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CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS DE MILPEROS A HENEQUENEROS. LOS PROCESOS AGRARIOS EN EL NOROESTE DE YUCATÁN, 1870-1937 Tesis que para optar por el grado de DOCTOR EN HISTORIA Presenta Isaura Inés Ortiz Yam Director de tesis Dr. Luis Aboites Aguilar México, D.F. 2011

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Page 1: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

DE MILPEROS A HENEQUENEROS. LOS PROCESOS AGRARIOS EN EL NOROESTE DE YUCATÁN,

1870-1937

Tesis que para optar por el grado de

DOCTOR EN HISTORIA

Presenta

Isaura Inés Ortiz Yam

Director de tesis

Dr. Luis Aboites Aguilar

México, D.F. 2011

Page 2: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

APROBADA POR EL JURADO EXAMINADOR 1. __________________________________________________________________

PRESIDENTE 2.___________________________________________________________________

PRIMER VOCAL 3.___________________________________________________________________

VOCAL SECRETARIO

Page 3: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

En Yucatán lo que vale no es la tierra, sino

lo que se está sembrando en ella…

Antonio Betancourt Pérez

Page 4: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

INDICE GENERAL AGRADECIMIENTOS INTRODUCCIÓN I CAPÍTULO I. EL MONTE: RECUSO AGRARIO Y SU DISTRIBUCIÓN 1. El monte para la milpa 1 2. De lugar de residencia a espacio agrícola 8 3. Rumbo familiar y derechos preferenciales 15 4. El dominio eminente de las autoridades indígenas 28 CAPÍTULO II. LOS MILPEROS FRENTE A LA PRIVATIZACIÓN DE SUS MONTES, SIGLO XIX 40 1. Gobierno interior y población de Yucatán 1870-1905 41 1.1Composición de la población rural 52 2. La defensa de los montes frente a la venta de terrenos baldíos 58 2.1 Primera mitad del siglo XIX 59 2.2 Segunda mitad del siglo XIX 67 2.3 Medición y distribución de los ejidos, 1870-1911 74 2.4 La defensa de los rumbos 93 CAPÍTULO III. AUGE HENEQUENERO Y SOCIEDAD RURAL A FINES DEL SIGLO XIX 116 1. Noroeste henequenero 116 2. El maíz en tiempos del henequén 131 3. De milperos a henequeneros 136 CAPÍTULO IV. LA DISPUTA POR EL MONTE. EL REPARTO DE LAS TIERRAS OCIOSAS, 1917-1929 157 1. Las haciendas en el proyecto agrario del siglo XX 157 2. El nuevo orden constitucional 164 3. Henequén en el contexto internacional y la población rural 169 4. El arrendamiento de los montes privados 174 5. Dotación de tierras incultas y la disputa por el monte 184 CAPÍTULO V. Y EMPEZAMOS A MENSURAR LOS PLANTELES: LA REFORMA AGRARIA

HENEQUENERA 208 1. Los tiempos de la Gran Depresión: henequén y población 208

Page 5: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

2. Ejidos de henequén 216 3. Pueblos y peones frente al reparto henequenero 221 4. El reparto henequenero: la mirada de los nuevos ejidatarios 232 5. Trabajar por cuenta de la agraria: entre el conflicto y la negociación 253

CONCLUSIONES 263

SIGLAS Y ABREVIATURAS 270

BIBLIOGRAFÍA GENERAL 270

Page 6: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

ÍNDICE DE CUADROS

Cuadro 1. Evolución de los partidos en Yucatán, 1862-1905 43

Cuadro 2. Estructura de la administración municipal, 1862-1905 52

Cuadro 3. Población de Yucatán, 1846 y 1862 53

Cuadro 4. Evolución de la población de Yucatán.

Segunda mitad del siglo XIX 54

Cuadro 5. Distribución de la población, 1862 56

Cuadro 6. Distribución de la población del noroeste de Yucatán, 1862 57

Cuadro 7. Haciendas y su población en el noroeste de Yucatán, 1862 58

Cuadro 8. Hectáreas de maíz y henequén en el noroeste de

Yucatán, 1862-1885 118

Cuadro 9. Cultivo de maíz en el noroeste henequenero, 1896-1912 133

Cuadro 10. Importaciones de maíz a Yucatán, 1894-1914 135

Cuadro 11. Distribución de la población del noroeste

henequenero, 1862-1910 136

Cuadro 12. Número de sirvientes de los partidos del

noroeste, 1878-1895 139

Cuadro 13. Exportación del henequén yucateco, 1915-1928 171

Cuadro 14. Evolución de la población del noroeste

henequenero, 1900-1921 172

Cuadro 15. Movimiento de la población del pueblo de

Abalá, 1900-1940 173

Cuadro 16. Dotación provisional y resolución

presidencial en el noroeste henequenero, 1919-1930 188

Cuadro 17. Principales exportaciones de productos agrícolas, 1929-1933 209

Cuadro 18. Exportaciones del henequén yucateco, 1928-1935 211

Cuadro 19. Población del noroeste henequenero, 1910-1940 214

Cuadro 20. Producción de henequén en miles de toneladas, 1935-1940 233

Page 7: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

ÍNDICE DE GRÁFICAS, MAPAS Y PLANOS

GRÁFICAS

Gráfica 1. De unidades residenciales a rumbos familiares 15

FOTOGRAFÍAS

Fotografía 1. El suelo calcáreo y el monte 38

Fotografía 2. La cosecha de la milpa 39

MAPAS

Mapa 1. División política, Yucatán, 1905 44

Mapa 2. Noroeste henequenero y las vías de ferrocarril, 1905 130

PLANOS

Plano 1. Los ejidos del pueblo de Chablekal, 1909 88

Plano 2. Los ejidos del pueblo de Maxcanú, 1909 89

Plano 3. Planteles de la hacienda Yaxché, 1910 122

Plano 4. Montes Yaxché, 1910 125

Plano 5. Montes Yodzonot, 1910 126

Plano 6. Montes de los sirvientes, 1910 127

Page 8: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

AGRADECIMIENTOS

En la elaboración de esta tesis gocé de la ayuda de muchas personas e instituciones. En primer lugar estoy agradecida con el doctor Luis Aboites Aguilar por su lectura acuciosa y sus severas críticas como director de esta tesis. El tiempo que dedicó a comentar las distintas versiones fue de gran ayuda pero sobre todo de aprendizaje. Estoy en deuda con las doctoras Romana Falcón y Margarita Menegus y con los doctores Franco Savarino, Sergio Quezada, Arturo Güémez Pineda y Edgar Mendoza García, quienes leyeron versiones preliminares de este texto. Sus puntuales comentarios, rigurosas observaciones y recomendaciones me permitieron entender mi propio trabajo y también mirar hacia otras regiones, desde luego los desaciertos son de mi entera responsabilidad.

Agradezco a mis profesores de El Colegio de México por su dedicada labor docente y a mis compañeras Gloria Camacho, María del Carmen León, Isabel Avella, Edgar Mendoza, Patricia Pérez, Fausta Gantús, Florencia Gutiérrez, Alfredo Rangel y Marco Antonio Samaniego por su amistad y solidaridad durante los años escolares y aun después. De la misma manera extiendo mi agradecimiento a Sarah Buck, Justo Flores, Elda Moreno y Laura Brondino por la ayuda prestada, su solidaridad y la amistad. Mención especial merece Ivet Reyes Maturano y su familia por el apoyo y cariño que siempre tuvieron para mí.

En Yucatán siempre gocé de la ayuda y la orientación del doctor Sergio Quezada, quien se distingue por su enorme generosidad para guiar a sus estudiantes. Considero un privilegio haber sido su alumna, compartir proyectos académicos y una respetuosa amistad. Quiero extender mi gratitud al doctor Ben Fallaw, gran estudioso del periodo cardenista en Yucatán, por su orientación y disposición para aclarar mis dudas, a la doctora Alejandra García Quintanilla por compartirme sus conocimientos sobre el monte y varios de sus documentos, y al maestro Genaro Pérez Figueroa por proporcionarme amablemente material bibliográfico y su ayuda incondicional. Debo un agradecimiento especial a las licenciadas Zoila Jiménez Pacheco y Silvana Hernández Ortiz, amigas queridas, que me ayudaron con los mapas, cuadros y a resolver aspectos técnicos. Extiendo mi agradecimiento al investigador Chistian H. Rasmussen por haberme proporcionado dos imágenes de su extenso acervo fotográfico de la milpa. No puedo dejar de reconocer el apoyo de los colegas y compañeros del cuerpo académico consolidado Procesos Políticos y Cultura Política en Yucatán.

Estoy agradecida con varias instituciones. El Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología me proporcionó una beca para mis estudios doctorales. De 2005 a 2007 recibí un financiamiento del Programa de Impulso y Orientación a la Investigación,

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Jóvenes Investigadores 2005, convocado por la Coordinación General de Investigación y Relaciones Institucionales de la Universidad Autónoma de Yucatán. Mención especial merecen las autoridades del Centro de Investigaciones Regionales-Unidad de Ciencias Sociales de la Universidad Autónoma de Yucatán. Al maestro Efraín Poot Capetillo y a la doctora Beatriz Torres Góngora de quienes recibí el respaldo y apoyo en el tiempo que ocuparon la coordinación de la Unidad de Ciencias Sociales. De la misma manera agradezco el inestimable respaldo de la doctora Judith Ortega Canto, ex –directora del Centro de Investigaciones Regionales. Mención especial merecen las autoridades actuales, el maestro Miguel Güémez Pineda, coordinador de la Unidad de Ciencias Sociales y el Dr. Jorge Zavala Castro, actual director del CIR por el apoyo institucional.

En el plano familiar ha sido fundamental el cariño incondicional de mi madre Concepción Yam Dzib, y de otras dos mujeres que han sido mis segundas madres: mi abuela Emma Dzib May y mi tía Evangelina. Esta última a la distancia ha estado cerca de mí siempre. Me han acompañado y apoyado mi hermano Antonio y su esposa Deysi, y recientemente sus pequeñas hijas, Mariana y Ana Sofía, mis adoradas sobrinas. Por último, estoy agradecida con José Luis González Vela, su amor y su buen humor hicieron más ágil el último tramo para concluir esta investigación. Esta tesis va dedicada a mi querido papá el señor Antonio Ortiz Pérez, quien cerró sus ojos con mucha serenidad después de una larga vida.

Page 10: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

INTRODUCCIÓN

Al finalizar el siglo XIX la agroindustria henequenera se había convertido en la

espina dorsal de la economía del estado de Yucatán. En los partidos del noroeste:

Acanceh, Mérida, Hunucmá, Izamal, Motul, Tixkokob y Maxcanú se concentraban

cerca de 800 haciendas dedicadas al cultivo y la raspa de henequén, por lo que la

vida cotidiana de su población giraba en torno a la producción agrícola industrial.

En el paisaje predominaban los planteles de henequén y las cuadrillas de

trabajadores cortando las hojas de henequén bajo la mirada vigilante del

encargado. Desde muy temprano, imperaba el ruido del tren de raspa que

procesaba las hojas del agave, el humo de las chimeneas, el ir y venir de las

carretas cargadas de leña y henequén, y el paso presuroso de las plataformas que

se deslizaban sobre las rieles decauville trasladando las pacas de henequén a la

estación de ferrocarril. El tren anunciaba su llegada con un ruido estruendoso

provocado por el silbato y el roce de las pesadas ruedas con las rieles, mientras el

pasaje abordaba, los cargadores estibaban las pacas de henequén en los vagones de

carga. De esta manera, el sisal se trasladaba al puerto de Progreso, en donde se

embarcaba con destino al mercado internacional.

¿Qué le pasó a la población avecindada en los cerca de 70 pueblos de los

partidos de Acanceh, Mérida, Hunucmá, Izamal, Motul, Tixkokob y Maxcanú,

donde se situaba la mayor parte de las fincas? Lo que sabemos a ciencia cierta es

que para finales del siglo XIX habían sufrido el despojo de sus recursos agrícolas y,

en consecuencia, se había trasladado a las haciendas henequeneras en donde

permanecieron hasta 1915 bajo condiciones laborales difíciles y adversas. Sin

embargo, nuestro conocimiento de cómo los pueblos percibieron y enfrentaron el

Page 11: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

II

avance privatizador del siglo XIX y cómo reaccionaron frente a la presencia de las

haciendas y la demanda de la mano de obra es realmente escaso, por no decir nulo.

Esta investigación ofrece un estudio de la población que residía en los

pueblos y en las haciendas, se interesa en su percepción, respuesta y participación

en la privatización de la tierra, el desarrollo de la agroindustria henequenera y el

reparto agrario de las primera cuatro décadas del siglo XX. El periodo de la

investigación, 1870 -1937, atiende dos coyunturas locales: el inicio del auge de la

industria henequenera y la entrega formal de los ejidos henequeneros por el

gobierno federal.

La necesidad de vincular la historia agraria de los siglos XIX y XX se debe a

que los procesos políticos ―nacionales: porfiriato y revolución, o regionales,

encabezados‖por‖los‖gobernadores‖o‖caciques‖locales―‖a‖los‖que‖se‖han ceñido, no

necesariamente coinciden con los procesos económicos regionales a los que estaba

asociada la cuestión agraria. El caso concreto de la agroindustria henequenera en

Yucatán es por demás emblemático. Se desarrolló y consolidó sobre la base de las

políticas privatizadoras y el impulso decidido que recibió del Estado liberal,

especialmente en el último cuarto del siglo XIX. Sin embargo, el derrocamiento del

régimen porfiriano no significó su desaparición, pues la agroindustria

henequenera continuó su curso, experimentó un crecimiento inédito durante los

años más álgidos de la Revolución Mexicana y mantuvo su importancia económica

en las primeras cuatro décadas del siglo XX.1

1 Recientemente, Camacho Pichardo, “Desamortización‖y‖ reforma‖agraria”, en su estudio sobre los municipios de Lerma y Ocoyoacac del Estado de Lerma y Ocoyoacac, planteó la necesidad de romper con las etapas tradicionales en las que se ha dividido la historia agraria de México, y en su análisis vinculó la desamortización con la reforma agraria a fin de obtener una interpretación más elaborada sobre los cambios y las continuidades en la organización de los pueblos.

Page 12: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

III

En tal sentido, la presente tesis apuesta por una perspectiva agraria de larga

duración que logre dilucidar ¿Cómo percibieron y enfrentaron los pueblos el

avance privatizador del siglo XIX? ¿Cómo la agroindustria influyó en la dinámica

económica y demográfica de los pueblos? ¿Qué cambios que sufrió la agricultura

tradicional? ¿Cómo se transformaron las condiciones de vida de los pueblos?

¿Cómo participó la población rural en el reparto del siglo XX, si consideramos que

de uno u otro modo se encontraba vinculada a la agroindustria henequenera? Y

¿Cómo se llevó a cabo el reparto agrario si la agroindustria de exportación

constituía la espina dorsal de la economía yucateca en las primeras cuatro décadas

del siglo XX? Con la respuesta a estos cuestionamientos deseamos mostrar que la

población rural del noroeste de Yucatán experimentó cambios profundos en su

forma de vida con el desarrollo de la agroindustria henequenera, y que dichas

transformaciones determinaron su percepción y participación en las políticas

agrarias del siglo XX.

ABORDAJE DEL PROBLEMA

De milperos a henequeneros demostrará que la historia agraria del noroeste de

Yucatán no se inscribe en los procesos de pérdida y recuperación de los recursos

agrarios de los pueblos, sino dentro de los procesos económicos de gran

envergadura como lo fue el desarrollo y auge de la industria henequenera. En el

último cuarto del siglo XIX, los milperos de los pueblos experimentaron la pérdida

de sus espacios agrarios por la política privatizadora y la presencia de las

haciendas henequenera, pero también sufrieron transformaciones profundas en su

forma de vida debido a que su subsistencia comenzó a depender más del trabajo

remunerado en las fincas como trabajadores henequeneros que como milperos.

Page 13: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

IV

Ahora bien, la participación de la población rural en las haciendas se dio de

distintas maneras, por lo que a finales del siglo XIX, la sociedad agraria del noroeste

yucateco era compleja, formada por peones acasillados, jornaleros de los pueblos,

trabajadores fijos o eventuales, arrendatarios, cada uno bajo condiciones laborales

específicas y oportunidades económicas diferentes. Esta diversidad dio lugar a que

cada grupo o sector de la sociedad agraria actuara de acuerdo a sus intereses frente

a las políticas agrarias del siglo XX. No obstante esta heterogeneidad, su

participación u oposición en el reparto agrario no se caracterizó por intentar

recuperar sus recursos agrarios perdidos en el siglo XIX por la vía de la restitución,

como disponía el decreto del 6 de enero de 1915; por el contrario, al estar su

subsistencia tan ligada a la agroindustria, estuvo motivada a la necesidad de

continuar vinculada a la fincas henequeneras para percibir el salario y las demás

prerrogativas que garantizaban su sostenimiento.

El punto de partida de esta investigación fue el estudio de la relación que

mantenían los milperos de los pueblos con los recursos agrícolas. Desde una

perspectiva novedosa centra su atención en el monte (lugar ocupado con

vegetación) como reservorio de la fertilidad, alejándonos de las interpretaciones

que consideran la tierra como espacio y recurso fundamental para la agricultura. El

primer capítulo estudia la forma en que los milperos aprovechaban los montes

para el cultivo de sus milpas y la obtención de los demás recursos para su

consumo, y desentraña los criterios empleados por la población indígena para la

distribución, el control y la posesión de los montes durante el periodo colonial y en

el siglo XIX. Esta última tarea no fue sencilla. Las fuentes decimonónicas,

especialmente los que contienen conflictos, acuerdos y las disputas, aunque hacen

referencia a los montes, contienen una información difusa, escueta y poco

Page 14: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

V

comprensible, por lo que fue necesario consultar documentación más antigua para

acercarnos a los contextos de uso y aprovechamiento de los montes. Con base en

fuentes coloniales, incluso algunas tempranas, logramos establecer que el acceso a

los recursos forestales no estaba condicionado por la propiedad sino por normas

largamente acuñadas, en las que los vínculos de parentesco desempeñaron un

papel central.

Considerar el monte como recurso agrario tiene implicaciones de suma

importancia para la historia agraria de los pueblos yucatecos, pues no sólo nos

aparta de las interpretaciones que consideran la tierra el recurso fundamental para

la agricultura, sino que permite comprender el manejo que hacían los milperos de

la vegetación para el cultivo, el uso del sistema itinerante de la milpa, y las formas

de posesión, control y organización para acceder y usufructuar los montes. Lo

anterior nos aproxima al modo de vida agrícola de los milperos de Yucatán. Con

esta perspectiva abordamos, en el capítulo II, el proceso privatizador de los

terrenos baldíos en la segunda mitad del siglo XIX. La discusión se centra en la

forma que los liberales emprendieron la privatización de los terrenos baldíos. Se

aborda cómo los milperos de los pueblos percibieron la venta de los montes como

terrenos baldíos y las estrategias que siguieron para evadir e impedir la pérdida de

sus recursos. También se analiza cómo los gobiernos estatales intentaron, mediante

la delimitación de los ejidos de los pueblos, que los milperos dejaran de

obstaculizar la privatización de los montes donde cultivaban.

De manera simultánea al proceso privatizador, un fenómeno de gran

envergadura tenía lugar en el noroeste yucateco: el desarrollo y la consolidación de

las agroindustria henequenera. Esta investigación se detiene a observar el impacto

de la agroindustria en la dinámica económica de los pueblos, las costumbres

Page 15: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

VI

agrícolas tradicionales, la distribución demográfica y en la construcción de nuevas

relaciones laborales. Al atender estas temáticas deseamos acercarnos al episodio

henequenero como un proceso complejo y dinámico que trajo consigo cambios

profundos en la forma de vida de la población rural del noroeste. El capítulo III

hace énfasis en las condiciones de vida de los trabajadores de las haciendas sin

detenerse en el sistema de peonaje, la economía moral y las medidas coercitivas

que mediaban las relaciones laborales, temas ampliamente estudiados, pues el

propósito es evidenciar la formación de una sociedad agraria compleja a fines del

siglo XIX.

Lo anterior nos permitirá aproximarnos de manera novedosa a las políticas

agrarias del siglo XX que se abordan en los capítulos IV y V de esta investigación. El

estudio se centra en conocer la forma en que se llevó a cabo el reparto agrario y

cómo participó la población rural. Para entender la forma en que los gobiernos

local y federal decidieron llevar a cabo el reparto agrario en Yucatán en las décadas

de 1920 y 1930, respectivamente hemos privilegiado la importancia económica de

la agroindustria, para lo que fue necesario tener presente la participación de la

fibra del sisal en el mercado internacional y el impacto de la crisis económica de

1929. En la comprensión de la participación de la población rural en dichos

procesos fue necesario partir de su complejidad y en el hecho de que su

subsistencia estaba vinculada a las haciendas; para el caso específico del reparto

realizado en la década de 1930 se consideró la crisis económica de 1929 porque su

impacto en las exportaciones también fue resentida por la sociedad rural e incidió

en sus decisiones frente a la reforma agraria.

En el análisis del reparto agrario hemos dejado de lado el enfoque político

que muestra la estrecha relación que existe entre el reparto agrario y el

Page 16: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

VII

fortalecimiento de los gobiernos locales y el federal. De este modo, las ideas

agraristas de los gobiernos locales, las estrategias y movilizaciones de las

organizaciones políticas, obreras y sindicales en el ámbito rural no ocupan un

lugar central en el trabajo.

CONTEXTO HISTORIOGRÁFICO

La presente investigación cubre un vacío en la historiografía sobre el siglo XIX y XX

al estudiar a la población que residía en los pueblos y en las haciendas. No sólo se

ocupa de una sociedad rural no estudiada sino que la muestra dinámica al

participar en los consensos, los conflictos, las resistencias y en la convivencia

pacífica dentro de las transformaciones agrarias y abandona la idea del carácter

inerte de los pueblos y los peones frente al desarrollo de la agroindustria y el

reparto agrario. Moisés González Navarro en su obra Raza y tierra, publicada en

1970, fue el primero en exponer el avance territorial de las haciendas a costa de los

recursos de los pueblos. Dicho autor centró su examen en el marco jurídico federal

y local que posibilitó la enajenación de los terrenos denominados baldíos, así como

los mecanismos legales utilizados por los hacendados para incorporar mano de

obra indígena de los pueblos y foránea (yaqui y coreana) a sus haciendas.2 La idea

acerca de que los pueblos perdieron sus tierras frente a la expansión desmesurada

de las haciendas ha sido perpetuada. A principios de la década de 1980, Gilbert M.

Joseph tras examinar la curva ascendente de la producción de henequén, las

superficies cultivadas, la exportación de la fibra y el cálculo demográfico de las

haciendas, concluyó que los pueblos, efectivamente, experimentaron el despojo de

2González Navarro, Raza y tierra, 190-213.

Page 17: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

VIII

tierras y habitantes.3 Años más tarde, en 1996, Gilbert M. Joseph y Allen Wells en

su libro Summer of Discontent, profundizaron sobre las circunstancias que dieron

lugar a que la población de los pueblos se trasladaran a las haciendas

henequeneras y explicaron que los mecanismos de control social como el

aislamiento, la coerción y la seguridad lograron inmovilizar a los peones que

residían en las fincas.4 En este mismo estudio, desde la perspectiva de la resistencia

y el descontento social, los autores se acercan al estudio de pequeños motines,

invasiones de tierras, incendios provocados, litigios, disturbios y bandidaje

protagonizado por campesinos y otros personajes de la vida‖rural‖―comerciantes,

pequeños propietarios y artesanos― que develan el descontento social a fines del

porfiriato. No obstante la riqueza de este estudio, en sus interpretaciones subyace

la percepción de que los pueblos sufrieron el despojo de sus recursos y medios de

subsistencia.5

Otro matiz lo ofreció, hace más de una década, Franco Savarino en su estudio,

Pueblos y nacionalismos. Dicho autor dedicó un apartado a la relación que

establecieron los pueblos con las haciendas henequeneras, en la que resalta la

capacidad que tuvieron los primeros para negociar y dialogar con los dueños o

administradores de las propiedades en búsqueda de una convivencia pacífica y

relación‖ simbiótica.‖ A‖ pesar‖ de‖ la‖ pérdida‖ de‖ sus‖ tierras‖ y‖ de‖ una‖ “parte‖ de‖ la‖

antigua autonomía”,‖—afirma Savarino— los‖pueblos‖fueron‖compensados‖“por‖la‖

afinación y extensión de las redes clientelares, la apertura de nuevas fuentes de

trabajo‖ en‖ las‖ haciendas‖ y‖ la‖ modernización‖ de‖ las‖ infraestructuras”.‖ Para‖ este‖

3Joseph, Revolución desde afuera, 51. 4 Wells y Joseph, Summer of Discontent, 144-169. 5Wells y Joseph, Summer of Discontent, 176-181. Un breve trabajo sobre el descontento en el pueblo de Maxcanú en 1891 lo ofrece Soler,‖ “El‖ levantamiento‖indígena”,‖185-193.

Page 18: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

IX

autor, las tensiones violentas representaban momentos de desequilibrio en la

relación de consenso que sostenían los pueblos y las haciendas.6 No obstante de

esta novedosa interpretación, el autor no ahonda en ella, porque no formaba parte

del tema central de su trabajo.

En la historiografía sobre el siglo XX se analiza la acción agrarista de los

gobiernos locales y federales desde una perspectiva política, en donde la población

rural, particularmente la que residía en los pueblos, aparece como la principal

beneficiaria de los cambios y transformaciones que proponían las leyes agrarias.

Los trabajos pioneros de Moisés González Navarro, Raza y tierra, y Gilbert Joseph,

Revolución desde afuera han ligado el tema del reparto agrario con las

transformaciones del tejido político tanto federal como regional. En dichos

estudios, se observa cómo el impulso agrarista permitió a los caciques locales

extender su red clientelista y asegurar la lealtad de la población rural. Así, la acción

agrarista de Felipe Carrillo Puerto tenía claras intenciones de fortalecer su posición

política, al igual que Adalberto Tejeda en Veracruz y Saturnino Cedillo en San Luis

Potosí, sobre la base del apoyo y la movilización de la población rural.

Recientemente Ben Fallaw en su libro Cárdenas Compromised hilvanó el tema

político con el agrarismo de los años treinta. Este trabajo tiene la virtud de mostrar

la participación de la población rural, como actor social de primer orden, en los

procesos políticos y agrarios que dieron lugar a la construcción del Estado

mexicano. 7 De este modo, el reparto agrario no es tratado como proceso perse sino

que es analizado junto con la aparición y consolidación de la nueva clase política

6Savarino, Pueblos y nacionalismos, 102-112, 133-144. 7González Navarro, Raza y tierra, 226-261; Joseph, Revolución desde afuera, 154-159, 269-283, 294-296. Véase Ben Fallaw, Cárdenas Compromised. The Failure of Reform in

Postrevolutionary Yucatan. Duke University Press, 2001.

Page 19: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

X

emergente después de la revolución de 1910. En estos importantes estudios, el

reparto agrario aparece fraccionado por los periodos políticos. Con este enfoque, se

ha logrado caracterizar el proyecto agrarista que concebía cada gobierno federal o

local, así como los procedimientos y las estrategias para llevarlo a efecto.

En resumen, el conocimiento que poseemos sobre el impacto que sufrieron

los pueblos en los procesos agrarios de fines del siglo XIX y las primeras décadas

del XX provienen de las investigaciones centradas en el desarrollo y

comportamiento de la agricultura comercial y de los estudios sobre la

consolidación de la clase política de la posrevolución que impulsaron los cambios

en la estructura agraria. Dichos estudios dan por sentado que los pueblos del

noroeste yucateco sufrieron el despojo de sus recursos agrícolas y en consecuencia

su población se trasladó a las haciendas henequeneras donde permanecieron bajo

condiciones laborales difíciles y adversas. Dicha interpretación ha servido de

preámbulo para considerar al reparto agrario como un proceso de cambio y de

reivindicación, al poner fin a las haciendas henequeneras y al peonaje ofrecer

formas de participación más justas y de vinculación política con el Estado del siglo

XX.

LAS FUENTES

Esta tesis se sustenta sobre una amplia documentación consultada en diversos

archivos, bibliotecas y colecciones privadas. En el Archivo General del Estado de

Yucatán se consultó principalmente el ramo Gobernación del fondo Poder

Ejecutivo. En él abundan los testimonios y la correspondencia enviada al

gobernador de quienes vivían en los pueblos y aun en las haciendas, sin la

intervención de sus autoridades municipales u organizaciones políticas. Su

contenido es muy rico al abarcar casi todos los aspectos de la vida cotidiana de los

Page 20: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

XI

milperos, los vecinos de los pueblos, los ejidatarios, los trabajadores del campo, los

peones de las haciendas. Otros ramos consultados fueron Ayuntamiento y Justicia.

El estudio sobre el monte y la forma de usufructuarlo fue posible con la

documentación concentrada en el fondo de Notarías del Archivo General del

Estado de Yucatán, en Tierras del Archivo General de la Nación de México y con

fuentes coloniales editadas.

De suma importancia fue la consulta de las memorias, informes y mensajes

de los gobernadores, anuarios estadísticos, censos de población y boletines

estadísticos porque contienen importante información demográfica y de la

producción agrícola del siglo XIX. La mayoría de estas fuentes se encuentran en el

Centro de Apoyo para la Investigación Histórica de Yucatán (CAIHY), situada en

la ciudad de Mérida. En el Archivo de Terrenos Nacionales (ATN) de la Secretaría

de la Reforma Agraria de la ciudad de México se encuentra los expedientes

relativos a la medición de los ejidos y de los baldíos. Son documentos extensos y

muy técnicos por contener información topográfica de los terrenos que medían los

agrimensores; sin embargo, algunos anotaron las voces, los reclamos o los

testimonios de los milperos de los pueblos que ocupaban los montes que medían.

Para el siglo XX, además del fondo de Gobernación de Archivo General del

Estado de Yucatán, se consultaron los expedientes que reposan en el Registro

Agrario Nacional el cual está organizado en dos grandes fondos: Carpeta básica y

Ampliación. Ambos contienen documentación sobre la creación del ejido de las

primeras décadas del siglo XX. Esta investigación se benefició con la consulta de

dos archivos privados que se encuentran al alcance del público en general. El

primero es el archivo personal de Florencio Palomo Valencia, gobernador de

Yucatán entre julio de 1936 y enero de 1938, situado en la biblioteca Daniel Cosío

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XII

Villegas de El Colegio de México y el segundo es el archivo de la Hacienda

Chenché de las Torres que se encuentra bajo el resguardo de Pro Historia

Peninsular, A.C. (PROHISPEN) en la ciudad de Mérida. La consulta de los diarios

oficiales, colecciones de leyes y censos de población del siglo XX se realizó en

diversas bibliotecas locales y nacionales.

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CAPÍTULO I

EL MONTE: RECURSO AGRARIO Y SU DISTRIBUCIÓN

Desde tiempos inmemoriales el cultivo de la milpa, elaborado bajo el complejo

sistema de roza, tumba y quema, ha sido la actividad más importante para la

subsistencia de los mayas yucatecos. El presente capítulo aborda la actividad

agrícola tradicional desde una perspectiva novedosa al centrar el análisis en el

monte (lugar ocupado con vegetación) como reservorio de la fertilidad, lo que nos

alejan de las interpretaciones que consideran la tierra como espacio y recurso

fundamental para la agricultura. Se interesa por la relación que mantenían los

milperos de los pueblos con los recursos forestales, es decir, en la forma como los

mayas lo usufructuaban y se organizaban para su aprovechamiento en la

agricultura. En tal sentido, se tratará de desentrañar los criterios empleados por la

población indígena para la distribución, el control y la posesión de los montes

durante el periodo colonial y en el siglo XIX. Se quiere demostrar que los vínculos

de los milperos con el monte estaban condicionados por el parentesco y el derecho

eminente de los caciques.

1. EL MONTE PARA LA MILPA

En Yucatán la selva tiene un papel importante en el proceso agrícola porque la

fertilidad se encuentra en la vegetación y no en la tierra. Este hecho se debe a las

características del medio físico peninsular, pues en climas tropicales las altas

temperaturas y la humedad aceleran la liberación de nutrimentos de la materia

orgánica que la vegetación absorbe con rapidez y en cantidades importantes. Por

otra parte, la composición caliza, delgada y sin gran diversidad morfológica del

suelo peninsular también contribuye a que la fertilidad se circunscriba a la

Page 23: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

2

vegetación. A través de un milenario proceso de observación, los milperos

lograron comprender el medio físico de la península y obtener un amplio

conocimiento sobre los montes. Los siguientes términos en lengua maya dan

cuenta de la percepción heterogénea de los milperos sobre los montes, al

distinguirlos y clasificarlos de acuerdo al tipo y tamaño de la vegetación. Ch’en che

se refería al ‚bosque de grandes árboles, monte espeso o alto‛; Ka’kab k’ax al monte

de arboleda, de tierra buena de sembrar; Num k’ax al ‚monte de árboles, cerrado

sin haber camino en él‛; y Pokche’tal al ‚monte bajo, ruin y no crecido‛; otros

términos eran más específicos al asociar las condiciones del monte al cultivo de la

milpa, por ejemplo u kaax-il cab se refería al ‚monte de la milpa que no est{

sembrado‛; Ca col era el ‚monte en punto de labrarse por segunda vez‛; Che col kax

aludía al ‚monte abatido para milpa o sementera‛; es decir, al monte que por

primera vez eran podado para su cultivo; el término poc che describía al monte ‚de

árboles no crecidos‛ por haber ‚servido recientemente para sementeras‛ y

Keelenche’ era el monte bajo con árboles bajos por encontrarse ‚a mitad de camino

de su total recuperación después de haber tumbado‛ para la milpa.1

En 1819 Pedro Chuil, vecino del pueblo de Kinchil, distinguió los espacios

fértiles que circundaban su pueblo en función de la presencia de monte: ‚que los

montes hasta la distancia de tres leguas al poniente de su pueblo son en los que

labran sus milpas y que los demás [lugares] que siguen no producen nada por ser

pura laja (piedra)‛.2

1Barrera Vásquez, Diccionario maya cordemex, 132, 284, 309, 586, 663; Álvarez, Diccionario etnolingüístico, II, 106, 117, 118. Otros términos expresan las condiciones propicias del monte para la extracción de cera y miel. Kaax il cab que se refería el ‚monte para colmenas‛ y Kax il cab al ‚campo abundante en colmenas silvestres‛. 2Venta de tierras realengas denunciadas por don Julián del Castillo y Casanova (1819), en AGN, Tierras 1421. exp. 13, ff. 342-344v. La laja es un manto rocoso de

Page 24: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

3

El proceso agrícola requería de un manejo adecuado de la vegetación, el cual

comenzaba con la selección del monte o pach kax ‚escoger el monte el labrador

donde hacer milpa‛. El monte seleccionado debía tener una vegetación alta, de

unos 25 a 30 metros de altura, signo de que era un monte virgen o que tenía treinta

años o más de haberse cultivado. Un monte con estas características físicas

producía menos hierba, retenía la humedad en abundancia y garantizaba el cultivo

de distintos tipos de maíz, varias clases de calabazas, frijoles, camotes, tomates,

chiles, tubérculos, hierbas y plantas medicinales.3

Una vez mensurado el monte seleccionado, los milperos daban inicio al

complejo procedimiento de la roza, tumba y quema con el que se incorporaba la

vegetación al suelo calcáreo. 4 Primero cortaban los arbustos, bejucos y hierbas, los

árboles medianos y grandes se podaban parcialmente, pues dejaban sus troncos o

tocones a una altura de metro o medio metro para su regeneración; y los árboles

frutales y útiles para la construcción no se derribaban.5 Posteriormente daban paso

a la quema, un procedimiento por demás complejo, en el que se debía considerar

varios aspectos como la dirección de los vientos, definir el punto de inicio de la

quema, cuidar que el fuego abarcara todo el terreno sin agredir a los árboles

seleccionados, y construir guardarrayas con el objeto de restringir la quema al área

naturaleza calcárea y extremadamente dura que aflora sobre la superficie del terreno o subyace a suelos generalmente pedregosos y de escasa profundidad. En maya se denomina chaltún y constituye el suelo característico del territorio peninsular. Casares, Yucatán en el tiempo, III, 522. 3Terán y Rasmussen, La milpa, 170; García Quintanilla, ‚El ejidatario henequenero‛, 93. 4Terán y Rasmussen, La milpa, 12-13. Véanse los trabajos de Barrera et al, ‚El manejo de las selvas‛, 54-55 y Duch Garay, ‚Los suelos‛, 97, 103. 5Hern{ndez Xolocotzi, ‚Racionalidad tecnológica‛, 188; Ter{n y Rasmussen, La

milpa, 194.

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4

mensurada y evitar que el fuego se extendiera.6 Con la quema, los milperos

incorporaban la vegetación a la superficie, rica en material carbonatado,

formadores del suelo para los cultivos. Otro beneficio era la disminución de las

semillas de especies herbáceas y el saneamiento del suelo de plagas y

enfermedades; lo que garantizaba un mayor rendimiento productivo de las milpas

y la regeneración del monte.78

Este sistema agrícola era una práctica muy antigua entre los milperos de

Yucatán. Para el siglo XVI existen varios testimonios de los españoles, como el del

encomendero de Kampokolché: ‚con ir al monte y rozar y cortar algunos {rboles

grandes y pegarles fuego hacen f{cilmente sus sementeras‛.9 Mucho tiempo

después, en 1886 el viajero Desiré Charnay comprendió la importancia del sistema

de roza, tumba y quema "para preparar un campo, los indios no aran la tierra, *<+

pues estorbaría la corteza pedregosa que forma el suelo de la península. Se limitan

a cortar los arbustos y los árboles, dejando a estos solo un metro de altura‛, y

6La guardarraya forma parte de la técnica que emplean los milperos para evitar incendios forestales. Consiste en limpiar una franja de dos metros aproximadamente alrededor del terreno desmontado. Sin embargo, cuando el fuego invade otras {reas se les llama ‚quemadales‛ y aunque se suele sembrar en ellos no se le presta mayor atención por lo que a estos cultivos se les conoce como la siembra de la viuda por no tener marido para la limpia de la milpa. Hernández Xolocotzi, ‚Racionalidad tecnológica‛, 188. Véase también a Ter{n y Rasmussen, La milpa, 197-204. 7Duch Garay, ‚Los suelos‛, 103-104; Hernández Xolocotzi,‚La roza-tumba-quema en Yucat{n‛, 71-72. 8Dado que los mayas no arrasaban con toda la vegetación del monte durante la fase de la tumba la autora García Quintanilla, ‚El dilema de Ah kimsah k’ax‛, 266 señala que se trataba de una ‚poda‛. 9Relación de Kampokolché (s/f) en RHGGY, II, 327

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5

explica que con la quema ‚se forma una gran cantidad de ceniza que es la que ha

de fecundizar la tierra‛.10

Después de la quema, se cultivaba una variada selección de semillas de

maíz, frijol común, frijol negro, frijol blanco (ibes) y calabazas y se le denominaba

milpa roza. Al siguiente año, se quemaba las cañas del maíz y las arvenses de dicha

milpa para cultivarla de nuevo. Esta vegetación al no ser abundante, la ceniza que

se incorporaba al suelo era menor y en consecuencia su producción agrícola

disminuía con respecto a la del año anterior, se le denominaba milpa caña.11

El cultivo era itinerante. Después del segundo año (o de cosechar la milpa

caña) el milpero abandonaba la milpa para dejarla descansar varios años para que

el monte se recuperara y se desplazaba en busca de otro lugar adecuado para

cultivar y comenzar de nuevo el ciclo. Sin embargo, la milpa abandonada

desempeñaba un papel de primer orden en la vida cotidiana de los milperos.

Conocida en lengua maya como poc che ―que quiere decir ‚monte de {rboles no

crecidos‛ por haber servido para las sementeras― la milpa abandonada era un

auténtico reservorio de plantas medicinales, de productos vegetales como leña,

carbón, cal; de materiales de construcción tales como distintas maderas y hierbas,

de lugar de cacería de animales silvestres y de proveedores de distintos tubérculos

cultivados por los milperos para que sirvieran en los tiempos de escasez o

sequías.12

10Charnay, Viaje a Yucatán, 40-41. 11Hern{ndez Xolocotzi, ‚Racionalidad tecnológica‛, 188; IIIsley Granich, ‚Vegetación y milpa‛, 135. 12García Quintanilla, ‚El dilema de Ah Kimsah k’ax‛, 267-274. Terán y Rasmussen, La milpa, 278-279.

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6

En todas las etapas de la milpa, desde la quema del monte hasta la cosecha,

los milperos establecían una relación profundamente religiosa con Yum Kax, el

dueño del monte, dios padre, hijo y espíritu santo, varios santos cristianos, y

demás deidades, guardianes y ayudantes del monte, los vientos, el agua y los

animales. Mediante rogativas, ofrendas sencillas y ceremonias elaboradas los

milperos solicitaban permisos, se disculpaban por las alteraciones físicas que

harían del monte, pedían lluvias y que roedores, pájaros y demás animales no

perjudicaran la milpa. Asimismo, agradecían las buenas cosechas. Con los rituales,

los milperos creían mantener el orden cósmico y la relación sagrada que guardaba

la naturaleza con los espacios simbólicos y sobrenaturales. De no hacerlo, los

milperos no sólo no lograrían sus milpas, sino que su vida misma correría peligro,

así como la de sus vecinos al sobrevenir cambios climáticos dañinos a la milpa.13

Los historiadores que han centrado su atención en el monte como recurso

agrícola y ámbito espacial coinciden en señalar que el acceso a dicho recurso no

estuvo mediado por la propiedad privada. Tsubasa Okoshi argumenta que, al

tiempo de la invasión española, los mayas no conocían la propiedad privada de los

13La primera ceremonia se realizaba antes de quemar el monte. Se ofrecía una bebida de maíz, llamado pozole, a los cuidadores del viento, el fuego y la tierra. La segunda ceremonia era del Ch’a Chaak para avisar a los dioses, santos cristianos y seres sobrenaturales mayas que la siembra se había realizado y enviaran la lluvia, otra ceremonia realizada era para evitar que los pájaros y roedores como la tuza dañaran el maíz, las sandías y las calabazas. La ceremonia consistía en ofrecer atole a los cuidadores de las aves y a los animales de la tierra; por último los milperos realizaban la ceremonia de acción de gracias, la cual consistía en ofrecer elotes horneados a todas las deidades que de un modo u otro contribuyeron a la cosecha de la milpa. Terán y Rasmussen, La milpa, 199, 229, 237, 243. Para un análisis profundo sobre las construcciones simbólicas en el manejo de los recursos naturales entre los mayas yucatecos, véase el trabajo de García Quintanilla, ‚El dilema de Ah Kimsah k’ax‛.

Page 28: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

7

recursos naturales. El sustrato simbólico, apunta el autor, resulta fundamental para

comprender la ausencia de propiedad, pues en la concepción maya ‚la tierra‛

como la sagrada madre de la vida no era concebida como objeto alienable. Okoshi

se apoya en la evidencia lingüística, no existe en el idioma maya yucateco ‚palabra

alguna que tuviera la acepción de ‘propiedad’ como el derecho exclusivo sobre

algún objeto, incluido el poder de enajenación‛. El otro elemento valorado por

Okoshi es el aspecto agrícola. Señala que la forma de uso y explotación del sistema

de tumba, roza y quema impide el desarrollo de la propiedad de la tierra al

‚cambiar constantemente el lugar de cultivo cada dos o tres años‛.14 En el mismo

tenor, Alejandra García Quintanilla explica cómo los milperos se apropiaban de los

montes sin reconocerse dueños de ellos. Desde la perspectiva simbólica y con base

en la literatura, la epigrafía, la historia y la antropología, la autora analiza el

sustrato religioso de la relación milpero-monte, y señala que los agricultores creían

que al ocupar un monte invadían un espacio sagrado habitado por elementos del

cosmos y seres que cuidaban a los animales y las plantas. Por eso, las veces que lo

mensuraban para sus milpas tomaban sólo lo necesario, ofrecían distintas

ceremonias y realizaban ceremonias para pedir permiso y agradecer a los

verdaderos dueños del monte, es decir, a los Yum kax.15

Otro autor que observa la inexistencia del dominio directo de los recursos

naturales entre los mayas es Sergio Quezada, quien sostiene que para el siglo XVI

los caciques yucatecos no se distinguieron por ser propietarios de tierras ni de

otros recursos naturales. En los escasos testamentos, los nobles no dejaron

evidencia de propiedades territoriales, salinas o aguas. Sin propiedades, señala el

14Okoshi, ‚Tenencia de la tierra‛, 86-88. 15García Quintanilla, ‚El dilema de Ah Kimsah K’ax‛, 255-268.

Page 29: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

8

autor, los caciques yucatecos no desarrollaron el sistema de terrazgo, tan

característico de sus pares del centro de México.16

Todas estas propuestas coinciden, de un modo u otro, en la inexistencia del

dominio directo sobre los montes entre los mayas al tiempo de la llegada española

y durante la época colonial. Sin embargo, esta importante distinción constituye el

punto de partida de una discusión más amplia que conduzca a dilucidar los

criterios que empleaban los milperos para distribuirse los montes, pues la

inexistencia de la propiedad privada no niega la presencia de normatividad alguna

para regular el uso de los recursos forestales. En las siguientes páginas veremos

cómo los derechos preferenciales que gozaban los grupos familiares y el dominio

eminente de los caciques regularon y perpetuaron el acceso a los montes entre los

mayas.

2. DE LUGAR DE RESIDENCIA A ESPACIO AGRÍCOLA

Las veces que un milpero salía de su pueblo para cultivar su milpa, se dirigía a los

montes donde se encontraban las sementeras de su padre, sus hermanos y sus

demás parientes. A este espacio donde quedaban circunscritas las prácticas

agrícolas de los miembros de un grupo familiar es denominado actualmente rumbo

familiar.17 Todo parece indicar que los ‚rumbos familiares‛ se originaron en el siglo

16Quezada, ‚El cacique yucateco‛, 74-79. 17El equipo de trabajo del ingeniero Efraím Hernández de la Universidad Autónoma de Chapingo fueron los primeros en percatarse de esta organización en el pueblo de Yaxcab{ y le llamaron ‚rumbo‛. Pues ‚la tierra para la milpa, no est{ parcelada formalmente, y que está distribuída entre los ejidatarios, mediante el establecimiento de rumbos por rama de familia (distribución tradicional)‛. Pérez, ‚Organización del trabajo‛, 430. Años después, Ter{n y Rasmussen en su obra La

milpa observaron el mismo sistema de organización en Xocén y acuñaron el

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9

XVI como consecuencia de los reacomodos espaciales que modificaron la antigua

distribución de la población maya claramente diseñada para el acceso y usufructo

de los recursos agrícolas.18

Al momento de la de la ocupación española, los mayas residían en pequeños

caseríos conformados por familias extensas, parientes consanguíneos y afines.

Existía un sinnúmero de estos caseríos familiares en todo el extenso territorio

peninsular, los cuales se encontraban cercanos a las fuentes de agua y rodeados de

la espesa vegetación del monte.19 Esta forma de asentamiento facilitaba a los

habitantes su desplazamiento a los montes para cultivar sus milpas o extraer los

productos necesarios para la subsistencia. De hecho, puede decirse que los caseríos

estaban rodeados y separados entre sí por montes y milpas como describieron, en

1579, los miembros del cabildo de la ciudad de Mérida: ‚La gente *<+ solía estar

dividida en seis y en ocho, y como estaban derramados en toda la tierra *<+ la

tenían ocupada, no caía aguacero que no cayera sobre sementeras‛.20

término ‚rumbo familiar‛. El término en cuestión es retomado en los trabajos antropológicos de Flores Torres, Los mayas yucatecos y Quintal Avilés, ‚Solares, rumbos y pueblos‛, quienes trabajaron en pueblos del oriente y sur de Yucatán, respectivamente. 18Farriss, ‚Nucleation versus Dispersal‛, 187-216, observa que a lo largo de la época colonial el patrón de asentamiento y los movimientos de población maya yucateca guardaron estrecha relación con el sistema agrario itinerante y de roza, tumba y quema. Afirma que las fuerzas socioculturales favorecían la asociación de los individuos, mientras que las condiciones del medio físico yucateco tendían a dispersarlos. A lo largo de su trabajo, Farriss va señalando la influencia del medio físico (environmental pull) en los tipos de movimientos de población que tuvieron lugar durante el periodo colonial, pues la sociedad indígena diseñó el sistema agrícola a partir de su antigua percepción del medio físico. 19Quezada, ‚El cacique yucateco‛, 81. 20Relación de la ciudad de Mérida (1581) en RHGGY, I, 71. Esta forma de residencia entre los montes causó asombro a los españoles; encomenderos, funcionarios y

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10

Cada caserío era identificado por un topónimo y en él residían hasta ocho

jefes de familias con su respectiva prole. Por ejemplo, los caciques Ebtún, Kaua,

Cuncunul, Tekom y Tixcacalcupul, al oriente de Yucatán, recordaban que en el

caserío de Dzulmuy vivieron Nabatun Canché, Nacan Canché y Nahau Pot; en Nocac

residieron Napuc Chimal, Napuc Nauat, Nachan Canul, Nahau Ay, Nahau Ek, Nachan

Be, Napuc Cauich y Nachan Pach, y en Tzalca habitaron Napuc Dzul, Ah Cochuah Kauil

y Ah Cot Kauil.21 Las familias identificaban los montes, pozos, cenotes, aguadas,

cuevas y salinas a los que tenían derecho de usufructo de igual modo identificaban

sus límites en donde principiaban los derechos de los demás grupos familiares.22

El caserío era una unidad residencial y cada jefe de familia estaba vinculado

políticamente a un cacique o batab, quien residía también en un caserío. Sin

embargo, esta asociación política era personal, lo que significaba que el territorio o

el lugar de residencia no determinaban la adscripción política de los individuos a

un batabil o señorío, sino que el reconocimiento que los individuos profesaban a

sus señores era de tipo personal. De manera que, los distintos jefes familiares que

religiosos dejaron infinidad de testimonios que la describían. En 1552 el oidor Tomás López Medel, primer visitador del Provincia de Yucatán, observó que ‚los naturales *vivían+ apartados unos de otros por los montes‛. ‚Ordenanzas de< López Medel (1552)‛, en López Cogolludo, Historia de Yucatán, lib. V, cap. XVI, 294. En 1581 Alonso Juli{n, encomendero de Titzal, escribió que los indios vivían ‚en tierra llana aunque pedregosa, metidos en monte que los cerca‛. Relación de Titzal (1581), en RHGGY, I, 238. 21Roys, The Titles of Ebtun, documentos 5 y 6, 73-80. La documentación reunida en esta obra constituye la principal fuente para el estudio de estas unidades residenciales. En The Titles of Ebtun se puede encontrar profusa evidencia de la reunición que hacia 1600 tuvieron los caciques de los pueblos de Ebtún, Kaua, Cuncunul, Tekom y Tixicacalcupul, todos ellos ubicados en la parte oriental de la península. En su testimonio, cada cacique recordó los topónimos de los caseríos y los nombres de quienes habitaban en ellos. 22Quezada, ‚El cacique yucateco‛, 82-83.

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11

residían en un mismo caserío podían estar políticamente vinculados a caciques

diferentes.23

Los españoles calificaron esta organización residencial de los mayas

dispersa y sin orden, por lo que desde 1552 los franciscanos, con el apoyo de la

Corona, iniciaron la política de reducción con la intención de concentrar a la

población en espacios planeados y delimitados para facilitar su cristianización y

conversión al modo de vida español.24 En este proceso, los religiosos procuraron no

violentar los vínculos políticos entre los sujetos y los caciques. Por lo que, previo a

la reducción, los franciscanos se dirigían a los caseríos en donde vivían los caciques

para averiguar sobre su población sujeta. Con dicha información, los franciscanos

procedieron a mover a los jefes de familia y a su parentela al caserío donde residía

su señor. Nuevamente el testimonio de 1600 de Gaspar Antonio nos muestra cómo

los padres de familia de los diferentes caseríos del oriente fueron trasladados al

lugar de sus caciques. En algunos casos, cuando todos los jefes de familia que

residían en un caserío reconocían políticamente al mismo batab eran trasladados al

lugar donde residía su señor, pero en muchos casos, el núcleo de población se

disgregaba porque los padres de familia y sus proles eran trasladados a los

caseríos donde residían los bataboob o caciques que obedecían. Así sucedió con la

población de Tixtamay cuyos jefes familiares, junto con sus proles, fueron

23Los padres de familia de los caseríos que se encontraban al oriente de la península fueron reducidos al lugar donde residía su señor de la siguiente forma. Los jefes de familia de Tixtadzi reconocían como señor al cacique de Cuncunul; los de Tikulá fueron reducidos a los pueblos de Tekom y Cuncunul. Los de Nocac trasladados a Tekom, Tixkakal y Cuncunul. Los trabajos de Sergio Quezada han contribuido al esclarecimiento del funcionamiento político, social y administrativo de estas unidades residenciales. Véase Quezada, Pueblos y caciques, 32-58. 24Un estudio pormenorizado sobre las reducciones efectuadas en el siglo XVI lo ofrece Quezada, Pueblos y caciques, 81-101.

Page 33: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

12

removidos a Kaua y a Tixcacalcupul, mientras que los de Tubuluichba fueron

llevados a Cuncunul, Tixkakalcupul y Tekom.25

La unidad residencial sede de una reducción sufrió una transformación

radical en su configuración espacial cuando los franciscanos despejaron la

vegetación que cubría el conjunto de casas, abrieron amplios espacios para la

construcción de edificios públicos como la iglesia, la casa real y el mesón; y

trazaron los caminos que sustituyeron a las antiguas veredas. Así fue como la

población maya, particularmente la del noroeste peninsular, fue reducida a

espacios delimitados al que los españoles denominaron ‚pueblos‛.26 Hacia 1565 los

franciscanos habían logrado formar aproximadamente 200 de ellos.27

La población maya abandonó sus antiguos lugares de residencia, aunque no

por mucho tiempo. Su necesidad de cultivar, conseguir leña y materiales para la

construcción de sus casas o muebles, recolectar frutas y copal, y cazar animales

25Roys, The Titles of Ebtun, documentos 5 y 8, 73-76, 80. 26Los nuevos pueblos operaron como corporaciones políticas. Muy pronto aparecieron diversas instituciones que centralizaron las funciones políticas, administrativas y religiosas del pueblo; al respecto véase Quezada, Pueblos y

caciques, 81-101, 123-109. 27Muchos de estos pueblos debieron lucir de manera muy semejante a lo que describió Iñigo Nieto, encomendero de Citilcum, en 1581: ‚El pueblo es llano *<+ tiene sus calles trazadas y su plaza redonda cuadrada [sic]. Y el dicho pueblo de Quitelcun [Citilcum], de mi encomienda tiene una iglesia con su capilla de cal y canto y de madera, y donde los religiosos de la dicha provincia van a predicar y decir misa a los naturales de ella‛. Relación de Citilcum y Caniche (1581), en RHGGY, I, 180. Quezada, Pueblos y caciques, 86, señala que hacia la octava década del siglo XVI muchos pueblos carecían de la traza renacentista. Sin embargo, el que los franciscanos lograran congregar a la población indígena en los nuevos espacios demuestra la efectividad de su tarea.

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13

silvestres los regresó al monte.28 Los mayas se introducían al monte y seguían sus

antiguas rutas y caminos que los conducían a los montes donde habían dejado sus

milpas, sus árboles frutales y sus colmenas, es decir, a su antiguo lugar de

residencia.

Las antiguas unidades residenciales o caseríos habían dejado de ser centros

de población para convertirse en los espacios agrícolas de sus antiguos pobladores

y sus descendientes, quienes continuaron usufructuándolos para cultivar sus

milpas y explotar sus recursos, nombrándolos con el topónimo con el que era

conocido antes de ser abandonado. El caso de la familia Tun del pueblo de

Cuncunul es muy ilustrativo. Al tiempo de la llegada española los Tun vivían en el

caserío denominado Penba (a veces denominado Panabá) cuyos montes habían

sido ‚abiertos por sus ancestros, al igual que *el caserío de+ Tibalché‛ y reconocían

como señor al cacique que residía en Cuncunul. Tras la política de reducción, la

familia Tun fue reubicada al pueblo de Cuncunul y desde ahí continuaron

trasladándose a Penba para cultivar. Con el paso de los años, sus descendientes

continuaban usufructuando los montes de Penba. En 1683 varios vecinos de

Cuncunul afirmaron que los Tun ‚*estaban allí] cuando el pueblo fue congregado

por los españoles [al pueblo de Cuncunul]. Esta es la razón por la que [Panba] es

28A finales del siglo XVI, Juan Farfán, encomendero de Kanpocoloché y Chocholá describió el desplazamiento que cotidianamente emprendía la población de su encomienda hacia los montes que los rodeaba: ‚Est{ este pueblo de Chochol{ situado [entre] grandes montañas de arboledas a la redonda, que solamente está descombrado el asiento donde el dicho pueblo está asentado, y por estos montes hacen los indios sus labranzas, y el fruto que cogen lo traen a cuestas *<+ traen la madera y la leña que han menester para sus casas‛. Relación de Kampocolché y Chochola, (s/f), RHGGY, II, 327.

Page 35: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

14

propiedad de la familia Tun‛.29 Los demás milperos de Cuncunul como los de

otros pueblos circunvecinos respetaban dichos montes y no cultivaban en ellos. En

1638 Diego Chay, vecino de Ebtún, decía que ‚nadie los privar{ de los *montes+ de

sus ancestros‛. En 1711 Jacinto Tun, descendiente de los Tunes prehisp{nicos,

reclamaba su derecho sobre los montes de Penbá.30

En el pueblo de Sitpach podemos observar cómo los milperos se

desplazaban y cultivaban en el mismo lugar donde sus ancestros habían sembrado.

En 1627 el gobernador, los principales y la república de Sitpach señalaban que

‚Techoh, Xuntu, Mohpat, que corre hacia Pacabtún, Petkumche‛ eran los montes

donde los ‚padres y abuelos tuvieron sus labranzas y sementeras antes que los

españoles conquistasen estas provincias y que por esta causa no las pueden dejar

por no tener donde ir a hacer sus labranzas y sementeras‛.31

Podemos decir que los antiguos caseríos sobrevivieron a los reacomodos

espaciales, pero con cambios sustanciales, pues de lugares de residencia pasaron a

ser lugares de milperías de sus antiguos ocupantes y descendientes que ahora

residían en los pueblos. En la gráfica 1 se puede apreciar cómo el antiguo lugar de

residencia se convirtió en espacio agrícola, denominado rumbo familiar. En el

desplazamiento cotidiano de los milperos de los pueblos a los montes estaban

involucrados varios elementos como el parentesco, los derechos históricos y las

condiciones ecológicas. Algunas familias lograron conservar sus montes por varias

generaciones, otras no; lo que sí perduró fue la costumbre de ocupar un monte por

los miembros de un grupo familiar; hábito que se convirtió en el criterio principal

29Roys, The Titles of Ebtun, documento 25, 121. 30Roys, The Titles of Ebtun, documento 40, 140. 31Trasunto de petición de los indios de Sitpach, (1617), en AGI, México 140, f. 60. Reproducido en Bracamonte y Solís, Espacios mayas, 141.

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15

para la distribución, organización y usufructo de los montes a lo largo del periodo

colonial y en el siglo XIX.

3. RUMBO FAMILIAR Y DERECHOS PREFERENCIALES

Durante el periodo colonial y aun en el siglo XIX, el acceso al monte estaba

organizado por grupos de parentesco o familias extensas conformadas por varones

emparentados patrilateralmente junto con sus mujeres e hijos solteros. Dichos

varones fungían como jefes familiares de su grupo de parentesco, el cual podía

incluir a tres o más generaciones. Esta familia extensa sufría fracturas y

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16

transformaciones en circunstancias especiales como el fallecimiento de los padres;

la separación de alguno de los hermanos con sus hijos adultos del grupo familiar

para fundar un grupo independiente, o cuando los vínculos tío-sobrino sustituían

los de padre-hijo en ausencia de hijos o fallecimiento del padre.32

La familia extensa era el eje rector de la organización y distribución de los

recursos forestales. Cada una gozaba de un derecho preferencial para ocupar

cultivar, cazar, leñar, criar abejas, fabricar cal y recolectar diversos recursos que se

aprovechaban del monte. Los casos siguientes del siglo XVIII nos permiten apreciar

dicha situación. En 1760 los milperos de la familia Na, Manuel y Antonio, del

pueblo de Dzan trabajaban los montes ‚que están al oriente de Too y al norte [de]

los *montes+ de los indios apellidados Uc, naturales de este pueblo‛.33 En 1766 los

varones de la familia Suluu del pueblo de Sitilpech, ‚Marcos Suluu, Simón Suluu,

Gervasio Suluu, Joseph Suluu, otro Joseph Suluu, Pablo Suluu, Manuel Suluu,

Bernardino Suluu y Jacobo Suluu‛ utilizaban los montes denominados Dzul{;34 y

en 1786 los jefes de la familia Zun del pueblo de Tekit ‚Andrés, Zun, Ignacio Zun,

Eugenio Zun, Jacobo Zun y Francisco Zun todos vecinos y naturales de dicho

pueblo‛, usufructuaban los montes ubicados a ‚cuatro leguas al oriente‛ de Tekit.35

Los montes que ocupaban una familia eran respetados por los milperos de las

demás familias, incluso por las autoridades del pueblo. A propósito Nancy Farriss 32Farriss, La sociedad maya, 216, afirma que cuatro o cinco varones constituía el tamaño óptimo para llevar a cabo el tipo de esfuerzos cooperativos que les unía, especialmente para las labores agrícolas. 33Descendientes de Manuel y Antonio Na pretenden vender montes al oriente de Too (1774-1777), en AGEY, Notarías, Protocolos, caja 6, vol 13. 34Certificación de una venta realizada en 1766 por los indios Suluu a Gervasio Xool (1766-1769), en AGEY, Notarías, Protocolos no. 12, f. 50. 35Certificación de una venta realizada por indios Zun a Felipe Alonso (1786-1787), en AGEY, Notarías, Protocolos, caja 9 vol. 22, ff. 180-184.

Page 38: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

17

se percató de la poca preocupación entre los mayas por señalar los límites de ‚sus

parcelas individuales poseídas por las familias‛. Esta falta de precisión, se debía a

que los milperos no utilizaban medidas de superficie para delimitar sus derechos

preferenciales sobre su rumbo familiar, sino objetos del medio físico, como árboles,

cuevas, aguadas, piedras, y troncos a modo de mojoneras para reconocer donde

terminaban sus derechos e iniciaban los de otra familia. En 1796 el monte Otzmal

ubicado en las cercanías del pueblo de Sotuta, al sur de Yucatán, era delimitado de

la siguiente manera: ‚al oriente un paraje nombrado Kuchcan y Panaba de don

Ygnacio Cocom; al poniente otro llamado Payum de los indios Chies; al norte otro

llamado Takuch de los Cimees y al sur otro llamado Kolomhallun de los dichos

chiies y otros linderos‛.36 Los montes eran nombrados con el patronímico de la

familia que los ocupaba. Así encontramos numerosas menciones como ‚los montes

de los indios tamayes‛, ‚los montes de unos dzules‛, ‚los montes de los nohes‛,

‚los montes de los mukules‛ para referirse a los montes que usufructuaban las

familias Tamay, Dzul, Noh y Mukul, respectivamente; 37 o bien con el nombre del

milpero que lo cultivaba: ‚los montes de Pedro Esteban Pech‛ y ‚los montes de

Antonio Caamal‛.38

36Demanda presentada por Manuel Barret contra indios de Tixcacaltuyú (1819), en AGEY, Colonial, Tierras, caja 31, vol. 1, exp. 18, f. 1. Los testigos aseguran que los montes de Otzmal fue el lugar donde fueron asesinados en 1536 los principales de la provincia Xiu por órdenes de Na Chi Cocom. 37Farriss, La sociedad maya, 425; Diligencias que realizan los hermanos Félix y Seferino Chablé para legalizar la venta de un paraje (1785), en AGEY, Notarias, Protocolos, lib. 21, ff. 320-323; Litigio entre el cacique y justicias de Telchac y Francisco Sabido sobre unas tierras que los primeros reclaman en propiedad (1815), en AGEY, Colonial, Tierras, vol. 1, exp. 15; ‚Traslado de documento de tierras‛ (1812) (1805) en AGN, Tierras 1359, exp. 5. 38Venta de unos montes que realiza la república de Conkal a Paulino Solís (1822), en AGEY, Notarías, Protocolos, caja 27, vol. 104, ff. 96-101v. Los rumbos familiares

Page 39: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

18

Dentro de sus rumbos familiares, el milpero elegía el monte, de acuerdo con

las características físicas de la vegetación, medía la superficie que ocuparía su

milpa, tumbaba y podaba un poco la vegetación para avisar al resto de su

parentela que respetaran sus mensuras. Es muy probable que fray Diego de Landa

se haya referido a este procedimiento cuando describió: ‚las tierras, por ahora, son

de común y así el que primero las ocupa las posee‛.39

La agricultura era una empresa familiar y al quedar circunscritos a un

rumbo, sus milpas se encontraban cercanas unas de otras, lo que facilitaba la ayuda

mutua que se prestaban entre sí en determinados momentos del proceso agrícola

como la quema y la poda, o bien para ayudar al pariente que por enfermedad o

han sido considerados, por algunos historiadores contemporáneos, como propiedades privadas y los han denominado ‚tierras patrimoniales o de linaje‛, véase los trabajos de Patch, Maya and Spaniard, 67-74; Bracamonte y Solís, Espacios

mayas, 159-164, y Bracamonte, Los mayas y la tierra, 72, 84. Desde esta perspectiva, los miembros de un linaje, identificados por patronímico (May, Ekmul, Dzul, entre otros), tenían el dominio pleno sobre las tierras, estaba regulada por mecanismos corporativos y era susceptible de comercialización y herencia. En su estudio Los

mayas y la tierra, Pedro Bracamonte propone que esta forma de propiedad patrimonial del periodo colonial era una antigua forma de tenencia que había sobrevivido al reordenamiento español y su existencia ―señala― permite entender la estratificación social, los vínculos de sujeción y el acceso restringido al ejercicio del poder político entre los mayas prehispánicos. 39La referencia de Landa ha servido a los estudiosos para señalar que entre los mayas el tipo de tenencia de la ‚tierra‛ era comunal. Landa, Relación de las cosas, cap. XXIII, 40. Entre los milperos del oriente de Yucatán permanece vigente la costumbre de marcar los montes que se cultivarán. En 1992 Rufino Hau de 66 años y ejidatario de Dzitás explicó que la manera en que los milperos marcan y ocupan los montes. A la letra dijo: ‚sólo lo miden (hacen brechas) y tumban un solo mecate y ahí lo dejan pa’ que no se lo toques‛. Entrevista realizada y reproducida en Flores Torres, Los mayas yucatecos, 67.

Page 40: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

19

accidente, dejaba de trabajar su milpa y su apiario.40 La dinámica familiar jugó un

papel fundamental en el acceso a los montes, la sucesión, la conservación de los

derechos preferenciales, la integración o exclusión de los individuos que no fueran

del grupo de parentesco, la creación de un nuevo rumbo familiar, la venta y el

arrendamiento de los montes. 41 Los padres comenzaban a llevar a sus hijos varones

al rumbo familiar desde que eran pequeños. De esta manera, los varones jóvenes

aprendían las labores agrícolas, conocían las rutas para llegar a sus rumbos, y a

reconocer los montes usufructuados por otras familias. Cuando crecían y se 40Farriss, La sociedad maya, 216-217; Landa, Relación de las cosas, cap. XXIII, 40, decía que ‚los que no tienen gente suya para hacerlas‛, es decir, con suficiente número de familiares, ‚júntense de 20 en 20 o m{s o menos, y hacen todos juntos por su medida y tasa la labor de todos y no la dejan hasta cumplir con todos‛. Esta forma de trabajo colectivo era conocido como mulmenyah. Ortiz Yam, ‚Comunidad‛, 216-221. La ayuda mutua entre los parientes aún persiste en la actualidad, véase Terán y Rasmussen, La milpa, 185-187. 41En la actualidad, en pueblos del sur y oriente de Yucatán el acceso a los montes del ejido está organizado por grupos de parentesco. Al respecto véase Terán y Rasmussen, La milpa, 185-187. Quintal Avilés, ‚Solares, rumbos y pueblos‛, 335-341, detectó que en el ejido del pueblo de Chacsinkín, al sur de Yucatán, existían diez rumbos, donde cultivaban grupos de campesinos emparentados. En el pueblo de Dzitás, Flores Torres, Los mayas yucatecos, 56-64, identifica un total de siete rumbos: el norte con 45 usufructuarios, el sur con 31, el oriente con 39, el poniente con 45, el norte-poniente con 17, el poniente-norte con 9 y el oriente-sur con 13. Señala que es común encontrar que los Moes (familia Moo) o cupules (Cupul), Chan, Chablé ‚ocupaban‛ *<+ tal o cual rumbo. Cada rumbo se divide en sub-rumbos, tablajes y parajes. Este autor menciona que los grupos de parentesco imponen la organización en los recursos productivos en los pueblos ubicados al centro-oriente de la península. Por esta razón, explica Flores, los administradores ejidales no reciben de forma regular de la mayoría de los milperos las solicitudes de tumba y los impuestos por cada hectárea utilizada anualmente como lo ordena la ley agraria, y añade que las administraciones ejidales se adecúan a este principio organizacional para aplicar los programas del gobierno, y acude a estas redes de parentesco para la limpieza de los ejidos, las asambleas ejidales y la repartición de los trabajos colectivos.

Page 41: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

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casaban comenzaban a cultivar en los rumbos de su padre y transmitían el mismo

conocimiento a sus hijos varones. Por ejemplo, en 1777 la familia Hoil del pueblo

de Cuzamá usufructuaba los montes denominados Nohcacab. En ellos habían

cultivado Bernardino Hoil, su hijo Buenaventura Hoil y los hijos de éste Diego y

Juan Santiago ocupaban, para entonces, dichos montes.42

Sin embargo, este orden patrilineal para acceder y conservar los rumbos no

era hermético. En determinadas circunstancias los varones podían trabajar en los

montes de la familia de sus esposas y/o madres. En 1685 Julio Kú relató que su

difunto suegro Pedro Cob le había concedido el acceso a los montes de su rumbo

familiar porque ‚mi padre político *<+ no tiene hijos‛ varones. Sobre los montes

dijo ‚me dieron una tabla de monte que se halla *<+ al sur del pueblo con la

misma orilla del camino de Francisco de cien mecates de montes que se hallan al

oriente del pueblo *<+ que tiene un pozo en cueva que tiene dentro y al norte de

este pozo es de mi padre político Pedro Cob [<+ que me endonó‛.43 Para 1685

dichos montes eran cultivados por Julio Kú y su hijo Andrés Kú. Los huérfanos de

padre accedían a los montes de su abuelo materno y al mismo tiempo a los montes 42Diligencia de concesión de 2,400 pesos hecha a don Juan José Delgado sobre sus haciendas Chunkanán y Xmac (1802), en AGN, Bienes nacionales, 12, exp. 70. 43El testimonio de Juan Kú es significativo porque pocas veces las evidencias explican en qué circunstancias un individuo recibía el derecho de usar de los montes usufructuados por otros grupos familiares. Juan Kú señalaba que además de los que había recibido de su suegro, recibió montes en los rumbos de su padre, y por ayudar a Julio Xul, éste le otorgó el permiso para acceder a sus rumbos. Véase Litigio entre el cacique y justicias de Telchac y Francisco Sabido sobre unas tierras que los primeros reclaman en propiedad (1815), en AGEY, Colonial, Tierras, vol. 1, exp. 15. Otro testimonio de un suegro concediendo montes a su yerno lo encontramos en Traslado de documento de tierras (1805), en AGN, Tierras 1359, exp. 5. En la primera mitad del siglo XVIII, en fecha que no se sabe, Pedro Noh casado con Jacoba Chim tuvo acceso a los montes Cheb y Citinkabil ubicados en los rumbos de su suegro.

Page 42: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

21

de su abuelo paterno. Es así como a través de los vínculos de parentesco, las

familias cuidaron sus derechos preferenciales sobre los montes, sus milpas y los

demás productos de la selva, incluyendo los animales de caza. Asimismo

perpetuaban y garantizaban el acceso a los rumbos a sus descendientes, aunque

permitían la presencia de extraños como lo evidencia un caso tardío. En 1807 el

cacique de Homún, don José May, señalaba que los Nohes permitían a los

agricultores entrar a los montes de Cheb para cultivar sus milpas.44

Es importante destacar que las familias gozaban de un derecho preferencial

para usufructuar los montes, pero no tenían el dominio pleno de ellos, es decir, no

eran sus propietarios. En cambio, consideraban suyo los productos del trabajo

invertido en el monte como las milpas, los apiaros, los cacaotales, los árboles

frutales que cultivaban, los pozos que abrían y las mejoras materiales tales como la

construcción de una casa de paja o un corral. Los solares también eran

considerados mejoras permanentes. Nancy Farriss señala que las familias obtenían

derechos definitivos sobre los solares por derecho de ocupación, o bien mediante

otro procedimiento formal aún no documentado.45

Con el fin de ilustrar el hecho que los mayas se consideraban dueños de de

las mejoras realizadas en el monte, observemos un litigio emprendido por

miembros de la familia Ucán contra Isidoro Cocom en el pueblo de Teya a finales

del siglo XVIII. En 1791 Isidoro Kú, Cipriano Ucán, Isidoro Ucán y José Ucán

solicitaron a Isidoro Cocom que abandonase el solar ‚porque lo queremos para que

vivan nuestros hijos‛. Cocom aceptaba dejar el solar siempre que le pagasen ‚la

casa y todos los sembrados que tiene a cuatro reales cada tronco‛. Los Uc{n

señalaron que ‚sólo pagar{n los {rboles útiles que haya sembrado y no los que sin 44Traslado de documentos (1805), en AGN, Tierras, vol. 1359, exp. 5, ff. 45v-46v. 45Farriss, La sociedad maya, 426-427.

Page 43: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

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su industria ni trabajo‛ se encontrasen en el lugar. Al no llegar a un acuerdo, la

república de indios de Teya realizó un inventario y se averiguó que había 10 matas

de guano ‚crecidos y cinco medianos‛, ‚diez ramones y un *{rbol de+ copo‛, dos

árboles de jícaras, uno de mamey, otro de lima, siete árboles de zapote, un mecate

de henequén, una casa de media vida, todo con un valor de ‚13 pesos, 2 reales‛.46

A través de este caso, podemos observar que el conflicto entre los Ucán y Cocom

no era por la propiedad de la tierra ni del predio. Cocom se consideraba dueño de

todos los productos que con su trabajo había logrado y lo que deseaba era una

retribución por sus árboles y las mejoras materiales realizadas. En los testamentos

indígenas es bastante común encontrar a los jefes de familia heredando el producto

de su trabajo en los montes, es decir, los árboles frutales, las milpas y los pozos.

Felipe Noh de Homún le dejó a su mujer ‚el pozo nombrado Cheb en que tengo

sembrado mis pl{tanos‛.47

Ahora bien, los milperos no se sustrajeron de la propiedad privada. Existen

evidencias suficientes, especialmente del siglo XVIII, de que algunos grupos

familiares se convirtieron, de acuerdo al régimen jurídico vigente, en legítimos

propietarios de sus rumbos mediante el reconocimiento formal de sus caciques y

cabildos indígenas. Se trataba de un mecanismo simple que consistía en la entrega 46Diligencias promovidas por Isidoro Kú y otros indios de Teya sobre la propiedad de su solar con casa en dicho pueblo (1791), en AGEY, Colonial, Tierras, vol. 1, exp. 4. 47Traslado de documento de tierras (1805), AGN, Tierras 1359, exp. 5. Año 1805, ff. 21-22v. En el siglo XVII Sánchez de Aguilar, Informe contra indolorum, 148 observó la posesión que un grupo familiar tenía sobre los productos cultivados en los montes cuando escribió ‚y los cupules tienen huertas‛. En su estudio sobre la propiedad, Pipes anota que entre los habitantes de la Sierra Popoluca, en México, los árboles tenían dueño pero no la tierra en la que crecían. La propiedad sobre la tierra en esta región comenzó cuando se introdujo la cultura del café, que requirió de un cultivo intensivo. Pipes, Propiedad y libertad, 123.

Page 44: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

23

de ‚papeles‛ que los caciques y sus cabildos elaboraban, casi siempre en lengua

maya, a favor de los indígenas de sus pueblos. Algunos mayas elaboraron

testamentos, con los cuales sus herederos pudieron demostrar los derechos de

propiedad sobre un monte, pozo o solar. Dichos testamentos como los ‚papeles‛

expedidos por los caciques se constituyeron en escrituras cuya validez no fue

objetada por las autoridades coloniales.48

La propiedad privada es claramente producto de la experiencia colonial.

Arturo Güémez Pineda sugiere que la transición por la que pasaron los mayas de

una asociación política personal a una asociación política territorial con base en los

pueblos, debió modificar sustancialmente las costumbres de la población indígena

con respecto a la posesión y usufructo de los recursos naturales. Esta certera

apreciación, deja al descubierto la necesidad de un estudio pormenorizado sobre la

aparición de la propiedad privada entre los mayas yucatecos. Es decir, cómo los

derechos preferenciales de los que gozaba un grupo familiar para usufructuar los

montes fueron reemplazados paulatinamente por los derechos de propiedad. Un

punto de partida para dar respuesta a este fenómeno sería el estudio del origen de

los ‚papeles‛ expedidos por los mismos caciques y las repúblicas, su estudio quizá

nos permita entender el contexto en el que surgieron y sobre todo la necesidad que

tuvieron los grupos familiares de dichos documentos.49

48Güémez Pineda, ‚El poder de los cabildos mayas‛, 714-715, 722-727. 49Sin duda un tema tan complejo requiere de más variables a considerar. Uno muy importante es la demanda de mercado de tierras, especialmente a partir del siglo XVIII, cuando el crecimiento de la actividad ganadera dio lugar a la fundación o expansión de las estancias, haciendas y ranchos ganaderos. Muchos de los productores ganaderos compraron, permutaron y arrendaron terrenos a los caciques y las repúblicas indígenas. Otro asunto importante es el análisis de la legislación colonial.

Page 45: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

24

Sin embargo, en lo que a esta investigación concierne, las nuevas formas de

tenencia o propiedad que fueron apareciendo en el periodo colonial y en el siglo

XIX, en las que los grupos familiares se convertían en propietarios de los montes

que usufructuaban o algún miembro de la familia se volvía propietario de una

estancia o rancho, no invalidaba ni desaparecía los derechos preferenciales de los

demás grupos familiares que, sin documento alguno, continuaban desplazándose a

los montes que cultivaban de generación en generación. Sin embargo, los derechos

de propiedad se volvían necesarios cuando los miembros del grupo familiar

decidían vender parte de sus montes, pozos o algún otro recurso a los españoles o

criollos. A mediados del siglo XVIII, el gobierno colonial había establecido un

estricto procedimiento para que los indígenas pudiesen vender sus tierras a

integrantes de otros grupos étnicos. Primero, los indígenas debían contar con la

anuencia de su cacique y del procurador general de naturales. Segundo, este

último funcionario debía solicitar la licencia correspondiente al gobernador para

efectuar la venta; y tercero, los indígenas debían demostrar que tenían pleno

derecho de la propiedad de los recursos que deseaban vender así como expresar

las razones que motivaban su venta.50 En tal circunstancia, los miembros del grupo

familiar acudían a sus autoridades indígenas para que les expidiesen los ‚papeles‛

donde constara que tenían los derechos de propiedad sobre los montes, pozos o

solares que deseaban vender.51

50Para un estudio profundo sobre la venta que realizaron los mayas yucatecos a españoles y criollos entre 1750 y 1821 véase el artículo completo de Güémez Pineda, ‚El poder de los cabildos mayas‛. 51Güémez Pineda, ‚El poder de los cabildos mayas‛, 726. Este autor explica que el papel que expendían las autoridades indígenas no eran más que un testimonio sencillo como el siguiente ‚El cacique, los justicias, los regidores y escribano del pueblo de Santiago Dzan, certificamos haber comparecido en esta audiencia ante

Page 46: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

25

Los siguientes casos corresponden a la ventas que indígenas realizaron a

españoles y criollos de la segunda mitad del siglo XVIII. Sin embargo, lo que nos

interesa destacar de estos casos es la presencia de los grupos familiares en la

decisión e intervención en la venta de sus rumbos familiares. La venta de una

fracción de monte del rumbo familiar o de un pozo era una decisión que tomaban

todos los miembros del grupo familiar. En 1766 los jefes de la familia Suluu del

pueblo de Sitilpech, quienes decidieron vender un pozo llamado Copax diciendo:

‚los de Ahdzul{ queremos todos en común vender un pozo *<+ y nosotros Marcos

Suluu, Simón Suluu, Gervasio Suluu, Joseph Suluu, Pablo Suluu, Manuel Suluu,

Bernardino Suluu y Jacobo Suluu‛.52 Años más tarde, en 1771, en el pueblo de Tekit

los jefes de la familia Zun decidieron vender un pozo ubicado en los montes

denominados ‚Sus‛ y dijeron: ‚yo Andrés Zun e Ignacio Zun y Eusebio Zun con

Yacob Zun y Francisco Zun que hemos vendido los montes de Sus con su pozo por

25 pesos‛.53

Su decisión de vender estaba motivada, casi siempre, por momentos de

crisis. Ejemplo de ello es la venta que realizaron en 1785 los hermanos Felix y

Sepherino Chablé sencillo del pueblo de Cheltún perteneciente a Acanceh. Los

hermanos decidieron vender el paraje Kabcan en 15 pesos al capitán Domingo

Zapata ‚para sostenerse en la escasez en que al presente se hallan‛. Los Chablé

nosotros Diego Ná de este mismo pueblo a pedir le diésemos testimonio de sus montes *<+ esta es la verdad lo que firmamos a 15 de diciembre de 1773. 52Certificación de una venta realizada en 1766 por los indios Suluu a Gervasio Xool (1766-1769), en AGEY, Notarías, Protocolos, no. 12 ff. 50-50v. 53Certificación de una venta realizada en 1771 por los indios Zun a Felipe Alonso (1786-1787), en AGEY, Notarías, Protocolos, caja 9, vol. 22, ff. 180-184.

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26

vendieron parte de los montes de su rumbo familiar y conservaron ‚siete tablajes

*<+ para construir su milpa‛.54

En cada una de estas ventas, los jefes de la familia extensa procuraban

proteger sus mejores montes, por lo que siempre vendían pozos y montes que

habían dejado de cultivar. En 1780 los miembros de la familia Ek del pueblo de

Tipikal vendieron el paraje Xtucí al español Antonio de la Torre porque ‚ya estaba

viejo *el monte+ y sin poder cultivar‛. En 1797, Juan de la Cruz Moo del pueblo de

Sinanché vendió un paraje que se encontraba junto a una hacienda ganadera. Moo

consideró que de cultivar dichos montes ‚sería pasto del ganado y caballar‛ por lo

que señaló que no era ‚para labrar ni menos para arrendar‛.55 En otras palabras

cuando la necesidad los orillaba a vender, los jefes del grupo familiar procuraron

deshacerse de los recursos inútiles para la agricultura; y conservaban los montes

que requerían para la milpa y que habrían de aprovechar sus descendientes.

La decisión de vender del grupo familiar, aunque en ocasiones, en el

documento de venta únicamente aparecía el nombre de una persona que actuaba

en representación de los demás jefes del grupo, es decir, con el consentimiento y

aprobación del resto de los varones. De no contar con la anuencia de los demás

54Diligencias que realizan los hermanos Félix y Sepherino Chablé para legalizar la venta de un tablaje de tierras (1785-1786), en AGEY, Notarías, Protocolos, libro 21, ff. 320-323. 55Certificación del cabildo de Sinanchén a favor de Juan de la Cruz Moo de la propiedad de un pedazo de tierra (1797), en AHC, CX.I, tomo 4 documentos 148. Un caso similar a los arriba descritos, lo encontramos en 1805 en el pueblo de Chicxulub. Bernardo, Juan y Gaspar Tun decidieron vender a Francisco Heredia y Vergara ‚un pedazo‛ de montes. Señalaron que ‚el paño que pretendían vender no les era de provecho por *ser+ puro poché‛. Con el dinero de la venta los Tun realizarían sus labranzas. Certificación de la venta realizada por los indios Tun a Francisco Heredia (1805-1806), en AGEY, Notarías, Protocolos, lib. no. 81, ff. 239-245.

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27

jefes del grupo familiar, éstos podían desconocer y reprobar la venta realizada. En

1750 don Matías Puc tomó la decisión personal de vender uno de los tres tablajes

de montes denominado Cheb Txul a los que tenía derecho de usufructuar con ‚sus

parientes y descendientes de todos. Matías consideró que vendía el monte que le

correspondía a él y a ‚sus sucesores‛ y realizó la venta sin el consentimiento de los

demás miembros de la familia. No pasó mucho tiempo, cuando sus sobrinos

Antonio y Juan González Puc impugnaron dicha transacción y lograron nulificarla.

En tanto que Matías Puc fue obligado a devolver el dinero que había recibido. De

este modo, el tablaje de monte regresó al rumbo familiar ‚para todos los

parientes‛.56

Con la venta, los grupos familiares perdían sus derechos preferenciales

sobre sus rumbos, pero también desaparecían cuando las familias abandonaban el

pueblo o se extinguía su capacidad de cultivarlos. Entonces, el monte quedaba

disponible para que otro grupo o jefes de familia pudieran ocuparlos con anuencia

del cacique. En 1774 los montes ocupados por la familia Na del pueblo de Dzan se

encontraban abandonados porque los descendientes de Antonio y Manuel Na, se

hallaban ‚dispersos en distintas vecindades *<+ no pudiendo juntos poseer dicho

monte‛.57

La distribución de los montes entre los milperos estuvo condicionada por

criterios estrictamente sociales como el parentesco, propuesta que revela que los

recursos naturales estaban en manos de pequeñas corporaciones como eran los

grupos de parentesco o familias extensas y no de una corporación mayor como el

pueblo, entendido como entidad política y territorial. En tal sentido, el acceso a los

56‚Traslado de documento de tierras‛ (1812), en AGN, Tierras, 1359, exp. 5, f. 40. 57Certificación de la venta que realizan Manuel y Antonio Na (1774), en AGEY, Notarías, Protocolos, caja 6, vol. 13, años 1774-1777.

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28

rumbos familiares y la conservación de sus derechos preferenciales de generación

en generación estaba regulado por el grupo familiar, como se aprecia en los casos

de venta y arrendamiento, en donde la participación y el consenso de los jefes del

grupo familiar eran necesarios.

4. EL DOMINIO EMINENTE DE LAS AUTORIDADES INDÍGENAS

El papel de las autoridades indígenas requiere de una profunda revisión para

comprender su posición frente a los rumbos familiares, así como de la

administración y el control del monte y sus recursos. Para lo cual, es preciso partir

de una base que privilegie los lazos sociales y deje de lado la asociación territorial.

Sobre este punto, son pertinentes las propuestas de Bernardo García Martínez

derivadas de sus estudios en torno a la identidad espacial de los pueblos de indios.

Dicho autor establece una clara diferencia entre los conceptos de jurisdicción y

propiedad, los cuales le permiten sustentar que la capacidad de las autoridades

indígenas del centro de México para conceder tierras, agua o cualquier otro recurso

provenía de su derecho jurisdiccional y no de su condición de propietario. Sobre la

base de un marco interpretación que propone que los lazos sociales y los cuerpos

políticos se afianzaban sobre la base de un principio de asociación personal y no de

asociación territorial, García Martínez explica que la jurisdicción se refiere al

principio de asociación que fundamenta toda colectividad organizada

políticamente al expresar el alcance de los lazos reconocidos como legítimos en

cada asociación y el ámbito sobre el que se acepta el ejercicio de la autoridad

emanada de ella. Así, quienes encabezan la autoridad poseen la capacidad de

disponer de las personas y los recursos naturales o de sus servicios o productos.

Entre las manifestaciones concretas del derecho jurisdiccional se encuentra la

Page 50: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

29

facultad para demandar levas, tributos e impuestos, desempeñar funciones

administrativas y de justicias y el dominio eminente sobre la tierra, el agua y otros

recursos naturales.58

El dominio eminente es la fuente de concesiones y mercedes, dependiendo

del régimen jurídico vigente, de los recursos naturales ya sea en términos de

propiedad o de otra manera a cualquier grupo o individuo sujeto a un cuerpo

político. Después de la conquista, la Corona se reservó el derecho eminente sobre

las tierras baldías o vacantes, que no estuvieran cultivadas o que habían sido

abandonadas, las cuales podían conceder a los españoles que lo solicitasen

mediante mercedes reales, repartimiento y composiciones de tierras. Sin embargo,

frente a los indios la situación fue distinta ―asegura García Martínez―, pues

debido a la incapacidad jurídica de los españoles para la distribución de la tierra

―por pertenecer ese derecho al rey― los indios quedaron en la posibilidad de

continuar ejerciéndolo mediante sus usos y costumbres. Esta situación legal

permitió a los caciques y a las repúblicas indígenas mantener por largo tiempo el

dominio eminente sobre los recursos naturales y en el ejercicio de ese derecho

jurisdiccional vendieron, arrendaron, prestaron e incluso donaron montes,

sabanas, cenotes y pozos a caciques, indígenas, españoles, grupos familiares y

cofradías. 59

58García Martínez, ‚Jurisdicción y propiedad‛, 48. 59García Martínez, ‚Jurisdicción y propiedad‛, 48-49. Peset y Menegus, ‚Rey propietario‛, 563-599 ofrecen una amplia discusión sobre la condición del rey como soberano y poseedor del dominio eminente de los recursos naturales y agrícolas y no como propietario de todas las tierras americanas. Sustentados en las ideas jurídicas y teológicas de la época, ambos autores sugieren que ―en teoría― el rey tenía la regalía de conceder únicamente las tierras baldías o vacantes y respetaba las propiedades de los vencidos.

Page 51: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

30

A fines del siglo XVIII, las repúblicas indígenas encabezaban el gobierno de

los pueblos yucatecos. Estaban conformadas por el cacique y los demás miembros

del cabildo indígena, denominado repúblicas o justicias, como los alcaldes, los

regidores, el procurador y funcionarios menores tales como los alguaciles, los

tupiles, el alcalde de milpas y el alcalde de mesón. Los cargos del cacique y del

teniente de cacique eran vitalicios, pero a su muerte los subdelegados de

intendencia y el cura párroco conformaban una terna para que el gobernador

escogiera al sucesor. El resto de los funcionarios eran elegidos por los vecinos del

pueblo anualmente el día 1º de enero, como ocurría desde principios de la

Colonia.60

La concesión de montes o de otros recursos naturales de un cacique a otro

fue una práctica conocida entre los indígenas de México. Para el caso yucateco, la

escasa información disponible revela su existencia. A fines del siglo XVIII o

principios del siglo XIX, el cacique de Cenotillo concedió al de Cacalchén los

montes denominados Tanxikal que se encontraban cercanos al pueblo de Tunkás,

al oriente del noroeste peninsular. La circunstancia que motivó esta donación fue la

ayuda que prestaron los indios de Cacalchén a los de Cenotillo durante una

epidemia.61 Es importante precisar que no se trataba del otorgamiento de una

propiedad al cacique sino de la donación de derecho jurisdiccional sobre un monte

que sería disfrutado por la población de Cacalchén, como en efecto sucedió, pues, a

60Bracamonte, La memoria enclaustrada, 30-33. 61No sabemos con precisión qué epidemia fue la que padecieron los habitantes de Cenotillo. Se tiene noticia de una epidemia de ‚vómito de sangre‛ que en 1799 azotó en Yucatán. De 1800 a 1804, se padeció de hambruna a consecuencia de la sequía y la plaga de langosta. En 1807, un huracán provocó hambruna, y entre 1809 y 1810, los habitantes de la península padecieron de hambruna y una epidemia. Farriss, La sociedad maya, 108-109.

Page 52: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

31

finales del siglo XIX, los milperos de Cacalchén continuaban trasladándose a ellos

para ‚cortar huano, hacer sus labranzas y a proporcionase la madera que

necesitaban para la construcción de sus casas y para otros usos‛.62

Otra expresión del dominio eminente se observa en la concesión de montes

que hacía el cacique a los milperos. En 1657 don Juan Euán, cacique del pueblo de

Caucel, otorgó a algunos indios del barrio de Santa Catarina de dicho pueblo

‚montes para sí, para milpar y cultivar, para sustentarse, y para sus hijos y

herederos y para las dem{s personas que en adelante les sucediere *<+ para que

los gocen para siempre jam{s‛.63 De este modo, el cacique otorgó los derechos

preferenciales de los montes a los milperos del barrio de Santa Catarina y a partir

de ese momento, la responsabilidad de usufructuar, administrar y preservar dichos

montes recayó en los miembros de sus familias.

Cuando un rumbo familiar era abandonado por fallecimiento, enfermedad o

cambio de residencia de los milperos, el cacique podía entonces entregarlo a otro

grupo familiar para su usufructo. A mediados del siglo XVIII, aproximadamente,

don Julio Chin, cacique y sus justicias del pueblo de Telchac concedieron a Julio Ku

un ‚solar *que+ era montania‛ para cultivar. Dichos montes habían sido cultivados

por familiares de una anciana llamada Bernardina Couoh, pero se encontraban

desocupados porque, según confirmó la anciana, ‚no tenía quien lo milpase‛. Con

este argumento, el cacique Julio Chin decidió conceder a Kú el monte referido

62Véanse Ponce y Font, Informe en estrados y sentencia, pp. 19-20; Interdicto de recuperar la posesión promovido por la junta municipal de Cacalchén de un terreno situado en la jurisdicción de Tunkás. Juez el de primera instancia de Izamal (1890), en AGEY, Justicia, Civil, 183-E, exp. 66. 63Trasunto de cesión de tierras del común de Caucel a indios del barrio de Santa Catarina, Caucel a 23 de mayo de 1657, en AGN, Tierras, vol. 833, exp. 2, ff. 145r-147v.

Page 53: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

32

‚para que te puebles que habiéndose de poblarse en él, sea la mitad para uno y la

otra para ella y si te muriese ser{ para tus descendientes‛.64 Es probable que dicha

‚mitad‛ se refiriera a los productos de la milpa y no del monte como propiedad.

En otras palabras, en el ejercicio del dominio eminente, el cacique de Telchac

dispuso que los montes desocupados fueran cultivados por alguien ajeno al grupo

familiar que siempre lo había ocupado.

Ahora bien, a lo largo del periodo colonial, los caciques y sus justicias

ejercieron el derecho eminente para distribuir espacios agrarios entre los milperos,

y también para cubrir o solventar otras necesidades y demandas del orden

colonial. Es así como a finales del siglo XVII y las primeras décadas del siglo XVIII

las repúblicas indígenas jugaron un papel central en la fundación de cofradías,

pues en virtud de su dominio eminente donaban, prestaban o vendían pozos y

montes para la fundación de las estancias ganaderas de cofradías.65 Sirva como

ejemplo de lo anterior, el siguiente caso ocurrido a principios del siglo XVIII, en

fecha no precisa, cuando el cacique y los indios principales del barrio de

64Litigio entre el cacique y justicias de Telchac y Francisco Sabido sobre unas tierras que los primeros reclaman en propiedad (1815), en AGEY, Colonial, Tierras, vol. 1, exp. 15. 65Bracamonte y Solís, Espacios mayas, 157-159, menciona que además de la donación de los caciques y las repúblicas, las cofradías se fundaron con préstamos de indígenas particulares. Dichos autores ofrecen varios testimonios de indios que otorgaban temporalmente pozos para la cofradía de su pueblo y que se reservaban ‚para sí y sus descendientes el directo dominio‛ de dicho recurso. Lo m{s probable es que se trate de un jefe de familia otorgando temporalmente determinado espacio de su rumbo familiar, el cual pretendía conservar para sus descendientes. Para un estudio pormenorizado sobre el origen y la función de las cofradías en el periodo colonial, véase a Farriss, La sociedad maya, 412-423.

Page 54: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

33

Campechuelo de la villa de Campeche concedieron en préstamo el pozo Cumpich

para la cofradía de la virgen del pueblo de Lerma.66

Este dominio eminente posibilitó a las autoridades indígenas expedir los

papeles con los cuales los miembros del grupo familiar amparaban los derechos de

propiedad sobre un monte, pozo o solar que deseaban vender. Por su parte, las

autoridades indígenas vendían o arrendaban montes, pozos y demás recursos

naturales a los españoles para cubrir algunas necesidades urgentes como pagar el

tributo, sortear la escasez de granos tras la pérdida de las cosechas o realizar

mejoras de infraestructura en el pueblo como la construcción de caminos, norias y

pozos. Es importante decir que los caciques y las repúblicas indígenas únicamente

vendieron, arrendaron o permutaron a los españoles los montes que no eran

cultivados o usufructuados por ningún individuo o familia o que no eran aptos

para la actividad agrícola. Por ejemplo, en 1733 el cacique y los principales del

barrio de Cumpechuelo vendieron a Leonardo de Torres el pozo Chumpich en 40

pesos para la fundación de una estancia ganadera. Las autoridades indígenas

consideraron conveniente la venta de Chumpich, situado a tres leguas del barrio,

porque físicamente era inútil para los cultivos por ‚no tener *<+ monte que poder

milpar‛. Con el dinero de la venta, el cacique y sus justicias planeaban pagar los

tributos que no habían podido sufragar por causa de la epidemia de 1726-1727 y la

hambruna de 1730.67 En 1735 el cacique y la república indígena del pueblo de

66AMC Trasunto de un documento de venta de tierras del barrio de Campechuelo s/f, caja 1, exp. 1, ff. 11v-14v, citado por Bracamonte, Los mayas y la tierra, 77-78. 67Este caso es descrito ampliamente por Bracamonte, Los mayas y la tierra, 77-78. Además reproduce parcialmente el trasunto del documento que entregaron los indígenas al comprador Leonardo de Torres. AMC (Archivo municipal del estado de Campeche), Trasunto de un documento de venta de tierras del barrio de Campechuelo s/f, caja 1, exp. 1, ff. 11v-14v.

Page 55: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

34

Umán autorizaron la venta de un terreno a Francisco Loaisa, dueño de la hacienda

Chich, con la condición de que los indios de Umán y sus parcialidades, Dzibikak y

Dzibikal, continuaran usufructuando los ‚guanos, cedros, *y+ rollisos‛ de dicho

terreno. Para garantizar la perpetuidad de este acuerdo, las autoridades indígenas

advirtieron al comprador que de vender la hacienda Chich el nuevo propietario no

debía impedir ‚el que corten esta madera‛ los indios de Umán, Dzibikak y

Dzibikal ; de lo contrario, las autoridades reclamarían la devolución de los montes

y devolverían el dinero.68 En 1783 el cacique y justicias del pueblo de Maxcanú

vendió al cura Manuel Joseph Gonz{lez un pozo llamado Chunhucmil con ‚media

legua de tierras por cada viento‛, en 200 cargas de maíz. El cacique aseguró que

con la venta del pozo no perjudicaba a nadie, pues estaba desocupado y no había

en el pueblo ‚indio que lo compre por no poder servir para milperías por ser

sabanas‛.69 Con el pago, las autoridades iniciarían ‚un pocito que sufragaría para

todo tiempo‛.70 En el ejercicio de su derecho eminente, las autoridades indígenas

también arrendaban los montes a los españoles. En 1796 el cacique y justicias del

pueblo de Maxcanú otorgó en arrendamiento el sitio San Juan Actún a Esteban de

Sosa, quien había fincado una cría de ganado y caballos, y cultivado maíz. Las

autoridades indígenas recibían en pago ‚a final de cada tercio *<+ sus respectivas

cargas, dándoles prestado en los tiempos de escasez de grano los que han

68Expediente en que consta el apeo o deslinde de las tierras de la hacienda nombrada San Bernardo Chich de doña Nicolasa Lara situada en términos de Kopomá, (1818), en AGN, Tierras, 1419, exp. 2, f.7. 69Venta realizada por la república de Maxcanú a Manuel Joseph González (1783), en AGEY, Notarías, Protocolos, caja 8, vol 19, ff. 219v, 221. 70Venta realizada por la república de Maxcanú a Manuel Joseph González (1783), en AGEY, Notarías, Protocolos, caja 8, vol 19, ff. 219v, 221.

Page 56: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

35

necesitado para su subsistencia.71 Puede decirse que las repúblicas indígenas

vendieron y arrendaron sus recursos para solventar alguna necesidad, bajo

determinadas circunstancias y dinámicas que buscaban no afectar los espacios

agrícolas de la población. De lo contrario, la venta se desconocía como se aprecia

en el siguiente ejemplo, del siglo XIX. En 1831, el cacique del pueblo de Tecoh,

Santiago Chablé, vendió unos montes pero el resto de la república indígena

desconoció la transacción porque estaban ocupados con las milpas de varios

indígenas.72

Las repúblicas indígenas tuvieron una larga presencia en los pueblos. En

1812 desaparecieron formalmente al instaurarse los ayuntamientos

constitucionales como órgano de gobierno de los pueblos. Sin embargo, ante la

incapacidad de las autoridades municipales para colectar el dinero de las

contribuciones entre la población indígena, las repúblicas indígenas fueron

reinstauradas el 26 de julio de 1824 en el gobierno de los pueblos, pero con

facultades acotadas y subordinadas a los cuerpos municipales. Las repúblicas

indígenas sobrevivieron hasta 1868 y durante ese tiempo ampliaron su influencia

política al desempeñar importantes tareas en el proceso privatizador de los

terrenos denominados baldíos durante la primera mitad del siglo XIX, como

verificar si los terrenos denunciados por los particulares eran, efectivamente,

71Petición de Esteban Sosa, en AGEY, Notarías, Protocolos, libro 54, ff. 1r-2v. 72Representación de los vecinos del pueblo de Tecoh, pidiendo que se nombre un comisionado que informe sobre la venta de tierras de dicho pueblo, por el cacique don Santiago Chablé (1831), en AGEY, Tierras, vol. 1, exp. 23. Los esfuerzos de las autoridades indígenas por cuidar los espacios agrícolas de los milperos, no impidió los continuos agravios que sufrirían las milpas de los indígenas por el ganado de las estancias y ranchos que pastaban libremente y destruían los cultivos. Este fenómeno está ampliamente documentado y estudiado por Güémez Pineda, Liberalismo en tierras del caminante, 63-66, 148-156.

Page 57: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

36

baldíos. Sin embargo, el papel más relevante de las repúblicas en la primera mitad

del siglo XX fue su actuación como opositoras de la venta de los montes como

terrenos baldíos, asunto que analizaremos en el siguiente capítulo de esta

investigación.73

A lo largo de estas páginas se demostró que dadas las condiciones del

medio físico peninsular el recurso agrario se encuentra en la vegetación y no en la

tierra. La selva yucateca, conocida como monte, contiene los elementos fértiles

necesarios para la agricultura y es proveedor de infinidad de productos necesarios

para la subsistencia. Esta distinción resulta fundamental para comprender la

importancia que tenía el monte para los milperos de Yucatán, lo que nos permite

entender el proceso agrícola itinerante de los milperos y la forma en que poseían y

administraban dicho recursos agrícolas. Sobre este punto, se explicó que los

vínculos de parentesco desempeñaron un papel central en la posesión y

distribución del monte entre los milperos, pues el acceso a dichos recursos estuvo

condicionado por grupos familiares, quienes poseían derechos preferenciales sobre

los montes que usufructuaba. Aun cuando en el periodo colonial fueron

apareciendo distintas formas de tenencias como la propiedad privada, los derechos

preferenciales de los grupos familiares para acceder a los montes no perdieron su

vigencia. Los milperos de fines del periodo colonial y del siglo XIX se desplazaban

por los montes y se dirigían a sus rumbos familiares para cultivar. Esta propuesta

sugiere que los recursos naturales estaban en manos de corporaciones pequeñas

como son los grupos de parentesco o familias extensas y no de las corporaciones

políticas, es decir, de los pueblos. De modo que las ‚tierras comunales‛ o mejor

dicho ‚las tierras del pueblo‛ o de ‚la corporación‛ como se le denominan a los

73Güémez Pineda, Mayas, gobierno y tierras, 115-151; 211-232; 278-289.

Page 58: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

37

recursos de los pueblos son entidades desconocidas en Yucatán. El conocimiento

sobre los montes y la relación que mantenían los milperos con dichos recurso nos

permitirá comprender el impacto del proceso privatizador que tuvo lugar en el

último cuarto del siglo XIX, la percepción que tuvieron los milperos de los pueblos

y sus estrategias para enfrentarlo y esquivarlo como veremos en el siguiente

capítulo.

Page 59: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

38

Fotografía 1

El suelo calcáreo y el monte

Fotografía de Christian H. Rasmussen

Page 60: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

39

Fotografía 2

La cosecha de la milpa

Fotografía de Christian H. Rasmussen

Page 61: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

CAPÍTULO II

LOS MILPEROS FRENTE A LA PRIVATIZACIÓN DE SUS MONTES, SIGLO XIX

La privatización de la tierra constituye uno de los proyectos más importantes de

los gobiernos liberales del siglo XIX, su objetivo era transformar la antigua

estructura de la propiedad y dar mayor movilidad a las tierras tanto corporativas

como baldías. Sin embargo, la profusa legislación privatizadora, por sí misma, no

hubiera alcanzado los resultados esperados sin el crecimiento de las exportaciones

mexicanas y el desarrollo de un mercado interno que demandaba la producción de

materias primas entre las que destacaba la agricultura comercial. El presente

capítulo aborda el proceso privatizador de los terrenos baldíos de la segunda

mitad del siglo XIX en el noroeste yucateco, donde tenía lugar el desarrollo de la

agroindustria henequenera. Se busca destacar la perspectiva de los milperos del

proceso privatizador mediante el estudio de sus estrategias y acciones para la

defensa de los montes que usufructuaban, y cómo los criterios familiares para

acceder a los recursos agrícolas ―analizados en el capítulo anterior―

obstaculizaron las ventas de los terrenos baldíos.

Por su extensión, el capítulo se divide en dos partes. En la primera se aborda

la composición político-administrativa y demográfica del ámbito rural yucateco de

la segunda mitad del XIX. En esta época, el noroeste de Yucatán comenzó a

distinguirse como la zona más dinámica por los cambios políticos-administrativo,

la distribución de su población, el desarrollo de la industria agrícola y la presencia

de las propiedades privadas. En la segunda parte se tratará el proceso

privatizador.

Page 62: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

41

1. GOBIERNO INTERIOR Y POBLACIÓN DE YUCATÁN 1870-1905

En la Constitución de 1857 la federación y los estados fueron concebidos como dos

esferas autónomas que debían respetar sus competencias en los distintos niveles de

gobierno: municipal, estatal y federal. Las facultades de la federación quedaron

definidas en la Constitución, en tanto que las de los estados en sus propias

constituciones, en donde se debían sancionar los asuntos de justicia, de

administración civil y del gobierno de sus pueblos.1 En 1862 se expidió la

constitución yucateca con apego a la Constitución de 1857, y en ella se estipuló

cómo debía ser la organización municipal y la división política-administrativa de

los pueblos.

En la ley constitucional para el gobierno interior de los pueblos de 1862, la

administración política de Yucatán quedó organizada política y

administrativamente en 13 partidos: Mérida, Izamal, Valladolid, Tekax, Ticul,

Maxcanú, Motul, Tizimín, Espita, Peto, Sotuta, Bacalar y las Islas.2 Esta

organización, heredada de las antiguas subdelegaciones del régimen borbónico,

comenzó a sufrir importantes modificaciones a partir de los requerimientos

relacionados con la organización de la guardia nacional y fiscal del gobierno local.

Los cambios se concentraron en los partidos de Mérida, Izamal y Motul, situados

en el noroeste de la península, cuando varios de sus pueblos se convirtieron en

cabeceras de nuevos partidos. Por ejemplo, el 6 de julio de 1867 el H. Consejo de

gobierno con el objeto de organizar la guardia nacional del estado constituyó en

cabecera de partido al municipio de Temax, entonces perteneciente al partido de

1Hernández Chávez, La tradición republicana, 58; Carmagnani, “El federalismo liberal”, 152. 2En Ancona, Colección de leyes, II, 326.

Page 63: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

42

Izamal.3 Pocos días después, el 24 de julio, se erigieron cabeceras de partido a los

municipios de Hunucmá, Acanceh, Tixkokob y el puerto de Sisal para obtener un

mejor control de todos sus ramos, especialmente la recaudación de las rentas

públicas y el mejor arreglo de la guardia nacional. Como resultado del surgimiento

de estos nuevos partidos y los reacomodos políticos, desapareció el partido de las

Islas, cuya cabecera era la isla de Cozumel, y el número de partidos pasó de 13 a

16.4 El último cambio político-administrativo notable tuvo lugar el 18 de agosto de

1880 cuando el puerto de Progreso fue erigido en cabecera de partido del mismo

nombre, desplazando al antiguo puerto de Sisal.5 La nueva posición política de

Progreso respondió al importante papel que había adquirido en el terreno

económico, fiscal y comercial, pues se había convertido en el puerto de embarque

de todos los productos, especialmente del henequén, con una infraestructura que

se consolidaba día con día. Por ejemplo, era sede de la aduana y se iniciaba la

construcción de la vía férrea que lo uniría a Mérida.6 En ese mismo decreto de 1880

los demás partidos fueron ratificados. En la ley constitucional para el gobierno

interior de los pueblos del estado de 1905 se mantuvo con los mismos dieciséis

partidos, a saber: Mérida, Izamal, Motul, Hunucmá, Progreso, Maxcanú, Acanceh,

3En Ancona, Colección de leyes, III, 162. En otro decreto del 6 de julio de 1867, los pueblos de Temax y Tixkokob fueron erigidos en villas, a modo de premio, por los “importantes servicios que han prestado *<+ al restablecimiento del sistema republicano en este estado” y porque “por su población e industria merecen ser elevados a mayor categoría”, en Ancona, Colección de leyes, III, 162-163. 4En Ancona, Colección de leyes, III, 169-172. 5En Ancona, Colección de leyes, VI, 62. 6González Navarro, Raza y tierra, 183; Barceló Quintal, “El ferrocarril”, 33-38. Esta autora explica la forma en la que Celestún, Progreso y Sisal se disputaron la sede de puerto y por ende la construcción de las vías férreas.

Page 64: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

43

Sotuta, Tixkokob, Temax, Ticul, Tekax, Peto, Valladolid, Espita y Tizimín (cuadro 1

y mapa 1).7

CUADRO 1

EVOLUCIÓN DE LOS PARTIDOS EN YUCATÁN, 1862-1905

1862 1867 1867 1905

Mérida Mérida Mérida Mérida

Las Islas Hunucmá Hunucmá Hunucmá

Maxcanú Maxcanú Maxcanú Maxcanú

Motul Motul Motul Motul

Sotuta Sotuta Sotuta Sotuta

Izamal Izamal Izamal Izamal

Valladolid Valladolid Valladolid Valladolid

Espita Espita Espita Espita

Tekax Tekax Tekax Tekax

Peto Peto Peto Peto

Ticul Ticul Ticul Ticul

Tizimín Tizimín Tizimín Tizimín

Bacalar Temax Temax Temax

Tixkokob Tixkokob Tixkokob

Acanceh Acanceh Acanceh

Sisal Sisal Progreso Fuentes: Ancona, Colección de leyes, II, 326; Ancona, Colección de leyes, III, 169-172; Colección de leyes, IV, 8; Textos: Constitución política, 58.

7En Textos: Constitución Política, 58.

Page 65: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

44

Cada partido estaba presidido por un jefe político nombrado por el

gobernador y que era renovado cada dos años, aunque a partir del 1 de marzo de

1872 su permanencia en el cargo se modificó al decretarse que serían removidos

únicamente cuando el ejecutivo lo considerara conveniente.8 El jefe político tenía la

obligación de residir en la cabecera de partido y su función primordial era

mantener “el conducto de comunicación *con el gobernador+, dar el debido lleno a

sus disposiciones no contrarias a esta Constitución [local], publicar las leyes y

hacerlas cumplir en su respectiva demarcación”.9 En otras palabras, el jefe político

8En Colección de leyes, IV, 354. 9En Colección de leyes, IV, 25. En el siglo XIX, los jefes políticos desempeñaron un papel fundamental en la organización del poder. En Yucatán, durante el porfiriato, estos personajes coadyuvaron a aumentar la centralización del poder y mando de los gobernadores. A pesar de su importancia, los jefes políticos han sido

Page 66: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

45

servía de vínculo entre el ejecutivo estatal y las autoridades municipales de su

circunscripción. De esta manera, su presencia en la estructura de gobierno fue

imprescindible y contaba con amplias obligaciones y facultades. Diversos estudios

muestran que las responsabilidades de los jefes políticos estaban estrechamente

vinculadas a las necesidades locales de cada jurisdicción. Sin embargo, es posible

generalizar que para el último cuarto del siglo XIX, los jefes políticos centralizaban

el mando toda vez que se encargaban del cumplimiento de las leyes locales y

federales hasta el último rincón del territorio nacional y eran autónomos con

respecto a los ayuntamientos. Para fines del siglo XIX, los jefes políticos habían

logrado ampliar su influencia política y poderío local, no exento de abusos y

arbitrariedades.10

En Yucatán la ley para el gobierno interior de los pueblos de 1862 estableció

que para ocupar el cargo de jefe político era indispensable ser ciudadano yucateco

en el ejercicio de sus derechos, tener más de 25 años de edad y poseer un capital,

profesión o industria cuya producción no fuera menor a 300 pesos anuales.11 Las

escasamente estudiados. Un trabajo pionero sobre los jefes políticos de Yucatán es el de Laura Brondino “Colocar la pieza de una m{quina”, que analiza el proceso de selección en 1886 del jefe político de Tixkokob y la intromisión de los poderes federales, estatales y locales en dicho proceso. 10Un estudio sobre la evolución del marco legal que rigió la acción cotidiana de los jefes políticos de Coahuila lo ofrece Falcón, “Poderes y razones”; 341-369; Salinas, Política y sociedad, 70-73 analiza la estrecha relación que dichos personajes guardaron con los ayuntamientos en el Estado de México. El estudio de Guerra, México. Del antiguo régimen, I, 122-125 no es de corte regional, pero mediante casos concretos del norte, sur y occidente del país observa la capacidad de estos personajes para arbitrar conflictos, su aptitud de mando y para mantener el orden. 11En el artículo 7 de la Constitución política del estado de Yucatán de 1862 se definió como yucateco a todos los individuos nacidos en el estado, los de padres yucatecos aun cuando nacieran fuera del territorio, los naturales de los demás estados mexicanos que radicaran en Yucatán, los extranjeros que se naturalizaran

Page 67: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

46

obligaciones del jefe político, esencialmente administrativas, eran amplias: archivar

y cuidar los expedientes, leyes decretos, órdenes y demás documentos y papeles

recibidos durante su gestión; cuidar la tranquilidad pública; publicar y circular,

por medio de los ayuntamientos y juntas municipales, las leyes, decretos y

órdenes; agilizar la comunicación entre los gobiernos estatales y municipales;

vigilar que los ayuntamientos y demás autoridades locales cumplieran con sus

obligaciones sin exceder sus facultades; propiciar el establecimiento de escuelas de

primeras letras; tomar las medidas oportunas para que los vecinos de su partido

que residieran en el monte se sometieran a la autoridad más inmediata; combatir

la vagancia; elaborar informes para el gobernador sobre las recaudaciones

económicas de los ayuntamientos; cooperar en la organización de la guardia

nacional; la ejecución de ciertas tareas como arrestar a las personas que alterasen el

orden y la tranquilidad pública y presentarlas, dentro de 60 horas, ante el juez

competente; vigilar que ninguna persona sea obligada a aprestar servicios

gratuitos; visitar su partido al menos una vez al año; y conceder o negar a los

mexicanos y se avecindaran en el estado. Se señalaba también que la vecindad se adquiría por la residencia continua de un año en el estado y se ejerciera un arte, profesión o industria útil y honesta, pero se perdía si el individuo se trasladaba fuera del estado y con él su casa, trato o giro establecido. En el artículo 11 se establecía que los ciudadanos eran los yucatecos mayores de 18 años, si eran casados o de 21 años si eran solteros y tener modo honesto de vivir. Sus derechos quedaron definidos en el artículo 12: votar en las elecciones populares, ser votado para todos los cargos de elección popular y ser nombrado para cualquier otro empleo o comisión teniendo las cualidades que la ley establezca, asociarse para tratar los asuntos políticos del país; tomar las armas para la defensa del estado, de la República y de sus instituciones; ejercer en toda clase de negocios el derecho de petición y conservar su vecindad aunque saliera del estado a desempeñar cargos de elección popular o comisiones oficiales que le fueran conferidas por el Supremo Gobierno de la Nación. En Yucatán a través de sus constituciones, 73.

Page 68: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

47

menores licencia para casarse.12 En poco tiempo, las facultades y obligaciones del

jefe político crecieron en número y complejidad mediante innumerables decretos y

órdenes que los responsabilizaba, de una u otra forma, del registro civil, las

finanzas municipales, las cárceles, la guardia nacional, el comercio, del fomento

económico, entre otros asuntos. Al finalizar el siglo XIX, el jefe político era pieza

central en la estructura política y administrativa del gobierno yucateco, como

consta en el amplio marco legal contenido en la ley constitucional para el gobierno

interior de los pueblos del estado de 1905.13

Cada jefatura política tenía bajo su circunscripción a varios municipios,

representados por ayuntamientos y juntas municipales. La constitución del estado

de 1862, dispuso que los ayuntamientos se establecieran en ciudades, villas y

cabeceras de partidos, y se compondrían de un presidente, regidores y síndicos. El

número de estos dos últimos cargos dependería del número de habitantes.14 Los

aspirantes a dichos cargos debían ser ciudadanos yucatecos en ejercicio de sus

derechos, ser vecinos de la localidad, haber cumplido veinticinco años, tener

“modo honesto de vivir”, “saber leer y escribir”, y ser elegidos de manera popular

y directa.15 Parte de sus principales atribuciones era vigilar la policía, el orden y la

seguridad, encargarse de los asuntos de salubridad y de la promoción de diversos

temas como la agricultura, la industria, el comercio, la moralidad y las buenas

costumbres en su municipio. Los ayuntamientos debían exhortar y vigilar el

cumplimiento de las leyes del registro civil y las demás leyes vigentes. Les

correspondía formar un presupuesto de gastos anuales que debía ser aprobado por

12En Ancona, Colección de leyes, II, 327-329. 13En Textos: Constitución Política, 67-82. 14En Ancona, Colección de leyes, II, 329. 15En Ancona, Colección de leyes, II, 329.

Page 69: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

48

el gobernador y recaudar los fondos municipales, así como atender la limpieza y

aseo de las calles e imponer leves penas a los que protagonizaran escándalos y

rompieran el orden público.16

Las juntas municipales, dispuso la misma constitución de 1862, gobernarían

en todos los pueblos donde residieran cuando menos 16 ciudadanos en el ejercicio

de sus derechos.17 Dicho órgano municipal se compondría de tres vocales

propietarios y tres suplentes elegidos popular y directamente. La junta municipal,

como institución destinada al gobierno interior de los pueblos, surgió en 1824 y fue

ratificada en 1825 en la Constitución del Estado Libre de Yucatán. Su aparición

respondió a la necesidad de restringir el número de ayuntamientos formados a la

sazón de la Constitución gaditana de 1812, y con ello frenar el cobro de arbitrios y

malversaciones que los ayuntamientos realizaban con el recaudo. Con excepción

de las ciudades, las villas y las cabeceras de partido, los demás pueblos vieron

desaparecer al ayuntamiento y en su lugar fue instaurada la junta municipal. Sus

atribuciones eran similares a las del ayuntamiento, pero no estaban facultadas para

crear ingresos, recaudar ni administrar los caudales de propios y arbitrios. En el

caso de requerir alguna cantidad, las juntas municipales debían formar un

expediente para presentar al gobierno para que éste promoviera su aprobación en

el Congreso.18

16“Ley constitucional para el gobierno interior de los pueblos” (25 de abril de 1862), en Ancona, Colección de leyes, II, 331-337. 17Para ahondar acerca de los derechos y obligaciones de los ciudadanos yucatecos véase la “Ley constitucional para el gobierno interior de los pueblos” (25 de abril de 1862), en Ancona, Colección de leyes, II, 3941. 18Las juntas municipales se convirtieron en la institución municipal que gobernó la gran mayoría de los pueblos. En 1827, 168 pueblos estaban gobernados por juntas municipales, frente a 17 ayuntamientos. Las juntas municipales desaparecieron

Page 70: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

49

En 1862 existían 74 municipios en todo el estado de Yucatán, representados

por 14 ayuntamientos y 60 juntas municipales; para 1870, los municipios

disminuyeron a 72, 16 representados por ayuntamientos y 56 por juntas

municipales. Los ayuntamientos y las juntas municipales tenían la responsabilidad

de designar a las autoridades que administrarían las poblaciones pequeñas de su

jurisdicción, como pueblos, ranchos, rancherías y demás localidades. La ley

constitucional para el gobierno interior de los pueblos de 1862, por ejemplo,

ordenaba la designación de un comisario municipal en los pueblos con un mínimo

de ocho ciudadanos en el ejercicio de sus derechos que supieran leer y escribir.19

Para ocupar el cargo de comisario se requería ser ciudadano en el ejercicio

de sus derechos, ser mayor de 25 años, saber leer y escribir, tener algún oficio o

poseer un modo honesto de vivir y estar avecindado en el pueblo. Parte de sus

funciones era publicar y circular las leyes, decretos y órdenes que les solicitara las

juntas municipales o ayuntamientos; conservar el orden y la policía; crear las

condiciones que permitan el establecimiento de las escuelas de primeras letras,

vigilar que los ciclos de vida de la población (nacimiento, matrimonio y muerte) se

registrara y efectuara de acuerdo a las leyes e instituciones civiles, así como vigilar

el aseo de las calles y plazas públicas; evitar que la población se dispersara a los

montes, castigar a los vagos y a las personas “sin oficio conocido”; perseguir los

juegos prohibidos y la embriaguez, evitar que a los habitantes de su demarcación

fueran llamados a realizar trabajos forzosos, aun cuando les fuesen remunerados,

entre otras funciones. Todas y cada una de sus demás atribuciones las

durante el régimen centralista (1834-1839). Güémez Pineda, Mayas, gobierno y

tierras, 123-125. 19En Ancona, Colección de leyes, II, 339-342.

Page 71: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

50

desempeñaría con sujeción al ayuntamiento o junta municipal como delegados que

eran de ellas.20

En poblados más pequeños como ranchos o rancherías, con menos de

veinticinco familias, las autoridades municipales nombrarían alcaldes auxiliares.21

Los requisitos para ocupar el puesto de alcalde auxiliar eran los mismos para

cualquier otro cargo municipal, es decir, ser ciudadano, saber leer y escribir, ser

mayor de 25 años, tener residencia en la localidad, y poseer un oficio u otro modo

honesto de vivir.22 En 1870, la figura del alcalde auxiliar desapareció y en su lugar

se estableció la del comisario municipal para todas aquellas localidades “que por el

corto número de sus habitantes no haya el suficiente de personas que puedan

desempeñar los cargos públicos” de la junta municipal. Los comisarios tenían la

obligación de atender “todo lo relativo a la parte económica de la policía o buen

gobierno del pueblo y su comarca que se denominar{ sección municipal”.23

En 1905, bajo la administración de Olegario Molina, se decretó una nueva

ley constitucional para el gobierno interior de los pueblos del estado. Se consideró

la división del territorio para la administración política de los partidos en

municipios, secciones y agencias municipales. Los primeros, es decir, los

municipios, estarían representados por ayuntamientos y juntas municipales con

funcionarios nombrados por elección popular; los segundos, por un comisario y los

terceros, por un agente municipal.24 Un cambio importante registrado en esta

reforma constitucional consistió en la reformulación de los criterios para designar

cabeceras municipales, pues la categoría política (ciudad, villa y cabecera política) 20En Ancona, Colección de leyes, II, 339-342. 21En Ancona, Colección de leyes, II, 343-344. 22En Ancona, Colección de leyes, II, 343-344. 23En Colección de leyes, IV, 26. 24En Textos: Constitución Política, 63-66.

Page 72: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

51

de las localidades y el número de ciudadanos dejaron de ser requisitos para

nombrar a una localidad cabecera municipal. En su lugar se tomaron en cuenta el

número de habitantes y el de personas que supieran leer y escribir. De manera que

en aquellas poblaciones con 1 500 o más habitantes que contaban con 200 personas

que supieran leer y escribir se nombrarían a un ayuntamiento y en los que

poseyeran 100, una junta municipal.25 Otro cambio notable fue la pérdida de la

prerrogativa de las autoridades municipales de nombrar a las autoridades de sus

pueblos y localidades de su jurisdicción. Dicha responsabilidad fue trasladada al

jefe político, quien debía nombrar a un comisario municipal en todas aquellas

localidades que no poseían los requisitos mínimos para ser representadas por la

junta municipal o un agente municipal en todas las demás localidades pequeñas

como rancherías y predios rústicos.26

La medida anterior ampliaba la influencia política de los jefes políticos en

detrimento de la autonomía municipal toda vez que despojaba a los ayuntamientos

y juntas municipales de sus poderes jurisdiccionales sobre las localidades de su

circunscripción. No se han elaborado trabajos al respecto, pero es probable que esta

medida no fuera más que la formalización de lo que ocurría desde tiempo atrás,

tampoco conocemos el impacto que causó esta determinación en las autoridades

municipales, pero podemos apuntalar que la injerencia de los jefes políticos en los

procesos de designación de los comisarios municipales y agentes debió modificar

sustancialmente la dinámica política de los municipios al acotar las facultades de

los ayuntamientos y juntas municipales en las localidades donde se encontraban

asentadas, y vincular a los pueblos, representados por comisarios y agentes, a la

25En Textos: Constitución Política, 64-65. 26“Ley constitucional para el gobierno interior” (9 de octubre de 1905), en Textos:

Constitución política, 117-121.

Page 73: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

52

esfera estatal por la vía de los jefes políticos. En el cuadro 2 se aprecia la trayectoria

que siguió la estructura del gobierno municipal entre 1862 y 1905.

CUADRO 2

ESTRUCTURA DE LA ADMINISTRACIÓN MUNICIPAL, 1862-1905

1862 1870 1905

• Ayuntamiento • Ayuntamiento • Municipios (Ayuntamiento y junta municipal) • Junta municipal • Junta municipal •Secciones municipales (Comisario municipal) • Comisario municipal • Comisario municipal •Agencias municipales (Agente)

• Alcaldes auxiliares Fuentes: Ancona, Colección de leyes, II, 326-345; Colección de leyes IV, 8-26; Textos: Constitución Política, 69-121.

1.1 Composición de la población rural

El Censo general de 1862 ―el registro demográfico más generoso en información del

siglo XIX ― sugiere que la población disminuyó notoriamente después de la Guerra

de Castas (1847-1850). El cuadro 3 ofrece una comparación que estima el total de la

población de 1846 en 422 365 y para 1862 en 246 326 habitantes.27 En otras palabras,

a casi tres lustros del inicio movimiento social indígena, la población del estado

aún no se recuperaba de la tremenda pérdida. En el mismo cuadro se aprecia

también que los partidos de Mérida, Izamal, Motul y Maxcanú, situados al

noroeste de la península, eran los más poblados. En cambio, los partidos del

suroriente, Valladolid, Peto, Tizimín, Ticul, Sotuta, Espita y Tekax se encontraban

debilitados demográficamente debido a que parte de su población había perecido

27El cuadro 3 se elaboró a partir de un cuadro comparativo que ofrece Rejón, Censo

general de 1862. En el cuadro que aparece en el censo se asienta que el total de habitantes en 1862 era de 246 326. Sin embargo, esta cifra no coincide con la suma de las cifras ofrecidas en el mismo censo. Por esta inconsistencia, optamos por trabajar con las sumas obtenidas a partir de las variables que se refieren a la composición étnica de la población.

Page 74: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

53

durante la rebelión o emigrado a las espesas selvas del sur para no ser alcanzados

ni sometidos por el ejército y el gobierno yucateco.

CUADRO 3

POBLACIÓN DE YUCATÁN, 1846 y 1862

Partidos 1846 1862

Mérida 62 035 61 907

Izamal 40 652 37 765

Motul 31 444 32 955

Maxcanú 19 574 18 984

Espita 18 691 12 055

Valladolid 50 760 15 891

Tizimín 28 017 7 522

Ticul 37 192 17 798

Tekax 42 538 23 810

Peto 51 031 10 585

Sotuta 32 830 5 311

Islas 1 743

Bacalar 7 601

422 365 246 326* * Cifra obtenida a partir de la fuente: Rejón, Censo

general de 1862. Véase la nota 27 de este capítulo.

Sin embargo, a partir de 1862, Yucatán experimentó un crecimiento

demográfico sostenido. En 1869 el número de habitantes era de 282 934; en 1895,

294 806 y finalmente en 1900 la población total era de 309 652 habitantes. Los

partidos de Mérida, Izamal, Motul y Maxcanú, lograron mantener y en algunos

casos aumentar su densa población al igual que los partidos del sur y oriente, entre

los que destacan Ticul, Tekax y Valladolid, cuyas cabeceras se convirtieron en

centros económicos y políticos (cuadro 4). Para 1881 las cabeceras de partidos de

todo el estado tenían establecimientos comerciales tales como tiendas de abarrotes,

lencerías, ferreterías, boticas, tenerías; industrial como panaderías, jabonerías,

Page 75: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

54

destilerías, alfarerías; y talleres de artes y oficios como zapaterías, carpinterías,

herrerías, platerías, hojalaterías, talabarterías, barberías, sastrerías, entre otros.28

CUADRO 4

EVOLUCIÓN DE LA POBLACIÓN DE YUCATÁN

SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XIX

Partidos 1862 1869 1895 1900

Mérida* 61 907 42 141 53 156 60 156

Motul* 32 955 20 744 17 822 18 756

Izamal* 37 765 25 511 21 312 21 358

Tixkokob* 17 557 13 729 14 072

Hunucmá* 18 614 18 902 18 656

Maxcanú* 18 984 15 832 19 415 19 673

Acanceh* 22 258 23 632 22 677

Temax* 16 995 16 250 17 058

Progreso* 6 055 8 832

Espita 12 055 11 277 10 261 10 489

Tizimín 7 522 11 514 9 457 9 174

Valladolid 15,892 18 370 23 444 24 740

Peto 10 585 8 131 7 051 7 335

Tekax 23 810 15 073 18 489 19 757

Sotuta 5 311 11 313 9 402 9 855

Ticul 17 798 23 645 24 391 25 057

Sisal 3 959

Las Islas 1 743 2 038 2 007

Totales 246 326 282 934 294 806 309 652 Fuentes: Rejón, Censo general de 1862; Cirerol, Expediente de la visita oficial

del estado, documentos justificativos; Boletín de estadística, 1895; Censo de

población 1900. *Partidos del noroeste de Yucatán.

Para 1862 la distribución de la población yucateca era la siguiente: los

pueblos concentraban a 93 886 personas, es decir, 38% de la población total. En ese

28Véase a Baqueiro, Reseña geográfica, documento 5, en donde aparece un cuadro detallado de los establecimientos comerciales, industriales y los talleres de artes y oficios que existían en cada uno de los partidos en 1881.

Page 76: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

55

año existían 161 pueblos y para 1905 incrementó a 178. Eran localidades de origen

colonial, que habían surgido a mediados del siglo XVI como lugar de residencia

para la población indígena, mediante el proceso de reducción emprendido por los

franciscanos. En el siglo XIX, los pueblos aún guardaban varios de sus rasgos

coloniales como su trazado renacentista y el culto a sus santos patronos; sin

embargo, habían perdido su car{cter de “pueblos de indios” al poseer una

composición social compleja, en donde residían y convivían indígenas, mestizos,

descendientes de criollos y españoles. De acuerdo con el Censo general de 1862 en

los pueblos vivían 59 708 (64%) indígenas y 34 178 (36%) personas consideradas en

el censo como “blancas”.

Después de los pueblos, las haciendas eran las localidades de mayor

población. Estas eran localidades asociadas al desarrollo de la ganadería y la

agricultura comercial. El Censo general de 1862 estima la existencia de 1 042

haciendas en todo el estado y en ellas residían 60 191 personas, equivalente al 24%

de la población total. Pedro Bracamonte, en su estudio Amos y sirvientes, explica

que la caída del orden colonial contribuyó al desarrollo y crecimiento de las

haciendas. Demuestra que entre 1822 y 1847, en los partidos del noroeste, Mérida,

Maxcanú, Izamal y Motul, se consolidaron las haciendas dedicadas a la ganadería

y a la producción de maíz, henequén, frutas y hortalizas. En tanto que en los

partidos del suroriente de Yucatán y en el estado de Campeche proliferaron las

haciendas productoras de caña de azúcar, aguardiente, arroz, maíz y tabaco, y las

explotadoras de palo de tinte y maderas de construcción.29

La Guerra de Castas, iniciada en 1847, destruyó muchas haciendas,

especialmente del sur y el oriente del estado, e interrumpió su producción; sin

29Bracamonte, Amos y sirvientes, 63-91.

Page 77: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

56

embargo, tan pronto se restableció el orden a partir de 1850, el desarrollo de las

haciendas continuó su curso aunque con cambios notables. Las haciendas del

noroeste (Mérida, Izamal, Motul y Maxcanú) fueron las primeras en recuperarse,

pero su actividad ganadera comenzó a ceder el paso a la producción de maíz y

henequén para atender las necesidades de la población que se había refugiado en

esta parte del estado y satisfacer al mercado que demandaba fibra de henequén,

respectivamente.30

A las haciendas le sucedían los ranchos como espacio de residencia de 34

328 personas, es decir 14% de la población total. Después, las ciudades y las villas

con 30 293 (12%) y 19 570 (8%) habitantes respectivamente. Por último, los sitios,

puertos e islas eran asentamientos pequeños que concentraban al 2%, 1% y 1%,

respectivamente. El cuadro 5 ilustra la distribución de la población yucateca de

1862.

CUADRO 5

DISTRIBUCIÓN DE LA POBLACIÓN, 1862

Localidad Totales %

Pueblos 93,886 38

Haciendas 60,191 24

Ranchos 34,328 14

Ciudades 30,293 12

Villas 19,570 8

Sitios 5,269 2

Puertos 1,680 1

Islas 1,109 1

Total 246,326 100

Fuente: Rejón, Censo general de 1862.

30Bracamonte, Amos y sirvientes, 54-60.

Page 78: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

57

Dicho lo anterior, deseamos resaltar que para 1862 los partidos del noroeste,

Mérida, Izamal, Motul y Maxcanú, eran los de mayor dinamismo económico, al

situarse en ellos 65% del total de las haciendas en el estado. La distribución de su

población refleja este dinamismo. Los pueblos concentraban a la mayor parte de la

población, con 58 622 habitantes, lo que representaba 38% del total del noroeste, le

seguían las haciendas con 32% y después las ciudades con 15%. El rancho, que en

la distribución general de todo el estado ocupa el tercer lugar, en el noroeste se

sitúa hasta el quinto lugar con 5% de la población (cuadro 6).

CUADRO 6 DISTRIBUCIÓN DE LA POBLACIÓN

DEL NOROESTE* DE YUCATÁN. 1862

Localidades Total %

Pueblo 58,622 38

Hacienda 48,994 32

Ciudad 23,211 15

Villa 9,265 6

Rancho 7,330 5

Sitio 4,270 3

Puerto 969 1

Total 152,661 100 *Partido de Mérida, Izamal, Motul y Maxcanú. Fuente: Rejón, Censo general de 1862.

En 1862, las haciendas del noroeste yucateco no eran tan grandes en

población, pero en conjunto habían logrado concentrar 32% de la población total

del noroeste. ¿Cómo se distribuía la población en las haciendas? Predominaban las

haciendas con una población menor a 100 habitantes. Específicamente, existían 686

Page 79: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

58

de ellas en el noroeste, las cuales concentraban al 48.61% de la población total que

residían en las haciendas. En otras palabras, las propiedades de menor tamaño

concentraban a la mayor parte de la población que residía en las propiedades. Muy

por debajo, se encontraban las haciendas cuyos rangos de población rebasan los

200 habitantes. Por ejemplo, las haciendas que reunían una población entre 201 y

300 habitantes, apenas sumaban 17 y concentraban 8.54% de la población, y las que

tenían una población mayor a 800 habitantes eran dos, equivalente a 3.7% de la

población total que residía en las haciendas en el noroeste de Yucatán (cuadro 7).

CUADRO 7

HACIENDAS Y SU POBLACIÓN EN EL NOROESTE DE YUCATÁN, 1862

Rangos de población Número de haciendas Habitantes %

0-100 686 23,814 48.61

101-200 97 13,210 26.96

201-300 17 4,182 8.54

301-400 12 4,051 8.27

401-500 4 1,839 3.75

501-600

601-700

800 ó más 2 1,898 3.87

Sumas 818 48,994 100

Fuente: Rejón, Censo general de 1862.

2. LA DEFENSA DE LOS MONTES FRENTE A LA VENTA DE TERRENOS BALDÍOS

En esta segunda parte se examina el proceso privatizador de los terrenos baldíos.

Inicia con una síntesis de los aspectos que distinguieron dicho proceso en la

primera mitad del siglo XIX en el aspecto legislativo y en la forma en que

reaccionaron las autoridades municipales e indígenas de los pueblos. Lo anterior

no sólo nos permitirá establecer elementos de comparación con el proceso

Page 80: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

59

privatizador de la segunda mitad, sino observar la continuidad de ciertos

obstáculos y de sus soluciones, tal es el caso de la medición y distribución de los

ejidos. También se discutirá cómo los milperos enfrentaron el proceso privatizador,

haciendo énfasis en las estrategias que iban desde la súplica hasta los pequeños

motines para defender y conservar sus espacios agrarios.

2.1 Primera mitad del siglo XIX

En Yucatán el proceso privatizador inició con el decreto del 4 de enero de 1813

promulgado por las Cortes de Cádiz. Dicha decreto disponía la venta de todos los

terrenos baldíos o realengos “con arbolado o sin él” con excepción de los ejidos de

los pueblos. Este decreto permaneció vigente hasta 1824 y en este tiempo coincidió

con el crecimiento y desarrollo ganadero, que a la postre se convirtió en la

actividad económica más importante del estado y en la principal destinataria de la

política privatizadora de la primera mitad del siglo XIX.31 En 1824 la Constitución

federal concedió a los estados el derecho a formular sus propias leyes de

colonización de todos aquellos terrenos de la nación que no fueran de propiedad ni

pertenecieran a ninguna corporación o pueblo, lo que dio lugar a un proceso sujeto

a las circunstancias específicas de cada lugar.32 El 2 de diciembre de 1825, el

Congreso local de Yucatán elaboró una ley para la venta de terrenos baldíos y a

partir de esa fecha hasta 1844, el gobierno local promulgó otras leyes, decretos

31Un estudio pormenorizado sobre el impacto de este decreto en Yucatán lo ofrece Güémez, Liberalismo, 35-38, 51-62, 69-81. 32Se trata del decreto del 18 de agosto de 1824 emitido por el Soberano Congreso General Constituyente de los Estados Unidos Mexicano, en Orozco, Legislación y

jurisprudencia, I, 188-196, donde se expone las facultades de los estados y del gobierno federal en torno a los baldíos.

Page 81: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

60

aclaratorios y acuerdos para privatizar los terrenos baldíos. Con la venta de las

tierras se buscaba impulsar la producción ganadera, regularizar la propiedad de

los terrenos ocupados, obtener ingresos económicos y colonizar los partidos de la

costa y oriente de Yucatán.33

En esta primera mitad del siglo XIX, la privatización de los baldíos fue un

proceso por demás accidentada, entre otros motivos, por las impugnaciones de las

autoridades municipales y las repúblicas indígenas. En el caso de los

ayuntamientos y las juntas municipales su reacción opositora ocurrió en el marco

de la legalidad pues, de acuerdo a la ley del 2 de diciembre de 1825, los interesados

en denunciar un terreno como baldío debían obtener de las autoridades

municipales un certificado que constatara que dicho terreno se encontraba fuera de

los ejidos del pueblo, que no fuera de propiedad particular ni de comunidad. En el

ejercicio de esta importante prerrogativa, los ayuntamientos y las juntas

municipales con frecuencia no extendían el certificado requerido y frustraban la

enajenación. Asimismo, cuando el gobernador o el congreso local les solicitaban a

las municipalidades su opinión de las leyes que se querían emitir en torno a la

privatización, éstas manifestaban su desacuerdo por la política privatizadora

porque impulsaba el desarrollo ganadero en perjuicio de la actividad milpera e

insistían en el antagonismo de ambas actividades, por la destrucción causada a las

milpas por el ganado que pastaba libremente en los terrenos recién otorgados en

propiedad; y especulaban en torno a los perjuicios sociales y económicos que

ocasionarían el deterioro de la producción de maíz. Sus constantes denuncias y

33Un análisis profundo del derrotero que siguió la legislación en torno a la privatización de la tierra en el contexto de la política nacional y regional de la primera mitad del siglo XIX se encuentra en Güémez, Mayas, gobierno y tierras, 171-310.

Page 82: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

61

señalamientos nos permiten entender la percepción que tenían las autoridades

municipales de la política agraria de la primera mitad del siglo XIX y constatar su

importante participación como opositoras del proyecto liberal. Sus opiniones

influyeron en la promulgación de nuevos decretos que imponían medidas que

buscaban proteger los cultivos tradicionales.34

En 1841 la ley de colonización del 5 de abril marginó la participación de las

corporaciones municipales en el proceso privatizador, pues a partir de entonces ya

no era necesario contar con su anuencia para la denuncia de baldío. No obstante,

las autoridades municipales continuaron dirigiéndose al gobernador para

oponerse a la denuncia y venta de los terrenos baldíos con los argumentos de que

los terrenos solicitados eran del común o se encontraban cultivados por los

milperos de sus pueblos.35

Las repúblicas indígenas eran las otras instancias opositoras. Dichas

autoridades habían desaparecido en 1812, pero fueron reinstauradas en el gobierno 34Dos ejemplos de la actuación de las corporaciones como opositoras del proyecto privatizadora son los siguientes. El primero aconteció en 1834 cuando la junta municipal del pueblo de Yobaín se enteró de la promulgación de la ley del 28 de diciembre de 1833, que estimulaba la venta de terrenos baldíos de los partidos de la costa y Tizimín con fines pro ganaderos. Dicha autoridad envió al gobernador del estado Juan de Dios Cosgaya un extenso documento en el que expresaba los efectos negativos que ocasionaría dicha ley a los labradores de dicho pueblo y de los demás poblados circunvecinos. De inmediato, las juntas municipales de otros pueblos como Dzilam, Telchac, Motul, Tekantó y el ayuntamiento de Izamal también enviaron opiniones semejantes en contra de la mencionada ley. El segundo ocurrió en 1841, cuando en febrero de ese año el Congreso local circuló una orden para que las corporaciones municipales informaran sobre la conveniencia o perjuicio que produciría la venta de terrenos baldíos. Las respuestas de la junta municipal de Chancenote y del ayuntamiento de Campeche resultan emblemáticas por oponerse terminantemente a la enajenación de los terrenos. Güémez, Mayas, gobierno y tierras, 199-204, 267-270. 35Güémez, Mayas, gobierno y tierras, 278-286.

Page 83: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

62

de los pueblos el 26 de julio de 1824 con facultades acotadas como recaudar las

contribuciones públicas y contener la dispersión de los indígenas hacia los montes.

En 1841 la Constitución yucateca las eliminó, pero en 1847 fueron restablecidas y

existieron hasta 1868.36 Durante su larga, aunque interrumpida, presencia en la

primera mitad del siglo XIX, las repúblicas indígenas se convirtieron en las

naturales defensoras de los intereses de los indígenas. Su amplia experiencia como

antiguas representantes y defensoras de sus pueblos, les permitió actuar como

opositoras de la venta de los montes considerados baldíos. De la misma manera

que los ayuntamientos y las juntas municipales, las repúblicas se dirigían al

gobernador para denunciar la destrucción de las milpas por la presencia

permanente del ganado bovino. De esta forma, las autoridades indígenas resistían

al embate privatizador.37

Puede concluirse que durante la primera del siglo XIX, los milperos de los

pueblos enfrentaron la política privatizadora de los baldíos con la ayuda de las

autoridades municipales y las repúblicas indígenas. Ambas autoridades no

siempre lograron su cometido, ―como ha demostrado Arturo Güémez― pero la

suma de sus acciones de oposición y resistencia constituyó un verdadero dique

36Para un estudio pormenorizado de la presencia de las repúblicas indígenas en el gobierno de los pueblos yucatecos, véanse los trabajos de Tapia, “La organización política indígena en Yucatán independiente, 1821-1847” y Güémez, Mayas, gobierno

y tierras, 115-121, 142-151. Consúltese el decreto que suprime las llamadas repúblicas indígenas (12 de diciembre de 1868), en Ancona, Colección de leyes, III, 301. El Congreso local de Yucatán abolió las repúblicas de indígenas considerando que formaban una administración privativa que no estaba conforme a la Constitución de 1857 y a las leyes, otro argumento de peso fue la igualdad esgrimida en dicha Constitución, y por último, por considerar injusto que en un mismo estado, una parte de sus habitantes estén gravados con cargas de que están exentos los otros. 37Güémez, Mayas, gobierno y tierras, 278-289.

Page 84: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

63

para la marcha del proyecto privatizador. En no pocas ocasiones lograron retrasar

e impedir la venta de los montes. Entre sus logros más visibles fueron las

constantes aclaraciones y acuerdos que emitió el ejecutivo o el congreso local para

modificar, enmendar y corregir los procedimientos de la denuncia y venta de los

terrenos baldíos.

Además de la constante oposición de las autoridades municipales y las

repúblicas, la forma en que los milperos usufructuaban los montes constituía un

serio obstáculo para la política privatizadora. Para las autoridades liberales la

forma itinerante de ocupar los montes entorpecía la venta de los baldíos porque

con frecuencia los terrenos denunciados estaban cultivados u ocupados por

rancherías indígenas. En 1825 el gobernador José Tiburcio López Constante estaba

convencido de que los pueblos se habían apoderado “indebidamente” de los

recursos agrarios. Por lo que antes de promulgar la citada ley del 2 de diciembre de

1825 sobre la venta de baldíos, abogó para que en ella se señalara que los pueblos

solamente pudieran disponer de una legua cuadra “para la planta de su población”

y dotar a cada familia indígena de 500 mecates de tierras y vender los sobrantes sin

problemas.38

La propuesta del gobernador no fue considerada y los problemas no

tardaron en aparecer. Aunque la ley del 2 de diciembre de 1825 y las que le

siguieron eran muy claras cuando precisaban que los terrenos en venta eran los

baldíos, el problema fundamental era que nadie tenía la certeza en dónde se

encontraban los baldíos. La solución fue restringir la privatización a los terrenos

que encontraban distante a dos leguas alejadas de las milpas o mandar cercar los

cultivos, pero ninguna de éstas fueron medidas viables, y las dificultades para

38Güémez, Mayas, gobierno y tierras, 194-195.

Page 85: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

64

distinguir los baldíos continuaron. Situación que, en el mejor de los casos,

retrasaba la venta de los terrenos, lo que ―al decir del jefe político de Yaxcab{―

frustraba al comprador.39

Finalmente, la ley local de colonización del 5 de abril de 1841 ordenó medir

los ejidos de los pueblos, cuya extensión debía tener una legua cuadrada por cada

punto cardinal, equivalente a 5 000 varas, partiendo del atrio de la iglesia principal

del pueblo, sin agraviar los terrenos que fuesen de dominio particular.40 Con esta

medida se esperaba solucionar el viejo problema de distinguir en dónde

terminaban los ejidos de los pueblos y dónde comenzaban los baldíos, y por ende

agilizar su venta. Cabe precisar que a diferencia del centro de México, en donde los

ejidos de los pueblos eran el lugar que usaban los vecinos para el pastoreo, la

recreación y demás usos públicos; en Yucatán, el término ejido era utilizado para

referirse al espacio de los pueblos en donde sus habitantes cultivaban y extraían los

recursos necesarios para su vida cotidiana.41

Llevar a efecto el trazado de los ejidos no fue tarea sencilla. En 1844, tres

años después de ordenarse la medición de los ejidos, las autoridades municipales

no la habían acatado y los interesados en comprar un terreno continuaban

enfrentándose a los mismos problemas de siempre. El siguiente testimonio expresa

la convicción de las autoridades de que las prácticas agrícolas tradicionales

obstaculizaban la venta de los baldíos. Se trata de un fragmento escrito por el

gobernador de Yucatán en 1844, José Tiburcio López Constante, a la Asamblea

39Güémez Pineda, Mayas, gobierno y tierras, 274. 40Güémez Pineda, Mayas, gobierno y tierras, 270. 41Fraser, “La política de desamortización”, 631. Para el ejido yucateco véanse la Ley de colonización de 1841 y el acuerdo del 8 de octubre de 1844, en Aznar Pérez, Colección de leyes, II, 116-119, 350-351, y la Circular del 10 de diciembre de 1870, en La Razón del pueblo del día miércoles 21 de diciembre de 1870.

Page 86: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

65

Departamental informándole sobre la dificultad que enfrentaba el proyecto de

enajenación debido a que:

Los pueblos *<+ han creído que todos los terrenos que hay entre sí y las montañas contiguas, con excepción de los de propiedad particular, pertenecían a la comunidad de los mismos pueblos: lo que hay de cierto es que han estado en posesión de dichos terrenos y como comunes labran en ellos indistintamente todos los habitantes del respectivo pueblo.42

José Tiburcio López Constante consideró que las dificultades para delimitar

los ejidos eran propiciadas por la misma ley, debido a que no explicaba cómo los

pueblos debían completar sus ejidos en el caso que las propiedades privadas

ocuparan las 5 000 varas que la ley concedía ni cómo se debía proceder cuando los

pueblos reclamaban como de “su común” terrenos que quedaban fuera de las 5 000

mil varas.43 Para enmendar estas y otras inconsistencias, la Asamblea

Departamental emitió dos acuerdos que precisaban las extensiones que debían

tener los ejidos con base en el número de contribuyentes.44 El primero, emitido el 8

de octubre de 1844, estipuló que los ejidos de los pueblos con más de 150

contribuyentes abarcarían 5 000 varas castellanas por cada viento cardinal; en tanto

que los pueblos con menos de 150 contribuyentes serían de 2 500 varas

castellanas.45 El segundo acuerdo, del 4 de noviembre de 1844, incluyó a las

poblaciones pequeñas denominadas rancherías. Aquellas en donde residiesen más

42Correspondencia del gobierno con la Asamblea Departamental (1844- 1846), en AGEY, Libros complementarios. Correspondencia de los gobernadores, vol. 19, lib. No. 19, documento reproducido parcialmente en Güémez Pineda, Mayas, gobierno y

tierras, 277. 43Güémez Pineda, Mayas, gobierno y tierras, 273. 44Güémez Pineda, Mayas, gobierno y tierras, 273-274. 45En Aznar Pérez , Colección de leyes, II, 350-351.

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66

de 60 contribuyentes, sus ejidos se extenderían 1 000 varas por viento; las que

tuvieran entre 10 y 60 contribuyentes les corresponderían 200 varas por cada

viento, y las que poseyeran menos de 10 contribuyentes, su población sería

reducida al poblado más cercano cuando el lugar que ocupasen fuera denunciado

como baldío.46

La responsabilidad de medir los ejidos recayó en las autoridades municipales,

quienes debían establecer los arbitrios necesarios para cubrir los gastos de las

mensuras, bajo la supervisión de los jefes políticos de los partidos, y llevar a cabo

en un solo año las labores de medición. Sin embargo, en 1845, vencido el plazo, las

autoridades municipales ni siquiera habían iniciado las mensuras. Arturo Güémez,

quien más ha estudiado este fenómeno, explica que esta demora no sólo se debía a

las inconsistencias en la ley, como creía la autoridad gubernativa, sino a una táctica

evasiva de las autoridades municipales y de la población en general. Por ejemplo,

algunos municipios de manera deliberada decidieron no medir sus ejidos porque

de esta manera podían oponerse a la venta de los terrenos aledaños a sus pueblos

bajo el pretexto de no tener aún medidos sus ejidos. Por otro lado, no hay

evidencia clara sobre cuál fue la respuesta de los vecinos de los pueblos frente a la

orden de medir sus ejidos, sin embargo, su falta de disposición para reunir el

dinero necesario para cubrir los gastos del deslinde, nos permite inferir que no

estuvieron de acuerdo con la medida.

Las repúblicas indígenas desempeñaron un papel importante en esta táctica

evasiva porque fueron las más reacias a entregar cualquier dinero. Este

incumplimiento intencionado resultó exitoso porque los pueblos al no tener sus

ejidos, los denunciantes se enfrentaban a los problemas de siempre. En 1846 el

46En Aznar Pérez , Colección de leyes, II, 353-355.

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67

diputado Francisco Martínez de Arredondo comunicó al Congreso extraordinario

que aún eran “repetidos los estorbos” de las autoridades municipales e indígenas

durante el proceso privatizador, pues con alegar que eran de su común

entorpecían la denuncia y la venta de baldíos. Por lo que propuso exigir a las

autoridades inconformes los títulos que demostraran la propiedad de los terrenos

que reclamaban.47 El testimonio de Martínez de Arredondo revela que la medición

de los ejidos no se había llevado a efecto de manera generalizada y contundente.

Tampoco hay indicios que señalen que para los años siguientes los ejidos hayan

sido marcados, pues en 1870 se retomó la idea de delimitar los espacios agrícolas

de los pueblos y se ordenó de nuevo a las autoridades municipales medirlos como

veremos a continuación.

2.2 Segunda mitad del siglo XIX

En la segunda mitad del siglo XIX, el proceso privatizador de los baldíos continuó

su curso con notables transformaciones legales. La más importante fue la extinción

de la facultad de los estados para elaborar sus propias leyes de colonización para

convertirse en competencia exclusiva del congreso federal. El decreto del 25 de

noviembre de 1853 declaró que los terrenos baldíos eran de la exclusiva propiedad

de la nación por lo que declaraba nulas y de ningún valor todas las ventas o

cesiones de los terrenos baldíos que se hayan realizado al margen de los poderes

47Colección que contiene el proyecto de acuerdo o decreto presentado por el señor diputado don Francisco Martínez de Arredondo y leído en la sesión del A. Congreso extraordinario del día 27 de agosto de 1846, en Siglo XIX, num. 797, citado en Güémez, Mayas, gobierno y tierras, 277.

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68

generales.48 Más tarde en la Constitución Política de la República Mexicana de 1857

se le atribuyó al Congreso general la facultad de fijar las reglas a que se debía

sujetar la ocupación y enajenación de los terrenos baldíos y su precio.49

En Yucatán la ley local de colonización de 1841 quedó derogada y la venta

de los terrenos baldíos se realizó con base en las leyes que emanaron del gobierno

de la federación. La primera, denominada “Ley sobre ocupación y enajenación de

terrenos baldíos”, fue emitida el 22 de julio de 1863 por el Congreso general con

base a lo establecido en la fracción 24 del artículo 72 de la Constitución de 1857.

Esta ley buscaba solucionar la precaria situación financiera del gobierno. Para esos

años, el gobierno de Benito Juárez necesitaba fondos para sostener la lucha armada

contra los franceses y consideró que la venta de los baldíos generaría un buen

ingreso al erario público.50 Dicha ley dispuso que todo habitante de la República

tenía derecho a denunciar hasta 2 500 hectáreas de terreno baldío, es decir, aquellos

terrenos que “no hayan sido destinados a un uso público por la autoridad

facultada para ello por ley ni cedidos por la misma a título oneroso o lucrativo, a

individuo o corporación autorizada para adquirirlos”. Los precios de los baldíos

serían fijados cada dos años por el supremo gobierno general en cada estado,

48En Orozco, Legislación y jurisprudencia, I, 279-281; Con respecto a Yucatán, Ponce y Font, Los títulos de propiedad, 16-17 apunta que los títulos de propiedad expedidos por los gobiernos del estado antes del 21 de mayo de 1847 eran firmes y valederos por haber sido expedidos por autoridades competentes y con base en leyes vigentes. En tanto que los expedidos después de esa fecha eran nulos, aun cuando Yucatán se reincorporó a la república el 17 de agosto de 1848, pues la federación consideró a Yucatán como estado rebelde que no podía eludir el cumplimiento de las leyes generales de la Nación. Por tanto, se requería revalidar dichos títulos de acuerdo a leyes entonces vigentes. 49Véase el artículo 72 fracción 24, en Tena Ramírez, Leyes fundamentales, 619. 50En Fabila, Cinco siglos, 131-135. Vos, “Una legislación de graves consecuencias”, 229.

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69

distrito y territorio, y el pago se organizó de la siguiente forma: dos tercios en

numerario, uno a la Hacienda federal y otra a la del estado, y otro en abono de la

deuda pública nacional o extranjera. 51

La ley del 22 de julio de 1863 tuvo una larga vida, pues fue derogada hasta

el 26 de marzo de 1894 cuando se promulgó la “Ley sobre ocupación y enajenación

de terrenos baldíos”. Esta segunda ley tenía una doble intención: reformar la ley de

ingresos que corresponderían a los estados y a la federación por concepto de venta

de las tierras de la nación y fomentar la agricultura comercial. Así, se estableció

que de los ingresos obtenidos por la venta de tierras, dos tercios se destinarían al

erario federal y un tercio a la entidad federativa,52 y para fomentar la agricultura

comercial se suprimieron los límites de los terrenos que se podían denunciar y

definió los tipos de terrenos de la nación que eran objeto de dicha ley, a saber:

terrenos baldíos, nacionales, demasías y excedencias; también impuso a los

propietarios la obligación de inscribir su propiedad en el Gran Registro de

Propiedad para gravar las propiedades con el impuesto predial, y evitar largos y

costosos litigios en el futuro.53 En lo que se refiere a los pueblos, esta ley ordenó la

51En Fabila, Cinco siglos, 131-135. 52Luna, El congreso y la política, 328-330; en Fabila, Cinco siglos, 189-205. 53En la ley sobre ocupación y enajenación de terrenos baldíos (18 de diciembre de 1893) se definió que los baldíos eran todos los terrenos de la república que no habían sido destinados a un uso público por la autoridad facultada para ello, ni cedidos por el mismo a título oneroso o lucrativo o corporación autorizada para adquirirlos. Los terrenos nacionales son los terrenos baldíos descubiertos, deslindados y medidos por comisiones oficiales o compañías autorizadas, que no hayan sido legalmente enajenados. Las demasías son los terrenos poseídos por particulares con título primordial y en extensión mayor que la que éste determine, siempre que el exceso se encuentre dentro de los linderos señalados en el título y por lo mismo, confundido en su totalidad con la extensión titulada; y por último, las excedencias eran los terrenos poseídos por particulares durante veinte años o

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70

distribución de los ejidos y las excedencias del fundo legal, que hasta entonces

conservaban los pueblos de manera corporativa, pero en compensación le otorgó a

los ayuntamientos, asambleas y corporaciones municipales personalidad jurídica

para defender los ejidos, montes y terrenos ante las pretensiones privatizadoras, y

emprender composiciones para retener las demasías y excedencias de los terrenos

denominados ejidos.54

A fines de la década de 1860, en Yucatán la agricultura comercial de maíz y

henequén había ganado terreno dentro de las haciendas del noroeste. Por lo que

muchos propietarios, motivados principalmente por el incipiente, pero prometedor

desarrollo henequenero, comenzaron a denunciar como baldíos terrenos que se

encontraban junto o cerca a sus propiedades conforme a la ley del 22 de julio de

1863. Tal es el caso Juan Urcelay, quien en 1867 solicitó “una media legua” para

anexar a su hacienda “San Francisco”, ubicada en el pueblo y municipio de

Dzidzantún.55 En 1868, Pedro Cárdenas y Peón, dueño de las haciendas Xuxa y

Vista Alegre de la jurisdicción de Mérida, denunció 70 hectáreas de terrenos

baldíos para anexarlas a sus haciendas. Según señaló el denunciante tenía

más fuera de los linderos que señale el título primordial que tengan, pero colindando con el terreno que éste ampare. En Fabila, Cinco siglos, 190. Con la definición de los tipos de terrenos se intentaba conciliar los intereses de los distintos sectores sociales involucrados en la agricultura. Es decir, tanto a los grandes y pequeños propietarios como a los ocupantes de una o varias extensiones de tierra. A los pequeños propietarios y ocupantes estaban dirigidos las demasías y excedencias, y se les otorgaba importantes descuentos en su precio para favorecerlos en la adquisición de ellos. Luna, El congreso y la política, 329-330, 334-335, 54Luna, El congreso y la política, 332-333. En Fabila, Cinco siglos, 202-203. 55Juan Urcelay, adjudicación de un terreno baldío sito en la jurisdicción de Dzidzantún (1867), en ATN, 1.21, (27), exp.7. Con los años, esta hacienda se convertiría en una de las productoras de henequén más importantes incluso hasta el siglo XX.

Page 92: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

71

intenciones de “plantar henequenales que se est{ viendo *<+ constituye el porvenir

de Yucat{n”.56 En 1869 Felipe Peón, dueño de la finca Kanchen situada en el pueblo

Kopom{, solicitó los terrenos baldíos “que labran mis sirvientes”. Felipe Peón

expresó la necesidad de dichos terrenos “para fomento de esa hacienda, y para el

efecto denuncio todas las tierras baldías que circundan dicha hacienda hasta la

extensión de media legua lo que resulte”.57 En 1870 Perfecto Solís, propietario de

las haciendas Santa María y Oxtepacab, denunció un terreno de 683 hectáreas cuya

calidad, según expresó, “es como la de todos los que se hallan en los alrededores

de esta capital *de Mérida+ *<+ medianamente bueno para la siembra del maíz y

mucho mejor para el henequén”.58

Sin embargo, los primeros interesados en adquirir terrenos baldíos

enfrentaron la oposición de las autoridades municipales como había acontecido en 56Véase Pedro Cárdenas y Peón se le adjudica un terreno baldío en jurisdicción de la ciudad de Mérida (1868), en ATN, 1.24 (27), exp. 32 57Felipe Peón adjudicación de un terreno baldío en jurisdicción del pueblo de Kopomá (1869), en ATN, 1.21 (27), exp. 34. 58Perfecto Solís se le adjudica un terreno baldío en la jurisdicción de Mérida (1870), en ATN, 1.21 (27), exp. 15. El procedimiento para la venta de terrenos baldíos establecido en la ley de 1863 era el siguiente. La denuncia de un baldío se hacía ante un juez de primera instancia. El jefe político correspondiente verificaba la calidad de los terrenos, es decir, si realmente eran baldíos con información proporcionada por las autoridades municipales. Confirmada la situación del terreno, se procedía al apeo y levantamiento del mapa, se publicaba el denuncio en un rotativo local y, en caso de no existir opositor, se le otorgaba al interesado el terreno en posesión en tanto la Secretaría de Fomento aprobaba la venta del baldío y fijaba el valor del terreno. En Fabila, Cinco siglos, 131-135. El procedimiento establecido por la ley de 1894 era distinto. En cada estado se establecía una agencia a cargo de personas nombradas por la Secretaría de Fomento. La denuncia se realizaba ante un agente, quien emprendía la investigación correspondiente del terreno. Después del peritaje, el levantamiento del plano y el deslinde se procedía le otorgaba el terreno al solicitante y se le notificaba el precio del terreno. En Fabila, Cinco siglos, 193-195.

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72

la primera mitad del siglo XIX. Al respecto, el 25 de octubre de 1867 el gobernador,

general Manuel Cepeda Peraza, expresó lo siguiente:

Se viene observando en el estado una continua lucha entre las municipalidades y los propietarios de fincas rústicas sobre propiedad de tierras, que redunda en grave perjuicio así de la tranquilidad de los ciudadanos *<+ como de las municipalidades que distraen sus atenciones *<+ Esas complicaciones *<+ han aumentado con motivo de la declaración del supremo gobierno sobre *<+ baldíos enajenados a favor del que los solicite.59

Para acabar con dichos conflictos, el 25 de octubre de 1867 el gobernador

Cepeda Peraza ratificó la orden de mensurar los ejidos, estipulada en el acuerdo

del 8 de octubre de 1844. Sin embargo, no fue posible ponerlo en marcha porque

permitía a los pueblos la posesión y usufructo comunal de las cuatro leguas,

contrario a lo que dictaba la ley Lerdo de 1856 sobre la prohibición de que las

corporaciones civiles y religiosas administraran o tuvieran la propiedad de algún

bien raíz.60 Esta contradicción había sido señalada años atrás, en 1861, por el

ministro de fomento Ignacio Ramírez, quien había sugerido conciliar la medida

local de los ejidos con la ley federal mediante la división y distribución individual

59“Manda que se proceda a la mensura y amojonamiento de los ejidos de los pueblos conforme a las prevenciones que contiene” (25 de octubre de 1867), en Ancona, Colección, III, 238. 60El artículo 25 de la ley de desamortización de bienes de manos muertas, mejor conocida como Ley Lerdo, ordenaba que “Ninguna corporación civil o eclesi{stica, cualquiera que sea su carácter, denominación u objeto, tendrá capacidad legal para adquirir en propiedad o administrar por sí bienes raíces, con la única excepción que expresa el artículo 8º, respecto de los edificios destinados inmediatamente y directamente al servicio u objeto de la institución”, en Fabila, Cinco siglos, 107. La Ley Lerdo fue ratificada por el artículo 27 de la Constitución de 1857.

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de las cuatro leguas.61 Empero, no fue sino hasta el 10 de diciembre de 1870 cuando

el gobierno federal decretó una circular que ordenaba que los ejidos fueran

medidos, divididos en lotes y distribuidos entre los que tuvieran derecho a uno.62

De este modo, la circular delimitaría los ejidos de los pueblos e iniciaría el proceso

de desamortización de los mismos. Para obtener un lote de los ejidos, los vecinos o

las autoridades municipales debían elaborar una solicitud dirigida al jefe político

de su partido para que evaluara y aprobara su ejecución. Algunas solicitudes

fueron dirigidas al gobernador del estado o, incluso, al propio presidente de la

república, pero eran remitidas a los jefes políticos correspondientes, quienes

debían aprobarlas.63

Las autoridades municipales nuevamente fueron las responsables de medir

y distribuir los lotes. Ellas se encargarían de contratar al agrimensor, reunir el

dinero para los gastos de medición, levantar un censo de los jefes de familia,

supervisar los trabajos de los ingenieros, avisar a los dueños de los predios

colindantes cuando se realizaría la medición y resolver los conflictos que surgieran.

De acuerdo con la circular, el agrimensor debía ubicarse en el atrio de la iglesia

principal del pueblo y desde all{ medir “5 000 varas castellanas por cada viento

61“Recomiendan a las autoridades locales que se cumplan con lo que dispone en las leyes del estado respecto de ejidos” (10 de noviembre de 1875), en Ancona, Colección, V, 106-107. 62En La Razón del pueblo (21 de diciembre de 1870), 1. Para Gabriel Macías Zapata la circular del 10 de diciembre de 1870 es la sobrevivencia de una ley local en el contexto de una legislación federal que anulaba las leyes locales de colonización de los estados. En efecto, la Constitución de 1857 anuló y privó a los estados de su antiguo derecho a legislar entorno colonización y venta de baldíos. Dicha circular al retomar la idea de los ejidos de la ley estatal de colonización del 8 de octubre de 1844, Macías considera que la antigua ley local sobre “ejidos” sobrevivió, aunque de manera acotada. Macías Zapata, “Baldíos con dueño”, 179-184. 63En La Razón del pueblo (21 de diciembre de 1870), 1.

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cardinal”, de las cuales tomaría 1 200 varas para el fundo legal y lo necesario para

el establecimiento de panteones, hospitales, rastros y demás edificios públicos; lo

restante, denominado “ejido”, hasta completar las cuatro leguas cuadradas, se

dividiría en lotes, los cuales se otorgaría en propiedad privada a los jefes de

familias ―o sus viudas― que fueran vecinos del pueblo.64

2.3 Medición y distribución de los ejidos, 1870-1911

Resulta pertinente detenernos a analizar el alcance que tuvo al interior de los

pueblos la circular del 10 de diciembre de 1870 en la media que buscaba delimitar

sus espacios agrarios para allanar la venta de baldíos e impulsar la propiedad

privada entre los vecinos. Al igual que en la primera mitad del siglo XIX, la

medición de los ejidos fue un proceso complejo y sinuoso que se prolongó hasta los

albores del siglo XX por varias razones. La más importante fue la percepción y la

respuesta heterogénea de la población rural frente a la posibilidad de convertirse

en propietarios de un lote. Por ejemplo, la población dedicada a la agricultura

64En La Razón del pueblo (21 de diciembre de 1870), 1. Para tener derecho a la propiedad de un lote de ejidos, los individuos necesariamente debían poseer una doble condición: la de jefe de familia y vecino, de lo contrario quedaban excluidos, como se observa en el siguiente caso: En 1901 la junta municipal de Tekit excluyó a Fernando González de la lista de las personas con derecho a la propiedad por no ser padre de familia y porque “no vivía entonces en este pueblo y la distribución se hizo a los vecinos y no a los que no lo fuesen”. Véase el gobernador del estado remite el expediente del fraccionamiento de los ejidos de Tekit (1899), en ATN, 1.24 (27), exp. 37. Marcelo Carmagnani, explica, que el jefe de familia era la célula esencial de la comunidad, poseía los medios de vida adecuados y gozaba del reconocimiento por parte de los otros jefes de familia del pueblo. Asimismo, la vecindad le otorgaba a una persona la posibilidad de participar en la propiedad, en el uso de los recursos naturales, en la política, entre otros derechos y obligaciones. Carmagnani, “Del territorio a la región”, 224; Hern{ndez Ch{vez, La tradición

republicana, 22.

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75

milpera fue la que mostró menos entusiasmo por los lotes porque no garantizaban

las condiciones forestales que requería la agricultura itinerante de las milpas,

según se explicó en el primer capítulo, y tampoco consideraba la dinámica familiar

para desplazarse al monte y cultivar las milpas, cazar, recolectar maderas y frutos

silvestres, y trabajar en el apiario. La notable distancia entre el trazado del ejido,

proyectado por los liberales, y las necesidades forestales, espaciales y sociales que

requerían los milperos influyó de manera decisiva para que éstos se mostraran

poco o nada interesados en la mensura y la división de los ejidos.

El caso del pueblo y cabecera municipal de Cacalchén nos permite observar

de cerca esta indiferencia. Los milperos de dicho pueblo acostumbraban

desplazarse hasta los montes llamados Tanxikal, ubicados entre los pueblos de

Tunkás y Cenotillo. Allá, los milperos iban a “cortar huano, hacer sus labranzas y a

proporcionarse la madera de que necesitaban para la construcción de sus casa y

para otros usos”.65 En 1884 el agrimensor Juan Rivero Alcalá llegó al pueblo de

Cacalchén para medir y dividir los ejidos. Para ello, el presidente municipal se

había comprometido a proporcionarle 50 trabajadores. Sin embargo, la autoridad

municipal no logró reunir el número de trabajadores y las labores de medición no

se llevaron a efecto. Al respecto, el agrimensor escribió que no se reunió a la gente

debido a que “la mayor parte de los interesados que tienen derecho a un lote se

encuentran por los montes del pueblo de Tunk{s”, ocupados en el cultivo de sus

milpas.66 Esta actitud indiferente frente a la medición y distribución de los lotes no

65Véanse Ponce y Font, Informe en estrados, 19-20; Interdicto de recuperar la posesión promovido por la junta municipal de Cacalchén de un terreno situado en la jurisdicción de Tunkás. Juez de primera instancia de Izamal (1890), en AGEY, Justicia, civil, 183-E, exp. 66. 66Véase El agrimensor Juan Rivero Alcalá solicita el pago de sus honorarios (1884), en AGEY, Poder ejecutivo, Gobernación, caja 230.

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76

era comprendida por los ingenieros, autoridades municipales y aun por algunos

vecinos de los pueblos, como se aprecia en el siguiente caso. En 1904 Nazario A.

Novelo, Isauro Pérez, M. Ramírez y Manuel Vásquez, vecinos del pueblo de Peto,

cabecera de partido del mismo nombre, ubicado al sur del estado, explicaron que

aún no tenían medidos debido a “la ignorancia de la indiada que es en su mayor

parte la que habita en los pueblos de este partido”.67

En contraste, todo parece indicar que la propiedad de un lote atrajo,

especialmente, a los vecinos que deseaban adquirir una propiedad o acrecentar la

que ya tenían. Por lo general, se trataba de pequeños propietarios, comerciantes,

artesanos, cultivadores de henequén, y pequeños ganaderos, es decir, personas

cuya subsistencia no dependía del cultivo de la milpa. A modo de ejemplo, en

1886, en la solicitud de ejidos del pueblo de Ekmul destacan los nombres las

familias Hernández y Burgos, dedicados a la actividad comercial, le siguen las

firmas de las familias Cruz y Araujo y por último se encuentran las rúbricas de los

demás padres de familia.68 Un mejor ejemplo es la solicitud del pueblo y municipio

de Tekit, pues en ella claramente se percibe que los interesados eran vecinos que

deseaban adquirir una propiedad privada, pero que por diferencias generadas

durante las contiendas electorales y su vinculación con grupos opositores al grupo

en el poder, estaban al margen de los favores de sus autoridades locales. En la carta

de solicitud, dichos vecinos denunciaban el control y el monopolio que ejercían las

autoridades municipales sobre los recursos y buscaban por medio de la

distribución de los ejidos participar de los beneficios de la propiedad. Acusaron 67Vecinos de la villa de Peto solicitan reparto de ejidos (1904), en ATN, 1.24 (27), exp. 75. 68Vecinos del pueblo de Ekmul se les miden y reparten sus ejidos (1887), en ATN, 1.24 (27), exp. 9. Ver padrón general de todos los habitantes y las haciendas de su comprensión (1883), en AGEY, Municipios, Tixkokob, caja 351, vol. 7, exp. 4.

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77

que mientras Pablo Alonso y Ramón Montalvo ocuparon la presidencia municipal

otorgaron a varios vecinos, de manera discrecional, diversas extensiones de

terrenos. Por ejemplo, a Alonso Alfonso le cedieron “tres paños de terreno” para el

cultivo de henequén; a Manuel López un terreno de 200 mecates (ocho hectáreas) y

a Enrique Góngora un terreno para anexar al paraje Xixil de su propiedad. Los

quejosos, marginados de las concesiones hechas por las autoridades, señalaron que

si bien “no hay duda de que podría exigirse administrativamente o judicialmente

la restitución de dichos terrenos”, optaban por la petición de ejidos a fin de que se

“pusiese en evidencia el legítimo fundo del pueblo y sus ejidos”.69 Este testimonio

revela cómo los vecinos que no eran milperos vieron en la solicitud de los ejidos un

mecanismo legal y seguro para acceder a la propiedad de un terreno.

Así pues, a diferencia de la primera mitad del siglo XIX, en la que autoridades

de los pueblos, municipales y repúblicas indígenas, así como la población

mantuvieron una posición unánime de resistencia frente a la orden de medir sus

ejidos de acuerdo a los términos expresados en la ley local de colonización del 5 de

abril de 1841, en el último cuarto del siglo XIX, la respuesta de la población rural

frente a la medición de los ejidos y la posibilidad de acceder a la propiedad de un

lote impactó o mejor dicho interesó de manera distinta a los vecinos de un mismo

pueblo.

Los interesados elaboraban la solicitud e incluían los nombres de todos los

padres de familia que residieran en el pueblo. La solicitud era enviada al jefe

político y una vez autorizada la petición, los vecinos y autoridades municipales

iniciaban un largo camino, en el que debían sortear diferentes obstáculos. Quizás el

primer problema que enfrentaban era el financiamiento de los trabajos de medición 69El gobierno del estado remite el expediente de fraccionamiento de los ejidos del pueblo de Tekit (1899), en ATN, 1.24 (27), exp. 37.

Page 99: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

78

topográfica y la elaboración del plano a cargo de un agrimensor, pues aunque las

autoridades municipales tenían la facultad para reunir el dinero necesario, el hecho

que no todos los vecinos del pueblo se hallaran interesados, dificultaba

severamente la recaudación del dinero que se requería. En 1880 un observador

señaló que en los pueblos de Buctzoz, Kopomá, Ekmul, Yobaín, Suma y Euán los

lotes no se habían repartido porque “se tropiezan con la dificultad de la falta de

dinero con qué pagar ingenieros que hagan la medición y deslinde

correspondiente”, o bien que “los interesados se niegan a erogarlo”.70

Desde luego, situaciones no previstas podían dificultar o de plano impedir la

recaudación de los dineros. Así aconteció en el pueblo de Mocochá en el mes de

abril de 1886. El ingeniero José Esiquio Souza había concluido con la delimitación

de los terrenos y estaba a punto de fraccionarlo cuando tuvo que suspender sus

trabajos porque el presidente municipal dejó de suministrarle dinero debido a que

“los padres de familia se encuentran escasos para seguir costeando los gastos de

esta mensura por la escasez de grano que los agobian”.71

Algunas otras autoridades municipales lograron vencer las dificultades

económicas. Por ejemplo, en 1885 la junta municipal del pueblo de Abalá logró

negociar el patrocinio de la mensura de sus ejidos con el hacendado Carlos Peón,

propietario de Temozón, una de las fincas henequeneras más importantes, ubicada

en su jurisdicción municipal. El hacendado se comprometió a financiar los gastos

de “todos los ejidos de este pueblo *y+ hechas las divisiones o porciones para la

distribución equitativa entre los padres o cabezas de familia”, a cambio, las 70Gobernador del aquel estado de Yucatán por el despojo de los expedientes de reparto de ejidos de los pueblos de Budzotz, Kopomá, Ekmul, Yobaín, Suma y Um{n”, en ATN, 1.24 (27), exp. 60. 71Mensura y división de ejidos del pueblo de Mocochá (1888), en ATN, 1.24 (27), exp. 3.

Page 100: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

79

autoridades locales le cederían “seis millones, doscientos veinte y dos mil,

doscientos veinte y dos varas de los terrenos del pueblo“ (436 hect{reas

aproximadamente), para anexar a su propiedad. El acuerdo especificaba que si el

terreno otorgado a Peón resultaba menor a la extensión fijada, el hacendado no

tendría derecho a reclamar nada. En cuanto a los gastos, si el monto de los ejidos

era menor al valor legal del terreno que se le concedía, conforme a la tarifa para

terrenos nacionales vigente, Peón quedaba obligado a pagar la diferencia faltante

al municipio de Abalá. Si resultaba lo contrario, el hacendado asumiría los gastos

excedentes.72 En otro caso, en donde la recaudación del dinero se llevó a efecto sin

problemas aparentes fue en el pueblo y municipio de Cansahcab. A cada vecino se

le asignó una cantidad con la que debía contribuir y las autoridades municipales o

un comité de vecinos se encargaron de su recaudo. El dinero se destinó a los

honorarios de los ingenieros, quienes cobraron por kilómetro de coordenada, por

cada lote, y demás gastos que surgieran.73

Además del financiamiento, existieron otros problemas relacionados con la

inconformidad de los propietarios de las fincas aledañas, la deficiente 72Vecinos del pueblo de Abalá se les miden y reparte sus ejidos (1888) en ATN, 1.24 (27), exp. 46. 73Los vecinos de Cansahcab solicitan mensurar sus ejidos (1893), en AGEY, Poder

ejecutivo, Gobernación, caja 287; El siguiente caso de 1888 de la municipalidad de Homún es un ejemplo de las diferentes estrategias de las autoridades municipales en la elaboración de un plan de recaudación. El plan proyectado por el municipio consistía en cobrar ocho por ciento del total de sus cosechas a todo el que tuviera labrado más de veinte mecates. El tesorero municipal sería el responsable de cobrar a los agricultores hasta que concluyera la medición y distribución de los lotes. Esta propuesta fue enviada al jefe político para su aprobación, pero desconocemos si fue aceptada. Sobre el reconocimiento de ejidos del pueblo de Homún (1888), en AGEY, Poder ejecutivo, Ayuntamiento, caja 251.Véase también los vecinos del pueblo de Kiní solicitan se les midan y repartan sus ejidos (1889), en ATN, 1.24 (27), exp. 52.

Page 101: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

80

administración de las autoridades municipales, el incumplimiento de los

ingenieros y situaciones imprevistas. En ocasiones, los terrenos contemplados o

incluidos en la medición de los ejidos de algún pueblo eran usufructuados por

dueños de fincas o bien estaban denunciados como baldíos para anexarlos a alguna

propiedad. En tales circunstancias surgía la oposición de los particulares. Algunos

propietarios contaron con el apoyo de las propias autoridades municipales para

esquivar o retardar la medición y distribución de los lotes. Tal situación la vivieron

los vecinos de la cabecera política de Izamal. En 1906 los vecinos, encabezados por

Antonio Acosta Carrillo, Donaciano Reyes, Jerónimo Zetina y José Carrillo

solicitaron al gobernador la medición de sus ejidos y su petición fue aceptada. Sin

embargo, en cuanto los principales propietarios, entre los que figuraba el mismo

jefe político de dicha cabecera y el presidente del ayuntamiento de Izamal,

tuvieron la noticia, “se alarmaron y unieron para formar causa común y poder *<+

estorbar las operaciones *de+ partición y distribución de los ejidos”. A fin de

mediar en esta disputa, el ayuntamiento propuso mensurar los ejidos en un

terreno distante de Izamal “ocho o diez leguas” (33 y 41 kilómetros

respectivamente), propuesta que los vecinos no aceptaron.74

En otros casos, los propietarios entablaron juicios de oposición. Si bien la vía

legal no era la más rápida para dirimir las diferencias, sí fue eficaz para retrasar las

tareas de medición y división, pues se reanudarían hasta la resolución del juicio.

En 1909 en el pueblo de Telchac las operaciones de deslinde, fraccionamiento y

distribución de los ejidos habían concluido, pero en 1910 José Quiñones y Florencio

Peraza promovieron un juicio de oposición ante el juzgado de distrito de Mérida.

Corría el año de 1914 y el juicio promovido por la particulares aún no se

74Ejidos de la ciudad de Izamal (1906), en ATN 1.24 (27), exp. 5.

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81

solucionaba y por ende los vecinos tampoco habían podido recibir sus lotes.75 Es

muy probable que muchas de las diferencias hayan sido resueltas al margen de la

legalidad, es decir, mediante convenios informales entre los interesados como los

casos siguientes en los que se acordó un intercambio de terrenos. En 1901 Ramón

Ancona Bolio, propietario de la hacienda Walix, solicitó al ayuntamiento de

Hoctún la permuta de dos terrenos que el pueblo usufructuaba, por uno de su

propiedad. El ayuntamiento aceptó realizar el intercambio y otorgó a Ancona Bolio

dos terrenos que sumaban 71 hectáreas. Asimismo, el propietario concedió al

ayuntamiento de Hoctún un terreno de 77 hectáreas y 300 pesos. El ayuntamiento

explicó que “la proposición del señor Ancona Bolio es aceptable *<+ porque los

terrenos que ofrece en permuta se hallan próximos a la población, y [porque dada]

su ubicación se hallan en mejores condiciones de divisibilidad cuando de la

distribución de los ejidos se trate”.76

Una situación similar en 1899 vivieron los vecinos de Dzidzantún cuando

Gabino Martínez, dueño de una propiedad, se opuso al deslinde porque el terreno

que serviría para los futuros lotes lo tenía denunciado como baldío. Ni los vecinos

del pueblo ni Martínez estaban dispuestos a ceder, pero luego de una larga

conferencia entre Martínez y el presidente municipal acordaron que el agrimensor

debía continuar su trabajo y tomaría del dicho terreno la extensión que fuera

necesaria para completar los ejidos, a cambio de que la municipalidad retirara, en

representación del dicho pueblo y del puerto de Santa Clara, las protestas hechas

75José Quiñones y Florencio Peraza piden que esta secretaría intervenga en el reparto de ejido del pueblo de Telchac (1913), en ATN, 1.24 (27), exp. 32. 76Ramón Ancona Bolio solicita ratificación del convenio (1905), en ATN, 1.29 (27), exp. 41.

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82

contra el denuncio de un baldío. El acuerdo fue aceptado por el juez comisionado y

las autoridades municipales retiraron su protesta.77

Existen pocas evidencias de conflictos entre los pueblos por el trazado de los

ejidos. Sólo hemos encontrado un caso protagonizado por los pueblos de Tekantó y

Teya en el año de 1888. El agrimensor Rivero Alcalá se encontraba en el monte en

los trabajos de medición para los ejidos del pueblo de Tekantó. La junta municipal

de Teya se inconformó porque se estaban incluyendo unos montes que solían ser

cultivados por milperos de dicho pueblo. Para solucionar el problema, las

autoridades municipales de ambas localidades, acompañadas por sus respectivos

vecinos, se reunieron y acordaron correr la línea divisoria, la cual saldría desde la

medianía del camino entre Teya y Tekantó y penetraría “en las tierras del sitio

Ebché *<+ atravesando los montes del sitio Ebché oriente franco atravesando los

montes de Ebche, 1 026 metros 30 centímetros a los 702 metros tenían los montes

del citado sitio Ebché”.78 A partir de la escasa información disponible, puede

concluirse que los acuerdos tenían como finalidad no perjudicar a los milperos del

pueblo de Teya que solían cultivar en dichos montes.

El incumplimiento de los ingenieros, la demora administrativa de los jefes

políticos y de otros funcionarios fueron otros problemas que estorbaron

notoriamente el proceso de medición y distribución de los ejidos. En 1888, los

vecinos del pueblo de Kimbilá se quejaban de que sus ejidos aún no eran medidos

ni fraccionados. Tenían noticias que el jefe político del partido había acordado que

el síndico del ayuntamiento de Izamal se encargaría de recolectar el dinero

77El gobernador del estado remite el expediente del fraccionamiento y mensura de los ejidos del pueblo de Dzidzantún (1899), en ATN, 1.24 (27), exp. 1. 78Vecinos del pueblo de Tekantó se les miden y reparten sus ejidos (1888), en ATN, 1.24 (27), exp. 51.

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83

necesario para los gastos, pero no tenían la resolución del jefe político. Los vecinos

solicitaban agilizar el proceso y para ello pidieron al jefe político que turnara al

gobernador la solicitud, “juntamente con el testimonio que acompañamos”, a la

secretaría de gobierno para que el gobernador, personalmente, nombrara al

agrimensor Julio Rendón.79

Los agrimensores también obstaculizaban la medición de los ejidos. El

municipio del pueblo de Abalá, por ejemplo, había logrado el patrocinio de un

hacendado, sin embargo, en 1886 las labores de medición aún no concluían porque

el agrimensor Julio Rendón se negaba a trabajar, sin explicar los motivos de su

decisión. La junta municipal de Abalá equiparó la actitud de Rendón con la de

otros agrimensores, que en lugar de elaborar los planos de los ejidos, recababan

información de los terrenos posibles a denunciar como baldíos. En tal sentido, la

autoridad municipal de Abalá consideró que el municipio “sufría una vejación y

una injusticia”, por lo que solicitó al gobernador el remedio definitivo.80

El caso del pueblo de Umán constituye un ejemplo extremo de las

dificultades por las que atravesaron los vecinos interesados en la propiedad de un

lote. En dicho pueblo, las diferencias y los conflictos entre los vecinos, las

autoridades municipales, los ingenieros y las demoras burocráticas duraron cerca

de 30 años. En 1875 los vecinos, encabezados por Pedro Aragón, Antonio Mena,

José Paredes y Pedro Montero, solicitaron al gobernador del estado la distribución

79Vecinos de Kimbilá denuncian demora en el proceso de medición y división de los lotes de ejidos (1888), en AGEY, Poder ejecutivo, Gobernación, caja 248. 80Informe del Consejo de Gobierno de Yucatán al gobernador del estado sobre el reclamo que realiza la junta municipal de Abalá (1886), en AGEY, Poder ejecutivo, Gobernación, caja 236; la junta municipal de Abalá solicita la medición de los ejidos (1887), en AGEY, Poder ejecutivo, Gobernación, caja 243.

Page 105: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

84

de los ejidos, comprometiéndose los jefes de familia a solventar todos los gastos.

Cuatro años después, en 1879, iniciaron las mediciones, sin embargo, los títulos no

fueron entregados y catorce años después, en 1893, los vecinos solicitaron otra

medición, pero el intento fracasó.

En 1907 los vecinos realizaron una tercera petición de ejidos. Los ingenieros

que trabajaron en la medición de los ejidos fueron Lorenzo Ancona, Rivero Alcalá

y Rafael Quintero. En opinión de los vecinos de Umán, el ayuntamiento

obstaculizó el proceso de medición y reparto esencialmente porque varios de sus

miembros habían establecido pequeñas fincas en los terrenos que serían

mensurados y divididos. Al mismo tiempo, las autoridades municipales se

retrasaron en los trámites burocráticos y entregaron censos que reportaban un

número mayor de padres de familias de lo que existían para obtener lotes

excedentes, los cuales serían concedidos a determinadas personas. Además en la

tercera ocasión, el ayuntamiento se opuso a que los vecinos Alvino González y

Dámaso Cetina, continuasen colectando el pago, acusándolos de no entregar los

honorarios al ingeniero, pese a que recogían puntualmente el dinero de los

vecinos. Las autoridades municipales cometieron varias irregularidades a la hora

de repartir los lotes. Por ejemplo, a las viudas no se les entregó el lote que les

correspondía. Finalmente en 1908 los vecinos aparecen solicitando, de nueva

cuenta, la medición de sus ejidos.81

81Vecinos de la villa de Umán se les miden y reparten sus ejidos (1888) en ATN, 1.24 (27), exp. 50. Véase el caso del pueblo de Yobaín del partido de Temax. Los trabajos comenzaron en 1892 pero enfrentaron varias dificultades, la primera fue la contratación de un ingeniero para los trabajos, posteriormente se enfrentaron a la oposición de un propietario de una finca, también a los particulares que denunciaban los terrenos medidos como baldíos, la demora de los agrimensores, entre otros obstáculos. Desconocemos en qué terminaron los esfuerzos de los

Page 106: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

85

Las páginas anteriores han dado un panorama general de las distintas

circunstancias que retrasaban el proceso de medición, división y distribución de

los ejidos. En un esfuerzo por acelerar el proceso de medición, el 18 de septiembre

de 1882 el gobierno local envió a los jefes políticos una orden que permitía a los

padres de familia contratar al agrimensor “que les merezca m{s confianza” sin

intervención de las autoridades municipales.82 También se les enviaba

recordatorios a los jefes políticos para que los cuerpos municipales de su

jurisdicción aligeraran la medición de sus ejidos.83

De acuerdo a datos oficiales, entre 1878 y 1912, se fraccionaron, 66 ejidos,

cuya extensión total sumó 133 598 hectáreas. El tamaño promedio de cada lote fue

de 11 hectáreas y se otorgaron en propiedad cerca de 12 177 hectáreas.84 Sin

embargo, en el archivo de Terrenos Nacionales existen aproximadamente 81

solicitudes, de las cuales en 56 fueron acotadas y distribuidas los lotes; 34 de ellas

se encontraban en el noroeste del estado, la zona de mayor dinamismo económico

en el último cuarto del siglo XIX por la expansión de la haciendas henequeneras.

vecinos de Yobaín, pero corría el año de 1908 y aún no recibían sus títulos de propiedad de los lotes de sus ejidos. Yobaín. Los vecinos de este pueblo perteneciente al partido de Temax piden se les expidan sus títulos de propiedad (1888), en ATN, 1.24 (27), exp. 48. 82En Ancona, Colección de leyes, VI, 253-254. 83“Excita a los cuerpos municipales para que se lleve al cabo la mensura y distribución de los ejidos entre los padres de familia” (8 de febrero de 1886), en Ancona, Colección de leyes, VII, 10; “Recuerda el cumplimiento de la circular de 8 de febrero” (26 de mayo de 1886), en Ancona, Colección de leyes, VII, 54; “Que la distribución de los ejidos de los pueblo se haga solo entre los padres o cabezas de familia” (28 de mayo de 1886), en Ancona, Colección de leyes, VII, 55; “Sobre reparto de lotes de los ejidos de los pueblos” (21 de noviembre de 1889), en Ancona, Colección de leyes, VIII, 365. 84Palomo Valencia, Los ejidos de Yucatán, 29.

Page 107: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

86

En aquellos pueblos en donde se delimitaron los ejidos no se perjudicó a las

haciendas, ranchos y demás propiedades privadas, por lo que físicamente los

ejidos podían estar contiguos o no al pueblo. Por otro lado, la superficie de los lotes

varió de un pueblo a otro, pues todo dependió del número de habitantes y del

terreno disponible. En aquellas poblaciones rodeadas por propiedades privadas,

los lotes solían ser de poco tamaño, por ejemplo, los vecinos del pueblo de Abalá

recibieron lotes de cinco hectáreas, los de Hunucmá de siete hectáreas y los de

Timucuy nueve hectáreas. En cambio, los vecinos de los pueblos del sur y oriente

de la península recibieron lotes considerablemente mayores. Por ejemplo, los de

Tzucacab, pueblo ubicado al sur del estado, recibieron lotes de 23 hectáreas, y en el

oriente los lotes del pueblo de Buctzotz y Tibolón medían 27 y 32 hectáreas,

respectivamente.85 Para tener una idea gr{fica de los denominados “ejidos” véase

en las páginas 88 y 89 los planos 1 y 2 de los pueblos de Chablekal y Maxcanú,

respectivamente, ambos situados en el noroeste yucateco, donde se desarrollaba la

industria agrícola henequenera.

Se puede considerar que en los pueblos donde se midieron y distribuyeron

los lotes se debió al esfuerzo tenaz de los vecinos interesados en la propiedad del

lote o ampliar la que poseían con anterioridad. En 1884, los miembros de la junta

municipal de Kantunil se reunieron con “los interesados en la distribución de los

lotes trazados” y acordaron que los propietarios de algún sitio, paraje y/o solar 85Fraccionamiento y reparto de los ejidos de Abalá (1882), en ATN, 1.24 (27), exp. 16; Fraccionamiento y reparto de los ejidos de Timucuy (1882), en ATN, 1.24 (27) exp. 16; Vecinos de Tzucacab se les miden y reparten sus ejidos (1909), en ATN, 1.24 (27), exp. 43; Fraccionamiento y reparto de los ejidos del pueblo de Hunucmá (1908), en ATN, 1.24 (27) exp. 87; Fraccionamiento y reparto de los ejidos de Tibolón (1908), en ATN, 1.24 (27), exp. 84; El gobierno remite el expediente de mensura y fraccionamiento de los ejidos de Buctzotz (1905), en ATN, 1.24 (27), exp. 76.

Page 108: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

87

recibirían un lote lo más inmediato a sus propiedades, en tanto que a los

funcionarios municipales se les otorgaría el lote que eligiesen.86 En otros casos, los

vecinos iniciaron un mercado de tierras con los lotes recibidos, como se aprecia en

el pueblo de Tekit. En 1901 Silvestre Rodríguez solicitó a la junta municipal de

Tekit que el lote que le correspondía se situara junto a los demás lotes que

compraría para anexarlos a sus parajes Hobobachén y Panabchén.87 En efecto,

algunos vecinos aprovecharon para comprar los lotes a quienes deseaban venderlo.

Manuel Lara, vecino del pueblo de Tekit, adquirió varios lotes “por cesión que le

hicieron sus propietarios”, y los anexó a su paraje Chacteilá. A Paula Castro, viuda,

le correspondió el lote 398, pero compró los lotes correspondientes a sus hermanos

y vecinos para incluirlos al perímetro de su paraje Akal. Finalmente, Fernando

González compró un total de 10 lotes para expandir su paraje Susulá.88 Al final de

la distribución, la junta municipal de Tekit informó al gobernador que mediante la

repartición de las fracciones de ejidos entre los vecinos “no se ha perjudicado a

ningún poseedor, antes al contrario han ampliado y mejorado su posesión con la

distribución de dichos ejidos”.89

86Vecinos de Kantunil se les miden y reparten ejidos (1886), en ATN, 1.24 (27), exp. 28. 87El gobierno del estado remite el expediente de fraccionamiento de los ejidos de Tekit (1889), en ATN, 1.24 (27), exp. 37. 88Véase El gobierno del Estado remite el expediente de fraccionamiento de los ejidos de Tekit (1889), en ATN, 1.24 (27), exp. 37. 89Véanse El gobierno del Estado remite el expediente de fraccionamiento de los ejidos de Tekit (1889), en ATN, 1.24 (27), exp. 37. En 1902, el ayuntamiento de Umán levantó un padrón con 699 padres de familia, número mayor a la población real. La intención de las autoridades municipales era vender los lotes a personas que desearan ampliar su propiedad, como en efecto sucedió. Vecinos de la villa de Umán, miden y reparten sus ejidos (1888), en ATN, 1.24 (27), exp. 50.

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88

Plano 1

Los ejidos del pueblo de Chablekal, 1909

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89

Plano 2

Los ejidos del pueblo de Maxcanú, 1909

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90

También los propietarios de las fincas circunvecinas participaron en el

mercado de tierras mediante la adquisición de uno o más lotes. Por ejemplo, entre

1907 y 1908, José Rendón, propietario de Dzidzilché, San Lorenzo, Ycaban y San

Esteban, ubicadas en el municipio de Halachó, compró los lotes 30, 31, 32, 34, 35 y

48 a sus propietarios directos o personas que anteriormente habían comprado a los

propietarios originales.90 En Maxcanú, los terrenos fraccionados y distribuidos

quedaron en manos de pequeños y grandes propietarios.91

Las autoridades municipales no se mantuvieron al margen de estas

transacciones. Al tener el control de los trabajos de medición, muchas autoridades

especularon con los lotes; así lo denunciaron en 1876 los vecinos de Oxkutzcab,

quienes acusaron a la junta municipal de vender los ejidos y beneficiar a unos

cuantos vecinos que estaban acaparando la gran mayoría de ellos.92 Algunas

municipalidades ordenaron medir y fraccionar más terrenos de lo correspondiente

o engrosaron el censo para obtener lotes excedentes que pondrían a la venta. En

1886, en el pueblo de Sitpach el agrimensor omitió dividir dos extensiones de

terrenos que correspondían al ejido del pueblo. Uno de ellos, de 12 hectáreas, fue

anexado a la finca San José Thomás, propiedad de José Dolores Gómez, comisario

90Dotación del pueblo de Halachó, en RAN-Mérida, Carpeta básica, exp. 23/5592 C-516. 91Dotación del pueblo de Maxcanú, en RAN-Mérida, Carpeta básica, exp. 23/101 C 34. 92Los vecinos eran Patricio Pacho, Leonardo Pacho, Macedonio Romero, Alejo Cruz, Elías Baeza, José María Briceño, Manuel Nieves, Nicolás Cámara, Estanislao Herrera, Paulino Cámara, Manuel Escobedo, Julián Cámara, Luciano Chulim, Facundo Martín y Antonio Tuz. Queja de los vecinos contra sus autoridades municipales (1876), documento reproducido en Rosales, Oxkutzcab, 205-206.

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91

municipal de Sitpach.93 En otro caso, en 1892 en el pueblo de Temax el agrimensor

midió una extensión mayor de lo necesario, y los terrenos sobrantes fueron

vendidos a Trinidad Aranda y a Luciana Pérez. El agrimensor se defendió

diciendo: “me ordenaron que yo midiera los terrenos citados que estuvieran a m{s

de una legua pues los estaban poseyendo *<+ desde tiempo inmemorial”.94

Como hemos podido apreciar, la orden de medición y distribución de los

lotes impactó a la población rural de un modo distinto, toda vez que los habitantes

de un mismo pueblo la percibieron y respondieron de acuerdo a sus necesidades

agrícolas, y sus deseos o no de poseer una propiedad. Lo anterior influyó de

manera decisiva en su lentitud para llevarla a efecto y su alcance fuera distinto de

un pueblo a otro. No obstante lo anterior, no debe perderse de vista el estrecho

vínculo que existía entre la circular del 10 de diciembre de 1870 con el proceso

privatizador, pues su promulgación tenía el propósito de identificar en dónde

terminaban los espacios agrícolas de los pueblos y dónde comenzaban los terrenos

baldíos susceptibles de ser vendidos. Dicho con otras palabras, la orden de medir y

93José Ruperto López por abusos cometidos en la mensura y distribución de ejidos (1886), en AGEY, Poder ejecutivo, Gobernación, caja, 243. 94Los vecinos de este pueblo perteneciente al partido de Temax piden se les expidan sus títulos de propiedad (1888), en ATN, 1.24, (27), exp. 48. Este expediente se encuentra como anexo al documento de medición y fraccionamiento de los ejidos de Sitpach. Véase también el caso de Umán, en 1902, su ayuntamiento engrosó el número de vecinos con derecho a una fracción de ejido. En su tercer intento, la autoridad municipal levantó un padrón con 699 padres de familia, número mayor a la población real, con el objetivo de vender a distintas personas los lotes o terrenos sobrantes. Así Calixto Quintal adquirió 500 mecates (20 hect{reas); Oviedo, dueño del paraje Jundzutkuk, compró “otra porción”; Guadalupe Chacón, síndico del ayuntamiento y dueño del paraje Santa Elena, obtuvo una porción y Atilano González adquirió otra porción, en donde cultivó henequén. Vecinos de la villa de Umán se les miden y reparte sus ejidos (1888), en ATN, 1.24 (27), exp. 50.

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92

distribuir los ejidos buscaba evitar que las formas tradicionales de usufructuar los

montes obstaculizara el proceso privatizador de la segunda mitad del XIX. Cada

vez que se denunciaba un terreno baldío, el procedimiento que seguían las

autoridades correspondientes era verificar si en verdad eran baldíos o ejidos de los

vecinos de los pueblos. En 1886 el juez de distrito de Mérida mandó al jefe político

“levantar el plano del pueblo de Sitpach con sus ejidos a fin de tener ese dato

seguro para apreciar si el denuncia que han hecho de unos terrenos los ciudadanos

Paulino Quijano y José R. López, pertenecen a los ejidos o son realmente baldíos”.95

Ahora bien, el hecho que los ejidos de los pueblos no estuvieran

debidamente medidos y distribuidos no obstaculizaba el proceso privatizador,

pues los agrimensores podían verificar los terrenos denunciados por medio un

simple ejercicio de cálculo para determinar si se trataba de un terreno baldío o de

los ejidos. Por ejemplo, en 1907 Trinidad Aranda denunció como baldío un terreno

cercano al pueblo de Yobaín. Dicho pueblo se encontraba en espera de solucionar

las diferencias que había tenido con el agrimensor encargado de realizar el plano

de sus ejidos, pero como el terreno denunciado se encontraba a una distancia

mayor de una legua del pueblo fue considerado baldío y se otorgó la venta.96

Para concluir este apartado, se puede considerar que la orden de medir y

distribuir los ejidos contenida en la circular del 10 de diciembre de 1870 forma

parte del grueso corpus legal que buscaba privilegiar y consolidar los derechos de

propiedad frente al usufructo consuetudinario, “comunal” e “itinerante” de los

recursos agrarios a lo largo del siglo XIX. Es clara la relación que guardaba la 95Verificación de los terreno denunciados por Paulino Quijano y José R. López (1886), en AGEY, Poder ejecutivo, Gobernación, caja 240. 96Yobaín. Los vecinos de este pueblo perteneciente al partido de Temax piden se les expidan sus títulos de propiedad (1892), en ATN, 1.21 (27), exp. 48.

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93

circular con el proceso de privatización toda vez que permitió a las autoridades

liberales distinguir donde se hallaba los terrenos baldíos. Sin embargo, a pesar de

la facilidad para distinguir los baldíos, su denuncia y venta no fue un proceso

sencillo debido a que los milperos de Yucatán lograron poner en marcha un

conjunto de estrategias que lograron obstaculizar la privatización de sus montes

como veremos en el apartado siguiente.

2.4 La defensa de los rumbos

En el último cuarto del siglo XIX, los milperos se enfrentaron a la privatización de

los montes que cultivaban en condiciones muy distintas a la primera mitad del

siglo. Para empezar la Constitución federal de 1857 abolió la personalidad jurídica

de los pueblos, ayuntamientos y otras corporaciones para poseer y administrar

bienes raíces de manera colectiva, así como la facultad para iniciar litigios o

cualquier otro trámite oficial como sujetos colectivos de derecho. Años después, en

Yucatán las antiguas repúblicas indígenas desaparecieron definitivamente de la

escena política en 1868.97 Los milperos resintieron la ausencia de las

experimentadas repúblicas indígenas porque los habían representado y defendido

desde la época colonial. Al respecto, el testimonio de los vecinos del barrio de

Santiago de la ciudad de Mérida en el año de 1869 es elocuente: “se acabaron las

repúblicas indígenas que eran las que se representaban por los ejidos, y hemos

97Sobre la desaparición de las repúblicas indígenas véase el decreto “Suprime las llamadas repúblicas indígenas” (decreto de 12 de septiembre de 1868), en Ancona, Colección de leyes, III, 301.

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94

tenido conocimiento de aquella adjudicación porque el señor Rosendo nos

prohibió hacer milpas *<+ como desde tiempo inmemorial”.98

En otras palabras, las autoridades municipales y las repúblicas indígenas

que habían contribuido a frenar la política privatizadora en la primera mitad del

siglo XIX quedaron sin posibilidades de intervenir en la venta de los terrenos

baldíos de la segunda mitad. Sin embargo, debido a su amplia experiencia como

litigantes, adquirida y acumulada a lo largo del periodo colonial y la primera

mitad del siglo XIX, la capacidad de los indígenas y las autoridades municipales

para frenar el proceso privatizador en el ámbito de la legalidad no disminuyó. A

este respecto, Daniela Marino ha demostrado que los pueblos decimonónicos

poseían una cultura jurídico-política conformada por ideas, prácticas, valores y

expectativas de raigambre colonial y elementos de la modernidad jurídica liberal.

A lo largo del siglo XIX, los grupos indígenas participaron en el sistema jurídico con

los conceptos y prácticas diseñados desde el poder y con sus propias prácticas y

estrategias para obtener justicia. Estas últimas aunque no eran consideradas legales

por el Estado, eran toleradas.99

Frente a la denuncia de los montes como baldíos, los milperos de los

pueblos yucatecos no dudaron en acudir a sus autoridades municipales. Este hecho

no era casual, apenas unas décadas atrás, ayuntamientos y juntas municipales

98A Bonifacio Rosado se le adjudica un terreno baldío sito en la municipalidad de Mérida (1867), en ATN, 1.24 (27), exp. 8. 99Marino, “La modernidad a juicio”, 3. Esta autora realiza un amplio estudio sobre la cultura jurídico-política de los pueblos rurales multiétnicos del centro de México en la segunda mitad del siglo XIX. Este periodo es considerado por la autora de transición porque el estado se ocupa del establecimiento de un sistema moderno de administración de justicia, en tanto la sociedad en su conjunto comenzaba, no sin dificultades, a adoptar la cultura jurídica moderna. Véase en específico el capítulo 3 de dicho trabajo.

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95

habían sido sus más férreas defensoras del embate privatizador y las más firmes

opositoras del proyecto ganadero, de modo, que acudir a las instancias

municipales para exponer su difícil situación, y “oponerse a la pretensión” de los

denunciantes, fue la opción más viable que encontraron los milperos para impedir

la pérdida de sus montes. En 1870 el ayuntamiento de la villa de Maxcanú “en

sesión extraordinaria” escuchó a los “ciudadanos indígenas Mariano Baas, Fermín

Kantún, Román Baltasar Cocom, Eusebio Collí, Anastasio Cau Chan, Gregorio Cau

y Nicolás Ventura”, quienes solicitaron su apoyo para suspender la venta del

paraje “que se halla al oeste de la hacienda Nipuc”. Los “ciudadanos indígenas”

argumentaron que en dicho paraje se hallaban “sus sementeras y labranzas de

varias clases, único patrimonio con el que cuentan para el sustento de sus

familias”.100

Otro caso similar ocurrió en el mes de noviembre de 1875 en el pueblo de

Uman. La junta municipal se reunió en sesión extraordinaria debido a que “un

número de vecinos e indígenas de este pueblo, reunidos en las galerías de la casa

municipal de este mismo, pedían audiencia para manifestar sus verdaderos

sentimientos”. Ante las autoridades municipales, los “vecinos e indígenas”

relataron cómo las denuncias de terrenos baldíos y las mensuras realizadas por los

dueños de las propiedades privadas estaban “dejando sentir sobre ellos graves

perjuicios que acaso los sumergir{n a una horrible miseria”, por lo que “imploran

la cooperación de esta H. Junta para que por su medio haga valer ante la

100Juan Rivero se le adjudica un terreno baldío sito al poniente de la hacienda de Chocholá (1871), en ATN, 1.21 (27), exp. 55.

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96

superioridad la voz del pueblo, y se digne dictar la devolución de los terrenos

citados por los expresados terratenientes”.101

Las autoridades municipales no fueron insensibles a las súplicas y

peticiones de los milperos. El ayuntamiento de la villa de Maxcanú, después de

escuchar a los quejosos, consideró “justo” el reclamo de los citados indígenas

porque “viven de la agricultura y de ningún otro tipo de industria se proporcionan

el sustento necesario, pues en la total escasez de terreno que hay en este municipio

hace más imperiosa tal necesidad”.102 Por su parte, la junta municipal del pueblo de

Um{n, consideró por “unanimidad” oponerse “contra todo lo que se ha practicado

y practica en los terrenos” denunciados como baldíos por considerarlo “perjudicial

a los intereses de la municipalidad”.103 Ambas autoridades, el ayuntamiento de

Maxcanú y la junta municipal de Umán enviaron sus peticiones al jefe político de

Maxcanú y Hunucmá, respectivamente, para que éstos, a su vez, las enviaran al

gobernador del estado y resolviera la situación de los milperos.

La exposición y petición directa de los milperos a sus autoridades

municipales y de éstas al gobernador del estado era una antigua práctica heredada

del régimen colonial y la primera mitad del siglo XIX, que consistía en apelar y

suplicar a la máxima autoridad, de quien esperaban ejerciera la justicia.104 El caso

101Tom{s Mediz O’horan denuncia un terreno baldío, sito en la municipalidad de Umán (1875), en ATN, 1.24 (27), exp. 79. 102Juan Rivero se le adjudica un terreno baldío sito al poniente de la hacienda de Chocholá (1871), en ATN, 1.21 (27), exp. 55. 103Tom{s Mediz O’horan denuncia un terreno baldío, sito en la municipalidad de Umán (1875), en ATN, 1.24 (27), exp. 79. 104Carlos Garriga explica que en el antiguo régimen la función principal del poder político era hacer justicia, y en la medida que ésta se identificaba con el mantenimiento del orden social y político establecido, quien ejerciera el poder tenía entre sus funciones más importantes la resolución de los conflictos de

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97

de Telchac en el año de 1888 muestra en primer término, el recorrido que seguía la

petición de los milperos por las diferentes instancias hasta llegar al gobernador, y

en segundo, la firme convicción de las autoridades municipales de que al ejecutivo

le correspondía resolver la petición. Los habitantes de pueblo de Telchac acudieron

al comisario municipal para evitar la denuncia realizada por Luciano A. Sánchez.

Dicha autoridad se dirigió a la junta municipal del pueblo de Motul, a la que

pertenecía, para comunicarle que el terreno denunciado “siempre se ha

considerado como ejido de este puerto porque allí es donde hacemos nuestras

labranzas, esto dio lugar a que yo [el comisario municipal], en unión de los vecinos

de este puerto protestáramos los procedimientos del referido agrimensor [Narciso

Campos]”. A su vez, la junta municipal envió esta protesta al jefe político de

Motul, y este último al gobernador “para lo que haya lugar”. 105 En otro caso

acontecido el 2 de octubre de 1892, la junta municipal del puerto de Santa Clara

explicó al jefe político de Motul que era útil y conveniente oponerse a la denuncia

de Rafael Sosa, pues los vecinos del puerto de Santa Clara “libran su subsistencia”

en dicho terreno. La junta municipal remató su petición confiando “en que usted

mire *<+ a los nuestros para que el C. Gobernador los apoye eficazmente dado sus

sentimiento de honradez y justicia”. 106

Las apelaciones de los milperos no seguían forzosamente este orden que

comenzaba con las autoridades municipales y culminaba con el gobernador.

acuerdo a los derechos y deberes constituidos o radicados en el orden jurídico. Garriga, “Orden jurídico”, 17-18. 105El comisario municipal en unión de los vecinos de Telchac protestan ante la denuncia de Luciano A. Sánchez (1888), en AGEY, Poder ejecutivo, Ayuntamiento, caja 251. 106Vecinos de Santa Clara se oponen a la denuncia hecha por Rafael Sosa (1893), en AGEY, Poder ejecutivo, Gobernación, caja 280.

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98

Paralelamente a sus autoridades municipales, los milperos también dirigieron sus

peticiones y súplicas a otras autoridades del ámbito local y federal,107 así acudieron

al presidente de república, al gobernador, al juez de distrito, al secretario de

fomento y al jefe político para oponerse a las pretensiones de compra de los

particulares, solicitar que no se aprobaran las denuncias de los terrenos baldíos, o

bien que los baldíos ya concedidos en venta les fueran devueltos. En los siguientes

casos, los indígenas se dirigen a las autoridades federales solicitándoles persuadir

a las autoridades locales, para que éstas últimas los favorecieran en sus fallos. En

1892 los milperos de Motul se dirigieron al ministro de fomento para que

intercediera por ellos ante el juez de distrito del estado, autoridad encargada de

recibir y aceptar los denuncios de los terrenos baldíos, para que “nos deje de

perturbar en nuestro trabajos de labrar los campos”.108

El otro caso ocurrió el 31 de marzo de 1894, Feliciano Chi, Juan de la Cruz

Kú, José Nabor Pool, m{s 20 “indígenas vecinos” del pueblo de Cepeda,

perteneciente al partido de Maxcanú, le escribieron al presidente de la república,

Porfirio Díaz, “implorando su paternal protección a fin de que lo recomiende de

este modo al juez de distrito de este estado por ser de justicia”. Los indígenas

explicaron que se hallaban asentados en un lugar pequeño y que continuamente 107Esta costumbre de recurrir a varias instancias evidencia que entre los milperos permeaba la noción de antiguo régimen de que la justicia se encontraba disperso en el cuerpo social y era ejercido tanto por el soberano como por sus funcionarios. Garriga, “Orden jurídico”, 11-12. 108Vecinos del pueblo de Motul se quejan de que a consecuencia de haberse admitido y adjudicado como baldíos terrenos perteneciente a sus ejidos, (1892), en ATN, 1.21, (27), exp. 55. Un caso similar ocurrió con los milperos de Caucel, en 1896 acudieron al ministro de fomento para que dicha instancia persuadiera al juzgado de distrito de no aprobar la denuncia de un terreno realizado por el señor Zorrilla.”Ramon Castillo Guzmán y 102 vecinos más del pueblo Caucel piden que no se apruebe el denuncio del C. Ovidio Zorrilla (1896), en ATN, 1.21 (27), exp. 41.

Page 120: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

99

eran amenazados por las denuncias de los particulares. Temían que su lugar de

residencia fuera vendida y de “caer por consiguiente bajo el dominio de los que

viniesen a ser dueños”. Sin más que sus argumentos, los indígenas señalaron que

siempre habían sido amenazados por los particulares pero “por fortuna todos los

gobiernos establecidos impidieron este abuso y nos tendieron una mano bien

hechora”. En su testimonio, los indígenas de Cepeda proporcionan un panorama

de la relación política, basado en el amparo y la protección que habían mantenido

con el gobierno federal y local. En 1851 “uno de tantos gobiernos impidió la venta

de nuestro lugar”, pero entre 1874 y 1878 “el amparo y la protección” fue “m{s

enérgica y poderosa” por haber tenido como base las “disposiciones determinantes

del gobierno general de la nación”. Asimismo, también expresaron la ayuda que

recibieron del congreso estatal y de los gobernadores, particularmente de José

María Iturralde, Eligio Ancona y Manuel Romero Ancona, quienes al concederles

el cambio de categoría de rancho a pueblo, cerraron “por completo la puerta a

todos los abusos”.109

¿Qué alcance tenían estas apelaciones y súplicas de los milperos enviadas a

las autoridades locales y federales? Pocos. Un cambio sustancial producido en el

proceso de formación y consolidación del Estado mexicano en el siglo XIX, lo

constituyó el hecho de que la justicia se convirtió en uno de los poderes en los que

se dividía el Estado y dicho poder era el único encargado de impartirla. En tal

sentido, quien encabezaba el poder político no tenía facultades para ejercer la

justicia como tampoco las antiguas corporaciones y sus fueros. Al mismo tiempo y

en estrecha relación con lo anterior, la noción de justicia también sufrió cambios

109Feliciano Chi y otros vecinos del pueblo de Cepeda piden protección para no ser inquietados en la posesión del rancho Cucab en el partido de Maxcanú, en ATN, 1.21, (27), exp. 342.

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100

sustanciales, pues ya no se llegaba a ella a través de argumentos razonables y/o el

reconocimiento de prácticas instituidas, sino mediante la correcta aplicación de la

ley y determinada en exclusiva por los órganos judiciales establecidos por el

propio Estado. La aparición de los códigos y el constitucionalismo, a lo largo del

siglo XIX, dieron lugar a un absolutismo jurídico, que no reconocía más que a los

órganos y las reglas fijadas por el Estado.110

En este contexto, las apelaciones y súplicas de los milperos de la segunda

mitad del siglo XIX eran escuchadas, pero no fueron resueltas por las autoridades

locales y federales a las que estaban dirigidas. Después de leer las peticiones, el jefe

político, el juez de distrito, el gobernador, el ministro de fomento y el presidente de

la república declaraban que no era de su competencia resolverlas sino de las

instancias judiciales mediante los recursos legales provistos por la ley como el

juicio de oposición. En 1870, el ministro de fomento, después de leer la petición de

los milperos del barrio de Santiago para declarar “nulo el título de propiedad

expedido en el año de 1863” a don Bonifacio Rosado, respondió que no podía

resolver su petición porque “no es el gobierno el que ha de resolver la cuestión

sino la autoridad judicial, pues se nota sobre derechos del terreno, y que a ella

deben ocurrir”.111 En 1882 los vecinos de Kinchil y Tetiz manifestaron al ministro

de fomento su oposición a la denuncia otorgada a Casiano Pérez. El funcionario

respondió “Consultadas las leyes *<+ no se ha encontrado mérito bastante para

declarar que dicha adjudicación especula en todas sus partes, y que si algún

110Arenal, “El discurso”, 306. 111Juan Francisco Molina se le adjudica un terreno baldío en jurisdicción de Mérida (1870), en ATN, 1.24, (27), exp. 13.

Page 122: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

101

derecho puesto y fundado creen tener lo deduzcan ante los tribunales que

corresponda”.112

Dicho de otra manera, las autoridades locales y federales exhortaron a los

milperos dirigir sus oposiciones y solicitudes conforme a los procedimientos

legales establecidos. En 1871 “muchos vecinos del pueblo de Timucuy” se

presentaron ante el juzgado de distrito para protestar por la denuncia realizada

por Perfecto Solís León. El fiscal señaló a “aquellos individuos” que debían

promover un juicio de oposición conforme al artículo 16 de la ley del 20 de julio de

1863, 113 el cual señalaba que si hubiera algún opositor, el terreno denunciado como

baldío no se le entregaría al denunciante hasta concluir el juicio de oposición entre

el opositor y el denunciante, “teniendo también por parte al representante de la

Hacienda federal”.114

Convencer a los milperos de utilizar la vía judicial para frenar las denuncias

de los montes no fue tarea sencilla. En 1876 los vecinos de Umán se quejaron ante

el presidente de la república porque el juez de distrito los había llamado a juicio de

oposición y lo consideraban nada viable e injusto porque “nuestros escasos

recursos no nos permiten entrar en un prologando litigio a que nos quiere obligar

112Vecinos de Kinchil y Tetiz piden se les repartan los terrenos que han poseído como ejidos (1882), en ATN, 1.24, (27), exp. 161. Véase también caso del pueblo de Umán. En 1875 el gobernador consideró que la oposición de los milperos y su junta municipal debía proceder mediante un juicio de oposición. Tomás Mediz O´Horan denuncia un terreno baldío, sitos en la municipalidad de Umán (1875), en ATN, 1.24 (27), exp. 79. 113Perfecto Solís León denuncia un terreno baldío en el pueblo de Timucuy partido de Acanceh (1871), en ATN, 1.21 (24), exp. 48. 114 En Fabila, Cinco siglos, 134.

Page 123: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

102

injustamente la inasible codicia de ricos propietarios”.115 El artículo 24 de la ley

constitucional para el gobierno interior de los pueblos del estado de Yucatán de

1862 había concedido a los municipios la facultad para “defender los ejidos de sus

pueblos”.116 Los municipios podían defender dichos ejidos en juicios o por medio

de sus síndicos procuradores o de apoderados siempre que el asunto se siguiera

fuera del municipio en que residieran “así como todo cuanto pertenezca al común

de los pueblos de su municipalidad” y perjudicara el bienestar de sus vecinos.117

Pero además, el artículo 25 señalaba que otra de las obligaciones de las autoridades

municipales era defender los terrenos baldíos inmediatos a sus municipios de la

enajenación, siempre y cuando los vecinos los necesitaran o se encontrasen

poblaciones en dichos terrenos.118 Ambas disposiciones se mantuvieron vigentes el

resto del siglo XIX y no fueron derogadas sino hasta 1906 cuando la nueva ley

constitucional para el gobierno interior de los pueblos del estado contempló como

única obligación de los municipios procurar la medición y distribución de los

ejidos ordenada por la circular del 10 de diciembre de 1870.119

Sin embargo, aun cuando la ley local permitía a las autoridades municipales

emprender un juicio, éstas se resistieron. En ese mismo año de 1876, el juez de

distrito invitó a la junta municipal del pueblo de Umán a que por la vía judicial

115Vecinos del pueblo de Umán piden se declare que no son denunciables los ejidos y estos se distribuyan conforme a la suprema reducción relativa de 10 de diciembre de 1870 (1876), en ATN, 1.24 (27), exp. 81. 116Esta situación puede observarse en el Estado de México. Los jefes políticos tenían la capacidad de otorgar o no permiso a los pueblos y ayuntamientos para litigar y defender sus bienes corporativos. Véase a Marino, “La modernidad a juicio”, 245-249. 117En Ancona, Colección de leyes, II, 331-332. 118En Ancona, Colección de leyes, II, 332. 119En Textos: Constitución política, 102.

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103

procediera su oposición a la denuncia realizada por David Vales. Dicho juez le

otorgó cuatro días para que formalizara el juicio de oposición, advirtiéndole que de

no hacerlo se le declararía como “desistido y se proseguir{ con el denuncio”. La

junta municipal no formalizó el juicio y el juez distrito le otorgó una prórroga de

cuatro días más. Finalmente, la autoridad municipal no se presentó y el fiscal

procedió con el proceso de venta del terreno denunciado como baldío.120

Los que intentaron frenar las denuncias de los particulares mediante un

juicio de oposición debían demostrar que el monte en disputa formaba parte de los

ejidos concedido por la circular del 10 de diciembre de 1870. Cuestión nada sencilla

si recordamos que los montes que usufructuaban los grupos familiares podían

hallarse distantes al pueblo, es decir, fuera del perímetro otorgado en la citada

circular. En 1870 la junta municipal de Timucuy contrató al licenciado Ricardo Río

para que defendieran los terrenos “donde tienen sus labranzas los indios” y que

habían sido denunciados como baldíos Perfecto Solís. Sin embargo, la junta

municipal desistió continuar el juicio de oposición después de que en las

averiguaciones previas se determinara que el terreno “se halla fuera de los ejidos

de la población”.121

En 1896 el ayuntamiento de Tixkokob había contratado a un abogado para

que promoviera un juicio de oposición por la denuncia de un terreno baldío al

oriente del pueblo de Ekmul realizada por Pedro Hernández. Al no poder

demostrar que los montes denunciados se encontraban dentro de los límites

estipulados en la circular del 10 de 1870, la municipalidad desistió continuar con el

120David Vales denunció un terreno baldío de 859 hectáreas, sito al oeste de pueblo Umán (1876), en ATN, 1.21, (27), exp. 85. 121Solís Perfecto se le adjudica un terreno baldío en jurisdicción de Mérida (1870), en ATN, 1.21 (27), exp. 15.

Page 125: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

104

juicio.122 Peor suerte tuvieron los habitantes del pueblo Nolo, cuando en 1886 su

comisario municipal intentó emprender un juicio de oposición en contra de la

denuncia de un terreno realizada por José Encarnación Cámara. El juez de distrito

les negó toda posibilidad de continuar con sus intenciones porque de acuerdo al

artículo 27 de la Constitución federal “el Ayuntamiento de Tixkokob, el comisario

municipal de Nolo y los vecinos de este último pueblo carecen de personalidad

para oponerse al denuncio del terreno”.123

Convencidas de las dificultades para emprender un juicio de oposición, las

autoridades municipales optaron por otras vías legales que consideraron más

seguras para poner a salvo los montes donde cultivaban los milperos. Es así como

ayuntamientos y juntas municipales en lugar de oponerse a la denuncia de un

baldío, solicitaban que los montes denunciados fueran medidos y entregados en

calidad de ejidos a los padres de familia de los pueblos conforme a la circular del

10 de diciembre de 1870. En 1882 la junta municipal de Tekit tras escuchar la

inconformidad de los milperos por la denuncia de un terreno realizada por

Cornelio Rendón, solicitó al gobernador del estado y luego al presidente de la

122Pedro Hernández denuncia un terreno sito al oriente de Ekmul (1896), en ATN, 1.21 (27), exp. 509. 123Examen detenido de la permuta propuesta por el C. Isidro Escobedo vecino de Nolo de un terreno de su propiedad con otras pertenecientes a los ejidos de aquella población (1886), en AGEY, Poder ejecutivo, Ayuntamiento, caja 236. El juicio de oposición de la junta municipal de Cansahcab fue desestimado porque se consideró que dicho órgano municipal no tenían capacidad jurídica para litigar. Sabas Vega denuncio de un terreno baldío situado 6 kilómetros del pueblo de Cansahcab partido de Temax (1901), en ATN, 1.21 (27), exp. 53.

Page 126: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

105

república que dicho terreno fuera concedido “a este pueblo para distribuir y

repartir entre las numerosas cabezas de familia que lo conforman”.124

Por su parte, los milperos, sin apoyo de sus autoridades municipales,

buscaron por la vía legal preservar el acceso y usufructo de sus rumbos. Con la

asesoría de algún abogado o representante legal, los milperos llevaron a cabo

distintos trámites formales como la inscripción del predio y el interdicto para

retener la posesión. El reto de los profesionales consistió en conciliar la costumbre

de acceder y usufructuar los montes con los términos de las leyes liberales. En cada

procedimiento, los miembros del grupo familiar eran presentados como sus

dueños, poseedores u ocupantes de los montes y para demostrarlo hacían énfasis

en los cultivos que tenían en ellos. La inscripción del predio en el registro público

de la propiedad era un procedimiento relativamente sencillo, pues bastaba con

inscribir el predio en el registro. Las personas que no contaban con la titularidad

del predio debían presentarse ante el juez de primera instancia, acreditar su

ocupación y recibir del funcionario el reconocimiento de titularidad para la

inscripción del inmueble. En el artículo 19 del Reglamento del registro público de

1871 se lee: “el propietario que careciera de título de dominio escrito deber{

inscribir su derecho justificado previamente su posesión ante el juez de primera

instancia”.125 A fines del siglo XIX, el reglamento vigente explicaba que la

inscripción tenía como finalidad el registro de la propiedad y la constitución del

derecho de propiedad. Esto último permitía a todos los individuos desprovistos de

título obtener la propiedad formal del inmueble.

124Vecinos del pueblo de Tekit piden se les reparta los terrenos que han estado poseyendo y que han denunciado el C. Cornelio Rendón (1882), en ATN, 1.24 (27), exp. 1552. 125En Ancona, Colección de leyes, IV, 327-328.

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106

Pese a la facilidad de este procedimiento, los milperos de los pueblos

hicieron escaso uso de él. El siguiente caso muestra con nitidez cómo un grupo

familiar logró conservar sus montes a partir del citado procedimiento. En 1883 seis

individuos de apellido Kú solicitaron al juez de primera instancia del municipio de

Motul la inscripción de un monte en el registro público de la propiedad. Los

solicitantes manifestaron carecer de “título de dominio escrito”, pero alegaron

estar en “quieta y pacífica posesión de un tablaje” en el pueblo de Motul. En

realidad, los solicitantes eran miembros de un grupo familiar extenso conformado

por dos hermanos y sus respectivas proles quienes accedían y usufructuaban los

montes que se encontraban al “oriente sur” de Motul. Ante el juez, los Kú se

nombraron propietarios individuales del tablaje que ocupaban. Explicaron que

cada miembro había heredado de su padre la propiedad, por lo que eran “dueños

y poseedores del tablaje de tierras” desde hacía m{s de veinte años, donde tenían

“labrado y cultivado sus montes”. Como la comparecencia de testigos era

necesaria, los Kú presentaron el testimonio de algunos milperos a quienes les

habían permitido cultivar en sus rumbos.

Finalmente, el juez de primera instancia, en conformidad con el ministerio

público, aceptó el testimonio ofrecido y les concedió el “título de propiedad

satisfaciendo a la hacienda pública los derechos de traslación de dominio”.126 De

126Véase Diligencias por reposición de un título promovidas por José Ramón, Juan, Cristina, Matero, Bárbara y Anastasia Kú de un tablaje de tierras (1883), en AGEY, Justicia, civil, vol 86, exp. 47. En ese mismo año de 1883 se registra otro caso similar en el pueblo de Motul. Tomás Chan, asesorado por un abogado, acudió al juzgado de primera instancia para Inscribirse como propietario individual de los montes que su abuelo Manuel Chan, su tío Florentino Chan y su padre Tomás Chan solían ocupar con sus sementeras. Véase Información promovida por el C. Tomás Chan en reposición del título de propiedad de un tablaje de tierras (1883), en AGEY, Justicia, Civil, vol. 92, exp. 30.

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107

este modo, amparados en el artículo 19 del reglamento del Registro Público, se

convirtieron en propietarios legítimos de los montes que usufructuaban y

garantizaban así su acceso de la misma manera como siempre lo habían hecho, es

decir, de manera corporativa.

Si las posibilidades económicas del grupo familiar permitían emprender

otros procedimientos legales más complejos, los abogados optaban por el

interdicto para recuperar la posesión, en el que la parte demandante debía

demostrar que se hallaba en posesión de la cosa u objeto que se trataba de

inquietarle, explicando la manera en que se llevó a efecto el despojo.127 En 1880, los

milperos de Cacalchén se enteraron que Teodosio Ancona, vecino de Tixkokob,

había denunciado los montes de Tanxikal como terrenos baldíos para anexarlos a

su hacienda Pibtuch. Los milperos intentaron impedir su venta mediante un juicio

de propiedad, pero al no poder pagar la hechura del plano que para tal efecto se

requería, acudieron al gobernador Manuel Romero Ancona para exponerle de

forma directa su situación. A manera de solución, el gobernador les propuso

utilizar los terrenos que quedaban fuera de los denunciados por Ancona, como era

de esperarse, los milperos no quedaron satisfechos con dicha propuesta.128

Finalmente en 1887, Estanislao Na, Evaristo Na, Francisco Aké, Guadalupe

Uitz, Leonardo Xool, Eusebio Couoh, Feliciano Couoh y Luis Couoh iniciaron un

127En Código de procedimientos civiles, 133; Escriche, Diccionario razonado, 331-332 menciona que el interdicto tenía como objetivo obtener una posesión de la que todavía no se entra, pero a la que se tiene derecho (Interdicto de adquirir la posesión); conservar una posesión, de la que ya se disfruta, pero que otro trataba de despojarlo legal o ilegalmente (Interdicto de retener la posesión); o bien, recobrar una posesión de la que ya se tenía y de la que se fue despojado violentamente o por decisión de algún juez (Interdicto de recobrar la posesión). 128Indígenas del pueblo de Cacalchén piden que se les restituyan unos terrenos que le pertenecen (1887), en ATN, 1.24 (27), exp. 30.

Page 129: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

108

interdicto de recuperar la posesión asesorados por el abogado Serapio Baqueiro.

Tres años después, en 1890 la junta municipal de Cacalchén designó a Virginio

Ceballos para que atendiera las diligencias legales.129 En el juicio verbal, los

milperos afectados se presentaron ante el juez de primera instancia de la ciudad de

Motul y dijeron “somos propietarios en común desde muy remotos tiempos” y

explicaron que Tanxikal había sido adquirido por nuestros caciques para que en

ellas hiciésemos nuestras labranzas.130 El interdicto de recuperar la posesión era un

procedimiento un tanto complejo. Lo iniciaban los individuos que se encontraban

plenamente despojados del bien raíz o inmueble que reclamaban y tenían el plazo

de un año para demostrar que habían sido los ocupantes del predio. Los

interesados podían acreditar su derecho a la posesión o tenencia de la propiedad

mediante la documentación o con testigos que informaran sobre la posesión y la

forma en que había ocurrido el despojo de la propiedad.131

Los milperos de Cacalchén presentaron como testigos a un ex-jefe político y

a un ex-presidente municipal, quienes relataron todos los intentos realizados por

los milperos a lo largo de diez años por conservar los montes de Tanxikal.

Paradójicamente, esta información le sirvió al juez de primera instancia para

declarar improcedente el interdicto porque había transcurrido diez años del

supuesto despojo de Tanxikal. En tal sentido, el juez señaló que Estanislao Na,

129Interdicto de recuperar la posesión promovido por la junta municipal de Cacalchén de un terreno situado en la jurisdicción de Tunkás. Juez el de primera instancia de Izamal (1890), en AGEY, Justicia, Civil, 183-E, exp. 66. 130Véanse Indígenas del pueblo de Cacalchén piden que se les restituyan unos terrenos que le pertenecen (1887), en ATN, 1.24 (27), exp. 30; Interdicto de recuperar la posesión promovido por la junta municipal de Cacalchén de un terreno situado en la jurisdicción de Tunkás. Juez el de primera instancia de Izamal (1890), en AGEY, Justicia, Civil, 183-E, exp. 66. 131En Código de procedimientos civiles, 134-135.

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109

Evaristo Na, Francisco Aké, Guadalupe Uitz, Leonardo Xool, Eusebio Couoh,

Feliciano Couoh y Luis Couoh habían dejado pasar mucho tiempo y en términos

legales había prescrito la posibilidad de emprender el interdicto. Por su parte, la

junta municipal de Cacalchén nada pudo hacer al ser cuestionada y descalificada

su capacidad jurídica para intervenir en la defensa de los recursos naturales. Es así

como los milperos de Cacalchén al no lograr demostrar la propiedad individual ni

la sucesión hereditaria que probaran sus derechos sobre Tanxikal, perdieron el

proceso legal y el derecho para continuar usufructuando los alejados montes.

Al margen de toda legalidad, en el ámbito cotidiano, los milperos

entablaron acuerdos con los denunciantes de un baldío para continuar

usufructuando los montes cultivados. Por ejemplo, en 1867 Teodoro Ancona,

vecino de la villa de Valladolid y propietario de la hacienda Pibtuch, denunció 866

hect{reas de terrenos baldíos. Desde esa fecha hasta 1887, Ancona “consintió que

los pobres [del pueblo de Cacalchén+ siguiesen labrando en los terrenos”.132

Pero no siempre fue así, en ocasiones los propietarios insistían en sacarlos o

impedirles la entrada a los montes denunciados como baldíos. Cuando esto

acontecía, algunos milperos desesperados por la pérdida de los montes donde

cultivaban emprendieron pequeños actos violentos para manifestar su

inconformidad e intimidar a los denunciantes de sus montes. En 1870 los milperos

de las rancherías de Papacal, San Mateo, Dzitiá y Nohluch se opusieron a la

denuncia realizada por Manuel Peón de los montes que se encontraban junto a su

hacienda denominada Yaxkix. Dichos indígenas acudieron al gobernador para

solicitarle la compra del terreno o que les fuese otorgado en calidad de ejidos; sin

132Indígenas del pueblo de Cacalchén que se le restituyen unos terrenos que les pertenecen y de los cuales se ha apoderado el C. Teodosio Ancona (1887), en ATN, 1.21(27), exp. 30.

Page 131: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

110

embargo, al percatarse de que los trabajos de mensura continuaban a favor de

Manuel Peón, “parte de esos indígenas, habitantes de dichos sitios, han destruidos

totalmente las mojoneras de mi referida hacienda Yaxkik sobre lo cual el C. Juez de

distrito está practicando las diligencias correspondientes”.133 Más allá de los casos

de invasión de los montes y destrucción de los trabajos de medición y demarcación

de los agrimensores, no hay evidencias de que los milperos del noroeste hayan

emprendido u organizado revueltas de gran magnitud para defender sus montes,

por lo que el caso de Maxcanú, cabecera municipal y del partido del mismo

nombre, ocurrido en 1891 resulta por demás emblemático.

En 1878, Camilo Solís se apropió de un pozo conocido con el topónimo de

Sacabá, cuando era jefe político de ese partido, para fundar el paraje Santa Gúdula.

Solís permitió que los indígenas continuaran usufructuando el pozo y los montes

que le rodeaban. “Con el transcurso del tiempo fue expandiendo *<+ hasta acotar

sus tierras y cercar de madera, cerca de dos mil mecates [80 hectáreas] los cuales

sembró de henequén que hoy est{ explotando.” Para 1891, los campesinos ya no

podían acceder al pozo y tampoco a los montes “que colindaban con los 133Indígenas de Papacal, Nohluch y San Matías piden se les adjudicquen los terenos baldíos que poseen y se les expida el título respectivo (1870), en ATN, 1.24 (27), exp. 47. Otro caso de ocupación y destrucción fue protagonizado por milperos del pueblo de Cansahcab en 1899. La junta municipal del dicho pueblo intentaba entablar una composición para salvaguardar las denuncias de varios propietarios, entre ellos Carlos Cortez Franco. Pero desistieron porque el juez de distrito consideró que ese procedimiento no podía ocurrir hasta que los tribunales resolvieron un juicio de oposición de dicho pueblo. Las autoridades municipales aceptaron “la sabia y justa determinación”, pero “los labradores han cercado los expresados terrenos en una extensión de 200 hectáreas, aproximadamente, y han comenzado a derribar un monte crecido que mis ascendientes había procurado conservar para extraer de él maderas de construcción”. El gobernador del estado remite la solicitud de la H. Junta municipal de Cansahcab relativo a la composición de los terrenos que expresa (1899), en ATN, Composición (27), exp. 26.

Page 132: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

111

acotamientos que había hecho”. Descontentos porque no podían desplazarse a los

montes, “un grupo de hombres se presentó en la casa del Síndico procurador C.

José Exaltación Zetina” y le expusieron los perjuicios de los que padecían al no

acceder al pozo y los montes aledaños. Los milperos de Maxcanú se presentaron

primero a sus autoridades municipales, pero como les “contestaban con evasivas”

se dirigieron al gobernador del estado muy confiados de “que la justicia alcanzar{

la palma del triunfo dando a cada uno lo que es suyo o como, señaladamente, lo ha

demostrado usted en su sabia y prudente administración”.134

Aún esperaban la respuesta del gobernador cuando, a principios del mes de

septiembre, el mayordomo de la hacienda Santa Cruz, propiedad de Eusebio

Escalante,135 les prohibió a dos indígenas cultivar los montes de la propiedad,

donde acostumbraban cultivar. El mayordomo, además entregó a los milperos al

juez de primera instancia de la villa de Maxcanú, quien los apresó.136 El

encarcelamiento de estos indígenas dio lugar a que cerca de “400” indios armados

con escopetas, hachas y machetes acudieran al juzgado, en donde se encontraban

apenas cuatro o cinco gendarmes y el coronel Alfredo Tamayo. La ausencia de

fuerzas represivas fue aprovechada por los milperos quienes “en varios pelotones

que en junto serían tres o cuatrocientos hombres” sacaron a sus compañeros

134AGEY, Poder ejecutivo, sección Gobernación, año 1891, caja 268. 135“Parte militar”, en Soler, “El levantamiento indígena”, 208; “Correspondencia particular del Gobernador de Yucat{n”, en Soler, “El levantamiento indígena”, 210. 136Soler, “El levantamiento indígena”, 208.

Page 133: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

112

detenidos y las municiones que había en el juzgado. En el ataque, el coronel

Tamayo resultó herido de una mano y con diversas contusiones en el cuerpo.137

Luego de liberar a sus compañeros, los milperos mantuvieron en sitio la

villa de Maxcanú por casi dos días completos. En ese tiempo, causaron destrozos

en la propiedad de don Eusebio Escalante Bates, amenazaron con hacer lo mismo

en otras propiedades, golpearon con sus machetes “las puertas de algunas de las

principales casas de los vecinos” de Maxcanú y destruyeron la línea telefónica del

ferrocarril.138 En otras palabras, los milperos agredieron las propiedades de los

propietarios y a las autoridades locales con quienes estaban disgustados. El 13 de

septiembre de 1891, llegaron a Maxcanú cerca de 400 hombres para acabar con las

acciones de los rebeldes, al día siguiente, el 4º magistrado del H. Tribunal Superior

de Justicia del Estado arribó a la villa para dialogar con los rebeldes.

Desconocemos los contenidos de las conversaciones, pero ocurrieron sin éxito. El

día 15, el coronel Tamayo acordó con los indios restablecer el diálogo. La cita se

llevaría a cabo en un lugar a media legua de la villa, pero los indios simplemente

no acudieron al lugar. Éstos prefirieron evadir la situación tal vez por temor a las

represalias. Así, se trasladaron junto con sus familias rumbo a los montes de

Campeche o a los del sur con los mayas pacíficos, según expresó en una carta el

137“Copia de la versión de los hacendados”, en Soler, “El levantamiento indígena”, 206; “Interrupción del orden público en Yucat{n”, en El Monitor Republicano, (24 sep. 1891). 138 “Copia de la versión de los hacendados”, en Soler, “El levantamiento indígena”, 206; “Correspondencia particular del gobernador de Yucat{n (1891), en Soler, “El levantamiento indígena”, 213; “Interrupción del orden público en Yucat{n”, en El

Monitor Republicano, (24 sep. 1891).

Page 134: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

113

gobernador Daniel Traconis al Presidente Porfirio Díaz.139 Con esta acción los

milperos concluyeron el levantamiento que mantuvieron durante cinco días.

Con la denuncia y venta de los terrenos como baldíos, los milperos

experimentaron la pérdida de sus rumbos o parte de ellos. Algunos debieron

caminar en busca de montes más alejados, otros optaron por los montes que se

encontraban dentro de las haciendas henequeneras, a los que accedieron como

trabajadores o arrendatarios. En sus testimonios, los milperos manifiestan temor e

incertidumbre al tener que buscar su subsistencia por otro lado y de una forma

distinta. En 1870 el ayuntamiento de Maxcanú señalaba que los indígenas de dicho

municipio vivían de la agricultura y se encontraban en una situación de escasez de

terrenos donde cultivar “porque la mayor parte de ellos son terrenos de propiedad,

cuyos propietarios si se los dan en arriendo son en un área muy limitada y en las

consiguiente ventajas que estén en sus intereses”.140 En 1894 Felix Chi, en

representación de los habitantes del pueblo de Cepeda, explicó que en dicho

pueblo “viven ochenta personas constituidas en familias”, las cuales “o se ver{n

obligadas a emigrar o a ponerse bajo el servicio del señor Arcadio Escobedo,

perdiendo así su libertad”.141 En 1896, vecinos del pueblo de Caucel afirmaron que

139“Copia de la versión de los hacendados”, en Soler, “El levantamiento indígena”, 206;“Correspondencia particular del gobernador de Yucat{n”, en Soler, “El levantamiento indígena”, 213; En el artículo “Perturbaciones en el orden público”, en El Monitor Republicano (26 de septiembre de 1891), se describe que para la contra ofensiva fue necesario llevar a cabo la leva, es decir, el reclutamiento de indios, del pueblo de Temax y de Cansahcab para engrosar las filas contraofensivas. 140Juan Rivero se le adjudica un terreno baldío sito al poniente de la hacienda de Chocholá (1871), en ATN, 1.24 (27), exp. 55. 141Felix Chi en representación de los habitantes indígenas del pueblo de Cepda, Yucatán (1894), en ATN, 1.21 (27), exp. 58.

Page 135: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

114

con la venta de los montes “tendríamos por necesidad que ir al servicio de las

fincas de campo para buscar el sustento de nuestras familias”.142

Para concluir el presente capítulo deseamos resaltar la respuesta de la

población milpera frente al proceso privatizar. En la primera mitad del siglo xix las

formas tradicionales de ocupar los montes constituyeron, en gran medida, un

obstáculo para la venta de los terrenos considerados baldíos. En la segunda

dejaron de serlo. Varios factores incidieron, uno fue la instauración o creación de

los ejidos conforme a la circular del 10 de diciembre de 1870. Dicha circular fue de

suma importancia en el proceso de reafirmación de los derechos de propiedad

frente a las formas tradicionales de usufructuar los montes; pues sirvió para

identificar en dónde terminaba los terrenos que le corresponderían a los vecinos de

los pueblos y dónde comenzaban los baldíos susceptibles a ser vendidos. De hecho,

aun en los pueblos en donde la medición y la distribución individual de sus ejidos

no se hubieran realizado, un simple ejercicio de cálculo, por parte de los

agrimensores, determinaba si se trataba de un terreno baldío o no.

Otro factor fue la anulación jurídica de las corporaciones municipales para

poseer y administrar bienes raíces e iniciar litigios, y la desaparición en 1868 de las

repúblicas indígenas, quienes en la primera mitad del siglo XIX habían encabezado,

con éxito, la defensa de los montes. Sin la ayuda de sus autoridades municipales e

indígenas, los milperos emprendieron, no sin dificultad, la defensa de sus montes.

En este proceso los milperos se enfrentaron a que la única forma posible para

oponerse a la venta de los montes que cultivaban era por la vía legal. De modo que

la antigua práctica de suplicar la ayuda a las autoridades locales y federales dejó

de ser efectiva. En este contexto, sólo algunos grupos familiares lograron poner en 142Ramon Castillo Guzmán y 102 vecinos más del pueblo Caucel piden que no se apruebe el denuncio del C. Ovidio Zorrilla (1896), en ATN, 1.21, (27), exp. 41.

Page 136: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

115

marcha algunos procedimientos legales para conservar los montes. Otros más, en

el ámbito cotidiano, lograron acuerdos pacíficos para acceder a los montes aun

denunciados; los que no lo lograron buscaron otros montes donde cultivar, otros

más, desesperados y angustiados de perder sus cultivos, invadieron los montes y

destruyeron los trabajos realizados por los agrimensores. De manera simultánea al

proceso privatizador, la población de los pueblos experimentaba cambios aun más

profundos con la presencia de las haciendas henequeneras, pues comenzaron a

demandar de mano de obra fija y temporal para cultivar y procesar el henequén,

como veremos en el siguiente capítulo.

Page 137: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

CAPÍTULO III AUGE HENEQUENERO Y SOCIEDAD RURAL A FINES DEL SIGLO XIX

En el último cuarto del siglo XIX, la vida económica, política y social de Yucatán dio

un vuelco sin precedentes tras la consolidación de su agroindustria en el mercado

internacional. En particular, el noroeste peninsular experimentó cambios

profundos con la presencia de centenares de haciendas que, de manera intensiva,

cultivaban henequén y extraían la fibra. El presente capítulo analiza el impacto que

tuvo la agroindustria sobre los pueblos del noroeste yucateco, específicamente, los

cambios que experimentó la población rural en sus condiciones de vida al quedar

vinculada, de uno u otro modo, a las haciendas. El capítulo inicia con una breve

descripción de las haciendas henequeneras, el cultivo del agave y la infraestructura

establecida en el noroeste peninsular, y continúa con la transformación en la

distribución de la población, el deterioro y los cambios que sufrió la producción

agrícola tradicional, el establecimiento de distintas relaciones y condiciones

laborales y la importancia de los montes de la finca como recurso agrario de los

trabajadores que residían en las propiedades y de los jornaleros de los pueblos.

1. NOROESTE HENEQUENERO

Entre 1821 y 1847 el henequén había ganado una cierta presencia en las haciendas

del noroeste de Yucatán. En 1845 el henequén manufacturado o en rama ocupaba

el segundo lugar en las exportaciones locales. Pero no fue sino hasta la década de

1880 que el henequén desplazó a la ganadería y a los cultivos de maíz, tras su

plena inserción en el mercado exterior, el aumento del precio internacional de las

fibras, la invención y el perfeccionamiento de la máquina raspadora que permitió

mayor extracción de fibra en menor tiempo, así como un conjunto de disposiciones

Page 138: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

117

y reglamentaciones encaminadas a garantizar y fortalecer el vertiginoso

crecimiento de la economía exportadora agroindustrial de Yucatán.1

El cultivo de henequén y su industrialización se concentró en los partidos

del noroeste: Mérida, Hunucmá, Acanceh, Tixkokob, Maxcanú, Temax, Izamal,

Motul y Progreso. En 1862 los cultivos de henequén se extendían sobre 2 941

hectáreas, en 1869 aumentó a casi el doble con 4 687 hectáreas, pero en 1881 el

incremento fue todavía mayor, pues la superficie cultivada alcanzaba las 42 555

hectáreas; en 1883 disminuyó la extensión de los cultivos a 36 740 hectáreas, pero

en 1885 incrementó a 43 011. En el cuadro 8 se muestra el acelerado crecimiento de

henequén y lo compara con la producción de maíz en los partidos del noroeste. En

dicho cuadro se puede apreciar que en la década de 1860 el maíz era el producto

agrícola más importante, pero en menos de dos décadas, al principiar los años

1880, la situación se había invertido: la superficie sembrada de henequén rebasó,

abrumadoramente, la de maíz. Los cultivos del agave continuaron su meteórica

expansión. Entre 1890 y 1892 la superficie cultivada en todo el estado fue de 99 120

1Entre las acciones que el gobierno estatal emprendió para favorecer el desarrollo y consolidación de la agroindustria henequenera se encuentran los estímulos económicos a los inventores de máquinas de raspar, la inauguración de una oficina central meteorológica y de estaciones en varias cabeceras de partidos políticos para vigilar el comportamiento climático, la elaboración de reglamentos que establecían los criterios que regulaban la calidad de fibra para su exportación y la expedición de medidas que aseguraron la disponibilidad de mano de obra a las haciendas. El gobierno del estado se hizo cargo también del tendido de vías férreas para el transporte de la fibra, eximió a los productores de todo tipo de impuestos y estimuló la organización de una banca que apoyara las inversiones. Para una discusión amplia de todos estos aspectos véase el trabajo de Zuleta, De cultivos y

contribuciones, 234-246. Un estudio sobre la mecanización, las innovaciones tecnológicas y la división del trabajo empleados en el proceso productivo del henequén lo ofrece García Quintanilla, Los tiempos en Yucatán, 37-69.

Page 139: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

118

hectáreas y en 1909 de 183 210 hectáreas.2 A mediados de la década de 1900 la

producción henequenera ocupaba el segundo lugar en el valor total de la

producción agrícola nacional, después de los valores de la producción nacional de

maíz y superando al valor de la producción nacional de trigo.3

CUADRO 8

HECTÁREAS DE MAÍZ Y HENEQUÉN EN EL NOROESTE DE YUCATÁN, 1862-1885

1862 1869 1881 1884 1885

Partidos Maíz Henequén Maíz Henequén Maíz Henequén Maíz Henequén Maíz Henequén

Mérida 9,292 2,324 264 1,116 410 13,165 0 8,964 0 12,967

Motul 8,223 284 1,471 181 2,944 2,004 566 2,146 802 2,168

Maxcanú 3,421 333 2,800 200 656 3,283 777 3,259 2,400 3,600

Izamal 0 0 0 312 548 2,239 3,893 2,633 2,132 1,894

Hunucmá 0 0 4,920 1,012 657 5,089 366 4,756 280 5,400

Acanceh 0 0 796 1,441 619 9,890 1,165 9,039 1,608 11,039

Tixkokob 0 0 1,730 413 40 5,177 27 3,835 27 3,835

Temax 0 0 1,237 12 0 1,668 1,104 1,668 1,104 1,668

Progreso 0 0 0 0 141 40 131 440 131 440

Totales 20,936 2,941 13,218 4,687 6,015 42,555 8,029 36,740 8,484 43,011 Fuentes: Rejón, Documentos justificativos de la memoria; Cirerol, Expediente de la visita; Baqueiro, Reseña histórica, documentos justificativos, núm. 3; Rosado, Memoria, 1884; Rosado, Memoria, 1885.

El crecimiento de los cultivos guardaba estrecha relación con las

exportaciones de fibra. En 1860 se exportaron 202 191 kilos de la fibra yucateca, en

1879 se embarcaron 9 444 282‖kilos;‖ sin‖ embargo,‖ esta‖ cifra‖― hasta entonces la

m{s‖alta―‖fue superada a casi el doble en 1880, pues al mercado salieron 18 178

994 kilos del sisal yucateco. En 1892 las exportaciones alcanzaron los 58 584 813

kilos y en 1916 del puerto de Progreso salieron 201 990 440 kilos de fibra de

henequén.4 El henequén fue la principal exportación agrícola de México desde

2García Quintanilla, Los tiempos en Yucatán, 55. 3Zuleta, De cultivos y contribuciones, 232. 4Askinasy, El problema agrario de Yucatán, 100-101.

Page 140: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

119

1880. Cecilia Zuleta estima que en 1885 las exportaciones de la fibra alcanzaron una

participación de 8.5% en los valores de la exportación total de México y en 1900

comprendió 18% de los valores exportados frente a 40% de las exportaciones de

plata y 6.88% de las exportaciones de café.5

Las modestas construcciones de las antiguas haciendas ganaderas se

transformaron en otras más complejas, en correspondencia con las necesidades del

monocultivo y su procesamiento. Es así como las haciendas henequeneras, también

denominadas fincas, se constituyeron en empresas estructuradas con base en la

lógica productiva de una economía de exportación y funcionaban mediante un

exacto manejo y aprovechamiento del agave, cuyo ciclo vital era de 20 años, desde

el momento de la siembra hasta el fin de su edad productiva. Para su producción a

gran escala, los cultivos se realizaban escalonadamente en función de su edad.6

Así, los planteles en crecimiento eran agaves menores a los siete años; en

producción eran aquellos entre siete y 16 años de edad, y en producción

decreciente eran planteles con matas entre 16 y 23 años.7 Cada plantel estaba

cercado e identificado bajo un topónimo, por ejemplo: Santa Rita, Candelaria,

Encarnación, San Juan. Finalizada la etapa productiva de un plantel, se retiraban

los agaves viejos, se limpiaba el terreno y se cultivaban matas nuevas de henequén

5Zuleta, De cultivos y contribuciones, 232. 6García Quintanilla, Los tiempos en Yucatán, 43-45. 7Bellingeri,‖‚La‖racionalidad‖esclavista‛,‖251.‖Cuando‖las‖plantas‖de‖henequén‖son mayores de 15 años, inicia el periodo de la decadencia de su vida y de su producción. Sin embargo, con los cuidados adecuados y una moderada explotación, los planteles pueden producir. José A. Bolio, antiguo administrador de haciendas henequeneras, escribió sobre los cuidados específicos que debían recibir los planteles henequén, de acuerdo a la edad de las matas. Bolio, Manual práctico, 58-63.

Page 141: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

120

que provenían del semillero de la finca.8 En la hacienda Kochol, ubicada en el

municipio de Maxcanú, el cultivo de henequén se extendía sobre 932 hectáreas,

distribuidas en 24 planteles con henequén que fluctuaban entre los 10 y 30 años.9

Para tener una idea gráfica de los planteles y su distribución en las fincas véase en

la página 122 el plano 3, correspondiente a la hacienda Yaxché.

Para el procesamiento de las hojas de henequén, las haciendas contaban con

la más moderna tecnología mecánica para desfibrar, trasladar y empacar la fibra de

henequén. La casa de máquinas albergaba la desfibradora de vapor o diesel; en

1869 había 33 raspadoras movidas a vapor y 56 con fuerza motriz, en 1884 habían 1

024 ruedas raspadoras y en 1885, 1 126.10

8Canto Chan, Los trabajadores mayas, 41. 9Plano de la hacienda Kochol, municipio de Maxcanú (1917), Poder ejecutivo, Planos, caja 4, vol. 2. Los planteles, sus nombres, extensión y situación eran los siguiente: San Francisco 35 hectárea; Mercedes 43 hectáreas; Victoria 39 hectáreas; San Ramón 38 hectáreas con agave de 18 años; San Felipe 43 hectáreas; Santa Teresa 24 hectáreas con agave de 20 años; San Vicente 16 hectáreas con agave de 20 años; San Miguel 53 hectáreas, con agave de 25 años; Candelaria 50 hectáreas, con agave de 15 años; San Federico 99 hectáreas, con henequén de 30 años; René 43 hectáreas y quemado; Encarnación 47 hectáreas, con henequén de 15 años; San Antonio 39 hectáreas, con matas de 10 años; San Juan 18 hectáreas, con henequén de 16 años; San Jose Xlabpak 44 hectáreas, con plantas de 16 años; Santa Emilia 44 hectáreas; Lia 49 hectáreas, con matas de 18 años; Nidia 40 hectáreas, con henequén de 19 años.; Elia 40 hectáreas; San Alfonso 18 hectáreas; Santa Isabel 11 hectáreas; San Isidro 13 hectáreas; Santo Domingo 43 hectáreas, con agave de 10 años; y San Marino 25 hectáreas, desocupado. 10Cada hacienda henequenera, por pequeña que fuera, poseía una máquina desfibradora. La Vencedora, la preferida de los hacendados, raspaba veinte mil pencas (hojas de henequén) por hora. La Torroella, la Pascal y la Loría eran máquinas de menor capacidad que se utilizaban en haciendas pequeñas. Todas ellas eran movidas por combustible de leña, y para tener una idea de la demanda de la leña diremos que hacia 1892, existían en Yucatán poco más de 1 300 máquinas raspadoras‖ movidas‖ a‖ vapor.‖ C{mara‖ Zavala,‖ ‚Historia‖ de‖ la‖ industria‖

Page 142: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

121

La casa de máquinas también alojaba las calderas de vapor, los

purificadores, los alimentadores, los tanques de agua y las bombas para extracción

de agua de pozo; el depósito de henequén seco y suelto; la prensa de empaque y

una bodega para depositar las pacas de henequén. El tendedero se construía en un

patio amplio, cercado con madera o alambres y suelo bien nivelado y terraplenado,

en donde se extendía sobre alambres la fibra húmeda para su secado.11

Los montes, es decir, los espacios no cultivados y ocupados con vegetación,

formaban parte de la lógica productiva de la hacienda henequenera. De ellos se

extraía parte del combustible vegetal para las máquinas raspadoras, el uso

doméstico de la casa principal y para la población de la hacienda, y también como

espacio agrícola de los trabajadores de la finca. Al respecto, el ex-hacendado

Alberto García asentó en sus memorias que el monte de la hacienda Siho servía

para‖‚obtener‖leña‖para‖las‖calderas‖de‖vapor‖y‖para‖facilitarlas,‖sin‖pago‖alguno,‖

para la siembra de maíz a los trabajadores radicados en la hacienda‛.12 Por tales

razones, las extensiones de montes llegaban a ser mayores a las ocupadas por los

henequenales.‖ El‖ citado‖ García‖ Cantón,‖ propietario‖ de‖ Siho,‖ escribió‖ que‖ ‚en‖ el‖

pasado siempre se había procurado tener en tierras sin cultivos [es decir, montes]

el‖doble‖de‖la‖extensión‖cultivada‛.13

henequenera‛,‖ 696,‖ 702;‖ Su{rez‖ Molina,‖ La evolución económica, I, 205; Rosado, Memoria, 1884; Rosado, Memoria, 1885. 11Bolio, Manual práctico del henequén, 142-144. 12García Cantón, De mi archivo, 127. Además de los montes, las fincas tenían ramonales, huertas y semilleros. De los dos primeros se obtenían distintos productos para el consumo cotidiano de la hacienda como ramas de ramón para alimentar el ganado caballar y vacuno, frutas y verduras. Los semilleros eran planteles donde se cuidaban las pequeñas plantas de henequén, conocidas como hijos de henequén que serían trasplantadas en los planteles grandes. 13García Cantón, De mi archivo, 127.

Page 143: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

122

Plano 3

Planteles de la hacienda Yaxché, 1910

Ampliación del plano de la Hacienda Yaxché MAPOTECA: Manuel Orozco y Berra

Page 144: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

123

Las fincas más importantes tuvieron mayores extensiones de monte que

superficies cultivadas. Ejemplo de ello es la hacienda de Temozón, del municipio

de Abalá, que en 1921, tenía una extensión de 4 783 hectáreas de monte y 1 770

hectáreas con henequén. Es decir, 71% de la propiedad estaba conformada por

espacios con vegetación.14 Otros ejemplos son las haciendas Chunchucmil y

Yaxché, de los partidos de Maxcanú y Hunucmá respectivamente. En 1902 la

primera poseía una extensión aproximada de 60 012 hectáreas de montes de un

total de un total de 61 594 hectáreas. En 1910 la segunda tenía una superficie de 5

179 hectáreas, de las cuales 3 019 eran montes.15 Para tener una idea de la extensión

que podían ocupar los montes dentro de las haciendas henequeneras, en 1907 en la

hacienda San Jerónimo Yaxcopoil, ubicada en el municipio de Umán y considerada

una de las fincas más importantes de su tiempo, la extensión total de la finca era de

11 467 hectáreas, sus henequenales ocupaban 2 262 hectáreas, apenas 19.7% de la

superficie total, en tanto que sus montes prácticamente dominaban la propiedad. 16

Las fincas más pequeñas tenían menos extensiones de montes. La hacienda

Kuiché de las Flores, del partido de Temax, tenía 148 hectáreas de montes, en tanto

que sus plantíos se extendían sobre 374 hectáreas. En una situación similar se

encontraba Xcumpich, del municipio de Mérida, cuyos montes alcanzaban las 184

hectáreas y su superficie cultivada 773 hectáreas.17 Los propietarios de las fincas

rústicas Chimay y Hunxectan formaban una sola unidad agrícola industrial. La 14Plano topográfico de la hacienda Temozón, municipio de Abalá (1921), en AGEY, Poder ejecutivo, Planos, caja 1, vol. 1. 15Bellingeri,‖‚La‖racionalidad‖esclavista‖en‖Yucat{n‛,‖251. 16Bellingeri,‖‚La‖racionalidad‖esclavista‖en‖Yucat{n‛,‖251. 17Plano topográfico de la hacienda Kuiché de las flores, municipio de Cansahcab (1913), en AGEY, Poder ejecutivo, Planos, caja 1, vol. 7; Plano topográfico de la hacienda Xcumpich, municipio de Mérida (1903), en AGEY, Poder ejecutivo, Planos, caja 5, vol. 1.

Page 145: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

124

superficie total de la primera (2 301 hectáreas) estaba cultivada, en tanto que la

segunda‖ (1‖ 034‖ hect{reas)‖ conservaba‖ sus‖ montes‖ que‖ se‖ aprovechaban‖ ‚en‖ la‖

propia‖negociación‛.18

En algunas haciendas, los montes eran reconocidos con topónimos y se

encontraban comunicados a la hacienda por caminos y vías decauville que

facilitaban su desplazamiento hacia ellos. La finca Yaxché, situada en el partido de

Hunucmá, poseía seis montes tres de ellos denominados Yaxché, Sabacabal, y

Yodzonot, los otros tres no tienen nombre. Dos de ellos, Yaxché y Yodzonot se

encontraban en la periferia de la propiedad y se llegaba a ellos mediante los

caminos principales y veredas secundarias que aparecen en denominados como

‚camino para‖ leña‛,‖véase los planos 4 y 5. El resto de los montes se encuentra

dentro de la hacienda, incluso dos de ellos se ubican entre los planteles de

henequén. Pero hay uno en especial que era destinado para los sirvientes, sea para

su cultivo o extracción de la leña, véase el plano 6.19

Es difícil de precisar el número exacto de las haciendas dedicadas a la

agroindustria henequenera, principalmente porque los registros estadísticos más

importantes ofrecen diferentes cifras de propiedades denominadas de distintas

manera como haciendas, fincas rústicas, fincas urbanas o fincas rurales. Sin

embargo, para 1899 Víctor Suárez Molina estima la existencia de 899 haciendas

18Petición de ejidos del municipio de Kanasín, núcleos: San Pedro Nohpat, Teya, Techan, Subincancab, Mulchechén, Hunxectaman, San Antonio Tehuitz, (1921), en RAN-Mérida, Carpeta básica, exp. 23-25/70. 19Plano topográfico de la hacienda Yaxché, municipio de Ucú (1910), en Mapoteca ‚Manuel‖Orozco‖y‖Berra‛.

Page 146: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

125

Plano 4.

Montes Yaxché, 1910

Ampliación del plano de la hacienda Yaxché. Mapoteca: Manuel Orozco y Berra

Page 147: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

126

Plano 5 Montes Yodzonot, 1910

Ampliación del plano de la Hacienda Yaxché Mapoteca: Manuel Orozco y Berra

Page 148: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

127

Plano 6 Montes de los sirvientes, 1910

Ampliación del plano de la Hacienda Yaxché Mapoteca: Manuel Orozco y Berra

Page 149: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

128

dedicadas al henequén y a la ganadería.20 En el censo de población de 1900

aparecen‖como‖‚fincas‖rurales‛‖cerca‖de‖1‖042‖en‖la‖zona‖noroeste‖del‖estado.21

A partir de 1880, la agroindustria henequenera fue fortalecida con la

construcción de una extensa y compleja red conformada por 918 kilómetros de vías

férreas. Desde la ciudad de Mérida se tendieron los rieles de tren en dos

direcciones: hacia el Golfo de México y hacia tierra adentro. La primera estaba

conformada por la vía Mérida-Progreso, puerto por donde salía la fibra al mercado

internacional y la segunda la conformaban tres largas rutas cuyos destinos finales

eran: Valladolid, Peto y Campeche. Las tres atravesaban la zona productora de

henequén, cuyas cabeceras de partidos políticos (Acanceh, Hunucmá, Izamal,

Maxcanú, Motul, Temax y Tixkokob) y algunas de sus cabeceras municipales, tales

como Abalá, Chocholá, Kanasín, Tekantó, Cacalchén Cansahcab y Halachó, se

convirtieron en sedes de una estación de ferrocarril y por ende en grandes centros

de acopio de la fibra producida en sus demarcaciones.

La extensa red de comunicación ferroviaria dependió de otras redes

secundarias: los tranvías vecinales y las vías decauville. Ambas se caracterizaban

por su estructura de menor tamaño y modesta tecnología, pero tenían la virtud de

comunicar la producción agrícola de las fincas más remotas a las vías del

ferrocarril local. Los tranvías vecinales eran impulsados por tracción animal y

comunicaban a los pueblos, las haciendas, las cabeceras municipales y de partido.

De manera que por tranvía llegaban las pacas de henequén a las estaciones de

ferrocarril de las fincas aledañas para su posterior embarque al tren que se dirigía a

20Suárez Molina, La evolución económica, I, 118-119. Dicha autor precisa que existía en el estado un total de 1 235 propiedades, incluyendo las que se encontraban al sur y el oriente del estado. 21Censo de población de 1900.

Page 150: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

129

Mérida. Para 1902 los tranvías vecinales se extendían sobre los partidos de

Tixkokob, Hunucmá, Progreso, Mérida, Izamal, Motul, Maxcanú, Acanceh, Temax

y Peto, con excepción del último partido, en todos los demás se concentraba la

producción del agave.22 El peldaño más minúsculo del complejo entramado

ferroviario lo conformaban las delgadas líneas de riel, conocidas como vías

decauville, que se extendieron sobre todos los espacios productivos de las fincas, es

decir, los planteles, la unidad procesadora, las bodegas, los montes e incluso para

conectar a las haciendas con los pueblos más cercanos. Estas vías eran portátiles lo

que permitía su instalación cuando se requería y sobre ellas se deslizaban las

plataformas jaladas por una mula o caballo que llevaban el henequén en hoja o

procesado. A fines del siglo XIX, existían 500 kilómetros de vías decauville, de los

cuales 440 se encontraban en los partidos productores de henequén.23

El tendido de una extensa y compleja red de caminos de acero logró enlazar

a toda la zona productora de fibra de henequén, pero sobre todo permitió agilizar

y reducir los costos de la transportación de la producción agrícola hacia el puerto

de salida para el mercado internacional. Como resultado de ello, la zona noroeste

se convirtió en el polo más dinámico del estado por todas las posibilidades de

intercambio, movilidad y desplazamiento que brindaba la comunicación

ferroviaria. El panorama era muy distinto en el sur y oriente del estado. Los

tranvías vecinales sólo existían en el partido de Peto y las vías decauville apenas

tenían 60 kilómetros en la zona cañera del sur, por lo que su intercomunicación se

llevaba a cabo por medio de los antiguos caminos en carretas, a pie o a lomo de

caballo. Sin embargo, en la última década del siglo XIX y principios del XX los

caminos ferroviarios llegaron a finalmente a Peto y a Valladolid, lo que permitió a 22Suárez Molina, La evolución económica, II, 188-189. 23Suárez Molina, La evolución económica, II, 189.

Page 151: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

130

la población un enlace más eficaz con el noroeste, así como fortalecer su economía

local ante las posibilidades de establecer un comercio interno como abastecedores

de productos agrícola-ganadero, y en algunos casos de henequén, como ocurrían

en los municipios de Ticul, Sotuta y Espita (véase mapa 2).

Page 152: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

131

2. EL MAÍZ EN TIEMPOS DEL HENEQUÉN

El 1 de julio de 1870 el gobernador de Yucatán Manuel Cirerol dirigió un mensaje

al congreso del estado, en el que expuso el tema de la escasez de maíz. El

gobernador explicó que la disminución del cereal se debía a dos factores: a la mala

cosecha del año anterior y a un menor número de productores de grano. Sobre este

punto, explicó que gran parte de los cultivadores de henequén habían abandonado

la‖siembra‖de‖maíz‖porque‖les‖ofrecía‖menos‖ganancia.‖M{s‖aún,‖―advirtió―‖estos‖

productores de henequén se estaban convirtiendo en consumidores de grano.24 A

la siguiente década, las observaciones de Cirerol sobre la disminución de maíz eran

más que evidentes. En la década de 1880, las haciendas del noroeste redujeron

radicalmente los cultivos del cereal. En 1881 los cultivos de maíz ocupaban 6 015

hectáreas y el henequén 42 555 hectáreas. A partir de ese momento, el cultivo de

maíz no recuperó jamás el lugar preponderante que tenía en la década de 1860.

Además, la agroindustria henequenera ocupaba, de manera intensiva, la mano de

obra para el cultivo y la producción de henequén.

En 1900 el alemán Karl Kaerger observó que al mismo tiempo que

aumentaba‖ la‖ demanda‖ internacional‖ de‖ la‖ fibra‖ ‚se‖ inició‖ un‖ proceso‖ de‖

encarecimiento de los alimentos, en particular del maíz, cuya importancia para el

mexicano es muy grande. Ello se debe a que muchas personas que anteriormente

se dedicaron a la producción de maíz, actualmente se ocupan en el cultivo del

sisal‛.25 En 1909 el ingeniero Manuel Arrigunaga Gutiérrez, en un informe dirigido

24Mensaje leído por el gobernador Manuel Cirerol ante el Congreso del estado de Yucatán (1 de‖julio‖de‖1870),‖en‖CAIHY,‖Carpeta‖que‖contiene‖los‖‚Mensajes‖leídos‖por el gobernador Manuel Cirerol ante el H. Congreso del Estado de Yucatán, 1870-1872‛. 25Kaerger,‖‚El‖cultivo‖del‖agave‖de‖sisal‛,‖38.

Page 153: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

132

a la Cámara Agrícola de Yucatán, coincide con la apreciación de Kaeger cuando

afirmaba que ‚los‖ hacendados‖ *<+‖ desatendieron‖ la‖ siembra‖ de‖ semillas‖ para‖

dedicarse‖ casi‖ exclusivamente‖ al‖ cultivo‖ del‖ henequenal‛,‖ pero‖ adem{s‖ los‖

productos‖ de‖ henequén‖ anularon‖ ‚la‖ costumbre‖ establecida‖ de‖ antaño, que

consistía en conceder a los sirvientes licencias temporales y oportunos para que se

dediquen al cultivo de sus sementeras propias, consistentes casi exclusivamente

[de] sus‖maizales‖en‖ los‖que‖ intercalan‖ frijol,‖higuerilla,‖ chiles‖y‖calabazas‛.26 Los

testimonios anteriores sugieren que la disminución de la producción del grano se

debió, principalmente, a que dejó de ser cultivada como producto principal de las

haciendas. De este modo, la producción de maíz fue de autoconsumo al continuar

en manos de los milperos de los pueblos y aun de los trabajadores de las

haciendas.

En el cuadro 9 se pueden apreciar las superficies cultivadas de maíz en cada

uno de los partidos del noroeste henequenero entre 1896 y 1912. El cuadro muestra

que la producción del grano, en general, disminuyó de 33 226 a 15 500 hectáreas, es

decir, en 16 años la producción del grano decreció un 53%. En los partidos de

Motul, Izamal y Maxcanú el descenso de los cultivos de maíz fue especialmente

dramático, pues en 1912 las hectáreas cultivadas disminuyeron 91%, 84% y 80%,

respectivamente, en relación a 1896. Asimismo, en el mismo cuadro se puede

constatar que los años de mayor escasez fueron 1899 y 1900 con 13 347 y 13 316

hectáreas cultivadas respectivamente y 1911 con 10 962 hectáreas sembradas.

26‚Informe‖ del‖ ingeniero‖Manuel‖ Arrigunaga‖Gutiérrez a la Cámara Agrícola de Yucatán (1909), Colección particular. Del informe del ingeniero Arrigunaga sólo se conserva un borrador de su puño y letra que consta de 12 páginas. Agradezco a la Dra. Alejandra García Quintanilla el haberme facilitado la consulta de una fotocopia de este importante manuscrito.

Page 154: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

133

CUADRO 9

CULTIVO DE MAÍZ EN EL NOROESTE HENEQUENERO, 1896-1912

(HECTÁREAS)

Partidos 1896 1897 1898 1899 1900 1901 1907 1908 1911 1912

Izamal 6,973 3,741 5,265 2,796 4,440 4,538 5,227 4,274 1,423 1,113

Maxcanú 6,453 4,450 4,661 3,817 3,286 4,283 3,901 3,968 1,653 1,262

Acanceh 6,116 1,750 2,455 444 1,270 1,254 3,568 3,786 4,112 2,750

Temax 4,713 2,612 3,479 1,360 1,150 3,240 4,560 5,207 2,894 3,313

Hunucmá 3,280 3,306 3,054 1,206 949 1,811 1,795 3,368 284 6,000

Motul 2,572 2,623 2,521 1,528 385 2,106 1,950 2,541 250 242

Mérida 2,063 1,150 784 1,144 200 251 1,148 1,154 26 69

Tixkokob 993 1,212 1,231 1,176 1,313 10,749 1,213 868 80

Progreso 63 58 165 323 701 120 240 751

Totales 33,226 20,902 23,615 13,471 13,316 28,933 23,362 25,286 10,962 15,500

Fuentes: Boletín de estadísticas, 1896, 1897, 1898, 1899, 1900, 1901,1907,1908, 1911, 1912.

Para contrarrestar la baja producción de grano y el aumento de su valor, el

gobierno local dictó varios decretos a lo largo del siglo XIX destinados a garantizar

el abasto local de maíz mediante la importación y la distribución del cereal. En

1870 el gobierno del estado emitió un decreto que concedía a los importadores de

maíz nacional o extranjero, una prima de treinta centavos por cada cien libras,

peso neto del grano, que introdujeran por el puerto de Sisal entre el 1º de julio

hasta el 31 de agosto. El importador se comprometía a no subir el precio del maíz a

más de tres pesos la carga de doce almudes. El maíz importado se depositaría en el

palacio municipal o en el lugar que el gobierno señalara en esta capital y desde ahí

se procedería a su venta bajo la inspección de comisiones del ayuntamiento y

cuantos auxilios se requirieran.27 El 20 de diciembre de 1870, el ejecutivo local

emitió otro decreto que disponía que en ningún punto del estado se cobrara

arbitrio municipal por el maíz que se vendiera o se introdujera para el consumo en

27En Colección de leyes, IV, 178.

Page 155: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

134

todo el año de 1871. Este decreto derogaba toda disposición contraria que se

hubiese dictado en los respectivos planes de arbitrios vigentes.28

En la década de 1880 el congreso local redobló los esfuerzos por garantizar

la importación de maíz y su distribución a la población. El 25 de agosto de 1883 se

decretó la concesión de una prima de treinta y cinco centavos por quintal neto al

maíz nacional que procediera de Veracruz, Tampico y Tuxpan que se introdujera

por el puerto de Progreso durante seis meses. El valor de esta prima sería

amortizada únicamente con la mitad de los derechos de consumo que causaran

directamente a su importación. El administrador subalterno de rentas de Progreso

quedaría obligado a librar un certificado del número de quintal neto, para que la

tesorería general del estado pagara al causante la prima referida.29 Tres años

después, el 1 de abril de 1886, la legislatura local emitió otro decreto que ordenaba

que el maíz nacional o extranjero que se introdujera durante los siguientes nueve

meses no causaría derecho alguno para el erario del Estado ni para los

municipios.30

La llegada del maíz importado se anunciaba en los periódicos locales. El 11

de septiembre de 1894, La Revista de Mérida publicó‖la‖noticia‖‚en‖el‖vapor‖Seneca‖

que llegó a Progreso el sábado, vinieron siete mil sacos de maíz a consignación de

varias‖ casas‖de‖ comercio‛.31 En el cuadro 10 se puede apreciar las toneladas de

maíz nacional y extranjero que se introdujeron al estado entre 1894 y 1914. El 46%

de total de maíz importado era de México, probablemente de Puebla y otras

regiones del centro de México, y el 56% era grano extranjero. Al respecto Karl 28En Colección de leyes, IV, 218. 29En Ancona, Colección de leyes, VI, 366-367. 30En Ancona, Colección de leyes VII, 43-44. 31Anónimo,‖‖‚Importación‖de‖maíz‛,‖en‖La Revista de Mérida, (11 de septiembre de 1894), 3.

Page 156: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

135

Kaerger, precisó que en 1900 el maíz importado del extranjero provenía de

América‖ del‖ Norte‖ y‖ que‖ ‚el‖ precio‖ de‖ este‖ producto‖ extranjero‖ gravado‖ con‖

impuestos de importación, también ha provocado el alza de precio del maíz

nacional‛.32 Por su parte, el ingeniero Arrigunaga Gutiérrez no dejó de mencionar

en‖ su‖ informe‖ que‖ para‖ 1909‖ ‚la‖ disminución‖ de‖ la‖ producción‖ de‖ maíz‖ se‖ ha‖

manifestado palpablemente por las grandes importaciones del estado de este

cereal‛.33

CUADRO 10 IMPORTACIONES DE MAÍZ A YUCATÁN, 1894-1914

(EN TONELADAS) Año Nacional % Extranjero % Total

1894 26,094,957 93 1,922,562*** 7 28,017,612

1895 12,909,210 56 10,139,822 44 23,049,088

1896 381,542 2 23,625,173 98 24,006,717 1897 435,710 81 102,702 19 538,493 1898 2,881,906 100 0 0 2,882,006

1899 19,728,068 82 4,366,579 18 24,094,729

1900 16,560,517 61 10,785,867 39 27,346,445 1901 2,834,151 7 38,619,777 93 41,453,935

1902 22,740,029 99 107,274 1 22,847,402 1903 27,727,804 74 9,742,906 26 37,470,784

1904 32,139,735 93 2,587,108 7 34,726,936 1905 12,602,972 37 21,541,683 63 34,144,692

1906* 761,027 18 3,391,470 82 4,152,515 1907 9,083,708 22 31,558,129 78 40,641,859

1908 1,053,756 99 1,163 1 1,055,018

1909 107,126 86 17,991 14 125,203 1910 383,023 2 17,465,668 98 17,848,693 1911 1,107,940 2 43,243,758 98 44,351,700

1912 1,371,896 6 23,171,148 94 24,543,050

1913 18,059,731 63 10,439,046 36 28,498,840

1914 20,267,904 64 11,217,441 36 31,485,409

Totales 229,232,712 46 264,047,267 54 493,280,025

Fuente: García Quintanilla, Los tiempos en Yucatán, 86.

32Kaerger,‖‚El‖cultivo‖del‖agave‖de‖sisal‛,‖38.‖ 33‚Informe‖ del‖ ingeniero‖Manuel‖ Arrigunaga‖Gutiérrez‖ a‖ la‖ C{mara‖Agrícola‖ de‖Yucatán (1909), Colección particular.

Page 157: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

136

3. DE MILPEROS A HENEQUENEROS

Al finalizar el siglo XIX, la población del noroeste peninsular se concentraba en el

ámbito rural, pero con la particularidad de que las haciendas se habían convertido

en los asentamientos de residencia más importantes en detrimento de los pueblos.

En el cuadro 11 se puede apreciar esta tendencia. Para 1862, los pueblos eran los

asentamientos más importantes al concentrar en ellos 38.4% de la población total

del noroeste. En 1900 la población que residía en los pueblos descendió 20%. En

contraste, las haciendas se erigieron en las localidades más importantes con 76 659

habitantes, es decir, 38.15% de la población total del noroeste. Le siguieron las

ciudades con 27.48%, y después los pueblos con 46 855 personas (23.32%); por

último, las villas con 10.4%. Esta tendencia, marcada por el auge de la

agroindustria, cambió ligeramente en la siguiente década. En 1910, las ciudades

concentraban 36% de la población total del noroeste, le seguían las haciendas con

un número de habitantes de 73 464, equivalente 35%; y luego los pueblos con 36

013 habitantes, lo que representaba 17% de la población total (cuadro 11).34

CUADRO 11

DISTRIBUCIÓN DE LA POBLACIÓN DEL NOROESTE* HENEQUENERO, 1862-1910

1862 1900 1910

Localidades Total % Total % Total %

Pueblos 58,622 38.4 46,855 23.32 36,013 17

Haciendas 48,994 32.09 76,659 38.15 73,464 35

Ciudades 23,211 15.2 55,211 27.48 75,546 36

Villas 9,265 6.07 20,893 10.4 22,596 11

Otros** 12,569 8.23 1,305 0.65 2,200 1

Sumas 152,661 100 200,923 100 209,819 100 *Comprende los partidos de Mérida, Izamal, Motul, Maxcanú, Temax, Tixkokob, Acanceh y Progreso **Incluye las siguientes localidades: sitios, ranchos, rancherías, paraje, quinta, colonial, congregación y estación de ferrocarril. Fuentes: Rejón, Censo general de 1862; Censos de población, 1900 y 1910.

34Censos de población 1900 y 1910.

Page 158: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

137

La transformación de la distribución de la población del noroeste está

vinculada con la participación de la población maya en los procesos productivos

que demandaba un incremento de mano de obra. En el periodo que va de la

independencia a la década de 1860, conforme la producción agrícola se vinculó a

nuevos mercados, las formas de la utilización de la mano de obra se adecuaron

para hacer frente a la demanda. En su estudio sobre las haciendas, Pedro

Bracamonte muestra que hubo una inserción importante de la población maya a

las haciendas como trabajadores, y encontró la presencia de cuatro clases de

trabajadores: 1) los asalariados: conformados por mayordomo, mayocol, mayoral,

maestro de azúcar, y trabajadores de los trapiches; 2) los luneros, quienes

laboraban únicamente los días lunes a cambio de una extensión de montes de la

finca para cultivar; 3) los arrendatarios independientes, quienes labraban en los

terrenos de la finca y entregaban una renta en especie o dinero y podían residir en

los pueblos o en los terrenos de la finca; y 4) los eventuales que laboraban bajo el

sistema‖ de‖ ‚trabajo‖ por‖ tareas‛‖ que‖ consistía‖ en‖ emplear‖ a‖ un‖ trabajador‖ para‖

desempeñar una labor específica a cambio de un pago determinado. Bajo este

sistema, el hacendado podía cubrir una importante variedad de oficios específicos

y más aún regular la mano de obra de acuerdo a las necesidades y variantes

estacionales de los cultivos.35

Las haciendas ganaderas habían requerido de pocos trabajadores, pero

conforme se convirtieron en unidades agrícolas necesitaron de mayor mano de

obra para los cultivos. Al decir de Bracamonte, el‖ ‚trabajo‖por‖ tareas‛‖ sentó‖ las‖

35Bracamonte, Amos y sirvientes, 120- 129. En su estudio, Bracamonte ejemplifica, de manera pormenorizada, las actividades que se desempeñaban bajo este sistema en las fincas maiceras, azucareras y ganaderas; y las relaciones sociales que sostenían la organización y jerarquía laboral de las fincas.

Page 159: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

138

bases para el empleo permanente en las haciendas. Los luneros fueron los primeros

en ser requeridos e incorporados definitivamente al trabajo intenso y diario de las

haciendas.36

El desarrollo de la agroindustria henequenera aceleró la incorporación de la

población a las fincas. Es difícil precisar cómo fue este proceso porque los datos,

además de escasos, se refieren a los trabajadores de las haciendas como sirvientes,

jornaleros o peones sin precisar o distinguir sus condiciones dentro de las

propiedades. Aun así, las cifras contenidas en los informes de gobierno o censos

decimonónicos permiten tener una idea de cómo se involucró la población como

trabajadores de las haciendas henequeneras.

En el cuadro 12 se observa que en 1878 las cifras arrojan un total de 8 610

sirvientes. En 1881 se estima un total de 14 449 de sirvientes; en 1884 el número

aumentó a 18 418 y en 1885 creció a 19 340. La cifra de los trabajadores siguió en

aumento a fines del siglo XIX. El aumento más importante se dio entre 1884 y 1895,

pues en el censo de población de este último año se reporta la existencia de 50 083

de‖ ‚peones‖ de‖ campo‛;‖ para 1900 Víctor Suárez Molina, en su estudio sobre la

economía yucateca del siglo XIX,‖estima‖que‖el‖número‖de‖‚peones‖de‖campo‛‖llegó‖

a 48 830 en el noroeste del estado.37 También, en el mismo cuadro se puede

observar que Acanceh y Mérida fueron los partidos con mayor número de

trabajadores en las fincas.

36Bracamonte, Amos y sirvientes, 137-142. 37Suárez Molina, La evolución económica, I, 160-161.

Page 160: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

139

CUADRO 12

NÚMERO DE SIRVIENTES DE LOS PARTIDOS DEL NOROESTE, 1878-1895

1878 1881 1884 1885 1895

Partidos Jornaleros Sirvientes adeudados Sirvientes Sirvientes Peones de campo

Acanceh 2,052 2,564 3,000 3,500 7,890

Mérida 2,851 2,487 4,204 4,270 7,916

Hunucmá 681 2,036 1,780 2,124 6,061

Tixkokob 874 1,788 1,810 1,810 4,484

Izamal

1,625 2,412 1,981 6,382

Temax 1,247 1,421 1,616 1,616 5,574

Maxcanú 905 1,295 1,219 1,534 5,856

Motul 1,071 2,122 2,250 5,190

Progreso

162 255 255 730

Totales 8,610 14,449 18,418 19,340 50,083

Fuente: Datos estadísticos de varios partidos de Yucatán (1878), en AGEY, Congreso del estado, Varios, vol. 5, exp. 10. Baqueiro Preve, Reseña geográfica, documentos justificativos; Rosado, Memoria 1884; Rosado, Memoria 1885; Censo de 1895.

A pesar de su indiscutible participación en la agroindustria, la población

rural se vinculó a las haciendas de distintas manera, lo que dio lugar a una

sociedad agraria heterogénea como resultado de las diferentes relaciones y

condiciones laborales y a sus diversas condiciones de vida y de subsistencia. Los

trabajadores que residían en las haciendas eran denominados jornaleros, sirvientes,

peones de campo y acasillados.38 La deuda y una relación paternalista que

mantenían con los dueños de las haciendas son los rasgos que más los distinguen.

38Además de los peones, residieron en las haciendas los trabajadores inmigrantes que comenzaron a llegar en la década de 1880, con el apoyo del gobierno local, del extranjero y de diversas regiones de México. Es el caso de los inmigrantes canarios, chinos y coreanos; huastecos y prisioneros de guerra como el caso de los yaquis de Sonora. Todo parece indicar que estos trabajadores, al término de su contrato abandonaron las fincas y se trasladaron a los pueblos, villas y ciudades para emprender diversos oficios. En el presente estudio se excluyen del análisis a estos trabajadores. Para mayores referencias sobre los trabajadores inmigrantes consúltese Zuleta, De cultivos y contribuciones, 242‖y‖C{mara‖Zavala,‖‚Historia‖de‖la‖industria‖henequenera‛,‖702-704.

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Sin embargo, en estas páginas no haremos un análisis sobre ambos aspectos

porque deseamos destacar sus condiciones de vida que los caracterizaba y los

distinguía de otros trabajadores. Karl Kaerger, quien visitó Yucatán en 1900,

encontró que la situación de los peones variaba, según el tamaño de la hacienda. Si

se trataba de una finca mayor, los peones recibían un jornal de 50 centavos durante

los días que trabajaban, y un sustento diario por un valor aproximado de 25

centavos. Además cada adulto recibía anualmente 16 varas de una tela sencilla

para la ropa de él y su familia; recibía atención médica y medicinas y más

importante aún era la concesión de montes‖suficientes‖para‖elaborar‖‚tanta‖milpa‖

como‖ puedan‖ atender‛.‖ Para‖ los‖ peones‖ de‖ fincas‖ de‖ menor‖ tamaño,‖ observó‖

Keager, la situación era diferente. No recibían ropa ni apoyo por enfermedad ni

alimentación. En lugar de jornal se les asignaba tareas, es decir, un trabajo

específico que les era pagado a destajo. Por lo regular estos trabajos estaban

diseñados para durar un día. Por ejemplo: el trasplante de 200 plantitas al campo

definitivo, el corte de 2 000 hojas, y de un montón de leña de dos varas de largo, y

media vara de ancho y dos varas de largo. Todas estas tareas se pagaban a 50

centavos y podían darles o no alimentación.39

El cultivo de las milpas en los montes de la hacienda formaba parte de las

prerrogativas más importantes concedidas a los peones. Sin embargo, los espacios,

los tiempos y las condiciones para el cultivo de las sementeras estaba sujeto a la

lógica productiva de las haciendas henequeneras. De este modo, el cultivo de las

milpas se supeditaban a los permisos que otorgaban los administradores o

propietarios para cultivar, o bien, los trabajadores sólo disponían de los domingos

39 Keager,‚El‖cultivo‖del‖agave‖de‖sisal‛,‖37.

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para ir a las milpas; también se dependían de la designación de los montes que

debían cultivar.

El ingeniero Arrigunaga ofrece una descripción sobre las milpas de los

peones:‖‚a‖ las‖milpas‖acudía‖ la‖ familia‖entera‖a‖ trabajar‖y‖ también‖a‖recrearse‖en‖

aquello que era suyo. La familia velaba con interés, pendiente de la lluvia la

semana entera para acudir presurosa los domingos pasando alegre, el hacha al

hombro‖ *<+‖ sin‖ detenerse‖ para‖ regresar‖ a‖ la‖ tarde‖ cargada‖ de‖ los‖ frutos‖ de‖ la‖

milpa‛.40 El mismo ingeniero exaltaba la importancia de los cultivos de las

sementeras‖porque‖‚era‖de‖gran‖auxilio‖material‖para‖los‖peones de campo porque

les permitía pasar gran parte del año sin comprar semillas para el gasto de su casa,

es decir, para la alimentación personal consistente en su mayor parte en maíz,

frijoles, pepita de calabaza y chile, así como para la manutención de sus aves de

corral‖y‖puercos‛.41

A principios del siglo XX, la demanda en las exportaciones de fibra de

henequén propició que las jornadas laborales en las haciendas se intensificaran y

los permisos para cultivar las milpas mermaran. En 1900 el alemán Karl Kaerger

describió‖esta‖situación‖de‖la‖siguiente‖manera:‖‚A‖los‖sirvientes‖de‖las‖haciendas‖

ya no se les concede tanto tiempo libre como antes para la atención de sus milpas,

por‖ lo‖ que‖ también‖ sus‖ producciones‖ de‖ maíz‖ han‖ disminuido‛.42 En 1909 el

ingeniero Arrigunaga‖ también‖ apuntó‖ en‖ su‖ informe:‖ ‚se‖ fue‖ suprimiendo‖ la‖

costumbre establecida de antaño, que consistía de conceder a los sirvientes

licencias temporales y oportunos para que se dediquen al cultivo de sus

40‚Informe‖ del‖ ingeniero‖Manuel‖ Arrigunaga‖Gutiérrez a la Cámara Agrícola de Yucat{n‛‖(1909), Colección particular, f. 6. 41Ibid. 42Kaerger,‖‚El‖cultivo‖del‖agave‖de‖sisal‛,‖38.‖

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sementeras propias consistentes casi exclusivamente‖ sus‖maizales‛.43 Lo anterior

propició‖que‖en‖‚las‖casas‖de‖los‖peones‖dejó‖de‖existir‖la‖reserva‖de‖maíz y fueron

reduciéndose los animales domésticos cuya manutención ya no procedía del

granero instalado en el rincón de la choza, sino de la tienda de la finca, a donde

hay que ocurrir moneda en mano‛.44 En efecto, para contrarrestar las consecuencias

negativas de esta medida, los dueños de las fincas incrementaron los pagos o

jornales para que los peones pudieran comprar maíz para su consumo. En tal

sentido, la población de las haciendas experimentaba la consolidación de la

monetarización de su economía.

En realidad, los peones de las haciendas tenían garantizado el maíz aun en

épocas de escasez y de precios altos. Alberto García Cantón, un ex-hacendado,

escribió en sus memorias que el factor básico para conservar estable el costo de la

vida del trabajador era mantener el maíz a bajo precio. El ex–hacendado explicó

que el precio normal de la carga (46 ó 48 kilos, aproximadamente) era de tres

pesos. Cuando esta cantidad se incrementaba,‖ el‖ hacendado‖ ‚se‖ abastecía‖ a‖

cualquier‖precio‖y‖lo‖vendía‖a‖tres‖a‖los‖de‖la‖hacienda‛.‖García‖Cantón relató que

él mismo llegó a pagar 18 pesos la carga del maíz importado de Estados Unidos

para venderla a tres pesos a sus trabajadores.45

Los trabajadores que residían en las haciendas se caracterizaban por tener

una situación estable en comparación con los trabajadores de los pueblos, pues aun

en tiempos de crisis, el escaso trabajo era reservado para ellos y el maíz lo

compraban a bajo precio. Al respecto, García Cantón escribió: ‚la‖ gente‖ de‖ las‖

43‚Informe‖ del‖ ingeniero‖Manuel‖ Arrigunaga‖Gutiérrez‖ a‖ la‖ C{mara‖Agrícola‖ de‖Yucat{n‛‖(1909),‖Colección‖particular,‖f.‖6. 44 Ibid. 45García Cantón, Memorias de un ex–hacendado, 43-44.

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fincas contaba con trabajo y percibía los jornales establecidos, sin reducción. Hubo

crisis tan grandes (una o dos veces) en las que los hacendados, para no dejar de

cubrir‖ los‖ jornales‖de‖ su‖gente‖ *<+‖ recurría‖ hasta‖ a‖préstamos‖hipotecarios‖ antes‖

que sacrificar al trabajador radicado en las haciendas‛.46

Por último, pero no menos importante, los trabajadores que residían en las

fincas estaban exentos de servir en la Guardia Nacional con la finalidad de no

interferir en la producción agrícola de las fincas. El 6 de marzo de 1856 el gobierno

estatal exceptuó del servicio de la Guardia Nacional a los individuos que hubieran

nacido en la finca o que se desempeñaran como sirvientes o jornaleros de la

hacienda desde 1850. A lo largo de la segunda mitad del siglo XIX, los gobiernos

emitieron diversas órdenes que reiteraban dicha excepción y precisaban su

procedimiento. Por ejemplo, la orden del 24 de abril de 1875 estableció que los

jornaleros de campos establecidos en la finca antes del 15 de junio de 1867 estaban

excluidos del servicio personal y de cualquier pago por dicha exclusión. Los

jornaleros que se hubieran establecido en las fincas en fecha posterior a la señalada

pagarían mensualmente, según su antigüedad, la cantidad de 50 centavos o un

peso. En la década de 1880 cuando el henequén se posicionó como el producto de

exportación más importante de Yucatán, el gobierno local emitió una orden l 9 de

agosto de 1884 que exceptuaba a los simples jornaleros de campos, avecindados en

las fincas rústicas, del servicio en la Guardia Nacional sin el pago de cuota alguna.

En dicha orden se enfatizó que los jornaleros perdían esta prerrogativa si

46García Cantón, Memorias de un ex–hacendado, 43-44.

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trasladaban su residencia a cualquier otra población; en cambio, si se reubicaban

en otra finca la conservaban.47

Alan Knight, en su breve trabajo sobre el peonaje, hace referencia a los

peones de las haciendas henequeneras y considera que su permanencia en ellas

debe explicarse más por las ventajas laborales que daban seguridad a los

trabajadores‖―como‖una‖ casa,‖ ‖monte‖ para‖ cultivar‖ o‖maíz‖ importado‖ a‖ precios‖

moderados y hasta subsidiado―‖ que‖ por‖ los‖ medios‖ o mecanismos coercitivos

como la deuda y el temor a los castigos del patrón. Knight lo denomina ‚peonaje

tradicional‛, por existir elementos paternalistas y la conformidad de los mismos

peones. Incluso sugiere que el estatus del peón llegó a ser atractivo y conveniente

frente al mercado del trabajo libre y asalariado.48 Otro autor, Herbert J. Nickel en su

estudio sobre los trabajadores agrícolas de los altos de Puebla y Tlaxcala, encuentra

que los peones acasillados de las haciendas se encontraban en condiciones más

estables y seguras frente a otros tipos de trabajadores porque recibían maíz a

precios razonables o como pago parcial en especie, se les permitía producir maíz

47Las órdenes y decretos que exceptúan a los jornaleros de campo del servicio de la Guardia Nacional se encuentran en Orosa Díaz, Legislación henequenera, I, 37, 54-56 y Ancona, Colección de leyes, V, 66-67. 48Knight,‖ ‚Mexican‖ peonage‛,‖ 44-47;‖ también‖ véase‖ Nickel,‖ ‚Las‖ deudas‖ de‖ los‖sirvientes‛,‖ 313-361. En este breve trabajo, el autor ofrece un estudio de las relaciones laborales en las plantaciones de henequén desde una perspectiva novedosa. Nickel señala que no existen datos empíricos suficientes para equiparar las condiciones de trabajo de los peones con la esclavitud. Al mismo tiempo, apunta que la construcción de estas ideas que consideran las relaciones laborales como duras, herméticas‖ y‖ ‚esclavistas‛‖ se‖ basa‖ en‖ la‖ obra‖ del‖ periodista‖ J.K.‖Turner, México bárbaro y en el discurso de los gobiernos locales revolucionarios que denunciaban las difíciles condiciones laborales en las haciendas. La propagación de estas ideas, señala el autor, fue de gran utilidad para los gobiernos revolucionarios porque legitimaba los cambios emprendidos en la estructura agraria y en el ámbito laboral.

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en tierras asignadas y la pérdida del valor adquisitivo estuvo equilibrada por

mayores oportunidades de crédito.49

Conforme‖creció‖la‖demanda‖de‖la‖fibra,‖aumentó‖la‖necesidad‖de‖‚ocupar‖a‖

la‖gente‖que‖vive‖en‖los‖pueblos‖inmediatos‛.50 Para los vecinos de los pueblos, el

trabajo en las fincas henequenera constituyó una actividad de primer orden. Los

pobladores de Kanasín, pueblo perteneciente al partido de Mérida, se empleaban

en‖la‖hacienda‖‚cuando‖las‖condiciones‖son‖desfavorables‛,‖pues‖con‖el‖trabajo‖‚a‖

jornal‖en‖las‖fincas‖circunvecinas‛‖recibían‖el‖pago‖de‖un‖peso.51 Sin embargo, los

trabajadores de los pueblos no han recibido de los estudiosos la misma atención

otorgada a los peones acasillados, considerados como la expresión máxima de la

relación laboral que prevaleció y caracterizó a las haciendas. Los jornaleros de los

pueblos se caracterizaban porque no residían en las fincas y su permanencia en

ellas no estaba necesariamente mediada por el sistema de endeudamiento ni por

los mecanismos paternalistas que generaban la inmovilidad de los otros

trabajadores. Por tales razones, no existen cifras aproximadas de ellos, sólo

sabemos que residían en los pueblos.

En 1914, Esteban Flores visitó Yucatán para realizar una investigación sobre

las condiciones de vida y de trabajo de los trabajadores de las fincas henequeneras,

y‖ clasificó‖ como‖ ‚peones‖ libres‛‖ a‖ todos‖ aquellos‖ sirvientes‖ que‖ se‖ desplazaban‖

‚diariamente‖de‖los‖lugares‖en‖que‖habitan‖a‖trabajar‖a‖las‖haciendas,‖y‖concluida‖

49Nickel,‖‚Los‖trabajadores‖agrícolas‛,‖345-346. 50Flores,‖‚La‖vida‖rural‛,‖479. 51Petición de ejidos del municipio de Kanasín, núcleos: San Pedro Nohpat, Teya, Techan, Subincancab, Mulchechén, Hunxectaman, San Antonio Tehuitz (1921), en RAN-Mérida Carpeta básica, exp. 23-25/70.

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su‖ tarea,‖ regresan‖ a‖ sus‖ hogares‛.52 Su incorporación a las fincas dependía de la

demanda y necesidades de la producción. El ex—hacendado Alberto García

Cantón‖ escribió‖ ‚que‖ la‖ gente‖ de‖ los‖ pueblos‖ trabajaba‖ en‖ las‖ haciendas,‖

aumentando‖ o‖ bajando‖ el‖ número‖ de‖ acuerdo‖ con‖ el‖ ciclo‖ de‖ trabajo‛.‖ De‖ este‖

modo, eran contratados en los meses de abril, mayo y junio para la siembra y de

septiembre a diciembre para el chapeo y la tumba.53 El trabajo no sólo era

temporal, sino sujeto a las condiciones del mercado. En épocas de crisis, los

productores reducían los gastos que no eran indispensables. Así, disminuían o

suspendían las siembras,‖ se‖ aplazaban‖ los‖ ‚chapeos‛‖ y‖ se‖ limitaba‖ el‖ trabajo‖ al‖

corte y raspa para producir la fibra que se vendía. En tales circunstancias,

recordaba el ex-hacendado Alberto García, ‚los‖ trabajadores‖ de‖ los‖ pueblos‖ se‖

veían‖sin‖trabajo‛.54

Las evidencias sobre las condiciones en las que laboraban los trabajadores

de los pueblos son escasas. Pero existe información que coincide en señalar que sus

sueldos eran superiores a los que recibían los peones que residían en la finca. En

1900 Keager observó esta diferencia‖ y‖ la‖ describió‖ del‖ modo‖ siguiente:‖ ‚A‖ los‖

sirvientes se les paga dos reales por la limpieza de un mecate de cultivo en suelos

pedregosos‖ y‖ tres‖ reales‖ en‖ suelos‖ menos‖ pedregosos‖ *<+‖ mientras‖ que‖ las‖

52En 1912, durante la administración de Francisco I. Madero se creó en la Secretaría de Fomento el Departamento del Trabajo y Previsión Social, y una de sus primeras tareas fue la realización de estudios sobre la salud e higiene de las clases obreras, su condición económica y cultural. Esteban Flores era funcionario de dicho Departamento y llegó a Yucatán en marzo de 1914 para conocer las condiciones en que vivían y trabajaban los trabajadores en las fincas henequeneras. Los resultados de su inspección quedaron asentados en un informe dirigido a la Secretaría de Fomento,‖Colonización‖e‖Industria.‖Flores,‖‚La‖vida‖rural‛,‖470-471, 479-480. 53García Cantón, De mi archivo, 26-27. 54García Cantón, De mi archivo, 43.

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personas ajenas a la hacienda reciben de dos o tres reales más por la misma tarea,

aunque‖ sin‖ alimentación‛.55 La misma situación notó Esteban Flores en 1914. Él

visitó cerca de 16 fincas henequeneras y se percató que los jornaleros de los

pueblos recibían sueldos ligeramente más altos que los acasillados. Por ejemplo,

por el millar de pencas cortadas los jornaleros de los pueblos recibían entre .75

centavos y 1.18, en tanto los peones residentes en las fincas percibían de .37

centavos a 1.25. En la hacienda Nohuayan, explica Flores, los peones libres recibían

.70 centavos por el millar de pencas y los acasillados .60. Pero en cambio observó

que no gozaban de las prestaciones económicas ni de la asistencia médica, tampoco

de los precios especiales en las tiendas de raya, no recibían la ración de maíz y no

se les dispensaba del servicio en la Guardia Nacional.56

En algunas haciendas, a los trabajadores de los pueblos se les brindaba,

además del pago en efectivo, una extensión de los montes de la hacienda para

cultivar sus milpas. Los de Acanceh, por ejemplo, solían trabajar en las haciendas

de Eknakán y Yabacú y sembraban sus sementeras en dichas propiedades. Al

respecto,‖ Ricardo‖ Molina,‖ dueño‖ de‖ la‖ hacienda‖ Eknak{n,‖ describió:‖ ‚he‖

acostumbrado hacer cada año la distribución de montes entre los jornaleros que

residen en la finca y los vecinos de Acanceh que trabajan en la misma para que

preparen‖ sus‖milpas‛.57 De igual forma, los trabajadores, vecinos de la ranchería

Santa Cruz Tekan, trabajaban en el henequén y cultivaban sus milpas en la finca

San Lorenzo Pelé del‖ partido‖ de‖ Acanceh.‖ Dichos‖ trabajadores‖ estaban‖ ‚todos‖

emparentados‖ entre‖ sí,‖ *pues+‖ constituyen‖ una‖ sola‖ familia‛‖ y‖ prestaban‖ sus‖

55Kaerger,‖‚El‖cultivo‖del‖agave‖de‖sisal‛,‖37.‖ 56Flores,‖‚La‖vida‖rural‛,‖478,‖482. 57Ricardo Molina se queja de los vecinos de Seyé por haber invadido los terrenos de la finca Eknakán (1920), en AGEY, Poder Ejecutivo, Gobernación, caja 712.

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servicios en la citada finca a cambio de cultivar en sus montes.58 La posibilidad de

acceder a los montes de la finca para cultivar fue percibida como una ventaja por

los vecinos de los pueblos. Al respecto, el jefe político de Motul explicó que como

resultado‖de‖ las‖privatizaciones‖de‖ los‖ terrenos‖donde‖ cultivaban‖ los‖ vecinos‖ ‚la‖

mayor parte de estos infelices tiene que meterse a jornaleros de campo en busca de

montes‖para‖labrar,‖que‖es‖lo‖que‖‘brinda’‖el‖sustento‖de‖sus‖familias‛.59

La legislación decimonónica nos ayuda a conocer un poco más sobre las

condiciones laborales de los vecinos de los pueblos. En las ‚Normas del derecho

laboral‛ del código civil de Yucatán de 1872 se definió como servicio por jornal al

individuo‖ que‖ prestaba‖ sus‖ servicios‖ ‚día‖ por‖ día,‖ mediante‖ cierta‖ retribución‖

diaria‖ que‖ se‖ llama‖ jornal‛.‖ El‖ jornalero‖ no‖ podía‖ abandonar‖ el‖ trabajo‖ hasta‖ no‖

concluir con lo convenido, de lo contrario perdía su salario y quedaba obligado a

pagarlo por entero. Si el trabajo que desempeñaba lo concluía antes del medio día,

se le pagaría la mitad del jornal y a la inversa, es decir, si ocupaba más de medio

día o día entero, se le daría el pago correspondiente. Los jornaleros eran

responsables de los instrumentos de trabajo que se les entregaba, por lo que debían

responder por su pérdida o inutilización.60 En 1882 se expidió la ley agrícola

58Esteban Solís solicita que los vecinos de Santa Cruz Tekan no sean llamados a la Guardia Nacional (1889), en AGEY, Poder ejecutivo, Gobernación, caja 257. 59Averiguación sobre el denuncio realizado por Francisco Moguel de unos terrenos usufructuados por vecinos de Cacalchén (1878), en AGEY, Poder ejecutivo, Gobernación, caja 200. 60En Nickel, El peonaje, 416-419. En el estado de Campeche se decretó una ley para el servicio en los establecimientos de campo el 3 de noviembre de 1868. En dicha ley‖ se‖ considera‖ ‚sirvientes‖ de‖ campo‛a‖ los‖ ‚jornaleros‖ y‖ los‖ asalariados.‖ Los‖primeros eran aquellos que se contratarían para un trabajo por el cual recibirían un pago‖ conforme‖ ‚a‖ las‖ costumbres‖ o‖ lo‖ estipulado‖ en‖ la‖ contrata‛.‖ Los‖ segundos‖eran todos los contratados para realizar trabajos de campo y como pago recibirían una cantidad fija al mes. Citado en González Navarro, Raza y tierra, 324-329.

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industrial y en su capítulo II se establecieron los derechos y obligaciones de los

propietarios y jornaleros. Todos fueron considerados jornaleros y se les exigió

puntualidad y obediencia, quedaron obligados a resarcir los daños y perjuicios que

ocasionaran, a denunciar cualquiera falta o delito que se cometiera y no podían

celebrar un nuevo contrato de trabajo en tanto no concluyera el vigente. De

acuerdo con esta ley, los trabajadores tenían derecho a recibir el jornal convenido, a

no ser maltratado, pero sí a recibir castigos por faltas a la moralidad y buen orden

de la finca, y a separarse del servicio de la finca mediante el juicio ordinario

seguido ante los tribunales con arreglo a los trámites que determinaba el código de

procedimientos civiles.61 Asimismo, las normas y la ley agrícola estipulaban que a

falta de convenio expreso entre los trabajadores y hacendados o administradores

‚se‖observar{‖la‖costumbre‖del‖lugar‛.‖Con‖esta‖medida‖se‖legitimaban‖las‖formas‖

de contratación, de pago y las condiciones laborales establecidas por los dueños y

administradores de cada finca a los peones libres, a quienes contrataban

directamente o por medio de un contratista.62

61‚Ley‖agrícola‖industrial‖del‖estado‖de‖Yucat{n‛‖(1882),‖en‖Nickel,‖El peonaje, 420-421. 62Los trabajadores contratados por medio de un intermediario estaban organizados en‖cuadrillas‖y‖‚bajo‖la‖dirección‖‖de‖un‖contratista‛‖acudían‖al‖‚corte‖de planteles enteros‖ *<+‖ en‖diferentes‖haciendas.‖Flores,‖ ‚La‖ ‖vida‖ rural‛,‖ 480.‖Un‖ testimonio‖recogido por Canto Chan, Los trabajadores mayas, 90, explica la forma en que operaban‖ los‖ enganchadores‖ de‖ la‖ siguiente‖ manera:‖ ‚En‖ Mérida‖ había‖ una‖persona que se‖ llamaba‖ Marquecino‖ *<+‖ su trabajo era de andar buscando personas‖que‖no‖tenían‖trabajo‖para‖llevarle‖al‖hacendado‖de‖Ya’axkopoil.‖Se‖sabía‖que daba trabajo a la gente pobre, de esta manera se le iba a preguntar si había trabajo, y dice: cuántos son; somos cuatro; contesta él, que busquen a otros dos o tres más para llevarles al trabajo. ¿Dónde llevará al trabajador? En la finca del hacendado‖ de‖ Ya’axkopoil,‖ Ahí‖ llevar{‖ al‖ trabajador;‖ cuando‖ llegabas‖ a‖ la‖hacienda, te entregaba al patrón y ahí te quedabas a trabajar. Esta persona no por buena gente te buscaba trabajo sino que era su oficio, de éste ganaba porque

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Además del trabajo temporal en las haciendas, los jornaleros de los pueblos

realizaban otras actividades para su subsistencia, tales como el corte de la leña y el

cultivo de la milpa. La producción de carbón solía ser una actividad relacionada a

las labores agrícolas, pero ante la demanda de combustible vegetal para el uso

doméstico, las haciendas y el ferrocarril, muchas personas comenzaron a dedicarse

a la producción del combustible vegetal. Al respecto, en 1915 el ingeniero Ramón

García Núñez observó que los habitantes de la villa y cabecera municipal de

Hunucm{‖ talaban‖ los‖ montes‖ ‚para‖ hacer‖ leña‖ y‖ venderla‖ al‖ ferrocarril‖ y‖ para

hacer‖ carbón‖para‖ el‖ abasto‖de‖Mérida‛.63 En otro lugar, el alcalde municipal de

Chablekal, pueblo cercano a la ciudad de Mérida, administraba a un grupo de

vecinos para el corte de leña, y su venta a las haciendas circunvecinas. En 1916, en

la villa de Umán se había conformado un sindicato denominado‖‚Agricultores‖de‖

Um{n‛,‖ que firmó un convenio con Atilano González, propietario de la finca de

Santa Cruz, con el objetivo de extraer leña exclusivamente del monte de la

hacienda.64 El‖hacendado‖concedió‖‚dos‖mil‖mecates‛‖de‖los‖montes‖denominados‖

‚San‖Juan‖de‖Dios‛‖y‖se‖comprometió‖a‖no‖enviar‖a‖sus‖sirvientes‖al‖corte‖de‖leña.‖

vendía al hacendado. ¿Cuánto es lo que ganaba? le pagaban de cinco a diez pesos por cada persona que entregaba al hacendado. Véase también Suárez Molina, La

evolución económica, I, 161-162. 63Sobre la solicitud de montes realizada por los pueblos de Chablekal y Tixkokob a las haciendas (1920) en AGEY, Poder ejecutivo, Gobernación, caja 706; Informe del ingeniero Ramón García Núñez a la oficina de Información y Propaganda (1915), en AGEY, Poder Ejecutivo, Gobernación, caja 487. 64El sindicato de agricultores de Umán, asociado al Comité Obrero de Mérida, probablemente surgió hacia 1915 tras el exhorto del general Salvador Alvarado para organizar a los trabajadores en sindicatos para obtener los beneficios de la revolución. La propuesta del general Alvarado fue bien recibida. En 1915 se formó una filial de la Casa del Obrero Mundial (COM), una organización nacional anarcosindicalista con un registro de 418 sindicatos. Joseph, Revolución desde afuera, 137-138, 142.

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Por su parte, el sindicato quedó obligado a vender a González toda la leña a dos

pesos la tarea, y a entregar diariamente de 6 a 10 tareas. Ambas partes acordaron

que‖ en‖ dicha‖ finca‖ no‖ se‖ podría‖ ‚quemar‖ carbón‖ ni‖ hacer‖ hornos‖ de‖ cal‛‖ para‖

proteger los montes de posibles incendios y otros incidentes.65

Pero no siempre se celebraban acuerdos como los descritos en el párrafo

anterior. Los vecinos de los pueblos tenían que buscar el combustible vegetal en los

montes aledaños de los pueblos que no fueran propiedad privada; y con frecuencia

surgieron conflictos y rivalidades en torno a la explotación del combustible vegetal

y los montes. En 1898 Juan de la Cruz Chan, Miguel Chan, Laureano Pech, Inés

Pech, entre otros vecinos del pueblo y municipio de Cuzamá denunciaron a Pablo

C{mara,‖propietario‖de‖la‖quinta‖Santa‖Cruz,‖por‖estar‖‚explotando‖y‖destruyendo‖

los pocos montes que existen como tierras‖del‖pueblo‛. 66 Los vecinos explicaron

que Cámara sacaba gran cantidad de leña y temían que agotase los montes y la

leña‖que‖requerían‖para‖‚quemar‖en‖nuestra‖casa‖y‖para‖los‖usos‖indispensables‖de‖

nuestra‖ alimentación‛.67 Por su parte, Cámara, quien era vecino de Cuzamá,

confirmó que solía extraer la leña para mover la máquina de vapor para el raspado

de henequén. El gobernador, luego de escuchar a ambas partes, prohibió a Pablo

C{mara‖continuar‖con‖ la‖explotación‖de‖‚las‖3‖o‖4‖varas‖diarias‖de‖ leña‛, porque 65Acuerdo celebrado por el sindicato de agricultores de Umán y el propietario de la hacienda Santa Cruz para la extracción de leña (1919), en AGEY, Poder ejecutivo, Gobernación, caja 487. Una tarea equivalía a la producción obtenida en una extensión‖de‖‚dos‖varas‖de‖cuadro‖y‖una‖vara‖de‖largo‛. 66Los otros vecinos eran Manuel Xuy, Juan B. Bracamonte, Juan B. Palomo, Miguel Hoil, M. Gutiérrez, Clotilde Hernández, J. Dolores Be, Juan de la Cruz Villanueva, Sebasti{n‖Kú,‖Marcos‖Madera,‖José‖N.‖May,‖Tiburcio‖Canto‖y‖‚otros‖que‖no‖saben‖firmar‛. 67Vecinos de Cuzamá denuncian al C. Pablo Cámara, propietario de Santa Cruz, de explotar leña en montes aledaños (|898), en AGEY, Poder ejecutivo, Gobernación, caja 309.

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152

dejaría‖el‖monte‖‚en‖un‖estado‖lamentable‖de‖destrucción‖que‖en‖muchos‖años‖no‖

podrán servir para que los proletarios de este pueblo, puedan aprovecharlos para

sus‖sementeras‖ni‖para‖sacar‖la‖leña‛.68 Por otro lado, las autoridades protegieron

los montes de las propiedades privadas al sancionar la invasión y la destrucción de

las reservas forestales de las fincas. En la ley agrícola industrial de 1882 se prohibió

la tala de montes y el robo de maderas en montes privados y ordenó que los

individuos que cometieran dichos delitos fueran consignados al juez de lo criminal

para su proceso con arreglo al código penal vigente.69

El cultivo de la milpa continuó siendo una actividad de vital importancia

para el sustento de los jornaleros de los pueblos. De modo que salían a trabajar en

los montes que habían logrado conservar en usufructo, pero que en términos de la

ley eran terrenos nacionales o baldíos. Tal es el caso de los labradores de

Cansahcab, quienes en 1899 cultivaban en los montes denominados Suytun,

Xkaymó y Tzulak, ubicados a seis kilómetros del pueblo.70 Igual situación vivían

los milperos de Cacalchén, quienes a finales del siglo XIX se trasladaban a montes

cercanos a los pueblos de Tunkás y Cenotillo que usufructuaban desde principios

de ese siglo.71 En 1886 la Junta municipal del pueblo de Sitilpech, del partido de

Izamal, describió que los montes aledaños a dicho pueblo eran cultivados por

68La Junta municipal notifica la decisión del ejecutivo estatal a Pablo Cámara por el asunto de los montes de Cuzamá (1899), en AGEY, Poder ejecutivo, Gobernación, caja 328. 69En Nickel, El peonaje, 419-422. 70El gobernador del estado remite la solicitud de la H. Junta municipal de Cansahcab relativo a la composición de los terrenos que expresa (1899), en ATN, Composición, exp. 26. 71El presidente municipal de Cacalchén concede permiso a los vecinos de ese pueblo para rehacer las mensuras e terrenos de Cenotillo (1922), en AGEY, Poder

ejecutivo, Gobernación, caja 756.

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153

vecinos‖de‖ otros‖pueblos‖ y‖ que‖ era‖ costumbre‖ su‖ ocupación‖ sin‖ ‚consentimiento‖

alguno‛‖de‖las‖autoridades,‖‚pues sin‖aviso‖alguno‖hacen‖sus‖labranzas‛‖de‖maíz‖y‖

frijol.72 También ocupaban los montes disponibles. En 1901, los habitantes de

Hoctún‖realizaban‖sus‖milpas‖en‖montes‖que‖colindaban‖‚por‖sus‖4‖vientos‖*...+‖con‖

terrenos‛‖de‖la‖hacienda‖Wallis,‖propiedad‖de‖Ramón Ancona Bolio,73 y en 1911 los

milperos de Hunucmá, cabecera municipal y de partido, realizaban sus labranzas

en los montes que utilizaban los habitantes de la ranchería de San Antonio del

municipio de Abalá, antes que trasladaran su residencia a la hacienda Cacau.74 Las

fuentes únicamente nos dan referencias de los topónimos de los montes y en

ocasiones de su ubicación; sin embargo, con seguridad los milperos se trasladaban

a sus rumbos familiares a cultivar sus milpas, como se explicó en el primer capítulo

de esta tesis.

Otros milperos de los pueblos arrendaban los montes de las fincas. En tales

casos el dueño de la finca o el administrador designaban el espacio, es decir, el

monte que los labradores podían utilizar, así como las condiciones, restricciones y

modo de pago. En 1911, los milperos de Abalá, pueblo y cabecera de municipio,

arrendaban‖ montes‖ privados‖ para‖ sus‖ cultivos,‖ mediante‖ el‖ pago‖ en‖ ‚corte‖ de‖

tareas‖ de‖ leña‛.75 Los milperos de Espita, municipio ubicado al oriente en los

márgenes del noroeste henequenero, arrendaban los montes de las haciendas y

72Proyecto presentado por Junta municipal de Sitilpech para el cobro de arrendamiento a los labradores (1882), en AGEY, Poder ejecutivo, Gobernación, caja 221. 73Ramón Ancona Bolio solicita ratificación del convenio celebrado con el ayuntamiento de Hoctún. (1910), en ATN (1.29) (27) exp. 41. 74El patrono de San Antonio es llevado a la hacienda Cacau (1911), en AGEY, Poder

ejecutivo, Gobernación, caja 487. 75El patrono de San Antonio es llevado a la hacienda Cacau (1911), en AGEY, Poder

ejecutivo, Gobernación, caja 487.

Page 175: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

154

pagaban el diez por ciento de la cosecha de maíz por cada dos hectáreas cultivadas,

o una carga de maíz por cada 10 mecates de montes utilizados. Pero no les estaba

permitido cortar leña ni extraer maderas ni palos para la construcción, pues

estaban destinados para la finca; en otras palabras, tenían restringido el uso y

aprovechamiento de los montes privados.76 En otras palabras, los milperos

arrendatarios debían trabajar en los montes designados y en condiciones muy

limitadas, pues no podían elaborar ni extraer combustible vegetal y tampoco

podían aprovechar los pocches o milpas antiguas.

A lo largo de este capítulo hemos analizado el impacto que tuvo la

agroindustria sobre los pueblos del noroeste yucateco, desde una perspectiva que

privilegió las transformaciones que sufrió la población maya al participar en la

agroindustria. Los cambios más evidentes se dieron en la distribución espacial de

la población, en sus condiciones de vida (socieconómicas y relaciones laborales) y

en sus formas tradicionales de cultivar la milpa. Para 1900 las haciendas era los

centros de población más importantes, la ciudad de Mérida se posicionó en el

segundo lugar y hasta en tercero los pueblos. Una década más tarde, en 1910 la

ciudad de Mérida ocupaba el primer lugar como centro de población tras su

crecimiento urbano en el contexto del auge henequenero. Las haciendas ocuparon

el segundo lugar pero conservaron su supremacía frente a los pueblos.

De cualquier modo, la incorporación de la población maya a las haciendas y

la transición que convirtió a los milperos de los pueblos en trabajadores

henequeneros no fue un proceso homogéneo. La población maya participó en la

76Jáber, Los ejidatarios de Espita, 37; Aboites, La revolución mexicana, 43. Véase también Manuel Casares Escudero, propietario de Kincheila solicita que los vecinos de Tecoh le paguen la renta de sus montes (1919), en AGEY, Poder ejecutivo, Gobernación, caja 560.

Page 176: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

155

agroindustria de variadas maneras como trabajadores fijos o eventuales y bajo

condiciones laborales también diferentes, en función al tipo de trabajo que

desempeñaban y a las posibilidades y capacidades de las mismas haciendas

henequeneras. Lo anterior dio como resultado una sociedad agraria heterogénea,

formada con distintos tipos de trabajadores (peones acasillados y a los jornaleros

de los pueblos, fijos y eventuales), y diferentes condiciones socieconómicas.

Algunos gozaban de mayores prerrogativas y oportunidades que otros, sin

embargo, era un hecho que su subsistencia dependía de los ingresos económicos

que percibían como trabajadores de las haciendas. En su estudio sobre las

insurrecciones en el México decimonónico, John Tutino explica que la ausencia de

una insurrección de los trabajadores de henequén se debe, precisamente, a la

seguridad y la certeza que tuvieron los trabajadores de las fincas para obtener

maíz, aun en tiempos de crisis y escasez.77

Ahora bien, aun cuando el cultivo de la milpa había ya no constituía la

fuente principal para la subsistencia de la población maya continúo siendo una

actividad importante para el autoconsumo. Sin embargo, la agricultura tradicional

sufrió cambios importantes frente a la industria agrícola. Primero porque los

propietarios de fincas abandonaron la producción del maíz y segundo, porque la

mayor parte de la población rural al estar vinculada con la agroindustria,

cultivaron sus sementeras sin afectar el ritmo de la producción henequenera. Así,

los peones de las fincas como los jornaleros de los pueblos iban a los montes en los

días que tenían para su descanso o con el permiso de los dueños y

administradores. Para evitar que sus peones o jornaleros de los pueblos se

trasladaran a montes alejados, los dueños de las haciendas concedían permisos

77 Tutino, De la insurrección, 252.

Page 177: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

156

para que cultivasen en los montes de las haciendas. De este modo la población

rural pudo combinar y alternar su trabajo en la finca con el de sus milpas. En este

punto es necesario resaltar la importancia que adquirieron los montes de las

haciendas al convertirse en los nuevos espacios agrícolas para las milpas, incluso

para los jornaleros de los pueblos. En tal sentido, al finalizar el siglo XIX, la

agroindustria vertebraba la vida económica de los pueblos y de la sociedad rural

del noroeste de Yucatán. Tal condición nos permitirá comprender la percepción,

reacción y participación de la población rural en el reparto agrario efectuado por

los gobiernos locales y federales entre 1920 y 1937 y nos acercará a los efectos que

sufrieron cuando el henequén comenzó a perder su privilegio lugar en el mercado

internacional de las fibras a partir de 1918, como veremos en los capítulos 4 y 5.

Page 178: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

CAPÍTULO IV LA DISPUTA POR EL MONTE.

EL REPARTO DE LAS TIERRAS OCIOSAS, 1917-1929 En 1915 las exportaciones de fibra de henequén se encontraban en su mayor auge y

los jornaleros de los pueblos, eventuales y fijos, así como los peones de las fincas se

encontraban ocupados en las intensas y extenuantes labores del cultivo y el

desfibre en las haciendas henequenera. En ese mismo año llegó a Yucatán el

general constitucionalista Salvador Alvarado para ocupar la gubernatura y la

comandancia militar, quien emprendió cambios en el orden político-administrativo

y social. Parte de esos cambios fue el reparto agrario conforme al decreto del 6 de

enero de 1915. El presente capítulo analiza la forma en que el estado federal

concibió el reparto agrario en un momento en que la producción agrícola era

importante para la economía mexicana de los primeros años del siglo XX y

finalmente cómo el gobierno local ejecutó el reparto, primero por medio de los

arrendamientos y luego a través de las dotaciones provisionales en una zona en

donde la agroindustria se encontraba en apogeo. El capítulo hace especial énfasis

en la percepción, respuesta y participación de la población rural del noroeste, que

residía en los pueblos y en las haciendas, frente al reparto de las “tierras incultas”

de las haciendas.

1. LAS HACIENDAS EN EL PROYECTO AGRARIO DEL SIGLO XX

El 6 de enero de 1915 el gobierno constitucionalista expidió un decreto que

nulificaba la enajenación de tierras, aguas y montes dispuestos en la ley de 25 de

junio de 1856. Asimismo consideraba necesario devolver los terrenos a quienes

habían sido despojados “como un acto de elemental justicia y como la única forma

Page 179: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

158

efectiva de asegurar la paz”.1 Para tal efecto, el decreto contempló dos vías la

restitución y la dotación. En la primera se requería que los pueblos demostraran,

con arreglo a la ley, que en verdad habían poseído los recursos perdidos. La

segunda vía se emplearía cuando los interesados hubieran extraviado los títulos o

los que tuviera en su poder fuesen deficientes para identificar los terrenos o fijar la

extensión precisa de ellos. De este modo, el gobierno nacional expropiaría el

terreno indispensable para otorgar a los pueblos interesados.2 Las solicitudes para

la restitución o dotación serían recibidas y atendidas por los gobernadores o jefes

militares de los territorios, cuyas resoluciones tendrían carácter de provisional. El

expediente completo y los demás datos que se estimaren necesarios se enviarían a

la Comisión Local Agraria para su informe a la comisión nacional agraria. Dicha

instancia elaboraría un dictamen de las dotaciones provisionales para rectificarlas

o modificarlas. Finalmente, el poder ejecutivo de la nación expediría las dotaciones

efectuadas y los títulos respectivos.3

El artículo 27 de la Constitución Política de la República Mexicana

―promulgada el 5 de febrero de 1917― retomó el decreto del 6 de enero y definió

el procedimiento que debía seguir la política agraria sobre la base de tres aspectos

fundamentales: en la definición y delimitación de la propiedad; en la precisión de

las personas y entidades jurídicas con derecho a poseer bienes y en el

establecimiento de los principios y procedimientos de la distribución agraria.4

Sobre la propiedad, el artículo 27 estableció que “las tierras y aguas comprendidas

dentro de los límites del territorio nacional, corresponden originariamente a la

1En Fabila, Cinco siglos, 270-272. 2En Fabila, Cinco siglos, 270-274. 3En Fabila, Cinco siglos, 273-274. 4Simpson, “El ejido”, 44-47.

Page 180: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

159

Nación, la cual ha tenido y tiene el derecho de transmitir el dominio de ellas a los

particulares constituyendo la propiedad privada”.5 Sobre la capacidad para

adquirir el dominio de las tierras y agua de la Nación, el artículo 27 estableció que

todas las “corporaciones de población que de hecho o por derecho guarden el

estado comunal” tendrían derecho a “disfrutar en común” las tierras, aguas y

bosques que les pertenezcan o se les haya restituido conforme a la ley agraria de

1915. Quedaron exceptuados los núcleos de población vinculados con las

propiedades agrícolas; y sobre la manera de llevar a efecto el reparto agrario, el

artículo 27 ordenó su realización mediante la restitución o dotación con arreglo al

decreto de 6 de enero de 1915.6

El artículo 27 también contemplaba las medidas necesarias para fraccionar

los latifundios y desarrollar la pequeña propiedad para crear nuevos centros de

población agrícolas con las tierras y aguas que les sean indispensables, para el

fomento de la agricultura y evitar la destrucción de los elementos naturales y los

daños que la propiedad pudiera ocasionar a la sociedad. Sobre este punto, dicho

artículo estableció que en el próximo periodo constitucional, el Congreso de la

Unión y las legislaturas de los estados, en sus respectivas jurisdicciones, expedirían

leyes para llevar a cabo el fraccionamiento de las grandes propiedades. De este

modo, cada estado y territorio fijaría la extensión máxima de tierra del que podía

ser dueño un solo individuo o sociedad legalmente constituida. Asimismo, las

leyes locales fijarían el plazo para fraccionar el excedente de las propiedades

privadas o de expropiar dichos excedentes en el caso de que el propietario se

5En Fabila, Cinco siglos, 307. 6En Fabila, Cinco siglos, 310. Una exposición más detallada sobre estos tres puntos lo ofrece Simpson, “El ejido”, 44-46.

Page 181: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

160

negara al fraccionamiento.7 Esta medida no se llevó a efecto. Manuel Mesa

Andraca, en su estudio sobre el problema agrario en México, califica esta medida

de ingenua y se la atribuye a los “los rom{nticos del agrarismo” porque veintiséis

años después de promulgada la Constitución, en ningún estado se había resuelto el

problema del fraccionamiento de las grandes propiedades; y afirma que en todo el

país se ha repartido por la vía de dotación y muy excepcionalmente por

restitución.8 Por su parte, Salomón Eckstein, en su trabajo sobre el ejido colectivo,

responsabiliza a las autoridades estatales de no haber expropiado los latifundios

debido a sus “pocas iniciativas en asuntos agrarios”.9

Sin embargo, las razones deben buscarse en la importancia que tenía la

producción agrícola para la economía mexicana de los primeros años del siglo XX,

la cual funcionaba sobre la base de la estructura productiva del porfiriato. En tal

sentido, los cambios que se buscaron en la estructura agraria procuraron no

perjudicar a las fincas agrícolas ni entorpecer el ritmo de su producción. Así lo

dejó entrever el propio Venustiano Carranza, el 11 de junio de 1915 ―pocos meses

después de haber promulgado el decreto del 6 de enero― en un manifiesto

dirigido a la nación. En su discurso dejó en claro que: “En el arreglo del problema

agrario no habrá confiscaciones. Dicho problema se resolverá por la distribución

equitativa de tierras que aún conserva el gobierno; por la reivindicación de

aquellos lotes de que hayan sido ilegalmente despojados individuos o

comunidades; por la compra y expropiación de grandes lotes, si fuera necesario, y

por los dem{s medios de adquisición que autorizan las leyes del país”.10

7En Fabila, Cinco siglos, 310-311. 8Mesa Andraca, “El problema agrario”, 21. 9Eckstein, El ejido colectivo, 44. 10Mesa Andraca, “El problema agrario”, 19.

Page 182: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

161

Los sucesores de Venustiano Carranza al frente del gobierno federal

mantuvieron esa misma postura. Sin embargo, Álvaro Obregón, además de

mostrar preocupación por la producción agrícola, no consideraba prudente

acelerar el desmantelamiento de la propiedad privada porque se perdería de

inmediato todo derecho a recaudar impuestos o contribuciones sobre la

propiedad.11 Así lo expresó:

“Estoy completamente de acuerdo con el principio agrarista, pero tenemos que actuar con cautela; tenemos que proceder con tanto cuidado que resolvamos el problema sin poner en peligro nuestra prosperidad y nuestros intereses económicos. Si empezamos por destruir las grandes propiedades para crear después la pequeña propiedad, creo sinceramente que cometeremos una equivocación, porque tan pronto como se haya promulgado la ley que fije la superficie máxima que se concederá a cada agricultor, el gobierno perderá su derecho incluso a recaudar impuestos o contribuciones sobre la totalidad de la propiedad *<+ no debemos destruir las grandes propiedades antes de crear la pequeña, ya que podría producirse un estado de desequilibrio que nos condujera a la miseria”.12

En el mismo tenor, su sucesor, Plutarco Elías Calles afirmó que: “La acción

agrarista hay que desarrollarla con toda energía y sin vacilaciones, pero dentro de

método y de orden, para no quebrantar nuestra producción agrícola”.13 De los

discursos a los hechos no hubo gran trecho. Las leyes, órdenes, decretos,

11Como parte del ordenamiento fiscal del siglo XX, el cambio de la estructura agraria trajo cambios importantes para la recaudación. Uno es que las propiedades afectadas con el reparto agrario dejaron de pagar las contribuciones correspondientes a las porciones expropiadas. El otro es que con el tiempo los ejidos fueron exceptuados de toda contribución fiscal a costa de los gobiernos estatales y municipales. Para una discusión más amplia, véase Aboites, Excepciones

y privilegios, 227-259. 12Citado en Simpson, “El ejido”, 54. 13Citado en Simpson, “El ejido”, 55.

Page 183: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

162

reglamentos y circulares posteriores a la Constitución de 1917 buscaban afectar lo

menos posible a las propiedades agrícolas. La ley de tierras ociosas decretada el 23

de junio de 1920 constituyó otra alternativa para entregar tierras a la población. De

acuerdo con Tannenbaum, sirvió para remediar, a corto plazo, la falta de recursos

agrícolas de los pueblos que se encontraban a la espera de la dotación de tierras,

y/o aumentar las áreas de cultivo.14 Dicha ley consideraba ociosas todas aquellas

tierras particulares susceptibles de ser abiertas al cultivo durante el temporal de

lluvias. La ley concedía a las autoridades municipales la facultad de entregar

dichas “tierras ociosas” a cualquier persona que lo solicitase, y a las legislaturas de

los estados la facultad de fijar las condiciones en la que se concederían dichas

tierras de acuerdo con las costumbres del lugar, clima, la naturaleza del cultivo. Es

importante señalar que no se trataba de una expropiación, el municipio tenía el

carácter de poseedor a título precario exclusivamente durante el periodo agrícola y

levantada la última cosecha, la posesión de las tierras regresaba a sus legítimos

poseedores.15

En las leyes, decretos y disposiciones que siguieron se mantuvo el interés

por preservar las unidades agrícolas. En el reglamento agrario, expedido el 17 de

abril de 1922, quedaron exceptuadas de la dotación ejidal todas aquellas

propiedades “que por su naturaleza representan una unidad agrícola industrial en

explotación”, particularmente “las plantaciones de café, cacao, vainilla, hule y

otros similares”. No obstante, los dueños de las fincas quedaron obligados a

entregar terrenos de buena calidad en el lugar más inmediato.16

14Tannenbaum, “La revolución agraria”, 88 15En Cuadros Caldas, Catecismo agrario, 18-22. Véase también Simpson, “El ejido”, 53. 16En Fabila, Cinco siglos, 384.

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163

El 23 de abril de 1927 se expidió una ley, conocida como Ley Bassols, que se

caracterizó por eliminar las formas jurídicas que retrasaban, en el mejor de los

casos, la entrega de los recursos agrícolas. Por ejemplo, se eliminó el criterio que

privilegiaba únicamente a los pueblos con determinada categoría política. En su

lugar, el derecho al reparto se extendió sobre “todo poblado que carezca de tierras

o de aguas o que no tenga ambos elementos en cantidad bastante para las

necesidades agrícolas”. No obstante, los peones acasillados en las fincas de campo

de nueva cuenta quedaron excluidos. También quedó claro que las propiedades

serían afectadas de acuerdo a su extensión y tipo de tierras; sin embargo, quedaban

sin afectar las propiedades dedicadas a la agricultura comercial (café, hule, vainilla,

plátano, alfalfa, caña de azúcar y demás cultivos perennes o de vida cíclica

superior a dos años). En el caso concreto del henequén, el artículo 35 estipuló que

los propietarios de las fincas podrían proponer a la Comisión Nacional Agraria, en

el caso de que el reparto afectase sus planteles, un cambio de terrenos con tierras

laborables ubicadas a una distancia no mayor de 7 kilómetros.17

Como se puede observar, las leyes y decretos agrarios promulgados en la

década de los veintes tendieron a proteger la extensión, los cultivos de las

propiedades agrícolas así como su organización, al exceptuar del reparto a los

trabajadores agrícolas que residían en las haciendas. Esto significó excluir a poco

más de un tercio de la mitad de la población rural de la nación, pues en 1921 los

peones acasillados constituía 37.1% de esa población.18 El ritmo del reparto

tampoco fue el esperado. De acuerdo con Tannenbaum, en 1927 únicamente 17%

de los pueblos con derecho habían recibido tierras y de éstos sólo 12.3% tenían la

17En Fabila, Cinco siglos, 476-484. Un análisis más profundo de esta ley puede consultarse en Mesa Andraca, “El problema agrario”, 23-25. 18Tannenbaum, “La revolución agraria”, 104.

Page 185: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

164

confirmación de sus títulos. La mayoría obtuvo sus ejidos por la vía de la dotación

(ya sea de tierras ociosas o de terrenos nacionales), porque de la otra forma (la

restitución) los pueblos debían presentar sus títulos debidamente acreditados, los

cuales no siempre estaban en manos de los solicitantes. De acuerdo con

Tannenbaum, para 1926, 90% del total de los pueblos e individuos comprendidos

en el reparto recibió por la vía de la dotación sus recursos agrícolas.19

En algunos estados el reparto agrario fue más rápido que en otros.

Tannenbaum afirma que para 1926, en Morelos 25% de la población había recibido

sus ejidos. Le seguían los estados de Yucatán y Campeche con 22% y 14% de la

población, respectivamente.20 En Yucatán el reparto agrario se llevó a cabo, en su

mayor parte, entre 1922 y 1924, impulsado por el gobierno estatal, encabezado por

Felipe Carrillo Puerto, el líder político más emblemático del Partido Socialista del

Sureste. En esos años, se entregaron las dotaciones provisionales a los pueblos del

noroeste henequenero; y aunque para ello expropiaron los terrenos no cultivados

de las haciendas se respetaron los planteles de henequén. La forma en que se llevó

a cabo este reparto, la respuesta y participación de la población rural lo trataremos

en los apartados tres y cuatro de este capítulo. Antes es necesario revisar los

cambios que se experimentó en Yucatán en el terreno político-administrativo y

comercial en el régimen constitucional y la situación de la fibra en el mercado

internacional y su impacto en la distribución de la población rural.

2. EL NUEVO ORDEN CONSTITUCIONAL

En 1915, la sociedad yucateca experimentó cambios significativos con la llegada del

general constitucionalista Salvador Alvarado, enviado por Venustiano Carranza a 19Tannenbaum, “La revolución agraria”, 103-106. 20Tannenbaum, “La revolución agraria”, 105.

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165

ocupar la gubernatura y la comandancia militar, quien procedió a desmantelar la

estructura política del porfiriato. En el terreno político-administrativo, los jefes

políticos, personajes centrales de las últimas décadas, desaparecieron por

instrucción del gobierno de Alvarado. Empero, el viejo esquema político no fue del

todo desechado, pues las antiguas cabeceras de partidos se convirtieron en sedes

de los comandantes militares, quienes desempeñaron funciones administrativas.21

Su presencia fue efímera, pues desaparecieron con la promulgación de la

Constitución de 1917, que estableció el municipio libre como sustento del sistema

federal y vinculado al gobierno interno de los estados de la federación. El

municipio estaría encabezado por los ayuntamientos electos por voto popular y

directo y sin autoridad intermedia que regulara las relaciones entre este órgano

municipal y el ejecutivo estatal.22 En tal sentido, las juntas municipales, como

órganos de gobierno, y los comandantes militares desaparecieron para siempre del

entramado político yucateco.

También quedaron nulificados los criterios para constituirse en municipio

basados en el requisito de poseer determinado porcentaje de vecinos que supieran

leer y escribir. En la nueva Constitución del estado de 1918 quedó establecido que

se erigirían en municipios todas las localidades que contaran con una población

mayor de 500 habitantes. Sin embargo, lo anterior no propició la proliferación de

21Como jefes de sus distritos (ex–partidos), los comandantes militares estaban obligados a mantener la paz política, impedir la explotación de los trabajadores en los predios rurales y poner en práctica las reformas sociales y educativas que impulsara el gobierno de Salvador Alvarado. Los comandantes militares debían enviar informes periódicos al gobernador y para evitar algún posible acto de corrupción eran removidos a otros distritos constantemente. Joseph, Revolución

desde afuera, 141. 22En Tena Ramírez, Leyes fundamentales, 867. Hern{ndez Ch{vez, “Federalismo y gobernabilidad”, 272.

Page 187: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

166

más municipios. Entre 1910 y 1921 únicamente siete pueblos se convirtieron en

cabeceras municipales: Samahil, Cuncunul, Tekom, Temozón, Akil, Chaczinkón y

Tahdziu. Con excepción del primero que se situaba en el noroeste henequenero y

había pertenecido al municipio de Hunucmá, los demás se encontraban en el

oriente y sur del Estado. Las obligaciones y facultades de los ayuntamientos

quedaron definidas en la nueva Constitución local de 1918, la cual dispuso que

dichas entidades políticas debían formar su presupuestos de ingresos, compatibles

con el sistema tributario del estado, tomar dinero prestado para las necesidades

públicas o para una obra de utilidad general, nombrar y remover a los jueces de

paz de municipio, la administración libre de su hacienda y quedaron investidos de

personalidad jurídica para todos los efectos legales, entre otros.23

En el terreno económico, el gobierno constitucionalista asestó un duro golpe

a la élite económica y política al despojarla del control monopólico de la

exportación henequenera. Alvarado decretó nulos los contratos y las deudas que

obligaban a los finqueros a entregar su producción en las condiciones y precios

fijados por el control que ejercían unas cuantas familias yucatecas respaldadas por

inversionistas norteamericanos. Sin afectar la capacidad productiva de las fincas

henequeneras, el gobierno del estado se hizo del control de la comercialización de

la fibra mediante la creación de una Comisión Reguladora del Mercado de

Henequén, la cual invitaba, y en ocasiones obligaba, a los productores a firmar

contratos de asociación comercial que implicaban la participación de los

hacendados en las utilidades y el capital social de la comisión reguladora. Los

contratos obligaban a los hacendados a entregar su producción y a la comisión

reguladora a pagar anticipos del precio y posteriormente a repartir dividendos. 23En Yucatán a través de sus constituciones, 106; Rodríguez Losa, Geografía política, III, 70; Savarino, Pueblos y nacionalismos, 340.

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167

Mediante un contrato con un consorcio de banqueros de Estados Unidos, la

comisión obtuvo 10 millones de dólares que sirvieron para cerrarles el paso a los

intermediarios en el comercio de la fibra. A partir de ese momento, la compra de

fibra de henequén se realizaba exclusivamente por medio de la comisión

reguladora. La intervención del estado en el proceso comercial se consolidó con la

compra de infraestructura de transportación terrestre y marítima regional, la cual

incluía ferrocarriles, bodegas de almacenamiento y una empresa naviera.24 El

monopolio estatal tenía como objetivo desplazar al antiguo grupo hegemónico y

defender los precios del agave, los cuales siempre habían dependido de la

especulación de los inversionistas extranjeros y sus socios locales. En 1916 la

comisión reguladora logró comprar la fibra del 90% de los productores yucatecos.25

La decisión de desplazar a la antigua élite del proceso comercializador fue decisiva

para los intereses de la federación, pues desde 1916 hasta 1918 recibió cerca de 12

millones de pesos sólo por concepto de impuestos y contribuciones. Parte de ese

dinero, al decir de Luis Cabrera, sirvió a Venustiano Carranza para derrotar a

Francisco Villa en las batallas decisivas de Celaya y León.26

Otro cambio decisivo fue la abolición de las deudas de los peones

acasillados y su conversión en trabajadores libres con derecho a recibir una justa

remuneración, decretada en 1914 por el primer gobernador provisional y

comandante militar de Yucatán Eleuterio Ávila, y ratificada por los generales

Toribio V. de los Santos, gobernador provisional y comandante militar, durante su

breve estancia en Yucatán en 1915 y Salvador Alvarado, gobernador y comandante

24Sabido, Los hombres del poder, 78. 25Joseph, Revolución desde afuera, 169, 1701-171. 26Joseph, Revolución desde afuera, 198.

Page 189: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

168

militar en 1915.27 Con esta medida, el sistema largamente utilizado por los

hacendados, como los anticipos y los créditos para la adquisición de mercancías,

entre otros mecanismos para retener e inmovilizar a los trabajadores, llegaba a su

fin. Sin embargo, esta medida no significó que los peones abandonaran

inmediatamente las haciendas. Al menos, no existen evidencias suficientes que lo

demuestren.28 Por el contrario, entre 1915 y 1918, la población rural trabajó en las

intensas jornadas laborales para producir la fibra que el mercado internacional

demandaba. Además, resulta difícil considerar que la población rural abandonara

la finca cuando su subsistencia y forma de vida estaba ligada a las haciendas

mediante el trabajo y el pago remunerado, los montes que se le otorgaba para

cultivar, el maíz que podían conseguir a bajo precio, entre otras prerrogativas que

recibían los peones. El abandono de las haciendas está vinculado a la decadencia

de las fincas como unidades productoras debido al descenso de los precios y al

volumen de las exportaciones de fibra de henequén a partir de 1918. No obstante,

la importancia de esta ley radica en la intervención del estado como regulador de

27 Los decretos sobre la abolición del peonaje y la servidumbre se encuentran reproducidos en Nickel, El peonaje, 433-441, 28Gilberth Joseph calcula que fueron liberados cerca de 100 000 peones y Moisés Gonz{lez Navarro estima un número menor, 60 000. El episodio de la “liberación” de los peones es considerado por los estudiosos como uno de los cambios más importantes del régimen constitucionalista. Sin embargo, la eficacia que le han atribuido ambos autores está basada en su visión de las relaciones laborales de las haciendas sostenidas en el maltrato y las medidas coercitivas. Joseph, Revolución

desde afuera, 198; González Navarro, Raza y tierra, 237. Herbert Nickel, por su parte, considera que hablar de la “liberación” de los jornaleros de campo es legitimar la visión tradicional que considera esclavista el sistema laboral de las haciendas. Para Nickel esta idea fue construida por el gobierno constitucionalista que buscaba legitimar su sistema e instrumentalización política. Nickel “Las deudas de los sirvientes”, 360.

Page 190: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

169

las relaciones laborales y en el intento de debilitar la participación de los dueños de

las haciendas en dichos asuntos.

3. HENEQUÉN EN EL CONTEXTO INTERNACIONAL Y POBLACIÓN RURAL

El estallido de la primera guerra mundial en 1914 incrementó la demanda de la

fibra, situación que benefició a los agroindustriales. En esos años, en México se

vivían momentos difíciles por el estallido en 1910 de la revolución. La contienda

armada había causado estragos en el sistema monetario y en el sistema de

trasporte ferroviario afectando severamente al comercio nacional. En medio de este

caos, Yucatán tenía una posición privilegiada, pues alejada geográficamente del

conflicto armado, sus exportaciones de henequén no sufrieron deterioro ni

contratiempo alguno; gracias a su red ferroviaria interna, y relativamente

independiente, los productores yucatecos se encontraban conectados directamente

al mercado externo, particularmente a los Estados Unidos.29 En 1914 se exportaron

169 000 toneladas de fibra de henequén. Dos años después, en 1916 aumentó a 201

000 toneladas con un valor de 51 millones de pesos. En 1918 las exportaciones

redujeron a 140 000 toneladas, pero con un valor de 91 millones, el más alto

alcanzado hasta entonces.30 Fueron años de bonanza. La Comisión Reguladora del

Mercado del Henequén, que para entonces monopolizaba la comercialización,

repartió entre los hacendados las utilidades más altas de la historia. Entre 1915 y

1918 los productores de henequén recibieron 81 millones de dólares, equivalentes

al 42% de las ventas totales de henequén.31 Los erarios estatales y federales,

también se beneficiaron. En su estudio sobre el comercio exterior, Kuntz afirma

29Kuntz, El comercio exterior, 83-86. 30Askinasy, El problema agrario, 10, 100-101. 31Sabido, Los hombres del poder, 89.

Page 191: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

170

que la recaudación derivada de este producto rebasó los 13 millones en oro y casi

32 millones en billetes infalsificables para el gobierno del estado y 17 millones de

pesos para el gobierno federal. Los impuestos derivados del henequén

constituyeron la principal fuente de ingresos para el erario público durante los

años más álgidos de la Revolución Mexicana.32

Al concluir la guerra mundial la envidiable posición de la fibra yucateca en

el mercado internacional llegó a su fin. En 1919 se exportaron cerca de 113 000

toneladas de fibra con un valor de 32 millones 635 mil pesos. La caída fue mucho

mayor en 1922 la exportarse un poco más de 78 000 toneladas de agave con un

valor de 13 millones.33 En el mercado norteamericano, el precio de la fibra

disminuía drásticamente. En 1918 el costo del kilo de la fibra era de 42.35 centavos

de dólar en 1919 disminuyó a 14.30 centavos. En 1921 el precio descendió aún más

a 9.35 centavos el kilo.34 Esta caída en los precios impidió a la comisión reguladora

pagar puntualmente a los productores. Tal coyuntura fue aprovechada por los

miembros de la antigua oligarquía para desaparecer la comisión reguladora y

establecer el mercado libre mediante la rehabilitación de los monopolios

norteamericanos y sus colaboradores yucatecos. No obstante, otra coyuntura

política ―como fue la llegada de Felipe Carrillo Puerto, líder del Partido Socialista

del Sureste, al gobierno del estado en 1922― volvió a desplazar a los miembros de

la antigua oligarquía y el gobierno del estado, de nueva cuenta, se encargó de la

comercialización de las fibras mediante una nueva comisión exportadora. Es

importante decir que el descenso de las exportaciones de la fibra yucateca en la

década de 1920 (cuadro 13), no se debía a una menor demanda internacional, sino

32Kuntz, El comercio exterior, 391. 33Askinasy, El problema agrario, 101-102. 34Joseph, Revolución desde afuera, 171.

Page 192: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

171

a un mercado más competido con la presencia de fibras provenientes de Asia y

África, las cuales se distinguían por ser más largas, limpias, peinadas y mejor

empacadas que la yucateca.35 Poco a poco estas fibras comenzaron a desplazar al

agave yucateco de su lugar preponderante en el mercado; aunque también

influyeron las estrategias emprendidas por los principales compradores de la fibra

para bajar los precios.36 Así, en 1918 el henequén yucateco de satisfacer 85% de la

demanda mundial, para 1922 su participación había descendido al 75%.37

CUADRO 13

EXPORTACIÓN DEL HENEQUÉN YUCATECO, 1915-1928

Año Kilogramos Valor en pesos mexicanos

1915 162,743,515 42,500,000

1916 201,990,440 51,000,000

1917 127,092,043 73,500,000

1918 140,000,706 91,000,000

1919 113,869,925 32,635,632

1920 160,759,200 31,897,599

1921 106,794,275 20,012,739

1922 78,809,025 13,030,973

1923 102,925,263 19,287,705

1924 109,275,492 28,816,185

1925 128,141,876 37,666,022

1926 101,156,827 28,433,170

1927 116,392,140 28,354,720

1928 119,073,960 26,059,875

Fuente: Askinasy, El problema agrario, 101-103.

35Askinasy, El problema agrario, 82-83. A fines de la década de 1920, José Patrón Cervera realizó un viaje a Kenia, Tanganika, Java y Sumatra, productores de fibra, con el fin de realizar una investigación sobre las formas y sistemas de cultivo del textil, los procedimientos mecánicos de la desfibración, su organización económica, utilidades, entre otros temas. El objetivo era mejorar la fibra yucateca y competir en mejores condiciones con los demás productores. Véase el informe completo en Patrón Cervera, El cultivo y explotación del henequén. 36Joseph, Revolución desde afuera, 203. 37Canto Sáenz, Del henequén a las maquiladoras, 59.

Page 193: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

172

Esta situación afectó la actividad productiva de las fincas, especialmente de

las medianas y pequeñas, cuyos propietarios con tal de reducir costos dejaron de

cultivar sus campos y de producir fibra al ritmo de los mejores años.38 La población

rural del noroeste yucateco, que al principiar el siglo XX se encontraba ocupada en

las intensas jornadas laborales de las fincas henequeneras, comenzó a desplazarse a

otros centros de población más grandes como pueblos, villas y ciudades tras el

descenso de los salarios y la demanda de trabajo, por lo que la distribución de la

población del noroeste henequenero sufrió una lenta transformación. Al comenzar

el siglo XX, las haciendas concentraban 38.15% de la población total del noroeste, en

tanto que los pueblos tenían 23.23%. En 1910 la situación era muy similar. Las

haciendas tenían al 35% y los pueblos 17% de la población total. La situación

cambió drásticamente en 1921. El número de vecinos de los pueblos aumentó de

36 013 a 54 896, equivalente a 22.91%, en tanto que el de las haciendas descendió de

73 464 a 49 321 que representaba 20.58% de la población total del noroeste, como se

aprecia en el cuadro 14.

CUADRO 14

EVOLUCIÓN DE LA POBLACIÓN DEL NOROESTE HENEQUENERO, 1900-1921

Localidad 1900 % 1910 % 1921 %

Hacienda 76,659 38.15 73,464 35 49,321 20.58

Ciudades 55,211 27.48 75,546 36 99,673 41.6

Pueblos 46,855 23.32 36,013 17 54,896 22.91

Villas 20,893 10.40 22,596 11 32,837 13.7

Otros 1,305 0.65 2,200 1 2,891 1.21

Sumas 200,923 100 209,819 100 239,618 100

Fuentes: Censos de población, 1900, 1910 y 1921.

El abandono de las haciendas henequeneras fue un proceso estrechamente

ligado al declive de las exportaciones de henequén. Aun así, el desplazamiento de 38Joseph, Revolución desde afuera, 204-205.

Page 194: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

173

la población de las fincas a los centros de población fue gradual y heterogéneo.

Cada localidad experimentó de manera distinta la redistribución de su población.

En gran medida, dependió de la capacidad de las fincas para sortear los tiempos de

crisis. Las haciendas pequeñas y medianas productoras de henequén fueron las

más vulnerables; por ende, su escasa población se vio precisada a buscar la

subsistencia por otros lados. En cambio, las haciendas que lograron mantener su

producción conservaron, si no intacta, una población importante ante la seguridad

de tener trabajo e ingreso seguro.39 Abalá es un ejemplo, quizá paradigmático, de

un municipio cuya población vivió, por cuatro décadas consecutivas, dispersa en

las fincas aledañas: Temozón, Cacau, Yaxcopoil y Uayalceh, que se distinguían por

ser las productoras más importantes de henequén, capaces de esquivar mejor las

crisis del mercado, así como los embates de la reforma agraria que caracterizó al

periodo 1921-1940 (cuadro 15).

CUADRO 15 MOVIMIENTO DE LA POBLACIÓN DEL PUEBLO DE ABALÁ, 1900-1940

1900 % 1910 % 1921 % 1930 % 1940 %

Haciendas 3,476 91 2,669 89 2,840 87 1,958 80 2,110 77

Pueblo 363 9 342 11 440 13 500 20 632 23

Sumas 3,839 100 3,011 100 3,280 100 2,458 100 2,742 100

Fuentes: Censos de población, 1900, 1910, 1921, 1930 y 1940.

Al margen de los contrastes y matices del comportamiento demográfico, fue

un hecho que a partir de 1921 los pueblos había iniciado un lento y sostenido

crecimiento en su población; y las haciendas henequeneras, por su parte, estaban

perdiendo importancia como centros de población rural. De este modo se daba

39Esta situación es claramente descrita en Torre, Miseria y hambre.

Page 195: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

174

paso a la nueva distribución de la población rural, encabezada por los pueblos, que

caracterizaría el resto de la primera mitad del siglo XX.

4. EL ARRENDAMIENTO DE LOS MONTES PRIVADOS

El carácter radical del gobierno constitucionalista que lo llevó a tomar el control de

la comercialización de la fibra contrastó con su tibieza a la hora de transformar la

estructura agraria. Al igual que muchos de sus contemporáneos, Salvador

Alvarado comulgaba con la visión de una reforma que fortaleciera la pequeña

propiedad. Esta postura se puede apreciar en la reglamentación de ley agraria para

el estado de Yucatán de 1915, diseñada en los términos del decreto del 6 de enero

de 1915, que fijó la extensión de los ejidos con base en la antigua ley sobre ejidos de

1844, descrita ampliamente en el capítulo II de esta tesis. En el artículo 6 del

decreto del 6 de enero se estableció que todo mexicano mayor de 17 años de edad

tenía derecho “siempre que quiera dedicarse personalmente a cultivarlo” a un lote

de terreno. El objetivo era que por medio de su trabajo subsistiera él y su familia y

conquistara “su independencia económica y las comodidades necesarias para

vivir”. En concordancia con lo anterior en el artículo 14 se estableció que todo

individuo tenía derecho a poseer un lote de 20 a 25 hectáreas si los terrenos se

encontraban dentro de un radio de ocho kilómetros por viento del pueblo o 2 000

hectáreas si los terrenos se encontraban apartados a de los ocho kilómetros.40 De

todos modos, entre 1915 y 1918 únicamente se entregaron ejidos a 12 pueblos. Se

puede decir que Salvador Alvarado dejó las cosas como estaban, al menos en lo

referente a la estructura agraria. De manera que las fincas permanecieron intactas y 40Reglamentación de la ley agraria, 12-13; Joseph, Revolución desde afuera, 150-159, ofrece un extenso análisis sobre el pensamiento y la postura de Salvador Alvarado respecto al reparto agrario.

Page 196: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

175

las condiciones de trabajo también, aun cuando desde 1914 había abolido las

deudas de los peones. Las relaciones laborales, podían no ser muy modernas,

mucho menos revolucionarias, pero continuaban siendo eficaces para la inmensa

producción que demandaba el mercado internacional.

Las exportaciones de la fibra se encontraban aún en su apogeo cuando se

expidió la Constitución de 1917, que entre otras medidas, dispuso que cada estado

y territorio fijara sus leyes para fraccionar el excedente de las propiedades

privadas. Los gobiernos yucatecos procedieron cautelosamente para evitar daños a

la producción y exportación de la fibra, por lo que no se apresuraron a dictar una

ley. En su lugar, emitieron dos circulares que permitirían a la población rural

acceder a los recursos agrarios sin modificar la estructura agraria vigente. La

primera circular, emitida el 26 de agosto de 1917 por el gobernador Álvaro Torres

Díaz, establecía la entrega provisional de “tierras para cultivar a todos los

ciudadanos que las soliciten”. Las personas interesadas debían dirigirse a las

autoridades municipales, quienes debían “distribuir de acuerdo con todos” el

terreno que cada agricultor necesitara. Los arrendatarios podían extraer de dichos

terrenos cantidades moderadas de leña y debían pagar 5% de la cosecha anual al

dueño de la hacienda por concepto de renta, aunque no se especificaba si el pago

sería en dinero o en especie. Por su parte, el propietario tenía la obligación de

entregar terrenos “buenos para las labores agrícolas”. Concluido el tr{mite de

arrendamiento, los ayuntamientos debían informar a la Comisión Local Agraria

sobre los términos acordados.41

La segunda circular, emitida el 10 de enero de 1919, precisó con mayor

detalle el papel de los ayuntamientos en los arrendamientos. Estipuló que los

41En DOEY, 29 de agosto 1917, 4237.

Page 197: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

176

ayuntamientos eran las únicas instancias con facultades para solicitar y negociar

con los dueños y administradores de las fincas la entrega de las extensiones

requeridas para los cultivos; y de entregarlas a los solicitantes. Los comisarios

municipales, por su parte, únicamente podían recibir las solicitudes y enviarlas al

ayuntamiento. También precisó las obligaciones y los derechos a los que quedaban

sujetos los milperos y los hacendados. Así, cada milpero tenía derecho a una

extensión máxima de 2 hectáreas durante dos años consecutivos. También debía

pagar a los hacendados 5% del maíz que cosechara y con respecto a la leña, los

hacendados tenían “derecho de preferencia” para adquirirla al precio habitual de

la localidad.42

Cabe advertir que las “tierras incultas” referidas en las circulares locales

eran aquellos terrenos que permanecían sin producir, es decir, los montes de las

fincas. El sistema de arrendamiento propuesto en ambas circulares no era

desconocido entre los milperos de los pueblos; pues como se explicó en el capítulo

III, a fines del XIX era frecuente que los dichos milperos arrendaran los montes de

la fincas para cultivar la milpa y continuó siéndolo en el siglo XX. En estos casos, el

dueño o administrador de la finca fijaba las condiciones del arrendamiento, la

cantidad y la forma de pago: en moneda o especie. Por ejemplo, en 1919 los

ciudadanos Carmen Silveira, José Hu, Isidro Hu, Bonifacio Can, Felipe Pech y

Doroteo Pech, vecinos del rancho Tepakal, celebraron un contrato de

arrendamiento con Arcadio Cortez, propietario de una finca en el pueblo de Suma,

situado en el noroeste henequenero. En el contrato quedó establecido el uso de 200

mecates de montes por dos años. En el primer año cultivarían 43 mecates y le

pagarían a Cortez la cantidad de 43 pesos. En el segundo año, cultivarían los 57

42En DOEY, 14 de enero 1919, 165-166.

Page 198: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

177

restantes y le entregarían 5% de la producción.43 En el pueblo de Opichén, ubicado

en los m{rgenes del noroeste henequenero, en 1919 “Clemente Canal y otros que

tiene sus milpas en las tierras de la finca Kanachen” pagaban 20% de la cosecha al

propietario de la mencionada finca.44 En 1920, Severiano May, Anselmo Tzuc,

Concepción Cauich, entre otros vecinos del pueblo de Euán cultivaban en los

montes de la hacienda San Juan Koop a cambio de “leña y carbón *en la cantidad+

conforme le da la regalada gana *al administrador+”.45

Como se puede observar, las condiciones de arrendamiento variaban de una

finca a otra. Todo dependía de la costumbre, los acuerdos y las negociaciones a los

que llegaban los propietarios y los milperos de los pueblos, pero también existía el

riesgo que una de las partes desconociera lo acordado. En 1920, tras incendiarse

uno de los planteles de la finca San Juan Koop, su propietario amenazó con

suspender el trato que tenía con los milperos del pueblo Euán, quizá por sospechar

de ellos como causantes del incendio. Por razones que no se especifican, los

milperos del rancho de Tepekal, antes mencionados, fueron despojados de dos

caleras (hornos de cal), “cuatro mecates de elotes, toda la cosecha de zacate,

calabazas, etcétera” y fueron amenazados “con sacarlos a balazos” si regresaban a

los montes de la finca.46

43Vecinos del rancho de Tepekal se quejan contra el señor Arcadio Cortez, vecino del pueblo de Suma, (1920), en AGEY, Poder ejecutivo, Gobernación, caja 708. 44Queja de los campesinos de Opichen por el pago de 20% de la producción por concepto de renta (1920), en AGEY, Poder ejecutivo, Gobernación, caja 708. 45Vecinos de Euán se quejan contra Ramón Ontiveros, administrador de la finca San Juan (1920), en AGEY, Poder ejecutivo, Gobernación, caja 712. 46Vecinos de Euán se quejan contra Ramón Ontiveros, administrador de la finca San Juan (1920), en AGEY, Poder ejecutivo, Gobernación, caja 712.Vecinos del rancho de Tepekal se queja contra el señor Arcadio Cortez, vecino del pueblo de Suma (1920), en AGEY, Poder ejecutivo, Gobernación, caja 708.

Page 199: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

178

Puede decirse que las circulares de 1917 y1919 dictadas por el gobierno local

no hacían más que retomar una antigua costumbre entre la población rural y los

propietarios de las fincas, regular las condiciones y, sobre todo, tratar de

homogeneizar los precios del arrendamiento. Dichas circulares no cuestionaban ni

comprometían la estructura de la propiedad de las fincas, pero sí ofrecían a los

milperos condiciones más seguras para acceder a los montes privados. Por tales

circunstancias, los milperos no desaprovecharon la posibilidad de cultivar en los

montes de las fincas en los términos que las circulares proponían. Mediante la

intercesión de los ayuntamientos, los agricultores accedieron a los montes

privados, incluso aquellos que eran rechazados por los hacendados.47 En 1917, por

ejemplo, el ayuntamiento de Izamal, ubicado en plena zona henequenera, recibió

280 solicitudes de otros tantos milperos. Las autoridades elaboraron una lista,

asignaron una extensión para cada uno y calcularon necesitar cerca de 256

hectáreas de montes para otorgar en arrendamiento.48

Tres años después, en 1920 el municipio de Izamal gestionó un total de 272

solicitudes para los milperos del lugar y de sus comisarías Xanabá y Sitilpech. Los

milperos de estas dos últimas localidades habían iniciado el trámite ante sus

respectivos comisarios municipales, a quienes les expusieron su interés por “tierras

ociosas para laborar” de determinadas fincas. Finalmente, los comisarios de cada

pueblo presentaron al ayuntamiento de Izamal la solicitud formal y un breve

informe sobre la calidad de los terrenos solicitados. Los de Xanabá, por ejemplo,

47En 1917 el administrador de la hacienda Kanán se negó a recibir a Pedro Aragón, Alonso Aragón, Juan Batista Kú y Prudencio Tuyub, vecinos del pueblo de Tekal. De inmediato acudieron con las autoridades, quienes iniciaron la negociación. Petición de Montes (1917), en AGEY, Municipios, Izamal, caja 10, vol. 21, exp. 16. 48Relación de las personas que solicitan terrenos para cultivar este municipio de Izamal (1917), en AGEY, Municipios, Izamal, caja 9, vol. 21, exp. 6.

Page 200: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

179

expresaron que “el terreno aludido no tiene parte cultivada y todos los 400 mecates

marcados no están ni talados, y en mi concepto está incluido dentro del carácter de

tierras ociosas”. Posteriormente, el ayuntamiento de Izamal procedió a otorgar los

montes en arrendamiento.49

Como se dijo, los ayuntamientos eran las responsables de gestionar el

arrendamiento de los montes privados. Se encargaban de recibir la solicitud,

dialogar con los dueños o administradores de las fincas de su jurisdicción

municipal y de concederlos y distribuirlos entre los milperos. Empero, en el

terreno de los hechos aparecieron las ligas de resistencias, unas veces iniciando los

trámites de solicitud, otras veces defendiendo los intereses de los milperos. Dichas

organizaciones aparecieron en 1917 con el impulso del Partido Socialista de

Yucatán a lo largo y ancho del estado; agruparon a amplios sectores sociales

urbanos y rurales, como mujeres, profesionales, comerciantes, trabajadores de los

pueblos y agricultores en general y eran coordinadas por una Liga Central, con

sede en la ciudad de Mérida. Si bien, las ligas estaban asociadas al Partido

Socialista de Yucatán y a su líder más emblemático Felipe Carrillo Puerto, sus

acciones no se limitaron al proselitismo político, pues se convirtieron en los

espacios más efectivos de socialización y promoción de campañas educativas,

higiénicas y de diversos eventos deportivos y culturales.50 En el aspecto agrario, las

49Ocursos al alcalde municipal de tierras ociosas (1920), en AGEY, Municipios, Izamal, caja 12, vol. 25, exp. 1. 50En 1921 el Partido Socialista de Yucatán cambio al nombre de Partido Socialista del Sureste. Para un estudio profundo sobre el origen y proliferación de las ligas de resistencia, sus estrechos vínculos con el Partido Socialista del Sureste y cómo influyeron en la sociedad yucateca hasta mediados de la década de 1920, consúltese los trabajos de Joseph, Revolución desde afuera, 217-296; Savarino, Pueblos

y nacionalismos, 378-380. También puede consultarse el breve trabajo de Paoli y Montalvo, El socialismo olvidado. Recientemente, Fallaw, Cárdenas Compromised,

Page 201: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

180

ligas desempeñaron un papel muy importante, al convertirse en instancias de

apoyo para la población rural. Por tal razón, no es extraño encontrar a las ligas

involucradas, junto, al margen o en competencia con los ayuntamientos, en el

arrendamiento de los montes, como veremos a lo largo de las siguientes páginas.

Por su parte, los hacendados se mostraron renuentes a entregar los montes

de sus propiedades con el argumento de necesitarlos. En 1920 Pedro M. de Regil,

propietario de una finca, explicó que las autoridades municipales del pueblo de

Timucuy, ubicado en la zona henequenera, apoyadas por el presidente de la liga de

resistencia del mismo pueblo, distribuyeron entre los vecinos “una pequeña

extensión de tierras de las anexas Petecuil San José y San Mateo” de su hacienda

Tekik, ubicada en el municipio de Timucuy. El hacendado explicó que las

extensiones otorgadas servían para extraer leña para “la alimentación de las

calderas de la maquinaria obteniendo el combustible necesario”. Al ser despojado

temporalmente de los montes y dadas las condiciones de arrendamiento, los

hacendados se preocuparon por el deterioro forestal y lo que esto ocasionaría. A la

letra decía el hacendado: “de llevarse a cabo la tala de esa porción de terreno, mi

finca se vería en la necesidad imperiosa de suspender sus trabajos por falta de

combustible”.51

Decididos a defender sus montes, los hacendados trataron de persuadir a las

autoridades, desde el gobernador hasta las municipales, para no entregar sus

montes. Argumentaban carecer de extensiones suficientes, de tenerlos ocupados

con las milpas de sus trabajadores, de estar tumbados, es decir con la maleza y los

revisa el papel que desempeñaron las ligas en la trayectoria política de la década de 1930. Muestra el declive y la resistencia de las ligas a desaparecer frente a otras organizaciones como los sindicatos que comenzaban a ganar terreno en Yucatán. 51Pedro M. de Regil solicita impedir la tala de montes para combustible de máquinas de su hacienda Tekik (1920), en AGEY, Poder ejecutivo, Gobernación, 753.

Page 202: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

181

árboles cortados, o que no podían prescindir del carbón y la leña que extraían de

ellos. En 1920 el administrador de la hacienda Kankabchén intentó evadir la

solicitud del ayuntamiento de Cansahcab arguyendo que disponía de poco espacio

porque vecinos de Cansahcab, Suma, Teya y Tepakam solían cultivar sus milpas

“habiendo sufrido con esto la tala de m{s de 14 000 mecates de terrenos”. El propio

administrador sugirió a las autoridades municipales acudir a las demás fincas del

municipio. Sin embargo, el presidente municipal no sólo insistió en su petición

sino que inició una inspección y confirmó que poseía más de 40 000 mecates (1 600

hectáreas) de extensión y más de la mitad se encontraba inculto.52 En el mismo año

de 1920 Antonio Ancona propietario de Dzibilchaltún y Sacnité, tras recibir sendas

solicitudes de los ayuntamientos de Mérida y Tixkokob, se excusó diciendo: “no

puedo dar montes de mis haciendas *<+ porque ya est{n talados y que por eso no

admiten cultivo para cereales que es para lo que pueden necesitarlos [los milperos

de Chablekal y Tixkokob+”. El hacendado explicó que él mismo apenas podía

“sacar delgados palos de los jubches (monte en barbecho) y no creo deba

permitírseles trabajar esas tierras que los más elementales principios de agricultura

ordenan dejar descansar *los montes+”.53

Como no siempre pudieron evitar la entrega de sus montes, los hacendados

llevaron a cabo diferentes acciones que pretendían entorpecer su ocupación y

usufructo. Así entregaban terrenos en pésimas condiciones físicas, es decir,

parcialmente deforestadas e inútiles para el cultivo de la milpa. En 1919 Adolfo

Bolio aceptó la solicitud del presidente municipal de Eu{n siempre “que se le 52Arturo Cáceres se queja contra el presidente municipal de Cansahcab porque le obliga a dar terrenos de la hacienda Kancabche a varios ciudadanos para cultivar (1920), en AGEY, Poder ejecutivo, Gobernación, caja 712. 53Sobre la solicitud de montes realizada por los pueblos de Chablekal y Tixkokob a las haciendas (1920), en AGEY, Poder ejecutivo, Gobernación, caja 706.

Page 203: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

182

pague el arrendamiento conforme a la ley y el terreno sea fijado por él”. Luego

cambió de parecer y concedió “sus planteles viejos” sin pago de arrendamiento

alguno. Los milperos argumentaron que no les convenía tomarlo “porque nom{s lo

da para una cosecha y nomás se puede cultivar el maíz con perjuicio de no sembrar

otras semillas”. Los milperos se retiraron y, al decir de sus autoridades, se fueron a

“hacer sus labranzas en otros montes que no son planteles”. Las autoridades

municipales de Euán denunciaron que las intenciones del hacendado era

beneficiarse del terreno limpio y chapeado después de la milpa. Como Bolio,

muchos hacendados trataron de obtener un provecho adicional y alteraban las

cláusulas del contrato, especialmente las referentes al monto de la renta estipulado

en las circulares locales. Los encargados exigían cantidades que rebasaban al 5%

marcado en dichas circulares. En 1920, los milperos de Tunkás y Opichén se

quejaban por los cobros de 10% y 20% que exigían los administradores de las

haciendas enclavados en otros municipios.54 O de plano modificaron la forma de

pago, como denunciaron ese mismo año los vecinos del pueblo de Yobaín, quienes

señalaron que los propietarios de las fincas de su municipio los obligaban a cubrir

“dos mecates de chapeo, por cada mecate del [monte cultivado], en los planteles de

henequén”.55

La oposición de los hacendados no estaba dirigida exclusivamente a sus

nuevos inquilinos, sino también a los antiguos. Con base en las circulares de 1917 y 54Queja de campesinos de Opichén por el pago de 20% de la producción por concepto de renta (1920), en AGEY, Poder ejecutivo, Gobernación, caja 708; vecinos de Tunkás se quejan contra algunos propietarios de extorsionarlos con el elevado cobro de arrendamiento (1920), en AGEY, Poder ejecutivo, Gobernación, caja 712; Queja de los vecinos de Tunkás por renta excesiva (1920), en AGEY, Poder ejecutivo, Gobernación, caja 712. 55Queja de los vecinos de Yobaín por el cobro realizado por las autoridades municipales (1920), en AGEY, Poder ejecutivo, Gobernación, caja 712.

Page 204: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

183

1919, los dueños de las fincas impidieron la entrada de sus antiguos arrendatarios.

En 1920 Ermilo Ávila, propietario de Sacnité, del municipio de Izamal, desconoció

a sus antiguos ocupantes, vecinos de Izamal que venían cultivando sus milpas por

lo menos desde hacía tres años.56 El hacendado los calificaba de “invasores” por no

contar con la anuencia de alguna autoridad municipal ni con la suya. Momentos de

angustia vivieron los ciudadanos Adriano Hernández, Dionisio Kú y Macario Us,

vecinos de Umán, cabecera de municipio del mismo nombre, cuando el encargado

de la finca Cacao, ubicada en el municipio de Abalá, les negó la entrada a sus

milpas con el argumento que los vecinos del municipio de Umán no tenían

derecho a usar los montes de otro municipio. A la letra dice “Como los ciudadanos

*<+ no son jornaleros de esta finca y sí vecinos de la villa de Um{n, los

propietarios de esta finca de conformidad con las leyes vigentes les han

manifestado, que las milpas en cuestión no pueden continuar cultivándolas”. El

encargado les comunicó que podían vender sus milpas a cualquier ciudadano que

trabajara en esa finca.57

Desesperados, los milperos acudieron a las autoridades municipales de

Abalá, pero éstas argumentaron que nada podían hacer porque eran vecinos de

otro municipio. Al respecto, el alcalde municipal explicó que “como los

ciudadanos de referencia no son de esta población no puedo proceder ni conforme

a la ley relativa, pues a estos ciudadanos no les ha dado permiso el Ayuntamiento

de este pueblo, para los cultivos, razón por la cual no me es dable proceder”.

56Vecinos de Izamal invaden la hacienda Sacnité (1920), en AGEY, Poder ejecutivo, Gobernación, caja 712. 57Vecinos de Umán se quejar de no poder atender sus milpas ubicadas en la hacienda Cacao (1919), en AGEY, Poder ejecutivo, Gobernación, caja 691.

Page 205: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

184

Indefensos, los vecinos de Umán, desde luego, perdieron sus milpas.58 En efecto,

por la vía del arrendamiento, los milperos de los pueblos únicamente podían

acceder a los montes de las fincas que se encontraban bajo la jurisdicción de sus

ayuntamientos. De lo contrario, se les negaba el acceso a los montes privados. En

1919 el encargado de la finca Kuncheilá del municipio de Tecoh recibió del alcalde

municipal de Acanceh un oficio que solicitaba el acceso de 24 personas a “marcar

los mecates que a cada uno le corresponde”. La solicitud del alcalde de Acanceh no

procedió porque el administrador demostró “que no tiene ni puede tener

jurisdicción en el municipio de Tecoh al cual pertenece la finca”.59 Todos estos

casos muestran las dificultades que enfrentaron los milperos de los pueblos para

acceder a los montes de las haciendas con base en el sistema de arrendamiento

ordenado por el gobierno estatal. En gran medida por la resistencia de los

propietarios de las fincas a perder su acostumbrada prerrogativa de conceder, bajo

su anuencia y sus condiciones, los montes de su propiedad.

5. DOTACIÓN DE TIERRAS INCULTAS Y LA DISPUTA POR EL MONTE

Como parte de su estrategia política, entre 1922 y 1924 el gobierno estatal llevó a

cabo la mayor dotación provisional de ejidos a los pueblos de Yucatán, pero sin

afectar la industria henequenera. En efecto, el fin de la Primera Guerra Mundial

había asestado un duro golpe a los precios de henequén pero no condenó a la

agroindustria a su desaparición. El henequén constituía el principal producto de

Yucatán, a nivel nacional representaba el segundo producto de exportación y hacia

58Vecinos de Umán se quejan de no poder atender sus milpas ubicadas en la hacienda Cacao (1919), en AGEY, Poder ejecutivo, Gobernación, caja 691. 59Manuel Casares Escudero se queja de los vecinos de Tecoh por no pagar su arrendamiento (1919), en AGEY, Poder ejecutivo, Gobernación, caja 692.

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185

1922 abastecía 73% de la demanda internacional.60 Por tal motivo, en todo este

tiempo el gobierno yucateco, pese a sus radicalismos, procuró no molestar el ritmo

de la producción henequenera.

La Comisión Local Agraria, mediante los comités particulares ejecutivos de

cada pueblo, llevaría a cabo el trámite de las solicitudes de los ejidos, pero en la

práctica fue imposible evitar la intervención de los ayuntamientos y de las ligas de

resistencia, que como vimos mediaban, solicitaban y hasta representaban a los

milperos en las solicitudes.61 Como se dijo, la legislación agraria estipulaba dos vías

para solicitar ejidos: la dotación y la restitución. En Yucatán los comités

particulares ejecutivos agrarios encargados de promover las solicitudes de ejidos,

usaron la vía de la dotación porque por la restitución no podían demostrar que los

pueblos, como corporaciones políticas, habían sido propietarios de ejidos ni tierras

comunales, como se explicó en el primer capítulo de esta tesis. Asimismo, la ley

agraria del 10 de abril de 1922, al ordenar que únicamente las localidades con la

categoría de pueblo, rancherías, congregaciones, condueñazgos y comunidades

tenían derecho al reparto, el gobierno local convirtió en pueblos a las localidades

60Askinasy, El problema agrario, 80-83; Aznar Mendoza, “Historia de la industria henequenera”, 729-730. 61En el decreto del 6 de enero de 1915 se ordenó que las autoridades agrarias, responsables del reparto agrario serían las siguientes: La Comisión Nacional Agraria, integrada por 9 personas y presidida por el secretario de Fomento. En cada entidad federativa se crearía una Comisión Local Agraria compuesta de cinco personas. En tanto los Comités Particulares Ejecutivos, integrados por tres personas, se crearían en todas las localidades o pueblos. Dichos comités estarían subordinados a la Comisión Local Agraria de su entidad. En Fabila, Cinco siglos, 27. El número de integrantes así como las funciones que desempeñarían se modificaron y precisaron en la ley de dotaciones y restituciones de Tierras y Aguas de 1920. En Cuadros Caldas, Catecismo agrario, 83.

Page 207: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

186

con categoría de villas, tales como Motul, Temax, Ticul, Tekax, Tizimín, entre otros

y a los poblados pequeños denominados rancherías.62

Para la dotación de los pueblos del noroeste henequenero, el gobierno local

expropió parte de los terrenos incultos que poseían las propiedades privadas. En

otras palabras, los pueblos recibieron montes en calidad de ejidos provisionales.

Por ejemplo, en 1922 el pueblo de Sitilpech recibió 2 928 hectáreas de montes, que

se tomaron de las haciendas Sacnité, Kanán, Cuiché Kancabchén, Balantún y

Checanul. El pueblo de Abalá, rodeado por las haciendas henequeneras más

grandes e importantes de Yucatán, recibió 3 040 hectáreas de los montes de las

fincas Temozón, Yunkú y Hucuyché.63 En algunos casos, la dotación ejidal incluyó,

además de los montes, los ejidos porfirianos, es decir, aquellos lotes que habían

sido medidos a partir de 1870, descritos ampliamente en el capítulo II, pero que

nunca fueron repartidos a los padres de familia. Por ejemplo, en 1922 al pueblo de

Temax se le dotó con 13 683 hectáreas de las haciendas Chucmichén, San Antonio,

San Dimas, Dzitox y se incluyeron 3 600 hectáreas de los 265 lotes antiguos que se

encontraban en la hacienda Dzitox.64

La extensión de los ejidos se estimó con base en el sistema agrícola que

requerían dejar descansar el montes después dos años de cultivado. Así, se estimó

que cada agricultor necesitaba dos hectáreas para cultivar cada año. Dichas

hect{reas las dejaría descansar 12 años, “para que pueda recuperar la substancias 62Joseph, Revolución desde afuera, 274; Véase dicho reglamente en Fabila, Cinco siglos, 384-389. 63Para dotar a Sitilpech, Balantún fue afectada con 1 565 hectáreas, Kanán con 504, Sacnité con 249, Cuiché con 241, Checanul con 282 hectáreas y Kancabchén con 84. DO, 20 de junio 1925, 965-966. DO, 10 de noviembre 1921, 1098. A la hacienda Temozón se le expropiaron 1,837 hectáreas, a Yunkú 630 y a Huycuché 572. 64Dotación de ejidos al municipio de Temax (1925), en RAN-Mérida, Carpeta básica, núm. 23; DO, 2 de junio 1925, 627-628.

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187

fertilizantes necesarias”, y pasado ese tiempo nuevamente podía cultivarlas.65 Con

base en lo anterior, se consideró que cada milpero requería de 24 hectáreas en

promedio. Para calcular la extensión de “tierras incultas” que cada pueblo recibiría

se multiplicaban dichas 24 hectáreas por el número de agricultores que ahí residía.

Sin embargo, en muchas ocasiones no se cumplieron a cabalidad ambos criterios,

pues en la práctica la extensión de los ejidos estuvo sujeta a los recursos

disponibles. Por ejemplo, en 1923, cuando se dotó al pueblo de Acanceh, las

haciendas circunvecinas habían sido afectadas para la dotación de otros pueblos,

de modo que hubo que sujetarse a las extensiones disponibles de las haciendas. Al

final, le asignaron 6 382 hectáreas de montes, estimando 12 hectáreas por

individuo.66

De acuerdo con las cifras oficiales, entre 1919 y 1928 el gobierno local

entregó ejidos a 115 pueblos de Yucatán, 73 del noroeste henequenero y 42 del sur

y oriente del estado. La mayor parte de las dotaciones provisionales se llevó a cabo

entre 1919 y 1924, cuando se dotó a 21 858 vecinos de los pueblos del noroeste con

384 114 hectáreas (cuadro 16). Es preciso decir, que el reparto de los gobernadores

tenía un carácter provisional. El expediente formado junto con todos los

documentos y los datos que se estimaban necesarios, se remitía a la Comisión

Nacional Agraria para su aprobación, rectificación o modificación del reparto. Una

vez aprobado, el encargado del Poder Ejecutivo de la Nación emitía la resolución

presidencial, con la que los pueblos obtenían su dotación definitiva.67 La mayoría

65DO, 29 de julio 1925, 605. 66Dotación de ejidos al municipio de Acanceh (1925), en RAN-Mérida, Carpeta

Básica, núm. 17. 67Decreto de 6 enero de 1915, en Fabila, Cinco siglos, 273-274.

Page 209: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

188

de los pueblos yucatecos recibieron en el año su dotación definitiva en 1925 y en

algunos casos hasta 1930.

CUADRO 16 DOTACIÓN PROVISIONAL Y RESOLUCIÓN PRESIDENCIAL EN EL NOROESTE HENEQUENERO 1919-1930

Pueblo Dotación provisional Hectáreas Ejidatarios Resolución presidencial Hectáreas

Conkal 1919 3,503 200 1921 4,000

Cholul 1919 1,808 sin dato 1921 1,818 Homún 1919 3,000 375 1921 3,000 San José Dzal 1919 1,696 209 1921 1,699

Abalá 1921 2,960 148 1921 3,040

Baca 1921 6,000 300 1924 6,000

Bokoba 1921 4,723 264 1923 4,720

Ekmul 1921 1,087 132 1928 1,087

Euan 1921 1,900 95 1923 1,900

Seyé 1921 11,360 568 1924 11,360

Sitpach 1921 1,827 92 1925 1,827

Tecoh 1921 13,860 693 1923 13,860

Ucú 1921 6,460 323 1923 6,460

Xanabá 1921 3,780 199 1923 3,780 Yaxkukul 1921 2,701 274 1921 2,701

Caucel 1922 5,880 294 1925 4,069

Cepeda 1922 3,504 146 1925 3,504

Citilcum 1922 2,440 122 1925 2,440

Cucholoch 1922 2,856 119 1925 2,856

Cuzamá 1922 4,540 227 1925 3,135

Chablekal* 1922 4,820 241

Chicxulub* 1922 4,944 206

Dzidzantún 1922 9,864 511 1932 5,880

Halachó 1922 19,416 809 1923 19,416

Hunucmá* 1922 23,180 1,159

Ixil* 1922 4,704 196

Kinchil* 1922 8,000 375

Kini 1922 3,144 131 1925 3,012

Maxcanú* 1922 24,580 1,229 Mocochá 1922 2,060 103 1924 2,060

Muxupip 1922 5,920 296 1925 5,920

Nolo 1922 1,872 78 1937 1,872

Papacal 1922 3,200 160 1924 3,200

Sitilpech 1922 2,928 122 1925 2,928

Sudzal 1922 3,006 150 1925 3,000

Tixcuncheil 1922 1,248 52 1925 1,223

Tixpéhual 1922 3,894 166 1923 3,984

Umán* 1922 15,040 1,024

Xocchel 1922 3,539 327 1925 3,539

Acancéh 1923 6,382 501 1925 6,382

Bolón 1923 2,520 105 1925 2,520

Cansahcab 1923 8,260 780 1930 5,620

Cosgaya 1923 744 62 1924 744

Page 210: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

189

Chuburná 1923 2,248 177 1925 4,248

Dzitiá 1923 864 72 1925 864

Dzununcán 1923 2,100 105 1925 2,100

Hoctún 1923 7,250 374 1925 7,250

Izamal 1923 17,976 749 1925 17,976

Kanasín 1923 7,248 604 1930 5,251

Kancabal 1923 495 33 1924 495 Kancabchén* 1923 540 27

Kantunil 1923 6,336 264 1925 6,270

Komchén 1923 3,156 263 1925 3,156

Kopté 1923 680 34 1924 510 Mesatunich 1923 1,000 50 1932 Improcedente

Molas 1923 2,664 111 1925 2,664

Sinanché 1923 3,000 200 1925 3,000

Suma 1923 4608 192 1925 4,608

Tahmek 1923 7,000 350 1925 5,782

Tanyá* 1923 810 54

Tekantó* 1923 4,000 365

Tekit 1923 14,712 613 1925 14,712

Telchac* 1923 2,300 230

Telchaquillo 1923 2,880 120 1925 2,880

Temax 1923 13,682 690 1925 13,682

Tepakán 1923 4,700 235 1925 4,700

Timucuy 1923 7,720 330 1925 7,920

Tixkochoh 1923 1,260 63 1925 1,260

Tixkokob 1923 4,980 249 1930 2,242

Ucí 1923 1,460 146 1925 1,460

Holcá 1924 3,000 34 1925 3,000

Itzimná 1924 132 33 1929 132

Motul 1924 5,228 1,463 1925 5,228

383,179 21,793 275,946

* No se encontró la resolución presidencial. Fuentes: Joseph, Revolución desde afuera, 271-272; DO.

La dotación provisional de los ejidos colocó de nueva cuenta a los montes de

las fincas en el centro de los conflictos entre quienes los poseían en propiedad, lo

usufructuaban y lo recibirían en calidad de ejidos. Los hacendados nunca

estuvieron de acuerdo con el arrendamiento de sus montes, mucho menos con la

afectación ejidal. Ellos argumentaban la necesidad de continuar poseyendo los

recursos forestales para el funcionamiento de la industria del henequén. En 1923 el

hacendado Álvaro Millet Heredia se opuso a la afectación de 223 hectáreas de su

hacienda Muchelchén para la dotación del pueblo de Kanasín. El hacendado

Page 211: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

190

explicó qué necesidades cubría con sus montes y reflexionó sobre las pérdidas que

traería consigo la reducción o pérdida de ellos: “que su relacionada finca *<+

explota y elabora el henequén, y que todos sus productos son necesarios para ese

objeto, inclusive los bosques que en sus terrenos existen; ya que de ellos se

abastecen las m{quinas de la madera y combustible indispensables”.68 En agosto

de 1922, a la hacienda Oncán se le habían expropiado 1 826 hectáreas de montes

para la dotación del pueblo de Tixpéhual. Su propietaria, Concepción Rodríguez,

explicó las condiciones en la que se encontraba su finca a cuatro meses después de

la expropiación: “me he quedado sin el combustible necesario para mover mis

m{quinas desfibradoras *<+ como resultado que los trabajos de mis fincas están

suspendidos desde fecha cerca de quince días con graves perjuicios para los

intereses generales del país, para los habitantes de las fincas y para los numerosos

vecinos del pueblo de Tixpéhual que trabajan en mis fincas”.69 En efecto, como se

dijo en el capítulo III, el monte de las haciendas, denominado tierras incultas,

formaba parte de la agroindustria el abogado y representante de los hacendados

Gustavo Molina Font calificó de “absurda” la distribución de los “terrenos de

descanso” porque imposibilitaba a muchas haciendas “la continuación de las

siembras anuales indispensables” de las milpas, para después utilizar el terreno

para cultivar henequén y de este modo “aumentar provesivamente el {rea de

explotación de las plantaciones”.70

Como en todo el país, los hacendados emprendieron diversas medidas para

evitar la afectación. La vía legal fue una de ellas. Los propietarios trataban de 68DO, 28 de febrero 1930, 11. 69Municipio de Tixpéhual (1930), en RAN-Mérida, Expediente de dotación, núm. 85; Concepción Rodríguez solicita sacar leña de sus montes otorgados al pueblo de Tixpéhual como ejido (1922), en AGEY, Poder ejecutivo, Gobernación, caja 573. 70Molina Font, La tragedia de Yucatán, 113.

Page 212: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

191

demostrar a la Comisión Local Agraria que sus propiedades eran “unidades

agrícolas industriales en explotación”.71 Este argumento, sin embargo, no tenía

validez para la autoridad agraria porque de acuerdo con el reglamento agrario del

10 de abril de 1922, los propietarios de dichas unidades debían ceder una

superficie igual a la que les correspondía entregar. Dicho terreno debía ser de

buena calidad y en el lugar más inmediato posible al pueblo. Otros hacendados

argumentaron que sus haciendas eran menores de 500 hectáreas, lo que las dejaban

al margen de cualquier afectación, de acuerdo con el citado reglamento agrario del

10 de abril de 1922.72 También solían esconder las extensiones de sus terrenos

incultos y decían poseer un número mayor de hectáreas cultivadas para evitar la

expropiación. Tomás Martín León, propietario de la hacienda Reguera, informó a

la Comisión Local Agraria que sus extensiones estaban cultivadas de henequén,

incluyendo las 72 hectáreas afectadas, como no lo pudo demostrar, las 72

hectáreas de montes pasaron a formar parte del ejido del pueblo de Tixkokob.73

Algunos propietarios plantearon la posibilidad de permutar los montes

elegidos por la Comisión Local Agraria por otros terrenos. En 1930 el propietario

de la hacienda Teya, Alfredo Medina Rodríguez, propuso a la Comisión entregar

determinados terrenos de su propiedad en lugar de las 466 hectáreas de montes

afectadas originalmente. El terreno que proponía Medina Rodríguez tenía 369

hectáreas, estaba situado al poniente de su predio, las hectáreas faltantes podían

tomarse de sus fincas Sahé y Tehuitz. Adem{s, el hacendado se comprometía “a

renunciar *<+ a su derecho a ser indemnizado, también a desistirse del amparo 71DO, 11 de julio de 1925, 243; DO, 17 de julio de 1925, 361; DO, 21 de febrero, 1930. 72En el artículo 14 del reglamento agrario se exponen los casos a las propiedades de cualquier afectación. Dicho reglamento puede consultarse en Fabila, Cinco siglos, 383-389. 73DO, 21 de febrero de 1930, 11.

Page 213: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

192

que tiene interpuesto”. Medina Rodríguez afirmaba que dichos terrenos ofrecían

todas las ventajas porque su ubicación era “conveniente al pueblo”, y porque la

suma de los tres terrenos que concedía (468 hectáreas) era dos hectáreas más

grande que el terreno afectado originalmente.74 Desconocemos si la comisión local

agraria aceptó la propuesta del hacendado, pero se creyó necesario exponer el caso

porque ilustra la estrategia emprendida por los hacendados para evitar la

expropiación de sus montes.

Al mismo tiempo, los hacendados pretendían dejar sin efecto las

expropiaciones, denunciando los errores cometidos en el procedimiento de la

dotación. Por ejemplo, acusaban que los datos vertidos en el censo agrario eran

falsos, también manifestaban no haber recibido de la Comisión Local Agraria la

notificación correspondiente a su expropiación, y denunciaban la ausencia de las

autoridades municipales al momento de las mediciones. Muchos hacendados

emprendieron juicios de amparo contra los actos de la Comisión Local Agraria; sin

embargo, las resoluciones no los favorecieron, lo que propició que promovieran el

recurso de revisión ante la Suprema Corte de Justicia.75

Pero mientras se resolvía el asunto legal, en el ámbito cotidiano los

hacendados no dudaron en impedir la ocupación de sus montes. Un caso extremo

por su violencia, fue el del propietario de la hacienda Texán. En 1924 se negaba a

entregar sus montes afectados para la dotación del pueblo de Samahil y contrató a 74DO, 28 de febrero de 1930, 12; con respecto a las permutas, el artículo 20 del reglamento agrario estipulaba que cuando los terrenos afectados estuviesen cultivados, los propietarios podían ceder a cambio una superficie de igual extensión a la que inicialmente debían entregar. La ubicación de dichos terrenos no debía encontrarse a una distancia mayor a cinco kilómetros del pueblo. En Fabila, Cinco siglos, 385-386. 75DO, 26 de febrero de 1925, 1063; DO, 22 de abril de 1925, 1961; DO, 2 de mayo de 1925,12; DO, 4 de junio de 1925, 626;

Page 214: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

193

“15 hombres del interior del estado”, armados con “rifles 30-30”, para que

vigilaran y evitaran la ocupación de sus montes. La medida fue eficaz, pues, al

decir de las autoridades municipales, ni la liga de resistencia ni el comité particular

de Samahil habían “conseguido introducirse hasta ellos”. 76

Muchos propietarios, al comprender que la expropiación de sus montes era

inevitable, procedieron a explotarlos intensivamente. En 1925 el dueño de la finca

Cholul Bolio comenzó a sembrar “hijos de henequén” en los montes que habían

sido afectados para la dotación de ejidos del pueblo de Cacalchén. Con esta acción

pretendían impedir la expropiación, pues las plantaciones de cultivos

agroindustriales estaban eximidas. En el mismo año, el dueño de San Antonio de

Padua, afectada para la dotación del mismo pueblo, cortó toda la leña posible, ante

el enojo y la indignación de los milperos y funcionarios del comité particular

ejecutivo.77 De esta manera, los propietarios buscaban extraer toda la madera,

carbón y leña que le fuera posible. En otras palabras, buscaban usufructuar y

aprovechar los montes hasta el último momento.

Al gobernador del estado le llegaban innumerables quejas de los presidentes

municipales, los comités particular ejecutivos y de las ligas de resistencia

denunciando las acciones de los propietarios. En 1922 el presidente municipal de

Hunucmá acusó a Augusto Peón, dueño de la hacienda Chac, de talar los montes

incluidos en la dotación del pueblo. De continuar, advirtió el presidente municipal,

“entre algunos meses, no quedar{ un solo {rbol de pie y esos campos quedarían

con condiciones pésimas para que nuestros modestos agricultores puedan hacer

sus sementeras en condiciones ventajosas, burlándose de esta manera la idea de

76Municipio de Samahil (1924), en RAN-Mérida, Expediente de dotación, núm.123. 77Municipio de Cacalchén (1921), en RAN-Mérida, Expediente de dotación, núm. 65.

Page 215: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

194

favorecer a los trabajadores, pues esos campos ya no serían tocados para nada”.78

Augusto Peón no fue el único en resistir de ese modo. Varios hacendados afectados

para la dotación de Hunucmá tomaron medidas similares. Los dueños de las

haciendas Chac y Chel, “haciendo uso de la fuerza sacaron *en+ repetidas ocasiones

de sus milpas a trabajadores de Hunucm{, quienes *<+ optaron en abandonar

aquellos lugares”. El propietario de Tex{n, por su parte, tomó toda la madera que

los milperos de Hunucmá habían cortado “sin pagarles el precio a que pagaría

dicha madera”.79 En 1924 el comité particular ejecutivo del pueblo de Conkal

informó a la Comisión Local Agraria que el encargado de la finca Tecat, afectada

con 292 hect{reas de terreno, “ha mandado talar casi 1 000 mecates de dichos

montes”. El comité particular envió los oficios correspondientes a la propietaria y

encargado de la finca advirtiéndoles que no debían tocar dichos montes porque

eran ejidales. Ambos hicieron caso omiso de la advertencia y “ha extendido la tala

invadiendo mayor cantidad de terrenos”. 80

En 1925 la dotación ejidal era un proceso en curso y, como hemos podido

observar, desató un conflicto en torno a los montes. En 1926 la Unión de 78Queja del ayuntamiento de Hunucmá por la tala desmedida en la hacienda Chac (1922), en AGEY, Poder ejecutivo, Gobernación, caja 753. 79Municipio de Hunucmá (1922), en RAN-Mérida, Expediente de dotación, núm. 19. 80Queja del ayuntamiento de Conkal contra el encargado de la finca Tecat por la tala de montes (1924), en AGEY, Poder ejecutivo, Gobernación, caja 781. En 1924, el comité ejecutivo de Baca acusó al propietario de Timul por cortar leña en los recién dotados ejidos del pueblo. Queja del comité ejecutivo contra el dueño de Timul (1924), en AGEY, Poder ejecutivo, Gobernación, 797. En 1925, el comité particular agrario de Izamal denunció que el propietario de la finca Tzip estaba talando y tenía intenciones de cultivar henequén en los montes pertenecientes al ejido de dicha localidad. Denuncia enviada al gobernador sobre la destrucción de los montes de Tzip (1925), en AGEY, Poder ejecutivo, Gobernación, caja 815; Queja del presidente municipal por el corte de leña en los terrenos dotados a Yaxché (1923), en AGEY, Poder ejecutivo, Gobernación, caja 774.

Page 216: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

195

Productores Henequeneros, organización que agrupaba a los grandes productores

de henequén, intentó, aunque sin éxito, anular el efecto de las resoluciones

presidenciales que habían dotado de ejidos a los pueblos de Yucatán. Florencio

Palomo Valencia, en su trabajo Los ejidos de Yucatán y el henequén, explica que los

hacendados resintieron de manera distinta las expropiaciones. Como era de

esperarse, afirma que los dueños de grandes propiedades sortearon de mejor

manera la pérdida de sus terrenos incultos frente a los medianos y pequeños

productores. La capacidad económica de los primeros les permitió adquirir “tierras

incultas” de los medianos y pequeños, y aún m{s, “adquiriendo opción a comprar

tierras incultas para el caso de que se autoricen los cambios de localización” de las

expropiaciones.81

Los hacendados no fueron los únicos en oponerse a la expropiación de los

montes. Los peones acasillados, los trabajadores de los pueblos y los arrendatarios

que cultivaban los montes privados con la anuencia del propietario emprendieron

diversas acciones para evitar la pérdida de sus espacios agrícolas. Estas acciones de

oposición tuvieron la característica de no apelar ante las instancias legales sino de

proceder contra quienes directamente los agraviaban, en este caso los nuevos

ejidatarios de los pueblos. Los primeros fueron los trabajadores de las fincas, es

decir, los peones acasillados. Su defensa tiene origen en la misma relación patronal

de tipo paternalista que habían establecido con el hacendado. Sin embargo, más

allá de esta relación, los peones de las haciendas vieron en la afectación de los

terrenos incultos la pérdida de sus espacios agrarios. Para la década de los veintes,

la legislación agraria no les había concedido personalidad jurídica para obtener

ejidos. De modo que no poseían más recurso que el monte de las haciendas para

81Palomo Valencia, Los ejidos de Yucatán, 15, 23.

Page 217: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

196

cultivar, por lo que su subsistencia estaba unida al hacendado. Entre 1922 y 1924,

cuando el gobierno local entregó la mayoría de las dotaciones provisionales, los

peones acasillados quedaron excluidos. Para 1921 la población de las haciendas era

de 49 321 personas (20.58%) de la población rural, apenas superado por los

pueblos con 22.91% (cuadro 14). Las acciones emprendidas por los peones estaban

destinadas a impedir la ocupación de los montes y siempre contaron con el

respaldo y la asesoría de sus patrones, quienes les ordenaban cómo proceder.

Algunos ejemplos de esta confrontación entre ejidatarios y peones de las

haciendas son ilustrativos. En 1924 el comité ejecutivo y la liga de resistencia del

pueblo de Samahil se quejaron ante la Comisión Local Agraria de que los

trabajadores de Texán, con 79 habitantes, sacaban leña, carbón y palizadas de los

montes otorgados en dotación a Samahil. Un funcionario de la Comisión Local

Agraria se trasladó al lugar y constató que los peones diariamente extraían “60 y 80

tareas de leña”, carbón y otras maderas.

En realidad, los peones de las haciendas usufructuaban los montes bajo la

anuencia y protección de su patrón, pues recordemos que éste había contratado a

15 personas originarias del “interior de la república, bien armados de rifles 30-30”

para vigilar e impedir la presencia de personas extrañas a la hacienda. Por su

parte, los ejidatarios de Samahil no habían podido acceder a las 240 hectáreas que

se les había dotado. Cansados de esta situación, el comité particular ejecutivo del

pueblo de Samahil, los milperos beneficiados y las autoridades municipales

acordaron “incautar toda la madera que se encuentra en aquellos terrenos y que

legítimamente nos corresponde”. Las autoridades municipales notificaron su

decisión a la Comisión Local Agraria y al gobernador del estado. A este último le

solicitaron “un piquete de fuerzas” que los escoltara hasta Tex{n. El gobernador

Page 218: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

197

turnó el caso a la Comisión y ésta aconsejó a las autoridades municipales consignar

el caso al juez de paz de Samahil.82

En otros lugares la división entre peones y los nuevos ejidatarios de los

pueblos llegó a la violencia. En 1927 los ejidatarios de Cansahcab estaban

“cercando unos terrenos” en montes de la hacienda Cauacá para cultivar sus

milpas cuando fueron interrumpidos por un grupo de “cien hombres” armados

con “rifles y cornetas”, se trataba de trabajadores de la hacienda Cauaca liderados

por Pantaleón Díaz, encargado de la finca. Estos últimos amenazaron a los

ejidatarios para lograr que abandonaran el terreno argumentando que dichos

terrenos “no pertenecen al fundo legal de este municipio”. Los ejidatarios

abandonaron los montes y los trabajadores de las fincas, por órdenes de Pantaleón

Díaz, comenzaron a cultivarlos. Díaz los alentaba cuando afirmaba “que los

terrenos *<+ correspondían a los vecinos de la finca”. Ante la queja de los

ejidatarios de Cansahcab, la Comisión Local Agraria emprendió una investigación

junto con el ingeniero encargado de medir los ejidos. Ambos recorrieron los

montes y certificaron que, en efecto, habían sido afectados para la dotación de

Cansahcab, por lo que ordenó al encargado de la finca desalojar el monte y no

volver a interrumpir los trabajos de los milperos del pueblo. 83

En 1922 al pueblo de Bokobá se le dotó provisionalmente con 634 hectáreas

de la hacienda San Francisco Tzon. Sin embargo, los pobladores de la hacienda,

que para entonces sumaban 183, hicieron caso omiso de la repartición y

continuaron trabajando sus milpas en los montes de la hacienda. Esto provocó la 82Diversas instancias de Samahil solicitan apoyo al gobernador para entrar a la hacienda Texán (1924), en AGEY, Poder ejecutivo, Gobernación, caja 785; Municipio de Samahil (1927), en RAN-Mérida, Expediente de dotación, núm. 123. 83Municipio de Cansahcab (1927), en RAN-Mérida, Expediente de dotación, núm., 23 121.

Page 219: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

198

molestia de algunos pobladores y “50 hombres armados con escopetas, alarmando

a los moradores de dicha finca”, manifestaron su inconformidad.84

Los otros usuarios de los montes privados eran los arrendatarios, vecinos de

los pueblos y rancherías. Tras el reparto, la presencia de estos antiguos milperos en

los montes afectados molestaba a los nuevos ejidatarios. Con frecuencia los comités

particulares, presidentes municipales y ejidatarios denunciaban la presencia de

este tipo de milperos en los recién dotados ejidos. Por ejemplo, en 1923

arrendatarios de Mesatunich aún cultivaban sus milpas en los montes de la

hacienda que habían sido otorgados al pueblo de Suma.85 En 1925 vecinos de la

ranchería de Kopté ocupaban los montes de las fincas Ayin y Silil los cuales

formaban parte de los terrenos expropiados para dotar al pueblo de Cacalchén.86

Con la dotación provisional, las circulares para el arrendamiento de tierras

incultas de 1917 y 1919 quedaron derogadas y por ende también desaparecieron las

facultades de los ayuntamientos para distribuir tierras incultas entre los milperos.

A partir de entonces, los comités particulares agrarios de cada población se

convirtieron en las únicas instancias facultadas “para administrar las tierras y

productos ejidales”. Los comités particulares eran las únicas autoridades agrarias y

entre sus funciones destacaba la de otorgar permisos para las siembras, dar las

órdenes relativas a la administración, comunicar a los propietarios que no

invadiesen los terrenos expropiados “ya haciendo milpas o cortando leña”, y

resolver todos los conflictos en torno a los ejidos. En tal sentido, se trata de un

desplazamiento tanto de las ligas de resistencia, que tanta presencia tenían en el 84Habitantes de San Francisco Tzon denuncian la presencia de los pobladores de Bokobá en dicha hacienda (1922), en AGEY, Poder ejecutivo, Gobernación, caja 756. 85El comité ejecutivo de Suma denuncia a los agricultores de Mesatunich (1923), en AGEY, Poder ejecutivo, Comisión local agraria, caja 762. 86Municipio de Cacalchén (1925), en RAN-Mérida, Expediente de dotación, núm. 65.

Page 220: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

199

ámbito rural, como de los ayuntamientos que habían perdido facultades para

inmiscuirse en la administración de los ejidos.87

El siguiente caso nos permite entender claramente el desplazamiento del

ayuntamiento y de las ligas de resistencia. En 1923 el ayuntamiento de Homún se

dirigió al gobernador del estado para solicitarle las facultades necesarias para

hacer uso de la ley federal de tierras ociosas del 23 de junio de 1920. Dicha ley,

como se vio, ponía a disposición provisional todas las tierras laborables que no

estuviesen cultivadas por sus legítimos dueños. Levantada la última cosecha, el

terreno regresaba a los dueños. Esta ley federal postulaba que 10% del producto de

los arrendamientos debía ingresar a los fondos del ayuntamiento.88 El

ayuntamiento de Homún argumentó la necesidad de aplicar la mencionada ley

para que repartiera tierras a cerca de 400 agricultores. El gobernador pasó la

petición a la Comisión Local Agraria para que la evaluase y ésta declaró

improcedente la solicitud por tres razones: la primera porque el pueblo de Homún

poseía desde 1921 una superficie ejidal de 3 750 hectáreas para los 375 agricultores,

según el censo levantado. La segunda razón era porque sería una medida irregular 87Sobre la autoridad que debe tener el comité particular administrativo y la Liga de resistencia sobre los ejidos (1922), en Dotación de Tekit, en RAN-Mérida, exp. 117. Una de los cambios más importante que produjo el reparto agrario fue precisamente la eliminación de los ayuntamientos en la administración de los recursos agrarios. Lo anterior es analizado ampliamente por Gloria Camacho Pichardo en su estudio sobre los municipios de Lerma y Ocoyoac pertenecientes al Estado de México. La autora encuentra que el gobierno estatal comenzó limitar la injerencia de los ayuntamientos en el control territorial mediante la promulgación de algunos decretos. Las disposiciones agrarias decretadas después de 1915 continuaron con esta tendencia hasta que finalmente con la dotación de ejidos los ayuntamientos perdieron definitivamente su antigua facultad para administrar y controlar los recursos naturales. Camacho Pichardo, “Desamortización y reforma agraria”, 268-308. 88En Cuadros Caldas, Catecismo agrario, 18-22.

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200

establecer en un pueblo dos autoridades para asuntos agrarios, como lo era el

comité para los ejidos y el presidente municipal para el arrendamiento de tierras

incultas; y tres, porque todo parecía indicar que las intenciones del ayuntamiento

era disponer del porcentaje que cobraría por concepto de aparecería dispuesto en

la mencionada ley.89 Este caso muestra cómo los ayuntamientos perdieron sus

facultades para obtener dinero por el uso de los recursos agrarios. En realidad, esta

situación la vivían los ayuntamientos de todo el país, pues una característica de los

reacomodos fiscales del siglo XX, fue el debilitamiento de los ayuntamientos en el

manejo de los recursos productivos, de modo que tras el reparto agrario los

ayuntamientos de todo el país quedaron al margen en cuanto a dominio y

usufructo del territorio dotado.90

Asimismo, los comités particulares ejecutivos eran las únicas instancias

facultadas para intervenir y resolver los conflictos en torno a los ejidos. Por

ejemplo, los conflictos descritos en párrafos anteriores entre ejidatarios y

hacendados, acasillados y arrendatarios en torno a la ocupación, saqueo o acciones

que dificultaban el acceso a los montes ejidales debían ser resueltos por los

comités. Sin embargo, las autoridades municipales y las ligas de resistencia aunque

no podían resolver los conflictos de naturaleza ejidal, con mucha frecuencia

denunciaban al gobernador sobre las anomalías, dificultades y problemas que se

suscitaban alrededor de la posesión y ocupación del ejido. Posteriormente, el

ejecutivo estatal turnaba el caso a la Comisión Local Agraria para que a través de

los comités particulares se resolviera el conflicto. En otras palabras, autoridades

municipales, ligas de resistencia y gobierno local había conformado una especie de

89El ayuntamiento de Homún solicita facultad para entregar tierras ociosas (1923), en AGEY, Poder ejecutivo, Gobernación, caja 753. 90Aboites, Excepciones y privilegios, 251-259.

Page 222: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

201

alianza política que si bien no era legal, en el terreno de los hechos intervenían en

el reparto agrario y los conflictos suscitados en torno a él.

La forma en que la población rural participó y respondió en este proceso de

reparto agrario se explica a partir de su situación como trabajadores eventuales de

las fincas, peones de las haciendas, arrendatarios y como milperos. Los peones de

las fincas no recibieron con beneplácito la expropiación de las denominadas tierras

incultas, porque en cierto modo los despojaban de los montes en donde siempre

habían cultivado, además de que estaban marginados del reparto. Para los vecinos

de los pueblos el reparto de los montes en calidad de ejidos, si bien no resolvía

definitivamente sus necesidades, sí era un paliativo importante, pues les permitía

acceder a los montes sin tener que pagar una renta ni enfrentarse a las restricciones

impuestas por los propietarios. Por ejemplo, con la dotación de tierras incultas en

calidad de ejidos, los pobladores de Maxcanú dejaron de pagar 10% y 20% que les

exigían los hacendados por el uso de los montes.91 Atraídos por el recurso forestal,

los ejidatarios de los pueblos ocuparon sus nuevos ejidos, muchas veces de un

modo desordenado, como se aprecia en el siguiente caso. En 1922, los vecinos de

Maxcanú al tener noticia de que los montes de la hacienda Calcehtok formaban

parte de sus ejidos, de inmediato se trasladaron a ellos para hacer sus sementeras.92

91Municipio de Maxcanú (1922), en RAN-Mérida, Expediente de dotación, núm. 23/101. El arrendamiento de los montes privados era un fenómeno que también se daba en regiones del sur del estado, por ejemplo, el presidente municipal del pueblo de Tabi, ubicado fuera del noroeste henequenero, solicitó el reparto ejidal porque “algunos propietarios de terrenos circunvecinos les cobran el arrendamiento” a los milperos. El pueblo de Tabi solicita al gobernador la medición de sus ejidos (1923), en AGEY, Poder ejecutivo, Comisión local agraria, caja 786. 92Municipio de Maxcanú (1922), en RAN-Mérida, Expediente de dotación, núm. 23/101.

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202

El comité particular ejecutivo de Maxcanú recibió la queja de los propietarios de la

mencionada finca porque los milperos habían invadido los montes incorrectos. La

Comisión Local Agraria envió al topógrafo Alfredo Tappan para realizar las

averiguaciones y en su informe confirmó que los agricultores cultivaron “en

terrenos no afectados”, pero “que esto lo hicieron por no conocer la situación de la

parte afectada”. Una vez aclarado el asunto, Tappan entregó al comité particular

ejecutivo agrario de Maxcanú el plano de la dotación para que “procurara que los

agricultores hagan sus labranzas en los lotes indicados”.93

Otra ventaja que percibieron los vecinos de los pueblos con la dotación es

que los montes ejidales estaban situados cerca de sus pueblos y de las haciendas.

De este modo, los nuevos ejidatarios podían usufructuar sus ejidos y al mismo

tiempo trabajar en las fincas aledañas. En general, se puede decir que los montes

recibidos en dotación fueron utilizados básicamente para las milpas y la

explotación de combustible vegetal para el consumo doméstico y para la venta a

los hacendados, las dos actividades económicas más importantes de los vecinos de

los pueblos. En 1926, los hacendados que tenían sus propiedades en el municipio

de Kanasín, observaron que sus montes afectados para dotar al pueblo de Kanasín

habían sido talados. A la letra dice: “los montes que a los referidos vecinos [de

Kanasín+ se les dieron en dotación, han sido explotados por personas *<+ que se

dedican al comercio de carbón, leña”.94

Los montes de las haciendas henequenera entregados en las dotaciones

provisionales, se convirtieron en importantes espacios agrícolas para a los pueblos.

Sin embargo, es preciso advertir que pese haber recibido sus montes ejidales, los

93Municipio de Maxcanú (1922), en RAN-Mérida, Expediente de dotación, núm. 23/101. 94DO, 28 de febrero de 1930, 11.

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203

milperos no dejaron de trasladarse a los montes para cultivar en sus rumbos

familiares. Para el siglo XX las evidencias de las antiguas formas de usufructuar los

montes mediante los grupos de parentesco son escasas, dispersas, pero

contundentes. En 1922, los milperos del pueblo de Cacalchén, tal como lo hacían

desde el siglo XIX, se trasladaban hasta los montes cercanos al pueblo de Cenotillo

para cultivar en la montaña denominada Pachen.95 Para el pueblo de Xanabá había

recibido sus ejidos, pero los milperos continuaban usufructuando los montes

denominados Ebtunil.96 En los expedientes de dotación encontramos noticias sobre

los montes y sus formas tradicionales de usufructuarlo cuando los ejidos eran

formados o completados con terrenos nacionales. En muchas ocasiones, dichos

terrenos eran usufructuados por los milperos de los pueblos circunvecinos, quienes

se inconformaban cuando se percataban de que dicho recurso servirían para

formar los ejidos de un determinado pueblo. Por ejemplo, en 1922 el pueblo de

Xocchel recibió sus ejidos provisionales, en cuyas extensiones se incluyeron montes

utilizados por los milperos de Kantunil. Los nuevos ejidatarios de Xocchel

amenazaron y prohibieron a los de Kantunil continuar usufructuando los montes.97

Otro caso similar sucedió en 1924 cuando el pueblo de Holcá recibió la

dotación provisional de 3 000 hectáreas de montes. El agrimensor formó el ejido de

esta población con terrenos nacionales. Sin embargo, dichos terrenos eran

ocupados y cultivados por los milperos de los pueblos cercanos. A uno de ellos se

95El presidente municipal de Cacalchén concede permiso a los vecinos de ese pueblo para rehacer las mensuras en el pueblo de Cenotillo (1922), en AGEY, Poder

ejecutivo, Gobernación, caja 756. 96Queja de los vecinos de Holcá por invasión a sus ejidos (1925), en AGEY, Poder

ejecutivo, Gobernación, caja 815. 97Vecinos de Xocchel amenazan a los de Kantunil (1922), en AGEY, Poder ejecutivo, Gobernación, caja 756.

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204

le denominaba Ebtunil y era usufructuado por milperos de Xanabá. Los nuevos

ejidatarios del pueblo de Holcá se percataron de la presencia de 40 o 50 hombres

de Xanab{ “cerrando montes para sus milpas”. Estos agricultores decían tener

derecho a los montes y amenazaron con “no respetar todas las disposiciones

superiores”. La Comisión Local Agraria falló a favor del pueblo de Holcá, pero el

presidente municipal de Xanabá justificó la presencia de sus labradores diciendo

que los milperos habían sido dotados con “terrenos bajos y no propios para

sembrar maíz”, por lo que los agricultores necesitaban continuar utilizando el

monte de Ebtunil. Al final, las autoridades municipales de los dos pueblos llegaron

a un acuerdo. Los de Holcá permitieron que los de Xanabá continuaran con sus

milpas durante ese año.98

Los ingenieros encargados de medir los ejidos provisionales de los pueblos

no se percataban de los milperos que solían ocupar y usufructuar los montes de

manera consuetudinaria. Los profesionales únicamente distinguían la propiedad

formal de los montes, es decir, si eran propiedades privadas o terrenos nacionales

para formar los ejidos, lo que dio lugar a que muchos milperos se sintieran

despojados de sus montes. Por ejemplo, en 1923 “varios ciudadanos *del pueblo

de Motul] que tienen sus milpas por el rumbo de Cacalchén” se presentaron ante el

presidente municipal y le explicaron que los ingenieros, que se encontraban

midiendo el ejido que sería entregado a Cacalchén, “les botan sus cercos” de sus

milpas.99 En 1926 los milperos del pueblo de Maxcanú se opusieron a la ampliación

de ejidos que solicitaba el pueblo de Halachó por temor a perder los montes donde 98Queja de los vecinos de Holcá por invasión a sus ejidos (1925), en AGEY, Poder

ejecutivo, Gobernación, caja 815; Queja de los vecinos de Xanabá por ser despojados de sus tierras (1927), en AGEY, Poder ejecutivo, Gobernación, caja 847. 99Queja de los vecinos de Motul por la destrucción de sus milpas (1922), en AGEY, Poder ejecutivo, Gobernación, caja 756.

Page 226: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

205

cultivaban. Así pues, como sucediera con los montes afectados de las haciendas, el

reparto de los montes que en términos legales eran terrenos nacionales, causó

temor y descontento entre quienes los ocupaban con sus cultivos, por lo que la

oposición, los reclamos y aun los conflictos entre los antiguos usufructuarios de los

montes y quienes tenían derecho a ellos como nuevos ejidatarios no tardaron en

aparecer.

Para concluir este capítulo resulta pertinente destacar lo siguiente: al tiempo

que el gobierno constitucionalista emitía el decreto de 6 de enero de 1915 que

ordenaba el reparto agrario, la población rural del noroeste de Yucatán se

encontraba ocupada en largas jornadas laborales en las haciendas henequeneras.

Nada indica que estos trabajadores, de los pueblos o peones, exigieran la

devolución de sus montes vendidos como terrenos baldíos en el último cuarto del

siglo XIX o exigieran el reparto de ejidos al que tenían derecho. Lo anterior no

nulifica la existencia de un clima de descontento propiciado por las condiciones

laborales difíciles o situaciones injustas vividas dentro de las haciendas, pero de un

modo u otro, el trabajo en ellas les aseguraba un sueldo y montes para cultivar. Así

pues, el reparto agrario fue impulsado por los gobiernos locales que sin afectar la

industria henequenera comenzaron a repartir los recursos agrarios a los pueblos.

Primero entre 1917 y 1919 de una forma mesurada mediante el arrendamiento de

los montes de las haciendas, en donde las autoridades municipales desempeñaron

un papel central, y después de acuerdo a la legislación agraria a lo largo de la

década de 1920. Especialmente entre 1922 y 1924 cuando el gobierno local de

Yucatán, encabezado por Felipe Carrillo Puerto, llevó a cabo gran parte de la

dotación provisional de ejidos a los pueblos del noroeste henequenero. Para no

agraviar la agroindustria, el gobierno afectó exclusivamente las tierras incultas de

Page 227: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

206

las haciendas, es decir, los montes de donde se extraían combustible vegetal y

cultivaban sus milpas los peones, los jornaleros de los pueblos y los arrendatarios.

De esta manera, los montes de la hacienda fueron separados de la lógica

productiva de la hacienda para conformar los nuevos ejidos de los pueblos,

administrados por las autoridades agrarias. Frente a las dotaciones provisionales la

reacción y participación de la población fue distinta, para los milperos significó

poseer recursos a los que tenía acceso restringido o bien no lo tenía, en tanto que

sus antiguos ocupantes, principalmente los peones acasillados, quienes además no

tenían derecho a participar en el reparto agrario, experimentaron el despojo de sus

espacios agrícolas. En tal sentido, las dispuestas por el monte entre los nuevos

ejidatarios y sus antiguos usufructuarios no se hicieron esperar.

No obstante este reparto de los montes no transformó la estructura agraria

encabezada por la agroindustria ni las condiciones de vida de la población rural,

toda vez que la fibra de henequén continuaba desempeñando un papel de primer

orden en la economía local. A lo largo de la década de 1920, a pesar de sus

afectaciones, las haciendas henequeneras dominaban el paisaje del noroeste

yucateco y la subsistencia de la población rural continuaba dependiendo del

trabajo en las haciendas y, en menor medida, de las milpas que podían cultivar en

los montes de las fincas, en sus rumbos familiares o en sus ejidos provisionales. Al

respecto, en 1926 el ingeniero Luis C. Rodríguez presentó un informe sobre la

situación agraria de los pueblos de Yucatán en el que señalaba: “los pueblos< se

encuentra casi en idénticas condiciones a como estaban antes [del reparto agrario],

ya que los vecinos de los pueblos siguen prestando sus servicios en las fincas

cercanas, puesto que el cultivo del maíz en la zona henequenera es de tan escaso

rendimiento, que más lo hacen por costumbre, pero nunca puede decirse que de él

Page 228: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

207

obtengan lo suficiente para poder vivir”.100 La misma opinión tenía el abogado

Gustavo Molina Font. En su libro que trata sobre el impacto de la reforma agraria

en la agroindustria, explica que “los indios mayas” del noroeste buscaban

subsistencia “en los trabajos agrícolas e industriales del henequén” y la milpa que

cultivaban “es m{s bien por satisfacer una necesidad espiritual formada por una

tradición milenaria”.101 En efecto, la población de los pueblos del noroeste estaba

vinculada a la agroindustria henequenera y aun cuando resentían los efectos

negativos del descenso de las exportaciones de fibra de henequén después de 1918

y a lo largo de la década de 1920, trabajar en el cultivo o la raspa del henequén era

fundamental. Será en la siguiente década, cuando la crisis económica mundial de

1929 y la reforma agraria de 1934 ocasionarían un impacto más severo a la

población vinculada a la agroindustria por el drástico descenso de las

exportaciones y la desaparición de las antiguas haciendas henequeneras, como

veremos en el siguiente capítulo.

100Informe que presenta Luis C. Rodríguez a la Comisión Nacional Agraria (1926), en AFPV, caja 2, rollo 1. 101Molina Font, La tragedia en Yucatán, 106.

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CAPÍTULO V Y EMPEZAMOS A MENSURAR LOS PLANTELES: LA REFORMA AGRARIA HENEQUENERA

Al comenzar la década de 1930 los pueblos del noroeste habían recibido las

dotaciones de sus montes ejidales. Sin embargo, su población aún continuaba

vinculada al trabajo de las haciendas para su subsistencia. Más aún, la población

rural del noroeste continuaba conformada por los jornaleros de los pueblos y los

peones de las fincas, éstos últimos no habían tenido derecho al reparto, residían y

trabajaban en las propiedades. En este capítulo se abordará el impacto y los

cambios que sufrió esta población fuertemente vinculada a la agroindustria

henequenera frente a la crisis económica de 1929 y la reforma agraria. Ambos

fenómenos afectaron a la antigua agroindustria de modo distinto. La primera,

interrumpió el ritmo de la exportación, al descender dramáticamente las toneladas

de fibra enviadas al mercado internacional y la segunda, desplazó a las antiguas

haciendas al considerar el ejido como la base de la producción y organización

agraria. Las siguientes páginas atienden ambos fenómenos para comprender la

percepción, la respuesta y la participación de la población del noroeste en el

proceso de transición de un régimen de explotación del henequén a otro, que tuvo

lugar entre 1935 y 1937.

1. LOS TIEMPOS DE LA GRAN DEPRESIÓN: HENEQUÉN Y POBLACIÓN

La crisis económica de 1929 desaceleró la producción de los Estados Unidos y la de

los demás países industriales, lo que propició un profundo desequilibrio

económico a los países exportadores de materias primas.1 En México, dada la

1Argentina, Australia, Bolivia, Brasil, Canadá, Colombia, Cuba, Chile, Egipto, Ecuador, Finlandia, Hungría, India, las Indias Holandesas (la actual Indonesia),

Page 230: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

209

estrecha vinculación con la economía norteamericana, los efectos negativos se

resintieron de inmediato al experimentarse una severa contracción económica en el

comercio exterior. De manera general, entre 1929 y 1932 el monto total de la

exportación cayó de 592.4 a 304.7 millones de pesos; es decir, 48.6%. Los productos

agrícolas de exportación resintieron el impacto del siguiente modo: de los 144.4

millones de pesos obtenidos en 1929 apenas se lograron 80.7 en 1932.2 El cuadro 17

detalla la forma en que disminuyeron los principales productos agrícolas entre

1929-1933.

CUADRO 17

PRINCIPALES EXPORTACIONES DE PRODUCTOS AGRÍCOLAS 1929-1933

1929 1933

Kilos Valor Kilos Valor Producto (miles) (miles de pesos) (miles) (miles de pesos)

Henequén 115,739 32,265 99,853 15,753

Algodón 49,208 15,127 16,008 1,118

Hortalizas 43,095 14,974 29,572 6,673

Garbanzo 32,269 6,632 32,530 4,333

Café 29,286 32,184 41,256 26,887

Ixtle 22,769 7,468 15,822 2,396

Plátano 5,685 8,096 5,800 5,467 Fuente: Banco Nacional de Comercio exterior, México Exportador, México, ediciones de Cultura, 1939. Citado or Escobar Toledo, "La ruptura cardenistas", 15.

Malasia (británica), Nueva Zelanda, Países Bajos, Paraguay, Perú, Uruguay, México y Venezuela son algunos de los países enumerados por la Sociedad de Naciones en 1931, cuyo comercio exterior dependía de unos pocos productos primarios. Hobsbawn, Historia del siglo XX, 98. Un estudio pormenorizado sobre el origen de la crisis mundial y sus efectos en México lo ofrece Cárdenas, La

industrialización mexicana, 15-45 y La hacienda pública, 23-27. Véase también el estudio clásico de Reynolds, La economía mexicana, 44-55. 2Escobar‖Toledo,‖“La‖ruptura‖cardenista”, vol. 6, 14-15.

Page 231: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

210

En el caso de la fibra henequén, los precios se derrumbaron de 7.25 centavos

de dólar la libra en 1929 a 1.90 en 1932. De acuerdo con Askinasy, en 1929 el valor

de las exportaciones alcanzó los 27 196 906 pesos mexicanos y en 1931 descendió a

7 342 783, como se aprecia en el cuadro 18.3 La participación de la fibra en el

mercado internacional menguó aún más. En 1929 el sisal yucateco cubría 53% de la

demanda mundial y para 1933 sólo 39%.4 En un esfuerzo por contrarrestar los

efectos devastadores de la crisis en los precios de la fibra, el gobierno estatal tomó

medidas ya utilizadas en años anteriores que consistían en restringir la producción.

Destacan los decretos que ordenaban los paros totales de los trabajos en las fincas

en noviembre-diciembre de 1930 y el de 90 días a partir del primero de marzo de

1931.5 Sin embargo, nada pudo evitar la caída. En 1930 se obtuvo de las

exportaciones 21 940 859, al siguiente año, en 1931 la cifra disminuyó

dramáticamente a 7 342 783 y en 1932 a 6 546 743 (cuadro 18).

3Askinasy, El problema agrario, 102. 4Canto Sáenz, Del henequén a las maquiladoras, 59. Además de los embates de la crisis mundial, la fibra yucateca enfrentaba un mercado más competido con la aparición y consolidación de otros países productores. Como ya se dijo, las fibras africanas y asiáticas habían desplazado al sisal yucateco de su lugar preponderante en el mercado desde la década anterior, y continuaban haciéndolo en la década de 1930. En los años que iniciaba la reforma agraria, la isla de Java produjo 75 000 toneladas de fibra y las colonias africanas 150 000 toneladas, en tanto que Yucatán produjo 112 000 toneladas. Al respecto véase Soberón Martínez, La industria henequenera, 5. 5Sabido Méndez, Los hombres del poder, 125. Los decretos que buscaban disminuir la situación de los precios de las exportaciones de henequén son los siguientes: Decreto que restringe en un veinte por ciento la producción de henequén en el estado (diciembre 29 de 1930), en Orosa Díaz, Legislación henequenera, IV, 240-242; Se suspende los trabajos de raspa de henequén en el estado durante 90 días (marzo 27 de 1931), en Orosa Díaz, Legislación henequenera, IV, 243-244.

Page 232: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

211

CUADRO 18

EXPORTACIONES DEL HENEQUÉN YUCATECO, 1928-1935

Años Kilos Valor en pesos mexicanos

1928 119,073,960 26,059,875 1929 110,055,600 27,196,906

1930 102,898,800 21,940,859

1931 74,619,540 7,342,783

1932 91,053,540 6,546,743

1933 97,465,500 13,060,335 1934 86,439,600 14,935,549 1935 88,845,309

Fuente: Askinasy, El problema agrario, 102-103.

Los efectos de la crisis no pudieron ser más devastadores para la población

rural del noroeste que dependía del trabajo en las fincas para subsistir. En los

primeros cuatro años de la década de 1930, los salarios disminuyeron

considerablemente, aun cuando el código del trabajo del estado de 1918 estipulaba

el establecimiento de un salario mínimo para proteger al trabajador de dichas

fluctuaciones en el mercado. Sin embargo, esta medida nunca pasó de la página

impresa, pues hasta fines de la década de 1930 los trabajadores percibieron sus

salarios en relación con el valor comercial del henequén. 6

No obstante, los trabajadores henequeneros enfrentaron un problema

todavía mayor: la falta de trabajo. Las haciendas dejaron de producir al ritmo

acostumbrado no sólo por los paros ordenados por el gobierno estatal sino ante la

imposibilidad de sustentar los gastos de operación. Algunas laboraban todos los

días, pero otras trabajaban cuatro, tres y dos días a la semana. Los empleados

eventuales y los jornaleros de los pueblos fueron los primeros en resentir la

disminución del trabajo en las fincas porque éstas prescindieron de sus servicios.

En 1934, en el pueblo de Cepeda, cerca‖ de‖ 200‖ “compañeros‖ trabajadores”‖ se‖

6Askinasy, El problema agrario, 14.

Page 233: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

212

quejaban‖ante‖ la‖ liga‖de‖ resistencia‖ “Feliciano‖Chi”‖de‖ las‖haciendas‖Siho,‖Acú‖y‖

Dzidzibachí porque no les daban empleo. Denunciaban “que‖ a‖ los‖ vecinos‖ de‖ la‖

fincas se les da tres días de trabajo, menos a los trabajadores‖de‖este‖pueblo”.7

En realidad, la crisis económica afectó a todos los trabajadores del

henequén, es decir, tanto a los trabajadores de los pueblos como a los peones de las

fincas, pero también era un hecho que los dueños y administradores de las

haciendas henequeneras privilegiaron a sus propios trabajadores a la hora de

distribuir el escaso trabajo que tenían. En la hacienda San Antonio, propiedad de

Joaquín Peón, el administrador hacía una clara distinción entre los jornaleros del

pueblo de Sacalum y los peones de la finca.‖A‖ los‖ primeros‖ les‖ permitía‖ “cortar‖

cuatro‖hojas‖de‖henequén‖por‖cada‖mata”,‖en‖tanto‖a‖los‖segundos‖“se‖les‖permite‖

cortar‖ocho”.8 Esta distribución beneficiaba a todas luces a los peones de la finca.

Askinasy, quien realizó un estudio sobre la zona henequenera en 1935, se percató

de la preferencia de los hacendados por los trabajadores denominados

“acasillados”‖y‖lo‖explicó‖del‖modo‖que‖sigue:‖“nacidos‖en‖las‖mismas‖haciendas‖y‖

ocupados de generación en generación en las mismas formas, conocen mejor el

trabajo,‖son‖de‖mayor‖confianza”.9 No obstante, esta medida fue usada también por

7Vecinos de Cepeda solicitan trabajo en las haciendas henequeneras aledañas al pueblo (1934), en AGEY, Poder ejecutivo, Gobernación, caja 984. 8Queja de las condiciones laborales de los trabajadores de Sacalum en la finca San Antonio (1934), en AGEY, Poder ejecutivo, Gobernación, caja 985. 9Askinasy, El problema agrario, 30. Siegfried Askinasy, antropólogo, biólogo y periodista ruso, llegó a México en 1929 por invitación del presidente Emilio Portes Gil. En México se desempeñó como periodista, conferencista y comisionado del gobierno federal para la elaboración de estudios especiales. En 1935 llegó a Yucatán, donde residió ocho meses para realizar un‖ estudio‖ sobre‖ “el‖ problema‖agrario‖ y‖ el‖ del‖ henequén”.‖Los‖ resultados‖ de‖ su‖ investigación‖dieron‖ lugar‖ a‖ la‖obra titulada El problema agrario, el cual fue distribuido a los altos funcionarios federales y del estado de Yucatán. La publicación se agotó en dos meses y fue

Page 234: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

213

los hacendados a modo de estrategia para evitar que sus trabajadores se sumaran a

la acción agrarista de esos años.

Los años que van de 1931 a 1935 las condiciones laborales en las haciendas

fueron difíciles. Los jornaleros de los pueblos no dudaron en denunciar ante las

autoridades locales y el propio gobernador la falta de trabajo, la impuntualidad en

los pagos de sus salarios, los despidos injustificados y el reparto desigual de los

trabajos. La difícil situación de los vecinos de los pueblos fue descrita por el

abogado Enrique Aznar Mendoza, quien participara en agrupaciones organizadas

por hacendados en los años previos al reparto cardenista, de la siguiente manera:

“caravanas‖de‖ trabajadores‖hambrientos‖amonton{banse en la Casa del Pueblo, o

vagaban‖por‖las‖calles‖sucias‖*de‖la‖ciudad‖de‖Mérida+,‖en‖vana‖busca‖de‖trabajo”.10

Este periodo de crisis económica lo fue también de efervescencia política y la

población rural no tardó en organizarse y afiliarse a los sindicatos, organizaciones

y confederaciones políticas emergentes que ofrecían paliar sus necesidades.11

reimpresa al siguiente año. Otros trabajos de investigación que realizó Askinasy para la Secretaría de Gobernación federal fueron: la Colonia penal de Islas Marías y el Ferrocarril del Sureste. 10Aznar‖Mendoza,‖“La‖industria‖henequenera”,‖743. 11Fueron cuatro las organizaciones que tuvieron una presencia relevante en el ámbito rural yucateco en la década de 1930. La Confederación General de Trabajadores (CGT), fundada en el año de 1921, era una central anarcosindicalista que se negó a formar un partido político o a buscar alguna relación con el gobierno. La CGT nacional llegó a constituir la organización más importante después de la CROM. En la misma década de los veinte, hacendados opositores al PSS y políticos de estratos medios conformaron una filial en Yucatán y lograron cooptar a trabajadores urbanos de las cordelerías, ferrocarrileros y algunos campesinos. Sus líderes estaban vinculados con los hacendados, y estos últimos indujeron a sus trabajadores a conformar sus sindicatos afiliándose a la CGT. La segunda y la tercera fueron la Federación Regional de Obreros y Campesinos (FROC) y la Federación de Sindicatos Independientes (FSI). La primera estaba

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214

El descenso de las exportaciones y sus efectos negativos en el empleo y en

los ingresos repercutieron en la distribución de la población rural del noroeste. En

la década de 1930, los pueblos experimentaron un crecimiento en el número de sus

habitantes. En realidad este fenómeno no era nuevo, pues —como señalamos en el

capítulo anterior— los pueblos habían comenzado a ser los centros de población

más importantes del ámbito rural desde la década de los veintes, pero sin duda la

crisis de 1929 acentuó esta tendencia. En el cuadro 19 reproducimos parcialmente

la información demográfica presentada en el capítulo anterior, para apreciar cómo

la balanza se inclinaba a los pueblos en detrimento de las haciendas. En 1930 la

población de los pueblos era de 89 109, que representaba 34% de la población total

del noroeste, frente a 48 383 de las haciendas, equivalente al 19%.

CUADRO 19

POBLACIÓN DEL NOROESTE HENEQUENERO, 1910-1940

Localidad 1910 % 1921 % 1930 % 1940 %

Hacienda 73,464 35 49,321 20.58 48,383 19 39,383 14.27

Ciudades 75,546 36 99,673 41.6 106,496 41 122,832 44.5

Pueblos 36,013 17 54,896 22.91 89,109 34 95,880 34.73

Villas 22,596 11 32,837 13.7 13,560 5 14,233 5.16

Otros 2,200 1 2,891 1.21 2,919 1 3,729 1.35

Sumas 209,819 100 239,618 100 260,467 100 276,057 100 Fuente: Censos de población 1910, 1921, 1930 y 1940.

afiliada a la organización encabezada por Vicente Lombardo Toledano (Confederación General de Obreros y Campesino de México) y la segunda al Partido Comunista Mexicano, y la cuarta era la Confederación de Ligas Gremiales de Obreros y Campesinos (CGLOC), que surgió en 1935 como consecuencia de la transformación del Partido Socialista del Sureste en una corporación del Partido Nacional de la Revolución. El trabajo de Fallaw, Cárdenas Compromised, ofrece un estudio pormenorizado sobre el origen de cada una de ellas, sus vínculos políticos estatales y federales, y la forma en que lograron movilizar e influir en los grupos sociales emergentes como obreros, campesinos y maestros.

Page 236: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

215

No obstante, es preciso advertir que el crecimiento vertiginoso de los

pueblos no se debió exclusivamente al desplazamiento de los denominados

“peones‖de‖ las‖haciendas”‖a‖ los‖pueblos; influyó también el cambio de categoría

que sufrieron varias localidades. Entre 1923 y 1924 las villas de Acanceh, Baca,

Halachó, Tixkokob, Temax, Halachó y Hunucmá, y las ciudades de Motul e Izamal

recibieron‖ la‖ categoría‖ de‖ “pueblo”‖ para‖ que‖ su‖ población, de acuerdo con el

Reglamento Agrario de 1923, pudiera recibir dotaciones ejidales. Las ocho

localidades eran cabeceras municipales y bajo su jurisdicción se encontraban

importantes fincas henequeneras. Todas ellas eran notables centros de población y,

con excepción de Baca, eran sedes de una estación de ferrocarril lo que las

convertía en localidades dinámicas, hacia donde confluían los vecinos de los

pueblos y haciendas circunvecinas. Esta explicación guarda lógica si observamos,

en el mismo cuadro 19 el descenso drástico de la población de las villas. En 1921

contenía 13.7% total de la población del noroeste, mientras que en 1930 únicamente

5%.

Aunque el cambio de categoría de las villas antes mencionadas coadyuvó a

fortalecer‖a‖los‖“pueblos”‖no‖fue sino hasta 1940 cuando los pueblos se convirtieron

en los centros de población más importantes del ámbito rural. Para ello fueron

decisivos dos fenómenos ocurridos entre 1930 y 1940. Por un lado, el

desplazamiento de la población de las fincas a los pueblos y el reparto agrario.

Para 1940 la población rural se concentraba definitivamente en los pueblos. En

ellos residían 95 880 habitantes, es decir, 35% de la población total del noroeste en

tanto que en las haciendas se encontraban 39 383, equivalente al 15%. Finalmente,

otro cambio notable es que la población rural del noroeste dejó de estar dispersa en

Page 237: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

216

los poblados de las fincas. La excepción continuó siendo el municipio de Abalá,

cuya población continuaba dispersa en las fincas, como a principios del siglo XX.

2. EJIDOS DE HENEQUÉN

En 1926 un funcionario de la Comisión Nacional Agraria realizó un recorrido por

los‖pueblos‖de‖Yucat{n.‖En‖su‖informe‖escribió‖lo‖siguiente:‖“el‖problema‖esencial‖

en Yucatán, particularmente de la denominada zona o región netamente

henequenera”,‖era‖la‖forma‖de‖aprovechar‖los‖recursos‖agrícolas,‖pues‖adem{s‖de‖

los problemas técnicos que entorpecían la ocupación de los ejidos, los ejidatarios

cultivaban milpas y realizaban carbón y leña en los montes recibidos. El

funcionario consideró que esta producción de autosubsistencia no era nada

rentable y sí contradictoria por tratarse de la zona agrícola comercial más

importante‖del‖estado.‖ Incluso‖calificó‖a‖ los‖entonces‖ejidatarios‖de‖“explotadores‖

de‖ los‖montes‖ bajos‖ y‖ altos”; advertía‖ que‖de‖ continuar‖ “con‖ tal‖ desenfreno‖ *<+‖

dejar{n‖yermos‖ los‖ campos‖y‖ con‖ sólo‖una‖ aparente‖y‖moment{nea‖utilidad”.‖El‖

funcionario anexó a su informe un breve estudio económico y comparativo entre la

agricultura comercial y la agricultura de la milpa. El resultado arrojó que de dos

hectáreas cultivadas con maíz se obtenía 112.50 pesos de utilidad y de henequén

750. Además de generar mayores ganancias, el funcionario explicó que otra ventaja

del cultivo de henequén era que a los planteles no les afectaban la falta de lluvia ni

la plaga de langosta, como sí ocurría con las milpas. El funcionario concluyó que

era‖necesario‖entregar‖henequén‖en‖producción;‖de‖ lo‖contrario‖“el‖ejidatario‖*<+‖

nunca‖saldr{‖de‖ su‖ rutina‖aun‖cuando‖no‖obtenga‖utilidades”.12 Sin embargo, las

12Informe de la situación agraria en el Estado de Yucatán (1926), en AFPV, caja 2, rollo 1.

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217

críticas y las propuestas vertidas por el funcionario en su informe, antes

mencionado, no tuvieron repercusión en ese momento. Pero años más tarde, los

planteles de henequén serían repartidos en el contexto de un nuevo proyecto que

surgía de la necesidad de modernizar el sistema agrario mediante la incorporación

de la población rural a los sistemas productivos destinados al mercado.

El nuevo proyecto, contenido en el Código Agrario de 1934, convertía al

ejido en pieza central de la organización económica del país al considerarla la

unidad principal de la estructura agrícola.13 Lo primero fue desmantelar la

estructura agraria conformada por las grandes propiedades. Así, las propiedades

dedicadas a las plantaciones de café, cacao, y demás cultivos industriales que en el

reglamento de 1922, por principio de cuentas, estaban exentas de cualquier

afectación perdieron esa inmunidad ante la afectación agraria. Por el contrario, el

proyecto agrarista arrancó con las zonas más productivas del país y únicamente

fueron respetadas aquellas propiedades cuyas superficies no excedieran las 150

hectáreas de terrenos de riego, 300 hectáreas las de terreno de temporal, y 300

hectáreas las ocupadas con plantaciones ordenadas como plátano, café, cacao, y

árboles frutales. En el caso concreto de las tierras ocupadas con alfalfa, henequén,

maguey y otros agaves industriales, éstas podían excluirse de la dotación siempre

que las plantaciones existieran con una anterioridad de seis meses a la fecha que se

realizara la solicitud ejidal o que los afectados se comprometieran a proporcionar

otras tierras dentro del radio de siete kilómetros del poblado solicitante. La

demarcación de dicho terreno se debía realizar en un plazo de treinta días

13Simpson,‖“El‖ejido”,‖112.

Page 239: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

218

contados a partir de la fecha en que el Departamento Agrario, la nueva máxima

autoridad agraria, comunicara a los propietarios de la aceptación de la permuta.14

En efecto, las encargadas de efectuar el trámite, la resolución y ejecución del

reparto serían las nuevas autoridades agrarias instauradas por el mismo código

agrario de 1934. La autoridad máxima era el Departamento Agrario, con sede en la

ciudad de México. En cada estado se crearía una Comisión Agraria Mixta, se

instaurarían comités ejecutivos agrarios, para que representara a los solicitantes de

un reparto, ejecutara los mandamientos de posesión y entregara al comisario ejidal

la documentación. Concluida su labor, los comités cesarían automáticamente; y

finalmente se nombrarían comisarios ejidales.15

El código agrario de 1934 ampliaba o extendía los derechos agrarios a

entidades e individuos antes no contemplados. En el artículo 20 se lee que

cualquier‖“núcleo‖de‖población”‖tenía‖la‖capacidad‖de‖recibir‖ejidos‖sin‖importar‖su‖

categoría política (es decir, si eran pueblos, rancherías, congregaciones,

condueñazgo, comunidades, etcétera), y en el artículo 45 se incluyó por fin a los

peones de las haciendas en el reparto.16 Esto último pretendía desaparecer al

trabajador denominado acasillado o peón, como efecto colateral del

desvanecimiento de las haciendas como unidades agrarias de producción y la

consolidación del ejido en el campo mexicano. Cabe apuntar que los poblados de

haciendas‖ no‖ fueron‖ reconocidos‖ como‖ “núcleo‖ de‖ población”, por lo que no

recibieron ejidos y tampoco pudieron constituirse en poblados ejidales. Los peones

de‖las‖haciendas‖debían‖anexarse‖a‖algún‖“núcleo‖de‖población”‖para‖convertirse‖

en ejidatarios.

14En Fabila, Cinco siglos, 578. 15En Fabila, Cinco siglos, 567-570. 16En Fabila, Cinco siglos, 570, 576-577.

Page 240: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

219

En tal sentido, el agrarismo de la década de los treintas se caracterizó por

transformar la estructura agraria vigente por otra acorde con el proceso de

centralización y la consolidación de las instituciones en el marco general de la

conformación del moderno Estado mexicano. Con su implantación, el Estado se

convertía en la única entidad facultada para efectuar el reparto agrario y decidir

sobre los procesos agroindustriales del país; concretamente: determinar los tipos

de cultivos, la expansión de las áreas agrícolas, el monto de las inversiones, la

realización de las obras de irrigación y demás estrategias de planeación agrícola.

En otras palabras, el proyecto agrarista, impulsado por Lázaro Cárdenas, buscaba

consolidar una estructura agraria homogénea que sustituyera a los hacendados en

los procesos productivos y a los caciques regionales en el reparto agrario. Estos

últimos habían utilizado la entrega de ejidos como instrumento político para

congraciarse, sea retrasando o agilizando su ejecución, con los diferentes grupos

sociales y/o económicos con los que estaban vinculados o asociados.17

A diferencia del reparto agrario de los años veinte, como se vio en el

capítulo IV, el de los treintas fue reparto por demás radical, al centrarse en los

planteles de las haciendas para conformar los ejidos henequeneros. El objetivo era

transformar la industria agrícola henequenera: desde el sistema de tenencia de los

terrenos donde se cultivaban los planteles, hasta el proceso mismo de producción,

ámbito en donde el Estado asumiría el control de la producción de la fibra. Al

respecto, el ingeniero Mesa Andraca, quien realizó un estudio sobre el reparto

agrario en Yucatán, consideró que‖ el‖ reparto‖ de‖ henequén‖ era‖ “afrontar‖ el‖

problema donde se encontraba el meollo de la economía y el corazón de la

sociedad”.‖Para‖Mesa Andraca, las zonas del sur y oriente del estado no tenían la 17Para una discusión amplia sobre el federalismo-centralista véanse los trabajos de Hern{ndez‖Ch{vez,‖“Federalismo‖y‖gobernabilidad”‖y‖“Las‖tensiones‖internas”.

Page 241: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

220

misma‖importancia‖económica‖por‖dedicarse‖a‖las‖siembras‖tradicionales‖de‖“maíz,‖

calabaza y frijol”‖y‖porque‖sus‖recursos‖se‖limitaban‖“a‖los‖montes y a los bosques

intricados‖y‖desolados”.18

Como era de esperarse, la noticia de una reforma agraria no fue bien

recibida por los hacendados, quienes de inmediato se opusieron a la expropiación

de sus propiedades y a ser excluidos de la producción agraria. Por todos los

medios a su alcance, los agroindustriales trataron de evitar la pérdida de su

monopolio y aunque queda fuera de nuestros objetivos dar cuenta de todas sus

estrategias, diremos que actuaron por la ruta legal, la vía política al emprender

alianzas y componendas con la clase política local y federal, y con las distintas

asociaciones: sindicatos, federaciones, partidos políticos, entre otros; y llevaron a

efecto distintas acciones al margen de la legalidad, para retrasar e impedir el

reparto agrario.19 La reacción de la población de los pueblos y de las haciendas que

18Mesa‖Andraca,‖“La‖situación henequenera de Yucatán”,‖291. 19Existen varios documentos dirigidos a las autoridades federales y al público general donde se fijaban las posturas de los hacendados respecto a la reforma agraria. Uno de sus argumentos principales afirmaba que la desintegración de la unidad agroindustrial, propiciada por la reforma agraria, era la responsable de la crisis por la que atravesaba la industria agrícola. En dicha interpretación, los hacendados no mencionaban los factores externos que incidieron negativamente en las exportaciones de henequén y la caída de los precios como la participación de fibras asiáticas y africanas y la crisis mundial. Los trabajos más emblemáticos que se escribieron cuando el reparto de planteles de henequén aún no se llevaba a efecto son Gustavo Molina Font, El problema agrario en la zona henequenera de

Yucatán y El problema ejidal en la zona henequenera en Yucatán. Después del reparto henequenero, apareció otro libro de Gustavo Molina Font, La tragedia de Yucatán. La postura y las acciones de los hacendados han sido profundamente analizadas y estudiadas en los últimos años. El trabajo más reciente es el de Fallaw, Cárdenas

Compromised, quien nos ofrece, a lo largo de su texto, la amplia y extensa correlación de fuerzas y redes políticas y sociales que lograron tejer los hacendados con las distintas camarillas políticas y organizaciones populares. Fallaw nos

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221

trabajaban en las propiedades fue compleja. En la transición de un régimen agrario

a otro, la presencia de las distintas organizaciones políticas y obreras que existían

desde la década de los veintes y las de reciente creación en los treinta, jugó un

papel determinante al influir e incitar a la población rural. Para estas

organizaciones el reparto agrario se convirtió en un medio de negociación en las

coyunturas electorales y de conflictos políticos.20 En este tenor, las ligas de

resistencias, partidos políticos y sindicatos obreros movilizaron a la población rural

e incidieron en su percepción y actuación respecto a la política agraria.

3. PUEBLOS Y PEONES FRENTE AL REPARTO HENEQUENERO

Al principiar la década de 1930 los trabajadores del henequén sorteaban la escasez

de trabajo, los bajos salarios y los retrasos en su pago. Estos efectos de la crisis

económica influyeron de manera directa en su percepción sobre los cambios

agrarios. En las solicitudes enviadas a la Comisión Agraria Mixta se percibe a

grosso modo dos actitudes diferentes entre los trabajadores del henequén. Los que

residían en los pueblos vieron en el reparto de las tierras cultivadas de henequén la

posibilidad de ver crecer o de mejorar sus expectativas laborales a corto plazo. De

manera que los comités ejidales y vecinos en general elaboraron sus solicitudes de

ejidos por la vía de la ampliación, porque en la década de 1920 habían recibido sus

ejidos formados con los montes de las haciendas. En esas solicitudes manifestaban

muestra cómo los hacendados estuvieron estrechamente vinculados con las huelgas y paros de obreros y campesinos, e incluso con la destitución de un gobernador. En otras palabras, nos revela el esfuerzo de los hacendados por generar un clima de desconfianza y tensión que, por lo menos, sirvió para dificultar y/o retardar el reparto agrario. Sobre el mismo tema, también puede consultarse a Sabido Méndez, Los hombres del poder. 20Fallaw, Cárdenas Compromised, 23-28; 35; 81-84.

Page 243: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

222

la necesidad de obtener planteles para remediar su situación crítica ante la escasez

o la falta de empleo.21Al respecto, el testimonio de los solicitantes del pueblo de

Nolo‖ en‖ 1936‖ es‖ elocuente.‖ Los‖ vecinos‖ y‖ “socios‖ ejidatarios”‖ de‖ dicho‖ pueblo‖

dijeron‖ “que‖ tomando‖ en‖ consideración‖nuestra‖ situación‖ económica‖por‖ el‖ poco‖

henequenal que tenemos en este ejido porque la afectación ha sido muy reducida y

que por este motivo solamente nos proporciona trabajo para tres días, ocurrimos a

usted, solicitando la ampliación del ejido para poder tener trabajo toda la semana,

ganando de esta manera algo‖m{s‖ para‖ nuestras‖ necesidades‖ apremiantes”.22 En

marzo de 1936 la falta de trabajo motivó a algunos ejidatarios del pueblo Abalá a

solicitar‖ la‖ ampliación‖ de‖ sus‖ ejidos.‖ Explicaron‖ que‖ en‖ las‖ “seis‖ fincas‖

henequeneras, que tanto como nuestros padres como nosotros hemos fomentado

*<+‖ no‖ nos‖ proporcionan‖ trabajo,‖ por‖ única‖ razón,‖ el‖ de‖ ser‖ simpatizantes‖ del‖

agrarismo”‖y‖que‖requerían‖“henequenales‖en‖producción‖ya‖que‖ha‖sido‖nuestro‖

sudor‖el‖fomentar‖dichas‖haciendas”.23 El 13 de junio de 1936 los vecinos de Molas

solicitaron al jefe del Departamento Agrario que intercediera y agilizara la

ampliación solicitada. Los vecinos señalaron tener urgencia porque deseaban

21Un caso poco común lo constituye Cosgaya, comisaría del municipio de Mérida, cuyos vecinos desistieron de participar en la entrega de ejidos porque trabajaban en las fincas aledañas. En 1937 los vecinos de Cosgaya solicitaron no ser incluidos en‖el‖censo‖agrario‖de‖dicha‖población‖“por‖no‖convenir‖a‖nuestros‖intereses,‖pues‖tenemos trabajo diario en las fincas cercanas y además próximamente, de acuerdo con el decreto último del superior gobierno del Estado, pediremos se nos obsequien‖ hijos‖ de‖ henequén‖ para‖ hacer‖ nuestras‖ plantaciones”.‖ Petición‖ de‖ los vecinos del pueblo de Cosgaya (1936), en RAN-Mérida, Ampliación de ejidos, Cosgaya, Mérida, exp. 25:5601. 22Los vecinos de Nolo solicitan la ampliación de sus ejidos (1936), en RAN-Mérida, Ampliación de ejidos, Nolo, Tixkokob, exp. 25:5599. 23Miembros del comisariado ejidal del pueblo de Abalá solicita la ampliación de sus ejidos (1936), en RAN-Mérida, Ampliación de ejidos, Abalá, Abalá, exp. 25:5575.

Page 244: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

223

“trabajar‖ como‖ los‖ ejidatarios‖de‖Dzununcan‖y‖ los‖de‖San‖ José‖Tzal‖que‖ trabajan‖

conforme la ley agraria”.24

Los vecinos de los pueblos y sus representantes ejidales deseaban recibir

extensiones cultivadas con henequén. Al respecto, los solicitantes de la comisaría

de‖Kopté‖explicaron‖que‖preferían‖recibir‖planteles‖de‖henequén‖porque‖“con‖ los‖

montes que tenemos en la actualidad no nos es posible vivir, toda vez que los

hacendados se niegan a darnos trabajo y el número de socios que tenemos no está

en‖proporción‖con‖los‖terrenos‖afectados”.25 El argumento del comisario ejidal del

pueblo Cuzamá fue en el mismo tenor. Él destacó la necesidad de trabajar en el

cultivo de henequén, pues con el de maíz no era posible la supervivencia. Al

gobernador‖ se‖ dirigió‖ de‖ la‖ siguiente‖ manera:‖ “*solicitamos+‖ la‖ ampliación‖ de‖

nuestros ejidos con terrenos sembrados con henequén‖ *<+‖ en‖ virtud‖ *de+‖ que‖ la‖

mayor extensión de los terrenos de pastos con que fuimos dotados en definitiva [en

la década de los veintes], son terrenos ya talados y de un rendimiento de 14

almudes cuando se logran las cosechas y por lo tanto insuficientes para podernos

proporcionar‖los‖medios‖necesarios‖para‖nuestro‖sustento”.26

Algunas solicitudes especificaban el nombre de las fincas cuyos planteles

deseaban recibir. Solían escoger las cercanas a sus pueblos o bien donde laboraban

como jornaleros. Por ejemplo, en 1937, 24 vecinos de Motul solicitaron al jefe del

Departamento Agrario la entrega de henequenales de la hacienda Ticopó, con el

24Los vecinos de Molas solicitan la ampliación de ejidos (1936), en RAN-Mérida, Ampliación de ejidos, Molas, Mérida, exp. 25:5640. 25Los vecinos de Kopté solicitan la ampliación de ejidos (1935), en RAN-Mérida, Ampliación de ejidos, Kopté, Motul, exp. 25:5605. 26Componentes del comisariado ejidal de Cuzama solicitan planteles de Chunkanan, Noh-Chakan y Yaxkukul (1936), en RAN-Mérida, Ampliación de ejidos, Cuzamá, Cuzamá, exp. 25:5629.

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224

siguiente argumento: “[Nosotros] prestamos nuestros servicios en esta finca por lo

que nos consideramos con absoluto‖ derecho‖ a‖ ser‖ dotado‖ en‖ esta‖ finca”,‖ en‖ su‖

opinión,‖“recibiendo‖ la‖dotación‖a‖donde‖por‖muchos‖años‖ tienen‖por‖costumbre‖

trabajar,‖ ya‖ lo‖ consideran‖ como‖ cosa‖ propia”.27 Los del pueblo de Cuzamá

suplicaron fueran dotados con henequén de las fincas Chunkanan, Noh-Chakán y

Yaxkukuk cuya distancia no rebasaba los tres kilómetros de distancia del pueblo.

La comisaría de Kopté del municipio de Motul pidió planteles de las fincas Hutzil

y‖San‖Pedro‖“de‖esta‖comprensión‖municipal”.28 También solicitaban planteles en

producción, es decir, listos para el corte de sus hojas, pues dada su necesidad de

trabajo no podían esperar siete años, tiempo que tarda una planta de henequén

para‖ comenzar‖ a‖ producir.‖ En‖ 1936‖ los‖ “agricultores‖ y‖ vecinos”‖ de‖ Abal{‖

solicitaron‖“henequenales‖en‖producción”‖de‖las‖seis‖fincas‖de‖su‖municipio.29

Por su parte, los trabajadores que residían en las fincas no recibieron con el

mismo entusiasmo la noticia del nuevo reparto aun cuando los incluía. De modo

que se negaron rotundamente a participar y a ser convertidos en ejidatarios. No

obstante, eran considerados en las solicitudes elaboradas por los comités ejidales y

sus nombres aparecieron en los censos agrarios. Todo parece indicar que su

presencia en las solicitudes era una estrategia legal de los comités ejidales, pues de

acuerdo con el código agrario de 1934 para recibir la ampliación debían demostrar

tener sobrepoblación y requerir de más extensiones. Los peones de las haciendas al 27Vecinos de Motul solicitan dotación de la hacienda Ticopó (1937), en AGEY, Poder

ejecutivo, Comisión local agraria, caja 1027. 28Componente del comisariado ejidal de Cuzamá solicitan planteles de Chunkanan, Noh-Chakan y Yaxkukul (1936), en RAN-Mérida, Ampliación de ejidos, Cuzamá, Cuzamá, exp. 25:5629. Los vecinos de Kopté solicitan la ampliación de ejidos (1935), en RAN-Mérida, Ampliación de ejidos, Kopté, Motul, exp. 25:5605. 29Miembros del comisariado ejidal del pueblo de Abalá solicita la ampliación de sus ejidos (1936), en RAN-Mérida, Ampliación de ejidos, Abalá, Abalá, exp. 25:5575.

Page 246: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

225

tener conocimiento de que sus nombres estaban en los censos, solicitaron a la

Comisión Agraria Mixta ser excluidos. Así lo hicieron los peones de la finca de

Eknakán del municipio de Cuzamá, quienes acusaron al ingeniero encargado de la

ampliación‖ al‖ pueblo‖ de‖ Cuzam{‖ porque‖ “sin‖ pedirnos‖ nuestros‖ pareceres,‖ nos‖

puso‖en‖una‖lista‖*<+‖para‖la‖ampliación‖referida”.30 Muchos más suplicaron no ser

incluidos desde mucho antes de levantar los censos agrarios y expresaron su firme

deseo de continuar como peones.

Los hacendados influyeron en la decisión de sus trabajadores, pues al interior

de la finca el dueño, el encargado o los mayocoles (el encargado de inspeccionar

los trabajos agrícolas de los peones) desacreditaban la reforma agraria al

advertirles de las consecuencias que traerían consigo la fragmentación de la

propiedad y la presencia de un mayor número de trabajadores. En otras fincas, las

medidas empleadas para convencer a sus peones de rechazar el reparto agrario

fueron más enérgicas, se les amenazaba con echarlos de la finca si se unían a la

causa agrarista. Otros hacendados elaboraron oficios dirigidos a la Comisión

Agraria Mixta en nombre de sus trabajadores. El poder de convencimiento de los

hacendados y sus demás estrategias no pudieron ser más eficaces en el contexto de

crisis y escasez que enfrentaba la industria agrícola. Los peones, al igual que los

demás trabajadores henequeneros, sufrían los embates de la crisis económica, y

muchos de ellos guardaban una posición hasta cierto punto privilegiada por el

hecho de tener trabajo en las haciendas, en comparación con los trabajadores de los

pueblos, a quienes no se les empleaba en tiempos de escasez. El siguiente ejemplo

ilustra de manera clara la distinta situación en la que se encontraban los del pueblo

30Componente del comisariado ejidal de Cuzama solicitan planteles de Chunkanan, Noh-Chakan y Yaxkukul (1936), en RAN-Mérida, Ampliación de ejidos, Cuzamá, Cuzamá, exp. 25:5629.

Page 247: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

226

y los de la finca. En 1935 el comisario ejidal del pueblo de Muxupip solicitó la

ampliación de sus ejidos. En ese momento, los peones de las haciendas San Juan

Hau, San Juan Koop y Kankabchén rechazaron convertirse en ejidatarios y

manifestaron sus deseos‖ de‖ continuar‖ como‖ “acasillados”.‖ Los‖ peones‖ se‖

justificaron‖diciendo‖“en‖esta‖finca‖tenemos‖suficiente‖trabajo‖bien‖remunerado‖que‖

nos permite apartarnos de los ejidatarios que sabemos carecen del trabajo

constante”.31

Los peones temían perder sus condiciones laborales y sus antiguas

prerrogativas, en otras palabras, no deseaban renunciar a su forma de vida. En

1937 los jornaleros acasillados de Chunkanán, al enterarse que habían sido

incluidos en la ampliación del pueblo de Cuzamá se dirigieron a la Comisión

Agraria‖Mixta‖diciendo‖“Nosotros,‖ los‖que‖vivimos‖en‖esta‖ finca,‖disfrutamos‖de‖

trabajo los seis días a la semana y terrenos para milpa que nos proporciona el

propietario; no tenemos necesidad de ejidos ni deseamos tenerlos, pues ni uno de

31Solicitud del comisariado ejidal de Muxupip para la ampliación de sus ejidos (1936), en RAN-Mérida, Ampliación de ejidos, Muxupip, Muxupip, exp. 25:5642. Los jornaleros de la hacienda Yunkú no deseaban ser incluidos en el censo agrario y en el ejido del pueblo de Abalá. Miembros del comisariado ejidal del pueblo de Abalá solicita la ampliación de sus ejidos (1936), en RAN-Mérida, Ampliación de ejidos, Abalá, Abalá, exp. 25:5575. Los acasillados de la hacienda Susulá al enterarse de su inclusión como parte de la lista de solicitantes del reparto al pueblo de Caucel señalaron‖ “por‖medio‖ de‖ este‖ escrito‖ a‖ pedir‖ que‖ no‖ seamos‖ incluidos‖ en‖ dicho‖censo, por no convenir a nuestros modestos intereses el que sea nuevamente afectada‖esta‖finca”.‖Los‖acasillados‖de‖Dzin{‖del‖municipio‖de‖Motul‖también‖se‖resistieron al reparto, véase RAN-Mérida, Ampliación de ejidos, Motul, Motul, exp. 25:5641.

Page 248: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

227

nosotros desea padecer hambres o verse convertido en esclavo de los empleados

agraristas”.32

Al mismo tiempo, también sentían temor por los cambios que experimentaría

como trabajadores de campo al tener que sujetarse a las autoridades agrarias de los

pueblos, encargadas de organizar y distribuir el trabajo en el ejido. El testimonio

de los peones de la finca Eknakán, del municipio de Cuzamá, es por demás

revelador. Sus palabras expresan una sensación de bienestar al ser peones de la

finca y auguraban una difícil situación si llegaran a convertirse en ejidatarios:

Nosotros estamos muy tranquilos en esta finca, trabajando en la misma y no deseamos morirnos de hambre ni padecer bajo las órdenes de las autoridades agraristas, y como tenemos noticias de que el ingeniero de que se trata nos incluyó ilegalmente en esa relación porque nosotros no se lo pedimos, y sí le dijimos que nada queríamos tener que ver con los ejidatarios y el Banco que los maneja, venimos por este escrito a hacerlo presente a esta autoridad, pidiéndole nos quite esa relación en la cual se nos incluyó sin motivo y no se nos tenga como ejidatarios, pues no queremos serlo. Al mismo tiempo, le pedimos se sirva ordenar que no vuelva ningún ingeniero a esta finca, porque no queremos tener nada que ver con ellos.33

Los peones de las demás haciendas henequeneras del municipio de Cuzamá,

Chunkanan, Eknakán y Noh-Chakán, mantuvieron la misma postura. Los de

Chunkanan alegaban que no deseaban convertirse en ejidatarios porque gozaban

“de‖trabajo‖los‖seis‖días‖a‖la‖semana y terrenos para milpa que nos proporciona el

32Componentes del comisariado ejidal de Cuzama solicitan planteles de Chunkanan, Noh-Chakan y Yaxkukul (1936), en RAN-Mérida, Ampliación de ejidos, Cuzamá, Cuzamá, exp. 25:5629. 33Componente del comisariado ejidal de Cuzama solicitan planteles de Chunkanan, Noh-Chakan y Yaxkukul (1936), en RAN-Mérida, Ampliación de ejidos, Cuzamá, Cuzamá, exp. 25:5629.

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228

propietario”‖ y‖ no‖ querían‖ “verse‖ convertidos‖ en‖ esclavos‖ de‖ los‖ empleados‖

agraristas”.‖ Por‖ tal‖ razón‖presentaron‖una‖ solicitud‖para‖ ser‖ excluidos‖ del‖ censo‖

agrario.34 Por su parte, los peones de Eknakán y Noh-Chakán no proporcionaron

sus nombres para el censo agrario; sin embargo, los encargados de las fincas,

presionados por los funcionarios agrarios, tuvieron que hacerlo.

La respuesta de la población rural frente al reparto agrario no fue

homogénea. Hubo quienes vieron en el reparto agrario un proceso que les

beneficiaría y otros, por el contrario, consideraron que les traería consigo la

pérdida de sus privilegios y los medios para de obtener su subsistencia. La actitud

tomada por los peones de las haciendas henequenera nos recuerda a la de los

habitantes del poblado El Charco en el valle de Ríoverde en San Luis Potosí. Los

pobladores eran arrendatarios de la hacienda de Canosas y compraron a la

hacienda los terrenos que sembraban. En 1933 recibieron sus escrituras y en 1936

un ingeniero se presentó a levantar el censo general agrario para convertir sus

tierras en ejidos. Los vecinos de El Charco se opusieron rotundamente porque eran

dueños de la pequeña propiedad y se negaban a quedar bajo la administración de

un comisario ejidal.35 En tal sentido, la percepción y respuesta de la población rural

34Componente del comisariado ejidal de Cuzama solicitan planteles de Chunkanan, Noh-Chakan y Yaxkukul (1936), en RAN-Mérida, Ampliación de ejidos, Cuzamá, Cuzamá, exp. 25:5629. 35Castañeda,‖ “La‖ reforma‖ agraria”,‖ II, 432. Los estudios regionales nos permiten acercarnos a las diversas respuesta que tuvo el reparto agrario entre la población que se beneficiaría. En el estado de Veracruz, la Congregación de Guasimal con 382 habitantes‖ “indígenas‖ iletrados‖ que‖ hablan‖ azteca‖ y‖ no‖ entienden‖ español”‖rechazaron el reparto agrario al que tenían derecho y que grupos agraristas habían gestionado en su nombre. Los indígenas de Guasimal se encontraban contentos con su relación laboral con la compañía petrolera El Águila, afirmaron que disfrutaban‖ de‖ varios‖ privilegios‖ que‖ como‖ ejidatarios‖ perderían.‖ Serna,‖ “Los‖límites‖a‖la‖reforma‖agraria”,‖II, 415- 419.

Page 250: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

229

dependió de las condiciones en que vivían y de cómo consideraban que cambiarían

sus condiciones con la distribución agraria. En el caso de la población del noroeste

henequenero, la actitud frente al reparto agrario estaba dividida, y predominaba

también un clima de desconcierto, tensión y confrontación entre los vecinos de los

pueblos y de las haciendas como ocurrió en el citado municipio de Cuzamá. Los

peones de Eknakán se rehusaban al reparto, sin embargo, se acercaron a las

autoridades agrarias para solicitar una reunión para que la Comisión les expusiera

los objetivos y el funcionamiento del ejido para determinar si participarían o no. A

Juan Pech Madera, presidente municipal del pueblo de Cuzamá, se le asignó la

tarea de explicar en lengua maya y despejar sus dudas, pero éste no accedió

porque‖ sospechaba‖ que‖ se‖ trataba‖ de‖ “una‖ celada”‖ para‖ atacarlos‖ en‖ la‖ reunión.‖

Ante esta situación, las autoridades agrarias optaron por incluir únicamente los

nombres que les fueron proporcionados por los administradores de las haciendas.36

Otra confrontación entre vecinos del pueblo y la finca sucedió en 1936 en el

pueblo y cabecera municipal de Dzidzantún. En ese año se levantó el censo agrario

36Componente del comisariado ejidal de Cuzama solicitan planteles de Chunkanan, Noh-Chakan y Yaxkukul (1936), en RAN-Mérida, Ampliación de ejidos, Cuzamá, Cuzamá, exp. 25:5629. La reacción de la población del sur frente al reparto de henequén fue distinta a la del noroeste. El cultivo de henequén se había extendido a los municipios de Ticul, Sotuta, Huhú en el sur y en Espita al oriente, cuyas fincas fueron afectadas para la dotación y ampliación de los ejidos de los pueblos circunvecinos. Sin embargo, los vecinos de los pueblos no estuvieron de acuerdo con recibir planteles de henequén en calidad de ejidos. En 1936 en el pueblo de Chapab, ubicado al sur del estado, el comisario ejidal convocó a una asamblea a los vecinos para comunicarles que el pueblo gozaba de la posesión definitiva de los planteles de la hacienda Citincabchén. En el acto, los pobladores de Chapab “manifestaron‖ su‖ inconformidad ya que ellos lo que desean son montes incultos para‖hacer‖sus‖milpas”,‖para‖dejar‖de‖arrendar‖los‖montes‖que‖cultivaban.‖Informe sobre la inconformidad de los campesinos de Chapab por los ejidos recibidos (1936-1937), en AGEY, Poder ejecutivo, Gobernación, caja 1022.

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230

para determinar el número de quienes tendrían derecho al reparto y los 101

trabajadores de la finca San Francisco fueron incluidos; sin embargo, los

trabajadores‖desistieron‖porque‖“no‖queremos‖tomar‖participación”‖debido‖a‖que‖

estaban‖“satisfechos en nuestra calidad de acasillados y no necesitamos pasar a la

condición‖de‖ejidatarios,‖pues‖no‖nos‖hacen‖falta‖tierras‖ni‖trabajo”.37 Al tiempo que

se rehusaban a participar, los trabajadores de la finca intentaron persuadir a los

vecinos de Dzidzantún para que asumieran su misma postura. Un vecino de

Dzidzantún‖recordó:‖“Empezamos‖a‖luchar‖en‖contra‖de‖ellos,‖porque‖empezaron‖

(sic) a hacer contra propaganda. Antes de la ocupación [de los henequenales],

formaron‖una‖sociedad,‖el‖Sindicato‖blanco‖*<+‖los acasillados empezaron a hacer

pl{ticas‖ entre‖ nosotros‖ y‖ la‖ población”.38 Convencidos, algunos vecinos de

Dzidzantún se convirtieron en trabajadores de la finca. Con el apoyo del

propietario‖de‖la‖finca,‖los‖acasillados‖se‖reunían‖“cada‖semana‖para‖que‖pudieran

controlar‖ m{s‖ gente,‖ mataban‖ un‖ toro‖ y‖ les‖ repartían‖ carne”,‖ de‖ este‖ modo‖

intentaban persuadir a los ejidatarios para que abandonaran la causa agrarista.39

La actitud defensiva y evasiva de los peones frente a la reforma agraria fue

atenuándose conforme avanzó el reparto agrario y perdieron el apoyo de sus

patrones. En efecto, tras la expropiación de los planteles iniciada en 1934, muchos

hacendados se quedaron sin posibilidades de poder ofrecer trabajo y sustento a sus

antiguos trabajadores y estos últimos comenzaron poco a poco a solicitar su

conversión en ejidatarios. Un ex-trabajador de la finca de San Francisco, del

municipio de Dzidzantún, relató que el hacendado dejó de apoyarlos y hasta los 37Los miembros del comisariado ejidal, consejo de vigilancia, ejidatarios y vecinos del pueblo de Dzidzantún solicitan la ampliación de sus ejidos (1935), en RAN-Mérida, Ampliación de ejidos, Dzidzantún, Dzidzatún, exp. 25:5688. 38Testimonio citado en Villanueva Mukul, Así tomamos las tierras, 41. 39Testimonio citado en Villanueva Mukul, Así tomamos las tierras, 41-42.

Page 252: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

231

aconsejó‖ volverse‖ ejidatarios‖ diciéndoles‖ “Ustedes‖ tiene derecho al ejido [del

pueblo] de Dzidzantún que vayan a ingresar allá, aquí no tengo manera de darles

trabajo,‖ porque‖no‖ tengo‖planteles.‖ Todos‖ *<+‖ya‖me‖ los‖ quitaron,‖ así‖ es‖ que‖no‖

tengo‖trabajo‖para‖ustedes”.40 En 1936 los trabajadores de la hacienda San Antonio

Chun, del municipio de Umán, se quedaron sin trabajo después que la hacienda

fuera afectada. Por tal motivo solicitaron su inclusión al censo ejidal del pueblo de

Bolon.41 En 1937 cerca de 52 peones de la finca Ticimul, del municipio de Umán,

manifestaron al gobernador del estado su deseo de organizar un‖ “centro‖ ejidal”‖

para‖“solicitar‖ la‖ayuda‖económica‖que‖necesitamos‖para‖el‖ cultivo‖y‖explotación‖

de‖la‖superficie‖de‖henequenales”.42 Poco a poco, los trabajadores que residían en

las fincas se convirtieron en ejidatarios. Tal es el caso de los vecinos de la finca San

Antonio Xiat. En 1935, cuando se llevó a cabo la afectación de la hacienda,

permanecieron indiferentes y señalaron no interesarles el reparto agrario. Dos años

después, en 1937, enviaron una solicitud al Departamento Agrario para que les

fueran entregadas las 150 hectáreas que aún conservaba la hacienda San Antonio

Xiat.‖Este‖cambio‖de‖parecer,‖según‖explicaron,‖fue‖motivado‖“por‖los‖atropellos‖de

que‖son‖víctimas‖de‖parte‖del‖encargado‖de‖la‖misma‖señor‖Francisco‖Carrillo”.43

Para 1935 el reparto agrario era un proceso en marcha. El gobierno federal

efectuaba las expropiaciones al tiempo que repartía henequén, en medio de las

40Testimonio citado en Villanueva Mukul, Así tomamos las tierras, 41-42. 41Comisión nombrada al ingeniero Federico Peniche para investigar la situación de los acasillados de la hacienda San Antonio Chun (1936), en AGEY, Poder ejecutivo, Comisión agraria mixta, caja 1016. 42Acasillados de Ticimul solicitan el establecimiento del centro ejidal (1937), en AGEY, Poder ejecutivo, Gobernación, caja 1031. 43El comisariado, ejidal, ejidatarios y vecinos del pueblo de Suma solicitan la ampliación de sus ejidos (1935), en RAN-Mérida, Ampliación de ejidos, Suma, Suma (1937), exp. 25:5651.

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232

oposiciones, movilizaciones políticas y agitación social que buscaban impedirlo. En

ese año de 1935, 76 pueblos del noroeste henequenero habían recibido cerca de 40

mil hectáreas de henequén en calidad de ejidos de las 160 000 mil que existían. En

otras palabras, habían recibido 25% de los planteles cultivados.44 En agosto de 1937

el presidente Lázaro Cárdenas llegó a Yucatán para formalizar el reparto agrario.

En‖ su‖mensaje‖ al‖ pueblo‖ de‖Yucat{n‖dijo‖ “el‖ gobierno‖ federal‖ al‖ igual‖ que‖ el‖ de‖

estado, se ven obligados a intervenir sin demora con el doble propósito de acudir

en ayuda de la industria fundamental de Yucatán, de llevar a su cabal

cumplimiento la reforma agraria [para que] reorganizando aquella actividad eleve

el‖nivel‖de‖vida‖de‖su‖población‖trabajadora”.45

4. EL REPARTO HENEQUENERO: LA MIRADA DE LOS NUEVOS EJIDATARIOS

Para la población rural del noroeste henequenero, los años que van de 1935 a 1937

fueron particularmente caóticos al estar inmersos en dos procesos simultáneos de

gran envergadura: la disolución de las fincas y la creación de los ejidos. En este

contexto, la desaparición de las haciendas henequeneras no fue un asunto que

preocupara únicamente a los productores de la fibra —propietarios de las fincas—

y a las demás élites económicas locales vinculadas a la agroindustria; también

intranquilizó a los peones cuya vida laboral, social y económica transcurría al

interior de la hacienda. En torno al inminente reparto agrario, prevalecía la

incertidumbre y el temor generado por los hacendados, grupos políticos y

organizaciones obreras que buscaban frenar o cambiar la forma de llevar a cabo el

repartimiento.

44Mesa‖Andraca,‖“La‖situación‖henequenera”,‖292-293. 45Betancourt, Revoluciones y crisis, 96.

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233

Un buen número de fincas, sorteando los precios bajos, un mercado de

fibras más competido y las expropiaciones, continuaron operando en tanto el ejido

se consolidaba como espacio productivo. Las siguientes cifras nos permiten tener

una idea más clara de este proceso. En 1936, a dos años de haber iniciado el

reparto, las antiguas haciendas henequeneras aún mantenían la supremacía de la

producción con 85% de la fibra maquilada. Este porcentaje, sin embargo, se redujo

a 36% al año siguiente; cuando el reparto concluyó el ejido cobró fuerza al

convertirse en el productor del 64% de los hilos del agave, como se aprecia en el

cuadro 20.46

CUADRO 20 PRODUCCIÓN DE HENEQUÉN EN MILES DE TONELADAS, 1935-

1940

Años Ejidal % Propiedad privada % Producción total

1935 14.1 16 74.7 84 88.8

1936 17 15 93 85 110

1937 60.5 64 33.3 36 93.8

1938 51.4 70 21.8 30 73.2

1939 57 72 22.4 28 79.4

1940 62.5 69 27.5 31 90

Fuente: Pasos‖Peniche,‖“Actualización‖de‖la‖historia”,‖apéndice.

En tal contexto, el panorama no pudo ser más complejo debido a que los

antiguos trabajadores de la agroindustria al tiempo que se convertían en

“ejidatarios”‖ continuaban‖ como‖“trabajadores‖ eventuales”,‖ “fijos”‖o‖ “acasillados”‖

de las haciendas que aún laboraban, además de cultivar sus milpas y extraer leña y

carbón para su autoconsumo. Dada esta situación, muchas prácticas y costumbres

laborales, acuñadas al interior de cada hacienda, se empalmaron con las nuevas

organizaciones laborales, la burocracia agraria y la ley federal del trabajo de 1931

46Villanueva Mukul, El henequén en Yucatán, 106.

Page 255: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

234

que comenzaban a hacerse cargo de la producción agroindustrial y de

homogeneizar y regular las relaciones laborales entre los ejidatarios, patrones y el

Estado. Por ahora, nos centraremos en los años que van de 1934 a 1937 para

observar de cerca a los trabajadores de campo, de los pueblos y las fincas,

adaptarse a su condición de ejidatarios henequeneros, con especial énfasis en los

problemas que percibieron y resintieron con la desaparición de sus haciendas y la

consolidación del ejido como espacio productivo.

Entre 1934 y 1937, los planteles de henequén de las haciendas comenzaron a

ser expropiados para formar los ejidos. Cada pueblo recibía distintas extensiones

de planteles de acuerdo con el cálculo realizado entre el número de ejidatarios y las

cuatro hectáreas que a cada uno le correspondería. En páginas anteriores

explicamos que en vísperas del reparto los trabajadores del henequén se

encontraban divididos: los vecinos de los pueblos a favor y los peones en contra.

Sin embargo, dicha polarización adquirió distintos matices cuando experimentaron

de cerca la disolución de las fincas y el reparto agrario. El siguiente caso muestra a

los vecinos de los pueblos de Tekal y Temax, en 1935, oponiéndose a la

expropiación de las haciendas Kuncheilá y Chenché de las Torres tras comprender

que los planteles de ambas haciendas serían entregados a vecinos de otros pueblos.

Los tekaleños manifestaron a la Comisión Agraria Mixta su desacuerdo con la

afectación de la hacienda Kuncheilá porque se quedarían sin trabajo y porque en

medio de la situación crítica‖agroindustrial,‖“esta‖finca‖*de‖Kuncheil{+‖es‖el‖único‖

centro‖ que‖ tenemos‖ para‖ trabajar‖ *<+‖ porque‖ las‖ otras‖ fincas están casi

abandonadas”.‖ Allí‖ ―ahondaron los vecinos― se‖ “nos‖ proporciona‖ trabajo‖ y‖

siempre nos lo ha proporcionado hasta en las épocas más difíciles de paros y

restricciones‖y‖es‖la‖única‖en‖la‖que‖podemos‖ganarnos‖la‖vida”.‖Con‖argumentos‖

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235

similares, los vecinos de Temax trataron de evitar la afectación de los planteles de

Chenché‖de‖las‖Torres,‖pues‖temían‖quedar‖“completamente‖desprovistos‖de‖*los+‖

medios‖de‖subsistencia‖que‖contamos‖para‖sostenernos”.47

Los vecinos de Tekal y Temax eran trabajadores permanentes o regulares de

Kuncheilá y Chenché respectivamente, y se sintieron agraviados por la afectación

de las fincas, cuyos planteles serían entregados a los vecinos del pueblo de

Tepak{n‖en‖calidad‖de‖ejidos.‖Los‖inconformes‖consideraban‖“injusto” este reparto

porque por años habían cultivado y cuidado los planteles y se sentían con el

derecho de continuar con los trabajos de corte y maquila del henequén. Los vecinos

de Tekal argumentaron que no era justo que los vecinos del pueblo de Tepakan se

quedaran con los planteles porque nunca habían trabajado en la finca Kuncheilá y

porque, además, tenían fincas cercanas donde laborar. Por su parte, los vecinos de

Temax‖arguyeron‖que‖“no‖es‖justo‖que‖por‖favorecer‖al‖pueblo‖de‖Tepak{n‖se‖nos‖

deje sin medios de subsistir dándose a aquel pueblo contra las disposiciones

legales tierras y plantaciones inmediatas al pueblo de Temax y que sirven a éste

como‖ centro‖ de‖ sus‖ trabajos‖ agrarios”.48 En el reparto de los planteles, los

funcionarios agrarios estuvieron lejos de considerar las relaciones laborales que

mantenían los vecinos de los pueblos con las fincas, ellos actuaron con apego a los

criterios de vecindad, distancia y extensión formulados en el código agrario de

1934, el cual estipulaba que los núcleos de población recibirían extensiones de las

propiedades más próximos a ellos en un radio máximo de siete kilómetros.49 En

1937, 24 trabajadores de la finca Ticopó, ubicada en el municipio de Motul, se 47Los vecinos del pueblo de Tepakán solicitan ampliación de ejidos (1935), en RAN-Mérida, Ampliación de ejidos, Tepakán, Tepakán, exp. 25:5617. 48Los vecinos del pueblo de Tepakán solicitan ampliación de ejidos (1935), en RAN-Mérida, Ampliación de ejidos, Tepakán, Tepakán, exp. 25:5617. 49En Fabila, Cinco siglos, 573-574.

Page 257: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

236

quejaron ante el jefe del Departamento Agrario por haber sido excluidos de la

dotación. En cambio, los vecinos de la hacienda, antiguos peones de la finca,

recibieron‖sus‖ejidos‖con‖planteles‖de‖dicha‖finca.‖Los‖quejosos‖señalaron‖que‖“por‖

virtud‖ de‖ que‖ no‖ vivimos‖ en‖ la‖ hacienda”‖ no‖ participaron‖ del‖ reparto‖ de‖ los‖

planteles‖de‖Ticopó,‖pero‖que‖ se‖ sentían‖“con‖absoluto‖derecho‖a‖ ser‖dotados‖ en‖

esta‖finca”‖por‖haber‖trabajado‖en‖ella‖cerca‖de‖15‖años.‖Los‖quejosos‖no‖se‖oponían‖

al‖ reparto,‖ pero‖ sí‖ suplicaban‖ ser‖ incluidos‖ “recibiendo‖ la‖ dotación‖ a‖ donde‖ por‖

mucho años tienen por costumbre trabajar, y ya lo consideran como‖cosa‖propia”.50

Los casos anteriores muestran que el reparto agrario trajo consigo el

resquebrajamiento de los vínculos y dinámicas laborales que los vecinos de los

pueblos habían establecido con una o más fincas henequeneras. El testimonio de

los vecinos de Cacalchén es por demás revelador. Ellos se quejaban de haber

recibido ejidos alejados de las fincas donde trabajaban. En tal sentido, su

desplazamiento a los nuevos ejidos les impedía asistir y cumplir con las fincas

donde tenían trabajo cuatro veces a la semana.51 Los peones de las fincas no

estuvieron exentos de ser desplazados durante el reparto. En 1935 cerca de 61

trabajadores de la finca Dziná, municipio de Motul, enviaron al presidente de la

república una queja por no haber sido incluidos en el reparto cuando se dividió la

hacienda Dziná. En su carta, los quejosos dejaron entrever que por diferencias

políticas‖ fueron‖ ignorados‖en‖el‖reparto,‖pero‖externaron‖“que‖como‖trabajadores‖

de‖la‖citada‖finca‖henequenera‖tenemos‖m{s‖derecho‖que‖a‖ellos‖a‖quienes‖*<+‖se‖

50Vecinos de Motul solicitan dotación de la hacienda Ticopó (1937), en AGEY, Poder

ejecutivo, Comisión local agraria, caja 1027. 51Los vecinos del pueblo de Cacalchén solicitan ampliación de ejidos (1935), en RAN-Mérida, Ampliación de ejidos, Cacalchén, Cacalchén, exp. 25:3545.

Page 258: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

237

les‖ ha‖ entregado”‖ los‖ planteles.52 El temor de los antiguos peones a perder su

trabajo no era infundado, pues una vez que los planteles de la finca se convertían

en ejidos, perdían su trabajo. Así lo describen los trabajadores de Dziná:

“autom{ticamente‖hemos‖sido‖cesados‖por‖haberse‖distribuidos‖aquellas‖parcelas”.‖

Agregaron que‖perdieron‖“el‖trabajo‖que‖aunque‖era‖de‖tres‖días‖a‖la‖semana‖con‖

un salario mínimo de 1.50, podíamos escasamente aunque sea llevar el pan ganado

honradamente”.53 En suma, podemos afirmar que los avances de una estructura

agraria a otra transformaron las condiciones laborales, dinámicas espaciales y

relaciones sociales tejidas, reguladas y sostenidas por varias generaciones de

propietarios de las fincas, peones, vecinos de los pueblos que trabajaban en las

haciendas.

En la transición de un régimen agrario a otro, la población rural del noroeste

no tardó en percatarse de las dificultades que enfrentaría cuando recibió, de

distintas haciendas, extensiones de variada calidad de henequén. Muchos

obtuvieron planteles explotados, abandonados, o bien en etapa de crecimiento. Es

decir, matas de henequén en condiciones físicas imposibles de aprovechar. Por

ejemplo, el pueblo de Abalá, pese a estar rodeado de las haciendas más

productivas de Yucat{n,‖ fue‖ dotado‖ con‖ planteles‖ “de más de media de

explotación”,‖ es‖ decir,‖ con‖ planteles‖ ya‖ cortados. Los vecinos de Abalá

manifestaron a las autoridades agrarias que el plantel de San Isidro de la hacienda

Peba,‖ que‖ habían‖ recibido‖ como‖ ejidos,‖ “estaba‖ ya‖ abandonado por viejo e

improductible”.‖En‖una‖situación‖similar‖se‖encontraban‖los‖vecinos‖del‖‖pueblo‖de‖ 52Jornaleros de Dziná se quejan de ser excluidos del reparto (1935), en AGEY, Poder

ejecutivo, Gobernación, caja 1004. 53Jornaleros de Dziná se quejan de ser excluidos del reparto (1935), en AGEY, Poder

ejecutivo, Gobernación, caja 1004.

Page 259: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

238

Dzidzantún. En 1937 el delegado de la sociedad local de dicho pueblo expuso en la

convención de sociedades locales de crédito ejidal efectuada en Mérida que habían

sido‖ dotados‖ con‖ “50‖ 000 mecates [2 000 hectáreas] de terrenos sembrados con

henequén”,‖pero‖“que‖en‖realidad‖sólo‖son‖menos‖de‖la‖mitad,‖pues‖en‖su‖mayor‖

parte‖ son‖ planteles‖ acabados”.54 En otros casos, las sociedades locales recibieron

planteles en buen estado pero en extensiones insuficientes. Así ocurrió con los

ejidatarios de Izamal, población grande y urbana ubicada al noreste de Mérida,

quienes recibieron 12 710 mecates (508 hectáreas) de henequén en explotación,

pero dicha extensión resultó insuficiente para satisfacer las necesidades de los 1

000 ejidatarios existentes.55 En‖ otros‖ casos,‖ los‖ ejidatarios‖ recibieron‖ “terrenos‖

incultos”,‖es‖decir,‖montes‖de‖las‖fincas.‖En‖1936‖los‖vecinos del pueblo de Molas se

quejaban de haber recibido poca extensión de ejido, que era, en su mayoría, terreno

inculto.56

Las autoridades agrarias sin considerar el ordenado sistema escalonado

anual de las siembras —que le permitía a las fincas tener un número

proporcionado de planteles en cultivo, producción y producción decadente—

repartieron los planteles o los terrenos de las fincas entre los ejidatarios de los

pueblos sin más criterio que el de la extensión que, de acuerdo con el censo

agrario, le correspondía. El resultado fue un reparto desigual y heterogéneo:

algunos recibieron henequenales en explotación, otros con producción decadente. 54Los miembros del comisariado ejidal, consejo de vigilancia, ejidatarios y vecinos del pueblo de Dzidzantún solicitan la ampliación de sus ejidos (1935), en RAN-Mérida, Ampliación de ejidos, Dzidzantún, Dzidzatún, exp. 25:5688. 55Vecinos y ejidatarios de Izamal se desligan de un oficio firmado por un grupo de vecinos asociados a las Ligas gremiales (1936-1937), en RAN-Mérida, Ampliación de

ejidos, Izamal,Izamal, exp. 25:566. 56Los vecinos de Molas solicitan la ampliación de ejidos (1936), en RAN-Mérida, Ampliación de ejidos, Molas, Mérida, exp. 25:5640.

Page 260: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

239

En los siguientes ejemplos, los nuevos ejidatarios comparaban su situación con la

de otros. En 1937 el presidente del comisariado‖ ejidal‖ de‖ la‖ finca‖ “San‖ Pedro‖

Chacabal”‖expresó‖haber‖recibido‖la‖“dotación‖de‖tierras”‖pero‖de‖“tierras‖incultas”‖

porque los henequenales habían servido para las ampliaciones del ejido del pueblo

de Motul.57 De manera semejante, los habitantes del pueblo de Acanceh no estaban

conformes con la extensión de ejidos que habían recibido porque no guardaba

relación con las cuatro hectáreas que le correspondería a cada ejidatario como

marcaba la ley, pero su descontento aumentó cuando se enteraron de que los

pobladores del pueblo de Seyé recibieron como ejido una anexa de la hacienda

Yabacú,‖pues‖se‖sentían‖con‖m{s‖derecho‖a‖la‖mencionada‖“anexa”‖por‖encontrarse‖

a un kilómetro de distancia del pueblo de Acanceh.58

Los casos descritos repercutieron en la situación laboral de los nuevos

ejidatarios. Sirve de ejemplo el testimonio de los vecinos del pueblo de Nolo del

municipio de Tixkokob, quienes manifestaron que sus ejidos no se encontraban en

“buena‖ producción,‖ pues‖ los‖ *henequenales+‖ existentes‖ son‖ relativamente en

pequeña cantidad de los llamados X-paches”.59 En consecuencia, los ejidatarios,

organizados‖ en‖ sociedad‖ local‖ de‖ crédito‖ agrícola,‖ “ganamos‖ solamente‖ $1.25‖

diarios y sólo trabajamos 4 días, lo cual no satisface nuestras necesidades más

urgentes”.‖Otros‖menos‖afortunados‖no‖tenían‖“pencas‖que‖desfibrar”. Éste era el

caso‖ de‖ los‖ vecinos‖ del‖ pueblo‖ de‖ Ucú,‖ quienes‖ consideraron‖ que‖ a‖ “falta‖ de‖

57El pueblo de Motul solicita la ampliación de sus ejidos (1935), en RAN-Mérida, Ampliación de ejidos, Motul, Motul, exp. 25: 5641. 58Ejidatarios de Acanceh solicitan al jefe del Departamento Agrario henequenales de las haciendas circunvecinas (1936-1937), en AGEY, Poder ejecutivo, Gobernación, caja 1020. 59Los vecinos de Nolo solicitan ampliación de ejidos (1936), en RAN-Mérida, Ampliación de ejidos, Nolo, Tixkokob, exp. 25:5599.

Page 261: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

240

plantíos‖de‖henequén‖la‖organización‖ejidal‖no‖progresa”.60 Los vecinos del pueblo

de Abalá consideraron tener una difícil situación frente a la de los ex-peones de las

fincas aledañas, quienes continuaban “trabajando‖ en‖ los‖ buenos‖ planteles‖

henequeneros‖que‖ los‖ ingenieros‖planificadores‖ les‖ asignaron”,‖o‖mejor‖dicho,‖ se‖

les habían conservado a propósito.61

Los ex-peones de la finca San Pedro Chacabal, luego de recibir terrenos

incultos‖como‖ejidos‖y‖no‖tener‖trabajo‖en‖la‖finca‖porque‖sus‖planteles‖eran‖“muy‖

viejos‖que‖casi‖no‖producen‖utilidad”,‖solicitaron‖la‖expropiación‖de‖los‖planteles‖

de la finca Xiat para satisfacer las necesidades laborales de sus 36 miembros.62 Por

su parte, los ejidatarios de Motul solicitaron los planteles de Kankabchen, pero

además, la planta desfibradora de la finca Komchen.63 Los del pueblo de Nolo,

luego de recibir sus ejidos en condiciones poco favorables, suplicaban que se

resolviera‖ “la‖ falta‖ de‖ henequenales‖ en‖ producción”.‖ Asimismo‖ solicitaba‖ al‖

ejecutivo su intercesión para que el Banco Nacional de Crédito Agrícola les

concediera‖ “mayor‖ refacción‖ al‖ ejido”.‖ A‖ modo‖ de‖ garantía, los ejidatarios

afirmaron‖contar‖“con‖la‖fuerza‖de‖nuestra‖organización‖y‖adem{s‖con‖el‖respaldo‖

de‖otras‖agrupaciones‖obreras”.64 A pesar de los evidentes defectos de los nuevos

ejidos, el reparto agrario continuó su curso sin que se rectificara la forma en la que 60Convención de sociedades locales de crédito ejidal (1937), en RAN-Mérida, Ampliación de ejidos, Ucú, Ucú, exp. 25:5584 61Miembros del comisariado ejidal del pueblo de Abalá solicita la ampliación de sus ejidos (1936), en RAN-Mérida, Ampliación de ejidos, Abalá, Abalá, exp. 25:5575. 62Opinión de los acasillados de varias haciendas sobre la ampliación ejidal de Motul ((1935-1937), en RAN-Mérida, Ampliación de ejidos, Motul, Motul, exp. 25:5641. 63Ejidatarios de Motul solicitan planteles más cercanos a su localidad (1937), en AGEY, Poder ejecutivo, Gobernación, caja 1027. 64Los vecinos de Nolo solicitan ampliación de ejidos (1936), RAN-Mérida, Ampliación de ejidos, Nolo, Tixkokob, exp. 25:5599.

Page 262: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

241

se estaba llevando a cabo, como se observa en el caso del pueblo de Molas. La

situación‖de‖dichos‖ejidatarios‖era‖difícil‖“debido‖a‖la‖superficie‖reducida‖del‖ejido‖

ya‖ que‖ son‖ terrenos‖ incultos‖ la‖ mayor‖ parte‖ de‖ las‖ tierras‖ disponibles”.‖ Esta‖

situación fue verificada por un agente del Banco Nacional de Crédito Ejidal, quien

intercedió por los ejidatarios ante el gobernador, no para mejorar las condiciones

de su ejido, sino para convencer a los propietarios de Yaxnic, Zoyaxché, Tesip,

Chuntuac y Ximay‖ de‖ aceptar‖ los‖ servicios‖ de‖ dichos‖ ejidatarios‖ “para‖ que‖ de‖

alguna manera cuenten con algún trabajo en la semana que les permita atender sus

necesidades de vida”.65 Al final, los ejidos de cada pueblo quedaron conformados

por un mosaico de planteles provenientes de distintas haciendas, alejadas unas de

otras y de muy diversa calidad.

No obstante estos errores de carácter técnico que dejaban en incertidumbre

la forma en que operaría la nueva estructura ejidal, los nuevos ejidatarios no

dejaron de verse amenazados o presionados por los hacendados para que

desistieran o dejaran de participar en el reparto agrario. En 1936, reunidos‖en‖“los‖

corredores‖del‖palacio‖municipal‖un‖inmenso‖número‖de‖campesinos”,‖Bartolomé‖

Sosa y Prisciliano May explicaron al enviado del gobernador, Federico Gutiérrez,

que el capataz de la finca San Francisco, llamado Filiberto Cruz, les decía:

que si quería estar bien y que no le faltara trabajo toda la semana, medicamentos y además ganar algo más extraordinario, que viera a sus demás compañeros y les ofreciera trabajo toda la semana, con la condición que firmara el memorial y los suyos pidiendo no se lleve a efecto la repartición de los planteles de dicha finca, pues haciéndose

65El Banco Nacional de Crédito Ejidal solicita la cooperación del gobernador del estado para resolver el problema de trabajo de los ejidatarios de Molas (1936-1937), en AGEY, Poder ejecutivo, Gobernación, caja 1022.

Page 263: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

242

tendría la ruina del pueblo, pues los únicos beneficiados eran los ingenieros de la propia agraria.66

Ni Sosa ni May aceptaron la propuesta del capataz y se quedaron sin trabajo

“en‖unión‖con‖sus‖compañeros”.‖En‖otras‖ocasiones,‖los‖ejidatarios‖recibían‖de‖sus‖

propias‖autoridades‖municipales‖“desorientación‖en‖contra‖de‖la‖labor‖agraria”‖por‖

encontrarse‖ “vendidos‖ a‖ los‖ hacendados”‖ o‖ actuar‖ como‖ “instrumento‖ del‖

hacendado”, como acusaron en 1936 los ejidatarios de Umán y Tekit.67 Otros

vecinos de los pueblos, en cambio, experimentaron una merma de sus planteles

cuando los hacendados cortaron hojas de henequén desmesuradamente tras

percatarse de que se les expropiaría sus planteles. Los comisarios ejidales no

dejaron de denunciar los hechos, como los de Temax y Tepakán, quienes acusaron

a don Lorenzo Manzanilla, propietario de la majestuosa hacienda Chenchen de las

Torres, de realizar cortes inmoderados a los planteles expropiados. Con la

finalidad de contrarrestar la acción de los antiguos hacendados, en 1937 el

ejecutivo local emitió una circular a los presidentes municipales ordenándoles

vigilar los planteles y denunciar cualquier corte inmoderado de los planteles, de

acuerdo al artículo 6, fracción IV de la Ley sobre el cultivo y explotación del

henequén, que regía la forma en la que se debían explotar las matas de henequén.68

66Queja de los vecinos del pueblo de Temax de recibir amenazas de los encargados de la finca San Francisco (1936), en AGEY, Poder ejecutivo, Gobernación, caja 1018. 67Las autoridades municipales obstaculizan las labores del comisario ejidal (1936), en AGEY, Poder ejecutivo, Gobernación, caja 1013. problemas agrarios en Yucatán. Quejas y consultas sobre tierras ociosas (1936), en AGN, DGG 2.8 (27) 20702, exp. 34, caja 49-A. 68Averiguación sobre posibles cortes inmoderados de henequén en la hacienda Chenche de las Torres (1936), en AGEY, Poder ejecutivo, Estadísticas del henequén de la finca Chenché de las Torres; caja 1018; Ejidatarios de Tepakán y Temax se quejan del hacendado Lorenzo Manzanilla por la destrucción de los henequenales

Page 264: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

243

Además de todos estos inconvenientes, los nuevos ejidatarios enfrentaron la

falta de los equipos industriales para procesar las hojas de henequén. En efecto, los

cambios en la estructura agraria separaron la actividad agrícola de la industrial,

pues el reparto se había centrado en la producción agrícola y dejó pendiente el

aspecto industrial, situación que no tardó en convertirse en tema de conflicto y

discusión. Es por ello que los nuevos ejidatarios se apresuraron y anexaron a sus

solicitudes para la ampliación de sus ejidos la petición de las máquinas raspadoras

de las fincas aledañas. Tal fue el caso de los ejidatarios del pueblo de Mocochá

quienes pidieron la‖entrega‖de‖los‖predios‖de‖las‖fincas‖“Carolina”‖y‖“Too”‖porque‖

ambas tenían máquinas desfibradoras de henequén.69 En otro caso, los vecinos del

pueblo de Acanceh solicitaron los henequenales y las plantas desfibradoras de las

haciendas Tekik, Pelé, Tzu, Yabucú, Sac-chich, Canicab, Ticipó y Cib-ceh, porque

“estando‖bajo‖ el‖ control‖de‖dichos hacendados ponen obstáculos y dificultades a

nuestros‖trabajos”.70

En ese momento, las peticiones en torno a los equipos industriales no fueron

atendidas porque la expropiación se centró exclusivamente en los planteles de

henequén e imperaba un vacío jurídico para expropiar o forzar a los propietarios a

prestar, arrendar o ceder los equipos industriales a los ejidatarios. Esta situación

que iban a ser entregados (1936), en AGEY, Correspondencia, Comisión Agraria Mixta, caja 4; Queja del pueblo de Conkal porque las haciendas aledañas están cortando henequén (1936-1937), en AGEY, Poder ejecutivo, Gobernación, caja 1919. Circular dirigida a los presidentes municipales ordenándoles tener conocimiento sobre la destrucción o daño de henequenales y la extracción del equipo industrial de las fincas (1937), en AGEY, Poder ejecutivo, Gobernación, caja 1031. 69Solicitud del pueblo de Mocochá de ampliación ejidal (1937), en RAN-Mérida, Ampliación de ejidos, Mocochá, Tixkokob, exp. 25:5615. 70Ejidatarios de Acanceh solicitan al jefe del departamento agrario henequenales de las haciendas circunvecinas (1936-1937), en AGEY, Poder ejecutivo, Gobernación, caja 1020.

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244

fue aprovechada por los ex–hacendados para negarse a la concesión de sus equipos

industriales. En un informe elaborado por un agente del Departamento Agrario

describió los esfuerzos inútiles para lograr un acuerdo con los hacendados. A la

letra‖escribió‖“todo‖el‖mes‖de‖abril‖y‖la‖mitad‖del‖mes‖de‖mayo‖de‖1935,‖dedicamos‖

nuestros esfuerzos a obtener un arreglo que permitiese a los ejidatarios hacer una

explotación‖ completa”.‖ Los‖ resultados‖ de‖ sus‖ gestiones‖ no‖ fueron‖ los‖ esperados‖

porque‖ “los‖ dueños‖ de‖ los‖ equipos‖ industriales‖ pensaban‖ *<+‖ obligar‖ a‖ los‖

ejidatarios a venderles la penca, seguros de que con tal procedimiento conservarían

la‖preponderancia‖economía”,‖especuló‖el‖funcionario.71

Sin‖ embargo,‖ en‖ el‖mismo‖mes‖ de‖mayo‖ tuvo‖ lugar‖ otra‖ reunión‖ con‖ “las‖

partes‖interesadas”‖y‖en‖ella‖se‖acordó‖que‖la‖legislatura‖local‖emitiría‖una‖ley‖para‖

la ocupación de los equipos industriales. 72 En el mes de marzo el gobernador César

Alayola Barrera envió al congreso un proyecto de ley que declaraba de utilidad

pública el arrendamiento de las máquinas y demás equipos industriales necesarios

para la extracción de la fibra. Dicho proyecto contenía 20 artículos que regulaban

las condiciones y los arreglos que debían establecer los comisarios ejidales (en

representación de los ejidatarios y parcelarios henequeneros) con los propietarios

de los equipos industriales. Sin embargo, el proyecto no fue aprobado. En su lugar,

el 27 de mayo de 1935 la legislatura local decretó una ley que declaró la utilidad

71El‖ informe‖ aparece‖ reproducido‖ parcialmente‖ en‖Mesa‖ Andraca,‖ “La‖ situación‖henequenera”,‖292.‖ 72Es posible que en esta reunión hayan participado los representantes del Banco Nacional de Crédito Agrícola, los gobiernos federal y estatal, autoridades agrarios y los hacendados. Muy probablemente el Banco desempeñara un papel vital en la resolución del problema de la maquila del henequén ejidal, al presionar a los gobiernos locales, entonces inmersos en los conflictos políticos, superar la confusión que imperaba en relación con el henequén ejidal. Mesa‖ Andraca,‖ “La‖situación‖henequenera”,‖292.

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245

pública de la explotación del henequén, es decir, la extracción de la fibra contenida

en las hojas del agave por los pequeños agricultores. De este modo quedaban

incluidos los ejidatarios y toda persona que cultivara y produjese menos de diez

mil kilogramos de fibra anuales. Con esta ley, los propietarios no perdían sus

derechos de propiedad, pero el ejecutivo del estado, después de escuchar a las

partes‖interesadas,‖era‖el‖único‖que‖podía‖realizar‖una‖“declaración‖de‖ocupación”‖

y establecer el tiempo y las condiciones en que serían entregados y utilizados los

medios de producción.73

Para los hacendados la ley anterior significó otro golpe, pues aunque los

equipos industriales no les eran expropiados, sí eran desplazados en la toma de

decisiones sobre los arrendamientos de sus equipos industriales.74 Por su parte,

para los nuevos ejidatarios fue la vía para que desfibraran su henequén. En 1936 el

comisario‖ejidal‖del‖pueblo‖de‖Cepeda‖solicitó‖al‖gobernador‖declarar‖“la‖medida‖y‖

los‖términos”‖para‖la‖ocupación‖del‖equipo‖industrial‖de‖la‖finca‖“Santo‖Domingo”.‖

El‖ gobernador‖ expidió‖ una‖ “declaración‖ de‖ ocupación”‖ que‖ contempló‖ dos‖ vías.‖

Primero propuso que la raspa fuera realizada por los dueños de la finca

―Fernando Montes y Negociación Agrícola―, quienes recibirían de los ejidatarios

el pago de 168.28 pesos por cada cien mil hojas de henequén en jornadas máxima

de‖ ocho‖ horas‖ y‖ proporcionar‖ a‖ “todos los trabajadores, que se necesite, y los

elementos indispensable, como trincas y combustibles, aparte de las maquinarias, 73En Orosa Díaz, Legislación henequenera, IV, 289-295. 74Los‖ hacendados‖ consideraban‖ “injusto”‖ la‖ cantidad‖ que‖ recibirían‖ por‖ sus‖máquinas desfibradoras, pues argumentaban que resultaba insuficiente para su mantenimiento. Por la vía legal los hacendados trataban de impedir la ocupación de sus máquinas desfibradoras. La Suprema Corte de Justicia falló, por un voto, en contra del amparo que interpusiera la propietaria de la finca Xcanatún para evitar su ocupación por los ejidatarios de Komchén, Chuburná, Dzityá y Chablekal. Benitez, Ki, 122; Betancourt Pérez, Revoluciones y crisis, 87

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246

útiles‖ implementos‖ y‖ dem{s‖ accesorios”.‖ En‖ caso‖ que‖ los‖ dueños‖ no‖ cumplieran‖

con el trato, entraba en vigor la segunda vía, que consistía en que los ejidatarios

desfibrarían las pencas personalmente mediante el pago único de 25 pesos por la

misma cantidad de hojas y horas de trabajo, pero en caso de descomponerse las

máquinas, los gastos de reparación correrían por cuenta de los ejidatarios. En

ambos casos, el pago se realizaba cuando el henequén se encontrara en la bodega

de la finca.75

Para ocupar los equipos industriales, los nuevos ejidatarios tenían que

compartir, acordar y discutir cotidianamente con los trabajadores de las fincas y los

ejidatarios de otros pueblos. Por ejemplo, la máquina raspadora de hojas de

henequén de la finca de Xcanatún era utilizada por los trabajadores de la finca, y

también por los ejidatarios de Komchén, Chuburná, Dzityá y Chablekal, pueblos

ubicados al norte de Mérida, luego que su propietaria perdiera el amparo para

impedir la ocupación de planta desfibradora. En una situación similar se

encontraban, en 1935, los habitantes de la hacienda Xcumpich al tener que

compartir la máquina de raspa con los de la finca Chenkú y del ejido de

Chuburná.76

Sin embargo, el marco legal que permitía acceder a los equipos industriales

no siempre garantizó a los ejidatarios su utilización. Los propietarios de las plantas

industriales no cesaron sus esfuerzos para evitar la intromisión de los ejidatarios.

De manera individual, los hacendados trataron de ampararse y de forma colectiva,

presentaron al presidente de la república varios memorandums e informes de los

75Resolución emitida por el gobernador del estado para la ocupación del equipo industrial de Santo Domingo (circa 1936), en AFPV, caja 2. 76Copropietarios de Xcumpich solicitan reparación de la máquina raspadora (1935), en AGEY, Poder ejecutivo, Gobernación, caja 1004.

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247

primeros resultados de la producción de fibra ejidal y propuestas concretas sobre

cómo debía llevarse a efecto y administrarse la agroindustria ejidal.77

En este contexto, el uso de las máquinas raspadoras ―casi siempre―‖ se

efectuó bajo un clima de tensión y descontento por parte de los propietarios,

quienes constantemente estorbaban y trataban de interrumpir la ocupación de sus

máquinas mediante la sustracción de piezas para inmovilizar el tren de raspa y la

desaparición de una o más partes de la compleja infraestructura industrial como

bestias, vehículos para el traslado de las hojas y las fibras, y las rieles decauville.

Para garantizar el acceso a las maquinarias, en 1935 el ejecutivo estatal envió a

todos los presidentes municipales una circular en que‖les‖mandaba‖ejercer‖“la‖m{s‖

rigurosa vigilancia en el municipio de su jurisdicción impidiendo que, sin el

permiso del ejecutivo, se modifiquen las instalaciones o sistemas industriales o se

disponga‖ del‖ equipo‖ respectivo”.‖ De‖ detectar‖ alguna anomalía, los presidentes

municipales debían denunciarlos para imponer multas de 5 000 pesos y seis meses

de cárcel a los dueños que fueran sorprendidos escondiendo o sustrayendo

cualquier pieza indispensable para la maquila del henequén.78

Por su parte, algunos ejidatarios tomaron medidas preventivas para

asegurar su ocupación de las máquinas. En 1936 los pobladores del pueblo de Seyé,

tras varios desencuentros con el propietario de la finca Xcehus, solicitaron al

gobernador‖“tres‖agentes‖de seguridad‖pública”‖para‖que los custodiaran los días

miércoles que iban a la finca a desfibrar henequén de su ejido.79 La actitud hostil de

77Véase los diferentes memorandums se encuentran en la Asociación defensora de la industria henequenera, El problema ejidal en la zona henequenera. 78Circular del ejecutivo estatal sobre la ocupación de las máquinas (1935)), en AGEY, Poder ejecutivo, Gobernación, caja 1010. 79Se suplica envío de policía para cuidar el orden en los trabajos de la finca Xcehus (1936-1937), en AGEY, Poder ejecutivo, Gobernación, caja 1022.

Page 269: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

248

los hacendados era extendida. En 1937 el dueño de la finca Miznebalán del

municipio de Mérida levantó los rieles decauville que conectaban su finca con la de

Sacnité. Dicha acción afectó a los ejidatarios que trabajaban en las fincas de Sacnité

y Cholul.80

Al mismo tiempo, los antiguos peones de la finca también trataron de

impedir que los vecinos de los pueblos usaran la raspadora. Tal es caso de los

trabajadores de la hacienda San Juan Koop, quienes compartían con los pobladores

del pueblo de Muxupip la máquina de la mencionada ex-hacienda. Cada uno la

utilizaba tres días a la semana. Pero al tener noticia que los ejidatarios de

Cacalchén solicitaban ocupar las máquinas de San Juan Koop, los trabajadores se

opusieron‖ rotundamente‖ por‖ el‖ temor‖ de‖ quedarse‖ “totalmente‖ sin‖ trabajo”.‖ En‖

otras palabras, no deseaban ver reducidos los días que tenían designados para

raspar el henequén; los vecinos de Muxupip, por su parte, no se opusieron siempre

que se les permitiera concluir sus trabajos.81

Los demás conflictos surgidos durante el proceso de ocupación de los

equipos industriales y la dificultad para resolverlos, eran expresiones de

resistencia y descontento por parte de los antiguos hacendados quienes, a la vuelta

de pocos años, perdieron el control de la producción y de desconcierto por parte de

los vecinos de los pueblos, convertidos en ejidatarios, al enfrentar a nuevas formas

de organización laboral. Un problema permanente fue el mantenimiento de los

equipos industriales. De acuerdo con el reglamento sobre la ocupación, los dueños

tenían la obligación de prestarlos en buen estado y los ejidatarios de cuidarlos. Sin

80Se solicita entrega de la hacienda Dzununcán, municipio de Motul a los acasillados (1937), en AGEY, Poder ejecutivo, Gobernación, caja 1025. 81Los ejidatarios del pueblo de Cacalchén solicitaban trabajar en las máquinas de la hacienda San Juan Koop, (1936) AGEY, Poder ejecutivo, Gobernación, caja 1018.

Page 270: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

249

embargo, unos y otros se acusaban de deteriorar y abandonar los equipos. En 1935

los copropietarios de la finca rústica de Xcumpich, del municipio de Mérida,

denunciaron‖a‖los‖ejidatarios‖de‖Chuburn{‖de‖haber‖dejado‖en‖mal‖estado‖su‖“tren‖

de‖ raspa”.‖ Los‖ denunciantes se amparaban en el peritaje de dos mecánicos

comisionados, quienes confirmaron el desperfecto de la máquina raspadora.

Empero, el Banco Nacional de Crédito Agrícola se había demorado en

proporcionar la suma para la reparación (1 115.40) y por ende retrasaba los

distintos compromisos adquiridos con otras fincas, ejidatarios y con sus propios

trabajadores, quienes dependían únicamente de los trabajos de la raspa para

sobrevivir.82 En 1937, una comisión de los antiguos trabajadores de la hacienda

Canicab, que se encargaban de desfibrar el henequén de los ejidos y aun de la

finca, se dirigió al propietario, Liborio Cervera, para que reparase los tendederos y

las plataformas porque el mal estado de los primeros deterioraba el sosquil, lo que

demeritaban su precio y el de las segundas ocasionaba que ellos mismos pusieran

“los‖medios‖para‖cumplir”, lo que implicaba una inversión de dos o tres horas más

de trabajo, lo cual “no‖ est{‖ estipulado en el contrato que está en vigor en esta

hacienda”.83

Los costos de la desfibración, impuestos por el gobierno estatal, fueron

también motivo de constantes conflictos. Por la vía legal, los propietarios

pretendieron incrementar el pago estipulado en la ley de arrendamiento al

considerarlo‖ “irrisorio”‖ e‖ insuficiente‖ “para‖ su‖ mera‖ conservación”.‖ En‖ 1937‖ la‖

82Copropietarios de Xcumpich solicitan reparación de la máquina raspadora (1935), en AGEY, Poder ejecutivo, Gobernación, caja 1004. El Banco Nacional de Crédito Agrícola‖ se‖ encargó‖ de‖ los‖ créditos‖ ejidales‖ hasta‖ 1936.‖ Mesa‖ Andraca,‖ “La‖situación‖henequenera”, 293-294. 83Trabajadores de Canicab solicitan la reparación del tendedero y las plataformas (1936-1937), en AGEY, Poder ejecutivo, Gobernación, caja, 1020.

Page 271: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

250

propietaria de la dueña de la finca Xcehús del municipio de Seyé solicitó que fuera

reconsiderado el importe de la indemnización que recibiría y se llegó al acuerdo

“por‖parte‖de‖ los‖ ejidatarios‖y‖del‖Banco‖Nacional de Crédito Ejidal de pagarme

200 por cada jornada de desfibración de cien mil hojas, en el caso de que nosotros

hiciéramos el trabajo y la cantidad de 30 en el caso de que nos negáramos a

hacerlo”.84 Pero el proceso legal podía ser largo y quedar sin efecto, como sucedió

con la propietaria Xcehus que varios meses después aún no cobraba lo acordado.85

De acuerdo con Manuel Mesa Andraca, en 1936 los ejidatarios, asociados por el

banco, pagaron a los propietarios de las desfibradoras más de medio millón de

pesos por concepto de maquila y cerca de 65 000 pesos por alquiler.86

La formación de los ejidos henequeneros era el primer eslabón de la nueva

estructura agraria y el segundo, la formación de las sociedades de crédito o

sociedades agrícolas, las cuales estarían integradas por grupos de ejidos con el

objetivo de facilitar la explotación cooperativa de grandes áreas agrícolas.

Organizados en sociedades, los ejidatarios recibirían los créditos necesarios de una

institución bancaraia. A mediados de 1935, se estableció en Mérida una agencia del

Banco Nacional de Crédito Agrario que comenzó a financiar a los productores

ejidales. Para 1936 dicha institución bancaria fue desplazada por una agencia del

Banco Nacional de Crédito Ejidal; sin embargo, la fecha formal de inicio de esta

última fue el 18 de agosto de 1937. El Banco Nacional de Crédito Ejidal se encargó

de los créditos para el cultivo de henequén, la utilización de los equipos

industriales, el pago de los salarios a los ejidatarios y demás gastos relacionados 84Propietaria de la finca Xcehus solicita al gobernador dicte la resolución referente a la modificación de la tarifa de arrendamiento de su equipo industrial (1937), en AGEY, Poder ejecutivo, Gobernación, caja 1025. 85Ibid. 86Mesa‖Andraca,‖“La‖situación‖henequenera”,‖293.

Page 272: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

251

con la producción y tareas administrativas.87 Tal y como se tenía proyectado, la

institución bancaria administraba el trabajo de los ejidatarios, vigilaba la calidad de

la producción, se hacía cargo del almacenamiento y venta de los cosechas, de la

reparación de los medios de producción. En palabras de Nathaniel y Sylvia Weyl,

el‖banco‖se‖convirtió‖en‖“el custodio‖de‖la‖agricultura‖cooperativa‖de‖México”.88

La formación de las sociedades de crédito no estuvo menos politizada que el

reparto agrario. Los ejidatarios recibieron propaganda a favor o en contra de las

organizaciones a las que estaban afiliadas. La Federación Regional de Obreros y

Campesinos (FROC) y la Federación de Sindicatos Independientes (FSI) se oponían

a la intervención de la institución bancaria y pugnaba por el ejido independiente,

es decir, sin recibir créditos bancarios. Los ex-hacendados también dejaron correr

comentarios negativos para desanimar a sus antiguos trabajadores a participar en

el reparto agrario; y aunque no lograron su cometido del todo, sí influyeron en el

ánimo de los nuevos ejidatarios. Eliodoro Ché del pueblo de Xanabá recordó que

“el‖temor‖de‖los‖campesinos‖ante‖la‖represalia‖de‖los‖hacendados‖hizo‖que‖muchos‖

campesinos de Xanabá no quisieran integrarse a la sociedad ejidal desde que

comenzó‖ a‖ gestionar‖ su‖ formación‖ legal”.89 En la formación de las sociedades

agrícolas, los ejidatarios de los pueblos y las fincas pasaban por un proceso de

consenso y negociación, el cual no siempre ocurría rápidamente. Así se aprecia en

el siguiente caso protagonizado por los vecinos del pueblo de Homún y

pobladores de las fincas de Kanun y Kampepén.

En 1937 las autoridades ejidales del pueblo de Homún entregaron una carta

al presidente de la república diciéndole que sus vecinos de la ex–finca de Kanun,

87Mesa‖Andraca,‖“La‖situación‖henequenera”,‖293-294. 88Weyl,‖“La‖reconquista‖de‖México”,‖237. 89Memoria histórica, 27.

Page 273: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

252

recibieron parcelas de henequén que pertenecían a sus ejidos. Solicitaron que

dichos planteles les fueran desvueltos porque‖eran‖“de‖buena‖producción‖y‖est{n‖

en‖ explotación”.‖No‖ sabemos‖ cu{l‖ fue‖ la‖ respuesta‖ a‖ esta‖ petición,‖ pero‖ al‖ poco‖

tiempo los vecinos de Homun, y de Kanum y Kampepen formaron una sociedad

de crédito. No pasó mucho tiempo y‖en‖marzo‖de‖1938‖los‖ejidatarios‖de‖“Kanun”‖

y‖ “Kampepen”‖ del‖ municipio‖ de‖ Homún‖ solicitaron‖ su‖ separación‖ porque‖ los‖

ejidatarios‖de‖Homún‖“no‖sólo‖quieren‖obligar*nos+‖*<+‖a‖unificarse‖con‖ellos,‖sino‖

que también quiere que cargue[mos] con la deuda que han contraído con el Banco

Nacional de Crédito Ejidal”.

Por su parte, los vecinos de Homún explicaron que la actitud de los

pobladores de ambas ex–haciendas‖estaba‖motivado‖por‖ los‖propietarios‖y‖“otros‖

capitalistas‖que‖pretenden‖hacer‖división”;‖señalaron que‖tiempo‖atr{s‖“se‖llevaban‖

con nosotros como hermanos y que ha últimas fechas se han venido separando de

nosotros”,‖a‖pesar‖de‖las‖constantes‖invitaciones‖de‖los‖directivos‖del‖comisariado.‖

La petición de los ejidatarios de Kanum y Kampepen fue denegada. En el informe

del‖delegado‖de‖zona,‖Francisco‖Cardoz‖consideró‖“que‖no‖se‖acepte‖la‖separación‖

de‖los‖habitantes‖de‖Kanum‖y‖Kampepen‖*<+‖por‖estar‖manejados‖por‖enemigos‖

de‖la‖causa‖agraria”;‖pero‖también‖incluyó‖sólidas‖razones‖para‖no‖separarlos‖como

el hecho de que dicha sociedad de crédito ejidal había obtenido cerca de 6 900

pesos para el cultivo y la limpieza de sus henequenales, por último el funcionario

expresó que cinco ejidatarios de Kanum habían trasladado ya su residencia al

pueblo de Homún.90 Los nuevos ejidatarios poco a poco se organizaron. En 1935 se

había conformado 48 sociedades locales de crédito agrícola ejidal con cerca de 15

90Los vecinos de Homún solicitan ampliación de sus ejidos (1935), en RAN-Mérida, Ampliación de ejidos, Homún, Homún, exp. 25:5571.

Page 274: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

253

364 socios y una extensión de casi 30 000 hectáreas cultivadas de henequén. Tres

años después en 1938, ya bajo la administración del Banco Nacional de Crédito

Ejidal, existían 247 sociedades.91

5. TRABAJAR POR CUENTA DE LA AGRARIA: ENTRE EL CONFLICTO Y LA NEGOCIACIÓN

Los vecinos de los pueblos y de las haciendas, convertidos en ejidatarios, se

integraron a los trabajos del ejido, desempeñándose como cortadores, chapeadores,

tendedores, bagacero, raspadores, desmanchadores, empacadores y bodegueros,

pero en vez de obedecer a los administradores o capataces de la finca, los nuevos

ejidatarios trabajaron bajo la dirección de una burocracia agraria, a saber: el comité

ejidal local, las autoridades agrarias estatales y la instituciones bancarias que

cuidaban y vigilaban la calidad de la producción ejidal, al establecer la forma de

cultivar, cuidar y procesar las hojas de henequén, y de guardar la fibra en las

bodegas.‖Las‖evidencias‖empíricas‖nos‖dan‖una‖idea‖de‖las‖dificultades‖de‖“trabajar‖

por‖ cuenta‖ de‖ la‖ agraria”.‖ Los‖ conflictos‖ y‖ problemas‖ relacionados con la labor

administrativa de los comités ejidales y autoridades agrarias no tardaron en

aparecer. Tal es el caso de los vecinos del pueblo de Umán que en 1936 se quejaban

del escaso trabajo ejidal aun cuando poseían hectáreas con henequén para cortar.

Los ejidatarios responsabilizaban de su precaria situación al jefe de la zona Adolfo

Palma por administrar mal el ejido.92 En 1937 los ejidatarios de Cacalchén acusaron

a Simón Ceballos, gerente ejidal de Cacalchén, de colocar a sus amigos y familiares

como‖“empleados‖de‖ la‖ agraria‖ local”‖y‖de‖ganar‖de‖12‖ a‖ 15‖pesos‖ semanales‖ en‖

tanto‖los‖ejidatarios‖“que‖trabajamos‖materialmente‖sólo‖ganamos‖tres‖pesos‖cada‖ 91Mesa‖Andraca,‖“La‖situación‖henequenera”,‖294.‖ 92Ejidatarios de Umán solicitan el cambio del jefe de la zona C. Adolfo Palma (1936), en AGEY, Poder ejecutivo, Gobernación, caja 1013.

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254

15‖ días”.‖ Explicaron‖ también‖ estar‖ bajo‖mucha‖presión‖porque‖ a‖ “la‖menor‖ falta‖

que cometa uno de nosotros no sólo nos trata con dureza, hasta nos retira del seno

de‖ la‖ sociedad‖ agraria”.93 En ocasiones, la forma en que se distribuía el trabajo

lesionaba los intereses de los ejidatarios. En 1937 los ejidatarios de Acanceh se

quejaron ante el gobernador porque los ejidatarios encargados de realizar los

cortes de las hojas de henequén, nombrados cortadores, pasaron a ser

“chapeadores”,‖es‖decir,‖los‖que‖limpiaban‖de‖maleza‖los‖planteles‖porque‖ganaban‖

un poco más. En consecuencia las autoridades agrarias ordenaron a los antiguos

“chapeadores”‖ trabajar‖ en‖ el‖ corte‖ de‖ henequén,‖ quienes,‖ desde‖ luego,‖ se‖

inconformaron.94

Las dificultades cotidianas y los constantes desacuerdos administrativos

formaban parte de la experiencia ejidal, la cual enfrentaba problemas todavía más

severos, mencionados en el apartado anterior: a saber ejidos conformados con

henequén de indistinta calidad y la falta de los equipos industriales. No obstante,

en el ámbito cotidiano los dueños de las fincas y los ejidatarios, vecinos de los

pueblos‖y‖las‖fincas,‖celebraron‖convenios‖‖para‖resolver‖“el‖problema‖de‖la‖falta‖de‖

trabajo”‖y‖m{s‖aún‖ continuar‖ la‖producción.‖En‖ julio‖de‖1936,‖después‖de‖ largas‖

sesiones en las que intervinieron los vecinos del pueblo de Dzidzantún, el dueño

de la finca San Francisco, su representante legal, el agente del banco ejidal, el

representante del Departamento Agrario, el presidente municipal de Dzidzantún,

el jefe de la zona de Motul, vecinos de la mencionada finca, y el propio gobernador

del estado, ingeniero Florencio Palomo, los ejidatarios del pueblo de Dzidzantún y 93Los vecinos del pueblo de Cacalchén solicitan ampliación de ejidos (1935), en RAN-Mérida, Ampliación ejidal, Cacalchén, Cacalchén, exp. 25:3545. 94Socios activos del comisariado ejidal de Acanceh solicitan al gobernador la presencia de un delegado para solucionar conflicto (1937), en AGEY, Poder

ejecutivo, Gobernación, caja 1020.

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255

los‖pobladores‖de‖San‖Francisco‖firmaron‖un‖acuerdo‖para‖“dar‖solución,‖aunque‖

sea provisional, al conflicto de falta de trabajo entre los acasillados de la finca San

Francisco”.95

Tras el reparto, los planteles de la finca San Francisco habían pasado a

formar los ejidos del pueblo de Dzidzantún, y sus antiguos trabajadores se habían

quedado sin trabajo. El acuerdo tenía dos propósitos: por un lado, incorporar a los

vecinos de la finca a los trabajos del ejido y por otro, establecer los términos de la

relación entre el ejido y la planta industrial de San Francisco. En dicho acuerdo, los

200 ejidatarios de Dzidzantún y 100 vecinos de la finca se dividirían

proporcionalmente, a partir de noviembre‖de‖1936,‖“los‖trabajos‖de‖corte‖de‖hojas,‖

de chapeos, de corte de varejones, marcadura de pencas, apertura de guardarayas,

entre‖otras‖actividades”,‖y‖las‖“labores‖de‖siembra‖de‖henequén”.‖Para‖el‖resto‖de‖

las labores, es decir, aquellas relacionadas con el proceso industrial, el dueño de la

finca‖utilizaría‖a‖sus‖“trabajadores‖acostumbrados”.

Las hojas de henequén serían vendidas y entregadas al dueño de San

Francisco. El comisario ejidal debía vigilar que las hojas del agave se colocaran “a‖

canto de vía”,‖ es‖ decir,‖ en‖ el‖ borde‖ de‖ los‖ planteles‖ para‖ su‖ trasladado‖ en‖

plataformas o trucks a la máquina industrial. El acarreo, la desfribración,

secaduría, empaque y demás labores correrían por cuenta del ex-hacendado, y la

fibra obtenida le pertenecería. El convenio estipulaba el cuidado de los planteles

para garantizar hojas de buena calidad. También calculaba una desfibración diaria

máxima de 300 mil hojas, cantidad que representaba la capacidad máxima de la

maquinaria y como mínima, 100 mil hojas. Cuando por fuerza mayor el dueño de

San Francisco no pudiera raspar el henequén, los ejidatarios podrían vender las 95Acuerdos concretos a que se llegó entre los representantes de los ejidatarios de Dzidzantún y los propietarios de la finca San Francisco (1936), en AFPV, caja 7.

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256

hojas‖‖henequén‖a‖otras‖personas,‖pero‖sólo‖en‖el‖tiempo‖que‖persistiera‖la‖“fuerza‖

mayor”‖o‖los‖contratiempos‖del‖ex‖–hacendado.96

El ex-hacendado se comprometió a pagar al comisario ejidal, a más tardar

los días sábados, la cantidad de tres pesos por cada millar de hojas. De ese dinero

saldrían los sueldos de los pobladores de la hacienda. A estos se les pagaría por las

tareas de trabajo que hubieren efectuado, cantidades iguales a las que acordasen

tomar los ejidatarios de los pueblos como anticipos por las mismas tareas, teniendo

derecho el representante acreditado de los vecinos de la hacienda para asistir a las

juntas del comisario ejidal en que fueran acordados los montos de dichos anticipos.

Es importante decir que el convenio se ajustaba a las nuevas condiciones laborales

estipuladas en la ley federal del trabajo y en ese sentido se contempló el pago del

séptimo día y los días de descanso.97

El acuerdo firmado por los ejidatarios y el propietario de la finca San

Francisco constituyó la vía más rápida que encontraron los ejidatarios para

solventar el problema del acceso a los equipos industriales. Por su parte, al

propietario de San Francisco mantuvo su participación en la producción de la fibra

y más importante aún con el acuerdo se solucionó el descontento social propiciado

por el desequilibrio laboral tras el reparto ejidal. Dicho convenio nos muestra

también la forma en que ocurrió el tránsito de un régimen agrario a otro.

Advertimos que si bien la creación del ejido, como eje articulador de la producción

agrícola, desplazaba a las haciendas, no propició su automática desaparición; sino

que al ser un proceso simultáneo ambas estructuras pervivieron y, en ocasiones, se

complementaban, como se observa en el citado convenio.

96 Ibid 97Acuerdos concretos a que se llegó entre los representantes de los ejidatarios de Dzidzantún y los propietarios de la finca San Francisco (1936), en AFPV, caja 7.

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257

Cabe destacar que en este nuevo contexto, para los vecinos de los pueblos,

convertidos en ejidatarios, las ex – haciendas cobraron otro sentido al convertirse

en centros desfibradores dedicados a raspar el henequén de sus ejidos. Para 1937

existían cerca de 84 plantas desfibradoras que maquilaban el henequén ejidal que

previamente habían acordado con los ejidatarios, representados por sus

autoridades ejidales y acreditados por el Banco Nacional de Crédito Ejidal. El

siguiente caso nos muestra claramente el tenor de los acuerdos a los que llegaron

los pobladores de la antigua hacienda Chenché de las Torres, es decir, ex–peones

de la mencionada finca, y los ejidatarios de Temax y Tepakán con el propietario de

dicha hacienda para el uso de los equipos industriales.

Tras la afectación, la antigua hacienda henequenera Chenché de las Torres

se‖transformó‖en‖“La‖industrializadora‖de‖henequén,‖Sociedad‖Anónima”,‖empresa‖

agrícola comercial dedicada a maquilar fibra de henequén de La industrializadora

y‖los‖ejidos;‖y‖su‖propietario‖se‖convirtió‖en‖su‖“gerente”.‖En‖septiembre‖de‖1937‖

los antiguos trabajadores de esta finca, que aún residían en ella celebraron con el

gerente de La industrializadora un convenio para maquilar las hojas de henequén

que les había otorgado el ingeniero encargado de medir y repartir los planteles. El

empresario agricultor accedió a arrendarles la máquina raspadora por el pago de

1.40 el millar de pencas, 40 centavos por aceite y grasa y de cinco a tres pesos por

cada tarea de leña utilizada. La fibra producida sería despachada y otorgada en

consignación a Henequeneros de Yucatán por el gerente de La industrializadora.

Del total del importe producido, se tomarían todos los gastos señalados en el

contrato y el saldo se le entregaría a la persona que designarían los propios

ejidatarios. En el contrato también se estipuló que los antiguos peones podían

adquirir el maíz que existiera en la finca a un costo de nueve pesos “la carga y sin

Page 279: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

258

envase”. Los comisionados del comisario ejidal y el consejo de vigilancia de los

“acasillados‖ de‖ las‖ torres”‖ firmaron‖ el‖ acuerdo‖ y‖ no‖ dejaron‖ de‖ manifestar‖ que‖

“agradecen‖ las‖ facilidades‖ y‖ est{n‖ de‖ acuerdo‖ con‖ las‖ concesiones‖ de‖ Lorenzo‖

Manzanilla”. 98

Los vecinos de los pueblos de Temax y Tepakán recibieron sus ejidos con

planteles de Chenche de las Torres. Dichos ejidatarios también acordaron con el

gerente de La industrializadora de henequén, S.A. el uso de los equipos

industriales. Sin embargo, a diferencia de los ex peones y ex trabajadores de la

antigua finca, los ejidatarios de Temax y Tepakán tardaron un poco más en acordar

y negociar los términos del contrato. En el mes de septiembre de 1937 los

ejidatarios de Temax desfibraron sus hojas de henequén en las máquinas de La

industrializadora en circunstancias que desconocemos. Al mes siguiente, en

octubre de 1937, el presidente del comisariado ejidal de Temax, Alberto Chin, le

comunicó al gerente que‖no‖les‖era‖“posible‖continuar‖trabajando‖de‖acuerdo‖con‖

dicho‖contrato,‖por‖no‖convenirle‖a‖los‖intereses‖del‖ejido”‖y‖le‖solicitaba‖renegociar

los costos del arrendamiento. Lorenzo Manzanilla, gerente‖ de‖ “La‖

industrializadora‖ de‖ henequén,‖ S.A.”, accedió a la petición y le propuso a los

ejidatarios firmar otro contrato a razón de dos pesos y sesenta centavos el millar y

mantener‖ las‖ “mismas‖ condiciones‖ que‖ acostumbramos”.‖ Sin‖ embargo,‖ la‖

propuesta de Manzanilla no convenció a los ejidatarios, quienes le hicieron una

oferta por la vía del jefe de zona, Carlos Góngora, en la que se mostraron

dispuestos a pagar la cantidad de dos pesos y veinticinco centavos por cada cien

mil hojas de henequén que desfibraran o bien la cantidad de 40 pesos por el

alquiler de la maquinaria y demás implementos por la misma cantidad de hojas. El 98Acuerdo para que los acasillados de Chenché de las Torres utilicen la planta desfibradora (1937), en PROHISPEN, Archivo de Chenché de las Torres, libro 1.

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259

gerente de La industrializadora propuso entonces comprar todas las pencas que

produjeran el ejido de Temax. También pidió a Carlos Góngora que lo ayudase a

convencer al jefe de zona de Izamal para que los vecinos de Tepakán le vendieran

también sus pencas. El gerente de La industrializadora consideraba conveniente su

propuesta porque‖“los‖ejidatarios‖no‖podr{n‖caminar‖diariamente‖ las‖cinco‖o‖seis‖

leguas que necesitarían andar para ir a hacer ese trabajo y seguramente preferirían

recibir‖ su‖ dinero‖ sin‖ ese‖ esfuerzo”.‖Manzanilla‖ Arce‖ explicó‖ que‖ esta‖ propuesta‖

también convenía a los vecinos de Temax porque realizarían todo el trabajo de

corte de pencas correspondientes a los ejidos de Tepakán y también de los

henequenales que le habían quedado a la pequeña propiedad. Sin embargo, el jefe

de la zona, Carlos Góngora, no aceptó la propuesta y únicamente dijo que estaría

interesando en pagar dos pesos y veinticinco centavos por cada cien mil hojas de

henequén o 40.00 por el alquiler de la maquinaria.99

Unos días después, en noviembre de 1937 los ejidatarios de los pueblos de

Temax‖y‖Tepak{n‖y‖“La‖industrializadora‖de‖henequén,‖S.A.”‖firmaron‖un‖contrato‖

para convenir la forma en que se llevaría a cabo la raspa de henequén, por lo

menos, durante un año. En dicho contrato se acordó que La industrializadora se

encargaría de la raspa de henequén. Los ejidatarios se comprometían a dejar las

pencas debidamente cortadas y atadas en paquetes de cincuentas hojas en el borde

las vías de comunicación o tranvías para que los trabajadores de La

industrializadora trasladaran, rasparan, desfibraran, secaran y prensaran las pacas

de aproximadamente doscientos kilogramos, las cuales depositarían en las bodegas

de la‖ estación‖de‖“Las‖Torres‖de‖Peón”.‖Por‖ este‖ trabajo‖ los‖ ejidatarios‖quedaron‖

obligados a pagar dos pesos y veinticinco centavos por cada millar de pencas que 99Correspondencia sostenida entre Lorenzo Manzanilla y autoridades agrarias de Temax (1937), en PROHISPEN, Archivo de Chenché de las Torres, libro 1.

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260

se elaboraran, debiéndose dar semanalmente en la ciudad de Mérida. También se

comprometieron a vender a La industrializadora toda la leña posible que

recolectasen de los montes sin que se fijara un precio por ella. Los ejidatarios

podrían guardar las pacas de henequén en los almacenes de Chenché por una

semana, pasado este término, los derechos de almacén quedaba a favor de La

industrializadora conforme a la tarifa acordada con los ejidatarios. La

industrializadora se deslindaba de toda responsabilidad derivadas de la venta,

corte o explotación de las pencas toda vez que no intervenían en trabajos de

explotación‖de‖ los‖ planteles‖ de‖ henequén‖de‖ “Los‖ ejidatarios”;‖ éstos,‖ en‖ cambio,‖

podían contratar a un representante que vigilara la calidad de la raspa. Por último

se acordó que los precios fijados podrían variar de acuerdo con los jornales de los

trabajadores que se emplearían. De modo que podían disminuir o elevarse los

precios de la elaboración en la misma cantidad que variaban los mismos jornales.

Finalmente, el convenio fue firmado por las autoridades ejidales de los pueblos de

Tepakán y Temax, autoridades agrarias y los gerentes del Banco Nacional de

Crédito Ejidal y de La industrializadora, respectivamente.100

Los acuerdos de este tipo permitieron a los ejidatarios y ex-hacendados

resolver el frente más adverso que enfrentaba la población rural y la agroindustria

desde que inició la década de los treinta: la falta de trabajo propiciada por la caída

de las exportaciones y la desestructuración de las antiguas haciendas

henequeneras. Dichos acuerdos, sea para utilizar las máquinas o para acordar la

distribución del trabajo, nos muestra cómo en el ámbito cotidiano los vecinos de

los pueblos y antiguos trabajadores que residían en las ex-haciendas junto con los

100Contrato‖ que‖ se‖ celebra‖ entre‖ los‖ suscritos,‖ “La‖ industrializadora”‖ y‖ los‖ejidatarios‖de‖Tepak{n‖y‖Temax”‖(1937),‖en‖PROHISPEN,‖Archivo‖de‖Chenché‖de‖las Torres, libro 1.

Page 282: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

261

propietarios de las fincas lograron acordar y diseñar lógicas productivas

emergentes durante los delicados años en que se transitó de un régimen agrario a

otro. Dicho de otro modo, la negociación entre la población rural y los dueños de

las fincas fue fundamental en estos años para remediar los problemas o

dificultades que no estaban previstos en la ley o bien se encontraba en vías de

solucionarse.

El tres de agosto de 1937 el presidente Lázaro Cárdenas llegó a Yucatán para

la entrega formal de los ejidos henequeneros y anunciar la forma en que

funcionaría la nueva estructura. Cárdenas expidió dos acuerdos, el primero el 8 de

agosto, en el que explicó el método del reparto en el que destaca: la forma colectiva

de explotación de los ejidos y la conservación de la unidad agrícola e industrial;

también se refirió a las acciones coordinadas a las quedarían sujetas los gobiernos

federal y estatal tanto en la fase productiva como en la comercialización de la fibra;

y anunció la forma en que las distintas secretarías de estado apoyarían a la

agroindustria: a saber la Secretaría de Agricultura y Fomento, la Secretaría de

Comunicaciones, la Secretaría de Educación Pública y la Secretaría de Hacienda y

Crédito Público; así como el Departamento Agrario, encargado de cubrir las

necesidades sociales de los campesinos y el Departamento de Salubridad Pública.

Diez días después, el 18 de agosto, el presidente Cárdenas dictó el segundo

acuerdo en el que especificó la forma en que operaría la Agencia del Banco

Nacional de Crédito Ejidal y la sociedad cooperativa Henequeneros de Yucatán,

responsables del funcionamiento y comercialización del agave, respectivamente.101

En ese año de 1937 se habían formado 277 ejidos con 95 569 hectáreas de henequén,

de las cuales aproximadamente 80 000 estaban en explotación; y la agencia del

101Betancourt Pérez, Revoluciones y crisis, 94-108.

Page 283: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

262

Banco Nacional de Crédito Ejidal se encargó de la organización de unas 247

sociedades de crédito ejidal.102 De este modo, los vecinos de los pueblos y las fincas

continuaron vinculados al cultivo e industria del henequén, pero no como

jornaleros eventuales o fijos ni peones sino como ejidatarios asociados a la

estructura agraria nacional, e integrados a la dinámica política del Estado

Mexicano.

102Betancourt Pérez, Revoluciones y crisis, 70.

Page 284: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

CONCLUSIONES

La presente investigación ofrece una dimensión social de la historia agraria del

noroeste yucateco, al privilegiar la percepción, la respuesta y la participación de la

población que residía en los pueblos y en las haciendas frente a la privatización de

la tierra, el desarrollo de la agroindustria henequenera y el reparto agrario,

fenómenos que tuvieron lugar entre 1870 y 1937.

Dos ejes vertebraron el estudio de los procesos agrarios de fines del siglo XIX

y principios del XX: el monte, como se le denomina a la selva baja de Yucatán, y la

industria henequenera. En esta tesis aborda la historia agraria de Yucatán desde

una perspectiva por demás novedosa al presentar el recurso forestal como recurso

agrario, por contener los elementos fértiles necesarios para la agricultura y como

proveedor de infinidad de productos necesarios para la vida diaria de las personas.

El acceso, desplazamiento y uso de los montes estaba organizado y regulado por

vínculos de parentesco. En tal sentido, los recursos agrarios eran usufructuados

por los grupos familiares, quienes de generación en generación cultivaban,

recolectaban frutos silvestres, recogían leña y cazaban en los mismos montes,

denominados rumbo familiar. Con esta propuesta se sugiere que los recursos

agrarios estaban en manos de corporaciones pequeñas como son los grupos de

parentesco o familias extensas.

Con esta perspectiva nos acercamos a la comprensión del impacto del

proceso privatizador del siglo XIX en la población que residía en los pueblos y su

participación, junto a la población de las haciendas, en el reparto agrario realizado

en la década de 1920. Con respecto al primer tema, una conclusión importante es

que los milperos experimentaron la pérdida de sus rumbos familiares. Dicho con

otras palabras, el proceso privatizador avanzó sobre los montes que usufructuaba

Page 285: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

264

un determinado grupo de parentesco, de generación en generación. En la primera

mitad del siglo XIX, los grupos familiares contaron con la ayuda de sus autoridades

municipales e indígenas, quienes lograron sortear, evadir o dificultar el proceso

privatizador. Sin embargo, en la segunda mitad, la situación fue distinta. Las

repúblicas indígenas desaparecieron definitivamente en 1868 y las autoridades

municipales perdieron capacidad jurídica para litigar. En tal sentido, los grupos

familiares emprendieron, solos, la defensa de sus montes. No fue tarea sencilla, en

primer lugar porque las formas tradicionales de súplica y petición a sus

autoridades locales y federales que habían utilizado en la primera mitad del siglo

XIX con resultados eficaces ya no era admitido. En su lugar, se habían instaurado

los procedimientos judiciales como única vía posible para oponerse a las

intenciones de los particulares. Los milperos reaccionaron de distinto modo, por lo

regular se resistían o se negaban a emprender un juicio de oposición; sin embargo,

siempre que las posibilidades económicas del grupo familiar lo permitieron,

contrataron representantes legales para que emprendiesen juicios de oposición o

llevasen a efecto otros procedimientos legales para evitar la pérdida de sus rumbos

u obtener la titularidad de sus montes.

La medición de los ejidos en el siglo XIX como espacios agrarios de los

pueblos estuvo vinculado al proceso privatizador. Para los gobiernos liberales la

forma itinerante de ocupar los montes constituyó un obstáculo para la

privatización de los baldíos. Por lo que desde 1841 hasta finalizar el siglo XIX, los

gobiernos locales impulsaban la delimitación de los ejidos de los pueblos para

circunscribir las actividades agrícolas de los milperos. Con esta medida, se

pretendía que las milpas y otros tipos de asentamiento indígena dejaran de retrasar

la venta de los montes, considerados baldíos por la legislación liberal. Fue difícil

Page 286: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

265

lograr que los pueblos delimitaran sus ejidos; sin embargo, sirvió para que los

agrimensores determinar si el terreno denunciado por un particular era baldío o

ejido. De este modo, el proceso privatizador encontró un camino más llano.

Con respecto al segundo tema, atender la importancia del monte como

espacio agrícola nos permitió entender la percepción y a la respuesta de la

población que residía en los pueblos y las haciendas henequeneras ante el reparto

agrario en la década de 1920. En esa ocasión, los gobiernos federales y locales

llevaron a cabo un reparto agrario que se caracterizó por no interrumpir ni

perjudicar la agroindustria de exportación, de manera que a las haciendas les

fueron afectadas sus “tierras incultas”, es decir, las tierras que no estaban

cultivadas con henequén para formar los ejidos de los pueblos. Dichas tierras

incultas no eran más que los montes de las haciendas. Estos montes privados

formaban parte de la lógica productiva de la hacienda y su acceso estaba

restringido a los trabajadores de las fincas o a los arrendatarios. De modo que su

afectación tenía implicaciones sociales importantes, por un lado a los peones se les

despojaba de sus recursos agrarios en tanto que para los milperos de los pueblos

significaba la dotación de sus ejidos significaba recibir los montes a los que muy

probablemente no tenían acceso si no eran trabajadores de las fincas o no pagaban

un arrendamiento. En este contexto, la oposición y la resistencia de los peones y

trabajadores de las fincas no se hizo esperar, por lo que este momento del reparto

agrario se caracterizó por la disputa entre quienes deseaban acceder los montes y

quienes se resistían a perderlos.

La agroindustria henequenera fue el segundo eje que vertebró el estudio de

las transformaciones en la población rural en el último cuarto del siglo XIX y el

reparto agrario de la década de 1930. La vinculación de la población rural a las

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266

haciendas dio como resultado una sociedad agraria compleja formada por peones

de las haciendas, jornaleros de los pueblos, trabajadores fijos, eventuales o

arrendatarios de montes, y propició cambios profundos en su forma de vida al

depender más del trabajo remunerado en las haciendas que de la agricultura

tradicional. Sin embargo, contrario a lo sugerido, el cultivo de la milpa no

desapareció, aunque sí sufrió cambios notables. En primer lugar, el tiempo para

cultivarla se ajustó a los tiempos del cultivo y la producción henequenera. El

trabajador iba al monte en sus días libres, o bien previo permiso del administrador

de las fincas. En segundo lugar, los espacios agrícolas también se modificaron,

pues los milperos comenzaron a cultivar en los montes de las fincas. El acceso a

dichos recursos forestales formaba parte de las prerrogativas que recibían los

peones de las fincas y los jornaleros de los pueblos. Estos últimos, dado que tenían

el tiempo restringido para sus milpas, les resultaba más factible cultivar en los

montes privados que alejarse de sus pueblos para cultivar en sus antiguos rumbos

familiares. Como resultado de estas restricciones, la producción de maíz

disminuyó y fue necesario importar el grano de otras partes de México o del

extranjero.

Otros cambios que experimentó la población del noroeste en el último

cuarto del siglo XIX fueron el trabajo organizado en las haciendas, las distintas

condiciones laborales en cada una de ellas y en su distribución espacial. Entre 1900

y 1910 la mayor parte de la población rural residía en las haciendas, lo que nos

permite comprender que la gran mayoría de los trabajadores de la agroindustria se

encontraban en calidad de peones que residían en las fincas. En este punto,

alejados de las interpretaciones que han valorado las medidas coercitivas y el

sistema de endeudamiento que los forzaba a permanecer en las haciendas,

Page 288: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

267

consideramos que los peones formaba parte de la compleja sociedad agraria a la

que nos hemos referido, y que poseían condiciones de vida más seguras frente a

los demás tipos de trabajadores de las haciendas.

Al comenzar el siglo XX, la población rural del noroeste yucateco, peones y

vecinos de los pueblos, permanecía vinculada a las haciendas. Recibía un salario,

cultivaba en los montes privados y en épocas de escasez o sequías, compraban

maíz a bajo precio en la tienda de las haciendas. Desde nuestro punto de vista esta

continuidad en la forma de vida de la población vinculada a la agroindustria

henequenera es el fenómeno que enlazan los procesos agrarios de los siglos XIX y

XX. Después de que la Primera Guerra Mundial concluyera en 1918, la

agroindustria enfrentó un continuo deterioro debido a un mercado de fibras más

competido. Aún así, las exportaciones mantenían su importancia y preponderancia

en la economía local. Es en este contexto, el reparto agrario de los veintes no

violento la estructura agraria henequenera y las haciendas se mantuvieron intactas

al igual que su organización productiva.

Los cambios comenzaron en la década de 1930. Primero, la crisis de 1929

propició la caída dramática de las exportaciones de fibra, y la población de los

pueblos y las haciendas del noroeste henequenero inmediatamente la resintieron

mediante la falta de pago, los despidos masivos y el trabajo escaso. Segundo, en

1934 el gobierno federal expidió el código agrario que proponía una reforma

agraria por demás radical al afectar a los planteles de henequén para formar los

ejidos. De esta manera, las antiguas haciendas henequeneras como unidades

productivas que caracterizaba la estructura agraria y social llegaban a su final. En

esta coyuntura, la población del noroeste yucateco percibió y participó en el

reparto agrario de acuerdo a las condiciones de vida que mantenían antes y aún

Page 289: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

268

durante la crisis. Por un lado, los peones de las fincas se opusieron a la afectación

de las haciendas y se negaban rotundamente a ser incluidos en los censos agrarios

porque con su desaparición de inmediato vendría la extinción de sus condiciones y

de sus antiguas prerrogativas. Los que residían en los pueblos, muchos de ellos

desempleados y despedidos de las fincas, vieron en el reparto de henequén la vía

para acceder al trabajo remunerado.

Un aspecto relevante de la participación de la población en el reparto

agrario es que no se distinguió por intentar recuperar los montes perdidos en el

siglo XIX, sino a continuar ligados al trabajo remunerado del henequén. Lo anterior

no quiere decir que la costumbre de desplazarse por el monte a cultivar, recolectar

leña y cazar haya desaparecido. Por el contrario, en la década de 1930 la gente que

residía en los pueblos y en las haciendas sorteó el desempleo y los bajos salarios

con sus milpas. El testimonio de don Eleuterio Pat vecino de la hacienda Pixyah es

elocuente. Entrevistado en la década de 1980 a la edad de 66 años, explicó que

desde niño trabajó junto a su padre, antiguo peón de la finca, en los planteles de

henequén, pero “le tocó una época difícil de franca decadencia de la hacienda”.

Como no había trabajo, él y su familia se dedicó “de manera más intensa a la

milpa”. En 1937 don Eleuterio quedó incluido en la sociedad de crédito ejidal,

cuando tenía 19 años de edad. En otro caso, don José Marcos Yam vecino del

pueblo de Chocholá trabajaba como jornalero eventual en San Antonio Chablé y

en algunas otras haciendas circunvecinas a Chocholá. Esta actividad la alternaba

con el cultivo de la milpa y la elaboración de carbón. Cuando se realizó el reparto

henequenero en 1937 él y su hijo de Hermenigildo de 17 años ingresaron a la

sociedad de crédito ejidal.1 El monte y la milpa no desaparecieron del noroeste

1Baños, Ejidos sin campesinos, 201-206.

Page 290: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

269

henequenero. El milpero que comenzó a trabajar en la hacienda nunca dejó de

serlo, lo que cambio fueron las condiciones de tiempo y espacio para cultivar las

milpas, y las posibilidades de vivir únicamente de ella. El día de hoy aún se alterna

la milpa con otra actividad. Don Filiberto Cocom Bacab tiene 64 y vive en

Xmatkuil, ex–hacienda henequenera y comisaría de Mérida. En la década de 1960

don Filiberto trabajó cortando y sembrando henequén en Xmatkuil y cuando

quemaban el monte para cultivar el agave también quemaba monte para su milpa.

Actualmente don Filiberto combina su trabajo de intendente de una secundaria con

el cultivo de la milpa en San Esperanza y San Liborio, antiguos planteles de

henequén, ahora cubiertos por el monte.

Page 291: CENTRO DE ESTUDIOS HISTÓRICOS

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