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Louis Chaix es catedrático enla Universidad de Ginebra. Patrice Mlnietes Charge de Recherches en el CNRS.

937016-6

!lriel q;i;

i/riel

Louis Chaix y Patrice· Méniel

Manual de Arqueozoología

Ariel Prehistoria

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Arie! Prehistoria Louis Chaix y Patrice Méniel

MANUAL DE ARQUEOZOOLOGÍA

Revisión técnica y prólogo: J ORDI NADAL LORENZO

Universitat de Barcelona

A riel

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Título original: Archéozaologie. Les animaux et l'archéologie

© Editions Eirance, París, 2001

Traducción de XA VIER MANGADO LLACH

l.ª edición: noviembre 2005

Derechos exclusivos de edición en español reservados para todo el mundo y propiedad de la traducción: © 2005: Editorial Ariel, S. A.

Avda. Diagonal, 662-664 - 08034 Barcelona

ISBN: 84-344-6772-0

Depósito legal: B. 37.912 - 2005

Impreso en España

2005.- HUROPE, S. L. Lima, 3 bis

08030 Barcelona

Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización e~'?rita de los ti~ares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproducc1on t_otal o parcial_ de es.ta obra_ I?ºr

cualquier medio 0 procedimiento, comprendidos l~ reprogr~a y el t;atam1en~o i_nformat1co, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o prestamo pubhcos.

PRÓLOGO

Han pasado quince años de la publicación en castellano de la obra de Simon Da vis La Arqueología de los animales (original en inglés de 1987, traducción al castellano de 1989). Dicha traducción, en sumo­mento, supuso parte de la culminación de una renovación teórica y metodológica que la arqueología española había iniciado en la dé­cada de los ochenta, y cuya digestión se ha demostrado bastante pe­sada y en muchos casos no ha dado los resultados esperados.

Ciertamente, parece que aquellos aires de renovación quedaron ahogados en primer lugar por una excesiva obsesión en la teorización que, más allá de interesantes planteamientos más propios de la teoría del conocimiento, ofrecía pocos ejemplos de su materialización prác­tica a la hora de obtener resultados en las memorias de excavación de los yacimientos arqueológicos. En segundo lugar, se produjo una mul­tiplicación de analíticas que debían aportar datos trascendentales para la interpretación de las excavaciones y de las culturas del pasado. Entre éstas se hallaba, sin duda, la arqueozoología. Fue precisamente en los años ochenta que, después de unos loables inicios desde la paleonto­logía -la figura del profesor Jesús Altuna supone un antes y un des­pués en nuestra disciplina-, el estudio de los restos faunísticos en con­textos arqueológicos se estructuró definitivamente en nuestro país, con la formación de equipos de investigación centrados en esta disciplina y un importante número de especialistas que debían resolver las anti­guas necesidades. Desgraciadamente aquel impulso fue perdiendo fuerza, ya sea por la imposibilidad de que dichos especialistas pudie­ran incorporarse a un mundo laboral y científico estable, ya sea por­que, al final, no existió una aceptación generalizada, o una compren­sión, por parte de los que debían ser usuarios de las analíticas especializadas: los propios arqueólogos.

Fue así como la mayada de los estudios de arqueozoología rápi­damente quedaron relegados a simples informes, incorporados como anexos a las monografías de los yacimientos excavados, sin que dichos informes intervinieran, o fueran utilizados, con la profusión que se me­recían en las conclusiones globales de tales monografías. No ayudaron

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tampoco los cambios, en la década de los noventa, de la arqueología de campo, en la que a partir de entonces dominarían las intervencio­nes de urgencia o de rescate; en éstas, lógicamente, el elemento prio­ritario es recuperar la información patrimonial en peligro, para «po­tencialmente» ser estudiada a posteriori. Aunque el número de excavaciones aumentó, la proporción de estudios especializados, en­tre ellos los correspondientes a arqueozoología, disminuyó frenética­mente.

Y a pesar de ello, en nuestro país sigue sobreviviendo un conjunto nada despreciable de arqueozoólogos, suficientemente preparados, en diversas universidades o centros de investigación. Incluso diríamos que, a pesar de la mala salud de los estudios arqueozoológicos, en el global de la investigación arqueológica española, aquí mismo se forja uno de los equipos más brillantes y destacados en el campo de los es­tudios arqueozoológicos en el panorama mundial: el Laboratorio de Arqueozoología de la Universidad Autónoma de Madrid, bajo la di­rección del Dr. Arturo Morales. Dicho laboratorio cuenta con una de las más completas colecciones de referencia del planeta -en ámbitos como el de la ictioarqueología- y edita una de las mejores revistas es­pecializadas en arqueozoología, Archaeofauna. Además, el papel que juegan los miembros de este equipo en el ICAZ (International Council of Archaeozoology) es también destacable.

Por ello, más que nunca, pensamos que la implantación de la dis­ciplina arqueozoológica en España debe de ser definitiva y es nece­sario que desaparezca la gran distancia que hay entre unas investiga­ciones de alto impacto pero frecuentemente restringidas y la generalización de dichos análisis en la arqueología del día a día. El vo­lumen de matelial que generan las cada vez más numerosas excava­ciones de urgencia auguran mucho trabajo a un gran número de fu­tu1-os arqueozoólogos, siempre y cuando dichos estudios tengan, por parte de las administraciones y del mismo colectivo de arqueólogos, la consideración que se merecen e idéntico apoyo económico que el análisis de cualquier otro elemento arqueológico (cerámica, industria lítica, etc.). Y es que, frecuentemente, en algunos yacimientos ar­queológicos, los restos faunísticos, generalmente elementos óseos o malacofaunísticos, pueden suponer un alto porcentaje del material re­cuperado, a veces superior a las ya citadas cerámicas o piezas líticas. Pero, sorprendentemente, muchos son los arqueólogos que aún o bien desprecian simple y llanamente este material o se desentienden de él, tras una recuperación azarosa y poco sistemática, pasándolo sin de­masiados miramientos «al especialista».

Evidentemente los arqueozoólogos somos los primeros que, tras observar este sombrío panorama que dura dos décadas, debemos re-

PRÓLOGO 9

flexionar al respecto y generar ese interés entre los arqueólogos para hacer entender la in1portancia de los estudios paleofaunísticos de cara a la comprensión global del pasado. Por ello, antes que nada, es nece­sario explicar las posibilidades -también las limitaciones- de nues­tra disciplina. Por otra parte, los arqueólogos deben comprender que la arqueozoología a menudo es algo más que una analítica auxiliar (sin animo de despreciar otras), sea por el volumen de material a estudiar, sea por la información paleocultural que sin duda aporta.

La solución pasa pues por la formación: necesitamos arqueólo­gos concienciados y necesitamos más arqueozoólogos dispuestos a asumir el trabajo generado por el volumen de material exhumado es­tos últimos años. Dicha concienciación obliga a la formación de nues­tros estudiantes en materias como la arqueobiología en general y la arqueozoología en particular. Algunas iniciativas (cursos de doctorado o el mismo título propio de arqueología de la Universidad de Barcelona, que inicia ahora su cuarta edición) son imprescindibles. La idea no es formar arqueozoólogos desde las aulas (tarea que lleva años, no meses). Lo importante es crear la necesidad: crear «Usuarios» de la arqueozología. Pero para lograr tal formación, el complemento de una buena bibliografía, accesible, y aun así rigurosa, es imprescindible. La obra que ahora presentamos cumplirá con toda seguridad este ob­jetivo.

El trabajo de Louis Chaix y Patrice Méniel permite diferentes lec­turas. Por un lado, se trata de un trabajo general, conciso, claro y muy ordenado, que facilita el acceso al mundo de la arqueozoología a cualquier profano interesado en el tema. Cada capítulo permite apro­ximarnos a un aspecto concreto del estudio de los restos animales en context9s arqueológicos: la identificación taxonómica y anatómica, los cálculos de edad y de sexo, los procesos de transformación tafonómi­cos, la cuantificación de las muestras, la importancia de los cálculos biométricos ... De esta manera el arqueólogo, como «usuario de la ar­queozoología», se dará cuenta de la importancia de los diferentes es­tudios, entenderá la necesidad de cada analítica y podrá «leer» y ha­cer uso de la información que el especialista le proporcione en los informes. Por otro lado, la obra no renuncia a ser una introducción suficientemente completa para quien quiera finalmente abordar una formación específica en arqueozoología. Se trata, efectivamente, de una lectura previa e imprescindible para los futuros arqueozoólogos, aunque -nadie debe engañarse- no existe el manual «exclusivo» para el aprendizaje en arqueozoología. Uno de los instrumentos más útiles que encontrará el estudiante de arqueozoología es la bibliografía, or­denada según los diferentes temas tratados en el libro; ello le permi­tirá ampliar progresivamente, y ordenadamente, los conocimientos de

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los diferentes recovecos de nuestra disciplina. Y es que los dos auto­res acarrean una experiencia incomparable en el mundo del estudio faunístico en contextos arqueológicos, lo que les ha permitido redac­tar una obra desde la experiencia y desde el conocimiento exacto de las necesidades de la reconstrucción del pasado. Louis Chaix, cate­drático en la Universidad de Ginebra, es conservador del Departamento de Arqueozoología del Museo de Historia Natural, y se ha destacado por los estudios paleofaunísticos en diversos yacimietos prehistóricos del arco alpino, así como en el importante yacimiento de Kerma, en Sudán. Patrice Méniel es investigadora del CNRS, en Francia, y se des­taca por diversos trabajos de arqueozoología en contextos galos.

Esperamos que la traducción de Archéozoologie. Les animaux et l'ar­chéologie al castellano suponga un «renacimineto» de la arqueozoología entre los diferentes sectores que conformamos la comunidad de los in­teresados por las ciencias del pasado. Los implicados en su traducción y edición al castellano estamos convencidos de ello.

JORDI NADAL LORENZO,

profesor de Prehistoria de la Universidad de Barcelona.

Arqueozoólogo

Queremos agradecer a todos aquellos que nos han ayudado en este trabajo, y en particular a nuestros colegas arqueozoólogos, que han puesto a nuestra disposición ilustraciones, ejemplos y datos sobre sus investigaciones, así como a los arqueólogos que nos han autori­zado a reproducir informaciones relativas a sus yacimientos.

Queremos agradecer del mismo modo al Centro de Investigación Arqueológica del Valle del Oise en Compiegne y al Museo de Historia Natural de Ginebra por los medios puestos a nuestra disposición a lo largo de la realización de este trabajo.

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Dibujo de un mamut descubierto en la desenibocadura del Lena (Siberia) en 1799, realizado por Boltounov en 1804 (según Cohen, 1994).

Tres mandíbulas de cerdo doméstico (izquierda) y un fragmento de mandí­bula de jabalí (derecha) (según una lámina de Rütimeyer, 1861).

El desarrollo de la arqueozoología, paralelamente al de la ar­queología, se concreta en la ensefi.anza superior universitaria, mediante numerosos cursos de arqueología que integran módulos de presenta­ción de esta disciplina. De ahí la necesidad de una obra básica, solici­tada por los estudiantes, y de igual modo por los arqueólogos, que de­sean informarse sobre las potencialidades del estudio de los restos faunísticos, sobre la manera de excavarlos y preservarlos, así como so­bre el interés y las modalidades de su estudio. Es a ellos, y no a los es­pecialistas, a los que este trabajo se destina; no es pues un tratado, el cual hubiera requerido de otros medios. El objetivo que nos hemos propuesto es mucho más modesto: se trata de una presentación de la disciplina en su conjunto, de sus 01igenes, de sus métodos y de sus pre­guntas. Antes que profundizar en cuestiones metodológicas hemos pre­ferido presentar generalidades, ilustradas mediante ejemplos concre­tos proporcionados por los trabajos más recientes. No es tampoco un atlas de determinaciones, y las referencias que proporciona lo son a modo de ejemplo, por tanto se deberá recurrir a la bibliografía para profundizar en problemas concretos. A pesar de sus limitaciones, es­peramos que este trabajo responda a los intereses de aquellos que han motivado su realización, y que le sigan otras publicaciones de obras de refer~ncia que continúan haciendo mucha falta a nuestra disciplina.

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CAPÍTULO 1

LA ARQUEOZOOLOGÍA

1.1. Definiciones

De forma rápida y sencilla se puede definir la arqueozoología como la disciplina que estudia las relaciones del hombre con el mundo animal en el pasado.

De este modo se distingue claramente de la paleontología, que se centra en el estudio de la evolución de los animales y del hombre, sin preocuparse por sus eventuales re1aciones.

Sin embargo, la arqueozoología utiliza varios métodos de lapa­leontología como la anatomía comparada, la osteometría, la tafono­mía '~,la estratigrafía o la planimetría, ya que la naturaleza de los ma­teriales estudiados son los mismos.

El propio término, arqueozoología, se distingue de los de paleo­zoología o osteoarqueología, ya que engloba aspectos tan diversos como el estudio de la domesticación, de la alimentación humana, de los ri­tos funerarios, o de las manifestaciones artísticas.

En el seno de la arqueozoología pueden distinguirse diversas es­cuelas.' Unas enfatizan el aspecto zoológico, dejando de lado las evi­dencias arqueológicas proporcionadas por los restos de los animales. Esta tendencia se manifiesta particularmente en los trabajos realiza­dos en Munich. Este importante centro veterinario ha conocido un de­sarrollo remarcable desde 1965, gracias a los numerosos trabajos de J. Boessneck y de sus colaboradores y alumnos (Boessneck, 1990).

En el lado opuesto se encuentra la escuela americana, más preocu­pada por la creación de modelos arqueozoológicos y la formulación matemática de los fenómenos. Ésta ha encontrado un campo particu­larmente rico y favorable dentro de la arqueozoología actualista * de­rivada de la tafonomía *. Citaremos aquí los trabajos de Behrensmeyer, Western y Dechant (1979), Binford (1981), Shipman (1981), Grayson

* Las palabras con asterisco se hallarán luego explicadas en el apartado de léxico. (N. del t.)

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Depósito de restos de caballo en un foso próximo al recinto de culto del po­blado galo de Avanron en las Ardenas.

(1984), Bonnichsen y Sorg (1989). La mayor parte de estos autores uti­lizan el término zooarqueología.

Por lo que respecta a la escuela inglesa, ésta considera el estudio de los restos animales desde una perspectiva amplia, sacando par­tido de los resultados de otras disciplinas entre las que la sedimento­logía y la palinología'" juegan un papel importante. Para Davis, por ejemplo, la arqueozoología puede considerarse como un puente en­tre la paleozoología y la antropología/arqueología. Este punto de vista es el que plantea su obra The Archaeology of Animals (1987), 1 en la que los animales son considerados como uno de los elementos del espacio arqueológico.

Este punto de vista se asemeja al de los investigadores que poseen una visión amplia de la disciplina y que se define mediante el término antropozoología. Los trabajos de F. Poplin, en París, son una buena muestra de esta tendencia (Poplin, 1983, 1987).

En función de estas diversas aproximaciones, proponemos la de­finición siguiente, basada en la de Gautier (1983 ):

l. Traducida al castellano: La arqueología de los animales, Ed. Bellaterra, Barcelona. (N. del t.)

LA ARQUEOZOOLOGÍA 17

La arqueozoología es el estudio de los restos animales recupera­dos de las excavaciones de los yacimientos arqueológicos.

Las etapas principales de la investigación arqueozoológica son: El reconocimiento y la descripción de las especies animales con las que los grupos humanos se relacionaron. El establecimiento de la naturaleza de las relaciones entre grupo humano y especies animales, hecho que viene a expli­car los motivos de su presencia en el yacimiento (carroñeo, caza, pesca, cría de ganado, comensalismo'", etc.) y el uso que se llevó a cabo de las mismas (alimentación, mate1ia p1ima, fuerza de trabajo, ritos, etc.). Poner de manifiesto, sobre las especies animales, las conse­cuencias biológicas y/o ecológicas de la intervención humana (razas domésticas, modificaciones del medio ambiente, etc.). La contribución al conocimiento de los grupos humanos, de su medio ambiente, de su hábitat, de su modo de vida, de su demografía, etc.

Como podemos constatar, la urqueozoología se encuentra en la intersección entre diversas disciplinas.

Debemos destacar que dicha disciplina no conoce límites, ni cronológicos ni espaciales; el arqueozoólogo puede tanto trabaj~r so­bre el problema del carroñerismo de los primeros homínidos del Afiica oriental, como sobre la utilización del hueso en la taracea medieval de la Francia meridional, o sobre la evolución del tamaño de las ovejas neolíticas en el Próximo Oriente.

Sin embargo existe, evidentemente, una cierta especialización re­lacionada con la ubicación geográfica, o los vínculos institucionales del inve~tigador, y con la imposibilidad de trabajar personalmente so­bre todos los aspectos de una disciplina tan rica.

1.2. Breve historia de la arqueozoología

El estudio de las relaciones que pudieron existir entre el hombre del pasado y el mundo animal es relativamente reciente.

Durante la Antigüedad y hasta el Renacimiento, el examen de los huesos humanos y animales daba lugar a interpretaciones más o menos fantásticas. Citaremos como ejemplo la asimilación hecha en­tre los huesos fósiles de elefantes y los gigantes o los cíclopes (Gayrard­Valy, 1987).

Los trabajos de anatomía comparada de Perrault en Francia, de Tyson en Inglaterra y de Campani en Italia, hacia finales del siglo XVII,

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Huesos de buey y de ciervo (según una lámina de Cuvier, 1812).

permitieron una mejor compresión de las diferencias esqueléticas en­tre las especies.

La obra de Cuvier, entre otros su trabajo Recherches sur les osse­ments fossiles (1812), dará luz a uno de los principios esenciales de la anatomía funcional, a saber, la ley de las colTelaciones. Cuvier la re­sumía de la manera siguiente:

Si los intestinos de un animal están organizados de tal modo que sólo puede digerir carne fresca, es necesario que sus mandí­bulas estén construidas para devorar una presa; sus garras para prenderla y rasgarla; sus dientes para cortarla y dividirla; el con­junto de sus órganos de movimiento para perseguirla y acecharla; sus órganos sensitivos para percibirla de lejos; es necesario incluso que la naturaleza haya metido en su cerebro el instinto necesario para saber esconderse y acechar a sus víctimas.

Desde entonces la determinación de los huesos fósiles se hará de manera científica, permitiendo un desalTollo rápido del conocimiento del mundo animal del pasado.

La coexistencia entre el hombre y algunas especies animales desaparecidas se admitió paulatinamente a lo largo del siglo XIX. 2

2. En Francia. (N. del t.)

LA ARQUEOZOOLOGÍA 19

R. Furon (1958) fue quien resumió esta evolución del pensamiento en varias etapas:

Primera etapa. Ningún ser humano no fue contemporáneo de los animales desaparecidos como: los elefantes, rinocerontes o renos.

Segunda etapa. Algunos seres humanos fueron contemporáneos de las especies desaparecidas, pero éstos no son nuestros antepasados, les separa de nosotros el cataclismo del diluvio universal.

Tercera etapa. El hombre actual es el descendiente directo del hom­bre prehistórico que vivió durante el Cuaternario junto a los mamífe­ros fósiles.

La prueba de la contemporaneidad entre los seres humanos y los animales fósiles la aportó el descubrimiento de yacimientos arqueoló­gicos, en cueva o al aire libre, en los que aparecían mezclados útiles de piedra y huesos de animales y humanos. Picard, en 1835, y Boucher de Perthes, en 1860, aportaron las evidencias de tal coexistencia, a pe­sar de las reticencias de la «ciencia oficial».

En 1861, Ludwig Rütimeyer; a partir de los huesos descubiertos en los yacimientos lacustres del cahtón de Zurich en Suiza, asentó las bases de la arqueozoología. En su obra, aborda la determinación es­pecífica de los diversos huesos, así como el recuento de los individuos y sus edades de muerte, además proporciona datos métricos que le per­miten, junto con la morfología, distinguir razas. Un capítulo se con­sagra a los animales domésticos y a su relación con las formas salva­jes. Finalmente, estudia el desalTollo de las faunas desde una perspectiva diacrónica, empezando por yacimientos antiguos como Abbeville en el valle del Somme hasta alcanzar yacimientos romanos como el de Vidy en Suiza.

La:1nvestigación arqueozoológica va a continuar su desarrollo se­guidamente en diversos países (Boessneck, 1969).

1.3. Relaciones con las otras discipllnas

La arqueozoología se encuentra en el cn1ce de diversas discipli­nas que pueden tratar de la historia de los animales y de los seres hu­manos, como la arqueología, la paleontología, la anatomía comparada, la etnozoología ... Sin embargo, la diversidad y la riqueza de los re­sultados que en determinadas ocasiones permite alcanzar no deben enmascarar sus limitaciones. Es en relación a la definición de su ám­bito real de aplicación que su potencial puede en realidad valorarse, con el objeto de reunir las condiciones necesarias que le permitan en­tablar un diálogo con otras disciplinas.

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20 MANUAL DE ARQUEOZOOLOGÍA

La arqueozoología está relacionada con los naturalistas y, más concretamente, por las caractelisticas de los vestigios que estudia, con los anatomistas. Esta relación privilegiada abre las puertas a nume­rosas posibilidades de colaboración, especialmente en los programas, cada vez más abundantes, en los que la perspectiva histórica se tiene en cuenta. Éstas comprenden desde el estudio de las difusiones, como la de la rata negra y de la peste (Delort, 1984) o del conejo ( Callou, 1995), hasta la historia de nuestras razas domésticas (Chaix, 1986; Schneider et al., 1991; la revista Ethn.ozootechn.ie).

Es sin lugar a dudas, en sus relaciones con la paleontología, y más particularmente con la del Cuaternario, que la arqueozoología ha ma­nifestado sus primeras preocupaciones paleoambientales, claramente de orden climático, con respecto a los grandes mamíferos. Con poste­rioridad, esta perspectiva se ha desalTollado ampliamente hacia otros animales menos espectaculares, aunque, sin embargo, a menudo mu­cho más significativos del entorno inmediato de un yacimiento (mi­cromamíferos, moluscos ... ).

En este caso, es con los arqueólogos con los que el trato es más directo, como mínimo en el plano material, sino en el intelectual, de­bido al origen de estos vestigios. Las condiciones de recogida de la fauna son decisivas para el resultado del estudio, y es precisamente ahí donde se sitúa una de las primeras etapas de la colaboración, como trataremos posteriormente (apartado 8.5). La colaboración no debe detenerse aquí, ya que es precisamente en los estudios realizados en estrecha cooperación, aún muy escasos, en los que más se progresa. Por ejemplo, no obtendremos el mismo resultado del estudio de los huesos que -conservando algunas de sus características (por ejemplo, origen anatómico y específico)- se hayan guardado con fragmentos de molino en una bolsa vagamente numerada, que si se han inventa­riado en su contexto y han sido analizados cuidadosamente. Según las circunstancias, a la determinación le seguirá un estudio detallado para responder a un problema concreto. Una vez más, es necesario que los especialistas estén en condiciones de precisar sus necesidades, en fun­ción de la potencialidad del material y de las limitaciones económicas, cosa no siempre fácil.

En el diálogo entre el arqueólogo y el arqueozoólogo es necesa­rio que ambos utilicen un mismo lenguaje: es necesario que las pre­guntas se ajusten a la calidad del material (no se puede saber el color de la piel de las vacas) y que las respuestas sean comprensibles (un inventario será raramente una respuesta adecuada). Los listados y las medidas osteométricas son elementos esenciales, pero que sólo inte­resan a los especialistas. Los resultados suelen interesar más a los ar­queólogos que a los historiadores, pero esto se debe, en gran parte, a

· LA ARQUEOZOOLOGÍA 21

Huesos pro~eden~es del yacimiento 1:1,edieval ~e Ginebra (Suiza). Estas pie­zas dan testimon_w de una fracturacwn poco unportante, generalmente he­cho que caracteriza los períodos de abundancia.

l~ ~aner~ en que se presentan los resultados y a una falta de accesi­b1hdad aun demasiado frecuente. . Estas observ~ciones son igualmente válidas para otro ámbito par-tI~ul~rmente sensible, y especialmente indicado por su accesibilidad al P;1bl~co: los m:is.eos. Cuando _se llevó a cabo el «año de la arqueolo­gia» ', l~s expos1~10nes se multiplicaron, pero la arqueozoología se pre­sento ~olo a partir d~ algunos huesos situados en su contexto (suelo mag­dalemense: santuario), o de los esqueletos de animales desaparecidos (uro); m,_ed~ante esta concepción anticuada, nada sirvió para ilustrar los avances'mas espectaculares. Una vez más, los especialistas no supieron hacerse entender. Junto a éstas, las escasas exposiciones dedicadas a la arqueozoología son casi secretas, siempre al margen del gran público.

1.4. Materiales de estudio

. , Los materiales estudiados por la arqueozoología son por defini­c1on aquellos _qu~ se conservan en niveles arqueológicos o, eventual­mente, en yac1m1entos naturales contemporáneos.

La categoría más abundante está constituida por los huesos de mamíferos, pájaros, anfibios, reptiles y peces, así como por las con­chas de moluscos. La estructura y la composición química del hueso

3. El año 1990 fue declarado en Francia «Année de l'Archéologie».

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Perro momificado de fonna natu­ral procedente de una tumba de Kerma (Sudán) (2000 a.C.).

Rata momificada de fonna natural en un granero.

y de las conchas, con un componente mineral i1?"portante, permiten su buena conservación en gran cantidad de med10s. Se conocen hue­sos o conchas datados en centenares de millones de años (ammoni­tes, peces, dinosaurios). Sin embargo, como veremos en el capítulo 8 (Tafonomía), la conservación de este material depende de la edad del animal, del tipo de terreno y de su geoquímica, de la velocidad de en­terramiento y de numerosos otros factores.

Otros documentos mucho más excepcionales pueden aportar in­formaciones importantes al arqueozoólogo. Se trata de los animales momificados (naturalmente, o no) y de los animales congelados.

Los animales naturalmente momificados se recuperan en las zo­nas desérticas, con una tasa de humedad baja y una actividad pedo­lógica"' poco desarrollada. Son una fuente de informació1: importante sobre el aspecto externo de los animales (color del pelaje, forma de las orejas, longitud de la cola, etc.), así como también sobre c~racte­rísticas menos evidentes, como las séricas* y genéticas*, o el tipo de alimentación que puede deducirse de los contenidos estomacales ( cf. los animales de Kerma).

Entre los animales naturalmente momificados cabe mencionar también los descubiertos en yacimientos de hidrocarburos, como los rinocerontes lanudos de Starunia, en Polonia, u otras especies apare-

LA ARQUEOZOOLOGÍA 23

ciclas en las turberas de diversos países, principalmente en Dinamarca e Inglaterra.

Las momificaciones realizadas por el hombre presentan general­mente informaciones de más difícil interpretación, debido a los trata­mientos antrópicos que han sufrido los cuerpos.

Los animales congelados proceden esencialmente de las regio­nes circumpolares, en las que el suelo está permanentemente helado (permafrost"'). Citaremos a modo de ejemplo los mamuts y los rinoce­rontes lanudos de Siberia (Haynes, 1991; Farrand, 1961), así como los bisont.;s de Alaska (Sutcliffe, 1985). El excelente estado de conser­vación de estos animales permite obtener informaciones sobre su biología, su alimentación y su parentesco genético con otras especies próximas.

1.4.1. Los PECES

Los peces han sido a menudo subestimados entre los vertebrados aparecidos en las excavaciones arqueológicas, léase incluso ignorados. Esto se debe a varias razones: por un lado, a la sensibilidad de las es­pinas de los peces a diversas destrucciones, ya que son frágiles y a me­nudo de pequeño tamaño, y por otro lado, a la falta de tamizado de los sedimentos.

Si bien algunos restos pueden recuperarse directamente en nive­les arqueológicos especialmente ricos y excavados minuciosamente, sólo el tamizado con agua puede asegurar la recuperación total de este tipo de evidencias. Una malla de 1,5 mm puede ser la más apropiada; ya que lJ_na malla más fina, aunque permite recuperar los fragmentos, aumenta el trabajo y la aportación al estudio de éstos es a menudo in­significante. De hecho, una malla de 2 mm permite documentar todas las especies, aunque puedan perderse algunos elementos de las espe­cies de tamaño más pequeño o de los individuos juveniles.

Las condiciones de recogida y tamizado mejoran si se definen, desde el principio de la excavación, en colaboración con el especia­lista. El volumen de sedimento a muestrear depende evidentemente de las circunstancias. En contextos urbanos, en los que los vertederos son más favorables para la conservación de este tipo de vestigios, una trein­tena de litros de sedimento es suficiente para documentar la ictiofauna principal, es decir, reconocer las especies más frecuentes. Otros obje­tivos como una aproximación osteométrica a especies menos frecuentes necesitará, evidentemente, de otras cantidades.

La determinación de los restos de peces requiere de una buena co­lección de referencia. Las especies de peces son mucho más numerosas

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Restos de lucio en el f ando de un silo del poblado galo de Acy-Romance en las Ardenas.

que las de mamíferos, más de 20.000, y la determinación de las vérte­bras, hueso particularmente abundante en los yacimientos arqueológi­cos (cada pez posee entre 20 y 200 según las especies), requiere a me­nudo del empleo de técnicas como la radiografía (Desse y Desse, 1983).

La consulta de determinadas obras de referencia puede ser muy útil, como la de Huet (1987) sobre los gágidos, la de Yee-Canon (1987) y de Rojo (1991) para los peces del Atlántico y la de Le Gall (1984) para determinadas especies de agua dulce. Queremos también hacer men­ción de las fichas de osteología animal, dedicadas a las ictiofaunas, editadas por J. Desse y N. Desse-Berset del CEPAM de Valbonne (Francia).

Las dimensiones de determinados elementos del esqueleto de los peces muestran una buena correlación con el tamaño y el peso de los 1nismos (Desse-Berset, 1984). Por esta razón pueden utilizarse para realizar buenas estimaciones sobre la contribución de los peces a la dieta de una población.

Por último, el crecimiento de los peces es continuo y no muestra las remodelaciones óseas visibles en los mamíferos. Las líneas de in­terrupción del crecimiento, especialmente visible en los cuerpos ver­tebrales, permiten una buena estimación de la edad del animal, así como de la estación en la que fue capturado. De ahí, el gran interés que puede tener para el arqueólogo.

LA ARQUEOZOOLOGÍA 25

Vértebras y diversos huesos del cráneo de peces procedentes del yacimiento mesolítico de Zamostje (Rusia) 6000 a.c. (foto Ratton, MHNGE).

En la bibliografía de este capítulo se encuentran algunos traba­jos en los que el lector podrá convencerse de la importancia de la ar­queoictiología.

Para terminai~ debemos también señalar la existencia de un grupo de trabajo del ICAZ (International Council for Archaeozoology) cen­trado é11 el estudio de los restos óseos de los peces, que desarrolla bia­nualmente sus coloquios.

1.4.2. Los MOLUSCOS

Muchos moluscos, bien sean terrestres, de aguas dulces, o mari­nos, están protegidos por una concha sólida (denominada en ocasio­nes test"'), compuesta esencialmente por carbonato de calcio.

Estas conchas se conservan bien en numerosos tipos de sedi-1nentos.

El estudio de las conchas atañe a numerosos ámbitos; nosotros distinguiremos los dos principales. El primero es el estudio del pa­leoambiente y su evolución; el segundo se relaciona con la utilización de los moluscos por parte de las comunidades humanas.

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Paleoambiente

MANUAL DE ARQUEOZOOLOGÍA

Conjunto de conchas de moluscos terrestres y acuáticos procedente de un foso galo de Beauvais (Oise) (foto G. Dajoz, MHNGE).

Los moluscos son extremadamente numerosos, ya que se cono­cen actualmente más de 125.000 especies.

Los diversos taxa están vinculados, a menudo estrechamente, con un tipo de medio preciso, que se caracteriza por la temperatura, la hu­medad, el tipo de suelo, la cobertura vegetal, etc.

De este modo, determinadas especies serán particularmente úti­les para las reconstrucciones paleoambientales. Estas reconstruccio­nes se limitan al Cuaternario reciente, época del desarrollo de taxa comparables a las que conocemos actualmente.

Las conchas de los moluscos se recuperan por tamizado con ma­lla fina (2 mm) de una cantidad de sedimento a definir en cada caso. En este sentido, señalaremos que los medios lacustres o palustres (cre­tas) son a menudo muy ricos en este tipo de elementos, con varios miles de individuos por litro de sedimento; mientras que los suelos son, por lo general, mucho más pobres. Finalmente, en determinados de­pósitos como las turbas ácidas, no se conservan.

La determinación debe realizarse por un especialista, ya que las especies son muy numerosas y determinadas familias muy comple­jas. Citaremos, para una primera aproximación, la obra de M. P. Kerney y R. A. D. Cameron (1979): A field guide to the land snails of Britain and north-west Europe, Londres, Collins Ed. Del mismo modo es indis­pensable una muy buena colección de referencia.

Tras su atribución específica, los moluscos pueden reagruparse por conjuntos ecológicos, que tienen en cuenta tanto la cobertura ve­getal como la temperatura o la humedad.

El establecimiento de los espectros y la interpretación de los resultados requieren de una cierta prudencia. Encontraremos nu-

LA ARQUEOZOOLOGÍA 27

Poblamiento malacológico en medio terrestre y de aguas dulces (según Angeletti, 1977).

merosas informaciones en dos obras consagradas a los moluscos te­rrestres:

Puiségur, J. J. (1976): Mollusques continentaux quaternaires de Bourgogne, Mémoires Géologiques de l'Université de Dijon, 3.

Bvans, J. G. (1976): Land snails in archaeology, London & New York, Seminar Press.

Y para las especies acuáticas y marinas:

Claassen, C. ( 1998): Shells. Cambridge, Cambridge University Press.

El estudio de los conjuntos de conchas recuperadas en los diver-sos niveles de un mismo yacimiento permite poner de manifiesto sus eventuales evoluciones.

La presentación de los resultados se lleva a cabo, frecuentemente, mediante gráficos de barras, en los que figuran los porcentajes de los diversos grupos ecológicos. Por superposición, se logra visualizar me­jor las modificaciones del medio ambiente.

La forma de la concha puede incluso variar por la influencia de diversos parámetros del medio. En el caso de los moluscos terrestres se ha observado que determinadas especies son de mayor tamaño

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28

% diversos taxones

100

80

60

40

20

o Bosque

profundo

MANUAL DE ARQUEOZOOLOGÍA

Medio abierto

Marisma

Acuático

Lacustre

Hygrófilo

Mesófilo

Xerotérmico

Abierto

Estépico

Bosque húmedo

Semi boscoso

Boscoso

Espectros malacológicos mostrando tres asociaciones características (bos­que profundo, medio abierto, 111.arisma).

durante los períodos fríos y más pequeñas durante los de recalen­tamiento.

Para los taxa acuáticos, como las limneas, la agitación del agua conlleva una contracción de la concha, que en cambio conserva su morfología normal en aguas calmas y profundas.

Las conchas de los moluscos están formadas por varias capas de carbonato cálcico que se depositan a lo largo de la vida del anin1al; constituyen a la vez un cronómetro natural que permite tratar los pro­blemas del tamaño, la velocidad de crecimiento y la estación de reco­gida. Así, se puede demostrar que determinadas especies, como las lapas, fueron objeto, durante el Neolítico, de un niarisqueo demasiado intensivo, que supuso una disminución neta de su tamaño.

El estudio de las vaiiaciones isotópicas en las diversas capas de car­bonato de una concha permite conocer también los períodos de reco­gida y, en consecuencia, la estacionalidad del yacimiento arqueológico. Numerosos estudios de este tipo se han centrado en los concheros que se han descubierto en numerosas costas.

LA ARQUEOZOOLOGÍA 29

Utilizaciones

Los moluscos han sido utilizados por el hombre de diversas ma­neras.

El más importante de dichos usos se relaciona con la alimen­tación. Varias especies de moluscos, continentales o marinos, son lo suficientemente grandes como para mostrar un interés alimen­tario.

En el dominio continental, podemos mencionar varios gasteró­podos como los Cepaea, conswnidos especialmente durante el Paleolítico superior y el Mesolítico, el caracol de huerta (Cryptomphalus aspersus) y el caracol de Borgoña (Helix pomatia), importados probablemente por los romanos.

Determinados moluscos acuáticos fueron también consumidos como: los Unionideos y los Anodontos.

Los numerosos concheros (kjokkenmocldings) descubiertos en los litorales demuestran, tmnbién, el consumo de moluscos marinos, en­tre los que suelen ser abundantes las lapas, las litorinas y los berbe-rechos. '

El papel alimentario de los moluscos durante la Prehistoria, par­ticularmente durante el Mesolítico, ha sido, sin embargo, en ocasio­nes sobreestimado. Los cálculos realizados sobre el rendimiento pro­teínico muestran que se trata, por lo general, de un complemento a una alimentación cárnica, basada esencialmente en los grandes ma­míferos.

Determinados moluscos marinos, en particular los de la familia de los Murícidos (Murex), poseen una glándula que secreta un pig­mento violáceo oscuro, la púrpura. Este producto, ya conocido en Creta hacia eí' 1600 a.C., fue utilizado hasta la Edad Media para teñir los te­jidos y las ropas de reyes y cardenales. Esta explotación resultó nefasta para el desarrollo de esta familia, ya que se requieren 12.000 indivi­duos para obtener 1,5 g de púrpura.

Las conchas calizas también fueron empleadas como útiles, es­pecialmente las de los bivalvos, que bien de manera natural, como la del Carclium, o artificialmente apuntadas y dentadas, se utiliza­ron para aplicar la decoración o alisar las cerámicas. Los alfareros utilizaron también las conchas trituradas como desgrasante ce­rámico.

Finalmente, las conchas de los moluscos, con su gran variedad de formas, decoraciones y colores, forman parte de la composición de numerosos ornamentos desde el Paleolítico hasta nuestros días, mientras que otras, como los cauríes (Cypraea) africanos, sirven de moneda.

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30 MANUAL DE ARQUEOZOOLOGÍA

1.4.3. Los INSECTOS

Estos animales poseen un exoesqueleto1' y élitros compuestos de

quitina, que en determinadas condiciones pueden preservarse en con­textos arqueológicos. La conservación puede haber sido fruto de la car­bonización (en la cocción), por mineralización (principalmente en las letrinas), por desecación (con las momias), aunque en nuestras latitu­des son principalmente los medios húmedos (turberas, charcas, letri­nas, pozos) los que suelen presentar restos de insectos.

Las condiciones, o los propios lugares en los que estos insectos se conservan, producen una cierta selección de los mismos. El tipo de estructura, la manera en que ésta se ha colmatado, la posibilidad de trampas naturales, incluso el reflejo de la luz de la luna, tendrán evi­dentemente una influencia importante sobre el espectro de especies documentadas, y sobre el estado de conservación de los individuos. Todos estos factores, propios de esta joven disciplina, están aún en pro­ceso de definición. Sin embargo, a la espera de que se produzca este desan-ollo, ya podemos obtener una cierta cantidad de resultados cua­litativos, ya sea directamente mediante el listado de las especies re­presentadas, o bien siguiendo la evolución de un espectro a lo largo de una secuencia estratigráfica.

La mayor parte de estos vestigios son de tamaño muy pequeño, y su recuperación requiere de condiciones de muestreo y de tratamiento de los sedimentos que deben definirse, de acuerdo con el especialista, desde el mismo momento en que se ponen al descubierto sedimentos propicios para la conservación de insectos. La toma de muestras puede realizarse tanto a partir del proceso de excavación, como a partir de la perforación de sondeos. En cualquier caso, los volúmenes a anali­zar y las unidades estratigráficas deben definirse cuidadosamente.

Estos sedimentos requieren un tratamiento específico. La ex­tracción de restos de insectos se lleva a cabo mediante un tratamiento por agua, precedido si es necesario por una defloculación con carbo­nato sódico y su posterior flotación en petróleo desodorizado; los res­tos utilizables se seleccionan seguidamente con la ayuda de la lupa binocular y se conservan en alcohol.

La determinación de estos restos es bastante difícil, debido a la gran cantidad de especies existentes y al hecho de trabajar con ele­mentos aislados y fragmentos. Se necesitan pues colecciones de refe­rencia muy importantes, cuya rentabilidad aumenta cuando son utili­zadas conjuntamente. La determinación también depende de la capacidad de los diferentes investigadores, necesariamente especiali­zados, más o menos, en tal o cual categmia. La determinación no siem­pre puede alcanzar al nivel de la especie; la práctica cotidiana mues-

LA ARQUEOZOOLOGÍA 31

~ Ptinus ·.

Carcoma

~ \\ ~-

::--.... - 1 t _,_ --~.¡;;--,- ;;....:::_-::_ ~

Mosca

Corticaria

Estafilinido

Piojo

Fuentes.potenciales de restos de insectos en niveles de habitación (según Panel e Yvinec, 1997).

tra que ésta sólo puede establecerse aproximadamente en un caso de cada dos; en ocasiones tenemos que conformarnos con el género o la subfamilia. Los coleópteros son generalmente los insectos mejor re­presentados, pero se documentan también pulgas, moscas, chinches, ácaros (artrópodos), hormigas y abejas ...

La arqueoentomología puede proporcionar informaciones muy diversas, principalmente sobre el medio ambiente del yacimiento (clima, vegetación). Esta disciplina saca partido de la gran estabili­dad morfológica de los insectos, así como de sus asociaciones típicas, que son características de los distintos medios naturales y se mantie­nen a lo largo del tiempo. Por contra, los insectos son muy sensibles a las modificaciones climáticas, que se manifiestan en apenas algu-

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32 MANUAL DE ARQUEOZOOLOGÍA

nas decenas de años, a diferencia de otros indicadores, mucho menos sensibles.

Los insectos, debido a su comportamiento y a su infeodación, más o menos estrecha con un biotopo, pueden contribuir de manera deci­siva a la reconstn1cción de los medios naturales (marismas, lagos, tur­beras) y a sus eventuales modificaciones por la acción del ser hu­mano (abertura del medio, drenado ... ). Contribuyen igualmente a reconstruir los lugares ocupados por el hombre y sus animales. Los parásitos*, los devastadores de provisiones, los necrófagos*, coprófa­gos y otros insectos nos permiten conocer ciertas informaciones sobre el estilo de vida, las condiciones sanitarias, el régimen alimenticio, la ganadería y la agricultura.

Si aún queda mucho camino por rec01Ter para la correcta inter­pretación del origen de los conjuntos de insectos recuperados (preda­ción, trampas, caídas ... ) y la tafonomía de estos animales, las aporta­ciones de los primeros estudios se ha mostrado ya muy importante para la reconstrucción del paleoambiente, así como para conocer me­jor la vida cotidiana del hombre, sus actividades y los lugares que ocupó.

1.4.4. Los PARÁSITOS

Los parásitos* son los organismos que obtienen de otro ser vivo, denominado huésped, los elementos indispensables para su desarro­llo. A menudo, debido a esta presencia involuntaria, el huésped sufre un perjuicio más o menos importante.

Los parásitos se encuentran en numerosas familias de animales; a pesar de ello, los que alcanzan a conservarse en depósitos arqueoló­gicos son más bien escasos.

Hay dos grupos de parásitos:

- Los endoparásitos'", que se desarrollan en el interior del cuerpo de su huésped, en órganos diversos como los intestinos, el hígado, el corazón, etc.

- Los ectoparásitos1' son mucho menos abundantes y su desarrollo

es externo (piel, pelaje, plumas) o en cavidades abiertas (nariz, orejas).

El interés de los parásitos en arqueología es importante, ya que es­pecialmente estos últimos, los ectoparásitos, a menudo están estrecha­mente vinculados no sólo con las condiciones ambientales, sino también con cierto género de huésped o determinado tipo de alimentación.

Entre los restos de parásitos que se conservan bien hay que men­cionar los huevos de gusanos parásitos, principalmente helmintos, o determinados insectos o sus larvas.

LA ARQUEOZOOLOGÍA

Diversos huevos de parásitos descubiertos en coprolitos del yacimiento neolítico de Cha­lain (Jura) hacia el 3000 a.C. Arriba, Trichmis sp., En el me­dio Fasciola sp. Abajo, Diphy­llobothrium sp. Este último se relaciona con el consumo ha­bitual de pescado crudo (se­gún Dommelier et al., 1998).

33

,!j

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Larva de mosca (Oestrus sp.) para­sitando en las fosas nasales de una oveja prehistórica de Kenna (Sudán), 1600 a.C. (foto Dajoz, MHNGE).

Los huevos de helmintos poseen una cáscara gruesa formada por cinco capas que la convierten en un elemento muy resistente y capaz de permanecer durante años en el suelo sin degradarse. Lo mismo su­cede con determinados insectos o larvas, cuyos cuerpos están prote­gidos por una escleroproteína, la quitina.

Los sedimentos en los que se pueden conservar estos vestigios son diversos. Como sucede con la mayor parte de las evidencias orgánicas, son los medios desérticos o los sedimentos anaeróbicos de las zonas húmedas y acuáticas los más favorables.

Los parásitos se pueden aislar y estudiar si se utilizan las técni­cas apropiadas, esencialmente la flotación y la precipitación.

En el caso de los huevos de helmintos, la morfología, la orna­mentación y el tamaño permiten atribuirlos al gusano del que provie­nen. Así es posible determinar el animal, huésped del parásito, y del mismo modo precisar la naturaleza o función del lugar.

Citaremos dos ejemplos de endoparásitos, cuyo descubrimiento aporta informaciones útiles al arqueólogo.

Los coprolitos de los habitantes del yacimiento lacustre neolítico de Chalain, en el Jura, han manifestado la presencia de varios parási-

LA ARQUEOZOOLOGÍA 35

tos. Debemos señalar la abundancia de Diphyllobothriwn que indica el consumo de grandes cantidades de pescado crudo o poco hecho. Se documenta también la presencia de Thaenia, que demuestra una cocción insuficiente de la carne para desparasitarla de manera eficaz. Finalmente, la presencia de huevos de Fasciola hepatica se relaciona con el consumo de vegetales de tipo berro y cardillo (Dommelier et al., 1998).

En el Louvre, en París, un foso del siglo xv ha proporcionado los esqueletos de varios lechones infestados de parásitos (Ascaris y Metastrongylus). Este hecho podría explicar su muerte prematura (Bouchet, 1997).

En el caso de los ectoparásitos*, mencionaremos el caso de un carnero descubierto en el yacimiento de Kerma en el Sudán, datado de 3.000 años. Las fosas nasales de dicho animal encerraban una larva de mosca, sin duda de mosca de la nariz (Oestrus avis). Estos dípteros po­nen sus huevos en las entradas de las fosas nasales de los caprinos, y la larva se desarrolla en el interior de la cavidad nasal provocando a menudo vértigos en el animal infectado.

1.4. 5. LAS MATERIAS TIERNAS ANIMALES

Bajo este epígrafe reagrupamos determinados elementos de los cuerpos de los animales, como la piel, o el pelaje, o las plumas, así como diversos productos obtenidos de los mismos como la sangre, la grasa o la leche.

La primera condición indispensable para una buena conservación de este tjpo de evidencias es su rápida protección frente a los diversos agentes'aestructores biológicos, químicos y meteorológicos.

En el caso de la piel, los pelajes o las plumas, formados esencial­mente por material orgánico, tejido epitelial o queratina, sólo condi­ciones muy especiales permiten su conservación.

El clima desértico, caracterizado por una higrometría muy baja, o la inmersión que se documenta en los yacimientos costeros o lacus­tres, o la congelación natural en el permafrost, permite, en ocasiones, una preservación perfecta.

El estudio de la piel, de los objetos en cuero, o de los pergaminos, a menudo indisociable del de los pelajes, aporta informaciones útiles sobre las especies utilizadas y sobre los tratamientos que eventual­mente se les practicaron (esquilado, curtido).

Así, en el yacimiento de Kerma, en Sudán, las sepulturas descu­biertas en la necrópolis proporcionan frecuentemente sudarios con­feccionados a partir de pieles de bovinos. Estas pieles fueron casi por

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Cría de mamut hembra de tres meses descubierto congelado en la península siberiana de Yamal en 1988 (según Lister & Bahn, 1994).

completo esquiladas, salvo un dbete externo de pelo de algunos cen­tímetros de anchura. El estudio detallado de las mortajas muestra que éstas se curtieron con la ayuda de un aceite vegetal.

Se pueden obtener informaciones complementarias en el artículo siguiente:

Ryder, M. L. (1969). «Remains derived from skin», en: Brothwell, D. y Higgs, E. (ed.): Science in archaeology. A survey of pro­gress and research, Bristol, Thames & Hudson.

El examen de los propios pelajes permite, en ocasiones, hacerse una idea del color de la ropa; del mismo modo estimar la estación en que fue abatido el animal, e incluso observar las modificaciones que han llevado a determinadas especies a desarrollar un vellón

En las tumbas de Kerma se han descubierto también fragmentos de paños de piel de carnero de pelaje pío, que mezcla manchas ne­gras y blancas. Un ribete de mortaja de piel de buey demuestra tam­bién la existencia, entre estos animales, de pelajes mezclados en ma­lTÓn y blanco. Las representaciones rupestres del Sáhara y la iconografía egipcia son otro testimonio de la presencia de estos animales desde el Neolítico.

El pelaje de un caprino está compuesto por dos tipos de pelo: un pelaje largo en el extedor, tieso y lacio, denominado jalTa"', y uno cerca del cuerpo, una cobertura de pelaje fino, la borra*.

L

Bisonte 11101nificado (Bison priscus) descu­bierto cerca de Fair­banks (Alaska), en un sedimento arcilloso, da­tado en JÓ.000 años (se­gún Chorlton, 1983).

LA ARQUEOZOOLOGÍA 37

La importancia de la jaITa"' en relación a la bolTa* varía a lo largo del año. Para simplificar podemos decir que las fibras finas de pequeño diámetro son escasas en verano, mientras que son abundantes en in­vierno. Destacaremos también que la cavidad medular de los pelos se desaITolla más en invierno.

Diversas muestras de pelajes de carneros procedentes de las tumbas de Kerma sitúan la muerte de los animales hacia finales del verano.

Finalmente, el recurso a la lana supuso una pequeña revolución en la indumentaria para las poblaciones del pasado. Podemos resumir brevemente este proceso de la manera siguiente:

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Los muflones"' presentan dos tipos de fibras: las jarras* bastas y un subpelo fino, fáciles de diferenciar tanto por su longitud como por su diámetro.

El hombre ha modificado esta composición, y desde los inicios de la Edad del Bronce, constatamos la aparición de pelajes en los que los pelos de la jarra* han perdido su aspereza, mientras que el subpelo se vuelve mucho más denso.

La evolución continúa para obtener ovejas cuyo pelaje mostrará la desaparición de las jarras en favor del pelaje fino, abundante y ri­zado. Se trata de la lana que podemos observar, por ejemplo, en la raza merina.

Estas diversas etapas aparecen detalladas en el artículo:

Ryder, M. (1987). « :Lévolution de la toison des moutons ». Pour la Science, marzo: 56-65.

Las plumas de los pájaros, igualmente formadas por qu~ratina, pueden conservarse en medios secos. Citaremos, a modo de eJempl~, los discos de plumas de avestruz utilizados como tocados en los ~ra­neos de los cameros descubiertos en varias tumbas de Kerma (Sudan).

El estudio de los productos proporcionados por el anir~al, entre los que cabe mencionar la sangre, la grasa. y la leche, reqmere de la utilización de técnicas analíticas más complejas, procedentes del campo de la química analítica y de la inm~nología. .

En el caso de la sangre es posible, en determrnados casos favo­rables, detectar su presencia sobre los filos ~e,.1os útiles l~tic?~· algu­nos de los cuales de más de 6.000 años de antlguedad. Los rndic10s que se utilizan son los aminoácidos, la hemoglobina y los glóbulos rojos. La discriminación entre las especies se realiza gracias a las distintas morfologías de los cristales de hemoglobina.

Sin embargo, los resultados pueden verse falseados por la .~r~­sencia de determinados constituyentes del sedimento, como los bioxi­dos de manganeso. Por este motivo, es imprescindib~e llevar a cabo pruebas de control de la composición química del ~ismo. Podem~s consultar al respecto los trabajos de Lay (1983); Gurfinkel y Franklrn (1988); Custer, Ilgenfritz y Doms (1988). . .

Por lo que se refiere a las grasas y la leche, el pnncipal problema radica en su degradación y la desnaturalización de _los. productos e~ los sedimentos arqueológicos. A lo que debemos anadir la. contarr.n­nación, a menudo difícil de evaluar. Simplificando al máximo, exis­ten tres tipos de moléculas:

- Los prótidos, abundantes en la carne y el pescado, liberan ácidos grasos.

LA ARQUEOZOOLOGÍA 39

Los lípidos, que se encuentran especialmente en las grasas, los aceites y las ceras, proporcionan también ácidos grasos.

- Los glúcidos, que constituyen los azúcares, la celulosa y el al­midón, proporcionan los monosacáridos.

La materia viva está formada por macromoléculas compuestas por los tres tipos. Ésta sufre transformaciones, que tienden a romper las macromoléculas en unidades 1nás pequeñas, hecho que provoca que el producto inicial sea ~if~cil de identificai~ Además determ~na­dos componentes, como los aCidos grasos, se encuentran de por si en los suelos. El análisis resulta pues complejo y es necesario un conoci­miento muy bueno del entorno del que procede la muestra. De este modo, en la Cueva de l'Aragó, en niveles datados en más de 200.000 años, se ha identificado grasa de caballo (Rottliinder, 1983), y en los vasos de Vidy en Suiza, datados del Bronce final, se han documentado res­tos de grasa de ave.

1.4.6. Los COPROLITOS"' y LOS CONTENIDOS ESTOMACALES "

Diversos tipos de deyecciones pueden documentarse en contex­tos arqueológicos. Se trata, o bien de coprolitos, cuya morfología y composición permiten un diagnóstico en ocasiones bastante preciso, o bien de elementos más difusos en el sedimento, como son los resi­duos del estiércol producido esencialmente por los rumiantes.

El estudio de los coprolitos proporciona informaciones sobre la alimentación, el estado de salud y el medio ambiente, ya sea de los ani­males o del hombre (Callen, 1969; Bryant, 1974).

Se Jlan descubierto coprolitos en sedimentos anteriores al Cuaternario (Hiintschel et al., 1968). Una gran cantidad de este tipo de restos del Pleistoceno medio y superior se atribuye a la hiena de las cavernas. En cronologías posteriores se documentan también copro-

Coprolitos de cabra. Necrópolis de Kerma (Sudán), 1800 a.C. (foto Dajoz, MHNGE).

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Coprolitos de peJTos encontrados en el oppidum de Titelberg en Luxeniburgo.

Huesos de ovejas digeridos por perros (Saint Alban, Isere, Francia), Bronce fi­nal (foto Zumstein, MHNGE).

litos, en este caso de rumiantes y en un estado de conservación bas­tante bueno, como en los yacimientos lacustres de la Europa occidental (Séné, 1989) y en yacimientos de entornos desérticos (Chaix, 1986).

Un estudio reciente llevado a cabo sobre los coprolitos de cabra del yacimiento neolítico de Egolzwil 3, en Suiza, datado en 4300 a.C., ha mostrado que estos animales eran alimentados a finales de invierno con tallos y ramas en flor de avellano, de aliso y de abedul. Este aná­lisis dendrocronológico~' de los fragmentos leñosos, así como de los restos de las flores, ha permitido establecer la estación de recolección de dichos elementos (Rasmussen, 1993).

En determinados niveles de ocupación, especialmente en los abri­gos utilizados para estabular el ganado, los estudios micromorfológi­cos permiten determinar la presencia de estercoleros y, en determina­das ocasiones incluso, llegar a caracterizar la especie de la que proceden (Courty et al., 1989; Brochie1~ 1983).

LA ARQUEOZOOLOGÍA 41

Finalmente, el estudio de los coprolitos de carnívoros (pen-o) mues­tra el papel destructor de los jugos gástricos sobre el material óseo y la pérdida importante desde el punto de vista tafonómico que ello im­plica (Payne y Munson, 1985; Iones, 1986).

En ocasiones el estudio de los coprolitos, o de los contenidos es­tomacales, recuperados de los abdómenes de los perros, puede revelar el consumo de determinadas partes. Tal es el caso observado en rela­ción con los metápodos de cabras muy jóvenes en el oppidum de Titelberg en Luxemburgo (Méniel, 1993); lo mismo sucede con patas y cabezas de carneros y perros sacrificados en Vertault (Cote-d'Or) a inicios de nuestra era (Méniel y Jouin, 2000). En este caso, el consumo de los residuos primarios del descuartizado de los carneros sería tal vez, la prueba de un sacrificio de finalidad alimenticia, practicad~ al mismo tiempo que el de los perros, aunque no se haya conservado nin­guna otra evidencia.

1.4.7. Los HUEVOS

·' Los restos de cáscaras de huevos documentados en los yacimientos

arqueológicos han sido por lo general poco estudiados. Se trata de elementos recuperados frecuentemente en el tamiz y

pueden aportarnos informaciones muy valiosas sobre las especies de pájaros representadas y el consumo de huevos.

La cáscara está compuesta esencialmente por carbonato cálcico y algunas materias orgánicas (pigmentos). Esto explicaría su relativa

Huevo de Avestruz (Sudán) (foto Ratton, MHNGE).

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42 MANUAL DE ARQUEOZOOLOGÍA

Detalle de la superficie de un huevo de avestruz fotografiado al microscopio electrónico (50x) (foto Wüest, MHNGE).

Huevo de gallina doméstica (foto Ratton, MHNGE).

buena conservación en sedimentos arqueológicos poco ácidos. El ta­maño externo y la pigmentación permiten su identificación precisa; desgraciadamente, sólo en muy raras ocasiones los huevos aparecen enteros en contextos arqueológicos.

La utilización del microscopio electrónico permite una mejor des­cripción de los caracteres discriminantes menos visibles. No vamos a entrar aquí en detalles sobre los diversos parámetros utilizados. Una excelente síntesis se encuentra en el artículo:

Keepax, C. A. (1981): «Avian egg-shell from archaeological si­tes», Journal of Archaeological Science, 8: 315-335.

LA ARQUEOZOOLOGÍA

Detalle de la supe1ficie de un huevo de gallina doméstica fo­tografiado al microscopio elec­trónico (50x) (foto Wüest, MHNGE)

43

Recordemos, sin embargo, que los principales elementos discri­minantes son: la relación longitud/ai;ichura, la pigmentación, el grosor de la cáscara, la fonna de la capa mineral interna, la cantidad y dis­posición de los poros.

Como ya hemos mencionado, los estudios sobre los huevos ha­llados en contextos arqueológicos son todavía escasos. No obstante, se han documentado restos de huevos desde el Mesolítico, como en el abrigo de Stauber, en Vionnaz, en la cabecera del Ródano, aunque és­tos no han sido aún identificados. Parece probable que se trate de hue­vos de patos, ya que numerosos huesos confirman la presencia de aná­tidas (Chaix, en prensa).

Se han descubierto, de cronología posterior, huevos de ganso en Hornaing (Norte), mientras que los huevos de gallina se utilizaron como ofrenda en una sepultura de época augustea en Sion (Suiza) (Méniel, 1987; Morel, 1990).

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LÉXICO

Actualismo: metodología que utiliza los procesos que se desarrollan ac­tualmente para interpretar los fe­nómenos del pasado.

Alometria: crecimiento de un órgano a una velocidad distinta de la del organismo al que pertenece.

Atlas: primera vértebra cervical. Antrópico: de origen humano, hecho

o generado por el hombre. Axis (o epistrofeo): segunda vértebra

cervical. Baculum o hueso peneano: hueso

del pene de determinados mamífe­ros (carnívoros, quirópteros).

Biometria: estudio de las dimensio­nes y del crecimiento de los seres vivos. ,

Bivalvo: nÓÍ:nbre dado a los moluscos cuya concha está compuesta por dos elementos (cf. también lameli­branquio).

Borra: pelos cortos y de diámetro re­ducido que forman una de las par­tes del toisón de los mamíferos.

Bucráneo: fragmento de cráneo de buey que comprende la cara ante­rior de la frente y las clavijas óseas. Es también un motivo decorativo que representa un cráneo de buey.

Canal pulpar: canal que recorre las raíces de un diente hasta la cámara pulpar y permite el paso de los ner­vios y de los vasos sanguíneos.

Candil: ramificación de las astas de los cérvidos que se desarrollan so­bre la protuberancia de esta última.

Carácter constante: particularidad transmisible genéticamente.

Carpo-metacarpo: Hueso de la ex­tremidad del ala de las aves.

Garroñeo: utilización de los cadáve­res como fuente de alimentación.

Caudal: hacia la cola (orientación). Cavidad cotiloide: encaje de la ca­

beza del fémur situado en la pelvis de los mamíferos.

Cemento: tejido duro que recubre las raíces de los dientes.

Cementocronología: técnica de de­terminación de la edad basada en las estmcturas anuales (LAC) que aparecen en el cemento de las raí­ces de los dientes.

Citoplasma: parte fundamental de la célula que contiene el núcleo y otros elementos.

Clavija ósea: protuberancia ósea del frontal de los mmiantes, recubierta por un estuche córneo.

Colágeno: proteína fibrosa de tejido conjuntivo.

Comensalismo: forma de asociación entre dos seres vivos, sin prejuicio recíproco.

Coprolito: excremento fósil. Córtex: parte periférica dura de las

astas de los cérvidos, particu-

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260 MANUAL DE ARQUEOZOOLOGÍA

larmente del alce, el ciervo y del gamo Epistrofeo: véase axis.

Escleroproteína: proteína de est Corona: en un diente, parte activa si­

tuada fuera del hueso y a menudo recubierta de esmalte.

t d ··d lUc-(ura e .un te]ll ?, insoluble en agua queratma, co ageno, etc.).

Espectrometria: Técnica que perm·t Costillar: conjunto de costillas. Coxal: hueso del miembro posterior

compuesto por el ilion, el isquion y el pubis. Los dos coxales y el sacro forman la pelvis.

Cro.~atografía: método de separa­c10n de los constituyentes de una mezcla basado en su absorción se­lectiva sobre diversos soportes.

Cuello: en un diente, límite entre la co~ona, recubierta de esmalte, y las raices.

Craneal: hacia el cráneo (orientación). Dendrocronología: método de data­

ción basado en las eshuchU"as anua­les (anillos) que se desarrollan en la madera.

Dentina: tejido conjuntivo fuerte­mente mineralizado.

Despellejado: extracción de la piel Dientes yugales: entre los herbívoros.

co:ijunto de premolares y molare~ (dientes de la mandíbula y el ma­xilar).

Diáfisis: parte media de un hueso largo.

Dia~tema: espacio que separa dos dientes.

Disco vertebral: epífisis de un cuerpo vertebral.

J?istal: próximo del suelo. Eburnation: desgaste anormal de una

superficie articular que origina un , pulido brillante.

Ecorchage: sinónimo de despellejado. Ectoparásito: parásito externo al or-

ganismo. Endoparásito: parásito interno al or­

ganismo.

l ., d l ie a separ~c10n e os diversos áto-mos segun su masa.

Exoesqueleto: formación esquelética externa, como por ejemplo la de l

t , d os ar ropo os. Exostosis. hmlor benigno de un hue

d . l so e ongen pato ógico (traumatismo in~amación, o problema de creci~ miento).

Fieltrado: transformación de una fi­bra textil en fieltro.

Fíbula: peroné (nomenclatura veteri­naria, 1975).

Fún~ica: gener~da por los hongos. Frugworo: especie cuya alimentación

se compone esencialmente de fru­tos.

Gasterópodo: molusco de una sola concha, generalmente enrollada.

Gen: el.ei:nento del cromosoma que c?nd1c1~~a la transmisión y la ma­mfestac10n de un carácter heredi­tario.

Génico: que se relaciona con los ge­nes.

Genoma: conjunto de genes de una especie.

Geoquímica: historia natural de los elementos químicos y de los isóto­pos.

Goniómetro: instrumento de medi­ción que sirve para calcular los án­gulos.

Heces: excrementos. Hidroxiapatita: fosfato de calcio hi­

dratado. Hipervitaminosis: problema provo­

cado por la absorción excesiva de una vitamina.

Epifisado: hueso cuyos extremos (epí­fisis) están soldados a la diáfisis.

Ilion: uno de los tres huesos del co­xal.

LÉXICO 261

Inmaduro: que no ha alcanzado aún la edad adulta.

Impúber: que no ha alcanzado aún la edad para reproducirse.

Intraespecífico: que es relativo a una

Medular: concerniente a la médula. En un hueso largo se habla de ca­vidad medulai:

Merlin: maza de extremo apuntado utilizada en la matanza de los bo-

especie. vinos domésticos. Isótopo: vaiiante de un elemento quí- Mesuroscopio: instrumento óptico

mico con el mismo número atómico que permite la medición automa-(número de protones) pero una masa tizada de elementos de tamaño muy diferente (número de neutrones). pequeño como los dientes de los

Isquion: uno de los tres huesos del roedores. coxal. Metabolismo: en un organismo vivo,

Jarra: pelo de gran tamaño y diáme- conjunto de reacciones de síntesis tro importante que forma una de y de degradación que liberan ener-las partes del toisón de los mamí- gía. feros. Metáfisis: en un hueso largo, zona in-

Labial: hacia los labios (01ientación). termedia entre la diáfisis y la epí-Lamelibranquio: sinónimo de bivalvo. fisis. Lateral: hacia el exterior del cuerpo Microdontia: tendencia a la dismi-

(orientación). nución del tamaño de los dientes. Lehm: loess descalcificado. JI Mocho: desprovisto de cuernos. Ley de Allen: los apéndices corpora- Microrradiografía: radiografía reali-

les (orejas, miembros, cola) de una zada con un aparato especial sobre misma especie son más pequeños en los medios ambientes de clima frío.

Ley de Bergmann: ley que estipula que los animales de una misma es­pecie son más grandes en los me­dios ambientes fríos, y que tiene los apéns;J,ices corporales (orejas) de me­nor tamaño.

Línea de Harris: estructura que apa­rece en los huesos largos debido a irregularidades en el crecimiento generadas por problemas de mal­nutrición.

Lingual: hacia la lengua (orientación). Mamilla: pequeña protuberancia re­

dondeada, de tamaño microscópico, que ornamenta la superficie de las cáscaras de los huevos.

Mastricatriz: superficie activa del diente.

Medial: hacia el interior del cuerpo (orientación).

una sección microscópica. Mustélidos: familia de mamíferos cai·­

nívoros entre los que encontramos el tejón, la nutria, la marta, el ar­miño.

Necrófago: animal que se alimenta de cadáveres

Nubes piroclásticas: conjunto de gas, vapor de agua y cenizas expulsados a alta presión por determinados vol­canes.

Oclusal: sinónimo de masticatriz. Parte activa de la superficie de un diente.

Oligodontia: déficit en relación con la cantidad normal de dientes.

Ontogenia (ontogénesis): desarro­llo del individuo tras la fecunda­ción del óvulo hasta el estado adulto.

Hueso peneano: sinónimo de báculo Osteocitos: células óseas mineraliza­

das.

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262 MANUAL DE ARQUEOZOOLOGÍA

Osteón: estmctura elemental del te­jido óseo compacto que comporta láminas dispuestas de manera con­céntrica alrededor de un canal.

Palinología: disciplina que estudia los pólenes.

Parásito: organismo que vive a ex­pensas de otro organismo.

Patella: rótula (nomenclatura veteri­naria, 1975).

Pedología: disciplina que estudia la formación de los suelos.

Peletería: actividad de preparación de las pieles.

Permafrost: suelo helado de manera permanente hasta una cierta pro­fundidad.

pH: medida del estado ácido-básico de una solución.

Fenotipo: conjunto de caracteres ob­servables directamente en un indi­viduo.

Freático: nivel de agua subterránea que alimenta los manantiales.

Filogenético: relativo a la historia evo­lutiva de un organismo o de un gmpo de organismos.

Poliqueratia: anomalía que se carac­teriza por la presencia de un nú­mero de cuernos superior al nor­mal.

Polisacárido: glúcido complejo. Proboscidios: suborden de mamífe­

ros que engloba a los mastodontes y a los elefantes.

Proximal: próximo al cráneo (antó­nimo de distal).

Pubis: uno de los tres huesos del co­xal, donde se realiza la unión con el otro coxal.

Quimismo: conjunto de reacciones químicas.

Rádula: lengua rasposa y quitinosa de los moluscos gasterópodos.

Raquis: sinónimo de columna verte­bral.

Raza: gmpo de animales selecciona­dos por el hombre, que poseen una morfología uniforme, hereditaria, que los distingue de otras razas de la misma especie.

Sagital: paralelo al eje central de un animal.

Saponificación: transformación na­tural de la grasa en jabón.

Sérico: relativo al suero de la sangre. Sesamoides: pequeños huesos que se

encuentran en determinadas arti­culaciones, en la mano y el pie.

Solana: vertiente de un valle expuesta al sol (antónimo umbría).

Subespecie: variante local de una especie salvaje, reconocible por varios caracteres externos, pero que es fértil con las otras subes­pecies.

Tabletería: artesanado similar a la ebanistería en la que se utiliza el hueso o el marfil para incmstarlo en objetos diversos.

Tafonomía: estudio de las leyes que rigen el enterramiento de un orga­nismo.

Tarso-metatarso: hueso de la pata, específico de las aves.

Taxón: entidad sistemática compa­rable a la especie.

Terraza: depósito dejado en una ori­lla por un mar, un lago, o un río de­bido al descenso de su nivel.

Test: sinónimo de concha en los mo­luscos.

Tetraqueratia: anomalía que se ca­racteriza por la presencia de cua­tro cuernos en lugar de dos.

Trabécula: delgada prolongación ósea separada de la pared formando un saliente en una cavidad.

Ulna: cúbito (nomenclatura veterina­ria, 1975).

Viático: provisiones alimentarias en vistas a un viaje.

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ÍNDICE

Prólogo 7

CAPÍTULO 1. La arqueozoología . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15 1.1. Definiciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15 1.2. Breve historia de la arqueozoología . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17 1.3. Relaciones con las otras disciplinas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19 1.4. Materiales de estudio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21

CAPÍTULO 2. La determinación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 45 2.1. Anatomía comparada .... :p............ . . . . . . . . . . . . . . . 45 2.2. Los manuales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 50 2.3. La colección de referencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 53 2.4. Las otras técnicas de determinación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 57

CAPÍTULO 3. La osteometría . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 65 3.1. Objetivos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 65 3.2. Método . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 68 3.3. Los útiles . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 73

CAPÍTULO, 4. Estimación de la edad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 77 4.1. " A partir de la dentición . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 79 4.2. A partir del esqueleto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 85 4.3. Estimación de la edad mediante radiografía . . . . . . . . . . . . . 91 4.4. Observaciones sobre la dinámica de las poblaciones . . . . . . . 92

CAPÍTULO 5. Determinación del sexo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 95 5.1. Los criterios morfológicos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 95 5.2. Los criterios osteométricos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 100 5.3. La estrucutra de las poblaciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 104

CAPÍTULO 6. Patología.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 109

CAPÍTULO 7. Las marcas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 115 7 .1. Las marcas de origen antrópico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 115 7.2. Las trazas de origen natural . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 127

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290 MANUAL DE ARQUEOZOOLOGÍA

CAPÍTULO 8. Tafonomía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 133 8.1. Las causas de la muerte . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 136 8.2. Dispersión, dislocación y fragmentación (anterior al enterra-

miento)........................................... 139 8.3. La preservación diferencial . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 144 8.4. La conservación diferencial . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 145 8.5. La salvaguarda de los vestigios descubiertos . . . . . . . . . . . . 148

CAPÍTULO 9. El registro de los datos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 157 9.1. Métodos de registro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 158 9.2. Las bases de datos informatizadas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 159

CAPÍTULO 10. Cuantificación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 161 10.1. Los recuentos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 161 10.2. Aproximaciones estadísticas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 169 10.3. La fragmentación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 177 10.4, Las distdbuciones anatómicas ..... , . . . . . . . . . . . . . . . . . . 180 10.5. Los niveles de comparación (estrncturas, yacimientos, región) 181

CAPÍTULO lJ. Distribución espacial . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 185 11.1. Métodos de aproximación a la distribución espacial de los

restos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 187 11.2. La huella de las estrncturas arqueológicas . . . . . . . . . . . . . . 188 11.3. Las distiibuciones a nivel del yacimiento . . . . . . . . . . . . . . . 191 11.4. Las relaciones entre yacimientos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 194

CAPÍTULO 12. Utilizaciones del animal ........................ . 12.1. Carroñeo ........................................ . 12.2. Caza ............................................ . 12.3. Domesticación .................................... . 12.4. La carne ......................................... . 12.5. Otros productos alimentarios ....................... . 12.6. Matedas y servicios ............................... . 12.7. Los trofeos ....................................... . 12.8. Los animales en las prácticas funeradas y los sacrificios ..

Capítulo 13. Síntesis y publicaciones ........................ . 13.1. Síntesis y presentación de los resultados .............. . 13.2. Publicar: ¿por qué y para quién? ..................... . 13.3. Los problemas de la investigación .................... .

Lista de colecciones de referencia .............................. .

Léxico .................................................... .

203 203 204 210 -220 222 225 236 237

245 247 251 252

255

259

Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 289

Editorill!Arie!