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Luis Fallas López Dos filosofías desde lo singular en el pensamiento antiguo: Cínicos y Cirenaicos Summary: This paper discusses the episte- mologies of two Socrates's disciples underrated in the history of philosophy, Aristippus of Cyrene and Antisthenes the Cynic. Both thinkers propose to arrive at the problem of the singular in philos- ophy, breaking with the universalism of the Greek philosophical systems, but showing the problem of knowing the singular both as princi- pie of knowledge and as last referent of this knowledge. Resumen: Se estudian las epistemologías de dos discípulos de Sócrates desfavorecidos por la historia de la filosofía, Aristipo de Cirene y Antístenes el Cínico. Ambos proponen una vuelta a las cosas conocidas en su singularidad desta- cando una ruptura con el universalismo que do- mina en los grandes sistemas filosóficos griegos, pero a la vez mostrando el problema de la llega- da a lo singular ya como punto de partida o co- mo referente final de un proceso epistemológico. Si aceptamos presupuestos heideggerianos, el conocimiento posible entre los antiguos bien podría ser una construcción (representación) o una suerte de desocultamiento de lo dado. La fun- damentación del mismo, ya sea al inicio del pro- ceso o en la pretensión de justificación al final, por la vía referencialista, parece exigir una consi- deración de lo singular, esto es, el acercamiento a las cosas individuales en sí. Aunque a la luz de las filosofías platónica y aristotélica, ello parece un sendero de difícil, si no imposible, tránsito. La tradición ha dejado de lado los intentos de quienes fundamentan su pensamiento desde lo singular, a la vista de los llamados "grandes sistemas". En esta ponencia pretendemos recuperar el pensa- miento de discípulos de Sócrates ("socráticos me- nores") que resueltamente hablan a favor de la singularidad como fundamento y, quizás, fin de todo conocimiento posible. Hablamos de dos filó- sofos bastante dispares entre sí, Antístenes el cíni- co y Aristipo de Cirene, ambos padres de escuelas filosóficas de singular efecto en períodos poste- riores. El cínico representa el extremo singularis- mo gnoseológico, pues asume la imposibilidad de los universales. El cirenaico proclama una singu- larización por vía subjetiva, siendo quizás el pri- mer griego en defender un fenomenismo. Ambos pensadores llegan al convencimiento de que son palabras lo que nosotros denominamos saber, y filosofía, que 10 que realmente importa es el que- hacer práctico y su fundamentación, cuestión que en el primero es bastante rigorista y en el segun- do, diríamos, "libertina", por su hedonismo radi- cal. El atractivo de filósofos con estas caracterís- ticas posiblemente aumenta en nuestro mundo contemporáneo, plagado de rupturas y quebrantos epistemológicos y metafísicos. Los socráticos menores Los discípulos de Sócrates, como bien sa- bemos, no conformaron .un grupo unitario, aun- que sí llegarían a reunirse luego en escuelas de relativa consistencia. 1 Quizás aquellas caracte- rísticas ironía, duda e invitación a la investiga- ción, hacían pensar a la mayor parte de estos que Rev. Filosofía Univ. Costa Rica, XXXVII (93), 385-393, 1999

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Luis Fallas López

Dos filosofías desde lo singular en el pensamientoantiguo: Cínicos y Cirenaicos

Summary: This paper discusses the episte-mologies of two Socrates's disciples underratedin the history of philosophy, Aristippus of Cyreneand Antisthenes the Cynic. Both thinkers proposeto arrive at the problem of the singular in philos-ophy, breaking with the universalism of theGreek philosophical systems, but showing theproblem of knowing the singular both as princi-pie of knowledge and as last referent of thisknowledge.

Resumen: Se estudian las epistemologíasde dos discípulos de Sócrates desfavorecidos porla historia de la filosofía, Aristipo de Cirene yAntístenes el Cínico. Ambos proponen una vueltaa las cosas conocidas en su singularidad desta-cando una ruptura con el universalismo que do-mina en los grandes sistemas filosóficos griegos,pero a la vez mostrando el problema de la llega-da a lo singular ya como punto de partida o co-mo referente final de un proceso epistemológico.

Si aceptamos presupuestos heideggerianos,el conocimiento posible entre los antiguos bienpodría ser una construcción (representación) ouna suerte de desocultamiento de lo dado. La fun-damentación del mismo, ya sea al inicio del pro-ceso o en la pretensión de justificación al final,por la vía referencialista, parece exigir una consi-deración de lo singular, esto es, el acercamiento alas cosas individuales en sí. Aunque a la luz de lasfilosofías platónica y aristotélica, ello parece unsendero de difícil, si no imposible, tránsito. Latradición ha dejado de lado los intentos de quienes

fundamentan su pensamiento desde lo singular, ala vista de los llamados "grandes sistemas". Enesta ponencia pretendemos recuperar el pensa-miento de discípulos de Sócrates ("socráticos me-nores") que resueltamente hablan a favor de lasingularidad como fundamento y, quizás, fin detodo conocimiento posible. Hablamos de dos filó-sofos bastante dispares entre sí, Antístenes el cíni-co y Aristipo de Cirene, ambos padres de escuelasfilosóficas de singular efecto en períodos poste-riores. El cínico representa el extremo singularis-mo gnoseológico, pues asume la imposibilidad delos universales. El cirenaico proclama una singu-larización por vía subjetiva, siendo quizás el pri-mer griego en defender un fenomenismo. Ambospensadores llegan al convencimiento de que sonpalabras lo que nosotros denominamos saber, yfilosofía, que 10 que realmente importa es el que-hacer práctico y su fundamentación, cuestión queen el primero es bastante rigorista y en el segun-do, diríamos, "libertina", por su hedonismo radi-cal. El atractivo de filósofos con estas caracterís-ticas posiblemente aumenta en nuestro mundocontemporáneo, plagado de rupturas y quebrantosepistemológicos y metafísicos.

Los socráticos menores

Los discípulos de Sócrates, como bien sa-bemos, no conformaron .un grupo unitario, aun-que sí llegarían a reunirse luego en escuelas derelativa consistencia. 1 Quizás aquellas caracte-rísticas ironía, duda e invitación a la investiga-ción, hacían pensar a la mayor parte de estos que

Rev. Filosofía Univ. Costa Rica, XXXVII (93), 385-393, 1999

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un sistema filosófico, al cual confiar sus búsque-das y esperanzas, no estaba a la mano, ni lo esta-ría por mucho tiempo. Basta hacer un recuentode los principales personajes que se señalan en-tre estos seguidores del hijo de Fenareta? para te-ner que reconocer que sus enseñanzas debieronser muy dispares, o al menos no tendrían la pre-tensión de fundar una escuela formal.

La tradición, a la luz de los textos platónicosy las síntesis o críticas histórico-filosóficas aristo-télicas, le atribuyen a Sócrates el mérito de ser un

. indagador de la filosofía moral en vistas a lo uni-versal y lo esencial; pero sus discípulos casi inme-diatos (dejamos aparte por supuesto a Platón) noparecieron dar valor a ello, sino lo contrario. Qui-zás esto hace que no podamos discriminar de nin-guna manera en. este trabajo los aportes de esos, apesar de que resultan tradicionalmente los disiden-tes del socratismo. Ahora volvemos en primerainstancia los ojos hacia los cirenaicos, aunque máshacia los cínicos tomando en cuenta especialmen-te su reconocida importancia en las filosofías desa-rrolladas en el período helenístico.'

Los cirenaicos

La particular figura de Aristipo de Cireneposiblemente resulta una especie de insulto para laclásica imagen de Sócrates como maestro. Su irre-verente afrenta a los valores, que por 10 común seatribuyen a aquel, marcan un tránsito de gran no-vedad para la filosofía, aunque ese extremismo nopermita a los antiguos ver las posibilidades de susdoctrinas y prácticamente se vea relegado por to-da la tradición. Con todo, es muy posible que hoysea toda una tentación su pensamiento.

Aristipo y los suyos nos mueven a una pers-pectiva completamente distinta sobre 10 singular,son los primeros partidarios del fenomenismo:

Q>acrl.VoJ v oí KUpT]VaLKOI.KpLT~pLaE~VaLTeI TTá9T]Kal. uóvc KaTaAafl!3ávEcr9aL Kal. dOLátJ¡EucrTa~-XáVELV,TWV 8E TTETTOLT]KÓTWVTeI TTá9T]flT]OEVELVaLKaTaAT]TTTOVflT]OE dOLUtJ¡EucrTOV.(Sexto Empírico,Adv. Math. VII 191) [Dicen los cirenaicos que son lasafecciones los criterios y solamente ellas son com-prendidas (aprehendidas) y alcanzan a ser infalibles,

mas ninguna de las cosas que las producen habrá deser aprehendida ni infalible].

Esto, por supuesto, quiere decir que la deri-vación de nuestras sensaciones desde los referen-tes tiene en nosotros mismos, en nuestras particu-lares capacidades, una mediación que impide unaverificación plausible:

OÜTW Kal. Tjfluc Eú\oyúÍTaTóv roTL TTAÉOVTWV

ObcEíwv TTa9wv flT]8Ev Aafl!3áVELVoúacr9aL. (ldem193) [Así, en lo que se refiere a nosotros es lo más ra-zonable que no se pueda captar nada más allá de nues-tras pasiones].

Las pruebas más simples de ello nos lasofrecen las mutaciones en la percepción de deter-minados objetos por parte de sujetos en condicio-nes distintas:

Ka9u yup Ó flEVcrKOTw9ElcKal. bcTEpLWVWxEaVTLKWcÚTTOÚTTOTTáVTWV KLVElTaL,Ó OEd<l>6aAflLwvEpu6aívE-TaL. (ldem 192) [De este modo, el enceguecido y quepadece ictericia marcha por todo viéndolo amarillo, y elde ojos inflamados enrrojecido (ve todoj],

Esto implica, por supuesto, una suerte derelativismo, paralela a la que explica Platón en elTeeteto:

Q>aVTacríadpa KaL atcr6T]crLcTaUrov {v TE 6EPf1olCKal. TTU(JLroic TOLOÚTOLC.ola yup alcr6ávETaLÉ'KacrToc, TOLaÚTa ÉKácrT(¡l Kal. KLVOUVEÚELEIVaL(l52c 1-3) [La imaginación (la forma en que aparece)y la sensación al respecto de las cosas calientes y lasdemás de este género son lo mismo. Pues tal como ca-da uno percibe, así son para cada uno y parecen ser].

Pero en Aristipo nos inclinamos a pensarque la veracidad adquiere un lugar más relevante:

Kal. El flEV TU TTá9T]Q>aflEVElVal dxnvópevn, rrdv-Ta TU ~aLvóflEva AEKTÉOVdAT]6~ KaL KaTaAT]TTTá.El OE TU TTOLT]TLKUTWV TTa6Wvnpoccvopeúouevdxnvóuev«, TTáVTa EcrTI. TU Q>aLvóflEvatJ¡Eu8~ Kal.TTáVTa dKaTáAT]TTTa.(Adv. Math. VII 194) [Si llama-mos fenómenos (apareceres) a las pasiones, se ha dedecir que todos ellos son verdaderos y comprensibles,mas si designamos fenómenos a las cosas que produ-cen las pasiones, todos los fenómenos serían falsos eincomprensibles ].

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CÍNICOS Y CIRENAICOS 387

Cada pasión se verifica en nosotros. Cadaimpresión se revela a sí misma, es toda certeza, esla verdad. No hay aquí una pretensión de relativi-zar para menospreciar veracidades o para poner-nos en duda, es que la realidad es así, es nuestra."

Como consecuencia de la ausencia de cap-taciones comunes, ya sea en nivel de las impre-siones o en el de nuestras comprensiones, queobviamente surgen de las otras, tenderíamos alsolipsismo. Por eso se hizo necesario postular ellenguaje:

E'veEVOI]O€KplTTÍPlÓV<jxIO"lVElVaLKOlVOVMpWrrwv,dllÓ¡J.aTaBEKOlvO.n6m6m rolc xpTÍJ.laO"lv.AEU<OV¡.tEV'Y~ TI KaL)'AUKUKaAOUnKOl!l&;rrovrec, KOlvOvBETI AEU<OVTj )'AUKUoúc E'X0UO"lv.(ldem 195-196) [Deallí que dicen que no existe un criterio común entre loshombres, mas establecen nombres comunes para lascosas. Pues todos llaman de forma igual a algo blancoasí como a algo dulce, aunque no tienen algo blanco odulce común].

Mas las palabras, a pesar de su común efi-ciencia, no "verifican" nada, ni siquiera podríancorregimos: ¿Cómo le voy a hacer creer a al-guien que sus impresiones son falsas, si no estoyen su lugar ni en su particular temporalidad?

Como resulta evidente, aquí tenemos un sin-gularismo bien definido. La cosa en sí, a la quemejor hemos renunciado y por la que podemos, sino, más bien ilusionamos con su falaz luminosi-dad, al punto de errar epistemológicamente consi-derándola "verdad", no es el singular que preten-demos. Cada percepción, cada impresión, es nues-tro objetivo. Nosotros singularizamos. La unidadque falsamente hipostasiamos en la cosa se resuel-ve en el ahora del TTá80c.Mi impresión es única,irrepetible, y cada una nos significa saltos episté-micos al borde de la incomprensión, pero su cer-teza (que es la nuestra en realidad) es tal que nosmueve al reconocimiento constante, aunque seafugaz. Por ello, hasta el lenguaje empobrece, ymás aún, diríamos, el juicio que procede de él.

El hecho de que engendremos los singularesnos lleva constantemente a la búsqueda de las co-sas, aquellas que pueden ser para nosotros, al pun-to de que esas sensaciones se vuelven nuestrospropios fines, especialmente si son placenteras:

rráVTWV ouv TWV 6VTWV Ta TTá6TjKPlTTÍPlá€crTl KaLTÉATj,(W¡.tEVTE, <jxIcrlV,ÉTTÓ¡.tEVOlTOÚTOl<:,Evap)'lq.TE KaLEUOoKTÍcrElTTpocrÉXOVTE<:,€vap)'Elq. ¡.tEVKaTaTa roa TTá6Tj,EUOoKJÍcrElBE KaTa ri¡v rpovTÍv.(ldem 200)[Las impresiones de todos los seres son cri-terio y fin, vivimos, dicen, ocupados en ellas, fiándo-nos de su claridad (evidencia) y consentimiento (apro-bación), de su claridad conforme con otras impresio-nes, de su consentimiento conforme al placer.]

Así, de un modo bastante consecuente,Aristipo nos traslada al ámbito que más le intere-sa, el práctico. El fenomenismo se traduce en he-donismo, la propuesta ética:

OlTÍKEl)'ap Ta TTá6TjKaL€nL Ta TÉATj(ldem 199)[Las impresiones se extienden también a los fines].

El inmediatismo corre paralelo con la bús-queda de lo mejor a la mano, lo gozoso.

Como ningún filósofo lo había establecidotan claro, el cirenaico abre sus ojos conceptualesal hedonismo practicado por el común de lasgentes, sin idealización, sin tapujos, sin reglas,sin "moral", aquel que acaso sería el parámetrocomún en la opulenta y laxa ciudad de Cirene.Aristipo es el vivo ejemplo de un filósofo que ha-ce amistad con el placer camal, e incluso sus po-sibles excesos. Así, conforme a los datos aporta-dos por Diógenes Laercio," parece haber tenidosonadas relaciones con meretrices," además secaracterizaba por una importante extravaganciaen el manejo del dinero. A pesar de ello, decíasiempre estar por encima de las circunstancias enque se veía envuelto. En ese sentido solía acomo-darse al lugar, tiempo y personas, y desde allí si-mular todo en razón de su conveniencia.

La vida está en perspectiva a las sensacio-nes y su satisfacción es lo que constituye el pla-cer. Una vida sin esto nos aleja de la felicidad:

OoKElO' aUTOl<:KaLTÉAOCEUOaL¡.tovla<:ola<!>ÉpElv.TÉAO<:¡.tEV)'ap E~VaLT~V KaTa uépoc T)8ovTÍv,EUOaL¡.tovlavOETO€K TWV ¡.tEplKWVT)8ovwv crOOTT¡-uc, ak cruvapl6¡.touVTaLKaLal TTap4lXTjKUlaLmL al¡.tÉAAOWaL.(D.L. 1187).7 [Creen estos que tal fin8 di-fiere de la felicidad. El fin es, pues, el placer singular,y la felicidad es el sistema de los placeres singulares,a los que se suman los pasados y los que ~an de venir.]

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La perspectiva fundamental de nuestra cir-cunstancialidad no es tal ElJoaq.LOVla, sino el lo-gro de cada placer particular. Esa felicidad, quetal vez consista en un agregado de estos grandesmomentos, no parece razón suficiente para justi-ficar la tendencia humana, es más bien la singu-laridad la llamativa.

Es común encontrar distinciones entreplaceres, como si unos fuesen mejores que otros;nada más erróneo, ninguno va a producir una ma-yor realización de bien, ninguno puede ser másplacentero. Todos y cada uno de ellos son el finapropiado a nuestra vida, sin distingas de clase ocolor:

ElvUl BETT]V f¡8oVT]V dyo90v Kdvo'rró TWV daXTlIlO-TáTWV yÉVr¡TUl... El yap KOlTj rrpii~lCdTorroc Err¡,dAA'o~v Tj f¡8oVT] s.: OÚTT]VOlpETT]"KOldyo9óv. (D.L. 1188) [El placer es bueno, aún si nazca de lo ver-gonzoso ... pues aunque la acción fuere rara (inconve-niente), no obstante el placer es alcanzado por la mis-ma y es lo bueno].

Incluso el placer por excelencia es el corpo-ral, el que no tiene mediaciones problemáticas,como vivencias pasadas o presunciones futuras.Por eso debemos vivir en el presente sin ator-mentarnos por lo pasado o lo que vendrá. Enefecto, Aristipo

rrpoaÉTOTTEBEE<I>'1}!.ÉpqTi¡v yvWllr¡v ?XElVKOlo~rráAlv Tf¡c l\!.Épac Err' EK E1V<¡JT<!Juéper, K09' éj

É'KOaTOCTí KpáTTElTl Tí EVVOEl.uóvov yap ?<j>aaKEvl\!.ÉTEpoVErVUlTO rropóv.9 [ordena tener el entendi-miento hacia el día y a su vez hacia aquello (aquel mo-mento) en particular del día, en que cada uno actúa ypiensa. Pues dice que sólo lo presente es nuestro.]

La vivencia de TO rrapóv lleva a pensar el placeren su proceso, en su presencia inmediata, en sumovimiento. A este propósito es famosa la ima-gen de Aristipo de que hay un paralelismo entreestados del mar y los propios de nuestro tempe-ramento (aúYKpamc;): sentimos dolor tal y comoen el mar acontece una tempestad, en cambionuestro placer es un leve movimiento de lasaguas. El tercer estado es un intermedio afín a lacalma del mar, en el que ni placer ni dolor sonexperimentados. De estos tres, el momento posi-tivo es el que favorece a nuestra barca, el que nos

impulsa sin destrozamos, el que nos permite latravesía.

Parte de un eficaz uso de esta brisa favora-ble es lo que nos enseña la filosofía al mostrar-nos cómo llegar al dominio de lo que nos acon-tece, manejo que por supuesto no incluye la abs-tinencia del cualquier placer posible:

KpOTElf¡8ovf]c OUXó drrExóllEvOC,dA'}.' Ó XPWIlEVOCIlÉv, 1lT]rropEK<j>EPÓIlEVOCBE.10 [No domina el pla-cer el que se abstiene, sino el que lo utiliza y no es lle-vado más allá de sí.]

En el goce de la inmediatez, de lo singu-lar, no hay primacías ni sujeciones, sólo parecenecesario sentirse uno con ellas, aunque diferen-ciado para el pleno disfrute. Aquí de una maneraradical, quizás como en ningún otro pensamien-to, lo singular es efectivamente lo que es, el atre-vimiento de mi yo de sostenerse aparte es sólo unmomento de aquietamiento comprensivo que deninguna forma acaba con nuestro proceder sin-gularizante.

Los cínicos

De todos los filósofos que habremos de estu-diar en este trabajo posiblemente no hay ningunoque tenga su lugar tan seguro como Antístenes, elpadre del cinismo, no sólo por las calidades de sudoctrina, cuyos méritos pasaremos a ver, sino tam-bién por la gracia de ser un personaje sin trascen-dencia inmediata, sin valor, despreciable, pobre,andrajoso, maestro de indignos y, en general, unsimple perro (drrAoKúov), como se autonornbra-ba; 11 un singular en todo el amplio sentido de lapalabra (amplitud que por cierto no es mucha).

Según Diógenes Laercio, la producción filo-sófica de este personaje fue considerable, pueshabrían sido conocidos una buena cantidad de tra-tados suyos, ordenados en diez tomos, con múlti-ples temáticas; por cierto, al menos habría escritounos cuatro libros sobre el saber y el opinar. Aun-que, como es lo normal, todo ello perdido.

De sus opiniones ontológicas y epistemoló-gicas conocemos fundamentalmente lo que leatribuye Aristóteles y, a partir de ello, opiniones

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CÍNICOS Y CIRENAICOS

semejantes que aparecen en Platón sin atribucióndirecta; respecto a estas últimas hay múltiplesdiscusiones que, sin embargo, no quisiéramos re-calcar acá.12 Para efectos prácticos vamos a op-tar por la clásica interpretación de Zeller del pen-samiento del cínico (op. cit.), retornada y resumi-da por Mondolfo,'? ello porque nos es especial-mente grata.

"A6pEl o~ rrepiooxorróv ~1Í TlC TWV d~U1ÍTwVE-lTUKOÚU.EL'alv& OVTOl01 mJoEv dAAOOl'Ó~EVOlElVUl Tí ov dv OÚVWVTUldTIple TOlV XEpolVAUj3Éa6m,TIpáeElC8E KUl )'EvÉaElC Kal rrdv TOdópaTov mJK dlT08Exó~EvOltl!; e'v otloínc uépet ,(Teeteto 155e 3-6)14 [Mira examinando con cuidadoque no esté escuchando alguno de los profanos (no ini-ciados). Son esos que creen que no existe otra cosa queaquello de lo cual pueden asirse firmemente con lasmanos, y no admiten en calidad de entidad a las accio-nes, las producciones y todo lo invisible.]

Platón refuerza con tres adjetivos su ver-sión, ellos son dVT1TUlTOl(repelentes), CYKAllPOl(penosos, tozudos) y o'uoócoi (rudos, groseros),calificativos que corresponderían a nuestraimagen del cínico, ciertamente muy determina-da por la figura de Diógenes de Sínope.P Enese sentido no vemos que sea ninguna exagera-ción endilgarle esta doctrina a estos paradójicospersonajes.

Conforme con el texto, podemos decir queestos filósofos, discrepantes del "verdadero so-cratismo" (de ahí su profano entender), llegan anegar toda elevación cognoscitiva, incluso tododato no procedente de lo perceptible, pero noporque simplemente nos falle nuestra capacidadcognitiva, sino porque la realidad misma (quePlatón determina como substancias o entitativa)no incluye esos posibles datos, relaciones, o co-sas por el estilo.

Desde la mala fe de esta descripción pare-ciera que los cínicos no darían crédito a las ver-dades de relación en lo existente, y así se nega-ría sustento a la causalidad misma; en otras pa-labras, su propuesta sería un escepticismo radi-cal que sólo concede ser y conocer a lo singularinmediato. La rudeza de la propuesta tiene co-mo clara consecuencia la invalidez del pensa-

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miento filosófico al modo presocrático e inclu-so post-socrático.

Todavía en el Sofista Platón parece volver acitarlos: 16

01 ~EVEl'C)'fiv Ee oupcvoü mi TOUdopaáTOU rrdv-Ta ÉAKOOOl,Tale XElTaiv dTEXVWcTIÉTpac Kai.,opíJc lTEplAa~~ávovTEC... TauTov aw~a ml oiloiuópl(Ó~EVOl(246a 7-5 y b 1) [Unos arrastran hacia latierra desde el cielo y lo invisible todas las cosas, to-mando con las manos inhábilmente las piedras y el ár-bol... definiendo como lo mismo cuerpo y entidad].

Lo que es es lo corpóreo, lo a la mano(¿acaso el Dasein heideggeriano?). Aunque esteno parece ser un simple materialismo, porquehay una subordinación "a la mano" de lo existen-te, no habría datos suficientes para fundar unpensamiento seguro sobre eso que existe. La ma-teria en sí, en cuanto oilotc , no podría más quepostularse, ya que no se dejaría apretujar pornuestros sensorios.'?

Eso que tengo al frente, que es lo real (per-mítaseme usar este lenguaje tan inapropiado a unsingularista), es lo único que existe; debemos de-jar lo extracorpóreo, o incorpóreo, para fantasea-dores o filósofos de las ideas:

t3 TIAÓTwv,E'<jrT] , llTlTOV~EVópw, lTITIÓTT)Ta8E OUXópW.(Simpl. In Ar. Categ. 208.28)18 [¡Oh Platón!, de-cía, el caballo lo veo, la equinidad no].

Así, descartadas las presunciones de uni-versalidad, sean éstas trascendentes o trascen-dentales, esto es, entidades extratemporales o ca-tegorías de comprensión humana, no nos quedanmás que singulares al frente, esta vez no edifica-dos por nuestra captación sino siendo en sí de es-ta forma. En otras palabras, lo a la mano se indi-vidualiza de por sí y, seguramente, en sí, por esolo vemos de esta manera, lo sentimos y apretuja-mos como cosa individualizada.

De esta doctrina la implicación más grave,no obstante, no está en esta simpleza de creer quelo real es singular, cosa que no pocos pensadores!como el mismo Aristóteles, aceptarían (obviamen-te no sin ciertas reservas); más bien se encuentraen lo que relata con cierto horror el Estagirita:

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SlO 'Avrioeévnc <flETOEúlÍ9wc;Iir¡BÉVd~lWV AÉ-ywSal iTAlÍVT4l OlKEllpAÓY4!,~V E<!>' Évoc'(Metafi-sica d29, 1024b 32-33)19 [Por lo cual Antístenes pen-saba tontamente al estimar que nada se puede decirmás que con un nombre propio, uno para cada uno].

Todavía la tontería de esta singularizaciónlleva a una consecuencia inaudita:

E~ WVauvÉ¡3alvE liT¡ElVaLdVTlAÉyElv,aXEoov SEIir¡SEljIEÍlSWSaL.(ldem, líneas 33-34) [De esas cosasresultaba que no era posible contradecirse y en sumano se podría engañar].

Así eliminamos el problema de la verdad,además de los juicios de adecuación del lengua-je y la realidad.

De hecho el pensamiento del CÍnico parececonllevar un nominalismo bastante radical, eneste caso sin que se intente determinar la realidado los singulares con las mismas palabras, sinoequiparando ambas. De este modo quizás mejorse entiende la definición de Aóyos que nos lega-ría Antístenes:

AÓyoc;EaTI.VÓ TOTI. ~V TiE'aTl Sr¡AWV.(D. L. VI 3)[La palabra es la manifestación (develación) de lo queera o es).

Mostrar lo que es, que es descubrir lo quetengo a mano, es lo que haríamos al hablar. Perolas palabras se mudan cual la realidad. No haycontinuidad en ninguno de los dos lados. Hera-clíteamente vemos que todo subvierte su entidady nuestro lenguaje, aunque no es capaz de vio-lentarse a sí mismo, simplemente se muda. Cadacosa singular tendrá su paralela palabra singular,sean repetibles o no.

Esto lleva por supuesto a la culminación deuna propuesta radical, el rechazo del lenguajeproposicional. Toda afirmación categorial o pre-dicación tiene el presupuesto de la distinción deelementos, además del uso de géneros, o univer-sales por el estilo, que gratuitamente se le atribu-yen a las cosas.

En nuestro lenguaje común, señala Platónen el Sofista (251a-b), usamos múltiples nombrespara signar a los objetos, aunque estos sean real-mente una sola cosa. Esto ha llevado a algunos

(jóvenes y ancianos que tardíamente se forma-ron) [TOle; TE VÉOls KaL TWV YEPÓVTWV TOle;dl\Jqw8Ém] [(b 5-6)]2° a creer que se juega conambigüedad en el manejo de la pluralidad y lasingularidad:

EúSiK yap dVTlAafjÉaeaL iTaVTI. iTPÓXElpOV¡Ir:;dSúvaTOV rd TE iTOAAaé'v Kal. TOÉ'v iTOAAaElVal,Kal. SlÍiTOUxaipouCJlv OÚKEWVTEC;dya90v AÉyElVciv9pwiTov,dAAa TO IiE:Vdya90v dya90v, TOV SEciv9pwiTOVciv9pwiTov.(b6-c2) [Al punto, para cualquie-ra es comprensible que respecto de lo que está a la ma-no es imposible que muchas cosas sean una sola y louno muchas, e indudablemente se regocijan al no per-mitir que se llame bueno al hombre, sino bueno a lobueno y hombre al hombre].

La predicación, en ese sentido, es un pro-ducto nuestro no de lo a la mano, inaplicable. Noestamos hablando de lo que se puede hacer con ellenguaje, en su nivel, sino en la adecuación quehacemos a lo constatable, a lo singular.

El nombre propio, todavía más, no procedede una definición, esto es, una determinación dela entidad nombrada, puesto que tal aprehensiónes imposible:

oí 'AVTla6ÉvElolxni oí OÜTWC;diTaiSEUTOlrfiTÓpOUV... ó'Tl OÚKEaTl TO Ti EaTlv ópiaaaSaL (TOV yapó'pov AÓyov EtVaL uuxpóv), dAAa iTOlOVIiE:VTiEaTiv ÚSÉXETaLKal. Sl8á~aL ... rt IiÉVEaTlv oV.(Arist., Meta! H3, 1043b24-27) [Los seguidores deAntístenes y los indoctos de ese calibre problematizan(diciendo) que no es posible definir el qué es (pues ladefinición es un largo parloteo); es posible enseñar có-mo es que algo es, pero no qué es].

Esto abre la posibilidad de la presunción deentidad por vía analógica. Una cosa es determina-da por un modo de manifestar su ser, por supues-to que no sería el último modo, el que quizás re-flejaría la tal sustancia; yo podría decir que elagua es como una corriente espesa y transparente,pero no sabría cómo decir exactamente qué esella, dada la multiplicidad de singulares que "atra-pamos". Obviamente cuando me encuentro conun objeto que tiene componentes muy bien "defi-nidos", como los colores en una bandera, enton-ces yo puedo hacer una suerte de definición quesimplemente uniría esas partes: banda roja, .dos

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CÍNICOS Y CIRENAICOS

bandas azules y dos bandas blancas; en otras pa-labras se haría una simple enumeración.U Aúnasí, no estamos en capacidad de llegar a la defini-ción de cada parte; allí da cierto crédito Aristóte-les a los cínicos, pues parece necio querer inclusollegar a definir elementos fundantes.F

La razón de negar comprensión o captaciónde la entidad o sustancia está en la multiplicidadde singularizaciones que produce. A menos, porsupuesto, que lo que pretendamos es una deter-minación dogmática o probable, en cuyo caso suverosimilitud parece más un subterfugio que unaverdadera respuesta.

En este nominalismo cada palabra debedecir la verdad.P porque debe corresponder a lossingulares designados. Y aunque resulta toda unatentación seguir el juego de nuestro lenguaje, queincluye el manejo proposicional, y más aún tras-ladarlo a la realidad para determinarla o com-prenderla, no sería consecuente con un singula-rismo suficientemente radical.

Sin embargo, por 10 que aparece en las re-ferencias vistas de Platón (Teeteto 202b-c) yAristóteles (Metafísica H 3), Antístenes podríahaber aceptado una suerte de definición de com-puestos, en la que los elementos primarios, queserían los indefinibles, serían enumerados o rela-cionados. El problema obvio aquí estaría en losmotivos de interconexión, pues bien parecierafuncionar solamente la yuxtaposición, pero lamayor parte de los compuestos no son así conju-gados. El verde de una hoja no es fácilmente se-parable de los otros componentes, incluso podríahablarse de una suerte de relación intrínseca, 10cual es obviamente incomprensible; y si comoeste ejemplo serían la mayoría de los compues-tos, tamaña dificultad tendríamos en aceptar estetipo de definición. Y, aunque a los cínicos no lesimportase ser plenamente consecuentes, porqueno se regirían por universos lógicos ni de senti-do, creemos que no habrían optado por el esta-blecimiento de definiciones, su lenguaje debíaser meramente descriptivo, muy semejante al quetendría el Adán bíblico a disposición. Así, dada larealidad, nosotros la nominamos y quizás juga-mos con esta nominación, aunque no l1egamos adecir que sea "buena" o cosa por el estilo, porquees un lenguaje inapropiado para nuestra senci-

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l1ez; después del nombre lo demás parece una os-tentación de nuestra parte.

Esta indisposición al lenguaje proposicio-nal, y en consecuencia a cualquier desarrollo teo-rético, rompe con la investigación filosófica engeneral, no sólo porque no es eficiente para refle-jar lo existente, sino también porque no nos esfuncional, cuando realmente lo que nos interesaes nuestra singular vivencialidad.

No sin cierta razón, decía Zel1er, a propósi-to de eso, que ellos

"para determinar lo que es natural para el hombre ... noles parecía que se necesitaran investigaciones más pro-fundas, sino que todo cuanto el hombre necesite saber,puede decírselo -así creen ellos- el sentido común, ytodo lo demás son sutilezas inútiles".24

Esto parece ser apropiado al sentir del cinis-mo; aunque no hemos encontrado ningún texto enque se hable de este "sentido común", al contra-rio, si por sus actos los podemos entender, su rup-tura con "10 común" es el signo más radical. Delhecho que sean poco aficionados a la erudición ocrasamente se nieguen a optar por el pensamien-to, no se sigue que respetasen las simples imagi-naciones o "portentosas erudiciones" del ciudada-no simple, pero sí optan por el individuo, a quienincluso se entregan con filantrópica actitud.

La ruptura con la universalidad+ no es, comoen otras épocas, la respuesta de los desposeídos ode los olvidados, pero sí desemboca en la exalta-ción de su valor. Esta exaltación del individuo par-ticular, con una radicalidad sin precedentes, va acalar hondo en el pensamiento post-aristotélico,cuando se habrían de aclarar aún más los nubladosdel día, cuando la ya devaluada Atenas obtendría lacertidumbre de su fin como instancia aglutinadorade poder, como paradigma de sociedad política.

Todavía nos falta señalar el aspecto funda-mental de esta filosofía, la cuestión ética, de laque parece suficiente una mirada general.P Lagnoseología y ontología cínicas, con toda su ra-dicalidad, se presentan como un preámbulo a lacuestión de la moral, fin del desarrollo del pensa-miento; aunque aquí tenemos una conclusióncompletamente distinta a la cirenaica. Los hom-bres estamos l1amados a entregarnos de l1eno a la

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LUIS FALLAS LÓPEZ392

virtud, a contemplar la bondad absoluta de la na-turaleza y asimilarnos a ella, como un animalmanso de frente a la posesión absoluta de un amosuperior. Habremos de vivir en el goce de la ple-na libertad, alejados de la molicie y placeres quenos ofrece la ciudad, rompiendo radicalmentecon sus convenciones sociales, respuestas efíme-ras embaucadoras de los más que hacen olvidar alos menos. Así, llevaremos la vida de un pordio-sero que goza de su pobreza e indignidad, que nose ve afectado por complejos de grandeza o exal-taciones racionales, que rompe con pudores ypretensiones morales de tradiciones históricasque han llevado a Atenas al precipicio, con laconsigna de una nueva ética, de nuevos valores,de la potenciación de una nueva humanidad conhombres sabios, autárquicos, aquellos que alcan-zan el poder de estar en compañía de sí mismos,asimilándose a los dioses.

Los "perros" saben, como ya se expresabaAnaxágoras, que su hogar es el mundo, no suciudad, que las convenciones desdibujan la vir-tud, irrumpen contra el verdadero dueño del po-der moral, el individuo particular, no todos y ca-da uno, sino los singulares, los que no pasan deser mascotas de la naturaleza pero en plenitud delibertad y apatía.é?

Notas

l. De manera muy curiosa Zeller llama a la ma-yor parte de estos pensadores "socrático s imperfec-tos", (cf. Sócrates y los sofistas. Editorial Nova, Bue-nos Aires, 1955) por supuesto a la vista de Platón.

2. A las tres más importantes escuelas: megárica,cínica y cirenaica, podemos añadir los grupos de filoso-fía socrática relativamente popular, además de los posi-bles seguidores de Jenofonte, Esquines, Simias y Cebes.

3. El grupo megárico, la tercer y última escuelasocrática menor, interesa bastante menos para con estacuestión que indagamos, en la medida en que se recha-zan las realidades sensibles en perspectiva a las ideales.Aunque entre ellos resalta un personaje un poco tardío,Estilpón (cf. Diógenes Laercio 11), que llega a la nega-ción de las ideas y de la predicabilidad entre conceptos,sin duda influenciado por el pensamiento cínico.

4. En el mismo Teeteto, en páginas posteriores ala que hemos citado, se refiere un grupo de filósofos

KO~4JÓTEpa (más sutiles o refinados) que parecen de-sarrollar una doctrina equivalente a esta, aunque muycargada de presupuestos heraclíteos, donde destaca lainestabilidad de lo existente (cf. 156a y siguientes).Podríamos creer que se estaría refiriendo entre otros almismo Aristipo.

5. II 65 y' siguientes.6. Un ejemplo: Layda era el nombre de su com-

pañera, una meretriz reconocida. A ella le dedica su-puestamente dos escritos.

7. Edición de EKALlm;EIL: KAKTOL:, Ae~va,8. Se refiere al fin último que luego será asumi-

do por Epicuro.9. En Aelian, Var. Hist. XIV 6. De Vogel, Greek

Philosophy. Brill, 1969, p. 166.10. Stob., Flor. 17, 18. De Vogel, p. 168.11. Diog. VI, 13.12. Sólo como un ejemplo, A. Vallejo Campos

en la nota 109 de su versión del Teeteto (Gredas, 1988)cita una serie de autores (entre ellos, Hicken, Bum-yeat, Campbell, McDwell, Rorty, etc.) que están per-suadidos de que la doctrina de Antístenes no es un ne-cesario reflejo presente en algunas de las referenciasque hace Platón en este diálogo.

13. En El pensamiento antiguo (v. 1). Losada,Buenos Aires, 1983.

14. Usamos la versión publicada por Oxford (es-tablecida por Burnet), 1986.

15. Este filósofo, que sin lugar a dudas es elabanderado más conocido del cinismo, para el posibleperíodo de redacción del Teeteto (368-365 a. C.) ten-dría al menos treinta años, lo cual permite creer que yaestaría muy cerca de Antístenes, quizás conformandouna secta más que curiosa ("la secta del perro", comola titula García Gual su texto sobre estos pensadores,Alianza Editorial 1987).

16. Es clásica la discusión sobre quiénes son lospensadores a los que se refiere Platón en el pasaje quecitamos. Optamos por considerarlo paralelo al que yacitamos; si no es cínico, al menos parece manejarse enun ambiente muy semejante. Cf. en contra Guthrie,Historia de la filosofía griega V. Gredos, 1992, nota266, p.152.

17. Esto provoca, por supuesto, dudas sobre laatribución a Antístenes de este pensamiento recordadopor Platón, al menos en su redacción (la línea b 1, pa-rece evidente, es una clara imposición categoría! dePlatón mismo).

18. Texto griego citado por Vogel, Greek Philo-sophy. Brill, 1969.

19. Texto griego citado en la edición de Gredos,al cuidado de A. García Yebra, 1990.

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CíNICOS Y CIRENAICOS

20. Platón realmente molesto con este pensa-miento ataca a su o sus autores: (ÉVTUYXÚVEll;)EvlOTETTpEa~UTÉpOll;dv6PWTTOll;,Kal. úrro rrevícc Tf¡l; rrepl<j>póvll<Jlv KTi¡aEúlt;"TU romirru TE8aUllaKÓ<Jl, Kal.Si¡ Tl Kal. rrdccoéov OOIlÉVOll; TOÜTO uírrodVT]UpT]KÉVaL.(251c3~6) [(Te encuentras) algunas ve-ces con hombres muy mayores, que se admiran de ta-les cosas por la pobreza de su fortuna en inteligencia,creyendo haber encontrado que eso mismo es algomuy sabio.)

21. El ejemplo tiene un defecto muy grande y es eluso de un sustantivo constante, banda, incluso con unacategorización cualitativa. Quizás habría que inventarnombres únicos y propios para cada cosa en la bandera.

22. Una palabra tiene significación, pero cadauna de sus partes, o al menos no al respecto del posi-ble significado dela misma. En analogía dice Platónen el Teeteto: vüv SE dSúvaTov ElVaL ÓTlOÜVTWV

TTpWTWVpi¡8f¡vaL ).,óY<;l'... OÜTWél¡ TÚ IlEv aTolXElaaYVúlaTa ElVal , ala8T]TU BE' (202 a8-bl y b5-6) [encambio es imposible que cualquiera de los primeros

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(elementos) se exprese con un discurso racional ... asílos elementos resultan inexplicables e incognoscibles,aunque sí sean perceptibles].

23. Cf. Proclo, in Crat., 37.24. Op. cit., p. 202.25. "La abstracta universalidad de la conciencia"

le llama Zeller, p. 215.26. La fuente principalísima de las líneas si-

guientes es la obra de Diógenes Laercio (VI). No he-mos querido hacer una distinción importante entre loque Antístenes y Diógenes de Sínope sostendrían eneste campo, bajo la consigna que los alcances del se-gundo, que son las más conocidas e interesantes, pare-cen clara consecuencia de lo que habría aprendido consu maestro.

27. Preferimos abstenemos de describir las fa-mosas excentricidades cínicas en respuesta a los artifi-cios y convenciones sociales, no por pudor, sino por-que sólo ejemplifican la singularidad de uno o dos cí-nicos y no la de los más (el criterio de universalidad to-davía nos domina).

Luis A, Fallas LópezEscuela de Filosofía

Universidad de Costa RicaEmail: [email protected]