de macondo a mancuso

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Violencia en Colombia

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  • De Macondo a mancuso ConDicto, violencia polirica y guerra

    psicol6gica en Colombia

    U na aproximaci6n desde la Psicologfa Social Critica

    Volumen I Segunda edici6n revisada y ampliada

    Edgar Barrero C.

    Corporaci6n Catedra Libre Ignacio Martfn-Bar6

    Fundaci6n America Nuestra

  • De Macondo a mancuso Conflicto, violena polftica y gue.rra psicolgica en Colombia

    ISBN: 978-958-98548-0-8

    Edgar Barrero Cuellar Para la segunda edici6n:

    Ediciones Citedra Libre y Fundaci6n America Nuestra

    Corporaci6n Catedra Libre lgnacio Martin-Baro Kra. 8 No. 16-21, Of. 502. Bogoti, D.C. - Colombia www.catedralibremartinbaro.org [email protected]

    Fundaci6n America Nuestra Kra. 8A No. 15-63 L. 338. Bogota, D.C. - Colombia america_ [email protected]

    Todos los derechos reservados

    Foto y disefio de caritula: Raguel Sierra.

    Impresi6n: .. Alternativa Grafica Carrera 64A No. 4B - 73 Tel.: 262 94 38

    Imprese en Colombia

    PRIMERA EDJCIN Abrll de 200ti S!Gt)NDA EDICIN Abrll. "" ?.OM'

  • Ala me1noria de Ignacio Martfn-Bar Psic6logo Social de laLiberaa6n.

    A mih1ja J oh ana) por su paciencia c6mplice que ayuda a

    construircaminos de esperanza.

    A mis compaiieros de la Catedra L1bre Ignacio Martfn-Bar6, por tantas aiios de

    lealtad en viajes intelectuales) emocionales y edco-polidcos.

  • De Macondo a mancuso1 Conflicto, violencia politica y guerra psicol6gica

    enColombia

    Segunda edicion revisada y ampliada

    "Si la tragedia, en el sentido clasieo, se eonfigura eomo una situaei6n sin saiida donde todos los eaminos del eonflieto eondueen al dolor, ninguno de los pueblos del mundo mereee vivir en la tragedia Y, desde luego, no Colombia. Quienes, en defensa de la humanidad, visualizamos un mundo donde la li-bertad y la felieidad eeleetiva se asienten sobre la justieia, nos negamos a creer que en Colombia se haya eonsolidado la trage-dia eo mo un destino ineludible".

    Jose Saramago, Premio N obel de Literatura (y mas de 1. 400 inteleetuales y artistas del mundo). Comunieado de apoyo al intereambio humanitario en Colombia. Septiembre 2007.

    "La pninera baja en una guerra es la verdad" Hiram Johnson

    1. Mancuso aparece en el titulo con minuscula para denotar que, mas que un individao, es el sl.mbolo de una epoca marcada por masacres, asesinatas selectivos, desapariciones, y por el desplazamiento forzado de miles de colombianos, en medio de una impunidad naturalizada.

  • /

    Indice general

    PR6LOGO A LA SEGUNDA EDICION

    Extrafias mecanicas del olvido

    PROLOGO ALA PRIMERA EDICION

    De Macondo a mancuso, un texto esclarecedor

    11

    y obligatorio para pensar el pais 2 3

    COMENTARIO DEL AUTOR A LA SEGUNDA EDICION

    Antes de empezar ... un al to 31

    HACIA UNA HISTORJA DE MENTIRAS Y OLVIDOS 3 5

    CONFLICTO POLITICO 41

    VIOLENCIA POLITICA 49

    GuERRA PSICOL6GICA 55

    GUERRA PSICOLOGICA EN COLOMBIA 65

    HACIA UNA ETICA DE LA RESISTENCIA FRENTE ALA GUERRA

    PSICOLOGICA EN COLOMBIA 89

    AP ENDICE La Psicologia social en Colombia

    PosTFACIO ..

    Apuntes sobre la configuraci6n de una psicologia paramiljtar

    BIBLIOGRAFIA

    101

    107

    119

  • Edgar Barrero Cuellar

    Pr6logo a la segunda edici6n

    Extrafias mecanicas del olvido

    El viento azotabala handera de un templo, y dos monjes disputaban sobre iB. cuest16n. Uno de eljos decfa que la

    ...-

    bandera se movfa~ el otro que se movfa el viento. Argu-mentaban sin cesar. Eno el Patriarca drjo: "No es que el

    viento se n1ueva; no es que la handerase mueva; es que vuestrashonorablesmentesse mueven ':

    Doctrina sutra

    En un rincon oscuro de ElMusee de 1 "Homme de Paris, se guarda una extrafia colecci6n de cerebros humanos conservados en formalina desde el siglo XIX, gracias a la acci6n de un cien-tffico perdido en los anales del tiempo: Paul Broca. La idea de reactivar, conforme la ciencia lo permita, lo que almacenan es-tos 6rganos -cabe decir que el de Albert Einstein flota en un frasco en la U niversidad de Wichita- es extraordinaria. Recu-perar no solo el conocimiento, sino la memoria y recuerdos mas intimos. Las historias, crimenes o proezas.

    Cabe preguntarse que pasaria si pudiesemos atesorar de igual .manera la conciencia social. Por extrafio que parezca, ya contamos con una multitud de cerebros congelados desde hace cientos o, acaso, miles de afios. (Que son, sino, obras como el Ta j Mahal, Las m1l y una noches, los libros sagrados de todas las religion es, ElQu1jote o El Lazanllo de Torm es?. El punto, sin em-bargo, sigue siendo el mismo del experimento de Broca: (C6mo desentrafiar esos datos, c6mo organizarlos y comprenderlos?

    11

  • De Macando amancuso

    iQue circuitos debemos activar para que lo que nos dicen sobre la naturaleza del hombre y de su tiempo pueda ser aprovechado en su totalidad?.

    Si bien es cierto que un libro colosal como Las mil y una noches nos ofrece una serie de peripecias que durante afios han sido el deleite de nifios y adultos, tambien representa un fresco sobre una civilizaci6n. Algunos historiadores y hombres de la imaginaci6n y el talante de J orge Luis Borges han, s in embar-go, activado con sus escritos, con sus interpretaciones, caminos y conexiones insospechadas, circuitos presentes desde siempre en estos cumulos de memoria colectiva.

    En contra via a este deseo de revelaci6n, desde el origen ha existido una corriente alterna que busca que no sobreviva sefia alguna del pasado, aun del mas reciente; o queen el me-jor de los casos, lleguen a nosotros versiones afanosamente tergiversadas.

    Alejandro Magno decapitaba a los testigas de sus actos bochornosos, e instrufa asus cronistas para que unicamente fuera exaltada su gloria y una sola memoria sea preservada: la memo-ria que cree conveniente el poder para sus intereses.

    Estees el primer aspecto que merece ser destacado eneste libro: la historia de Colombia, puede ser un buen muestrario de teenieas para olvidar; para recordar mai. El aporte principal de Barrero Cuellar, en estas paginas, consiste en develar los meca-nismos que influyen en la conciencia del hombre para que dicho efecto se produzca.

    Basta revisar los capftulos referidos a la guerra psicol6gica para constatar esta afirmaci6n. Citando a Arendt, Barrero precisa la base de todo su estudio. Nuestra epoca, despues de los avanees del psicoanalisis, la Psjcologia conductista y todas sus aplicacio-nes a los medios masivos y la publicidad, ha descubierto que el

    12 terreno mas eficaz para afrontar los conflictos humanos reside en la mente (no "en los campos, ni en las ciudades, lugares favoritos de la guerra clasica). "La e1aboraci6n de imagenes como politica

    ....

  • Edgar Barrero Cuellar

    global -no la conquista del mundo sino tan solo la victoria en la batalla por ganar las mentes del pueblo- es evidentemente algo nuevo en el gran arsenal de humanas locuras que registra la histo-ria". (Arendt, Crisis de la Republica)

    La violencia simb6lica para generar estados de vulnerabili-dad, sentido de impotencia, alteraciones al sentido de la reali-dad, temor generalizado, sentimiento de culpa, fragmentaci6n del sentido social, perdida de fe en los proyectos colectivos y en la solidaridad, son algunos de los instrumentos utilizados fre-cuentemente en este nuevo tipo de confrontaci6n, cuya inten-ci6n es crear patrones de conducta y anular el criterio y volun-tad ciudadanos. ../

    Metados como estos fueron probados a saciedad durante los diecisiete afios de la dictadura de Augusto Pinochet, en Chi-le; periodo durante el cualla desaparici6n forzada de personas, la tortura "funcional", el destierro y la propaganda sistematica, a favor del regimen y en contta de sus detractores, gener6 un factor de segmentaci6n social que hizo cada vez menos necesa-ria la intervenci6n armada de la fuerza publica. Al manipular el sentido de la realidad se logr6 de manera eficiente que la socie-dad se fuese sumando de modo pasivo al proyecto ideol6gico de la dictadura. Pero adicionalmente se perdi6 el sentido de solida-ridad, acrecentandose por el contrario la sensaci6n de dejadez e impotencia, y la exacerbaci6n del temor como estado general.

    La desconfianza ealeetiva y la ruptura de las redes comuni-cantes de la sociedad, terminaren por aislar; indefectiblemente, al individuo de sus semejantes. Si la cohesi6n social no funciona, tampoco funcionaran por supuesto las revoluciones -las cuales no pasaran de ser simples revueltas-. Parece que el aforismo "divide y reinaras", de .. Maquiavelo, hubiese sido el fundamento del sistema de control establecido bajo el regimen pinochetiano.

    Hector Faundez, resume el estado de este Chile aislado 13 .

    de s.l mismo, e incapaz de comunicarse y trastornar el estableci-miento dictatorial:

  • 14

    De Macando amancuso

    La sociedad ehilena ha tocado fondo: la confianza para una sana comunicaci6n se ha trocado en una multifacetica desconfianzao El miedo como situaci6n, planificadamente creada y exacerbada por el poder, ha dejado de ser una reacci6n natural que protege al sujeto y una vivencia puramente individual, para transfor-marse en trasfondo y nexo de las relaciones sociales, es decir de la comunicaci6n entre las personaso El poder ha conseguide un ambiente relacional con graves distorsiones y cambios de reglas y habitos comunicacionales en la poblaci6no 0 0 Toda comunicaci6n humana, para ser positivamente sana, neeesita de dialogantes que se interpelen sobre la base de una minirna confianza mutuao Esta confianza es el fundarneneo de teda pracrica comunicacional. Si esta confianza mutua ri existe el sistema comunicativo no cohesiona; dispersao 2

    Pero el universo de dichas practicas no se agota en regimenes autoritarios como los que tuvieron durante buena parte del siglo pasado Argentina, Paraguay o Chile, sino que encuentra expresion evidente en paises con conflictos internos como el de Colombia.

    En el prologo a la primera edicion de este libro, Gustavo Quesada hace una precisa radiografia del contexto historico colombiano y de como en el se integran algunas de las teenieas de guerra psicologica expuestas por Barrero; motivo por el cual obviaremos un nuevo recuento en tal sentido. Sin embargo, se hace neeesario efectuar dos anotaciones adicionales al halanee efectuado por Quesada: 10 El fen6meno de violencia en Colombia tiene su raiz en los

    procesos iniciados en la Conquista, los cuales no termina-ran -ni terminan aun- sino que en muchos casos se agoni-zaron con el montaje de la Republica. La marginaci6n, opresi6n, desposeimiento, desplazamiento interno, sobre

    2 0 RIQUEI..ME, Horacioo Era de meblas: derechos humanos, terrorismo de Eseado y salud psico-social en America Latinao Caracas, editorial Nueva Sociedad, 1990 po 89

  • Edgar Barrero Cuellar

    el indio y el negro africano, encuentran hoy en dia su ex-presi6n en la exclusi6n, opresi6n y desposeimiento del po-bre, del desvalido. En ultimas, solo existe un cambio de victimas, pero la motivaci6n es la misma: ampliaci6n de la riqueza, a favor de un sector reducido y poderoso de la sociedad.

    El movimiento independestista no ofreci6 una ruptura ela-ra con respeero a estos patrones de conducta. Al indagar por el significado hist6rico de la independencia Luis Eduardo Nieto Arteta, llega ala conclusi6n de que "el movimiento emancipador fue un movimiento latifundista", Y~afirma que:

    ...

    [ ... } si la clase latifundisea en lucha contra Espafia, hablaba de los manifiestos y proelamas de sus politicos, los pr6ceres de la Inde-pendencia, de la libertad, de la igualdad y luego en las constitucio-nes de la Patria Boba adoptaban los postulados del derecho pollei-co frances, que en aguella epoca representaba la defensa revolu-cionaria de la burguesfa francesa frente al feudalismo, lo hada sencillamente, buscando en ello el mejor procedimiento tactico para acraer asu causa a los artesanos, campesines y pequefios co-merciantes, para obcener el apoyo de esos grupos sociales, que emonces integraban los cuadros de ladase explotada [ ... }.

    Como se ve, y hay que insistir en ello, unicamente el inte-res de clase movia a los conocidos "pr6ceres" que en ningun mo-mento pensaron en un cambio verdaderamente revolucionario pues, como se sabe, las inquietudes de su busqueda conflufan, lisa y llanamente, en la defensa y robustecimiento de sus privilegios, sin pensar jamas en la conquista del poder como medio para establecer una sociedad equilibrada, justa y progresista, contra-ria a la sociedad del indio oprimido, vejado y pisoteado, del negro esclavizado, del"campesino pobre, abusivamente despo-jado de su tierruca, del artesano segregado3 .

    3. ARAUJO Calder6n, Antonio. Esquema hist6rico de San Diego. Bogoca, Asecaribe, 2004.

  • De Macondo a manaJSo

    2. Las dinarnieas del eonflieto en eada uno de sus periodos han permitido implementar diversos niveles de guerra psi-eol6giea que eneuentra, ya, una semilla rudimentaria en praetieas de los eolonizadores hispanos. Sin la sofistieaei6n adquirida durante el siglo XX, la eonquista de la eoneien-eia de los nativos tom6 dos direeeiones: Una eonsistente en la propagaei6n del miedo, a traves de la tortura y la funei6n ejemplarizante de la pena. En De los delitos y de las penas, Cesare Beccaria, explica c6mo la cultura europea des-eubri6 desde haee mueho el poder persuasivo que ejeree el eastigo, no solo - ni prineipalmente- en el eulpable, sino sobre la eomunidad. Una pena duta, dolorosa, ejemplarizante, disuade al resto de individuos acerea de la inutilidad de sus practieas y. de las conseeuencias que de estas devienen. En el caso amerieano, la pena buseaba do-blegar la rebeli6n - elevada a delito- ind1gena y negra. En la Colonia y Republica esta tactica no ces6; de ah1 el recor-dado easo de Jose Antonio Galan y los eomuneros, euyos euerpos fueron eereenados y expuestos en todas las plazas a fin de "aleceionar al pueblo". En nuestra epoea la ejemplarizaei6n, a traves de la pena, ha eneontrado tam-

    bi

  • lt

    Edgar Barrero Cuellar

    opresor; lo que indudablemente lo ilevada a terminar siendo un colaborador pasivo de su propia conquista.

    La reverencia al Dios cat6lico, a los ilamaclos "titulos jus-tos", a los reyes, el sentido de inferioridad del "salvaje" frente al "civilizado", la formade mantener relaciones con la metr6poli, la exaltaci6n de sus ideas sobre las del indio y el negro, la alimenta-ci6n de una baja autoestima; la imposici6n de la cr6nica hispanica de la "leyenda neg ra': donde se sataniza y minimiza la cultura indi-gena, como explicaci6n hist6rica de la conquista; lograron, al fi-nal, generar una perdida de identidad, de orgullo propio y sopor-taron la id ea de la esterilidad, co mo generalizaci6n de la conduc-ta, de cualquier intento de cambio ante un colonizad6r que debia aceptarse co mo superior. Lograron que el colonizado se "sumase a la causa", lo que no implica la existencia de manifestaciones indi-viduales de rebeli6n.

    Con posterioridad estos patrones fueron adoptados por el sistema educativo4:

    La degradaci6n y el embrutecimiento mismo de los ameri-canos entraba en el plan de estos gobernantes, que traian instrucciones expresas para no consentir entre nosotros la propaganda de los conocimientos humanos.

    La ignorancia es el mayor mai de un pueblo ... ella es la que lo hace credulo, supersticioso, incapaz de conocer las ver-dades esenciales y la que somete a la astueia de los gobier-nos opres1vos.

    Los nifios aprendian pocas cosas en las escuelas de indios: historia sagrada, las letras, los numeros, himnos religio-sos ... y algunos oficios. No se esperaba de ellos ni origina-lidad ni creaci6n independiente. Era una instrucci6n formati va-repetitiva.

    4. OCAMPO L6pez,J avier. El pracesa ideol6gico de la emandpad6n en Colombia, eita de doeumentos historieos eoloniales. Bogora., editorial Planeta, 1999.

  • DeMacondo amaJJCuso

    En los colegios de Indias se entretiene ala juventud mu-chfsimos afios, con el estudio de universales, con una fisica barbara y otras bagatelas que no traen utilidad.

    El siglo XX trajo consiga el montaje definitivo e inusitado del sistema capitalista de relaciones comerciales y con ello un elemento que cambi6 toda m1estra vision: la masificaci6n del consumo y el establecimiento del ciclo publicitario, basado en los avanees de la Psicolog.la y la Sociolog.la.

    Segun Vance Packard el estudio para influir sobre nuestra conducta se lleva a cabo en muchos terrenos y emplea varias e ingeniosas tecnicas. Se utiliza, por ejemplo "con pJ.ofusi6n para ir:fluir sobre nuestro consumo cotidiano", en cuyo campo las empresas publicitarias han descubierto que toda estrategia de venta puede basarse en el manejo que se le de a ocho areas basi-cas de la psique del hombre, que sintetizan sus necesidades: Vender seguridad emocional, afirmaci6n del propio valer, satis-facci6n del propio yo, escapes creadores, objetos de amor, sen-saci6n de poder, sensaci6n de arraigo, idea de inmortalidad.

    Por supuesto las teenieas de "analisis motivacional" y el desenmascaramiento de los habitos ocultos que mueven a los consumidores a dar "el s.l mecanizado" a determinados pro-ductos, encontr6 rapidamente aplicaci6n en los espacios del poder. El marketing polltico y "los manipuleos poHticos" no s on descubrimiento del siglo XX. "N apole6n organiz6 una oficina de prensa que llam6. . . oficina de la opini6n publica", cuya funci6n era fabricar tendencias polfticas. La diferencia es que en el siglo que cerramos y el presente, la utilizaci6n de las formas ocultas de la publicidad en el devenir de los pueblos ha llegado a Hmites insospechados. Los anuncios de contenidos

    ..

    subliminales, la inserci6n de valores pasajeros y ductiles, la 18 venta de f6rmulas de escape de la realidad, la exaltada sensua-

    lidad en los mass media, la masificaci6n y la despersonalizaci6n, a fin de conseguir un mereado uniforme que implique menor

  • Edgar Barrero Cuellar

    inversi6n y mayor ganancia5, y la creaci6n de imaginarios, han demostrado su efectividad en la conquista y manutenci6n del poder; de manera especial en un campo fundamental: la reinterpretaaon de Jo vivido.

    Como se anuneia en De Macando a mancuso, el olvido se manifiesta no s6lo en la perdida de datos del pasado sino en -y de manera mas frecuente- una equivoca, tergiversada 0 incom-pleta vision de los hechos. "Lo mas importante no es lo que pasa sino lo que pas6", dice Karl Plinten, refiriendose a la importan-eia del ejercicio de la memoria sobre los sucesos. "Si no existe un correcto entendimiento del ayer no se podra aprevechar de modo utilla experiencia ... En el contexto social la reinteq)retaci6n de las experiencias, es definitorio del canicter de los pueblos. La forma en que se hagan los rastreos sobre las causas y consecuen-cias de lo pasado permitira entender las dinarnieas que operan en su presente, seiialari culpables, indicara caminos, definiri nuestra imagen en el presente; los valores que operan en el y las concepcio-nes de vida que no s guiaran"6.

    El dominio de los imaginarios y de la historia se vuelve, entonces, una prioridad. Peter Berger lo ha llamado ((poder de definiaon "; el cual d eviene del poder f.fsico y econ6mico; es decir, "quien te nga tal es campos bajo su pufio tendra tambien la fa-cultad de definir lo bueno y lo malo, lo hermoso y lo vil, lo valioso y deleznable, de nuestro presente y, por supuesto, de nuestro pasado. Tendra la capacidad casi divina de reinventar el pasado, es decir, de reinventarnos a nosotros".

    5. Es mas barato producir un solo producro con identicas caracterfsticas para millones, que uno para cada uno, por eso es supremamente util al mereado la promoci6n .fle la "unidimensionalidad", la eliminaci6n de los distintivos individuales, de los rasgos que caracterizan la identidad y nos diferencian de los otros. Es como tener un mismo cliente reproducido por miles. PLINTEN, Karl. Los imperios. Zaragoza, editorial Agfano, 1985, p.86.

    6. ibid.

    19

  • De M1.condoa~nancuso

    En Rebeli6n en la granja, George Orwell ofrece una eficaz ilustraci6n de este procedimiento, cuando el nuevo Hder en el pequeiio establo -un cerdo llamado Squealer- utiliza una ret6-rica incans ab le para conveoeer a los otros animales que "sus re-cuerdos estahan eqwvocados'~

    Tal como lo dice Edward H. Carr en c"Que es la historia?, "[ ... } la realidad es que, pese a lo que se diga, los hechos "no hablan por si mismos" o, de hacerlo, es el historiador quien de-cide que hechos han de hablar, pues no puede concederles la palabra a todos. Y la decisi6n del historiador ... vendra determi-nada por su punto de vis ta".

    Obras como la de Barrero Cuellar van dirigidas a revelar desde un punto de vista cientifico -e inevitablemente politico-estas tacticas que han venido a influir el conflicto colombiano, causando en buena parte su perpetuaci6n y cuando menos anu-lando la posibilidad de que la sociedad civil resurja de sus ceni-zas, a partir de una revaloraci6n de las vktimas del mismo, de lo que ha costado su sangre, su quebrantamiento. Al contrario, hoy se sigue culpando a las vktimas de su sino, en vez de enten-dera cabalidad los engranajes que los han - que nos han- con-denado a tal suerte.

    El rigor De Macando a mancuso no se quiebra, ni siquiera, al fina!, cuando se propone una "resistencia", determinada por la recuperaci6n de lo humano. Y este es el otro gran aspecto que debe destacarse. Ellibro plantea una necesidad: la comunicaci6n entre los hombres debe ser destaponada, pues las teenieas de gue-rra psicol6gica han ampliado el nivel de fragmentaci6n social, y han llevado a la desmembraci6n de lo comunitario.

    En una herroosa novela de Odix Small se narra c6mo a la oriila de dos grandes. rios, alimentados por la sangre de los es-clavos que eran decapitados en su nacimiento, se sentaba a solas

    20 un viejo esc~ibano quien garabateaba en su cartapacio -de mi-les de hojas- una unica palabra repetida infinitamente; era una queja de dolor, una congoja. La escribia, deda el, para queen el

  • I tL

    Edgar Barrero Cuellar

    futuro alguien supiera que en aquellos dos alguien, tambien, habfa sufrido.

    Dos grandes dos asi bafi.an a Colombia hoy: La violencia y el olvido. Pero el peor de ellos es el olvido. Por eso neeesitamos escribanos sagaces que nos ayuden a reactivar los circuitos de nuestros cerebros, individuales y sociales.

    Los testigos de nuestro tiempo, deben plantear disertacio-nes que trasciendan lo cotidiano a trave~ del conocimiento y del metodo. Que nos ayuden a reencontranos. Que vengan a com-plementar analisis como los de Orlando Fals Borda, y a explicar recuentos como los que Alfredo Molano o Arturo /Alape han efectuado, sobre los acontecimientos recientes. Es e;peranzador pensar en aportes como el de Barrero Cuellar que guardan el eqwl1brio entre la deneia y el sentir, pues su compromiso es ante todo con la Psicologfa social.

    Es cierto -y eso lo indica claramente este libro- que en nuestra historia "muchas palabras esra.n emborronadas y la ma-yoria se han perdido"7; a vee es s e siente co mo que el pasado ha sido arrancado. Si alguna resistencia hemos de hacer es enton-ees en ese sentido.

    Octavio Paz escribi6 unos versos, que hoy deberian ser nuestro himno contra la ignominia y el oprobio. Oprobio de nosotros contra nosotros mismos, pues olvidarnos, asi sea en parte, es matar nuevamente, y por lo mismo.

    Hoy recuerdo a los muertos de mi casa Al que se fue por unas horas y nadie sabe en que silencio entr6

    7. SAGAN, Carl y DRUYAN, Ann. 5ombras de antepasados olvidados. Bogota., editerial Planeta, 1997.

  • 22

    De M1condo amaJJalSO

    Hoy recuerdo a los muertos de mi casa Rostros perdidos en mi frente, rostros sin ojos, ojos fijos vaciados

    Su silencio es espejo de mi vida, en mi vida su muerte se prolonga

    Luis Mario Araujo Becerra Bogota, Enero de 2008

  • Edgar Barrero Cuellar

    Pr6logo a la primera edici6n

    De Macando a mancuso, un texto esclarecedor y obligatorio para pensar el pais

    En ocasiones se piensa que si el Estado colo.t)}biano estu-viera considerando, con todo rigor, una perspectiv~ de paz, ten-dria a todas las universidades que forman profesionales en Psi-cologia y Ciencias Humanas, en Ciencias Politicas y Derecho, en un plan de emergencia de preparaci6n para recibir y "resocializar", no s6lo a los combatientes, sino a los millones de colombianos lesionados por la guerra. y no hablamos unica-mente de las lesiones socioecon6micas y culturales, que son mUltiples, sino de las lesiones psicol6gicas que cubren mas de tres generaciones.

    El actual conflicto militar, con caracteristicas semejantes, aunque con particularidades de actores, escenarios y motivacio-nes, como lo sabe todo estudioso de la Historia reciente de Co-lombia, se inici6 a finales de los cuarenta, con el prop6sito de exterminar a los colombianos comprometidos con los proyectos modernizadores del primer gobierno de Alfonso L6pez Pumarejo (1934-1938): "La Revoluci6n en Marcha", que tenia como ejes la Reforma Agraria, los derechos de los trabajadores, la reforma universitaria y la secularizaci6n y modernizaci6n social del Esta-do. Claudicado este proyecto en su segundo gobierno (1942-1945), las banderas sedan retomadas por Jorge Eliecer Gaira.n, con unas perspectivas de mayor contenido social, aunque con 23 ribetes populistas tipo Peron, en Argentina, que se centraban en la incorporaci6n a la naci6n de las amplias capas populares.

  • 24

    De Macando amancuso

    Las politicas de contenci6n fueron entonces el modelo de Francisco Franco, en Espafia. Los gobiernos de Mariano Ospina Perez (1946-1950) y de Laureano Gomez, principalmente else-gundo, desataron el terror estatal argumentando la defensa de la tradici6n hispano-cat6lica, de la Iglesia cat6lica, y de una derno-eraeia de las elites blancas y propietarias de la tierra. La maquina-ria que se puso en acci6n fue la guerra psicol6gica de tinte religio-so, con fuerte apoyo de la Iglesia Cat6lica. Cafdos Laureano G6mez y Roberto U rdaneta Arbelaez, el general Gustavo Roj as Pinilla inici6 su gobierno pacificando. La paz se convirti6 en el argumen-to, aunque rapidamente se inici6 de nuevo el conflicto, primero con quienes no hab!an entregado las armas y, segundo, el modelo populista autoritario suscit6 la resistencia de variados sectores sociales, y principalmente de las elites de los partidos Liberai y Conservador, que vefan c6mo, ante sus propios ojos, se derrum-baba su hegemonfa de siglo y medio, desde la independencia, y c6mo el modelo de Estado encarnado por Rojas Pinilla, y sus in-tentos de crear un tercer partido apoyado fuertemente en el Ejer-cito y en los sectores mas pobres de la poblaci6n (binomio Pue-blo-Fuerzas Armadas), desarticularia definitivamente su modelo de Republica burgueso-aristocratica. Ahora, la resistencia se ha-ria "en defensa de la democracia", callando toda la violencia ante-rior. Cafdo asu vez Rojas Pinilla, se inici6 el Frente Nacional y la hegemonfa polirica (alternaci6n, milimetria) de liberales y con-servadores, que se prolongarfa por dieciseis afios. Pero la situa-ci6n internacional cambiaba rapidamente. Si bien la muerte de Gaitan ya forma parte de la "Guerra Fda", a comienzos de los sesenta, debido a la Revoluci6n Cubana, la Conferencia de Punta del Est e, el Plan Lazzo ( que aspiraba a desarticular toda premisa de resistencia a la dorrtinaci6n norteamericana), y la campana de Alvaro G6mez contra las ''Republicas Independientes"8, nos arroja

    8. Zonas de colonizaci6n de campesines influenciados por el Partido Comunista.

    '

  • Edgar Barrero Cuellar

    de bruces y plenamente a la Guerra Fda. Los bombardeos de dichas "Republicas" darfan origen en 1964 a las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia); el rompimiento ruso-chino a la fractura del Partido Comunista Colombiano y el naci-miento del PCC-ML (Marxista leninista) y de su fuerza de lucha guerrillera, el EPL (Ejercito Popular de Liberaci6n). Por ultimo, el descontento con el Frente N acional y la radicalizaci6n de la Hnea dura del MRL (Movimiento Revolucionario Liberal), en conjunto con sacerdotes de la Teolog!a de la Liberaci6n, dan origen al ELN (Ejercito de Liberaci6n Nacional), del cual hizo parte el m!tico sacerdote Camilo Torres Restrepo. Desde este momento toda la propaganda del Estado se orient6 a "salvar" la de.I116cracia del comunismo, y toda la guerra psicol6gica se articul6 alrededor de la defensa de la "seguridad nacional", como en los restantes paises de America Larina, a partirdelas poHticas y la intervenci6n nor-teamericana. En 1971, surgi6 el M-19.

    Esta polltica de seguridad nacional se mantuvo hasta mediados de los aiios 80 cuando un nuevo actor ingresa al con-flicto: el narcotra.fico, con los concomitantes cambios en la pro-paganda. La desarticulaci6n del Sistema Socialista Mundial a comienzos de los 90 reestructur6 las politicas y la propaganda, y a partir de entonces y hasta ahora, todo se centra en la lucha contra el narcotd.fico y el terrorismo, asf se oculte o se quiera minimizar ante la opini6n publica que los paramilitares (para saber quien los organiz6 y arm6 basta con una lectura atenta del peri6dico El Tiempo de los ultimos aiios) son sustaneia he-cha poder de fuego del narcotnifico.

    Sesenta afios de una guerra atroz en la que el eseenario principal ha sido el campo, y el objetivo, la adhesi6n o la intimi-daci6n de los campesinos, ha tra!do como consecuencia el des-plazamiento de varios millones de colombianos y la destrucci6n del tejido soci~l. Las grandes ciudades han visto surgir inmensas 25 barriadas de miserables, de personas que ya no pueden vivir en el campo y su cultura tradicional, pero que tampoco pueden

  • De Macondo amancuso

    adaptarse ala vida urbana; han visto surgir como minimo dos generaciones de colombianos a quienes la sociedad no ha dejado mas alternariva que el delito, sobre todo eldelito por excelencia contemporaneo, el narcotnifico y el sicariato, que se coneretan en el paramilitarismo; y han visto c6mo se extienden una moral y unas practicas sociales propias dellumpen: la traquetizaci6n de la vida social, el predominio de la mentalidad del vivo, la impunidad y la corrupci6n generalizada. El odio hacia el otro es, hoy en dia, la consecuencia mas generalizada de una poHtica que se inici6 con la persecuci6n a los adherentes de la Revolu-ci6n en Marcha y de J orge Eliecer Gaid.n.

    Con el apretado resumen anterior no estarhos sefialando que antes de 1948 se viviera una idilica paz en Colombia. Lo que queremos es resaltar la particularidad de este Ultimo perio-do. Es bien sabido que la guerra, las masacres, los secuestros, el reclutamiento forzado y de menores, y el boleteo, se iniciaron en 1811 en la Nueva Granada y que alo !argo del siglo XIX el pais vivi6 una situaci6n de guerra continua, en la que la polirica de la exclusi6n y eliminaci6n fisica del conttario fueron cons-tantes, hasta desembocar en la guerra de los Mil Dias y la perdi-da de Panama. Tampoco estamos negando que desde los inicios del siglo XX el tratamiento que se dio a los emergentes proble-mas sociales fue militar. Recuerdese la violencia de la Hegemo-nia Conservadara (1903-1930) contra los trabajadores, los es-tudiantes y los campesinos, que llen6 paginas y paginas de la historia de nuestro pais y de la cual surgieron, como reacci6n, muchos de los sirnbclos y ceremonias de canicter popular y so-cial en el siglo XX. Pero hay diferencias: dentro de una guerra de dos siglos, los procesos que se inicia.n en el 1948 se enmarcan en una inusitada violencia contra el sector civil, y en un siste-matico uso de los modernos medios de comunicaci6n para ade-

    26 lantar una ~uerra psicol6gica que oculte la verdad de los he-chos, maximice la "1naldad" del enemigo y la "bondad" de quie-nes representan el Estado, y prepare a la poblaci6n para aceptar

    . .? 1

  • Edgar Barrero Cuellar

    la liquidaci6n de quienes se oponen al statu quo. Y este es el centro del trabajo del psic6logo y magister en filosofia, Edgar Barrero, en "De Macando a Mancuso: Con9icto, violencia polftica y guerra psicol6gica en Colombia ': del cual queremos resaltar algu-nos aspectos:

    1. A partir de una bibliografia ftios6fica, hist6rica y psicol6-gica muy actual, Edgar Barrero nos acerca a nuestro con-flicto y nos lleva a una conclusi6n basica: U na de las causas esenciales de nuestra guerra es la negaci6n del conflicto y de los espacios legitimos para que este se plantee, se argu-mente y se resuelva. En todo grupo humano, desde la fa-milia hasta la comunidad internacional, hay iruereses que se contraponen: diferentes intereses econ6mico-sociales, de clases, de gremios; diferentes ideolog1as y confesiones po-Hticas y religiosas, diferentes culturas, diferentes intereses individuales, lo que Kant denominaha la insociable socia-bilidad del ser humano. Pero lo caracteristico delllamado de la modernidad consiste en que la sociedad y el Estado deben tener espacios pollticos para que el conflicto pueda plantearse y dirimirse, como unica alternariva para supe-rar el estado de naturaleza, es decir la guerra. En Colom-bia, desde el momento en que surge como pafs indepen-diente, y hasta el dia de hoy, siempre se ha negado el espa-cio para el conflicto; es masseha negado el conflicto, en la familia, en la escuela y en el conjunto de la vida social. Desde el 48 esta negaci6n se ha encubierto con Ilamaclos a la defensa de la religion, de la civilidad, de la democracia, contra la penetraci6n sovietica o contra el narcotrafico y el terrorismo. Habilidosamente se ha negado sus causas eco-n6mico-sociales .. y poHticas. En consecuencia se le ha satanizado, co mo forma para justificar las politicas que desde el Estado y en colusi6n con los Estados Unidos (Guerra 27 Fria, G~erra contra el narcotrafico, Guerra al Ter~orismo), T ha permitido el diseno de politicas de seguridad que desde

  • De Macondoa.mancuso

    el Plan Lazzo, hasta el Plan Patriota, han sembrado el pafs de terror y de muerte.

    2. El texto nos demuestra en forma argumentada y cuidadosa-mente sustentada todas las practicas que se han utilizado en la guerra psicol6gica, con apartes que clarifican desde la Psi-cologfa social y la teorfa de las representaciones sociales, c6mo se construye el enemigo y c6mo se administra psicol6gica-mente a la poblaci6n civil, para que soporte la dura proeba de los exterminios masivos. Apoyado en los desarrollos de Le6n Rozintchner, Barrero destaca tres g randes metados utilizados por la hegemonfa: /

    La acci6n persuasiva que apunta al nivel consciente de las perso-nas y busca disparar todo tipo de racionalizaciones [ ... ]. La ac-ci6n sugestiva que "actuanl. sobre las emociones y sentimientos, lo afectivo y lo subconsciente"( ... ]. La acci6n compulsiva que apunta al nivel inconsciente de las personas y busca "obtener que el hombre se someta acudiendo a las formas "instintivas", s6lo atento a la conservaci6n de la vida.

    Estos tres metodos -no unicamente, por supuesto- han permitido una aetitud tacita de respaldo de la poblaci6n civil urbana a las atrocidades de la guerra, ampliamente denuncia-das por la comunidad internacional, y al silencio y sometimien-to de la poblaci6n rural, intimidada, dando respuestas instinti-vas parasalvar la vida. (C6mo entender que, en medio de las denuncias de las ONG colombianas, latinoamericanas, euro-peas y norteamericanas, y de Amnistfa Internacional, la pobla-ci6n siga aprobando una poHtica de guerra? Claro que las atro-cidades y la combinaci6n con el delito, han sido comunes entre todos los contendient~s. Pero un Estado que utiliza estos meta-dos, por sf mismo se esta deslegitimando.

    28 3. uno de Jos aspectos mas interesantes del texto, que de-muestra un interes claro en apoyarse en lo mis avanzado de las teorfas filos6ficas y sociales actuales, se encuentra en

  • Edgar Barrero Cuellar

    la demostraci6n de la articulaci6n de las pra.cticas barbaras de la sociedad colombiana y su institucionalidad, para ne-gar y satanizar el conflicto, con las practicas propias de la sociedad disciplinaria para construir sujetos. Esto corrobo-ra que nuestra barbarie no esta solamente ligada a la gue-rra medieval y ala guerra contrainsurgente, sino que ade-mas en un mundo ligado por la globalizaci6n neoliberai y el mereado mundial, padecemos simultaneamente las tra-gedias del pasado y las del presente.

    En varias ocasiones hemos repetido que, a veces, se percibe que la Psicologfa en Colombia no manifiesta interes J?r la forma concreta como se articulan en la mentalidad del colombiano y su psiquismo, las particularidades de nuestra formaci6n social y de la violencia recurrente que nos sacude. La teorfa de las represen-taciones sociales, puesta en juego por Edgar Barrero, es un buen estfmulo para iniciar una reflexi6n sistetnatica, que ya es abun-dante en la Economfa, en la Historia, en la Sociologfa y en la Antropologfa, pero que todavia es muy timida en la Psicologia, endaustrada en el debate de las escuelas, o en una concepci6n abstracta y universal del hombre y su relaci6n con el mundo.

    Gustavo Adolfo Quesada Vanegas Bogota, marzo de 2006

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  • De M1condo a mancuso

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  • Edgar Barrero Cuellar

    Comentario del autor a la segunda edici6n

    iTengo un silenao de manos apretadas en el alma, tengo un dolor de impotendas que me aplasta/

    E.G.I.

    Ante s de empezar ... un alto

    A principios de 2006, mientras terminaba la primera ver-si6n de estas paginas, el nombre de Salvatore Mancuso era evo-cado de forma recurrente como uno de los principales protago-nistas de un !argo historial de muerte y desolaci6n, producto de la presencia paramilitar en amplias zonas del territorio nacio-nal. Entonces yo estaba, como hoy, convencido, de que no exis-te mejor retrato de nuestro pais que Cien aiios de soledacf: la obra insigne del N obel de literatura colombiano, Gabriel Garcia Marquez, y decidi, por esa raz6n, yuxtaponer en el titulo el pue-blo imaginario donde transcurre dicha novela y el apellido de uno de los deres de mayor incidencia en el desarroila del fen6-meno paramilitar en Colombia. Esta yuxtaposici6n pueda pare-cer chocante, pero eno hacen Macondo y Mancuso parte consti-tutiva de una misma realidad, la impunidad generalizada y el sentimiento de increduJidad naturalizado en la Colombia del siglo XX y principios de milenio?

    Macando .es hoy un mi to universal de America La tina, en 31 general, y de nuestro pais, en particular, en donde la guerra ha sido, de una u otra forma, un elemento constitutivo de nuestra

  • De i\!c1condo a mancuso

    historia. Pronto se cumplira.n sesenta afios del asesinato de Jor-ge Eliecer Gaid.n. Este Hder popular sentenci6 pocos antes de ser as esinado que si lo matab an, correrian "dos de sang re" en el pa.ls, y no se equivoc6. La violencia polirica ha inundado los campos y sembrado el horror a lo largo de seis decadas, de la mano de diferentes actores armados, entre los cuales el Estado tiene mucha responsabilidad por acci6n u omisi6n en crimenes de lesa humanidad.

    El gobierno de Alvaro U ribe fue elegido sobre la promesa de acabar militarmente con las FARC. En cinco afios de gobier-no no lo ha logrado y, al contrario, el conflicto militar se ha intensificado y se ha extendido a casi todo el terri-t'orio nacional. Esto ha obligado al gobierno de Uribe a implementar una es-trategia de guerra psicol6gica con la que se pretende hacer creer a la poblaci6n civil en el triunfo de la "Politica de Seguridad Democnitica", a traves de una serie de operaciones de manipu-laci6n mental y sentimental.

    De forma paralela se inicia un improvisado proceso de "negociaci6n" con el sofisticado sistema paramilitar, el cual ha dado como resultado la implementaci6n de la Ley de Justicia y Paz9, bastante cuestionada por las organizaciones de Derechos Humanos, pues alli no tienen voz las vktimas en cuanto a ver-dad y reparaci6n, y se legaliza la impunidad a gran eseala 10

    9. Ley 975 de 2005. 10. Eo este seotido la Oficioa eo Colombia del Alto Comisiooado de las

    Naciones Unidas paralos Derechos Humanos manifest6 en junio de 2005: "En relaci6n con la ley 'Justicia y Paz', aprobada por el Congreso el22 de junio, la Oficina observa que esta no logra reuoir los elementos esenciales aconsejables para establecer una justicia rransicional que, en aras de ser un instrumento de paz sosteoible, prevea incentivos y ofrezca beneficios para que los grupos armados ilegales se desmoviliceo y cesen sus hostilidades, a

    3 2 la vez que garantice adecuadamente los derechos de las victimas ala verdad, a la justleia y a la reparaci6n". http://www.hchr.org.co/publico/ comuoicados/2005 /cp05 3 5. pdf, consultado el 27/02/2008.

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    Edgar Barrero Cuellar

    En esta nueva edici6n, continnamos la tarea de develar esos dispositivos de poder mediante los cuales se pretende natu-ralizar y justificar el uso de la fuerza y los recursos del Estado para eliminar fisica o simb6licamente a aquellas personas y or-ganizaciones, senaladas como potencialmente enemigas del "des-orden'' social establecido. '

    A traves de una reflexi6n sobre el conflicto, la violencia polltica y la guerra psicol6gica, este libro aspira, desde la Psico-log1a social, seguir aportando elementos que permitan avanzar en la consecuci6n de una soluci6n negociada al conflicto arma-do en Colombia, sobre la base de una etica de la resistencia, que le sirvaal pa1s para salir del drculo vicioso de la guerra, y entrar en una nueva l6gica de defensa de la vida y de la diferencia, como valores fundamentales y constitutivos de un pafs comple-jo y rico en su diversidad, como lo es Colombia.

    Edgar Barrero Bogod., Noviembre de 2007

  • De Macondo amancuc;o

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    Edgar Barrero Cuellar

    Hacia una historia de mentiras y oividos

    Garcia Marquez parte en Cien aiios de soledad de un estado de inocencia primera, cuando Macondo era apenas "una aldea de veinte casas de barro y cafiabrava" para mostrar c6mo poco a poco se va tejiendo un tramado complejo de relaciones sociales, en donde la convivencia se torna difkil y se pierde el respeto por el otro. A lo largo de la historia que abarca siete generaeiones de una misma familia, los Buendfa, aparecen las guerras -dclicas, fraticidas- y la violencia polftiea entraa jugar un papel prepon-derante en la vida cotidiana. Esto es ilustrado con erudeza duran-te la eseena en la que un eabo de la polida haee pieadillos a un nifio, por haberle derramado por aecidente un refresco en el uni-forme y, de paso, decapita al abuelo del menor, por tratar de im-pedirlo11. El eoronel Aureliana Buendfa, quien observ6 de cerca la eseena, fue invadido por un profundo sentimiento de desespe-ranza "[ ... } como tantas veces le ocurri6 durante la guerra con la muerte de sus mejorcs amigos, no experimentaba un sentimiento de pesar, sino una rabia eiega y sin direcei6n, una extenuante impotencia 12". (Es ese mismo sentimiento de soledad, rabia e impotencia el que acompafia hoy a miles de familias vktimas del conflicto armado en Colombia.)

    Pero si para gentes de otras latitudes la obra eitada es una construcei6n literaria ep la que un escritor earibefio hace gala

    11. GARCIA M3,J:quez, Gabriel. Cien aiios de soledad. Edici6n conmemoraciva 3 5 Real Academia espaiiola, editerial Alfaguara. Bogota, 2007, p.273.

    12. Ibid., p.276.

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    De Macondo amancuso

    de una excepcional capacidad imaginativa, para muchos de no-sotros constituye una manifestaci6n mas de la realidad de terror que vive y ha vivido nuestro pa1s, en los ultimos sesenta aiios. Ap art es de Cien aiios de soledad so n espejos para mirarnos y mirar nuestra historia mas reciente:

    Durante el dfa los rnilitares andahan por los torrentes de las ca-Hes, con los pantalanes enrollados a meelia pieroa, jugando a los naufragios con los nifios. En la noche, despues del toque de que-da, derribaban puertas a culatazos, sacaban a los sospechosos de sus camas y se los llevaban a un viaje sin regreso. Era todavia la busqueda y el exterminio de los malhechores, asesinos, incendia-rios y revoltosos .. .B

    ". ..... '

    Si comparamos esta construcci6n literaria con un docu-mento elaborado por Amnist1a Internacional, corroboramos c6mo nuestra realidad sociopotica supera a la ficci6n:

    Los escuadrones de la muerte tambien han actuado conera cliri-gentes comunitarios, estudiantes y j6venes desempleados de los barrios marginales que rodean las principales ciudades. Los infor-mes de ataques a la manera de los escuadrones de la muerte contra j6venes de los barrios marginales de Medellin aurneotaran drasticamenre tras la huida de prisi6n de Pablo Escobar y otros importantes traficantes de droga en julia de 1992. Despues de la fuga se incrementaron los ataques contra agentes de polida de esa ciudad. En un periodo de tres meses, mis de sesema agentes per-clieron la vida a mana de pistoleros, presuntamente contratados por Pablo Escobar. La polida se veng6 matando indiscrimi-nadamente a j6venes de los barrios marginales. Pocas horas des-pues de la muerte a tiros de dos agenres de polida, ocurrida en el centro de Medellin en noviembre de 1992, doce hombres enmas-carados armados de rifles automatieos irrumpieron en Villatina, un barrio pobre de las afueras de la ciudad y mataron a nueve menores de dieciocl)o afios. Los mis j6venes eran un nifio y una nina de ocho afios ... 14

    13. Ibid., p.3).2. 14. Amnistia lnteroacional. Violencia polftica en Colombia. Mito y realidad

    Madrid, 1994, pp.22-23.

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    Edgar Barrero Cuellar

    En ambos relatos existe una intenci6n manifiesta de gene-rar terror como mecanismo de sometimiento y obediencia. La utilizaci6n sistematica de la fuerza para dirimir los conflictos com-porta una intenci6n de impactar, tanto en lo fisico como en lo psicol6gico, y garantizar asi el control del adversario. "Por ello, una sociedad donde se vuelve habitual el uso de la violencia para resolver lo mismo problemas grandes que pequefios, es una socie-dad donde las relaciones humanas estan larvadas de raiz". 15

    Lo peor que le puede pasar a un pueblo despues de tanto tiempo de guerras es caer, sin darse cuenta, en un estado perpe-tuo de mentira y olvido, en donde la memoria no sabe c6mo aceptar y resolver los conflictos. ./

    Si alguien me objetara que el reconocimienro previo de los con-flictos y las diferencias, de su inevitabilidad y su conveniencia, arriesgaria paralizar en nosotros la decisi6n y el entusiasmo en la lucha por una sociedad mas justa, organizada y racional, yo le replicada que para mi una sociedad mejor es una sociedad capaz de tener mejores conflictos. De reconocerlos y de conrenerlos. De vivir no a pesar de ellos, sino productiva e inteligenremente en ellos. Que s6lo un pueblo esceptico sobre la fiesta de la gue-rra, maduro para el conflicto, es un pueblo maduro para la paz. 16

    De aili que exista una representaci6n social muy arraigada en nuestra sociedad respeeroala valoraci6n negativa del conflic-to, y se construyan dispositivos de todo orden para evitarlo; esto, al punto de llegar a justificar pnicticas autoritarias que, por lo general, empiezan en los procesos de socializaci6n, a traves de mecanismos de persuasi6n social. Luego, dichas practicas se concretizan en la emocionalidad de los sujetos, hasta convertirse en esquemas de pensamiento, acci6n e interacci6n.

    15. MARTIN-BARO, Ignacio. Psicologia social de Jaguerra. Uca Editores. San Salvador,)992. p.29. 37

    16. ZULETA, Estanislao. Colombia: Violenda, Democrada y Derechos Hwnanos. Fundaci6n Estanislao Zuleta/Hombre Nuevo Editores. Medellin, 2003, p.30.

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    De Macando amancuso

    Estos mecanismos de negaci6n y ocultamiento de los con-flictos que subyacen a cualquier forma de relaci6n social escon-den, en realidad, una trama de relaciones de poder, en la que los actores sociales configuran diversas visiones del mundo, de acuer-do a la posici6n que ocupen en el entramado socio-cultural. De all! que sea neeesario hablar de la realidad como una construc-ci6n social en la que existe la diferencia y la diversidad, lo hete-rogeneo y lo multiple. De la forma como se asuman estas dife-rencias se configuran los distintos campos de conflictividad.

    De tal forma que cuando no se acepta la diferencia y la diversidad, necesariamente se tiene que recurrir al uso de la fuerza para eliminar todo aguello que se nos vuef~a inc6modo para la comprensi6n del mundo. Nuestro Yo s6lo es posible en el reconocimiento de ese otro que, aunque no nos guste, tene-mos que ser capaces de aceptar como un ser de nuestra misma especie. Entonces:

    Cuando esta inevitable combinaci6n de interdependencia y opo-sici6n desemboca en la guerra y la violencia, se ha producido el tragico fracaso de las mas aitas posibilidades humanas: el dialo-go inteligente, si se trata de concepciones; la transacci6n, si se trata de intereses; y en ultimo caso, el reconocimiento de que el otro, por opuesta que sea su vision del mundo y del fucuro a la nuestra, sigue siendo un hombre como nosotros17 .

    El problema del reconocimiento del orro no es algo tan sencillo y la cuesti6n no se resuelve con discursos de tolerancia en los que se niega y excluye desde pretensiones de verdad, a traves del ejercicio del poder.

  • a

    Edgar Barrero Cuellar

    Justamente, por eso es que el conflicto degenera en vio-lencia y esta a su vez, ba jo ciertas condiciones, en guerra. N os encontramos, entonces, ante tres conceptos que guardan una estrecha interdependencia, pero que no significan lo mismo. No es igual hablar de conflicto polltico, violencia polltica o guerra psicol6gica.

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  • De Macondoa mancuso .

  • U .

    Edgar Barrero Cuellar

    Conflicto politico

    En terminos generales el conflicto es definido como un estado de confrontaci6n en el que intervienen "dos omas fuer-zas, ideas o personas", y es inherente a la condici6n humana, pues es a partir de situaciones de conflictividad que se producen cambios y transformaciones en el ambito individuaty colectivo; por lo tanto, el conflicto no es ni bueno ni malo, sino que hace parte de la experiencia humana y tiene siempre una dimensi6n interpersonal19.

    Desde esta perspectiva el conflicto adquiere un sentido di-namico, complejo y multifactorial, en donde lo importante es el reconocimiento de los contextos de ocurrencia, los v!nculos e interacciones bio-psico-antropol6gicas, las relaciones de poder y los discursos que se han construido culturalmente para justifi-carlo o trascenderlo20

    Sin embargo, varios autores insisten en otorgarle al con-flicto un caracter de disfunci6n_21 ' en el que se altera el orden y el funcionamiento normal de la estructura individual o social. De acuerdo con esta postura, el ideal de la realidad social ten-

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    De Macondo amancuso

    dria que ser la busqueda de la paz, la armonia y la tranquili-dad; siendo condici6n necesaria que los individuos y grupos sociales se adapten e integren al orden social establecido. El riesgo de este tipo de interpretaciones de la realidad, es que no permite ver que al interior de la estructura social se entre-tejen diversidad de intereses que dan lugar a tensiones y con-flictos de todo orden, siendo lo polltico uno de sus componen-tes fundamentales.

    En este sentido, el conElieto polltico es el resultado de todo un proceso de acumulaci6n de tensiones sociales, con un alto contenido simb6lico ideologizado en el que se construyen creen-cias, costumbres y valores para la vida publica y pr1vada, a par-tir de la incorporaci6n de ideales politicos que, por su propia esencia, mantienen un caracter cerrado e intrausigente frente a sus opos1tores.

    De esta forma, el conElieto es inherente a la propia activi-dad politica, pues como lo plautea Michel Foucault, la polirica penetra absolutamente todas las formas de organizaci6n social e individual, en la medida en que "los hombres y las cosas son contemplados desde sus relaciones: la coexistencia de los hom-bres en un territorio, sus relaciones de propiedad, lo que produ-cen, lo que se intercambia sobre el mercado. Tamb~n se intere-sa por la forma en que viven, por las enfermedades y los aeci-d 1 77 ent es a os que se exponen --.

    Es asi como se puede plantear que el conElieto politico da cuenta de tres grandes dimensiones: 1) tensiones permanentes por la defensa de ciertos intereses, 2) luchas por el poder; y 3) pretensiones de verdad frente a la forma en que se debeda orga-nizar la sociedad. El problema aparece cuando el Estado no brinda las condiciones minimas para el ejercicio de una actividad poli-rica democratica e incluyente, en la que se reconozca y respete

    22. FOUCAULT, Michel. Tecnologfasdel J&. Barcelona, ediciones Paides, 1996, p.l30.

  • Edgar Barrero Cuellar

    las diferencias id~ol6gicas. Cuando esto sucede, el conflicto po-Htico deja de ser poiesis y creaci6n, y termina siendo muerte y destrucci6n.

    Muchos historiadores y soci6logos de la violencia, nacionales y extranjeros, han sefialado el hecho de que el Estado colombiano, aun despues del viraje cemralista de 1886, no ha logrado nunca funcionar como el garame de un consense social capaz de conte-ner, en los Hmites de su propia legalidad, el conjunto de los con-flictos civiles. 23

    De acuerdo con Orlando Fals Borda24, llega un momento en el que el conflicto social moderado se convierte/ en un con-flicto pleno o de aniquilaci6n, y es to sucede porque el Estado en su afan de control y dominio social se excede en el uso de la fuerza, es decir, cuando "las formas de coerci6n fisica se aplican en exceso", y es to contribuye al aumento de las tensiones con los nuevos movimientos sociales que se sienten excluidos y reprimi-dos desde las mismas instituciones gubernamentales.

    Pero al mismo tiempo, el caracter bipartidista y no pluralista de nuestra democracia, ha hecho que hist6ricamente el debate politico haya terminado en luchas hegem6nicas por el poder territorial, dando como resultado fen6menos como el gamonalismo y el cacicazgo en los dos partidos tradicionales, desde los cuales se ha patrocinado todo tipo de formas de exclu-si6n: social, politica, econ6mica y cultural.

    Los analisis regionales de la violencia ponen de relieve hasta que punto la identidad partidisea tramita ocras formas de afiliaci6n social. Las migraciones a las zonas de fromera, tanto como los enfrentamientos entre poblados durante la epoca de la violencia,

    23. ZULETA, Estanislao. VI oleneia y derechos humanos. Medellin, Fundaci6n Estanislao Zuleta. 1989, p.178.

    24. GUZMAN ~POS, German; FALS Borda, Orlando y UMANA Luna, Eduardo. La violencia en Colombia. Bogoti, editorial Punta de Lanza, 1977, p.67 .

  • De Macando amancuso

    encuentran alguna explicaci6n en el tipo de articulaciones que los partidos policieos hacen de las distintas relaciones sociales ... dicho de otra manera, la flliaci6n partidisea cubre dis-tintos espacios de relaci6n social, lo que diluye su especificidad al misroo tiempo que da forroa a los confliccos. 25

    Indudablemente, los conflictos pollticos tienden a degene-rar en luchas partidistas. Pero no siempre esto se reconoce, y por el contrario, se intenta negar. Por ejemplo, muchos hablan del conflicto reduciendolo a una cuesti6n axiol6gica y, por lo general, religiosa, en la que se articulan aspectos como lo sagrado y lo profano, o nociones como el bien y el mal, la vida y la muerte, la civilizaci6n y la barbarie, la democracia y la subvers16n, etc. Des-de esta perspectiva, el conflicto entrafia cierta malignidad y lo que hay que hacer es evitario a toda costa. Esto incluye, lastimosamente, la desaparici6n flsica o simb6lica de quien lo ge-nera. Al respecto, Estanislao Zuleta siempre se manifest6 en tono energico, cuando insistia en la necesidad de reconocer el caracter conflictivo de la realidad psicosocial.

    Para combatir la guerra con una posibilidad remota, pero real, de exito, es neeesario comenzar por reconocer que el conflic-to y la hostilidad son fen6menos tan constitutivos del vfnculo social, como la interdependencia misma, y que la noci6n de una sociedad arm6nica, es una contradicci6n en los terminos.

    La erradicaci6n de los conflictos y su disoluci6n en una ccilida convivencia no es una meta alcanzable, ni deseable, ni en lavida personal -en el amor y la amistad- ni en la vida colectiva. Es preciso, por el contrario, construir un espacio social y legal en el cuallos confliccos puedan manifestarse y desarrollarse, sin que la oposici6n al otro conduzca a la supresi6n del otro, marandolo,

    reduc~ndolo a la impotencia o silenciandolo26 . ..

    25. GONZALEZ, Fernan; BOLiv AR, Ingrid y V ASQUEZ Te6filo. Violencia polftica en Colombia. De la naci6n fragmentada ala construcci6n del Estado. Bogoti, Cinep, 2003, p .284.

    26. ZULETA, Estanislao. Op. eit. p.29 .

  • Edgar Barrero Cuellar

    Detras de estas palabras esta la posibilidad de una socie-dad mas democratica y participativa, en la que todos los actores sociales sean incluidos y reconocidos como sujetos, con capaci-dad en la toma de todas aguelias decisiones que afecten su vida personal y colectiva. Esto quiere decir que, mientras existan si-tuaciones de extrema exclusi6n y marginalizaci6n social, el con-flicto pasara de ser una cuesti6n personal, a convertirse en una cuesti6n de grupo o clase social, en la que poco a poco se confi-gura, de manera consciente o inconsciente, la necesidad de re-currir al uso de la fuerza para salir de tales estados de opresi6n y sometimiento.

    De acuerdo con lo anterior, la soluci6n pacifica~y negocia-da de los conflictos debe empezar por tomar en cuenta los facto-res generadores de marginalidad que son, ala postre, los que se constituyen en elementos de tensi6n social. Desde la perspecti-va de la Psicologia social eririca -que desarrollo en la parte final de este libro- lo que se busca es ubicar y transformar los facto-res de exclusi6n y negaci6n de formas de existencia humana, en condiciones de dignidad. Se puede hablar de procesos de nego-ciaci6n unicamente a partirdela humanizaci6n, justicia y repa-raci6n, porque no s6lo la confrontaci6n militar produce victi-mas27 . Todas las formas de inequidad, exclusi6n y marginalizaci6n social terminan generando estados masivos de pobreza y mise-ria en los que se constituyen verdaderos ejercitos de victimas en

    27. Segun la Al ta Comisaria de la ONU para los Refugiados (Acnur) Colombia es hoy el pais con el mayor numero de desplazados en el mundo. Tres millones de personas se han visto obligadas a dejar sus hogares a causa de los conflictos armados. Fuenre: http: //www.acnur.orgL index php?id_pag= 6508. Consultado el 09/02/2008. Colombia presema una de los mayores indices de desigualdad - tercer lugar despues de H aiti y Brasil- en America Larina que, asu vez, es el continente mas desigual del mundo, segun el Programa de las naciones Unidas para el Desarrollo. Fuente: http: //www pnud org.co/sitio.shtml?apc = kk- l -indices%20de%20pobreza&x= 19590. Consultado el 09/02/2008.

    4

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    De Ma~;ondo amancuso

    busca de cualquier forma de sobrevivencia humana. De alli que el concepto de victima no se puede limitar solo a las operaciones militares, pues como bien lo argumenta Dussel, se empieza a ser una de elias, cuando se niega la posibilidad de desarrollar la corporalidad y se intenta justificar dicha imposibilidad desde variados dispositivos de poder. La afirmaci6n de los valores del sistema establecido o el proyecto de v1da buena de los poderosos es negaci6n o maJa vida para los pobres. Y, acto seguido, se lo juz-ga negativamente como lo que produce pobreza o infelicidad de las victimas, dominados o excluidos28

    De acuerdo con Germani, 29 el analisis de los procesos de marginaci6n y dependencia generadores de conflitto social debe incluir una revisi6n eririca de por lo menos cinco aspectos fun-damentales: 1) las caracteristicas estructurales de un determi-nado ordenamiento socio-econ6mico, incapaz de absorber la totalidad de la poblaci6n, 2) el ordenamiento polfrico, segun el cual ciertos grupos asumen un maxirna de poder, impidiendo cualquier participaci6n significativa de otros sectores sociales, 3) la dominaci6n de un grupo cultural, que resulta excluyente hacia aquellos grupos que no aceptan sus formas de vida, sus valores y normas, 4) ciertos rasgos psicosociales de la personali-dad, que imposibilitan lavida en una sociedad "moderna", y 5) la explosi6n demognifica, que imposibilita a los sistemas socia-les la asimilaci6n de un crecimiento poblacional tan grande.

    Cuando estos aspectos no son tenidos en cuenta, simple-mente lo que se hace es pasar de conflictos sociales a estados de violencia polltica generalizada, hasta el punto de llegar a ser un pais en guerra, donde buena parte del presupuesto nacional es utilizado en una l6gica de muerte y destrucci6n, y donde se ha .

    ..

    28. DUSSEL, Enrique. Etica de la Jiberaaon en la edad de laglobalizaoon y de la excluSion. Madrid, editorial Trotta, 1998, p.310

    29. GERMAN!, Gino. En: Fromm, Erich. ElmiedoaJa libertad Barcelona, editorial Paid6s, 1980. pp 11-17.

  • Edgar Barrero Cuellar

    venido naturalizando el uso de la fuerza y la represi6n para re-solver los problemas, por mas insignificantes que parezcan.

    Aunque nuestra naturaleza es dinamica, no necesariamen-te el cambio tendria que implicar el uso de la fuerza y los consi-guientes dolores que de all.i se deriven. El conflicto social no depende de las buenas o roalas voluntades de las personas, o de los designios de fuerzas sobrenaturales. Por el conrrario, obede-ce a la forroa como hist6ricamente se haya configurado la es-tructura social. Aunque quis~ramos ser un poco mas optimis-tas, lo cierto es que nuesrra historia polirica da cuenta de un complejo proceso de radicalizaci6n ideol6gica y militar, en el que poco a poco se ha venido configurando una impfesionante maquina de guerra, que ha dejado su impronta en las formas de pensar, actuar e interrelacionarse de sujetos y colectividades.

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  • De Macando amancuso

  • Edgar Barrero Cuellar

    Violencia pol!tica

    En terminos generales se acepta la vision aristotelica de que violencia es todo exceso de fuerza que se impone contra algo o contra alguien y que lo saca de su estado natural. El problema comienza cuando nos preguntamos en que consiste ese estado natural. Para muchos, lo natural es que la sociedad se

    /

    divida en grupos o elases sociales y una de estas tenga mejores condiciones de vida que las otras. La deshumanizaci6n de esta forma se torna natural para todos aquellos que se encuentran en ejercicio del poder y, aun peor, para aquellos que han incor-porado inconscientemente sus intereses. Basta con mencionar la investigaci6n realizada en 1983 en los Estados Unidos, so-bre la formaci6n del concepto de clase social para entender lo anterior:

    ( ... } se entrevist6 a mas de 200 nifios de diversas edades y perte-necientes a distintos seccores sociales. Una de las preguntas que se formulaba era la siguiente: "cQue tendr1a que pasar para que no hubiera pobres?". Varios de los entrevistados, pertenecientes a sectores socioecon6micos altos, dieron la siguiente respuesta: "matados a todos". 30

    De alli que buena parte de las concepciones sobre violen-cia se encuentren asociadas a valoraciones encubiertas de poder, en las que se justifica el uso de la fuerza sobre aquellos sectores considerados problemati(:OS para el establecimiento. Lo natural sera, entonces, que quien detente el poder se sienta autorizado para el uso de la violencia, so pretexto de mantener el orden. 49

    4

    30. MARTIN-BARO, Ignacio, Op. eit., p.68.

  • De Macondo amancuso

    J ustamente aqu1 s e encuentra una de las raiees de eso que he-mos venido llamando violencia poHtica.

    Este tipo de violencia no se ejerce de manera despreveni-da, sino que contiene una poderosa carga de intereses de todo tipo, siendo los econ6micos, militares e ideol6gicos, los princi-pales. De esta forma, la designaci6n de un acto como violencia polltica dependeni en gran medida del canicter de la violen-cia vivida, y de la justificaci6n moral que se haya construido frente a ella. Este aspecto es de suma importancia cuando se quiere realizar abordajes sobre pollticas de negociaci6n, en las que se pretende incluir dispositivos de perd6n y olvido.

    Para los representantes del antiguo regimen y las asociaciones de vktimas, lo que hace imposible el perd6n es el cara.cter de la vio-lencia vivida. Para los primeros, no fue violencia, sino el ejercicio de una fuerza instauradora y protectora del orden en la defensa de la naci6n. Para las vktimas, fue violencia de Escado, se debe reco-nocer co mo tal y requiere un tracamiento juridico-politico. 31

    U na polftica de negociaci6n para la salida de estados de violencia polirica naturalizados, necesariamente incluye una re-flexi6n en torno a aspectos tales como la reparaci6n a las victi-mas, el conocimiento de la verdad, la garantia de una justicia capaz de superar decadas de impunidad, y la voluntad poHtica para una apertura democratica que se manifieste en una mejor distribuci6n de los recursos, mecanismos reales de participaci6n en lo polltico, lo econ6mico y lo sociocultural.

    De acuerdo con Sancirine Lecfranc, existe una relaci6n para-d6jica entre violencia polftica y perd6n, porque al tiempo que el perd6n moral es neeesario para la saiida de la violencia, es impo-sible vis to desde la esfera de la polftica32 Si se revisan con cuidado

    ..

    50 31. LEFRANC, Sandrine. Policieas del perd6n. Madrid, Ediciones Catedra, 2004, pp. i83-184.

    32. Idem.

  • Edgar Barrero Cuellar

    las cifras sobre violaciones de los derechos humanos en Colombia, el Estado es el responsable de la gran mayoda de ellas. De ah! que la figura del perd6n resulte inaceptable.

    No es con olvido ni con ocultamiento de la verdad, co mo se resolvera.n los problemas ... es neeesario clarificar el sentido de la reconciliaci6n, que tiene base religiosa y etica y, por lo tanto, no puede ser a cualquier precio, ni confundirse con el olvido y la impunidad.

    La impunidad es uno de los mas graves problemas que la sociedad debe enfremar. Es imposible construir una sociedad y forealeeer el Estado de Derecho, sin vigencia de la justicia. Varios gobiernos iniciaron diversas vias de apoyo psicol6gico a las vfctimas"'y de reparaci6n econ6mica y sociaL Pero fueron medidas parciales. En paises como Argentina se sancionaron leyes de impunidad. La lu-cha de los organisroos de Derechos Humanos, despues de varios afios de esfuerzo, logr6 que se derogaran, pero muchos criminales, beneficiados con las leyes de impunidad, esta.n libres33 .

    Como se puede ver, un abordaje complejo de la violencia polirica implica el reconocimiento de la verdad, mediante el res-cate de la memoria colectiva como herramienta fundamental para la afirmaci6n de la diferencia y de la diversidad; la violen-cia poli:tica es un fen6meno que, como ningun otro, produce miedo, terror y fatalismo generalizado.

    4b

    Las sociedades roareadas por la violencia sufren traumas profun-dos tamo en sus comportam~emos cotidianos individuales, como en las decisiones que asumen en lo social y politico. La violencia politica genera miedo y su acci6n somete y paraliza a la sociedad, imponiendo determinados comportamientos; lleva al silencio y la intimidaci6n, condiciona las conductas y reduce a lo mas fntimo de cada ser sus comportamientos sociales.34

    ..

    33. PEREZ Esquivel, Adolfo, en: MARTIN Beristain, Carlos y PAEZ Rovira, Daria. Violencja, apoyo a las victimas y reconstrucci6n social: ex:periendas S 1 internaciona/esyeldesaffo vasco Madrid, editorialFundamemos, 2000. p.lO

    34. ibid.

  • De Macando amancuso

    De acuerdo con lo anterior, la violencia politica supone una elaboraci6n en la que existe una intenci6n manifiesta o la-tente de hacer dafio, siendo la estructura psicol6gica-la que mayor impacto recibe. De all! que autores como Ignacio Mardn-Bar6 insistan en la necesidad de establecer una diferencia entre vio-lencia como instrumento y violencia como fi.n mismo: "Un acto de violencia instrumental es aquel realizado como medio para lograr un objetivo diferente, mientras gue el acto de vio-lencia final es aquel realizado por sl mismo, es decir, el acto buscado co mo fi.n" 35 La importancia de esta diferenciaci6n ra-dica en que permite "separar el acto de violencia de su intencionalidad, de eliminar el involucramiento pe(sonal y con-vertir la violencia en una pracrica profesional. .. "36 .

    Un ejemplo que ilustta sufi.cientemente el caracter ins-trumental de la violencia poHtica, es la investigaci6n realizada por el equipo de asistencia psicosocial a las Madres de la plaza de Mayo37 En el se recogen datos de esa Cultura de terror que padeci6 Argentina durante la dictadura, a traves de la cual se buscaba, basicamente, que mediante una serie siste-matica de acciones violentas y de terror sobre la poblaci6n, esta se sometiera y obedeciera ciegamente, a traves de lo que Antonio Mart1nez38 denomina inducciones social es. Es tas inducciones son:

    35. MARTIN-BARO, Ignacio. Acaon e ideologfa. Psicologfa social desde Centroamerica. San Salvador, Uca editores, 1996, p.372.

    36. Ibid, p.373.

    37. MARTINEZ, Antonio. Modelo de solidaridad en la asistencia psicosocial a los sobrevivientes de tortura y de abusos de los Derechos Humanos. En: Enfoques y metodologfas de atenci6n psicosocia.l en el contexto del conflicto

    52 socio-polftico colombiano. Bogotci, Terre des Homrnes Italia y U ni6n Europea, 2004, p.93.

    38. Ibid.

  • Edgar Barrero Cuellar

    La inducci6n social al silencio: El que protesta tiene "pro-blemas serios".

    La inducci6n social a los sentimientos de culpa: "Te pas6 lo que te pas6 por meterte en asuntos poticos".

    La inducci6n social a declarar al desaparecido por muerro: Esta inducci6n social es particularmente dolorosa, porque cuando las familias declaran al desaparecido como muerto, con el prop6sito de empezar el duelo oficial que les permi-ta continuar m.lnimamente con sus vidas, se sienten, subconscientemente, culpables. Esta culpabilidad genera situaciones interpersonales e interactivas complejas. Por esta raz6n, las Madres exigieron que fuera el gobierno el que hiciera dicha declaraci6n.

    La inducci6n social a convertir la disidencia en un proble-ma de salud mental.

    La inducci6n social al olvido, donde se afirma que la na-ci6n sufri6 mucho por el conf1icto y lo mejor es olvidar y continuar: El problema con esta inducci6n es que se re-victimiza a los sobrevivientes, porque al fomentar la im-punidad, se alimenta los sentimientos de impotencia desmovilizadora.

    La inducci6n social al perd6n: Muchas veces los gobiernos declaran una amnistfa a los violadores de los Derechos Humanos, siendo ellos mismos los mayores responsables de dichas violaciones. Esto equivale a evadir su responsabi-lidad. La inducci6n social a considerar la tortura como un fen6-meno de idiosincrasia nacional.

    La inducci6ri social a considerar que, so pretexto de prote-ger sus int.ereses, los paises centrales, desde los cuales se 53 dietan las Doctrinas de Seguridad, no tienen responsabili-dad en los abusos comeridos en los paises perifericos. Un

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    De Macando amancuso

    reciente ejemplo de ello fue la participaci6n de la multina-cional Chiquita Brands en la financiaci6n de grupos paramilitares en la regi6n del U raba colombiano. Cien A.fios de Sol ed ad evoca el paso de esta empresa por Macondo) ha-ciendo alusi6n a los mas de 3000 hombres y mujeres ase-sinados en 1928, en Citnaga (Departamento del Magda-lena, al Norte de Colombia) por haberle exigido a la transnacional (que hasta 1969 se conoci6 como United Fruit Company), dar soluci6n al pliego de peticiones presentado por el sindicato39.

    39. En un hecho sin precedentes el tribuna! federal de Washington conden6 en marzo de 2007 a pagar 25 millones de d6lares a esta multinacional, por haberle entregado 1. 7 millones de d6lares a las Autodefensas campesinas de C6rdoba y U rabi (ACCU), para garantizar la seguridad y el funcionamiento de la empresa en la regi6n.

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    Edgar Barrero Cuellar

    Guerra psicol6gica

    Los anteriores son ejemplos del caracter instrumental que adquiere la violencia polltica. Pero la finalidad de la violencia poHtica apunta hacia el control y dominio absoluto de la subje-tividad, por medio de complejos dispositivos de poder. Esto plan-tea una nueva forma de estrategia que los investigadores poco

    /,/

    hemos tenido en cuenta: la violencia simb6lica como estrategia de la guerra psicol6gica, que hoy es posible gracias al impresio-nante desarrollo de los medios masivos de comunicaci6n. No es en vano que instituciones como el Ejercito y la Polida tengan sus propios programas de radio y televisi6n, a traves de los cuales ponen a circular representaciones sociales, cargadas de valoracio-nes emocionales en las que se odia al conflictivo y se ama el orden y la disciplina social. Ignacio Martfn-Bar6 fue uno de los pioneros en analizar la forma como El Salvador se convirti6, durante la decada de los 80, en un laboratorio en el que los prin-cipios del "conflicto de ba ja intensidad" y de guerra psicol6gica, fueron puestos en practica:

    El hecho es que, junto ala intensificaci6n de las acciones milita-res, la !lamada "guerra psicol6gica" ha empezado a ocupar un lugar preponderante en el desarrollo del conflicto. El objetivo, por su puesto, sigue siendo ganar la guerra; pero, ya que las raiees del conflicto radican en la misma poblaci6n, una condi-ci6n esencial para el triunfo estriba en ganar ''las mentes y los corazones" de esa pobl~ci6n40.

    40. MARTIN-BARO, Ignacio. Psicologfa social de la guerra. U ca Editores. San Salvador, 1992, p.l7 .

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    De Macando amancuso

    El fen6meno de la guerra psicol6gica, que es sin lugar a dudas una de las formas mas elabaradas de la violencia pol.i:ti-Ca, constituye uno de los campos de intervenci6n psicosocial que mayor interes suscita. Sobre todo porque unos de sus efec-tos mas inmediatos tiene que ver con la generaci6n de estados de ambivalencia deseante en la poblaci6n, en los que se anhe-la la paz, pero a la vez se apoya y genera acciones de violencia, lo cual incluye el apoyo y financiamiento de grupos de justicia privada, como es el caso de los Ilaroados escuadrones de la muerte.

    Este fen6meno de la ambivalencia deseante como resul-....

    tado de las l6gicas de guerra, se refleja en una especie de doble moral en la que se justifican los actos violentos hacia los demas, pero se condenan cuando recaen sobre nosotros. Esta 16gica no existe por si sola, sino que es el resultado de un cuidadoso pro-ceso de penetraci6n de la subjetividad, a traves del cual se man-tiene a la poblaci6n pre-ocupada y sugestionada, pero entre-tenida median te una serie de montajes pulsionales.

    Mi intenci6n es incorporar una serie de conceptos propues-tos por Felix Guattari41 , dentro de su analisis de la ecosofia, como una propuesta etico-pol.i:tica tendiente a la re-invenci6n de nuevas formas de relaci6n humana "en el sentido de una re-singularizaci6n individual y/o colectiva, mas bien que en el de una fabricaci6n mas-mediatica, sin6nimo de angustia y des-

    . / " esperacwn . La guerra psicol6gica tiene como objetivo fundamental el

    agenciamiento de una serie de estados psico-sociales de afecto hacia aquellos que defienden determinados ideales, es decir, "ague-llos programas gue buscan la anulaci6n de los enemigos, no me-diante su eliminaci6n .. flsica, sino mediante su conquista psiqui-ca". Pero, al mismo tiempo, la guerra psicol6gica busca generar

    41. GUATIARI, Felix. Las tres ecologfas. Bogoca, editorial Pre-textos, 1998, p.l9.

  • - ...

    Edgar Barrero Cuellar

    un sentimiento de inseguridad, y esto se realiza mediante la "ejecuci6n visible de actos crueles que desencadenan en la pobla-ci6n un miedo masivo e incontenible"42 A partir de esta situaci6n de doble sentido se va configurando el fen6meno de la ambivalencia deseante, en situaciones de violencia politica.

    De un lado, la indiferencia c6mplice y, de otro, el miedo y la inseguridad. Pero quisiera insistir en que este no es un pro-blema de buenas omalas voluntades, sino el resultado de unas politicas de seguridad que han originado el establecimiento de predisposiciones mentales a actuar, pensar e interrelacionarse de esta manera. Es decir, se han instalado en la subjetividad como parte de una estrategia de guerra, toda vez que ~-ra violen-cia y la negatividad siempre son la consecuencia de agenciamientos subjetivos complejos; no estan intrinsecamente inscritas en la esencia de la especie humana"43

    Este planteamiento permite establecer cierta diferencia entre el caracter biol6gico e instintivo de la violencia en tanto reacci6n natural para la conservaci6n de la vida, y el caracter instrumental de la violencia para la consecuci6n de ciertos fines. Esto lo saben muy bien quienes elaboran politicas y estrategias de guerra psicol6gica, desde las cuales se busca disparar el ins-tinto de supervivencia haciendo efectiva la consigna "salvese quien pueda", tendiente a lograr la fragmentaci6n y la ruptura de los procesos comunitarios.

    De alli que una de las secuelas mas graves de la violencia poli-tica teoga que ver con la instauraci6n de la desconfianza abso-luta hacia los otros y el sentimiento de rabia e impotencia frente al establecimiento. Al respecto, Hannah Arendt44 sostiene que

    42. MARTIN-BAR, Ignacio. Psicologfa Social de la guerra. San Salvador, UCA editores, 1990. p.166.

    43. GUATTARI, Op. eit., p.p.59-60. 44. ARENDT, Hannah. Crisis de Ja Repub/ica. Madrid, Santillana editores,

    1998, p.163.

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    De Macando amancuso

    no es lo mismo hablar de rabia como algo irracional y patol6gi-co, y de rabia relacionada con cierta consciencia de los actos que la provocan.

    La rabia no es en absoluto una reacci6n automatica ante la miseria y el sufrimiento co mo tal es; nadie reacciona con rabia ante una enfermedad incurable, ante un terremoto o, por lo que nos concierne, ante condiciones sociales que parecen incambiables. La rabia s6lo brota all! donde existen razones para sospechar que podrfan modificarse esas situaciones y no se mo-difican.45

    Sin embargo, es neeesario tener en cuenta _que uno de los objetivos de la guerra psicol6gica es precisamente ocultar y des-viar la atenci6n de aquellos aspectos generadores de malestar social (rabia), a traves de lo que hemos denominado montajes pulsionales, por medio de los cuales se ponen a circular image-nes distorsionadas de la realidad, con la consecuencia inmediata del prejuicio social mediante el cual se valora y significa las interacciones sociales.

    La presentaci6n de hechos o acontecimientos en terminos de "blanco o negro", de "todo o nada", desde canales oficiales, si-guiendo la 16gica de la Doctrina de la Seguridad N acional. En este esquema s6lo caben "patriotas" o "traidores", "buenos" o "malos", "cristianos" o "ateos", con definiciones a priori que de-jan poco espacio a la verdad. Esto simplifica la vida polftica y social, a tal grado que se cierran y bloquean posibles espacios de convivencia social y tiene consecuencias serias - fi'sicas en mu-chos casos- para aquellos que son ubicados en el polo desfavorecido de la ecuaci6n de "satanizaci6n".46

    45 . Ibidem, p.l63. 46. DOBLE'S , Ignacio . Guerra psicol6gica y opini6n publica. En:

    MONTERO, Maritza. Acd6nydiscurso. Caracas, editorial Eduven, 1989, p.234.

    -

  • I .rA

    Edgar Barrero Cuellar

    El propio presidente U ribe en plena campana de reelec-ci6n acus6 ala oposici6n de "comunismo disfrazado" (El Tiem-po, 06-05-2006). Tres dias despues, varias organizaciones so-ciales y de defensa de los Derechos Humanos recibieron por correo electr6nico un mensaje titulado "No mas mentiras dis-frazadas" en las que se les acusaba de ser "protectores de te-rroristas, fomentadores del terrorismo a gran eseala en nues-tra patria que no desea mas saber de ustedes o las Farc o del Eln o de cualquier cosa que suene a izquierda, chavismo, so-cialismo o comunismo disfrazado "(El Espectador, 14 al 20 de mayo 2006)47

    Un montaje pulsional, como instrumento de---ta guerra psicol6gica, no es otra cosa que la instalaci6n en los sujetos de una serie de dispositivos de manipulaci6n mental para la acep-taci6n pasiva de la realidad, previamente designada y codifica-da con el apoyo de mecanismos simbalieos ideol6gizados, tra-yendo como resultado la naturalizaci6n de hechos y discursos excluyentes y marginalizadores, en cualquier ambito .

    47. Cirado por DH Colombia en su sitio Web: www.dhcolombia.info/ spip pbplarricle304. Consultado el 20/11/2007.

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    En un proceso de guerra psicol6gica de tantos afi.os, por supuesto que hemos ido construyendo imagenes de negaci6n absoluta de la alteridad. Y por eso es que se llega a niveles ex-tremos de polarizaci6n social. El problema es que esas imagen~s son el resultado de sutiles poHricas que trascienden lo nacional y hacen parte de estrategias de geopoHtica internacional. Por lo menos asi lo deja ver Hannah Arendt cuando analiza la forma en la que Estados Uni dos empez6 a construir estrategias para hacerse ver como un defensor de la democracia mundial, y como un amigo incondicional en el que se puede confiar, asi ello im-plique invasiones a otros paises, exterminaci6n de poblaciones y destrucci6n de los procesos de identidad cultural:"/

    La elaboraci6n de imagenes como polltica global - no la conquis-ta del mundo sino tan s6lo la victoria en la batalla por ganar las mentes del pueblo- es evidentemente algo nuevo en el gran arsenal de humanas locuras que registra la historia. No fue em-prendida por una naci6n de tereera categoria, siempre dispuesta a la jactancia en busca de compensaciones a la realidad, ni por una de las antiguas potencias coloniales que perdieron su posi-ci6n como resultado de la segunda guerra mundial y que podian haber sentido la tentaci6n, como la sinti6 De Gaulle, de alardear de una vuelta a la preeminencia, sino por la porencia dominante al final de la guerra. Puede que sea natural que quienes ocupan cargos eleccivos, que deben tanto o creen deber tanto a quienes dirigieron sus campafias elecrorales, piensen que la manipula-ci6n es la que rige las mentes del pueblo y, por consiguiente, quien rige verdaderamente al mundo48 .

    El sujeto simb6lico se constituye, entonces, a partir de ima-genes designad~, significadas, precodificadas y puestas a circular en forma de realidad virtual por quienes detentan el poder. Son ellos quienes delimitaa los espacios, no s6lo fisicos, sino psicol6gi-cos, donde el sujeto puede pensar y movilizarse.

    48. ARENDT, Hannah. Op. eit., p.26.

  • r-1

    Edgar Barrero Cuellar

    Nos encontramos ante un sujeto producido por el poder magicalizante-ideologizado de los medios masivos de informa-ci6n y comunicaci6n. En este nuevo sujeto, el sentido ya no se encuentra en lo colectivo, sino en lo individual, en lo eflmero, en lo instantaneo, en lo artificial. "Ya el sujeto no impone su vision del mundo sino, por el contrario, el mundo impone su discontinuidad, su fragmentaci6n, su estereofon1a, su instanta-. neidad artificial"49

    Desde la perspectiva de Baudrillard, la topolog1a del suje-to simb6lico se configura dentro de un plano de transitos per-manentes: del poder magico de la ilusi6n optimista al desen-canto fatal del nihilismo; del sujeto creativo, aut6nomo y propositivo, al sujeto indiferente, reproductivo y pasivo; de la funci6n interpretativa del signo ala descripci6n vada y sin sen-tido de las imagenes, etc.

    En esta misma direcci6n, Frederic J ameson50 ubica cinco grandes aspectOS caracter.isticos de lo que elllama la Cultura postmoderna, los cuales, a la postre, resultan siendo los ele-mentos fundantes delanueva constituci6n del sujeto simbali-co producido desde mecanismos de control social y guerra psi-col6gica:

    La superficialidad: Nos hayamos ante una nueva cultura de la imagen o el simulacro. La creatividad del sujeto es reemplazada por el calco acr.ltico.

    Temporalidad privada: El sujeto social se transmuta en sujeto individual masificado y homogeneizado. Sus nive-les de referencia estan atravesados por lo particular y lo privado.

    49 . BAUDRILLARD, Jean. Lailusi6n y la desilusi6n esteticas. Caracas, editorial Monte .Avila, 1997, p.24. 61

    .

    50 JAMESON, Frederic. El posmodernismo o la 16gica cultural del capitalismo avanzado. Barcelona, edirorial Paid6s, 1995, p.45 .

  • De Macando a mancuso

    Intensidad: El nuevo sujeto se constituye sobre la base de un "subsuelo emocional totalmente nuevo", producido por innovadoras y originales tecnologias de poder.

    Tecnologias constitutivas: El nuevo sujeto simb6lico es el resultado de planificadas estrategias de dominaci6n dise-fiadas por el sistema econ6mico mundial.

    La guerra no se da solo en el plano de la confrontaci6n ar-mada. Al contrario, gracias al desarroila de los medios masivos de comunicaci6n, la guerra busca producir un impacto en la estruc-tura psicol6gica de poblaciones enteras, de tal forma que se apo-

    ..--/

    yen acciones designadas como justas y necesarias y se adhiera pa-sivamente a ciertos ideales; convirtiendo a la poblaci6n civil en actor direero y/o indirecto de la confrontaci6n.

    Para Noam Chomsky, uno de los grandes pensadores de la sociedad contemporanea, la noci6n de propaganda y de crea-ci6n de consense son los pilares de la d emaeraeia "liberal", cuya genesis fue la necesidad de movilizar a la opini6~ nacional esta-dounidense, inicialmente antibelicista, hasta convertirlos en fer-vientes defensores de la guerra, en la primera decada del siglo XX. El exito de esta operaci6n llev6 a utilizar los mecanismos de la propaganda para fomentar lo que se habria de llamar "el Miedo rojo", gracias al cual se logr6:

    ( .. . ] La destrucci6n de sindicatos y la eliminaci6n de problemas tan peligrosos como la libertad de prensa o de pensamiento po-litico. El poder financiero y empresarial y los medios de comuni-caci6n fomentaron y prestaran un gran apoyo a esta operaci6n de la que, a su vez, obtuvieron rodo tipo de provechos51 .

    51. CHOMSKY, Noam. El control de nuestras v1das. Bogora, Fica, 2007, p. 139.

  • Edgar Barrero Cuellar

    ' Los niilos en el conflicto armado

    Los niiios y nifias colombianos han nacido y crecido en medio de un conflicto intenso y degradado; algunos viven la guerra direc-tamente, porque estin en medio del fuego, porque deben empu-fiar las armas, observar al enemigo, recoger informaci6n y parti-cipar de manera activa en el conflicto; otros, como espectadores de las "ultimas noticias" y primicias de los medios de comunica-ci6n, espectadores de imagenes que invaden sus espacios y rela-ciones y amenazan con arrebatar las figuras y lugares que les proveen afecto y seguridad52

    Basta con detenerse a observar los juegos de los nifios para corroborar c6mo han ido incorporando una serie de p.autas de comportamiento en los que esta presente la imagen de la fuerza y la violencia para resolver los conflictos.

    Hace un par de afios estuve en Arauca, dictando una con-ferencia, y me aloje en casa de un amigo, quien amablemente me recibi6 junto con su familia. Mientras habhibamos, observe con asombro como sus dos pequefios hijos -de 5 y 7 afios- dis-cutian airadamente sobre quien generaba mas muerte y des-trucci6n, si el Ejercito, con lo que uno de ellos denominaha el avi6n fantasma, o la guerrilla, con sus poderosos explosivos.

    El mayor manipulaba un avi6n que supuestamente sobrevolaba Arauca y trazaba una serie de fdas y calculadas es-trategias para ubicar y atacar a los guerrilleros. Mientras tanto, el menor huia en un carro a toda velocidad, y en la operaci6n combinaba tacticas utilizadas por distintos personajes de la te-levisi6n. Quizas lo que mas me impact6 es que en ambos existia una dara determinaci6n de aniquilar a cualquier costa a