Escuela de Periodismo Carlos Septién García MAESTRÍA EN PERIODISMO POLÍTICO RVOE ACUERDO SEP 2007128 19/II/2007
Comunicación e Información para la
Gestión de Paz en Zonas de Conflicto
Propuesta teórica de acción para un manejo de la información vinculado a los criterios de la gestión de paz por parte de los medios
de comunicación
TESIS QUE PARA OBTENER EL GRADO DE
MAESTRO EN PERIODISMO POLÍTICO
Presenta:
FRANCISO JAVIER MÉNDEZ SANTA CRUZ
Asesor:
DR. JOSÉ LUIS VÁZQUEZ BAEZA
México, D.F. Agosto 2011
A Dulce Patricia
El papel de los intelectuales también consistirá en no quitar ojo a los medios de comunicación, en mostrar una especial sensibilidad hacia sus posibles manipulaciones, en vigilar cómo los medios seleccionan y presentan la información. Su importante papel consistirá en hablar de aquello de lo que no se habla, en subrayar lo que se margina, en llamar la atención sobre aquellos aspectos de la realidad que no tienen ninguna posibilidad de convertirse en temas estrella de producciones cinematográficas destinadas al consumo de masas, sobre aquellos problemas que ni con calzador se pueden meter en el estrecho marco de la pantalla del televisor.
Ryszard Kapuscinski. LAPIDARIUM IV
Índice
1) Objetivos 6
2) Introducción 7
3) Marco Teórico 11
4) Capítulo 1. El manejo informativo de los medios de comunicación:
objetivos y motivaciones
Características generales de los medios de comunicación y las
audiencias 30
Lo que se espera de la acción de los medios de comunicación 37
El interés público y los medios de comunicación 40
Análisis de los contenidos de los medios de comunicación
frente al interés público 48
El concepto del interés público 54
5) Capítulo 2. La información durante los conflictos sociales.
El conflicto social 57
Conflicto y violencia 65
Criterios de manejo informativo durante una situación de
conflicto y violencia social 75
Las agendas informativas y sus restricciones 79
Problemas para desarrollar un periodismo de paz por parte
de los medios de comunicación durante un conflicto social 91
6) Capítulo 3. Teoría y gestión de paz. La propuesta de Transcend
¿Qué es la Paz? 98
Gestión de conflictos. Propuesta teórica de Johan Galtung 104
La comunicación y el método Transcend 109
7) Capítulo 4. Propuesta de acciones generales en el manejo pertinente de la
información bajo los criterios de la gestión de paz
La producción de noticias durante un conflicto social 113
Líneas generales del planteamiento estratégico 118
Análisis de la acción comunicativa 122
Una comunicación relevante a través del periodismo de paz 133
Empatía- No Violencia- Creatividad 135
8) Conclusiones 143
9) Referencias bibliográficas 149
Comunicación e información para la gestión de paz en zonas de conflicto.
Propuesta teórica de acción para un manejo de la información vinculado a los
criterios de la gestión de paz por parte de los medios de comunicación.
Objetivos:
1) Hacer una revisión de cuáles son los objetivos de los medios de
comunicación al informar e identificar el papel y las acciones que la
sociedad espera de éstos.
2) Definir lo que es un conflicto social e identificar las posibles acciones en el
manejo informativo por parte de los medios de comunicación que puedan
agravar el conflicto.
3) Exponer los elementos fundamentales de la teoría y gestión de paz.
4) Proponer líneas de acción generales del manejo pertinente de la
información bajo los criterios de la transformación positiva de los conflictos.
Introducción
El presente trabajo es un ejercicio de planteamiento estratégico que pretende
establecer criterios sobre el proceso de información que ha de desarrollarse para
aportar líneas de acción hacia la gestión de paz en zonas de conflicto.
Este planteamiento obedece a la necesidad de orientar las acciones de los medios
de comunicación en su carácter de sujetos sociales que influyen de alguna
manera en los comportamientos de las audiencias, particularmente sobre aquellas
que experimentan una situación de conflicto en su entorno y que requieren de
éstos material necesario para comprender la realidad caótica por la que están
pasando, pero que a su vez, encuentren en el medio de comunicación un
ordenamiento esperanzador para mejorar las condiciones de vida que se ha
deteriorado por el enfrentamiento entre los distintos actores rivales, generadores
de violencia.
En nuestro trabajo, consideramos que el problema que representa el manejo
informativo por parte de los medios de comunicación, particularmente los diarios
impresos, tiene importancia al ser éstos, al menos de manera involuntaria, actores
dentro de la dinámica de los conflictos sociales, sin importar su dimensión, pues
éstos dan cuenta de los sucesos que acontecen según los alcances de su
operatividad dentro de un contexto social, ya sea de alcance internacional,
nacional, regional o local.
Este ejercicio formaría parte del cuerpo de conocimientos, dentro de las teorías de
comunicación de masas, que en parte es normativo pero también práctico. Se le
ha denominado teoría operativa, al ofrecer orientaciones sobre los fines del
funcionamiento de los medios, sobre cómo se habrían de hacer las cosas para
estar en consonancia con la teoría social, así como para lograr ciertos fines. En
este sentido, ayuda a responder a situaciones como el gusto de la audiencia, lo
que resultaría eficaz para lograr un objetivo o tratar un problema, lo que es
interesante o cuáles son las responsabilidades del periodista o del medio de
comunicación en determinado contexto.
Se trata entonces de una proyección sobre la metodología del manejo informativo,
de su validez y fiabilidad dentro de un contexto particular, entendiendo al método
como un criterio intelectivo establecido para proceder ordenadamente en torno a
algo y en función de sus objetivos , con la idea de reflexionar sobre la
observación, la relación, la verificación y la ponderación de lo observado y
publicado por los medios de comunicación dentro de una coyuntura social
específica, para abrir posibilidades de acción hacia una pertinencia comunicativa
dentro de los parámetros considerados de “interés público”.
Definiremos entonces cuáles son las características del manejo informativo,
especialmente aquellos relativos a la generación de un discurso a través de la
estructuración de mensajes (su selección, edición y publicación en medios de
comunicación, así como la preocupación por la forma de contar la historia), para
con ello comprender las posibles motivaciones de los medios de comunicación al
decidir sobre la forma de abordar los acontecimientos. Para ello, habremos de
determinar qué sujeto dentro del proceso de selección, edición o publicación de
mensajes será el observado para nuestros propósitos.
Posteriormente definiremos de manera general qué es un conflicto social y de qué
manera los medios usualmente manejan la información, es decir, bajo qué criterios
de selección y manejo informativo se manejan (presiones, voceros de quién, idea
del espectáculo mediático, prácticas y vicios del comunicador, etcétera).
Explicaremos de manera general las posibles consecuencias de ese proceder y se
plantearán los factores contraproducentes que afectan al propio medio de
comunicación por tal forma de operar: falta de legitimación, pérdida de credibilidad
y decadencia de las expectativas que se esperan de los medios por parte de la
sociedad, convirtiéndose por ello en factores de la profundización del conflicto y
del desgaste de la cohesión y el tejido social, siendo esto contraproducente,
incluso económicamente, para la supervivencia del propio medio.
Asimismo, haremos un resumen sobre las teorías de la gestión de paz.
Por último, estableceremos unos criterios generales del manejo pertinente de la
información, a manera de estrategia comunicativa, para la gestión de paz, según
las teorías al respecto.
Para ello se procederá deductivamente, es decir, partiremos de la observación de
procesos y análisis de teorías para inferir ideas y proponer acciones consideradas
pertinentes para su operacionalización, como una primera parte de un proceso de
investigación más complejo, en donde se contrastaría y verificaría con la realidad
concreta, de lo cual ahora no se tiene alcance, como parte de las teorías de la
gestión de paz y los efectos de la comunicación en las audiencias. Por lo tanto, se
pretende pensar la comunicación proyectivamente, evaluando propuestas teóricas
que se han obtenido en torno al manejo informativo en una situación de conflicto
social para proponer vislumbres de su proyección futura.
Sin embargo, este trabajo no tiene carácter investigativo como tal, al carecer de
hipótesis. Se hará una exploración y análisis de las teorías existentes en torno al
manejo de la información en una situación específica; con esto, se hará una
proyección posible de acciones por realizar, a partir de la teoría de la
comunicación y la gestión de paz, basados en las necesidades operacionales de
nuestro sujeto de estudio hacia su legitimación como actor social dentro de un
contexto específico de comunicación.
Podremos establecer su carácter exploratorio, al reconocer en las variables a
estudiar pocas referencias de estudios previos, al menos en nuestro país, y los
resultados serán una visión aproximada del objeto de estudio, pero con la
intención de plantear las bases y elementos que puedan conducir a formular con
mayor precisión nuevas preguntas e hipótesis de investigación.
Con respeto a su alcance, se pretende abarcar la dinámica de acción de medios
de comunicación impresos que dan cuenta de los pormenores de un conflicto
social a nivel de la comunidad, es decir, que no traspasa las fronteras de una
localidad o zona geográfica que mantiene una unidad histórica, política y social
relativamente común, como lo sería una ciudad, una región, un municipio o una
entidad federativa. Esto, con el objetivo de tener un mejor control entre las
variables que habrán de utilizarse en el planteamiento de la estrategia
comunicativa, además de tener un alcance más realista al considerar la enorme
complejidad que significa el abarcar una comunidad social que experimenta un
conflicto multifactorial, por lo que la acotación hacia universos de trabajo más
reducidos ayuda al proceso del planteamiento de estrategias operativas más
certeras, aunado a que la búsqueda de soluciones dentro de la gestión de paz
tiene que comenzar con la toma de acuerdos entre los actores involucrados,
incluyendo a los medios de comunicación que reportan la realidad según las
dimensiones políticas, normativas, organizativas, técnicas, de recepción y uso de
los mismos en las que están involucrados, por lo que al abarcarse en una
perspectiva local, las estrategias hacia la transformación de la energía de la
confrontación hacia cambios sociales y políticos necesarios son más factibles de
plantearse dentro de dimensiones locales.
Para ello se habrán de hacer las primeras definiciones teóricas en torno a los
conceptos que nos interesan para comprender el tipo de fenómeno que deseamos
abordar, para posteriormente llegar a un planteamiento de nuestra estrategia hacia
la resolución de conflictos dentro del marco del proceso de información por parte
de los medios.
Normalmente, los estudios sobre la producción de los medios de comunicación se
realizan en distintos niveles; los principales son: el supranacional, el nivel de la
sociedad, el nivel de la industria mediática, el supra-organizacional, el nivel de la
comunidad, el grupo intra-organizacional y el nivel individual. En nuestro caso,
abordaremos el nivel intra-organizacional, al tratarse de una estrategia que habrán
de asumir los medios de comunicación para la generación de mensajes, esto es,
las decisiones internas de selección, edición y publicación de los acontecimientos
que consideren relevantes para la realización de sus funciones.
Marco Teórico
Existe un acuerdo teórico que asume a la comunicación como un proceso, mismo
que toma particularidades al comprenderse en la dimensión “masiva”, es decir,
aquella comprendida por los científicos sociales como comunicación de masas,
cuyas características típicas más relevantes para este trabajo las define McQuail:
“[Para la comunicación de masas] la fuente no es una sola persona, sino una organización formal, y el ‘emisor’ suele ser un comunicador profesional. El mensaje no es único, variable e impredecible, sino, muchas veces, ‘manufacturado’, estandarizado, siempre multiplicado en cierto sentido. Y además de referencia simbólica con su valor de ‘uso’, también es un producto del trabajo y una mercancía con valor de cambio. La relación entre emisor y receptor es unidireccional y raramente interaccional, necesariamente impersonal y a menudo, quizás, ‘amoral’ y calculadora, en el sentido de que el emisor no asume en general responsabilidad moral por las consecuencias específicas que sobre los individuos y los negocios pueda tener el mensaje que pide dinero y atención”.
Comprende además la impersonalidad por parte del comunicador social que es
conducido a menudo por normas de neutralidad y distanciamiento, así como la
separación entre emisor y receptor que hace una relación asimétrica al tener el
primero más recursos de influencia y autoridad que el segundo.
Sin embargo, existen también modos alternativos de relaciones de comunicación
que abarcan tres importantes modalidades que son según McQuail: la modalidad
de mando, la de asociación y la de servicio, siendo esta última el escenario más
apropiado en el que apoyaremos nuestra propuesta, al considerarse ésta como la
forma más frecuente de relación entre emisores y receptores cuando ambas
partes están unidas por un interés mutuo “dentro de una situación de mercado o
su equivalente”, o en nuestro caso, en un proceso de búsqueda de paz. Y si bien
en una coyuntura de conflicto social las relaciones no están en equilibrio ni se
pueden establecer mínimos acuerdos de diálogo similares al interés mutuo que se
establece bajo las reglas del mercado, la búsqueda del interés común y el logro de
objetivos hacia la construcción de la paz podría ser un canal que permita una
estabilidad o statu quo generado desde los medios de comunicación bajo
estrategias apropiadas para ello, con enfoques que sirvan a un interés superior,
definido éste bajo acuerdos entre los actores involucrados dentro del conflicto.
Con respecto a las relaciones de comunicación entre los medios y los receptores,
particularmente con la prensa, los marcos normativos con los que orientan su
trabajo han sido destacados de diversas maneras, pero en muchas ocasiones son
definidos bajo perspectivas que enfatizan criterios relativos a la función que
desempeñan como agentes de quienes ejercen el poder político y económico en
las sociedades, cuyos lineamientos reflejan siempre los intereses de los que
financian a la prensa. Así, el concepto de “libre expresión” queda sujeto a la
relatividad de las distintas concepciones que se puedan tener bajo este
condicionamiento.
Esto nos obliga a reconocer que al abracar las ocupaciones y organizaciones de
los medios de comunicación, es necesario considerar la cantidad de
negociaciones activas, intercambios y conflictos latentes o reales que suceden
dentro de la organización de los medios, producto de las fuerzas sociales que
interactúan para obtener espacios de representación, en donde los comunicadores
de masas operan, según palabras de G. Gerbner , bajo la presión de diversos
“roles de poder” externos, como los clientes, los competidores, las autoridades, los
expertos, otras instituciones y la audiencia.
Esto es sintetizado por McQuail en cinco tipos principales de relaciones de los
medios que afectan su actividad organizativa y el rol del comunicador de masas:
• Relaciones con la sociedad;
• Relaciones con los clientes, propietarios y proveedores;
• Relaciones con las fuentes;
• Relaciones entre diferentes tipos de rol dentro de la organización;
• Relaciones con la audiencia.
Estas proposiciones dan origen al menos a las siguientes preguntas que nos
permiten reconocer los elementos determinantes del comportamiento de los
medios de comunicación y su papel dentro de las situaciones comunicativas de
una sociedad:
¿Quién controla a los medios de comunicación y a quién le interesan?
¿Quién tiene acceso a los medios de comunicación y en qué términos?
¿De quién es la visión del mundo (de la realidad social) que se presenta?
¿Cuál es la efectividad de los medios de comunicación en la consecución de sus
propios fines?
¿Cuáles son los factores variables que limitan o amplían el poder de los medios de
comunicación en los aspectos mencionados?
El planteamiento de estas preguntas es un referente para destacar la complejidad
que significa desarrollar una teoría que dé cuenta del funcionamiento de los
medios, mismas que con el tratamiento que le han dado las ciencias de la
comunicación se han planteado diversas soluciones y respuestas. En nuestro
caso, el marco de referencia para estudiar el fenómeno de la cobertura informativa
estará basada en la teoría de la forma y la sustancia de los mensajes de los
medios de comunicación, es decir, del contenido y los controles formales que
habrían de hacerse en un contexto particular de conflicto social (selección, edición,
publicación, forma de contar y trascendencia), por lo que no se abordarán teorías
que den cuenta de las relaciones e influencias de los medios sobre las
instituciones, ni sobre los factores de influencia en las organizaciones de los
medios ni sus teorías de funcionamiento; tampoco se abordará la distribución y la
elección que de los medios hacen las audiencias, ni de los efectos producidos en
éstas.
Sin embargo, su identificación es importante para reconocer las motivaciones que
tienen los medios para operar de cierta manera y con ello comprender qué
elementos están determinando sus acciones, y si éstas son adecuadas para los
fines de gestión de paz.
Para comprender y plantear un diseño de estrategias operativas en torno al
manejo de los mensajes, es fundamental reconocer el contexto social en el que
están insertos los medios, por ser factores de influencia en sus sociedades al
proporcionar información sobre los acontecimientos y situaciones, particularmente
sobre los hechos que se suceden en los conflictos sociales y el papel
desempeñado por los actores de los mismos. Para ello, la dimensión del
funcionalismo estructural, al tomar a la sociedad como un todo, nos permite ubicar
a los medios como parte de un sistema de partes operantes que se desempeñan y
hacen contribuciones esenciales a la sociedad, al explicar sus actividades en
términos de las “necesidades” de la misma, específicamente en torno al orden, la
integración, la continuidad, la motivación, la orientación y la adaptación de las
partes del medio social. McQuail destaca que al responder de modo coherente a
cada una de estas demandas, los medios de comunicación consiguen inesperados
beneficios para la sociedad, al presentar la vida social organizada en un cuadro
más o menos preciso, coherente y completo de las partes que la integran sobre la
base de un cuadro común y razonablemente adecuado de la realidad.
Tratándose de los medios de comunicación, todo discurso depende de las
condiciones específicas de la situación de intercambio comunicativo en la que
aparece para lograr su intencionalidad, es decir, los tipos de discurso informativo
se especifican en función del condicionamiento enunciativo particular que
caracteriza a cada situación comunicativa. De esta manera, es fundamental
reconocer los componentes de toda situación comunicativa antes de estudiar los
requisitos que caracterizan al discurso informativo mediático.
Patrick Charaudeau define a la situación comunicativa como el marco de
referencia al que se remiten los individuos pertenecientes a una comunidad social
cuando entran en comunicación, como un lugar cuyas características les permiten
referir las palabras que emiten y evaluar el contenido de lo que dicen. Es un “juego
de regulación de las prácticas sociales que instauran los individuos que intentan
vivir en comunidad y mediante los discursos de representación que producen para
justificar esas mismas prácticas y poder basarlas en algún valor”.
Sin embargo, cuando la situación comunicativa es de tensión y conflicto, en el que
no existe regulación de las prácticas sociales, ni convenciones o normas de
conducta adecuada para generar opiniones o discursos, o cuando existen grandes
discrepancias entre objetivos de distintos niveles en las sociedades al no haber un
sistema integrado y estable para alcanzarlos, es probable que los medios reflejen
la tensión o conflicto en el seno de la sociedad y tal vez fracasen en la satisfacción
de determinadas demandas. Es necesario reconocer entonces los procesos
latentes o no reconocidos, que oculten o cambien la verdadera naturaleza del
objetivo de los medios:
“Así pues, el objetivo informativo puede conducir a un efecto “desinformador” intencional o no intencional, a través de una selección desviada o de una representación errónea. En la práctica, la actividad interpretativa puede ser una forma excesiva o partidista de control social […] El entretenimiento puede significar la trivialización sistemática y el control de la conciencia […]. Esto demuestra, o bien la vacuidad de la descripción funcional, o bien, alternativamente, su gran flexibilidad y adecuación en tanto lista de las actividades de los medios de comunicación”.
Por ello se hace necesaria una cointencionalidad en el intercambio de información,
cuya garantía estaría constituida por los condicionamientos de un acuerdo en el
manejo de la información. Charaudeau considera que este reconocimiento
recíproco de los requisitos de la situación comunicativa por parte de los
participantes en el intercambio lingüístico, nos lleva a afirmar que éstos están
ligados por un acuerdo previo acerca de los datos presentes en ese marco de
referencia, obligándolos a suscribir, previamente a toda intención y estrategia
particular, un contrato de reconocimiento de las condiciones de realización del tipo
de comunicación que llevarán a cabo, es decir, depende de un contrato de
comunicación. Para nosotros, este contrato de comunicación se definirá bajo el
acuerdo de la responsabilidad de los medios que habrán de actuar bajo el bien
supremo del mantenimiento de la paz, como vía para el establecimiento del
diálogo entre los actores del conflicto. Esto, como una estrategia de la gestión de
paz, asumiendo todos los elementos y compromisos necesarios que son
requeridos para funcionar efectivamente en ese sentido.
Las ideas planteadas hasta aquí nos sitúan ante una definición de comunicación
para la paz como “todos aquellos discursos públicos que construyen la presencia
de las personas, las culturas, las relaciones, las ideas y los valores desde
objetivos colectivos que pretenden contribuir a la convivencia pacífica a través de
escenarios de comunicación basados en la responsabilidad y la asunción de una
ciudadanía global intercultural”.
Se habla entonces de una eficacia comunicativa que sería evaluada a partir de su
capacidad para reconfigurar los referentes culturales que promuevan la interacción
social, partiendo de una cointencionalidad hacia un interés colectivo, solidario,
trascendente, como el primer paso para una estrategia de paz.
Sin embargo, es necesario motivar a los medios de comunicación a comprender la
importancia de ese compromiso y asumirlo como parte de una estrategia general
de búsqueda de paz, independientemente de que sus audiencias reciban otro tipo
de selección de acontecimientos, distinta a la esperada por quienes habían hecho
un “contrato de comunicación” previo que obedecía a sus propios intereses
inmediatos; es decir, lo que será expuesto tendría que ser una selección de
acontecimientos que apuesten hacia un valor supremo y de alguna manera, será
una propuesta nueva, generada desde el propio medio de comunicación, de los
términos en los que se habrá de establecer el “contrato”, bajo el entendido que la
metodología de selección de acontecimientos y tratamiento noticioso previo al
conflicto no son suficientes a la construcción de la paz. Quizás la pregunta más
importante es comprender cómo se lograría la aceptación de las audiencias que
ven afectados sus intereses de consumo informativo.
La respuesta está en encontrar lo que las audiencias consideran un valor
supremo, de interés público que trascienda los intereses inmediatos,
particularmente cuando éstas ven afectadas su vida cotidiana por el devenir de un
conflicto. La demanda de información devendría en la búsqueda de elementos
cohesionadores, que generen certidumbre en la comunidad social a través de una
comunicación significativa.
En la teoría funcional estructural se considera que los sistemas sociales requieren
una cierta forma de integración para su funcionamiento, tanto del tipo “funcional”
como “normativa”, y los medios de comunicación, particularmente en las
sociedades complejas, realizarían trabajos hacia el consenso y el control; sin
embargo, ¿son los medios de comunicación causa o efecto del cambio social?
¿tienen un papel que desempeñar y bajo qué costo?
En este sentido, como un ejercicio de análisis de los medios de comunicación,
Sierra Caballero entiende que solo a través de una visión desde dentro de los
procesos de conocimiento de la actividad informativa, es posible ubicar y clarificar
el conocimiento sobre el propio sistema informativo y cita a Sánchez Bravo:
“La información es una estructura fenomenológica y hermenéutica […] Que la información sea una estructura fenomenológica quiere decir que tenemos que partir de la experiencia, que tenemos que volver a las cosas mismas, que tenemos que superar todo tipo de prejuicios para informar estructuralmente con verdad, que los hechos puros no existen, que existe un hecho más un acto que lo detecta y lo describe o transmite, que todo problema de cultura va ligado al de su transmisión y, finalmente, que la conciencia es intencional. Es de algo y para algo. Lo cual nos remite, en el campo informativo, a la idea de que todo hecho informativo es un hecho proyectivo también […] Que la información sea una estructura
fenomenológica nos remite, necesariamente, a la idea de que sea, además, una estructura hermenéutica. Es decir, una estructura interpretativa. Una estructura interpretante e interpretadora” 11
Esto quiere decir que en primer lugar, son los propios medios quienes tendrán que
hacer un ejercicio de autoanálisis sobre la función que desempeñan en la
sociedad, incluyendo sus responsabilidades, superando incluso las perspectivas
morales basadas en criterios doctrinarios, para reconocerse como generadores y
refractores de un pensamiento social comunitario, generado desde aquel contrato
comunicativo anteriormente mencionado, en cuyas acciones queden de manifiesto
el pensamiento mutualista, las construcciones comunes del sentido y la verdad,
las omisiones en torno a ésta y los prejuicios latentes que obstaculizan el flujo
comunicativo entre los distintos sectores que conforman una comunidad social.
Con esta reflexión se habrán de proyectar las intencionalidades del discurso y se
evidenciaría el verdadero rol del medio de comunicación en una sociedad.
Dentro del contexto de las teorías normativas de los medios de comunicación,
existen dos que tienen una relevancia para nuestro estudio; la teoría de la
responsabilidad social y la teoría democrático-participativa de los medios de
comunicación. La primera pretende reconciliar la independencia de los medios con
la obligación para con la sociedad; entre sus fundamentos principales están: la
afirmación de que los medios de comunicación desempeñan funciones esenciales
en la sociedad, sobre todo a la política democrática; la noción de que los medios
debieran aceptar la obligación de cumplir efectivamente estas funciones, sobre
todo en la esfera de la información; el énfasis puesto en la independencia de los
medios, en consonancia con sus obligaciones ante la sociedad, entre otros.12 En
este sentido, tanto la propiedad como el control de los medios de comunicación no
deben considerarse como una propiedad privada, sino como un servicio público,
además de considerar al “profesionalismo” como un medio para conseguir
mayores niveles de eficacia para lograr sus objetivos, estableciendo altos niveles
de veracidad, precisión, objetividad y equilibrio en el manejo informativo.
En consonancia con lo anterior, al aceptar y aplicar estas obligaciones y
normativas, los medios de comunicación deben evitar todo aquello que pudiera
conducir al crimen, la violencia o el desorden civil, o que pudiera ofender a grupos
minoritarios. Asimismo, deberán de ser pluralistas y reflejar la diversidad de su
sociedad, dando acceso a diversos puntos de vista y al derecho de réplica.13
La mayoría de los medios operan dentro de los límites de lo socialmente
permisible y regularmente no se conducen con actos que conduzcan a la
desorganización social o provoquen algún daño a los individuos, a grupos sociales
o a la sociedad misma. McQuail hace referencia a esto y cree que de los medios
de comunicación se espera que eviten la distribución de cualquier contenido que
pudiera provocar cualquiera de estas consecuencias: “el descrédito injusto de
instituciones o grupos sociales; la apología de formas de comportamiento
desviadas, violentas o agresivas; la apología de derrocamiento violento de
gobiernos ilegítimos”,14 y se espera que tengan una actitud “prosocial”, como lo
sería el llamamiento a los intereses comunes o a la armonía en cuestiones
conflictivas, entre otros indicadores posibles de solidaridad.
Con respecto a la teoría democrático-participativa, ésta se articula basándose en
el valor de la comunicación horizontal antes que en la vertical; su punto central
reside en las necesidades, intereses y aspiraciones de “receptor” activo en la
sociedad política. “Tiene que ver con el derecho a la información pertinente, el
derecho a responder, el derecho a emplear los medios de comunicación para la
interacción organizativa a pequeña escala de la comunidad, los grupos de interés
y las subculturas. La teoría rechaza la necesidad de medios de comunicación
uniformes, centralizados, carísimos, enormemente profesionalizados,
neutralizados y controlados por el Estado”.15 Por lo tanto, apoya la diversidad, las
dimensiones a pequeña escala y locales, la horizontalidad comunicativa entre
emisor y receptor, el compromiso social, la humanización del trabajo comunicativo,
la diversidad de posibilidades en el manejo del lenguaje, etc.
Bajo esta perspectiva, las audiencias tendrían más posibilidades de interactuar
con los comunicadores y sus medios y tener vías de acceso para hacer uso de los
mismos. Con el arribo de las nuevas tecnologías, las posibilidades para desarrollar
procesos comunicativos como los postulados por la teoría se están haciendo más
sólidos.
Quizás el principio más destacado para nuestro trabajo en torno a esta teoría, es
aquel que postula que determinadas necesidades sociales relativas a los medios
de comunicación de masas no se expresan adecuadamente a través de las
demandas del consumidor individual, ni a través del Estado y sus instituciones
capitales, quedando de manifiesto que existen intereses dentro de la sociedad que
no son canalizados adecuadamente por los medios de comunicación; por lo tanto:
¿qué manera de comunicar tendrían que emprender los medios para cubrir las
demandas de las audiencias que no han sido satisfechas apropiadamente?, y
específicamente, ¿qué contenido en los medios de comunicación es el más
adecuado para hacer más democrática la generación de mensajes en los
procesos comunicativos, en especial en comunidades que presentan un conflicto
social? ¿cómo darle voz a todos los actores?.
Los principios de las teorías mencionadas se pueden aplicar en distintos niveles,
desde la institución social o sistema completo de los medios de comunicación, o el
de la organización de los medios de comunicación específicos, hasta el de la
audiencia, considerando su composición y elecciones. Lo que se intenta es
reconocer el significado de los principios de las teorías dentro de un contexto
particular, para indicar hacia dónde deberían conducir en la práctica y cómo
podemos reconocer si se observan o no.
Para los alcances de este trabajo, solo se propone tratar los aspectos de la
práctica de la prensa y las posibles consecuencias de su ejercicio en una situación
particular, para poder formular un desempeño adecuado, bajo el marco de las
teorías normativas y prácticas consideradas. Particularmente, no se refiere a
valores y ética de las profesiones de la comunicación, pues si bien son
indudablemente importantes para la regulación del oficio periodístico, éstas se
refieren más a cuestiones del comportamiento moral que al cumplimiento práctico
de tareas en y para la sociedad.
Queda claro que las teorías han asumido que los medios de comunicación tienen
un cierto poder de influencia sobre sus audiencias, pero los innumerables estudios
de impacto sobre éstas no han concluido con resultados definitivos sobre el
procedimiento mediático para generar cambios relevantes en la sociedad, mucho
menos a corto o mediano plazo. Asimismo, no han determinado la influencia que
las audiencias tienen sobre los medios de comunicación y sus mensajes, pero sí
sabemos que en ocasiones las sociedades se unen en comportamientos,
intereses y sentimientos comunes al exhibir su unidad y solidaridad en situaciones
de interés común, y los medios de comunicación pueden contribuir a este proceso,
dependiendo de su localización dentro de la estructura institucional de la sociedad
y sus procedimientos como “mediadores”. Por ello, si bien es muy posible que los
medios de comunicación no tengan el poder de transmitirle a la gente cómo debe
pensar, lo que sí consiguen es imponer al público lo que ha de pensar, de ahí la
importancia del reconocimiento de la acción de los medios sobre lo que se
considera apropiado para el bienestar de la sociedad.
Si bien los medios de comunicación, o para ser más precisos, la institución de los
medios de comunicación está asociada a la producción, reproducción y
distribución de conocimiento y de símbolos y significados del mundo social, ésta
desempeña también la función de mediadora entre la realidad social objetiva y la
experiencia personal, puesto que la experiencia directa nos proporciona poco
conocimiento incluso de nuestra propia sociedad, y recurrimos a los medios de
comunicación para tener contacto e interacción con los políticos o gobernantes.
Las audiencias, como sujetos sociales, necesitan ser orientadas para satisfacer su
deseo de controlar lo que sucede en el mundo, por lo que la información que
consideren útil para su vida cotidiana debe cubrir esas expectativas, y los medios
de comunicación van a cubrir parcialmente esta necesidad de orientación, bajo su
rol de mediadores de la realidad.
Para Martín Serrano, “La mediación se define como la actividad que impone
límites a lo que puede ser dicho y a las maneras de decirlo, por medio de un
sistema de orden”16. Esta perspectiva comprende la realidad social como un
ecosistema, que supone un orden en sí mismo, en el que la noticia sería producto
de una mediación de la institución comunicativa para tener un control sobre los
acontecimientos, entendidos como “tipos de variaciones perceptibles del entorno
que no han sido previstas por el ocupante del centro de ese entorno”,17 es decir,
que el azar del ecosistema es un elemento esencial del acontecimiento; sin
embargo, frente a ese azar imprevisto el sistema controla o encausa el
acontecimiento. Ejemplo de ello es cuando un acontecimiento es excluido, que
supondría no dar información sobre el mismo, salvo que el acontecimiento sea
demasiado evidente para tener un control sobre él. Su importancia radica en que
éste permite comprender la naturaleza de la estructura y el funcionamiento del
sistema social al ser un elemento nuevo que perturba al ser un “accidente” que
irrumpe en la regularidad de la vida.
A los periodistas se les delega la competencia de recoger los acontecimientos y
temas importantes y atribuirles un sentido, para que a su vez las audiencias le
atribuyan a los medios un valor, una utilidad al “hacerlos saber” y confíen en su
medio de comunicación elegido. De esta manera el sistema mantiene un control
sobre la realidad social al enunciarla a través de los medios, y reconocida e
interpretada por las audiencias, aunque como remata Rodrigo Alsina con respecto
a la realidad social construida: “ésta no es más que una de las realidades que los
individuos construimos cotidianamente. Se puede discutir la importancia o
relevancia de las distintas realidades socialmente construidas. Pero no hay que
creer en la falacia de la unicidad de la realidad social”.18
Con respecto al papel de mediación, McQuail señala que “puede tener lugar de
diferentes maneras, con variaciones sobre todo en términos de grado y tipo de
actividad, finalidad, interactividad y eficacia. Mediación puede significar muchas
cosas, desde la relación directa de uno con otro, a través de la negociación, hasta
el control de uno por el otro”,19 y enlista imágenes que expresan las formas en que
los medios de comunicación nos relacionan con la verdad, siendo
alternativamente:
• Una ventana a la experiencia, que amplía nuestra visión, y nos capacita
para ver por nosotros mismos los que ocurre, sin interferencias ni prejuicios;
• Un intérprete, que explica y da sentido a acontecimientos que, de lo
contrario, serían fragmentarios o incomprensibles;
• Una plataforma o vehículo de información y opinión;
• Un vínculo interactivo que relaciona los emisores con los receptores gracias
a diferentes tipos de retroalimentación;
• Una señal, que indica activamente el camino, orienta o instruye;
• Un filtro, que selecciona partes de la experiencia para dedicarles una
atención especial y descarta otros aspectos;
• Un espejo, que refleja una imagen de la sociedad con respecto a sí misma,
en general con una cierta distorsión debido a la insistencia en lo que la
gente quiere ver de su propia sociedad y, a veces, de lo que quieren
castigar o eliminar.
• Una pantalla o barrera que oculta la verdad al servicio de fines
propagandísticos o de la evasión.
Este planteamiento hace necesario una revisión sobre cuáles de estas imágenes
son atribuidas a sí mismos por los medios de comunicación, es decir, cuándo se
consideran un reflejo de la sociedad o asumen compromisos para favorecer la
integración social.
Pero desde el punto de vista de la sociedad, basados en el funcionalismo
estructural, lo que se espera de los medios de comunicación es su función
movilizadora, que defiendan los intereses comunitarios o sociales, que promuevan
ciertos valores y pautas de comportamiento, en especial en épocas de crisis.
Entre las diversas posibilidades sobre el objetivo esperado de los medios de
comunicación en la sociedad, destacamos para nuestro trabajo el de crear
consenso, mantener el orden, socializar, reducir la tensión social, proporcionar
información sobre acontecimientos y situaciones que suceden e interpretar y
explicar su significado, así como hacer campaña a favor de los objetivos sociales
en la esfera política, la guerra, el desarrollo económico y el trabajo.
El mantenimiento del orden es uno de los primeros criterios para la gestión de paz,
motivo de este trabajo. Para enfocarlo como parte del planteamiento hacia un
manejo apropiado para la gestión de paz, debemos recurrir a los trabajos que han
interesado a los estudiosos de la comunicación de masas. El problema que se nos
presenta es que hay una ambigüedad en las distintas posturas teóricas con
respeto al “orden”, pues al parecer los medios de comunicación parecen poner en
peligro, en principio, la integración social, pero al mismo tiempo constituir un
antídoto contra la amenaza de no integración que proviene de otras fuerzas
sociales, como la movilidad y el cambio rápido.
McQuail sugiere agrupar las principales cuestiones de teoría e investigación, ya
sea desde las perspectivas optimista o pesimista antes mencionadas, y nos
recuerda que esta división de la perspectiva parece tan obvia en relación con los
nuevos medios de comunicación, como lo eran anteriormente los prejuicios sobre
el cine y los comics populares en sus inicios.
Mcquail nos conduce a un ejercicio analítico para poner en perspectiva el
problema con los siguientes cuestionamientos:
Los medios de comunicación de masas, ¿aumentan o disminuyen el nivel de
control social? ¿tienden a ofrecer valores, ideas e información relativos al
consenso? ¿contribuyen a la conducta “prosocial”, en la misma línea que otros
agentes de socialización, o tienden a estimular el desorden?
El teórico orienta las respuestas afirmando que la comunicación de masas puede
contribuir a la integración, ya que relaciona a la gente en redes implicadas en
determinados proyectos comunes, por ejemplo, el funcionamiento de los mercados
y los sistemas políticos, y también tiende a diseminar y reforzar los sistemas de
valores, ideas e información relativos al consenso, e incluso sugiere que los
medios de comunicación pueden contribuir a forjar identidades minoritarias o a
comprometerse creativamente en situaciones de conflicto social, y parafrasea a I.
L. Allen20 en la distinción de la terminología: “integración funcional” versus
“integración normativa”, en la que “la primera se refiere a la interrelación y la
coorelación de actividades y relaciones para realizar diversas tareas prácticas (de
trabajo, gobierno, etc.), mientras que la segunda se refiere al desarrollo y
crecimiento de valores y creencias comunes en el seno de una unidad social. La
comunicación de masas puede contribuir a ambas cosas, ya que relaciona a la
gente en redes implicadas en determinados proyectos comunes (por ejemplo, el
funcionamiento de los mercados y los sistemas políticos) y también tiende a
diseminar y reforzar los sistemas de valores”.21 Al menos, no puede haber dudas
es que son mensajeros relacionados con el cambio.
Se ahondará con mayor profundidad sobre los alcances y roles que desempeñan
los medios de comunicación a través del desarrollo de este trabajo, principalmente
en relación a su papel como movilizadores del cambio.
Pero la responsabilidad social de los medios tiene muchas interpretaciones, en
particular sobre la muy debatida dicotomía entre neutralidad o participación activa,
cuya interpretación podría simplificarse en el concepto de “cuarto poder”, que
abarca la concepción de la prensa como representativa del pueblo, crítica del
gobierno o defensora de una línea política particular.
McQuail propone un modelo de oposición de funciones de los medios de
comunicación que ayuda a esclarecer los dilemas ocupacionales que se
presentan, sintetizando los dos paradigmas principales que se le atribuyen a los
medios de comunicación masiva:22
Participación activa Versus Neutralidad
Desempeñar un papel activo y
participativo en la vida social y
política
Adoptar una posición neutral,
informativa
Ejercer una habilidad creadora y
realizar un trabajo original
independiente
Satisfacer las necesidades de
organización en tanto determinada
administración
Conseguir ciertos objetivos de
comunicación con una
audiencia o para la sociedad
Satisfacer las demandas de una
audiencia conocida de un producto
de consumo
Y añade que el principal dilema en una organización informativa es el de la libertad
versus limitación; sin embargo, esta paradoja no solo se presenta a razón de las
relaciones que pueda tener la organización de medios de comunicación con
agentes externos a la misma que definan el perfil de su trabajo, sino que también
obedece a la división interna, que puede presentarse de diversas maneras y que
generan una tensión, determinadas por su orientación en torno a:23
• hacia metas de eficacia y éxito económico exigido por la administración;
• hacia metas profesionales, gobernadas por juicios de expertos y pares;
• hacia la sociedad exterior, en la que pueden influir las noticias, la opinión o
el arte creador;
• hacia la fama y el éxito con un público seleccionado.
Asimismo, se incluirían en la lista las actividades organizativas de los medios de
comunicación relativas al procesamiento y presentación de las noticias, en
particular el factor del raiting y los beneficios económicos que éste representa,
pues no nos resulta extraño reconocer que la comunicación de masas suele ser
ante todo un negocio del espectáculo.
McQuail nos hace ver que si bien se espera que los medios sirvan al bien público
a largo plazo, el hecho real es que no trabajan para que la sociedad logre
objetivos fijados por la sociedad. Los medios persiguen muchas metas divergentes
y aun contradictorias, e incluso se ha criticado a la comunicación masiva por la
falta de objetivos: “facilita y media la comunicación de otros, presta servicios a las
audiencias y a los clientes, pero gran parte de resto es resultado del azar o de su
propia creatividad” 24
Asimismo, es importante aclarar que pondremos más acento en los criterios de
acción de los medios en la vida pública de las sociedades que en la
responsabilidad social de los mismos, según sus pretensiones, preferencias y
valores que pudieran surgir a la luz de una mediación dentro de una situación de
conflicto social.
Por último, para terminar de definir estas particularidades de la comunicación en
torno al bien público, especialmente en relación a nuestro trabajo de vinculación
con la gestión de paz, habremos de definir las bases de una epistemiología que
nos ayude a orientar las acciones de los medios en su función comunicativa, bajo
los criterios de la Filosofía para la Paz de Martínez Guzmán25, quien plantea este
tipo de comunicación como:
• Superación de la relación entre sujeto y objeto en busca de una relación
entre sujetos. Como representación de las formas en que los individuos
interactúan unos con otros y se reclaman responsabilidades.
• Una comunicación que se esfuerce por plasmar la imagen completa de las
realidades, de las experiencias, con la inevitable presencia de errores y
aciertos, de traiciones y disputas. Sin bipolarizar, sin dicotomías, sin crear
héroes o villanos, sino enfatizando la importancia de la comprensión y de la
complejidad de las circunstancias.
• Estos discursos abordan el paso de una actitud objetiva a una performativa:
- reclaman responsabilidades
- recuerdan que las cosas siempre se pueden hacer de otro modo.
- tratan de despertar actitudes de paz frente a la injusticia y la violencia
(proponen otras formas de comportarse frente a los conflictos y las
injusticias).
• Hablamos de discursos que no presentan una visión del mundo éticamente
neutra, sino que en su presentación de las circunstancias introduce distintas
valoraciones del mundo.
• Un paradigma de la comunicación que se valga de la intersubjetividad
- La inclusión del testigo, del participante, de los auténticos
protagonistas (como forma de acercarse a una memoria histórica-
colectiva útil, como forma de ir más allá de la objetividad y neutralidad
del discurso histórico, sirviéndose de una personalización intersubjetiva
a través de la individualización representativa y dialógica).
- En consecuencia, es una comunicación que incorpora el dialogismo.
Confía en la eficacia social de discursos abiertos, inacabados, que
esperan la participación del otro; que aceptan que los públicos puedan
no estar de acuerdo. Estos planteamientos discursivos permiten una
pluralidad de perspectivas que da entrada a la intersubjetividad y la
interculturalidad, así como crean un diálogo intrínseco a todo proceso de
comunicación por la paz.
- Otra propuesta comunicativa que se ha trabajado en esta línea en la
comunicación por la paz es la llamada “retórica de la invitación”, y que
de nuevo plantea discursos con una naturaleza inclusiva, que también
acepta la crítica, que son abiertos y que en consecuencia facilitan
procesos de comprensión, de cambios de opinión y de consenso a
través del intercambio de ideas, sin unilateralidad u opacidad.
En resumen, habremos de considerar las teorías que abarquen una comunicación
que demande responsabilidades a los medios de comunicación y propongan
alternativas pacíficas y soluciones trascendentes en un entorno de conflicto social,
con el objeto de buscar acuerdos y proponer alternativas efectivas de paz y
soluciones duraderas; asimismo, que sustenten adecuadamente discursos
sociales basados en la cultura de paz a través del encuentro entre las partes para
la posible reconciliación, como un primer paso dentro de la gestión pacífica de los
conflictos.
Capítulo 1
El manejo informativo de los medios de comunicación: objetivos y
motivaciones.
Características generales de los medios de comunicación frente a las
audiencias.
Ocuparse de los medios de comunicación para analizar el discurso informativo no
es cosa fácil, sobre todo si este está cargado de significación política. Son
muchos los estudios que hacen ver que en el espacio público los actores
políticos y los medios de comunicación establecen un vínculo que resulta
inevitable para tener ya sea un control en el poder, o una presencia frente a las
audiencias, al menos en las sociedades pretendidamente democráticas, a pesar
de que esta vinculación también genere fricciones entre los medios y los
políticos. Éstos utilizan los medios como forma de manipulación de la opinión
pública, mientras que los segundos pretenden definirse contra el poder y
aparentar ser supuestos “aliados” de sus audiencias, amparándose en la
exigencia ciudadana para que sus representantes políticos le rindan cuentas, con
lo cual justifican su existencia. Pero en entrevista al analista Thomas Dixon Cook
sobre la evaluación de los gobiernos por parte de los medios, éste nos deja en
claro las pretensiones y capacidades de ambos actores:
“Los periodistas se ven obligados a hablar de todo sin saber de qué hablan y buscan el titular, y los políticos suelen confundir sus intereses con los de la sociedad y calibran la inversión presupuestaria por su beneficio electoral en votos y no por su efectividad en mejorar la vida de los ciudadanos […] los políticos anuncian a bombo y platillo una acción de gobierno; los periodistas les hacen el altavoz o la critican sin conocimientos, y todos los contribuyentes la pagamos y nadie se molesta al cabo de los años en
evaluarla. Funcione o no: esa medida logra titulares y votos y después se olvida y hasta la próxima”.
De ahí la dificultad de comprender los derroteros de los discursos informativos,
llenos de contradicciones, ambivalencias e inconsistencias en sus líneas
argumentativas, definidas muchas veces por los intereses creados en el
momento político vigente. Es en este espacio de pugna y alianzas como
habremos de ubicar la intencionalidad de los medios de comunicación para
generar mensajes dentro de una sociedad.
Con respecto a la prensa, ésta ha sido una adversaria real o potencial del poder
establecido desde sus orígenes. No son pocas las referencias a censuras y
castigos a diarios, editores o periodistas, así como de reivindicaciones relativas a
la libertad de prensa por parte de los diarios y sus luchas por la libertad, la
democracia y derechos de distinta índole, convirtiéndose en un factor de
incomodidad al poder establecido, lo que ha generado una mayor sofisticación en
los medios de control aplicados a la prensa, como lo son restricciones legales,
cargas fiscales o control sobre los insumos necesarios para la producción, como
el papel.
Esto sucede particularmente en sistemas políticos polarizados, en donde los
medios están en aparatos ideológicos contrapuestos, lo que da lugar a relaciones
diferenciadas entre los medios, entre los actores sociales que hacen uso de los
medios, entre el Estado y entre las audiencias. A fin de cuentas, como bien dice
Octavio Paz, cada sociedad es un conjunto de sistemas que conversan y se
contradicen entre ellos:
“La discusión política en la plaza pública corresponde a la democracia ateniense; la homilía desde el púlpito, a la liturgia católica; la mesa redonda televisada, a la sociedad contemporánea. En cada uno de estos
tipos de comunicación la relación entre los que llevan la voz cantante y el público es radicalmente distinta. […] Aunque los medios de comunicación no son sistemas de significación como los lenguajes, sí podemos decir que su sentido […] está inscrito en la estructura misma de la sociedad a que pertenecen. Su forma reproduce el carácter de la sociedad, su saber y su técnica, los antagonismos que la dividen y las creencias que comparten sus grupos e individuos. Los medios no son el lenguaje: son la sociedad”.
Pero en esta representación no todos los actores sociales son tratados de igual
manera, periodísticamente hablando, sobre todo cuando las características
sociopolíticas en que estén insertos los medios determinan el tipo de control y
uso simbólico de los acontecimientos para producir noticias.
Asimismo, al estar inscritas en una economía liberal, las empresas informativas
se encuentran en situación de competencia con otras empresas que tienen la
misma finalidad, por lo que la necesidad de “captar” al mayor público posible
hace que la construcción de la información se vea determinada por esta
circunstancia. Así, al depender de los ingresos procedentes de la publicidad y
procurar captar a un mayor número de lectores, el contenido de la prensa se
hace “más ligero y entretenido, con más énfasis en el interés humano, más
sensacionalista en la atención que presta al crimen, la violencia, los escándalos y
las grandes estrellas, con un inmenso público lector en el que predominan los
grupos de bajos ingresos y bajo nivel de educación” .
Esta resulta ser la actividad de los medios de comunicación bajo la perspectiva
de los factores y procesos que los configuran, la forma en que proceden frente al
mercado, los juegos de poder, los intereses económicos y sus relaciones con
otras organizaciones. Sin embrago, es necesario identificar, bajo la perspectiva
de las audiencias, la compatibilidad de intereses entre los medios mismos y los
usuarios.
En este sentido, se considera que la institución de los medios de comunicación
está comprometida con la producción, reproducción y distribución de
conocimiento en el sentido más amplio del término, en relación al conjunto de
experiencias del mundo social. Este conocimiento ayuda a encontrar sentido a la
vida al ayudar a formar nuestras percepciones, contribuyendo al almacenamiento
de conocimiento del pasado y a la continuidad de la compresión del presente, por
lo que la información, las ideas, las creencias o acuerdos se nos dan a conocer a
través de los medios de comunicación de masas, lo que contribuye a tener
socialmente un grado de percepción de la realidad más o menos común. Lograr
este acuerdo común de la realidad es uno de los elementos que se esperan que
aporten los medios de comunicación.
Un segundo presupuesto del que ya hemos hecho un avance previamente, es el
de que los medios de comunicación de masas desempeñan un papel mediador
entre la realidad social objetiva y la experiencia personal, actuando como
coordinadores y punto común de referencia para:
“las diversas piezas de referencia aislada y conocimiento especializado, proporcionando al mismo tiempo un amplio suplemento de experiencia e interpretación vicaria a todo lo que aprendemos de la experiencia de nosotros mismos. Más aún, es ese suplemento lo que se comparte en mayor medida y lo que proporciona el terreno común para el discurso social”.
Aunado a esto, se podría añadir la función movilizadora de los medios de
comunicación, en el que se espera de éstos que defiendan los intereses
nacionales y promuevan valores y pautas de comportamiento, especialmente en
épocas de crisis. El resultado de todo ello es sintetizado por McQuail en un
conjunto de ideas sobre el objetivo de los medios de comunicación en la
sociedad :
• Información
Proporcionan información sobre acontecimientos y situaciones en la
sociedad y en el mundo;
Indicar las relaciones de poder;
Facilitar la innovación, la adaptación y el progreso.
• Correlación
Explicar, interpretar y comentar el significado de los acontecimientos y
la información;
Apoyar a la autoridad y las normas establecidas;
Socializar;
Coordinar actividades aisladas;
Crear consenso;
Establecer órdenes de prioridad y señalar status relativos.
• Continuidad
Expresar la cultura dominante y reconocer subculturas y nuevos
desarrollos culturales;
Forjar y mantener el carácter comunal de valores.
• Entretenimiento
Proporcionar entretenimiento, diversión y medios de relajación;
Reducir la tensión social.
• Movilización
Hacer campaña a favor de objetivos sociales en la esfera de la política,
el desarrollo económico, el trabajo y, a veces, la religión.
Como hemos mencionado, son distintas perspectivas teóricas que abordan el
funcionamiento de los medios de comunicación desde el punto de vista de la
sociedad, pero a la luz de la revisión anterior, pueden sintetizarse a tres
cuestiones fundamentales relacionadas con: el ejercicio del poder en las
sociedades, con la integración social y con el cambio social.
Con respecto al funcionamiento de los medios y su relación con el ejercicio del
poder en las sociedades, es común que éstos sean considerados como
instrumentos eficaces de poder por su capacidad para atraer y dirigir la atención,
persuadir en cuestiones de opinión, influir en la conducta, conferir status y
legitimidad, o definir y estructurar las percepciones de la realidad.
Con base en la teoría estructural funcionalista, el poder define los intereses de
grupos organizados que en competencia ejercen control sobre las elecciones de
los individuos, lo que significa que hay una lucha franca entre ellos para obtener
la confianza de la sociedad a través del manejo de la información por parte de los
medios de comunicación afines a ellos, especialmente en estados de crisis e
inestabilidad sociales. Pero si es verdad que la función informativa se transforma
en dominio exclusivo de grupos antagónicos que obedecen a sus propios
intereses, es válido preguntar si es justificable que se haga del fenómeno
informativo un dominio exclusivo, es decir, ¿qué justifica una exclusividad de este
tipo? Es por eso que los medios se ven obligados a producir, paralelamente al
discurso de la información, un discurso que justifique su razón de ser, pues no
solo afirman: “esto es lo que usted debe saber”, sino que además especifican:
“estas son las razones que nos autorizan a informar”.
Charaudeau hace un análisis de los argumentos de los medios y comprueba que
éstos tratan de basar su actividad en lo que llama postulado de la democracia,
que aparenta estar sustentado en un principio ético, y expone la circularidad de
ese razonamiento: “Como el ciudadano tiene derecho a ser informado, los
medios tienen el deber de informar y los medios tienen el deber de contribuir a la
formación del ciudadano porque este es responsable”. Con este argumento los
medios reivindican una línea de pensamiento que asume que en los regímenes
en democracia la verdad no está dada a priori “por la Madre Naturaleza”, es
decir, no existe de por sí, no precede a la acción humana sino que es su
resultado: “la verdad proviene, en realidad, de un juicio colectivo que no
pertenece a nadie en particular pero que, al representar de manera ideal la
opinión de la mayoría, vale para el conjunto de la comunidad. El deber de
informar sería, entonces, el correlato “natural” del derecho del ciudadano a
constituir la verdad “civil”. Este es el principio del que los medios obtienen su
legitimidad”.
El problema aquí es que para constituir esta “verdad civil” hace falta que el
ciudadano comprenda libremente el mundo en el que vive. Sin embargo, el
mundo es complejo y esto dificulta la comprensión de ciudadano, por lo que los
medios de comunicación hacen de esta situación un argumento justificativo, al
asumir que su rol es el de tratar los acontecimientos del mundo que afectan
particularmente la organización de la vida social, constituyéndose de este modo
un campo de accesibilidad que pone al alcance de los ciudadanos los hechos
que la gente ignora, así como las explicaciones de especialistas que dan cuenta
del cómo y el por qué de las cosas.
Charaudeau destaca otro argumento sobre el poder: su “opacidad”. Se trata de
una línea de pensamiento según el cual el poder no puede ser ejercido sin pagar
el precio de una actividad de influencia sobre el ciudadano:
“obtener el poder es también ser legitimado por la mayoría al término de un juego de representatividad. De ahí que el poder político haga uso de estrategias que consisten, por una parte, en “no decir todo” (mantener el secreto), lo que genera juegos de ocultamiento, de máscaras y de silencios, y por otra parte, en “hacer creer algo distinto de los que se hace” (ocultar los actos a través de la palabra), lo que genera un juego de apariencias, más aun, de manipulaciones. Tanto en un caso como el otro, el ejercicio del poder se acompañaría del disimulo, moralmente condenable pero estratégicamente necesario”.
Esta opacidad y control de la información dan pie a que los medios de
comunicación se atribuyen el rol de “descubrir” lo que está oculto y contrarrestar
cualquier estrategia manipuladora que provenga de los círculos del poder,
planteándola incluso como una “conquista” contra los grupos en el poder.
Independientemente que en este argumento subyace un modelo de
comunicación con cierta ingenuidad, nos ha permitido poner sobre la mesa las
condiciones generales del comportamiento de los medios frente al poder. Este
trabajo se concentra en plantear la intencionalidad de los medios de
comunicación y su justificación ante la sociedad.
Lo que se espera de la acción de los medios de comunicación
Es un hecho irrevocable que los ciudadanos en las sociedades modernas tienen
una mayor dependencia a los medios de comunicación, así como lo es el tipo de
relación que tienen los medios de comunicación, especialmente la prensa, con el
interés público.
Con respecto a la vinculación entre los medios de comunicación y el
mantenimiento del orden público, han sido muchas las teorías que han
relacionado la actividad de los medios con el aseguramiento de una continuidad
en un orden social dado y mantener el control, en establecer consensos de
valores, integrar actividades y “ubicar en su sitio” a los grupos en la sociedad.
Tradicionalmente las sociedades, para mantener un estado de paz o equilibrio,
presuponen consensos sobre algunos “valores fundamentales” generales, los
cuales se espera que los medios validen y reproduzcan, y que son punto de
referencia para la acción mediática. De esta manera, cuando aparecen sucesos
que rompen con ese acuerdo o expectativa, en especial representaciones de
conflicto o violencia, malas noticias, descontento, delincuencia, escándalos,
etcétera, se consideran éstos “perturbadores” al equilibrio. Es por ello que la
teoría crítica apela al necesario reconocimiento de lo que se considera como
“perturbador” para comprender el tipo de control social y conservadurismo de los
medios masivos, aunque resulta raro encontrar en forma sistemática expresiones
de principios relativos a las expectativas de la sociedad respecto de los medios
que vayan en este sentido crítico.
Los equivalentes más cercanos están en los informes recopilados por diversas
comisiones nacionales encargadas de evaluar la acción de los medios, o en los
diversos códigos deontológicos originados en el interior de los propios medios
(aunque no siempre apelan a un sentido crítico y se basan en preceptos morales
y éticos que dependen de los criterios de quienes tienen control sobre los propios
medios); asimismo, los requisitos concretos que constan en las leyes, las
regulaciones e instrumentos similares en la política pública, tratan de establecer
un orden con criterios de desempeño mediático. De hecho, consideramos que
existe una gran atención crítica a la prensa de manera constante, misma que se
ve impulsada por la profesionalización del periodismo, tanto en capacitación a los
periodistas como en investigaciones sobre periodismo, así como los instrumentos
normativos relacionados con su funcionamiento que estimulan las expectativas
críticas de las audiencias para tener unos medios de comunicación más cercanos
a sus intereses y preocupaciones.
La autorregulación del desempeño de los medios, principalmente la prensa, ha
evolucionado hasta llegar a criterios como el considerado por los Canons of
Journalism de la American Society of Newspaper Editors desde 1975, que tienen
gran validez en la actualidad :
1. Responsabilidad: el objetivo de servir al “bienestar general” informando a
las personas y permitiéndoles formar juicios sobre temas importantes de la
época en que viven.
2. Libertad de prensa.
3. Independencia de intereses creados.
4. Veracidad y exactitud.
5. Imparcialidad, en particular la distinción clara entre noticia y opinión.
6. Juego limpio, entendido como el respeto por los derechos de las personas
involucradas en las noticias, el cumplimiento de las normas de decencia,
el otorgamiento de oportunidades para la réplica, el respeto de la
confidencialidad.
Asimismo, existen otras regulaciones y declaraciones de principios para medios
de comunicación, especialmente los diarios en distintos países que incluyen
temas como la libertad, la exactitud, la equidad, la ética y la privacidad, además
de analizar aspectos como la “responsabilidad”, la “independencia” y el “acceso”.
Como ejemplo McQuail cita a la Comisión Kent de 1981 de la Canadian Daily
Newspapers Publishing Association, cuyo código establece que “El
funcionamiento de un periódico es, en efecto, una tarea de bien público, no
menos vinculante por no haber sido formalmente conferida, y su responsabilidad
primordial es hacia la sociedad que le otorga y protege su libertad”; y en cuanto
al acceso declara que “el periódico es un foro para el libre intercambio de
información y opinión. Habrá de garantizar en sus columnas la expresión de
opiniones dispares y opuestas. Deberá dar expresión a los intereses de las
minorías así como de las mayorías y de los sectores menos poderosos de la
sociedad”.
Con este ejemplo, queda de manifiesto el interés que los propios medios tienen
para satisfacer las necesidades de las audiencias, aunque también queda
implícita la conveniencia para los medios de contar con una sociedad que
deposite su confianza en ellos, especialmente en una sociedad democrática que
requiere de una participación activa e inteligente en los asuntos públicos. Con
una buena información, las audiencias se formarán juicios más amplios sobre las
cuestiones del día y tendrán más elementos para exigir y vigilar a las
autoridades, por lo que relatos claros y veraces de los acontecimientos
relevantes, así como de su contexto y causas, son primordiales para favorecer
los debates que la democracia demanda.
Los principios fundamentales delineados en la Declaración sobre Medios
Masivos de la UNESCO de 1978 expresan expectativas sobre el desempeño de
los medios, que van desde la no incitación a la guerra ni hacer propaganda a
favor de la agresión. Igualmente, basándose en los principios de los derechos
humanos, exhorta a no tratar de derrocar a otros gobiernos por medio de
desinformación y subversión; no sustentar el odio nacionalista, la religión o la
raza; no dar información parcial o distorsionada sobre otros países, entre otros
temas vinculados con el tema que nos interesa. En consonancia, fomenta la
promoción de la paz y el desarme; aboga por el flujo libre y equilibrado de la
información, que tendría que ser diversificada, dándole voz a los pueblos
oprimidos y que lleve a concientizar a su público sobre los problemas del
hambre, la pobreza, las enfermedades, el subdesarrollo, etc.
Aquí se va configurando un valor comunicacional superior: la paz. Permitir que
las partes en conflicto se conozcan, desarrollar la comprensión y la empatía entre
éstas, enfocarse en la creatividad humana para resolver los conflictos y enfatizar
la verdad, para con ello apostar a una confrontación constructiva, son elementos
que tienen que considerarse como los ejes primarios, los verdaderamente
pertinentes, para satisfacer plenamente la demanda informativa y justificar el rol
de los medios de comunicación dentro de la sociedad.
El interés público y los medios de comunicación
La principal razón para abrir esta perspectiva es ayudar a identificar
manifestaciones de beneficio público originadas en la comunicación y con ello,
reconocer prioridades de investigación y seleccionar criterios de acción
pertinentes.
Al consolidarse la industria de los medios y la autonomía de los profesionales
que trabajan en los mismos, tanto profesional como comercialmente, se ha
creado un estado de confusión acerca de las normas que deben aplicarse a la
organización y el desempeño de la comunicación desde el punto de vista de la
sociedad, pues el enfrentamiento derivado entre la actitud de las autoridades
contra las demandas de libertad de expresión sin restricciones (comprendidas
desde la represión, la prohibición, la permisividad selectiva o la prescripción de
objetivos dirigidos), aunado a la controversia sobre el modelo de empresa pública
versus el modelo de libre empresa en los medios de comunicación, ha dado lugar
a una lucha constante entre los que controlan la comunicación en la sociedad
(entiéndase propietarios, editores o periodistas) y todas las voces que quieren
control sobre canales de medios y acceso a ellos para lograr sus propios
objetivos, lo cual enturbia una definición de normas justas de acción frente a la
sociedad.
Al menos, existe un grado de acuerdo tanto de la necesidad de contar con un
buen servicio de información pública, como sobre lo que lo que se considera un
“buen” desempeño de la prensa. Sin duda, el interés público sobre la actividad de
los medios de comunicación ha ido desarrollándose a la par con el surgimiento
de la democracia, pero se presentan problemas cuando se intentan especificar
los criterios aplicables a la “acción” comunicativa de los medios en su función
pública. ¿Quién es el beneficiario colectivo y cuáles son las reglas que
determinarán los beneficios o prejuicios? ¿Cuál sería el “bien común” en lo que
respecta al contenido y al uso de los medios de comunicación?
En este punto convergen las dos perspectivas que hemos venido mencionando;
por un lado, el carácter comercial de los medios de comunicación que están
sujetos a una economía de mercado, y por el otro el interés de la clase política o
estatal de manipular los contenidos. En este sentido se han desarrollado
evaluaciones y expectativas que a veces se expresan en nombre del “bien de la
sociedad” y, en otras, del “interés público”, pero que a menudo caen en
inconsistencias al excluirse mutuamente, por ejemplo, libertad versus restricción,
valores colectivos versus individuales, reclamos seculares versus moralistas,
aplicándose indistintamente a diversos medios de comunicación.
Si bien los ciudadanos dependen cada vez más de la comunicación pública para
resolver y comprender su vida cotidiana, las instituciones políticas y económicas
también requieren de ella tanto para fines instrumentales, ya sean de publicidad
o difusión de información, como para conseguir status, influencia, imagen positiva
o visibilidad en la vida pública, lo cual dificulta la comprensión de lo que es
realmente de interés público y cuál es la responsabilidad de los medios ante la
sociedad. El Estado, la sociedad, la audiencia y los comunicadores son tanto
beneficiarios de los medios como adjudicadores de calidad; bajo este criterio,
McQuail establece que el concepto de acción de los medios a la luz del interés
público, requiere de enunciar criterios que representen los valores y necesidades
de la “sociedad”, más que los del Estado, las audiencias o los comunicadores.
Sin embargo, reconoce que la sociedad misma no dispone de los medios para
hablar directamente por sí misma con una voz única e identificable, siendo que
su punto de vista siempre ha sido deducido y tiende a ser múltiple y fragmentado,
por lo que surge la duda de saber de qué manera se evaluarán a los medios.
Cabe entonces incluir aquí la noción Habermasiana de esfera pública, como el
espacio en el cual los ciudadanos deliberan acerca de asuntos comunes, del cual
los medios de comunicación son parte esencial de su estructura:
“[…]es una arena institucional de acción discursiva. Ésta es conceptualmente distinta al Estado, es un sitio de producción y circulación de discursos que pueden ser en principio, contrarios a él. Es diferente a la economía oficial. No es un sitio de relaciones de mercado, es un teatro de debate y deliberación más que de compra y venta. Así, este concepto permite mantener una distinción entre aparatos estatales, mercados
económicos y asociaciones democráticas; discriminaciones esenciales en la teoría democrática”.
La cita evidencia la distinción entre Estado, las asociaciones civiles y el mercado,
así como el espacio donde los movimientos sociales tienen lugar y toman
presencia, y de los cuales los medios de comunicación son el escenario de la
acción e intercambio simbólico de ideas acerca del interés público.
Sin embargo, esta posición habría de tomarse con cautela. Se considera
usualmente que son los medios de comunicación el espacio donde se hace
patente la esfera pública, pues las distintas voces que se expresan a través de
ellos pretenden ser los representantes del interés público, en una especie de
“parlamento”, donde los distintos sectores sociales son encarnados. Pero las
distintas presiones, “líneas editoriales” o agendas propias, no hacen tan clara
esta representación, o al menos no todos los sectores sociales tienen una voz
propia en los medios de comunicación. Ante tal carencia de representación y
tales presiones o agendas, resulta difícil reconocer manifestaciones específicas
de beneficio público originadas en la comunicación, que vayan más allá de los
fines inmediatos de los propios medios, de sus clientes o sus audiencias, o
buscar criterios que resulten de tal importancia para la sociedad que hagan a un
lado las reglas del mercado, es decir, aquellas acciones que sean “demasiado
importantes” como para dejarlas al libre capricho de los medios de comunicación.
En nuestro caso, surge el dilema para reconocer qué resulta de interés público
en una sociedad que vive un conflicto social. Por ejemplo, en muchas ocasiones,
es el pueblo mismo el que inicia revueltas para oponerse a un sistema de poder
opresor, o a un sistema económico que les resulta adverso para sus intereses o
su supervivencia. Ello no significa que sea la sociedad en su totalidad la que se
manifiesta, sino sectores inconformes que hacen sus reclamos o
reivindicaciones, por lo que la noción de interés público queda supeditada a los
criterios definidos por los distintos actores en pugna, ya sea el Estado, los grupos
marginados, los empresarios, los políticos en el poder, etcétera. Cada uno
establece sus propios criterios y procurará imponerlos para justificar sus acciones
y legitimarse, por lo que la idea de un “valor absoluto”, o la “voz del pueblo” no
son variables útiles para definir las acciones que habrán de tomar los medios de
comunicación dentro de un conflicto social.
Held propone ante esta disyuntiva que pensemos en términos de
reivindicaciones rivales, es decir, aquellas afirmaciones normativas que apelan al
“interés público” en el sentido de que “algo”, ya sea una acción o un objetivo, es
justificable en razón de beneficios mayores dentro de los términos de cierto
sistema político y cierto marco normativo, siendo los principales elementos de
esa reivindicación: un conjunto de principios y normas sobre las cuales no tiene
por qué haber unanimidad; una propuesta o reivindicación a favor de algo en
tanto tiene un mérito mayor que el de satisfacer anhelos individuales (por
separado o en conjunto); y una maquinaria para verificar la reivindicación y
ponerla en vigencia (si así se decidiera). Held apunta: “Esta interpretación de
“interés” se propone con independencia de cualquier teoría ética particular sobre
cómo se debería llegar a la formación de juicios morales”, y señala que “el uso
significativo de la expresión “interés público” presupone la existencia de un
sistema político, sea este primitivo o complejo”.
Por su parte, Mitnick prefiere el término más neutral y concreto que el de
“interés” por la noción de “preferencias”, con el que considera posible reducir la
ambigüedad inherente en el primer término al especificar con más precisión lo
que constituiría la gestión a lograr de la meta o el objetivo deseado en la
comunicación pública, y ayuda a la tarea empírica de levantar un inventario de
criterios de evaluación pertinentes, así como de agentes reclamantes
identificables. De esta manera esquematizamos esta teoría:
Los actores o “agentes de preferencias” plantean reclamos dentro de un sistema
político en nombre de objetivos que supuestamente representan un beneficio
general para la sociedad (de interés público). Estos reclamos se especifican
como preferencias de desempeño sobre un sistema de comunicación, que se
corresponden con la meta defendida, basados en ciertos valores
comunicacionales. Las especificaciones deberán indicar criterios evaluativos para
reconocer si están o no presentes las condiciones preferidas o si se alcanzaron o
no los objetivos. Para ello, se habrá de entender a la organización política como
un foro político particular o espacio de toma de decisiones en el que tiene que
hacerse o dirimirse el reclamo; se trata a veces de un parlamento o sistema legal,
o un foro público, o en el contexto de autorregulaciones profesionales y
voluntarias (por ejemplo, aquellos que hacen referencia a códigos de conducta).
La naturaleza del foro determinará las “reglas del juego” que deban aplicarse, el
tipo de reclamo que puede juzgarse y el tipo de decisión al que se llegue.
En este caso, los valores comunicacionales fundamentales pueden referirse a
cualquier principio general ampliamente reconocido acerca de un bien general
que pueda buscarse o esperarse de la comunicación, especialmente aquellos
que conciernen a la libertad de expresión, educación, información, participación y
cohesión social, servicios para la democracia, derecho a comunicar, etc. Sin
embargo, a pesar de que aparentemente son valores indiscutibles, pueden
desencadenarse conflictos sobre su prioridad relativa y su aplicabilidad ante
circunstancias particulares.
Sobre el concepto de interés público, se dice que lo es cuando sirve a los fines
de todo el público en lugar de servir a los de cierto sector del mismo. Sin
embargo, como hemos mencionado, hay versiones distintas de lo que esto
constituiría, dependiendo de quién lo plantee y bajo qué argumentos. Pero la
apelación al interés público no resuelve nada en sí misma, pero su invocación
ayuda a distinguir entre las cuestiones de relevancia potencial, así como los
puntos de vista puramente parciales, individuales o idiosincrásicos.
Los agentes de preferencias son identificados como los reclamantes potenciales,
aquellos que proponen o exigen objetivos o normas para los medios. Estos
argumentan bajo su propio criterio de “interés público”, lo que significa que son
numerosos, disímiles y a veces contradictorios unos con otros. Suelen ser el
Estado o autoridades públicas; instituciones sociales como partidos políticos,
empresas o sindicatos; minorías organizadas o colectivos sociales; críticos y
observadores de los medios (incluyéndose los medios mismos); y las audiencias.
Los reclamos son los objetivos o propósitos de los que se dice encarnan ciertos
valores comunicacionales y que además merecen apoyo por alguna razón
vinculada con un beneficio mayor y de plazo más largo para la comunidad o
sociedad. Suelen ser convergentes y contradictorios.
Se identifica como esquema de preferencias al conjunto de “instrucciones” que
especifican los requisitos para lograr los objetivos de un reclamo de interés
público. Este identificaría ciertas clases preferidas de contenidos en el terreno de
la información, o condiciones para el acceso o libre funcionamiento, entre otros.
También puede especificar restricciones.
Los criterios de éxito en la consecución de objetivos es el elemento final
necesario para la investigación evaluativa de la acción de los medios; es la
traducción de los términos principales de un esquema de preferencias e
indicadores específicos de acción. Los criterios deberán ser detallados para
permitir la observación objetiva pertinente, la descripción y la evaluación del
desempeño real, que permitan sacar conclusiones sobre el progreso o no en la
consecución de objetivos.
Si bien esta presentación de los componentes de análisis de medios masivos e
interés público tiene por objeto ayudar a situar procesos de investigación que dan
cuenta de las expectativas sociales sobre la acción de los medios de
comunicación, para nosotros tendrá otra utilidad; será la guía que nos permita
ubicar los elementos necesarios para establecer una estrategia de acción
coherente de los medios frente a un conflicto social, en el sentido que funcionen
como un medio de gestión para la consecución de la paz como bien supremo.
Este ejercicio será desarrollado en los capítulos siguientes, por lo que serán
retomados como nuestra guía de análisis.
Análisis de los contenidos de los medios de comunicación frente al interés
público.
Para evaluar el desempeño de un medio de comunicación, existe un acuerdo
común que el principio más importante es el de la objetividad, especialmente en el
manejo de las noticias y el control de la información. Es un valor central para los
propios periodistas, pues es básico para su afirmación de habilidad profesional en
la presentación de sus contenidos y su credibilidad.
Con respecto a la objetividad, McQuail recoge una idea general, al referirse a ésta
como “una manera de informar que se basa en acontecimientos y juicios que
pueden controlarse mediante las fuentes y que se presentan exentos de
comentarios. Se refiere ante todo a la adopción de una actitud neutral por parte del
informante, en el sentido que éste pone entre paréntesis toda preferencia o juicio
personal o subjetivo en beneficio del fin que se persigue”. Ésta requiere “criterios
de verdad” específicos, como la integridad de la información, la precisión en tanto
confrontación con fuentes independientes y la negativa de engañar u ocultar algo.
Resulta indudable la racionalidad que conlleva la postura objetiva en torno al
manejo informativo para la credibilidad de un medio informativo; sin embargo, este
trabajo no contempla del todo a la objetividad como una de sus variables para el
planteamiento estratégico, aunque no negamos su importancia, sino el principio de
la pertinencia. Ésta se relaciona con el proceso de selección de los
acontecimientos, siendo los principios de la claridad y coherencia en la
significación del mensaje comunicativo hacia la sociedad sus complementos
naturales, a través de la forma y la presentación.
El objetivo de la práctica de selección de los acontecimientos pertinentes, es
considerar la importancia que la gente le atribuye a un mensaje y la utilidad que le
significa dicha información en su vida cotidiana. Sobre todo, el presente trabajo
busca proponer una ruta de acción conveniente que trascienda las dificultades que
se presentan en el manejo de la información, en especial en un contexto social
polarizado por intereses políticos o económicos generadores de violencia en sus
distintas manifestaciones.
Las presiones y limitaciones que encuentran los periodistas, editores y
administradores de los medios de comunicación para la producción de noticias
han sido y serán siempre factor que determine el perfil de las noticias; sin
embargo, creemos viable que ese condicionamiento no tiene que ser
necesariamente determinante para procedimientos del manejo de la información
adecuados, o mejor dicho, de interés auténtico para la audiencia, en particular en
contextos sociales que experimentan una coyuntura compleja y violenta, sin que el
valor de las noticias se devalúe y genere pérdidas de distinto tipo a los medios de
comunicación sino al contrario, que este manejo informativo sea un factor de
ganancia al propio medio, misma que será referida en el desarrollo del presente
trabajo.
El buen funcionamiento de los medios de comunicación está definido por lo que
producen y transmiten, o para ser más precisos, por el conjunto de mensajes
delimitados por el entorno, el tiempo, el lugar, la categoría o el género al que
pertenecen. En este sentido, el análisis de las formas del discurso se vuelve
necesario para comprender de qué manera los mensajes y sus significados
determinan el funcionamiento y las expectativas que se tienen de los medios de
comunicación de masas.
En dicho análisis se habrán de considerar la diversidad de mensajes transmitidos,
así como la ambigüedad y multiplicidad de significados de los mensajes como el
factor más importante a revisar, aunque también el más complejo, pues esta
ambigüedad del significado puede ser introducida, deliberadamente o no, en su
origen, o bien puede residir en las formas del lenguaje usadas, o bien puede ser
una consecuencia de la variabilidad de la percepción y de la situación del
receptor.
Los lenguajes, formatos y códigos empleados para registrar o transmitir un
significado, la calidad de un contenido ofertado o los efectos posibles en caso de
alcanzar una meta, se consideran la prueba de lo que los medios han intentado
decir o transmitir, ya sea un significado o una intencionalidad en el discurso, por lo
que su identificación nos permite plantearnos preguntas acerca de los objetivos o
propósitos de los medios de comunicación.
Existe otro supuesto en torno al análisis del contenido de los medios, que consiste
en que los cambios como las irregularidades de tales contenidos reflejan o
informan fielmente de ciertos rasgos de la realidad social del momento; por
ejemplo, el grado de preocupación por la información de noticias sobre la violencia
del narcotráfico indica un incremento de este fenómeno, o bien una mayor
conciencia del carácter problemático del mismo, o una cierta política de los
poderosos e influyentes sobre los medios de comunicación para llamar la atención
sobre tales cuestiones.
En este sentido, otro acercamiento que debemos considerar en torno al análisis de
contenidos es aquel relacionado a los efectos producidos por ciertas narrativas,
especialmente aquellas relativos a la violencia, pues si bien pareciera evidente
que la exposición a un contenido violento debiera tener algún efecto sobre la
audiencia, las conclusiones en los estudios de los efectos dan por sentado que los
contenidos no tienen un efecto igual debido entre varios aspectos a: la multitud de
modalidades alternativas en que los mensajes pueden ser interpretados y
aplicados por sus receptores, o el hecho de que las condiciones y los contextos
sociales estimulan ciertos efectos y desalientan otros. Sin embargo, eso no
exime de la necesidad de una caracterización pertinente de los contenidos para
identificar por ejemplo, la respuesta, la interpretación y comprensión de la
audiencia en el proceso de “decodificación” y explicar cómo la gente le da
“sentido” al contenido de los medios de comunicación, es decir, cómo se han
“codificado” originalmente los significados, lo que resulta pertinente a los estudios
sobre los efectos de los medios.
Para identificar el significado de un texto, McQuail se pregunta si éste: ¿está
incrustado en el lenguaje o la forma elegidos; está en el objetivo que alegan o que
se les puede atribuir a los productores de los medios de comunicación; o bien en
la diversa e imprevisible respuesta e interpretación del receptor?. Elegir entre
estas tres posibilidades de atribución del significado en el contenido tiene una gran
importancia y plantea un problema central para los estudios de comunicación, pero
no hay que olvidar que en toda relación comunicativa se establecen una serie de
contratos pragmáticos con los destinatarios, de forma que éstos hagan un uso
satisfactorio del discurso. El destinatario ha de saber cuál es la finalidad del
mensaje, cómo se puede usar e incluso que efectos produce, y en el caso de que
el destinatario no aceptara el contrato pragmático propuesto por quien comunica,
el discurso perdería su virtualidad.
Si la información mediática tiene como primera función el “hacer saber”, ésta se
realizaría siempre y cuando la información sea real, de lo contrario nos
encontraríamos ante un falso saber. Por esta razón, los medios de comunicación
nos proponen este contrato fiduciario que pretende hacernos creer que dicen la
verdad, pidiéndonos que confiemos en su discurso informativo, a través de un
constante ejercicio de autolegitimación, para reforzar este rol social. De esta
manera, los medios de comunicación deben luchar día a día para tener
credibilidad y renovar este contrato con las audiencias: “La información mediática
necesita contar con la confianza de sus lectores, en el sentido de que el discurso
informativo debe poder ser creído”. La estrategia consiste en construir un
discurso verosímil.
Rodrigo Alsina distingue distintos niveles de establecimiento de la credibilidad:
a) El contrato enunciativo, en el que el usuario establece un contrato con el
medio a cambio de un desembolso y/o su atención, a cambio de lo que se
cree será una información fiable.
b) La enunciación. La información debe ser presentada en un co-texto y con
una morfología que la haga creíble.
c) El enunciado. La propia información, aunque sea extraordinaria y se desvíe
de la normalidad, debe estar dentro de unos márgenes de credibilidad.
En este punto se reconoce el papel de las audiencias en su rol interpretativo de la
información, en donde el sentido es construido por la sociedad expuesta a los
medios de comunicación al interpretar tanto lo dicho como lo no dicho en el
discurso, así como el contexto de lo dicho y quién lo dice. La dimensión cultural es
evidente en el proceso de interpretación al comprenderse que la realidad misma
es una construcción social.
Edgar Morin afirma con respecto a la dimensión cultural de la construcción de la
realidad que:
“la cultura, que es lo propio de la sociedad humana, está organizada y es organizadora por el vehículo cognitivo colectivo de los conocimientos adquiridos, de las habilidades aprendidas, de las experiencias vividas, de la memoria histórica, de las creencias míticas de una sociedad. Así se manifiestan las “representaciones colectivas”, la “conciencia colectiva”, la “imaginación colectiva”. Y a partir de su capital congitivo, la cultura instituye las reglas/normas que organizan la sociedad y gobiernan los comportamientos individuales. Las reglas/normas culturales generan procesos sociales y regeneran globalmente la complejidad social adquirida por esa misma cultura”.
Asimismo, Semprini establece que: “la realidad social no tiene existencia con
independencia de los actores y las teorías que les dan forma, y del lenguaje que
permite conceptualizarla y comunicarla. Toda objetividad es una objetividad a
partir de una versión, más o menos eficaz, de la realidad” y sugiere que “si las
categorías y los valores sociales son el resultado de una actividad social, es
necesario ver las relaciones concretas a que dan lugar, las relaciones de fuerza,
los intereses de los grupos que defienden determinadas categorías y valores, y
cómo se marginaliza a otros grupos”, al reconocer la dimensión política de la
construcción social del conocimiento.
Por su parte, Foucault apunta: “Cada sociedad tiene un régimen de verdad, “su
política general” de la verdad: es decir, los tipos de discurso que acoge y hace
funcionar como verdaderos o falsos, el modo en que sancionan unos y otros; las
técnicas y procedimientos que están valorizados para la obtención de la verdad; el
estatuto de quienes están a cargo de decir lo que funciona como verdadero”. En
este proceso, los medios de comunicación y los receptores de los mensajes se
reconocen mutuamente para definir la realidad y lo “verdadero” en un proceso
compartido, puesto que al describir un hecho relevante, la noticia lo define como
un fenómeno social común y le da forma. De ahí que para lograrlo, la credibilidad
del medio es imprescindible, pero depende de muchos factores al actuar en
distintos niveles. Rodrigo Alsina los pone en claro al reconocerlos en primer lugar
en el sistema mediático por sí mismo; en segundo lugar en algunos medios con
cierta credibilidad selectiva, y finalmente en el que consideramos más importante
para nuestro trabajo: el de los relatos. En este caso, aunque el medio pueda tener
credibilidad, el relato que pueda hacer el medio de un acontecimiento le puede
restar credibilidad. Se puede considerar que un medio es muy creíble en general,
pero en relación a determinados temas su credibilidad puede disminuir. De ahí que
el poder que puedan adquirir los medios depende de la aceptación de las
audiencias y del uso que hagan de ellos.
El concepto del interés público
Manteniéndonos en la misma línea teórica, Denis McQuail propone en su agenda
de evaluación de los medios de comunicación, concretamente en las acciones
relacionadas con los aspectos económicos, sociales, estéticos y morales de los
medios, el concepto de “interés público”, como el complejo de supuestos
beneficios informacionales, culturales y sociales para la sociedad en general, que
van más allá de los intereses inmediatos, particulares e individuales de los que
participan en la comunicación pública. Tomaremos este concepto como el
referente del “buen desempeño” de la prensa que conlleva una utilidad a la
sociedad, siendo tal evaluación considerada por los beneficiarios que podrían ser
el Estado, la “sociedad”, las distintas audiencias o los profesionales
(comunicadores).
Uno de los problemas al definir las expectativas con respecto al “bien de la
sociedad” y al “interés público” es la confusión que genera la ambigüedad de tales
conceptos, particularmente desde el concepto liberal o “progresista” que pugna por
la plena libertad de expresión de los medios frente al Estado, quien es el
responsable de mantener el orden vigente. Bajo la sombra de este conflicto, cada
quien tiene herramientas y argumentos para plantear lo que realmente es de
interés público con respecto a la acción de los medios. Las tendencias hacia la
privatización y la comercialización, que reducen el control público sobre los medios
y sus contenidos, obligan a definir las responsabilidades de éstos frente a la
sociedad.
A la luz del “interés público”, la acción de los medios recaerá en las necesidades y
valores de la sociedad. Sin embargo, ésta no tiene muchas posibilidades de hablar
directamente por sí misma, con una voz única y representativa, por lo que su
punto de vista será siempre deducido, además de ser múltiple y fragmentado.
Pero en una situación de conflicto social, es viable reconocer como de interés
público para los fines de este planteamiento teórico, el seguimiento de un proceso
de gestión pacífica del conflicto, bajo la perspectiva de una comunicación pública
que aporte contenidos que apuntalen al desarrollo estable y pacífico de la
sociedad. En consecuencia, lleva aparejada una responsabilidad social por parte
del medio de comunicación.
La evaluación de la acción de los medios en este caso, estaría centrada en una
revisión crítica de la “acción de los medios a la luz del interés público”, lo que
requiere enunciar criterios que representan los valores y necesidades de la
sociedad, más que los del Estado, las audiencias o los comunicadores, aunque sin
perder de vista que estos tres elementos nos permitirán definir los criterios de
beneficio público o como fuente de información sobre la calidad del desempeño.
Bajo este contexto, la acción de los medios queda sujeta a la forma y la sustancia
de la selección de los acontecimientos y su exposición a la sociedad.
No forma parte de este trabajo la evaluación del éxito de campañas informativas,
persuasivas, movilizadoras o comerciales, sino de las estrategias comunicativas
que dan como resultado un manejo de mensajes dirigidos a la audiencia, que vive
una situación de conflicto social, por lo que hay que presentar pruebas
sistemáticas y objetivas sobre rasgos de desempeño generales y característicos,
pudiendo definirla según la propuesta de McQuail como:
“La evaluación independiente de los servicios de los medios masivos según criterios diferentes de “interés público”, con métodos de investigación objetivos y sistemáticos, tomando en cuenta toda otra prueba relevante y las condiciones de funcionamiento y los requerimientos normales del medio en cuestión”.
El modelo de evaluación de la acción propuesta por McQuail tiene como
características principales:
a) Una elección fundamentada en los criterios de acción relevantes que estén en
armonía con una versión claramente definida de un fin social positivo. En nuestro
caso, la “gestión de paz” lo primero, y el alcance de la paz, lo segundo.
b) La adopción de un punto de vista y una definición del problema externos a las
metas e intereses que los propios medios se han fijado, e independientes de ellos,
aunque tome en cuenta sus objetivos y las condiciones de funcionamiento
necesarias. En nuestro caso, el planteamiento de la necesidad del alcance de la
paz para la supervivencia de la sociedad.
c) Primordial acento en la acción en términos de contenido o producto ofrecido por
los medios, o en la calidad global del servicio prestado, más que en la estructura o
los efectos mediáticos. En nuestro caso, la forma y la sustancia de la
comunicación.
Sin embargo, McQuail considera tres clases de dificultades para desarrollar un
proceso de este tipo: una es la diversidad de perspectivas y valores por abarcar; la
segunda es la de establecer los criterios precisos capaces de expresar una
perspectiva determinada sobre el “interés público”; la tercera es encontrar
indicadores operacionales de los criterios, capaces de producir pruebas
sistemáticas confiables y comunicables. Pero los propósitos descritos se lograrán
si se consideran en cada ocasión los aspectos más importantes de la noción del
interés público en relación con los medios, en especial los referidos a su
independencia, diversidad, objetividad y también su contribución al orden social y
cultural, por lo que para cada uno de estos temas genéricos, la intención es en
primer lugar “especificar conceptos y criterios de acción relevantes y, en segundo
lugar, ver, a través de ejemplos surgidos en la investigación, cómo se puede hacer
la evaluación y a qué conclusiones se llegó en el pasado”.
Estos procedimientos serán revisados en los siguientes apartados.
Capítulo 2
El información durante los conflictos sociales.
El conflicto social
Un estudio basado en el manual de la organización Transcend para la Iniciativa de
Formación para Entornos de Crisis y para el Programa de Capacitación para el
Manejo de Desastres de las Naciones Unidas llamado Conflict Transformation by
Peaceful Means, nos da las primeras claves para enmarcar los criterios de lo que
consideramos un conflicto.
En primer lugar, para comprender un conflicto social, es necesario tener una visión
general, lo más completa posible, del entorno o la realidad por la que se está
pasando. El análisis de la realidad nos ayuda a conocer a los actores sociales y la
forma en que desarrollan sus objetivos.
Un conflicto, entendido en un sentido analítico, es un proceso mediante el cual dos
o más actores o “partes”, persiguen objetivos incompatibles, mientras que tratan
de socavar la búsqueda de objetivos de la otra parte involucrada.
Existe otra perspectiva complementaria que considera al conflicto como una
relación entre dos o más partes que dependen entre sí, y que tienen o piensan
que tienen metas incompatibles. La principal característica de un conflicto es que
por lo menos hay dos partes, y siempre hay una situación u objeto que se
disputa .
Howard Ross considera que es la distribución de los recursos materiales o
simbólicos el motivo del desacuerdo entre las partes, quienes actúan movidas por
la incompatibilidad de metas o por una profunda divergencia de intereses. Este
teórico de la conducta compila distintas perspectivas de la definición del conflicto,
destacando aquellas que se concentran en las diferencias de percepciones u
objetivos, como la que propone Kriesberg , que tiene una proposición interesante
al considerar que el conflicto “surge cuando dos o más de las partes creen que
tienen objetivos incompatibles”, lo que incorpora el enfoque perceptual en la
configuración del conflicto, así como la de Pruitt y Rubin , quienes nos dicen que
“el conflicto consiste en la percepción distinta de intereses o en la creencia de que
las aspiraciones actuales de las partes no pueden ser simultáneamente
alcanzadas”. De esta manera, se incorpora la dimensión subjetiva y con ello deja
abierta la cuestión sobre el grado real de incompatibilidad de intereses, lo que
señala un mecanismo clave mediante el cual los conflictos aparentemente graves
pueden tener solución.
Estas definiciones ponen en la mesa que el conflicto no es una situación estática,
sino más bien un proceso y que las percepciones que lo constituyen son relativas
y pueden llegar a cambiar en el transcurso de la controversia. Hay una secuencia
de respuestas o reacciones que mutuamente experimentan las partes en disputa,
por lo que al fragmentar el conjunto de etapas que lo han conformado conlleva a la
identificación de diferentes acciones y percepciones asociadas a determinadas
fases.
Hay muchos tipos de conflictos y muchas formas de abordarlos. Se pueden
clasificar por su naturaleza, por los actores que participan, por el objeto de disputa,
o por las formas en que se da la confrontación, dándose en diversos niveles, tanto
local como internacionalmente. En nuestro caso, trabajaremos sobre los conflictos
en su dimensión colectiva, con acciones que emprenden las partes cuando se
enfrentan a intereses divergentes u objetivos incompatibles (a diferencia de las
acciones individuales intrapersonales o interpersonales).
El conflicto social forma parte de la dinámica de relaciones en las sociedades y
culturas. Expresan la diversidad de intereses, pensamientos, actitudes, sistemas,
estructuras y percepciones en la convivencia y las relaciones. Pero asimismo, está
constituido como hemos visto, por una conducta interpretativa y unas
disposiciones psicoculturales que actúan como un filtro a través del cual se
comprenden las acciones, es decir, las situaciones objetivas por sí solas no
causan el conflicto, sino las interpretaciones de tales situaciones juegan también
un papel trascendental sobre este.
Comprender este elemento será fundamental para encontrar rumbos adecuados
hacia la gestión de paz, particularmente en el ámbito de la construcción ideológica
que hacen las partes en torno a su ubicación dentro del conflicto, donde los
medios de comunicación tienen un rol importante para la interpretación del
fenómeno.
El conflicto es parte de la vida, un omnipresente fenómeno en la realidad humana
y social, quizás la mayor fuerza motriz. Todos nosotros vivimos en conflictos,
grandes o pequeños, pero de ninguna manera todos involucran a la violencia. Los
conflictos pueden ser positivos y constructivos para abrir vías de cambio, si se
manejan eficientemente.
Un conflicto social:
• Es la lucha por valores y estatus, poder y recursos, cuando trasciende lo
individual.
• Promueve el cambio social, la afirmación de identidades, cohesión y
delimitación de los grupos sociales.
• Es necesario para la construcción de nuevos modelos de convivencia
social, y nuevos balances en las relaciones de poder.
• Sus fuentes estructurales están vinculadas al sistema de poder.
• El poder es una clave para su comprensión.
• Supone la existencia de grupos de interés: actores sociales con diferentes
grados de organización.
Pero ¿cómo se manejan eficientemente? El primer paso es comprender sus
raíces, los orígenes y causas. Existen distintas metodologías para alcanzar
acuerdos de paz, como el Manejo de Conflictos o la Resolución de Conflictos; el
primero es utilizado por instancias gubernamentales para contener y administrar la
tensión sin resolver la problemática de fondo, mientras que el segundo busca
llegar a acuerdos en torno a la crisis, sin atender las causas estructurales para una
solución a largo plazo.
Ejemplos de la estrategia del Manejo de Conflictos son la satisfacción de los
“pliegos petitorios” de los grupos que se manifiestan en contra de alguna
autoridad, especialmente cuando el Estado es el que recibe las demandas, sin
resolver generalmente problemáticas más profundas, como lo fue la reciente
respuesta presentada por el actual Gobierno del Estado de Oaxaca a las
demandas de la Sección 22 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la
Educación (SNTE), mismas que fueron presentadas como “un hecho histórico que
no se habían dado en los últimos 30 años en Oaxaca” y que tendrá un costo que
supera los mil 560.9 millones de pesos, la cual incluye desde cocinas comunitarias
en las escuelas, conectividad a internet, créditos para vivienda de los maestros y
becas para sus hijos, resonificación y otras prestaciones al sector magisterial,
entre otras solicitudes expuestas en 80 puntos.63
La Resolución de los Conflictos queda ejemplificada en los procesos de
negociación del Grupo Contadora, instancia multilateral establecida por los
gobiernos de Colombia, México, Panamá y Venezuela en 1983, para promover
conjuntamente la paz en Centroamérica, especialmente frente a los conflictos
armados en El Salvador, Nicaragua y Guatemala que amenazaban con
desestabilizar toda la región, y cuyo plan de paz fue apoyado por el Consejo de
Seguridad de las Naciones Unidas, la Asamblea General y muchos otros
organismos internacionales y regionales. Si bien este grupo logró estabelcer un
esquema de compromisos para la paz, la democratización, la seguridad regional y
la cooperación económica, acompañado de unos comités regionales para evaluar
y seguir esos compromisos, no logró establecer en su momento una fórmula de
paz aceptable para todas las partes involucradas, la cual se desarrollaría con
posterioridad a través del Acuerdo de Paz de Esquipulas.
Existen otras propuestas, como la Transformación Positiva de Conflictos, que
aborda las raíces del conflicto y busca transformar la energía de la confrontación
en cambios sociales y políticos necesarios, es decir, trabajando sobre las causas
de fondo, planteando varias líneas de acción.
Analizar en primer lugar la estructura de un conflicto en un proceso práctico para
entender la realidad desde varias perspectivas. Al ampliar coherente y
ordenadamente la realidad circundante en un conflicto social, nos permite
comprender las aristas que lo conforman, permitiéndonos ver elementos como los
siguientes:
En relación a su aparición y escalada, hay circunstancias como las siguientes:
• Escasez de recursos (pobreza, empleo, vivienda, disponibilidad de agua)
• Escasa o nula comunicación entre las partes involucradas
• Las partes tienen una percepción errónea una de la otra
• Existe una falta de confianza entre las partes
• Existencia de discrepancias irresueltas desde el pasado
• Las partes no valoran la relación que ya tienen
• El poder está distribuido desigualmente
Con respecto a los resultados del conflicto, pueden darse de cuatro diferentes
maneras:
• Un parte gana o prevalece, gracias a la ley del más fuerte, el Estado de
Derecho, el azar o una compensación, etc.
• Una parte se retira
• Surge un compromiso entre ambas partes
• Hay una trascendencia
El análisis de la estructura del conflicto permite acentuar los elementos que
explican al fenómeno; siendo así, de manera concreta, los grupos sociales
persiguen y defienden sus intereses basados en dos fuentes principales. La
primera es que en las sociedades más complejas, la diversidad de intereses se
acentúan hacia distintos campos y en ocasiones la organización social, al reforzar
a un solo sector dominante, no permite que haya más intereses coincidentes entre
este sector y los menos favorecidos por dicha organización social.
Howard Ross hace hincapié en la segunda dirección:
“Un segundo conjunto de intereses está relacionado con el nivel particular de complejidad socioeconómica y/o política de una determinada sociedad. En cada nivel organizativo sobresalen unos intereses específicos. Las sociedades menos complejas tienen menos recursos valiosos, pero también poseen una capacidad más débil para defender lo que tienen. […] La diferenciación política puede limitar los conflictos políticos mediante el control directo –la función pacificadora del Estado-, mientras que la complejidad socioeconómica con su acumulación progresiva de recursos, sus desigualdades y su potencial militar, los incrementa”.
Esta perspectiva relacionada a la complejidad social como factor determinante del
conflicto, también nos define una circunstancia de gran importancia en el análisis
de tales fenómenos. Si bien todas las sociedades tienen una cultura del conflicto,
la forma en cómo son abordados o trabajados por cada sociedad están
determinados por los particulares patrones de la conducta cultural que refleja lo
que la gente valora, los conceptos que tienen de sus amigos y enemigos y los
medios de los que se valen los grupos y los individuos para conseguir sus
propósitos.
Estos patrones culturales se reflejan en los problemas de percepción e
interpretación; en los problemas emanados en las diferencias culturales; en el
choque de intereses y en general, en los problemas que surgen de la complejidad
que constituyen las sociedades modernas.
Si se desea entender una disputa, resulta imprescindible reconocer la importancia
de los intereses que subyacen en la estructura social. Es en este punto que un
método de vinculación comunicativa entre las partes que conforman las
sociedades en conflicto tendrá que considerar estos factores.
Sin embargo, el conflicto no solo ocurre dentro de un marco cultural común de
referencia, sino también entre grupos e individuos que proceden de diferentes
culturas y que comparten muy pocas creencias. Siendo así, el conflicto puede
aparecer cuando cada facción solo sigue su propia interpretación de los
acontecimientos, a veces sintiendo agravio por posturas o acciones que no son
intencionadas.
Howard Ross destaca que dentro del conflicto la cultura influye significativamente
en la elección de las estrategias y tácticas para afrontar la disputa, además de
determinar los diferentes reparos o razonamientos de los contendientes sobre las
recíprocas acciones o intenciones, y concluye con esta importante proposición:
“El hecho de destacar en el conflicto las diferencias que se producen a nivel societario, nos invita a pensar que aquellos marcos comparativos que hacen poco o ningún uso de la idea de la variación cultural pueden ser significativamente mejorados cuando las diferencias culturales en valores o procedimientos sean integrados dentro de su enfoque conceptual. Este marco no sólo permite la comprobación intercultural de las teorías, sino también apuntar formas por las que la cultura puede afectar a patrones anteriormente considerados como invariables”
La cultura son prácticas determinadas y valores comunes en una sociedad
particular. Es un producto compartido y colectivo que proporciona un repertorio de
acciones y un patrón a medida con el que se pueden aquilatar las acciones de
otros. La cultura tiene a menudo su manifestación en rituales y símbolos que
invocan respuestas comunes y que unen fácilmente los intereses y las acciones
de los individuos con los de una colectividad más grande.
Si comprendemos al conflicto como una conducta cultural, podremos explicar por
qué los problemas o disputas se manejan de manera dispar según la sociedad
cultural donde se desarrollan.
La cultura del conflicto se entenderá entonces como las normas, prácticas e
instituciones específicas de una sociedad relacionadas con la conflictividad; lo que
la gente valora y lo que le mueve a entrar en disputa. En resumen, abarca aquello
por lo que la gente lucha dentro de una sociedad, los rivales contra quienes lucha
y el resultado de la contienda.
Desde esta perspectiva para el análisis del conflicto, es posible depurar los
intereses que se ven amenazados por alguna circunstancia y comprender con ello
las razones por las que el grupo se enfrenta contra aquello que le perturba. La
diferencia cultural puede explicar así las motivaciones y temores intrínsecos en
una sociedad, así como las vías de solución.
La comunicación resulta crucial para el desarrollo del conflicto, ya sea de manera
favorable o contraproducente, pues es a través de este proceso que el intercambio
de mensajes será emitido e interpretado bajo criterios culturales compartidos o no,
lo que genera las reacciones que dan pie a la evolución de la disputa. El marco de
referencia cultural será el detonador del encuentro o desencuentro, por lo que la
exhibición de las coincidencias entre los elementos que constituyen estos
referentes culturales, así como la selección de las herramientas para gestionar el
conflicto que poseen cada grupo o facción involucrada, tienen que ser abarcadas
por los medios de comunicación para favorecer, en primer lugar, el desarrollo de
procesos de paz y en segundo, una comprensión más acabada y realista de los
acontecimientos que se están desarrollando.
Conflicto y violencia
El conflicto es considerado usualmente como violencia, principalmente en los
medios de comunicación; sin embargo, es muy importante comprender la
diferencia entre conflicto y violencia para trabajar hacia la gestión de paz y el
análisis de los conflictos.
No todos los conflictos son violentos, aunque si bien la violencia es una
característica de los conflictos políticos. Todas las sociedades experimentan la
violencia en alguna de sus manifestaciones o al menos la amenaza de su
utilización. Incluso en algunas sociedades la violencia puede ser un método de
sanción normativa para hacer frente a determinadas situaciones, por ejemplo, en
algunos pueblos indígenas de México se tolera la expulsión de la comunidad a
miembros que no cumplen con las obligaciones religiosas impuestas por la
tradición.
Para dimensionar de manera más adecuada la diferenciación entre conflicto y
violencia, nos basaremos en las propuestas de Transcend, que es una red
promotora de la paz y el desarrollo, cuyo objetivo es la transformación de
conflictos por medios pacíficos. Para ello, Transcend propone un método que
puede ser aplicado a conflictos de diversos niveles, desde los pequeños hasta los
de gran envergadura. La filosofía de esta red es, "trabajar por la paz". Su objetivo,
trabajar contra la violencia, analizando sus formas y causas, predicando para
prevenir y actuando preventivamente para ‘curar’, porque consideran que la paz es
a la violencia lo que la salud es a las enfermedades.
El director y fundador de Transcend es Johan Galtung. De origen noruego,
Galtung tiene una vasta experiencia en trabajos de prevención de conflictos,
además de ser profesor de Estudios sobre la Paz. Se le reconoce como el
fundador de investigaciones sobre la paz en tanto disciplina, y como uno de los
pioneros más destacados en transformaciones de conflictos, tanto en teoría como
en la práctica.
La metodología de Transcend para la transformación pacífica de los conflictos se
basa en el diálogo por separado con todas las partes implicadas para entender los
objetivos, temores y preocupaciones de cada una de ellas. Luego se identifican los
objetivos legítimos, para lo que se debe tener en cuenta que lo que queremos para
nosotros mismos debemos estar dispuestos a concedérselo a los demás. Y, por
último, se buscan soluciones creativas para superar los objetivos aparentemente
incompatibles. Su metodología será desarrollada con más detalle en los capítulos
siguientes.
La tesis que Transcend planeta con respeto a la violencia, es que a mayor número
de alternativas de resultados posibles, habrá menos probabilidades del
surgimiento de la violencia. Sin embargo, en esta perspectiva hay un problema
evidente: asumir que las partes son iguales, por lo que es necesario, para llegar a
un resultado trascendente, que haya empoderamiento de la parte más débil, para
que pueda haber negociación alguna.
Los tipos de conflictos cubiertos en las noticias a menudo contienen estos
resultados negociados, destacando elementos de victoria, de retiro o de
compromiso de las partes. A veces habrá una resolución, enfatizando la
trascendencia, el significado que va más allá, la creatividad empleada para diseñar
un camino que nadie había pensado con anterioridad, trabajando sobre los
problemas subyacentes que alimentaron el conflicto.
Sin embargo, existe un vicio en torno a la forma en que los conflictos son
enfocados, particularmente desde los medios de comunicación, aunque esto no es
generalizado. Regularmente se presentan estos casos en la interpretación:
• Solo hay dos partes involucradas
• Éstas trabajan una contra otra para vencer a la contraria
• Las partes tratan de incrementar los costos en la consecución de los
objetivos del oponente
• Acuerdos, no resoluciones
• Bajos niveles de confianza
• Deterioro en la relación de las partes
Por el contrario, enfoques cooperativos estarían definidos por perspectivas
contrarias:
• Suma de las partes
• Estas trabajan juntas para enfrentar los problemas en común
• Altos niveles de comunicación entre las partes
• Incremento en la confianza
• Relaciones mejoradas
• Resultados mutuamente satisfactorios hacia la resolución y la
transformación
El problema es que si la gente involucrada en un conflicto piensa únicamente en
éste como la lucha entre dos partes, puede llegar a creer que se le puede afrontar
con solamente dos alternativas, la victoria o la derrota. En este caso, la derrota es
impensable, por lo que cada partido intensifica sus esfuerzos para alcanzar la
victoria, lo que generaría que las relaciones entre ellos deterioran, y la violencia se
incrementaría.
Esto puede estimular la mentalidad del “ellos y nosotros”, incrementando
gradualmente la toma de postura obligada en el “nosotros”, “mi gente”, “los míos”
ante la incertidumbre que implica un escenario de conflicto, donde las
posibilidades de que se experimenten pérdidas o deterioro en lo que se
consideraba una vida normal, se incrementan.
De hecho, una forma de mantener la cohesión social se da al intentar fortalecer la
idea de “enemigos en la sociedad” y con ello legitimar el uso de la violencia,
basándose en la idea de que estas conductas atentan contra la colectividad o el
grupo, enfatizando la idea de que lo propio es lo correcto o lo mejor, mientras que
lo otro, lo ajeno, va en contra de lo “nuestro”.
González Ballesteros plantea que el enemigo simbólico:
“[…] sirve de aglutinante del grupo, se construye a partir de un sentimiento dual primario como lo es el de lo propio/lo ajeno. Se refuerza al ampliarse la visión dual al ámbito de las formaciones especiales simbólicas (lo interior/lo exterior); al político y militar (amigo/enemigo); al legislativo (legal/ilegal-delincuente); al geográfico (patria/país extranjero); social (normal/anormal); etcétera. La idea asentada colectivamente de que la amenaza y la violencia provienen del exterior, se construye a partir del reforzamiento de este dualismo. Esta percepción y consolidación de la visión egocéntrica/etnocéntrica, juegan un papel primordial los actuales mass media.”
Ejemplo de ello, tomaremos como referente los acontecimientos sucedidos en en
estado de Oaxaca durante el 2006, principalmente en la ciudad capital, donde se
desarrolló un conflicto social de considerables alcances del ejercicio de la violencia
en todos sus sentidos. En este conflicto, la sociedad civil que se vio afectada en
sus intereses, así como los distintos actores protagonistas del conflicto,
desplegaron estrategias de estigmatización de los adversarios, viéndose
reforzadas a través de los distintos medios afines a sus ideas.
En este sentido, tanto los maestros de la Sección 22 del Sindicato Nacional de
Trabajadores de la Educación que en un principio manifestaron sus demandas y
que fueron expulsados violentamente por los cuerpos policiales del gobierno
estatal, así como el actor contrario, como lo fue el aparato del Estado,
particularmente el Poder Ejecutivo bajo el gobierno de Ulises Ruiz García, fueron
estigmatizados como “enemigos de la sociedad” por el bando contrario, bajo
criterios que reafirmaban construcciones simbólicas dualistas. Siendo así, se
reforzaban criterios basados en aspectos que destacaban: la ilegalidad de las
acciones de uno y otro bando, el nivel delincuencial de las mismas, la ilegitimidad
de las posturas contrarias, la violencia ejercida, la influencia en la ideología
“extranjera” o anticuada o “fascista”, la amoralidad o la barbaridad de los líderes,
etcétera.
Con relación a lo expuesto, se cuestiona la manera de buscar que los diseñadores
de los discursos mediáticos lo hagan priorizando elementos y estrategias en
definiciones de paz y acuerdos, y no en la acentuación de elementos contrarios,
contribuyendo así a aminorar la violencia cultural.
Y es que en un conflicto social, las metas se formulan como demandas para
distinguir y para dividir un partido del otro. Las demandas se endurecen en un
plataforma o posición, que solo puede alcanzarse con la victoria, entendiendo a la
posición como un conjunto de objetivos expresados en las demandas, que forman
parte de un proceso de polarización, formulado para excluir o boicotear los
objetivos de la otra parte.
Bajo esta perspectiva, la famosa frase “Hasta la victoria siempre” tendría validez
en una situación de conflicto, siempre y cuando las metas no sean consideradas
como demandas inamovibles, que limiten las posibilidades de acción justa del
adversario, como sucedió en el conflicto antes comentado, en el que se negaba
cualquier posibilidad de negociación por parte del magisterio, si no renunciaba a
su cargo el gobernador.
Con respecto a la violencia, las teorías de análisis de conflictos comprenden tres
tipos:
• Violencia directa: individuos o grupos intentan lastimar o eliminar a otra
gente. Por ejemplo, las expulsiones por motivos religiosos de individuos o
grupos más amplios de personas que profesan una fé distinta a la de la
mayoría.
• Violencia cultural: imágenes o historias que justifican o glorifican la violencia
(apología de la violencia). Esta comprende a la “violencia simbólica”. El
caso de la llamada “narcocultura” resulta un claro ejemplo de este tipo de
violencia, que exalta las hazañas de individuos o grupos delincuenciales
que ejercen violencia para lograr sus objetivos, o por el contrario, la
justificación institucionalizada que enaltece la violencia ejercida por el
Estado para controlar el fenómeno del crimen organizado.
• Violencia estructural: la no satisfacción de las necesidades humanas;
trasciende a los individuos, generada por la costumbre en el sistema en el
que viven. En este caso, la pobreza e índices de marginación de sectores
sociales.
Es necesario destacar que tanto el miedo como la violencia simbólica son
constantes en los discursos violentos en los medios de comunicación, así como
uno de los recursos persuasivos más utilizados para reforzar los estereotipos
sociales. Portilla Luja apunta un elemento importante al respecto:
“[…] la violencia simbólica puede ejercer una fascinación que puede transformar un clima angustioso en un espectáculo, ejerciendo una atracción en el espectador y si bien resulta difícil determinar las consecuencias de una relación causa-efecto esto no es motivo para evadir las posibles influencias que se ejercen en el individuo, en poblaciones o grupos sociales, y en especial en sectores que no conocen o que carecen de las mismas competencias comunicativas o herramientas que el
constructor de los discursos, […] para poder decodificarlo y hacer una crítica con profundidad.”
De esta manera, la violencia cultural se construye con una escala de valores que
podría estar estructurada dentro del discurso social previo a la violencia, es decir,
las sociedades ya tienen valores construidos que refuerzan ideas sobre lo valioso,
lo peligroso, lo útil, etcétera. No es aventurado considerar que en México, la
cultura de la violencia en torno al narcotráfico puede provenir del enaltecimiento
cultural al individuo, quien a través de la transgresión de la ley logra sus objetivos,
tal como lo hicieran desde cómicos del celuloide hasta héroes míticos o santones
del tipo de Jesús Malverde en Sinaloa. Pareciera que para el individualismo
mexicano, el fin justifica los medios aunque que se rompa la legalidad, como lo
considera Jorge G. Castañeda: “[los narcotraficantes] Representan sin duda, la
cima del individualismo mexicano: la posibilidad de ‘hacerla solo’, de volverse rico,
poderoso y popular sin la ayuda de nadie, de enfrentar solo al Estado y a los
estadounidenses, y de morir, por supuesto, solo”.71 Este aspecto de la
individualidad como un rasgo cultural de los mexicanos, podría vincularse con el
enaltecimiento del sujeto que transgrede la normatividad del Estado como un
actuar glorioso.
Con respecto a la violencia estructural vertical, ésta incluye explotación
económica, represión política y alineación cultural. Por otra parte, en su condición
horizontal, mantiene viviendo junta a la gente que no lo quiere estar, o por el
contrario, mantener separada a la gente que quiere vivir unida. Por ejemplo, el
fenómeno migratorio obliga a las familias a separarse para que sus miembros
puedan subsistir. Siendo así, los efectos de la violencia no pueden ser medidos
por la evaluación visible de los daños físicos, la muerte o la destrucción
solamente, sino que subyacen consecuencias invisibles, mismas que deben ser
consideradas con la misma importancia por quienes tienen la misión de trabajar
sobre el conflicto para reportarlo, sacarlo a la luz, o buscar sus soluciones. Estos
daños comprenden:
• El odio que proviene de los malos tratos o el luto
• Adicción a la venganza y la victoria
• Sumarle a la cultura de la violencia mitos de traumas o glorias
• Daños al tejido social
• La sociedad pierde capacidad y voluntad de acercarse a los conflictos de
forma cooperativa, dando lugar a una espiral de desestabilización en el
desarrollo social, económico y político
• Traumas psicológicos como la depresión, suicidio o trastornos de estrés
postraumático
Ahora bien, como hemos dicho, conflicto no es sinónimo de violencia. Es posible
vivir en un entorno de conflicto que no es violento; depende de los recursos de la
sociedad para que la gestión del conflicto se lleve a cabo sin violencia. De hecho,
el conflicto está ligado a la política como expresa Rancière: a “un litigio
fundamental que ‘interrumpe el orden de dominación’ como un proceso que pone
en duda el régimen gubernamental, el Estado de derecho, las formas dominantes
de regir una comunidad; que pone en duda también la distribución jerárquica en la
sociedad imperante”, como una manera distinta a la visión tradicional de la política
pero comprendiendo al conflicto como parte inherente de la misma.
Para que una perspectiva del conflicto procure resultados en este sentido, se
requiere comprender lo siguiente: para ampliar el número de posibles
combinaciones creativas hacia la solución de los conflictos, se requiere del
reconocimiento de un mayor número de interesados en resolverlos, así como sus
objetivos, lo que amplía el número de posibles combinaciones creativas de
intereses, lo que podría conducir a soluciones y transformar las relaciones. Esta
sería la clave para un tener un enfoque de cooperación o colaboración.
Un conflicto entendido como dos partidos en pugna por el mismo objetivo, como el
territorio, el control o la victoria, es una visión tan simple que deja poco margen
para poder abordarlo. Pero cuando el conflicto se comprende en toda su
complejidad, se pueden hacer acuerdos constructivos, como X cediendo a Y en
una meta; Y a la Z en un segundo; Z a X en un tercer momento, etc.
Este proceso de reducción a dos en el número de partes en un conflicto contribuye
una condición de enmarcarlo como un estire y afloje, lo que da pie a generar un
discurso más amplio basado en este dualismo maniqueo. A una de las partes se le
asigna el papel de “malos”, una etiqueta que se vuelve más extremista en la
medida en éstos son mostrados como la encarnación del mal, lo que convierte a
las soluciones radicales en la única vía para llegar a un erradicación de esta
“perversidad”.
Esto sugiere que se vaya dibujando entre las partes del conflicto, una idea del
“nosotros” y “ellos”, quienes los segundos vendrán siendo precisamente lo que no
somos nosotros, y se convierten en una amenaza cuando dejan de estar en su
propio lugar y se acercan a nosotros.
Por otro lado, descomponer las partes involucradas en un conflicto puede ayudar a
desentrañar el endurecimiento de cada una de las posiciones, al considerar sus
intereses y necesidades, como un hito hacia la búsqueda de soluciones al
conflicto.
Esto nos permite ver que al surgir la violencia, ésta se debe a procesos
disfuncionales o equívocos en la forma en que es abordado y/o comprendido el
conflicto, lo que abre la posibilidad de que ajustes en este sentido puedan cambiar
el rumbo del mismo. No perdamos de vista que el cambio es fundamental para la
idea misma de noticias.
Analizar el conflicto a través de herramientas teóricas nos permiten comprenderlo
como una cuestión en desarrollo; los conflictos son endémicos en cualquier
sociedad y son esenciales para el cambio útil y constructivo. Sin embargo, cuando
la sociedad no tiene las herramientas o recursos para manejarlo adecuadamente,
el cambio se vuelve destructivo. Por ello se deduce que al dejar ver la existencia
de estos recursos y de otros agentes de cambio, se podría tener un interés
periodístico válido para ser reportado, lo que podría dar indicios de cambio en una
sociedad polarizada por la violencia. Principalmente, ayuda a comprender que el
cambio dentro de una sociedad no es una prerrogativa exclusiva de los estados,
los gobiernos, los ejércitos o los grupos armados.
Como hemos comentado, las noticias tienen que ver con el cambio; lo que recoge
el periódico de hoy está vinculado con lo que ha cambiado desde ayer. Por ello,
cuando un grupo de personas con objetivos e intereses particulares trabajan para
reponer la falta de recursos de su sociedad para resolver los conflictos sin
violencia y generar un cambio significativo, esto se convierte en legítimo interés
periodístico. De ahí la importancia de centrarse en las iniciativas de paz.
De hecho, los movimientos por la paz trabajan desde una racionalidad
comunicativa que se acerca al proceso de comunicación desde la perspectiva del
saber como comprender, es decir, sus discursos proponen, plantean, dan cuenta
de formas que buscan el interés del público sobre lo reportado por los medios,
pero dejando abierta la posibilidad del diálogo, de poner en cuestionamiento el
conflicto. Comunicación de conflicto entendida desde una aceptación positiva del
conflicto, incluso como una oportunidad para el aprendizaje mutuo.
La comunicación produce información, la cual afecta las decisiones de cada parte
involucrada sobre la posibilidad de discutir a fondo las diferencias o no. Por lo
tanto, crea conciencia de, y atención, hacia los otros. La comunicación
constructiva y benéfica se basa en la honestidad, en generar canales abiertos y se
esfuerza en alinear el mensaje enviado con el recibido entre las partes. En
contraste, la comunicación débil o destructiva genera ruido, distorsiones,
interrupciones, decepciones y falsas salidas y acelera el conflicto.
De esta manera resulta relevante pensar en un manejo informativo que tenga la
capacidad de estimular una comunicación constructiva y promover de alguna
manera la despolarización, abordando las disputas de una manera distinta,
permitiendo que las partes rivales lleguen a conocerse unas a otras, para defender
la comprensión y la empatía, para centrarse en la creatividad y el ingenio humano
para resolver conflictos y hacer hincapié en un periodismo orientado a la verdad,
orientado a las personas y a las soluciones para acelerar los procesos de gestión
de paz, ya que los conflictos generan hostilidad, desconfianza y exaltación, por lo
que no es posible gestar fácilmente procesos comunicativos entre las partes.
Criterios de manejo informativo durante una situación de conflicto y
violencia social
Hemos considerado previamente que una de las razones que generan conflicto en
una sociedad es la disparidad en la distribución de los recursos materiales o
simbólicos. En este segundo sentido, el papel que los medios de comunicación
desempeñan en la legitimación de los “valores fundamentales” de grupos sociales
que, para mantener un estado de paz o equilibrio, realizan acciones de exclusión
de otros sectores sociales contrarios al del supuesto interés general de una
comunidad, ha dado lugar a situaciones de violencia cultural.
No son pocas las ocasiones en que los medios de comunicación, en situaciones
de tensión social, participan consciente o inconscientemente en una legitimación
de la violencia directa o estructural cuando, a través de sus contenidos y selección
de acontecimientos, provocan el rechazo, la discriminación o la agresión hacia
ciertos colectivos, individuos, naciones, sexos o diversos grupos sociales, además
de excluir a las partes involucradas en un conflicto en la posibilidad de tener
acceso y representación en la producción de mensajes desde los propios medios.
Los discursos que se exponen en los medios de comunicación refuerzan la idea
de que existe una “violencia legítima o aceptable” y la “violencia ilegítima”, la cual
debe ser sometida a lo condenable.
“Los medios de comunicación informan, sacan a la luz, crean una conciencia, vuelven a definir los límites de lo que es aceptable y de lo que no lo es, y estructuran las percepciones y la magnitud de la violencia. Al hacer esto agrupa a la gente en oposición al desorden, refuerzan la creencia en valores comunes, facilitan la imposición de sanciones y refuerzan el control social. Pero al hacerlo, la violencia es algo que pueda ver toda la sociedad; de ahí la importancia de los medios de comunicación social”.
Ejemplo de ello, durante el conflicto social de Oaxaca en el 2006, en la radio y
televisión estatal se inició una campaña mediática de desprestigio al magisterio a
través de anuncios, firmada por la Asociación Estatal de Padres de Familia afín al
gobierno, que repetía: “Maestro al salón/No al plantón”, o peor aún, el periódico fiel
al gobernador El Imparcial dedicó más del 30% de su contenido de los
desplegados de apoyo al Gobernador:
“Nos congratula que el Gobernador, con valentía y estricto apego a la ley, haya decidido aplicar el Estado de derecho y ejecutar los mandamientos de aprehensión contra los delincuentes magisteriales. A nuestras fuerzas policiales las felicitamos y les pedimos que mantengan esa actitud seria y responsable que mostraron […] Los desplegados de las fuerzas vivas del gobernador, un frente de batalla […]”
De la misma manera, la desinformación forma parte de otro tipo de violencia de la
que son responsables los medios de comunicación, lo que podría tener
consecuencias negativas sobre: la opinión y crítica de los asuntos públicos, sobre
la previsión y manejo adecuado de los conflictos, sobre las instituciones políticas y
principalmente, sobre el desarrollo de las capacidades, derechos, libertad y
autonomía de los individuos.
Esto da lugar también a que se mantengan las desigualdades sociales y con ello,
el desfase entre las metas afines de los distintos grupos que conforman una
sociedad, lo que generarían tensiones como lo hemos comentado y por ello, un
potencial escenario de conflicto.
Las crisis sociales que desembocan en violencia, han puesto de manifiesto el gran
poder de la imagen con respecto a la percepción de las situaciones de conflicto
(antes, durante y después) y el papel modelador que han adquirido los medios de
comunicación respecto de nuestras actitudes frente a los conflictos, y por varios
motivos bien distintos, que Vicenc Fisas resume de la siguiente manera:
• Sólo existe lo que se ve en televisión. La TV constituye la actualidad,
provoca el choque emocional y condena prácticamente a los hechos
huérfanos de imágenes al silencio y la indiferencia. La mediatización de
algunas crisis ha provocado el olvido de otras situaciones de emergencia.
• Sólo es noticiable lo que es directo. Estamos ente la dictadura del tiempo
real. Lo que no pueda ir acompañado de imágenes y ser retransmitido en
directo tiene pocas posibilidades de adquirir trascendencia pública.
• Hay una falsa e infantil ilusión de que “ver es comprender”, a pesar de que
la imagen no es el significado y no puede substituir a la palabra, aunque es
muy útil para simplificar las cosas y para confirmar prejuicios.
• La saturación de “pornografía de hambre” y la publicidad de la miseria no
hace más que volvernos insensibles y tolerantes a lo intolerable, porque
todo lo rutinario es finalmente tolerado.
• En el fotoperiodismo existe el riesgo de que la foto de impacto se convierta
en la misma realidad, matando a la realidad de verdad.
• Los medios tienden a dramatizar los conflictos, centrándose en las
diferencias irreconciliables entre las partes, las posiciones extremas, las
declaraciones virulentas y los actos violentos y amenazantes, olvidándose
de las soluciones, de las salidas y del propio papel de los medios en
colaborar en la resolución de los conflictos como en desarrollar una cultura
de paz.
Este ejercicio vertical de la comunicación fue claro durante la revuelta social antes
mencionada, en la que los miembros de la APPO evidenciaron la necesidad de
establecer un equilibrio en el manejo informativo al intentar darle voz a los grupos
que no tenían posibilidades de representación en los medios de comunicación, a
través de la toma de Radio Universidad y formar lo que se llamaría Radio Plantón,
rompiendo con ello la noción de un receptor pasivo y uniforme. Con ello se
trastoca el modelo de comunicación para hacerlo más horizontal, logrando con ello
algunos objetivos de este movimiento: incluir en la arena política a nuevos sujetos
sociales, marginados tradicionalmente, pero activos en su rol de ciudadanos,
quienes también tienen interés en los asuntos públicos.
He aquí la importancia que los medios de comunicación abarquen asertivamente
los intereses de las distintas audiencias, especialmente en contextos polarizados,
pues de esta manera se legitima su papel como agentes que representan a la
sociedad.
Nosotros estamos considerando la relación de exclusión informativa desde la
perspectiva de la producción de contenidos noticiosos, en la que el grado de
desarrollo de los medios de comunicación, el tipo de propiedad de los mismos, así
como la relación que tienen con grupos sociales y/o políticos, pueden constituirse
en factores de la discordancia en la comunicación entre las partes, influyendo
sobre la generación de noticias y con ello en la evolución del conflicto social.
Desde esta perspectiva se puede comprender el qué se dice en torno a una
situación de conflicto social y qué efectos produce tal manejo informativo en el
entorno del mismo, así como el a quién va dirigido el mensaje, quién es capaz de
recibirlo y cómo se codifica e interpreta. Nosotros abordaremos exclusivamente el
aspecto de la producción de contenidos.
Al respecto, algunos teóricos apuntan: “Los medios de comunicación, en su papel
de mantenimiento de la sociedad informada sobre sí misma, han de introducir en
los mensajes –sabemos que no lo hacen en la medida deseable- uno de los más
graves problemas que tiene en su seno: la desigualdad y sus consecuencias” ,
haciendo referencia a la desigualdad estructural que excluye la participación de
todos los sectores sociales en las cuestiones de interés público.
Bajo esta línea argumentativa, en el ámbito de la producción de noticias, las
dimensiones ausentes en el tratamiento de la información son generadoras de una
violencia simbólica que puede complicar la comunicación entre las partes. La
teoría de la agenda-setting da cuenta del cómo los medios, por el simple hecho de
atender más a unos temas y silenciar otros, canalizan la atención del público e
influyen en el clima de la opinión pública.
Este proceso de selección le da la posibilidad a los medios de definir no tanto
cómo se ha de pensar sobre determinados temas, sino qué temas son los más
importantes, por lo que la selección de contenidos puede hacer “invisible” la
situación de un determinado colectivo social, así como sus mecanismos de
participación política, complicando con ello la construcción de procesos para
dirimir controversias entre los sectores.
Las agendas informativas y sus restricciones
En el proceso de agenda-setting intervienen dos grandes grupos de actores: por
un lado, los muy variados emisores de información pretendidamente pública, como
las instituciones gubernamentales, los partidos políticos, las empresas, las
organizaciones de todo tipo o los movimientos sociales; y, por otro, los medios de
comunicación, que pueden operar también como emisores, pero que actúan en
cualquier caso, frente al resto de emisores, como gatekeepers, es decir, como
“guardianes” del flujo de información publicable. En principio, es en los medios
donde se decide qué información será finalmente publicada, y cómo será
publicada.
De acuerdo con Canel, el proceso de gatekeeping incorpora tres subprocesos: el
de newsgathering (recogida de información en bruto a partir de ruedas de prensa,
notas de prensa, contactos directos con las fuentes, etc.), el de newsmaking
(confección de la información que será finalmente publicada) y el de newsreporting
(comunicación de la misma). El gatekeeping es por tanto un proceso de
inclusión/exclusión, pero lo es también de “manipulación” en un sentido casi literal:
la información es manejada para adaptarla al lenguaje propio de cada medio
(asignación de un titular, elección de una fotografía de acompañamiento en los
medios escritos, atribución de tiempos y espacios, etc.). Y todo ello añade
significado a los mensajes originales. El gatekeeping, en definitiva, selecciona y
transforma. Solo hay que considerar bajo qué criterios.
Es cierto que los medios de comunicación están expuestos a presiones externas
(de los gobiernos y los anunciantes), pero conviene no exagerarlas frente a los
criterios internos de selección y tratamiento de la información, derivados,
fundamentalmente, de la competencia entre los propios medios. En virtud de la
dinámica privatizadora, los medios rivalizan entre sí en un mercado en el que la
información social, cívica y política compite, a su vez, con otros contenidos
informativos y de entretenimiento. Así, la elección de la información publicable
depende de criterios de noticiabilidad como la actualidad, la proximidad, el
dramatismo o la espectacularidad, y el tratamiento de la misma se atiene con
frecuencia, a rutinas profesionales tendentes a reducir la incertidumbre en la
frenética producción de noticias.
De la misma manera, en los sistemas políticos y liberales, las amenazas sobre la
libertad de expresión y el manejo informativo por parte de los medios puede
provenir tanto de los derechos del propietario de los medios como de las presiones
económicas que pesan sobre la empresa mediática. En este sentido, el individuo o
corporativo dueño de un medio de comunicación tiene derechos sobre la empresa
y sus actividades, correspondiéndole a éste fijar la línea editorial de la publicación,
al incluir en éste compromisos políticos, elección de temas, forma de tratarlos,
etcétera. Es una consecuencia inmediata y evidente del derecho de propiedad, a
pesar de que esto limita la libertad de expresión de los propios periodistas.
También pesan sobre las empresas de medios de comunicación las prácticas
económicas, superando quizás las consideraciones de carácter político en el
establecimiento de las agendas informativas. La constitución de grandes grupos
nacionales o multinacionales de medios, bajo el contexto de la globalización, son
una característica de esta situación que amenaza la independencia y el pluralismo
de la información, al concentrar en las mismas manos diferentes títulos, incluso
aparentemente independientes, lo que genera una uniformidad de los contenidos
en interés de la inevitable búsqueda de beneficios económicos, dando lugar a que
se adopte un tratamiento de la información, así como una selección de temas
específico, que pueda atraer al mayor público posible, ofreciendo un producto
informativo que reúna tres características básicas: “ser veloz, abundante y ser una
mercancía”80. Solo basta dar cuenta de los bruscos cambios de programación en
la radio o televisión si las cifras de la audiencia no alcanzan inmediatamente los
números esperados, para dar cuenta de ello.
Tan solo en América Latina, la tendencia a formar grandes consorcios
multinacionales permanece a Televisa de México, O’Globo de Brasil, Clarín de
Argentina y el grupo Cisneros de Venezuela, que están entre las corporaciones
más grandes del mundo, dominan el mercado nacional y se expanden mediante
acuerdos con grandes corporaciones.
La posición de Citlali Villafranco es clara al respecto y resume el planteamiento
expuesto en torno a las consecuencias de esta situación:
“La creación de grandes consorcios de las telecomunicaciones reduce de manera automática la información disponible a que tienen acceso los ciudadanos, repercutiendo en las posibilidades de elección y de fiscalización, al tiempo que supone retos para las posibilidades de regulación de los Estados. Como puede observarse, la competencia económica ha reconfigurado los medios de comunicación a nivel internacional, cuestionando los supuestos básicos de la teoría democrática”.81
De tal manera, esta dinámica dentro de la propiedad de los medios de
comunicación, hace que la información publicada tenga una uniformidad en su
forma y contenido, un ocultamiento de temas, una selección arbitraria de
contenidos, así como una carencia de voces o representantes que abarquen otros
puntos de vista de diversos sectores de la sociedad.
Bajo los contextos antes mencionados, el proceso de gatekeeping en un entorno
mediático inserto en la dinámica de mercado, tiende inevitablemente a resultados
poco congruentes con los objetivos comunicacionales de los procesos de gestión
de paz: la simplificación, la excesiva dramatización, la descontextualización y, en
última instancia, la ocultación de las causas estructurales de la injusticia y la
violencia.
Por ello surgen procesos comunicativos que alteran la dinámica de los conflictos.
Por ejemplo, si los medios callan las violaciones a los derechos humanos, la
sociedad se priva de saber lo que ocurre y en consecuencia, los ciudadanos dejan
de tener información vital para tomar decisiones políticas respecto a los
responsables de esos abusos como ocurrió en Oaxaca, que las agresiones,
desapariciones, asesinatos aislados y golpes propiciados a miembros del
movimiento por parte de grupos policiales y paramilitares afines al gobierno fueron
escasamente reportados (algunos llamados el “escuadrón de la muerte”,
conformado por policías municipales armados y vestidos de negro), salvo el caso
del decomiso del material informativo que tenía un periodista del Canal 13, por
haber sido afectados los intereses de la televisora, mientras que se incrementaba
una guerra mediática que destacaba los asesinatos de simpatizantes de la APPO
por estos grupos paramilitares como “enfrentamientos ciudadanos”, ante los
cuales no quedaría más que la intervención de la Policía Federal, aprovechando la
incertidumbre ciudadana.82
El problema es que las agendas de los medios de comunicación raramente
coinciden con las agendas de los diversos grupos que consideran importantes
otros rumbos temáticos; asimismo, están ceñidos a dinámicas internas y externas
que determinan su línea editorial (en el caso de medios informativos, que son los
que nos interesan abordar) que expondremos a continuación.
Haremos un repaso en los conceptos que privan a la hora de establecer la agenda
informativa en los medios, basándonos en los criterios del “Manual de capacitación
para el manejo de la información periodística y el acceso a los medios de
información" de la USAID83, que es un documento del Programa de Derechos
Humanos de esa misma organización que sistematiza conceptos, experiencias y
criterios para el trabajo en derechos humanos, mismo que hemos considerado
como adecuado al haber sido creado como herramienta para el manejo efectivo y
eficiente de las comunicaciones por parte de las organizaciones sociales y no
gubernamentales en Colombia, y como una fuente permanente de consulta para
los responsables de la comunicación en las organizaciones, a fin de esclarecer la
lógica interna del funcionamiento de los diversos medios de comunicación, de
cómo éstos diseñan sus agendas noticiosas y qué estrategias pueden adoptar las
organizaciones y cómo pueden hacer uso de las mismas para informar y
comunicar.
La selección de este material se sustenta en la utilidad y precisión de los
argumentos planteados bajo un contexto específico, además de no haber
identificado en éstos una intencionalidad afín a los intereses que la USAID
representa para el gobierno estadounidense, quien en contraposición al
planteamiento humanitario con que anuncia sus actividades, ha funcionado como
un instrumento de “transformación” de aquellos países que no acompañan o
apoyan sus intereses, considerados por muchos sectores como un
intervencionismo radical, a través de financiamientos, asesorías o diversos
ejercicios con organizaciones análogas a los objetivos de política internacional de
los Estados Unidos, como lo son actualmente Venezuela, Cuba, Afganistán o
Bolivia, por decir algunos.
Aclarado lo anterior, el valor de este documento es que ofrece un análisis
conceptual sumamente útil sobre el manejo de la información, que queda
sintetizado bajo los criterios siguientes.
En primer lugar, la decisión editorial es un primer filtro de información que dispone
cuáles hechos se deben cubrir como parte de la oferta informativa, que contempla
aspectos como: los conceptos locales de noticia, con la cobertura del medio y con
la posición editorial del mismo, aunado a los filtros relacionados con la cultura
organizacional del propio medio.
El concepto local de noticia estaría definido por la cultura propia del entorno, que
considera lo bueno, lo malo, lo considerado como deseable o indeseable, lo
novedoso, lo impactante o lo útil. Estos criterios obedecen casi siempre a las
tendencias de opinión coyunturales.
De allí se pasa a una selección más detallada, en la cual participan estos criterios:
• Información sobre aquello que afecte la convivencia social
• Reacciones en términos de opinión y orientación para establecer tendencias
• Respuestas inmediatas a temas controversiales o de confrontación de
opiniones
• Información relevante y práctica para su público
• Promoción: que el medio sea el centro del debate y análisis de los
acontecimientos.
• Frecuencia: hechos que por su recurrencia puedan ser interesantes para un
grupo amplio de espectadores
• Amplitud: fenómenos que comprometan a grandes grupos humanos o que
afecten amplias zonas geográficas
• Simpleza: hechos que se puedan contar de una forma corta e impactante y
que resulten interesantes, curiosos o llamativos para la audiencia
• Significancia cultural: hechos unidos profundamente con formas de ser
culturales de la población. En este caso las noticias bien pueden apoyar
prejuicios sociales, falsas creencias, orgullos nacionales o regionales,
tendencias culturales antiguas y profundas, temas religiosos que reafirmen
creencias o que levanten polémica.
• Sorpresa: hechos que causen sorpresa por lo inesperados, por lo inauditos
o porque afectan de una manera no imaginada a un sector o a una figura
pública.
• Predefinición: aquellos hechos que se han convertido en noticia rutinaria.
Hechos que han probado en el pasado que son parte de lo que consumen
los espectadores, como por ejemplo, las agendas rutinarias del Estado,
muchas de ellas sin otro valor que el simbolismo o la costumbre.
• Individualidad: hechos que aporten a la creación de figuras públicas. El
interés público en gran parte vive del interés hacia personalidades de todo
tipo. Los medios apoyan estas tendencias en la medida en que el
cubrimiento a los famosos aseguran la atención de sus espectadores.
• Exaltación de lo local: hechos que coloquen a figuras locales en una
dimensión superior. Por ejemplo, victorias o derrotas de compatriotas en
ámbitos internacionales.
• Negatividad: aquellos hechos que pongan en evidencia factores negativos
de la convivencia, de los valores entendidos como lo deseable socialmente
o que vayan en oposición a los valores culturales.
• La televisión suma estos conceptos al valor del entretenimiento mediante el
impacto de la imagen. Si la información cuenta con imágenes llamativas,
bellas, curiosas, interesantes o chocantes, tiene mucho mayor potencial
para ser escogida en la agenda. Esta tendencia ha sido seguida también
por los medios impresos. El valor de la imagen por la imagen misma
compite con otras consideraciones a la hora de escoger una primera
página, por ejemplo.
Aunado a lo anterior, la afectación del tiempo, espacio y disponibilidad influyen en
la decisión de la cobertura periodística de un medio de comunicación. La agenda
es reactiva, es decir, se espera a ver qué llega a acontecer para emprender el
cubrimiento en cuestión, por lo que la falta de tiempo, los desplazamientos largos,
o la imposibilidad de comprender a profundidad un fenómeno o la incapacidad de
juzgar su importancia en un momento dado terminan por definir si se cubre el
acontecimiento periodístico o no.
La continuidad en el seguimiento de la noticia es otro factor a considerar. El
interés que puede generar el acontecimiento puede disminuir progresivamente,
por lo que es posible que se interrumpa su seguimiento. Si la información no fue
presentada de la mejor manera posible, contextualizada en su coyuntura
respectiva, o si percibe que ya no hay interés, el medio la abandonará, aunque
sepa que no haya generado suficiente debate ciudadano.
Los medios siempre preferirán los hechos que llaman la atención sobre las
situaciones sociales que surgen repentinamente, y delegan a otros contextos la
información que se nutre del pasado, del análisis y de la crítica para explicar esos
acontecimientos y para proponer soluciones cuando se requieran. El tipo de
análisis que realizan los medios depende de que los acontecimientos estén
enmarcados en los filtros iniciales de atención antes mencionados, como el interés
humano (la tradición periodística relaciona este concepto con el de
“sensacionalismo”, que habitualmente define una excesiva apelación a las
emociones y los sentidos),84 el hecho recién ocurrido, la novedad, la coyuntura
mediática. No se interesan en penetrar en los procesos que configuran los
acontecimientos.
El ángulo noticioso es otro valor periodístico determinante: el tratamiento del
acontecimiento parte de la mirada particular de quien lo trabaja. Y esta forma de
presentación corresponde invariablemente a lo que se considera importante en
términos del interés público o al tipo de audiencia a los que se dirige, para hacerlo
novedoso o interesante.
Asimismo surgen las restricciones que vive el propio medio de comunicación al
determinar la agenda y con ello la calidad de la información, exacerbando la
permanente tensión entre la función social y el entretenimiento, como serían las
restricciones sociales, las políticas, las comerciales, las empresariales y las
profesionales, sintetizadas de esta manera:85
Restricciones sociales
• Al hacer una lectura de los hechos a cubrir, los responsables de la agenda
determinan, según su propio criterio, aquellas informaciones que
representan lo bueno, lo importante, lo deseable o lo censurable. Los
criterios aplicados para esa selección no son con frecuencia analizados
explícitamente y muchas veces responden a estereotipos y presupuestos
gratuitos.
• La cultura. Se ha dicho que los medios no se hacen responsables de
cambios culturales. De hecho, los medios en muchas ocasiones se apoyan
en los factores culturales tradicionales para determinar la agenda y darle
relevancia. Por ejemplo, los medios pueden apoyarse en prejuicios sociales
(machismo, racismo, etcétera) para darle relevancia a ciertas
informaciones. Se considera un don periodístico el de captar esos
significados culturales en el momento de “vender” noticias.
Restricciones políticas
• Lo oficial como fuente principal. Los medios, en general, sienten que al
cubrir fuentes gubernamentales o que representen oficialmente
organizaciones, ofrecen información más sólida y se exponen menos a
demandas y reclamos. El resultado de esta tendencia es que la voz de las
víctimas de conflictos, suele ser ignorada.
• Cubrimiento de hechos, no de procesos. La estructura misma del concepto
de noticia hace que los medios tiendan a interesarse solamente por hechos
mediáticos y coyunturales e ignoren el análisis del contexto general de los
procesos a los que pertenecen. Esta restricción hace que los más
importantes procesos sociales, económicos, políticos y culturales cedan
espacio ante informaciones más simples, menos trascendentales, pero más
atractivas para la agenda.
• Status quo. La combinación de algunos de los factores mencionados arroja
un nuevo resultado que se convierte en restricción: los medios tienden a
convertirse en sostenedores del status quo. Su doble condición de
empresas comerciales y generadores de información hace que sean vistos
como responsables del sostenimiento del sistema. Muchos responden a
esta tendencia afectando su agenda noticiosa al servicio de esa supuesta
vocación.
• Banalización. La expresión más evidente de la tendencia anterior es la
banalización de los contenidos informativos. Los medios están sufriendo un
proceso mundial en este sentido. Se cubre con especial énfasis lo fácil, lo
impactante pero intrascendente, lo simple y, en fin, lo nimio. Esta es una
restricción que abarca muchas de las áreas temáticas de los medios y que
afecta tanto el desempeño profesional de los periodistas como el interés del
espectador.
Restricciones comerciales
• El esquema de competencia comercial obliga a los medios a disputarse los
ingresos de la publicidad. La supervivencia misma de las empresas
periodísticas depende de la obtención de esos recursos, con lo cual las
prácticas comerciales son cada día más importantes para los medios.
• Entre las restricciones que se han detectado de las nuevas prácticas
comerciales se encuentra la injerencia cada vez mayor de los anunciantes
en los contenidos, particularmente cuando se trata de grupos económicos.
Además, los medios están aplicando cambios en sus estructuras
informativas, horarios, estilos de información, contenidos, etcétera,
derivados todos ellos de la necesidad de ofrecer a los anunciantes espacios
atractivos para su publicidad.
• Asimismo, la creciente competencia ha producido una tendencia a la
homogeneización de la información y de los estilos informativos. Los
esquemas aceptados como ganadores por los anunciantes se repiten y se
copian entre los medios, hasta el punto de que al final tanto las noticias
como los estilos son demasiado similares en todos los espacios
informativos.
Restricciones empresariales
• La actual crisis económica mundial ha agudizado las restricciones
habituales de las empresas sobre los medios de comunicación,
principalmente sobre el uso del tiempo y del espacio de influencia del
medio.
• El tiempo. Las políticas empresariales determinan cuánto tiempo puede
dedicar un periodista o un grupo de periodistas a la investigación y
preparación de material informativo. Entre más corto el tiempo, menor será
la profundidad y la dedicación del medio para presentar información
contextualizada, elaborada y profunda.
• Espacio de influencia. Las políticas empresariales también determinan
hasta dónde el periodista puede cubrir personalmente o con apoyo sucesos
que ocurran en su ciudad, en su país, en su continente o en el resto del
mundo. Entre más restrictiva sea esta política, menor será la capacidad del
medio de ofrecer cubrimientos periodísticos originales.
Restricciones profesionales
• Los valores profesionales reconocidos en la formación de periodistas son la
capacidad de investigación y análisis, las habilidades especiales de
redacción, el conocimiento y el dominio de las habilidades técnicas, la
formación integral, la ética profesional, la capacidad de interpretación
interpersonal y la sensibilidad social. Sin embargo, estas habilidades son
reemplazadas en parte por nuevas exigencias profesionales al servicio del
tratamiento especial de la agenda noticiosa.
• El olfato. Uno de esos nuevos valores periodísticos es el olfato para
encontrar en hechos complejos un ángulo noticioso que satisfaga los
criterios de noticia del medio en particular. Esta aplicación del olfato como
una característica en ocasiones superior a otras habilidades profesionales
lleva, en muchas oportunidades, a crear noticias alejadas del sentido de lo
real y a parcializar los hechos de tal manera que el espectador no puede
entender cabalmente lo que ocurrió.
• Capacidad de síntesis. Esta habilidad se destaca en los medios para lograr
que los periodistas reduzcan el hecho a unas pocas frases, a una entradilla
impactante o a un titular sonoro. Con la aplicación de esta habilidad se han
aumentado notoriamente las noticias breves en los medios; de esta
manera, la agenda noticiosa se muestra como variada pero adolece de
poca profundidad.
• Estricto cumplimiento. Esta característica profesional se destaca para lograr
que los periodistas cumplan las decisiones editoriales, de cubrimiento y
administrativas de la organización. En la práctica, los profesionales jóvenes
tienden a pensar que la aceptación casi incondicional de las órdenes es un
desempeño profesional que los destaca. Esta habilidad profesional en
realidad disminuye su capacidad crítica y el deseable ejercicio deliberativo
que aporta calidad al producto periodístico.
Como podemos ver, no son solo restricciones comerciales o políticas las que
limitan y definen en muchas ocasiones las agendas de los medios, sino también el
entorno cultural y los criterios internos de selección y tratamiento de la
información, las razones por las que los medios de comunicación trabajan la
información bajo pautas que se alejan de los procedimientos más adecuados
hacia una intervención idónea en tiempos de tensión social.
En el último capítulo abordaremos los temas referentes a la metodología para la
selección y el tratamiento de los acontecimientos para generar información que
aporte elementos hacia la gestión de paz, bajo las teorías que consideramos
propicias para ello. Ahora nos abocaremos en señalar de forma muy general
algunas consecuencias que del manejo informativo se han llevado a cabo que no
aportan elementos suficientes para satisfacer las necesidades de construcción de
paz, basándonos en la enunciación anterior sobre los criterios que conforman la
agenda según los tradicionales medios de comunicación.
Problemas para desarrollar un periodismo de paz por parte de los medios de
comunicación durante un conflicto social.
¿Cómo es reportado un conflicto? A partir de la revisión de las restricciones que
experimentan los medios de comunicación para hacer su selección y reporte de
acontecimientos, así como de los frecuentes filtros a los que se someten para
establecer la agenda de temas relevantes, habremos de ver cómo los medios de
comunicación experimentan un aumento en la tensión de tales circunstancias
cuando están reportando un conflicto social, debido a los diversos intereses que
están en juego.
Tomaremos como base para comprender el desarrollo del ejercicio informativo
dentro de un conflicto, los elementos teóricos de Johan Galtung que ha
desarrollado, en referencia a las dimensiones estructurales de los conflictos,
divididos en su triángulo ABC de Actitud, Comportamiento (Behavior) y
Contradicción,86 así como de la propuesta dirigida hacia un periodismo de paz de
Burkhard Bläsi, donde:87
La actitud hace referencia a una dimensión psicológica implicada en los
participantes de un conflicto, en relación a los estigmas, los prejuicios, etiquetas,
demonizaciones, deslegitimaciones, entre otras ideas que se estructuran en torno
a los otros, asumiéndolos como incapaces por tener una religión, una cultura o
una mente equivocada. Esta práctica de desprecio y denigración entre las partes
de un conflicto es la raíz del empeoramiento de las relaciones y el estímulo para la
exaltación de la violencia.
El comportamiento se refiere a cómo las partes actúan, lo que llevan a cabo con
respecto a la situación en la que se encuentran con respecto a los otros. La
contradicción está definida precisamente por la incompatibilidad e incongruencia
entre los intereses de las partes, generando controversia: alguien quiere el
territorio ajeno, otros buscan el control del poder, unos apuestan a estar “en lo
correcto”, pero sucede que alguien más también, y si estas partes llevan consigo
una actitud y se comportan en base a estas ideas y en la consecución de sus
objetivos frente a los otros, el conflicto aparece.
De esta manera, el desarrollo periodístico, especialmente en el tratamiento y
exposición de los acontecimientos en los medios de comunicación, puede sacar a
cuenta los pormenores de la situación del conflicto, pero enfatizando con distintos
matices, donde la historia más atractiva prevalece sobre los demás reportes, y en
la que la subjetividad de quien escoge y relata el acontecimiento afecta la
objetividad de la “realidad” que fue contada. Por ejemplo, las notas periodísticas
que encontramos en los diarios o noticieros durante un conflicto social, tienden a
narrar el desarrollo de los acontecimientos de una forma más dramática, más
emocional, más provocativa y hasta sensacionalista, buscando atraer a las
audiencias.
Asimismo, podrían hacer un manejo que tienda a exponer las cosas de forma
maniquea, revelando la falta de conocimiento en torno a las teorías del conflicto.
Por ejemplo, simplifican la arena del problema a solo dos participantes que se
agreden mutuamente, sin tomar en cuenta la diversidad de grupos que conforman
a la sociedad afectada y que participan de alguna forma en el desarrollo de los
acontecimientos. Las polémicas son injustificadamente acentuadas, la
ambigüedad en los reportes se hace evidente, así como la vaguedad e imprecisión
generan en las audiencias la sensación de que no hay forma de solucionar las
cosas. Los temas expuestos ya no se centran en los objetivos de las partes, como
podrían ser las demandas de autonomía, nuevas autoridades en el poder,
servicios básicos, discriminación entre muchos otros posibles, sino exclusivamente
en los sucesos violentos o polarizantes.
El manejo del tiempo es otro hábito que en su conducción inadecuada, hace que
las referencias secuenciales de los eventos se abarquen en un paradigma cerrado
de espacio y tiempo, que generan una cómoda ambigüedad que pesa sobre las
descripciones que se refieren a hechos del pasado, cronologías, o en la secuencia
de los acontecimientos, resultando notoria la ausencia sobre los antecedentes y
orígenes de la controversia.
Por otro lado, los medios de comunicación suelen darle la voz a los extremistas,
debido a la estridencia de sus acciones y a que sus acciones son percibidas con
más atención por los lectores o espectadores. De esta manera, los canales de
comunicación están llenos de mensajes de propaganda en lugar de discursos
genuinos e intercambio de puntos de vista entre los actores. Un ejemplo de ello es
la aparición en Oaxaca de Flavio Sosa durante el conflicto social acaecido en ese
estado durante el 2006, quien surgió según Diego Osorno:88 “de golpe y porrazo”,
que de ser un “saltimbanqui de la política local”, se hizo una figura muy visible
durante los enfrentamientos entre la APPO y las fuerzas del orden del gobierno
estatal, y fue el blanco de la atención de los medios por sus desplantes y
pronunciamientos para ejercer presión, a pesar de que no era un ideólogo o líder
real (al menos en un principio) del movimiento social.
También existe una inclinación de los medios para tener como fuentes de
información a las élites, lo que no permite siempre el diálogo ni expone la situación
de manera balanceada, en detrimento de la exposición de verdaderos actores ni
de ideas frescas.
Este fenómeno da lugar a un reconocimiento por parte de las audiencias de los
objetivos enfrentados entre los actores, situándose entre los distintos lados, a
veces muy polarizados, del espectro visible de los sucesos. De esta manera, se da
lugar a la visión del “ellos contra nosotros” entre las audiencias, gracias a la
manipulación maniquea en la selección de los tópicos y la forma de describir los
sucesos por parte de los medios de comunicación, que culpan a los sectores con
los que no concuerdan como los originarios del problema. Una técnica recurrente
para subrayar las diferencias es la comparación entre las partes, lo que destaca
las divisiones y las etiquetas.
Este hecho fue muy claro durante los acontecimientos comentados en Oaxaca en
el 2006, donde los dos diarios más importantes tomaron partido por las facciones
opuestas en el conflicto y desplegaban un manejo informativo polarizante, debido
en gran parte, a que existían intereses muy claros entre los dueños de los
periódicos por el resultado de la contienda, dando lugar a un ejercicio meramente
reactivo a las agresiones de los grupos contrarios y destacando la inocencia o las
virtudes del lado propio, lo que dio lugar a expresiones como esta por parte de los
ciudadanos en la ciudad de Oaxaca:
“Los periodistas, para muchos de los integrantes de este movimiento [la APPO], no sólo son representantes de la parcialidad: son sobre todo, las voces indeseables del conflicto. No reflejan la realidad de los hechos,
distorsionan los sucesos. Para colmo, calientan el ambiente, dicen algunos, promueven la violencia, dicen otros”.89
O peor aún, durante los fuertes enfrentamientos y quemas de edificios públicos del
25 de noviembre, después de una marcha de los grupos que conformaban ese
movimiento social:
“Los medios de comunicación, sobre todo televisivos, contribuyeron a otorgarle verosimilitud a la versión oficial y, de esa manera, legitimidad a la represión social contra el Movimiento. Se erigieron como jueces supremos al calificar y condenar rotundamente a los integrantes del Movimiento como vándalos incendiarios y a construir supuestas evidencias visuales de delitos cometidos in fraganti que justificaban detenciones sin averiguaciones previas”.90
Se desató entonces una campaña en los medios de comunicación estatal y
nacional, en donde los maestros quedan dibujados como irresponsables y los
miembros de la APPO como delincuentes, maleantes, revoltosos y violentos. Por
eso, la gente que apoyaba a la APPO exigió a los periodistas que dijeran la
verdad, y quizás fue por eso mismo que fueron tomadas las estaciones de radio
comerciales y estatales por este Movimiento, para exponer los múltiples agravios
de los que fueron víctimas y a exigir de viva voz sus reclamos sociales.
Y a pesar de haber sido un suceso trascendental en la historia del Estado, la
noticia que registraba la toma de la televisión estatal por un grupo de mujeres, fue
seleccionada para la sección de nota roja por los diarios, destacando con ello su
carácter ilegal y violento: “Ninguna experiencia de éxito del Movimiento iba a ser
narrada por el medio televisivo y menos si se trataba de una toma de medios de
comunicación. La noticia entraba en la nota roja o no era factible de ser
mencionada”.91
Ahora bien, con respecto al factor del comportamiento de las partes del conflicto y
su abordaje por parte de los medios de comunicación, uno de las principales
imprecisiones al reportar es aquella que representa las acciones violentas como
emergentes de un mal destructivo, asocial, furioso e inexplicable, donde las
causas y consecuencias son confusas, dando lugar a que el efecto de la violencia
aparentemente indiscriminada sea tan atractiva a las audiencias que silencia todos
los demás aspectos del conflicto, en detrimento de la cobertura de los esfuerzos
diplomáticos o de los esfuerzos de paz para que sean tratados de una manera
similar. Asimismo, los efectos invisibles de la violencia también son omitidos con
regularidad, los cuales podrían causar más daño y sufrimiento que los visibles y
seleccionados por los medios.
Esta cartografía sobre las circunstancias como se ejerce el periodismo y los
factores que la afectan, exige una revisión de cómo los medios deben trabajar hoy
para abordar los conflictos y repensar el papel que los medios de comunicación
ejercen como agentes de cambio en torno al interés público.
Encontrar ángulos nuevos a la información, nuevas formas de narrar, comprender
la visión de las víctimas, de los agentes violentos, de las motivaciones profundas,
de las raíces del conflicto, enriquecerá el ejercicio periodístico, le dará un valor
agregado a la noticia, coadyuvará a mejorar la comunicación entre las partes del
conflicto, le otorgará a las audiencias mayores herramientas de comprensión y
certeza de fenómeno y le dará a la organización del medio de comunicación una
legitimidad favorable para sus intereses frente a la sociedad.
En cuanto a esto último, un periodista cuenta su experiencia que lo condujo a
transformar su comprensión y actitud frente a la manera de abordar los
acontecimientos durante un conflicto:
“Yo antes estaba como narrando futbol, […] ahora soy mesurado, me di a la tarea de repensar la noticia, de darle la misma importancia a lo oficial que a la gente que va a pie, de mantenerme informado sobre el contexto nacional e internacional para hacer comparaciones, de llevar un registro cronológico de los sucesos. Me he vuelto un lector de los temas nacionales y un
conocedor de las diferentes normas. No arranco a dar la noticia ya, sino que pregunto qué sucede, es decir, doy pocas primicias y más noticias”.92
Este ejercicio de ponerle más contexto a las noticias, es la base para establecer
los criterios de selección y presentación noticiosa de los acontecimientos
relacionados al conflicto, como un primer paso para apoyar socialmente a los
acciones de gestión de paz. Estos criterios deberán trabajarse sobre las
estrategias comunicativas que den como resultado un manejo noticioso dirigido a
la audiencia que vive una situación de conflicto social, por lo que hay que
presentar pruebas sistemáticas y objetivas sobre rasgos de desempeño generales,
especialmente en términos de contenido o producto ofrecido por los medios o en
la calidad global del servicio prestado, más que en la estructura o los efectos
mediáticos: la forma y la sustancia de la comunicación.
Esta propuesta será trabajada en el Capítulo 4. Por lo pronto, expondremos los
principios generales de la transformación de los conflictos y las teorías de paz más
adecuadas para alcanzar los fines expuestos.
Capítulo 3
Teoría y gestión de paz. La propuesta de Transcend.
¿Qué es la Paz?
Pensar en la paz nos puede remitir a muchos conceptos, muchos de ellos
evidentes y otros más elaborados, producto de propuestas teóricas desde la
filosofía griega hasta nuestros días. Cada sociedad en su momento histórico ha
tenido sus particulares concepciones sobre la paz, pero sobre todo de la guerra.
La definición de paz como tal no se hace explícita sino hasta el siglo XIX, posterior
al antimilitarismo, y previo a este, ideas que se acercan y son hoy la inspiración de
un concepeto abarcante que comprende no solo la ausencia de violencia o guerra,
sino la inclusión de bienestar, concepto que desarrollaremos más adelante.
Podría ser que la idea más extendida es aquella que defendió Hobbes al definirla
como cesación del estado de guerra, o sea como la cesación del conflicto
universal entre los hombres, por lo tanto la ley fundamental de la vida sería
“esforzarse para la paz”. De la misma manera, Kant consideró que el estado de
paz no es, en efecto, un estado de naturaleza y que tal debe ser instituido porque
“la falta de hostilidad no significa aún seguridad y si ésta no está garantizada por
un vecino a otro (lo que debe suceder en un estado legal), éste puede tratar como
enemigo al que haya requerido en vano tal garantía”.
Otra manera de comprenderla es como la situación en la que hay un control de las
manifestaciones de descontento de algunas personas, o un pacto de no agresión.
Sin embargo, en la actualidad existen otras propuestas que involucran otros
factores provenientes de la herencia de la lucha por los derechos humanos. Se
trata de pensar a la paz como una situación existencial en la que se cuenta con los
elementos necesarios para hacer una vida digna, tanto en las necesidades
materiales como en las emotivas y espirituales. Una situación basada en el
respeto al derecho y la libertad. Esta concepción de paz no puede ser resultado de
un acuerdo o tratado, sino que solo puede darse como consecuencia de un
proceso de cambio social.
Esta concepción es heredera de los pensamientos humanistas de la antigua
Grecia, el Renacimiento y la Ilustración, y han tenido gran influencia para recobrar
el sentido de paz con independencia del significado de la guerra. “La paz ha
dejado de evidenciar sus mieles sólo en comparación con los estragos de un
conflicto armado. Los principios de universalidad y humanidad de Immanuel Kant
por ejemplo, han dado a la paz un vínculo más estrecho con la humanidad
mirándole no nada más como medio, sino también como fin en un proceso
dinámico que pondera el valor singular de un ser humano.”
La valoración anterior nos permite reconocer que la paz, como la ausencia de
conflictos, no es suficiente, a pesar de que sigue siendo una idea muy arraigada,
especialmente en los círculos políticos que administran la justicia y el desarrollo de
las sociedades. Esta idea podríamos considerarla como un concepto hegemónico,
utilizando la terminología de Gramsci, al concebirla como una representación o
idea dominante en una sociedad, y que producen la asunción de una dirección
política y cultural por parte de la misma.
Entonces no entenderemos a la paz como ausencia de conflictos o el cese de la
violencia directa, sino una transformación del sistema social, económico, religioso
y cultural que le dio origen, o a lo que llamaría Johan Galtung: la violencia
estructural. Como hemos visto anteriormente, los conflictos forman parte de
nuestra existencia, son el motor de nuestra evolución. Aparecen cuando tratamos
de ajustarnos a una situación, o cuando las condiciones en que vivimos o nos
relacionamos hacen necesario un cambio estructural. Son parte de nuestra vida
cotidiana. Su manejo adecuado a través de herramientas no violentas de
resolución de conflictos (justicia social) es lo que podría comprenderse como “paz
positiva”, y como consecuencia la “paz negativa” sería solamente la ausencia de
guerra, lo que significa que bajo este contexto aun no se establecen los criterios
de satisfacción de necesidades de los grupos en conflicto.
Por ejemplo, el modelo negativo que implica la ausencia de confrontación bélica,
fue la expresión de la guerra fría que tenía a la disuasión nuclear y la amenaza de
una destrucción mutua asegurada como única inspiración, sin posibilidades de
aspirar a más que no sea el temor.
Por otro lado, esta transformación que propone Johan Galtung es cercana a
aquella enmarcada en el pacifismo utópico, que apuesta a la virtud del hombre y
su trascendencia. James Turner la concibe así:
“La paz en la tradición utópica es la realización en la historia humana del ideal moral, el nuevo orden político de la comunidad de la humanidad, en la cual la justicia será hecha y la violencia y guerra serán reducidas a nada. Sin las causas de la guerra habrá paz. Ésta entonces es más que la ausencia de guerra: es el ideal final que resulta de alcanzar ideales previos: orden y justicia. Existe una relación dialéctica aquí: la conciencia y el esfuerzo deliberado por evitar el conflicto es tratado como medio para alcanzar el nuevo orden universal”.
Esta coincidencia entre el humanismo utópico y el concepto más abarcante de paz
se hace explícito en el Second Medium-Term Plan Declaration de la UNESCO
(1981-1984):
“No puede haber paz genuina cuando los más elementales derechos humanos son violados, o mientras situaciones de injusticia persistan. La desatención a los derechos de individuos y personas, la persistencia de estructuras económicas internacionales inequitativas, la intervención en asuntos de otros Estados, son siempre fuentes reales o potenciales de conflictos armados y crisis internacionales. La única paz duradera es una paz justa basada en el respeto a los derechos humanos. Además una paz
justa reclama el establecimiento de un orden internacional equitativo que evitará a futuras generaciones el azote de la guerra”.
La paz ha sido una utopía concebida y perseguida de múltiples maneras,
incluyendo al Estado que se abroga el derecho a conseguirla a través del atropello
consustancial al “ejercicio legítimo de la fuerza”; de la paz demandada como
reflejo autodefensivo ante el riesgo de destrucción mutua, propio de la guerra fría,
hasta aquella expresada en la diversidad, que es holística y busca desterrar no
sólo la confrontación violenta, sino toda forma de violencia estructural.
Esta visión más abarcante, con intereses más concretos y tangibles, que tienen
que ver con la justicia económica, derechos humanos o la distribución equitativa
de la riqueza, ha quedado formalizada en la siguiente definición propuesta por la
Universidad de las Naciones Unidas:
“[Paz es] la remoción de obstáculos institucionales y la promoción de condiciones estructurales para facilitar el crecimiento sociocultural, económico y político que conduzcan a la vida pacífica, entendida como las condiciones objetivas y subjetivas congruentes con los valores básicos de la paz, como son la seguridad, la no violencia, la identidad, la equidad, y el bienestar, opuestos a la inseguridad, la violencia, la alineación, la inequidad y la privación.”
Podremos sintetizar la evolución del concepto de paz, complementando con otros
conceptos de la siguiente manera:
• Paz como ausencia de guerra. Es un concepto centrado en los conflictos
violentos entre Estados.
• Paz como equilibrio de fuerzas en el sistema internacional. Es un equilibrio
dinámico de factores políticos, sociales, culturales y tecnológicos; la guerra
ocurre cuando se rompe dicho equilibrio.
• Paz como “paz negativa” (no guerra) y paz positiva (no violencia
estructural).
• Paz feminista: niveles macro y micro de la paz. Se establecen niveles de la
paz a nivel macro y micro (como la violencia en el hogar), comprendiendo a
la guerra como una forma masculina de afrontar los conflictos.
• Paz holística-Gaia: la paz con el medio. Concede un alto valor a las
relaciones de los seres humanos con el sistema bio-ambiental.
• Paz holística interna y externa. Incluye los aspectos espirituales.
Encontramos las definiciones y conceptos teóricos de Galtung al abordar el tema
de la paz como los más adecuados para nuestros objetivos, al poner el acento en
la estructura social y económica como la generadora de conflictos, además de que
ofrece unas directrices metodológicas para trabajar en torno a la gestión de los
conflictos y prevención de la violencia.
Trata de establecer un paralelismo de la paz con la salud, haciendo ejercicio de
diagnóstico- pronóstico y terapia (o tratamiento) a la situación conflictiva,
específicamente a la sociedad que la acoge bajo los siguientes términos:
• El diagnóstico es un análisis basado en los datos, parte de los cuales se
conocen como “síntomas” y otros como “anamnesis”, es decir, información
contextualizada del paciente sobre su propio proceso de salud-enfermedad.
• El pronóstico está basado en teorías predictivas del curso probable de una
enfermedad en un contexto dado. Prognosis es algo más que la mera
predicción; es una predicción acerca de una dimensión valorativa situada
entre la paz y la violencia.
• El tratamiento en la intervención basada en valores y teoría, obtenida a
partir de la generalización de otros casos y guiada por los calores de salud
negativa (desaparición de síntomas) y salud positiva (resistencia a la
enfermedad). La terapia es una intervención deliberada que pretende
desviar hacia arriba el curso de la prognosis, esto es, encaminarlo hacia el
terreno de la paz.
Hemos hecho esta revisión para poder ubicar en qué momento conceptual nos
encontramos y qué teoría acerca de la paz nos es más apropiada para analizar las
formas que nos permitan transformar la realidad en donde ésta está ausente.
La pertinencia de hablar sobre la paz va de la mano con la aparición de la
violencia, en todas sus manifestaciones. Pero habremos de comprender que la
violencia no solo se trata de un determinado acto, sino también una determinada
“omisión”, un dejar a un lado lo importante para beneficiar a una comunidad. Omitir
el diálogo y la acción para fomentar la paz, es negarla; la desinformación es un
tipo de violencia psíquica que atenta contra el alma humana y persigue reducir la
capacidad mental, al confundir y generar zozobra. En este sentido, desde la
óptica de la cultura de paz, el reto que se nos presenta es el de llegar a fortalecer
un poder comunicativo como recurso contra los tipos de violencia, incluyendo la
omisión de temas y elementos importantes que merecen salir a la luz en aras de
establecer canales hacia la comunicación constructiva hacia la paz.
Para prescindir de la guerra como método para alcanzar la paz, según la línea de
evolución del concepto, supondrá ir mucho más allá del desarme o la
desmilitarización. No basta con actuar sobre las estructuras del conflicto, sino
también sobre los núcleos de subjetividad, como los valores, las creencias o los
temores. Desenmascarar las estructuras que sostienen formas de violencia y
tensión social, es una tarea pendiente. Uno de los métodos integrales más
reconocidos para la gestión de los conflictos es el de Johan Galtung, del que
tomaremos sus propuestas como guía para sacar a la luz, por parte de los medios
de comunicación, los espacios vacíos, los no-comunicados, la información omitida
necesaria para favorecer la reducción de la violencia y alcanzar la paz en una
situación de conflicto.
Gestión de conflictos. Propuesta teórica de Johan Galtung.
Para poder conocer la aportación de Johan Galtung a la resolución y prevención
de conflictos, es necesario analizar los tres conceptos básicos que están
presentes en toda su obra: paz, conflicto y violencia; especialmente la relación
existente entre estos dos últimos. Según Galtung, el tratamiento del conflicto por
medios no violentos y creativos es crucial para lograr la paz y eso requiere
profundizar en la cultura y estructura social, donde se origina el conflicto, como
mejor forma de prevenir y, en su caso, de resolver los brotes de violencia.
Haremos un repaso breve:
Teoría y práctica del conflicto:
El punto de partida de Galtung, basándonos en la metodología propuesta en su
“Conflict Transforation by Peaceful Means. The Transcend Method”, es que el
conflicto es un hecho fehaciente en la sociedad, mas no así la violencia, de la cual
la guerra es una de sus manifestaciones; por lo tanto, el conflicto no
necesariamente tiene que finalizar violentamente. Lo que conduce a la violencia es
el fracaso en la transformación del conflicto.
Para Galtung y su método Transcend, la violencia no está en la naturaleza
humana, aunque sí su potencial. Son las circunstancias las que condicionan la
realización de ese potencial. En este sentido, la idea central es cómo abordar el
conflicto con ideas, medios y acciones adecuadas para que al momento de surgir,
se pueda canalizar hacia una solución que no origine violencia y eso sólo es
posible por medios pacíficos. Para llegar a ello es preciso adentrarse en el origen
y en la naturaleza del conflicto.
El conflicto tiene su propio ciclo de vida, como cualquier organismo vivo; aparece,
crece hasta llegar a su punto de máxima tensión, declina y desaparece, y a
menudo reaparece. Las disputas surgen cuando hay uno o varios objetivos
incompatibles y mutuamente excluyentes entre dos o más actores, ya sean grupos
o Estados. Cuanto más elementales o básicos sean los intereses en conflicto,
mayor es la frustración si estos no son conseguidos, y la frustración puede
conducir a la agresión, que puede ir desde una actitud de odio hasta el uso de la
violencia contra los actores que obstaculizan la consecución de esos intereses.
Cuando surge la violencia, origina una espiral, una respuesta contraria de
revancha. Esta espiral se convierte en un meta-conflicto, o por así decirlo, en una
“metástasis” en términos médicos. De esta forma, un conflicto se eterniza.
Las controversias normalmente suelen ser complejas porque intervienen muchos
actores y hay muchos intereses. Como paso previo para resolverlas, Galtung
propone trazar un mapa lo más exacto posible a la realidad, que incluya las partes
implicadas, los objetivos, los enfrentamientos y los temas de fondo.
El teórico divide los conflictos para su estudio en tres niveles:
• Micro: se produce dentro y entre las personas;
• Meso: surge en la sociedad dentro de cada Estado
• Macro-nivel: conflictos entre los Estados y naciones.
Las raíces de la violencia:
Cuando el conflicto no es capaz de solucionarse o al menos de transformarse, es
más proclive a que genere violencia. Una vez desatada aquella, comienza un
proceso de destrucción tanto humana como material.
Así como para llegar a la raíz del conflicto es necesario trazar un mapa de la
formación del mismo, también es preciso elaborar un mapa de la formación de la
violencia para comprender mejor cómo se han ido constituyendo sus elementos
generadores. A diferencia del conflicto, la violencia normalmente es una conducta,
lo que permite observarla más fácilmente. El conflicto es más abstracto.
La violencia daña y destruye, pero esos efectos se extienden más allá de los
daños visibles como la muertes, heridos, refugiados o destrucción material, que
son las imágenes más recurridas por los medios de comunicación para reportar un
escenario de conflicto. Los otros efectos menos visibles son los traumas
generados en la gente, el odio, el deseo de venganza, que pueden ser incluso
más importantes a largo plazo que los primeros, pero más difíciles de reconocer
de manera inmediata, y difíciles de exponer en los medios de comunicación.
La forma de romper el círculo vicioso de la violencia es anteponer una cultura y
una estructura de paz donde existan los mecanismos necesarios para solventar
los conflictos por medios no violentos.
Galtung señala claramente que la existencia de conflictos no significa
necesariamente la ausencia de paz; la paz se desvanece cuando el conflicto
desemboca en violencia. Define la paz en dos niveles:
• La ausencia de violencia directa, estructural y cultural.
Paz = paz directa + paz estructural + paz cultural
• Paz es la capacidad de manejar los conflictos con empatía, no violencia y
creatividad.
La empatía se entiende como el acto de compartir cognitiva y
emocionalmente, sentir y entender las pasiones del otro sin estar
necesariamente de acuerdo con todo ello. Empatía no es solidaridad.
Creatividad como la capacidad para ir más allá de las estructuras mentales
de las partes en conflicto, abriendo nuevos caminos de concebir la relación
social en la formación del conflicto, manejándolo creativamente,
transcendiendo.
Un conflicto puede ser dividido en tres fases sucesivas: antes, durante y después
de la violencia, separados entre sí por el rompimiento de las hostilidades.
Lógicamente no todo conflicto tiene que desembocar en el enfrentamiento físico.
La prevención tiene como objetivo transformar la existencia de intereses
incompatibles entre las partes en otros positivos para todos los implicados.
Antes de la violencia:
El objetivo a conseguir en esta primera fase, antes de la violencia, es impedir la
tentación de utilizarla de forma directa como medio de zanjar las diferencias.
Galtung analiza las dimensiones cultural, política y militar para conocer dónde se
inspira la violencia y por tanto, dónde se puede encauzar las energías para
suprimirla del sistema, llegando la conclusión que para encontrar los portadores
claves de la violencia, se tendría que hacer una revisión de elementos como las
religiones e ideologías, que tienen aspectos duros y blandos en sus discursos, y
ver en qué momento son detonadores de tensiones. El esfuerzo por conseguir
mayores niveles de justicia, equidad y sobre todo una mejora de los estándares de
vida, contribuirá a evitar que sean detonados los aspectos duros o radicales de
estos elementos.
Durante la violencia:
Cuando la violencia se desata como consecuencia de un conflicto, la tarea
principal es pararla, porque la violencia es perversa en sí misma y porque cuando
ésta aparece hace que el conflicto sea más difícil de manejar y,
consecuentemente, de encontrar vías de solución. Por lo tanto, es pertinente tratar
de comprender por qué el ser humano utiliza la violencia para dar solución al
conflicto; la primera respuesta viene de la propia raíz originaria del conflicto. La
violencia es empleada para incapacitar a la otra parte a que imponga sus propios
objetivos.
La segunda respuesta es menos racional; la agresión se produce por una
frustración debido a que alguien ha bloqueado el objetivo que se pretendía. La
tercera respuesta procede de la lógica del meta-conflicto, donde el conflicto es una
oportunidad para ganar honor y gloria al derrotar al adversario.
Finalmente, la violencia tiene como origen el deseo de revancha originado por el
sufrimiento infringido por la otra parte, tanto en el pasado como en el presente.
Después del conflicto:
Una vez que se ha conseguido controlar y detener la violencia entre los
contendientes, la tarea de restaurar la paz es más difícil que antes de que iniciara,
pues los efectos visibles y no visibles permanecen durante un largo período de
tiempo.
En esta fase el énfasis se debe de poner en lo que son las 3-R: reconstrucción,
reconciliación y resolución.
• Reconstrucción: tiene como objetivo curar las heridas abiertas con ocasión
del enfrentamiento entre las partes y reparar los daños materiales.
• Reconciliación, pretende deshacer el meta-conflicto.
• Resolución, que busca crear las condiciones necesarias para solventar el
conflicto original.
La meta final es la reconfiguración de la estructura de paz y forjar una cultura de la
paz. No se puede crear una sociedad estable después de una guerra o
enfrentamiento si no se construyen unos sólidos cimientos.
La resolución de conflictos se orienta al solventar la raíz del problema, mismo que
por no haber encontrado una solución a tiempo, fue escalando hasta la aparición
de la violencia. Es evidente que el proceso de resolución debe ponerse en marcha
antes que aparezca la violencia para encontrar una solución por medios pacíficos.
La aparición de la violencia como medio de salvar la incompatibilidad de objetivos
entre las partes significa un rotundo fracaso, pues el enfrentamiento violento en
general es siempre un fallo para las capacidades del ser humano. El autor
propone como mejor método de resolución la construcción de la capacidad de
transformación de los conflictos por medio de la transcendencia, la creatividad y la
empatía. Como bien dice, una definición de desarrollo social es la capacidad de
transformación de los conflictos.
La comunicación y el método Transcend
Galtung considera que los medios de comunicación son un pilar que sostiene las
sociedades modernas, y tienen el derecho y el deber de transparentar lo que
sucede en los otros pilares, que serían el Estado, el capital y la sociedad civil. El
objetivo sería la transparencia social.
Sin embargo, considera deplorable que los medios tiendan a enfocarse en el
meta-conflicto de la guerra y la violencia, y solo en las consecuencias visibles.
Aunado a esto, la paz es considerada para los medios de comunicación solamente
como el cese de la violencia, y cualquier enfoque hacia las raíces del conflicto
tienden a ser simplistas, con dos partes en pugna, favoreciendo a una de éstas,
reporteando principalmente los altercados, la victoria y la derrota.
Galtung piensa que se necesita una comunicación orientada hacia la paz, que dé
cuenta de los efectos invisibles de los conflictos y la violencia, haciendo énfasis en
su formación y las raíces de éstos. Asimismo, que exponga a la gente de buena
voluntad dentro y fuera de la arena, que lucha por el fin de la violencia y la
transformación del conflicto, buscando alternativas para salir de éste, sus
resultados y procesos, reportando las ideas que emergen para alcanzar este fin.
Para ello se necesita menos del periodismo de guerra que reportea
negligentemente solo la violencia visible, con una imagen reduccionista del
conflicto sin un entendimiento de sus raíces, más preocupado por quién está
ganando el conflicto, con una muy limitada visión de las posibles salidas pacíficas
y sus procesos necesarios para alcanzarlas.
Los medios de comunicación, bajo la perspectiva de paz, toman sentido cuando
favorecen la comprensión de lo que se inscribe en un conflicto, explorando la
formación de éste, y no solo reportando lo que sucede en la arena del conflicto. El
tipo de periodismo de paz propuesto por Galtung trata no solo de alcanzar el
hecho y su verdad, sino alcanzar también la paz. Para ello, el conflicto ha de ser
mapeado y sus raíces deberán ser bien comprendidas.
Pero existe el problema de la incompatibilidad comercial entre las noticias como
hechos dramáticos, negativos y elitistas, frente a la paz como algo tranquilizador,
positivo, de todo y para todo el mundo. Frente a ello, los comunicadores podrían
concentrarse en la dramática (pero positiva) lucha por la paz realizada por tantas
personas involucradas, los héroes y heroínas de la vida cotidiana, plasmar su
dolor, hacerlas visibles, y dignificar su lucha.
Propone que los editores y reporteros que toman decisiones acerca de lo que hay
que informar (y la forma de hacerlo), podrían crear oportunidades para que la
sociedad en general considere y valore las respuestas no violentas a los
conflictos, involucrarse de mejor manera al hacer uso de la información.
Por lo tanto, el periodismo de paz:
• Explora los antecedentes y contextos de la formación de los conflictos, la
presentación de las causas y las iniciativas de todas las partes (no sólo de
las visibles)
• Le da voz a las opiniones de todos los partidos rivales, de todos los niveles
• Ofrece ideas creativas para la resolución de conflictos, el desarrollo,
establecimiento y mantenimiento de la paz
• Expone las mentiras, los encubrimientos de culpables y revela los excesos
cometidos, así como el sufrimiento infligido a las víctimas de la violencia
• Presta atención a las historias de paz y el desarrollo de la posguerra.
En resumen, Johan Galtung define el periodismo de paz de la siguiente manera:
“Además de las típicas preguntas, ¿cuántos murieron hoy? y ¿quién está
ganando?, establecer dos adicionales: ¿qué es este conflicto? y ¿cuáles son las
posibles soluciones?”, y además se tendrán que considerar cinco principios
fundamentales, las 5-C:
• Ser creativo
• Ser constructivo
• Ser compasivo
• Ser concreto
• Ser conciso
Donde ser creativo y constructivo es exponer un texto orientado a las soluciones,
donde se expongan las propuestas aceptadas por todas las partes, y no sólo sea
motivo de atención el identificar los problemas o culpar a los responsables. El
método Transcend tiene tres pasos para ser constructivo y creativo:
• Identificar los objetivos de las distintas partes involucradas directa o
indirectamente en un conflicto, y las posibles contradicciones entre ellas
• Distinguir entre los objetivos legítimos e ilegítimos
• Buscar soluciones creativas para superar las contradicciones y cumplir
todos los objetivos
Ser compasivo hace referencia a que los comentarios deberán ser respetuosos de
todas las culturas y sistemas de creencias y no herir ni ofender a ningún grupo
involucrado en el conflicto. Reconocerá su propia libertad de expresión, tanto
como el derecho a la dignidad y el respeto de las partes; la ofensa hacia los
valores culturales de alguien o las creencias religiosas no forman parte de la
libertad de expresión. El periodista que busque la paz querrá contribuir a la
sanación, no al odio, el dolor y el sufrimiento. La compasión y la empatía son
conceptos que se han ahogado por el cinismo profesional de la “imparcialidad” y el
distanciamiento a ultranza del sujeto observado.
Ser concreto significa en el método Transcend que los escritos no deben cubrir
generalidades, con pobreza informativa, pero sí habrán de tener un carácter
concreto, específico y detallado, sin asumir que el lector ya está familiarizado con
el asunto o tema. Además del famoso: ¿qué, quién, cuándo, cómo, dónde, por
qué?, se habrá de añadir: ¿cuáles son las soluciones creativas? El uso reflexivo
del lenguaje es un medio para fomentar las ideas y la creatividad, asunto del que
los medios de comunicación a menudo carecen.
Ser conciso significa que los artículos sean fáciles de leer y presenten nuevas
ideas, incluso con sorpresas, para mantener el interés del lector. Describir lúcida y
creíblemente los hechos, informar, explicar, exponer los eventos, las acciones y
reacciones consecutivamente, contextualizar para aquellos que necesitan o
desean conocer y formarse una opinión bien sustentada. Trabajar para ellos.
El buen comunicador, considerando el universo que va desde el reportero al
editor, al columnista y conductor, le permitirá al lector pensar mejor el conflicto a
través de nuevas perspectivas, para que pueda identificar las causas y las partes
involucradas. Su labor se centrará en ser un interlocutor que facilita la
participación activa desde y con las personas, sujetos, destinatarios o usuarios de
los mensajes, buscando que sean comprendidos y apropiados para que éstos
puedan mejorar su capacidad participativa y la calidad y oportunidad de intervenir
en los asuntos públicos.
En el siguiente capítulo, tomaremos estos criterios generales para establecer una
línea de acción que le permita a los comunicadores trabajar los acontecimientos
generados en una situación de conflicto, a partir de una visión de la información
que apueste a la transformación del problema, con el objeto de plantear una
comunicación como el escenario a partir del cual se pueden realizar acciones que
fortalezcan la cultura de paz, es decir, pensar la información generada desde los
medios como un eje del cambio social.
Capítulo 4
Propuesta de acciones generales para el manejo pertinente de la información
bajo los criterios de la transformación positiva de los conflictos.
La producción de noticias durante un conflicto social.
Para desarrollar un modelo de periodismo de paz o de cobertura constructiva de
conflictos, que sugiera alternativas para un manejo adecuado en la selección y
reporte de los acontecimientos derivados de un conflicto social, que permita
desacelerar la evolución de las tensiones y dar cuenta de una reconciliación entre
las partes, es necesario conectarnos con la realidad de la producción actual de
noticias.
Ya hemos abordado en los capítulos anteriores los distintos condicionamientos a
los que se enfrentan los medios y los periodistas para producir noticias,
particularmente en un período de polarización social, mismas que podríamos
sintetizar en seis factores:
• Los aspectos estructurales de los medios
• La situación del conflicto in situ
• Inclinaciones o preferencias personales de los propios periodistas o editores
• El ambiente político
• Los agentes que buscan influenciar el manejo noticioso (lobbies)
• La audiencia
Bajo estos condicionamientos, un manejo noticioso eficiente y que permita lograr
los objetivos derivados de la teoría de la gestión de conflictos para la construcción
de la paz, solo será posible si alcanzamos a orientar las acciones hacia un control
sobre estos factores.
Reconocer estos elementos de influencia en la cobertura de los conflictos es un
primer paso para lograr esta empresa, para posteriormente poder sistematizar y
especificar acciones más precisas a implementarse en la agencia informativa o de
comunicación, y lograr con ello una estrategia más adecuada y favorable para los
propios medios, sin comprometer en ellos la consecución de resultados favorables
o las ganancias que requieren alcanzar.
Para ello es fundamental, como hemos dicho, reconocer la situación actual de la
producción de noticias, así como revisar los vicios y las inercias metodológicas
que se han venido dando y que afectan el modo en que son dichos los
acontecimientos. Asimismo, es importante poner atención en las condiciones bajo
las cuales los periodistas trabajan, las coyunturas y otros factores que impactan en
el proceso de producción.
Si el periodismo se encuentra en medio de un conflicto, tiene el alto riesgo de
convertirse en un actor negativo para la resolución de acuerdos hacia un proceso
favorable, cuando se pone al servicio de las partes en conflicto y dedicar a
construir la imagen de los adversarios con el fin de justificar escaladas de
violencia, por lo que hacer hincapié en los factores que influyen en las acciones de
los medios es parte del trabajo de autoanálisis que deben hacer los medios para
reconocer la responsabilidad profesional que conlleva la emisión de noticias.
Un primer factor, el estructural, combina una variedad de aspectos como los
parámetros de legalidad en la producción misma; los tipos de medios (impresos,
electrónicos, diarios, revistas, etcétera); los formatos y estilos propios del medio;
las estrategias editoriales y sus procedimientos; los criterios de selección de
noticias y los manejos económicos del medio. Esto último está relacionado con la
evolución actual de los medios de comunicación, tal como la fusión de las
compañías de medios y la tendencia de que estos sean más rápidos, más
comerciales, entretenidos, dramatizados y más interconectados, lo cual genera
una evidente influencia en la producción y generación de noticias.
Y es que el hecho de que los medios tengan que mantener sus propios mercados
significa que al menos deben atraer a un número razonable de usuarios de sus
servicios, por lo que todas las historias deben poder “venderse”.
Por otro lado, el proceso de selección de noticias está muy determinado por el
valor que los periodistas le dan a ciertos eventos, y hay ciertos factores que guían
su selección como serían la proximidad, el factor sorpresa, la referencia a los
actores destacados o las élites, la negatividad implícita del acontecimiento, entre
otros.
Otro factor de influencia es aquel que comprende la situación in situ, que abarca
todas las condiciones en las que los corresponsales o reporteros están expuestos
en un área específica de conflicto. Por ejemplo, la geografía determina en
ocasiones si habrá o no cobertura de los acontecimientos, o si existen las
condiciones técnicas o logísticas para trabajar. Asimismo, la seguridad en otro
elemento a considerar, donde los periodistas se ven desprotegidos y en ocasiones
se vuelven objetivos de ataque, como sucedió en abril de 2010 en San Juan
Copala, Oaxaca, donde dos reporteros de la revista Contralínea, que viajaba en
una caravana de derechos humanos fue atacada por grupos armados de la zona
triqui. En este sentido, si la zona es muy peligrosa para su cobertura, no habría un
trabajo periodístico adecuado.
La complejidad de los conflictos también determina el tipo de cobertura de los
eventos: a más complejidad en el mismo, en términos históricos, culturales,
número de partes involucradas, temas de confrontación, etcétera, habrá más
dificultad para la comprensión de las causas verdaderas del problema, así como
para distinguir formas de aproximación a las estrategias que puedan darse para su
resolución.
En este caso, el periodista mismo también se convierte en un factor en sí mismo.
La manera en que se registre el evento se verá afectada por su propia visión y
alcance intelectual, así como por sus valores, creencias y motivaciones. Su
capacidad para socializar y hacer empatía con los actores, sus estrategias para
registrar los eventos (ya sea como observador o como agente participante), así
como su experiencia en tales situaciones, pues como lo señala Burkhard Bläsi,
para poder cubrir un conflicto se deben tener tres competencias necesarias:
• Competencia en torno al conocimiento y habilidades necesarias para
investigar un tema exhaustivamente; la habilidad para estructurar un
reporte, para escribir un texto interesante, para producir reportajes
adecuados a pesar de la presión del tiempo, entre otros. Es decir, las
habilidades propias de un periodista profesional. Pero también se deberá
considerar el grado de agotamiento tanto del medio como de los periodistas
al cubrir las noticias, especialmente cuando exista violencia y se hacen
visibles sus consecuencias.
• Competencias en torno al conocimiento teórico de los conflictos: tipos de
conflictos, sus dinámicas, sus procesos típicos como su agudización o
distensión, y métodos y técnicas de resolución de conflictos. Por otro lado,
saber cómo comportarse y actuar dentro del área del conflicto, como serían
los conocimientos necesarios precautorios y de seguridad, la habilidad para
ponderar los riesgos y oportunidades de una situación, de investigar bajo
situaciones difíciles.
• Conocimientos sobre el conflicto específico que está cubriendo, así como
de las partes involucradas. Esto incluye la historia de la región, su cultura,
religión, idiomas, sociedad, sistema político, actores y sus objetivos,
motivaciones e intereses.
El clima político es otro factor. Éste depende del grado de desarrollo de una
región, en términos de los procesos políticos implementados, los intereses del
momento, su economía, historia y relaciones culturales, entre muchas otras
características. Asimismo, para los editores y periodistas, el clima político puede
influir en las perspectivas de la cobertura, pues como hemos mencionado, si hay
un punto de vista o una opinión compartida por sectores sociales fuertes en torno
al conflicto, ya sean grupos políticos o empresariales con los medios de
comunicación, éstos se verán presionados por dirigir u omitir cierto rumbo en el
tratamiento informativo para no afectar los intereses de dichos grupos,
particularmente si están siendo afectados por las facciones o partes del conflicto.
Es por estos grupos que la cobertura del conflicto también se verá afectada;
organizaciones, partidos, estrategas, negociadores, agentes, asesores, entre
muchos otros actores, tratan de dirigir, para sus intereses, la forma en que son
tratadas las partes del conflicto. Cada grupo involucrado tiene un vital interés en
ser cubiertos en una manera favorable, para obtener la aprobación de las
audiencias o justificar sus acciones; en pocas palabras, toda fuente es interesada.
Este deseo motiva a influir en la cobertura de los conflictos y usar a los medios de
comunicación para los fines de cada partido interesado, logrando con ello generar
tal presión que los periodistas se vuelven voceros de las distintas partes
involucradas, incluso de manera involuntaria.
En muchos casos, donde la violencia ha tomado cauce y existen muchos intereses
económicos o políticos, las presiones hacia los medios de comunicación se
incrementan a niveles violentos de intimidación, lo que genera que existan casos
noticiosos o temas que no se trabajan, cayendo de esta manera en la necesidad
de “acomodar” la verdad según la forma que el miedo o la precaución les impone.
Este lobbie se desarrolla de distintas formas: desde el suministro de información
básica, hasta el desarrollo de estrategias sofisticadas de comunicación.
Las audiencias también condicionan el manejo informativo. La ley de la oferta y la
demanda determina el tipo de tratamiento informativo y los temas a tratar, pero la
demanda dependerá del interés, conocimiento, expectativas y hábitos de la
audiencia. Este aspecto ha sido definido en otros espacios de este trabajo.
La comprensión de la complejidad que implica la cobertura de conflictos es
fundamental si se espera dar un servicio informativo, así como el entendimiento en
torno a los factores estructurales que influyen en el tratamiento de las noticias.
Para poder darle un valor a las noticias y otorgar este servicio que además servirá
como un puente de comunicación que favorecerá los procesos de gestión de paz
en una región, es necesario desarrollar una estrategia comunicativa que se base
en principios anclados en las teorías de paz por un lado, y en el desarrollo de
capacidades comunicativas para seleccionar los eventos más significativos que
acontecen en el desarrollo del conflicto y exponerlos en los medios de manera
adecuada: bajo criterios de interés público, creíbles y principalmente pertinentes.
Líneas generales del planteamiento estratégico
Hemos desarrollado los factores estructurales que han de ponerse en
consideración para comprender la forma en que éstos afectan la producción
noticiosa. A partir de esto, es posible sentar las bases de una estrategia que
ofrezca líneas de trabajo hacia una gestión del tratamiento o manejo informativo,
principalmente en la forma en que son descritos los hechos, que estén en
concordancia con las teorías de gestión de paz en primer lugar, y que tengan los
elementos suficientes para continuar legitimando al medio de comunicación como
mediador y actor favorable en el conflicto armado, sin sacrificar el derecho a la
información tanto del diario como de las audiencias.
En primer lugar, es necesario reconocer qué es una estrategia como tal y sobre
todo, poder acotar nuestro objetivo, y así aislar nuestros procedimientos de otras
actividades afines con las que a menudo se confunde un proceso estratégico.
Tomando como base las reflexiones en torno al pensamiento estratégico de Rafael
Alberto Pérez, quien pone al descubierto las diferentes dimensiones que encierra
el concepto, resumiéndolas en: estrategia como anticipación, decisión, método,
posición, marco de referencia, perspectiva, discurso y relación con el entorno ,
tomaremos los elementos necesarios para definir los procedimientos de análisis
de las actividades de los medios de comunicación, como el primer paso de nuestro
proceso.
Alberto Pérez considera que existe una relación entre el entorno y la estructura de
una organización (en este caso, los medios de comunicación), y que por lo tanto
ésta deberá adaptarse en función de los cambios del entorno: “La empresa es
vista como un sistema de estímulos provenientes de un conjunto de demandas
externas, por lo que debe reaccionar a los estímulos provenientes de su
entorno” . En este sentido, toma coherencia la postura relativa a la función de los
medios y lo que se espera de ellos, particularmente cuando el entorno presenta
situaciones complejas de desestabilización social, donde el manejo de los medios
de comunicación verán determinadas sus actividades a partir de este
enfrentamiento de fuerzas, por lo que tendrán que justificar sus acciones
informativas para obtener la confianza de la sociedad. Con ella, la estrategia de
posicionamiento y justificación de su proceder como portadores de información
valiosa para la sociedad, quedará validada a través de una comprensión del
fenómeno social por un lado, y un elaborado trabajo de selección de contenidos
visiblemente pertinentes para el bienestar social, por el otro.
Un entorno abierto e impredecible como lo es un conflicto social, hace necesario
que el intercambio de información para la adaptación de la organización con el
entorno se sistematice a través de un sistema de autorregulación y
retroalimentación. En este sentido, la concepción de la estrategia como relación
con el entorno pone el énfasis en una concepción de la organización como un
sistema abierto, un sistema que mantiene un intercambio permanente con el
entorno cambiante. Este enfoque es fundamental para nuestra propuesta en la
medida en que una gran parte de esos intercambios son simbólicos, es decir,
comunicativos.
Frente a ello, la escuela sistémica según Alberto Pérez responde a las siguientes
premisas:
• El entorno es el actor principal.
• La organización puede responder a las fuerzas/demandas del entorno o ser
expulsada por ellas.
• El liderazgo tiene por misión responder a las fuerzas/demandas del entorno
o ser expulsada por ellas.
En una sociedad en crisis, en la que el entorno se transforma dinámicamente y a
gran velocidad, el planteamiento estratégico se presenta como la capacidad
dialéctica del hombre frente a su entorno, es decir, la predicción y la comprensión
de la sociedad son buenas para el grupo al mantener la cohesión social y la
comprensión de la realidad, lo que le permite anticiparse y actuar ahora para
obtener una posición relativa más favorable en el presente y el futuro.
Es papel del medio de comunicación adaptarse al entorno, para obtener una
posición favorable en la coyuntura social. Se requerirá en primer lugar, explorar el
entorno para detectar las tendencias emergentes y tomar medidas que le permitan
reducir las tensiones que se generen al ser el medio un enlace entre la realidad y
las audiencias, lo que genera el conflicto natural de intereses de muchos tipos
como lo hemos mencionado. Asimismo, siguiendo la línea del papel de los medios
frente a la sociedad como emisores de información pertinente ante un conflicto
social, formará parte de la estrategia comunicativa el establecer criterios generales
de acción que vayan dirigidos a la gestión de la paz, es decir, información
considerada conveniente para gestionar el cambio deseado por las audiencias y
toda la sociedad. De tal forma, los medios de comunicación se integran al medio
ambiente social.
Es decir, la estrategia deberá ir dirigida hacia dos metas: la ubicación de una
posición favorable como organización mediática frente a la sociedad, a través de
un discurso legitimador plasmado en la selección de información pertinente y
considerada valiosa por las audiencias, y por otro lado, su establecimiento
logístico como parte de un proceso general de gestión del conflicto para alcanzar
los anhelos de paz de una sociedad, a través de la comprensión de su papel como
cohesionador de la misma a través de la comunicación.
Queda de manifiesto que este proceso se logrará solo a través de la exploración
del entorno para detectar las tendencias emergentes y tomar medidas que
permitan aminorar los problemas y maximizar las oportunidades. Este es el
proceso natural que la iniciativa del periodismo de paz propuesto por Transcend
propone como método para comprender a fondo la realidad del conflicto y la raíz
de la violencia, y así apoyar en el proceso de gestión de paz en su rol como canal
mediador de procesos comunicativos. Para ello, la capacidad de decisión y no solo
la capacidad de análisis y prospectiva, será parte de la estrategia: no hay
solamente que especular, hay que tomar decisiones y llevarlas a cabo.
Desde el enfoque metodológico, en ocasiones no es tanto qué se pretende hacer
como medio de comunicación, sino cómo es que se va a llevar a cabo, por lo que
la estrategia debe responder a las pregunta: ¿cómo alcanzo los objetivos
asignados? ¿qué pasos tengo que dar?
Una estrategia no es más que un método capaz de resolver un problema.
Nosotros proponemos un marco de referencia, a través de las líneas propuestas
por el periodismo de paz y del manejo pacífico de los conflictos, al que tendrán
que remitirse todos los actores involucrados en la generación de noticias relativas
a un conflicto, encauzando una lectura semejante de los problemas, poniendo en
común unos mismos valores y un lenguaje compartido, dando con ello coherencia
a la pluralidad de voluntades y a la complejidad de actuaciones que puedan darse
en el medio de comunicación.
Sobre las estrategias de comunicación, Alberto Pérez hace referencia a esta
complejidad, al señalar que hay una gran pluralidad de:
• Voces que pueden emitir comunicaciones desde una organización
(presidente, portavoces oficiales, directivos, personal, etc)
• Públicos a los que puede dirigirse la organización (o medio de
comunicación), como consumidores, accionistas, proveedores, periodistas,
asociaciones, etcétera) y de
• Ámbitos de comunicación: espaciales y mediáticos
En base a esto, la estrategia tendrá que enfocarse en tener un control sobre tal
pluralidad de factores, en particular sobre las voces, para mantener una
coherencia de los discursos, manteniendo unido un criterio de acción, partiendo en
primer lugar de una revisión crítica de las actividades y los elementos de influencia
desde el punto de vista de los elementos estructurales que determinan la
construcción de la noticia, como de las líneas generales del periodismo dirigido
hacia la gestión de paz.
Análisis de la acción comunicativa
Es una constante histórica que cuanto más grave y compulsivo sea un problema
para una colectividad, más recursos y esfuerzos van a dedicarse para encontrar
nuevas y mejores soluciones al mismo.
En la era de la información, donde el flujo de datos y noticias son un valor en sí
mismo, se concibe que el conocimiento estratégico dirija sus esfuerzos a la
resolución de conflictos considerados ahora urgentes, dado el momento histórico.
Siendo así, los problemas económicos, la pobreza, el medio ambiente, las
adicciones, la salud, los derechos humanos y el uso extremo de la violencia, entre
otros temas, son abordados de distintas maneras por el pensamiento estratégico,
permitiendo que las sociedades busquen soluciones efectivas para superar tales
temas. El manejo eficiente de la comunicación para lograr estos fines es
fundamental, al considerar que es ésta herramienta el mejor medio para hacer
públicos los problemas y dotar con ello a las sociedades democráticas de
elementos donde puedan encontrarse conjuntamente soluciones complejas a
problemas complejos.
El valor de la información se multiplica ante el valor de la comunicación. Informar
es el primer paso para una comunicación efectiva. Cuando un medio de
comunicación logra producir información oportuna y verosímil, obtiene con ello un
nivel importante de percepción pública, pero cuando logra comunicar elementos
que poseen un verdadero interés público, alcanza a tener impacto y a ser un
referente simbólico para las audiencias, logrando persuadir. Y la persuasión
pública es un verdadero motor de cambio.
Pero ¿en qué consiste una comunicación efectiva?. Jürgen Habermas, en su
teoría sobre la racionalidad comunicativa, plantea a la racionalidad como la forma
en que los sujetos capaces de lenguaje y acción hacen uso del conocimiento a
través de una capacidad y un saber, y hacen un ejercicio de comunicación
basados en criterios de eficacia, fundamentados a su vez en criterios de validez
para cualquier observador o destinatario, así como para el emisor.
Habermas considera la racionalidad de la acción comunicativa como algo que
tiene un espectro más amplio, al remitir a la argumentación y al “desempeño
discursivo” de las pretensiones de validez de la argumentación, como parte
fundamental de su teoría de la acción comunicativa, siendo que: “a una afirmación
sólo se le puede llamar racional si el hablante cumple las condiciones que son
necesarias para la consecución del fin ilocucionario de entenderse sobre algo en
el mundo al menos con otro participante en la comunicación”108, es decir, el
hablante que hace una afirmación -y en este punto debe verse desde la
perspectiva del manejo de la información- ha de contar con una reserva de buenas
razones con las que en caso necesario poder convencer a sus oponentes de la
verdad del enunciado y llegar así a un acuerdo motivado racionalmente, y para
ello se tiene que estudiar las condiciones que han de cumplirse para que se pueda
alcanzar comunicativamente un consenso. La pretensión de validez resulta
fundamental para el logro de la comunicación, en donde la racionalidad
comunicativa “amplía, dentro de una comunidad de comunicación, las
posibilidades de coordinar las acciones sin recurrir a la coerción y de solventar
consensualmente los conflictos de acción (en la medida en que éstos se deban a
disonancias cognitivas en sentido estricto)”.109
Entonces, bajo tales criterios, se habrá de revisar previamente la utilidad y validez
de la información antes de ser transmitida, a fin de reconocer su importancia como
factor clave en el éxito que podría obtener el medio de comunicación en la
consecución de sus objetivos. Sin embargo, cabe resaltar que la comunicación
informativa no es una actividad que se pueda hacer o no hacer, se hace
organizadamente o, por el contrario, se hace en solitario por quienes perciben al
medio de comunicación desde diferentes perspectivas.
Es por ello que se hace necesaria una tarea de persuasión relativa a la estrategia
de comunicación entre las distintas voces que construyen la noticia, poniendo en
claro que su seguimiento habrá de:
• Agregar valor al medio de comunicación.
• Posicionarse en la opinión pública sobre el servicio que ofrece.
• Atraer y motivar apoyos.
• Promover la lealtad entre los miembros y usuarios o beneficiarios del
medio.
• Fortalecer la confianza de las audiencias.
• Traducirse en capital de comunicaciones.
De esta manera, el medio de comunicación ofrece herramientas profesionales
para lograr resultados efectivos y no información sin contexto o finalidad, es decir,
información dirigida explícitamente a crear percepciones públicas, motor del
cambio, bajo criterios de validez comunicativa.
Los siguientes pasos son sugeridos para desarrollar un trabajo de revisión y
autoanálisis por parte de los actores involucrados en la construcción y emisión de
la noticia (el comunicador), que apoye la formulación de un plan de
comunicaciones estratégicas hacia la gestión de paz.
El autoanálisis debe referirse en primer lugar a lo que el comunicador quiere lograr
y por qué: Cuál es el objetivo del medio en el que trabaja, y por consiguiente, cuál
debe ser entonces el objetivo de las comunicaciones para apoyar efectivamente
esa meta.
En segundo lugar se habrá de preguntar: ¿Qué es lo que nos importa en realidad?
• Retomar el objetivo y centrarlo en tiempo y espacio.
• Viabilidad y capacidad de realización.
• Priorizar fortalezas y debilidades.
En tercer lugar, hay que preguntarse sobre las audiencias precisas a las que se
interesa alcanzar. En un contexto de conflicto, es importante reconocer qué
elementos influencian a esas audiencias, qué posibilidades tienen para determinar
el cambio y sus ámbitos de influencia, cuales son sus objetivos al ser expuestos
en los medios de comunicación, cuales sus discursos, etc.
Asimismo, reconocer en ellas lo que creen y qué queremos que crean en el futuro,
por ejemplo, conceptos, prejuicios, temores, entre otros elementos. A partir de ello,
analizar cuáles de esas percepciones pueden efectivamente ser cambiadas y
cuáles corresponden a posturas fuera del alcance de la influencia de la
comunicación generada por el medio.
Hay que determinar el carácter del discurso que emite el medio de comunicación.
Es necesario revisar cuáles son los argumentos racionales y cuáles los
emocionales, y en especial, trabajar sobre las experiencias que habrían de darse a
las audiencias para que experimenten el cambio de percepción bajo la perspectiva
que deseamos, es decir, aquella vinculada a la construcción del cambio y de una
perspectiva de aceptación positiva del conflicto. De esta manera, se dirige la
comunicación hacia una lógica movilizadora, siempre y cuando las audiencias
sean convencidas de la pertinencia y del valor público del manejo discursivo del
medio de comunicación, al considerarlo una idea bondadosa y un valor
compartido, además que alcanzan a vivir esa experiencia de cambio al sentirse
partícipes del mismo. Retomaremos a los “agentes de preferencias” abordados en
el Capítulo I de este trabajo, para reconocer en ellos lo que generalmente se
reconoce como un bien general que puede esperarse de la comunicación, los
cuales nos darán ciertos criterios evaluativos para reconocer si están presentes o
no las condiciones preferidas o si se alcanzarán o no los objetivos.
De tal manera, los cuestionamientos habrán de centrarse en reconocer qué tipo de
información es la pertinente, siendo una propuesta identificar aquella que genere y
motive procesos de resolución de los conflictos, además de que abra
percepciones de un cambio por venir, al dar información que permita albergar
esperanza de mejorar la situación.
En este sentido, tendría que ser una comunicación que trabaje no solo sobre las
estructuras del conflicto, sino también sobre los núcleos de subjetividad como lo
hemos mencionado, puesto que al tratar un conflicto hay que profundizar en la
cultura y estructura social, donde se origina el mismo. Galtung las llamaría el A-B-
C del conflicto: la actitud, el comportamiento (behavior) y las contradicciones. Uno
puede ver cómo actúan, cómo se comportan las personas, los grupos y los actores
más fácilmente que ver sus actitudes y las contradicciones que subyacen al
conflicto. La conciencia y el entendimiento acrecentados del conflicto hace que los
tres puntos sean visibles, así como también lo que puede hacerse para
transformarlos.
Aún más, se habrá de identificar qué tipo de información se ha generado que crea
realidades de forma tan subjetiva, que al describir los acontecimientos se pretenda
alcanzar ciertos objetivos distintos a la descripción de los hechos, omitiendo el
diálogo y la acción movilizadora hacia la transformación positiva del conflicto.
Para lograrlo, se habrá también de reconocer quiénes son las audiencias, como un
segundo momento del análisis. Las creencias, los saberes compartidos, las
historias de vida en comunidad, la forma de la estructura de poder, los mitos y ritos
relacionados a distintos factores, incluyendo la violencia y el manejo del conflicto
de forma recurrente, así como su manera de tomar decisiones frente a las
contradicciones, los discursos y posturas, incluyendo también sus costumbres de
consumo mediático. Solo así se tenderán puentes efectivos con las audiencias y
las figuras relevantes.
Volviendo al autoanálisis, los “agentes de preferencias” que nos servirán como el
referente para identificar lo que supuestamente representa el beneficio para la
sociedad (de interés público), son los actores involucrados dentro el conflicto, los
sectores afectados por el mismo, los mediadores, los periodistas, los niveles de
gobierno, entre otros actores que se ven involucrados directa o indirectamente en
el fenómeno social. Éstos plantean reclamos dentro de un sistema político en
nombre de objetivos (estados finales que se desean alcanzar) que a la luz de
ciertos valores fundamentales compartidos, representan un beneficio general para
toda la sociedad, comunidad o público, por encima de anhelos, satisfacciones o
conveniencias individuales, teniendo en ocasiones diferencias en perspectivas con
respecto al papel de los medios. Posiblemente sean estas diferencias un referente
para identificar las raíces del conflicto, pero sin duda también se identificarán
elementos de interés público legítimo que no deben pasarse de largo en el
análisis.
Ejemplo de criterios que no están tan consistentemente representados en la
prensa y forman parte de las preferencias que son destacadas por los agentes en
mención, son los temas de la veracidad, diversidad y la no apelación al
sensacionalismo.
Asimismo, McQuail plantea un marco de referencia que organiza en una sola
estructura de sentido coherente, los términos y conceptos normativos que se
repiten con más frecuencia, aunque reconoce que éste sea un sistema cerrado o
unificado de valores. La considera una declaración “económica” o sintetizada de
principios clave, una especie de núcleo irreductible de conceptos, de los que se
pueden relacionar otros sub-principios, mismos que considera son los principios
fundamentales o los valores centrales de la sociedad occidental moderna, que a
su vez probablemente rijan a las instituciones mediáticas.111 De tal manera,
considera que son la libertad; justicia/igualdad; orden/solidaridad, los principios
básicos que ocupan un lugar central en la mayoría de las expectativas respecto de
la comunicación pública, y son un referente sumamente útil para relacionarlos con
la actividad propia de los medios involucrados en nuestra propuesta, dentro de su
proceso de autoanálisis.
La libertad como valor en la sociedad civil se ha definido desde el punto de vista
de los derechos relativos a la comunicación, especialmente en relación a la
expresión y de acceso a la información, así como la apertura a nuevas ideas y la
disposición a poner al alcance el acceso a diferentes voces divergentes de la
sociedad.
En este caso se habrá de cuestionar: ¿Nuestra comunicación afecta la identidad y
la integridad de las personas y sus derechos de autoexpresión? Para proteger la
libertad, el discurso informativo: ¿revela las violaciones a los derechos humanos,
cuestiona al poder y hace propuestas? ¿Qué tan libre es el medio de
comunicación frente a otros agentes de influencia (socios externos) que tienen
expectativas normativas? ¿hasta qué punto se tiene la capacidad y el deseo de
albergar puntos de vista divergentes? No hay que olvidar que la divergencia de
puntos de vista es conveniente porque es el fundamento del debate público, lo
cual nutre a la ciudadanía informada, lo cual da lugar a un sistema político más
consolidado.
Se tendrá que observar de qué manera se busca ejercer la libertad de forma
consciente y hasta qué límite de lo permisible se puede alcanzar, considerando los
posibles mecanismos de censura y auto censura impuestos, y de las principales
presiones y restricciones que se presentan. Se habrá de revisar cuales son los
factores estructurales y encontrar una conexión entre ellas para ver de qué
manera determinan la selección de los acontecimientos y su publicación: las
condiciones estructurales (legalidad); condiciones de funcionamiento
(independencia real frente a las presiones económicas y políticas, así como la
autonomía a los periodistas y comunicadores dentro de la empresa de medios);
oportunidades para que las voces de la sociedad logren acceso a los canales;
beneficios de calidad de oferta para los receptores según criterios de relevancia,
diversidad, confiabilidad, interés y satisfacción personal.112
El valor de la igualdad por su parte, se corresponde con la equidad del sistema
social. La posibilidad de comunicar y recibir comunicación es un bien social que
debe tener carácter universal y estar al alcance de todos por igual. ¿Cubrimos a
todos los involucrados y afectados por un conflicto, y distribuimos la información
con equidad? ¿nuestro medio de comunicación ofrece las suficientes vías de
expresión a los procesos políticos y a los actores interesados que pretenden
promover el bienestar público, la paz social y la equidad? ¿le damos a todo el
mundo el derecho de “oír y ser oídos”?
“La igualdad exige la ausencia de discriminación o parcialidad en la proporción y
tipo de acceso al alcance de los emisores y receptores, hasta donde sea
viable”.113 De esta manera se pregunta: ¿la oferta del medio de comunicación
refleja de modo proporcional la distribución real de todo lo que sea relevante
(temas, grupos sociales, creencias políticas, voces disidentes, etcétera)?
Por su parte, el valor básico de orden/solidaridad tiene una complejidad mayor,
dada las características que abarcan los conceptos, según la forma en que sean
abordados. McQuail entiende al orden en el sentido de paz y norma jurídica, como
precondición de una sociedad justa y civilizada, lo cual coincide con nuestra
concepción de paz. Asimismo, lo comprende como un valor comunicacional,
según el cual la comunicación acrecienta los lazos comunales y sirve para
compartir puntos de vista y experiencias; así, la estabilidad y la vida colectiva de
una sociedad o comunidad derivan y dependen de procesos de intercambio
simbólico, de ideas. El término “orden” se utiliza en la propuesta de análisis en el
sentido de cohesión y armonía, haciendo a un lado aquel concepto que lo asocia
al control, la jerarquía y la subordinación de los débiles a los poderosos.114
Bajo esta propuesta de ideas: ¿es el medio de comunicación un perturbador
potencial del “orden” normal de la sociedad, o por el contrario, aporta información
que coadyuva al mantenimiento del orden (en su acepción amplia de “armonía
social” y del normal funcionamiento de las cosas)? ¿los valores que se destacan
en el discurso mediático son los mismos de la cultura a la que pertenecen las
audiencias? ¿qué tipo de coherencia y armonía promueve el medio de
comunicación, aquella conceptualizada por los más o por los menos poderosos?
Esta última distinción corresponde a la que se plantea entre el orden en el sentido
de control, y orden en el sentido de solidaridad y cohesión: uno impuesto y el otro
voluntario y auto elegido. Entonces se tiene que analizar qué tipo perspectiva se
tiene en torno a los conceptos.
¿El orden de quién? Y es que habitualmente se presta más atención a la
perturbación del orden que a las fallas del orden establecido, lo cual hace de los
acontecimientos como la delincuencia, el conflicto, las manifestaciones de la
violencia o las desviaciones, asuntos altamente noticiosos.
¿Qué tipo de representación se hace en relación al conflicto?, es decir, como un
fenómeno “negativo”, destacando el desorden y la desviación, en apoyo simbólico
a valores e instituciones del “orden” establecido: ley, Iglesia, escuela, policía,
ejército, gobierno, etcétera, o por el contrario, desde una perspectiva de orden
popular, destacando conceptos de reciprocidad, cooperación, solidaridad.
De la misma manera, ¿qué tanta empatía o solidaridad se tiene con las víctimas
del conflicto, así como con los que están en inferioridad de condiciones, al
reconocerles sus penurias y riesgos?. Este cuestionamiento, al igual que los
anteriores, funcionan como guía normativa para identificar en el medio de
comunicación las acciones que habrán de satisfacer las expectativas de las
audiencias en relación al comportamiento que se espera de éstos en relación al
interés público.
Sin embargo, quedan otros puntos a analizar, como lo propone McQuail al analizar
la objetividad como una característica intrínseca de la noticia. Reconoce que la
objetividad es un término escurridizo, al que casi siempre se le iguala con el de
“parcialidad”, aunque no está del todo de acuerdo en esta analogía, al reconocer
la dificultad que resulta ver de qué modo podría la objetividad no ser relativa al
pasar siempre a través de una “codificación selectiva” de los acontecimientos, lo
que implica de algún modo un tratamiento preferencial a ciertos sucesos,
posiciones u opiniones de los actores sociales.
Por esta razón, si bien le atribuimos a la objetividad su indiscutible importancia en
la estructuración de la noticia, esta propuesta de análisis propone considerar el
criterio de relevancia como uno de los ejes más importantes para la selección de
los acontecimientos. Las razones para incluirlo como criterio son evidentes: las
noticias no tendrían valor para las audiencias a las que se destinan ni para los
diversos procesos sociales en los que juegan un papel importante, si no se ocupan
de los temas significativos de la actualidad y de lo que realmente sucede.
Cualquier criterio de objetividad no importaría demasiado sobre acontecimientos
que no estuvieran relacionados con los hechos y las preocupaciones del público
de los medios, de ahí que le demos prioridad a este elemento.
La relevancia es el término clave para evaluar la calidad de la selección de las
noticias, y si bien puede aplicarse a niveles diferentes del contenido mediático, es
necesario identificar la “significación” de los temas o sucesos periodísticos, pues
parece evidente que la significación designa lo que más importa, lo que toca de
manera más profunda la vida de las personas. Pero esto deja abierta la cuestión
de la significación para quién, sobre qué y según el juicio de quién. Solo es posible
responder si se elige una perspectiva y se adoptan ciertas premisas, y la fuente o
indicador que consideramos más apropiado para dilucidar significación hacia un
periodismo que coadyuve a la resolución de conflictos, es aquel vinculado al de los
criterios de gestión de paz del método Transcend, los cuales empatan
convenientemente con el proceso estratégico de auto-análisis expuesto.
Bajo esta propuesta, estableceremos los criterios de relevancia, partiendo de la
autoridad o normatividad que define lo significativo. Siendo así, la idea de que la
significación puede ser juzgada o establecida desde una plataforma teórica o
ideología general que defina la relevancia, es el primer paso para que el medio de
comunicación identifique quién define su perfil noticioso, qué teoría sustenta la
toma de posición en torno a la selección relevante de las noticias, así como el
cuestionar si los estudios de paz tienen suficientes herramientas normativas que
puedan justificar su admisión como línea estratégica de acción para coadyuvar en
la resolución de los conflictos sociales.
Aunado a lo anterior, es entonces que retomamos el concepto de pertinencia,
como último eje de análisis, mismo que resulta de vital importancia para el
reconocimiento de un ejercicio periodístico encaminado a la construcción de la
paz, sobre todo si entendemos como pertinente aquello que resulta necesario para
la audiencia, sobre todo cuando ésta forma parte o está envuelta en sucesos que
le generan incertidumbre, temor, frustración o inseguridad, como sucede en un
entorno donde el conflicto social marca la pauta de la realidad. En estos casos, se
depende en gran medida de los medios de comunicación, y éstos tendrían que
reconocer su papel trascendente al trabajar en la acción informativa de forma
rápida y exacta, con diversidad de fuentes consultadas y la idoneidad de las
advertencias o anuncios relacionados al conflicto social, que le permitirán a las
audiencias reducir la incertidumbre.
Una comunicación relevante a través del periodismo de paz.
Habiendo generado las primeras líneas estratégicas de autoanálisis de la acción
de los medios, lo que permite al medio de comunicación reconocer en qué punto
se encuentra para elaborar sus discursos, así como para plantear un pensamiento
único en torno a las metas que desea alcanzar, procedemos a plantear el modelo
de discurso pertinente en torno al periodismo apegado a la gestión de paz, como
criterio normativo. De esta manera podrán cumplirse los dos objetivos de la
estrategia, que consiste, como hemos mencionado, en la ubicación de una
posición favorable como organización frente a la sociedad, a través de un discurso
legitimador plasmado en la selección de información pertinente y considerada
valiosa por las audiencias y por otro lado, su establecimiento logístico como parte
de un proceso general de gestión del conflicto para alcanzar los anhelos de paz de
una sociedad, a través de la comprensión de su papel como instrumento de
fuerzas sociales que promueven metas colectivas y fines humanitarios.
Es en este punto donde se abordará la teoría del Método Transcend de
transformación de conflictos por medios pacíficos, en particular el proceso que
busca introducir empatía, prácticas no violentas y creatividad en el manejo del
conflicto a través de la comprensión de estos conceptos clave para la selección y
publicación de las noticias.
Como hemos visto, la teoría de la transformación de los conflictos por medios
pacíficos del método Transcend es muy compleja. Abarca un extenso cuerpo de
conocimientos en torno a la teoría del conflicto, la paz y la violencia, ofreciendo
mecanismos para entenderlos lógicamente, criterios científicos para analizarlos,
así como metodologías que tendrán que seguir los mediadores o gestores de los
conflictos. En nuestro caso, tomaremos como referencia la dimensión
metodológica para transformar el conflicto que alude a la necesidad de establecer
criterios de valores como la empatía para conocer realmente a las partes, la
creatividad para poder ser realmente útil, y la no-violencia, como los rasgos más
importantes del referido método. En Galtung, la posibilidad de concebir el conflicto
en manera positiva o negativa está en función de cómo estos elementos sean
regulados, y si esta propuesta de análisis estratégico se centra en el rol que
desempeñan los medios de comunicación como actores dentro del conflicto,
resulta claro que es a través del posicionamiento de estos factores la manera más
pertinente de iniciar una intervención positiva.
• Empatía para suavizar las actitudes. (A)
• No-violencia para suavizar los comportamientos. (B)
• Creatividad para superar las contradicciones. (C)
Estos criterios, dentro del cuerpo teórico de Transcend, son aquellos que pueden
ser retomados por los medios de comunicación para formar parte activa dentro del
proceso de construcción de la paz. Los alcances del impacto de las noticias para
generar cambios en este sentido es limitado; sin embargo, reconocemos la fuerza
que tiene para generar percepciones en torno a la realidad, así como para cubrir
las demandas de las audiencias sobre la explicación e interpretación de los
acontecimientos, y con ello aportar elementos para reducir la tensión social,
siempre y cuando sea bajo criterios bien establecidos de despolarizar el discurso
informativo y hacer un periodismo acotado a lineamientos de construcción de paz,
mismos que hemos seleccionado dentro del cuerpo teórico propuesto por Galtung
y que serán expuestos en el siguiente apartado.
Empatía- No Violencia- Creatividad
Estos conceptos hacen referencia a la condición que deben asumir los actores
involucrados en un proceso de gestión de paz, según el método Transcend de
transformación de conflictos. Estos incluyen a los mediadores, a las partes
afectadas, a los actores que tienen intereses en pugna y en el caso que nos
interesa: a los medios de comunicación.
Como hemos mencionado, es a través de los medios de comunicación que las
audiencias que se encuentran afectadas o involucradas en torno a un conflicto
social (violento o no), hacen uso de éstos para distintos fines: informarse,
socializar, reforzar ideas, expresarse, encontrar elementos identitarios, reducir
incertidumbre, entre otros. Por ello, centramos nuestro interés en torno a la forma
en que se estructura la noticia para aportar a las audiencias información que le
resulte útil, pero asumiendo conscientemente el papel trascendental que el medio
de comunicación tiene para aportar una información que sostenga el valor
supremo de la paz, a través de una comunicación que plasme la imagen más
completa posible de la realidad, pero que contribuya también a aportar elementos
creativos y constructivos para la resolución positiva del conflicto y la reducción de
la violencia.
El papel de los medios comprometidos con la transformación de los conflictos
buscaría incidir entre las audiencias (según el método de Galtung y su proposición
sobre el A-B-C de los conflictos anteriormente descrito), en torno a las actitudes,
que se refieren a cómo sienten y piensan las partes de un conflicto, cómo perciben
al otro, y cómo ven sus propias metas y al conflicto en sí mismo; el
comportamiento, que alude a cómo actúan las partes durante el conflicto: si
buscan intereses comunes y acción creativa y constructiva o si tratan de perjudicar
y causar dolor al otro; y la contradicción, que tiene que ver con el tema o temas
reales del conflicto y con cómo éste se manifiesta. Las partes muchas veces
difieren en su percepción de cuál es la contradicción o raíz del conflicto, y los
medios de comunicación son importantes para aclarar o enturbiar esta percepción.
En muchos casos, tales cuestiones son complicadas y están ocultas, ya que las
partes y los actores del conflicto de ambos lados, incluidos políticos y medios de
comunicación, prefieren centrarse en las actitudes y la conducta, tanto la suya
propia (que en general se auto-concibe como positiva) como en la del otro (que
suele describirse generalmente como negativa).
Consideramos que el tratamiento noticioso de los acontecimientos es la manera
más adecuada para impactar positivamente en este sentido; estamos hablando de
una cualidad del discurso. Esta característica, la cualidad, dependerá en primer
lugar de los lineamientos previamente expuestos en torno al procesamiento y
exposición de la información, así como de los vicios, las inercias y las coyunturas
que afectan el modo en que son dichos los acontecimientos, incluyendo las
condiciones bajo las cuales los periodistas trabajan y otros factores que impactan
en la manera en que se encausa la noticia.
De tal forma, nuestra propuesta busca complementar tal proceso de autoanálisis
por parte del medio de comunicación, con un planteamiento del cómo abordar los
conflictos sociales reportados, a través de una perspectiva de acciones adecuadas
para transformar los conflictos, sustentada de una comunicación empática,
creativa y no violenta.
Para visualizarlo de manera más clara, es necesario cuestionar:
• ¿Como abordar los conflictos sin hacer uso de la violencia?
• ¿Como transformar los conflictos en forma creativa y constructiva,
trascendiendo las incompatibilidades y las contradicciones?
• ¿Como asegurar que se satisfagan las necesidades básicas y que se
superen las causas de raíz de la violencia y de la guerra?
• ¿Como promover culturas de paz y compromisos para encontrar enfoques
constructivos para transformar los conflictos?
El medio de comunicación debe poder plantear estas preguntas como parte de sus
metas estratégicas. El papel de los medios ya ha sido descrito y analizado, por lo
que debe ser posible reconocer en su discurso las vías para proceder según las
metas que se pretenden alcanzar a través de estos cuestionamientos.
Para responder estas preguntas siguiendo el método de transformación de
conflictos, el manejo de las noticias puede tutelarse con estos criterios:
• Movilización activa e impulso de la perspectiva de abstención de la
violencia como una fuerza tanto para prevenirla o frenarla, como para
superar y trascender las injusticias y las estructuras que originan los
conflictos.
• Creatividad tanto para transformar las contradicciones y las
incompatibilidades que yacen en la raíz del conflicto, como las habilidades y
herramientas para transformar los conflictos en forma constructiva.
• Empatía hacia el “otro” (los sujetos de las noticias), hacer patentes los lazos
y experiencias comunes, así como los vínculos compartidos entre los
adversarios, y reconocer que puede existir validez o legitimidad en los
objetivos de ambas contrapartes.
La empatía, la abstención de violencia y la creatividad son entonces, algunas de
las herramientas básicas para transformar los conflictos en forma constructiva,
efectiva y a través de medios pacíficos. Se pueden fomentar y promover a través
de la educación, y también se pueden entrenar y desarrollar en individuos,
comunidades y culturas. Los medios de comunicación son un factor clave para
hacerlas visibles como medio para alcanzar fines.
Es importante para trascender el conflicto, identificar y exponer en el medio de
comunicación las posibles soluciones a las contradicciones y las causas de raíz
que dieron origen al mismo, y trascender la violencia como el objetivo común, a
través de un discurso que unifique a las partes en lugar de exponerlas tácitamente
como el “enemigo mutuo”, alejándolas entre sí y con ello conducirlas hacia la
exterminación del otro, ya sea tanto física como simbólicamente.
Desafortunadamente, la empatía, la abstención de la violencia y la creatividad a
menudo son algunas de las primeras víctimas de la violencia y de los conflictos
altamente complejos, y en particular, no siempre son reconocibles en la
comunicación generada desde los medios. En vez de tratar de entender la
perspectiva del “otro”, las partes a menudo se deshumanizan o demonizan
mutuamente, atribuyéndole al adversario la culpa del conflicto y de la violencia, y
legitimando ante su propio grupo, el uso de la violencia contra el enemigo.
Entonces, el comportamiento rápidamente se torna en una espiral de violencia,
exacerbando el triángulo del A-B-C de los conflictos. Y por su parte la creatividad,
esta capacidad de encontrar formas prácticas, viables y constructivas de tratar con
el conflicto para satisfacer las necesidades básicas de todas las partes
involucradas, suele desvanecerse, ya que las partes se encuentran encerradas en
una relación críticamente negativa y en un espiral de violencia.
Con la finalidad de poder proyectar la empatía, la abstención de la violencia y la
creatividad por los medios de comunicación, sugerimos abordar críticamente los
conceptos, cuestionando la capacidad que se tiene para trabajar bajo los
siguientes criterios durante la selección de los acontecimientos, su redacción y
posterior publicación, con el fin de alcanzar las metas estratégicas planteadas:
Empatía: La habilidad de imaginar, ver, entender y en este caso, exponer o hacer
visibles los sentimientos, experiencias y perspectivas de las partes en conflicto a
través de la comunicación, de ver una situación desde todas sus perspectivas
como periodistas, de reconocer los temas, las necesidades y los objetivos que
pueden ser importantes para los involucrados, incluyendo entre ellos a las
víctimas, y de ver por qué cada parte cree que sus metas son importantes. Es
aplicar la competencia en torno al conocimiento y habilidades necesarias para
investigar un tema exhaustivamente, así como los conocimientos sobre el conflicto
específico que está cubriendo, y de las partes involucradas.
La empatía no significa necesariamente que uno tiene que estar de acuerdo o
tener esos mismos valores o perspectivas, pero sí significa reconocerlos como
válidos e importantes, porque así es como lo sienten las personas con las que uno
está sintiendo empatía, y este sentimiento debe trascender la dimensión
emocional y convertirse en parte de un método de trabajo, impuestos bajo los
criterios del propio medio.
La importancia en comprender y abordar la empatía como método de trabajo,
reside tanto en el medio de comunicación, como entre las audiencias y
principalmente entre las partes en conflicto, pues a final de cuentas son ellas
quienes deben comprenderlas a fondo para llegar a acuerdos. Sensibilizar sobre
su importancia a través del discurso mediático lo consideramos sumamente
necesario.
Si “comprender es perdonar”, es necesario hacer visible la importancia de informar
quiénes son todos los actores que inciden en el desarrollo de los conflictos. Para
que las audiencias polarizadas lleguen a compartir sentimientos de empatía,
deben poder reconocerse, no necesariamente en los sentimientos, sino para tratar
de identificar metas que son legítimas de acuerdo a criterios más universales
(como la paz, el respeto al derecho ajeno, la salud, la dignidad humana, los
derechos humanos, el bienestar común, entre muchos otros); incluso aquellas que
ni siquiera hayan sido bien articulados por las partes. La tesis general sería que
todos las partes en conflicto tienen en alguna parte, más allá de las palabras y los
hechos violentos, una meta válida sobre la cual se debería trabajar para tener una
mejor vida en común, siempre y cuando se animen a proceder sin violencia y
creativamente. Los medios de comunicación deben poder comprender esta
dimensión metodológica en la exposición de los acontecimientos, y los periodistas,
tener las competencias en torno al conocimiento teórico de los conflictos.
La actitud de no violencia es una de las herramientas más efectivas para la lucha
social y la capacidad de empoderar. Es un método de lucha. La abstención de la
violencia ha sucedido a través de la historia, en cada país y en cada parte del
mundo. Ha ocurrido en medio de guerras y también en situaciones de tiempo de
paz, bajo regímenes autoritarios y dictatoriales y sistemas económicos injustos,
así como también bajo democracias modernas, y se basa en el principio de que lo
importante sobre abstenerse a ejercer violencia a menudo puede ser más efectiva
como herramienta para la consecución de objetivos, y probó ser un medio efectivo
incluso cuando se confronta a los regímenes y movimientos más autoritarios.
Asumir la abstención de la violencia como un valor supremo en un proceso de
manejo de los conflictos, es la garantía para las partes de que no van a ser
lastimadas o que se les causará sufrimiento por parte del adversario.
La no violencia construye un vínculo de humanidad común y de reconocimiento de
la vida del otro, y trasciende conceptos de venganza o de castigo. La abstención
de violencia es tanto acción y comportamiento como actitud, idioma y enfoque.
Queda en evidencia la importancia que implica no procurar instar a la violencia a
través de un manejo irresponsable de la comunicación; esto incluye la pasividad al
no decir nada u ocultando sucesos trascendentales para la comprensión total del
problema.
La no violencia significa asimismo, evitar la exposición de culpabilidades sin pleno
sustento periodístico. Significa explorar a través de las raíces comunes, de hacer
visible la responsabilidad compartida que deben tener las partes para mirar el
futuro en unidad, con perspectiva civilizadora. Por ello, la no violencia debe
ponerse en acción, haciendo patente su ejercicio a través de los medios de
comunicación, comunicándola. En otras palabras, se debe evidenciar en las
noticias el ejercicio de la política como único método para alcanzar la resolución
pacífica de los conflictos. Incluso, se debería hacerse patente la innecesidad de
ejercer violencia por parte de las milicias frente al ejercicio de la violencia directa,
o la innecesidad de revoluciones o levantamientos violentos para superar la
violencia estructural de la que hemos comentado.
La creatividad es la habilidad de ver las cosas desde perspectivas distintas, de
imaginar diversos resultados posibles, de proponer ideas para ver la forma de
transformar los conflictos en forma constructiva, efectiva y práctica, y de satisfacer
las necesidades de todas las partes involucradas. Todo esto a través de la
comunicación.
La información puede incluir propuestas hacia una nueva visión convincente y más
positiva, como una alternativa a la violencia y al estado actual de
incompatibilidades no resueltas. También puede incluir ayudar a las partes para
que puedan ver formas distintas de lograr sus objetivos y también para que vean
cómo pueden realizar más estando en unión que separados. Lo que es vital sobre
la creatividad en la comunicación: si pretende ser significativa y efectiva, debe ser
una creatividad arraigada y basada en afinidad de las partes (y audiencias) y de su
cultura, pero con la capacidad de ir más allá, de trascender y desarrollar visiones
nuevas e inclusivas para la paz que satisfagan a todas las partes del conflicto,
incluyendo no sólo aquellos que utilizan la violencia, sino a todos los grupos,
actores y comunidades que se ven afectados por el mismo fenómeno.
A manera de conclusión de esta exposición referente a la competencias y
requerimientos necesarios para generar una comunicación empática, no violenta y
creativa, complementamos con los siguientes criterios de formación de quienes
pretendan formar parte como gestores de conflictos, a manera de terceras partes
negociadoras.
Estos “trabajadores de paz” deberán cumplir con las siguientes credenciales:
actuar con amor a los seres humanos, con habilidades y conocimientos sobre los
conflictos, tener compasión y perseverancia, y no cargar con agendas ocultas en
su proceder. Son estos factores también aplicables a las voces distintas que se
expresan a través de los medios de comunicación, quienes en su cobertura,
selección, redacción y publicación de los acontecimientos, deberán en un conflicto,
según el método de manejo de los conflictos de Transcend:
• Investigar (mapear) los motivos del conflicto.
• Deconstruir sus elementos: actores, motivaciones, objetivos
• Destacar los procesos de negociación
• Evitar exponer desacreditaciones entre oponentes, o motivos que puedan
exacerbar a las partes.
Creemos que estas son las bases para alcanzar un periodismo relevante,
pertinente, acorde con el verdadero interés público de superar los conflictos de
forma positiva, libre de la violencia en todos sus manifestaciones, para lograr
alcanzar la paz genuina.
Conclusiones
Hemos pretendido establecer criterios de acción informativa dirigidos a los medios
de comunicación. Particularmente, ésta ha sido una propuesta estratégica de auto
análisis de aquellos paradigmas que el medio de comunicación, interesado en
alcanzar unos objetivos más cercanos a los intereses y necesidades de las
audiencias, ha sostenido tradicionalmente para seleccionar y publicar los
acontecimientos de la realidad, pero que dadas las posibles coyunturas que se
establecen en torno a un conflicto social, ya sea con niveles altos o bajos de
violencia de distinto tipo, puede caer en una dinámica inadecuada que polarice
más a las partes del conflicto.
Como hemos mencionado, es común observar un periodismo que difunde una
realidad social construida en función de los intereses políticos y económicos no
solo de quienes ostentan la propiedad de los medios, sino también, hablando en
términos gramscianos, del “aparato hegemónico”, es decir, del aparato de
dirección del Estado, que crea campos ideológicos, determina las reformas de la
conciencia y nuevos métodos de conocimiento. La comunicación generada desde
los medios se convierte así en un acto político, pero vale la pena preguntarse
sobre el rumbo del ejercicio político: ¿hacia dónde vamos como civilización?
De tal manera, en el calor de los conflictos, es importante reconocer que la
información periodística es afectada por la dinámica misma del fenómeno que
reporta, alterando sus posiciones o haciendo evidente sus más recios intereses, a
pesar de que se conduzcan por códigos propios de actuación, convirtiendo a los
medios de comunicación en actores mismos de la dinámica de los conflictos
sociales.
Existen muchos de estos códigos éticos, deontológicos, que hacen referencia a los
fundamentos del deber y las normas morales. Se refieren los deberes y
obligaciones éticas que tienen los profesionales del periodismo y la administración
de los medios de comunicación. Sustentan sus propuestas bajo una "teoría del
deber", como parte de la ética normativa. Sin embargo, como hemos mencionado,
surgen desde el interior de los propios medios, lo que no siempre es garantía de
su ecuanimidad o pertinencia.
Ante la necesidad de tener una mirada crítica en torno al comportamiento de los
medios de comunicación, es pertinente hacer la distinción entre la propuesta ética
o moral de los códigos de acción, referida a valores y normas específicas, con
aquella vinculada a la acción dirigida hacia la consecución de un fin. La nuestra ha
sido una propuesta de carácter teleológico, es decir, que hemos puesto un énfasis
en los procesos concretos para una finalidad específica, al identificar las
posiciones que reclaman una participación más pertinente por parte de los medios
de comunicación para satisfacer las necesidades de información de la sociedad.
En contextos donde la dinámica habitual de comunicación se fractura, como lo es
cuando surgen conflictos sociales, se vuelve necesario hacer un ejercicio de
análisis de los medios de comunicación para ubicar y clarificar los obstáculos que
limitan al propio medio para la consecución de sus objetivos y reestablecer aquel
contrato comunicativo que ha tenido con sus audiencias, como lo es la producción,
reproducción y distribución de conocimiento que defienda los intereses
comunitarios y sociales, y que promueva ciertos valores y pautas de
comportamiento en sociedad, con el fin de que todos tengan un grado de
percepción de la realidad más o menos común.
Sin embargo, se ha relacionado la actividad de los medios de comunicación con
las expectativas de las audiencias en torno al aseguramiento de una continuidad
en un orden social dado, al justificar acciones de supuestos “valores
fundamentales” para mantener la paz, desde perspectivas verticales surgidas de
solamente algunos sectores sociales, de los cuales se espera de los medios
validen y reproduzcan.
De la misma manera, a los medios de comunicación le resulta conveniente tener
una audiencia que valide sus procedimientos informativos, haciendo de la
dinámica comunicativa un espacio de confirmación de la realidad social, es decir,
un espacio político que ratifica a conveniencia lo considerado adecuado para el
buen funcionamiento de la sociedad, aprovechando que la estabilidad y la vida
colectiva de una comunidad derivan y dependen de procesos de intercambio
simbólico, de ideas, incluyendo aquellos “valores fundamentales”.
Todo esto limita las capacidades para trascender de los propios medios de
comunicación en sus deseos de alcanzar objetivos prácticos, que vayan en
concordancia con los anhelos y expectativas que han posado sobre ellos la
mayoría de la sociedad, esto es, establecer a través de éstos una comunicación
de verdadero interés público, sin restar por ello los intereses económicos
inherentes en su actividad comercial, a través de la intervención de principios
como la libertad, la justicia/igualdad y el orden/solidaridad.
Por este motivo, una alternativa de análisis de la acción de los medios de
comunicación ha sido la propuesta en este trabajo, que plantea buscar en los
procesos del tratamiento informativo de un medio de comunicación aquellas
acciones que refuerzan ciertas categorías de valores sociales, es decir, explorar
las características del propio fundamento ideológico del medio, mismo que es
proyectado en su enunciación de la realidad a través de la comunicación que
establece con sus audiencias, lo que podría limitar el alcance de los objetivos
antes mencionados.
Es el método propuesto de Johan Galtung relativo a la transformación positiva de
los conflictos, en conjunto con perspectivas acerca de la definición de estrategias
comunicativas, que nos han permitido vincular criterios de trabajo para proponer
esta vía de acción. Ésta se relaciona con la perspectiva de los medios de
comunicación como mediadores, de manera semejante a los agentes
transformadores que apoyan los procesos de transformación de los conflictos en el
método Transcend, quienes permitirán a los agentes en conflicto ampliar y ordenar
coherentemente la realidad, y con ello comprender las aristas que lo conforman,
pues reconocemos la complejidad de los procesos comunicativos y podemos
asumir que su función no puede ir más allá de esa dimensión mediadora, y en este
sentido, se habría de poner atención en la forma en que se selecciona y emite la
información.
En síntesis, hemos situado el método de Johan Galtung dentro de los procesos de
generación de noticias de los medios de comunicación, para que éstos alcancen
sus propios fines, y que contribuyan a que la sociedad avance hacia el camino de
la democracia, la justicia y la paz positiva.
Para lograrlo, el método Transcend de transformación positiva de los conflictos,
propone en uno de sus criterios de trabajo, entender los intereses que subyacen
en la estructura social, para poder comprenderlos a fondo. De esta manera,
hemos incorporado estos criterios en el proceso mismo de la construcción de la
agenda informativa de los medios, para identificar cómo es la cultura del conflicto
entre las partes involucradas, la forma en que éstas lo abordan para solucionarlo,
los patrones de conducta en torno a lo que la gente valora, los conceptos que
tienen de sus amigos y enemigos, o los medios con los que se valen para
conseguir sus propósitos; es decir, poder observar la cultura del conflicto
relacionada con la colectividad que experimenta un problema de este tipo, así
como hacer visible la escala de valores definida por la sociedad y reiterada por el
medio de comunicación. En otras palabras, llegar a los núcleos de subjetividad
donde se origina el problema: la actitud, el comportamiento y las contradicciones
de los agentes en conflicto.
De esta manera, durante el tratamiento informativo, se podría hacer una selección
de los acontecimientos alrededor de los problemas o disputas por los que la gente
lucha dentro de una sociedad, sus intereses amenazados, y las razones que lo
llevan a enfrentarse contra otros grupos convecinos, justamente para abarcar un
juicio más realista de los acontecimientos que se están desarrollando. Con ello se
facilitaría la comprensión entre las partes sobre las perspectivas que tienen dentro
de la disputa, o desentrañar sus posiciones al reconocer sus intereses y
necesidades y facilitar procesos de diálogo entre los adversarios, así como entre
las partes ajenas al conflicto.
Aunado a lo anterior, hemos tomado los conceptos y métodos de Transcend para
apoyar a los medios de comunicación en la intervención sobre los acontecimientos
noticiosos, con la incorporación de criterios de valores como la empatía para
conocer a fondo a las partes, la creatividad para poder trascender los vicios
antiguos en el ejercicio noticioso, y la no-violencia. Su regulación y manejo
apropiado abonaría favorablemente, según la teoría de Galtung, en la percepción
y expectativas en torno al conflicto por parte de las audiencias. Nosotros hemos
apostado a la posibilidad de que el posicionamiento de estos factores entre
aquellos que intervienen en el tratamiento y exposición de las noticias, es la
manera más pertinente de iniciar una intervención positiva en los conflictos
sociales.
Así, al incluir a los medios de comunicación como actores dentro de los procesos
de gestión y transformación de los conflictos, se amplía el número de interesados
en resolverlos y de posibles combinaciones creativas de soluciones. Se trata de
proponer un nuevo enfoque de cooperación al medio de comunicación interesado
en manejar eficientemente la comunicación para dotar a la sociedad de elementos
que permitan encontrar soluciones a problemas complejos, haciendo un círculo
virtuoso de creatividad, empatía y ejercicio no violento en el manejo de los
conflictos, a través de información considerada conveniente, relevante y
pertinente. De tal forma, los medios de comunicación se integran en plenitud al
medio ambiente al que pertenecen.
En resumen, la incorporación del método de Johan Galtung dentro del tratamiento
de las noticias dentro de un conflicto social, tendría repercusión hacia dos
objetivos: la identificación de los elementos que deberían de ser abordados por los
medios de comunicación para tener una mejor comprensión del conflicto, tanto del
propio medio como de sus audiencias; y en segundo lugar, establecer los criterios
de cómo tendría que operarse el tratamiento informativo, es decir, bajo qué
perspectiva, considerando valores como la empatía, la no-violencia y la
creatividad, para posicionarse de manera efectiva dentro de los proceso general
de gestión del conflicto.
Este tratamiento de la información que a la luz de la razón resulta pertinente y
valioso para la consecución de fines favorables como serían la movilización de las
ideas en torno a la forma de abordar los conflictos en una sociedad, haría de la
comunicación un proceso virtuoso dirigido a sustentar el valor supremo de la paz,
y con ello alcanzar los anhelos de justicia, orden, democracia y libertad de una
comunidad. Con ello, el medio de comunicación se posicionaría legítima y
favorablemente frente a sus audiencias, y coadyuvaría a resolver, en su papel de
mediador, los conflictos de la sociedad a la que pertenece.
Esta es, en resumen, una propuesta que contribuye a transformar favorablemente
a los medios de comunicación, y a la realidad.
Referencias bibliográficas:
Abbagnanao, Nicola. Diccionario de filosofía. Fondo de Cultura Económica, México. 1998
Agencia para el Desarrollo Internacional (USAID). Manual de capacitación para el manejo de la información periodística y el acceso a los medios de información. Bogotá, Colombia. 2005
Aguirre García, Humberto. La participación de los movimientos pacifistas en la esfera de la cooperación internacional para el desarrollo. Tesis para obtener el grado de Maestro en Cooperación Internacional para el Desarrollo. Instituto Mora. 2004
Alberto Pérez, Rafael. Estrategias de Comunicación. Ariel Comunicación, 3ª Edición. España, 2006
Allen, I. L. “Social Integration as an Organizing Principle”, en G. Gerbner (comp.), Mass Media Polices in Changing Cultures, Nueva York, Wiley. 1977
Amiguet, Lluís. "Ni políticos ni periodistas saben evaluar a un gobierno". Entrevista a Thomas Dixon Cook. En: Diario La Vanguardia. Edición 16/02/2011 http://www.lavanguardia.es/lacontra/20110216/54115183055/ni-politicos-ni-periodistas-saben-evaluar-a-un-gobierno.html
Bläsi, Burkhard. Peace journalism and the news production process. En: Conflict & Comunication Online, Vol. 3, No. 1-2, 2004. www.cco.regener-online.de
C. S. Rosa, Antonio. TMS-Editor. Principles and Guidelines for TMS writers. En: “Transcend Media Service”. 2011. http://www.transcend.org/tms/about-peace-journalism/3-principles-and-guidelines-for-tms-writers/
Corporación Medios para la Paz. Prensa, Conflicto Armado y Región. Aprendizajes del Diplomado: Periodismo Responsable en el conflicto armado. Programa por la Paz. Pontificia Universidad Javeriana. Bogotá. 2006
Cortés Romero, Edit et al. Comunicación, educación y cultura de paz. Univ. Autónoma del Edo. de México, UAEM, Ed. Miguel Ángel Porrúa. México 2008
Charaudeau, Patrick. El discurso de la información. La construcción del espejo social. Ed. Gedisa. Colección El Mamífero Parlante. 1ª edición en español. Barcelona, 2003
De la Peza, María del Carmen (comp.) Comunidad y Desacuerdo. Comunicación, poder y ¿nuevos? sujetos de la política. Univ. Autónoma Metropolitana Xochimilco. 1ª edición. México 2008
Fisas, Vincenç. Cultura de paz y gestión de conflictos. Icaria ediciones. UNESCO. 2006
G. Castañeda, Jorge. Mañana o pasado. El misterio de los mexicanos. Ed. Aguilar. México 2011
Galtung, Johan. Conflict Transforation by Peaceful Means. The Transcend Method. United Nation Disaster Management Training Programme. 2000.
García Galera, Ma. Del Carmen y Berganza Conde, Ma. De la Rosa (coord.), Investigar en Comunicación. Mc. Graw Hill, España, 2005
Habermas, Jürgen. Teoría de la acción comunicativa, I. Ed. Taurus. España, 2001
Howard Ross, Marc. La cultura del conflicto. Ed. Paidós, colección Estado y Sociedad. España, 1995.
Kriesberg, Louis. Social Conflicts. Englewood Cliffs, N.J. Prentice Hall, 1983
Lynch, Jake. Reporting the World. Conflict & Peace Forums. UK, 2002
Lynch, Jake. What is Peace Journalism?. En “Peace and Collaborative Development Network”. 2008 http://www.internationalpeaceandconflict.org/forum/topics/article-from-jake-lynch-what
McQuail, Denis. Introducción a la teoría de la comunicación de masas. Paidós comunicación. 2ª edición revisada y ampliada. México,1993
McQuail, Denis. La acción de los medios. Amorrortu editores, Argentina, 1998.
Nos Aldás, Eloísa, et al. Comunicación y construcción de paz. CEIPAZ, Barcelona, 2008
Osorno, Diego Enrique. Oaxaca sitiada. La primera insurrección del siglo XXI. Grijalbo, 2007
Pruitt, Dean G. y Jeffrey Z. Rubin. Social Conflict: Escalation, Stalemate and Settlement. Random House, N.Y. 1986.
Rodrigo Alsina, Miquel. La construcción de la noticia. Paidós Comunicación, no. 166. Barcelona. 2005
SERAPAZ. Enfoque de Paz y Transformación de Conflictos. Escuela de Paz. http://www.serapaz.org.mx/paginas/Enfoque%20de%20Paz%20y%20Transformacion%20de%20Conflictos.pdf
Sierra Caballero, Francisco. Elementos de la Teoría de la Información. Editorial MAD, S.L. España, 1999
Villafranco Robles, Citlali. El papel de los medios de comunicación en las democracias. En “Andamios. Revista de Investigación Social”. Diciembre, año/vol. 2, no. 003. Universidad Autónoma de la Ciudad de México. D.F. México. pp. 7-21
Otras referencias:
Arnson, Cynthia. Edit. et. al. Chiapas. Interpretaciones sobre la negociación y la paz. Universidad Nacional Autónoma de México. Centro de Investigaciones sobre América del Norte. México, 2003
Aznar, Hugo. Ética de la comunicación y nuevos retos sociales. Códigos y recomendaciones para los medios. Paidós papeles de Comunicación 45. Barcelona, 2005
Berganza Conde, Ma. Rosa. Ruiz San Román, José A. (coord.). Investigar en Comunicación. Guía práctica de métodos y técnicas de investigación social en Comunicación. Mc. Graw Hill. Madrid, 2005
Durandin, Guy. La información, la desinformación y la realidad. Paidós Comunicación. Barcelona, 1995
Kapuscinski, Ryszard. Los cínicos no sirven para este oficio. Ed. Anagrama. Barcelona, 2002
Krishnamurti. Más allá de la violencia. Editorial Troquel. Buenos Aires, 1999
Lash, Scout. Crítica de la información. 1ª edición. Amorrortu. Buenos Aires, 2005
McCombs, Maxwell. Estableciendo la agenda. El impacto de los medios en la opinión pública y en el conocimiento. Paidós Comunicación 170. Barcelona, 2006
White, Robert. Comunicar comunidad. Aportes para una ética de la comunicación pública. La Crujía ediciones. Buenos Aires, 2007