edmond jabes - el libro de las semejanzas

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El libro de las seme,janzas Edmond Jabès -c U - 4

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Page 1: Edmond Jabes - El Libro de Las Semejanzas

El libro de las seme,janzas Edmond Jabès

-c U -

4

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© Jaqises Sassier (E4co Callimard)

Edmond Jab es nació.en El Cairo en 1912, en una familia de origen italiano. Murió en 1991. A partir de 1932 y hasta 1956 su principal interés fue la diftision de la cultura francesa en Egipto. En 1944 fundó con algunos amigos el Groupèment des Amities Françaises ydirigio dos colecciones de poesla: <<La Part du Sable y <<Le Chemin des Sources>>. Desde 1945 su obra comenzó a set publicada en Francia. A partir de 1956 tuvo que dejar Egipto y desde entonces residiO en Paris. La publicacion, en 1963, de El libro de laspreguntas le reveló como uno de los auto res fundamentales de las letras francesas, y su obra como <<una de las mayores de esta época, segün afirmo Claude Mauriac. Los crIticos ma's destacados, como Gabriel Bounoure, Robert Brechon, Jacques Derrida o Maurice Blanchot, le han consagrado importantes estudios.

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El libro de las semejanzas

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Edmond Jabes

El libro de las semejanzas Traduccion de Sañl Yurkievich

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ALFRA

Tftuto original: Le Livre des Ressemblances © 1976, Editions Gallimard © Dc esta edición:

1984, Ediciones Alfaguara, S. A. 2001, Grupo Sancillana de Ediciones, S. A. Torrelaguna, 60. 28043 Madrid Teléfono 91 744 90 60 Telefax 91 744 92 24 www.alguara.cona

• Aguilar, Alcea, Taurus, Alfaguara S. A. Beazlcy 3860. 1437 Buenos Aires. Argentina • Aguilar, Alcea, Taurus, Alfaguara S. A. de C. V. Avda. Universidad, 767, Col. del Valle, Mexico, DR C. P. 03100. Mexico • Discrihuidora y Editora Aguilar, Alcea, Taurus, Allaguara, S. A. CalIe 80 n' 10-23 Sancafé de Bogota. Colombia

ISBN:84 -204-4298-4 DepOsito legal: M. 18.406-2001 Printed in Spain - Impreso en Espaaa

Diseñc,: Proyecro de Enric Sac ice Cubierra: l.ccis Pica I Marie Angelic Mafux Lizardi

PRIMFRA EDICION:AGOST() 19114 SEC;l N'DA EDICaON: MAYO 2(11)1

Tnclns Ins dercehus rcsen'ados. Ih,a publicacion no puedc ocr rcprodc,rid,, no en (ucla no en pane. Iii regisrn,daen to cran,mirid:, poe, unsiarema de recul'eraciOn tie ,nfor,aaciOn. en ningllaa lnrma ni l'ortIIng LIn mcclii,, sEa n,cCaflicu, In rot1ui 111ev. elrccroaici,, magnCroco, dec ' rtodpticu. par lonwopoa, o cullquier nero, sin e1 permoso previn ,r cscr,ro tie l cdi rnr

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El libro de las semejanzas

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INDIGE

Asi el ciclo . 15

El... de... o el libro ausente . 21

1. Las siete contraportadas del <di-bro de las preguntas>. ... ... .... 25

II. La cuestión del libro .........34 III. El juego del pensamiento 38

Ed, o la pritnera nube .................. 43

Extra-momento del libro, I ......... 45 Extra-momento del libro, II ......... 64 Extra-momento del libro, III ......... 66 El ante-primer momento del ante-libro 69 El ante-ijitimo mornento del ante-libro 77

Libro de El ...........................79

En el silencio de la palabra .........81 La perennidad de las tablas .........91 El juego de Dios .....................97

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Los juegos del hombre 107 El sobrenombre 111 La inmovilidad del tienipo ............ 115 La multiplicidad del lugar ............ 118 El rnás alto desafIo .................. 124 El pasaje ........................... 133

El proceso ........................... 135

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De su semejanza con el librn, al libro de su semejanza.

El libro es lugar de semejanza de todo ii-bro; - semejanza, igualmente, del lugar.

*

Dios no repite sino a Dios: ,y el hom-bre? Ab, el hombre tarnbién repite a Dios.

El libro, lugar del poder de Dios, es tam-bWn el lugar donde Dios pierde su poder: lugar, a la vez, de Su omnipotencia y de Su humillante capitulación.

El hombre es Dios donde Dios Se hace hombre, en la semejanza.

La ilegibilidad está al cabo de la legibili-dad perdedora.

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AsI, el ciclo...

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1

dEs semejanza, en el meollo de nuestras refe-rencias, el criterio de juicio ma's clifundido, el mejor aceptaclo pot ci prójimo y aquel en que se apoyan los que buscan conocernos?

<<Eres aquel a quien te asemejas * —pero cada vez me parezco a Otto.

dPodemos ponernos de acuerdo sobre una se-mejanza? Y previamente, qué es la semejanza?

La apariencia nos disimula. La semejanza es espejeo de apariencias. Llegaremos, pot via de la Se-mejanza, a cain en la identidad?

He aqul un libro que se parece a un libro —que no era en si un libro, sine la imagen de su tentativa.

He aquf personajes que semejan personajes frecuentes —pero que sOlo eran personajes de ficciOn.

Sc da aqul una nueva dimension a lo que fue aprehendido a través de la interrogación y Ia medita-ciOn, a través del relato y del comentario, a lo largo de los siete volOmenes de El libro de las preguntas.

dSe inscribe este hbro en la continuaciOn de aquéllos? Es evidente que, de no existir El libro tie las

preguntas, éste no hubiera side dado a luz; pero existe

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por Si mismo, como cada libro es prolongacion o acaba-miento controvertidos del libro, escrito o por escribir, en que el escritor está enclavado.

2

Ante el espejo, Sara desnuda contempla su cuerpo. Si se demora en examinarlo con detalle, es porque sabe que se Ic escapa.

Quién es dueflo absoluto de su cuerpo? Se puede hacer callar a hablar a! alma. Podemos refugiar-nos enteramente en ella; .pero en el cuerpo?

En torno de Sara, inujeres y hombres son de-tenidos pot sus cuerpos; en Jos registros de policla se los designa como <cuerpos de pertenencia judIa>. No hay documento de identidad para las almas.

Ella escruta su rostro enflaquecido que la ate-moriza, porque detrás de él ya entrevé el de los nuevos mértires de Ia ideologIa ambiente.

Estamos en 1942, en Francia. Qué haces Sara ante el espejo, treintaid6s aflos

después? Como si ci desastre te hubiese omitido? <<0h, Sara, escribió Yukel, tu cuerpo tiene la

belleza sobrecogedora de los lejanos paisajes de la in-fancia que eclipsan al más reputado de los sitios.>

(jNo Se ya en qué época vivo, en cud minuto?

Acodado en su ventana, Yukel interro,ga el vaclo. Sara lee una carta de Yukel. Yaci se ha apartado tie la multitud densa que cruza en

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todos los sentidos las plaza de la opera y me hace señas con esa misma mano quc antaño alineaba palabras de amor sobre papel azul, destinadas a su amante

—Antano, es decir en aquel tiempo sor-prendente que el libro desmonta para desper-digar las partes.

en ese tiempo sorprendente de flues-tro otoik tapizado de misivas miserables.)

<<Nuestra historia jamás seth otra cosa que la historia de ut-i libro en la transparencia de los dias di-funtos, donde se hojea la semejanza>, escribiá Sara a Yukel.

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El... de... o el libro ausente

Et dia Semi nacimiento; el dia tie mi muerte: ;oh, página inmaculada!

>'Blancos son los primeros y los ültimos vo-cablos, clecla reb Uadish.

Y reb Salse!: <<Hemos olvidado La lengua de Dios.

"En rodo tiempo este olvido fue nuestro per-gam fl 0.>'

Tambien la ausencia es transparencia de seme-janzas.

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<<La semejanza por la que, de libro en libro, la interrogación fue ilevada a su primer —'iltimo-- término, nos brinda la oportunidad —como se dice en dos colores, que son comple-mentarios— de un nuevo y cercano preguntarse que no sabemos todavia a dónde nos Ilevard; sa-bemos solamente que ya nos condujo a la otra ribera del mismo e inagotable libro>>, decla.

Lo que está pot leerse, queda siempre por leer.

Lees. Te ligas a In que se desliga —a lo que en tu ligazón te desliga.

Eres un nudo de correspondencias.

un nudo de inocencia, de astucia, de verosimilitudes, de inverosimilitudes, de infinita fidelidad.

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I

LAS SIETE CONTRAPORTADAS DEL LJBRO DE LAS PREGUNTAS>

<<Ah, quién enumerará alguna vez los siglos interrogados en los márgenes de flues-tros librosh>, escribia reb Amit.

Y reb Arzi: <Cada siglo nos lega su página blanca.

)>La eternidad, no rnás que mirIadas de hojas que escaparon a la escritura.>

EL <<LIBRO DE LAS

PREGUNTAS>>

El libro de las pregun-las es el libro de la me-mona.

A los obsesivos intenro-games sobre la vida, la pa-labra, la libertad, la elec-don, la muerte, respon-den rabinos imaginarios cuya VOZ es La mIa.

Las respuestas que da esra obra, dos amantes perdidos vendrdn a leer-

<La novela de Sara y de Yukel, a través de di-versos diálogos y medita-ciones atribuidos a rabi-nos imaginarios, es el re-law de un amor destruido por los hombres y per las palabras. Tiene la dimen-sión del libro y la amar-ga obstinaciOn de una pit-gunta errante.>>

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Las; de mi parte, he in-tentado, al margen de la tradicián y a través de los vocablos, recobrar Jos ca-minos de mis fuentes.

Pan existir se necesita primero set nombrado; pero para entrar en ci universo de la escritura, es necesario asumir, con el propio nombre, la suerte de cada sonido, de cada signo que lo perpetüan.

Dc un idiho simple y trdgico surge tin canto de arnor que Cs, a pesar de todo, canto de esperanza. Este canto ambiciona ha-cernos asistjr at nacimjen-to de la palabra y, en di-mensi6n más que real, a tin ensanche del umbral del sufrimiento que ilus-Era una colectividad per-seguida, cuyo lamento es retomado, era tras era, por sus mértires.

1963

EL LIBRO BE YUKEL

El lugar donde ci escri- <<Un escritor se evade tot se interroga encubre mediante Jos vocablos; en-

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la ausencia del libro. Es el lugar anterior a la vida y de la muerte vivida. Se sitüa entre la obra acaba-da y la obra per escribir. Por qué sorprenderse en-

tonces de que los persona-jes que alli se encuentran nos parezcan fantasmas?

El espacio estâ atrave-sado per vocablos, seme-jantes a pájaros blancos en la luz del dIa. Se fija-tin solo a 'a hora de la lectura y en un orden im-previsible.

Del suicidio de Yukel at deceso de Sara, cada página es el precio de una espera y la voz de la con-fesi6n.

El universo se forma donde se informa ci uni-

verso. Relatos, dialogos, refle-

xiones, plegarias se suce-den y se destacan, como crestas solitarias, en ci ho-rizonte; pero al grito se le asigna ci grim. Es la hie-dra y el signo.

1964

tre ellos, algunos to siguen en la muerte. Un vocablo es ante todo una colme-na, luego un nombre. Des nombres se disputaban mi corazOn y mi alma. Los hallé en el trasfondo de ml mismo y su existencia era la que, en tinieblas, habIa vivido. Como tO ayer, estoy at horde de mis fuerzas. Mi pasado esta cargado de despojos, de persecuciones. Mi pa-sado inclina su cabeza so-bre un apoyo ilusorio, un hombro compasivo o mi mesa.

Carezco de ambici6n. Soy el pasaje abierto per el dIa en que me echaste.

*Qué es un escritor?, preguntaba reb Hod a un célebre narrador. Un hombre de letras? Ni eso; sOlo una sombra que lieva a un hombre.

Eras ese hombre, Yu-kel, ese héroe y ese mar-tir.

*Me borraré, pronto. >>Volviste de los cam-

pos culpabies para consa-grarte a tu Oltima hora y

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mis hojas tienen el olor de ]as cenizs de tu fe.

>El libro es un momen-to de la herida o la eter-nidad.

*El mundo se limita a floSOttosj>

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EL RETORNO AL LIBRO

AIJI donde Ia hierba as-pita sOlo a permanecer verde y el sIlex a sentar testimonjo de in separa-ciOn del agua y de in are-na, el vmnculo se vuelve ii-bro y el libro universo.

El retorno del libro es la tiltima pane de una obra que prosigue su Ca-mino en profundidad

A Jo largo de un relato que nos hace asistir a Ia destruccion del amor en- tre dos adolescentes ju-dIos, sin tomar nunca for-ma narrativa, personajes imaginarios nos conducen, a través de preguntas y de diálogos, a las fuentes del lenguaje y de Ia medita-ción poética, donde <Dios

>>.Oyes desplazarse al aire o alizarse el agua? El vInculo es Ia muda daga, fuera de su vaina; asI, Ii-garse es pasar la cuerda en tomb de la hoja, es rehacer constantemente el nudo doi-ide el nudo es imposible.

*La libertarj está en el vmnculo que nos remite al misino vinculo.

>Vivo, he aquI el mila- gro. Soy Ia vida del vincu-Jo en el nudo cercenado

>>Te necesito, hombre del alto y del halo; no para seguir existiendo si-no, al contrario, para fijar en Ia tinta ci térmjno de mi vicla.

'>Entre cenizas y semi-Has de incendio.

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es una interrogacióri de Dios*.

Libro escrito dos veces, en ci libro y fucra de él. Doble experiencia donde la conclición de la palabra se confunde con la condi-chin judIa, pues <<judals-mo y escrituta son una misma espeta, una misma esperanza, un mismo des-gaste.

1965

)>Sé ahora que la pági-na unce la página, como ci vocablo unce el signo sojuzgado.

>>Signo con signo o sig-no en ausencia de signo.

>>A1 final de ]as horas descontadas que la aurora rebana; al final del cami-no donde Sara perdió a Yukel, donde el judlo mu-no con el judlo para pre-servar su fe, ci retorno al libro es retorno a la savia y a! juramento.

*No tendras que rendir cuentas más que a ti mis-mo, ci dia en que edifi-ques sobre tus cuentas. A tu vez, después de ml y conmigo, sé el lecho del tiltimo hbro.>>

YAEL

Esta obra comprende dos panes: El hem p0 an-tes del relato —que es la obsesiOn— y El tiempo del relato que se presenta en forma de diario.

Una mujer, Yael, se de-bate entre un pasado si-

<< ... ese sueño que fue horrible ahogo del alma, luego una elevada idea de la muerte, después un vul-gar cuaderno donde los dias tropezaban con la noche.>>

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lencioso, figurado pot un iitho que nació muerto, y el porvenir que ella desea.

Ella es Ia Palabra del libro y la ánica que tiene un nombre.

El hombre al que está unida, excedido pot sus mentiras, en un gesto de desesperacion cree haber-Ia eliminado. De hecho, es a su propia vida que pone fin y este asesinato es el suicidjo del Creador en el seno de la Creacion

Tras Jos rastros de Yael, el narrador eniprende una bthqueda angustiosa de Ia verdad hasta tomar con-ciencja —como recuerdo vago pero pertinaz-__ del crimen original.

AsI se interroga el Ii-bro, testigo de una edad oscura, revelado pot cada cenrella del tiempo que éI destruye.

1967

ELYA

En el relato precedente, Oh Yael, tu nombre Yael se identjfjcaba con el row en el Otto extremo

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Verbo, donde el hombre carece de mensaje.

La historia del niflo de su primer amor, nacido muerto, a la que Yael de-bla —quizá a precio de muerte— asociar a Elya, se inserta a continuacián de este libro.

<<El libro encierra un rostro; al escribir, produ-cimos sus arrugas.

El libro más antiguo es la figura ma's pura.>>

En sus alianzas y rup-ruras, este rostro —don-de se despliega el silencio de una pasión destruida-es el de Elya. Pgina tras página, estaretnos empe-fiados en descifrarlo hasta su óltima e imprevisible metamorfosis.

En su tiránica y litigio-sa ausencia, es la vida de-voradora de otro —uno mismo? ,Dios?— que un ser inocente y yerto nos hace meditar en los mar-genes desmembrados del Libro.

1969

del silencio, fue reconsti-tuido en la muerte; pero quién se encargó, tan mal, de hacerlo?

>>El orden de sus letras fue por descuido alterado y un nombre desconoci-do, "Elya", se perfiló so-bre la arena donde, desde mucho tiempo atrás, nadie esperaba a nadie.>

<<He aqul que la muer-te nos hace vivir su sueflo irrealizable de vida.>>

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AELY

32

Escribir es, quizá, reve-lar a si mismo ía palabra, en el umbral de ía muer(c.

Asi el libro se deja por momentos vet, descifrar per Ia mirada de AeIy que, ojo del Todo y tie la Nada, es rambjen Ia inex-tinguible mirada de la fry a Ia que vida y muerte es-tn sujetas.

En ía palabra ojo (oeii) es/i la palabra dey

(ioi). Toda miraa'a con-liene ía icy.

Signo en In inhinita hue-ha del signo, esta obra se presenta como una refle-xión sobre si misma y so-bre las obras precedenres, de las que ella precede.

1972

<<Es en el vago espacio de una palabra presentida que Aely nos observarla.

*Quin previó tama-fla paciencia Para el silen-cio? Oh noche.

>>E1 mundo deja en Paz

a quien no hibra ninguna conhidencja

>>Hay lo que nos acaba y que luego acaba con Jo que, aunque acabado, con-tiene nun una parcela de flosotros.

>>Existe un acabamiento contemporanee de todo acabamiento pete que re-siste a éI Para consumarlo en su potvefljr.

'>Aely, potencja de Ic más Lejano.

.poterjcja de Ic más lejano y jamds concebido.

>Recompondria Ia na-da nuestro nombre cc-

menzando por la ultirna letra?

Oye respimar el tiem-p0. La respiracion de Ia eternidad es impercepti ble.>>

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('EL' 0 EL ULTIMO LIBRO)

El relato nace del signo y nos remite a! signo.

<c.escrito (écrit), rela-to (récit): aria misma pa-labia en ci trastocamiento natural de sus letras

>Todo escrito nos pro-pone su pane de relatoi

Hace diez aflos, ileva-do pot ci movimiento del circulo, un libro —idén-tico pero distinto— Ileva, cada vez más lejos, su propia interrogación; pre-gunta incansablemente re-tomada en los confines de su inseguridad.

<AquI, ci cIrculo de ayer se volvió punto y Ia interrogación del cIrculo, cuestionario del punto.*

Encuentra la obra cir-cular su lógico desenlace en el punto?

Ese punto —ifltima tra-za— es tanibién ci lugar, instante circunscripto, del eterno recomienzo del ii-bro.

Con este libro, séprimo de la serie, acaba El libro de las Preguntas.

1973

<<A!cance acaso ci apo-geo de esta inconcebible muerte donde, desiumbra-da, zozobró la mirada de Aely, muerto que se negé a in letra, al vocable, y que escapa asi a toda p0-

sesi6n, y pot lo tanto al libro?

>>Horrible obligacion: capitular alil donde nos sorprendió ci refiejo em-paflado de la ijitima au-sencia; resignarse a la con-dicián infernal de inexis-tente.

*Como Dios, ci vaclo no tiene nombre. El ojo del ultrasilencio se petri-fica en ci punto final del hbro.

>Ninguna palabra fue después pronunciada.>>

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II

LA CUESTION DEL LIBRO

El autor del libro del cual se trata se oculta bajo diferentes seudonimos que, desde el comienzo del jue-go, se presentan cotno voces de todos los tiempos y —de inmedjato_.-. como set-es a la vez familiares y ex-trarijeros: ocurre que el autor es en si mismo ajeno a su propia persona y el libro —mientras se sostenga que el libro del que ha sido instrumento le pertenez-Ca— es, de hecho, el libro vehiculo de todos los libros; segura ganancia, pero a la vez pérdida del libro ajeno al poder del escritor. Siendo ilimitado, ese libro no se halla. Acompana a los nuestros. Los inspira. Si exis-tiera, serla un model-i. No existe, es 'a obsesion del libro y, en la práctica, su estallido, sin que pueda de-cirse con exactitud dánde se produjo y hasta donde foe sentido —gritos mezclados de la rnadre y del hijo?—. No es quizi rnás que grito de letras y vocablos apar-tándose de si mismos —como el supuesto autor de este libro se aparta de su vida, para volverse escritura

escritura de su muerte.

WI

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35

Quien asimila cualquier parte de El libro dc las

preguntas a una teorla de la escritura se equivoca gra-vemente.

Si teorIa hay, ella nace de una interrogación que toca tanto al hombre come a la palabra; al hom-bre en el instante en que se escribe, en que se vuelve vocablo. La inquietud, la angustia son su fundamento: mane a mane consigo mismo —como se da La mano, come se lucha mane contra mano— que en el libro es mane a mano de Ia palabra con la palabra surgida, tolerada, combatida; porque de pronto ella ocupé nues-tro lugar y lo importante para nosotros es saber en qué nos hernos convertido, en qué universe evolucio-names, a qué ritmo y por cuál camino, a lo largo de qué via y qué muerte apropiadas.

Y de qué borradura fuimos victimas. Todo se hace en nosotros dentro de cierte or-

den y con nosotros se deshace. El libro no es mds que so irnagen, a nienos que sea lo centrario.

M

Se sate del libro para volver a entrar; pero una vez adentro, no hay rns salida.

Qué otra salida entonces —lo cliflcil, lo cruel, no es el accese al libro; es la salida— que la del tiem-po de una respiración, con los ojos cerrados?

Solo se puede escribir con los ejos bien abier-tos y lo que se ye no es sino lo que se aprende a me-dida que se avanza, cenfiado, e que se retrocede, ès-pantado.

El pretendido autor de El libro de las preguntas se acuerda boy de so lenta pregresión en el Libro y de su rechazo per parte de éste: expulsiOn de un Iugar

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privilegiado, donde su libertad se ejercia a expensas de su existencia.

*

El judaIsmo estd presente doquiera que el hom-bre es maltratado, perseguido; pero el judlo está solo, frente a su destino. Las alegrIas de sus semejantes las comparte solo un momento; porque este alejamiento es su mayor salvaguardia. Sus vInculos se incriben en este alejamiento, en esa distancia impuesta en la que se mueve, habla y muere, como Si SU camino engen-drase, sin cesar, ci carnino; como si sOlo un rollo de pergarnino pudiese contener su ley, en tanto imagen material de su errancia; como si su indefinido desen-rollarse representase esta incalculable distancia, pun-tuada de mandamientos, que el judlo esS destinado a recorrer.

El lenguaje es mezcla de semejanzas —pruebas y contrapruebas de semejanzas—. Escribir serIa enton-ces hacer fuego con toda semejanza, marcar con eso las etapas, los grados.

Lo que percibirnos de una imagen nos la res-tituye segtin Jo que para nosotros significa, corno si Ia irnagen reproducida mentalmente fuese el pasaje sen-sible a la imagen develada, el nexo entre ella y no-sotros, y también la revelaciOn de su significaciOn.

La interrogaciOn se sittia en este nivel de acer-camiento.

El universo se designa por so semejanza con ci universo Intimo en el cual evolucionamos, por su pro-yecciOn en nuestro trasfondo, donde no se distingue ya lo que es de lo que no es más que semejanza con-fesada, agotada.

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3]

(La semejanza se despoja de Ia no esen-cial. Es Ia esencial reintroducido en el circui-to de las Jormas, las ideas, las ,netá/oras y las alianzas —lo esencial,nente conservado de las relaciones entre objetos y pare nies-cos de objetos.

<Oh Sara, escribio Yukel, fuimos tan pa-recidos que la semejanza, para nosotros, ja-más tuvo sentido.x.

As! Dios, <Eb>, no pudiendo sino ser setnejante a Dios, no posee semejanza.

Podemos parecernos a Aquel que, en esencia, no tiene parecido? preguntaba reb Eliav.

Se le respondió as!: teNo somos acaso imagen del vaclo que no posee imagen?

Reb Liar tenia, sin embargo, otro pare-cer. c'Si Dios, escribia, eligió, como sabemos, mani/estarse por un punto, jno jue acaso para poder proclamar Su semejanza con cada punto?

Y agregaba: Cuando a /uerza de des-pojamiento, Ileguemos a no ser más que un punto en todos los libros, nuestra semejanza con Dios será consumada.*

..-El punto revela a Dios, /uera de sus semejanzas', escribio, por otro lado, reb Ben-cha bat.)

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III

EL JUEGO DEL PENSAMIENTO

<<El pensamiento es el agujero, decia Yael. El agujero donde seremos amortajadosj>

Y Sara: oPueda ml pensamiento ser sdlo ti, Yukel, donde me pierdo, donde éI nos pierde.>>

(Diremos que un pensamiento se pare-ce a otro por su ardor tnutuo en librarse ba-talla.

En el pensamiento de Dios, sus luchas se eternizan, reavivadas por nuestra curiosi-dad y nuestros prejuicion, escribia reb Abed.

La eternidad es con flicto de setnejanzas.

No hay eternidad fuera del pensamiento. Dios es, dondequiera que El se piense, la eter-nidad de su pensamiento.

<La eternjdad cc tam bién rota /0mm agresiva del pensamiento —agresión contra todo pensamiento que no es más que pensa-

miento momentáneo; pretenciosa centella?, decia reb Caleb.

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39

Y reb Sayag: wAh, pueda nuestro pen-samiento durar ma: de un instante. AsI, gra-cia: a 61, tendriamos un anticipo de net-nidad.,>

El libro tiene stem pre por tras/ondo, la agonla de an libro.)

El

(Dos pensamientos no son sino una mis-ma centelia reivindicada pot cada uno de c/los.

No hay pensamientos idénticos. - Elios difieren siempre en algün punto. Pot ejemplo: uno brilla menos o mds que el otto.

Lo que acude es Ia pensamiento pose-sivo. Puede, sin embargo, que lo que venga sea solo ci retorno imprevisto de an pensa-miento herido.

gPagamnos, al pensar, el precio de cada pensamiento? Y cuál es ese precio?

La sangre que irriga tu cerebro, decia reb Abousir, es la sangre derramada por (us pensamictuos; la sangre que tá derramas.>

Y agregaba: *Nuestros pensamientos no pueden costarnos ma: que los cinco litros de sangre que contiene nuestro cuerpo.

'>Al canalizar nuestra sangre, el cuerpo ha ernplazado la red de nuestros pensamien-tos. Somos, de es/c modo, un cuerpo recorri-do pot pensamientos antiguos y actuales.

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40

"Salud del cuerpo! iFs peranza del pen-samiento! eEl porvenir está en la sangre?s, preguntaba reb Azuel.

<(El futuro del cuerpo es limitado. El cuerpo da lo que recibe. Su áltirno don es su muertex, le respondieron.

aLa sangre es a la vez rIo de vida y rojo océano de muene.

xEl universo se anega en nuestra san-grex, escribia reb Guedali.

((La muerte es tatnbien un pensamien-to, como la vida, infinito pensamiento de la muertex, decia reb Kambi. Y agregó: ((La muerte está en todo pensamiento, como el pcnsamiento del pensamiento.>

Caminas. El pensamiento ma, cha con/i-go; pero el pensamiento esM siempre en mar-tha. Es pues, simultáneamente, un pensamien-to en marcha y tu cuerpo que marcha; pero el cuerpo no se desplaza jamás al ritmo del pensamiento.

El pensamiento reinventa el cuerpo, cuerpo emergente a imagen del pensamiento; imagen —cambiante— que sus/entamos.

Tu cuerpo es tin libro de pensamientos que no sabriamos leer en su totalidad.

tEI libro de Dios es/a en nuestro cuer-po), decia reb Gad-)

—Al margen de nuestras pertinentes lecturas, una palabra ilegible queda como vocablo en potencia. Ocu1tándose a la mirada, escapa a la nada?

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SerIa el ojo, en ese caso, at arma fatal, anna preferida de la muerte?

—Lo invisible es escritura a la espera; de es-peranza posible e imposible.

Somos asi inducidos a abordar ci libro. Lo que se lee es siempre tributario de to que está por leerse.

—Y la came, por toda palabra, se hizo came para set corrompida por el verbo donde Dios, acorra- lado, renunció a! supremo poder, frente at poder mdc-terminado del hombre.

(-Oh amor mb, escribia Yukel a Sara, Dios es/a despues que nosotros, como N dia en que nuestro amor nos será devuelto)

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Ed, o la primera nube

una nube, Ed, subia de la tieria y embebla toda la superflcie del sudo.>'

(Genesis 11-5-6)

Con miras a la creacián del hombre, Dios hizo subir La nube del abisnio hasta Los ciclos para embeber la tierra, y el hombre fiic creado de la ma-nera en pie ci panadero agrega agua y luego amasa el pan.'

(Comentario de Rasehi sobre Genesis 11-6)

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EXTRA-MOMENTO DEL LIBRO, I

(Existo porque La me conoces, dec/a. Dc ti proviene ml semejanza.

eQue es ci Pensamiento sino la pensada por todos los pensatnientos sacri/ica-dos en su nombre; la Seme)anza interrogada a través de la interrogación que ella suscita al/I donde no es más que distancia librada de insidiosas setnejanzas?

<ePensar la semejanza, no es acaso pen-sar ci pensamiento en 514 compieja rciación con ci vocablo que lo imprime o elimina? Somos alabados o rnenospreciados por flues-tros seme jan/es en funciôn dc nues/ras seme-janzas y de nuestras desemejanzas.

>>EI pensamiento es fulgor descubierto an/es de la salida del sol. A ,nediodia la isa es/a' en su apogeo. Todas las sombras se pare-cen; todas las letras en busca de una misma palabra>, dec/as.

La palabra se desliga de las semejanzas en su voluntad de privilegiar una sola.

Dios no puede ser cscrito.)

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I

Quizá advino para ti el tiempo de librar-te de tu nombre. Tarea larga y ardua. Es necesario que alcances tu niuerte sin identi-dad, desnudo y de nuevo virgen.

Aquel que fuiste, se parece a ti? Lo dudas, ahora. Y sin embargo, abusaste de esa semejanza.

No has sido más que la distancia, por ti mantenida, contigo mismo.

.contigo, es decir ci vaclo inconfesable con el que rivalizas.

Asi La disponibilidad sigue siendo la salva-cion.

Ma's vaclo que ci vaclo, por haber sido la loca semejanza.

Prohibido fue el fruto del Conocimjen-to; puesto en el index por haber simulado duizura.

(Debo hablarte de esa inocencia que es la creación: ana setncjanza concretada. El an-tedlia es la no scmejanza mantenjda en estado larval. La vista no es mds que planta ciega,

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tallo disputado POT las hrumas, y ci oldo, tin caracol deshabitado; pianta disputada por las brumas del espiritu y caracol infortne en la nostalgia de Dios, en la nostalgia del hombre todavia no hombre y de la mu/er ya mu/er. Y ci hombre existió por la mu/er y la tierra, POT el hombre en exilio, desde la primera gota de roclo.

Asi nació la mirada y, con ella, la seine-janza de los reinos entre ellos, de las especies entre ellas y de la naturaleza con la na/u-raleza,

y la inteligencia apoyada en la mirada y el oldo, y la mano ligada por todo el cuerpo a la inteligencia.

Dios se reconoció en Dios; pero el hom-bre cuestionó ci inundo, en su prisa por Ii-brarse del Creador.

Todo ado de creación es ado contra la obra de Dios y el libro, el estallido de su semejanza con el Libro divino.

Asi, sobre cada libro pesa, a la par, la alegria y el dolor de Dios, decla.)

ru

Hay que creer en et libro para escribirlo. El tiempo de La escritura es el tiempo de esa creencia.

Creo. Escribo; pero cree el libro en ml? Ab, obrar de manera que los vocablos crean en uno. Dar garantias.

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La semejanza obra al nivel de la creencia.

No hay libro fuera de so semejanza con el libro, doride falta la creencia.

Greet pan crecer.

Avanzar en el libro como se avanza en edad, como se adquieren conocimientos.

.de la primera infancia a 'a plena ma-durez; de ]as primeras horas torpes del pen-samiento a las más temerarjas.

VWJ

Pensar, escribir, es hacerse semejante. La escritura, el pensamiento, no son sino proxi-midades sutiles de semejanzas, juegos de apro-xirnación; fuegos combinatorios enfrentados con su nada, cara al objeto.

Pensar lo otro es perpetuar la semejanza.

No hay irnpensado semejante,

El tiempo marca la semejanza. La eter-nidad Ia borra.

El fuego obra su semejanza en el fuego.

EWI

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(El pensamiento dna/ía ci pensamien-to para justi/icarse ante sus pro piUs ojos —y para pelearse con la seme)anza.

- la Scmejanza que es, para ci pensa-miento, pensamiento para dis-pensar como se deshace lo que cstá hccho o se dcspianta lo que está plantado: lo ya pensado.

En la evolucion del pensamiento —corno en la crcación— ayer es La sombra de maña-na, de (a que .curgirá la ciaridad.. -

El pensamiento intrigado se acerca a lo impensado, como los peces que tocan tierra.

Lo irnpensado, para el PCZ, es la tierra.

<Si hay tin lugar para lo impcnsado, dc-cia, es ci lugar disperso donde ci pensamiento se abisma. Mediodia es apogeo dc lo impen-sado; del pensamiento abismado.x)

<De todos los dIas, Dios hizo el dIa. Asi yen-ció la separación, decia reb Arcash. De todos los libros, haremos un ónico libroa>

Y reb Abbed: <<Nos destruiremos sin cejar, pues al final de roda desrrucción está la inmensa aber-tura del cielo.*

Y conclula: <<Un dia, escribiremos, como Dios en el cielo, el invisible libro de Ia muerte. Dejarenios de leer a Dios. Seremos 1eIdos>

Transpatente es lo infinito de todo fin.

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(teComo proceder, decia reb Barsilon, para ir hacia Dios, abatiendo los obstaculos que se escalonan hasta lie gar a El?

x'Dios está detras tie todos los obsiacu-los que son de carne y hueso y que son, tam-bién, barreras del espIritu. Una vez ailanadas, el alma y ci cuerpo no son mds que polvo anOnimo y brisa clandestina por encima del polvo.)

<<No podemos crest Is bóveda celeste, decia reb Josué, porque ignoramos ci misterioso arreglo de las letras con que los cielos y Is tierra fueron concebidos.

x.No podemos impedir que Is luz se apague pot-que Is combinacion de las letras que Is salvarlan de ]as tinieblas nos es desconocjda.

>>No podemos, oh muerte, sino considerarte como absurdo y doloroso término porque no sabemos agrupar conforme a Is vida, las letras que harlan de ti no su acabamjento sino su levadura.

>>No podemos, oh hombre, salvarte en tu hors postrera, porque Is secrets disposicián de las letras que te devolverlan ci ahento, se nos escapa.

>>Nuestros libros no son sino libros de igno-raffles.>>

Y agregaba: <qAh, cuáles son esas letras que no componen más que un vocablo impotente, testigo de nuestra impotencia? Dios las desprecia. Y sin em-bargo son ellas las que nos clan a leer a Dios.>>

(?lCómo dispondremos de nosotros, no-sotros que no disponemos de nada?, decia reb She miob.

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*Dios y el hombre son pobres. Uno por haberlo dado todo; otro, por no haber dado nada.>

Y reb Betesh: Dios está en todo signi-/ica que, /uera de Todo, El no es nada.

' El hombre cstá en Dios, signi/ica que el es solo ía pane que le ha sido concedida de esa nada.

La Nada insiste. A través de esta in-sistencia, ci tnisterio divino se aclara. Poten-cia de la Nada sin la cual ci Todo no seria más que imagen mental..)

Tomo mi pluma cuando siento que no puedo hacer de otro rnodo. Hasta entonces, evito, mediante toda clase de ardides, ceder a los vocablos, a las soli-citaciones de la página en blanco.

Se que un dIa no escribiré más. Y esta certeza me vuelve, a in vez, feIiz como en vIsperas de una libe-ración, y me hace temblar de miedo.

No me pIanteo in cuesti6n de saber qué me volverla sin escribir; se que, de no escribir mis, mo-rirla.

Cómo se podria estar muerto y vivir hasta In muerte?

El cuerpo es un enigma: un universo y una rumba; universo de una rumba y rumba de un uni-verso. La piel no limita el dierpo.

Lo que escribo, como si tomase ci mismo Ca-mino, pero hacia aries, me conduce a lo que no escri-bire ya mes, a in noche.

Te has preguntado, una vez publicado el libro,

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qué otro significado podria tenet el oxse terminó de imprimir* que el de una constancia, pot el tipOgrafo, de tu muerte legal?

Una muerte trivial. Cuntas veces he muerto? Hubo un tltimo libro que aspiraba a set recibido como tal. dEscribiré siempre sobre sus hojas amarillentas?

(La Nada, resistente raIz.)

<<Somos, de cada libro, la vivida muerte de un solo libro>>, decia.

—El vocablo nos liga y, simultánearnente, rom-pe nuestros vmnculos. A cu1 de ellos deberé, un dIa, mi libertad?

—A uno solo. A to nombre despedazado.

Dios mat6 el Nombre que Lo ha matado. Feroz, oh tan feroz libertad.

Si con El) o el dltimo libro puse punto final al Libro de las preguntas, con El libro de las seine jan-zas termina, quizé, el libro de una vida en el libro;

pero hasta dónde me aventuré? Toda vida, confrontada a Ia eternidad, es corta

vida, vida irrisoria.

<<No es la vida la que podra con nosotros, sino nosotros con ella. Morimos pot nuestras manes, de nuestra nada y pot nuestra falta.

*Cada uno de nuestros gestos va dirigido contra la vida, aunque nos afanamos per contar lo contrario,

*Dada flues tra sed de vida, fingimos ignorar que el cuerpo y el espIritu, pot intermedio de Los sen-

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tidos y del pensamiento, no son más que momentos confirmadores de la rnuerte y que ci conocimiento es solo cebo del vigilante vaclo.

si en eso residiese La explicaciOn del pe-cado original: quemar hasta ]as cepas seculares Las at-boladas avenidas de la vida; tapar con ceniza, a pala-das, los agujeros, más y ms profundos, de la muerte?*, escribla reb Asayas.

Y reb Simhon: <<No se acaba. Sc suprimc.*

(—Decidme cdmo os habéis arreglado para desaparecer.

—Es bien sencillo: rompi en dos ml nombre, asi dejé ver ml ausencia —como ci co/re que se abre deja ver su contenido.

—?Quién sois? Es la primcra vez que os hablo en ci libro.

—Nunca deje ci libro. —Creo escucharos, pero no os veo. —Escucháis las palabras del libro. —Vuestra voz me agrede, a no capto ya

vuestras palabras. —Ella es ci silcncio del libro. —eY la mia? —El silencia de todas las voces.

-e- . .pero donde cstdis? —(ada persona/c del libro es ml dobic.

ePcnsdis que podia sacri/icar a todos y prc-servarme yo?

—eEntonces, ya nada sois? —Antes de ml, cstaba ci libro; después

de ml, cstará ci libro; gpero quién sabrA iden-11/icar ml voz?)

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Escribir es, quizd, imponerse, en el seno de la semejanza, a todas las semejanzas; parecerse al fin a si mismo, a la nada.

rtl

Nada es verdadero, todo podria serb.

Nuestra miseria consiste en no poder conser-var

. la vida que fue enteramente nuestra; en buscar,

al cabo de la esperanza, la muerte para no declararnos vencidos.

<<Innümeros nombres en el nick de uno solo. >>Siempre habrá pájaros para poblar de gritos

el espacio vacIo>, decia.

<<Dios es tan pronto victoria del ala como el arma mortal de su derrota. Posibilidad dichosa para el ser que se le asemeja, de elevarse y el clavo que lo fija al suelo o contra la pared: la esperanza o Ia des-gracia.

>>E1 espIritu no conoce sino a ese Dios de doble faz>>, decia ademâs.

Tintes del nombre; tonos cambiantes de las nubes.

Nombrar: anudar.

Nube en el diamante; esa mala sombra que tan- to deprecia las piedras preciosas.

Y sin embargo, nubes de Magallanes, no sois la doble mancha de inigualable blancura en el cielo austral?

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Contaremos con la semejanza de la sangre con la sangre, en nuestra sed de silencio.

La soledad esti bajo la pie!.

2

Todo libro será solo confusa semejanza con d libro perdido.

<<En cada uno de nosotros, decla, hay un libro que nos transforma en vocablos, como la sangre se rehace en la sangre.

>>A cada palabra, a cada vocablo corresponde tin latido del corazOn.

>>E1 precio de un Iibro es el precio de una a!ianza.>>

Cuerpo recobrado en los rumores de un cuerpo. El alma es una palabra hinchada de sangre lejana.

TO no acabas, oh mi semejante, de terminar en el mismo vocable.

Nuestra pluma abreva en las venas del instante.

(Des/ile de /iguras. Loca noche de fiesta. La scmejanza inter preta cu muerte, su seme-janza.

Maldicidn que pesa, desde ci origen, so-bye toda /igura, sobre toda fiesta donde es/a-ha 14 figura: ese espacio de ii. dimensiones.

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<(No es la imagen el ob/eto de la prohi-bicion divina, sino la seme)anza que toda ima-gen inaugura. Dios Se quiere sin /rente a Jrente, decia.

Reconocerse en... Multiplicar su seme-janza.

Representación fatal! Como si, buscan-do set —tnostrartne— no dejase vet más que la nada.

Desbarataremos lo cománmentc visto; feste/aretnos el fuego, el incendio de la pu-pila en la pupila.)

En ci comienzo estaba ci vetbo que se queria semejante.

Asi Dies afronto Sus semejanzas en la Palabra y ci hombre, las suyas, en Dios.

Toda creaciOri es cumplimiento de semejanza; ci acto per el cual corre ci riesgo de afirmarse.

Lo que creamos, se nos parece. La creación del hombre pot Dios no podia pasar —corno pasamos los mares— sino pot la semejanza.

Decir que Dies nos hizo a su imagen, es la confirmación: una deduccion l6gica.

Dies Se integra perfectamente a la lógica hu-mana que siempre está en busca de lo ilógico.

<(La creaciOn nos rechazaw, significa que deja de parecerse a nosotros; que cuestiona su semejanza

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con nosotros que buscamos, sin éxito, circunscribir nuestra semejanza con ella.

Es tan insensato declarar pie Dios vendrá don-de se Lo espera, como declarar que no vendrá donde

no se Lo espera. Tener fe no es esperar a Dios; sino bacer que

El espere para saciar su propio deseo de espera.

Dios es la ilOgica espera de toda espera; su eternidad transfiguradora.

Dios dice la espera de lo dicho.

Voluptuosidad de querer, cuando se quiere solo

vivir.

<<El libro es la ilogica ausencia de toda exis-tencia escrita; la prueba de Dios*, decIa.

Y también decla: <<Lo que te parece ilógico es, a menudo, acceso providencial a la lOgica divina: una puerta donde no hay puerra.'>

<<Existir en el libro, no es inds que auseritarse. Dios se ausenta en Dios>>, escribla reb Saltiet.

Ninguna togica ante lo desconocido; sOlo el ridiculo espectáculo de una lOgica aterrada, literatmen-te arrojada a tierra, en medio de los vestigios de sus

comandos.

Ws pesado que el mundo es lo desconocido.

No se to puede tevantar.

<<Que kern podria rivalizar con el vaclo?, preguntaba reb Basri. No es nada, y pot si mismo, sos-

tiene el Todo.>>

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Lo desconocido no aplasta al vaclo. Lo des-lumbra.

La vida dispone de todos Jos colores pie ella aviva; Ia muerte, de uno solo que ella impone.

El escritor y ci pintor se separan con ci primer rayo de so!.

Un solo color para e! vocable, el de la muerte. Una sok muerte para el vocable, la del color. El color de !a muerte es demo: cenizas negras y cenizas blan-cas que ci agua mezcla.

El escritor cuenta con dos colores y muere de uno de elios.

Un color basta para cegarnos.

La blancura deja un dIa de ser color, para set por fin abismo.

<<El negro nos ahogara>>, decla.

Lo desconocjdo está al final de la vida y al comjenzo de la muerte.

No hay salida, para lo conocido, sino en lo conocido. Lo desconocido es ci cailej6n sin salida, ci horizonte amuraliado.

La salida es, quizd, Ia respuesta; la salida im-posible, Ia pregunta.

La muerte no plantea problemas, sino Ia salida.

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La salida es el agujero que cavamos, dentro de nuestros limites.

En ci fonda de lo conocido se agazapa Ia des-conocido, ailá donde ci espiritu capitula.

El vaclo tiene, por abertura, lo desconocido.

El libro se apoya en el vaclo.

Dios es el grito del vocablo blanco que flues-tras letras trnan para ci ojo.

Toda pluma tiene, por puma, la del grito.

El grim de Dios es el grito de toda ausencia.

<<Dios ha ilevado la noción de ausencia a su grado más elevado. A esa altura, ci Libro se abre al Libro>, escribla reb Segre.

Dios es ausencia del iibro y el libro, lento des-ciframiento de su ausencia.

No hay iibro, fuera de Dios.

3

Lo que dices se parece un pace a Ia que intentas decir; pero nunca es más que la ex-presión de ese esfuerzo.

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Partir a la conquista de lo desconocido 110 CS Silk) la secreta esperanza de descubrir Su semejanza con lo conocido.

No hay desconocido corrompido.

(—jA qué se parecen esas figuras escuipidas en arciilla o en mármol?

—Son solo cotnprobantes de su semejan-za; scme/anza con la seme/anza que sugicren.

Pritnera figura —como se apoderan sin razOn valedera del nombre de Dios— asom-brada de no /igurar, en vano, más que ci uni-verso.

El desconocimiento es ci punlo de par-tida de nuestras semejanzas; ci punto de en-lace 4 todo conocimiento.

Lo desconocido es, quizá, solo descono-cimiento divino. En ese caso, ci conocimiento tend na, incluso para Dios, un término.

Dios no está, ci hombre no está donde lo desconocido no los solicita más.

Dios y ci hombre estOn suspend idos a Un liatnado indefinido, no identi/icable, ingenuo.

Ese ilamado, otrora, lo trans/ormamos en pregunta, por temor de dc/ar, un dia, de oirlo.)

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Agotar todo conocimiento para abrazar lo des-conocido; no set, pan si, niás que 10 desconocido.

Y si detrás de ello, Dios fuera otto?

<<Dios remite a Dios, como la mirada a la mi-rada * , decia reb Arbib.

*cEscrutar lo infinito es aceptar no verb más; es quedar en su noche, aquende o allende la vista.>

(De la semejanza a la no semejanza; del conocimiento a la total ignorancia; as! el Ma desborda las tinieblas; asi set pentea todo Ca-mino de escritura.

Dios ha destronado ci dia. El dies es itnagen divina. Dios Cs victima de Dios.

La noche de Dios es negra noche del ojo.

<<No adorars ninguna imagen, ordena Dios. Ast nos pone en guardia contra la ido-latria del pensamiento que es fiebre de iiná-genes que sacude la concicncia, dccia reb Safir.

A to que uno de sus discipulos respon-dio por esta pregunta: st, at ordenarnos que resistamos a la imagen, Dios abogaba, at conE ratio, en favor del pensamiento donde las imágenes se oponen y desgarran?x

La recompensa divina va at tnás pobre, a Dios.

((Dm5 es el más pobre, habiendo sido ci

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más rico; pues ha perdido ci univcrso, decla un joven rabino.

Asi la maxima La caridad bien enten-dida comienza por casa> serfa de origcn di-vino.

Dios preserva a Dios, o lo aplasta,

<'No hay Dios, decla; hay gloria resplan-deciente y aplastamiento de Dios, dia y noche de inconciliable universo

Dios se halia tnás aiM de Dios, corno aria respiration sin origen; cotno sopio dentro del soplo.

eQuién respira, preguntaba reb Saban, Dios en S o yo en Dios? A>

A Jo cual respondido Ic fue: <Dos alien-tos run animan; ci de (a vida y ci de la muerte. Dios es el segundo.>

La muerte es toda medida dc horizonte.)

4

(La verdad es la serena materialidad de Dios.)

Dar pot verdadero lo que, quizá, sólo es parte de la verdad que lo autentifica; un paso más al borde del abistno.

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El vaclo nos vacla. Jr hacia la verdad seria en-tonces dejarse vaciar. Contra ci cuerpo, pero con todo ci cuerpo.

La via del vaclo que es camino de verdad es via desprovista de sospecha.

Franquear el obstáculo, la lógica. La lógica que preserva, gracias a la cual sonlos preservados.

La vida no preserva ma's que la muerte; reser-Va; nos reserva y SC reserva.

La vida no es más que la muerte que vibra,

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EXTRA-MOMENTO DEL LIBRO, II

El significado del suicidio del escritor es, quizá, éste: dat al fin un sentido a lo que no lo tiene y de Jo cual fue presa.

10h muertel Duradera morada.

No me he abstenido, desde hace más de un aflo, de escribir para abordar directamente mi seme-janza con el hombre que creo ser, como si sdlo apar-tdndorne de las palabras, de su exigencia y de su ruido esa semejanza pudiera revelarse a mis sentidos, a mi mente? eY acaso no he tornado ejemplo del vocablo mismo que necesita del servicial intervalo para con-frontar, desde la requerida distancia, sus rasgos con los de otros vocablos y compartir, al fin de cuenta, su destino con el de aquella palabra en la que se reconoce?

.pero no soy taxnbien y siempre, una pala-bra de tinta de mis dedos, palabra errando de frase en frase, de libro en libro, y que quizá ya no se ye ni se prcnuncia más?

(La dictancia, el silencio nos permiten vernos, donde no se nos ye.

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Dios Se ye donde El no ye más, a través del in/inito silencio; la in/inita distancia.

Te asemejas a ml; epero quién otro, más que Ia', lo sabeP>, deci a.

4No Ic me asemejes en lo que hago, sino en lo que callox., decia ademási

• .un libro en la muerte del libro, como el se-mejante en semejanza con la muerte.

Juegas a perdedor. Juegas per la no seniejanza: por la vacuidad de la Nada.

La ilegibilidad de to legible es, quizá, el extre-mo de la transparencia.

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EXTRA-MOMENTO DEL LIBRO, III

Supongo que el libro estd escrito; la historia, contada. El libro nunca está escrito, la historia jamás está contada.

Supongo que sabes lo que vas a leer y que vas, por ende, a descubrir en lo que todavIa no está escrito, lo que sabes que lo estuvo en alguna pane; precisa-mente en ese libro que escribi y que leIste —a que no has leldo.

Como si el libro se escribiese en el recuerdo, o en el deseo que de éI guardas.

<Su memoria es prodigiosa, decia reb Arié de reb Gaon. Ninguna semejanza se le escapa.>>

<E1 universo, solia decir reb Gaon, se parece al universo porque lo recuerda, El olvido es el fin de las semejanzas.>>

<El olvido no tiene semejanza?>, Ic pregun-tó, un dia, uno de sus discIpulos.

<Todo serIa demasiado simple, le respondio reb Gaon, si, al cerrar los ojos, pudiéramos librarnos de las semejanzasa>

El aliento se asemeja al aliento y la asfixia a la asRxi; como la muerte y la vida se parecen en su obstinaci6n por vivir y par morir.

Ninguna pradera para ese grado de someti-miento.

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Lo que CS SC parece a lo que es hasta alil donde no es más que su semejanza con la nada de la nada.

Estaremos siempre sorprendidos pot nuestras irriitaciones, por nuestras simulaciones conscientes 0

inconscientes, por las analogIas consagradas, por la su- tileza de ciertas similitudes.

(Dios imita a Dios para ci hombre que lo imita.)

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EL ANTE-PRIMER MOMENTO DEL ANTE-LIBRO

Cuá1 es ese vaclo que cabe, pot entero, en la mano?

<<Nuestras semejanzas son los restos re-unidos de i.rna infinita memoria seca '>, decia.

La ciudad envilece el rostro, enturbia la semejanza.

El desierto nos restituye nuestros rasgos olvidados.

El desierto es divino espejo pulverizado.

La errancia es, en el seno de la imposi-ble semejanza con Dios, ansiosa bósqueda de semejanza consigo mismo.

<<Errar, decia, no es más que Ia tentación de reconstruir el rostro despedazado de la ausencia .

<Caminas, escribia a reb Asian reb Gaz-Ian, sobre el rostro de tu infancia, cuya albo-rada es la sonrisa y cuya noche, el sueflo pro-fundo.>>

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<<Marcho, le rcspondio éste, sobre mi rostra desfigurado pot ]as piedras de nuestras ruras. Nos duele, desde milenios, la tierra ma-gullada de nuestros rostros.>>

El horizonte es siempre ci vaclo de un rostro.

I

Una multitud de humanos, ajenos a su estado, a su labor; ajenos a sus pasos, al adoquinado de la ciu-dad; ligados todavia a la tierra envuelta en brumas; dcórno Ilamarlos sino con un nombre global que Jos unce, sujetos por un mismo hierro, a un gran fuego de duelo?

Las pocas cenizas que Ilevo —a dónde? .por qué?— sacadas de esa alta montana que domina ci mundo, ,son del cuerpo de un amigo o de un enemi-go? o, quién sabe, mIas; de ml en los otros; de esa parte quemada de ml en cada uno de ellos; perofue- ron tan numerosos que no subsiste boy en ml casi nada de ml.

Muchedumbre devoradora, devorada por las llamas; muchedumbre en polvo. Escribir, en adelante, sera para ml sustraer las cenizas de mi nombre entre ]as cenizas del suyo?

Queda siempre, en algiin lugar discreto, una llama al acecho de la minima brizna que se niega obs-tinadamente a apagarse, ebria de incendio.

Los muertos del mañana son legiones. Lo ates-tiguan los libros que, con la regularidad de las cosas

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mortales, se suceden. El futuro es para siempre una palabra en suspenso.

Llueve para ci primer hombre. La tierra puede esperar la uioración. El océano siente jbilo. La ala se derrama sobre las playas inauguradas, coronadas.

Los rastros relevantes de pasos son huellas del futuro. El porvenir se mide por la inteligencia de la criatura, por su determinacion. Prima la obra del hom-bre, ya. Dios Se esfuma, asume por fin su indife-rencia.

Entonces, me acosaron una multitud de rostros familiares a apenas entrevistos, compafleros de fortuna o de infortunio, enviados del azar o largamente bus-cados.

<<El rostra no muere, decia un sabio. Perma-neces como rostro ausente, moldeado por la ausencia, coma se modela una palabra a partir de la nada.>>

No me atrevo, 10 temo, a poner on nombre so-bre un rostro; tanto sobre el de mi prójimo como sobre el mb.

La inmortalidad tranquiliza. El tiempo aterra. Todo riesgo es corrido en ci tiempo, contra el

tiempo; pero, a veces, para el tiempo. El tiempo del libro es el tiempo del riesgo de

un nombre. Sara se parece a Sara y Yukel a Yukel. Si contimlo escribiendo, es para hacerles co-

rrer nuevos peligros par la evidencia de sus parecidos consigo mismos, como si no soportase imaginarlos por fin en paz en lo recóndito del libro a, al contrario, es porque no hay paz en ci libro, ni para ci libro, y es menester cuestionarlo constantemente en su palabra y en 511 came?

<En Jos campos de concentración nazis, habla escrito Yukel, éramos libros famélicas cuyos titulos ya

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no se discingulan. La semejanza, entre criaturas apenas vivas, habla alcanzado —oh mediodia del crimen— su cenit.>>

eSara se parece a Sara? eYukel SC parece a Yukel?

gY Yaci y Elya y Aely? ;Oh muerte, espejo sin azogue!

kLo irremplazable —aquello a lo que nada substituyc— no es razón, sino sinrazón tie la semejanza que sóIo se acomoda a lo in-tercambiable, decfa reb Tamon.

—No conozco ese libro. Tu libro es un libro entre los otros. No conozco todos los libros. ,Cómo hare para conocerlos? Y Yael, quién es? Y Elya y Aely?

Qué historias me cuentas? Qué sueflo, cuál herida? Tengo mis sueños, mis relatos, mi herida.

—Nuestros dias y nuestras noches son dIas y noches del verbo donde los libros se interpelan, se co-dean un momento y se pierden juntos.

(Dios es ajeno a su memoria

Dios habla en el olvido. Su palabra es olvido. Ella es palabra tie olvido y olvido de toda palabra.

La semejanza es prueba tie reconoci-iniento.

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jPuede la solidaridad pasar por seme-janza? En tal caso, solo seriamos solidarios de aquellos que se nos parecen.

<Que Dios se nos parezca, nos tranqui-liza, escribia reb MatalOn. Reconocernos en El, nos vuelve solidarios unos de otrosi)

Pi

Dios es una palabra sin fin.

Todo fin es insulto a la pregunta.

La pregunta de lo infinito es la febril pregunta del mundo cerrado, al mundo des-caradamente abierto.

El milagro es ci más aiM de la pregunta.

<<La palabra Dios me interesa, decla, porque es una palabra que desafla a la comprensión por el hecho de que no se deja aprehender en tanto palabra, escapa a! sentido, lo trasciende para anularlo; de suerte que siempre es una palabra antes o después de la palabra, una palabra sin palabra, en el pasado o en el porvenir; palabra inthil, pues, cuyo empieo choca al espIritu.

>Interrogar a Dios es interrogar el vacIo. Por lo tanto, interrogación pura, sin objeto, interrogación de la interrogación.

Cómo comprender a Dios? Dios no Se deja

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encerrar. La clausura de Dios, es Dios: una no clausura o una posclausura.

x.Interrogar lo no asible, In no pensable asido y pensado en lo arbitrario de su ausencia, en su no saber celosan-iente protegido, en el fracaso, el dolor y la sangre.

>>Interrogar a Dios es precipitarlo a la muerte; es hacer, del lugar de la muerte, lugar de indetermina-bles lugares de la interrogación inquieta de Dios.>>

Y agregaba: <Escribo al pie de una palabra inexplicable para las palabras con que vivo, palabra in-vasora, molesta, desafiadora del orden humano que los vocablos se empeflan en respetar.>>

xEI impronunciable nombre de Dios, decIa, en otra pane, no es tambin el nombre borrado de lo impensado, contra el que todo pensamiento choca y se quiebrah

(Dios es una palabra de mar que nor quita el reposo, como sin desco que pesara sobre el deseo; tin demo no deseado, pero irresIstible?>, escribia reb Gabri.)

El primero y el iiltimo libro tienen, en comün, el imprescriptible silencio.

Toda página de escritura es nudo desatado de silencio.

El abismo es silencioso.

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3

dCómo pudiste olvidar, Sara, ía nsa del hom-bre que rozaste, en la calle, al pasar, en el momento de tu arresto y aquella, más ruidosa, de esos escola-res distraldos que te seflalaban, impertinentes, con el dedo?

Yukel no estaba lejos, apresado, como uS, en la redada, y cambiasteis una mirada tan desprovista de esperanza, que sus risas tentaculares —corno Si, a pesar suyo, ellos hubieranse anegado en vuestros 0105 hüme-dos, en vuestras lagrimas contenidas— pareclan, de golpe, sin que los rientes lo supieran, relucir, como pulpos heridos, blandidos, por pescadores fortuitos, fuera del mar.

Habia, sin embargo, en la vereda de enfrente, on adolescente de vuestra edad —o apenas rnás jo-yen— que os fijaba la vista; su rostro revelaba el su-frirniento y la revuelta.

Hacla, ese dIa, un tiempo radiante.

Qué fue de ese adolescente? Entré, detrás de en el bar cuya puerta acababa de empujar. Lo vi,

apoyado sobre la barra, echarse, uno tras otto, varios vasos de vino, sin pronunciar palabra, luego dirigirse al excusado y lo escuché vornitar, vomitar, vomitar.

Era el quien, años ma's tarde, me buscé, sin poder hallarme, antes de su partida a otro continente? Me habia escriro simplemente esto: <<La nsa está en el libro. Una página de escritura está formada de invi-sibles bocas cuyos dientes, colocados en doble buena, de aruba a abajo de la hoja, son las letras de molde.

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Las palabras ya no tienen sentido. Son solo demostra-don de la blancura ojerosa de algunas letras que per-tenecieron o pertenecen a inseparables rostros sin edad y sin devenir, tragados por la risa.*

Se escribe, como se pinta, con ci negro marili que, como se sabe, es fino polvo negro obtenido me-diante una mezcla de marfiles y huesos calcinados.

(*Dejad las rims bajo la dependencia del reIr. Puede que al/I resida la sabidurIa, decia reb Hemsj.

<,'Esta sabiduria nor tiene sin cuidado ) le respondio reb Telul. No se deja descansar un punal sobre otro punab

''La boat será siempre herida del rostro y de la ausencia de rOStroA5 decia reb Sherki.

El tnoribundo reja tan fuerte que bubo que Ilenarle la boca de tierra.

La tierra refit tan fuerte, que con mil/o-nes de muert os bubo que ahogarla.

Al crepásculo, el universo se escribe con tierra de sombraxk, decla.)

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EL ANTEULTIMO MOMENTO DEL ANTELIBRO

(Arboles que verd can. Flores, frutos que se despliegan. Brazos que ic tienden y ese cuerpo que cae como, entre las risas, una nsa que Ilega al ago tamiento.

Siempre es en la nsa de la muerte que uno se suicida.

La nsa del sukida alegra la nada.

Toda la tierra está en ci rein y la nsa hate estailar la henna.

<Pueden rein de ml, decia. La tnucnte me vengará, ponque seré imagen de la nsa ncr-nizada en mi prisión de buesos.>>

*Cuando S cabeza sea solo la de un esqueleto, no me esperanás; solamente me ye-rás rein.

<i-El pnivilegio de los muertos es pactar unánimcmente con ci silenclo)), decia a los demás.

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Reimos, en la muene, asi como solemos Ilevar flues/va madera o acuflar alfiler o mo-neda.

Nunca por reir se muere.

A ía nsa tie la vida, responde la nsa de ía muene; como al crater que escupe bloques o bombas volcánicas, responde el abispno en cuyo fondo el cielo duenme.

El oldo percibe la diferencia entre so-Ilozo y nsa. El ojo registra la misma mueca.

El pasaje de la vida a la muente es pa-saje de la imagen a su reverso; del mundo sonoro del deseo y de la promesa, al mun-do del silencio de los espacios planetarios; de la apoteosis de la came, al reino esténil del hueso que el espiritu abandono.

La ha es espiritu; pero no hay oscunidad para los muentos; nada más que un poco de ceniza so/re el dia eterno.

La matzo que esculpio al hombre es in-mortal por haber mod elado el in/inito:

Quiza sea el alma la que da sus colores a la ilimitud de nuestros 1/mites.

Vivos y muertos tienen, ante sI, el mis-nio horizonte.

El libro es obra de una mario.)

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Libro de El

La repetición es poder de semejanza.

"Di que alli donde estás, esiuve yo, que aill donde reflexionas, yo pensé; que all donde cami-

nas, caminé; all donde te dcrrumbaste, esraba yo

por rierra>' , escribiO reb Mazlia.

fl Nombre divino, E/, sera' ci étimon? He

aqul ci mistcrio" , decia reb Kabry.

Y reb Arbir: <<Siendo todas las palabras de la lengua el nombre de Dios, nuestra semejanza con él, no seria acaso, doquiera nos nombrernos, doquiera

nos hablemos, la sernejanza de nuestro nombre con el suyo?a

"TU hablas. TO escrihes. Levantas indestructi-

bles obstaculos " , Ic rcspondiO reb Eladad.

uHabiar, escribir seth, en tal caso, no demoler el obstaculo sino dejarlo atrás; sobrepasarlos todos.

Dondc todavia no hay escritura, donde toda-via no existe palabra, hay solo lugar vacante pan el

obstacuIo, habia escrito ya reb Bend.

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Y agregd: <<SC muere siempre entre cuatro pa-redes de paiabras, de las que se ignoran ci espesor, fa a!tura<

El vaclo es espera del vocablo.

El vac(o, de decirlo —o no ckcirlo— se vacla.

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EN EL SILENCIO DE LA PALABRA

<<Conmigo descifrarás los caracteres de to invi-sible que en ninguna pane iii en ningün tiempo fueron dibujados pot el hombre, Pero que fueron grabados en el soplo con el soplo del pulmon divino, largo tiempo confundido con la nube mds grande que apareció, un-minando el cielo con sus relámpagos, habla escrito reb OvadIa. Sigue, sin embargo, mi consejo. Avanza con prudencia en tu lectura, pues corres a cada momento el riesgo de perecer bajo sus llamas.>>

—No elegI vet. Veo. No elegi oft. Oigo. No elegI sentir. Siento. Pero mi boca, Pero mis manos, Pero mis piernas,

quién las gobierna? AsI soy, a la vez amo y esclavo de mi cuerpo,

decIa reb Alcé. —Y de tu alma? —le preguntó uno de sus

discIpulos. —De mi alma despierta, soy el alma dormida;

y de mi alma dormida, el alma despierra; el dIa y la noche de la inmortalidad, respondió.

<<El exilio fue, quizás, la primera pregunta,

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pues el exilio fue la primera palabra —El ante-exilio y la ante-palabra---. Pregunta de la criatura mortal a la inmortal criatura calda.

<<El universo, en eco, retomó por su cuenta la vana y persistente pregunta>>, escribla reb Amiel.

<<El exilio y la muerte tienen la misma depen-dencia; pues la muerte es noche del exilio y ci exilia, dIa de la muerte>>, decia reb Nataf.

<cTriunfaremos en el exiho. AsI hizo Dios>, escribi6 reb Safra; después de su muerte, nadie encon-tró su cuerpo y se cuenta que su alma habla adquirido tal transparencia, que estando ya entre sus hermanas, ninguna Ia notO.

<<El exilic, ha alterado tanto mis rasgos, decla, ademds, reb Abner, que ningin miembro de mi comu-nidad quiso recibirme bajo su techo. Para cada uno de ellos, ya estaba muertoa>

<<Tan hondo me hundI que me separé de todo pensamiento, todo deseo, todo sentimiento, escribi6 reb Dabbah; pero mi corazón late coma en los mejores dias de mis más queridos encuentros.>>

<<No hay reposo en el reino de las semejanzas. *De toda pregunta, la semejanza es la pérfida

pregunta insatisfecha, en el seno de su feliz formu-Iacion.

>>Por ella, el espiritu se mantiene alerta. Inte-rrogamos, en la distancia vertiginosa de sus solapadas incursiohes, el espiritu que nos interroga>>, decIa reb Ezra.

<Escribo, mds que para ml, para satisfacer, en su amor u odio, a las palabras. No tiene Dios, por

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nombre, todos los vocablos? Asi, es ci amor y ci otho de Dios que expreso a! escribir. Escribir para si mismo es, quizá, escribir contra ci Nombre divino, con ese mismo Nombre>>, decla reb Taón.

(<(La prim era palabra del léxico es un nombre y ese nombre encierra a lodos los nombres y todos esos nombres, en e'I, se fun-den Para no ser más que ci ünico nombre, una palabra en medlo de las otras igualmente irrisorias: Dios.

es acaso extraño que ci Principe y ci esclavo se sirvan de los mismos vocabios Para expresarse?

A través de ellos, ci Principe se vuelve esciavo y ci esclavo, Principe. Y ambos lo ignoran.

Somos todos iguales ante la lengua, ante sus imperativos, ante ci uso que pode-mos de ella hacer.

xEl Principe es ridiculo si cree hablar inevitabiemente como Principe y ci esciavo, lastimoso, si cree vol verse Principe cuando re-pitc las palabras de éstc.

xEl hombre que estabiecio las jerarquias sociales hubiera debido descon/iar del len-guaje que lo reduce a una palabra y, como la muerte, promete a todos, si no la misma sepultura, indistintatncn:e la misma nadax', decla.)

Aprender a amar la noche, es prepararse para doblegar ci porvenir con palabras de amor. El instante postrero es de sombra. Todos los caminos conducen

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a la noche, lugar de abandono de toda semejanza, de toda audacia de tinta>>, escribla reb Nesim.

Oh noche de nuestras efimeras noches, océano de nuestros océanos surcados, es con la liquidez inf I-nita de tu negrura que se escribe el Libro de la eter-nidad perseguida por nuestros libros zozobrantes!

— d Sois vosotros, rabinos imaginados del Li/no de las pregun:as, singulares intérpretes y comentado-res de sus paradójicas páginas, los que venIs a golpear n-il puerta? Vuestros nombres, en su mayorIa, cambia-ron; pew vuestras voces son las mismas.

—Nuestras voces son las de nuestros discursos circunstanciales.

—dos reencc,ntraré a tocles? —Somos menos nurnerosos. Muchos de flues-

tros sabios se desvanecieron en sus palabras. La sam-bra, hoy, los asemeja, traza inmaterial de su pasaje y de nuestro duelo.

—Tanto tiempo vivi en el desierto de su sombra.

—Somos arena de arenas y palabra de palabras que la noche, cielo demasiado pesado, comprime, coma lo fueron, baja su cubierta encuadernada, los vocablos sagrados de nuestros libros santas.

Dios muere en ci libro guardado y resucita con el librd abierto.

La arena, al agitarse, permite que la arena res-pire.

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El viento, en el desierto, es vida.

<<Violar ci Libro, robar una rumba de rico son, quizá, ci mismo acto reprensible. Mi libro es libro de pobre; mi tumba está a cielo abierto * , decla reb Me-sulam.

Y reb Asmn: Para mis vocabios, ninguna Se-pultura. Son pasto de vuestros ojos, torbellino de bui-tres, esperando ser pasto de vuestro pico.>> Y agrega-ba: <Llorad, aquellos de entre nosotros que jamás estarán en ci Libro.>.

A lo que reb Mesulam respondiá: <qCuál tierra I ue tu tierra para hacer de ella tu libro?

<<Dios sOlo tuvo por tumba Su nombre.>.

El tambien un libro el que cierra ci libro.

(gQué ci ci dia, habia anotado reb Zaccal, sino la extension resplandeciente que separa la noche de la noche condenada y donde nuestros 0/os tratan de permanecer abiertos?9

El libro es nuestra Icy. dA libro semejante, semejante ley? Toda semejanza estarIa entonces regida pot una ley. Asi se impide trampear con ]as seme-janzas. Giramos en su area.

Al Libro de las preguntas, sOlo otro Libro de las preguntas puede pretender parecerse; a los perso-najes del Libro de las preguntas, sOlo personajes con quienes corrieran ci riesgo de ser confundidos.

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dRevivirlan ellos a través de su semejanza, porque no puedo escribir sino ci mismo libro?

—El mismo, allf mismo donde, desde ci on-gen, fue otro?

rAl

Este mes de julio es exageradamente liuvioso; pew tuvimos algunos dIas soleados.

Sara retomó confianza. Pronto voiverá a ver a Yukel. Creo en Is sinceridad de Yael. Partimos juntos, ci lunes, para Hosegor.

En el cruce del Odeón, donde mis pasos me condujeron, ,me toparé con el fantasma de Yukel? Se dirigio a ml, como a un viejo amigo. No hice nm-gón esfuerzo para entrar en su vida que era un poco, y no sé cómo, la mia.

El cruce no es más ci mismo. Tampoco otto. <<Vivimos al margen del tiempo, escribió un

dia Sara a Yukel —o, mâs bien, en la pasividad de nuestro tiempo que imágenes desterradas vuelven pre-sente, de una presencia percibida en su tiempo, en el pasado cuajado, en ci futuro comprometido.>

La farmacia está siempre aill; pero algunas tiendas vecinas se ban transformado. En ci nümero 1 de la calle de Condé, la antigua papelerfa cedió su lugar a dos salas de cine —Yukel vivia en ci nümero 5. El carbonero de enfrente murió en 1960 y su hijo ünico, 01 aflo pasado, de un cancer generalizado. Su viuda, para huir de la soledad, huyendo de si misma, continua explotando ci bar contiguo al local, del que también eran propietarios.

En este barrio, come en todas panes de Fran-

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cia, estaban los amigos del ocupante alemán y los ene-migos; los pro y los antinazis. Ahora cstán los que se arrepintieron, los que conservaron sus opiniones y los recién Ilegados, de quienes no se sabe bien qué piensan.

1Ab! de esta pane vecina del distrito VI, po-dna evocar largamente las calles, las casas, la luz, el olor, todo lo que he aprendido de sus habitantes; pero a medida que convoco mis recuerdos, ci barrio se di-fumina, las voces, los sonidos antaño familiares se disipan. Es que naci muy lejos de aqul, ms lejos aán, no lo se'; de modo que este barrio no es el lugar de mi infancia, ni de mi vida, sino de mi muerte. Es el barrio de un hombre a quien me parezco, al punto de que siempre me toman por el, aunque se sepa que lo asisti en su agonha y que, desde hace ailos, reposa bajo tierra.

Hay palabras que nos sobreviven, gestos que nos prolongan, cuando quitamos definitivamente el mundo; relates que tienen larga vida, palabras de to-dos los dIas, de todos los siglos que quizá hayamos divulgado —o evitado pronuncian— y que resurgen en el gran libro del espacio, en caracteres de noche, como tiras de sombra, para que alguien emprenda, al-guna vez, la lectura.

Todo lector es el elegido de un libro.

(Tengo, a tal palo, nostalgia del Libro de las preguntas que no puedo sino inlentar, por medio de la semejanza, recobrarlo?

Del mismo rnodo, el exdado no aban-dona la tierra de donde /ue expulsado; lierra,

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sin embargo, extraña a si mismo, por haberse reconstiluido en el exilioj

<<El tiempo urge, decla, con rabia, Yael. No hay que dejar escurrir ci tiernpo infructuosamente.*

Sabia, mejor que nadie, que no es la muerte nuestro motivo de inquietud, 5100 10 que con nosotrOs muere; pues, quiénes somos sino, al instante ofreci-da, la posibilidad de morir con Dios, el universo y nosotros mismos?

Y agregaba: <Moriré corno reina, jamás como esclava>

Nunca remontaremos el tiempo sin ci seguro socorro de La imagen.

Tornar ci fruto apropiado a cada hambre. Cui-dar que no caiga del árboi.

Al hambre devoradora de saber de la criatura, el fruto del conocimiento agrega la impaciencia de su propia hambre.

El fruto se mitre del fruto.

<<El árboi infructuoso es corno la mujer estéril, decla. Ambos son ci hambre de su hambre.>>

<<Corner es tambien set cornido, decia pot otra parte. La muerte tiene boca, incluso paladar, dientes, vientre y ci mismo apetito que nosotros.

veces es la vida, a veces, la muerte la que exhuma nuestra imagen; imagen de un cuerpo saciado 0 de un cuerpo triturado sin ruido.>>

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<<Alimentards la muerte con todo aquello que te alimento, escribia reb Mazium; cuando rico, con tus platos favoritos y, cuando pobre, con un poco de pan.>

Y reb Basri: <<Señor, ml alimento, sobre la tierra, fue el Libro. Mi muerte no ha tenido mds que tus vocablos por substancia. Asi, mi vida y mi muerte son una misma hambre de lectura.>>

<<Dios no es sino un hambre torturadora de Dios>>, escribio reb Sason.

('c'La imagen tiene un pasado y un por-venir que es dif Icil dcterminar. Ella se da a pensar a ía vez en su pasado y en su futuro. Es ía itnagen del pensamiento y no sabemos nunca ii nos sumerge en la noche de nuestro pasado o no: pro yecta hacia el fwuro, escri-bia reb Sarda.

xAboliendo la imagen, Dios nos deja sin pasado ni porvenir, a su merced.>>

Y agregaba: <<La imagen ci .ciempre ima-gen de una imagen que el pensatniento vela o desvela. De modo que solo hay pasado o futuro en ci pensamiento que queda en pie.

Servir de señuelo; dejarse atrapar por ci senuelo dc lo inesperado. Para todo pensa-miento, la misma trama,

<<Cuidate, decia, de dejarte seducEr por los ecos de tu canto. Con el áltitno sonido, ci vaclo Ic tragará. No se es victitna sino de ii mismo

<<La imagen del sol, oh parhelio, ci sol solo un breve momento>, decia ademas.

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,'Las itnitaciones de lo impensado que consisten, cada vez, en tomar traidoramente, la aparicncia de un pensamiento, con funden a éstc, incitándoio a creerse adn pensamiento, alli donde la inuerte lo sobrepasa. Lo impen-sado no seria más que relic jos engañosos del pensamiento atraido por si mismo y, de pron-to, devueito a su nada. Los pensamientos se desmoronan al pie de lo itnpensado, como pájaros al horde del cielo>, escribia reb Far ji.

A lo que reb Ayiman respondió: <Ei pen-samiento muere en ci pensamiento, pun el cielo de lo impensado es su cielo.^>)

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LA PERENNIDAD DE LAS TABLAS

(Una palabra puede decirse; an vocablo no puede sino leerse. eScrá ci vocablo la pa-labra escrita?

Se escribc tarn bién segán ci vocablo de. . -; es decir bajo sri patronazgo; an patro-nazgo, en lo que al libro concierne, mitico.

El vocablo es/a consagrado al libro del vocablo en cuya fila se alista; la palabra, al mundo quc traduce —dpero ci mundo no está en el libro? El vocabio aporta, consigo, esta precision: la palabra se hace vocablo all1 donde ci libro se hace. En otros términos, La palabra se metamorfosea en vocablo a tncdida que torna conciencia, a través dc La /rase, de sri pertenencia al libro y quc crece sri desco dc intcgrarse at libro, como ci gusano de seda se convict/c en crisálida para pertenecer, Ian-zándose a los aires, at mundo celeste.

La boca ignora el vocablo.

c'<Hay quc it al encuentro dc las pala-bras; verlas actuar, escucharlas,x.

<La palabra habla contra las palabras que teme y que dorinitan en ella. La palabra

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habia para sus beth/as que esconde a de las que se vale osiensiblemente. La palabra habla en nonbre del silcncio al cual aspira.>>

.tHay que responder a —y pot— ese silencio, como ci pueblo hebreo responde a

—y pot— las Tablas destruidas?>, dcciii.)

1

Las segundas Tablas no podlan parecer-se a las primeras; porque nacieron de la to-tura de éstas. Entre ambas, sangra el abismo de la herida.

Las primeras Tablas surgieron del abis-mo divino, las segundas, del abismo rojo del hombre. dTendrIamos el descaro de afirmar que se parecen, sabiendo que toda semejanza marca la diferencia que queremos abolir?

Dios fue obligado, pot Su pueblo, a re-petirse; es decir, a hacer pasar la Palabra pot el capricho de Su criatura más sorda.

En adelante, todo opera en el espacio agitado donde esa repeticián se impuso.

AsI Ia ley se funda en la semejanza, que se ha vuelto hurnana pot haber estado con-frontada con la muerte y, en consecuencia, con Ia eterna repetición.

Y el libro, en la esperanza de una seme-janza con el Libro oculto, dices tii.

—La repeticlOn esrá marcada par la se-tnejanza.

Ella es la semejanza mds próxima con aquello que lo ya formulado busca parecerse

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sin conseguirlo enteramente; una especie de acabamiento riguroso.

Repetir, repetirse es wi acto vital; es rechazar una semejanza asumida pot otta ma's patente con el objeto ejernplar de su seme-janza; pero todo no acuia solo en apariencia. El tiempo, el alejamiento a inenudo la pos-tergan. El futuro es garantia de semejanza.

El ayer se parece al ayer, como el paso al paso que se le adelanta, dice.

—El origen es el Todo. Nada se inventa. Todo y nada se repite. Oh milagro, la repeti-ciOn —que es sistemStico recurso aI Todo-es regreso exaltado al origen, dices.

—Nunca supimos diferenciar el lenguaje antiguo del nuevo.

La repeticiOn F ue nuestra vida subversi-Va; pues ella es transformada por la necesi-dad innata de destruir y de set a su vez des-truida, allI donde no hay mds margen para lo que se fijO, dice.

—La repeticiOn que es también nueva representaciOn, espectáculo que sucede, por ejemplo, después de una critica a priori jus-tificada a cualquier espectáculo, reintroduce la pregunta alli donde ésta se crela al abrigo. Vuelve a Ianzar la interrogaciOn fuera de su clausura, apoyándose en la dinámica de la se-mejanza preocupada pot sus máltiples aspec-tos y pot su finalidad.

La repeticiOn es posibilidad de perma-nente cambio. Cambio pot la via inspirada del intercambio, dices.

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Nunca se es dos veces el mismo, ni Otto, dice.

—Mis vocablos no pueden ser los tuyos. Soy, en mis libros, ci dnico que los habita.

Por set replica exacta de la tuya, es mi casa tuya?

Si mis vocablos fuesen los de todo el mundo, qué derecho tendria sobre mis Ii-bros? ePodria, sin mont de vengüenza, fir-marlos? —dice, despues de una velada de discusion, reb Avigdor a reb Malka.

—Eres, en tus escnitos, como yo, un convocador de vocablos idénticos per el sen-tido, el sonido y el nmero de letras a los de Ia Jengua. Crees habitanlos, mientras que sólo eres el huésped fortuito de sus neflejos.

Toda carilla es espejo de papel. Inclina-do sobne él, en él te miras. Del mismo modo el agua nos devuelve nuestra imagen; pero qué rostro pudo alguna vez retener ci rio?, le respondió.

ri:1

Todo libro es pdlida proyección del libro en advenjmiento de Dios.

Del libro por producir, la primera linea es la del horizonte.

es extraflo, decla reb Mansur, que el libro que se imita sea siempre el libro per escribir?

>>El Libro de los libros habrd salido de todos los libros en potencia?

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9,

Entonces, el cumplimiento del primer libro se alcanzaria con el ñltimo. Dios es ciii-bro en el espacio par lienar del libro futuro. Es su infinita edificación.

>Al final del riempo, sus libros y los nuestros no serán más que un mismo libro consumado.>>

Y agregaba: <<Son nuestros libros los

que tienen ma's tachaduras,>> Y decIa aün: <<El Todo tiene, frente a

él, la Nada que lo tragarI.> <<Ah, quizá el iiltimo libro sea la marca

de un libro en el que Dios se quiere visible.

*AsI el punto. >>En ese caso, rodo nuestro saber tiende

a la victoria de un punto sobre la macne; pew Dios que es Saber del Saber no es tam-bién muerte de la muerte, punto blanco en el abismo blanco, punto transiücidoh>

Hay grados, a veces imperceptibles, de

semejanza. Evocatemos la semejanza del blanco con

ci bianco; de lo igualmente blanco con lo per-fectamente blanco; del iibro ausente con ci libro de todas nuestras ausencias.

—Te repites. Hablas siempre de la mis-ma cosa. Has envejecido, dijo a reb Yofé, reb

Samki.

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—Digo, en efecto, siempre 'a misma cosa; pero ci instante es el instante que le sigue?

Otto, salido de ml misrno, dice cada vez, Jo que dije una vez, hace tiempo; es mi modo de sobrevivir a través de ]as pocas palabras de mi verdad, Ic respondio.

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EL JUEGO DE DIOS

(La promesa que Dios hizo al hombre, de un lugar para el espiritu, no es sino lugar prometido a la pregunta errante; el lugar de la pregunta —eel libro?— decia reb Barda.

—Eu lugar es ml cabeza, le respondio reb Kale/, y esta cabeza es, como ml pueblo, sata tierra sin tierra.

Dios es el lugar de ml alma en todo lugan, decia.

Sc dieron cuenta de quc, despues de la pérdida de su lugar, se habian vuelto exiran-jeros con respecto a si mismos y su inquietud topaba con la angustiosa pregunta de saber qué palabra, desde entonces, reemplazaria la suya.

—Toda palabra es palabra de un lugar. eEl no lugar es todavia lugar de palabra?

—La ausencia de palabra no es palabra ausente. gNo es Dios, soberana voz, la pala-bra plena en el silencio investido de vaclo?

—Solo es audible la palabra jalible.

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Y el hombre dijo. ' gCud1 nombre, en adelante, .cerá el Tuyo, Ta cuyo nombre es el de todos flues/ms nombres desaparecidos2

Y Dios dijo: tEl nombre ensordecedor de Mi desaparicidnj)

Dios se nombra donde ci universo pierde sti nombre, donde el hombre ha perdido a Dios y Dios, a! hombre.

<<Habria un nombre en connivencja con ci Nombre y el libro, del linaje del Libro en la otra vertjente de Is ausencia, en ese rImido ascenso del dIa>, decia.

—,Que diferencia hay entre ci silencio, para 6, y el miedo, pars un sordo? —preguntó reb Haco-hen a reb Abravanel.

—La diferencia entre la aurora y ci crepaisculo; la radical diferencja entre un silencio que se insintla y Un silencia que se incrusta.

<<El ruido pane brutalmente en tela de juicio ci silencio que no puede ya percibir, como ci grano de arena es, en su libertad, fuente de trastornos indes-criptibles para el desierto *, decia, por otra pane, reb Safir. Y agregaba: <<El silencio de Dios se desmorona, se desploma allI donde yo habio>

Cada sonido es el redobie de un sonido desco- nocido

<<La muerte no puede nunca del todo con la inuerte. Dios se apoya en Su desemejanza consigo

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misnio, dejando campo libre a las especulaciones más osadas sobre Su semejanza con ci Todo y, en el seno del. Todo, sobre su semejanza con la Nada>>, escribia reb Piha.

La letra es ci negro extravIo de la óltima letra en su reproducción sensible.

Reb Raccah escribia: Al que interroga a Dios sobre el lugar del ii-

bro, Dios responde: Atravesaras el libro, como el agua de las cás-

pides, ci rio.

En adelante, donde Yo hablé, habrá dos riot

Habrá arboles a uno y otro lado de Mi pala-bra y, en ml Palabra, toda la arena que resta de mis desiertos.

Al que interroga a Dios sobre el vInculo con el libro, Dios responde:

Donde se extiende, incontestable, Mi palabra de ausencia, desbaratarás las /uerzas del universo ocul-tas en ci vocablo, como Yo he dominado la creación equilibrando sus devastadoras fuerzat

Al que interroga a Dios sobre el reposo en el libro, Dios responde:

Pueda tu voz Ilevada al limite de toda palabra, erguirse hasta Mi siiencio; también para ella, creé ci séptimo dia.

(Todo parece estar en su lugar y, de pronto, nada queda en pie.

gCuJnto tiempo adn, hasta qué mo/on

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enierrado, construirenios sobre nuestras nfl-nas?

eY sobre las ruinas de nuestras enumeradas?

Una palabra de uno u otro, un gesto

inesperado bastan para que no nos reconozca-inos más.)

Crel reconocer a Yael; pero no era verdadera-mente ella y sin embargo...

Crel reconocer a Sara, luego a Yukel y atm, a través de su fabulosa historia, a Elya y Aely; historia de letras njuertas en sus cuatro letras.

Si no son elks, quiénes son? no es su libro ci que hojeo, qué libro es ése?

La semejanza es breve acuerdo infinito.

(Te pareces a quEen se te parece, ci tem-po de una semejanza.

No hay imagen eterna. La eternidad de Dios es ausencta de

imagen.)

Decia: <<El espacio entre dos espejos es, quizá, ci vaclo reflejado de la muerte del libro.*

Decla: <<El espacio reflejado entre dos vocablos es, quizá, ci vaclo de la muerte y del hbro.>

Decla: <<El agua de la transparencia es roclo

precioso. *Contraeremos nupcias con la blancura de nues-

tra sedi<.

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Paris nos ignora, aunque en esta ciudad el libro se abre y se ha cerrado,

aunque es aqul donde las palabras que inter-cambiamos encallaron.

Cuál libro del grito colectivo sera', un dIa, el tuyo, Sara, donde ya no eszarás?

Cud1 libro de la palabra liberada seth, un dia, el tuyo, Yael, donde ya no estarás?

Cuál libro de revuelta y de desamparo seth, un dIa, el tuyo, Yukel, donde ya no estarás?

El libro de las semejanzas está por escribirse.

(.?La Ufliófl es muerte. Escribo para man-tener las palabras en su separación, para que vivan a pesar del libro y a pesar de Dios que es vocablo y libro sobre libro.

)La legibilidad es una invencidn hutna-na, dirigida al hombre.

>>Dios es union ilegible, decia reb Arias. Y decia también: cSomos la separaciOn

en Dios, la lectura de la integral lectura que se vuelve practicable.))

Escribir, al fin de cuentas, jno sera' nuestra capacidad de desenmaranar las pala-bras, como cabellos, para encontrar nueva-mente la ilnea?

))Ah, abandonar las palabras a sus jue-gos pasionales; es en el espacio de sus hen-das que ellas nos hablan.

x'La lectura es desci/ramiento de he-ridas.x.

A lo que reb Beniaim respondio, no sin humor: Es con nuestros más modestos in-

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ventos que a veces lie gamos a dilucidar ci misterio de Dios. Por ejemplo, la invención del carmenador.

gAprender a escribir no será de aIgdn modo, aprender a servirse de un peine?x

Escribo, con nombres semejantes, en la semejanza del libro.

(La metamor/osis del mundo, regia cx-perimentada tie conducia, es también humor de un instante)>, decla.)

No hay continuidad en el tiempo.

(Innumerabilidad de Dios. Toda re/erencia al universo pasa por lo

innumerable.)

En un punto —como pendiente de un hilo?-el libro se sostenla aün.

—Intentaste empaflar el punto. —El punto era el objeto de mi tentación. —Luego te desviaste de la tentación. —En el extrerno renuncianhiento, volví a en-

contrar el punto. —OIvidaste el punto? —El punto es astro de olvido. La noche del

libro es noche de un solo astro.

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<<Advertiste, decia reb Asuel, que del libro, ci punto es el so!? Los otros signos de puntuación no serian togs que sombra, coma el vocablo y ci libro solo son ci universo que el Punta abarca.>>

El olvido fecunda.

Nos calentaremos en el olvido, donde ci libro obedece al libro que ya no recuerda.

Fill

Delante de Notre-Dame, un ciego vende tarje-tas postales a los turistas que vienen a visitar la cate-dral: vistas coloreadas de Paris.

Creo que todo exilado es hermano de este yen-dedor.

El lugar que no vemos rnds, deja de ser nues-tro. El exilado es un ciego sin territorio.

Vuelto hacia si mismo, relegado al fondo de su alma, su piel es su frontera; se tuesta al sol y, en invierno, se deja penetrar par ci frIo.

Sigue dos caminos paralelos: el de su memoria y el de sus pasos. Ocurre que sus pasos lo traicionan; nunca su memoria.

Donde va el ciego? —Dc su morada a la cé-lebre plaza y de la plaza a su modesta morada; el mis-mo trayecto tres veces pot dia; —pero estamos segu-ros de poder conocer el trazado minucioso de su reco-rrido?

Transgrede --coma si su alma hubiese emigra-do a Otto cuerpo— el rito enajenador del trayecto usual, para atravesar estaciones y continentes, en horas precisas, predeterminadas, cuando la tierra que lo cx-puisa afronta, a su vez, sangrientas mudanzas.

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(Vidas afines; libros ajines. La muerte no tiene ataduras.

La traza ninémica perturba la muerte, pues el cerebro es lo dnico capaz de oponerse a la nada, interpoüendo, /rente a la ausencia de traza, la indestructible traza de un aconte-cimiento notable, individualmente percibido.

La muerte se encarniza en el olvido. El olvido es came viva de la muerte.

El olvido es, también, pensamiento de la muerte, donde nada está por ser pensado, ni piensa.

.una especie de pensamiento sin pen-samiento, como una espiga de trigo atizonado, al borde del camino.

<.'El olvido, deck, es camino de muerte, y no ía muerte del camino El olvido es dura-tión, donde nada duraj?

<Una obra resistente, cuya resistencia se caracteriza, como para el metal, por su resis-tencia al choque; pero resistente a la obra misma, a cada una de sus partes.?>

Recurrir a la energia cinética necesaria para provocar la ruptura, para controlarla. Ser esa energia.

EI libro, decia, es, a lo largo de sin páginas, no mds que roturas repetidas.

El vocablo es engastado en la rotura. ((Las tablas rotas son el modelo indiscu-

tible de libro, escribia reb Ezri; pues cada

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linea de escritura es rotura dessinada a la Ic-gilibilidadx

((El libro CS siempre roturas del libro irnitado, inimitablej

Rornperds ci li/no, escribia reb Shemul, no en côiera, suio con arnor; pues CS Cfl las roturas donde se abre a la Palabra divina.

Ninguna necesidad de romper ci libro, Ic respondia reb Haggai. Es/a ya rob. Escri-bit, no serla sino corn probar Stes roturas, br-narias para si rnisrno explicitas, interpretán-dolas

<<La solidaridad del judlo con respecto al judlo, escribia reb Kufy, Sc funda en ci res-peto por su soledad.

'>Somos una muititud de soledades y la soledad de esa multitud

((Toda frase de nuestros libros, decia reb Layani, es in/mi/a linea de soledad. Vivimos y morirnos en/re sus lineas.x.

Y agregaba: <'Tenernos, por cielo, una frase y pot suelo, una frase: pero no es/amos ni sobre la tierra ni en ci cieloj>

A lo que reb Maiaj respondió en es/os términos: <Nuestra soledad es viga buscada por su robustez. Encima Sc clavan las tabias del piso y debajo, los listones del techo; gpero quién nos pro veerá de vi gas?

x'Nuestro cielo es/a abajo.>

<<Jamás olvides que escribes sobre la lisa muda de una serpiente>, decia.

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Vida a vida. Muerte a muerte. Palabra a palabra.

(*La noche, deck, es punto horadado pot la sombra; el dia, punto horadado pot la luz. El olvido sangra.

>No hay porvenir para el libro, sino en ci olvido del libro.

>/lsi estamos /orzados a escribir sin in-terrupción, pues nuestro pulso bate al sinE-sono del pulso de los vocablos que se debaten en los agujeros de sri memoria, decia además.

La escritura pane del olvido y desem-boca en él.

x'El libro es itinerario de olvidob, habia anotado, en lo alto de la página de su libreta y, bien abajo: oDios es olvido de Dios, donde El se concibe.

El olvido de la página a la izquierda, se parece al olvido de la página a la derecha.

Asf el libro se despliega en la inmemorable semejanza.

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LOS JUEGOS DEL HOMBRE

—Es realmente el ovalo de tu rostro, YaeI; son realmente tus ojos incomparables por lo negro de so duizura y lo azul de su crueldad —crueles cuando se vuelven dulces; dulces cuando se quieren crueles; Cs realmente tu nariz, tu boca; son realmente tus Ca-bellos suaves, sedosos, como resonando con el silencio; es realmente tu cuerpo armonioso.

—Soy yo, 51, pero seré yo? Soy yo, si, pero habré existido? Cómo parecerme a aquella que ya no está, y ser indiscutiblemente ella? Soy Yael, en la medida en que soy juguete de so ausencia, sosias de una criatura imaginaria, de nuevo imaginada bajo sus rasgos, resucitada, extraviada, en los dédalos de una ausencia insuperable.

—Es realmente tu voz grave, Yukel, to frente arrugada; son realmente tus delgadas manos, de dedos afilados, y to mirada vaga y triste, cargada, no obs-tante, de tal deseo de vivir y de amar que parece, por momentos, de brasa; es realmente tu mirada rica de tantas miradas dominadas, de tantos libros leidos; es realmente la fatiga de tu nsa y la lentitud de tu mar-cha; eres realmente tü, el narrador de mis obras y la victima de su narración, en la nada de la ruptura, esa liaga abierta —la nuestra— parecida a la hendidura de una mujer en el pat-to, a la hendidura sombrIa de

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una madre, coma si en efecto, toda la sangre que to-davIa carte entre sus piernas fuera provocada pot tu expulsion de una matriz inseminada, pot to exclusion de on mundo acabado que te destinaba a otto mundo, el mundo del vocablo que nacerá de tu nacimiento.

Yukel eres realmente tO? —.entonces, yo tam-bién serla yo y tado estarla par recamenzar, por revi-vir; epero adOnde, bajo qué horizonte, en cuál rincOn generoso de la tierra, en qué pgina propicia, otor-gante, de un libro pot camponer?

Eres realmente tO, Sara, en medic, de tres gri-tas de loca que la muerte ha sofocado. To silencio, hoy, es silencio de todos nuestros gritos provisoria-mente acallados; eres realmente tO, te reconozco, no solamente por tu sonrisa sin objeto, por tus ojos irri-tados por las l4rimas, sino y sobre todo pot el mur-mullo constante de tus labios, como si se repitiesen indefinidamente a si mismos el nombre sin rostra, o mds bien sin esperanza de rostro, de Yukel.

Oh Sara, qué bella eras y coin bella te has conservado, aunque no seas más la misma, aunque seas incluso otra y, quizd, todavIa, imagen de otra que hubiera podido, al mismo tiempo, set la Sara que en-

carnas sin saber muy bien qué espera ella de ti, ni qué esperas tO de ella; sin saber si debes tu existencia a ese libro espacioso en el que, una vez, te demoraste más aIM de la muerte, par amor de Vukel, pot to amor, por nuestro amor, cuando en ninguna parte so-

bre la tierra no habIa más arnor y por doquier habia tanto odia por saciar, tantos crimenes pot perpetrar.

Friolenta Sara en el invierno de tu fiebre, nm-

gOn sol resplandecla en la cita de tu juventud ardiente. En cuclillas a la sombra de Yukel, poco tiempo vues-

tros cuerpos se hablaron —tan poco— y, sin embargo, hasta tu Oltimo suspiro, todas ]as palabras pronuncia-

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das en voluptuoso acuerdo no ban cesado de remover-te, de la nuca a los pies. Sola, tu cabeza fiotaba, flota atm, lodo fosforescente en la noche, boya a la deriva.

Si eres tü, Sara, yo también debiera estar muer-to o, entonces, me parezco tan idealmente a tu amante, tan mntimamente que ya nada nos separa. He muerto con él y vivo de so muerte. Ocupa mi departamento, mi pieza; lee mi correspondencia, se sienta a mi mesa; se apodera de mi pluma; convoca mis vocablos y re-dacta mis libros.

Eres verdaderamente tii, viejo sastre de la calle de Pontoise, junto a su mujer inconsolable, encorvada; sois en verdad vosotros, pareja alimentada pot su mal, dejada ir6nicamente con vida, presa de la atroz vision de Los homes crematories a los que fueron arrojados vuestros hijos; pero Si SOIS vosotros, por qué me re-conocéis apenas, por qué no surgIs de la penumbra de vuestra tienda de muros decrépitos;' pot qué vues-Eros ojos se niegan a bajar sobre Ia ropa ajada, que modestos clientes encargaron reformat y que vuestras manos entumecidas no saben ya coser?

Sois, si, todos vosotros pero, probablemente, tan ausentes en vuestra propia ausencia que necesitáis mucho tiempo para responder a mi liamado; como si, en ese lapse, tin enigma fuera a resolverse, un nombre se impusiera; pero el silencio se propaga por un des-pliegue irreversible de silencio.

Desplazado está todo, allI donde la semejanza emerge. El set no es el set; las cosas no son las cosas, el libro no es el libro,

(Decla: <?Ei olvido sucede al olvido, co-mo la luz a la so,n bra.

Las estrelias no son sino ci rnachaqueo de una misma palabra. Hablamos de noche.

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Una noche, miraba en el mar el brillo de las luces de la ciudad y, con emoción, Ida el mismo libro., habla escrito Yukel.)

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EL SOBRENOMBRE

J.RV,H. EI-Elión. Al nombre silencioso, un sobrenombre silencioso; —insosteniblemente silencioso, como el

silencio septuplicado de los cielos.

<<Bendito E1-Eli6n. AsI Meichisedec sa-lud6 a Abraham; mas Abraham le respondió: Aquel que llamas el Dios supremo no es otro que J . H. V. H. a quien sirvo. Tal es- su ver-dadero nombre. Ta, hasta ahora, solo cono-tine sit sobrenombrej

(Genesis 14,9.)

Personajes de mis libros, quizá nunca tuvisteis nombre. Para entrar en el libro, os servisteis de un sobrenombre —dde un nombre en préstamo o de con-veniencia?

As[ como se borra un destine, vuestros nom-bres fueron omitidos en favor de anónimos sobrenom-bres —qué hay de Ss impersonal que un nombre sobre una hoja?—. Nombres abismados en el libro, descubiertos en qué region de la atmosfera; sOlo po-

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driamos rescatarios asomándonos tanto, que serlamos atraldos per ese vacIo donde ci universo se clesemba-raa de su nornbre.

Preservaréis vuestros nombres, sin lo cual mi libro zozobrarla auromáticamente; cuidaréis vuestras mascaras, apariencia de utia apariencia depurada 0 Ca-ricaturesca; mas no tendréis tranquilidad sino cuando hayamos descubierto juntos, a través de las letras que Jos designan, vuestros rostros: ci que Sara conserva de Yokel y Yokel de Sara; ci atribuido a Yael y ci de so niño que nació muerto, Eiya, saivado per so nombre, come hubiera podido serlo pot ci de Aely que ella no quiso; tan cierto es que somos ci despliegue de un nombre, figura de so porvenir.

(*E/ judlo, decia, es judlo porque lo pa-rece. La es porque se parece a...; pero aquei a quien se parecc existe en si mismo sdio por-que se parece a... No es sino su semejanza con otro, con ci otto. Es era pretendida se-mejanza con tin desconocido a quien habria-mos adjudicado tin rostro —que no es en-tonces ci suyo—, rostro modelado sabre tin rostro inventado.- jigura del momenta, cam-blame, segün su semejanza con la figura pro-visoriamente retenidaa)

—dSer judlo es, en permanencia, set objeto de la más fantasiosa semejanza?

—Judlo es aquei que calla para ci siiencio y habia para toda paiabra, en ci seno de la semejanza con Dios que es palabra del siiencio y silencio de toda palabra.

—El jucilo es el hbro en Dios.

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<<Nos pareceremos a nuestras aiianzas y, en particular, a aquella con lo invisible, en la vaciedad de Sn vocablo * , escribIa reb Sofer.

<<Pareció, a todos, natural que la complicidad de Dios con el hombre encontrara su ms bella vesti-dura en el muaré del mutismo con el cual se vistieron para gobernar; pero el hombre renunció, un dIa, a esta vestimenta: fue la venganza de la palabra vulgar sobre la palabra divina, habia escrito reb Benasaya.

Y reb Bitrén; <<El hombre, en su presunción, levantó la voz para que ci universo se impregnase de Sn palabra. Fue la decadencia de la palabra del Libroa>

<<Donde, por U, todo se acallo, Dios se te ase-meja>>, decia reb Beraja.

<<Liegado Moisés al umbral de Ia muerte, Dios se quiso silencio para que Su boca sirviera al profeta de tumba, igual que a toda palabra novedosa.

*HabIaremos junto a los labios de Dios y es-cribiremos en su garganta de abismo>>, decia además.

—La semejanza de la letra y de la cifra, del vocablo y del nombre reside en la equivalencia de su respectivo valor de uso y de cambio. Escribimos can-tando, decIa reb Sherki.

—La cifra 4, intervino reb Nauli, como me escrito en El Libro de las pregunsas. es la mayor; pues alcanza todo Jo que estd en lo alto y todo lo que está en lo bajo; todo lo que está antes y todo lo que está después.

MS allá de todo Jo que está arriba o abajo, en el espacio ilimitado de lo que esti antes o después, no hay ninguna cifra, Ic respondió reb Auate.

—Esti la semejanza de todas las cifras con la incristalizable cifra del infinito, dijo, entonces, reb Zekri.

Lo mismo ocurre con el nombre infinito, en

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ranro impronunciable, de Dios a! que todos los horn-bits se asernejan, sill donde no son mâs que poN'o titilante de nombres.

(—gQué es ía estrella de David sino su-perposición de un triángulo y de su imagen re/leja? Evidencia es semejanza, decia reb Bensaddn.

—La evidencia es ía prueba capital de la semejanza, Ic escribid reb Shushana; porque ella es a menudo recusada. Ella opera a dis-tancia y juega a gusto con el efecto de sor-presa.)

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LA INMOVILIDAD DEL TIEMPO

La inmovilidad del tiempo es fuga del tiempo ante el tiempo; fuga, igualmente, ante toda fuga. Estoy fuera. Permito al afuera estar aquf. El tiempo de aqul y de aIM son ci mismo tiempo huyendo en mi huida. El tiempo de aIM huye de aiM para alcanzar el tiempo de aqul. El tiempo de aqul huye de su lugar para ye1-verse tiempo de otro Jugar. Asi el tiempo es remisi6n permanente del tiempo a otro tienipo. La remisión anu-la el tiempo. El tiempo abolido es, también, tem-po inmóvil. El vaclo, la muerte, la nada están fuera del tiempo; pero ese fuera del tiempo quizá sea tiempo empujado fuera: ese tiempo fuera del tiempo es el de la escritura. Nada, en ipariencia, cambia, una vez es-crito. Inmovilidad de la letra, del vocablo. El libro porta el peso de la inmovilidad de sus caracteres, de su huida de la huida, móvil fijeza; ci peso aplastante de todo el espacio contenido en las letras.

(Ab, t4 huyes, huyes. Eres sólo huida donde todo huye. Nada cs/a soldado El libro es ci lugar del encuentro de nues/ras fugas; lugar que ha huido de sri lugar.

Escribir Cs, en lal case, rendir cuen/as de esos encuentros jortuitos o premeditados.

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Espacio de tin relámpago: una palabra se dejo tomar bajo palabra; tin libro se dejo leer.

El infinito del libro es el espacio vital de la palabra.

Leer lo que huye hasta a la lectura. Nuestra lectura no es sine la percepción,

a través de su /ingida inercia, de la voluntad de fuga del vocablo; consiste, quizá, en reve-lar, cada vez, el umbral.

Hay una /alsa inmovilidad del libro, co-mo hay una jalsa movilidad de la palabra: porque el libro busca huir del libro, mientras que la palabra está ccl gada a lo que dice.

Hacer, huir son casi sinónimos. Se huye, se huye en lo que se hace. Se hace una juga, come se hace tin libro.

Hablar y escribir se distinguen por el deseo de fijarse, del uno, y per la ebriedad de huir, del otro.

(?Quzeres fijarte. Huyes de lo que huyn, decla.

Toda huida es manojo de escritura.

La palabra escapa también, como se dice de tin cane, que algo escapa.

Horadamos, a veces, la palabra, sin sos-pecharlo.

Un vocable que ha perdido su sangre es ups vocablo a cuya agonla habremos asistido, del que no recordaremos sino la perdida.

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No es la tinta lo que da a la palabra su color, sino los horizontes que la fascinan.

Hay inmovilidad sólo donde no queda savia.

El árbol huye POT las rakes. El universo es juga desafiante que desbarata la huida.

Estabilidad de los seres, de las cosas, del mundo, no sois ma's que el tiempo in/imo de twa tregua entre dos huidas; tin tiempo im-perceptible, ya ilusorio, y sobre el cual nos apoyamos: nuestro pobre tiempo.)

Toda sernejanza Cs acuerdo impilcito entre dos fugas; complacencia de intención y de acción.

Toda huida tien, por finalidad diferida, la se-mejanza. El libro de las Semejanzas Cs Cl libro de las

Fugas.

Sabremos, al huir, que nuestra huida era otra manera de volver sobre nuCstros pasos, al lugar donde nos extraviamos, habia escrito reb Bacush.

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LA MULTIPLICIDAD DEL LUGAR

<<Hacerse semejante, decla, no es per-verso placer de imitación; es un acto subver-sivo; la manifestacion de una yinl subversión de la naturaleza y del espIritu.>>

En rodo tiempo, ci judlo ha procurado lievar hasta la peniección su semejanza con ci libro.

<<He descubierto que, de todos los pueblos, ci judlo era el más subvensivo y que escapó, a lo largo de milenios, a la destrucción gracias a esta subversidn que intencionalmente ha ilamado, fidehdad a! hbro.

>>Nadie, como él, tuvo ci cuidado de la justa lectuna. Nadie, mejor que él, comprendió que la escri-tura no era sino retirada de lo que está escrito, en be-neficio de lo que se escribe; su fidehdad no era sino fidelidad al porvenir>>, decla reb Luzum.

<<Blanca es el alma judIa, como la baja de pa-pci, decla. reb Asayas; sabre ella, nuestra remitente errancia se imprime en caracteres de lugares perdidos.>>

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Toda lectura es lectura de un lugar aje-no, de un primer lugar.

—Tres veces, Dios Se manifesto a Moisés en lugares distintos. Toda palabra defiende su lugar.

El libro posee igualmente su lugar, carente, a menudo, de caracteristicas mayores. No obstante ese lugar, a primera vista cualquiera, podria set- un lugar elegido pot el vocablo a sabiendas, el retorno a un lu-gar querido, quizá de origen, del cual arrastra la nos-talgia. El lugar de nacimiento, aun para una palabra, es inolvidable. Esa elecciOn, si no Cs arbitraria, serIa determinante pat-a la prosecuciOn del libro, para so desarrollo.

A quién Ic toca clegir el lugar del libro?, tal set-Ia la pregunta, dijo reb Tevet.

No hay lugar del Jibro; pot ende, no hay dcc-chin; hay SI lugares eludiéndola. Cada letra es intima conflguracion de un lugar. Al escribir, no hacemos sino revelar al vocablo ci lugar de cada una de sus ictras y al hbro, los lugares discminados de sus palabras. Asi ci judIo va hacia el judlo despues del éxodo. Todas las patrias de judios son una misnia patria dividida a la que devuelven su unidad, al agruparse, al concluir el libro.

El trabajo de escritura serla, entonces, afirma-ciOn reiterada dc la pertenencia de la letra a un lugar determinado, deliberadamente guardado en secreto hasta su acceso al libro, y el libro, reuniOn de una infi-nidad de lugares: oh tierra prometida, del todo pro-mesa, le respondiO rcb Tekoa.

(<tUna letra, en/re todas, es S verd ad e-ra patria. Cada vez que la encuentro en una

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palabra, a veces duplicada o triplicada, tiem-blo tie felicidad. Nosotros que estamos sin tierra, oh mis hermanos, no diremos más que somos tie Ml o cual pals, sino tie Ml 0 cual letra; put's ci mundo es nuestro iibro>, escri-bia reb Zémer.

Y reb Gázit: Una parcela de tierra p0-

dna sen semejante a todas las tetras del al/a-beto. Leemos ci mismopais)

Te despiazas en el libro, a través de Las pala-bras, de lugar en lugar.

No puedes contar tug sorpresas, tug rupturas, tug

encantos y tug desilusiones. <<Numerosos son los lugares de mi muerte, de-

cIa. Hablo, escribo sobre cada uno de esos lugaresa> <<Habias, escribes sobre un solo lugar que a to-

dos contiene, como ci segundo está habitado por todos los segundos que lo precedicron y ci libro, por todos los libros ilevados, antes que él, a su término>>, Ic fue res-pondido.

<<Digo Ia falsa semejanza del grano de arena con ci grano de arena, escribia reb Shemuli; la falsa semejanza del dolor con el dolor y de la alegrIa con la alegrIa. Nada se parece a nada: la semejanza del uni-verso con Dios es la semejanza del Todo con la Nada; como si la Nada hiciese el papel del Todo y el Todo, de la Nada.>

Si no puedes vet a Dios, decia ademas, es por-que cuando Lo buscas en ci Todo, estd en la Nada; y cuando crees haberlo contempiado en la Nada, está en ci Todo; pero —agregaba— nuestros ojos que no pue-den captar el Todo, tampoco pueden captar la Nada; pues la Nada es el vaclo del Todo.>>

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A lo cual, uno de los discIpulos respondió: <<El Todo se asemeja al Todo y la Nada a la Nada.

>>AsI, no habrma ni Todo ni Nada, sino math-festacion de la semejanza entre dos impensados: lo que se da coino Todo, con el Todo y Ic que se da como Nada, con la Nada.

>>Dios serIa, entonces, figura de una ausencia de figura divulgada; vmnculo complejo de la no seme-janza con la no semejanza semejante; del espeso muro de la Iuz con su limpido semejante.>>

Y reb Saban: <<Dios perfecto carece de imagen perfecta de Dios. La perfecciori rechaza la semejanza.>>

Y reb Hababón: <<Dies es el (mico que ignora la semejanza. Es la no semejanza, en el corazón de todo cuanto se Le parece. Es la multiplicidad de semejanzas que la no semejanza designa como semejanza de seme-janzas anuladas; la nada refracra la nada.

>>Asf Dios se asemeja a Dios, donde nada se parece a nada, o todo se parece a todo.

>>Dios serla, per To tanto, la semejanza de la Nada con la Nada y del Todo con el Todo, en la diver-sidad ostensiva de su unidadj>

(<gNo recelaba Moisés que, al lransmi-fir el decálogo al pueblo hebrco, éste se obs-tinara, con fervor consciente, en descubrir las palabras que aán quedaban escritas per la mano de Jahveh, como si la voluntad de si-lencio de Dies no juese sino invUación din-gida a ese pueblo, a mitigar la ausencia divina de palabra con una palabra humana semejan-te?>>, decia reb Mosri.)

<<La semejanza, decla reb Alcé, es imagen de una imagen, gesto de un gesto, palabra de una palabra, silencio del silenclo que el libro denuncia.

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>>AsI, nunca bubo un libro de semejanzas.>> Y agregaba: <<Donde obra la semejanza, la in-

superable dificultad del libro de ser libro dno Cs aqué-ha que el judlo habla de su empecinamiento en querer ser per fin judIoh>

Y reb Masulés: <<El judaIsmo que podemos, en cierta manera, mirar como una escritura tenaz en la noche donde toda escritura se esfunia, tiene por virtud innata —su cualidad principal— ha Itkida paciencia que los siglos heredan de los siglos.>>

(<No hay palabra ludla. Hay una palabra interrogante, a la espera, reservada a las pre-guntas. Hay una palabra muda frente a la palabra dominante: la del poder, de ía mayo-ritz hossil. Hay una palabra elocuenic, ante Dios —quiero decir, en relaciOn con Dios—. Todas estas palabras son una sola que Ilamo judla porque ha surgido de nuestra interroga-chin fundamental y porquc atestigua, en su pluralidad, nuestra libertad y nuestra revuel-ta>, escribia reb Tala).

Y por otra parte: gNo es la rebelidn una de las formas paroxismales de la obe-diencia?

),Por haber obedecido a todos, no obe-decer más que a si mismo; por haber obede-cido a todo, obcdeccr solo a la exigencia de la Nada y como si, habiendo la obediencia agotado su Ibnite, no pudiéramos boy sino rebelarnos contra ella.)

Escritura nómada, aquella que no es de un lu-gar sino de todo sitio que La letra, al reunirse con la

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letra, resucita y que ahora se agota en el desierto de so sed. Cada grano de arena habla pot esa extensión desolada, convertida en so espacio natural y, no obs-

tante, muere solitario de su muerte continua que el

sol abrasa. Escritura liorada pot sus lugares abandonados;

tantas lágrimas, esta tinta: higrimas y tinta judlas.

<<Cada parcela del globo, de la más fértil a la menos afortunada, habrá dado al judlo, a través del libro, su fisonomIa, so manera de set, su razón de set y de vida; pero habr6 sido, igualmente, el fermento de so nostalgia nativa, de su inquieto y doloroso paso, parecido, sin duda, a otros; aunque tendido hacia el reconocimiento de on lugar preservado, en Ia conste-lacióri reverberante de Ins no Iugares, escribió reb

Has4n.

<<La semejanza del judlo con el judlo es compa-rable a la de un universo en llamas con on universo

de ceniza>, anotó Yukel.

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EL MAS ALTO DESAFIO

(<gA qué, a quién sonrles??, pregunla-ba, tat dia, a tel, Yejici uno de sus discipulos.

Reb Yejiel indicO, con ci dedo, ci vaclo y respondiO: -A Ii, a ml, a tu prcgunta.

Y agregO: <A nuestra sernejanza."

<(Mi hijo ha nacido. Macjo mi hijo, gri-taba de alegria reb Arnie!. Es ci heredero de mis más queridas sernejanzas. Su rostro a to-das rnagnifica.

Tc asemejarás a todos los muertos, a la hora de morir, decia reb Maalod. Abrazarás a! fin la scmejanza con todas las semejanzas agotadas.

Y el hombre dijo a ese Dios: <<No oigo sino a Ti; pero no Te oigo. *No veo slim a Ti; pero no Te veo. *No busco sino a Ti; pero no Te busco. *No espero slim a Ti; pero no Te espero.

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>>No concibo sino a Ti; pero no Te concibo. *No golpeo sino a Ti; pero no Te golpeo. >No me interrogo slim en Ti. >>No me valoro sino en relacián a Ti. >>No soy sino palabra en el seno de Tu palabra. *No soy vocablo sino donde Di estás escrito.x Y Dios dijo al hombre: <<Soy la despotica, Ia obsesiva, la ma's enigmáti-

ca de tus creaciones, después del verbo.>> Y el hombre dijo: ce Soy el verboh> Y Dios dijo: <<Soy la interrogación del verbo.>> Yel hombre dijo: <<Soy el verbo en consideracionh> Y Dios dijo: <<Que tu hálito, oh blancura, sea grafla previa

en el mármol negro de lvii palabra. De lo que se escri-be febrilmente de dIa, las tablillas de la noche nos per-mitan la lecturaj>

Y el hombre dijo: <<Mi lengua es polvo locuaz. Dame otra Iengua.>> Y Dios dijo: <<El polvo es mármol y el vaclo, universo>> Y el hombre dijo: <Dónde estoyh> Y Dios dijo: <<Qué importa dónde estás? Donde estás, ya

no te veo.> Y el hombre dijo: <Te di acaso 0105 demasiado debilesh Y Dios dijo: <<Me has dado ojos de infinitoj> Y el hombre dijo: <cHunde Tu mirada en ml. Lievo en mi seno el

infinito,>>

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Y Dios dijo: <<Que nuestra ausencia sea alianzaj Ye! hombre dijo: <<Donde estás TO * D6nde estoy yoh>

(Oh Senor, decia reb Shamün, en Ti soy, como Ta, invisible y tni notnbre es aquél de lo invisible: Tu impronunciable nombre.

La normalización de nuesiras relaciones con Dios implica la normalizacidn de nuestras relaciones con el Nombre divino, y por ende COfl su calidad de impronunciabie '>, escribió por su lado reb Basri.

Normalizar en la extension injinita del verbo.

<<El nonibre de Dios codi/ica doblemente ci notnbre de Dios, alli donde no se pronun-cia>, decia reb Kalef.

.de tal modo, la pro positiOn del libro se hate eco de la pro posiciOn de li's letra, alli donde ci acceso a la scmejanza universal les está doblemcntc vedada.

Toda seme)anza no puede set mds que su pro plo lbnite. De/inir el ilmite, es circuns-cribir la semejanza.

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Para ci hombre, solo hay semejanza en lo humano.

No puede haber setnejanza en la creaciOn sino en relación con lo que sistcrnáticamente se sustrae a toda seme)anza.)

—Ya estás lejos del libro? —En ese grado de convergencia, el librn se

expone todavIa a la interrogacián solapada que, sin duda, él hubiese querido evitar.

Si nunca hubo libro, con más razón nunca po-dia haber interrogación del libro.

pero si el libro solo fuese el deseo avivado del libro, su cruel y patética espera, el momento tan recla-mado de un lugar favorable a la eclosión del vocablo, In interrogación del libro seria entonces reconsiderar el cuestionamiento de lo que se presentara wi din, lo mejor posible, como modelo imperfecto del libro, cuya realizacion habriamos vivido etapa tras etapa.

La pregunta surgiria de esta violenta pasión del libro pot el libro, de este empuje suyo más aiM de so frontera, raramente frenado, pues ella es vertigo del vocable, en su ma's alto desaflo, apuesta sobre si mis-

ma, tras las trazas de la muerte. El mundo estd en las palmas lienas de arena

que nos son tendidas. Escribir consistirma, en tal caso, en reuriir los

vocablos informados de su condición, alrededor de una supuesta tiara idilica, lugar imaginario a partir de un no lugar diariamente acosado en su silencio.

UA

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—Escribes. Lo que escribes, es solo válido para el instante?

—El instante que viene no nos pertenece. —COmo, en tales condiciones, nos pertenece-

rIa el instante presente? —Mañana es la venida del Mesias. El cambio

seth para mañana. —Hay un presente más blanco que ci futuro?

Nuestras palabras esparceri su sombra sobre ci hoy; pero qué sombra se atreverá a combatir Ia blancura

inmacuiada del mañana? -. .osará atacar la noche de mi tinta, la no-

che de vocablos empapados de mi sangre negra, en cuyo seno se debatira ci Meslas, como naufrago en me-dio del océano.

Cada una de mis palabras es portadora de cambio.

-a.. .pero a qué cambios nos preparan? -. . . quizá nos inicien en ci amor al cambio

que el cambio reprueba y terne. La verdad es virtud del cambio.

(*Decfas: "La vera!ad es vaclo. Ab, cuán devorado Cs ci vaclo pot ci cambio.

x. 'Por ddnde entraria ci Mesias —res-ponde!—, si ci libro juese universo cerra-do? "x, escribio reb Najnzan.

Ei Mesias es condicidn de cambio; en-carna esta condición>, decla reb Akad.)

En adelante, toda razOn de comprender, de juzgar estd, para ml, ligada al recuerdo que guardo

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de esos acercamientos a! libro con el cual deberla, en el futuro, contar; prisionero a tal punto estaba de esos vocablos cuya necesidad, la dictada por ci deseo pro-fundo de romper ml soledad, no se me presentaba aün de manera bastante Clara como para aceptarla per corn-pleto. Me faltaba franquear la linea divisoria del si-lencio ferozmente defendido, que ningün vocablo osa-ba violar, incitar esos vocablos timoratos a atacar el infinito.

El libro que está a nuestro alcance es el libro del fin de un mundo condenado. Toca a los sobrevi-vientes devolverle, con su orden, sus palabras. Habrá un mismo orden para todos los libros? En esa pers-pectiva, escribir el libro consists quizá en volver a hallar su orden original, sin ci cual no existirla. No seth ci orden del libro la via abierta por la desespera-ción de toda página de escritura, que ci vaclo desgarra y deporta?

(tNuestra más pesada cadena, decia, end /orjada pot palabras no /ormu1adas>

No me juzguéis pot lo quc sabéis y que yo hubiera podido saber; sino por lo quc aprendéis de ml y lo que aprendo c-ada dia>, dec-la reb Sebton.)

2

Y después nada... Y es la impotencia de Dios.

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<<Crees que se puede alcanzar ]as cimas dora-das de Ia noche y volver, intacto, al punto de par-tida? >

<<Montanas de sombra. Montaflas del espfritu. La estrella es ese respiandor del saber, tan abandonado al infinito de la noche, que ella titila solo para 51,>,

decia además.

Quizá es tiempo para ml, de trazar un piano de las fallas, del desmoronamiento inevitable, pot lo suibito de la ruptura, de una parte del texto sobre otra, poniendo en relaciOn diferentes edades y niveles de escrituta.

<<No hay cinias de la escritura, decIa. La escri-tuta es, en sí misma, cima.>

Linea de falla. La muerte es guardiana de la ultramuerte.

La muerte posee sus horas de claridad y sus horas de tiniebla.

La eternidad está tabicada.

En la maflana, solo mi sombra.

Alil donde para otros habrIa certeza, nos aven-turamos pot un inmenso terreno movedizo.

Aill donde hay, para otros, pretextos de afir-maciOn, hay, para nosotros, duda, iniedo, angustia, infinita intrrogaci6n.

Paiabras subversivas, generadoras de polémi-cas, en tanto empedradas de inquietud y pobladas de querellas.

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Au donde habrIa, pan otros, esperanza de desenlace, pan nosotros no hay nada.

Partir de nada pars encontrar la nada. Errancia por La negatividad de un repetido debate con la rnuer-te; aceptada, reconocida como inico acceso al libro donde, - por haber sido nosotros nombrados, el poder de riombrar que nos es, por esto, otorgado, mina toda manifestaci6n de cuaiquier presencia, toda veleidad de potencia y denuncia, naturaimente, toda voluntad ab-

surda de dorninacion. La escritura se instaura como ñitima finalidad

de la escritura aIlI donde el sentido ha zozobrado en ci ultrasentido, en ci más alIá de la significación nan-

quilizadora, implacablemente puesta en tela de juicio basis quedar reducida al movirniento mismo de esta

puesta en duda pot el fracaso que la acecha al término. Quién sabrIa detener nuestra marcha? Qué

palabra, cuáL vocablo podrian retenernos donde no hay

palabra ni vocablo posibies? Todo es blanco y pot

nosotros, para nosotros, no dejará de serb. —Pero de qué, donde y cómo renacerla la

interrogaciOn que fuc, en todo tiempo, nuestro ca-

mi no?—Quizá de las cenizas humeantes de una inte-

rrogación en suspenso.

(Solo en el libro se puede tomar du gan-

cia con respecto a Dios; ea rnenos que Dios sea precisarnente esa dinancia en la que ci libro se escribe?

Distancia que Dios ha tornado con res-pecto a SI mismo corno Si) al elegir ci Libro, Se hubiese tie anternano condenado a desa-parecer.

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Realizar el libro, o sea esiablecer ci or-den que permitiera al libro hacerse, pero al cual, lameniablemente, para tormento nues-iro, escapa: orden, cotno un trazado de blan-cura en cuyo hueco los vocabios se ordena-nan, olvidando que es trazado de la nada donde buscamos, sin logranlo, emprender ía lectura.

((Gente del Librox, esergis acaso genie por milenios sometida a ía /ascinación del sentido extretno de la Nada que la letra cr4-tiva?

del sentido exiremo del vaclo?)

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EL PASAJE

<<Lo impensado, decla, es posibiemente el ma-fiana del pensamiento.

>>Dios es porvenir.>>

Dies piensa donde no podemos pensar; es ese pensamiento que debemos alcanzar.

<<Soy ci pensamiento que hace estallar ci pen-samiento, In ausencia que descamina a In ausencia, la inocencia que mata * , escribio un sabio.

Lo que pasa tiene quizá, la pasión del pasaje.

<<Mi pensamiento es on punai y yo soy mi pen-samiento. Con tu mano débil, arrancaste el arma de tu mane * , escribió ademds.

Y agreg6: <<Nos apoderamos de los pensamien-tos de Dios, lo hemos desarmado, por eso no existe más.>>

Todo pensamiento es el momento observado de la muerte de dicho pensamiento y su suibita resu-rrección en ci no pensamiento que se ha vuelto escla-recedor.

Sólo hay futuro en la muerte, iinico pasaje. Dies es ci pasaje.

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El proceso

Confiar en lo que dun más que nosotros. Afrontar 'a próxima interrogacion. Ayer es una pregunta ávida.

El pensamiento libra siempre un combate de-sigual con el pensamiento.

Proclan,aj- el resultado de un combate. Liamar a on arbitro. Respetar so dictamen;

pero cómo hacerlo cuando SC Cs uflo y otro combatiente y, de la confusa contienda, ci juez?

Lo arbitrario fue, para nosotros, la casi salva-don.

" En consecuencia, al término provsorio de nuestros combates, no podemos, hoy, ni declarar-nos vencidos ni enteramente vencedores, ni del to-

do con vida ni verdaderamente muertos>, escribla reb Zafrani.

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<<Dios no es más que aire, aire de fuego que horada mis pulmones, gritaba reb Gabry el de-mente, muerto después de tuberculosis.

>>Escupo sobre El, pleno de El, per codas las liagas ennegrecidas que mantiene, en ml, abiertas.>>

Su hijo le respondió, entonces: <<Padre, no es cada estrella un escupitajo del cielo pulmonar?

>>Fortificamos nuestra alma, al escuchar tus enseñanzas y tii, con premura, La enterraste. Todo cuanto viene de Dios, incluso la locura, es sol de sabidurla.

>>Llmpida es la verdad de la tinta, escrita a tal altura. Y en el fondo del abismo resplan-deciente es la semejanza con El.>>

<<Toda llama es amplia o débil respiraclén divina. Dios, al respirar, nos ilumina y nos mata con sus puntas de fuego; pero el milagro de Dios es hacer, del hIito, la inmortal llama que no Lo consume* , escribla reb Debbas.

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<<Un perro viene a mi encuentro. Vagaba, pere-zoso, en los parajes. Lo acaricio. Me sigue. En la mi-rada himeda del animal, está nuestra inquebrantable lealtad al signo recibido>>, escribió reb Somer.

(-Vitima mirada, mirada del asesino. 1Ah!, que jamás In mirada sea üitima mirada al mundo. La lectura, en ese grado de pe-net racidn, es disecaciOn de las fuentes. Viudo del instante, es ci instante leido; pero no se ago/a tan rápidamente la lectura dc un texto cuya fecundidad es/a en función del nümero de nuestros /orados. Tan/as fuentes insospe-chadas alimentan ci espacio cultivado del ii-bro>,, escribia reb Moyai.

((A todo icngua,ic, el judo oponc ci suyo. En cilo reside ste soledad, como la sub version es la absorciOn del lenguaje del otro por ste pro pio ienguaje>>, decia reb Bit/ar,

cLas palabras pronunciadas por ci aman-Ic y las dirigidas a Dios tienen estrecha rela-ciOn con la escritura; pues dejan de ser pala-bras corricntcs para convertirse en palabras de toda palabra desimaniadas>, cscribia un rabino emigrado, que encon/ré demasiado tar-de para /igurar en EL LrBRo DE LAS PRE-

GUNTAS.)

<<Tôda semejanza me es dada pot el libro. El libro es pura semejanza —corno se dice de un arte, de un diamante que son puros— con el cuerpo.

>Apreciaras tu cuerpo, a través del libro, en su

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semejanza con el cuerpo divino cuyo precioso sudor es de tinta>, escribla reb Usuf.

todos esos poros, esos mintisculos tinteros naturales.

El libro del sudor es el libro maestro del cuer-p0, tibia transpiración de los vocablos.

<<Habremos seflalado, del sentido, so alcance beta del sentido y del sin sentido, in tiranla>>, escribla reb Abulker.

Y reb Amar; <<Dios es, ante todo, sin sentido, luego seritido del sin sentido, luego sublimación de Su negatividad.>>

Y agregaba: <<Dios Se nombra en ci rechazo del Nombre; en la no nominación en que Se abismaa>

Y conciula: <<Dios no es ci rechazo; sino, en la via de in verdad, el lento progreso de Su rechazo, en el que Sc deletrea.>>

Reb Asad, pot su parte, no escribla <<Dios es ci agotamiento de todo saber, en el corazón del saber absoluto. Es el adverbio radiante del no conocimiento —lugar indeterminable de regreso y de remate de noes-

tros conocimientos—; pues Dios no sabe nada, pot sa-

berlo todo. Por haber sabido todo de antemano, en el sexto dIa de la Creacián, correspondiente al primer din del universo, Se despojo del conocirniento inuitil?>>

<<La iegibilidad y la ilegibilidad de Dios son legibilidad e ilegibilidad del no saber>>, decla reb AIflé.

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—HabrIa una pregunta retenida, al borde del no saber, de la que Dios no puede substraerse?, pre-guntaba un dia reb Najmias a reb Menasé.

—Danios fe de esa pregunta, Ic respondiO reb Menasé; nos atascanios a la orilla de lo que iamãs seth conocido, pues es ajeno al conocimiento.

Y reb Dabaj, quien escuchaba distraIdamente en un rincón de la pieza, dijo: No es la muerte, con la pérdida del conocimiento, la pérdida total del cono-cimiento? Solo se puede interrogar a la muerre en Ia muerre, y cuando fallecemos, nos quedamos sin pre-gunta.>

('Habitáate a hacer, coma Dios, c/c cada nombre, Eu nombre. Es ci ánico modo de ant-mirios plenamente)>, escribio reb Dasa.

Y reb Jakim: ((Mi nombre Cs la distan-cia corn probada del nombre con ci Nornbre.*

((Si se ac/mite que ci arc/en del Libro divino Cs de/ectuoso, ghay que concluir que Dios nos ha legado un libro absurdo? A me-nos que El haya querido indicar que ci mis-terio reside en ci absurdo., escribia reb Sc-muhá.

Y agregó: Dios, con Su libro fallido, nos enseña, quizá, que ci libro es imposible.'>

Y en otra pane: Si Dios es, por Si mis-ma, una palabra ausente 0, mejor, ii El es ausencia de la palabra, gnu será cada palabra caico de esta ausencia?

El cultivo de esta ausencia es lenguaje divino.

Escribes sobre Dios.)

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2

Estamos aquI, todos muertos. ?Cómo podeis reclamar, para el acusaclo,

la pena capital? —Todas esas penas, esa larga peria, iqu6

desgracia!

Fue en tales términos que ci acusado se expre-so. Lo que dijo nadie ma's que él lo escuchO. Fue asi conderiado pot so silencio.

—Si no negáis los hechos, dijo ci alma del fis-cal, es que los consideráis verIdicos.

Los jurados asintieron. El pdblico aplaudió el veredicto.

Condenar a la pena capital a un muerto, iqu6 absurdo!

En el reino de las almas, habrá un alma a la que Ic cortaron el cuello, on alma sin cabeza.

La publicaciOn por ci condenaclo, hace unos quince años, de on libro molesto —que fue seguido de obras igualmente perturbadoras— Ic valiO la crcel; pero qué otro medio de encarcelar a un alma que

dejndoIa en so cuerpo? Ella iba ahora a ser liberada: se volverá un vaclo intolerable, on cuerpo sin cuerpo, on alma sin alma, sorda, que nunca más se pronun-data; so mirada de gigantescos brazos de aurora, no rechazará más las aéreas cortinas de sombra y dejará que ci mundo penetre: un tronco, manos, piernas in-deseables, humilladas. Y, no obstante, qué alivio inex-plicable: el anonimato, el triunfo de la soledad y la suerte del exilio.

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Recuerda esas frases de reb Samuel: <<El alma es el cuerpo del cuerpo que alberga su ausencia; asi, no esperes encontrar en ella ni tus huesos ni tu came, tampoco esperes ver circular tu sangre. La inmortali-dad es un soplo; el cuerpo inmortal es la envoltura de ese soplo. Imagina el vase, de vidmio fine que protege la mecha de mi lámpara a petráleo. El vaclo agrandado mantiene encendido el soplo. Dies es ci inmenso soplo del universe. El dIa es Su inspiraci6n; la noche, Su expiración. jVerano, invierno cósmicos! Ardiente es el alma, o glacial.>> Frases que le recordaron las que reb Zeinin escribiera en la vIspera de su muerte y que su hija Ic trajo: <<El alma es una pequefia parcela de cielo; con el brilla y con el se empafla. Aproximadas por ci deseo que las cose una a otra, nuestras almas formnan la amplia vestimenta de Dios. Pueda la mia set el bolsillo donde el Creador esconde el libro.>>

<<Por eso, comentó más tarde uno de sus disci-pubs, una mnfima fracción de nuestro riempo puede set, ella sola, mañana o tarde de Dios. Sin saberlo, vivimos a la par en mirladas de universo cuya muerte quizá sea la revelaciána>

(<çCuánto universe se vale de la tnisma letra! Cada uno de nuestros vocable: es to-dos esos universoj- tan/as veces cuantas letras contiene>, dcciii reb Banán)

<<Sed, con firmeza, prójimo, decia meb Benilün. AsI, yo no seré ya más,>>

*

<<Quisiste escribir ci libro. Nos hiciste erect que lo lograrlas. Nada has escrito. No has hecho nm-

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gán libro>, dijo ci alma de an escritor, convocada como testigo de cargo.

A lo que el alma del acusado respondió: <Nada Sc escribe. No hay libro.

—Sacrilegio. No somos nosotros escritores?, rcplicó ci alma del testigo. Y t3, no Ec presentas como uno de nosotros? He compuesto tantas obras que se siguen lcycndo.

—El escritor sabe que no escribe nada, prosi-guió ci alma del acusaclo; que los vocablos quc alinca no son más que placer fugaz o indigencia de vocablos. Todo se juega entre ellos y la escritura; dicho de otra manera, entre nada y nada. El libro es la muerte del libro. Cada uno de sus periodos es la descripcion de nuestra muerte; pues las páginas de la muerte no son sine, hojas del libro.

-- . pero estamos muertos,>, dice cI alma del

uez.El segundo testigo de cargo era ci alma de an

judio. No podia reprimir su furor. <<Eres ci traidor, dijo. Hemos abierto nuestras

puertas a to palabra judia y esa palabra estaba enve-nenada. Evocaste a Dios, al Libre; pero era para con-fundirlos y reducirlos a polvo.

"Dijiste quc todo hombre era judlo en ci um-bral del libro. Te extendiste sobre nuestros suirimien-tos, nuestro infortunio Apelaste al Mesias; pero era para apartarte mejor de nosotros, para poner en prâc-tica una más vasta apertura al vaclo; nuestro abismo.

,>Entonces, cufles son nuestras quejas, nues-tros gritos?

>>Escribistc que cscritor y judIo cran una mis-ma palabra, la del cxilio. Qué haces de nuestra Fe en Dios, de nuestras esperanzas? El Libro de Dios es el libro de la Fe. No hay soledad en Dios. No hay otro porvenir, para ci judlo, que el de una colectividad soli-

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dana en la dispersion. Tal fue nuestra fuerza. Dios está en nosotros y nuestra union consagra Su unidad. Basta que uno de nosotros, mental o fIsicamente, se separe de sus correligionarios, para que la unidad de Dies sea amenazada.

* Pusiste en te!a de juicio el libro. Desencami-naste la pregunta. Has mu!tiplicado los caminos, luego dejaste que la arena los cubriera.

>Frente a la pregunta insistenre, ci libno no puede set más que libro del fugaz momento de tu inte-rrogaciOn, cuando Dios no es mds que desesperaciOn de no haber sido nunca Dios.

>Entonces, qué judIo eres tO? Al libro de la vida, opones el !ibro de muerte, como si Un cantero de orrigas pudiese más que nuestros rosales.

,>Has desacreditado a nuestros sabios y nues-Eros rabinos de quienes inventaste sentencias y paro-diaste Ins nombres. Te ensaflaste con ellos. Golpeaste a Dies en ci corazón, hiriéndo!o en Su verdad y en Su amor. Dios es Totalidad de !a Respuesta. La pit-

gunta Cs humana. Interrogamos a Ia divina respuesta para impregnarnos de ella y transmitir!a, enriquecida de nuestras preguntas, a nuestros descendientes, y no para sembrar el desconcierto en su espIritu.

))Que judlo eres, tO que cuestionas el origen, que has sido el judlo de la ruptura? Tu icy fue !a de tus libros cuyos mandamientos te fueron dictados pot tu propia muerte. La muerte pertenece a Dios, señor de !a CreaciOn. Toda creaciOn es Un conflicto con la rnuerte. TO has falseado las regias de! juego. Tomaste parrido pot la muerte para elevarte hasta Dios, de quien es el triunfo, y hacer caer, altivamente, donde no hay ya nI' preludio ni término, la CreaciOn. El vaclo fue tu obsesiOn; peno no es acaso en el vaclo que el cuerpo y ci alma, como el árbol y el dIa, crecen y se ensanchan? Glorificaste ci vaclo, en nombre de una

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verdad &tima por la que has sacrificado las otras; pero ci vaclo no abreva acaso al mundo? dEl agua

del vaclo no ha calmado acaso toda la sed del uni-verso? El desjerto está hecho a la medida del infinito del hombre; ci vaclo —que rodea al desierto— está hecho a la medida del infinito de Dios. De manera que hay siempre un infinito mds para separar al Crea-dot de so criatura. Ese infinito de Dios, que es el Libro abierto, td buscaste llenarlo con tus libros. Loco, pen-saste en algtin mornento lograrlo. El Libro de Dios se escribe en la ceniza de aquellos que ardieron para Si.>>

A lo cual, el alma del acusado respondiO: es set judlo sino ser el despertar del pensa-

miento, alil donde no hay mañana, set la angustia de una marcha, alil donde no hay arribo? dQué es ser judlo, cuando el inico origen es ci del libro en seguida sobrepasado? dEres ci judlo del libro de ayer o del libro de hay? DirIas que eres el mismo libro? iDirlas que eres la misma alma?

>>Por set todas las palabras, la Palabra de Dios es cada vcz una palabra diferente que, proferida, no Le pertenece ma's. Dc tal modo que no hay ms Libro de Dios que libro de hombre; solo hay, escrita ii oral, la confirmaciOn, pot Dios o pot ci hombre, del vaclo.

>>Dije que set judlo era asumir todos los libros, a través de la obsesión del Libro ünico. Dije que la muerte de un judIo es la muerte de todas las palabras del libro y de todos los libros del Libro incumplido. Dije que la voluntad de sobrevivir del judlo reside en su obstinación en recomenzar el libro. Dije que ci Me-slas era la apertura extrema del libro, en tanto vocablo que se designa por esa apertura. Dije que ci judIo, en lo más novedoso, en lo ms audaz, en lo más riesgoso de su büsqueda no era ma's judlo para los judios y que esa paradoja era una de las claves del judaIsmo; pot-que es la cave prometida del Libro que todos los

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libros, vaiiéndose de esa promesa, pretenden poseer. Dije que set judlo era vivir esos instantes de pertenen-cia y de no pertenencia al judafsmo y merit con ellos, solitario, y que In solidaridad judia pasaba pot esa cruel experiencia. Dije que el escritor eta escritor per-que era judlo, que ci judlo no era judlo sine cuando, aI término de sus lecturas, sentia que se volvia escritor y que no habia para ambos otra saiida que la acepta-don de esta condiciOn extravagante que les permirla, como hermanos gemelos, fundidos uno en otro, bor-dear ci abismoj>

—Nunca se ha oldo discurso mis neclo, excia- mO ci alma del judlo. ,Si no crees en nada pot qué te dices judIo?

—Creo en el libro en relaciOn con el aniquila-miento del iibro, como sOlo se puede creer en Ia vida en relacion con el despilegue de Ia muerte. Creo en la Nada —La nada hace estremecer a Dies— alil donde ella se escribe en la interrupciOn de La Nada; es decir, en un espacio ocupado pot vocablos que solamente se libran per interrnedio de so deseo de escapar a La Nada, de Ia que son expresiOn.

>>Y digo que escribir es on acto revolucionario escrupulosamente judIo, pues consisre en tomar la plu-ma alli donde Dios se retira de Sus palabras, en pro-seguir indefinidamente un libro utOpico, a semejanza de Dies que fue el Todo del Texto del cual nada queda.

Toda escritura profesa, per fin, la impronun-ciabilidad del nombre de Jahvé; es Ia lección del ju-daIsmo.

>Hacer de su nombre, un nombre impronun-ciable; set el extranjero de Ins extranjeros; el exilado de los exilados; desprenderse de la semejanza consigo mismo, con ci prdjimo para optar al fin per In no se-mejanza divina que es condena de toda imagen: dia de la verdad.

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>>La creación no refleja a Dios; pero nos remite a la nada en tanto ausencia de imagen universal: tal es también la iecciOn del segundo mandamiento que inspira la icy del hbro.>>

El alma de aquél reputado par su gran sabidu-na pidio intervenir. Lo hizo con estruendo.

<<Nos dejaremos, dijo, bunlar pot esa alma indigna?

>>AIma de escritor, atrae sobre si ci oprobio de los escritores.

>>Alma de judlo, atrae sobre si el opropio de los judlos.

*Alma de atco, atrac sobre si ci oprobio de los agnOsticos, porque utiliza un lenguaje que es la ne-gaciOn de la razOn de set de todo lenguaje, en tanto se sirve del discurso del escritor, para aizarlo contra ci escritor; del discurso del judIo, para alzarlo contra ci judIo; del discurso del ateo, para aizario contra ci ateo, obrando en la convicciOn profunda de cada uno. Y coma si no se hablara más que para destruirse. Dia-bOhco trabajo de zapa.

>>Toda certeza, segñn ella, nos empequefle, todo pensamiento nos subordina a la palabra que in con-sume. Dios es ci 6nico en no hablar donde El habla; pot eso no puede set sino ci silencio donde toda pala-bra cesa; pero si Dios es siJencio, cuál Cs esa palabra divina que escuchamos? eSi Dios es ausencia, coal es el libro divino que comentamos? Y cuál ese destino de hombre que se confunde con ci de la palabra muer-ta de nuestros libros? Ningón destino, para quien no ha vista ci dIa. Ningtin futuro, para quien no tiene existencia.

>Esta alma siembra, por doquier, la discordia. Es nefasta; chacal, se nutre de cadáveres. Su religion fue la desgracia.

)>El hbro sigue siendo el libro, el hombre sigue

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siendo ci hombre, Dios sigue siendo Dios, ci universo sigue siendo ci universo, donde ci Pensamiento res-plandece en la gloria del Verbo.>>

—Y lo impensado?, se atrevió, conio en un grito, a preguntar ci alma del acusado; el opaco, ci transhicido, ci maldito impensado que nos mina, reba-ja y deprava? Dios es In inipensado de toda soledad.

>>Decapitada, pronto no tendré más pensamien-to, perderé la vista, ci olfato. Me reintegraré a Ia Nada, seré errancia en la persistencia infinita de la nada que se confutxle con la inmovilidad de la muerte. En Ia ma's amargo de vuestro desprecio, fortaiecidos por vuestra buena conciencia de propietarias del libro y protectoras de su lugar, no me examinaréis más coma aut6ctono, orgulioso de su pals, exarninaba a menudo al judlo, ese eterno apátrida, porque nunca sabréis dónde estoy, e incluso si estoy. Extranjero como Jahvé lo es entre los dioses, estaré, también, yo sin seme-anza.>>

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El tribunal era todo blanco: muros, techo, puertas, ventanas, piso. Blancos eran los jueces de la cabeza a los pies; estaban vestidos de blanco, de un blanco parecido al de so pie!, de SOS cabe!los, de sus ojos, de so boca, de so frente, de so cue!lo, de sus ma-nos, de sus zapatos. Los jurados, el fiscal, el piIblico, Jos ujieres, Jos gendarmes, igualmente blancos. No re-cuerdo, sin embargo, haber vista u oldo a los abo-gados; como no he captado aün lo que aill se decia. Todo era tan blanco que las voces se volvIan también

blancas.Por ejemplo, cuando el fiscal dijo al acusado:

<<Puesto que usted no niega Jos hechos, Jos considera verIdicos> y los jueces asintieron, me pareció que el acusado habia pronunciado algunas palabras, par des-gracia inaudibles para los otros y quizá, para él.

Todo es todavIa tan blanco, que me pregunto si el Tribunal era realmente on tribunal, si asisti de veras a un juicio, si todas las almas presentes eran sin duda almas. Y yo, tan blanco, tan piano, tan liso; a tal punto blanco ante esa hoja blanca, ante docenas, centenas de hojas blancas; yo, de papel blanco, con-vertido en hoja del mismo formato.

Y iuego esos fragmentos de frases que siguen devanándose en mi memoria; apenas he extraido su

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sentido. Por ejemplo, cuando el alma del acusado sos-tuvo que ser judlo era también no ser judlo para los judlos. Al comienzo, me chocó esta afirmacion equlvo-ca, luego, reflexionando sobre ella, volvióse de golpe luminosa, pues nunca soy yo para los Otros; —soy el otro de mi yo. Si fuese estricta, mntegramente judlo, como soy el que soy; si fuese, yo solo, el alma, el cuer-po, los ojos, Ia voz, el senudo, d infinito y los Ilmites del vocablo <<judlo>>, no habria podido set judfo para quienes se pretenden judlos; pues seria reconocer que no soy sino elks; rodos ellos en cada uno de dos. Esto hubiera querido tambidn decir que no hay un judlo, sino judlos; que se es judlo colectivamente, nunca individualmente; dentro y fuera de su tribu. Una lerra, una palabra, un signo pueden set todas

las letras, todas las palabras, todos los signos y seguir teniendo existencia propia? Pueden tenet su signifi-cación, su necesidad? Reunidos, somos un solo set, una ónica alborada, una sola noche?

Si ml nombre fuese <<Judlo '>, es evidente que no hubiese aceptado que otro lo ilevara. Precisamente es ese nombre que está en juego —que constituye el riesgo— junto con el libro de ese nombre

Pero, cuán blanco es todo a ml alrededor. BLANCO. BLANCO. BLANCO, Llegaré al término de este blanco? Llegare al trmino de ml mismo; de ese blan-co ml mismo ahogado en todo el blanco?

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Ninguna clausura tiene sentido en el desierto, en el vaclo; ningün pensamiento, ningün libro que es clausura de todo pensamiento.

Hablar del libro del desierto es tan ridiculo como hablar del libro de la nada.

No obstante, sobre esa nada edifiqué mis libros. Arena, arena, arena aI infinito. Si hay un libro de la muerte, no puede sino

tratarse de la muerte del libro, puesta en palabras —como se pone a saco, oh dos veces sacrificada.

Es en esos limites no fijados del espIritu, en esa frontera devastada, pero infranqueable, que In Se-mejanza ye su potencia denunciada.

Aqul, se extingue ci lenguaje.

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Este Iibrn se terminO de imprimir en los Talleres Graflcos de Printing Book, S. L. Mósroles. Madrid (Espana) end mes de mayo de 2001

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Otros tItulos

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FPot el cielo y más allá Carme Riera

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El diablo meridiano Luis Mateo Diez

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Instinto de Inez Carlos Fuentes

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He aqvI un'lector, usted, que indaga en las frases, en los ritmos de las palabi-as, musicales

como nunca, que busca respuestas y solo encue.nrra mayores incercidumbres que, para

su satisfacciOn, acrecientan su intelecto.

<<Estaremos siempre sorprendidos por nuestras imitaciones, por nuestras simulaciones conscientes o inconscientes, por las analogias

consagradas, por la sutileza de ciertas similitudcsj

Una incursion, sorprendente y sin igual, en nuestras tradiciones ma's antiguas, en nuestros amores y temores, en nuestros

semejantes, en nosotros mismos. Yen todo lo que se le parece, también.

UIIIIIIj Todo lector es el elegido de un