arqueología del origen del estado

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Arqueología del origen del Estado: las teorías. Autores: Vicente Lull y Rafael Micó. Editorial bellaterra, año 2007, Barcelona. 271 páginas.

Resumen:

La organización política vista desde la óptica de la arqueología mantiene estrecha relación con la

fundación primigenia de lo que conocemos como Estado; si bien los datos y registros

proporcionados por ésta no alcanzan a determinar su consecución y clara determinación estatal, sí

podemos manifestar que en el intento continuo por valorar sus primeros vestigios, la arqueología

como disciplina científica se acerca de a poco a un estudio teórico y a la vez material. La noción

evolucionista con miras a la constitución del Estado, ha tenido que pasar por muchos desarrollos

en donde la soberanía, el iusnaturalismo, las tendencias liberales, el Estado moderno han

proporcionado bases par emprender el estudio desde su conformación hasta su gesta definitiva,

que se puede interpretar como perfección o degradación del género humano.

Primera parteTeorías sobre el estado

1. LA CONCEPCIÓN CLÁSICA

La concepción de Estado en los antiguos griegos se entendía como el gobierno de la ciudad, como

la expresión de la justicia e instrumento de poder. De igual forma, tanto el Estado como la

sociedad, se habían originado simultáneamente y, el primero, se convirtió a su vez, en orden y

ordenador. La representación estatal de estas dos características, se encuentra reflejada en la

polis griega (Ciudad-estado) en donde la armonía entre el colectivo y lo individual, se hacía

pertinente para procurar un “bienestar” en su interior. Asimismo, se concedía primacía absoluta a lo

social, como requisito impostergable de identidad que, al mismo tiempo, otorgaba autonomía al

individuo. Se podría decir, que de los diferentes grupos de individuos se admite en sí el criterio de

humanidad. Uno de los criterios para que el individuo fuese tenido como tal, consistía en estar

adscrito a una comunidad cultural, económica, política y social. La polis era concebida como un

lazo o nudo, en donde su identidad autárquica; procuraba tanto a los atenienses, corintios o

espartanos, un lugar al qué atenerse, un lugar que es la representación organizativa del mundo

helénico.

La pertenencia a la polis equiparaba el ser humano y ser ciudadano, transitado sólo por una

minoría de hombres y por alguna mujer. La polis se mantuvo a costa de vedar a los campos

mayoritarios de la sociedad, la participación en esta esfera. El Estado expresaba un orden

inspirado en la Justicia y el Bien, por tanto, el Estado más anhelado era el que aspirara a una mejor

educación y a las relaciones sociales. En el seno de la polis, la justicia y su nivel era lo que daba

legitimidad al Estado; ese nivel se medía por medio del bien social; ¿Para quién? es la pregunta,

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para el soberano o para la concepción mayoritaria. Por otro lado, los sofistas, consideraban al

Estado como una organización deseada por el más poderoso y por tanto, la mejor para ejercer la

injusticia. Hacer el mal, entonces, reportaba beneficios y placer, en oposición a hacer el bien, que

trae consigo costos, es harto y difícil. Cualquier orden social se vale de la fuerza para imponer sus

intereses en el campo político.

Platón (428-347 a.d.n.e.) quien estableció fórmulas dialécticas; como abstracción ascendente

menciona que el Estado desplegado desde el conocimiento del sabio y por encima de la

naturaleza, comprende y discierne el Bien y se muestra capacitado para establecer el papel de lo

justo en sentido descendente. El Estado se aplicaba así mismo, como el camino más

comprehensivo del hombre hacia el Bien, y a su vez, se constituía en el objeto necesario para

todos aquellos que desearan convivir en armonía. El orden esta determinado por el Bien, el cual es

un Bien natural en tanto que es cosmos (una totalidad) así, que, todo orden y además toda justicia

proceden del Bien. El Estado es quien evita a toda costa la ignorancia y su pareja, la anarquía. El

objetivo principal es el sumo bien, concluyendo en un bucle perfecto universal y social que acaba

donde empieza: en los que deciden el Bien. Los elementos sociales parecen estratificados en tres

esferas que mediatizan el ejercicio del poder y la estabilidad del Estado. Esta jerarquización pone

en lo más alto a los magistrados-filósofos, porque son los más aptos para gobernar, ya que poseen

la virtud y pueden conocer la idea suprema del bien. En segundo lugar, se encuentran los

guardianes y guerreros que se encargan de mantener la vigilancia y proteger al estado. Y en tercer

lugar, se encuentran los artesanos, comerciantes. Toda esta distribución social gira en torno a una

fabula en donde menciona que los dioses han hecho el alma de los gobernantes de oro, de plata y

bronce la de los guardianes y de hierro la delos artesanos y comerciantes. Por ello, es que el único

gobernante en la república utópica de Platón, debe ser un filósofo-rey.

En Aristóteles (384-322 a.d.n.e.) el ciudadano es el que tiene derecho a participar en la función

deliberativa y judicial de la ciudad. Esta participación es la esencia de la política, que aparece como

el mayor y excelente bien, además de la ley, que es la representación de la razón sin apetito. La

política y la razón sin intereses egoístas, se unen a la virtud como nociones fundamentales para

impartir justicia. La justicia en Aristóteles, consiste en lo conveniente para la comunidad y esto está

ligado con la aproximación a la felicidad. Los ciudadanos, quienes poseen capacidad de deliberar

(legislar, gestionar y decidir) administrar justicia, hacer la guerra y dirigir los cultos, no son

excesivamente ricos, pero sí lo suficiente para permitirse el ocio, como base de una vida política

virtuosa. De esta manera, Aristóteles defiende el modelo de una polis gobernada por un grupo lo

suficientemente amplio de propietarios terratenientes ociosos. La mejor forma de gobierno para él,

es la monarquía liderada por hombres virtuosos. Aunque Aristóteles no desarrolla una teoría que

defina ni clasifique las formas de convivencia, si hace referencia a unos tipos y subtipos a modo de

aforismos relacionados al tema: 1) el hombre es un animal social que vive en comunidades,

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preferiblemente en ciudades; 2) el hombre es superior a la mujer y a los niños; 3) hay destinados al

mando y otros a la obediencia. Estos principios naturales son de igual forma fijos, y se relacionan,

igualmente, con dos factores dinámicos; la b búsqueda de la felicidad por medio de la justicia y el

bien, y los avatares de la conciencia histórica. Su forma de gobierno sucintamente expuesta, revela

la condición esclavista y patriarcal de su sociedad. La participación en términos de gobierno y, a su

vez, de gobernabilidad, queda reservada como derecho político a aquellos (ciudadanos) cuya

posición social y económica les permita beneficiarse de la explotación del trabajo esclavo y de la

servidumbre doméstica. De aquí surge su concepción de Estado como “una asociación para la

buena vida”1.

Diferencias y similitudes en el seno de la concepción clásica

La meta en Platón era una sociedad justa y ordenada regida por la idea de Bien, una sociedad

ideal administrada por magistrados-filósofos que en lugar de mantener la dialéctica racional en uso

continuo en el medio social, la utilizan en procura del alcance de la sabiduría para saber dirigir y

mantener la templanza como garante de su supremacía. Así, Platón persigue un absoluto, es decir,

el Bien (inteligible para pocos) que se ve reflejado en el resto de la sociedad. Aristóteles, por su

parte, hace inclusión explicita de las formas de gobierno (rectas y desviadas) conocidas en el

momento y, de esta manera, las vincula -a modo de comparación- con la naturaleza. Por medio de

consejos “prácticos”, trata de hacer énfasis en la búsqueda de la felicidad social, que de a poco,

merecía que se la comparase con un Bien ideal. La conciliación real en lugar de la utopía, se

puede ver reflejada en sus palabras: “…una constitución que proteja al pobre del abuso del rico y

al rico de la expropiación del pobre”2. A pesar de que Platón y Aristóteles buscaban en proyecto

una sociedad mejor, sus deseos estuvieron lejos de cumplirse. La instauración de una República

platónica fracasó en el ensayo realizado en la Siracusa gobernada por Dionisio, mientras que años

después, la polis moderada de Aristóteles fue superada por el imperio de Alejandro y después por

las monarquías helenísticas. El idealismo de Platón y Aristóteles evidencia claras diferencias, en el

primero el idealismo es más que evidente, porque el mundo (la materia) se rige por la idea. En

Aristóteles, el idealismo sale a la luz, al atribuir el derecho a gobernar a los propietarios virtuosos,

una virtud que tiene fundamentos a priori.

2. EL ESTADO SEGÚN EL CRISTIANISMO

Las características que se fundamentaron en la antigüedad griega con respecto a la conformación

del Estado, tienden, en su mayoría, a preponderar siempre una clase dominante especial; bien sea

1 LULL, Vicente y Rafael Micó. Arqueología del origen del Estado: las teorías. Editorial bellaterra, 2007, Barcelona, p. 36. (En adelante sólo se indicará el número de página por tratarse de la misma obra).2 p. 37.

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que esté determinado por naturaleza o porque la mejor idea sobre el Estado, requiere, asimismo,

del mejor gobernante. Se puede manifestar como sectario y dirigente, en la medida en que sus

tendencias de manejo estatal develan la supremacía de pocos con respecto a los demás. La

inferioridad como concepto clave en la constitución piramidal de los estados, desde Grecia, hasta

occidente (siglo XIII) se puede ver todavía la influencia de esta tipología en las dinámicas de la

iglesia cristiana, por ejemplo. Del mismo modo, tanto las esferas del colectivo, lo particular y lo

individual, toman otro sentido a partir del siglo IV (d.n.e.). Es importante tener en cuenta, que los

valores éticos y morales que antes se debían al Estado, en convencimiento de que era lo mejor

para aprehender la felicidad guiada por el bien, en el pensamiento cristiano se convierten en

discursos de sumisión y caridad, permitiendo que la esfera política se inunde de una doctrina

fideísta que se caracteriza por el continuado recurso a la providencia. De la doctrina de Jesús y sus

enseñanzas, aunque un poco renovadas, se puede caracterizar su influencia en el ámbito político:

1) creencia en el gobierno providencial del mundo. 2) obligación de estar sometido al derecho

divino. 3) la exigencia de ser justos y 4) la premisa de igualdad de todos los hombres a los ojos de

Dios. Si bien es cierto que Jesús no se interesó por los bienes materiales, y lo dejó claro en su

sentencia: «Dad, pues, al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios» (Mateo, 22, 21).

Sin embargo, muy contrario al desinterés de Jesús por la cosas de este mundo, es Pablo de Tarso

quien pasa de lo que decía Jesús: “mi reino no es de este mundo” a “Los reinos de este mundo son

de Dios”. Si bien es cierto que se cambia de perspectiva en el sentido de mandato, no se cambia

para nada en le sentido de la sumisión. El comportamiento individual de todo cristiano, debe ser la

obediencia y la sumisión que se toman como virtudes propias de su doctrina.

Agustín de Hipona (354-430) en su Ciudad de Dios, manifiesta algunos argumentos que dan pie

a que la iglesia medieval se involucre de lleno en los menesteres de la política. En su obra, Agustín

menciona dos ciudades: una terrenal o sociedad civil, la sociedad del cuerpo, del pecado y del mal

y la ciudad de Dios: que es la iglesia cristiana celestial y la comunidad de los creyentes en este

mundo y en el futuro. Para efectos de su influencia en los destinos políticos, el siguiente axioma es

pertinente: “… de Dios proviene el principio de todo poder terrenal, aunque Dios no designe los

regímenes políticos específicos”3.

De otro lado, Tomás de Aquino (1225-1274) quien retoma algunos planteamientos de la Ciudad

de Dios de Agustín, hace patente la obediencia y la sumisión hacia Dios, pero esta vez en todas

direcciones: del pueblo hacia Dios, del pueblo hacia el soberano en tanto ministro de Dios y del

soberano hacia la iglesia como intérprete de la ley divina. La iglesia omnipotente es el resultado de

conjugar la Ciudad de Dios y la Ciudad terrenal, en donde todos, humildes y poderosos, deberán

pedir consentimiento para abordar cualquier iniciativa social. De este modo, las alturas del cielo

3 p. 44.

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son las encargadas de fundamentar la obediencia al Estado, inmovilizando al súbdito-creyente, y

además, se le amenaza con castigarle antes de la muerte a manos de la espada del gobernante y

después de su muerte, deberá enfrentar el castigo de Dios por toda la eternidad.

3. EL RENACIMIENTO DEL ESTADO

A finales del siglo XV la iglesia en su totalidad se encontraba sin fuerza, esto se debió,

principalmente, a la pretensión de cristianizar al gobierno terrenal. Es de aclarar, que tanto la

nobleza, el clero y las ciudades, se vieron desplazadas por la centralización del poder en manos de

grupos de tradición no feudal. El humanismo renacentista cobra relevancia toda vez que hace

posible la secularización de la filosofía política; la política se vuelve de nuevo ciudadanía y el

soberano vuelve a ser la fuente de todo poder. Nicolás Maquiavelo (1469-1527) fue el primero en

exponer una idea realista y madura del Estado. Maquiavelo lo considera como una institución

meramente humana, dejando de lado todo vestigio metafísico (religioso). En su obra El Príncipe

(1513) redacta una guía sobre cómo conseguir, ejecutar y conservar el poder político. La propuesta

de Maquiavelo tiene que ver con una doctrina política práctica, que se apoya sobre la realidad de

los hechos históricos. De igual manera, él, entiende la virtud, como la capacidad para llevar a cabo

con éxito estrategias dirigidas a la obtención y la conservación del poder político. De ahí

sobreviene su clásica frase cuyo empeño no es otro que la permanencia y cuidado del poder: “…

este es el supremo fin que justifica todos los medios …”4. A pesar de que los hombres pueden

vivir en comunidad, se niega la posibilidad de que sean buenos por naturaleza, pues siempre se

mueven estrictamente por el interés egoísta. En este sentido, la ética y la moral que cobraban

relevancia en la antigüedad griega y en la doctrina cristiana, no puede estar por encima de la razón

de Estado. La única virtud que se exalta del gobernante, es la capacidad que posea para atraer a

la multitud hacia sus propios intereses. Una distinción marcada que condiciona el renacer del

Estado en Maquiavelo, es la delimitación de los objetivos del gobierno y la religión, en donde los

objetivos del primero no son los del segundo. Cuando menciona que todo ocurre aquí, en el

mundo, se refiere a los medios, estrategias y resultados en procura de sostener y preservar el

poder de un gobierno real y pragmático, no ideal ni metafísico.

4. EL SIGLO XVII: EL MIEDO Y LA PROPIEDAD

En el siglo XVII el mercantilismo y la protoindustrialización contribuyen a relaciones de producción

capitalista. En Europa, tanto el peso económico como la vanguardia del pensamiento, se desplaza

desde el mediterráneo. Esto permite que lo focos meridionales del saber renacentista, sean

sustituidos de apoco por las filosofías de la modernidad, que a su vez, son acompañadas por el

4 p. 54.

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desarrollo de la ciencia experimental y las matemáticas. Otro punto importante, tiene que ver con la

secularización de la filosofía política. En este sentido, la utilización de la razón para promover un

pensamiento político que se erija como indispensable, y el mejor, acota en su proceder un

lineamiento concienzudo y dinámico. Tomas Hobbes (1588-1679) es quien sienta las bases de la

democracia moderna, pues, incluye al hombre en el seno mismo de la manifestación y creación del

Estado. Así, entonces, pone de manifiesto para el orden social un fundamento biológico, que tiene

que ver, principalmente, con la preocupación fisiológica por mantenerse con vida. El individuo es el

foco de análisis y su objeto de relación con los demás, que puede derivar en lo que se denomina el

ámbito social, cuya única función será la de salvaguardarle. La metáfora que utiliza será el

Leviatán; representado como un superhombre artificial que es construido entre todos, quien es el

encargado de garantizar la paz y disipar el miedo. Este miedo es característico del estado

primigenio en el cual se encuentra el individuo, cuyo estado de naturaleza lo mantiene en actos de

violencia continuos.

De este modo, el estado de naturaleza es calificado como prepolítico y preestatal, en donde el

individuo ejercía su fuerza con violencia para cuidar de sí mismo. La igualdad, entre estos

individuos, era delimitada en el sentido de que cada cual únicamente poseía su fuerza para

protegerse de la amenaza del otro. Así, vemos que no había una ley común sino una amenaza y

conflictos constantes. Lo que caracteriza el estado de “guerra de todos contra todos” lo manifiesta

muy bien Hobbes: “Donde no hay poder común, la ley no existe: donde no hay ley, no hay justicia”5.

Si la ley supone justicia, ésta a su vez otorga derechos, pero el único derecho que se presenta es

el “derecho natural” que se puede vincular al instinto de conservación. Pese a que el estado de

naturaleza proyecta individuos en guerra permanente, es la razón, que por naturaleza, lo inclina a

dejar atrás ese estado y los determina a pactar. Este pacto no es otra cosa, que ceder el derecho

al uso de su fuerza, a un poder soberano; el leviatán o Estado civil, tiene su génesis aquí

precisamente. Los argumentos de Hobbes para legitimar el Estado civil y otorgarle poder absoluto,

tiene que ver con dos premisas: la ontología del individuo como ser egoísta y competitivo y la

aspiración a una vida segura. De ahí que estos postulados sean rescatados o mejor, tenidos en

cuenta, para promulgar la individualidad por parte de las teorías liberales.

Al igual que Hobbes, John Locke (1632-1704) define la ley natural como expresión de voluntad

divina que se relaciona, en todo sentido, con los derechos que son inherentes a la condición

humana. Estos derechos, dice, son universales e inalienables y por tanto nadie puede atentar

contra ellos. De igual manera, la propiedad se constituye en un derecho natural e individual,

convirtiéndose así, en propiedad privada que es lo que contribuye al desarrollo de la sociedad

moderna (el Estado). El estado primigenio que imagina Locke, no estaba dominado por la violencia

5 p. 62.

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como aparece en Hobbes; todo lo contrario, el respeto por la ley natural y la ayuda mutua era lo

relevante. Sin embargo, no es muy clara la manera cómo se instituye la sociedad civil, es decir, el

paso del estado de naturaleza individual a un estado civil común. Parece ser que la primera unión

que se da es entre el hombre y la mujer como cónyuges, de lo cual se estable la sociedad de los

padres y de los hijos. Esto se da en un acto voluntario; la unión hombre mujer con fines de

procrear, apoyo mutuo e intereses. Es otra posible causa, cuando el crecimiento de la población

hace que la tierra se escaseé, y ello permitió que se pusieran límites a las propiedades y acuerdos

entre comunidades. Después, cada uno entregó voluntariamente sus derechos naturales, a manos

de la “comunidad” para que los protegiera y les diera un mejor cuidado. Estos derechos naturales

son manifiestos en la vida, la libertad y principalmente la propiedad. Es esto pues, lo que legitima

de ahora en adelante al gobierno, quedando los individuos como súbditos que acatan su voluntad

(de la mayoría) que no es otra cosa que las leyes.

5. EL SIGLO XVIII: LUCES Y SOMBRAS EN EL ESTADO

En el siglo XVIII tiene ocurrencia un suceso histórico en donde la Ilustración se apropia de los

procesos científicos, filosóficos y políticos. El hecho histórico acometido por la burguesía europea y

su revolución, marcan un hito que se despliega en la totalidad del pensamiento y cultura

occidentales. En contra de los regímenes monárquicos de raíz feudal, se alzan los individuos como

uno de los primeros objetivos que tienen a bien realizar de la mano de la razón. En adelante, los

valores reales representados por la libertad, la igualdad y la fraternidad, se encuentran supeditados

y proyectados como realizables en un nuevo contexto de emancipación. El régimen absolutista

queda relegado por la libertad para comerciar y contratar, protección jurídica de la propiedad

privada individual; todo esto gracias a la constitución de un Estado (garante del orden interno)

formado por ciudadanos.

Jean-Jacques Rousseau (1712-1778) plantea igualmente, cómo en principio los hombres se

veían enfrentados por la posesión de propiedad, y de igual modo, alude que el hombre es igual,

libre y virtuoso ante sus semejantes. Por tanto, la vida en sociedad, es la que le ha cargado de

restricciones y cadenas. A pesar de ello, Rousseau no deja de pensar en la posibilidad de llevar a

cabo el contrato, pero enfatiza que las riendas de la comunidad no deben dejarse a manos del

gobierno. Se puede entrever, que lo que propone no es una suerte de democracia representativa

(tal y como sucede hoy día) sino una democracia directa, cuya voz es la voluntad general del

pueblo en una asamblea. Lo que se gana en el contrato, es la libertad civil y la propiedad de todo lo

que posee. Dicha libertad civil es la obediencia a lo que el individuo mismo se prescribe. La

exaltación del comportamiento humano es clave para definir su voluntad, la cual le permite actuar

como agente libre. Es interesante tener esto en cuenta, porque permite trazar de cierto modo la

libertad de voluntad que es inherente al hombre, en oposición al instinto. Rousseau también

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manifiesta que el origen de la propiedad está determinada por el trabajo, razón por la cual, la

actividad individual que provea beneficios y cosas, al hombre se convierten en propias. De acuerdo

a esto: “El primero al que, tras haber cercado un terreno se le ocurrió decir esto es mío y encontró

personas lo bastante simples para creerle, fue el verdadero fundador de la sociedad civil”6. La

desigualdad se puede ver marcada desde entonces, en donde ricos y pobres entran en estado de

guerra. La salida y superación de éste, sólo se puede garantizar en la medida en que el derecho

natural es cambiado por otras máximas que favorezcan al hombre. Este es, pues, el origen de la

sociedad y las leyes. El contrato social supone abandonar la vida natural incierta, precaria y

dependiente de la fuerza individual, por una más segura creada y garantizada por el derecho

mutuo. El Estado es, en este caso, el que encarna la fuerza invencible y protectora y por tanto, el

individuo debe consagrarse al Estado, y éste, a cambio le protegerá continuamente.

6. EL ESTADO ABSOLUTO

La idea de configurar un Estado absoluto como la encarnación misma de la idea, nace de la

pretensión de conciliar el espíritu subjetivo humano y la objetivación del pensamiento, representado

en la gesta de la Revolución francesa como uno de los principales acontecimientos que hizo

posible cambios políticos en particular. El proyecto moderno pretende el progreso y la

emancipación en aras del conocimiento otorgado por el estudio e investigaciones científicas, en

detrimento de la superchería feudal y la fe en la providencia. Es Hegel (1770-1831) quien en base

a estas postulaciones modernas, decide proporcionar todo un sistema que haga posible la

realización de los cambios propuestos por tan magno proyecto (la Ilustración).

En este sentido, Hegel hace un análisis de las instituciones sociales dentro de lo que él

denomina espíritu objetivo (derecho abstracto, moralidad y eticidad) que se encuentra fuera del

sujeto. Éste tiene que ver con la libre voluntad del ser humano, en tanto que es persona. Estos

contenidos, por así decir, constituyen a esta persona natural en persona jurídica (derecho

abstracto). A su vez, esta voluntad, despliega fuera de sí a la propiedad, el contrato y el derecho

en sí. La propiedad es la primera manifestación objetiva de la voluntad, en donde la libertad

particular apropia para sí la cosa en su dominio. El contrato aparece, cuando la cosa del dominio

de una voluntad en sí misma, es pretendida por otra voluntad. El derecho en sí, es el que restituye,

dado el caso, el orden (preexistente) a las vulneraciones del contrato. La moralidad contempla a la

persona que es sujeto en tanto cumple normas del correcto vivir. El deber ser aquí se hace

presente y condiciona al sujeto para una acción cualquiera. La eticidad aparece como un logro de

integración, porque permite que la persona (ser) y el sujeto (deber ser) se integren y se manifiesten

como sustancia de la vida social.

6 p. 89.

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Obviamente que esta vida social no viene vacía, sino que se refleja en tres momentos que

comportan a su vez, el todo social del sistema hegeliano a saber: la familia que es el lugar natural

del ser humano, porque como individuo, no existe aisladamente. Ésta lo produce, lo acoge y lo

forma, se realiza en el matrimonio al igual que en el trabajo. La sociedad civil está ocupada por el

ciudadano, aquí se manifiesta la totalidad de las relaciones sociales. Es más importante el

mandamiento del ciudadano sobre el de la persona, porque de lo contrario, se contradice un bien

general por uno individual. El Estado es el universo de la razón que se ha constituido para

proporcionar armonía entre individuo y sociedad, asegurando también, libertad y voluntad

particulares y sociales. La moralidad y la ley de la razón han tomado conciencia de sí y se han

transformado en sustancia social (el Estado).

Estas son las ideas fundamentales que propone Hegel para la conformación del Estado en su

máxima expresión, que es el reflejo de su inspirado proyecto ilustrado y racionalista moderno.

Hegel eleva tanto el poder de la conciencia de los individuos que tiende a transformarse, hasta

llegar a la cumbre de la representación racional ideal. Su conocida frase: “lo que es racional es

real, y lo que es real es racional”7, pone en cuestión la obra y el alcance mismos de la razón.

Piénsese por un momento en los estados totalitarios, en donde las victimas humanas fueron reales

en procura de sostener y hacer real una forma de gobierno cualquiera. Es decir, la razón piensa su

realidad bajo condiciones que deben limitarse a hacerse materiales, y lo material se sustenta en el

mismo sentido de que la razón, debe manifestarse como cierta. La ideología del nacionalsocialismo

alemán, por ejemplo, quiso hacer realidad una utopía racional; los campos de concentración nazi,

los crematorios humanos, las cámaras de gas fueron reales, pero no racionales.

De otro lado, la voluntad y la libertad procuran en todo sentido manifestar la realización ético-

moral del ciudadano. Como la voluntad es libre y siempre tiende a lo universal, es el concepto

absoluto que tiende a ser representado en su figura ideal (el Estado). Como la voluntad siempre

tiende a perfeccionarse, según los lineamientos racionales, es el pensamiento entonces, el que

permite establecer el derecho y la eticidad (las leyes, el Estado). Para precisar un poco, el derecho

(en Hegel) es el reino de la libertad realizada. En ese orden, el Estado será la forma más perfecta

para alcanzar la libertad y llevar a la realidad práctica la pura reflexión racional humana. Por tanto,

el Estado hegeliano se funda en la razón que es individual en principio, pero que después, se

vuelve universal donde todos los individuos coinciden. Sin embargo, a pesar de que se trata de

todo un constructo racional, el Estado -bien sea bueno o malo, absolutista o monárquico- es el

llamado a llevar y representar en todo su esplendor la soberanía; jamás debe caer en las manos

7 p. 105.

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del pueblo, porque un pueblo no puede llamarse a sí mismo Estado, sin monarcas y sin los

mecanismos de articulación institucionales.

7. LA CRÍTICA DEL ESTADO EN MARX

Marx es uno de los pensadores más influyentes del pensamiento contemporáneo, quizás porque su

estudio de análisis sobre la sociedad, lleva en sí mismo y en profundidad, un riguroso compromiso

con la historia, la ciencia, la filosofía, la economía y por supuesto la política. Es preciso tener en

cuenta, que sus aportes al análisis del desarrollo de la sociedad, lo hace desde una preocupación

ética y la vez práctica, pues los estudios hechos en su época sobre el tema, no eran más que giros

ideales sobre la idea misma de lo social, sin llegar a relacionarla (giro dialéctico) con la realidad. El

objetivo que lleva el símbolo del marxismo tal vez tenga que ver, todavía, con la idea de la

emancipación del hombre que se encuentra oprimido por las ataduras y condiciones impuestas por

el capitalismo. De tal suerte, el materialismo histórico acomete el estudio de la sociedad en

términos materialistas (no idealistas) porque el pensamiento y la voluntad son productos de la

experiencia previa. Así, pues, la vida misma del hombre, es un trasegar que se encuentra mediado

por la producción continua de la vida y sus necesidades reales. Si se compara la concepción que

del Estado tiene Marx con respecto a Hegel, se puede ver que el primero, asume la idea del Estado

no como finalidad última y acabada de la razón, sino que, su verdadero contenido se encuentra

patentado en la propiedad privada. Así, que, la figura del Estado sólo representa los intereses de

una clase que se manifiesta dominante, en tanto que es, propietaria de los medios de producción.

En cambio, si se sigue la idea de Hegel, el estado entraría en una abstracción de la realidad, en

donde los hombres sólo podrán sacralizarlo en pro de la razón sin que se den cuenta siquiera, que

con ello, dan continuidad a las desigualdades sociales. Es por ello, que la inversión de la dialéctica

hegeliana (giro dialéctico) Marx la hace en procura de resaltar y sustituir el sujeto hegeliano ideal

(el Estado) por un sujeto real (la sociedad civil o burguesa). Teniendo como trasfondo una libertad

política que el Estado asegura y “promete”, este supuesto libertario funciona de manera inversa, en

la medida en que la burguesía y sus intereses egoístas, la hacen parecer como una verdadera

libertad en colectivo. De la mano de las ideas liberales y su discurso sobre la propiedad individual y

su defensa, el individuo promedio y asalariado sólo puede imaginar el ideal de “libertad” en su

pensamiento. Esto sólo se constata, desde el estudio y análisis de la economía política de la

sociedad civil, ya no en su forma idealista, sino que, su contenido histórico y material develan las

fuerzas opresoras históricas del hombre.

Con el análisis histórico-materialista propuesto por Marx, la filosofía política tradicional queda

relegada al igual que el individuo abstracto de la Modernidad y la Ilustración. La historia que estaba

dirigida desde la abstracción de la razón, es redimensionada sobre la base de la economía política

que analiza los diferentes estadios de la sociedad civil, con respecto a los medios y modos de

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producción de capital. El sujeto-ciudadano (abstracto) ideal y razonable, se enfrenta ahora a un

individuo desposeído, enajenado y hambriento: el proletario.

En este orden de ideas, la abolición absoluta de la esfera política que es mantenida y

custodiada por el Estado burgués, debe caer a manos de la revolución del proletariado, que pugna

por su emancipación. Esta libertad se sustenta en el hecho de la supremacía que obtiene y ostenta

el burgués, cuando detenta propiedad privada que el mismo Estado cuida por él. Por ello, dicha

propiedad ya no genera males, en tanto se quiera hacer una guerra a muerte por obtenerla, pero sí

genera trabajo enajenado, que conduce a los proletarios a la miseria. El objetivo último es la

instauración de una sociedad comunista, organizada en torno a la propiedad colectiva de las

condiciones materiales de la producción. Así, el monopolio burgués, quedaría expropiado de la

propiedad privada subvirtiendo de manera revolucionaria (violenta) las condiciones materiales. Si

se acaba con este tipo de relaciones de propiedad, que dan sentido al Estado (capitalista), éste

dejaría de existir.

8. EVOLUCIONISMO Y ESTADO

Las condiciones materiales e intelectuales de la humanidad han tenido que pasar por diferentes

estadios en su trayectoria, involucrando no sólo connotaciones morales, filosóficas, científicas y

sociales, sino que también los anhelos por alcanzar la felicidad o aunque sea un ápice de ésta, han

hecho del conjunto de la humanidad todo un proceso que se desarrolla y evita con cada etapa en

su tiempo, la extinción. Así, el estudio de las sociedades humanas es abordado por el

evolucionismo a partir del siglo XIX, cuyo conocimiento e investigación, se basa en la observación

empírica y un método causalista. Esta investigación se desarrolla con ayuda de las observaciones

etnográficas, narraciones y registros históricos, datos filológicos y hallazgos arqueológicos. De tal

suerte, que el objetivo último consiste en formular generalizaciones, o mejor, enunciados en forma

de ley que orienten la explicación del comportamiento humano, de la misma forma que las leyes de

la evolución natural lo hacen con especies vivas. Es Lewis Henry Morgan (1818 - 1881) quien

intenta probar el progreso humano desde categorías de análisis bien definidas, que permitan

develar su subsistencia, gobierno, lenguaje, familia, etc. Para ello, Morgan de refiere a tres

periodos étnicos: salvajismo, barbarie y civilización. Los criterios para definir esta engorrosa tarea,

tienen que ver con las “invenciones y descubrimientos” o la tecnología y las artes de subsistencia

utilizadas por los diversos grupos de la civilización. Como Morgan otorga gran relevancia a estos

criterios, son las innovaciones técnicas las que marcan definitivamente el tránsito de un estadio a

otro. En términos del desarrollo de la inteligencia, puede verse en los avances motrices en cuanto a

las técnicas se refiere, pero de igual manera los conceptos de gobierno, familia y propiedad son

relevantes. Los tipos de organización social es lo destacable para el primero, (desde el sexo, la

gens, fratría, tribu, confederación, Estado). Las formas primitiva, consanguínea, punalúa,

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sindiásmica y patriarcal, y, monógama para el segundo. Para la tercero, los tipos comunitario y

propiedad privada enajenable e individual.

Los periodos étnicos caracterizados como indispensables por poseer información crucial para

determinar la evolución de los grupos, sugiere una pequeña síntesis: salvajismo (Inferior):

corresponde a la infancia del género humano, es el inicial y el más primitivo tras abandonar la

condición animal. Sus alimentos eran básicamente frutos y nueces, vivían en los árboles y en

cuevas. Su familia de tipo consanguíneo (matrimonio entre hermanos y hermanas) la propiedad se

basaba en el ámbito personal, su gobierno era a través de un pacto entre hombres. (Medio): uso

del fuego y práctica de la pesca. Pese a esto, la contingencia en el alimento los confinaba a la

antropofagia. Instrumentos de piedra tallada y las primeras armas (mazas, lanzas) la forma de la

familia era punalúa (excluye la unión entre hermanos uterinos y primos). Gobierno y propiedad

pertenecen a la gens, grupo de parentesco familiar. (Superior): invención del arco y la flecha y la

práctica de la caza. Primeros intentos de vida sedentaria. Continúa familia punalúa y gens.

Barbarie (Inferior): la fabricación de recipientes de barro cocido marca este periodo. Vivienda en

aldeas, familia punalúa y sindiásmica (un hombre vive con una o varias mujeres). Organizaciones

sociales como la fratría y la confederación y el gobierno mediante el consejo de jefes. (Medio):

domesticación de animales y plantas. Empleo del adobe y la piedra en la arquitectura, metalurgia

del bronce. Familia sindiásmica. Gobierno por consejo de jefes, aparece la figura del comandante

militar. (Superior): metalurgia del hierro permitió una extensa gama de herramientas (en la

agricultura, artesanía). La familia sindiásmica y patriarcal, el gobierno se reparte en asamblea

popular, existe la esclavitud. Civilización la escritura basada en un alfabeto fonético constituye la

entrada a la civilización. La familia es monógama, la propiedad individual es garantizada por el

Estado.

El evolucionismo de Morgan está marcado por una tendencia altamente materialista en términos

de analizar los diferentes cambios sociales, al igual cuando relaciona la dimensión tecnológica con

la subsistencia. No obstante, aunque las contribuciones de Morgan ayudaran a la consolidación de

la antropología, el evolucionismo comenzó a ser cuestionado y perdió posición hegemónica. La

pauta de críticas se basaba principalmente, en la idea de que si cada una de las culturas es única,

bien sea por su desarrollo, o modos de vida diferentes, no se les puede aplicar causas generales

para determinarlas. En el mismo tono, las singularidades de los fenómenos culturales conllevan a

posturas relativistas, que únicamente basan sus calificativos en procura de medir culturas altas y

bajas en cuestión de desarrollo. Buena parte de esa crítica es aportada desde la arqueología, la

cual rompe con la unilinealidad evolutiva, la causalidad de la raíz tecnológica y la universalidad de

la idea de progreso. A mediados del siglo XX se produjo una reformulación de los argumentos

evolucionistas. Este neoevolucionismo revela nuevos acentos en viejas ideas. Por eso factible decir

que el evolucionismo del siglo XIX estaba impregnado de las ideas filosóficas ilustradas, en

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especial, la de progreso. En el neoevolucionismo, la influencia directa de la biología darwinista es

más patente, por tanto, “Las sociedades humanas son expresiones de la especie humana que, al

igual que las restantes especies vivas, debe superar la criba de la selección natural para

sobrevivir”8. Las variables ecológicas a partir de aquí también van a ser tenidas en cuenta porque

determinan el hábitat de la especie y su capacidad de adaptación al medio. Hay que resaltar que la

especie humana es la única que se vale de medios tecnológicos (en términos de técnica) sacados

directamente de la naturaleza, y más aún, los perfecciona con cada periodo y con cada necesidad.

Podemos decir entonces, que el neoevolucionismo toma en consideración la relación entre grado

de centralidad política y tecnológica que marcan la subsistencia en los diferentes grupos sociales.

Queda claro, que no hace énfasis en una uniformidad ni universalidad del proceso evolutivo.

Elman R. Service (1915 – 1996) Uno de los representantes del neoevolucionismo plantea el

siguiente esquema de evolución: bandas es la estructura más simple y antigua de agrupación, se

estima que su número oscilaba entre 30 y 100 individuos, vinculados entre sí por medio de familias

nucleares, cuya práctica de relación radica en la exogamia. Tribus ni existen jerarquías políticas, el

liderazgo se basa en el carácter personal. El número del grupo aumenta. Jefaturas agregados

poblacionales más densos, hay agricultura desarrollada, el poder político se hace a manos de jefes

que lo centralizan.

Estos son, a grandes rasgos, los planteamientos más generales e importantes del

evolucionismo, que pese a sus continuas críticas, fue capaz de mostrar relaciones de causalidad

que se hacían objetivas mediante variables materiales. Asimismo, la búsqueda de los avances

tecnológicos en los diferentes periodos, posibilitó la aprehensión de los mecanismos cognoscitivos

en términos de la causa-efecto. La antropología y arqueología fueron de cierta manera, las más

beneficiadas porque su estudio encaminado a la sociedad adquirió un matiz más científico. Un

aporte, tal vez en más preciso y convincente, es el haber criticado el particularismo cultural que

hace de todo lo humano un conjunto de significaciones únicas y singulares, sin llegar a tener en

cuenta la diversidad.

Segunda parteArqueología del Estado

9. LA ARQUEOLOGÍA Y LA INVESTIGACIÓN SOBRE EL ESTADO

El interés de la arqueología ha sido saber cómo, cuándo y por qué han surgido la formación de los

primeros estados. Es obvio que la idea de progreso, evolución, técnica, tecnología, suscitan un

sinnúmero de derroteros para emprender este estudio. El Estado en ese sentido, forma parte del

pensamiento occidental, desde sus comienzos bien sea como República, la Polis, la Civitas, el

8 p. 163.

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Gobierno o el Reino. A partir de la Ilustración y del afianzamiento del estudio de las ciencias

sociales en el siglo XIX, el Estado visto como institución política pasó a entenderse como

manifestación de la diversidad humana. Este comentario se precisa a la luz de los diferentes

estadios que ha tenido que pasar la organización de la humanidad, bien sea que haya empezado

en tribus, hordas, hasta llegar a constituir la sociedad civil que todos ahora conocemos. Así se

define, que la instancia a la que se ha llegado (el Estado) no consustancial del ser humano, como

tendencia natural a la organización, sino que, ha tenido que enfrentar condiciones previas que lo

condujeron a reunirse y agruparse. Si atendemos a las premisas que postulan el posible rastreo de

la sociedad y el Estado en sus inicios, podremos determinar hasta qué punto, pueden favorecer la

investigación. En primer lugar: la evolución discurre de lo simple a lo complejo, y, segundo: la

tecnología proporciona una escala para determinar la distancia entre dichos términos y las

gradaciones intermedias. Ya Morgan ha hecho aportes a este respecto resaltando en buena forma,

la evolución intrínseca, que tiene lugar el aspecto cognoscitivo en la civilización. Más que declarar

a partir de lo anterior si una civilización fue más avanzada que otra por su técnica y modos de

utilización y aprovechamiento del medio, es necesario retomar los modos de evolución concretos

para determinar en buen sentido, el objeto a investigar.

La arqueología en este orden, trata de establecer puntos importantes de contribución con miras

a dilucidar los posibles inicios del Estado en la humanidad. Los siglos XIX y XX son definitivos para

esta ciencia que procura alcanzar un alto grado de explicación e importancia de sus teorías, las

cuales fundamenta con los hallazgos de noticias escritas y objetos. Visos de civilización pueden

tomarse en cuenta por vez primera cuando los grupos de individuos, bien sea sus tribus, colonias

imperios, se tomaron la molestia de escribir y dejar testimonio para siempre de su existencia. A

tenor de esa manifestación y más allá de que se pueda calificar como una civilización avanzada,

esta característica se torna relevante para indicar el inicio de la estatalidad en cualquier conjunto

humano. Surge la necesidad de aprehender este tipo de hechos que no solamente van a ser

dispuestos en modo físico a través de objetos; más bien los orígenes de los mismos, datar sus

materiales, descubrir su utilidad, hace falta en adelante una disciplina que se ocupe de descubrir y

relatar los hechos, es decir: la historiografía. En este propósito dirige V. G. Childe (1892 - 1957) su

estudio, cuando propone que la “cultura arqueológica”, lejos de ser un simple compendio de

hallazgos materiales e utensilios innecesarios, se debe tomar como la expresión material de un

pueblo concreto unido por tradiciones sociales comunes. Por tal, hallará su razón de ser en las

tecnologías que demuestran cada vez los avances de los pueblos. Una determinación tácita que

implica el estudio del pasado en el presente, con respecto a los hallazgos y disposiciones

arqueológicas determinantes, fijan la necesidad de formalizar estos aspectos, los cuales generan

conocimiento adecuado de las sociedades del pasado cuya finalidad es descubrir su realidad

socioeconómica.

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10. HACIA UNA ARQUOLOGÍA MARXISTA DEL ESTADO

Si hablamos del marxismo en intento de apropiarlo como base de estudio, vemos de inmediato que

su influencia, y más que todo su estudio, abarca diferentes líneas de pensamiento. Como es harto

conocido el marxismo combate el capitalismo y sus bases. Más allá de determinar hasta dónde

puede llegar un estudio detallado de la sociedad por parte de los estudiosos y académicos, es

preciso pensar, hasta dónde les es permitido llegar con sus pensamientos. Esto se presenta,

debido al falso testimonio de que los Estados liberales propician, apoyan y garantizan la libertad de

pensamiento y acción de los ciudadanos. El marxismo por tanto, en lugar de ocupar como opción

investigativa de la sociedad un vínculo insoslayable con la arqueología por ejemplo, se le

discrimina, tal vez por ser reaccionario a un estado de cosas que simula haber llegado a su fin.

Poco importa entonces, que la coerción se haga efectiva, que la explotación mantenga vigente las

otrora, hordas y tribus, en donde el más fuerte (hoy el capitalista) se hacía del poder y podía

(puede) gobernar (explotar) a sus congéneres. La vida social entendida en su más desgarrador

detalle, mantiene la idea de la supervivencia y la subsistencia, como causa y consecuencia de las

condiciones materiales objetivas e indispensables para la vida. Hombres y mujeres en principio se

enfrentaron unos a otros, en términos de sostener un vínculo simulado hasta entonces o mejor,

desconocido, con algo que les era propio y que según su fuerza les pertenecía. Si no hubiese

surtido efecto su fuerza sobre algo material, no hubiese habido producción que en otras palabras,

fue el primer hecho social. En relación con la fuerza que hace posible la producción de “objetos” y

la capacidad (mental y motriz) para diseñarlos y fabricarlos, vemos en términos arqueológicos que

facilitó la organización de los individuos en comunidad, dando un paso decisivo para la formación

del Estado. Cuando en una comunidad, los aspectos organizativos en lo que tiene que ver con la

producción y la distribución de tareas dentro de la misma, sugiere un tipo de división social para

llevarlos a buen término. Sin hablamos de división, no podemos dejar de pensar en clases que se

manifiestan como especializadas para llevar a cabo una labor determinada. Si pensamos en una

labor determinada, no se puede dejar de lado la asignación precisa de dicha labor, que se

manifiesta al instante como explotación de muchos a beneficio de pocos. El Estado propicia las

relaciones de trabajo que lo mantienen a la vez como salvaguarda del mismo. Es decir, los pocos

que procuran ligar la explotación económica con las relaciones de trabajo, preservan su estabilidad

suprimiendo al mismo tiempo, el antagonismo que se puede llegar a presentar cuando el individuo

“decida” no trabajar; liberarse de la explotación económica.