el molk word

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La muerte de los más pequeños. Naturaleza, ritual y escatología en el contexto del molk fenicio-púnico. Carlos. G. Wagner UCM/CEFYP. Introducción. Cuando hablamos de la religión de Canaán y Fenicia entendemos que la crisis del finales de la Edad del Bronce (c. 1200 a. C.) en aquella región no supuso una ruptura completa, sino que por el contrario, aunque hubo importantes cambios políticos, tecnológicos e incluso sociales, se dio una continuidad cultural. El cambio de época, el movimiento histórico, provocado por la crisis de finales de la Edad del Bronce no significó por consiguiente un borrón y cuenta nueva, por lo que los fenicios de la Edad del Hierro, más o menos desde el año 1000 en adelante fueron los herederos culturales de la antigua civilización cananea documentada con vigor desde el tercer milenio en las ruinas de Biblos, los archivos de Ebla y, luego, en los textos de Ugarit. La muerte y el más allá. Los cananeo-fenicios no eran ajenos a los conceptos de alma y espíritu, que entre los semitas occidentales se denominaban neshemah y ruaj respectivamente. El espíritu, que a veces se concebía como una sombra, correspondía a un aliento de vida de origen divino, que otros seres animados podían poseer, mientras que el alma era equiparable a deseo o voluntad, el aspecto volitivo del espíritu. La muerte era concebida como un acontecimiento de significado cósmico y trascendente. Formaba parte del eterno ciclo de renovación del mundo y de la vida, por lo que no fue difícil concebir una existencia posterior en el más allá. Desgraciadamente estamos muy mal informados sobre la escatología cananea y fenicia, pero los propios ritos fúnebres nos hablan de su existencia. Entendido como un rito de tránsito, destinado a asegurar el paso del difunto de ésta a la otra vida, el ritual funerario comprendía lamentaciones, libaciones y tal vez comidas, el aseo del cadáver que era envuelto en vendas, su inhumación o cremación, y su deposición en la tumba, bien en un sarcófago de piedra o de madera, o sobre el suelo de la misma. Las tumbas y sus ajuares nos hablan de la creencia de que los difuntos debían ser instalados con confort y protección, que se ofrecía por medio de amuletos y

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Page 1: El Molk Word

La muerte de los más pequeños. Naturaleza, ritual y escatología

en el contexto del molk fenicio-púnico. Carlos. G. Wagner UCM/CEFYP.

Introducción. Cuando hablamos de la religión de Canaán y Fenicia entendemos que la crisis del finales de la Edad del Bronce (c. 1200 a. C.) en aquella región no supuso una ruptura completa, sino que por el contrario, aunque hubo importantes cambios políticos, tecnológicos e incluso sociales, se dio una continuidad cultural. El cambio de época, el movimiento histórico, provocado por la crisis de finales de la Edad del Bronce no significó por consiguiente un borrón y cuenta nueva, por lo que los fenicios de la Edad del Hierro, más o menos desde el año 1000 en adelante fueron los herederos culturales de la antigua civilización cananea documentada con vigor desde el tercer milenio en las ruinas de Biblos, los archivos de Ebla y, luego, en los textos de Ugarit. La muerte y el más allá. Los cananeo-fenicios no eran ajenos a los conceptos de alma y espíritu, que entre los semitas occidentales se denominaban neshemah y ruaj respectivamente. El espíritu, que a veces se concebía como una sombra, correspondía a un aliento de vida de origen divino, que otros seres animados podían poseer, mientras que el alma era equiparable a deseo o voluntad, el aspecto volitivo del espíritu. La muerte era concebida como un acontecimiento de significado cósmico y trascendente. Formaba parte del eterno ciclo de renovación del mundo y de la vida, por lo que no fue difícil concebir una existencia posterior en el más allá. Desgraciadamente estamos muy mal informados sobre la escatología cananea y fenicia, pero los propios ritos fúnebres nos hablan de su existencia. Entendido como un rito de tránsito, destinado a asegurar el paso del difunto de ésta a la otra vida, el ritual funerario comprendía lamentaciones, libaciones y tal vez comidas, el aseo del cadáver que era envuelto en vendas, su inhumación o cremación, y su deposición en la tumba, bien en un sarcófago de piedra o de madera, o sobre el suelo de la misma. Las tumbas y sus ajuares nos hablan de la creencia de que los difuntos debían ser instalados con confort y protección, que se ofrecía por medio de amuletos y

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figurillas apotropaicas de terracota así como por medio de los rasuradores, que estaban decorados con temas esencialmente religiosos, que serían talismanes asociados a los actos de piedad que en vida realizó el difunto. los huevos de avestruz pintados eran un símbolo de vida y regeneración. La tumba se concebía como la morada eterna del difunto El ajuar funerario estaba compuesto de cerámicas, joyas y ornamentos diversos a los que probablemente se atribuía un significado simbólico y protector que a veces se nos escapa. En algunas tumbas púnicas norteafricanas los arqueólogos han encontrado una serie de pinturas que decoraban la cámara funeraria, que se han interpretado como la prueba de unas creencias muy elaboradas en la vida del más allá e incluso en una espiritualización de la misma. En una el alma del difunto aparece representada como un gallo, símbolo apotropaico muy potente, frecuentemente asociado a los mausoleos funerarios en el N. de Africa. En otra, una nave de guerra ocupada por ocho personajes, ¿tal vez los ocho dioses fenicios de la navegación?, es precedida por un personaje que flota en el aire, y que se ha interpretado como el alma del difunto o un genio malefico que trata de oponerse al avance de la nave fúnebre. De ser ciertas tales interpretaciones, también los cartagineses, como muchos otros pueblos, habrían concebido la existencia de una masa acuática como separación entre este mundo y el otro. Así mismo, la presencia de ciertas máscaras y colgantes que representan rostros con los ojos muy dilatados en algunas tumbas cartaginesas ha hecho pensar en la existencia de algunos iniciados, a los que estaría reservada una particular forma de existencia en el más allá.

El molk: La documentación literaria.

Los textos bíblicos aluden en unas ocasiones al sacrificio de las primicias (no diferirás

la of renda de tu cosecha y de tu vino nuevo; me darás el primogénito de tus hijos. Así harás

con el primogénito de tus vacas y tus ovejas; quedará siete días con su madre y al octavo me

lo darás, Éx.22.28-29), del que pronto quedarían exentos los seres humanos (...consagrarás a

Yahvé todo cuanto abra la vulva; y de todo primer parto de los animales que tengas, el

macho lo consagrarás a Yahvé. el del asno lo redimirás por un cordero, y si no lo redimes, lo

desnucarás. También redimirás a todo primogénito humano de entre tus hijos, Éx.13.12.14),

si bien en circunstancias excepcionales, y sobre todo los miembros de las élites dirigentes,

podían verse abocados a tal práctica en beneficio de toda la comunidad (Viendo el rey de

Moab que llevaba lo peor en la batalla, hizo una salida con setecientos guerreros para ver de

desbaratar al rey de Edom. No pudo conseguirlo; y entonces, tomando a su primogénito, al

que había de reinar después que él, le ofreció en holocausto sobre la muralla. 2 Re.3.26.27).

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No obstante, el sacrificio de los primogénitos no puede ser identificado con el mlk, que

en la Biblia aparece como Moloc, si bien en una ocasión se mencionan primogénitos (...y los

contaminé en sus of rendas cuando pasaban a sus hijos por el fuego, a todo primogénito,

para desolarlos y hacerles saber que yo soy Yahvé, Ez.20.26), no parece que este rasgo fuera

exclusivo del rito (El rey—se refiere a Josías—profanó el Tofet del valle de los hijos de

Hinón, para que nadie hiciera pasar a su hijo o su hija por el fuego en honor de Moloc, 2

Re., 10). El carácter cruento de este rito se desprende, así mismo, de la propia información

bíblica (Y edificaron los altos del Tofet que está en el valle de Ben-Hinón, para quemar allí

sus hijos y sus hijas, cosa que ni yo les mandé ni pasó siquiera por mi pensamiento, Je~7.31),

que resulta bastante explícita al respecto (~ además de ésto, tomaste a tus hijos y a tus hijas,

los que habías engendrado para mí, y se los sacrificaste para que les sirvieran de comida. Te

parecían poco tus prostituciones, y sacrificaste a mis hijos haciéndolos pasar por el fuego,

Ez.16.20-22), como cuando se utiliza el símil del tofet para profetizar la futura destrucción de

Jerusalén (Así romperé yo a este pueblo y a esta ciudad, como se rompe un cacharro de

alfarero sin que pueda volver a componerse. Así haré yo con este lugar y con sus

habitantes—oráculo de Yahvé—convirtiendo a esta ciudad en un Tofet, Jer.19.11-13).

Los textos clásicos también concuerdan en el carácter cruento del mlk, Si bien en

ocasiones aluden (Porfirio, Abst.2.56) a sacrificios ante situaciones de excepcionalidad que

tienen poco que ver con éste. Al hacer énfasis sobre estos últimos, posiblemente Filón de

Biblos, cuyo testimonio recoge Porfirio, intenta defender a los fenicios y púnicos de las

frecuentes acusaciones de barbarie, que también encontramos en otros autores (Q. Curcio

Rufo, IV, 3; Tertuliano, Apolog.9.2-3), haciendo notar que aquellos no eran los únicos que, en

virtud de alguna creencia y práctica religiosa, sacrificaban a sus hijos.

Con todo, este tipo de fuentes, incluye evidentes exageraciones y tergiversaciones

influidas seguramente por la propaganda antipúnica, como cuando aluden a la gigantesca

estatua broncínea y al descomunal brasero que caracterizarían el tofet (Clitarco y Diodoro,

XX. 14.4), y que arqueológicamente no han resultado detectados, cf.: Amadasi Guzzo (1986);

Stager y Wolff (1984). En realidad, se trata de una ficción procedente de una contaminación

con el mito de Talos, como se observa en los fragmentos de Apolodoro y en el atribuido a

Clitarco. También parece falsa la aseveración (Plutarco, De superst, 13) de que la música

estruendosa pretendía ahogar los gritos de la víctima. Los estudios realizados, permiten

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abrigar la fuerte sospecha de que ésta llegaba ya inmóvil, muerta o narcotizada, a la pira, cf.:

Benichou-Safar (1988).

El tofet y la documentación arqueológica.

El término tofet aparece sólo en la Biblia. Con esta palabra se designa en algunos

pasajes del Antiguo Testamento el lugar, situado a las afueras de Jerusalén, en el valle de Ben

Hinnón, donde los hebreos hacían "pasar a sus hijos e hijas por el fuego". En ninguna otra

parte aparece dicho término y su significado ha sido y es objeto de discusión. Cuando en 1921

se descubrió en Cartago un recinto que contenía innumerables estelas, cipos y urnas con

restos de incineraciones infantiles, la palabra tofet, inmortalizada por otra parte gracias al

Salambó de Flaubert, pareció la más adecuada para designarlo. Luego fueron apareciendo

otros recintos similares en el norte de Africa (Susa, Constantina, Sabratha) así como en Sicilia

(Motia) y en Cerdeña (Tarros, Sulcis, Monte Sirai, etc), lugares todos ellos habitados

antiguamente por los fenicios. Esta es la razón por la que es utilizado un tanto arbitrariamente

para referirnos a los recintos que los arqueólogos han excavado en todos esos sitios. Nuestro

conocimiento de los mismos es muy desigual resultando los de Cartago, Tharros y Motia, los

que más información han proporcionado hasta el momento.

El paisaje arqueológico del tofet resulta característico. Constituye un recinto a cielo

abierto pero delimitado por muros que alberga sucesivos estratos de urnas de cerámica que

contienen las incineraciones, acompañadas de monumentos como son los cipos y las estelas.

Su ubicación resulta canónica y topográficamente estable en el conjunto de la ciudad (Bondi,

1979; Moscati, 1991: 107), próximo a la muralla, en ocasiones pegado a ella, y no resultando

modificado por ulteriores construcciones. En una lectura institucional podríamos decir con

Ribichini y Xella (1994: 31) que constituye un espacio público destinado a deposiciones

privadas, lo que se observa por el carácter individual de la ofrenda de acuerdo a las

inscripciones de las estelas. En cualquier caso conviene tener presente que estas, a diferencia

de las urnas, no constituyen un elemento esencial del tofet, en el que aparecen en el

transcurso del siglo VI a. C. (Amadasi Guzzo, 1986: 192). En ninguno de estos espacios

sagrados excavados hasta el momento han aparecido vestigios de la estatua broncínea ni de la

fosa que mencionan las fuentes literarias antiguas. Si hay sin embargo restos de pequeñas

construcciones (sacello) en Motia, Sulcis y Monte Sirai.

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Allí donde se han efectuado exámenes fiables el resultado ha sido coincidente. Una

proporción muy elevada de las urnas contiene restos de niños de muy corta edad, entre un mes

y un año de edad dental, siendo imposible por ahora averiguar su sexo (Stager, 1980: 4). Un

tanto por ciento reducido contiene restos de niños de más edad, hasta tres años y también hay

una proporción variable, según los estratos, de urnas que sólo contienen restos de pequeños

animalillos, lo que se ha interpretado generalmente como sacrificios de sustitución. Los

análisis de los restos de las incineraciones infantiles sugieren que las pequeñas víctimas

llegaban ya muertas o narcotizadas a la pira (Benichou-Safar, 1988: 60), lo que contrasta con

la imagen, también difundida por algunos autores en la Antigüedad de los címbalos y flautas

destinados a tapar los llantos y gritos de los sacrificados. Lo que si han aparecido son unas

máscaras de terracota de expresión "grotesca" a las que se les atribuye un valor apotropaico y

que algunos autores (Garbini, 1975) han creído que ocultaban el rostro de las pequeñas

víctimas durante la incineración.

De las investigaciones en el tofet de Cartago (Stager, 1980 y 1982; Stager y Wolff,

1984) procede una constatación de no poco interés; de acuerdo con los análisis efectuados, las

urnas mas antiguas suelen contener los restos de víctimas infantiles de muy corta edad

(neonatos) y se da un porcentaje elevado (uno de cada tres) de "sacrificios de sustitución",

mientras que las más recientes contienen en mayor abundancia los restos de niños de más

edad y el porcentaje de sustituciones es mucho más escaso (uno de cada diez). Otro tanto

parece que puede decirse respecto del tofet de Tharros (Moscati, 1987: 5; Ribichini, 1990:

56) y del de Motia (Ribichini y Xella, 1994: 81 ss).

Un especial problema de interpretación plantean la presencia de deposiciones

múltiples. Además, conviene señalar que cuando las urnas contienen los restos incinerados de

más de una pequeña víctima se da siempre el mismo esquema: a) el porcentaje de este tipo de

hallazgos es sensiblemente inferior al de aquellos que sólo contienen restos de una única

incineración (25% en Cartago y sólo un 1% en Tharros, aunque en este ultimo caso el

muestreo es menor); b) una de las víctimas incinerada es un niño de poca edad (un año o

menos) o incluso un neonato, mientras que los restantes corresponden a edades claramente

superiores (entre dos y cuatro años); c) los restos de una de las víctimas están bien

representados, mientras que los restantes lo están por uno o dos fragmentos de huesos. Cabría

esperar de todo ello la incidencia de un factor aleatorio durante la recogida de los restos de la

incineración (Benichou-Safar, 1988: 63), luego depositados en las urnas, con lo que no habría

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que pensar necesariamente en la muerte simultánea (provocada o natural) de más de un niño

en el seno de una misma familia. Sobre todo si consideramos que los restos que se han

preservado sugieren un esfuerzo muy preciso para recogerlos y depositarlos dentro de una

urna (Stager, 1980: 4). Si esto es así, ¿como se explica entonces que uno de los individuos, en

el caso de las deposiciones múltiples esté frecuentemente tan mal representado?.

La documentación epigráfica.

Las inscripciones son parte de los documentos hallados en el tofet. Los caracteres en

que se hallan escritos corresponden en su mayor parte a lengua fenicia, púnica y neopúnica,

aunque también hallamos algunos casos en lengua griega y latina. La técnica empleada para

su consecución es la incisión sobre un soporte de piedra (generalmente un cipo o una estela) o

bien, junto a la incisión o en sustitución de ésta, por medio de la pintura, sistema del cual

poseemos un menor número de restos debido a los problemas de perdurabilidad del mismo.

De hecho el soporte, es decir, la estela o el cipo, constituye por si mismo un elemento de gran

importancia ya que equivaldría a la casa del difunto, siendo su representación y en

consecuencia el ánima. Así algunas inscripciones cartaginesas tardías hablan de “don de

piedra” (CIS, 3777), portando incluso fórmulas de maldición contra aquel que la mueva o

robe (CIS, 3783, 3784 y 3785). La piedra por tanto, tiene una sacralidad e indicaría la

deposición de un individuo, en el caso que nos ocupa del niño, y no de un animal.

La evidencia epigráfica, procedente en este caso de Motia, no demuestra la existencia

de ofrendas múltiples en el desarrollo de una misma ceremonia, pese a que alguna inscripción

alude a la posibilidad de realizar más de una ofrenda por los miembros de una misma familia,

y subraya igualmente el carácter no colectivo del rito (Amadasi Guzzo, 1986: 199 y 204 ss).

Por supuesto queda pendiente la cuestión de los niños de más edad sacrificados cuyos restos

aparecen en el tofet y que, como he dicho, no parecen responder a la lógica del infanticidio.

Por lo general la información del ritual que se puede deducir de las inscripciones del tofet

apuntan hacia un carácter individual y no colectivo de la ofrenda, siendo generalmente

realizada por un oferente masculino, aunque en el s. III encontramos dedicaciones de mujeres,

llegándose incluso a la utilización de un sistema de genealogía regido por un matronímio en

vez de por un patronímio (CIS, 253 y 902). El sacrificio era ejecutado como respuesta a un

ruego "porque ha escuchado su voz",, y tenía un carácter nocturno: sacrum magnum

nocturnum, como evidencian las inscripciones neopúnicas de Ngaous.

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En lo que a la variedad del formulario epigráfico concierne, los términos empleados

para designar el rito son los de mlk`dm, mlk` bl, mlk`mr y mlkt.. Antes que nada es preciso

señalar que la interpretación fundada sobre la presencia de las fórmulas mlk'bl y mlk'dm, y

según la cual la primera habría de ser leída como «sacrificio de un (niño) noble», mientras

que la segunda,que no se constata en Cartago, significaría «sacrificio de un (niño) común»,

debe ser descartada ante la evidencia contrastada de diversos lugares. En algún caso la

fórmula mlk'dm acompaña a ofrendantes con oficios y profesiones, como la de sacerdote, que

no pueden ser considerados «comunes» (Charlier, 1953: 15-17; cf.: Amadasi Guzzo, 1986:

202). Además, hasta ahora, no han aparecido las dos fórmulas utilizadas conjuntamente en un

mismo tofet. La expresión mlk`dm se traduce como "sacrificio (ofrecido) por un hombre".

Hay menos consenso sobre como hay que traducir mlk`bl; "sacrificio (en honor) a Baal",

"sacrificio (ofrecido) por un ciudadano", "sacrificio en lugar de un recién nacido" son las

propuestas al respecto, mientras que la unanimidad es mayor en relación a mlk`mr que debe

entenderse como "sacrificio de un cordero" o "sacrificio votivo", en cualquier caso un

sacrificio de sustitución (Lipinski, 1988-90: 243). El femenino mlkt se interpreta como una

variante dialectal menos frecuente que mlk que no parece que pueda ser relacionado con el

género de la víctima del sacrificio (Garbini, 1982: 127 ss).

Resulta igualmente interesante la evolución observada en el empleo de los verbos en

lugares como Cartago y Motia. En las inscripciones más antiguas se utiliza el verbo yaton,

mientras que el empleo del verbo nador se generaliza a partir del siglo V a.C., en ambos

lugares. ¿Existe alguna relación con el contenido de las urnas?. Tales contrastes han sido

recientemente relacionados por Lipinski (1988) con las variaciones así mismo observadas en

el formulario epigráfico del molk entre el empleo del verbo yaton en las inscripciones más

antiguas y el del verbo nador que se generaliza a partir del siglo V a.C. (Amadasi Guzzo,

1986: 194). Dicho autor subraya que una similar disparidad se da en los textos bíblicos que se

refieren al sacrificio de primogénitos y aquellos otros que aluden más concretamente al molk.

Según él cabría interpretar todas estas variaciones de acuerdo con una evolución en las

prácticas rituales asociadas al tofet. Así, en los tiempos más antiguos se daría un predominio

de la ofrenda de primogénitos junto con un elevado número de sacrificios de sustitución.

Posteriormente, y a consecuencia de presiones de índole demográfica, el molk como forma de

infanticidio ritualizado alcanzaría una mayor incidencia mientras las sustituciones disminuían

drásticamente.

Page 8: El Molk Word

Las divinidades del tofet.

Por último señalar que varias son las divinidades que son objeto de la dedicatoria

realizada en los tofet. La mayor parte de las inscripciones están dedicadas a la pareja

compuesta por Ba<al ·ammon y Tanit (Lipinski 1988-1990). Originarios de Oriente, algunos

investigadores señalan la relación del primero con el fuego o el calor, “el Señor del altar de

los perfúmes” o, más bien, “el Señor de las ascuas”, mientras que otros lo interpretan como

“Señor del Amanus”, una divinidad atmosférica relacionada con la tormenta y la lluvia. Otra

interpretación, aún, lo reconoce como el “Señor del baldaquín”, atribuyéndole, aunque de

forma no totalmente convincente, un carácter protector de la familia y las unidades

domésticas. Todas estas interpretaciones de su teónimo nos hablan de su personalidad rica y

compleja. Su identificación posterior con el Saturno romano, bajo cuya forma pervivió en el

norte de Africa mucho tiempo después de la destrucción de Cartago, sugiere que era el

protector y garante de la prosperidad de la ciudad y que al mismo tiempo poseía aspectos

relacionados con la regeneración y la fecundación. Su iconografía era la de un dios barbado

tocado con la tiara y sentado sobre un trono.

La diosa Tanit, considerada a veces como una de las manifestaciones de Astarté,

alcanzó una gran popularidad en las colonias occidentales, particularmente en Cartago. Se

trataba de una divinidad ctónica, protectora de la vida más allá de la muerte. Era la consorte

de Ba´al Hammon en el panteón cartaginés. Fuera de Cartago aparece asociada a Ashtarté en

el templo de Tas es-Silg, en Malta, y en una inscripción de comienzos del siglo VI a. C.

procedente de Sarepta. Su nombre aparece también en la atroponimia religiosa de Sidón y

Kition, en Chipre. Su iconografía es rica pero de difícil interpretación, destacando sobre todo

el famoso “signo de Tanit”, un triángulo coronado en su vértice por una raya horizontal, que

en ocasiones tiene los extremos levantados, y rematado por un círculo, en el que se ve una

esquematización realista de la imagen oriental de la diosa desnuda o de la hieródula de los

brazos extendidos, muy frecuentes en Siria y Canaán a finales de la Edad del Bronce. Según

G. Garbini, los cartagineses habían adoptado el culto de la sidonia Tanit, hipóstasis de

Astarté, a raíz del paso de la monarquía, si admitimos que alguna vez existió en Cartago, a la

oligarquía, para distanciarse de Tiro, donde Melkart era la divinidad más importante. Otros

explican la creciente popularidad de l Tanit en Cartago como consecuencia de su conversión

en un estado agrario durante el siglo V a. C. También se ha señalado que la población de

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origen sidonio que llegó a la ciudad tras la conquista asiria fue la responsable de la

introducción de su culto.

No obstante la evolución cronológica muestra como la inicial preponderancia de

Ba‘al-Hammón, bien documentada en las inscripciones más antiguas del tofet, comienza a ser

desplazada desde finales del siglo V y comienzos del IV a. C., por la de la diosa Tanit. A

partir de entonces, la importancia que va adquiriendo es cada vez mayor, apareciendo incluso

sola en las inscripciones. Estas le dan el epíteto de “cara de Ba‘al” y por una de ellas sabemos

de la existencia en Cartago de un templo dedicado a Astarté y a Tanit del Líbano. También

existe constancia de otras divinidades a las que se ofrecen las dedicatorias en el tofet. En el

caso de Cartago a los dioses en general (CIS,3775) y a una tríada compuesta por Shamash,

Sakon y Ba<al (CIS 4963), a Reshef en Soussa (T4) y Nebi Yunis (RES 367), o Ba<al

>Addir.

TEXTOS

El Antiguo Testamento.

“No darás hijo tuyo para ser ofrendado a Moloc; no profanarás el nombre de tu Dios.

Yo, Yavé”

Levítico, 18, 21.

“Yavé habló a Moisés, diciendo: “Di a los hijos de Israel: Quien quiera que entre

los hijos de Israel, o de los extranjeros que habitan en Israel, ofrezca a Moloc un hijo suyo,

será castigado con la muerte; el pueblo lo lapidará. Yo me volveré contra ese hombre y le

exterminaré de en medio de su pueblo por haber entregado a Moloc a uno de sus hijos,

manchando mi santuario y profanando mi santo nombre. Si el pueblo cerrase lo ojos respecto

de este hombre que ofreció a Moloc a uno de sus hijos y no le diera muerte, yo me volveré

contra él y contra su parentela y le exterminaré de en medio de su pueblo y a cuantos como él

se prostituyan ante Moloc”.

Levítico, 20, 1-6.

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“No obres así con Yavé, tu dios; porque cuanto hay de aborrecible y abominable a

Yavé, lo hacían ellos para sus dioses; hasta quemar en el fuego a sus hijos y a sus hijas en

honor suyo”

Deuteronomio, 12, 31.

“Viendo el rey de Moab que llevaba lo peor en la batalla, hizo una salida con

setecientos guerreros para ver de desbaratar al rey de Edom. No pudo conseguirlo; y

entonces, tomando a su primogénito, al que había de reinar después que él, le ofreció en

holocausto sobre la muralla”

2 Reyes, 3, 26.

“El año diecisiete de Pecaj, hijo de Romelía, comenzó a reinar Ajaz, hijo de Jotam, rey

de Judá; tenía Ajaz veinte años cuándo comenzó a reinar, y reinó diecisiete años en Jerusalén.

No hizo lo recto a los ojos de Yavé, su Dios, como lo había hecho David, su padre. Marchó

por el camino de los reyes de Israel, y hasta hizo pasar a su hijo por el fuego, según las

abominaciones de las gentes que Yavé había expulsado ante los hijos de Israel. Ofrecía

sacrificios y perfumes en los altos, en los collados y bajo cualquier árbol frondoso”.

2 Reyes, 16, 2.

“Pero las gentes aquellas se hicieron cada una sus dioses en las ciudades que habitaban

y los pusieron en los altos edificados por los de Samaria. Las gentes de Babilonia se hicieron

su Sucot Benot; las de Cuta, su Nergal; las de Jamat, su Asima; las de Ava, su Nibján y

Tartac, y las de Sefarvaim pasaban a sus hijos por el fuego, en honor de Adramelec y

Anamelec, dioses de Sefarvaim”

2 Reyes, 17, 29.

“Doce años tenía Manasés cuando comenzó a reinar, y reinó cincuenta y cinco años en

Jerusalén....Hizo el mal a los ojos de Yavé, según todas las abominaciones de las gentes que

Yavé había arrojado ante los hijos de Israel. Reedificó los altos que su padre, Ezequías, había

destruido; alzó altares a Baal, levantó una asera, como había hecho Acab, rey de Israel, , y se

prosternó ante todo el ejército de los cielos y le sirvió. Alzó altares en la casa de Yavé, de la

que Yavé había dicho: “Pondré mi nombre en Jerusalén”. Alzó altares a todo el ejército de los

cielos en los dos atrios de la casa de Yavé. Hizo pasar a su hijo por el fuego; se dio a la

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observación de las nubes y de las serpientes, para obtener pronósticos, e instituyó evocadores

de los espíritus y adivinadores del porvenir”

2 Reyes, 21, 1.

“El rey (Josías) profanó el Tofet del valle de los hijos de Hinón, para que nadie hiciera

pasar a su hijo o a su hija por el fuego en honor de Moloc,...Profanó el rey los altos que había

a Oriente de Jerusalén, al mediodía del monte de los Olivos, que Salomón, rey de Israel, había

erigido a Astarté, la abominación de los sidonios; a Camos, la abominación de los moabitas, y

a Milcon, la abominación de los amonitas.

Destrozó los cipos, derribó las aseras y llenó los lugares donde estaban los huesos

humanos”.

2 Reyes, 23, 10.

“Y hará Yavé oir su voz majestuosa, y mostrará el descenso de su brazo, en el ardor de

su ira, en medio de un fuego devorador, en tempestad, en aguacero y en granizo. A la voz de

Yavé temblará Asur y será herido con el palo. Y sucederá que cada golpe de palo que Yavé

descargue sobre él, se dará al son de los tambores y arpas, y en luchas agitadas les combatirá.

Está desde hace mucho tiempo preparado un tofet, está también destinado al rey. Honda y

ancha es la hoguera, fuego y leña hay en abundancia, que el soplo de Yavé va a encender

como torrente de azufre”.

Isaías, 30, 30.

“Acercaos, pues, vosotros, hijos de la bruja, generación de la adúltera y la prostituta.

¿De que os burláis, a quién hacéis muecas y sacáis la lengua?. ¿No sois vosotros hijos del

pecado, raza de mentira encendidos de concupiscencia bajo el teberinto y bajo todo árbol

frondoso, sacrificando niños en el lecho de los torrentes, en los huecos de las peñas?.

Los lisos chinarros del torrente serán tu parte, he ahí tu porción. A ellos hiciste tus

libaciones y elevaste ofrendas. ¿Me voy a consolar con eso?. Sobre un monte alto, bien alto,

pusiste tu cama; también subiste allí para sacrificar. Detrás de la puerta y el umbral pusiste tu

distintivo, pues, lejos de mí, te descubriste y subiste a tu lecho, lo ensanchaste y te prostituiste

con aquellos cuyo comercio deseaste, compartiendo su lecho. Contemplaste la estela,

corriendo a Moloc con ungüentos, multiplicando tus unciones, enviando lejos tus

embajadores, haciéndolos descender hasta el seol”.

Isaías, 57, 3.

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“Y edificaron los altos de Tofet, que está en el valle de Ben-Hinón, para quemar allí

sus hijos y sus hijas, cosa que ni yo les mandé ni pasó siquiera por mi pensamiento. Por eso

he aquí que vienen días -oráculo de Yavé- en que no se llamará más Tofet y valle de Ben-

Hinón, sino valle de la mortandad, y se enterrará en Tofet por falta de lugar...”

Jeremías, 7, 31.

“Así dice Yavé de los ejércitos, Dios de Israel: he aquí que traeré sobre este lugar

males que a cuantos los oigan les restiñiran los oídos, por haberme dejado a mí y haberme

enajenado este lugar, ofreciendo incienso en él a dioses ajenos, que no conocían ni ellos, ni

sus padres, ni los reyes de Judá, llenando este lugar de sangre de inocentes, y edificando los

lugares altos a Baal, para quemar a sus propios hijos como holocausto a Baal, lo que yo no

había mandado ni me había venido a la mente. Por eso, he aquí que vendrán días - oráculo de

Yavé- en que no se llamará ya a este lugar “Tofet” y “Valle de Ben´Hinón” sino “Valle de la

mortandad”.

Jeremías, 19, 3.

“Así haré yo con este lugar y con sus habitantes -oráculo de Yavé- convirtiendo a esta

ciudad en un “Tofet”. Las casas de Jerusalén y las de los reyes de Judá quedarán inmundas

como el lugar del “Tofet”, todas las casas en cuyos terrados quemaron incienso a toda la

milicia celeste y libaron a dioses extraños”

Jeremías, 19, 12.

“Y, a más de esto, tomaste a tus hijos y a tus hijas, los que habías engendrado para mí,

y se los sacrificaste para que les sirvieran de comida. Te parecían poco tus prostituciones, y

sacrificaste a mis hijos, haciéndolos pasar por el fuego”.

Ezequiel, 16, 20.

“Por eso les dí yo también a ellos ordenaciones no buenas y decretos que no son de

vida, y los contaminé en sus ofrendas cuando pasaban a sus hijos por el fuego, a todo

primogénito, para desolarlos y hacerles saber que yo soy Yavé”

Ezequiel, 20, 25.

“Di, pues, a la casa de Israel: Así habla el Señor, Yavé: ¡Qué! Os contamináis vosotros

a la manera de vuestros padres, fornicáis con sus ídolos, y, ofreciendo vuestras ofrendas y

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pasando a vuestros hijos por el fuego, os contamináis con vuestros ídolos hasta el día de

hoy...”

Ezequiel, 20, 30.s

“Díjome Yavé: Hijo del Hombre, ¿no juzgarás tú a Oholá y a Oholibá? ¿No les

echarás en cara sus abominaciones?. Diéronse al adulterio y mancharon de sangre sus manos.

Adulteraron con sus ídolos, y aun los hijos que me parieron los pasaron por el fuego para que

les sirviesen a ellos de comida. Hasta eso hicieron, contaminando también mi santuario y

profanando mis sábados, pues luego de sacrificar sus hijos a sus ídolos, entraban el mismo día

en mi santuario, contaminándolo”

Ezequiel, 23, 36.

Los autores griegos y latinos.

“Los fenicios en los peligros más graves, ya de guerra, ya de escasez, ya de

pestilencia, mataban algunos de sus (seres) mas queridos ofreciendolos a Saturno. Y la

historia de los fenicios esta llena de este tipo de sacrificios: historia que, escrita por

Sanshuniaton en lengua fenicia, fue traducida al griego y redactada en ocho libros por Filón

de Biblos. Este mismo en otra parte, en su relato sobre los sacrificios de los cretenses, dice

que los Curetes acostumbraban antiguamente a sacrificar niños a Saturno...”

Porfirio, Abst., 2, 56.

“Era costumbre entre los antiguos, en caso de grave peligro, que los jefes de la ciudad

o de la población llevaran al sacrificio, para evitar la destrucción de todos, los más queridos

de sus propios hijos como ofrenda para apaciguar a los demonios vengativos. Aquellos que

eran elegidos eran inmolados en el curso de una ceremonia misteriosa. Por aquel entonces

Cronos, que los fenicios llamaban El, que reinaba sobre el país y que después de su muerte

fue divinizado para identificarse con el astro de Cronos, tenía un hijo único nacido de una

ninfa del lugar llamada Anobret, - por lo que el hijo era llamado Ieoud que es todavía hoy el

modo de llamar a los hijos únicos entre los fenicios -; entonces, a causa de una guerra,

amenazando al país graves peligros, aquel hizo vestir al hijo la indumentaria real y,

preparando el altar, lo sacrificó”.

Eusebio, Praep. evang. I, lO, 44.

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“Los fenicios y sobre todo los cartagineses, cuando desean que suceda alguna cosa

importante, prometen que, si obtienen aquello que desean, sacrificaran un niño a Cronos. De

hecho cerca del lugar hay una estatua de bronce del dios con las manos vueltas a lo alto y

dispuesta sobre un brasero, en el cual cae el pequeño. Cuando las llamas muerden el cuerpo,

los miembros se contraen y la boca aparenta reír, hasta que el cuerpo contraído se consume en

el brasero. Por lo que esta risa es llamada sarda, porque se mueren riendo”.

Clitarco, Schol. Plat. Rep. 337 A.

“Estimaron que Cronos les era hostil. En efecto, aquellos que antes habían sacrificado

a este dios los mejores de sus hijos, compraban ahora secretamente niños que alimentaban

para después enviarlos al sacrificio. Según se averiguó, se supo que algunos de los niños

inmolados habían sido sacrificados en lugar de otros. Considerando estas cosas y viendo al

enemigo acampado delante de sus muros, experimentaron un temor religioso ocasionado por

la idea de haber descuidado los honores tradicionales debidos a los dioses. Ardiendo en

deseos de reparar sus errores, eligieron doscientos niños de entre los mas considerados y les

sacrificaron a nombre del Estado. Otros, que habían sido acusados, se ofrecieron ellos

mismos; su número llegó a alcanzar trescientos. Había en Cartago una estatua de Cronos en

bronce, las manos extendidas, la palma en alto, e inclinadas hacia el suelo, de forma que el

niño que era allí colocado rodaba y caía en una fosa llena de fuego”.

Diodoro de Sicilia, XX, 14, 4.

“Los cartagineses...sacrificaban sus propios hijos a Cronos, y aquellos sin hijos los

compraban a los pobres como si fueran animales. La madre asistía sin lagrimas ni gemidos; si

lloraba se deshonraba, sin poder impedir por ello el sacrificio. El ambiente estaba lleno de

sonidos de los que, ante la estatua, tocaban tambores y tímpanos, para ahogar los gritos”.

Plutarco, De superst., 13.

“Hubo otros que propusieron practicar de nuevo una antigua costumbre religiosa,

caída en desuso durante muchos siglos y que yo ciertamente no la estimaría muy grata a los

dioses: la inmolación de un niño de condición libre a Saturno. Esta infamia, mas que

sacrificio, que habían heredado de sus fundadores, se dice que fue practicada por los

cartagineses hasta la destrucción de su ciudad. Y (ahora) sin la oposición de los Ancianos,

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cuyo consejo era decisivo en todos los asuntos, se hubiera impuesto sobre las consideraciones

mas humanitarias”.

Quinto Curcio Rufo, De rebus gestis Alexandri Magni, IV, 3.

“Los niños eran publicamente inmolados a Saturno en Africa hasta el proconsulado de

Tiberio, el cual hizo poner crucificados vivos a los propios sacerdotes en los arboles de su

templo que habían dado sombra a sus crímenes; según han testimoniado los soldados de mi

padre que siguieron la orden del procónsul. A pesar de ello semejante crimen es preservado

en secreto”.

Tertuliano, Apolog., IX, 2-3.

“Los púnicos sacrificaban según costumbre a sus hijos varones”.

Ennio, fr. 221.

“Cito las palabras de Varrón: había sido dicho que Saturno solía devorar sus vástagos,

porque la simiente retornaba al lugar del cual habían nacido...A continuación dice que la

razón por la que ciertos pueblos, como los cartagineses, practican el sacrificio de niños a él, y

otros, como los galos, incluso adultos, es a causa de que la mejor de todas las simientes es la

humana”.

S. Agustín, De civitates dei, VII, 19.

“Saturno devoró a sus hijos, como los poetas cuentan la historia; y los filósofos físicos

hacen de la historia lo que quieren. Como la historia relata, el los mató, aunque la practica

cartaginesa de sacrificar sus hijos a él no fue adoptada por los romanos”.

S. Agustín, De civitates dei, VII, 26.

“Entre nosotros no hay una ley que prescriba los sacrificios humanos: por el contrario,

tal cosa sería abominable; aunque los cartagineses realizan tales sacrificios como algo sagrado

y lícito, y ciertos de entre ellos llegan incluso a sacrificar sus propios hijos a Cronos, como

también debes haber oído”.

Pseudo Platón, Minos, 315e.

“La nación que Dido fundó cuando se estableció en Libia, donde se acostumbraba a

satisfacer a los dioses con sacrificios humanos y a ofrecer a sus niños pequeños -horrible de

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contar- sobre altares ardientes. Cada año la suerte era echada y la tragedia se repetía,

recordando los sacrificios ofrecidos a Diana en el reino de Thoas”.

Silio Itálico, Púnica, IV, 766.

“Dicen que los antiguos acostumbraban a ofrecer víctimas humanas a Cronos, igual

que en Cartago durante tanto tiempo como la ciudad existió, y como los celtas y algunas otras

naciones occidentales hacen aún hoy”.

Dionisio de Halicarnaso, I, 38.

“En Cartago se realizaba cada año el asesinato de dos aristócratas, sacrificando niños

al viejo Saturno; los padres que se lamentaban tristemente cerca del altar eran afeados”.

Dracontio, Carmina, V, 148-150.

“Tales prácticas siguen desde luego los precedentes establecidos por vuestros dioses.

Saturno no expuso a sus hijos, sino que los devoró. No sin razón en algunas partes de Africa

los niños eran sacrificados a él por sus padres, y sus llantos calmados con palabras cariñosas y

besos por miedo a que una víctima fuera sacrificada en lágrimas”.

Minucio, Octavius, XXX, 3.

“A Cronos es sacrificada una víctima humana (en Cartago), aunque esto es

considerado por muchos como un acto impío”.

Sexto Empírico, Hypot. III, 221.

Inscripciones de los tofets.

“[A la señora a Tani]t cara de Ba[<al]

[y al] señor a Ba<al ·ammon lo que

[ha de]dicado Lubit hija de <Azruba<al

sufete hijo de Bodmelqart

sufete hijo de Bod<ashtart sufete”

Inscripción procedente de Cartago, Vassel e Icard, 1922, p. 19.

“A la señora Tanit cara de Ba<al y

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al señor Ba<al ·ammon (ello) que ha de-

dicado <Abdmilkat hijo de <Ashtartyaton

que pertenece al personal del templo de Melqart”.

Inscripción procedente de Cartago, KAI, 086.

“Estela molk ba<a[l]

que ha dado Magón

[hi]jo de ·anno> para Ba<al ·ammon”

Inscripción procedente de Cartago, CIS , I, 5685.

“A la señora a Tanit cara de Ba<al

y al señor a Ba<al ·ammon

que ha dedicado Matanba<l

hija de Bodmelqart hijo de Magón

porque ha escuchado su voz”

Inscripción procedente de Cartago,Cartago, IV-146.

“A nuestra señora a Tanit cara de Ba<al

y al señor a Ba<al ·ammon aquello que

era dado por Eshmunhalaß hijo de Yitte-

nmelek, hijo de Ba<alamas, hijo de

Melekyitten, hijo de ·ami hijo de

Ba<al™anna (porque) han escuchado su voz

(y) lo han bendecido”.

Inscripción procedente de Cartago (Kelsey, 1926, p. 37)

“A la señora a Tanit [cara]

de Ba<al estela de [piedra]

[que ha dedicado] Esh[moun ...]”

Inscripción procedente de Cartago, CIS, I, 0408.

“[A la se]ñora a Tanit cara de Ba<al

estela de piedra que ha dedicado tu servidor

Ba<alyaton hijo de[Ba<]al≈at

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porque ella ha escuchado su voz ¡lo bendiga!”

Inscripción procedente de Cartago, Vassel e Icard, 1922, p. 112-114.

“[A la se]ñora a Tanit cara de Ba<al

y al señor a Ba<al ·ammon que ha dedicado

>Arishatba[<]al hija de <Amatmelqart

hija de <Abdmilr siervo de <Ashtarte de Eryx”

Inscripción procedente de Cartago, CIS, I, 3776.

“Estela de molk de b<l

que ha puesto Na™um

para Ba-<al ·ammon

señor porque ha escuchado

la voz de sus palabras”

Inscripción procedente de Malta, CIS, I, 0123.

“Estela de molk de b<l

que ha puesto Na™um

para Ba-<al ·ammon señor

porque ha escuchado

la voz de sus palabras”

Inscripción procedente de Mozia, Amadasi Guzzo, 1990, p. 88.

“Al señor a Ba<al ·ammon

don que ha dedicado Ykn≈lm

hijo de <Abdmelqart porque ha escuchado

la voz de sus palabras”

Inscripción procedente de Mozia, Amadasi Guzzo, 1986, fig. 8; tav. IX, 1.

“Cippo de molk Ba<al esto al señor

a Ba<al ·ammon que ha dado Arish

hijo de Labo hijo de >l<m

porque ha escuchado la voz

de sus palabras”

Page 19: El Molk Word

Inscripción procedente de Sulcis, CIS, I, o147.

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