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LITERATURA LATINA II 2012/2013
Comentario del acto II de «Las Troyanas» de Séneca
Pablo Piqueras Yagüe
Pablo Piqueras Yagüe
Comentario al Acto II de Las Troyanas de Séneca 2
En este breve comentario se va a comentar el acto segundo de Las Troyanas de Séneca.
El segundo acto de Las Troyanas de Séneca se puede dividir en dos escenas principales más el coro. Una primera escena es la de Taltibio en un breve diálogo con el coro (aunque podría considerarse casi un monólogo desde el verso 168) y luego encontramos el agón principal entre Agamenón y Pirro al que finalmente se une Calcante.
Como hemos dicho, la primera escena del acto la compone una intervención de Taltibio, que funciona como personaje tipo encarnando la figura del mensajero, con una pequeña responsión del coro para que este a continuación se explaye con una largo monólogo explicativo de la situación. Esto se daría entre los versos 164 y 202.
En el apartado de esta escena se pueden destacar varias cosas. La primera sería la intervención del coro en una escena dialogada, algo que no es muy habitual en la obra de Séneca. En la época en la que escribe este autor (S. I d.C., Época Imperial), el coro había perdido todo el peso que tenía en la tragedia griega de Época Clásica, de donde recibe la mayor parte de sus influencias y fuentes, y ya se llega a considerar únicamente como un intermedio lírico entre dos recitados de partes importantes de la obra, así que ha perdido casi toda su caracterización como personaje con peso específico dentro las obras. Por todo esto es reseñable que el coro, aunque sea de un modo tan breve (únicamente dos versos), tome la palabra para inquirir a Taltibio y que este le responda.
Este también es un punto importante, ¿para quién habla Taltibio? Parece, y su intervención así lo corroboraría, que se dirige al coro, pero que no vuelva a interpelar al mensajero durante todo su discurso nos podría llevar a pensar que no se dirige realmente a él Taltibio, sino que simplemente es una excusa para informar a los espectadores, e incluso a los personajes que no están en escena, pues justo a continuación aparecen Pirro y Agamenón discutiendo sobre lo que acaba de contar.
Otro punto interesante de esta escena de mensajero es eso mismo, el monólogo de Taltibio explicando hechos que suceden fuera de escena, en este caso la aparición del fantasma de Aquiles para pedir el sacrificio de Polixena (vv. 195-‐196). Esto es lo típico y propio de los personajes con función de mensajero, informar a los personajes de la obra y al público de una información que hasta ese momento permanecía en un nivel superior. En este caso se podría incluso considerar como una especie de segundo prólogo pues introduce un secuencia de acontecimientos que será una de los dos partes fundamentales en las que se basa la obra, el sacrificio de Polixena (para cuyo desarrollo quizá tomó como fuente la Hécuba de Eurípides), paralelo al de Astianacte.
Aparte de esto, sin duda, cabe destacar la figura del fantasma presentada en el personaje de Aquiles. Este personaje suele aparecer en las tragedias de Séneca y presenta una ayuda para el desarrollo de la acción. En este caso es el causante de que se quiera sacrificar a Polixena. Se tiene también esta figura en la obra de Séneca como un personaje que aumenta la información de la obra, al igual que el mensajero. Por esto, aquí se podría pensar en una pequeña puesta en abismo («mise en abyme»), con la figura del fantasma de Aquiles como mensajero dentro del monólogo de Taltibio, quien es el personaje real del mensajero. Pero quizás aventurar este recurso sea ir demasiado lejos para la idea del autor cuando compuso la obra.
También en el monólogo de Taltibio se intuyen otras características del teatro de Séneca, como son las descripciones detalladas de hechos extraordinarios (la aparición de Aquiles desde el mundo de los muertos, vv. 170-‐189) o el que el universo y los paisajes entren en armonía con las situaciones de la obra, ya que, por ejemplo, primero todo se estremece en la tierra y en el mar por la vuelta de Aquiles al mundo de los vivos (algo
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antinatural) y luego todo queda en calma cuando este regresa a donde le corresponde (vv. 200-‐201) o que un coro de Tritones cante el himeneo por la palabras de Aquiles (v. 202).
En la segunda escena de este acto (vv. 203-‐370) encontramos dos situaciones diferentes, una antes de la aparición de Calcante y otra cuando el adivino ya interviene en la conversación entre Agamenón y Pirro (a partir del verso 353). En la primera situación vemos un agón completamente definido entre el rey de reyes de los griegos que han viajado a Troya y el hijo de Aquiles. Así, con esta disputa se nos reproduce otra disputa que se desarrolló entre el propio Aquiles y Agamenón, la que se nos cuenta en el canto I de la Iliada. Además de a esta escena del poema homérico, la discusión de estos dos héroes contiene referencias alusivas a otros dos episodios de la literatura clásica, el sacrificio de Ifigenia por parte de su padre (presente en varias tragedias griegas) y el encuentro entre Príamo y Pirro que narra Virgilio en la Eneida a través de Eneas. El primero está presente en todo momento, pues Pirro aduce que el sacrificio de Polixena es necesario para que zarpen las naves de Troya y que Agamenón no dudó tanto cuando tuvo que matar a su propia hija. Y el segundo se hace notar cuando Agamenón compara a Pirro con su padre, lo mismo que hace Príamo tras matar el joven a Polites delante de él (En. II 535-‐543).
Durante esta conversación se observa una de las cosas de las que se han dicho sobre algunas obras de Séneca, que son dramas de repetición en los que el crimen engendra el crimen. En este caso la sed de venganza de Pirro por haber perdido a su padre en la guerra solo se sacia con el sacrificio de la hija de Príamo y Hécuba. Sacrificio que acabará siendo un acto impío (nefas) pues será la perversión de un acto religioso como es la boda, en este caso matar a Polixena sobre la tumba de Aquiles para que se una a este.
Sobre cómo se afronta este sacrificio por parte de los personajes tenemos dos polos opuestos en las figuras de Pirro y Agamenón. Pirro encarna la figura del tirano al que no le importa abusar del poder, mientras que Agamenón se muestra más reticente y temeroso a hacer de uso de su fuerza. En esto se puede observar una línea del pensamiento estoico del que se dice que era partidario Séneca, confrontando las dos ideas. Para esta doctrina filosófica, el poder, al igual que las riquezas, no debía tomarse en demasía y ser siempre cauto en su utilización, y parece que Agamenón es el que en la obra adoptaría la postura del proficiens estoico, es decir, el que intenta llegar a tener las cualidades del sapiens, el filósofo sabio y maestro de los demás.
Se ha dicho que Séneca compuso las tragedias para mostrar a Calígula como no se debía gobernar. Como hemos dicho arriba, en esta obra el mal ejemplo de gobernante (tirano) estaría representado por Pirro, quien no piensa en las consecuencias de sus actos y por tanto no le importa abusar de su poder.
También, aunque no en un nivel tan claro como en otras tragedias de Séneca, podría entenderse este diálogo (antes de que Calcante haga su aparición) como un debate entre el furor (Pirro) y la ratio (Agamenón), pues mientras que el deseo de sacrificio de Pirro es grande y quiere acometerlo cuanto antes, Agamenón intenta calmar al joven para que no se cometan más crímenes. Estas escenas suelen darse entre uno de los personajes principales y un confidente que no tiene demasiada importancia en la acción final, pero aquí son dos personajes importantes. Finalmente es Calcante (el mismo adivino que emitió el oráculo para el sacrificio de Ifigenia) el que resolverá la disputa en favor de Pirro, y además, cuando interviene, añade la segunda trama en la que se basa la tragedia, pues informa también de que Astianacte debe morir para que zarpen las naves griegas.
Desde el punto de vista formal, encontramos alguna parte de la escena entre Agamenón y Pirro dispuesta en un diálogo esticomítico, es decir, interviniendo cada uno con un verso cada vez. Esto se da entre los versos 327-‐336. Además otra característica de Séneca es el uso de sentencias, lo que se ve acentuado en este tipo de pasajes. Las
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sentencias son un rasgo de la influencia retórica, y para el autor y la época no son solamente afirmaciones de carácter general, sino que son comentarios agudos y concisos sobre una situación determinada que pueden derivarse para una sentido más general, y estas son las que tenemos en las intervenciones de estos dos personajes.
También relacionado con la retórica encontramos que la escena entre Pirro y Agamenón se podría considerar como una controversia, es decir, un ejercicio retórico de debate en el que se dan ideas opuestas sobre un mismo tema, en este caso el sacrificio o no de Polixena.
Por último, queda analizar la parte coral de este acto1. Desde el punto de vista formal se observa que el coro está formado por una única forma métrica, se compone de versos asclepiadeos menores. Esto es propio de Séneca, usar solo un verso durante toda la tirada de un coro, y se diferencia por tanto en esto de los trágicos áticos, que mezclaban todo tipo de versos en los coros.
En cuanto al contenido tenemos una exposición de la doctrina estoica respecto a la muerte. Empieza el canto lírico inquiriendo sobre si es cierto que existe algo después de la muerte. Se realizan varias preguntas retóricas que van desde el verso 371 hasta el 381. La base de estas preguntas, como ya se ha dicho, es si existe algo más allá.
A estas preguntas se responde en los siguientes versos del coro, que se pueden dividir en dos partes principales: versos 382-‐396, en los que se da la idea de que todo muere; y versos 397-‐408, en los que se dice que no existe absolutamente nada después de la muerte. Son estas últimas dos partes en las que se puede dividir el coro las que dan la idea del pensamiento estoico respecto a este suceso que es la muerte, y es que no hay nada más allá y todo acaba tarde o temprano muriendo, sobre todo las cosas materiales.
Para terminar, este segundo acto representa una parte esencial de esta tragedia. En él se representa la idea del mal con el personaje de Pirro por primera vez en la obra (muy importante para el pensamiento estoico la idea del mal) y también, estructuralmente, es la parte en la que la acción empieza a desarrollarse tras el prólogo de Hécuba en el que se presenta la situación.
1 Un buen análisis se puede encontrar en SOLER, A. (1966) «Algunas observaciones sobre el coro segundo de Las Troyanas de Séneca» Estudios Clásicos 10, pp. 135-‐ss.