el patrimonio tiene luz propia

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Page 1: EL PATRIMONIO TIENE LUZ PROPIA

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EL PATRIMONIO TIENE LUZ PROPIA

MIGUEL ÁNGEL RODRÍGUEZ LORITE

a primera vez que se empleó una lámpara eléctrica con una finalidad espectacular fue en el estreno de la ópera El profeta, de Giacomo Meyerbeer (París, 1849). Para la ocasión, Foucault construyó una luz de arco para simular el sol naciente'. Desde ese momento, la iluminación eléctrica siempre formó parte de las escenografías. La gran diferencia que presentaban los sistemas eléctricos frente a los de combustión, en cuanto al modo de iluminación, no sólo radicaba en su eficacia o la cantidad de luz que eran capaces de producir, sino en que permitían enviar la luz, dirigirla. Así, los edificios con relevancia social o política con el tiempo ya no iban a señalar su importancia por la cantidad de puntos de luz que adosaban a sus fachadas, sino por la que recibieran. Hasta 1927, en que J. Teichmüller acuñara el término «arquitectura de la luz»Z, nadie había reparado, al menos desde el punto de vista teórico, en las posibilidades de la luz artificia l como «energía creadora de espacio». Quizás sea motivo de otro artículo encontrar las razones que han empujado sobre trayectorias divergentes el vertiginoso desarrollo de la luminotecnia y el empleo de la luz con fines plásticos. Para el tratamiento luminoso de los conjuntos históricos, de los edificios singulares de vieja y nueva planta no existen reglas, ni son de especial utilidad programas de cálculo o simuladores. Sin embargo sí han de tenerse muy presentes otros condicionantes sin cuyo concurso será difícil asegurar que la iluminación sirva a la valoración de los monumentos. En un primer examen, la iluminación de un edificio histórico presenta simultáneamente aspectos positivos y negativos. Por un lado significa la valoración social y cultural, razón que hace de él algo más útil, valioso y digno de consideración para los ciudadanos, lo que sin duda contribuye a su conservación. Por otro conlleva la intrusión de equipamientos, no siempre livianos, cuya instalación puede dañar -y de hecho daña en la inmensa mayoría de los casos- físicamente al edificio o a su entorno. Por último, no podemos dejar

de considerar que “en casi todos los casos la incorporación de la iluminación supone un nuevo enfoque al monumento, notablemente distante de la situación en la que los mismos se han mantenido durante siglos”'. Sin lugar a dudas una de las mayores dificultades que entraña la iluminación de monumentos radica en la comprensión del fenómeno de la sombra y su interrelación con la luz. Que sin luz es imposible percibir un objeto es evidente. Pero una vez que éste está iluminado, la percepción del mismo, tal y como es, de la misma forma que podemos apreciarlo bajo la luz natural, depende esencialmente de la sombra. Luz y sombra no son, por tanto, conceptos antitéticos, en la medida que la sombra no es la ausencia total de luz. Cuando nos planteamos iluminar artificialmente un monumento, es del todo imposible reproducir el equilibrio de sombras que la iluminación natural nos proporciona. En el mejor de los casos (esculturas, monumentos de muy pequeño tamaño o aquellos con entornos edificados de mayor altura), podremos optar por una iluminación que respete en lo esencial el modo de iluminación natural, al menos en lo que respecta a la dirección de la iluminación. Es de todos conocida la inversión de los relieves cuando bajo una iluminación rasante en el plano vertical se invierte el sentido de la luz.

MIGUEL ANGEL RODRÍGUEZ LORITE ES LICENCIADO

EN CIENCIAS FÍSICAS POR LA UNIVERSIDAD

COMPLUTENSE DE MADRID. DESDE 1985 TRABAJA EN

EL SERVICIO DE INVESTIGACIÓN DEL INSTITUTO DEL

PATRIMONIO HISTÓRICO ESPAÑOL EN EL ÁREA DE

CONSERVACIÓN PREVENTIVA DE BIENES

CULTURALES. ESPECIALIZADO EN LUMINOTECNIA

POR LA ESII DE LA UNIVERSIDAD POLITÉCNICA DE

BARCELONA. HA DISEÑADO LA ILUMINACIÓN DE LA

CUEVA DE ALTAMIRA, LA ERMITA DE SAN ANTONIO

DE LA FLORIDA, LA SACRISTÍA DEL MONASTERIO DE

GUADALUPE V LA CAPILLA DEL CONDESTABLE DE LA

CATEDRAL DE BURGOS, ENTRE OTRAS OBRAS.

I. G. W Steer: Historia de la luz y del alumbrado.

2. Werner Oechslin: Arquitectura de la luce.

3. Félix Benito: Ley de Patrimonio e Iluminación de

Monumentos.

PUENTE DE PRADO SOBRE EL RIO PI-

SUERGA. VALLADOLID.

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"que sin luz es imposible percibir un objeto es evidente. Pero una vez que

éste está iluminado, la percepción del mismo, tal y como es, de la misma

forma que podemos apreciarlo bajo la luz natural, depende esencialmente

de la sombra"

4. Dionisio Hernández-Gil: Discurso de inauguración de las 1 Jornadas de

Iluminación de Monumentos.

S. Rudolf Arnheim: Arte y percepción visua l.

DE ARRIBA ABAJO, CASTILLO DE LA MOTA (MEDINA

DEL CAMPO, VALLADOLID), CORNISA SOBRE EL RÍO

DUERO (TORDESILLAS, VALLADOLID) V CORNISA

SOBRE EL MISMO RÍO (ALMAZÁN, SORIA),

«Una cornisa, un entablamiento moldurado, una hornacina, una columna, un capitel, una ventana o una escultura, tienen una percepción distinta y un sentido diferente si se observan iluminados naturalmente o por la noche, con proyectores situados por debajo de la linea del horizonte, como es lo habitual. Estas iluminaciones, al cambiar el sentido de las sombras, cambian también el sentido de la gravedad, del aplomo conque estamos habituados a contemplar los objetos, los edificios o los monumentos. Por ello, algunas veces, tenemos la sensación de ser espectadores de arquitectural fantasmales, infográficas, difícilmente identificables con las hermosas arquitectural de nuestros estilos históricos.»". Cierto es que en muchas ocasiones resulta del todo imposible iluminar un edificio si no es instalando los equipos en el plano en que se apoya; sin embargo será necesario tener presente: • Que el efecto distorsionador se aminora notablemente si es posible separar los proyectores lo suficiente como para evitar una luz excesivamente rasante. • Que a la vez habrá que evitar un exceso de contraste de luminancias sobre el mismo plano del objeto derivado del uso de ópticas intensivas. • Que, pese a ello, hay tipologías de monumentos que por su complicada apariencia formal nunca deben ser iluminados de este modo. «Todos los gradientes poseen la virtud de crear profundidad, y los de la luminosidad se cuentan entre los más eficaces para ello»'. El experimento de Gehrcke y Lau lo demuestra de una manera sencilla: un cono iluminado frontalmente de forma homogénea se percibe como un disco cuando la altura de visión coincide con el vértice. En caso de una iluminación lateral, se aprecia perfectamente su volumen. En la percepción se agrupan las unidades de luminosidad similar, de modo

que un agrupamiento por semejanza de luminosidad produce indirectamente un agrupamiento por semejanza de orientación espacial. En consecuencia, dos superficies en ángulo iluminadas uniformemente son percibidas como un único plano. Extraemos, pues, en contra de la práctica común -y la absurda obsesión de muchos proyectistas-, dos conclusiones: una, que un valor de uniformidad alto en términos de iluminancia, si la luminancia del material iluminado es la misma, no es conveniente; y dos, que la iluminación frontal, especialmente de grandes superficies, tampoco. El pronunciamiento del relieve determinará el ángulo de incidencia de la luz, con el fin de evitar sombras de esbatimento importantes. Ahora bien, esa deseable variación de uniformidad debe responder a un gradiente constante, de modo que el aumento o disminución de la profundidad también lo sea, para que exista un orden lógico en la composición. Conviene notar que en el planteamiento de una iluminación siempre habrá que definir a priori cuál o cuáles van a ser las direcciones principales de observación. Los saltos de luminosidad ayudan a marcar los planos superpuestos. De la misma manera que, en una escena, un objeto grande colocado en primer plano hace que el fondo parezca más distante, en iluminación sucede algo parecido si entre un plano y otro hay fuerte diferencia de luminancia. Esta es otra de las reglas que usualmente se contraviene. Si iluminamos con más fuerza las partes altas de un edificio cuando están retranqueadas, notaremos cómo se acercan al plano de la fachada, perdiéndose el efecto de profundidad, y ganándose en sensación de altura. En resumen, independientemente del modo en que una iluminación monumental se proyecte, siempre encontraremos en el respeto a la conservación física del edificio y su entorno un baremo objetivo para enjuiciar la intervención. Si además la escena que la luz configure se atiene a una correcta representación de formas y volúmenes, entonces la iluminación habrá jugado un papel positivo en el proceso de puesta en valor del monumento