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Carta de EstadosUnidos 18 prestigiosos que se otorgan en España a novelas; junto al Nadal, al Planeta y al Gabriel Miró. Fundado por un joven editor, Carlos Barral, poeta y traductor de Rilke, y director de la 'colección Bi- .blioteca Breve, se concedió por primera vez en 1958 a un joven de 21 años, Luis Goytisolo -hermano de Juan Goytiso- 10-, por su novela Las afueras, que ya ha sido traducida a varios idiomas. Al año siguiente, obtuvo el premio otro joven novelista de la nueva ola, Juan García Hortelano, con su novela Nuevas amistades, inserta también, como Las afueras de Luis Goytisolo, en la tenden- cia objetivista que hoy domina en gran parte de los jóvenes novelistas españoles. El premio se dejó desierto en 1960, por no encontrar el jurado suficiente calidad en las novelas presentadas. Hay que te- ner en cuenta, además, que este impor- tante premio se fundó con el propósito públicamente difundido de favorecer el desarrollo de una corriente novelística renovadora en las letras españolas con- temporáneas. Por tanto aquellos nove- listas que presentan obras sujetas a las técnicas narrativas tradicionales, tienen muy poca probabilidad de llevarse el premio. Pero quizá les interese a ustedes saber algo del novelista recientemente premia- do. José Manuel Caballero Bonald es un joven escritor andaluz, nacido en Jerez de la Frontera en 1926. Hasta ahora, era conocido sólo como poeta, autor de cua- tro libros de poemas, el primero apareci- do en 1952 en la colección de poesía "Adonais" con el título Las ad:vinacio- nes, y el último, Las homs muertas, en 1959. Caballero Bonald ha obtenido dos importantes premios poéticos: el premio Boscán en 1958, y el de la Crítica en 1959. Su premio de novela ha sido una sorpresa, pues no había publicado nunca novela ni relato, y sólo poesía, más al- gún libro sobre baile y cante flamenco, tema que domina como buen andaluz. ¿Qué ha pretendido Caballero Bonald con su novela premiada Dos días de sep- tiembre, escrita durante una estancia del autor en Colombia? "Dos días de sep- tiemb¡'e -me dice Caballero Bonald- es una novela testimonial: pretende re- producir con la mayor objetividad posi- ble una determinada situación social y moral de mi país. La acción se desarrolla en un espacio y un ambiente concretos -las industrias del vino en un pueblo andaluz- y en un tiempo igualmente definido: 1960. A lo largo de "dos días de septiembre", y proyectados sobre dos contradictorios planos sociales, unos se- res oponen su absurda manera de vivir a otros seres que luchan por sobrevivir. Creo que este áspero contraste -añade- rige el tono y el ritmo de la novela, en la que he intentado incorporar alguna suerte de moralizadora denuncia." Pero dejemos' los premios literarios para hablar un poco de cine, y lamen- tar el tristísimo estado del cine espafíol, buen negocio económico, pero con re- sultados artísticos lamentables. A la po- breza del cine)1ispánico contri- buye la ferrea censura, pero la censura no lo es todo. Si se exceptúan un par de directores -Bardem, Berlanga- bay falta de talento y de imaginación en las numerosas películas españolas que desfi- lan por las pantallas madrileñas. Se es- peraba mucho elel último film de Ber- langa, Plácido. Berlanga es, con Bardem, ,uno de los pocos directores de talento con que cuenta hoy el cine español, y dejo fuera a Buñuel porque ha dirigido en México casi todos sus films. Pero Plá- c,'do nos ha defraudado. La idea es ex- celente: una sátira de la falsa caridad que hipócritamente propaga el amor a un prójimo que nos tiene, en el fondo, sin cuidado. Bajo el lema "Sentad a un po- bre en vuestra mesa", se desarrolla una campaña de Navidad en un barrio ma- Por Manuel DURÁN La nueva obra teatral de Tennessee W'il- liams, ya próxima a estrenarse en Nueva York, habrá de ser de especial interés para el público mexicano cuando se ra- duzca y presente en México, cosa que no tardará mucho en ocurrir. En efecto: la acción se sitúa en un pequeño hotel de Acapulco. Williams, que con su bigotito pasaría fácilmente por mexicano o sud- americano, ha tratado ya temas hispá- nicos en otras ocasiones, específicamente en su magnífico y caótico Camino Teal. En esta ocasión México ofrece más bien un telón de fondo y ciertos personajes secundarios; los personajes principales son norteamericanos que haQ llegado a México huyendo de su pasado, como el guía de turistas O'Neal, que era anterior- mente pastor protestante en Virginia y debido a su desordenada vida sexual se vio obligado a abandonar su grey, yendo a parar a un hotel de tercera clase en Acapulco. La propietaria del mismo toma la iniciativa al entrever el pasado de O'Neal, precisamente cuando éste se había prometido reformarse. La obra, que conocemos únicamente en su versión primera, en un acto, que se representó hace varios años'en el festival de Spoleto, ha quedado totalmente refundida: es és- ta la cuarta versión, y Williams se ha pasado más de dos aí'íos retocándola. Se titula Night of the iguana, La noche de la iguana. Bette Davis desempefíará en Nueva Yor.k el de la propietaria sensual .Y sm y un joven ac- tor, caSI desconondo todavía, el del ex pastor protestante. El ambiente de la obra, tal como la conocemos, es una mez- cla de sensualidad y crueldad; el título se con .una iguana capturada y henda que los cnados del hotel han ama- a un poste y que simboliza suce- SIvamente al .ministro protestante y a otros personajes, tales como un viejo poeta de 98 afíos y carácter indomable, y varias solteronas pintorescas y arrui- nadas. Pasando a un tema de carácter necro- lógico: la noticia de la muerte del aran humorista James Thurber, acaecida hace pocos días, ha consternado a todos los amantes de la literatura norteamericana. Thurber era único, insustituible, como lo es todo gran artista. Su mezcla de iro- nía, candor y espíritu crítico, junto con un sentido muy desarrollado de lo gro- tesco y lo absurdo, lo había convertido el má.s divertido y, quizá tam- bIen, mas efectIVO de los críticos de la sociedad norteamericana, y también del mundo moderno en general. Era, además, escritor, con un estilo preciso, con lllsospechados giros de lenguaje; co- nocía a fondo el idioma inglés, y emplea- UNIVERSIDAD DE MEXICO drileño, y surge la tragicomedia al morir en pleno festín uno de los pobres invi- tados a una confortable casa burguesa. La sátira es aguda y valiente, pero a los personajes' les falta humanidad, están dibujados como en caricatura, y aunque hay un par de situaciones divertidas, el film no nos convence sino en muy pocos momentos. Lo que pudo ser una gran película; se queda en tímido intento frustrado. ba siempre la palabra exacta. Algunos de sus cuentos han pasado a la categoría de pequefías obras maestras, y dentro de dos o tres siglos, estamos seguros de ello, seguirán leyéndose y siendo admirados y aplaudidos. Sus dibujos, chistes y "carto- nes" son parte misma de la cultura norte- americana de hoy. No queremos insinuar, por otra parte, que Norteamérica se haya quedado sin humoristas. Quizá abunden más hoy en día los buenos humoristas que los bue- nos novelistas. Después de todo, ¿acaso no es éste el país de Mark Twain? Una lista de los principales humoristas in- cluiría, en literatura, a S. J. Perelman, Pe ter De Vries y Patric;k Dennis, trinidad ya bien establecida, a la que hay que afíadir el nombre de Alexander King, autor cuyos libros semi-autobiográficos han alcanzado estos últimos años un nú- mero casi fabuloso de ventas, debido en parte a sus propios méritos, y en parte a la propaganda que le ha hecho Jack Paar en un famoso programa de televi- sión. En cuanto al humorismo de dibu- jos, caricaturas y "cartones", quizá los lectores mexicanos estén tan al corriente como cualquier residente en Estados Uni- dos, ya que esta forma de ingenio cruza las fronteras con gran facilidad. En todo caso los nombres de Vergil Partch, Co- bean, Peter Amo, Charles Addams y so- bre todo' Jules Pfeiffer son bien conoci- dos, o deberían serlo, en México. Un género muy norteamerie-ano es el del humorismo en discos: es decir, la repro- ducción, y gran difusión, a base de discos, de números humorísticos repre- sentados en un cabaret o una sala de espectáculos. A los conocedores del inglés les recomendamos especialmen- te los discos de Mike Nichols y Elaine May, mezcla de fantasía, crítica social, mímica, y crítica del "eterno femenino", de efecto cómico irresistible. En fin: la importancia del humorismo en la cultura y la sociedad norteameri- canas es tal que las obras sobre sociología y sobre historia de Estados Unidos se ven obligadas a tenerlo en cuenta como fac- tor diferencial, y Turner, en su famoso libro sobre el influjo del oeste, de la colonización de las tierras del oeste, so- bre la sociedad y la cultura, dedica todo un capítulo a observar la forma en que el humorismo norteamericano difiere del inglés, y expone su teoría de que fue la vida en los campos de mineros o de leña- dores, vida democrática y algo violenta, la que dio forma al humorismo norte- americano. En todo caso es evidente que el humorismo norteamericano no es exac- tamente ni como el inglés, ni como el mexican-o, ni' como el de otros países que

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Carta de EstadosUnidos

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prestigiosos que se otorgan en Españaa novelas; junto al Nadal, al Planeta yal Gabriel Miró. Fundado por un joveneditor, Carlos Barral, poeta y traductorde Rilke, y director de la 'colección Bi­

.blioteca Breve, se concedió por primeravez en 1958 a un joven de 21 años, LuisGoytisolo -hermano de Juan Goytiso­10-, por su novela Las afueras, que yaha sido traducida a varios idiomas. Alaño siguiente, obtuvo el premio otrojoven novelista de la nueva ola, JuanGarcía Hortelano, con su novela Nuevasamistades, inserta también, como Lasafueras de Luis Goytisolo, en la tenden­cia objetivista que hoy domina en granparte de los jóvenes novelistas españoles.El premio se dejó desierto en 1960, porno encontrar el jurado suficiente calidaden las novelas presentadas. Hay que te­ner en cuenta, además, que este impor­tante premio se fundó con el propósitopúblicamente difundido de favorecer eldesarrollo de una corriente novelísticarenovadora en las letras españolas con­temporáneas. Por tanto aquellos nove­listas que presentan obras sujetas a lastécnicas narrativas tradicionales, tienenmuy poca probabilidad de llevarse elpremio.

Pero quizá les interese a ustedes saberalgo del novelista recientemente premia­do. José Manuel Caballero Bonald es unjoven escritor andaluz, nacido en Jerezde la Frontera en 1926. Hasta ahora, eraconocido sólo como poeta, autor de cua­tro libros de poemas, el primero apareci­do en 1952 en la colección de poesía"Adonais" con el título Las ad:vinacio­nes, y el último, Las homs muertas, en1959. Caballero Bonald ha obtenido dosimportantes premios poéticos: el premioBoscán en 1958, y el de la Crítica en1959. Su premio de novela ha sido unasorpresa, pues no había publicado nuncanovela ni relato, y sólo poesía, más al­gún libro sobre baile y cante flamenco,tema que domina como buen andaluz.

¿Qué ha pretendido Caballero Bonaldcon su novela premiada Dos días de sep­tiembre, escrita durante una estancia delautor en Colombia? "Dos días de sep­tiemb¡'e -me dice Caballero Bonald­es una novela testimonial: pretende re­producir con la mayor objetividad posi­ble una determinada situación social ymoral de mi país. La acción se desarrollaen un espacio y un ambiente concretos-las industrias del vino en un puebloandaluz- y en un tiempo igualmentedefinido: 1960. A lo largo de "dos díasde septiembre", y proyectados sobre doscontradictorios planos sociales, unos se­res oponen su absurda manera de vivira otros seres que luchan por sobrevivir.Creo que este áspero contraste -añade­rige el tono y el ritmo de la novela, enla que he intentado incorporar algunasuerte de moralizadora denuncia."

Pero dejemos' los premios literariospara hablar un poco de cine, y lamen­tar el tristísimo estado del cine espafíol,buen negocio económico, pero con re­sultados artísticos lamentables. A la po­breza artí~tica del cine )1ispánico contri­buye la ferrea censura, pero la censurano lo es todo. Si se exceptúan un parde directores -Bardem, Berlanga- bayfalta de talento y de imaginación en lasnumerosas películas españolas que desfi­lan por las pantallas madrileñas. Se es­peraba mucho elel último film de Ber­langa, Plácido. Berlanga es, con Bardem,

,uno de los pocos directores de talentocon que cuenta hoy el cine español, ydejo fuera a Buñuel porque ha dirigidoen México casi todos sus films. Pero Plá­c,'do nos ha defraudado. La idea es ex­celente: una sátira de la falsa caridad quehipócritamente propaga el amor a unprójimo que nos tiene, en el fondo, sincuidado. Bajo el lema "Sentad a un po­bre en vuestra mesa", se desarrolla unacampaña de Navidad en un barrio ma-

Por Manuel DURÁN

La nueva obra teatral de Tennessee W'il­liams, ya próxima a estrenarse en NuevaYork, habrá de ser de especial interéspara el público mexicano cuando se ra­duzca y presente en México, cosa que notardará mucho en ocurrir. En efecto: laacción se sitúa en un pequeño hotel deAcapulco. Williams, que con su bigotitopasaría fácilmente por mexicano o sud­americano, ha tratado ya temas hispá­nicos en otras ocasiones, específicamenteen su magnífico y caótico Camino Teal.En esta ocasión México ofrece más bienun telón de fondo y ciertos personajessecundarios; los personajes principalesson norteamericanos que haQ llegado aMéxico huyendo de su pasado, como elguía de turistas O'Neal, que era anterior­mente pastor protestante en Virginiay debido a su desordenada vida sexualse vio obligado a abandonar su grey,yendo a parar a un hotel de tercera claseen Acapulco. La propietaria del mismotoma la iniciativa al entrever el pasadode O'Neal, precisamente cuando éste sehabía prometido reformarse. La obra,que conocemos únicamente en su versiónprimera, en un acto, que se representóhace varios años'en el festival de Spoleto,ha quedado totalmente refundida: es és­ta la cuarta versión, y Williams se hapasado más de dos aí'íos retocándola. Setitula Night of the iguana, La noche dela iguana. Bette Davis desempefíará enNueva Yor.k el p~pel de la propietariasensual .Y sm escr~pulos; y un joven ac­tor, caSI desconondo todavía, el del expastor protestante. El ambiente de laobra, tal como la conocemos, es una mez­cla de sensualidad y crueldad; el títulose r~laciona con .una iguana capturada yhenda que los cnados del hotel han ama­r~ado a un poste y que simboliza suce­SIvamente al .ministro protestante y aotros personajes, tales como un viejopoeta de 98 afíos y carácter indomable,y varias solteronas pintorescas y arrui­nadas.

Pasando a un tema de carácter necro­lógico: la noticia de la muerte del aranhumorista James Thurber, acaecida hacepocos días, ha consternado a todos losamantes de la literatura norteamericana.Thurber era único, insustituible, comolo es todo gran artista. Su mezcla de iro­nía, candor y espíritu crítico, junto conun sentido muy desarrollado de lo gro­tesco y lo absurdo, lo había convertidoe~, el m~jor, má.s divertido y, quizá tam­bIen, mas efectIVO de los críticos de lasociedad norteamericana, y también delmundo moderno en general. Era, además,exce~ente escritor, con un estilo preciso,con lllsospechados giros de lenguaje; co­nocía a fondo el idioma inglés, y emplea-

UNIVERSIDAD DE MEXICO

drileño, y surge la tragicomedia al moriren pleno festín uno de los pobres invi­tados a una confortable casa burguesa.La sátira es aguda y valiente, pero a lospersonajes' les falta humanidad, estándibujados como en caricatura, y aunquehay un par de situaciones divertidas, elfilm no nos convence sino en muy pocosmomentos. Lo que pudo ser una granpelícula; se queda en tímido intentofrustrado.

ba siempre la palabra exacta. Algunosde sus cuentos han pasado a la categoríade pequefías obras maestras, y dentro dedos o tres siglos, estamos seguros de ello,seguirán leyéndose y siendo admirados yaplaudidos. Sus dibujos, chistes y "carto­nes" son parte misma de la cultura norte­americana de hoy.

No queremos insinuar, por otra parte,que Norteamérica se haya quedado sinhumoristas. Quizá abunden más hoy endía los buenos humoristas que los bue­nos novelistas. Después de todo, ¿acasono es éste el país de Mark Twain? Unalista de los principales humoristas in­cluiría, en literatura, a S. J. Perelman,Peter De Vries y Patric;k Dennis, trinidadya bien establecida, a la que hay queafíadir el nombre de Alexander King,autor cuyos libros semi-autobiográficoshan alcanzado estos últimos años un nú­mero casi fabuloso de ventas, debido enparte a sus propios méritos, y en partea la propaganda que le ha hecho JackPaar en un famoso programa de televi­sión. En cuanto al humorismo de dibu­jos, caricaturas y "cartones", quizá loslectores mexicanos estén tan al corrientecomo cualquier residente en Estados Uni­dos, ya que esta forma de ingenio cruzalas fronteras con gran facilidad. En todocaso los nombres de Vergil Partch, Co­bean, Peter Amo, Charles Addams y so­bre todo' J ules Pfeiffer son bien conoci­dos, o deberían serlo, en México. Ungénero muy norteamerie-ano es el delhumorismo en discos: es decir, la repro­ducción, y gran difusión, a base dediscos, de números humorísticos repre­sentados en un cabaret o una salade espectáculos. A los conocedores delinglés les recomendamos especialmen­te los discos de Mike Nichols y ElaineMay, mezcla de fantasía, crítica social,mímica, y crítica del "eterno femenino",de efecto cómico irresistible.

En fin: la importancia del humorismoen la cultura y la sociedad norteameri­canas es tal que las obras sobre sociologíay sobre historia de Estados Unidos se venobligadas a tenerlo en cuenta como fac­tor diferencial, y Turner, en su famosolibro sobre el influjo del oeste, de lacolonización de las tierras del oeste, so­bre la sociedad y la cultura, dedica todoun capítulo a observar la forma en queel humorismo norteamericano difiere delinglés, y expone su teoría de que fue lavida en los campos de mineros o de leña­dores, vida democrática y algo violenta,la que dio forma al humorismo norte­americano. En todo caso es evidente queel humorismo norteamericano no es exac­tamente ni como el inglés, ni como elmexican-o, ni' como el de otros países que

"La vida norteamericana con su fondo de energía desbordan/e"

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conocemos, si bien la gran difusión dela cultura norteamericana hace. que eltipo de humor de Estados Unidos vayasiendo aceptado en todas partes y acabeinfiltrando los productos autóct<;>nos deotros países. Yes evidente tambIén quela vida norteamericana, con su fondo deenergía desbordada, de violencia latente,de ambiciones victoriosas o frustradas,necesita toda una serie de dispositivosque frenen o suavicen los rozamientos,los choques, las fricciones. Una forma deamortiguar esta energía desbordada es elespacio: aislarse gracias al espacio, pro­tegerse mediante las grandes distancias.Si las cosas se presentan demasiado clití­ciles, el norteamericano cambia de ciu­dad, de región, de profesión, de esposa, eincluso de nombre. Hay espacio de sobrapara efectuar todos estos cambios y vol­ver a empezar una y otra vez: o por lomenos así parece, aunque en la prácticalas restricciones no tarden en aparecer.Pero el humorismo es también un mag­nífico lubricante, que amortigua los cho­ques, y, como el aceite en una herida,obra como bálsamo calmante y suavizalos golpes que la ambición y la despia­dada competencia social pueden propi­nar en cualquier momento al habitantede este país. El exceso de ambición -ola falta de éxito- suelen desembocaren la úlcera estomacal, la crisis de ner­vios, o ambas cosas; el humorismo de­vuelve al norteamericano que de veras loposee un sentido de la perspectiva, de lasproporciones justas, que le ayuda a corre­gir su exigencia frente a sí mismo y a susociedad. Actúa, con frecuencia, comouna especie de calmante moral, distiendelos nervios y las voluntades excesivamen­te tensos. En un país que consume alaño una cantidad casi astronómica decalmantes farmacéuticos, el humorismoresulta relativamente barato y muchomás agradable.

Es un hecho público y notorio que laliteratura norteamericana no se encuen­tra en la actualidad en una de sus etapasmás brillantes. Escasean los nuevos va­lores; apenas si cabe hablar de dos otres, como Bernard Malamud y .J. D. Sa­linger; algunos escritores que prometíanmucho hace unos años, como NormanMailer y Truman Capote, no han dadolo que de ellos se esperaba y parecenincapaces de hacerlo. En poesía abundanla técnica y el talento, escasean el genioy la originalidad. El teatro se sostienegracias a media docena de personalidadesque escriben relativamente poco, y cadaaño se estrenan menos obras originalesescritas por norteamericanos.

Todo ello es cierto. Y sin embargo hayun sector de la literatura norteamericanaque posee todavía una notable vitalidad:es el ensayo. Quizá porque vivimos enuna época compleja, que cambia muyaprisa, y en la cual el ensayista trata dedarnos mapa y brújula para que los cam­bios no nos desorienten demasiado; quizáporque muchos escritores norteamerica­nos no son plenamente artistas pero síhombres cuidadosos y concienzudos queinvestigan a fondo ciertos problemas an­tes de presentarlos al público. El caso esque el ensayo es actualmente el géneroque más brilla, y los libros de ensayosse venden tanto como las novelas, a vecesmucho más. Incluso, a veces, se venden,inesperadamente, libros de ensayos téc­nicos o casi técnicos, científicos o de vul­garización: así los libros escritos sobreproblemas económicos por ","'alt Rostow

y por Galbraith se han convertido confr.ecuencia en "best-seIlers", y hay quienchce que Rostow está sustituyendo ya alilustre Maynard Keynes en el altar ma­yor de los economistas de Estados Uni­dos. Igual ocurre también con ciertoslibros de tema sociolóe-ico, como los deDavid Riesman y Van2'e Packard: el pú­blico se los disputa, los compra por en­tenares de millares, ansioso de contem­plarse en ese espejo turbio y algo inquie­tante que le tiende el análisis socioló­gico.

Decimos todo esto porque en estas úl­timas semanas han aparecido en EstadosU nidos varios libros de ensayos que pro­meten ejercer influencia especialmentepoderosa: son interesantes, están bien es­critos, y contribuyen a revelar al norte­americano medio algo importante acercade sí mismo o del hombre en general.Me refiero, en particular, al libro de Ro­bert Ardrey titulado African Genesis,acerca del origen del hombre primitivo;al libro de John A. Kouwenhoven titu­lado The Beer Can by the Highway, quecontiene, entle numerosos Y divertidosejemplos concretos de la vida en EstadosUnidos, toda una teoría sociológica y fi­losófica acerca del desarrollo y las carac­terísticas centrales de la sociedad norte­americana. Y finalmente a un libro de"super-periodismo", por decirlo así, esdecir, de análisis de hechos y noticias enun plano cuidadoso e inteligente, llevadoa cabo por John Bainbridge en su obraThe Sl/,per-Ame1'icans, que no es ni m{lsni menos que la crónica del Estado deTexas, con su historia, su mentalidad pe­Cldiar, el análisis de los acontecimientosque han contribuido a moldearla, etcé­tera. Los tres libros son relativamente ca­ros. Si el precio de los libros resulta enMéxico a veces más elevado de lo quequerríamos, siempre cabe consolarse pen­samIo, por ejemplo, en que el primerode los libros que hemos mencionado cues­ta 6 dólares 95 centavos; el segundo, 4.50;y el tercero, 5.95. Comprar los tres a lavez equivale a gastarse una pequeña for­tuna. Por suerte, las bibliotecas de Esta­dos Unidos siguen funcionando a la per­fección, y no es difícil hallar estos librosen cualquier biblioteca pública, que per­mite a sus lectores, por otra parte, lle­varse los libros a' su hogar, para leerloscon tranquilidad alIado ele un buen fue­go en la chimenea, mientras suenan los

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compases de alguna composición clásica.Por otra parte, este idílico ambiente ca­sero no cuadra muy bien con el contenidodel primero d~ los libros ~ene!onados,African Genesls, relato mas bIen san­griento y sombrío e? que se subr~y~ elorigen animal de Ciertas, caractenstl~~ssociales del hombre. Pero este es tamblenel libro que nos parece más importante,y sin duda va a dar origen a una largaserie de controversias y debates. Desdeluego, el estudio en cuestión no es en elfondo más que la vulgarización de lasideas del antropólogo Raymond Dart, yel autor, Robert Ardrey, es un dramatur­go norteamericano que ha abandon~~ola literatura en favor de la especulaclOncientífica. La revista Life ha publicadoun artículo, que sin duda ha aparecidotambién en la versión española de lamisma revista, firmado por KennethMacLeish, acerca del libro y sus teorías.Yo he preguntado a varios antropólogosde la Universidad de Yale qué pensabanacerca de la obra; todos ellos me hancontestado, algo irritados, que el libro lesparecía interesante pero algo exagerado,con una presentación demasiado litera­ria y unas conclusiones algo forzadas. Aregañadientes han admitido que se tratade una obra revolucionaria que habrá detener un impacto profundo en 'la antro­pología moderna. (Yale es buen plantelde antropólogos; basta recordar que aquíenseñó casi toda su vida el gran RalphLinton, y también el ilu tre George Gay­lord Simpson.) Las conclusione de 1'­

drey son las siguientes: el hombre apa­rece por primera vez, con cara terísticaque podemos consielenr humanas, enÁfrica, y no en Asia amo se habÍ'! el' 'ídopor muchos allos; no inventa f nnas devida sociales, sino que las hereda delantropoide del que desciende, y en I ar­tiC\.dar hereda cierto tipo de organiza iónterritorial, existente en muchas especi sanimales, y sobre todo ntre los pájarosy los simios. Sella lemas d . pasu en estepunto que Ardrey cree "er en estas cus­tumbres pre-humanas el urigen, embrió·nico pero decisivo, del nacionalismo y delas guerras. Finalmente, el hombre noinventó armas e instrumentos, sino que.en cierta forma, fue "inventado" porellos, es decir, que antes de que pudieradesarrollar un cerebro típicamente hu­mano, estaba ya manejando instrumentos

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UNIVERSlDAD:DE MEXICO

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y armas de muerte y destrucción, y fueprecisamente...Ja° neces.i?ad de adapt~rse

al manejo y construcCIon de armas e InS­trumentos cada vez más complicados loque poco a poco acabó por desarrollarsu cerebro, hasta que adquirió el volu­men y la versatilidad que llamamos espe­cíficamente humanos. El libro está llenode detalles curiosos, significativos, y queparecen convincentes. Veamos, sin embar­go, antes de entusiasmarn~s demasiadopor algunas de sus conclusIOnes, lo quedice el antropólogo Marston Bates, dela Universidad de Michigan, acerca deestas ideas: "Concuerdo con Ardrey enque nuestros antepasados prehuman05fueron muy probablemente animales d.o­eádos del instinto de 'territorio': es deCir,se movían en una zona o terreno de cazabien definido, y lo más probable es qu~

los intrusos que procedían de zonas veCI­nas fueran combatidos si trataban de ro­bar caza. También contamos con pruebascontundentes que demuestran que en to­das partes los seres humanos y los pre­humanos han estado matándose unos aotros durante muchísimos años. Cosa cu­riosa, pues las disputas 'territoriales' en­tre los demás animales raras veces re­sultan fatales. Konrad Lorenz, estudiosoaustriaco que ha observado las costum-

.bres de los animales, lo explica como con­secuencia de que la evolución culturalde las armas se adelantó a la evolución

-biológica de las inhibiciones, lo cual J:la~

rece plausible. Pero ?y. la g.uerra? QUlzalas disputas de familias rIvales ~n lasmontañas de Kentucky o de Albama sonrestos de la expresión de este instinto'territorial'. Sin embargo, para alcanzarsiquiera a vislumbrar una posible expli­cación del fenómeno de la guerra, te­nemos que atenernos a la experienciahumana, a ideas similares a las que ex­pone Lewis Mumford acerca del carácterdel cambio mediante el cual los hombrespasaron del poblado a la ciudad y a ladudad-Estado. Un petirrojo que defien­de su terreno en mi jardín no me ayudaen absoluto a comprender este fenóme:no." y también: "Hay un abismo de ex­periencias humanas entre el petirrojo -oel gibón o el babuino- y el soldadoorientado por propaganda patriótica quepilotea un avión cargado de bombas ató­micas." En fin: si bien muchas de lasideas expuestas en el libro de Ardrey, yvulgarizadas por la revista LiJe, puedenresultar de gran interés como punto departida para lIna especulación antropo­lógica de altura, debemos desconfiar dealgunas de sus conclusiones. Ya Pascalafirmaba que el hombre se halla a mediocamino entre el ángel y el animal, y quecuando pretende elevarse hasta el ángelsuele caer al nivel del animal. Y auncuando el subrayar los descubrimientosde la conducta de los animales, y poner­los en contacto con la paleontología hu­mana y la psicología de hoyes tarea tanfructuosa como necesaria, creemos quesi bien el h{)mbre se comporta con fre­cuencia como un simio, hay sin embar­go en él profundas diferencias que loseparan del simio, incluso diferencias deorigen e intencionalidad. Quizá Ardreyha ido demasiado lejos. Por otra parte,bas~a con recordar los alaridos de indig­nación que acogieron las primeras hipó­tesis de Darwin y Huxley para compren­der que una actitud negativa ante talesd.escubrimientos siempre resulta más fá.~¡J Ymás cómoda que un interés positivo,Incluso con las necesarias reservas.

Por Arnoldo LIBERMAN

Voy a referirme en ~sta ca.rta a las obrasargentinas que conSidero Importantes, yque, con justicia, se;, ~ntreveran en laslistas de "best-sellers , Junto a LawrenceDurrel, Jean Paul Sa.rtre o Juan Goy­tisolo. Hablaremos pnmeramente de. unjoven cuentista, de militancia católica:Dalmiro Sáenz. N o, el segundo de suslibros de cuentos, ha llegado ya a untiraje de 15 mil ejemplares, cos~ verda­deramente inusitada para un libro deficción de escritor argentino. Este nota­ble éxito de Sáenz, y de su editor J ~anGoyanarte, ha motivado, como es lógiCO,que su primer libro de cuentos, Sete:::taveces siete, publicado hace algunos anos,se haya convertido también ~n. un "best­seller" 1961. En nuestra opInión N o esmuy inferior a e.ste pr~mer libro deSáenz escritor de IncuestIOnable talentoy pos~edor de una prc;>sa de la más es­tricta estirpe faulknenana (en nues~ro

país también se trata de emular, mejordicho de imitar, escrupulosamente, aFaulkner) . Sus temas son de un desn~do

realismo y de permanente compulSiónhumana, características que hicieron de­cir a Abelardo Castillo, otro talentosocuentista joven, que la prosa de DalmiroSáenz es una "prosa a cachetadas". Sáenzmaneja con pericia el mecanismo delcuento, sus resortes íntimos, sus espec-

0- tacularidades últimas, su asombro escue­to y descarnado, pero. en N o se ?~ja

arrastrar por una obsesIOnante tematlcasexual que agota, en sus personaj~s, todala realidad. Lo que es falso. La Imagendel mundo de un autor o de sus hijosliterarios no puede, cotidianamente, re­ducirse al sexo y sólo al sexo. Hay en eIJouna limitación (ausente en Setenta vecessiete) que puede hacer que ese autor pa­gue un oneroso impuesto a la eternidad:no participar de ella. No se puede -co­mo lo diría Ernesto Sábato- encarar larealidad para pintar de ella sólo lo queest:l a la derecha y arriba, olvidando elresto de las zonas. O el arte es integraly retoma la condición humana en su to­talidad, o fracasa en su intento de inter­In'etar el hombre y el mundo, y dar deellos su más completa expresión.

Otro de los libros de gran éxito deventa ha sido la primera novela de JulioCortázar, Los premios, publicada por edi­torial Sudamericana. Cortázar es, a jui­cio de Roger Caillois, el segundo (conméritos de primero) de nuestros cuen­tistas. Borges sería el primero (eventual­mente el segundo). Compartimos estejuicio. No creemos que exista todavíaun escritor argentino de ficción -salvoel nombrado Magister Ludi Jorge LuisBorges- que esgrima ese notable talentoy esa despiadada lucidez con los queJulio Cortázar lucubra la temática y lae~critura de sus imaginerías. Su BestiaTio,sus Armas secretas (donde quizá se en­cuentre uno ele los cuentos más bellosque hayamos leíelo: "El perseguidor"),son obras de un refinado y extraño len­guaje formal y de una sustanciosa y pro­lija gestación de personajes antológicos.En Final de juego, cuentos de Cortázarpublicados en México, sucede lo mismo,y allí está su cuento "Torito" para abrir­le a cualquiera las puertas de la eterni­dad, "las puertas del cielo", como diría el

mismo Cortázar. Los p,oemios, obra in­cuestionablemente profunda, rica, plena:de alegorías (pese a la nota final delautor curándose en salud y atajándosepreventivamente de supuestas interpreta­ciones de esta índole), nos parece, sinembargo, de menor validez artística den­tro del contexto general de las obras deCortázar. Comparto con Juan VicenteMelo, redactor de la revista Universidadde México, la interpretación de Los pre­mios como un prolifero y diversificadomural, vasto de connotación humana ymetafísica, pero insisto en su secunda­ridad respecto a las definitivas narrac~o­

nes que Cortázar nos acerca -"entre sue­110 y presencia"- en los libros primera­mente citados. Ninguno de "los' persona­jes que cruzan las páginas de esta novela,con su carga de humillación, de tristeza,bondad, locura, hipocresía o elementali­dad, puede parangonarse, por ejemplo,a esos dos personajes, a esas dos desga­rradas biografías hechas de lamento, hue­so y carnadura, que son el Justo Suárezde "Torito" o el Charlie Parker de "Elperseguidor". No obstante, Los premiosdebe ser, por sus valores indiscutibles,la mejor novela de 1961 publicada ennuestro país de autor argentino.

También Beatriz Guido ha publicadoeste afío -hace algunas semanas- suscuentos, bajo el título de La mano enla tmmpa. Dos de ellos fueron traslada­dos al cine por Leopoldo Torre Nilsson.Esto, naturalmente, ha colaborado enla venta de esta nueva obra de la sin­gular novelista, discutida, ensalzada, vi­tuperada, pero presente, sin lugar a du­das, entre las mejores expresiones lite­rarias de este país. Su novela Fin de fies­ta (también trasladada al cine por Torr.eNilsson) la colocó entre los pocos escn­tares que han intentado interpretar, conmayor o menor fortuna, con mayor omenor autenticidad, los diversos aspec­tos de nuestra múltiple realidad. No noscontamos entre los admiradores incondi­cionales de Beatriz Guido. Por el con­trario, en varias ocasiones, hemos hechopública nuestra discrepancia ante su ma­nera de encarar las cosas, ante su formade deletrear el mundo y la sociedad desu tiempo, pero, no por ello -y esto eslo que reprochamos a algunos obcecadosdetractores de la novelista.:... vamos a ne­gar sus méritos, sus sólidos méritos crea­dores. Existe sí en su obra una imagencaprichosa del medio ambiente que larodea, y caprichosa no en su retrato sinoen sus limitaciones, C:ado que BeatrizGuido no parece poder superar su origende alta burguesía y su casi continuadafrivolidad personal. Quizá esto cons~­

cuencia de aquello. Pero, es en ese testi­monio por descuido, en esa explicablerepulsión que -con excepciones- nosproducen sus personajes, en esos delezna­bles temperamentos burgueses, en los queencontramos, como en ninguna otra obraargentina, la denuncia, "la delación"(como diría Castillo) de una sociedadque se muere, de una sociedad en desin­tegración, de una clase social que el pro­ceso histórico va arrinconando hasta de­jar al margen. Lo reprochable es queBeatriz Guido nos enfrenta con este pro­blema tangencia.lmente, a través de con-