cv alberto heras 2

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ALBERTO HERAS I am a photographer with a communications degree from California State Uni- versity, summer '93 and a minor in art (photography and ceramics). Over the past 25 years I have published most of my work in Spain, in VOGUE, AD, GQ, Conde Nast TRAVELER, EL PAIS SEMANAL, CLUB DE GOURMETS, CHIC, CASA VOGUE, YO DONA, TELVA, Magazine LA VANGUARDIA. ELLE DECO USA and Italy, MAISON FRANCAISE, FAIRCHILD PUBLICATIONS (WWD); French, German, Chinese and Rus- sian AD... I photographed the book NEW YORK LIVING by Lisa Lovatt-Smith. With whom I’ve collaborated for the NGO ORPHANAID AFRICA. Portraits, interiors, food and travel are my main work frame. Zaha Hadid, Antoni Tapies, Ettore Sottsass, John Pawson, Rafael Azcona, Nacho Duato, Manolo Valdes, Elena Arzak, Martin Berasategui, David Chipperfield, Jose Maria Sicilia, Lucio, Quique Dacosta, ... Singapore, Rwanda, Ghana, Philippines, Mexico, jamaica, Thailand, Kenia...

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ALBERTO HERAS

I am a photographer with a communications degree from California State Uni-

versity, summer '93 and a minor in art (photography and ceramics). Over the past 25

years I have published most of my work in Spain, in VOGUE, AD, GQ, Conde Nast

TRAVELER, EL PAIS SEMANAL, CLUB DE GOURMETS, CHIC, CASA VOGUE, YO

DONA, TELVA, Magazine LA VANGUARDIA. ELLE DECO USA and Italy, MAISON

FRANCAISE, FAIRCHILD PUBLICATIONS (WWD); French, German, Chinese and Rus-

sian AD...

I photographed the book NEW YORK LIVING by Lisa Lovatt-Smith. With whom

I’ve collaborated for the NGO ORPHANAID AFRICA.

Portraits, interiors, food and travel are my main work frame.

Zaha Hadid, Antoni Tapies, Ettore Sottsass, John Pawson, Rafael Azcona,

Nacho Duato, Manolo Valdes, Elena Arzak, Martin Berasategui, David Chipperfield,

Jose Maria Sicilia, Lucio, Quique Dacosta, ...

Singapore, Rwanda, Ghana, Philippines, Mexico, jamaica, Thailand, Kenia...

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Como olas en el mar, las colinas se suceden hasta el infinito, hasta el Congo y más allá, en la región de Nyungwe, en el suroeste del país.

En 1959, los estudios del biólogo George Schaller demostraron

que los GORILAS son pacíficos herbívoros y no las feroces criaturas

que se pensaba

El macho de gorila, el silverback, es fácilmente re-

conocible por su gran tamaño (el doble que las

hembras), que puede supe-rar los dos metros, y

por su lomo ligeramente plateado. El cambio de

pelaje se produce en la ado- lescencia, a los 12 años.

que Dian Nyiramacibili Fossey, ‘la mujer que vive sola en el bosque’, dedicaba su vida a estudiar a muchos de estos mismos gorilas en la niebla, sólo quedaban 250 individuos. Es fácil de entender la fascinación que despiertan estos gigantescos simios, los más grandes de todos, símbolo de fuerza positiva –al chimpancé, quizás por sus tendencias carnívoras, se le asociaba con un poder diabólico–. De ellos nos separan sólo un 2,3 por ciento de nuestro material genético nuclear y apenas nueve millones de años de evo-lución. Compartir con ellos una hora de su tiempo (sólo se conceden 56 al día, a 500 dólares cada uno) y mirarles a los ojos es el único objetivo de la mayoría de los más de 20.000 visitantes que viajan a Ruanda anualmente, muchos en una extensión del clásico safari por Kenya o Tanzania. Casi nin-guno se queda más de tres días. Desgraciadamente se están privando de la posibilidad de descubrir un país realmente inusual y llevarse, de paso, una buena lección de superación y respeto a la naturaleza. Es la otra imagen de África.

O PRIMERO FUE ESE INCONFUNDIBLE OLOR A trópico. Y a continuación la sorpresa: ¡no hace nada de calor! Nos encontramos en Kigali, justo sobre la línea del Ecuador, pero a 1.600 metros de altitud, tan altos que aquí no llega

la malaria, en la capital de un diminuto país, similar en tamaño a Bélgica, perdido entre montañas. El país de las mil colinas, dicen los folletos turísticos, el Tíbet de África. Me alegro de haber dejado la chaqueta a mano. Fuera del aeropuerto (ojo, las bolsas de plástico están tan perseguidas como el comercio de carne de gorila), el asombro prosigue en las calles. Una mujer se afana por barrer una acera sobre la que se podría comer sin plato. Ni muchedumbres, ni música a todo volumen, ni olor a comida, ni una colilla tirada en el suelo. Los coches, no demasiados, las motos, casi todas taxis, y las bicis, muchas, transitan alegremente por el armonioso caos. ¿Seguro que estamos en África? “Ayer, último sábado de mes, fue el día de limpieza en comunidad”, me aclara nuestro buen amigo Jean-Luc Mira, director de ventas en Ruanda del portfolio de hoteles de Mantis Collection, mientras atravesamos la ciudad. “Todos, incluso el presidente, dejamos nuestras tareas durante unas horas para trabajar en el mantenimiento del país. ¿No te parece una idea ‘rwanderful’?”. Como si de una purga se tratara, una terapia de purificación, esta es una de las actividades más visibles del programa de reconciliación diseñado por el gobierno para promover el perdón y sanar a un pueblo que hace sólo 16 años se desangraba víctima de un genocidio que acabó con un octavo de la población y que hoy parece mirar hacia Singapur como modelo de desarrollo y civismo.“Después del genocidio la sociedad estaba dividida, no sabías al lado de quién vivías”, argu-menta Fidele Ndayisaba, alcalde de Kigali, “y a través del trabajo comunitario conocemos a nuestros vecinos, y nos hacemos responsables de construir nuestra ciudad”. Desde luego la Kigali de hoy no se corresponde con la idea estereotipada de las ciudades africanas. Los rascacielos comienzan a elevarse dirección hacia las nubes y las laderas de casas humildes están siendo reemplazadas por chalés de mejor construcción para satisfacer a una creciente clase media. La sensación es de que el dinero fluye, se mueve,

Compartimos con LOS GORILAS el 97,7%

de nuesto ADN. Se parecen más a nosotros

que a los orangutanes

Vista del Gorilla Nest Lodge, en el Parque Nacional de los Volcanes. Abajo, la tienda de artesanías del restaurante Republika Lounge, en Kigali.

El jeep es el mejor amigo del hombre en África. Abajo, el chef Joshua Poveda, del restaurante Heaven de Kigali, y sus tortitas de berenjena con chutney de man- go y emulsión de curry verde.

Agashya parece estar acostumbrado a las cámaras. Abajo, la belleza aparece en cualquier momento en el camino.

L

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África para principiantes

Una familia de gorilas de montaña vagabundea en busca de desayuno en un bosque de bambú en el Parque Nacional de los Volcanes, al norte de Ruanda. Los gorilas pasan el 30 por ciento de su tiempo comiendo, el 40 durmiendo y el otro 30 por ciento viajando en busca de alimento.

Seguro y limpio como Zúrich y formado por unas montañas tan altas que contienen las nubes, Ruanda tira por tierra todos los estereotipos que tenemos sobre África y, de paso, nos regala una de las experiencias más hermosas de la naturaleza: compartir un rato con nuestros parientes los gorilas. Alberto Heras, tras la cámara, y Gema Monroy, con su libreta, se internan en la selva para tomar un té con sus amigos los simios.

perdido por el bosque. ¿Y si nunca más volvía a verlo?

¿Y si se lo quedaba el rey vecino? Desesperado, mandó

a un millar de sus campesinos a encontrar al culpable,

prometiéndoles riquezas y parabienes. Ninguno de ellos

durmió hasta que el asunto quedó resuelto: el culpable,

un niño de cuatro años, quería demostrarse a sí mismo

que podría ser tan buen pastor como su padre. Al rey le

hizo tanta gracia que decidió darles una colina a cada uno

de ellos. Y a partir de entonces, Ruanda se convirtió en

“el reino de las mil colinas”. Este fue el cuento que me

encontré sobre mi almohada aquella primera noche en el

Nyungwe Forest Lodge. Soñé que podía volar y que mi

misión era contar, una por una, las montañas de Ruanda.

Me salían más de mil. “No sé si te has dado cuenta, pero

casi el 70 por ciento de lo que decora el hotel es local”, me

señala Jerry, el director del hotel, un amable keniata cuya

dulce voz invita a largas conversaciones frente a la chime-

nea. Lámparas de techo elaboradas con coladores de té,

paredes de cerámica imitando los diseños de los antiguos

reyes, cestos en los que portar las ofrendas... El Nyungwe

Forest Lodge, de capital dubaití y gestión sudafricana, es

el hotel más impresionante del país y uno de los tres aloja-

mientos del parque. “Necesitamos inversores extranjeros”,

me confiesa Kambogo, encargado del turismo en parque

nacional. “En 2010 recibimos 6.000 visitantes, pero este

año esperamos al menos 15.000. Desde que abrimos el

canopy walk en octubre pasado, las visitas, sobre todo de

turistas locales, se han duplicado”. Aparte de la apertura

del puente colgante que te acerca a las copas de los árboles,

el parque está ampliando su red de senderos y diversifi-

cando su oferta para todos los públicos. “Pronto abriremos

un campamento cerca de los chimpancés, otro para avistar

aves y organizaremos vuelos en aeroplano”.

ADA PÁJARO TIENE AL MENOS TRES CANTOS Y

llamadas de reclamo diferentes. De miedo,

enojo, interés... Conocerlos, y más aún poder

imitarlos, es el secreto del birdwatching. Nar-

cisse Ndayambaje puede tener una conversa-

ción, casi de todo, con unas 180 especies de aves de las 275

que viven en Nyungwe, incluidos los llamativos tunacos.

“En una ocasión, con un turista inglés, conseguimos ver

todas las especies endémicas menos dos (hay 24). Fue

en los senderos de Rukuzi y Karamba”, me comenta con

sincera humildad. “Aunque lo difícil, realmente, es foto-

grafiarlos”. Su sonrisa se transforma, de repente, en una

orden. “Schhhssss”. En la rama de un altísimo Umushishi

(Symphonia globulifera), dos Cinnamon-chested Bee-eater

parecen haber congeniado.“ Mira, ahí, gris y rojo con la

cabeza negra. Es un Black headed waxbill”. Es diminuto.

“Y, ven, un White tailed blue flycatcher. Tiene una cola

preciosa”. ¿¿Dónde?? Sus pupilas recorren cada rama,

cada arbusto. Sus orejas no se mueven, pero estoy segura

de que sus oídos sí. Estamos al final de la temporada de

No hay amenazas evidentes en el paisaje,

las MONTAÑAS de Ruanda irradian bondad,

paz y silencio

Nyungwe contiene el 70% del agua dulce del

país. A la derecha, una de las miles de flores

del parque; y un chim- pancé macho, des-

cansa pensativo sobre la rama de un ficus.

Una de las habitacio-nes del Nyungwe Forest

Lodge. A la izquierda, la piscina de agua tem-

plada del lodge, inmersa en la selva.

Las áreas comunes del Nyungwe Forest Lodge están repletas de detalles locales.

De trekking por la selva de Nyungwe. A la izquierda, a los Angola Colobus se les llama ‘Su Señoría’, por su apariencia de jueces; y muestra de artesanía.

C