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RHINODERMA DARWINII, la ranita de Darwin RAYEN MAPU, tejiendo herencia AJI CACHO CABRA, asi nace el Merken MAYO 2015

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www.revistabioma.cl MISION Incrementar el interés por la investigación, la exploración y la educación. Preservar las riquezas naturales y culturales de nuestro territorio e inspirar valores de conservación. Todo a través de publicaciones mensuales repaldadas por investigaciones e investigadores expertos en distintas disciplinas de las ciencias de la tierra y el hombre.

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RHINODERMA DARWINII, la ranita de DarwinRAYEN MAPU, tejiendo herencia

AJI CACHO CABRA, asi nace el Merken

MAYO 2015

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Ranita de DarwinEn el reino animal, la vida no es bajo ningún sentido “sencilla”…, cada paso, cada movimiento, por sutil que sea puede significar la diferencia entre continuar vivo ...

Rayen Mapu, tejiendo herenciaLas historias de un pueblo, sus recuerdos atesorados tan celosamente, sus experien-cias, su fe y sus temores...

Ají cacho cabra, así nace el MerkénLos campos de nuestro país siempre se han caracterizado por no sólo ser el lugar donde nacen nuestros más queridos fru-tos...

62Parque natural KARUKINKA¿Que aprendió el árbol de la tierra para conversar con el cielo? *Tal vez los bosques caducifolios subantár-ticos de Tierra del Fuego...

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Bio

ma.cl

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César Jopia QuiñonesDirector

Bienvenidos a esta nueva edición de Revista BIOMA

EDITORIALEn esta edición hemos querido traer de vuelta a un personaje que casi desde el nacimiento de Revista BIOMA ha sido la inspiración para nuestra misión de di-fundir para educar y conservar.La ranita de Darwin, la conocimos de cerca en el interior del Parque Tantauco, si bien nos tomó casi una semana hallar-la en su entorno natural, fue para noso-tros una de las experiencias de viaje más queridas y atesoradas.

“Recuerdo cuando pasaba horas ten-dido en esa rica biomasa permanente-mente húmeda mezclada con lodo y con la cámara mojada por la lluvia que no daba respiro, fotografiando a este minúsculo batracio, sin mencionar el constante ataque de los zancudos y las sanguijuelas haciendo de las suyas con casi todas mis extremidades expuestas, brazos, manos, tobillos, cuello, orejas, etc.Al ver una ranita, el tiempo se detenía, nada debía moverse innecesariamente, colocar el trípode en la posición adecua-da para alcanzar la altura y el ángulo era toda una odisea, que se convertía en una escena en slow motion que parecía no terminar nunca…, luego recurría a to-das las reservas de paciencia que un ser humano tiene para esperar una buena pose de esta diminuta modelo, porque obviamente no manipulaba su entorno ni mucho menos a ella, nunca fue toca-da, sólo esperaba y esperaba a que sal-tara a una hoja…, girara y posara.Finalmente lo hacía, luego otras ranitas con tonalidades totalmente distintas aparecían en escena, como si se hubie-ran pasado la noticia y sólo a metros las unas de las otras, fue un obsequio de la madre naturaleza, que en el silencio del

bosque y bajo la sombra del follaje me entregó secretamente, tal vez, y por qué no decirlo, el mejor obsequio que he re-cibido. La paz que me invadía, la quietud, los lar-gos y profundos respiros de ese aire tan prístino permitía, y no exagero al com-partirlo con ustedes, que podía sentir y oír como la sangre corría por mis venas, como latía mi corazón apaciguado por el ritmo de la naturaleza que me envol-vía, por ese tiempo podría asegurar que el bosque lluvioso crecía a mi alrededor y yo crecí con él…”.

Revista BIOMA es un legado de esa ex-periencia, nuestra misión es un legado de esta ranita, ella está en peligro de extinción, por ello queremos difundir su vida, su imagen para que aprendamos a quererla y hacer todo lo que esté a nues-tro alcance para proteger sus hábitat.Nuestra iniciativa nació de ella y lo úni-co que buscamos es que nuestros hijos y los hijos de ellos la conozcan, no por fotografías, sino que la puedan ver y oír, que puedan sentir esas mismas emocio-nes tan profundas que sólo se viven en los hábitat a los que la ranita de Darwin pertenece.Es una esperanza, una visión, un mensa-je…, que a propósito del Día de la Tierra que se avecina, sólo digamos que la in-tención es que lo podamos seguir cele-brando generación tras generación has-ta que la raza humana se extinga, pero dejando atrás un planeta tal y como lo encontramos…

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Ranita de Darwin

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E n el reino animal la vida no es desde ninguna perspectiva “sencilla”…, cada paso, cada movimiento, por sutil que sea, puede significar la diferencia entre continuar vivo o ser simplemente el desayuno de alguien más. Entonces, eso nos lleva a la siguiente reflexión; si quisieras no ser visto por tus depredadores ¿qué harías?, el camuflaje es la mejor opción. Esta resultaría una táctica de supervivencia bastante eficaz ¿y si además fueras muy pequeñito?Bueno, hay especies con un mimetismo natural simplemente perfecto que podrían estar frente a nuestros ojos por docenas y no verlas. Es el caso de la ranita de Darwin (Rhinoderma darwinii), una verdadera maravilla de nuestro paraíso llamado Chile, pero para llegar a ellas, conocerlas y descubrirlas no fue fácil, queríamos verlas en un hábitat natural que de cierta manera es una postal 3D de lo que alguna vez fue toda la Isla Grande de Chiloé, por ello navegamos hasta el Parque Tantauco, al extremo sur de esta gran isla, frente al Golfo de Guafo.Es una fría mañana, son las 6 a.m. y en una embarcación llamada “Blanca Ester”, zarpamos a unos 7 nudos desde Quellón, enfilamos por el canal Laitec hacia paso Los Chonos y luego de cinco horas entramos a bahía Nayahue donde está la Caleta Inio, que a su vez es el acceso sur al Parque Tantauco.

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La isla grande de Chiloé fue un hábitat rico en biodiversidad, hoy estas y otras especies son más habituales en zonas más apartadas y extremas como el Golfo del Corcovado en las costas del Parque Tantauco.

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El alto porcentaje de humedad que se concentra sobre los suelos de hojarasca y árboles muertos, crea una biomasa que alimenta un ciclo de renovación biológica único en que la vida renace de lo que se biodegrada.

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Este territorio fue el asentamiento de los chonos, una etnia nómade extinta (desaparecida aproximadamente en siglo XVIII), que habitó Chiloé alrededor del 5.000 a.C., ellos eran expertos cazadores de lobos marinos, pescadores y recolectores de mariscos.Una cortina de lluvia se avecina, dejando entrever un arco iris sobre las copas de los árboles de los islotes de Yencouma y Punta Rocosa hacia el sur. Sin duda alguna, una vista que los chonos de estas tierras australes fueron testigos mil veces, en aquel entonces los oscuros sotobosques seguro que albergaban un crisol de vida mucho más abundante y exótico, que el que hoy se puede ver, gracias a estas constantes precipitaciones.El alto porcentaje de humedad que se concentra sobre los suelos de hojarasca y árboles muertos, crea una biomasa que alimenta un ciclo de renovación biológica único en que la vida renace de lo que se biodegrada. Estos nichos ecológicos australes son cuna de especies únicas, como nuestra ranita de Darwin o sapito vaquero. Tras varios días de búsqueda, aparece un ejemplar en un tronco caído, cubierto con una hirsuta capa de musgos Paragüita del sapo (Hypopterygium arbuscula), casi sin moverse y perfectamente camuflada, posando calmada para la cámara; de pronto nuestra modelo salta a un montón de hojarasca. Luego de este fallido intento para captarla, unos pasos más allá, aparece otra que se

Musgos Paragüita del sapo (Hypopterygium arbuscula)

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Botellita (Mitraria coccinea)

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Encontramos tres ejemplares con tonalidades distintas en la misma zona, la que no es mayor a unos 20 metros de largo, lo que nos lleva a presenciar una suerte de adaptación mimética a su radio de acción inmediato.

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mueve delatando su ubicación, al menos tres más se dejan ver.Este ir y venir de ranitas nos permite observar las imperceptibles diferencias morfológicas de la Rhinoderma darwinii con su pariente la Rhinoderma rufum, como las membranas de sus patas traseras, la R. Darwinii no las tiene y la R. Rufum sí. Esto se traduce en una capacidad de adaptación al entorno inmediato, porque la R. Darwinii habita en zonas donde no necesariamente existen lagunas o charcas, por ende no

requiere de membranas acuáticas.En este andar de descubrimiento, que más bien era arrastrarse, encontramos tres ejemplares con tonalidades distintas en la misma zona, la que no es mayor a unos 20 metros de largo, lo que nos lleva a presenciar una suerte de adaptación mimética a su radio de acción inmediato. El hogar de la ranita de Darwin son estos bosques siempreverdes maduros del tipo Laurifolio, que se componen de especies como canelos (Drymis winteri) y olivillos

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(Aextoxican punctatum).El sapito vaquero, como es llamado en algunas partes, por su croar parecido al silbido que hacen los baqueanos a su ganado. Tiene una particular costumbre paternal, que se conoce como neomelia, y consiste en que luego de que la hembra deposita alrededor de treinta huevos, el macho espera unos veinte días para engullirlos y de ahí se deslizan a una bolsa gutural, no es que se los coma, es simplemente que después de eclosionar se quedan dentro de su padre. Hasta desarrollarse

como minúsculas ranitas tras unos cincuenta días.Mientras los zancudos y las sanguijuelas hacen de las suyas con nosotros, tratamos de dimensionar sus diminutos cuerpos, los machos y hembras no sobrepasan los 25 a 30 mm. En su parte ventral son de color blanco fuerte con manchas negras muy definidas, este decorado les sirve como un método de defensa, volteándose boca arriba para avisar a los depredadores “no soy sabroso”, esta estrategia cromática es muy utilizada por una gran variedad de

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Un hábitat tan sorprendente es la Isla grande de Chiloé que a cada rincón aparece un ser vivo, naciendo y creciendo fuerte de los troncos caídos.

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anfibios en el mundo.Pero no todo lo anterior es tan efectivo para esta especie, algunas investigaciones hablan de una fuerte declinación en la población, tanto que hoy son sólo un recuerdo y no se han registrado avistamientos de esta especie durante mucho tiempo en Contulmo, Cerro Ñielol, Mehuín y el Parque Nacional Puyehue. Sobre este triste panorama que se cierne como una nube negra de lluvia, un inquieto chucao (Scelorchilus rubecula) se pasea curioso para, aparentemente, ver lo que hacemos.La ranita de Darwin como especie anura* es un componente fundamental para los ecosistemas de nuestra zona austral, ellas son predadoras, presa y herbívoros exitosos a la vez. Y la disminución de las poblaciones afecta directa o indirectamente al equilibrio de otros organismos que interactúan con ellas y el entorno, la importancia de los anfibios se calcula en términos ecológicos actuando como verdaderos medidores de la salud de los bosques… es vital mantener estos hábitat lo más prístinos posibles, protegiéndolos y preservando su biodiversidad a toda costa.

*Término que hace alusión a que carece de

cola como otras especies de anfibios.

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"Exploramos nuestro entorno, en busca de su alma..., su esencia..., sus componentes

biológicos... los mismos que le dan vida y fluidez...”

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Antu MapuTejiendo herencia...

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L as historias de un pueblo, sus recuerdos atesorados tan celosamente, sus experiencias, su fe y sus temores, todos los sentimientos y su sabiduría siempre han tenido, a través de los tiempos, un refugio…, un soporte donde quedan de manifiesto para otras generaciones venideras y ese ha sido el arte, en todas sus formas y estilos.Y el tejido a telar es una de ellas, la particularidad de esta expresión artesanal está en los orígenes ancestrales de quienes la trabajan y la naturalidad de la materia prima…:

Las mujeres mapuches y la lana de oveja. Una alianza perfecta para la creación ciento por ciento artesanal de cosas que, en su esencia, son mucho más que un subproducto manufacturado por alguien.Rayen Mapu es el resultado de esta tradicional experiencia, un grupo de mujeres, la mayoría con herencia directa de los pueblos originarios mapuche, que desarrolló una iniciativa de emprendimiento que les permite trabajar sus telares para comercializarlos generando fuentes

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de ingresos sustentables para sus familias.Ellas han aprendido a manejar y trabajar la semilla de este negocio que poco a poco rinde sus frutos, pero esto ciertamente va más allá que el banal intercambio comercial de un telar.Lo que la agrupación Rayen Mapu hace en la Región del Maule, es vivir su pasado, es dar vida a las tradiciones mapuches del trabajo textil que por siglos los caracterizó por su indumentaria tradicional, añadiendo, además, los utensilios y artefactos que nacían de la madre tierra como también de sus animales.La lana de oveja ha estado en las culturas desde tiempos inmemoriales, un recurso renovable que no sólo permitía ser comercializado o intercambiado sino que permitió dar abrigo a las familias protegiéndolas de las inclemencias del tiempo, en épocas cuando sólo una fogata podía hacer la diferencia entre morir de hipotermia y ver un nuevo amanecer.La técnica del telar requiere un trabajo meticuloso y dedicado, pero no sólo se comienza a tejer como si nada, todo tiene su origen mucho más atrás en la línea de producción, por decirlo de una manera simple, la época de la trasquila de cada año es el inicio del noble y hermoso producto de lana. Las mujeres de Rayen Mapu, como muchas tejedoras o textileras, deben lavar prolijamente la lana sin usar detergentes ni solventes de ningún tipo, por dos razones muy simples, la lana debe ser tratada lo más naturalmente posible y la idea

no es contaminar las aguas con químicos, ya que ellas lavan sus lanas en los ríos aledaños. Posterior al baño y secado ambiental de la lana o cerca de una cocina a leña, las textileras deben escarmenarla estirando de los fragmentos al punto de convertirlos en fibras suaves y livianas, libre de residuos orgánicos o basurillas acumuladas por la oveja.Luego de eso viene el hilado de ésta, una actividad que se aúna con entretenidos “comadreos” en reuniones que se ven bien decoradas con once con mate y otros alimentos que hacen llevadera esta extensa misión de hilado de los kilos y kilos de lana que salen de un saco, este acto es llevado a cabo con un “huso” o una “rueca” instrumentos tradicionales para el hilado, que permite que la artesana tuerza el hilo hasta el diámetro deseado terminando en una gran madeja u ovillo, que nuevamente es lavado para garantizar su pureza absoluta. Sin embargo, con esto no termina necesariamente la evolución de la lana hasta su aplicación en un telar o tejido, eventualmente se puede usar en este estado, es decir con su color natural, aquí surge una de las genialidades artísticas de esta técnica que es muy importante para el resultado final, en lo que a estética se refiere y que es el teñido. El teñido se obtiene con la cocción en agua de una variedad de elementos naturales como frutos, hojas, pétalos, raíces, etc. Por ejemplo, para el verde se pueden utilizar las hojas de parra dejando cocer la lana con las hojas por algunos minutos hasta que el

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color se impregne o “pegue” en la lana, no obstante el firmeza del color se logra con la adición de sustancias fijadoras como la sal, la piedra lumbre, el vinagre y algo menos natural como el sulfato de cobre.Ante nosotros las textileras alzan una pieza de madera como un bastidor gigante que se posa tanto en el suelo como en las vigas del techo, es el huitral o telar, que en esta ocasión será de gran formato, la lana enmadejada que ya está seca y sus colores se lucen con una poética cantidad de tonos exquisitamente variados listos para dar inicio al paciente tejido, estas prodigiosas mujeres urden la lana con una destreza admirable en el enorme huitral entrelazando los delicados hilos uno a uno apretándolos con un “tononwe” una suerte de madera muy suave que atraviesa los hilos verticales para dar forma y sentido al dibujo de los hilos horizontales.Ésta es una aventura humana en una cultura que es muy nuestra y sólo es el comienzo de la historia, para que el telar esté finamente terminado falta mucho aún, se teje hilo a hilo en un proceso que no sólo es una tradición centenaria sino que es un acto gregario socializador que atesora lo mejor de nuestras raíces ancestrales, en este pequeño rincón de las textileras de la agrupación Rayen Mapu.

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Ají cacho cabraAsí nace el Merkén

Sebastián Ortega , cultiva ají en el sector de Alto Llollinco, Longaví.

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L os campos de nuestro país siempre se han caracterizado por no sólo ser el lugar donde nacen nuestros más queridos frutos, sino que han sido la cuna de un sinfín de historias y experiencias culinarias que a muchos simplemente han gestado recuerdos imborrables.La memoria olfativa y la gustativa son, sin duda alguna, las sensaciones más potentes que un ser humano pueda sentir, son como verdaderas máquinas del tiempo, nos transportan en ocasiones a momentos tan lejanos y distantes que de otra manera sería imposible ir, incluso nos traen a la mente lugares que reviven en nuestro paladar y en nuestra imaginación.En la Región del Maule, más exactamente en la comuna de Longaví, internados por los extensos campos de cultivo, con el nevado de Longaví en el horizonte, fuimos pasajeros de esas sensaciones, ahí nos encontramos con un producto de la tierra que a gritos cromáticos delata su posición entre el intenso verde que se eleva sólo unos centímetros del fértil suelo.Hablamos del ají cacho cabra (Capsicum annuum L.) tan rojo como el amor y el odio y que pica como el demonio, ese es nuestro ají.En el territorio nacional se cultivan alrededor de treinta y cuatro mil hectáreas de esta hortaliza, sin embargo más al sur, en la Región de la Araucanía es donde proviene más del treinta por ciento del ají que llega

a nuestras mesas. Los mapuches han cultivado este rojo fruto desde tiempos inmemoriales, con un fin muy particular, la elaboración del tan noble y sólo para valientes: Merkén.Regresando a la comuna de Longaví, donde también se realiza este cultivo, vimos y sentimos la magia del proceso natural de cuajado del fruto, el sol, el aire, el agua y la dedicación de los agricultores dan como resultado un ají fuerte y de poderoso sabor.Una vez cosechado el ají, se seca en asfixiantes invernaderos, donde reposan a altas temperaturas concentradas en estas cápsulas plásticas, ahí miles de ellos emanan su poder picante que penetra nuestras narices cual gas lacrimógeno. Posteriormente se seleccionan para ir directo a una bodega íntegramente construida de adobe para su primer encuentro con el calor del fuego y el humo de la madera.En el centro de esta añosa bodega, tan negra como la noche más oscura, ahí los ajíes duermen por largos periodos resecándose y perdiendo paulatinamente su color carmesí para tiznarse y absorber hasta lo más profundo de sus moléculas el “fumus” (humo en latín).Ante esta escena, nuestra memoria olfativa nos transporta inmediatamente a una cocina a leña con aroma a un cocimiento, una tetera hirviendo…, lluvia, papas cocidas…, etc. En este caso sólo la experiencia particular de cada uno recordará a su manera su encuentro

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con este noble aderezo-ingrediente nacido de la Ñuke Mapu (Madre Tierra).Ya no es ají, es merkén, cada familia mapuche prepara su propio merkén como una muestra de su identidad particular y única, ahí el ají conoce la mixtura con la sal, las semillas secas, la tostada de cilantro y orégano. Un torbellino de intensos aromas y sabores que se apoderan de los más variados platos y preparaciones incluso de la cocina gourmet.El merkén es también un subproducto con ciertas propiedades, lo que lo

hace tan sabroso para condimentar una comida también lo hace milagrosamente un complemento para la salud…, el alto contenido de capsaicina, el componente pungente del ají -lo que lo hace picante-, tiene un alto potencial anticancerígeno, porque se adhiere a las proteínas de los orgánulos de las mitocondrias produciendo que las células del cáncer mueran.Inesperado, ¿verdad?, ésta es una de sus características químicas como un producto natural con propiedades medicinales desconocidas hasta

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ahora, asimismo el merkén es un portador de altos índices de ácido ascórbico y vitamina A. Y la lista no termina ahí porque hemos indagado un poco más y descubrimos que aumenta la producción en el cuerpo de la enzima colagenasa y de prostaglandinas… ¿para qué sirven? Bueno, no sólo aportan a disminuir el dolor sino que también las inflamaciones, y naturalmente el picante de este granate amigo impulsa a nuestro cuerpo a liberar endorfinas, las proteínas del “placer”.Los mapuches sabían de las propiedades del merkén desde hace mucho, lo utilizaban como antirreumático tópico, por ser un excelente irrigador de los vasos sanguíneos, al aplicarlo sobre la piel hace que ésta se inflame, aumentando el flujo de la sangre disminuyendo el dolor. Así nace el merkén y así se usa el merkén, es todo un personaje de nuestras tradiciones más arraigadas, y ciertamente no sólo en nuestra memoria colectiva como un aliño casi místico, sino que puede ser importante para nuestra salud, un estimulante para el olfato y claro que sí… una seductora tentación para el paladar que una vez probado lo único que nos dice es… Quema... quema !!!

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Karukinka

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T al vez los bosques caducifolios subantárticos de Tierra del Fuego, tengan la respuesta a

ésta mágica pregunta. Las tonalidades que adquieren sus hojas en Otoño, infinitamente distintas unas de otras son como letras que juntas forman palabras, que al quedarse quieto y en silencio en medio de sus estirados y añosos troncos, pareciera que se pude oír como sostienen placenteras conversaciones con el cielo y las nubes pasajeras.Es un lugar místico, al ver las Barbas de viejo (Usnea sp.) meciéndose colgadas de las ramas de las Lengas (Nothofagus pumilio) y de los Ñirres (Nothofagus antártica) con las gélidas brisas patagónicas. No sólo se traspasa al corazón la paz que emanan, sino que se entiende su profundo significado, ya que estas especies arbóreas son remanentes de bosques primarios, no existiendo nada semejante ni tan antiguo en estas latitudes, adquiriendo con ello importancia a nivel mundial.La excepcional manifestación de color, que se desentiende del tiempo y desarticula la razón, nos transporta a un tiempo pretérito en que en éstos bosques y estepas patagónicas los Selk’nam eran amos y señores de todo cuanto los rodeaba. Hoy éstas tierras prístinas de rica biodiversidad colmadas de mitos, se llaman Karukinka (que en lengua Selk’nam significa “nuestra tierra”), que a pesar de que sus misteriosos habitantes que

coexistieron con grandes animales del Pleistoceno ya se han extinguido, aún conserva impregnada la esencia de sus cantos y rituales chamánicos.

Tierra de leyendas

Cuenta una leyenda que los Shoort y los Xalpen, que eran espíritus Selk’nam, atormentaban a los hombres para mantenerlos sumisos bajo un matriarcado, al término de un ritual llamado el Hain. Se dice que Krenn sorprendió a su mujer Kreèn con otras de su clan, mofándose de la credulidad de ellos ante los disfraces que usaban las féminas para amedrentarlos, así los hombres se alzaron en venganza y Krenn se convirtió en el Sol y Kreèn en la Luna para perseguirla y quemarla por el resto de los tiempos.En su cosmovisión transmutaban su existencia con su magnífico entorno y una simbiosis sobrenatural con una especie que significó todo para los Selk’nam, fue el Guanaco (Lama guanicoe), ellos vivían como el Guanaco, se vestían con su pelaje, se alimentaban de su carne, tal era la conexión con este animal que sin dudarlo se podría afirmar que ellos se sentían Guanacos.Este camélido también ha formado parte de una batalla constante por sobrevivir en su propio habitat, fue victima de la caza y desde hace un siglo que comparte sus

¿Qué aprendió el árbol de la tierra para conversar con el cielo? *

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pastos con otro intruso traído por el hombre, la oveja, y como si fuera poco interminables cercas de alambre delimitan las estancias perdiendo espacio. El Guanaco, a su ves, acorralado busca mayor disponibilidad de forraje en los bordes, claros y áreas interiores de los bosques afectando la herviboría (regeneración) de la Lenga.

Un mundo aparte Esta reserva se encuentra frente al Seno Almirantazgo en el extremo sur oeste de la isla grande de Tierra del Fuego y colinda con la Patagonia Argentina y su cuidado esta a cargo de la Sociedad de Conservación de la Vida Salvaje WCS (por sus siglas en inglés). Son más de 200 mil hectáreas de flora y fauna silvestre que han encontrado un invaluable refugio, como lo atestigua una Cachaña o Catita Austral (Enicognathus ferrugineus) tambaleándose sobre las ramas de un Ñirre.El ecosistema de Karukinka, es una paleta de contrastes biológicos importantes para el desarrollo de bosques templados, como la predominante presencia de Turberas (elevadas, de tipo cojín y de graminoídeas), estos son depósitos esponjosos de turba capaces de acumular agua en sus estratos subyacentes tan vastos, que se vuelve casi imposible caminar por ellos sin quedar entrampado.Ellos cumplen un rol ecosistémico sin precedentes, ya que evitan la erosión de los suelos. Capturando en sus

formaciones, enormes cantidades de CO2 ayudando a los bosques a mantener su significativa carga de humedad, vital para la subsistencia de las especies, evitando el estrés hídrico, además de servir como hogar para una serie de vertebrados e invertebrados.Esta zona austral de Chile también se ha convertido en hogar para algunos, que no han sido invitados ni menos bienvenidos, ya que sus costumbres y hábitos alimenticios han causado tanto daño irreparable a la naturaleza, que su avance medido en kilómetros por año es más que preocupante, nos referimos al Castor (Castor canadensis).Este regordete mamífero de aspecto simpático, corta y derriba árboles como una verdadera máquina forestal, estando dotado además de una habilidad ingenieril única en la naturaleza, construye represas en los cursos fluviales ahogando las zonas de bosques de Nothofagus.Sin embargo, hoy existen programas sistemáticos de erradicación de ésta especie invasora, introducida por primera vez en el continente en el año 1946 con tan sólo 25 parejas que han proliferado hasta hoy por toda la zona subantártica de Chile y Argentina.

Lago EscondidoAmanece y comenzamos una caminata de tres horas junto a los guardaparques de WCS por intrincados senderos naturales, rumbo a Lago Escondido una de

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las formaciones lacustres que esta en el interior de la reserva. En el camino probamos frutillas silvestres (Fresalfragaria vesca), Murtillas (Empetrum rubrum) y Calafates (Berberis buxifolia) que crecen casi por todos los rincones.Pero no todo es necesariamente apetecible, como es el caso de los Funji u Hongos silvestres que crecen en los nutritivos suelos, como el Cortinarius (Phlegmacium) coleopus o la Descolea antartica, hongo que fue descrito para Tierra del Fuego sólo en años recientes del cual se desconoce si es comestible, o como la misteriosa Russula fueguiana que es común de los bosques subantárticos y que no tiene valor gastronómico a pesar expeler un aroma frutal, no es un tema del cual se deba valer para sobrevivir en caso de emergencia, ya que algunos son tan venenosos y destructivos para la salud humana que es mejor evitarlos.En tanto hacemos una reflexión acerca de las huellas de tala que se encuentran esparcidas por doquier, esto ya no sucede en la reserva de Karukinka, pero sí fuera de sus límites. No obstante, se puede ver bosque renoval, que son promesa de recuperación para la herencia natural de este territorio.Los fuertes vientos que determinan todo cuanto vive en Tierra del Fuego hacen su presentación al final del día, conspirando para hacer más

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ardua aún la vida en estas latitudes, el atardecer se adueña de las estepas y cambia la tonalidad mágica de los árboles a un punto en que es difícil distinguir si se trata de un paisaje o una pintura impresionista que explora sin límites la gama cromática. Las pequeñas hojas de los Nothofagus se ennoblecen con diminutos cristales de hielo que lucen vanidosamente con los últimos rayos de Sol.Al mirar atrás, mientras caemos inevitablemente cavilaciones respecto al pasado y la belleza inexorable de lo que hemos visto,

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un Vari Ceniciento (Circus cinereus) mantiene fija su mirada en nuestras siluetas, en lo que imáginamos podría ser la mirada de un chamán Selk´nam encarnado a través de los tiempos en esta misteriosa ave, asegurandose de que nos alejemos para preservar el mágico y eterno silencio de Karukinka por siempre.

*Del libro de las Preguntas de Pablo Neruda.

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Lago Titicaca, vista desde la isla del Sol

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Para explorar...para descubrir...para conservar

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