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Perez LiñanTRANSCRIPT
escrito por Scott Mainwaring y Aníbal Pérez-Liñán el 5 noviembre, 2014 archivada enCiencia Política
¿Cómo explicarse por qué las democracias subsisten o colapsan? ¿Cómo elucidar por qué las
dictaduras resisten o caen? ¿Cómo podemos entender las olas de cambio de régimen?
Estas preguntas empíricas revelan una problemática teórica más amplia. ¿Qué enfoques
teóricos nos ofrecen una mayor capacidad para entender el surgimiento, supervivencia y caída
de los regímenes democráticos y autoritarios en América Latina?
Nuestro libro Democracias y dictaduras en América Latina explora estas cuestiones en
función de dos objetivos centrales. El primero busca contribuir a los extensos debates teóricos
sobre la supervivencia y caída de los regímenes autoritarios y de los regímenes competitivos
(democracias o semi-democracias). El segundo consiste en explicar el cambio y la permanencia
de las dictaduras y los regímenes competitivos latinoamericanos entre 1945 y 2010, con una
mirada retrospectiva al período 1900-1944.
Desde los inicios del proyecto nos mantuvimos escépticos con respecto a la capacidad de
algunas teorías prominentes para explicar estos procesos en el contexto latinoamericano.
Concluimos entonces que sería útil elaborar una teoría alternativa basada en micro-
fundamentos más realistas sobre las motivaciones de los actores políticos. Nuestra teoría se
enfoca en los sistemas de actores, articula supuestos sobre sus preferencias, y deduce de ellos
hipótesis sobre por qué los regímenes sobreviven o colapsan:
1) Los actores políticos deben ser el centro de las teorías sobre cambio y
estabilidad de los regímenes. Los actores políticos, no las estructuras o las culturas,
determinan el proceso de cambio de régimen, aun cuando las condiciones estructurales o
culturales afecten su conformación y sus preferencias. Entendemos que los actores más
relevantes son algunas organizaciones como los partidos, los sindicatos, las asociaciones de
negocios, los militares, las organizaciones guerrilleras, y también ciertos líderes como el
presidente (presidenta). Estas organizaciones y líderes controlan recursos políticos y por ende
ejercen una fuerte influencia en la disputa por el poder.
2) Las actitudes normativas de los actores con respecto a la democracia y la
dictadura influyen de manera importante en la supervivencia o caída del
régimen. Si los actores más poderosos tienen una preferencia normativa por la democracia—
si creen que la democracia es intrínsecamente el mejor tipo de régimen aunque no satisfaga
sus preferencias por otras políticas públicas—la democracia tiene mayor oportunidad de
sobrevivir. Nuestro énfasis en la importancia de las preferencias normativas se asienta en otras
tradiciones en ciencia política y sociología que enfatizan la relevancia de las creencias para
explicar los procesos políticos, y en cierta investigación en economía que muestra que los
individuos a veces valoran los procedimientos en sí mismos, más allá de los resultados.
3) El radicalismo de los actores reduce la probabilidad de que un régimen
sobreviva, mientras que la moderación facilita la supervivencia de los regímenes
competitivos. Varios estudios han sostenido que las preferencias de política pública de los
actores poderosos (por ejemplo, sus preferencias en favor o en contra de la redistribución del
ingreso) tienen importantes consecuencias para los regímenes políticos. Nosotros sostenemos
que la intensidad de estas preferencias, y no solamente su orientación sustantiva, es crítica
para la supervivencia y caída de un régimen. Las preferencias radicales hacen que los actores a
la derecha y a la izquierda del espectro político se tornen intransigentes, y por lo tanto poco
propensos a tolerar el toma y daca de la política democrática.
4) Los actores están inmersos en un contexto internacional. Un ambiente
regional favorable, caracterizado por la existencia de múltiples democracias,
incrementa la probabilidad de una transición desde el autoritarismo y reduce el
riesgo de una quiebra de la democracia. Las explicaciones más prominentes del proceso
democratizador invocan la cultura política, el nivel de desarrollo económico, la fortaleza de la
clase obrera, o la desigualdad del ingreso. Estas variables operan en el nivel doméstico y
cambian lentamente en el largo plazo. Sin embargo, la democratización se manifiesta en olas
regionales que producen cambios profundos en períodos relativamente cortos. América
Latina, dominada por dictaduras en 1977, ya estaba predominantemente poblada por
democracias hacia 1990. Para explicar este fenómeno, nuestra teoría enfatiza la inserción de
los actores domésticos y de sus regímenes en el contexto regional e internacional.
¿En qué medida permiten estos cuatro principios explicar los procesos de democratización
latinoamericanos? Con la ayuda de 19 asistentes de investigación recolectamos información
sistemática sobre las preferencias normativas y el radicalismo de 1460 actores políticos en 20
países entre 1945 y 2010. También recolectamos información sobre el contexto internacional,
incluyendo las políticas estadounidenses hacia la democracia y la evolución anual del número
de países en la región con un régimen democrático.
Utilizando esta información desarrollamos una serie de modelos estadísticos para estimar la
probabilidad de transiciones desde el autoritarismo y el riesgo de quiebre de la democracia
para cada país en un año dado. En estos modelos controlamos además por otras explicaciones
convencionales como el nivel de desarrollo económico, el tamaño de la clase obrera,
dependencia económica de los recursos naturales, y tasas de crecimiento. (Algunos resultados
de este análisis serán publicados en castellano en el número de diciembre de la
revista América Latina Hoy).
Los gráficos que acompañan este post representan dos simulaciones basadas en los resultados
de ese análisis estadístico. Estas simulaciones confirman que nuestra teoría es capaz de
explicar la emergencia de una ola de democratización en América Latina a partir de 1978, y
también prueban que la democratización fracasa cuando los actores políticos no están
comprometidos con el proceso.
La línea gris en el fondo de ambas figuras refleja la proporción de regímenes competitivos
(democracias y semi-democracias) existentes en América Latina entre 1978 y 2010. Hasta que
la ola democratizadora comenzó en 1978, los regímenes autoritarios prevalecían en toda la
región. Las democracias eran a menudo poco duraderas, y algunos países nunca habían
experimentado un régimen competitivo. La situación cambió profundamente entre 1978 y
1990. Una región que había sido prevalentemente autoritaria hasta entonces asistió a
sorpresivamente la caída de los regímenes abiertamente dictatoriales.
Simulaciones de la Tercera Ola de Democratización
La línea más oscura refleja las predicciones referidas al nivel de democracia alcanzado en la
región bajo dos escenarios. En ambas simulaciones, fijamos todas las variables de control en su
valor promedio para cada país en el período 1978-2005. La proporción de democracias en la
región al momento t = 0 de la simulación fue fijada en el nivel observado en 1978. Tomando
estos datos como valores iniciales, la simulación empleó los coeficientes de los modelos
estadísticos para predecir la probabilidad de una transición y el riesgo de una quiebra
democrática en cada país durante 1978. A partir de esta información se estimó entonces la
probabilidad de que cada país fuese una democracia, una semi-democracia, o una dictadura al
final de ese año. La distribución de estos tipos de régimen, agregada a nivel regional, permitió
calcular la proporción de democracias esperada en 1979. Completado el cálculo
correspondiente a ese año, el proceso fue repetido. El nuevo nivel de democracia anticipado
para la región, combinado con las variables de control, fue usado para estimar la probabilidad
de transiciones y quiebras en 1980, y las probabilidades estimadas fueron nuevamente
agregadas para predecir el nivel regional de democracia en 1981. La secuencia fue repetida de
manera iterativa hasta llegar a 2010.
La diferencia entre los gráficos 1 y 2 radica en el tratamiento de las variables que miden la
preferencia de los actores por la democracia y su grado de radicalismo. En el gráfico 1
utilizamos los valores medios para las preferencias normativas y el radicalismo observados en
cada país entre 1978 y 2005 como insumo para estimar los niveles de democracia. La
secuencia identificada por la primera simulación se aproxima muy cercanamente a la ola
regional observada, lo que sugiere que nuestra teoría produce una explicación confiable de esta
transformación histórica.
En el gráfico 2 creamos un escenario hipotético manipulando las preferencias normativas y el
radicalismo. Asumimos para ello que una mayoría de los actores políticos en los 20 países
prefería normativamente alguna forma de dictadura, y que la mitad de los actores tenían
preferencias radicalizadas de política pública. El patrón emergente es notable: los efectos de
difusión en la región nunca hubiesen resultado suficientemente fuertes, y la tercera ola de
democratización nunca hubiese sido exitosa, bajo tales circunstancias.
Estos resultados son importantes no solo para explicar el pasado, sino también para proyectar
el futuro. En la última década y media, las variables independientes que constituyen el núcleo
de nuestra teoría han cambiado en una dirección ligeramente negativa, con efectos adversos
sobre unos pocos regímenes hasta el momento.
Las tendencias negativas en el proceso democratizador han sido particularmente agudas en
países donde los presidentes buscan consistentemente concentrar poder, socavando los
partidos de oposición y las instituciones independientes. En Venezuela y Nicaragua, y en
menor medida en Bolivia y Ecuador, gobernantes con agendas parcialmente radicalizadas han
intentado remodelar las coaliciones que sostienen el régimen. Se ha seguido así un viejo guión
de la política latinoamericana, según el cual los presidentes con una agenda radical alteran
dramáticamente el equilibrio de poder en su favor. Los temores inspirados por los gobiernos
de centroizquierda también activaron la radicalización de la oposición conservadora en
Honduras (2009) y en Paraguay (2012).
Desde una perspectiva de largo plazo, la mayor sorpresa en América Latina no es que la
democracia enfrente serios problemas, sino que haya sobrevivido. Sería prematuro—quizás un
sinsentido—proclamar el triunfo definitivo de la democracia en América Latina, pero la
dictadura resulta hoy menos extendida que en cualquier tiempo pasado. Las condiciones
internacionales favorables han ayudado a prevenir el colapso de las democracias en años
recientes, pero estas condiciones resultan poco efectivas para prevenir la erosión que se
produce cuando los actores políticos no están comprometidos con el proceso de
democratización.
Para explorar estas cuestiones, el libro combina el análisis cuantitativo de transiciones y
quiebras democráticas con estudios detallados de Argentina y El Salvador. Estos estudios de
caso permiten un análisis más específico de los actores políticos y de los mecanismos
históricos involucrados.