black hawk derribado - mark bowden

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  • Super Seis Uno cayendo!Mogadiscio, Somalia, domingo 3 de octubre de1993. Noventa y nueve soldados de liteestadounidenses estn atrapados en medio deuna ciudad hostil. Cae la noche y miles deenemigos armados los rodean. Los heridosmueren desangrados. Las municiones y lasprovisiones se estn acabando. Este es el relatode cmo y por qu llegaron all y de su luchapor salir vivos.La dramtica narracin del periodista MarkBowden, ganador de varios premios literarios,reproduce esta experiencia terrible a travs delos ojos de los jvenes que combatieron enaquella batalla. Bowden rene aqu lostestimonios de entrevistas, retransmisionesradiofnicas y videos considerados secretos.Una mirada fidedigna, turbadora y profundadel terror y la euforia del combate destinada aconvertirse en un clsico de los reportajesblicos.

  • Mark Bowden

    Black Hawk derribadoLa batalla de Mogadiscio

    ePUB v1.0minicaja 24.08.12

  • Ttulo original: Black Hawk DownMark Bowden, 1999.Traduccin: Sofa Noguera MendaDiseo portada: minicaja

    Editor original: minicaja (v1.0)Documento base: Mnica y HctorePub base v2.0

  • Para mi madre, Rita Lois Bowden, y en recuerdode mi padre, Richard H. Bowden

  • No importa lo que piensen los hombres de laguerra, dijo el juez. La guerra no ha dejado deexistir. Es lo mismo preguntar a los hombres lo quepiensan de la piedra. La guerra siempre estuvoaqu. Antes de que apareciera el hombre, la guerraya lo esperaba. El oficio ms remoto esperando alltimo trabajador.

    Cormac McCarthyBLOOD MERIDIAN

  • E L

    A S A L T O

  • 1

    Matt Eversmann rez un avemaria cuandodespegaron. Estaba sentado, apretujado entre los dosoficiales de vuelo, con las rodillas de sus largas piernasa la altura de los hombros. Frente a l, encastrados acada lado del helicptero Black Hawk, viajaba sutiza,[1] doce hombres jvenes que llevaban chalecosantibalas con bolsillos y compartimientos sobre unosuniformes oscuros de campaa.

    Conoca tan bien sus rostros que era como si fueransus hermanos. Los muchachos mayores de latripulacin, al igual que Eversmann, un sargento mayorque, a los veintisis aos, haca ya cinco que serva enel Ejrcito, llevaban aos viviendo y adiestrndosejuntos. Algunos haban compartido la instruccinbsica, la escuela de saltos y la de los Rangers. Habanviajado por todo el mundo, Corea, Tailandia, AmricaCentral se conocan mejor que muchos hermanos.Juntos, se haban emborrachado, metido en peleas,dormido en el suelo de la selva, saltado de aviones,

  • escalado montaas, lanzado por ros encrespados conel corazn en la boca, se haban tomado el peloconstantemente por las novias o la falta de ellas, habansalido corriendo de Fort Benning en medio de la nochepara buscarse en algn baretucho o club de stripteasede la Victory Drive despus de haberse emborrachadoy quedarse dormidos o sacado de sus casillas a algncamarero. Mediante todos estos avatares, se habanpreparado para un momento como aqul. Era laprimera vez que el sargento larguirucho ocupaba unpuesto de mando y estaba muy nervioso.

    Ruega por nosotros pecadores, ahora y en lahora de nuestra muerte, amn.

    Era la tarde del 3 de octubre de 1993. La TizaCuatro de Eversmann era parte de un cuerpo formadopor Rangers del Ejrcito de Estados Unidos yoperadores de la fuerza Delta, y estaba a punto desaltar de forma inadvertida sobre un grupo de lderesdel clan Habr Gidr en pleno corazn de Mogadiscio, lacapital de Somalia. Este clan decadente, gobernado porel seor de la guerra Mohamed Farrah Aidid, habaprovocado a Estados Unidos de Amrica y estaba, sin

  • duda alguna, perdiendo soberana. El objetivo de aquelda eran dos lugartenientes de Aidid. El plan eracapturarlos y encarcelarlos junto con el nmerocreciente de jefes del clan beligerante en una isla situadaa la altura de Kismayo, una ciudad de la costa sur deSomalia. La parte que le corresponda a la Tiza Cuatroen esta misin de llegar, ver y vencer era simple. Cadauna de las cuatro tizas de los Rangers tena adjudicadauna esquina de la manzana donde se hallaba el objetivodel asalto. Los hombres de Eversmann iban a saltar atierra deslizndose por unas cuerdas rpidas hasta laesquina noroeste a fin de establecer all una posicin debloqueo. Con los Rangers en las cuatro esquinas nadieentrara en la zona donde actuaba la Fuerza Delta, ynadie podra salir.

    Lo haban hecho docenas de veces sin problema,en las prcticas y durante seis misiones previas deldestacamento especial. Eversmann tena una imagenmental clara de la secuencia de la accin. Saba qudireccin deba tomar una vez pusiera el pie en tierra ydnde estaran sus hombres. Los que saltaran delhelicptero se reuniran en el lado izquierdo de la calle.

  • Los que bajasen por la derecha se reuniran a laderecha. Acto seguido se dispersaran en las dosdirecciones, el mdico y los ms jvenes en el centro.El soldado raso Todd Blackburn era el cadete delhelicptero de Eversmann, un muchacho recin salidode un instituto de Florida que ni siquiera haba asistido ala escuela de los Rangers. Tendra que vigilarlo. Elsargento Scott Galentine era mayor que l pero carecatambin de experiencia en Mogadiscio. Realizaba unasustitucin y acababa de llegar de Benning. Laresponsabilidad de estos jvenes rangers supona unapesada carga para Eversmann. En aquella ocasin erandos a quienes vigilar.

    Como era el jefe de una de las tizas, llevaba con llos auriculares cuando tom asiento en la partedelantera. Eran voluminosos, contaban con unmicrfono y se conectaban a un enchufe situado en eltecho mediante un cable largo y negro. Se quit elcasco y se encasquet los auriculares sobre las orejas.

    Uno de los oficiales de vuelo le toc el hombro.Matt, no te olvides de quitrtelos antes de saltar

    le dijo a la vez que sealaba el cable.

  • Despus se asaron estacionados sobre el calurosoalquitrn del aerdromo por un espacio de tiempo queles pareci una hora, durante la cual estuvieronrespirando los humos acres del disel y el sudor querezumaba bajo el chaleco antibalas y todo el equipoque llevaban; mientras jugueteaban ansiosamente consus armas y todos se imaginaban que, con todaprobabilidad, la misin iba a ser abortada antes de quetuvieran ocasin de pisar tierra. Eso era lo queacostumbraba pasar. Por cada misin real, haba veintealarmas falsas. Cuando llegaron a Mogadiscio, cincosemanas antes, su entusiasmo era tan grande que, cadavez que suban a bordo, se intercambiaban gritos dejbilo entre un Black Hawk y otro. Pero aquellassalidas no slo se haban convertido en rutina sino que,por regla general, no desembocaban en nada.

    Era un nmero ingente tanto de hombres como demquinas los que estaban a la espera de la palabraclave para entrar en accin. Haba cuatroimpresionantes Little Birds AH-6, helicpteros deataque con dos asientos y burbuja frontal capaces devolar prcticamente a cualquier lugar. En esta ocasin,

  • por primera vez, los Little Birds iban cargados decohetes. Estaba previsto que dos de ellos realizasen elbarrido inicial sobre el objetivo y que otros dosasegurasen la retaguardia. Adems, cuatro Little BirdsMH-6 contenan bancos a cada lado para trasladar a lapunta de lanza de las fuerzas de asalto, el Escuadrn Cde la Fuerza Delta, uno de los tres elementosoperativos de la unidad formada por comandosultrasecretos del Ejrcito. A esta fuerza de ataque, leseguan ocho Black Hawks, unos helicpterosalargados destinados a llevar a las tropas. Dos de ellostransportaban a los asaltantes de la Fuerza Delta y a sucomandancia terrestre, cuatro servan para llevar a losRangers (Compaa B, 3.er Batalln del 75.o deInfantera del Ejrcito, el Regimiento Rangerprocedente de Fort Benning, en Georgia), otro iba atrasladar a un equipo CSAR (Equipo de Bsqueda yRescate en Combate) de primera categora, y el ltimoa dos comandantes de la misin, el teniente coronelTom Matthews, encargado de coordinar a los pilotosdel 160.o SOAR (Regimiento Areo para OperacionesEspeciales) procedente de Fort Campbell, en

  • Kentucky; y el teniente coronel de la Fuerza Delta GaryHarrell, cuya responsabilidad recaa sobre los hombresen tierra. El convoy terrestre, alineado y a la esperajunto a la entrada principal del objetivo, estaba formadopor nueve Humvees, unos vehculos de carroceraancha sustitutos de los jeeps para transporte militarterrestre, y tres camiones de cinco toneladas. Estosltimos se utilizaban para evacuar de all a losprisioneros y a las fuerzas de asalto. Los Humveesdaban cabida a los Rangers, a los operadores de laFuerza Delta y a cuatro miembros del Equipo Seis delSEAL (Tierra, Mar y Aire), parte de la rama de lasfuerzas especiales de la Marina de guerra. Contandolos tres aviones de vigilancia y el destinado a espiar,que volaba por encima de los dems, haba diecinueveaeronaves, doce vehculos y alrededor de cientosesenta hombres. Un ejrcito impaciente sobre unacuerda tensa.

    Haba seales de que esta vez iba en serio. Elgeneral William F. Garrison, al mando de la FuerzaRanger de Asalto, haba salido a despedirlos. Era laprimera vez que lo haca. Garrison, un hombre alto,

  • delgado y de pelo cano, que vesta el uniforme decampaa y llevaba su sempiterno medio puro apagadocolgndole de la comisura, haba paseado dehelicptero en helicptero y detenido ante cada uno delos Humvees.

    Id con cuidado deca con un acento tejanoque le haca arrastrar las palabras.

    Inmediatamente se desplazaba hasta el siguientehombre.

    Buena suerte.Luego al otro.Tened cuidado.El mar de fondo que producan todos aquellos

    motores en marcha hizo temblar la tierra y aceler lospulsos de los hombres. Resultaba excitante formarparte de todo aquello, la flor y nata de la fuerza militarestadounidense. Pobre del que se pusiera en su camino.Cargados con granadas y municiones, agarrados alacero de sus armas automticas, con el coraznlatindoles con fuerza bajo los chalecos antibalas,esperaban con una embriagadora mezcla de esperanzay miedo. Hacan un repaso mental de ltima hora a la

  • lista de verificaciones, rezaban, comprobaban las armaspor tercera vez, ensayaban la precisa coreografatctica, realizaban pequeos rituales cualquier cosasusceptible de disponerles para la batalla. Todos sabanque aquella misin poda tomar un cariz no deseado. Setrataba de una incursin, que no careca de audaciapues iba a producirse a plena luz del da, al barrio MarNegro, el mismsimo corazn del territorio Habr Gidr,en el centro de Mogadiscio y baluarte del seor de laguerra Aidid. El objetivo era una casa de tres plantasde piedra, enjalbegada y coronada por una azotea; unamoderna casa modular situada en uno de los pocoslugares de la ciudad donde todava quedaban edificiosgrandes e intactos, y a la cual rodeaban manzanas ymanzanas de viviendas con tejados de hojalata yparedes de piedra fangosa. En aquel laberinto formadopor calles sucias e irregulares y callejuelas flanqueadasde cactos, vivan cientos de miles de miembrospertenecientes al citado clan. Carecan de planosdecentes. Puro pas tercermundista.

    Los hombres haban visto cargar misiles en los AH-6. Garrison no lo haba hecho en ninguna de las

  • misiones anteriores, lo que significaba que se preveanproblemas. En mayor cantidad que de costumbre, loshombres haban llenado de municin, recmarascargadas y granadas los bolsillos y cartucherasdisponibles de los arneses, y dejado atrs cantimploras,bayonetas, gafas de visin nocturna, as como cualquierotro artefacto considerado un lastre para una rpidaincursin diurna. No les preocupaba la perspectiva demeterse en apuros. En absoluto. Les apeteca. Elloseran unos predadores, unos vengadores duros,imparables e invencibles. Pensaban que, despus deseis semanas de rutina, por fin iban a dar una patada deverdad a algn culo somal.

    Eran las 15:32 cuando el jefe de las tizas queestaba en el Black Hawk de cabeza, el Sper SeisCuatro, oy por el intercomunicador que el piloto, elbrigada Mike Durant, anunciaba con una voz suave yllena de satisfaccin:

    A por la jodida Irene.Y el ejrcito se lanz a la accin elevndose desde

    el destartalado aeropuerto junto al mar para meterse enel paisaje azul y envolvente del cielo y el ocano ndico.

  • Se abrieron camino con facilidad por una franjacubierta de arena blanca y avanzaron a baja alturaaunque velozmente sobre unas olas grandes y seguidasque formaban crestas apenas perceptibles paralelas a laorilla. En formacin cerrada se ladearon y sobrevolaronel litoral suroeste. De cada helicptero se vislumbraban,colgando de los bancos y de las puertas abiertas, lasbotas de los excitados soldados.

    Mogadiscio, cuyos lmites se extendan hacia unhorizonte desrtico y envuelto en la calima, resplandecatanto al sol vespertino que pareca como si se hubieraabierto demasiado el objetivo destinado a fotografiar elmundo. La antigua ciudad portuaria, vista desde ciertadistancia, con sus callejuelas de arena ocre y sustejados de hojalata oxidada y tejas espaolas, tena untono castao rojizo. Las nicas estructuras altas quetodava seguan en pie tras aos de guerra civil eran lasfloridas torres de las mezquitas, pues el islam era lonico que Somalia consideraba sagrado. Haba muchosmatorrales cuya altura no sobrepasaba las azoteas y,entre ellos, muros altos de plidas tonalidades amarillas,rosas y grises; restos a su vez en vas de extincin de

  • una bonanza previa a la guerra civil. Situada a lo largode la costa, limitaba al oeste con el desierto y al estecon un reluciente mar azul verdoso que poda haberpasado por un adormilado lugar de veraneo en elMediterrneo.

    Conforme los helicpteros sobrevolaban la ciudadpara planear hacia la derecha y luego hacia el norte a lolargo del extremo oeste, Mogadiscio se extenda bajoellos en toda su terrible realidad, una catstrofe, lacapital mundial de las cosas que han llegado al desastre.Las pocas calles asfaltadas estaban en estado ruinoso,cubiertas de montaas de basura y escombros y deesqueletos oxidados de vehculos quemados. Losmuros y edificios que no haban sido reducidos a pilasde cascotes grises aparecan acribillados. Los postes detelfono se inclinaban formando ngulos siniestrossemejantes a ttems vud coronados por tiesasramificaciones; en realidad, cabos de los alambrescercenados (arrancados haca tiempo para ser vendidosen el floreciente libreado negro). En los espaciospblicos, los pedestales de piedra que antao habanalbergado la estatua del heroico dictador, Mohamed

  • Siad Bafte estaban vacos, si bien aquel recuerdonacional no se haba saqueado Por un fervorrevolucionario sino para vender el bronce y el cobrecomo chatarra. Los pocos edificios del antiguo yorgulloso Gobierno y de la universidad que todavaseguan en pie estaban ocupados ahora por refugiados.Todo cuanto era de valor haba sido saqueado, inclusolos marcos metlicos de las ventanas, las manillas y lasbisagras de las puertas. Por la noche, en las ventanasdel tercero y cuarto pisos del Instituto Politcnicobrillaban fuegos de campamento. Todo espacio abiertoestaba ocupado por densos e improvisados pobladosde desheredados, barracas redondas hechas con palosy cubiertas con capas de andrajos y chozas construidascon pedazos de madera encontrados entre losescombros y trozos de hojalata oxidada. Desde arriba,ofrecan el aspecto del estado avanzado de unaenconada putrefaccin urbana.

    En su helicptero, Sper Seis Siete, Eversmannrepasaba el plan mentalmente. Cuando pisaran tierra,los chicos D, de la Fuerza Delta, habran tomado lacasa objetivo, habran rodeado a los prisioneros

  • somales y estaran disparando a quien fuese tanestpido que se resistiera. Les haban asegurado que enla casa haba dos peces gordos, a quienes la fuerza deasalto haba identificado como personalidades deprimera fila, hombres clave de Aidid. Mientras loschicos D hacan su trabajo y los Rangers mantenan araya a los curiosos, el convoy terrestre compuesto porcamiones y Humvees se abrira paso a travs de laciudad hacia el objetivo. Una vez all, deban meter alos prisioneros en los camiones. El equipo de asalto ylas fuerzas de bloqueo tenan que saltar por las cuerdasrpidas detrs de ellos para emprender juntos elregreso y pasar el resto de aquella tarde de domingo enla playa. Se calculaba que tardaran una hora,aproximadamente.

    Para hacer sitio a los Rangers en los Black Hawks,se haban retirado los asientos de la parte posterior.Los hombres que no estaban en las puertas ibansentados en bidones de municiones o sobre panelesKevlar a prueba de artillera area extendidos en elsuelo. Vestan uniformes de campaa, llevaban chalecosde Kevlar, casco y veinte kilos, entre equipo y

  • municin, sujetos a los arneses colocados en el chaleco.Todos disponan de gafas y gruesos guantes de piel.Con todos aquellos pertrechos, incluso el ms delgadopareca voluminoso, robtico y amedrentador. Cuandovestan camiseta y pantaln, ambos de color marrnclaro, el uniforme habitual en la base, la mayoraparecan lo que eran: adolescentes con acn (la edadmedia era diecinueve aos). Estaban orgullossimos deser Rangers. Les ahorraba la mayor parte de laentumecedora rutina del da a da sin combate quevolva locos a muchos alistados en el Ejrcito. LosRangers se adiestraban para la guerra de formaintensiva. Estaban ms capacitados, eran ms rpidos ylos primeros Los Rangers abren el camino! era sulema. Para llegar all se haban alistado voluntarioscomo mnimo en tres ocasiones, para las fuerzasterrestres, las areas y los Rangers. Eran la flor y nata,los jvenes soldados ms motivados de su generacin,haban sido seleccionados para encajar con el ideal delEjrcito; todos eran hombres y, de modo revelador, lamayora de raza blanca (slo haba dos negros en unacompaa compuesta por ciento cuarenta hombres).

  • Algunos eran soldados profesionales, como el tenienteLarry Perino, de la promocin de 1990 de West Point.Otros eran perfeccionistas en busca de un reto, como elespecialista John Waddell de la Tiza Dos, quien sehaba alistado tras acabar el instituto en Natchez,Misisip, con una media de ocho. Unos eran temerariosen busca de retos fsicos. Otros queran superarsedespus de haber ido a la deriva tras abandonar losestudios, o haber tenido problemas con las drogas, labebida, la ley, o las tres cosas. Estaban msendurecidos que la mayora de los jvenes de sugeneracin, quienes aquel domingo de principios deoctubre haca semanas que haban iniciado el semestreen la universidad. A la mayora de aquellos Rangers lostrataron a patadas alguna que otra vez, conocan elsabor del fracaso. Pero no eran gandules. Se habanesforzado para estar all, probablemente ms que entoda su vida. Aquellos con pasados turbulentostomaban medidas severas consigo mismos. Bajo suapariencia de duro de pelar, casi todos eran formales,patriotas e idealistas. Aceptaban en sentido literal alEjrcito y su consigna: S todo lo que puedas ser.

  • Se consideraban superiores a los soldadoscorrientes. Con sus cuerpos musculosos, elcaracterstico corte de pelo (a cero, con los lados y elcogote completamente afeitados) y el saludo Hoo-ah,que lanzaban en un gruido, crean ser lo ms patriticodel Ejrcito. Muchos aspiraban, si llegaban aconseguirlo, a formar parte de los Boinas Verdes, aingresar en la Fuerza Delta, los robustos supersoldadosdel contraespionaje que encabezaban aquelcontingente. Slo a los buenos se les invitara a ello yslo uno de cada diez pasara la prueba de seleccin.En aquella antigua y masculina jerarqua, los Rangersestaban unos peldaos por encima de la base de lapirmide, pero los escalones superiores pertenecan alos chicos D.

    Los Rangers saban que el camino ms seguro paraalcanzar la cima era adquirir experiencia en el combate.Hasta aquel momento, Mogadiscio haba sido unaburrimiento. La guerra estaba siempre a punto desuceder. A punto de producirse. Incluso las misiones,por muy excitantes que fueran, les supieron a poco. Lossomales, a quienes llamaban skinnies, por flacos, o

  • sammies, por ser negros, les haban disparado algnque otro tiro aislado, lo suficiente para sacar a losRangers de sus casillas y provocar una buena lluvia debalas como revancha, pero nada que pudiera calificarsede genuino tiroteo.

    Que era precisamente lo que ellos queran. Todos.Si pasaba alguna duda por su cabeza, la ataban corto.Al principio, muchos tenan tanto miedo como cualquierhijo de vecino, pero haban expulsado el temor. Sobretodo en la instruccin Ranger. Una cuarta parte de losque se alistaban voluntarios abandonaban, lo suficientepara que quienes al final salan con su charretera deranger se sintieran plenamente dichosos por lograrlocon tan pocos aos. El dbil se suprima. El fuerteavanzaba. Despus, semanas, meses y aos deadiestramiento constante. Los Hoo-ahs no vean elmomento de ir a la guerra. Eran un equipo estrella deftbol que, habiendo soportado dursimas, agotadoras ypeligrosas sesiones de entrenamiento durante docehoras al da, siete das a la semana, durante aos, nuncatena la oportunidad de jugar un partido.

    Ansiaban la batalla. Se pasaban de mano en mano

  • unos libros en rstica manoseados que eran relatos obiografas de soldados que vivieron conflictosanteriores, muchos escritos por ex rangers, saboreabanel tono afectuoso y de camaradera de su historias y, sibien se lamentaban de la suerte que haban corridoquienes la haban palmado, se haban quedado invlidoso mutilados, se identificaban con los que sobrevivieronmerecidamente. Escudriaban viejas fotos, las mismasen todas las guerras, de jvenes con aspecto sucio ycansado, medio vestidos con uniformes de combate delEjrcito, con placas de identificacin colgadas al cuelloy con los brazos ceidos unos a otros por los hombrosen tierras exticas. Se vean a s mismos en aquellasinstantneas, rodeados de sus compaeros, haciendo supropia guerra. Era la prueba. La nica que contaba.

    El sargento Mike Goodale, de permiso en Illinois,intentaba que su madre enfermera lo entendiera.Ella mostr escepticismo ante su bravuconera.

    Quin iba a querer ir a la guerra por propiavoluntad? pregunt.

    Goodale le explic que era como si una enfermera,despus de prcticas y estudios, nunca tuviera la

  • oportunidad de trabajar en un hospital. Eraexactamente lo mismo.

    Todo el mundo quiere estar seguro de que puedehacer bien el trabajo para el que se ha preparado concluy.

    Al igual que los jvenes de los libros, a ellos lesponan a prueba una y otra vez. Pertenecan a otrageneracin, a un nuevo turno de Rangers. Su turno.

    Careca de importancia que los hombres que ibanen los helicpteros no tuvieran mucha cultura y quefueran incapaces de hacer una redaccin en el institutosobre Somalia. Aceptaron los principios del Ejrcito sintitubeos. Los seores de la guerra haban asolado de talmanera la nacin al enfrentarse entre ellos que supueblo se estaba muriendo de hambre. Cuando elmundo enviaba alimentos, los malvados seores de laguerra los interceptaban y mataban a quienes osabandetenerlos. Y entonces los pases desarrolladosdecidieron dejar caer el martillo, es decir, invitar a loschicos malos del planeta para poner orden. Eso decaNuff. Lo poco que haban visto desde su llegada enagosto no haba alterado esta percepcin. Mogadiscio

  • era como el mundo postapocalptico de las pelculas deMad Max de Mel Gibson, gobernado por bandaserrantes de gamberros armados. Estaban all paraponer fin a las maldades de los seores de la guerra yrestaurar la cordura y la civilizacin.

    Eversmann siempre haba querido ser un ranger.No estaba muy seguro de cmo se senta al estar en unpuesto de mando, aunque fuera provisional. Gan elhonor por defecto. El sargento de su pelotn tuvo quemarcharse a casa porque alguien de su familia habacado enfermo. Y luego, el joven que lo reemplaz fuevctima de un ataque epilptico y tambin tuvo que serrepatriado. Eversmann era el mayor que les segua.Acept el puesto sin conviccin. Aquella maana, en lamisa oficiada en la sala de rancho, haba rezado porello.

    Por fin a bordo, Eversmann casi revent de energay de orgullo al observar al ejrcito. Era una fuerzamilitar de vanguardia. Sobrevolando ya en crculos y acierta altura del objetivo, se hallaba el servicio deinformacin ms hbil que pudiera ofrecer EE.UU.,constaba de satlites, un avin espa Orion P3 que

  • alcanzaba grandes alturas, y tres helicpteros OH-58de observacin coronados con un plipo bulboso dealgo ms de metro y medio y parecidos a los LittleBirds de abombado frontal. Los aparatos deobservacin iban equipados con cmaras de vdeo yradiofona y el general Garrison, al igual que los oficialesde categora superior apostados en el Centro deOperaciones instalado en la playa de donde partiera laexpedicin, se emplearan para seguir el curso de losacontecimientos en directo. Sin duda, los directores decine y los guionistas tenan que devanarse los sesospara imaginar las habilidades ms relevantes de losmilitares estadounidenses y, sin embargo, all estaba apunto de estallar la accin real. Se trataba de unamquina militar de finales del siglo XX, engrasada yequipada. Lo mejor de EE.UU. se iba a la guerra, y elsargento Matt Eversmann iba con ellos.

  • 2

    Sobrevolaran el objetivo en tres minutos.Eversmann llevaba los auriculares puestos y escuchabala mayora de las frecuencias en uso y la sintona de lacomandancia, que conectaba a los mandos de tierracon Matthews y Harrell, quienes sobrevolaban encrculo a bordo del Black Hawk encargado del mandoy control, y con Garrison y los otros jefazos del Centrode Operaciones. Los pilotos conectaban con elcomandante de las Fuerzas Areas Matthews, y laFuerza Delta y los Rangers tenan sus propiasconexiones internas. Mientras durase la misin, el restode frecuencias de emisin de la ciudad quedarabloqueado. En medio del constante ruido producidopor los parsitos, Eversmann oa una confusasuperposicin de voces tranquilas, las de los diferenteselementos que se preparaban para el asalto.

    Mientras los Black Hawks descendan sobre laciudad desde el norte para la aproximacin final, losLittle Birds de avanzadilla se acercaban al objetivo.

  • An se estaba a tiempo de abortar la misin.Unos neumticos que ardan en la calle cerca del

    objetivo hicieron cundir el pnico durante unosmomentos. A menudo los somales quemabanneumticos para indicar que surgiran problemas y asavisaban a la milicia. Caba la posibilidad de queestuvieran dirigindose hacia una emboscada?

    Sabis si esos neumticos llevan ardiendo unbuen rato o los acaban de prender? Cambiopregunt el piloto de un Little Bird.

    Arden desde esta maana, lo hemos vistosobrevolando la zona contest el piloto de uno delos aparatos de observacin.

    Dos minutos inform el piloto del Sper SeisSiete a Eversmann.

    Los Little Birds se colocaron en posicin derebote, un salto repentino y una cada en picado parasobrevolar la casa objetivo con los cohetes y las armasapuntando hacia abajo. Una a una, las distintasunidades repetiran Lucy, la palabra en clave quedara comienzo al asalto: Romeo Seis Cuatro, coronelHarrell; Kilo Seis Cuatro, capitn Scott Miller, al

  • mando de la fuerza de asalto Delta; Barbero CincoUno, el veterano piloto Randy Jones, suboficial jefeque iba a la cabeza en el helicptero de combate AH-6 ; Julieta Seis Cuatro, capitn Mike Steele, elcomandante ranger a bordo de la aeronave de Durant;y Uniforme Seis Cuatro, teniente coronel DannyMcKnight, al mando del convoy terrestre encargado deevacuarlos a todos. El convoy estaba estacionado aunas manzanas de distancia.

    Aqu Romeo Seis Cuatro a todos loselementos. Lucy. Lucy. Lucy.

    Aqu Kilo Seis Cuatro, a por la jodida Lucy.Aqu Barbero Cinco Uno, a por la jodida

    Lucy.Julieta Seis Cuatro, a por la jodida Lucy.Aqu Uniforme Seis Cuatro, a por la jodida

    Lucy.Todos los elementos, Lucy.Eran las 15:43. En la pantalla del Centro de

    Operaciones, los comandantes vean mejor que nadieaquel concurrido barrio de Mogadiscio. El HotelOlympic era el punto ms prominente, un edificio

  • blanco de cinco plantas que parecan bloquesrectangulares apilados con terrazas cuadradas en cadapiso. A una manzana hacia el sur, haba otraconstruccin del mismo estilo. Los dos proyectabanlargas sombras en la avenida Hawlwadig, la ancha calleasfaltada donde se hallaban. En los cruces donde unascallejuelas sucias cruzaban Hawlwadig, una tierraarenosa inundaba el pavimento. A la luz del atardecer,la tierra se volva de un llamativo color anaranjado. Enlos patios interiores y entre algunas de las casas mspequeas haba rboles. El edificio objetivo del asaltoestaba al otro lado de la calle Hawlwadig, a unamanzana al norte del hotel. El tipo de construccintambin estaba formado por bloques apilados en formade L; el edificio tena tres plantas en la parte posterior ydos, acabadas en azoteas, delante. Detrs, en el ladosur, haba un pequeo patio rodeado, al igual que ellargo bloque, por un alto muro de piedra. Automviles,peatones y carros de burros se agitaban delante, enHawlwadig. Era una tarde de domingo normal ycorriente. La zona que rodeaba el objetivo estaba aslo unas manzanas del mercado Baleara, el ms

  • concurrido de la ciudad. Acostumbrados ya a lapresencia de helicpteros, quienes deambulaban nisiquiera levantaron la vista cuando los primeros dosLittle Birds avanzaron inexorablemente desde lo alto,procedentes del norte, para ladearse acto seguidodireccin este y salir de escena.

    Ningn helicptero dispar.Un minuto inform el piloto del Sper Seis

    Siete a Eversmann.Los operadores de la Fuerza Delta deban llegar

    primero y tomar el edificio. Los Rangers les seguirandespus de bajar de los Black Hawks por una cuerdarpida y formar un permetro alrededor del bloqueblanco del asalto.

    La Fuerza Delta viajaba en unos bancos situadosfuera de los armazones abombados de los cuatro LittleBirds MH-6. En cada helicptero iba un equipoformado por cuatro hombres. Llevaban gruesoschalecos negros antibalas y unos cascos de yoqueihechos de material plstico sobre unos auriculares y unmicrfono delante que los mantena en constantecontacto oral entre ellos. No portaban insignia alguna

  • en los uniformes. Asomados a la calle mientras seacercaban deprisa y a baja altura, observaron a lagente, sus asombrados rostros vueltos hacia arriba, susmanos, su actitud, y se preguntaban qu pasara cuandotocaran suelo. Los Little Birds estaban a punto deposarse y el pnico empez a cundir entre el gento.Personas y vehculos empezaron a dispersarse en todaslas direcciones. El viento que levantaron los potentesrotores tumb a algunas personas y les levant a unascuantas mujeres los llamativos trajes. Algunos rangersque estaban todava a bastante altura vieron que habagente en la calle que gesticulaba furiosa en su direccin,como si los estuvieran invitando a bajar hasta las callesy pelear.

    En medio de gruesas nubes de polvo, los dosprimeros Little Birds aterrizaron casi de inmediato al surdel blanco en la angosta y deteriorada callejuela. Laatmsfera estaba tan cargada que ni los pilotos ni loshombres sentados en los bancos laterales podan vernada de lo que suceda abajo. Uno de los helicpterosdescubri que el primero se haba apropiado del sitioque originalmente le corresponda para aterrizar, y se

  • vio obligado a ladearse a la derecha y realizar un rpidogiro en crculo hacia el oeste para posarse enfrente delblanco.

    El sargento primero Norm Hooten, un jefe deequipo que iba en el cuarto Little Bird, not que alquedar suspendidos la hoja del rotor mell la partelateral del blanco. Como se imaginaron que el aparatohaba bajado cuanto poda, Hooten y su equipo ledieron una patada a la cuerda rpida y saltaron paraalcanzarla con la intencin de bajar lo que quedaba decamino deslizndose por ella. Fue la cuerda rpida mscorta del mundo. Estaban slo a poco ms de treintacentmetros del suelo.

    Fueron directos hacia la casa. Asaltar un lugar asera la especialidad de la Fuerza Delta. La velocidadresultaba crtica. Cuando una casa repleta de gente sellenaba repentinamente de explosiones, humo yfogonazos, los que estaban dentro se asustaban ydesorientaban durante un rato. La experiencia indicabaque la mayora se tiraba al suelo y se refugiaba en losrincones. A condicin de que los Delta pudierancapturarlos en ese momento de desconcierto, la

  • mayora segua las simples pero severas rdenes sinrechistar. Los Rangers haban observado a los chicos Den accin en varias misiones y los operadores semovan con tal velocidad y autoridad que resultabadifcil imaginar que nadie tuviera la suficiente presenciade nimo para resistirse. Sin embargo, apenas unossegundos podan cambiar las cosas. Cuanto ms tiempodisponan los de dentro para comprender lo queocurra, ms difcil resultaba someterlos.

    El primer grupo de asalto que aterriz en la callesur, a las rdenes del sargento primero Matt Rierson,lanz inofensivas granadas detonantes al patio interior yabrieron de un empujn la puerta metlica de acceso.Subieron corriendo una escalera situada en la parteposterior y se adentraron en la casa mientras gritaban alos de dentro que se echaran al suelo. El grupo deHooten, formado por cuatro hombres, junto con el quemandaba el sargento primero Paul Howe, cargaronhacia el lado oeste del edificio, que daba a la avenidaHawlwadig. Los hombres de Hooten entraron en unatienda con abigarrados dibujos de mquinas de escribir,plumas, lpices y otros artculos de oficina pintados en

  • las paredes frontales, la Olympic Stationery Store.Dentro haba seis o siete somales que, en respuesta alas rdenes ladradas, se apresuraron a arrojarse alsuelo con los brazos extendidos al frente. Hooten ya oaalgn que otro disparo espordico fuera, muchos msde lo que haba escuchado en misiones previas. Elgrupo de Howe entr en la siguiente puerta calle abajo.El sargento, un hombre con una muy buenamusculatura, le dio a un somal que estaba fuera unapatada en la parte baja de las piernas que le hizo caer.Howe barri la estancia con su CAR-i 5, un arma negrade aspecto futurista que llevaba incorporada unaescopeta con accin de bombeo sujeta a la orejeta dela bayoneta en la parte delantera. Era importanteimponer el control inmediato. No encontr ms que unalmacn lleno de sacos y trastos viejos.

    Como los dos grupos saban que buscaban unaresidencia, se apresuraron a regresar a la calle.Corrieron en direccin sur por Hawlwadig y giraron ala izquierda para encaminarse al patio que sus otroscompaeros ya haban allanado. Doblaron la esquina enmedio de una tormenta de polvo que iba en aumento.

  • Los helicpteros Black Hawks ya estaban llegando.El primero, donde iban el comandante Delta de

    tierra y un elemento de apoyo, fulgur a la luz del sol y,mientras el capitn Miller y los otros comandos a bordose descolgaban por la cuerda, qued suspendido a unamanzana al norte del blanco situado en la avenidaHawlwadig. Junto con otro Black Hawk lleno deasaltantes constituira la segunda ola de asalto. Detrsde ellos, iban los Rangers en cuatro Black Hawks;deslizndose por las cuerdas, deban alcanzar lasrespectivas posiciones en las cuatro esquinas de lamanzana con el objetivo de formar el permetro externodel asalto.

    Descolgaron las cuerdas del Black Hawk SperSeis Seis, suspendido sobre la esquina suroeste, y laTiza Tres empez a bajar a la calle en grupos de dos,un hombre desde cada lado del aparato. Un oficial devuelo le gritaba No tengas miedo! a cada uno de losque salan por su lado de la aeronave. El sargento Kenipens mientras se agarraba a la cuerda: Que te jodan,to, t te quedas aqu tan tranquilo.

    El Sper Seis Siete estaba suspendido a bastante

  • altura sobre Hawlwadig, a dos manzanas direccinnorte, y su piloto le dijo a Eversmann:

    Preparaos para lanzar las cuerdas.La Tiza Cuatro se hallaba a unos doscientos metros

    de altura. Nunca se haban deslizado por la cuerdadesde tan alto, y sin embargo el polvo de la callellegaba a las puertas abiertas. Esperaban a que losotros cinco Black Hawks se situaran en posicin y aEversmann le pareci que era muy peligroso mantenerinmovilizado el aparato durante tanto tiempo. Loshombres oan las detonaciones del tiroteo incluso enmedio del ruido del rotor y de los motores. Un BlackHawk colgado en el cielo de aquella forma resultaba unblanco perfecto. Las cuerdas de nailon, de ochocentmetros de grosor, estaban enrolladas delante decada puerta. El artillero Dave Diemer esperaba en lapuerta de la derecha junto con el sargento CaseyJoyce. Cuando, a la orden del piloto, arrojaron lascuerdas afuera, una fue a parar encima de un vehculo,lo que retras el ataque an ms. El Black Hawks diouna sacudida hacia delante para que la cuerda sesoltara.

  • Nos hemos quedado un poco cortos respecto ala posicin deseada le inform el piloto a Eversmann.

    Estaban, ms o menos, a una manzana al norte dela esquina adjudicada.

    No importa replic el sargento, quien creaque estaran ms seguros en tierra.

    Nos hemos quedado cien metros cortos advirti el piloto.

    Eversmann le indic con el pulgar que todo ibabien.

    Los hombres empezaron a saltar. Los artillerossituados en las puertas gritaban:

    Fuera!Fuera!Fuera!Eversmann sera el ltimo en saltar. Se sac los

    auriculares y durante un momento el ruido delhelicptero, las explosiones y los disparos de tierra lodejaron sordo. Por regla general, Eversmann se ponatapones en los odos, pero aquel da no los habacogido porque saba que llevara auriculares. Los colgde la cantimplora y busc las gafas. En su lucha contrala excitacin y la confusin, todos sus movimientos seralentizaban. Despus de ponerse las gafas,

  • permanecera atento a las instrucciones del oficial devuelo y dejara los auriculares sobre el asiento antes desalir. La cinta de las gafas se rompi. En un intento derecomponerla, forceje con ella mientras el ltimo desus hombres saltaba; como le haba llegado el turno dedeslizarse por la cuerda, arroj las gafas y salt; peroarranc el cable de los auriculares y los llev consigo ensu salida del helicptero.

    No se haba dado cuenta de lo altos que estaban.En los entrenamientos nunca haban efectuado undescenso por la cuerda tan largo. A pesar de losgruesos guantes de piel, el roce le quemaba y laspalmas le escocan, adems, agarrado a la cuerda cuanlargo era, se senta vulnerable y los segundos se lehacan eternos. Se acercaba ya al suelo cuando, atravs del polvo arremolinado bajo sus pies, vio queuno de sus hombres estaba boca arriba en el suelo alpie de su cuerda. A Eversmann le dio un vuelco elcorazn. Haban herido a alguien! Sujet fuerte lacuerda para no aterrizar sobre el muchacho. Se tratabadel soldado ms joven. Eversmann puso pie en tierrajunto a l y los oficiales de vuelo en el avin soltaron las

  • cuerdas, que cayeron retorcindose golpeando elpavimento. Cuando los Black Hawks se alejaron, elruido y el polvo empezaron a desvanecerse, y se abripaso el olor a almizcle caracterstico de la ciudad y elde la podredumbre.

    Blackburn sangraba por la nariz y los odos. Loatenda el soldado raso Mark Good, enfermero. Elmuchacho tena un ojo cerrado y el otro abierto. Lesala sangre de la boca y emita un gorgoteo. Yaca sinconocimiento. Good lo haba asistido aplicando susconocimientos de urgencias, pero aquello se leescapaba de las manos. Era la herida ms grave quevea el destacamento especial en Somalia.

    A Blackburn no le haban disparado, haba cado.De alguna forma le haba fallado la cuerda. Una bajadade unos quince metros en lnea recta hasta la calle.Acababan de asignarle el puesto de ayudante delartillero 6o en la tiza y, como portaba una gran cantidadde municin, soportaba demasiado peso para bajar porla cuerda rpida. Esto, sumado a los nervios, la alturade la cuerda por la que deba descolgarse fuese loque fuese, no se sostuvo. Daba la impresin de haberse

  • reventado por dentro. Eversmann se alej de all e hizoun rpido recuento de su tiza.

    Hawlwadig tena una anchura aproximada dequince metros y, como el resto de Mogadiscio, estaballena de escombros. La nube de polvo era ms fina y yapoda ver que sus hombres se haban retirado a cadalado de la calle contra los muros de piedra fangosa.Eversmann permaneca en medio de la calzada conBlackburn y Good. Haca calor, y la arena se le pegabaa los ojos, la nariz y las orejas. Les estaban disparando,pero sin precisin. Resultaba extrao, pero al principio,el sargento no se haba percatado de ello. Cuando lasbalas vuelan por encima de la cabeza de uno llaman laatencin, pero l estaba demasiado preocupado paraadvertirlo. Slo entonces se dio cuenta. Las balasemitan un sonoro chasquido al pasar, como si serompiera un palo de nogal seco. Era la primera vez quele disparaban. O sea que es esto, pens. Comoresultaba un blanco perfecto, consider preferibleponerse a cubierto. Entre l y Good cogieron aBlackburn por debajo de los brazos y la cabeza,intentando que el cuello no se torciera, y lo arrastraron

  • hasta la parte oeste del cruce, donde se agazaparondetrs de dos automviles aparcados all.

    Eversmann grit a su operador de radio, el soldadoraso Jason Moore, que estaba calle arriba, queconectase con el capitn Mike Steele en la emisora dela compaa. Steele y dos tenientes, Larry Perino y JimLechner, haban llegado hasta all deslizndose por lacuerda junto con el resto de la Tiza Uno en la esquinasureste del objetivo. La Tiza Cuatro estaba en laesquina noroeste. Los minutos pasaban. Moore lecontest a gritos que no poda conectar con Steele.

    Qu quieres decir que no puedes contactar conl?

    Moore se limit a encogerse de hombros. Elmascador habitual de tabaco, aquel matn dePrinceton, en Nueva Jersey, llevaba unos auricularesbajo el casco que le permitan hablar sin levantar lasmanos. Antes de salir, haba pegado el interruptor deencendido y apagado del micrfono al rifle un toqueelegante, pens. Sin embargo, al deslizarse por lacuerda, no se haba dado cuenta de que el cable deconexin rozaba con sta. La friccin lo haba

  • quemado. Pero Moore todava no lo saba y por lotanto no entenda por qu sus llamadas no eranatendidas.

    Eversmann prob el walkie-talkie que llevabaconsigo. Steele segua sin contestar, pero tras variosintentos el teniente Perino hizo su aparicin en la lnea.El sargento saba que aqul era su primer combate, y laprimera vez que estaba al mando, as que se esforzpor hablar despacio y claro. Explic que Blackburnhaba cado y estaba herido, grave. Deban evacuarlo.Eversmann trat de transmitir urgencia sin alarmismo.

    Repite dijo Perino.La voz del sargento iba y vena en la radio y

    Eversmann repiti sus palabras. Una pausa. Acontinuacin, se oy de nuevo la voz de Perino.

    Reptelo todo otra vez, cambio.Eversmann grit entonces al repetir: Hombre

    herido! tenemos QUE EVACUARLO CUANTOANTES!

    Tranquilzate replic Perino.Sus palabras sacaron de quicio a Eversmann. Era el

    colmo del descaro.

  • Como resultado de la llamada, aparecieron dosenfermeros de la Fuerza Delta por la avenidaHawlwadig: los sargentos primero Kurt Schmid y BartBullock. Estos hombres, ms experimentados, seapresuraron a echarle una mano a Good. Schmid leintrodujo un tubo en la garganta para ayudarle arespirar. Bullock clav una aguja en el brazo delmuchacho y le conect una bolsa de suero intravenoso.

    El tiroteo era cada vez ms intenso. Los oficialesque observaban las pantallas en el centro de mandotenan la impresin de haber metido un palo en unavispero. Observar una batalla en tiempo real era algoasombroso y desconcertante a la vez. Las cmaras quepodan captar la lucha desde arriba mostrabanmontones de somales levantando barricadas por todaspartes e incendiando neumticos para atraer ayuda.Miles de personas se lanzaban a las calles, muchasarmadas. Salan corriendo de todos lados y se diriganal mercado Bakara, donde los muchos helicpteros quevean en el cielo marcaban claramente el lugar de laciudad donde se libraba el combate. Procedentes delos lugares ms lejanos, aparecan vehculos con

  • individuos armados. Daba la impresin de que la mayorparte acuda por el norte y, por consiguiente, se dirigahacia la posicin de Eversmann y de la Tiza Dos, cuyoshombres haban aterrizado en la esquina situada ms alnoreste.

    Los chicos de Eversmann se desplegaban enabanico y disparaban en todas las direcciones salvohacia el edificio blanco del asalto. Al otro lado de lacalle, donde los enfermeros atendan a Blackburn, elsargento Casey Joyce apuntaba con su M-16 hacia lamultitud creciente de la parte norte. Doblando lasesquinas de varias manzanas calle arriba, se acercabansomales en grupos de doce o ms, y otros, ms cerca,entraban y salan disparando de las callejuelasadyacentes. Aunque las armas de los estadounidensesles imponan respeto, ellos se abran paso poco a poco.Un estricto y comprometido reglamento limitaba a losRangers. Slo podan dispararle a quien les apuntaracon un arma, al menos en teora. Era evidente que lesdisparaban y que calle abajo haba somales armados.Pero los que portaban armas se entremezclaban con losque iban desarmados, entre ellos mujeres y nios. Por

  • regla general, los no combatientes, cuando oyendisparos o explosiones, se dan a la fuga. Sin embargo,en Mogadiscio, cuando se produca un disturbio, lagente se precipitaba al lugar de los hechos. Hombres,mujeres, nios e incluso ancianos y enfermos. Sertestigo se haba convertido en un imperativo nacional.Los rangers que los vean desde arriba rogaban ensilencio a los mirones que, por todos los demonios, sealejaran de all.

    Los hechos no se desarrollaban segn el guinmental de Eversmann. Su tiza an se hallaba a unamanzana al norte de su posicin. Crea que no tendrandificultad alguna para deslizarse hasta all al tomar tierra;sin embargo, la cada de Blackburn y la inesperadaintensidad del tiroteo no lo haba hecho posible. Eltiempo jugaba malas pasadas. Habra sido difcilexplicarlo a alguien que no estuviera presente. Parecaque los acontecimientos se sucedan a un ritmofrentico; sin embargo, sus percepciones seralentizaban; los segundos eran minutos. No tena ideade cunto tiempo haba transcurrido. Dos minutos?Cinco? Diez? Costaba creer que las cosas se

  • hubieran puesto tan mal en tan breve intervalo detiempo.

    Saba que los chicos D actuaban con granceleridad. No dejaba de mirar atrs para ver si elconvoy terrestre se marchaba. Era demasiado pronto,pero a pesar de todo segua mirando, sin perder laesperanza, pues ello habra significado que seacercaban al final de la misin. Deba de haberse giradouna docena de veces cuando vio al primer Humveedoblando la esquina a unas tres manzanas calle abajo.Qu alivio! Pens que tal vez los chicos D habanacabado y se podran marchar todos de all.

    Schmid, el enfermero de la Fuerza Delta, habaexaminado a Blackburn ms detenidamente, y estabapreocupado. Como mnimo, el chico tena una heridagrave en la cabeza, y la parte posterior del cuelloestaba muy inflamada. Poda tratarse de una fractura.Levant la vista hacia Eversmann.

    Necesito con urgencia una camilla, sargento. Sino lo sacamos de aqu lo antes posible, morir.

    Eversmann llam a Perino de nuevo.Escucha, es vital que evacuemos a este

  • muchacho, o morir. Puedes mandarme a alguienhasta aqu?

    No, los Humvees no podan llegar all. As se lo dijoEversmann al enfermero de la Fuerza Delta.

    Escucha, sargento, tenemos que sacarlo de aqureplic Schmid.

    Y Eversmann llam a dos sargentos de suescuadra, Casey Joyce y Jeff McLaughlin, quienes seacercaron corriendo. Se dirigi al mayor de los dos,McLaughlin, y le grit por encima del cada vez msintenso estruendo del combate.

    Tenis que llevar a Blackburn hasta losHumvees que estn cerca del blanco!

    Desenrollaron una camilla y depositaron aBlackburn en ella. Cinco hombres fueron con l, Joycey MacLaughlin a la cabeza, Bullock y Schmid detrs, yGood corriendo al lado para sostener la bolsa del sueroconectada al brazo del muchacho. Corran agachados.MacLaughlin crea que Blackburn no lo resistira. Eraun peso muerto en la litera, y sangraba por la nariz y laboca. Todos gritaban: Aguanta! Aguanta!. Pero ajuzgar por su aspecto, ya haba abandonado.

  • Se vean obligados a dejar la camilla en el suelopara devolver los disparos. Corran unos pasos,dejaban a Blackburn en el suelo, disparaban, volvan alevantarlo y avanzaban unos metros para, acto seguido,volver a depositarlo en el suelo.

    Tenemos que conseguir que los Humvees lleguenhasta nosotros dijo Schmid. Si seguimoslevantndolo y bajndolo as vamos a matarlo.

    Joyce se ofreci para ir a buscar un Humvee. Echa correr.

  • 3

    En las pantallas y por los altavoces del Centro deOperaciones, pareca que todo se desarrollaba connormalidad. El centro de mando era un edificio de dosplantas encalado situado junto al hangar de la basearea del destacamento especial Ranger. En ciertaocasin le cay un mortero y el tejado estabaderrumbado por un lado. Le sobresalan tantas antenasy cables que los soldados lo llamaban el puerco espn.En el primer piso, desembocando en un pasillo largo,tres habitaciones estaban ocupadas por los oficiales demayor graduacin, con los auriculares puestos y con losojos clavados en las pantallas de televisin. El generalGarrison, instalado en la parte posterior de la sala deoperaciones, mascaba su puro y permaneca pendientede todo. Las imgenes a color del conflicto llegabanprocedentes de las cmaras instaladas en el avin espaOrion y en los helicpteros de observacin, yfuncionaban cinco o seis frecuencias radiofnicas.Seguramente Garrison y su equipo contaban con ms

  • informacin instantnea sobre esta batalla que ningnotro comandante en la historia pero, salvo observar yescuchar, poco era lo que podan hacer. Mientras laaccin continuara, los hombres en el puesto de luchaeran quienes deban tomar cualquier decisin. Elcometido del general consista en permanecer porencima de la situacin y pensar uno o dos pasos pordelante. En el caso de que las circunstanciasempeoraran, poda llamar a la base de la ONU situadaal otro lado de la ciudad y donde esperaban las tropasde la 10.a Divisin de Montaa, tres compaas delEjrcito regular con diferentes grados de preparacin.Hasta el momento no haba sido necesario. Aparte deun ranger herido, la misin iba segn lo previsto. En elinstante en que supieron de la cada de Blackburn, loschicos D que se hallaban en el interior de la casaobjetivo les comunicaron por radio que habanencontrado a los hombres que estaban buscando. Laoperacin iba a ser un xito.

    Corran un riesgo al meterse en el barrio MarNegro de Aidid a plena luz del da. El cercano mercadoBakara era el centro del mundo Habr Gidr. Estar en la

  • puerta contigua era como meter un dedo en el ojo alseor de la guerra. Las fuerzas de Naciones Unidasdestinadas en Mogadiscio, formadas por paquistanesdesde que los Marines estadounidenses se retiraran enmayo de aquel ao, no se acercaban a aquella parte dela ciudad. Era el nico lugar donde las fuerzas de Aididpodan organizar un conflicto serio en corto espacio detiempo, y Garrison conoca el peligro que conllevabaatacar all. El compromiso de Washington con respectoa Somalia no iba a resistir muchas prdidasestadounidenses. Lo haban advertido en uncomunicado haca apenas unas semanas:

    Si nos acercamos al mercado Bakara, aunquesalgamos victoriosos del tiroteo que sin duda sedesencadenar, seguramente perderemos la guerra.

    La hora tambin era un riesgo. El destacamentoespecial de Garrison prefera trabajar de noche. Eranlos superpilotos del SOAR 160, los cuales se hacanllamar los Cazadores Nocturnos, quienes conducan sushelicpteros. Eran expertos en volar a oscuras. Con lasgafas de visin nocturna, eran capaces de viajar en unanoche sin luna como si fuera medioda. Los pilotos de la

  • unidad haban participado en casi todas las operacionesblicas terrestres estadounidenses desde Vietnam.Cuando no estaban en combate, practicaban, y susaptitudes eran asombrosas. Aquellos pilotos noconocan el miedo y podan entrar y salir con sushelicpteros de lugares donde habra resultado difcilintroducirlos incluso con una gra. La oscuridad hacaque la velocidad y la precisin de los chicos D y de losRangers fueran ms que mortales. La noche lesproporcionaba otra ventaja. Muchos somales, sobretodo los jvenes que patrullaban Mogadiscio envehculos tcnicos que contenan ametralladoras decalibre 50 en la parte posterior, eran adictos al khat,una anfetamina suave parecida al berro. La cspide delcrculo se situaba a media tarde. La mayora empezabaa mascar hacia medioda y al atardecer ya estabancolocados, excitados y deseosos de accin. Entrada lanoche, era todo lo contrario. Los que mascaban khatya no servan para nada. Por consiguiente, la misin deaquel da requera ir al peor sitio de Mogadiscio y a lapeor hora posible.

    A pesar de ello, la oportunidad de capturar a los

  • dos hombres principales de Aidid era demasiadotentadora para dejarla escapar. Haban realizado yatres misiones a la luz del da sin problemas. El riesgoformaba parte del trabajo. Eran audaces; por esoestaban all.

    Los somales haban sido testigos de seis asaltos y,por consiguiente, saban a qu atenerse. Eldestacamento especial los haba mantenido en vilo. Tresveces al da, hubiera o no misin, Garrison haca subir alos hombres a los helicpteros y los mandaba a dar unavuelta sobre la ciudad. Al principio, los rangersdisfrutaban como locos. Se metan en tropel al fondo deun Black Hawk y se aferraban a la vida. AquellosCazadores Nocturnos de primera descendan en picadohasta baja altura, y a gran velocidad, y se inclinabanlateralmente de forma tan brusca que se les revolvanlas entraas. Casi rozaban las calles al volar bajo lalnea de los tejados, pasaban como rayos entre lasparedes y la gente de ambos lados a los que veanborrosos, y luego se elevaban cientos de metros paravolver a precipitarse hacia abajo en medio de los gritosde los hombres. El cabo Jamie Smith escribi a su

  • familia de Long Valley, Nueva Jersey, que aquellosvuelos donde los ponan a prueba eran como subir enuna montaa rusa de Six Flags. Pero despus detantos vuelos, ya no tena gracia.

    Garrison tambin haba tomado la precaucin devariar las tcticas empleadas. Por regla general,llegaban en helicpteros y se marchaban en medios detransporte terrestres, pero a veces iban con estosltimos y la vuelta la hacan con helicpteros. Enocasiones la ida y la vuelta se llevaba a cabo enhelicpteros o en vehculos. As cambiaban el esquema.Por encima de todo, la tropa era buena. Eraexperimentada y estaba bien entrenada.

    Tuvieron la oportunidad de capturar a Aidid en msde una ocasin, pero no era esto lo nico quepretendan. Las seis misiones anteriores infundieronmiedo en las filas del Habr Gidr y, ms recientemente,haban eliminado a las personas clave del seor de laguerra. Garrison consideraba que, hasta la fecha, lohaban hecho muy bien, a pesar de ciertos artculosperiodsticos que los trataban de chapuceros. Cuando,en la primera misin, arrestaron a un grupo de

  • empleados de Naciones Unidas (capturaron a losempleados en una zona prohibida y en posesin decontrabando procedente del mercado negro), la prensalos calific de los Keystone Kops. Garrison fotocopilos artculos y los envi a la base. Este tipo de cosasan soliviantaba ms a los muchachos, pero para elpblico y los oficiales de Washington, tan preocupadospor la forma en que se manipulaban las noticias en laCNN, el destacamento especial era, por el momento,un fracaso. Les asignaban lo que pareca ser una misinfcil, capturar al seor de la guerra, el prepotentesomal Mohamed Farrah Aidid o, si ello no era posible,desmontar su organizacin, pero tras seis semanas elxito de la operacin no se vea ni en pintura. Lapaciencia estaba disminuyendo y la presin por verprogresos era cada vez mayor.

    Aquella maana, en su despacho, Garrison le dabavueltas al asunto. Era como intentar darle a una bola debisbol con los ojos vendados. Tena un destacamentoque poda lanzar sobre un edificio, cualquiera, deMogadiscio slo con avisarles con unos minutos deantelacin. No eran unos cualesquiera, eran ms

  • rpidos, ms fuertes, ms inteligentes y ms expertosque cualquier soldado del mundo.

    No tena ms que indicar un edificio como blanco, ylos chicos D se apoderaran de l tan rpidamente quelos malos se veran atrapados antes de que el sonido delas granadas detonadoras y las cargas explosivasdejaran de resonar en sus odos. Podan evacuarlosmediante camiones o helicpteros.

    Los Keystone Kops eran un grupo de artistas delcine mudo que representaban la imagen estereotipadadel guardia de aquellos tiempos, que se meta en milsituaciones del gnero vulgarmente denominadoastracanada, antes de que la milicia del barrio tuvieratiempo para ponerse los pantalones. Los hombres deGarrison eran capaces de hacer todo eso y, adems,filmar un vdeo en color de toda la operacin con finesdidcticos (y para presumir un poco en el Pentgono),pero resultaba imposible hacerlo si los espas que tenanen la ciudad no les proporcionaban la informacinadecuada.

    Durante tres noches seguidas se haban preparadopara atacar la casa donde se supona iba a estar Aidid,

  • o a punto de llegar (as se lo haban comunicado susespas). Cada vez haba sido una falsa alarma.

    Garrison saba desde el primer momento que elservicio de informacin iba a ser un problema. El planinicial consista en que un espa somal, intrpido einformado, el jefe de las operaciones locales de la CIA,le regalase a Aidid, poco despus de que llegara eldestacamento especial, un elegante bastn esculpido amano. Dentro de la empuadura del bastn se ocultabauna luz con cabeza buscadora. Pareca algo bastanteseguro hasta que, el da que lleg Garrison al pas, elteniente coronel Dave McKnight, su jefe del EstadoMayor, le inform de que su maravilloso cooperante sehaba pegado un tiro en la cabeza jugando a la ruletarusa. Era un juego estpido y machista del queparticipaban los tos que haban vivido demasiadotiempo en la cuerda floja.

    No est muerto le dijo MacKnight al general, pero bastante jodido.

    Cuando uno trabajaba con lugareos siempresurgan problemas. Pocas personas lo saban mejor queGarrison, quien, con el pelo gris cortado al cero,

  • uniforme de campaa, botas de combate, una pistola de9mm. que llevaba en bandolera dentro de una pistolera,y el medio puro apagado perpetuamente en la comisurade los labios, era la viva imagen del macho militarestadounidense. Haca tres dcadas que Garrison vivaen la cuerda floja. De entre los principales oficiales delEjrcito estadounidense, l era uno de los menosconocidos. Haba dirigido operaciones secretas en todoel mundo: Asia, Oriente Prximo, frica,Centroamrica, el Caribe. Y lo que tenan en comntodas estas misiones era que requeran la colaboracinde los nativos.

    Necesitaban asimismo un bajo nivel de estupidez.El general era un cnico escptico. Lo haba visto casitodo y no esperaba mucho, salvo de sus hombres. Sutosca campechana encajaba bien con un oficial cuyacarrera no se haba iniciado como graduado en laacademia militar, sino como simple soldado raso. Sirvidos veces en Vietnam, en parte ayudando a dirigir eltan denostado y brutal programa Fnix, que sali a laluz y acab con los lderes del Viet Cong. Algo asbastaba para acabar con el idealismo de cualquiera.

  • Garrison lleg a general sin valerse de las tcticaspolticas ms propias de la estrategia militar y querequera delicados eufemismos y una frecuenteofuscacin. Era realista sin dobleces que evitaba lapompa y la ostentacin de la vida militar de los altosmandos. Ser soldado era luchar. Era matar a los demsantes de que te mataran. Era abrirse camino mediante lafuerza y la astucia en un mundo peligroso, pasar las deCan en la selva, vivir entre basura, en condicionesdifciles, soportar privaciones y riesgos que pueden, yas ocurre a veces, matarle a uno. Era un trabajo sucio.Lo cual no significa que no haya hombres que les guste,cuyo objetivo en la vida sea esto. Garrison era uno desos. l acept su crueldad. No dudara en decir: estehombre debe morir. Sin ms. Haba personas quedeban morir. As funcionaba el mundo real. Lo quems le gustaba a Garrison era un golpe bien realizado, ysi las cosas no salan segn lo previsto y haba queespabilarse, entonces era hora de encontrar el oscuroplacer de la contienda. Por qu ser soldado si uno nopoda disfrutar de un buen intercambio de tiros capazde poner los pelos de punta y hacerle saltar el corazn

  • en el pecho? Que es precisamente lo que haca que lfuese tan bueno.

    No se tomaba demasiado en serio a s mismo, loque haca que inspirase lealtad y afecto. Cuandocontaba una historia, y el general era un gran narrador,lo haca ponindose en ridculo. Le encantaba explicarque hizo lo imposible para contratar un conjunto derock (con 5.000 dlares de su propio bolsillo) paradistraer a su tropa, inmovilizada durante meses en eldesierto del Sina en una misin pacificadora y, despusde todos los esfuerzos, lleg un soldado ingenuo y leinform alegremente de que el conjunto perda aceite.l se pas el cabo del cigarro al otro lado de la boca yesboz una sonrisa avergonzada. Poda inclusobromear sobre su falta de ambicin, una rareza en elEjrcito. Muchachos, si segus haciendo tantastonteras se lamentaba ante su equipo ejecutivo,cmo voy a conseguir llegar a general? En su carreraascendente del Centro de Operaciones, haba servidouna temporada en la Fuerza Delta como comandante.Cuando, a mediados de los ochenta, lleg a Braggrecin ascendido a coronel, de buen principio su corte

  • de pelo al cero inspir recelo y desdn entre los chicosD, que lucan patillas, barba o bigote y el cabello sobrelas orejas, como los civiles. Sin embargo, poco despusde su llegada, les sac de un buen apuro. Se descubrique algunos de los supersoldados secretos deNorteamrica cargaban sus gastos de viajes secretosinternacionales por partida doble, facturaban al Ejrcitoy al Departamento de Estado. El escndalo habrapodido acabar con la unidad, ya despreciada por losaltos mandos convencionales. El nuevo coronel de lacabeza rapada podra haber ganado puntos y allanadoel camino de su ascenso expresando ira y poniendoorden en el cuartel; por el contrario, Garrison puso enpeligro su carrera, pues defendi a la unidad y limit elcastigo a los que ms se haban aprovechado. Salv elpellejo de un buen nmero de soldados, y los hombresno lo olvidaban. Con el tiempo, su despreocupadoestilo a lo llanero solitario y su confianza naturalcontagi a toda la unidad. En su mayora, eranmuchachos procedentes del barrio suburbano deNueva Jersey y que, tras unas semanas en la FuerzaDelta, usaban botas puntiagudas, mascaban tabaco y

  • hablaban como los vaqueros.Haca seis semanas que Garrison viva en el Centro

    de Operaciones, la mayor parte del tiempo en unpequeo despacho privado que daba a la sala deoperaciones y donde poda estirar sus largas piernas,poner los pies sobre el escritorio y aislarse del ruido.Este era uno de los mayores problemas en unaactividad como aqulla. Uno deba apartar las sealesdel ruido. No haba nada del general en aquel espacioprivado, ni fotos ni recuerdos. Era as como l viva.Poda marcharse de aquel edificio sin previo aviso y nodejar atrs ninguna huella.

    Se trataba de concluir el trabajo y desaparecer.Hasta entonces, la operacin haba requerido unadedicacin completa. El general contaba con unacaravana situada en la parte posterior, adonde seretiraba a intervalos irregulares para robar unas cincohoras de sueo, pero normalmente acampaba en supuesto de mando, alerta, listo para la accin.

    Un ejemplo de ello fue la noche anterior. Primeroles informaron de que Aidid, a quien le haban asignadocomo nombre de guerra Oso Yogui, tena previsto

  • visitar al jeque Aden Adere en su propiedad situada enla parte alta del Mar Negro. Se lo haba dicho a unespa del lugar un sirviente que trabajaba all. Unaspotentes cmaras enfocaban el lugar desde el Orion,aquel antiguo y achaparrado avin espa de la Marinapropulsado por cuatro hlices que no dejaba desobrevolar en crculo la ciudad, y los dos pequeoshelicpteros de Garrison destinados a la observacindespegaron. La tropa se pertrech. Como el recinto deAden Adere era uno de los blancos previstos en susplanes, el tiempo de preparacin era cero. Pero nopodan pasar a la accin, o Garrison no quera pasar ala accin, sin una informacin ms precisa. Eldestacamento especial ya haba pasado vergenzademasiadas veces. Antes de lanzarse al asalto, Garrisonquera que dos cooperantes somales entrasen en lafinca y viesen a Aidid con sus propios ojos y que, actoseguido, colocaran unas luces estroboscpicasinfrarrojas junto al edificio que deban asaltar. Losinformantes lograron entrar en el recinto, pero salieronpoco despus sin haber cumplido la misin. Explicaronque haba ms guardias que de costumbre, tal vez

  • cuarenta. Ellos insistan en que Aidid estaba en la finca,por qu entonces los Rangers no se ponan enmovimiento? Garrison pidi que uno de ellos regresaracon las luces estroboscpicas, localizara al maldito OsoYogui y marcara el condenado lugar. Fue entoncescuando los cooperantes confesaron que no podanvolver a entrar. Era de noche, las nueve pasadas, y laspuertas de acceso al recinto, como cada da a estashoras, estaban cerradas. Los guardias solicitaban unacontrasea que los espas ignoraban.

    Lo cual, tal vez, se deba slo a la mala suerte.Garrison, aunque a regaadientes, anul otra misin.Los pilotos y las tripulaciones volvieron a tierra con sushelicpteros y los soldados se despojaron del equipo yvolvieron a sus catres.

    Ms tarde, lleg otro boletn. Los mismos espassomales decan que Aidid haba abandonado el lugaren un convoy de tres automviles con los farosapagados. Aadan que uno de ellos haba seguido alconvoy en direccin oeste, hacia el Hotel Olympic,pero que lo haban perdido cuando los vehculosdoblaron al norte para dirigirse a la calle zi de octubre.

  • Pareca tener sentido, salvo que los dos OH-5 8todava permanecan en el mismo lugar, equipados concmaras de visin nocturna que alumbraban la escenacomo una luna teida de verde, y ni ellos ni nadie queobservara las pantallas en el Centro de Operacionesvean nada!

    Por todo ello, se ha producido cierta fatiga tantoentre [el grupo de espas locales] como en eldestacamento especial, escribi a mano aquellamaana Garrison sentado a su escritorio en el Centrode Operaciones, a fin de desahogar un poco lafrustracin que se haba apoderado de l a lo largo decuarenta y tres das. El informe iba dirigido al general deinfantera Joseph Hoar, su comandante en elCENTCOM (Central de Mando estadounidense,ubicada en la base MacDill de las Fuerzas Areas enTampa, Florida).

    Por regla general, [el grupo de espas locales]tiende a creer que un informe de segunda manoprocedente de un particular que no es miembro delequipo debera bastar para ser considerado un serviciode informacin. No soy de la misma opinin. Asimismo,

  • cuando un miembro del equipo [del grupo de espaslocales] ofrece una informacin diferente de lo queobservan nuestros helicpteros (que nosotrosobservamos en el Centro de Operaciones), porsupuesto, inclino la decisin de atacar hacia lo que enrealidad vemos, y no hacia lo que alguien nos cuenta.Hechos como el de ayer noche, en que el Equipo zaseguraba que Aidid acababa de abandonar el recintoen un convoy compuesto por tres vehculos, cuandosabemos que ningn automvil sali de la propiedad,tienden a debilitar todava ms la confianza.

    Demasiadas llamadas supuestamente precisas ymuchos fallos rayanos en el fracaso. Demasiado tiempoentre misiones. En seis semanas haban realizado seisataques. Y varias de estas misiones no podancalificarse de xitos sonados. Despus de la primeraincursin, en que arrestaron a nueve empleados deNaciones Unidas en Lig Ligato, en Washington se armun buen revuelo. El presidente de los jefes del EstadoMayor, Colin Powell, dijo poco despus: No sabadnde meterme. Estados Unidos se disculp y lospresos quedaron en libertad.

  • El 14 de septiembre, la tropa tom por asalto loque result ser la residencia del general somal AhmenJilao, un aliado prximo de Naciones Unidas y elhombre que preparaban para dirigir las proyectadasfuerzas policiales somales. La tropa estaba impacientey tena ganas de atacar, cualquier cosa. Con estapredisposicin de nimo, no hicieron falta muchasexcusas para lanzarse al ataque. Uno de los rangerscrey haber distinguido a Aidid en un convoy deautomviles fuera de la embajada italiana, se repleg lafuerza de asalto y arrestaron al muy asombrado generalJilao y a treinta y ocho hombres. Nuevas disculpas.Todos los sospechosos fueron puestos en libertad. Alda siguiente, en un cable donde se detallaba la debaclepara los oficiales de Washington, el enviadoestadounidense Robert Gosende escribi: Tenemosentendido que hubo desperfectos en algunos edificiosLos implicados han pedido disculpas al general Jilao.No sabemos si la persona que se confundi por elgeneral Aidid era el general Jilao. Resultara difcilconfundir a este ltimo con Aidid. Jilao es treintacentmetros ms alto que Aidid y de piel clara. Aidid es

  • de complexin delgado y de marcados rasgos semitas.Jilao tiene sobrepeso y cara redonda Nos preocupaque este episodio pueda llegar a odos de la prensa.

    No fue as en aquella ocasin, pero en los crculosoficiales el destacamento especial volva a parecerse alos Keystone Kops. Poco importaba que todas y cadauna de estas misiones fueran difciles y peligrosas engrado sumo, una obra maestra de coordinacin yejecucin. Hasta el momento ningn hombre haba sidogravemente herido. Poco importaba que su ltimaincursin hubiera dado como resultado la captura deOsman Atto, el financiero de Aidid y miembro de sucrculo ntimo. Washington estaba impaciente. ElCongreso quera que los soldados estadounidensesestuvieran en casa, y la administracin Clinton no queratener a Aidid como lder en Somalia. Agosto habadado paso a septiembre y ste a octubre. A tenor delos deseos de Estados Unidos y del mundo, un da msera un da demasiado largo para que el seor de laguerra, de quien la embajadora de Naciones Unidas enEstados Unidos, Madeleine K. Albright, haba dichoque era un gngster, les siguiera fastidiando.

  • Aunque la cautela supusiera la prdida deoportunidades, Garrison no poda permitirse otrametedura de pata. Saba que sus superiores e inclusoalgunos hombres de su propio equipo pensaban que semostraba demasiado indeciso a la hora de escoger lasmisiones. Qu se poda esperar con un trabajo tanprecario en el terreno?

    En principio, atacaremos si [un miembro del grupode espas locales] informa que ha visto a Aidid o a suslugartenientes, si las escenas de nuestro RECCE[reconocimiento] se aproximan a lo que se nos indica, ysi el informe es lo bastante actual para ser puesto enprctica, escribi Garrison en este memorndumdirigido a Hoar. No hay ningn sitio en Mogadiscio alque no podamos acceder y triunfar en un combate.Pero hay muchos lugares adonde podemos ir y hacer elridculo.

    Y precisamente aquel da, como si fuera man, sehaban cumplido los rgidos criterios del general.

    Cada domingo por la maana, el clan Habr Gidrorganizaba un mitin junto a la tribuna de autoridades enla va Lenin, desde donde lanzaban insultos a Naciones

  • Unidas y a sus mandados los estadounidenses. Uno delos principales oradores de aquella maana era OmarSalad, el principal consejero poltico de Aidid. Como elclan todava no haba descubierto que los Rangersincluan en sus objetivos a los altos mandos de la bandade Aidid, Salad no intentaba esconderse.

    Era una de las Personalidades de Primera Fila deNaciones Unidas. Cuando la manifestacin se disolvi,los estadounidenses vieron desde arriba su ToyotaLand Cruiser blanco y otros automviles que se diriganhacia el norte, al mercado Bakara. Observaron queSalad entraba en una casa situada a una manzana alnorte del Hotel Olympic. Hacia las 13:30, un espasomal confirm por radio que Salad iba a reunirse conAbdi Qeybdid Hassan Awale, el, aparentemente,ministro del Interior de Aidid. Dos blancos de primera!Era posible que Aidid estuviera tambin all pero, comosiempre, nadie lo haba visto con sus propios ojos.

    En lo alto del cielo, el Orion dirigi las cmaras albarrio mar Negro y los helicpteros de observacindespegaron. Se situaron sobre el barrio para observarla calle. Las pantallas de televisin del Centro de

  • Operaciones mostraban gente y vehculos deambulandopor las calles, una tpica tarde de fin de semana en elmercado.

    A fin de marcar el lugar exacto donde se reunanSalad y Qeybdid, ordenaron a un cooperante somalque se dirigiese con su coche, un pequeo sednplateado con rayas rojas en las puertas, hasta el hotel,que bajase, levantase el cap e inspeccionara el interiorcomo si hubiera sufrido una avera. De esta forma, lascmaras de los helicpteros podran localizarlo. Actoseguido, deba continuar en el automvil direccin nortey detenerse delante de la casa donde se hallaban loslderes del clan. El informante hizo lo ordenado, pero sequed tan poco tiempo con el cap abierto, que loshelicpteros no pudieron localizarlo.

    Le pidieron que repitiera la operacin. Esa vez,deba dirigirse al edificio en cuestin, bajar y levantar elcap. Garrison y sus hombres vean desarrollarse estarepresentacin en sus pantallas. Cuando el cooperantehizo su aparicin en las imgenes dirigindose al nortepor la avenida Hawlwadig, las cmaras de loshelicpteros proporcionaron una clara visin a color de

  • la abigarrada escena.El coche se detuvo delante de un edificio junto al

    hotel. El informante baj y levant el cap. No habalugar a confusin.

    Fue corriendo la voz por la base y los Rangers y losDelta empezaron a equiparse. Los jefes de la FuerzaDelta se reunieron para planear el ataque, utilizaronmapas hechos con fotos instantneas procedentes delos aviones de observacin para decidir la forma en queiban a tomar el edificio por asalto, y dnde iban asituarse las posiciones de bloqueo de los Rangers. Seentregaron copias del plan a todos los jefes de lasescuadras y se volvieron a verificar los helicpteros. Sinembargo, cuando Garrison se preparaba para asaltar,todo qued en suspenso.

    El cooperante se haba detenido lejos del blanco.Estaba en la calle adecuada, pero se asust. Se pusonervioso ante la idea de acercarse demasiado a la casaen cuestin, as que se detuvo en la misma calle perounas casas ms abajo y levant el cap. A pesar de lasescrupulosas precauciones de Garrison, poco le falt aldestacamento especial para lanzar un ataque a una

  • vivienda equivocada.Los comandantes se apresuraron a volver al Centro

    de Operaciones para reagruparse. Se le orden alinformante, que llevaba un transmisor-receptor sujeto ala pierna, que rodeara la manzana y que, en estaocasin, se detuviera de una vez por todas delante delobjetivo, maldita sea! Vieron en las pantallas que elvehculo volva a subir la avenida Hawlwadig. En estaocasin pas por delante del Hotel Olympic y sedetuvo a una manzana al norte, en el otro lado de lacalle. Se trataba de la misma casa donde loshelicpteros de observacin haban visto entrar a Saladun rato antes.

    Eran las tres de la tarde. Los hombres de Garrisoninformaron al general Thomas Montgomery, segundo almando de todas las tropas de Naciones Unidas enSomalia (y comandante directo de la Fuerza deReaccin de la 10.a Divisin de Montaa), de queestaban a punto de lanzarse al ataque. A continuacin,Garrison trat de obtener la confirmacin de que nohaba en las inmediaciones ni personal de NacionesUnidas ni organizaciones benficas (Organizaciones No

  • Gubernamentales, u ONG); una precaucin establecidatras los arrestos de los empleados de Naciones Unidasen la incursin a Lig Ligato. Se orden a las aeronavesque salieran del espacio areo sobre el blanco. Se lesdijo a los comandantes de la 10.a Divisin de Montaaque mantuvieran una compaa preparada y en alerta.Las fuerzas de informacin empezaron a embrollar lostransmisores y los telfonos mviles (en Mogadiscio nohaba un sistema de telefona regular).

    El general decidi en el ltimo momento cargarcohetes en los Little Birds. El teniente Jim Lechner,oficial artillero de la compaa Ranger, haba insistidopara que as fuera. Lechner saba que si las cosas seponan mal en tierra, disfrutara con la intervencin deaquellos cohetes las dos ranuras que haba en losAH-6 portaban cada una seis misiles. Durante larpida asamblea de planificacin, Lechner volvi apreguntar: Vamos hoy a llevar cohetes? Rogerle contest Garrison.

  • 4

    Al Hassan Mohamed corri a la entrada de latienda de su padre, una hamburguesera y confitera,cuando los helicpteros descendieron y se inici eltiroteo. Era un estudiante alto y delgado con pmulosprominentes y rala barba de chivo. Estudiaba ingls yempresariales por las maanas y por las tardestrabajaba en la tienda, situada junto al Hotel Olympic,en la parte de arriba. La puerta principal estaba endiagonal con respecto a la casa de Hobdurahman YusefGalle, al otro lado de la avenida Hawlwadig, dondepareca que estaban atacando los Rangers.

    Al mir hacia fuera y vio a soldadosestadounidenses deslizndose por cuerdas y llegar a lacalle que daba a la avenida Hawlwadig. El comercioestaba en la esquina de esa calle y la entrada a lavivienda familiar se hallaba en ella. Los estadounidensesdisparaban apenas tocaban tierra a todo lo que se lespona por delante. Tambin haba somalesdisparndoles. Al saba que aquellos soldados no eran

  • como los que les llevaban comida. stos eran Rangers.Hombres crueles que llevaban equipos de proteccincorporal, se sujetaban las armas al pecho y, cuandocaa la noche, se pintaban los rostros para tener unaspecto fiero. Avenida arriba, a unas dos manzanas asu izquierda, haba otro grupo de Rangers en plenabatalla campal. Dos de ellos sacaban de la calle a untercero que pareca haber muerto.

    Los rangers del otro lado de la calle entraron en unpatio interior y fueron recibidos a balazos. Acontinuacin, descendi un helicptero y lanz rfagasde fuego desde un arma situada en un lateral quepulveriz la parte de la calle donde l se hallaba. Alhermano pequeo de Al, Abdulahi Hassan Mohamed,le empez a salir sangre a borbotones de la cabeza ycay muerto junto a la puerta de su casa. Abdulahitena quince aos. Al lo vio todo. Los soldados salieroncorriendo del patio y cruzaron Hawlwadig en direccina la vivienda de Hobdurahman Yusef Galle, donde sehallaba el resto de soldados.

    Al ech a correr. Se detuvo para ver a suhermano, quien tena la cabeza rota, abierta como un

  • meln. Acto seguido corri de nuevo tan rpido comopudo. Fue por la izquierda, calle abajo, para alejarse delos rangers y de la casa que estaban atacando. Al finalde la sucia callejuela, dobl de nuevo a la izquierda ycorri por detrs del Hotel Olympic. Las calles estabanatestadas de mujeres y nios que gritaban. Lamuchedumbre corra en todas direcciones, sorteandopersonas y animales muertos. Algunos de los quecorran iban hacia el combate y otros se alejaban de l.Haba quien no saba qu camino tomar. Una mujercorra desnuda agitando los brazos y gritando. Arriba,el estrpito de los helicpteros y, alrededor, lasdetonaciones secas de los disparos.

    En las calles, los milicianos de Aidid, gritaban atravs de megfonos:

    Kasoobaxa guryaha oo iska celsa cadowga!(Salid y defended vuestras casas!)

    Al no era un combatiente. Haba pistoleros, aquienes llamaban mooryan, que vivan para conseguirarroz y khat y formaban parte de ejrcitos privadospertenecientes a hombres ricos. Al no era ms que unestudiante y, a ratos, un tendero que se una a la milicia

  • del barrio para proteger sus tiendas de los mooryan.Pero aquellos rangers estaban invadiendo su tierra yacababan de matar a su hermano. Corri con rabia yterror por detrs del hotel y, despus de doblar otravez a la izquierda, volvi a la avenida Hawlwadig y seencamin a casa de su amigo Ahmed, donde tenaescondida su AK-47. Una vez recuperada el arma, sereuni con algunos de sus compaeros. En medio detodo aquel caos, volvieron corriendo a la parte traseradel Hotel Olympic. Cuando llegaron, Al les cont lo desu hermano y los llev hasta su tienda-vivienda,decidido a exigir venganza.

    Escondidos detrs de un muro en la parte posteriordel hotel, dispararon sus primeros tiros a los rangersapostados en la esquina. Seguidamente, agazapndosetras automviles y casas, se encaminaron a la partenorte. Al saltaba al frente y disparaba contra losrangers, y corra para ponerse de nuevo a cubierto.Uno de sus amigos lo imit. A ratos, no hacan otracosa que sacar los caones de las armas por la esquinay disparar sin mirar. Ninguno de ellos era un soldadoexperto.

  • Los Rangers eran mejores tiradores. El amigo deAl, Adn Warsawe, dio un paso al frente para disparary fue alcanzado en el estmago por una bala ranger quele oblig a desplomarse boca arriba. Al y otro amigose arriesgaron a recibir una bala por arrastrar a Adnhasta un lugar a cubierto. El proyectil le habaagujereado las tripas y la herida se abra paso hacia laespalda, de donde brotaba un chorro de sangre que seextenda por el suelo sucio. Lo arrastraron y dejarontras de s un reguero de sangre en la calle. Adn parecavivo y muerto a la vez, como si estuviera en algn lugarintermedio.

    Al dej a Adn con dos amigos y se dirigi a lacalle siguiente. Su intencin era disparar a un ranger omorir en el intento. Por qu hacan aquello? Quineseran esos estadounidenses que llegaban y sembrabande balas y muerte su barrio?

  • 5

    Tras la incursin en el almacn que daba a laavenida Hawlwadig, el sargento Paul Howe y treshombres de su equipo Delta doblaron la esquina yentraron en el recinto objetivo por la puerta sur delpatio. Eran las ltimas fuerzas de asalto que penetrabanen la casa. Un equipo dirigido por Matt Rierson,compaero de Howe, haba acorralado a veinticuatrosomales en el primer piso, entre ellos dos trofeos:Omar Salad y Mohamed Hassan Awale, el portavoz enjefe de Aidid (no Abdi Qeybdid Hassan Awale, sinoun lder del clan de igual estatura).

    Estaban postrados boca abajo y se mostrabansumisos; el equipo de Rierson les puso unas esposas deplstico en las muecas.

    Howe le pregunt al sargento Mike Foreman sialguien haba subido al piso de arriba.

    Todava no contest Foreman.As que Howe se llev a cuatro hombres al

    segundo piso.

  • Se trataba de una vivienda amplia construida segnlos criterios somales, paredes enjalbegadas conladrillos de cenizas y ventanas sin cristales. Cuandollegaron al ltimo escaln, Howe dijo a uno de sushombres que arrojase una granada detonante a laprimera estancia. Explot y los soldados irrumpieron dela forma en que haban sido adiestrados, cubriendocada hombre una trayectoria diferente de fuego. Noencontraron ms que un colchn en el suelo. Estabanexaminando la habitacin cuando una descarga deametralladora acribill el techo y las paredes, y casiroz la cabeza de uno de los soldados de Howe. Seecharon cuerpo a tierra. Los disparos llegaban de laventana sureste y procedan de la posicin Ranger debloqueo apostada bajo la ventana. No caba duda deque uno de los soldados ms jvenes haba visto desdefuera a alguien que se mova en el ventanal y disparaba.Algunos de esos chicos no saban muy bien qu edificioera el blanco.

    Era lo que haba temido. Los Rangers habandefraudado a Howe. No se supona que era el cuerpode Infantera nmero uno del Ejrcito? A pesar de todo

  • el bombo que se daban y de la gilipollez del Hoo-ah,saba que los ms jvenes no estaban bien entrenados yen combate eran un peligro en potencia. Algunosacababan de salir del instituto! Tena la impresin deque, durante la instruccin, estiraban el cuello paramirarlo a l y a sus hombres en lugar de prestaratencin a su propia, y muy valiosa, parte del trabajo.

    Y aquella tarea exiga ms. Exiga todo lo que unotena, y ms porque a menudo el precio del fracasoera la muerte. Por eso les gustaba tanto a l como a suschicos D. Eran lo que los diferenciaba de los otroshombres. La guerra era fea y mala, no caba duda, peroas funcionaban las cosas en el planeta. Los estadoscivilizados utilizaban mtodos no violentos para resolverlas diferencias, pero ello dependa de la voluntad de losimplicados para ceder. All, en el menos civilizadoTercer Mundo, no haban aprendido a ceder, por lomenos hasta que se derramaba mucha sangre. Lavictoria era para quienes estaban dispuestos a luchar ymorir. Los intelectuales podan teorizar y escribir hastaquedarse sin pulgares, pero en el mundo real, el poderflua del can de un arma. Si se quera que las masas

  • famlicas de Somalia pudiesen ser alimentadas, habaque deshacerse de hombres como Aidid, quienes seservan del hambre para vencer. Se poda mandar allugar personas bienintencionadas de gran corazn, sepoda rezar y cantar sensibleras canciones cogidos de lamano, e invocar a los grandes dioses CNN y BBC,pero el nico medio para abrirse camino hasta losrecin nacidos de grandes ojos, era hacer acto depresencia con ms armas. Y, en este mundo real, nadietena ms o mejores armas que Estados Unidos. Sideban prevalecer los ideales bienintencionados de lahumanidad, hacan falta hombres capaces de llevarlos ala prctica. Los hombres Delta.

    Operaban estrictamente en secreto. El Ejrcito nisiquiera pronunciaba la palabra Delta. Cuando habaque referirse a ellos, eran los operadores o LosTemibles D. Los Rangers, que los veneraban, losllamaban los chicos D. La discrecin, o por lo menos laprctica de la misma, era capital para sus objetivos.Permita que los soadores y los polticos dispusierande los dos mtodos. Podan permanecer en escenamientras entre bastidores se haca el trabajo sucio. Si

  • algn terrorista del Tercer Mundo o un seorcolombiano de la droga deba morir, y de prontoresultaba que mora, qu feliz coincidencia! Lososcuros soldados volveran a sumirse en las sombras. Sise les preguntaba cmo lo hacan, no lo decan. Nisiquiera existan, comprenden? Eran nobles,silenciosos e invisibles. Hacan el trabajo msimportante de Norteamrica, y sin embargo rehuan elreconocimiento, la fama y la fortuna. Eran los caballerosmodernos, los autnticos.

    Howe no se esforzaba mucho por ocultar eldesprecio que senta por las rdenes inferiores desoldados, lo cual ms o menos inclua a todo el Ejrcitoregular de Estados Unidos. El y los dems operadoresvivan como civiles y, aunque era habitual verlos en FortBragg, eso es lo que decan ser cuando se lespreguntaba. Uno trababa conocimiento con unmuchacho que mataba el tiempo por los bares deBragg, tena el rostro muy bronceado, los bcepsdesarrollados, cuello ancho de boxeador, llevaba unreloj Casio gigante y mascaba tabaco, pero contabaque era programador informtico y que trabajaba para

  • una agencia contratada por el Ejrcito. Se llamaban porsus apodos y evitaban los saludos as como los demsritos de la vida militar. En la Fuerza Delta, los oficiales ylos suboficiales se trataban como iguales. Un puntocomn a toda la unidad era el desdn por lasmanifestaciones habituales propias de la posicin socialdel Ejrcito. Ellos estaban por encima de los rangos, asde simple. Llevaban el cabello ms largo que losregulares. En algunas misiones deban pasar por civilesy era ms fcil si el corte era normal, pero suponatambin un orgullo para ellos, una de sus ventajas. Unhombre de la unidad con aptitudes artsticas habahecho un dibujo que mostraba al tpico chico D vestidopara el combate con un objeto dentro de la pistolera,pero no una pistola, sino un secador de pelo. Cada aotenan que posar para un retrato destinado al Ejrcitooficial, y para ello deban cortarse el pelo al estilo de losRangers. Lo detestaban. Tenan que ponerse deacuerdo antes del viaje a fin de armonizar mejor con losHoo-ahs, y los cortes de pelo se aadan a lo que yatenan que aguantar; tenan los lados de la cabeza y loscogotes tan blancos como la barriga de una rana. Eso

  • les permita un cierto grado de libertad personal y deiniciativa, algo inslito en el Ejrcito, sobre todo encombate. El precio de todo esto, por supuesto, era quevivan en peligro y se esperaba de ellos que hicieran loque no podan llevar a cabo los soldados regulares.

    Pocas eran las cosas que impresionaban a Howedel Ejrcito regular. Tanto l como otros de su unidadse haban quejado al capitn Steele, el comandanteranger, sobre la disposicin de sus hombres. No habanconseguido nada. Steele tena su propia forma de hacerlas cosas, y ese era el mtodo tradicional del Ejrcito.A Howe le pareca que el capitn, un fornido linemanque iba siempre de punta en blanco y que habaformado parte del equipo de ftbol americano en laUniversidad de Georgia, era un bufn arrogante eineficaz. Howe haba sido alumno de la escuela Rangery conseguido la charretera correspondiente, pero notard en saltar por encima de los Rangers en cuanto secualific para la Fuerza Delta. Desdeaba a los Rangersporque crea firmemente que lo que formaba buenossoldados era la instruccin peldao a peldao y no laestpida actitud machista que personificaba el conjunto

  • del espritu Hoo-ah. De los ciento veinte hombres de supromocin (ciento veinte soldados excepcionales y muymotivados) que intentaron ingresar en la Fuerza Delta,slo trece superaron la seleccin y el entrenamiento.Howe tena la constitucin propia de un comprometidopracticante de culturismo, y una cabeza sutil, viva yanaltica. Muchos rangers lo consideraban espeluznante.El desprecio que sentan por sus mtodos estropeabalas relaciones entre las dos unidades en la base.

    Y las aprensiones de Howe con respec