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Harvestime Books Mas— a Cristo Los Pasos Basicos ENTRE CRISTO Y SATANAS por E.G. de White Conflicto Las Vidas Y Luchas de Cristianos por todas Las Edades Inminente

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La verdadera historia del Gran Conflicto entre el bien y el mal. La batalla cósmica en la que todos estamos empeñados.

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Conflicto InminenteENTRE CRISTO Y SATANAS

Las Vidas Y Luchas de Cristianos por todas Las Edadespor

E.G. de White

Mas

Los Pasos Basicos a Cristo

Harvestime Books

Contenido

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HB-4106 El Gran Conflicto por E.G. de White Mas Material suplemental Harvestime Books Altamont, TN 37301 USA Impreso en los E.U.A. Cubierta y texto derechos reservados 1999Para informacin adicional, por favor pngase in contacto con:Unin Mexicana del Norte Apdo 280, Montemorelos N.L. 67500 Mexico Unin Mexicana del Sur Apdo 12-710, Mxico, D.F. 03020, Mxico Unin Centroamericana Apdo 983, 4050 Alajuela, Costa Rica Guatemala: Apdo 218, 35-C Guatemala El Salvador: Apdo 1880 BC San Salvador Honduras: Apdo 121 Tequcigalpa, Honduras Nicaragua: Apdo 92 Managua, Nicaragua Panam: Apdo 9748 David Chiriqu, Panam Unin Caribea P .O. Box 221, Port of Spain, Trinidad, WI. Unin Colombiana Apdo areo 609 Medellin, Colombia Unin Venezolana Apdo 842, Barquisimeto Venezuela Unin Austral Echeverra 1452 1602 Florida, Buenos Aires, Argentina Unin Boliviana Casilla 3535 Cochabamba, Bolivia Unin Chilena Casilla 71, Correo 34, Los Condes Santiago, Chile Unin Peruana Casilla 1472 Lima 18, Per Missin Ecuatoriana Casilla 17-21-1930 Quito, Ecuador Unin Cubana Apdo 50, General Peraza Havana 19210, Cuba Unin Dominicana Apdo 4680, Santo Domingo Republica Dominicana Puerto Rican Union P .O. Box 29484, 65th Infanteria Station Rio Piedras, PR 00929

Para obtener copias adicionales de este libro en mayor cantidad a costo ms bajo, pngase en contacto con el publicador

Contenido

3

ContenidoLOS PASOS BASICOS A CRISTOPrimera Parte

Cmo Puedo Venir a Cristo? 9Segunda Parte

Cmo Puedo Permanecer en Cristo? 14EL CONFLICTO INMINENTE

Introduccin 241 Su Amada en Llamas

La Destruccin de Jerusaln 332 Una Iglesia Pura

Persecucin en los Primeros Siglos 56Juan Predice la Apostasia 66

3 Una Iglesia Popular

Una Era de Tinieblas Espirituales 67C

4 Fieles hasta la Muerte 80

Los Valdenses 80Apostasia Predicha 98

Contenido

4

5 Una Voz en el Desierto

Juan Wiclef 996 El Amanecer

Por Que sufren los Santos 117

Dos Hroes de la Edad Media 119Verdad Presente 143

7 Hacia la Libertad

Separacin de Lutero de Roma 144Examinad la Palabra 170

8 Un Campen de la Verdad

Lutero Ante la Dieta 171La Importancia de la Oracion 198

9 Firme Como una Roca

El Reformador Suizo 199Escudrinad la Palabra 213

10 Desaparece Lutero

La Reforma en Alemania 214El Provee Nuestras Necesidades 226

11 Una Hora Decisiva

La Protesta de los Prncipes 227Justificacion Por Fe 242

12 Prefirieron Morir

La Reforma en Francia 243Somos Hijos de Dios 271

12a Heroes Espanoles

El Despertar de Espaa 272Perdonandonos Unos a Otros 298

13 Como Fuego en Rastrojo

Contenido

5

En los Pases Bajos y Escandinavia 299Oraciones Contestadas 307

14 Testigos Valientes

Los Reformadores Ingleses 308Dios Guia Los Humildes 329

15 Una Cosecha de Muerte

La Biblia y la Revolucin Francesa 330Promesas Para la Victoria 354

16 Refugio en el Desierto

America, Tierra de Libertad 357Cristo Nuestro Mediador 368

17 Suena el Clarn

Heraldos de la Maana 369El Nuevo Pacto 387

18 Abriendo las Profecas

Un Reformador Americano 388Vida Eterna Solo en Cristo 415

19 Noche de Tristeza

Una Luz en las Tinieblas 416Esperando El Retorno de Cristo 428

20 Por Todo el Mundo

Un Gran Despertar Religioso 429Confiando en Jesus 449

21 Tiempo de Espera

Una Amonestacin Rechazada 450El nmero/La Marca/Seal de Dios o Satans?467

22 El Clamor de Media Noche

Contenido

6

Profecas Cumplidas 468Jehova, Justicia Nuestra 486

23 El Santuario de la Profeca

Qu es el Santuario? 48724 En la Presencia de Dios

La Profecia de 2300 Anos 490/Las Admirables Profecas De Daniel 490/El Tabernculo 492/El Tabernaculo Terrenal 493/Salvacin solo en Cristo 505

El Lugar Santsimo 506Espiritus de Demonios 515

25 La Marca de la Bestia

Los Estados Unidos en la Profeca 516Promesas Para Vencedores 537

26 Restaurando Fundamentos

Una Obra de Reforma 538

El Ciclo Semanal 548/El Catolicismo Declara 550/El Protestantismo Declara 552/La Santiad Dominical no se Exige en la Biblia 555/Como fue Cambiado El Sabado al Domingo 555

27 Cuando el Fuego se Apaga

La Verdadera Conversin es Esencial 563Perlas De Salud 581

28 Juicio antes del Fin

El Juicio Investigador 582El Dia del Juicio 595

29 Cada del Paraso

El Origen del Mal y del Dolor 596El Evangelio y las Normas de Dios 609

30 La Primera Profeca

Contenido

7

El Peor Enemigo del Hombre 610Salud en la Biblia 616

31 Victoria en Cristo

Quines son los Angeles? 617Angeles Caidos 624

32 La Caja de Llaves de Satans

Las Acechanzas del Enemigo 625Espiritismo 639

33 La Primera Mentira

El Misterio de la Inmortalidad 640El Misterio de la Muerte 661

34 Obra Maestra de Satans

Pueden Hablarnos los Muertos? 66235 La Libertad de Conciencia Amenazada

Las Metas de Babilonia 675Dia del Seor 695

36 El Plan Maestro de Satans

El Conflicto Inminente 69637 Fundada Sobre la Pea

Nuestra Unica Salvaguardia 708La verdad Biblica 718

38 A Todo El Mundo

El Mensaje Final de Dios 719Temed a Dios y Dadle Gloria 729

39 Cuando Termina El Tiempo de Gracia

El Tiempo De Angustia 730Tiempo de Affliccion 752

Contenido

8

40 El Rey que Viene

La Liberacin del Pueblo de Dios 75341 Los Juicios de Dios

La Desolacin De La Tierra 771La Importancia de la Biblia 782

42 La Herencia de los Santos

El Fin Del Conflicto 783Appendix and Indexes

The Secret Instructions 802From the 1884 edition of this book

Chart: Historical Timeline x Source Index x Chart Index x Scripture Index x General Index x Additional Information x

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Pasos Bsicos a Cristo por la Autora Primera Parte Cmo Puedo Ir Cristo?La naturaleza y la revelacin a una dan testimonio del amor de Dios. La transgresin de la ley de Dios, de la ley de amor, fue lo que trajo consigo dolor y muerte. Sin embargo, en medio del sufrimiento resultante del pecado se manifiesta el amor de Dios. Dios es amor est escrito en cada capullo de flor que se abre, en cada tallo de la naciente hierba. El Seor Jess vino a vivir entre los hombres, a manifestar al mundo el amor infinito de Dios. Su corazn rebosaba de tierna simpata por los hijos de los hombres. Se revisti de la naturaleza del hombre para poder simpatizar con sus necesidades. Los ms pobres y humildes no tenan temor de allegrsele. Tal fue el carcter que Cristo revel en Su vida. Tal es el carcter de Dios. Jess vivi, sufri y muri para redimirnos. Se hizo Varn de dolores para que nosotros fusemos hechos participantes del gozo eterno. Pero este gran sacrificio no fue hecho para crear amor en el corazn del Padre hacia el hombre, ni para moverle a salvarnos. No! No! Porque de tal manera am Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo unignito. Juan 3:16. Si el Padre nos ama no es a causaResumen del libro, El Camino a Cristo, en las palabras de la autora.

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de la gran propiciacin, sino que El provey la propiciacin porque nos ama. Nadie sino el Hijo de Dios poda efectuar nuestra redencin. Cun valioso hace esto al hombre! Por la transgresin, los hijos de los hombres son hechos sbditos de Satans. Por la fe en el sacrificio expiatorio de Cristo, los hijos de Adn pueden llegar a ser hijos de Dios. Este pensamiento ejerce un poder subyugador que somete el entendimiento a la voluntad de Dios. El hombre estaba dotado originalmente de facultades nobles y de un entendimiento bien equilibrado. Era perfecto y estaba en armona con Dios. Sus pensamientos eran puros, sus designios santos. Pero por la desobediencia, sus facultades se pervirtieron y el egosmo reemplaz el amor. Su naturaleza qued tan debilitada por la transgresin que ya no pudo, por su propia fuerza, resistir el poder del mal. Es imposible que escapemos por nosotros mismos del hoyo de pecado en el que estamos sumidos. Nuestro corazn es malo, y no lo podemos cambiar. Debe haber un poder que obre desde el interior, una vida nueva de lo alto, antes que el hombre pueda convertirse del pecado a la santidad. Ese poder es Cristo. nicamente Su gracia puede vivificar las facultades muertas del alma y atraer sta a Dios, a la santidad. Para todos ellos hay una sola contestacin: He aqu el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo! Juan 1:29. Aprovechemos los medios que nos han sido provistos para que seamos transformados conforme a Su semejanza y restitudos a la comunin de los ngeles ministradores, a la armona y comunin del Padre y del Hijo. Cmo se justificar el hombre con Dios? Cmo se har justo el pecador? Slo por intermedio de Cristo podemos ser puestos en armona con Dios y con la santidad; pero cmo debemos ir a Cristo? El arrepentimiento comprende tristeza por el pecado y abandono del mismo. No renunciamos al pecado a menos que veamos su pecaminosidad. Mientras no lo repudiemos de corazn, no habr cambio real en nuestra

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vida. Pero cuando el corazn cede a la influencia del Espritu de Dios, la conciencia se vivifica y el pecador discierne algo de la profundidad y santidad de la sagrada ley de Dios, fundamento de Su gobierno en los cielos y en la tierra. La conviccin se posesiona de la mente y del corazn. La oracin de David despus de su cada ilustra la naturaleza del verdadero dolor por el pecado. Su arrepentimiento fue sincero y profundo. No se esforz l por atenuar su culpa y su oracin no fue inspirada por el deseo de escapar al juicio que le amenazaba. David vea la enormidad de su transgresin y la contaminacin de su alma; aborreca su pecado. No slo pidi perdn, sino tambin que su corazn fuese purificado. Anhelaba el gozo de la santidad y ser restituido a la armona y comunin con Dios. Sentir un arrepentimiento como ste es algo que supera nuestro propio poder; se lo obtiene nicamente de Cristo. Cristo est listo para libertarnos del pecado, pero no fuerza la voluntad. Si rehusamos, qu ms puede hacer El? Estudiad la Palabra de Dios con oracin. Cuando veis la enormidad del pecado, cuando os veis como sois en realidad, no os entreguis a la desesperacin, pues a los pecadores es a quienes Cristo vino a salvar. Cuando Satans acude a decirte que eres un gran pecador, alza los ojos a tu Redentor y habla de Sus mritos. Reconoce tu pecado, pero di al enemigo que Cristo Jess vino al mundo para salvar a los pecadores, y que puedes ser salvo. 1 Tim. 1:15 El que encubre sus transgresiones, no prosperar; mas quien las confiese y las abandone, alcanzar misericordia. Proverbios 28:13. Las condiciones indicadas para obtener la misericordia de Dios son sencillas, justas y razonables. Confesad vuestros pecados a Dios, el nico que puede perdonarlos, y vuestras faltas unos a otros. Los que no han humillado su alma delante de Dios reconociendo su culpa, no han cumplido todava la primera condicin de la aceptacin. Debemos tener la voluntad de humillar nuestros corazones

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y cumplir con las condiciones de la Palabra de verdad. La confesin que brota de lo ntimo del alma sube al Dios de piedad infinita. La verdadera confesin es siempre de un carcter especfico y reconoce pecados particulares. Pero toda confesin debe hacerse definida y directa. Est escrito: Si confesamos nuestros pecados, El es fiel y justo para perdonarnos nuestros pecados, y limpiarnos de toda iniquidad. 1 Juan 1:9. La promesa de Dios es: Me buscaris y Me hallaris porque Me buscaris de todo vuestro corazn. Jeremas 29:13. Debemos dar a Dios todo el corazn, o no se realizar el cambio que se ha de efectuar en nosotros, por el cual hemos de ser transformados conforme a la semejanza divina. La guerra contra nosotros mismos es la batalla ms grande que jams se haya reido. El rendirse a s mismo, entregando todo a la voluntad de Dios, requiere una lucha; mas para que el alma sea renovada en santidad, debe someterse antes a Dios. Al consagrarnos a Dios, debemos necesariamente abandonar todo aquello que nos separara de El. Hay quienes profesan servir a Dios a la vez que confan en sus propios esfuerzos para obedecer Su ley, desarrollar un carcter recto y asegurarse la salvacin. Sus corazones no son movidos por algn sentimiento profundo del amor de Cristo, sino que procuran cumplir los deberes de la vida cristiana como algo que Dios les exige para ganar el cielo. Una religin tal no tiene valor alguno. Cuando Cristo mora en el corazn, el alma rebosa de tal manera de Su amor y del gozo de Su comunin, que se aferra a El; y contemplndole se olvida de s misma. El amor a Cristo es el mvil de sus acciones. Los que sienten el amor constreidor de Dios no preguntan cunto es lo menos que pueden darle para satisfacer lo que El requiere; no preguntan cul es la norma ms baja que acepta, sino que aspiran a una vida de completa conformidad con la voluntad de su Redentor. Creis que es un sacrificio demasiado grande darlo

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todo a Cristo? Preguntaos: Qu dio Cristo por m? El Hijo de Dios lo dio todo para redimirnos: vida, amor y sufrimientos. Es posible que nosotros, seres indignos de tan grande amor, rehusemos entregarle nuestro corazn? Y qu abandonamos cuando lo damos todo? Un corazn manchado de pecado, para que el Seor Jess lo purifique y lo limpie con Su propia sangre, para que lo salve con Su incomparable amor. Y sin embargo, los hombres hallan difcil renunciar a todo! Dios no nos pide que renunciemos a cosa alguna cuya retencin contribuira a nuestro mayor provecho. En todo lo que hace, tiene presente el bienestar de Sus hijos. Muchos dicen: Cmo me entregar a Dios? Deseis hacer Su voluntad, mas sois moralmente dbiles, esclavos de la duda y dominados por los hbitos de vuestra vida de pecado. Vuestras promesas y resoluciones son tan frgiles como telaraas. No podis gobernar vuestros pensamientos, impulsos y afectos. El conocimiento de vuestras promesas no cumplidas y de vuestros votos quebrantados debilita la confianza que tuvisteis en vuestra propia sinceridad, y os induce a sentir que Dios no puede aceptaros; mas no necesitis desesperar. Lo que debis entender es la verdadera fuerza de la voluntad. Esta es el poder gobernante en la naturaleza del hombre, la facultad de decidir o escoger. Todo depende de la correcta accin de la voluntad. Dios dio a los hombres el poder de elegir; a ellos les toca ejercerlo. No podis cambiar vuestro corazn, ni dar por vosotros mismos sus afectos a Dios; pero podis escoger servirle. Podis darle vuestra voluntad, para que El obre en vosotros tanto el querer como el hacer, segn Su voluntad. De ese modo vuestra naturaleza entera estar bajo el dominio del Espritu de Cristo, vuestros afectos se concentrarn en El y vuestros pensamientos se pondrn en armona con El. Desear ser bondadosos y santos es rectsimo; pero si no pasis de esto, de nada os valdr. Muchos se perdern esperando y deseando ser cristianos. No llegan al punto de dar su voluntad a Dios. No deciden ser cristianos ahora. Por medio del debido ejercicio de la voluntad, puede

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obrarse un cambio completo en vuestra vida. Al dar vuestra voluntad a Cristo, os uns con el poder que est sobre todo principado y potestad. Tendris fuerza de lo alto para sosteneros firmes, y rindindoos as constantemente a Dios seris fortalecidos para vivir una vida nueva, es a saber, la vida de la fe. A medida que vuestra conciencia ha sido vivificada por el Espritu Santo, habis visto algo de la perversidad del pecado, de su poder, su culpa, su miseria; y lo miris con aborrecimiento. Lo que necesitis es paz. Habis confesado vuestros pecados y en vuestro corazn los habis desechado. Habis resuelto entregaros a Dios. Id, pues, a El, y pedidle que os limpie de vuestros pecados, y os d un corazn nuevo. Creed que lo har porque lo ha prometido. Debemos creer que recibimos el don que Dios nos promete, y lo poseemos. T No puedes expiar tus pecados pasados, no puedes cambiar tu corazn y hacerte santo. Mas Dios promete hacer todo esto por ti mediante Cristo. Crees en esa promesa. Confiesas tus pecados y te entregas a Dios. Quieres servirle. Tan ciertamente como haces esto, Dios cumplir Su palabra contigo. Si crees la promesa, Dios suple el hecho. No aguardes hasta sentir que ests sano, mas di: Lo creo; as es, no porque lo sienta, sino porque Dios lo ha prometido.Resumen del libro, El Camino a Cristo, en las palabras de la autora.

Cmo Puedo Permanecer en Cristo?Dice el Seor Jess: Todo cuanto pidireis en la oracin, creed que lo recibsteis ya; y lo tendris. Marcos 11:24. Una condicin acompaa esta promesa: que pidamos conforme a la voluntad de Dios. Pero es la voluntad de Dios limpiarnos del pecado, hacernos hijos Suyos y habilitarnos para vivir una vida santa. De modo que podemos pedir a Dios estas bendiciones, creer que las

Segunda Parte

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recibimos y agradecerle por haberlas recibido. De modo que ya no te perteneces, porque fuiste comprado por precio. Mediante este sencillo acto de creer en Dios, el Espritu Santo engendr nueva vida en tu corazn. Eres como un nio nacido en la familia de Dios, y El te ama como a Su Hijo. Ahora que te has consagrado al Seor Jess, no vuelvas atrs, no te separes de El, mas repite todos los das: Soy de Cristo; Le pertenezco; pdele que te d Su Espritu y que te guarde por Su gracia. As como consagrndote a Dios y creyendo en El llegaste a ser Su hijo, as tambin debes vivir en El. Miles se equivocan en esto: no creen que el Seor Jess los perdone personal e individualmente. No creen al pie de la letra lo que Dios dice. Es privilegio de todos los que llenan las condiciones saber por s mismos que el perdn de todo pecado es gratuito. Alejad la sospecha de que las promesas de Dios no son para vosotros. Son para todo pecador arrepentido. Alzad la vista los que vacilis y temblis; porque el Seor Jess vive para interceder por nosotros. Agradeced a Dios por el don de Su Hijo amado. Si alguno est en Cristo, es una nueva criatura; las cosas viejas pasaron ya, he aqu que todo se ha hecho nuevo. 2 Corintios 5:17. Es posible que una persona no sepa indicar el momento y lugar exactos de su conversin, o que no pueda tal vez sealar la cadena de circunstancias que la llevaron a ese momento; pero esto no prueba que no se haya convertido. Se notar un cambio en el carcter, en las costumbres y ocupaciones. El contraste entre lo que eran antes y lo que son ahora ser muy claro e inequvoco. Quin posee nuestro corazn? Con quin estn nuestros pensamientos? De quin nos gusta hablar? Para quin son nuestros ms ardientes afectos y nuestras mejores energas? Si somos de Cristo, nuestros pensamientos estn con El. No hay evidencia de arrepentimiento verdadero cuando no se produce una reforma en la vida. La hermosura del carcter de

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Cristo ha de verse en los que Le siguen. El se deleitaba en hacer la voluntad de Dios. Hay dos errores contra los cuales los hijos de Dios deben guardarse en forma especial. El primero es el de fijarnos en nuestras propias obras, confiando en algo que podamos hacer para ponernos en armona con Dios. Todo lo que el hombre puede hacer sin Cristo est contaminado de egosmo y pecado. Slo la gracia de Cristo, por medio de la fe, puede hacernos santos. El error opuesto y no menos peligroso consiste en sostener que la fe en Cristo exime a los hombres de guardar la ley de Dios, y que en vista de que slo por la fe llegamos a ser participantes de la gracia de Cristo, nuestras obras no tienen nada que ver con nuestra redencin. La obediencia es el fruto de la fe. La justicia se define por la norma de la santa ley de Dios, expresada en los diez mandamientos. xodo 20:3-20. La as llamada fe en Cristo que, segn se sostiene, exime a los hombres de la obligacin de obedecer a Dios, no es fe, sino presuncin. La condicin para alcanzar la vida eterna es ahora exactamente la misma de siempre, tal cual era en el paraso antes de la cada de nuestros primeros padres: la perfecta obediencia a la ley de Dios, la perfecta justicia. Si la vida eterna se concediera con alguna condicin inferior a sta, peligrara la felicidad de todo el universo. Se le abrira la puerta al pecado con toda su secuela de dolor y miseria para siempre. Cristo cambia el corazn. El habita en el vuestro por la fe. Debis mantener esta comunin con Cristo por la fe y la sumisin continua de vuestra voluntad a El. Mientras lo hagis, El obrar en vosotros para que queris y hagis conforme a Su beneplcito. Cuanto ms cerca estis de Jess, ms imperfectos os reconoceris; porque veris tanto ms claramente vuestros defectos a la luz del contraste de Su perfecta naturaleza. Esta es una seal cierta de que los engaos de Satans han perdido su poder, y de que el Espritu de Dios os est despertando. No puede existir amor profundo hacia el Seor Jess en el corazn que no comprende su propia

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perversidad. El alma transformada por la gracia de Cristo admirar Su divino carcter. Una percepcin de nuestra pecaminosidad nos impulsa hacia Aquel que puede perdonarnos, y cuando comprendiendo nuestro desamparo nos esforcemos por seguir a Cristo, El se nos revelar con poder. Cuanto ms nos impulse hacia El y hacia la Palabra de Dios el sentimiento de nuestra necesidad, tanto ms elevada visin tendremos del carcter de nuestro Redentor y con tanta mayor plenitud reflejaremos Su imagen. En la Escritura se llama nacimiento al cambio de corazn por el cual somos hechos hijos de Dios. Tambin se lo compara con la germinacin de la buena semilla sembrada por el labrador. Dios es el que hace florecer el capullo y fructificar las flores. Su poder es el que hace a la simiente desarrollar. Marcos 4:28. Como la flor se vuelve hacia el sol para que los brillantes rayos le ayuden a perfeccionar su belleza y simetra, as debemos volvernos hacia el Sol de justicia, a fin de que la luz celestial brille sobre nosotros y nuestro carcter se transforme a la imagen de Cristo. Preguntaris tal vez: Cmo permaneceremos en Cristo? Pues, del mismo modo en que Le recibisteis al principio. De la manera, pues, que recibisteis a Cristo Jess el Seor, as andad en El. Colosenses 2:6. Por la fe llegasteis a ser de Cristo, y por la fe tenis que crecer en El, dando y recibiendo. Tenis que darle todo: el corazn, la voluntad, la vida, daros a El para obedecerle en todo lo que os pida; y debis recibirlo todo: a Cristo, la plenitud de toda bendicin, para que more en vuestro corazn, sea vuestra fuerza, vuestra justicia, vuestro eterno Auxiliador, y os d poder para obedecer. Consgrate a Dios todas las maanas; haz de esto tu primer trabajo. Sea tu oracin: Tmame oh Seor! como enteramente Tuyo. Pongo todos mis planes a Tus pies. Usame hoy en Tu servicio. Mora conmigo, y sea toda mi obra hecha en Ti. Este es un asunto diario. Somete todos tus planes a El, para ponerlos en prctica o abandonarlos, segn te lo indicare Su providencia. Podrs as poner cada

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da tu vida en las manos de Dios, y ella ser cada vez ms semejante a la de Cristo. La vida en Cristo es una vida de reposo. Tal vez no haya xtasis de los sentimientos, pero debe haber una confianza continua y apacible. Cuando pensamos mucho en nosotros mismos, nos alejamos de Cristo, la fuente de la fortaleza y la vida. Por esto Satans se esfuerza constantemente por mantener la atencin apartada del Salvador, a fin de impedir la unin y comunin del alma con Cristo. Cuando Cristo Se human, vincul a la humanidad Consigo mediante un lazo que ningn poder es capaz de romper, salvo la decisin del hombre mismo. Satans nos presentar de continuo incentivos para inducirnos a romper ese lazo, a decidir que nos separemos de Cristo. Mantengamos por lo tanto los ojos fijos en Cristo, y El nos preservar. Confiando en Jess, estamos seguros. Nada puede arrebatarnos de Su mano. Todo lo que Cristo fue para Sus discpulos desea serlo para Sus hijos hoy. Or por nosotros y pidi que fusemos uno con El, como El es uno con el Padre. Cun preciosa unin! As, amndole y morando en El, creceremos en todos respectos en el que es la cabeza, es decir, en Cristo. Efesios 4:15. Dios es la fuente de vida, luz y gozo para el universo. Dondequiera que la vida de Dios est en el corazn de los hombres, inundar a otros de amor y bendicin. El gozo de nuestro Salvador se cifraba en levantar y redimir a los hombres cados. Para lograr este fin no consider Su vida como cosa preciosa, sino que sufri la cruz y menospreci la ignominia. Cuando atesoramos el amor de Cristo en el corazn, as como una dulce fragancia, no puede ocultarse. El amor al Seor Jess se manifestar por el deseo de trabajar como El trabaj, para beneficiar y elevar a la humanidad. Nos inspirar amor, ternura y simpata a todas las criaturas que gozan del cuidado de nuestro Padre celestial. As tambin los que son participantes de la gracia de Cristo estarn dispuestos a hacer cualquier

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sacrificio para que los otros por quienes El muri compartan el don celestial. Harn cuanto puedan para que su paso por el mundo lo mejore. Este espritu es el fruto seguro del alma verdaderamente convertida. Tan pronto como uno acude a Cristo nace en el corazn un vivo deseo de hacer saber a otros cun precioso amigo encontr en el Seor Jess. Si hemos probado y visto que el Seor es bueno, tendremos algo que decir a otros. Procuraremos presentarles los atractivos de Cristo y las realidades invisibles del mundo venidero. Anhelaremos seguir en la senda que Jess recorri. Y el esfuerzo por hacer bien a otros se tornar en bendiciones para nosotros mismos. Los que as participan en trabajos de amor son los que ms se acercan a su Creador. El trabajo desinteresado por otros da al carcter profundidad, firmeza y una amabilidad como la de Cristo; trae paz y felicidad al que posea tal carcter. La fuerza se desarrolla con el ejercicio. No necesitamos ir a tierras de paganosni aun dejar el estrecho crculo del hogar, si all nos retiene el deber a fin de trabajar por Cristo. Con espritu de amor, podemos ejecutar los deberes ms humildes de la vida como para el Seor. Colosenses 3:23. Si tenemos el amor de Dios en el corazn se manifestar en nuestra vida. No debis esperar mejores oportunidades o capacidades extraordinarias para empezar a trabajar por Dios. Los ms humildes y ms pobres de los discpulos de Jess pueden ser una bendicin para otros. Son muchas las maneras en que Dios procura drsenos a conocer y ponernos en comunin con El. Si tan slo queremos escuchar, las obras que Dios cre nos ensearn preciosas lecciones de obediencia y confianza. No se derraman lgrimas sin que El lo note. No hay sonrisa que para El pase inadvertida. Si creyramos implcitamente esto, desecharamos toda ansiedad indebida. Nuestras vidas no estaran tan llenas de desengaos como ahora; porque cada cosa, grande o pequea, se dejara en las manos de Dios. Dios nos habla mediante Sus obras providenciales y la influencia de Su Espritu Santo en el corazn. Dios nos

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habla tambin en Su Palabra. En ella tenemos, en lneas ms claras, la revelacin de Su carcter, de Su trato con los hombres y de la gran obra de la redencin. Llenad vuestro corazn con las palabras de Dios. Son el agua viva que apaga vuestra sed. Son el pan vivo que descendi del cielo. El tema de la redencin es un tema que los ngeles desean escudriar; ser la ciencia y el canto de los redimidos durante las interminables edades de la eternidad. No es un tema digno de atencin y estudio ahora? Mientras meditemos en el Salvador, nuestra alma tendr hambre y sed de llegar a ser como Aquel a Quien adoramos. La Biblia fue escrita para la gente comn. Las grandes verdades necesarias para la salvacin estn presentadas con tanta claridad como la luz del medioda; No hay ninguna cosa mejor para fortalecer la inteligencia que el estudio de las Santas Escrituras. No se saca sino un beneficio muy pequeo de una lectura precipitada de las Sagradas Escrituras. Un pasaje estudiado hasta que su significado nos sea claro y evidentes sus relaciones con el plan de salvacin, resulta de mucho ms valor que la lectura de muchos captulos sin un propsito determinado y sin obtener una instruccin positiva. Tened vuestra Biblia a mano. Leedla cuando tengis oportunidad; fijad los textos en vuestra memoria. No podemos obtener sabidura sin una atencin verdadera y un estudio con oracin. Nunca se deben estudiar las Sagradas Escrituras sin oracin. Antes de abrir sus pginas debemos pedir la iluminacin del Espritu Santo, y sta nos ser dada. Los ngeles del mundo de luz acompaarn a los que busquen con humildad de corazn la direccin divina. Cunto no estimar Dios a la raza humana, siendo que dio a Su Hijo para que muriese por ella, y manda Su Espritu para que sea de continuo el Maestro y Gua del hombre! Dios nos habla por la naturaleza y por la revelacin, por Su providencia y por la influencia de Su Espritu. Pero esto no basta; necesitamos abrirle nuestro corazn. Para

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ponernos en comunin con Dios debemos tener algo que decirle tocante a nuestra vida real. Orar es el acto de abrir nuestro corazn a Dios como a un amigo. No es que se necesite esto para que Dios sepa lo que somos, sino a fin de capacitarnos para recibirle. La oracin no baja a Dios hacia nosotros, antes bien nos eleva a El. Nuestro Padre celestial est esperando para derramar sobre nosotros la plenitud de Sus bendiciones. Cun extrao es que oremos tan poco! Dios est pronto y dispuesto a or la oracin de Sus hijos. Qu pueden los ngeles del cielo pensar de unos seres humanos pobres y sin fuerza, sujetos a la tentacin, cuando el gran Dios lleno de infinito amor se compadece de ellos y est pronto para darles ms de lo que pueden pedir o pensar? Las tinieblas del malo cercan a aquellos que descuidan la oracin. Las tentaciones secretas del enemigo los incitan al pecado; y todo porque ellos no se valen del privilegio de orar, cuando la oracin es la llave en la mano de la fe para abrir el almacn del cielo, donde estn atesorados los recursos infinitos de la Omnipotencia. Hay ciertas condiciones de acuerdo con las cuales podemos esperar que Dios oiga y conteste nuestras oraciones: Una de las primeras es que sintamos necesidad de la ayuda que El puede dar. Si toleramos la iniquidad en nuestro corazn, si nos aferramos a algn pecado conocido, el Seor no nos oir: ms la oracin del alma arrepentida y contrita ser siempre aceptada. Cuando hayamos confesado con corazn contrito, y reparado en lo posible todos nuestros pecados conocidos, podremos esperar que Dios contestar nuestras oraciones. La oracin eficaz tiene otro elemento: la fe. Cuando nos parezca que nuestras oraciones no son contestadas, debemos aferrarnos a la promesa; porque el tiempo de recibir contestacin vendr seguramente y recibiremos las bendiciones que ms necesitamos. Por supuesto, pretender que nuestras oraciones sean siempre contestadas en la misma

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forma y segn la cosa particular que pidamos, es presuncin. Cuando vamos a Dios en oracin, debemos tener un espritu de amor y perdn en nuestro propio corazn. La perseverancia en la oracin ha sido constituida en condicin para recibir. Debemos orar siempre si queremos crecer en fe y en experiencia. Debemos orar tambin en el crculo de nuestra familia; y sobre todo no descuidar la oracin privada, porque ella es la vida del alma. La sola oracin pblica o con la familia no es suficiente. La oracin secreta slo debe ser oda por el Dios que oye las oraciones. No hay tiempo o lugar en que sea impropio orar a Dios. En medio de las multitudes de las calles o en medio de una sesin de nuestros negocios, podemos elevar a Dios una oracin e implorar la direccin divina. Esfurcese nuestra alma y elvese para que Dios nos permita respirar la atmsfera celestial. Podemos mantenernos tan cerca de Dios que en cualquier prueba inesperada nuestros pensamientos se vuelvan hacia El tan naturalmente como la flor se vuelve hacia el sol. Presentad a Dios vuestras necesidades, tristezas, gozos, cuidados y temores. No podis agobiarle ni cansarle. El no es indiferente a las necesidades de Sus hijos. Sufrimos una prdida cuando descuidamos la oportunidad de congregarnos para fortalecernos y edificarnos mutuamente en el servicio de Dios. Si todos los cristianos se asociaran y se hablasen unos a otros del amor de Dios y de las preciosas promesas de la redencin, su corazn se robustecera, y se edificaran mutuamente. Debemos reunirnos en torno a la cruz. Cristo, y Cristo crucificado, debe ser el tema de nuestra meditacin, conversacin y ms gozosa emocin. Debemos recordar todas las bendiciones que recibimos de Dios; y al cerciorarnos de Su gran amor, debiramos estar dispuestos a confiar todas las cosas a la mano que fue clavada en la cruz en nuestro favor. El alma puede elevarse hacia el cielo en alas de la alabanza. Dios es adorado con cnticos y msica en las

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mansiones celestiales, y al expresar nuestra gratitud nos aproximamos al culto que rinden los habitantes del cielo. Muchos se sienten a veces turbados por las insinuaciones del escepticismo. Dios nunca nos exige que creamos sin darnos suficiente evidencia sobre la cual fundar nuestra fe. Pero, como quiera que se la disfrace, la causa real de la duda y del escepticismo es, en la mayora de los casos, el amor al pecado. Debemos tener un deseo sincero de conocer la verdad, y en el corazn, buena voluntad para obedecerla.Resumen del libro, El Camino a Cristo, en las palabras de la autora.

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Introduccin por la AutoraAntes que el pecado entrara en el mundo, Adn gozaba de libre trato con Su Creador; pero desde que el hombre se separ de Dios por causa del pecado, aquel gran privilegio le ha sido negado a la raza humana. No obstante, el plan de redencin abri el camino para que los habitantes de la tierra volvieran a relacionarse con el cielo. Dios se comunic con los hombres mediante Su Espritu y, mediante las revelaciones hechas a Sus siervos escogidos, la luz divina se esparci por el mundo. Los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados del Espritu Santo. 2 Pedro 1:21. Durante los veinticinco primeros siglos de la historia humana no hubo revelacin escrita. Los que eran enseados por Dios comunicaban sus conocimientos a otros, y estos conocimientos eran as legados de padres a hijos a travs de varias generaciones. La redaccin de la palabra escrita empez en tiempo de Moiss. Los conocimientos inspirados fueron entonces compilados en un libro inspirado. Esa labor continu durante el largo perodo de diecisis siglos, desde Moiss, el historiador de la creacin y el legislador, hasta Juan, el narrador de las verdades ms sublimes del Evangelio. La Biblia nos muestra a Dios como autor de ella; y sin embargo fue escrita por manos humanas, y la diversidad de estilo de sus diferentes libros muestra la individualidad de cada uno de sus escritores. Las verdades reveladas son todas inspiradas por Dios 2 Timoteo 3:16; y con todo estn expresadas en palabras humanas. Y es que el Ser supremo e infinito ilumin con Su Espritu la inteligencia y el corazn de Sus siervos. Les daba sueos y visiones y les mostraba smbolos y figuras; y aquellos a quienes la verdad fuera as revelada, revestan el pensamiento divino con

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palabras humanas. Los diez mandamientos fueron enunciados por el mismo Dios y escritos con Su propia mano. Su redaccin es divina y no humana. Pero la Biblia, con sus verdades de origen divino expresadas en el idioma de los hombres, es una unin de lo divino y lo humano. Esta unin exista en la naturaleza de Cristo, quien era Hijo de Dios e Hijo del hombre. Se puede, pues, decir de la Biblia, lo que fue dicho de Cristo: Aquel Verbo fue hecho carne, y habit entre nosotros. Juan 1:14. Escritos en pocas diferentes y por hombres que diferan notablemente en posicin social y econmica y en facultades intelectuales y espirituales, los libros de la Biblia presentan contrastes en su estilo, como tambin diversidad en la naturaleza de los asuntos que desarrollan. Sus diversos escritores se valen de expresiones diferentes; a menudo la misma verdad est presentada por uno de ellos de modo ms patente que por otro. Ahora bien, como varios de sus autores nos presentan el mismo asunto desde puntos de vista y aspectos diferentes, puede parecer al lector superficial, descuidado y prejuiciado, que hay divergencias o contradicciones, all donde el lector atento y respetuoso discierne, con mayor penetracin, la armona fundamental. Presentada por diversas personalidades, la verdad aparece en sus variados aspectos. Un escritor percibe con ms fuerza cierta parte del asunto; comprende los puntos que armonizan con su experiencia o con sus facultades de percepcin y apreciacin; otro nota ms bien otro aspecto del mismo asunto; y cada cual, bajo la direccin del Espritu Santo, presenta lo que ha quedado inculcado con ms fuerza en su propia mente. De aqu que encontremos en cada cual un aspecto diferente de la verdad, pero perfecta armona entre todos ellos. Y las verdades as reveladas se unen en perfecto conjunto, adecuado para satisfacer las necesidades de los hombres en todas las circunstancias de la vida. Dios se ha dignado comunicar la verdad al mundo por medio de instrumentos humanos, y El mismo, por Su Santo Espritu, habilit a hombres y los hizo capaces de realizar

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esta obra. Gui la inteligencia de ellos en la eleccin de lo que deban decir y escribir. El tesoro fue confiado a vasos de barro, pero no por eso deja de ser del cielo. Aunque llevado a todo viento en el vehculo imperfecto del idioma humano, no por eso deja de ser el testimonio de Dios; y el hijo de Dios, obediente y creyente, contempla en ello la gloria de un poder divino, lleno de gracia y de verdad. En Su Palabra, Dios comunic a los hombres el conocimiento necesario para la salvacin. Las Santas Escrituras deben ser aceptadas como dotadas de autoridad absoluta y como revelacin infalible de Su voluntad. Constituyen la regla del carcter; nos revelan doctrinas, y son la piedra de toque de la experiencia religiosa. Toda la Escritura es inspirada por Dios; y es til para enseanza, para reprensin, para correccin, para instruccin en justicia; a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, estando cumplidamente instruido para toda obra buena. 2 Timoteo 3:16, 17. La circunstancia de haber revelado Dios Su voluntad a los hombres por Su Palabra, no anul la necesidad que tienen ellos de la continua presencia y direccin del Espritu Santo. Por el contrario, el Salvador prometi que el Espritu facilitara a Sus siervos la inteligencia de la Palabra; que iluminara y dara aplicacin a sus enseanzas. Y como el Espritu de Dios fue quien inspir la Biblia, resulta imposible que las enseanzas del Espritu estn jams en pugna con las de la Palabra. El Espritu no fue dadoni puede jams ser otorgado para invalidar la Biblia; pues las Escrituras declaran explcitamente que la Palabra de Dios es la regla por la cual toda enseanza y toda manifestacin religiosa debe ser probada. El apstol Juan dice: No creis a todo espritu, sino probad los espritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo. 1Juan 4:5. E Isaas declara: A la ley y al testimonio! Si no dijeran conforme a esto, es porque no les ha amanecido! Isaas 8:20. Muchos cargos se han levantado contra la obra del Espritu Santo por los errores de una clase de personas que, pretendiendo ser iluminadas por ste, aseguran no tener ms

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necesidad de ser guiadas por la Palabra de Dios. En realidad estn dominadas por impresiones que consideran como voz de Dios en el alma. Pero el espritu que las dirige no es el Espritu de Dios. El principio que induce a abandonarse a impresiones y a descuidar las Escrituras, slo puede conducir a la confusin, al engao y a la ruina. Slo sirve para fomentar los designios del maligno. Y como el ministerio del Espritu Santo es de importancia vital para la iglesia de Cristo, una de las tretas de Satans consiste precisamente en arrojar oprobio sobre la obra del Espritu por medio de los errores de los extremistas y fanticos, y en hacer que el pueblo de Dios descuide esta fuente de fuerza que nuestro Seor nos ha asegurado. Segn la Palabra de Dios, el Espritu Santo deba continuar Su obra por todo el perodo de la dispensacin cristiana. Durante las pocas en que las Escrituras tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento eran entregadas a la circulacin, El Espritu Santo no dej de comunicar luz a individualidades aisladas, amn de las revelaciones que deban ser incorporadas en el Sagrado Canon. La Biblia misma da cuenta de cmo, por intermedio del Espritu Santo, ciertos hombres recibieron advertencias, censuras, consejos e instruccin que no se referan en nada a lo dado en las Escrituras. Tambin habla de profetas que vivieron en diferentes pocas, pero sin hacer mencin alguna de sus declaraciones. Asimismo, una vez cerrado el canon de las Escrituras, el Espritu Santo deba llevar adelante Su obra de esclarecimiento, de amonestacin y consuelo en bien de los hijos de Dios. Jess prometi a Sus discpulos el Consolador, el Espritu Santo, al cual el Padre enviar en Mi nombre, El os ensear todas las cosas, y os recordar todas las cosas que os he dicho. Cuando viniere aquel Espritu de verdad, El os guiar a toda verdad; . . . y os har saber las cosas que han de venir. Juan 14:26; 16:13. Las Sagradas Escrituras ensean claramente que estas promesas, lejos de limitarse a los das apostlicos, se extienden a la iglesia de Cristo en todas las edades. El Salvador asegura a los discpulos:

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Estoy con vosotros todos los das, hasta el fin del mundo. Mateo 28:20. Pablo declara que los dones y manifestaciones del Espritu fueron dados a la iglesia para el perfeccionamiento de los santos, para la obra del ministerio, para la edificacin del cuerpo de Cristo: hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, al estado de hombre perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo. Efesios 4:12, 13. En favor de los creyentes de Efeso, el apstol rog as: Que el Dios de nuestro Seor Jesucristo, El Padre de la gloria, os conceda espritu de sabidura y de revelacin en el conocimiento de El; siendo iluminados los ojos de vuestro entendimiento, para que conozcis cual sea la esperanza de vuestra vocacin, . . . y cual la soberana grandeza de Su poder para con nosotros que creemos. Efesios 1:17-19. Que el ministerio del Espritu divino iluminara el entendimiento y revelara a la mente las cosas profundas de la santa Palabra de Dios, tal era la bendicin que Pablo peda para la iglesia de Efeso. Despus de la maravillosa manifestacin del Espritu Santo, el da de Pentecosts, Pedro exhort al pueblo al arrepentimiento y a que se bautizara en el nombre de Cristo, para la remisin de sus pecados; y dijo: Recibiris el don del Espritu Santo. Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que estn lejos; para cuantos el Seor nuestro Dios llamare. Hechos 2:38, 39. El Seor anunci por boca del profeta Joel que una manifestacin especial de Su Espritu se realizara en el tiempo que precedera inmediatamente a las escenas del gran da de Dios. Joel 2:28. Esta profeca se cumpli parcialmente con el derramamiento del Espritu Santo, el da de Pentecosts; pero alcanzar su cumplimiento completo en las manifestaciones de la gracia divina que han de acompaar la obra final del Evangelio. El gran conflicto entre el bien y el mal aumentar en intensidad hasta la consumacin de los tiempos. En todas las edades la ira de Satans se ha manifestado contra la iglesia de Cristo; y Dios ha derramado Su gracia y Su

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Espritu sobre Su pueblo para robustecerlo contra el poder del maligno. Cuando los apstoles de Cristo estaban por llevar el Evangelio por el mundo entero y consignarlo por escrito para provecho de todos los siglos venideros, fueron dotados especialmente con la luz del Espritu. Pero a medida que la iglesia se va acercando a su liberacin final, Satans obrar con mayor poder. Descender teniendo grande ira, sabiendo que tiene poco tiempo. Apocalipsis 12:12. Obrar con grande potencia, y seales, y milagros mentirosos. 2 Tesalonicenses 2:9. Por espacio de seis mil aos esa inteligencia maestra, despus de haber sido la ms alta entre los ngeles de Dios, no ha servido ms que para el engao y la ruina. Y en el conflicto final se emplearn contra el pueblo de Dios todos los recursos de la habilidad y sutileza satnicas, y toda la crueldad desarrollada en esas luchas seculares. Durante este tiempo de peligro los discpulos de Cristo tienen que dar al mundo la amonestacin del segundo advenimiento del Seor; y un pueblo ha de ser preparado sin mcula, y sin reprensin para comparecer ante El a Su venida. 2 Pedro 3:14. Entonces el derramamiento especial de la gracia y el poder divinos no ser menos necesario para la iglesia que en los das apostlicos. Mediante la iluminacin del Espritu Santo, las escenas de la lucha secular entre el bien y el mal fueron reveladas a quien escribe estas pginas. En una y otra ocasin se me permiti contemplar las peripecias de la gran lucha secular entre Cristo, Prncipe de la vida, Autor de nuestra salvacin, y Satans, prncipe del mal, autor del pecado y primer transgresor de la santa ley de Dios. La enemistad de Satans contra Cristo se ensa en los discpulos del Salvador. En toda la historia puede echarse de ver el mismo odio a los principios de la ley de Dios, la misma poltica de engao, mediante la cual se hace aparecer el error como si fuese la verdad, se hace que las leyes humanas substituyan las leyes de Dios, y se induce a los hombres a adorar la criatura antes que al Creador. Los esfuerzos de Satans para desfigurar el carcter de Dios, para dar a los hombres un concepto falso del Creador y hacer que le consideren con temor y odio

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ms bien que con amor; sus esfuerzos para suprimir la ley de Dios, y hacer creer al pueblo que no est sujeto a las exigencias de ella; sus persecuciones dirigidas contra los que se atreven a resistir a sus engaos, han seguido con rigor implacable. Se pueden ver en la historia de los patriarcas, de los profetas y apstoles, de los mrtires y reformadores. En el gran conflicto final, Satans emplear la misma tctica, manifestar el mismo espritu y trabajar con el mismo fin que en todas las edades pasadas. Lo que ha sido, volver a ser, con la circunstancia agravante de que la lucha venidera ser sealada por una intensidad terrible, cual el mundo no la vio jams. Las seducciones de Satans sern ms sutiles, sus ataques ms resueltos. Si posible le fuera, engaara a los escogidos mismos. Marcos 13:22. Al revelarme el Espritu de Dios las grandes verdades de Su Palabra, y las escenas del pasado y de lo por venir, se me mand que diese a conocer a otros lo que se me haba mostrado, y que trazase un bosquejo de la historia de la lucha en las edades pasadas, y especialmente que la presentase de tal modo que derramase luz sobre la lucha futura que se va acercando con tanta rapidez. Con este fin, he tratado de escoger y reunir acontecimientos de la historia de la iglesia en forma que quedara bosquejado el desenvolvimiento de las grandes verdades comprobantes que en diversas pocas han sido dadas al mundo, han excitado la ira de Satans y la enemistad de la iglesia amiga del mundo, y han sido sostenidas por el testimonio de aquellos que no amaron sus vidas, exponindolas hasta la muerte. En esos anales podemos ver un anticipo del conflicto que nos espera. Considerndolos a la luz de la Palabra de Dios, por la iluminacin de Su Espritu, podemos ver descubiertos las estratagemas del maligno y los peligros que debern evitar los que quieran ser hallados sin mcula ante el Seor a Su venida. Los grandes acontecimientos que marcaron los pasos de reforma que se dieron en siglos pasados, son hechos

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histricos conocidos y universalmente aceptados, que nadie puede negar. Esa historia la he presentado brevemente, de acuerdo con el fin y objeto de este libro y con la concisin que necesariamente debe observarse, condensando los hechos en forma compatible con una clara inteligencia de las enseanzas consiguientes. En algunos casos cuando he encontrado que un historiador haba reunido los hechos y presentado en pocas lneas un claro conjunto del asunto, o agrupado los detalles en forma conveniente, he reproducido sus palabras, no tanto para citar a esos escritores como autoridades, sino porque sus palabras resuman adecuadamente el asunto. Y al referir los casos y puntos de vista de quienes siguen adelante con la obra de reforma en nuestro tiempo, me he valido en forma similar de las obras que han publicado. El objeto de este libro no consiste tanto en presentar nuevas verdades relativas a las luchas de pasadas edades como en hacer resaltar hechos y principios que tienen relacin con acontecimientos futuros. Sin embargo, cuando se considera los tales hechos y principios como formando parte de la lucha empeada entre las potencias de la luz y las de las tinieblas, todos esos relatos del pasado cobran nuevo significado; y se desprende de ellos una luz que proyecta rayos sobre el porvenir, alumbrando el sendero de los que, como los reformadores de los siglos pasados, sern llamados, aun a costa de sacrificar todo bien terrenal, a testificar de la Palabra de Dios y del testimonio de Jesucristo. Desarrollar las escenas de la gran lucha entre la verdad y el error; descubrir las tretas de Satans y los medios de resistirle con xito; presentar una solucin satisfactoria del gran problema del mal, derramando luz sobre el origen y el fin del pecado en forma tal que la justicia y benevolencia de Dios en sus relaciones con sus criaturas queden plenamente manifiestas; y hacer patente el carcter sagrado e inmutable de Su ley: tal es el objeto de esta obra. Que por su influencia muchos se libren del poder de las tinieblas y sean hechos aptos para

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participar de la suerte de los santos en luz, para la gloria de Aquel que nos am y se dio a S mismo por nosotros, tal es la ferviente oracin de la autora.E.G.W., Healdsburg, California, Mayo, 1888

Porque de tal manera am Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unignito, para que todo aquel que en l cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envi Dios a su Hijo al mundo, para que condene al mundo, mas para que el mundo sea salvo por l. Juan 3:16-17

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Su Amada en Llamas

Captulo 1

La Destruccin de Jerusaln Uno de los templos ms esplndidos en el mundo entero, una de las ciudades ms bellas: Aqu est la historia de la destruccin de Jerusaln en el ao 70 despus de Cristo, por los Romanos, bajo la direccin de Tito. Si era un espectculo espantoso para el Romano; qu se podra decir del Judo? Toda la cumbre de la colina que miraba hacia la ciudad, flameante como un volcn Jerusaln, la ciudad que un general Romano quiso rescatarpero que fue quemada, a pesar de todo lo que el hombre pudo hacer para salvarlaporque Jess lo haba profetizado treinta y nueve aos antes.

Oh si tambin t conocieses, a lo menos en este tu da, lo que toca a tu paz! mas ahora est encubierto de tus ojos. Porque vendrn das sobre ti, que tus enemigos te cercarn con baluarte, y te pondrn cerco, y de todas partes te pondrn en estrecho, y te derribarn a tierra, y a tus hijos dentro de ti; y no dejarn sobre ti piedra sobre piedra; por cuanto no conociste el tiempo de tu visitacin. Lucas 19:4244. Desde lo alto del monte de los Olivos miraba Jess a Jerusaln, que ofreca a sus ojos un cuadro de hermosura y de paz. Era tiempo de Pascua, y de todas las regiones del orbe los hijos de Jacob se haban reunido para celebrar la gran fiesta nacional. De entre viedos y jardines como de entre las verdes laderas donde se vean esparcidas las tiendas de los peregrinos, elevbanse las colinas con sus terrazas, los airosos palacios y los soberbios baluartes de la capi-

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tal israelita. La hija de Sin pareca decir en su orgullo: Estoy sentada reina, y ... nunca ver el duelo! porque siendo amada, como lo era, crea estar segura de merecer an los favores del cielo como en los tiempos antiguos cuando el poeta rey cantaba: Hermosa provincia, el gozo de toda la tierra es el monte de Sin,...la ciudad del gran Rey. Salmo 48:2. Resaltaban a la vista las construcciones esplndidas del templo, cuyos muros de mrmol blanco como la nieve estaban entonces iluminados por los ltimos rayos del sol poniente que al hundirse en el ocaso haca resplandecer el oro de puertas, torres y pinculos. Y as destacbase la gran ciudad, perfeccin de hermosura, orgullo de la nacin judaica. Qu hijo de Israel poda permanecer ante semejante espectculo sin sentirse conmovido de gozo y admiracin! Pero eran muy ajenos a todo esto los pensamientos que embargaban la mente de Jess. Como lleg cerca, viendo la ciudad, llor sobre ella. Lucas 19:41. En medio del regocijo que provocara su entrada triunfal, mientras el gento agitaba palmas, y alegres hosannas repercutan en los montes, y mil voces le proclamaban Rey, el Redentor del mundo se sinti abrumado por sbita y misteriosa tristeza. El, el Hijo de Dios, el Prometido de Israel, que haba vencido a la muerte arrebatndole sus cautivos, lloraba, no presa de comn abatimiento, sino dominado por intensa e irreprimible agona. No lloraba por s mismo, por ms que supiera adnde iba. Getseman, lugar de su prxima y terrible agona, extendase ante su vista. La puerta de las ovejas divisbase tambin; por ella haban entrado durante siglos y siglos las vctimas para el sacrificio, y pronto iba a abrirse para l, cuando como cordero fuera llevado al matadero. Isaas 53:7. Poco ms all se destacaba el Calvario, lugar de la crucifixin. Sobre la senda que pronto le tocara recorrer, iban a caer densas y horrorosas tinieblas mientras l entregaba su alma en expiacin por el pecado. No era, sin embargo, la contemplacin de aquellas escenas lo que arrojaba sombras sobre el Seor en aquella hora de gran regocijo, ni tampoco el presentimiento de su angustia sobrehuma-

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na lo que nublaba su alma generosa. Lloraba por el fatal destino de los millares de Jerusaln, por la ceguedad y por la dureza de corazn de aquellos a quienes l viniera a bendecir y salvar. La historia de ms de mil aos durante los cuales Dios extendiera su favor especial y sus tiernos cuidados en beneficio de su pueblo escogido, desarrollbase ante los ojos de Jess. All estaba el monte Moriah, donde el hijo de la promesa, cual mansa vctima que se entrega sin resistencia, fue atado sobre el altar como emblema del sacrificio del Hijo de Dios. All fue donde se le haban confirmado al padre de los creyentes el pacto de bendicin y la gloriosa promesa de un Mesas. Gnesis 22:9, 16-18. All era donde las llamas del sacrificio, al ascender al cielo desde la era de Ornn, haban desviado la espada del ngel exterminador 1 Crnicas 21, smbolo adecuado del sacrificio de Cristo y de su mediacin por los culpables. Jerusaln haba sido honrada por Dios sobre toda la tierra. El Seor haba elegido a Sin; desela por habitacin para s. Salmo 132:13. All haban proclamado los santos profetas durante siglos y siglos sus mensajes de amonestacin. All haban mecido los sacerdotes sus incensarios y haba subido hacia Dios el humo del incienso, mezclado con las plegarias de los adoradores. All haba sido ofrecida da tras da la sangre de los corderos sacrificados, que anunciaban al Cordero de Dios que haba de venir al mundo. All haba manifestado Jehov su presencia en la nube de gloria, sobre el propiciatorio. All se haba asentado la base de la escalera mstica que una el cielo con la tierra Gnesis 28:12; Juan 1:51, que Jacob viera en sueos y por la cual los ngeles suban y bajaban, mostrando as al mundo el camino que conduce al lugar santsimo. De haberse mantenido Israel como nacin fiel al Cielo, Jerusaln habra sido para siempre la elegida de Dios. Jeremas 17:21-25. Pero la historia de aquel pueblo tan favorecido era un relato de sus apostasas y sus rebeliones. Haba resistido la gracia del Cielo, abusado de sus prerrogativas y menospreciado sus oportunidades. A pesar de que los hijos de Israel hacan escarnio de

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los mensajeros de Dios, y menospreciaban sus palabras, burlndose de sus profetas 2 Crnicas 36:16, el Seor haba seguido manifestndoseles como Jehov, fuerte, misericordioso, y piadoso; tardo para la ira, y grande en benignidad y verdad. Exodo 34:6. Y por ms que le rechazaran una y otra vez, de continuo haba seguido instndoles con bondad inalterable. Ms grande que la amorosa compasin del padre por su hijo era el solcito cuidado con que Dios velaba por su pueblo envindole amonestaciones por mano de sus mensajeros, madrugando para envirselas; porque tuvo compasin de su pueblo y de su morada. 2 Crnicas 36:15. Y al fin, habiendo fracasado las amonestaciones, las reprensiones y las splicas, les envi el mejor Don del cielo; ms an, derram todo el cielo en ese solo Don. El Hijo de Dios fue enviado para exhortar a la ciudad rebelde. Era Cristo quien haba sacado a Israel como una vid de Egipto. Salmo 80:8. Con su propio brazo, haba arrojado a los gentiles de delante de ella; la haba plantado en un recuesto, lugar frtil; la haba cercado cuidadosamente y haba enviado a sus siervos para que la cultivasen. Qu ms se haba de hacer a mi viaexclam,que yo no haya hecho en ella? A pesar de estos cuidados, y por ms que, habiendo esperado que llevase uvas valiosas, las haba dado silvestres Isaas 5:1-4, el Seor compasivo, movido por su anhelo de obtener fruto, vino en persona a su via para librarla, si fuera posible, de la destruccin. La labr con esmero, la pod y la cuid. Fue incansable en sus esfuerzos para salvar aquella via que l mismo haba plantado. Durante tres aos, el Seor de la luz y de la gloria estuvo yendo y viniendo entre su pueblo. Anduvo haciendo bienes, y sanando a todos los oprimidos del diablo, curando a los de corazn quebrantado, poniendo en libertad a los cautivos, dando vista a los ciegos, haciendo andar a los cojos y or a los sordos, limpiando a los leprosos, resucitando muertos y predicando el Evangelio a los pobres. Hechos 10:38; Lucas 4:18; Mateo 11:5. A todas las clases sociales por igual

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diriga el llamamiento de gracia: Venid a m todos los que estis trabajados y cargados, que Yo os har descansar. Mateo 11:28. A pesar de recibir por recompensa el mal por el bien y el odio a cambio de su amor Salmo 109:5, prosigui con firmeza su misin de paz y misericordia. Jams fue rechazado ninguno de los que se acercaron a l en busca de su gracia. Errante y sin hogar, sufriendo cada da oprobio y penurias, slo vivi para ayudar a los pobres, aliviar a los agobiados y persuadirlos a todos a que aceptasen el don de vida. Las corrientes de la misericordia divina eran rechazados por aquellos corazones endurecidos y reacios pero volvan sobre ellos con ms vigor, impulsados por la augusta compasin y por la fuerza del amor que sobrepuja a todo entendimiento. Israel, empero, se alej de l, apartndose as de su mejor Amigo y de su nico Auxiliador. Su amor fue despreciado, rechazados sus dulces consejos y ridiculizadas sus cariosas amonestaciones. La hora de esperanza y de perdn transcurri rpidamente. La copa de la ira de Dios, por tanto tiempo contenida, estaba casi llena. La nube que haba ido formndose a travs de los tiempos de apostasa y rebelin, vease ya negra, cargada de maldiciones, prxima a estallar sobre un pueblo culpable; y el nico que poda librarle de su suerte fatal inminente haba sido menospreciado, escarnecido y rechazado, y en breve lo iban a crucificar. Cuando el Cristo estuviera clavado en la cruz del Calvario, ya habra transcurrido para Israel su da como nacin favorecida y saciada de las bendiciones de Dios. La prdida de una sola alma se considera como una calamidad infinitamente ms grande que la de todas las ganancias y todos los tesoros de un mundo; pero mientras Jess fijaba su mirada en Jerusaln, vea la ruina de toda una ciudad, de todo un pueblo; de aquella ciudad y de aquel pueblo que haban sido elegidos de Dios, su especial tesoro. Los profetas haban llorado la apostasa de Israel y lamentado las terribles desolaciones con que fueron castigadas sus culpas. Jeremas deseaba que sus ojos se volvieran

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manantiales de lgrimas para llorar da y noche por los muertos de la hija de su pueblo y por el rebao del Seor que fue llevado cautivo. Jeremas 9:1; 13:17. Cul no sera entonces la angustia de Aquel cuya mirada proftica abarcaba, no unos pocos aos, sino muchos siglos! Vea al ngel exterminador blandir su espada sobre la ciudad que por tanto tiempo fuera morada de Jehov. Desde la cumbre del monte de los Olivos, en el lugar mismo que ms tarde iba a ser ocupado por Tito y sus soldados, mir a travs del valle los atrios y prticos sagrados, y con los ojos nublados por las lgrimas, vi en horroroso anticipo los muros de la ciudad circundados por tropas extranjeras; oy el estrpito de las legiones que marchaban en son de guerra, y los tristes lamentos de las madres y de los nios que lloraban por pan en la ciudad sitiada. Vi el templo santo y hermoso, los palacios y las torres devorados por las llamas, dejando en su lugar tan slo un montn de humeantes ruinas. Cruzando los siglos con la mirada, vi al pueblo del pacto disperso en toda la tierra, como nufragos en una playa desierta. En la retribucin temporal que estaba por caer sobre sus hijos, vi como el primer trago de la copa de la ira que en el juicio final aquel mismo pueblo deber apurar hasta las heces. La compasin divina y el sublime amor de Cristo hallaron su expresin en estas lgubres palabras: Jerusaln, Jerusaln, que matas a los profetas, y apedreas a los que son enviados a ti! cuntas veces quise juntar tus hijos, como la gallina junta sus pollos debajo de las alas, y no quisiste! Mateo 23:37. Oh! si t, nacin favorecida entre todas, hubieras conocido el tiempo de tu visitacin y lo que atae a tu paz! Yo detuve al ngel de justicia y te llam al arrepentimiento, pero en vano. No rechazaste tan slo a los siervos ni despreciaste tan slo a los enviados y profetas, sino al Santo de Israel, tu Redentor. Si eres destruda, t sola tienes la culpa. No queris venir a m, para que tengis vida. Juan 5:40. Cristo vi en Jerusaln un smbolo del mundo endurecido en la incredulidad y rebelin que corra presuroso a recibir el pago de la justicia de Dios. Los lamentos de

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una raza cada opriman el alma del Seor, y le hicieron prorrumpir en esas expresiones de dolor. Vi adems las profundas huellas del pecado marcadas por la miseria humana con lgrimas y sangre; su tierno corazn se conmovi de compasin infinita por las vctimas de los padecimientos y aflicciones de la tierra; anhel salvarlos a todos. Pero ni aun su mano poda desviar la corriente del dolor humano que del pecado dimana; pocos buscaran la nica Fuente de salud. El estaba dispuesto a derramar su misma alma hasta la muerte, y poner as la salvacin al alcance de todos; pero muy pocos iban a acudir a l para tener vida eterna. Mirad al Rey del cielo derramando copioso llanto! Ved al Hijo del Dios infinito turbado en espritu y doblegado bajo el peso del dolor! Los cielos se llenaron de asombro al contemplar semejante escena que pone tan de manifiesto la culpabilidad enorme del pecado, y que nos ensea lo que le cuesta, aun al poder infinito, salvar al pecador de las consecuencias que le acarrea la transgresin de la ley de Dios. Dirigiendo Jess sus miradas hasta la ltima generacin vi al mundo envuelto en un engao semejante al que caus la destruccin de Jerusaln. El gran pecado de los judos consisti en que rechazaron a Cristo; el gran pecado del mundo cristiano iba a consistir en que rechazara la ley de Dios, que es el fundamento de su gobierno en el cielo y en la tierra. Los preceptos del Seor iban a ser menospreciados y anulados. Millones de almas sujetas al pecado, esclavas de Satans, condenadas a sufrir la segunda muerte, se negaran a escuchar las palabras de verdad en el da de su visitacin. Terrible ceguedad, extraa infatuacin! Dos das antes de la Pascua, cuando Cristo se haba despedido ya del templo por ltima vez, despus de haber denunciado pblicamente la hipocresa de los prncipes de Israel, volvi al monte de los Olivos, acompaado de sus discpulos y se sent entre ellos en una ladera cubierta de blando csped, dominando con la vista la ciudad. Una vez ms contempl sus muros, torres y palacios. Una vez ms mir el templo que en su deslumbrante

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esplendor pareca una diadema de hermosura que coronara al sagrado monte. Mil aos antes el salmista haba magnificado la bondad de Dios hacia Israel porque haba escogido aquel templo como su morada. En Salem est su tabernculo, y su habitacin en Sin. Escogi la tribu de Jud, el monte de Sin, al cual am. Y edific su santuario a manera de eminencia. Salmos 76:2; 78:68, 69. El primer templo haba sido erigido durante la poca de mayor prosperidad en la historia de Israel. Vastos almacenes fueron construdos para contener los tesoros que con dicho propsito acumulara el rey David, y los planos para la edificacin del templo fueron hechos por inspiracin divina. 1 Crnicas 28:12,19. Salomn, el ms sabio de los monarcas de Israel, complet la obra. Este templo result ser el edificio ms soberbio que este mundo haya visto. No obstante, el Seor declar por boca del profeta Hageo, refirindose al segundo templo: Mayor ser la gloria postrera de esta Casa que la gloria anterior. Sacudir todas las naciones, y vendr el Deseado de todas las naciones; y llenar esta Casa de gloria, dice Jehov de los Ejrcitos. Hageo 2:9, 7. Despus de su destruccin por Nabucodonosor, el templo fue reconstrudo unos cinco siglos antes del nacimiento de Cristo por un pueblo que tras largo cautiverio haba vuelto a su pas asolado y casi desierto. Haba entonces en Israel algunos hombres muy ancianos que haban visto la gloria del templo de Salomn y que lloraban al ver el templo nuevo que pareca tan inferior al anterior. El sentimiento que dominaba entre el pueblo nos es fielmente descrito por el profeta cuando dice: Quin ha quedado entre vosotros que haya visto esta casa en su primera gloria, y cual ahora la veis? No es ella como nada delante de vuestros ojos? Hageo 2:3; Esdras 3:12. Entonces fue dada la promesa de que la gloria del segundo templo sera mayor que la del primero. Pero el segundo templo no igual al primero en magnificencia ni fue santificado por las seales visibles de la presencia divina con que lo fuera el templo de Salomn, ni hubo

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tampoco manifestaciones de poder sobrenatural que dieran realce a su dedicacin. Ninguna nube de gloria cubri al santuario que acababa de ser erigido; no hubo fuego que descendiera del cielo para consumir el sacrificio sobre el altar. La manifestacin divina no se encontraba ya entre los querubines en el lugar santsimo; ya no estaban all el arca del testimonio, ni el propiciatorio, ni las tablas de la ley. Ninguna voz del cielo se dejaba or para revelar la voluntad del Seor al sacerdote que preguntaba por ella. Durante varios siglos los judos se haban esforzado para probar cmo y dnde se haba cumplido la promesa que Dios haba dado por Hageo. Pero el orgullo y la incredulidad haban cegado su mente de tal modo que no comprendan el verdadero significado de las palabras del profeta. Al segundo templo no le fue conferido el honor de ser cubierto con la nube de la gloria de Jehov, pero s fue honrado con la presencia de Uno en quien habitaba corporalmente la plenitud de la Divinidad, de Uno que era Dios mismo manifestado en carne. Cuando el Nazareno ense y realiz curaciones en los atrios sagrados se cumpli la profeca gloriosa: El era el Deseado de todas las naciones que entraba en su templo. Por la presencia de Cristo, y slo por ella, la gloria del segundo templo super la del primero, pero Israel tuvo en poco al anunciado don del cielo; y con el humilde Maestro que sali aquel da por la puerta de oro, la gloria haba abandonado el templo para siempre. As se cumplieron las palabras del Seor, que dijo: He aqu vuestra casa os es dejada desierta. Mateo 23:38. Los discpulos se haban llenado de asombro y hasta de temor al or las predicciones de Cristo respecto de la destruccin del templo, y deseaban entender de un modo ms completo el significado de sus palabras. Durante ms de cuarenta aos se haban prodigado riquezas, trabajo y arte arquitectnico para enaltecer los esplendores y la grandeza de aquel templo. Herodes el Grande y hasta el mismo emperador del mundo contribuyeron con los tesoros de los judos y con las riquezas romanas a engrandecer la magnificencia del hermoso edificio. Con este objeto habanse im-

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portado de Roma enormes bloques de preciado mrmol, de tamao casi fabuloso, a los cuales los discpulos llamaron la atencin del Maestro, dicindole: Mira qu piedras, y qu edificios. Marcos 13:1. Pero Jess contest con estas solemnes y sorprendentes palabras: De cierto os digo, que no ser dejada aqu piedra sobre piedra, que no sea destruda. Mateo 24:2. Los discpulos creyeron que la destruccin de Jerusaln coincidira con los sucesos de la venida personal de Cristo revestido de gloria temporal para ocupar el trono de un imperio universal, para castigar a los judos impenitentes y libertar a la nacin del yugo romano. Cristo les haba anunciado que volvera, y por eso al orle predecir los juicios que amenazaban a Jerusaln, se figuraron que ambas cosas sucederan al mismo tiempo y, al reunirse en derredor del Seor en el monte de los Olivos, le preguntaron: Cundo sern estas cosas, y qu seal habr de tu venida, y del fin del mundo? Mateo 24:3. Lo porvenir les era misericordiosamente velado a los discpulos. De haber visto con toda claridad esos dos terribles acontecimientos futuros: los sufrimientos del Redentor y su muerte, y la destruccin del templo y de la ciudad, los discpulos hubieran sido abrumados por el miedo y el dolor. Cristo les di un bosquejo de los sucesos culminantes que habran de desarrollarse antes de la consumacin de los tiempos. Sus palabras no fueron entendidas plenamente entonces, pero su significado iba a aclararse a medida que su pueblo necesitase la instruccin contenida en esas palabras. La profeca del Seor entraaba un doble significado: al par que anunciaba la ruina de Jerusaln presagiaba tambin los horrores del gran da final. Jess declar a los discpulos los castigos que iban a caer sobre el apstata Israel y especialmente los que debera sufrir por haber rechazado y crucificado al Mesas. Iban a producirse seales inequvocas, precursoras del espantoso desenlace. La hora aciaga llegara presta y repentinamente.

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Y el Salvador advirti a sus discpulos: Por tanto, cuando vireis la abominacin del asolamiento, que fue dicha por Daniel profeta, que estar en el lugar santo (el que lee, entienda), entonces los que estn en Judea, huyan a los montes. Mateo 24:15, 16; Lucas 21:20. Tan pronto como los estandartes del ejrcito romano idlatra fuesen clavados en el suelo sagrado, que se extenda varios estadios ms all de los muros, los creyentes en Cristo deban huir a un lugar seguro. Al ver la seal preventiva, todos los que quisieran escapar deban hacerlo sin tardar. Tanto en tierra de Judea como en la propia ciudad de Jerusaln el aviso de la fuga deba ser aprovechado en el acto. Todo el que se hallase en aquel instante en el tejado de su casa no deba entrar en ella ni para tomar consigo los ms valiosos tesoros; los que trabajaran en el campo y en los viedos no deban perder tiempo en volver por las tnicas que se hubiesen quitado para sobrellevar mejor el calor y la faena del da. Todos deban marcharse sin tardar si no queran verse envueltos en la ruina general. Durante el reinado de Herodes, la ciudad de Jerusaln no slo haba sido notablemente embellecida, sino tambin fortalecida. Se erigieron torres, muros y fortalezas que, unidos a la ventajosa situacin topogrfica del lugar, la hacan aparentemente inexpugnable. Si en aquellos das alguien hubiese predicho pblicamente la destruccin de la ciudad, sin duda habra sido considerado cual lo fuera No en su tiempo: como alarmista insensato. Pero Cristo haba dicho: El cielo y la tierra pasarn, mas mis palabras no pasarn. Mateo 24:35. La ira del Seor se haba declarado contra Jerusaln a causa de sus pecados, y su obstinada incredulidad hizo inevitable su condenacin. El Seor haba dicho por el profeta Miqueas: Od ahora esto, cabezas de la casa de Jacob, y capitanes de la casa de Israel, que abominis el juicio, y perverts todo el derecho; que edificis a Sin con sangre, y a Jerusaln con injusticia; sus cabezas juzgan por cohecho, y sus sacerdotes ensean por precio, y sus profetas adivinan por dinero; y apyanse en Jehov diciendo: No est Jehov entre nosotros? No ven-

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dr mal sobre nosotros. Miqueas 3:9-11. Estas palabras dan una idea cabal de cun corruptos eran los moradores de Jerusaln y de cun justos se consideraban. A la vez que se decan escrupulosos observadores de la ley de Dios, quebrantaban todos sus preceptos. La pureza de Cristo y su santidad hacan resaltar la iniquidad de ellos; por eso le aborrecan y le sealaban como el causante de todas las desgracias que les haban sobrevenido como consecuencia de su maldad. Aunque harto saban que Cristo no tena pecado, declararon que su muerte era necesaria para la seguridad de la nacin. Los prncipes de los sacerdotes y los fariseos decan: Si le dejamos as, todos creern en l; y vendrn los romanos y destruirn nuestro lugar y nuestra nacin. Juan 11:48. Si se sacrificaba a Cristo, pensaban ellos, podran ser otra vez un pueblo fuerte y unido. As discurran, y convinieron con el sumo sacerdote en que era mejor que uno muriera y no que la nacin entera se perdiese. As era cmo los prncipes judos haban edificado a Sin con sangre, y a Jerusaln con iniquidad, y al paso que sentenciaban a muerte a su Salvador porque les echara en cara sus iniquidades, se atribuan tanta justicia que se consideraban el pueblo favorecido de Dios y esperaban que el Seor viniese a librarlos de sus enemigos. Por tanto-haba aadido el profeta,-a causa de vosotros ser Sin arada como campo, y Jerusaln ser majanos, y el monte de la casa como cumbres de breal. Miqueas 3:12. Dios aplaz sus juicios sobre la ciudad y la nacin hasta cosa de cuarenta aos despus que Cristo hubo anunciado el castigo de Jerusaln. Admirable la paciencia que tuvo Dios con los que rechazaran su Evangelio y asesinaran a su Hijo. La parbola de la higuera estril representa el trato bondadoso de Dios con la nacin juda. Ya haba sido dada la orden: Crtala, por qu ocupar an la tierra? Lucas 13:7, pero la divina misericordia la preserv por algn tiempo. Haba todava muchos judos que ignoraban lo que haban sido el carcter y la obra de Cristo. Y los hijos no haban tenido las oportunidades ni

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visto la luz que sus padres haban rechazado. Por medio de la predicacin de los apstoles y de sus compaeros, Dios iba a hacer brillar la luz sobre ellos para que pudiesen ver cmo se haban cumplido las profecas, no nicamente las que se referan al nacimiento y vida del Salvador sino tambin las que anunciaban su muerte y su gloriosa resurreccin. Los hijos no fueron condenados por los pecados de sus padres; pero cuando, conociendo ya plenamente la luz que fuera dada a sus padres, rechazaron la luz adicional que a ellos mismos les fuera concedida, entonces se hicieron cmplices de las culpas de los padres y colmaron la medida de su iniquidad. La longanimidad de Dios hacia Jerusaln no hizo sino confirmar a los judos en su terca impenitencia. Por el odio y la crueldad que manifestaron hacia los discpulos de Jess, rechazaron el ltimo ofrecimiento de misericordia. Dios les retir entonces su proteccin y di rienda suelta a Satans y a sus ngeles, y la nacin cay bajo el dominio del caudillo que ella misma se haba elegido. Sus hijos menospreciaron la gracia de Cristo, que los habra capacitado para subyugar sus malos impulsos, y stos los vencieron. Satans despert las ms fieras y degradadas pasiones de sus almas. Los hombres ya no razonaban, completamente dominados por sus impulsos y su ira ciega. En su crueldad se volvieron satnicos. Tanto en la familia como en la nacin, en las clases bajas como en las clases superiores del pueblo, no reinaban ms que la sospecha, la envidia, el odio, el altercado, la rebelin y el asesinato. No haba seguridad en ninguna parte. Los amigos y parientes se hacan traicin unos a otros. Los padres mataban a los hijos y stos a sus padres. Los que gobernaban al pueblo no tenan poder para gobernarse a s mismos: las pasiones ms desordenadas los convertan en tiranos. Los judos haban aceptado falsos testimonios para condenar al Hijo inocente de Dios; y ahora las acusaciones ms falsas hacan inseguras sus propias vidas. Con sus hechos haban expresado desde haca tiempo sus deseos: Quitad de delante de nosotros al Santo de Israel! Isaas 30:11. y ya dichos deseos se haban cum-

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plido. El temor de Dios no les preocupaba ms; Satans se encontraba ahora al frente de la nacin y las ms altas autoridades civiles y religiosas estaban bajo su dominio. Los jefes de los bandos opuestos hacan a veces causa comn para despojar y torturar a sus desgraciadas vctimas, y otras veces esas mismas facciones peleaban unas con otras y se daban muerte sin misericordia; ni la santidad del templo poda refrenar su ferocidad. Los fieles eran derribados al pie de los altares, y el santuario era mancillado por los cadveres de aquellas carniceras. No obstante, en su necia y abominable presuncin, los instigadores de la obra infernal declaraban pblicamente que no teman que Jerusaln fuese destruda, pues era la ciudad de Dios; y, con el propsito de afianzar su satnico poder, sobornaban a falsos profetas para que proclamaran que el pueblo deba esperar la salvacin de Dios, aunque ya el templo estaba sitiado por las legiones romanas. Hasta el fin las multitudes creyeron firmemente que el Todopoderoso intervendra para derrotar a sus adversarios. Pero Israel haba despreciado la proteccin de Dios, y no haba ya defensa alguna para l. Desdichada Jerusaln! Mientras la desgarraban las contiendas intestinas y la sangre de sus hijos, derramada por sus propias manos, tea sus calles de carmes, los ejrcitos enemigos echaban a tierra sus fortalezas y mataban a sus guerreros! Todas las predicciones de Cristo acerca de la destruccin de Jerusaln se cumplieron al pie de la letra; los judos palparon la verdad de aquellas palabras de advertencia del Seor: Con la medida que meds, se os medir. Mateo 7:2. Aparecieron muchas seales y maravillas como sntomas precursores del desastre y de la condenacin. A la media noche una luz extraa brillaba sobre el templo y el altar. En las nubes, a la puesta del sol, se vean como carros y hombres de guerra que se reunan para la batalla. Los sacerdotes que ministraban de noche en el santuario eran aterrorizados por ruidos misteriosos; temblaba la tierra y se oan voces que gritaban: Salgamos de aqu! La gran puerta

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del oriente, que por su enorme peso era difcil de cerrar entre veinte hombres y que estaba asegurada con formidables barras de hierro afirmadas en el duro pavimento de piedras de gran tamao, se abri a la media noche de una manera misteriosa.Milman, History of the Jews, libro 13. Durante siete aos un hombre recorri continuamente las calles de Jerusaln anunciando las calamidades que iban a caer sobre la ciudad. De da y de noche entonaba la frentica endecha: Voz del oriente, voz del occidente, voz de los cuatro vientos, voz contra Jerusaln y contra el templo, voz contra el esposo y la esposa, voz contra todo el pueblo. Ibid., libro 13. Este extrao personaje fue encarcelado y azotado sin que exhalase una queja. A los insultos que le dirigan y a las burlas que le hacan, no contestaba sino con estas palabras: Ay de Jerusaln! Ay, ay de sus moradores! y sus tristes presagios no dejaron de orse sino cuando encontr la muerte en el sitio que l haba predicho. Ni un solo cristiano pereci en la destruccin de Jerusaln. Cristo haba prevenido a sus discpulos, y todos los que creyeron sus palabras esperaron atentamente las seales prometidas. Cuando viereis a Jerusaln cercada de ejrcitos haba dicho Jess,sabed entonces que su destruccin ha llegado. Entonces los que estuvieren en Judea, huyan a los montes; y los que en medio de ella, vyanse. Lucas 21: 20, 21. Despus que los soldados romanos, al mando del general Cestio Galo, hubieron rodeado la ciudad, abandonaron de pronto el sitio de una manera inesperada y eso cuando todo pareca favorecer un asalto inmediato. Perdida ya la esperanza de poder resistir el ataque, los sitiados estaban a punto de rendirse, cuando el general romano retir sus fuerzas sin motivo aparente para ello. Empero la previsora misericordia de Dios haba dispuesto los acontecimientos para bien de los suyos. Ya estaba dada la seal a los cristianos que aguardaban el cumplimiento de las palabras de Jess, y en aquel momento se les ofreca una oportunidad que deban aprovechar para huir, conforme a las indicaciones dadas por el Maestro. Los sucesos se desarrollaron de modo tal que ni los judos ni los romanos hubie-

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ran podido evitar la huida de los creyentes. Habindose retirado Cestio, los judos hicieron una salida para perseguirle y entre tanto que ambas fuerzas estaban as empeadas, los cristianos pudieron salir de la ciudad, aprovechando la circunstancia de estar los alrededores totalmente despejados de enemigos que hubieran podido cerrarles el paso. En la poca del sitio, los judos haban acudido numerosos a Jerusaln para celebrar la fiesta de los tabernculos y as fue como los cristianos esparcidos por todo el pas pudieron escapar sin dificultad. Inmediatamente se encaminaron hacia un lugar seguro, la ciudad de Pella, en tierra de Perea, allende el Jordn. Las fuerzas judaicas perseguan de cerca a Cestio y a su ejrcito y cayeron sobre la retaguardia con tal furia que amenazaban destruirla totalmente. Slo a duras penas pudieron las huestes romanas cumplir su retirada. Los judos no sufrieron ms que pocas bajas, y con los despojos que obtuvieron volvieron en triunfo a Jerusaln. Pero este xito aparente no les acarre sino perjuicios, pues despert en ellos un espritu de necia resistencia contra los romanos, que no tard en traer males incalculables a la desdichada ciudad. Espantosas fueron las calamidades que sufri Jerusaln cuando el sitio se reanud bajo el mando de Tito. La ciudad fue sitiada en el momento de la Pascua, cuando millones de judos se hallaban reunidos dentro de sus muros. Los depsitos de provisiones que, de haber sido conservados, hubieran podido abastecer a toda la poblacin por varios aos, haban sido destrudos a consecuencia de la rivalidad y de las represalias de las facciones en lucha, y pronto los vecinos de Jerusaln empezaron a sucumbir a los horrores del hambre. Una medida de trigo se venda por un talento. Tan atroz era el hambre, que los hombres roan el cuero de sus cintos, sus sandalias y las cubiertas de sus escudos. Muchos salan durante la noche para recoger las plantas silvestres que crecan fuera de los muros, a pesar de que muchos de ellos eran aprehendidos y muertos por crueles torturas, y a menudo los que lograban escapar eran despojados de aquello que haban conseguido aun con riesgo de la

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vida. Los que estaban en el poder imponan los castigos ms infamantes para obligar a los necesitados a entregar los ltimos restos de provisiones que guardaban escondidos; y tamaas atrocidades eran perpetradas muchas veces por gente bien alimentada que slo deseaba almacenar provisiones para ms tarde. Millares murieron a consecuencia del hambre y la pestilencia. Los afectos naturales parecan haber desaparecido: los esposos se arrebataban unos a otros los alimentos; los hijos quitaban a sus ancianos padres la comida que se llevaban a la boca, y la pregunta del profeta: Se olvidar acaso la mujer de su nio mamante? recibi respuesta en el interior de los muros de la desgraciada ciudad, tal como la diera la Santa Escritura: Las misericordiosas manos de las mujeres cuecen a sus mismos hijos! stos les sirven de comida en el quebranto de la hija de mi pueblo! Isaas 49:15; Lamentaciones 4:10. Una vez ms se cumpla la profeca pronunciada catorce siglos antes, y que dice: La mujer tierna y delicada en medio de ti, que nunca prob a asentar en tierra la planta de su pie, de pura delicadeza y ternura, su ojo ser avariento para con el marido de su seno, y para con su hijo y su hija, as respecto de su nio recin nacido como respecto de sus dems hijos que hubiere parido; porque ella sola los comer ocultamente en la falta de todo, en la premura y en la estrechez con que te estrecharn tus enemigos dentro de tus ciudades. Deuteronomio 28:56, 57. Los jefes romanos procuraron aterrorizar a los judos para que se rindiesen. A los que eran apresados resistiendo, los azotaban, los atormentaban y los crucificaban frente a los muros de la ciudad. Centenares de ellos eran as ejecutados cada da, y el horrendo proceder continu hasta que a lo largo del valle de Josafat y en el Calvario se erigieron tantas cruces que apenas dejaban espacio para pasar entre ellas. As fue castigada aquella temeraria imprecacin que lanzara el pueblo en el tribunal de Pilato, al exclamar: Recaiga su sangre sobre nosotros, y sobre nuestros hijos! Mateo 27:25.

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De buen grado hubiera Tito hecho cesar tan terribles escenas y ahorrado a Jerusaln la plena medida de su condenacin. Le horrorizaba ver los montones de cadveres en los valles. Como obsesionado, miraba desde lo alto del monte de los Olivos el magnfico templo y di la orden de que no se tocara una sola de sus piedras. Antes de hacer la tentativa de apoderarse de esa fortaleza, dirigi un fervoroso llamamiento a los jefes judos para que no le obligasen a profanar con sangre el lugar sagrado. Si queran salir a pelear en cualquier otro sitio, ningn romano violara la santidad del templo. Josefo mismo, en elocuentsimo discurso, les rog que se entregasen, para salvarse a s mismos, a su ciudad y su lugar de culto. Pero respondieron a sus palabras con maldiciones, y arrojaron dardos a su ltimo mediador humano mientras alegaba con ellos. Los judos haban rechazado las splicas del Hijo de Dios, y ahora cualquier otra instancia o amonestacin no poda obtener otro resultado que inducirlos a resistir hasta el fin. Vanos fueron los esfuerzos de Tito para salvar el templo. Uno mayor que l haba declarado que no quedara piedra sobre piedra que no fuese derribada. La ciega obstinacin de los jefes judos y los odiosos crmenes perpetrados en el interior de la ciudad sitiada excitaron el horror y la indignacin de los romanos, y finalmente Tito dispuso tomar el templo por asalto. Resolvi, sin embargo, que si era posible evitara su destruccin. Pero sus rdenes no fueron obedecidas. A la noche, cuando se haba retirado a su tienda para descansar, los judos hicieron una salida desde el templo y atacaron a los soldados que estaban afuera. Durante la lucha, un soldado romano arroj al prtico por una abertura un leo encendido, e inmediatamente ardieron los aposentos enmaderados de cedro que rodeaban el edificio santo. Tito acudi apresuradamente, seguido por sus generales y legionarios, y orden a los soldados que apagasen las llamas. Sus palabras no fueron escuchadas. Furiosos, los soldados arrojaban teas encendidas en las cmaras contiguas al templo y con sus espadas degollaron a gran nmero de los que haban buscado refugio all.

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La sangre corra como agua por las gradas del templo. Miles y miles de judos perecieron. Por sobre el ruido de la batalla, se oan voces que gritaban: Ichabod!la gloria se alej. Tito vi que era imposible contener el furor de los soldados enardecidos por la lucha; y con sus oficiales se puso a contemplar el interior del sagrado edificio. Su esplendor los dej maravillados, y como l notase que el fuego no haba llegado an al lugar santo, hizo un postrer esfuerzo para salvarlo saliendo precipitadamente y exhortando con energa a los soldados para que se empeasen en contener la propagacin del incendio. El centurin Liberalis hizo cuanto pudo con su insignia de mando para conseguir la obediencia de los soldados, pero ni siquiera el respeto al emperador bastaba ya para apaciguar la furia de la soldadesca contra los judos y su ansia insaciable de saqueo. Todo lo que los soldados vean en torno suyo estaba revestido de oro y resplandeca a la luz siniestra de las llamas, lo cual les induca a suponer que habra en el santuario tesoros de incalculable valor. Un soldado romano, sin ser visto, arroj una tea encendida entre los goznes de la puerta y en breves instantes todo el edificio era presa de las llamas. Los oficiales se vieron obligados a retroceder ante el fuego y el humo que los cegaba, y el noble edificio qued entregado a su fatal destino. Aquel espectculo llenaba de espanto a los romanos, qu sera para los judos? Toda la cumbre del monte que dominaba la ciudad despeda fulgores como el crter de un volcn en plena actividad. Los edificios iban cayendo a tierra uno tras otro, en medio de un estrpito tremendo y desaparecan en el abismo ardiente. Las techumbres de cedro eran como sbanas de fuego, los dorados capiteles de las columnas relucan como e