defensa platonico de valores absolutos en el ámbito moral validas en la actualidad

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Universidad Nacional de Mar del Plata Facultad de Humanidades Departamento de Filosofía Filosofía Antigua Una lectura actual sobre el fundamento de Platón para defender valores absolutos en el ámbito moral

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Trabajo realizado para el final de Filosofía Antigua, donde sin duda force a Platón a decir lo que yo pienso

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Page 1: Defensa platonico de valores absolutos en el ámbito moral validas en la actualidad

Universidad Nacional de Mar del Plata

Facultad de Humanidades

Departamento de Filosofía

Filosofía Antigua

Una lectura actual sobre el fundamento de Platón para defender valores absolutos en el ámbito moral

Alumno: Corda Gabriel

Matrícula: 19.963

D.N.I: 38.497.826

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Introducción

En este trabajo se considera sumamente actual el interés platónico por instaurar

valores absolutos en el ámbito moral por el relativismo y subjetivismo predominante de

nuestra época. Igualmente, la mayoría de las veces que Platón intenta fundamentar la

objetividad de la moral lo hace recurriendo a la inmortalidad del alma, al ámbito de la Ideas

y a la creencia de un orden en el cosmos que sería muy difícil de aceptar por un filósofo

moderno, a pesar de los esfuerzos del ateniense por darles un sustento filosófico.1 Este

trabajo se limitará a presentar otra teoría de este filósofo que si bien no se encuentra tan

explícita como las nombradas con anterioridad, parece que puede llegar a ser más

significativa para las personas contemporáneas. Esta otra teoría se sustenta a partir de la

naturaleza misma del hombre que se desprende de la teoría sobre éros en el Banquete, de la

imagen hidráulica y de la tripartición del alma. En ellas se admite que distintas personas

consideren buenas cosas distintas, pero a su vez, señalan que esto ocurre por una mala

educación de los canales del deseo, por no controlar los apetitos sensitivos del alma y por

ser dominados por nuestros afectos o apetitos que son irracionales y que disminuyen el

caudal del cauce racional llevándolo a incurrir en errores.

Como puede observarse la teoría sobre la naturaleza del hombre que

desarrollaremos a continuación se desprende de diferentes obras debido a que Platón

abordó el tema de forma secundaria en sus diálogos, sin elaborar una obra sistemática sobre

ello, ni por tratar el tema de una forma central en ninguno de sus escritos.2 De todas formas,

en el presente trabajo se analizarán los diferentes diálogos de Platón considerando que es

posible iluminar parcialmente un diálogo con otro. Esto no es considerado viable por todos

los especialistas debido a que este filósofo adopta en cada una de sus obras una perspectiva

irrepetible y única para el tratamiento del tema que le ocupa. A pesar de ello, considero que

nada impide complementar los diferentes diálogos por el simple hecho de que al provenir

del mismo autor manifiestan rasgos característicos de su pensamiento y que si se atienden

1 En el Fedón, en el Fedro y en el Timeo se argumenta a favor de la inmortalidad del alma, en el Timeo se pone de manifiesto que considera que el cosmos tiene un orden (al cual cualquier persona puede llegar a aceptar si utiliza su razón y observa los movimientos mecánicos de los astros) y en cuanto a la teoría del ámbito de las Ideas podemos encontrarla en la mayoría de sus obras a partir del periodo medio.

2 La mayoría de los especialistas no consideran auténtico el diálogo de Alcibíades que si trata específicamente el tema en cuestión.

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las diferencias específicas de cada uno y su interés particular no se esta en falta de una

debida interpretación de los mismos. Igualmente, se reconoce que en el presente trabajo se

leen sus diálogos con un objetivo claro: extraer una teoría significativa para el hombre de

hoy respecto a la objetividad del bien; lo cual limita a exponer simplemente aquellas tesis

del diálogo que sirven para dicho objetivo y omitir tantas otras que no contribuyen a

alcanzar esta finalidad.3

Para poder exponer con claridad la forma en que Platón resuelve con genialidad esta

problemática de aceptar la objetividad del bien a pesar de observar que distintas personas

consideran buenas a cosas distintas se expondrá la argumentación en el siguiente orden:

primero se explicara el deseo universal del bien que se sostiene en el Banquete

(considerando las implicancias de éros en la cultura griega, la extensión de ese término en

el uso que le da Platón y, por último, resolviendo la controversia que trae consigo este

diálogo con el Eutidemo y el Menón), se proseguirá desarrollando el encauzamiento del

éros hacia el verdadero bien partiendo principalmente de la República, pero iluminando

varias de sus ideas con tesis de otros diálogos. Por último, se realizará una importante

aclaración en cuanto al modo de entender la existencia de valores absolutos en Platón, ya

que la misma tiene muchos rasgos de tolerancia, que de no ser aclarados pueden llegar a ser

totalmente repugnantes para una persona contemporánea.

Deseo universal del bien

El deseo de todos los hombres del bien4 es planteado por Platón en el diálogo del

Banquete al abordar el tema del éros y es de sumo interés al presente trabajo, porque si es

3 Esta aclaración es de suma importancia para comprender las omisiones que realiza este trabajo sobre aspectos fundamentales del pensamiento platónico como: la idea del Bien y la analogía del Sol a la hora de hablar del verdadero bien en la República o la felicidad proveniente de la semejanza con lo divino y del destino eterno del alma para justificar nomas morales objetivas.

4 El término agathón para un griego no coincide, en su significado, con el adjetivo bueno que utilizamos habitualmente nosotros, debido a que no tiene fuerza moral alguna, es decir, que lo bueno para ellos no serían las acciones moralmente adecuadas, sino aquello que proporciona utilidad y provecho. Más adelante, cuando se trate sobre el verdadero bien en la República, se profundizará en la interpretación de dicho término, lo importante por el momento es saber que por bien no se hace referencia a una conducta moral recta, sino a aquello que nos es beneficioso, aquello que queremos; en definitiva, aquello que nos conduce a ser felices.

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verdad que todos los hombres lo desean, entonces eso constituye algo inherente a la

naturaleza humana y, por lo tanto, es un principio objetivo a partir del cual desplegar

valores verdaderos de moralidad. Para comprender bien la argumentación de Platón se

partirá de la concepción de éros habitual entre los griegos, se verán las características

particulares que toma dicho término en el diálogo del Banquete, se proseguirá resolviendo

las dificultades que presenta complementar este diálogo con el Eutidemo y el Menón (por

su contradicción manifiesta) y se concluirá señalando en que sentido Platón establece que

todo hombre desea/ama el bien.

En la cultura griega éros se refiere primariamente a lo que relacionamos con el

fenómeno del enamoramiento. Se trata de un deseo caracterizado por su intensidad5 (que

domina nuestra vida) y la exclusividad del objeto que puede colmarlo (la persona que se

ama no puede ser suplantada por otra). Estas dos características son precisamente lo que

diferencia al deseo de éros con los deseos de la epithymía (de los apetitos), como la sed,

que tiene una menor magnitud en el desear y que no requiere de un objeto específico para

ser saciado (ya que con cualquier bebida la carencia ya sería cubierta).6 Ahora bien, en el

Banquete se mantiene en partes esta caracterización de éros en cuanto sigue siendo un

deseo intenso que domina la vida de la persona, pero en partes difiere; ya que en lugar de

referirse únicamente al enamoramiento hacia alguien particular, la corriente erótica está

encauzada hacia lo bueno7 y determina, según cuál sea su foco de orientación, distintos

tipos de existencias.8 Esto se observa con claridad en la siguiente cita del diálogo:

“-Vamos, Sócrates, [dijo Diotima]. El amante de las cosas buenas ¿qué cosa desea?

-Llegar a poseerlas, dije yo

-¿Y qué obtendrá aquel que llegue a poseer las cosas buenas?

-A eso sí puedo responder fácilmente, dije yo. Será feliz.

5 Incluso en Leyes 837a dice Platón que cuando la philía (la amistad, el afecto) es violenta, intensa o apasionada se la llama éros.

6 Dover, K.J., Plato: Sympusium, Cambridge University Press, Cambridge, 1980, p.1

7 “—Ahora bien, este deseo y amor ¿crees que es común a todos los seres humanos, que todos quieren que las cosas buenas les pertenezcan siempre, o acaso cómo dices que es? —Así pienso (…) que es común a todos.” (Bq. 205a)

8 Fierro, M. A., “La teoría platónica del éros en la República”, México Distrito General, 2008, en Diánoia, Vol. LIII, no. 60, p. 21-52

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-Pues es por la posesión de las cosas buenas, dijo ella, que los felices son felices, y ya no

hay necesidad de preguntar más nada, como para qué el que desea ser feliz quiere serlo sino

que la respuesta parece alcanzar su término allí.” Bq. 204e2-206a4.

Consecuentemente, el deseo de felicidad es declarado como el objetivo último de la

vida, como algo que no requiere una ulterior justificación por constituir una parte inherente

de la naturaleza del ser humano.

Igualmente, del último pasaje citado surge una gran dificultad para los que vemos

una unidad en el pensamiento platónico; debido a que en el Eutidemo y en el Menón se

defiende la tesis contraria de que la felicidad no depende de la posesión de las cosas buenas

(Eutidemo 279b) como establece el Banquete, sino de su uso, y que lo que nos permite

utilizarlas rectamente es el conocimiento.9 Esta aparente contradicción entre ambos diálogos

puede ser resuelta si hondamos en el discurso de Diotima; cuando postula que existen

distintos grados de belleza: el físico-sensible (los cuerpos bellos), el ético-político (los

bellos hábitos y normas de conducta), el epistemológico (las bellas ciencias) y, por último,

el acceso a una comprensión puramente metafísica (lo Bello en sí). El pasaje culmina con la

afirmación de que si pudiéramos acceder a un conocimiento de este tipo seríamos capaces

de generar auténtica areté y no meras imágenes de virtud.10 Leemos así en Bq. 212A2-5:

“...sólo allí le será posible, al contemplar con lo que es visible lo bello, engendrar, no

imágenes de virtud, ya que no está en contacto con una imagen, sino virtudes verdaderas,

por estar en contacto con la verdad…”. Por lo tanto, si tenemos en cuenta que para Platón la

belleza es la parte atractiva y seductora del bien; es decir, que la belleza es una parte del

9 Lo argumentado en el Eutidemo para sostener esta tesis es que sin el conocimiento las posesiones pueden resultar muy perjudiciales si se usan incorrectamente. Así es posible observar como Platón considera a las cosas en sí mismas indiferentes, pero que se vuelven malas si se emplean con ignorancia y buenas si se emplean con sabiduría.

10 Fierro, M. A., “Platón: el anhelo por una felicidad invulnerable” del libro “La felicidad o la vida buena. Perspectivas antiguas y modernas”, México; Año: 2011; pp. 49

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género más amplio del bien,11 y que la virtud radica en el poder de alcanzarlas12, entonces al

afirmar que el conocimiento de la belleza permite crear virtudes verdaderas sería

equivalente a afirmar que el conocimiento de lo bueno es lo que nos permitiría alcanzar el

bien. Consecuentemente, la contradicción con el Eutidemo y el Menón no es tan real como

aparenta; debido a que, en definitiva, los tres diálogos concuerdan en que es mediante el

conocimiento y la sabiduría que alcanzamos la felicidad.

Recapitulando, el éros es para Platón:

● un deseo intenso: el ejemplo de la situación del enamorado con su amante es una

imagen insuperable para describirlo, ya que connota lo fuerte que es el deseo que

controla la vida de la persona y no se puede dejar de pensar en ello.

● universal: no se limita a los enamorados de otras personas, sino que se extiende a

todos los seres humanos. Esto se debe a que todos en el fondo tenemos algo que

nos roba el sosiego, algo que queremos y soñamos, algo por lo que nos

preocupamos, algo por lo que nos desvelamos a la noche cuando queremos dormir.

El hombre es así, un ser insatisfecho, con un corazón inquieto que siempre lo

impulsa en el deseo y búsqueda de algo más.13

11 Que el bien es un género más amplio que incluye a lo bello se deduce del mismo diálogo del Banquete 504d-e donde se pasa de hablar de lo bello a lo bueno como si el último incluyera íntegramente al primero. Además, que la belleza es la parte que atrae o seduce lo podemos encontrar en el Fedro 250b5–6, 250c8– d3 en donde se sugiere que la Belleza sería el aspecto más visible o resplandeciente de lo Bueno. Por otro parte, el término griego que Platón utiliza para referirse a lo bello es kalón, que no se reduce simplemente a lo estético, sino que es más amplio e incluye muchas veces a lo que nosotros llamamos bueno. Por ejemplo: llegar oportunamente era llegar en un tiempo kalós, y a veces se utilizaba con un infinitivo: “Para mí es kalón morir”. Su adverbio kalós se empleaba siempre en el sentido no sensual de lo que está bien o es recto (vivir bien, hablar bien, pasarlo bien y demás). Su relación con agathón (bueno) era tan estrecha que, para resumir su ideal de bondad y nobleza, los griegos inventaron el sustantivo compuesto kalokagathía. Igualmente, la relación qe tenían ambos términos era un caso de coincidencia, no de sinonimia, debido a que agathón no tiene ningún sentido estético.

12 Este principio, de que la virtud es la capacidad de alcanzar las cosas buenas, se establece en el Menón 87d-88d.

13 Que el hombre es un ser insatisfecho se deduce mediante un razonamiento sencillo del mismo diálogo del Banquete: todo hombre desea el bien y el deseo abarca la carencia, al menos en parte, del objeto que se desea, por lo tanto, el hombre es un ser carente, al menos, de la totalidad del bien; por lo que no es feliz en sentido pleno.

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● Que tiene por objeto el bien: ese algo del que hablábamos en el punto anterior es el

bien, es decir, aquello en lo que consideramos que obtendremos la felicidad que

todo hombre desea.

El verdadero bien

De lo expuesto queda claro que el bien es aquello que nos conduce a la felicidad, y

que como todos queremos ser felices, todos también estamos enamorados o deseamos el

bien. La dificultad surge al observar las realidades personales, debido a que este deseo por

lo bueno no se manifiesta de formas uniforme, sino diversas; ya que el bien para un

comandante en el campo de batalla es la victoria, para un avaro el dinero, para un cirujano

el éxito en una operación, para un capitán de un barco llevar a sus pasajeros sanos y salvos

a su destino y para otros los placeres sensible, el poder o el honor. Ahora bien, si todos

deseamos el bien y, a su vez, deseamos cosas distintas, entonces el bien pasaría a ser algo

subjetivo, es decir, dependiente y relativo a cada persona. Esto es precisamente lo que se

considera habitualmente verdadero en el mundo contemporáneo, es también la creencia de

los sofistas a la que se opusieron Platón y Sócrates y, por último, es lo que se pretende

objetar en esta parte del trabajo. Para ello se expondrá en un comienzo la consideración

platónica de un verdadero bien más allá de las opiniones particulares de cada persona sobre

lo que constituye lo bueno, se proseguirá viendo que lo verdaderamente bueno es lo

beneficioso para el alma mediante los argumentos desarrollados en el Gorgias y se

finalizará exponiendo el fundamento que sustenta esta tesis que reside en la constitución

psicológica del ser humano (para explicar con claridad la misma el trabajo se valdrá de la

imagen hidráulica y de la teoría tripartita del alma desarrolladas en la República). Se

concluirá el capítulo señalando las consecuencias de estas teorías en lo que respecta al

verdadero bien de la persona.

Desde los primeros diálogos socráticos Platón ya afirma que hay un bien verdadero

que se encuentra más allá de las opiniones de uno u otro individuo. Esto indica que

seguramente haya heredado esta consideración de su maestro Sócrates. En la misma

Apología, a pesar de que Sócrates reconoce su propia ignorancia, afirma, a su vez, que sabe

que es “malo y deshonroso obrar mal y desobedecer al que es mejor, sea Dios u hombre”

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(29b). Esto quiere decir, que Sócrates sabe, de hecho, la verdad que los sofistas negaban, es

decir, que hay una distinción objetiva entre el bien y el mal; y la necesidad de descubrir esta

distinción es lo que hace que “no merezca la pena vivir una vida sin examen” (38a). Incluso

en 30d establece que la preocupación del hombre debería estar en el cuidado del alma

porque es de su perfección de donde surgen los verdaderos bienes para los hombres.

También el resto de los diálogos socráticos continúan afirmando que la felicidad se

encuentran en un conocimiento verdadero sobre el bien y el mal (es decir, que identifica a

la virtud con la sabiduría); lo cual manifiesta que hay unos valores objetivos sobre los

mismos que son accesibles por la razón.14 Sin embargo, en ningún diálogo temprano, en mi

opinión, se encuentra una mejor justificación para sostener esta consideración que en el

Gorgias. En este diálogo Platón evidencia claramente la importancia de la racionalidad en

el hombre para una vida buena debido a:

● que nos permite discernir que deseos son realizables y cuales irrealizables para

procurar satisfacer los primeros y descartar los segundos.

● que nos permite calcular la cantidad de placer y dolor de la acción misma y sus

consecuencias últimas, a fin de tener una vida lo más placentera posible: el bien no

es idéntico a lo placentero y el mal a lo doloroso (497d, 500d), sino que se los

identifica con lo beneficioso y lo perjudicial respectivamente. Esto conlleva a

aceptar la existencia de: placeres malos (contra la posición hedonista que considera

todo placer como un bien), ya que a la larga ofrecerán una menor cantidad de

placer; y dolores buenos debido a que sus consecuencias son sumamente

beneficiosas. Para mostrar este principio Sócrates recurre al ejemplo de aquellos que

se entregan a la comida, a la bebida y al sexo que son conducidos a la debilidad

física y a la pobreza, y de aquellos otros en los que un tratamiento médico o

quirúrgico doloroso, el entrenamiento físico y el adiestramiento duro que exigen

esfuerzo conducen al bienestar corporal, al autodominio y a la riqueza. En resumen,

14 También el mismo rechazo platónico de la democracia se debe a esta creencia en valores absolutos de moralidad. Ya que él consideraba que el pueblo procura satisfacer sus propios deseos egoístas, y que por tanto, el hombre que quiera conseguir el poder en una democracia deberá satisfacer esos deseos para así obtener su apoyo. De ahí que los hombres ambiciosos de poder que se encuentran en un estado democrático se dedican a satisfacer los caprichos del démos, en lugar de disciplinarlo y educarlo. Lo mismo ocurre cuando los sofistas se encuentras llenos de ambiciones materiales o de fama; debido a que se preocuparan más por generar placer en sus oyentes que por perfeccionar sus almas.

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el texto conduce a detenerse antes de ceder a un placer inmediato para reflexionar

sobre si incrementará la suma de satisfacción a lo largo de toda la vida.

Por otra parte, el mismo diálogo al identificar al bien con lo beneficioso, se elabora

la conocida posición platónica y socrática de que es mejor sufrir una injusticia que

cometerla mediante el argumento que eso es más beneficioso para nuestra alma. Así como

las enfermedades corporales son curadas por la medicina o la cirugía, que soportamos,

aunque no son placenteras, por el bien que hacen; la ejecución de la justicia realiza la

misma función en relación con el alma. De esta forma podemos concluir que si bien es real

que hay cosas injustas que se nos pueden presentar como más placenteras para nuestra

sensibilidad, a la larga es más sano e implica una mayor felicidad el no realizarlas. Lo

mismo nos dice la República que, mientras que muchos prefieren la apariencia a la realidad,

ellos no se sentirían ciertamente satisfechos con la apariencia (dóxa) del bien, sino sólo con

el objeto real (6. 505d). Esto quiere decir que a pesar de que todos deseamos lo

auténticamente bueno, podemos considerar como bueno algo que realmente no constituye

un bien y así, a pesar de que todos queremos lo mismo, nos dirigimos hacia fines diferentes

por errores de juicio. Este error de juicio es considerado en los diálogos presocráticos como

un error meramente intelectual, pero a partir de la República Platón ya es conciente de la

intervención de otras fuentes de deseos que surgen del mismo ser humano y que oscurecen

el juicio correcto sobre lo que es verdaderamente bueno. Esto se debe a que en una teoría

psicológica como la de la República, el conocimiento de lo realmente bueno, no depende

únicamente del apropiado desarrollo de la razón, sino también de una adecuada

organización de las restantes partes del alma, de modo tal que no obstaculicen, sino que

colaboren con la parte racional.

La República lleva a su culminación la filosofía inconclusa de Sócrates: conócete a

ti mismo, es decir, la psyché, y así es como la psyché es objeto de análisis y desarrollo.15 El

núcleo de la psicología de la República se encuentra expresado en la imagen hidráulica del

alma trazada en 6. 485d6–8, según la cual hay dos corrientes de deseo fundamentales y

15 Si bien la República trata sobre el tema de la justicia, no es en esencia teoría política, sino una alegoría del espíritu humano individual, la pysché. La ciudad es aquello que podemos hallar en nosotros mismos, dirigiendo la corriente de éros que hay en nuestro interior de manera que fluya con mayor fuerza hacia la sabiduría y el conocimiento

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opuestas en nosotros: la de los apetitos16 y la de la razón.17 Esta teoría considera que la

marca esencial y la fuerza motriz interna del alma es éros y que incluso la razón en sí

misma es una forma de amor. A la luz de este modelo es posible reinterpretar la teoría

tripartita del alma a la cual se llega apelando a un principio de no contradicción que puede

formularse de la siguiente manera: la sed es en sí simplemente un deseo de beber y hay

circunstancias en las que un hombre tiene sed, pero no bebe de todas formas. Dado que

nosotros no podemos atribuir el deseo y la contención a la misma fuente psicológica, en el

alma debe haber, por lo menos, dos elementos, el apetito controlado por la razón. Una vez

más, la razón por sí misma no siempre es suficiente para garantizar la resistencia a un

apetito que ella puede decirnos que es malo o perjudicial. Si cedemos a él, sentimos cólera

o remordimiento, inspirando un tercer elemento, el irascible, fogoso o apasionado, que

normalmente lucha como auxiliar de la razón, pero que no es idéntico a ella; una mala

educación puede corromperlo, poniéndolo del lado del apetito. Así, dos de las partes del

alma, la racional y la apetitiva, se identifican con los dos cauces de deseo divergentes de la

imagen hidráulica. Mientras que la tercera parte, la irascible (thymoeidés), que abarca el

deseo de la victoria (9.581b2), el espíritu de lucha, la competitividad, el indignarse y

enojarse ante la injusticia y ante nuestros propios errores y debilidades; es un monto de

energía erótica que puede actuar de forma diversas: puede fortalecer la corriente de deseo

de la razón, puede obstaculizar a la misma poniéndose al servicio de los apetitos, o bien,

puede actuar de forma autónoma en un principio, aunque finalmente se viera debilitada por

estos últimos.

Como ya se vio en el Gorgia, los deseos sensitivos (es decir los de la parte apetitiva)

son la principal fuente de desequilibrio para el alma. Esto se debe a dos motivos:

● por ser en su esencia insaciable (Rep. 4.442a) tendiendo a multiplicarse sin límites:

● por ser irracionales (Rep. 4.439d7) y no distingue si su objeto es verdaderamente

bueno o no (Rep. 4.439a); esto quiere decir que ellos se dirigen a sus objetos en

16 Para designar al apetito usa Platón el término epithymia que hace referencia, principalmente, a los deseos relacionados con nuestras necesidades fisiológicas como los deseos de comida, bebida, sexo y, además, al deseo de dinero, que es el modo principal de satisfacerlos.

17 Para referirse a esta parte racional Platón utiliza la palabra logistikón y ella hace referencia a nuestro deseo de alcanzar la verdad y la sabiduría. Además, es la parte con que aprendemos (9.580d10), razonamos, calculamos y juzgamos (9.582d7).

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forma bestial, sin calcular y reflexionar si su objeto es realmente beneficioso o

perjudicial.

Por otro lado, la parte racional posee la capacidad de reconocer y desear lo

auténticamente bueno, no sólo respecto de sí mismo, sino también de las otras dos partes y,

por lo tanto, del alma en su totalidad (4. 442c5–8). Ahora bien, si los apetitos se han

acrecentado excesivamente, la razón ya no puede establecer por sí misma lo que es

verdaderamente bueno y se ve obligada a hacerlo en función del objeto de deseo de los

apetitos, considerando como un bien a algo que no lo es realmente. Esto lo expone

claramente Platón mediante la imagen hidráulica del alma: si el cauce de agua aumenta en

uno de los sentidos, disminuye necesariamente en el otro. El desarrollo desmedido de los

placeres sensible haría disminuir la energía psíquica del otro cauce, debilitando así a la

razón y apoderándose del dominio del alma; que a su vez, conduce a un estado de

infelicidad, debido a que cuanto mayor sea el estado patológico del alma, más miserable

será nuestra vida.18 En síntesis: el alma se mueve mediante el impulso de éros, que es una

fuerza dirigida principalmente en dos direcciones (a los placeres corporales o a la verdad y

el bien); cuando se canaliza en una dirección, se debilita en las otra; lo cual implica que:

● la razón, para alcanzar su objeto de deseo (el conocimiento verdadero sobre el bien),

no sólo requiere su propio desarrollo, sino también la reducción de los apetitos

18 La búsqueda incontinente de placeres es para Platón una enfermedad del alma, al igual que lo son la realización de actos injustos. Esto se debe a que se escogen cuando uno se halla dominada por la cólera, el miedo, la envidia, el dolor y el placer y no porque los considere verdaderamente beneficiosos. De ahí deriva el principio platónico de que nadie realiza un acto malo voluntariamente; ya que nadie desea conscientemente tener su alma corrompida y dominada por impulsos tan insanos. Esto lo describe más explícitamente Platón en República 430e-431a donde Sócrates hace un comentario sobre la expresión “dueño de sí mismo”. En primer lugar dice que la frase era ridícula, porque si uno es dueño de sí mismo, tiene que ser a su vez esclavo de sí mismo. Continua diciendo que el sentido que daba la gente a dicha expresión era que cada uno de nosotros tiene una parte mejor y otra peor y el autodominio era el control de la peor por la mejor. En este sentido, el hombre tiránico ciertamente no es libre, sino que está entera e insensatamente dominado por sus pasiones más bajas. Este tipo de hombre se encuentra esclavizado y, por ello, es infeliz. Esto se debe a que es incapaz de hacer lo que desea (577e) y se encuentra, por lo tanto, insatisfecho y completamente desgraciado. Respecto a esto también es interesante el desarrollo del Timeo en la sección sobre las enfermedades, en donde le atribuye un origen físico a los trastornos psicológicos. La mala salud puede causar un temperamento malo, depresión, temeridad, cobardía, falta de memoria y estupidez. Esto no implica, sin embargo, un determinismo rígido. La condición de cada uno puede mejorarse mediante la educación y el entrenamiento, el estudio y la elección de las ocupaciones. Su objetivo, como siempre, es el equilibrio, la simetría y la medida, para lo cual las tres formas de alma que hay en nosotros, con sus movimientos respectivos, deben mantenerse en proporción y esto sólo puede realizarlo el ejercicio de la razón que establece que es lo verdaderamente bueno para cada una de ellas.

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● el esfuerzo que implica resistir a los impulsos de los apetitos se hace más fácil

conforme se avanza en el liderazgo de la razón, porque si se canaliza en su dirección

se debilita la otra. 19

Por lo tanto, la justicia no es un modo de acción, sino que es un estado interior; 20 y

la felicidad no es la posesión de bienes externos o internos, sino que es el mantenimiento de

una condición psíquica armoniosa.

Valores absolutos y tolerancia

Como vimos Platón establece que todos deseamos lo auténticamente bueno y que a

este se llega por un estado interior armonioso de cada una de las partes del alma. Ahora

bien, si se le pregunta a cada persona cuyo éros se encuentra encauzada hacia los tres tipos

psicológicos básicos (la búsqueda de riquezas, de honores y de sabiduría) cual estado de

vida es el más feliz, cada uno de ellos dirán que es el suyo. El hombre de negocios valora

sus ganancias más que la fama o el honor, a no ser que éstos le proporcionen también una

recompensa monetaria; el ambicioso de reconocimiento considera vulgar limitarse a la

aspiración de dinero y como una tontería el estudio sin fama; mientras que el filósofo halla

todo su placer en la búsqueda de la verdad y considera la vida pública y la satisfacción de

las carencias materiales como necesidades deplorables. ¿Cómo puede decidir uno quién

tiene razón? ¿Puede uno de estos estilos de vida considerar ilusorios o aparentes a los

bienes que aspiran los otros y auténtico al suyo? Según lo que se expuso hasta el momento

el que tiene el afecto más purificado, es decir, aquel en cuya alma domine la razón puede

decir cual estado es el más feliz. Pero quien tiene el afecto más purificado tampoco es fácil

de distinguir. Ya que el amante de los placeres cree que es libre en elegir satisfacer sus

impulsos y no esclavo de los mismos, y así con todos los demás estilos de vida. El

19 No se trata de una represión del deseo, sino de un nuevo encauzamiento de su curso. En este sentido, la instrucción primaria descrita en los libros 2 y 3 de República está justamente concebida para promover esta configuración justa de las fuentes de motivación del alma. Para ello la poderosa corriente de los apetitos es acostumbrada a mantenerse dentro de los límites de lo que es necesario a través de un apropiado entrenamiento a fin de que no desequilibre el alma en desmedro de la conducción de lo racional.

20 Justicia e injusticia no son simplemente cuestiones de relación entre hombre y hombre; sino que son estados internos y espirituales del individuo, un estado saludable o patológico de la psyché.

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propósito de esta parte del trabajo es mostrar la conciencia que tiene Platón de la debilidad

humana que lo lleva a admitir la necesidad del diálogo y de los otros para la propia

realización de uno. Para ello primero se analizara la debilidad del hombre por poseer un

cuerpo y luego se analizara la importancia que le otorga Platón al método dialéctico.

En el Fedro 66b-e se puede ver claramente la conciencia de Platón de la debilidad

humana a causa del cuerpo: “Y lo peor de todo es que, en caso de quedarnos algún tiempo

libre de su cuidado [del cuerpo] y aplicarnos a examinar algo (...) nos ocasiona disturbios y

perturbaciones y nos pone fuera de sí, de modo que no somos capaces debido a éste de

avistar lo verdadero.” Vemos como el cuerpo nos ocasiona miles de preocupaciones y

deseos (así como la alimentación o su cuidado para evitar enfermedades) que nos

proporcionan guerras y conflictos internos. Esto puede ser iluminado y comprendido mejor

si se lo complementa con la imagen de la alegoría de la caverna elaborada en la República.

En ella se observa que nosotros nacemos prisioneros, es decir, que el afecto de cualquier

persona se encuentra atado, encadenado hacia la dirección al que fue encauzado desde que

somos niños, cuando aún carecíamos de un pleno uso de razón y no eramos capaces de

establecer que era lo realmente bueno para nosotros. De ahí se desprende que la verdadera

libertad no es hacer lo que nos plazca, sino que consiste en un largo proceso espiritual de

continuas luchas contra nosotros mismo para liberamos del estado afectivo encauzado por

nuestra educación. Para mostrar el esfuerzo que conlleva este proceso de liberación es

insuperable la imagen del prisionero tratando de a poco de mover sus músculos

entumecidos o de acostumbrar la vista a la luz. Ahora bien, ¿Como puede el hombre

encaminarse hacia la liberación de sus estados afectivos primarios si son estos mismos lo

que más busca y quiere? Es aquí donde vemos la necesidad de la conversación, del diálogo,

del encuentro con los otros. Si bien puede observarse en toda la vida de Platón este interés

por la conversación y el diálogo (que seguramente heredo de su maestro Sócrates), es en la

carta 7° en donde explicita con mayor claridad su importancia en la frase bien conocida de

341c-d, “la mucha conversación y una vida vivida en común” es lo que hace brillar la

verdad en el alma como una llama. Luego, Platón reitera que la verdad y la falsedad, no

sólo de la virtud y el vicio, sino también de todo el Ser, deben aprenderse mediante un

estudio largo y laborioso, y añade (344b): “Finalmente, cuando los hombres han

confrontado unos con otros los nombres, las definiciones, las visiones y demás impresiones

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sensoriales, y los han examinado amistosamente, sirviéndose de la pregunta y la respuesta

sin rivalidad maliciosa, brilla súbitamente la comprensión sobre cada uno de ellos

extendiendo hasta su límite las capacidades humanas”. Como puede observarse la

necesidad de contraponer nuestras propias convicciones con la de los demás es de suma

necesidad para la mentalidad platónica y esto se hace aún más evidente si consideramos el

texto de Leyes en donde se ocupa de la relación del Estado con el resto del mundo griego

(949e-53e) y considera que aislarlo de toda relación con otros Estados, sean buenos o

malos, lo dejará inmaduro e inculto.

Por todo lo expuesto se puede ver con claridad que Platón no defendió un

absolutismo moral en donde pretendía imponer sus propias ideas; sino que al contrario,

creía firmemente en la objetividad del bien y conocía también las debilidades propias de la

naturaleza humana que nos obstaculizan para alcanzarlo; por lo que admitió la necesidad

que tenemos los hombres de los otros, del diálogo, para ascender en los grados de libertad,

adquiriendo el pleno dominio de sí, y alcanzando la felicidad que tanto anhelamos.

Conclusión

A lo largo del trabajo se vio que el hombre es un ser deseante, insatisfecho, con un

corazón inquieto que lo impulsa siempre a buscar algo más. Ese algo es el bien, por el que

obtenemos la felicidad que todos anhelamos. Luego se vio que ese deseo por lo bueno no

depende de la opinión de cada persona, porque esta puede ser basada en la apariencia y

nadie va a sentirse conforme con una imagen de lo que es bueno; sino que sólo alcanzara la

satisfacción con el bien verdadero y real. Este bien auténtico sólo puede alcanzarse cuando

la razón considera lo que es bueno por sí misma, sin la influencia de un afecto desordenado

que la desvíe de su deseo de la verdad y el bien. Por último, se vio que, debido a que todos

nos encontramos influenciados afectivamente por como fuimos educados o por las

experiencias vividas, necesitamos realizar muchísimo esfuerzo y un diálogo sincero con

quienes nos rodean para liberarnos de esta tendencia de la cual somos prisioneros.

En fin, considero que todo esto que Platón puedo vislumbrar ya hace más de 2000

años sigue siendo muy actual para el hombre contemporáneo: creo que toda esta teoría nos

exhorta también a nosotros a juzgar con criterio el estilo de vida que elegimos. Nos invita a

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pensar que es aquello que domina nuestro afecto, nuestro corazón, y ver si ello realmente

puede satisfacer nuestro anhelo de felicidad. Acaso, si nos preocupamos muchos por

nuestro aspecto estético ¿no seremos más infelices debido a que el paso de tiempo dejará

inevitablemente su marca en nuestro cuerpo? Si tenemos una obsesión por ser flacos ¿no

seremos más infelices debido a los trastornos biológicos que pueda generar en el cuerpo

nuestros malos hábitos alimenticios?21 Si nuestro estado afectivo se encuentra dominado

por el deseo de placer corporal de comida y bebida ¿no sentiremos malestar físico por el

descuidado de la salud? Si nos domina el deseo sexual y la atracción física ¿no perdemos la

posibilidad de mantener una relación estable y de formar una familia en la que encontremos

apoyo y fuerzas? Si nuestro estado afectivo se encuentra dominado por el deseo de honores

y fama ¿no nos sentiremos frustrados la mayoría de las veces por la misma debilidad

humana que nos lleva a cometer errores y que nos imposibilita conocer todo y hacer todo

bien? Si nos encontramos dominados, como le pasa a muchos adolescentes, por el deseo de

estar con un chico/a ¿realmente consideramos que este puede ser el objeto último de nuestra

vida? Acaso, si esta chico/a nos daría la oportunidad de estar con el/ella ¿Ya no

desearíamos nada más? ¿Sentiríamos que nuestra vida ya es plena? Y así también juzgar el

lugar que ocupa en nuestras vidas el consumo, la obtención de bienes materiales, las redes

sociales, el uso del celular y de la televisión, la realización de algún deporte, el tiempo que

le dedicamos a nuestras amistades, familia y al bien común, etc. Debemos juzgar el efecto

que originan en nuestro interior todas estas cosas y las demás cosas que elegimos y

deseamos en nuestra vida cotidiana, tratando de ordenar nuestro afecto (aquello que

queremos) hacia lo que verdaderamente va a hacernos bien. No digo, y tampoco lo pensaba

Platón, que esto sea tarea sencilla, obviamente el que se encuentra dominado por algo que

no le es beneficioso le cuesta mucho trabajo y esfuerzo desprenderse de lo mismo. Pero

debemos saber que vale la pena sacrificarse por ello, ya que esta es la única forma en la que

podemos alcanzar la armonía del alma y acercarnos un poco más a la felicidad que tanto

anhelamos.

Bibliografía

21 Esto le pasa hoy en día a muchísimas chicas bulímicas y anoréxicas que por su mala alimentación terminan teniendo anemia; que a su vez, causa un estado anímico depresivo.

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