el buscador de finales - pablo de santis

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    Todas las tardes despus de la escuela, Juan Brum juega a imitar los dibujosde sus historietas favoritas. Un da, sin decirle nada a su madre, se presentaen la Editorial Libra, que publicaba las historietas de Cormack, su personaje

    preferido, para buscar trabajo. All le ofrecen comenzar por el escaln deabajo: el puesto de cadete.

    Sus labores en la curiosa editorial lo llevan hasta los ms recnditos lugaresy personajes del edificio, hasta que un da se le asigna una misin especial:llevarle un paquete a Sanders, un legendario buscador de finales. Y esentonces que sus aventuras comienzan. Descubrir la Oficina de ObjetosPerdidos; la agencia ltimas Ideas; la ciudad de Vulcandria, donde noexisten los finales; a Alejandra, una chica que no sonre nunca, y terminar

    por encontrar un inesperado final para su propia historia.

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    Pablo de Santis

    El buscador de finales

    ePub r1.0

    lenny14.01.14

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    Ttulo original:El buscador de finalesPablo de Santis, 2008Retoque de portada: lenny

    Editor digital: lennyePub base r1.0

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    A Marcelo Birmajer

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    UN CAJN DE MANZANAS

    Esto que voy a contar ocurri hace mucho tiempo, cuando las revistas de historietasse vendan por millares y no haba nadie en la ciudad que no supiera quin era laMscara Prpura, o Cormack, el detective de lo sobrenatural, o Montana, el cowboy

    manco que haba aprendido a disparar con la mano izquierda. Las revistas costabancincuenta centavos, estaban impresas en un papel de mala calidad y eran en blanco ynegro. El resto de la vida era a colores, pero ningn rojo, azul o amarillo me parecams vivo que la tinta derramada en esas pginas.

    No solo compraba y lea las revistas, sino que las coleccionaba. Mi biblioteca eraun cajn de manzanas que guardaba bajo la cama, un cajn de madera de pino sincepillar. Haba que manejarlo con cuidado para no clavarse astillas. Todos los dasrepasaba mi coleccin de revistas, desordenndolas un poco, casi como si no me diera

    cuenta, para permitirme despus el placer de ponerlas de nuevo en orden. Mipersonaje favorito era Cormack, detective empeado en luchar contra vampiros,espectros y monstruos de la mitologa. Cormack tena su oficina en el stano de uncine y desde all sala para salvar a la ciudad de las criaturas de la noche. Yo pona enorden mis revistas en el cajn de manzanas; Cormack pona en orden el mundo. Esaes la distancia que separa, ay, a los nios (y a los hombres) de los hroes.

    Durante las tardes, despus del colegio, jugaba a imitar esos dibujos. Pareca fcilal principio, mientras dibujaba lentamente un ojo, una puerta entreabierta, una bala de

    plata. Pero al mirar el conjunto me daba cuenta de que estaba muy lejos del original.Mi dibujo no tena nitidez, ni fuerza, ni vida. El dibujante de Cormack haca unamancha y era una sombra; yo dibujaba una mancha y era una mancha.

    No me desanim, y sin decirle nada a mi madre fui a la Editorial Libra, que en eseentonces ocupaba un edificio entero cerca del puerto. Haba mucho movimiento en elhall de entrada del edificio, porque la editorial no publicaba solo historietas, sinorevistas de crucigramas, deportes, ajedrez; revistas para mujeres que se hacan suspropios vestidos; revistas para inventores, con planos de autos a vapor, robots caserosy submarinos. Las ms exitosas eran las historietas y las novelas, que estabandivididas en cuatro series:Far West, Besos,EspantoyHroes de la Vida Real.

    Arrastrado por la multitud entr en el ascensor. Hubiera querido encontrar en laplanta baja un escritorio donde hacerme anunciar. Me gustaba la idea de hacermeanunciar, era como enviar mi nombre para que llegara antes que yo. Pero al final minombre y yo llegamos juntos.

    Tard en abrirme paso, a los codazos, hasta el ascensorista, que manejaba consolemnidad la botonera de bronce, como si fuera el piloto de una nave.

    Busco al dibujante de Cormack le dije.Sptimo respondi y me dio un empujn, para que saliera, porque ya

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    estbamos all. Cruc una puerta de vidrio esmerilado y me encontr con una gransala llena de dibujantes que trabajaban en sus tableros, bajo la luz azul de unaslmparas de bronce. Trabajaban en silencio y solo se oa el ruido de las plumas sobreel papel y el de los grandes sacapuntas metlicos a manija, atornillados a los tableros,que dejaban los lpices afilados como punzones. A mi lado haba una mujer sentada

    frente a un escritorio: estaba seria no por indiferencia sino con fuerza, como siencontrara felicidad en su amargura. Tena anteojos de carey y el pelo echado haciaatrs, y un telfono de baquelita negra que nunca soltaba. Hizo una seal con la cejaderecha, que indicaba que esperaba una pregunta, y otra con la ceja izquierda, quesignificaba que mi pregunta no le interesaba.

    Busco al dibujante de Cormack dije.Para qu lo busca?Quiero ser dibujante.

    Y a cul busca? Todos ellos dibujan a Cormack.Todos?A Cormack y a los dems.Me sent muy abatido.Si no tiene nada mejor que hacerHaba durado poco mi aventura. La mujer estaba a punto de sealarme la puerta

    de vidrio, cuando met la mano en el bolsillo y saqu mi episodio favorito. Cormackse enfrentaba a la Gorgona, una dama de cabellos de serpiente cuya mirada converta

    en piedra a quien se atreviera a mirarla. Cormack consegua matarla, pero antes demorir la Gorgona lo miraba con algo que no era solo furia. Ese cuadro, que ocupabacasi toda la pgina, me encantaba. Esa mirada me haba llenado de inquietud.

    Busco al que dibuj esta pgina.La secretaria, menos por amabilidad que para sacarse el problema de encima,

    levant la revista que yo le mostraba y grit:Quin dibuj a la Gorgona?Los dibujantes parecieron despertar del sueo, y miraron la revista que la mujer

    sostena en alto. Una mano se levant en el fondo; el dibujante segua con la miradafija en el tablero, como si la mano se hubiera levantado sola.

    Atraves la sala y me acerqu hasta l. Era muy joven y vesta un pantaln desarga gris y una camisa blanca que haba sido fregada y vuelta a fregar pero que aunas conservaba viejas manchas de tinta negra.

    Ese dibujo es mo. Por qu le interesa?Por qu tiene esa mirada la Gorgona? Est furiosa con Cormack porque la est

    venciendo. Pero en esa mirada no hay solo furia.El dibujante mir el dibujo, tratando de recordar el episodio. Al final respondi:Solo hay una forma de matar a la Gorgona: usando un espejo para acercarse a

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    ella. Cormack us uno, como hizo Perseo, el hroe de la mitologa. La Gorgona havivido en un mundo sin espejos, porque sabe que en los espejos est la clave de superdicin. Cuando se mira en el espejo de Cormack se da cuenta de que es unmonstruo: se ve por primera vez como la ven los dems. Pero se da cuenta tambin deque es hermosa. Entonces sonre. No con la boca, con los ojos. Sonre un segundo

    antes de que Cormack le corte la cabeza.Mir a la secretaria para ver si estaba a punto de echarme. Pero no pareca

    pendiente de m. Hablaba por telfono mientras reciba de un cadete un sobre.El dibujante me tendi la mano.Soy Laurenz.Juan Brum. Y quiero ser dibujante.Pero aqu no te contratan as como as.Hay que hacer una prueba?

    Nada de pruebas. Antes de ser dibujante hay que ser letrista.Letrista?Los que escriben las letras de las historietas. Estn escritas a mano, ves?S, ya saba. Entonces quiero ser letrista.Nadie entra como letrista. Si no, qu fcil sera todo! Se notaba que a

    Laurenz no le gustaba que las cosas fueran fciles. Hay que empezar por el escalnde abajo: cadete.

    Pero yo quiero dibujar.

    No te desanimes. Los cadetes son quienes mejor conocen la editorial. Llevanlos guiones que escriben los guionistas a los dibujantes, y de all llevan las pginasdibujadas a los letristas, y de all al taller de impresin. Todo el da en movimiento,de una punta a la otra del edificio. Los cadetes tienen una visin de toda la editorial,conocen los conductos que unen las distintas partes del edificio, ven en un solo da apersonas que no se vern jams entre s. Y as podrs elegir mejor tu lugar en laeditorial. Ahora quers ser dibujante, pero maana tal vez quieras ser letrista, oescribir las historias, o hasta convertirte en un buscador de finales.

    Iba a preguntarle qu era eso, pero nos interrumpi la campana de la secretaria.Seor Laurenz, necesitamos para hoy esa pgina de Montana.Laurenz volvi a su trabajo: bajo el sol del desierto, dos buitres esperaban el

    resultado de un duelo.

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    LA CASA DE SANDERS

    Y as fue como decid presentarme como aspirante a cadete: en una oficina llen unformulario de papel amarillo, tratando de que me saliera buena letra. Esper unasemana, dos semanas, tres semanas, y me llamaron.

    El jefe de los cadetes, el seor Greve, me mir con severidad y me tendi ununiforme.

    A prueba! me dijo, para que yo no diera por sentado que el trabajo era mo.No se haban preocupado por buscar un uniforme de mi tamao. Intent protestar.A prueba! me record el seor Greve.Todo me quedaba grande: los borcegues, duros y negros, acordonados; los

    pantalones, la camisa gris. Inclusive el pauelo que deba atarme al cuello tena eltamao de una sbana. Una parte fundamental del uniforme era un tubo metlico con

    correas de cuero que deba ajustarme a la espalda. Tambin tena que usar unosguantes gruesos de goma negra.

    Para qu quiero guantes? pregunt.El seor Greve no se dign a contestarme, pero uno de los cadetes, Nogueras, alto

    y rubio, me respondi con tal ceremonia que me di cuenta de que me haba tomado ala ligera una cuestin de suma importancia:

    Los cadetes marchamos tan rpido que las suelas de los borcegues generanelectricidad esttica. Apenas tocamos algo de metal salta una chispa y se nos

    chamuscan los dedos.Todo el uniforme tena el aire un poco ridculo de los exploradores, pero gracias a

    los guantes, los superbamos. Apenas sal de la sala de cadetes me saqu los guantes.Media hora ms tarde, despus de haber subido y bajado las escaleras, me decid ausar el ascensor. Apenas toqu el botn de llamada la descarga fue tan fuerte que casentado.

    El ascensor se abri y el ascensorista se qued mirando cmo me frotaba losdedos chamuscados.

    Los guantes, muchacho.Me puse los guantes de inmediato y desde entonces no me los volv a sacar.Durante ms de un mes trabaj sin salir del edificio. Era un trabajo agotador, todo

    el da subiendo y bajando las escaleras. Adems mis pies bailaban dentro de losenormes borcegues. A pesar del cansancio estaba contento: todos los das veatrabajar a los dibujantes y a los letristas. Estos eran unos treinta y estaban siempremucho ms angustiados que los dibujantes. Vivan pendientes de los rumores;esperaban ansiosos que alguno de los dibujantes se jubilara o se fuera a vivir a unaisla o sufriera algn accidente que le impidiera el uso de la mano, para poder asocupar su lugar.

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    Conoc tambin a los guionistas y escritores, que ocupaban el octavo piso. Habaunos cincuenta escritorios, cada uno con su mquina de escribir, de donde salantodas aquellas historias de amor, de terror, del Oeste, y las vidas de los Hroes de laVida Real (prceres, inventores, cientficos). Los guionistas y escritores tenansiempre los dedos manchados de tinta o de grasa, porque siempre estaban hurgando

    en el corazn secreto de las mquinas.La primera vez que visit el octavo piso uno de los escritores me pregunt:Material de Sanders?Yo ni siquiera saba quin era Sanders. El escritor pareci muy decepcionado.

    Desde entonces, siempre que entraba me reciban con la misma pregunta:Material de Sanders?Pero yo vena a buscar guiones para los dibujantes o a traer mensajes de los

    dibujantes (preguntas sobre algo que no haban entendido) o de los letristas, que

    haban encontrado una contradiccin en las historias. Cuando les deca que no traanada de Sanders, que ni siquiera conoca a Sanders, se quejaban como chicos.

    Y cmo voy a seguir?O si no, sealando el gran calendario que haba en la pared:Tengo que entregar la historia pasado maana! Cmo quiere que haga?Yo no tena ningn consuelo para estas quejas.Un da Greve, el jefe de cadetes, me llam y me dijo, como de costumbre:A prueba!

    Pero luego agreg:A prueba estuviste hasta ahora. Hoy te voy a encargar un trabajo de la Mayor

    Responsabilidad.(Dibujaba con el ndice las letras en el aire para que yo supiera que se trataba de

    maysculas).Vas a ir a buscar materiales a la casa de Sanders.Entonces me entreg un sobre grande, que contena, imagin, varias hojas de

    papel, y me explic cmo llegar a la casa de Sanders.El tal Sanders viva cerca de la estacin del ferrocarril: el barrio haba conservado

    las casas bajas y las calles empedradas. La casa de Sanders, tan vieja como las otras,tena los postigos cerrados. El timbre una pieza de bronce colgaba de un cable.Prefer golpear la puerta, para evitar el peligro de quedar electrocutado. Lo hice una,dos, tres veces, hasta que una voz me pregunt quin era:

    Un cadete de la Editorial Libra.Uno nuevo? Y al otro qu le pas? Lo interceptaron?No s.La puerta se abri unos centmetros. Entregu el sobre; a cambio recib una caja

    de cartn atada con cordel amarillo.

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    Est ah todava? pregunt la voz. Ms tiempo tarda, ms rpido lointerceptan.

    Al marcharme me di cuenta de que en ningn momento haba visto la cara deSanders. Camin a paso vivo. La caja, tan liviana, pareca vaca.

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    TODO LO QUE VIENE DESPUS

    Desde entonces, dos o tres veces por semana me enviaban a la casa de Sanders.Quin iba antes de m? pregunt a Greve, mi jefe.Maldani me contest de mal modo. Est de vacaciones. Por qu me lo

    pregunta?Por nada.Me acordaba de Maldani, bajito, medio colorado. Lo haba visto dos o tres veces.

    Despus, nunca ms.El ascensorista, como vea subir y bajar a todo el mundo, estaba al tanto de todo.

    l me dio novedades sobre Maldani:Qu va a estar de vacaciones! Tiene parte de accidentado. Parece que se cay

    por unas escaleras cuando cruzaba el puente del ferrocarril. Unos moretones, nada

    ms.Yo deba pasar por ese puente siempre que iba a casa de Sanders. Era un puente

    de hierro y siempre estaba desierto.A veces las cajas que me entregaba Sanders eran livianas, y otras, pesadas, como

    si hubiera ladrillos en su interior. Cuando llegaban las cajas al piso donde trabajabanlos escritores, estos me arrancaban el tesoro de las manos sin decir ni gracias. Con lacara iluminada por la curiosidad, se asomaban a su interior. Una vez me anim aacercarme para ver qu era lo que causaba tanta ansiedad. Esperaba encontrar un

    talismn, un objeto mgico que justificara aquellas miradas extasiadas: lo que vi fueuna zapatilla vieja.

    Cada vez que visitaba el sptimo piso, para buscar dibujos que enrollaba y ponaen el tubo de metal que cargaba a la espalda, me detena a hablar con Laurenz.

    Cuando le pregunt por Sanders, me respondi:Sanders es un buscador de finales.Qu es eso?Que l mismo te lo explique. Es fcil definir un tringulo. O una mquina de

    coser. Ms difcil es definir el color amarillo, o la lluvia, o a un buscador de finales.No creo que quiera hablar conmigo. Es un viejo amargado que ni siquiera me

    abre la puerta. Todava no le he visto la cara.Laurenz suspir.Los guionistas y los escritores de novelas siempre se traban cuando llega el

    momento de escribir el final de la historia. Y cuando vacilan, todo parece vacilar: loscowboys disparan sin ganas, los amantes se besan de puro compromiso, losmonstruos, cansados, dejan de asustar. De eso se ocupa Sanders. Lee la historia yguiado por un sexto sentido encuentra un objeto que le permite al guionista terminarla historia.

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    Todo eso solo para un final?Es que el final lo es todo. No viste el cartel? Est en la sala de Escritores, al

    fondo. Lo puso Jacobo Libra, el dueo de la editorial, para que nadie olvide laimportancia de los finales.

    Apenas termin de hablar con Laurenz sub por la escalera hasta el octavo piso.

    Era cierto: ah estaba el cartel. El sol que entraba por las ventanas haba desteido laspalabras hasta convertirlas casi en un mensaje secreto.

    Y le:

    EL FINAL, AMIGO, LO VES?ES LO QUE VIENE DESPUS

    DELHABA UNA VEZ.

    Fue durante mi quinto o sexto envo cuando la curiosidad me venci y empec amirar lo que haba dentro de las cajas. No era difcil desatar el nudo de pioln amarilloy luego volver a atarlo tal como estaba. Aquellos objetos no parecan tener ningnsentido. Encontr:

    Una pluma de paloma.Un reloj de bolsillo.Una pgina de diccionario.Un boleto de tren (en esa poca eran de cartn).Un paraguas roto.Un grillo muerto.

    Entonces pens: El seor Sanders se gana fcil la vida.

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    INTERCEPTADO!

    Los viajes hasta la casa de Sanders se hicieron costumbre. Siempre lo mismo: lamano que se asomaba para recibir el sobre (huesuda, con algo de garra) y luego lacaja de cartn atada con cordel amarillo. Nunca un saludo o un comentario amable.

    Yo lea siempre los guiones de historietas y las novelas inconclusas que leenviaban a Sanders, y luego estudiaba con mucha atencin los objetos enviados por elviejo. Haba aprendido que no haba una relacin directa entre los objetos y lashistorias, ni siquiera entre los objetos y los finales que estos inspiraban. Sandersactuaba de un modo muy indirecto.

    Recuerdo por ejemplo una historia en que Cormack, detective de lo sobrenatural,investiga los ataques que sufren reconocidos especialistas en botnica. El DoctorCaletra recibe de regalo un ejemplar de la planta Pictorica Aquinea, cuyo olor

    narctico lo desmaya y casi lo mata. Una hiedra de crecimiento rpido acaba con lavida del gato de Melchor Rancagua. El doctor Janer aparece envenenado por laespina de una rosa. Cormack investiga y descubre que aos atrs los tres cientficoshaban colaborado en la tarea de echar de la Universidad al Doctor Zack, especialistaen plantas venenosas. Hace aos que Zack no sale de su casa, hace aos que nadie loha visto; Cormack va a visitarlo, pero Zack no lo recibe. Entonces, de noche,Cormack trepa la alta pared que rodea la casa y salta dentro del jardn prohibido.Aqu se interrumpa la historia.

    Yo imaginaba que Sanders iba a enviar al guionista una muestra del mundovegetal: una rama con espinas, la hoja de una planta cargada de leyendas (como lamandrgora o el murdago) o alguna planta que pusiera en peligro a Cormack (unaplanta venenosa o carnvora). Sanders, en cambio, haba enviado un puado de sal.

    Ese puado de sal gruesa no tena ninguna relacin con las plantas, ni con lahistoria, ni con Cormack, y sin embargo le haba indicado al guionista el final quecontar a continuacin:

    Cormack salta la pared que separa el jardn de Zack del mundo. En lo alto delmuro hay vidrios rotos pegados con cemento y el hroe, a pesar de sus guantes, sehace un corte en la mano. Cormack se prepara para saltar sobre lo que, imagina, es unardn poblado de plantas exticas y peligrosas, pero cuando pone los pies en tierra

    no hay jardn. Es tierra seca, arenosa, estril. Ni un yuyo crece en el jardn de Zack.Avanza hacia la casa y entonces algo algo que se parece a Zack salta a su

    encuentro. La silueta del atacante es humana, pero en su cuerpo se renen cientos deplantas prodigiosas: hay hojas afiladas en su mano derecha, y en la izquierda espinas.Cormack comprende que Zack es el jardn. La masa vegetal se abalanza contraCormack, que no puede contra la fuerza de las hojas y las races. Cuando est a puntode abandonarse, la herida de su mano empieza a sangrar en abundancia, y esa sangre

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    debilita a su enemigo. Cormack comprende que su sangre es veneno para Zack. Eldetective se debilita a medida que la sangre mana, pero as puede vencer a Zack.Mientras el ser se envenena, las plantas se separan unas de otras, y el enemigo pierdesu forma hasta desintegrarse. Cuando el combate termina, es apenas un montn detallos cortados y flores marchitas.

    Pero por qu el guionista haba escrito todo eso a partir de la sal? lepregunt a mi madre, que saba mucho de plantas.

    Porque la sal arruina la tierra. Si se echa sal sobre un campo, no crece nada.Cuando el guionista abri la caja y encontr la sal, supo que no deba haber

    ningn jardn en el terreno de Zack. Es as?S. Y si el jardn no estaba all, dnde estaba entonces?Empezaba a entender el mtodo de Sanders.Una tarde pas lo que tena que pasar: fui interceptado. Cruzaba el parque, haca

    mucho fro y los juegos estaban vacos. Las hamacas se movan levemente,empujadas por el viento, y chirriaban sus cadenas oxidadas. Yo caminaba distrado,sin prestar atencin, cuando sent el empujn. Fren la cada con las manos. Quedaturdido; cuando mir a mi alrededor vi que alguien se perda entre los rboles. Mehaban robado la caja.

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    EL FONDO DE LOS CAJONES

    Cuando iba despus de las seis a la casa de Sanders, no estaba obligado a pasar luegopor la editorial, sino que entregaba la caja al da siguiente. As que regres a casa conuna resolucin: iba a esconder el robo. Si deca que haba sido interceptado, me

    cambiaran de destino, y volvera a subir y bajar escaleras sin salir de la editorial.Cada vez me pareca ms lejano el puesto de dibujante de historietas. Salud a mimadre, que estaba en la cocina, me encerr en mi cuarto y me puse a pensar quhacer. Ya no tena la caja y deba reemplazarla de algn modo. Revolv los cajones dela casa, llenos de esas cosas intiles que se multiplican sin fin (frascos de remedios,nueces intactas de alguna navidad, dados solitarios y relojes muertos), pero no medecan nada sobre el arte de contar historias; ms bien contagiaban una impresin deinsignificancia (yo no era todava un buscador de finales, no saba cmo hacerlas

    hablar).En la historieta inconclusa la historieta del final robado, el cowboy Montana

    se hospedaba en un hotel de una ciudad que visitaba por primera vez, pero la noticiacorra y sus enemigos rodeaban el edificio. Saban que si alguno de ellos lo mataba,pasara a formar parte de la leyenda.

    Montana miraba por la ventana el lento despliegue de sus enemigos. Calculabasus posibilidades, y la cuenta le daba cero.

    El cowboy no tena salida. Yo tampoco.

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    EL PALACIO DE LOS BOTONES

    Mi padre se haba ido de casa muchos aos atrs y desde entonces mi madre no suponada de l. Yo casi no lo recordaba; a partir de algunas fotografas me habainventado recuerdos: una visita al zoolgico, un partido de ftbol, una salida de pesca

    en la que sacbamos un pez gigantesco, que luego regresbamos al mar. Con el pasodel tiempo esos recuerdos se llenaban de ms detalles, pero yo saba que cuanto msperfectos eran, ms inventados.

    Mi madre mantena la casa con el sueldo que cobraba en El Palacio de losBotones. Era la ms antigua casa de botones de la ciudad; techos altos, un enormemostrador de madera lustrada, en forma de U, donde atendan el seor Carey, hijo deldueo original, la seora Hayde y mi madre. Ella trabajaba desde haca diez aos enEl Palacio de los Botones, pero como el seor Carey haba nacido all y la seora

    Hayde llevaba medio siglo en el negocio, a mi madre la consideraban la nueva.Me sorprende que, a pesar de que es tan nueva en el oficio, haya encontrado la

    caja de los botones perlados nmero 5 deca el seor Carey con aprobacin.Tambin para la seora Hayde era una recin llegada:Cuidado con las cajas del fondo: a la gente nueva siempre se le caen encima.Ni el seor Carey ni la seora Hayde haban tenido hijos, as que solo tenan a

    mi madre para cuidar y regaar.De vez en cuando yo visitaba El Palacio. Me pareca el lugar ms aburrido del

    mundo.Cundo vendrs a trabajar aqu, jovencito? Nunca es demasiado temprano

    para empezar. El trabajo de vendedor de botones es de los ms difciles del mundo.Hay que memorizar formas y colores de ms de veinticinco mil botones.

    En eso de la dificultad, el seor Carey no se equivocaba. Las cajas trepaban hastael techo, pero lo que estaba a la vista de los clientes no era todo lo que haba: losbotones continuaban en el depsito, detrs de una cortina azul. Los clientes, engeneral mujeres, entraban con el botn en la mano, buscando dos, tres, cuatro quefueran iguales, y mi madre, despus de estudiar el botn, trepaba a una escalera demadera para alcanzar la caja adecuada. Si mi madre no reconoca la pieza, lo queocurra muy de tanto en tanto, se la pasaba a la seora Hayde, que morda el botnligeramente, y luego parta en su busca. Pero el gran momento llegaba cuandotampoco la seora Hayde reconoca el botn, y se lo pasaba al seor Carey. Estoocurra solo dos o tres veces por ao, y entonces en el negocio, habitualmente llenode seoras que parloteaban, se haca un grave silencio. Carey miraba, palpaba, ola elbotn y luego parta hacia el fondo. Al regresar, pareca derrotado, pero era solo unpoco de teatro; como un mago, mostraba de pronto, en su palma abierta, los botonesidnticos, el tesoro hallado. Todos aplaudan.

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    A veces el seor Carey regalaba a mi madre piezas raras; entonces mi madrecambiaba los botones comunes y corrientes de mis camisas y abrigos por anclasplateadas, botones laqueados, discos que brillaban en la oscuridad. Yo protestabaporque no quera llamar la atencin, pero mi madre me interrumpa:

    Los botones son el nico lujo que nos podemos dar.

    Despus de que me interceptaran fui a El Palacio de los Botones para tratar de darcon algo que pudiera llevar de parte de Sanders. Le expliqu al seor Carey elproblema, y me indic que fuera al fondo, donde se guardaban, en grandes cajas demadera, botones sueltos, piezas nicas.

    Ese es el rincn de nuestras rarezas. Los botones para los que ya no existenabrigos en el mundo.

    Hund las manos entre las piezas y revolv bien hasta dar con uno dorado, chato,que me gust. Tambin busqu hasta dar con una caja parecida a las que enviaba

    Sanders, y puse en ella el botn. Esperaba que en la editorial no notaran la diferencia.Y de hecho, en los das siguientes, nadie me reclam, ni me rega. Dos semanas

    despus apareci la revista con la historia completa.Cuando Montana est ya desesperado y a punto de escribir su testamento algo

    bastante intil, porque slo tiene para legar sus pistolas y su caballo entra unbotones a la habitacin. A pesar de su cargo, es un hombre entrado en aos, con laespalda encorvada de tanto subir y bajar valijas. Montana le dice que ha cado en unatrampa, y le seala, a travs de la ventana, a los hombres que lo acechan con sus

    armas cargadas. El otro, calmo, le responde:Hay una trampa, s, pero no es usted el que ha cado en ella, sino los otros.

    Usamos este hotel para atraer a los malhechores. Invitamos de tanto en tanto, conalguna excusa, a un pistolero legendario, como usted, o a un gran jugador de pker,para que los delincuentes de la zona vengan a robarle o a matarlo. Entonces sacamosnuestras armas: el cantinero, el pianista, yo, Lucy, que es la chica que canta en el bar,algunos hombres del pueblo.

    Montana no puede creer en la historia, hasta que oye los primeros tiros. Los querodeaban el hotel caen como moscas. El viejo botones, que haba salido a la callearmado con un fusil, entra en la casa, malherido. Montana se arrodilla ante l. Antesde morir el viejo botones le dice:

    Igual, ya estaba cansado de subir y bajar el equipaje.Yo me maravillaba de que nada hubiera salido mal: de que nadie se hubiera

    enterado de la sustitucin de la caja robada. La siguiente vez que me toc ir a la casade Sanders, lo hice sin miedo. Pensaba que l no tendra modo de averiguar que yohaba puesto otro objeto en lugar del suyo.

    La puerta se entreabri, como siempre, pero cuando le tend el sobre, nadie lotom.

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    Seor Sanders? Est usted all?Alargu el brazo para ver si Sanders se decida a tomarlo. Cuando ya haba

    pasado el codo, sent que una mano de pjaro me aferraba la mueca y me tirabahacia adentro.

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    SANDERS

    Era alto y huesudo. Era viejo. Nada raro que su mano me hubiera parecido una garra:todo l tena algo de pjaro. Vesta un traje ajado, una corbata negra, deshilachada.Me confesara despus que compraba su ropa en el Ejrcito de Salvacin:

    Prefiero la ropa usada. As no tengo que andar sacando etiquetas ni alfileres.No s cunto ganaba como buscador de finales, pero en el vestuario no se iba su

    fortuna.Dnde las tiene? pregunt.Dnde tengo qu?Las cosas.No son cosas. Son finales. Si se tratara de poner cualquier cosa en una caja, lo

    primero que uno encuentra en uno de esos cuartos y altillos apestosos donde las

    familias vulgares guardan sus recuerdos para tenerlos ah encerrados y no recordarlosnunca ms, entonces cualquiera podra hacer el trabajo. Hasta un nio estpido.

    Me hizo sentar frente a una mesa en la que haba una botella de vino, un vaso yun mazo de cartas. El mazo, en realidad, estaba formado por cartas de mazosdistintos. Empez un solitario que, para m, no tena mucho sentido.

    Le el final de Montana. El hotel trampa. No era mi final. Haba una distancia.La imaginacin de los guionistas es imprevisible.Golpe la mesa con furia. Las cartas saltaron.

    Lo nico imprevisible es su descaro! Engaarme a m, a Sanders, al buscadorde finales! Sin mentiras: dgame qu pas.

    Fui interceptado.Y no lo confes?Tena miedo de terminar como cadete interno. De piso en piso. A m me gusta

    salir.En serio le gusta salir, ir por la calle, ver la cara de la gente, venir ac?Me gusta ir a cualquier parte. Tambin aqu.Se qued unos segundos cavilando.Y entonces? Qu puso en la caja?Describ el botn dorado, brillante, pulido. Un espejo redondo.Sanders se sirvi un vaso de vino.Otros lo intentaron antes, pero les sali mal. Los guionistas se dieron cuenta.

    Pero esta vez ellos no lo notaron, lo que significa que usted tiene algo de intuicin.No la suficiente: hay que pulirla, trabajarla. Mientras tanto, lo pondr a prueba.

    A prueba! grit, imitando involuntariamente al jefe de cadetes.Me mir con extraeza.Siempre da esos gritos, as de repente? Escuche bien: no me va a venir mal un

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    asistente. No es que est viejo, pero Venga el jueves.A la tarde?A la noche. Los finales siempre se buscan de noche.

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    OFICINA DE OBJETOS PERDIDOS

    Mi madre me despert al da siguiente con el uniforme ya remendado. Lo dej,lavado y planchado, sobre la silla de mi cuarto. Antes de salir dijo la frase temible:

    Adems, tuve que cambiarle los botones.

    Decid levantarme de una vez, para saber a qu iba a tener que enfrentarme: losanteriores botones, sobrios y grises, haban sido reemplazados por soles dorados.

    Mam, no puedo ir al trabajo con esosMi madre me interrumpi: no acostumbraba a discutir sus decisiones sobre

    botones:Hablando de trabajo, el seor Carey te ofrece un empleo en el depsito. Para

    poner orden en ese lo.Vamos, mam. No existe en el mundo un sitio ms ordenado que el depsito

    del seor Carey.Pero el otro da apareci un botn de camisa en la caja de los botones

    forrados! Al seor Carey casi le da un ataque al corazn.No puedo, mam. Ya tengo un trabajo.Pero ese trabajo te obliga a estar en la calle. El fro, la lluvia, los automvilesMe gusta mi trabajo. Adems el seor Sanders me ha pedido que me convierta

    en su asistente.Eso est muy bien. Suena mejor asistente que cadete.

    Todos los das eran agotadores: primero el colegio, luego la editorial y subir ybajar escaleras con guiones, con fotos, con colecciones de revistas viejas. Llegu a lacasa de Sanders con la esperanza de que el viejo cancelara su invitacin. Pero apenasgolpe el buscador sali con un manojo de llaves.

    Nos vamos.A dnde?A buscar un final. Dos finales en realidad; uno para una historia de amor, otro

    para un naufragio.Pens que encontraramos los finales en su casa.En mi casa? Cmo voy a tener finales en mi casa?Yo haba abierto las cajas y no haba encontrado nunca nada que no pudiera

    encontrarse en cualquier casa.Pens que sacaba las cosas del fondo de los cajones.Las cosas no se pueden sacar de cualquier parte.Caminamos por una avenida. l se protega de la lluvia con su gran paraguas

    negro; yo me mojaba.Habremos caminado unas doce cuadras. La lluvia no ceda. Llegamos a un

    edificio gris, pintado con paciencia por los aos y el holln. En lo alto colgaba una

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    bandera desteida. En una deslucida placa de bronce, le: Oficina de ObjetosPerdidos.

    Sanders ya haba sacado de su bolsillo un manojo de llaves y estaba abriendo lapuerta. Sent el fro de los lugares deshabitados. Encendi la luz y los tubosfluorescentes empezaron a zumbar e iluminaron lo que pareca un gran depsito. Los

    estantes trepaban hasta el techo. Tambin haba largas mesas de madera. En losestantes haba toda clase de cosas: paraguas, zapatos, maletines, libros, mscaras decarnaval, mquinas fotogrficas. Todo era viejo.

    Qu es esto? pregunt.Aqu se reunan todas las cosas que se perdan en la ciudad. En los asientos del

    tren, en las butacas de los cines, en los bancos de las plazas: todo lo que no tenadueo vena a parar aqu. Cuando uno dejaba olvidado un libro en el vagn de untren, vena ac a ver si estaba.

    Pero ya no se usa ms.No. Al final terminaron por cerrar la Oficina. Desde entonces es toda para m.

    Sanders miraba a su alrededor como si se tratara de un palacio, y no de un edificiodeprimente y helado. Hace un cuarto de siglo que vengo a buscar mis finales.Porque solo sirven como finales las cosas perdidas, las cosas que llegan porcasualidad.

    Mientras yo recorra la planta, Sanders haca su trabajo. No caa en trance ni sedejaba arrebatar por espritus; se limitaba a pasear entre las mesas y los estantes como

    si mirara aquellas cosas por primera vez. Para la historia de amor eligi un disco depasta que pareca muy rayado; para la otra historia El naufragio del Capitn Corti eligi una oxidada lata de t.

    Rpido lo elogi.Siempre trabajo rpido me respondi con su habitual mal modo. El fro se

    siente en los huesos. Y en verano el sol pega sobre el techo de cinc y esto se convierteen un horno. Adems hay murcilagos.

    Caminamos juntos un par de cuadras en silencio y luego nos despedimos.

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    LOS NMEROS ESPECIALES

    A partir de entonces, Sanders empez a permitirme que de vez en cuando loacompaara. Segua trabajando en la editorial, pero alguna noche, luego del trabajo,iba con l a la Oficina de Objetos Perdidos.

    En vez de mirar lo que hago debera buscar armas para defenderse de losinterceptadores.

    No veo ningn arma dije. Pensaba en rifles de aire comprimido, honderas,arcos y flechas.

    Tom un paraguas automtico.Es lo que ms abunda en las Oficinas de Objetos Perdidos de todo el mundo.

    Con una pequea transformacin quedan convertidos en armas mortales.Sanders busc una pinza y se puso a trabajar en un viejo paraguas. Luego hizo

    una demostracin. Oprimi el botn y la parte superior del paraguas pas volandosobre mi cabeza. Promet que llevara siempre un paraguas as conmigo. No cumpl.

    Lleg el invierno y Sanders se enferm, justo en el momento en que el material seacumulaba. En los meses de fro las ventas suban bruscamente, porque abundaba lagripe, muchos estudiantes iban a parar a la cama, y los padres les compraban revistaspara que no molestaran. Cuando suban las ventas el director de la revista se reunacon sus colaboradores y alguien levantaba la mano y deca:

    Hora de hacer un nmero especial.

    Y hacan un nmero especial de ochenta pginas, debido al cual los guionistas ylos dibujantes y los cadetes y el seor Sanders debamos trabajar horas extras.

    Sanders estaba con fiebre, en cama, y me dijo:Creo que deber ir solo a la Oficina.Y fui solo, en medio de la noche. Los ruidos de los murcilagos me sobresaltaban.

    Pens en las historias que me tocaba concluir y eleg los objetos que me parecieronadecuados: una vieja gua de la ciudad, una taza de porcelana, un guante negro.

    Los nmeros especiales salieron en la fecha prevista y Sanders me felicit. No fueuna felicitacin comn, pero yo lo tom como si lo fuera. Mir las revistas publicadasy dijo:

    Bien.No hubo ninguna otra ceremonia, pero yo saba que haba sido aceptado como

    buscador de finales.

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    PACIENCIA

    Que yo supiera, Sanders no se vea con nadie de la editorial (ni del mundo), pero dealgn modo se comunicaba con el seor Libra, el dueo, porque yo not que meempezaban a tratar mejor. Ya no me encargaban otros trabajos, solo las visitas a la

    casa de Sanders. A veces el viejo me haca advertencias misteriosas:No hable de las bsquedas en la editorial. Hay muchos informantes pagados

    por la Agencia.Qu agencia?Agencia ltimas Ideas. Mis rivales. De dnde piensa usted que salen los

    interceptadores? De la Agencia misma. Ellos se han ido apoderando de todo. Buscanfinales para todas las otras editoriales, para las pelculas. Seran dueos de todos losfinales si no fuera por la Editorial Libra, que sigue confiando en m. El dueo, Jacobo

    Libra, era mi compaero de banco en la escuela primaria, y ya en ese entonces yo lebuscaba los finales para sus redacciones y sus cartas de amor.

    Usted slo busca finales para la editorial?No, tambin para Salerno, el escritor. Marcos Salerno, imagino que lo

    conocer. Una vez por ao paso por su oficina, me entrega el manuscrito y le entregosu final. Hemos hecho as por aos. Pero hace ya un tiempo que no escribe nada.

    Ahora que ayudaba a Sanders, el trabajo se haca ms rpido, y de pronto meencontraba con dos o tres das en los que no se necesitaba ningn final. Uno de esos

    das, el jefe de cadetes me hizo un encargo fuera de mi recorrido habitual: deballevar una encomienda a una direccin en el centro. El encargo me alarm, porque mehaba credo fuera del circuito de los cadetes. Era uno de esos viejos edificios deoficinas con una galera en la planta baja que cruzaba la manzana. Haba mucha genteesperando el ascensor funcionaba solo uno as que sub por las escaleras hasta eltercer piso. Con asombro descubr un cartel con el dibujo de una lamparita y elnombre de la empresa: Agencia ltimas Ideas.

    Empuj la puerta de vidrio. Cuando dije que vena de la Editorial Libra lasecretaria me hizo pasar a una oficina. Sentada frente a un escritorio haba una mujerque llevaba un alto peinado fijado con spray. Su escritorio estaba lleno de planillas yde vasos de papel con restos de caf. En un cartelito estaba su nombre:

    PACIENCIABONETDIRECTORA GENERAL

    Pase, seor Brum.Cmo sabe mi nombre?Tom la caja que yo traa y la tir por la ventana sin ver qu haba dentro.

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    No ponga esa cara. Les ped que pusieran cualquier cosa en el paquete. Lacuestin era que usted viniera hacia aqu.

    Pero la gente de la calleLas posibilidades de que uno le acierte en la cabeza a alguien son remotas.

    Crame: tiro cosas todos los das. A veces hasta me deshago de muebles a travs del

    sencillo trmite de tirarlos por la ventana.Me tendi la mano. Yo me saqu los guantes, porque saba que era de mala

    educacin dar un apretn de manos enguantado. Entonces sent la peor descargaelctrica de mi vida. Ella, que no haba sentido nada, se rio con ganas.

    Siempre tuve carga negativa. Y en exceso. Mi marido, una vez, justo cuandoestaba subido a una altsima escalera, tuvo la mala idea de pedirme que le alcanzarauna lamparita. No se haba puesto guantes para hacer el trabajo y me roz la mano.Ay antes de que mi marido se viniera abajo, la lamparita se encendi en mi mano.

    Puede creerlo?Y su marido?A pesar de mi juventud soy viuda, seor Brum.Nos sentamos, mientras me frotaba la mano chamuscada.Vamos al punto. Quiero que trabaje para m.Ya tengo trabajo.En la editorial cobra muy poco. Y Sanders no le est pagando nada.Estoy aprendiendo.

    El mtodo Sanders no sirve de nada. No es cientfico. Yo confiaba en que elviejo aguantara un par de meses ms y luego renunciara. Pero ahora que lo tiene austed es como si hubiera recuperado las fuerzas.

    Por qu le preocupa tanto Sanders? l apenas trabaja con la Editorial LibraY con Salerno, no se olvide. Es el escritor ms famoso de la ciudad, y le sigue

    encargando los finales a Sanders. De qu sirve nuestro prestigio, nuestro mtodocientfico, si no tenemos a Salerno? Y no hay modo de convencerlo: los viejos sonmuy apegados a lo que ya conocen, no quieren saber nada de experiencias nuevasVenga conmigo.

    Abri una puerta y me encontr con lo que pareca la redaccin de un peridico.Separadas por mamparas, encerradas en cubculos, haba decenas de personastrabajando. Escriban a mquina, hacan cuentas, consultaban mapas, guas de laciudad, planillas, hablaban por telfonos negros. Algunos hacan las cuentas con losdedos, otros usaban calculadoras o bacos.

    Se supone que buscan finales. Por qu hacen cuentas?Yo desarroll el mtodo Bonet. Ha odo hablar de l?Negu con la cabeza.Es un procedimiento cientfico para averiguar el final adecuado para una

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    historia. Consiste en encontrar el coeficiente de la historia, que es un nmero. Puedeser el 417, por ejemplo, o el 10.032. Ese nmero es el alma de la historia. Y a esenmero le corresponde un final equis.

    Y cmo se llega a ese nmero?A travs de operaciones matemticas. Todos los elementos de una historia

    cuentan: unos suman, otros restan. Tomemos un ejemplo famoso: Caperucita. A mme gusta mucho la historia de Caperucita porque yo, a pesar de que ya soy mayor deedad, aunque no se me note, y a pesar de mis contactos con las altas esferas del poder,soy en el fondo una nia inocente que trata de llegar al otro lado del bosque.

    En una hoja anot lo siguiente:

    El bosque: 70.El lobo: 18.Color rojo: multiplicar por dos.Abuelita: 1.

    Hubo otros elementos ms que no llegu a leer, pero al final:Por cinco, dividido 3 421.Una vez que tuvo el nmero, la seora Bonet consult un libro de tapa negra en

    cuya portada se lea: Manual Universal de Finales, por Paciencia Bonet. Pas las

    pginas con prisa:Aqu est el final que buscbamos: Y fueron felices y comieron perdices. Ysin necesidad de pasar fro entre objetos perdidos.

    Todo ese mtodo para llegar al tpico final feliz?Feliz? No para las perdices.Paciencia Bonet me acompa hasta la puerta.No le pido que tome una decisin ahora. Pero si no me llama en un par de das,

    tal vez decida arrebatarle al viejo Sanders su Oficina de Objetos Perdidos. Ya sabe

    seal el techo tengo mis contactos en las altas esferas No me haga esperarmucho, no confe en mi nombre. Somos tres hermanas y mi padre decidi ponernosde nombre las tres cosas que hacen falta en la vida: Plata, Salud y Paciencia. Pero seequivoc con las tres: Plata es pobre, Salud vive enferma y yo, seor Brum, soy muyimpaciente.

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    UN CUADERNO AMARILLO

    Decid no decirle nada a Sanders de mi visita a la agencia, ni de la amenaza dePaciencia Bonet. Tena miedo de que el viejo, asustado por la posibilidad de quedesapareciera el lugar de sus tesoros, me impidiera seguir. Pero cada da estaba tan

    lleno de cosas nuevas como de botones la tienda del seor Carey. Y acab por olvidarla amenaza.

    El da que empezaba el invierno, el seor Sanders me recibi de traje y corbata.Ola a naftalina.

    Hoy es un gran da, muchacho. Vas a conocer a Marcos Salerno.Durante medio siglo Salerno haba publicado una novela por ao y, a pesar de que

    a veces sus libros eran difciles de leer, todos los lean. Era famoso por sus finales,sorpresivos pero a la vez tranquilos y melanclicos. A los lectores les daba tristeza

    que el libro terminara. En todos esos finales haba sido auxiliado por Sanders, suviejo amigo.

    La particularidad de Salerno era que escriba sus libros en cuadernos escolares.Elega siempre los mismos, marca Greco. Tenan 48 hojas, tapa dura, y una cubiertadel llamado papel araa. Salerno tena muy buena letra e insista en que sus librosimitaran a la exactitud sus cuadernos, de tal manera que quien tomara uno de suslibros encontraba un texto escrito a mano, que pareca un borrador. Los lectorestenan la ilusin de tener en sus manos un original de Salerno. Cada ao, los libros-

    cuadernos de Salerno llevaban un color distinto. Todo esto me lo contaba Sanders enel camino. Yo saba mucho de historieta, poco de libros.

    Y ahora tiene que buscar un final para Salerno?As es. Pero este no es cualquier final, no es uno ms de sus libros. En primer

    lugar, hace dos aos que no entrega un manuscrito a la imprenta, por lo que se esperasu nuevo trabajo con mucha excitacin. Pero adems Salerno lanzar su nueva obraen un cuaderno vaco.

    Entonces nadie lo va a leerVaco a primera vista porque la editorial utilizar tinta termosensible. A

    medida que el cuaderno sea expuesto a la luz se va a llenar de letras. Y de letras quecorresponden a la caligrafa de Salerno.

    Llegamos caminando a lo que pareca una vieja librera. Estaba casi enfrente deEl Palacio de los Botones, as que entr velozmente, para no correr el riesgo de queme vieran ni el seor Carey ni Hayde ni mi madre, que me detendran con su charlainterminable. Al entrar en la librera casi tiro al suelo al seor Sanders, quetrastabill.

    Ms cuidado, muchacho!En la librera solo haba cuadernos, que eran en realidad los libros de Salerno.

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    La duea de la librera, la seora Greco, heredera de los mayores fabricantes decuadernos de la ciudad, llevaba hasta tal punto su fanatismo por la empresa familiar,que para recibir visitas se pona vestidos cuya tela repeta el diseo arcnido de loscuadernos.

    Seor Sanders, qu alegra tenerlo por aqu dijo la seora Greco. Salerno

    lo est esperando.Me llama la atencin su vestido, Mara Rosa dijo Sanders. No la asustan

    las araas?Es que, en materia de cuadernos, no hay mucho para elegir. O me visto con

    araas o con renglones.Pens que bamos a pasar a un gran saln, pero la seora Greco nos llev a un

    comedor diario. Ah estaba el viejo escritor, abrigado con varias capas de pulveres ybufandas. No se apartaba de las hornallas, en las que silbaba una pava.

    Hace un fro espantoso dijo Salerno.No me parece que haga fro le contest.Sanders me seal y dijo, a modo de presentacin:Este impertinente es mi ayudante.Ayudante? Ay, Sanders, lo va a necesitar. He odo rumores.Qu rumores?Venga, acrquese al fuego. Usted es un muchacho grande como yo, el fro nos

    hace mal. La Oficina de Objetos Perdidos va a ser demolida. En su lugar el gobierno

    construir la Secretara de Terrenos Baldos.Sanders no le dio importancia al asunto.Ah, si es por eso, no se preocupe. Todos los aos amenazan con lo mismo.Pero esta vez usted podra trabajar en otro sitio?Ya estoy viejo, tengo mis manas. Cuando llegue la topadora, abandono el

    oficio.Salerno le tendi un cuaderno escrito a lpiz. El cuaderno tena las tapas

    amarillas. Papel araa.Voy a ponerme a trabajar ya mismo dijo Sanders. Iba a guardar el

    cuaderno cuando Salerno lo retuvo:Esta no es una historia ms. Este cuaderno es muy importante para m. Hace

    tiempo que no escribo nada, y como eran tan fuertes los rumores le ped tambinun final a la Agencia.

    Se hizo un silencio tan absoluto que hasta la pava dej de silbar. Sanders no podacreer lo que estaba oyendo.

    Usted le pidi un final a la Agencia? A Paciencia, a esa bruja aritmtica queha hecho todo lo posible por acabar conmigo?

    No quiero ofenderlo. Lo hice por las dudas. Por si demolan la Oficina de

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    Objetos Perdidos.Y cul usar?El mejor.Sanders tom el cuaderno en sus manos. Lo estudi. Durante unos segundos,

    pens que se lo iba a devolver.

    Cunto tiempo tenemos?Una semana. Hay tiempo hasta el otro viernes, a medianoche.En una semana tendr aqu el mejor final.No quiero el mejor. Quiero el ms apropiado.El escritor le tendi la mano. Sanders, ofendido, no acept el saludo. Salimos de

    la casa. Sanders pareca tan furioso que no me anim a hablarle hasta despus de unbuen rato.

    Y si los rumores son ciertos? le pregunt.

    Entonces deberamos ir ahora mismo a la oficina. Pero estoy cansado.Nos despedimos. Me di vuelta para ver a Sanders, que se alejaba con un paso

    demorado por la tristeza y la frustracin. El cuaderno amarillo era lo nico quebrillaba en el da gris.

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    LOS OBJETOS PERDIDOS SE PIERDEN DEVERDAD

    Al da siguiente Greve, el jefe de cadetes, me recibi con estas palabras:Me parece que pronto volver a subir y bajar escaleras.Sanders me ech?Circulan rumores de que Sanders ya no cuenta. El dueo de la editorial va a

    contratar a la Agencia.Greve pareca feliz con el cambio. Seguro que era uno de los agentes de Paciencia

    Bonet.Me apur a ir a la casa de Sanders, para saber si los malos augurios de Greve

    tenan algo de cierto. Pero el viejo estaba perfecto, saludable, y con ms energas quede costumbre.

    A la oficina dijo, y empez a caminar con paso tan rpido que me costabaseguirlo.

    A las dos cuadras el polvo que flotaba en el aire me hizo estornudar. A los cienmetros vi las topadoras, ahora inmviles bajo la llovizna, cansadas despus de habertrabajado todo el da. Del edificio no quedaban ms que escombros. Construir unacasa lleva mucho tiempo; tirarla abajo, un rato. Mir a Sanders, que estaba impasible.

    La culpa es ma.

    Suya?No se lo dije. Paciencia me llam. Me dijo que, si no me iba a trabajar con ella,demolera todo. No le dije nada, tena miedo de que usted me echara.

    No se preocupe dijo el viejo. Siempre pareca furioso, ahora que haba unmotivo para estarlo, hablaba con suavidad. Lo hubieran hecho de todos modos. Laagencia tiene redes poderosas.

    De regreso, me detuve en un puesto de diarios. En primera pgina se lea: DUELODE BUSCADORES: PACIENCIA Vs. SANDERS.

    Duelo? se pregunt el viejo. Ms bien va a ser una ejecucin.Una vez en su casa, me sirvi un t.No nos van a servir ni mis objetos perdidos ni sus botones. Habr que pedir

    ayuda.A quin? pregunt. Nadie ms sabe de estas cosas.Sanders dio un sorbo a su taza. Le costaba decir lo que tena que decir.Al nico que nos puede ayudar. Mi viejo amigo, mi viejo adversario.Busc en la biblioteca un recorte de diario que estaba entre las pginas de un

    libro. Era una foto de un hombre disfrazado de chino, con las ropas lujosas de unmandarn, bigotes finitos y un bonete alto. Al pie de la foto deca:Mster Chan-Chan,adivinador de finales.

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    Ese era el nombre con el que actuaba en los teatros cuando lo conoc. Haca unespectculo junto con un hipnotizador, un tal Arenas, y unas bailarinas. Los menorestenan prohibida la entrada.

    Y cul es su verdadero nombre?Julio Csar Molinari. Pero decir el nombre verdadero de un artista es

    difamarlo. El arte es un sueo de mscaras y nombres inventados.Exista una esperanza; las esperanzas nos ponen impacientes.Y vamos a verlo ahora?Ahora? No, vive lejos, en Finlandia.Justo estaba estudiando en el colegio los pases nrdicos, as que quise lucirme.Finlandia es un pas de la pennsula nrdica, que limita conS, s, todos los pases limitan con algn otro. De todas maneras, mi inexperto

    Atlas, no vive en esa Finlandia, sino en Finlandia Sur. Est a quinientos kilmetros de

    aqu. Yo no puedo ir.Por qu?Tengo la entrada prohibida. Soy un buscador de finales. Hace un cuarto de

    siglo que en Finlandia Sur todo aquello que tenga que ver con finales est prohibido.As que el que tendr que hacer el trabajo es usted.

    Nunca haba viajado solo a ninguna parte. AdemsYo? Ni siquiera conozco la historia de Salerno.Sanders me tir el cuaderno amarillo, que brill en el aire, antes de caer en mi

    cabeza.Y cmo lo busco?Una vez me mand una carta que no deca casi nada. Adis, o algo as. Pero

    estaba escrita en una hoja de papel con el membrete del Hotel Las Nubes, deFinlandia Sur. No s si seguir existiendo.

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    PREPARATIVOS DE VIAJE

    Cost convencer a mi madre de que me dejara viajar. Tuve que decirle que era laeditorial la que me mandaba. Mi madre lea desde nia las revistas de la editorial:haba empezado con revistas para nias, luego haba seguido con las que tenan

    uguetes troquelados para armar, ms adelante las fotonovelas, y ahora las de tejido ycocina.

    A lo largo de los aos, nunca encontr una escena inconveniente o una malapalabra.

    Mam, les revistas de cocina. Qu mala palabra puede haber?Los cocineros a veces se queman y dicen cosas terribles. En las pginas de las

    revistas de Libra, lo ms fuerte que encontr fue un caramba!Insisti en prepararme el equipaje con ropa que me hubiera permitido sobrevivir

    varios aos en una isla desierta. Cuando tuve oportunidad, reduje los numerososbultos a una sola valija marrn que haba sido de mi padre y en la que todava seguanpegadas calcomanas de hoteles y de barcos.

    El seor Carey insisti en darme una bolsa de terciopelo negro llena de botonesde diferentes formas y tamaos.

    Me voy por cuatro o cinco das. No voy a usar tantos botones.Lleve la bolsa, hgame caso. Botones, hilo y aguja son cosas que nunca estn

    de ms.

    Y as part en tren a Finlandia Sur, con la valija de mi padre, una bolsa llena deintiles botones y el cuaderno amarillo. Apenas el tren arranc me puse a leer elrelato de Salerno.

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    VULCANDRIA

    Contar con mis propias palabras lo que recuerdo de aquel relato. La historia era as:

    El seor Voss viva en una casa baja ubicada entre dos edificios. A nadie le

    hubiera gustado vivir rodeado de altos edificios de oficinas, pero el seor Vossencontraba en esta situacin ciertas ventajas. Los domingos el barrio era tranquiloms que tranquilo, muerto y adems estaba muy cerca de su trabajo. Poda ir yvolver caminando. Esto era de suma importancia para el seor Voss, porque le

    ermita ser absolutamente puntual. Los trenes, los taxis y los mnibus podan fallara causa de calles cortadas, huelgas sorpresivas o accidentes, pero era improbableque un obstculo le impidiera su marcha a pie.

    La puntualidad era un asunto de la mayor importancia. Cada cinco aos, laempresa para la que trabajaba el seor Voss entregaba a uno de sus empleados lamedalla a la puntualidad. Y en el ltimo cuarto de siglo el tiempo que llevabatrabajando en la empresa el seor Voss haba ganado todas las medallas (en cuyofrente estaba representado el cuadrante de un reloj).

    Desde luego, el seor Voss era soltero nada menos compatible que el amor a launtualidad y las mujeres y no tena hijos. Viva entregado a su trabajo. Su labor

    consista en presentar largos informes sobre el funcionamiento de la empresa. Aveces sus informes resuman otros informes, enviados desde otros puntos del pas, alos que despojaba de todo aquello que consideraba imprecisiones y fantasas. Lasautoridades de la empresa confiaban mucho en la exactitud del seor Voss. Cuandose lo cruzaban en los pasillos o en el ascensor, lo felicitaban por sus rgidos criterios.

    veces el seor Voss se permita una pequea jactancia:Si de algo me precio, es de ser un hombre sin imaginacin.Pero en general, para cuando Voss se animaba a articular con claridad estas

    meditadas palabras, las autoridades ya se haban alejado, apremiadas por susobligaciones y responsabilidades.

    Una tarde de invierno el seor Voss sali de su oficina, como todos los das, a lasseis, y antes de las seis y media ya estaba en su casa. Como haba oscurecido, elseor Voss encendi una lmpara y luego de hacerse una taza de t se dispuso a leeruna biografa de Napolen. Era un libro polvoriento de seiscientas pginas, que elseor Voss lea con lentitud, porque cada da olvidaba lo que haba ledo el daanterior. Aunque era una biografa documentada, el seor Voss notaba que en laHistoria ocurran no pocos hechos increbles, y que debera ser la obligacin de los

    historiadores silenciarlos. Que todo sonara bien real, aunque para ello se debieraerder algn hecho. Total, si haba algo que en la Historia abundaba eran loshechos. Ya casi haba terminado su t cuando oy golpes en la puerta.

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    Qu raro, pens el seor Voss. Hoy no espero a nadie.En realidad nunca esperaba a nadie.Abri la puerta sin tomar la mnima precaucin de preguntar quin era. A veces

    el seor Voss tomaba decisiones de improviso, que consideraba audacias extremas;una vez, muchos aos atrs, haba pedido en un restaurante un plato de nombre

    extranjero sin preguntar antes qu era.Iluminado por el farol de la calle, se vea a un hombre que pareca un antiguo

    guerrero con una armadura hecha de lava. Tena una oreja vendada. El seor Voss lomir una y otra vez y al final se puso rojo de indignacin. Los pordioseros recurrancada vez a trajes ms extravagantes! De todos modos recompensara al pobrehombre. Busc en su bolsillo una moneda, pero el otro hombre ni siquiera la mir.

    El nombre, el nombre! repiti el estrafalario personaje, apretando losdientes.

    Qu nombre?El nombre de la ciudad!El seor Voss pens que estaba ante un loco peligroso y le cerr la puerta en la

    cara.Un poco nervioso por la situacin que acababa de vivir, se sent en su silln

    amarillo alguna vez haba sido amarillo y ahora era gris y se dispuso a tomaruna segunda taza de t. Pero si la escena haba sido una alucinacin provocadaustamente por el t? Despus de todo era un t chino que acaba de comprar.

    quin controla a los chinos cuando preparan sus envos de t?El seor Voss puso la cabeza entre sus manos y se puso a pensar que todo eso no

    le era tan ajeno como pareca. El guerrero, su armadura hecha de lava (y si habalava, deba haber un volcn), el reclamo por el nombre de la ciudad A los diezaos, acaso no haba imaginado algo semejante? No haba hecho dibujos de unaciudad llamada Vulcandria, una ciudad cuya vida dependa de un volcn? El calorde las profundidades de la tierra haca mover las mquinas y alimentaba las plantasde los invernaderos. Fuera de Vulcandria todo era fro.

    En estas cavilaciones estaba el seor Voss cuando volvieron a golpear a lauerta. Esta vez tom la precaucin de espiar por la mirilla. Era otro guerrero, pero

    este pareca ms maltrecho que el anterior. Un tajo negro le cruzaba la frente.Vulcandria pronta a caer. Abajo: hombres topo. Caones de hielo sobre el

    volcn. El nombre, el nombre.Hablaba as, como si estuviera acostumbrado a transmitir telegramas, o como si

    las palabras se le hubieran ido perdiendo por el camino y solo le hubieran quedadolas ms importantes. El seor Voss no se anim a abrir la puerta. Grit:Vulcandria!, pero eso no conform al guerrero.

    Ese nombre no, el otro, el secreto. El que enciende el volcn.

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    As que el volcn se haba apagado? El seor Voss imaginaba que deba haberalguna dependencia ministerial que se ocupaba de los volcanes y los terremotos, unaoficina de catstrofes o algo por el estilo. Lo seguro era que no era asunto suyo.

    Se apart de la puerta y fue hasta un gran armario, en cuya parte superior habaunas cajas viejas con cosas de su infancia. Encontr una caja de cartn llena de

    cuadernos y dibujos. Qu insensatez, imaginar una ciudad!, pens mientrasmiraba sus viejos papeles. Si mis jefes en la empresa llegaran a enterarse!.

    Ah, frente a l, estaban aquellos cuadernos cuadriculados que l haba olvidadoor completo. La niez est llena de cosas accesorias, porttiles e intiles. Con

    cunto detalle haba dibujado murallas y guerreros y sistemas defensivos y laexuberante botnica volcnica. Qu cuidado en la redaccin de la Historia deVulcandria, con sus dinastas de reyes y sus grandes batallas. Cuando tenan quecomunicar a sitios lejanos una victoria, los vulcandrios si era as como se

    llamaban enviaban bandadas de cuervos mensajeros.Aunque busc y busc, el seor Voss no encontr en ninguna parte el nombre

    secreto de la ciudad. Tal vez no lo haba escrito y haba confiado en su memoria. Aesa edad, uno cree que no olvidar jams las cosas que cree importantes. Pero dosmeses despus todo queda borrado.

    Encontr tambin dibujos de los enemigos. Los hombres topos, que socavabanlos cimientos de la ciudad, y a quien nadie haba visto, pero cuyos ruidos y voces sedejaban or bajo las tablas del suelo. Los guerreros de hielo, empeados en congelar

    Vulcandria con sus caones que disparaban tmpanos. Los defensores tendran quearreglrselas solos, porque l haba renunciado a esas cosas. Sus mritos eran deotra clase. Cinco medallas consecutivas a la puntualidad! Sabran valorar esosguerreros moribundos lo que eso significaba? Mucho ms que cien batallas, y quetodos los delirios de la imaginacin de un nio! Que insistieran, l no abrira la

    uerta. Todo tena un lmite.Tan molesto estaba que se sirvi un vaso de leche y se puso su viejo pijama de

    franela azul para ir a dormir. Se enviaba a s mismo a la cama sin comer, comocastigo por toda aquella fantasa. Ningn nio debe escapar a su castigo, aunqueeste tarde aos, aunque el castigo lo alcance ya maduro.

    Pero volvieron a orse golpes en la puerta.

    Ah se interrumpa el manuscrito. Mir la pgina con la sensacin de que ahestaba escondida no solo la historia del seor Voss y su reino amenazado, sinotambin la historia que me esperaba. Quin no ha sentido alguna vez que todo lo que

    ha de sucederle ya est escrito, pero con una letra ilegible o en un papel arrugado o enun idioma incomprensible?

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    FINLANDIA SUR

    Llegu a una estacin desierta. Cerca de all estaba la calle de los hoteles; busquentre los carteles el del Hotel Las Nubes, la nica pista que tena para encontrar aJulio Csar Molinari, alias Mster Chan-Chan.

    El hall del hotel estaba vaco; las moscas zumbaban atrapadas en cortinasamarillas. Apareci una mujer que llevaba un pauelo en la cabeza; se secaba lasmanos en un repasador.

    Buen da. Tiene cuartos libres?La mujer lanz una carcajada.Quien tiene cuartos, los tiene libres. Ya nadie visita Finlandia Sur.Por qu no?No lo sabe? Acaso se baj del tren porque se equivoc de estacin?

    No. Es aqu adonde quera venir le contest.Me tendi una tarjeta de cartn, donde los pasajeros del hotel anotaban sus datos.Viene a estudiar? O es de esos curiosos que a veces nos visitan para ver si es

    verdad que en los cines dan pelculas que no se terminan, y que a los libros les faltanlas ltimas pginas?

    Anot mi nombre y le entregu la tarjeta.No respond. Estoy buscando a Mster Chan-Chan.Se le borr la sonrisa de la cara.

    Para qu lo busca? pregunt de mal modo.Estoy investigando la historia de los viejos teatros de variedades, y s que l

    haca un show, con un traje chino rojo y con dragones doradosLa mujer mir por la ventana, como si Mster Chan-Chan estuviera por aparecer

    de un momento a otro.Espero que lo busque por eso, y no por lo que realmente esNo s si la seora hubiera completado la frase, pero algo la interrumpi: una voz

    oven, pero grave y seria, la voz de quien nunca ha dejado los deberes sin hacer,nunca se fue a dormir sin cepillarse los dientes, nunca sali a la calle sin atarse elpelo con una cinta amarilla

    un buscador de finales dijo la voz.El vestido azul estaba tan almidonado que cruja; y dentro de esa armadura de

    almidn y tablas estaba la muchacha ms hermosa que yo hubiera visto. Por unmomento imagin que no hara falta colgar ese vestido de una percha; bastaba condejarlo en un costado de la habitacin, de pie, como una armadura. Una sonrisa lehubiera venido de maravillas a aquella chica, pero tena el gesto tenso de quien est amitad de camino entre una Obligacin Importante que ha dejado atrs y un AsuntoUrgente que la espera. Le sonre sin que me sonriera, la mir sin que me mirase.

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    Ante la chica no poda mentir, as que dije que era un buscador de finales, y quebuscaba al mejor de todos, Mster Chan-Chan, para el trabajo ms difcil.

    La gente le contaba una historia y l entonces acertaba con el final. Y decanque los finales que contaba eran mejores que los que la gente recordaba, le dabansentido a lo que haban vivido Despus trabaj para la radio, enviando finales en

    cajas de cartn. Y de pronto un da desapareci para siempreLa chica asenta con cierto aburrimiento, como si yo repitiera algo que decenas de

    personas antes de m ya haban dicho, en tardes iguales a esa.Mster Chan-Chan renunci a todo eso. No quiere que le recuerden el pasado.

    l se ha hecho enemigo de todos los finales. No querr saber nada con vos.l te dijo que me dijeras eso?No. l no habla con nadie desde hace aos.Seria como haba llegado se retir; era tan grave su aspecto que sent el impulso

    de saludarla con una reverencia.La seora se qued mirando a la chica que se iba.Esa chica, conoce a Mster Chan-Chan?Claro que lo conoce. Es su hija Alejandra. Pero hace tiempo que no se ven.

    Bueno, en realidad Mster Chan-Chan no ve a nadie. Tampoco a m, que soy suhermana mayor, Mara Elena Molinari.

    Su hermana mayor! Entonces debe saberEntonces no s nada. Ahora vaya a dormir. Y no se sorprenda de que sus

    sueos no tengan final.

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    UNA PGINA ROTA

    A la maana, cuando fui a desayunar, la muchacha me estaba esperando.Cre que no queras hablar conmigo.Lo pens mejor. En serio ests dispuesto a buscar a Mster Chan-Chan?

    A eso vine. Pero la nica pista que tengo es este hotel.Me mir con gravedad. Me di cuenta de que por unos segundos ella haba

    esperado que yo tuviera la respuesta.Yo tambin vine a buscarlo, hace quince das. Estaba esperando cumplir los 16,

    que mi mam me dejara viajar. Mi padre vino a esta ciudad cuando se fue de casa,hace seis aos. Se aloj en este hotel. Estuvo unos das en el cuarto en el que estoyahora.

    No le dijo nada a tu ta?

    Apenas hablaba. Estaba amargado, consumido por los nervios. De noche seoan sus grandes pasos, que resonaban en todo el hotel. Una maana sali diciendoque iba a buscar trabajo; nunca volvi.

    Hay algn amigo al que le podamos preguntar?No, despus del incidente ya no se comunic con nadie.Qu incidente?Ni siquiera sabs eso? Que l mismo te cuente eso, si lo encontrs. Tiempo

    despus de que se fuera me mand una carta.

    Busc en sus bolsillos y sac un papel amarillo, casi marrn, pareca la hoja de unlibro viejo.

    Puedo leerla?No!Ah puede haber una pista, para saber dnde est.La le muchas veces. La conozco de memoria. No hay ninguna pista.Me dejaras ver el sobre?Estaba furiosa y lo hice pedazos. Pero no haba ningn remitente. En la

    estampilla haba una mariposa azul.Yo not algo en la carta y estir la mano para alcanzarla. Ella pens que quera

    sacrsela y dio un tirn. Yo me qued con un tercio de la hoja en la mano.Era lo nico que tena de mi padre y ahora est roto.Perdn. Solo queraSe puso de pie, furiosa.No tens nada que ver con Mster Chan-Chan. Por qu no te vas de este hotel

    y de la ciudad AHORA MISMO?Se march, rumbo a su cuarto. Me qued mirando el trozo del papel con el que

    me haba quedado.

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    PASEO NOCTURNO

    El papel estaba desgarrado, pero deca: SE ACAB DE IMPRIMIR A LOS CINCO DAS DELMES DE DICIEMBRE

    El padre de la chica, Mster Chan-Chan, haba escrito la carta en la pgina final de

    un libro.Pase por el centro de Finlandia Sur. Haca fro, los cafs cercanos a la plaza

    estaban abiertos, con los vidrios empaados, la gente paseaba por las calles conbufandas, guantes y gorros que mostraban hilos de lana sueltos, como si no loshubieran terminado de tejer. La mana de dejar las cosas inconclusas haba empezadopor los libros, pero ya haba contaminado todo. En las plazas, bajo los grandesrboles, las estatuas incompletas reciban el roco de la noche. Un caballero montabaun bloque de mrmol, del que apenas sobresala la cabeza de un caballo; una diosa

    griega mostraba una cara perfecta, pero a medida que su cuerpo, nacido en las alturas,llegaba al suelo, ya no se distinguan los brazos de la tnica. Como viajero curioso,me acerqu a la gente que conversaba en los bancos de las plazas, en las esquinas: lasancdotas no se terminaban.

    El otro da me encontr con Camaro. Haca veinticinco aos que no lo vea,desde el colegio. Y a que no sabs lo que me dijo?

    Pero uno nunca se iba a enterar de lo que haba dicho Camaro.Hoy a la maana sal apurado de casa y me tropec con un juguete que haban

    dejado tirado en la vereda. Era un autito que se haba cado del cuarto piso, justodonde vive

    Pero uno nunca se enteraba de quin viva en el cuarto piso.Entr en un caf, al lado del cine, y ped un caf con leche que me trajeron en una

    taza gigantesca. En una azucarera haba unos terrones de azcar envueltos en papelazul.

    Del otro lado del vidrio un viejo me golpe la ventana y me seal sus bolsillos.Era un mendigo, pero en vez de pedir, pareca que estaba ofreciendo algo. Cuando elmozo apareci con cara de pocos amigos, el mendigo se alej.

    Qu quera ese hombre? Peda limosna? le pregunt al mozo.Limosna? No! El mozo baj la voz. Es un traficante de finales. Si lo

    dejamos entrar, la polica nos cierra el local.Un traficante de finales?A algunos les gustan las pelculas sin final. No a todos. Hay gente chapada a la

    antigua, que quiere la historia completa. Y estos malvivientes se aprovechan de lasexpectativas de la gente para venderles finales. Les dan papelitos donde les cuentanqu pasa, en fin, si gana el hroe, si se queda con la chica, si el sheriff disparaprimero Pero para m que inventan: no s si ellos vieron esas pelculas enteras

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    alguna vez.Termin mi caf con leche y sal a la calle. El aire fro me despert. Busqu con la

    mirada hacia los lados, pero el viejo haba desaparecido. Ya estaba por irme cuandoescuch una voz, desde un umbral:

    Qu busca?

    No vi a nadie, pero detrs de una columna sala una columna de vapor: esa es laforma que tienen las palabras en invierno.

    Respond:Informacin.Qu pelcula vio?Ninguna.La voz son menos tranquila.Qu pasa? pregunt. Es de la polica?

    Parezco polica? Quiero saber quin se ocupa de arrancar las pginas a loslibros.

    El hombre sali de la oscuridad. Era el mendigo de antes. Not que los papelesabultaban los bolsillos de su abrigo.

    Libros no. No trabajo con libros. La polica es menos tolerante con los finalesde libros. Con las pelculas nos dejan en paz, siempre que trabajemos de noche y sinhacer escndalo, pero con los libros son muy quisquillosos. Est buscando el final deuna novela?

    No, tengo un pedazo de la ltima pgina y quiero saber de dnde sali.Le mostr el pedazo de papel.Tengo esto, nada ms.Quince pesos.Busqu en mi bolsillo y le tend un par de billetes. Mir hacia los costados antes

    de guardar la plata.Vaya a la Biblioteca Central. Ver a una vendedora de caf. Dgale la

    contrasea: quiero un caf con siete cucharaditas de azcar.Esa es la contrasea?S. Nadie pide un caf con siete cucharaditas de azcar. Por eso ella se da

    cuenta de que se trata de una contrasea. Nosotros pensamos en todo.Un polica pas por la esquina. El vendedor de finales volvi a desaparecer en su

    rincn oscuro. Yo ech a caminar hacia la Biblioteca.

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    SIETE CUCHARADITAS DE AZCAR

    La Biblioteca estaba abierta da y noche. El edificio iluminado, y a su alrededor todoa oscuras. Sub unos escalones de piedra, entr en el gran saln cruzado por largasmesas de madera. Unos pocos lectores se inclinaban sobre los libros; vi a una chica

    con un libro diminuto, ms all a un hombre que llevaba uniforme de guarda delferrocarril y que consultaba los mapas de un libro gigantesco. Yo saqu un libro delos anaqueles, el primero que vi, una enciclopedia sobre pjaros, y me puse a pasarlas pginas sin prestar mucha atencin.

    De inmediato vi a la vendedora de caf. Era una mujer de pelo blanco, que vestaun uniforme que haca aos, muchos aos, le haba provisto la desaparecidaimportadora de caf Las guilas. Empujaba un carrito donde tena termos con caf,t, mate cocido y chocolate, y paquetes de galletitas. Al pasar entre los lectores,

    trataba de tentarlos. No poda gritar su mercadera Silencio, biblioteca perodejaba abierto el termo de chocolate para que se esparciera el olor o comaruidosamente una galletita rellena. Ver tomar da ganas de tomar, ver comer da ganasde comer. Ms all, una chica de lentes pidi un chocolate. Yo iba a hacer lo mismo,pero record la clave:

    Por favor, un caf con leche con SIETEcucharaditas de azcar.La seora se acomod la gorra de Caf Las guilas sobre su pelo blanco y me

    mir con aire de complicidad.

    Con siete? No ser muy dulce?Con siete.No con seis o con ocho?Siete insist.Mir hacia los lados. Despus sirvi lo que le peda. Las cucharadas, adems,

    abundantes. El caf casi desbordaba el vaso de papel.Ahora tmeselo.No, era la clave, noms.Tmeselo, que hay que disimular. Es sospechoso que alguien pida un caf y no

    lo tome. Despus camine hacia el sector de libros sobre astronoma.Me tom el caf. Casi no me pasaba por la garganta. Empec a buscar los libros

    de astronoma, pero antes de llegar escuch la voz.Qu final necesita?Le mostr el papelito y le cont:Esto es una ltima pgina, y est manchada de holln. De dnde puede haber

    salido?Treinta pesos y hablamos.Treinta? Ya le di quince al que me mand ac.

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    Ese no es mi problema. Hubiera venido directamente, y se ahorraba esosquince.

    Busqu los billetes en mi bolsillo.No usa billetera? Mire cmo estn, todos arrugados. Los alis. Venga

    conmigo.

    Caminamos a travs de pasillos amurallados de libros.Este papel puede haber salido de un solo sitio: el lugar donde se queman las

    pginas finales de los miles de libros que llegan a nuestra ciudad. El Instituto es elcorazn mismo de Finlandia Sur. Ah todos los finales son extirpados y arrojados alas llamas. Al que se encarga de esa tarea lo llamamos el Incinerador.

    Me hizo seas de que la siguiera y llegamos a un gran ventanal. Desde all sevean a lo lejos unos edificios de pocos pisos que parecan abandonados y ms alluna gran fbrica, semejante a los talleres del ferrocarril. Una chimenea inmensa se

    levantaba hacia el cielo y dibujaba nubes de humo negro.Ah tiene lo que busca: el Instituto Purificador de Finlandia Sur.

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    LA FBRICA DE DISFRACES

    A la maana encontr a la seora Mara Elena en la cocina.No vio a Alejandra? pregunt.No la vi. Y no creo que quiera verlo a usted.

    Saba que estaba en uno de los cuartos as que golpe la puerta de todos.La encontr en el 137. La puerta estaba entreabierta; ella estaba sentada en la

    cama mirando el papel floreado de las paredes.S cmo llegar a tu padre. Necesito que me acompaes.Por qu? l no quiere que lo encuentre. Haber venido hasta aqu fue un error.

    Tengo que volver a mi casa, a mis estudios. Ya mi mam me haba advertido. Alfinal, ella tena razn.

    Siempre hay un momento en que se descubre que la madre tena razn, pens. Y

    no es un momento feliz. Quise consolarla:Si tu padre te escribi la carta en esa pgina, es porque s quera que lo

    encontraras. Mi padre, cuando se fue, no dej ninguna seal. Se fue, y nada ms.Le tend el pedazo de pgina. Ella sac el resto de la carta de su bolsillo. Los

    uni, los separ, los uni, los separ: era un rompecabezas de dos piezas, pero lecostaba trabajo armarlo.

    Fue una seal para que siguieras sus pasos. Yo los segu por vos. Est en elInstituto Purificador.

    Me mir con odio, con esa clase de odio instantneo que solo pueden conseguirlas mujeres.

    El Instituto Purificador no existe. Los mismos libreros sacan las pginas de loslibros para no tener problemas. Mir la gua de telfonos, o pregunt en lamunicipalidad: no existe ningn Instituto Purificador.

    Probar no cuesta nada.Esa misma tarde salimos rumbo a la fbrica que me haba sealado la vendedora

    de caf. Salimos del centro de la ciudad, caminamos por calles arboladas y desiertashasta llegar al edificio de la fbrica. Como las ventanas estaban en lo alto, nopodamos ver el interior. Sobre la entrada haba un cartel que deca: FBRICA DE

    DISFRACES Y ARTCULOS DE COTILLN.

    Alejandra me mir con mala cara.Me dijiste que era el Instituto Purificador y es una fbrica de disfraces.No te dejes engaar por las apariencias. Le seal la chimenea de ladrillos,

    de la que sala un humo negro. Por qu una fbrica de disfraces estara quemandoda y noche?

    No s. Para quemar los trajes que no sirven. Las serpentinas viejas. Lasmscaras de goma. No sents olor a goma quemada?

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    Esconden el lugar donde queman las pginas. No quieren que nadie sepa dndeest. Estoy seguro de que tu padre, si es que trabaja all, se preocupa por salvarpginas de libros. Debe ser una especie de doble agente.

    Esperemos que s.Apenas pasamos la gran puerta de reja, un hombre gordo nos cort el paso. Tena

    una gorra azul que pareca de fiesta de disfraces.Sin autorizacin nadie entra.Buscamos a Julio Csar Molinari. Es el padre de mi amiga.No me importa quin es el padre de su amiga. Sin autorizacin sellada, nadie

    entra.Pero Julio Csar MolinariPara m no existen los Julio Csar Molinari, ni los Garca, ni los Mandrake

    Para m no hay nombres, para m todos son nmeros. Todos tienen que poner su

    tarjeta en ese reloj que ven all, que les marca la hora de entrada y la de salida. Yoconozco a todos por su nmero de tarjeta. No me importan sus nombres y menos, sushijos.

    Pas frente a nosotros un hombre alto, con un maletn.Ese por ejemplo es el 1044 dijo el guardia, orgulloso de su memoria.Pero no s el nmero de mi padre. No lo veo desde hace seis aos.Ya les dije: imposible entrar. Nadie puede distraer a los que trabajan aqu. Un

    pequeo error y volamos por los aires.

    Rodeamos la fbrica, los largos muros de ladrillo rojo, buscando algn lugar pordonde entrar. Al llegar a la parte posterior del edificio, encontramos una entrada paracamiones. La reja de hierro estaba abierta, y dos operarios se ocupaban de vaciar lacaja de un camin. Sacaban libros atados con hilo y los echaban en un gran canastocon ruedas. Una vez que estaba lleno lo llevaban al interior del edificio. Despus elcarrito volva vaco y se repeta la operacin.

    Si nos metemos en el carrito, con los libros, ellos mismos nos llevarn adentro.El carrito es grande, cabemos los dos.

    No, no estoy lista.Si nos atrapan, nos echan y nada ms, no hay otro peligro.No es por miedo. Es que no estoy preparada para verlo. Todava no.No me gustaba entrar solo, pero ella tena sus razones.Vas a sonrerme antes de que entre?No s sonrer.Todo el mundo sabe. Hay que estirar la boca hacia los costados. Tambin se

    pueden mostrar los dientes, pero eso es opcional.Si hago eso me sale una mueca. Yo no s.En reemplazo de la sonrisa imposible, me puso la mano en el hombro. Hizo un

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    gesto con la cabeza, sealando a los hombres que bajaban los libros del camin:Yo me ocupo de distraerlos.Alejandra se acerc a los hombres. Empez a hablarles en voz baja. Desde mi

    escondite no llegaba a saber qu les preguntaba, pero con su plida seriedadcontagiaba la sensacin de que se trataba de algo importante y profundo. Les deba

    estar preguntando el nombre de una calle o de una plaza, pero creaba el sortilegio deque en la informacin se jugaba el destino de la humanidad. Yo aprovech paraacercarme al gran canasto y saltar en su interior. Una vez adentro me tap con loslibros, hasta que me cubrieron por completo. Estuve un buen rato all; ms libroscayeron sobre m. Los tiraban sin cuidado, y cada atado de libros caa como si setratara de ladrillos atados con pioln. Maltrecho y dolorido, ya estaba por abandonarmi plan, cuando la carretilla se puso en movimiento.

    El olor blanco del papel nuevo y el negro de la tinta fresca se mezclaba con el

    olor amarillo de los libros viejos. Algunos terminaban con reencuentros y otros condespedidas; algunos con una batalla de miles de hombres y otros con una mujer solafrente a un telfono, pero todos tenan en comn que, en algn momento, terminaban,y estaban a punto de dejar de terminar.

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    LA HABITACIN DE LA CALDERA

    Las ruedas del carro rechinaban: me llevaron por un largo pasillo, despus por unarampa. A medida que me acercaba a mi destino, en el interior de la fbrica, en losstanos del edificio, el olor a libros viejos y nuevos ceda frente al olor a papel

    quemado. El canasto con ruedas se detuvo, despus de chocar con una pared. Esperunos segundos. Despus me decid a asomar apenas la cabeza y esto es lo que vi:

    Un hombre corpulento se dedicaba a arrancar pginas de libros. Vesta ununiforme gris, y tena las manos y la cara tiznadas por el holln que flotaba en elstano. Estaba sentado en una especie de trono formado por paquetes de libros atadoscon hilo. Por todas partes lo rodeaban montaas de libros que esperaban serextirpados de su final; l arrancaba las pginas con una mezcla de precisin yviolencia, como si deshojara alguna especie de flor maldita, que era necesario

    exterminar. Luego echaba el libro en un montacargas, desde donde el ejemplarretomara su camino hacia las libreras de Finlandia Sur.

    En cuanto a las pginas arrancadas, el hombre haca con ellas aviones de papelque arrojaba a travs de la enorme habitacin a la boca de una caldera que arda en elotro extremo. Los aviones llevaban su carga de finales y eplogos, de triunfos yfracasos, a travs del stano. Como si estuvieran guiados a control remoto entrabanpor la puerta abierta de la caldera, y aterrizaban entre llamas. El Incinerador tena unahabilidad prodigiosa: todos los aviones iban directo hacia el fuego. A pesar de la cara

    tiznada llegu a reconocerlo por la foto que me haba mostrado Sanders: era JulioCsar Molinari, alias Mster Chan-Chan.

    Me puse de pie y sent la felicidad de estirar las piernas acalambradas. El hombreme mir sorprendido y un poco asustado, como si pensara que de pronto los libroshaban cobrado vida y llegaban para vengarse por tantas pginas quemadas, tantossemejantes mutilados. Pero su sorpresa dur poco: cuando baj del carro se acerc am y tomndome de una oreja con sus manos gigantes empez a llevarme hacia elmontacargas.

    Nadie puede entrar aqu. Nadie puede molestar al Incinerador.Ya estaba a punto de caer sobre los libros.Espere! Vengo de parte de su hija.Molinari, Mster Chan-Chan o El Incinerador, como ahora se haca llamar, se

    detuvo. En su cara haba una muestra de alarma y de alivio. Pareca despertar de unsueo. Sanders me haba dicho que cuando actuaba en los teatros Mster Chan-Chanentrecerraba los ojos, como si estuviera conectado con un mundo invisible y a la vezcon el real: as me mir, como si mi sola presencia fuera una historia que necesitabaun final. Me seal el montn de libros y all nos sentamos, alumbrados por el fuego.

    No estoy preparado para ver a mi hija. Hgame un favor, dgale que no me

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    encontr.Su hija lo necesita. Vino a esta ciudad, est en el Hotel Las Nubes, y parece que

    se va a quedar ah hasta que lo encuentre. Lamento decirlo, pero es una chica muypersistente.

    Se pas un trapo sucio de holln por la frente, que qued tan sucia como antes: era

    como limpiarse con un carbn.Comet un gran error que caus la muerte de una persona. Comet ese error por

    soberbia, por creerme un gran buscador de finales. Vine a esta ciudad a pagar por mispecados. Aqu nada puede tentarme a volver a mi antiguo oficio.

    Hizo un nuevo avin de papel. Me di cuenta de que mi presencia lo habaperturbado, porque el avin no sigui la misma trayectoria de los otros: hizo unapirueta en el aire y pareci a punto de desviarse, aunque al final tambin fue a pararal fuego.

    Cmo lleg hasta aqu? Por qu me busca? En serio se lo pidi mi hija?Le habl de Sanders, de mi aprendizaje. Pareca no querer or, pero despus de

    meses, tal vez de aos de aislamiento, no poda suprimir del todo la curiosidad.Necesito que lea las pginas de Salerno y que les encuentre un final. Es la

    nica manera de que Sanders triunfe sobre Paciencia y sobre el Mtodo. Dgameaunque sea una palabra, algo que pueda ayudar a Sanders.

    Arranc las pginas finales de una novelita de tapas rosas.Nada me gustara ms que ayudar a mi viejo amigo. Pero no puedo buscar ms

    finales. Son una maldicin. Llevan a la desgracia y a la muerte.Pero eso lo cree solo usted. Sanders lo admira. Dice que nunca hubo nadie

    mejor.Le contar una historia. Entonces comprender por qu es mejor que est aqu,

    arrojando papeles al fuego.

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    EL RADIOTEATRO DE LA NOCHE

    Yo me haba especializado en buscar finales para radioteatros. Los programas salanpor Radio del Pueblo y se grababan con pblico, en una gran sala con capacidad paratrescientas personas. A veces actuaban orquestas en vivo. Y aunque el pblico tena

    frente a s a los actores, y