arnaldo córdova semblanza j.f santillan
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Arnaldo CórdovaTRANSCRIPT
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ARNALDO CRDOVA
En la vida de los universita-rios hay momentos que se re-
cuerdan con especial afecto,
sea por el aprecio personal, sea
por el signicado que revisten
para la propia institucin. Uno
de esos momentos es el que tes-
ticamos los miembros de la
Facultad de Ciencias Polticas
y Sociales el 6 de febrero de
1973, cuando Arnaldo Cr-
dova present su examen de
doctorado. Ese fue el primer
examen que se realiz en la
Divisin de Estudios Supe-
riores de nuestra querida escuela. Se graduaba uno de los egresados
ms brillantes que ha tenido el plantel y, al mismo tiempo, se puede
decir, tambin Ciencias Polticas (como se le nombra comnmen-
te) adquira la categora, propiamente, de facultad al haber puesto en
marcha los programas de maestra y doctorado y haber concebido a
su primer hijo en la disciplina de ciencia poltica.
Si no mal recuerdo, fue don Vctor Flores Olea, a la sazn direc-
tor de la facultad, quien inaugur el acto. El jurado estuvo forma-
do por Adolfo Snchez Vzquez, Eli de Gortari, Luis Villoro,
Francisco Lpez Cmara y Jos Chanes Nieto. Es decir, lo ms se-
lecto del rea humanstica de la Universidad Nacional Autnoma
de Mxico (UNAM) o, para usar la jerga estudiantil, puro peso
completo. Los tres primeros, por cierto, acreedores al emeritazgo
universitario.
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El saln dos del antiguo edicio situado entre la Facultad de
Economa y la Torre II de Humanidades, al lado del hermoso jardn
de las jacarandas, que serva como auditorio, estaba abarrotado,
as como la rampa de acceso. No era para menos. A pesar de lo largo
del evento pocos, realmente pocos, fueron los que se movieron de
su lugar, tan slo para ser ocupado inmediatamente por alguien que
estaba de pie; los que tuvimos la fortuna de estar all seguimos con
atencin cada una de las participaciones. Arnaldo Crdova defendi
magistralmente o, si cabe la expresin, doctoralmente su tesis
La ideologa de la revolucin mexicana. No hubo tregua. Los cuestio-namientos fueron incisivos: Porqu se haba utilizado el concepto
de masas sociales?, Era ms conveniente hablar de marxismo o de
marxismo-leninismo? Las respuestas fueron precisas y contundentes.
Al nal, el jurado examinador decidi aprobar al sustentante con
mencin honorca. Aquello se convirti en una esta improvisada.
Hicimos nuestro el triunfo de Arnaldo (como afectuosamente lo lla-
mamos por su primer nombre sus amigos y discpulos).
Su xito no fue obra de la casualidad. Vena ya equipado con un
respetable aprovisionamiento cultural. En 1961 obtuvo la licenciatura
en derecho en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Uni-
versidad Michoacana de San Nicols de Hidalgo. Inmediatamente
despus viaj a Roma para hacer un posgrado en losofa del dere-
cho entre 1961 y 1964. All, en Italia, estrech lazos con Umberto
Cerroni, un intelectual de renombre de quien traducira, algunos aos
despus y entre otros, un texto que result bsico en la formacin
de los cientistas sociales, Introduccin al pensamiento poltico (1967). Cuando Crdova regres a Mxico se reincorpor como profesor a la
Universidad Nicolaita.
En el agitado ao de 1968 el Instituto de Investigaciones Sociales
de la UNAM lo contrat como investigador especial. Luego pas a for-
mar parte del claustro de profesores de tiempo completo de Ciencias
Polticas. All desempe los cargos de director del seminario de cien-
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cia poltica y, en cuanto tal, jefe del Departamento de Ciencia Poltica
(1970-1972).
Su formacin intelectual, desde un principio, dej ver con claridad
dos vertientes mutuamente complementarias: de una parte, el estudio
de los clsicos de la losofa poltica y jurdica; de otra, el anlisis de
la historia poltica de nuestro pas. Como ejemplo de su produccin
en la primera rama de investigacin est su libro Sociedad y Estado en el mundo moderno (1973), con 16 ediciones registradas; como ejemplo de la segunda rama podemos mencionar la propia tesis de doctorado que se
convirti en texto de consulta obligada 23 ediciones son su mejor carta
de presentacin para el estudio de la revolucin mexicana.
Se puede armar que la solidez con la que Arnaldo ha intervenido
frecuentemente en la discusin acadmica y poltica en nuestro pas
reejada tambin en una muy amplia produccin de artculos cien-
tcos y editoriales en diferentes revistas especializadas y peridicos
(produccin que rebasa los mil cien ttulos) se nutre del profun-
do conocimiento de autores como Platn, Aristteles, Maquiavelo,
Hobbes, Locke, Montesquieu, Rousseau, Kant, Hegel, Tocqueville,
Marx y Gramsci. Esa es una ventaja que, considero, les lleva a muchos
intelectuales nacionales y extranjeros que se desempean en el campo
de la historia poltica mexicana. Es proverbial la forma en que, en
los congresos nacionales e internacionales, al defender sus puntos de
vista, ha salido airoso e, incluso, ha dejado mal parados a sus detrac-
tores recurriendo a las categoras utilizadas por los grandes pensadores
occidentales.
Respecto de los clsicos, podemos mencionar que Crdova ha to-
mado de ellos, entre otras cosas, el concepto de Estado, entendido
como aquella organizacin poltica capaz de concentrar el poder legti-
mo para garantizar el orden pblico. Es decir, simplemente, si no hay una
autoridad bien constituida, un poder comn, que rena a los hombres
en sociedad para que convivan paccamente, el desorden y la anar-
qua har sentir su fuerza destructiva.
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Los pueblos que han sobrevivido, a pesar de las vicisitudes encon-
tradas a su paso, han tenido, en la mayora de los casos, la virtud de ha-
ber forjado un proceso de centralizacin para dominar a las tendencias
disgregantes que se oponan a la formacin de los Estados-nacionales.
La salida de la barbarie y del oscurantismo es la huida de la violencia
y el fanatismo para dar paso a la civilizacin y la liberacin humana a
travs del conocimiento. Dicho de otra manera: un Estado bien for-
mado no puede permitir que en su seno convivan centros de poder
autnomos con sus propias fuerzas militares, su propia normatividad
y sus propios sistemas scales. Sera como permitir la existencia de un
Estado dentro de otro Estado.
De la misma manera, la formacin del Estado moderno slo se
entiende si se comprende que a esa formacin contribuy decidida-
mente una lucha ideolgica en contra del fanatismo religioso y a favor
de la creatividad cientca. El libre pensamiento es concomitante con
el progreso de las instituciones y de los sistemas jurdicos modernos.
Por eso, la historia registra, paralelamente, el desarrollo del Estado y el
ascenso de la teora jurdica y poltica modernas.
Cada clsico ha aportado un elemento novedoso en esta creacin
poltica colectiva que traspasa las fronteras del tiempo. De esta mane-
ra, Maquiavelo libera a la poltica de las ataduras clericales y morales
que la aprisionaban; Hobbes le da coherencia a la argumentacin en
bien de la integridad del Estado, as como al derecho de mandar y
la obligacin de obedecer; Locke, en cambio, le ja lmites al poder
absoluto y aboga por la libertad individual; Montesquieu habla del
equilibrio de poderes y de las caractersticas particulares que distin-
guen a los regmenes polticos; Rousseau agrega la voluntad general
y la participacin de los ciudadanos en la denicin de los asuntos
colectivos como base de justicacin del orden republicano; Kant vi-
sualiza el valor del libre albedro individual y del debate de las ideas
como sustento del progreso humano bajo un estricto orden normati-
vo; Hegel descubre la eticidad y la dialctica como signos esenciales
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del ascenso integrativo en las ideas y en la prctica de la sociedad y de
la poltica; Tocqueville se convierte en heraldo del arte de la asociacin
como sustento de la democracia moderna; Marx contribuye con su
capacidad disruptiva para derribar dolos y creencias consolidadas que
llev a ver, como nunca antes, la historia desde el lado de los que hasta
entonces no haban tenido su propia historia; Gramsci indica que las
ideas tambin tienen consecuencias prcticas y que ellas representan
un campo esencial para proyectar un futuro diferente.
Es el caleidoscopio que nos permite conocer las mltiples facetas
del pensamiento poltico; cada una original e irrepetible. Este es el
caudal de conocimientos del que Arnaldo ha echado mano, perma-
nentemente, para alzarse como un analista agudo de la historia univer-
sal, en general, y de la historia de nuestro pas, en particular.
Dijimos que el Estado es un elemento central en los tpicos que
ha tocado Crdova. Pero al pensar en el orden proporcionado por el
Estado no cae en el error de identicarlo con el extremo opuesto, la
parlisis. El Estado se establece para canalizar, dentro de parmetros
estables, el torrente de energas que desata la modernidad. El conicto
deja de relacionarse con el derramamiento de sangre para desdoblarse
en fuerzas sociales creativas cuya constante es el cambio. Acaso la mi-
sin ms difcil y, a la vez, fascinante de la poltica es precisamente esa,
la de procurar el cambio con estabilidad. Labor que slo han podido
llevar a cabo los grandes estadistas: incorporar con paciencia y tacto las
nuevas corrientes que de vez en vez surgen del seno de la sociedad. Este
hecho fue particularmente delicado al momento en que las revolu-
ciones liberal-burguesas, como la norteamericana (1776) y la francesa
(1789), provocaron una onda expansiva de largo alcance que, al poner en
el centro de la escena los derechos individuales y polticos, redund en la
peticin de nuevos derechos hasta tocar la cuestin social. No obstan-
te, si en trminos polticos y jurdicos se haba obtenido ya la igualdad
formal entre los ciudadanos, quedaba una serie de desigualdades toda-
va por ser resueltas en el plano material.
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Arnaldo Crdova ha insistido en subrayar que el cambio poltico
se mueve de los primeros atributos liberal-democrticos del Estado
constitucional a los componentes sociales de ese mismo Estado, ahora
transformado y enriquecido por el ascenso de grandes contingentes
populares al terreno poltico.
En este ambiente aparece el socialismo en sentido amplio, desagre-
gado, a su vez, en diversas corrientes que van desde la socialdemocracia
hasta el marxismo. ste, por su parte, dio origen a mltiples tenden-
cias como el maosmo, el trotskismo, el austro-marxismo, el marxismo
francs, italiano, espaol y as por el estilo. Para nadie es un secreto
que, sobre todo en el rea de humanidades, el debate en torno al socia-
lismo fue de una particular intensidad.
En ciencias polticas, la discusin se centr entre el marxismo fran-
cs, representado por Louis Althusser y Nicos Poulantzas, y el mar-
xismo italiano, personicado por Galvano della Volpe y Umberto
Cerroni. Huelga decir de qu lado actu Arnaldo como abanderado
de una corriente no dogmtica, aliada de la cultura clsica y de la in-
novacin democrtica.
Cabe hacer aqu un parntesis porque Arnaldo Crdova, en ma-
teria poltica, ha participado directamente en la transformacin de la
izquierda mexicana. De una primera fase radical revolucionaria se pas
a la adopcin del pensamiento democrtico que la llev a salir del
clandestinaje para entrar en la vida institucional. En efecto, se trata
de una aportacin signicativa en las sucesivas transformaciones del
Partido Comunista Mexicano (PCM) al Partido Socialista Unicado de
Mxico (PSUM) en 1981, de ste al Partido Mexicano Socialista (PMS)
en 1987, para luego dar paso al Partido de la Revolucin Democrtica
(PRD) en 1989. Como miembro del PSUM fue diputado federal en la
LII Legislatura.
A esta parte poltica de su vida pertenecen escritos como La pol-tica de masas y el futuro de la izquierda en Mxico (1979), su colabora-cin en el libro colectivo Mxico: el reclamo democrtico con el ensayo
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La Constitucin y la democracia (1988) y una buena porcin de sus
trabajos periodsticos. Est por dems hacer referencia a los mltiples
ataques a los que se tuvo que enfrentar su propuesta democratizadora
dentro de una izquierda tradicionalmente arisca a todo lo que evocara
institucionalidad y lucha por los derechos constitucionalmente. As y
todo, los resultados estn a la vista: la izquierda hoy ha entrado en el
marco de la contienda legalmente establecida y ha hecho contribucio-
nes relevantes a la renovacin del pas.
Al hacer referencia a su actividad pblica, vale la pena aclarar que
Crdova jams ha confundido, como suele pasar, la ctedra con el ac-
tivismo. Una cosa es la enseanza acadmica y otra, muy distinta, es el
adoctrinamiento poltico. Me parece que esto le viene de su estrecho
contacto con la cultura italiana en donde muchos catedrticos actan
en la vida de la nacin sin confundir o mezclar su compromiso pol-
tico con su papel en las aulas universitarias. Crdova ha estado, desde
siempre, al frente de la defensa de la Universidad como sede que alberga
la pluralidad y la tolerancia como principios esenciales de la conviven-
cia entre hombres y mujeres que cultivan la cultura y la ciencia.
Hemos puesto de relieve que un aspecto fundamental de su trabajo
como investigador es el relacionado con la historia poltica de Mxico.
Pues bien, aparte de las obras ya mencionadas, podemos enlistar en
este sector, escritos como: La formacin del poder poltico en Mxico (1972) con 26 ediciones; La poltica de masas del cardenismo (1974) que cuenta con 17 ediciones; La clase obrera en la historia de Mxico. En una poca de crisis (1928-1934) cuya primera edicin es de 1980 y a la que le han seguido siete ms; La revolucin y el Estado en Mxico (1989); La nacin y la constitucin (1989) y La revolucin en crisis. La aventura del maximato (1995) con tres ediciones. Esto sin mencionar los libros cuya edicin estuvo a su cargo y los volmenes colectivos dedicados a
la materia que, sumados, llegan a 46.
Si Hegel dijo que la losofa era el propio tiempo captado en pen-
samiento eso es lo que ha hecho en su trabajo literario, precisamente,
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Arnaldo Crdova, esto es, le ha dado coherencia y sentido al cmulo
de acontecimientos e ideas que han forjado el Mxico moderno. Ha
hecho, en el mejor sentido del trmino, no slo historia de las ideas,
sino tambin, y quiz primordialmente, losofa de la historia, enten-
dida sta como la interpretacin, hecha desde un plano ms alto, de
los fenmenos relacionados con el sistema de poder y con la formacin
social que se ha venido deniendo, por lo menos, desde el estallido
armado al que convoc don Francisco I. Madero.
Al caer el porriato, qued la inmensa tarea de reconstruir al pas.
Esa reconstruccin tena que pasar, de manera obligada, por la uni-
cacin de las distintas facciones revolucionarias. Vale decir, la revolu-
cin en realidad no comenz siendo una, sino muchas revoluciones
a la vez. El problema era poner de acuerdo a tendencias tan distin-
tas como las comandadas por Venustiano Carranza, Francisco Villa o
Emiliano Zapata, por slo mencionar a las principales. El intento de
hermanar a los combatientes tuvo su punto culminante en la Soberana
Convencin Revolucionaria de Aguascalientes, vericada entre octu-
bre y noviembre de 1914. El propio Arnaldo ha descrito grcamente
la relevancia de esta magna reunin de la siguiente manera:
La Soberana Convencin Revolucionaria fue la asamblea poltica
ms autntica, por su representatividad, y ms democrtica de cuan-
tas ha tenido el pas desde los tiempos de la Guerra de Independencia
() la convencin fue la ocasin para el encuentro y el debate de todos
los credos polticos y de todas las propuestas de reforma de la sociedad
y del Estado que se puedan imaginar. Desde mi punto de vista, ni si-
quiera el congreso constituyente de 1916 y 1917 presenta la pasmosa
riqueza de ideas y de planteamientos que ofrece la convencin.1
1 Arnaldo Crdova, La herencia de la Soberana Convencin Revolucionaria en La Soberana Convencin Revolucionaria en Aguascalientes, 1914-1989, Mxico, Gobierno del estado de Aguascalientes, 1990, p. 131.
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Como se aprecia, estamos ante una armacin relevante porque en
la Convencin de Aguascalientes encontramos una de las fuentes ms
prolcas de la democracia mexicana. Fuentes que, por cierto, despus
fueron dejadas en un segundo plano al haber fracasado el propsito de
unicacin y haber salido triunfante de la lucha de facciones la lnea
encabezada por Carranza.
Si hoy los vientos de renovacin poltica estn sacudiendo las viejas
estructuras autoritarias, conviene echar mano del rico legado que se
encuentra en las races de la revolucin mexicana. En este, como en otros
muchos aspectos, Crdova se adelant al llamar la atencin, correcta-
mente, sobre aquella veta poco explorada y explotada que se encuentra
en la herencia de la convencin.
Sea como fuere, el pas tom el rumbo marcado por la corriente
constitucionalista. Pero, si bien sta haba salido airosa de las princi-
pales contiendas, el pas distaba mucho de estar pacicado. Por aqu
y por all andaban echando bala caudillos revolucionarios; las aso-
nadas eran cosa frecuente. Haba, pues, que institucionalizar al pas y,
para ello, no haba ms camino que acabar con el caudillismo. Dejo la
palabra, de nuevo, a Crdova:
La destruccin fsica de los caudillos, comprendido de modo especial el
propio general Obregn, la profesionalizacin del ejrcito, la extensin
de las comunicaciones que ampliaron inevitablemente la inuencia
unicadora del centro; la conversin de los jefes militares en empre-
sarios, la participacin y nal encuadramiento de las masas populares
en el partido ocial, la intensicacin de la reforma agraria y la en-
trega de armas a los campesinos son, todos, elementos que indican la
transformacin del rgimen poltico de Mxico y sealan la tumba del
caudillismo. Se abre en su lugar la etapa del presidencialismo ()2.
2 Arnaldo Crdova, La formacin del poder poltico en Mxico, Mxico, ERA, 1972, p. 52.
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De aqu se puede deducir, fcilmente, el motivo por el cual el pre-
sidencialismo est ntimamente relacionado con la perspectiva de en-
tender al Estado como el eje de la organizacin y el desarrollo de la
nacin. Despus de una larga etapa de desorden que amenaz directa-
mente la viabilidad del pas en cuanto tal, el valor del orden alcanz
el primer lugar entre las prioridades nacionales. El rgimen presiden-
cial tena que cumplir esa funcin ordenadora, edicando el Estado
posrevolucionario. La construccin del presidencialismo y la ereccin
del Estado nacional ha dicho Arnaldo caminan de la mano en
Mxico.
Ya no se poda tratar de un rgimen excluyente delante de las masas
sociales, como haba sucedido con el porriato. Ahora haba que su-
mar al esfuerzo nacional a las grandes mayoras como se les llam
en el discurso ocial que, de paso, le dieron un respaldo y una le-
gitimidad que nunca antes haba alcanzado el gobierno en Mxico.
Se forma, entonces, la alianza de clases orquestada corporativamente.
La contrapartida a la legitimidad brindada desde la base fueron las
reformas sociales.
En este itinerario argumentativo aparece un trmino polmico, el
populismo, que, las ms de las veces, ha sido mal comprendido y peor
utilizado. Al respecto, tenemos que decir, sencillamente, que el popu-
lismo es un fenmeno social y poltico, opuesto y alternativo a los viejos
sistemas oligrquicos, que admite en su seno, de manera subordina-
da pero, al mismo tiempo, con compromisos especcos, a las masas
sociales. Luego entonces, el populismo hace que la poltica se abra a
expresiones sociales que antes no haban sido tomadas en cuenta. Lo
peculiar del caso mexicano es que, a diferencia de otras experiencias,
aqu el populismo logr institucionalizarse. Ese hecho se registr du-
rante el periodo cardenista que es, no por capricho, la etapa a la que
Crdova le ha prestado una especial atencin.
Otra caracterstica del sistema poltico mexicano que no podemos
pasar por alto es el nacionalismo. Crdova ha dicho que el naciona-
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lismo es una concepcin ideolgica que trat de poner por delante el
sentimiento de pertenencia a una entidad poltica superior por encima
de los conictos de clase. Se pone el acento en la ventaja de desarrollar al
pas para hacer avanzar as a los miembros de la sociedad mexicana
en sentido amplio. Ese sentimiento se traduce, en trminos prcticos, en la
recuperacin de recursos y sectores bsicos como el petrleo, la electri-
cidad, los ferrocarriles, etctera.
Lo que Crdova ha resaltado es que la estabilidad y la continuidad
del sistema poltico mexicano tuvieron como elementos sustanciales a
la institucin presidencial y a la hegemona del partido ocial. Cada
etapa de la historia del partido de la revolucin correspondi a una
estrategia necesaria en su momento: la integracin de los caudillos
que quedaron an con vida gracias a la creacin del Partido Nacional
Revolucionario (PNR) en 1929; la incorporacin de las masas socia-
les al partido ocial por medio del Partido Revolucionario Mexicano
(PRM) en 1938; el paso denitivo del militarismo al civilismo con
el Partido Revolucionario Institucional (PRI) en 1946, que coincide
con la salida del ltimo presidente de origen castrense, Manuel vila
Camacho, y el ascenso del primer presidente de extraccin civilista,
Miguel Alemn.
Todos sabemos que la etapa de dominio incontrastado del pre-
sidencialismo autoritario y del corporativismo del partido ocial ha
nalizado. En el camino se atraves una estrategia en la que se rompi
el pacto que le haba dado enorme respaldo popular al rgimen y que
quiso dejar que todo se resolviera por medio de la mano invisible del
mercado. No obstante, se mantuvo el rgimen autoritario en el que se hizo
an ms patente la impunidad y la corrupcin que ya eran, de por s,
inocultables en nuestro medio.
Se ha presentado la alternancia, pero este paso, si bien importan-
te, no garantiza mecnicamente la culminacin exitosa del proceso de
transicin. Queda an mucho camino por recorrer. En el nuevo curso
que ha tomado el pas han de tomarse como indispensables las agudas
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observaciones y los sealamientos puntuales a los que nos tiene acos-
tumbrados Arnaldo Crdova.
Si se me permite, quisiera, por ltimo, brindar un testimonio per-
sonal de su labor educativa:
Entr a la Facultad de Ciencias Polticas en 1972. En el primer
semestre tom la materia de ciencia poltica con Arnaldo Crdova. De
all no me le separ: junto con varios compaeros formamos un crculo
de estudio paralelo a esa materia coordinado por nuestro profesor para
profundizar en temas que haban despertado en nosotros un inters
particular. En esas reuniones comenc a leer con ms detenimiento a
los clsicos y a los intrpretes de stos. Una de las cosas que sola repe-
tirnos era que los libros son para los intelectuales lo que la garlopa y el
cepillo para los carpinteros. Bastara ver su biblioteca compuesta por
ms de 25 mil volmenes para darse cuenta de que Arnaldo s practica
con el ejemplo.
Al terminar el semestre continu trabajando, en paralelo a mis estu-
dios de ciencia poltica y administracin pblica, en esos crculos de
estudio. Se puede decir que hice dos licenciaturas: una, segn el plan
acadmico; otra, segn me fue guiando Crdova. Me titul con un
trabajo titulado La administracin pblica en la poca colonial, dirigida por Omar Guerrero, que contena, a la vez, muchas de las enseanzas
obtenidas en esta carrera paralela. Luego me inscrib en la maestra
donde seleccion a Crdova como tutor. Todo lo que pude acumular
intelectualmente hasta ese momento lo plasm en mi tesis de grado
Poltica y administracin pblica en Mxico (1934-1978). Con ella gan el Premio Nacional de Administracin Pblica. Siempre he pensado
que el valor de esa investigacin no fueron tanto los datos que ella
contena, sino la solidez terica que haba adquirido bajo la direccin
de Arnaldo.
A un cierto punto l y yo platicamos de la conveniencia de irme a
estudiar a Italia. l fue quien me aconsej viajar a Turn para trabajar
bajo la conduccin de Norberto Bobbio. All pude incrustarme en el
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selecto grupo de alumnos del autor de El futuro de la democracia con base en el estilo italiano que Crdova me haba pacientemente trans-
mitido en su labor educativa. Ese estilo tiene que ver con el rigor, la
precisin y, sobre todo, la disciplina.
De algn modo he seguido la huella de Arnaldo al haber dedicado
parte de mi trabajo de investigacin a los clsicos. Cito como ejemplo
mi libro Hobbes y Rousseau (1988). Pero otra parte, la he dedicado al estudio de la poltica mexicana. En este rengln se ubica otra obra,
Liberalismo democrtico (modelo para armar un pas) (1997). El contacto con la llamada Escuela de Turn se ha expresado no
slo en cuanto a las traducciones que he hecho, sino tambin en las con-
secutivas participaciones en los seminarios de losofa poltica que
anualmente organizan los discpulos de Bobbio y a los que asistimos
Arnaldo Crdova y yo. Los lazos acadmicos y de amistad con Norberto
Bobbio, Michelangelo Bovero, Ermanno Vitale y dems turineses se
han estrechado de manera notable. A esta cofrada de amigos y culti-
vadores de la losofa poltica se ha unido, por mritos propios, su hijo
Lorenzo Crdova Vianello.
Hay otro motivo de cercana con Arnaldo que no quiero dejar de
mencionar. Es el que tiene que ver con nuestra extraccin michoaca-
na. La cepa de Arnaldo se encuentra en un lugar serrano de la Tierra
Caliente michoacana llamado Cuitzpio, situado casi a la misma dis-
tancia de Nocuptaro y Carcuaro, lugares de los que fue cura don
Jos Mara Morelos y Pavn. El tronco de mi familia est en Jiquilpan,
lugar donde naciera el general Lzaro Crdenas. No podemos negar
nuestro perl nacionalista, cargado hacia las mejores causas progre-
sistas de Mxico. Algo traemos en la sangre que nos mueve a querer
entraablemente a esta tierra y haber comprometido nuestro trabajo
intelectual con las causas sociales y democrticas de nuestro pas.
Ahora que Arnaldo se ha hecho acreedor a la distincin de in-
vestigador emrito, siento aqul mismo entusiasmo que experiment
cuando aprob con todos los honores su examen de doctorado con el
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que comenc esta semblanza. Este nuevo triunfo lo hacemos nuestro
sus familiares (Annapaola, su esposa, el ya nombrado Lorenzo y su hija
Annapaola), amigos y alumnos que hemos sido testigos privilegiados
de su brillante trayectoria universitaria.
Jos F. Fernndez Santilln
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