el estado en america latin a

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El Estado en América Latina: continuidades y rupturas Titulo  Viaña, Jorge - Autor/a; Velásquez Carillo, Carlos - Autor/a; Thwaites Rey, Mabel - Autor/a; Bonetto, María Susana - Autor/a; Almeyra, Guillermo - Autor/a; Cortés, Martín - Autor/a; Bonnet, Alberto - Autor/a; Gómez Leyton, Juan Carlo s - Autor/a; Modonesi, Massimo - Autor/a; Monedero, Juan Carlos - Auto r/a; Moncayo C., Victor Manuel - A utor/a; Narbondo, Pedro - A utor/a; Ouviña, Hernán - Au tor/a; Rajland, Beatriz - Autor/a; Ramírez Gallegos, Franklin - Autor/a; Thwaites Rey, Mabel - Compilador/a o Editor/a; Autor(es) Santiago de Chile Lugar Editorial Arcis CLACSO Editorial/Editor 2012 Fecha Colección Grupos de Trabajo Colección Estado; Poder político; Neoliberalismo; Izquierda; Revolución; Estado plurinacional; Gobierno; Teoría política; América Latina; Temas Libro Tipo de documento http://bibliotec avirtual.clacso .org.ar/clacso/gt/2012 1127121700/ElEsta doenAmericaLat ina.pdf URL Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 2.0 Genérica http://creativeco mmons.org/licens es/by-nc-nd/2.0/deed. es Licencia Segui buscando en la Red de Bibliotecas Virtuales de CLACSO http://biblioteca.clacso.edu.ar Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) Conselho Latino-americ ano de Ciências Sociais (CLACSO) Latin American Council of Social Sciences (CLACSO) www.clacso.edu.ar

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  • El Estado en Amrica Latina: continuidades y rupturas Titulo Viaa, Jorge - Autor/a; Velsquez Carillo, Carlos - Autor/a; Thwaites Rey, Mabel -Autor/a; Bonetto, Mara Susana - Autor/a; Almeyra, Guillermo - Autor/a; Corts, Martn - Autor/a; Bonnet, Alberto - Autor/a; Gmez Leyton, Juan Carlos - Autor/a; Modonesi, Massimo - Autor/a; Monedero, Juan Carlos - Autor/a; Moncayo C., Victor Manuel - Autor/a; Narbondo, Pedro - Autor/a; Ouvia, Hernn - Autor/a; Rajland, Beatriz - Autor/a; Ramrez Gallegos, Franklin - Autor/a; Thwaites Rey, Mabel - Compilador/a o Editor/a;

    Autor(es)

    Santiago de Chile LugarEditorial ArcisCLACSO

    Editorial/Editor

    2012 FechaColeccin Grupos de Trabajo ColeccinEstado; Poder poltico; Neoliberalismo; Izquierda; Revolucin; Estado plurinacional;Gobierno; Teora poltica; Amrica Latina;

    Temas

    Libro Tipo de documentohttp://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/clacso/gt/20121127121700/ElEstadoenAmericaLatina.pdf

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    Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO)Conselho Latino-americano de Cincias Sociais (CLACSO)

    Latin American Council of Social Sciences (CLACSO)www.clacso.edu.ar

  • 1

  • 2Registro de Propiedad Intelectual: N 222.492ISBN: 978-956-8114-97-8 Universidad ARCISEditorial ARCISTelfono (56-2) 3866412E-mail [email protected] www.uarcis.clCoordinador de publicaciones: Vctor Hugo RoblesDiseo y diagramacin: Paloma CastilloSantiago de Chile, octubre 2012.

    ColeccinPensar Amrica LatinaDoctorado en Procesos Sociales y Polticos en Amrica LatinaDirigidaJuan Carlos Gmez LeytonDirector Acadmico PROSPAL

    Editor Responsable: Emir Sader Secretario Ejecutivo de CLACSOCoordinador Acadmico Pablo Gentili - Secretario Ejecutivo Adjunto deCLACSO

    Programa Grupos de TrabajoCoordinador: Marcelo LangieriAsistentes: Rodolfo Gmez, Pablo Vommaro y Melina Goldsteinrea de Produccin Editorial y ContenidosResponsable Editorial: Lucas SablichDirector de Arte: Marcelo Giardino

    Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales Conselho Latino-americano deCincias SociaisEEUU 1168| C1101 AAx Ciudad de Buenos Aires | ArgentinaTel [54 11] 4304 9145/9505 | Fax [54 11] 4305 0875| e-mail [email protected] |webwww.clacso.org

    CLACSO cuenta con el apoyo de la Agencia Sueca de Desarrollo Internacional(ASDI)

  • 3EL ESTADO EN AMRICALATINA: CONTINUIDADESY RUPTURAS

    Mabel Thwaites Rey (Editora)

  • 4

  • 5ndice

    Introduccin 7

    Primera parteMiradas sobre la(s) especificidad(es)del Estado en Amrica Latina 17

    Cmo aproximarnos alEstado en Amrica Latina?Vctor Manuel Moncayo C. 19

    La estatalidad latinoamericana revisitadaReflexiones e hiptesis alrededor del problemadel poder poltico y las transicionesMabel Thwaites Rey y Hernn Ouvia 51

    El Leviatn criolloElementos para el anlisis de la especificidaddel Estado en Amrica LatinaMartn Corts 93

    El Estado en la regin. La conflictivadiscusin de alternativas tericasMara Susana Bonetto 117

    Revoluciones pasivas en Amrica LatinaUna aproximacin gramsciana a la caracterizacinde los gobiernos progresistas de inicio del sigloMassimo Modonesi 139

    Segunda parteEl Estado neoliberal: continuidades en crisis 167

    Notas sobre la crisis del Estado en MxicoGuillermo Almeyra 169

  • 6Estado, dominacin, hegemonay crisis poltica en la sociedad neoliberal, Chile 1973-2012Juan Carlos Gmez Leyton 189

    La evolucin del Estado en El Salvadordurante el siglo XX: el giro neoliberaly las continuidades clasistasCarlos Velsquez Carrillo 227

    Tercera parteEstados en disputa: contradicciones y tensiones 253

    El estado del Estado en la Argentinadespues de 2001. Continuidades y rupturasBeatriz Rajland 255

    La crisis del Estado neoliberal en la ArgentinaAlberto Bonnet 279

    Estado desarrollista de bienestar oconstruccin de la izquierda del Estado neoliberal?Los gobiernos del Frente Amplio de UruguayPedro Narbondo 303

    Cuarta parteConstruyendo nuevos Estados en Amrica Latina 339

    Reconfiguraciones estatalesen Ecuador: 1990-2011Franklin Ramrez Gallegos 341

    Estado plurinacional y nuevafase del proceso bolivianoJorge Viaa 375

    Venezuela: la revolucin mgicaJuan Carlos Monedero 395

  • 7Introduccin

    Los trabajos reunidos en este volumen son el producto del debatecolectivo del Grupo de Trabajo de CLACSO El Estado en AmricaLatina. Continuidades y rupturas, constituido a fines de 2009. Desdedistintos enfoques y perspectivas, intentamos dar cuenta de la complejarealidad de nuestra regin, tanto en los aspectos ms generales como enrelacin con las problemticas nacionales especficas. El contenido deestas pginas es el fruto de los intercambios que tuvimos desde la forma-cin del grupo y expresan tanto la variedad de miradas como la voluntadde crear un espacio comn de crtica y reflexin sobre el estado delEstado en Nuestra Amrica.

    Pasada la ola del ajuste estructural y las polticas de reformas pro-mercado que en los ochenta y noventa estigmatizaron al sector pblico,en los albores del nuevo siglo en Amrica Latina se inici un ciclo en elque el papel estatal empez a adquirir una renovada entidad, tanto en elplano valorativo-ideolgico como en las prcticas concretas. El resque-brajamiento de la hegemona neoliberal, producto de la conjugacin deentramados sociales y polticos activamente opuestos a las polticas deajuste y concentracin econmica, dio lugar al surgimiento de estrate-gias polticas alternativas, muy genricamente calificadas como pos-neoliberales, progresistas o, incluso, de izquierda, si se las comparacon la ofensiva anti-popular precedente en la regin. Puede sealarsecomo primer hito de cambio la asuncin, en 1999, de Hugo Chvezcomo presidente de Venezuela, lo que abre un ciclo de nuevos gobiernoslatinoamericanos: Brasil (2003), Argentina (2003), Uruguay (2004),Bolivia (2006), Ecuador (2007), Nicaragua (2007), Paraguay (2008) yEl Salvador (2009). Tales gobiernos partieron de cuestionar el automa-tismo de mercado y la subordinacin a la lgica de la acumulacin glo-bal y se plantearon caminos alternativos al modelo neoliberal clsico.

  • 8Apuntaron, con suerte y caractersticas diversas, a afirmar la potestadestatal para definir algunos rumbos centrales de su poltica econmica ysocial.

    Aunque enlazadas en un ciclo comn, las mutaciones producidasson desparejas y contradictorias en cada uno de los Estados nacionalesde la regin y se dan en un escenario complejizado por la crisis interna-cional en curso. En ese marco, el problema del Estado, en tanto nudo deconcentracin de poder, arena privilegiada de disputas, territorio de lu-chas y construccin de hegemona y contra-hegemona, volvi al primerplano del debate poltico a escala global. Porque si la crisis de la domina-cin neoliberal reintrodujo la discusin sobre el papel estatal en Amri-ca Latina, la crisis mundial abierta en 2008 la expandi a todas partes,desde Estados Unidos y Europa, a Japn, India, Rusia y China: hoy eleje del debate ya no es sobre la necesidad de intervencin del Estadosino acerca del sentido que esta debe tener.

    De ello se sigue que los espacios territoriales estatales son nudosproblemticos de existencia real, que exigen esfuerzos analticos especfi-cos. Tanto su conformacin como expresin de la relacin bsica de do-minacin, como la dimensin contradictoria de su textura material (apa-ratos administrativos, burocracias) y su accin e intervencin (polticaspblicas), resultan aspectos centrales para el anlisis sistemtico. Porqueno obstante todos los cuestionamientos que pesan sobre los Estados na-cionales y su contradictoria conformacin y dinmica, stos parecen con-servar resortes clave tanto para hacer posible el despliegue de la dinmi-ca globalizadora, como para, eventualmente, resistir los aspectos msperversos para la vida de los pueblos. Mxime si se asume que los Esta-dos, como muestra el caso de Amrica Latina, rearticulados a partir deprocesos polticos y sociales nacionales y regionales liderados por fuerzaspopulares, pueden constituir instancias clave en la bsqueda emancipa-toria de las clases y grupos subalternos.

    Comprender el lmite estructural que determina la existencia detodo Estado capitalista como instancia de dominacin territorialmenteacotada es un paso necesario, pero no suficiente para entender su fun-cionamiento. Por eso hace falta avanzar en determinaciones ms concre-tas, en tiempo y espacio, para entender la multiplicidad de expresionesque adoptan los Estados nacionales particulares, que no son inocuas niirrelevantes para la prctica social y poltica. Porque sigue siendo en elmarco de realidades especficas donde se sitan y expresan las relaciones

  • 9de fuerza que determinan formas de materialidad estatal que tienen con-secuencias fundamentales sobre las condiciones y calidad de vida de lospueblos.

    En este plano se entrecruzan las prcticas y las lecturas que ope-ran sobre tales prcticas, para justificar o impugnar acciones y configu-rar escenarios proclives a la adopcin de polticas expresivas de las rela-ciones de fuerzas que se articulan a escala local, nacional, regional yglobal. Una tensin permanente atraviesa realidades y anlisis: determi-nar si lo novedoso reside en la configuracin material o en el modo enque sta es interpretada en cada momento histrico. Probablemente larespuesta no est en ninguno de los dos polos, pero segn el modo enque se plantee la pregunta sobre lo nuevo y lo viejo, lo que cambia y loque permanece, lo equivalente y lo distinto, se obtendrn hiptesis yexplicaciones alternativas. Y la importancia de tales explicaciones no re-side en su coherencia lgica interna o en su solvencia acadmica, sino ensu capacidad de constituir sentidos comunes tiles para guiar y/o legiti-mar cursos de accin con impacto efectivo en la realidad que pretendeninterpretar y modelar. Es por eso imperativo empezar a descifrar la sin-gularidad de este momento histrico del Estado en Amrica Latina, des-entraando sus races e hipotetizando su futuro.

    Partimos de advertir que cada concepcin terica del Estado im-plica una forma de interpretar a la sociedad y al poder poltico que no esuna mera descripcin de lo real, lo que supone valoraciones que recor-tan y pueden influir (en mayor o menor medida) en la realidad quepretende elucidar. Porque toda construccin discursiva -en este caso ladescripcin- construccin terica de la naturaleza del Estado- conlle-va un deber ser que, explcita o implcitamente, puede ponerse enjuego como estrategia de lucha poltica y encarnar en prcticas polticascapaces de producir efectos determinados. De ah que las disputas inter-pretativas sobre la naturaleza del Estado capitalista difcilmente puedandisociarse de posturas polticas e incluso tcticas, tendientes a consoli-dar o a enfrentar el modelo dominante. La riqueza de esa diversidad estpresente en estas pginas. As, en este volumen colectivo se entrecruzany dialogan mltiples miradas, diagnsticos y perspectivas, que intentandar cuenta de la diversidad de horizontes presentes en la regin. El librose divide en cuatro partes: comenzamos por ubicar la problemtica esta-tal latinoamericana en su dimensin global y regional, con el eje puestoen la reflexin terica, para luego analizar algunas experiencias naciona-

  • 10

    les concretas, con el propsito de aportar a la comprensin de las din-micas que se vienen desplegando en la regin en la actualidad.

    Abre la primera parte el artculo Cmo aproximarnos al Estadoen Amrica Latina?, en el que Vctor Manuel Moncayo hace una revi-sin de las transformaciones epocales que ha sufrido el capitalismo en lasltimas dcadas y las consecuencias que ello supone en el plano estatal.Parte de reconocer la historicidad del Estado y, recuperando principal-mente los aportes de Antonio Negri y Paolo Virno, el autor explica ladominacin tendencial del trabajo inmaterial en el plano de la produc-cin capitalista, clave de la crisis del paradigma keynesiano de produc-cin en masa. En trminos polticos, sostiene que esto conlleva una pro-funda mutacin de las formas capitalistas de dominacin, donde el Es-tado ya no opera como mero regulador de la fuerza de trabajo libre, sinoque se articula en la produccin biopoltica y el control del biopodercomo modos de produccin de fuerza de trabajo, acorde a las formascapitalistas contemporneas de produccin. Aclarando que se trata deun proceso tendencial, que se encuentra entonces articulado de maneradesigual con formas clsicas de organizacin de la produccin, el autoranaliza las implicancias de estas metamorfosis en trminos de estrategiasde transformacin social en Amrica Latina. Frente a los cambios y ten-dencias actuales, Moncayo hace una propuesta radical para AmricaLatina, que se inscribe en la mirada virniana del xodo como forma deromper con la dominacin capitalista y sus Estados.

    Desde otra perspectiva, en La estatalidad latinoamericana revisi-tada, Mabel Thwaites Rey y Hernn Ouvia se interrogan sobre lacuestin de la especificidad del Estado en Amrica Latina, partiendo deasumir que el Estado, como realidad y como concepto, sigue siendocentral no solo para el anlisis terico, sino para la prctica poltica con-creta, en la medida en que remite al problema nodal del poder. Luegode revisar crticamente las concepciones de lo estatal que subyacen a lasdiscusiones en torno a lo distintivo de la realidad latinoamericana, eva-lan las modalidades a travs de las cuales es factible (o no) incidir en elordenamiento jurdico-estatal, e insertar en l elementos de la socie-dad futura, an antes de la conquista plena del poder, aunque sin des-atender la vocacin antagnica de superacin de la sociedad capitalista.Para ello, parten de recuperar el vnculo orgnico entre lucha polticacotidiana y objetivo estratgico de trastocamiento de las relaciones so-ciales de produccin, destacando los aportes que esta dialctica entre

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    reforma y revolucin brinda para reinterpretar la llamada transicin alsocialismo. Los autores intentan revitalizar la nocin de que el Estadoentraa una dimensin contradictoria, para eludir aquellas concepcio-nes que lo definen como una expresin monoltica del poder de la clasedominante.

    En El Leviatn Criollo. Elementos para el anlisis de la especifi-cidad del Estado en Amrica Latina, Martn Corts aporta una miradaa la historia del pensamiento poltico latinoamericano, a la luz de losprocesos polticos contemporneos. Parte de la hiptesis de que la crista-lizacin de las transformaciones recientes al nivel de los gobiernos yEstados de la regin, obliga a revisar las reflexiones sobre el Estado enalgunos momentos clave del debate intelectual latinoamericano. En par-ticular, el texto se detiene en los aos setenta y ochenta sobre todo enlas discusiones suscitadas en el contexto del exilio de intelectuales lati-noamericanos en Mxico-, en lo que concibe como un momento depensamiento fuerte sobre el Estado, es decir, de reflexiones que se detie-nen en (1) la centralidad del Estado en la regin, en el sentido de larecurrencia a la esfera poltica como instancia de articulacin de los avancespopulares y del conflicto sociopoltico en general, (2) el anlisis del Es-tado en relacin con el mercado capitalista mundial, el problema de lasubordinacin, la dependencia y los grados de autonoma y soberana y(3) la necesidad de vincular el anlisis y problematizacin del Estadocon una perspectiva de transformacin socialista. El autor entiende que,luego de que en los ochenta y los noventa se debilitara el pensamientocrtico sobre el Estado en la regin, los procesos polticos posneolibera-les invitan a recuperar este pensamiento fuerte en relacin con los dilemasdel presente.

    El artculo de Mara Susana Bonetto, El Estado en la regin. Laconflictiva discusin de alternativas tericas, constituye una contribu-cin a la reflexin sobre los procesos polticos latinoamericanos, desdeuna perspectiva crtica de las concepciones eurocntricas, en las que seincluyen las versiones ms rudimentarias del liberalismo y del marxis-mo. Tomando aportes de los autores que han venido reflexionando en lasltimas dcadas en torno al problema epistmico de pensar desde el sur(Mignolo, Dussel, Quijano, Escobar, De Sousa Santos, entre otros), laautora se propone pensar herramientas de anlisis que partan de la espe-cificidad y riqueza de los procesos latinoamericanos, contra los intentosde concebirlos a partir de moldes conceptuales ya constituidos y cerra-

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    dos. En ese marco, a partir de una reflexin sobre el problema de lacolonialidad como marca originaria y persistente de los Estados latinoa-mericanos, el trabajo avanza en algunas consideraciones acerca de lamovilizacin popular que est en la base de los gobiernos ms dinmicosde la regin, a fin de contribuir a la reflexin sobre la forma singular quehoy asume la izquierda en Amrica Latina, con sus diversas variantes yperspectivas.

    Un minucioso anlisis de la categora gramsciana de revolucinpasiva, y de sus correlatos de cesarismo progresivo y transformismo, es rea-lizado por Massimo Modonesi en Revoluciones pasivas en AmricaLatina. Una aproximacin gramsciana a la caracterizacin de los gobier-nos progresistas de inicio de siglo, con el objeto de pensar los procesospolticos contemporneos en Amrica Latina. El autor parte de la hip-tesis de que, a pesar de sus matices, la totalidad de los gobiernos progre-sistas de la regin pueden ser analizados a partir de una serie de elemen-tos que les son comunes. Por lo pronto, supusieron cambios significati-vos en un sentido antineoliberal, aunque la conduccin de los procesos,a pesar de tener como antecedente una movilizacin antagonista porparte de los movimientos populares, se dio principalmente desde arriba.Esto ltimo supuso una desmovilizacin o pasivizacin de los movi-mientos populares, a la cual contribuy la tradicin caudillista latinoa-mericana, en virtud de la cual las situaciones de equilibrio catastrficose resolvieron bajo la forma de un cesarismo progresivo, que garantiza lacontinuidad del proceso, a la vez que refuerza su carcter delegativo.

    La segunda parte del volumen incluye las experiencias de Mxico,Chile y El Salvador. El texto de Guillermo Almeyra Casares, Notassobre la crisis del Estado en Mxico, aborda la situacin actual delEstado mexicano, bajo la hiptesis de que, a contramano de muchosprocesos sudamericanos de fortalecimiento estatal, Mxico atraviesa unacrisis que lo asemeja a los pases centroamericanos. Esto supone un de-bilitamiento que permite hablar de la existencia de un virtual semi-Estado en Mxico, que no maneja de manera autnoma ni sus finanzasni sus fuerzas armadas, y que en ambos casos est condicionado fuerte-mente por su pertenencia al NAFTA y su dependencia del Ejrcito nor-teamericano. La contextualizacin histrica de la poltica mexicana des-de los aos de la Revolucin, permite al autor explicar las disyuntivaspresentes a las que se enfrentan los sectores polticos opositores al rgi-men, prestando particular atencin a las potencialidades que descansan

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    en las tradiciones de resistencia y organizacin de las numerosas comu-nidades indgenas del territorio mexicano.

    Juan Carlos Gmez Leyton, en Estado, dominacin, hegemonay crisis poltica en la sociedad neoliberal, Chile 1973-2012, analiza lareconfiguracin reciente de la sociedad chilena. En el marco de un mi-nucioso trabajo de contextualizacin histrica, el autor parte de la hip-tesis de que, a partir de la dictadura que instaura al general Pinochet enel poder, en 1973, Chile se ha ido constituyendo como sociedad neoli-beral modelo en Amrica Latina y el mundo. Esto fue posible, enprimer lugar, porque el golpe de 1973 supuso el fin de una disputahegemnica en el seno de la sociedad chilena, definindose hacia el polode las clases dominantes. En segundo lugar, el autor hace un anlisissumamente crtico de los gobiernos de la Concertacin (desde 1990hasta 2010), en tanto estos han llevado adelante polticas plenamentecompatibles con el modelo neoliberal, otorgndole as una legitimidadan mayor que la heredada de la dictadura.

    Acorde a las movilizaciones recientes que han conmovido a la so-ciedad chilena, el autor finaliza interrogando sobre las posibilidades deque el duro neoliberalismo chileno finalmente se est agrietando.

    Cierra el apartado el slido trabajo de Carlos Velsquez Carrillo,La evolucin del Estado en El Salvador durante el siglo XX: El gironeoliberal y las continuidades clasistas, en el cual se avanza sobre uncaso que nos permite comprender elementos caractersticos de los pro-cesos polticos centroamericanos. Para ello, el anlisis del Estado en ElSalvador se remonta a su proceso formativo, en el siglo XIX, a partir delcual el autor emprende una periodizacin en la cual va dando cuenta dela reconfiguracin del bloque de poder y de las alternativas polticas quefueron producindose a lo largo de la historia de dicho pas. El anlisispormenorizado del proceso de consolidacin del neoliberalismo en ElSalvador, con nfasis en el tipo de Estado que se configur, permitecomprender las encrucijadas y dificultades con las que se encontr elFrente Farabundo Mart para la Liberacin Nacional (FMLN) al ganarlas elecciones del ao 2009.

    La tercera parte la integra la reflexin sobre los pases del Ro deLa Plata, donde se perciben grandes tensiones entre la continuidad y laruptura con el neoliberalismo. El caso argentino es analizado en dosartculos. Beatriz Rajland, en su El estado del Estado en la Argentinadespus de 2001. Continuidades y rupturas, realiza un balance de las

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    transformaciones en el Estado argentino desde el estallido de diciembrede 2001, momento que muchos autores coinciden en considerar el puntoclmine de la crisis del paradigma neoliberal instaurado fuertemente apartir del golpe militar del ao 1976. La autora analiza el proceso pol-tico argentino, intentando dar cuenta de las problemticas que impidie-ron a los sectores populares presentar una alternativa propia de poderluego de la crisis de 2001. A partir de all, plantea la hiptesis de que losgobiernos de Nstor y Cristina Kirchner han supuesto ms continuida-des que rupturas en materia de temas como la distribucin del ingreso oel esquema productivo argentino. Por su parte, Alberto Bonnet, en Lacrisis del Estado neoliberal en Argentina, ausculta los principales cam-bios sufridos por la forma neoliberal de Estado, instaurada en la Argen-tina durante la dcada de los noventa, desde la crisis que culmin a finesde 2001, y concluye con una afirmacin provocativa: si la fortaleza odebilidad de un Estado capitalista debe estimarse siempre en referenciaal patrn de medida de su capacidad de comando sobre la clase trabaja-dora, entonces el Estado menemista era un Estado fuerte, en el sentidode haber resultado ser un Estado ms activo en el arbitraje directo entrelos intereses de las distintas clases y fracciones de clases, por contraste alkirchnerista, que podra ser calificado como un Estado ms dbil, espe-cialmente si condiciones recesivas recortan los mrgenes para ese arbi-traje. Si bien su anlisis se remite al caso argentino, Bonnet postulacomo hiptesis adicional que el auge y cada del neoliberalismo quesignan el perodo en el que se desenvolvieron estos cambios, no sonprocesos exclusivamente argentinos, sino que se registraron igualmenteen muchos otros pases latinoamericanos, por lo que su caracterizacinpuede aplicarse en parte a otros Estados del continente.

    El artculo de Pedro Narbondo, Estado desarrollista de bienes-tar o construccin de la izquierda del Estado neoliberal? Los gobiernosdel Frente Amplio de Uruguay, se centra en el anlisis del proceso po-ltico uruguayo, desde el ao 2005, momento en que asume el primergobierno del Frente Amplio, encabezado por Tabar Vzquez. Aqu sehace especial nfasis en el estudio crtico de las transformaciones en elaparato de Estado y las formas de gestin. Para ello, el artculo aborda elproyecto y programa de gobierno del FA, para dar cuenta luego de loslogros (y los no logros) que ste ha tenido en materia de transformacindel modelo neoliberal de Estado. En este sentido, el artculo aporta unestudio minucioso de las transformaciones en el Estado, con nfasis en

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    su armazn material (aparatos, reas de gestin, polticas estratgicas),al tiempo que las conclusiones acerca de los objetivos alcanzados y lospendientes son enmarcadas por un interesante anlisis poltico de lasrelaciones de fuerza al interior del Frente Amplio, es decir, sus tenden-cias y contra-tendencias en materia de crtica de la matriz neoliberal.

    En la cuarta parte se analizan los casos de Ecuador, Bolivia, Vene-zuela, los ms emblemticos de la regin desde la perspectiva emancipa-toria. En su artculo Reconfiguraciones estatales en Ecuador: 1990-2011, Franklin Ramrez aborda uno de los casos ms interesantes delas transformaciones recientes en el Estado en Amrica Latina: el proce-so encabezado por el presidente Rafael Correa. El trabajo permite con-textualizar la actualidad del pas andino, remontndose al proceso dedespliegue del neoliberalismo y los avatares de la poltica ecuatorianaque ello supuso, incluyendo recurrentes crisis polticas y una dolariza-cin que hoy persiste. Luego, realiza un minucioso anlisis de las trans-formaciones en el Estado que supuso el gobierno de Correa, atendiendoespecficamente a la recuperacin de capacidades estatales que se vienellevando adelante. Las buenas perspectivas econmicas y polticas delproceso ecuatoriano le permiten al autor interrogar el viejo problema dela transicin, indagando en los cambios que se han logrado y en lasperspectivas a futuro que se abren en Ecuador y en la regin en general.

    Asimismo, el trabajo de Jorge Viaa, Estado plurinacional y nuevafase del proceso boliviano, describe y problematiza lo que define comonueva fase del proceso en curso en el pas andino, y que ubica a partirdel ao 2008 con el triunfo aplastante de Evo Morales en el referndumrevocatorio que la oposicin solicit. El autor efecta un balance polti-co, para luego introducir un anlisis estructural del conflicto que se viverespecto al Territorio Indgena Parque Nacional Isiboro Secure (TIP-NIS), vinculndolo al eje del balance poltico que se propone. A partirde caracterizar la fase en curso como de desarticulacin de la oposicinconservadora, el artculo se adentra en las tensiones internas que surgenen el bloque de gobierno y el modo en que stas se intensifican al desdi-bujarse la figura del enemigo externo. Desde esta ptica, analiza espe-cialmente el problema poltico que se suscit a partir de la iniciativa delgobierno de construir una carretera que atravesara el Parque NacionalTIPNIS, y la resistencia que ello produjo por parte de comunidadesindgenas de la zona. Luego Viaa vincula el anlisis poltico con elgrado de avance y construccin del Estado plurinacional y parte de la

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    hiptesis de que existen dos grandes posiciones equivocadas: una exitistay triunfalista que cree que ya hay un Estado plurinacional totalmenteconstruido y diferente al anterior Estado y una catastrofista que cree queya en Bolivia todo es populismo y demagogia. El autor plantea comohiptesis de trabajo que existe un germen de Estado plurinacional quepuede morir, sobre todo si se siguen cometiendo errores polticos grue-sos como el del TIPNIS. Considera que Bolivia no est al borde de unacatstrofe ni que es un paraso, por lo que advierte acerca de las dificul-tades de este nuevo Estado plurinacional para terminar de constituirsecomo tal y en consecuencia, sostener el proceso de cambio que se haestado construyendo desde hace cuatro aos.

    El caso venezolano es analizado por Juan Carlos Monedero. EnVenezuela: la revolucin mgica, el autor realiza un balance global delproceso encabezado por Hugo Chvez en Venezuela, incluyendo esta-dsticas y cifras que fundamentan el carcter profundo de las transfor-maciones que la revolucin bolivariana ha implicado, incluyendo cues-tiones de redistribucin de renta y las funciones de las misiones en mate-ria de irradiacin de los cambios a todos los extremos sociales y geogr-ficos del pas. A su vez, el trabajo hace un balance del problema delsocialismo del siglo XXI, analizando las distintas fases del proceso boli-variano y atendiendo a las medidas tomadas en pos del despliegue cadavez ms sustantivo de una forma poltica alternativa al capitalismo. Eneste sentido, se destacan diversos elementos que caracterizan al socialis-mo del siglo XXI en lo que tiene de novedoso respecto de las experien-cias del siglo XX (su carcter pacfico, participativo y descentralizado).Por ltimo, el artculo avanza tambin en el anlisis de los consejos co-munales, una original forma de gestin popular que permite pensar enestrategias prcticas de reinvencin del Estado.

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    Primera parteMiradas sobre la(s) especificidad(es)del Estado en Amrica Latina

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    Cmo aproximarnos alEstado en Amrica Latina?

    Vctor Manuel Moncayo C.*

    La pregunta que queremos hacernos se refiere a la realidad de losEstados existentes en las sociedades latinoamericanas. Nuestro objetivoes plantear la necesidad de una reflexin que contribuya a construir lanueva gramtica del Estado en Amrica Latina, en el sentido de formade entendimiento, a partir de la hiptesis central de que los instrumen-tos tericos y prcticos de los cuales disponemos para interrogar la reali-dad de toda sociedad capitalista, han perdido su pertinencia en razn dela nueva gran transformacin experimentada por el capitalismo en losltimos decenios.

    Es un esfuerzo por situar la cuestin en la dimensin de la reali-dad del capitalismo en general, sin hacer referencia inicial a las llamadasespecificidades nacionales, pues queremos privilegiar el curso tendencialcomn del sistema de organizacin social y productiva que rige en todoel planeta. Queremos tambin abandonar el tratamiento de la realidad apartir de tantos lugares comunes que abundan en las reflexiones y que serepiten acrticamente, sin ninguna pretensin de originalidad, ni mu-cho menos de poseedores de la verdad.

    La insistencia en el carcter histrico del Estado

    Desde hace algn tiempo (Moncayo, 2004), partimos de la ideacentral del reconocimiento de la historicidad del Estado, acercndonosa l como un fenmeno esencial del mundo contemporneo, ligado a lamodernidad que supuso el advenimiento del capitalismo. Esto supone

    * Doctor en Derecho de la Universidad Nacional de Colombia. Profesor emrito y ex rectorde la Universidad Nacional de Colombia.

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    abandonar las aproximaciones que lo aprecian como una esencia supra oahistrica, o las concepciones que le atribuyen un carcter neutral, quelo ven como un simple agregado de aparatos que pueden ser utilizados avoluntad por quienes detenten el poder. Igualmente, estimamos insufi-cientes las versiones descriptivas de su forma de existencia como institu-cin, creencia, correlacin de fuerzas y monopolio1, que dejan de ladosu carcter de categora esencial del orden capitalista que, si bien es,como tantas otras dimensiones, un escenario de contradicciones y lu-chas, no es una materialidad cuya significacin pueda arrebatrsele alcapitalismo total o parcialmente.

    Hay que comprender el Estado como un elemento indisociabledel tipo de organizacin social de la produccin vigente, cualquiera quesea el rgimen poltico, o los gobiernos que lo gestionen, es decir, conindependencia de su cara autoritaria o represiva o de su aparente faz deamable benefactor, dispuesto a concedernos nuestras reivindicaciones, oa contribuir a atender las necesidades individuales y sociales. El Estadono es perenne, sino que su historia es indisociable de la vida misma delcapitalismo. Est marcado en su presentacin por las formas originariasy de transicin al capitalismo y por las transformaciones ocurridas unavez instaurado.

    A este propsito parece pertinente sealar que la colonizacin vi-vida por las poblaciones de nuestro continente, no es el proceso de ex-pansin, implantacin y configuracin del capitalismo europeo, ni lamodernidad portadora del iluminismo que busca arrasar lo primitivo ylo atrasado, sino que el capitalismo y la modernidad son inconcebiblessin colonialismo. Aunque la nocin de conquista y civilizacin sirve paradestacar la violencia y la brutalidad del proceso, deja lo colonizado comoun elemento pasivo, negando que haya all una relacin de poder queincluye tanto dominacin como resistencia y sus efectos2.

    1 Garca Linera, lvaro. La construccin del Estado, intervencin al recibir el ttulohonoris causa de la Universidad de Buenos Aires. Abril 10 de 2010. En ella el actualvicepresidente de Bolivia precis: Podemos entonces cerrar esta definicin del Estado enlas cuatro dimensiones: todo Estado es institucin, parte material del Estado; todo Estadoes creencia, parte ideal del Estado; todo Estado es correlacin de fuerzas, jerarquas en laconduccin y control de las decisiones; y todo Estado es monopolio. El Estado comomonopolio, como correlacin de fuerzas, como idealidad, como materialidad, constituyenlas cuatro dimensiones que caracterizan cualquier Estado en la edad contempornea.2 De all que recientemente Negri haya recogido en buena medida las tesis de los autores dela teora de la colonialidad al sealar: Las civilizaciones precoloniales son en muchos casosavanzadas, ricas, complejas y sofisticadas; y las contribuciones de lo colonizado a la llamada

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    En ese contexto, si bien no todas las formaciones sociales contem-porneas tienen la misma historia de implantacin y transformacin dela organizacin capitalista, como ocurre en las sociedades latinoamerica-nas integradas por la va colonial al capitalismo, en todas ellas podemosapreciar los rasgos comunes que caracterizan al capitalismo y al Estadoque les es propio.

    Ahora bien, estimamos que el instrumento conceptual idneo paraidentificar, rastrear y significar el carcter del Estado en cualquier socie-dad capitalista, deriva de la tesis central de Sohn Rethel (1980) sobrelas formas o abstracciones reales constitutivas de la relacin capitalista,entre las cuales se destaca la forma Estado, que permite plantear la ree-dicin de las formas sin que ellas desaparezcan y, sobre todo, apreciarque el Estado como forma social siempre ha tenido esa virtud camale-nica, que le permite cambiar de piel, de misin, sin dejar de ser.

    En esa direccin distinguimos el Estado como una esencialidaddel sistema capitalista -como una abstraccin real, que de manera an-loga a las formas mercanca, moneda o sujeto, es una construccin socialque todos fabricamos y reproducimos sin saberlo y sin pensarlo- , delEstado como rgimen, bloque de poder, o gobierno. Distintas dimen-siones del anlisis que no se pueden confundir.

    El Estado hoy subsiste, pero transformado. Ha sido derrotado enla funcin que desplegaba, para dar paso a un nuevo Leviatn redefini-do. Su soberana no es la misma, no controla de igual manera a su pue-blo nacional, est subordinado a determinaciones del orden global (im-perio) y no de otro u otros Estados que sufren la misma mutacin.

    Asistimos a una transformacin, denominada globalizacin, quean no tiene completa toda su arquitectura, que se ha convertido en unproceso endgeno al Estado nacional. En la globalidad no existe un gradode formalidad suficiente, pero lo que s es indudable es que los Estadosestn jugando un papel central en ese proceso mediante la desnacionaliza-cin de muchos elementos que caracterizaban al EEstado nacional3.

    civilizacin moderna son substanciales y en gran parte no reconocidas. Esta perspectivaefectivamente derriba la dicotoma comn entre tradicional y moderno, lo salvaje y lo civiliza-do. Ms importante para nuestro entendimiento es afirmar que los encuentros de la moderni-dad revelan procesos constantes de transformacin mutua (Negri y Hardt, 2009: 68).3 Como lo advierte Saskia Sassen, en materia de globalizacin el mbito nacional continasiendo el terreno donde la formalizacin y la institucionalizacin alcanzan su grado mspleno de desarrollo, a pesar de que estos procesos rara vez se parezcan a las formas msinspiradas que conocimos. El territorio, el derecho, la economa, la seguridad, la autoridad

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    El Reconocimiento de una poca distinta del capitalismo

    Admitido el carcter histrico del Estado, su comprensin es in-separable del reconocimiento de una poca nueva del capitalismo, ms omenos ampliamente admitida, aunque sean discutibles su significaciny sus caractersticas.

    Dificultades por superar

    Ese reconocimiento exige que podamos encontrar herramientasconceptuales que no estn marcadas por las huellas de fases anterioresdel mismo sistema de dominacin. La emergencia de un nuevo conti-nente nos obliga a cambiar los mapas y a tirar por la borda los viejosinstrumentos de navegacin. El cambio producido nos debe conducir anuevas formas de aproximacin, con el sentido crtico requerido paraenfrentar el capitalismo en una poca diferente.

    Si asumimos que se ha producido un cambio no episdico, nisuperficial, sino un cambio profundo, un cambio del capitalismo, quealgunos lo denominan una nueva gran transformacin, necesitamosuna nueva gramtica para entender el Estado. Si las mutaciones afectanla organizacin de la produccin y del trabajo, si el poder se ejerce mssobre la vida misma, si el conflicto y las formas de resistencia se hanrenovado, el desafo es encontrar el sendero de un nuevo vocabulario yuna nueva gramtica de la poltica que den cuenta de esa otra gran trans-formacin experimentada por el capitalismo (Moulier Boutang, 2007).

    Indicadores y rasgos del cambio capitalista

    Sobre el estado actual del capitalismo se enfrentan, de un lado,una posicin conforme a la cual las transformaciones carecen de real

    y la pertenencia son elementos que en la mayor parte del mundo se han construido en virtudde lo nacional, aunque en pocos casos presenten el grado de autonoma que se postula tantoen el derecho nacional como en los tratados internacionales. La capacidad transformadoraque hoy exhibe la dinmica de la globalizacin supone una imbricacin con lo nacional (losgobiernos, las empresas, los sistemas jurdicos o la ciudadana) mucho ms profunda de loque permiten dar cuenta los anlisis realizados hasta el momento. Esa transformacintrascendental que llamamos globalizacin transcurre dentro del mbito nacional en unamedida mucho mayor de lo que se suele admitir. Es all donde se estn constituyendo lossignificados ms complejos de lo global (Sassen, 2010: 19).

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    importancia, pues el sistema de explotacin sera el mismo y, de otro,quienes postulan la discontinuidad radical entre el capitalismo indus-trial en su fase fordista-taylorista-keynesiana y el capitalismo de las lti-mas dcadas, que comporta una realidad igualmente diferente comosistema de acumulacin, forma de explotacin y naturaleza de la con-frontacin, del antagonismo. Es la tesis segn la cual asistimos a unatransformacin profunda, que ha variado el sistema de acumulacin y lanaturaleza de la riqueza, que nos permitira hablar de un tercer tipo decapitalismo posterior industrial, que nos impone redefinir los trminosdel antagonismo social.

    Apreciemos algunos rasgos principales del cambio histrico ocurrido:

    La dominacin tendencial del trabajo inmaterialSin duda la mutacin ms significativa es el cambio de la forma

    predominante del trabajo. A partir del entendimiento de trabajo comouna actividad productiva de bienes materiales, se han venido analizandolos modos de acumulacin y de explotacin a partir de la medida deltrabajo, segn el tiempo gastado en la produccin, como lo formulabala clsica ley del valor trabajo. Ahora el panorama es diferente: el trabajopredominante es el inmaterial, que escapa a toda forma de medicin; esun trabajo que excede toda medida, no est ligado a un determinadotiempo de actividad productiva, sino a todo el tiempo de la vida, de laexistencia social en sus distintas formas y momentos.

    Tal afirmacin no significa que haya desaparecido la importanciadel trabajo en general, que el trabajo haya perdido su centralidad, sinoque ahora lo esencial no es el gasto de fuerza de trabajo humano, sino lafuerza-invencin, el saber vivo que no se puede reducir a las mqui-nas4. Ese trabajo se traduce en realidades no tangibles, inmateriales, queson determinantes del valor de cambio. An cuando contine la utiliza-cin del trabajo material asalariado o semi-independiente, lo central esla incorporacin de una masa de actividad creciente de la poblacin que

    4 Utilizando el mismo tipo de ejemplos sobre el valor al cual se vende un par de zapatos,Boutang nos advierte: ese par puede costar 4 o 5 euros fabricarlo, 2 o 3 euros transportarlo,etc, pero se vende entre 20 y 300 euros segn la marca sea Nike o Adidas. El valor depende,entonces, de la marca, de ese bien intangible e inmaterial, que es producto tanto de las horasde trabajo de los diseadores, como de los estilistas o de los bufetes de abogados dedicadosa la proteccin de la propiedad intelectual. Tambin est all el gusto, es decir el consen-timiento del pblico en pagar mucho dinero por un producto de marca (Boutang, 2007:50).

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    suministre recursos gratuitos casi en forma ilimitada. Lo que se buscahoy es la inteligencia colectiva, la creatividad difusa en el conjunto dela poblacin5.

    La produccin biopolticaDado que las transformaciones contemporneas del capitalismo,

    han roto la otrora ntida distincin entre tiempo de trabajo y no trabajo,la produccin se ha vuelto biopoltica. A ella concurren en forma igual-mente productiva todos los trabajos, los ocupados y los desocupados,los remunerados en grados diversos y los no remunerados. Asistimos auna produccin que compromete toda la vida social, que contina pro-duciendo bienes materiales pero que crea tambin ideas, imgenes, co-nocimientos, valores, formas de cooperacin, relaciones afectivas.

    De otra parte, la produccin no pasa por el vector salario directo-indirecto, poniendo fin a la vieja separacin funcional entre Estado y mer-cado. Lo central hoy es que el conjunto de los sujetos portadores defuerza laboral estn en capacidad potencial de participar de manera pro-ductiva, a partir de condiciones bsicas mnimas. La produccin ya noreposa sobre la garanta del salario directo e indirecto, sino sobre la po-sibilidad de que todos puedan tener algn tipo de retribucin por sucontribucin heterognea, no subordinada, mltiple, mvil y no per-manente al proceso productivo global.

    Por ello el nuevo papel del Estado no pasa slo por su reduccin(desmonte del Estado) y por el desplazamiento de sus actividades haciael ambiente mercantil privado (privatizacin), sino por una participa-cin en las condiciones elementales o bsicas de la fuerza laboral, sobrelas cuales pueda edificarse su contribucin no salarial ni siempre inme-diata. Su misin reguladora buscar que sea con cargo a las nuevas for-mas de ingreso que los sujetos laborales garanticen las prestaciones queantes aseguraba la relacin salarial y que, en el caso lmite de exclusinde los sujetos, se les atienda con provisiones bsicas como lo evidencianlos programas de atencin a la pobreza o contra el hambre, o las orienta-ciones de poltica pblica que proclaman la sociedad civil como respon-sable y proveedora del bienestar para relevar al Estado de esa misin.

    5 Boutang, adems, explica tambin por qu hoy cobra dominancia el capitalismo financie-ro. No en virtud de la especulacin artificial, sino en funcin del clculo de esos elementosinmateriales cruciales, que son el corazn del valor de cambio (Boutang, 2007: 51 y 52).

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    El control del biopoderEsas caractersticas biopolticas de la produccin determinan que

    el poder se ve cada vez ms sobre la vida misma; ya no slo importa elcontrol disciplinario de la fuerza de trabajo, sino un control pleno sobretoda la poblacin. Se ha llegado a un estadio ms acabado de la subsun-cin real para lo cual es preciso un biopoder, que ante la prdida delfactor de medida en el uso de la fuerza laboral que permita la sujecinsalarial, ahora llegue a todos los espacios de la vida individual y social.Segn Negri en la actualidad, el poder es biopoder porque ejerce elcontrol sobre el trabajo y la vida despus del trabajo. Por eso el conflictoya no se sita en la fbrica, sino en la vida. El capital se apodera de lavida de cada trabajador. Ah se encuentra la resistencia: todos estamosdentro de una nica cosa, el capitalismo, y no hay nada externo (Negriet al., 2004).

    El viejo concepto de soberana entra en obsolescencia, pues parael control sobre la vida se requiere la guerra y el estado de excepcinpermanente. Segn la expresin de Negri, la biopoltica y la tanatopo-ltica tienden a veces a identificarse, pues la guerra se convierte en laesencia de la poltica, la tanatopoltica se erige como la matriz de labiopoltica (Negri, 2006).

    La soberana sobrevive transformada para prolongar su perma-nencia; el estado de excepcin permanente indica una superacin de laforma-estado sobre la base misma de la estatalidad, tal y como para supoca Marx deca que la propiedad privada se superaba en la sociedadpor acciones pero sobre la misma base de la propiedad privada (Virno,2006: 10).

    Todo ello impone una declaracin universal del estado de excep-cin. No es una excepcionalidad como alternativa provisional para aten-der problemas de urgencia dentro de la normalidad del ejercicio del po-der, sino una forma permanente de suplir la carencia de la medida quehaba venido operando como sistema de dominacin, estableciendo me-canismos policivos desplegados en todo el tejido social bioproductivo. Esen lo global una verdadera guerra constitutiva de orden que construyenaciones, que pone a su servicio ciertas instituciones caritativas, a ciertasONGS, y que se dota de instrumentos de control generalizados dondequiera que se presenten fallas en la organizacin social y en el desarrolloeconmico (Negri, 2006: 75), que deshace las fronteras nacionales y queconduce al agotamiento y al fin del derecho internacional.

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    La necesidad de trascender el poderSe impone as la superacin de la interpretacin unvoca del po-

    der que construy la modernidad, conforme a la cual el poder siemprees trascedente y soberano6. La visin que slo ofreca una alternativaposible: aceptar o renegar del poder. Ahora estamos obligados a abando-nar el paradigma del poder creado por la modernidad para hacer preva-lecer sobre el poder las razones de la asociacin poltica y de la dinmicademocrtica.

    Como lo ha planteado Holloway, se trata de asumir que lo queest en discusin en la transformacin revolucionaria del mundo no esde quien es el poder sino la existencia misma del poder. Lo que est endiscusin no es quien ejerce el poder sino como crear un mundo basadoen el mutuo reconocimiento de la dignidad humana, en la construccinde relaciones sociales que no sean relaciones de poder (Holloway, 2002:33). Para ese efecto, hay que salir del paradigma del Estado, que lo aslapara atribuirle una autonoma que no tiene y para ocultar que est limi-tado y condicionado por un nodo de relaciones sociales centrado sobrela forma de organizacin del trabajo en la sociedad.

    La real significacin del cambioEl capitalismo al cual hoy asistimos no es el mismo. Lo que hoy

    tenemos como capitalismo es algo muy distinto, como distintas fueronlas pocas anteriores que algunos llaman fases. Se ha producido, comoya lo hemos sealado, una nueva gran transformacin en el capitalismode hoy. Comprender ese cambio no pasa por las descripciones de lo quehace el Estado, por el contenido de sus polticas, sino por el descifra-miento de la cuestin central de poder entender dnde est la explota-cin hoy. Desde nuestro punto de vista, y en esto obviamente no somosoriginales, la explotacin capitalista ya no reside en la relacin salarial;se acab la medida salarial como medida de la explotacin, a la queacostumbrbamos aludir repitiendo las expresiones trabajo, no trabajo,jornada, no jornada, plusvala, excedente. El problema de la medicindel excedente en los trminos en los que se haca en la sociedad salarialha quedado atrs, y se ha entrado en lo que algunos autores llaman

    6 A este respecto, es iluminador el anlisis iniciado por Negri en su obra Fabrique dePorcelaine (2006). Esa interpretacin puede encontrarse tanto en la posicin liberal-funcio-nalista de corte weberiano, como en el esquema conservador y totalitario de Schmitt ytambin la perspectiva revolucionaria de Lenin.

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    Negri, Virno, etc. una explotacin que remite a la biopoltica. Ququiere decir esto? Que las relaciones de explotacin ya no se anudanalrededor de lo salarial en un tiempo particular y en un espacio determi-nado como la fbrica, sino que las relaciones de explotacin estn encualquier lugar, a cualquier hora; por eso comprenden toda la vida, to-dos los espacios de la vida. Y eso supone que el poder no es el poder decontrol de antes por la va del salario, por la va de la fbrica, por la va dela ciudadana y de la nacin, sino que es un biopoder que tiene quellegar hasta los menores intersticios de la existencia vital de los sujetos.

    Claro est que en esta materia es preciso advertir que lo que seplantea es en trminos de tendencia y que hay que distinguir entre lotendencial y lo prevalente. Lo prevalente puede seguir siendo otra cosa.En efecto, si bien no desaparecen ni desaparecern los obreros, los sala-rios, las industrias, etc., e incluso pueden representar mucho desde elpunto cuantitativo, lo que importa es que lo hegemnico, lo principal,lo dominante es otro tipo de relacin de participacin en la produccinsin vinculacin salarial. Es por ello que los conflictos de hoy son distin-tos, ya no tienen los protagonistas ni los espacios de antes, ni se danalrededor de los mismos temas. Todo porque justamente el trabajo y,por ende, la explotacin tienden a estar difundidos en toda la sociedad yen toda la existencia vital.

    Lo anterior tiene importantes consecuencias sobre la manera deabordar el Estado. No es que el Estado haya terminado, ni tampoco queel Estado se haya reducido o adelgazado, sino que el Estado ha cambia-do de misin. El Estado tiene otra significacin, ya no es el mismo. Esen esta direccin que se mueve el reciente trabajo de Saskia Sassen, alplantear de manera diferente el problema del cambio de la misin delEstado en la nueva poca del capitalismo. La poca o fase anterior tieneya unos grmenes que colaboran con la nueva, de tal manera que cuandoaquella entra en crisis y empieza a ser sustituida, tambin prefigura oayuda a que a partir de ella germine lo nuevo. Es el proceso que Sassenllama de ensamblajes, que existieron, por ejemplo, en el pasaje de lafeudalidad a la organizacin del Estado nacional, y que tambin estnpresentes en la ruta que ahora transitamos de lo nacional a lo global.

    Ahora bien, todo ello permite insistir en que el Estado no desapa-rece, que no estamos frente al fin del Estado, pero que s asistimos a unaterminacin de la manera en que el Estado se relaciona con el mercado.No es que el Estado deje de intervenir, sino que sus formas de interven-

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    cin son diferentes. La tesis de Sassen es que la intervencin del Estadoreside en su coparticipacin y en su colaboracin para los fines de laorganizacin de la globalidad, a travs de unos procesos que ella deno-mina desnacionalizaciones o renacionalizaciones. Claro est que elproceso que denominamos como globalizacin no est acabado, ni os-tenta una institucionalizacin supraestatal, ni se orienta hacia el esta-blecimiento de un supraestado. Pero lo cierto es que ya hay mltiplesasuntos que no pertenecen a la rbita de los Estados, que estn porencima de ellos, pero que son los propios Estados los que contribuyen aque se puedan interiorizar y valer dentro de los territorios de los Estadosnacionales. En otras palabras, asistimos a un proceso de ensamblajesmediante el cual los Estados nacionales contribuyen al fenmeno de laglobalizacin. Lo que estamos viendo, por consiguiente, es una transi-cin hacia esta nueva poca del capitalismo que no est acabada, ni en elorden interno de los Estados nacionales ni en el orden externo de lo queva a existir o ya comienza a existir a nivel de la globalidad. Est apenasen construccin, sin que sea an posible descifrarla ni mucho menosdescribirla o comprenderla.

    La transformacin no hace tbula rasa sino quees un proceso de hibridaciones

    La transformacin que hemos descrito no significa que exista unrecorrido lineal, predeterminado. Los senderos no slo son mltiplessino que no se recorren siempre en el mismo tiempo.

    De la misma manera, aceptando que los cambios histricos sonesenciales al devenir de la organizacin social, hay que advertir que esasmutaciones no tienen la virtud de redefinir todo lo anterior, no hacentbula rasa de lo precedente, sino que proceden mediante complejashibridaciones, de tal manera que coexista o se restaure lo viejo aunquebajo la gida de lo nuevo. Aspecto este que es an ms importante teneren cuenta, cuando se consideran en contraste formaciones sociales quecomparten el mismo tiempo cronolgico, pero que por sus particulari-dades histricas han recorrido modalidades de organizacin muy espe-ciales, que no desaparecen tampoco por obra y gracia de las grandesinflexiones de transformacin del conjunto de la organizacin social dela produccin, sino que intervienen como un elemento ms de la com-plejidad de las hibridaciones a las que nos estamos refiriendo.

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    Rasgos comunes y especificidades en Amrica Latina

    Del origen colonial a la insercin en el capitalismo

    Acerca de cmo nos hicimos y somos nacionesLa conquista y la colonizacin interrumpieron abruptamente las

    organizaciones sociales ya existentes en el continente americano que, asu manera, haban producido diversos procesos de individuacin, loscuales a su turno han debido suceder a la red de singularidades contin-gentes (pre-individuales) de una multitud, identificada en los lazos co-munes que representan las facultades genricas de la especie y, en espe-cial, el lenguaje y el pensamiento7.

    A lo largo de ese lapso y durante el tiempo transcurrido luego dehabernos desprendido de los lazos coloniales (hispnicos o lusitanos),recorrimos en forma peculiar, el sendero de la construccin nacional, sintener los antecedentes histricos del mundo continental europeo pero sla ideologa asociada a la modernidad capitalista, importada con ocasinde los procesos independentistas, a la cual contribuy la misma coloni-zacin. Ocurri en Amrica Latina lo que Balibar ha denominado elpaso de una situacin pre-nacional a la del Estado-nacin, que nadatiene que ver con el mito nacionalista ligado a un destino lineal, sinoque remite a circunstancias histricas muy ligadas a la vigencia y expan-sin del sistema capitalista (Balibar et al., 1990: 177).

    Por lo que respecta a los pueblos nacionales que de all surgieron,sin que se hubieran eliminado ni subsumido las mltiples diferencias deorden tnico y cultural, es cierto que esas anteriores individuacionesfueron, en forma paulatina, asumiendo la forma de la integracin sim-blica propia de las comunidades polticas nacionales como realidadesinsoslayables, que se han venido ampliando y consolidando gracias a unpasado histrico que se ha ido acumulando y reproduciendo desde en-tonces, y a las formas culturales que fueron adquirindose y que sinduda se comparten.

    7 Hacemos alusin aqu a la conceptualizacin de Paolo Virno (2001), segn la cual laMultitud que precede a las individuaciones tienen una Unidad, muy distinta a la queconstruye, por ejemplo, el capitalismo a partir de la categora de pueblo y de la nocin deEstado, y que es una verdadera premisa de la existencia social: El Uno que la multitud tienetras de s es el lenguaje, el intelecto como recurso pblico e interpsquico, las facultadesgenricas de la especie.

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    Es as como hoy estamos reunidos alrededor de unidades nacio-nales a las cuales se dice pertenecemos. A todos nos hicieron formarparte de estas naciones y as nos consideran y nos hemos estimado-para organizarnos debidamente en funcin de un sistema bien conoci-do que, a lo largo de sus siglos de dominacin, nunca ha aportado bien-estar real. No ocurri ello gracias a nuestra voluntad, fue un procesohistrico. El proceso que enlaza la modernidad y la colonialidad. Ascomo en otras latitudes en los siglos XVII y XVIII se empez a vivir bajolas categoras de pueblo, estado-nacin y soberana, en Amrica Latinatambin ellas fueron germinando y floreciendo.

    Pues bien, son esas comunidades nacionales las que echaron racesen nuestro continente y las que mantienen la organizacin social de lacual hacemos parte y soportan, a pesar de todas las limitaciones y defi-ciencias, el orden poltico que les es propio. Somos ciudadanos de cadauna de esas naciones y como tales nos comportamos, con todas sus con-secuencias.

    A ese respecto, conviene sealar que no existe realmente un mo-delo cannico de construccin de los Estados nacionales. Toda organiza-cin de un Estado nacional es especfica. Por consiguiente, reivindicarcomo especificidad la constitucin de los Estados latinoamericanos engeneral, o de Estados nacionales particulares dentro de Amrica Latina,no es ninguna novedad desde el punto de vista de la constitucin de losEstados nacionales. Sin embargo, es til tener en cuenta esa especifici-dad, para apreciar al mismo tiempo cmo la construccin de los Estadosnacionales va acompaada de una serie de elementos histricos mlti-ples, como el elemento ideolgico, la filosofa liberal.

    Sin embargo, a pesar de que en medio de esa multiplicidad pue-den hallarse similitudes, no hay algo as como un modelo cannico deorganizacin de los Estados nacionales, pues toda construccin de Esta-dos nacionales es una construccin histrica especfica. Por esa razn,pueden encontrarse algunas anomalas, como las que pueden advertir-se en ciertas formaciones sociales ligadas a esquemas de Estados patri-moniales que, aunque lejanas de la ideologa liberal, han conducido aidentidades nacionales artificiales pero de todas maneras histricamenteexistentes con todas las manifestaciones que les son propias. Por lo mis-mo, no es extrao tampoco que las vas para la construccin de la catego-ra social de sujetos libres sean muy diferentes a las que caracterizaron elpaso de la feudalidad al capitalismo en el continente europeo.

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    Como pueblos nacionales hemos contribuido y seguimos coope-rando al mantenimiento de la organizacin social y productiva de lacual hacemos parte. Comulgamos con la falacia de nuestra participacinen la constitucin del orden poltico, y nuestra memoria es dbil pararecordar las circunstancias de esas tramoyas en las cuales hilos invisiblesnos han movido, muchas de ellas presididas por ambientes de terror,confusin y crisis, como los que en diferentes momentos se han vivido.

    Ese proceso de organizacin labrado en los tiempos de la coloni-zacin y de construccin de aparatos polticos independientes, exigatambin que esas homogeneizaciones nacionales estuvieran unidas a lareivindicacin monoplica de espacios controlados, organizados y regu-lados, reputados como de dominio eminente de la comunidad poltica.Cada una de las llamadas naciones latinoamericanas, como pueblos na-cionales, requeran estar organizadas y asentadas sobre la existencia deun territorio. Es as como su geografa fsica remite, en general, a lasdivisiones coloniales existentes en la poca de la Independencia, con lasdelimitaciones producidas con posterioridad, las amputaciones promo-vidas por Estados Unidos, y otras precisiones fronterizas producidas pordistintas relaciones, conflictivas o no, entre esas naciones emergentes,hasta la conformacin de la actual cartografa an salpicada de algunasdiscusiones limtrofes.

    Sin embargo, es ms que evidente la falacia de la participacin deesos pueblos nacionales en los hechos constituyentes. En efecto, los pue-blos nacionales han estado ausentes de las incipientes e inestables for-mas de organizacin poltica en el siglo XIX y de las constitucionespolticas adoptadas. Ms all de esa ficcin, que puede demostrarse entodas las sociedades que reclaman siempre el carcter popular-nacionalde sus instituciones, nadie puede negar que desde los aos ya remotosdel siglo XIX y durante todo el siglo XX, incluso bajo los parntesis dedictaduras militares o de regmenes exceptivos, hemos tenido y han re-gido Constituciones que siempre hemos considerado como obra propia,a pesar de nuestra escasa o ninguna participacin en el proceso de suadopcin o reforma. El constitucionalismo ha brillado con luz propia,sin ni siquiera permitir el menor asomo de poder constituyente, en elsentido de poder real sugerido por Antonio Negri (Negri, 1994).

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    Algunos rasgos de nuestros Estados-nacionalesLo expuesto nos permite formular la radical diferencia histrica del

    proceso de configuracin de los Estados en la regin latinoamericana. Elpunto de partida hacia la construccin de Estados nacionales en Amri-ca Latina, como con certeza es tambin el caso en otros continentes, esmuy diferente del que puede considerarse como clsico en el ambientegeogrfico europeo, lo cual de manera evidente plantea particulares difi-cultades para el anlisis y la comprensin8.

    Luego de la conquista, nuestros Estados nacionales estn asocia-dos a los movimientos y guerras de independencia; a los enfrentamientos, lasdisputas y los acomodamientos de los inicios de la organizacin poltica aut-noma, que en definitiva les imprimieron ciertos rasgos muy especficos, y a lasubsistencia de formas de colonialidad.

    Algo similar puede plantearse, si se consideran las variadas formasy sistemas de administracin del territorio que rigieron en el subcontinentelatinoamericano, utilizadas en los periodos posteriores a la independen-cia o consolidadas en funcin de la conformacin de mercados internosy de las peculiaridades de insercin en el mercado mundial.

    Sin embargo, en esa mltiple diversidad que constituyen los Esta-dos nacionales latinoamericanos, podemos apreciar las mismas caracters-ticas distintivas del Estado nacional propio del capitalismo. Sin haber exis-tido en Amrica Latina la feudalidad que conoci el continente europeo,ni la tradicin filosfica y poltica que acompa la instauracin de lademocracia burguesa, en nuestras sociedades se constituyeron sujetos-ciudadanos como soportes bsicos de nuevas relaciones de organizacinsocial y productiva, a partir de las estructuras de sujecin personal queintrodujo el rgimen colonial, de la vigencia de relaciones esclavistas, delas formas renovadas de servidumbre personal o simplemente de la mar-ginacin y el tratamiento desigual de la poblacin indgena o de mino-ras tnicas o de grupos desplazados o aislados de los procesos de desa-rrollo, cuyas huellas y consecuencias continan observndose en la indi-vidualizacin que sirve de fundamento a estas sociedades nacionales.

    8 Un entendimiento en esta direccin es el ofrecido por Giuseppe Cocco y Toni Negri(2006), quienes plantean que por el contrario, en Amrica Latina, una vez superado elestado colonial, el proceso de constitucin formal es contemporneo y acompaa el procesode construccin de relaciones materiales de ciudadana muy especficas, que estn ligadas ala configuracin de la lite como funcin de dominio, de esclavismo y de modelacin de laexclusin racial.

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    De igual manera, en estos pueblos americanos se originaron proce-sos de integracin nacional, de construccin de identidades nacionales yde adquisicin de ciertos sentidos de pertenencia histrica a determina-das comunidades polticas, incluso bajo formas bastante exacerbadas.Lo cual no significa que esa homogeneizacin nacional no est salpicada yhasta interrumpida por diversidades tnicas, culturales o imputables a losefectos de la marginacin o el atraso.

    El proceso latinoamericano correspondi a lo que Antonio Negridenomina nacionalismo subalterno (Negri et al., 2001: 47), pues tuvoen sus orgenes una naturaleza progresista. Sirvi como instrumento parala autodeterminacin frente al rgimen colonial espaol o lusitano, ypara detener el discurso que consideraba a los pueblos o a las comunidadesaborgenes o, en general, a los mestizos como culturas inferiores, as las na-ciones nacientes los hayan arropado bajo la categora de nacin, con lapretensin de borrar y eliminar sus diferencias tnicas, lingsticas yculturales.

    Tambin hemos conocido la dinmica progresiva de la institucinrepresentativa y recorrido el itinerario de sus variadas formas, y es indu-dable que se ha venido construyendo una determinada cultura poltica,sobre todo en aquellas sociedades donde se produjo una mayor elimina-cin de la poblacin nativa y se verificaron corrientes migratorias impor-tantes. Lo cual no alcanza a ser alterado, como tendencia principal, porlas dificultades de instauracin de las prcticas democrticas, asociadas a lasperversiones, vicios y deformaciones que las caracterizan.

    En cuanto al monopolio legtimo de la violencia y de la instauracinde un orden jurdico, los Estados latinoamericanos funcionan, casi desdeel momento inicial, a partir de formas constitucionales calcadas de losmodelos surgidos de las revoluciones burguesas, alimentadas por la ideo-loga democrtica liberal, y sostenidas por aparatos de justicia y cuerposarmados nacionales.

    Por otra parte, en el rea latinoamericana coexisten mltiples for-mas de gobierno, estructuras de autoridad, modalidades de administra-cin del territorio, sistemas jurdicos, distribuciones funcionales entre losaparatos estatales, etc., explicables por factores ligados a la particular his-toria de cada formacin. Pero, en todo caso, ms all de esas diferenciasde configuracin, en todas estas sociedades existe la dimensin polticaestatal, con los rasgos y caractersticas comunes a todas las sociedadescontemporneas.

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    La vigencia del Estado interventor en las sociedades latinoamericanasLos Estados latinoamericanos funcionaron o intentaron hacerlo

    dentro del paradigma propio del Estado interventor o bienestar. Ese acentoes notorio en las transformaciones de la estructura que, como soportedel modelo de sustitucin de importaciones, impusieron funciones enmateria de proteccionismo, regulacin de conflictos, participacin en elmercado y en la produccin, control de la concentracin y centraliza-cin del capital, otorgamiento de subsidios, cooperacin en la repro-duccin de la fuerza laboral, etc., que se conocieron en todas las latitu-des del continente.

    Esa pertenencia de los Estados latinoamericanos al modelo deEstado interventor o bienestar nunca tuvo ni pudo alcanzar, la extensin yla profundidad caractersticas de los Estados de sociedades desarrolladas. Laprovisin de bienes y servicios representativos de salario indirecto selimit a los miembros de la clase laboral vinculados al proceso producti-vo. El funcionamiento de los aparatos gubernamentales se despleg encondiciones de ineficiencia, ineficacia, irracionalidad e inmoralidad.Operaron sin captaciones fiscales suficientes. Otorgaron prioridad a lainversin infraestructural. En fin, los modelos de desarrollo capitalistainterno exigieron serias limitaciones y restricciones al despliegue de for-mas avanzadas del Estado interventor y de bienestar.

    El multifactico panorama de los regmenes polticosEn Amrica Latina hemos tenido un multifactico panorama de

    regmenes polticos. Encontramos regmenes con un relativo funciona-miento de la democracia formal, as como dictaduras militares y regme-nes de corte autoritario, pero ms all de estos conjuntos, que puedentener sustento en determinadas circunstancias histricas, hoy la reali-dad de los regmenes polticos en Amrica Latina es muy diferente yexige un tratamiento analtico especfico.

    Es indudable que esos regmenes estn atravesados por la problem-tica general del nuevo orden global y por las tendencias neoliberales, auncuando tengan ciertos grados de autonoma ligados a las particularida-des de cada formacin. El tinglado est presidido por el proceso delnuevo orden mundial y la redefinicin que impone a los Estados nacio-nales transformar su misin y las funciones que antes los definieron.

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    La encrucijada neoliberal

    La realidad post-fordista del trabajo

    Lo que hoy se conoce como postfordismo ha profundizado lasubsuncin real iniciada por el maquinismo, pero ahora ha compro-metido a todo el conjunto de la vida social, evidenciando an msque la explotacin no remite a la teora del valor-trabajo y a sus ex-presiones cuantitativas. Una vez ms los cambios que han ocurridoremiten a las luchas y no a la dinmica del capital. Es la dialcticadel antagonismo.

    Una explicacin descriptiva y, por lo tanto, limitada de lo que havenido sucediendo desde los aos setenta, puede ser la que a continua-cin exponemos (Moncayo, 2004).

    La superacin de los lmites surgidos en la organizacininterna de los procesos productivosComo consecuencia de las luchas y de las resistencias a la aplica-

    cin de los principios del esquema fordista/taylorista (asociado a la rede-finicin keynesiana del Estado), surgieron en el sector industrializadolmites a la valorizacin capitalista que exigieron una mayor incorpora-cin del intelecto general al capital fijo.

    Un proceso anlogo se dio en el sector industrializado en re-lacin con el uso de la fuerza laboral que haba adquirido un altogrado de rigidez, debido a la exigencia de puestos de trabajo super-especializados, erigido como baluartes de ventajas salariales y pres-tacionales y de beneficios estatales en trminos de salario indirec-to. La ruptura de ese rasgo se logra gracias a la utilizacin de ciertasprcticas de empleo de la fuerza laboral, caracterizadas por la mo-vilidad, la precariedad, la interinidad, la subcontratacin, la divi-sin de la cadena para crear grupos semi-autnomos polivalentes,etc. Todo permitido por la polivalencia de la estructura fija delequipo y por la posibilidad tecnolgica de que la fuerza laboral, nopermanente ni estable, sea controlada y vigilada sin supervisores nicapataces, y sin que sea necesario que stos deban permanecer en elespacio de la fbrica.

    Esa flexibilidad en el empleo de la fuerza laboral asumi la pre-sentacin de una recuperacin de autonoma por parte de los operarios,

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    planificada y controlada mediante formas organizativas que superaronlas tcnicas de administracin tayloristas y fordistas (Moncayo, 2004)9.

    La difusin del trabajo en la sociedadPero el rumbo de la subsuncin real en las tendencias post-fordis-

    tas va ms all de la incorporacin progresiva de ciencia y tcnica en elsistema de mquinas. Ahora el desarrollo cientfico no solo se materiali-za en las mquinas, sino que se difunde a travs de los propios sujetos encualquier espacio.

    De esa manera surgi en la industria de proceso continuo (comola extractiva o la petroqumica) la figura del sitio industrial, en el cualsistemas computarizados gestionan, al mismo tiempo, en forma colecti-va e individual, redes infraestructurales pertenecientes a diferentes pro-cesos productivos que, a su turno, tambin ofrecen ventajas contra larigidez en la vinculacin de la mano de obra, pues su propio funciona-miento es compatible con modalidades de mano de obra mvil y preca-ria (Gaudemar, 1980). De manera anloga, en las industrias de serie (ode flujo discontinuo o de productos individuales en serie) hemos asisti-do a una verdadera rehabilitacin de formas tradicionales del espacioproductivo.

    Es la nueva geografa de la globalizacin (Sassen, 2001: 25), queha hecho aparecer una verdadera cadena de montaje global en la fabrica-cin: zonas de libre comercio y zonas de exportacin de acabados, don-de las empresas pueden situar sus instalaciones de produccin sin versesometidas a los impuestos locales y a otras reglamentaciones; las maqui-las; el traslado al extranjero del sector terciario, o simplemente el trabajoa domicilio y a distancia.

    En pocas palabras, hemos asistido a significativas transformacio-nes espaciales que han desmembrado los polos industriales; a flujos mi-gratorios inversos a aquellos que conducan en forma exclusiva a las ur-bes; y a nuevas formas de organizacin empresarial como la produccinfamiliar, los pequeos talleres y comercios, los prestadores autnomosde servicios, los trabajadores precarios, las empresas tecnolgicas de pres-tacin de servicios. Y, de otra parte, como consecuencia han aparecido

    9 Para el caso italiano ver la excelente presentacin de tales formas en Luciano Vasapollo,Trabajo atpico y la precariedad como elemento determinante estratgico del capital en elparadigma del devenir posfordista. En www.espaimarx.org

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    nuevas relaciones entre fbricas y territorios, entre la fuerza laboral y lasociedad, en fin, la integracin de territorios y redes.

    La presencia del trabajo inmaterialPero, hay una dimensin que deja atrs la subordinacin del tra-

    bajo vivo al sistema de mquinas. Es la que subraya el intelecto generalpresente en los sujetos mismos, denominada como la prevalencia o do-minacin tendencial del trabajo inmaterial.

    Es el fenmeno que remite a una nueva tendencia del trabajo vivoen relacin con la organizacin productiva. El trabajo esencial ya noversa tanto sobre la materia misma (medios de produccin o materiasprimas), sino sobre la informacin que ha de recibir esa materia. Es untrabajo asociado a la informacin que requiere el sistema de mquinas, alos elementos que transforma, y al conjunto de procesos que organizanla produccin en su conjunto.

    Esa informacin es indispensable para el funcionamiento del sis-tema de mquinas (hardware y software de todos los aparatos automati-zados y robotizados); para la ordenacin de todos los circuitos internos,incluidos los que tienen que ver con el trabajo vivo material subsistente;para el enlace con la des-localizacin o des-territorializacin y la globa-lizacin de la produccin, imposible sin la informacin ligada a las tele-comunicaciones y a las redes; para la articulacin de las mltiples for-mas de trabajo independiente; y para el control de los aspectos de lafabricacin convertidos en servicios.

    Ello es esencial tambin para la subordinacin de la produccinal consumo, que hace que hoy la oferta sea plenamente dependiente dela demanda. La comunicacin eficiente y oportuna del mercado con lasdecisiones de la produccin exige informaciones (Castells, 2001). Enesa esfera, antes slo realizadora/destructora de mercancas, se producela innovacin y la cooperacin necesarias para regular los flujos produc-tivos. En ella se disean y prefiguran las mercancas requeridas, dejandoa un lado la actividad separada e independiente propia del taylorismo.

    Esa nueva forma de la produccin capitalista extendida y difundi-da en el territorio, sin lugares ni centros precisos e identificables, si bienpuede conservar en niveles cuantitativos elevados el viejo trabajo vivomaterial, reposa ahora de manera esencial sobre ese trabajo inmaterial,disperso y difuso, que no trabaja sobre elementos concretos, que es en loprincipal de carcter comunicativo, creativo, innovativo y cooperativo, y

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    cuyo nico instrumento de trabajo es el cerebro de quienes lo desplie-gan. Un instrumento que, a diferencia de los que antes suministraba yavanzaba el agente capitalista, ahora lo tienen los mismos sujetos.

    Ese xodo de la fuerza laboral principal de los encierros fabrilesexige la transformacin del capital financiero. Este ya no est cerca, nipuede estarlo, de la funcin productiva-transformadora, sino que tieneque estar en todo lugar, muy prximo a la fuerza laboral que se ha dis-persado y que es ahora heterognea, voltil, polivalente, mltiple. Es lanueva funcin del sector financiero, que por la va del endeudamientoviene sustituyendo la ausencia o disminucin del Estado de bienestar.

    All se encuentra la explicacin del crecimiento desmedido y au-tnomo del capital financiero, que algunos ven como una deformacinque clama por un retorno al vnculo con la industrializacin de otrostiempos, para que cese la degeneracin de la subordinacin de lo real (loproductivo) a lo ficticio (lo financiero).

    Olvidan esas tendencias que la organizacin de la produccin ca-pitalista se ha modificado profundamente, como de manera muy limi-nar lo hemos planteado, y que esa llamada financiarizacin de la econo-ma no es una patologa anti-productiva, sino todo lo contrario unaforma demandada por las transformaciones post-fordistas del trabajo,que ya no est sometido en el seno fabril por el llamado capital produc-tivo. El capital financiero ya no es aquella fraccin improductiva y par-sita, sino un ingrediente productivo con la misma versatilidad y movili-dad de la nueva organizacin productiva fundada sobre el trabajo inma-terial disperso y difuso. El capital financiero aparece independiente porque debe estar no slo en los lugares o emplazamientos fabriles quesubsistan, sino en todos los espacios sociales donde se despliega la pro-duccin, incluso asaltando los ms recnditos espacios de la vida indivi-dual y familiar. El papel del capital financiero es ahora definitivo y noparasitario; es central en la nueva forma de valorizacin. Su papel ahoraest muy ligado tambin a la apropiacin de lo comn. Cedmosle lapalabra a Hardt y Negri:

    El dinero, obviamente, no es slo una equivalencia general que facilitalos intercambios, sino tambin la representacin definitiva de locomnEn otras palabras a travs de los mercados financieros el dine-ro tiende a representar no slo el valor presente de lo comn, sinotambin su valor futuro. El capital financiero apuesta sobre el futuro, yfunciona como una representacin general de nuestras futuras capaci-

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    dades productivas comunes. El lucro del capital financiero es probable-mente la forma ms pura de expropiacin de lo comn. (Hardt et al.,2004: 182)

    La realidad neoliberalEl neoliberalismo lejos de ser una doctrina econmica, es una

    constelacin estratgica para la renovacin del modo de produccin ca-pitalista en el mundo. Como tal, por consiguiente, toca con todo elorden social capitalista, desde la familia y la reproduccin, pasando porel Estado, hasta la forma y el ritmo de produccin y circulacin.

    No es una simple ni una artificial construccin ideolgica, sinoen lo fundamental el discurso que acompaa la realidad de la transicinde una fase de acumulacin del capital a otra. La nueva fase se caracteri-za por la competencia y la apertura plenas en los planos nacional e inter-nacional, en un mercado mundial unificado. Por ello es la etapa msviolenta del capitalismo; pero, al tiempo, aquella en la cual la violenciase hace ms invisible, pues se oculta tras las equivocadas o falaces alter-nativas de desarrollo.

    El neoliberalismo no es slo una opcin entre muchas alternativasde desarrollo del capital, es el lugar comn de todos quienes juzganinevitable la renovacin de la extorsin capitalista. Pero no es una posi-cin estratgica coherente, es una combinacin pragmtica de postula-dos en apariencia inconsistentes. Propone, por ejemplo, el debilitamientode la intervencin econmica del Estado, mientras robustece sus apara-tos policivos y lleva al punto ms alto de la historia la intervencin esta-tal, encaminada a garantizar el sometimiento de trabajadores y de capi-tales individuales a las exigencias ms crudas de la acumulacin de capi-tal. Postula, asimismo, una acentuacin de la libre competencia y acusaa los monopolios nacionales, mientras avanzan los procesos ms vertigi-nosos e incontrolados de concentracin y de centralizacin del capitalmundial hasta niveles jams alcanzados. Igualmente, defiende la des-centralizacin del Estado y de la produccin, al mismo tiempo que cen-traliza frreamente el manejo de la moneda y el crdito, no slo en elplano nacional, sino tambin y de manera gradual en el internacio-nal. Por encima de todo, sustrae o pretende sustraer las decisiones deasignacin de recursos de las manos de los particulares y de los funcio-narios del Estado, mientras las entrega a los centros ms poderosos einfluyentes en las decisiones mundiales o, de manera ms general, a

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    fuerzas annimas, desconocidas por la inmensa mayora de los seres hu-manos. Por esta razn, el credo neoliberal reniega de la intervencinestatal, se abstiene de intervenir en el mercado, reduce el mbito de lapoltica econmica y se declara guardin obsesionado de unas fuerzasque no maneja y que ni siquiera conoce lo suficiente.

    Los rasgos del Estado en la fase contempornea del capital

    La redefinicin del Estado y de su soberanaLos Estados nacionales representaron las formas sociales tpicas

    del advenimiento y del fortalecimiento del capitalismo, y contribuye-ron tambin a la organizacin de las modalidades de dominio que seimpusieron en el mbito internacional. Pero, una vez realizada la unifi-cacin del mercado mundial empezaron a presentar obstculos para sudespliegue soberano. Obviamente, con la advertencia de que no es quese vuelvan innecesarios las naciones y sus Estados, sino que en funcindel orden global entran a desempear nuevos roles, tal y como lo sea-lamos atrs, sobre todo apoyndonos en la reciente obra de Saskia Sas-sen. La antigua soberana estatal est en trance de redefinirse en todoslos rdenes.

    El sentido de las transformaciones del EstadoEstamos en otra poca que necesita dejar atrs el Estado keynesia-

    no, el Estado intervencionista o de bienestar. El monstruoso Leviatnhobbesiano ya no sale slo transformado, sino en verdad disminuido yderrotado.

    El mundo global ha vencido las formas anteriores de la autoridady la jurisdiccin de los Estados-nacin; sin embargo, la derrota no signi-fica su fin, siguen existiendo y siendo necesarios para la conduccin delos intereses colectivos del capital, pero a partir de una reformulacinprofunda de su quehacer. No estamos ante el panorama catico quealgunos imaginan, ni mucho menos frente a su sustitucin por un su-perestado imperial.

    La redefinicin de la forma-Estado ha supuesto el abandono delos rasgos que la caracterizaron en la poca superada, prevaleciente du-rante casi todo el siglo XX. El Estado nacional ha dejado de ser planifi-cador e interventor y ha asumido una posicin calificada como neolibe-ral, pero que nada tiene que ver con un regreso a la forma estatal deci-

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    monnica, sino en estricto sentido con una reorientacin fundamentalde su quehacer que favorece la globalizacin.

    Sin pretender hacer generalizaciones indebidas, pues la situacinasume rasgos propios en cada pas, las tendencias principales de esteLeviatn derrotado y renovado se orientan en estas direcciones:

    a. Los escenarios caractersticos de los Estados nacionales, otroracentros de los procesos de internacionalizacin y de centralizacin delcapital, pierden importancia en beneficio de grandes y nuevos espaciosen el mercado mundial, en donde se conforman ejes y bloques, sustitu-tivos de las anteriores relaciones centro-periferia. En Latinoamrica esaorientacin est presente en la transformacin de las tradicionales for-mas de integracin por los esquemas de mercado abierto y por las nego-ciaciones bilaterales o multilaterales de libre comercio -TLC-.

    b. Su participacin en la provisin de elementos constitutivos desalario indirecto se ve reducida y progresivamente sustituida por otrasmodalidades, en la cuales reaparece la organizacin y la oferta privadas,como es muy notorio en servicios de salud y educacin, el transporte, lascomunicaciones, los servicios pblicos, etc. Es por ello que los Estadoshan recorrido la senda de los procesos de privatizacin, de disminucindel tamao del Estado, de promocin de la desregulacin exigida por elmercado, o de sometimiento de la intervencin estatal a la lgica mer-cantil privada.

    c. En la misma direccin, el gasto pblico o estatal, en especial elsocial, se caracteriza por orientaciones de reduccin, reorientacin y re-definicin, ordenadas no slo a abandonar el principio de contribucinestatal a la demanda efectiva, sino a conjurar la crisis fiscal y a impedir lavalidacin de procesos inflacionarios, o a fijar algunos mnimos de exis-tencia para quienes de manera permanente o temporal estn excluidosde las nuevas formas de remuneracin no salariales.

    d. Las polticas pblicas que contribuyan de manera efectiva a ladeslocalizacin de la actividad productiva se fomentan, y se hace hincapien favorecer la implantacin de fases de procesos productivos controladosdesde el exterior, o en promover modalidades organizativas que disminu-yan costos salariales o eliminen o reduzcan la misma relacin salarial, in-troduzcan flexibilidad y movilidad, permitan la precariedad del empleo osirvan de soportes para sistemas informatizados y a distancia.

    e. La transformacin del espacio productivo se promociona me-diante sistemas de organizacin poltico-administrativos, que liberen al

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    Estado de las responsabilidades en materia de salario indirecto, que com-prometan a la ciudadana en programas de naturaleza privada en asun-tos sociales y que signifiquen economas en el gasto pblico y accioneseficientes.

    f. La fijacin colectiva y convencional de los valores salariales seabandona, en un ambiente de disminucin o de prdida del papel queotrora desplegara el sindicalismo, y se fomentan sistemas y formas degeneracin de modalidades de ingreso alternativas a las salariales.

    g. La readecuacin del papel del Estado exige una organizacin delos sistemas asociados a las finanzas pblicas, para garantizar flexibili-dad, eficiencia y transparencia.

    h. La soberana se ve descentralizada y el territorio parcialmentedesnacionalizado, pues el Estado se vuelve a constituir al reconocer es-pacios en otros mbitos institucionales por fuera del suyo. La soberanacontina siendo caracterstica central del sistema, pero se desplaza enmltiples mbitos institucionales por fuera del Estado.

    En pocas palabras, asistimos a la declinacin progresiva de lasanteriores soberanas nacionales, al reconocimiento de la incapacidad delos Estados nacionales para regular los llamados factores de la produc-cin y su intensa movilidad y difusin, y a la prdida del control en elinterior y en el exterior, sin necesidad de las figuras coloniales o imperia-listas de otrora, sin la necesidad de un solo y nico centro nacionalhegemnico; pero todo ello acompaado de una redefinicin de su pa-pel en muchos rdenes, siempre en funcin de los intereses colectivosdel capital y no del pueblo nacional, al que an se contina apelando,como lo podemos advertir en nuestros pases latinoamericanos. Estamosante un Estado redefinido, cuya existencia a veces nos negamos a reco-nocer, acudiendo a la nostalgia del superado.

    Entrecruce de las reformas del Estado correspondientes a la fasecontempornea del capitalismo y los cambios de rgimen poltico

    Dada la misma especificidad sobre la cual descansa el anlisis decada Estado en particular, en el caso latinoamericano, como en cual-quier otro, se combinan de manera diferente las inflexiones que corres-ponden a la fase actual del capital y las modalidades de regmenes pol-ticos. No hay, pues, una uniformidad, ni mucho menos un orden depresentacin histrica, ni tampoco situaciones irreversibles. Son posi-

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    bles todas las combinaciones y variaciones imaginables. Por esta razn,no es muy factible sealar que el conjunto de la regin haya atravesadopor circunstancias relativamente comunes. Es cierto que el teln de fon-do es la reestructuracin o reorganizacin propia de la fase actual delcapitalismo, pero sta no ha aparecido al tiempo ni con los mismosritmos y particularidades. Y lo mismo puede decirse de los regmenespolticos: las coyunturas de cada pas los imponen y tienen distintasformas de relacin con los cambios profundos de la poca neoliberal,an cuando en general la tendencia es que exista una cierta correspon-dencia o cooperacin.

    La conceptualizacin hasta aqu expuesta presenta, con cierta ni-tidez y quiz con exagerada independencia, las dos dimensiones del an-lisis poltico en las sociedades capitalistas. Una perteneciente al ordende las transformaciones determinadas por las fases, por las cuales atravie-se histricamente la relacin capitalista (como las que sin duda se pre-sentan hoy en todo el planeta, sin que Latinoamrica sea la excepcin),y otra circunscrita a los cambios operados en el escenario de la ideologademocrtica y del aparato estatal, que explica la existencia de regmenespolticos especficos.

    En uno y otro caso, la sucesin de una fase a otra, o de un rgimena otro, se explica por el agotamiento de una configuracin determinadaque abre un periodo de crisis, cuya funcin es gestar y construir aquellaque funcionar de manera sustitutiva. En tal sentido, se ha tratado deexplicar que la crisis tiene una distinta significacin segn la dimensinanaltica que se considere. sta se referir a las transformaciones profun-das de la relacin capitalista, que compromete la modalidad existencialde todas las formas sociales de la dominacin, cuando de lo que se tratesea el agotamiento de una fase del proceso de valorizacin y el inicio deotra. La crisis se vincular a los lmites de funcionamiento impuestas porlas luchas antagnicas o a las d