diógenes laercio - epicuro

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Arieo de Tarso; de Herodoto, Sexto Empírico, autor de los diez libros acerca de los escépticos y de otras obras excelentes. Y de Sexto fue discípulo Saturnino Citenas, también empírico. LIBRO DÉCIMO EPICURO 1. Epicuro, hijo de Neocles y Querestrata, fue nativo de Gargeto, pueblo del territorio de Atenas, y descendiente de la familia de los Fi- laidas, como dice Metrodoro en el libro De la nobleza. Otros, con Heráclito en el Epítome de Soción, dicen que como los atenienses sorteasen los colonos que debían ir a Samos, fue educado allí, y a los dieciocho años de edad pasó a Ate- nas en tiempo que Jenócrates enseñaba en la Academia y Aristóteles en Calcide. Que muerto Alejandro Macedón, ya decaídos los atenienses

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Diógenes Laercio - Epicuro

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Arieo de Tarso; de Herodoto, Sexto Empírico, autor de los diez libros acerca de los escépticos y de otras obras excelentes. Y de Sexto fue discípulo Saturnino Citenas, también empírico.

LIBRO DÉCIMO

EPICURO

1. Epicuro, hijo de Neocles y Querestrata, fue nativo de Gargeto, pueblo del territorio de Atenas, y descendiente de la familia de los Fi-laidas, como dice Metrodoro en el libro De la nobleza. Otros, con Heráclito en el Epítome de Soción, dicen que como los atenienses sorteasen los colonos que debían ir a Samos, fue educado allí, y a los dieciocho años de edad pasó a Ate-nas en tiempo que Jenócrates enseñaba en la Academia y Aristóteles en Calcide. Que muerto Alejandro Macedón, ya decaídos los atenienses

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y reinando Perdicas, se fue a Colofón, donde vivía su padre. Que habiendo estado allí algún tiempo y juntados discípulos, regresó a Atenas bajo Anaxicrates, donde filosofó junto con otros, pero luego estableció una secta propia llamada por su nombre. Según él mismo dice, se dedicó a la Filosofía a los catorce años de edad. Apolodoro Epicúreo, en el libro I de la Vida de Epicuro, dice que se dedicó a la Filosof-ía en persecución de los sofistas y gramáticos, por no haber sabido explicar a uno de ellos lo que significa en Hesíodo la voz chaous. Y Her-mipo asegura que primero fue maestro de es-cuela, pero después, habiendo visto por azar dos libros de Demócrito, se entregó a la Filosof-ía, y que por esto Timón dijo de él:

De Samos ha salido el físico postrero, el impudente, el maestro de niños, el más duro y mortal de los mortales.

2. Por exhortación suya filosofaban con él sus tres hermanos, Neocles, Queredemo y

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Aristóbolo; así lo dice Filodemo Epicúreo en el libro X de su Catálogo de los filósofos. Hasta un esclavo suyo, llamado Mus, filosofó con él, co-mo lo dice Mironiano en sus Capítulos históri-cos. Siendo enemigo suyo Ditimo Estoico, lo perjudicó en forma muy amarga, publicando con el nombre de Epicuro cincuenta cartas impúdicas y escandalosas; como también las referidas a Crisipo, ordenándolas como si fue-sen del mismo Epicuro. Aun Posidonio Estoico, Nicola, Soción en la duodécima de las tituladas Demostraciones diocleas, la cual versa sobre la carta veinticuatro, y Dionisio Halicarnaseo, son sus perseguidores.

3. Dicen que andaba con su madre giran-do por las casuchas y habitaciones populares recitando versos purificatorios, y que enseñó las primeras letras con su padre, por un esti-pendio bajísimo. Que prostituyó a uno de sus hermanos, y que él se servía de la meretriz Leontio. Que se arrogó los escritos de Demócri-

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to acerca de los átomos, y los de Aristipo acerca del deleite. Que no fue ingenuo ni legítimo ciu-dadano, como lo dicen Timócrates y Herodoto en el libro De la pubertad de Epicuro. Que en sus cartas aludió indignamente a Mitres, ma-yordomo de Lisímaco, llamándolo Apolo y rey. Que ensalzó y aduló a Idomeneo, a Herodoto y a Timócrates que habían explicado sus dogmas, hasta entonces oscuros; y lo mismo hace en las cartas a la dicha Leontio, con estas palabras: ¡Oh Apolo rey, amado Leontillo, cuán grande alegría y conmoción llenó mi ánimo leída tu pequeña carta! Y a Temista, mujer de Leonteo, le dice: Estoy resuelto a ir corriendo a cualquier parte que me llaméis vosotros y Temista, en caso que vosotros no vengáis a verme. Que a Pitocles, que era muy hermoso, le dice: Aquí estaré sentado esperando tu ingreso divino y amable. Que en otra carta a Te-mista cree persuadirla, como dice Teodoro en el libro IV Contra Epicuro. Que escribía a otras muchas amigas, singularmente a Leontio, a la cual amaba Metrodoro.

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4. Que en su libro Del fin, escribe así: Yo ciertamente no tengo cosa alguna por buena, excepto la suavidad de los licores, los deleites de Venus, las dulzuras que percibe el oído y las bellezas que goza la vista. Epicteto lo llama petulante en el hablar, y lo reprende en extremo. Timócrates, hermano de Metrodoro, y discípulo suyo, después de haber abandonado su escuela, dice en sus libros De la alegría que Epicuro vomitaba dos veces al día por los excesos del lujo y molicie, añadien-do que él apenas se había podido escapar de aquella filosofía nocturna y secreto conventícu-lo. Que Epicuro ignoró muchas cosas acerca de la oración, y muchas más en el gobierno de la vida. Que era tan miserable la constitución de su cuerpo, que en muchos años no pudo levan-tarse de la silla. Que cada día gastaba una mina en la mesa, como dice él mismo en su carta a Leontio y en las que escribió a los filósofos de Mitileneo. Que a él y a Metrodoro concurrían también las meretrices Marmario, Media, Ero-cio, Nicidio y otras.

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5. Que en sus treinta y siete libros de Físi-ca dice muchísimas cosas de éstas, y contradice en ellos a muchísimos, en especial a Nausifa-nes, hablando así: Tuvo éste más que ningún otro una jactancia sofistica, como que parecía por la boca, semejante a la mayor parte de los esclavos. Y que en sus cartas dice también de Nausifanes: Estas cosas lo arrebataron al exceso de maldecirme y lla-marse mi maestro. Lo llamaba además pulmón, iliterato, engañoso y bardaja; que a los discípulos de Platón los llamaba aduladores de Dionisio; al mismo Platón le daba el epíteto de áureo; y a Aristóteles lo llamó un perdido, porque habiendo malgastado todos sus haberes, tuvo que darse a la milicia, y aun a vender medicamentos. Que a Protágoras lo llamaba Faquín, escribiente de Demócrito, y hombre que enseñaba a leer y escribir por los cortijos. A Heráclito, confundidor; a Demócrito, Lerócrito; a Antidoro, Sainidoro; a los cirenaicos, enemigos de Grecia; a los dialécticos, demasiado envidiosos; y a Pirrón, indocto y sin educación alguna.

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6. Pero todos estos ciertamente deliran, pues hay bastantes que atestiguan la ecuanimi-dad de este varón invicto para con todos; su patria, que lo honró con estatuas de bronce; sus amigos, que eran en tan gran número que ya no cabían en las ciudades; todos sus discípulos, atraídos por sus dogmas como por sirenas, ex-cepto Metrodoro Estratonicense, que se pasó con Carnéades, quizá porque le era gravosa su benignidad constante; la sucesión de su escuela, la cual permanece sin interrupción de maestros a discípulos, cuando todas las otras han acaba-do; su gran recogimiento y mucha gratitud a sus padres, beneficencia con sus hermanos y dulzura con los criados (corno consta en sus testamentos), algunos de los cuales estudiaron con él la Filosofía, y de cuyo número fue el tan celebrado Mus antes nombrado.

7. Su piedad para con los dioses, su amor a la patria y el afecto de su ánimo son impon-derables. Su extrema bondad y mansedumbre

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no lo dejaron entrar en asuntos de gobierno. Afligida la Grecia por las calamidades de los tiempos, siempre se mantuvo en ella, excepto dos o tres veces que pasó a diferentes lugares de la Jonia a ver a sus amigos, que de todas partes concurrían a visitarlo y aun a quedarse con él en el jardín que había comprado por ocho minas, como dice Apolodoro. Vivían, según escribe Diocles en el libro III de su Ex-cursión, de comestibles sumamente baratos y simples, pues se contentaba con una cotila de vino común, y cualquier agua les servía de bebida. Epi-curo no establecía la comunidad de bienes co-mo Pitágoras, el cual hacía comunes las cosas de los amigos; pues esto es de personas poco fieles, y entre estas no puede haber amistad. El mismo escribe en sus cartas que tenía lo suficiente con agua y pan bajo. Y también: envíame queso citridiano, para poder comer con mayor abundancia cuando quisiere. Tal era la vida de éste que dog-matizaba ser el deleite, el fin del hombre y de quien Ateneo canta así en un epigrama:

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Mortales; ¡oh mortales! Por lo peor lidiáis y más nocivo. Un insaciable lucro a guerras os despe-ña y contenciones. Cortos hizo Natura los espacios de la riqueza humana; y del vaho deseo los confines interminables son y desmedidos. Esto decía el hijo de Neocles sabia y prudentemente, habedlo de boca de las musas o de los sacros trípodes de Pitio.

Esto constará todavía más adelante por sus dogmas y palabras.

8. Diocles dice que de los antiguos tenía en mucho a Anaxágoras (no obstante que lo contradice en algunas cosas) y a Arquelao, maestro de Sócrates, y que ejercitaba a sus discípulos hasta que aprendieran de memoria sus escritos. Apolodoro dice en las Crónicas que sus maestros fueron Lisifanes y Praxifanes, pero él no lo dice; antes en la carta a Eurídico asegura que fue discípulo de sí mismo. Y añade que ni él ni Hermaco dicen que hubiese existido jamás el filósofo Leucipo, no obstante que Apo-

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lodoro Epicúreo y otros aseguran que fue maes-tro de Demócrito. Y Demetrio de Magnesia dice que Epicuro fue discípulo de Jenócrates.

9. Usa en cada cosa un lenguaje muy pro-pio y autorizado, al cual censura como dema-siado propio el gramático Aristófanes. Efecti-vamente, era tan claro, que en el Libro de la Retórica nada inculca más que la claridad en los discursos. En las cartas, en vez de ehatrein (alegrarse o gozarse) ponía prattein (obrar bien); o spoudaios zein ariston (el vivir honestamente es óptimo). Otros dicen en la Vida de Epicuro, que escribió un Directorio al trípode de Nausifan-tes, de quien afirman que fue discípulo, como también que en Samos lo fue de Pánfilo Plató-nico. Que empezó a filosofar a los doce años, y que regentó la escuela cerca de treinta y dos. Dice Apolodoro en las Crónicas que nació en el año III de la Olimpiada CIX, siendo arconte Sosíge-nes, el día 7 del mes de Gamelión, siete años después de muerto Platón. A los treinta y dos de su edad

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tuvo escuela en Mitlene y Lampsaco, la que duró cinco años; después pasó a Atenas, donde murió el II de la Olimpiada CXXVII, siendo arconte Pitarato, habiendo vivido setenta y dos años. Lo sucedió en la escuela Hennaco Miteleneo, hijo de Agemarco.

10. Hennaco escribe en sus Cartas que murió del mal de piedra, que le interceptó la orina, el día catorce de la enfermedad. Y Hen-nipo dice que sucedió su muerte después de haber entrado en un labro o baño de bronce lleno de agua caliente, y luego de pedir vino puro para beber y exhortar a los amigos a que se acordasen de sus dogmas. Mis versos para él dicen así:

Adiós, y recordaos de mis dogmas. Esto dijo Epicuro a sus amigos en su postrer aliento. Me-tióse luego en el caliente labro, sorbió un poco de mero, y detrás de éste bebió las frías aguas del Leteo.

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11. Esta fue la vida de tal varón, y esta fue la muerte. Testó de esta manera:

Doy todo cuanto tengo a Aminomaco de Bate, hijo de Filocrates, y a Timócrates de Pótamo, hijo de Demetrio, al tenor de la dona-ción hecha a ambos en el Metroo, con la condi-ción de que den el jardín y sus pertenencias a Hennaco de Mitileneo, hijo de Agemarco, a los que filosofan con él, y a los que Hennaco dejare sucesores en la escuela para filosofar allí. Y a fin de que procuren conservar perpetuamente en lo posible lo que filosofan bajo mi nombre con Aminomaco y Timócrates. La escuela, que está en el jardín mismo, la entrego en depósito va-ledero y firme, para que también ellos conser-ven el dicho jardín del modo mismo que aque-llos a quienes estos lo entregaren, como a discí-pulos y sucesores de mi escuela y nombre.

12. La casa que tengo en Melite la entre-garán Aminomaco y Timócrates a Hermaco, para habitarla durante su vida, y los que con él

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filosofen. De las rentas que hagan los bienes que he dado a Aminomaco y a Timócrates, de acuerdo con Hermaco, tomarán la parte que se pueda, y la invertirán en sacrificios por mi pa-dre, madre y hermanos, y por mí en el día de mi nacimiento, que, según costumbre, se cele-bra ya cada año en la primera decena de Game-lión. Y también se empleará en gastos de los filosofantes que concurran el día 20 de cada mes, que está señalado para mi memoria y la de Metrodoro. Celebrarán también el día destina-do a mis hermanos en el mes de Posidón, como yo lo he practicado, y el de Folien en el mes de Metagitnión.

13. Cuidarán igualmente Aminomaco y Timócrates de Epicuro, hijo de Metrodoro, y del hijo de Polieno, mientras estudian Filosofía y viven con Hermaco. Igual cuidado tendrán de la hija de Metrodoro, la cual, llegada a la edad competente, la casarán con quien Hermaco eli-giere de los que filosofan con él, siendo ella

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arreglada en costumbres y obediente a Herma-co. Entonces, Aminomaco y Timócrates les darán anualmente de mis rentas, para su man-tenimiento, lo que les pareciere bastante, con-sultándolo con Hermaco. Harán dueño a Her-maco de las rentas, para que cada cosa se haga por su dirección y consejo, puesto que ha enve-jecido filosofando conmigo; y ha quedado di-rector y principal de mis discípulos y escuela. La dote que se dará a la muchacha, ya núbil y llegada la coyuntura de casarse, lo deliberarán Aminomaco y Timócrates, tomándola de los bienes, y con acuerdo de Hermaco.

14. Cuidarán, asimismo, de Nicanor, co-mo yo lo he hecho, para que cuantos han filoso-fado conmigo, puesto sus bienes en uso propio de todos nosotros, y dándonos prueba de un sumo y estrecho amor han querido envejecer con nosotros en la Filosofía, nada les falte de lo necesario en cuanto mis facultades alcancen. Entregarán todos mis libros a Hermaco. Si éste

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muriese antes que los hijos de Metrodoro lle-guen a la edad adulta, Aminomaco y Timócra-tes les darán, siendo ellos de vida arreglada, lo que de mis bienes les parezca necesario, aten-dido el alcance de la herencia. Y en suma, to-marán a su cuidado el que se hagan debida-mente todas las demás cosas como quedan or-denadas. De mis esclavos, doy libertad a Mus, a Mielas y a Licón, como también la doy a Fedri-lla, mi esclava.

15. Estando ya para morir, escribió a Idomenio la carta siguiente Hallándonos en el feliz y último día de vida, y aun ya muriendo, os escribimos así: tanto es el dolor que nos causan la estranguria y la disentería, que parece que no puede ser ya mayor su vehemencia. No obstante, se com-pensa de algún modo con la recordación de nuestros inventos y raciocinios. Tú, como es razón, por los testimonios de amor a mí y a la Filosofía que me tienes dados desde tu mocedad, tomarás a tu cargo el cuidado de los hijos de Metrodoro. Hasta aquí su testamento.

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16. Tuvo muchos y muy sabios discípu-los, como Metrodoro (Ateneo, Timócrates y Sandes) Lampsaceno, el cual, desde que lo co-noció, jamás se apartó de él, excepto seis meses que estuvo en su casa, y se regresó luego. Fue Metrodoro hombre en todo bueno, como escri-be Epicuro en su testamento inserto antes, y en su Tercer Timócrates. Siendo tal como era, casó a su hermana Batilde con Idomeneo, y recibió como concubina a la meretriz Ática Leontio. Era constantísimo de ánimo contra las adversi-dades, y contra la misma muerte, según dice Epicuro en el Primer Metrodoro. Dicen que murió siete años antes que aquel, a los cincuen-ta y tres de su edad. En efecto, Epicuro mismo, en su testamento, lo supone ya muerto, encar-gando encarecidamente el cuidado de sus hijos. Tuvo Metrodoro en su compañía a su antes dicho hermano Timócrates. Los libros que es-cribió Metrodoro son: A las médicos, tres libros; De los sentidos, a Timócrates; De la magnani-midad, De la enfermedad de Epicuro, Contra

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los dialécticos, Contra los sofistas, nueve libros; Aparato para la sabiduría, De la transmutación, De la riqueza, Contra Demócrito, De la nobleza.

17. También fue discípulo suyo Polieno de Lampsaco, hijo de Atenodoro, hombre be-nigno y amable, como lo llamó Filodemo. Lo fue igualmente su sucesor Hermaco Mitileneo (hijo de Ageparco, hombre pobre), el cual al principio seguía la Oratoria. De éste quedan excelentes libros, que son estos: veintidós Car-tas acerca de Empédocles, De las Matemáticas, contra Platón y contra Aristóteles. Murió en casa de Lisias este varón ilustre. También lo fueron Leonteo Lampsaceno y su mujer Temis-ta, a la cual escribió Epicuro. Lo fueron asimis-mo, Colotes e Idomeneo, también lampsacenos.

18. Estos fueron los discípulos más ilus-tres de Epicuro, a los cuales se añaden Polístra-to, sucesor de Hermaco (a éste sucedió Dioni-sio, Basílides), Apolodoro el apellidado Knao cepotyrannos, que también fue célebre, habiendo

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escrito más de quinientos libros; los dos Tolo-meos Alejandrinos, el negro y el blanco. Zenón Sidonio, oyente también de Apolodoro, hombre que escribió mucho; Demetrio, el denominado Lacón; Diógenes Tarsense, que escribió Escuelas selectas; Orión, finalmente, y otros, a quienes los verdaderos epicúreos llaman sofistas. Hubo además, otros tres Epicuros: uno, hijo de Leon-teo y Temista; otro, nativo de Magnesia, y otro más que fue gladiador.

19. Epicuro escribió muchísimos libros, tantos que superó a todos en esto, pues sus volúmenes son hasta trescientos, y por fuera ninguno tiene otro título que Estas son palabras de Epicuro. Anduvo Crisipo celoso de él en los muchos escritos, como lo dice Caméades llamándolo Parásito de los libros de Epicuro; por-que cuando éste escribía algo, luego salía Crisi-po con otro escrito igual. Por esta razón escribió repetidas veces una misma cosa, sin ver lo es-crito antes, y haciendo especies apresurada-

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mente sin corrección alguna. Son también tan-tas las citaciones y pasajes de autores que in-cluye en sus obras, que hay libros enteros que no contienen otra cosa; lo que también halla-mos en Zenón y Aristóteles.

20. Son muchos y muy grandes los libros de Epicuro, pero los más importantes son estos: treinta y siete libros De la Naturaleza, De los átomos y del vacío, Del amor, Epítome de los escritos contra los físicos, Dudas contra los megáricos, Sentencias selectas, De las sectas, De las plantas, Del fin, Del criterio o regla, Quere-demo o de los dioses, De la santidad o Hege-sianax, cuatro libros De las Vidas, De las obras justas, Neocles, a Temista; Convite, Euríloco, a Metrodoro, De la vista, Del ángulo del átomo, Del tacto, Del hado, Opiniones acerca de las pasiones, a Timócrates; Pronóstico, Exhortato-rio, De las imágenes mentales, De la fantasía, Aristóbolo, De la Música, De la justicia y demás virtudes, De los dones y gracia, Polimedes,

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Timócrates, tres libros; Metrodoro, cinco; Anti-doro, dos; Opiniones acerca de las enfermeda-des, a Mitre; Calístolas, Del Reino, Anamenes, Epístolas.

21. Procuraré dar un resumen de los dogmas y opiniones contenidas en estos libros, trayendo tres cartas suyas, en las cuales com-prende toda su filosofía. Pondré también sus sentencias escogidas, y otras cosas que parez-can dignas de notar, a fin de que sepas cuán gran varón fue en todo, si es que soy capaz de juzgarlo. La primera carta la escribe a Herodo-to, y es acerca de las cosas naturales; la segunda a Pitocles, y trata de los cuerpos celestes; y la tercera a Meneceo, en la cual se contienen las cosas necesarias a la vida. Comenzaré por la primera, luego de haber dicho alguna cosa so-bre la división de la Filosofía, según su senten-cia.

22. Divide la Filosofía en tres partes o es-pecies: canónica, física y moral. La canónica

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contiene el ingreso o aparato a las operaciones, y la da en el libro titulado Canon. La parte físi-ca encierra toda la contemplación de la natura-leza, y se halla en sus treinta y siete libros De la Naturaleza, y en sus Cartas por orden alfabéti-co. Y la moral trata de la elección y fuga, y se contiene en los libros De las Vidas, en las Car-tas, y en el libro Del fin. Pero se ha acostum-brado poner la canónica unida a la física, y la llaman criterio, principio y parte elemental o insti-tutiva. A la parte física la intitulan De la genera-ción y corrupción, y De la naturaleza. Y a la moral, De las cosas elegibles y evitables, De las Vidas y Del fin.

23. Reprueban la Dialéctica como super-flua, pues en cualquier cosa les basta a los físi-cos entender los nombres. Y Epicuro dice en su Canon que los criterios de la verdad son los sentidos, las anticipaciones y las pasiones; pero los epicúreos añaden las accesiones fantásticas de la mente; el mismo Epicuro dice esto en el

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Epítome a Herodoto y en las Sentencias escogi-das: Todo sentido es irracional e incapaz de memo-ria alguna; pues ni que se mueva por sí mismo ni que sea movido por otro, puede añadir ni quitar cosa alguna. Tampoco hay quien pueda reconvenirlos; no un sentido homogéneo a otro homogéneo, por ser iguales en fuerzas; no un sentido heterogéneo a otro heterogéneo, por no ser jueces de unas mismas cosas; ni tampoco un sentido a otro sentido, pues los tene-mos unidos todos. Ni aun la razón puede reconve-nirlos, pues toda razón pende de los sentidos, y la verdad de éstos se confirma por la certidumbre de las sensaciones. Efectivamente, tanto subsiste en noso-tros el ver y oír, como el sentir dolor. Así que las cosas inciertas se notan por los signos de las eviden-cias. Aun las operaciones del entendimiento dima-nan todas de los sentidos, ya por incidencia, ya por analogía, ya por semejanza y ya por complicación; contribuyendo también algo el raciocinio. Los fan-tasmas, de maniáticos y los que tenemos en sueños son verdaderos y reales, puesto que mueven; y lo que no es ni mueve.

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24. A la anticipación la entienden como comprensión, opinión recta, cogitación, o como un general conocimiento innato, esto es, la re-miniscencia de lo que hemos visto muchas ve-ces, por ejemplo: tal como esto es el hombre; pues luego que pronunciamos hombre, al pun-to por anticipación conocemos su forma, guiándonos los sentidos. Así que cualquier co-sa, luego que se le sabe el nombre, ya está ma-nifiesta; y ciertamente no inquiriríamos lo que inquirimos si antes no lo conociésemos, como cuando decimos lo que allá lejos se divisa, ¿es caballo o buey? Para esto es menester tener anticipadamente conocimiento de la forma del caballo y del buey, pues no nombraríamos una cosa sin haber aprendido con anticipación su figura; luego las anticipaciones son evidentes. También lo opinable depende de alguna cosa antes manifiesta a la cual referimos lo que hablamos, como al decir: ¿De dónde sabemos si esto es hombre?

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25. A la opinión la llaman también conje-tura o existimación; y dicen que es verdadera o falsa; si la atestigua alguna prueba, o bien si no hay testimonio que la refute, es verdadera; y si no hay prueba que la asevere o la hay que la refute, es falsa. De aquí se introdujo la voz per-maneciente, por ejemplo: permanecer cerca y acer-carse a la torre, y observar cuál aparece de cerca.

26. Dicen que las pasiones son dos, deleite y dolor, las cuales residen en todos los animales; una es doméstica o propia; la otra es ajena; y por ellas se juzgan las elecciones y fugas. Que las cuestiones unas son de cosas, y otras de sólo nombre o voz. Hasta aquí de la división y crite-rio resumido. Ahora vamos a la carta.

EPICURO A HERODOTO: GOZARSE

27. Para los que no puedan, oh Herodoto, indagar cada cosa de por sí de las que he escrito acerca de la Naturaleza, ni estudiar libros vo-