caso tuskegee y la unidad 731

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U N I V E R S I D A D D E SAN MARTÌN DE PORRES FACULTAD DE MEDICINA HUMANA Curso: Ética y Deontología Humana Temas: Caso Tuskegee Unidad 731 Docente: Dr. Alfredo Benavides Integrantes: Rosalia Vílchez Ruidías

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Page 1: Caso Tuskegee y La Unidad 731

U N I V E R S I D A D D ESAN MARTÌN DE PORRES

FACULTAD DE MEDICINA HUMANA

Curso:Ética y Deontología Humana

Temas: Caso Tuskegee Unidad 731

Docente: Dr. Alfredo Benavides

Integrantes: Rosalia Vílchez Ruidías

Grupo:07A

CHICLAYO-PERÙ2008

Page 2: Caso Tuskegee y La Unidad 731

CASO TUSKEGEE Y UNIDAD 731CASO TUSKEGEE Y UNIDAD 731

CASO TUSKEGEECASO TUSKEGEE.....................................................................................3

HISTORIA....................................................................................................3CASO..........................................................................................................8

LA TERRIBLE UNIDAD 731 JAPONESALA TERRIBLE UNIDAD 731 JAPONESA............................................10

EXPERIMENTOS REALIZADOS POR LA UNIDAD 731..................................15

CONCLUSIONES.....................................................................................19

FUENTES DE INFORMACIÒN.............................................................21

FUENTES HEMEROGRÁFICAS....................................................................21Fuentes Electrónicas................................................................................21

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Page 3: Caso Tuskegee y La Unidad 731

CASO TUSKEGEECASO TUSKEGEE

Historia

En 1932 el PHS (Servicio Público de Salud) de los Estados Unidos decide

llevar a cabo un estudio sobre la evolución de la sífilis en la población negra de

Tuskegee, en el Condado de Macon (Alabama). Financiado con fondos

federales se planteó como un estudio de casos y controles. Para ello fueron

seleccionados unos cuatrocientos varones negros sifilíticos (de ahí lo de

“claramente racista”), y otro grupo similar de doscientos no sifilíticos pobres y

casi analfabetos sirvió de control. Su objetivo era comparar la salud y

longevidad de la población sifilítica no tratada con el grupo control.

La gran vergüenza: planificación de la

continuidad del estudio para ver la

evolución de la sífilis sin tratamiento en

la población negra

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Page 4: Caso Tuskegee y La Unidad 731

A los sujetos seleccionados para el

estudio se les ofrecieron algunas

ventajas materiales, incluso sanitarias,

pero que en ningún caso incluían el

tratamiento de la sífilis. También se les

ofreció una comida caliente por día y

cincuenta dólares en caso de muerte

para solventar los gastos de su funeral.

Ante un entierro: los negros eran

inhumados envueltos en un saco y la

primera indemnización que recibían los

pacientes tenía como fin poder

costearse un ataúd. Para muchos esta

era la mayor cantidad de dinero que

habían recibido en su vida.

Además no se les informó de la naturaleza de su enfermedad y sólo se les dijo

que tenían mala sangre (Bad Blood). Para explicar cómo se llegó a esta

situación, el médico blanco que dirigía el ensayo utilizaba una terminología

científica totalmente incomprensible para los sujetos.

El grupo de estudio fue formado

como parte de la sección para

enfermedades venéreas del

servicio de salud publica de los

Estados Unidos (PHS). El inicio del

estudio Tuskegee se le atribuye

comúnmente a Taliaferro Clark. Su

propósito inicial era seguir el

proceso natural de la sífilis sin tratamiento alguno, en un grupo de hombres

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afroamericanos, por 6 a 8 meses, para después continuar el seguimiento en

una fase bajo tratamiento. Mas tarde, Clark accedió a la implementación de

prácticas engañosas sugeridas por otros miembros del estudio. Clark se retiró

del estudio un año después de haber comenzado.

En 1932 Raymond H. Vonderlehr era el director del experimento de Tuskegee.

Personalmente realizó varios de los primeros exámenes físicos y

procedimientos médicos. Vonderlehr desarrolló las políticas que moldearon la

siguiente fase del proyecto. Fue él quien decidió obtener el “consentimiento” de

los sujetos para la realización de punciones lumbares, en busca de signos de

neurosífilis, promocionando las pruebas diagnósticas como un “tratamiento

gratuito especial”. Vonderlehr se retiro como director de la Sección de

Enfermedades Venéreas en 1943.

Jean R. Heller fue asistente de

Vonderlehr y lo sustituyó como

Director de la Sección de

Enfermedades Venéreas del

PHS. La dirección del

experimento por Heller coincidió

con la introducción de la

penicilina en otras clínicas de la

PHS como tratamiento de rutina

para la sífilis, así como con la formulación del Código de Nuremberg, con el

cual se buscaba proteger los derechos de los sujetos de investigación. El

estudio fue expuesto a la opinión pública en 1972; Heller defendió los principios

éticos del experimento hasta el final.

En los años treinta la comunidad científica tenía cierta confianza en el

tratamiento de la sífilis si bien no se disponía de una terapia específica

verdaderamente eficaz. Sin embargo, ya en 1936 se comprobó que las

complicaciones eran mucho más frecuentes en los infectados que en el grupo

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control, y diez años después resultó claro que el número de muertes era dos

veces superior en los sifilíticos.

Ya en 1947 la penicilina se había convertido en el tratamiento estándar para la

sífilis. Antes de su descubrimiento, la sífilis frecuentemente conducía al

desarrollo de una enfermedad multisistémica, crónica, dolorosa y fatal. En lugar

de tratar a los sujetos sifilíticos con penicilina y cancelar el estudio, los

científicos de Tuskegee se negaron a usar penicilina o a proporcionar

información sobre la misma, con el objetivo de continuar el estudio acerca de

cómo la enfermedad progresa y mata al paciente. Incluso se elaboró una lista

con los nombres de los sujetos sifilíticos para evitar que les sea administrada

(penicilina) por personal sanitario ajeno al ensayo. Los participantes también

fueron persuadidos de entrar a otros programas de tratamiento que estaban

disponibles para otras personas en el área.

Los que recibieron tratamiento antes de 1972 fue

por médicos que no estaban relacionados con el

estudio. La investigación continuó sin cambios

sustanciales y se publicaron trece artículos en

revistas médicas hasta que, el 27 de Julio de

1972 apareció un artículo en el periódico

Washington Star condenando este caso. El

artículo fue escrito por Jean Heller en respuesta

a una carta enviada por Peter Buxtun. La noticia

salió en la primera página del New York Times al día siguiente, momento en el

que comenzó el escándalo y cesó el experimento. La justificación que dieron

los investigadores fue que no hacían más que observar el curso natural de la

enfermedad.

Para el final del estudio, sólo setenta y cuatro de los sujetos de

experimentación continuaban con vida. Veintiocho de los hombres habían

muerto directamente a causa de la sífilis; cien murieron por complicaciones

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derivadas de ella; cuarenta esposas de los sujetos de experimentación fueron

infectadas; diecinueve niños nacieron aquejados de sífilis congénita. Los

supervivientes recibieron tratamiento y una indemnización del gobierno que

también percibieron los familiares de los fallecidos. Ninguno de los

investigadores fue sancionado.

El estudio Tuskegee es

frecuentemente citado como uno

de los más grandes

incumplimientos de ética y

confianza entre el médico y sus

pacientes. Además de que condujo

a la elaboración del reporte

Belmont y al establecimiento del Consejo Nacional para la Investigación

Humana y los consejos Institucionales de Revisión de Protocolos de

Investigación.

El 16 de mayo de 1997 el entonces presidente de los Estados Unidos, Bill

Clinton, pedía disculpas a los ocho sobrevivientes del Experimento Tuskegee:

“El gobierno de los Estados Unidos hizo algo incorrecto –profunda y

moralmente incorrecto. Fue una atrocidad hacia nuestro compromiso con la

integridad y la igualdad para todos nuestros ciudadanos… claramente racista.”

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Page 8: Caso Tuskegee y La Unidad 731

Caso

Una enfermera que colaboró en el estudio, hizo su declaración ante la comisión

del Senado que investigó el caso.

La señorita Evers, enfermera de raza negra, intentó justificar el estudio por las

ventajas que aportó a la población negra de Tuskegee: por primera vez el

gobierno estadounidense se preocupaba por los negros y ofrecía asistencia

médica gratuita. Para ella lo más importante era que se percibiera esta

preocupación por la gente de color.

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Page 9: Caso Tuskegee y La Unidad 731

Ella mostró una conducta

ambivalente. Por un lado percibió

las ventajas, ante todo sociales

frente a la cuestión racial y, en su

afán porque prosiga el

experimento, llegó incluso a

trastocar el concepto de secreto

profesional que, lógicamente,

debería referirse a la

preservación de la intimidad de los pacientes y, en cambio, consideró un deber

moral guardar secreto sobre el engaño a que están sometidos.

Pero por otro lado se dio cuenta del perjuicio que suponía no recibir el

tratamiento y abogó porque se les administre el antibiótico, planteándose

abandonar el programa por problemas de conciencia. Finalmente acabó

robando penicilina con objeto de aplicársela a uno de los sujetos. Es curioso los

esfuerzos que hizo para informarle de la posibilidad de reacciones adversas y

su preocupación porque sea el propio paciente quien tome la decisión de recibir

el tratamiento, a pesar de encontrarse ya en una fase de la enfermedad que

afectaba su capacidad de entendimiento.

Asombrosamente, en su declaración, Evers acabó justificando el experimento

Tuskegee porque perseguía un “bien más amplio”, aunque resaltando que

nunca se habría realizado en una población blanca. Ella también creía haber

vivido un momento histórico y consideraba que los perjuicios ocasionados a los

pacientes podían justificarse por los beneficios obtenidos para la comunidad

negra en general.

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LA TERRIBLE UNIDAD 731 JAPONESALA TERRIBLE UNIDAD 731 JAPONESA

Al terminar la Primera Guerra Mundial en 1918 los médicos de ejército japonés

comenzaron a estudiar los productos químicos y biológicos usados durante los

combates en Europa. El Comandante Terunobu Hasebe fue asignado para

controlar los resultados obtenidos por un equipo de 40 científicos dirigidos por

el doctor Ito. Pronto las observaciones del grupo de expertos demostraron que

se trataban de armas capaces de producir devastaciones masivas en los

ejércitos enemigos, pero para el orgulloso ejército japonés aquello resultó

demasiado deshonorable. Sin embargo, esta actitud cambiaría tras el viaje de

un, entonces, desconocido médico a occidente.

Ishii Shiro se graduó en la Universidad de Kyoto en

1920, e inmediatamente entró en el ejército. En 1924,

volvió a la Universidad de Kyoto para cursar estudios

especializados, casándose con la hija de Torasaburo

Akira presidente de la universidad, doctorándose en

1927. Un año después fue enviado a Europa con el

cargo de agregado militar, viajando durante dos años en

diversas ocasiones a América, familiarizándose con las investigaciones

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Page 11: Caso Tuskegee y La Unidad 731

biológicas de los países Occidentales. A su regreso a Japón se consagró a

promover, investigación y fabricar armas biológicas. Su teoría se basaba en

que la guerra moderna sólo podría ser ganada con el uso de la ciencia y su

capacidad para producir armas de destrucción masiva.

Un hecho fortuito ayudó a implantar las teorías de Ishii. Tras su regreso de

Europa, un tipo de meningitis hizo erupción en Shikoku. Ishii diseñó un filtro de

agua especial que ayudó a parar la expansión de la enfermedad. Su capacidad

como bacteriólogo comenzó a ser famosa, sobre todo en el ejército, donde

presentó la epidemia como una muestra del resultado que podían dar sus

armas científicas.

Las armas biológicas industriales resultaban ideales para su país cuyos

recursos naturales eran muy pobres. En plena carrera armamentística, poco

importó su falta de moralidad, Ishii encontró partidarios poderosos de sus ideas

en el ejército: el Coronel Tetsuzan Nagata, jefe de asuntos militares; el Coronel

Yoriniichi Suzuki, jefe de lST, la sección táctica del Estado Mayor del Ejército

Imperial; el Coronel Ryuiji Kajitsuka jefe de buró médico del ejército; y el

Coronel Chikahiko Koizumi, cirujano jefe del Ejército. El apoyo definitivo vino

de la mano del Ministro del Ejército Sadao Araki líder de la facción

fundamentalista del ejército "proceder imperial".

El 18 de septiembre de 1931, Japón ocupó el todo del nordeste de China. Ishii

y su unidad para investigación bacteriológica se estableció al norte de

Manchuria, en donde el ejército de Kuantung podía mantener un suministro

ilimitado de prisioneros chinos para realizar toda clase de experimentos

humanos.

Al final de agosto, 1932, Ishii llevó un grupo de 10 científicos de la Universidad

Médica del Ejército hacer una gira de Manchuria y regresó con la decisión para

asentar definitivamente su centro de investigaciones en un lugar cerca del rió

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Peiyin a 20 kilómetros sur de Harbin. El centro se inauguró a finales de 1932

bajo el nombre de Unidad de Kamo o Unidad de Togo. Ishii fue promovido a

coronel y recibió un presupuesto de 200.000 yens.

En 1936 se establecieron definitivamente dos

unidades por orden de Emperador Hirohito: una

era la unidad de Ishii bajo el nombre de

"Prevención Epidémica y Sección de purificación de Agua del Ejército de

Kuantung" (el nombre no se cambió a Unidad 731 hasta las 1941), que fue

trasladada a una nueva base en Pingfan a 20 kilómetros al sudoeste de Harbin.

La segunda fue la Unidad de Yujiro Wakamatsu (después cambió a Unidad

100) estableciéndose en Mengchiatun, cerca de Changchun, con el nombre de

“Sección de Prevención de la Enfermedad Veterinaria del Ejército de

Kuantung”. En junio de 1938, la Unidad 731 tuvo lista su base de Pingfang que

ocupaba una área de 32 kilómetros cuadrados ocupada por 3.000 personas

entre científicos y técnicos.

En la campaña del 13 de agosto de 1937, y ante la atenta mirada de las

armadas occidentales, el ejército japonés usó gas venenoso contra las tropas

chinas. Antes de entrar en guerra contra los aliados Japón usó por lo menos en

cinco ocasiones productos de guerra bacteriológica en China, intentando

producir epidemias y plagas: el 4 de octubre de 1940 un avión japonés dejó

caer bacterias en Chuhsien, provincia de Chechiang, causando la muerte de

21 personas; el 29 del mismo mes otro avión japonés lanzó bacterias sobre

Ningpo, igualmente en Chechiang, matando a 99 personas; el 28 de noviembre

del mismo año, los aliados se enteraron de que aviones japoneses habían

dejado caer gérmenes en Chinhua pero no produjeron víctimas; en enero 1941

Japón extendió gérmenes en Suiyuan y Shansi causando erupciones

epidémicas de cierta consideración.

Estados Unidos, ante estos resultados no tomó el programa biológico japonés

en serio, posiblemente porque Japón estaba muy lejos y no podría lanzar un

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ataque masivo contra el continente americano. Los informes de la época,

sorpresivamente, también afirman que los militares estadounidenses creían

que los japoneses serían incapaces de desarrollar sofisticadas armas

biológicas sin la ayuda de “hombres blancos”. En agosto 1942, el periódico

médico Rocky Mountain publicó un largo artículo con el título "Pruebas de

guerra de gérmenes japonesas contra chinos” asombrando a los desprevenidos

americanos.

Entre el gran número de prisioneros japoneses capturados en el Pacífico Sur

se habían localizados a médicos especializados en la guerra de destrucción

masiva. Se averiguó que Japón sólo les había dejado saber lo que les convenía

antes de entrar en guerra. Su programa se encontraba mucho más avanzado

de lo que jamás habían sospechado. Los americanos se enteraron entonces

que Tokio era el centro para la experimentación biológica y por primera vez

surgió el nombre de Ishii Shiro como precursor de la guerra biológica japonesa

con su unidad camuflada como especialistas en prevención epidémica tras la

oficina principal de purificación de agua a Harbin. De pronto, el tamaño de

Unidad 731 y sus bombas de gérmenes y virus resultaron un peligro real.

La enorme distancia que separaba a Japón de Estados

Unidos parecía su protección más segura, pero los

japoneses habían ideado un sistema increíblemente

sencillo y barato de alcanzar el continente enemigo.

Varios sumergibles nipones ya habían lanzado globos con

cargas incendiarias sobre las costas de Estados Unidos y

Canadá. Los aliados los consideraban como un arma

ridícula que no obtenía ningún resultado, sólo producía

pequeños incendios. Aquellos incendios eran observados

desde los sumergibles anotándose el éxito o el fracaso de

alcanzar la costa, de tal modo que Ishii y sus hombres

pudieran calcular la cantidad de globos que se debían

lanzar con armas biológicas para que pese a los fallos su resultado fuera letal.

Los globos “Fugo” resultaron un peligro inesperado.

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Page 14: Caso Tuskegee y La Unidad 731

Sólo una semana después de Japón se rindió, el coronel Sanders se

encontraba entre el primer grupo de americanos que aterrizó en Japón. Su

misión era localizar la máquina de guerra biológica japonesa y al propio Ishii lo

más pronto posible. En los siguientes tres meses, Sanders interrogó a muchos

miembros militares y científicos de Unidad 731, entre ellos a Yoshijiro Umezu,

Jefe del Personal del Ejército de Kuantung, al Comandante en Jefe del Ejército,

el diputado coronel Tomosa Masuda, al especialista Jun'ichi Kaneko, pero no el

propio Ishii que siempre se le escapaba de las manos.

En septiembre de 1945, Sanders descubrió que la Unidad 731 estaba envuelta

en horrorosos experimentos con humanos. Informado el general MacArthur de

las increíbles torturas y suplicios por los que habían pasado, no sólo los presos

chinos, sino los propios americanos contestó: "Necesitamos más evidencias.

Simplemente no podemos actuar sin más. Siga yendo. Haga más preguntas. Y

quédese callado sobre todo esto".

Sanders estuvo sólo diez semanas en Japón pues comenzó a sentirse

enfermo. Se trataba de una tuberculosis que tardó en curar dos años. La

segunda fase de investigación fue realizada por el teniente coronel Arvo T.

Thompson, un veterinario.

Cuando Coronel Thompson llegó a Japón, el Tribunal Militar Internacional para

el Este Lejano apenas había comenzado sus juicios sobre los criminales de

guerra japoneses. Por fin fue localizado Ishii Shiro. Intentando ocultarlo a los

soviéticos se le declaró muerto, se publicó la noticia en los periódicos y se

simuló un entierro en su pueblo natal. El interrogatorio de Ishii duró desde 17

de enero al 25 de febrero de 1946.

Ishii cambió sus conocimientos no sólo por su indulto y el de sus hombres;

también por que fuera borrado por completo su historial y pudiera llevar una

vida normal. Shiro Ishii tras su estancia en Estados Unidos volvió al Japón

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Page 15: Caso Tuskegee y La Unidad 731

recibiendo los máximos honores. Murió en 1959 de un cáncer en la garganta

tras haber sido gobernador de Tokio, presidente de la Asociación Médica y del

Comité Olímpico del Japón en la posguerra.

Aquella protección a unos científicos que causaron el sufrimiento y el dolor sin

el menor remordimiento repelió a muchos de los americanos que intervinieron

en su protección y ocultamiento. El coronel Thompson terminó suicidándose y

el general McArthur se manifestó en contra de aquella actuación de su

gobierno y fue retirado de la misión por petición propia.

Experimentos con seres humanos

similares a los realizados por el

grupo de Ishii, se habían condenado

como crímenes de guerra por el

Tribunal Militar Internacional en el

juicio contra los criminales de guerra

nazis, comenzado en Nuremberg el

30 de septiembre de 1946. Sin

embargo, el gobierno de Estados Unidos perdonó a los científicos japoneses a

cambio de sus secretos en la guerra bacteriológica amparándose en la excusa

de que se aproximaba un posible enfrentamiento con la Unión Soviética.

Experimentos realizados por la unidad 731

Disección de personas vivas para experimentos de laboratorio y en

ocasiones asesinados simplemente para documentar la muerte. El número

de personas utilizado para este fin iba de las 400 a las 600 cada año.

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Page 16: Caso Tuskegee y La Unidad 731

Médico japonés examina las vísceras de un prisionero atado y sin anestesiar.

A partir de la segunda mitad de 1940, las tropas agresoras japonesas

empezaron el uso a gran escala de armas bacteriológicas, y

desencadenaron todo tipo de enfermedades infecciosas como el cólera, el

tifus, la pestilencia, ántrax, difteria y bacteria de la disentería.

Congelaban a los prisioneros y los sometían a técnicas de deshidratación

severas y documentaban la agonía.

Los prisioneros chinos recibían el nombre de marutas (madera para quemar). En esta imagen sus cuerpos

congelados esperan ser analizados.

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Page 17: Caso Tuskegee y La Unidad 731

Los exponían a bombas para aprender a curar a los heridos japoneses.

Bombardearon poblados y ciudades chinas con pulgas infectadas y dieron a

los niños golosinas con ántrax. Después entraban para comprobar los

daños a la población y se llevaban enfermos todavía vivos para abrirlos y

perfeccionar el arma.

Contaminaron las fuentes de agua.

Algunos de los experimentos llevados a cabo allí incluían inyectar a los

sujetos con bacterias causantes de la peste bubónica producidas en

moscas infectadas, para luego registrar la evolución de la enfermedad e

incluso disecarlos en estado consciente.

Prisioneros dejados a merced de las ratas para

comprobar su capacidad de contaminación

Los japoneses no dejaron nada sin probar: hongos, fiebre amarilla,

tularemia, hepatitis, gangrena gaseosa, tétano, cólera, disentería, fiebre

escarlata, ántrax, muermo, encefalitis de las garrapatas, fiebre hemorrágica,

difteria, neumonía, meningitis cerebroespinal, enfermedades venéreas,

peste bubónica, tifus, tuberculosis y otras endémicas de China y Manchuria.

Realizaron pruebas con cianuro, arsénico, heroína, con veneno de

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serpientes y de pez erizo. En este programa murieron más de 10.000

personas.

Una mujer embarazada es descuartizada para analizar los efectos de los productos en ella y el feto.

Algunos murieron como consecuencia de las investigaciones. Otros fueron

ejecutados cuando quedaron tan débiles que no podían continuar en la

Unidad 731 y en otros tantos puntos se hicieron tests con insectos, y todo

tipo de gérmenes. Se probaba la resistencia humana al botulismo, ántrax,

brucelosis, cólera, disentería, fiebre hemorrágica, sífilis y también la

resistencia a los rayos X.

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Page 19: Caso Tuskegee y La Unidad 731

Conclusiones

Estos dos casos son un claro ejemplo de aberrantes abusos de sujetos

humanos. Es por eso que en 1974, el Congreso Estadounidense crea una

comisión para abordar el problema de la experimentación con sujetos

humanos, formada, no sólo por científicos, sino también por otros

profesionales: filósofos, juristas, teólogos, sociólogos, etc. Cuatro años más

tarde esta comisión da a conocer sus conclusiones en el llamado Informe

Belmont,

Está claro que en los dos casos tratados se transgreden los Principios

Bioéticos.

o El de beneficencia, ya que no se buscó el mayor bien de los pacientes.

o El de autonomía, al no haber obtenido su consentimiento en base a una

información adecuada y llevando a cabo actuaciones bajo engaño.

o El de justicia, pues no hubo una selección equitativa de los sujetos y se

utilizó una población tan vulnerable como la de negros indigentes,

ofreciéndoles además ciertas ventajas como medio de coacción.

o El de no-maleficencia, el de más categoría moral desde la época

hipocrática, pues no administrar un tratamiento indicado es maleficente y

puede llegar a ser homicidio por omisión.

Es evidente también que en los dos experimentos mencionados no se

tienen en cuenta los siguientes artículos de Nüremberg:

o art. 1º: “Es absolutamente esencial el consentimiento voluntario del

sujeto humano. Esto significa  que la persona implicada debe tener

capacidad legal para dar consentimiento, su situación debe ser tal que

pueda ser capaz de ejercer una elección libre, sin intervención de

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Page 20: Caso Tuskegee y La Unidad 731

cualquier elemento de fraude, engaño, coacción u otra forma de

costreñimiento o coerción; debe tener suficiente conocimiento y

comprensión de los elementos implicados que le capaciten para hacer

una decisión razonada y consciente. Este último elemento requiere que

antes de que el sujeto de experimentación acepte una decisión

afirmativa, debe conocer la naturaleza, duración y fines del experimento,

el método y los medios con los que será realizado; todos los

inconvenientes  y riesgos que pueden ser esperados razonablemente y

los efectos sobre su salud y persona que pueden posiblemente

originarse de su participación en el experimento (…) “

o art. 9º: “Durante el curso del experimento el sujeto humano debe estar

en libertad de interrumpirlo si ha alcanzado un estado físico o mental en

que la continuación del experimento le parezca imposible”.

En el experimento de Tuskegee se llega incluso a trastocar el concepto de

secreto profesional que, lógicamente, debería referirse a la preservación de

la intimidad de los pacientes y, en cambio, considera un deber moral

guardar secreto sobre el engaño a que están sometidos.

El médico, antes que investigador, debe ser el protector de la vida y la salud

de su paciente, y el sujeto que participe en una investigación debe recibir el

mejor tratamiento disponible. Ninguna de estas normas éticas fue aplicada

en los casos estudiados.

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Page 21: Caso Tuskegee y La Unidad 731

FUENTES DE INFORMACIÒN

Fuentes Hemerográficas

Agustín del Cañizo Fernández- Roldán. “El experimento Tuskegee/ Miss

Evers’ Boys (1997). Estudio de la evolución de la sífilis en pacientes negros

no tratados”. Revista Med Cine 1 2005; 12- 16

Fuentes Electrónicas

http://www.sau-net.org/comites/bioetica.htm

www.usal.es/~revistamedicinacine/numero_1/version_espanol/esp_1/

tuske_esp.pdf

http://www.revistacts.net/4/10/015/file

http://laperiferiaeselcentro.blogspot.com/2007/07/el-experimento-

tuskegee.html

sgm.casposidad.com/prensa/u731.htm

www.editorialbitacora.com/armagedon/unidad/unidad.htm

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