capítulo 2 política plebeya de la literatura en salta siglo xxi

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    Juan Manuel Díaz Pas, La revuelta de los aldeanos. Literaturas plebeyas en la

     Argentina del siglo XXI , Salta: Alto Yuyo, 2015.

    CAPÍTULO 2

    POLÍTICA PLEBEYA DE LA LITERATURA EN SALTA

     A COMIENZOS DEL SIGLO XXI

    0. La literatura como política.

    “Por lo general, disidencia radical y “política” en la escritura

    serían vistos en términos de comunicación y efectos concretos en una

    audiencia; lo que significa un esfuerzo encaminado a autorizar, amovilizar —dirigido a identidades existentes— o a la representación

    de condiciones externas, usualmente de una manera continua y

    orientada. La tan llamada “luz progresiva”, la usual suposición acerca

    de la comunicación inmediata, dar “voz” a la “experiencia” “individual”,

    la transparencia del medio (lenguaje), la instrumentación del lenguaje,

    el pluralismo, etc., llenan este proyecto. Sin embargo en esencia, tal

    literatura progresivamente convencional falla al auto examen de

    escritura y a su medio: el lenguaje. Pero en una era donde la

    reproducción del status quo social es cada vez más dependiente de la

    ideología y el lenguaje (lenguaje en ideología e ideología en

    lenguaje), significa que en realidad ésta no puede hacer reclamos

    para comprender y/ o cambiar la naturaleza del conjunto social, no

    puede ser política en ese modo crucial.

    Un deseo de dimensión política y social en la escritura —

    que abarque el interés por el público, por el bien común, por una

    comprensión y transformación completa —, implica una preocupación

    total por el lenguaje como medio: por las condiciones de su estructura

    de significado, significante, o valor y sentido. Técnicos de lo social —

    la necesidad de ver la sociedad como un todo—. Lo que ha

    significado en años recientes, con esta labor, una concepción de

    escritura como política, no una escritura sobre política.”

    Bruce Andrews, “Poesía como explicación, poesía como

    praxis”, en Charles Bernstein, editor, La política de la forma poética,

    La Habana: Torre de Letras, 2006. 

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    1. Catástrofes: barricada y después.

    El siglo XXI comienza en la Argentina con la explosión de una crisis producto

    del intenso trabajo de los agentes del neoliberalismo en el país desde la última

    dictadura cívico militar, instaurada en 1976. Tanto la clase dirigente como los sectores

    económicos, sumados a grupos de poder corporativos, han llevado a cabo un plan

    sistemático de pauperización de su propia población durante décadas. El año 2001

    concluye con la toma de las calles por parte de la sociedad civil, particularmente la

    clase media, e inaugura un momento de incertidumbre que pone en jaque la fortaleza

    de las instituciones democráticas de la forma Estado tal y como la comprendieron los

    argentinos hasta ese momento bajo la consigna “que se vayan todos”.

    No se tratará, sin embargo, y a pesar de las esperanzas autonomistas que

    vaticinan una nueva forma de hacer política, de una revolución de las masas ni de una

    ruptura institucional ni, mucho menos, de una transformación de la política en un nivel

    sustancial, es decir en términos del ejercicio del poder. El sistema republicanorepresentativo pronto recupera su fuerza y la forma Estado, bajo la conducción de

    Néstor Kirchner, que alcanza la primera magistratura con una legitimidad débil en

    2003, consolida su hegemonía por sobre otras prácticas políticas minoritarias como los

    piquetes y las asambleas barriales, las cuales, sin embargo, permitieron la emergencia

    de otras formas de vinculación social1  que más tarde habilitaron nuevas

    configuraciones de las prácticas artísticas urbanas.

     A la par de los acontecimientos que tienen lugar entre 2001 y 2003, se

    produce una intensa movilización de sujetos antes desplazados o excluidos de las

    prácticas políticas institucionalizadas. Si el gran protagonista de las luchas del siglo XX

    era el proletariado, el siglo XXI se caracterizará por la aparición de actores que no

    tienen forma de incluirse en los circuitos sociales convencionales para formar parte de

    algo “común”. Se trata de sujetos cuyas ciudadanías permanecen invisibles, cuando

    no son resultado de meros dispositivos formales que se activan cuando las clases

    dirigentes necesitan aumentar su caudal electoral.

    Sin embargo, el problema de la exclusión y de la pauperización afecta a los

    cuerpos, reconvirtiendo las instituciones y las prácticas: una escuela funciona como un

    1  “Pero, sin duda, uno de los rasgos fundamentales que emergió de la desigualexperiencia asamblearia fue la autonomía. Al calor de las discusiones y prácticas,paradójicamente a través del mismo proceso de fragmentación y debilitamiento del movimientoasambleario, la demanda de autonomía se fue precisando, enriqueciéndose, hasta adquirir unespesor indudable y constituirse, en definitiva, en una suerte de variable de configuraciónpolítica. En resumen, desde el punto de vista político, las asambleas mostraron una mayorresonancia con ciertas concepciones de izquierda, cuyas claves conceptuales residen tanto enla afirmación de la autonomía, como en el desarrollo de redes horizontales y flexibles,refractarias a cualquier instancia articulatoria superior”. (Svampa, 2005: 271)

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    comedor; un hospital parece un asilo de indigentes; las rutas son el escenario de la

    protesta. Ya no es la fábrica o el sindicato, el partido o el club; el vínculo social se

    busca en los afectos, en los espacios recuperados, es decir en los modos en que los

    cuerpos aparecen ante los otros, su manera de ser recibidos, las hospitalidades a que

    dan lugar los encuentros. La palabra clave es ocupar. Los cuerpos ocupan los

    espacios abandonados, los ‘recuperan’ y hasta hacen de las ruinas un lugar donde

    poder hacer la experiencia de lo común. Con sus presencias, los sujetos se posicionan

    ante el poder para presentarles batalla. Son sus cuerpos los que activan la

    movilización, transformando así el sentido de lo público. El cuerpo, otrora relegado al

    espacio de lo privado, cobra definitivamente un espesor de contacto.

     Ante las políticas de la desaparición ejecutadas sistemáticamente por el

    Estado argentino desde su formación (desde “La campaña del desierto” – Viñas, 2013:

    16 – y las reiteradas masacres de pueblos originarios a lo largo del siglo XX, pasando

    por las masacres de inmigrantes, las ejecuciones de anarquistas, los fusilamientos deobreros, las matanzas de prisioneros políticos, los innumerables casos de gatillo fácil,

    las tramas de poder involucradas en la trata de personas y en algunos casos de

    secuestros extorsivos), unos nuevos actores aparecen, fundan con sus cuerpos un

    espacio político que reconvierte la ciudadanía en una instancia de conquista que tensa

    las dinámicas de lo posible: homosexuales, transexuales, mujeres, niños,

    adolescentes, indígenas, lúmpenes, presidiarios, consumidores de drogas. Las

    demandas de derechos a decidir sobre sus propias corporalidades más allá de la

    vigilancia y las prescripciones del Estado permiten desvincularlos de apetencias de

    poder, al mismo tiempo que fragmenta las luchas políticas generando una

    diseminación de alternativas y proyectos ‘autonómicos’ impensables según las

    coordenadas utópicas del marxismo clásico.

    Los medios de comunicación, por su parte, hacen su reality show con las

    esquirlas de la devastación (publican lo privado, se inmiscuyen en la domesticidad),

    aun cuando no tienen que ver con el mundo del espectáculo, muestran niños llorando

    en primer plano con música melodramática; cameos de hombres y mujeres con los

    rostros cubiertos, detrás de columnas de humo y periodistas corriendo; planos

    generales de familias enteras acudiendo a clubes de trueque y planos detalles de loscuriosos billetes que utilizan para mercar. Pronto todo es fagocitado por las exigencias

    del rating y, otros cuerpos, turgentes, fulguran en las pantallas. El país, como si nada

    pasara, como si las noticias provinieran (como era costumbre) de África o Asia, es

    convertido en un holograma para el horario central.

    La década previa también había sido la de la impunidad, desde los atentados

    contra la embajada de Israel y la AMIA, la venta de armas, hasta el indulto de los

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    represores de la última dictadura cívico militar. El indulto de Menem y el sistema de

    amnesia que impulsa su gobierno tienen su corolario en las confesiones periodísticas

    de Scillingo, las declaraciones en el senado de Rolón y Pernías y, cerrando los

    noventa, las afirmaciones truculentas de Astiz sobre sus dotes como asesino2. Todo

    esto no hace más que confirmar la impunidad, promover la indignación de la sociedad

    y acentuar cierto matiz de impotencia en los ciudadanos representados por la sociedad

    política.

    Las empresas mediáticas y transnacionales acaparan los mercados donde

    antes había competencia, monopolizan el consumo, dictaminan agendas y son

    capaces de presionar fuertemente a la democracia. A su vez, ella no es el horizonte

    último capaz de canalizar las demandas y restañar las heridas totalitarias. Ni se come

    ni se educa con democracia, no solamente. Los desaparecidos continúan, los

    asesinatos políticos también.

    El arte y la literatura, en este escenario, transforman sus prácticas.Evidentemente no se trata de una crisis de la literatura aunque, puede pensarse, sí de

    las formas de leerla y, más que nada, de una expansión de sus relaciones con otros

    discursos y otras prácticas artísticas. En el capítulo anterior se analizó una de las

    formas en que se leía (y los sedimentos actuales de esas formas de leer) la literatura

    de Salta en el siglo XX, anclada en las preferencias por ciertos valores “estéticos”

    inmanentes, las descripciones de sus temas según un ordenamiento generacional y

    las fuertes orientaciones hacia una especificidad “incontaminada”. 

    1.1. Modelos de cartón: emergencia del libro autogestionado

    En efecto, la literatura, junto con otras prácticas artísticas, encuentra en las

    movilizaciones sociales y políticas de los individuos excluidos, la manera de volver a

    reformular las formas de producir sentido en una sociedad aparentemente despertada

    del letargo y la apatía neoliberal. Al menos coyunturalmente y en gran medida sobre

    todo entre los años 2004 y 2011 (donde el kirchnerismo logra consolidar su

    hegemonía), es posible advertir cierta tendencia crítica hacia la denominada ‘estética

    relacional’, es decir la manera en que las prácticas artísticas reenvían sus sentidos a la

    producción de espacios sociales de participación y reconocimiento intersubjetivo (cfr.Bourriaud, 2008).

    2  Verbitsky, Horacio (1995) El vuelo, Buenos Aires: Planeta. Gabriela Cerruti, "Elasesino está entre nosotros", publicado en La Nación del 16/01/1998, disponible enhttp://www.lanacion.com.ar/85555eltextodelaentrevistaquealfredoastizofrecioatrespuntos[13/01/2015].

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    Si bien es cierto que las editoriales independientes y autogestionadas ya

    existían antes de 2001, a la par de otras experiencias de autogestión como las fábricas

    recuperadas y los medios informativos alternativos, es después de la crisis desatada el

    19 y 20 de diciembre cuando esta y otras experiencias similares adquieren una

    visibilidad creciente y hasta una cierta formalización hegemónica en el panorama de

    las prácticas artísticas del país3. Son ejemplos claros Eloísa Cartonera4  (Svampa,

    2005: 277; Porrúa, 2012: 281; Sosa, 2012: 8) y las propuestas de ocupación de

    espacios públicos (“recuperados”) de la FLIA (Feria del Libro Independiente y

    3  “En este sentido, los grupos culturales de la Argentina presentan fuertes similitudescon los colectivos surgidos en los últimos años en otras latitudes, que hoy forman parte de lasnuevas redes de los movimientos "alterglobalización". Dichos colectivos se constituyen como"grupos de afinidad", construidos sobre la base de competencias compartidas, antes que poruna "experiencia común de socialización"35 (Mac Donald: 2003). En este sentido, lo propio de

    estos grupos (los cuales constituyen sin duda una de las dimensiones más novedosas de losmovimientos antisistema), es la afirmación de la subjetividad, a través de la acción directa, y elrechazo a la creciente mercantilización de la vida social. Sin embargo, a diferencia de suspares europeos y norteamericanos, en la Argentina —como en otros países de AméricaLatina— no siempre la acción de estos colectivos se agota en la dimensión cultural-expresiva.En realidad, en muchos casos la dimensión experiencial aparece subordinada o estrechamentevinculada a los avatares de las luchas político-sociales, en el marco del desarrollo de relacionesde afinidad y redes de solidaridad con otras organizaciones sociales movilizadas, muchas delas cuales se hallan constantemente amenazadas por la represión (piqueteros, trabajadores defábricas recuperadas, poblaciones indígenas, minorías sexuales, entre las más importantes). Así las cosas, la radicalización expresiva, lejos de autonomizarse o perder de vista eladversario, tiende a redefinirse en el marco de las luchas cotidianas llevadas a cabo por otros

    movimientos u organizaciones. En la actualidad, pese al declive y reducción del movimiento deasambleas, muchos de estos grupos continúan generando redes y foros de intercambio y decomunicación e intervenciones artísticas en diferentes tramas sociales. A su vez, no son pocoslos que han internacionalizado y globalizado su experiencia, a través del contacto con otrasorganizaciones y espacios de resistencia, tanto en América Latina como en Europa” (Svampa,2005: 277- 278).

    4  “En 2003, Javier Barilaro, Washington Cucurto y Fernanda Laguna fundaron lapequeña editorial Eloísa Cartonera, que Silvina Friera describe como «un proyecto comunitarioque integra el trabajo de cartoneros, artistas plásticos y escritores». Cristian De Nápoli participóactivamente algunos años; actualmente, María Gómez es fundamental en el equipo. El modelode editorial hizo escuela: elabora libros artesanales realizados con cartón, comprado atrabajadores cartoneros a precios más altos que los del mercado y toma como empleados aotros cartoneros. El fenómeno se extendió a Perú, Chile, Bolivia, Paraguay, Brasil y México. Laeditorial produce «libros artesanales, con tapas pintadas a mano, páginas fotocopiadas ytiradas limitadas» (Friera, Silvina. «Eloísa Cartonera, una editorial muy particular», enPágina/12 , Buenos Aires, 3/6/08). Son obras breves y los autores donan sus derechos. Elcatálogo de Eloísa Cartonera es muy estimulante: incluye escritores consagrados deLatinoamérica (Haroldo de Campos, Ricardo Piglia, César Aira, Mario Bellatin, Fogwill, EnriqueLihn, Andrés Caicedo, Ricardo Zelarrayán, Mario Santiago, Leónidas Lamborghini) con autoresde la NNA (Juan Incardona, Fernanda Laguna, Fabián Casas). Su línea privilegia losexperimentos, el underground de culto y las vanguardias. El proyecto ganó el Primer PremioRed de Artistas arteBA en el año 2004” (Drucaroff, 2011: 510, nota 29).

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     Autogestionado)5. Ambos proyectos, si bien diferentes, presentan algunas

    características de interés para la presente elaboración: promueven redes de edición

    alternativa a bajo costo (fotocopias, encuadernado artesanal, autoedición, distribución

    en mercados alejados del mainstream o directamente gratuita en internet), talleres de

    escritura, debates sobre políticas culturales, formulación de textos bajo nombres

    ficticios (desde la utilización de seudónimos hasta la heteronimia, pasando por la

    creación de nombres colectivos al estilo Luther Blisset) y, en general, el acceso a

    prácticas comunizantes fuertemente asociadas con lo festivo, poco frecuentes en las

    prácticas que rodean a la literatura más convencional. Este elemento festivo permite

    elaborar un bosquejo secuencial de las prácticas que rodean la producción literaria del

    siglo XXI caracterizado por, primero, desacralizar la autoridad del sentido como

    totalidad clausurada; segundo, desarticular las restricciones autoriales para orientarlas

    hacia apropiaciones más libres; tercero, la asunción horizontal de la enunciación por

    parte de cualquiera; cuarto, la interpretación performativa de la palabra literaria comoespacio público mediado por el cuerpo; quinto, la permeabilidad de la literatura a otras

    prácticas artísticas que le restan especificidad verbal.

    Muchos de los aspectos señalados, entonces, son deudores de las

    movilizaciones políticas y, en sentidos sin duda diferentes, buscan configurar

    comunidades alternativas y aleatorias, de “soberanías instantáneas” (Corten et al,

    2012: 34 y siguientes). En el caso de Salta, Sosa (2012) señala algunas

    características referidas a las instancias de edición artesanal a partir de 2006 y hasta

    2011, en paralelismo con las editoriales cartoneras más reconocidas. Releva un total

    de trece títulos de tres “grupos editoriales”: Ya era, Killa y Equus Pauper, que trabajan

    en la promoción de escritores emergentes  y en ediciones a bajo costo. De esta

    manera, argumenta, “cuestiona[n] las lógicas de un mercado editorial monopolizado a

    partir del proceso de concentración económica neoliberal de la década del ’90” (10),

    especialmente a partir de la promoción de la reproductibilidad infinita teñido de cierto

    plagiarismo.

    Con posterioridad, los escritores nucleados en la revista Sonámbula, que

    desarrollan el proyecto editorial ¡Ay, caramba!, también han introducido al mercado

    propuestas artesanales, si bien la factura material de las mismas ha incrementadonotablemente la calidad de este tipo de publicaciones (aunque adolece de ciertos

    descuidos de edición de los textos, como erratas evidentes o problemas de alineación

    5  En el blog http://feriadellibroindependiente.blogspot.com.ar/ puede consultarse suhistoria, sus actividades, las fechas y lugares donde se realiza.

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    al margen, etc.,)6. Lo que resulta indiscutible es que todas estas publicaciones

    configuran un público diferente del que tiene la literatura salteña más convencional,

    algo que se observa claramente en las características particulares que adquieren las

    presentaciones de libros. Las mismas conducen a pensar los textos como guiones

    para performances, es decir, construyen palabras públicas en eventos interactivos

    donde los participantes tienen la ocasión de ‘llevarse’ consigo aquellos sentidos que

    deseen. Las lecturas públicas aproximan estas prácticas a recitales musicales o a

    performances escénicas ficcionales en un clima festivo (más adelante se volverá sobre

    esto). Por otra parte, estas publicaciones, al principio observadas como novedades y

    hasta con cierto recelo, ahora adquieren la forma de una nueva convención, tanto es

    así que incluso un autor consagrado como Ahuerma Salazar publica de esta manera7.

    Lo cierto es que la irreverencia primera de estos actos de publicación ha conducido a

    promover la toma de la palabra por parte de cualquiera  que sienta la voluntad de

    hacerlo. Lo plebeyo es aquí la democratización del acceso de los ciudadanos (decualquiera) a la producción de bienes culturales por fuera de los sistemas del mercado

    mainstream (o dominante) e incluso por fuera de las ofertas estatales (como los

    concursos literarios provinciales).

     Ahora bien, aunque resulta dificultoso establecer una cronología precisa,

    puede sostenerse que en la crítica se ha pasado de la autogestión editorial (que

    sobrepasa largamente las ediciones artesanales y particularmente cartoneras), como

    marca de una práctica literaria plebeya, a la consideración más moderada de literatura

    emergente (cfr. Alonso, 2003: 3). Es posible que la primera tenga mayor relación con

    los elementos residuales de las movilizaciones alrededor de 2001 y que hayan sido

    efectuadas por los propios escritores, mientras que la segunda tenga más vinculación

    con las capturas académicas posteriores, que sofocan o atemperan ciertos excesos

    optimistas de aquellos intentos autonómicos a favor de una neutralidad que ajuste de

    modo más realista sus límites y posibilidades.

    No es viable, en el mismo sentido, admitir que el fenómeno de las editoriales

    cartoneras, por ejemplo, constituyan en sí mismas proyectos literarios plebeyos o,

    como podría postularse, sometan el canon literario a revisión, e inclusive que

    conformen procesos de subjetivación política de los individuos involucrados en ellas.El caso de Eloísa cartonera es claro en muchos de estos aspectos pero,

    principalmente, no es una editorial de escritores cartoneros  sino una presentación

    6 Cfr. la reseña de Mariano Álvarez Leonard, “Rap y alquimia” sobre el libro de CésarMartínez

    ¿Qué hace bolú?, Salta: ¡Ay caramba!, 2014, enwww.cuartopodersalta.com.ar/rapyalquimia/ 

    7 Su Poesía completa ha sido publicada en un formato artesanal con tapas de madera.

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    reconvencionalizada del formato del libro códice en una baja calidad de impresión con

    un catálogo de escritores profesionales principalmente argentinos (pero también

    latinoamericanos) incorporados recientemente al canon regional.

    La experimentación rudimentaria con la materialidad del soporte, sin

    embargo, no desvirtúa las operaciones del aparato: todavía se trata de un libro códice;

    todavía está escrito por autores prestigiosos; todavía participa de un mercado de

    libros; en ocasiones ha recibido financiamiento de fundaciones como Antorchas. Sería

    un error buscar allí, o exclusivamente allí, la política plebeya de la literatura en el siglo

    XXI.

    Incluso, aun a riesgo de derivar en cierto pesimismo, habría que reconocer

    que muchas de las novedades del presente son operaciones de refuncionalización de

    las estrategias probadas de las vanguardias. Sin duda esto es un problema. En todo

    caso, ¿en qué parte de la literatura que pone a circular Eloísa cartonera está la

    palabra de los cartoneros? Los actos de publicación, entonces, operan como índicespero no son definitorios de una literatura plebeya.

    2. La literatura plebeya como problema: la palabra es un espacio público.

    2.1. La política de la literatura en Salta.

    La política de la literatura en Salta no consiste en generar conciencia ni en

    proponer lo que el mundo podría ser en contraposición con lo que es o no puede ser,

    en concebir un marco normativo donde ciertas prácticas serían posibles y deseables,

    esperables y éticamente necesarias. No remite, por esto mismo, a una utopía, sino

    que produce un desarrollo de las potencias y tensiones creativas del presente.

    Para empezar, habría un nivel donde la literatura avanza sobre el signo,

    donde trabaja con las zonas intermedias entre lo legible y lo ilegible, desvanece las

    posibilidades comunicativas del lenguaje, acaso partiendo de la hipótesis de que la

    literatura opera con diferencias constitutivas respecto de aquellas propiedades que

    configuran otras producciones discursivas: no informa, no historiza, no documenta, no

    representa ‘fielmente’. Tiene un habla minoritaria, en todo caso utiliza la lengua como

    una trayectoria oblicua. Es decir, la literatura señala un modo específico de llevar

    adelante  una escritura. Escritura cuya particularidad consiste en ocupar el espacioofrecido por el signo de la mayoría y abrir allí mismo una fisura, en operar una

    convocatoria, en apartarse del tránsito veloz del consumo y prometer una morada.

    La forma en que la literatura reenvía a la sociedad radica en esta operación:

    no una dirección, una orden, sino una posibilidad, la posibilidad de hacer de la palabra

    la residencia de una sospecha. La forma en que la escritura hace sentidos (posibilita la

    experimentación sobre los sentidos del mundo) a partir de signos, sobre todo cuando

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    esos signos parecen fuertemente regulados en otros ámbitos discursivos, alterando su

    linealidad, la referencia, su forma, bien puede denominarse la política de la literatura,

    en tanto esta es un acto de soberanía fundante de otra sociabilidad: la palabra

    interrumpe su continuo remitir a algo, interrumpe su “producción” de sentido8. No

    porque no tenga una función sino porque ésta no coopera con el sistema de

    acumulación capitalista, por el contrario, porque es una resta la literatura retira la

    palabra de la mayoría y la pone fuera de circulación, la hace oscura aun cuando se

    quiera sencilla, conversacional . Intercepta los mecanismos según los cuales alguien

    puede decirle a otro esto es A y no otra cosa.

    Lo que la literatura hace, su función operativa en la sociedad, es realizar un

    habla, una escritura, donde cualquiera puede tomar la palabra, desde que nadie tiene

    la palabra, y lo habilita para poder decir lo que sea, un decir sin límites ni

    prohibiciones. Esta forma de entender la escritura literaria es correlativa de un gesto

    plebeyo por antonomasia: la retirada. Solo apartándose de la sociedad, yéndose almonte Sacro, los plebeyos pueden retornar a ella como portadores de palabras

    relevantes. Alejándose de los asuntos y formas de las tradiciones literarias salteñas es

    como los escritores del siglo XXI (pero no solo ellos) despliegan las posibilidades de

    reconfigurar su práctica. Es así como habilitan (y acaso demandan) también nuevas

    reflexiones críticas. Sin renegar en ningún momento de la literatura (puesto que

    8 “Me pregunto: ¿qué quiere decir Bataille cuando afirma que la poesía es creación pormedio de la pérdida? Sin duda que tal como las prácticas del gasto improductivo, es decir, ellujo, el derroche, la guerra, la experiencia mística, el erotismo, se oponen al orden de la

    producción de bienes, de la conservación y reproducción mecánicas de la sociedad, asítambién la poesía se opondría al orden acumulativo del lenguaje, a la transmisión de un saberutilizable. La poesía, imponiéndole un ritmo al uso de la lengua y revelando así el caráctermaterial del lenguaje, la articulación sonora y sin sentido sobre la que se asienta violentamenteel sentido, haría caer de ese modo el velo de la instrumentalidad de las palabras. En ese lugaracaso inaccesible pero del cual tenemos noticias de vez en cuando y que Bataille siguellamando poesía, las palabras dejan de designar, se dilapidan, se derraman en servicio de unritmo que no les pide sino el sacrificio del sentido. Pero, ¿qué sacrifica un poema? Podríamosdecir que sólo es representación de la pérdida, gasto meramente simbólico. No obstante, esarepresentación tiene consecuencias reales, tiene la eficacia de un acto propiciatorio. Cuandoverdaderamente ocurre, lleva a quien efectúa esa rara actividad inmóvil, esa creación delmáximo de sentido a través de la destrucción parcial del sentido subordinado al ritmo, a unazona donde sólo puede revestirse de gloria o de ruina, bañarse en oro o en desperdicios, yquizás siempre una cosa y la otra.” (Mattoni, 2010: 45). También Georges Bataille, Laexperiencia interior  (191- 200), Madrid: Taurus, 1973, especialmente p. 198 y siguientes, dondesostiene la no vinculación de la soberanía con el poder. En “Respuesta a Jean- Paul Sartre” (enSobre Nietzsche. Voluntad de suerte, pp. 217- 225) vuelve sobre el concepto de experienciainterior y soberanía. Asimismo, más detalladamente, el libro Lo que entiendo por soberanía,Barcelona: Paidós, 1973 desarrolla este concepto en relación con las nociones de comunidad,literatura y sujeto, al punto que propone algo así como un “comunismo literario”, precursor sindudas de los desarrollos posteriores de Blanchot en torno a la noción de comunidad.

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    ninguno de estos escritores sostiene su escritura como ajena a tal institución), sin

    embargo afirman un más allá de aquella literatura salteña (del siglo XX). 

    2.2. De generaciones.

    En este sentido, el abordaje de una literatura en generaciones que,

    paralelamente, caben en décadas (’40, ’60, ’80 y ’90) y que se sostiene en

    genealogías de autores con “nombre propio”, ejerce un fuerte control sobre las

    posibilidades de problematizar las producciones literarias de Salta, la conducen por

    caminos recorridos desde el principio, además de dotarla de una doble oclusión: la

    fragmentación cronológica, que las vuelve ilegibles desde otras perspectivas; la

    homogeneidad al interior del fragmento, lo cual le quita la relevancia de los problemas

    que estas producciones portan.

     Ahora bien, no se trata de deshistorizar estas producciones, sino de ver en

    ellas discontinuidades, reformulaciones y cuestionamientos que hacen tambalear lahomogeneidad y que pueden remitir los fragmentos a una totalidad heterogénea e

    incompleta (Cornejo Polar, 1987, 1996; Grimson, 2011) que no obstruya el

    reconocimiento de la especificidad de un sistema literario o cultural y sus tensiones

    conflictivas con otros sistemas literarios o culturales.

    Es necesario prestar atención al texto como un acontecimiento, una

    eventualidad que propicia la emergencia de un elemento “reprimido”, el espacio por

    donde aquello desaparecido de la historia de una lengua retorna como fantasma,

    como holograma o como aparecido. Incluso, habría que atestiguar, en un proceso a

    esta literatura, a favor de aquellas instancias que convierten la escritura en palabra

    anónima. Si tal cosa es posible, ahora o en alguna época posterior, acaso remota,

    será a costa de admitir que nadie tiene la palabra y que la principal movilización que

    activa la literatura radica en esta facultad de hacer de la impropiedad el fundamento de

    su existencia.

    La fragmentación generacional por décadas, pues, no hace más que encubrir

    procesos heterogéneos que no pueden subsumirse a intenciones cuasi programáticas

    de lectura crítica, en especial cuando tales intenciones provienen, casi sin discusiones,

    de las propuestas de los mismos escritores. En este sentido, la literatura de Salta,además de haber estado en manos de unos pocos, como sostenía Adet ([1982] 2007:

    13), también es un producto de diseño de autor, de la autoridad de un autor (Dávalos,

     Araoz Anzoátegui, Sylvester).

    Decir generación del ’60, por ejemplo, resulta así más un esquema normativo

    que involucra una tendencia interpretativa homogeneizante y, sobre todo,

    desproblematizadora. Es cierto, puede tratarse de un consenso crítico, todos saben

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    qué objeto se pretende señalar al decir generación del ‘60. Pero, ¿no se corre el riesgo

    de caer en una producción generalizada de redundancia? Tal como se observaba para

    el caso de las lecturas sobre la salteñidad, ¿es posible encontrar un punto de

    ecuanimidad o, si no se prefiere el tono moralizante, de equilibrio? ¿Se puede

    sostener la existencia de poéticas tan disímiles como la de Jacobo Regen y la de

    Carlos Hugo Aparicio, una que desalienta las tentativas regionalistas para ser

    reconducida hacia lecturas hermenéuticas y “universalizantes” (Palermo, 1987), otra

    que ha sido consumida como documento populista de las periferias urbanas sin apelar

    al dato generacional (Poderti, 1991, 2000)?

    El objeto demanda que se le hagan las preguntas para las que él ha generado

    problemas. La conexión que la mayoría de los críticos sostienen a partir de una serie

    de datos extra textuales (la fecha de nacimiento más o menos próxima de los autores,

    la residencia en espacios geográficos cercanos) mutila los problemas que pudieran

    plantear los mismos textos. Podría resultar conveniente pensar las produccionesliterarias antes que como entramados homogéneos y perfectamente limitados por la

    mera sucesión cronológica, como estratos heterogéneos que configuran una

    discontinuidad simultánea, esto es que los textos: 1) producen litigios en torno a los

    sentidos socialmente aceptados (o aceptables) tanto en un mismo escenario

    discursivo como en el interior de un mismo texto, por ejemplo poniendo en tela de

     juicio la legibilidad como fundamento de la comunicación literaria; 2) no constituyen un

    sistema canónico por sí mismos, antes bien el canon resulta de una o varias

    operaciones críticas que articulan dispositivos de control institucional (como la cátedra

    o el congreso) con procedimientos de consenso (la valoración sustentada en teorías).

     Aunque esto último pueda parecer obvio para los lectores más especializados, a veces

    se corre el riesgo de caer en apreciaciones que naturalizan la canonicidad de las

    producciones literarias, por ejemplo, en alguna reunión científica un especialista

    hablaba de ‘canon empírico’ como si este fuera un dato de la realidad ajeno a

    cualquier manipulación sociocultural.

    3. La literatura plebeya.

    “No es conveniente sin duda concebir «la plebe» como el

    fondo permanente de la historia, objetivo final de todos los

    sometimientos, núcleo jamás apagado totalmente de todas las

    sublevaciones. No existe sin duda la realidad sociológica de «la

    plebe». Pero existe siempre alguna cosa, en el cuerpo social, en las

    clases, en los grupos, en los mismos individuos que escapa de algún

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    modo a las relaciones de poder; algo que no es la materia primera

    más o menos dócil o resistente, sino que es el movimiento centrífugo,

    la energía inversa, lo no apresable. «La» plebe no existe sin duda,

    pero hay «de la» plebe. Hay de la plebe en los cuerpos y en las

    almas, en los individuos, en el proletariado, y en la burguesía, pero

    con una extensión, unas formas, unas energías, unasirreductibilidades distintas. Esta parte de plebe, no es tanto lo exterior

    en relación a las relaciones de poder, cuanto su límite, su anverso, su

    contragolpe; es lo que responde en toda ampliación del poder con un

    movimiento para desgajarse de él; es pues aquello que motiva todo

    nuevo desarrollo de las redes del poder.” (Foucault, 1979: 167)

    De acuerdo con lo anterior, la literatura plebeya es, antes que nada, un

    problema dentro de la crítica literaria, más aún, es una operación crítica desde una

    perspectiva política. Uno de sus problemas reside en su misma denominación, las másde las veces utilizada con cierto tono despectivo para referirse a productos de

    circulación masiva9. Aún cuando lo plebeyo, pensado para las producciones del siglo

    XXI haya sido generado por otras vías, con otros propósitos y siguiendo otros

    antecedentes, en Salta el término refiere a una marcación social, por ejemplo, en boca

    de Bernardo Frías, un representante de las elites salteñas10. Así pues, tal y como

    propone Frías, el concepto remite a una clasificación social efectuada desde la

    perspectivas de las elites: lo plebeyo califica y ordena aquello que no sería decente ni

    virtuoso dentro de la sociedad salteña durante un segmento de fines del siglo XIX y

    principios del XX.

    9  Por ejemplo, Miguel Dalmaroni en La palabra justa  habla de “literaturas  plebeyas,ajenas a la distinción” (2004: 99, énfasis original) y de “lectores plebeyos” (101) a propósito delas operaciones críticas llevadas a cabo en El imperio de los sentimientos de Sarlo. Entrenumerosas citas del trabajo de Sarlo y múltiples observaciones acerca de las divergenciasentre esta y Hoggart y Williams, a quienes ella cita como marco teórico de su trabajo,Dalmaroni sostiene la distinción entre alta y baja literatura, siendo la plebeya la que seconsume rápidamente, hasta con facilidad, que no representa problemas para el lector, quienmás bien recibe lo que se le da.

    10 “… esta clase, que con justicia dominaba en la sociedad (…) la formaba así la gentede noble linaje como todo el elemento sobresaliente por ser la raza española que pudoimponerse, como otras de la raza indígena o mestiza, por sus servicios o fortuna, imprimía sudirección y la ley a la clase plebeya, a los artesanos de la ciudad y habitantes de los camposque formaban la clase pobre, y cuya superioridad era reconocida y acatada con tanta buenavoluntad y respeto, que jamás ninguno de éstos hablaba a hombre decente sino con la cabezadescubierta. Esta dominación, perdonándole las preocupaciones reinantes en la época, erabien justa y debida, porque la clase decente era la depositaria de todas las virtudes sociales...”(Bernardo Frías [1902] 1971:100).

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    Por su parte, Sonia Álvarez, en la primera década del siglo XXI, remite este

    ordenamiento social a un origen aristocrático afianzado por el colonialismo inglés11.

    Sin embargo, como se anotó en el capítulo anterior, las elites no eran nobles, por

    cuanto carecían de títulos. En consecuencia, los pobres tampoco eran estrictamente

    plebeyos en este sentido. En cuanto a la presente investigación, debe apuntarse que

    esta clasificación proviene de discursos y prácticas sociales marcadamente

    desigualitarios producidos en la antigua Roma a partir de la denominada Secesión de

    los plebeyos pero no se contenta con hacerla operar exclusivamente como una

    categoría sociológica, antes bien el concepto de plebeyo remite a la emergencia de

    subjetividades políticas sediciosas y al distanciamiento de los dispositivos de poder

    invisibilizadores que sofocan la producción de discursos heterogéneos que estas

    operan.

    En los términos de Isabell Lorey, lo plebeyo constituye una “figura abstracta

    de la resistencia y de la crítica” “como negativa productiva”, esto es, en tanto estafigura establece una perspectiva fundamentada en el reconocimiento del “reverso y los

    límites del poder” (s/d: 1). Siguiendo las respuestas que Foucault ofrece en una

    entrevista realizada por Rancière en 197712, la teórica política alemana recorre la

    narración de Tito Livio sobre la Secesión de los plebeyos13, acontecimiento que es el

    nudo argumental y punto de partida de cualquier consideración sobre lo plebeyo, y

    sostiene que “La partida de los plebeyos que salen de la ciudad, más allá de las

    fronteras de la misma, puso asimismo de manifiesto los límites de las relaciones de

    poder dominadas por los patricios. El descubrimiento de los límites hizo posible al

    mismo tiempo marcharse, sustraerse y por lo tanto dejar de concebir la limitación

    como un horizonte absoluto” (ib.: 2). Con el “éxodo”, los plebeyos plantean la

    desobediencia como estrategia de presión, lo que les permite constituirse como

    sujetos “capacitados para la acción política” en condiciones igualitarias, forzando de

    11  “En la caracterización de Frías los que no eran gente decente formaban un grupoentre los que se encontraban: la chusma, el pueblo, los trabajadores de oficio, los extranjeros,los pobres, que Frías denomina también como formando parte de la  plebe  – nominación deorigen aristocrático colonial que remite a las formas de nominar del colonialismo inglés”.(Álvarez Leguizamón, 2010: 126).

    12  En español fue publicada como “Poderes y estrategias” en Microfísica del poder ,Madrid: La piqueta, pp. 163 - 174.Originalmente fue publicado en Les révoltes logiques, núm. 4,primer trimestre, 1977.

    13  Tito Livio, “Libro 2”,  Ab vrbe condita  en donde narra los padecimientos de losplebeyos a causa de las privaciones de la libertad por motivos de deudas, sin que elcumplimiento de las obligaciones de estos con el ejército y las guerras en las que Roma estabacomprometida sirviera como atenuante de las penas. Enhttps://sites.google.com/site/adduartes/titolivio/livio02

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    esa manera la conformación de un estado de cosas alternativo14. La conclusión a la

    que llega es que la forma de construir alternativas es la evasión, la fuga, la retirada, allí

    reside su productividad.

    “Lo plebeyo es la potencia de negar productivamente las

    relaciones de poder y de evadirse de su seno, de resultas de lo cual

    la estructura del poder se modifica constantemente y desaparece ésta

    o aquella modalidad restringida de gobierno” (4). 

    Por lo tanto, lo plebeyo es una forma de subjetivación política sin distinción de

    las conceptualizaciones de clase, categoría social o etnia. De manera tal que la

    pregunta es si, a comienzos del siglo XXI en Salta, ¿el uso de plebeyo todavía califica

    a unos sujetos inhabilitados para participar plenamente de los discursos relevantes de

    una sociedad? Paralelamente, habrá de cotejarse también si la literatura es uno de

    tales discursos.

    En vistas de este propósito, al menos en esta instancia, llamar a la literatura

    de otra manera, utilizando otra denominación generalizable, haría perder de vista la

    referencia a una configuración diferenciada de las prácticas estéticas verbales en

    contraposición a un poder oligárquico: literatura proletaria, marginal, de ‘catacumba’,

    sub literatura, under, alternativa, independiente, subalterna, marginal, periférica,

    autogestiva, autónoma, kitsch (cfr. Pregelj, 1999 para una exposición acerca de las

    implicancias de estas denominaciones ‘subalternizadoras’ de los fenómenos literarios

    no canónicos). Existen numerosas adjetivaciones, como se ve. Cada una conduce porcaminos divergentes y demanda sus propias justificaciones. Unas son más

    generalizables que otras, al mismo tiempo que se inscriben en tradiciones críticas

    diversas, como el marxismo o los estudios culturales. Lo cierto es que también unas

    enfatizan de manera desacertada un carácter de inferioridad de estas producciones.

    Subliteratura, por caso, podría conducir a pensar en una escritura que no alcanza el

    nivel esperable para ingresar a la literatura. Lo mismo con marginal, periférica, kitsch o

    under. Siempre por debajo, siempre por afuera. Pero, ¿debajo de qué, afuera de

    dónde? ¿Hay un espacio adonde se deba llegar y un modelo que ocupa dicho

    espacio?

    14  “De esta suerte, no se creará ningún nuevo régimen en un nuevo lugar, sino unrégimen «alternativo» en tanto que medio de intervención. Pero por encima de todo el éxodoplebeyo puso radicalmente en tela de juicio las relaciones de poder, puesto que la secesiónsignificaba evadirse de la alternativa binaria entre mando/ley, por un lado, y revuelta, por elotro, para regresar y luchar con una potencia común” (Lorey, op.cit.: 3).

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    En todo caso, muchas denominaciones muestran, en principio, dos

    interpretaciones: que existe una literatura hegemónica y que las demás son ‘algo’

    respecto de ella; que la literatura (esa literatura) es una sistematización más o menos

    normativa efectuada por una cultura dominante. Sin embargo, la literatura también es

    un espacio elástico y contingente intervenido por contradicciones, resistencias,

    creatividad y posicionamientos heterogéneos, en tanto los sujetos de la enunciación

    configuran, con sus prácticas verbales estéticas, un espacio discursivo público y

    complejo que genera condiciones para la emergencia de textos posibles. Por lo tanto,

    ni afuera ni adentro, ni abajo ni arriba, ni excluidos ni dominantes: los escritores y sus

    escrituras son todos participantes de un complejo régimen de prácticas culturales,

    políticas, sociales e históricas vertebradas, desde el siglo XX en Salta, por una

    configuración cultural letrada.

     Ahora bien, para la operación crítica que aquí se propone, lo plebeyo señala y

    reconoce un sistema de dominación circunscripto a un proyecto de poder oligárquicobasado en exclusiones estratégicas de la diferencia y en el reforzamiento de la

    desigualdad. De manera tal que lo plebeyo caracteriza un problema antes que una

    definición sociológica determinada. Apunta, específicamente, hacia las configuraciones

    literarias de las ciudadanías: de un lado, las elaboraciones hegemónicas; del otro, las

    subalternizadas15. Indaga, entonces, en las tensiones y dinámicas que producen

    heterogeneidad, diferencia y discontinuidad en un mismo escenario discursivo y en un

    mismo texto. Antes que una sucesión de movimientos o escuelas literarias, lo plebeyo

    es, pues, el problema de cómo se enuncian discursos relevantes en una sociedad

    según ciertas modulaciones discursivas de las prácticas literarias, en particular la

    manera en que se inscriben ciertas trayectorias corporales impugnadas en el discurso

    para conducir la palabra en busca de “potencias de comunidad” (Rancière, 2011: 126).

    En este sentido, no es un correlato de proyectos de poder más amplios, medibles

    según las prospecciones de los gobiernos neopopulistas de la región latinoamericana

    ni tampoco es un proyecto de poder en sí mismo.

    En síntesis, la literatura plebeya como problema es una empresa discursiva

    que interpela críticamente las configuraciones tradicionales de esta práctica verbal en

    Salta, en particular al postularla como un espacio público marcado por la proliferación15 Se utiliza subalternizado puesto que no hay una condición a priori que inhabilite las

    facultades de los sujetos para operar estratégicamente en una sociedad, toda vez que lasconfiguraciones de la hegemonía son producto de tensiones, prácticas complejas, simultáneasy proyectos de resistencia o de construcción de alternativas al poder. Por lo tanto, hay sujetos ygrupos subalternizados producto de procesos sociales de dominación que son capilares en unasociedad y, por lo tanto, generan estratificaciones complejas y heterogéneas, incluso al interiorde un mismo grupo, que hacen factible unas acciones de resistencia y no otras; unas formas desumisión y otras de creatividad (ver Grimson, 2011: 45 y siguientes y nota 6 del capítulo I).

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    agónica de trayectorias corporales, cuyas identidades ciudadanas comparten un

    principio igualitario que en la práctica política se resuelve según parámetros de

    comparabilidad y jerarquías objeto de litigios. Si bien no es el objetivo de esta

    investigación, algunos de los desarrollos aquí propuestos podrían extenderse a ciertos

    ámbitos de la literatura argentina, sobre todo en lo concerniente a las políticas de los

    sobrevivientes, en las memorias posdictatoriales y en las tensiones desencadenadas

    por diferentes procesos de fronterización (étnica, sociocultural, territorial,

    lingüística, tecnológica).

    En última instancia, la literatura plebeya es una noción de trabajo formada a

    partir de conceptos provenientes de saberes distintos (filosofía política, estética,

    sociología, teoría política, antropología urbana, historia y geografía sociales), que

    pretende señalar el problema de la interacción conflictiva entre las producciones

    estéticas verbales durante 2002 - 2013 y el modelo normativo moderno sistematizado

    (y trabajado como tradición) bajo el genérico “literatura de Salta”. En otras palabras,trata de decir que en Salta existe una práctica de la literatura basada en el régimen

    estético de la especificidad de las artes (exclusivamente verbal, mayormente escrita en

    una lengua nacional, más que probablemente con características formales fuertemente

    estructuradas como versos, estrofas, unidades rítmicas, métricas y de rima), mientras

    que las prácticas artísticas contemporáneas que son objeto de esta propuesta son

    más consistentes con un paradigma de la inespecifidad, de la relacionalidad y del

    discurso como política (la presencia de lenguas indígenas, ruidos y sonoridades

    diversas, discursos heterogéneos, prácticas artísticas intermediales como música,

    video y texto).

    La hipótesis que subyace a esta concepción teórica postula una

    reconfiguración de las artes modernas en prácticas artísticas; del valor estético (en el

    sentido moralizante de un juicio) a la contextualización y eventualización de dichas

    prácticas; del paradigma de los géneros al de la ‘genericidad’16 débil y, en relación con

    las tecnologías de reproductibilidad y circulación, al de la intermedialidad; del mercado

    a la autogestión editorial; del arte individual de autor a las prácticas artísticas

    comunizantes17. En algún sentido, la literatura plebeya reconfigura las prácticas

    16  Martina Guzmán Pinedo (1991) sostiene que la teoría de los géneros resultainsuficiente para algunas textualidades problemáticas de la literatura latinoamericana, enconsonancia con los aportes del postestructuralismo pero, sobre todo, de la Sociocrítica.

    17 Garramuño (2007: 8) sostiene sobre el carácter relacional de las prácticas artísticascontemporáneas: “Más allá de una esencia producida colectivamente, más allá de laidentificación homogénea que funda la pertenencia, la gran apuesta del arte inespecífico sepropone como una invención de lo común sostenida en un radical desplazamiento de lapropiedad y de la pertenencia. La apuesta por lo inespecífico no es hoy -como tal vez no lo fuenunca- sólo una apuesta por la inespecificidad formal, sino un modo de elaborar un lenguaje de

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    literarias a partir de movilizaciones políticas orientadas, en última instancia, a una

    cierta inespecifidad de la literatura18.

    De allí que su denominación, en este ciclo investigativo, opta por recuperar

    todavía nomenclaturas, si bien provisorias, sumamente equívocas: por un lado,

    advierte sobre algo que no es, una producción elitista exclusivamente verbal; por otro,

    invoca una diferencia, “la invención de un pueblo que falta” (Deleuze, 1993: 16) 19.

    Entre esos dos movimientos de negación y afirmación, existe una tensión creativa

    cuya potencia se busca explorar aquí: esto es, cómo en las prácticas estéticas

    verbales algunas escrituras inscriben trayectorias corporales políticas como memoria,

    como litigio, como alternativa y como proyecto. Estas trayectorias, figuradas en

    lo común que propicia la elaboración de modos diversos de la no pertenencia. No pertenencia ala especificidad de un arte particular, pero también, y sobre todo, no pertenencia a una idea delarte como algo específico”.

    18 Cfr. la definición de Garramuño, 2013, 4- 5: “Es esa idea de un arte en general, queprefiero llamar arte inespecífico, que me gustaría explorar como una figura, sumamentepoderosa, de la no pertenencia. De diversas maneras, con operaciones, materiales y soportesmuy diferentes entre sí, numerosas prácticas artísticas contemporáneas, aun incluso aquellasque, desde el punto de vista del medio concebido como soporte material, se limitan a un único“soporte”, han ido desmantelando, detenida y minuciosamente, todo tipo de idea de lo propio,tanto en el sentido de lo idéntico a sí mismo como en el sentido de limpio o puro, pero tambiénen el sentido de lo propio como aquella característica que diferencia, porque sería propia, unaespecie de la otra. Aun cuando los textos no apelen a una indiferenciación tan marcada conrespecto a otros órdenes, también en un número cada vez mayor de textos literarios una seriede perforaciones en su interior (el vaciamiento de la categoría de personaje, por ejemplo; ladesestructuración de la forma novela, en la ficción; los modos de establecer una cierta

    continuidad entre poesía y prosa como discursos indiferenciados), han hecho estallar desde elinterior de la literatura la posibilidad de definir tanto a la literatura como a los géneros ymodalidades discursivas a partir de una especificidad que, aunque en proceso de construcción,tuviera por lo menos un sentido provisorio o al menos limitado al texto en cuestión. No se tratade ese movimiento por el cual cada texto buscaría o definiría para sí una especificidad única,exclusiva y propia, sino precisamente de lo contrario: de que en esos textos nada de lo propiole pertenece a sí mismo”.

    19 Para especificar mejor esta afirmación de Deleuze, puede cotejarse este argumentoen torno del pensamiento de Jean Luc Nancy: "Así es el pueblo de los hombres", escribeBlanchot, y la cuestión para Nancy consiste en saber "qué es, por tanto, la omnipotencia delpueblo" afrontada a través de esos tres términos que va a poner a circular juntos, "nada","cosa" y "realidad", para decir que "la nada es la cosa misma de la realidad del pueblo". Sunada o su désouvrement , por consiguiente, es lo que el pueblo anuncia en cuanto que élmismo no es ni sustancia ni sujeto dado, en cuanto que el pueblo es la resistencia a estarsujeto a una instancia de unificación o síntesis en la que reconocerse. En ese sentido, ”. (Rodríguez Marciel, 2011: 157)

    Y también la idea del pueblo como sujeto de la enunciación que se dice a sí mismo(soi- disant ): "es un sujeto, tomando esa palabra en un sentido estrictamente gramatical (perode una gramática desembarazada de la ilusión sustancialista que Nietzsche denunciaba) y encuanto sujeto de enunciación. El pueblo que hace falta, en cualquier hipótesis, es el puebloenunciador, incluso anunciador o declarador, el pueblo que puede decir y decir; el sedicentepueblo" (161- 162)

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    dispositivos discursivos, pueden definirse bajo la noción de representaciones sensibles

    y son uno de los fundamentos de las representaciones de las ciudadanías.

    3.1. Las representaciones sensibles.

    Las representaciones sensibles son nociones provenientes de la semiótica

    tensiva. Si bien no en esos términos, resultan una transposición de las hipótesis de

    Raúl Dorra acerca de lo que él denomina, en diversos textos, los fundamentos

    sensibles del discurso. De modo general, se trata de un modelo teórico que pretende

    dar cuenta del recorrido que va de la voz a la palabra (recorrido crucial para las

    distinciones que se operarán más adelante) y, en primera instancia, emerge de sus

    investigaciones sobre la poesía de tradición oral, en particular la copla y las formas

    octosilábicas del cancionero popular hispanoamericano (Dorra, 1997). Posteriores

    desarrollos condujeron su proyecto investigativo hacia el análisis de la retórica clásica

    (Dorra, 2005). Si bien a los efectos de esta investigación, sus análisis se detienen enlas instancias textualistas, diríase justo antes de ingresar a un análisis político o del

    poder, que podría constituir una continuación de tales análisis.

    Para el soporte teórico de la presente propuesta, resulta fundamental la

    explicación acerca de la cadena tensiva que permite vislumbrar, desde una

    perspectiva fenomenológica, las interacciones entre las percepciones sensibles

    mediadas por el cuerpo y las formulaciones tropológicas de dichas percepciones en el

    discurso. Como resultado, un discurso es una figuración del cuerpo, dicho en los

    términos de Dorra, el cuerpo hace figura en el discurso. Esquemáticamente puede

    resumirse como un proceso20:

    20  Sobre la voz y el ‘recorrido somático’ de esta (que aquí se prefiere denominartrayectoria corporal) dice: “Podríamos definir la voz como la modulación individual del hablaentendiendo que en esta modulación toma forma su disposición pasional. La voz es unamanera de procesar la sustancia fónica para introducir en el mensaje el signo de una presencia

    deseante. Esa manera está condicionada en un extremo por límites fisiológicos y en el otro porexigencias lingüísticas. Por debajo de la voz existe el soplo del aliento que entra al cuerpodevolviéndole la vida y que al salir hace vibrar las cuerdas vocales. En el extremo inferior de lavoz hay ese aire que abandona el cuerpo y que mientras lo abandona se vuelve sonoridad,ritmo, posición. Y en el extremo superior hay el dictado de la lengua (el sistema decomunicación), la obligación de cortar la expulsión aquí y allá, de intensificar o atenuar, deacomodar la lengua (el órgano anatómico) de un modo o de otro para que los movimientos dela espiración coincidan con las articulaciones del sentido. […] La voz se hace oír antes de la palabra, en la palabra y aun después de ella pues, más que el habla, lo que ella expone es el

    deseo de hablar y las condiciones desde las que se habla”. (1997: 20, énfasis añadido)Luego, sobre la voz en la escritura: “La voz es la forma con la que la persona se

    introduce en el habla para convertirse en hablante. Dado que ella trae la presencia, la pasión yhasta la respiración del hablante, no podemos sino pensarla como un fenómeno de la oralidad.Sin embargo, en la medida en que la escritura es una representación del habla, se ve ellatambién llevada a construir el lugar de la voz.” (ib.: 21)

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    respiración soplo sonido voz sentido palabra (oral o escrita)

    Se trata, siempre según Dorra, de un “recorrido somático” (o trayectoria

    corporal) que se explica porque lo sensible se vuelve sentido al tomar una forma

    discursiva. Esta forma constituye la ‘captura estética’ verbal (1997: 79, 81), es decir un

    poema octosilábico, un pareado, una cuarteta, una metáfora, un quiasmo, etc., que

    darían cuenta de la presencia pasional del sujeto. Una aclaración: estética no es aquí

    una disciplina sino una operación según la cual los materiales sensibles capturados en

    la percepción (tanto del mundo exterior como del propio cuerpo) se convierten en un

    discurso particular.

    3.2. Cuerpos cívicos: ciudadanías corporalizadas y subjetivación política.

    la limpieza amansa el cuerpo real

     porque le teme

    Luciana Mellado, “lengua afuera de la perra adentro”,

     Animales pequeños

    Los cuerpos emergen como dimensiones de inscripción de trayectorias

    experienciales mediadas y tensionadas por mallas de poder y tecnologías de

    subjetivación que pueden reconvertirse en discursos y en prácticas sociales. Son, en

    este sentido, espacios dinámicos de conflicto y negociación entre la individualidad ylas estructuras sociales, son la forma en que se van resolviendo esos conflictos y

    negociaciones. Aunque pueden ser hablados, sobre todo son actos de intervención.

    Los cuerpos son la memoria, la crónica de las distancias recorridas, los olores que

    registraron, las tensiones musculares de los movimientos, la cualidad de las

    superficies tocadas, la intensidad de los sonidos percibidos, las vibraciones de las

    entrañas, la temperatura de los ambientes, los pliegues epiteliales, las coyunturas, las

    secreciones, etc. Los cuerpos significan la venida del extranjero, su máscara, su signo,

    su verdad, la espera de una hospitalidad, todo a un tiempo. Un cuerpo es una usina de

    mensajes, no puede dejar de enviarlos. Se trata de una zona de experiencias

    21 El esquema es solo orientativo, está basado en el desarrollo argumental de Dorra,1997. Nótese que, si bien es lineal, el sentido no es reductible exclusivamente a la palabraarticulada. En todo caso, habría un sentido prosódico (sensible) y otro discursivo (lingüístico). Asimismo cabría pensar que el sentido sería el momento en que lo sensible (un continuum) sediscretiza, articulándose.

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    bifurcadas: “para sí mismo”; “para el otro”22. A esta memoria, que puede convertirse en

    práctica social y en discurso, se denomina trayectoria corporal.

    Dicho en contraposición con la literatura salteña del siglo XX, la aparición de

    los individuos excluidos y la ocupación de los espacios ponen en primer plano sus

    cuerpos, los hacen palpables, explicitan la desigualdad, la fealdad, la rudeza del

    trabajo, comportan la irrupción en la geografía estatal de aquellos que habían sido

    desaparecidos por la operación paisajística oligárquica. Por otra parte, las

    movilizaciones y las ocupaciones de los espacios públicos vienen a manifestar que allí

    donde están esos cuerpos sedicentes falta algo, falta el Estado.

     A la par, estos cuerpos resultan repulsivos, repelen puesto que, además de la

    visibilidad, participan de una cinética donde el roce cobra centralidad, donde el

    contacto de los cuerpos los confunde con cualquiera y la fricción genera calor: le

    demuestran a la sociedad “normal” que no están allí exclusivamente para ser mirados

    como objetos exóticos sino como sujetos de deseos, que esos deseos constituyen lafuerza locomotiva de sus demandas, demostraciones y trayectorias. En el orden de la

    planificación urbana se busca conjurar estos peligros. La proliferación en las ciudades

    de barrios cerrados y zonas de aislamiento permiten contraer las sensaciones

    corpóreas al mínimo, evitando el conflicto y la heterogeneidad (Sennet, 1997: 23). Los

    dispositivos de control sobre los cuerpos y sobre las poblaciones conduce las

    trayectorias corporales por caminos harto transitados, hacia experiencias

    anestesiantes que niegan de continuo “la carne prometida” (24) o sumen a los

    individuos en “una sensibilidad pasiva” (26), es decir en la indiferencia ante la

    aparición de lo diferente.

    Por otro lado, las diversas estrategias de regulación, control y configuración

    de los cuerpos se extiende también a las poblaciones y tienen su fundamento en la

    necesidad del Estado de proveerse de ciudadanos. Una de sus funciones, antes que

    aprovisionar a sus poblaciones de derechos es autoabastecerse de sujetos

    homogéneos y obedientes, de otra manera no podría existir como forma política. La

    escuela, la medicina, los deportes, los rituales religiosos, los medios de comunicación,

    la publicidad, la demografía, el urbanismo, la criminología, la moda, todos coadyuvan

    22  “El cuerpo emite señales que denuncian la diferencia y disparan en el interlocutoractitudes correlativas a ese lugar social del otro. Contiene y transmite información codificadarelativa al lugar que esa persona ocupa en el universo simbólico propio de la cultura dereferencia.”

    “Lo vivido en esta zona de experiencia se registra en el cuerpo. Se constituye así uncuerpo histórico, un cuerpo mnémico que guarda la crónica del proceso constitutivo del sujetosocial”. (Giorgi, 2003: 323- 324).

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    en estos ejercicios bélicos sobre los territorios corporales23, imponiéndole límites,

    señalizando claramente los ámbitos de lo posible, de lo aceptado y de lo incluido como

    parte penalizada (en vez de expulsar, el sistema estatal puede recluir en ghettos,

    prisiones, manicomios o bien producir efectos de “liberación de resistencia” – Sennet,

    1997: 23 – tal como la indiferencia ante la presencia de cirujas o sin techo en las

    calles).

    Es por esto que Sennet habla de “cuerpos cívicos”, puesto que representan

    las dinámicas de la política y las tensiones que operan sobre las trayectorias

    corporales de los individuos destinándoles lugares y funciones en apariencia

    inconmovibles dentro de las sociedades. Por lo tanto, ante los embates del Estado

    homogeneizador y de los poderes corporativos movidos por los intereses del mercado,

    tal cuales son en la modernidad latinoamericana, los cuerpos minoritarios (ver nota 7,

    cap. 1) se movilizan para demandar ciudadanías diferenciales que, llegado el caso,

    podrían denominarse plebeyas puesto que tienen el propósito de impugnar la validezde los mecanismos de “preservación de sistemas de distinción y discriminación cuyo

    fundamento último se encuentra en la trayectoria de superposición de sistemas de

    23 Zandra Pedraza (2003) reflexiona sobre las relaciones entre cuerpo y modernidad enLatinoamérica y sostiene que pueden identificarse tres discursos de control poblacional cuyospresupuestos varían históricamente pero cuyas finalidades son las de producir “ciudadanosplenos”, entendiendo por esto último solo aquellos que alcanzan a cubrir ciertas características.En primer lugar la urbanidad colonial, en un sentido moral de filiación hispánica y católica (delas buenas maneras en los “salones y lugares de encuentro”), focalizado en la “vida citadina”que “supone un principio de exclusión que cubre a todos los habitantes del campo: grupos

    étnicos, comunidades negras y campesinas, que entre otros, son sancionados por los criteriosestético-morales de la urbanidad” (26 - 28). En segundo lugar, los discursos “científicos yacadémicos” del siglo XIX hasta mediados del XX, en especial el higienismo, entendido comoun principio formativo de la persona “y, particularmente, [del] ciudadano” para llegar a ser unadulto saludable, aunque solo en los aspectos materiales de los cuerpos basados en laoptimización de la energía. Merced a estos discursos se generan distinciones y órdenesnormativos “sexo (definición de capacidades, funciones y deberes de hombres y mujeres;rechazo de toda expresión homosexual); edad (delimitación de grupos etáreos de acuerdo conel sexo y atribución de habilidades, funciones, limitaciones y capacidades cognoscitivas,emocionales y morales); raza (señalamiento de cualidades de los diferentes grupos raciales yétnicos, ordenamiento evolutivo de éstos y de su función dentro del proyecto nacional ymundial); entorno (determinación de los factores geográficos y climáticos que inciden sobre elcuerpo y condicionan su desempeño y el de la persona)” (29). Pedraza sostiene que es unaforma de conjurar el mal americano de la barbarie al tiempo que abre el camino para laconsolidación de las naciones (30). Finalmente, las “concepciones que encierran los discursosestéticos y estésicos”   contemporáneos. “En ellas prima el interés por el desarrollo sensible através de los sistemas que inducen a una percepción correcta de los sentidos (sensorialidad),así como a ampliar la intensidad y rango de las sensaciones (sensitividad) en aras de unasensibilidad que aplique cualidades y juicios estéticos e instaure canales sociales decomunicación” (30) cuyos criterios son la “velocidad, la intensidad y la juventud” (31) basada“en el cúmulo de experiencias corporales” de las ciencias, la técnica y la sociedad industrial, esdecir en formas de percibir y de sentir “correctas” que excluyen a los viejos y los pobres.

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    ordenamiento simbólico y estructuración social que ha caracterizado las formas de

    biopolítica practicadas en la región [latinoamericana]” (Pedraza, 2003: 32).

    En este sentido la ciudadanía puede pensarse, entonces, como la relación

    que establecen los individuos con los discursos e instituciones políticas, jurídicas,

    económicas, etc., que funcionan en los Estados, es decir los modos en que cualquiera 

    ejerce como ciudadano. El efecto de sentido de esta relación produce una pertenencia

    a una determinada comunidad política y un estatuto privilegiado para participar en los

    asuntos de interés común. Esto es muy importante puesto que significa que la

    ciudadanía incide directamente en las condiciones merced a las cuales un individuo

    puede tomar la palabra y proferir un discurso relevante.

    Lo que define una ciudadanía, pues, no es tanto la prestación inicial del

    Estado sino la gestión de los sujetos o bien las subjetivaciones políticas que conducen

    a reconfiguraciones divergentes de las relaciones hegemónicas. Desde las demandas

    de reconocimiento, hasta las acciones transformadoras, pasando por los diferentesreformismos y aquellas configuraciones no hegemónicas que anteceden a los

    cambios, las ciudadanías resultan de procesos activos por parte de los individuos,

    quienes de esa manera sortean los obstáculos que pudiera interponer el Estado para

    la realización plena de la igualdad y la libertad formalmente enunciada.

    Son ejemplos de esto las luchas feministas y de los pueblos originarios. Estos

    grupos representan la emergencia de nuevos actores y nuevos repertorios de acción y

    movilización que dinamizan las configuraciones sociales y políticas.

    Fundamentalmente, hacen política con sus propios cuerpos y, en cierto sentido,

    retoman el lugar vaciado por los proletarios aunque, en otro sentido, lo hacen para

    conducir las instancias de reconocimiento y sanción jurídica hacia un mayor nivel de

    heterogeneidad, contrariamente al accionar proletario que basaba su apuesta a la

    fuerte homogeneidad de clase más una reivindicación universalista24.

    Lo cierto es que se trata de una suerte de “enrostración” o presentación de

    carácter eventual que retraza (vuelve a trazar) las fronteras de las relaciones

    hegemónicas, porque formula las brechas entre la igualdad enunciada formalmente y

    las desigualdades practicadas en las relaciones de poder. Al mismo tiempo los

    individuos inscriben en las discursividades sociales unas trayectorias corporales24  “Por su parte, la caracterización de los movimientos sociales latinoamericanos a

    partir de un conjunto de rasgos novedosos exige una revisión de la forma de entender larelación entre movilización social e institucionalización de derechos. El carácter territorial ydirecto de la acción, la reivindicación de las identidades, la afirmación de las diferencias, elinternacionalismo de los movimientos y la búsqueda de autonomía y de formas deautogobierno imprimen una lógica novedosa en las formas de contestación social que invita areflexionar sobre la pertinencia de seguir pensando en términos de la dinámica de movilizaciónsocial e institucionalización estatal y jurídica”. (Nosetto, 2009: 95).

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    diferenciales (y en ocasiones desestabilizantes). Por lo tanto, merced a

    representaciones sensibles (dispositivos discursivos de figuración de los cuerpos) los

    sujetos pueden asumir posiciones políticas frente a la universalidad ciudadana para

    dotarla de valores diferenciales y reconducirla hacia inscripciones alternativas. Es allí,

    en ese cruce y esa reconversión de lo público y lo privado, en donde tiene lugar el

    acontecimiento político del ejercicio de la ciudadanía.

    En virtud de lo antedicho, la ciudadanía configura la manera en que los

    sujetos inscriben sus trayectorias corporales en los discursos, instituciones y prácticas

    de acuerdo con ciertas formaciones de Estado, siendo la literatura uno de los

    discursos y prácticas de la modernidad que pueden promover una ciudadanización.

    Estas inscripciones los habilitan como hablantes, como portadores de palabras

    relevantes, siendo esta relevancia dada por la diferencia y la heterogeneidad que

    promueven, en particular cuando esos hablantes no eran considerados como tales

    hasta entonces. La ciudadanía también opera como una plataforma de anclajediscursivo en la que el sujeto puede posicionarse simultáneamente: a) respecto de

    otros individuos, como diferente; b) ante el Estado, como igual a cualquiera; c)

    respecto de un diagrama de acciones, como plenamente libre. La ciudadanía les

    permite, a quienes la ejercen, administrar los discursos, las estrategias y tácticas para

    litigar sobre las formas de ser (y de no ser) gobernados.

    En consecuencia, existe aquí un concepto de ciudadanía complementario del

    concepto de política en tanto diferencias practicadas sobre la base de desacuerdos y

    litigios que reformulan los parámetros de proyección comunitaria a partir de

    vinculaciones corporalizadas, es decir, en el seno de sociedades participativas que

    buscan operar lo político contra y dentro del Estado. Esto último debido a que la forma

    Estado aparece como el modelo realizado que incluye a todos aquellos que ejercen

    como ciudadanos: el republicanismo, la representatividad, la democracia (cuando

    menos en la Argentina contemporánea y excluyendo las orientaciones partidarias de

    los gobiernos de turno). Dentro de estos límites las trayectorias corporales son

    también trayectorias de lo posible, enuncian la posibilidad de un presente y de una

    presentación ante los demás. En consecuencia se propone desechar de momento los

    parámetros según los cuales habría un adentro y un afuera, puesto que lastrayectorias corporales diferenciales que se inscriben discursivamente como

    demandas de ciudadanía no participan de un régimen de inclusión sino más bien de

    un régimen de visibilidad y, diríase con mayor énfasis, de uno de “aparición”, de modo

    tal que habría cuerpo presente y cuerpo desaparecido; presentable e impresentable.

    Este concepto propone, bajo ciertas condiciones y a partir de ciertas

    trayectorias corporales no hegemónicas, una manera de practicar la política a

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    expensas del Estado pero perforando sus estructuras básicas como la

    representatividad, la producción de espacio público, el culto al nombre propio y la

    alienación partidaria.

    La ciudadanía no puede pensarse desde la óptica liberal como el mero

    establecimiento formal de un contrato o como la formalización de los derechos

    individuales frente al Estado. Representa las tensiones y dinámicas de las

    configuraciones hegemónicas dentro de la forma Estado al mismo tiempo que opera

    como una plataforma de la enunciación, es un aparato enunciativo igualitario que

    permite a los ciudadanos, antes que nada, la posesión de la palabra. Por otra parte,

    esta plataforma, además de hacer posibles la toma de la palabra ante el Estado y ante

    la Ley, cumple la función de ser una preservación de la diferencia. Antes que un

    acceso a derechos comunes, la ciudadanía habilita el ejercicio legítimo de la

    diferencia. Un ciudadano es un cuerpo, en su cuerpo se inscribe la diferencia. En

    última instancia, significa que cada cuerpo es político porque es diferente. Entonces, laciudadanía formaliza los límites de la política.

    Por último, la ciudadanización diferencial de los cuerpos minoritarios (que es

    el proceso que aquí interesa de manera excluyente) formalmente culmina con la

    agregación a una nómina de derechos y deberes en relación con los demás

    ciudadanos y con el Estado. Sin embargo, alcanza su punto de mayor intensidad

    cuando los individuos pueden desarrollar una subjetivación política, es decir cuando

    pueden darse a sí mismos el nombre de aquellos que antes no eran contados como

    parte del pueblo. Esto es, su aparición señala una exterioridad que ellos reclaman

    como la totalidad (“nosotros, X, somos el pueblo”) que permanece excluida del conteo

    de las partes en que se distribuye dicha totalidad y de esa manera demandan el

    reconocimiento y ejercen una identidad que antes no existía25.

    25  “La política es asunto de sujetos, o más bien de modos de subjetivación. Porsubjetivación se entenderá la producción mediante una serie de actos de una instancia y unacapacidad de enunciación que no eran identificables en un campo de experiencia dado, cuyaidentificación, por lo tanto, corre pareja con la nueva representación del campo de laexperiencia. […] La subjetivación política produce una multiplicidad que no estaba dada en laconstitución policial de la comunidad, una multiplicidad cuya cuenta se postula comocontradictoria con la lógica policial. Pueblo es la primera de esas multiplicidades que desunen ala comunidad con respecto a sí misma, la inscripción primera de un sujeto y una esfera deapariencia de sujeto sobre cuyo fondo otros modos de subjetivación proponen la inscripción deotros “existentes”, otros sujetos del litigio político. Un modo de subjetivación no crea sujetos exnihilo. Los crea al transformar unas identidades definidas en el orden natural del reparto de lasfunciones y los lugares en instancias de experiencia de un litigio. […] es el sujeto que mide ladistancia entre la parte [de la] función social y la ausencia de parte de quienes lo ejecutan en ladefinición de lo común de la comunidad. Toda subjetivación política es la manifestación de unadistancia de este tipo. […] Toda subjetivación es una desidentificación, el arrancamiento a lanaturalidad de un lugar, la apertura de un espacio de sujeto donde cualquiera puede contarse

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    4. La política como producción de escenarios de litigio.

    La política, según Rancière, corresponde a la interrupción de un orden policial

    que naturaliza la distribución desigual de los espacios y las funciones que le

    corresponden a cada cual según las evidencias de lo que es. Esta distribución

    desigual se denomina reparto de lo sensible. ‘Lo que cada cual es’ significa la

    naturalización, efectuada por operaciones de poder, de ciertas capacidades, funciones

    y posibilidades destinadas a ciertos individuos de acuerdo a como son interpretados

    biopoliticamente desde el poder (siendo aportadas como evidencias las diferencias en

    cuanto a la etnia, la clase, el género e incluso la edad). Un primer vector diferencial es

    la separación del cuerpo y la mente: el intelectual y el trabajador manual. Una segunda

    distinción, todavía más crucial, es la accesibilidad a la enunciación: la posesión de

    palabra sobre lo justo y lo injusto; la emisión de sonidos que señalan dolor o placer

    pero que no articulan un enunciado, es decir la voz. La política es, entonces, la

    interrupción del orden policial, es el desacuerdo sobre un punto común a dosinterlocutores, la situación en que tiene lugar ese desacuerdo y el estatuto que tiene

    cada hablante para proferir palabras.

    La política sería entonces el resultado de las discrepancias entre los seres

    hablantes, es decir aquellos cuyas trayectorias corporales los habilitan como

    portadores de palabras relevantes. De ese modo, Rancière opera un sistema de

    distinciones fundamentales entre: 1) policía26  y política27; 2)  phoné  y logos, voz y

    porque es el espacio de una cuenta de los incontados, de una puesta en relación de una partey una ausencia de parte. […] El “tomar la palabra” no es conciencia y expresión de un sí mismoque afirma Lo propio. Es ocupación del lugar donde el logos define otra naturaleza que laphoné. […] El animal político moderno es en primer lugar un animal literario, preso en el circuitode una literalidad que deshace las relaciones entre el orden de las palabras y el orden de loscuerpos que determinaban el lugar de cada uno. Una subjetivación política es el producto deesas líneas de fractura múltiples por las cuales individuos y redes de individuos subjetivan ladistancia entre su condición de animales dotados de voz y el encuentro violento de la igualdaddel logos. Así, pues, la diferencia que el desorden político viene a inscribir en el orden policialpuede, en un primer análisis, expresarse como diferencia de una subjetivación a unaidentificación. La misma inscribe un nombre de sujeto como diferente a toda parte identificadade la comunidad”. (Rancière, 1996: 52- 54)

    26 La policía es “un orden natural de las cosas en el que una sociedad se representacomo dividida en funciones, en lugares en los que estas funciones se ejercen, en grupos queson, por su lugar mismo, destinados a ejercer una u otra función […] es una estructuración delespacio común que hace que la situación dada de dominación aparezca fundada en un sistemade evidencias sensibles […] implica una visión orgánica de la sociedad, visión que sustentageneralmente las teorías de gobierno como también las de la relación entre el gobierno y lasociedad.” (2011: 102)27 “Para mí, hay política cuando se sale de la referencia a una organicidad de la sociedad o auna naturalidad del ejercicio de gobierno, cuando se sale de la repartición de los lugares y lospoderes. La política siempre adviene como exceso en relación con el orden policial […]” (102)

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    c) esas palabras relevantes pueden canalizarse en el discurso literario a partir de

    ciertas configuraciones discursivas que plantean una experimentación política de

    índole comunitarista, en donde la topicalización de la subalternidad cede ante la

    diseminación de los agenciamientos colectivos de enunciación, es decir que más que

    los temas de los que trata, resulta más útil prestar atención al modo en que se asume

    el lenguaje literario29.

    Una literatura plebeya, entonces, puede concebirse como la formulación de

    un discurso que experimenta una política minoritaria y que asume una palabra cuya

    impronta subalterna resulta consistente con planteamientos de una creciente

    autonomía respecto de las configuraciones de la hegemonía.

     Asimismo, estas distinciones ponen en funcionamiento una manipulación más

    general que subyace de manera inquietante a todas las demás, la que establece un

    límite entre animales y humanos. Esta distinción habilita las restricciones de los

    animales a los espacios relevantes y decisivos de una sociedad, tanto si en estos sellevan a cabo prácticas sociales ritualizadas (un espectáculo deportivo, el viaje en

    ómnibus o en avión, la misa, la pileta, etc.) como si se trata de lugares de enunciación

    de discursos socialmente prestigiosos e incluso decisivos para el conjunto de la

    29 En este sentido resulta productivo el planteo de una ‘literatura menor’ de Deleuze yGuattari. Sostienen: “Una literatura menor no es la literatura de un idioma menor, sino laliteratura que una minoría hace dentro de una lengua mayor […] su primera característica esque, en ese caso, el idioma se ve afectado por un fuerte coeficiente de desterritorialización”(1978: 28) “La segunda característica […] es que en ellas todo es político. En las ‘grandes’

    literaturas, por el contrario, el problema individual (familiar, conyugal, etcétera) tiende a unirsecon otros problemas no menos individuales, dejando el medio social como una especie deambiente o de trasfondo […] La literatura menor es completamente diferente: su espacioreducido hace que cada problema individual se conecte de inmediato con la política”. (29)

    “La tercera característica consiste en que todo adquiere un valor colectivo. En efecto,precisamente porque en una literatura menor no abunda el talento, por eso no se dan lascondiciones para una enunciación individualizada, que sería la enunciación de tal o cual‘maestro’, y que por lo tanto podría estar separada de la enunciación colectiva. Y así estasituación de escasez de talento resulta de hecho benéfica; y permite la creación de algodiferente a una literatura de maestros: lo que el escritor dice totalmente solo se vuelve unaacción colectiva, y lo que dice o hace es necesariamente político, incluso si los otros no estánde acuerdo. El campo político ha contaminado cualquier enunciado. Pero aún más,precisamente porque la conciencia colectiva o nacional se encuentra ‘a menudo inactiva en lavida pública y siempre en dispersión’ sucede que la literatura es la encargada de este papel yde esta función de enunciación colectiva e incluso revolucionaria: es la l iteratura la que produceuna solidaridad activa, a pesar del escepticismo; y si el escritor está al margen o separado desu frágil comunidad, esta misma situación lo coloca aún más en la posibilidad de expresar otracomunidad potencial, de forjar los medios de otra conciencia y de otra sensibilidad […] De estamanera, la máquina literaria releva a una futura máquina revolucionaria, no por razonesideológicas, sino porque sólo ella está determinada para llenar las condiciones de unaenunciación colectiva, condiciones de las que carece el medio ambiente en todos los demá