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VI Congreso Internacional del CLAD sobre Reforma del Estado y de la Administración Pública Panel: Reformas federales en áreas estratégicas de gobierno en América Latina Buenos Aires, Argentina, 5-9 de noviembre del 2001 Evaluación de programas y proyectos sociales Autor: Josette Brawerman INTRODUCCIÓN El propósito de este documento es a la vez instrumental y metodológico: apunta a explicitar los criterios y pasos requeridos para el proceso de evaluación “ex ante” de proyectos sociales formulados en el marco de programas sociales complejos 1 . Cabe señalar que si bien esta denominación proviene del análisis económico de proyectos, se utiliza aquí en el sentido de aquellas evaluaciones que se emprenden antes de iniciar un programa o proyecto para apreciar el cumplimiento de las condiciones requeridas para su implementación, y eventualmente decidir acerca de su aprobación. Los programas sociales suelen incluir situaciones en que es necesario ya sea seleccionar entre diversas propuestas, o decidir acerca de la adecuación de una propuesta a las líneas programáticas o de acción que se apuntan a financiar. En términos generales, desde el punto de vista del proceso de intervención social, se trata entonces, entre otros, de establecer la pertinencia de la propuesta, es decir la adecuación de las soluciones que propone a la realidad que se pretende modificar; su coherencia interna en términos de adecuación de recursos a objetivos y de éstos a metas y actividades, y su factibilidad, o sea la capacidad de la institución ejecutora para llevarlo a cabo en términos de la calidad y cantidad de recursos humanos, económicos y materiales disponibles así como de la existencia de condiciones del contexto para desarrollar las acciones esperadas. El enfoque metodológico que se expondrá surge de experiencias desarrolladas en el marco de programas sociales orientados a grupos de población vulnerables, con líneas programáticas definidas por un nivel “central” (por ejemplo un organismo de jurisdicción nacional) y ejecución descentralizada en otros niveles del sector público (provincial y municipal) o en organizaciones de la sociedad civil. Se trata de un proceso complejo y arduo de trabajo, en el que intervienen diversos actores, distintos niveles de gestión, así como distintas perspectivas profesionales. 1 Se hace referencia a programas sociales compuestos por un gran número de proyectos integrados en torno a problemáticas, tipos de destinatarios o modalidades de intervención comunes cuya ejecución involucra distintos

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VI Congreso Internacional del CLAD sobre Reforma del Estado y de la Administración Pública Panel: Reformas federales en áreas estratégicas de gobierno en América Latina

Buenos Aires, Argentina, 5-9 de noviembre del 2001

Evaluación de programas y proyectos sociales

Autor: Josette Brawerman INTRODUCCIÓN El propósito de este documento es a la vez instrumental y metodológico: apunta a explicitar los

criterios y pasos requeridos para el proceso de evaluación “ex ante” de proyectos sociales formulados

en el marco de programas sociales complejos1. Cabe señalar que si bien esta denominación proviene

del análisis económico de proyectos, se utiliza aquí en el sentido de aquellas evaluaciones que se

emprenden antes de iniciar un programa o proyecto para apreciar el cumplimiento de las condiciones

requeridas para su implementación, y eventualmente decidir acerca de su aprobación.

Los programas sociales suelen incluir situaciones en que es necesario ya sea seleccionar entre

diversas propuestas, o decidir acerca de la adecuación de una propuesta a las líneas programáticas o

de acción que se apuntan a financiar. En términos generales, desde el punto de vista del proceso de

intervención social, se trata entonces, entre otros, de establecer la pertinencia de la propuesta, es

decir la adecuación de las soluciones que propone a la realidad que se pretende modificar; su

coherencia interna en términos de adecuación de recursos a objetivos y de éstos a metas y

actividades, y su factibilidad, o sea la capacidad de la institución ejecutora para llevarlo a cabo en

términos de la calidad y cantidad de recursos humanos, económicos y materiales disponibles así como

de la existencia de condiciones del contexto para desarrollar las acciones esperadas.

El enfoque metodológico que se expondrá surge de experiencias desarrolladas en el marco de

programas sociales orientados a grupos de población vulnerables, con líneas programáticas definidas

por un nivel “central” (por ejemplo un organismo de jurisdicción nacional) y ejecución descentralizada

en otros niveles del sector público (provincial y municipal) o en organizaciones de la sociedad civil. Se

trata de un proceso complejo y arduo de trabajo, en el que intervienen diversos actores, distintos

niveles de gestión, así como distintas perspectivas profesionales.

1 Se hace referencia a programas sociales compuestos por un gran número de proyectos integrados en torno a problemáticas, tipos de destinatarios o modalidades de intervención comunes cuya ejecución involucra distintos

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Entendido el proceso de evaluación como un continuo paralelo a la gestión de los programas y

proyectos sociales, cobra relevancia la operacionalización, explicitación y mayor transparencia posible

de los criterios y de los procedimientos utilizados en este “momento evaluativo”: la evaluación ex ante

no sólo contribuirá, en la fase de formulación y diseño, a brindar elementos de juicio a los organismos

que deben decidir acerca de su financiamiento o aprobación. Debe encararse también como un

proceso que sirva de apoyo al mejoramiento de la formulación inicial y a generar aptitudes en los

propios ejecutores del programa o proyecto, para ir dejando capacidades instaladas que permitan la

inclusión de una cultura organizacional evaluativa.

Aunque responda a un tipo de evaluación “externa” puesto que la decisión acerca de la aceptación o

financiamiento de un proyecto no suele ni debería estar en manos de quienes lo formulan, es

necesaria una dinámica de relación entre “evaluadores” y “evaluados” desde el inicio para que las

conclusiones y recomendaciones de los primeros se traduzcan –incluso en quienes no resulten

seleccionados si es el caso- en un aprendizaje institucional para la formulación de proyectos.

Se trata de un proceso que debe ser cuidadosamente programado y pautado a fin de evitar las

demoras que suelen producirse en los procesos decisorios, y mejorar de este modo los vínculos con

los actores u organizaciones que luego se encargarán de la ejecución de los proyectos una vez

aprobados pues los conflictos emergentes de la dilatación del tiempo de procesamiento de la decisión

empañan y dificultan una acción bienintencionada por parte del programa en su vínculo con los

actores locales.

Finalmente, la evaluación ex ante, además de proveer elementos de juicio para una mejor decisión o

selección, según sea el caso, implica también la formulación de recomendaciones para la ejecución y

para orientar el proceso de evaluación concurrente, contribuyendo de este modo a la gestión posterior

del programa.

niveles y áreas del sector gubernamental, instituciones no gubernamentales, localizaciones e incluso líneas de

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LA CALIFICACIÓN PREVIA A LA FORMULACIÓN Y EVALUACIÓN DE LOS PROYECTOS

Cuando el proceso decisorio asume la forma de “concurso”, al que se pueden presentar varios

“aspirantes” e incluso en el caso de presentaciones aisladas ante entes financiadores (Fundaciones,

organismos internacionales, etc..), suelen diferenciarse dos etapas:

1. una evaluación preliminar basada en una formulación (a veces denominada “carta de

intención”), suscinta o general del proyecto y de la futura organización ejecutora,

2. la etapa de evaluación propiamente dicha del proyecto ya diseñado.

En caso de haber sido programada, la etapa preliminar permite al organismo decisor/ financiador

contar con una primera aproximación a las intenciones de los posibles aspirantes, evaluar aspectos de

la viabilidad de implementación del proyecto basado en una apreciación de ciertas cualidades de la

entidad que lo presenta así como eventualmente establecer un ranking entre instituciones, disponer

de elementos de juicio para reorientar la propuesta si se le considera necesario o de argumentos

fundamentados para descalificarla.

Las presentaciones en este caso suelen estar escasamente pautadas aunque incluyen requerimientos

relativos a una “idea” (la esencia del proyecto y sus fundamentos), al perfil de los profesionales o

técnicos que la proponen y la van a ejecutar, y a los antecedentes de la institución que los contiene o

los representa.

Por lo tanto la evaluación tendrá tres focos fundamentales: la pertinencia de la “idea”, la solidez del

equipo técnico y la fortaleza de la institución.

Es probable que en esta etapa, el énfasis evaluativo sea el institucional. Pero cabe señalar que existe

una permanente tensión entre estos ejes particularmente cuando se trata de organizaciones no

gubernamentales: en efecto, ¿cómo valorar un proyecto innovador respaldado por una entidad

recientemente constituida frente a un proyecto tradicional de otra organización de trayectoria más

acción diversas.

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reconocida? Sin duda, la respuesta se hará en función de la política del organismo decisor/financiador:

a saber, si se priorizan los aspectos institucionales, puede haber mayores garantías en relación a la

viabilidad de la idea propuesta pero también puede suceder en desmedro del fortalecimiento de

nuevas organizaciones de la sociedad civil con potencialidad de acción. En este sentido, el rol del

evaluador es fundamental: puede contribuir a la flexibilización de dichas políticas o bien procurar –en

caso de ser posible- contar con mayores elementos de juicio mediante contactos personales con los

formuladores del proyecto. Un aspecto fundamental para dirimir tales cuestiones pasa por la

evaluación de la calificación del personal técnico.

El proceso de precalificación de entidades u organizaciones que se postulan y de sus propuestas

preliminares debería contar con criterios generales explícitos de evaluación ponderados de modo de

establecer un rango entre las mismas.

Entre los principales criterios para valorar los aspectos institucionales, se pueden mencionar:

Aspectos institucionales propiamente dichos

? La presentación completa de la documentación requerida (se suelen requerir estatutos,

balances, organigrama, carpeta institucional, antecedentes profesionales del equipo de

trabajo, etc..)

? La antigüedad de la entidad

? El tipo y cantidad de experiencia en la realización de proyectos sociales en general

? El tipo y cantidad de experiencia en la realización de proyectos en la temática específica o en

el grupo etáreo priorizados

? La capacidad de gestión institucional valorada en términos de la relación entre disponibilidad

de recursos financieros, humanos y cantidad de proyectos).

? La experiencia en articulaciones con organismos del estado (nacional, provincial y/o

municipal)

? La experiencia en articulaciones con organizaciones de la sociedad civil.

? La participación de la institución en redes sociales

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Aspectos relativos al equipo técnico

? Adecuación de los perfiles profesionales

? Composición multidisciplinaria del equipo

? Antecedentes laborales en la temática

Los criterios para valorar la propuesta preliminar del proyecto a desarrollar deberían considerar:

? La adecuación del objetivo a las prioridades políticas establecidas

? La adecuación del objetivo a las necesidades locales planteadas en su fundamentación

? La claridad y precisión en la formulación del objetivo.

? La coherencia de las actividades planteadas con el objetivo

? La integralidad de la propuesta (preventivo / promocional o asistencial)

? La participación prevista de la comunidad en la propuesta.

? La correspondencia entre el monto presupuestario global y los objetivos, las actividades y los

beneficiarios propuestos.

? La concordancia entre el monto presupuestario global y los parámetros posibles para el programa.

Traducidos en categorías, estos criterios pueden ser volcados a una grilla otorgando un puntaje

ponderado según el peso atribuido a cada uno de estos criterios. Debería incluir no sólo

recomendaciones para el ente decisor/financiador, en términos de dar “una luz verde” o no para una

presentación posterior sino también concluir con orientaciones a los aspirantes que les permita una

mejor formulación del proyecto definitivo.

LOS CRITERIOS DE EVALUACIÓN

La evaluación ex ante es fundamentalmente la evaluación de un proyecto en su sentido más literal,

puesto que aún no ha sido puesto en acción. Es reconocida la multiplicidad de problemas

contextuales, políticos y organizacionales que pueden presentarse en el curso de su implementación,

afectando el logro de los resultados esperados. Se puede afirmar sin embargo, que aunque no sea

una condición suficiente, una propuesta pertinente y adecuadamente fundamentada y diseñada

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constituye un punto de partida que facilitará su ejecución y su posterior seguimiento.

Más allá de sus especificidades, el diseño de programas y proyectos parte de realizar un recorte y

describir una realidad – diagnóstico – , para luego identificar las disconformidades – problemas –, y de

allí inferir qué se quiere modificar – objetivos –, que no son sino expresión de las transformaciones

que se esperan obtener – resultados –. A tal efecto se requiere el diseño de una estrategia para

operar el cambio, que se traduce en un plan de trabajo – actividades – ubicado en el tiempo –

cronograma –, asociado con determinados insumos – recursos humanos, materiales y financieros –

requeridos para llevar a cabo las acciones.

El foco evaluativo se pondrá en los aspectos medulares de este diseño. Pero también deberá tener en

cuenta las condiciones contextuales locales que pueden facilitar o dificultar su futura implementación.

En efecto ciertas características del contexto social, económico y político local donde se implantará el

proyecto constituyen aspectos que pueden condicionar su viabilidad tales como la legislación vigente

acerca de la temática, el grado de desarrollo de la sociedad civil y sus vínculos con el gobierno local,

la historia local en la temática, la estructura administrativa del sector público local (provincial y

municipal), la presencia de masa crítica de recursos humanos debidamente formados, los niveles de

descentralización alcanzados, los fondos asignados, entre otras cuestiones. Algunos de estos aspectos

pueden estar presentes en la formulación del proyecto pero es probable que requieran de un análisis

de documentación con información adicional o bien una apreciación in situ de parte del evaluador.

En cuanto a los aspectos medulares se pueden diferenciar dos tipos:

? Los sustantivos vinculados a sus propósitos y a las líneas de acción y actividades propuestas

para resolver los problemas identificados;

? Los estratégicos vinculados a modalidades o atributos de reconocida eficacia de la acción

social, independientemente de su campo específico de aplicación. En efecto, existe apreciable

desarrollo teórico acerca de la acción social, en el sentido de que la misma debe adoptar

modalidades promocionales, integrales, sinérgicas2, participativas y asociativas. Se incluye

2 M. Max-Neef, Desarrollo a Escala Humana, CEPAUR, Fundación Dag Hammarrskjöld 1986. El autor

considera sinérgicas las acciones que además de orientarse a la resolución de un problema puntual, contribuyen a la vez a la resolución o prevención de otros problemas. Un ejemplo muy utilizado es el de la lactancia

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aquí también la estrategia de sustentabilidad planteada para el proyecto.

Sin pretensión de exhaustividad, se exponen a continuación algunos de los principales criterios que

deberían estar presentes en la evaluación de estos aspectos medulares:

? Adecuada justificación o fundamentación diagnóstica:

Un proyecto se fundamenta en un diagnóstico de la o las situaciones problemáticas que se procurarán

mejorar o resolver, entendiendo por tal, no una descripción de las mismas sino un estudio, con

información cuanti y cualitativa de sostén, que establezca la naturaleza, magnitud y características

básicas de dichas situaciones problemáticas. Dicho estudio debe además contar con información sobre

recursos locales, institucionales y humanos (“mapeo de recursos”) susceptibles de utilización para el

desarrollo de la intervención. Debe referirse con precisión al área territorial que se pretende cubrir (un

barrio o una comunidad por ejemplo) sin dejar de considerar la relevancia de sus problemas en el

marco de unidades territoriales mayores, tales como el respectivo municipio y/o provincia. Cuando las

áreas territoriales de intervención son pequeñas es conveniente la realización de diagnósticos

participativos para justificar debidamente las actividades propuestas, cuantificar estimativamente la

población objetivo y poder valorar las metas de cobertura deseadas. La relevancia de estos

diagnósticos participativos no es mera instrumental: permite sobre todo identificar y jerarquizar los

problemas desde las necesidades sentidas por la gente.

La evaluación del diagnóstico debiera entonces orientarse a aspectos tales como:

? Claridad en cuanto a la definición de la naturaleza y magnitud de los problemas y necesidades

de la población

? Adecuada identificación de la distribución de la población objetivo o potencialmente

beneficiaria

? Jerarquización de las necesidades y problemas detectados

? Identificación de los factores contextuales más significativos que pueden condicionar (facilitar

o dificultar) la superación de la situación problemática, en particular adecuada descripción de

los actores afectados o potencialmente involucrados en su solución

materna, que a la vez que contribuye a la buena nutrición del bebé, lo preserva inmunológicamente, y

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? Identificación de los recursos disponibles en el área ( sobre todo institucionales y otros

programas o proyectos sociales que se desarrollan allí orientados a la misma población

objetivo)

? Coherencia del proyecto en relación con las prioridades emergentes del diagnóstico

Se trata de apreciar en forma global si existe correspondencia entre el programa o proyecto y los

resultados del diagnóstico. La evaluación ex ante revisa que los proyectos (tanto en sus objetivos

como en la población a atender) hayan tomado en cuenta la jerarquización de necesidades y

problemas identificados.

? Potencialidad del proyecto en el contexto local

También aquí se trata de apreciar en forma global si, aún cuando por sus objetivos y población

destinataria, sea coherente con las necesidades y problemas identificados en el diagnóstico, existen

acciones similares desarrolladas en los mismos barrios o comunidades. Teniendo en cuenta la

fragmentación que suele caracterizar la implementación de los proyectos sociales, ello no constituye a

priori un aspecto positivo o negativo aunque sí digno de consideración especial. Si ello ocurre, deberá

evaluarse en que medida se superponen las poblaciones alcanzadas y la existencia o no de

complementariedad de las estrategias y actividades propuestas con las que ya están llevándose a

cabo. En tal sentido deberá apreciarse la existencia de compromisos o previsiones para la

coordinación y articulación de recursos y actividades entre los diferentes proyectos y las posibilidades

para el armado de redes locales entre los distintos actores involucrados. Otro criterio a considerar,

muy vinculado al que se expone a continuación, es el carácter innovador de la propuesta en el ámbito

local en cuanto a introducir estrategias que, si bien utilizadas y aplicadas con eficacia en otros

contextos, no lo han sido aún en dicho ámbito.

? Pertinencia de la o las estrategias de intervención planteadas en relación con la

problemática que se pretende abordar.

Este punto constituye posiblemente el meollo de la evaluación del “proyecto”. En efecto la modalidad

consolida un lazo afectivo entre la madre y el bebé que podrá contribuir a su apropiado des arrollo posterior.

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o modalidades de intervención propuestas se basan explícita o implícitamente en una concepción del

cambio que supone que si se llevan adelante ciertas acciones, en determinadas circunstancias, se

obtendrán los resultados esperados, en términos de superar, contribuir a solucionar o evitar que

empeoren determinadas problemas sociales. Todo proyecto debería poner en evidencia tales

cuestiones: el conocimiento acumulado en la materia, los supuestos, los requerimientos conte xtuales,

las estructuras necesarias y los procesos o combinación de líneas de acción a desarrollar para obtener

los resultados esperados. Esos constituyen los aspectos conceptuales del proyecto, los cuales tienen

mucho que ver con las características del objeto de la evaluación, o sea que diferirán si se trata de un

programa educativo, de salud, de desarrollo integral, de adolescentes, etc..

Por lo tanto lo que se evalúa es si, acorde con el “estado del arte”, la estrategia presentada es

adecuada y oportuna para satisfacer las necesidades o demandas identificadas o para resolver los

problemas detectados. En programas muy pautados, pueden estar predeterminadas las estrategias de

intervención admitidas para la presentación de los proyectos. Por lo tanto, la evaluación tenderá a

apreciar la correspondencia de la propuesta con las pautas generales establecidas. Pero cuando ello

no ocurre, el evaluador deberá examinar y explicitar el modelo subyacente a las estrategias

planteadas en términos de la vinculación entre actividades propuestas, métodos, tecnologías y

procedimientos que se piensan utilizar con los resultados esperados y apreciar en que medida este

modelo corresponde al estado del arte y del saber en el o los campos disciplinarios pertinentes

implicados.

? Correcta formulación del plan de trabajo: objetivos, actividades y recursos requeridos

Se trata aquí de los aspectos más formales de la evaluación de la presentación. Las guías de

formulación de proyectos generalmente plantean los puntos a cumplimentar en el diseño de un

correcto plan de trabajo pues ello es lo que permite entender qué es lo que harán, con quiénes, con

qué, en qué momentos y qué gastos se prevén para cada actividad; es decir que ello trasluce la lógica

del proyecto, la secuencia de actividades, los requerimientos de recursos en tiempos, y por lo tanto

permite deducir el presupuesto y los flujos de desembolsos requeridos. Sin embargo, según indica la

experiencia, suelen presentar deficiencias ya sea porque no se explicitan adecuadamente, no

responden a las pautas de presentación, no guardan coherencia entre sí, comprometen una cantidad

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excesiva de actividades escasamente articuladas, o bien inadecuadamente encadenadas en el tiempo.

La evaluación ex ante debe juzgar en qué medida la presentación cumple con el formato establecido,

si fue adecuado el planteamiento de actividades, si estas últimas fueron claramente expuestas, si

fueron exhaustivas y acordes con los objetivos planteados y si el detalle de recursos humanos y

materiales, así como los tiempos, se corresponden con aquellos necesarios para llevar a cabo las

actividades propuestas. Más específicamente, el foco de la evaluación aquí debe considerar:

? la adecuación de los objetivos en relación con las pautas del programa y las políticas

institucionales generales

? la claridad y precisión de la formulación de los objetivos así como de las actividades previstas

? la correspondencia de las actividades y de los productos previstos por cada una con los

resultados finales esperados expresados en los objetivos

? el adecuado encadenamiento en el tiempo así como la secuencia lógica (camino crítico) de las

distintas actividades

? la suficiencia e idoneidad de los recursos previstos (humanos y materiales). Ello implica que

estén adecuadamente descriptos, categorizados y cuantificados de modo de poder evaluar

luego su correspondencia con los aspectos presupuestarios.

? Clara descripción y cuantificación de las metas de beneficiarios.

Este aspecto incluye a su vez varias dimensiones a considerar:

En programas destinados a grupos o segmentos específicos de la población (definidos por ejemplo

según franjas etáreas, otros criterios de vulnerabilidad, o de focalización geográfica) deberá evaluarse

si estos criterios han sido respetados en la formulación del proyecto.

Otra dimensión relevante es la clara descripción del perfil de los beneficiarios y la determinación de las

metas cuantitativas previstas. Este suele ser un aspecto complejo que dependerá de la claridad de las

pautas establecidas para la presentación de los proyectos. En efecto, las actividades pueden tener

destinatarios intermedios (por ejemplo sensibilización y capacitación de miembros de la familia y de la

comunidad en proyectos destinados a niños y adolescentes), otras actividades pueden tener

destinatarios difusos (en particular las de índole comunicacional) o bien pueden existir superposiciones

parciales de los beneficiarios en varias actividades. Por lo tanto es necesario evaluar en que medida

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las metas diferencian adecuadamente los distintos tipos de beneficiarios correspondientes a cada tipo

de prestación o modalidad de intervención, y si plantean además una meta global de los beneficiarios

finales del proyecto en su conjunto para poder estimar no sólo los costos por beneficiario para cada

actividad o tipo de prestación, sino para el proyecto como un todo. La evaluación ex ante debe revisar

y solicitar ajustes para la corrección de esas cuantificaciones cuando corresponda.

Finalmente debe apreciarse si se han considerado las condiciones de accesibilidad de los destinatarios

a las prestaciones, servicios y actividades programadas y si se han previsto mecanismos para que las

acciones lleguen a los potenciales beneficiarios, sobre todo cuando no se trata de una población

“cautiva” (un ejemplo típico es la oferta de servicios de cuidado infantil, que pese a diagnósticos que

pueden concluir con la existencia de una importante demanda potencial insatisfecha con frecuencia no

logran una captación adecuada de la población).

? Adecuación de la estrategia y de la metodología de seguimiento y evaluación

Las guías de formulación incluyen cada vez con mayor frecuencia requisitos sobre previsiones acerca

de las modalidades mediante las cuales la institución ejecutora evaluará el avance y resultados de sus

actividades. Por lo tanto la evaluación ex ante deberá considerar si estas han sido explicitadas y

apreciar la adecuación de los métodos, indicadores, principales instrumentos, fuentes y periodicidad

sugeridas a la índole de las actividades que se evaluarán.

? Existencia de atributos estratégicos de la acción social en la formulación del proyecto

Como se mencionó anteriormente, existen ciertas modalidades o atributos de reconocida eficacia de la

acción social, independientemente de su campo específico de aplicación. La evaluación deberá

considerar en que medida y de que manera se han incorporado estas modalidades al proyecto. A

continuación, se especificarán tres de ellas:

. Carácter integral del planteo: se refiere a la inclusión de enfoques amplios de la problemática

social, lejos de los abordajes específicos que consideran los problemas en forma parcializada o

fragmentada.

En primer lugar, deberá evaluarse si se han incluido acciones orientadas a los diferentes factores

vinculados con el/los problemas identificados; por ejemplo: si se trata de mejorar el rendimiento,

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evitar la repitencia y asegurar la retención de los chicos en la escuela primaria, se dará apoyo escolar

a los propios chicos, se fortalecerá a las docentes para el trabajo con esos chicos, así como a los

familiares más directos, y se tomarán en cuenta otros factores psicológico sociales del niño y de su

grupo familiar.

Otra cuestión vinculada al carácter integral de los proyectos sociales es si contemplan acciones de

promoción, prevención y asistencia, aunque con diferentes énfasis. Por ejemplo: un proyecto que

brinda complementación alimentaria exclusivamente, es de carácter asistencial, mientras que si

incorpora actividades de capacitación a las madres para el mejoramiento de la dieta, sobre

preparación de alimentos a bajo costo, y sobre modos de advertir signos de perturbaciones en el

crecimiento y desarrollo infantil, también tiene perfil preventivo y si emite folletería o mensajes

radiales acerca de temas de nutrición y dietética, asume carácter promocional.

Por último, otro aspecto a evaluar en relación a la integralidad de los proyectos, es la articulación de

las actividades o modalidades de intervención entre sí. Es frecuente que aunque un proyecto incluya

una diversidad de actividades (por ejemplo: apoyo escolar, complementación alimentaria, actividades

recreativas y deportivas, etc.) cada una se desarrolle sin mayor vinculación con el resto, generándose

así “oportunidades perdidas”; ejemplos positivos de articulación de actividades, son: realizar controles

de salud mientras los niños asisten al comedor o acuden a las actividades deportivas; recibir

indicaciones del centro de salud de los niños en riesgo nutricional para priorizarlos o brindarles

atención especial en el comedor, o bien, detectar a las madres de niños que requieren atención

médica, etc.

. Carácter participativo de la gestión propuesta: Las formas participativas de gestión procuran

incluir a los beneficiarios en las diferentes etapas de la gestión: desde la identificación de la

problemática, la priorización de actividades, las decisiones relativas al destino de los recursos, en

particular a las adquisiciones y contrataciones, la realización de las acciones, la evaluación. Es decir

que el significado que aquí se le da al concepto de participación es más amplio que el que usualmente

se restringe a la intervención de los actores comunitarios en la realización de actividades, para incluir

además su intervención en la toma de decisiones en los diferentes momentos de la gestión de los

proyectos. Ese criterio participativo es también válido para los beneficiarios propiamente dichos en los

proyectos de adolescentes, quienes deben tener cabida en la identificación de sus propios problemas,

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en las propuestas para superarlos, así como en la realización y evaluación de las acciones.

En consecuencia, la evaluación ex ante debe revisar si está prevista la inclusión de los diversos

actores locales y principalmente de la población destinataria, o de sus familias, en el caso de niños

pequeños. Los proyectos que se plantean desde el inicio la participación activa de sus destinatarios, se

constituyen en instrumentos para la construcción de ciudadanía, que pueden reflejar luego los

procedimientos e interacciones igualitarias en otros espacios ampliados de la vida pública,

promoviendo de tal manera la democratización de la comunidad, a la vez que contribuyendo a la

generación de ciudadanos adultos a partir de la formación participativa cuando se hallan involucrados

los niños y adolescentes.

. Carácter asociativo de la gestión: se refiere a la articulación – informal o formal mediante

convenios – entre áreas sociales de los gobiernos locales, otras entidades de la comunidad, u

organizaciones religiosas o instituciones sectoriales (educativas, de salud, etc.) localizadas en el

territorio de actuación de cada proyecto. Es decir sea gubernamental o no la entidad ejecutora del

proyecto, la gestión asociada favorece la eficiencia social y como se menciona en el punto siguiente

constituye una fortaleza central en la sustentabilidad sociocomunitaria de los proyectos. Por lo tanto,

desde el punto de vista de su evaluación, será necesario apreciar en que medida estas articulaciones

están previstas desde su formulación, lo que podría implicar la presencia de compromisos

interinstitucionales previos a su ejecución.

? Adecuación de la estrategia para la sustentabilidad del proyecto.

Cualquier proyecto social, independientemente de la temática que aborde, procura que al fin de su

ejecución, además de los resultados positivos reflejados en los cambios que se procuran conseguir en

las situaciones de los destinatarios de las acciones (que es lo que más marca el éxito de un proyecto),

también se logre su sustentabilidad de modo que:

? Continúen funcionando los procesos iniciados, de forma suficientemente normatizada, para que

sean homogéneas y previsibles las formas de hacer las actividades, basándose en el estado del

arte y el saber que se tiene acerca del particular campo del conocimiento y la acción.

? Queden instaladas concepciones, capacidades y habilidades en los actores significativos y

estratégicos para que puedan seguir desarrollando las acciones tendientes a la solución de los

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problemas respectivos.

? Que los diferentes actores sociales que tienen que ver con el tema o problema en cuestión

adhieran es decir, se involucren positivamente en las acciones, ya sea en forma directa o

indirecta.

? Que el financiamiento de los procesos desencadenados por el proyecto esté asegurado por

fuentes diversas, más allá de que la que proveía al funcionamiento del proyecto haya acabado.

? Que la institución “mayor” de la cual dependió el proyecto asuma como propias las líneas de

acción que se enmarcaban en aquél, destinando recursos (de espacio, de equipos, de plantel

humano, de tiempos y de presupuesto) para su continuidad. Esto es casi equivalente a decir que

las políticas institucionales (o sectoriales) adopten la doctrina que justificó el accionar del

proyecto. Este es un logro difícil pero el más buscado por todo tipo de proyecto social: influir en la

formulación de las políticas en el particular campo que aborda.

En el caso de proyectos a ser ejecutados por organismos públicos, la sustentabilidad tiene, además de

los aspectos financieros, una clara connotación política en términos del grado de adhesión e

involucramiento de las autoridades locales con el proyecto. Por lo tanto la estrategia expuesta en la

formulación debería considerar en que medida ésta existe y el tipo de acciones a llevar a cabo con

esta finalidad.

En síntesis, la sustentabilidad se refiere a la posibilidad de arraigo que tiene un proyecto, más allá del

período de apoyo subsidiado por el programa. Es un concepto multidimensional con un significado

socio comunitario, un significado político y un significado económico. Las estrategias para la

sustentabilidad son por ende complejas y constituyen una construcción intencional desde la propia

formulación y desde los inicios de la ejecución de un proyecto; se trata de un resultado a alcanzar

como producto de la eficacia de las líneas de acción desplegadas en diferentes campos: las

articulaciones institucionales, la consolidación de formas organizativas, el impacto de la capacitación y

la comunicación social en las creencias y prácticas de los recursos humanos y la población

beneficiaria, la institucionalización de modalidades integrales de acción, la instalación de la temática

en la agenda política o pública en el espacio local, la eficacia de las actividades de gestión de recursos

y la diversificación de fuentes de financiamiento, etc..

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Aunque resulte reiterativo, se destaca que en la evaluación ex ante se trata de emitir un juicio sobre

la estrategia y no la sustentabilidad a priori, pues ésta constituye un resultado deseable de la acción y

nunca un prerrequisito de la misma. Esta estrategia puede estar formulada explícitamente en la

presentación si forma parte de sus requisitos (lo cual es deseable pues obliga a quienes formulan el

proyecto a plantearse interrogantes en este sentido desde el comienzo para el desarrollo de sus

acciones). De todos modos, existen algunas cuestiones, ya considerados en otros criterios, que el

evaluador debiera tener en cuenta, en particular en las que se refieren a la inclusión de atributos

estratégicos del proyecto (integralidad, gestión asociada y participación), a la capacidad y experiencia

previa de gestión de la entidad ejecutora y a las posibilidades de cumplimentar los aportes financieros

locales comprometidos, que generalmente deben asumirse en forma creciente en el tiempo como

contraparte de los subsidios del ente financiador.

Además de la evaluación de los aspectos medulares, se deberán abordar los aspectos gerenciales o

instrumentales del proyecto, es decir los medios para el desarrollo adecuado de las líneas

sustantivas. Ellos se refieren básicamente a:

? La fortaleza del sustento institucional en función de su experiencia, idoneidad de sus

recursos humanos y capacidad de gestión (si no ha habido una etapa de precalificación).

En este caso valen los criterios expuestos en relación a la etapa de precalificación. De todos modos

merecen puntualizarse algunas consideraciones.

Por una parte, en el caso de organizaciones de la sociedad civil, suelen usarse como indicadores de su

fortaleza los antecedentes de la entidad en la ejecución de proyectos sociales, particularmente en el

campo de acción específico del proyecto, su capacidad de gestión en función del monto de los fondos

gestionados en los últimos años y el perfil e idoneidad de las distintas categorías de personal

involucradas en la gestión. Algunos programas plantean requerimientos en este sentido en términos

de tiempos o magnitudes, lo cual desalentará presentaciones que no cumplen con ellas, o bien

algunas habrán sido desestimadas por este motivo en una etapa preliminar. Los criterios a aplicar por

lo tanto dependen de la política de la institución financiadora y de los objetivos del programa en su

conjunto: si se apunta a fortalecer la capacidad institucional de las organizaciones de la comunidad,

se deberá poner énfasis en sus fortalezas para la formulación y ejecución de proyectos (a través de la

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idoneidad profesional de sus recursos humanos, de su trayectoria de trabajo comunitario por

ejemplo), más que en su experiencia y capacidad de gestión financiera. Es necesario entonces

además contar con un adecuado equilibrio para la ponderación de los aspectos sustantivos en relación

a los aspectos institucionales pues por ejemplo si una amplia experiencia o la gestión financiera

histórica fueran criterios excluyentes, se estaría favoreciendo a las entidades más fuertes, menos

necesitadas del tipo de apoyo que solicitan.

Otra cuestión se refiere a las fuentes de verificación de dichas fortalezas. La documentación que suele

presentarse (estatutos, organigramas, carpetas institucionales, curriculas profesionales y técnicos,

balances, etc..) permiten verificar el cumplimiento de los requisitos formales institucionales y legales,

a la vez que arrojan cifras sobre la gestión financiera (en efectivo) pasada aunque con limitaciones

puesto que no suelen incluir valorizaciones de recursos locales no monetarios tales como voluntariado,

donaciones o aportes en insumos, utilización de sedes comunitarias, etc... Se trata de elementos

formales, necesarios pero insuficientes para una evaluación institucional. Esta requiere por lo tanto

complementarse con una apreciación en terreno que incluya entrevistas con informantes clave y

visitas a la misma organización para comprobar la existencia de los recursos declarados y para

detectar los “otros” no “valorizados” monetariamente.

? La adecuación de la formulación presupuestaria del proyecto

Aun cuando este aspecto puede tener cierta especificidad y justifique (como en el caso de los

aspectos legales) estar a cargo de un especialista, éste deberá tener una visión global del proyecto y

realizar su tarea en estrecha colaboración con el/los evaluadores de los aspectos sustantivos a fin de

que el juicio emitido no se limite a la coherencia interna de las cifras sino a la correspondencia de los

recursos financieros solicitados con las estrategias y actividades planteadas en el plan de trabajo.

Los aspectos a considerar en relación a este criterio son principalmente los siguientes:

? El cumplimiento de los formatos establecidos para la presentación

? La adecuación de los rubros presupuestarios cuyo financiamiento se solicita a las pautas

establecidas por el programa

? La adecuación de los montos totales y por rubro a los previstos por el programa (si existen

montos máximos prefijados). Esto significa también la existencia de un relativo equilibrio entre los

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montos de los diferentes rubros presupuestarios.

? La coherencia de los montos presupuestados con los insumos materiales y humanos requeridos

para el desarrollo de las actividades del proyecto (tanto en términos de tipo de insumos como del

cálculo de sus cantidades)

? La concordancia de los flujos financieros previstos con el cronograma de actividades

? La adecuación de los costos unitarios (por beneficiario, por prestación, por tipo de actividad u otra

unidad establecida), dentro de márgenes aceptables, a los montos referenciales previstos por el

programa. Deberán solicitarse fundamentaciones de los desvíos.

? La verificación de las curvas requeridas a lo largo del período de subsidio para los aportes del

programa y los aportes locales. La mayoría de los programas plantean porcentajes decrecientes de

aportes propios y crecientes de aportes locales en el tiempo de ejecución del proyecto como

condición para la sustentabilidad futura.

? La justificación de las fuentes previstas para los aportes locales. Este aspecto es fundamental en

relación con la sustentabilidad económica futura del proyecto. Debe recordarse que, sobre todo en

el caso de proyectos sociales, los aportes locales no son exclusivamente monetarios, sino que

incluyen:

- valorizaciones de recursos humanos que aportan trabajo voluntario, profesional o no.

- valorizaciones de insumos aportados en especies por los gobiernos locales o por donaciones

en especies de empresas o de particulares.

- valorizaciones por la prestación de servicios de otras instituciones locales

- valorizaciones por el uso de equipamientos ya existentes o que se esperan como donaciones

del gobierno local, de instituciones, de empresas o de particulares.

- valorizaciones del uso de espacios y locales, propios, alquilados o cedidos en comodato o

préstamo para utilizar en actividades del proyecto.

Es aconsejable evaluar la verosimilitud de estos aportes a partir de la existencia de cartas de intención

o compromiso de los donantes futuros.

Cuando se trata de proyectos a ser ejecutados por entes gubernamentales locales esta justificación

debería fundamentarse además en la previsión de instrumentos legales para la futura incorporación

de las contrapartes comprometidas al presupuesto público.

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Como se trata de proyecciones futuras imposibles de verificar antes de la ejecución, a lo largo de la

gestión se irá analizando el efectivo cumplimiento de los aportes programados al comienzo y podrán

introducirse correcciones (incluso del propio convenio) en caso de que aparezcan dificultades. Pero

también deberían preverse sanciones (que pueden llegar a la posibilidad de interrumpir desembolsos)

en caso que los compromisos de aportes locales no se efectivicen según lo deseable.

? La pertinencia de las construcciones previstas

Adicionalmente, en caso de preverse construcciones (nuevas o refacciones), será necesaria una

evaluación “constructiva”. Esta no sólo debería incluir el análisis de la documentación legal (para

verificar la viabilidad de las obras en términos de la situación dominial del terreno o del edificio

existente) así como la adecuación de los planos a los requisitos del programa sino también aspectos

sustantivos de las obras previstas tales como la verificación de las dimensiones a los estándares

establecidos; la existencia de previsiones de medidas de seguridad o de accesibilidad sobre todo

cuando se trata de edificaciones destinadas a la atención de niños pequeños o discapacitados, etc....

EL PROCESO DE EVALUACIÓN: PASOS E INSTRUMENTOS

Como toda evaluación, ésta debe planificarse. Ello significa no sólo prever la secuencia de los pasos a

seguir hasta la toma de decisión sino fijar plazos y definir quienes participarán de cada uno de estos

pasos. No existe un modelo a tal efecto. Sólo se apunta aquí a efectuar algunos señalamientos que

pueden ser de utilidad para lograr mayor agilidad en el proceso decisorio, que, según muestra la

experiencia, suele ser lento y engorroso. La falta de oportunidad en las decisiones – con demoras que

llegan a veces a superar el año- puede implicar cambios en las condiciones de base del proyecto

presentado (por ejemplo en las necesidades y prioridades que justificaron la intervención prevista o,

más habitualmente, modificaciones en los equipos previstos para su ejecución).

Es conveniente traducir los criterios en instrumentos que permitan orientar las miradas de los

evaluadores (reducir la subjetividad), hacer transparentes y dar cuenta de los procesos

(“accountability”), y brindar fundamentos a las decisiones (tanto para los decisores como para los

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solicitantes).

En este sentido, la mayoría de los criterios mencionados pueden traducirse en dimensiones (por

ejemplo: aspectos sustantivos, institucionales, presupuestarios y constructivos) y variables que a su

vez pueden ser “valorizadas” –en base a una ponderación que recuperará los aspectos más

definitorios del programa- mediante una grilla con sencillas escalas para la cuantificación. Ello puede

incluir la definición de categorías que orienten la adjudicación de puntajes dentro de la escala

propuesta. Se reitera que el sistema de puntajes es instrumental: permite establecer un ranking,

cuando se trata de un concurso donde deben seleccionarse algún o algunos proyectos o bien rechazar

proyectos cuando el puntaje obtenido no alcanza un mínimo establecido.

Pero en todos los casos debe fundamentarse “en prosa” la valoración cuantitativa adjudicada. Los

criterios mencionados no son excluyentes, pues todos son perfectibles y promovibles durante la etapa

de ejecución; de ahí la importancia de esta evaluación previa, ya que permite no sólo introducir

ajustes en el diseño sino formular recomendaciones básicas para el período de ejecución y por ello

también es importante que las áreas operativas del programa se involucren o tomen conocimiento,

en determinados momentos, del proceso evaluativo.

Otro factor que puede contribuir a la transparencia es precisar de antemano los criterios que se

utilizarán para desestimar un proyecto. Algunos ya se han mencionado tales como la falta de

correspondencia del proyecto con los objetivos institucionales del organismo financiador o la falta de

antecedentes institucionales mínimos en gestión social. A título de ejemplo se pueden agregar:

? Concepciones inadecuadas en el abordaje de trabajo: es decir, no coincidentes con el marco

conceptual del programa. Por ejemplo en un proyecto destinados a niños y adolescentes en

situación de riesgo, los “hogares” con modalidades tradicionales, “cerrados” y con una cantidad

grande de “internados” que impiden su trato personalizado, que no incluyen actividades de

inserción en las familias (propias o sustitutas); o bien aquellos proyectos que proponen

actividades puntuales, acotadas en las temáticas y en los tiempos de inserción de los

beneficiarios, cuando se supone que para influir en las concepciones y lograr cambios en las

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actitudes y conductas, se requiere integralidad e involucramiento de los beneficiarios durante un

tiempo considerable.

? Desconexión entre el problema planteado y la solución propuesta; el justificar la existencia de una

problemática no implica que la estrategia propuesta sea correcta.

? Solicitud de financiamiento de actividades que implican superposición o duplicación de recursos:

éste es por ejemplo el caso de proyectos de organizaciones no gubernamentales que solicitan

recursos para actividades educativas y sanitarias que realizan las respectivas áreas del sector

público.

? Proyectos que responden a intereses institucionales espúreos, tales como solicitar fondos para

hacer lo mismo que ya se venía haciendo, sin fundamentar mejoramiento de la calidad de las

acciones, ni inclusión de nuevas actividades, ni aumento de cobertura o bien utilizar una

organización como “pantalla” para otra organización que no cumple con los requisitos exigidos.

Si se prevé como modalidad la existencia de una etapa de precalificación, es importante realizar un

proceso local de convocatoria pública con una fecha límite de presentación. Puede existir una

modalidad centralizada de evaluación (como en el caso de fundaciones u organismos internacionales)

que se limita a emitir un juicio acerca de la posibilidad o no de presentación posterior del proyecto

definitivo. Pero si por ejemplo se trata de un programa de alcance nacional a implementarse en

diversas jurisdicciones (provincias, municipios, etc..) es conveniente involucrar la perspectiva de

actores locales relevantes en la temática social de referencia (Foros, Universidades, Areas

Ministeriales, etc.) coordinados por un representante del programa encargado de trasmitir a ese nivel

los criterios generales de la precalificación y de articular en un informe las conclusiones obtenidas. Las

propuestas y organizaciones preseleccionadas deberán contar con un plazo establecido para la

presentación de los proyectos ya en su diseño detallado.

El proceso de evaluación de los proyectos definitivos debe contar con las dimensiones y variables

definidas y los instrumentos diseñados y es necesario adjudicar responsabilidades claras para dicho

proceso. Generalmente la unidad o área de evaluación del nivel central tendrá la responsabilidad

primaria pero se requiere una intensa interacción entre el o los evaluadores y los que programaron y

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conducirán su ejecución. Por otra parte se resalta la necesidad de constituir equipos que integren

consultores con diferentes perfiles profesionales en particular para la evaluación de los aspectos

sustantivos y presupuestarios; para los aspectos legales y constructivos, si no se dispone de

profesionales especializados, se procurará el apoyo y la intervención de las respectivas áreas

operativas que suelen incluir este tipo de perfiles.

En base a los instrumentos de evaluación diseñados, se establecerá la secuencia de análisis de cada

una de las dimensiones y cada especialista realizará una primera evaluación . Este proceso debería

incluir formal o informalmente instancias intensas de interacción para la confección de un informe

provisorio que integre los distintos análisis (técnico, económico, constructivo y legal) e incluya la

formulación de observaciones y eventuales solicitudes de ajustes.

Como se ha mencionado en diversas oportunidades, este proceso requiere de apreciaciones

fundamentadas en el conocimiento más cercano de las organizaciones y las necesidades y demandas

locales y no exclusivamente en la lectura documental. Una forma de lograr este objetivo es mediante

la participación de actores locales, sean representantes de la organización central o, como fuera

sugerido para la precalificación, mediante la conformación de comités locales de evaluación para

discutir y acordar las evaluaciones, las observaciones y los pedidos de ajustes elaborados. Otra forma

de lograrlo, aunque quizás menos eficiente, si existe una masa considerable de proyectos a evaluar,

es la propia evaluación en terreno del equipo central de evaluadores mediante consultas a

informantes clave y a entrevistas con miembros de la organización.

Las organizaciones solicitantes deberían tener la posibilidad de una instancia de ajuste: por lo tanto

deberían disponer de las observaciones y recomendaciones emergentes del informe evaluativo con un

plazo para enviar las respuestas, salvo cuando las debilidades de la versión original fueran excesivas

(por ejemplo no alcanzan el puntaje mínimo requerido o presentan alguno de los criterios de

descalificación). Ello dará lugar a una nueva evaluación de los proyectos corregidos en respuesta a las

solicitudes de ajustes y a una reelaboración de los informes.

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El proceso debería concluir con una instancia de deliberación político-técnica donde participen los

responsables de las distintas áreas de la unidad central. En esta instancia, las/los evaluadoras/es

exponen las conclusiones, fundamentaciones y recomendaciones para su consideración, discusión y

final ratificación, desestimación o inclusión en un banco de proyectos3.

Se procuró explicitar el proceso y algunos de los principales criterios a utilizar en la evaluación de un

proyecto social en su etapa de formulación y diseño, pero es importante destacar también que hay

una mirada evaluativa global, una impresión acerca de un proyecto, que supera el análisis

detallado, en el sentido que no es una simple sumatoria de sus partes. Esa mirada global comienza,

en general, en la primera lectura, donde el/la evaluador/a opina acerca de lo atractivo de la idea, la

relevancia del área temática, la prioridad de la población objetivo y de la problemática respectiva, el

carácter innovador de la forma de abordaje, entre otros aspectos; seguidamente realizará la lectura

detallada, procurando justificar o desechar esa impresión global e inicial y finalmente, hay otra

relectura, más allá del detalle, aunque teniendo en cuenta todos los análisis efectuados, donde se

aprecia el proyecto en su totalidad, sus potencialidades y sus riesgos, y se concluye apoyarlo, con

recomendaciones para el fortalecimiento de algunas aristas débiles, o bien desestimarlo por

considerarlo inadecuado o no viable. El proceso evaluativo (no tan sólo el ex ante) es un camino con

bifurcaciones, altos y bajos, idas y vueltas, lejos de la linealidad. Por otra parte, como se ha visto, no

debería ser una tarea llevada a cabo en soledad por un/a experto/a, sino que tiene momentos de

análisis unipersonal y momentos de trabajo en equipo, de discusiones y acuerdos, y donde

intervienen distintos actores en diferentes etapas.

Bibliografía

Aguilar Idañez, María José y Ander-Egg, Ezequiel (1994) Evaluación de servicios y programas sociales.

E. Lumen, Colección Política, Servicios y Trabajo Social. Buenos Aires.

Nirenberg, Olga, Brawerman, Josette y Ruiz, Violeta (2000) Evaluar para la Transformación:

3 Ello es conveniente, cuando por ejemplo la oferta de proyectos excede las posibilidades del financiamiento por jurisdicción o línea de acción y en base al ranking establecido, algunos de ellos, aún aceptables, quedan excluidos.

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8. Buenos Aires.

Nirenberg, Olga (2001) La evaluación ex ante de proyectos: procesos y criterios. Programa de

Atención a Niños y Adolescentes en Riesgo. Documento interno. Ministerio de Desarrollo Social

de la Nación. Buenos Aires.

Sulbrandt, José (1994) “La evaluación de los programas sociales: una perspectiva crítica de los

modelos usuales”, en Kliksberg, B. (comp.), Pobreza, un tema impostergable, nuevas

respuestas a nivel mundial, Fondo de Cultura Económica, México.

Reseña Biográfica

La autora es socióloga (Universidad Nacional de Buenos Aires) con estudios de postgrado en

Planificación Social.

En la actualidad es responsable del área de Monitoreo y Evaluación de la Unidad Coordinadora

Ejecutora de Programas Materno Infantiles y Nutricionales del Ministerio de Salud de la Argentina.

Integra también el equipo técnico del Centro de Apoyo al Desarrollo Local – CEADEL - Organización no

Gubernamental de la Argentina, que desarrolla proyectos sociales y brinda apoyo técnico a equipos

gubernamentales o de la sociedad civil, que trabajan en escenarios locales en temas de política social

y desarrollo local. En particular, ha participado de un programa de “Desarrollo de un modelo

evaluativo para sistemas locales de salud”.

En la última década ha sido consultora externa de UNICEF Argentina en diversas tareas entre las

cuales el desarrollo metodológico y asesoramiento a diversas jurisdicciones del país para la realización

de Censos de Talla a Escolares de Primer Grado, la autoría y co-autoría de publicaciones y

documentos de trabajo, el asesoramiento a gobiernos provinciales para la reformulación de sus

programas alimentarios, y la participación en la evaluación de la estrategia de centros de desarrollo

infantil.

Ha sido consultora en evaluación para otros programas nacionales de la ex Secretaría de Desarrollo

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Social de la Nación (Programa de Fortalecimiento de la Sociedad Civil y Programa de Atención a Niños

y Adolescentes en Riesgo –PROAME-).

Anteriormente, había sido consultora del Centro Interamericano de Desarrollo Social de la OEA para la

Evaluación de los Impactos Nutricionales y Educacionales y Costo Efectividad del Programa y

participado de evaluaciones organizacionales de diversas instituciones públicas y privadas.

Dirección postal: Perón 2292, 8º 20. Buenos Aires (1040). Argentina

TE: (54) 11 – 4952 – 6536.

Email: [email protected]