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274 Capítulo 6. LA PRODUCCIÓN DE OBJETOS DE METAL Si bien las primeras manifestaciones de trabajo del metal en la zona septentrional de los Andes Centrales datan de fines del Periodo Inicial (2000 a.C.) con la cultura Cupisnique, es durante el Intermedio Temprano, con los moches, que alcanzó su máxima expresión. Dada la importancia ideológica del metal, los objetos construidos con este material tuvieron una función trascendental en la materialización de la autoridad de las elites y de la ideología que los apoyaba. La habilidad y técnica moche fue transmitida a sus descendientes y herederos culturales, los metalurgos y orfebres lambayeques y chimúes, que fueron llevados luego por los conquistadores cusqueños para trabajar en los talleres de la elite inca. En el presente capítulo, repasaremos los diferentes estudios relacionados a la metalurgia y orfebrería moche, que tienen que ver principalmente con sitios de producción y estudios tecnológicos, inferiremos un aspecto del proceso productivo gracias al análisis de una vasija escultórica que reproduce la fundición o una operación de recalentamiento del metal, inherente al proceso de martilleo, presentaremos los datos relacionados a la metalurgia y orfebrería registrados en las huacas del Sol y de la Luna, hablaremos sobre los diferentes aspectos de los medios de producción y la cadena operativa del trabajo del metal, y otros ligados a su producción, como la identidad del productor y del dueño de la producción, la distribución de los productos de metal y sus consumidores.

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    Capítulo 6. LA PRODUCCIÓN DE OBJETOS DE METAL

    Si bien las primeras manifestaciones de trabajo del metal en la zona septentrional de los Andes Centrales datan de fines del Periodo Inicial (2000 a.C.) con la cultura Cupisnique, es durante el Intermedio Temprano, con los moches, que alcanzó su máxima expresión. Dada la importancia ideológica del metal, los objetos construidos con este material tuvieron una función trascendental en la materialización de la autoridad de las elites y de la ideología que los apoyaba. La habilidad y técnica moche fue transmitida a sus descendientes y herederos culturales, los metalurgos y orfebres lambayeques y chimúes, que fueron llevados luego por los conquistadores cusqueños para trabajar en los talleres de la elite inca.

    En el presente capítulo, repasaremos los diferentes estudios relacionados a la metalurgia y orfebrería moche, que tienen que ver principalmente con sitios de producción y estudios tecnológicos, inferiremos un aspecto del proceso productivo gracias al análisis de una vasija escultórica que reproduce la fundición o una operación de recalentamiento del metal, inherente al proceso de martilleo, presentaremos los datos relacionados a la metalurgia y orfebrería registrados en las huacas del Sol y de la Luna, hablaremos sobre los diferentes aspectos de los medios de producción y la cadena operativa del trabajo del metal, y otros ligados a su producción, como la identidad del productor y del dueño de la producción, la distribución de los productos de metal y sus consumidores.

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    6.1. Antecedentes de estudio de la producción metalúrgica y orfebre moche

    No son muchos los contextos asociados a la producción de objetos de metal registrados dentro de la arqueología moche. Un taller de metalurgia fue reportado por Garth Bawden en Galindo, ciudad moche tardía del valle de Moche417. Se trató de un grupo de ambientes de piedra, cercano a una gran estructura ceremonial (plataforma A), en donde se halló un grupo de fogones para fundir lingotes. Además se hallaron herramientas y varios cientos de fragmentos de cobre, que incluían objetos ceremoniales y ornamentales, pero ningún implemento utilitario. En general, la evidencia argumenta, según Bawden, que en estos ambientes se elaboraron objetos ceremoniales de cobre de alto estatus, bajo estrecha supervisión de la elite. Según Carole Fraresso, en comunicación personal, este espacio estaría destinado para actividades de fundición, preparación de aleaciones, reciclado, etc.

    Los trabajos de Izumi Shimada en la ciudad moche de Pampa Grande (valle de Jequetepeque) permitieron el hallazgo de un taller de producción de objetos de metal en la estructura 52 del sector H. De acuerdo a este investigador, en este taller trabajaron unos pocos especialistas, probablemente supervisados por un maestro metalurgo. Se fundieron lingotes de cobre para luego laminarlos y producir volantes de huso (piruros), cuchillos ceremoniales (tumis), agujas, pinzas, tenazas, grapas, alambres y ornamentos corporales. Asociados se hallaron contextos para preparación de alimentos. En la estructura O señalada en los antecedentes del capítulo 5, Shimada reporta evidencias de producción conjunto de objetos de metal, piedra y textiles, lo que podría indicar producción multiespecializada418.

    En el núcleo urbano de la ciudad de las Huacas del Sol y de la Luna, en el año 2003, un grupo de estudiantes de pregrado de la UNT realizaron excavaciones en el CA27 donde registraron un taller con evidencias de trabajo del metal, especialmente el cobre. Estos hallazgos fueron luego revisados y discutidos por Santiago Uceda y Carlos Rengifo419. Las características de este taller son discutidas más adelante. Años antes de este hallazgo, Claude Chapdelaine registró en el CA7, un conjunto arquitectónico cercano al CA27, una estructura que fue identificada como un horno de fundición de metal420. Esta estaba configurada por nueve filas de adobes dispuestos de forma circular, con un diámetro interno de unos 55 cm y una altura de 120 cm, con una abertura en la base, de 15 por 15 cm. Este orificio estaba tapado por un adobe esculpido para tal fin. En su interior se halló restos de carbón, adobes enrojecidos. Chapdelaine sugirió que fue utilizada para fundir metales puros y no minerales, pues no se registro mayor cantidad

    417 G. Bawden, The Moche, op. cit., pp. 96-97. 418 I. Shimada, “Pampa Grande…”, op. cit., pp. 200; Idem, “Late Moche Urban ...”, op. cit., pp. 192. 419 Nadia Gamarra et al., Dinámica ocupacional…, op. cit.; Santiago Uceda Castillo y Carlos Rengifo Chunga, “La especialización del trabajo: teoría y arqueología. El caso de los orfebres Mochicas”, Bulletin de l'Institut Français d'Études Andines 35 (2), IFEA. Lima, 2006, pp. 148-185. 420 Claude Chapdelaine, pp. 92-93.

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    de desechos o escoria. Al respecto, Carole Fraresso421 demuestra que dicha estructura no fue un horno de fundición dedicado a actividades de metalurgia. La investigadora argumenta que las paredes internas no presentan vitrificaciones, lo que demuestra que la temperatura no llegó a los 850°C; los metales necesitan temperaturas mínimas de 1000°C. Tampoco se halló restos de escorias, desechos, crisoles, u otro material asociado al proceso de fundición.

    El complejo de Huaca Chotuna (valle de Lambayeque) es un yacimiento arqueológico asociado a las culturas Lambayeque, Chimú e Inca. Hacia el oeste de su edificio principal, cerca de su rampa de acceso se identificaron “los restos arquitectónicos de lo que fue un gran recinto rectangular, habiéndose registrado evidencias que indican se trataría de un espacio dedicado a desarrollar diversas actividades artesanales y de especialización, posiblemente talleres”422. Christopher Donnan encontró considerable evidencia sobre orfebrería (más no de metalurgia pues no hay evidencia de fundición) que abarca varios siglos (900-1600 DC); los artesanos estaban albergados en un gran conjunto arquitectónico.Esta clara asociación arquitectónica es para John Topic “un buen ejemplo de artesanos adjuntos a la corte de un importante señor local”423.

    Fue justamente Topic quien en Chan Chan, ciudad capital de la cultura Chimú, en el mismo valle de Moche, identificó dos tipos diferentes de organización de la producción artesanal a partir de dos contextos arquitectónicos definidos: los barrios y las áreas de dependientes (retainers). En los cuatro barrios de Chan Chan, que se encuentran completamente separados de los palacios, los artesanos se albergaron en unidades domésticas para una familia, con cocinas, depósitos, espacios de trabajo, y animales domésticos. La mayoría de casas contenían evidencia tanto de metalurgia como de tejido de textiles elaborados, sugiriendo que tanto los adultos hombres como mujeres eran artesanos. Incluso un taller probablemente se concentraba en el trabajo en madera, pero también presenta evidencia de hilado, tejido y metalurgia. Los artesanos estaban controlados o supervisados por otros artesanos, o como los llama Topic, artesanos-supervisores, “que es conforme con la evidencia etnohistórica de artesanos-mandones”424. Dada su independencia arquitectónica con relación a los palacios o edificios públicos, se asume que el grupo productor no estaba sujeto al Estado. El grupo productor era dueño de la producción y, por lo tanto, tenía los derechos de alienación de los productos, teniendo un grupo de consumidores más grande que el de la elite local.

    421 Carole Fraresso, L’usage du metal dans la parure et les rites de la culture Mochica (150-850 AP.J-C, Pérou, Tesis de Doctorado, Universidad Michel de Montaigne Bordeaux 3, 2007. 422 C. Donnan citado en Carlos Eduardo Wester La Torre, Chotuna-Chornancap, Templos, rituales y ancestros Lambayeque, Ministerio de Educación, Unidad Ejecutora 111 “Naylamp y Lambayeque” y Museo Arqueológico Nacional Brunning, Lambayeque, 2010, pp.36. 423 C. Donnan citado en John Topic, “Craft Production…”, op. cit., pp.167. 424 “Craft Production in the Kingdom of Chimor”, en: The northern dynasties: kingship and statecraft in Chimor, Michael Moseley y Alana Cordy-Collins, editores, Dumbarton Oaks Research Library and Collection. Washington, D.C., 1990, pp. 155-156.

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    Las áreas de dependientes o “retainers”, en cambio, eran espacios arquitectónicamente asociados a los palacios: una serie de ambientes ubicados en una plataforma artificial adyacentes a los palacios, con pisos bellamente enlucidos. Estas áreas presentan evidencia de la misma mixtura de actividades de tejido y metalurgia que las de los barrios, pero con una organización diferente. La cercana asociación con los palacios y la diferencia en las instalaciones para la preparación de alimentos con aquellas de los barrios sugiere a Topic que estas áreas estaban ocupadas por artesanos adjuntos a los señores de los palacios, y que estos poseían mejor estatus que los artesanos de los barrios425. En este caso, la producción estaba orientada a las elites locales, principalmente aquella elite que vivía en el palacio al cual estaba adjunto el taller. Estas elites eran los dueños de la producción, es decir, poseían el derecho de alienación de los productos.

    A diferencia de los escasos sitios de producción registrados, lo que han hallado los arqueólogos en mayor cantidad son objetos producidos, la mayoría de ellos encontrados en tumbas de personajes de elite. Esto ha permitido sendos trabajos de investigación sobre aspectos tecnológicos. En la década del 70, destacan los trabajos de Arnold Friendman y co-autores, Julie Jones426, Samuel Lothrop y, sobre todo, Heather Lechtman. Esta última desarrolló la arqueometalurgia, o arqueología de los vestigios de las actividades metalúrgicas, realizando estudios físico-químicos de objetos metálicos andinos, entre ellos, objetos mochicas como los de Loma Negra (Piura). Gracias a su estudio y el de colegas como Antonieta Erlij y Edward Barry, en donde la interacción con la evidencia arqueológica juega un papel importante, se identificó aspectos tecnológicos mochicas relacionados al tratamiento de superficies, identificación de metales y aleaciones, técnicas de soldaduras, entre otros. Sus publicaciones son numerosas427. A finales de la década, el trabajo de Samuel Lothrop es también importante en la medida en que fue el primero en abordar el estudio de la

    425 J. Topic, “Craft Production…”, op. cit., pp. 158-161. 426 Arnold M. Friedman, Edward Olsen y Junius B. Bird, “Moche copper analyses: Early New World metal technology”, American Antiquity 37 (2), Society for American Archaeology, Washington, D.C., 1972, pp. 254-258; J. Jones, “Mochica works of Art in metal: A review”, en: Pre-Columbian Metallurgy of South America, E. P. Benson, editor, Dumbarton Oaks, Washington, D.C.1979, pp. 53-104; Idem, “Innovation and resplendence: Metalwork for Moche Lords”, en: Moche Art and Archaeology in Ancient Peru, editado por Joanne Pillsbury, Studies in the History of Art 63, Center for Advanced Studies in the Visual Arts, Symposium Papers XL, National Gallery of Art, Yale University Press, Washington, 2001, pp. 207-221. 427 C.f. Heather Lechtman, “Temas de metalurgia andina”. En: Tecnología Andina, R. Ravines, compilador. Instituto de Estudios Peruanos e Instituto de Investigación Tecnológica Industrial y de Normas Técnicas. Lima, 1978, pp. 489-520; Idem, “Andean Value Systems and the Development of Prehistoric Metallurgy”. Technology and Culture, Vol. 25. Society for the History of Technology, 1984, pp. 1-36.; H. Lechtman et al., “New perspectives…”, op. cit.

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    metalurgia a partir de los instrumentos para trabajar metales428. Aunque no de manera específica sino en el marco de la metalurgia andina

    central, Paloma Carcedo ha abordado diferentes aspectos tecnológicos de la metalurgia y orfebrería moche, en diversas publicaciones entre 1998 y 2001. Una de sus preocupaciones mayores fue entender los diferentes aspectos relacionados al proceso productivo o cadena operativa, incluyendo las materias primas, las herramientas y los procesos. Carcedo señala que los moches lograron perfeccionar las técnicas y aleaciones desarrolladas por los vicús y llevaron a la metalurgia andina hacia su culminación. La autora resalta que todas las técnicas para trabajo del metal, tanto metalúrgicas como mecánicas, y todas las formas de decorarlas, fueron conocidas por los moches, y sus conocimientos pasaron a las generaciones norteñas posteriores429.

    Aunque no dentro de un contexto mochica, es sumamente resaltante el estudio arqueológico, analítico y experimental realizado por Isumi Shimada y su equipo a partir de sus investigaciones en el Cerro de los Cementerios, el único centro de fundición en el Perú y en toda América Latina excavado arqueológicamente. En el mismo sentido, son importantes sus trabajos en Batán Grande (valle de La Leche), gracias a los cuales contamos con referencias detalladas de los sitios de extracción de minerales y de cómo fueron las antiguas minas explotadas por los lambayecanos, entre el 750 y el 1150 d.C430.

    Carole Fraresso publicó en 2007 su tesis doctoral donde hace una lectura tecnológica de los metales mochicas, a partir del estudio de muestras provenientes de diversos contextos mochicas, incluidas algunas piezas de Huacas del Sol y de la Luna. Este estudio constituye uno de los aportes más completos de los últimos años sobre tecnología metalúrgica moche. Para Fraressso, los metalurgos moches son los inventores de ciertos procedimientos complejos de dorado y plateado así como

    428 Samuel Lothrop, “Instrumentos para trabajar metales de la costa central del Perú”, en: Tecnología Andina, Fuentes e Investigaciones para la Historia del Perú /4, Roger Ravines, compilador. Instituto de Estudios Peruanos, Instituto de Investigación Tecnológica Industrial y de Normas Técnicas, Lima, 1978, pp. 528-534. 429 Paloma Carcedo, Cobre del antiguo Perú / The Cooper of Ancient Peru, AFP Integra y Southern Perú, Lima, 1999; Idem, “Instrumentos líticos y de metal utilizados en la manufactura de piezas metálicas conservadas en los museos”, en: Boletín del Museo del Oro 44-45, Museo del Oro, Banco de la República, Bogota, 1998, pp. 241-270; Idem, “Silver in precolumbian Perú”. Rain of the Moon, Silver in Ancient Peru. The Metropolitan Museum of Art. Yale University Press, 2001, pp.27. 430 Shimada Izumi: “Pre-Hispanic Metallurgy and Mining in the Andes: Recent Avances and Future Tasks”, en: Quest of Mineral Wealth. Aboriginal and Colonial mining and Metallurgy in Spanish America, Vol. 33, Craig y West editores, Geoscience and man, Louisiana State University, Baton Rouge, 1994, pp. 37-73; Idem, Pampa Grande..., op. cit.; Izumi Shimada, Stephen M. Epstein y Alan K. Craig, “Batán Grande: A prehistoric Metallurgical Center in Peru”, Science 216, 1982, pp. 952-959; Idem, “The metallurgical process in ancient North Peru”, Archaeology 36 (5), 1983, pp. 38-45; Shimada Izumi y John F. Merkel, “Copper-Alloy Metallurgy in Ancient Peru”, Scientific American 265(1), 1991, pp. 80-86.

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    especialistas en el modelado por martilleo431. El siguiente año, esta autora publicó un artículo sobre el sistema técnico de la metalurgia mochica. Fraresso es una de las pocas investigadoras que ha abordado el tema de los procedimientos de transformación y elaboración de los objetos metálicos, con énfasis en la fase de transformación, de la cual se dispone de mayores datos432.

    Magdalena Diez-Canseco publicó un estudio sobre los metales descubiertos en tumbas del cementerio Yécala (Alto Piura), de filiación Vicus un grupo cultural de la zona de Piura cuya estrecha relación con los moches es todavía materia de discusión. Más tarde, Cristóbal Makowski y María Inés Velarde publicaron un artículo sobre las características y organización de la producción metalúrgica vicús a partir de observaciones realizadas en el taller de Yecalá433.

    431 Carole Fraresso, L’usage du metal …, op. cit., pp. 159. 432 Carole Fraresso, “El "sistema técnico" de la metalurgia de transformación en la cultura Mochica: nuevas perspectivas”, en: Arqueología Mochica: nuevos enfoques. Actas del Primer Congreso Internacional de Jóvenes Investigadores de la Cultura Mochica (Lima, 4 y 5 de agosto del 2004), L. J. Castillo, H. Bernier, G. Lockard y J. Rucabado Yong, editores. Actes & Memoires de l'Institute Français d'Etudes Andines 21, Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú y el Instituto Francés de Estudios Andinos, Lima, 2008, pp. 153-171. 433 Magdalena Diez Canseco, Los metales Vicús de las tumbas del cementerio de Yécala, Memoria de Bachiller, Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 1993; Idem., “La sabiduría de los orfebres”, en: Vicús, Krzysztof Makowski y otros, colección Arte y Tesoros del Perú, Banco de Crédito del Perú, Lima, 1994, pp. 183-209; Krzysztof Makowski y María Inés Velarde, “Taller de Yécala (siglo III/IV): observaciones sobre las características y organización de la producción metalúrgica Vicús”, Boletín Museo de Oro 41, Banco de la República de Colombia, Santa Fe de Bogotá, 1998, pp. 99-118.

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    6.2. Datos etnohistóricos y etnográficos

    La información de los cronistas sobre la riqueza en oro, plata y cobre existente en el Perú es abundante, pero la información sobre aspectos ligados a la producción de objetos de metal es escasa. El cronista Pedro Cieza de León434 y el cronista cuzqueño Garcilaso de la Vega resaltan la gran cantidad de oro, plata y cobre que hay en la costa y en la sierra, que se encuentran por todas partes y en abundancia…

    “en la superficie de la tierra y en los arroyos y rios, donde lo llevan las avenidas de las lluvias; de alli lo sacan, lavando la tierra o la arena, como lavan aca los plateros la escobilla de sus tiendas, que son las barreduras de ellas. Llaman los espanoles lo que asi sacan oro en polvo, porque sale como limalla; algunos granos se hallan gruesos, de dos, tres pesos y mas; yo vi granos de a mas de veinte pesos; llamanles pepitas; algunas son llanas, como pepitas de melon o calabaza; otras redondas, otras largas como huevos (…) La plata se saca con mas trabajo que el oro, y se beneficia y purifica con mas costa. En muchas partes del Peru se han hallado y hallan minas de plata, pero ningunas como las de Potocsi, (…)”435. En cuanto a los aspectos tecnológicos, el mismo Inca Garcilaso nos proporciona

    información sobre cómo los indios fundían la plata en la zona de Potosí, en la actual Bolivia:

    “Templado asi el metal, lo fundian en unos hornillos portatiles, a manera de anafes de barro; no fundian con fuelles ni a soplos, con los canutos de cobre, como en otra parte dijimos que fundian la plata y el oro para labrarlo; que aunque lo probaron muchas veces, nunca corrio el metal ni pudieron los indios alcanzar la causa; por lo cual dieron en fundirlo al viento natural. Mas tambien era necesario templar el viento, como los metales, porque si el viento era muy recio gastaba el carbon y enfriaba el metal, y si era blando, no tenia fuerza para fundirlo. Por esto se iban de noche a los cerros y collados y se ponian en las laderas altas o bajas, conforme al viento que corria, poco o mucho, para templarlo con el sitio mas o menos abrigado. Era cosa hermosa ver en aquellos tiempos ocho, diez, doce, quince mil hornillos arder por aquellos cerros y alturas. En ellas hacian sus primeras fundiciones; despues, en sus casas, hacian las segundas y terceras, con los canutos de cobre, para apurar la plata y gastar el plomo; porque no hallando los indios los ingenios que por aca tienen los espanoles de agua fuerte y otras cosas, para apartar el oro de la plata y del cobre, y la plata del cobre y del plomo, la afinaban a poder de fundirla muchas veces. De la manera que se ha dicho habian los indios la fundicion de la plata en Potocsi, antes que se hallara el azogue (…)” 436. El Inca Garcilaso habla también sobre las cuentas de oro, cuyas junturas eran

    434 P. Cieza de León, Crónica del Perú…, op. cit., pp. 282. 435 Inca Garcilaso de la Vega, Comentarios …, op. cit., tomo II, Biblioteca Ayacucho 6, capítulo XV, Caracas, 1609/1976, pp. 205. 436 Inca Garcilaso de la Vega, Comentarios…, op. cit., capítulo XXV, pp.206-207.

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    soldadas a pesar de su pequeño tamaño, causando su trabajo admiración entre los plateros españoles que las “miraban por gran maravilla”437.

    Platero es un término que se utilizó para nombrar a los que trabajaban el metal,

    equivalente a orfebre. El padre Oliva asevera que al llegar Pedro de Candia a Tumbes, en el extremo norte de la costa peruana, fue llevado por los principales del pueblo al Templo del Sol, donde vio también muchos plateros y oficiales que labraban las piezas de metal, probablemente adjuntos al templo438. Este dato es corroborado por La Calancha cuando dice que:

    “Los Indios creyeron que Candia era ijo del Sol, o venido del cielo, i le llevaron a su Tenplo del Sol que avia edificado Guaynacapac junto a la fortaleza de Tunbes, en que avia gran suma de plateros, i estavan las paredes cubiertas con planchas de plata, i aquellos grandes tesoros que en el capitulo antecedente referimos…”439.

    El padre Acosta440 resalta que el oficio de platero, como algunos otros, era

    especial, dado el tipo de material que manejaba y los objetos que producía. El licenciado Falcón, en cuanto a los oficios de la Costa, escribió sobre los Cori o mineros. Para el caso inca, Murúa señala dos oficios relacionados al trabajo del metal: mitimaes (mitayos): que trabajaban como mineros “y no trabajauan en las minas sino era quando el Ynga les mandaba le sacasen oro y plata, pero recidian de hordinario en ellas y el Ynga de sus chacaras les sustentaba”, y oficiales plateros de oro y plata “para hazer la bajilla del Ynga de chamilcos, ollas, cantaros, aquillas y otros bacos”441.

    Ahora abordaré algunos aspectos ideológicos. Murúa señala que los mineros

    adoraban el cerro de la mina, velándolo entre bailes y libaciones y: “en las minas, que ellos dizen coya, reberenciauan a los metales mejores, que llaman mama, y a las piedras dellos las oradauan, besandolas, con diferentes ceremonias, y a la plata y a las pepitas de oro en polbo y a las guairas, donde se funde la plata, y al metal llamado soroche, al azogue y bermellon que llaman ychma, y limpi, que eran muy preciados para sus subpesticiones”442. Cristóbal de Albornoz sostenía que los indios de las provincias del

    437 Inca Garcilaso de la Vega, Comentarios…, op. cit., capítulo V, pp. 162. 438 Citado en L. Valcárcel, Historia…., op. cit., tomo 1, pp. 362. 439 A. de la Calancha, Coronica moralizadora…., op. cit., tomo 1, libro 1, capítulo XVI. 440 J. de Acosta, Historia natural…, op. cit., libro Cuarto, capítulo XVI. 441 Martín de Murúa, Historia general del Perú, origen y descendencia de los Incas, tomo 2, colección Joyas Bibliográficas, Bibliotheca Americana Vetus, Instituto Gonzalo Fernández de Oviedo, Madrid, 1590 / 1962-64, capítulo 21. 442 M. de Murúa, Historia general…, op. cit., capítulo 28.

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    Chinchaysuyu: “Escoxen el más hermoso fruto y lo guardan… y desta forma de todos los minerales de oro y plata o azogue que antiquísimamente se ha descubierto. Han escogido las mas hermosas piedras de los metales y los han guardado y guardan y los mochan llamándolas madres de la tales minas. Y primero que los vayan a labrar, el día que han de travajar, mochan y beven a la tal piedra llamándola mama de lo que travajan” 443. El cronista Bernabé Cobo afirma que las minas eran consideradas huacas en

    donde los nativos rezaban y celebraban en su honor con “fiestas en las que los mineros danzaban y bebían chicha durante toda la noche” 444.

    Más allá de los datos dejados por los cronistas, los documentos administrativos y notariales coloniales también han servido de fuente de información para los etnohistoriadores. Susan Ramírez publicó en el año 2007 un estudio sobre la minería y la metalurgia indígenas de los siglos XVI y XVII en el norte del Perú, para aportar información sobre cómo estas actividades se ajustaban en la organización socioeconómica de la Costa Norte. Esta autora se basó en bibliografía secundaria y fuentes manuscritas de entre 1535 y 1600445. De acuerdo a Ramírez, durante el dominio inca, los señores de la costa y sierra norte delegaban un grupo de súbditos para que consiguieran menas. Los minerales eran llevados a los talleres centrales donde los metalurgos los fundían y obtenían los lingotes que eran entregados a los orfebres para su conversión en elementos suntuarios o utilitarios. Los objetos suntuarios más elaborados de oro y plata ingresaban al sistema redistributivo imperial, mientras que los utilitarios ingresaban a las redes redistributivas locales. Los historiadores Waldemar Espinoza y María Rostworowski han resaltado el trabajo de los orfebres durante la dominación inca. Espinoza señaló que había diferentes categorías y estatus, y que dentro de las especializaciones, los orfebres y plateros tenían mayor reputación que los otros tipos de artesanos. Según Rostworowski, los artesanos más solicitados por los incas fueron los plateros u orfebres costeños446.

    En cuando a los datos etnográficos, Rafael Larco en su ya mencionado libro “Los Mochicas”, hace un análisis de la tecnología metalúrgica mochica, el cual está basado en la observación, apoyado por algunos datos etnohistóricos proporcionados por cronistas. Igualmente, se apoya en datos etnográficos procedentes de comunidades serranas cuyos métodos, según este investigador, “son supervivencias de los empleados

    443 Citado en S. Ramírez, “La minería y la metalurgia nativa en el norte peruano (siglos XVI-XVII)”. Anuario de Estudios Americanos, enero-junio, Sevilla (España), 2007, pp. 177-178. 444 B. Cobo, Historia del Nuevo Mundo. Biblioteca de Autores Españoles, ediciones Atlas. Madrid. 1653/1964, libro 3, cap. 2. 445 Susan Ramírez, “La minería y la metalurgia …”, op. cit., pp. 175-208. 446 W. Espinoza Soriano, Los Incas, economía, sociedad y estado en la era del Tahuantinsuyo, Amaru Editores, segunda edición, Lima, 1990, pp. 283; M. Rotowrowski, Historia del Tahuantinsuyu, Instituto de Estudios Peruanos, serie Historia Andina 13, Lima, 1992, pp. 212.

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    en la época que nos ocupa, tanto porque las regiones donde los practican han tomado poco o ningún contacto con la cultura europea”447. En base a esto, Larco aporta datos sobre la minería e infiere algunos aspectos ligados a la producción.

    447 R. Larco, “Los Mochicas”, op. cit., tomo 2, pp. 128-158.

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    6.3. Datos iconográficos

    Como he mencionado en el capítulo sobre producción textil, no es común en la iconografía mochica encontrar representaciones que nos remitan a actividades productivas artesanales. Existe una vasija de cerámica que representa un paso tecnológico de la metalurgia: la fundición; así como un par de escenas representadas en murales. La pieza en cuestión es descrita y analizada detalladamente por Christopher Donnan en un artículo publicado en 1998, información que sintetizamos en las siguientes líneas.

    6.3.1. La vasija Esta vasija pertenece a una fase estilística difícil de determinar, pero según Donnan “data alrededor del año 500 de nuestra era”448. Pertenece a la colección del Museo Nacional de Antropología, Arqueología e Historia del Perú, y su procedencia es incierta449. Es un cuenco abierto que representa en su interior una escena escultórica sobre la fundición del metal. Mide 16 cm de alto y 29 cm de diámetro, poseyendo una base casi plana. En detalle, se trata de cuatro figuras modeladas dispuestas alrededor de un posible horno de fundición (ver figura 137), aunque hubo una quinta, aparentemente, según lo indicaría “las raspaduras producidas por el desprendimiento de la misma”. La superficie externa de la vasija está pintada de crema sobre la cual se han dibujado tocados en forma de media luna, de color rojo ocre.

    El horno y los objetos Es una estructura en forma de cúpula; esta es lisa en su porción inferior, donde hay una abertura en forma de media luna, con dos orificios inmediatamente debajo. La porción inferior está formada por una superficie esferoide sobre la cual hay siete objetos rojizos en alto relieve y cinco orificios circulares que perforan la superficie. Donnan resalta la existencia de al menos otros seis ejemplares de cuencos con cúpula hueca en su interior. De ellos, seis representan a una mujer desnuda modelada en alto relieve y una representa un cangrejo con un pájaro posado sobre su espalda. En los seis casos, la cúpula presenta una abertura en forma de media luna y entre dos y seis orificios. Por tal motivo, la abertura y los orificios “no deben ser vistas necesariamente, como parte del proceso metalúrgico”, más si el anillo decorado con rectángulos y los objetos rojizos. Siguiendo esta reflexión, el horno representado no debe ser visto como una estructura circular cerrada con orificios, sino como una estructura de calentamiento abierto, donde los orificios representan una estrategia del ceramista para oxigenar el interior de la cúpula y evitar su fractura durante la cocción y no una característica del horno

    448 C. Donnan, “Un ceramio moche…”, op. cit., pp. 9. 449 Según C. Donnan, ibid., el coleccionista que la poseía dijo haberla comprado a un huaquero que aseguró la extrajo de un sitio en el valle de Nepeña, considerado el valle más sureño del territorio del Estado conocido por la arqueología como Moche del Sur.

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    representado450. Figura 137. Vasija que representa en forma escultórica la fundición del metal (fotografía de C.

    Donnan, 1998, op. cit. pp. 10, figura 1). Son siete los objetos rojizos colocados sobre la cúpula. Dos de los objetos han

    sido identificados por C. Donnan como “la porción metálica de un tipo particular de tocado que es mostrado en la cerámica moche”. (…) Tres de los objetos parecen ser “lingotes o láminas de metal que estarían en proceso de ser calentados para ser martillados y usados en la confección de implementos o de tocados”. Los dos objetos restantes son de forma redondeada y “podrían estar en proceso de ser transformados en máscaras o en tocados”, objetos que denotan rango y posición para quien los usa. Si dichos objetos son de cobre es probable que “estén siendo recocidos para, posteriormente, ser martillados” 451, propuesta con la que concuerda Paloma Carcedo452. También, según Donnan, existe la posibilidad de que se trate de tumbaga “una aleación de oro y cobre que está siendo calentada para ser modelada por martillado o dorada por la técnica de mise en couleur” 453.

    Los individuos Son cuatro individuos de sexo masculino los dispuestos alrededor del horno. De los cuatro individuos, tres están soplando dentro del horno, a través de tubos, para aumentar la temperatura. Dichos tubos pudieron haberse elaborado de caña, a los cuales los moches colocaron las toberas de cerámica en el extremo por donde soplaban con el fin de no quemarse. El cuarto individuo está colocando los objetos que están encima de la cúpula del horno.

    450 Ibid. 451 C. Donnan, “Un ceramio moche…”, op. cit., pp. 16. 452 Citada en C. Fraresso, L’usage du metal …, op. cit., pp. 128. 453 C. Donnan, “Un ceramio moche…”, op. cit., pp. 16.

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    Un quinto individuo parece haberse perdido durante el saqueo de la pieza. Según Donnan “las marcas dejadas por él sugieren que su porción inferior era similar a los tres personajes con los sopladores”. Los sopladores tienen las piernas separadas y adheridas a la parte inferior de la cúpula. En contraste, la cuarta figura, que está manipulando los objetos, no tiene las piernas separadas y la cavidad interna de su cuerpo se abre directamente sobre la cúpula.

    En todos los casos, los individuos están vestidos con un camisón y cinturón; la cabeza la cubren con un turbante. Uno de los sopladores lleva un par de orejeras. C. Donnan resalta que ninguno de los personajes lleva un atuendo elaborado ni usan adornos de metal u otro material, a excepción de las orejeras mencionadas. Sin embargo, creo que la aparente “simpleza” de la vestimenta no debe llevarnos a pensar que son personas de una clase social baja. No creo que un grupo de metalurgos-orfebres en pleno trabajo vestirían sus mejores galas, sino una vestimenta cómoda y aparente para el trabajo. Por el contrario, creo que el uso de túnicas decoradas, aunque sea de manera simple, y de orejeras, estarían indicando que son artesanos de una cierta posición social elevada. Pero sobre este tema volveremos más adelante, al hablar de la identidad del productor. Así también lo interpreta C. Donnan al señalar que presumiblemente “el artista quiso representar la escenas con los individuos vestidos, tal como se usaba en este tipo de actividades” 454. El personaje que manipula los objetos a fundir probablemente sea el maestro y los que hacen de fundidores o sopladores quizás sean sus aprendices.

    Es importante señalar que no sólo se está representando una escena de producción artesanal. Dada la importancia ideológica del metal y su manipulación, es posible que la vasija sea un elemento propiciatorio que conduzca al éxito técnico, tal como sugiere Carol Fraresso455.

    6.3.2. Los murales Existen dos escenas iconográficas representadas en dos murales similares registrados en la huaca de la Luna y en la huaca Cao Viejo, en el complejo El Brujo (valle de Chicama). Forman parte de una escena mayor denominada arqueológicamente como “el Tema Complejo”.

    La escena del mural de la huaca de la Luna no es lo suficientemente clara como para asociarla a alguna actividad metalúrgica, pero su contraparte de la huaca Cao Viejo lo es en cierta medida. En la escena, uno de los personajes, el de la derecha, está soplando por medio de un tubo para manipular la atmósfera de un pequeño fogón; es un metalurgista fundidor. Identifico al personaje de la izquierda, a partir de la posición de uno de los brazos en actitud de dar un golpe, como un orfebre deformador. Según Carole Fraresso, estas dos ilustraciones podrían figurar simbólicamente el lugar de las

    454 C. Donnan, “Un ceramio moche…”, op. cit., pp. 16. 455 Carole Fraresso, Identidad(es) social(es) de un orfebre Mochica del Valle de Jequetepeque. Conferencia realizada en el Instituto Francés de Estudios Andinos, 2006. Manuscrito inédito; C. Fraresso, L’usage du metal…, op. cit.

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    actividades metalúrgicas en el ritual mochica sobre el manejo de los conocimientos divinos456 (figura 138).

    Figura 138. Escenas de metalurgia representadas en murales de la huaca de la Luna y la huaca Cao Viejo (El Brujo). Tomado de C. Fraresso, L’usage du metal…, op. cit., pp. 129, figura 31.

    456 C. Fraresso, L’usage du metal …, op. cit., pp. 129, figura 31.

  • 288

    6.4. El dato arqueológico sobre la metalurgia y orfebrería en la ciudad de las huacas del Sol y de la Luna En este punto, empezaremos describiendo el único taller de metalurgia hasta el momento registrado en la ciudad, y finalmente hacer un análisis de la presencia de objetos de metal en espacios arquitectónicos y funerarios.

    6.4.1. Contexto arquitectónico y elementos asociados En este punto presentaremos los espacios arquitectónicos asociados a la producción de objetos de metal

    El taller del CA27 El CA27, excavado en el año 2003457, tiene un área de 1200 m2. Se subdivide en tres subconjuntos, cada uno con sus particularidades arquitectónicas y funcionales. Al interior del subconjunto 3, se han definido dos ambientes que habrían cumplido la función de taller de metalurgia en diferentes momentos de ocupación: los ambientes 27-15 y 27-30.

    Durante la ocupación asociada al piso 3 (antepenúltima), se encontró una gran cantidad de material asociado al trabajo del metal en el ambiente 27-15 (figura 139). El material es abundante, pero puesto que el contexto estaba disturbado, su función como taller es dudosa.

    Figura 139. Plano del CA27 y el taller de metalurgia encerrado en un círculo. Antepenúltima

    ocupación (piso 3). Modificado de Gamarra et al., Dinámica ocupacional…, op. cit., pp. 97, fig. 117.

    457 N. Gamarra et al., Dinámica ocupacional…, op. cit.

  • 289

    Y es que este ambiente se ubica dentro de un espacio muy perturbado, en especial porque fue cortado por una vía de coches, actualmente clausurada, que cruzaba el yacimiento en sentido oeste-este. Esto ocasionó la destrucción de gran parte de los elementos arquitectónicos al interior del ambiente, de tal forma que su función como taller se especula a partir del material arqueológico mueble encontrado en su interior, no en piso sino en material de relleno, conformado por herramientas de cerámica (7 toberas, 33 fragmentos de crisoles para fundición), herramientas de piedra (3 martillos, 2 pulidores, 1 percutor y 2 yunques), fragmentos de metal (24 alargados, 14 laminares, 2 esféricos, 2 alambres, 39 indeterminados), algunos productos terminados (3 agujas, 1 dardo y un cuchillo tumi pequeño) y 7 prills (gotitas y salpicaduras de cobre resultantes del proceso de fundición)458.

    Durante la penúltima ocupación (piso 2) el taller estuvo configurado por los

    ambientes 27-25, 27-27, 27-28, 27-29 y 27-30 (figura 140). El ambiente 27-30, el área principal, presentó dos fragmentos de un yunque y tres zonas de quema circulares alineadas de noreste a sureste.

    Figura 140. Plano del CA27 y el taller de metalurgia encerrado en un círculo. Penúltima

    ocupación (piso 2). Modificado de Gamarra et al., Dinámica ocupacional…, op. cit., pp. 97, fig. 117. Luego, el ambiente fue remodelado. En el relleno entre el piso 2 y su

    remodelación se encontró una gran cantidad de prills, escoria de cobre, toberas y herramientas de piedra. En el piso remodelado se observa un yunque in situ fragmentado con cobre oxidado adherido a su superficie, así como prills sobre el piso y alrededor del yunque, fragmentos de cerámica (probablemente crisoles) con sales de cobre adheridas a su superficie y fragmentos de cerámica con metal vitrificado. Tres 458 N. Gamarra et al., Dinámica ocupacional…, op. cit., cuadros 2, 16 y 19.

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    zonas de quema fueron registradas, dos de ellas de tonalidad blanca, lo cual indica una combustión intensa. Los ambientes 27-25, 27-26, 27-28 y 27-29 serían silos a los cuales se accedía a partir del ambiente 27-27459. En el ambiente 27-15 también se registró una gran cantidad de material asociado a la producción metalúrgica, pero dentro de un contexto disturbado, sin evidencia arquitectónica clara.

    Carole Fraresso hizo un análisis de los materiales registrados en los ambientes 27-15 y 27-30 de la penúltima ocupación (piso 2); así como de algunos contextos asociados. El análisis incluye exámenes metalográficos de muestras pulidas y análisis de composición elemental mediante un sistema de espectrometría de rayos X460. Para Fraresso, el yunque registrado in situ (figura 141) no habría sido utilizado para deformar el metal, sino para operaciones como el machacado del metal, o para preparación de las pastas arcillosas adecuadas para fabricar los crisoles, las toberas y/o los moldes, operaciones de desmolde, entre otros proceso inherentes a la cadena operativa461.

    Figura 141. Yunque registrado en el taller de la penúltima ocupación, ambiente 27-30. Foto

    PAHL. Con respecto a las tres zonas circulares de quema, Fraresso462 también nos

    ofrece una interpretación de su función. Así, las dos zonas ubicadas en el centro del ambiente, de forma muy simple y a modo de pequeños fogones, podrían ser hornos de recocido. La estructura circular ubicada entre estos tres fogones, pegada al muro límite norte del ambiente, de 30 cm de diámetro, y que contenía carbón, ceniza blanca y un adobe rubificado por el fuego, ha sido identificado por Fraresso como un horno de fusión (figura 142) donde:

    459 N. Gamarra et al., Dinámica ocupacional…, op. cit., pp. 121-122, 143. 460 C. Fraresso, L’usage du metal…, op. cit. 461 Ibid., pp. 435-436. 462 Ibid., pp. 437.

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    “El crisol conteniendo el metal a fundir se acuña sobre el adobe en el centro del fogón; el horno, alimentado con carbón de madera y ventilado con uno o varios sopletes, permite llegar a la fusión del cobre (1084°C) o aleaciones con base de cobre (950°C). La localización de este horno contra la pared del ambiente, podría explicarse por la búsqueda, de parte de los metalurgos, de un lugar más oscuro que les permitirá garantizar la buena lectura de las temperaturas del metal (para la colada) y/o para efectuar operaciones de fundición al abrigo de los corrientes de aire…”463.

    Figura 142. Horno circular, de fusión según Fraresso. Foto PAHL.

    Fraresso logra reconstruir la forma de al menos uno de los tipos de crisoles

    utilizados en el taller. Describe a esta pieza como una pequeña vasija de 5 cm de diámetro y 3 cm de profundidad, que tiene por lo menos un asa en el borde, y que tiene un volumen aproximado de 30 ml de metal464. Estas piezas presentan una pasta muy porosa, y en su interior presentaban una capa fina de cobre, invisible al ojo humano, que podría indicar que los crisoles habrían servido para una sola operación de fundición. El lado cóncavo corresponde a la parte que estará directamente en contacto con el horno; su color rosado resulta de la atmósfera oxidante en la cual se expone el crisol al retirarse del horno para realizar la colada del metal fundido465.

    Las toberas registradas (figura 143) habrían servido para controlar la ventilación de los hornos, y en la mayoría de los casos, no habrían tenido contacto directo con los fogones. Su pequeño tamaño y sus características de alteración indicarían que se utilizaron para soplar directamente por encima de los crisoles, inclinados a 45º, siendo el chorro de aire directamente dirigido sobre el metal contenido en ellos466.

    463 C. Fraresso, L’usage du metal …, op. cit., pp. 437; traducción de la misma investigadora. 464 Ibid., pp. 440. 465 Ibid., pp. 439-440. 466 Ibid., pp. 437-438.

  • 292

    Figura143. Algunas de las toberas registradas en el subconjunto 3 del CA27, que incluye los ambientes donde funcionaron los talleres en la penúltima y antepenúltima ocupación. Foto PAHL.

    Fraresso tantea dos hipótesis como respuesta a la pregunta que plantea qué

    fundían los metalurgos moches en estos crisoles: (1) aleaciones ya « listas» bajo forma de pequeños lingotes y traídos al taller desde otro lugar, los cuales eran refundidos en los crisoles para refinarlos; (2) o el mismo metalurgista preparaba aleaciones en este espacio, en cantidades previamente definidas, dependiendo de los objetivos técnicos y/o estéticos buscados. La segunda hipótesis parece más probable para esta investigadora467.

    En base a la dimensión y la forma de los crisoles (de 0,03 l de capacidad), así como aquellas de las toberas, Fraresso468 infiere que en el taller se fundía muy pequeñas cantidades de metal (300 g de cobre máximo) por cada crisol, y consecuentemente, eran fabricados objetos de pequeñas dimensiones.

    Fraresso examina los restos de metal encontrados en el taller identificando caídas de metales (recortes de láminas), esbozos abandonados durante el proceso de fabricación o fallos de fabricación (barras y varillas de sección rectangular o circular, semi-cuenta), sub-productos resultantes de operaciones de fundición (escorias de fusión, gotitas y salpicaduras), un pequeño lingote y semiproductos (barras, masas metálicas circulares) y, finalmente, objetos acabados que pueden ser productos manufacturados en el mismo sitio o piezas fuera de uso depositadas en el taller y destinadas a un futuro reciclado469. En base a este corpus, Fraresso identifica tres grandes clases de metales o aleaciones: (1) cobre no aleado; (2) cobre poco aleado, con 1,5 % de oro, seguramente resultante del reciclado; y (3) aleación ternaria con aproximadamente 20 % de oro, tipo Cu-Au-Ag (tumbaga)470.

    Finalmente, en lo que respecta al material lítico, se ha identificado el uso de rocas de origen magmático (andesita, granito y granodiorita) como materiales empleados para la elaboración de herramientas. Fraresso reconoce tres grandes categorías de herramientas. La primera corresponde a herramientas “activas”, es decir

    467 C. Fraresso, L’usage du metal …, op. cit., pp. 445. 468 Ibid., pp. 445. 469 Ibid., op. cit., pp. 446. 470 Ibid., pp. 450.

  • 293

    de golpe. Se componen de dos martillos pulidos con forma alargada, de los cuales una o las dos extremidades redondeadas presenta(n) huellas de impacto. La segunda corresponde al tipo de herramientas “pasivas” o “sufrideras”, y está representada por la presencia de un solo fragmento de tas (o pequeño yunque) cuya forma original formaba un paralelepípedo, de superficie plana y lisa. Finalmente, la última categoría se compone de objetos planos y más o menos lisos cuyas superficies presentan evidencias de frotamiento. Este tipo de piezas podría corresponder a pulidores; sin embargo, la morfología de estos últimos no responde a los criterios generalmente definidos para estas herramientas (Carcedo 1992, 1998) 471.

    Fraresso concluye que dentro del taller asociado al ambiente 27-30 se realizaba la fundición del cobre y aleaciones preciosas, como refinado, preparación del cobre y aleaciones tumbaga mediante el reciclado, las cuales eran seguidas por operaciones de deformación, todo esto con el fin de transformarlos en objetos de tamaño pequeño.

    6.4.2. Los restos de metal Aquí trataré sobre los elementos registrados en los contextos arquitectónicos y funerarios que sustentan la ejecución de dicha actividad y su consumo interno. Estos elementos involucran objetos terminados, sean enteros o fragmentos de ellos.

    Dentro de los contextos arquitectónicos, hemos tomado para el análisis los CA 17, 21, 27, 30, 35 y 39, los cuales han sido excavados hasta la penúltima ocupación, es decir, los tres pisos asociados a nuestro periodo de estudio. Además, su material metálico ha sido debidamente reportado en sus respectivos informes. Estos seis conjuntos arquitectónicos suman una muestra de 680 elementos de metal, entre objetos completos y fragmentos de ellos. La información ha sido ordenada siguiendo dos criterios: según el CA (cuadro 15) y según el piso de ocupación (cuadro 16).

    Siguiendo la información del cuadro 17, observamos que la mayor parte de la muestra proviene del CA27 (38,24%). Esto se debe a que es en este CA donde se registró el taller de metalurgia descrito y analizado en el punto anterior. Los objetos registrados en los CA son de factura sencilla, principalmente de cobre, y agrupan utensilios domésticos como agujas para costura sencilla, agujas para abrir conchas marinas, y pinzas para depilar; algunas herramientas y utensilios para trabajo artesanal como espátulas, punzones, aguja, y pequeños cuchillos tipo tumi, para posibles rituales domésticos.

    Las agujas de metal pudieron responder a una serie de usos domésticos, desde la sencilla costura de prendas hasta para abrir conchas de moluscos. De allí su presencia en todos los conjuntos arquitectónicos. Los anzuelos para pesca indicarían una posible actividad de pesca de alguno de los habitantes de los conjuntos arquitectónicos, sea en el cercano río Moche o en el mar, distante a 5 o 6 kilómetros de la ciudad, o también en un intercambio con los pescadores, a cambio de sus pescados.

    Solamente se registró un piruro de metal; esto se debería a que el material más

    471 C. Fraresso, L’usage du metal …, op. cit., pp. 464.

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    común para la elaboración de piruros fue la arcilla. La misma explicación se podría intentar para el caso de la cuenta, también producidas más comúnmente de arcilla o piedra, o para el caso de la pesa de red, normalmente fabricadas de piedra. Si bien es lógico suponer que sus dueños fueron gente de elite, y que, tras el abandono del sitio, deberían llevarse objetos de valor como estos, las explicaciones para sustentar su presencia en la muestra podrían resultar muy subjetivas.

    La presencia de fragmentos laminares que se hallan en todos los conjuntos arquitectónicos de la muestra se debería a que estos habrían formado parte de vestidos de gente de la elite que habitó estos CA, y que debieron desprenderse accidentalmente.

    Aún cuando no son objetos propiamente dichos, sino desechos del proceso productivo, y por lo tanto no figuran en los cuadros 17 y 18, es importante la presencia de prills, especialmente en el CA27. Como sabemos los prills están directamente asociados a la producción metalúrgica, en especial a la fundición del metal. A priori, resulta extraño que los prills se hayan registrado también en los demás CA, a excepción del CA39, pero un análisis más profundo permite descubrir que esto no es del todo extraño si tenemos en cuenta que estos CA son “vecinos” del taller y se ubican en la zona central del yacimiento, mientras que el CA39 es un contexto arquitectónico excavado en la zona norte del mismo, lo suficientemente alejado para que los prills no se registren en esa zona. Las últimas excavaciones en la zona norte, en los bloques arquitectónicos 3 y 4, tampoco reportan prills dentro de su muestra de metal. Además, el número de objetos de metal es muy pequeño. Existen diversos procesos que pudieron llevar a movilizar los prills desde el taller hasta los CA aledaños. Pudieron ser llevados por moches que ingresaron al taller y los recogieron del suelo; pudieron ser transportados por moches durante la remoción de basura y rellenos de tierra para la deposición de rellenos de pisos arquitectónicos o de tumbas; pudieron ser removidos por las actividades agrícolas en época chimú, que incluiría tanto el arado como el movimiento del agua a través de los canales y los mismos surcos; entre otros.

  • 295

    Cuadro 15. Objetos y fragmentos de objetos de metal registrados en las excavaciones en el núcleo urbano del yacimiento arqueológico Huacas del Sol y de la Luna,

    ordenados según conjunto arquitectónico (CA). Fuente: informes de excavación del PAHL.

    P1 P2 P3 Subt % P1 P2 P3 Subt % P1 P2 P3 Subt % P1 P2 P3 Subt % P1 P2 P3 Subt % P1 P2 P3 Subt % # %Aguja 12 14 7 33 18,54 1 21 3 25 14,04 3 5 4 12 6,74 15 30 3 48 26,97 5 15 22 42 23,6 5 11 2 18 10,11 178 37,63piruro 1 1 100,00 1 0,21Anzuelo 2 2 66,67 1 1 33,33 3 0,63pesa de red 1 1 100,00 1 0,21Punzón 1 1 100 1 0,21Espátula 3 3 100,00 3 0,63Pinza para depila 1 1 100,00 1 0,21Cuenta 1 1 4,00 5 7 10 22 88 2 2 8,00 25 5,29dardo 1 2 3 100,00 3 0,63grapa 1 1 100,00 1 0,21cuchillo tumi 3 3 60,00 1 1 20,00 1 1 20,00 5 1,06botella miniatura 1 1 100,00 1 0,21alargado recto 1 9 36 46 100,00 46 9,73alargado tubular 6 6 60,00 4 4 40,00 10 2,11alargado curvo 2 2 100,00 2 0,42laminar 3 3 4,84 6 6 9,68 1 22 23 37,10 3 8 2 13 20,97 4 1 9 14 22,58 2 1 3 4,84 62 13,11esférico 1 3 4 80,00 1 1 20,00 5 1,06alambre 1 1 2 40,00 1 2 3 60,00 5 1,06indeterminados 5 8 3 16 13,33 1 11 12 10,00 4 55 59 49,17 6 2 8 6,67 6 2 12 20 16,67 3 2 5 4,17 120 25,37

    57 12,05 48 10,15 161 34,04 77 16,28 100 21,14 30 6,34 473 100,00

    TOTAL

    Objetos

    Fragmentos

    FASE ESTILÍSTICA MOCHE IV - NÚCLEO URBANOCA17 CA21 CA27 CA30 CA35 CA39

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    Cuadro 16. Objetos y fragmentos de objetos de metal registrados en las excavaciones en el núcleo urbano del yacimiento arqueológico Huacas del Sol y de la Luna,

    ordenados según piso de ocupación. Fuente: informes de excavación del PAHL.

    CA17 CA21 CA27 CA30 CA35 CA39 Subt % CA17 CA21 CA27 CA30 CA35 CA39 Subt % CA17 CA21 CA27 CA30 CA35 CA39 Subt % # %Aguja 12 1 3 15 5 5 41 23.03 14 21 5 30 15 11 96 53.93 7 3 4 3 22 2 41 23.034 178 37.63piruro 1 1 100.00 1 0.21Anzuelo 2 1 3 100.00 3 0.63pesa de red 1 1 100.00 1 0.21Punzón 1 1 ##### 1 0.21Espátula 3 3 100.00 3 0.63Depilador 1 1 ##### 1 0.21Cuenta 5 5 20.00 1 7 2 10 40.00 10 10 40 25 5.29dardo 1 1 33.33 2 2 66.67 3 0.63grapa 1 1 100.00 1 0.21cuchillo tumi 1 1 2 40.00 3 3 60 5 1.06botella miniatura 1 1 100.00 1 0.21alargado recto 1 1 2.17 9 9 19.57 36 36 78.261 46 9.73alargado tubular 4 4 40.00 6 6 60 10 2.11alargado curvo 2 2 100 2 0.42laminar 3 4 7 11.29 3 6 1 8 1 2 21 33.87 22 2 9 1 34 54.839 62 13.11esférico 1 1 20.00 1 1 20.00 3 3 60 5 1.06alambre 1 1 20.00 1 1 2 40.00 2 2 40 5 1.06indeterminados 5 1 6 6 18 15.00 8 11 4 2 2 3 30 25.00 3 55 12 2 72 60 120 25.37

    79 16.7 185 39.112 209 44.186 473 100.00

    Fragmentos

    FASE ESTILÍSTICA MOCHE IV - NÚCLEO URBANOPISO 1 (ÚLTIMA OCUPACIÓN) PISO 2 (PENÚLTIMA OCUPACIÓN) PISO 3 (ANTEPENÚLT. OCUPAC.) TOTAL

    Objetos

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    6.5. Los productos terminados de metal Tal como aclara Fraresso, es imposible precisar el tipo o tipos de piezas u objetos producidos en el taller del CA27. En las excavaciones de la temporada 2003471 registramos una espátula, una punta y un tumi en miniatura dentro de la escorrentía que perturbaba el ambiente 27-30, pero Fraresso sostiene que dichos objetos no son discriminantes para saber si fueron fabricados localmente, sea en el taller 27-15 o el 27-30, o importados para ser reciclados472.

    Si asumimos que los productos de metal registrados en los diferentes contextos del yacimiento fueron fabricados in situ, entonces es factible hacer una lista de diferentes tipos de productos terminados de metal, fabricados en áreas de actividad aún no precisadas. En este punto, presentaré un catálogo de los productos de metal registrados arqueológicamente en las huacas del Sol y de la Luna, asociados a la fase estilística Moche IV, que comprende nuestro periodo de estudio. Quiero recalcar que lo que presento a continuación es un catálogo de objetos de metal del yacimiento objeto de estudio; no necesariamente tipifica el corpus de objetos de metal de todos los yacimientos mochicas del valle de Moche, y menos aún de fuera del valle. Este catálogo se complementa con información iconográfica que nos dará una idea de la función que tuvieron algunos de los productos mencionados. También infiero que algunos objetos producidos durante la fase Moche III aún se conocían, se utilizaban y producían durante la fase Moche IV, por lo cual utilizaremos también información Moche III como complemento.

    Dentro del corpus local encontramos elementos decorativos, elementos de unión o soporte y piezas.

    6.5.1. Elementos decorativos o aplicaciones Son elementos que presentan perforaciones que indican que formaron parte de otras piezas mayores, ya sea colgando o de manera rígida. Su ubicación se infiere a partir de piezas halladas in situ como de la iconografía. Dentro de este grupo contamos con objetos sobre láminas y cuentas.

    Objetos sobre láminas Elementos hechos a partir de una sola lámina; es un grupo variado. Incluye lentejuelas, que son piezas laminares de forma circular, generalmente que se cuelgan a estructuras metálicas o textiles por medio de grapas (figura 144). También placas que son piezas laminares de forma cuadrada que están sujetas por medio de grapas o cosidas - generalmente a las camisas -, en más de uno de sus bordes, de tal manera que adquieren una situación fija con relación a la estructura que las soporta (figura 145). Le dan a la camisa una apariencia de cota pero desconocemos si esa fue su intención. Algunas

    471 N. Gamarra et al., Dinámica ocupacional…, op. cit. 472 C. Fraresso, L’usage du metal…, op. cit.

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    placas son utilizadas para forrar estructuras de madera, como por ejemplo la base de las porras.

    Figura 144.Lentejuelas de cobre dorado. Foto PAHL.

    Figura 145. Placas de cobre dorado. Foto PAHL.

    Otro grupo lo forman los objetos laminares alargados que parecen haber forrado soportes como cascos o mangos de porras. Además, se registró un conjunto de formas laminares de la fase estilística Moche III con diseños escalonados (figura 146b), triangulares, zoomorfos (figura 146, a y c), humanos y en forma de cuchillo tumi, en diferentes zonas de la huaca de la Luna. A veces se observa decoración cincelada o repujada. A veces, las láminas alargadas y las formas laminares sostienen a su vez láminas circulares o lentejuelas (figura 146, d y e).

  • 299

    Figura 146. Ejemplos de elementos decorativos o aplicaciones laminares más elaborados. (a)

    forma laminar que representa un camarón. (b) forma laminar que representa el símbolo escalonado coronado con una cabeza de ave rapáz; (c) forma laminar que representa una ola que termina en la cabeza de un felino; (d) objetos laminares alargados que sirven a su vez de soporte para láminas circulares o lentejuelas; (e) objeto laminar alargado a manera de penacho que probablemente formó parte de un tocado; representa en la mitad superior una serpiente y también está decorada con aplicaciones a manera de lentejuelas.

    En la iconografía mochica, las láminas aparecen formando parte de la

    decoración de cascos, tocados, orejeras, narigueras, camisas, faldellines, mantos y camisones de personajes de élite como, por ejemplo, los sacerdotes y los guerreros (figura 147).

  • 300

    Cuentas Las cuentas de metal no son abundantes en el contexto arqueológico. Las más simples son pequeñas piezas esféricas medianamente aplanadas, pero también las hay más grandes, de forma cónica.

    Figura 147. Elementos decorativos o aplicaciones reconocibles en la iconografía moche.

    6.5.2. Elementos de unión o soporte Este grupo lo conforman los soportes de cuentas, las grapas y los clavos.

    Soporte de cuentas Son pequeñas y delgadas barritas que sirven de soporte de unión para las cuentas de los pectorales (figura 148). Su función es asegurar la unión estructurada de cada hilo e impedir el movimiento de las cuentas.

    Figura 148. Soporte encontrado en cada uno de los antebrazos del ocupante de una tumba

    excavada en la plataforma Uhle. Como se observa en la foto, aún conserva cosidas algunas cuentas de piedra, metal y material malacológico. Foto PAHL

  • 301

    Grapas Son pequeños objetos alargados, de forma tubular (tipo alambre) o en forma de cinta, que al ser doblados hacia adentro permiten sujetar dos cosas (figura 149).

    Figura 149. Detalle de pieza de metal donde se observa el uso de grapas para sostener

    lentejuelas. Foto PAHL.

    Clavos Son pequeños objetos de forma cónica alargada, sin cabeza distinguible, de no más de 2 cm de largo (figura 150). No estuvieron asociado a ningún elemento que indique qué objetos sujetaban aunque Carole Fraresso, en comunicación personal, sostiene que permiten unir mecánicamente diferentes láminas de metal o placas decorativas sobre estructuras de madera, como por ejemplo porras, ataúdes, etc.

    Figura 150. Pequeñas puntas sujetadoras a presión o clavos encontrados como ofrendas en una tumba registrada en la plataforma I del Templo Viejo. Foto PAHL.

  • 302

    6.5.3. Piezas enteras Este grupo lo conforman adornos, utensilios, herramientas y objetos diversos.

    Los adornos En esta categoría agruparemos los ornamentos corporales, es decir aquellos objetos que conformaban parte de la vestimenta de algunos moches. Incluye orejeras, falsas orejeras, narigueras, coronas, máscaras y sonajeras.

    Orejera La iconografía y los objetos recuperados en el yacimiento nos muestran diversos tipos de orejeras, tanto fijas como pendientes, según se observa en las figura 151. En el grupo de las orejeras fijas tenemos las discoidales y las tubulares. La orejera discoidal generalmente está compuesta por tres partes: el disco o tapa circular (que soporta la matriz de otro material), el anillo circular que bordea el disco; y el vástago o tubo que nace de la cara interna del disco. Se introduce en el lóbulo de la oreja por medio del vástago, sin necesidad de rosca para asegurarlo (figura 151 a, b y c; figura 152). La matriz que soporta el disco puede ser de hueso o de madera, y aquí se practica la decoración de la orejera, en base a incrustaciones de piedras semipreciosas (crisocola, turquesa, aguamarina) formando motivos. La orejera tubular es, como su nombre lo indica, un elemento en forma de tubo que atraviesa el lóbulo (figura 151, d y e).

    El grupo de las orejeras pendientes lo conforman diversas formas colgantes, geométricas o escultóricas, que se sujetan al lóbulo por medio de un alambre a manera de gancho (figuras 151, f, g y h; figura 153).

    Figura 151. Tipos de orejeras reconocibles en la iconografía moche.

  • 303

    Figura 152. Ejemplar de orejera discoidal que ha perdido la matriz, por lo que se puede observar

    en la parte central los puntos de unión del disco con el vástago del que se puede observar la parte terminal.

    Figura 153. Dos ejemplos de orejeras colgantes registradas en una tumba de la plataforma I del

    Templo Viejo. Foto PAHL.

  • 304

    Falsa orejera Son ornamentos con forma de orejeras discoidales, pero que no se fijan ni cuelgan de las orejas, pues no presentan vástago, sino que están sujetas a los cascos de los guerreros, o a los tocados de los sacerdotes u a otros elementos de adorno. De allí que presenten en su estructura cuatro perforaciones, dos arriba y dos abajo, para fijarlas, tal como se observa en los dos ejemplares de la figura 154.

    Figura 154. Dos ejemplos de falsas orejeras circulares registrados en tumbas excavadas en la

    plataforma I del Templo Viejo. Foto PAHL.

  • 305

    Nariguera Es un pendiente laminar que se coloca en los orificios nasales, sujetándose al cartílago blando de la punta nasal mediante presión, sin perforarlo (figuras 155 y 156).

    Figura 155. Nariguera de cobre

    encontrada en la plataforma Uhle.. Foto PAHL.

    Figura 156. Ejemplos de narigueras reconocibles en la iconografía moche.

  • 306

    Corona Estructura laminar, doblada hacia adentro de forma circular y unida con grapas, con que se ciñe la cabeza. A veces es el soporte para otros adornos, como p.e. la diadema. Las dos únicas piezas registradas en el yacimiento fueron descubiertas en la unidad 16. La primera es una corona en miniatura compuesta por tres piezas: una lámina de forma rectangular, martillada y recortada (66 mm de largo x 27 mm de altura y 1 mm de espesor) que es la corona propiamente dicha, y dos diademas en forma de media luna (figura 157). La otra corona fue hecha en base a una lámina que tenía motivos cincelados que representaban porras (figura 158).

    Figura 157. Corona en miniatura de

    dos diademas en forma de media luna registrada en la plataforma principal del Templo Viejo de la huaca de la Luna. Foto PAHL.

    Figura 158. Corona con motivos incisos en forma de porras. Foto PAHL. Figura 159. Personaje que viste una corona rematada con una diadema en forma de media luna.

  • 307

    Diadema Adorno que va a la altura de la frente, generalmente sujeto a una corona (figura 160). La única diadema registrada arqueológicamente en el yacimiento es una pieza que formaba parte de un conjunto de ofrendas de metal. Es una lámina de cobre que tiene forma de semicírculo o media luna, a la cual se le ha sujetado, por medio de grapas, una lámina de cobre repujada que representa una cabeza de búho, exornada por motivos cincelados en forma de olas (figura 161).

    Figura 160. Personaje portando una corona con diadema de características similares a las de la figura 152.

    Figura 161. Diadema en forma de media luna. En la parte central se ha sujetado una lámina que

    representa una cabeza de búho. Foto PAHL.

  • 308

    Máscara funeraria No son máscaras propiamente dichas aunque fueron cosidas como tales a alguna tela que cubría el rostro del difunto. Estas piezas fueron descubiertas en dos tumbas, en la plataforma principal del Templo Viejo de la huaca de la Luna, sobre el rostro del individuo. Ambas son similares: una lámina de cobre dorado recortada en forma de cabeza de felino (figura 162). No son piezas comunes y probablemente fueron usados por los personajes más importantes de la sociedad moche. En otros casos, láminas completas, placas sobre textiles o platos a manera de máscaras eran colocados en los rostros de los difuntos.

    Figura 162. Máscara funeraria en forma de cabeza de felino. Foto PAHL.

  • 309

    Sonaja o sonajero Instrumento formado por un par o pares de valvas que se fijan a una estructura, como por ejemplo un palo, para hacerlas sonar al agitarlas. Su uso parece ser ritual según se observa en la iconografía (figura 163). Aunque en apariencia son dos piezas, en realidad ambas valvas forman parte de una misma lámina, martillada, recortada y luego embutida para darle forma cóncava. Luego se le aplicaron dos perforaciones en la parte superior central para poder sujetar el sonajero con cintas de metal. En algunos casos tiene un diseño decorativo repujado en la superficie externa. Finalmente, la lámina se dobló en la parte media para formar la pieza (figuras 164). Algunas de las sonajas tienen una lámina adicional embutida al interior, con la misma forma cóncava, quizás con la intención de atribuirle propiedades sonoras particulares.

    Figura 163. Muerto sosteniendo un sonajero.

    Figura 164. Ejemplares de objetos bivalvos a manera de sonajas, registrados en la plataforma Uhle. Foto PAHL.

  • 310

    Sujetadores Son nueve las piezas registradas como sujetadores de tocado plumario (figura 165). Se encontraron dentro de una cesta de caña brava, como parte del testigo 4 encontrado a unos 90 cm por encima de la tumba 18, en la plataforma I del Templo Viejo de la huaca de la Luna. Fueron asociados estilísticamente a la transición entre las fases Moche III y IV.

    Estos nueve sujetadores de tocado plumario fueron elaborados a partir una forma previamente fundida, acaso una barra, y luego estirada por operaciones de martilleo y recalentamiento sucesivas, deformándose más en la parte posterior. Se observan en dos de ellos. Estas perforaciones parecen haber sido realizadas con un cincel. Observando las huellas se pueden pensar que las perforaciones no resultan de un golpe sobre el punzón (deformación plástica) sino mediante un movimiento a manera de destornillador (material quitado).

    La parte superior de uno de ellos, se martilló mas para obtener una lamina final (

  • 311

    Los utensilios

    Piruro Los volantes de huso hechos de metal son poco comunes. Las pocas piezas registradas en el yacimiento se elaboraron con la técnica del vaciado (figura 166).

    Figura 166. Piruro cónico procedente de plataforma Uhle. Foto PAHL.

    Cabeza de porra La porra o maza era el arma ofensiva por excelencia del guerrero moche. La porra moche es un arma simple, de tipo contundente. Está compuesto por dos piezas: un mango a manera de garrote pero estilizado, cuya extremo inferior es aguzado; y una “cabeza”, que es la parte que aquí catalogamos, la cual presenta un orificio central para poder enmangarla. El ejemplar hallado en el yacimiento es de forma estrellada, si bien en la iconografía la forma más popular parece ser la circular plana (figura 167). Es más común la piedra como materia prima para elaborarlas.

    Figura 167. Cabeza de porra procedente de plataforma Uhle. Foto PAHL.

  • 312

    Anzuelo Este elemento para pesca es de factura simple, y consiste en un alambre martillado y doblado (figura 168).

    Figura 168. Dos ejemplos de anzuelos registrados en el Núcleo Urbano. Foto PAHL.

    Aguja Entre ellas, se ha registrado agujas largas para terminar el trabajo iniciado en los telares y agujas cortas para coser diversos tejidos. También existen algunas agujas utilizadas a manera de punzón, sea para abrir conchas marinas o practicar trabajos artesanales (figura 169).

    Figura 169. Algunas agujas registradas en el Núcleo Urbano. Foto PAHL.

    Cuchillo Se trata de utensilios de una sola pieza, de forma peculiar, pues la punta de la hoja tiene forma semicircular o de media luna. Algunas veces, la zona del mango es escultórica. Se le llama tumi y le asigna un uso ceremonial (figura 170).

    Figura 170. Dos cuchillos o tumis registrados en el Núcleo Urbano. Foto PAHL.

  • 313

    Pinza para depilar Son piezas elaboradas a partir de una lámina martillada y recortada. Los extremos tienen forma de media luna. En algunos ejemplares, la parte media fue decorada mediante la técnica del repujado (figura 171).

    Figura 171. Algunas pinzas para depilar, hechas de cobre dorado, registradas en la plataforma principal del Templo Viejo. Foto PAHL.

    Las herramientas Agrupa piezas sencillas: espátulas, punzones y cinceles (figura 172). En algunos casos los cinceles son hechos a partir de una sola pieza, vaciada y martillada; en otros se observa claramente dos piezas, la hoja y el mango, unidas por medio de una soldadura.

    Figura 172. Vista frontal y lateral de un cincel registrado en la plataforma principal del Templo Viejo. Foto PAHL.

  • 314

    Piezas únicas En este grupo se ubican piezas cuya elaboración no parece responder a un proceso estándar, y que probablemente fueron fabricadas por encargo. Dos son las piezas que describiremos a continuación, y que fueron halladas en contextos identificados por sus investigadores como Moche III-IV.

    Calero Se ha denominado así a un set de dos piezas que parecen imitar un calero (figura 173). El calero es un recipiente fabricado originalmente de mate (Lagenaria) en el cual se almacena la cal utilizada como reactivo en el mascado de coca. Tiene una tapita que sostiene una agujeta que penetra el recipiente y que permite extraer la cal, la cual se adhiere a él.

    Dos láminas martilladas, recortadas y pulidas forman el cuerpo de este calero en particular. Los bordes irregulares, resultado del cortado fueron doblados hacia adentro para luego encajar las láminas que forman el disco superior entre ellas (unión mecánica por presión). Este disco forma la parte superior del calero. La perforación central es burda y presenta las huellas del recortado. La agujeta es en realidad un tubo elaborado a partir de una lámina de oro martillada y recortada de manera irregular, la cual luego fue doblada hasta formar el tubo. Las superficies son brillantes y con aspecto pulido y presentan varias zonas abolladas. Carole Fraresso me comentó que las zonas “abolladas” podrían ser intencionales puesto que son huellas del martillo que no han sido eliminadas; podría ser un efecto estético.

    Figura 173. Las dos piezas que forman un calero. A la izquierda, la “agujeta” y a la derecha el recipiente de la cal. Foto PAHL.

  • 315

    Este calero probablemente está hecho a partir de una aleación binaria de cobre y oro (tumbaga) con mayor porcentaje de cobre, y habría recibido un tratamiento de superficie de dorado. Las dos tapas que forman el cuerpo del recipiente fueron unidas entre ellas mediante una soldadura probablemente indirecta de aleación Au-Ag-Cu. La unión metalúrgica no es homogénea, sólo se observan cinco zonas donde se notan claramente las soldaduras.

    Este calero fue encontrado en la mano izquierda de un personaje que ocupaba la denominada tumba 2, registrada en la plataforma principal del Templo Viejo de la huaca de la Luna.

    La pieza tiene 172 mm de altura, 15 mm de lago, 73 mm de ancho y 1 mm de espesor. Pesa 120 gr. Es un objeto simbólico; no debió fabricarse con fines funcionales pues la agujeta es en realidad un tubo, lo cual no permitiría extraer la cal. Debió fabricarse expresamente para la muerte del individuo, el cual debió ser un sacerdote. Esta pieza ha sido asociada a la ceremonia llamada de los chacchadores de coca, identificada en la iconografía moche. Manto ceremonial Esta pieza única es una de las más exquisitas registradas arqueológicamente en el Perú (figura 174). Es un atuendo ceremonial que se encontró asociado de manera indirecta a una tumba de cámara – codificada como tumba 18 – elaborada durante el enterramiento ritual de uno de los edificios superpuestos del Templo Antiguo de la huaca de la Luna, el denominado edificio C, por lo que parece estar asociado cronológicamente a la fase estilística de la cerámica Moche III. Este objeto formaba parte de una serie de marcadores de dicha tumba, que se encontraron por encima del nivel de ella. El marcador asociado a esta tumba que nos interesa, estaba compuesto por una cesta de cañas y tres vasijas de cerámica, depositados sobre la cámara funeraria. La cesta, provista de una tapa, contenía un envoltorio de tejido de algodón. En el interior de este envoltorio se encontró el citado atuendo ceremonial, el cual tenía claramente una forma felina, a pesar de su delicado estado de conservación. Gracias a los trabajos del equipo de conservación del Proyecto de Investigación y Conservación Huaca de la Luna, el objeto ha sido restaurado y su descripción es factible. Puede que la pieza represente a un felino acostado boca arriba, con las fauces abiertas473, o que represente la piel de un felino extendida. Es posible que se trate del jaguar u otorongo, y que las lentejuelas estén representando las manchas características de este animal474.

    La base estructural de la pieza, es un soporte relativamente rígido, pero flexible, conformado por una piel de cuero recubierta por un tejido llano de algodón, recortados

    473 Ricardo Morales, “Atuendo ritual…”, op. cit., pp.379. 474 Santiago Uceda, “The Priests of the Bicephalus Arc: tombs and effigies found in Huaca de la Luna and their relation to Moche rituals”. En: The Art and Archaeology of the Moche: An Ancient Andean Society of the Peruvian North Coast, Steve Bourget y Kimberly L. Jones, editores, pp. 153-178. Austin, University of Texas Press, 2008.

  • 316

    ex profeso para darle forma al animal. A la parte superior del soporte se ha cosido una tira de algodón que permite sujetar la pieza al cuello del sacerdote. En esta pieza, las patas traseras sobresalen y la cola tiene un tamaño desproporcionado con relación al cuerpo.

    Figura 174. Manto ceremonial que representa la piel de un felino, probablemente un jaguar u otorongo.

  • 317

    De manera más específica, podemos definir el manto felino como un objeto complejo conformado por una cabeza de felino hecha de resina de árbol, dos orejas de madera, cuatro garras de cobre dorado, una base de cuero forrada con textil, plumas amarillas en el centro de la pieza y plumas negras en las patas. En la cabeza presenta dos láminas de oro en forma de orejas, veinticuatro láminas circulares pequeñas y diecisiete láminas circulares medianas de oro pendiendo de las orejas y parte del rostro, una lámina circular grande de oro a manera de nariguera, quince láminas ovoides de oro en el mentón, una lámina de oro a manera de casco y una lámina, también de oro, a manera de mentón. Los ojos y dientes fueron hechos de Conus fergusoni. Una placa de oro doblada cubre el paladar y la garganta. El cuerpo y la cola del animal están cubiertas de manera parcial por 10 láminas de oro de las cuales, tres cubren la cola, la última de ellas, la del extremo, de forma semicircular, de la que pende una lámina circular con pintura roja, posiblemente cinabrio. Tanto de las láminas de metal como del tejido no cubierto por ellas penden un total de 172 pequeñas láminas circulares, a manera de lentejuelas. Puesto que las lentejuelas estuvieron fijadas a la estructura por medio de unas grapas, y dado que en la pieza se pueden observar 3 grapas sin lentejuelas, se deduce que el número original de lentejuelas pequeñas fueron 175.

    En la pieza se identifica la aplicación de hasta cinco técnicas diferentes de trabajo del metal: laminado, recortado, repujado, embutido y ensamblado.

    Si bien está no es una pieza compleja en cuanto a su factura, lo es en cuanto a la diversidad de sus materiales. Esto último implica la intervención de artesanos de diversos oficios. Al menos intervinieron un tallador de conchas y piedras para elaborar ojos y dientes, un ebanista para elaborar las orejas, un tejedor y un curtidor de pieles para elaborar la base estructural, un escultor que trabajó con resina de árbol para elaborar la cabeza475, y un orfebre para las piezas de metal arriba señaladas. ¿Qué implica la existencia de esta pieza en términos de organización de la producción y las relaciones sociales que conlleva? Volveremos sobre esto más adelante, en el capítulo final.

    Figura 175. Escena iconográfica denominada “de los coqueros” o chacchadores de coca, donde se observa al sacerdote de pie bajo un arco bicéfalo, vistiendo un manto felino.

    475 Aunque Carole Fraresso me comentó que el orfebre pudo haber elaborado la estructura de resina, pues maneja ceras y resinas en su oficio, y por lo tanto no considera que haya una especialización para eso.

  • 318

    6.6. Los productores de objetos de metal El trabajo que realizaron los metalurgistas y orfebres moches fue de gran importancia para su sociedad. Quizás, de entre todas las actividades artesanales, la realizada por los metalurgistas y orfebres fue considerada la más importante, junto con aquella de los textiles, o acaso más. Y esta línea de ideas se deriva del hecho de que los metales fueron considerados sagrados en las culturas andinas, al igual que en otras culturas del resto del mundo. En su obra “Herreros y alquimistas”, basándose en su estudio sobre la historia y las mitologías de la metalurgia africana, Mircea Eliade nos dice que las sustancias minerales participaban del carácter sagrado de la Madre Tierra, pues, hay la idea de que:

    “… los minerales «crecen» en el vientre de la Tierra, ni más ni menos que si fueran embriones. La metalurgia adquiere de este modo un carácter obstétrico. El minero y el metalúrgico intervienen en el proceso de la embriología subterránea, precipitan el ritmo de crecimiento de los minerales, colaboran en la obra de la Naturaleza, la ayudan a «parir más pronto». En resumen: el hombre, mediante sus técnicas, va sustituyendo al Tiempo, su trabajo va reemplazando la obra del Tiempo”476.

    La arqueometalurgista Carole Fraresso resalta que los pueblos precolombinos

    tuvieron una profunda pasión por el oro, la plata, el cobre y sus aleaciones preciosas, a los cuales atribuían funciones simbólicas. En palabras de Fraresso:

    “El oro evoca el sudor del sol, dioses, ancestros, poder, inmortalidad y lo masculino. La plata recuerda las lágrimas de la luna, la feminidad y la fertilidad. El cobre, metal menos noble, representa a los hombres comunes, al ciclo de la vida y las transformaciones de la naturaleza (…), los metales eran percibidos como semillas que crecían en las entrañas de los montes sagrados. Al igual que las plantas y vegetales, nacían y se desarrollaban en el vientre de la Pachamama (tierra), los metales crecían en un mundo inferior donde adquirían el valor sagrado necesario a la materialización de la ideología religiosa y política de las civilizaciones precolombinas. El orfebre, artífice de la transformación, era el único capacitado a dar vida a sorprendentes adornos a través de procesos mágico-tecnológicos que simbolizaban el ciclo de la naturaleza, el ciclo de la vida y el orden del mundo” 477. En el mismo sentido, Luis R. González apunta que: “… el metal resultaba ser un producto excepcional que contenía en sí mismo la potencia de las divinidades celestes y los misterios del devenir de la vida sobre la tierra ( …) En este cuadro, no es arriesgado pensar que los metalurgistas prehispánicos, más que meros artesanos, fueron

    476 Mircea Eliade, Herreros y alquimistas, segunda edición, Alianza Editorial, Madris 1983, pp. 3. 477 Luis R. Gonzáles, “La sagrada transformación del cobre: alquimias milenarias. Una tecnología sagrada”, en: Joyas de los Andes: metales para los hombres, metales para los dioses, Museo Chileno de Arte Precolombino, Santiago, 2005, pp. 58.

  • 319

    intermediarios entre los humanos y las deidades, propietarias tanto del saber técnico como del esotérico” 478. Roberto Lleras Pérez asegura que la producción orfebre prehispánica: “… no fue una actividad que se dejara a la libre iniciativa y al arbitrio de los artesanos individuales. En todas las épocas y en cada una de las sociedades orfebres, existieron normas rígidas que determinaban qué tipo de metales y aleaciones se usaban, cómo se trabajaban, qué formas y funciones debían tener los objetos y, sobre todo, qué iconografía se plasmaba en ellos”. 479 De esto deriva que el metal haya sido el más restringido de los materiales en

    cuanto a su acceso y uso y el que demandó un mayor y más complejo conocimiento técnico, en comparación con otras actividades productivas artesanales. Los metales preciosos en las culturas andinas tenían pues un alto valor ideológico; su presencia en las tumbas de ajuar más elaborado así lo confirma. El oro, la plata o el cobre, o las aleaciones obtenidas, transformados en ornamentos corporales materializaban el poder de quienes los usaban, siendo quizá el elemento más importante para diferenciar a los personajes de la elite moche del resto de los miembros de su comunidad, en la vida y en la muerte.

    6.6.1. Identidad del metalurgista y del orfebre La residencia de metalurgistas y orfebres en la ciudad de las huacas del Sol y de la Luna no se justifica en el hecho que la zona fuese rica en yacimientos de metales preciosos, que de hecho no lo era, sino en que la ciudad fue un centro importante de peregrinación religiosa de diferentes pueblos de la costa norte y probablemente de la sierra.

    Técnicamente, podríamos diferenciar dos tipos de especialistas del metal operando en la ciudad, si tenemos en cuenta el trabajo que ejecutaban en la cadena operativa: el metalurgista, quien trataba la materia prima y sus aleaciones produciendo lingotes, y el orfebre, quien labraba los objetos de metal. Sin embargo, puesto que aún no hemos presentado ninguna evidencia que indique si ambos especialistas fueron la misma persona o no, prefiero, por el momento, referirme al productor de objetos de metal como metalurgista-orfebre.

    Son muy escasos los trabajos sobre metalurgia prehispánica donde se hable de la identidad del metalurgista-orfebre. Tradicionalmente, el trabajo del metal se asocia al género masculino en el mundo andino. En el caso moche, la única evidencia iconográfica de la que disponemos, que nos podría dar luces sobre el género del metalurgista-orfebre, aunque de manera parcial, es la vasija descrita líneas arriba. En

    478 C. Fraresso, Identidad(es) social(es)…, op. cit. 479 Roberto Lleras Pérez, “Metales preciosos: oro y plata de nuestros ancestros”, en: Joyas de los Andes: metales para los hombres, metales para los dioses, Museo Chileno de Arte Precolombino, Santiago, 2005, pp. 14.

  • 320

    esta observamos a personas del sexo masculino avivando el fuego de un horno de fundición de metal, mientras otro personaje masculino acomoda las piezas a fundir o recalentar. Esto nos estaría indicando que al menos las personas encargadas de la fundición del metal eran hombres; aunque podríamos hacer extensivo el carácter masculino de la actividad a los demás pasos de la cadena operativa. Sin embargo, no podemos afirmar de manera categórica que haya estado cerrado a la intervención del género femenino. Carole Fraresso480 sugiere que las mujeres pudieron estar encargadas de la preparación de crisoles y moldes o de las etapas del acabado, como por ejemplo el pulido.

    Según la complejidad de las piezas, podríamos inferir dos tipos de metalurgistas-orfebres: aquellos que dominaron las técnicas básicas para fabricar algunas herramientas, utensilios y objetos laminares sencillos, sin mayor decoración, y aquellos que dominaron las técnicas más avanzadas que les permitieron plasmar la compleja iconografía moche en objetos más elaborados. Estos dos tipos señalados pueden ser dos extremos opuestos en una línea de posibilidades determinadas a partir de los diferentes grados de conocimientos técnicos adquiridos por el orfebre.

    Si bien no hay analogías que podamos identificar en el caso central andino, pues la información está ausente, existen ejemplos de esta diferenciación en el caso mesoamericano y colombiano. Lleras Pérez cita al cronista Bernardino de Sagahun, quien describe la existencia de dos tipos de “oficiales” que labraban el oro: “los martilladores amajadores que trabajaban con martillo y los tlatlalianime, verdaderos oficiales ‘… que asientan el oro, o alguna cosa en el oro o en la plata…’. Unos y otros estaban bajo los auspicios del dios Xipe Totec para quien celebraban fiestas cada año” 481. El mismo autor cita la visita de Lenguazaque de 1595, en la actual Colombia, realizada por Diego Hidalgo, la cual permite distinguir entre “plateros, quienes hacían objetos de adornos permitidos por los conquistadores y santeros, los fabricantes de objetos prohibidos por considerarlos de idolatría” 482.

    Esto no quiere decir que el que pertenecía al primer tipo no podía pertenecer al segundo tipo con el tiempo, en base al desarrollo de sus habilidades. En la ciudad de las huacas del Sol y de la Luna sólo se ha registrado hasta el momento un taller para la producción de objetos de tamaño pequeño y factura simple, lo que nos llevaría a colocar a los productores que trabajaron en dicha unidad de producción dentro del primer tipo. No se ha registrado hasta el momento un taller para la elaboración de piezas complejas, es decir, no se ha registrado evidencia arquitectónica de la actividad del segundo tipo de metalurgos-orfebres, y quizá no lo sepamos nunca pues las técnicas de decoraciones no