el 'pájaro' febres cordero

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Page 1: El 'Pájaro' Febres Cordero

Vida propia

de tierra

La Libertad de un

Page 2: El 'Pájaro' Febres Cordero

El hombre que habla detrás de la pluma exhibe su historia de vida con aciertos y rechazos que desnudan las cinco facetas de su herética existencia.

Francisco Febres Cordero Jijón, conocido en el ámbito periodístico y literario como ‘El Pájaro’, es un actor de teatro y perio-

dista ecuatoriano que ejerce el humor político como una responsabilidad de testificar los su-cesos y objetar al poder que existe en el país. Su vida es cosa seria que nadie creería que es real.

DescenDer DesDe el cielo

Cuando niño, brincos daba sobre las calles de La Floresta del siglo XX. Su etapa colegial fue el súbito detonante para terminar con el juego y la travesura. Ingresó al Borja 2, pasó por el Spellman y continuó en el San Gabriel, donde las normas internas lo espantaron para que regresara, nueva-mente, al Spellman. En el sótano de este último, encerraban a quienes se portaban mal y Francis-co no tuvo comodín para salvarse del premio.

Con todos los problemas que afloran en el seno de una familia, la suya era muy amena jun-to a su padre, madre y tres hermanos. Su madre

era una mujer muy perfecta y rígida en sus co-sas, tierna y dulce, acaparadora y preocupada de cada movimiento que Francisco daba por ahí. Tener un padre guayaquileño le concedía aire más libre a sus quehaceres infantiles. De sus tres hermanos, con quien más compartía era con Ra-fael por su complicidad en todo lo jugable (si él era Pelé, Francisco se convertía en Lev Yashin) y por la afición a la corrida de toros. Era una rela-ción dicotómica que afloraba su primavera.

La juventud fue la oportunidad para demos-trar sus equivocaciones como mal alumno en las asignaturas que no le gustaban. Era lento para toda clase de números y ciencias exactas. Sin embargo, lo que le faltaba en unos aspectos, lo retribuía en cosas como ser un buen deportista. Estuvo a punto de convertirse en abogado (que era su destino trazado) y claudicó a tiempo. Ha-cia los primeros años de vida universitaria des-cubrió una de las expresiones artísticas menos implagiables del mundo: el teatro. Esta época fue la más creativa, intensa y linda, pues conoció

de tierra

La Libertad de un

Texto: Cristhian Vera

‘Pájaro’

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Vida propia

a su esposa Catalina. Aquí, también realizó sus primeros escarceos periodísticos.

Su irreverente personalidad le ayudó a desis-tir de no ser lo que le impusieron las normas de esos años y optó por otras quimeras que perdu-ran en la mente del niño que lleva adentro, con espíritu transgresor, hostil ante las reglas e impo-siciones que truncan la madurez de sus utopías.

con las alas caíDas

La gente lo conoce como ‘el señor del buen humor’. No se toma la vida muy en serio: se ríe de él mismo y, luego, del resto. Si se encuentra en su espacio privado la timidez le gana. No es un ‘chistoso’ ni sabe contar cachos. Para quien el humor es una expresión de irreverencia ante las circunstancias, la vida es mirarla con otros ojos que le roben una sonrisa. Alegrías que se apaga-ron cuando tenía 18 años y perdió a su padre. Sin ser juez ni perder su sensibilidad, sospechaba la intromisión de Dios en aquel suceso. Desde ahí, perdió la fe que lo ataba. Ahora, se siente más libre sin una creencia religiosa.

Cree en la vida mientras dura. Después se ha de volver polvo y dejará de ser. Justifica su paso por el mundo cuando haya dejado una huella impe-rativa para la gente. Sin Dios ni ley que lo moles-ten, cuando necesita ayuda espiritual lo resuelve hablando solo, con su esposa o con sus hijos. Un ser humano para quien el llanto es una expresión necesaria del espíritu y que los otros hombres han tratado de reprimirle. Siempre rebelde, ha dicho: “Se llora cuando se necesita. Hay que dejar que ese sentimiento se exprese libremente”. Llorar es tan necesario como reír porque es la voz del alma.

Ya no fuma por decisión personal y por in-fluencia de un médico que le advirtió sobre las letales consecuencias. Primero, comenzó su lu-cha contra el tabaco cuando volvió al teatro, lue-go de 25 años. Una subida de presión puso en crisis su estado de salud. Renunció y, desde hace seis meses, ‘fuma’ electrónicamente a tal punto que se ha olvidado de que existe el Marlboro.

La emoción lo desnuda fácilmente. En esos momentos no cree sentirse solo porque la

soledad es un estado del ser que lo acompaña y, si quiere resolverla, tiene que recurrir a sus aden-tros. Son momentos donde la verdad resurge. Las personas que ama y las cosas que le gustan quieren intervenir en su rescate. La desordenada lectura de novelas, el pésimo oído para la música y la convivencia con sus amigos le ayudan a pa-lear esas crisis, a llevar ese fardo pesado de la vida.

TejienDo el niDo

Su familia es el resultado del pasar de los años. El encuentro con el amor que lo ha des-lumbrado por más de 35 años es Catalina. Su compañera, amiga, amante y apoyo solidario que alguna vez tuvo que haberle dicho ‘no’ y que él no hizo caso por la pasión que lo envuel-ve. Sus hijos, Samuel de 32 años y Valentina de 29, le han concedido el título de abuelo con Tadeo, Simona y Jerónimo a quienes no quie-re enseñarles nada, solo que –al igual que sus hijos- se desarrollen en un espacio de libertad. Se limita a soplarles algunas recetas básicas y, sobre todo, inyectarles amor. Prefiere que ellos descubran el mundo, que no pierdan nunca la capacidad de sorprenderse, de admirarse y que quieran las cosas que son queribles. Con esta herencia se siente un patriarca con tremenda tribu y espera que no se incremente.

Su lugar favorito es su casa de Conocoto, en el Valle de los Chillos. No hay ruido que le mo-leste (solo cuando llegan sus nietos). En esta cuna de su obra las plantas asumen el papel de cortinas. Los árboles representan un integrante más de su entorno. Alguno de ellos fue sembra-do por sus blancas manos y las cuida para que el registro vivo no caduque. Allí habitan canes de la más distinta especie, raza, y religión. Tan mágico es el nido del ‘Pájaro’ que algunos de sus más variados congéneres (como los coli-bríes) llegan a ofrecerle una sinfonía cada tarde.

Comparte el tiempo jugando con sus nietos. Los acompaña y los mima de una forma -a ve-ces- estúpida. Es muy querendón y trata de ex-plicarles las cosas menos enigmáticas de la vida. Reciprocarles, de alguna forma, afectos, ternezas

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Un ‘Pájaro’ que le sonríe a la vida ahuyenta la hostilidad para abrirse paso hacia la conviven-

cia con todos los habitantes de su espacio .

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Vida propia

y que el mundo puede ser grato con ellos. Es una tarea mágica, aunque no sabe si le harán caso.

Antes de ir a dormir ve noticias en la tele (es un presidario de aquello). Después lee el libro que lo acompaña, al igual que su almohada. Se despierta a las 03:00 para escuchar un pro-grama de agricultura en la radio, aunque no entiende nada, lo entretiene. A las 05:00 lee los periódicos. Antes de que cante el gallo, es-cucha otros noticieros. Son las 07:30 y es hora de salir al trabajo. En el trayecto, más noticias (aunque se repitan). Su jornada culmina cerca de las 14:00, luego se dedica a la filmación de una película en la que cumple el papel de un tipo, contradictoriamente, poderoso.

Con la posibilidad de volver a las tablas, se ha sentido muy rejuvenecido, lleno de ilusiones y cosas que suceden instantáneamente, y que son necesarias para cumplir con la pasión que ha necesitado durante 62 años de existencia. Esta etapa lo compromete a trabajar, con más voluntad, con cosas que refrescan y que des-lumbran a un ‘Pájaro’ que no descansa.

el inTenTo De volar

Los pájaros vuelan y él prefiere verlos desde abajo. Su libertad es un espacio de aprendizaje,

de aciertos y equivocaciones, de encuentros y desencuentros, de sueños y frustraciones que le apuesta a su caminar. Podrá respirar y apren-derá de la vida por una largo tiempo más. Por su falta de solemnidad le ha dado tregua al en-gatusamiento, a lo súbito… al día a día.

Le da miedo muchas cosas: las culebras que hay en Santo Domingo de los Tsáchilas (cuan-do viaja hacia su hacienda), los aviones y, el más grande de todos, es traicionarse a sí mis-mo, dimitir de ciertos principios y lineamien-tos que guían su camino. Menos miedo le tiene a la muerte (asegura ser un suicida frus-trado) a pesar que ella ha sido muy paciente con él. Cada día, percibe que está más cerca. En el colegio, un cura comparó sus piernas fla-cas (que aún las conserva) con las de un pájaro. Esta palabra que le ha ganado a su nombre es una de las cosas más alhajas de su identidad. Ya no sabe ni cómo se llama y reconoce, con buen talante, que se ha acostumbrado. Le im-porta nada ser el editorialista más leído del país porque las cosas que hace las realiza con una naturalidad interna que socava su vocación de escritor. Independientemente de que lean o no sus escritos, con el periodismo ha volcado sus sueños, sus frustraciones, esperanzas y dolores. No lo hace por encargo de nadie.

•Aterrizóensueloquiteño,porprimeravez,el1deoctubrede1950.•Sucasaesunmonumentoalapalabrayaltestimoniodesuvida.•Ingieretodolocomible,sinresistenciaal-gunaacualquierbocado.•Susnietossonunhomenajealacreaciónyaldisfrutedecadarincónsuyo.• La tecnologíaesunacosaque leayudayquelehacetemblarlasmanos.•Lasnuevasformasdeconvivenciasocialledanbuenaseñaldecambio.•Sienteellatidodelamuerteacadarato.

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Trata de actuar como quien es en realidad: consecuente con él y con el resto. Su sentido de responsabilidad con la gente lo mantiene de pie. Aunque puede sonar a pancarta política, el ‘Pájaro’ Febres Cordero se solidariza con los más necesitados. Reconoce que esta actitud es una herencia que le dejó el Evangelio. Odia (al igual que los mirlos que asaltan las flores de su casa) el poder como una práctica de fuerza, de prepotencia que, en estos 35 años de ejercicio periodístico, lo ha enfrentado constantemente. Por eso es un articulista político que critica y hace temblar a los áulicos de los poderosos.

Le tiene mucho respeto a la palabra. Le tiene miedo porque, al igual que el amor, está sujeta a equívocos, a malas interpretaciones, a traicio-nes y él sabe lo que pesa esa palabra viva.

El señor de la casaca y del pantalón clásico mantiene el protocolo hasta que se lo permitan. Para que alguien pueda ser amigo del ‘Pájaro’ no hay trámite. Su amistad requiere cosas comunes que unan a las personas. Respeta a los demás. Es difícil que él sea amigo de alguien que actúa de manera distinta a la suya. No es un tipo ren-coroso que guarda odios y hace que su equipaje sea muy pesado. Rara vez se llega a enojar con alguien. Ha vivido momentos de tensión donde perdió los estribos y empezó la crónica.

Morir con las alas abierTas

Apenas se levanta piensa en las pastillas que debe tomar: para la presión, para los huesos y para todo. Algunas partes de su cuerpo lo obli-gan a pensar en seres del pasado. Sus ojos de color azul son parecidos a los de su padre. En ese mismo matiz reconoce la nostalgia, el amor, el dolor y la sinceridad de una mirada transparente.

No es un tipo que se plantea retos. Vive el pre-sente. Recuerda una frase que le había dicho un compañero cuando trabajó en diario El Tiempo: “Los periodistas somos como las prostitutas, vi-vimos al día”. Carente de expectativas, enfrenta las cosas y no se da cuenta de la hora que pasa. Cuando tiene que cerrar la edición de la revista Mundo Diners o preparar el artículo para diario

El Universo, trabaja ‘a mil por hora’. La vida ha sido muy grata con él. No tiene que reclamar-le mayor cosa. Por el contario, cree que es un moroso. En el fondo, ha sido lo que ha querido ser: labró su propio destino con libertad y equi-librio…ha hecho lo que le ha dado la gana.

El ̀ Pájaro’ de tierra (como el cormorán de las Ga-lápagos) que anida su pensamiento en el papel, no quiere que le canten ni que lo cuiden. Se aferra a caminar por los parajes de la vida. Su vuelo es un enigma que ni el mismo cielo sabe si lo hará.

El talento que dio tregua a su indoma-ble forma de ser y de parecer.

En 1977, el joven caminante se detuvo para aflorar su compromiso con el amor.