡mentira parece!, se dijo que suconducta en el referido colegio no era un mode-lo de honestidad; y lo aseguraba todo el mun-do, siendo tales y tan feos los casos que se con-taban, que parecían pura verdad. Lo que másme confirmaba a mí, conocedor de nuestra jus-ticia, en que D. Blas era inocente, fue el ver quele formaron causa. ¡Desgraciado sujeto! Presoestuvo en la Cartuja de Sevilla, y después con-finado a las Batuecas, consumiéndose de triste-za. ¡Quién se lo había de decir a él y a todos susamigos! ¡Triste era, en verdad, considerar inca-pacitados aquellos grandes bríos que tenía paratodo, oscurecida aquella luminosa facundia

Page 68: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

para el púlpito, imposibilitadas aquellas manosde ángel para enredar los hilos de la conspira-ción menuda!

De su piedad y devoción, ¿qué puedo decirsino que edificaba a todos, y especialmente alinfante, de quien era director espiritual? Pues¿a quién sino a mi amigo debió D. Carlos elhaber salido tan temeroso de Dios, tan fiel es-clavo de los preceptos religiosos, que más quepríncipe y futuro candidato al trono parecía unsanto, según era de compungido dentro de laiglesia y ejemplar fuera de ella en todos susactos y palabras? Amaba tan entrañablementeD. Carlos a su confesor, que no se podía pasarsin él. Rezaban juntos por las noches, y cuandoel príncipe se acostaba, Ostolaza, después dedecir las últimas oraciones fervorosamenteprosternado ante la imagen de Nuestra Señora,rociaba el lecho de S. A. con agua bendita paraalejar los sueños pecaminosos.

Page 69: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

No se crea por esto que mi amigo era gaz-moño ni melindroso, que esto habría sido gravefalta en un hombre llamado a las luchas delmundo. Sabía perfectamente dar a cada hora supropio afán, concediendo parte del tiempo a lasbuenas relaciones sociales, porque igualmentese ha de cumplir con Dios y con los hombres.Por tal ley, Ostolaza, luego que dejaba a su hijoespiritual dentro de las purificadas sábanas,bien santiguado y bien rociado por banda ybanda, de tal modo que en la alcoba regiapodrían pasear los serafines; luego que D. Blas,repito, desempeñaba así su difícil cargo, se em-bozaba en su capa, ya avanzada la noche, ycorría a la calle, apretado por el deseo de com-pensar los muchos afanes con un poco de libreholganza. Yo no sé adónde iba, porque se reca-taba mucho de los amigos, pero es indudableque no pasaba la noche al raso, ni buscandoyerbas a lo anacoreta, ni mirando al cielo comoastrólogo. Lo de no querer que sus amigos levieran a tales horas y el esconderse de ellos, se

Page 70: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

explica en varón tan meticuloso por su deseode apartarse de los peligros que siempre traenconsigo las malas compañías.

Cara redonda y arrebolada, gestos muy vi-vos y un modo de mirar que daba a conocer atiro de ballesta su superioridad; cuerpo sólido;una voz campanuda y gruesa, como toda vozcreada para decir grandes cosas, formaban elfísico de aquel mi nuevo amigo, a quien tantodebí, y a quien hoy pago un piquillo nada másde la inmensa deuda de gratitud que con éltengo, sacándole a relucir en estas mis Memo-rias, aunque su fama no necesita tardías trom-petas para sonar por todo el orbe.

¡Ay!, ya no nacen hombres como aquel. Nosé qué se ha hecho del jugo poderoso de estatierra fecunda. Generación de enanos, miraaquí los gigantes de que has nacido.

Page 71: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-VI-Nos tratamos, como he dicho, en casa de las

señoras de Porreño. Él había oído hablar de míy deseaba conocerme. Pidiome el primer día denuestro trato algunos favores y se los hice conel mayor gozo. No era más que emparedar cier-tos expedientes de un hermano suyo, tenientede resguardo, a quien la Real Hacienda se habíaempeñado en mortificar impíamente por unascuentas... ¿Pues no se le había antojado al badu-laque del ministro oprimir y vejar institucionestan honradas como las tenencias de resguardo?En fin, todo se arregló a maravilla y se acaba-ron los disgustos. Por mi parte nada pedí a D.Blas sino que me tuviera presente en sus ora-ciones; pero un día sin previa solicitud, ni espe-ranza, ni aun sospecha, encontreme ascendidoa una plaza de cuarenta mil reales en TerciasReales.

Page 72: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

Es que el gobierno buscaba empleados celo-sos, y cuando alguno llegaba a hacerse nombreen la administración, no necesitaba empeños.Llegó a mis oídos que el ministro, al ver minombramiento, se puso furioso, diciendo de mícuanto la envidia y mala voluntad pueden ins-pirar a un ministro regañón, el cual no sólo mepuso cual no digan dueñas, sino que se negó adarme posesión del nuevo destino; pero la or-den venía de arriba, es decir, venía de la cáma-ra real, en forma de minuta extendida por elayuda de cámara y firmada por ÉL... DonCristóbal Góngora, ministro de Hacienda, bajóla cabeza y yo alcé la mía. No está demás decirque un ministro era entonces un cero a la iz-quierda, un secretarillo del despacho, que aveces daba compasión. No servían para malditala cosa, y fuera del coram vobis, allá se iban concualquier escribiente. Todos saben que a uncélebre ministro y hombre de Estado y granrepúblico, le destituyó el Rey entonces por sucortedad de vista.

Page 73: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

Llevome Ostolaza, como he dicho, a la tertu-lia del infante D. Antonio, hijo de Carlos III yfamoso por su despedida al Sr. Gil en 2 de Ma-yo de 1808. Aquella epopeya tuvo también subufonada. El Infante era viejo y no tenía preten-siones de buen decir, siendo su lenguaje, asícomo sus ideas, de hombre campechano y ru-do. Hacía gala de ignorancia. Carlos III, antequien los ayos de D. Antonio se alzaron en que-ja, lamentando la desaplicación del niño, dijo:«si el infante no quiere estudiar, que no estudie», yel chico lo hizo al pie de la letra. Cuando fuegrande se dedicó a los libros... quiero decir queera encuadernador.

Sí; encuadernaba primorosamente, hacía jau-las y tocaba la zampoña, artes de gran utilidady nobleza en un hijo de reyes. Su fisonomía erainocentona, y cuantos le veían juzgábanle bue-no. En su edad madura aprendió a conspirar.Conspiró en Aranjuez para echar a Godoy ydestronar a su hermano. Conspiró en Valencia

Page 74: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

y en todo el camino de Valencey a Madrid paradar el golpe a la Constitución. Últimamentehabía descuidado la zampoña y las jaulas ymetídose a repúblico, mostrándose tan entu-siasta que su cuarto era, como si dijéramos, elgabinete de las piadosas relaciones o la primerainstancia de las comisiones del Estado. La In-quisición restablecida, el decreto contra losafrancesados, el que dispuso la devolución a losfrailes de los bienes vendidos, fueron primero¡oh Providencia!, huevecillos que al calor deaquella reunión y bajo las alas del infante, seabrieron para echar al mundo arrogantes po-lluelos. ¡Cuántas medidas benéficas salieron deallí! ¡Cuántos hombres modestos y oscuros sedieron a conocer por tal medio! ¡Cuántas gran-dezas dio a luz la famosa tertulia, en que res-plandecían astros tan brillantes como D. PedroGravina, el célebre nuncio a quien dio los pasa-portes la Regencia de Cádiz, el duque del Infan-tado, general que tenía la mejor mano delmundo para perder todas las batallas en que se

Page 75: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

encontraba, el famoso canónigo Escóiquiz, aquien Napoleón tiraba de las orejas, y mi buenOstolaza, del cual ya he dicho todo cuanto hayque decir!

¡Qué hombres tan eminentes! ¡Cuán agrada-ble era su conversación, cuán ameno su trato,sin dejar de ser provechoso, por las muchasenseñanzas útiles que a cada instante caían co-mo celestial maná de aquellas insignes bocas!No se crea que el Nuncio D. Pedro Gravina nosaburría con teologías ni palabrotas de moralcristiana: por el contrario, era el hombre mássalado del mundo para idear persecuciones, ysu agudo ingenio nos tenía siempre con la feli-citación en los labios.

El duque del I... era otro que tal. ¡Cuántasgrandezas podrían contarse de aquel insigneprócer y guerrero! Acaudillando nuestras tro-pas en la guerra de la Independencia, tuvo laamargura de verlas derrotadas. Como político,aunque en Cádiz le calumniaron, suponiéndole

Page 76: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

algo liberal, bien puede asegurarse que era másrealista que el Rey. En 1815 ocupaba uno de losprimeros puestos de la nación, la presidenciadel Real Consejo de Castilla. Había que ver sullaneza en todo lo que no fuera del oficio. ¡Exce-lente señor! ¡Cuántas veces le vi en un palco delteatro del Príncipe, acompañado de Pepa la Ma-lagueña!

En la tertulia del infante era el noticiero ma-yor, por lo cual siempre que entraba, decíamos:«Ahí viene la Gaceta de Holanda». No faltabannunca nuevas de importancia que nos sirvierande placentera distracción, tales como un nuevocargamento de presos para Filipinas o el buenéxito de las comisiones militares en provincias,y el inimitable celo con que Negrete sentaba lamano a los liberales de Andalucía.

Escóiquiz criticaba mucho al gobierno por-que no era bastante enérgico y consentía que unMacanaz soñase con resucitar las Cortes, aun-que vestidas a la antigua. Ostolaza y yo hacía-

Page 77: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

mos un espurgo de todos, absolutamente detodos los individuos que figuraban por aque-llos días. Señalábamos los que nos parecíanbuenos a carta cabal, los tibios o fililíes y lossospechosos a quienes precisaba quitar de enmedio lo más pronto posible. Aquí era dondeyo me lucía, porque se me ocurrían invencionestan peregrinas para echar por tierra a cualquierseñorón de los más trompeteados, sin hacerruido ni ofenderle descubiertamente, que seembobaban oyéndome. Bien pronto llegué ahacerme tan importante en la pequeña corte delinfante, que este mismo, siempre que se habla-ba de algo referente a zancadillas en proyecto oquiebros por realizar, me miraba atentamentepara conocer mi opinión antes de emitir la su-ya.

¡Y cuidado si era sabio el príncipe! Comoque la Universidad de Alcalá le hizo doctor degolpe y porrazo, dándole patente de Aristóte-les. Nombrole el Rey poco después gran almi-

Page 78: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

rante de sus escuadras, por cuyo motivo, aun-que nunca había visto el mar, diose al estudiode la náutica, y en la conversación corrienteencajaba términos de marina, diciendo con mu-cho énfasis: «Las cosas van viento en popa», o bien«echaremos a pique a los liberales».

Yo crecía en favor, en importancia, en poderde día en día. Eran tantos los asuntos delicados,espinosos y resbaladizos que se me confiaban,que me vi obligado a valerme de agentes. ¡Ycómo me festejaban y mimaban los grandesseñores, sin dejarme nunca de la mano! Todoera «Pipaón acá, Pipaón allá», y a cualquierhora Pipaón para todo.

Pues ¿y las peticiones de destinos? Como lasminutas que yo extendía en la tertulia del in-fante, pasaban muy bien recomendadas a ma-nos de quien sabía despacharlas con gran pri-mor, no había candidato que no cuajase, ni ahi-jado mío que no se viese en camino de papa osenescal desde que yo le tomaba por mi cuenta.

Page 79: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

Así es que llovían las peticiones. Las cartas en-traban en mi casa por almudes, no siempre so-las, en verdad, sino a menudo acompañadasdel bocadito, de la caja de cigarros, del tarro dedulce. Siempre que iba a mi vivienda encontrá-bala tan atestada de hambrones menudos, co-mo portería de convento en tiempos de miseria.

Yo procuraba quitarme de encima tantogorrón holgazán que, cual enjambre de langos-ta, caía o anhelaba caer sobre la Real Hacienda;pero son los pretendientes como las moscas,que cuanto más las sacuden más se pegan. Amuchos coloqué; pero como el frecuente ir yvenir de oficina en oficina me obligaba a gastarmucho tiempo y no pocos zapatos, discurrí queera preciso hacer que los interesados me in-demnizaran módicamente de aquellas pérdi-das.

Cuando se me presentaba alguno en cuyafacha conocía yo que era hombre de posibles,mayormente si venía de provincias con cierto

Page 80: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

cascarón de inocencia, le recibía cordialmente,conferenciábamos a solas, le persuadía de lanecesidad de tapar la boca a la gente menudade las oficinas, conveníamos en la cantidad queme había de dar, y si se brindaba rumbosamen-te a ello, cogía su destino. Siempre era una frio-lera, obra de diez, doce o veinte mil reales loque cerraba el contrato, menos cuando se trata-ba de una canonjía, pensión sobre encomiendau otro terrón apetitoso, en cuyo caso había queremontarse a cifras más excelsas. Si nosarreglábamos, se depositaba la cantidad en casade un comerciante que estaba en el ajo, y des-pués yo me entendía con los superiores, si nome era posible despachar el negocio por mipropia cuenta.

Asunto era este delicadísimo y que exigíagrandes precauciones. Por no tomarlas y fiarsede personas indiscretas, no dotadas de aquellafina agudeza a pocos concedida, cayó desde la

Page 81: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

altura de su poltrona a la ignominia de un cala-bozo un célebre ministro de Gracia y Justicia.

-VII-Con estas y otras artimañas iba yo viento en

popa como diría el infante. Era tan considerableel número de mis amigos, que no acertaba acontarlos.

Seguía en buenas relaciones con mi antiguoprotector D. Buenaventura, pero ni este seatrevía a ocuparme en viles menesteres, ni yo lohabría consentido. Despachábamos juntos ymano a mano algunos asuntos delicados, tocan-tes al Real Consejo, porque ha de saberse que elD. Ventura, desde que cuajara el despotismo yse restableciera el régimen antiguo, alcanzó laplaza de camarista, por la cual tenía antojos elpobrecito señor desde su mocedad, o casi desdeel vientre materno. ¡Oh! ¡Ningún arrimo se

Page 82: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

puede comparar al arrimo del Real Consejo yCámara! Daba gana de dormir en aquellos si-llones, bajo aquellos techos eminentes, en me-dio de aquella paz, de aquel reposo, de aquellaestabilidad inalterable, de aquella majestuosapetrificación de los siglos, de aquel silencio,sólo turbado por los estornudos de algún cama-rista y el ruido de los viejos, polvorosos y ama-rillos folios cuando la flaca, la rapante mano delescribano los volvía. Era una tumba para elmundo y un paraíso para los que estaban de-ntro... Para el reino la muerte, para los privile-giados dulce y reposada vida.

-«No hay institución más sabia que esta delConsejo -me decía D. Buenaventura, con aquelentusiasmo que ponía siempre en sus palabras,al hablar de las cosas venerandas, sublimadaspor los siglos-. Eso de que no pueda moverseun dedo en todo el reino sin que nosotros en-tendamos de ello, es admirable para el buenconcierto de las Españas y sus Indias. Nuestra

Page 83: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

sala de Alcaldes es un primor. Con ser tan pe-queña todo lo abraza. Sin que ella lo autoriceno puede el español sacar un pececillo de lasaguas de un río, ni vender una libra de uvas, niechar la sal al puchero. Todo lo pequeño está ennuestras manos, lo mismo que lo grande. Sinnuestro permiso el reino no puede sublevarseni tampoco rascarse. No puede hacer revolu-ciones, ni cambiar de dinastía, ni reunir cortes,ni establecer formas de gobierno, ni tampoco ira los toros, ni cazar con hurón, ni tener un des-ahoguillo mujeril, ni escupir, ni toser.

»Somos una máquina admirable que con susgrandes palancas aporrea al mundo y con susdientecillos roe lo que encuentra. Aquí todo seconvierte en polilla. Nada se nos escapa, y elvasallo de Fernando VII tiene que venir aquípara que le digamos dónde tiene las manos. -¡Ay de aquel que se atreva a alterar la dulcearmonía en que vive la nación, regocijándose ensí misma y mirándose en el espejo de su estabi-

Page 84: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

lidad secular, como Narciso en la fuente! Sialguna cabeza hueca concibe proyecto de apa-rente utilidad para desviar el suave curso de laespañola vida, bien alterando las leyes del co-mercio, bien las de la fabricación, ora los im-puestos, ora la agricultura, nosotros acudimossolícitos allí donde prendió el incendio de lareforma y procuramos apagarlo, apoderándo-nos del proyecto o solicitud o requisitoria oinforme o memorándum para ponerle encimauna losa de papel, bajo la cual se queda criandomusgo, si no gusanos, por los siglos de los si-glos.

»En suma, es nuestra misión sostener en lasesferas todas del país el estado de sabrosísimosueño que constituye su felicidad desde querenunció a las conquistas. Nosotros arrullamosesta inmensa cuna cantando el ro-ro; y si poracaso en la agitación de su placentero dormirsaca una mano, se la metemos entre las sába-nas; si pronuncia alguna palabra, le tapamos la

Page 85: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

boca; si suspira, le rociamos con agua bendita;si se mueve ¡ay!, si se mueve, nos asustamosmucho porque creemos que se va a despertar...Pero ahora tenemos tranquilidad para un rato,amigo mío: el turbulento niño duerme; todo escalma, todo es silencio, todo es paz, y apenasoímos el rugido del descontento en el fondo deeste gran pecho, que suavemente se alza y sedeprime con el reposado aliento de la satisfac-ción».

Así dijo. Concluía de comer, y levantándose,añadió:

-Adiós, Pipaón, me voy al Consejo a dormirla siesta.

La pintura de aquella alta institución narcó-tico-nacional despertaba más en mí el deseo deafincarme en ella, como quien dice, propor-cionándome una plaza de camarista, que era lamejor almohada del mundo para reposar unacabeza cargada de años y de trabajos. Contra-

Page 86: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

riábame mi juventud y la poca duración de misservicios, si bien es verdad que para cubrir unavacante en aquellos tiempos no había los ridí-culos escrúpulos y reparos de antaño. Ya no sebuscaba con candil, como en los días de Jove-llanos y Campomanes, un vejete sabihondopara endilgarle la cédula de nombramiento, sinmás méritos que haber escrito veinte mil infor-mes indigestos. Godoy echó por tierra estosabusos, llevando a la Cámara a quien le dio lagana, sin distinción de talentos reales o posti-zos; y en mi época esta tolerancia había llegadoa su colmo, siendo evidente que desde la entra-da de D. Antonio Moreno en el Consejo deHacienda, todos los peluqueros de Madrid sevieron ya con un pie dentro de la Sala.

Esto me daba aliento, y no me acostaba nin-guna noche sin pensar, al persignarme, en lasdulzuras de la anhelada canonjía del Consejo.Crecía mi favor como la espuma, y a los co-mienzos de 1815 pude pasar del cuarto del

Page 87: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

príncipe al del Rey, que era el Olimpo de lacortesanía, y trabar comercio más íntimo conpersonajes del mayor prestigio y que, al decirde las gentes, traían en los cinco dedos de sumano toda la grandeza del reino, del cual eranárbitros, sin dar de ello cuenta al Dios ni al dia-blo.

Impulsome por estos excelsos caminos laamistad que en Octubre de 1814 contraje con unhombre que en aquella época comenzaba a serpoderoso, y después lo fue en tan alto grado,que siendo su nombre D. Antonio Ugarte, elvulgo le llamaba Antonio I, para significar unpoder, grandeza y predominio que al del mis-mo monarca se igualaba.

¿Y quién era Ugarte, quién era ese hombrepoderoso, que por algún tiempo dispuso delTesoro de la nación, y tuvo a sus pies a todaslas eminencias civiles y militares, y dio quehablar dentro y fuera de España casi tanto co-

Page 88: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

mo Godoy en el reinado de Carlos IV? -Puesera simplemente un maestro de baile.

Hombre tan insigne merece capítulo aparte.

-VIII-En los últimos años del siglo anterior, Ugar-

te había venido de Vizcaya a los 15 años de suedad. Menos afortunado que yo y con menosrecursos, tuvo que ponerse a servir de mozo deesportilla en casa del señor Consejero deHacienda, D. Juan José Eulate y Santa, donde sedio tan buena maña y mostró tanto ingenio,que bien pronto, ayudado de su buena letra ysingular destreza en la aritmética, hiciéronleamanuense de la casa. Habiendo nacido Anto-ñuelo para grandes empresas, no quiso su des-tino que se prolongase por mucho tiempo laoscuridad de aquella vida, y ved aquí que unaaventurilla doméstica, en la cual apareció de-

Page 89: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

masiado listo, le obligó a separarse del Sr. Eula-te. El mancebo vizcaíno, viéndose sin arrimo,pasó revista a todas las artes y ciencias, y discu-rriendo cuál de ellas tomaría por instrumentode la gran ambición que en su noble pechoabrigaba, adoptó la coreografía. Ya le tenemosde maestro de baile, o como si dijéramos, conambos pies dentro de la esfera de la fortuna,que en aquellos tiempos solía favorecer a lagente danzante.

Era Ugarte de hermosa presencia, agraciado,vivaracho, ingeniosísimo en las frases, saludosy cumplidos, y extremadamente listo, con elmás claro ojo del mundo para conocer a laspersonas y captarse su simpatía y buena volun-tad. Vestía con toda la elegancia que sus mer-mados emolumentos le permitían; conocía afondo el ars umbelaria, que era el modo de po-nerse el sombrero, y el ars incedaria, que era loque modernamente y con más llaneza llama-mos el modo de andar. No sólo daba lecciones de

Page 90: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

baile, sino que las daba también de zorongo, esdecir, enseñaba a los jóvenes a hacer con la ma-yor elegancia posible el gesto de afectadísimaurbanidad conocido con este nombre.

A pesar de tan supinos talentos, Ugarte nosalía de su pobreza, que entonces acompañaba,como el lazarillo al ciego, a las más nobles artesde la cabeza o de los pies. Pero quiso el cieloque se prendase del bailante vizcaíno una damaburgalesa (cuyo nombre no hace al caso), lacual vivía en la Costanilla de Capuchinos de laPaciencia. Desde entonces todo cambió. Bastedecir que Godoy gobernaba a España y susIndias. Para medrar, Antoñuelo que tanto habíamovido los pies, no necesitó más que el apoyode una blanca mano. Sintiéndose con un grancaudal de iniciativa y de recursos de ingenio,resolvió no meterse en las telarañas de las co-vachuelas, y se hizo agente de negocios de In-dias, de los Cinco Gremios y de la dirección de

Page 91: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

Rentas. ¡Colosal mina! Antoñuelo tenía talentoen la cabeza, y dedos en las manos.

Por lo que yo hice con mediano ingenio entiempos posteriores, y ya muy explotados,júzguese lo que haría Ugarte con más geniopara los negocios que Nelson para la Marina, yen tiempos tan primitivos y virginales, que bas-taba alargar la mano para coger el sustento dehoy... y el de mañana. La Providencia divina,que en lo de mimar a Ugarte era una madredébil y complaciente, le puso entonces en rela-ciones con el barón Strogonoff, embajador deRusia, el cual encargó a nuestro ex-bailarín eldesempeño de diversos asuntillos. Hízolo apedir de boca, quedando el moscovita tan com-placido, que se fue para las Rusias en 1808, ydejó a cargo de Ugarte todos sus intereses.

Durante la guerra, D. Antonio no se movióde Madrid. Firme en su agencia, servía a espa-ñoles y franceses, sin malquistarse jamás conunos ni con otros, que este es privilegio de cier-

Page 92: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

tos hombres sutilísimos. Ni los franceses le mo-lestaron en 1812, aunque encubiertamente favo-recía a los nacionales, ni en 1814 le persiguieronpor afrancesado los españoles de la restaura-ción. Con todo el mundo tenía buenas relacio-nes; para todo se echaba mano de Ugarte. Mu-rat y José, lo mismo que los regentes de Cádiz,el cardenal de la Scala lo mismo que Fernando,el botellesco Cabarrús igualmente que el lealEguía, le consideraban y atendían. Hízose su-perior a los partidos, y a todos servía. Habíatenido hasta entonces el singular talento de nofuncionar dentro de la jurisdicción de las pa-siones políticas, reservándose la esfera interiorde los negocios. Mientras arriba los bobos an-daban al pelo por la soberanía del pueblo y losderechos del trono, él resbalaba abajo injirién-dose en los intereses públicos y particulares...No era nada; no era más que agente.

Aquí hemos visto muchos hombres, de estaclase; pero el maestro, el patriarca, el Adán de

Page 93: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

estos bien aventurados camaleones, fue, sinduda alguna, Antonio I, agente de todo loagenciable.

Por entonces empezó la gran influencia delos rusos en la corte de España, aunque todavíano habían aparecido por las ventas de Al-corcón. Concluida la guerra vino acá el célebreTattischief (a quien daré a conocer más adelan-te), el cual por su antecesor tenía ya noticias delas sutilezas de nuestro agente. Se hicieron tanamigos, que ambos salían de paseo, dándose elbrazo, confundiéndose los bailarinescos ante-cedentes del uno con la noble prosapia del otro,para regocijo de la democracia que ya empeza-ba a invadirlo todo. El ruso, que era emprende-dorcillo, como se verá en lo sucesivo y no habíavenido a Madrid a coger moscas, encontró sumano derecha en Ugarte, y este halló en el rusoun admirable espantajo que le sirviese de pan-talla en la corte. Llevó Tattischief a Antonio I ala tertulia de Fernando, hízole conocer a este las

Page 94: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

altas dotes del antiguo maestro de zorongo, y nofue preciso más. La agencia de Ugarte se exten-dió; puso una mano en el corazón de la monar-quía, y extendió la otra a los últimos confinesde ella en Europa y en América. Un solo mun-do no le bastaba.

Por aquella época (repito que al concluir1814) nos hicimos amigos. Habíame ocupadoD. Antonio en diversos menesteres de mi in-cumbencia, los cuales desempeñé tan bien, quese me confirieron secretos importantes y fuiasociado a empresas de mayor cuantía. Noscomprendimos, encajamos el uno en el otrocomo el pie en el zapato; él conociéndome y yoconociéndole, habíamos hecho la principal con-quista de nuestra vida.

Y aquí levanto la mano del bosquejo de estehombre, porque sus principales hechos no hanocurrido aún en los días a que me refiero. Ellosirán saliendo poco a poco, y le pintarán porcompleto en todas sus fases, siendo tan sólo mi

Page 95: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

propósito ahora trazar una leve figura lineal,que por sí irá vistiéndose de colorido con lamisma luz de los próximos sucesos. Cuando yoconocí a D. Antonio, empezaba el gran poderde aquel hombre, arbitrista, asentista, factotum;de aquel agente universal, que resolvió, enconnivencia secreta con el Rey, graves negociosde Estado; que tramó revoluciones y mudan-zas, celebró tratados y manejó la Haciendapública sin responsabilidad; organizó ejércitosy compró buques; todo esto sin intervenciónninguna de los vanos ministros, y obrando casisiempre a espaldas del llamado gobierno.

La figura de mi D. Antonio no revelaba en-tonces su antiguo oficio de maestro danzante,ni tenía la ligereza que arte de tantos vuelosexigía: era bastante obeso y de procerosa esta-tura, rostro de satisfacción, doble barba conmucha enjundia, ojos muy móviles y una sonri-sa más bien esculpida que pintada en su rostro,por la fijeza de ella y por lo que acompañaba a

Page 96: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

todas sus palabras. Ponía semblante afectuoso achicos y grandes, y con todos aparecía obse-quioso y servicial, aunque después no lo fuese.Tenía suma destreza para resolver en todo; res-pondía siempre a medida, sin decir ni más nimenos de lo necesario; disimulaba sus proyec-tos con discreción excelsa, a prueba de ajenaperspicacia; jamás emitía ideas exageradas,sino, por el contrario, era juicioso, y en sus con-versaciones sobre fútil política, siempre daba larazón a su interlocutor; hablaba con veneracióndel Rey, guardando prudente silencio sobre ladominación francesa, y no insultaba jamás a losvencidos, sin duda por la consideración de quepodían ser vencedores. Cuando nombraba aalguno de los personajes desterrados o presos,decía mi desgraciado amigo Fulano de Tal, y atodos los hombres de viso que entonces priva-ron les sahumaba con muchos elogios en pre-sencia y ausencia.

Page 97: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

Delante de los tontos decía afectadamentetonterías, y delante de los sabios sabidurías, yjamás hablaba mal de nadie, aunque estuvieseen Melilla o Ceuta. Era religioso y cuchicheabacon frailes y monjas; pero nunca le vi abogarcelosamente por la Inquisición, ni dio al fuegosus libros filosóficos y enciclopedistas, pues lostenía buenos. Se lamentaba de que los revolu-cionarios fueran tan malos; pero en más de unaocasión le sorprendí en secreto con ciertos paja-rracos que a cien leguas me olían al musguillohúmedo de las logias y a sociedad secreta; enfin, era hombre tan completo, que difícilmentese encontraría otro ejemplar, ni quien, como él,estuviese siempre en la justa medida, atento asu beneficio y realizando las supremas leyes dela vida con tal arte, que el Criador del mundodebía de estar muy satisfecho por haber criadoa Ugarte. Sin duda después que lo echó almundo, vio que era bueno.

Page 98: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

Este y Ostolaza, fueron los dos arcángelesque tiraron (permítaseme la figura) del carrocelestial de mi encumbramiento. Si uno me in-trodujo en el cuarto del infante, llevome el otroal del Rey. Muchas y no despreciables cosastengo que contar de mis conexiones con losprimeros cortesanos de la época; pero antes dellegar al lugar sagrado, se me permitirá que meocupe de otras menudencias, que no por serlo,dejan de ser indispensables para el conocimien-to de lo que vendrá después, y de cierto asuntoque por mi propia cuenta emprendí. Como aquíentran personas de menos copete y algunasmadamitas, también abro capítulo aparte.

-IX-A casa de las de Porreño iba yo a menudo, y

constantemente desde que se apareció en aque-llos tristes salones cierta condesa de Rumblar,acompañada de un lindo femenil pimpollo,

Page 99: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

nombrado Presentacioncita, la cual era un con-junto de gracias, seducciones y monerías deimposible descripción. Tenía tal garabato paraburlarse de Ostolaza y de mí, elogiándonos enapariencia, que ni él ni yo sabíamos enfadarnospara salvar la dignidad. Nos zahería muy san-dungueramente, y por mi parte me moría degusto. La luz chispeante de sus ojitos negroscomo la noche, deslumbraba los míos, y se meentraba y esparcía por todo el cuerpo, es-carbándome el corazón. Cuando reía, figurába-sele a uno tener delante un coro de angelitosinsolentes jugueteando de nube en nube; cuan-do se ponía seria, era preciso estar en guardia,porque de fijo estaba tramando alguna ingenio-sa picardía. Su gravedad era una máscaradetrás de la cual se fraguaban hipócritamentetodas las aleves conspiraciones contra nuestrascasacas, contra nuestras chupas y también con-tra nuestras pobres carnes.

Page 100: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

Temblábamos ante ella y por mi parte mederretía de gozo cuando mi cara se bañaba ensu aliento durante una partida de mediator.Moralmente hablando, nos pellizcaba sin cesar,pues no podían ser otra cosa sus punzantesburlas. Digo punzantes, porque en cierta oca-sión clavó en los sillones donde Ostolaza y yonos sentábamos, algunos alfileres tan sobera-namente dispuestos, que mi buen amigo y yovimos sin ser astrólogos, todo el sistema plane-tario. Otra vez cosió mis faldones a un infameaparato, que moviéndose echó por tierra la ces-ta de costura donde doña Paz tenía mil distin-tas suertes de labores, ovillos, canutillos, lien-zos, de tal modo, que levantarme yo y venir elmujeril aparato al suelo, fue todo uno. A vecesinventaba un juego de acertijo, en el cual habíaun plato artificiosamente ahumado, que nosaplicábamos a la cara para saber el secreto, ypuesta la sala a oscuras, resultaba después queaparecíamos Ostolaza y yo con la cara tiznada,de lo cual se holgaban y reían mucho los concu-

Page 101: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

rrentes. A menudo recibía yo cartitas y recadosde monjas mandándome llamar, y luego salía-mos con que era mentira. Y no digo nada deaquella graciosísima invención que consistía endarme un dulce, y cuando yo todo almibaradode gozo me lo metía en la boca, resultaba másamargo que la misma hiel.

¡Ay!, en aquellas tertulias había verdaderoentretenimiento; se divertía uno con la másrigurosa honestidad, sin propasarse jamás acosas mayores, y aunque se padecía un pocodel mal de Tántalo, como teníamos el juego dela gallina ciega, siempre había algún yo y túcasual entre tapices, y se podía coger al vueloun par de blancas manos, algún torneado bra-zo, u otra cualquier obra admirable del Criador.Daba la maldita casualidad de que siempre quese estaba rezando el rosario, sonaba adentrodescomunal y pavoroso ruido, y a oscuras ocon un candilejo era preciso ir a ver lo que era,no faltando damas valerosas que le acompaña-

Page 102: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

sen a uno por los solitarios corredores. Por su-puesto, al fin venía a resultar que aquellos es-pantables ruidos eran obra del gato, haciendode las suyas en la cocina.

Con estos y otros inocentes placeres, se pa-saban dos o tres horas de la noche sin sentirlo.

Una noche noté que Presentacioncita no nosdio bromas ni a Ostolaza ni a mí. No di impor-tancia a aquel suceso. A la noche siguiente nofue a la tertulia, y se dijo que estaba enferma:pero apareció tres noches después bastantedesmejorada y muy triste, lo cual me sorpren-dió mucho, y observé. Observé su semblante,su mirar, qué conversaciones prefería, a cuálespalabras prestaba más atención. Observé sussuspiros y la distracción honda en que común-mente estaba, deduciendo de todo que Presen-tacioncita tenía un gran pesar sobre su alma.

Pero lo más extraño fue que la graciosa niñano sólo se abstenía por completo de toda burla

Page 103: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

mordaz conmigo, sino que me trataba con inu-sitadas consideraciones, fijando en mí los ojos,cual si quisiese leer mis pensamientos y porellos adivinar mis deseos, para satisfacerlos.

Atendía al juego, alegrándose mucho cuan-do yo ganaba, y demostrándome en sus ojosprofunda pena si la suerte no me era propicia.Al retirarme me miró mucho, preguntándomecon vivísimo interés si faltaría a la tertulia de lanoche siguiente.

Acosteme y no dormí. Los dos ojos de Pre-sentación fulguraban en la oscuridad de mialcoba como estrellas en el negro cielo. Pero yono soy hombre que pierde el tino por afán deideales amores, ni en mi vida he experimentadoel embrutecimiento de que hablan los poetas,dolencia común a cabezas hueras y a gente va-gabunda. Reíme, pues, de aquello, y vino el díay tras él la noche. Pareciome al entrar en la ter-tulia que con mi visita se disipaba la tristeza dePresentacioncita, como con la presencia del sol

Page 104: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

huyen las nieblas que oscurecen y enfrían latierra. ¿A qué negarlo?, yo estaba inflado deorgullo.

Conocí que deseaba hablarme, y por mi par-te sentía ardiente anhelo de decirle un par depalabritas al oído, sin que lo viera mi señora lacondesa. Ofreciósenos a entrambos ocasiónpropicia cuando los demás hablaban ardiente-mente de la caída de Macanaz. Presentacioncitame dijo con la mayor zozobra:

-Sr. de Pipaón, tengo que hablar con usted.

-Y yo también, señora doña Presentacioncita,tengo que... -repuse sin poder encontrar unafórmula de madrigal.

-Pero mucho, mucho -añadió ella, poniéndo-se más encarnada que un cardenal.

-¿Mucho?

-Tengo... tengo que confiar a Vd...

Page 105: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-Sí, yo también...

-Un gran pesar.

-¿Pesar?

-Sí, una gran pesadumbre, y espero...

-Yo también espero...

-Espero que Vd. me hará el favor que he depedirle... Vd., sí, me han dicho que sólo usted...

Yo estaba confundido y nada contesté.

-Mañana, Sr. de Pipaón... -dijo disimulandotodo lo posible su inquietud-; mañana...

-Mañana, o cuando Vd. quiera...

-Venga Vd. aquí. Estaremos solas doña Sa-lomé y yo. Mi madre, doña Paz y doña Paulitavan a visitar a las monjas de Chamartín. Yo he

Page 106: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

dicho que vendré a ayudar a doña Salomé enuna labor que trae entre manos.

Al siguiente día a la hora marcada acudípresuroso a la cita, poniéndome de veinticincoalfileres. Retirose la de Porreño cuando yoentré, y Presentacioncita no esperó a que mesentara para decir:

-Sr. de Pipaón, en Vd. confío, en su muchabondad y cortesanía. Se trata de una obra decaridad.

-¡Una obra de caridad!... ¡Y para eso...!-exclamé desconcertado.

-Se lo agradeceré a Vd. toda mi vida, toda mivida -dijo ella cruzando las manos y clavandoen mí hechiceras miradas.

Empecé a sospechar si sería aquella una re-finada burla, con gran arte preparada.

Page 107: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-Veamos: ¿qué obra de caridad es esa?-pregunté tan inquieto y sobrecogido, cual sisintiera en el asiento de la silla los alfileres demarras.

Presentacioncita fijó los ojos en el suelo, ydoblando y desdoblando la punta del pañuelo,dijo:

-Yo tengo...

-Vamos, acabe Vd.

-Me cuesta mucho trabajo, Sr. de Pipaón; pe-ro no tengo otro remedio que decírselo a Vd.

-Pues oigo. ¿Tiene Vd.?...

-Vergüenza.

-¿Es algún pecado?

-Pecado no.

Page 108: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-Entonces es amor.

Presentación respiró cual si la quitaran deencima un gran peso.

-Eso es. Cuesta mucho decirlo... Gracias, Sr.D. Juan. Me ha adivinado usted. Bien dicen queotro de más ingenio no lo hay bajo el sol.

-¿Y quién es ese dichoso joven? -pregunté demuy mal talante, esforzándome en poner caraindiferente.

-Ese joven... es... vamos, un joven... muydesgraciado por cierto, si Vd. no lo remedia.

-¿Yo?... ¿Y en qué puedo servirle?

-¡Ay!, para un hombre como Vd. no hay na-da imposible. Por su mucho talento ha logradoganarse una buena posición; es amigo de Anto-nio I, del infante, y tiene gran poder en la cor-te... -añadió con mucha zalamería.

Page 109: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-¡Yo!

-O en el gobierno. ¡Qué gusto para la madreque tal hijo crió! Verle encumbrado por susméritos nada más y gran entendimiento; verlesolicitado de los grandes señores y hasta de losobispos... No sabemos a dónde va a llegar Vd.,Sr. de Pipaón, y si no para de subir, le veremosministro o gobernador del Consejo o embajadorel día menos pensado.

-Gracias, señora doña Presentacioncita. Pe-ro...

-Pero... déjeme Vd. seguir -repuso impacien-te, porque la revelación del principal secreto lehabía devuelto su normal viveza y desenvoltu-ra.

-Ya oigo.

-Decía que si Vd. me libra de la grande aflic-ción que tengo, rezaré todas las noches un pa-

Page 110: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

dre nuestro para que Dios le haga a usted em-bajador o ministro.

-Hecho el trato -respondí riendo-. Su noviode Vd...

-¡Por Dios y por todos los santos, sea Vd. re-servado! Hago a Vd. esta confianza porqueconozco su prudencia, su bondad, su discre-ción. Antes moriría que fiarme de Ostalaza.

-Lo creo.

-Y si usted dice alguna palabra por la cualmi señora madre pueda sospechar...

-¡Oh!... lo que es eso...

-Entonces tomaré venganza tan horrenda,tan espantosa...

-Lo creo, sí, lo creo sin juramento.

Page 111: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-Tan espantosa, que... vamos: ya estoy te-niendo compasión de Vd. ¡Oh!, de veras... seráVd. el más desgraciado de los hombres.

-El más feliz seré si consigo sacar a Vd. deese mal paso...

-A mí no, a él -exclamó con viveza.

-¿Quién es? ¿No se puede saber?

-Vd. le conoce -dijo, fiando a mi penetraciónlo que sólo correspondía a su franqueza.

Avergonzábase de pronunciar el nombre desu adorado, y todo era medias palabritas, reti-cencias, adivinanzas, mucho de que se quemausted, hasta que al fin, con más trabajo que parasacar alma del Purgatorio, la saqué del cuerpoel dichoso vocablo, resultando que aquella Tis-be tenía por Píramo a un mozalbete de buenafamilia, llamado Gasparito Grijalva, hijo de don

Page 112: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

Alfonso de Grijalva, propietario muy adinera-do.

-¿Y en qué apreturas se encuentra ese joven,que tanto necesita de mí?

Presentacioncita se sintió conmovida, yllevándose el pañuelo a los ojos, dijo:

-Está preso.

-Vamos, madamita, no llorar. Eso no condu-ce a nada -repuse, dándole algunas palmadasen el hombro-. ¿Y qué diabluras ha hecho?...Alguna pendencia, alguna disputa quizás poresos lindos ojos?...

-No es nada de eso -añadió sollozando-. Leprendieron porque en el café dijo que Su Majes-tad era narigudo.

No pude contener la risa.

-¿Por eso, nada más que por eso?

Page 113: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-Y por haber dicho que Su Majestad escribíacartas a Napoleón desde Valencey, felicitándoley pidiéndole una princesa para casarse.

-¡Oh!, grave desacato es ese...

-¡Ay! Sr. D. Juan -exclamó, cubriéndose elrostro y llorando sin freno- yo me muero deaflicción, yo no puedo vivir...

-Calma, mucha calma, señora mía, y discu-rramos lo que se ha de hacer.

-¡Y dicen que le van a ahorcar, Sr. de Pipaón!-añadió, volviendo a mostrar sus ojos, más be-llos entre la humedad del llanto, como es másbello el sol después de la lluvia-. Eso sería unainiquidad, un crimen... ¡Ahorcarle por deciruna tontería!...

-Por eso se ahorca hoy... Discurramos. El de-lito es horrendo...

-¿Horrendo?

Page 114: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-Sí; ¡calumniar a Su Majestad, diciendo queanduvo en tratos con el infame monstruo!...

-¡Cosas de muchachos! Como su padre es al-go liberal, según dicen, y parece que no quieretoda la Inquisición, sino una parte de ella, de-sean castigarle en la persona del pobre, del ino-cente Gaspar... ¡Ah! ¡Si viera Vd. qué carta meescribió ayer!... Yo no sé cómo se las compusopara escribirla en la cárcel y enviármela, peroello es que la recibí. Me suplica que le mandesecretamente un cordel o un puñal para darsela muerte, antes que el verdugo ponga las ma-nos sobre él. ¡Esto parte el corazón! Parece quesiento el puñal clavado en mi pecho y la cuerdaalrededor de mi cuello... Y gracias a que Diosme ha deparado un amigo tan bueno y genero-so como Vd., pues ¿quién duda que beberá losvientos para que pongan a Gasparito en liber-tad?

-Falta que lo consiga, porque la justicia deestos tiempos no se anda con tiquis miquis, y si

Page 115: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

bien es posible que el niño no lleve corbata decáñamo por ahora, casi casi se le puede dar unacarta de recomendación para los que están enCeuta o en Melilla.

-¡En África, en presidio!... Para Vd., segúndicen, no hay nada difícil, todo lo consigue y esel más activo correveidile, el más bullidorcito yhormiguilla de los empleados públicos de hoy.

-Gracias.

-De modo que si Vd. no quiere verme morirde pena, si Vd. no quiere que le maldiga en miúltima hora y que desde este momento le abo-rrezca como a mi más cruel enemigo, promé-tame que dentro de unos pocos días estaráGaspar en libertad.

-Mucho pedir es, señora doña Presentacion-cita. Yo no tengo poder en la corte, ni en la ca-marilla, que es donde se prende y se suelta a

Page 116: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

todo el mundo. ¿Por qué no se franquea Vd.con Ostolaza?

-¡Jesús, ni pensarlo! -exclamó con terror-. Selo contaría todo a mamá.

-En fin, yo haré lo que pueda -dije, prome-tiéndome interiormente no volver a ocuparmede tal asunto.

-¡Lo que pueda!... Eso es bien poco. Ha dehacer Vd. lo que no pueda, lo imposible, señorde Pipaón. Por ahí le llaman a Vd. Santa Rita.

-Mucho se me pide -indiqué dulcemente,discurriendo que bien podían darse algunospasos, con tal que fueran remunerados de al-guna manera- y nada se me ofrece.

-¿Y mi agradecimiento eterno, mi amistad, lomucho que rezaré por Vd. para que siempregoce de buena salud y llegue a ser, cuando me-nos, ministro, y pueda repartir beneficios a los

Page 117: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

necesitados? -repuso con hechicera sonrisa, quevalía más que todas las razones, y podía másque todos los ruegos.

-Presentacioncita -dije, acercándome más aella-. Nunca creí que una niña tan linda, tandiscreta, tan bondadosa, de tantísimo méritocomo Vd., fuese a caer en las redes de un...

-Menos incienso, Sr. D. Juan -replicó con ma-licia-, hoy no estoy para zalamerías.

-Pues qué, ¿esos ojos celestiales, esos...?

Alargué una mano para tocar la suya, cuan-do rechinaron los goznes de la puerta y yo saltéen mi silla. La puerta se abrió, dando entrada auna figura pomposa, que desde su primer pasoy desde su primera mirada empezó a irradiarmagnificencia dentro de la habitación. Era doñaMaría de la Paz Jesús, hermana del señor mar-qués de Porreño, y desde la muerte de este, jefede la ilustre cuanto desgraciada familia. Venía

Page 118: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

de la calle, y como era mujer de corpulencia,con el cansancio y la pesadez de sus carnes tra-ía muy sofocado el rostro y fatigosa la respira-ción. Sentose al punto, sin despojarse delmantón ni soltar el ridículo, abanico, sombrillay manojo de papeles que en la mano traía comoMinerva sus atributos, y lejos de enojarse porverme allí a hora tan impropia, pareció alegrar-se mucho de mi presencia.

Aquella señora tan grave, tan rigurosa, tanceñuda, tan implacable con toda clase de liber-tades, sonreía ante mí, dignándose echar el velode su delicadísimo disimulo sobre aquel colo-quio a solas, que en época posterior habría sidoinocente, pero que en tiempos tan honestos erapoco menos que escandaloso, casi nefando. Yoesperaba una tempestad, y me encontré con unarco iris.

Oigámosla ahora.

Page 119: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-X-Antes de responder a mi saludo, me dijo:

-Espero que Vd., Sr. de Pipaón, como hom-bre de gran influencia, amigo de Ugarte Alagóny Pedro Collado, nos apoyará en nuestra justapretensión, haciendo cuanto esté de su manopara que salgamos adelante.

-¿Y cuál es el asunto?... -pregunté confundi-do.

-¿Pues no lo sabe Vd.? ¿No estuvimoshablando de eso más de dos horas anteanoche?

-¡Oh!, sí, señora mía, ya recuerdo, es...

-La moratoria que pretendemos... Ya hemoshecho la solicitud a Su Majestad, y se nos haprometido que pronto se dará cuenta de ella ala regia Cámara, y que la apoyarán los más ca-riñosos amigos del soberano.

Page 120: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-¿Una moratoria? ¿Conque una moratoria?...

-Nada más justo -dijo doña María de la Paz,con acento de convicción profundísima-. Ni seme alcanza por qué han de ser tan lentas y fas-tidiosas las formalidades para concederla; debi-era ser cuestión de un par de días y de una es-quelita de Su Majestad al Real Consejo.

-Señora, una moratoria siempre es asunto degravedad.

-Pero no en el caso presente, Sr. de Pipaón -exclamó con viveza arrojando de sí una llama-rada de orgullo que se extinguió bien pronto,como las chispas brotadas del pedernal-. Noso-tras reclamamos una cosa muy justa. Mi padrey mi hermano contrajeron algunas deudas... lacantidad no hace al caso. Hiciéronlo así, porqueel lustre de nuestra casa lo exigía, pues sólo enuna comida de caza y pesca que se dio al Rey,al pasar por Montoro, cuando la batalla de lasNaranjas, se gastaron treinta mil ducados. Aho-

Page 121: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

ra los acreedores, de los cuales el principal esD. Alonso de Grijalva, han dado en reclamar sudinero y quieren apropiarse las fincas libresque nos quedan, pues bien sabe Vd. que el ma-yorazgo, conforme a la ley de su principal insti-tuto, se ha extinguido en nuestra línea por faltade varón.

-Ya, ya sé. ¿Vds., por falta de varón?... Com-prendido.

-¿Cómo es posible, pues, que un Rey justi-ciero, que ha venido a establecer en España lasbuenas doctrinas y a limpiar el reino de todaimpiedad y bajeza, consienta en este despojo,en este embargo inicuo, insólito, irrespetuosocon que se nos amenaza?

-Señora, los acreedores... Ellos dieron, mejordicho, colocaron su dinero... -indiqué respetuo-samente.

Page 122: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-Sí, señor -añadió, despidiendo otro chispa-zo de soberbia que iluminó velozmente su ros-tro-. ¿Pero qué vale su dinero?... ¡Miserablemetal! Como si no hubiera en el mundo másque dinero... ¿Pues y las virtudes, pues y lasglorias y grandezas del reino, pues y el lustre,fíjese Vd. bien, el lustre de las familias?

-El lustre. Sí, convengo en que el lustre...

-No, no es posible que un gobierno justo nosquite la hacienda que honrosamente poseyeronnuestros antepasados. ¡A dónde vamos a parar!Estaría bueno que un D. Alonso de Grijalva, unhombre que ha salido de la nada, pues públicoes y notorio que vino a Madrid de la Maraga-tería, conduciendo un par de mulas; estaríabueno, repito, que un D. Alonso de Grijalva,fíjese Vd. bien, un D. Alonso de Grijalva, secalzase nuestros estados de Galicia y Aragón.¡Oh! Es zapato muy grande para tal pie. Esoshombrecillos, nacidos de los tomillos y mas-tranzos, tienen una osadía que espanta. Tanto

Page 123: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

alzaron el vuelo en tiempos de la Constitución,que se creían dueños del mundo, y por lo queveo, aun después de vueltas las cosas a su ser yestado primero, continúan alzando la cabeza yamenazando con sus viles usurpaciones.

-En suma, Vds. solicitan que se ponga coto alinconcebible atrevimiento de los que han dadoen la flor de llamarse acreedores.

-¡Oh!, nosotras no negamos la deuda, nitampoco el proposito firmísimo de pagar algúndía -repuso con voz firme-. Pero deseamos queesos señores confíen en nuestra probidad y es-peren tranquilos la hora oportuna de recoger losuyo. ¿Pues quién duda que es suyo? Nuestrapretensión no puede ser más natural. Sólo pe-dimos a Su Majestad que nos conceda una mo-ratoria nada más que de diez años, fíjese Vd.bien, de diez años...

-Ya estoy fijo, sí. Me parece muy justo. De-ntro de diez años...

Page 124: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-No creo que Su Majestad, tan piadoso, tanbuen cristiano, tan justiciero, tan cariñoso paratodos los que no nos hemos contaminado de laconstitucional pestilencia, niegue una preten-sión tan razonable, mayormente si consideraque el fiero enemigo, de cuyas garras queremoslibrarnos, es un hombre a quien suponen unpoco desafecto al régimen actual.

-El Sr. de Grijalva no se mezcla en política.Es hombre modestísimo, que sólo se ocupa degobernar su casa y sus intereses.

-¡Oh!, qué mal lo conoce Vd. -repuso consúbito arranque-. Si yo dijera que no hay len-gua más cortante contra el gobierno ni tijeramás diestra que la suya para cortar vestidos alos amigos de Su Majestad... En fin, ¿qué talhombre será y qué tal educación dará a sushijos, cuando ha sido preso Gasparito por des-acatos al Rey y no sé qué abominables dichos yhechos?

Page 125: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-Parece que el niño dijo en un café que SuMajestad era narigudo.

-Algo más sería -afirmó doña María de laPaz, con verdadera saña-. Descubriose que an-daba en logias, escribiendo papeles y reclutan-do gente de mal vivir.

Presentación parecía de cera.

-¡Oh!, si es cierto -afirmé- el hijo y el padre lopasarán mal.

Presentación parecía de mármol.

-No, tales infamias no pueden quedar sincastigo. Veo que Su Majestad, llevado de subuen corazón, está por las blanduras y perdonaa todo el mundo. ¡Escarmiento!... duro conellos, Sr. de Pipaón. ¡Si no se castiga a nadie!

Presentación había enrojecido y parecía defuego.

Page 126: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-Pero cualquiera que sea el fin de estas abo-minables conspiraciones -continuó la dama-Vd. tomará a pechos nuestro negocio, usted nosprestará su poderoso apoyo, Vd. arrimará suhombro al sagrado muro, fíjese Vd. bien, alsagrado muro de nuestra moratoria. ¿No esverdad amigo mío? -dijo doña María de la Paz,levantándose para retirarse.

-Yo...

No pude decir más, porque en aquel instanteconcebí una idea grandiosa, colosal, una deesas ideas que de tarde en tarde fulguran en elcerebro del hombre, abriendo ante sus ojos in-menso horizonte en los espacios de la vida, unaidea que absorbió mis potencias todas por bre-ve rato, no permitiéndome ver cosa alguna, nipensar en nada que estuviese fuera de la esferade mí mismo. Tras de la idea vino un propósitofirme, poderoso, y después un plan, cuyo senci-llo organismo se me representó clarísimo entodas sus partes.

Page 127: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-Señora, no necesito decir que haré los impo-sibles porque se consiga esa moratoria -manifesté con artificioso interés a la dama,cuando se retiraba.

Después volví al lado de Presentacioncita.Su cólera, mal contenida, se desahogaba enamargo llanto.

-Adorada y adorable niña -le dije con acentode profundísima verdad-. No llore usted: todose arreglará.

-Vd. es muy bueno, ¿Vd. será capaz...? -dijolevantándose y poniéndose ante mí con las ma-nos cruzadas, como se pone la gente piadosa yafligida delante de una imagen.

-Tranquilícese Vd.; Gasparito será puesto enlibertad -afirmé con el mayor aplomo.

-¿Cuándo?

Page 128: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-Cuando se pueda. No hay que impacientar-se. El muchacho no irá a presidio.

-¡Oh! ¡Qué hermosas palabras! -dijo saltandode alegría y secando sus lágrimas-. De modoque no...

-No le condenarán.

-¿Vd. lo promete?

-Solemnemente.

-¡Qué bueno es Vd... pero qué bueno! ¡Ayqué guapo es Vd.! Sí, ¡qué guapo y buen mozome parece! ¿Por qué no lo he de decir? ¿ConqueVd. promete que no le harán daño?

-Lo juro. Óigalo Vd. bien. Lo juro.

-¡Oh!, gracias, gracias, Sr. de Pipaón. QueDios le dé a usted la gloria eterna, y en estemundo mucha salud, toda la felicidad, todoslos destinos de la nación, todos los sueldos,

Page 129: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

todas las encomiendas, todas las grandes crucesdel mundo, y aún me parece poco para lo mu-cho que Vd. se merece.

Diciéndolo así y desahogando en tiernos vo-tos la loca alegría de su corazón, alargaba haciamí sus cruzadas manos con ademán patético.

Salí de la casa. ¿Cuál era mi idea, mi propó-sito, mi plan? Se verá más adelante.

-XI-Ugarte era muy amigo del duque de Alagón,

capitán de Guardias de la Real persona, insepa-rable acompañante del monarca dentro y fuerade Palacio. Yo también tuve relaciones estre-chas con el duque, a quien visitaba frecuente-mente por encargo de D. Antonio, para tratarde asuntos reservados, en los cuales no era po-sible otra tercería que la del nieto de mi abuela.

Page 130: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

Por cuenta, pues, de Ugarte y por la míapropia (llevado del luminoso plan que men-cioné más arriba), fui a ver cierto día al señorduque de Alagón, que vivía en palacio. Cuandoentré en su despacho, Su Excelencia no estabasolo. Acompañábale un hombre de medianaedad, de aspecto no desagradable, aunque teníamuy poco de fino, de semblante fresco, rudo,como de quien en su crianza vivió más bien aldesamparo de los montes que en la regaladacomodidad de los regios salones; vestido lujo-samente, aunque sin ninguna elegancia, conlibrea de flamantes galones; un personaje, enfin, del cual se podía decir que era un cortesanoque parecía lacayo, y un lacayo que parecíacortesano. Recostado en muelle sillón, fumabaun habano, y su coloquio con el duque era tancorriente y por igual, que dos duques no sehubieran hablado de otro modo... ni tampocodos lacayos.

Cuando entré, el duque dijo:

Page 131: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-Podemos seguir hablando, Sr. Collado. Pi-paón es de confianza y no importa que nos oi-ga.

-Es que Su Majestad se despertará pronto;llamará y tengo que llevar el agua -repuso Co-llado mirando el reló.

-Aún es tiempo -dijo el duque vivamente-.Para concluir, Sr. Collado...

-Para concluir, señor duque...

-Concedo las dos bandoleras a cambio de lacanonjía.

-Que no puede ser, que no puede ser...

-Pues vaya... tres bandoleras.

-¡Qué pesadez de hombre! -exclamó el de lalibrea, que no era otro que el eminente Chamo-rro, ayuda de cámara de un alto personaje-. Hedicho a Su Excelencia que me pida el arzobis-

Page 132: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

pado de Toledo o media docena de mitras su-fragáneas, pero que me deje en paz esa canonjíade Murcia, que es plaza de gran empeño paramí, porque la tengo prometida al sobrino de micuñada.

-Pues precisamente esa canonjía de Murcia yno otra es la que yo quiero con preferencia alarzobispado metropolitano -afirmó el duqueagitando los brazos-. Se la prometí a la condesa,se la prometí, le di mi palabra de honor... Sr.Collado, por amor de Dios... Disponga usted dedos plazas de guardia... vamos, de tres.

-Ni de cuatro. ¿Para qué quiero yo eso?-repuso Collado con desdén, contemplando elhumo que desde su boca subía hasta el techo enblancas espirales-. Traigo entre manos la co-mandancia general de la plaza de Santoña...

-Ya sé para quién es eso -dijo el duque conpresteza-. Ya se convino en darla al marido dela Pepita.

Page 133: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-De doña Rafaela, dirá Vd., de doña Rafaela.

-¡Doña Rafaela! Esa mujer es insaciable. Seha llevado ya todas las plazas fuertes, y quieretambién echar mano al Consejo Supremo de laguerra. No he visto mujer que tenga más pa-rientes. Es prima, hermana y sobrina de medioejército... ¡Y la pobre Pepita a quien yo pro-metí!...

-No faltará para ella -repuso Collado-. Enesa lista de vacantes que tiene Su Excelencia,¿no se le había señalado a Pepita (para su tío elclérigo, se entiende) la Colecturía general deExpolios y Vacantes, Medias Annatas y FondoPío beneficial?

-Si no hay tales vacantes -repuso el duque demal humor-; las he provisto todas. Veamos otracosa: ¿quién cae?

-Ya recordará Vuecencia los que perecieronanoche -manifestó Collado, sonriendo con ma-

Page 134: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

licia-. Está abierto el hoyo para dos consejerosde Órdenes, por tibios y amigos de Macanaz.

-Y para el director de Tercias Reales, si norecuerdo mal.

-Y para dos beneficiados del Venerable e in-memorial cabildo de Guadalajara.

-También tiene la marca en la frente -añadióel duque, con satisfacción parecida a la de loslabradores cuando hablan de buena cosecha- elsuperintendente de Correos, por haberse nega-do a dar cuenta de aquellas cartas sobre el bailede máscaras.

-Muchos puestos hay -afirmó Chamorro conenfáticas pretensiones de gracejo-, pero hoy hanvenido tres obispos con trescientas solicitudesde guerra o marina. Esto es mezclar berzas concapachos.

Page 135: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-¡Qué demonio!... ¿Y destierros, hay algu-nos?

-Tal cual... así andamos. Pero ¿no se le con-cedieron a Vuecencia unos trece o catorce lasemana pasada?

-Es verdad; pero los he gastado todos. Qui-siera más -dijo Alagón con disgusto-. ¿No veVd. que necesito muchos puestos vacíos? ¡Lacondesa, Juanita, doña Romualda! Si no medejan respirar... Esa gente con nada se satisface.Creen que la nación se ha hecho para ellas. Yase ve: como ellas parecen hechas para la na-ción...

-Pues Su Majestad hace días que anda muyreacio, señor duque -afirmó Pedro con burdasocarronería-. Dice que abusamos.

-¡Que abusamos!

Page 136: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-Y que es preciso en la provisión de destinosdejar algo a los ministros, porque estos se que-jan de la nulidad a que están reducidos y deltristísimo papel que hacen.

-Aquí hay alguna mano oculta, Sr. Collado -exclamó con rabia el duque-. Aquí hay algunaintriga. A Vd. y a mí nos están engañando, ycon vivir tan cerca de Su Majestad, no sabemoslo que pasa.

Chamorro se encogió de hombros. El duquemirome con atención, y sus ojos parecían de-cirme: ¿Qué piensa Vd.?

-Todo depende -dije yo, rompiendo el silen-cio que, por darme mayor importancia, habíaguardado hasta entonces-; todo depende de loshumos que han echado algunos ministros, co-mo el fatuo, el insolente D. Pedro Ceballos; co-mo D. Juan Pérez Villamil y otros.

Page 137: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-Bien, muy bien dicho -exclamó el antiguoaguador de la fuente del Berro, dándome unapalmada en la rodilla para demostrarme suconformidad absoluta con mi parecer.

-Observen Vds. bien, cuál es el plan de losministros -proseguí enfáticamente-. El plan delos ministros bien claro se ve... es apoderarsedel ánimo de Su Majestad, inclinarle a aceptartodas las medidas que ellos proponen, ordenarlas cosas de modo que todos los asuntos públi-cos sean resueltos por ellos, y todos los destinosdados y quitados por ellos.

-Justo, eso, eso es -exclamó el duque-, Pi-paón ha puesto el dedo en la llaga.

-Bien claro lo demuestran las providenciasque se están tomando -dijo Chamorro conademán meditabundo-. Para imponer su volun-tad, han empezado por aconsejar al Rey quevaya dejando a un lado las medidas de rigor.

Page 138: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

¡Oh!, aquí hay algo. En la aldehuela, más malhay del que se suena.

-Como que ya han acordado suprimir lascomisiones de Estado, y se han prohibido lasdenominaciones de serviles y liberales -indiquéyo-. En suma, señores, hay en el ministerio al-gunos individuos que se manifiestan deferentesante el monarca; pero ¿qué pensaremos de unCeballos, de un Villamil? ¿Qué pensaremos,repito, al verles empeñados en llevar el gobier-no por los torcidos caminos de una tibiezahipócrita?

-Una tibieza que no es más que constitucio-nalismo disfrazado -dijo Alagón, dándoselas demuy perspicuo.

-¡Constitucionalismo! -repitió Collado-. Asíse lo he dicho esta mañana. Debajo del sayalhay al.

Page 139: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-¿Y qué dijo? ¿No hizo alguna observaciónchusca? -preguntó con interés vivísimo el du-que.

-Siempre que le hablo de esto, calla como uncartujo -repuso con descorazonamiento Colla-do. Al buen callar llaman Fernando.

Los dos palaciegos permanecieron medita-bundos por breve rato.

-Yo no sé qué raíces echa el tal D. Pedrodonde quiera que pone los pies -dije yo-; peroes lo cierto, que cuando se instala, no se dejaechar a dos tirones.

-Es hombre listo y que sabe manejarse-añadió el duque-. Cuando ha sabido hacerolvidar sus servicios a Bonaparte en Bayona y alas Cortes en Cádiz...

-Pues si he de ser franco, señores -afirmé yocon mucha hinchazón y petulancia-, manifes-

Page 140: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

taré a Vds. una cosa, y es que... Vamos, lo diréen dos palabras. Si yo viviera en esta casa, D.Pedro Ceballos no duraría una semana en elministerio.

-¡Ay, amigo! -me dijo el duque, poniéndomefamiliarmente su noble mano en el hombro-.¡Vd. no sabe qué clase de casa es esta!

-Se intentará, señores, se intentará -dijo Co-llado, rascándose la frente-. Otras cosas hahabido más difíciles.

-Mucho más fácil sería dar en tierra con Vi-llamil; ¿no es verdad, Sr. Pedro?

-Ese tiene su pasaporte colgado de un pelo,como la espada de Demóstenes -afirmó soca-rronamente el aguador.

-De Damocles, querrá Vd. decir -indicóAlagón-. Pues es preciso romper ese cabello;¿me entiende Vd., Sr. Collado?

Page 141: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-Ya, ya, se hará -murmuró el ex-aguador,dándose importancia-. Yo creo que Su Majestadtiene razón, señor duque. Estamos abusando,estamos abusando de su mucha bondad. Ver-dad es que si algo hacemos, muévenos el grancariño que le tenemos todos.

-¡Abusar! -exclamó el duque con desabri-miento-. Por mi parte hace tiempo que estoycasi en desgracia. Recibo muy pocos favores.

-¡Hombre de Dios, y todavía se queja! -gruñóCollado, con cierto enojo-. ¡Después que a cam-bio de las condenadas bandoleras, se ha llevadola mitad de los beneficios, de las prebendas, delas raciones, de las abadías, de las capellanías,de las colecturías, de las examinadurías sinoda-les, de las definidurías de la Santa Iglesia! Ytodavía pide más. ¿Qué es lo que pide la mona?piñones mondados.

-Ya ve Vd... -repuso el prócer con malhumor-. No he podido conseguir la canonjía de

Page 142: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

Murcia, que es para mí de gran empeño... Perono cedo; esta noche misma hablaré de ello a SuMajestad... Veremos si cuento con Artieda,hombre de gran poder en la provisión de piezaseclesiásticas.

-Artieda -repuso Chamorro-, trae entre ma-nos una moratoria que solicitan las señoras dePorreño.

-¿Y se la concederán? -pregunté sin mostrarinterés.

-Creo que sí. Viene recomendada por unacáfila de reverendos.

-Si es cosa de Artieda -añadió el duque-, ladoy por ganada. Ese endiablado guarda-ropas,con su aire mortecino y su cabeza caída comohigo maduro, vale más que pesa.

Page 143: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-Fue criado de la casa de Porreño -dijo Co-llado con distracción, arrojando la cola del ciga-rro.

-¡Pobre Sr. de Grijalva! -exclamó Alagón-.Buen chasco se lleva, si las de Porreño consi-guen la moratoria.

-Por cierto que soy amigo de Grijalva-manifestó Chamorro-, y ha venido esta maña-na a solicitar mi favor para que pongan en li-bertad a su hijo.

-Un mal criado niño, que en los cafés ha ca-lumniado al mejor de los Reyes y al más gene-roso de los hombres -dije.

-¡Calaveradas! -balbució el duque-. Y usted,Sr. Collado, ¿aboga por Gasparito?

-Sí señor -repuso el ayuda de cámara-. Ten-go empeño en ello, y creo que no me será difí-cil...

Page 144: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-Si es Vd. omnipotente...

Collado se levantó.

-Repito mi proposición -le dijo el duque,agarrándole por la solapa de la librea-. Doy dosbandoleras.

-No.

-Tres.

-No... he dicho que no.

-¿Pero se va Vd.?

De repente callaron ambos, porque se abrióla puerta, y apareciendo en ella un lacayo,gritó:

-¡Sr. Collado, la campanilla!

Chamorro corrió fuera de la habitación conla rapidez de un gato.

Page 145: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-Ha llamado -dijo el duque sentándose-. Sr.de Pipaón hablemos.

-XII-¡El duque!... ¡Oh!, no puedo escribir una pa-

labra más sin hablar del duque largamente,para que se conozca a uno de los personajesmás extraordinarios de aquella eminente ynunca bien ponderada corte.

¿Quién no hablaba entonces del duque aun-que sólo fuera para referir sus antecedentes ycontarle los pasos todos de su rápido encum-bramiento, pues fue hombre que en cuatro añospasó de la nada de Paquito Córdoba al Ducadode Alagón con grandeza de España, toisón deoro, grandes cruces, y el mando de la guardiade la Real persona? Era espejo de los libertinosde buena cepa, cabeza de los cortesanos y

Page 146: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

hombre de sutiles trazas para zurcir y descoservoluntades palaciegas.

Gozaba el privilegio de una buena presencia,aunque se le iba gastando, porque nada es me-nos duradero que la hermosura, y el duque consus cuarenta y cinco años a la espalda princi-piaba a ser una muestra gloriosa, una sombrade grandezas pasadas. Su trato y sus modaleseran finos; su conversación poco agradable enlo que no fuese del dominio de la intriga, por-que no eran muchas sus humanidades. Verdades que maldita la falta que esto hacía a un se-ñorón de sus condiciones, y que no había deponerse a maestro de escuela. Bastábale y aunle sobraba para realzar su nobleza nativa y laposición conquistada un conocimiento profun-do de todas las suertes del toreo, desde las másantiguas hasta las más modernas, picando enesto casi tan alto como Pedro Romero, a quienpor entonces le empezaba a despuntar sobre elcoleto la borla de doctor y el birrete de maestro

Page 147: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

de las aulas de Sevilla. Paquito Córdoba eraademás en cuestión de caballos un centauro, esdecir, tan buen caballero que con el caballo seconfundía. ¡Qué ojo el suyo para adivinar lasbuenas y malas prendas de sangre sin más quever el pelaje de aquellos nobles brutos! ¡Quémano la suya para entrar en razón al más dísco-lo, para quitar resabios y dar aplomo al ligero,gracia y desenvoltura al pesado, formalidad alquerencioso!

No se crea por esto que el duque era aficio-nado a la guerra. El ruido le daba dolor de ca-beza, y además ¿para qué se había de molestar,cuando había tantos que por un sueldo mez-quino peleaban y morían por la patria? Militarera el personaje que describo, y bien lo probabasu noble pecho lleno de cuanto Dios crió enmateria de cruces, cintas y galones... Y no sehable de improvisaciones y ascensos de golpe yporrazo; que hasta los nueve años no tuvo miniño su real despacho, merced a los méritos con-

Page 148: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

traídos por su madre como dama de honor. A losonce ya le lucían sobre los hombros dos charre-teras como dos soles, sin omitir el sueldo queno era mucho para el trabajo ímprobo de ir to-dos los meses a presentarse a la revista. A losveinte pescó la encomienda de Santiago, y lue-go fueron cayéndole los grados, no atropella-damente y sin motivo como los cazan estos quese elevan por el favor y la torpe intriga, sinodespacito y en solemnidades nacionales comoun besamanos, el parto de una reina, los díasdel Rey y otras fiestas de gran regocijo públicoy privado. Bien ganados se los tenía, pues rein-ando Godoy, no costaba pocas cortesías, mi-mos, genuflexiones y artimañas el coger ungrado en aquella inmensa Babel de los salonesde la casa de Ministerios, donde se chocabanunas contra otras, produciendo mareo y rumorindefinible, grandes oleadas de pretendientesde ambos sexos.

Page 149: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

Nombrole Fernando capitán de su guardiaen 1814, cargo que desempeñaba a pedir deboca. Daba gusto ver aquella guardia. Paquitola puso en tan buen pie, que no parecía sinocosa de teatro. Verdad es que se gastaban en elequipo de aquellos hombres sumas colosales,de las cuales nunca se dio al Tesoro, ni habíapara qué, la correspondiente cuenta y razón.Carecían de límite los dineros asignados a tanimportante fin, y en ley de tal, el duque ibapidiendo, pidiendo, y el Tesoro dando, dando;pero como era para mayor esplendor de la co-rona, los ministros no decían nada. Acontecíaque muchas veces los oficiales del ejército delínea no veían una paga en diez meses; pero¡qué demonio!, no se podía atender a todo, yeso de que cualquier bicho nacido, hasta losoficiales en activo servicio, dé en la manía deestar siempre piando piando por dinero, escosa que aburre y mortifica a los más sabiosgobernantes.

Page 150: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

No sé cómo les aguantaban. Especialmentelos marinos a quienes se debía la bicoca de se-tenta pagas, no dejaban pasar un año sin impor-tunar al Gobierno con ridículos memoriales quedestilaban lágrimas. Harto hizo Su Majestad,permitiéndoles consagrarse a la pesca, oficiodenigrante para tan noble instituto, y no lo tole-rara ciertamente el sabio poder absoluto, si noaconteciera que un oficial que había estado enTrafalgar se murió de hambre en el Ferrol, yque otros cometieran la villanía de ponerse aservir de criados para poder subsistir.

De seguro que los guardias de la real perso-na y su capitán el duque de Alagón no se que-jaban de falta de pagas, pues este las recibíapuntualmente, con la añadidura de mil valiososregalillos que el Rey por cualquier motivo lehacía. Los hombres que se hallan en posicióntan elevada no deben sufrir denigrantes escase-ces; que eso sería deslustrar el brillo del absolu-tismo, y rebajar la dignidad de todo el reino; y

Page 151: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

como Paquito Córdoba no había heredado desus padres cosa mayor, Su Majestad le hizocesión, a él y a otros individuos, de una partedel territorio de las Floridas, que no era ningúnbarbecho. No bastando esto, concediósele tam-bién el privilegio de introducir harinas en laisla de Cuba con bandera extranjera, el cualderecho era una minita de oro. Para explotarla,Alagón tenía por socio a un barón de Colly, dequien no se sabía si era irlandés o francés; aven-turero, arbitrista, proyectista, hombre incalifi-cable que años atrás había intentado sacar deValencey al príncipe cautivo y traerle a España.

Murmuraban muchos del privilegio de lasharinas... que es muy común eso de no ver conbuenos ojos al prójimo que saca el pie de lamiseria. ¡Válgame Dios! ¿Por qué no se habíade permitir al duque que se redondeara? Puesqué, ¿no es muy conveniente para la repúblicaque abunden en ella los hombres ricos? ¿Y porqué no había de serlo el duque, cuando con ello

Page 152: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

no perjudicaba más que a los tunantes labrado-res de toda Castilla, hombres ambiciosos, tancomidos de envidia como de miseria, y quetodo lo querían para sí?

La amistad del duque y el soberano eraíntima. Algunos decían que Alagón era unhombre asiático. ¡Qué vil calumnia! ¡Llamarleasí porque gustaba de servir dignamente a suamigo! Buen tonto habría sido el duque sihubiera permitido que otro se encargara de lascomisiones que él sabía desempeñar a maravi-lla. Sobre que el resultado habría sido el mismo,llevábase el provecho cualquier hidalguete degotera o capigorrón entrometido.

Público es y notorio que ni uno ni otro gus-taban de escándalos; nada de eso. En las recep-ciones públicas y audiencias privadas, amo ysiervo tenían un sistema de señales mímicas,por las cuales se telegrafiaban cuanto había quecomunicar respecto a las damas postulantes.Como aficionado a estudiar por si las costum-

Page 153: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

bres del pueblo para aliviar sus necesidades yver prácticamente los resultados de su gobiernoabsolutísimo, Fernando salía por las noches delregio alcázar, para lo cual, puesto de acuerdo elduque con el oficial de la guardia, eran alejadosdel paso todos los soldados. ¡Qué llaneza y fa-miliaridad en un príncipe autócrata! ¡Qué ele-vación en su humildad, y cuánto se sublimabaabatiéndose hasta tocar con sus augustos codoslos harapos del pueblo!... Porque Rey y favoritono salían para visitar los palacios de los gran-des, ni darse tono en las principales calles ysitios públicos, entre galas y boato, sino quecallandito y sin pompa se iban muy a menudoen la oscuridad de la noche a visitar a los po-bres.

Y daban muy buenas limosnas; vaya... Me locontó Juana la Naranjera.

Page 154: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-XIII--¿Con que le conviene a Vd. -me dijo el Du-

que afectuosamente- la Real Caja de Amortiza-ción?

-Si el mejor servicio del Rey me lleva a esadirección -repuse- ¿por qué no?

-Ya convine con D. Agapito Ugarte, que esVd. el único hombre a propósito para tal pues-to.

-Gracias, muchísimas gracias, señor duque.Es Usted tan bondadoso... Sí, D. Antonio tienemucho empeño en que yo dirija la Caja deAmortización. Esa serie de juros de 1803, queandan por ahí, sin que nadie los quiera, necesi-tan una mano cariñosa que les dé colocacióncon preferencia a los que ahora tienen el turno.

Page 155: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-Perfectamente -dijo satisfecho de mi perspi-cacia-. Esos pobres juros no valen dos realeshoy; pero para todo hay remedio...

-Para todo, señor duque.

-Los únicos poseedores de ese papel somosUgarte, yo... y otra persona.

-Comprendido.

-Hicimos la tontería de adquirirlos al dos...

-¡Oh!, no me cuente Vuecencia la historia. Sifui yo el encargado de comprarlos. Se compra-ron con intención de asimilarlos a los demásjuros. D. Antonio y yo hemos hablado larga-mente del asunto, y es cosa arreglada, habiendouna mano enérgica en la administración.

-Muy bien -dijo Su Excelencia regocijado demis procedimientos ejecutivos-. Pero harto sabeVd., Pipaón, que esa mano enérgica (ya hemosconvenido que será la de Vd.), que esa mano

Page 156: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

enérgica, repito, no podrá extender sus dedosde hierro, mientras sea ministro de Hacienda elSr. D. Juan Pérez Villamil.

-Por de contado. Mas en Madrid todos danpor muerto a Villamil.

-De eso se trata -afirmó preocupado-. Perono es tan fácil como parece, por más que diga elSr. Collado... ya Vd. le oyó... Villamil está apo-yado por Ceballos, el cual tiene muy buenosasideros.

-Mas es tan deplorable la política de este se-ñor, que no sería difícil dar con él en tierra...digo, me parece a mí.

-Vaya si es deplorable. Todo el reino estáalarmado ante las amenazas de los liberales-dijo el duque mostrando mucho su celo por elbien público-. Las conspiraciones crecen.

Page 157: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-Y cómo no han de crecer, si ha desaparecidoel coco de las comisiones de Estado, si hasta sehan prohibido las denominaciones de liberales yserviles; si se ha mandado que en el término deseis meses queden falladas todas las causas poropiniones políticas.

-Así no hay gobierno posible; es lo que yodigo. Así volvemos a los tumultos de la Consti-tución, al democratismo, al desorden de lospapeles periódicos, de los clubs y de los cafésdiscursantes.

-Y se conspira, se conspira. Ya se lo demos-traremos a Su Majestad.

-Si es inconcebible que no lo comprenda.¡Qué falta nos hace ahora el bailío Tattischief!Ya podía haber dejado su viaje a París para me-jor ocasión. ¿Y el Sr. de Ugarte cuándo viene deGuadalajara?

Page 158: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-De mañana a pasado. Por no poder hacerlohoy me escribió para que, de acuerdo con Vue-cencia, estuviese a la mira del sucesor de Villa-mil en caso de que éste caiga.

-¡Oh!, no hay duda en eso -afirmó el duquecon resolución-. El nuevo ministro de Haciendaserá D. Felipe González Vallejo.

-Así lo espera D. Antonio.

-Y así será. Si es el candidato del infante D.Antonio, que hace tiempo bebe los vientos pordarle la cartera...

-Y en verdad, no hay hombre más a propósi-to -indiqué yo-. Vallejo no será tan reglamenta-rio como ese testarudo alcalde de Móstoles, queno perdona un número ni una letra, y abruma atodos los empleados con su nimiedad escrupu-losa. De todo quiere enterarse, y ha de meter suhocico en los asuntos más insignificantes.

Page 159: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-¡Una calamidad! -exclamó Alagón con ciertasomnolencia, arrellanándose en su sillón-. Di-cen por ahí que Vallejo no sirve para el ministe-rio de Hacienda, porque ha derrochado su for-tuna y la de su mujer.

-Y que administró detestablemente la fábricade paños de Guadalajara.

-Y que es un ignorante aturdido. Digan loque quieran, para ser ministro de Hacienda nose necesita ser una lumbrera, ¿no es verdad,Pipaón? Cobrar lo que le dan, entregar lo que lepiden... Cuando no lo hay, ellos no lo han desacar de las piedras...

-Y para echar contribuciones no se necesitaser un Séneca; ¿no es verdad, señor duque?...

-Si al menos lograran satisfacer las atencio-nes más sagradas... pero es calamitoso lo quepasa. El Tesoro privativo del Rey, aquel del quelibremente y a su antojo dispone Su Majestad,

Page 160: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

no toma del Tesoro público todo lo que debieratomar, porque las arcas están casi siempre vac-ías. Verdad es que los directores de loterías yotros empleados de Hacienda regalan a Su Ma-jestad, bajo el pretexto de ahorros, grandes su-mas, que si no...

-Aun así, este año van depositados en elBanco de Londres algunos milloncejos -dije conmalicia.

-Poca cosa... -repuso con desdén el duque-.Gracias a que Su Majestad vive hoy con muchaeconomía... Ya sabe Vd. que ha dispuesto su-primir el regalo que antes se hacía a la servi-dumbre a fin de año.

-Sí, toda la ropa blanca usada por las realespersonas.

-Además ha suprimido mil inútiles despilfa-rros, porque el reino está agobiado de contribu-ciones, el Tesoro público vacío... Yo calculo que

Page 161: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

Su Majestad, arreglándose a la mayor sobrie-dad posible, no habrá gastado en el año queacaba de transcurrir, arriba de ciento veinte mi-llones.

-El año que viene será más. ¿No ha oídoVuecencia hablar de boda?

-No conozco más que los proyectos de Ugar-te y de Tattischief... ¡Una princesa rusa!...-indicó meditabundo-. Dudo mucho que eso serealice... ¿Ha dicho Vd. que D. Antonio viene?...

-Mañana o pasado.

-Si lográsemos despachar el asunto de Vi-llamil, ya podría pensarse después en lo de laprincesa rusa.

-El asunto de Villamil -dije yo en el tono máslisonjero que me fue posible- me parece resuel-to, desde que hombres tan poderosos han pues-to su mano en él. Por mi parte, en la Real Caja

Page 162: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

de Amortización estaré a las órdenes de Vue-cencia.

-Gracias, Pipaón -me dijo con benevolenciasuma-. Ya sabe Vd. que si el asunto fuera deinterés mío exclusivamente, no lo tomaría tan apechos; pero alguna persona muy superior anosotros desea que esto se arregle.

-Comprendo... La monarquía absoluta tienegastos inmensos... Todo es poco para ella.

-También necesita atender a todo, señor mío-afirmó sentenciosamente.

-Por eso me congratulo en extremo -añadíhumillando la frente-, de contribuir con miscortas fuerzas a este concierto admirable, sinque en la humilde sumisión mía haya el menorasomo de interés... pero ni el menor asomo deinterés. Nada pido, señor duque.

Diciendo esto, me levanté para marcharme.

Page 163: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-Usted no necesita pedir para obtener -replicó-. Tan grande es su mérito y la solicitudque manifiesta en el buen servicio del Rey, ydel reino... ¿No se le antoja a Vd. nada en estosdías?...

-No, nada... Lo que es por ahora... -dije va-gamente, como quien recuerda.

-¿Nada en que yo pueda servirle? -repitiólevantándose también.

-Ahora recuerdo, señor duque... una bicoca...Tenía empeño en... Puesto que Vuecencia seempeña, voy a pedir dos favores, dos favorci-llos nada más.

-¿Dos nada más?

-Dos. He oído hablar hace poco de una mo-ratoria...

-Solicitada por la hermana del difunto mar-qués de Porreño. ¿Desea Vd. que se conceda?

Page 164: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-Al contrario, deseo, mejor dicho, tengo mu-cho interés en que no se conceda.

-Ese asunto lo trae en su cartera Artieda,guardarropa de Su Majestad. Es muchachohipócrita, pedigüeño, y que, como tal, sabe sa-car mendrugo. Es muy posible, muy posible,señor de Pipaón, que consiga la moratoria. Enfin, yo veré.

-Haga Vuecencia lo que pueda, que yo pormi parte, si voy estas noches a la tertulia, verécómo me las compongo con el Sr. Artieda.

-¿Y el otro favor?

-Es relativo al hijo de D. Alonso de Grijalva.

-Ya... es Vd. su amigo. ¡Hombre generoso!¿Quiere Vd. que se deje en paz al muchacho yse le ponga en libertad?

-Al contrario; deseo que siga en la prisión.

Page 165: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-¡Hola, hola!... Por lo visto, Vd. protege elbolsillo de Grijalva, pero no apadrina las cala-veradas de Gasparito... Buen propósito; meparece un excelente sistema. Aquí vislumbrotodo un plan de moralidad perfecta.

-Me desvivo por arreglar a una familia per-turbada. ¿Seré ayudado en mi noble tarea porVuecencia?

-Eso es más fácil. Un preso más, un viajeromás a tomar los aires de Ceuta.

-No, es que no quiero enviarle tan lejos.¿Aqué esa crueldad? Tengámosle en la cárcel de laCorona hasta que madure.

-¿Hasta que el joven madure?... Bien: por miparte, haré lo que pueda.

-Señor duque, las promesas vagas de Vue-cencia son para mí concesiones, y sus esperan-zas realidades. Cuento con Vuecencia. Adiós.

Page 166: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-Adiós, Pipaón, que no deje Vd. de venir unade estas noches... Agrada Vd., agrada ustedmucho... Se celebran sus chascarrillos y su gra-cejo para contar las cosas.

-Vendré, vendré. Hasta luego, señor duque.

-Abur.

-XIV-Dirigime a casa de las señoras de Porreño, y

hallé a doña María de la Paz muy gozosa por elbuen giro y excelente aspecto que iba tomandosu asunto. Acababa de salir de la casa el Sr. deArtieda, quien dio tales esperanzas y presentóla cuestión en tan buen pie para marchar a unfeliz éxito, que ya se consideraba ganada lapartida. Artieda, y dos o tres señores de la cle-recía con el gobernador del Consejo, habíantomado a su cargo el negocio, siendo evidenteque con tales pilotos (frase de doña María), el

Page 167: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

barco de la moratoria, combatido por los aqui-lones de la envidia, no podía menos de llegar apuerto seguro.

Yo dije a la señora que acababa de hablar enpro de su pretensión a varias personas de mu-cha raíz en la corte, lo cual me agradeció mu-cho. Añadí que estuviera tranquila, pues yotomaba el negocio como mío, y no pararía hastaconseguirlo, empresa no difícil para un hombreque, a más de tener tantas relaciones, escupíaen corro con los señores del Consejo. Despuéshícele una explicación detallada de lo que eranlas moratorias, enumerando las cuatro clases deellas, a saber: cesión de bienes, pleito u ocurrencia,espera o moratoria, y quita de acreedores, asentan-do que la que nos ocupaba pertenecía a la terce-ra categoría, por ser concesión graciosa delpríncipe; y aunque el Consejo -dije con escru-pulosidad curialesca-, rinda tributo a la majes-tad de las leyes, dictando el auto de traslado alacreedor, y luego el de pase a justicia, todo será

Page 168: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

cuestión de fórmula, resultando al cabo que elSr. de Grijalva no tendrá más remedio que con-formarse y tragar el auto final de no se moleste ala parte por tantos o cuantos años.

Esta explicación y los pomposos encareci-mientos de mi poderío, fueron causa de que lastres damas me obsequiaran con inusitado es-plendor, brindándome dulces de los mejores yvino de las tierras de Porreño. Gustome el licor,y tomando pie de él y de su aromática finura,conferenciamos acerca de aquellas tierras, yopidiéndoles informes y dándomelos las señorascon tanta ufanía como verbosidad.

A este punto entró la señora condesa deRumblar con su linda hija, y retirándose aden-tro después las señoras mayores y doña Paulita,que iba a la tarea de sus devociones, nos que-damos solos Presentacioncita, doña Salomé yyo.

Page 169: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-¿No repara Vd. que estoy muy alegre, Pi-paón? -dijo la graciosa muchacha.

-Sí, señora, lo había notado -respondí dandoel último adiós al vino y dulces con que acaba-ban de obsequiarme-. Eso prueba que el tiempoes la gran medicina de las enfermedades delcorazón y del espíritu. Dígolo porque hace yaalgunos días que mi Sr. D. Gasparito está a lasombra (sin que hayan valido mis generososesfuerzos por sacarle), y el sustillo ha ido pa-sando, y con el sustillo la congojilla, y con lacongojilla ansiosa, las lágrimas dulces... ¡Oh!¡Dichoso el prisionero cuyas rejas son regadascon el divino licor de esos ojos!

-D. Juan, D. Juan... que se pone Vd. feo di-ciendo esas cosas... Si no lloro, si no estoy triste,si no hay ya nada de congojas, ni suspirillos -exclamó con tan franco y seductor arranque dealegría, que me desconcerté completamente.

-¿Pues qué, señora doña Presentacioncita?...

Page 170: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-Si se ha escapado.

-¡Se ha escapado! -exclamé con súbita ira,dando un salto en la silla-. ¡Se ha escapado esetunante! ¿Cuándo? ¿Cómo? ¡Qué carceleros,santo Dios, qué carceleros!... ¡Luego quierenque haya justicia en España!

-¿Pero lo siente Vd.?

-¡Escaparse! Después de haber hablado enpúblico de las cartas de Su Majestad a Napo-león...

-Más vale así. Se ahorra Vd. el trabajo...

-No, no señora -dije procurando dominar-me-. No, yo quería que fuese puesto en libertaden toda regla, después de un sobreséase como untemplo. De este modo estaría más seguro, ypodría vivir tranquilamente donde mejor leconviniera, mientras que habiéndose fugado de

Page 171: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

la cárcel, le perseguirán, le cogerán de nuevo, yentonces sí que será ahorcado.

-¡Ahorcado! -gritó con ira-. ¡Ay! Me asustaVd. Yo estaba contenta y Vd. ha venido a afli-girme otra vez.

-¿Sabe Vd. dónde está?

-Lo sé, sí señor. De eso iba a tratar cuandoVd. me ha puesto en ascuas.

-¿Dónde, dónde?

-Despacio. No está en casa de su padre, alcual ha desagradado con su escapatoria, por eltemor de que se le persiga más.

-Es claro.

-Gasparito se ha refugiado en una casahumilde, muy humilde, desde la cual me haescrito, contándome todo. ¡Ay!, qué dolor tangrande -añadió dando un suspiro-. Está muerto

Page 172: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

de hambre y lleno de inquietudes, por miedo aque le denuncien los amos de la casa.

-Y harán perfectamente. Bien merecido le es-tará a ese jovenzuelo imprudente su últimacalaverada y el no haberse estado quietecito enla cárcel, esperando a que yo le sacara.

-Sea lo que quiera -dijo la niña en tono demujer seria-, es preciso sacarle de la terriblesituación en que está.

-¡Sacarle!, y ¿cómo?

-Yo tenía un proyecto -indicó sonriendo contoda su gracia exquisita-, un proyectillo... ycontaba con Vd., sí, señor, con Vd., para que meayudara.

-¡Conmigo!

-Con el hombre generoso y bueno, con el co-razón de oro, con la inteligencia sublime, con lavoluntad firme, con Pipaón en fin.

Page 173: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-Eso es, Pipaón sirve para los apuros, paralos peligros; pero en tiempo de bonanza, Pi-paón es un pobre hombre que no sirve sinopara burlas.

-Si vamos ahora a disputar sobre esto, notendremos tiempo de ocuparnos de lo otro -dijocon impaciencia.

-Veamos lo otro: siempre será otra... bromi-ta.

-Pipaón -añadió con voz meliflua, y ponien-do en sus ojos un abreviado paraíso de dulzura,de hechizo y de seducción-. Yo tengo un pro-yecto, en el cual me ha de ayudar Vd... Yo quie-ro ir esta noche a llevar algún socorro a Gaspar,y cuento con que me acompañe, con que melleve Vd.

-¡Esta noche!... ¡Los dos! -exclamé absorto,sin saber si negarme o aceptar.

Page 174: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-¡Esta noche!... ¡Solitos!... mejor dicho, condoña Salomé, que también quiere ir porquetambién quiere dar ella algún auxilio al pobremuchacho.

La ilustre y ya marchita dama, que hasta en-tonces no había desplegado sus labios, me mirócon cierto vislumbrillo de enojo, y dijo:

-Si el Sr. D. Juan no quiere ir con nosotras,no faltará un galán cortés y fino que nos acom-pañe.

-¿Acaso he dicho yo algo, señoras? -repusehumildemente, considerando que la expediciónera muy conveniente para mí por todos losconceptos-. Vamos a donde Vds. quieran, aun-que sea al fin del mundo.

-No es tan lejos -dijo Presentación-, aunquepor ahora no se le revelará a Vd. la calle ni lacasa.

Page 175: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-Yendo conmigo, la condesa dejará salir aPresentación. Salimos al oscurecer -afirmó doñaSalomé, revelando en su rostro de tafetán eldeleite que aquellos livianos pensamientos deescapatoria le causaban-. Decimos que vamos ala novena del Ángel de la Guarda, y que a lavuelta subimos un ratito a casa de la marquesa,que ha dado a luz dos niñas de un parto.

-Y luego que veamos al pobre Gasparito y leconsolemos y le demos algún socorro -añadió lamuchacha-, le sacaremos de allí, y como no haylugar más seguro que la vivienda de un corte-sano del despotismo, D. Juan se lo llevará a sucasa.

-¡A mi casa! ¡Llevar a mi casa a un prófugo, aun reo de lesa majestad!...

-Vamos, amigo -dijo la niña con donaire,plantándome su divina manecita en el hombro-, no nos venga Vd. aquí con palabrotas. Aquíno hay delito ni majestades. Si Vd. no le lleva a

Page 176: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

su casa, si Vd. no le esconde, reñiremos parasiempre. No me mire Vd., no me hable, no seponga donde yo le vea.

Como prometer no era cumplir, ni la aquies-cencia verbal equivalía a positivas concesionesde mi parte, prometí cuanto me pidieron y con-vine en todo lo que tuvieron a bien proponer-me, con reserva de hacer después lo que mepareciera más conforme a la justicia, al bien delEstado y a mi propio sagrado interés.

Y para no cansar, aquí me tienen Vds. em-bozado en mi pañosa, con el sombrero hasta lascejas (si bien la oscuridad de la noche y el maci-lento alumbrado de la villa ahorraban precau-ciones), llevando una madama pendiente decada brazo, como en los buenos tiempos decuchilladas y amoríos, pasando de calle a ca-llejón y de callejón a plazuela, ora de prisa parahuir de un grupo de curiosos, ora despacio pa-ra recrearnos con el majo cantar que por lasrejas de una casa humilde salía a veces callados

Page 177: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

los tres, a ratos hablando y riendo, regocijadasellas de la libertad que gozaban, mientras lasseveras matronas nos suponían carcomidos dedevoción en la novena del bendito Arcángel.

A mí me gustaba también el paseo, porqueeso de llevar dos damas, una a cada costado, enla oscuridad de la noche y en un pueblo comoMadrid, donde se abren tantas puertas al aven-turero amor y a los locos deseos, no es cosa dedespreciar. Yo oprimía con el vivo apetito delcontacto el brazo de la de Rumblar, dejando elde la otra en libertad de que juntara o no suflaqueza con la del mío.

-¿Pero llegamos o no? -pregunté a la mucha-cha.

-Ya pronto. ¿Es esta la calle del Águila?

-La del Águila es.

-Bueno... ahora a la del Rosario.

Page 178: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-Pues a la del Rosario. Supongo que no serápara rezarlo. Parece mentira que en una casaque lleva ese nombre tan devoto se esconda unreo de lesa majestad.

Presentacioncita me clavó sus dedos en elbrazo con tanta fuerza, que lancé un grito.

-Por infame y deslenguado -dijo ella.

Al entrar en la mencionada calle, doña Sa-lomé preguntó, señalando una casa:

-¿No es por aquí?

-Aquí -dijo Presentación, señalando la inme-diata y acompañando su ademán de amorososuspiro-. Creo que es el número 4...

-El 4 es. ¿Llamamos?

Llamé a la puerta, no sin cierta zozobra deque algún bárbaro malsín apareciera y me sol-fease de lo lindo. Según habíamos convenido,

Page 179: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

pregunté a la mujer que franqueó la puerta sivivía en aquellos aposentos un joven llamadoD. Federico, el cual había venido poco ha deToledo. Díjonos la mujer con muy malos modosque el joven se había marchado de aquella hon-rada casa para ir a otra de la calle del Bastero,número 6, donde de seguro le encontraríamos,porque andaba muy tapujado y no salía a lacalle.

Fuimos a la del Bastero, y en su número 6nos detuvimos para decidir qué resolución setomaría, porque no era prudente arriesgarse enaventuras por tales sitios. Yo estaba ya arrepen-tido de haber metido mis manos en aquel peli-groso fregado, mayormente cuando oí rumorde pendencias en la inmediata calle del Carne-ro.

-¿Qué hacemos? -pregunté a la decidida Pre-sentacioncita.

-Llamar.

Page 180: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

Doña Salomé, que participaba de mis temo-res, dijo:

-Es demasiado tarde y esto está muy lejos.Me arrepiento de haber venido aquí. Soy deopinión que nos retiremos.

-Llame Vd., Pipaón, y pregunte -ordenó lajoven.

En el piso bajo había una taberna, lo que mepareció de malísimo augurio, y las voces y ju-ramentos que de ella como de un antro infernalbrotaban, ponían miedo en el más esforzadocorazón. Pero no hubo más remedio; llamé yhecha mi pregunta salió un portero rufián, elcual con muchísima sandunga nos dijo queentrásemos y que si no el doncel buscado (dequien no podía asegurar estuviese en la casa),había otros muchos, que recibirían bien a lasmadamas.

Page 181: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

A regañadientes entré yo, empujado másque conducido por la amante doncella, y bienpronto nos hallamos en un patio de esos quesirven de centro a una casa de Tócame-Roque.

-¿En dónde nos hemos metido? -preguntócon zozobra doña Salomé.

-Eso digo yo. ¿En dónde nos hemos metido?

-¿Con que por quién preguntaban Vds.? -dijo el vejete portero, con una sonrisa truhanes-ca, que me heló la sangre en las venas-. ¿Por eloficialito, por el abate, por...?

-Por ninguno de esos, camarada -repuse-,porque ahora mismo nos volvemos a la calle.

-No hagamos caso de este buen hombre -dijocon afán la muchacha-. Subamos e iremos pre-guntando de puerta en puerta.

-¡Está Vd. loca! ¿Sabe Vd. qué clase de gentees la que vive en estas casas?

Page 182: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-Gente muy honrada y cabal -afirmó el por-tero-. Una señora que fue doncella de S. A. lainfanta doña María Josefa... un autor de diccio-narios, siete poetas, dos grabadores de retratos,un torero, uno que fue magistrado del Crimen...

Oíase un rumor de disputas en los pisos al-tos de aquella colmena, el cual convidaba a salircuanto antes en busca del silencio de la calle.Cerrábanse y se abrían con estrépito las puer-tas, dando paso a la claridad de las luces y alrumor de las voces, y un enjambre de chicueloscorría por los pasillos jugando a la caballeríaligera y pesada. Dos traperos amontonaban nosé qué inmundos despojos en medio del patio,y tres mujeres se ponían como ropa de pascuaspor la precedencia en sacar agua del pozo.

-Ábranos Vd. la puerta -dije resueltamente alCancerbero, sacando una moneda, con la cualpensaba ponerle de parte nuestra, si ocurríacualquier accidente desgraciado.

Page 183: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

Diciendo y haciendo, di algunos pasos haciala puerta, cuando en esta sonaron fuertes y re-petidos golpes, acompañados de gran gritería yalgazara de fuera, a la que respondió al puntootra no menos discorde en los corredores.

-¿Qué es esto, portero?

-Nada, señor -respondió con sandunga-, esla policía que viene en busca de un señoriticolameplatos, mamón y liberal, que se nos refugióaquí esta mañana... Yo di parte...

-¡Él! ¡Dios mío! ¿Dónde está? -gritó Presenta-ción con angustia.

-Se descubrió que se había escapado de lacárcel, donde estaba por injurias a nuestro que-rido Rey -añadió el portero, corriendo a abrir.

-Escondámonos... salgamos de aquí-exclamó doña Salomé, agarrándome el brazo ytirando de mí.

Page 184: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-¿Pero por dónde? Vamos a tropezar con lapolicía.

-Escondámonos.

-Adelante.

-Subamos.

-Bajemos.

-Busquemos otra salida. Si nos ven...

-Señoras, no somos criminales -dije procu-rando sosegarlas-. Si la policía nos ve, nos verá.¿Qué importa?

Diciéndolo, vi que entraban hasta media do-cena de alguaciles, asistidos de otros tantossoldados, y tras ellos una multitud de personasdel bajo pueblo, todos los que a la sazón bullíanen la taberna, muchas mujeres de la vecindad yel contingente completo de la chiquillería de la

Page 185: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

calle. Vociferaban, gruñían, chillaban y reían enbestial coro.

Una aprehensión en aquellos tiempos no eragran novedad, pero por viejo y gastado que elasunto fuese, siempre tenía irresistibles encan-tos para el pueblo, que estaba muy soliviantadoentonces y enfurecido contra todo lo que a libe-ral o afrancesado trascendiera.

-¡Le van a matar! -murmuró entre sollozosPresentación, llorando sin consuelo.

-Veamos si podemos escabullirnos -dije yo.

-No... no -gritó la afligida muchacha-. Vea-mos si le podemos salvar. Pipaón, diga ustedque es un consejero de Castilla, un ministro;que es amigo de los señores obispos, del Nun-cio, del Rey.

-Chitón... No se gastan bromas con esta gen-te.

Page 186: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-Yo quiero subir, yo quiero hablar a la po-licía -exclamó, alzando la voz con desespera-ción-. Vds. no tienen alma... yo estoy loca. ¡So-corro!

Maldita la gracia que me hacía aquella situa-ción, que empezó a ser apuradísima desde quela dolorida muchacha puso el grito en el cielo,atenta sólo a su amorosa aflicción, y sin hacercaso de lo demás. No sé en qué hubiera paradotrance tan amargo, si el agudísimo y tunanteportero, conociendo al vuelo el apuro en que yoestaba, no viniera en nuestro auxilio, cuando yala gente de la vecindad nos rodeaba, nos obser-vaba, señalándonos como a tres entes extrañí-simos en aquel sitio.

-Vengan usías por aquí -dijo el vejete,llevándonos al fondo del patio-. Pues no sepuede salir, entren en mi cuarto y aguarden aque pase esta batahola.

Page 187: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

Mucho trabajo costó llevar a Presentacionci-ta al oscuro albergue del señor portero, mas afuerza de ruegos y prometiéndole yo que al díasiguiente haría poner al preso en libertad, seaplacó un tanto. El portero, luego que nos pusoen seguridad dentro de su aposento, nos dijo:

-Aquí no les molestará nadie. Cerraré lapuerta. Cuando la policía se lleve al barbilindoy se despeje el patio, y se tranquilice la vecin-dad, saldrán Vds. Esto no es un palacio; peroaquí estarán las señoras como en su casa... Pue-den sentarse... hay silla y media... Mi cama esblanda y sobre este trombón (porque yo soymúsico)... sobre este trombón, digo, puede sen-tarse una de las madamas.

-Gracias, gracias.

El miserable hablaba con diabólica truhaner-ía. Después de ponderar las comodidades de sualojamiento, salió, y cerrando por fuera la puer-ta, nos dejó dentro de aquel sepulcro.

Page 188: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-XV-Situación era aquella más crítica que la pri-

mera. Encerrados allí, estábamos a merced deun tunante, que a juzgar por su facha y lengua-je, no debía de ser modelo de virtudes porteri-les. Los tres estábamos con mucha congoja, y yanos creíamos cercados de ladrones y asesinos,aumentándose nuestro pavor con el cercanorugido del pueblo que llenaba el patio y corre-dores. Presentacioncita era la menos afectadade nuestra desdicha, porque tenía alma y co-razón y sentidos fijos en los pasos de la policíay en el subir y bajar de la inquieta gente.

Transcurrió bastante tiempo sin que cesasenuestro apuro. Yo me desesperaba, y maldecíael instante en que neciamente consentí en ladescabellada expedición; doña Salomé rezabapara que algún santo del cielo viniese en ampa-ro nuestro, y Presentacioncita gemía sin hallaren nada consuelo. Lo peor de todo era que iba

Page 189: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

siendo ya muy tarde; había pasado la hora de lanovena del Santo Ángel, habían dado las ocho,las nueve, iban a dar las diez... ¡horrible trance!,darían las también las once, las doce sin podersalir de allí.

Por fin, Dios quiso que los alguaciles encon-traran al prófugo y lo sacasen fuera y se lo lle-vasen con dos mil demonios. Iba desocupándo-se el patio, se extinguían las voces poco a poco,y al fin, ¡San Antonio bendito!, el endiabladoportero nos sacó de nuestro calabozo.

-¡Vámonos a la calle pronto! -exclamó doñaSalomé, ardiendo en impaciencia.

-¡A la calle, a la calle! ¿Por dónde se sale,buen hombre? -dije, sosteniendo a Presenta-cioncita, que por su mucha aflicción apenaspodía con su lindo cuerpo.

-Si no quieren Vds. salir por la calle del Bas-tero, donde hay muchos tunantes y borrachos

Page 190: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-repuso el portero-, por este pasillo que hay a laderecha saldrán a la casa inmediata y a la callede Mira el Río.

Yo temblaba de susto: por todas partes, entodos los rincones veía ladrones y asesinos,alzando horrorosos puñales sobre mi pecho. Elviejecillo nos llevó del patio grande a otro máspequeño, y de este a un largo y húmedo za-guán, en cuyo extremo se veía la claridad de lacalle. Cuando le di la propina, me pareció sentirruido de pasos detrás de nosotros; pero aunqueatentamente miré, nada vi.

-Por aquí derechos a la calle -dijo nuestroamparador, retirándose repentinamente.

Dejonos solos, y a la verdad fue como si nosdejara de su santa mano el ángel de nuestraguarda; porque no habíamos dado cuatro pasoshacia la claridad que al extremo del zaguán seveía, cuando una voz bronca y temerosa, queen su clueco graznido indicaba ser producto del

Page 191: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

hombre y del aguardiente, resonó como untrueno en aquellos ámbitos oscuros, diciendo:

-¡Alto allá... alto! señoritos zampatortas, ¡al-to, alto!...

El reventar de un cráter no me hubiera cau-sado más espanto. Quedeme frío, y sobre fríoabsorto y petrificado, cual si en estatua de hielome convirtiese. Y al mismo tiempo se sentíanunos pasos, unos saltos como de gigante borra-cho que venía dando traspiés por la cercanaescalera.

Lanzaron agudísimos gritos las damas,colgándose de mis brazos para que yo las am-parase; pero más que nadie necesitaba yo am-paro y protección, porque me quedé sin habla,sin fuerzas para correr, sin ojos para mirar, niorejas más que para oír la voz, ¿qué digo?, lasvoces de los que se acercaban, pues, quitandolo que multiplicase mi espantada imaginación,bien podía asegurarse que eran media docena.

Page 192: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

No se me oculta que mi deber en tan críticomomento era tirar de la espada o sacar las pis-tolas para esperar a pie firme a los ladrones yacabar con ellos o morir antes que mis doscompañeras fueran atropelladas; pero yo notenía espada, y ni remotamente me acordé deque llevaba una pistola en el cinto. Temblandocomo alma que llevan los demonios, recordéaquello de que una retirada a tiempo es unagran victoria, y apreté a correr hacia la calle.Las dos damas eran dos alas que me impulsa-ban con rapidez suma. ¡Ah!, cómo corrimos,cómo corrimos gritando, «¡favor, socorro, la-drones!».

Tras nosotros corría alguien. No le mirába-mos. Sentimos carcajadas, blasfemias, un jura-mento horrible, qué sé yo... Corríamos siempre;las dos damas se separaron de mí y se queda-ron detrás. ¡Ay!, yo era el viento mismo.

Vi dos hombres que andaban en direccióncontraria a la mía y su presencia me dio alien-

Page 193: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

to... ¡dos hombres que no eran, o al menos noparecían ladrones ni asesinos! -¡Socorro, favor! -repetí con ahogado aliento.

Detuviéronse ellos. Me pareció ver una caraconocida; pero en mi azoramiento no llegué aformar juicio alguno... Detúveme yo también.En el mismo momento sentí un ¡ay! agudísimo.Era Presentacioncita que había caído al suelo.Doña Salomé se había parado en el mismo sitio.Retrocedí, porque la presencia de los dos des-conocidos me infundió algún valor y porquemirando hacia atrás observé que nuestros per-seguidores se habían quedado muy lejos.

Uno de los dos desconocidos se adelantó co-rriendo a levantar del suelo a Presentacioncita,mientras el otro soltó la risa diciendo:

-Si es Pipaón.

Page 194: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-¡Ah! ¿Es Vd. señor duque? Hemos sido ata-cados por unos tunantes... Vamos a ver si se hahecho daño esa niña.

El hombre que estaba junto a mí era el du-que de Alagón; el otro...

-XVI-Detente pluma... El otro alzaba del suelo a la

pobre Presentacioncita, que al perder el equili-brio, y dar con su cuerpo en tierra, perdió tam-bién el conocimiento. Nos acercamos y el du-que me miró con fijeza y malicia poniendo so-bre los labios su dedo índice.

-¡Jesús... se ha desmayado! -balbució doñaSalomé, examinando a su amiga que aún estabaen brazos del otro.

-Esto no será nada, señora... -exclamó el des-conocido-. Señorita...

Page 195: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-El susto ha sido tan grande... -dije yo- y gra-cias a que no se atrevieron a seguirnos. ¡Pobresseñoras, si hubieran venido solas!

-¿A dónde llevamos esto? -preguntó el com-pañero del duque, dando algunos pasos con ladesmayada en brazos, tan sin trabajo cual sifuese una pluma.

Pareció perplejo el duque, y como no acerta-ra a indicar una resolución conveniente, elcompañero dijo:

-Vamos allá. Adelántate y llama.

Hízolo así Alagón, y no habíamos andadoveinte pasos siguiendo todos al generoso caba-llero, cuando se abrió una puerta, y Alagónprimero, después su compañero con la niña enbrazos y detrás doña Salomé y yo, penetramosen una hermosa pieza iluminada por dos luces.Un hombre y una mujer encontrábanse allí,ambos en pie y tan respetuosos que por lo ca-

Page 196: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

llados y circunspectos parecían estatuas. Veíaseen el fondo una puerta entreabierta, por la cualapareció el rostro de una mujer de tan acabadahermosura que a pesar de lo apurado del lance,no pude menos de fijar en ella mis ojos. De lapared pendía una guitarra.

El compañero del duque depositó su precio-sa carga en una silla. Callaban todos: el desco-nocido pidió un vaso de agua, mientras doñaSalomé, observando que la muchacha empeza-ba a dar señales de vida, hacía esfuerzos porreanimarla, diciéndole:

-Presentación, vuelve en ti. Eso no es nada...¿A ver? ¿Te has hecho daño?...

-Vamos, beba Vd. un poco de agua -dijo eldesconocido, acercando el vaso a los labios dela joven, que recobraban poco a poco su vivocarmín, así como las descoloridas mejillas.

Page 197: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

Cuando la muchacha bebía, observé al gene-roso galán, que solícitamente sostenía con sumano izquierda la cabeza de la joven, mientrasle daba de beber con la otra. Era un hombreadmirablemente formado, de cuerpo estatuarioy arrogante. Su edad no pasaría de los treinta ydos años, hallándose, según la apariencia, enaquella plenitud de la fuerza, del vigor y deldesarrollo físico que marcan el apogeo de lavida. Vestía sencillo y elegante traje negro porentero y ancha capa, que habiéndosele caído enlos primeros momentos del lance, fue recogidapor el duque. Sus ojos eran negros, grandes yhermosos, llenos de fuego, de no sé qué inten-ción terrible, flechadores y relampagueantes.Bajo sus cejas, semejantes a pequeñas alas decuervo, centelleaba deshecho en ascuas mil porlas movibles pupilas, el fuego de todas las pa-siones violentas. Su nariz era desenfrenada-mente grande, corva y caída; una especie devoluptuosidad, una crápula de nariz. La carne,superabundante había crecido, representando

Page 198: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

con fértil desarrollo su preponderancia enaquella naturaleza. El labio inferior que avan-zaba hacia fuera, parecía indicar no sé qué insa-ciabilidad mortificante. La personificación de lased habría tenido una boca así. Una línea másde desarrollo, y aquel belfo hubiera tocado enla caricatura. Observándole bien, se veía en latal fisonomía, peregrina mezcla de majestad yde innobleza, de hermosura y de ridiculez. Ten-ía de todo, y era difícil deslindar en aquel ros-tro híbrido las líneas pertenecientes a las gran-des razas de las que pertenecían a la degenera-ción propia de todo lo humano. Por su mandí-bula inferior se filiaba remotamente con CarlosV, mas por sus ojos truhanescos y las patillascortas, se iba derecho a la majería. El cráneo erabien conformado, el pelo negro y corto, conmechoncillos vagabundos sobre la frente y sie-nes. En suma, el perfil de aquel hombre solíaverse en las onzas de oro.

Page 199: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

Presentacioncita, abriendo los ojos, demostrótal asombro al verse en aquel desconocido sitioy ante personas extrañas, que creímos se iba adesmayar de nuevo.

-Ánimo -le dijo el belfo-, ánimo, señora mía,eso no es nada.

-¡Ah!... ¿quién es Vd.? Gracias, caballero...¿En dónde estoy? -balbució la muchacha-. ¡Ah!,doña Salomé... Sr. de Pipaón... Están aquí... creíque me habían abandonado.

-Aquí estamos, sí, niña querida...

-Pero al instante nos vamos a marchar-afirmó con febril impaciencia la de Porreño-.Presentación, prueba a levantarte.

-Señora doña Presentacioncita -dijo el belfosonriendo-, no hay prisa. Descanse Vd. un po-co.

Page 200: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-Vámonos, vámonos -añadió doña Salomé-.Hija, haz un esfuerzo y levántate. ¿Puedes an-dar?

Presentación dio algunos pasos: cojeaba unpoco, a causa de una leve torcedura en el piederecho al caer; pero andaba. Volviose para darlas gracias al incógnito caballero; yo tambiénquise decirle algo por pura fórmula, pero nosmiramos unos a otros con sorpresa. El caballe-ro, volviéndonos la espalda, desapareció por lapuerta que había en el fondo.

-Gracias, muchas gracias, señores -dijo Pre-sentación, dirigiéndose al duque.

-Por aquí -indicó este, que sin duda deseabaque nos marcháramos-. Yo acompañaré a Vds.hasta la calle de Toledo.

-Por aquí... a la calle... gracias, mil graciasseñor duque.

Page 201: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

El duque, mientras las dos mujeres salían, seme puso delante y abriendo mucho los ojos,aplicó de nuevo el índice a los labios.

Salimos y los minutos nos parecían siglos,porque Presentacioncita andaba muy despacio.Era ya tarde, por cuya razón a las contrarieda-des expuestas se unía la pavorosa contrariedaddel sermón que nos esperaba cuando nuestraspecadoras frentes se pusieran al alcance de losojos de la señora condesa y nuestros oídos alblanco de la grave voz de doña María de la Paz.Al pensar en esto, los tres no teníamos más queun deseo: que la tierra se abriese haciéndonos elfavor de tragarnos.

Pero la Providencia que nunca abandona alos débiles, nos sugirió ingeniosísimas trazaspara salir del paso, y fue que discurrimos sacardel propio mal el remedio, achacando la tar-danza a la misma torcedura del pie de Presen-tacioncita, cuya invención, llevada a feliztérmino por mi elocuencia ante las dos irritadas

Page 202: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

matronas, tuvo el éxito más completo que pue-da imaginarse.

-Es claro... ¡cómo habíamos de venir a tiem-po!... Bajamos la escalera... Presentacioncita dioun paso en falso. Subimos otra vez... La Mar-quesa no quería dejarla salir... Se buscó unsimón; el simón no parecía... Se sacó la litera demano; estaba rota... Discurre por aquí, discurrepor allá... Yo estaba en ascuas y quise venir aavisar para que no se asustaran Vds... En fin,demos gracias a Dios de que no se rompiera unpie.

-¿No puedes andar? -preguntó la condesa asu hija con desabrimiento-. Esta sí que es fiesta.Estamos convidadas para la función de mañanaen la Trinidad.

-Con manifiesto y asistencia de Su Majestad-repitió doña María de la Paz-. Y es preciso irsin remedio. Yo al menos no puedo faltar, por-que el prior nos ha prometido que podremos

Page 203: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

hablar a Su Majestad y entregarle nuestrosmemoriales.

-Mañana -repetí-. También yo he recibidoinvitación de los padres. ¿Con que van ustedesa la Trinidad?

-¿Puedes andar, Presentación? ¿Puedes an-dar, sí o no? -preguntó con afán indescriptibledoña Paulita.

La niña se levantó resueltamente y dio algu-nos pasos por la habitación con pie seguro.

-XVII-¿Cómo había yo de faltar a la función de los

Trinitarios, si era hombre que a ninguno cedíaen religiosidad ni perdonaba medio de que seme tuviese por escrupuloso guardador de lospreceptos y prácticas de la Iglesia? Además,poco antes había sido nombrado prioste de la

Page 204: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

archicofradía de Luz y Vela, y como tal me co-rrespondía asistir a la función y acudir al pórti-co de la iglesia, donde habíamos puesto el mos-tradorcito con varios objetos devotos y otrosprofanos, que al son de trompeta y tamboril sevendían o rifaban para atender a los gastos dela corporación.

Desde muy temprano estaba yo con mi cintaal cuello, espetado en el pórtico, en compaña demis colegas el señor licenciado Moñino, de lasuprema Inquisición, D. Felipe Rojo, racioneromedio de Toledo y el sub-colector de espolios,D. Vicente Barbajosa. El gentío era inmenso, yse agolpaba en las distintas puertas del edificio,estorbando el paso de los fieles, lo que perjudi-caba mucho la venta.

En el atrio del convento estaba el zaguanetede la Guardia de la Real persona. No tardó enaparecer Su Majestad, desplegando en su per-sona y comitiva tanta pompa y aparato, que sesentía uno orgulloso de ser español y llamarse

Page 205: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

vasallo de quien por tal modo y con tal grande-za representaba en la tierra la autoridad ema-nada de Dios. Daba gusto ver aquella fila decoches, tirados por sendos pares de caballos atres pares cada uno. Cada individuo de la Fa-milia Real iba en el suyo, resultando una proce-sión que cogía medio Madrid, con la multitudde batidores, correos, lacayos, escoltas, carrua-jes de respeto, palafreneros, caballerizos y de-más figuras admirables que recreaban la vista yel alma. ¡Qué profusión de uniformes, cuántoplumacho y galón, qué diferentes clases desombreros, de uniformes, de caras, de arreos!Parecía que le trasportaban a uno al Oriente, o alas pomposas fiestas de la India. ¡Feliz nación lanuestra, que tal magnificencia podía ofrecer alos aburridos ojos de los súbditos, para que sealegraran y diesen gracias a la Divina Provi-dencia por haber hecho de nuestros reyes losmás rumbosos y magníficos de la tierra! Allí seveía la grandeza de nuestra nación, allí sus in-mensos tesoros, allí su dignidad excelsa, allí la

Page 206: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

representación más admirable de su gran po-derío. ¡Viva España!

Formaron los guardias (a quien entoncesllamaba el vulgo los chocolateros, no sé por qué),y el estrépito de tambores y clarines llenaba losaires. Tales sones y el limpio sol que inundaraaquel día las calles, daban a la regia comitivaesplendor y armonía celestes. Los gritos de ¡vi-va el Rey absoluto! resonaban por doquiera.¡Oh, feliz consorcio de la monarquía absoluta yla religión santísima! ¡Quiera el Cielo que exis-tan luengos siglos y que estas dos instituciones,hijas de Dios, vayan siempre de la mano y par-tiendo un piñón, para que los fieles cristianos ysúbditos del encantador Fernando vivamospacíficamente en la tierra, libres de revolucio-nes impías y de locas mudanzas!

Salió la comunidad con palio a recibir almonarca, y llevándole en procesión a un ca-marín riquísimo que le habían preparado en elClaustro, rogáronle que se adornase el pecho

Page 207: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

con media docena de escapularios y algunareliquia milagrosa de huesecillos o retazo desanto, lo cual como hombre piadosísimo, hizode buena gana. El infante D. Carlos y D. Anto-nio Pascual imitáronle, dirigiéndose despuéstodos, cirio en mano, a la vecina iglesia, dondeocuparon sus asientos en medio del respeto y laadmiración de los fieles.

Todavía me parece que le estoy mirando. Nopuedo olvidar aquella majestuosa figura arrodi-llada, con los ojos fijos en el Santísimo Sacra-mento en actitud tan edificante, que la mismaimpiedad se habría ablandado y convertidocontemplándole. ¡Con cuánta devoción atendíaa las sonoras preces, y con cuánta fe al sermónque predicó el padre Vargas, y en el cual nofaltó aquello de llamarle Trajano y Constantino,y de elogiar sus sabios dictamentos para dirigirsabiamente la nave del Estado! ¡Con cuánta uncióny evangélica mansedumbre besó las reliquiasque el padre Ximénez de Azofra le presentara,

Page 208: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

y dijo después las oraciones finales para implo-rar de Su Divina Majestad la gracia y el buenconsejo! Todos los presentes estábamos conmo-vidos, y parecía que se nos comunicaba algo dela celestial pureza de aquel varón insigne, antecuya preciosa cabeza se postraba mudo y sumi-so el pueblo escogido de Dios. ¡Oh qué gustoser español!

Concluida la ceremonia, pasó Su Majestad alcamarín, donde ya se había dispuesto una lu-josísima mesa, como destinada a boca y paladarde tal príncipe, y en la cual las viandas másapetitosas reclamaban la vista y olfato, recrean-do y extasiando el alma. No sé qué angelicalesreposteros pusieron sus manos en aquello; perolo cierto es que la tal mesa parecía destinada aservirse en los altos comedores del Paraíso,para regalo de las más excelsas potestades.Aunque allí como en los claustros no teníanentrada sino las personas convidadas, muchasdamas de lo más granado de Madrid, conseje-

Page 209: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

ros, generales, oficiales, marinos, presidentes ypriostes de las cofradías, capellanes de palacio,alguaciles y familiares de la Inquisición, canó-nigos de San Isidro y demás sujetos de viso, elgentío era grande, porque los trinitarios, deseo-sos de dar lucimiento a la fiesta, habían abiertomucho la mano en las invitaciones. No nospodíamos rebullir; todos querían ver los augus-tos semblantes de Su Majestad y Altezas. Losfrailes no cabían en su pellejo de puro satisfe-chos, y trataban de atender a todo.

Su Majestad no hizo más que probar algunosplatos; obsequió con dulces a las damas, dandomuestras, allí como en todas partes, de su ex-quisita galantería, y se retiró a la sala capitularpara despedirse de los bondadosos y humildespadres. Pugnaban los convidados por penetraren la sala, llevados unos del deseo de saciar susojos en la contemplación del rostro de nuestrosoberano, otros aguijoneados por el afán depresentarle memoriales. Gracias al padre

Page 210: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

Salmón, que se me apareció como emisario delcielo, pude penetrar en la sala, llevando conmi-go a la señora condesa de Rumblar con su hija ya las señoras de Porreño. Las cinco damas estu-vieron a punto de quedarse fuera. Sensible so-bre toda ponderación hubiera sido este acciden-te, porque la condesa iba a presentar al Rey unmemorial pidiendo una bandolera para su hijo,y doña María otro en pro de la tan deseada mo-ratoria.

¡Oh!, espectáculo sublime, y qué hermoso esver a un Rey, atendiendo con paternal solicitudal socorro de sus hijos, recibiendo las peticionesde estos y prometiendo satisfacerlas con gene-rosidad, con esa generosidad regia, que es unreflejo de la misericordia divina. Puesto Su Ma-jestad en un estrado que a propósito se habíaconstruido, el prior Ximénez de Azofra le pre-sentó un memorial, solicitando no sé qué mer-cedes para dos sobrinos suyos y dos cuñaditosde su hermana; y después que el bendito trini-

Page 211: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

tario cumplió los deberes domésticos, mirandopor el bien de su venerable parentela, fue pre-sentando al Rey uno por uno a todos los demáspostulantes, que ya habían convenido con él enlos pormenores de esta ceremonia. RecogióFernando las peticiones con tanta bondad, queera imposible contener las lágrimas viéndole. Atodos prometía villas y castillos, dirigía algunaspreguntitas, hacía el obsequio de una sonrisa,cuando no de palabras, y daba a besar su realmano con una llaneza que no desmentía la dig-nidad. ¡Oh qué inefable delicia ser español ysúbdito de tal monarca!

Cuando Ximénez de Azofra indicó a la seño-ra de Rumblar que se acercase, y vio Su Majes-tad a la grave madre y al lindo retoño, se rió deuna manera tan franca que todos nos queda-mos pasmados; y al recibir el memorial fijó losnegros ojos de fuego en Presentacioncita, lacual, turbada, azorada, trémula, vaciló y hubie-ra caído en tierra si no la sostuviéramos. Estaba

Page 212: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

la muchacha más roja que una cereza. Dirigioleel paternal y bondadoso monarca la palabra,preguntándole si tenía padre, a lo cual doñaMaría, hecha un mar de lágrimas, contestó queno.

Todos nos asombramos de la inmensa bon-dad del Rey, que en aquella pregunta como quequería constituirse en padre de todos los huér-fanos del reino.

Cuando nos retirábamos, Presentacioncitaestaba pálida como el mármol.

-¿Le vio Vd. bien? -me dijo en voz baja-. ¡Ay!Sr. de Pipaón, estoy asombrada, aterrada.

No pude oírla más, porque sentí que entre elgentío me ponían una mano en la espalda.

Era el duque de Alagón, que quería hablar-me a solas... pues no podía pasar mucho tiempo

Page 213: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

sin que él y yo tratásemos algo importante parael bien del estado.

-XVIII-A las dos del siguiente día estaba yo en Pa-

lacio. Enviome D. Antonio Ugarte, recién llega-do a Madrid, para que diestramente y conamañados pretextos observase lo que allí pasa-ba. Después de hablar con varios gentiles hom-bres y mayordomos, llevome uno de estos alsalón que precede a las regias estancias, y en elcual suele verse en días de audiencia gran ma-rejada de pretendientes que entran o salen. Pre-sentóseme allí el duque de Alagón, que lleván-dome a parte, me señaló un anciano que en elmismo instante salía de la Cámara Real.

-¿Conoce Vd. a ese? -me dijo.

-Es D. Alonso de Grijalva -contesté sin disi-mular mi disgusto-. ¡Maldito vejete! No puede

Page 214: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

dudarse que ha venido a implorar el perdón desu hijo.

-Y lo ha conseguido; yo puedo asegurarlo,porque estaba presente durante la audiencia.¿Creerá Vd. que el buen señor se ha echado allorar delante del Rey?

-¡Qué falta de cortesía!

-Su Majestad le ha recibido bien. Grijalvagoza de muy buena opinión: es realista ve-hemente.

-Vamos, que se ha salido con la suya.

-De una manera absoluta. Por esta vez, ami-go Pipaón... Además vino presentado por dospersonas de la primera nobleza y por el Patriar-ca, y precedido por una carta del Nuncio.

-¿De modo que se nos escapó Gasparito? -dije yo, tomándolo a broma.

Page 215: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-Sin remedio ninguno. Su Majestad se hamostrado tan decidido, tan categórico... Al des-pedirse, le dijo: «Puedes marcharte tranquilo atu casa, que mañana sin falta estará tu hijo enlibertad y se sobreseerá esa causa. Te lo prome-to, te lo prometo, te lo prometo». Lo repitió tresveces.

-¡Cómo ha de ser!... A lo hecho pecho... -dije,discurriendo en aquel mismo instante qué nue-vos medios emplearía para llevar adelante miplan.

Pero sacome de mis meditaciones el duquemismo llevándome de sala en sala, hasta una enque acostumbraban a reunirse los cortesanospara arreglar sus cuentas de favoritismo unoscon otros, sopesar su respectiva influencia yregodearse en común de ver la buena marchade los asuntos del gobierno.

Cuando entramos el duque y yo, había en elsalón cuatro personas; paseábanse juntos de un

Page 216: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

ángulo a otro en la diagonal de la estancia, Pe-dro Collado y D. Francisco Eguía, teniente ge-neral, ministro de la Guerra, anciano casidecrépito, aunque no privado aún de ciertaagilidad, y con una singular comezón de hablary moverse, que era el rasgo distintivo de suespíritu, así como la coleta y corcovilla lo erande su cuerpo. Formando grupo aparte, habla-ban por lo bajo sentados en un diván, D. PedroCeballos, ministro de Estado, y D. BaltasarHidalgo de Cisneros, ministro de Marina.

Detuviéronse Eguía y Collado al vernos, y elprimero, que no por ser de carácter inflexible yduro en los negocios públicos dejaba de mos-trar mucha llaneza en la conversación familiar,me dijo:

-¡Cuánto bueno por aquí! Me han dicho queva Vd. a la Caja de Amortización... Sea enhora-buena.

Page 217: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-Gracias, muchas gracias -repuse con modes-tia- Bien saben todos que no lo he solicitado.

-Bien hayan los hombres de mérito -dijo Co-llado-. Ellos no necesitan de recomendacionespara subir como la espuma.

-Nos hemos propuesto darle su merecido aeste tunante de Pipaón -declaró el duque concortesanía-, y poco a poco lo vamos consi-guiendo. Este va para ministro, Sr. D. Francisco.

-Lo creo, lo creo -repuso el anciano alzandola abatida cabeza y guiñando el ojo para mi-rarme-. Pero no le arriendo la ganancia... ¡SantoDios, qué laberinto, qué torre de Babel es unministerio!

-Lo creo, Sr. D. Francisco -dije con oficiosi-dad-. Pero sin su poquito de abnegación, no seconcibe al buen súbdito de Su Majestad.

Page 218: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-¡Oh!, es claro; nos debemos a Su Majestad...Pero a mis años, la enorme carga de un ministe-rio es insoportable... Precisamente en estos díasla balumba de asuntos puestos al despacho meha rendido más que una batalla.

-Pues es preciso cuidarse, Sr. D. Francisco.

-¿Querrá Vd. creer, Sr. Collado -dijo el gue-rrero gesticulando con desenvoltura-, que yaestán despachados todos los nombramientosque Vd. me recomendó en aquella minuta?...

-¿Las doce comandancias de provincias, seisplazas fuertes y no sé cuántas tenencias de res-guardos?... Pues la mitad de esas limosnas sonpara el señor duque que nos está oyendo.

-Vamos -continuó D. Francisco con socarro-nería- que por falta de pedir no se les pondrámohosa la lengua. Yo, que soy ministro, no hepodido satisfacer el deseo que ha tiempo tengode regalar un arciprestazgo al sobrino de mi

Page 219: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

cuñada. ¿Y por qué? Porque no me ocupo depedir, ni gusto de importunar por un miserabledestino.

-Se tendrá en cuenta -afirmó gravemente Co-llado.

-Hace pocos días -continuó el general- habléde esto a Moyano, y me dijo que Su Majestad sehabía reservado la provisión de todas las pla-zas.

-No es cierto, ¡qué enredo! -expresó el ayudade Cámara-. ¡Reservarse Su Majestad todas lasplazas!

-Quien se las ha reservado -afirmó el duque,con enojo- es el mismo ministro, el insaciable D.Tomás Moyano, que tiene media nación porparentela.

-¡Es gracioso! -dijo Eguía riendo-. Cuentanque ha despoblado a Castilla; que ya no hay en

Page 220: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

Valladolid quien tome el arado, porque los la-bradores todos han pasado a la secretaría deGracia y Justicia.

¡Cuánto nos reímos a costa del ministro au-sente! Yo, que no quería perder la coyuntura dedemostrar a D. Francisco Eguía la admiraciónque me causaba su desmedida aptitud para losasuntos militares, dije con gravedad:

-No me nombren a mí esos ministros que nose ocupan más que de la provisión de destinos,de colocar parientes y despoblar aldeas pararellenar secretarías. Tales hombres no hacen lafelicidad del reino... Señores, no todos los mi-nistros cumplen con su deber. Casi puede de-cirse que la mayor parte van por mal camino;casi, casi, se puede afirmar que uno solo... y nolo digo porque esté delante don Francisco Egu-ía... Cuantos me conocen estarán hartos de oír-me asegurar que de todos los secretarios deldespacho, el que con más celo se consagra a

Page 221: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

asuntos beneficiosos y de interés general, es elque nos está oyendo.

-Gracias, gracias -exclamó el guerrero, po-niendo su guerrera mano en mi hombro-. Hehecho lo que me ordenaban mis antecedentesmilitares.

-La verdad es que sólo el trabajo de las nue-vas ordenanzas basta a asegurar la reputaciónde un ministro.

-¡Y cuánto me han dado que hacer las talesordenanzas! -dijo D. Francisco, con voz hueca yponderativos ademanes-. Como que abrazabanmultitud de puntos delicados y que no era po-sible resolver a dos tirones. Ha sido precisodictar disposiciones nuevas, que no figurabanen nuestros antiguos códigos militares. ¿CreenVds. que es un grano de anís? Fácil era prohibira los soldados que cantasen las estrofas que lesguiaron al combate durante la guerra; pero ¿yla orden de rezar el rosario en cuerpo todos los

Page 222: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

días?... ¿y la serie de minuciosas instruccionessobre el modo de tomar agua bendita al entrarformados en la iglesia? Luchábamos con el vac-ío que la legislación militar ofrece hasta hoy eneste punto, y hemos tenido que hacerlo todonuevo.

-¡Es admirable! -exclamé-. Pero sírvale a Vd.de consuelo por su trabajo, la gratitud del ejér-cito.

-¿Qué deseo yo sino su bien? -prosiguió elvenerable militar-. Sabe Dios que me contristaen extremo el que se deban tantas pagas; peroeso no está en mi mano remediarlo.

-Ni en la de nadie -afirmó el duque.

-Pero váyase lo uno por lo otro -dije yo-. Sino cobran, en cambio el Sr. D. Francisco ha de-cretado la construcción de un hospital de in-válidos.

Page 223: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-Es verdad, también tengo esa gloria. Yo hedado ese decreto, y si el hospital no se constru-ye, no es culpa mía.

-Ni mía -repitió maquinalmente Collado.

-A falta de pagas -añadió Eguía con juvenilcomplacencia-, preparo una disposición, envirtud de la cual, cada año de campaña se cuen-ta como dos de servicio, lo cual tiene la ventajade que muchos militares noveles y que ahoraempiezan su carrera, pueden retirarse a suscasas con una pingüe cesantía... Vamos, no sequejarán.

-Sobre eso écheles Vd. las cruces reciente-mente creadas.

-Justamente -dijo D. Francisco-. Miren Vds.:no paré hasta no conseguir el establecimientode la Cruz de Lealtad de Valencey, con la cual seha premiado a los que acompañaron a Su Ma-jestad, mientras aquí ardía la más feroz de las

Page 224: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

guerras... En fin, en mi ministerio se ha trabaja-do. Sólo siento que mis años y achaques no mepermitan desplegar mayor actividad, y me ale-graré de tener un sucesor que no levante manohasta poner a nuestro ejército en el pie de mag-nificencia que le corresponde.

A este punto llegaba, cuando se acercaron anosotros el ministro de Marina y D. Pedro Ce-ballos.

-¿Quién va al cuarto del infante D. Antonio?-preguntó D. Baltasar Hidalgo de Cisneros,disponiéndose a salir.

-Corra Vd., corra Vd... -repuso el duque consandunga-. Su Alteza está muy impaciente porsaber el estado de la mar.

-Barcos no tenemos -indicó maliciosamenteCeballos- pero almirante...

Page 225: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-El Almirantazgo ha quedado constituido alfin -dijo Cisneros-, gracias a mis esfuerzos. Poralgo se empieza. Hay que tener paciencia.

-Es claro; los barcos se harán después -apunté yo.

-Gracias a Dios -indicó Cisneros-, ya tene-mos Almirantazgo. Precisamente acaba este detomar una determinación importante.

-¿Cuál?

-Ceder al infante los derechos que la corpo-ración percibe. Es una bonita renta.

-Lo que dice Pipaón -manifestó Ceballos-.Tiempo hay de hacer los barcos. La cosa nourge.

Cisneros no habló más y se retiró. Era unviejo caduco y tristón que no infundía ya sen-timientos de afecto ni de antipatía. Había esta-do en el combate de Trafalgar, mandando en la

Page 226: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

Trinidad, como Mayor General de Uriarte. En1810, hallándose de virrey en Buenos-Aires fuedébil, tan débil que permitió a los rebeldesformar una junta de gobierno, con tal que lediesen un puesto en ella. Pero los insurgentesamericanos, después que se apoderaron delgobierno y de las fuerzas navales, despidieronignominiosamente a Cisneros. Vuelto a España,no encontró un patíbulo, sino la capitanía gene-ral del departamento de Cádiz, que era un buenmomio, y después el ministerio de Marina. Cis-neros tenía pocos amigos. Apenas le traté, por-que su lúgubre tristeza me aburría en extremo.

-Si Cisneros y yo seguimos en Marina yGuerra -afirmó Eguía con petulancia-, hemosde poner a marineros y soldados, como antesdije, en el pie de magnificencia que les corres-ponde.

-Mientras no se encargue de calzar ese piede magnificencia el señor duque que está pre-sente... -dijo Ceballos mirando con maliciosa

Page 227: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

intención a Paquito Córdoba-. Mientras todo elejército de mar y tierra no vista y coma alcompás de los rollizos galanes de la guardia...El señor duque puede comunicar al señor mi-nistro de la Guerra su receta para engordarsoldados.

Con estas frases malignas, zahería el astutoministro de Estado al señor duque de Alagón.Hacía tiempo que no se miraban con buenosojos.

-La guardia de la Real persona -dijo PaquitoCórdoba- come lo que Su Majestad se dignadarle. En ella no hay un solo individuo quehaya metido su mano en la olla del Rey José, nien el puchero de las Cortes de Cádiz.

Esta saeta era muy punzante para Ceballos,que desde 1808 se había sentado a todas lasmesas. No contestó el ladino cortesano a la in-sinuación del duque y varió de conversación.Era Ceballos hombre instruidísimo en diploma-

Page 228: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

cia máxima y mínima; muy conocedor de lasgrandes vías, así como de los callejones de lapolítica. Reservándome para más adelante eltrazar su historia, diré aquí tan sólo, que era elmás instruido de los que allí estábamos presen-tes, sumamente listo, de semblante simpático ymodales muy finos, como de quien había cur-sado en diferentes cortes europeas, distin-guiéndose además por su aparente dignidad ycordura al tratar las cuestiones de Estado. De-testaba cordialmente la camarilla, a la cual lla-maba vil chusma, aunque nunca se atrevió acombatirla abiertamente, ni tampoco renunció asu apoyo cuando lo necesitaba. Más que odioinspirábale envidia la camarilla, porque podíamás que él. En cuanto a mi persona, en aquellasazón Ceballos me consideraba mucho, por elafán de congraciarse con Ugarte, a quien envi-diaba y temía. Así es que no bien disparole elduque la alusioncilla picante de su afrancesa-miento, entabló coloquio conmigo, mientras losdemás, se ocupaban de otro negocio.

Page 229: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-¿Con que va Vd. a la Caja de Amortización?-me dijo.

-Por mi parte nada sé -repuse con modestia-.Algunos me lo han dicho; pero puedo asegurarque no lo solicité, ni hasta ahora me lo han pro-puesto.

-Dígolo, Sr. Pipaón -añadió disimulando conuna sonrisita forzada y modales respetuosos eldesprecio que aquel fatuo sentía hacia mí-,dígolo, porque me parece una de las mercedesmás justas que se han dado en estos tiempos...Vamos a ver, ¿por qué no se viene Vd. con no-sotros?

-¿Al ministerio de Estado?

-Justo. Hombre, se lo he de decir a Ugarte, ami querido amigo el Sr. D. Antonio... Allí nece-sitamos hombres de actividad, hombres de in-genio despierto...

Page 230: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-Gracias, Sr. D. Pedro. Yo no sirvo para ladiplomacia.

Firme en mi propósito de no desperdiciar ri-pio para ganar la estimación de cuantos hom-bres figuraban, hubiesen figurado o estuviesenen vías de figurar por aquellos días, dije al donPedro:

-En el ministerio de Estado no pueden servirhombres legos y sin ninguna ciencia diplomáti-ca. Desgraciadamente en España tenemos tanpocas personas idóneas para este ramo...

-Es verdad.

-Tan pocas, que se pueden contar -repetí-, ysi nos concretamos al desempeño de la primeraSecretaría, no sé, no sé que haya más de uno...No lo digo porque me esté Vd. oyendo. Cuan-tas veces he hablado de esto con mis amigos leshe dicho: «Cítenme Vds. un hombre, uno solo

Page 231: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

que pueda reemplazar a D. Pedro Ceballos, sipor desgracia dejara la cartera de Estado».

-¡Oh!, es Vd. muy benévolo, Pipaón -dijo, nomuy sensible a mis lisonjas.

-Es la verdad -proseguí con calor-. Yo measombro de la delicadeza y dificultad de losnegocios diplomáticos en que hay que tratarcon naciones extrañas, y procurar engañarlas atodas si es posible... Cualquier ministerio puededesempeñarse fácilmente; pero el de Vd... Bienlo conoce Su Majestad, que al tolerar en las de-más secretarías a personajes tan nulos como D.Francisco Eguía -bajé la voz, aunque estabalejos-, pone en las de Estado, al único hombrede talento y saber que frecuenta estas salas...

-¡Qué lisonjero!

-¡La verdad! Vamos a ver. ¿No da risa ver alfrente del ramo de Guerra a ese grotesco señor

Page 232: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

de la coleta, que poco ha ponderaba las ridícu-las ordenanzas que ha dado al ejército?

D. Pedro Ceballos no pudo contener la risa.

-Calle Vd., calle Vd. -me dijo, haciendo alar-de de prudencia y compañerismo.

Luego bajando la voz, y tomándome el bra-zo para alejarnos más de los demás palaciegos,me dijo:

-Sea Vd. franco. Esa vil chusma, con la cualVd. anda a brazo partido, ¿ha dicho hoy algode la caída de Villamil?

-No ha dicho una sola palabra, Sr. D. Pedro:ellos no se franquean conmigo -respondí-. Sa-ben que les desprecio altamente...

-Se murmura que Villamil no durará dosdías. ¡Qué desventurado reino! Aquí no haynada seguro; vivimos a merced de esa gentu-za...

Page 233: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-Si yo no sé cómo Su Majestad tolera que esevil criado, ese libertino duque...

-Más bajo...

-Y no dudo que lo consigan -añadí con ma-gistral oficiosidad-. Será lástima que un minis-tro tan probo, tan entendido, tan decente comoel Sr. D. Juan Pérez...

-¡Oh! Yo pienso hablar al Rey hoy mismocon energía -dijo aquel hombre que no habíasido nunca enérgico más que para pasarse deun partido a otro-. Esta detestable servidumbre,que es autora de la bárbara política que se hacehoy, así como de las crueldades de los comisa-rios enviados a provincias por privada disposi-ción del Rey sin contar con nosotros; esa vilservidumbre, esa desastrosa política, repito...

No dijo más, porque se acercó a nosotros unnuevo personaje. Era el obispo de Almería, In-quisidor general.

Page 234: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-Bien venido sea el señor obispo -dijo donPedro ceremoniosamente.

-Felices, hijo mío -repuso el prelado son-riendo-; ¿esa salud cómo va? ¿Pero no anda poraquí el Sr. Collado?... ¡Sr. Collado!

Y dirigió sus miradas a un lado y otro sindejar la sonrisita.

El lacayo acudió presuroso mientras los pre-sentes besábamos el anillo a Su Ilustrísima.Tenía el de Almería un semblante de angelicalbondad, que al punto le ganaba las simpatíasde cuantos tenían la inefable dicha de tratarle.Hombre menudillo y achacoso, no dejaba poreso de ofrecer un aspecto verdaderamente pa-triarcal. ¡Bondadísimo varón! Viéndole, se sent-ía uno inclinado a las buenas acciones, a lamansedumbre evangélica, a la exaltación místi-ca y a la piedad. No salía de su boca palabraalguna que no fuese la misma devoción y uncompendio del Evangelio.

Page 235: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-No he querido retirarme sin hablar con us-ted -dijo a Chamorro-. Vengo de ver a Su Ma-jestad, y le he recomendado el asunto de lasseñoras de Porreño. Se presenta muy favorable;pero es preciso que me lo apoye Vd., pero queme lo apoye en forma, ¿estamos?

-Descuide Su Ilustrísima -repuso el ex-aguador-. Se atenderá con mucho gusto.

-También el Sr. Artieda lo toma con gran ca-lor -prosiguió el príncipe de la Iglesia, conbenévola sonrisa-; pero no me fío de Artieda,que es un poco falso. Vd. es más formal, Sr.Collado... ¡Ay!, como Vd. me descuide esteasunto... Son infinitas las personas de viso quese interesan por esas pobres señoras. Aquí pre-cisamente tenemos una.

El obispo me señaló. Inclineme respetuosa-mente.

Page 236: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-En efecto -dije-. Conozco mucho a esas se-ñoras y ya he dado algunos pasos... Es induda-ble que alcanzarán lo que solicitan... O hemosde poder poco, Ilustrísimo Señor, o lo hemos deconseguir.

-Es preciso hacer algo por los desgraciados -afirmó el Inquisidor, dando un suspiro, y po-niendo los ojos en blanco-. Esto es más que unfavor, Sr. Collado; es una obra de caridad... Nome descuide Vd. tampoco aquel asuntillo demis primas, ¿eh?

-Puede Su Ilustrísima ir sin cuidado -replicóel ex-aguador-. Todo se hará.

-Si no se tratara de obras de caridad, no mo-lestaría... -dijo el prelado en tono de protesta-.Pero, amados hijos míos, no se ven más quelástimas por todos lados... Yo quisiera atender atodo; pero soy un pobre pastor viejo que ape-nas puede ya con el cayado... Con que ¿que-damos en ello? -añadió con apresuramiento y

Page 237: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

afán de marcharse, porque había llegado lahora de la comida-. No necesitaré dar a ustednota escrita, ¿verdad?

-Tengo buena memoria -repuso el criado,besando de nuevo el anillo al noble prelado-.Téngala Usía Ilustrísima también para mí ensus oraciones.

Nos disponíamos a acompañarle hasta la sa-la inmediata, donde le aguardaban sus familia-res, cuando a él y a nosotros nos detuvo otrosujeto, también anciano simpático y venerable,que de improviso entró. Era don Tomás Moya-no, ministro de Gracia y Justicia, célebre porsus muchos parientes, que iban viniendo entribus invasoras de los pueblos de Rueda, Me-dina y La Seca, para acomodarse en la Admi-nistración. Había sustituido a Macanaz. Si hede decir verdad, era hombre altamente insigni-ficante, que por nada se distinguía, como nofuera por su obesidad. Al entrar hizo algunosgestos, como mandando a todos que nos detu-

Page 238: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

viéramos para comunicarnos algo de muchaimportancia, y antes que le preguntáramos, dijoa voces:

-Aquí llevo el decreto para que lo firme SuMajestad.

-¿Qué decreto? -preguntaron varios con cu-riosidad suma.

-Señores -exclamó declamatoriamente-, feli-citemos todos al señor Inquisidor general por lamerecida distinción con que acaba de agraciarleSu Majestad.

-Nada más justo -dijo Ceballos, descifrandoel enigma y haciendo una cortesía al digno pre-lado-. Su Majestad ha concedido a Su Ilustrísi-ma la Gran Cruz de Carlos III.

-¿Y eso era?... -balbució el pastor-. Pero ¿enqué están Vds. pensando?... ¡Darme a mí la

Page 239: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

gran cruz, a mí, que estoy muy lejos de mere-cerla, cuando hay tantos otros!...

-Fue idea mía, señores -dijo Moyano con va-nidad indescriptible-. Anoche lo propuse a SuMajestad, y al punto... Hoy he extendido el de-creto -añadió pasando la vista por un papelescrito-, y no falta más que la firma... «En aten-ción a los méritos del muy reverendo, etc... y enpremio de su humildad apostólica...».

-En premio de su humildad apostólica -repitióCeballos-. Me parece admirable. Señor obispo,felicito a Usía Ilustrísima.

-¡Todo sea por amor de Dios! -exclamó elobispo juntando las manos.

Todos nos inclinamos, y aquello fue un corode felicitaciones y plácemes. Al santo y humil-de pastor casi se le saltaban las lágrimas depuro enternecimiento. Yo estaba también muyconmovido.

Page 240: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-En vez de ocuparse de dar cruces a los po-bres viejos achacosos -dijo el Inquisidor, con esetono de represión benévola y delicada que seemplea para condenar aparentemente las cosasque más nos agradan-, debiera Vd. ocuparse,Sr. Moyano, de expedir de una vez ese decretoen que Su Majestad nos concede el uso diario yconstante de nuestra venera.

-Es verdad -repuso Ceballos-, pero ya hemostratado en Consejo este asunto. No se puedehacer todo de una vez.

-Se ha despachado primero la creación de laCruz de Valencey

-dijo Eguía.

-La Cruz de los Persas nos ha dado tambiénmucho que hacer -añadió Moyano.

-Y la Cruz del Escorial.

Page 241: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-Pero la de los señores inquisidores quedarádespachada bien pronto, y podrán usar su dis-tintivo diariamente, como los caballeros de Ca-latrava y Santiago, a fin de que sean conocidosdel pueblo y respetados y considerados comomerece ese alto instituto.

-La visita que Su Majestad nos hizo el otrodía -dijo con dulzura el prelado-, dignándosever y fallar varias causas, sentado al lado nues-tro y compartiendo nuestras fatigas, debía se-ñalarse con una distinción solemne hecha alSupremo Consejo. Así entiendo yo la cruz quese me ha dado, señores: se ha querido honrar atoda la corporación, honrando a este indignosoldado de la fe. Doy las gracias a los generososministros que se han acordado de este humildesiervo de Dios; y pues nobleza obliga, suplico alos señores ministros presentes que me acom-pañen hoy a la mesa.

-Yo acepto -dijo D. Pedro Ceballos, con cor-tesana desenvoltura-. Desde el banquete que Su

Page 242: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

Ilustrísima dio al Rey el día de la célebre visita,corre por estos barrios la noticia de que el coci-nero del Inquisidor general es uno de los mejo-res de Madrid.

-Un pasar decoroso y nada más -repuso elprelado-. Con que señores, ¿no hay otro de us-tedes que quiera hacer penitencia?

-Harela yo también, señor obispo -dijo donFrancisco Eguía, estrechando fervorosamente lamano que el reverendo le alargaba.

-Por mi parte, no desairaré a Su Ilustrísima -manifestó Moyano, lleno de piedad cristiana-.El despacho con Su Majestad será breve.

-Señor duque -dijo Su Ilustrísima, despi-diéndose-. Sr. Collado, Sr. Pipaón, mil bendi-ciones para todos y mil millones de gracias porsus bondades.

Salieron.

Page 243: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-¡Id con Dios!... ¡Fuera, fuera, vil chusma!-exclamó el duque, moviendo los brazos comocuando se espanta una turba de insectos impor-tunos-. Esta sí que es vil chusma.

-Los pobrecitos se contentan con lo que lesdan -indicó Chamorro, sonriendo-. La verdades que no son muy molestos.

-Ya Ceballos da por muerto a su compañeroy amigo Villamil -dije yo-. Ese fatuo insoporta-ble me ha pedido noticias, y dice que esta no-che piensa echar a Su Majestad un discursitoacerca de la vil chusma.

-Ya veremos -afirmó Alagón, haciendoademán de pegar.

-Después lo veremos -repitió el ex-aguador.

-Y qué tal, Sr. Collado -preguntó Paquito-,¿ha podido Vd. conseguir algo esta mañana?

Page 244: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-Así, así -repuso el lacayo, rascándose lasien-. Todavía no se acaba de convencer.

-Se le ha puesto entre ceja y ceja que Villamiles un hombre necesario, y apéele Vd. de esaburra -dijo el duque.

-Creo que esta noche le convenceremos-indicó el aguador-. Ya esta tarde, cuando levestimos, parecía más inclinado...

-¿Ha habido piano esta tarde? -preguntó conafán el capitán de la guardia.

-Un poquitín de forte piano. -replicó malicio-samente el lacayo.

-¿Y esta mañana?

-Rasca y más rasca... No se le podía meter eldiente. Artieda, por importuno, se llevó unarociada de vocablos, que si fuera de palos no lequedara hueso en su lugar.

Page 245: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

Esto necesita una explicación. Los favoritoshabían observado que cuando Su Majestad, alsentarse junto a la mesa de su despacho, movíavolublemente los dedos sobre ella, como quientoca el piano, modulando al par entre dientesun sordo musiqueo, estaba en excelente dispo-sición para conceder lo que se le pedía. Por elcontrario, cuando se rascaba la oreja o se pasa-ba la palma de la mano por la frente, era casiseguro que negaría la petición. Ajustaban todoshábilmente su conducta a estos externos signosdel humor del príncipe, y por tal ley se regíanlos sucesos. Un gran movimiento en palacio,excesivo flujo y reflujo de intrigas, febril activi-dad en los excelsos camarilleros, indicaban queera día de piano.

-Esta tarde vamos a paseo -dijo el duque-, ydaré otro ataque. ¿Qué órdenes hay para estanoche?

-Come solo.

Page 246: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-Mejor. Ya me ha dicho que no irá al teatroen toda la semana. Habrá tertulia -murmuró elduque reflexionando-. No falte usted a la tertu-lia, Pipaón.

-Ni tampoco el Sr. Ugarte -dijo Chamorrolevantándose.

-No faltará -aseguré yo.

-Voy adentro antes que me llame -añadió elaguador-. Hasta la noche, señores.

-Hasta la noche.

Luego que nos quedamos solos, el duque medijo:

-Que no deje de venir esta noche D. Antonio.Es hombre a quien cada vez estima más Su Ma-jestad. Personas de tales prendas debieran po-seer por entero la confianza de los Reyes; no eseestúpido Chamorro...

Page 247: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-¡Ah! Vd. piensa como yo... -dije adaptán-dome rapidísimamente, según mi costumbre, alas ideas de mi interlocutor.

-¿Qué?

-Que ese Chamorro es un bestia.

-Un dromedario, en cuya joroba no vendríanmal todos los palos que él daba a su pollinocuando traía agua de la fuente del Berro.

-Quién sabe... puede que el palo esté ya cor-tado de la rama y alguien esté afilándole losnudos...

El duque se echó a reír, marchando ya haciala puerta, para ir a la Cámara regia.

-Si de mí dependiera... Cuidado, amiguitoPipaón -añadió cautelosamente- con dejar en-trever a ese avestruz el asuntillo de que habla-mos ayer en la Trinidad.

Page 248: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-¡Oh, el asuntillo! ¡Y qué asuntillo, señor du-que! -exclamé restregándome ambas palmas delas manos una con otra, y alzando los hombros.

El duque se puso el índice en la boca, y cor-dialmente se separó de mí. Poco después estabayo en casa de D. Antonio Ugarte, contándoletodo lo que había visto y oído.

-XIX-A las nueve de la noche pisaba yo la Cámara

real, aquella deslumbradora cuadra, colgada yornada de amarillo, en cuyas paredes los máshermosos productos del arte (todavía no sehabía formado el Museo del Prado) recibíandiariamente, como gentil holocausto, el humode los mejores cigarros del mundo. Diversosbustos de príncipes de ambos sexos puestossobre las mesas, alegraban la estancia con suscaras satisfechas. Las miradas de sus ojos de

Page 249: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

mármol parece que confluían al centro, y secontemplaban unos a otros, a veces risueños,ceñudos a veces, según estaba festiva o lúgubrela tertulia. Casi en el centro de uno de los teste-ros, media docena de hombres desvergonza-dos, sucios, casi desnudos unos y harapososotros, con semblante estúpido y ademanes in-cultos todos, se reían de la tertulia constante-mente, embrutecidos por el vino. Eran Los Bo-rrachos de Velázquez. A veces aquellos hombrespuestos en alto, entre los cuales el del centroescrutaba con su mirar insolente toda la sala,parecían una especie de tribunal de locos. Enun rincón, junto al hueco de la ventana, refu-giado en la sombra y casi invisible estaba unhombre lívido, exangüe, cuya mirada oblicua loabarcaba todo desde el ángulo oscuro. Vestíade negro y en una de sus manos llevaba unrosario. Era Felipe II, pintado por Pantoja. Anteaquel retrato se detuvo en pie Napoleón, con-templándolo con atención profunda un día deDiciembre de 1808.

Page 250: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

Cuando yo entré en la Cámara Real, Su Ma-jestad estaba sentado en un sillón a poca dis-tancia de la chimenea encendida; tenía la cabe-za echada hacia atrás, de modo que miraba altecho, dirigiendo hacia él el humo de su ciga-rro. A espaldas de su señor estaba Pedro Colla-do, y no lejos Artieda, que era menudillo y algocompungido, de semblante un poco aclerigado,ya viejo, tardo en hablar y en moverse, pero deojos muy observadores. El duque había entradoconmigo. Saludamos al Rey, distinguiéndomeyo por mis exageradas muestras de veneracióny amor, a estilo Lozano de Torres (aún no esocasión de hablar de este personaje). Fernandome recibió con aquella placentera bondad quele reconocen amigos y enemigos, y luego en eltono más campechano del mundo nos dijo:

-Duque, siéntate... Siéntate, Pipaón.

Volviendo la cabeza a un lado y otro, aña-dió:

Page 251: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-Collado y Artieda, sentaos.

Los dos venerables criados, el prócer ilustrey yo, humilde hijo de labradores, nos sentamosfrente al poderoso en los divanes que había aun lado y otro de la chimenea.

Puso Fernando una pierna sobre la otra(¡cuán presentes tengo estos detalles!) y retor-ciendo el cigarro en la boca, dejó caer de susaugustos labios estas palabras:

-¿Qué se dice por ahí?

-Esta tarde -replicó Collado- han ido a comercon el Inquisidor general, D. Pedro Ceballos,Eguía y el Sr. Majaderano.

-¿Quién es Majaderano? -preguntó con indi-ferencia Fernando.

-El ministro de Gracia y Justicia -repusoAlagón-. Así le llamaba Gallardo en su graciosaAbeja.

Page 252: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

No nos reímos, porque el monarca permane-ció impasible. Al fin, sonriendo, dijo:

-¡Ceballos sentado a la mesa con el Inquisi-dor!

La señal fue dada. Todos soltamos la risa.

-¿Si querrá D. Pedro participar al preladocómo va la secta masónica de que es jefe? -dijoel duque.

-Yo había oído que era masón -afirmé conmalicia-, pero hasta ahora no sabía que era elPapa de los Hermanos.

-Tan cierto como es noche -dijo Alagón, ob-servando el semblante de Su Majestad, queimpasible hasta entonces demostraba poco in-terés en la conversación.

-Lo que más asombrará al mundo -indicóCollado- es saber que los masones tienen sulogia en la casa misma de la Inquisición.

Page 253: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-Hombre, tanto como eso... murmuró el Reycon indolencia.

Todos fijamos en él la vista.

-Quizás se trate hoy de eso en la comida delInquisidor -añadió Paquito.

-Artieda -ordenó Fernando bruscamente-.Trae cigarros.

El lacayo dio al Rey lo que este pedía, yhabiéndonos ofrecido a todos los presentes,fumamos. El humo de los cuatro cortesanosjuntábase con el del Rey en los oscuros ámbitosdel techo, donde hacían cabriolas media docenade dioses y ninfas pintadas por Bayeu.

-¿Qué habláis ahí de franc-masonería?-preguntó Fernando después de una larga pau-sa en que no se oía más ruido que el del enormereló cuya ancha esfera y pagana figura de bron-ce ornaban la chimenea.

Page 254: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-El señor ministro de Estado de Vuestra Ma-jestad lo podrá decir -repuso Collado.

-¿Qué hablas ahí, estúpido? -dijo Fernando,sacudiendo un poco su somnolencia.

-Señor -repuso el criado, apoyando los codosen las rodillas y observando el cigarro mientraslo volteaba entre los dedos, liando y desliandola ensalivada capa-. Los tontos y estúpidos sonlos que dicen las verdades. Vaya por las que hedicho a V. M. en ocho años.

-¿Hablabas de Ceballos?

-Sí señor.

-Decías que era franc-masón. ¿Acaso hayahora franc-masones? -preguntó el hijo de Car-los IV con viveza.

-Los hay, los hay -exclamó Collado-. Estamañana hablábamos el Sr. Pipaón y yo de lataifa de masones que va saliendo por todos

Page 255: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

lados, como mosquitos en verano y... que cuen-te el Sr. Pipaón lo que sabe.

-Pipaón -dijo el Rey con evidente deseo devariar la conversación y sonriendo picaresca-mente-, no entiende más que de cortejar mu-chachas bonitas.

Hice una reverencia a la bondadosa Majes-tad, única contestación que me era permitidodar a broma tan impropia de la gravedad de micarácter.

-Sí -añadió el señor de dos mundos, juntan-do la nariz con la barba-, con esa cara de Pascuaflorida y esa hinchazón de consejero de Castilla,es el mayor amparador de doncellas que hay enMadrid. Se mete en las casas más honestas, sacalos tiernos pimpollos, los conduce socolor demúsica y fiestas a los barrios bajos, los llevatambién a las procesiones, a las fiestas de losconventos...

Page 256: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-Señor, señor...

Yo no podía decir otra cosa, humillando mifrente de vasallo, ante la sonrisa de quien mehonraba dejando caer sobre mí las relucientesascuas de sus burlas reales. De repente aquelloscortesanos tan diestros, tan hábiles en el cono-cimiento de las conveniencias de la cámara, asícomo de la caprichosa voluntad de su señor enla marcha de los diálogos que allí se sostenían,dejáronme solo en presencia de Su Majestad. Elduque llevó a los dos criados al otro lado de laestancia.

Hubo una pausa. Fernando contemplaba eltecho, y al fin, como quien sale de honda dis-tracción, mirome fijamente y preguntó:

-¿Qué decías?

-Señor, Collado ha apelado a mi testimonioen apoyo de sus opiniones sobre la franc-masonería, y yo debo decir...

Page 257: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-Que todos son masones, y yo el jefe deellos... ¿Te ríes? Pues no falta quien lo aseguraasí.

-¡Oh!, señor, antes que pronunciar tal des-acato, mis labios callarían para siempre.

-La verdad es que hay un Oriente en Grana-da, del cual es presidente el conde del Montijo...-continuó el Rey.

-Justamente, señor y...

-Y en el cual parece andan también muchoshombres graves que no debieran ponerse enridículo... pues tengo para mí que eso de la ma-sonería es una farsa grotesca, que no conduce anada bueno ni a nada malo. Muchos son maso-nes para ocultar sus amores nocturnos -añadiócon viveza-; por ejemplo tú... Dime, ¿a qué lo-gia ibas anoche con aquellas dos damas?

-Señor... -repetí confundido.

Page 258: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

Indudablemente me puse como una cereza.Él dijo con mucha gracia:

-La desmayada se me presentó otra vez aldía siguiente en la Trinidad. Cojeaba un poco yestuvo a punto de caer segunda vez. Muchostropiezos son en tan poco tiempo.

-¡Oh!, sí, muchos tropiezos. Vuestra Majes-tad sabe ya quién es la madre, la hija, el herma-no, etc. En cuanto a la niña, no hay otra en Ma-drid ni más linda ni más graciosa.

-En verdad -indicó el Rey, dando a aquelasunto un interés inmenso-, sus facciones noson perfectas; pero la expresión de su cara esencantadora y el conjunto de sus facciones...

-¡Oh, seductor! ¿Pues y aquellos torneadosbrazos y aquel cuello de alabastro?...

-¡Y qué pie tan bonito! ¿No es verdad? -dijoFernando con sencillez suma, no menos engol-

Page 259: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

fado que un mozalbete en la contemplaciónimaginaria de la beldad soñada-. Paco no hapodido decirme los motivos de aquel bruscoencuentro; ¿a dónde ibais?, ¿de dónde veníais?

Comprendiendo que marchaba por buencamino, expuse a mi interlocutor los verídicoshechos de mi paseo nocturno, sin omitir nada,ni alterarlos, ni olvidar antecedentes ni móvilalguno, y en el momento en que pronuncié elnombre de Gasparito Grijalva, sorprendiosemucho y alzando la voz, me dijo:

-Hoy ha estado aquí su padre a pedirme queponga en libertad a ese niño. Es una buenaobra... lo he concedido al momento. ¿No creestú que es una buena acción? La pobre mucha-cha merece esta recompensa por su puro y no-ble amor.

Yo callé.

Page 260: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-¿No crees tú que es una buena obra ponerleen libertad?... ¿No crees que mañana mismo?...

Seguí callando y moví la cabeza en ademándubitativo.

-¡Cuán dulce prerrogativa es la del perdónen los reyes! -exclamé-. Dios se la ha concedidopara que sean superiores a las mismas leyes,que no tienen más que la de la justicia.

Fernando pareció fastidiado de mi pedanter-ía, y bruscamente me dijo:

-¿Qué crees tú? Dilo con franqueza.

-Mi opinión, señor -repuse con humildad-,no debe ser de ningún peso en las resolucionesde Vuestra Majestad, pero si me viera precisadoa darla...

-Ya la espero -afirmó con impaciencia aquelhombre prudentísimo que no quería nuncaproceder de ligero en sus resoluciones.

Page 261: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-¿No hay tiempo de poner en libertad a eseloco? -dije con la mayor osadía-. ¿Por fuerza hade ser mañana, señor?

-Verdaderamente es así. Pero yo prometí aese anciano la libertad de su hijo...

-¡Qué dulce prerrogativa es la del perdón!-repetí compungidamente-. ¡Y qué placer tangrande debe de experimentar el corazón de unmonarca al conceder mercedes a sus súbditossin omitir a los más grandes criminales! Lasalegrías que con una sola palabra produce,¡cuán benditas son! ¡Cuántas lágrimas se enju-gan! ¡Cuántos corazones palpitan gozosos! Elde Presentacioncita, en este caso, saltará dentrodel blanco seno, más por ver logrado su empe-ño que por amor al mancebo.

-Pues qué, ¿no está enamorada de ese cala-verón?... -preguntó con mucha viveza, honda-mente interesado en todo aquello que pudieracontribuir al bien de sus súbditos.

Page 262: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-No lo creo... Le tiene afecto, un afecto capri-choso y nada más. Es niña de mucha ambi-ción... Ha de saber Vuestra Majestad que tieneaspiraciones locas, insensatas...

-Aspiraciones locas -repitió-. ¡Vaya con laniña!

-Si Vuestra Majestad la tratase, si pudieraapreciar por sí mismo los vuelos de aquellaimaginación ardiente...

-La cojita no puede ser más mona -dijo, dan-do a sus ojos expresión semejante a la que enlos suyos tenía alguno de los individuos dellienzo de Velázquez-. ¡Y qué cuerpo tan bienformado!... Es una preciosidad... una joyita decarne y hueso.

Hablome en este tono largo rato, de-mostrándome su mucha afición a las artes, yprincipalmente a la escultura, de la que era es-pecial devoto.

Page 263: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-¡Y pensar que tales tesoros van a ser paraese tronera de Gasparito Grijalva! -exclamé yo-.Vamos, ¡quién le había de decir a ese calum-niador de Vuestra Majestad, a ese charlatánirreverente y desvergonzado que mañana mis-mo va a recibir de Vuestra Majestad generosí-sima el perdón de sus culpas, y que con elperdón va a entrar en el pleno goce de sus de-rechos amatorios!...

-¡Es su novio, su pretendiente!... ¡Cómo sedivierten esos chicos... que no son reyes!

-Y no la deja ni a sol ni a sombra. ¡Qué pesa-do es! Como la condesa le permite entrar en lacasa, allí está a todas horas el barbilindo cosidoa las faldas de su Filis. No puede la niña pesta-ñear sin que el moscón se entere...

-¡Hombre! -exclamó el Rey, dándose unapalmada en la rodilla-, me carga ese niño.

Page 264: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-¡Y qué lengua!... ¡Qué lengua! Es capaz derevolver a todo Madrid.

-En verdad, Pipaón, que si no fuese porqueprometí a Grijalva ponerle en libertad...

-¿Pero por fuerza ha de ser mañana? -meatreví a decir-. ¡Ah! Vuestra Majestad no sabeser generoso a medias, y por hacer bien, norepara que favorece a sus enemigos.

-No estaría demás que ese D. Gasparito, o D.Moscón, durmiese unas noches más en lacárcel, ¿qué te parece, Pipaón?

-Admirable: unos días más de cárcel, y des-pués se le pone en la calle... ¡Generosidad yprevisión! ¡Ejemplares virtudes que no debensepararse jamás!

-Dices bien; pero yo... -objetó Su Majestadsacudiendo el cigarro y pidiéndome fuego paraencenderlo-, pero yo quisiera servir al pobre y

Page 265: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

leal D. Alonso... Cuando yo estaba en Francia,me prestó varias cantidades sin interés ningu-no.

-Si Vuestra Majestad aprecia en algo mi pa-recer me tomaré la libertad de decirle que Gri-jalva tiene asuntos de más interés que el de suhijo, y en los cuales puede recibir inmensosfavores de su Soberano.

-¿Cuáles?, dímelo pronto.

-El de la moratoria que solicitan las señorasde Porreño... Conceder esa merced y dar golpeterrible a Grijalva es todo uno.

-¿Grijalva es el acreedor? -preguntó con an-helo.

-El mismo. Suponga Vuestra Majestad quégracia le hará esperar diez o doce años parapoder embargar los bienes de esas señoras...

Page 266: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-Porreño se comió su fortuna y la ajena, di-ose buena vida, y ahora sus herederos no quie-ren pagar... ¡Qué excelente sistema! Veo queesas señoras tienen talento, Pipaón -dijo Su Ma-jestad con expresión festiva.

-¡Excelente sistema! -repetí yo.

-¡Y sobre todo muy español! -añadió el Reyde las Españas, con un aplomo humorístico quea pesar mío me hizo reír-. Gastar lo propio y loajeno, vivir a lo príncipe, y después encastillar-se en la grandeza y dignidad de los títulos no-biliarios para rechazar el pago de las deudascomo una ignominia... ¡Oh, qué delicioso país yqué incomparable gente!

-Sin embargo, se dice que Grijalva no co-brará...

-Que sí cobrará... pues no faltaba otra cosa -exclamó Fernando con firmeza-. Se me presentala ocasión más bonita que pudiera apetecer

Page 267: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

para contentar al buen D. Alonso sin ponerle enlibertad al niño.

-Con lo cual se le hacen dos favores.

-¡Collado! -gritó el Rey volviendo el rostro.

Acudió el cortesano, y Su Majestad sin mi-rarle, le dijo:

-¿Apuntaste para mañana el sobreséase delhijo de Grijalva?

-Sí señor, aquí está -repuso Chamorro sa-cando un papel-. Esta noche pienso que pase alseñor Echevarri.

-No, no hay nada de lo dicho... ¡Artieda!

El ayuda de cámara se acercó.

-¿No fuiste tú quien tomó nota de la morato-ria?...

Page 268: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-Para pasarla al Consejo Real... Ya le he di-cho al señor obispo de Menorca y al señor Esc-óiquiz, que estaba concedida.

-Estúpido ¿quién te mandó prometer?...

-El señor Inquisidor general -dijo Collado-me la recomendó también con vivo interés...

-Perdone Vuestra Majestad -repuso Artiedahumildemente-. Sin duda yo entendí mal,cuando Vuestra Majestad se dignó acceder a lapetición que le hicieron el reverendísimo señorobispo de Menorca, el reverendísimo señorobispo de Astorga, y el reverendísimo Inquisi-dor general.

-¡Vete al diablo tú y tus reverendísimos!... -exclamó Fernando, con el rostro encendido porla ira, lo cual le acontecía a la menor incomodi-dad.

-Entonces... -balbució el ayuda de cámara.

Page 269: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-Entonces... -repitió el Rey, remedando, nosin gracejo, el aire contrito y el sonsonete que-jumbrón de Artieda- entonces quiero decir queno concedo la moratoria... ¿Lo entiendes? ¿To-davía quieren más los reverendos? Ya no lesqueda nada que pedir para sí, y piden morato-rias para sus tramposos amigos, tenencias deresguardo para los cortejos de sus sobrinas ybeneficios simples para los niños de teta de susseñoras amas...

-El señor obispo de Almería -dijo Colladocon timidez- me dijo que tenía tanto, tantísimointerés en que esas señoras... Y Su Ilustrísima...

-Basta de Ilustrísimas y de sobrinos deIlustrísimas -dijo Fernando con hastío-. Colla-do, quedamos en que no hay sobreséase para elhijo de Grijalva. Artieda, quedamos en que nohay moratoria para las señoras de Porreño...Ambas cosas negadas.

Page 270: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

Hubo una pausa. Los criados se retiraron ta-citurnos. Observé que desde el rincón de FelipeII, cuatro ojos me miraban con enojo.

Un instante después entró en la tertulia mimaestro y señor D. Antonio Ugarte.

-XX-Entró risueño, rebosando alegría, repartien-

do sonrisas, cautivando con su amabilidad detal suerte, que la tertulia sólo con su presenciaadquirió la animación de que antes carecía.Recibiole Fernando con mucho gozo, y despuésque cambiaron varias palabras, mitad en bro-ma, mitad en veras, diole el Rey las quejas porsu ausencia, a lo cual contestó Ugarte:

-Pues qué, ¿este tunante de Pipaón no dijo aVuestra Majestad que salí de Madrid a desem-peñar un encargo del señor ministro de Ru-

Page 271: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

sia?... Y a propósito, señor, ¿con que ya no te-nemos ministro de Hacienda?

-¡Ya no tenemos ministro de Hacienda! -replicó Fernando con afectación de pesadumbrefestiva-. Estamos sin ministro de Hacienda.¡Qué desventura! Di Ugarte, ¿tenemos aire querespirar y sol que nos alumbre?

Todos prorrumpieron en sonoras carcajadas,fórmula entonces la más gráfica de la adula-ción.

-¡Oh!, señor -dijo Ugarte con irónico acentodramático-, estamos muy mal. ¡El mundo sedesquicia!... ¿Qué va a ser del reino sin ministrode Hacienda?

-Como que no sabemos que dos y dos soncuatro si el ministro de Hacienda no nos lo di-ce... -añadió el Rey, produciendo nueva explo-sión de risas-. Pero recobra el aliento, queridoUgarte, que hay ministro.

Page 272: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-¿Quién, señor? ¿Se puede saber?

-El mismo, el señor alcalde de Móstoles.

-¡Oh! -exclamó Ugarte con cierta confusión-.Me habían dicho que el Sr. D. Juan Pérez sehabía ido esta tarde a tocar el órgano del pue-blo a que debe la celebridad.

-No hagas caso -indicó el Rey- no tengo mo-tivos para despedir a Villamil. Sólo que esta vilchusma, como dice Ceballos, es capaz con suschismes y enredos de trastornarme los ministe-rios todos los días.

-Pues por Madrid ha corrido la noticia-añadió Antonio I-. Por cierto que se daba a D.Felipe González Vallejo como sucesor de D.Juan Pérez.

-Eso quieren estos -dijo Fernando, señalandocon desdén a Alagón y a los dos criados-. Encaso de vacante, tal vez...

Page 273: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-Pues el consejo del duque me parece acer-tado -dijo Ugarte-. Vallejo es hombre que loentiende, aunque no lo parece. Es de esos cuyaapariencia engaña.

-¡Y tanto que engaña! -repitió Fernando conmalicia-. Cualquiera creería, oyendo a Vallejo,que es tonto solemne de siete capas. Se llevauno cada chasco...

-Casi siempre engaña la apariencia en loshombres de Estado -repuso Ugarte.

-Vamos, ya cogió D. Antonio su tema favori-to -dijo el duque riendo-. Va a hablar pestes deCeballos.

-No, nada de eso... Acabo de separarme de élen casa de unos amigos -replicó D. Antonio-.Tan guapote como siempre...

-Aquí -dijo el Rey sonriendo- se ha dicho es-ta noche que es el jefe de los masones.

Page 274: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-Como D. Pedro ha de estar en todo -repusoUgarte con mucho gracejo- nada tiene de parti-cular que esté también en la masonería. ¿No lellaman por ahí el indispensable?

-Y el cambia-colores.

-¿No ha figurado en todos los partidos desde1808?

-Vamos, no murmurar -dijo Fernando-. Semiente mucho y se dicen muchas falsedades.

-Ciertamente -añadió Alagón con punzanteironía-. Que D. Pedro Ceballos, después de serministro de Carlos IV y del Sr. D. Fernando VII,fue a Bayona y se vendió a Bonaparte... ¡false-dad! Que el Sr. D. Pedro Ceballos, acompañadodel masón Urquijo y del inquisidor Llorente,redactó la Constitución de Bayona... ¡falsedad!Que el mismo señor firmó la circular del 8 deJulio a los agentes diplomáticos, mandándolesreconocer al rey Botellas... ¡falsedad! Que el

Page 275: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

susodicho, volviéndose del revés, publicó uncélebre manifiesto en que ponía como ropa depascuas a Napoleón, a José y a Godoy... ¡false-dad! Que después ofreció sus servicios a lasCortes de Cádiz, las cuales le hicieron consejerode Estado... también falsedad y calumnia... Enfin, que mi hombre cansado de tantos naufra-gios, arribó al puerto del gobierno absoluto,donde echó el ancla e hizo bandera de...

-¡Alto, alto!... -exclamó con mucha zungaFernando VII-; alto, querido Alagón, que temetes en terreno de mi tío el almirante.

Todos prorrumpimos en alegres risotadas.

Un lacayo anunció la visita de dos persona-jes, diciendo:

-D. Pedro Ceballos, D. Juan Pérez Villamil.

Pocos minutos después, en la tertulia y pla-centero corrillo junto a la chimenea y alrededor

Page 276: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

de nuestro Rey, éramos siete; ocho, contandocon el astro hispano de que éramos satélites.

Villamil hablaba poco y era hombre muy se-rio. Ceballos, por el contrario, gustaba de recre-arse en sus propias palabras y era festivo, gra-ve, frívolo o sesudo, según el humor de susinterlocutores. El primero que rompió la pala-bra, sin embargo, fue el ministro de Hacienda,sin duda porque traía dentro del cuerpo algoque anhelaba echar fuera.

-Señor -dijo respetuosamente-. Por ahí se di-ce que he dejado de ser ministro de Hacienda.Como Vuestra Majestad no se dignó decirmenada esta mañana, vengo a saber si es cierto,para retirarme al sosiego de mi casa, de dondeno me gusta salir sino para el servicio de Vues-tra Majestad.

-¿Qué estás hablando? ¡Que dejas de ser mi-nistro! -exclamó Fernando con afectado asom-bro.

Page 277: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-Así se dice, señor.

-¿Habéis oído algo? -preguntó Su Majestad,recorriendo con sus ojos el círculo de semblan-tes que ante sí tenía.

-Yo no he oído nada...

-Ni yo.

Todos dijimos que no, haciéndonos los pas-mados.

-Ya estoy cansado de recomendar que no sehaga caso de paparruchas -dijo gravemente ycon mucha energía nuestro soberano-. Puesqué, ¿dejarías tú de saberlo, si no estuviese con-tento de tu ministerio? ¿Por qué había de ocul-tarlo hasta el momento de sustituirte?

-Eso mismo digo yo. Si Vuestra Majestad...

-¿Y qué tenemos de negocios? -dijo brusca-mente Fernando, interrumpiendo a su ministro.

Page 278: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-Los decretos que pasaron a informe delConsejo, están ya despachados -repuso Ceba-llos.

-¿Cuándo quiere Vuestra Majestad que sepubliquen? -preguntó Villamil.

-Cuanto antes, hombre. Ya deberían estarpublicados.

-No se dirá que no se trabaja en los ministe-rios -manifestó Ugarte, dirigiendo principal-mente sus miradas al secretario de Estado-. Ahíes nada la balumba de disposiciones que van apromulgarse estos días.

-Decreto prohibiendo las máscaras -dijo Ce-ballos-; decreto prohibiendo los periódicos;decreto encargando la educación de los niños ylas niñas a los frailes y las monjas; decreto re-comendando que se respete y venere a los mi-nistros del altar; circular mandando a los espa-ñoles que guarden la mayor compostura dentro

Page 279: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

de la iglesia; circular disponiendo que las seño-ras se vistan con modestia para asistir a las fun-ciones religiosas... en fin, la perturbación enque el reino quedó después de las Cortes, exigeque se trate de poner algún arreglo en esta so-ciedad... He enumerado las disposiciones queVuestra Majestad se ha dignado proponer yque se me entregaron en minuta escrita de supuño y letra... La previsión y tino de VuestraMajestad son dignos del mayor elogio. Los ci-tados decretos son convenientísimos y de gran-de aplicación en el estado del reino... Queda,sin embargo, mucho por hacer todavía. Noso-tros, como más en contacto que Vuestra Majes-tad con los negocios públicos y las necesidadesdel reino, hemos observado irregularidades yasperezas y situaciones anómalas y tirantes quedeben desaparecer.

Fernando oía con profunda atención a suministro de Estado, y los demás también.

Page 280: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-Explícate mejor -dijo el Rey-. Ya sabes quesiempre te oigo con gusto.

Inclinándose agradecido Ceballos, prosiguióasí:

-Aquello en que principalmente hay que po-ner mano es la irregularidad del gobierno delas provincias de Andalucía. Hay en Sevilla unhombre llamado Negrete, a quien todos cono-cemos, el cual domina allí como dictador, sindocumento alguno que acredite su autoridad,diciéndose emisario del gobierno y atropellan-do a todo el mundo del modo más inicuo. Laexageración y la saña son tan perjudiciales alEstado, como la tibieza y blandura excesivas.Las provincias de Andalucía están aterradas,señor, con la presencia de tal monstruo. Nosabemos qué magia terrible lleva ese hombre ensus palabras; pero es lo cierto que los propiosjueces tiemblan ante él. Llena ese vil los calabo-zos sin más ley que su capricho, y socolor deperseguir y exterminar a los liberales, comete

Page 281: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

los más infames atropellos. Él mismo formabrevemente las causas, asistido de viles sica-rios, y las falla en el tribunal de la Inquisición,donde se ha constituido en juez supremo...Ahora digo yo, señor, ¿puede esto tolerarse?...¿es posible gobernar a una nación de esta ma-nera? Vuestra Majestad no ha dado poderes aese hombre...

-¡Oh, no; seguramente que no! -dijo Fernan-do con aplomo imperturbable.

-Nosotros los ministros tampoco; el Consejotampoco: luego ese hombre es un falsario; esehombre es instrumento de algunos pérfidosque subterráneamente, o quizás de un modohipócrita, fingiendo interés por Vuestra Majes-tad, se complacen en sostener esta sangrientaintriga, que perturba el reino todo y hace odio-so el paternal gobierno establecido a costa detantos sacrificios.

Hubo una pausa. El soberano meditaba.

Page 282: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-Cosas de la masonería -indicó Ugarte.

Y repitieron todos.

-Cosas de la masonería.

En aquel tiempo, la culpa de todo se echabaal gato, es decir, a los masones.

-Yo encargaré a Echevarri -dijo al fin Fer-nando muy seriamente-, que se ocupe con em-peño de descubrir los autores de tales atentadosy en ponerles remedio.

Echevarri era el ministro de Seguridadpública.

Todos fijamos la vista en Su Majestad, quecontemplando el fuego, movía dulcemente loslabios, tarareando y sonriendo.

-Ceballos, ¿has visto hoy a Pepita? -dijo desúbito.

Page 283: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-¡Oh, sí! -repuso el cortesano, cambiando re-pentinamente de semblante y tono y poniendoen olvido como por encanto a Negrete y sustropelías-. La he visto. Está muy incomodadacon el duque por cierta canonjía.

-¿De veras? -preguntó Su Majestad riendo.

-Traslado la incomodidad al Sr. Collado -dijoel duque-, que en su afán ambicioso ha dejado aesa señora sin la prebenda que le prometí.

-¡Qué demonio! -exclamó perezosamenteFernando-. Dádsela, dadle cualquier cosa... Porno oírla se le podrían regalar dos mitras.

-¡Dos mitras! -dije yo-. Las tiene todas la ne-gra del Sr. Villela.

Más adelante hablaré del Sr. Villela, de sunegra y de las mitras de la negra del Sr. Villela.

-Como esa canonjía estaba ya dada-manifestó Collado-, pensé que le vendría bien

Page 284: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

a doña Pepita una superintendencia de Arbi-trios, y esta mañana le di la nota al Sr. Villamil.

-Se hará inmediatamente -repuso el hacen-dista.

-O se le dará la bandolera vacante -propusoAlagón.

-¿Pero hay todavía superintendencias deArbitrios? -preguntó humorísticamente el Mo-narca-, mejor dicho, ¿hay arbitrios todavía? Yopensé que todo eso pertenecía a la historia,según están las cajas del Tesoro de lisas y mon-das.

-Señor -dijo Villamil-, el estado del Erario nose oculta a Vuestra Majestad. El escaso produc-to de los impuestos no basta ni con mucho acubrir los enormes gastos, aumentados cada díacon la creación de nuevos destinos. El reino notiene recursos para costearse su ejército, ni sumarina, ni para dotar dignamente la Casa Real

Page 285: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

ni su regia guardia; España es pobre, pobrísi-ma; necesita los caudales de América para vivircon algún decoro entre las naciones de Europa.

-Y esos caudales de América, ¿dónde están?

-¡Ay, eso es lo que a todos nos contrista!Fácil sería gobernar la Hacienda, si Américanos enviase los tesoros que aquí nos hacen fal-ta. Esa gran canonjía de nuestra nación no hadurado todo lo que debiera. Reflexione VuestraMajestad, como Rey previsor, sobre la grave-dad de esta situación. La América está todasublevada, y las juntas rebeldes funcionan enBuenos-Aires, en Caracas, en Valparaíso, enBogotá, en Montevideo. Si Méjico está aún libredel contagio, los americanos de Washington seencargan de trastornar también aquel país, delmismo modo que el Brasil nos trastorna el Uru-guay, e Inglaterra nos revuelve a Chile. La in-surrección americana exige un gran esfuerzo,un colosal esfuerzo. Es preciso mandar allá un

Page 286: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

ejército; pero para esto, señor, se necesitan trescosas: hombres, dinero y barcos.

-¡Hombres, dinero, barcos!

-Lo primero no falta; pero ¿cómo los equipa-remos, y sobre todo, en qué buques les lanza-remos al mar? Vuestra Majestad no tiene en sumarina un solo navío que valga dos cuartos, ylos arsenales carecen de elementos para la cons-trucción.

-¡Risueño cuadro acabas de trazar! -dijo Fer-nando, hundiendo la barba en el pecho.

-Risueño no pero sí verdadero -afirmó D.Juan Pérez-. Si ocultase a mi Rey la verdad,sería indigno del afecto que Vuestra Majestadme profesa.

-Y que te profesaré siempre. Has habladocomo un buen ministro. Nada de fantasías nipalabras bonitas. Así me gusta a mí... Pues es

Page 287: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

preciso buscar dinero y buscar hombres y bus-car barcos.

-Señor, no olvide Vuestra Majestad -dijo Ce-ballos-, que si se lleva adelante la negociacióncon Inglaterra sobre la abolición de la trata denegros, o hemos de poder poco o nos han dedar una indemnización de muchos miles delibras.

-Es verdad: para resarcir los perjuicios de lostratantes de esclavos... A ver, Ceballos, Villamil-añadió Fernando con dulzura-, estudiad unplan, un plan cualquiera que mejore la situa-ción en que nos hallamos. A uno y a otro ossobra talento para eso y para mucho más... ¿Meentendéis? Discurrid un plan vasto, que nosproporcione los recursos necesarios para sofo-car la insurrección americana, bien sea creandoimpuestos, bien pidiendo dinero a los holande-ses o a los judíos de Francfort, bien lograndolos buenos oficios de alguna nación poderosa...en fin, ya me entendéis.

Page 288: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-Ya manifestaré más adelante a Vuestra Ma-jestad algo de lo mucho que he meditado sobreel particular -dijo Ceballos.

-Y tú, Villamil, discurre, trabaja, proponmealgo -prosiguió Fernando-. Por supuesto, nopuedes figurarte lo que me mortifica que hayascreído en esas ridículas hablillas acerca de tudestitución.

-Señor...

-Hablaremos más despacio mañana... Pue-des irte tranquilo y seguro de que sé apreciar tulealtad... ¡Oh, Villamil!... No abundan los hom-bres como tú... Vamos, otro cigarrito.

Diciendo esto Su Majestad, con aquella bon-dad peculiar, que indicaba tanta honradez ynobleza en su carácter, ofreció un cigarro a D.Juan Pérez Villamil.

-Gracias, señor, acabo de fumar.

Page 289: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-Enciéndelo para salir. Como este habrásfumado pocos... Mira, puedes llevarte todo elmazo -añadió ofreciéndoselo galantemente.

-Señor...

-Nada, que te lo lleves. Tengo gusto en ello.

Cuando D. Juan Pérez, apremiado por labondadosísima y gallarda fineza del Príncipe,tomaba los cigarros, yo sentía que un cuerpoduro tocaba mi codo. Era el codo del señor du-que de Alagón.

Villamil y Ceballos se levantaron para mar-charse.

-Que vengas mañana temprano -repitió elRey-. A ver si discurres algo. Y tú Ceballos, sives a Pepita... en fin, ya sabes: una superinten-dencia de provincia o la bandolera vacante... loque ella prefiera.

Page 290: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-En el despacho de mañana -dijo Ceballos,que se había quedado muy taciturno-, tendré elhonor de leer a Vuestra Majestad la contesta-ción que he dado a la nota de D. Pedro GómezLabrador.

-Sí, bueno, todo lo que quieras... mañana...adiós, ¡pero qué tarde es!... Podéis retiraros... yotambién me voy a recoger -dijo Fernando conimpaciencia.

Los ministros salieron y quedamos solos loscamarilleros.

-XXI-Apenas se cerró la puerta tras los dos re-

públicos, Fernando se levantó, y con las manosen los bolsillos, dio algunos pasos por la habi-tación. Ugarte le miraba sonriendo. Ninguno delos demás nos atrevíamos a desplegar los la-bios, y el silencio se prolongó hasta que el mis-

Page 291: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

mo soberano se dignara romperlo, preguntan-do:

-¿Qué dices a esto, Ugarte?

-Que admiro la paciencia de Vuestra Majes-tad -repuso el ex-bailarín-. Según el señor JuanPérez, ya no hay colonias, ya no hay soldados,ya no hay barcos, ya los españoles no tienenalma para vencer las dificultades. Sostendrátambién el abuelillo que ya no hay aire que res-pirar, ni sol en el cielo.

-La verdad es -dijo Fernando deteniéndosemeditabundo ante la chimenea- que no estamosen Jauja.

Y luego dando un suspiro, añadió:

-Hay que despedirse de las Américas.

-¿Por qué, señor? -dijo bruscamente Ugarte-.Se exagera mucho. Persona venida hace pocode allá, me ha dicho que toda la insurrección

Page 292: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

americana se reduce a cuatro perdidos que gri-tan en las plazuelas.

-Lo mismo me ha escrito a mí un amigo -añadí yo, forzando los argumentos de mi pa-trono-. Unos cuantos presidiarios, con algunosingleses y norte-americanos, echados por tram-posos de sus respectivos países, sostienen laalarma en aquellos lejanos reinos de VuestraMajestad.

-Pues id vosotros a reducir a la obediencia aesas dos docenas de facciosos -dijo el Rey.

-Señor, en resumen -manifestó Ugarte-,mande Vuestra Majestad a América, un ejército,un verdadero ejército, con una escuadra, en vezde medias compañías dentro de una goleta co-mo se ha hecho hasta aquí, y a los cuatro mesesse verán los resultados.

-¿Y ese ejército, dónde está? -preguntó fría-mente.

Page 293: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-¿Dónde están los vencedores de Napoleón?Parece mentira que Vuestra Majestad haga talespreguntas.

-Hombres valerosos no faltan; pero ¿cómo seles organiza, cómo se les viste, cómo se lesmantiene?

-Muy sencillamente -repuso Ugarte, alzandolos hombros-: organizándolos, vistiéndolos,manteniéndolos.

-Tú tendrás alguna mina. ¿Quieres decirmedónde está?

-Dos palabras, señor -dijo Ugarte, echando elcuerpo hacia adelante en su sillón y apoyandoel codo en la rodilla, mientras el Rey se sentabajunto a él-. He dicho a Vuestra Majestad la otranoche que me atrevía a organizar un ejércitoexpedicionario, siempre que tuviera para ello lacompetente autorización.

Page 294: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-Yo te la doy -replicó Fernando-. A ver dedónde vas a sacar ese ejército, y cómo lo vas asostener.

-Vuestra Majestad me dijo también la otranoche que consagraría a tal objeto y pondría ami disposición una parte mínima de las rentasreales.

-Es verdad.

-Pues el alistamiento se hará, señor -afirmóD. Antonio con resolución admirable-. No tieneque pensar más en ello Vuestra Majestad.

-Bueno, ya está el alistamiento. Ahora hazmeel favor de decirme si vas a mandar a Américaesos soldados en cáscaras de nuez.

-No señor, que los mandaré en magníficosnavíos y barcos de trasporte -repuso el arbitris-ta con una placentera y llana confianza que atodos nos dejó pasmados.

Page 295: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-Pero ya sabes que no los tenemos.

-Se compran.

-¡Se compran!... Y dice «se compran» como sicostaran dos pesetas.

La naturalidad admirable con que Ugartehacía frente a los mayores obstáculos, la frescu-ra, digámoslo así, con que todo lo resolvía yallanaba, no podían menos de cautivar el ánimodel Soberano, agobiado por el continuo clamo-reo de sus ministros. Todos los demás contertu-lios observábamos con verdadero asombro laprodigiosa iniciativa de Ugarte, y ante tantoingenio, ante tan firme voluntad, callábamos,confundidos.

-Pues es claro que se compran -añadió elproyectista-. Apostaría a que Vuestra Majestadva a preguntarme que con qué dinero.

-Justo.

Page 296: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-Pues yo respondo que, si poseo la confianzade mi Soberano, me sobrarán fondos en queelegir.

-Quizás cuentas con la indemnización quenos va a dar Inglaterra.

-¿Por qué no?

-Pero es para resarcir a los negreros.

-Eso es, pagar a los negreros y que se pier-dan las Américas. ¿No vale más dejarles sinindemnización, y conservarles los esclavos y lastierras?

-Está dicho todo -exclamó resueltamenteFernando, cediendo por completo a la seducto-ra sugestión de aquel brujo que prometía losimposibles y teñía con frescos y brillantes colo-res el entenebrecido horizonte de la política-.Está dicho todo. Tienes mi autorización parahacer el alistamiento, para tomar de la real

Page 297: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

Hacienda los fondos necesarios, para tratar dela compra de buques, vestuario y demás.

De aquella conversación, brotó el poderoculto que D. Antonio Ugarte tuvo durantealgún tiempo, y en virtud del cual, hasta llegó acelebrar tratados con potencias extranjeras encalidad de secretario íntimo de Su Majestad. Másadelante veremos cómo alistaba tropas y quétal mano para comprar buques tenía D. Anto-nio. Sus proyectos forman una página curiosaen la historia del absolutismo.

-Ya se ve -dijo después de una pausa, duran-te la cual observaba los dibujos de la alfombra-.Con hombres como Villamil las dificultades semultiplican. Al buen alcalde se le antojan susdedos huéspedes, y como en todas las ocasio-nes difíciles se asesora de Ceballos...

-El pobre Ceballos -dijo Fernando-, ha traba-jado como un negro en ese fastidioso asunto delCongreso de Viena. No se le debe criticar, y si

Page 298: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

no se ha conseguido más, no ha sido por culpasuya.

-Entre Labrador y Ceballos, como si dijéra-mos, entre Herodes y Pilatos, España estáhaciendo un papel ridículo en Viena.

-¿Pero qué puede esperarse de un plenipo-tenciario que ya ha mostrado no tener ni digni-dad ni carácter? -dijo el duque de Alagón-. ¿Nofue Labrador ministro de Estado en las Cortesde Cádiz, y después realista furibundo?

-Y al presentarse en Cádiz felicitó a las Cor-tes por el sabio Código que habían hecho -añadíyo.

-En manos de estos hombres que ayer eranliberales locos y hoy absolutistas rabiosos -dijoUgarte-, nuestra política exterior no puede me-nos de ser desastrosa. ¡Rutina incurable! Nues-tra nación, señor, ha de vivir siempre bajo lavigilancia interesada, mejor dicho, bajo la tutela

Page 299: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

de Inglaterra o de Francia. La primera trabajaporque perdamos las Américas y porque searruine nuestro comercio; la segunda no nosperdonará nunca el haber vencido a sus solda-dos, aunque fueran mandados por el generalBonaparte.

-En eso creo que tienes razón -dijo fríamenteFernando.

-Pues si tengo razón, ¿por qué no intentaVuestra Majestad estrechar sus relaciones conun poderoso imperio, bastante fuerte para serbuen aliado, bastante remoto para no disputar-nos nuestro territorio?

-Soy muy amigo de Alejandro -repuso elautócrata secamente.

-Pero esa amistad sería unión indestructible,si Vuestra Majestad, que seguramente no puedepermanecer soltero más tiempo, se enlazara conuna princesa rusa.

Page 300: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

Al decir esto, Ugarte había pronunciado laúltima palabra del atrevimiento. Hubo una lar-ga pausa. Observamos todos el semblante delRey, que con las piernas estiradas, las manos enlos bolsillos del pantalón y la barba sobre elpecho, indolentemente tendido más bien quesentado en el sillón, no se dignaba contestar nicon palabras, ni gesto, ni mirada ni sonrisa a laspalabras de Ugarte. Por último, le vimos moverlos brazos, luego alzar la cabeza, y aguardamoscon ansiedad vivísima el sonido de su voz.

-¿Te parece -dijo- que debo refrenar un pocoa Negrete?

-Las atrocidades del comisario secreto sontan grandes -repuso Ugarte-, que convendríaponerle a un lado y prescindir de sus servicios.Ceballos tiene razón. Están tan irritados losandaluces, que son capaces de volverse todosliberales, si ese verdugo sigue haciendo de lassuyas.

Page 301: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-La cuestión es delicada. Negrete tiene órde-nes mías, y si intentamos sujetarle por la vía delas autoridades legítimas, no es fácil que ceda.

-Para eso se manda un nuevo comisionado aAndalucía, un hombre hábil, enérgico, ingenio-so y muy discreto, Pipaón, por ejemplo -dijo D.Antonio mirándome.

-No -replicó vivamente Fernando, mirán-dome también-. Yo no quiero que Pipaón salgade Madrid por ahora. Ya se buscará otro comi-sionado. Después de todo, nada se pierde conque Negrete continúe sentando la mano algu-nos días más. Andalucía está infestada de jaco-bismo.

-Y Madrid también -afirmó el duque.

-Las sociedades secretas rebullen por todoslados.

Page 302: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-No será porque dejamos de tener ministeriode Seguridad pública -dijo con ironía el Rey.

-Echevarri encarcela a los mentecatos y dejaen libertad a los pillos. Los calabozos están re-pletos de tontos. Pero ¿qué ha de suceder si losprincipales personajes del gobierno están infi-cionados de liberalismo? Ceballos es masón,Villamil y Moyano no ocultan sus ideas favora-bles a un sistema templado como el de Maca-naz; Escóiquiz augura desastres; Ballesterosquiere que se dé una especie de amnistía; entoda España se conspira. Ábrase un poco lamano y las revoluciones brotarán por todaspartes como pinos en almáciga.

-Pues se cerrará la mano, se cerrará la mano-dijo Fernando incorporándose en su asiento-.Duque, pon algunas líneas mandando a Negre-te que siga aplastando el jacobinismo; pero conla condición de que no sea bárbaro... No sepuede confiar a nadie una comisión delicada...

Page 303: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

Artieda acercó un velador con recado de es-cribir, y bien pronto la tertulia se trocó en ofici-na. El duque tomó una pluma.

-Ugarte -añadió el Rey-, puedes redactar lasbases de la autorización que te doy para alistarel ejército expedicionario y demás. Me quedarécon tu borrador para meditarlo, y después tedaré la copia firmada.

D. Antonio tomó otra pluma. Acariciándosela boca con las barbas de esta, miró al Rey.

-Permítame Vuestra Majestad -dijo- que de-cline el grande, el insigne honor que quierehacerme, depositando en mí toda su confianza.

Fernando le miró con asombro, y los demástambién.

-De nada serviría mi abnegación, mi trabajo,mis grandes cavilaciones y proyectos -continuóel arbitrista-, si desde el principio tropezara con

Page 304: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

obstáculos insuperables. Yo he prometido aVuestra Majestad reunir tropas y equiparlas, ycomprar los buques necesarios para que vayana América...

-Pero una cosa es prometer, y otra...

-Es que no puedo pensar en el desarrollo demis proyectos, mientras sea ministro deHacienda el Sr. Villamil.

-¡Bah, bah! -exclamó Fernando con tono deindolencia y fastidio.

Hubo una pausa. Todos contemplábamos alRey, el cual, arqueando las cejas se pasaba lamano por la cabeza, cual si se cepillara el pelohacia adelante.

-Pipaón -dijo al fin-, extiende la destituciónde Villamil... Que se le lleve esta misma noche.

Yo tomé otra pluma.

Page 305: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

Así cayó D. Juan Pérez Villamil; así cayerontambién Echevarri, Ballesteros, Macanaz, Esc-óiquiz, el mismo Vallejo, nombrado aquellanoche, Moyano, León Pizarro, Lozano de To-rres, y otros muchos.

-Ahora extiende el nombramiento de donFelipe González Vallejo, ministro de Hacienda.

Así subió Vallejo.

-¿Qué más hay? -preguntó Fernando concierta somnolencia.

-Vuestra Majestad me concedió una bando-lera -dijo tímidamente Artieda-, para el sobrinodel señor Arcipreste de Alcaraz...

-Es que hay una sola vacante -añadió Colla-do avariciosamente-, y Su Majestad me la tieneprometida.

-Es verdad -dijo el Rey.

Page 306: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

Artieda miró a Chamorro con enojo.

-Esa vacante me la había reservado yo paramí -objetó con sequedad Paquito Córdoba-. Esmucha la ambición del Sr. Collado. Despuésque me ha disputado esa miserable canonjía deMurcia como si fuese un imperio...

-Tienes razón -murmuró Fernando.

El aguador clavó sus ojos en el duque conexpresión de envidia.

-Señor -dijo con suavidad sonriente don An-tonio Ugarte-. Pocas veces pido mercedes deesta clase a Vuestra Majestad. Ya dije el otro díaque deseaba una bandolera para un joven pa-riente mío.

-Nada más justo -repuso el Rey cerrando losojos perezosamente-. Ugarte, todo lo que quie-ras.

Page 307: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

El duque dirigió a Antonio I una miradarencorosa.

-Señor -dije yo, sin encomendarme a Dios nial diablo-, no olvide Vuestra Majestad queprometió una bandolera al señor conde deRumblar, mi querido amigo.

El Rey abrió los ojos, sacudiendo la pereza, yexclamó enérgicamente, con aquella resolucióna que ningún cortesano podía oponerse:

-La bandolera, para el señor conde de Rum-blar... lo mando... Alagón, extiende el nombra-miento ahora mismo.

Ugarte me miró, frunciendo el ceño.

Y se levantó la sesión, como dicen los libera-les.

Como se ha visto, en las tertulias de Su Ma-jestad nadie podía vanagloriarse de tener as-cendiente absoluto y constante. Unos días pri-

Page 308: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

vaba este, otros aquel, según las voluntadesrecónditas y jamás adivinadas de un monarcaque debiera haberse llamado Disimulo I.Además aquel discreto príncipe, que así dele-gaba su autoridad y democráticamente com-partía el manto regio con sus buenos amigos,como compartió San Martín su capa con el po-bre, no tuvo realmente favorito, no dio su con-fianza a uno solo, elevándole sobre los demás;jugaba con todos, suscitando entre ellos hábil-mente rivalidades y salutífera emulación, con locual estaba mejor servido y los destinos y pre-bendas más equitativamente repartidos.

De lo que anteriormente he contado puededar fe un ministro de Su Majestad por aquellosaños, el cual, en papel impreso muy conocido,dice, echándosela de rigorista y de censor:«...pero lo peor es que por la noche da entraday escucha a las gentes de peor nota y más ma-lignas, que desacreditan y ponen más negrosque la pez, en concepto de S. M. a los que le

Page 309: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

han sido y le son más leales... y de aquí resultaque, dando crédito a tales sujetos, S. M. sin másconsejo, pone de su propio puño decretos ytoma providencias, no sólo sin consultar con losministros, sino contra lo que ellos le informan...Esto me sucedió a mí muchas veces y a los de-más ministros de mi tiempo... Ministros hubode veinte días o poco más, y dos hubo de 48horas; ¡pero qué ministros!».

Por las declamaciones de este escrupulosodescontentadizo no se vaya a creer que la ca-marilla era cosa mala. Era, por el contrario, lomejor de mundo, sobre todo para nosotros, quetraíamos los negocios del reino de mano enmano y de boca en boca, despachándolos tan agusto del país, que aquello era una bendiciónde Dios. Ninguno, sin embargo, pudo jactarsede ser el primero en la voluntad y paternal ca-riño de aquel bondadoso soberano absoluto; yen prueba de ello referiré lo que sucedió al díasiguiente de la reunión que con todos sus pun-

Page 310: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

tos y señales he descrito, no apartándome entodo el discurso de ella ni un ápice de la ver-dad.

Al día siguiente, como dije, volví a palacio yencontré al Sr. Collado, al Sr. Artieda y al señorduque muy alarmados. ¿Por qué? Porque elRey estaba conferenciando a solas con un sujetoque hasta entonces no había sido recomendadoni introducido por ninguno de los sobredichospalaciegos. Creyose que sería algún emisario deUgarte, pero entró enseguida don Antonio ynegó el caso.

Reunímonos todos en la antesala y a pocovimos salir a un fraile francisco, joven, bienparecido, excelente mozo, que más parecía gue-rrero que fraile; de aspecto y ademanes resuel-tos, mirada viva y revelando en todo su conti-nente y facciones una disposición no comúnpara cualquier difícil cosa que se le encomen-dara.

Page 311: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-¿Quién es este pájaro? -preguntó Ugartedemostrando en su tono que estaba completa-mente desconcertado.

-Se llama fray Cirilo de Alameda y Brea -dijoArtieda, que estaba fuerte en todo lo referenteal personal eclesiástico de la monarquía.

-Y ¿qué es este hombre?

-Fue maestro de escuela en Pinto.

-Y después marchó a Montevideo, donde seocupaba... No sería en cosa buena.

-En redactar Gacetas.

-Es hombre que pone bien la pluma, segúnparece.

-Vino por vez primera con el general Vigo-det -añadió Paquito Córdoba-. Su Majestad leha recibido después en varias ocasiones, y nun-ca he podido averiguar...

Page 312: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-¿No ha dejado traslucir nada?

-Absolutamente nada.

-Hoy ha durado la conferencia dos horas.

-¿Y ninguno de Vds. sabe nada? -repitióUgarte, interrogando todos los semblantes-. Yoestoy confundido.

-No sabemos una palabra.

-Pues estamos bien... ¿Apostamos a que estetunante de Pipaón lo sabe todo?

-Ni una palabra -respondí tan confuso comolos demás.

Y era la verdad que nada sabía. Más adelan-te todos desciframos el enigma, que me hizodecir no hay función sin fraile; pero no ha llegadoaún la ocasión de revelarlo.

Page 313: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-XXII-Antes de seguir, quiero indicar las observa-

ciones que sugirió el manuscrito de estas Me-morias a una persona de aquellos tiempos y deestos. D. Gabriel Araceli, a quien lo mostré (noes preciso decir cuándo ni cómo), me dijo quelos lectores de él, si por acaso lograba teneralgunos, no podrían menos de ver en mí unpersonaje de las mismas mañas y estofa queGuzmán de Alfarache, D. Gregorio de Guadañao el Pobrecito Holgazán; a lo cual le contestéque sí, y que de ello me holgaba, por ser aque-llos célebres pícaros de distintas edades los máseminentes hombres de su tiempo, y caballerosde una caballería que yo quería resucitar paraque se perpetuase en la edad moderna. Dijotambién el sobredicho señor, que nada de loque apunté o describí con burdo o sutil estilo,se diferenciaba un punto de la verdad.

Page 314: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-La comparsa en que Vd. figuró, señor D.Juan -dijo al fin, echándoselas de dómine ser-monista-, fue de las más abominables y al mis-mo tiempo de las más grotescas que han gasta-do tacones en nuestro escenario político. Cuan-to puede denigrar a los hombres, la bajeza, laadulación, la falsedad, la doblez, la vil codicia,la envidia, la crueldad, todo lo acumuló aquelsexenio en su nefanda empolladura, que ni si-quiera supo hacer el mal con talento. El alma seabate, el corazón se oprime al considerar aquelvacío inmenso, aquella ruin y enfermiza vida,que no tiene más síntomas visibles en la exte-rioridad de la nación, que los execrables viciosy las mezquinas pasiones de una corte corrom-pida. No hay ejemplo de una esterilidad másespantosa, ni jamás ha sido el genio español taneunuco.

»Los junteros de 1808, los regentes de 1810,los constitucionalistas de 1812, cometierongrandes errores. Iban de equivocación en equi-

Page 315: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

vocación, cayendo y levantándose, acometien-do lo imposible, deslumbrados por un ideal,ciegos, sí, pero ciegos de tanto mirar al sol.Cometieron errores, fueron apasionados, in-temperantes, imprudentes, desatentados; peroles movía una idea; llevaban en su bandera lacreación; fueron valientes al afrontar la empre-sa de reconstruir una desmoronada sociedadentre el fragor de cien batallas; y rodeados deescombros, soñaron la grandeza y hermosuradel más acabado edificio. Hasta se puede ase-gurar que se equivocaron en todo lo que eraprocedimiento, porque los que discurrían comosabios lo hacían como niños. La especie de tute-la a que quisieron sujetar en 1814 al Rey, viajerodesde Valencey a Madrid, y el pueril formulis-mo ideado para hacerle jurar a él, vástago post-rero del absolutismo, la precoz Constitución deCádiz, fueron yerros que debían producir elgolpe de Estado del 10 de Mayo. Hasta se pue-de sostener que Fernando estaba en su derechoal hacer lo que hizo; pero nada de esto atenúa

Page 316: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

las grandes, las inmensas faltas de la monar-quía del 14. Fue la ceguera de las cegueras. Lacrueldad, la gárrula ignorancia de aquella polí-tica no tiene ejemplo en Europa. Para buscarlepareja hay que acudir a las atrocidades grotes-cas del Paraguay, allí donde las dictaduras hansido sainetes sangrientos, y han aparecido enuna misma pieza el tirano y el payaso.

»No existe nada más fuera de razón, más in-útil, más absurdo, que la reacción de 1814; nosucedió a ningún desenfreno demagógico; nosucedió a la guillotina, porque los doceañistasno la establecieron, ni a la irreligión, porque losdoceañistas proclamaron la unidad católica; nia la persecución de la nobleza, porque los no-bles no fueron perseguidos: fue, pues, una bru-talidad semejante a los golpes del hado anti-guo, sin lógica, sin sentido común. Nada deaquello venía al caso. Si Fernando hubieracumplido la promesa hecha en el manifiesto del4 de Mayo, si hubiera imitado la sabia conducta

Page 317: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

de Luis XVIII, que desde la altura de su dere-cho saludaba el derecho de las naciones;¡cuándistinta sería hoy nuestra suerte! Sin necesidadde aceptar la Constitución de Cádiz, que era untraje demasiado ancho para nuestra flaqueza,Fernando hubiera podido admitir el principioliberal, inaugurando un gobierno templado ypacífico para la nación y por la nación. Peronada de esto hizo, sino lo que usted ha descrito,y aquellos seis años fueron nido de revolucio-nes. El desorden germinó en ellos, como losgusanos en el cuerpo insepulto. Desde 1814 a1820 hubo en España trece conspiraciones, to-das para derrocar el gobierno absoluto, unapara esto y para asesinar al Rey. Abortaron lastrece, pero la décima cuarta parió... Los libera-les se presentaron con la rabia del vencedor y lahiel criada en el destierro. ¿Qué les impulsabaen 1812? La ley. ¿Y en 1820? La venganza. Con-tinuaba el vicio, la corrupción, la crueldad; peroel absolutismo de Vds. había sido tan remata-damente malo, que en los liberales del trienio

Page 318: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

famoso podía haber crueldad, ambición, rapa-cidad, venganza, imprudencia y aun dosis nopequeña de tontería... podían aquellos benditosavanzar hasta un grado extremo en la escala deestos defectos, sin temor de llegar nunca, nodigo a superar, pero ni siquiera a igualar a susantecesores».

Así mismo me lo dijo, y se quedó tan fresco.

-XXIII-Pero vamos adelante con mi cuento.

¿Se ha comprendido ya cuál era mi plan enel asunto, o si se quiere, en la hábil intriga cuyohilo se extendía desde los intereses de la familiade Porreño hasta la paternidad de D. Alonso deGrijalva? Creo que no serán necesarias explica-ciones prolijas de aquella operación, como hoyse dice, hecha sin dificultades mayores y conéxito mejor del que podía esperarse, considera-

Page 319: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

da su delicadeza. Aburrido Grijalva de ver quea pesar de la palabra real, no echaban de lascárceles al tuno de su hijo, admitió las propues-tas que mañosamente y por conducto de varo-nes esclarecidísimos y muy discretos le hice,resultando de ellas que me vendió los créditoscontra las señoras de Porreño por la mitad desu valor. Anduvo en aquestos tratos el licencia-do Lobo, con tan buen pie y mano, que D.Alonso, muy rebelde al principio, llenose demiedo y a todo lo que quisimos asintió al fin.

Después me quedaba lo peor y más amargodel caso, cual fue apretar a las señoras de Po-rreño, para que pagasen, y, quitándoles todaesperanza de moratoria (por la rotunda negati-va del sabio y justiciero Consejo), proceder alembargo de bienes. Aquí sí que no fue posibledisimular, porque D. Gil Carrascosa vendió alas venerandas señoras mi secreto, y un día enque tuve el mal acuerdo de presentarme en lacasa recibiéronme como es de suponer. Desde

Page 320: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

entonces, quitado el último puntal de aquellahistórica casa, todo vino con estrépito al suelo,entre alaridos de rabia y sollozos de aflicción.Las señoras de Porreño pasaron a la religión delas sombras. Su última época, solitaria y lúgu-bre está escrita en otro libro.

Renuncié, como es consiguiente, a su amis-tad, y me ocupé de aquellas excelentes tierrasde Hiendelaencina, de Porreño y Torre DonJimeno, tan diestramente ganadas con mi talen-to, con mis ahorros y con el dinero que donAntonio Ugarte me prestara para reunir la can-tidad necesaria. Mucho tardé en adjudicárme-las, a causa de las dilaciones de la curia; pero alfin constituime en propietario, soñando conestablecer un mayorazgo.

Pero retrocedamos a los días de mi anteriorrelación, que eran los últimos de Febrero yprimeros de Marzo de 1815. La Real Caja deAdministración tuvo el honor, nunca por ellasoñado, de caer en mis manos. ¡Bendito sea

Page 321: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

Dios Todopoderoso y Misericordioso, que arre-gla las cosas de modo que ningún desvalidoquede sin amparo! Dígolo por aquellos misera-bles y huérfanos juros que hasta mi elevaciónno tuvieron arte ni parte en ninguna operaciónrentística. Los pobrecitos no soñaban sin dudaque toparían conmigo ni con la destreza deestas limpias manos, y a poco de mi entrada enla Caja engordaron hasta el punto de que no losconocía el pícaro secretario de Hacienda que losinventó.

¡Qué satisfechos quedaron de mis serviciosel noble duque, y D. Antonio Ugarte! ¡Qué elo-gios hacían de mi impetuosa voluntad, la cualderechamente se iba al asunto sin reparar enpelillos! Yo también estaba envanecido de mímismo, y entonces empecé a conocer lo muchoque para tales asuntos valía. Yo era una firmecolumna del Estado; yo desplegaba en serviciode mi Soberano absoluto y del sumiso reino,tendido a sus pies como un perro enfermo y

Page 322: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

calenturiento que no puede moverse de puramiseria, las más altas calidades intelectuales.Indudablemente Dios debía de estar satisfechode haberme criado, viéndome tan hormiguilla,]tan allegador, tan mete-y-saca, tan buen ampa-rador de los poderosos para que los poderososme amparasen a mí. ¡Qué minita era aquellasacrosanta Administración! ¡Qué terrenos inex-plorados! En tal materia yo, era más que Colón,porque este descubrió sólo un mundo y yo des-cubría todos los días uno nuevo.

No hay que decir que yo navegaba a todavela, como diría mi amigo el Infante, hacia elReal Consejo. Todo marchaba a pedir de bocaen derredor mío. ¿Y qué diré de aquel seráficoministro de Hacienda, D. Felipe González Va-llejo? Hombre de mejor pasta no se ha sentadoen poltrona. El pobrecito era tan buenazo, tansano de corazón, tan amable y complaciente,que todos los negocios pequeños, como nom-bramientos y demás menudencias, estaban en

Page 323: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

manos de Artieda y del Sr. Chamorro. De losgrandes se encargaba D. Antonio Ugarte. Diosse lo pague a aquel bendito ministro, que notenía gota de hiel en su corazón, ni humos devanidad en su cabeza. Parecía que no había talministro. Si todos los que han ocupado el sillónhubieran sido como él, otra sería la suerte deeste desamparado y caído reino.

En asuntos que no eran administrativos,iban mis cosas medianamente. Antes de lo refe-rido últimamente, yo veía a Presentacioncitatodos los días en casa de las señoras de Porre-ño; pero cuando estas descubrieron la sutil ur-dimbre que mi travesura les preparara, conclu-yeron para mí las entradas en la casa de la calledel Sacramento. Asistió Presentacioncita a laruidosa escena en que doña Paz y doña Saloméme notificaron con encrespadas razones, nomenos sonantes que las olas del mar, su sobe-rano desprecio, lo cual me causó pena, porqueno era muy de mi gusto pasar por un intrigante

Page 324: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

de mal género a los ojos de la dulce niña de lacondesa. Pocos días habían pasado después dela escena en la Cámara regia que antes describí.Robáronme algún tiempo los amigos que deVitoria y la Puebla de Arganzón vinieron a so-licitar mi ayuda para distintas pretensiones,entre ellos el venerable patriarca D. Miguel deBaraona, con su encantadora nieta (próxima aser esposa de un joven guerrillero), D. BlasArriaga, capellán de las monjas de Santa Brígi-da de Vitoria, y otros que más adelante seránconocidos; pero luego que me dieron algúnrespiro, consagreme en cuerpo y alma a la ado-rable Presentacioncita, en virtud de proyectosmás o menos dulces, recientemente concebidos;que en materia de proyectos, mi cabeza no co-nocía el descanso, ni mi impetuosa voluntad elhastío.

Contra lo que yo esperaba, la señora condesade Rumblar no me cerró las puertas de su casa,ni aun decoró su estatuario semblante, cual

Page 325: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

solía, con el grandioso ceño, y los agridulcesmohínes propios de tan alta señora. Verdad esque yo, además de entregarle la bandolera parasu hijo, haciéndole comprender que sin mí na-da le habría valido la recomendación deXiménez de Azofra, le había prometido mi efi-caz amparo en el pleito que desde 1811 sosteníacontra los Leivas. Tampoco Presentacioncita semostró ceñuda, a pesar de su adhesión a la fa-milia de Porreño; pero no lo extrañé, porquesiendo yo el libertador de Gasparito, bien me-recía perdón; y el novio suelto no debía valermenos que las amigas arruinadas.

Todo mi afán consistía en disponer de lugary hora a propósito para hablarle largamente asolas, apretándome a ello el deseo de comuni-carle cosas de la mayor importancia. Sin espe-ranza de que me concediera tal gracia, perodecidido a todo, propúsele la conferencia, y¿cuál sería mi sorpresa al ver que aceptaba yque bondadosamente prometía señalar sitio y

Page 326: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

momento oportuno, de tal suerte que la vigi-lancia materna no nos estorbase? Yo estabaabsorto: indudablemente habíase verificado ensu carácter cierta mudanza radical, porque ladichosa niña ponía en todos sus actos y pala-bras mucha seriedad, cesando de mortificarmecon las burlas y epigramas de antaño.

Discurrió ella el modo de que a solas lahablase, y fue por un arte ingenioso, tomandoel traje de cierta muchacha que entonces laservía, y poniéndose de noche a una reja, don-de la doncella acostumbraba conferenciar concierto dragón de Farnesio.

No se me olvidará jamás aquella noche enque tuve la dicha de respirar el dulce aliento dela adorable niña, tan de cerca, que el calor de surostro aumentaba el del mío, mareándome. ¡Ycómo brillaban sus negras pupilas en la oscuri-dad! Cada vez que aquel vivo rayo diminutosurcaba el espacio comprendido entre nuestrossemblantes, yo me ponía trémulo. ¡Qué linda,

Page 327: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

qué seductora estaba aquella noche! Su agra-ciado rostro se magnificaba con la melancólicaseriedad en que le envolvía como en un velomisterioso. Estaba descolorida, desvelada, y asícomo no había frescos colores en su rostro,tampoco había en su alma aquella plácida feli-cidad risueña que en época anterior irradiabade ella, como del astro la luz, haciendo felicestambién a cuantos la rodeaban. Pálida y medi-tabunda ahora, parecía ocupada de pensamien-tos extraños.

Yo también lo estaba... ¡ay!, yo estaba in-tranquilo, demente; yo no dormía, yo no teníapaz en el corazón, porque me agitaba un ansio-so afán, un proyecto de inmensa gravedad queabsorbía las potencias todas de mi alma incan-sable e insaciable.

Page 328: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-XXIV-Llegó al fin la hora de la cita.

-¡Qué miedo tengo Sr. de Pipaón! -dijocuando cambiamos los primeros saludos-, ¡quémiedo tengo, a pesar de las precauciones toma-das! No es fácil que mamá ni mi hermano medescubran; pero sí Gaspar, que por las nochesronda la casa, no contento con vigilarme de día,imponiéndome su voluntad hasta en los actosmás insignificantes...

Después de tranquilizarla sobre este particu-lar, le dije:

-Encantadora niña, ¡cuán mal sienta a esa in-comparable persona, digna de un emperador,afanarse por un mozalbete sin fundamento,como Gasparito Grijalva! Mal empleados ojospuestos en él, mal empleada boca hablándole, ymal empleado corazón amándole. Presenta-cioncita, Vd. no se ha mirado al espejo, Vd. no

Page 329: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

conoce su mérito, Vd. no ha sabido apreciar elinmenso valor de su propia persona, la cual esde tanta valía, que casi casi no conozco ningúnhombre digno de poseerla.

-¡Qué adulador es Vd.! -replicó sonriendovagamente-. ¿Es eso lo que tenía que decirme?

-Por ahí empiezo, niña mía; empiezo porpasmarme de que quiera Vd. al hijo de donAlonso, habiendo en el mundo tanto bueno...

-Puesto que he venido aquí a hablar a ustedcon franqueza -dijo interrumpiéndome- no leocultaré que Gasparito no me interesa ya grancosa.

-¡Oh, confesión admirable! -exclamé con go-zo-. Mire Vd... me lo figuraba. Si no podía serde otra manera. Si esos ojos fueran nacidos paramirar a Gasparito, merecerían cegar. Digan loque quieran, no se hizo el sol para los insectos.

Page 330: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-Yo no sé lo que ha pasado en mí -prosiguió-, pero de la mañana a la noche se me ha con-cluido la afición que a Gasparito tenía. Estoparece raro, pero no lo es, porque a muchas haocurrido lo mismo.

-Es que algunas chiquillas toman por amorlo que no lo es; y cuando viene la pasión ver-dadera, se asombran de haber derramado aque-llas primeras frías lagrimitas por un objeto in-digno.

-Yo creí estar apasionada de Gaspar ¡cosasde chiquillas! Cuando una juega con sus muñe-cas cree amarlas mucho, y después se ríe deellas.

-¡Admirable idea!... Gasparito es una muñe-ca, y para Vd. acabó de repente la época de losjuegos.

-Confieso que en un tiempo le quise...

Page 331: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-¡Ah, en un tiempo!... Luego...

-Gaspar es un muchachuelo vulgar, un jovenadocenado -dijo expresándose con ciertodesdén-. ¡Parece mentira que yo le amara!...¡Qué grande error!

-¡Enorme error!... pero en fin, nada se haperdido. Ahora bien: ¿puedo saber desdecuándo?...

-¿Desde cuándo? -repitió en un tono que re-velaba sin género de duda cortedad de genio.

-Pero no me lo confiese Vd., niña -dije conviveza-. A ver si lo adivino yo. ¿Apostamos aque lo adivino?

-¿Apostamos a que no?

-¡Ay! Presentacioncita, yo no carezco deperspicacia. Desde aquella noche en que sali-mos de casa y tuvimos la malhadada aventurade la calle del Bastero, y aquel descomunal sus-

Page 332: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

to, cuando me vi precisado a hacer uso de lasarmas...

-Que se quema, que se quema Vd.

-Sí, desde aquella noche, desde aquel en-cuentro con dos caballeros desconocidos, cuan-do Vd. perdió el sentido y... ¿acierto, mi señoradoña Presentacioncita? ¿Sí o no?

-Sí -repuso con voz que apenas se oía, mássemejante a un suspiro que a una voz.

Alzando los ojos contemplaba el cielo contristeza.

-Pues bien -añadí lleno de entusiasmo-, lospensamientos de Vd. se avienen perfectamentecon lo que yo tenía que decirle. Nos entende-mos. ¡Benditos corazones los nuestros que asíconcuerdan, respondiendo el uno a los afanesdel otro!

Page 333: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-Yo soy muy desgraciada, D. Juan -me dijo-.¿No conviene Vd. en que soy muy desgraciada?

-Según y cómo -respondí-, según y cómo.Puede Vd. ser muy desgraciada, pero muy des-graciada, y puede ser feliz, muy feliz, felicísi-ma.

-Lo primero es lo cierto.

-¡Ah, si Vd. supiera, si yo dijera aquí todo loque sé!, ¡oh, arcángel enviado por Dios a la tie-rra para consuelo de los tristes mortales!... Perovamos por partes. ¿Se acuerda Vd. de la fun-ción de los Trinitarios y de la recepción de SuMajestad en la sala capitular del convento?

-¡Que si me acuerdo! -exclamó, cubriendo elrostro con sus manos y descubriéndolo despuésmás pálido, más bello, más interesante-. Ya quese ha establecido entre nosotros cierta confian-za, ya que he hecho ciertas revelaciones que mehan costado mucho, no ocultaré nada, respeta-

Page 334: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

ble amigo mío... Aquel día la presencia de SuMajestad y el reconocer en sus nobles faccioneslas mismas del generoso caballero que me habíaamparado la noche anterior, produjeron gene-ral trastorno en mi alma. Sentí primero unaespecie de terror. Yo no había visto nunca a SuMajestad. La idea de haber estado tan cerca, dehaber estado en los mismos augustos brazosdel Rey, de aquel gloriosísimo monarca, deaquel hombre que casi no lo es, por su superio-ridad sobre los demás, me conturbaba y con-fundía de tal manera, que no era dueña de mímisma. Durante todo el día estuve atónita, pa-ralizada, estupefacta. Parecíame que resonabasu voz en mis oídos constantemente, y que nose apartaban de mí aquellos negros ojos majes-tuosos, a los de ningún hombre parecidos.

-¡Admirable concordia de sentimientos!-exclamé interrumpiéndola-. ¿Pero es Vd. unamujer o un serafín?

Page 335: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-Aquella noche no pude dormir. Estaba fas-cinada y no sabía apartarme del retrato del Reyque mamá tiene en su cuarto haciendo juegocon la estampa del señor San José. En los si-guientes días traté de vencer la irresistibleatracción que me llevaba violentísimamente arecrear mi espíritu con los recuerdos de aquellanoche y aquel día. Pero ¡ay!, mi señor D. Juan.La noble, la gallarda, la incomparable imagenno se podía apartar de mi imaginación. Cuandooía leer la Gaceta y pronunciaban delante de míel nombre del Rey; cuando Ostolaza le nom-braba en la tertulia para encomiarle hasta lasnubes por sus buenas acciones, mi rostro seencendía, parecía que iban a estallar mis venastodas y a romperse en mil pedazos mi corazón.

-¡Oh!, lo creo, lo creo -dije con calor-. Su Ma-jestad cautiva de ese modo el ánimo de cuantosle miran. ¡Qué gallardía en su persona!, ¡quénobleza y grave hermosura en su semblante!,¡qué caballerosidad e hidalguía en sus moda-

Page 336: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

les!, ¡qué dulce música en su voz! No existe otromás seductor en el conjunto de los hombres...¿Pues qué diré de sus elevados pensamientos,de aquella bondad de corazón, de aquella inte-ligencia suprema, para la cual no hay en el artedel gobierno oscuridades ni enigmas? ¿Quédiré de su espíritu de justicia, del gran amorque profesa a sus vasallos, de su religiosidadsupina, de todas las admirables prendas de sualma, las cuales son tantas, que parece mentirahaya puesto Dios en una sola pieza tal númerode perfecciones? Vd. le tratará más de cerca,Vd. le oirá, Vd. podrá conocer por sí misma quelas cualidades de ese angélico ser a quien Diosha puesto al frente de la infeliz España excedencon mucho a sus altas perfecciones físicas.

-La nariz es un poco grande -dijo Presenta-cioncita con una salida de tono que me hizoestremecer-, pero no por eso deja de ser admi-rable el conjunto del rostro.

Page 337: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-¡La nariz grande! Así la tuvieron Trajano,Federico el Grande, así eran también la de Ci-cerón, la de Ovidio y tantos otros hombreseminentes... Pero esto no hace al caso. Lo queimporta es que sepa Vd. los sentimientos queha despertado en aquel noble y generoso co-razón, no ocupado enteramente del amor a lapatria y al sabio gobierno absoluto. ¡Oh, mujerfeliz entre las mujeres felices! -añadí con muchocalor-. ¡Oh, flor escogida entre las flores escogi-das! ¡Oh, virgen superior a todas las vírgenes!,puede Vd. vanagloriarse de ser la primera queha encendido una llama ardiente, pura, unallama...

Presentacioncita se cubrió de nuevo el rostrocon las manos. Entonces pasó por mi mente lassospechas de que fuese yo en aquel momentovíctima de un bromazo tremendo. ¿Pero cómoera posible que el fingimiento de la muchachafuese tan magistral? No, ninguna actriz de latierra, aunque se llamase María Ladvenant o

Page 338: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

Rita Luna, era capaz de simular los sentimien-tos con tal perfección, desfigurando el rostro,estudiando las palabras, midiendo las actitu-des, sin que ni un solo momento se descuidasey revelara el pérfido artificio.

Observé a Presentacioncita con atención pro-funda, y cuanto más la miraba, más me confir-maba en mi creencia de que cuanto veía y oíaera la realidad incontrovertible de una pasiónverdadera. Mis últimas zozobras se disiparon,cuando la vi alzar la frente y me mostró su ros-tro bañado en lágrimas, de verdaderas lágrimasde ternura y dolor. ¡Oh, estaba preciosa! Entreahogados sollozos exclamó:

-Sr. D. Juan, ¡por amor de Dios!, no me digaVd. eso, no me lo diga Vd. Es una falta de cari-dad jugar así con el corazón de esta desgracia-da.

Sus dulces lágrimas humedecieron mi mano.¡Qué lástima que aquel rocío celeste no fuera

Page 339: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

para mí! Me avergoncé de haber dudado unsolo instante.

-¿No me cree Vd.? -dije-. Pues muy fácil-mente puede convencerse de mi veracidad. Yole proporcionaré ocasión de que oiga Vd. mis-ma de los labios...

-¡Oh!, eso no puede ser... -afirmó con digni-dad.

-No propongo nada contrario al honor-añadí-. Su Majestad creo que daría la mitad desu corona por poder manifestar a Vd. los sen-timientos que le ha inspirado. Yo tengo elhonor de ser amigo de Su Majestad, y me haconfiado este deseo de su corazón... ¿A quéconduce el negarle tan dulce y legítimo consue-lo, cuando él, por la misma sublimidad de suamor, no aspira a nada que arroje sombra demancilla sobre la adorada persona de usted?

Page 340: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-¡Oh, qué disparates! -dijo con miedo-. No,esto no puede pasar de aquí. Ni mi humildecondición con respecto a la suya me permiteacercarme a él con legítimo fin, ni mi honra melo consiente de otro modo. Es este un problemaque no puede resolverse. No lo resolverá SuMajestad con todo su poder, ni me deslumbraráel esplendor de su corona hasta cegarme losojos con que miro mi deber, la reputación de minombre y mi casa. ¡Jamás! Oiga Vd. bien lo quedigo. Jamás consentiré en ver ni hablar a esaalta persona. Si he confesado lo que Vd. acabade oír, lo he hecho porque mi corazón necesita-ba esta noble, esta leal expansión con un cari-ñoso amigo que no puede venderme.

-Pero él...

-Ni una sola palabra más sobre este asunto.¡Qué necia he sido! ¿Por qué no se me abrasó lalengua? Antes moriré cien veces que consentiren ser recibida por su amigo de Vd. o en acep-tar su visita. ¡Miserable de mí! Me daría yo

Page 341: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

misma con mis propias manos la muerte, si meviese cogida en una inicua celada por los corte-sanos y aduladores de Su Majestad.

-¿Usted ha podido creer que yo?... -dije muyconfundido.

-¿Por qué lo he de negar? Creo que a pesarde su honradez, el deseo de servir a su señor leimpulsa a abusar de mi confianza, de mi debi-lidad, de esta franqueza quizás culpable conque le he hablado... ¡Oh Dios mío!, ¡cuán des-graciada soy!, ¡cuán desgraciada!

-Señora, yo juro que nada he pensado con-trario al honor de Vd. y de su hidalga familia.Pero no negaré que he creído posible y hastaconveniente para la tranquilidad del mejor delos hombres y del más virtuoso de los reyes, elpreparar una entrevista amistosa...

-¡Por Dios!, ¡por todos los santos! -exclamócon acento dolorido-. Vd. ha tramado perder-

Page 342: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

me; Vd. no es ni puede ser un hombre leal. Pi-paón, se acabó, ni una palabra más; retírese Vd.¡Al momento, al momento!

-Calma, calma. Lo decidiremos despacio ysin reñir, ni llamarme desleal.

-¿Qué quiere Vd. decir con entrevistas amis-tosas?

-Una conferencia de amigos, una explica-ción...

Quedose meditabunda largo rato, y yo pen-diente de su contestación, con el alma en losoídos.

-Bien, lo pensaré. Deme Vd. esta noche parapensarlo.

-¿Y mañana recibiré la contestación?

-Sí, mañana en este mismo sitio y a la mismahora.

Page 343: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

Cuando esto decía, sentí un rumor extrañoen el interior de la casa.

-Mi hermano viene -dijo con zozobra-. Retí-rese Vd. al momento, al momento, y apriete Vd.el paso. ¡Oh! Ha sido una suerte que Gasparitoesté malo y no pueda salir de noche.

-Dios le conserve el mal... Conque hasta ma-ñana, ¿eh? Adiós, niña mía.

Cerró la reja y me retiré a mi casa. Yo tam-bién necesitaba meditar.

-XXV-Al día siguiente oí a doña María quejarse de

la profunda distracción de Presentacioncita, desus nerviosidades y palideces, del trastornomuy visible que en sus maneras y lenguaje sehabía verificado, lo que acabó de confirmar micreencia respecto a la veracidad de la niña en

Page 344: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

las confianzas que me hiciera. Llegada la noche,acudí a la segunda cita y pareciome que se hab-ían agravado en la hermosa muchacha lossíntomas de exaltada y febril pasión.

-¡Cuánto ha tardado Vd., D. Juan! -me dijoreconviniéndome.

-He venido a la hora marcada, incomparableniña -repuse-. Si Vd. se ha anticipado, no meacuse de tardío. Y ¿qué tal? ¿Se ha meditadomucho? ¿Cómo está esa preciosa cabeza? ¿Se haserenado, se ha aclarado ese entendimiento?

-He pensado mucho en ello, Sr. D. Juan-exclamó con abatimiento-, y mi mal no tieneremedio.

-¡Que no tiene remedio! Eso lo veremos másadelante. Pero por de pronto, dígame Vd. suparecer acerca de la entrevista amistosa.

Contestome con hondo suspiro.

Page 345: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-La entrevista amistosa serviría tan sólo paraaumentar mi desgracia. Déjeme Vd., Pipaón,déjeme Vd. Ni su amistad me sirve de nada niquizás la merezco tampoco... me moriré sola.

-Seamos razonables, adorada niña -dije alar-gando una mano por entre los hierros de lareja-. Aquella persona a quien he dado espe-ranzas de obtener algunos castos favores, estáloca de alegría. Hoy no ha habido despacho, yEspaña y sus Indias andarán desgobernadas,mientras aquel desatentado corazón no se tran-quilice.

-¿Y si yo consintiera en la entrevista?-preguntó con afán.

-Entonces pronto se conocería en el risueñoaspecto del reino y en la marcha rapidísima delos expedientes, que el trono había recobradosu asiento.

Page 346: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-¿Pues qué -preguntó con incertidumbre-, eltrono es capaz de desquiciarse por mí?

-Presentacioncita, es máxima de la antigüe-dad, que los reyes contrariados en sus amoresno gobiernan bien a los pueblos.

-¡Ay! Pipaón, cada vez me inspira usted me-nos confianza -dijo ella-. Se me figura quemientras yo manifiesto mis sentimientos másescondidos con tanta sinceridad y tanta noble-za, Vd. fingiendo interés por mí, trata de enga-ñarme, de perderme alevosamente, por servir aun caprichoso amigo.

-¡Yo falso, yo alevoso, yo traidor! -exclamécon mucho brío-. Dar tales nombres a quien esla lealtad en persona... a quien daría gustoso suvida por el prójimo, por Vd., Presentacioncitade mi alma. Por Dios, no me estime Vd. en me-nos de lo que valgo.

Page 347: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-No; Vd. no es sincero; Vd. oculta mucho suspensamientos -dijo en tonillo quejumbroso-. Loque ha hecho Vd. con las señoras de Porreño,mis queridas amigas, prueba su mucho artepara el disimulo.

-¿Pues qué he hecho yo con esas dignas se-ñoras? -interrogué, maldiciendo interiormenteaquel pícaro sesgo que había tomado nuestrocoloquio.

-¡Y lo pregunta!... Vd. las entretuvo conpromesas, mientras consumaba su ruina; ustedcompró los créditos de D. Alonso de Grijalvacon la libertad de Gasparito, y después...

-Basta, basta -exclamé con indignación-. Esoshechos no pueden juzgarse en dos palabras. Siyo diera a Vd. explicaciones, ¡cuán distinta ser-ía su opinión acerca de esas supuestas malda-des!

Page 348: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-No, si no digo yo que sean maldades. Elhombre debe mirar por sí antes que por losdemás. Nada malo hay en procurar uno supropio bien, aunque sea a costa ajena. Lo quedigo es que Vd. sabe fingir muy bien; lo quedigo es que Vd. me está engañando.

-¡Oh! Santa Virgen de los Dolores, Señora ypatrona mía. ¿Cómo convenceré a esta pícarade mi sinceridad, de mi buena fe? -dije con ve-hemencia-. Yo juro que nada he pensado quepueda ser contrario a la perfecta felicidad deusted, a su virtud esclarecida, al interés de sunoble familia.

Y era verdad lo que pensaba. ¿Qué hacía yosino proporcionar a la abatida familia de Rum-blar fabulosos adelantamientos y repentinaprosperidad? Interesado vivamente por el biendel reino en general y de cada español en parti-cular, yo me constituía en protector de una fa-milia, harto necesitada de una buena mano que

Page 349: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

la ayudase a salir del atolladero de sus deudasy del pantano de sus inacabables pleitos.

-Y si no cree Vd. mis palabras -exclamé re-sueltamente-, a los hechos me atengo. Ya heofrecido a Vd. el medio de cerciorarse por símisma, y no digo más.

-Acepto -dijo con viva energía, golpeandocon el puño el antepecho de la ventanilla-.Acepto la entrevista amistosa. ¡Que Dios tengapiedad de mí!

-¡Oh, mujer feliz entre todas las mujeres feli-ces de la tierra! En vuestra grandeza, señoramía, no olvidéis de hacer algo por este humildeservidor de Vuestra Majestad.

Al decir esto, me descubrí respetuosamenteante ella. Presentacioncita rompió a reír convanidosa expresión.

Page 350: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-¡Yo Majestad! -exclamó-. Vamos, que pierdoel tino; ¡que lo pierdo sin remedio!

-Otras cosas hay más imposibles.

-No desvariemos, Pipaón. Sería locura pen-sar que he de salir de mi estado y condiciónactual. ¡Jesús!...

-Monaguillo te vean mis ojos, que obispo...

-No, no hay que pensar en tales imposibili-dades... posibles, pero que yo rechazo desdeahora. Lo que digo es que si por acaso me le-vantase yo dos dedos más arriba de donde es-toy ahora, emplearía mi valimiento en hacertodo el bien posible.

-¡Admirable corazón!... -dije con fingido en-tusiasmo-. Permítame Vd. señora, que saludeen Vd. al iris de paz de la hispana monarquía.¡Oh, señora!, ¡oh, excelsa joven!, ¡cuánto sientono estar en sitio donde pueda prosternarme!...

Page 351: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-¡Se va Vd. a poner de rodillas! -dijo riendo-.No tanto, Sr. D. Juan. Sólo decía que en caso detener algún poder...

-¡Algún poder!... Inmenso poderío tendrá us-ted... ¡Oh, señora, no se olvide Vd. de los des-graciados, de los menesterosos, de los pobreci-tos!, ¡ay!, de los pobrecitos huérfanos sobre to-do.

-Sobre todo de los infelices que gimen en lascárceles y en los presidios por opiniones políti-cas.

-También, también, ¿por qué no? Apiádeseusted de todo bicho viviente.

-Nada me contrista tanto -añadió con grave-dad- como oír hablar de esas crueles comisio-nes militares, de esas persecuciones horrendas.¡Oh! ¡Qué dulce será conseguir el perdón de losdesgraciados para quienes se ha levantado lahorca! ¡Qué inefable dicha correr en busca de la

Page 352: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

afligida madre, de la esposa, de la inocente hija,para decirles: «por intercesión mía tenéis padre,tenéis marido, tenéis hijo»! ¡Abrir las puertas dela patria a los proscriptos, arrancar la vil sogade manos del verdugo, aplacar la ira de los fu-ribundos jueces, derramar el bálsamo de la ca-ridad en el irritado y endurecido corazón delmejor de los reyes!... ¡Oh, qué hermoso papel!¡Dios mío, mátame, o déjame hacer ese papel!

A esta exaltación sublime siguió en la sensi-ble muchacha un abatimiento profundo. Yo lacontemplaba, diciendo para mí:

-Tan atroz es su pasión, que poco le falta pa-ra estar rematadamente loca.

-¡Qué sueños! -murmuró de un modo patéti-co pasando la mano por su abrasada frente-.¡Qué disparates he dicho, Pipaón!... Pero midesvarío es disculpable, ¿no es verdad? ¿Quiénno pierde la vista hallándose tan cerca del sol?,¿quién al sentir en su rostro el calor que irradia

Page 353: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

aquel centro de luz y de poder, de grandeza ymunificencia, no se trastorna y marea?... Yo nosé lo que pienso, yo estoy absorta. Me pareceque estoy amando a una sombra regia, a unafigura magnífica y arrebatadora que para sedu-cirme ha brotado de las estampas de un libro dehistoria. ¡Son tan altos los reyes! Feliz el gusanomiserable que cae bajo su augusto pie. Honranhasta aquello que aplastan... Mi destino está yadecidido. No puedo contenerme -añadió conbrío-. Adelante; Dios estará conmigo, puestoque está con él, como decía La Atalaya. ¿No es elhijo predilecto de Dios? ¿No le ha puesto Diosen el trono? ¿No emanan sus acciones todas deinspiración divina? ¿No están de antemanoaprobados todos sus actos por el Eterno Padre?Adelante. Cúmplase mi destino y la voluntadde Dios.

No era ocasión de perder el tiempo en vanasretóricas. Deseando concluir, le dije:

Page 354: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-Su Majestad va casi todas las tardes a la Ca-sa de Campo.

-¿Al otro lado del Manzanares?... No he es-tado nunca allí -repuso en tono pueril-. Dicenque es muy bonito. Hay jardines preciosos y unlago... todo de agua.

-Todo de agua, exactamente. Es un lugar de-licioso. Iremos allá los dos.

-Bueno. Pasearemos primero por entre losárboles.

-Y nos embarcaremos en los botes del lago.

-¡Oh! ¡En los botes del lago! ¡Qué delicia! Pe-ro ¡ay! -exclamó con pena-, ocurre una dificul-tad grande.

-¿Cuál?

-Gasparito...

Page 355: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-Al diantre con Gasparito.

-No es esa la principal dificultad. Por la ma-ñana le encargaré una comisión cualquiera, ycuando venga a darme la respuesta, ya habrésalido yo.

-¡Admirable idea!

-Pero mamá no me dejará salir sola de casa.Forzosamente me ha de acompañar mi herma-no.

-¡El Sr. D. Diego! -exclamé meditabundo,considerando que el heredero de aquella noblecasa no pecaba de sabio.

-No puede ser de otra manera. Mi hermanoha de ir conmigo, pero bien sabe Vd. que aun-que se ha corregido mucho, es bastante aturdi-do -dijo con malicia.

-Me ocurre una idea -repuse, encontrandosolución a aquella contrariedad-. No importa

Page 356: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

que el Sr. D. Diego nos acompañe hasta la pose-sión regia. Entraremos los tres: nos pasearemospor espacio de una hora u hora y media; luegose le hace salir con cualquier pretexto.

-Y volverá a entrar.

-No; de que no vuelva a entrar me encargoyo.

-¡Cómo resuelve Vd. todas las dificultades!...Por mi parte yo procuraré catequizar desde estanoche a mi señor hermano, que ahora está muyfino y complaciente conmigo. Le diré que Vd.nos ha convidado para pasear por la Casa deCampo sin que lo sepa mamá; que Vd. conoceal administrador, el cual nos permitirá divertir-nos mucho, correr por todos lados, hacer lo quequeramos, como si la posesión fuese nuestra.

-Y cazar y pescar. Prométale Vd. lo que quie-ra. Haremos locuras para que nadie sospeche.Cuando llegue la ocasión en que su presencia

Page 357: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

nos estorbe, Vd. dirá que se le ha olvidadocualquier cosa, que desea una fruslería, porejemplo...

-Caramelos.

-No hay tal cosa por aquellos alrededores;pero se pueden pedir...

-Anises.

-En los puestos del río los hay. Vd. manda asu hermano que le traiga anises, ¿eh? Él sale...

-Y no vuelve a entrar...

-Es Vd. el mismo demonio. En fin, estoy de-cidida. Que no me abandone Dios es lo quedeseo.

Después estremeciéndose de súbito, lanzóun suspiro y con voz conmovida me dijo:

Page 358: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-¡Qué paso tan arriesgado voy a dar, y quéfalta tan enorme voy a cometer!... Aunqueningún pensamiento impuro me arrastra, yo séque esto es una falta, una culpa que Dios no meperdonará... ¡no, Pipaón, no me la perdonaráDios!

-¡Oh!, siempre fue escrupulosa la inocencia -exclamé con zalamería-. ¡Angelical criatura! Si amí me fuera concedido una mínima parte de lacelestial gracia de Vd... ¡Pecado, culpabilidad,impureza! ¿A qué pronunciar estas palabrasquien por su condición seráfica está libre delcontacto del mal? Écheme usted la bendición yme creeré bueno.

Lejos de calmarse con mis afectadas razones,afligiose más. Vi que rodaban por sus mejillasabundantes lágrimas y que cruzando las ma-nos, alzaba al cielo los ojos.

Page 359: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-¡Dios mío, perdóname!... ¡Madre mía, fami-lia mía, abuelos y ascendientes míos, perdo-nadme! -murmuró sordamente.

Satisfecho yo también de la madurez de supasión, le dije mil cosillas consoladoras, estre-chando sus manos entre las mías. Ella inclinó lafrente, y sentí el vivo calor de ella, así como lahumedad de su llanto en mi mano.

-Pipaón -dijo con ansiedad-, júreme ustedque no dirá esto a nadie; que todo quedará enprofundo misterio; júreme Vd. que no me des-preciará si por acaso... júreme Vd. que suspropósitos son buenos, sus intenciones leales...

Yo juré cuanto ella quiso que jurase.

-Es tarde -dije al fin-. Retirémonos. JúremeVd. que no faltará mañana a la cita.

-¿Lo duda Vd.? A las dos, ¿no es eso?

Page 360: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-A las dos. ¡Ay!, ¡qué doloroso, qué horriblees desear y temer al mismo tiempo!

-Esperaré en la Cuesta de la Vega con un co-che simón, téngalo Vd. presente, con un cochesimón.

-Iré con mi hermano.

-Sólo con su hermano.

-No hay que hablar más. Adiós. Hasta ma-ñana.

-XXVI-En la mañana del siguiente día no dejé de vi-

sitar a D. S... S..., uno de los funcionarios másrespetables, más insignes de aquella preclaramonarquía. Desempeñaba el cargo dificilísimode administrador de la Casa de Campo tan agusto de Su Majestad, que no le cambiara éste

Page 361: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

por uno de sus mejores ministros. No le nom-braré más que por sus iniciales, con cuya deli-cada reserva evitaré que salgan ahora a recla-mar la gloria de su descendencia algunos deesos holgazanes que faltos de virtudes propias,se gallardean y ufanan con las de sus mayores.D. S... S... no había salido de ninguna Universi-dad, sino de las cocinas de palacio, en cuyashumildes aulas consiguió prestar al entoncesPríncipe de Asturias repetidos servicios, de-nunciándole supuestos envenenamientos enalgunos platos. Por estos escalones llegó D. S...S... a subir tan alto, que después de 1814 erahombre que no se cambiaría por Pedro Colladoni por el duque de Alagón.

Desempeñaba sus funciones este sujeto consolicitud admirable. Se le veía en todos los si-tios públicos, y con frecuencia en el interior delos teatros, donde nunca faltaba alguna cómicao bailarina a quien tuviese que dar un recadillo.Había que verle en la Casa de Campo a ciertas

Page 362: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

horas y en ciertos días, dando pruebas de tanconsumada prudencia y discreción y talentoque no se podía pedir más. Yo me honraba consu amistad, y cuando le anuncié mi visita a laReal posesión acompañado de una madamita,alegrose en extremo, y se extendió en largasdisertaciones acerca de las dificultades de sucargo, prometiéndome al fin que nos recibiríaespléndidamente. Eso sí: a obsequioso y amablele ganaban pocos.

A las dos de la tarde estaba ya en la Cuestade la Vega, muy acicalado y vestido con lasfinísimas ropas que por aquellos días me habíahecho y a poco se me apareció Presentacioncita.¡Válgame Dios, qué linda estaba! A sus encan-tos naturales, duplicados por la dulce emociónque teñía de suave rosicler su rostro, unía elmás elegante y gracioso atavío que la fecundainventiva de una mujer enamorada puede ide-ar. ¡Cómo lucían aquellos incendiarios ojos, quea cada movimiento de sus pupilas dejaban en-

Page 363: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

trever llamaradas del cielo! ¡Qué sonrisa tandeliciosa la de sus rojos labios!, ¡qué gracia en elabanico!, ¡qué caídas las de la mantilla!, ¡quédeslumbradora claridad, qué irradiación dehermosura desde la peineta hasta las puntas delos diminutos pies! Yo estaba trastornado deadmiración.

Acompañábala D. Diego, no tan risueño yaturdido como de costumbre, sino por el con-trario con ciertas pretensiones de gravedad queno me hicieron gracia... ¿Sospecharía? Yo lehablé de la gira campestre que íbamos a em-prender, de lo mucho que nos divertiríamos enla regia posesión, y añadí que lo mejor hubierasido decir claramente a la señora condesa elempleo higiénico que íbamos a dar al día.

-Entonces no nos hubiera dejado venir-repuso, entrando en el simón-. Más vale así.

-Aprisa, aprisa -dijo Presentación con impa-ciencia-. A ese cochero que eche a andar y que

Page 364: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

no pare hasta la Casa de Campo. Temo queGasparito descubra a dónde vamos. Desde estamañana anda rondando la casa.

El coche partió. D. Diego recobraba poco apoco su habitual volubilidad y me hacía milpreguntas diversas relativas a la pesca del lago,a la caza de Cantarranas, a las embarcacionesde los infantes y otras menudencias. Doña Pre-sentacioncita no hablaba nada. Yo no cesaba decontemplarla. ¡Qué expresión tan extraña ten-ían su rostro y sus ojos no menos picarescosque apasionados! Sin duda había en toda ella laexpresión, el aire, el indefinible aspecto del jus-to que se dispone a ser pecador.

En medio de la confianza que me inspirabala niña, tenía yo cierta sospecha vaga, que aundespués de verme en el camino del triunfo, seremovía vagamente en el fondo de mi espíritu.A cada instante creía que la encantadora mu-chacha iba a escaparse de mis manos, deján-

Page 365: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

dome burlado... Pero cuando entramos en losjardines disipáronse mis últimas inquietudes.

-Aquí dentro -dije para mí, inundado de se-creto gozo- no te me escapas. ¡Victoria comple-ta! Ahora, ángel celeste, aunque te arrepintierasno tendrías salvación.

Yo estaba como el general que acaba de ga-nar una batalla.

Abandonando el coche, avanzamos por lashermosas alamedas de aquel ameno sitio. DonDiego, despabilándose con la hermosura de loque veía, charlaba por los tres. No había acaba-do de entrar y ya quería cazar todas las aves,pescar todos los peces y modificar a su antojo laposesión. Tal alameda no debía estar como laplantaron sus fundadores, sino de otra manera:tales árboles debían ser arrancados y sustitui-dos por otros: en determinado sitio debía cons-truirse un edificio, un pabellón... en fin, para

Page 366: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

aquel impetuoso joven nada debía ser comoera.

Presentacioncita se extasiaba en la contem-plación del hermoso lago, que es principaladorno y riqueza de la hermosa finca. Despuésde observar largo rato el risueño espectáculoque ofrece la enorme masa de agua rodeada deamena verdura y corpulentos árboles, me dijo:

-Paseemos un poquito por el charco.

-Voy un instante a ver al administrador -ledije en voz baja, mientras D. Diego se dirigía alos botes-. Pronto vuelvo: no se olvide Vd. delos anises.

-¿Nos dejarán embarcar, Pipaón? -me pre-guntó el conde.

-Voy a pedir licencia.

En cuatro palabras me puse de acuerdo conel respetable D. S... S... acerca de los medios de

Page 367: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

plantar en la calle el estorbo que por necesidadhabíamos traído. El conde saldría; pero antesque a entrar volviera se convertirían en anisestodas las piedras del cercano río.

Un momento después era desamarrado unode los botes, y ocupándole D. Diego que empu-ñaba resueltamente los remos, después de des-cribir varias curvas se acercó mansamente a laorilla.

-Entren Vds... Presentación, adentro. SeñorD. Juan, salte Vd.

Saltamos adentro y tomamos asiento en losbancos del bote. Era la primera vez en mi vidaque yo me embarcaba.

-¿Saben Vds. -dije a los dos jóvenes cuandohabíamos avanzado como cinco varas por elagua-, que este suave movimiento no me agra-da? Se me va la cabeza.

Page 368: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-¡Se le va la cabeza! -dijo Presentación-. ¡Quéserá de la monarquía, si se le va una de susprincipales cabezas!...

La miré por ver si reía; pero estaba seria.

-¡Una de sus principales cabezas! -repitió D.Diego remando cada vez con más fuerza-. Aho-ra me acuerdo de que no he dado a Vd. las gra-cias... ¡qué distraído soy!... por la bandolera queme ha conseguido.

-Eso no vale nada, amiguito. Vd. se merecemás -dije con mucha inquietud-. Hágame Vd. elfavor de poner la proa a tierra... Por mi amigoel infante D. Antonio juro que el navegar escosa imponente.

-¿Pero se marea Vd. aquí?... ¡hombre deDios! ¿Y no se avergüenza Vd.?

Page 369: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-Un hombre de Estado, una eminencia -dijoPresentación-, una lumbrera de España y delsiglo, ¿perder su aplomo tan fácilmente?

-No me mareo, pero la verdad, esto no megusta... A la otra orilla, que es tarde y tenemosque ver la pajarera.

-Otro poquito más -dijo la niña-. Me encantaeste suave movimiento. ¡Qué hermosa es elagua!... Mire Vd., mire Vd. los pescaditos.¿Pues y esas yerbas verdes y negras que se vendebajo?... Aquí tienen ellos sus nidos, sus casas,sus alcobas, sus camas, sus despensas... MireVd. cómo van en bandadas por el agua, cómose juntan y se separan. Parece que se dicen unsecreto, que se hacen preguntas, que disputan yse reconcilian después. Y ¡cómo se ve el cielo enel fondo!, parece otro cielo, ¿no es verdad, Pi-paón? ¡Qué bien se ven desde aquí los árbolesde la orilla; se ven dos veces, unos vueltos haciaarriba y otros hacia abajo! ¡Oh!, por allí vienenlos cisnes. De lejos parecen una escuadra nave-

Page 370: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

gando a toda vela. ¡Ay! Pipaón ¡qué hermoso esesto!... A ver si sé yo remar.

-¡Tonta! Tú no tienes fuerza -dijo D. Diego,defendiendo los remos.

-Señor conde, diríjase Vd. a la otra orilla -exclamé yo, empuñando el timón, con no me-nos brío que un Sebastián Elcano-. La verdad esque estas cáscaras de nuez no me inspiran granconfianza. Puede romperse una tabla con lamayor facilidad, y aquí se ahoga uno sin reme-dio.

-Yo no, porque nado como un pez -dijo D.Diego.

-A tierra, a tierra.

-¿Que se ahoga uno? ¡Dios mío! -exclamócon espanto Presentacioncita-. ¿Si uno se caeaquí, se ahoga?

-Sin remedio.

Page 371: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

Por más que ordenábamos al remero quenos llevara a tierra, se empeñaba el tunante endar vueltas y más vueltas alrededor del lago.Corría velozmente la frágil embarcación, y laniña de la condesa parecía muy complacida deaquel extraño modo de pasear, porque aspirabacon delicia el aire que en nuestra carrera nosazotaba el rostro, y con sus manecitas agitaba elagua, salpicándola, cual si también remase.

-Basta, basta ya. ¡A tierra!

-Está Vd. pálido, Pipaón -me dijo la niña,acercándose a mí con mucho interés.

-Pálido no -repuse-, pero nos hemos paseadoya bastante por los mares.

-¿Quiere Vd. un caramelo? -añadió re-gistrándose los bolsillos-. ¡Qué diablura! Se mehan olvidado.

-Habrá Vd. traído anises.

Page 372: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-Tampoco -añadió con mucho desconsuelo-.Mira, Diego, en cuanto volvamos a la orilla,saldrás a comprarme unos anises. Verdadera-mente, no me puedo pasar sin anises.

-En los puestos del río los hay -indiqué yo.

Daba el bote una vuelta, cuando vi que unguarda con descompuestos ademanes de iranos hacía señas para que fuésemos a la orilla.Era un ardid convenido con D. S... S... para po-ner término a la excursión naval, si se prolon-gaba demasiado.

-¿Ven Vds.? El guarda nos hace señas de quesalgamos del bote -grité, fingiendo el mayorenfado-. ¡Qué desacato hemos cometido! Nosvan a echar de la posesión.

-Vamos, vamos -dijo la niña-. Aquel buenhombre está muy enfadado.

Page 373: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

Pero el conde seguía remando, y la nave susuave curso alrededor del vasto charco. Dis-poníame yo a arrancar los remos de las manosdel joven, cuando divisé en la orilla de enfrentemuchedumbre de hombres y caballos.

Presentación se puso pálida.

-Buena la hemos hecho -exclamé, recono-ciendo los coches de la Casa Real-. Ahí está SuMajestad... Cuando menos nos mandan a lacárcel.

-¡Jesús, qué miedo! -dijo la muchacha-.¿Dónde nos esconderemos? Diego, tú tienes laculpa. Vamos a tierra pronto, hijito, o échanos apique, para que ocultemos nuestra vergüenza.

El muchacho reía con un desparpajo que mearrebató de cólera.

El guarda seguía haciendo señas. Tras el co-che del Rey entraron otros, y bien pronto vimos

Page 374: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

paseando por la orilla a Su Majestad en perso-na, acompañado del duque y seguido de distin-tos individuos de su alta servidumbre. Pocodespués aparecieron algunas damas. Don Di-eguito remaba suavemente hacia tierra.

De pronto observamos que el Rey y todoslos que le acompañaban se detenían a mirarnos.Estábamos sirviendo de espectáculo a la corte.

-¡Qué vergüenza! -dijo Presentacioncita-.¡Cómo nos miran!... Su Majestad se ha fijado enVd., Pipaón. Parece que se sonríe.

En efecto, sonreía mirando el bote.

-Salude Vd. a Su Majestad, Pipaón, saludeVd., hombre -exclamó con afán la niña-. ¡PorDios, no sea Vd. grosero!... ¡Qué poste!... Perohombre, levántese Vd.

Púseme en pie, sombrero en mano... y en elmismo instante ¡Dios Todopoderoso y Miseri-

Page 375: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

cordioso!... sentí unas pequeñas pero enérgicasmanos que se apoyaron en mi espalda... recibíun impulso terrible, del cual no pude defen-derme, por estar desprevenido, y caí con estré-pito y como una piedra en el agua... ¡Horrorincomparable!

Cuando mi cuerpo chocó con la superficiedel agua y esta salpicó con estruendo y chas-quido horrible y sumergime repentinamente,sentí un rumor espantoso de carcajadas, y sobremí la voz de Presentacioncita, que con el ardorde la venganza, exclamaba:

-¡Por tunante!, ¡por cobarde!, ¡por pillo!, ¡portraidor!, ¡por al...!

La última palabra no la copio por respeto amí mismo.

Yo nadaba como una peña. Fui derecho alfondo. Agua por todas partes, agua en mis ojos,en mi boca, dentro de mi cuerpo, agua en mi

Page 376: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

aliento, que ya no era aliento, sino el angustiosohálito de la asfixia. Tragaba la muerte... memoría por dentro y por fuera... ¡me ahogaba!...

¡Ay! Cuando me sacaron, no sin trabajo, losguardas, ayudándose de ganchos, mi personainspiraba horror, según me han dicho. Yo erauna masa de fango pestilente. Los cortesanoshuyeron de mí con asco, mientras los guardasme envolvían en mantas, haciéndome los tra-tamientos necesarios para volverme a la vida.Dentro de mi estómago tenía todo el estanque,todo el Océano y hasta el bote.

Cuando adquirí la certeza de que aún vivíapara bien de la humanidad y amparo de losdesvalidos, era ya de noche. Todo era silencio.Estaba en una sala, y a mi lado no vi ni Rey nicortesanos. Los guardas me miraban y recor-dando el chasco, se reían.

Entonces, trayendo a la torpe memoria acci-dentes y pormenores, empecé a caer en la cuen-

Page 377: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

ta de que Presentacioncita se había burlado demí, haciéndome una obra maestra de estudiadafarsa, de disimulo, de pérfido engaño. ¡Malditasea mil veces! Recordando su comedia, su bienfingido enamoramiento, sus coloquios conmi-go, la habilidad suprema con que me fue con-duciendo poco a poco a la nefanda catástrofe,de acuerdo con su hermano, con su novio y suscriados, me parecía mentira que todo fuese unaburla. Después he sabido que mi conducta conlas señoras de Porreño y el señor de Grijalva leinspiraron aquel plan de venganza, que llevóadelante con su incontrastable voluntad y suagudísimo entendimiento. Me aborrecía apa-sionadamente, me odiaba con exaltación; soña-ba con la venganza, y ningún ideal amoroso,ninguna fantasía de mujer hubiera enloquecidosu mente, como aquella ansia de burlarme deun modo cruel, inaudito, no contentándose conel martirio de la ridiculez, sino aspirando a da-ños mayores, a la muerte quizás... Confesó lapícara que nada se le importaba que me ahoga-

Page 378: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

se, pues un ser tan vil y despreciable como Pi-paón (así mismo lo afirmó) debía morir dondevivía, es decir, en el lodo.

¡Hórrida, bella! Desde entonces, Presentaciónme causó espanto. Yo no me parecía a Marat;pero ella tenía no poco de Carlota Corday.

-Pero después de tal infamia, ¿les dejaronmarchar tranquilos? -pregunté a D. S... S... quese me acercó para informarse de mi estado.

-La muchacha reía -me dijo-; el joven remabacon mucha fuerza para llegar a la otra orilla;pero por mucha prisa que se dio, ya les aguar-daban allá los guardas, dispuestos a hacer pre-sa en ellos... Fueron, pues, cogidos ambos her-manos, porque son hermanos, ¿no es verdad?La muchacha estaba serena, tan serena que pa-recía un ángel; y cuando le afeamos su conduc-ta, respondió que Vd. por trapisondista y far-sante... (no sé cuántas insolencias salieron de

Page 379: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

aquella linda boca), bien merecía el remojóndelante de la corte, y aun la muerte.

-¿Y Su Majestad no dispuso...?

-Su Majestad, cuando vio que mi señor D.Juan salía lleno de fango, dijo sonriendo: «¿estávivo ese tunante?».

-¿Ese tunante?

-Así mismo. Luego añadió: «yerba ruin nun-ca muere», y fue hacia donde estaban los doscriminales detenidos por los guardas.

-Sin duda iba a disponer un castigo tremen-do...

-Su Majestad reía de tan buena gana, quedaba gusto verle. Todos nos reíamos. De repen-te algunos señores de la corte que acababan deentrar en la posesión se encontraron con SuMajestad en la senda que da vuelta al lago. De-tuviéronse todos: aquellos señores traían una

Page 380: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

grave noticia, venida hoy por el correo de Fran-cia, una noticia estupenda, horrible, que dejóabsorto y frío y pálido a Su Majestad, y mudosde espanto a todos los que le rodeamos.

-¿Y esos dos muñecos?...

-Su Majestad permaneció un rato mudo yquieto, como si se convirtiera en estatua. Des-pués dijo: «Vamos al instante a palacio»; y pu-siéronse todos en marcha.

-¿Y esos dos muñecos?...

-Yo interrogué al Rey para saber lo quehacíamos con ellos y entonces volvió a reír...

-¡A reír!

-Y con mucha complacencia nos dijo: «que seles deje en libertad, y no se les moleste por sutravesura».

Page 381: Episodios Nacionales. Memorias de un cortesano de 1815

-¡Travesura! ¡Se escaparon! ¡La impunidad!...¿Y qué noticia es esa...?

-Que Napoleón ha vuelto de la isla de Elba.

FIN DE LAS MEMORIAS DE UN CORTESANODE 1815

Madrid.-Octubre de 1875.