crónica sotres a poncebos

Salimos de Valladolid muy temprano, eran las 6 de la mañana. El viaje a Asturias sería muy largo, así que la mayoría aprovechamos a dormir hasta la parada del desayuno sobre las 8,50 h. en Unquera, población conocida por sus dulces típicos llamados “corbatas”. Después el autobús siguió la ruta hasta unos 300 m antes de llegar a Sotres, sobre las 10,30 h. Se detuvo en la última curva antes del pueblo, desde donde sale una pista que llevaba hacia Áliva y Puente Poncebos. En varias ocasiones nuestro conductor habitual, McGyver, tuvo que apartar el autobús ya que algunos vehículos necesitaban pasar por ese estrecho camino; ¡vaya pista tan frecuentada! Eran las 10,45 h. y comenzamos la ruta prevista desde 917 m. de altitud por el Parque Nacional de los Picos de Europa. Tomamos una pista de tierra hacia el Sur y de camino nos adelantaron varios todoterrenos. Más allá divisamos desde lo alto los Invernales del Tejo, una concentración de casas de piedra que atravesamos caminando por en medio. Nos llamó la atención ver los tejados con pequeñas piedras, con el fin de evitar que los fuertes vientos levantasen las tejas. Junto al camino vimos una señal curiosa que anunciaba el puente prerromano de Moyeyeres. A esas horas el cielo era de un color azul intenso y estaba manchado por algunas ligeras nubes. Al fondo del valle se veía un mar de nubes bajas saliendo entre las montañas, algo sorprendente. Dejamos el pico Cueto de Cuayacena a la derecha hasta llegar a la majada la Roble donde hicimos la primera p a r a d a ( 4 5 ´ ) p a r a reagruparnos jun to a l camino. Había varias vacas de color canela pastando plácidamente en los prados y les hicimos fotos. Giramos por un sendero que salía hacia la derecha, sorteando una cinta que impedía el paso, y rodeamos una casa de piedra hacia la izquierda.

21 de mayo de 2011 TRAVESÍA SOTRES A PUENTE PONCEBOS; PICO CABEZA LA MESA (PEÑA DE MAÍN) (1.609 m) - Picos de Europa

Crónicas montañeras del GUM GUM Valladolid 1

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Seguimos por una pista de tierra en dirección NE, dejando una gran peña rocosa a nuestra derecha, el Cantiello. De esta forma f u i m o s a s c e n d i e n d o progresivamente por un sendero en zig-zag, dejando atrás las majadas de Gumial y Sotarraña, y ganando altura a través de la hierba y monte bajo. Tras subi r bastante conseguimos llegar a una zona de rocas donde descansamos 10 minutos (1 h 10´). Desde ese punto se divisaba frente a nosotros, mirando hacia el SO la cara Norte del pico Urriellu (2.519m), más conocido como Naranjo de Bulnes, flanqueado por un lado por la Torre del Oso (2.648m) y por el otro por el Neverón de Urriellu (2.532m). Al fondo se veía también el Tesorero (2.568m), en cuya cara Norte aún se conservaba bastante nieve.





Seguimos avanzando y encontramos en nuestro camino multitud de florecillas de montaña de colores y tamaños diversos. Gracias a las indicaciones de personas que las conocían pudimos conocer el tipo de plantas que eran: gencianas (que dan el nombre al colorante primario de la tinción de Gram, esencial en Microbiología: “violeta de genciana”), nomeolvides, orquídeas rosas y ortigas, entre otras especies. Nos detuvimos para hacernos una foto de grupo (2 h. 30´); detrás de nosotros había un mar de espesas nubes de algodón que se adentraba por el fondo del valle. Finalmente afrontamos la última parte del recorrido ascendente hacia la derecha y al llegar al lomo de la montaña tiramos hacia la izquierda hasta hacer cumbre en el pico Cabeza la Mesa (2 h. 50´). Se trata de la cima más alta de la Peña de Maín y el terreno está dominado por rocas calizas, fácilmente erosionables por la lluvia, el viento, la nieve y el hielo. En la cumbre estuvimos poco tiempo, pero el suficiente para hacernos otra foto de grupo y del paisaje de alrededor dominado por el bonito mar de nubes. Mientras tanto en la parte del macizo del pico Urriellu, el cielo estaba muy cubierto de nubes oscuras que amenazaban lluvia.





No había tiempo que perder, empezamos a bajar hacia el collado de Pandébano. Escuchamos varios truenos a lo lejos y cayeron las primeras gotas, pero afortunadamente duraron muy poco. Durante ese descenso el grupo se fue separando como un acordeón; había que ser

precavido para evitar resbalones porque las rocas y la hierba estaban ligeramente mojadas. Desde allí se podía ver hacia la izquierda una pista de tierra con una curva muy cerrada y donde había aparcados algunos coches. Nosotros tiramos h a c i a l a d e r e c h a b a j a n d o completamente hasta llegar a la inmensa pradera (4 h. 10´). Allí estaba esperando el resto del grupo, junto a unas reses de ganado que

pastaban tranquilamente, acostumbradas a la presencia del hombre. Descansamos 20 ´ y comimos algo, prosiguiendo después todos juntos por un sendero en dirección Este. La vegetación de los verdes prados se alternaba con arboles y monte bajo que cubría las laderas de las montañas. El sendero por el que seguimos era muy estrecho y apenas se veía, ya que estaba cubierto parcialmente por hierba y escobas. Nos detuvimos unos minutos para contemplar desde allí el Naranjo de Bulnes (5 h. 45´), que estaba rodeado de nubes sobre el horizonte.





Continuamos caminando y al bifurcarse el sendero cogimos el de la izquierda para ir perdiendo altura. Seguimos un muro de piedra que nos adentró en una zona de espesa vegetación y árboles. Después nos encontramos con una valla para el ganado que obstaculizaba el camino. Tras retirarla seguimos adelante y más abajo encontramos una familia que estaba merendando a la sombra. Nos indicaron que debíamos dirigirnos hacia la derecha para llegar a Bulnes. Así que fuimos paralelos a un arroyo de montaña, y más abajo paramos brevemente junto a un pequeño sa l to de agua. Seguimos todo el camino hacia abajo y pudimos ver unas cabras comiendo hojas de las plantas. Tras 6 horas y media de ruta llegamos al pueblo de Bulnes de abajo, allí estaba prevista la comida. Había una fuente de agua de montaña donde pudimos refrescarnos y rellenar las cantimploras. Después buscamos una terraza donde comer y saciar nuestra sed con unas

cervezas y sidra natural. El dueño del bar nos comentó sus impresiones sobre el funicular de Bulnes inaugurado en el año 2.001. Debido a sus altos precios no había favorecido el aumento en el turismo a Bulnes (precios sólo ida 16 €, ida/vuelta 20 €). (Recuerdo haber estado en ese precioso pueblo hace muchos años cuando iba de ruta por Picos. De hecho hice noche allí y dormí en una tienda de campaña junto al camino). Nuestro grupo permaneció descansando y comiendo allí durante al menos 1 h. Mientras tanto un grupo de chicos y chicas jóvenes se animó a meter los pies en las frías aguas del río Bulnes; otros aprovecharon a tomar el sol en el puente o en las terrazas.

Antes de marcharnos dimos un paseo por el diminuto pueblo. Observamos que las casas eran empedradas y las estrechas calles estaban adoquinadas. Había numerosos maceteros de flores en las fachadas, los balcones y las





ventanas de rejas. El pueblo contaba con un albergue, diversos bares-restaurantes y casas particulares. Seguimos nuestra ruta y enseguida nos encontramos la salida del funicular. Se

accedía a través de una puerta de madera abierta, con pequeñas ventanas de cristal donde se apreciaba el escudo de la comunidad de Asturias. No pudimos resistirlo y entramos a curiosear. Fuimos por un pasillo que parecía el túnel del viento, hasta llegar a un vestíbulo donde estaban las taquillas. El funicular estaba desierto por la ausencia de turistas. Deshicimos nuestros pasos y salimos al exterior del túnel para seguir nuestro camino hacia Puente Poncebos. Pasamos junto a un puente de madera pero no lo cruzamos, continuamos por la margen derecha del río. Más adelante el sendero se fue encajonando en un desfiladero rodeado de impresionantes e inexpugnables murallones de roca de cientos de metros. Fuimos paralelos a la Riega del Tejo que discurría en el fondo del valle, y seguimos bajando bastante rato por un camino lleno de piedras. Poco después cruzamos el puente del Jardu, y más allá estaba el puente de la Jaya construido en piedra. Desde la altura del estrecho puente se veían las aguas cristalinas del río, y un pequeño caminito que bajaba hasta una zona arenosa. Sin duda el lugar invitaba a tomar un baño a pesar de las gélidas aguas de montaña, pero no había





tiempo para ello. Por fin llegamos a la carretera y tiramos hacia la derecha con dirección al pueblo de Puente Poncebos. Tras cruzar un túnel estaba el autobús, llegando sobre las 7 h. La travesía realizada tenía unos 12 kms. de distancia, que recorrimos en unas 8 horas contando las paradas y descansos para comer. Además la ruta tenía +/- 855 m de ascensos y +/- 1.525 de descensos acumulados. A pesar de las previsiones de mal tiempo por tormentas tuvimos bastante suerte, ya que apenas nos llovió durante el precioso recorrido de los Picos de Europa.







Texto y fotografías: Óscar Armenteros LamasMapa y montaje: Alberto Pérez Castellanos



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