el comic mexicano clásico horacio germán garcía
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Por: Horacio Germán García
EL COMIC MEXICANO CLÁSICO
No hay que hacerle, carnal… A veces la popularidad extrema puede ser un
problema y ese problema radica en quedar capturado en una imagen
unidimensional, un cliché del que no se puede salir. Y lo que es válido para los
individuos lo es también para las naciones.
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México, en ese aspecto, tiene un problema pues por comunicarse tanto corre
el riesgo de incomunicarse al haber transmitido durante tanto tiempo una
cierta imagen de la que, quizás, después le cueste salir. El cine, los mariachis,
las rancheras y corridos, todo eso nos transmite la idea del México de los
charros, del “¡órale, manos!”, de las pistolas. ¿Pero no ocurre eso acaso con
todas las naciones?
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Curiosamente, en el caso de la historieta, México logró no caer en el cliché.
Gran parte de este mérito corresponde a la Editorial Novaro, que se dedicó,
durante décadas, tanto a publicar historietas norteamericanas traducidas como
historietas mexicanas propias.
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Armada con un criterio fuertemente didáctico y probablemente inspirado por
el PRI, Novaro publicó historietas como Leyendas de América, Aventuras de
la vida real, Mujeres célebres, Vidas ejemplares o Vidas ilustres, contando para
ello con un equipo de guionistas y dibujantes de primer nivel.
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Junto a la “Escuela Novaro”, hubo editoriales más pequeñas y autores que
también aportaron lo suyo para la consolidación de un comic auténticamente
mexicano. Entre las historietas de aventuras con dibujo naturalista ocupa un
lugar destacado Chanoc -cuyo subtítulo (“Aventuras de mar y selva”) no
requiere mayor explicación.
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El personaje de Chanoc, un pescador de fuerza excepcional, valiente y de
noble corazón, estuvo inspirado, originalmente, en la figura del galán Andrés
García, el cual protagonizó varias de las películas que se rodaron también
sobre las aventuras de este personaje y de su infaltable compañero, el viejo
lobo de los Siete Mares, Tsekub Baloyán,
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La historieta netamente cómica representada, por ejemplo, por Petronila, que
nos cuenta las aventuras y desventuras de una empleada doméstica y de su
entorno –una familia de clase media formada por el señor Birlochas, doña
Cachemira y dos gemelos que al parecer son sus sobrinos- también tuvo sus
cultores.
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Y ninguna de estas historietas nos vendió la imagen estereotipada de un
México de tarjeta postal. Creadores de un producto para toda la familia y todas
las edades, supieron guionistas y dibujantes cumplir su rol con dignidad y con
bastante arte, sin esconder la cabeza como avestruces ante una realidad difícil
y sin cargar las tintas tampoco.
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