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    Moderadora de Traducción

    Emi_93

    T T r r  a addu u cct t oor r  a ass 

    Kripipe

    MewHiine

    Evarg7

    Eni

    Emi_93

    Pili

    3lik@

    Katiliz94

    Moderadora de orrección

    MewHiine

    CCoor r r r e e cct t oor r  a ass 

    Cande Cooper

    Morin

    EffyVas

    Zipzap744

    Mariis

    Sthefynice

    Armonía&paz

    Alee Foster

    R  R  e e ccooppiil l  a acciióón n  y  y  R  R  e e  v  v iissiióón n  ffiin n  a al l  

    MewHiine

    D D iisse e ññoo 

    MewHiine

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     A A g gr r aad d eecciimmiieennt t ooss 

    Í Í nnd d iiccee 

    S S iinnoo p pssiiss 

    C C aa p pí í t t uul l oo 11 

    C C aa p pí í t t uul l oo  2 2 

    C C aa p pí í t t uul l oo 33 

    C C aa p pí í t t uul l oo 44 

    C C aa p pí í t t uul l oo 5 5  C C aa p pí í t t uul l oo 66 

    C C aa p pí í t t uul l oo 7 7  

    C C aa p pí í t t uul l oo 88 

    C C aa p pí í t t uul l oo 99 

    C C aa p pí í t t uul l oo 1100 

    C C aa p pí í t t uul l oo 1111 

    C C aa p pí í t t uul l oo 11 2 2 C C aa p pí í t t uul l oo 1133 

    C C aa p pí í t t uul l oo 1144 

    C C aa p pí í t t uul l oo 115 5  

    C C aa p pí í t t uul l oo 1166 

    C C aa p pí í t t uul l oo 117 7  

    C C aa p pí í t t uul l oo 1188 

    P P r r óó x  x iimmoo l l iibbr r oo S S oobbr r ee T T aar r aa BBr r oow w  

    I I nn f  f oo.. RR&&RR.. 

    C C r r é é d d iit t ooss 

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    Cuando Emma despierta atada a una fría mesa de metal, solo tieneun nombre en los labios: ¡Marshall! Lo que ella no espera es descubrirque él es solo una de las muchas personas perturbadas de su pequeñomundo que merecen morir lentamente.

    Veinte años atrás, los científicos hicieron descubrimientosimportantes en el campo de la genética y con la posibilidad de perfeccionar a

    los niños que se daban a luz.

    Diez años atrás, el gobierno tomó una dura decisión, la tierra o laspersonas.

    Nueve semanas atrás, sus decisiones completaron el círculo.Catorce días atrás, la verdadera cara de las mutaciones llegó a los

    senderos del límite y otras áreas.

     Ayer lo peor que podrían hacer le enseñó quién era.

    Hoy ella viene por ellos y conoce la fortaleza que le han brindado.

    Mañana ella planea destruirlo todo.

    Y planea empezar con su propio creador. Con su

    propio padre.

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    T T r r aad d uucciid d oo p poor r  E E v v aar r  g g7 7  C C oor r r r ee g giid d oo p poor r  A Al l eeee F F oosst t eer r  

    La música no hace que mi sueño sea mejor. Todo en mi sueño es gris, exceptopor la sangre. La roja sangre corriendo a lo largo. No conozco la canción que estásonando, pero me hace sentir como si debiera estar soñando sobre niños jugando oparejas bailando, como en las viejas películas que veía con la Abuela.

    Es una canción feliz.

    Oigo un quejido a través de la música y busco por los alrededores a Leo.Sonrío cuando lo veo junto a mí, hasta que veo que tiene esa mirada preocupada en

    sus ojos. Quiero decirle que todo va a estar bien, pero no estoy segura.Viéndolo, sé que todo es un sueño. Esa comprensión duele. Me hace echar de

    menos su descuidado rostro lobuno. El sueño empieza a doler más cuando su narizmojada se roza contra mí brazo, conmocionándome. Pero cuando estiro mi brazohacia él, el sueño ya no nos deja tocarnos. Nos mantiene alejados. Me hace tenermiedo por alguna razón.

    Oigo a mi padre llamándome.

    Me giro y miro atrás hacia él; está de pie junto a la tapa del búnker en el patio,donde nos escondimos cuando todo hubo terminado.

    — Em, te lo dije, es nosotros y ellos. Te dije que no confiaras en nadie. ― Suspalabras suenan raras, como si estuviera debajo del agua.

    Mis ojos se abren, haciendo que la luz me ciegue momentáneamente.

    Miro alrededor de la habitación, mientras recuerdos del comienzo empiezana llenar las lagunas que tengo.

    Odio que las cosas hayan cambiado.

    Odio que mis reglas hayan cambiado… que yo haya cambiado.  

    Los meses gastados viviendo con los otros, me han envejecido más que losaños que pasé sola. Más que los años que pasé con mi papá. Los recuerdos de todotodavía se sienten muy nuevos y frescos. Duelen, como si todo hubiera pasadoayer, lo cual me asusta.

    ¿Cuánto tiempo me va a doler todo si mi niñez todavía me duele?

    Miro alrededor a la austera habitación y siento a la oscuridad sentirse comoen casa. Sabía que se sentiría así al final. No puedes pasar tantos años sola como yoy no esperar que el sentimiento venga a ti. He pasado demasiado tiempo sola en mi

    cabeza para no saber que sería capaz de sentirlo, como lo siento ahora.

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    El sentimiento, que ha llegado finalmente, hace que mis adentros tiemblen unpoco. Casi una década sola, y había elegido venir ahora. Quizá porque las cosas noparecían que pudieran empeorar.

    El sentimiento es de mi muerte inminente.

    Hoy voy a morir. Lo puedo sentir. Puedo sentirlo en el aire, como un cerdooliendo sus momentos finales antes de ser llevado al matadero.

    Quema por dentro. Está desesperado por cambiar la forma en que mi vida vaa terminar. Odio que él no esté conmigo. Odio estar aquí. Odio concentrarme encada detalle, como si el siguiente verdaderamente fuera mi último momento. Ojalátuviera una de esas bolas que las gitanas tenían en las ferias. La que podía ver elfuturo. Ojalá supiera qué momento sería mi último.

    Suspiro y busco una solución. No es como si no hubiera pasado horasinvestigando cada detalle en el tiempo pasado en esta habitación. Algunas cosas

    han sido atadas a la fría mesa de metal, como lo estoy yo ahora. Todo ello ha sidogastado en esta habitación solitaria y fría, con un hombre que estoy planeandomatar.

    Si tuviera que adivinar, diría que él tiene las mismas intensiones que yo. Sesiente como una carrera silenciosa entre nosotros, ser el que viva a través de estabatalla silenciosa.

    Hay cosas de las que estoy segura.

    Primero, sé que voy a morir escapando. Estoy demasiado exhausta para hacer

    una escapada perfecta. Sé que voy a morir hoy. Puedo sentirlo en el aire. Escaparéhoy y moriré intentándolo, y ése es un mejor resultado que permanecer atada aesta mesa con este hombre. He sido muy afortunada. Demasiado afortunada. Ya nome quedan vidas. Mientras muera libre, con el viento en mi cara, no me importanlos demás detalles. Pero no moriré sujetada en esta mesa.

    Segundo, Leo está cerca de mí. Me está buscando. Está caminando de un ladoa otro. Puedo sentir el frío del suelo en sus patas. Quizá sean las drogas quepusieron en mí. Hacen que me sienta rara, espesa y neblinosa. Quizá sea el hechode que no tenga nada que hacer, excepto mirar fijamente el techo y a los diecinueveagujeritos en el yeso directamente encima de mi cabeza. Forman una constelación.

    No sé cuál; pero cuando acampaba en verano, sé que la he visto en el cielo. No sélos nombres de las constelaciones, pero sé cuando las veré, y a qué me recuerdan.Esa de ahí es un burro. Me recuerda a Will. Will, el asno.

    Will, que tiene un bonito trasero1, como siempre dice Meg. Maldito chico.Sonrío ligeramente, haciendo que mis agrietados labios sangren cuando lo hago. Lasangre baja por mi boca. Es lo único que he probado en algún tiempo.

    Por último, sé que el malvado doctor meterá la pata. Hoy es el día. Justo comopresiento mi muerte, siento su agotamiento. Puedo verla. Él parece más tenso que

    1 En el original usa la palabra “ASS” para referirse a “asno” y a “trasero”.  

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    de normal. Está molesto por algo. Es humano después de todo. Me he pasado todauna vida observando a los humanos. Somos de los que cometen. Cuando él lo haga,lo mataré con cualquier medio que pueda.

    Él se mueve por la habitación con una bata blanca y una máscara celeste.

    Toca mis brazos y me empuja. Le gusta su trabajo. Puedo verlo en sus ojosentrecerrados detrás de su máscara. Aprieta mi carne para tensarla y me clava conextra-fuerza. Grité la primera vez, pero eso hizo que la sonrisa creciera en sus ojos.Ya no grito para él.

    Conspiro.

    El minuto en que me desate, voy a estar clavándole esa aguja en su ojo. Su ojoazul pálido, que creo que es lo más frío que he visto… más frío que un invierno enlas montañas.

    No puedo evitar preguntarme sobre los otros chicos que han estado a su

    cuidado, y en el golpe de la aguja. Hace que mi fuego se encienda. Mi ira.

    No sé cuántos días/semanas he estado aquí. No he abandonado la habitación.Me despierto atada a la cama. El primer doctor fue amable conmigo. Me llamaba“cariño” y tenía ojos tristes. Me dejaba estar desatada más a menudo, drogada ydelicada, pero libre para deambular por la habitación y usar el baño. Se fue un día yeste tipo vino la siguiente vez que se abrió la puerta. He pasado más tiempo atada ala mesa con él aquí.

    Nadie más ha estado dentro de mi habitación.

    Me decepciona que Marshall no esté aquí para verme. Voy a despellejarlo,probablemente vivo. El cuchillo de despellejar de mi abuelita es el mejor. Puedoimaginarme despellejándolo. Puedo imaginarme los gritos. Me hace feliz, lo queasumo que no me hace mejor que el hombre torturándome con agujas. Estoycómoda con esa comparación.

    Miro hacia atrás, hacia el doctor, no hay manera de que esté solo aquí. Noestamos solos. Tiene que haber otros. Mi piel se eriza imaginando lo que haybajando por los pasillos. ¿Qué horrores podrían estar esperándome?

    Él palmea mi brazo y sonríe. —  Eres una chica especial. Una chica muy

    especial. —su voz es grave y rara, como si no hablase mucho y por eso estáembarrada.

    No le respondo. No tiene idea de lo especial que soy.

    Estoy esperando mi momento para mostrárselo.

    Mis ojos se agitan cuando inyecta algo en mi brazo. Peleo, pero estoyinconsciente antes de siquiera darme cuenta de lo que está pasando.

    No sueño, pero oigo voces. —Emma. Necesito que te despiertes, Em.

    Las voces hacen que fluyan lágrimas de mis ojos cerrados. La humedad deellos en mis mejillas se siente real. Las voces han sido mi constante en las pasadas

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    semanas. He imaginado las voces muy a menudo. Si sólo supieran dónde estoy. Sisólo pudieran venir y salvarme. Si sólo fueran reales. Mi agotamiento es demasiadogrande como para escapar sola. Es por eso que voy a morir.

    Las drogas se desvanecen ligeramente y abro mis ojos por la sorpresa. Ellos

    vuelven a agitare, pero esta vez es el parpadeo inconstante de la luz la que loshacen hacerlo. Odio la luz inconstante.

    Las voces se han convertido en una alucinación. La cara detrás de la máscarasonríe, pero no es él. Es ella. Son sus ojos y su cara y siento mis labios convertirseen una sonrisa cuando ella vuelve a hablar. ―Tenemos que ser rápidas, Em. ¿Estásbien? ―dice ella suavemente. Toca mi brazo y puedo jurar que es real.

    Niego con mi cabeza mientras mis manos se estiran hacia ella, a pesar de noser capaz de moverme por las ataduras. Mis dedos tiemblan y se estiran; quierentocarla. Quieren la confirmación de que no es un sueño. Pero la puerta se abre y el

    malvado doctor vuelve a entrar. Cierro mis ojos y finjo dormir, en caso de que ellasea sólo un sueño, y él esté aquí para torturarme un poco más.

    ― ¿Qué estás haciendo aquí? ―su voz es un quejido frío.  

    Ella vuelve a hablar y mis latidos se aceleran en el monitor. ―Me pidieron queviniera y consiguiera muestras de tejido.

    ― Les dije que no estoy listo. Se lo inyectaré pronto. Ahora, sal de aquí. ―diceél como si tuviera un acento ahora.

    La voz de ella está todavía sonando dentro de mi cabeza. Estoy frenética. No

    quiero que ella me abandone. Miro a través de mis pestañas mientras ella sale de lahabitación. Mi corazón se hunde. Presiono con fuerza mis ojos y le dejo pensar a élque estoy durmiendo. Ella era real. Está aquí por mí. Ellos han venido.

    No puedo concentrarme en ellos viniendo por mí. Tengo que concentrarmeen el hecho de que ella volvió a irse y que, cuando él entró otra vez a la habitación,tenía una bandeja de cosas en sus manos. Le echo un vistazo a través de mispestañas cuando lo oigo hacer cosas. Puedo ver la bandeja y me estremezco. Lascosas en ella parecen nuevas y brillantes. El instrumental de su cruel intercambio.Puedo imaginar el sentimiento de ellos en mis dedos. Tengo que bloquear lospensamientos de ellos en mi piel.

    Sus fríos dedos rozan mi brazo cuando me desata una de las esposas de cueroque está alrededor de mi muñeca, y empieza a cambiar la aguja IV dentro de mí. Noestoy segura si creo en Dios y en los milagros, pero este momento se siente comouno. Actúo como si estuviera volviéndome a dormir. Él me quita el tubo de goma yme da la espalda. Está tarareando una canción espeluznante. Puede que no hayasido espeluznante si alguien más la estuviera tarareando, pero él es espeluznanteen general.

    Lo observo a través de mis pestañas. La pulsación en su cuello es lenta. Surespiración es estable. Su espalda está hacia mí. No sabe que la chica que acaba de

    estar aquí es mi forma de escapar. Volverá por mí y rezo para que no esté sola.

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    La adrenalina se mezcla con la esperanza que ella ha traído y el flujo de ira yfuria entran en un destello endiablado.

    Moviéndome rápidamente, como un rayo, agarro su espalda y le hago perderel equilibrio. Tiro del cuello de su bata de laboratorio hasta que su cuello está lo

    suficientemente abajo para que pueda envolver mi flaco brazo alrededor de sugarganta y sujetarlo apretadamente contra mi pecho. Él se está sacudiendo ypateando con sus pies. Algo afilado se me clava. Siento un flujo frío de algo, pero noabandono mi agarre de su cuello con mi brazo. Su cuerpo está peleando duro. Estáentrando en pánico. Me araña con su aguja. Grito por primera vez en días deapuñalamientos y dolor. Su garganta hace un sonido crujiente. Golpea la bandeja ytira su mesa de trabajo con el pie antes de dejar de dar vueltas.

    Él no queda flácido. Araña y clava sus dedos en mi brazo. Se da la vuelta y meagarra, pero me estiro hacia atrás. Mi huesudo brazo es perfecto para hacer elsonido que viene a continuación. Es un sonido de crujido en su garganta. Se

    convierte en un sonido de chasquido y lo siento abandonar su cuerpo. Lo dejo ir. Mibrazo está acalambrado. Duele estirarlo. Está sangrando y raspado.

    Tomo mi primer aliento grande desde que él entró en la habitación. Mimonitor del corazón se está volviendo loco. Saco las etiquetas de mi pecho,haciendo que los bips se conviertan en un zumbido constante. Desato mi otrobrazo y me siento. Algo tira instantáneamente entre mis piernas. Aterrorizada porlo que me voy a encontrar, llevo mis dedos lentamente entre mis piernas, donde elcamisón que estoy usando está abierto. No tengo ropa interior, deben dehabérmela quitado. El miedo y la repugnancia empiezan a hacer turnos en hacersemás grandes en mi corazón, mientras siento el tubo que está saliéndome de allí

    abajo. Mis dedos tiemblan. Mi brazo, donde había puesto la aguja, se estáentumeciendo. Tengo arcadas y me siento atontada cuando siento todo el aparato.El tubo duele cuando lo muevo. Tiro lentamente e intento no dejar que mis manostiemblen. No duele quitarlo, pero me asusta, más que matar al hombremachacando su tráquea. Me hago pis por toda la cama y el suelo cuando el tuvoestá completamente afuera. La cálida orina está corriendo por entre mis piernas.Miro a la puerta y rezo para que éste no sea el momento en que ella regrese.

    Desato mi pie y muevo mis piernas hasta el borde de la cama. Mi pis goteadesde la cama hasta el suelo. La simple salpicadura y el sonido constante delmonitor cardíaco, hace más pequeña la habitación. Hacen que entre en pánico.

    Arde entre mis piernas. No quiero saber lo que era eso ni lo que me han hecho.

    Me empujo fuera de la cama, pero mi brazo está débil y vago. Mi visión estáponiéndose difusa. El suelo está frío contra mis pies. Mis piernas se sientes débilescomo las de un bebé venado. Mis primero pasos son raros y descoordinados.

    Me lamo los labios y susurro: ―Anna, ―  una calidez me inunda y meestremezco, mirando fijamente a la puerta con debilidad.

    Doy traspiés hasta la pared y me inclino para desconectar el monitorcardíaco. Tengo que deslizarme hacia abajo por la pared para llegar a la cuerda.

    Tiro de ella y el sonido se detiene. Quiero gritar, pero no puedo. No puedo volver alevantarme. Lo que sea que me inyectó en el brazo me está haciendo sentir

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    enferma. Me arrastro por la pared hasta la bandeja de cosas. Saco un poco dealcohol y lo derramo en mi brazo. Hago una mueva de dolor y casi grito. Losarañazos están rojos y enfurecidos. Envuelvo un largo vendaje blanco y finoalrededor de mi brazo y pego.

    Luego me arrastro hacia donde su cuerpo yace muerto. Me quito mi olorosocamisón y tiro de sus pantalones y de su bata. Me visto dolorosa y lentamente. Tirode mi cabello hacia atrás y lo meto dentro de la bata de laboratorio, como el payasodel circo que una vez vi con la abuelita. Me pongo sus calcetines. Él yace allí en suropa interior y su camiseta interior. Está regordete. Miro a su cuerpo sustancioso.Comparado con la piel y huesos que estoy acostumbrada a ver, él es enorme.

    Gateo hacia la puerta y me preparo para el esfuerzo que estoy a punto dehacer.

    ―Anna. ―vuelvo a susurrar. Ella no vuelve. ¿No escuchó la conmoción? ¿Está

    bien? ¿También la han hecho cautiva? No tengo tiempo para reflexionar. Necesitocorrer, pero como el presentimiento que tuve anteriormente, temo que no viviré.Estoy demasiado cansada y demasiado enferma.

    Uso el picaporte de la puerta para levantarme y ponerme de pie. Agotamientono es la palabra correcta. Me pongo de pie y me equilibrio. Siento los bolsillosdentro de su bata. Necesito un inventario de lo que él tiene y de lo que necesito. Latarjeta deslizante que está en su bolsillo derecho luce exactamente como la de lagranja.

    Deseo que Anna, e incluso Will, viniesen. Me siento enferma y mi brazoprobablemente necesita puntos. Puedo sentirlo sangrar, empapar el vendaje. Miroa la pequeña habitación e intento pelear contra el sentimiento de que todo es inútilantes de que siquiera empiece. Quizá ella no era real.

    ―Ella estuvo aquí, Em. Contrólate. Anna estuvo aquí. El doctor está muerto―susurré para mí misma. ―Hiciste una cosa hoy ―las palabras hacen que unasonrisita cruce mis labios.

    La abuelita siempre tenía listas. Ella tachaba las cosas todo el tiempo.

    Volteo la mirada hacia él y veo la marca de verificación en mi mente. A vecesella ponía “Ver Días de Nuestras Vidas” en la lista. Lo mirábamos y comíamos

    palomitas o patatas fritas. Todos los días eran Días. Mi personaje favorito era Sami.Cuando cumplí ocho, me permitieron empezar a verlo con ella.

    Sujeto el frío picaporte de metal y obligo a mi mente a volver a mi propialista. “Morir libre con el viento sobre mi cara”, está bastante arriba en ella. Necesitoser más positiva.

    ―Intenta no morir… todavía no ―digo con voz ronca y miro el picaporte de lapuerta. Cuando escucho el tirador llegar al final de su rotación, me detengo. Debíhaber esperado un segundo extra. Las drogas me están enloqueciendo. Estoyhablando conmigo misma y cometiendo errores.

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    Miro alrededor. Recuerdos y habilidades están fluyendo por mi mentemientras intento formular un plan.

    ¿Me quedo en la habitación y espero a que Anna vuelva? Necesito armas.Miro atrás, al doctor muerto y vuelvo a girar el picaporte para cerrarlo. Voy a

    trompicones hasta donde está su instrumental extendido por el suelo. Me agachocomo mejor puedo y levanto un par de cuchillos de plata del suelo. El frío metal enmis dedos se siente asombroso, como imaginé que se sentiría. Hay bolsas de agua yotras cosas. Las agarro, meto un par en mis bolsillos y vuelvo a la puerta. Vuelvo aponer mi mano en la puerta y agarro el frío cuchillo con la otra. Respiro e imaginocómo el bosque se va a sentir cuando esté en él otra vez. Su follaje y el aire frío delbosque, mis ensoñaciones consisten en muy poco.

    El frío metal y el blanco austero de la habitación me hace sentir expuesta ydesnuda. El pomo vuelve a girarse con facilidad. La abro un poco y echo una ojeada.El pasillo no luce como pensé que luciría. Anna no está en ningún sitio, no hay

    nadie. Esto no es como en las granjas reproductoras.Las luces son tenues y parpadean. Me hacen dolorosamente consciente del

    hecho de que ella probablemente no era real. Ella no estuvo realmente aquí.Todavía estoy sola.

    Los viejos tubos de luz parpadean como si estuviera pasando por algoinestable. El generador de Brian era así. Las luces parpadeaban. El generador de laabuelita también. Nunca lo usaba mucho, pero cuando lo hacía, temía la forma enque el poder se sentía medio-encendido.

    La luz del pasillo parece la misma.

    Pero el pasillo en sí mismo no está inmaculado e inhóspito como la habitaciónen la que estoy. Está sucio y vacío de vida. Bajo la mirada hacia el final del pasillo.Nada se mueve. Puedo ver papeles en el suelo y las puertas cerradas. Parece comosi la gente hubiera huido en pánico, como todos los otros edificios que he visto.Bajo la mirada hasta el otro final del pasillo para encontrarlo igual. Nada es de laforma que creí que sería. No está limpio como las granjas reproductoras niorganizadas. ¿Dónde estoy? ¿Cómo puede ser éste el sitio al que Marshall me trajo?

    Tengo un mal presentimiento. ¿Qué si Anna era real? ¿Está a salvo? ¿Estásola? Tengo arcadas cuando mi visión se enturbia. No tengo la fuerza para

    ayudarla.

    Silbo suavemente por si él está con ella. Nada se mueve ni hace un sonido.Levanto la mirada para ver si hay cámaras o algo. Papá siempre odió las cámarasde vídeo que grababan a todos sitios a los que fueras y qué comprabas. Él odiabaser grabado. Tenía teorías raras sobre las cámaras y la información que ellasreunían. Sonrío débilmente cuando pienso en lo loco que pensé que estaba. Élhubiera amado este lugar. Hubiera confirmado tantas cosas para él.

    Mis primeros pasos se sienten forzados, como si estuviera metiéndome en elagua. No puedo escuchar a la nada rodeándome. No sé si puedo oír correctamente.

    Las luces parpadeantes están trabajando en mi contra. Están intentando

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    enloquecerme. Me retuerzo y me estremezco y sé que es demasiado tarde; ya estoyloca.

    Hay demasiado suspenso y lugar vacío en el pasillo. La transpiración estáresbalando por los lados de mi cara, haciéndome retorcerme y limpiarla. Las luces

    parpadeantes hacen imposible conseguir una buena vista de todo. No veo nadaexcepto a mí, los papeles y las puertas, pero los destellos no garantizan que estésola.

    Pruebo en cada pomo a través del pasillo, pero están cerrados. El frío delmetal contra mis dedos es impactante. Siento que tengo fiebre. Él me ha inyectadoveneno y ahora me estoy muriendo.

    Pongo una mano sobre la pared desigual para equilibrarme. Me lamo loslabios. Todo se siente lento y pronunciado. Las luces parpadean al mismo ritmoque mi corazón late.

    Miro alrededor de la esquina al final del pasillo. Otra vez, me encuentro solaen un pasillo largo con papeles y desechos en el suelo.

    Un dolor agudo me golpea en el estómago. Rompo una regla, no es queimporte, creo que las he roto todas a estas alturas.

    Me doblo y grito. No puedo evitarlo. El dolor es agonizante. Se siente como simis adentros se movieran. Caigo de rodillas y me dejo caer a través del suelo.Monto un trozo de papel como si fuera una alfombra mágica y agarro mi estómagocon mi mano izquierda.

    Las luces parpadeantes están dentro de mis ojos ahora. Cuando los cierro,puedo ver el centelleo y el pasillo. Incluso en mi mente, nada de este pasillo tienesentido. Excepto, quizá, las luces parpadeantes. El suministro de potencia irregulartiene sentido.

    Me muevo hacia delante sobre mis rodillas hasta que siento que puedo volvera levantarme. Agarro el tirador de la puerta y me levanto. Mis piernas tiemblan eintentan desplomarse. Me rehúso a caerme.

    La pared está sujetándome completamente.

    ―Leo. ―susurro su nombre. Necesito su pelaje en mis dedos. Siempreimaginé que sería lo último que tocaría. Las lágrimas están derramándose por mismejillas. Voy a morir sola en un pasillo con nada en mis dedos y sin viento sobre micara.

    El dolor es insoportable.

    Me apoyo en un picaporte por una respiración, pero, en lugar de eso, caigodentro. El picaporte estaba destrabado. Golpeo el suelo y grito otra vez. Espero aque los ocupantes de la habitación me ataquen. Espero al sonido de mi propiodesgarro.

    No pasa nada.

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    Levanto la mirada y, en los destellos de luz del pasillo, veo algo que nuncaesperé. Jesús me está mirando con los brazos completamente abiertos. Estásonriéndome y diciéndome que todo va a estar bien. Me arrastro dentro de lahabitación y pateo la puerta para cerrarla. Cuando la puerta se cierra, la luz nosabandona.

    Yo y Jesús, perfectos extraños, sentados solos en la oscuridad. No mepresento. Me conocerá lo suficientemente pronto.

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    T T r r aad d uucciid d oo p poor r  E E v v aar r  g g7 7  C C oor r r r ee g giid d oo p poor r  C C aannd d ee C C oooo p peer r  

    En la oscuridad de la habitación cerrada, destellos de imágenes pasan frente a

    mis ojos; recuerdos del principio.

    En los destellos y fiebre, veo la TV donde Brian. Es vieja y pequeña. Cuandollegamos allí, ni siquiera supe cómo encenderla. No había visto una TV así antes. Elabuelo había tenido una pantalla enorme y plana. Echo de menos al abuelo y a la

    abuela.

    Mi papá tuvo su rostro pegado a la redonda pantalla todo el tiempo queestuvimos donde Brian escondiéndonos. Apenas lo hicimos allí. Recuerdo el pánicoy el caos. Recuerdo la forma en que me arrastró hacia el bosque, gritándome queme diera prisa; teníamos que llegar donde Brian. Nos habíamos ido demasiadotarde. Una horda estaba viniendo y teníamos que llegar a terreno alto y cortar através del bosque hacia donde Brian. Él gritó y yo intenté correr, pero mis piernasdolían.

    Una vez que llegamos al búnker, no importó cuán duro lo intenté, no podíapelear contra el ansia de mirar las noticias. Eran muy espeluznantes y, aun así, misojos no la abandonaban.

    La misma mujer de las noticias estaba todos los días. Conocía su voz mejorque la mía.―Hemos pasado el punto de necesidad de donaciones de sangre. Elpúblico está más seguro quedándose en casa y esperando. Racionar y quedarsedentro es su mejor apuesta en este momento. Ahora mismo, en el litoral oeste,creemos que hay, al menos, un millón de casos de Fiebre del Dengue que está portoda América. Ése es el número de casos reportados. No sabemos el número

    exacto, ya que hay tantos intentando quedarse en casa y luchar contra ello, ―sucara estaba cansada y el maquillaje no escondía el dolor en sus ojos. Su perfectopelo castaño estilo bob estaba brillante y limpio. Era la última persona limpia que

    recordaba, antes de las granjas reproductoras.

    Yo ya estaba sucia cuando la miraba en las noticias del búnker de Brian. Mevolví a mirar a papá. No me gustó la forma en que asintió, como si fuera parte de laconversación de la mujer de las noticias. Lucía como un loco cuando me miró ydijo: ―Nos iremos pronto, niña. Cuando el pánico se acabe.

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    Asentí y abracé mis rodillas con más fuerza hacia mi cuerpo. Miré a la mujerde las noticias. Sus ojos azul oscuro estaban vidriosos. Imaginé que ella sabía algo,

    pero no lo podía contar al resto de nosotros, como lo malo que realmente era.

    Tragó con fuerza y continuó―: En otras noticias, Japón ha sido golpeado otra

    vez por varios terremotos fuertes. Están entre los 4.3 y 7.5. Como todos sabemos,la fiebre del Dengue es considerablemente peor en Asia, así que esto no podríavenir en peor momento para ellos. Varios pequeños maremotos ya han golpeadoAlaska y el Noroeste de Canadá. Los apagones de electricidad e inundaciones hansido malos a lo largo de la costa noroeste. Canadá está sufriendo por sus propiosterremotos. La famosa isla Hot Springs2, en British, Columbia, está seca. Las aguastermales murieron. En otras noticias, Nueva York y Nueva Jersey siguen bajo elagua por la masiva inundación que dejaron los huracanes esta temporada. ―mi

    estómago se hundió.

    Brian apagó la TV y nos sentamos en el búnker en silencio. Papá había estadodiciendo que eso pasaría. Lo había estado diciendo por tanto tiempo como podíarecordar. Todos los nombres que le había llamado en mi cabeza, empezaron ahacerme sentir mal. Recuerdo pensar cosas malas de él mientras me arrastraba alo largo de la ladera, gritándome que teníamos que llegar a terreno alto. La

    carretera estaba bloqueada y otro maremoto estaba viniendo.

    Brian dejaba mucho el búnker. Giraba el pomo y abría la puerta sellada en eltecho. Hacía un ruido como el Tupperware de la abuelita. Podía imaginar el mundo

    de fuera. Las imágenes de las noticias eran aterrorizantes, pero todavía podía verlode la forma en que era cuando llegamos al búnker. Sólo Brian y mi papá llegaban asalir. El único aire fresco que tenía era cuando abrían la puerta para irse. El vientofrío derribaba la escalera. Podía tener la piel de gallina y sentir entusiasmo almismo tiempo.

    Odiaba el búnker. Comíamos comida enlatada y deshidratada y mirábamos lapequeña TV. El pánico era justo como papá decía que sería. El metraje de lasnoticias daba miedo: saqueos, bombardeos y países en guerra. Todos se culpabanentre ellos por la fiebre del Dengue. Luego todos empezaron a bombardear áreaspara matar a los enfermos, que no estaban muriendo por la fiebre. Parecía que

    nunca terminaría.

    Pero luego lo hizo, cuando la TV dejó de funcionar. Cuando la electricidad y elagua se apagaron, nos sentamos a la luz de las velas y pasamos los díaspreguntándonos e imaginando. ¿Cómo sería estar allí fuera?

    El día que abandonamos el búnker era un día malo. La TV no habíafuncionado por dos semanas. Lo último que vi fue al presidente haciendo un

    2 Aguas termales.

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    discurso y llorando. Me perdí la mitad de eso. Estaba durmiendo. Eso es todo lo quehabía estado haciendo en el búnker. Desperté porque papá estaba empacando el

    jeep y la puerta del búnker estaba abierta.

    Cuando entramos al jeep, papá nos dijo a mí y a Brian su plan, otra vez.

    Estaba tan apasionado contándolo por centésima vez como lo había estado laprimera. ―Entonces cruzaremos la autopista hasta la salida de Green Mountain ytomamos el camino alternativo hasta que lleguemos a la base de la cordillera, dondeestá la cabaña. Está a un día de caminata. Hay una vieja casa de granja allí, en la

    base de la montaña en la que está la cabaña.

    Estaba tan cansada del plan. Estaba tan cansada de su voz. Podría gritar defrustración. Lo único que lo arreglaba era una copia de un libro que encontréllamado Crepúsculo. Lo había leído tres veces en el búnker, siempre

    preguntándome si alguna vez ella conseguía lo que quería.

    Agarré el grueso libro para llevarlo conmigo al jeep y contuve los gritos que

    obstruían mi garganta y me dejaron sin aliento.

    Papá me miró.―Cuando la gente que vive en la granja muera, podemos ir y verlo que tenemos. Las granjas siempre tienen las mejores cosas. Comida enlatada ydeshidratada, por no mencionar a los mejores suministros de supervivencia. Cuerdas y palas y extras de todo. Recuerda eso, Em. Somos nosotros y ellos ahora ―Lo había

    oído tantas veces que podría haberlo asfixiado. Había momentos en que lo odiaba.

    Brian miró hacia atrás, hacia mí e intentó sonreír como siempre hacía,intentando hacerme sentir mejor. Papá nunca le echaba azúcar a nada. Quería quesupiera lo peor. Siempre me quería lista.

    Brian no estaba de acuerdo. Él quería que fuera una niña pequeña. Peronunca había sido una niña. Siempre he sido más.

    A veces peleaban por mí, como lo harían un papá y una mamá. Más de lo quepeleaban mamá y papá.

    Nunca olvidaría el rostro de Brian mientras quitaba el pelo de mi cara y medaba un chupa-chup. Él siempre tenía caramelos. Éste era rojo. En realidad no megustaba el rojo, pero lo tomé de todos modos.

    Sonrió.― Será divertido estar en la cabaña, niña. Un montón de cosas que hacerallí.

    Puse mis ojos en blanco.

    ―  ¿Divertido? Mi iPad, iPod, DSI, Xbox, e incluso ese estúpido libro electrónico

    que la abuela me dio están muertos. ¿Qué es divertido allí? He estado en cabañas

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    cada verano durante cinco años. Sé qué hay que hacer en una cabaña. Nunca es

    divertido.

    Brian se rió.

    Mi papá me miró por el retrovisor.

    ―Em, sabes que esas cosas son parte de un mundo que ya no existe. Tu generación es blanda y débil. Un día me agradecerás por todo ese acampamiento. Telo puedo decir ahora, ninguna otra chica de tu edad ha ido a acampar desde que

    tenía cinco.

    Gruñí.

    ―Lo sé  ―Y lo sabía. Las otras chicas en el campamento siempre pensaban queyo era rara. Habían sido enviadas porque los otros campamentos de verano sehabían llenado y sus padres sólo necesitaban un lugar para que ellas fueran porunas semanas. Yo, sin embargo, era casi capaz de enseñar los estúpidos cursos.Disparar con arco y flecha, poner trampas, primeros auxilios y todo lo demás. Mi

    cosa favorita era cuando aprendíamos a fabricar arcos y flechas.

    Papá revisó el mapa una última vez antes de que condujéramos lejos delbúnker. Miré atrás una vez y lo eché de menos instantáneamente. El lugar que odiétodas esas semanas se había ido y, en su lugar, estaba lo desconocido.

    El jeep podía conducir por encima de todos los… troncos, caminos rotosdonde las bombas habían caído, bultos que Brian me dijo que no mirase, todo.Cubrí mis ojos y miré a través de mis dedos.

    Había coches, camionetas, furgonetas y gente por todos lados cuandollegamos a la autopista. La gente se había estado escondiendo al principio, perocuando la comida y los suministros empezaron a escasear, volaron hasta a ciudad.

    Todos corrían.

    El pánico se terminó cuando abandonamos el búnker. Lo que quedó, era

    inimaginable. La carretera estaba rota por todos lados y bordeada con vehículosquemados. Un enorme avión reactor quemado apoyado en un campo junto a unavieja casa. Parecía un esqueleto, pero muy quemado. No pude evitar preguntarmesi alguien habría sobrevivido.

    Afortunadamente, nosotros no teníamos que conducir a través de la ciudad.La autopista era lo suficientemente mala. No podía imaginar la ciudad. Brian vivíaen el campo, en un pequeño pueblo en las afueras de una ciudad. Compró la casa

    porque ya tenía construido un búnker por la Crisis de los Misiles Cubanos.

    Mientras conducíamos, pasamos a gente rezagada a lo largo de la carreteraen pequeños grupos. Parecían rotos y medio muertos. Parecía una película.

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    ―Cada una de esas personas probablemente tiene la fiebre, Em. Tienes querecordar eso. Cada uno tiene el potencial para matarte ahora. Somos nosotros y ellos,Em ―Cuantas más cosas veíamos, menos enojada era su voz. Apreté el libro sobremi pecho. Su voz era tranquila y evocadora. Como una narración de las cosas que

    estaba viendo.― El agua estará contaminada por mucho tiempo donde las bombas cayeron.

    Los campos también. 

    Las caras manchadas de lágrimas y sucias de la gente que pasábamos mehacían sentir asustada y enferma. Nunca me sentí más pequeña. Queríaacurrucarme en mí misma, abrazar mis rodillas y mecerme, pero no podía parar demirarlos. Los coches dados la vuelta. Viejos camiones quemados. Gente cargandoniños y bolsas. Gente arrastrando maletas sobre ruedas. Gente sujetándose las

    manos y empujándose los unos a los otros para seguir. Gente.―Míralos. Son idiotas. Todavía están agrupados. ―Apuntó a un grupito.

    Vi a un hombre con ojos inyectados en sangre y supe por las fotos que papáme había mostrado, que él tenía la fiebre. El hombre me miró. Sus ojos inyectados

    en sangre parecían ver todo dentro de mí, todo mi miedo.

    Una niñita, que parecía tener mi edad, estaba caminando sola. Por unmomento, juré que la conocía. Parecía perdida. Se giró para dar una vuelta y gritó ynadie la ayudó. Caminaban a su lado y la ignoraban. Justo como hicimos nosotros.

    Cuando condujimos junto a ella, mis ojos encontraron los suyos. Movió sus brazosy, por un pequeño momento, juré que gritó mi nombre. Sus labios lo formaronperfectamente. Sus ojos dejaron de sentir autocompasión y se hicieron

    apasionados. Persiguió el jeep. Pero seguimos conduciendo de todas formas.

    Éramos nosotros y ellos.

    Nos quedamos atorados detrás de un enorme choque. Un camionero habíadoblado y, entre el enorme vehículo de dieciocho ruedas y los camiones y coches,

    no podíamos pasar. Dimos la vuelta y volvimos.

    Papá y Brian pelearon. Los ignoré y fingí dormir.

    Podía oír a los otros fuera del vehículo. Podía oír sus gritos y los llantos

    cuando ralentizamos.

    ― Se están llevando a mujeres. Mira eso ―susurró papá, intentando esconder

    su voz de mí, pero pude oírlo.

    ― No hay duda de que están buscando hembras sanas. Es justo como el Doctor

    Fitzgerald dijo que sería  ―Papá sonó engreído y asustado al mismo tiempo. Sus

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    susurros me asustaron. Contuve el aliento. Luego oí un golpe seguido de otro.

    Luego nada.

    ―  ¡Mierda! Le ha disparado, Bri. Le disparó en la cabeza. Tenemos que salir de

    aquí ahora.

    ― Da la vuelta, hombre. Ve por allí. Sube a la colina  ―Brian sonaba asustado, lo

    que me asustó.

    ―Es el camino equivocado.

    ― A quién carajo le importa. ¡CONDUCE!

    El jeep salió disparado y sentí un enorme golpe. Luego mi estómago se sintiócomo si estuviera dando vueltas dentro de mí. Perdí el agarre del asiento y salívolando. El grueso libro me golpeó en la cara. Mi cinturón de seguridad me sostuvoy vi colores detrás de mis ojos cuando fui lanzada hacia atrás en el asiento. Ya no se

    sentía cómodo. Se sentía duro y arañó mi piel.

    Giramos una y otra vez y fuertes golpes llenaron el aire.

    Los oí gritar y luego se detuvo. Luego era sólo yo gritando. Dejamos de

    movernos, pero mis labios se quedaron abiertos y mi llanto estaba por todos lados.

    Jadeé ligeramente y miré alrededor. Estaba patas arriba y colgando por elcinturón de seguridad. Lo abrí, pero no me caí. La parte superior del jeep estaba

    más cerca de lo que estaba antes. Podía ver sangre. Un poco era mía y un pocovenía del asiento delantero. Brian no estaba. Las ventanas no estaban. Oí un

    quejido.

    ―Em. ―gimió papá. 

    Me estiré frenéticamente.―Papá. Papá. No puedo verte. ―su reposacabezasestaba arriba y el jeep estaba doblado y desplomado a su alrededor. Me deslicépara salir por la parte de atrás y me arrastré por el césped marrón y seco.

    Había otros coches rodeándonos y en no mejores condiciones que el jeep. A ladistancia, podía ver otras personas, pero no muchas. Podía verlas mirando el

    accidente y apuntándonos con los dedos.

    ―Em, los otros querrán nuestras cosas. Corre. ―susurró él con la voz ronca y

    tosió.

    Me metí por su ventana, que se había ido. Su cuerpo estaba atascado,presionado por el jeep. Tiré del pomo de la puerta, pero no se movió. Grité y arañéy golpeé el jeep, pero no se movió. Era demasiado pequeña y demasiado flaca y ni

    siquiera podía abollar el metal. Toda mi ira, mi dolor y mi miedo ni siquiera arañóla fría y dura puerta.

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    Lucía mal. Su cuerpo estaba patas arriba, pero no colgaba. El jeep estaba a

    todo su alrededor, ajustado.

    Volvió a gemir.

    ―Em. Corre. Puedes correr rápido y lejos, no te rindas. Toma esto y corre. 

    No me tendió nada para que tomase, pero su mano estaba colgando rara. Mesenté en el césped junto a él y lloré. Podía sentir la derrota.

    Se lamió los labios y me miró con los ojos más aterrorizantes que he visto.

    ―Corre, Em. Corre y llega a la cabaña. Sube esa montaña que está a la derecha.Trepa hasta que llegues a una carretera no pavimentada. Síguela hasta que llegues auna vieja granja. Desde allí, está cruzando su cultivo de heno y sube por la montañadetrás de su casa. A la derecha . ―sacó su mano doblada y agarró la mía. Podía sentirsus dedos sonar cuando los dobló― Somos nosotros y ellos, Em. Todavía estoycontigo. Puedes sentirlo, siempre lo sentirás. Pero, ahora mismo, necesito que seasuna niña valiente, la niña valiente que he entrenado justo para este momento. Corre yno ayudes a nadie. No pidas ayuda. Todos miran por sí mismos ahora. Están todosenfermos, Em. De alguna forma, están todos enfermos. 

    La sangre goteaba de su cabello por el corte por encima de su ojo. Negué conla cabeza y lloré. Oí un camión detrás de mí.

    Me gritó.― ¡CORRE, EM! ¡ESTÁN VINIENDO! ¡QUE NUNCA TE AGARREN, EM! ¡NUNCA!

    Retrocedí sobre el césped y me puse sobre mis magulladas y maltratadaspiernas. Casi se doblan de miedo, pero hice lo que él dijo. Tragué mi llanto, me giréy corrí. Corrí a través de la autopista y subí la colina con césped. Los pies hacían

    sonidos detrás de mí, pero siempre había sido rápida, incluso desde niñita.

    Oí el vehículo y los disparos. Oí a los otros. Supe que le habían disparado, si

    había vivido lo suficiente.

    Corrí y corrí hasta que vomité en el césped e, incluso entonces, corrí. Corríhasta que mis ojos veían cosas que no podían ser y oía a gente que sabía que estabamuerta. Gente como mi padre. Lo sentí levantarme por la colina y gritándome paraque me diera prisa. Sentí su aliento en mi cara mientras gritaba y apretaba mimano.

    Corrí hasta que vi la granja. Luego trepé y pasé a hurtadillas y me escondí enlas sombras de la oscuridad. Luego me senté sola en esas sombras, demasiadoaterrorizada para llorar. Demasiado aterrorizada para moverme. Pero sabía que la

    comida y el agua estarían esperando en la cabaña. Toda la comida y el agua quepudiera meter dentro de mí. El hambre roía mi espalda. Trastabillé por el campo

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    en la oscuridad. Llegué al otro lado y escalé uno de los árboles de allí. Su rugosacorteza me recordó que estaba viva. Justo como él siempre dijo que sería, el dolor

    me recordaba que todavía estaba viva.

    Los destellos se detienen y los recuerdos se desvanecen, y estoy sola en la

    oscura habitación con una estatua de Jesús sonriente. Y, otra vez, el dolor merecuerda que todavía estoy viva, justo como lo hizo entonces en el gran árbol al

    límite del campo. 

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    T T r r aad d uucciid d oo p poor r  E E mmii _ _9933C C oor r r r ee g giid d oo p poor r  A Al l eeee F F oosst t eer r  

    Cuando despierto, el dolor se ha ido, pero me he orinado encima. Laorina está en todas partes. Mis pantalones están pegajosos y mojados. Huele aóxido como la sangre, pero recuerdo haberme orinado. Recuerdo el dolor y lapresión y lo bien que se sintió dejar salir la orina. Me estoy convirtiendo enuno de los infectados. Es lo que él puso en mi brazo. Lo sé. Me había orinado ycontraído. Pronto deambularé y ansiaré carne... o sólo moriré y seré devoradapor los demás infectados.

    ¿Dónde está Anna? ¿Ha venido por mí? ¿Ha sido capturada? Necesito ser

    fuerte para salvarla, a menos que ella fuera realmente una alucinación.

    La habitación es tan oscura que no puedo ver a Jesús, pero asumo quetodavía está aquí. Me pregunto si a él le dio asco que me hubiera orinado en elsuelo y que sea tan débil que no pueda moverme de mi propia suciedad.Desearía que él fuera no una estatua de piedra, sino más bien un maniquí.Necesito ropa nueva limpia. La imagen de haber sido infectada y deambularpor el mundo en una bata que robé de un maniquí de Jesús, me hace sonreír.

    Agarro una de las bolsas de glucosa y jalo la clavija que hay en el fondode ella. Bebo el agua dulce hasta sentirme nauseabunda, y aún así me fuerzo abeber un poco más. Vacío la bolsa y la dejo caer al suelo, donde luego bajo micara y mis brazos. El frío del suelo de alguna manera es cómodo.

    Mis ojos parpadean como las luces del pasillo y sé que volveré a perderla consciencia otra vez.

    No tengo sueños esta vez. No recuerdo nada más sobre lo anterior. Sóloduermo y luego despierto. Cuando despierto otra vez, lamo mis labios. Se

    sienten cortados y agrietados. La orina está seca y cuando muevo mis piernas,se sienten atoradas en los pantalones. Estoy débil. Muy débil. Mi respiraciónse siente forzada. Mi corazón no se siente como si estuviera latiendo del todo.

    —Halla la puerta y encuentra a Anna—, me susurro a mí misma, y talvez a Jesús. Él es como Leo. Me hace menos loca, porque con él ahí, no estaríahablando sola.

    Me oprimo hacia mis rodillas y me arrastro hacia donde creo que está lapuerta. Tanteo a lo largo de la pared en busca del hueco donde la manilla

    estará. El borde de la puerta me evade. ¿Se sellaría la habitación mientrasestuve dormida? Busco a Jesús en la oscuridad. Por lo que mi abuela dijo, se

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    supone que él sea mi luz en la oscuridad, pero incluso mis ojos animales nofuncionan en este lugar. No hay luz en esta habitación.

    La pared se siente como si no tuviera final. Siento como si recorreré estapared en círculos, hasta que pierda el juicio y pase a arañazos a través de ella.Me pregunto si estoy en el infierno. Estoy siendo castigada por los errores quehe cometido. No estoy realmente arrepentida por ninguno de ellos. Eso puedeser un problema.

    Me volteo y tanteo en busca de la estatua de Jesús. Nada se siente comosi fuera a pasar demasiado rápido. El aire de la habitación se siente como si suoxígeno se hubiera succionado. Todo lo que queda es la contaminación que he

    hecho con cada exhalación de pánico. Mis latidos se sienten como si hubierancomenzado con un shock, y ahora mi corazón está haciendo un intento dedesgarrarse de mi pecho.

    Es un ataque de pánico. Lo reconozco mientras mis dedos tocan la fríaestatua. Mis dedos se encuentran con el frío de su bata y caigo a sus piesamontonada. Soy como sus seguidores. Los mismos que he visto salvar a losniños que lloran en las calles. Los mismos que parecen amables y gentiles,pero que de alguna manera sus ojos te hacen sentir no tan bien que digamos.

    —Ayúdame—, susurro, agarrándome de su fría bata.

    Oigo algo y levanto mi cabeza.

    Al principio creo que es Jesús susurrando, haciéndome temblar. Estoy apunto de convertirme en devota por los restantes segundos de mi vida,cuando me doy cuenta que el viento viene desde la puerta. Me arrastro lejosde Jesús, tanteando el suelo en busca del fondo de la puerta por donde entra elaire. Es limpio y fresco.

    Algo ha cambiado en el pasillo de afuera. ¿Anna?

    Siento el ligero soplo de aire frío, al alcanzar mis manos la base de lapuerta.

    La recorro con mis manos hacia la manilla y me aferro a ella con todasmis fuerzas. Muevo el seguro de la puerta, hacia el mismo lado en que lamanilla se mueve. Se queda atascado.

    Una voz le sigue al movimiento de la manilla. —Despejen aquí también.

    — La vibración del movimiento me impacta. —Ella fue hacia arriba. Todo lodemás está cerrado.

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    Casi brinco hacia atrás gritando. Pero me forcé a estar calmada. Apoyomis dedos en la puerta y espero. Están revisando el pasillo y buscándome.Ellos saben que me he ido. No estoy sola. El médico no estaba solo. ¿Dóndeestaban cuando lo estaba matando? ¿Están buscando a Anna?

    Otra voz llena el aire silente del pasillo. —  ¡Maldita sea!, ¿sabes loimportante que era ella? ¡Por Cristo! es una niñita.

    ¿Niñita? ¿Están hablando de mí? ¿Aún soy una niñita o es Anna a quienhan perdido? Mi corazón ya está en pánico por la llegada de los hombres, estono ayuda a calmarlo.

    Trato de pensar, pero mi estómago está doliéndome demasiado. No séqué hacer. Si voy en busca de ellos, puede que guíe a los hombres hacia dondeestán. Estoy enferma y, más bien moribunda, así que no es como que yo vaya aser de mucha ayuda.

    Hago una pausa a mis pensamientos cuando escucho pasos otra vez. —Tráela de vuelta o son tus vidas.

    — ¿Y qué con el lobo?— un hombre pregunta.

    Leo. Casi digo su nombre en voz alta.

    Está vivo. Está cerca. Arde fuego en mi vientre, pero lo rechazo. Necesitoencontrarlo. Lo necesito.

    Las voces se alejan de mí, aquietándose. —Ella está enferma, no sabedónde está él. No se preocupen por él… encuéntrenla.

    Los perdí después de eso. El pasillo está silencioso nuevamente y elviento se ha ido por debajo de la puerta.

    Saco otra bolsa de mi bolsillo y halo la clavija. Me la bebo completa. Sabedulce y rancio y raro pero sé que estoy deshidratada y enferma. El veneno queél me inyectó ha enfermado pero no me ha matado. Necesito reemplazar misfluidos.

    Cierro mis ojos y presiono mi cara contra la puerta. Escucho atenta lossonidos de las botas y las armas de fuego. Escucho atenta la respiracióncansada, como cuando buscas a alguien. No hay nada. Las voces de loshombres han desaparecido. Los hombres que agitaron la puerta e intentaron

    abrirla, se fueron. Es casi como si fueran inventos de mi imaginación, comoAnna.

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    Quiero abrir la manilla y echar un vistazo, pero mis reglas del juegoestán restableciéndose lentamente y esperar es la más grande de ellas.

    Volteo con mi espalda hacia la puerta, mi cara hacia Jesús, y me deslizopor la puerta, Me siento y espero. La paciencia me ha mantenido viva todo

    este tiempo, y no la traicionaré, o a mis instintos que me dicen que espere. Laansiedad por encontrar a Leo casi me está llevando a través de la puerta. Perosé que él no vivirá si salgo por la puerta y me matan.

    Solo quiero a mi lobo y el olor del bosque. Solo quiero ir a casa.

    Extrañamente, no pienso en la cabaña en el bosque, cuando pienso encasa. Eso me preocupa un poco. Pienso en Leo, Anna, Meg, Jake y Will, soloque no en ese orden. Yo lo forcé en ese orden. Pienso en Will y Jake

    constantemente, pero sé que Meg y Sarah son mi responsabilidad. Anna es lomás cercano a una mejor amiga que he tenido. Siento calidez en mi corazón alpensar en ellos. Quiero ir a casa y ellos son el hogar que reconoce micorazón. No necesito una cabaña para esconderme. Necesito a mis amigos. Ami familia. Necesito más a Leo. Siento la ira y el odio creciendo en mí. Si le hanhecho daño a un solo pelo de su pelaje… 

    El pensamiento crea ira en mi interior. Los despellejaré vivos a todos,hasta matarlos a todos. Incluso entonces, sé que no me sentiré satisfecha.

    Recuerdo quién me está mirando en la oscuridad y siento que mi rostrose sonroja por la vergüenza.

    —Lo siento —le susurro al Jesús congelado.

    Imagino que él conoce la venganza que deseo. Imagino que, en un puntou otro, él ha sentido ese deseo. El deseo de acabar la miseria de otrosacabando con la vida de sus atormentadores. Atormentadores que mantienena todos de rehenes. Quiero preguntarle ahora cómo su padre pudo dejarnos aesto, pero recuerdo lo que me dijo Meg. La maldad somos nosotros.

    En este cuarto sus brazos están relajados y su rostro sonriente. Estáofreciendo amor, y por eso lo hemos metido en el cuarto oscuro donde nadielo mira más. Aún así, incluso en la oscuridad, sus brazos están relajados.Incluso en la oscuridad, él me ofrece algo… compañerismo. 

    Mis ojos se vuelven más pesados y me permito relajarme en laoscuridad, no creo que escape de ella.

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    No sé cuánto tiempo ha pasado. Me despierto y abro los ojos, acostada.Estoy más hambrienta de lo que lo he estado nunca, pero me sientoenferma. La bilis cae de mis labios. Toso lo más silenciosamente que puedo.

    Me giro y me paro usando la puerta. Abro la cerradura lentamente y

    escucho. No hay nada.

    Espero un segundo más y abro la puerta silenciosamente. No hay nadaen el pasillo. Los papeles están allí pero las luces no parpadean. Las luces noestán encendidas. Hay una luz al final del pasillo, haciendo que le resto tengapoca luz.

    Escudriño, pero no veo nada. Doy mis primero pasos en la luz tenue delpasillo. Mis pies se mueven por los papeles y el cemento frío. No puedo estar

    en silencio. Por más que quiero moverme silenciosamente, estoy demasiadocansada.

    Me apoyo contra la pared y camino torpemente. Necesito encontrar aLeo. Necesito agua y comida. Necesito tantas cosas. Se sientedesesperanzador. Nunca los encontraré. No a todas las cosas que necesito.

    Mis bolsillos aún están llenos de bolsas de fluidos y el otro bolsillo tieneel cuchillo que robé. Lo alcanzó cuidadosamente y lo saco del bolsillo.

    Al final del pasillo, encuentro una puerta abierta. El aire fresco pareceestar llegando de allí. Dentro hay unas inmensas escaleras de cemento. Llorocuando las veo. Me empujo a las inmensas escaleras y comienzo a trepar porellas. Fuerzo mi mente a callarse y a subir. No permitiré que mi cerebro medesanime o me diga que no puedo subir por ellas. Como dijo mi padre, soy unachica fuerte. Puedo correr más rápido y más lejos. No puedo dejar que mimente me diga que no puedo hacerlo. Solo subo.

    Es difícil y duele, pero en mi mente estoy en el bosque con Leo. Él estáde pie junto a mí. Mi arco está en mis dedos. Puedo sentir una ligera brisa en

    mi rostro. Puedo sentir cosas en el aire. Libertad y paz.

    El aire comienza a oler. Puedo oler personas y comida. Puedo oler lospueblos. Mi cuerpo sabe que la comida está allí y empujo más lejos. Subo lasescaleras con ferocidad y fuerza que no sabía que me quedaba. Puedo sentir elagua bajando por mi garganta parcheada. Puedo sentir la carne entre misdientes. Ni siquiera me importa qué clase de carne… solo carne rostizada quedeje un sabor de hecho a la parrilla en mi boca.

    Las luces se vuelven más fuertes cada vez, cuando más alto subo.Cuando llego a lo alto de las escaleras, lloro con más fuerza, pero mis ojos

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    están secos. Hay una puerta enorme. Tropiezo hacia ella y tomo la manijaplateada en mis manos. No me fijo qué hay detrás de ella. La atravieso. Salgo aun callejón. Hay un contenedor de basura a mi lado. Luce como los de lasgranjas reproductoras.

    El edificio frente a mí es enorme y roto, como en las ciudades. El vientoestá lleno de olores. Gente, comida, aguas residuales, polvo, y ciudad.Recuerdo el olor de antes. Recuerdo lo de antes. Me vuelvo en círculos y medoy cuenta de que estoy rodeada.

    Los edificios rotos están por todas partes. Estoy en una ciudad real. Unaciudad destruida.

    —No. —susurro y miro alrededor, horrorizada.

    Veo basura mi derecha y me encojo. Bajo la mirada hacia mí para verque los pantalones que robé están cubiertos de sangre y una mancha por laorina. Estoy cubierta en sangre seca y vieja. Yo sacudo la cabeza en un tic ycaigo de rodillas. He estado sangrando de alguna parte. La sangre en mispantalones es vieja y seca. Es marrón y espesa. Mis manos también estáncubiertas. Está quebrada y descamada.

    Me levanto y camino a lo largo del callejón. No veo gente, pero sé que losinfectados viven en las ciudades.

    Soy como carnada viva. Apesto a sangre vieja y orina. Estoy demasiadocansada para combatirlos o correr. Aprieto el cuchillo en mi mano y metambaleo.

    Siento una mano en mi brazo. Sacudo débilmente al dueño. Veo a unhombre con un viejo carrito de compras lleno de papel y mantas. Esboza unasonrisa vieja.

    —Entra. —dice él.

    Comienzo a caer pero pone mi brazo sobre sus hombros y me empuja alcarrito. Agarro el metal con las manos y le dejo que me ayude a meterme. Noentiendo qué está haciendo, pero estoy cansada de caminar. Veo una cosa rojavolando por sobre mí y entonces veo algo. Hay un brillo rojo todo a míalrededor.

    —Jesús me salvó. —digo yo. No sé por qué.

    —Relájate niña. Solo échate. Ya casi estamos en casa.

    Casa.

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    Esa palabra significa tantas cosas extrañas para mí.

    El carrito se tambalea por el suelo y yo trato de imaginar cómo luce elhogar para él.

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    T T r r aad d uucciid d oo p poor r  E E nnii C C oor r r r ee g giid d oo p poor r  M M aar r iiiiss 

    La casa es una pequeña habitación rodeada de cemento. Es un pequeñorincón tranquilo donde no escucho a los infectados, a los saqueadores o a los otros.Él no sonríe.

    —Hiciste un terrible desastre niña. El doctor era un hombre bastanteimportante. Te están buscando. —Su voz es tranquila. Él me asusta.

    Parpadeo y miro fijamente. Estoy perdida hasta que lo oigo.

    —Emma.Mi cabeza se mueve bruscamente alrededor. Me levantaría y correría hacia

    ella también, pero no puedo moverme. Todavía estoy herida en muchas maneras,pero la principal comienza a sanar en el segundo en que veo su rostro.

    Ella se precipita hacia mí y envuelve sus delgados brazos a mí alrededor.Entierra su cara en mi cabello.

    Agarro su cuerpo tembloroso.

    —Eres real —susurro.

    Se echa hacia atrás, su rostro lleno de lágrimas y sus chispeantes ojos azulessanan algunas grietas dentro de mí.

    —Por supuesto, nunca te dejaría aquí. He estado buscándote por semanas. — 

    Me estremezco. — ¿Sarah, Meg?

    Me interrumpe y sonríe débilmente.

    —Únicamente tú desapareciste. Tú y Leo. Sarah y Meg están en el lugar

    donde las dejamos, seguras. —No menciona el retiro. Esta siendo cuidadosaalrededor de él. Suspira y continúa—: Me asusté mucho cuando no podíamosencontrarte. Asumimos que te habían llevado. No sabíamos quién, pero vimos loscamiones irse.

    Asiento y trato de ignorar la conmoción que todavía me paraliza.

    —Marshall —digo en voz baja, echando un vistazo al hombre en la esquina.

    Asiente.

    —Will se imaginó que él os había traicionado a ti y a Leo. Que te vendió a losmilitares. Regresamos al campamento, pero Marshall no estaba allí. Sus amigos

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    dijeron que Marshall lo hizo para liberar a las mujeres; eras la que ellos buscaban.Eras un peligro para el campamento y te cambió por las mujeres sanas normales.—Pone los ojos en blanco—. Está loco.

    Asiento lentamente, quema y duele. Me intercambió por todas esas mujeres y

    sus bebés.

    Ella sonríe.

    —¿Estás bien?

    Quiero asentir y decirle que sí, pero no lo estoy. Puedo sentirlo. Me permitíser fiel a mis sentimientos. Ella es mi nosotros. Niego con la cabeza y miro haciaabajo.

    Envuelve sus brazos a mí alrededor

    —Lo estarás.

    Mi sentido común esta desacelerándose, arrastrándose alrededor de mimente, revisando los hechos que tengo.

    —¿Quién es él? —murmuro.

    Se encoje de hombros.

    —Me encontró, necesitaba que lo ayudara a encontrar a una chica. Nos dimoscuenta bastante rápido que buscábamos a la misma chica. Me había separado delos demás y me escondí. Luego, me encontró, y me mostró donde podíaencontrarte. Necesitaba que pretendiera que era una enfermera, pero entonces eldoctor me hizo irme antes de que pudiéramos rescatarte. —Se ríe suavemente—.Entonces, claro, te escapaste por tu cuenta. Así que pensamos que estabasescondida y esperando a que los militares se fueran. Cuando lo hicieron, vinimospor ti. Fui por un lado y él por el otro. Él te encontró.

    No es algo que hubiera hecho. No acepto ayuda de extraños. Es la diferenciaentre ella y yo.

    Él mira alrededor y habla en voz baja.— Tenemos que permanecer aquí por unos días más. Tuviste suerte de que te

    yo te encontrase primero. Te busqué por todos lados.

    Niego con la cabeza en la penumbra del pequeño espacio.

    — ¿Quién eres?

    — Un amigo. —Coge una lata y toma un bocado.

    Miró a Anna pero ella niega con la cabeza

    — Tienes que salir de la ciudad.

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    —  ¿Dónde estamos? —No puedo saberlo a ciencia cierta desde la pequeñahabitación de hormigón. Es como una choza en un pueblo con tablones y paredesde concreto.

    —Spokane.

    Me froto los ojos y trato de enfocarme en ellos.

    —¿Dónde?

    Anna se ríe

    —Dije lo mismo. Estamos en Washington, por la costa oeste.

    Estornudo y envuelvo los brazos a mí alrededor

    —¿Cómo llegué aquí? ¿Por qué nos estás ayudando? ¿Cómo sucedió todoesto? ¿Por qué Marshall me traicionó de esa manera? ¿Porque los desafié?

    Anna se ve confundida, pero los ojos del hombre me miran con suspicacia. Élpregunta con nerviosismo—: ¿Qué recuerdas?

    Niego con la cabeza

    —Nada. Marshall me traicionó y luego desperté en una mesa fría de metal.

    Asiente y come de su lata. Anna me sostiene como si nunca pudiera dejarmeir. Estoy bien con eso.

    El agotamiento me está atacando de nuevo.

    Él no me mira cuando habla

    —Te ves hecha polvo, niña. Duerme. Tienes que abandonar la ciudad en unpar de días. Descansa ahora.

    Sacudo la cabeza y lucho contra un bostezo.

    —No, no estoy cansada.

    Anna se ríe y mis ojos se cierran por sí solos.

    Cuando me despierto de nuevo, el hombre está de pie, mirando alrededor deuna esquina de concreto cerrada con tablas. Anna está durmiendo a mi lado.

    Parpadeo y siento la humedad entre mis piernas otra vez.

    Oigo con claridad los ruidos de lo que sea que él este viendo. Contengo larespiración, busco armas y posibilidades.

    Sus ojos no dejan de mirar la esquina. Observa y espera. Los ruidos no seacercan. Después de mucho tiempo, se da la vuelta y sonríe. Susurra—: Creo que

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    estamos bien. —Baja la mirada hacia la pila de sabanas en donde estamosdurmiendo. —  ¿Te orinaste?

    Estoy avergonzada y asustada. Bajo la mirada y asiento —  Lo siento. No séque está mal conmigo.

    Sacude la cabeza

    — El catéter y un aborto involuntario. No es raro tener problemas de vejigadespués de eso. Sólo tomara un par de días para desaparecer.

    Levanto la mirada. Lo conozco. Juro que lo hago.

    Me pasa un cambio de ropa limpia y una botella de agua

    — Límpiate. Esperaré por allí.

    Tomo el pequeño bulto y frunzo el ceño

    — ¿Por qué me estás ayudando?

    Se ríe, es triste y débil. —Conozco a tu padre, demasiado bien.

    — ¿Lo conoces? ¿Cómo? ¿De la tienda de alimentos saludables?

    Sus ojos oscuros brillan. Niega con la cabeza —Lenny no era tu padre, Emma.Era tu tío de lejos, supongo. —Se da la vuelta y se aleja dejándome con esa masivadeclaración.

    Mi boca está abierta. No sé que decir o que hacer. Apesto a Orina y a sangrevieja y oxidada, y Lenny no era mi padre. Espera, ¿dijo aborto?

    He tenido días malos, muchos de ellos. A veces semanas. Este es el peor día.Miro a Anna y estoy contenta de que al menos ella está durmiendo. No escuchótodas esas palabras y las posibles mentiras que estaban en ellas.

    No puedo detener las lágrimas que inundan mis ojos. Trataron de aislarmedel mundo. Intentaron protegerme de conocer la verdad. ¿Lenny no era mi padre?Sacudo la cabeza, él era mi padre. Lo era.

    Me sostengo sobre mis piernas débiles con espasmos bruscos y me quito laropa. Están pegadas a mi cuerpo y apestan.

    Tomo el agua y me enjuago, lo mejor que puedo.

    El peor día de mi vida. Al menos la tengo a ella y pronto tendré a Leo.

    Escurro lo último del agua en mis labios agrietados y resecos y camino através de la entrada tapiada de la pequeña choza. Él está sentado en un bordillo enuna esquina. Realmente me dio el espacio que necesitaba para cambiarme y

    limpiarme.

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    Estiro las piernas y siento como mi cuerpo vuelve a su lugar.

    — ¿Dónde estamos? —susurro.

    —En un estacionamiento multi-pisos. Así es como estacionábamos nuestros

    autos en los viejos tiempos. Estos edificios fueron hechos para que las personasguardaran sus autos mientras estaban en las ciudades. Este es el nivel superior.Encontré esta pequeña choza hace un tiempo.

    Me mira y sonríe. Sus ojos oscuros lucen cansados

    —Así que, ¿qué parte quieres oír primero?

    Niego con la cabeza

    —  ¿Aborto involuntario? —El tema del padre es irrelevante. Mi padre está

    muerto. ¿Qué importa ya quién era? Nunca me mintieron acerca de quién era mimadre.

    Me entrega un paquete pequeño y señala—: Tenemos que empezar amovernos. Hablamos y caminamos, ¿está bien?

    Asiento

    —Entonces déjame ir por ella. —Entro y hablo en voz baja —Anna, vamosafuera.

    Ella se queja

    — ¿Tengo que hacerlo?

    —Sí, date prisa. —La oigo revolverse. La dejo y voy de vuelta a donde esta él.El concreto a nuestro alrededor está quebrado por las bombas y la decadencia. Escomo un edificio viejo viniéndose abajo. No me siento cómoda en absoluto. La luzque se filtra es opacada por los arbustos y enredaderas. Le echo un vistazo y tratode recordar de dónde lo conozco. — ¿Quién eres?

    —Vincent Fitzgerald. Un amigo de tu padre. Tu verdadero padre. Tambiénconocí a Lenny. Le advertí que se fuera. Me enteré de las granjas reproductoras, asíque le dije que se asegurara de llevarte lo más lejos posible. —Habla mientraspaseamos a través del estacionamiento en ruinas—, tu aborto espontáneo, enrealidad fue un aborto. Fue intencional. Nunca antes habían fecundado a alguiencomo tú. La granja reproductora en la que estabas, ni siquiera sabían lo que tenían.

    Frunzo el ceño.

    —  ¿Qué quieres decir? —Los ojos de Anna se iluminan. Mira de un lado alotro entre nosotros, sobre todo porque llegó a media conversación.

    Él sonríe.

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    —Tú. Eres diferente. Tu madre estaba casada con tu tío. Tu padre drogó a tumadre y la dejó embarazada con el primero de los bebés Gen para el ProgramaSemilla. Eres como los bebés de las granja. Usó su propia esperma para hacerte.Ella no tenía idea de lo que estaba pasando.

    No entiendo. Miro alrededor insegura. El cemento se está desmoronando ylas viejas manchas de sangre y restos me están volviendo loca. Esto no esexactamente la clase de lugar para dar un paseo y charlar. Pero lo hacemos,rodeamos las esquinas y caminamos sobre los escombros. Cada rincón parecetener el mismo aspecto, concreto roto y paredes derrumbadas con ventanasenormes sin vidrio.

    Niego con la cabeza.

    —Entonces, mi padre, Lenny, era mi tío. Mi tío, el que nunca conocí, era mipadre, pero en realidad ¿soy un bebé de un tubo de ensayo como los bebés de las

    granjas?

    Asiente — Así es.

    Miro a Anna, quien sonríe como Jake y me da un codazo —Eso explicaalgunas cosas, ¿eh?

    Frunzo el ceño y la ignoro.

    — ¿Por qué me hicieron creer que Lenny era mi padre?

    Él sacude la cabeza.— ¿Sabes por qué nunca se te permitió ver a tu tío?

    Asiento.

    —Tuvo un romance con mi madre. Mi papá lo odiaba. Así que mis abuelostambién lo hacían.

    Sacude la cabeza.

    —No conozco la historia completa, sólo que ellos huyeron contigo. Lenny, túy sus padres. Lenny te crió. Todos ustedes vivieron, más o menos fuera de la red;Michael no pudo encontrarte en ningún lugar. Lenny era bueno en eso.

    Cierro mis ojos con frustración y confusión agitando mis manos.

    —Bien, pero, ¿y el aborto espontáneo? ¿Por qué hicieron que perdiera elbebé, si me fecundaron en las granjas reproductoras? Estoy perdida.Completamente. Tengo los nervios de punta y mi cuerpo no es lo suficientementefuerte para la lucha, definitivamente tendríamos algo planeado si estuviéramos enuna ciudad.

    Se detiene y me mira con tristeza.

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    —Experimentos. Los doctores querían ver cómo sería un bebé dereproductora en un bebé Gen. El doctor del campamento en el que estabas conMarshall, hizo una prueba de embarazo cuando regresaste allí. Supongo que es unacosa de rutina para las chicas que dejan los campamentos de crianza, no es quemuchas lo hagan.

    —  Marshall nos dijo que el doctor descubrió que estabas embarazada.Marshall sabía que eras especial, no sé como lo supo. De todos modos, el dijo queno podía arriesgarte estando embarazada alrededor de todas esas personas. Nosabía que clase de niño tendrías, o que clase de embarazo.

    — Marshall te llevó a nuestra unidad cuando se enteró. Habíamos trabajadocon él antes de que huyera. Se había mantenido en contacto con algunos denuestros doctores.

    —Te habría salvado antes que los otros doctores estuvieran tan emocionados

    por ver lo que podías producir. Eres una chica especial, Emma.

    Suspiro, asqueada por todo.

    —Eso me han dicho. Debería oír las tonterías sobre mí siendo un pájaro demal ahuero.

    Estúpida mierda sobre el ave fénix. Estúpida mierda sobre padres. Estúpidoaborto.

    Él apunta hacia la rampa oscura que desciende hasta el otro nivel.

    —Vamos por ahí.

    Anna agarra mi mano y la sostiene con fuerza.

    Ignoro su calidez y dejo de caminar también.

    —Necesito a mi lobo, antes de dejar la ciudad.

    Su rostro se arruga.

    —No podemos salvarlo. Están haciendo experimentos con los animales paraver por qué algunos de ellos son inmunes.

    Mis manos vuelan hasta su garganta y aprieto. Entrecierro mis ojos.

    —Lo necesito.

    Sus ojos sobresalen. Él asiente y lame sus labios.

    —Esta es la razón por la que Marshall nos llamó. Tienes las tendencias de losbebés Gen, ira incontrolable, comportamiento impulsivo, y fuerza irreal. Él teníamiedo de dejarte con la gente del campamento, sobre todo embarazada.

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    Eso me lástima, el nombre de Marshall, y el hecho de que sea un bicho raroque es un peligro para los rebeldes. Lo miro y bajo mi mano.

    —Entonces no me molestes. O tu destino será el mismo que el suyo.

    —Em, cálmate. Encontraremos a Leo. —Anna sostiene mi otra mano.Él cruza el amplio espacio hacia el borde del edificio y mira a través de la

    hierba de vid que cuelga sobre el concreto desmoronado. Señala hacia la parte másalejada de la ciudad —Es por allí. Él estaba en un edificio diferente al tuyo. Justofuera de la ciudad, al otro lado de las áreas infectadas. —La vista es perturbadora.

    Edificios destruidos, un montón de vegetación tupida y escombros.

    Estoy perdida. Perdida en todo esto. Necesito la tranquilidad del bosque y elpelaje de mi lobo. Suspiro y lo miro confundida.

    — ¿Por qué nos estás ayudando?

    Se ve herido. La pregunta lo lastima, creo.

    —No teníamos derecho de experimentar con el ADN hasta ese punto. Losbebés Gen invaden las nuevas ciudades. Son horribles. No pueden ayudarse a símismos. Echamos a perder algo que ya era perfecto. Dios y Darwin tenían razón. Laselección natural era una necesidad y el hombre ya estaba hecho de la manera enque debió haber sido.

    De repente se ve absorto.—La ciencia y la tecnología fueron el final de todo. Las creamos para que

    todos viviéramos más de forma antinatural pero comimos alimentosquímicamente alterados y obtuvimos el cáncer. Vivimos vidas artificialmentealteradas, acabamos los recursos naturales y contaminamos todo. —Me echa unvistazo y suspira—, el año que decidieron poner en práctica el plan para salvar elplaneta, literalmente tuvieron que escoger entre el hombre y la tierra. Un grangrupo de funcionarios se sentó en una habitación por veintiocho días y discutieron.La tierra o el hombre. No puedo siquiera imaginar, tener que hacer una eleccióncomo esa. Pero ellos la hicieron. Hicieron la elección y reiniciaron todo. Estaba a

    bordo hasta hace poco. Ahora estoy en contra de todo aquello. Sí, tuvimos querestaurar la tierra, no hay duda de ello. Pero los bebés Gen, los militares, loscriaderos y las granjas de trabajo están mal. No es la visión que compartieron connosotros originalmente. Dijeron que las seis ciudades se basarían en la creación depersonas que se preocuparan por el planeta. Construiríamos a partir de losescombros y crearíamos armonía. —Se ve tan apasionado y destruido, todo almismo tiempo—, no hay armonía. Reunieron a los negros, asiáticos ysudamericanos y los enviaron a casa. ¿A casa? Son americanos, por amor de Cristo.Dios ayuda a cualquier persona con piel oscura, o incluso con una ligera inclinaciónde los ojos, o cualquier clase de acento. —Suspira—, sin embargo, tal vez es mejorallí. Quizás los lugares a los que fueron son mejores que este. —Se desploma y me

    siento enferma. No por él. Por mí. Es un viejo amargado con una conscienciaculpable. Estoy jodida.

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    Suspiro y miro a Anna. También se ve perdida. Me apoyo contra la pared ypienso en todo esto.

    —  ¿Así que estuve embarazada como por un minuto? ¿Mi lobo está siendoretenido porque es inmune? ¿Soy un bebé mutante de una granja reproductora?

    ¿Mi padre es mi tío y mi tío es mi papá? —Lo miro—, ¿y estás enojado porque elmundo está lleno de gente de mierda racista que miente y lastima a los otros?

    Niega con la cabeza soltando una risita. —Eso es todo.

    Anna se inclina a mi lado y cruza los brazos. — ¿Entonces su padre hizo lo delos bebés de reproductoras?

    Ella me mira.

    Siento una nueva enfermedad. Mi propia carne y mi sangre son el motivo por

    lo que todo esto está sucediendo.Miro a Vincent frunciendo el ceño.

    —¿Cómo lo detenemos?

    Lame sus labios.

    —Imposible. Pero me alegro de que no te tenga. Dios sabe lo que habríahecho.

    Lo miro y estudio su rostro. Él es débil. No va a ser de ninguna utilidad.

    — ¿Sabes lo que debes hacer? Abandonar a las otras personas y ganarte unavida a duras penas en algún lugar tranquilo —digo y bajo la mirada a mis piesdoloridos. Extraño mis botas. Me pregunto cuánto tiempo me tomara conseguirunas nuevas.

    Anna se ríe. —Conocemos un agradable lugar a donde puede ir. Pero en serio,probablemente, no debería contarle a nadie esa aburrida historia del bebé-semilla.

    Él se ríe, pero suena agotado.

    — ¿Estás casado? —pregunto.

    Niega con la cabeza.

    —No. Ella se fue. Huyo para vivir en las montañas. —Nos sonríeamargamente—. Para ganarse la vida a duras penas.

    Anna le devuelve la sonrisa.

    —Mujer inteligente. No puedo decir que la culpo. Pareces aburrido y bastantelleno de mierda.

    Se ríe de nuevo y me hace pensar en Jake. Le di a Anna una mirada de reojo.

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    —Has dicho que te separaste de los otros ¿A dónde fueron? ¿Quién estabaallí?

    Ella mantiene su sonrisa.

    —Jake y Will. Hice que Meg se quedara atrás, ella estaba completamenteenojada. Dijo que ya tenía casi dieciséis años por lo que se le debería permitir quedecir. Le dije que no. Jake y Will fueron a buscar comida y algunos infectadosvinieron, así que corrí. No pude regresar por ellos, por lo que seguí buscándote.Entonces me encontré con él.

    Will y Jake estaban en la misma ciudad que yo. Están cerca. Eso hizo que micorazón se saltara un par de latidos.

    Me quedo paralizada cuando oigo un ruido que no viene de nosotros. Vincentme mira con pánico en sus ojos.

    Presiono mi espalda a la pared y espero. Ellos hacen lo mismo.

    Las voces hacen eco en las paredes rotas. No sé por cual dirección vienen.

    No respiro. Escucho. Hombres hablando, riendo. Obviamente no estáninfectados.

    — ¿Cuántas armas tienes? —susurro.

    Sacude la cabeza.

    —No las suficientes.

    Suspiro.

    —Grandioso. ¿Tengo alguna clase de poderes mágicos como los superhéroes?—mascullo y echó un vistazo más allá de la pared.

    Tres hombres se apoyan en la pared de cemento en el área donde estábamoscaminando.

    Vincent sacude la cabeza.

    —No. Tu clase se cura rápido. Tienes una increíble fuerza y velocidad. Eso,combinado con tu falta de control sobre tu temperamento, es obviamentepeligroso. Aprendes con rapidez y recuerdas mejor las cosas. Procesas las cosasmás rápido y sientes las cosas con mayor fuerza. Nada de eso va a sacarnos de estelío.

    Lo fulmino con la mirada.

    — ¿Cómo eres un científico siendo tan estúpido? Pensaba que los científicoseran los genios, pero no lo eres. Estás loco. Es por eso que Lenny te odiaba. ¿Por

    qué harías algo como eso? Es estúpido.

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    Les echo un vistazo a los hombres alrededor de la esquina. De repente uno delos tres ya no está. El latido de mi corazón se acelera un poco. ¿A dónde ha ido?

    — ¿Un arma, un cuchillo, lo que sea? —susurro.

    Saca una larga cuchilla desde atrás de su espalda. Aún me siento devastada,pero el tener la cuchilla me hace sentir un poco mejor.

    La agarro y miro a Anna.

    —Quédate aquí con él.

    Ella frunce el ceño.

    —Puedo ayudarte.

    Pongo los ojos en blanco.

    —No esta vez, ¿de acuerdo?

    Se ve enojada, pero parpadeó hacia él. Ella asiente. Sabe que tiene quequedarse con él y asegurarse de que es de fiar. Realmente no quiero que ella estecerca de algo. Podría infectarse. Prefiero ser yo.

    Miro de nuevo a los hombres y veo que el tercer hombre está de regreso y sesube el cierre de sus pantalones gruesos.

    La calidez del verano esta sobre nosotros. Desearía poder cerrar mis ojos y

    estar de vuelta en el charco de nadar en el retiro.

    En lugar de ello, estoy en medio de una ciudad destruida, rodeada de malasposibilidades. Me gustaría tener esas pistolas. Observo a los hombres por unsegundo y renuncio al mini plan que tenía. Lo abandono y señalo el caminoopuesto —Vamos por ese otro camino. Tienen armas.

    —Podemos salir por el otro lado del estacionamiento, pero hay másinfectados por allí. Los he visto antes. —Él me da una mirada de soslayo.

    Siento la molestia y el miedo saliendo de mí. Al menos alimenta el fuego

    dentro de mí.

    Él levanta la mano.

    —Oye, sólo estoy diciendo. No va a ser fácil por ese camino. Cuando te trajeaquí, llegue por ese camino. —Señala hacia los hombres.

    Sacudo mi cabeza.

    —No vamos a tener oportunidad con ellos. —Me gustaría que pudiéramostoparnos con Jake y Will. No me gusta no saber donde están. Se siente como si

    estuvieran en mi lista de tareas pendientes.

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    Caminamos por otra esquina y bajamos a otro nivel, en donde hay másoscuridad. El concreto roto y las vides espesas hacen que sea más difícil ver. Losniveles por encima de nosotros se derrumbaron, en algún momento, e hicieron unenorme desastre en la oscuridad donde estamos caminando. Me subo sobre ungran pilar roto y trato de hacer funcionar mis ojos de animal. La oscuridad se

    mueve, incluso cuando no hay nada allí. Odio este lugar. Extraño el bosque. Echo demenos los pájaros.

    Aquí en la oscuridad, nada te advierte. Espera a que te mueras para así podercomerte también.

    Mis pies aplastan y patean cosas que no puedo ver. Anna camina a mi lado, ensilencio. Sigue siendo la mejor compañera de caza que una chica pueda tener. Suspies detrás de nosotras son fuertes. Él me recuerda a Jake, tal vez no sea el mejoren supervivencia.

    Alejo mis pensamientos de ellos y escucho. Si los infectados, los otros o losmilitares me atrapan, estoy muerta. Mi mejor oportunidad es quedarme tranquila.

    Caminamos a lo largo de una pared en la oscuridad donde los autos estánestacionados, pareciendo esqueletos podridos. Algunos de ellos aplastados por losescombros. Puedo ver desde la poca luz que se filtra a través de las vides en elextremo más alejado del estacionamiento.

    Le doy a Anna una mirada. Ella asiente y camina lentamente a través delconcreto roto hasta el borde, donde las vides son más espesas. Las aparta y echa unvistazo mientras observo a Vincent. Casi la devoran; son tan densas, como un

    bosque real.

    Me mira y señala. Camino adelante, mirando a través de las videsespeluznantes y los arbustos, y veo que estamos casi a nivel del suelo. Estamos soloa un piso de arriba. El callejón por debajo de nosotros está plagado de infectados.Ella retrocede y me mira.

    Miro a nuestro alrededor. No podemos salir de nuestro escondite. Los cochesestán podridos, y además, las calles son prácticamente intransitables. Echo unsegundo vistazo, notando que la parte situada más a la izquierda del callejón estávacía. Los infectados se mueven lentamente, en comparación con nosotros. Nos

    olerán, a menos que podamos obtener alguna clase de carnada.

    Mi cerebro proyecta a los hombres. Ya están cerca del lado izquierdo delestacionamiento.

    Trago saliva y miro a Anna.

    —Ya vuelvo. No se muevan a menos que tengan que hacerlo. Voy a hacer unacarnada.

    Ella hace una mueca y asiente.

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    —Está bien. Me quedaré con él. —Gracias a Dios, no quiero tener una peleacon ella. No quiero decirle que valoro mi vida menos que la de ella y que me niego adejar que tenga la fiebre.

    Vincent parece confundido. Me doy la vuelta y corro, tan silenciosamente

    como puedo, por la parte de atrás del estacionamiento y subo la rampa donde losoigo. Me deslizo contra un carro destruido y espero.

    —Un concierto de U2. Fui con mi novia. Tenía dieciocho y ella diecisiete.Fumamos un montón de hierba y fuimos. Todo empezó alrededor de dos semanasdespués. El mejor recuerdo. —Un hombre está hablando a la derecha sosteniendoun rifle.

    El otro hombre asiente.

    —Muy bueno, hombre. Sí, el mío es una barbacoa. Nos imaginamos que la

    última de la temporada. Todo mi equipo vino, nos emborrachamos y hablamos dedeportes y mierda. Mi esposa, su nombre era Trish. Hizo las mejoreshamburguesas del mundo. Me comí cuatro. Pensé que iba a morir.

    Muerdo mi labio y espero. Puedo sentir mi estómago apretarse cuandopienso en eso. Personas normales compartiendo recuerdos normales y estoy apunto de matarlos. A menos que me maten primero. Debí haber muerto ayer y nolo hice. Tengo un tiempo prestado y el mal presentimiento no me ha dejadotodavía.

    Sus pies hacen sonidos de arañazos, ni siquiera son cuidadosos. No deben

    estar en alerta máxima.

    No deben estar buscándome.

    Me deslizo a lo largo del coche y me siento en la parte de atrás, esperandoque pasen. El tercer tipo debe estar haciendo algo de nuevo. Es el primero porquien voy.

    Caminan más lejos, paseando y compartiendo. Los observo, esperando elmomento. Ambos están en buena forma, pero están en una mala posición, y sujetanmal sus armas. No se están tomando en serio el asunto.

    Me dan la espalda y se inclinan con desinterés. Me arrastro hacia el coche deal lado. Es el último coche antes de la esquina. Los miro de nuevo. Todavía estánhablando y riendo. Frunzo el ceño. Los infectados están en un nivel alejado de ellos,y ellos están hablando de la mierda que echan de menos. Comienzo a correr rápidoy silenciosamente. No es ni de cerca tan rápido como debe ser, pero tengo quehacerlo.

    Llego a la esquina y lo siento. El frío malvado se establece. Las fríascalculaciones empiezan a formarse en mi cerebro. El tercer hombre tiene quemorir. Necesito una carnada.

    Miro hacia atrás alrededor de la esquina, pero los hombres siguen hablando.

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    Trago y camino hacia el borde donde está el hombre. Aún está allí. Éltambién, luce como si no se estuviera tomándose en serio el trabajo. Está apoyadoen su arma, mordiéndose las uñas. ¿Quién entrena a esta gente? Tal vez miverdadero padre es demasiado confiado. Él no se siente amenazado. Me sientoenferma al pensar en eso. Mi propia familia participó de alguna manera. Mi padre

    debió haber sido un científico también. Mi mamá debió haber sido una completaidiota.

    Me deslizo por la pared y me arrastro, apartando todos los pensamientos quetengo. Mi estómago es una bola de nervios y mariposas, pero quiero esa arma. Estelado del estacionamiento ha sido destruido completamente. Es una avalancha degrava y concreto destrozado. Realmente sería el camino más fácil para venir.Suspiro caminando sobre los escombros, hacia el suelo donde él está.

    Finjo una cojera y me sostengo el estómago. El cuchillo está en la partetrasera de mis pa