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1 Budismo y ecología profunda C. Jotin Khisty* “El matrimonio de los sistemas espirituales con la ecología profunda promueve la percepción moral y cultural del parentesco del ambiente natural con la unidad y la continuidad de toda la vida” Los sistemas espirituales son algo más que la creencia en una deidad o un medio para alcanzar las etapas post vida. Son un modo de comprender tanto un cosmos como nuestro papel en su preservación. De ese modo, estamos íntimamente ligados a la ecología, que abarca la percepción cultural del parentesco y la dependencia del ambiente natural para la continuidad de la vida. El Budismo, uno de los mayores sistemas espirituales del mundo, ofrece una filosofía bien desarrollada de nuestra vinculación con la naturaleza. La ecología profunda está enfocada en la supervivencia y en la auto renovación de los seres vivos. El matrimonio de los sistemas espirituales con la ecología profunda promueve la percepción moral y cultural del parentesco del ambiente natural con la unidad y la continuidad de toda la vida. Oímos hablar de la aparición de desastres ecológicos en todo el mundo con mucha frecuencia. Casi todas estas crisis resultan de la negligencia, apatía y avidez humanas. Varían desde el agotamiento de recursos naturales, de la extinción de especies, del incremento de la polución y de los cambios climáticos, la explosión demográfica y al consumo exacerbado. Desde 1992 la Liga de Científicos Comprometidos (Union of Concerned Scientists), con más de cien premios Nobel y otros 1.600 científicos de 70 países, han advertido sobre la crisis ecológica que se agudiza, causada por las actividades humanas en el planeta.

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Budismo y ecología profunda

C. Jotin Khisty*

“El matrimonio de los sistemas espirituales con la ecología profunda promueve la

percepción moral y cultural del parentesco del ambiente natural con la unidad y la

continuidad de toda la vida”

Los sistemas espirituales son algo más que la creencia en una deidad o un medio para alcanzar las

etapas post vida. Son un modo de comprender tanto un cosmos como nuestro papel en su

preservación. De ese modo, estamos íntimamente ligados a la ecología, que abarca la percepción

cultural del parentesco y la dependencia del ambiente natural para la continuidad de la vida.

El Budismo, uno de los mayores sistemas espirituales del mundo, ofrece una filosofía bien

desarrollada de nuestra vinculación con la naturaleza. La ecología profunda está enfocada en la

supervivencia y en la auto renovación de los seres vivos. El matrimonio de los sistemas espirituales

con la ecología profunda promueve la percepción moral y cultural del parentesco del ambiente

natural con la unidad y la continuidad de toda la vida.

Oímos hablar de la aparición de desastres ecológicos en todo el mundo con mucha frecuencia. Casi

todas estas crisis resultan de la negligencia, apatía y avidez humanas. Varían desde el agotamiento

de recursos naturales, de la extinción de especies, del incremento de la polución y de los cambios

climáticos, la explosión demográfica y al consumo exacerbado. Desde 1992 la Liga de Científicos

Comprometidos (Union of Concerned Scientists), con más de cien premios Nobel y otros 1.600

científicos de 70 países, han advertido sobre la crisis ecológica que se agudiza, causada por las

actividades humanas en el planeta.

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Los científicos afirman que es necesario un gran cambio en la administración de la Tierra y de la

vida sobre ella, si queremos evitar una enorme miseria y la irrecuperable mutilación de nuestro

planeta. Casi todos los avisos de este tipo son ignorados y ridiculizados por los políticos. Una

prominente fuente de desinformación al respecto del calentamiento global, por ejemplo, fue el

gobierno Bush – Chenney. Ellos silenciaron a los científicos que trabajaban para el gobierno al

respecto de este problema e impusieron a profesionales escépticos, recomendados por las

compañías petrolíferas, para los puestos de negociadores principales. El mundo ha estado atónito

ante la arrogancia y la ignorancia de estos líderes políticos y sus apadrinados.

El primer psicoterapeuta

Las razones para las amenazas a la naturaleza, especialmente en Occidente, no son difíciles de

detectar. Espiritual y psicológicamente, vivimos dentro de una burbuja, la burbuja del “yo” como si

estuviésemos “aquí dentro” y el resto del mundo “allá fuera”. Según el pensamiento budista, ese

sentido de separación se manifiesta bajo la forma de tres venenos: egoísmo, mala voluntad e

ilusión. Ejemplos de estos venenos pueden ser vistos en cualquier parte, en el actual cuadro de

crisis ecológica. El egoísmo tiene raíces en el crecimiento económico desenfrenado, y el

consumismo es la religión secular de las sociedades industriales avanzadas. Al mismo tiempo, el

complejo industrial militar promueve la mala voluntad, el miedo y el terror, en cuanto a los

sistemas de propaganda, política o no, son bien conocidos por engañar a la opinión pública al

respecto. La cuestión fundamental de nuestro tiempo es la de si podemos o no hacer oposición a

esas fuerzas, desarrollando actitudes de respeto, responsabilidad y cuidados para con el mundo

natural, y así crear un mundo sostenible.

Desde su origen en la India, 500 años antes del nacimiento de Cristo, el Budismo se expandió por

Asia y actualmente ejerce creciente influencia sobre la cultura occidental. Nosotros en Occidente,

estamos despertando hacia el hecho o la realidad de que existe una ciencia de la mente más

antigua que la nuestra.

El filósofo Alan Wats señaló que, históricamente Buda (563 - 483 a. C.) fue el primer gran psicólogo

y psicoterapeuta de la humanidad. El Buda no tan solo reconoció el significado de la ansiedad

existencial (o sufrimiento) que estamos siempre experimentando sino que también presentó las

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maneras de tratarlo. Muchos psicólogos y psiquiatras consideran el actual descubrimiento de la

filosofía budista en Occidente como una especie de “Segundo Renacimiento”.

A lo largo de los siglos, la filosofía budista ha sido cuidadosamente estudiada y documentada por

estudiosos y practicantes en todo el mundo. Un punto de partida es el principio central referente a

la inter conexión de toda vida – seres humanos, animales y vegetales. La enseñanza ética budista

enfatiza que esa interdependencia viene a ser como un componente moral. Para nosotros, los

humanos, esto significa mantener un sentido de responsabilidad universal en todo lo que hacemos.

La piedra angular de toda la enseñanza budista son las Cuatro Nobles Verdades. La primera verdad

es la del sufrimiento (la ansiedad existencial), comenzando con el nacimiento, extendiéndose con

el envejecimiento y, después con la muerte. La segunda verdad es que el egoísmo y el deseo

humanos son la raíz de nuestro sufrimiento. La tercera verdad afirma que es posible eliminar el

deseo, el egoísmo y el sufrimiento por la trasformación de la mente. La cuarta verdad es el Noble

Óctuple Sendero, un conjunto de prácticas para cultivar esa transformación, llevando a la extinción

tanto el deseo como el sufrimiento. Los budistas aseguran que la cuidadosa percepción de la

ansiedad existencial una empatía compasiva con todas las formas de vida.

Otros dos conceptos forman la base del pensamiento budista: la impermanencia y la

interdependencia. Todos los fenómenos son impermanentes, porque todo está en transición. La

interdependencia se refiere al hecho de que todo es parte de todo lo demás.

Las raíces filosóficas del movimiento llamado ecología profunda pueden ser encontradas en los

escritos de Henry David Thoreau, Theodore Roszak, Lewis Mumford, Rachel Carson y otros,

remontando a Baruch Spinoza y a los filósofos budistas. Mas fue en 1982 que el filósofo que el

filósofo noruego Arne Naess acuñó el término para distinguirlo de una ecología “rasa”,

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antropocéntrica y tecnocrática. Desee entonces Naess ha divulgado detalladamente una plataforma

abarcante, describiendo el significado y el alcance de la ecología profunda, delineada en un

resumen de ocho puntos:

1. El bienestar de la vida humana y no humana sobre la Tierra es valioso en sí mismo.

2. La interdependencia, la riqueza y la diversidad de las formas de vida contribuyen a la

realización de ese valor.

3. Los seres humanos no tienen el derecho a reducir esa riqueza y esa diversidad, a no ser para

satisfacer necesidades vitales.

4. La actual interferencia humana en el mundo no humano es excesiva y esta situación está

empeorando rápidamente.

5. El florecimiento de la vida y de la cultura humana es compatible con la disminución gradual

de la población humana. A parte de esto, el florecimiento de la vida no humana requiere esa

disminución.

6. Por tanto, las políticas deben ser cambiadas. Los cambios en las políticas afectarán a la

economía básica y a las estructuras tecnológicas.

7. Es necesario un cambio ideológico que pase e enfatizar la calidad de vida en lugar de la

lucha por un patrón de vida siempre más elevado.

8. Quienes subscriben los puntos anteriores tienen la obligación de ayudar a implementar

estos cambios.

Cambio en la consciencia humana

Imaginar un ego aislado de todo lo demás y atrapado en un saco de piel es una alucinación. En verdad, todo está conectado con todo lo demás. Dada la enorme similaridad del pensamiento budista con la ecología profunda, no es difícil comprender que el “egocentrismo” precisa ser substituido por el “ecocentrismo”.

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¿Cómo podemos aprovechar la obvia interconexión entre el pensamiento budista y la ecología profunda para lidiar con los urgentes problemas que amenazan a los seres vivos en este planeta? Tal y como escribió Vaclav Havel, ex presidente de la República Checa: “La única opción para nosotros es un cambio en la esfera del espíritu, en la esfera de la consciencia humana. No basta inventar nuevas máquinas, nuevas reglas y nuevas instituciones. Debemos desarrollar una nueva comprensión del verdadero propósito en la Tierra. Solamente al efectuar ese cambio fundamental seremos capaces de crear nuevos modelos de comportamiento y un nuevo conjunto de valores para el planeta”. Así como Havel, decenas de filósofos, economistas y políticos han reconocido que la creciente crisis humana es el resultado de la falta de raíces espirituales profundas, producida en gran parte por el hecho de que el significado y la identidad espiritual se han divorciado de la vida. ¿Mas, cómo podemos despertar para afrontar esta crisis? Actualmente existen evidencias de un cambio cultural emergente, ya que millones de personas y sus líderes se están movilizando para lidiar con estas cuestiones, como si estuviesen saliendo de un trance. Aquí están algunas posibles vías de aproximación:

· Despertar colectivo. · Construcción de sistemas sostenibles. · Transformación de la economía mundial. · Transformación de la ética.

Dicen que cuando las gentes vieron a Buda después de su iluminación, quedaron tan perplejas por la extraordinaria quietud de su presencia que se detuvieron a preguntar: “¿Qué sois? ¿Sois un dios, un mago o un hechicero?” Buda dijo, sencillamente “Estoy despierto”. Su respuesta se tornó en su nombre, pues es esto lo que significa la palabra buda en sánscrito: aquel que está despierto. En tanto que el resto del mundo estaba en un sueño profundo, soñando un sueño conocido como estado de vigilia, Buda se libró del sueño y despertó. Aunque el llamado hacia el despertar de Buda haya sucedido hace mucho tiempo, habiéndose repetido innumerables veces por casi todos los sistemas espirituales conocidos, es desastroso que una metafísica mal comprendida nos haya llevado a la alienación entre nosotros y la Tierra, y entre nosotros y los demás seres vivos. Es imperativo que restauremos la percepción de esta interdependencia. Naturalmente, una transformación así requiere profunda reeducación a cada paso de nuestras vidas. Las fundaciones particulares, organizaciones no gubernamentales, empresas, instituciones académicas y organizaciones religiosas tienen el mismo interés en establecer prioridades en este esfuerzo. Es importante que perdonemos la destrucción del pasado y reconozcamos que fue producida por la ignorancia. Al mismo tiempo, debemos reexaminar, desde el punto de vista ético, qué tipo de mundo heredamos, todo aquello de lo que somos responsables, y todo lo que legaremos a las generaciones futuras.

C. Jotin Khisty. – Profesor del Instituto de Tecnología de Illinois. EE. UU. Sophia. Brasil. (Nov. – Dic. 2.014)