arquitecto descalzo. una apuesta
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Si bebemos de una fuente de familia y comunidad, de tolerancia y democracia, si construimos un proceso de aprendizaje y valoramos todas las experiencias, pienso entonces que nuestras tareas cotidianas son como la afirmación de nuestras convicciones. El tratar de hacer realidad, o el intentar o el no ceder ante los límites, es lo que alienta nuestras convicciones. Estar cerca de la realidad que deseamos que cambie, el poder trabajar en varios frentes, la promoción y la academia, es como tender puentes entre teoría y prácticaTRANSCRIPT
Construyendo Nuestra Interculturalidad. Nº5. Año 5. Vol. 4: 1-3, 2009
www.interculturalidad.org
Revista cultural electrónica
Año5. Nº5. Noviembre 2009. Lima-Perú.
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Arquitecto descalzo. Una apuesta
“recordar es como mirar a través de un lente
convergente en una cámara, donde la imagen que
resulta es más hermosa que el original”.
Yambo, personaje de Umberto Eco
Una breve historia personal
La tienda, la trastienda, la casa y la escuela fueron los hogares que nos formaron; de mis
padres heredamos una ética al trabajo y un reconocimiento a la tierra que cobijo a los
inmigrantes; una suerte de “cebiche y sashimi” cultural.
Con la tienda y la trastienda aprendimos que la diversidad social y cultural es una suerte de
bien deseado, que se puede resumir en la preparación de “panes de quinua” o las “torrejas /
tempura” que mis padres “inventaron”, como muchos otros productos símbolo del
sincretismo cultural, sumado a la conversación de todos los días con clientes, amigos y
trabajadores. Nuestras horas de estudio (más para mis hermanos mayores) se compartían
con la colaboración en la tienda (no era un trabajo, si nos fijábamos turnos para estar todos
presente ayudando a la mejora de la empresa familiar).
Con la casa y la escuela, entendimos que los “dos mundo son uno” (oriente y los andes que se
funden) que el butsudan y la iglesia son signos de nuestra religiosidad, que es igual de
sabrosos el cau-cau, el olluquito, el somen champuru o el tofu con ají y sillao; sin duda, todos
pertenecían a nuestro mundo cotidiano, donde la inclusión y equidad (palabra que
aprendimos después fue parte de nuestro aprendizaje) fue un lenguaje diario. Estudiar en
colegios nacionales fue una buena opción de nuestros padres, nos permitió ver y reconocer el
país de muchos colores, ganarnos los afectos y aprender.
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Aunque no éramos conscientes nuestros padres sembraron en nosotros, un mundo de
tolerancia y respeto al prójimo, una disciplina en el trabajo y estudio que espero y deseo no
haberlos perdido.
La universidad peruana en la década de los 70, no era todo lo ideal que deseamos, fruto del
gobierno militar se vivía una época de reforma, con más errores que aciertos, con un signo de
inestabilidad (las huelgas nos retrasaron por lo menos 3 ciclos académicos). La UNI, con
todos los bemoles lo considero importante, me forjó un espíritu crítico, un acercamiento a la
política y el contacto con el oficio y con las viviendas de las familias más pobres. Los dos
primeros años fueron difíciles, venía de ser becado como mejor alumno de mi promoción, y
no “pasar” formalmente por el exigente examen de ingreso… con el “ingreso” propiamente a
la facultad la situación se estabilizó y mejoró; en el último año fui jefe de práctica y
representé a “mi facultad” en el Primer encuentro metropolitano de estudiantes de
arquitectura.
Me olvidaba decir, que de pequeño me gustaban los “rompecabezas” que con fruición armaba
y desarmaba, bocetear e inventar historias y lugares (coleccionista de retazos y retratos
periodísticos y de revista), además de esperar a la movilidad por una hora (de todos los días)
a mis hermanos mayores me forjó un espíritu de observador, mirar la construcción de
edificios cerca del colegio en San Isidro, poder cruzar la calle e ingresar a una librería donde
amablemente me prestaban los libros, disfrutando de la lectura; o simplemente viendo
oficios de la calle (desde el policía ordenando el tránsito, los vendedores de mil golosinas o
dulces /salados limeños): Si que me gustaba el calidoscopio de lo que después comprendería,
del mundo popular y de la alforja de un inmigrante (como mi familia), como los ladrillos y
argamasa que forjan mis conocimientos y profesión.
Con los años nuestras sensibilidades encuentran otros caminos, que se engarzan a mis
percepciones iniciales, acercarse al mundo del arte y la cultura refuerza los principios de que
“otro mundo es posible”.
El mundo de la promoción al desarrollo que siempre fue ensayo / error refuerzan
compromisos, y nos descubre una veta importante como es el trabajar con comunidades:
“saber escuchar, para aprender” fue la mejor lección, valoramos la sabiduría popular,
ejercemos la crítica y cimentamos un nuevo edificio de cambio.
Años después, la universidad y el mundo académico reforzarían nuestros ideales y se
constituiría es otra veta importante, que nos alentaría a reforzar aprendizajes formando
nuevas generaciones; de aquellos futuros arquitectos y arquitectas con sus convicciones a flor
de piel y comprender como Eustaquio el minero, que la belleza se percibe mejor desde el
mundo interior.
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Arquitecto descalzo.
Si bebemos de una fuente de familia y comunidad, de tolerancia y democracia, si construimos
un proceso de aprendizaje y valoramos todas las experiencias contadas, pienso entonces que
nuestras tareas cotidianas son como la afirmación de nuestras convicciones.
El tratar de hacer realidad, o el intentar o el no ceder ante los límites, es lo que alienta
nuestras convicciones. Estar cerca de la realidad que deseamos que cambie, el poder trabajar
en varios frentes, la promoción y la academia, es como tender puentes entre teoría y práctica.
Son convicciones éticas, ideológicas y políticas; que como se aprecia sembramos y sembraron
para definitivamente continuar. Como no va a reforzar nuestra práctica si hemos encontrado
en las familias de los barrios populares la intención de “mejorar, progresar, construir, paso a
paso”, ser parte de ellos cuando nos invitan a participar de sus logros, si podemos ir al barrio,
encontrarnos y recordar lo que pudimos construir y ver que aquella vivienda que techamos
sigue creciendo y terminándose. Como afirmaba un padre jesuita en El Agustino “los fierros
de las columnas que sobresalen en los techos es el mejor signo del desarrollo”.
Juan Tokeshi G.S.
Cómo citar este artículo:
Tokeshi G.S., Juan. Arquitecto descalzo. Una apuesta. Revista Electrónica Construyendo
Nuestra Interculturalidad, Año 5, Nº5, vol. 4: 1-3. 2009. Disponible en: http://www.interculturalidad.org/numero05/docs/0501-Arquitecto_descalzo-Tokeshi_GS,Juan.pdf