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RESUMEN EL PODER DE LAS METÁFORAS EN EL PERIODISMO ECONÓMICO Miguel Álvarez-Peralta Dpto. Periodismo III (Universidad Complutense de Madrid) El presente trabajo reflexiona, a través de un estudio de caso del considerado periódico de referencia, sobre el poder que tienen las metáforas empleadas por los medios de comunicación de masas como modelizadores de las construcciones públi- cas de los fenómenos socioeconómicos, especialmente en momentos de elevada ines- tabilidad financiera. Siguiendo la metodología del análisis metafórico del discurso (Lakojf & Johnson, 1980) se ponen de relieve los sesgos conceptuales, omisiones, falsas deducciones, connotaciones valorativas, y demás orientaciones de la acción colectiva a que puede dar lugar la conceptualización de la crisis financiera a partir de ciertos modelos cognitivos metafóricos, tales como la metáfora del desastre natu- ral, la metáfora biomédica o la metáfora del ciborg, ampliamente utilizadas en el dis- curso de portada al comienzo de la crisis de las hipotecas subprime en el año 2008. Palabras clave: metáfora, crisis, periodismo, economía. Una metáfora en un sistema político o económico puede llevar a la degradación humana en virtud de aquello que oculta. G. Lakoffy M. Johnson, Metaphors we live by No entiendo la empresa con el empresario a un lado y los trabajado- res por otro, sino todos juntos, por el bien común, sacando adelante una aventura empresarial. Gerardo Díaz Ferrán. Presidente de la Patronal CEOE ÁLVAREZ-PERALTA, Miguel. «El poder de las metáforas en el periodismo económico», en Vanesa SAIZ ECHEZARRETA y Ana María LÓPEZ CEPEDA (coords.) Los discursos del poder. Actas del XJT 'Congreso de la Asociación Española de Semiótica, Cuenca, Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha, pp. 333-346, 2013. 333

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RESUMEN

EL PODER DE LAS METÁFORAS EN EL PERIODISMO ECONÓMICO

Miguel Álvarez-Peralta Dpto. Periodismo III (Universidad Complutense de Madrid)

El presente trabajo reflexiona, a través de un estudio de caso del considerado periódico de referencia, sobre el poder que tienen las metáforas empleadas por los medios de comunicación de masas como modelizadores de las construcciones públi­cas de los fenómenos socioeconómicos, especialmente en momentos de elevada ines­tabilidad financiera. Siguiendo la metodología del análisis metafórico del discurso (Lakojf & Johnson, 1980) se ponen de relieve los sesgos conceptuales, omisiones, falsas deducciones, connotaciones valorativas, y demás orientaciones de la acción colectiva a que puede dar lugar la conceptualización de la crisis financiera a partir de ciertos modelos cognitivos metafóricos, tales como la metáfora del desastre natu­ral, la metáfora biomédica o la metáfora del ciborg, ampliamente utilizadas en el dis­curso de portada al comienzo de la crisis de las hipotecas subprime en el año 2008.

Palabras clave: metáfora, crisis, periodismo, economía.

Una metáfora en un sistema político o económico puede llevar a la

degradación humana en virtud de aquello que oculta.

G. Lakoffy M. Johnson, Metaphors we live by

No entiendo la empresa con el empresario a un lado y los trabajado­

res por otro, sino todos juntos, por el bien común, sacando adelante una aventura empresarial.

Gerardo Díaz Ferrán. Presidente de la Patronal CEOE

ÁLVAREZ-PERALTA, Miguel. «El poder de las metáforas en el periodismo económico», en Vanesa SAIZ ECHEZARRETA y Ana María LÓPEZ CEPEDA (coords.) Los discursos del poder. Actas del XJT 'Congreso de la Asociación Española de Semiótica, Cuenca, Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha, pp. 333-346, 2013.

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Miguel Alvarez-Peralta

1. CORPUS DEL ANÁLISIS Y DELIMITACIÓN DEL OBJETO DE ESTUDIO

De cara a analizar la construcción discursiva del fenómeno de crisis en la prensa generalista, tiene interés centrarse en el momento incial, aquella llamada quincena negra en que, tras la caída del gigante financiero Lehman Brothers, la crisis econó­mica se adueñó de las portadas de los diarios de todo el mundo y se produjo un salto cualitativo entre los tímidos avisos de riesgo de pinchazo para la burbuja inmobiliaria que venían produciéndose desde hacía dos o tres años y el tratamiento obsesivo y omnipresente del tópico como tema de portada.

Por tanto, nuestro estudio se centrará en analizar las portadas del considerado dia­rio de referencia en España, el medio generalista y de pago de mayor tirada, El País, entre los días 14 y 30 de Septiembre de 2008. En este corpus se despliegan ya, como veremos, las principales construcciones metafóricas que recurrentemente servirán para pensar la crisis, sus actores y sus eventos principales a lo largo de las diferentes etapas, narrativas y económicas, que la crisis atravesará en los años posteriores. Esta es una foto fija del nacimiento de dichas construcciones metafóricas, quedando pen­diente para posteriores análisis el seguimiento del ciclo de vida de dichos modelos cognitivos, sus evoluciones, versiones y desvanecimientos en el discurso periodístico de crisis.

1.1. Marco socioeconómico: la crisis de las hipotecas subprime Para contextualizar concisamente el discurso económico que luego pasaremos a

analizar, es necesario recordar algunos de los indicadores económicos del momento y el clima de opinión en que surgía el fenómeno mediático. Los orígenes de esta crisis económica son escurridizos y polémicos, no así los de su irrupción como fenómeno mediático omnipresente. Ya en el año 2007 los bancos centrales suministraron liqui­dez a la banca sin lograr evitar los grandes desplomes bursátiles que ocurrirían en los principales centros financieros entre los días 21 y 25 de Enero del año siguiente. Poco después, se producirían ya grandes derrumbes y rescates más o menos encubiertos de empresas con fondos públicos, como la compra de Bear Stems por JP Morgan Chase, con apoyo de la Reserva Federal de EE.UU. en el mes de Marzo. ¿Por qué entonces situaremos el foco sobre el mes de Septiembre?

El constante incremento de los precios del petróleo hasta los máximos alcanzados en ese mes y superados en Noviembre, sumado al efecto del cultivo masivo de cam­pos para fabricar biocombustibles, acarrearía el incremento de los precios de muchos alimentos básicos, ocasionando según la FA01 disturbios por hambre en 37 países del mundo ( diario El Mundo 2008, 11 de Abril). Muchos analistas daban por confirmados los estudios que habían predicho para estos años el final de la «era del petróleo bara­to»: la capacidad de producción a nivel mundial alcanzaba el pico y a partir de aquí tendería a decrecer a largo plazo (Kjell & C. J. Campbell 2003). Entre la población es­pañola existía ya un clima de temor al alcance real de una posible crisis. En el mes de Junio, antes del paréntesis veraniego, el miedo a los desabastecimientos por la huelga de transportes contra el encarecimiento de combustible ilustró este temor: imágenes de enormes colas ante gasolineras cerradas por falta de producto y estanterías de su­permercados vacías tras el acopio de productos de primera necesidad aparecieron en portadas e informativos. Dichas imágenes retroalimentaban la incertidumbre, y «el

1 Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación.

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El poder de las metáforas en el periodismo económico

pánico no tardó en extenderse por el país» (Caballero 2008) En Agosto se publica un informe oficial revelando que las economías de los 15 países de la eurozona se con­trajeron un 2% entre abril y junio, primer declive desde el momento de su creación (BBC Mundo 2008, 15 de Septiembre). El estancamiento del mercado inmobiliario, que sirvió de refugio de capitales en busca de rentabilidad tras el fracaso de otros sectores que prometían crecimiento sostenido (como la crisis de las empresas «pun­tocom» ), amenazaba la estabilidad del mayor negocio del país. En este contexto, se producía el evento que marcaría el pistoletazo de salida para el relato de crisis que es­tudiaremos. El 15 de Septiembre de 2008, el llamado «lunes negro», las acciones de la Bolsa de Nueva York experimentaron la peor caída en puntos de su historia en apenas una jornada bursátil. «La banca española tiembla», «miedo», «la mayor quiebra de la historia», eran palabras que marcaban un salto cualitativo en la representación pública del fenómeno de crisis. En los días siguientes, los gobiernos más poderosos del mundo, paladines del neoliberalismo económico, enarbolaban la bandera de la intervención económica y rescataban con fondos públicos los mayores bancos alentados por las patronales nacionales y transnacionales. La caracterización de las estructuras léxicas y narrativas empleadas en la construcción mediática de una política plagada de paradojas y su inscripción en la posición social desde la que actúan los productores del discurso, son la brújula que guiará nuestro análisis.

2. METODOLOGÍA: EL ANÁLISIS METAFÓRICO

El análisis metafórico se ha revelado en las últimas décadas como uno de los cam­pos más fértiles para el Análisis del Discurso. A través de la metáfora designamos nuevas realidades, modelando lo desconocido mediante recurso a esquemas familia­res, que facilitan la incursión en terrenos pendientes de conceptualización. Tal es la importancia de los procesos metafóricos en nuestra cognición, que podemos entender la Ciencia como una gran industria de la metáfora, que sistemáticamente produce mo­delos cognitivos con que pensar: el «árbol» de la vida, la «línea» del tiempo, el «flu.10» eléctrico, el «virus» informático, etc.

Sin embargo, la cristalización de una metáfora como artefacto para la aprehensión de lo real, puede resultar en la confusión entre el fenómeno y su constructo metafóri­co, lo que comporta efectos de sentido «colaterales» a cuyo estudio se aplica también el análisis metafórico. Cartografiar el tiempo a través de la recta orientada o del círcu­lo, por ejemplo, favorece cosmovisiones cronológicas muy diferentes, que orientarán de forma distinta la acción social.

2.1. La metáfora como estructura cognitiva Dice el sociólogo, filósofo y matemático Emmánuel Lizcano, retomando una tesis

de Nietzsche, que la realidad, no una realidad material única, «objetiva» exterior a nuestro imaginario, sino lo que cada grupo humano tiene por realidad, está constituida por ilusiones que se han olvidado que lo son, por metáforas que, con el uso reiterado y compartido, se han reificado y han venido a tenerse por «las cosas tal y como son»« (Lizcano, 2006).

Podemos entender el imaginario colectivo o «imaginario social» como ese mag­ma de imágenes y constructos mentales que forman una suerte de Máximo Común Denominador (para usar una metáfora científica) de las mentes de los individuos de

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una colectividad humana, aquellas estructuras mentales de las que sus miembros se valen porque sus medios de comunicación, sus tradiciones culturales populares, sus programas educativos u otros factores las han hegemonizado, retomando la expresión gramsciana. Incluso, podemos considerar como imaginario social no aquellas ideas que los hombres y mujeres tienen, si no a las que pueden fácilmente acceder porque están en el espacio ideológico público, las que potencialmente aprehenderán y de forma consciente o no utilizarán a lo largo de sus vidas ( o bien, según la perspectiva que adoptemos, aquellas por las que serán aprehendidos y utilizados) siendo así no una intersección aproximada de sus imaginarios individuales sino un Mínimo Común Múltiplo (explotando la anterior metáfora matemática) de las estructuras ideológicas que en forma de asociaciones flexibles y múltiples subyacen a todos los procesos hu­manos de comunicación, vinculando imágenes, sonidos, palabras, representaciones de las transposiciones mentales de percepciones sensoriales, emocionales o racionales, agregadas formando compuestos, cadenas y redes cognitivas que excederán cuanto podamos decir sobre ellas porque es a partir de ellas que podemos decir algo.

En este permanente y multilateral proceso de producción de conexiones que es el imaginario social, la metáfora como forma paradigmática de conexión juega un papel protagonista. Adoptemos como buen comienzo la noción de metáfora presente en la Poética aristotélica, como una «simple» traslación de signos: la actividad de «trasla­dar a una cosa el nombre que designa a otra». Así, como señala Lizcano en su libro Metáforas que nos piensan (2006), cuando creemos expresamos libremente haciendo uso de un lenguaje neutro, en realidad la multitud de metáforas que habitan nuestra lengua ahorman nuestras emociones y pensamientos, conectan nuestros constructos mentales formando nuevas composiciones, siempre de forma ideológica, imponién­donos construcciones mentales como las que nos permiten tener la razón, o perder el tiempo, dejar que los hechos hablen por sí mismos y pensar que existen países atra­sados, etc. Por ello afirmaba Barthes, en el polémico discurso de inauguración de su cátedra en semiología, que la lengua no es progresista ni conservadora, sino simple­mente fascista: estructura el pensamiento guiándolo por ciertos cauces, a partir, entre otros recursos de su carácter metafórico.

La propia actividad científica no es nada más (y nada menos) que una gigantesca industria de la metáfora, un gran consenso para la construcción y el mantenimiento sis­temático de un amplio y entrelazado espacio metafórico en el que la humanidad pueda vivir. Los múltiples modelos teóricos que pueblan el discurso científico -la evolución como una línea recta dotada de sentido, el átomo como un pequeño sistema solar, la raíz de un número-, así como el discurso político, económico, publicitario, etc. no son sino procesos semióticos que conectan nuevas estructuras cognitivas con estructuras ya conocidas (hegemónicas), para permitir su propagación. Conocer es vincular lo nuevo a lo conocido, es crear metáfora. Pero los modos en que se trasladan los signos de unas realidades a otras no son arbitrarios ni aislados, sino que forman parte de movimientos que se dan en el magmático torbellino del imaginario social, fruto de esfuerzos com­binados, conscientes o no, que constituyen corrientes ideológicas con que los grupos sociales introducen sus cosmovisiones y sus valores vehiculados en discursos colecti­vos y, en nuestra era, especialmente, a través la comunicación de masas. Estas vincu­laciones o «señalamientos» (significados), vectores que nuestro pensamiento recorre (siempre metafórico, siempre en traslación), proponen formas de entender la sociedad

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El poder de las metáforas en el periodismo económico

y de actuar en ella. Así, hemos de tomamos muy en serio la relevancia de adoptar una metáfora y no otras, pues como advierte el lingüista George Lakoff (1991) en su aná­lisis del discurso mediático sobre la Guerra del Golfo, «las metáforas pueden matar». José M. González, en su libro Metáforas del Poder ( 1998), concluye que

Es importante entender el papel de las metáforas en la confrontación de nuestro discurso y pensamiento político, en los procesos de toma de decisiones y, en general, en toda acción colectiva. Lenguaje, pensamiento y acción se basan en la capacidad humana de metaforizar. Sin metáforas no es posible el lenguaje, pensamos mediante metáforas y

actuamos sobre la base proporcionada por metáforas[ ... ]

Este autor se preocupa en distinguir la visión reduccionista de la metáfora como una figura literaria que embellece el discurso gracias a sus funciones ornamentales y evocativas, de su función principal en el discurso político: la constitutiva. Concluye que la metáfora «contribuye a la constitución del pensamiento y de la acción políti­ca», en tanto que, tomando la expresión de Mark Johnson (1991), la metáfora es «una estructura penetrante e indispensable de la comprensión humana, mediante la que captamos figurada e imaginativamente el mundo».

Entendidas como marcos metafóricos, las ideologías se ocupan de elaborar nuevos constructos mentales colectivos acordes a sus axiomas fundacionales y debilitan, en­mascaran o deforman aquellos que constituyen un obstáculo a los intereses colectivos, objetivos y subjetivos, de los grupos que las sustentan. Hablando en concreto de co­municación político-económica, Lakoff y Johnson (1980) afirman que:

Las ideologías políticas y económicas tienen marcos metafóricos. Como en todas las otras metáforas, las metáforas políticas y económicas pueden ocultar aspectos de la rea­lidad. Pero en el área de la política y la economía, las metáforas importan más, porque limitan nuestras vidas. Una metáfora en un sistema político o económico puede llevar a la degradación humana en virtud de aquello que oculta.

Así pues, considerando esta noción de metáfora como elemento clave del imagina­rio social en que un discurso se inscribe, en tanto que construcciones cognitivas que nos permiten nombrar la realidad -más aún, comprenderla y operar en ella- pero nunca de forma neutra sino en coherencia con ciertas estructuras ideológicas que las organizan, pasamos a observar los marcos metafóricos que emergen del discurso con el que se ha construido públicamente la crisis analizada.

2.2. La metáfora del desastre natural Los resultados del Análisis Exploratorio de Contenido aplicado al corpus con

ayuda de software especializado, para alcanzar una descripción precisa del univer­so léxico de este discurso, muestran vectores semánticos y agrupamientos temáticos («clusters») que revelan la existencia de un símil recurrente entre la crisis económica y un desastre natural, como si la ruina de las empresas o la caída de los indicadores obedeciese a las mismas leyes físicas que gobiernan desde hace millones de años el clima de nuestro planeta. Esto vincula el discurso de crisis con el universo mitológi­co del enfrentamiento contra las fuerzas de la naturaleza. La siguiente tabla recoge algunas de las construcciones que más explícitamente ejemplifican esta estrategia de representación metafórica en las portadas de la quincena analizada:

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Miguel .-\lvarez-Peralta

Día Expresión (subrayado nuestro)

15 ... arrastrado por la crisis que han desatado en todo el mundo las hipotecas locas de EE UU ..

17 . . . nueva catástrofe en los mercados financieros,

El terremoto que sufre Wall Street ha obligado también a EE UU y a la UE a inyectar.

18 El huracán bancario de Wall Street golpea a la City londinense y obliga ..

El seísmo financiero que sacude Wall Street cruzó ayer el Atlántico para golpear de lleno en el corazón ..

19 El Gobierno de Estados Unidos puso ayer en marcha toda su ma-quinaria para impedir que el huracán financiero siga arrastrando al precipicio a la banca, la Bolsa y el conjunto de la economía ..

20 Bush sale al rescate de Wall Street..

La Reserva Federal, el Tesoro y la autoridad bursátil lanzan un plan de salvamento.

21 La última semana negra, colofón de más de un año de turbulencias, cambiará de arriba abajo el sistema ..

. . . la que ya es la mayor intervención de un Gobierno en la economía, obligada por una espiral que a punto estuvo de llevarse el sistema por delante.

23 Goldman Sachs y Morgan Stanley, únicos supervivientes del modelo de banca de inversión ..

29 Tres países europeos toman el control del primer banco.

La tormenta financiera arrecia también en E uropa.

Los Gobiernos de Bélgica, Holanda y Luxemburgo se vieron obli-gados anoche a salir en ayuda del mayor grupo de banca y seguros belga, ..

30 Fracasa el rescate . .

Un riesgo de hecatombe se cernió ayer sobre Wall Street y toda la economía mundial.

El huracán de Wall Street que desde hace semanas soplaba sobre Europa ha golpeado finalmente con fuerza el corazón financiero ..

Superados a la hora de gestionar el alud de malas noticias, los Go-biernos de Bélgica, Luxemburgo, Holanda, Alemania, Reino Unido o Dinamarca están enfrascados desde el fin de semana en operaciones de salvamento y rescate de bancos y compañías de seguros de todo el continente, mientras los mercados bursátiles se hunden más y más.

Simi lares operaciones, con apoyo o participación pública directa, se han desatado en las últi mas horas para salvar la gran aseguradora ..

I Europa levanta defensas ante la crisis.

Sacudida por el terremoto financiero con epicentro en Wall Street, Europa intenta a toda costa defenderse con medidas sin precedentes .

Hasta ahora, las medidas más concretas se han activado para salvar entidades financieras o aseguradoras en apuros.

Bruselas exigió ayer a Estados Unidos «que asuma sus responsabili-dades» y saque al mundo de este marasmo.

Tabla li. Algunas expresiones que realizan la metáfora meteorológica.

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El poder de las metáforas en el periodismo económico

Vista a través de estas expresiones metafóricas, la crisis no aparece como con­secuencia de la acción humana, salvo quizá, a través de la mediación de un «efecto mariposa» que tan de moda han puesto las versiones cinematográficas de la Teoría del Caos, capaz de provocar un ciclón en Asia cuando alguien cuece un huevo en Brasil. Según esta representación metafórica, las «hipotecas locas» han «desatado» un cas­tigo de la naturaleza (terremoto, huracán, seísmo, turbulencias, catástrofe, espiral, hecatombe, tormenta, alud, etc.) que «sopla» y «arrecia», «arrastrando al precipicio» la economía, cruzando el océano para «golpear de lleno» (y en el corazón), lejos de su «epicentro», «a punto de llevarse por delante el sistema». Con ello, el desastre ha «obligado» a «desatan> operaciones de rescate o planes de salvamento para atender a unos índices que «se hunden más y más» y a entidades «en apuros», a la vez que a «levantar defensas» ante nuevas «sacudidas». El escenario metafórico podría ser com­partido con una película de aventuras en el mar, con rescate a la desesperada incluido. Se trata de un escenarios de lucha contra lo natural.

Pensar la crisis a través de esta metáfora conlleva una serie de orientaciones y limitaciones que refuerzan de forma evidente una visión del mundo. Es evidente que no cabe oponerse a la existencia misma de huracanes y terremotos. Cuestionar que la economía deba ser concebida como una diosa que premia o castiga, plantear escapar a la dictadura de las turbulencias del mercado para vivir bajo un régimen donde el ser humano organice la economía y no al revés, no tiene ningún sentido si se acepta la validez de esta construcción metafórica. Tal deseo respondería solo a un delirio de grandeza digno de un desequilibrio racionalista, es equivalente a pretender gestionar democráticamente el clima. Del mismo modo que solo cabe adaptarse y sobrellevar lo mejor posible los ciclones estacionales o las lluvias monzónicas, el mito del mercado no deja otra opción que acostumbramos a campear sus sacudidas lo mejor posible. La previsión meteorológica es remplazada por la interpretación casi «mágica» de los índices bursátiles, pero ambos son solo intentos de pronosticar lo impredecible, lo in­gobernable, lo que nos gobierna a todos con sus vaivenes, el letal y caprichoso tomado financiero del que depende nuestro destino.

Pero esta construcción metafórica va mucho más allá, no es solo la crisis lo que se asigna a la categoría de natural, también a las propias medidas de intervención se otorga carta de naturaleza. Dichas medidas, no necesitan ser pensadas, discutidas, elaboradas o planificadas: basta con «activarlas» (El País, día 1 de Octubre) o «des­atarlas» (día 30 de Septiembre). No es necesario ponerlas sobre la mesa porque ya están allí, el problema era que estaban inactivas o atadas, pero de hecho son las únicas que hay, las evidentes, las naturales. Las medidas son naturales porque además son obligadas ( días 17, 18, 21, 29 y 30), es el castigo de la naturaleza que ha obligado a realizar esas y no otras acciones de protección. En este enfrentamiento con las fuerzas de la naturaleza hay una doble componente, mítica y trágica: ellas son la forma que adopta un destino al que se enfrenta el sujeto, son algo inevitable, la fatalidad, elfatum avisado por algunos oráculos. Esta concepción daría comienzo a un interesante vector de análisis que aquí no podremos seguir, pero que obligaría a considerar los procesos catárticos que sobre esta representación trágica podemos experimentar como espec­tadores: el castigo de los dioses sobre los excesivamente avaros o los que incumplen ciertas normas, o sobre aquellos que eventualmente se enfrentan a las fuerzas ciegas de la Tierra y colocarse por encima de lo natural, aquellos que pretenden controlar la economía y ponerla al servicio del hombre.

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En lo que si nos detendremos brevemente es en la dimensión pasional de esta me­táfora. Su objetivo no parece tanto precisar en lo teórico un modelo de comprensión del fenómeno económico como promover en el plano emocional una respuesta ante el desastre global: el miedo. Mucho se ha escrito sobre los usos políticos de estrategias basadas en la atemorización colectiva: la imagen del dictador nuclear (Ahmadineyad, Sadam, etcétera), del terrorismo internacional o el fantasma del comunismo han ser­vido durante años para justificar empresas militares o, como es el caso, la adopción de medidas impopulares. El miedo colectivo permite situar de inmediato los discursos de oposición a estas medidas como servicios que se prestan, voluntaria o inconsciente­mente, a las fuerzas del «caos».

Es evidente que esta metáfora climatológica de las crisis económicas es en realidad un modelo teórico académico, que proviene de la ciencia económica, y alguien podría argumentar, por tanto, que se trata de la mejor explicación que tenemos o, al menos, de una ilustración aceptable sobre el funcionamiento de los mercados, algo más que una invención discursiva. Sin embargo, desde las propias ciencias económicas se ha denunciado la clara intencionalidad ideológica de esta metáfora. El economista e in­vestigador Albert Recio (201 O) criticaba recientemente esta dimensión mitológica de la metáfora, que nos devuelve a una sociedad medieval, cuando comentaba los «ata­ques» de los mercados contra el Euro:

Lo realmente inaudito no es que ocurran estos ataques sino que se tomen como un he­cho natural, tan inevitable como la erupción de un volcán islandés o el movimiento de una placa tectónica en Chile o en China. La hegemonía del capitalismo financiero en la cultura económica es tal que ha conseguido naturalizar el papel de la especulación finan­

ciera. Hay en la teoría económica neoclásica un claro intento de configurar al mercado como una especie de marco natural de la vida humana. [ ... ] Aunque lo de «los mercados» suena a moderno, a análisis científico, mirado con lupa está más cerca de las exigencias

y tributos que imponían los reyes y señores feudales cuando querían costear guerras u otros gastos improductivos. Porque someterse a «los mercados» (por supuesto financie­ros) es simplemente condicionar la organización social a la dictadura de una minoría de

rentistas y financieros.

De hecho, hay alternativas a esta metáfora, tanto en la ciencia económica como en el periodismo. Los discursos críticos con estas políticas han sustituido las palabras que subrayábamos en los titulares analizados, constitutivas de la metáfora del desastre natural, por un vocabulario más técnico, desprovisto de la emotividad atemorizadora, o bien por un vocabulario irónico y moralizante, introduciendo metáforas alternativas que hablan de bandidos, piratas, o ladrones. Otros retoman la desafortunada metáfora liberal del propio Adam Smith, del mercado como «mano invisible» que manipula y (des)organiza la producción sin necesidad de una institución supervisora.

Hemos evitado tratar hasta ahora el uso de una de las palabras subrayadas en la anterior tabla: «marasmo». Cuando el periodista dice que Bruselas «ha exigido que EEUU saque al mundo de este marasmo», desconocemos si lo hace teniendo en mente las connotaciones de agitación, caos y desorden que popularmente se asocian a esta palabra, relacionada a menudo, correcta o incorrectamente, con el mar embravecido (por la homofonía de sus lexemas). Sin embargo el diccionario de la RAE recoge

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El poder de las metáforas en el periodismo económico

como significado de esta palabra precisamente lo opuesto de la agitación: «Suspen­sión, paralización, inmovilidad en lo moral o en lo físico». Nada tiene que ver con el mar. Cabe la posibilidad de que el periodista haya utilizado esta palabra para referirse conscientemente al segundo y último significado que la real academia reconoce a este término, perteneciente al ámbito de la medicina: «Extremado enflaquecimiento del cuerpo humano». No procede especular sobre las intenciones conscientes del pe­riodista, si deseaba comparar el contexto de crisis con la mar agitada, la inmovilidad física, o la desnutrición. Más interesante es apreciar la combinación de sentidos, cons­cientes o no, que confluyen en este término, y permiten hacerlo operar como bisagra entre las dos metáforas principales de esta representación: la metáfora del desastre natural y la metáfora de la intervención médica.

2.3. La metáfora biomédica No sólo el término «marasmo» establece un puente entre las dos construcciones me­

tafóricas que dominan esta representación. Igualmente, ese titular que el día 24 anuncia que «La crisis salpica a RTVE» cumple la misma función. Salpicar es algo que hace la lluvia o el barro, puede ser una consecuencia de una tormenta, aunque en este caso, no parece una afectación muy grave. Mucho peor seria el caso de salpicaduras con sangre contaminada, infecciosa, salpicaduras que puedan dar lugar a un contagio del fenómeno de crisis, como ocurre con un peligroso virus o con algún tipo de arma biológica. ¿Re­cuerda el lector la imagen de Collin Powell exhibiendo un botecito de Anthrax ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas para estimular la decisión de invadir Iraq? Efectivamente, el miedo global a la amenaza natural de una meteorología desbocada, puede ser incluso superado por el miedo a otra cara de las fuerzas destructivas de la na­turaleza: la amenaza biológica contra la especie. La histeria colectiva ante el riesgo de una pandemia, que explota el pánico a la enfermedad y el dolor instintivos en el ser hu­mano, quedó recientemente ilustrada en los medios de masas ante los últimos episodios de gripe aviar y porcina, con sus correspondientes medidas de vacunación masiva de la población. En ambos casos, como sucede en este discurso de crisis, se declaró el es­tado de «alerta mundial» (titular del día 16). En el caso de la pandemia las autoridades sanitarias declaran dicha alerta para que la población esté prevenida y dispuesta en caso de que deban ejecutarse medidas de contención urgente como campañas de vacunación, prácticas de higiene ciudadana, etcétera. Pero en el caso de la crisis ¿qué autoridades políticas decretan el estado de alerta mundial y con qué intención? ¿Para qué medidas debemos estar dispuestos? En realidad, no son autoridades públicas electas sino autori­dades de facto, mediáticas y financieras, las que declaran esta alerta mundial. Pero la in­tención de dichos poderes es equivalente, preparar el terreno para una peculiar campaña de «vacunación». En efecto, la representación de una «inyección de liquidez» (días 16, 17, 20) para «frenar la hemorragia de las bolsas» ( día 17) y así «auxilian> ( día 19) con dinero de todos a unos bancos que sufren la « sangría de los mercados» ( día 17 y 20) es una imagen que describe en términos sanitarios lo que también podríamos denominar como desvío de fondos públicos a las arcas de empresas privadas.

En coherencia con esta imagen metafórica, lo que podríamos describir como una socialización de las pérdidas al financiarse públicamente inversiones ruinosas, se entiende en este discurso, como si de una liposucción de tejidos cancerosos y ad-

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ministración de calmantes se tratara, por e.1emplo cuando ser afirma que el estado «absorberá los activos dañados por la crisis y facilitará a las entidades el capital que necesiten para evitar su quiebra» ( día 19). La economía pública se convierte así en la maquinaria que absorbe «activos tóxicos que asfixian los balances» ( día 21 y 22, «activos contaminados» día 20), devolviéndoles la respiración a unas bolsas «al borde del colapso» ( día 20) que, por fin, «reaccionan» ante la «intervención de emergencia» (día 20).

Reparar en la raíz léxica común entre las palabras «medidas» y «medicina» no revela ninguna sutileza oculta: el objetivo de dichas medidas también se explicita en términos metafóricos como «sanear el sistema financiero con una inyección de cientos de miles de millones de dólares» ( día 20). Así pues, pensar la crisis desde esta metáfora invita a creer que el sistema financiero atraviesa una especie de constipado que se cura con una inyección de dinero, lo que igualaría toda opinión contraria a esta vacuna con la de aquellos indeseables insolidarios que se quejan del sistema sanitario público porque no quieren costear la salud ajena. No es aceptable, y menos entre el lectorado progresista de este diario, negar la medicina a un enfermo en un estado de derecho y bienestar. La desagradable imagen de la sangre fluyendo a chorro por una hemorragia abierta llama directamente a una intervención técnica, experta, incues­tionable, de un profesional que no entre en explicaciones detalladas y cosa la herida inmediatamente, sin reparar en gastos, cueste lo que cueste. Si el equipo médico, con todos sus conocimientos y su instrumental, no consigue reparar la herida, tampoco parece educado acusar al equipo profesional que, como se suele decir cuando alguien fallece en quirófano, declarará que «hicimos cuanto pudimos». La metáfora médica nos traslada al escenario hospitalario, con todas sus connotaciones: un marco de dolo­res desagradables pero necesarios.

El daño tratado (ocasionado por los golpes del huracán), cobra tanta viveza en esta construcción discursiva que puede incluso localizarse en zonas concretas del cuerpo económico, concretamente en las dos zonas más valiosas: corazón (donde golpeó el huracán) y cabeza. Así cobran los mercados y las grandes empresas que en última instancia los componen forma antropomórfica. Efectivamente, el convaleciente que protagoniza esta metáfora medicinal (las empresas, los mercados, la economía, la so­ciedad por extensión), tanto está cayendo que corre el riesgo de romperse literalmente el cráneo, quedando sin cabeza, sin razón, zombi en un mundo que ya jamás podrá ser pensado: «íbamos al descalabro total», explica el héroe. Las reformas legales que acompañan a esta descomunal transfusión de recursos, buscan «eliminar de los mer­cados las operaciones que dañan su buen funcionamiento» y «reactivar el flujo del dinero» (día 20), no se trata por tanto de intervencionismo económico, tan duramente criticado durante décadas por el Establishment neoliberal, sino de una intervención médica que ahora sí, justifica «meter mano en los mercados» ( domingo 21) como el cirujano lo hace en el pecho, no para alterar el funcionamiento del sistema sino para facilitarlo, implantar una suerte de bypass y limpiar las arterias del «sistema» (por ejemplo, absorbiendo activos tóxicos) para devolver el muerto que está ya en sus días de luto, en su «semana negra» ( día 21) a la vida. Los causantes de la crisis se convierten así en convaleciente, digno de cuidados, como si disfrutase de un repara­dor balneario: « Wall Street recibirá un auténtico baño de dinero público para evitar

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el colapso» ( día 21 ). Mientras tanto, por si acaso, «Zapatero garantiza en Nueva York la salud financiera de España» (día 25), otro mercado que podría contagiarse de la anterior epidemia, aunque por si acaso Solbes se ve obligado a recetarle una saludable «reducción del desequilibrio» mediante un «presupuesto austero» (día 27), como aus­teras son las dietas que acostumbran a prescribir los galenos: se aconseja un régimen de gasto público sin sal, ni café, ni tabaco, y por su puesto nada de excesos.

Ironías aparte, los marcos metafóricos han de ser leídos efectivamente como guías para la acción. Mientras la metáfora del enfermo implora compasión, piedad y auxilio, la del avaro que emplean algunos periodistas denunciantes de estas políticas exige rectificación y castigo. Es evidente que ninguna de estas metáforas de nuestra econo­mía es neutra u objetiva -objetivos podrían considerarse, en todo caso, las cantidades extraídas del erario público o los beneficios declarados por una empresa en el ejerci­cio anterior- si no que sirven a intereses ideológicos determinados pertenecientes a grupos sociales concretos. La consideración de la industria inmobiliaria y las gigantes financieras como enfermas requeridas de un sistema de salud pública favorece en concreto a su élite de macro-accionistas, familias de grandes propietarios, etc. Es una construcción ideológica a favor de las necesidades de las grandes fortunas del planeta.

2.4. La metáfora del ciborg Estas dos son los principales, pero por supuesto que no son los únicos resortes

metafóricos implicados en la construcción de la crisis. La metaforización ideológica en el discurso periodístico es constante. A ellas se solapan otras con las que se com­patibilizan, articulando un imaginario común, pues es característica del imaginario social ser multiforme, polivalente, contradictorio, ambiguo. Nunca la dominación de un modelo cognitivo es total, siempre coexiste con muchos otros. En este caso apun­tamos brevemente como último ejemplo la que hemos llamado «metáfora del ciborg». Esta metáfora coincide con las anteriores en la antropomorfización de las entidades empresariales. Por un lado, se les otorga una materialidad que no tienen, al conside­rarlas estructuras dotadas de propiedades mecánicas, susceptibles de «ganar solidez», «derrumbarse», soportar «impactos» y acometer «reestructuraciones». Cuando sufren «caídas», corren el riesgo de «quebrar», «paralizarse» o entrar en «banca-rota», ante lo cual es una solución «fusionarse» (cualidad de los metales) para convertirse en entidades «robustas» (cualidad humana). Estos verbos nos introducen en un universo mecanicista y material, de propiedades exactamente opuestas a la virtualidad que los economistas críticos denuncian hoy en la inflada economía financiera, basada en la especulación, a la que acusan de «vender y comprar humo», generar constantes burbu­jas, habiéndose desconectado de la economía productiva o material tras el abandono del lingote de oro como patrón. Son estrategias de metaforización opuestas: virtuali­dad vs. materialidad.

En segundo lugar, además de materialidad, estas estructuras adquieren vida y pro­piedades androides cuando son referidas como «gigantes» o «colosos» que ejecutan y padecen acciones propias de la condición humana. De este modo se da la condición de tangible y vivo a lo que en realidad es una difusa estructura de contratos mercan­tiles y laborales, un proyecto empresarial. Pensar a través de esta metáfora introduce nuevos sujetos en escena, logrando lo que Barthes identificaba como característica del

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discurso de la burguesía, «la clase que no quiere ser nombrada», el ocultamiento de los propietarios y directivos de estos «gigantes». Ya no son las juntas de accionistas o los super-ejecutivos los responsables de las fechorías financieras ni laborales, las empresas cobran vida propia y compran, venden, despiden, suben y bajan salarios, abren mercados o se trasladan a nuevos escenarios. Como Barthes advertía, la clase burguesa, tras su conquista de poder y el establecimiento de sus normas de juego, ha completado su proyecto borrándose del mapa, autocancelando su representación en el discurso de masas, o más bien reconvirtiéndola en representación naturalizada del éxito individual, desprovista de su carácter clasista y excluyente. En el discurso hegemónico contemporáneo la clase burguesa no existe, de hecho no vivimos en una sociedad de clases, sino que todos pertenecemos a categorías que nos homologan como «ciudadanía» de una misma «nación» o como consumidores con mayor o menor éxito: la contradicción capital-trabajo pertenece al universo discursivo del siglo XIX, decir «burgués» hoy en día, como decir «plusvalía», es manejar categorías obsoletas. Todas estas metáforas comparten entre sus objetivos el de la disolución de dichas categorías decimonónicas, que a pesar de su obsolescencia no cesan de retomar una y otra vez de la tumba. Son construcciones que buscan reunir, como propone el jefe de la patronal española, cuya cita abría este artículo (multiempresario especializado en el capitalismo carroñero o rentabilización del hundimiento de empresas), la concep­ción de la empresa como un barco donde no hay patrón ni marineros, sino que nave­gamos «todos juntos, por el bien común, sacando adelante una aventura empresarial». Eso explicaría, haciendo una breve incursión en el análisis narrativo de la mano del modelo actancial greimasiano, las dificultades que tendríamos para ubicar algunos de los actantes en el relato oficial de crisis. ¿Quién encarga la acción del gobierno? ¿La prensa, la Historia, la Nación, los mercados? ¿Quién la recibe? ¿La sociedad, las empresas, la Humanidad? ¿Quién se opone a las medidas de rescate: un huracán o la mayor parte de la ciudadanía? El Destinador, Destinatario y Oponente de este relato, en términos greimasianos, aparecen escindidos, elípticos o desviados, como hemos mostrado anteriormente con motivo de un análisis narrativo (Álvarez-Peralta, 2011) La disolución de las categorías que explican las grandes tensiones y oposiciones de clase en la sociedad del mercado global es una constante en el discurso informativo de masas. A esta conclusión llegaba también el estudio de Chakravartty & Schiller (2010) cuando afirma que se han convertido los riesgos financieros y mercados de derivados en «sentido común», durante el proceso de construcción de un «marco in­formativo a favor de la especulación» :2

Actores institucionales gobernaron este proceso aprovechando los estándares periodís­ticos para redefinir los parámetros de legitimación de la información económica. Las historias ejercieron una potente forma de violencia simbólica, normalizando y despoliti­zando lo que no hace tanto se entendía como teorías económicas marginales y cerrando la vía a cualquier perspectiva que se dirija a los lectores como «trabajadores» por opo­sición a «consumidores».

A pesar de ello, palabras como «consumidores» vs. «asalariados», «emprendedo­res» vs. «capitalistas», «explotación» vs. «empleo», «capital» vs. «activos-pasivos»,

2 Speculative news frame, en el original.

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lejos de ser términos pacíficos (Courtés, 1980) cuyo sentido reposa en un consenso estable, son todavía términos conflictivos cuyo sentido es objeto de tiras y aflojas por parte de grupos sociales, lo que puede percibirse en sus usos polémicos, traduccio­nes no directas, matices valorativos, connotaciones ideológicas, etc. Es así que esta estrategia discursiva consistente en la identificación metafórica de empresas priva­das arruinadas con gigantescos ciborgs convalecientes a los que salvar de horribles amenazas naturales, pretende sobreseír estos conflictos logrando la identificación del oprimido con su opresor, de las víctimas de la crisis con sus culpables: dependemos de estos grandes bancos para poder trabajar y consumir, por tanto las medidas de rescate nos salvarán a todos, porque las empresas somos todos, su destino aparece como el destino de toda la sociedad.

3. CONCLUSIONES

Tres son las construcciones metafóricas dominantes en el discurso periodístico ante la crisis económica, al menos en su fase inicial en que se constituye el marco metafóri­co y el tono del relato de crisis: la metáfora que identifica el problema con un desastre natural, la que identifica las políticas de rescate (socialización de pérdidas) con me­didas sanitarias, y la que identifica a los grandes bancos con gigantes antropomorfos de cuya salud depende la de toda la sociedad en su conjunto. Estas construcciones metafóricas evidencian un sesgo ideológico en el que el emisor de este discurso sin­toniza con los intereses y necesidades de la banca que financia su actividad: se tiende a ocultar responsabilidades en esta hecatombe, a identificar las necesidades de toda la humanidad con las de un sector financiero concreto, a justificar y naturalizar las polí­ticas de rescate, escamoteando todo debate democrático en tomo a sus alternativas, y se construye para ello un escenario de miedo que dificulta planteamientos analíticos más reflexivos.

Agradecimientos Esta investigación ha sido realizada con apoyo del Programa de Formación del

Profesorado Universitario del Ministerio de Educación de España.

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