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1 Conceptos y enfoque de género Docente: Paloma Bonfil S.

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Conceptos y enfoque de género

Docente: Paloma Bonfil S.

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¿Qué es el concepto de género y porqué es importante en la confección, operación y evaluación de las políticas públicas dirigidas a población indígena? El género es un concepto que se define de manera general como la construcción cultural de la diferencia sexual1. Se trata de un concepto desarrollado sobre todo en la década de los 70 y que se aplica al análisis de las relaciones sociales. El concepto fue desarrollado en el pensamiento social anglosajón (Estados Unidos y algunos países de Europa) a partir de analizar las diferencias entre sexo y rol de género; entre las formas culturales de construcción de la identidad sexual y su importante influencia en las diferencias de posición entre hombres y mujeres en la sociedad. El concepto de género permitió entender como lo “masculino” y lo “femenino” son construcciones culturales (que varían en los lugares y en el tiempo), más que atributos de la fisiología humano entre hombres y mujeres. A partir de este aporte conceptual, acuñado sobre todo por pensadoras feministas “occidentales”, se empezó a abordar una esfera de las relaciones humanas de desigualdad que hasta entonces había sido ignorada, especialmente en las políticas públicas: las relaciones entre hombres y mujeres en la familia, en el acceso y control de los recursos y en la toma de decisiones. A partir de estas primeras definiciones, se han desarrollado distintas conceptualizaciones alrededor del género, aunque todas giran básicamente, alrededor del principio de que en la historia de la humanidad, las diversas sociedades han construido una idea “del hombre” y de “la mujer” que les asigna funciones y responsabilidades, fundamentándolos en sus características biológicas, “naturalizando” así, la desigualdad. Diferentes conceptos de género: El género es un concepto acuñado para identificar –y superar- la diferencia biológica “vuelta desigualdad”; es un concepto para entender la relación entre la naturaleza y la cultura (Marta Lamas) y para abrir el tema de los derechos desde el cuerpo y la vivencia sexuada de los individuos. “El género se [preocupa] por la construcción social de las relaciones hombre-mujer, que juegan roles diferentes en la sociedad, siendo sus diferencias de género construidas por determinaciones ideológicas, históricas, religiosas, étnicas, económicas y culturales (Moser, en Tuijtelaars et al. 1994:9). “La categoría de género permite delimitar con mayor claridad y precisión cómo la diferencia cobra la dimensión de la desigualdad” (M. Lamas). “El género es un elemento constitutivo de las relaciones sociales basadas en las diferencias que distinguen los sexos…es una forma primaria de relaciones significantes de poder. Los cambios en la organización de las relaciones sociales corresponden siempre a cambios en las representaciones del poder” (Joan Scott, citada por Beatriz Martínez, 2000) Para esta autora, el concepto de género permite estructurar la percepción y la organización concreta y simbólica de las relaciones sociales, al distribuir el poder y el acceso y control diferencial sobre los recursos materiales y simbólicos. Una definición más del género señala que el concepto “se refiere a los roles, responsabilidades, símbolos, significados, códigos, estereotipos, valores, conductas, tradiciones, costumbres y oportunidades asignados al

1 Véanse los textos de Marta Lamas: “La antropología feminista y la categoría de ‘género’”; “La categoría de género’”

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hecho de ser hombre y de ser mujer y a las relaciones socioculturales que se generan entre ellos”2. Es decir, el género es una construcción social conformada por valores, experiencias, pensamientos, sentimientos y actitudes que dan lugar a la concepción de ser hombre o de ser mujer. Como construcción social, el género se transforma, se aprende y se modifica a través del proceso de socialización. Otras autoras, tanto anglosajonas como en América Latina, han identificado que la categoría de género no se limita a establecer las diferencias biológicas entre los sexos, sino que más bien apunta a las desigualdades y diferencias en el papel (las funciones, las actividades, las responsabilidades y los derechos reconocidos) de hombres y mujeres en contextos particulares. A partir de estas definiciones podemos observar que el concepto de género no es sinónimo de mujer, sino un concepto que se refiere a los roles, responsabilidades y oportunidades asignados a las funciones y los valores que una sociedad otorga a los hombres y mujeres y que muy poco tiene que ver con su naturaleza biológica, con su diferencia sexual. Estos valores y funciones diferentes se aplican a las relaciones socioculturales y económicas entre mujeres y hombres, niñas y niños. La categoría de género ha permitido demostrar que estos atributos, oportunidades y relaciones son socialmente construidos y se aprenden –individual y colectivamente- a través del proceso de socialización. Son específicos de cada cultura y cambian a lo largo del tiempo. Así, por ejemplo, hay sociedades rurales en que la actividad del tejido de fibras se considera femenina; y otras más, en que es una tarea masculina. En ambos casos, si una persona del otro sexo la realiza, se tratará de una conducta mal vista y señalada, o hasta castigada, de una transgresión. Al mismo tiempo, la asignación cultural de esa actividad a hombres o mujeres en distintas épocas y sociedades, estará relacionada con el acceso y control de ciertos recursos, tiempos y nichos de mercado, por ejemplo; es decir, estará asociada de manera distinta con la esfera económica. El concepto de género se ha desarrollado por distintas autoras que lo han compuesto por varios elementos: “ante todo es una categoría analítica que abarca un conjunto de sistemas , redes de práctica, símbolos, valores, creencias, actitudes, conductas, sentimientos, actividades que son sociales, económicas, jurídicas y políticas, En la actualidad, contamos con innumerables estudios que evidencian cómo las diferencias de género en nuestra cultura se han transformado en desigualdades, en discriminación y negación en el ejercicio de determinados derechos. Muchas veces, tras una diferencia aceptada como natural, se oculta una profunda desigualdad de oportunidades y derechos” (Londoño, 1995, citado por Faúndez y Weinstein). De esta forma, se ha conceptualizado la categoría de género como el “sexo social y culturalmente construido” y comienza a entenderse como parte de un complejo sistema de relaciones que se denomina: sistema sexo-género que es específico de cada sociedad. (Stoller, 1978; Bourdieu, 1990). En México, una primera y necesaria distinción en el sistema sexo-género es cómo se construye en la sociedad mestiza y en la sociedad indígena; y después, como varía entre las distintas culturas e identidades indígenas del país. Esto es importante porque permite registrar y entender el lugar o posición que ocupan las mujeres indígenas en sus distintos pueblos; y comprender porqué no es lo mismo ser una mujer nahua del norte de Veracruz, que una zapoteca del Itsmo; una mujer lacandona; o una mujer seri. Para recordar

Género no es sinónimo de mujer, sino de la relación entre masculino y femenino

Es un concepto relacional cotidiano, aplicable a lo público como a lo privado, ya que hombres y mujeres interactúan siguiendo pautas y expectativas sociales (“constructos” de género)

2 Secretaría de Relaciones Exteriores, Manual para la transversalización de la perspectiva de género, p.19

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El concepto de género registra principalmente las desigualdades entre hombres y mujeres, por eso es jerárquico y expresa relaciones de poder

Las relaciones de género se cruzan por otras relaciones sociales, como las religiosas, étnicas, sociales, etc.; y por otras desigualdades: de generación, económicas, políticas, etc.

El género es una construcción socio-cultural, dinámica, que cambia en los lugares y el tiempo; las relaciones entre hombres y mujeres no son las mismas ahora que hace 20 años, por ejemplo; ni son iguales entre distintos sectores sociales.

La distinción de roles de género afecta a las distintas esferas de la vida social y material; no es un problema de la vida privada, sino de la distribución de los recursos, los derechos y las oportunidades en una sociedad;

El género como concepto permite observar la valoración diferenciada que en una sociedad se otorga a lo masculino y lo femenino, a los hombres y las mujeres y que está asociada a las diferencias biológicas; teniendo como un acceso desigual a los recursos, lo cual a su vez, genera privilegios y subordinaciones;

Asumir el concepto de género implica reconocer que existen identidades y demandas de género específicas y diferenciadas que deben ser asumidas por los proyectos de desarrollo;

Para modificar las discriminaciones o inequidades de género, es necesario ubicarse desde una perspectiva de cambio en las relaciones de género.

Conceptos asociados al género Como hemos visto, el género es un concepto, una categoría que nos permite conocer no sólo lo que hacen hombres y mujeres, lo que se llama la distribución sexual del trabajo, sino la valoración diferenciada que esas actividades, funciones, responsabilidades y aportaciones reciben por parte de la sociedad y, en esa medida, también del Estado, a través de sus políticas públicas y de desarrollo. Al referirse a las relaciones desiguales entre hombres y mujeres, la categoría de género se asocia a otras formas de relaciones y permite identificar así las formas específicas en que se produce y expresa la desigualdad para sectores de la población concretos. El concepto de género es relacional, se refiere a relaciones de poder y al aplicarse a grupos diferenciados de la población, remite en primer lugar a tres conceptos fundamentales que es importante distinguir: diferencia, desigualdad y diversidad, especialmente cuando pensamos en políticas públicas dirigidas a población indígena y enfocadas a los derechos de las mujeres. Diferencia Dentro del concepto de género, la diferencia central es entre hombre y mujeres. La categoría de género parte de reconocer que una diferencia biológica, la que nos hace los machos y hembras de la especie humana, se asocia culturalmente con comportamientos, conductas, actividades y espacios que se valoran de forma diferente en la sociedad y sus estructuras; y que producen desigualdad. Desde los años setenta, son muchos los estudios que han mostrado que esta diferencia biológica culturalmente interpretada, hace que los seres humanos vivamos realidades y relaciones sexuadas; es decir, que la experiencia de vida de las personas cambia si se trata de hombres y de mujeres; y por supuesto, si se trata de hombre o mujeres de determinada edad; de estratos sociales específicos o con identidades culturales particulares: si son pueblos o tribus; pueblos en aislamiento voluntario o poblaciones urbanas; población migrante o poblaciones desplazadas. Cada una de estas diferencias requiere distintos abordajes en las políticas públicas y de desarrollo,

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así como enfoques y estrategias particulares que permitan la tutela y el ejercicio de los derechos de estas poblaciones y dentro de ellas, de los derechos de las mujeres. En la medida en que el género es un concepto que nos habla de relaciones de poder, nos permite enfocar las problemáticas de desarrollo de un grupo o sector social determinado –los pueblos indígenas o las mujeres indígenas, por ejemplo-, desde una perspectiva de derechos y entender cómo, la existencia de un marco legal o normativo que tutele los derechos, no significa la existencia de condiciones para su cumplimiento. En este sentido, la categoría de género, al pasar por las relaciones personales y sociales entre hombres y mujeres, pone el acento en la diferencia convertida en desigualdad; en los privilegios diferenciales que distintos grupos sociales otorgan a los hombres y mujeres que los integran. El género contribuye entonces, a identificar qué diferencias se convierten en subordinación: jóvenes y niños y niñas frente a adultos; poblaciones indígenas ante la sociedad nacional; hombres y mujeres. Desigualdad Como hemos visto, otro concepto importante en el manejo del concepto de género es el de desigualdad. Hablar de género ya es “ponerse los lentes” para observar las diferencias de oportunidades, de derechos efectivos, entre hombres y mujeres. Es estar conscientes de que las instituciones sociales como la familia, la escuela o la religión, reproducen las ideas y las prácticas que se traducen en la desigualdad de las mujeres. Cuando nos referimos a la población indígena, sabemos que se trata de un sector importante de la población (el 10% del total en México) que vive en condiciones agravadas de pobreza y de discriminación. Las políticas indigenistas están dirigidas a cerrar la brecha de desigualdad entre la población indígena y los promedios nacionales: en salud, en ingresos, en empleo, en educación; y obviamente, incluyen dentro de sus propósitos a las mujeres. Sin embargo, sin los “lentes de género” no será posible identificar y, por tanto, atender, las necesidades específicas de las mujeres, que deben ser respondidas con medidas que cierren la desigualdad, no sólo entre indígenas y no indígenas, sino entre hombres y mujeres, dentro y fuera de sus pueblos. La desigualdad está directamente vinculada a las condiciones plenas para el ejercicio de derechos. En ese sentido, los derechos de las mujeres indígenas tienen como primer marco de vulnerabilidad la condición de desigualdad generalizada de sus pueblos. La pobreza agravada por el despojo, el racismo, la exclusión, la marginación y el acoso impide el ejercicio de derechos entre las poblaciones indígenas. La minorización política, la falta de espacios para el reconocimiento de la especificidad y la diferencia, la desigualdad de oportunidades y la brecha creciente en el bienestar y los distintos campos que se miden con los indicadores del IDH (Índice de Desarrollo Humano), generan también reclamos compartidos. El concepto de género permite “leer” las condiciones, necesidades y demandas indígenas desde la posición de las mujeres y con ello, identificar sus necesidades particulares para el ejercicio pleno de sus derechos individuales y colectivos, pues todos aterrizan de manera diferenciada -sexuada y generacionalmente- en ellas. El género es un concepto útil para entender las relaciones, los valores y los mecanismos sociales que reproducen la subordinación y desigualdad de las mujeres a través de factores como:

i. la división sexual del trabajo que establece que las tareas domésticas y el cuidado de la familia son responsabilidades exclusivas de las mujeres (debido a su “naturaleza”) y que en condiciones de pobreza y marginación implican jornadas prolongadas de trabajo reproductivo, reclusión de las mujeres en el ámbito privado; y exclusión de este sector de la población del acceso a los recursos, a la toma de decisiones y al ejercicio del poder;

ii. limitada participación en la toma de decisiones dentro de la familia y la comunidad; así como en los espacios públicos –políticos- de las estructuras de gobierno tanto indígenas, como nacionales;

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iii. menor acceso a la educación, la formación, la capacitación y la información, lo cual limita la autonomía personal y colectiva (económica, laboral, de decisión) de las mujeres;

iv. limitado acceso a los recursos económicos, productivos y tecnológicos que incide también en un acceso restringido a las oportunidades laborales y los ingresos propios para las mujeres, especialmente para aquellas que se encuentran en condiciones de marginación y pobreza; y

v. reducida disponibilidad de tiempo para las actividades productivas y generadoras de ingresos, para el ocio y la educación, para el cuidado personal y para la participación en la toma de decisiones; entre los más relevantes.

Diversidad Los factores anteriormente señalados pueden encontrarse en prácticamente todos los contextos; sin embargo, varían en grado, modalidad e importancia de acuerdo a otros elementos combinados. La situación de subordinación de las mujeres por razones de género, sólo puede entenderse combinada con otras condicionantes como la generación, la pertenencia étnica, la condición socioeconómica, la condición rural o urbana, o el nivel educativo, entre los más significativos. Como concepto relacional, el género se asocia a otras categorías de las realidades y relaciones sociales y ayuda a entender cómo se produce la desigualdad en ciertos grupos y contextos; y en la medida en que vivimos en sociedades complejas y heterogéneas, el género es una categoría que permite superar los esencialismos y comprender que de acuerdo a las culturas, las tradiciones, los contextos y las épocas, no existen “la mujer” ni “el hombre”, sino muchas formas de ser hombre y ser mujer entre los grupos humanos. Así, el género es un concepto que permite abordar la diversidad. Por ello, al aplicar el género a la población indígena, la diversidad y la diferencia tienen que observarse no sólo entre los pueblos indígenas y las sociedades nacionales que los contienen, sino al interior los propios pueblos indígenas que tienen condiciones distintas para el efectivo ejercicio y defensa de los derechos de las mujeres. A partir de estos conceptos relacionados, el objetivo principal de utilizar esta categoría es identificar y transformar las estructuras y los mecanismos que reproducen la desigualdad entre hombres y mujeres dentro de la estructura social y que se encuentran en los marcos legales y normativos; en las instituciones sociales y políticas; en los valores y las prácticas de socialización y en las políticas públicas y de desarrollo. Enfoque de equidad y/o perspectiva de género A partir del concepto de género se ha construido dentro del pensamiento de desarrollo, la llamada perspectiva de género o el enfoque de equidad, una herramienta de análisis que permite identificar cómo los roles, estereotipos, tradiciones, valores, costumbres y significados socialmente construidos impulsan u obstaculizan las oportunidades, los derechos y las libertades para mujeres y hombres durante su ciclo de vida en aspectos sociales, culturales, políticos y económicos. Este enfoque permite identificar los mecanismos y las causas culturales y sociales que determinan y estructuran la desigualdad de oportunidades y derechos entre mujeres y hombres. El enfoque de género es el sustento de los “análisis de género” que permite formular, dar seguimiento y evaluar las normas, los mandatos, políticas, programas o proyectos dirigidos a establecer condiciones de igualdad entre los sexos. Como instrumento de diagnóstico, el análisis de género permite registrar el impacto de las políticas públicas, sociales y de desarrollo en la población, es decir, entre hombres y mujeres. Por eso se afirma que el análisis de género implica un sentido central de equidad e igualdad que se manifiesta en una profundización y extensión de los derechos humanos: “La igualdad entre mujeres y hombres es una cuestión de derechos

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humanos y constituye una condición para el logro de la justicia social, además de ser un requisito previo necesario y fundamental para la igualdad, el desarrollo y la paz. Para obtener el desarrollo sostenible basado en el ser humano, es indispensable que haya una relación transformada, basada en la igualdad, entre mujeres y hombres.” (Plataforma de Acción de Beiing). Si el concepto de género permite identificar las diferencias traducidas en desigualdades entre hombres y mujeres; el enfoque o perspectiva de género y equidad, permite a su vez, identificar qué mecanismos sociales e institucionales reproducen esas desigualdades. Y es a través de esta identificación que se puede iniciar el proceso de transformación de las relaciones de subordinación en contra de las mujeres. Es en este sentido, que la perspectiva de género se ha incorporado a los marcos de protección de los derechos humanos, de los derechos de las mujeres y de los derechos de los pueblos indígenas. El análisis de género es la herramienta básica del enfoque de género en el desarrollo. Una de las cuestiones más relevantes de análisis de género se refiere al acceso y control de los recursos y beneficios del desarrollo, en la medida en que la aspiración de nuestra sociedad es que tanto mujeres como hombres accedan a los recursos. El análisis de género permite registrar, por ejemplo, como se establece el acceso de las mujeres indígenas a la propiedad de la tierra, a los alimentos, al crédito, a las tecnologías; o a determinados servicios públicos como educación, salud, vivienda, etc. Mediante el análisis de género, se puede también medir el grado de apropiación de beneficios, ya que una vez que se tiene acceso a un recurso, debe analizarse cómo se distribuyen esos beneficios entre mujeres y hombres. En el siguiente cuadro pueden observarse las aplicaciones del análisis de género que permiten entender su utilidad en la confección, aplicación y seguimiento de las políticas públicas, sociales y de equidad. Análisis de género3

El análisis de género identifica…

Las diferencias en la participación de hombres y mujeres en el hogar, en la economía y en la sociedad;

Las estructuras y procesos (legislación, instituciones políticas y sociales, prácticas de socialización, políticas y prácticas de empleo, etc.) que perpetúan los patrones de distribución desigual de oportunidades para hombres y para mujeres.

El análisis de género pretende…

Evaluar en qué medida las necesidades y prioridades de las mujeres, como de los hombres, se reflejan en la acción de desarrollo.

Evaluar si se necesitan cambios adicionales para hacer posible que las mujeres participen y se beneficien de la acción.

Evaluar si existen oportunidades para evitar o reducir los desequilibrios de género implicados en la acción de desarrollo.

¿Quién realiza el análisis de género?

Puede realizarse por técnicos de la cooperación para organizar la información que posteriormente se usará en la planificación.

Puede utilizarse como método para promover el empoderamiento: cuando se usa de forma tal que las personas cuya información se está organizando tienen el control sobre el proceso de análisis.

3 Tomado de Faúndez y Weinstein, op.cit.

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Utilidad del análisis de género en la planificación

Los planificadores se aseguran de que las acciones de desarrollo basan sus actividades en información real y no en supuestos o ideas que se asumen por anticipado sobre la vida de los hombres y las mujeres.

Ayuda a organizar la información para detectar las lagunas y el impacto potencial de la acción sobre las mujeres y hombres implicados.

Es imprescindible acceder a información desagregada por sexos.

¿Cómo gestionar los resultados del análisis de género?

Frecuentemente describe situaciones de desigualdad entre hombres y mujeres que señalan la necesidad de que las mujeres aumenten el control sobre decisiones que afectan a sus propias vidas.

El cuestionamiento de la forma en que el poder está distribuido provocará necesariamente situaciones de conflicto. Podemos buscar formas alternativas de abordar el conflicto de manera constructiva incorporándolo al diálogo entre los distintos grupos implicados durante el proceso de planificación.

Una vez que se ha establecido que existen relaciones de desigualdad entre hombres y mujeres –además de las otras diferencias y desigualdades que atraviesan las relaciones humanas- el análisis de género ha establecido dos categorías que ayudan a determinar la condición diferenciada entre mujeres y hombres para impulsar estrategias que reduzcan la brecha de desigualdad a distintos niveles: familiar, comunitario, económico, político, educativo, etc.; y para resolver las necesidades de hombres y de mujeres a través de acciones específicamente dirigidas a quienes se encuentren en mayor desventaja. Los conceptos que ayudan a establecer estas dimensiones aplicando el análisis de género son: Condición: Se refiere a los aspectos materiales y concretos de una realidad, a la situación de vida de las personas y establece las denominadas “necesidades prácticas” al registrar problemáticas como condiciones de pobreza, acceso a servicios, a recursos productivos y financieros; a oportunidades de vida saludable y de educación, etc. Posición: Este concepto se refiere a la capacidad de las personas de contar con reconocimiento social, con oportunidades de toma de decisiones y acceso y ejercicio de poder y autoridad; y al disfrute de la igualdad en aspectos laborales, políticos, económicos. La posición relativa de las personas remite así, a las necesidades llamadas estratégicas, tanto individuales como colectivas. Los intereses y necesidades prácticos resultan de una situación de carencias materiales y de insatisfacción de mínimos de bienestar, de las necesidades básicas para asegurar una vida digna; es decir, están relacionadas con la sobrevivencia. Por su parte, los intereses y necesidades básicos permiten colocar a las mujeres en una posición mejor respecto a los hombres en todos los aspectos de su interrelación y comprenden aspectos como la participación, la ciudadanía, el ejercicio de derechos y de la autonomía, el acceso a la capacitación, la formación y la educación, el ejercicio de cargos y responsabilidades públicas, el acceso y control sobre los recursos y la superación de barreras culturales para contar con igualdad de oportunidades, tanto en el ámbito público, como en el privado.

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Necesidades prácticas Intereses estratégicos

Tienden a ser inmediatas, urgentes Tienden a ser a largo plazo (con visión de

proceso)

Son propias de algunas personas o colectivos específicos

Son comunes a todas las mujeres sin importar sus características socioeconómicas y culturales

Están relacionadas a las necesidades diarias (condición); alimentación, vivienda, salud, ingresos, por ejemplo

Se relacionan a posiciones de desventaja: subordinación, falta de recursos, acceso limitado a la educación, vulnerabilidad ante la pobreza, ejercicio de ciudadanía, entre otras

Se pueden identificar fácilmente No es fácil identificar la desventaja o

desigualdad, ni el potencial de cambio

Se pueden satisfacer a través de acciones o insumos específicos.

Se enfrentan mediante la transformación de los valores, la promoción de la conciencia de la desigualdad, el aumento de la educación, el fortalecimiento organizacional, y la movilización política dirigida al ejercicio pleno de ciudadanía.

*Cuadro basado en INMUJERES-UICN, Develando el género. Elementos conceptuales básicos para entender la equidad, México, 2002.

Evolución del enfoque de género en las políticas públicas: de MED a GED Como hemos visto hasta ahora, el género es una categoría que nos permite al mismo tiempo, registrar una de las dimensiones de la desigualdad y promover los derechos específicos de las mujeres, en sus distintos contextos y circunstancias. Es en esa medida, que junto con el desarrollo del marco conceptual del género y la equidad se ha impulsado un proceso de construcción de respuestas del Estado a través de políticas públicas dirigidas a cerrar las brechas de desigualdad. Los conceptos son ideas que han permitido fundamentar la orientación de las políticas públicas. El concepto de género ha permitido registrar las condiciones específicas de las mujeres; dejar atrás la idea de que la “población” es un ente colectivo con las mismas necesidades y condiciones; y comprender que dentro de ésta se encuentran subgrupos sociales con distintas necesidades y sobre todo, con distintas condiciones de subordinación y exclusión. Por ello, puede decirse que la categoría de género es un concepto analítico-operativo que se utiliza tanto para orientar la formulación de proyectos y programas de desarrollo, como para contribuir a diseñar las intervenciones y políticas públicas, ya sea poniendo nuevos énfasis, redistribuyendo los recursos, diseñando nuevos sistemas de gestión, información o seguimiento; y generando nuevos procedimientos y normas, etc. El género aplicado a las políticas públicas contribuye a impulsar el reconocimiento de los derechos reconocidos de las mujeres y el desarrollo de una intervención del Estado para combatir la discriminación y subordinación por razones de género. En la medida en que género se refiere a una construcción social de lo femenino y lo masculino que se manifiestan en un conjunto de conductas aprendidas, de distribución de roles y funciones entre mujeres y hombres; y que por ello determina cultural, histórica y socialmente las relaciones de poder y subordinación entre ambos sexos, el género permea los contextos social, político y económico.

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La primera consecuencia importante del concepto de género en la respuesta de las políticas públicas, fue visibilizar que las mujeres enfrentaban condiciones particulares de exclusión, marginación y desventaja. El Enfoque de mujeres en Desarrollo surgió a principios de los setentas cuando se acuñó el término MED entre una red de profesionistas expertas en temas de desarrollo quienes, con base en sus experiencias personales, empezaron a cuestionar las teorías de desarrollo dominantes, señalando que el desarrollo y la modernización afectaban de manera distinta y desigual a hombres y a mujeres y que en vez de mejorar los derechos y la condición de estas últimas, se estaban deteriorando. Este fue el origen del MED que comúnmente se asocia con un amplio rango de actividades referentes a las problemáticas de las mujeres en el marco del desarrollo. A partir de este enfoque se impulsaron en distintas épocas, estrategias antipobreza, políticas dirigidas a las mujeres en su calidad de madres, que además las identificaban como grupo de riesgo o vulnerable, como sector víctima del desarrollo y la marginación, sin capacidades para tomar sus propias decisiones y plantear un proyecto de desarrollo alternativo. El enfoque MED retomó criterios asociados con estrategias previas dirigidas al bienestar social y tuvo como expresión políticas y programas que consideraban a las mujeres bajo tres supuestos (Moser, 1989): que se trata de un sector receptor pasivo del desarrollo; que la maternidad es su rol social más importante; y, que la crianza y socialización de los hijos, junto con el cuidado de la familia, son la función más efectiva en todos los aspectos del desarrollo. En esta etapa, la definición de políticas públicas dirigidas exclusivamente a mujeres estuvo condicionada por la producción de conocimiento sobre la condición de las mujeres, circunscrita fundamentalmente a la comprensión de su rol en la familia (de donde se derivan las políticas sociales vinculadas a la protección de la familia popular o de escasos recursos). El MED se enfocó principalmente a los roles productivos de las mujeres y a su integración al mercado como medio de mejorar su condición. Esto representó un avance importante en términos de visibilización, pues por aquellos años, la información sobre la aportación productiva de las mujeres, tanto a la esfera de la supervivencia como al mercado, era sumamente escasa; y ante este escenario fue que nació y reaccionó el enfoque MED en sus orígenes. El enfoque de MED, al concentrarse en la actividad económica y la producción (es el origen de las políticas de proyectos productivos para mujeres) implicaba que la subordinación femenina debía enfrentarse en el plano económico. Al explicar que la desigualdad de condición entre varones y mujeres en materia de sus aportaciones económicas estaba vinculada a su exclusión del mercado, del ámbito económico y laboral, el MED proponía que al incorporarlas más activamente a la esfera económica, no sólo se impulsaría el desarrollo, sino que mejoraría su posición con respecto a los hombres. De estos marcos iniciales de referencia, se desprenden las nociones de eficiencia productiva que hicieron que muchas políticas públicas destinaran amplios recursos a promover las “actividades productivas de las mujeres”, de una manera funcional a una estrategia de desarrollo particular, reconociendo que el desarrollo necesita a las mujeres. En este enfoque se tiende a considerar la situación de las mujeres de manera aislada y se proponen, por lo mismo, soluciones parciales señalando sus necesidades a través de intervenciones específicas o en proyectos con un "componente" de mujer. Estas acciones han estado mayoritariamente enmarcadas en enfoques tradicionales reforzando sus roles genéricos sin cuestionar la división social y sexual del trabajo, ya antes mencionada.

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Estrategias del enfoque Mujeres en el Desarrollo

La autora Caroline Moser (1989) plantea que las principales estrategias de desarrollo para abordar la situación han sido:

Estrategias de Bienestar: identifica a las mujeres como parte de los “grupos vulnerables” y desarrolla programas dirigidos al bienestar familiar, concentrándose en las mujeres y los niños. Es la propuesta de programas para mujeres en tanto madres.

Estrategias de Equidad: su preocupación fundamental es la desigualdad entre hombres y mujeres tanto en la esfera pública como privada. Obtuvo su máximo respaldo en 1975 con el inicio de la década de la mujer de Naciones Unidas.

Estrategia Antipobreza: su eje está en el rol productivo de la mujer. Plantea que el origen de la desigualdad está en la falta de acceso a la propiedad privada de la tierra y el capital, y en la discriminación sexual en el mercado laboral. Propone fundamentalmente aumentar las oportunidades de la mujer de escasos recursos.

Estrategia de la Eficiencia: argumenta que un aumento de la participación económica femenina dará lugar a un desarrollo simultáneamente eficiente y equitativo. Este enfoque se desarrolla en pleno período de ajuste estructural, y refleja un reconocimiento de la subutilización del 50% de los recursos, se plantea la necesidad de aprovechar esos recursos y de disminuir el impacto diferencial de género de las políticas de ajuste.

Estrategia de generación de poder para las mujeres (GED): es producto de la experiencia de las organizaciones de mujeres del Tercer Mundo y del feminismo. Sostiene que las mujeres enfrentan diferenciadamente la discriminación de acuerdo a su raza, su condición económica y su posición social. Destaca la importancia del poder para las mujeres no sólo en cuanto a las posibilidades de cambio y equidad, sino también en cuanto al desarrollo de la capacidad de las mujeres para aumentar su confianza y fortaleza colectiva. Su énfasis está en los cambios estratégicos de género.

A finales de los 70, cuando dan inicio las conferencias mundiales donde se tratan las problemáticas y los derechos de las mujeres, se comienza a cuestionar (por influencia de las organizaciones de mujeres y de funcionarias de organizaciones internacionales) el centrarse sólo en las mujeres. Entonces, se empieza a incorporar en el debate sobre desarrollo, la importancia de aspectos como las relaciones de poder y conflicto; las relaciones de género, para entender la subordinación de las mujeres. Este debate permitió transitar de una concepción MED a un enfoque GED y definir herramientas y metodologías para la planificación del desarrollo. ¿Qué propone el GED? El enfoque de Género y Desarrollo se concibe global y transversal; se inscribe en una perspectiva de transformación social de las relaciones de desigualdad entre seres humanos, especialmente entre mujeres y hombres e implica la integración de las relaciones de género en todos los niveles de discusión y de acción. Al evidenciarse las desigualdades entre hombres y mujeres a través del enfoque GED, se da inicio a una reflexión sobre la forma en que se viven las relaciones de género en cada sociedad.

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De este modo, el enfoque GED

• Parte del reconocimiento de la relación subordinada de las mujeres como consecuencia del análisis de las relaciones entre mujeres y hombres en situaciones determinadas y teniendo en cuenta otras relaciones sociales como la pertenencia a un grupo social, étnico, de edad, etc.; otras diferencias que se traducen en desigualdades;

• Promueve la eficiencia y la identificación de oportunidades para mejorar la redistribución de género y la equidad en las políticas, proyectos y programas de desarrollo;

• Implica que las necesidades de las mujeres dejen de considerarse aisladamente y se integren a un análisis de las relaciones de género en los hogares, en la comunidad y en las instituciones;

• Se orienta al "empoderamiento" de las mujeres y de los colectivos en desventaja, incluyendo la satisfacción de las necesidades prácticas de género para asegurar la alimentación, vivienda, agua y la autosuficiencia económica;

• Cuestiona el modelo de desarrollo dominante y propone un desarrollo humano, sostenible y equitativo; • Se orienta a la superación de las desigualdades estructurales a través de la movilización de la

comunidad; y • Considera la importancia de la participación tanto de mujeres como de hombres.4

Así, la propuesta del GED supera las limitaciones del MED. Para lograrlo debió construirse un referente teórico del desarrollo centrado en lo humano, que constituyera una aportación de estrategias concretas para el logro de la equidad entre los sexos. Durante los noventa se gesta un pensamiento renovador sobre el desarrollo, al cual se incorporan categorías como: desarrollo sustentable, equidad, poder, modernización, democracia, o descentralización, etc. Así, el enfoque GED introduce dos estrategias fundamentales: promover una mayor equidad de género a través del “empoderamiento” (o fortalecimiento de capacidades); e impulsar la integración de esta perspectiva en los programas de desarrollo a través de la transversalidad u horizontalidad. El empoderamiento de las personas y de grupos sociales consiste en dotarlas de mayor poder y control sobre sus propias vidas. Implica aspectos como la concientización, el desarrollo de confianza en sí mismas, ampliación de oportunidades y un mayor acceso a los recursos y control de los mismos. El empoderamiento surge del interior; (son los sujetos interesados quienes se empoderan). Los ‘agentes externos’ como los donantes –o las instituciones- no pueden “empoderar” a nadie, aunque sí pueden contribuir a esos procesos. Los instrumentos para promover el empoderamiento deben simplificar la identificación de necesidades y prioridades concretas e impulsar una participación más activa en la promoción de esos intereses y necesidades. Entre los instrumentos más importantes del empoderamiento están la información y las redes. El empoderamiento no puede ocurrir en el vacío. Hombres y mujeres deben participar en esa transformación (INMUJERES-UICN, Develando el género. Elementos conceptuales básicos para entender la equidad). La estrategia del empoderamiento surge de las organizaciones de mujeres de los países en desarrollo y consiste en un proceso mediante el cual las mujeres, individual y colectivamente, toman conciencia sobre la discriminación de género y ganan capacidad para participar y decidir en mayor medida sobre sus posibilidades vitales y las de sus comunidades. Al aplicar la perspectiva de género al desarrollo, el sentido se orienta a incidir en las causas de las desigualdades entre mujeres y hombres, con el objetivo central de impulsar la equidad de género, a través de la estrategia del “empoderamiento” y de la integración de este objetivo en la “corriente principal” del desarrollo.

4 De la Cruz, Carmen, op.cit.

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El empoderamiento se expresa en múltiples dimensiones:

Cognitiva: la comprensión de que las condiciones de subordinación de las mujeres no son naturales, el

conocimiento de sus causas y alternativas. Incluye el conocimiento sobre la sexualidad, el trabajo

reproductivo y los derechos.

Psicológica: la superación de las propias autolimitaciones que se imponen las mujeres (opresión

internalizada), a través del desarrollo de la autoestima y la autoconfianza.

Económica: el acceso al trabajo remunerado, al ingreso y a la independencia económica en general.

Política: supone la capacidad de analizar la realidad en términos políticos y sociales, organizarse y

promover cambios sociales (Faúndez y Weinstein).

El empoderamiento, dentro de la perspectiva de género, ayuda a construir objetivos de políticas públicas a

través, como se ha dicho de la horizontalidad o transversalidad como estrategia que sitúa las cuestiones de

equidad de género en el centro de las decisiones políticas institucionales y de la asignación de recursos, e

incluye los puntos de vista y prioridades diferenciados de hombres y mujeres en la toma de decisiones sobre

los procesos y objetivos políticos.

El empoderamiento resulta del aprendizaje de políticas e igualdad previas, ya que los esfuerzos para

incorporar a las mujeres o integrar la perspectiva de género se ha traducido en general, en proyectos

específicos para mujeres o “componentes de mujer” en proyectos más amplios; y aunque algunos han sido

innovadores, la mayoría han conformado experiencias a pequeña escala con impactos limitados, más allá de

las beneficiarias directas. Por su parte, los “componentes de mujer” en proyectos más amplios han tenido muy

poca relación con los principales contenidos (objetivos, recursos, importancia) de los proyectos; por lo que no

impidieron la exclusión de las mujeres en la asignación de recursos y en el acceso a las oportunidades más

importantes de desarrollo.

Para recordar

Un análisis de género permite entender cómo las diferencias genéricas son moduladas por la cultura,

la condición socioeconómica, la identidad étnica y racial, la educación, la edad, la época y otras

dimensiones;

El enfoque de género es una herramienta política que visibiliza la realidad diferenciada por género y

aporta elementos para transformar las relaciones entre hombres y mujeres con el propósito de

superar la situación de desigualdad y construir equidad entre los géneros.

El enfoque de género es un modo de interpretar la realidad social, el orden social, a partir de las

relaciones hombre-mujer. Es una herramienta conceptual y metodológica y una forma o modo de

actuar para transformar dicha realidad.

El enfoque de género es útil y necesario en diferentes áreas de la vida social y tanto para el mundo

público como privado: desde las políticas económicas y sociales a nivel macro, los programas y

políticas de desarrollo estratégicos sectoriales, hasta los programas y proyectos locales en

comunidades y contextos muy específicos.

Page 14: Conceptos y Enfoque de Genero Paloma Bonfil

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Aplicado a la promoción de mayores condiciones de equidad en el desarrollo, el enfoque de género y sus

instrumentos se aplican al impulso de los derechos al promover el reconocimiento de las condiciones de

desigualdad y las aportaciones de las mujeres en el marco del desarrollo; la generación y difusión de

información sobre realidades diferenciadas entre hombres y mujeres, pero también entre distintos grupos

de mujeres, como las indígenas, por ejemplo; a la asignación de recursos económicos para la promoción

de la equidad, es decir, para el impulso de medidas específicamente dirigidas a los sectores en condiciones

de mayor desventaja, no sólo en relación con sus niveles de bienestar, sino con el ejercicio pleno de sus

derechos y ciudadanía, lo que se llama el enfoque integral; y se promueven la inclusión y el respeto en el

ciclo de las políticas públicas.

Todos estos elementos están contemplados en los principios y visión institucionales orientados al

establecimiento efectivo de una nueva relación entre el Estado y la sociedad nacionales y los pueblos

indígenas

Bibliografía Facio, Alda (1992) Cuando el género suena cambios trae. Metodología para el análisis de género del fenómeno legal, ILANUD Proyecto Mujer y Justicia Penal, San José Costa Rica.

Faúndez, Alejandra (2011) Manual para la transversalización del enfoque de igualdad de género en el ciclo de proyecto. Departamento de Planificación y Evaluación de la OEA. Washington, DC.

León, Magdalena (1997) (comp.), Poder y empoderamiento de las mujeres, TM Ediciones, Universidad Nacional, Facultad de Ciencias Humanas, Bogotá.

Martínez, Beatriz (2000). Género, empoderamiento y sustentabilidad. Una experiencia de microempresa artesanal de mujeres indígenas, Serie PEMSA 2, GIMTRAP AC, México.

Naciones Unidas (S/F). Un Enfoque de la Cooperación para el Desarrollo Basado en los Derechos Humanos. Hacia un Entendimiento Común entre las Agencias de las Naciones Unidas.

Razavi, Shahrashoub y Carol Miller (1995). From WID to GAD. Conceptual Shifts in the Women and Development Discourse, UNRISD, UNDP, Ginebra.

Saunders, Kriemild (2004) (ed.), Feminist post-development thought. Rethinking modernity, post-colonialism and representation, Zed Books, London-New York.

Bibliografía de referencia De Barbieri, Teresita, Sobre la categoría de género. Una introducción teórico-metodológica www.identidades.org.mx/attachments/File/Lecturas/G_nero/(05)_debarbieri.pdf De la Cruz, Carmen, ¿Cómo ha evolucionado el enfoque de MED a GED? www.redesma.org/docs_portal/desarrollo_social_enfoques.pdf CEDAW cedoc.inmujeres.gob.mx/documentos_download/100990.pdf Lamas, Marta, La categoría de género www.latarea.com.mx/articu/articu8/lamas8.htm