benasayag, miguel - pensar la libertad

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    El nominalismo apareci en tanto que pensamiento al articularse con la conciencia de unmundo en devenir. Por lo tanto, no era una teora simplemente determinada por esemovimiento, ni el nico espejo en el que se miraba la poca: en un movimiento dialcticocontribuy tambin a darle forma a ese mundo otorgndole una interpretacin y unobjetivo. Adems, en tanto que pensamiento de lo mltiple, de la serie y de lo singular,

    produjo efectos insospechables en su momento. El individuo que confa en s mismo,capaz de pensar en primera persona frente a un mundo que se le aparece a partir deentonces como un exterior del que debe ocuparse, necesita poder identificarse a otro mito:esta nueva cosmogona llev el nombre de humanismo, que encontr su legitimacinslo a travs de esta nueva nocin de progreso y de sentido teleolgico de la historia.

    En cierta manera, el humanismo es la puesta en evidenciare un impensable delnominalismo. En efecto, desde sus orgenes se constituye como cristalizacin de aquelloque ya exista en el nominalismo.

    Uno de los principales problemas del humanismo ha sido disimular, como en un ngulomuerto, el hecho de que el mito del hombre y del progreso no corresponda en s mismo aun hombre, y que adems el progreso no estaba (hoy podemos verificarlo fcilmente) alservicio de ste. En efecto, entre bastidores, otro personaje escriba la obra y le otorgabasentido: la mercanca, que permiti creer al hombre del humanismo que era l quien dirigael baile. Pero esto solamente puede ser afirmado con posterioridad porque dichamercanca, gracias a su carcter de autor de la obra, permaneci en las sombras en lamedida que las dos tendencias del humanismo han coexistido largo tiempo: una que

    pensaba en los seres humanos, otra que cantaba los himnos al hombre con el objeto deservir mejor a la lgica mercantil.

    A comienzos del mercantilismo la produccin y la libre circulacin de las mercancas

    conservaban una racionalidad vinculada con el uso, es decir con el consumo, y las formasde intercambio de la Edad Media, centradas alrededor del potlacht, no habandesaparecido. La verdadera ruptura provendr de la misma mercanca, que

    progresivamente encarar su propia produccin de una manera no deliberada, y se centraralrededor de la exigencia de una ganancia. Esta bsqueda de la ganancia erigir en elcorazn de todas las mercancas una sper-mercanca que las represent a todas: eldinero, que no tiene ningn valor de uso y cuya nica ventaja es la de dividir al mundo enunidades contables que permiten su serializacin y, en consecuencia, su desacralizacinms absoluta.

    Actualmente, parece normal que todas las actividades industriales incluyan aquello que, en

    principio, no est destinado al comercio y que tengan como objetivo y como grilla deevaluacin el beneficio de esa actividad. Pero esto que es tan normal para nuestro mundode comerciantes y de banqueros, tuvo que recorrer un largo camino y vencer grandesresistencias antes de convertirse en norma. Ya Platn, en el libro I de La Repblica,impugna lo que no era entonces ms que un embrin de la lgica mercantil. En esta obra,el sofista Trasimaco afirma que el artesano, el pastor o el gobernante buscan un provecho

    personal en sus actividades, lo que le permite llegar a la conclusin de que el hombreinjusto es siempre superior al hombre justo1. Para el pensamiento clsico esto eraimposible; Scrates replica que el artesano, el pastor o el gobernante poseen un arte, esdecir, un saber-hacer que no puede, en ningn caso, ser reducido a la lgica de la ganancia.Para l, las actividades de los hombres no son medios, sino fines en s. Esta crtica

    1 Platn,La rpublique, Libro I, Pars, Garnier-Flammarion, 1966

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    socrtica golpea justo en este mundo de hoy en el que la lgica mercantil se apoya sobrelas tesis sofistas ms clsicas...

    Una torre de Babel racionalista

    Pero sera excesivo presentar los inicios de la modernidad exclusivamente como unacontingencia de la mercanca. A fines del siglo XV, Europa viva un momento muy

    particular, dividida entre las fuerzas reaccionarias del Vaticano apoyadas por su rganode dominacin/represin que era la Inquisicin, y el mundo-en-devenir de las nuevasteoras y prcticas, que iban a cambiarlo todo radicalmente.

    Esta aventura puede ser representada por la metfora de una torre de Babel racionalistadestinada a conducir al conjunto de los hombres hacia la emancipacin y las luces de laverdad. Para los poderosos de la poca, este empuje debera despertar la clera divina;

    para los dems comprometidos en esta aventura, la realidad se converta en unacontinuidad temporal basada en un pasado que tenda hacia un futuro ineluctable: haban

    parido el concepto de progreso. Para los progresistas, la realidad y el mundo eran uncontinente oscuro que deba ser iluminado y convertido en transparente gracias a las lucesde la razn. Cuando en 1492 Coln lleg a Amrica, no hubo ningn inconveniente enllamar a esta aventura un descubrimiento, ya que el nuevo continente, as como las leyesde la fsica, formaban parte de esa epopeya que fue el nacimiento, la creacin y laaparicin del Sujeto en el mundo: el hombre se convirti en ese sujeto que, a travs del

    progreso y rompiendo todas las jerarquas y fronteras, descubre. Toms Muntzer, porejemplo, enunci a partir de 1520 que la historia posea leyes accesibles al conocimientode los hombres. En tanto que iniciador de las revueltas campesinas, deca que eranecesario construir el reino de Dios sobre la Tierra. Esto puede parecer anodino ya queen este pasado estos sublevados invocaban con frecuencia la construccin de una Jerusaln

    celeste; pero Muntzer actuaba en nombre de una Historia que, segn se deca por primeravez, posea un sentido accesible: los hombres deban luchar para que ste se realice.El fin de la historia era enunciado de esta manera en tanto que concepto, ya no era unsemi-ente, es decir un ser en potencia, sino la conclusin de un devenir y tom un nombre:la utopa.

    Las revueltas campesinas del siglo XVI tenan precedentes: desde antes del nuevo mileniootras sublevaciones haban marcado la cotidianeidad de ese mundo en cambio. El territorioeuropeo haba sido puesto a fuego y sangre bajo la influencia de los mitos milenaristas queevocaban los mil aos de bienestar y saciedad prometidos al hombre. Esta fue la idea que

    paulatinamente se articul con la visin de un progreso producido por el hombre.

    La mayor parte de las veces, estas sublevaciones de los pobres terminaban en terriblesmasacres, pero para la nueva clase burguesa siempre tenan un resultado positivo. Enefecto, al comienzo los burgueses y los artesanos las apoyaban, inclusive participaban enellas activamente, pero al cabo de un tiempo abandonaban a sus aliados a su suerte trgicamientras ellos recogan los beneficios ganado privilegios y derechos porque la noblezasala siempre debilitada de estos enfrentamientos.

    El tema central del milenarismo fue definido por Joachim de Flore, en el siglo XII, cuandodividi la historia en diferentes eras: la era de la ley, la era del Evangelio, y la tercera yltima, la era del espritu. Esta visin, como habamos visto, ya estaba presente en SanAgustn, pero para l la tercera era tendra lugar en el ms all, en una era de Redencin.

    Para los milenaristas esta tercera era deba desarrollarse a partir de entonces sobre la tierra,

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    gracias a sus esfuerzos y a sus decisiones. Esta idea de una estrategia histrica comn,estrategia totalizante del espritu prefiguraba la teora de la Historia elaborada por Hegel.

    Esta tercera era estaba asociada a las ideas de la libertad y del amor. Los conductores deestas sublevaciones presentaban la primera poca como la de la obediencia servil, lasegunda, como la de la servidumbre filial y la tercera la de la libertad; a veces tambin la

    primera era estaba vinculada con el temor, la segunda con la fe y la tercera con el amor.Tenemos en este caso un esbozo de los tres movimientos de la dialctica hegeliana: laopresin cumple la funcin de tesis, la resistencia de anttesis y la liberacin de sntesisfinal; es por esto que las dos primeras pocas aparecen como absolutamente necesarias

    para el surgimiento de la tercera.

    Como hemos dicho, la idea de mil aos de felicidad sobre la tierra constitua una ilusinpresente desde los comienzos de la Edad Media. San Agustn la haba condenado en Laciudad de Dios, la Iglesia durante el concilio del ao 431; pero en el 431 este mitoanunciaba la llegada de un mesas, mientras que en el ao mil eran los hombres libres losque deban realizar la historia. San Agustn escriba que la misin de la Iglesia no era

    hacer libres a los hombres, sino hacerlos buenos, y es por esta razn que las sublevacionesllamadas milenaristas fueron histricamente consideradas como las herejas del aomil.

    El futuro, tierra de promesasEl milenarismo revolucionario se articul perfectamente con las nuevas concepciones del

    progreso, porque en l el futuro estaba cargado de una alta positividad: la historia posea unsentido; los actos de los hombres y las mujeres, as como sus decisiones, eran incluidos yevaluados segn esta grilla de lectura. Como consecuencia de este pensamiento, lasbuenas decisiones eran aquellas que iban en el sentido de la historia, es decir, del

    progreso. Por otra parte, estas revueltas eran de una radicalizacin total. Impugnaban laautoridad de la Iglesia, la propiedad privada y las vas dominantes de la canalizacin de losafectos y de la sexualidad; este espritu libertario y esta reconsideracin se aplicabaninclusive a lo cotidiano, hasta entonces fuertemente reprimido por la Iglesia. Lareivindicacin de un Hombre sujeto de la Historia iba a la par con la del cuerpo como

    posibilidad de un placer ertico: los milenaristas reivindicaban generalmente una mayorlibertad sexual2.

    A comienzos del siglo XVI esta tercera era tom el rostro de la utopa, ciudad dedescubrimientos, hija del descubrimiento del Nuevo Mundo. Rafael, joven piloto quenavegaba con Amrico Vespucio, describa a Erasmo en cartas exaltadas la belleza de las

    islas que recorran. Erasmo, que en esos aos viva en casa de Toms Moro, se las hizoleer, y esas imgenes de islas paradisacas inspiraron a Moro en la escritura de su Utopa.

    Mientras que el perodo precedente haba ofrecido un mundo al conocimiento, elhumanismo de la aurora de la modernidad construa un programa basado en la conviccinde que la realidad era racional. Para quien se le aproxima, esta poca hace el efecto de unverdadero fuego de artificio. La aparicin de la imprenta, que pone textos hasta entonces

    poco difundidos al alcance de muchos, complet la desacralizacin de la lengua que seconvirti a partir de entonces en una herramienta en un mundo utilizable, manipulable ymodificable por la tcnica.

    La misa pronunciada en lenguas vulgares quitaba al texto buena parte de su carcter

    sagrado: los hombres ya no estaban all para repetir las letanas y hacer circular el ser de la2 Yves Delhoysie y Georges Lapierre,L'incendie millenariste, Pars, Os Cangaceiros, 1987.

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    lengua, sino que reclamaban la comprensin de aquello que la lengua quera decir. Elhombre apareca entonces como una autntica interferencia, desplazando el epicentro de laarmona hacia s mismo, transformado en sujeto de comprensin y de conocimiento y,sobre todo, en productor activo del mundo. Hacia fines del siglo XV aparecieron las

    primeras gramticas referidas a las lenguas vulgares, comenzando por la gramtica

    espaola (1492). Esta sujecin de la lengua es un sntoma significativo: Si el camino quetoma la lengua es efectivamente el de la determinacin, es previsible que se separarprogresivamente de un estadio de relativa indeterminacin y tomar forma. La historia dellenguaje confirma enteramente esta hiptesis3. Cassirer refleja aqu el optimismo

    progresista que ve en este porvenir desacralizado de la lengua una evolucin normal;visin que se inscribe en la perspectiva fenomenolgica propia del autor y permitecomprender que el punto de aufhebungfinal de la lengua es el de una buena nominacin.

    Se desarrollaron numerosos y diversos movimientos del pensamiento. As, por ejemplo,los anabaptistas reclamaban la libertad de elegir su adhesin religiosa. Segn ellos, no sedeba bautizar a los nios porque no podan ser conscientes de la eleccin que uno haca en

    su lugar. En el seno de esta posicin radical, la reivindicacin del sujeto humano contratodas las imgenes que lo infantilicen. De la misma manera que un padre no puede decidirpor su hijo, Dios no debe hacerlo por los hombres (pero esto era dicho en nombre de unDios que aceptaba estas posiciones). Los anabaptistas vivan en comunidadescomunistas sin propiedad privada y en libertad sexual. Sobrepasaban de esta manera losmarcos estrechos de las estructuras familiares y de parentesco, instituciones que, ennombre del amor, repriman, canalizaban y desvitalizaban todas las posibilidades derelaciones amorosas entre la gente. En cuanto a la Reforma, orient el centro de susreivindicaciones sobre una corriente ya presente en la corriente nominalista: la de unarelacin directa entre el individuo y la divinidad: Dios y el hombre no tienen necesidad deintermediarios; percibido hasta entonces como una humilde criatura, este ltimo se

    convirti en un interlocutor privilegiado de Dios.Cuando Thomas Muntzer declar en un sermn: "Ustedes derribarn sus altares, ustedesrompern sus estatuas4, los feles destruyeron una capilla de la Virgen. Durante susermn al prncipe5 cuestion la legitimidad de la autoridad poltica: para l, el prncipesolamente era legtimo si colaboraba en la creacin de una verdadera comunidad cristiana,

    basada en la igualdad integral y la fraternidad viva. Si no lo haca as, la insurreccin seconverta en un deber sagrado del cristiano. Muntzer quera una Iglesia que se comportaracomo un verdadero pedagogo poltico y, si fuese necesario, debera oponerse por laviolencia a todos aquellos que obstaculizaran este objetivo.

    Pero los movimientos contestatarios de la poca estaban profundamente divididos. As,

    Muntzer se opona a Lutero para quien la historia solamente presenta movimientosdesordenados de fuerzas antagnicas sometidas al azar, que no obedecen, en consecuencia,a un orden racional. Para Lutero, Dios y Satans se enfrentan irremediablemente en todaslas pocas, sin que ninguna ley del progreso permita hablar jams de una utopa, de unaemancipacin del hombre en relacin con los males que sufre.

    Este debate terico y prctico atravesar el conjunto de la modernidad. Por un lado, lasfuerzas progresistas que afirman la hiptesis de una realidad racional y de un sentido de lahistoria cuyas leyes, accesibles a la conciencia de los hombres, le otorgan el poder deconstruir el futuro. Por otra parte, los argumentos de Lutero son singularmente cercanos ala reaccin posmoderna actual: para l, lo real y la historia son conjuntos desordenados y

    3 Ernst Cassirer,La philosophie des formes symboliques, Pars, Minuit, 1991, vol.l, pg. 236.4 Ernst Bloch, Thomas Muntzer, thologian de la rvolution, Pars, Juliard, 1962.5 dem.

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    que les procuraba el espectculo de la tierra, la vista de los rboles que reverdecan todoslos aos, y la de su pequea iglesia donde se escuchan los domingos los textos bblicos. Seles asegur que el ojo de la divinidad est posado sobre ellos, escrutador, s, casiangustiado, que todo el teatro del mundo est construido a su alrededor con el objeto deque ellos, los actuantes, puedan rendir sus pruebas en sus papeles grandes o pequeos.

    Qu dirn los mos si llegan a saber que estn sobre un pequeo montn de piedras que,girando hasta el infinito en el espacio vaco, se mueve alrededor de otro astro, pequeomontn entre muchos otros, pasablemente insignificante por aadidura? Entonces, paraqu sera todava til o buena dicha paciencia, dicha aceptacin de su miseria?7".

    Las grandes rupturas histricas conmueven al conjunto de la gente, cualquiera sea sucondicin, y lo constatamos nuevamente en este fin del siglo XX. Ese sentimiento de

    prdida, de desolacin, de confusin, ataca aquello que constituye la carne de los hombres:toca al sentido comn, esa cosmogona irreflexiva que da sentido a la vida y hace que todasituacin sea consistente y, de alguna manera, necesaria y que incluye, como dice el curita,el dolor y la miseria. Lo insoportable no es tanto el dolor como la desaparicin de aquello

    que podra justificarlo. Los hombres del siglo XVI haban perdido un mundo ordenado yorquestado a partir de una armona metafsica y sobrehumana. Y el nuevo discurso sobreel sentido de la historia, accesible a los hombres no era coherente y todava no habaadquirido la capacidad lgica para suplantar la norma antigua. Simtricamente, cuatrosiglos ms tarde, ese sentido determinado y determinista de la historia se hizo demasiadorgido, y es actualmente un cepo que ya no puede explicar ms el devenir errtico de losacontecimientos. Pero en aquella poca, dicho sentido era tan ilgico y tanindeterminado como lo son a los ojos de nuestros contemporneos las lgicas y lasteoras elaboradas a la luz (o a la sombra) de la ruptura actual.

    Que el hombre pudiera ser el protagonista de su propia historia, que esta historia fuese lade su auto-emancipacin no era percibido como una correcta receta inequvoca. Y

    actualmente, la conviccin de que el pensamiento determinista ha alcanzado sus lmitestampoco es escuchado como una buena noticia.

    La visin central que organiz el pensamiento moderno a comienzos del siglo XVI fue,mucho ms tarde, claramente ilustrada por esta frase de Vogel, bilogo y traductor alfrancs de Darwin: Lo mejor est porvenir. Como el nuevo sentido del mundo estabadado por el sentido de la historia, cualquier decisin debera ser juzgada de all en msen relacin con su acercamiento o su alejamiento de dicho sentido. El futuro tena el rostrode un bien total prometido a los hombres y, paradjicamente, se constitua en juez ennombre del cual se poda evaluar inclusive en el presente los actos de los hombres y lasmujeres.

    Erasmo en su Elogio de la locura, canta a un hombre nuevo que abandona cualquierpretensin a la sabidura, que no es otra cosa que imbecilidad puesto que es la sumisin ala razn de Dios; l prefiere en consecuencia la locura del pensamiento, de la libertad y dela creacin. De esta manera da una nueva interpretacin a la famosa sentencia delEclesiasts: Vanitas vanitarum et omnia vanitas. De ahora en adelante la vanidad noconsistir ms en querer conocer la verdad o cambiar al mundo deseos por los cualeshasta entonces el hombre era condenable y consagrado a la muerte-, sino que por elcontrario ser el pretender la quietud metafsica de Dios, la perfeccin de la piedra: ahorael hombre es movimiento y devenir y se debe a s mismo el aceptar esta locura, estedesafo. Erasmo dedic su obra a Toms Moro, ese gran constructor de vanidades

    humanas.7 Bertold Brecht,La vie de Galile, Pars, L'Arche, 1990.

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    Por su parte, Etienne de la Botie (1530-1563) en su Discours de la servitude uolontaire,se encarniz en mostrar que los hombres son cmplices, por hbito, de las cadenas que losencierran y del tirano que los oprime. No llega al concepto de pulsin de muerte, peroadelanta, con un optimismo totalmente moderno, que la educacin es capaz de hacer alos hombres libres (a pesar de ellos?). La servidumbre est, segn l, vinculada con un

    dbil nivel de conciencia y los puntos de vista modernos jams cambiarn sobre este punto.Si los hombres sufren la opresin y permanecen en la servidumbre, es necesariamente porerror, porque es imposible, en la ptica del optimismo moderno, pensar que quiz se tratede una estructura estructurante del fenmeno humano. Lo mismo sucede con las teorasutilitaristas del siglo XVIII, si los hombres no actan efectivamente siempre segn susintereses es debido a la ignorancia, a la falta de educacin o de luces. Poco a poco, enconsecuencia, la conciencia ocup un lugar privilegiado en las representacionesdominantes, porque si la realidad era racional, la conciencia poda conocerla, y lahumanidad concientizada poda emanciparse de todos los yugos con el objetivo deconcretar la utopa del fin de la Historia.

    Galileo y la mathesis universalDurante el Renacimiento, se pensaba que los sentidos testimoniaban nicamente laexistencia de lo concreto, de lo mltiple y de lo individual, pero no los universosabstractos. Con Galileo esta concepcin fue alterada. En efecto, l pensaba que lossentidos no pueden percibir lo que realmente existe y ordena al mundo puesto que eluniverso est escrito en lenguaje matemtico. Las leyes de la fsica, de la qumica, de laastronoma y de las matemticas no son perceptibles y sin embargo existen y, adems,ordenan al mundo. Esta concepcin rindi sus pruebas: al sustituir al universo concreto ununiverso abstracto Galileo pudo elaborar las leyes de la inercia. El cielo de Aristtelestena la dureza del diamante, era de una consistencia total, plena y sin vacos, las cosaseran livianas o pesadas, se trataba de calidades intrnsecas a los objetos. Galileo presentun mundo en el que el peso de los objetos es relativo, emprendi el vaciado del cielo y

    puso a la Tierra en movimiento. Es una de esas figuras emblemticas de esa corriente delpensamiento que progresivamente abandonar la idea de que solamente existen los entesaislados y que instal durablemente, como eje de toda la racionalidad para referirse almundo, al concepto (especialmente los conceptos surgidos de las matemticas).

    El pensamiento pasa as progresivamente del empirismo nominalista a un sistema delicadoy complejo de representaciones del mundo. Estructurado por la creencia en la razn, estesistema fundamenta la idea segn la cual detrs de los conceptos y del aparato lgico seencuentra una realidad correspondiente, que no por ello es ms accesible al hombre. En

    efecto, la mathesis universal (concepto desarrollado a partir de Galileo que consiste enafirmar que la realidad est escrita en lenguaje matemtico y que, en consecuencia, puedeser descubierta) implica una concepcin del mundo que, segn los propios trminos deGalileo, abandona todo pensamiento causalista. Yo no s por qu las cosas caen, pero

    puedo explicar la ley de su cada... Estas leyes reemplazan los otros entes delnominalismo y el concepto tiende a devenir la nica realidad accesible.

    Para Galileo y los cientficos de esa poca, las leyes no se basaban en la experiencia. Estapoda afirmar o negar su validez, pero en ningn caso producirlas. En esta relacin entre laexperiencia y la teora, sta aparece como una serie de frmulas que explican losfenmenos humanos a partir del exterior. Para la mathesis universal, la teora no es una

    metfora ms o menos prxima de la realidad: es, absolutamente, la esencia de losfenmenos. En consecuencia, las experiencias no tienen por objetivo afirmar o negar esas

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    supuestas metforas, sino descubrir poco a poco las teoras-esencias que ordenan ydeterminan esos fenmenos. En definitiva, las leyes no provienen de la prctica emprica

    porque son ante todo hiptesis de la razn y, si se revelan justas, es porque coinciden conla racionalidad intrnseca de la realidad: La experiencia gua de esta manera, como de lamano, al razonamiento; en la experiencia bien conducida, es decir en la pregunta bien

    planteada, la naturaleza revela su esencia profunda que, por otra parte, solamente elintelecto es capaz de captar8.

    La calidad de las decisiones humanas estaba as cada vez ms ligada a esta visin de unarealidad que responde a aquellos que saben interrogarla. Reencontramos aqu laconcepcin nominalista del concepto flecha que seala la realidad de los entes. Veremosms adelante que esta legitimacin del concepto y, generalizando, de la mathesis en sufuncin referencial, es aquello que limita la racionalidad moderna (a comienzos del sigloXX se produjo sin lugar a dudas la crisis de todo este sistema referencial: las respuestas semostraron entonces tan polismicas que inclusive su interpretacin result problematizada;el concepto haba perdido su extensin y ya no era posible saber a qu haca referencia).

    Como lo afirma Russel, el conflicto entre Galileo y la Iglesia no es solamente el conflictoentre el pensamiento libre y el fanatismo, o entre la ciencia y la religin; es adems unconflicto entre el espritu de induccin y el espritu de deduccin. Aquellos que creen en ladeduccin como mtodo para llegar al conocimiento se ven obligados a tomar esas

    premisas de alguna parte, generalmente de un libro sagrado9. En este sentido Galileo y lamodernidad proponen una segunda apuesta sobre la razn, cuyo corolario es la creencia enel hombre y en el progreso. Permanece el hecho de que aqu se encuentran los ecos de latotalizacin aristotlica, porque estas dos concepciones apuestan sin lugar a dudas sobre la

    posibilidad de una consistencia total y definitiva.

    Veamos un poco ms de cerca cules fueron las alteraciones introducidas por Galileo. Sus

    trabajos, como hemos dicho, reponen al universo en movimiento, excentran la Tierra quedesde entonces no es ms que un muy pequeo planeta entre otros, retiran su carcterabsoluto a las nociones de Arriba y Abajo. En sus trabajos sobre la cada de los cuerposGalileo llegar a elaborar algo que fue una verdadera teora de la relatividad, pero todosesos ensayos tuvieron, en su momento, repercusiones esencialmente morales y filosficas.Tales novedades no podan dejar de provocar ese sentimiento de desamparo del que hablael curita de Brecht. El mismo Galileo adverta el verdadero terremoto que sus posicionessignificaron sobre el sentido comn de la poca.

    En suDialogue sur les deuxgrandes systmes du monde pone en boca de Simplicio (quienrepresenta el papel del peripattico y al que Galileo designa con ese nombre de sonoridadessignificativas) los argumentos de ese escndalo del que l mismo no era ms que unansioso protagonista: Coprnico y sus partidarios, al escribir sobre esta constitucinfantstica del mundo, conducen necesariamente a decir imbecilidades solemnes: el Sol,Venus y Mercurio estaran debajo de la Tierra, las materias pesadas iran naturalmentehacia arriba y las livianas hacia abajo, Cristo, Nuestro Seor y Redentor habra subido alinfierno y descendido a los cielos, cuando Josu orden al Sol que se detenga, sera laTierra la que se detuvo; adems el Sol se movera en sentido inverso de la Tierra, y cuandoel Sol est en Cncer, la Tierra atraviesa Capricornio, los signos del invierno conduciran alverano y los signos del verano al invierno; no seran las estrellas las que se levantan y se

    ponen para la Tierra, sino la Tierra la que se levanta y se pone para las estrellas, el oriente

    8 Alexandre Koyr,tudes galiliennes, ob.cit.9 Bertrand Russell,Histoire de mes idees philosophiques, ob.cit.

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    comenzara en occidente y el occidente en oriente: en resumen, prcticamente todo el cursodel mundo sera invertido10.

    Galileo era absolutamente consciente de todo eso y saba que lo que l y otros hacanestaba lejos de ser la avanzada de algunas inocentes teoras cientficas que podran llegar aarticularse con el cuerpo terico clsico, aunque fuese con contradicciones capaces decohabitar hasta encontrar el camino verdadero. Saba que la teora de la mathesisuniversal implicaba que se desaloje a Dios de su lugar central, porque de eso se tratacuando se relativiza la importancia de la Tierra en el universo.

    Galileo crea en esta nueva figura que es el hombre, porque estaba creado y armado en larazn. Poda afirmar con Kepler que entre Dios y los hombres la diferencia estriba en quel conoce ya todos los teoremas, mientras que el hombre no los conoce todos todava.En su Dialogue... defendi por otra parte las mismas posiciones que Kepler cuando hacedecir a Salviati (nombre de un amigo de Galileo muerto joven y que se supone lorepresenta en el dilogo): Vuestra objecin es muy profunda. Para responderla,recurramos a una distincin filosfica y digamos que comprender se toma en dos sentidos,

    intensivo y extensivo; extensivo, es decir en relacin con la multitud de cosas inteligibleshay una infinidad, el entendimiento humano es nada aunque comprendiera milproposiciones, porque mil en relacin con el infinito, es como cero; pero si uno entiendecomprender intensivo por lo que el trmino implica de intensidad, es decir perfeccin en lacomprensin de una proposicin, yo digo que el intelecto humano comprende

    perfectamente algunas y tiene sobre ellas una certidumbre tan absoluta como puede tenerlala misma naturaleza; es el caso de las ciencias matemticas puras, es decir la geometra y laaritmtica: en estas ciencias el intelecto divino bien puede conocer infinitamente ms

    proposiciones que el intelecto humano, puesto que las conoce todas, pero en mi opinin elconocimiento que tiene el intelecto humano del pequeo nmero de aquellas quecomprende llega a igualar en certidumbre objetiva el conocimiento divino, puesto que llega

    a comprender la necesidad y por encima de esto no hay nada ms asegurado11.

    Como en todo el texto deDialogues..., Galileo presenta aqu de la manera ms respetuosay menos provocadora posible tesis que l saba eran de una subversin radical. Hay enellas un cierto inters pedaggico y posiblemente tambin una cierta falta de atraccin porla hoguera, pero sabe que ellos comprenderan, y sabe que ellos se escandalizarn;entonces hace responder a Simplicio: Esto s que es hablar con audacia y osada....

    En la misma poca, Descartes describa un mundo matemtico riguroso y uniforme, hechode geometra cosificada de la que nuestras ideas claras y distanciadas deban darnos unconocimiento evidente y certero. Como dice Koyr, el Dios de la modernidad, presentadoal comienzo como el divino arquitecto tiene cada vez menos que hacer en el mundo [...]el mundo, cada vez ms, podra llegar a pasarse sin sus servicios [...]. Se convirti en unDios aparente. En cambio, la razn adviene con una figura totalizante y sin fallas.

    Galileo expresa claramente esta idea de un hombre que puede pasarse sin la tutela de Dioscuando hace afirmar a Salviati: Se tiene necesidad de un gua en un pas desconocido ycubierto de bosques; en descubierto, en la llanura, solamente los ciegos tienen necesidad deuno y en este caso haran mejor quedndose en casa; pero cuando se tienen ojos, en la carao en el espritu, es necesario utilizarlos para guiarse12. Ms adelante agrega tambin unacrtica a aquellos que siguen ciegamente al divino Aristteles. El hombre no tienenecesidad de Dios para guiarlo o, ms bien, ya no tiene ms necesidad de l, porque la

    10 Galileo,Dialogue sur les deux grandes systmes du monde, Pars, Seuil, 1992, pg. 354.11 dem, pg. 129.12 dem, pg.138.

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    realidad racional no es un pas desconocido y lleno de bosques. El hombre, ser de larazn, no es ciego.

    Por otra parte, este saber concebido como una revelacin de la realidad, induce un cambioradical en los mecanismos de legitimacin del poder. En efecto, si la historia tiene unsentido y si ste es accesible a la razn de los hombres, todo saber en este sentido esinmediatamente asimilado a un poder. En otras culturas no modernas, el poder escompartido entre aquellos que tienen la fuerza y la destreza y aquellos que, a travs de lamagia, tienen acceso los secretos del mundo (la armona del mundo). En la modernidad,aquellos que tienen un conocimiento lo obtienen forzosamente de un saber adelantado enrelacin con los de la poca. La equivalencia entre poder y saber se perfila, centrada sobrela figura de las vanguardias: ya sean polticas, cientficas o culturales, estn siempre,como lo indica su nombre, adelantadas respecto de la revelacin del sentido de la Historia,y es en ese saber que ellas legitiman su poder, o su reivindicacin de un poder. Esta lgicaest claramente ilustrada por una frase de Louis Pasteur: Yo no te pregunto a qu raza

    perteneces, ni a qu religin perteneces; si sufres, me perteneces. El enfermo que sufre

    pertenece al representante de la vanguardia cientfica, el nico capaz de saber dnde seencuentra la curacin del enfermo, y entonces, curarlo, aun a su pesar. Esta expresin estevidentemente cargada de buenas intenciones humanistas, y puede escucharse inclusiveahora sin chocar con la sensibilidad de una parte de nuestros contemporneos. El Bien dela modernidad es uno y unvoco, es universal y vale para todos los individuos, y cuantoms cree cada uno buscar el propio, aun sin saberlo trabaja por el objetivo comn(siguiendo la astucia de la razn de Hegel).

    En esta forma, el enfermo no tendra ningn conocimiento sobre su mal o sobre sucuracin y corresponde al buen mdico, tal un nuevo padre, guiarlo. En nuestros daslas salas de espera estn llenas todava de pacientes que desean que se acte de esa manera.En cambio, este tipo de razonamiento ya no tiene ningn eco cuando se aplica al terreno

    poltico: la figura del buen padrecito de los pueblos que dira a los que sufren: T meperteneces est claramente identificado con la forma stalinista de la poltica; pero, para serexactos, si con Stalin y Pol-Pot esta forma lleg a su paroxismo, la matriz lgica sobre laque funcionaba no fue siempre tan caricaturesca, ya que toda poltica en la que se delega elmando a los poderes centrales es una caracterstica de la concepcin moderna. Lamodernidad fue entonces ese perodo en el que, despus de la ruptura nominalista, setermin por encontrar nuevos puntos de orientacin tan fijos y consistentes como lo eranel arriba y el abajo, lo pesado y lo liviano para la escolstica medieval. Los dosejemplos que acabamos de dar no significan que habra inmediatamente una perversin deesta nueva lgica, indican simplemente sus lmites. Con la teora de la mathesis, lahumanidad recuper sus puntos de orientacin, lo alto y lo bajo, el bien y el mal, queestaban directamente vinculados con la idea de una razn razonadora que gobierna a losindividuos y a las cosas. El cielo estrellado encima de m y la ley moral en m13,afirmaba Kant: son las dos cosas que yo veo delante de m y estn inmediatamentevinculadas con la conciencia de mi existencia. Yo las vinculo tiene por corolario que, siesto es posible, es porque un principio comn orquesta esos movimientos y su devenir: larazn. De ahora en adelante, las decisiones de los hombres estn imbricadas con algo que,de hecho, las sobrepasa, en este caso la totalidad del ritmo del universo al que estn"vinculados". La razn, es ontologizada, instalada en el centro de la cosmogonamoderna, y las ciencias matemticas son su ncleo.

    Captulo 6

    13 Emmanuel Kant, Critique de la raison pur, Pars, PUF, 1944.

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    UNA RAZN NO DETERMINISTA

    Aunque las ilusiones acerca de las posibilidades de un racionalismo determinista siguenvivas, existen fundamentos que nos permiten pensar en el fin del determinismo en trminos

    racionales. Constituyen los fundamentos lgicos que inauguran una nueva era de lahumanidad.

    Gdel y la incompletudComo hemos visto, el lugar central que ocupa la paradoja en la crisis de 1900 revela unsntoma. Las paradojas, en tanto que entidades extravagantes ya no fueron ordenadascomo hasta entonces bajo la etiqueta de rareza marginal; pero para la mayor parte de losmatemticos su existencia no ocup el centro de sus investigaciones. Este problema eraconsiderado a veces como un punto molesto, que era necesario evitar definitivamente,como lo sugera Wittgenstein, o bien como un problema pequeo al que se le encontrara

    respuesta algn da. En definitiva, para los neopositivistas haban sido siempresobrevaloradas en el cuerpo de las matemticas.

    Sin embargo, la paradoja del mentiroso ofreci la ocasin y el tema al matemtico Gdelpara construir un razonamiento que conmovi el concepto mismo del saber. En efecto, lasparadojas delimitan una frontera interior en la racionalidad, puesto que la razn misma, ensu combinatoria auto-determinada no puede decidir sobre ellas. Hemos visto cmoRussell las presentaba en su carta a Frege: se trata de un enunciado que no puedeenunciarse a s mismo. (As, a partir de una piedra, podemos imaginar formar el conjuntode las piedras; pero este conjunto de piedras no es un elemento de s mismo, simplemente

    porque un conjunto no es una piedra). En cambio, si en relacin con este conjunto de

    piedras formamos el conjunto de las no-piedras, podemos decir que el conjunto de las no-piedras es un elemento de s mismo. La cuestin de saber si un conjunto es o no elementode s mismo tiene entonces sentido, e inclusive este sentido tiene una gran importanciaepistemolgica, porque se trata de un mecanismo de base que nos permite, por elestablecimiento de las diferencias y pertenencias, fundamentar un conocimiento.

    El teorema de Gdel (1931) retoma el planteo de la imposibilidad de demostrar ciertasproposiciones en un sistema dado. Esto implica, entre otras cosas, que no se puedeestablecer un operador de identidad como lo deseaba Frege, creando equivalencias del tipoA = A. Por el contrario, la existencia de las paradojas ubica en el centro de la lgica un

    punto indecidible, identificable con la proposin A = no-A que conduce a una decisinque identificamos como un otorgamiento de sentido. De esta manera, desde un punto devista semntico, somos siempre conducidos a poner en duda el principio de identidad,

    porque si no existiera lo indecidible podramos constatar que X = X implica siempre uncero de sentido. Entonces, desde el punto de vista semntico no podemos jams colocarnada al lado del signo (=): no hay sustitucin posible.

    Este teorema establece la existencia de esta incompletud que en la semntica nos introduceen la cuestin de un sentido que concierne a una decisin. Esta inconsistencia (Q) no esuna inconsistencia devastadora, sino ya no podramos ni siquiera contar ms. Indica quemuy bien podramos tener un sistema aritmtico absolutamente consistente que contenga

    por lo menos un elemento que no sea un nmero natural estndar. El primer teorema deincompletud de Gdel afirma que si S es una familia de enunciados aritmticos recurrente,

    no contradictoria y que contiene un elemento inconsistente pero sin embargo tolerado por En el original (Nota de digitalizacin)

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    el sistema, entonces existe un enunciado A tal que ni A ni su negacin se deducen de S,que en consecuencia es incompleto, de donde proviene el nombre dado a este resultado.Vemos en particular que cualquier descripcin efectiva de la aritmtica de los nmerosenteros omite un enunciado (indecidible) verdadero y que no permite ni siquierademostrarla. Obtenemos de esta manera una decisin imposible de deducir de los elemen-

    tos presentes. Esta decisin se caracteriza por el hecho de que A es demostrable si ysolamente si no-A es tambin demostrable. De esta manera Gdel afirma que existe porlo menos una frmula de la aritmtica para la cual ninguna progresin de la mismaconstituya una demostracin (como en el caso de la paradoja del mentiroso en la que uncretense dice: todos los cretenses son mentirosos).

    El segundo teorema de incompletud de Gdel precisa el primero asegurando que no esposible probar ni refutar en S el enunciado aritmtico cuya significacin va la codificacinconsiderada, es el sistema S no contradictorio. En consecuencia, esto hace caduco el

    programa de Hilbert dirigido a asegurar la no-contradiccin de un sistema matemtico apartir del interior mismo de ese sistema. Cuando Hilbert intent eliminar toda

    contradiccin, sostuvo la idea de que cualquier situacin poda tener una definicin lgicay determinada, es decir que a cada problema corresponde una sola solucin correcta. Eltrabajo de Gdel fue la base de la teora de los conjuntos tal como se la entiendeactualmente en la investigacin matemtica.

    Pero hay que decir tambin que existe una interpretacin excesiva del teorema de Gdel,que tiende a leer el conjunto del mundo como si dependiera de una inconsistencia total.Este tipo de excesos que universaliza un teorema con el objeto de explicar de maneraarbitraria otros fenmenos, es comparable a lo que se produjo alrededor de los aos sesentacon la segunda ley de la termodinmica (entropa), a la que se atribuy entonces uncarcter mgico y todopoderoso sin relacin alguna con dicha ley. El teorema de lainconsistencia fue objeto de un efecto de moda similar, que tendi a ocultar, al

    vulgarizarlo, sus consecuencias revolucionarias.

    El teorema de Gdel nos permite pensar e interpretar un conjunto/situacin comodependiente de una consistencia que posee, en su seno, un elemento inconsistente. Estalgica inconsistente est basada en un rgimen que funciona sobre lo mltiple, sinsntesis ni aufhebung, en una tensin estructural entre el conjunto consistente y suelemento inconsistente.

    La inconsistencia de una situacin puede tambin ser pensada como el elemento presentepero no representado por el estado de la situacin. Esta representacin no carece de unpunto de vista funcional, pero depende de un indecidible, de un imposible de representar.Esto puede ser igualmente pensado a partir de la lgica del significante que afirma quenada es todo o, para decirlo de otra manera, que siempre hay uno ms. Este uno dems es un operador de totalizacin que se excepta del conjunto que totaliza.

    Utilizando el ejemplo de Lobatchevski en relacin con la geometra euclidiana, Gdelestablece que, evidentemente, la incompletud de la aritmtica hace posible la creacin denuevas hiptesis y teoras aptas para enriquecer el cuerpo de la aritmtica, pero que sinembargo; las mismas no podrn sino completarlo. En consecuencia hay siempre unindemostrable estructural. Ms an, solamente a partir de este indemostrable puederealizarse cualquier demostracin. Por primera vez en la racionalidad, se anunciaba queera posible pensar a pesar del imposible dominio de la totalidad e inclusive que esteimposible era el punto de partida de todo pensamiento.

    En el corazn del pensamiento conceptual aparece as aquello que definir el desafoepistemolgico de nuestra poca. La decisin no es deductible del conjunto de los

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    elementos de la situacin porque stos dependen de un saber enciclopdico, en el seno delcual, de manera errtica e indeterminada, el registro de la verdad existe en tanto quefuncin: interrupcin de ese saber, interrupcin de la norma.

    El pensamiento racional debe existir bajo la tensin que implica concebir la sobre-determinacin como una realidad impensable sin la indeterminacin.

    La figura de la decisin aparece actualmente bajo la forma del golpe de dados deMallarm. Golpe de dados que nunca abolir al azar, porque la nueva situacin ser, ellatambin, sometida al azar. Pero esta contingencia con la que es necesario contar no debehundirnos en el nihilismo agnstico de un azar sin leyes, ni ceder el paso a lo irracional.

    Por lo tanto es forzoso reconocer que tal ruptura epistemolgica mina la visin modernacentrada alrededor de un orden y de un sentido en la realidad. Los primeros pensadores deesta ruptura hicieron, no sin razn, un llamado a quien, desde hace siglos, cuestionaba laconcatenacin universal y cualquier idea de un orden y de un sentido como estructurainterna de la realidad: Spinoza.

    Para abordar el problema del determinismo y del indeterminismo, del caos y del azar, esjusto comenzar con esta frase de Spinoza: Como aquellos que no comprenden lanaturaleza de las cosas son incapaces de afirmar nada sobre ellas, y solamente las imaginantomando la imaginacin por comprensin, entonces creen firmemente que hay un orden enlas cosas, ignorando que ellos son al mismo tiempo de la naturaleza de las cosas y de la

    propia. Cuando las cosas estn dispuestas de manera tal que la representacin por lossentidos nos permite imaginarlas fcilmente, decimos que estn bien ordenadas. En el casocontrario, decimos que estn mal ordenadas o que son confusas. Como las cosas que

    podemos imaginar fcilmente nos son ms agradables que las otras, los hombres prefieren,en consecuencia, el orden a la confusin, como si, fuera de la imaginacin, el ordensignificase algo en la naturaleza14.

    Razn y determinismoLa cuestin de la incompletud constituye entonces una verdadera revolucin que desaloja ala razn de su lugar central. Demostrar que hay enunciados indemostrables no debe sercomprendido como la enunciacin de una incompletud teatral que vendra, nuevamente,a completar la razn humana porque sta confronta con sus propios lmites, en

    profundidad, sobre el doble eje del sentido y del determinismo.

    Si la realidad ya no se escribe en lenguaje matemtico, que responde a leyes determinadas,el sentido ya no puede ser algo a descubrir. Esta cuestin, lejos de depender de un

    problema perifrico de lgica y de lingstica, expresa la ruptura radical de la cosmogonade la modernidad, el final de la hiptesis de un sentido y razn en la historia quecorresponda a un sentido y razn en la realidad.

    A partir de aqu dos cuestiones se hacen centrales. La primera referida al rgimen y laposibilidad de la existencia de un sentido, as como a su legitimacin. La segunda es la delautor, es decir, aquel que determina y crea un sentido.

    El determinismo y la cuestin del sentido

    El determinismo daba su respuesta a la cuestin del sentido: al estar el mismo escrito enfrmulas matemticas, bastaba con dominar esas mismas frmulas para encontrarlo, por lo

    tanto estaba determinado. No obstante, este enlace entre determinismo y matemticas,14 Spinoza,L'tique, ob.cit.

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    adems de no corresponder a una realidad, corolario auto-fundamentado de la Razn esms bien una construccin ideolgica, como lo adelanta el matemtico Giorgio Israel: Lahistoria nos ensea que este enlace nunca se realiz verdaderamente: determinismo ymatemticas han simplemente marchado uno al lado del otro. La prfida hermana sembrcon frecuencia trampas en la ruta de su hermano, pero ste no se preocup por ello:

    continu su marcha tranquilo y, en el trascurso del tiempo, extendi su imperio eliminandomuchos obstculos15. Aun estando de acuerdo con Israel podemos sin embargo considerarque l minimiza esos efectos sobre el desarrollo de la ciencia matemtica; en los hechos, al

    permanecer el determinismo como un objetivo ideolgico fundamental, modifica,determina e influye al pensamiento mismo.

    Con frecuencia, estas posiciones existieron y siguen existiendo en el seno del aparatajecientfico en tanto que exigencia de validez de las teoras avanzadas; actualmente muchosinvestigadores estaran de acuerdo para suscribir este texto de Claude Bernard: Esnecesario admitir como un axioma experimental que entre los seres vivos, tanto como entrelos cuerpos rudimentarios, las condiciones de existencia de cualquier fenmeno estn

    determinadas de una manera absoluta. Lo que quiere decir en otros trminos que una vezconocida y completada la condicin de un fenmeno, el mismo puede reproducirse siemprey necesariamente a voluntad del experimentador. La negacin de esta proposin no seraotra cosa que la negacin de la misma ciencia. En efecto, como la ciencia no es otra cosaque lo determinado y lo determinable, se debe forzosamente admitir como axioma que encondiciones idnticas todos los fenmenos son idnticos y que, en cuanto las condicionesno son ms las mismas, el fenmeno deja de ser idntico 16. En esta corriente, muchostericos plantearon hiptesis que intentaban contornear ese azar. Fue as que Poincar,abriendo el camino a lo que llegara a ser la teora de las catstrofes, defendi la ideasegn la cual se llamaba azar a los efectos incontrolables debidos a que hubiese podidoescaparse una causa muy pequea capaz de producir efectos considerables, pero afirma

    que si conocemos exactamente las leyes de la naturaleza y la situacin del universo en elinstante inicial, podemos predecir exactamente la situacin de ese mismo universo en uninstante ulterior. Esta afirmacin figura en Science et mthode, obra que escribi en 1908,algunos aos despus del congreso de la ruptura en el trascurso del cual Hilbert present su

    programa tendiente a proteger el cuerpo matemtico de las paradojas y las incompletudesque lo acechaban. La respuesta de Poincar, al contentarse con evocar pequeas causashipotticas todava desconocidas, no era tan ambiciosa como la de Hilbert, pero se dirigaigualmente a reintroducir la determinacin en el seno de las ciencias.

    Pensar el azar

    Actualmente, pensar el centralismo del problema del azar en el pensamiento conceptual yracional sigue siendo una lucha. Por ejemplo, la famosa teora del caos solamente esevocada para contornearlo mejor, porque en ese caso no se habla verdaderamente del azarsino de la imposibilidad que existe de conocer a priori todas las eventualidades. En efecto,en la teora del caos, se evocan la serie de encuentros no necesarios que intervienen en eldesarrollo del fenmeno y lo hacen catico. Pero lo imprevisto no es el azar. En lgica

    paradojal, el azar es aquello que permite pensar la existencia de un indecidible en elinterior de cualquier conjunto. La indecidibilidad no es entonces una carencia cualitativani cuantitativa de informaciones, es estructural y estructurante.

    Este empecinamiento en mantener la creencia en un determinismo que podra serrestablecido ha perdido, sin embargo, mucho del orgullo totalizante de sus mejores

    15 Giorgio Israel, Chaos et dterminisme, Paris, Seuil, 1992.16 Claude Bernard,Introduction l'tude de la mdecine experimntale, Pars, Delagrave, 1865, pg. 109.

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    momentos. Los neopositivistas no podran exhibir ms en sus coloquios la soberbia dePierre Simn de Laplace cuando afirmaba: Observamos una cosa como el efecto del azarcuando no ofrece a nuestros ojos nada en particular o que anuncie un designio, mientrasque, por otra parte, ignoramos las causas que lo produjeron. El azar no tienen entoncesninguna realidad en s mismo: no es, ms que un trmino apropiado para designar nuestra

    ignorancia sobre la forma en que las diferentes partes de un fenmeno se coordinan entre sy con el resto de la naturaleza. La nocin de probabilidad contiene a esta ignorancia...17.

    Si podemos adelantar la hiptesis segn la cual la sobre-determinacin es un conceptoimpensable sin la indeterminacin, debemos hacerlo sin olvidar este pasado, simbolizado

    por las clebres frases del mismo Laplace: En consecuencia, debemos encarar el actualestado del universo como efecto de su estado anterior y como causa del que va a seguir.Una inteligencia que en un instante dado conociera todas las fuerzas que animan lanaturaleza y la situacin respectiva de los seres que la componen, si por otra parte fuese losuficientemente amplia como para someter sus datos al anlisis, abarcara en una mismafrmula los movimientos de los cuerpos ms grandes del universo y los del tomo msliviano: nada sera dudoso para ella, y tanto el porvenir como el pasado estaran presentesante sus ojos...18. Este hombre, poseedor de tales conocimientos, sera realmentetodopoderoso, inclusive el Todopoderoso. Esto nos indica con claridad la desmesura delduelo a llevar a cabo, porque la novedad es enorme: No somos dioses! La lengua es

    percibida como un simple conjunto de signos, la ideologa realista (segn el sentidomoderno, es decir que solamente existe la realidad inmediata) ratifica un mundo utilizable.El mundo de la tcnica no es, por cierto, reductible nicamente al mundo de los objetostcnicos, pero en l todo est cosificado; a travs de la mercanca y la racionalidad deldinero el mundo se hizo manipulable, sin fronteras ni zonas de sombra capaces deresistirles. Y esto no fue el resultado del triunfo del determinismo, sino de la mercancacontra la que Poincar se sublevaba. A todo esto se ofrece una rpida respuesta: Puesto

    que no somos dioses, no somos nada y l saber y la razn son imposibles.

    Sentido y significacinEste ltimo movimiento de distanciamiento entre la palabra y la cosa relega a la lengua allugar de una estructura vaca de sentido y de contenido. En consecuencia ya no es posibleasignar un sentido concreto a nada.

    El reino de la polisemia

    La materializacin del problema del sentido fue en principio inevitable en razn delabandono del doble sistema lgico que le permiti existir. Se trataba, por una parte, de la

    idea de un develado progresivo de un real ya existente (positivismo) y, por otra parte, de laperspectiva de una aufhebungproducida a partir de elementos de la situacin (dialctica).Puesto que el sentido, segn las lgicas de la inconsistencia, no era ms deductible de loselementos de la situacin, los lingistas y los filsofos llegaron a la conclusin de queexistan dos posibilidades. La primera, cual una solucin final fue la de la asemia: nohay ms sentido; la segunda, en apariencia menos radical, fue la de la polisemia queestableci que todos los sentidos y no importa cules se equivalen puesto que existala inconsistencia. En definitiva estas dos respuestas no forman ms que una, porque setrata de una crtica radical de toda racionalidad que pretendiera basarse en una ontologa.Ambas conducen, en consecuencia, a posiciones de relativismo cultural y filosfico

    17 Fierre Simn de Laplace,Exposition du systeme du monde, Pars, Fayard, 1984.18 dem.

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    originado en la desconfianza, inclusive en el odio, contra la razn determinista de lamodernidad.

    Por lo tanto, aunque sea justo manifestar que la razn intent durante ms de cinco siglosponerse de acuerdo con los imperativos del determinismo, nada nos permite llegar a laconclusin de que el derrumbe de ste arrastre con l el de la razn. Los relativistas actancomo si la ciencia occidental o los rituales religiosos de una poblacin de Amrica Latinaderivaran ambos de la misma razn, en la que estaban todas las sinrazones en lasingularidad y en la multiplicidad y sin que exista ningn elemento que permitadiferenciarlas, o siquiera compararlas.

    Hasta entonces, pareca soplar un viento de ingenuidad democrtica. El problemacomienza cuando, en nombre de ese mismo relativismo cultural parece imposibleestablecer una jerarqua, un sentido y una decisin entre, por ejemplo, la opresin de lasmujeres que llega a la reseccin, inclusive a su exterminacin, y la condicin de lasmujeres en Pars. De esta manera, en nombre del relativismo, en nombre de la noexistencia de un sentido, en nombre de la ruptura del mito de un progreso unvoco y

    universal, ya no podramos oponernos a la opresin y a la injusticia, porque stas, en lalectura polismica relativista, depende simplemente de una diferencia cultural imposible deevaluar a partir de otra cultura.

    Desde un punto de vista menos dramtico, pero no menos insidioso, la deconstruccinposmoderna establece la imposibilidad de cualquier interpretacin unvoca (clara?) de untexto dado. El lingista Umberto Eco lanz, hace unas dcadas, la consigna de loslingistas posmodernos: No existe el sentido. Claro est que tal afirmacin conduce almismo callejn sin salida lgico que el que fundamenta el relativismo cultural. En efecto,este ltimo solamente puede sostenerse si se convierte en una cosmogona universalmenteaceptada. Fue as que el enunciado polismico no existe el sentido fue

    sorprendentemente comprendido de una sola y nica manera. Cuando Eco escribe quetodas las interpretaciones son posibles en relacin con un texto y que, en definitiva, lo queel autor interpreta de su texto no es ms que uno de los infinitos sentidos posibles, nadiecomprende que Eco acaba de escribir, por ejemplo: Con gusto me comera un sndwichde queso.

    La cuestin de la polisemia radical haba exasperado ya a los grandes espritus de lalingstica como Greimas y Jakobson. El mismo Greimas escriba: Sin embargo, cuandoyo digo que anudo mi corbata roja, todo el mundo me comprende... 19, y Jakobson en sus

    Essais de lingistique genrale afirma: Todava hay gente que sostiene que las cuestionesdel sentido no tienen sentido para ellas, pero cuando dicen no tienen sentido una de dos:o bien saben lo que quieren decir, y por ello mismo la cuestin del sentido adquiere unsentido, o bien no lo saben y entonces su formulacin carece en absoluto de sentido20.Sus frmulas tenan, por supuesto, un sentido; todas se planteaban desde una alturadoctoral que legitimaba los dichos polismicos de los nuevos maestros del pensamiento.Pero no se trata en este caso de resolver con una humorada la cuestin del sentido,convertido en el problema central de la filosofa y de la lgica.

    La lgica de la inconsistencia

    Para explorar una pista de investigacin, podramos seguir la hiptesis de unadiferenciacin radical a establecer entre la nocin de significacin y la de sentido. Porsignificacin puede entenderse la matriz, la estructura consistente propia de cada conjunto

    19 Algirdas Greimas,Du sens, ob.cit.20 Romn Jakobson,Essais de lingstique gnrale, Pars, Minuit, 1968.

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    o situacin, que se articula y existe bajo la forma de una combinatoria , como unaverdadera red que remite los elementos del conjunto los unos a los otros, segn una lgicadeterminada. El sentido, en cambio, depende de un elemento inconsistente, siempreerrtico y virtual; est presente en el seno de todo conjunto consistente en tanto quecondicin ontolgica de existencia de dicho conjunto. Es aquello que anteriormente

    presentamos bajo la frmula lo determinado no es pensable [NO ES en consecuenciacondicin ontolgica] sin lo indeterminado.

    En la comunicacin corriente, nos ubicamos casi siempre a nivel de la significacin ypermanecemos en l hasta el momento, raro, en el que nuestro decir articulado y existenteen una combinatoria bien aceitada se enfrenta con un imposible de decir. Lo imposible noes en este caso la figura de la impotencia, por el contrario, es el punto de sinsentido del que

    puede nacer el sentido.

    En el captulo precedente, al evocar la posicin de Cassirer referida al ejemplo de lacomunicacin de las abejas, destacamos que adelantaba la hiptesis de una materialidad

    para explicar una comunicacin tan perfecta. Podemos retomar esta imagen para decir

    que el nivel de la significacin depende, de alguna manera, de una materialidad de lasituacin, materialidad perceptible y, visible puesto que est ordenada por lo invisible(imposible).

    De esta manera, el sentido no depende en absoluto de una mayor-significacin; es, encambio, uno de los nombres de la libertad porque, en un conjunto determinado, su

    problemtica no se plantea sino a partir de una falla en la significacin. Si bien todosentido nace de un sinsentido, lo contrario (todo sinsentido nace de un sentido) no es ciertoen absoluto, no hay aqu movimiento dialctico. El sinsentido depende de un punto de ser,de un presente no representado, y no de un disfuncionamiento lgico a nivel del sentido.Este presente no representado, determinable como un punto de sinsentido en el conjunto,

    tiene entonces un carcter ontolgico, no reductible a una visin constructivista.Para los constructivistas, todo es posible y entonces, nada es real. En la posicin deretorno ideolgico operada por Alain Badiou, lo real es absolutamente ese punto deimposible, figura del ser cuyo nombre propio es el vaco, el conjunto vaco que pertenece atodos los conjuntos21.

    A nivel de la significacin, es decir de la consistencia, las cosas enunciadas, por supuestoquieren decir algo22, existen muchas hiptesis tal como la del cuadrado del sentido deGreimas, para explicar el mecanismo a travs del cual, a nivel de la significacin, las frasesquieren decir algo. La explicacin dada por Lacan, llamada del punto de capiton es aeste respecto bastante clara cuando afirma que la comprensin a nivel de la significacin

    est dada como en el punto llamado de capiton (punto de costura utilizado por loscolchoneros), que da una coherencia al conjunto de la frase, de manera retroactiva, por supunto final23.

    As, por ejemplo, si el profesor enuncia: Morir maana [...] afirm Raoul... en 1520, elpunto final determina la coherencia del enunciado. Porque morir maana enunciadopor ejemplo el 22 de agosto de 1992 por el profesor no se refiere al 23 de agosto de 1992 nia la muerte del profesor que enuncia la frase; el punto final nos ensea que quien la

    Parte de las matemticas que estudia el nmero de posibilidades de ordenacin, seleccin e intercambio delos elementos de un conjunto, es decir, las combinaciones, variaciones y permutaciones. (Nota digitalizacin)

    21 Alain Badiou,L'tre et l'vnement, ob.cit.22 Algardas Greimas,Du sens, ob.cit.23 Archivos personales del autor.

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    enuncia es Raoul, y que, finalmente, al morir maana, lo hace solamente en un maana queremite a un pasado de hace cinco siglos.

    A nivel de la significacin, la combinatoria contiene entonces mecanismos que nospermiten dar y delimitar una coherencia concreta a enunciados dados. Inclusive loscambios de un nivel de significacin hacia otro dependen de las mltiples articulaciones

    posibles en la combinatoria, sin que por ello nos encontremos forzosamente frente a unacuestin que depende de un sinsentido.

    La combinatoria simblica no corresponde en ningn caso a la estructura ordenada de unsistema coherente, se la podra identificar ms bien, segn la terminologa de GilesDeleuze y Flix Guattari, al rizoma que se opone a toda estructura centralizada. Funcionaalrededor de un ncleo de sedimentacin que se puede llamar polo semntico24, que,aunque no ordenen la combinatoria, le ofrecen los ncleos y los nudos.

    La combinatoria es un conjunto de cdigos y segmentos de cdigos cuyo entrecruzamientodetermina figuras arbitrarias y asimtricas. La significacin remite siempre a un cdigo osegmento de cdigo, en relacin con el cual es posible verificar la veracidad de losenunciados. La significacin se estructura de esta manera refirindose a la categora deveracidad de los enunciados; en cambio el sentido refiere invariablemente a la categoraontolgica de verdad segn la acepcin definida anteriormente, es decir ese punto que porsu irrupcin declara insuficiente, inclusive caduco, el saber previo. En la lgica de lainconsistencia, la verdad no se opone entonces a lo falso, sino al saber, y esto no sucede demanera simtrica, como un enunciado cualitativamente diferente, sino en tanto que vacoen la consistencia de la situacin.

    Si la significacin depende de una consistencia armnica con los cdigos, es enconsecuencia susceptible de ser probada a travs de este juego entre los cdigos. Podemosinterpretar lo que una frase quiere decir; para ello, basta con ubicarla o reemplazarla, una

    vez ordenada por el punto de capiton, en el contexto del discurso. As, por ejemplo, siafirmamos de alguien que es un enano intelectual, debemos referirnos al contexto paradeterminar la significacin y saber si se trata de un doctor de talla pequea o de unhombre de talla mediana, pero ms bien tonto.

    En estas maniobras de definicin de la significacin, ms all de la ambigedad de losenunciados, no se trata forzosamente el tema del sentido. Como veremos ms adelante,ms all de los problemas de significacin que son muy comunes en la lengua, lascuestiones del sentido son ms bien raras. Pero sobre todo, la cuestin del sentido, puestoque el mismo no es deductible de los elementos de la situacin, introduce la cuestin de lalibertad. El sentido es equivalente a la libertad, porque tanto como ella aparece como una

    falla. No aparece como dado de por s y convoca entonces a un desafo (desafo que sehar sobre el sentido de una situacin). Esto implica que se piense al sujeto como unafigura efmera que solamente existe en funcin de este desafo.

    Yo soy un otro

    Todos estamos en la combinatoria y en el sentido comn, no la pensamos, es ella la quenos piensa y nos estructura.

    En el interior de esta combinatoria, los enunciados significan segn un enunciadoridentificado con un se; el se dice aparece as en el discurso corriente escondido detrsde una instancia alienada y masificante del yo. Este permanece, en consecuencia,

    24 Vase Miguel Benasayag y Edith Charlton, Esta dulce certidumbre de lo peor, Buenos Aires, NuevaVisin, 1994.

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    siempre prisionero en la red de la significacin y de la consistencia, participa as de lasremisiones simblicas reguladas por las normas de la situacin; en esta combinatoria en laque los personajes dialogan, yo soy un otro entre los otros.

    En las combinatorias los enunciados se remiten los unos a los otros segn un juego quecorresponde a articulaciones preexistentes. En la conversacin corriente, loscomunicantes (actantes) sirven de punto de apoyo al correcto desarrollo de esteintercambio que se representa completo en el marco de lo que es posible decir, aunque sinembargo nada sea verdaderamente dicho. Los cdigos se comunican entre ellos sin quenunca se trate de una cuestin de sentido, porque ste, al ser la figura de la falla, se escapa.

    En consecuencia, confundir sentido y significacin correspondera ya sea a erradicar todoposible del universo de la lengua, por eliminacin de la consistencia tentacin a la quesucumbe la mayor parte de los lingistas posmodernos, ya sea a adelantar la hiptesis deuna consistencia total que eliminara la combinatoria saturndola. Esta ltima posicinconducira a un discurso basado en el absurdo, en el que no se tratara ms que de unacuestin del sentido y en el que, al ser ste polismico, inclusive asmico, cualquier decir

    sera absurdo.El mejor ejemplo para ilustrar la articulacin entre sentido y significacin proviene delteatro de Ionesco. El autor juega en l el juego de la inconsistencia total a travs de laeliminacin del nivel de significacin y de sus cdigos de referencia, tratndola como si nodependiera ms que del sentido. El autor ataca all la combinatoria25:

    Se escucha un timbre.Sr. Smith Hola! alguien llama.Sra. Smith Debe ser alguien. Voy a ver (Va a ver. Abre y vuelve).

    Nadie.Vuelve a su lugar.

    Sr. Martn (que olvid donde est) Euh!...Sra. Martn Decas que nos ibas a dar un ejemplo.Sr. Martn Ah, s...Timbre.Sr. Smith Hola! Alguien llama.Sra. Smith Yo no voy ms a abrir.Sr. Smith Est bien, pero debe haber alguien!Sra. Smith La primera vez no haba nadie. La segunda vez, tampoco. Por qucrees que habra alguien ahora?Sr. Smith Porque llamaron. Sra. Martn No es una razn.Sr. Martn Cmo? Cuando uno oye llamar a la puerta es que hay alguien en la

    puerta que llama para que le abran la puerta.Sra. Martn No siempre. Ya lo vieron recin!Sr. Martn La mayor parte de las veces, s.Sr. Smith Yo, cuando voy a casa de alguien, llamo para entrar. Penseque todo elmundo haca igual y que cada vez que llaman, es porque hay alguien.Sra. Smith Esto es cierto en teora. Pero en la realidad las cosas ocurren de otramanera. Ya lo viste recin.Sra. Martn Su esposa tiene razn.Sr. Martn Oh! Ustedes las mujeres, siempre defendindose la una a la otra.Sra. Smith Bueno, voy a ir a ver. Dirs que soy testaruda, pero vers que no hay

    nadie (Va a ver. Abre la puerta y la vuelve a cerrar). Ves, no hay nadie.25La cantatrice chauve, Pars, Gallimard, 1954.

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    Retorna a su lugar.Sra. Smith Ah! Estos hombres que siempre quieren tener razn y siempre seequivocan. Se oye llamar nuevamenteSr. Smith Hola! Alguien llama.Sra. Smith, en una crisis de clera No me mandes ms a abrir la puerta. Ya viste

    que es intil. La experiencia nos ensea que cuando se oye llamar, es porque nuncahay nadie.

    En este primer extracto Ionesco acta como si la significacin no se refiriera ms a uncdigo, en el que no sera posible verificar, cualquiera sea el marco lgico, la veracidad delos dichos de los enunciados. Por supuesto, el autor se burla de las conclusionescientificistas, siempre demasiado apresuradas, pero para ello avanza por la va delcuestionamiento y de la deconstruccin de las mismas posibilidades del conocimiento.Ahora bien, a nivel de la significacin, la veracidad de un enunciado siempre esconstatable por la referencia al cdigo, inclusive si esos cdigos son siempre pasibles de uncambio segn las diferentes praxis.

    Ms adelante, Ionesco no deconstruye la referencia de una frase coherente con su cdigo,sino su estructura interior, que en esta ocasin no pierde su veracidad sino su lgicainterna. No deber, entonces, ser tomada como un enunciado coherente que obedece a unalgica absurda sino que se convertir en absurda en su significacin.

    Sra. Martn Yo puedo comprar un cortaplumas para mi hermano, pero ustedno puede comprar Irlanda para su abuelo.Sra. Smith Se camina con los pies, pero uno se calienta con la electricidad oal carbn.Sra. Martn Aquel que vende hoy un buey, maana tendr un huevo .Sra. Smith En la vida, hay que mirar por la ventana.

    Estamos aqu en el centro de la contradiccin entre sentido y significacin. Ionesco nosmuestra, gracias a la lupa del absurdo, lo que somos desde un punto de vista lingstico conderecho a afirmar: en los enunciados de la combinatoria que obedece a una serie deremisiones simblicas, es raro (difcil) que algo sea dicho.

    Es cierto que los enunciados se remiten los unos a los otros y estn ordenados por lasituacin, y todos los das asistimos a estos dilogos o intercambios de frmulas

    profundamente codificadas; los individuos parlantes se ponen al servicio de un dilogoque, en definitiva, se hace solo... Hablan para no decir nada. Es fcil imaginar lasveladas mundanas que se desarrollan de esta manera sin que por ello el genio de Ionescodeje de subrayar su absurdo. En esta forma, los hombres hablarn de automviles, dinero o

    profesin, del ltimo modelo de una marca, o de las piernas de la secretaria, y lasmujeres...

    Aun si el ejemplo es caricaturesco, no debemos sin embargo conservar la ilusin de que sila gente hablara de manera ms cultivada o ms sofisticada, el dilogo sera diferente,enunciaran cosas en las que sera cuestin de sentido. Es difcil y poco frecuente deciralgo cuando hablamos, cualquiera sea el nivel de complejidad del o de los cdigosutilizados. Los discursos universitarios sirven para confirmarlo, porque la Universidad esefectivamente uno de esos lugares en los que se supone que no debemos decir ms que loque hay que decir, siguiendo un cdigo muy estricto. Por ello, si quieren triunfar, losuniversitarios deben saber repetir lo que es de buen tono, en el buen momento y en el buen

    artculo. En el hospital, por ejemplo, el interno no dice nada porque l est all paraEn francs boeuf(buey) rima con oeuf(huevo). (N. de la T.)

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    aprender; el jefe de clnica no dice nada porque intenta hacer eco a los comentarios del jefedel servicio, y este ltimo piensa, contra lo que se podra suponer, que una vez que lleg aeste puesto, no es el momento de arruinar una carrera tan promisoria al molestar nuncase sabe, a un mandarn cualquiera, o hasta a la alta sociedad. Lo que es paradojal en estacadena de silencios (el esfuerzo de no decir nada contra los cdigos dominantes) es que la

    alienacin al cdigo est reforzada en este caso en relacin con la situacin del hombrede la calle porque es irreflexiva. El temor al compromiso y un vago miedo difusoconstituyen una cadencia permanente que ritma la vida de los universitarios o de losintelectuales institucionalizados. En definitiva las veladas mundanas entre intelectuales ono se mantienen estructuradas de la misma manera, ms all del contenido de los dichosintercambiados. Cada personaje puede representar all un papel determinado: puede serel del imbcil que responde tonteras o bien el del profesor, pero no por ello ser dichoalgo.

    Una vez denunciadas como insuficientes para comprender la combinatoria, el racionalismoy el sentido de las frases, Ionesco se pregunta si, despus de todo, la combinatoria no est

    ordenada, simplemente, por la musicalidad de las palabras.Sra. Martn Touche pas ma babouche!Sr. Martn Bouge pas la babouche!Sr. Smith Touche la mouche, mouche pas la touche.Sra. Martn La mouche bouge.

    Sra. Smith Mouche ta bouche.

    Lamentablemente, Ionesco debi comprobar que la combinatoria y la comunicacin entrelos seres humanos no corresponden tampoco a un principio esttico tan hermoso, algolamentable por cierto, porque un mundo tal correspondera a una bella y entretenida utopa.

    Ionesco, convencido de lo absurdo de esta comunicacin humana en la que es tan raroque se diga algo, termina su obra por lo que es un verdadero manifiesto lingstico, esdecir, nuevos enunciados, una nueva combinatoria que tendr, por lo menos el mrito dedecir la verdad sobre s misma... es decir, no decir nada.

    Sra. Smith - Krishnamurti, Krishnamurti, Krishnamurti!Sr. Smith - El papa derrapa! El papa no tiene sopapa. La sopapa tiene un papa.Sra. Martn - Balzac, Balzac, Bazaine!Sr. Martn Bizarro, bellas-artes, besos!Sr. Smith - A, c, i, o, u, a, c, i, o, u, a, c, i, o, u, i!Sra. Martin - B, c, d, f, g, 1, m, n, p, r, s, t, v, w, x, z! (Donde, a pesar de todo,

    puede sospecharse un orden de la combinatoria).

    Desde un punto de vista lingstico, la crtica de la comunicacin que desarrolla Ionescorevela a pesar de todo y travs del absurdo un verdadero optimismo en las posibilidadesde los individuos para jugarse al borde de una situacin, apostando sobre el sentido. Enrealidad, si tomamos el trmino absurdo en su sentido primigenio (a saber que losindividuos, es decir los yos, no dicen nada cuando hablan, porque recitar un cdigo

    preestablecido y no decir nada de nada es la misma cosa), se mantiene el optimismo tcitoque afirma que los individuos podran decir algo en las situaciones en las que seencuentran. Pero el individuo, el yo, no es otra cosa que un elemento, una persona en elsentido etimolgico del trmino (mscara), es decir, un conjunto de elementos reunidos yrepresentados en el escenario de la combinatoria.

    Sra. Martn: No toques mi babucha! / Sra. Martin: No muevas la babucha! /Sr. Smith: Toca la mosca, noarruines la conquista. /Sra. Martn: La mosca vuela. / Sra. Smith: Cierra tu boca.

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    Tenemos un ejemplo de esta comunicacin cuando jugamos al ajedrez con unacomputadora. La computadora y nosotros mismos estamos encerrados durante la partidaen una red de informaciones preestablecidas en las que, a cada movimiento (enunciado) elotro puede responder por una serie limitada de movimientos que, a su vez, determinan unaserie de respuestas limitadas y hechas posibles, en cada movimiento, por las respuestas del

    otro. La figura del individuo encerrado en la combinatoria adquiere su verdadero valor, esun actante, de la misma manera que la mquina que lo enfrenta. Por esto la significacindepende siempre de cierto nivel del conocimiento de los cdigos, sin que nunca, como enla partida de ajedrez, sea un problema de sentido. Todo permanece en los lmites concretosde la consistencia y toda eleccin remite de una consistencia a otra. Esta es la razn por laque los seres humanos pueden, en su existencia como personas (mscaras) vivirausentndose, olvidando, inclusive evitando la cuestin del ser, de la inconsistencia y dela libertad.

    La mercanca personaje

    Retornemos, una vez ms, a la obra de Pirandello. El individuo pretensioso y pedante de lamodernidad vuelve a ser un personaje ms, en pie de igualdad con los otros entes de laescena, cumpliendo as el duelo de su ambicin de convertirse en el Autor.

    Si bien muchos de nuestros contemporneos estn dispuestos a admitir esta destitucinde las ilusiones del humanismo, existe todava la tentacin de encontrar, a pesar de todo,un o una autor/a que dara coherencia a la pieza representada en el teatro del universo.Frente a la verificacin de la fuerza brbara del expansionismo capitalista, podramosllegar a la conclusin de que el verdadero autor es la mercanca y su ley: la ganancia.Para certificar esta hiptesis podramos presentar una infinidad de ejemplos; todosdependen de situaciones en las que, para comprender la lgica de los hechos, debemosencararlos como ordenados en nombre de la ganancia y segn la lgica de la mercanca.

    Pero, para decir verdad, creer que esta lgica, aun denunciando a un mundo fro ypeligroso para el hombre, ordena el universo dndole cierta coherencia, mantiene la ilusinfundamental de que una coherencia existira en el universo. Es necesario que lleguemosahora al lmite de la deconstruccin del determinismo si queremos poder volver a pensar,en trminos de racionalidad, la cuestin de la decisin y de la libertad. Esto implica que sedeje de creer que la mercanca y su lgica hacen al mundo coherente, aunque fuese de unacoherencia criminal, porque sta no sera ms que la ltima de las certidumbres que

    permanece y se mantiene cuando todas las dems se han derrumbado: la certidumbre de lopeor que, aun en su pesimismo, milita contra otra racionalidad capaz de pensar el azar enlas lgicas de la inconsistencia.

    Para que ms all de los personajes, mscaras, personas, actantes y entes, se trate lacuestin del ser, es necesario que un sujeto pueda constituirse al borde de la situacinlanzando un golpe de dados que, sin abolir jams el azar, testimonie la certidumbre delhecho de que la constitucin de un sujeto corresponde al advenimiento del sentido.

    Sentido y libertadUna significacin cerrada sobre s misma, sin inconsistencia y sin puntos de sinsentido,nos conducira a afirmar que X = X, lo que significa un cero de sentido, es decir unaausencia de libertad. El sujeto, en cambio, es pensable solamente en tanto que seconstituya como sujeto de la libertad, individual o plural (pero siempre singular), por un

    desafo al borde de un vaco. Este vaco slo existe cuando la situacin no puede

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    enunciarse bajo la forma X = X, es decir en la falla de la consistencia, lugar en el que,ms all de toda determinacin, se trata del problema de lo nuevo y de la decisin.

    El plano de la significacin, la combinatoria, constituye de esta manera lo que podramosllamar un conjunto conjetural [stochstico] (conjetural en la medida en la que por lomenos un elemento del mismo est sujeto a lo aleatorio). Por esta razn el conjunto queconstituye el registro simblico es un conjunto estructuralmente incompleto. Sin embargoesta incompletud no es deductible; por el contrario est sometida al azar, es un elemento

    paradojal y errtico que solamente las encuestas militantes pueden sealar: en definitiva,la decisin y los puntos de vista de aquellos que encaran esta tarea son siempredeterminantes.

    Por otra parte, es por esta razn que hablamos de un verdadero duelo a cumplir: si lacombinatoria se escribe a s misma segn un mecanismo de retornos simblicos intra/inter-cdigo, no existe un Autor que otorgue coherencia; la cosmogona moderna se encuentraderrumbada.

    Lo simblico es este Otro, al cual aferramos a los otros y con el que estamos articulados.Posiblemente lo sean las figuras del poeta, del rebelde, del cientfico, o de los enamoradosque son los nicos que pueden introducir, forzndolas y a travs de sus intervenciones ydecisiones, algunas inflexiones, algunos significantes y nuevas prcticas en el conjunto dela combinatoria, en el Otro. Lo simblico no puede obedecer a una determinacintotalizante porque, en relacin con este Otro citado, no hay un Otro que lo ratifique.Este segundo Otro que podra garantizar al Otro de lo simblico sera el autor en cuya

    bsqueda se desesperan los personajes. Para nosotros, esta espera no puede ser otra cosaque la espera de Godot; por esta razn tratar, en la ltima parte de este libro, de adelantaruna teora de la situacin que permita articular el pensamiento de la libertad y de ladecisin, elaborando el duelo de cualquier garanta de totalizacin.

    Desafo y decisin

    Pensar la decisin como un desafo nos exilia de la lgica kantiana y de su imperativomoral puesto que sta ofrece, a cambio de la obediencia, la seguridad de un futurodeterminado. En cambio, la decisin se basa en una apuesta al punto de sinsentido, al

    borde del vaco de la situacin. Esta intervencin, esta imposicin, no es evidentemente elacto propio de la figura bastarda del individuo. Para ser comprendida, tiene necesidad de

    pensar el sujeto como no sustancial y no determinado, es decir, en tanto que configuracinlocal y terminada, individual o plural, que existe puntualmente en el acto y sobre el lugardel vaco de una situacin, en resumen: que existe entrelazada con el mismo desafo quesostiene. El golpe de dados que fuerza una combinatoria (es decir una situacin) implica la

    aparicin de una categora y prcticas nuevas. Por otra parte, las elecciones operadas entrecategoras consistentes de la situacin dependen de la norma, en consecuencia sonreversibles, mientras que el sentido, dependiente de la categora del acontecimiento implicasiempre una irreversibilidad. En el marco de lo posible no encontramos la figura delsujeto sino la del individuo o del grupo que ejerce las elecciones.

    De sta manera podemos comprender ms claramente las cuestiones de sentido ysignificacin que se nos plantean en la vida cotidiana, en la investigacin o en el arte.

    Por ejemplo, todos conocemos el placer que los nios extraen de la repeticin incesante delmismo cuento, que les permite dormirse tranquilos, pero es sorprendente que los adultos sesorprendan porque, en definitiva, todas las series de televisin, la mayor parte de lasnovelas, pelculas y obras de teatro funcionan como esos cuentos repetidos mil veces. Enefecto, en grados diversos y bajo envolturas diferentes el relato interminable de una

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    estructura narrativa, la repeticin de lo mismo constituye lo que ordena la ficcin paralos adultos. Hay una significacin y sin embargo no se trata casi nunca de una cuestin desentido. En efecto, el sentido que depende de los imposibles de decir puede aparecer oexistir en una obra pero entonces la verdadera pregunta sera: Hubo un tema en laobra?; en otras palabras, supo el autor no saturar su creacin con la consistencia de lo

    posible, supo mantener el desafo propio de la verdad que se agita en el arte, es decir,estructurar una obra en la que toda la consistencia evoque en nosotros la sensacin Pero,eso no es esto?

    Las obras saturadas son aquellas que sempiternamente machacan lo mismo bajo formasapenas diferentes. Tienen xito porque funcionan en la misma forma que la pulsin demuerte, lo que crea la sensacin de seguridad que nace de la repeticin. En cambio, elPero eso no es esto proviene del hecho de que el autor sabe que, en su obra, l trabajacon algo que rompe con esta repeticin, que es del orden del deseo, de la libertad y de lonuevo. Para un artista, crear significa no ceder frente a lo imposible, con el objeto de crearnuevos posibles.

    Zarathustra el mediocre

    Pese a todo, la irrupcin de la crisis de la modernidad suscit resistencias. Laemancipacin de la humanidad pasaba por el descubrimiento de un ser de la humanidad;actualmente vemos nuevamente la bandera del individuo enarbolada contra todas las

    pretensiones de emancipacin. Se escucha decir la Utopa es peligrosa, el nico valorsera el individuo que debe aislarse lejos del populacho. Las masas creen en los profetas,el individuo no cree ms que en s mismo y en su voluntad.

    Adonde vaya Zarathustra, inclusive en el ltimo rincn del desierto, a lo largo de sucamino, siempre encuentra lo que l llama el populacho, porque basta que se enfrente

    con un lago o un espejo, podr ver reflejarse en l su mediocre figura, seguramente la msmediocre y vulgar de las figuras del populacho que cree dejar detrs de s. Lo mselemental, lo mediocre, es ese impulso, esa vana tentacin que experimenta Zarathustra: la

    pasin por s mismo, la creencia en el individuo, en el Yo. Este narcisismo poco originales paradjicamente muy igualitario porque aparece en el centro de la multitud como

    base de la masificacin de los hombres.

    Si han sido construidas tantas ciudades, si paralelamente a tanta barbarie existen y hanexistido tanto arte, tanto amor, tantas ciencias, tanta libertad es porque la razn no es todo,solamente es un elemento ms incluido en este conjunto sin armona que es la vida. Elhecho de que ni el arte, ni la razn, ni el amor gobiernen al mundo, lejos de ser un signo desu fracaso no hace ms que reflejar una realidad, una verdad material: la incompletud de

    cada uno de estos procedimientos genricos (nombre que Alain Badiou da a los lugaresdonde se trata acerca de la verdad)26.

    Cuando algo resiste al amor, no es la posesin brbara la que resolver nada; cuando algoparece, de la misma manera, resistir al arte o a la razn, no es porque ellos fracasaron,sino porque su tendencia totalizante se opone a la des-totalizacin estructural y lgica.

    Cuando pensamos la poltica bajo la condicin de la conciencia, debemos aceptar que hubosiempre resistencia, aunque sea bajo la forma de una inercia no consciente ni volitiva.Pero no por ello debemos reaccionar con la salida brbara de la violencia, ni declarar elfracaso definitivo de la conciencia.

    26 Alain Badiou,L'tre et l'vnement, ob.cit.

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    Es importante reconocer que si se resiste es por algo; el pensamiento crtico debeaceptar, bajo pena de caer en la barbarie, la temporalidad propia del sentido comn quedepende de un existente, de un mundo-en-devenir conflictual, en el que cualquier proyectono encontrar y, sobre todo, no har tabla rasa con los elementos de la situacinexistentes. Por el contrario, cualquier decisin implica una intervencin en el pleno de la

    situacin. Para esto, el impulso de unificacin, propio el deseo que se articula con el amor,la razn, el arte, o la libertad debe, al mismo tiempo, tolerar lo mltiple de lo existente yarticularse con lo mltiple de la situacin.

    Por esta razn, no existe ni populacho ni minora selecta, existe la gente (de la queformamos parte), la gente en y de la situacin. Y es cierto que, en las diferentessituaciones en las que nos encontramos arrojados y por las que estamos tejidos, existendesafos, indecidibles. Y son estos desafos los que son grandes y magnficos; nosotros nosomos ni grandes ni pequeos, nosotros, gente de la situacin somos convocados muydemocrticamente a ocuparnos de esos diferentes desafos y rupturas (amorosos,artsticos, polticos o cientficos, es decir, cualquier situacin, cualquier prctica en la que

    sea cuestin del pensamiento, de la ruptura, de lo indecidible, del ser...).Nuestra poca de desarraigo nos propone la deshonestidad del elitismo, la mediocridad deZarathustra y son numerosos los que responden a esta convocatoria. Les complace respetary admirar a los hroes desaparecidos, a los artistas muertos en la miseria, a los cientficosaniquilados en sus investigaciones, y a los amantes que pagan con su vida la osada dehaberse atrevido a amar. Sin embargo, es cierto que el sentido comn y la pulsin demuerte que actan en cada situacin incitan menos al desafo que a la consistencia delPjaro en mano vale ms que cien volando. Frente a esta inercia, la tentacin delelitismo no es otra cosa que un mediocre narcisismo a la Zarathustra, y de esta manera estambin un elemento presente de la situacin. Ellos dicen Nosotros queremos su bien, nonos han comprendido, No comprenden que si la razn no gobierna al mundo, ste corre a

    su prdida; y agregan Ellos no comprenden nada del arte, prefieren la alienacin, y nolo dicen pero lo piensan: Puesto que buscan un amo, por qu no puedo ser yo?....

    La mediocridad de este elitismo es peor que la del sentido comn que rechaza alpensamiento, porque forma parte del discurso restauracionista. Es culpable y criminal,pero, por sobre todo, es ridcula. Dejemos entonces a nuestra multitud de Zarathustraperderse en el desierto. Que, asqueados por la mediocridad del populacho por lo menoslleven la suya lejos de nuestras ciudades y nuestras obras. En cuanto a nosotros,seguiremos construyendo, luchando, amando y creando, convencidos de que no es posibleliberarse de los antropfagos comindoselos, que el amor no triunfa por poseer a la personaamada.

    Porque para que el Ser sea, en el desafo de su vaco inde